Principios fundamentales

y magnitudes
Comportamiento de suelos y rocas
CONTENIDO
1. Objetivos

2. Introducción

3. Comportamiento de suelos y rocas

4. El terreno como sistema trifase

5. Tipos de estados tensionales

6. Magnitudes y relaciones constitutivas

7. Bibliografía

Objetivos
El objetivo principal de este tema es asentar las bases
teóricas para reconocer claramente el origen de los
empujes en suelos y sus características. La identificación
de las características físicas, de los parámetros y de las
fases sólida, líquida y gaseosa que componen un terreno
como conjunto, es imprescindible para cuantificar el total
de las cargas que el terreno genera.
Introducción
En primer lugar, es importante realizar una clara
separación entre suelos y rocas, que prácticamente
tienen características, parámetros y comportamientos
muy diferentes. Esta distinción posibilita el comprender
el origen y los valores de los empujes y de las cargas
propias transmitidas por los suelos.
Comportamiento
de suelos y rocas
Aunque se engloben dentro de la misma ciencia, la
geotecnia y suelos y rocas son prácticamente dos
universos diferentes. Tanto sus características básicas
como sus parámetros resistentes y su comportamiento
son tan diferentes que es imprescindible separarlos
en su estudio.
Los suelos, propiamente dichos son terrenos con escasa
o nula cohesión relativa. La mecánica del suelo se ocupa
de las propiedades y el comportamiento de la materia
que forma ese suelo; también de las partículas minerales
que una vez juntas se ensamblan sin importantes
uniones entre ellas.
Por oposición, cualquier material que tenga una
verdadera cohesión y resistencia a la tracción al estar
sus partículas cementadas debe definirse como roca.
Paradójicamente el suelo tiene su origen en la degradación
de la roca intacta, en la meteorización paulatina a través
de eliminar las uniones entre partículas.
Desde el punto de vista meramente resistente la frontera
entre suelo y roca se fija en un valor de resistencia a la
compresión uniaxial de 1 MPa. Por lo tanto, para considerar
un terreno como suelo los dos parámetros de referencia
en lo que se refiere al comportamiento son, por un lado, la
nula o casi nula cohesión, menor de 10 t/m2 y, por otro lado,
la anteriormente citada resistencia a compresión simple.
Estos dos valores límite ya caracterizan un material u otro
y, por tanto, un comportamiento, consecuentemente una
generación de empujes de un modo totalmente diferente.
La geotecnia, y esto sí que se da tanto en suelos como en
rocas, en muchas ocasiones es empírica, producto de tratar
con materiales naturales. Los materiales se encuentran en
la naturaleza de un modo muy distinto, incluso en entornos
que no disten entre sí. Por tanto esta diferenciación entre
Principios fundamentales y magnitudes | 3
suelos y rocas se puede aplicar a unos suelos de otros
suelos, aunque no disten entre ellos más que un puñado de
centímetros. Esto explica también su anisotropía.
Los suelos y, por tanto, sus parámetros y características,
son materiales no lineales, y las relaciones entre
esfuerzos y deformaciones tampoco lo son.
Del mismo modo, los suelos, en otra de las características
que lo distinguen de las rocas, tienen una tradición que
condiciona su comportamiento. La composición granular
de los mismos hace que todo lo que le ha ocurrido
durante su historia de tensiones se vea reflejado en sus
características y en los parámetros resistentes.
Paradójicamente, las simplificaciones que se usan
para modelar el comportamiento mecánico de los
suelos suponen que los materiales son homogéneos
e isotrópicos y de comportamiento lineal, justo todo lo
contrario de sus características básicas.
El terreno como
sistema trifase
El terreno, como cualquier otro material existente, tiene
comportamientos en reposo y en activo. Considerando
estos dos estados en lo que se refiere a su capacidad de
someter cargas a otro elemento, o solo a sí mismo, se
debe resaltar que aunque se transforma, no deja de ser un
material común, una serie de partículas que se comportan
como conjunto de las tres fases en las que se encuentra
cualquier molécula: fase sólida, fase líquida o fase
gaseosa. El comportamiento del material habitualmente
en estado sólido, interacciona con los elementos que se
encuentran en el terreno, como puede ser el agua presente
en el medio, la integrada dentro del propio material u otros
elementos adyacentes del terreno.
El terreno se transforma producto de las distintas
presiones que posee de un modo intrínseco o a las
que es sometido, y como material continuo, la tensión
que actúa sobre un plano cualquiera que pasa por un
determinado punto se define como la fuerza (con sus
componentes normal y tangencial) que actúa por unidad
de superficie de dicho plano. Sin embargo, en el caso del
suelo, parte de esta superficie está ocupada por materia
sólida y parte por huecos rellenos de agua o aire.
Por tanto, se debe hacer referencia a los estados
generales en los que se encuentra el terreno, bien sea
roca o bien sea suelo, y hay que comenzar definiendo el
comportamiento conjunto de las tensiones, las cargas
axiales perpendiculares a las tres dimensiones y las
tangenciales, definiendo con detalle lo que se entiende por
tensión y en qué forma interviene cada una de las fases.
Es esta definición de las tensiones sobre el terreno
y la variación de las mismas en las caras de cada
partícula constituye la llamada mecánica del suelo que
posteriormente se refiere a la variación respecto a ciclos
de movimiento como dinámica de suelos.

