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Diplomatura en Género y abordaje de las violencias por

motivos de Género

Módulo 2 NOMBRAR Y ENTENDER LAS VIOLENCIAS DE


GÉNERO DESDE UN ENFOQUE SITUADO

Clase 2: Formas de nombrar y gestionar la violencia de género


desde el Estado
Docente: Prof. Laurana Malacalza

● Objetivos del módulo


-Presentar el marco normativo internacional, regional y nacional en materia de
violencias de género.
-Realizar una aproximación conceptual y analizar los modelos estatales de abordaje
de las violencias contra las mujeres y LBTI+.
-Analizar las características de un paradigma estatal de abordaje integral de las
violencias por motivos de género.

● Índice del contenido

1. Nombrar las violencias de género en los marcos legales.

1.1. Marco normativo internacional y regional en materia de violencia de


género.
1.2. Marco normativo nacional en materia de violencias de género.

2. Formas de nombrar y gestionar la violencia de género desde el Estado.

2.1. Un modelo de gestión centrado en lo securitario.


2.2 Un modelo de gestión centrado en la denuncia.
2.3 La integralidad como un nuevo paradigma de abordaje estatal de las
violencias de género.

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2. Formas de nombrar y gestionar la violencia de género desde el Estado

En esta clase pretendemos introducir algunas reflexiones en torno a las definiciones de las
políticas públicas que han sido diseñadas para abordar la violencia contra las mujeres
centradas en un modelo de abordaje securitario y privatista, el cual ha privilegiado el
abordaje individual de las manifestaciones de las violencias por sobre otros modelos
posibles. Entendemos que las políticas públicas no son una simple transmisión desde las
agencias del Estado a los/as destinatarios en forma unívoca, monolítica y sin tensiones. Por el
contrario, lo estatal está atravesado por múltiples tensiones y contradicciones. Por un lado,
hemos presenciado en los últimos años un discurso benévolo que promueve la sanción de
leyes y las definiciones de planes y programas para abordar las violencias contra las mujeres,
sobre todo en el ámbito doméstico y de las relaciones familiares. Y, por otro, hemos
advertido la persistencia de prácticas de violencia brutal protagonizadas por las fuerzas de
seguridad a través de la represión o el hostigamiento policial contra mujeres migrantes, trans
y travestis o las que sufren las mujeres a diario en las cárceles. En esta enumeración no
podemos dejar de nombrar las prácticas institucionales que, por su inacción, consagran la
impunidad frente a los hechos de violencias denunciados, aumentando así las situaciones de
riesgo y exponiendo a las mujeres a situaciones de violencias extremas. A pesar de sus
contradicciones, entendemos que estas lógicas conforman un entramado de sentidos que
pueden o bien sustentar un modelo de abordaje individual de las violencias, centrado en la
emergencia o bien disputar otras formas de abordaje de lo estatal centrado en remover las
dimensiones estructurales que explican, en parte, las desigualdades de poder entre los
géneros que sustentan las violencias.

El diseño de políticas públicas centrado en la integralidad y el fortalecimiento de las redes y


tejidos territoriales parecen reflejar en su enunciación y posible ejecución un modelo estatal
de abordaje de las violencias que supere las acciones restringidas al seguimiento del caso a
caso.

En los próximos apartados realizaremos una breve descripción de los que he denominado un
modelo estatal securitario y privatista de abordaje de las violencias contra las mujeres y
LGBTI+, –característico de las gestiones estatales en los últimos años– para definir los
lineamientos de un abordaje integral y territorial de las políticas públicas en materia de
violencias contra las mujeres y otras identidades de géneros subalternizadas.

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2.1. Un modelo de gestión centrado en lo securitario

Entendemos que la forma en que se planteó desde lo estatal el abordaje de la violencia


contra las mujeres ha sido permeado, en los últimos años, por la centralidad que ocupan las
políticas de seguridad y del control penal en la resolución de los conflictos sociales.

El impacto del neoliberalismo en las políticas y prácticas penales implementadas desde hace
décadas en nuestro país se sustentan en políticas dirigidas a la regulación del riesgo, la
prevención del delito y persecución de ciertos individuos o grupo de individuos que son
caracterizados social y jurídicamente como “peligrosos”. Este impacto promueve mayores
definiciones en el campo de las políticas de seguridad o punitivas por sobre las políticas
sociales y educativas.

En estos procesos, las políticas de seguridad ya no se dirigen a identificar y prevenir


conductas individuales calificadas como delictivas sino que persiguen el objetivo de disminuir
los riesgos individuales frente a otros que pueden, a través de sus acciones, convertirnos en
víctimas. La retórica de la prevención insiste sobre aquello que los individuos pueden y
deben hacer para evitar el riesgo de convertirse en víctima. Como sostiene Tamar Pitch
(2009) frente a las situaciones de riesgo ya no hablamos de grupos oprimidos sino de
víctimas, ya no responsabilizamos a las estructuras sociales y económicas sino a otros
individuos.

