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Ciende el diestro joven el brazo_


y sostiene dru .
Grabado por Lómas Rocafort Vale
HERMAN
Y DOROTEA .
Esta Coleccion de novclas se halla venal
en las librerías siguientes.
VALENCIA , en la de Cabrerizo.
MADRID ........... Calleja.
Cadiz ....... Pajares.
SEVILLA.... Viuda de Vazquezy Comp.
GRANADA.......... Gomez Moreno .
CORDOBA.... Berard .
JAEN ...... Carrion .
MALAGA.... Carreras.
BADAJOZ........ Patron é Hijo.
SALAMANCA Blanco.
CORUNA.......... ... Cardesa .
SANTIAGO.... Rey Romero,
BURGOS ......... Villanueva.
VALLADOLID Roldan ,
BILBAO......... Garcia.
VITORIA Barrio.
SANTANDER. Riesgo.
PAMPLONA .. Longás.
ZARAGOZA .. Yagüe.
BARCELONA............ Sierra .
TORTOSA Oliveres.
MURCIA Benedito.
ORIHUELA .. Viuda de Santamarin .
PALMA DE MALLORCA Carbonell .
HERMAN
Y DOROTE A.
POEMA ALEMAN

DEL CÉLEBRE GOËTHE.

PUBLICALE EN ESPAÑOL

D. MARIANO DE CABRERIZO .

VALENCIA
ÉN LA IMPRENTA DE ESTÉVAN.
1819 .
BO
7
Esta traduccion es propiedad absoluta del Edi
tor. Todos los egemplares llevarán sellada la
portada , y su rúbrica al pie de esta nota .
ADVERTENCIA .

Ei traductor de este poema , tan


conocido y apreciado en Alemania
y en Francia , ha procurado ser fiel
en todo , no solo al sentido de la
traduccion de Bitanbé , reconocida
por exacta , sino aun al mismo gé
nero de estilo ; persuadido á que en
la noble sencillez de este , consiste
el principal mérito de las obras del
inimitable Goëthe. Si ha sido feliz
en su trabajo , toca al público y á
los literatos que conocen el original
decidirlo : y entre tanto solamente
reclama su indulgencia , y para pre
caver alguna crítica infundada , ad
I
vierte que por poderosos motivos ha
tenido que suprimir algunos trozos,
no convenientes a nuestras costum
bres , y alterar levemente el princi
pio del canto sexto.
HERMAN
Y DOROTEA .

CANTO PRIMERO.

El infortunio compadecido.
N. , jamas vi tan desiertas ni estas
calles , ni este mercado ; parece una
ciudad abandonada , y como muerta ;
no quedan , á mi parecer , cincuenta
de sus moradores. ¡Cuanto puede la
curiosidad ! todos van , todos corren á
ver el triste espectáculo de esos pró
fugos infelices : desde aqui, hasta la
calzada por donde deben pasar , bay
una leguecita , y la andan en medio del
8

dia , y entre el ardiente polvo del ca


mnino ! No dejaria yo mi asiento para
ver la desgracia de ese pobre pueblo,
que abandona ¡ ay! con lo que pudo
salvar , la otra orilla tan hermosa del
Rhin , y viene á nosotros vagando por
el dichoso recodo , y las sinuosidades
de este valle floreciente. Digoa eres
de alabanza , ó muger mia , y fue una
muestra de tu bondad , enviar á nues
tro hijo para repartir á esos desdicha
dos nuestro lienzo usado , alimentos
y bebidas ; porque dar, al fin , es obli
gacion del rico .... - ¡ Que bien go
bierna aquel jóven , y como va suje
• tando nuestros fogosos caballos! El co
checillo, recien fabricado, parece muy
lindamente : y cuatro personas , sin el
cochero sobre su pescante , pueden ir
en él cómodamente sentadas. En esta
9
ocasion le guiaba mi hijo , y ¡ cuan
ligeramente rodaba dando la vuelta á
la calle ! Asi hablaba con su muger el
patron del Leon de oro , descansando
junto al mercado , á la puerta de su
casa , y dejándose llevar del hilo de
sus ideas .
Amigo mio , responde su económi
ca compañera , no gusto comunmente
de prodigar la ropa que desechamos,
porque puede ser útil tal vez , y ne
cesitaríamos volver a comprarla ; pero
hoy , cuando sentí hablar de niños y
ancianos desnudos , di con tanto pla
cer mucha parte de las mejores cami
sas y sábanas ! ¿ Me perdonas ? Tam-,
bien tu armario ha contribuido , y
particularmente he dado tu bata del
mas exquisito algodon , y aquella in
diana de flores, forrada de lana fina;
IO

era ya antigua , usada, y fuera de to


da moda .
El vigilante patron se sonrie ; y
siento , dice , no obstante , un poco
esa bata , y esa indiana de exquisito
algodon ; no , no la hallaremos igual:
pero al fin , ya no la llevaba .... Ahora
ciertamente es preciso presentarse con
levita y botas , porque ya se han des
terrado los gorros y las chinelas.......
¡ Ah ! por esta parte , interrumpe
ella , vuelven algunas gentes de las
que fueron á ver á los fugitivos ; sin
duda han pasado todos. ¡ Como traen
los zapatos blancos de polvo ! ; que in
flamados vienen , y como se enjugan
el sudor con los pañuelos ! No , en
verdad , no iria yo tan lejos , en lo
mas caloroso del dia , para presenciar
una escena que afligiria mi corazon ;
II
me contentaré con oir lo que cuenten .
¡ Que rara vez , exclama el patron
con tono de seguridad , viene un tiem
po tan hermoso para semejante cose
cha ! Encerraremos el trigo en la gran
ja, como pusimos la avena , sin llover
siquiera una gota ; el cielo está des
pejado ; no tiene la mas leve nube , y
el viento que sopla del este , derrama
un suave frescor : este es un tiempo
constante , y el trigo está ya en los
campos perfectamente maduro ; mana
n menzaremos á cubrir la tierra
con la mas preciosa mies.
En tanto que él iba hablando , se
aumentaba mas y mas el tropel de
hombres y mugeres atravesando el
mercado , y volviéndose á sus casas .
En el rincon opuesto , el rico vecino,
mercader opulento del pueblo , llega
I2

ba rápidamente con sus hijas , en el


coche descubierto ( fue fabricado en
Landau ) delante de la casa recien re
parada : las calles se reanimaron , por
que la ciudad , aunque corta , estaba
poblada , y se aplicaban en ella á va
rias especies de fábricas y comercio.
El íntimo par seguia con los ojos
los movimientos de aquel tropel, divir
tiéndose en hacer diferentes observa
ciones. Mira , dijo al fin la apreciable
patrona , el párroco se acerca hácia
aqui , acompañado del farmacéutico ,
nuestro querido vecino , nos contarán
lo que han visto en ese espectáculo
que no inspirará alegría.
Acércanse amistosamente saludan
do á los esposos , y sentándose junto
á ellos en los bancos de madera , sa
cudian el polvo de sus zapatos , y se
13
hacian aire con sus pañuelos : despues
de los cumplimientos recíprocos , to
mando el farmacéutico la palabra,
dice , casi con enfado : ¡ estos son los
hombres ! Sucede una desgracia á su
prógimo , y todos acuden ansiosos á
considerarla ; todos corren para ver las
llamas destructoras de un incendio , o
para mirar como va tristementé un
pobre reo al suplicio : ahora misino
todos se pasean fuera de nuestra ciu
dad para contemplar la desgracia de
esos infelices lanzados de sus tran
quilos hogares , y nadie piensa que
acaso bien presto puede padecer igual
infortunio . Esa falta de reflexion es
para mí imperdonable ; mas no obs
tante , es natural en el carácter hu
mano .

El venerable pastor , . lleno de jui


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cio y prudencia , toma la voz á este
tiempo : era el honor del pueblo , y
se acercaba , en su juventud , á la ma .
durez de la edad : conocia las varias
escenas que forman la vida humana,
y dirigia sus discursos al provecho de
sus oyentes : y convencido en su cora
zon de la importancia de los libros sa
grados que nos descubren la naturale
za del hombre , y los fines de la pro
videncia , habia buscado tambien nue
yas luces en los escritos de aquellos
varones que consagraron sus vigilias
á la ilustracion de su siglo. No gusto,
dijo , de reprender una inclinacion que
la naturaleza , tan buena madre , no
dió al hombre para perderle , porque
á veces esa inclinacion irresistible que
le gobierna , produce lo que no siem
pre podrian la inteligencia ni la ra
15
zon . Si no convidase al hombre la cu
riosidad con sus poderosos encantos,
¿ habria conocido nunca la portentosa
hermosura de las relaciones que unen
á todos los seres de esta vasta natu
raleza ? Atráele al principio la nove.
dad , despues va buscando lo útil con
ardor infatigable; al fin aspira á lo
bueno por excelencia , y esto es lo que
le eleva y le da todo su precio. En su
juventud le acompaña una alegre com
pañera , y la irreflexion que le oculta
el riesgo , borra en el misino instante
las huellas del pesar que ya pasó. Esti
memos al hombre que en su edad ma
dura, y en la paz de la razon , se libra
de esta embriaguez , y muestra con
suceso su actividad en la fortuna prós
pera y contraria ; sus esfuerzos crean
lo bueno, y reparan todas sus pérdidas .
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La impaciente patrona dice al mo
mento con un tono cariñoso , contad
nos lo que habeis visto ; eso es lo que
yo deseo .
Difícil scrá , repuso el farmacéu
tico con aire expresivo, volver la ale
gría á mi corazon , despues del infor
tunio que he presenciado :.j ni quien
bastará á contar tanta variedad de
desgracias reunidas en una sola ? An
tes de bajar al prado advertimos ya
de lejos una densa nube de polvo , y
sin distinguir los objetos , vimos la
muchedumbre vagando de colina en
colina en toda la extension de nues
tra vista ; mas luego que entramos
en el camino que atraviesa oblicua
mente ese valle , ¡ ay ! á pesar del tro
pel y la confusion de hombres á pie,
y de carros , vimos harto á los infe
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lices que iban tristemente pasando.
El aspecto de cada cual nos dió á co
nocer cuantas penas y amarguras a
compañan á un fugitivo, y cuan sua
ve placer experimenta de haber apro
vechado el único y rápido instante de
salvar sus dias . Los numerosos ense
res que puede encerrar una casa , y á
los cuales señala el prudente dueño el
lugar mas á propósito para hallarlos
al momento , porque nada hay que no
pueda aprovechar ; todo esto triste
espectáculo ! venia cargado sin órden
en varios carruages y carretas , y em
balado con precipitacion : el cedazo y
la manta iban sobre el guardaropa ;
los bancos de cama en la artesa > у
los colchones sobre el espejo ; y á la
manera que vimos ha veinte años , en
el espantoso incendio , turba el ries
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go tanto la razon , que se salvan los
muebles mas despreciables , y se a
bandonan los mas preciosos ; asi aho
ra, cansando en vano los bueyes y los
caballos , acarreaban sin reflexion co
sas de poco precio , como tablas vie
jas , y antiguos toneles , ó la pollera y
el gallinero , y las mugeres y niños se
sofocaban llevando fardos , y canastos
y cestos de cosas inútiles ; ¡ tanto le
cuesta al hombre dejar la menor de
sus posesiones! y del mismo modo la
muchedumbre , atropellándose ruido
samente, se adelantaba hacia aqui por
el polvoroso camino. Uno , conducido
por débiles caballerías, caminaba con
lentitud ; otro qucria correr ; allá se
alzaban confusos clamores de inugeres
y niños hollados , y el mugir de los
animales , y el ruidoso ladrar de los
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perros , y la voz lamentable de los an
cianos y enfermos , sentados en los le
chos , y vacilantes en lo mas alto de
un carro pesado , y cargado excesiva
mente . Mas á la falda de un monte
cillo, la rueda empujada del gran tro
pel se sale del ege , y rechina ; vuel
ca el carro precipitándoce al foso , y
con el violento impulso se ven arro
jados los hombres por medio del cam
po lanzando espantosos gritos ; la cai
da , con todo , es feliz ; los cajones no
caen tan presto , ni á tanta distancia
del carro ; mas el que presenciaba es
te desastre , seguramente esperaba ver
con ' horror á estos infelices oprimidos
del enorme peso. Queda roto el carro
alli , y los hombres sin socorro , por
que los demas van pasando por delan
te con rapidez , pensando solo en
20
propia suerte , y arrastrados por el
torrente del impetuoso tropel : corre
mos á los primeros , y aquellos ancia
nos y enfermos, que apenas podian su
frir sus largos dolores descansados en
sus lechos , los encontramos tendidos
en tierra cubiertos de heridas , dando
quejas y lamentos inútiles , abrasados
de los rayos del sol , y ahogados en
tre las nubes del polvo.
Entonces conmovido profundamen
te , y lleno de compasion : . ; ah ! pue
da , dijo el patron , encontrarlos mi
hijo Herman , y vestirlos y reanimar
los. No quisiera ser yo mismo testi
go de su infortunio , porque padezco
al ver á un desdichado : y solamente
la relacion de tantos trabajos me en
ternece de manera , que bastara para
enviarles con la mayor prontitud par
21

te de nuestra abundancia , á fin que


por lo menos algunos de esos pobres
fugitivos recobrasen tal vez fuerzas,
y aliviasen tambien nuestras almas
mostrándose mas tranquilos .
Mas dejemos de entregarnos á es
tas funestas ideas ; el disgusto y el te
mor > mas odiosos para mí que el mal
inismo , se introducen fácilmente en
el corazon del hombre . Entremos en
ese salon interior y mas fresco, den
de no penetra rayo del sol , y cuyas
gruesas paredes cierran la entrada al
calor del viento. Y tú , esposa mia,
traenos aquel frasco de buen vino pa
ra disipar la tristeza ; beberíamos a
qui con disgusto , y andarian zum
bando las moscas al rededor de los
vasos . Vanse todos al salon , y des
frutan de su frescura .
22

La patrona trae con cuidado so


bre un platillo de estaño , redondea
do y luciente , un frasco liso lleno de
aquel vino precioso y cristalino , con
las tres verdosas copas consagradas
al licor , dulce don de las viñas del
Rhin. — Estaban los tres personages
sentados al rededor de una mesa re
donda , bruñida , encerada , lustrosa,
y sostenida sobre pies sólidos: al pun
to se encuentran los vasos del patron
y del párroco , y dan un brillante so
nido , mientras el farmacéutico con el
suyo permanecia inmóvil y pensati.
vo, hasta que le hizo el patron un de
safío amistoso , dirigiéndole estas pa
labras .
Animo, vecino mio, bebamos; has
ta ahora la piedad de Dios nos ha lie
brado de ese terrible desastre , y de
23
bemos esperar que continúe su pro
teccion ; porque ¿ quien no la reco
noce , si desde aquel castigo tan ri .
goroso que nos hizo sufrir cuando el
incendio, siempre nos ha enviado con
tinuos motivos de gozo , y ha cuida
do de nosotros con tanto esmero , CO

mo suele cuidar el hombre las niñas


preciosas de sus ojos , el mas querido
de todos sus órganos ? ¿ Nos negará
en adelante su proteccion y su am
paro ? En los riesgos se empieza á ver
todo el poder de su brazo ; mas esta
ciudad floreciente , llena de sus ben
diciones, ¿ querrá ctra vez arruinar
la , y aniquilar nuestras obras , des
pues que por puestras manos la saco
de sus cenizas ?
Perseverad en esa esperanza , res
ponde el digno pastor con voz suave
24
y serena : esa confianza da al hombre
dichoso tranquilidad y razon , presen
ta al desventurado el mas sólido con
suelo , y fomenta en nuestras almas
la esperanza mas gloriosa .
El patron entonces, hablando co
mo hombre firme y juicioso : ; cuan
tas veces , dice , al volver de cual
quier viage que emprendí por mis ne
gocios , saludé con admiracion las on
das magestuosas del Rhin ! Siempre
me parecia magnífico , y ine inspiraba
sentimientos é ideas sublimes ; mas
nunca pensé ver muy presto su her
mosa orilla sirviéndonos de haluarte
contra los franceses , y su ancha ma
dre de foso difícil de saltar : de esta
suerte ayuda la naturaleza á los va
lientes germanos , y asi nos defiende
el Señor . ¿ Quien querrá , pues , en
25
tregarse á un desaliento insensato? los
guerreros estan cansados , y todo a .
nuncia la paz. ; Quiera el cielo que
cuando llegue el dia solemne de esta
fiesta tan deseada ( entonces, en nues
tra iglesia , resonarán las campanas,
concertadas con el órgano y con el a
gudo clamor de la trompa , acompa
ñando el Te Deum elevado).... i quiera
el cielo tambien que entonces , ó res
petable pastor , decidido ya mi Her
man, se presente en el altar con la es
posa que ha escogido , y pueda siem
pre en lo venidero presentarse á mis
ojos el dia de esta fiesta venturosa,
celebrada de todos los pueblos , como
hermoso aniversario de una alegría do
méstica ! Mas veo con pesar á este jó
ven tan zeloso y activo á nuestra vis
ta , indolente y obscuro fuera de ella;;
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no se muestra entre las gentes , y aun
huye de la compañía de las jóvenes
doncellas , y del placer de la danza ,
que busca con tanto afan toda nues
tra juventud .
Diciendo estas palabras , aplica el
oido ; escuchábase cada vez mas cer
ca el distante ruido de los caballos
hiriendo con su planta el suelo ; oía
se tambien el rumor de algun car
.
ruage ; y ahora en este instante mis
mo, con rapidez extremada , entra ba
jo las bóvedas de la casa , resonando
como el trueno .

"
27

CANTO SEGUNDO .

Herman .

