Está en la página 1de 7

FILIPENSES Y FILEMON

Filipenses, una carta de gozo (Filipenses 1–4)


¿Dónde debe buscar gozo si usted se siente triste? Jesús es la razón por la que
cantamos tanto y frecuentemente. ¿Ha disminuido su gozo? Quizás lo está
buscando en la dirección equivocada. ¡Mire hacia arriba! Aun en la prisión,
podemos cantar si posamos nuestros ojos sobre Jesús.
Comprender Filipenses
Los destinatarios y su ciudad.
Filipos fue nombrada en honor del rey Filipo Segundo, padre de Alejandro el
Grande. La ciudad está en la Vía Egnatia, una carretera de piedra construida en el
segundo siglo a. C., que se extendía unos 1100 kilómetros. La vía Egnati parte de
la ribera oriental del Mar Adriático en la ciudad de Dirraquio (hoy Durrës). Esta se
extendía a través de las provincias romanas de Ilírico, Macedonia y Tracia. Era un
camino principal que conectaba el Mar Adriático con el Mar Egeo, atravesando los
países actuales de Albania, Macedonia,
Grecia y la parte europea de Turquía.
Esta carretera de piedra ayudó a Filipos a convertirse en una próspera colonia de
Roma. Los habitantes de Roma la llamaban “la puerta al oriente”. Filipos era una
ciudad gentil con pocos judíos. Cuando estuvo Pablo allí, no había sinagoga (Hch
16:12). Esto probablemente significaba que habitaban menos de diez hombres
judíos en Filipos y explica por qué Pablo no cita el Antiguo Testamento en su carta
a los filipenses. Políticamente, en todos los sentidos Filipos era como Roma: ¡con
leyes romanas, estilo de vida romana y ciudadanos romanos con todos los
derechos y privilegios de Roma! Pablo contrastó ser un ciudadano de Roma con
ser ciudadano del cielo (Fil 3:20-21). (Fil 3:20-21). El capítulo 16 de Hechos narra
la historia de tres conversiones con las que se fundó la congregación en Filipos:
Lidia, una exitosa mujer de negocios, una joven con un demonio y un carcelero
con su familia.
Trasfondo y contexto.
La congregación de Filipos fue fundada durante el segundo viaje misionero de
Pablo Después del Concilio de Jerusalén descrito en el capítulo 15 de Hechos,
Pablo y Bernabé regresaron a ministrar en Antioquía de Siria. Aproximadamente
en el año 50 d. C., sucede lo siguiente: En el segundo viaje misionero, Pablo y
Silas caminaron hacia el norte de Siria. Cuando llegaron a la costa al norte del Mar
Mediterráneo, se dirigieron al oeste y continuaron caminando, pasando por Tarso,
la ciudad natal de Pablo. Continuaron hacia el oeste, siguiendo la ruta del primer
viaje misionero de Pablo. Pasaron por Derbe y continuaron hacia Listra, donde se
les unió un joven llamado Timoteo. Desde Listra, caminaron hasta Iconio y
después a Antioquía de Pisidia. Para entonces, habían caminado al menos 565
kilómetros, sin contar todos los ascensos, descensos y rodeos a las montañas ¡Y
tenga en mente el hecho de que no usaban zapatos deportivos marca Nike En
Antioquía de Pisidia, aunque habían caminado por lo menos veinte días, Pablo no
se contentó con quedarse en las iglesias ya establecidas. Más bien, él, Silas y
Timoteo siguieron su camino hacia el occidente a la provincia romana de Asia,
localizada en Turquía occidental. Uno se pregunta si, en verdad, Silas sabía en lo
que se había metido. Sin duda, Pablo se encaminaba hacia la ciudad capital de
Éfeso. Pero el Espíritu les decía que no fueran allá. Así que, se dirigieron al norte,
en la frontera de Misia, intentado ir a Bitinia (al norte de Turquía y al sur de la
frontera actual de Rusia). Nuevamente, el Espíritu les dijo que no fueran allá
tampoco. Lucas escribe: y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el
Espíritu no se lo permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas (Hch
16:7-8). A estas alturas, habían caminado unos 650 kilómetros adicionales.
Probablemente, si hubieran caminado en línea recta, sin haber retrocedido, ni