Simplificando el estado de cualquier partícula, se asimila
a un cubo con tres dimensiones, sobre las que se aplican
las tres tensiones principales y sobre estas caras en
dirección paralela a las mismas se producen las tensiones
tangenciales sobre la partícula. Estas tensiones son las
que aparecen en todos y cada uno de los gráficos y de los
algoritmos habituales de estado en geotecnia.
En lo que se refiere a las características del terreno y
su comportamiento instantáneo y a largo plazo, tanto
lo primero como lo segundo se basan en sus propias
características que dependen de la tipología del material
y de su estado en ese momento y del estado tensional al
que está sometido en un instante, bien sea de un modo
instantáneo o en reacciones anteriores que han dejado un
histórico tensional en las partículas que forman el terreno.
Existen solicitaciones sobre el terreno que bien se están
dando en este mismo momento, o en momentos futuros
o pasados. Son estas solicitaciones alrededor de cada
una de las partículas, considerando el terreno como
materia trifase, las siguientes:
• Fuerzas transmitidas por las propias partículas:
serán habitualmente en planos perpendiculares
que generan una componente unitaria normal, σi, y
una tangencial, τi, sobre el plano. Esta acción es la
tensión intergranular.
• Presión intersticial del agua (u): puede ir desde una
saturación nula a la saturación completa.
• Presión intersticial del aire (ua): actuante en el
resto de la sección
Los algoritmos que representan a todas ellas, los dos
tríos de tensiones a las que se hacía referencia con
anterioridad, serían:
• σ = σ i + xu +(1–x) ua
τ = τi
• σ i = σ – ua + x (ua – u)
τ = τi
Todas estas tensiones están aplicadas en el área total
y no en el área de contacto. La consecuencia de esto es
que la tensión intergranular no es la tensión real existente
sino un valor considerablemente menor.
La común representación de estos valores es matricial.
El segundo de los algoritmos se corresponde con la
obtención despejando el valor de la tensión intergranular.
Este modo de poner la formulación permite definir el
valor de ‘X’, el grado de saturación, en el caso de X=0 es
suelo seco, y en el caso de X=1 el suelo está totalmente
saturado teniendo como algoritmo para cada uno de
esos dos puntos:
Principios fundamentales y magnitudes | 4
• σ i = σ – u
τ= τ i
• σ i= σ
τ i= τ
Tipos de estados tensionales
Una vez que se ha definido de un modo somero la base
del comportamiento del terreno y el modo de generar
las tensiones, es necesario comenzar a evaluar su
comportamiento en los distintos estados tensionales en
los que se encuentra el terreno como tal. Para ello, se
requiere considerar en todo momento, tal y como se realiza
en la ingeniería de materiales para cualquier discretización
de elementos, el corte de terreno en el que se sitúa un
muro de rigidez infinita, es decir, no se deforma, pero
puede desplazarse con el fin de estabilizarlo. La presencia
de esa estructura es por el desequilibrio tensional que
tiene en sus caras el infinitésimo de terreno.
Dependiendo de si las distintas caras del terreno que
se encuentran sometidas a las presiones anteriormente
señaladas están en equilibrio o no, es el modo en el que
quedan fijados los estados del terreno de uso:
• El estado inicial – reposo.
• El estado activo.
• El estado pasivo.
Estos son los términos que luego serán de común uso en
los cálculos de los elementos estructurales y contención,
ya que estos estados se trasladan a los distintos tipos de
empujes. La diferencia de estos estados, desde un modo
conceptual, se puede apreciar partiendo del estado
en reposo en la siguiente serie de figuras donde a una
profundidad dada se tiene el equilibrio de tensiones en el
estado inicial o reposo. A continuación, tomando como
partida este estado, en el caso de que se elimine parte
del terreno en uno de los lados, el equilibrio inicial se
rompe, de tal modo que se romperá del mismo modo el
inicial equilibrio tensional.
Este estado activo es el modo de trabajo habitual de
los muros de contención. El equilibrio se rompe como
consecuencia de la imposibilidad de deformación de uno
de los semiespacios, con lo que el conjunto únicamente
se moverá debido a una expansión lateral del terreno,
lo que permitirá que el terreno se relaje y las tensiones
horizontales iniciales σ’H0 disminuyan de tal modo
que σ’H0 > σ’HA término que representa las tensiones
horizontales activas. La tensión se reduce desde el valor
en reposo hasta este nuevo estado, el estado activo.
El mismo proceso, al contrario, es el que se puede
seguir para la explicación del estado de pasivo.
Es decir, partiendo del anterior estado inicial, pero no
produciendo la deformación el terreno, sino el supuesto
elemento de contención, las tensiones sobre la línea de
comportamiento que se han trazado habrán aumentado
como reacción del terreno que se opone al movimiento.