LueJueggoo que eljóven Herman , de ga


ga
llarda figura , se hubo presentado en
la sala , dirige el párroco hacia él sus
penetrantes miradas; y estudiando sus
facciones у todo su semblante , como
un observador que sabe distinguir de
fisonomías , le dice , sonriéndose con
aire de confianza : volveis muy troca
do , Herman ; nunca os he visto tan
vivo , ni han mostrado vuestros ojos
tan profunda conmocion , estais sere
no , contento ; y fácilmente se ad
vierte que habeis dado alivio á los
desdichados , y recogido sus bendi
ciones.
28
Si mi conducta inerece elogios, lo
ignoro ciertamente , responde- el jóven
con seriedad ; mas os contaré lo que
he hecho , siguiendo los impulsos de
mi corazon . Vos , madre mia , tardas
teis demasiado en buscar y escoger
vestidos ; asi el lio se formó tarde , y
el cuidado de poner en el cajon del
birlocho alimentos y bebidas , se lle
vó bastante tiempo. Cuando saliendo
de la ciudad me adelanté hácia el
campo , encontré la muchedumbre de
nuestros conciudadanos que ya vol
vian á sus casas con sus mugeres é
hijos : los fugitivos habian pasado.
Redoblo entonces mi celeridad , y to
mando el camino del pueblo donde
debian descansar esta noche , iba pen
sando en mi intento , cuando descu
brí un carro de sólida construccion ,
29
tirado por dos bueyes de los mas al
tos y vigorosos de los paises extran
geros ; y á su lado caminaba con paso
firme una joven gobernando aquellos
animales terribles con una vara lar
ga , ora excitándolos , ora reprimién
dolos, y llevando siempre el carro con
precaucion. Luego que me vió se a
cercó con serenidad á mis caballos , y
dijo : no siempre fue tan triste nues
tra fortuna como hoy veis en este ca
mino , ni nunca estuve yo acostum
brada á solicitar de los extrangeros
un don concedido quizá con disgusto,
por libertarse del clamor del desgra
ciado ; pero la necesidad me precisa
hoy á pedirlo : alli , sobre la paja,
queda tendida la esposa de un hom
bre opulento ; acaba de dar á luz una
criatura ; estaba próxima á su térmi
3
30
no cuando la coloqué en este carro, y
apenas pude salvarla con estos bue
yes ; asi llegamos mas tarde que los
demas fugitivos ; no tiene ya la infe
liz mas que un soplo de vida , у el
pobrecito recien nacido está desnudo
en sus brazos. No podemos aguardar
de nuestros compañeros de desgracia
ningun auxilio eficaz , y aun es du
doso que los alcancemos en el pue
blo mas inmediato , donde descansa
remos este dia ; creo que ya habrán
pasado. Si sois , pues, de estas cerca
nías , у si por casualidad no os inco
prodase sacrificar algun lienzo , dad
lo, buen jóven ; sí , dadlo á estos pro
fugos sin ventura.
Tales eran sus palabras , y entre
tanto la parida , sin color , desfalleci
da , y sosteniéndose apenas , me mi
31
raba con suma atencion . No lo dudo,
la dije al fin ; alguna celestial inteli
gencia habla á veces al corazon de los
hombres sensibles , y les hace cono
cer las penas que su hermano está pa
sando ; porque mi madre , ya presin
tiendo vuestro infortunio , me dió con
qué socorreros : y desatando al mo
mento el lio, la doy la bata de mi pa
dre, las camisas y las sábanas . La jó
ven , en su alegría , me da expresivas
gracias , y exclama : el hombre dicho
so no cree que sucedan aun prodigios ;
mas en la desgracia se ve como guia
el dedo de Dios á los buenos hacia el
bien ! ¡ Colmeos de sus auxilios , pues
asi los repartis ! Entre tanto miraba
yo como repasaba con satisfaccion la
parida los lienzos , y en especial la
blanda lana de aquella bata : apresu
32
rémonos , dijo la doncella , á llegar al
pueblo donde estan descansando ya
todos nuestros compañeros ; en lle
gando alli cuidaré de componer las
· mantillas , y cuanto pueda daros al
gun alivio. Entonces volviéndome á
saludar , y dándome otra vez gracias,
anima sus fuertes bueyes , y parte al
momento el carro .
Aun tardaba en alejarme, y dete
nia mis caballos , porque mi corazon
estaba dudoso entre el intento de se
guir rápidamente hacia el pueblo, pa
ra repartir á otros infelices alimentos
у bebidas , o el de entregárselo todo
á aquella jóven , á fin de que ella los
distribuyese con mayor discernimien
to ; pero no tardé mucho en resolver
me ; y guiando en pos de ella mis ca
ballos, y alcanzándola en un instante:
33
jóven amable , la dije , no solo confió
mi madre á mi piedad ese lienzo ; dió
me alimentos tambien , y bebidas , y
lleno de todo el cajon de mi birlocho
con abundancia : me inclino á depo
sitar cuanto traigo en tus manos , у
creo que de esta manera cumpliré me
jor su intencion ; porque tú sabrás re
partirlo segun las necesidades , y las
conoces mejor. Haré buen uso de vues
tros dones , me respondió la doncella;
serán de los mas infelices , y vos con
solareis su corazon , Abriendo al pun
to el cajon del birlocho, saco los grue
sos jamones, los panes , los frascos lle
nos de cerveza y vino , y lo pongo to
do en sus manos; mas la hubiera da
do con gusto , pero el cajon quedó ya
vacío . Ella colocó con cuidado mis do
nes á los pies de la parida , y se ale
34
ja ; y yo con mis veloces caballos me
vuelvo hacia la ciudad .
Calló aqui Herman , y el vecino,
siempre amigo de conversar, exclamo:
¡ cuan dichoso es en estos dias de fu
ga y de turbacion , el hombre que vi.
ve aislado en su tranquila morada , y
no ve temblar en sus brazos á sus hi .
jos y á su esposa , refugiados en su se
no ! Ahora es cuando yo conozco toda
mi felicidad ; y por todo el oro del
mundo , no quisiera en estos tiempos
llamarme padre ni esposo. Ya quise
huir varias veces , y junté mis efec
tos mas preciosos , mi antigua vajilla
de plata , y las cadenas y los anillos
1

de mi difunta madre , que aun con


servo; mas siempre al fin habria aban
donado muchas cosas difíciles de re
emplazar ; sentiria , V. g. , aunque su
35
valor no es grande , mis raices y mis
simples recogidos con tanto esmero ;
pero dejando en mi casa á mi provee
dor , sentiré menos haber de salir de
ella . Si consigo poner en salvo mi di
nero у mi persona, ya está libre cuan .
to tengo ; y un soltero tiene alas cuan
do se resuelve á huir .
Vecino mio, responde el joven Her
man con fuerza , estoy sumamente dis
tante de pensar de esa manera , y des
apruebo vuestro parecer; porque ¿quien
puede apreciar á un hombre , que en
fortuna ó en desgracia , pensando tan
solo en sí , no da parte á otra persona
en su placer ó en sus males , ni en
cuentra en su corazon sentimiento al .

guno tierno ? Mejor hoy que en nin


gun tiempo quisiera yo buscar una
compañera , porque muchas doncellas
36
virtuosas pueden desear tener un es
poso que las ampare , y muchos hom
bres una muger que les sepa consolar
al aspecto del infortunio .
Hablas como yo deseo , dice el
padre sonriéndose , y pocas veces te
he oido discurrir con tanto juicio.
Hijo mio , tienes razon , repuso la
buena madre con viveza , y nosotros
te dimos egemplo , porque lejos de
buscarnos en dias de felicidad
1
fue
en el mas terrible de todos cuando
hicimos nuestra eleccion , Veinte años
hace , y era , me acuerdo , un lunes
por la mañana ; la víspera un domin
go como hoy , sucedió aquel horroro
so incendio que arruinó nuestra ciu
dad. Apenas podian sufrirse la seque
dad y el calor ; porque nos faltó el
agua ; y todo el mundo vestido de
37
fiesta , habia ido á pasearse , y vaga
ba disperso por las aldeas y los moli
nos ; principió en esto el incendio en
un extremo de la ciudad , y la cor
riente de un fuerte viento que hizo
nacer , le llevó con rapidez á abia
sar el otro extremo : los graneros y
las ricas mieses , las casas hasta el
mercado , y la de mi padre , y esta
próxima á la suya , todo lo devoró el
fuego , y nos costó gran trabajo salvar
unos pocos muebles . Pasé una noche
harto triste , cuidando de estos despo
jos , y sentada en medio de un campo
fuera de la poblacion : al despertarme
por la mañana entre el suave frescor
del sol cuando nace , vi desde alli el
denso humo , y los abrasados carbo
nes ; todo lo vi destruido , y única
mente quedaban las paredes y las chi
38
meneas : afligióse mi corazon , pero
vuelve á mostrarse el sol mas resplan
deciente que nunca , y da á mi alma
nuevo vigor ; álzome al punto , y sien
to nacer en mi pecho el deseo de ver
el sitio donde estuvo nuestra casa , y
saber si mis pollos favoritos se liber
taron de la desgracia , porque mis pla
ceres eran todavía casi pueriles. Subi
sobre las ruinas humeantes de mi ca
sa y ini corral, y estaba considerando
esta habitacion desierta , y reducida
á cenizas , cuando subiendo por otro
lado tú , que eres ahora mi esposo , te
presentaste á mi vista ; corrias con cui.
dado todos aquellos escombros , bus
cando uno de tus caballos , que habia
quedado oprimido de las abrasadas vi
gas , y cubierto entre las ruinas de
toda la habitacion . Mirámonos silen
39
ciosamente y abatidos de tristeza ; ha
bíase arruinado el muro que dividia
nuestras casas ; mas tú , asiéndome de
la mano , me dijiste : Isabelita , ¿ por
que has venido a este sitio ? Vete , es
tás abrasando tu calzado , y los ar
dientes escombros me queman á mí
las botas. Y cogiéndome en tus brazos
me llevas por en medio de las ruinas,
atravesando tu patio ; todavía estaban
en pie la puerta de tu casa y su bó
veda , como hoy las estamos viendo,
y nada mas subsistia de toda aquella
morada ; suéltasme entonces , llegaado
tus labios á tocar los mios ; yo huyo,
mas tú me dices estas cariñosas voces,
de bastante claro sentido : mira esta
casa arruinada, quédate aqui , y ayú
dame á reedificarla ; y yo ayudaré á
tu padre á reedificar la suya . Sin em
40
bargo , no entendí la expresion de es
tas palabras , hasta el punto que tu
madre vino á hablar con mi padre, en
tu nombre , y recibió al momento la
promesa del feliz matrimonio que hoy
nos une . Sieinpre me acuerdo con gus
to de aquellas vigas inedió abrasadas,
y del resplandor con que el sol se al
zaba en el horizonte , porque aquel
dia adquirí á mi esposo , y los prime
ros tieinpos de estos estragos me han
dado al hijo de mi juventud . Apruebo,
pues , Herman mio , ese pensar , en
medio de tan desgraciados dias , con la
firme confianza de un corazon virtuoso,
en buscarte una compañera , y atre
verte á estrechar este lazo , en el seno
de la guerra , y de horrorosas ruinas.
La idea de nuestro hijo es segura
mente laudable , responde con viveza
41
el padre , y tu relacion , tierna esposa
mia ,។ es conforme á la verdad , porque
asi sucedió todo ; pero siempre lo me
jor debe preferirse á lo bueno. No to
dos tienen fortdna volviendo á empe
zar , digámoslo asi , á vivir ; ni todos
deben , como nosotros , atormentarse
quien recibe de sus
con penas ; dichoso
padres una casa establecida ; y pros
perando en ella , solo debe tratar de
hermosearla . Los principios , y espe
cialmente los de una casa 9 son siem
pre may trabajosos ; tiene el hombre
muchas necesidades , y todo se enca
rece de dia en dia ; asi es preciso te
ner prevision , y una bolsa bien pro
vista .

Por esto aguardo , Herman mio,


verte traer una esposa rica , porque un
muchacho apreciable merece una don
42
cella bien dotada ; y es tan suave pla
cer ver uno llegar a su casa con la jó
ven que desea , cajones y canastos de
útiles muebles ! No en vano junta una
madre por espacio de tantos años pa
ra su hija , lienzo grueso y delicado;
no en vano la dan los padrinos hon
rosos regalos de plata , y el padre
guarda para ella , encerrada en su ga
veta , la pieza de oro mas rara ; por
que con estos bienes y estos presen
tes , ha de bacer mayor algun dia la
felicidad del joven que la prefiera én
tre todas las demas doncellas . Sé cuan
gustosa vive en su domicilio la joven
recien casada , que mira sus muebles
puestos en su cocina , ó en su aposen
to , y ha traido su cama ó su mesa
compuesta : quiero ver entrar en mi
casa una muchacha opulenta ; porque
43
si carece de bienes , podrá despreciar
la algun tiempo el marido ; y tratará
como su criada á la que trajo un hu
milde lio. Los hombres nunca serán
justos ; y los dias del amor se pasan :
sí , Herman mio , tú llenarias mi an
cianidad de contento , si me presenta
ses presto una nuera , escogida en la
yecindad , de esa casa yerde ; su dueño
es hombre muy rico ; su fábrica y su
comercio ( porque ¿ donde no gana el
comerciante ?) prosperan mas cada dia:
tiene tres hijas , que son sus únicas
herederas; la mayor está ofrecida; pe
ro las otras dos son aun libres , y tal
vez no lo serán mucho tiempo ; si es
tuviese yo en tu lugar , no habria
vacilado tanto , y hubiera ya escogi
do una de ellas , como yo á tu ma
drecita .
44
Mi intencion , conforme á la vues.
tra , responde con respeto el hijo á
las palabras del padre , era escoger
por esposa á una de las hijas de nues
tro vecino . En nuestra infancia nos
criamos juntos , nos reunimos mil ve
ces para nuestros juegos en la fuente
y el mercado , y yo era su defensor
contra la osadía de mis demas com
pañeros ; mas ha largo tiempo que fue
ron estos dias ; iban creciendo estas
jóvenes , y se hacia ya preciso que no
saliesen de casa , ni acudiesen á nues
tros juegos harto libres para ellas.
Han tenido buena crianza ; y vues
tros deseos y nuestro antiguo conoci
miento , me hicieron ir á su casa de
cuando en cuando ; mas sin gustarme
nunca su compañía ; porque sieinpre
hallaban en mí motivo de censurar
45
algo , y era preciso sufrirlo ; unas ve
ces mi vestido era largo con exceso ,
otras muy tosco el paño , ya tenia un
color ordinario , ó ya estaban mis ca
bellos mal rizados ó peinados ridícu
lamente . Al fin tuve el pensamiento
de componerme tambien , como esos
mancebos de mercaderes , que suelen
ir á su casa el domingo , y ostentan
en el verano su vestidito de seda ; pe
ro conocí muy presto que continuaba
siendo el objeto de sus burlas ; esto
fue lo que me agravió ; y lo que yo
mas sentia era ver desestimada mi
buena voluntad hacia las dos , y en
especial hácia la mas jóven . Este mis
mo sentimiento me condujo a su casa
todavía en las fiestas de Pascua ; lle
vaba mi vestido nuevo que ahora es
tá allá arriba colgado , y me habia
4
46
hecho peinar como van los demas jó
venes ; al entrar yo comenzaron las ri
sas en secreto , mas no pensé ser la cau
sa de ellas . Isabelita estaba tocando el
clave , su padre , lleno de contento,
escuchaba cantar á su hija, y la letra
de las canciones me pareció ininteligi
ble ; únicamente comprendí que nom
braban muchas veces á Pamina у Та
mino ( 1 ) ; mas no por eso quise estar
callado. Apenas dejó el canto , pre
gunté sobre el asunto de las cancio
nes, y sobre aquellos dos nombres; to
dos callan sonriéndose ; pero el padre
dice : ¿ no es verdad , amigo ? No co
noces mas que á Adan у Eva . Enton

( 1 ) Actores de una ópera - cómica ale


mana 9 intitulada : La Flauta encantada .
La música es de Mozart ,
47
ces ya ninguno se contiene : las hijas
rien á carcajadas, los jóvenes sueltan
la risa tambien , y el viejo , cansado
i
de reir , se sostenia el cuerpo con las
manos . Turbéme , dejé caer el sombre
ro al suelo , y las risas se renovaron
durante todas las arias que se canta
ron despues. Vuélvome á mi casa lle
no de vergüenza y sentimiento , cuel
1
go mi vestido en mi percha , suelto
los rizos con mis propias manos , y ju
ro no poner mas los pies en el umbral
de esa casa . Tomé esta resolucion con
razon , porque son vanas , malignas , y
sé que aun hoy mismo no saben lla
marme mas que Tamino .
!
No debias , responde la madre , es
tar tan reñido con esas niñas ; asi pue
den nombrarse las tres , porque Isa
belita ciertamente es buena ; siempre
48
te mostró inclinacion , y hace muy
pocos dias me preguntó por ti; debias
seguramente escogerla.
No sé , la contesta Herman con
un aire pensativo ; pero confiésolo ; a
quel pesar se ha apoderado de tal suer
te de mi corazon , que seria imposible
verla sentada á su clave , ni escuchar
mas sus caliciones .
Irrítase entonces el padre , y mues
tra su enojo prorumpiendo en estas pa
labras : Herman , me causas muy po
co gusto ; siempre he dicho al ver tus
placeres reducidos á los caballos у
la labranza , que te empleas en las
ocupaciones de un criado de un rico
propietario ; y entre tanto tu padre se
ve abandonado de un hijo que pudie
ra honrarle , distinguiéndose , como
otros jóvenes , entre nuestros conciu
49
dadanos . Desde tus primeros años me
ha ido engañando tu madre con mil
1

necias esperanzas , cuando yo me la


mentaba de que en la escuela siempre
eras el mas atrasado en leer y en es
cribir , de que no egercitabas la me
moria , y siempre ocupabas el último
sitio . Esto sucede cuando la ambicion
no anima el corazon de un mancebo,
ni desea nunca elevarse sobre su pri
mer estado : ; ah ! si hubiese cuidado
mi padre de darme una educacion cual
yo a ti , si me hubiera enviado á la
escuela , y proporcionado maestros,
ciertamente seria otro sugeto que el
patron del Leon de oro.
Álzase su hijo , y se llega silen
ciosamente á la puerta á pasos lentos
y sin ruido ; pero persiguenle estas
razones que pronuncia en voz alta el
50
padre dominado de su enojo : anda,
anda , ya conozco tu carácter porfia
do , anda , y siguiendo en cumplir tus
deberes , guardate de mis reprensio
nes ; mas no pienses traer á mi casa
por nuera una rústica aldeana , 6 una
muchacha indigente. Yo he vivido
mucho tiempo ; sé portarme bien con
todos , recibo en mi posada á los ex
trangeros de manera que vayan con
tentos , y les complazco con mi agra
do . Tambien quiero yo hallar en mi
jóven nuera quien me pague estas a:
tenciones , y me endulce tantos cui
dados ; tengo , como los demas , dere
cho á que toque para mí el piano , y
que las gentes mas escogidas y ama
bles del pueblo se reunan con gusto
en mi casa , como el domingo en la
de nuestro vecino .
51
Luego que hubo acabado estas pa
labras , levanta su hijo suavemente el
pasador de la puerta , y se ausenta de
la sala .

CANTO TERCERO .

Los ciudadanos.

