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APUNTES ANTROPOLOGÍA
TEMA 1: HIJOS DE NUESTRO TIEMPO
Desde el último tercio del s.XX venimos asistiendo a un acelerado cambio estructural que abarca todas las
realidades: cultural, social económica, política y religiosa. Ya ninguna realidad es similar a la que vivieron
nuestros padres y menos nuestros abuelos. Modernidad y postmodernidad conviven simultáneamente.
Los avances en la ciencia y la tecnología han sido enormes. Nuevos saberes y profesiones se abren a
nuestros ojos: inteligencia artificial, robótica, internet de las cosas, autonomía de las máquinas,
nanotecnología, nuevos materiales, computación cuántica… Vivimos más, corremos más, accedemos a más
información, … cabe preguntarnos si admiramos más, contemplamos más, atendemos al otro más…
Los grandes relatos del pasado han pasado a ser los viejos mitos, sin
embargo, el nuevo logos de la ciencia y la técnica no alcanza a
poblar de sentido al hombre de hoy. La esperanza puesta en el
progreso hoy se torna un espejismo que no llena el vacío existencial.
La vida antes teñida de religiosidad y de potestad externa ha cedido
ante el nuevo estatus antropológico donde el “homo faber” es dueño
absoluto. No hay fundamentos comunes sino percepciones
particulares que se vuelven verdaderas desde el más profundo
relativismo y utilitarismo. Pareciera que todo tiene que ser útil, servir
para algo. Sin embargo, la vida que late en nuestro interior reclama
algo distinto que no se satisface desde los sucedáneos de felicidad
del consumo o el hedonismo.
Y con todo, el tiempo de hoy no es peor que el de ayer, sencillamente es distinto; pero sin duda, plagado de
oportunidades de esperanza y sentido. Hoy somos más conscientes del cuidado de la casa común, de la
dignidad inherente a la persona, de la necesidad de un espacio más habitable donde todos sean
reconocidos, del valor de la libertad y de la tolerancia. A su vez, la ideología, el pragmatismo y el
individualismo se entremezclan en todas las realidades. Es preciso dejarnos interpelar, poner en prueba de
resistencia nuestras ideas y creencias para discernir cuales son verdaderas y quiero hacer mías. No somos
esclavos determinados por un entorno sino libres para decidir cómo nos posicionamos ante él y lo hacemos
mejor.
Somos “hijos de nuestro tiempo” pero también somos “padres del porvenir”, y eso nos abre a un horizonte de
esperanza realmente prometedor y comprometedor.
*(Leer articulo: https://cis01.central.ucv.ro/analele_universitatii/filosofie/2020/Anale45_1.pdf)
La aproximación al estudio sobre el ser humano puede realizarse desde muchas disciplinas y ciencias.
Depende cuál sea el objeto de estudio intervendrá una u otra, y habitualmente unas son subsidiarias de
otras.
A primera vista parecería sencillo describir la frontera entre lo vital y lo inerte: los seres vivos tienen vida y los
otros no. Parece obvio. Sin embargo cuando entramos a analizarlo ya esta afirmación resulta más compleja,
pero no vamos a detenernos aquí.
Saltando los pormenores sobre la frontera y aquellos espacios donde la ciencia realmente no puede decirnos
si es “vivo o inerte”, podemos señalara algunas características de la vida, especialmente desde el plano
filosófico (que es el ángulo desde el que nos hemos puesto de acuerdo para mirar al ser humano):
• Su unidad. En los cuerpos inertes apenas hay unidad. O al menos su fragmentación no altera su
condición. Así, si partes una piedra, obtienes dos piedras, y en esencia son semejantes. Sin
embargo, no puedes “romper” un ser vivo (más allá de experimentos de laboratorio que no es lo que
nos interesa aquí). No puedo “romper” a mi compañero de clase y así tener otro compañero más.