Figura 1. Concepto gráfico de los distintos empujes del terreno. Fuente: elaboración propia.
Cuando se alcanza el anterior estado de equilibrio
σ’H0 < σ’HP, término que representa las tensiones
horizontales pasivas, la tensión habrá cambiado desde
el valor en reposo hasta este nuevo estado.
Como consecuencia de la evolución de los tres estados
en los que puede encontrarse el terreno, se puede
concluir que el estado en que se encuentra el terreno,
de los tres en los que se ha dividido su comportamiento,
depende de la capacidad de deformación del conjunto,
con lo que su equilibrio tensional viene alterado por la
capacidad de las zonas de restricción de movimientos,
o en el caso del esfuerzo pasivo, porque los límites de
confinamiento de movimiento son los que producen la
alteración del estado inicial.
La capacidad de estar en estado activo y pasivo, puede
darse de un modo total o parcial, siendo de un mayor
interés las situaciones extremas, es decir, cuando
los empujes, bien sea el activo o el pasivo, se hayan
movilizado totalmente.
La alteración y por consiguiente el cambio de estado en el
terreno, atravesando del estado activo al pasivo, teniendo
el estado inicial o de reposo como origen o intermedio,
dependen del movimiento y de las restricciones del mismo.
Los empujes son, por tanto, un conjunto de tensiones que
generadas por las características intrínsecas del terreno
y trasmitidas por él pueden generar una alteración de
modo completo. Se desarrollan por completo los empujes,
bien el terreno o bien la estructura de contención que
limita este semi-espacio debe desplazarse una cantidad.
En la figura 2 se observa en la transición de movimiento
y tensión cómo se desplaza la cantidad de movilización
de cada uno de los empujes. Por tanto, los tres estados
en los que se puede encontrarse el terreno como
partícula aislada da lugar a lo que se denomina empuje;
se da cuando estas partículas son excitadas de un modo
conjunto y comparten su comportamiento.
Uniendo este desarrollo en el concepto analizado
anteriormente, en cada uno de los momentos, las partículas
y sus conjuntos tienen, por tanto y de modo genérico,
un total de seis valores de comportamiento. Estos seis
componentes tratados de un modo tridimensional se
suelen reducir en la mayor parte de los casos a cuatro,
ya que se trata de elementos lineales, considerando los
Principios fundamentales y magnitudes | 5
Figura 2. Explicación de los límites de los empujes en gráfico
tensión-movimiento. Fuente: elaboración propia.
gráficos en los que se ha descrito anteriormente el concepto
de los estados del terreno. Como consecuencia de esta
simplificación, es habitual expresar la tensión horizontal
como un porcentaje de la tensión vertical. Ese porcentaje
es lo que se denomina coeficiente de empuje ‘K’.
Los coeficientes de empuje que cada terreno tiene
aparejado en cada momento, tienen relación unívoca
con cada uno de los estados, adquiriendo unos valores
diferentes para un estado dado, siendo único y diferente
si el estado cambia. Los coeficientes de empuje ‘K’
tienen relación con el estado del terreno: si este no
está ejerciendo tensión contra el límite, es decir que no
carga el terreno, está en reposo (Ko); un terreno que está
cargando la superficie limitante del desplazamiento (Ka)
está desarrollando el empuje activo, y si este estado está
siendo producido por el citado entorno limitante (Kp).
Es muy común confundir, por ser más conservador y de
más fácil cálculo, el valor de Ko en lugar de Ka y esto
es incorrecto, ya que si el terreno tensiona al entorno
limitante está desarrollando un empuje activo (Ka).
Si el terreno es receptor de citado empuje activo externo,
el terreno está pasando a ejercer el empuje pasivo (Kp).
El más complicado de llegar a alcanzar, aunque es el
estado de partida, es el momento en que el terreno está
en reposo: se trata, pues, del empuje al reposo (Ko).
Los anteriores valores, coeficientes, son los que
habitualmente se usan para que se pase de un empuje
a otro a través de las tensiones. La relación entre las
presiones verticales y horizontales, lo que hace que el
terreno esté comprimido es la presión vertical, es decir, el
mismo peso del terreno es la carga actuante. Siguiendo