Habiéndose retirado el hijo respe


tuoso despues de este discurso , pro
nunciado con un poco de violencia ; si.
guió el padre con el mismo tono : es
imposible sacar del corazon de los hon
hres lo que no está dentro de él , y
asi apenas espero yo ver cumplido mi
deseo mas ardiente ; que mi hijo , no
satisfecho con serme igual , me pre
52
tenda aun exceder. ¿ Que pudiera lle
gar á ser nunca una casa ó una ciu
dad , si imitando cada cual el egeni
plo de las demas tierras y de los tiem
pos pasados , no estudiase continua
mente con sumo placer en mantenerla
y en mejorarla ? No ha de parecerse el
hombre al hongo inútil, que casi al sa
lir de tierra se pudre en aquel sitio
donde nació , y no deja ni aun leve
muestra de vida ni de vigor. A la pri .
inera vista de una casa se descubre el
carácter de su dueño , asi como al en
trar en una ciudad se advierte cuales
son sus magistrados; porque si se ven
arruinándose las torres y las murallas,
si se encuentran llenas de inmundicia
las calles , y los fosos todos cegados;
si la piedra se separa , sin que vuelvan
á juntarla y sentarla en su lugar ; si
53
las vigas estan carcomidas , y la casa
aguarda en vano que la pongan nue
vos cimientos , seguramente puede a
firmarse que hay alli muy mal gobier
no. Cuando no cuidan del órden у la
limpieza las autoridades superiores , se
habituan los ciudadanos á la mas as
querosa desidia , como el mendigo sue
le acostumbrarse á sus miserables an
drajos : por esta misma razon deseo
que no tarde Herman en viajar y ver
á Estrasburgo , á Francfort , y á la
risueña Manheim toda edificada á cor
del ; porque quien ha visto ciudades
vastas y limpias , no descansa mien
trás no hermosea la suya , por corta
que pueda ser. ¿ Deja de alabar nin
gun extrangero nuestras puertas , re
paradas hace poco , la torre recien
blanqueada , y la iglesia , al parecer,
5
54
acabada de edificar ? ¿No elogia nues
tro empedrado , nuestros canales cu
biertos , por donde corre el agua en a
bundancia , y tan bien repartidos para
nuestras necesidades nuestra segu
ridad apenas se muestre un incendio ?
¿ Todo esto no se ha hecho despues de
nuestro desastre ? Seis veces he tenido
en nuestro concejo el empleo de ins
pector de los edificios ; y puedo decir
que continuando mis empresas con te
son , acabando los trabajos empezados
por hombres zelosos , que quedaron sin
concluir , he merecido la aprobacion y
la tierna gratitud de los ciudadanos
honrados . Al fin fue derramándose la e
mulacion entre los individuos del con
cejo , y cada cual se dedicó con placer
á cumplir su encargo : ahora todos tie
nen zelo , y ya vemos acabada con la
55
mayor solidez la nueva calzada que
nos une al camino . Mas temo que nues .
tros jóvenes olviden estos egemplos,
porque unos piensan únicamente en la
distraccion , y en pasageros adornos;
otros estan en sus casas sin salir de
ellas jamas , y metidos en sus hogares;
y recelo mucho que Herman ha de ser
uno de estos .
Hombre , le responde al punto la
buena y juiciosa madre , siempre has.
de ser injusto con nuestro hijo , y asi
haces mas difícil el mismo bien que
deseas. No es posible que en todas co
sas sean nuestros hijos como queremos ;
y como Dios nos los da , debemos con
servarlos con cariño , dedicándonos á
educarlos sin violentar su naturaleza;
porque uno tiene estas prendas , otro
posee otras varias , y cada cual usa de
56
las suyas , y no puede ser dichoso si
no de cierta manera . No gusto de oir
reprender á mi Herman ; es merecedor
de los bienes que algun dia han de
ser suyos , cuida de nuestros campos
con inteligencia y economía , es el mo
delo de todos nuestros cultivadores y
nuestros mancebos , y preveo con cer
teza que no ocupará tal vez el último
puesto en el concejo ; pero censurarle
y reñirle continuamente como ahora
acabas de hacerlo , es querer desalen
tar el corazon de ese pobre niño . Di
ciendo estas voces , sale y va en bus
ca de su hijo , ausiosa por encontrarle ,
y volver con las palabras de una ma
dre cariñosa (merecíalo este buen hijo)
la alegría á su amado Herman .
Apenas salió su esposa , dijo el pa
dre sonriendo : ; que gente tan singu
57
lar son los niños y las mugeres ! igusta
rian tanto de vivir segun les dicta su
capricho ! ; y quisieran que despues
siempre los alabasen é hiciesen cari
cias ! El refran antiguo es muy cierto,
y basta : el que no adelanta , atrasa .
Mi digno vecino , dijo el farma
céutico, adopto ese proverbio con gus
to , y siempre observo , mirando cuan
to me rodea , como me seria dable
mejorar mi situacion , con tal que la
novedad no sea demasiado costosa ; mas
į pensais que pueda suplir la falta de
los caudales la mas activa energía,
tratando de hermosear por dentro y
por fuera una casa ? Confesémoslo , el
ciudadano posee cortas facultades ; y
aunque llegue á conocer lo bueno , no
le es fácil adquirirlo , porque el obje
to es muy grande , y su caudal li
58
mitado , y asi se halla á cada paso
detenido en sus proyectos. ¿ Que cosas
no hubiera hecho yo ? pero ¿ quien no
ha de asombrarse , en especial en este
tiempo , de los gastos de cualquiera
mudanza ? Dias hace que mi casa es
taria mas de moda , y agradaria mas
á mi vista ; viéranse brillar en ella
grandes marcos de cristales ; mas no
es posible seguir nunca al comercian
te, que agrega á sus muchas riquezas,
la noticia de los parages donde se ha
lla lo mejor. Mirad la casa de enfren
te , ¿ quien no la tendrá por nueva ?
i Con cuanta grandeza resalta el estuco
blanco de aquella voluta , entre los ces
tones verdes ! ¡ que ventanas tan es
paciosas ! ¡ como brillan las vidrieras
cual otros tantos espejos ! y ¡ como e
clipsa esa casa todas las demas del
59
mercado ! Pues , no obstante , despues
del incendio , las nuestras eran las mas
lucidas , la posada del Leon de oro,
y la farmacia del Ángel ; mi jardin
tambien era célebre en todas las cer
canías , y cualquiera viajante se de
tenia para mirar por entre la empali
zada , el mendigo , estátua de piedra,
y la del enano vestido de colores. Pe
ro cuando yo presentaba á alguno el
café en la magnífica gruta que real
mente ahora se halla llena de polvo,
у medio derruida , manifestaba suino
placer viendo la luz brillante y va
ria en colores que daban aquellas con
chas colocadas con tanto arte ; y aun
los inteligentes contemplaban los cris
tales de plomo y los corales. No ad
miraban menos tampoco las pinturas
de la sala , donde se ven pasearse a
60
dornados los caballeros y las señoras,
llevando y ofreciendo flores con la
punta de sus delicados dedos .
Y ahora ya , en nuestros dias,
¿quien se parará siquiera á mirar estos
adornos ? No quiero ya casi nunca ba
jar al jardin , porque me disgusta ; to
dos quieren que tome otra forma, y co
mo dicen , que lleve el sello del buen
gusto ; es preciso pintar de blanco los
bancos de madera y las vigas ; solo a
grada lo simple y lo liso ; se ha des
terrado absolutainente el dorado y las
labores , y con todo lo mas costoso es
la madera extrangera . Yo tendria tam
bien placer en poseer, como otros, al
gunas cosas de un gusto nuevo ; en
caminar con mi siglo , y en renovar
mis inuebles con frecuencia ; pero te
mo dar un paso : & quien ha de cos
61
tear los trabajadores ? No ha mucho
tiempo quise dorar de nuevo el cua
dro de mi farmacia, el ángel Miguel,
á cuyos pies se enrosca un espantoso
dragon ; mas era tan excesivo el pre
cio de este reparo , que me he visto
precisado á dejarle como está todo ne
gro y obscurecido.

CANTO CUARTO.

La madre y el hijo.
Mientras hablaban estos amigos ,
busca la madre á su hijo , primera
mente en la entrada de la casa , don
de solia sentarse en un banco de pie .
dra ; y no hallándole, se encamina há
62

cia la cuadra , creyendo encontrarle


acaso cuidando de los soberbios caba
llos que compró potros , y cuya asis
tencia de nadie fiara . Dicela el cria
do : se fue al jardin ; y ella entonces
atraviesa velozmente los dos largos
patios , pasa delante de los pesebres,
y los sólidos edificios de los graneros;
entra en el vasto jardin que llegaba
hasta los muros de la ciudad ; pásale
tambien , mirando con recreo como
crece cada planta'; levanta los apoyos
en que descansaban las ramas del man
zano cargado de fruto , y el peral pu
diendo apenas sostener los suyos; lim
pia prontamente de algunas orugas la
col robusta y arrepollada , porque la
muger activa no da un paso siquiera
inútil. Llega al fin al cenador de ma
dreselva á lo último del jardin , y no
63
encuentra tampoco á su hijo, y su vis
ta le buscó en vano en todo aquel re
cinto que ha corrido ; pero la puerte
cilla colocada junto a la muralla por
merced particular de un abuelo , dig
no burgo-maestre de la ciudad , está
abierta : sale por ella , y pasando el
foso seco llega cerca del camino real
á la senda escarpada de su viña , ro
deada de una fuerte cerca , y expues
ta favorablemente á los rayos ardien
tes del sol. Sube por aquella senda,
y al paso ve complacida la abundan
cia de los racimos , que apenas pue
den tener algun abrigo bajo sus ho
jas : atravesando por medio se llega
ba á lo mas alto del campo , por unas
gradas constrdidas de piedras sin la
brar , y alli habia un cenador formia
do de la misma viña : alli se veian
64
colgando la blanca planta , y el mos
catel en racimos de un azul rojizo ,
y de extraordinario tamaño ; y estas
frutas cultivadas con cuidado 9 ser

vian únicamente para adornar los pos


tres que se daban a los extrangeros ;
pero lo demas de la viña tenia cepas
separadas llenas de menores racimos,
que destilaban un vino excelente . Em
pieza á gozar de antemano de los do
nes del otoño , y de aquella ruidosa
fiesta , cuando en todas las cercanías
cogen cantando la uva , la exprimen
en el lagar , y llenan de vino las pi
pas ; cuando alumbran por la noche
todas las inmediaciones los fuegos ar
tificiales , y hacen á lo lejos un rui
do penetrante en honor de la mas co
piosa cosecha. No obstante, ya cami
na con mas inquietud, 'despues que lla
65
mando dos y tres veces á su hijo , so
lo la responde el eco , eco parlero que
resonó desde las torres de la ciudad
en numerosos acentos . ¡ Ocurríala tan
pocas veces haber de buscar á su hi
jo.... ! nunca se alejaba sin avisar, pa
ra evitar á su tierna madre yivas 'zo
zobras ; mas como tambien halló a
bierta la última puerta de la viña,
todavía conserva esperanza de encon
trarle prosiguiendo su camino. Pása
se al vasto campo formado en la es
palda de la colina ; y estando siempre
en su propio terreno , consideraba con
gusto el trigo cargado de espigas do
radas y vigorosas , agitándose y do
blegándose en toda la extension del
campo : sigue por una senda dirigien
do sus miradas hacia el peral frondo
so que se elevaba en una colina , lí
66
mite de sus posesiones ; ignorábase
quien le plantó, y por todas partes se
descubria desde una larga distancia,
y su fruta era celebrada ; á la sombra
de este árbol comian alegremente los
segadores , en la hora del mediodia , y
los pastores con su ganado se acogian
á descansar á su abrigo , porque alli
se encontraban asientos de piedra y
de verde césped . No se engañó en su
esperanza ; en aquel sitio estaba sen
tado su Herman , descansando su ca
beza apoyada en el brazo , y mirando
con suma atencion los lejanos montes
que rodeaban aquel campo; tenia vuel
ta la espalda hácia donde venia su ma .
dre : deslízase esta suavemente hacia
él, y le toca el hombro con ligera ma
no, y al volverse su hijo, le ve llenos
los ojos de lágrimas.
67
Me habeis sorprendido, madre que
rida , la dice Herman asombrado ; y
apresúrase á enjugar el llanto , expre
sion de los sentimientos nobles que
animan á este mancebo. ¿ Lloras , lo
ras , hijo mio ? clama enternecida la
madre. Me pasma tu desconsuelo, por
que jamas te vi de ese modo : dime,
dime las penas de tu alma : dime por
qué te sientas tan solo debajo de este
peral, y por qué corren tus lágrimas.
El jóven excelente recoge todas las
fuerzas de su corazon , y luego dice
á su madre : en verdad fuera menes
ter no tener alma en el pecho , ó ser
duro cual el bronce, para ver sin lás
tima en estos dias la miseria de los
hombres, la desgracia de los desterra
dos ; y á menos de carecer absoluta
mente de juicio , ¿ quien vivirá en es
68
te tiempo seguro de su propia felici
dad , y la felicidad de su patria ? Mi
corazon se halla traspasado de lo que
he visto y oido saliendo de nuestra ca
sa , volví mis miradas hácia esa cam
piña tan extensa y tan floreciente , y
rodeada por todas partes de fértiles
colinas ; volvíme á ver las doradas
espigas que se inclinan formando ha
ces à la mano del segador , y las ri
ças frutas que prometen llenar nues
tras inoradas ; mas ;ay ! ; cuan próxi
mo está el enemigo ! Verdad es que
las ondas del Rhin nos defienden ; pe
ro ¿ que valen las ondas ni los mon
tes contra esa nacion terrible que se
acerca cual la borrasca , congregando
por todas partes la ancianidad y la
juventud , y siempre va adelantándo
se con ímpetu tan furioso ? muche
69
dumbre despreciadora de los riesgos
y la muerte , muchedumbre que con
trasta á la muchedumbre , у la reeni
plaza al momento . ¡ Y vsa en este dia
un germano permanecer en su casa !
iy espera quizá salvarse de la desola
cion universal que está amenazando !
Sí , madre mia , siento mucho es me
nester confesarlo) haber sido excep
tuado del alistamiento hecho , ha po
co tiempo , de nuestros conciudada
nos : soy hijo único ( 1 ) , es cierto , y
es tambien muy considerable el cui
dado de nuestras posesiones , y la re
coleccion de sus productos; pero ¿cuan
to mas valiera estar hoy en las trona

(1) Segun la regla establecida , esta


circunstancia le daba derecho a la exen
cion .
6
70
teras rechazando al enemigo, y no es
perar aqui ociosamente la miseria y la
servidumbre ? Mi aliento inflamado en
valor , y el deseo ardiente nacido en
mi corazon , me dicen que ofrezca un
egemplo digno , viviendo y pereciendo
por mi patria ; y si la juventud ale
mana , determinada con niutua pro
mesa , se reuniese en las fronteras ,
para no ceder á esos extrangeros.... 6
no entrarian seguramente en nuestro
dichoso suelo; no consumirian á nues
tra vista los frutos de nuestra tierra ,
no mandarian á los hombres , ni ro
harian las mugeres . Sabedlo , pues,
querida madre, he resuelto hacer muy
presto, al instante mismo, lo que creo
exigen de mí la justicia y la razon:
no siempre siguen las elecciones mas
acertadas á las resoluciones mas ma
71
duras ; no volveré ya á mi casa , des
de aqui marcho á la ciudad , y con
sagro á nuestros guerreros , y en ser
vicio de la patria , este corazon y es
te brazo ; y luego juzgue mi padre si
no excita tambien mi pecho una am
bicion digna de alabanza ; juzgue si
yo no abrigo ningun deseo de elevar
me sobre mi estado.
La buena y prudente madre, der
ramando á estas voces algunas lágri
mas , porque fácilmente se veian en
sus ojos: hijo , le dice , mirándole con
expresion y ternura, ¿quien te ha tro
cado de tal manera ? Todos los dias ,
y aun ayer mismo, abrias á tu madre
tu alma; ¿ por que ahora quieres ocul
tarla tus verdaderos deseos ? Otra per
sona que te escuchase , seducida aca
so con la energía de tus palabras , te
72
colmaria de elogios , y ensalzaria tu
resolucion como la mas generosa : mas
yo la desapruebo ; porque , hijo mio,
te conozco mejor que nadie. Me ocul
tas tu corazon ; no te excitan á par
tir el estruendo del tambor, ni el cla
mor de la trompeta ; no deseas mos
trarte vestido del uniforme á vista de
nuestras doncellas ; á pesar del valor
de tu pecho , tu vocacion es regir y
mantener nuestra casa , y celar pací
ficamente el cultivo de nuestras tier
ras . Háblame, pues, francamente, ¿ de
que nace tu resolucion ?
Os engañais , madre mia , respon
de él con seriedad : los dias no son
siempre unos , el adolescente madura
y llega á ser hombre , y sin duda se
forma mejor para las grandes accio .
nes en una vida tranquila y arregla
73
da , que en una vida incierta y tu
multuosa , pérdida de tantos jóvenes:
aunque mi natural baya sido , y aun
hoy sea pacífico y sosegado, se ha cria
do dentro de mi pecho un corazon que
detesta la opresion y la injusticia ; sé
observar cuanto acaece en el mundo, y
mi cuerpo se ha hecho mas fuerte con
el continuo trabajo. - Todo es cierto,
lo siento , y me atrevo á asegurarlo ;
mas no obstante.... ¡ Ah ! madre mia ,
me reprendeis con razon , porque no
os he dicho la verdad completa , y he
usado de algun disimulo. Lo confieso
al fin : no me obliga a dejar la casa
paterna la proximidad del peligro , ni
el heroico pensamiento de ser defen
sor de mi patria y terror del enemi
go : estas eran vanas palabras con que
pretendia encubriros los sentimientos
74
que rompen mi corazon. ¡ Ah ! dejad
me , madre mia ; y pues este corazon
se pierde en vanos deseos , dese tam
bien inútilmente mi vida; porque bien
sé que si todos no concurren al 'mis
mo fin , es solo querer perderse con
sagrarse á defendernos.
Sigue , replica su madre , y sepa
yo finalmente desde el mas poderoso
al mas leve motivo de tu agitacion :
los hombres suelen ser violentos , y
propensos á los excesos ; las oposicio
nes directas acaban aun de irritarles;
pero una muger es diestra en hallar
recursos, y en tomar , si es menester,
un rodeo mañoso para conseguir el
fin . No me ocultes nada , hijo mio,
¿ por que estás hoy mas conmovido ?
¿ por que hierve tu sangre en tus ve
nas ?
¿ por que , á tu pesar, se acumu
75
lan las lágrimas en tus ojos, y comien
zan á derramarse ?
Entonces el amable jóven se entre
ga todo á su pena ; llora amargamen
te , y solloza en el seno de su madre;
y vencido de sus razones , profiere al
fin estas voces : la reprension de mi
padre ha traspasado mi alma , porque
no la merecí hoy , ni en dia alguno
de mi vida . Mi placer mas delicioso
desde mis primeros años , fue honrar
á mis padres ; nadie era 9 á mi pare
cer , mas prudente ó mas amable que
los que me dieron la vida , y me guia
ron despues con tan severa atencion
en la noche de la infancia . Hube de
sufrir infinito de mis compañeros , mas
el veneno de su malicia no pudo al
terar jamas el cariño que les tenia : á
veces , cuando me burlaban , fingia no
76
conocerlo ; pero si se reian de mi pa
dre , cuando salia de la iglesia el do
mingo con paso venerable y grave ; si
hacian mofa de la cinta de su gorro,
y de las flores de su antigua bata que
llevaba con dignidad, y vos disteis hoy
mismo ; entonces cerrando al momen
to un terrible puño , me precipitaba á
ellos con un furor ciego , y dando á
diestra y siniestra , sin ver donde iban
mis golpes, los heria, y apenas podian
salvarse huyendo , de la furia de mi
hrazo. Lleno de este respeto filial iba
creciendo para sufrir algan dia hartas
sinrazones de mi padre; porque si esta
ba descontento de alguno, si le habian
disgustado en el concejo , volviéndose
contra mí me cargaba de palabras in
juriosas, y yo llevaba el castigo de las
disputas ó de las intrigas que movian
77
sus colegas. Vos misma me compade
cisteis tal vez ; y yo soportaba estos
tratamientos ocupado sin cesar con el
pensamiento de honrar con toda mi al
ma á mis padres , reconociendo sus be
neficios , y correspondiendo al tierno
sentimiento , que siempre presente en
el corazon de un padre y una madre ,
les hace negarse á muchos placeres por
aumentar el caudal de sus hijos. Mas
¡ ay ! esta atencion sola , tardía siempre
en su fruto , no proporciona la dicha;
no nace tampoco , madre mia , de mon
tones acumulados sobre otros montó
nes , ni de campos aumentados á otros
campos , por mas que se haya cuidado
de redondearlos perfectamente. Un pa
dre, y con él sus hijos , van adelantan
do en edad sin gozar un dia dichoso, ni
hallarse libres del cuidado de mañana;
7
78
¿ no veis la vasta extension y la fe
racidad de esos campos , mas abajo el
jardin y la viña , luego establos y gra
neros ? ¡ que agradable copia de bie
nes ! Pero cuando á lo lejos miro la es
palda de nuestra casa, y el techo donde
veo la ventana de mi aposento ; cuan
do reflexionando en lo pasado , me a
cuerdo cuantas noches aguardé en es
te sitio la luna , y cuantas mañanas el
sol , en tiempo que el saludable sueño
me concedia cortas horas de descanso;
¡ ah !; entonces mi estrecho aposento y
el jardin , y el hermoso campo que se
extiende en la colina , me parecen tan
solitarios ! todo está para mí tan de
sierto ! fáltame una compañera .
Hijo mio , responde la madre con
voz llena de ternura , cuando muestras
ese deseo de conducir á tu estancia la
.

79
esposa de nuestra eleccion , á fin que
la noche sea una mitad dichosa de tu
vida , y por el dia te entregues con ma
yor gusto á aquellos trabajos , cuyos
frutos recogerás tú ; no , no puede ese
momento parecerte tan agradable como
á tu padre y tu madre. Siempre te he
mos aconsejado , y aun estrechado á
buscar una compañera ; mas sábelo , y
mi corazon me lo dice aun ahora mis
mo ; cuando no llegó aquella hora ver
dadera, va dilatándose la eleccion , te
miendo sobre todo hallar la falsa : Y
te lo diré , Herman inio ? Creo que ya
has escogido ; arde ya tu corazun ; es
mas sensible que nunca : háblame con
libertad , porque yo ya lo he dicho
entre mí misma; į esa jóven expatria
da , ha fijado tu cariño?
Sí, lo habeis dicho , madre que
80
rida , responde el jóven con fuego: ella
es
у si hoy no la guio á nuestra ca
sa como mi esposa , si se aleja , y si
como pueden causarlo las agitaciones
de la guerra , y tantas emigraciones
fatales , desparece de mi vista para
siempre ; en vano , jó madre mia ! se
cubrirán , mientras yo viva, estos cam
pos de los frutos mas deliciosos des
tinados á mi placer ; y en vano me
traerá cada año los presentes de la
abundancia . Sí , la casa en que he na
cido y el jardin , perdieron ya para
mí sus atractivos ; y ¡ ay ! ¡ni aun el
cariño de una madre consuela ya á
este infeliz ! Conozco que el amor suel
ta todos los lazos , al tiempo de formar
los suyos ; si la doncella abandona á
su padre y á su madre por seguir á
su marido , el joven al ver partir la
81
amada de su corazon , olsida que en
otro tiempo tuvo un padre y una ma
dre. Dejadme , pues, seguir ya la sen
da por donde me guia mi desespera
cion , porque mi padre ya ha pronun
ciado la sentencia decisiva , y no es
mia ya su casa , cuando la cierra á la
única que yo deseaba llevar.
įSon acaso como rocas ? replica la
tierna y prudente madre , ¿ son acaso
como rocas , dos hombres encontrados
en su sentir ? ¿ han de ser tan altivos
y tan inmóviles que ninguno quiera
dar un paso para reunirse , ni abrir
primero los labios y proferir palabras
de paz ? Te lo aseguro , hijo mio ; aun
conservo en mi pecho la esperanza de
que aunque tu padre está tan deter
minado contra la eleccion de una don.
cella indigente , te permitirá dar la
82
mano á tu amada , si es como desea
mos , buena y juiciosa ; muchas veces
en sus prontos dice cosas que luego
no hace , y asi suele consentir lo mis
mo que habia negado , pero exige pa
labras suaves , y de ti puede exigirlas,
porque es al cabo tu padre. Tambien
sabemos que sus enfados nunca duran
despues de comer ; pues cuando habla
con fuego en la mesa , y se entretiene
en contestar a los raciocinios de los con .
vidados , el vino despierta toda la ve
hemencia de su voluntad , y no le per
mite comprender bien la fuerza de sus
expresiones ; á nadie escucha sino á sí
solo ; nada le afecta sino su propio sen
tir ; mas luego llega la tarde , y han
pasado las largas conversaciones con
sus amigos ; es mas moderado , lo sé,
despues que se ha evaporado alguna
83
puntilla del vino , y conoce ha obrado
sin razon . Ven , hagamos ahora mismo
esta tentativa ; arriesgarse con valor
es lo que produce el suceso ; tambien
podrá sernos útil el auxilio de los a
migos que aun están sentados con él,
y especialmente el digno pastor , que
sin duda nos ayudará.
Dice con vehemencia , y alzándose
del banco de piedra , lleva consigo á
sa hijo , dispuesto a seguir sus pasos;
y ocupados ambos de su importante
designio , van bajando la colina pen
sativos y en silencio.
84

CANTO QUINTO .

