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A Inglaterra

En 1995 me fui de Italia (tras jugar con el AC Milan y la Sampdoria de Génova) hasta Inglaterra
para unirme al Chelsea de Londres. De

nuevo tuve que adaptarme. Sin embargo, esta vez no fue a causa de la

formación 442 de los ingleses, ni por la 532 que utilizábamos a

veces; más bien fue porque casi ningún miembro del equipo estaba a la

altura que había visto en Italia. Eran buenos futbolistas, sí, pero tenían otro nivel. Pasé de jugar
entre lo mejor de Europa a una medianía

inglesa. Aun así, no tardé en ajustar mis expectativas y aceptar la nueva

situación, en lugar de frustrarme.

A diferencia de mis antiguos compañeros de Italia, algunos de los

jugadores del Chelsea eran menos rápidos con el balón y no estaban

siempre corriendo. Por eso eran mediocres. El fútbol inglés puede

resultar duro para los nuevos jugadores: es difícil aprender a jugar con

rapidez y en constante movimiento, a la vez que te apañas para evitar las patadas y los empujones
del otro equipo. Pero yo contaba con una

mente y unas piernas rápidas, y menos mal, porque era el objetivo

número uno de todos. Sobre todo de Vinnie Jones, quien me tuvo en el

punto de mira en varias ocasiones. Mi compañero Mark Hughes (exjugador del Manchester United
y

del Barcelona) y yo nos encargamos de tutelar a todo el equipo. Un

jugador experimentado caza las cosas al vuelo, sabe lo que pasa y lo

que está a punto de suceder, así que tienes más tiempo para hablar, para

decir a los demás lo que tienen que hacer y para dar consejos. Al final, los demás jugadores se dan
cuenta y acaban jugando como tú quieres.

Fútbol inglés

El entrenador, Glenn Hoddle, me situó como defensa central, tal y

como yo había sugerido cuando hablamos sobre mi traspaso de la


Sampdoria al Chelsea. A Glenn le pareció una gran idea, hasta que paré los dos primeros tiros
largos con el pecho y se los pasé al compañero

más cercano. Los hinchas de las gradas gritaron impresionados, pero

Hoddle estaba horrorizado. Jamás nadie había jugado así en el Chelsea.

Alguien como Michael Duberry, un estupendo lateral, esperaba que yo

lanzara un pase recto hacia delante, cuando de pronto se encontró con

el balón a sus pies. «¿Qué c**** estás haciendo?», me gritó mientras

lanzaba la pelota a ciegas hacia las gradas. Lo cierto es que yo pensaba que podíamos armar un
ataque desde la

defensa. Sin embargo, en el descanso, Glenn me dijo: «Ruud, sé lo que

intentabas hacer y es genial, pero este no es el momento ni el lugar. ¿Y

ahora te puedes ir al centro del campo, por favor?». Evidentemente, las

tácticas que escojas deben ajustarse a las cualidades individuales de los

demás jugadores. En Inglaterra, la zona de medio campo es donde los jugadores

luchan por el balón. Yo pude evitar esos duelos gracias a mi visión de

juego. Después de un partido, Gavin Peacock, un centrocampista que

había llegado del Newcastle United, me preguntó: «Ruud, ¿cómo es

que siempre estás en un espacio libre?». No fui capaz de explicarlo,

pero, después de diez o quince años de experiencia en la cima, sabes

adónde ir y adónde no.

Para mí, la Premier League fue el lugar ideal en el que estar en ese

momento. Todo el mundo decía que el ritmo era muy rápido y que cada

partido era una batalla, pero yo sentía que tenía tiempo y espacio de

sobra para mejorar como futbolista. Además, no me importaba que

hubiera un poco de confrontación. Hasta que alguien me hizo una

entrada bastante brutal y me rompió el tobillo. Seguí jugando por un

tiempo, pero estaba claro que no estaba bien y tuve que estar apartado del terreno de juego
durante un par de meses. Me encantaba Inglaterra. Como es lógico, tenía que hablar en inglés

para poder comunicarme con los demás. En cambio, en el AC Milan

nadie sabía inglés, así que tuve que apañarme con mi conocimiento
mínimo del italiano. Ni siquiera el técnico Arrigo Sacchi chapurreaba

algo. Cuando quería indicarme algún cambio de táctica, me decía con

fuerte acento italiano: «Yo Gullit, yo entrar y salir del área». Además, no dejaba de gesticular con
las manos para enfatizar, y se le hinchaba

un músculo del cuello: desternillante.

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