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CENTRO ESCOLAR INSA

Santa Ana, El Salvador, C. A.

ASIGNATURA: Lenguaje y Literatura

TEMÁTICA: Movimiento literarios en el libro Literario

DOCENTE: Maricela Alvarado de Domínguez

ESTUDIANTE:

CURSO: Primer Año de Bachillerato ITSI, Sección “L“ Grupo A

Santa Ana, 4 de octubre de 2022


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ÍNDICE

Introducción

Desarrollo

Conclusión

Bibliografía

Anexos
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PRIMER ARGUMENTO

Don Álvaro o la fuerza del sino


Esta obra dramática en cinco actos, parte en verso y parte en prosa, de Ángel de
Saavedra, duque de Rivas, fue representada por primera vez en 1835; su estreno
constituyó el primer y más rotundo triunfo del teatro romántico en los escenarios
españoles.

Misterioso personaje de quien se sospecha un humilde origen, el protagonista de


la obra, don Álvaro, es el prototipo de héroe romántico perseguido por una
fatalidad contra la que nada pueden las acciones humanas, por muy puros que sean
los principios que las inspiren. En don Álvaro, sin embargo, desempeña un papel
importante el elemento religioso: hasta el último momento (y en ello demuestra
su catolicismo opuesto al fatalismo calvinista) se resiste a reconocer la espantosa
fuerza de la predestinación y sólo sucumbe cuando todo su mundo parece haberse
derrumbado ante él.

En Sevilla, adonde ha llegado de regreso de las Indias, don Álvaro se enamora de


Leonor, que también ama sinceramente a don Álvaro. La hostilidad del padre de
Leonor, el soberbio marqués de Calatrava, induce a los enamorados a intentar la
fuga. Descubierta su tentativa, don Álvaro entrega su pistola al marqués, pero la
pistola cae, se dispara y mata accidentalmente al marqués. Don Álvaro, herido por
los servidores del marqués, huye. También Leonor huye tras el funesto incidente,
vestida de hombre, y se refugia en una ermita, cerca de un convento de frailes.

En los campos de batalla de Italia don Álvaro busca la muerte, pero la muerte
parece no querer nada con él. Después de haber salvado a don Carlos, hijo del
marqués de Calatrava, don Álvaro, al ser reconocido, se ve obligado a darle muerte
en desafío. De vuelta a España busca la paz en un monasterio cerca de Córdoba,
pero incluso en aquel yermo le persigue la venganza de los Calatrava: un segundo
hijo del marqués, don Alfonso, encuentra a don Álvaro, lo provoca y muere también
en duelo. Pero, poco antes de morir, don Alfonso apuñala a su hermana Leonor,
que disfrazada de ermitaño hacía penitencia en una cueva de aquel monte y a quien
don Álvaro había llamado, creyéndolo un hombre, para que asistiera en sus últimos
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momentos al moribundo. Don Álvaro entonces se da muerte precipitándose desde


una roca, para sustraerse con la muerte a la implacable fuerza del destino.

En esa vida llena de terribles acontecimientos y de una concatenación de aventuras


más terrible aún, don Álvaro es una criatura viva que pasa de uno a otro estado de
ánimo y que reacciona, lucha y combate para sobrevivir. Pero cuando se arroja
desde lo alto del peñasco, su gesto tiene el significado de una desesperada
renuncia: la renuncia a la fe en la bondad humana y la renuncia a luchar contra las
fuerzas invisibles que rigen el mundo. E, implícitamente, la renuncia también a su
eterna salvación.

Los años pasados pesan mucho sobre el drama, en el que, más que la pericia del
artista, se manifiesta el entusiasmo inexperto del neófito. Para romper
decididamente con la tradición literaria del drama clasicista, el duque de Rivas
anuló las unidades de tiempo y lugar, sosteniendo sólo la acción con la fuerza de la
ciega fatalidad, que pesa demasiado sobre los personajes, y que determina
acontecimientos imprevistos, dentro de una atmósfera misteriosa de cálido
sentimentalismo y de inesperadas revelaciones. Pero las pasiones y los caracteres,
las costumbres y las ideas, los tipos y las escenas, nacen de una observación atenta
del alma española, en lo que tiene de más tradicional, vivo y vital, y se dibuja a
través de violentos colores con un lirismo harto exuberante y excesivamente tenso.

Angel de Saavedra, más conocido por su título nobiliario, Duque de Rivas, fue un
escritor español, nacido en Córdoba en 1791 y fallecido en Madrid en 1865. El
duque de Rivas destacó como héroe en la Guerra de la Independencia (1808), pero
sus ideas liberales acabaron por condenarle al exilio durante diez años en
Inglaterra, Italia, Malta y Francia.

Su contribución literaria se inserta dentro de la corriente literaria del Romanticismo


español, que puso fin al Neoclasicismo que había sido el estilo preponderante en
nuestro país hasta entonces. De hecho, los críticos literarios consideran que su
tragedia, Don Álvaro o la fuerza del sino, constituyó la piedra angular en la
transición del teatro neoclásico al romántico.
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Don Álvaro, el protagonista de la obra, es el prototipo del héroe romántico,


perseguido por una fatalidad insoslayable. El argumento de la obra, en síntesis, nos
presenta el amor entre don Álvaro y Leonor, amor que no es bien visto por el padre
de ésta, el soberbio marqués de Calatrava; la fatalidad quiere que, cuando los
amantes intentan huir, don Álvaro mate accidentalmente al marqués.