El cosmopolita.

Todavía estaban sentados los tres


personages , el párrco , el patron y el
farmacéutico , y seguian su conversa
cion , cuyo asunto considerado por to
dos aspectos venia ' á ser sieinpre el
mismo. No trato de contradeciros , dice
el primero animado de las mas juiciosas
ideas ; sé cuan natural es al hombre la
inclinacion á mejorar en su estado ; as
pira siempre á elevarse , ó por lo me
nos despierta sus deseos la novedad;
pero es preciso cuidar de no exagerar
las cosas , porque juntamente con esta
propension , nos dió tambien la natura
leza afecto á todo lo antiguo , y hace
85
que un largo hábito se nos torne en
un placer. Todos los estados son bue
nos cuando no contradicen á la natu
raleza ó á la razon ; el hombre desea
mucho , y necesita de poco ; los dias
de los mortales son breves , y su suer
te es limitada. No desapruebo al hom
bre que siempre activo , y sin conocer
el descanso , surca con osado ardor los
mares , y recorre todos los caniinos de
la tierra , contentándose con verse ro
deado , y rodear á los suyos de sus
acumuladas ganancias ; mas sé tane
bien apreciar al hombre pacífico , que
lleva sus tranquilos pasos en torno de
la herencia paterna , y atendiendo cui
dadosamente á la sucesion de las esta
ciones , cultiva sus fértiles campos : no
ve mudarse el suelo cada año para sa
tisfacer sus deseos , ni al árbol recien
86
plantado extender prontamente hacia
el cielo sus verdes ramas cargadas de
las riquezas del otoño ; no , necesita
paciencia ; debe tener una razon rec .
ta , un ánimo puro , constante y tran !

quilo ; no confia muchas semillas á la


tierra nutritiva , ni sabe criar copio
sos rebaños ; solo la utilidad es su pen
samiento . Dichoso quien recibió de
manos de la naturaleza un carácter tan
excelente ! Todos debemos á tales hom
bres nuestro diario sustento. ¡ Dichoso
tambien el habitador de una ciudad
reducida , que vive de su campo y de
su oficio ! no pesarán sobre él la fati
ga y los cuidados que afligen al al
deano encerrado en estrechos límites;
у vivirá sin conocer los afanes de las
turbaciones contínuas que agitan á los
insaciables moradores de las opulentas
87
ciudades , y á las mugeres especial
mente , por el ansia de igualarse con
los mas grandes ó mas ricos , aunque
sean menores sus facultades. Bende
cid , pues , patron mio , bendecid cons.
tantemente la aplicacion de vuestro
hijo á las labores pacíficas , y bende,
cid á la compañera , conforme con su
carácter , que ha de escoger algun dia.
Concluia estas palabras , cuando
entró en la sala la madre , llevando
por la mano á su hijo , y le conduce
y le pone delante de su marido. Buen
padre , dice la patrona , ¡ cuantas ve
ces hablando los dos , hemos recordado
aquel feliz dia , esperado ya harto
tiempo , en que escogiendo una espo
sa Herman , nos colmaria de gozo ! Va
gaban nuestros pensamientos , desti
nándole ya á esta, ya á aquella, en las
88
conversaciones familiares que un pa
dre y una madre tienen : ahora llegó
ya el dia ; y el cielo le ha mostrado
su esposa , y ha fijado su eleccion.
No decíamos siempre nosotros : esta
eleccion la debe hacer él ? ¿ No has
deseado tú mucho antes ver nacer en
su alma esa ardiente inclinacion que
le hiciese hallar su felicidad en tener
una compañera ? Llegó la hora , su co
razon experimenta este sentimiento , y
ha escogido como hombre sensible ;
ama á la doncella extrangera , que le
encontró en el camino ; obténgala de
ti ; sino ha jurado no tomar jamas es
posa .
Sí , obténgala de vos , padre mio,
dice tambien Herman ; he hecho una
eleccion segura , y exenta de baldon,
y tendreis en ella una hija sin igual.
89
Guardaba el padre silencio ; mas
entonces se alza el párroco, y tomando
la palabra : la vida y la suerte del
hombre , dice , dependen de un ins
tante siempre; porque aun despues de
largas deliberaciones , la decision se
hace en un momento , y solo el hom
bre discreto sabe tomar la mejor ; es
como un tacto del sentimiento , que se
podria embotar, entregándose en aquel
punto á consideraciones accesorias. El
áninio de Herman es sano ; conózcole
desde su niñez ; y no tendia igualmen
te las manos hácia todos los objetos ; lo
que pedia , podia serle útil , y asi ja
mas desistia una vez hecha su elec
cion . No os asombreis , pues , patron ,
si sucede repentinamente lo que tanto
tiempo habeis estado deseando; y aun
que es verdad que vuestro deseo no
90
se cumple cual le formasteis , mirad
que á veces nuestra ceguedad nos ocul
ta el verdadero objeto de nuestras an
sias ; mirad que los dones útiles sola
mente vienen de arriba en su verda
dera forma . Asi no desconozcais á esa
jóven , la primera que ha penetrado el
corazon de este hijo bueno y juicioso,
amado de su padre con tanto extremo.
¡Dichoso aquel que da al punto su ma
no á la primera que amó, y cuyo mas
tierno deseo no vive secretamente den.
tro de su corazon ! Sí , todo me lo a
nuncia en él ; ya está decidida la suer
te de vuestro hijo. Una inclinacion se
gura , hace del adolescente , un hom
bre : Herman es firme en su resolucion,
y si vos le negais vuestro permiso , te
mo que ha de pasar en la tristeza los
mas hermosos años de su vida.
91
El farmacéutico , cuyas voces ha
cia largo tiempo estaban dispuestas á
huir de su labio : tomemos , dice con
aire reflexivo , tomemos tambien un
camino medio en esta ocasion ; el mis
mo emperador Augusto tomó por di
visa , apresúrate poco a poco. Yo estoy
sumamente pronto a servir á mi ama
do vecino , y emplear mis cortas luces
en lo que pueda serle provechoso ; la
juventud es especialmente quien nece
sita de guia . Dejadme , pues , y yo
iré , veré á esa jóven ; preguntaré don«
de vive ; alli deben conocerla ; y no
me engañarán fácilmente , porque sé
graduar las palabras.
Sí , interrumpe el hijo : haced eso,
vecino mio , id , tomad esos informes;
mas deseo os acompañe tambien el
digno pastor ; dos hoinbres tan exce
92
lentes , son testigos irrefragables. No,
padre mio , no penseis que esta don
cella vino hasta aqui fugitiva ; no es
de aquellas vagabundas que andan
discurriendo de tierra en tierra para
prender en sus lazos jóvenes sin expe
riencia. La guerra , ese terrible , ese
universal azote , que destruye el mun
do , y ha arrancado de sus cimientos
tantas casas sólidas y seguras , des
terró tambien á esta desgraciada. ¿ No
andan errantes y desdichados tantos
hombres distinguidos por sí y por su
ilustre linage ? huyen disfrazados los
príncipes ; viven los reyes en el des
tierro . ¡ Ay ! asi tambien huye ella;
ella , la mejor de su sexo , y olvidan
do sus propias desgracias , asiste á
sus compañeros , y auxilia aun cuan
do ella misina se ve privada de auxi
93
lio. Extiéndense hoy en la tierra in
mensas calamidades ; įmas no podria
salir un bien de en medio de tantos
males ? ¿ y no pudiera yo , recibiendo
una esposa fiel en mis brazos , conso
larme de esta guerra , como vosotros
de aquel incendio ?
Entonces rompiendo el padre el si
lencio , manifiesta con estas voces cual
era su voluntad : como , hijo , se ha
soltado hoy tu lengua entorpecida ha
ce tantos años , y que nunca pronun
ciaba sones articulados sino en oca
siones precisas ? ; Experimentaré yo
hoy la suerte que amenaza a todos
los padres; que una madre harto in
dulgente se muestre siempre dispues
ta á favorecer la obstinacion de su
hijo , y halla un partidario en cada
amigo é vecino, cuando quieren per
8
94
suadir al esposo ó al padre ? Pero no
quiero oponerme á todos vosotros jun
tos , porque ¿ que resultaria ? ya es

toy viendo desde ahora la terquedad


у las lágrimas. Id , y si la favorecen
vuestros informes , traedla , en nom
bre de Dios, á mi casa como hija mia;
si no , que olvide su amor.

Dice el padre , y el hijo exclama


todo lleno de embeleso : antes del fin
de este dia tendreis en vuestro poder
la doncella mas apreciable que pue
da desear un hombre en quien la pru
dencia domina ; y ya me atrevo á a
firmarlo, será como buena, dichosa . Sí,
mientras viva me dará gracias de ha.
berla vuelto un padre y una madre
en vos, asi como por su parte un buen
padre y una madre desean tener hijos
Ilenos de virtud . Mas no tardemos;
95
ya voy á guarnecer mis caballos , y
llevar á mis amigos en pos de la que
idolatro ; abandono en sus manos , á
su prudencia , á su decision , el des
tino de mi vida ; lo juro, mi regla se
rá lo que ellos determinaren ; y mien
tras no sea mia , no quiero volver á
ver á esa jóven extrangera. Sale ha
blando de esta suerte, y los que que
dan dentro de la sala conferencian jui
ciosamente , y se apresuran á poner
se de acuerdo sobre asunto tan im
portante.
Vuela Herman hacia la cuadra don
de estaban descansando sus fogosos ca
ballos , y consumiendo rápidamente la
avena pura y el heno seco, segados en
el prado mas delicioso. Póneles el lu
ciente freno , pasa las anchas correas
por plateadas hebillas , ata las largas
96
guias , y lleva los caballos al patio,
donde el cuidadoso criado saca su bir
locho arrastrándole por la lanza; y po
niendo los tirantes en su exacta lon
gitud , juntan los vigorosos caballos
que vuelan ligeramente con un carro
en la carrera . Toma el látigo Her
man , se sienta , y habiendo llegado
el birlocho á la espaciosa puerta , y to
mando al momento sus puestos los dos
amigos , rueda con velocidad , dejando
atras las murallas у relucientes torres .
Dirígese á la famosa calzada con cur
so siempre impetuoso, ya suba por las
colinas , ó ya baje a las llanuras ; mas
cuando descubre de cerca la torre del
pueblo , y las hermosas chozas rodea
das de jardines , juzga que es tiem
po de detener el ardor de sus ca

ballos .
97
Delante del mismo pueblo se ex
tendia un vasto prado , cubierto de
verde césped , y rodeado de la som
bra augusta de los elevados tilos, ha
cia siglos profundamente arraigados;
sitio de recreo de los aldeanos , y de
los inmediatos vecinos. En lo mas ba
jo de un plano inclinado , y cubierta
de estos árboles , corre una cristalina
fuente ; y bajando por las gradas, se
descubren asientos de piedra , coloca
dos en rededor del manantial siempre
corriente
y puro , que rodea una pa
red
poco alta , sirviendo de apoyo á
los
que venian á recoger sus aguas.
Herman
resuelve parar sus caballos

bajo esta sombra; detiénelos , y lue


go dice : bajad ahora , amigos mios,
id á ver si esa doncella merece que la
dé mi mano ; yo no lo dudo , ni po
98
dreis decirne cosa alguna que me sor
prenda , porque si yo gobernase por
mí solo mi conducta , volaria ahora
mismo al pueblo, y la amable extran
gera decidiria en pocas voces mi suer
te . Fácilmente podreis conocerla , pues
apenas creo que otra hermosura pue
da compararse á la suya ; mas con to
do quiero daros las señas de sus ves
tidos , notables por su limpieza. Un
jubon de color de rosa , cerrado con
un bello lazo , eleva su nevado seno;
su negro justillo señala su talle ; ha
plegado con cuidado el cuello de su
camisa para formar el rebozo que ro
dea su rostro con hermosa modestia ;
su semblante agraciado manifiesta la
paz y el candor ; y las trenzas copio
sas de sus cabellos dan vuelta al re
dedor de agujas de plata ; su azul fal
99
da , bajo el justillo , cae en pliegues
numerosos hasta tocar en sus pies.
Mas lo que debo tambien deciros , y
suplicaros en especial , es que no ha
bleis con esa doncella , ni descubrais
vuestro intento ; contentaos con pre
guntar , y escuchar todo cuanto os di
gan ; luego que sepais bastante para
dejar tranquilos mis padres , volved á
buscarme , y resolveremos cual parti
do se ha de tomar . Mientras duraba el
camino me ha ocurrido á mí este plan.
A estas palabras los dos amigos se
dirigen hacia el pueblo : los jardines
y las quintas, y las casas estaban lle
nas de una muchedumbre de hom
bres ; la espaciosa calle se ve ocupa
da de carretas sobre carretas ; cuidan
los hombres de los caballos, y los bue
yes mugidores que permanecen unci.
100

dos; y las mugeres apresuradas tien


den sus lienzos en todas las cercas pa
ra enjugarles, mientras los alegres ni
ños juegan, con el agua cristalina. Los
dos honrados espías , caminando por
medio de las carretas , los hombres y
los animales , miraban á uno y á utro
lado , deseando hallar las facciones de
la extrangera ; pero ninguna de cuan
tas ven les parece aquella criatura
preciosa . Auméntase mas el tropel; ri
ñen al rededor de los carros hombres
turbulentos , y las mugeres tomando
parte en la contienda comienzan á lan
zar agudos gritos. Acércase al punto
un anciano que caminaba con digni
dad , y apenas manda la paz , y ame
naza castigar con la voz severa de un
padre , cesa todo aquel bullicio. ¿ Ha
de ser posible , dice , que ni la mis
101

ma desgracia baste á ponernos un fre


no, y hacernos al fin conocer, que aun
cuando no todos sepamos medir nues
tras acciones , debemos tener mutua
mente sufrimiento ? Es harto cierto,
el hombre dichoso es casi siempre in
tratable ; ¿ pero vuestros infortunios
no han de poder enseñaros á vivir co
ino hermanos en paz ? Mirad con a
fecto , pues , el lugar que cada uno de
vosotros logra en una tierra extraña ,
y partid recíprocamente lo que os que
da de vuestros bienes, si quereis tam
bien hallar corazones compasivos.
De esta manera hablaba el ancia
no , y todo el pueblo guardaba silen
cio , hasta que puestos en paz compo
nen sin mas disputa los carros y los
tiros : empero el párroco que escucha
ba las voces de aquel anciano , y ad
9
102

vertia en todo su aspecto la sereni


dad de un juez , se acerca , y con es
tas palabras explica los sentimientos
de su corazon : cuando un pueblo,
padre venerable , ve correr sus dias
en felices tiempos , y vive pacífica
mente de los frutos de su tierra , que
abre por donde quiera su vasto seno,
y renueva cada año , cada mes larga
mente los presentes que desea ; todas
las cosas caminan como por su pro
pio impulso ; cada cual llega á creer
se el mas sabio y el mas prudente , y
manteniéndose todos iguales , tal vez
suele confundirse en el tropel el mas
juicioso , porque entonces los sucesos
se siguen con tranquilidad , y al pa
recer se mueven por sí mismos. Mas
si viene la desgracia á romper las
sendas acostumbradas de la vida , á
103
arruinar la casa á arrasar el jardin
9

у el campo , y á desterrar al esposo


y la esposa de su domicilio querido , y
arrastrarlos á un vasto laberinto , du
rante dias y noches de mortales an
gustias : ; ay ! entonces todos buscan
cual es el varon mas prudente , y no
profiere en vano sus oráculos . Decid
me , respetable extrangero , vos eger
ceis , no puedo dudarlo , las funciones
de juez entre estos fugitivos, cuyas al
mas habeis serenado tan presto. Sí, hoy
pienso que se me aparece uno de aque
llos caudillos de la antigüedad inas
remota , que llevaron los pueblos des
terrados por medio de desiertos y obs
curos caminos ; juzgo que hablo con
Josué ó con el gran Moyses mismo .
El juez contesta con dignidad : es
seguro ; nuestra época se parece á las
104
mas extraordinarias que se refieren en
los anales , ya profanos , ya sagrados;,
porque quien vivió el dia de ayer , y .
vive el dia de hoy , puede decir ha
vivido años , segun la rápida sucesion
de las cosas . Yo me hallo lleno de vi
da , y si quiero recordar los aconteci
mientos pasados , creo que la anciani
dad mas grave pesa ya sobre mi fren
te . ¡ Ah ! bien podemos compararnos
á aquellos que en una hora tremen
da vieron aparecer á Dios , al Señor
entre las ardientes zarzas, porque tam
bien le hemos visto en medio de las
Hamas y las nubes .
El párroco se proponia alargar es
te discurso , á fin de enterarse cual
puede ser la suerte de aquel anciano,
y de los fugitivos que va guiando;
pero su compañero ansioso de obrar,
105
le dice en secreto al oido : seguid, ha
blad con el juez , y volved la conyer
sacion sobre la hermosa extrangera ,
mientras yo voy por todas partes has
ta lograr encontrarla , y vengo luego
á avisaros. El párroco aprueba su idea
con un mover de cabeza , y el honra
do espía parte a correr el jardin , y
los campos , y las quintas .

CANTO SEXTO .

El siglo .