haber rodeado una ruta montañosa, habrían podido caminar 1300 kilómetros. Pero
a lo mejor, a estas alturas, ya habían caminado unos 1950 kilómetros. Durante ese
largo viaje, Pablo tenía a Silas con él y había recogido a Timoteo en Listra. Pablo
no sabía hacia dónde iba Al fin Pablo llega adonde no podía avanzar más: al mar.
Mientras estaba allí, en la ciudad de Troas, “…se le mostró a Pablo una visión de
noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: ‘Pasa a
Macedonia y ayúdanos’” (Hch 16:9 Macedonia está en el norte de Grecia. Así que,
basándose en la visión de ese varón macedonio, abordaron un barco. Para
entonces, se les unió Lucas; por lo que ya eran cuatro hombres que iban a
evangelizar a un lugar donde no había ni siquiera un creyente. Eso es mucha fe,
cuatro personas que se dirigen a plantar una congregación a un lugar donde no
había cristianos. El viaje por barco era de otros 320 kilómetros. Cuando llegaron a
Filipos, ¡no había ningún varón macedonio que los recibiera! Tampoco había un
alcalde que los saludara con la llave de la ciudad. Filipos era una orgullosa y
próspera colonia romana, fundada en medio de la cultura griega. Así que, Pablo y
sus compañeros llegaron a Filipos y, como era su costumbre, primero buscaron
una sinagoga, para encontrar a los judíos adorando. A Pablo le gustaba entrar en
la sinagoga y explicar las Escrituras el día de reposo. Pero Filipos no tenía
sinagoga. Eso significaba que allí no había ni siquiera diez judíos de veinte años o
más. De modo que, Pablo buscó algún río. Pues, donde había pocos judíos, se
reunirían a adorar en las orillas de un río fuera de la ciudad. Pablo encontró el río
Gangites y descubrió un pequeño grupo de mujeres. 4 Algunos piensan que a
Pablo, como persona, no le agradaban las mujeres. Pero esto no es cierto. Él le
explica el evangelio de Jesús al grupo de damas junto al río en Filipos. Una de
ellas le abrió el corazón al Señor. Su nombre era Lidia. Ella fue la primera
convertida de Europa. Entonces les abrió su hogar a Pablo y a los tres hombres
que estaban con él Posteriormente, Pablo comenzó a caminar por las calles de la
ciudad, pero sin encontrar al hombre de Macedonia. Lucas no registra ningún
hombre convertido en la congregación hasta este punto. En el mercado,
encuentran a una niña esclava poseída por un espíritu que le permitía predecir el
futuro. Por muchos días ella los siguió, burlándose y gritando: 17 Estos hombres
son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación.
Mientras Pablo y Silas sangraban en la cárcel de Filipos, Satanás pudo haberle
susurrado preguntas a Pablo como estas:
• ¿Fallaste en cumplir la voluntad de Dios porque discutiste con Bernabé,
tu mejor amigo?
• ¿Has caminado todas estas millas fuera de la voluntad de Dios?
• ¿Tu visión fue solo una pesadilla, ya que no conociste a ningún hombre
en Macedonia?
• Si Dios te ama, ¿por qué permitió Él que caminaras todas estas millas para
conocer a un hombre que no está aquí, y después recibir azotes y ser encerrado
en una cárcel?¿Es esta la manera en que Dios trata a los que Él ama?
• ¿Fue justo por parte de Dios liberar a Lucas y a Timoteo y dejarte a ti y a Silas
azotados y encarcelados? Satanás pudo haber susurrado preguntas como esas.
Pero Pablo y Silas no les pusieron ninguna atención a las mismas. Sabían en
quién habían creído. El dolor en la espalda y el cepo en los pies hacían imposible
poder dormir. Pero tomaron una importante decisión. En vez de quejarse,
comenzaron a entonar un cántico de alabanza a Dios. Así que, este es un
hermoso
momento a la medianoche en la cárcel de Filipos. Su alegre cántico de alabanza a
Dios es una clave para su victoria. El hábito que tenía Pablo de regocijarse, como
una estrella en la noche, era una clave para su fructífera vida.