En los campos de batalla de Italia, donde se refugia tras el luctuoso hecho, don
Álvaro busca la muerte, pero la muerte se muestra esquiva. Después de haber
salvado a don Carlos, hijo del marqués de Calatrava, don Álvaro, al ser reconocido,
se ve obligado a darle muerte en duelo. De vuelta a España busca la paz en un
monasterio cerca de Córdoba, pero hasta allí le persigue la venganza de los
Calatrava: un segundo hijo del marqués, don Alfonso, encuentra a don Álvaro, lo
provoca y muere también en duelo. Pero, poco antes de morir, don Alfonso apuñala
a su hermana Leonor, que disfrazada de ermitaño hacía penitencia en una cueva
de aquel monte y a quien don Álvaro había llamado, creyéndola un hombre, para
que asistiera en sus últimos momentos al moribundo. Don Álvaro entonces se
suicida precipitándose desde una roca, para sustraerse con la muerte a la
implacable fuerza del destino.

El tema principal de la obra es «la fuerza del sino», es decir, la fatalidad que se
cierne sobre don Álvaro hasta su muerte, como una suerte de determinismo al que
el protagonista no puede escapar. Parece que en Elche nos está ocurriendo lo
mismo. Da la impresión de que, hagamos lo que hagamos, vamos a terminar mal.
Pero nosotros no vivimos en una tragedia romántica, sino en una sociedad del siglo
XXI en la que la fuerza del sino puede ser reconducida por las acciones y las políticas
que adopten los actores sociales y los gobernantes.

No quiero parecer críptico así que intentaré explicar lo que quiero decir. En Elche
nos encontramos enzarzados en una discusión sobre dos cuestiones, muy
importantes para el futuro de nuestra ciudad: el Mercado Central y la
peatonalización del centro. Estas diatribas deben ser zanjadas, y cuanto antes,
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porque las discusiones bizantinas sobre ellas conducen a que no hablemos de los
temas que realmente ocupan y preocupan a los ilicitanos: el empleo, la sanidad, la
educación, la cultura, las políticas sociales, la limpieza de barrios y pedanías, la
movilidad urbana, el agua y el territorio, entre otras cuestiones que a buen seguro
se me escapan. No quiero pensar que, en realidad, es precisamente eso lo que
algunos pretenden, que no se hable de los problemas reales.

Nuestra particular tragedia tuvo su primer acto hace ocho años. Por aquel entonces
Alejandro Soler, redivivo mandamás del PSOE local, pergeñó un proyecto de nuevo
Mercado Central. Como siempre que se proyecta un asunto icónico, surgen
defensores y detractores. Entre estos últimos se encontraba Mercedes Alonso, que
a la sazón tomó la vara de mando municipal de aquél para, acto seguido, proponer
un proyecto calcado del que hasta entonces había despreciado.

Como en la celebérrima aria La donna è mobile, de la magnífica ópera Rigoletto, de


Verdi, Alonso «muta d´accento e di pensiero», pero también lo hace el PSOE, que
pasa de defender el proyecto a denostarlo. Es curioso como el mismo proyecto
puede ser bueno o malo en función de que lo propongan unos u otros, de intereses
a corto plazo, o de otras cuestiones que quizás algún día conozcamos. En cualquier
caso, de forma un tanto precipitada, a finales del anterior mandato quedó cerrado
un contrato entre el Ayuntamiento y la concesionaria de la construcción del nuevo
Mercado.

Segundo acto. El Gobierno de PSOE y Compromís está en contra del nuevo


Mercado, pero en lugar de tomar alguna acción para enfrentarse a «la fuerza del
sino», esperan tres años, quizás pensando que alguien (el destino, la casualidad, el
azar, la Conselleria de Cultura o la Unesco) los sacará del atolladero. Viendo que
nadie viene en su ayuda, plantean un proyecto de peatonalización del centro, se
desdicen, lo retoman y reniegan del nuevo Mercado, pero a través de la prensa y
sin plantear soluciones concretas. Granero, como don Álvaro, se lanza desde una
roca, pero parece que antes ata un extremo de una cuerda a su cuerpo y otra al
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tobillo de otros compañeros, que le siguen en su caída, repitiendo sus mismas


letanías.

El tercer acto está por escribir. Espero que el encargado de hacerlo busque la ayuda
de buenos ingenieros y arquitectos, en Elche los hay, para que el desenlace de la
obra suponga una peatonalización más ambiciosa incluso que la inicialmente
planteada, acompañada de una reorganización integral del tráfico, así como un
replanteamiento del proyecto del Mercado que aúne tres condiciones: respeto por
el centro histórico, sostenibilidad ambiental y acuerdo con los comerciantes de la
zona, placeros incluidos.
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SEGUNDO ARGUMENTO

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