esta relación se representan comúnmente las tensiones
horizontales correspondientes a los estados activos y
pasivos, como funciones de las tensiones verticales:
• σ' ha = Ka σ'v
• σ' hp = Kp σ'v
Al igual que los empujes, y dado que son una consecuencia
de los mismos, los coeficientes de empuje activo y pasivo
no poseen un valor fijo. La misma relación de la capacidad
de la movilización hace que se alcance un valor u otro, de
tal modo que lo variable de sus valores está de acuerdo
con una relación directa con la deformación (δ/H). Como
número de referencia el coeficiente a reposo se encuentra
en el entorno entre 0,4 y 0,8.
La variación de los coeficientes puede seguirse de un modo
aproximado en la figura 3. Obedece a una formulación de
habitual uso, pero hay que señalar que en ese seguimiento
los coeficientes tienen un condicionante, que es el factor
limitante o generador de los desplazamientos en el terreno.
Hay que resaltar que cada modo en el que se encuentra el
terreno confinado y la rigidez del elemento límite, influyen
en los valores de los coeficientes, considerando como
referencia que cuanto mayor es el ángulo de rozamiento
interno (φ), menor es el Ka y mayor es Kp.
Observando el comportamiento habitual en una
cimentación, se pueden observar todos estos
conceptos. El momento en el que la cimentación entra
en carga, el elemento que la compone carga sobre el
terreno; es ese momento en el que se generan otras
tensiones que tienen que compensar este empuje y
las propiedades resistentes del terreno (cohesión y el
ángulo de rozamiento) las que se opongan al empuje de
la cimentación y eviten la rotura del terreno.
Magnitudes y relaciones
constitutivas
Una vez que se conoce de forma previa las distintas
Figura 3. Valores de los coeficientes activos y pasivos en gráfica
comparativa. 1) Terreno granular suelto. 2) Terreno granular cohesivo.
Fuente: elaboración propia.
Principios fundamentales y magnitudes | 6
posibilidades de comportamiento que tiene un terreno,
es necesario establecer cómo se comporta de un modo
cuantitativo. Hasta el momento, la caracterización de los
estados en los que se encuentra un terreno es cualitativa,
pero de cara a la definición y al dimensionamiento de
elementos, es necesaria su cuantificación. Hay que
recordar que un terreno es el conjunto de sus tres
estados y, por consiguiente, de la combinación de ellos.
El suelo está constituido por un conjunto de partículas
minerales y en contacto unas con otras. Entre estas
partículas quedan poros que pueden estar total o
parcialmente ocupados por agua o en su caso, por aire.
La variación y el reparto porcentual de los estados en el suelo
según se vayan combinando las tres fases hacen que las
propiedades del suelo varíen. Es por esto que es necesario
conocer el reparto porcentual y las características de cada
una de las fases y del suelo en sus distintos estados.
El suelo se caracteriza de un modo sencillo: en virtud
del tamaño de las partículas que lo forman, es decir,
la granulometría, y la susceptibilidad de las mismas a
variar su consistencia con la variación de la humedad del
material, es decir de su plasticidad.
En la tabla 1 puede observarse la granulometría. Ambos
parámetros acostumbran a agruparse en el concepto
de la identificación de un suelo. Se consideran también
como básicos los parámetros que definen el estado del
suelo, entendiendo por el mismo la configuración de los
componentes fundamentales del mismo, de tal modo
que se termina identificando a partir de la misma la
densidad y la humedad.
Como cualquier terreno está formado por un conjunto
de partículas que dejan huecos entre sí, producto de
la conformación porosa superficial e interna de dicho
conjunto de partículas, la densidad de un árido toma
Granulometría
Límite superior Límite inferior
Material
(mm) (mm)
Bolos 1000 75
Grava 75 2-5
Arena 2-5 0,074
Limo 0,074 0,002
Arcilla 0,002 0,001
Coloides <0,001
Tabla 1. Tamaño de partículas según material.