Entendemos que esta noción privatista del riesgo no sólo ha orientado la retórica y las
dinámicas de las políticas de control social sino que, además, se ha proyectado a las
definiciones de las políticas públicas en materia de violencia contra las mujeres: lo que antes
eran tareas de prevención y regulación de las instituciones, ahora es responsabilidad de las
víctimas.

Si en el modelo securitario de gestión de la violencia contra las mujeres las medidas de


prevención tienden a neutralizar y vigilar las acciones individuales que producen riesgo, es
posible explicar cómo desde lo estatal se define el uso privilegiado de distintos sistemas de
vigilancia y de control dirigidos a personas que han sido identificadas como productores de
riesgo. Así es posible explicar la vigencia de medidas como el “botón antipánico” y la
propuesta de usar “las tobilleras para agresores” como propuesta central de las políticas de
prevención de la violencia contra las mujeres.

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Video

Malacalza, L. (2021). Charla Magistral: Pensar un país federal libre de violencias.


[Archivo de video]. Youtube. Ver aquí.

2.2. Un modelo de gestión centrado en la denuncia

Tanto las leyes de violencia familiar que fueron dictadas en las provincias argentinas como la
legislación nacional más reciente de protección integral contra la violencia contra las mujeres
han establecido un procedimiento de gestión estatal centrado en la denuncia individual en
sede policial y/o judicial como mecanismo privilegiado para el abordaje de la violencia contra
las mujeres por parte de las agencias del Estado. Con la apertura de comisarías de la mujer y
la familia, de oficinas de atención a víctimas en dependencias policiales y la autorización
para que las oficinas estatales hagan la recepción de denuncias por violencia contra las
mujeres,7 el número de denuncias en sede policial ha crecido significativamente. Lo mismo
ha ocurrido en el ámbito judicial. La denuncia –en sede judicial o policial– es individual. Cada
hecho nuevo de violencia, aún los padecidos por la misma persona, inicia una nueva
denuncia y un nuevo trámite judicial. Ante cada hecho de violencia la mujer tiene que
hacerse responsable no sólo de gestionar las denuncias presentadas sino también promover
su protección y la de sus hijos. Entendemos que las políticas públicas en materia de violencia
de género han definido su objeto y sus intervenciones desde esta perspectiva de la
individuación que ha fortalecido el protagonismo de las víctimas no sólo en los procesos
penales y en el despliegue de políticas de control punitivo, sino también en las políticas
orientadas a la violencia contra las mujeres. Para decirlo en otras palabras, las políticas que
se han diseñado para el abordaje de la violencia contra las mujeres han puesto el foco en las
mujeres cómo víctimas y no en las desiguales relaciones de poder entre los géneros en las
que se inscriben los hechos de violencia.

En estos procesos de individuación recaen sobre la víctima varias responsabilidades:


identificar al victimario, proveer las pruebas para que esa identificación sea creíble y veraz, y
sobre todo, la responsabilidad de no volver a colocarse en un contexto de riesgo. Cuando se
inician los procesos judiciales por un hecho de violencia, es la propia víctima la que debe
impulsar la denuncia y sostener todo el proceso judicial que se inicia. La responsabilidad por
ese hecho es una responsabilidad individual. En las lógicas que nos proponen estas
definiciones de políticas públicas a alguien se le debe imputar la responsabilidad frente a
nuestra victimización sin definirse ninguna política de intervención sobre las causas que la

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producen. Tal como se difunden en las campañas estatales de sensibilización en materia de
violencia contra las mujeres e incluso en la fundamentación de los planes nacionales y
provinciales, la salida surge a partir de una decisión individual: “llamá”, “denunciá”, “porque
llamaste y dijiste ¡basta!”, “porque llamaste y denunciaste, podes salir de la violencia”.
También la responsabilidad de generar las estrategias y articulaciones para salir de ese
proceso de victimización es individual: “Cuando la víctima está mínimamente fortalecida,
informada y contenida podrá ser capaz de dar el primer paso y recorrer el camino para salir
de la violencia”, dice la página oficial del Consejo Nacional de las Mujeres en relación a la
puesta en funcionamiento de la Línea 144 para atención, asesoramiento y contención de
mujeres víctimas de violencia.

Como lo hemos señalado en otros trabajos, entendemos que el actual modelo de gestión de
la violencia contra las mujeres ha dado muestras y evidencias de deficiencias estructurales
que impiden garantizar respuestas efectivas por parte del Estado.

2.3 La integralidad como un nuevo paradigma de abordaje estatal de la violencias de


género

Tanto desde el movimiento feminista como de los organismos internaciones de derechos


humanos el reclamo por la implementación de políticas públicas integrales en materia de
violencia de género ha sido parte de las demandas hacia el Estado. Sin dudas la reciente
creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación enmarca, con
mayor jerarquía institucional y presupuestaria, la puesta en marcha de políticas de carácter
integral que han sido definidas en el “Plan Nacional de acciones contra las violencias por
motivos de género 2020/2022”.