Ei párroco se informa del juez so


bre las desgracias del pueblo , y el
tiempo que ha corrido desde su sali
da desterrado de su patria. Nuestro
106
infortunio no es ya reciente , le con
testa el extrangero ; hemos probado
todas las amarguras de estos dias , a .
marguras las mas crueles , por haber
tenido que abandonar nuestro pais'na
tal , y nuestros bienes mas queridos,
para buscar piedad y salud en tierras
desconocidas.
Cuéntale despues como vieron in.
vadidos sus hogares de armados escua
drones, que traian en pos de sí la aso
lacion y la muerte; como ni la edad ni
el sexo pudieron hallar perdon , cuando
retrocediendo los vencedores al esfuer
zo de los germanos , dejaban su botin,
y donde quiera señalaban vencidos
y triunfadores su camino con robos,
muertes y asesinatos; y se complacian
en verter sangre , y escuchar los la
mentos de los desventurados : como
IO7
ardió la Germania en guerra , y tro
cándose en un momento los pacíficos
instrumentos del labrador en armas
para el guerrero , se vieron teñidas
en sangre la hoz y la horquilla ; y se
entregó donde quiera la fuerza , cual
la debilidad tímida y astuta , á una
cólera frenética .
¡ Ah ! exclama el prudente anciano
preocupado de estas atroces imágenes,
é indignado con la humanidad entera;
jah ! ; nunca vean mas mis ojos al hom
bre sumido en estos espantosos horro
res .... ! las fieras son mas piadosas . No
presuma mas de su fuerza , que como
si pudiese gobernarse á sí mismo; en
rompiendo las barreras , vuelve á pre
sentarse libre de obstáculos la maldad
que la ley lanzó á los mas hondos se
nos de su pecho. Nosotros lo hemos
108
probado por nuestro mal ; y estas muer
tes , y estos destrozos , y esta depra.
vacion del corazon humano , durarán
largo tiempo presentes en mi menio
ria , aun cuando ya no vea ante mis
ojos ese tropel de prófugos sin ventu
ra , que recuerdan sin cesar á mi inen.
te aquellos sangrientos campos donde
perdieron tantos infelices su vida y
su bien estar.
Hombre excelente , responde el e
clesiástico con el tono de un alına sen
sible , no es permitido culparos si os
mostrais tal vez injusto con la huma
nidad entera ; porque , ¡ cuantos desas
tres no ha causado una empresa des
tructora ! Mas si volviendo acaso los
ojos á lo pasado quisieseis recorrer nue
vamente esos dias de desgracia , vos
mismo confesareis haber descubierto
109
en ellos acciones generosas , y prendas
sublimes que yacian como sepultadas
en el corazon , y ha hecho producir el
riesgo ; habeis visto al hombre excita
do por los mismos infortunios apare
cer como un ángel , y mostrarse á sus
semejantes conjo un númen tutelar.
Juiciosamente me recordais , res
pondió sonriendo el anciano , como
despues de un incendio muchas veces
avisan al dueño afligido que aun le es
dable recoger el oro y la plata deshe
chos , y derramados en inedio de las
ruinas; resarcimiento harto débil , y
con todo eso precioso ; y el hombre
empobrecido registra entre las ruinas,
y se alegra con lo que encuentra . Asi
vuelvo yo con gusto serenas miradas
al corto número de acciones laudables
que conservo en mi memoria : y es
IIO

cierto , no he de negarlo : he visto


hacer paces á los enemigos para salvar
de una desgracia á su pueblo ; he vis
to á los amigos , á los padres , y á las
madres y á los hijos intentar cosas im
posibles en favor de los que tenian con
ellos vínculos tiernos de naturaleza y
cariño ; he visto al adolescente tor
narse en un momento hombre madu
ro , y al anciano tornarse jóven , y aun
adolescente al niño. ¡ Sí , hasta aquel
mismo sexo , que llaman débil , se ha
manifestado lleno de aliento y vigor,
у de la serenidad mas activa ! Mas per
nitid os cuente en particular la accion
generosa que hizo , en un sublime im
pulso del alma , una joven doncella,
honor de su sexo . Habíase quedado so
la con otras doncellas en una gran
quinta , mientras partieron los hom
III

bres á rechazar á los enemigos, cuan


do de repente asaltaron la quinta al
gunos fugitivos viles , y entregándose
al saqueo , penetran pronto hasta el a
posento inismo de las mugeres. Advir
tiendo la hermosura y el agraciado ta
lle de aquella jóven, de aquellas cria
turas llenas de gracias , que aun casi
se podrian llamar niñas , se apoderó
de estos inonstruos un frenético deseo,
y se precipitaron enfurecidos hacia a
quellas palomas tímidas, y á la gene
rosa doncella.; mas ella arrancando al
punto á uno de los malvados el acero
que le ceñia , le da un golpe terrible,
y le arroja envuelto en sangre á sus
plantas ; y librando á sus compañeras
con su audacia varonil , hiere á otros
cuatro que evitan solo con la huida la
muerte ; cierra despues la puerta de la
II2

quinta , y aguarda quieta en su asilo


que vengan á socorrerla .
Escuchando este elogio de la don
cella , sintió nacer el párroco una espe
ranza favorable á su amigo ; y ya iba
á decir : y que fue de ella ? ¿ siguió
quizás en su huida á este pueblo des.
graciado ? Pero llega al mismo tiempo
el farmacéutico presu roso , y tirándole
por el vestido , le dice con voz muy
baja : į no es la que al fin he encontra
do entre un tropel de mugeres ? Con
viene con la descripcion de Herman;
asi venid , miradla por vuestros pro
pios ojos, y haced os acompañe el juez
para tonar los informes necesarios.
Vuélvense , pero el juez , á quien lla,
maron los suyos para un negocio ur
ya desaparecido.
gente , habia
No obstante , sigue el buen pastor
113
por entre la abertura de una cerca , á
su amigo , que instruyéndole con aire
fino, le dice : įveis ya la doncella ? aca
ba de fajar su niño ; conozco la anti,
gua bata de algodon , y la sarga azul
que contenia el envoltorio de Herman;
y ciertamente ha empleado sus dones
bien presto y con discrecion . Estas se
ñas son bien claras, y las demas convie ,
nen del mismo modo ; porque su ju
bon, color de rosa, cerrado con un be
llo lazo eleva su nevado seno ; su ne
gro justillo señala su talle ; ha plega
do con cuidado el cuello de su camisa
para formar el rebozo , que rodea su
rostro con hermosa modestia ; su sem
blante agraciado manifiesta la paz y
el candor , y las trenzas copiosas de
sus cabellos dan vueltas al rededor de
agujas de plata : con todo que está
114
sentada , bien advertimos su hermosa
estatura , y su falda azul , bajo del
justillo cae en pliegues numerosos has
ta tocar en sus pies . Ella es sin duda,
venid , y sepamos de algun sugeto si
es dócil , si es virtuosa', si gobernará
con habilidad su casa .
El pastor prudente observaba con
cuidado á la doncella sentada ; y lue
go dice estas palabras : ciertamente no
me espanto haya encantado el alma de
nuestro Herinan , porque puede sufrir
el examen de un observador el mas
ilustrado. ; Dichoso aquel á quien da
la naturaleza una figura embelesadora!
apenas se presenta , le recomienda ; no
es extraño en parte alguna ; búscanle,
у todos se sienten detenidos cerca de
él, especialmente si añade á esta figu
ra preciosa , las prendas atractivas del
115
corazon . Sí , os aseguro que halló ese
jóven una criatura que hará serenos
todos los dias de su vida , será pa
ra él siempre una amiga animosa y
fiel ; porque un cuerpo tan hermoso
debe encerrar un alma pura , y su ac
tira juventud está prometiendo una
ancianidad feliz.
Muchas veces engañan las aparien
cias , replica su compañero ; y asi no
gusto nunca de fiar en lo exterior,
porque he probado ya muchas veces
aquello de : ¡ no te fies de un amigo
antes de conocerle muy á fondo ! solo
el tiempo podrá decirte si os conve
nis , y si será durable vuestra amis
tad . Busquemos , pues , ante todas co
sas , algunas de estas buenas gentes
que nos cuenten lo que saben de esa
agraciada doncella.
116
Paréceme muy juiciosa, como á vos,
la precaucion , dice siguiéndole el ecle
siástico ; porque la joven que vamos
buscando no debe ser nuestra esposa ,
y esta diligencia, cuando es para otro,
es mas delicada aun, y exige la mayor
circunspeccion . Van al encuentro del
juez, que volvia á presentarse, ocupa
do aun en sus negocios. Hablad , le di
ce el pastor : ahora acabamos de ver
en ese jardin inmediato una doncella
sentada al pie de un manzano , dispo
niendo un vestido para un niño , de
una ropa de algodon usada , que sin
duda la han regalado. Agrádanos su
figura ; parece una criatura de las mas
apreciables de su sexo ; asi decidnos si
sabeis algo, porque nuestra curiosidad
nace de laudables miras.
Entra el juez en el jardin para co
117
nocer á la jóven , y luego dice : ya la
conoceis ; pues cuando yo‘os he con
tado la generosa accion de la doncella
que arrancó la espada á un malvado,
y supo librar con ella á sí у á sus
compañeras .... hablaba de la que es
tais viendo . Vos mismo conoceis cuan
capaz es de hacer esa noble accion;
nació fuerte y animosa, mas es igual
mente buena : prodigó los mas tiernos
cuidados á su abuelo hasta aquel pos
trero dia, que le precipitaron al sepul
cro la pena de la desgracia de su re
ducida ciudad , y el temor de verse
privado de todas sus posesiones : llevó
con firineza tambien el pesar de la
muerte de su prometido , jóven de un
alma elevada , que en los primeros
dias de la revolucion voló á Paris,
y recibió presto una muerte horroro
IO
118

sa , porque supo mostrarse siempre


contrario de la maldad .
Asi habló el venerable jucz : y los
dos amigos , preparándose á dejarle,
le dan gracias por sus noticias . Saca
el párroco una moneda de oro , porque
poco antes distribuyó todas las de pla
ta generosamente , al ver transitar las
cuadrillas de los desconsolados fugiti
vos ; y ofreciendo la moneda al juez:
repartid , le dice , ese corto donativo
entre vuestros pobres ; i y quiera Dios
aumentarle en sus manos ! Mas el juez,
negándose á recibirle , responde : aun
hemos salvado algun dinero , y bas
tantes vestidos у otros efectos ; y es
pero volverémos á ver nuestros domi
cilios antes de haber consumido todo
lo que hemos salvado. Pero el pastor $

apretándole su moneda de oro en la


119
mano , exclama : nadie en estos dias
debe ser tardo en el dar , ni negarse
á ser depositario de lo que ofrece la
humanidad . ¿Quien sabe hasta cuando
será pacífico poseedor de los bienes
que hoy desfruta ? ¿ Quien sabe hasta
cuando andará vagando por extrañas
tierras , privado del jardin y el cam
po donde hallaba su sustento ?
¡ Eh ! dijo turbado entonces el fare
macéutico , ¡hubiese acordado de traer.
algun dinero ! fuese la suma corta ó
considerable, os la diera , porque mu
chos de los vuestros han de carecer de
todo. No obstante , no quiero dejaros
sin haceros un presente , por donde
conozcais mis buenos deseos , aunque
no los iguale la accion ; y sacando por
los cordones una bolsa de cuero bor
dada , en que solia llevar su tabaco,
I 20

la abre , y da al juez lo que habia


dentro. El presente , añade ' , es bien
corto : pero el juez contesta al momen
to , el buen tabaco siempre es recibi
do con gusto de un caminante . Enton
ces el farmacéutico comienza a enca
recer la bondad de su tabaco.
Pero dícele el párroco , llevándole
y apartándose del juez , vamos presto;
nuestro amigo Herman nos aguardará
con ansia : oiga , cuanto antes poda
mos, tan favorable noticia . Parten pre
surosos , y hallan al jóven debajo de
los tilos , apoyado contra su birlocho;
sus fogosos caballos herian la tierra,
y arrancaban el verde cesped ; tenía
los de la brida , y sumergido en sus
pensamientos , lanzaba delante de sí
sus inmóviles miradas , sin advertir
que vienen sus amigos , hasta que lle
I2I

gando le llaman , y se dan á conocer


con señales de alegría. Ya empezaba
desde lejos á hablar el farmacéutico,
mientras se van acercando ; y toman
do el cura de la mano á Herman , y
cortando la palabra á su compañero :
sé dichoso , jóven , le dice ; tus pers
picaces miradas , y tu recto corazon
han escogido perfectamente ; sed di
chosos , tú y la muger de tu herinosa
juventud , porque es digna de tu ma
no. Ven , pues , vuelve tu birlocho;
vamos presto hacia el pueblo , á fin
que podamos pedirla , y nos llevemos
esa amable doncella á la casa de tu
padre.
Mas el jóven escuchando sin mo
verse , ni mostrar satisfaccion de es
tas voces , que dehieran derramar en
su pecho una suave confianza , y la
I 22

mas celestial alegría , exhala al fin un


suspiro del centro del corazon . Veni
mos presurosos, dice, y acaso nos vol
veremos á lento paso y confusos: mien
tras estuve esperándoos he estado en
tregado á mil dudas , sospechas y te
mores , у á cuantos sentimientos hay
capaces de atormentar el corazon de
un amante : ¿ quizá porque nosotros
tenemos riquezas , y ella se encuentra
pobre y desterrada , pensais que ape
nas lleguemos, nos seguirá esa donce
lla ? La misma pobreza inspira alti
vez cuando no se ha merecido ; ade
mas esa desterrada parece laboriosa y
sobria, y entonces todo el mundo es su
yo. Y asiinisino, ¿ podemos pensar que
una criatura tan encantadora , y que
nuestra tan puras costumbres, no ha
ya todavía abrasado el alma de algun
1

123
excelente jóven ? ¿ Creeremos que has
ta este dia haya ignorado su pecho
los tiernos sentimientos del amor ? No
vamos , pues , al pueblo tan presuro
sos ; no sea , hayamos de volver lenta
mente los caballos , y tomemos con a
frenta otra vez el camino de nuestra
morada . Temo mucho que en alguna
parté viva un joven dueño de su co
razon , y que aquella hermosa mano
haya tocado ya la del dichoso , y la
haya dado su fe. ¡ Ah ! en tal caso veo
me en su presencia, con mi deseo, cu
bierto de confusion .
Iba á animarle el cura , cuando ,
su compañero , siempre dispuesto á
conversar , le arrebata la palabra , di
ciendo : ; seguramente ..... ! en otros
tiempos , cuando todas las acciones
tenian sus reglas fijas , no nos viéra
I 24
mos en tal compromiso ; porque cuan
do los padres escogian esposa para su
hijo , la primera diligencia era llamar
en confianza á un amigo ; enviábanle
despues al padre y á la madre de la
doncella , como encargado de pedir su
mano ; y él, adornado solemnemente,
iba tal vez un domingo , acabando de
comer , á visitar al buen ciudadano;
empezaba con maña, al principio , una
conversacion general, haciéndola lue
go volver al objeto de sus deseos. En
fin , al cabo de largos rodeos hablaba
tambien con alabanza de la hija , y no
menos ponderaba al hombre у la casa
de quien era einbajador. Las personas
inteligentes luego advertian su objeto,
y el prudente embajador conocia sus
disposiciones , y podia ya explicarse ;
porque si la demanda no surtia efec
I 25
to , no recibia directainente una ne
gativa despreciadora ; pero si tal vez
la admitian , el negociador ocupaba
perpetuamente en la casa el primer
lugar en cada -festin de familia , y los
felices esposos jamas olvidaban la dies
tra mano que habia formado el primer
vínculo de su union . Ahora ya se de
jó , como tantas costumbres útiles , y
cada cual negocia por sí mismo; cada
cual , pues , reciba en su propia per
sona el no , lindo presente que acaso
le espera , y quédese avergonzado de
lante de la doncella .
Pues bien , sea como fuere , res
ponde el jóven , que apenas ha aten
dido á estas razones , iré yo mismo,
y quiero escuchar la decision de mi
suerte de los labios de aquella cria
tura , en quien tengo tanta esperanza
II
I 26
y satisfaccion , cual jamas muger al
guna inspiró á ningun hombre . Es
toy convencido de que cuanto me di
ga , será juicioso y puesto en razon ;
y cuando la viese por postrera vez,
quiero mirar de nuevo aquellos ne
gros ojos , donde está pintada la mas
suave ingenuidad : si no es mi desti
no estrecharla nunca en mi amante
corazon , quiero volver á ver su pre
cioso talle , y aquellos labios que con
un sí me harán eternamente ventu
roso, y con un no , para siempre me
privarán de felicidad . Mas permitid
me que esté yo solo , y no me espe
reis ; volved á mi padre y mi madre;
sepan que su hijo acertó, y que la don
cella es el mas digno objeto de sus de
seos . Dejadme entregado á mí mismo:
la senda que atraviesa por la colina
127
hasta el peral , y desde alli baja á lo
largo de la viña , me acortará á la
vuelta el camino. ¡ O si yo les llevase
mi amada apresurado y lleno de ale
gría ! Acaso siguiendo esta senda me
encaminaré solo á casa , y en adelan
te la pasaré siempre penetrado de tris
teza .

Dice , y presenta las riendas al


párroco , que las recibe , y gobernan
do hábilmente los caballos espumo
sos, salta dentro del birlocho , y ocu
pa el asiento del conductor.
Mas tú dudas en subir , vecino
desconfiado , у le contesta : yo os con
fio con mucho gusto mi alma у todas
sus facultades; pero en cuanto al cuer
po y sus miembros, no creo irán muy
seguros.
Sonríese el juicioso párroco , y le
1 28
responde : sentaos, y confiadme sin re
celo vuestro cuerpo como vuestra al
ma ; esta mano está egercitada en di
rigir las riendas , y esta vista á go
bernar diestramente en los revueltos
caminos; cuando yo acompañaba al jó
ven baron todos los dias en Estrasbur
go , nuestro carro guiado por mi ma
no , atravesaba por entre el tropel de
un pueblo , que gasta en paseo su vi
da , salia con rapidez de las resonan
tes puertas , salvaba con velocidad las .
polvorosas campiñas, y corria hasta
los prados y hasta los distantes tilos.
El vecino , medio seguro con estas
razones , sube al birlocho, y al tiem
po de sentarse toma la precaucion del
que se dispone á dar un salto sin ries
go. Vuclan en el momento los caba
llos , impacientes de volver á su cua
129
dra , y bajo sus fuertes plantas se al
-za una nube de denso polvo. El jóven
permanece largo rato en aquel mis
mo sitio ; ve como se eleva en medio
de los aires el polvo , le ve disiparse
al fin , y él se mantiene inmóvil, y
sin sentimiento alguno.

CANTO , SÉPTIMO.

Dorotea .

Como suele volver el caminante sus


Jomo

miradas hacia el sol , cuando se escon


de este astro en el dorado horizonte,
y ve , deslumbrado en su resplandor,
su imágen vagando en un bosqueci
130
llo opaco, y cerca de una roca, y don
de quiera que miran sus ojos la en
cuentra de nuevo , luciendo trémula
y ornada en riquísimos colores ; asi
ve Herman la imágen de la doncella
pasando prestamente á su vista , y si
guiendo la senda de su morada. Mas
luego cesando el sueño que le asom
braba , lleva sus lentos pasos hacia la
aldea ; vuelve de nuevo á su admira
cion , y le parece que viene a su en
cuentro la imágen hermosa; considéra
la mas atentamente, y no es una som
bra engañadora , sino la doncella mis
ma , llevando en sus manos por las
asas dos cántaros desiguales , y apre
surándose por llegar con ellos i la
fuente. Va alegre hacia ella , y ani
mado con su vista , mientras Dorotea
se muestra tambien admirada : Jó.
131
ven activa , la dice , vuelvo á hallar
te , como hace poco , ocupada en dar
alivio á los males agenos , y en socor
rer los dolores de los hombres : mas
di , ¿ por que vienes sola á este ma
nantial lejano , mientras tus compa
ñeros acuden contentos á las fuentes
de la aldea ? Es verdad , estas aguas
tienen particulares virtudes, y son su
mamente agradables ; y tú querrás sin
duda llevar de ellas á aquella muger
enferma que salvaste con tanto cui
dado .97
"
La hermosa criatura saluda gra
ciosamente al mancebo , y le respon
de : „El trabajo de venir á este ma
nantial ya está para mí pagado , pues
encuentro en su orilla al hombre ge
neroso que nos ha colinado de dones :
la vista del bienhechor es tan agrada
132
ble como el mismo beneficio . Venid á
ver por vuestros propios ojos á los
que desfrutan de vuestros presentes,
y á recibir las gracias de los pacíficos
corazones vueltos por vos á la vida.
Mas debo deciros antes , por qué cau
sa vengo sola á buscar agua en este
inanantial cristalino é inagotable. Al
llegar á nuestra aldea , algunos im
prudentes enturbiaron todas las aguas
haciendo pasar los caballos y los bue
yes por el conducto que las traia ; el
ansia de lavar los lienzos y los uten
silios ha hecho ensuciar igualmente
los pozos y los estanques ; cada cual
piensa en sí solo , y absortos todos en
la necesidad presente, la remedian lle
nos de ardor , y apartan de su pensa
miento la necesidad venidera. "
Diciendo estas palabras , baja los
133
anchos escalones acompañada de Her
man , y van juntos á sentarse en la
pared del manantial : inclínase Doro
tea á llenar un cántaro , y él toman
do el otro , se inclina hácia aquellas
mismas aguas ; qubos ven ondear en
ellas sus imágenes sobre un cielo azu
lado ; háblanse moviendo levemente
sus cabezas se saludan enterneci
>