Somos uno y no podemos “partirnos” y cuando lo intentamos lo que nos ocurre es que andamos por
la vida “divididos”
• Y junto con la unidad está “la capacidad de ser”. Vivir es un modo de ser, es la posibilidad de
moverse. Y cuando más escalamos en los reinos biológico el movimiento se hace más complejo y
rico. Una cosa es el movimiento de la planta, de la haya que incluso condiciona al resto de las
plantas, y otro muy distinto es el del ser humano que escapa de la pobreza de su tierra…
Hasta aquí ya podríamos sacar muchas conclusiones: haremos un mundo más humano cuando podamos
gestar espacios donde la persona no tenga que estar dividida, o pueda circular con libertad. Ya solo estos
dos ejemplos darían para un curso entero…
Tres características más:
• Lo de afuera, nos afecta. Más aún, lo que nos pasa, de algún modo “permanece”. Es lo que
llamamos en filosofía inmanencia. Somos seres inmanentes. Evidentemente esta afección se hace
más rica conforme avanzamos en la escala de la vida. A una planta le afecta lo externo, a un animal
además se le añaden los sentidos: siente su entorno: lo ve, lo oye… En el ser humano además esto
se traduce en la posibilidad de interioridad, de “leer desde adentro” (esa es la etimología de
“inteligencia”) la realidad y decidir cómo actuar en ella.
• “Vivir es crecer”. Las plantas en el “modo planta”; los animales, en su natural fidelidad a su especie.
Los seres humanos como tales. Irremediablemente «vivir es crecer», aunque algunos quisieran
quedarse toda la vida en un eterno estado de juventud (recuerdo -y os invito a su lectura- la obra de
Oscar Wilde, «El retrato de Dorian Gray»). Y en este crecimiento, podemos hablar de ritmos cíclicos,
no solo biológicos sino biográficos.
*(Os invito a leer en profundidad el texto de Yepes donde analiza estos y otros conceptos y sobre todo nos
introduce en la singularidad del ser humano.)
• ¿Cuál es la singularidad del ser humano? ¿Qué nos diferencia del resto de seres de la creación?
• ¿Pueden ir el corazón, la razón y lo que hago, cada uno por su lado?
• ¿Qué necesitamos para desarrollarnos y madurar como personas?
No hay respuestas que las agoten, ni tampoco podemos pretenderlo en este breve apunte; lo cierto es que, el
ser humano es singular en la naturaleza y esto al menos lo vemos en estas diez características “a modo de
telegrama”.
El ser humano tiene la capacidad de evaluar el estímulo recibido y poner en diálogo voluntad, afectos e
inteligencia. Es lo que llamamos dinamismo de la persona: podemos hacernos dueños de nuestras
decisiones, tomar distancia, leer la realidad desde adentro (inter-legere: inteligencia) poner en juego nuestros
valores y grandes ideales y tomar decisiones desde todo ello. Por eso decimos que el ser humano es capaz
de grandes fines. No nos vienen dados, no hay un destino prefijado sino que cada uno en la suma de sus
decisiones va construyendo ese camino que puede hacer más humano y habitable nuestro mundo. El
ejercicio de descubrir la vocación propia y lo que la sustenta es quizás una de las tareas más importantes de
la vida, en especial cuando nos estamos abriendo a ella. No estamos llamados a "fines pequeños" sino a
"gastar" la vida por algo/alguien grande, que merezca la pena, que de sentido y razón de ser a la propia
existencia
Las necesidades socio-económicas son: alimentación, vestuario, vivienda, salud, educación y trabajo.
Las necesidades psico-sociales son las que se generan en la subjetividad de cada uno, y son las siguientes:
• Relación:
◦ Cultivar la amistad verdadera
◦ Sentirnos amados y amar, crecer en relación con otros.
◦ Entrega desinteresada
◦ Proyecto vital y de largo plazo
• Identidad:
◦ Tener una imagen positiva de uno mismo.
◦ Responder a la pregunta: ¿Quién soy yo?, basado en las capacidades personales.
◦ Abrazar el propio cuerpo con sus particularidades
◦ Reconciliarse con su identidad de hijo o hija
◦ Desplegar una autoestima adecuada, ni supra-valorada, ni infra-valorada
• Pertenencia o arraigo:
◦ Sentirnos seguros y estables, enraizados en un lugar.
◦ Reconocer y valorar la experiencia cultural propia.
◦ Apertura y responsabilidad frente a nuestro medio.
◦ Liderar, organizar, servir...
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Cuando solo cultivamos las socio-económicas, lisa y llanamente sobrevivimos. Panem et circenses (pan y
circo) es lo que a veces solo demandamos: comidos y entretenidos. O lo que creemos que simplemente
debemos al otro: que coma y que se entretenga. Podemos aplicarlo a la mirada que en ocasiones -no tan
infrecuentes- tienen gobiernos, políticos, o ciertas culturas empresariales.