diferentes valores, según la característica de huecos
o porosidades consideradas. Estos valores son los
primeros condicionantes de las características de un
material y a partir de su porosidad y de su capacidad
para interactuar con elementos líquidos y gaseosos se
definen sus distintas densidades, como son la densidad
aparente compactada o suelta, la densidad real seca
o saturada de superficie seca y la densidad neta
seca. Estos conceptos son comúnmente confundidos
entre sí, y dado que los empujes que se comentaban
anteriormente tienen como elemento multiplicador en
todos los casos las densidades, se considera necesario
recordar sus definiciones:
• Densidad aparente: es la relación de masa y
volumen en la que se considera el volumen macizo
de las partículas más el volumen de poros y huecos.
• Densidad aparente suelta (densidad de partículas):
es la densidad del agregado vaciado desde 5 cm de
altura en un recipiente de volumen conocido.
• Densidad aparente compactada: es la densidad del
agregado que ha sido compactado con 25 golpes
de pisón en 3 capas dentro de un recipiente de
volumen conocido.
Además de las anteriores densidades se encuentra la
densidad real, que es la considera el volumen macizo
de las partículas del material conjuntamente, más el
volumen de los poros accesibles e inaccesibles de
esas partículas. A este concepto puede añadírsele la
densidad real del material seco, que es la densidad real
en que se considera solamente la masa de material
propiamente seco. Por último, y como concepto a
considerar en los cálculos, se tiene la densidad real
saturada superficialmente seca que se encuentran los
suelos semi-saturados; es la densidad real en la que se
considera la masa del material seco más el agua que
llena los poros accesibles.
Por último se tiene la densidad neta, que es el valor de
la densidad en la que se considera el volumen macizo de
las partículas más el volumen de los poros inaccesibles.
Figura 4. Evolución de terreno seco a terreno húmedo (saturación).
Fuente: elaboración propia.
Principios fundamentales y magnitudes | 7
Considerando las diferencias entre los diversos conceptos
se puede definir la humedad de un suelo como el cociente
expresado en porcentaje w = Ww/Ws donde Ws es el peso
de las partículas sólidas de una cierta masa de suelo y Ww
es el peso del agua que contiene en sus poros.
Para conocer los distintos grados de saturación y poder
considerar en qué entorno del mismo se encuentra el
cálculo, las densidades y la humedad, se debe considerar
que están relacionadas de tal modo que la densidad de
un suelo (y) a la relación entre su masa (Ws + w) y su
volumen (V):
γ= Ws+w/V
Continuando estás relaciones básicas que han de
considerarse se obtiene que la densidad aparente de un
suelo es la relación entre su masa total, considerando
como tal las partículas sólidas y agua que haya en los
poros y su volumen:
• γa = (Ws + Ww)/V
Generando a partir de estos valores la densidad seca:
• γd=Ws/V
Continuando con estas correlaciones para la densidad
saturada sería:
• γsat = (Ws+ Ww sat)/V.
La densidad sumergida de un suelo es la densidad
saturada menos la densidad del agua:
• Vγ=γsat-γw
Son numerosas las distintas relaciones entre parámetros
que interconectan la densidad con la porosidad (n) y
la humedad (w), las más utilizadas y que con carácter
práctico deben tenerse en mente son las siguientes:
• γd = γ (1 – n)
• γa = γ(1 – n) (1 + w)
• γsat = γ (1 – n) + nγw
• γ’ = (γ– γw) (1 – n)
Si bien todas estas relaciones son propias de la totalidad
de los terrenos y tienen una mayor importancia en el caso
del comportamiento de los suelos, en general existen otros
parámetros que son exclusivos, no en su formulación, pero
sí en su utilización, de tipologías particulares, pero que
sobre todo no tienen razón de ser utilizados en otros tipos.
Un ejemplo de lo anterior es el caso de suelos granulares
como son las arenas, gravas y gravillas, en las que se
emplea de un modo muy común el concepto ‘índice de
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densidad’ o ’densidad relativa’, definido mediante la fórmula
Id = Dr = (emax – e)/(emax – emin) que relaciona el valor
de ‘e’ como índice de poros con el ‘emin’ que es el mínimo
índice de poros que puede tener este determinado
suelo, es decir, el índice de poros correspondiente a
su máxima densidad posible y la ‘emax’ como máximo
índice de poros que puede tener un determinado
material, mientras que las partículas del mismo dejen
de estar en contacto unas con otras, es decir, el índice
de poros correspondiente a su mínima densidad posible.
Este parámetro no tiene sentido en elementos de menor
granulometría como son las arcillas o los limos, y es de
vital importancia a la hora de no trabajar con parámetros
incorrectos o que carezcan de sentido tener claras las
tipologías de densidades, de índices y valores que se
manejan en cada uno de los terrenos.
De los múltiples parámetros que caracterizan un suelo se
encuentra el concepto de porosidad. Este valor y el índice
de poros están relacionados entre sí matemáticamente,
relación que se alcanza mediante las expresiones siguientes:
saturado. Se denomina ‘grado de saturación’ del suelo
(Sr) al cociente entre la humedad natural y la humedad
de saturación, y se expresa en porcentaje siguiendo
el algoritmo:
Sr = W/Wsat
El grado de saturación corresponde también al cociente
entre el volumen de agua que hay en los poros y el
volumen total de los poros:
Sr = [(W γd) / (n γ)] = [(W γ) / (e γw)] = (W G) / e
Donde entran en juego los valores como son el G como
peso específico de las partículas sólidas, la citada
porosidad (n) y el resto de los elementos anteriormente
comentados como la densidad natural y la seca, y la
densidad del suelo saturado.
El grado de saturación desde su valor mínimo a la
totalidad de la saturación del mismo es el que se refleja
en el concepto ‘suelo semisaturado’.