El diseño de políticas públicas centradas en la integralidad y el fortalecimiento de las redes


federales y tejidos territoriales buscan reflejar en su enunciación y ejecución un modelo
estatal de abordaje de las violencias centrado en los problemas estructurales que explican las
desigualdades de poder entre los géneros, que sustentan las violencias.

En la búsqueda de esa redefinición es evidente que “la salida” de las situaciones de violencia
no puede ser individual. El desafío se define en torno a la integralidad de las políticas
públicas, que supone dos dimensiones.

La primera, garantizar el acceso de las mujeres y el colectivo LGTBI+ a los derechos que les
aseguren su autonomía. Es decir, llevar a cabo políticas públicas que permitan crear
condiciones materiales para que las personas en situación de violencia por motivos de

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género puedan desarrollar un proyecto de vida autónomo. El acceso a la vivienda, a la tierra,
al mundo del trabajo y la promoción de formas de organizaciones colectivas vinculadas a la
economía social forman parte de esta definición de políticas integrales.

Segundo, impulsar articulaciones entre los distintos niveles del Estado, pues la
transversalidad de la perspectiva de género en todos los ámbitos para el diseño y ejecución
de políticas es prioritario para alcanzar estas definiciones. Para ello resulta necesario
implementar territorialmente las políticas de prevención, asistencia y fortalecimiento de
acceso a la justicia ante las violencias por motivos de género, junto con los distintos agentes
institucionales, los múltiples dispositivos provinciales y locales, y las organizaciones sociales y
comunitarias que tejen la trama social y comunitaria que previene, asiste y protege a
personas en situación de violencia de género.

Un abordaje estatal integral supone entonces generar modelos de gestión que permitan
intervenciones articuladas entre los distintos niveles del Estado, con organizaciones sociales
y comunitarias, incorporando diferentes tipos de servicios y apoyos, reconociendo las
particularidades y dinámicas que adquieren las violencias por motivos de género en los
distintos territorios.

Para ello se requiere desarrollar diagnósticos situados, tanto regional como localmente, que
permitan identificar los dispositivos estatales existentes, las redes territoriales y
comunitarias, las organizaciones de la sociedad civil, los recursos técnicos y profesionales
disponibles en cada caso, y sobre todo el contexto de vida de cada persona y el proceso en el
que se encuentra.

Ahora bien, si partimos de entender a la violencia de género como un problema estructural,


que se expresa en los distintos ámbitos de la vida social y que adquiere características
diferenciales en razón de la clase, la raza, la etnia, la identidad sexo-genérica, la orientación
sexual, la expresión de género, la situación de migrante, entre otras, a la perspectiva de la
integralidad es necesario sumar la de la interseccionalidad y la diversidad en la formulación
de políticas públicas. Es decir, identificar de manera específica y transversal las necesidades,
las violencias, las desigualdades y la discriminación estructural e histórica que atraviesan
determinados grupos en cada territorio.

El paradigma neoliberal focaliza y entiende las desigualdades –incluidas las desigualdades


entre géneros– como la consecuencia de actitudes y responsabilidades individuales.
Avanzamos ahora hacia un nuevo paradigma que busca concentrar los esfuerzos en la
creación de estructuras, prácticas e instituciones capaces de cambiar las condiciones de vida
de las personas frente a las múltiples violencias que nos atraviesan.

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Video

Cocopardo, A. (Productor, 2017). Historias debidas VIII: Rita Segato [Archivo de


video]. Youtube. Ver aquí.

A modo de recapitulación

A partir de estas clases retomamos dos ideas centrales para enmarcar los debates acerca del
rol del Estado en materia de violencia de género. Por un lado, las tensiones en torno a las
formas de nombrar y jerarquizar las violencias en las definiciones institucionales y
normativas. Y por otro lado , los modos de gestionarlas tanto desde los marcos legislativos
como en las políticas públicas.

Referencias

Calveiro, Pilar. 2017. “Víctimas del miedo en la gubernamentalidad neoliberal”, Revista de


estudios sociales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Los Andes.
https://revistas.uniandes.edu.co/doi/full/10.7440/res59.2017.11

Malacalza, Laurana. ” Violencia institucional y violencia de género: articulaciones y debates


pendientes.” En Miradas feministas sobre derechos / Mario Pecheny ... [et al.] ; compilado
por Aluminé Moreno; Diana Maffía; Patricia Laura Gómez. Ciudad Autónoma de Buenos
Aires: Editorial Jusbaires, 2019.
https://docplayer.es/150885485-Miradas-feministas-sobre-los-derechos.html

Ministerio de las mujeres, géneros y diversidad de la Nación (2020). Plan Nacional de acción
contra las violencias por motivos de género.
https://www.argentina.gob.ar/generos/plan_nacional_de_accion_contra_las_violencias_por
_motivos_de_genero

Pitch Tamar (2003). Responsabilidades limitadas. Actores, conflictos y justicia penal, Editorial
Ad Hoc, Buenos Aires, Capítulo 4, Págs. 125 -160.
http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2015/07/doctrina41473.pdf

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