Vivimos en un tiempo de dicotomías. Por un lado, hay una constante defensa de los derechos del ser
humano, del cuidado de la mujer y los niños, de la protección y cuidado de las minorías, etc. y por otro,
grandes sectores de la población en condiciones infrahumanas o con un escaso alcance a los derechos
básicos: alimentación, educación, vivienda, trabajo, seguridad y cobertura sanitaria
Cada patera que llega a nuestras costas en el fondo es un aldabonazo a la dignidad del ser humano.
Pareciera que hay diferentes raseros a la hora de asegurar el necesario cuidado de la persona o, peor aún, lo
dejamos a una especie de suerte del destino (“Qué pena, si usted hubiese nacido aquí, sería distinto”) que
nos sirve de cierta excusa, en parte por la impotencia de resolver, por ejemplo, la situación de la inmigración
de los países pobres hacia los ricos.
Y también de manera local. A pesar de tener mucho ganado como estado de bienestar, hay un importante
sector que queda marginado, esto es, fuera de los márgenes, sin acceso a unas condiciones “dignas”. Lo
vemos en el que pide en la calle, en el anciano que vive solo en una corrala o aparcado en tal o cual
Es parte de nuestra realidad que reclama una re exión profunda sobre la dignidad de la persona
La foto que abre este capítulo es de Santiago entre mis brazos, un niño que nació con Síndrome de Down a
pesar de las mil y una recomendaciones que los sanitarios hicieron a sus padres para que no naciese.
Evidentemente Santiago no alcanzará los cánones de e ciencia y productividad, de habilidades y
competencias en lenguas extranjeras, tecnología, deportes o música de sus hermanos; sin embargo, ha
traído a esa familia una revolución tal que a todos ha hecho mejores
Tengo también a mi lado, en el despacho contiguo, la historia del cuidado de la suegra de Ángel con
Alzheimer y, a pesar de los enormes desvelos y esfuerzos que supuso a todos, cómo fue acogida y cuidada
en el seno de la familia y el enorme regalo que fue para cada uno
Podríamos poner mil ejemplos más. Y todos nos empujan a re exionar nuevamente y comprender qué es la
dignidad del ser humano. Más aún, descubrimo que la dignidad humana no tiene su validación en la teoría
sino en la vida real: porque cada vez hay más pateras cruzando el mar, porque siguen aumentando los
campos de refugiados y su carácter ha pasado de solución perentoria a permanente, porque cada vez nacen
(perdón, les dejamos nacer) menos niños con de ciencias, más ancianos solos… y así una larga lista que
nos cuestionan nuestra concepción de la dignidad humana
Es cierto que muchas veces el problema es un cierto con icto entre dos valores, A o B, y que siendo ambos
valores buenos hay que optar. Sin embargo, la cuestión cambia cuando A o B es una persona concreta de
carne y hueso, real, que siente, sufre, pasa frío y hambre, tiene una historia y unos sueños. Si es real, más
aún si la alcanzamos a conocer y querer, descubrimos que no la podemos poner la balanza como si fuese un
valor más, lisa y llanamente porque es una persona y eso le con ere una dignidad única, incondicionada,
absoluta y distinta del valor que puedan tener las cosas u otras realidades. A esa dignidad le llamamos
dignidad óntica u ontológica y la misma, es innegociable
La persona es un n en sí misma y debemos poner nuestro mejor empeño para construir una sociedad donde
la persona esté en el centro. Esto es, debemos identi car los falsos dilemas que contraponen A o B y poner la
persona en el centro. Traducir esto al mundo de la empresa, a nuestro sistema sanitario, a la educación al
gobierno de los pueblos, etc. es el gran desafío
Cabe también plantearse quién legitima esta concepción de la persona. Pareciera que dejarla en aras del
consenso, del legislador o de la autorregulación de la economía, no es su ciente. El absoluto de la persona
pide un Absoluto con mayúsculas
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El reconocimiento de la dignidad, de los derechos humanos, no es solo conceptual, sino que requiere
siempre el compromiso ético; es decir, acciones humanas que contemplen tanto la globalidad de la persona
en sus múltiples dimensiones —biológica, psicológica, social, cultural, espiritual—, como su
singularidad. Esto signi ca que hay que personalizar la respuesta ante de las situaciones de salud o
enfermedad. De esta manera, desde el conocimiento profundo de la identidad de los destinatarios de los
cuidados enfermeros, se logrará el progreso de la profesión. (Código de ética de las Enfermeras y Enfermeros
de Cataluña, p.14)
Nuestra dignidad no radica en nuestras capacidades, y además para desarrollarnos necesitamos (como
vimos en el capítulo de las necesidades) no solo nuestro cuerpo, sino todo nuestro ser en todas sus
dimensiones: biológica, psicológica, social y espiritual. Por ello decimos que somos seres bio-psico-socio-
espirituales.