n = e / (1 + e); e = n / (1-n)

Por último, se señala que en el caso particular de suelos

Bibliografía
aluviales combinados con agua en el terreno, como podría 1. Lambe, T., Whitman, W. (1969). Mecánica de suelos.
ser una arena saturada en la que puede llegar a reconocerse John Wiley & Sons, Inc. Londres
el índice de poros a partir de fórmulas empíricas, bien sea 2. Terzaghi, K., Peck R. (1969). Mecánica de suelos en la
para detectar posibles errores de los ensayos directos ingeniería práctica. M. Ghiourdas Publishing Company..
de permeabilidad o bien para tener una idea del orden de
3. Izquierdo, F. (2001). Cuestiones de geotecnia y
magnitud del coeficiente de permeabilidad con objeto de
cimientos. Editorial Universidad Politécnica de Valencia.
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dichos ensayos. Dentro de la extensa formulación 4. Iglesias, C. Mecánica de Suelos. Editorial: Síntesis.
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catalogación general de los mismos es la propuesta por Suelos. Tomos 1 y 2.” Editorial: Limusa.
Hazen, si bien está aplicada en los casos particulares de
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arenas uniformes, y cuyos valores de D10 oscilan entre
Suelos. Editorial: CECSA.
0,1 mm y 3 mm, y que se expresa k (cm/s) = C D102.
Siendo D10 el tamaño medido en cm correspondiente al 8. Jiménez, J.A., Justo, JL. (1971). Geotecnia y
10 % de la curva granulométrica acumulado, para el cual Cimientos. Tomos 1 y 2. Editorial: Rueda.
se supone que dicha fracción granulométrica presenta
una superficie específica equivalente a la del conjunto y C
un coeficiente que varía en función de las características
de la arena, tomando los siguientes valores:
• Arenas finas, bien graduadas o con un contenido
apreciable en finos: C =40–80
• Arenas medias o gruesas y poco graduadas, y arenas
gruesas limpias y bien graduadas: C = 80–120
• Arenas muy gruesas, muy poco graduadas, y arenas
limpias con gravas: C = 120–150

Hay que resaltar que con el comportamiento del agua en

el terreno, con la misma porosidad, este puede tener una
humedad variable entre cero y la correspondiente a aquella
en la que los poros estén completamente llenos de agua.
En este segundo caso se dice que el suelo está saturado.

Sea Wsat la humedad de saturación o humedad del suelo