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Los Estados Unidos de América son, sin lugar a dudas, un país de contrastes.
A la democracia más avanzada del mundo se contrapone, en ocasiones, el
obscurantismo, la cerrazón y el sin sentido, mas propios del s. XVII que del
actual.
Lo que no cabe duda es que el lema del anterior presidente “América first” ha
sido una pauta común a lo largo de su corta historia, ya sea con gobiernos
demócratas o conservadores. Estados Unidos ha hablado cuándo le ha
convenido, ha actuado cuándo le ha interesado y ha intervenido cuándo ha sido
necesario a sus intereses, únicamente a sus intereses, aunque a miras del
mundo pareciera que lo hacía por un fin superior. Y, para ello, nada mejor que
la táctica del cazador: espera….espera…
Las dos guerras del Golfo con la invasión de Irak y la deposición de Sadam
Hussein, la “primavera árabe” y los cambios de régimen de sus países…
Que un país con el mayor desarrollo tecnológico del mundo, con el mayor
número de agencias de inteligencia gubernamentales (CIA, FBI, NSA, Servicio
de Inteligencia Naval y así hasta dos decenas) sea incapaz de prevenir las
acciones que dieron lugar a estas intervenciones, es algo que se me hace difícil
de creer.
Si esto fuera así y tuviera razón, a los Estados Unidos no le importan ni los 600
muertos del Maine, ni los 1.200 del Lusitania, ni los 2.500 de Pearl Harbour, ni
los 65.000 muertos en Vietnam, ni los más de 400.000 de la II WW ni por ende
los 110.000 civiles japoneses fallecidos en Hiroshima y Nagasaki con tal de
tener la preponderancia en el pacifico. Son solo el precio a pagar por dictar el
orden político y económico mundial. La vida humana es un bien relativamente
barato.