Brevemente explicamos esas dimensiones y adjuntamos los enlaces a los documentos de referencia.
1. La grandeza de la CORPOREIDAD nos descubre que “estamos en el mundo”, esto es, que somos un
espacio y tiempo, y por lo tanto sujetos a las leyes de la naturaleza. No es que “tenemos” un cuerpo,
SOMOS un cuerpo, y este no solo hay que cuidarlo, conocerlo y entenderlo en su lenguaje, sino que además
nuestra biología reclama una biografía, esto es, reclama un por qué, un sentido, un para qué.
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2. La grandeza de la INTERIORIDAD nos descubre la belleza del silencio y del sosiego que permiten
mirarnos hacia adentro, en ese espacio sagrado donde se nos desvela quién soy. Interioridad que nos invita
a re-conocernos y descubrirnos en nuestros valores y también nuestros aspectos a mejorar, que nos anima
a hacernos cargo de la propia vida (¡tarea ineludible e intransferible!) en el camino hacia la plenitud.
No es encomienda fácil. La vida tiende a que estemos volcados “hacia afuera”, y el ruido y las prisas de
cada día no dejan hueco para el remanso. El consumo se torna como una especie de adicción y sucedáneo
del para qué vivo y hacia dónde voy.
3. La grandeza de la HISTORICIDAD Y MEMORIA. Somos historia que nos permite reconocer de dónde
venimos, nuestros valores y creencias, nuestros modos y raíces; y además somos memoria, individual y
colectiva, de nuestra biografía y recuerdos, de los propios y los contados, de mi familia, de mi entorno, y
somos memoria de pueblo que comparte una misma mirada.
Sin embargo, es difícil detenerse y contemplar y recorrer nuevamente el camino compartido. Las prisas, el
imperio del reloj y la productividad se ponen en nuestra contra.
Las ideologías que reescriben el pasado y el presente atentan a la memoria colectiva y a la historia que nos
devuelve a nuestras raíces. Hay que estar atentos a la manipulación colectiva, a la búsqueda de la verdad en
medio de tanta desinformación, a huir del lamento continuo ode la comodidad del “no-pensar”.
El encuentro nos abre al horizonte del amor y de la entrega, del compromiso y la responsabilidad, que hay
que aprender desde el diálogo verdadero frente a la manipulación y las relaciones de dominio.
5. La grandeza de la TRASCENDENCIA. Sin duda una de las dimensiones que se agranda con la madurez.
Requiere hacer silencio y cultivar el asombro y la contemplación. Nos abre al sentido y nos re-liga con las
esencias.
Frente a un mundo que reduce el conocimiento a lo empírico encontramos una sed natural en el hombre que
le abre a la Verdad, la Belleza y la Bondad.
Forjar y desarrollar la dimensión trascendente no nos cambia la vida ordinaria pero le da una razón de ser
que, a la postre, nos hace más sencillos, más capaces de pedir perdón y perdonar, en el fondo, más
humanos.
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No se trata de creyentes o no, o de tal o cual religión, es un planteamiento previo, un modo de estar y ser, un
modo de ponerse ante el mundo como creatura, como administrador y servidor de los dones regalados.
También tiene sus peligros y no pocas veces los hemos visto en la historia: la manipulación de lo sagrado, el
adoctrinamiento por encima de la libertad de la persona, el ocultamiento de la vulnerabilidad, el sufrimiento y
la muerte que erige al hombre en el nuevo dios, o la reducción del ser humano solo a la inmanencia.
T4: LA GRANDEZA DEL SER PARA LOS DEMÁS. LA PERSONA SER DE ENCUENTRO.
Desde que el ser humano toma conciencia de tal, ha re exionado acerca de su lugar en el cosmos. Judíos,
griegos y romanos han marcado nuestras raíces. Después vino la mal juzgada Edad Media -por los tópicos
de oscurantismo e ignorancia- y tras esta, el Renacimiento (renacimiento solo de una parte de Grecia y
Roma, por supuesto)
El hombre es el punto de medida de todo. Descartes (1596-1650) con su famoso "cogito, ergo sum" -en
realidad lo dijo en francés: «Je pense, donc je suis», que traducido es "pienso, por lo tanto soy"- une
pensamiento y existencia. "Es" lo que capto y pienso. Y tal concepción no ha perdido actualidad. La verdad
es tal si puedo verla, pensarla, comprenderla, aceptarla.
