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Resumen
En el presente trabajo, se abordan las diversas problemáticas que actualmente sigue viviendo el
sistema educativo mexicano, de entre las que destaca la baja calidad educativa. Asimismo, se
rescatan los intentos fallidos por parte del Sistema Educativo Nacional para solucionar dicha
problemática, por ejemplo, aumentos en puntajes de evaluación para ingreso a instituciones, el uso
de las TIC, nuevas reformas, etc. Por otro lado, se destaca el problema en la selección de la plantilla
docente y como esta entorpece la interacción de enseñanza, por esto mismo, a través de una
recopilación de varios autores, se hace mención el tipo de análisis y de evaluación que debería
usarse en el ámbito educativo desde un punto de vista interconductual, haciendo uso del término
competencia, explicándose a partir de la taxonomía de procesos comportamentales de Ribes y
López con el fin de aclarar su importancia para la evaluación y como objetivo meta del diseño
curricular. De esta manera, delimitando y centrando el aprendizaje en habilidades y competencias
que tengan una concordancia con el área de conocimiento de interés, buscando el ajuste variado a
las exigencias en situaciones novedosas y la tendencia a la efectividad de los egresados en
contextos dinámicos y cambiantes.
Palabras clave: Educación, Competencia, interconductual, taxonomía.
Psicología interconductual y educación Zamudio Atilano Oscar Uriel
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Introducción
Sin embargo, a pesar de este intento por parte del estado de generar una mayor cobertura y
de ampliar los grados de escolaridad cursados por las nuevas generaciones de mexicanos, aún no
se han podido resolver los serios problemas referentes a la calidad. Cabe aclarar que actualmente
la calidad del sistema escolar no se basa en estadísticas de reprobación o deserción, sino a partir de
la evidencia que genera el estudiante con base en su desempeño en pruebas estandarizadas, ya sea,
nacionales o internacionales. (De Ibarrola, M; 2012).
En ese sentido, las evidencias denotan que los niños y los jóvenes mexicanos no dominan
las nociones de matemáticas, lectura y ciencias naturales, de hecho, el porcentaje de alumnos que
se clasifica en la categoría de dominio insuficiente se coloca entre los más altos de los países que
participan en las pruebas. Así mismo, dicho desempeño no podría clasificarse como completo
indicador de la calidad, en todo caso, denotan la deficiente formación integral, por esto mismo, tal
como establece De Ibarrola (2012), para valorar la calidad educativa se deben poner en practica
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todo tipo de evaluaciones, por ejemplo, la evaluación para el ingreso al bachillerato, las pruebas de
evaluación del aprendizaje al egreso de la licenciatura, pruebas de evaluación para el ingreso a las
plazas docentes y una evaluación universal de maestros.
Y aunque, ante dicha premisa se ha tratado de poner en marcha diversas soluciones, tales
como, el incremento en el numero de aciertos en el examen para ingreso medio superior y superior
CENEVAL, la evaluación del desempeño de los maestros en el nivel básico, una nueva reforma en
el nivel preescolar con dos nuevas propuestas educativas, la introducción de las TIC en las escuelas,
etc. La realidad es que, pese a dichas propuestas y aunque los exámenes han ido cambiando, las
evidencias numéricas sobre la calidad no han mejorado y solo se han incrementado el número de
evaluaciones. (De Ibarrola, M; 2012).
En ese sentido, es cuestionable aseverar que se cuenta con escuelas de calidad, con docentes
preparados, instalaciones adecuadas, pero con egresados con desempeños ineficientes, sin éxito
profesional y con un bajo nivel de vida individual y colectiva. De esta manera, conseguir la calidad
educativa de alto nivel depende de la medida en la que se articulen las medidas gubernamentales
con la participación interdisciplinaria y se redimensionen los aspectos funcionales de las
interacciones de enseñanza-aprendizaje. (Morales., Silva, & Carpio; 2011).
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Sin embargo, aunque hasta el momento al hablar de evaluación se hace referencia a la planta
docente, esta misma también gira en torno al alumnado, de tal manera, que al igual que los docentes,
el alumno es evaluado por su desempeño ante distintas pruebas. De este modo, es importante
aclarar lo que compone una evaluación, con la finalidad de evitar caer en ambigüedades y malas
praxis, en ese sentido, la evaluación debe ser definida como una actividad para medir y que se
aplica a ciertos criterios, de esta manera, denotando que las palabras “medición” y “criterios” hacen
alusión al comportamiento humano. (Varela, 2008)
Para poder definir con mayor profundidad que es y como identificar una competencia, es
indispensable aclarar que, en primer lugar, dicha taxonomía anteriormente mencionada se basa en
la lógica desarrollada por J.R. Kantor (1924-1926) la cual consiste en un modelo de campo en el
que se define lo psicológico como interconducta o interacción, es decir, como un evento situado
dentro de un campo de relaciones que se influyen unas a otras sincrónicamente, sin que ninguno
de los elementos determine unicausalmente el rumbo que ha de tomar la interacción. (Ribes, 2010)
Así que, de esta manera, las competencias implican un tipo de interacción, más
específicamente, el ejercicio de habilidades determinadas para satisfacer un criterio de aptitud
funcional, es decir, las actividades que definen una competencia no son fijas, sino que su
composición y organización van variando dependiendo del criterio funcional que satisfagan, de
modo, que ser competente implica que variando el criterio varíen también las habilidades
pertinentes. Por ello, tal y como indica Ribes (2010) el ser competente implica ser apto en el
ejercicio de habilidades diferenciales, es decir, ser competente es más que ser hábil o experto,
implica ajustar las habilidades, como ejercicio de conocimiento, a criterios funcionales de diverso
nivel.