dos en aquel espejo. » Quiero beber


de esta agua," dice al instante el
ven satisfecho , y ella le presenta su
cántaro ; y permanecen asi sentados
con sencilla confianza, apoyados sobre
los vasos . Mas ella dice á su amigo:
„Habla , ¿ como te encuentro en este
parage sin tu carro y tus caballos,
tan lejos del sitio donde te vi prime
ro ? ¿ Por que , jóven , por que vinis
tes aqui ? "
134
Herman pensativo bajaba los ojos,
y luego alzando hácia Dorotea una mi
rada apacible , los fija con cariño en
las luces de su amada , y siente tran
quilizarse la agitacion de su pecho.
Mas con todo no osaria wanifestarla
su amor , porque las miradas de la
doncella solamente expresaban pene
tracion y virtud , y mandaban una res
puesta dictada por la razon . Resuél.
vese al punto , y la dice con suave
confianza : „ Escúchame , hija mia, res
ponderé á tu pregunta. Tú causas mi
venida, por que he de ocultarlo ? Un
padre y una madre que amo tierna
mente piensan en mi ventura ; yo, su
único hijo , les ayudo zelosa у fiel
mente á gobernar nuestra hacienda y
nuestra casa ; cada cual tenemos se
ñaladas nuestras labores , y son nu
135
merosas : yo cuido del cultivo de to
dos nuestros campos , mi padre es el
vigilante administrador de la casa , y
mi madre infatigable observa y ani
ma el órden doméstico . Pero la expe
riencia te habrá sin duda mostrado
cuanto atormentan los criados , ya por
descuido , ya por maldad , á una ama
de casa , precisándola a mudar con
frecuencia, y á trocar sus defectos por
otros . Mi madre ha mucho tiempo de
sea tener quien la alivie , no solamen
te ayudándola en sus trabajos , sino
haciéndolo por cariño , y ocupando el
lugar de su amada hija, que ¡ ay ! mu
rió en la fior de su edad . Tú te mos
traste hoy ante mi carro ; te vi ocu
parte con tanto placer en generosos
cuidados ; vi que la salud y el vigor
hacian en ti resaltar la hermosura de
136
la juventud ; escuché hablar la razon
en tus labios , y corrí embelesado á
ponderar á mi padre , á mi madre , y
á todos nuestros amigos el mérito de
la extrangera. Al fin , jóven , te diré
lo que ellos conmigo desean.... Mas
perdona la turbacion de mis voces.”
No temais acabar , respondió Do
rotea : en vez de agraviarme,me mues
tro reconocida ; habladme francamen
te , y no me creais asombrar. Quereis
asalariarme por criada cerca de vues
tros padres para que conserve el ar
reglo de vuestra casa , y pensais en
contrar en mí una muchacha de un
carácter suave, juiciosa y activa. Vues
tra proposicion fue muy breve, y tam
bien mi respuesta ha de serlo. Sí, des .
de ahora os acompaño , y creo seguir
de esta suerte mi destino : aqui cum
137
pli mi deber ; entregué la enferma á
sus gentes , que se felicitan de verla
á salvo ; la mayor parte de ellos ya se
han reunido , y no tardarán los de
mas : todos se lisonjean de volver pres
to á su patria , y de esta manera se
complace en hacerse ilusion el infe
liz desterrado : mas ;ay ! yo en estos
dias desgraciados , que nos hacen te
mer en pos de ellos mayores calami
dades , no puedo lisonjearme con tan
leves esperanzas. Rompiéronse los la
zos del mundo : ¿ quien volverá á a
tarlos? Solo la necesidad , traida por el
exceso de las desgracias que nos pre
sagian las que estamos mirando hoy.
Si puedo mantenerme sirviendo al la
do de vuestra virtuosa madre , en la
casa de vuestro padre , digno de ve
neracion , lo haré con placer ; porque
138
siempre es may incierto el buen nom
bre de una doncella vagante. Sí , os
seguiré luego que vuelva estos cánta
ros á mis amigos, y haya recibido sus
bendiciones : venid , deseo los veais,
y que ellos mismos me entreguen á
yuestras manos .

El jóven , lleno de gozo al verla


tan dispuesta á seguirle , duda si en
este momento debe decirla el verda
dero intento que le trajo ; mas al fin
determina no sacarla de su engaño , y
se juzga dichoso de poder llevarla á
su casa , donde la quiere pedir su co
razon y su niano. Por otra parte ; ó
perplexidad ! advirtió en su dedo un
anillo de oro, y por esto no quiso in
terrumpirla , y oyó con tanta aten
cion todas las palabras de la doncella.
Vamos, dijo ella , vamos ; no sue
139
le pensarse bien de las muchachas
que se detienen mucho en las fuen .
tes ; mas ; es tanto gusto hablar cer
ca de un manantial bullicioso ! Ál
zanse , se vuelven , y mirando por la
postrera vez el manantial , sienten un
suave pesar .
Toma la jóven en silencio sus cán
taros , y sube los anchos escalones , a
compañada de su apasionado, que quie
re ayudarla llevando uno; mas no , dice
ella, teniendo un peso en cada mano,
el equilibrio le hace mas ligero , ni
tampoco debe servirme el que ya me
va á mandar . No me nireis tan se
vero , como compadeciendo mi fortu
na ; es fuerza que una muger se en
tregue muy pronto á los cuidados do
mésticos , que es su destino cumplir,
y solo asi puede hacerse digna de lle
140
gar un dia al poder que egerce un a
ma en su casa . La doncella cuidadosa
en servir á su padre , á su madre , á
su hermano , va , viene , prepara y ar
regla cuanto desean ; esta es su vida,
y se juzga dichosa si está acostum
brada á no hallar camino alguno es
cabroso , á no distinguir las horas del
dia ó la noche , á no creer demasia
do molesto ningun trabajo , ninguna
aguja harto fina ; y en fin , á olvidar
se á sí misma, y vivir para los de
mas . Todas estas virtudes domésticas
serán necesarias , si llega á ser ma
dre , cuando un niño la despierte pi
diendo el sustento a su madre debi
litada , y cuando los cuidados se jun
ten en ella con los dolores : las fuer
zas de veinte hombres no bastarian á
tantas fatigas ; no son propias de ellos,
141
mas deben mirarlas con ojos de gra
titud .
Hablando de esta suerte pasa el
jardin , y llega con su fiel compañero
hasta la quinta donde descansa la en
ferma, que dejó contenta , rodeada de
sus hijas, aquellas jóvenes que liber
tó de la violencia , y presentaban la
deliciosa imágen del candor. Entran ,
y por otro lado se adelanta tambien
el juez, llevando un niño de cada ma
no ; habíanse perdido , y el anciano
los acababa de hallar en el tumultuo
so tropel . Saltan alegres al cuello de
su madre querida , la abrazan , y se
complacen en ver á su nuevo herma
no, que aun no conocian ; corren lue
go hácia Dorotea , la saludan con tier
nos cariños , pidiéndola pan y frutas,
y antes de todo beber. Ella ofrece á
1.2
142
todos el agua que acababa de traer ;
beben los niños , bebe la enferma , y
sus hijas , y el juez ; todos ponderan
el agua ; tenia una punta de ácido , y
era una bebida restaurante y salu
tífera .
Mas toma la joven un aire serio,
y les dice : amigos mios , esta es ya
la última vez que he llevado á vues
tros labios el vaso , haciéndoos probar
el agua de una fuente ; cuando os re
anime algun dia , en medio del ar
diente estio , una agradable bebida;
cuando goceis á la sombra del descan
so y de la frescura de un manantial
cristalino ; pensad en mí , no olvideis
los cuidados que mas el cariño que el
parentesco me ha hecho tener con vo
sotros : yo , mientras dure mi vida,
tendré presente con reconocimiento
143
vuestro favor : os dejo con mucha pe
na ; pero en este tiempo cada cual sir
ve á los otros mas de carga que de
consuelo ; y si no nos es ya dado vol
ver hácia nuestra patria , fuerza será
nos dispersemos en los paises extraños.
Mirad el jóven nuestro bienhechor, á
quien debemos los lienzos de ese niño,
y los alimentos que nos parecieron en
viados del cielo para sustentar nues
tros dias ; viene á proponerme que
vaya a su casa á servir en ella á sus
padres , virtuosos y opulentos ; con
siento en hacerlo, porque donde quiera
debe ocuparse una joven en los cuida
dos domésticos , y seria para ella una
pena vivir en la indolencia , y ser
servida. Sigo , pues , gustosa sus pa
sos ; parece un joven juicioso , y es
toy segura que tambien lo serán sus
144
padres , y asi darán un valor verda
dero á su riqueza . Dulce amiga , vi
vid dichosa , y sea vuestras delicias
ese amable niño, cuyas miradas vuel
tas hácia vos , estan ya anunciando el
vigor y la salud ; y cuando con sus
lienzos colorados le estrecheis en vues
tro seno , jab ! pensad en el noble
mancebo á quien los debemos , y á
quien en adelante voy yo á deber el
sustento y el vestido , yo que soy
vuestra parienta y vuestra tierna ami
ga . Y vos , hombre excelente , siguió
volviéndose al juez , recibid mis gra
cias , vos que en tantas ocasiones fuis
teis para mí como un padre.
Entonces arrodillándose ante la en
ferma , que tenia una alma sensible,
abraza á esta muger deshecha en llan
to , y pudiendo apenas pronunciar bal
145
buciente su bendicion . Tú , entre tan
to, juez venerable , diriges á Herman
estas voces : amigo , debeis ser conta
do entre aquellos hombres juiciosos
que buscan personas dignas de apre
cio para gobernar sus casas : lo vi mu
chas veces , cuando se trata de tomar
por compra ó por cambio , bueyes , ca
ballos ú ovejas, se examinan con aten
cion ; pero el acaso decide , ó Jejamos
á la fortuna , la eleccion de un hom
bre que traemos á nuestra casa ; á él
se confia , y si es hábil y bueno la
sostiene ; mas si es todo lo contrario ,
nos conduce á la ruina : luego nos ar
repentimos , harto tarde , de tan cie
ga decision . Vos , jóven , no obrais
asi ; escogeis para servir á vuestros
padres y á vos una criatura excelente ;
tened , pues , con ella , justas atencio
146
nes ; y mientras gobierne vuestra casa
hallareis una hermana , y vuestros pa
dres una hija .
Llega entre tanto un tropel de
próximos parientes de la enferma, tra
yendo varios auxilios , y la avisan que
la preparan una morada mas cómoda:
saben la resolucion de la hermosa Do
rotea ; desean venturas á Herman , y
vuelven hácia él sus miradas que ex
plican sus pensamientos. Vuelan estas
palabras de boca en boca al oido mas
cercano : si su señor llega á ser su es
poso , ya logró su colocacion .
Herman tomándola de la mano:
vamos , la dice , ya cae el dia , y no
está muy próxima nuestra ciudad : en
tonces las nugeres , hablando precipi
tadas, todas á un tiempo abrazan á Do
rotea . Llévala Herman , y ella aun las
147
encarga afectos á sus amigos ; y los
niños sin consuelo , precipitándose á
sus vestidos con clamores extremados,
1

y un torrente de lágrimas , quieren


detener á su segunda mamá. Muchas
mugeres procuran acallarlos : ;silen
cio , niños! les dicen . Va al pueblo
solo á comprar los excelentes confites
que ha encargado vuestro hermano,
cuando al traerle la cigüeña, pasó por
la casa del confitero ; pero presto vol
verá vuestra amiga con cucuruchos
lindamente dorados ( 1 ). Oyendo esto,
dejan su ropa los niños , y Herman
robándola con trabajo por medio de

(1 ) Entre algunas clases del pueblo


en Alemania , es costumbre contar a los
niños que al recien nacido lo trajo la ci
güeña.
148
repetidos abrazos , y movimientos de
los pañuelos , la lleva largo tiempo an
compañada de estos sensibles adioses .

CANTO OCTAVO .

Herman y Dorotea.

hácia

estaba en el fin de su curso, y


el sol que
envuelto en lóbregas nubes anuncian
do una próxima tormenta : sus ardien
tes miradas centelleaban tal vez por en
tre aquel velo , y lanzaban a los campos
largos rayos de espantosa luz. ¡ Ojalá,
dijo Herman , la tormenta cercana no
nos envie granizo , y torrentes de llu
via ! porque hasta ahora todo promete
149
una abundante cosecha . Miran gozosos
las largas cañas del trigo , agitadas
del viento , y casi igualando su alta
estatura , cuando atraviesan los cam
pos . Hombre bueno , dijo la doncella
al amigo que la lleva , vos , á quien
muy presto deberé mas suave suerte
al abrigo de un seguro techo , mien
tras tantos fugitivos vagan expuestos
á la próxima borrasca , dadme bien á
conocer , antes de nuestra llegada , á
vuestro padre y á vuestra madre , á
quienes mi alma desea servir con zelo;
porque siempre es menos difícil com
placer á un amo conociendo ya su ge
nio , y sabiendo los cuidados que juz
ga mas importantes , y en que mas
muestra su voluntad . Decidme , pues,
con que medios podré yo ganar su
afecto .
13
150
0 cuanto apruebo , responde el
juicioso jóven , doncella prudente y
perfecta , ese deseo de instruirte de
antemano del genio de mis padres !
Si yo no hubiera tenido este mis
mo cuidado, inútilmente hubiera pro
curado servir á mi padre á su gus
to , encargándome de velar de noche
у de dia en el cultivo de sus campos
y sus viñas , cual si fuesen mias pro
pias. Costóme poco trabajo el compla
cer á mi madre , porque hizo justicia
á mi zelo ; y asi tú tambien serás á
sus ojos la criatura mas excelente , con
tal que cuides su casa como si fuese
la tuya ; mas no es asi mi padre ; gus
ta que aun á las acciones se junten
cierta ; apariencias que le agradan . No
me juzgues , hermosa extrangera , no
me juzgues mal hijo porque tan pres
151
to te muestro su debilidad ; te juro,
sí , te juro es esta la vez primera que
tal declaracion salió de mis labios,
nunca abiertos para hablar indiscre
tamente ; pero tú ine inspiras tanta
confianza, que no temo ya abrirte mi
corazon. Mi buen padre se coinplace
en ciertos adornos en el trato de la
vida ; exige muestras exteriores de ca
riño y de respeto ; y asi cualquier per
verso criado , sabiendo lisonjear esta
inclinacion , quizá conseguiria ganar
su afecto, mientras el mejor, carecien
do de igual complacencia , seria tal
vez al fin objeto de su aversion .
Espero firmemente , responde Do
rotea , contentar á ambos ; y entre tan
to iba doblando el paso con ligereza
por la senda que se iba obscurecien
do. El carácter de tu madre es inuy
152
semejante al mio ; desde mi niñez co
nocí las niodales agradables ; y como
en otro tiempo los franceses , nuestros
vecinos, apreciaban tanto la civilidad,
era comun á nobles y plebeyos , y aun
á los moradores de las cabañas ; todos
se la enseñaban á sus hijos ; tambien
entre nuestros germanos venian por
la mañana los niños á dar los buenos
dias á sus padres , besándoles la ma
no , y haciéndoles su cortesía ; tam
bien todo el resto del dia eran políti
cos y decentes. Cuanto debo desde mi
infancia á una educacion cuidadosa , y
á una feliz costumbre... cuanto mi co
razon sepa inspirarme.... quiero de hoy
mas consagrarlo á ese anciano respeta
ble. Pero ¿ quien podrá decirme lo que
aun ignoro ? ¿ quien me dirá como de
ho portarme contigo mismo, contigo,
153
su hijo único , y ya en adelante mi
superior ?
Hablando de esta manera llegaron
junto al peral : la luna , en toda su
redondez , derramaba desde la celeste
bóveda sus magestuosos rayos : era
la noche , y ya cubria su opaco velo
la luz postrera del sol ; á la vista de
los jóvenes se esparcian tocándose en
grandes masas , las nocturnas sombras, .
y una luz clara comola del mismo dia .
Escucha con gusto Herman esta afec
tuosa pregunta , debajo del árbol her
moso que le presta su sombra , y en
el mismo sitio que tanto le agrada,
y donde hoy derramó tantas lágrimas
por su amable desterrada : en tanto
que ambos se sientan , para descansar
un momento , el joven lleno de pasion ,
y tomando la mano de la doncella:
154
dígalo tu corazon , la responde , y si
gue libremente su consejo. Mas no se
atreve á arriesgar otra palabra , aun
que es tan á propósito la hora ; teme
merecer un no ; y ¡ ay ! toca su mano
el anillo de Dorotea , aquel que ya
antes tuvo por anuncio fatal. Estaban
en silencio sentados , cuando la donce
lla exclama : ; cuan suave placer me da
el resplandor hermoso de la luna, igual
á la luz del dia ! Distingo en el pue
blo las casas , los patios , y hasta aque
lla ventana , cuyos vidrios me parece
puedo contar.
Esa casa , la dice el jóven conte
nido por esta respuesta , es la de mis
padres , donde voy á llevarte , y esa
ventana cubierta de un techo , es la
de mi aposento , y acaso presto lo será
tuyo , porque repartirémos de otra
155
manera nuestra habitacion . Nuestros
son esos campos , y esos trigos que han
crecido en ellos para caer mañana al
golpe de la hoz ; en este sitio , á la
sombra deliciosa de este peral vendré
mos á buscar descanso , y á tomar
nuestra comida .... Pero vamos bajando
de la viña , y pasemos por el jardin;
mira la horrorosa tormenta que se a
cerca lanzando relámpagos , y obscu
recerá muy presto la amable luz de
la luna llena . Alzanse , y encaminan
sus pasos por el campo entre las ri
cas espigas ; y complaciéndose am
bos en la claridad nocturna , llegan
á la viña , y comienzan a caminar ya
sin luz.
Herman la lleva a las piedras a
montonadas é informes , que son las
gradas del cenador ; baja ella lenta
156
mente con las manos apoyadas sobre
el hombro de su guia ; la luna , con
resplandor desmayado, vacilaba entre
las hojas , y al fin lanzando su pos
trera mirada , se ve envuelta en opa
cas nubes , y deja á los dos en medio
de las tinieblas. Herman , lleno de
vigor , atiende con cuidado á soste
ner la doncella que se inclina sobre el
por caminar mas segura ; pero como
ignora estas sendas , ni sabe de aque
llas piedras desiguales , fáltala el pie,
siente un dolor ligero , y está próxi
ma á caer ; mas al punto , volviendo
hacia ella , tiende el diestro jóven el
brazo , y sostiene á su adorada ; incli
nase ella blandamente sobre su hom
bro , y tócanse sus senos y sus rostros .
Inmóvil como el mismo mármol , y
contenido por el
precepto severo de su
157
voluntad , no la estrecha mas fuerte
mente el jóven en su pecho , ni hace
mas que sostenerla ; siente un placer
sin igual en aquel preciso peso ; siente
el palpitar ardiente del corazon de su
amada ; recoge embelesado el suave
aliento que ella derrama en sus labios,
y lleva como hombre sensible la her
mosa , adorno de su sexo , por su bel.
dad y sus deliciosas formas.
Mal anuncio , dijo Dorotea riendo
por ocultar su dolor, segun el parecer
de graves sugetos , cuando al llegar á
una casa , falta el pie cerca del um
bral. ¡ Ah ! ¿ por que no recibo mejor
agüero? Parémonos un instante : ¿ que
te dirian tus padres si viesen les lle
vabas' una criada inútil ? Te juzgarian
sin duda amo poco inteligente.
158

CANTO NONO.

La dichosa perspectiva.