El siglo XVIII será un siglo de grandes cambios. Hume (1711-1776) da un paso más sobre Descartes: “es” lo
comprobable. La experiencia sensible es la única fuente de conocimiento. Nace el empirismo. Este
predominio de lo comprobable (¡quizás inaugurado con Tomás el incrédulo!) ha llegado hasta nuestros días.
Damos carta de credibilidad a aquello que se presenta como "cientí co". Todo lo que venga bien vestido
con ropaje de ciencia (o tecnología) es aceptado de modo indudable. Son las semillas de la autonomía del
yo y del cienti cismo, de la modernidad y su metamorfosis en la postmodernidad estudiada en el tema
primero.
La máquina de vapor de James Watt (1769) y luego el motor de combustión y la energía eléctrica, entre
otros, dan lugar a una transformación económica y socia sin igual hasta entonces. Es la Revolución
Industrial. El éxodo a las ciudades ya no se frenará. Los barrios obreros serán el humus de la protesta social
por recuperar el valor del ser humano. La máquina ha sustituido al animal, y el trabajador es el nuevo animal.
Nuevas clases, burguesía y proletariado y nuevos modos de pensar la realidad del ser humano: sindicalismo,
socialismo, anarquismo, comunismo...
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lunes, 1 de febrero de 2021
Marx (1818-1883) a rmará: “La esencia del hombre no es algo abstracto que habita en el cuerpo, sino que
la verdad auténtica es la suma de sus relaciones sociales” –Marx, Tesis sobre Feuerbach, 1845-. Basta de
teorías, de idealismos -en referencia a Hegel-. "Los lósofos no han hecho más que interpretar de diversos
modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo." -Tesis 11-
“El centro existencial es la colectividad, no la personalidad” (es la sociedad la que forma a los individuos y
no al revés). Los problemas personales dejaran de ser cuando todo se haya colectivizado.
Ciertamente no somos individuos aislados, más aún nuestra dimensión social (intersubjetividad, memoria...)
nos constituye. No es simplemente un añadido, somos seres sociales, mas esta verdad no debe opacar la
libertad y singularidad del individuo.
El s. XX y sus Guerras Mundiales nos han hecho re exionar sobre la dignidad inviolable del ser humano y a
la par el caracter constitutivo de ser-en-relación. Dos autores judíos que merece la pena leer:
- Martin BUBER (1878-1965). El encuentro yo-tú es conformador de identidad y razón de ser. A su vez dos
notas: el "tú" no se puede poseer como un "objeto". Toda dominación deshumaniza. Y segunda, El otro es
un “Misterio inaferrable", nunca es plenamente conocido.
Re eja la realidad de la vida como regalo. Nacemos menesterosos, extremadamente frágiles y necesitados
del otro. Los psicólogos a rman la importancia de esos primeros meses-años de vida para consolidar el
tejido emocional que nos acompañará el resto de nuestra vida.
La persona es un ser de encuentro. Nuestra con guración, incluso la física (bípedos, alzados, con la cara
casi en un plano vertical, los ojos orientados hacia adelante...) está hecha para la comunicación con el otro,
el reconocimiento del semejante que me ayuda a desvelar quien soy. Es curioso que el niño primero
descubre a la madre y tiempo después identi ca que el del espejo es él mismo. Es la relación con el otro la
que nos permite tomar conciencia propia y existir como personas.
Como casi todo en el proceso de madurez humana, el encuentro y la relación con el otro necesita
aprehenderse, crecer, a narse.
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lunes, 1 de febrero de 2021
Pero antes, tomemos conciencia de la importancia del encuentro.
Empecemos por de nirlo. Entendemos por encuentro aquella experiencia entre dos o más
personas, con un campo de juego común que posibilita interactuar y genera con anza e
intimidad. El encuentro nos abre la mirada a la existencia del otro y desde ella a la propia.
Mi relación con la otra persona me descubre quién soy.
El encuentro con el otro nunca nos deja indiferentes. Nos abre a una realidad mayor o nos
achica la mirada, nos impulsa o nos retrotrae. La vida se va tejiendo de todos esos
encuentros. Cuando alcanzamos a tener una cierta madurez descubrimos que
hay condiciones que favorecen que un encuentro sea camino de crecimiento y plenitud y
también lo contrario, una experiencia frustrante.
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lunes, 1 de febrero de 2021
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