Por esto mismo, se ha buscado que los diseños curriculares, al menos a nivel superior, se
basen completamente en el concepto de competencia, ya que, aunque se aporten criterios y una
forma de análisis objetivos, los diseños curriculares tienden simplemente a describir el acomodo
que guardan los diferentes contenidos de los distintos cursos planteados, sin considerar los
requerimientos del área de conocimientos y necesidades del entorno social que delimitan el perfil
profesional del egresado, delimitando de esta manera las habilidades y competencias a establecer.
(Carpio e Irigoyen, 2005)
Además, dichos diseños curriculares, si bien es cierto, buscan planificar las situaciones de
aprendizaje, al igual, incurren en el error de alejarse de una planeación situacional de cada momento
de aprendizaje, se presentan como esquemas mecánicos, limitando las relaciones que guardan las
actividades de aprendizaje con el contenido, con las técnicas, y recursos. Principalmente, no
respetan las nociones básicas sobre el proceso de aprender, dando pauta a un modelo de aprendizaje
donde se equipará la noción de aprender a la repetición de actividades. (Díaz Barriga, 1980)
Es por esto, que el diseño curricular basado en competencias busca formalizar las estrategias
didácticas pertinentes a establecer en el proceso de aprendizaje, y de esta manera delimitar que
habilidades y competencias requiere el aprendiz para entrar en contacto con el discurso didáctico
de los diferentes materiales educativos. Por otro lado, establece la delimitación del profesional en
términos de desarrollo del área de conocimiento y de los requerimientos de la dinámica social, ya
que, toda profesión supone un saber científico y técnico, tanto en el orden teórico como en el orden
práctico. Es decir, toda profesión supone un conocimiento más o menos especializado y unas
habilidades vinculadas a ese conocimiento, que permiten actuar el saber. (Martin Baró, 2015)
Por último, este tipo de diseño curricular, también permite adecuar la enseñanza con base
en el perfil de ingreso que se requiere, el tipo de profesional que se quiera formar, bajo que
perspectiva teorica-metodologica, etc. Su valor educativo recae en la promoción de habilidades y
competencias a generar por el alumno para poder llevar a cabo su función social vinculada a un
contexto cambiante y dinámico, donde se requiere que su desempeño se ajuste de manera variada
y eficiente a los requerimientos y exigencias de dicho contexto como de su área especifica de
estudio. (Carpio e Irigoyen, 2005)
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Conclusión
Así que, en conclusión, si dicha propuesta se lleva de la manera adecuada en una institución
educativa, fácilmente se podría llevar acabo un análisis funcional del alumno íntegro en relación
con su ambiente físico y sociocultural; y a la vez, considerar las condiciones necesarias y
suficientes bajo las que adquiere competencias, habilidades o destrezas específicas y particulares,
y de esta manera, teniendo resultados objetivos y mejorando la calidad educativa.
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Discusión
A pesar de tener una propuesta solida para la mejora en la calidad educativa, las
problemáticas se siguen presentando de distintas maneras, por ejemplo en la plantilla docente, que
por un lado, tal como indica De Ibarrola (2012) la misma legislación le afecta, y por el otro lado,
en su mayoría se encuentra consolidada de docentes que se encuentran en el servicio por
oportunidad más que por las habilidades educativas que posean, de esta manera, haría falta tener
nuevas propuestas para la formación de profesores en servicio.
Sin embargo, a pesar de todas las problemáticas que a lo largo del tiempo ha presentado el
ámbito educativo, se debe destacar que la integración del concepto de competencia presenta un
gran avance hacia lo que respecta una calidad de aprendizaje, y tal y como indica Carpio e Irigoyen
(2005) un diseño curricular debe considerar al aprendiz, al docente y la estrategia de enseñanza a
seguir. De manera general, dicha estrategia es promover la descripción de relaciones, reglas,
principios y operaciones, así como implementar condiciones que promueven transferencia de
comportamiento inteligente e individualizar situaciones de enseñanza.
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Referencias
De Ibarrola, M. (2012). Los grandes problemas del sistema educativo mexicano. Perfiles
educativos. 34, 16-28
INEE (2019). Panorama educativo de México. Indicadores del sistema educativo nacional
2018. Educación básica y Media Superior. México, INEE. Pp. 37-75
León, A., Morales, G., Silva, H. & Carpio, C. (2011). Análisis y evaluación del comportamiento
docente en el nivel educativo superior, En V. Pacheco y C. Carpio, coord. Análisis del
comportamiento. Observación y métricas. México: UNAM – FES Iztacala, pp. 79-99.