0 musas , tan propias al tierno a


mor , vosotras que guiando en su ca
mino al excelente jóven , estrechasteis
en su pecho el de su hermosa amada,
antes de ofrecerla el don de su mano,
venid á nuestro socorro , formad la
union de este par amable , y disipad
prontamente las nubes que se levan
tan á turbar su felicidad ; mas decid
nos primero , ó musas , lo que sucede
en este momento en la morada pa
terna !
La madre , ya toda llena de impa
ciencia у recelos , vuelve tercera vez
al salon donde estan hablando el pa
159
tron y sus dos amigos , y de donde
apenas hacia un instante acababa de
salir : háblales de la próxima tormen
ta , del obscurecimiento súbito de la
luna , de la larga ausencia de Her
man , y de los riesgos á que la noche
le expone : se queja de sus amigos por
haber dejado tan presto al joven , sin
haberse llegado á la extrangera , y sin
haberla propuesto el deseado himeneo..
No vengas á aumentar el mal,
dijo el padre descontento , pues nos
ves tarnbien llenos de impaciencia,
aguardando su llegada.
Pero el vecino sentado tranquila
mente comienza a decir entonces : en
estas horas de turbacion reconozco
siempre cuanto debo á mi buen padre,
por haber en mi niñez arrancado de
mi alma todas las raices de la impa
160
ciencia , sin dejar siquiera un hilo ; y
asi desde aquel tiempo se esperar me
jor que ningun sahio. Decidnos , le
contestó el eclesiástico , el maravillo
so secreto con que logró tan feliz in
tento. Lo haré con gusto , respondió el
vecino , y todos pueden sacar de él
provecho. Siendo niño tuve una vez
movimientos de impaciencia , esperan
do con suma ansia el coche para lle
varnos á la fuente de los tilos ; no ve
nia , y yo entre tanto corriendo de un
lado á otro , como una comadreja , su
bia y bajaba las escaleras , saltaba de
la ventana á la puerta , me picaba la
sangre en los dedos , rascaba las me
sas , daba con los pies por toda la sa
la , y ya iba casi á llorar. Todo lo es
taba observando mi padre , lleno de
flema, y como al fin vió llegar al col
161
mo mi extravagancia , me asió por el
brazo pacíficamente , y llevándoine á
la ventana , me dijo estas notables vo
ces : 99;Ves, enfrente de nosotros, el ta
ller de aquel carpintero ? hoy está cer
rado , y mañana estará abierto ; alli se
ven siempre en movimiento los cepillos
y las sierras, y todas las horas del dia
se pasan en el trabajo ; mas atiende
ahora. Llegará una mañana en que el
maestro y todos sus oficiales empleen
su industria en hacerte un negro fé
retro ; bien presto saldrá de sus ma
nos, y traerán aqui presurosos esa ha
bitacion de tabla , que al fin encierra
del mismo modo al paciente y al im
paciente , y que pronto cerrará su cón
cavo techo.” Presentóme al momento
mi fantasía , como si estuviese vién
dolo , las tablas unidas , el negro color
162
preparado , y sentándome tranquila
niente esperé con paciencia el carrua
ge. Desde entonces , cuando otros , a
bandonados á un esperar incierto , cor
ren como frenéticos a todas partes , yo
me acuerdo , sin querer , del negro
ataud .
La idea aterradora de la muerte ,
dijo sonriendo el párroco , no se pre
senta jamas al sabio como un objeto
espantoso , ni al hombre pio como su
postrero fin : obliga al primero á re
troceder hácia la vida , enseñándole á
usar de ella bien ; y al otro le sirve
de apoyo en sus aflicciones , presen
tándole la esperanza de su venidera
la
ventura ; para uno y para otro ,
muerte se trueca en vida . Hizo , pues,
mal ese padre en ofrecer la muerte no
mas en la muerte , á su tierno hijo;
163
debe ofrecerse á la juventud un cua
dro de inmenso precio ; el de una edad
madura en el egercicio de las virtu
des , y al anciano debe mostrársele el
cuadro de la juventud , á fin que am
bos se agraden en ver el vínculo in
acabable de nuestros dias , y asi ter
mine la vida en la actividad de la
vida .
Mas ábrese la puerta , y aparecen
los dos interesantes jóvenes ; los ami
gos y los tiernos padres , sorprendidos
al ver el semblante de la doncella , se
embelesan considerando su hermoso
rostro , y sus ricas formas, y la hallan
todos perfecta para aquel jóven ; sí , la
puerta parece harto baja para darles
paso, cuando ambos ponen la planta en
su umbral . Herman la presenta a su
padre y su madre , y les dice con ra
164
pidez estas cortas voces : ya , al fin ,
os traigo una joven cual pudierais de
searla ; querido padre , recibidla be
nignamente; es digna de vuestro apre
cio ; y vos , madre mia , examinadla
ahora mismo en todo lo concerniente
al gobierno interior de una casa , y
vereis como inerece vuestra compañía,
y ocupar el lugar de mi amada her
mana. Apresurándose luego á llamar
á un lado al párroco : hombre exce
lente , le dice , auxiliadme prontamen
te , y desatad este enlace , cuyo mo
mento me hace temblar ; porque no
me ha seguido esta doncella como es
posa mia, si no que piensa entrar como
criada en mi casa ; temo que huya con
enojo si la hablo de himneneo ; mas de
cídase todo al instante ; no debe du
rar mas su error , ni yo permanecer
165
en duda ; apresuraos , y dadme una
nueva prueba de esa sabiduría que
honramos en vos.
Vuelve al momento el párroco á
los demas asistentes ; mas ¡ ay ! ya hi
rieron el corazon de la sensible don
cclla las palabras del padre pronun
ciadas con un tono burlador , aunque
con intencion sana . 9 Estoy contento,
hija mia ; me complazco de no ver en
mi Herman peor gusto que en su padre,
cuando siendo jóven sacaba á bailar
siempre la mas linda , y al fin buscó
la mas hermosa de todas para traerla
á casa como esposa ; era esta madre
cita . Luego se conoce en la esposa si
es discreto quien la escoge , y sabe
apreciarse á sí mismo. No es cierto
que tú tampoco estuvistes muy du
dosa ? En efecto , no me parece tan
14
166
desagradable el seguir á Herman .
Apenas escuchó este algunas de sus
palabras , y no obstante siente ya en
su pecho un temblor universal; y to
dos los asistentes guardan profundo
silencio.
Mas la admirable doncella , heri
da hasta el corazon de una burla que
juzga insultadora , permanece inmó
vil , y en su rostro y en su cuello se
va derramando un repentino rubur;
contiénese sin embargo , junta sus
fuerzas, y luego contesta al anciano,
sin encubrir todo su pesar : jah ! vues
tro hijo ciertamente no me trajo pre
parada al recibimiento que me haceis
cuando me habló de su padre , de a
quel ciudadano excelente : sé sois nn
hombre discreto , incapaz de querer
ofender á nadie ; pero no mostrais a
167
quella piedad que mereceria la pobre
doncella llegada hace росо á vuestros
umbrales , y dispuesta á serviros; por
que si no fuese asi , jamas me hicie
rais conocer , con una amarga ironía ,
la distancia de mi fortuna á la vues
tra y la de vuestro hijo. Entro infelice
sin duda , y con humilde equipage,
en una casa llena de todo ; la abun
dancia da contento á sus habitadores
dichosos ; me conozco bien , y tampo
co ignoro como me toca trataros ; ¿pe
ro es propio de una alma compasiva
recibirine apenas llego, con una bur
la que debiera arrojarme lejos del um
bral, que casi aun no he tocado ?
Herman , lleno de congoja , se a
gitaba , suplicando por señas al ecle
siástico mediase en aquel debate , pa
ra disipar en un instante el error : a
168

cércase el varon prudente , advierte


el pesar tranquilo de Dorotea , va co
mo domina su sensibilidad, y contie
ne sus lágrimas próximas á caer ya de
sus párpados ; y movido de un pronto
impulso de su talento , se determina
á hacer durar un momento el engaño
en lugar de disiparle , para examinar
bien los movimientos de la doncella,
mientras la agita el dolor. ; Doncella
extrangera , la dice con esta inten
cion , tú te has determinado harto a
tropelladamente a servir en tierra ex
traña , si antes no has mirado bien á
lo que habias de sujetarte entrando en
casa de tus señores , porque del dar
la mano depende la suerte de todo el
año , y un sí no mas , precisa á mu
cha resignacion. No son las mayores
penas del que ha de servir , las can
169
sadas corridas , ni el sudor amargo ,
causado por un trabajo siempre ur
gente , y siempre nuevo ; porque en
estas faenas toma alguna parte un amo
cuidadoso ; mas sufrir su injusto eno
jo cuando riñe sin motivo , ó á cada
momento da una órden contraria, sin
poderse entender á sí mismo ; llevar
pacientemente los arrebatos de una
señora que al menor motivo se infla
ma , y el bullicio y los caprichos de
los niños de la casa : estas son las ma
yores molestias ; pero es preciso pa
sarlas sin abandonar el trabajo , y sin
murmullo ni enfado. Tú no me pare
ces propia para semejante estado, pues
una chanza dc este buen padre hie
re tan profundamente tu alma , sien
do cosa tan comun divertirse con cual
quier doncella , sospechando haya ce
170
dido su corazon á las gracias de un
amable jóven .
Sentida de estas últimas voces, que
logran completamente su objeto , se
conmueve mas Dorotea , y no puede
contenerse ; manifiesta sus sentimien
tos con energía , hinchase su pecho, y
dando paso á un suspiro, y derraman
do al punto encendidas lágrimas : ; ó,
dice la doncella , cuan poco conoce el
hombre discreto que quiere aconsejar
á un afligido, cuan vano es el poder
de una voz belada para libertar á su
corazon del peso de los dolores con
que el cielo quiso cargarle ! Sois di
chosos vosotros , y vivis en la alegría;
¿ como pudiera una chanza ofenderos ?
mas ¡ ay ! el enfermo siente con dolor
la mano mas ligera en llegando á to
car su herida. Sí , aun cuando mi co
171
razon fuese capaz de fingir, seria in
útil mi fingimiento : decidámonos al
2 punto ; la dilacion solo serviria de a
,
crecentar mis pesares, haciéndolos mas
profundos , y sumiéndome quizás en
un secreto dolor que consuma mi vi
da poco a poco ; dejadme partir , ya
no puedo estar mas en esta casa , y
deseo salir de ella para ir a buscar
mis pobres parientes que dejé sumer
gidos en la desgracia , y pensando ú
nicamente en hacerme dichosa . Esta
es ya mi resolucion , y ahora puedo
confesaros un sentimiento , que se
hubiera ocultado en mi pecho largos
años, si hubiese permanecido en vues
tra compañía. ¡Ah! ini corazon ha sen
tido profundamente la chanza de ese
buen padre ; no porque tenga yo una
altivez y una sensibilidad poco pro
172
pias del estado que pretendia abrazar;
mas es cierto he sentido inclinarse mi
alma á ese jóven que vino á mostrarse
á mis ojos como un libertador. Cuan
do se apartó de mí , y cuando seguí
mi cainino , le llevaba presente en mi
idea ; y pensaba cual seria la dichosa
criatura , á quien ya hubiese dado su
fe , y cuya imágen amada llevase im
presa en su corazon ; y cuando le vol
ví á ver cerca del manantial , me pa
reció se descubria á mis ojos satisfe
chos alguno de los inmortales. ¡ Se
guíle con tanto placer cuando quiso
persuadirme que os viniese á servir !
Quiero tambien confesarlo ; durante
el camino sentí en mi alma la dulce
esperanza de merecer quizá un dia su
mano , en premio de mis afanes por
contribuir á haceros dichosos: mas a
173
hora ya solo descubro los riesgos á
que me exponia viviendo próxima al
hombre á quien me inclinaba en se
creto ; y advierto la inmensa distan
cia de una doncella sin bienes , á un
jóven opulento , aunque ella fuese la
mas digna del sexo por sus prendas.
Os hago esta confesion, porque conoz
cais al fin el alma que habeis herido,
у la causa que me determina á ale
jarme de esta casa ; á no ser por ella,
mi suerte seria ocultar inis pacíficos
deseos , y verle conducir bien presto
á mis ojos su jóven esposa : mas į co
mo pudiera yo entonces sufrir en si .
lencio las penas de mi corazon ? iFe
liz aviso ! al menos mi secreto salió
de mi pecho , cuando aun se puede
remediar el mal ; revélese , pues , to
do ; nada debe detenerme mas aqui ,
15
174
donde me encuentro confundida , agi
tada ; donde he manifestado sencilla
mente mis sentimientos, y mi esperan
za insensata : no, no detendrá mis pa
sos la noche que se cubre á lo lejos de
nubes acumuladas , ni el estruendoso
trueno que resuena en mi oido, ni los
torrentes. que se precipitan violenta
mente del cielo á los campos , ni el
silbido espantoso de los vientos. Sos
tuve ya todos esos riesgos en nuestra
infelice huida , y próxima al enemigo
que seguia nuestros pasos : voy otra
vez á exponerme á cuanto puede su
ceder en la tierra ; ya hace tiempo
me he acostumbrado á vagar llena de
susto, y continuamente arrastrada del
torbellino del tiempo en que esta
mos , y separada de todo ; vivid vo
sotros felices ; no me detengo un mo
175
mento mas ; tomé ya mi resolucion .
Pronunciando estas palabras , se
retiraba presurosa , y se dirigia hácia
la puerta , llevando aun su humilde
equipaje ; cuando la madre, rodeando
con sus brazos á la doncella , y que
riendo detenerla ; di, ¿ que significan ,
exclama asombrada , todas esas vanas
razones , y ese llanto sin motivo ? No,
no saldrás de mi casa ; tú eres la tier
na esposa de mi hijo.
El padre descontento miraba á Do
rotea llorosa , y la dice con enfado:
¡ asi , en pago de toda mi complacen
cia , me ha de suceder al fin hoy lo
que mas me desagrada ! porque no
hay cosa para mí mas incómoda, que
los llantos de las mugeres , y los cla
inores con que hacen ininteligible lo
que un poco de razon pudiera aclarar
176
al momento. No quiero mas ser tes
tigo de esta ridícula escena ; termi
nadla vosotros mismos ; yo me reti
to á acostarme .
Volviéndose al mismo tiempo que
ria ir al aposento donde estaba su le
cho nupcial , y donde el sueño le ha
cia gozar del descanso ; mas su hijo
le detiene , y en voz suplicante le
dice : padre mio , no os apresureis , ni
llegueis á irritaros tal vez contra esa
amable doncella ; pues yo solo debo
ser culpado en este error , que ha au
mentado , engañando mi esperanza ,
este amigo con su ficcion . Hablad ,
hombre apreciable , vos , á quien con
fié mis intereses , y en lugar de au
mentar nuestros pesares , aclarad to
do este misterio , porque mi respeto
hácia vos se disminuiria sin duda , si
177
los dolores agenos fuesen á vuestros
ojos motivo de una maligna alegría,
en vez de moveros á egercitar vues.
tra profunda prudencia .
¿ Y que prudencia, dijo el párroco
sonriéndose , habria conseguido mejor
descubrir en el corazon de esta pre
ciosa doncella el amable secreto que
hemos oido , y mostrarnos al misgio
tiempo la excelencia de su carácter ?
¿ No se convirtió al punto tu triste
za en placer , y en embeleso ? Hábla
la tú mismo ; ¿ para que quieres que
otro tranquilice su alma ?
Herman , llegándose entonces à la
hermosa Dorotea : No sientas, la di
ce tiernamente , ese , dolor y ese llan
to pasageros , que confirman mi ven
tura , y , lo espero , la tuya tambien .
No , no fui yo á la fuente para per
178
suadir á la amable extrangera , á la
mas preciosa doncella , que viniese á
ser mi criada ; fui solo para lograr tu
corazon y tu inano . Mas ¡ ay ! mis ojos
intiinidados no vieron la inclinacion
de tu alma , y cuando me saludastes
en el tranquilo espejo de la fuente,
solo advertí amistad en tus miradas.
Traerte á mi misma casa , era ya la
mitad de mi fortuna ; hazla comple
ta , y que pueda bendecir este instan
te eternamente ."
Alza ella en tanto hacia el jóven
sus hermosos ojos , llenos de la mas
dulce 'emocion , y no se niega á aque
llas demostraciones de cariño , colmo
de las delicias para dos amantes , y
prendas de la felicidad de su vida;
felicidad que parece interminable en
tales momentos .
179
El párroco habia instruido á los
demas circunstantes ; mas la doncella
se presenta con gracia al padre , in
clínase suavemente , y penetrada de
respeto y cariño , y besando la mano
que él retiraba : hágaos perdonar , le
dice , la justicia , a la que turbó un
engaño ; sus lágrinias de pesar , séan
lo ya de alegría : sí , perdonadnic la
sensibilidad á que me he entregado;
perdonadme la que ahora muestro,
y dadme tiempo de volver en mi, eu
medio de esta dicha inesperada , que
todos sienten conmigo : ; ah ! este pri
mer disgusto , causado por mi sorpre
sa , sea el último que yo os dé ; la fiel
servidumbre á que se obligó la cria
da , y que el afecto la hubiera hecho
ligera , la desempeñará vuestra hija.
Abrázala al punto el padre , que
180
riendo ocultar sus lágrimas; la ma
dre se acerca con confianza , y la besa
tiernamente ; sus manos unidas se agi
tan manifestando amistad ; y las dos
llenas de llanto , permanecen en si
lencio .
Entonces el prudente párroco con
su acostumbrada bondad toma la ma
no del padre , y le saca , no sin tra
bajo , del dedo el anillo nupcial ; to
ma luego el de la madre , y uniendo
á los jóvenes , dice : i que estos dora
dos anillos sean destinados á formar
un segundo himeneo tan feliz , tan es
trecho como el primero! Herman ama
á Dorotea con todo su corazon ; y ella
confiesa que Herman es el objeto de
sus deseos : júntoos , pues , en este
instante , y os bendigo para el resto
de vuestra vida , por la voluntad de
181
un padre y de una madre amorosos,
y á vista de este amigo de la familia.
El vecino se inclina al punto hacia
ellos , y les felicita por tan dichoso
enlace; mas queriendo poner el párroco
el anillo en el dedo de Dorotea , ad
vierte con asombro el que llevaba , y
que Herman consideró con tanta in
quietud cuando se hallaron junto a la
fuente. ¡ Como! dice chanceando, ¿ son
estas tus segundas nupcias? ¡ Si el pri
mer prometido no se presenta para es
rbar vuestra union .... !
¡ Ah ! permitid , responde la don
cella , que consagre siquiera un mo
mento á esa funesta memoria : meré.
cenlo bien las virtudes de aquel hom
bre que al partir me dió este anillo,
y no torno á sus hogares . Todo lo pre
vía , cuando el deseo de tener parte
182
en grandes revoluciones le arrastró á
Paris , donde halló la prision y la
muerté . Vive feliz , me dijo , yo par
to ; todo se agita en la tierra , todo
parece próximo á romperse ; arruínan
se las profundas basas de los estados
mas firmes ; la herencia abandona ya
á su poseedor antiguo , el amigo deja
al amigo , y aun el amante á su ama.
da . Tambien yo dejo este sitio .... , y
si un dia volviese á verte.... ¿ mas
quien lo podrá saber ? quizá son para
ti estas las postreras palabras de mi
labio.... Sí , dijeron con razon , y hoy
mas que nunca debe decirse ; el hom
bre es en la tierra un extrangero ; su
suelo ya no es nuestro por ningun ti
tulo ; las riquezas son errantes ; el oro
у la plata de las casas y de los tem
plos se funden , y sueltan sus formas
183
antiguas y sagradas ; todo está con
movido , cual si el orbe , que parecia
invariable en su estructura , quisiese
romper sus lazos para sumirse en el
primer caos , y salir otra vez de en
medio de la noche con otra forma di
versa . Guardame tu corazon , y si un
dia nos hallamos sobre las ruinas del
universo , serémos entes regenerados
y libres , y exentos de reveses de la
suerte : porque ¿ como podrá tener la
zos quien haya salvado estos dias? Mas
si no salimos los dos vencedores de es
tas borrascas ; si es esta la vez postre
ra que te estrecho entre mis brazos,
¡ ah ! ten presente ni imágen , y aguar
da con igual semblante la desgracia 6
la fortuna. Si te llamaren acaso otra
patria y otros lazos , recibe agradeci
da los favores que la suerte te desti
184
ne ; ama á los que te den su afecto,
sé reconocida con tu bienhechor ; mas
guie la prudencia tus pasos , y no
quieras exponerte al dolor de otra
nueva pérdida . Séante amables tus
dias ; mas no aprecies la vida inas
que otros bienes ; todos , todos son en- .
gañosos. " Estas fueron sus voces pos
treras , y no volvieron mis ojos á ver
á este jóven esforzado ; perdí luego.
cuanto tenia , y ¡ cuantas veces tuve
presentes aquellas exhortaciones ! Aun
pienso en ellas , en este instante en
que el tierno amor me prepara la ven
tura , y me abre la esperanza la mas
feliz perspectiva. Sí , perdona, precio
so amigo , si aun tiemblo estrechan
do tu brazo ; soy como aquel nave
gante que llegando al suelo mas fir
me , le juzga todavía mal seguro .
185
Dice , y coloca el anillo que aca
ba de recibir junto al otro ; mas Her
man , que tiene un alma tan sensible
como intrépida : Dorotea , dijo , nues
tra union , en este general trastorno,
ha de ser mas firme y durable ; opon 4

gamos unidos nuestro aliento á todos


los infortunios ; pensemos en conser
var una vida que debe sernos ama
ble , y la posesion de los bienes que
han de hacerla mas hermosa . Cuando
el hombre se conmueve en los tiem
pos que todo vaga , extiende los de
sastres ; un alma firme é imperturba
ble , crea un mundo para sí misma.
No , no es digno de los germanos el
propagar esta conmocion espantosa, ni
vacilar cada dia trocando de senti
mientos ; sea nuestra conducta cual
nuestro carácter ; debemos decirlo y

1
186
pensarlo asi . Aun dura la alabanza de
los pueblos generosos que se armaron
en defensa de su patria , de sus leyes,
у de los objetos mas dulces á su amor.
Yo soy tuyo , tú mia , y ya cuanto
poseo , lo aprecio doblemente, y lo amo
mas que nunca ; no, no quiero poseerlo
con turbacion y temor , inas con alien
to y firineza. Si tornan los enemigos á
amenazar este año , ó en un tiempo
mas remoto ven á presentarme mis
armas , ven á vestirme con ellas ; y
convencido de que mi padre , mi ma
dre , y mi tranquila morada , serán en
tanto objeto de tus desvelos , opondré
á todos los riesgos un corazon a geno
de temor. Infláinense todos con igual
deseo , y el poder se alzará contra el
poder , y bien presto vendrá la paz
entre universal alegría.
FIN.
INDICE

CANTO
ANTO PRIMERO. El infortunio
compadecido. pág.
..........
7
Canto SEGUNDO . Herman .......... 27
Canto TERCERO . Los ciudadanos. 51
Canto CUARTO. La madre y el
hijo ... .......... 61

CANTO QUINTO. El cosmopolita ... 84


CANTO SEXTO. El siglo .............. 105
Canto SÉPTIMO . Dorotea............ 129
Canto OCTAVO. Herman у Doro
tea ....... 148
1 CANTO NONO. La dichosa pers
pectiva ..... 158

&
1
LISTA

DE LOS SEÑORES SUSCRIPTORES


Á ESTA COLECCION DE NOVELAS .

VALENCIA .

D. José Sanchez y Perez , presbítero


de la Catedral.
D. Vicente Carbonell y Saval , abo
gado.
D. Pedro Calvo , del comercio .
D. Francisco Andres y Monserrat,
del comercio .
D. José Manuel de Pano y Marco
lini,
D. Juan Muñoz .
D. Filomeno Sanchez.
D. Vicente Marzo.
D , Vicente Romero.
16
190
D. Carlos Gallardo.
D. Carlos Travers.
D. Antonio Gattorno .
Excma. Sra . Doña María Vicenta
Solís , condesa de Fernan - Nu
ñez & c. & c .
D. Antonio Chover.
D. José Mascarós y Gil
D. Manuel Sanchez , ayudante del 2.°
escuadron de Artillería .
Excma. Sra . Doña Lorenza Leizaur
de Elio .
D. Manuel Rodriguez .
Sra.Doña Agustina Martí y Carrasco .
D. I. B.
D. Luis Oliac.
D. Francisco Gomez de la Torre , ca
4
1 pitan .
D. José Croselles .
D. Manuel María Gonzalez , capitan
191
de caballería retirado.
D. Ramon Miralles, comisionadoprin
cipal del Crédito público.
D. José Manuel de Aranalde.
Sra. Doña Cármen Marbeuf, de Ali
cante,
D. J. H. de M. y Ruiz , Alcoy .
D. Francisco Antonio Moreno .
D. José Causa .
Excmo. Sr. D. Jasé Antonio Lacerda .
D. Andres Reclus , de Vinaroz .
D. Vicente Zahn , del comercio.
D. Luis Russet.
D. José Bernardo Paredes , del co
mercio.
El Sr. Baron de Finestrat , de Ali
cante .
D. Cristóbal Palos.
D. Jacinto Hernandez , 6 egemplares.
D. José Gisbert.
192
Fr. Vicente Persiva , mercenario .
D. Juan José de Torres.
D. Antonio Gaitan , capitan del re
gimiento de la Reina,
D. Antonio Ortiz de Taranco .
D. V. de L. y L. B.
D. Pascual Calbo , del comercio .
D. Miguel Rumbó.
D. Nicolas Passanau , de Tortosa .
D. Manuel de Velasco .
D. Gregoric Reig:
Sra . Doña Nicolas Galindo .
Sra. Viuda de Navarro, 2 egemplares.
D. Ignacio Maria Ramirez , 3 egemp.
D. Miguel Moncho .
Sra . Doña Nicasia Peyrolon .
D. Baltasar Puyan . .

D. Anastasio Martin , de Murcia.


D. Ignacio María Peyrolon .
D. Simon Salanova .
193
D. Apolinar Martinez.
D. Juan Lamaneta .
D. Francisco Guillem Buendia .
D. Juan Lariz .
D. Francisco Gregorio Aillon , de
Cuenca ,
D. Salvador Gonzalez.
Sra . Doña Maria del Carmen Gonza
lez y Autran.
D. Gregorio Salisa .
D. Francisco Ferrer Argust .
El Sr. Baron de Casanova.
D. Diego Baquero .
D. Sebastian Blat.
D. Mariano Miquel , capitan de In
3
genieros.
D. Ramon Canalis .
D. Joaquin Catalá .
El Sr. Conde de Pinohermoso .
D. José Lopez .
194
D. J. B. S. y S.
D. Fernando Pascual, gobernador de
Alcira .
D. Manuel Fermin de Ribalta .
D. Lorenzo Areco , asentista de pro
visiones &c.
D. Blas María Algarra .
D. Epifanio Carrascal.

MADRID .

D. Santiago Minutria .
D. Francisco Alcázar .
D. Antonio Martinez .
D. Valentin Gracía Nuñez .
D. Manuel Esteban y Feron .
D. Mariano Arana .
D. José Rodriguez Varañano.
Sra . Doña Francisca Arce de Gayan
gos .
195
D. Álvaro Gonzalez de la Vega.
El Brigadier D. Ángel de Ulloa.
D. Ambrosio García .
Sra . Doña Máxima de la Torre y Gi.
menez .

D. Antonio Moreno .
D. Nicolas Gallardo.
D. Luis de Mata y Araujo.
D. José María Busengol .
D. Faustino Dominguez .
D. José Villamil.
D. Cipriano de la Riba.
El Sr. Conde de la Estrella .
D. Agustin Rada.
D. Francisco José Blanco.
$
D. Mariano Gonzalez , .
D. Cayetano Martinez.
D. Isidoro Almoguera.
D. Pedro Rodriguez Suarez.
D. Isidoro Pon .
196
D. Ramon Gonzalez .
D. N , M.
Sra. Doña María del Pilar Ozcariz .
Sra. Doña María Luisa de Cacanaz.
La Sra. Condesa de Casa - Florez.
D. José de Osés.
D. José Patricio Banufel.
Sra. Doña Cármen Armenta de Lo
zano .

El Sr. Marques de Campillo .


D. Pedro Real.
Sra . Coronela viuda de Ozcariz .
D. Antonio de Palacios , caballero de
la orden de Carlos III.
D. Francisco Javier Berindoaga.
D. Angel María de Apezteguia .
D. Rafael Perez.
D. Victorino Esteban Maza .
D. M. C. de L.
D. Ángel García.
197
El Capitan D. Joaquin de Velasco.
El Zagala .
Sra. Doña Josefa Martinez .
Sra . Dona Maria Antonia Aróxena .
Sra . Doña Dolores de Fernandez de
Castro .
D. Agustin Sevillano y Martin .
El P. Fr. Andres Cuevas , trinitario
calzado.
D. Manuel Valdés y Escobar.
D. Joaquin Fernandez de Córdoba .
Sra . Doña Bernarda Gonzalez .
D. Felix Bergado y Parayuelo .
Sra . Doña Luisa Perez.
D. José Antonio de Ojea.
D. Alejandro Labierda,
D. José de Landa.
D. José Vicente de Paz .
D. M. B. y V.
D. Manuel Carrillo у Pobeda .
17
198
D. Manuel Ramirez de Arellano.
D. Eugenio María Perez.
D. Antonio Vazquez .
D. Fernando Barrientos .
D. Francisco Xerez y Varona .
D. Juan Paz .
Sra. Doña Luisa Fontela .
D. Manuel Gonzalez Candanedo , 3 C
gemplares .
D. José Agapito Rodriguez.
D. José Zerezo Ibañez .
D. Santiago Montero.
D. Benito Ortega .
D. Pascual Espinosa .
D. José Hernandez .
D. D. J. R. y A.
D. Julian Sanz .
Sra. Doña Josefa de Arteche.
D. Gerónimo Gusano .
D. Gabriel de Hoyos.
199
La Sra . Condesa de Gausa .
Sra. Doña Josefa Montenegro .
D. José María Perez .
D. Domingo Vazquez.
D. Bernardo Alba.
D. José Fernandez Caso .
D. Victoriano Estéban Maza .
D. Agustin Duran.
D. Manuel García Parra .
Sr. D. José Fernandez ,
D. Juan Gonzalez Burgales.
D. José María Gonzalez Autran .
D Ambrosio Contreras.
D. Bernardino Contreras.
D. Juan García .
Doña Rosa Carranza.
D. Antonio Alvarez.
D. Manuel Gutierrez Laguna
D. Tomas Marcos.
D. Luis Reiner.
200
D. Antonio Siles
D. Gil Olarta Gumiel.
D. Julian Vicente Rodriguez.
D. Gabriel Diaz Hufano.
Sr. D. Manuel Quevedo Bustamante .
D. Antonio Rejula .
Doña Manuela Vera Casariego.
D. Manuel Villamartin .
D. José de Aranalde.

GRANADA .

Sra. Doña María de las Angustias


Moreno y Bernedo.
D. Agustin García .
D. Nicolas Paso.
D. Francisco de Paula Abalos.
D. José del Castillo .
D : Julian Francisco Fernandez .
D. Manuel Pareja.
201

D. Pedro de Llano.
D. Agustin Caro.
D. Diego de Robles Miñarro.
Sra. Doña María de la Concepcion
Irabo.
Un Religioso
D. Antonio Guzman .
D. Francisco de Paula Perez , del co
mercio .

D. José Tojar , del comercio.


D. Juan García Figueroa .
D. Andres Romero .
D. Francisco de Paula Miscas.
D. Manuel Platas , capellan del re
gimiento de Zamora .
D. Juan María Gutierrez , alguacil
mayor de rentas Reales.
D. Antonio de la Cruz , Mariscal de
Campo de los Reales egércitos.
D. Pedro Viruega .
BY
202

D. Francisco Xavier Araoz , caballero


de la orden de Carlos III.
D. Blas Mingorance.
D. Diego Ramon Gutierrez , adminis
trador del Real sitio Soto de Roma .
D. Juan de Dios Lopez .
D. Manuel Cano, del comercio .
Sra . Doña María del Carmen Pascual
de Trevijano.
D. Juan Perez , capitan de caballería
de la costa de Granada .
D. Francisco de Paula Fauste , ofi.
cial segundo de la contaduría ge
neral de Iglesias del arzobispado.
D. Francisco Javier Gomez y Sam
brana .
D. José Guzman y Benitez .
D. Fermin García Tegedor , comisa
rio de guerra jubilado.
Sr. Conde de Villamena .
203
Sra . Dona Maria de Guadalupe Pu
chol de Moreno.
D. Francisco Enciso .
D. Antonio de Pineda Barragan , Bi
bliotecario de la Universidad de idem.
El Señor Administrador general de
Rentas de idem .
D. Juan de Barcalon , presbítero.
D. Felix Brasjos, Escribano.
D. Joaquin Duran y Dávila , Maes
trante .
D. Mateo Vellido , Coronel retirado.
D. Pablo Huertos , Comisario Ordena
dor y Administrador general de
rentas generales.
D. Juan Ramon de Vera .
D. Manuel María Perez Gomez , Co
leg . Eclesiástico .
D. Antonio de Córdova .
D. José María Saravia , Maestrante.
204
D. Antonio de Montalvo y Vargas,
Abogado y Escribano de Cámara .
Doña Antonia Perez .
D. José Sanchez .
D. Luis Fernandez de Córdova, Maes
trante , y veinte y cuatro de idem.
D. José Faustino Gomez , Abogado.
D. José Raman Viruege .
D. Francisco Godoy .
D. Diego Diez.

MALAGA .

D. Joaquin Fernando Sotelo.


Excmo. Sr. Conde de Mollina .
D. Joaquin Fernandez , oficial de Ren
tas estancadas.
D. Pedro Pablo Lessé , contador de
esta Real Aduana.
D. José Ponce , tesorero de este Real
205
Monte Pio de Viñeros.
D. Manuel Vidal , del comercio .
D. Antonio Ibañez, procurador de nu
mero .

D. Manuel Campuzano, oficial de Core


reos .

D. José de Ferrari, del comercio.


D. José M. G.
D. José de Cea Bermudez.
D. Antonio Manuel Gomez , corregi
dor de la villa de Olbera ,
D. Alfonso García Valdecasas , de
Montefrio.
El Sr. D. Antonio Argobeso , ciru
jano -médico , agregado al Estado
mayor de esta plaza,
D. Juan Nepomuceno Casasola y Do
minguez , de Antequera .
D. Agustin García Palomo , presbi
tero.
206
D. Antonio Viderique , secretario del
Real tribuual del Consulado , y
junta del Real Monte Pio de Vic
ñeros .
D. Luis Morales , farmacéutico se
gundo del Real hospital de la plaza
de Melilla .

JA EN

D. Francisco Armenteros , del comer


cio .

Sra . Marquesa de Acapulco.


D. Bartolomé Quesada , subdiacono.
D. José Moreno Rodero , presbítero.
D. Antonio Nieto .
D. Miguel de Molina .
D. Pascual Rezusta , arquitecto del
Obispo de Jaen .
D. Pedro Morales , regidor perpetuo
207
de la villa de Arjona , y socio de
número de las sociedades de Jaen
y Baena.
D. Juan Sanchez Sandino , adminis .
trador principal de Correos de An
dujar.
D. Salvador de la Linde , teniente de
Milicias de esta provincia.
Sra . Doña Teresa Igual y Bolois , de
Baeza .
D. Pedro Gimenez.
D. José Pablo Blanco , del comercio
de Andujar.
D. Blas Antonio de Cuesta, presbítero .
D. Dionisio de Olearte , contador de
Provincia .
D. José Adventosa .
D. Antonio Santiago Martos.
208

PAMPLONA .

D. Blas Calle y Navarro, del comercio.


D. Xavier Vidarte , del comercio .
D. Miguel Dolz , dignidad enfermero
de la Santa Iglesia Catedral.
Sra. Doña Benita Asaras.
Sra . Doña Francisca Asaras.
D. Xavier Segura Puente.
D. Benito Eraso Garsinain .
Sra . Doña Paulina Maximina .

SANTIAGO .

D. Antonio Maimo, alferez de navio, y


teniente coronel de los Reales egér
citos. ,
D. Julian de Andres García , del co
mercio .
209
El Excmo. So.'Conde de San Roman.
El Sr. Baron de Casa -Goda .
D. Juan Antonio Perez teniente del
Colegio militar de Santiago.
D. Javier Anai.

VICTORIA

D. Javier de Arriola.
D. Juan José Cestafe.
D. Eugenio Perez .
D. Bernardo María de Otalora.
D. Bruno de Zarate,
D. Pedro Martinez .
D. Miguel Arregui.
D. Estanislao de Velasco 9 2 egem
plares .
D. Gregorio Gillerna .
D. Pedro Barroeta.
D. Melchor Carpintero.
210

El Comandante general del Resguar


do de Cantabria .
D. Pedro Casi.
D. Francisco Ormillague.
Sra . Doña Valentina de Larrondo .
D. José Domingo de Bicuña , de Ara
peytia.

BILBAO.

D. Salvador de Zaragoza .
de
D. Alejo Pedro de Sagarminaga ,
Durango.
El Sr. Marques de Fuerte -Gollano .
D. Manuel Vicente Belarroa .
D. Juan Domingo de Carragoiti.
D. José Ramon de Campos Galdacano.
D. Juan Antonio de Abaroto.
D. Domingo Francisco Ibarondo .
D. Faustino Diaz.
2 II

D. Eladio Villavaso.
D. José de Gondia .
D. Anselmo de Ruaeochea.

CORUÑA.

D. José García de Mena .


Sra . Doña Dolores de Ordoño.
D. Gerónimo Mena.
D. R. C.
D. José Menendez .
D. Ramon Ibañez .
D. Joaquin Fernandez Fragua.
D. Juan de Mata Gonzalez.
D. Juan de Vigil.
D. Andres Mosquera .
D. Ramon Torreiro.
D. Francisco del Adalid .
Sra . Doña M. B.
D. José García Jove.
2 12

La Sra. Candesa Priegue.


D. Guillelmo Martí.
D. Bernardo de los Rios.
D. Diego Betegon.
D. Eusebio Gonzalez del Valle .
D. Vicente Prina .
D. Juan Antonio del Adalid .
D. Fermin Betegon .
D. José Vazquez Romero.
D. Plácido Herrera .
D. Juan Ponte .
D. Martin Blanco.
D. Juan Betegon .
D. Timoteo Gaite .
D. José Ibañez .
D. Roque Araña.
D. José María Moscoso.
D. José Serna .
D. Ignacio Barbie.
D. Manuel Benito García .
213
D. José Pereyro .
D. Pedro Marzal.
D. José Pastor.
D. José Llames Isla .
D. Andres Garrido .
D. Angel Selices.
D. José Fullós .
D. Antonio María Gil Santiso .
D. Baltasar Pardo de Figueroa.
D. Apolinar Quintian .
D. Andres Amado y Pardo .

BARCELONA ,

Sra . Doña Luisa Westzythius.


D. Mariano de Pando y de Folqueras.
Sra . Doña Ines Compta.
D. Antonio Mila de la Roca .
D. PedroJoaquin de Brota,presbítero.
D. Antonio Canals.
18
214
VALLADOLID .

Doña Rufina de Urbina y Ajarza .


Doña María de la Cabeza Gonzalez.
D. José Guerrero , Contador .
D. Faustino Gonzalez Arias.
D. Manuel de la Torre , presbítero .
D. Francisco Maria Pinó.
D. Higinio Idigoras.
4

SALAMANCA .

D, Ramon Ayuso Mena .


D. Antonio Estevez .
D. Ventura Concha .
D. Eustasio Olavarria .
D. Vicente Morales.
D. Tomás García .
D. Isidro Aguado.
D. Antonio Fraile .
Dr. D. Pedro Marcos Rodrigo.
215
Dr. D. Ventura Asensi Climent.
D. José de la Viñuela .
D. Alejandro Gil de la Vega.
D. Pablo Hernandez .
D. Ramon Aguilar .
D. Toribio Antonio Parfondry .

D. José Zarrandona , Regidor de Mur


cia .
D. Pedro Villaescusa , Contador de
Rentas , de id .
Excma . Sra. Condesa del Valle , de id.
D. V. B. R. , de id.
D. José Mataix , de Alcoy .
D. Francisco Ballester , de Alcira .
Doña Josefa Seris de Nieulat, de De
nia .

D. Joaquin Harnaez , de Valencia .


D. Antonio de la Peña , administra
dor de Rentas de Cullera.
Esta coleccion de novelas constará de las
siguientes.
El2 Pícaro
tomnos .
de opinion , ó Anita de Waldenbrug
Ricardo y Sofía , ó los Yerros del amor. 2 tom .
La Familia de Vieland , ó los Prodigios. 4 tom.
Elena y Roberto , ó los dos Padres. 2 tom .
Corina , ó Italia , de madama Staël- Holstein
3 tom.
Herman y Dorotea. I tom .
Teodoro y Azilia , ó la Sacerdotisa del Bosque
Sagrado, i tom .
Los Votos temerarios , ó el Entusiasmo. 3 tom .
Zunilda y Florvel , ó las Costumbres de la Sue
cia . I tom .
Amor y Virtud , ó las cinco novelas. I tom .

El precio de la suscripcion son 16 rs. vn. en


esta Ciudad , y de 17 en Madrid y en las pro
vincias , franco el porte ; cuya cantidad se an
ticipará por cada dos toinos , de que constarán
las entregas, excepto si la novela tuviese mas,
pues en este caso se recibirá de una vez , sa
tisfaciendo la diferencia , y adelantando el va
lor de los dos tomos sucesivos.
Fuera de suscripcion vale cada tomo to rs.
vn . en esta ciudad , y en las demas partes se
gun establezcan los comisionados por el editor.
;
1:1
1
13
BIBLIOTECA DE CATALUNYA

1001156459
Biblioteca
BU de Catalal ya

C-Tus
Adq.
1001156459
СВ..

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