como apóstol de Dios, Pablo les escribió a los santos de Filipos (Fil 1:1). Estas no
fueron personas que después de vivir y morir en la tierra, tuvieron que sufrir por
centenares de años en el purgatorio y, finalmente, fueron promovidos a santos en
el cielo. ¡No! Los santos a los que Pablo les escribió estaban vivos en la tierra.
Eran miembros de una congregación en Filipos que apenas tenía cerca de diez
años de fundada. ¿Quiénes eran los santos de la congregación de Filipos? La
palabra santo significa separado o apartado. A lo largo de sus epístolas Pablo se
refiere a todos los creyentes en Cristo como santos

Nuestra mayor necesidad es crecer en amor. Todo lo que Dios nos exige es que lo
amemos a Él y a otros (Ro 13:8-10; Mt 7:12; 22:34-40). A medida que madura
nuestro amor, este se revela de dos maneras (figura 5.10). ¡Gran parte de lo que
Pablo explica acerca de una vida recta en Efesios 2 y 4–6 lo condensa en tres
versículos de su oración de Filipenses 1:9-11! Así que, miremos más
detenidamente las dos maneras en que el verdadero amor se expresa
Conocer a Dios y su voluntad del corazón. El amor maduro conoce a Dios y su
voluntad. El amor maduro comprende lo que le agrada a Dios y lo que le
desagrada. El amor maduro sabe lo que Dios dice que es correcto o que es malo.
Conocer a Dios y su voluntad nos iluminará para discernir qué detestar y qué amar
en este mundo. El amor maduro nos ilumina para apartarnos de los deseos
malignos de la carne y escoger lo mejor, para agradar y glorificar a Dios.
Anteriormente, estudiamos que Pablo había escrito acerca de la manera en que
vivíamos cuando no amábamos a Dios ni conocíamos su voluntad.
Percibir la naturaleza y el valor de las cosas.
Sin amor por Dios en el corazón a las personas les falta percepción. Son
enemigos de Dios e hijos de ira. Aman al mundo y las cosas del mundo. Caminan
por la vida guiados por la lujuria de la carne, la lujuria de los ojos y el orgullo de la
vida (1 Jn 2:15-17). Satanás y los hombres de negocios mundanos engañan a los
que carecen de percepción espiritual. Ellos promueven productos y placeres que
atraen a la carne. Un hombre guiaba a un grupo de cerdos al matadero
arrojándoles frijoles por el camino. Los cerdos se comían los frijoles y seguían al
hombre hasta el matadero. Como los cerdos, a los que no aman a Dios les falta
discernimiento. Santiago dice: “habéis engordado vuestros corazones como en día
de matanza” (Stg 5:5). Pablo también escribe acerca de los que carecen de
percepción. Son incapaces de discernir el valor de las cosas de la vida. Pablo dice
que estas personas a quienes les falta el amor a Dios no siguen el modelo ni
caminan por la senda de la piedad. En contraste, los que amamos a Dios
guardamos sus mandamientos. Obedecemos a nuestro Padre porque lo amamos
a Él. Y su amor nos proporciona entendimiento. Percibimos las opciones viles y sin
valor de la vida y nos alejamos. Vivimos “sinceros e irreprensibles para el día de
Cristo” (Fil 1:10). En Efesios 4–6 y Colosenses 3–4 Pablo explica lo que significa
caminar como es digno, en una vida pura e irreprensible hasta el día de Cristo. El
corazón de las oraciones de Pablo era que los creyentes crecieran en amor. Pues,
a medida que el amor de Dios nos llena, nos inspira a amarlo a Él y se desborda
en una conducta amorosa hacia otros. Pablo vincula el amor con conocer a Dios.
A medida que conocemos y experimentamos el amor de Dios, su anchura, su
longitud, su altura y su profundidad, solo entonces, tendremos el combustible y la
energía que necesitamos para vivir como es digno, agradarle a Él y cumplir su
voluntad para nuestra vida. Los niños pequeños tienen poco amor porque sus
deseos son superficiales y piensan principalmente en ellos mismos; en lo que a
ellos les gusta y lo que ellos quieren. Pero a medida que maduramos,
comenzamos a amar a Dios más que a nosotros mismos. Nuestro discernimiento
se profundiza y equilibramos los deseos personales con el amor a Dios y a otros.
El amor bíblico le dice “sí” a compartir nuestro tiempo, energía y dinero para su
reino y con los que tienen necesidades. El amor bíblico le dice “no” a satisfacer los
deseos de la carne que se oponen a Dios y atropellan a otros. ¿Cómo aumenta
nuestro amor? Pablo contesta esta pregunta en su oración
(Fil 1:9-11). Dios es amor, así que nuestro amor aumenta mientras nuestra
relación con Él se profundiza. Por consiguiente, Pablo ora para que nuestro
conocimiento (conocer a Dios) pueda aumentar. De igual manera, el amor se
expresa como el fruto de una vida recta, lo que viene por medio de Jesucristo a
medida que somos llenos del Espíritu Santo (Fil 1:11; Ef 5:18). Nuestra relación
con el Dios de amor es la clave para adquirir todo el amor que necesitamos que
fluya por medio de nosotros. Así que, encontrémonos en devocionales cada
mañana con nuestro Padre celestial, mantengamos una actitud de oración a todo
lo largo del día, cantémosle a Él cánticos espirituales, caminemos con Él en tierna
obediencia, vivamos en unidad y comunión con sus otros hijos y vivamos llenos
del Espíritu Santo buscando siempre agradarle a Él.
En las circunstancias difíciles, siempre hay tres puertas cerradas ante nosotros:
amargura, oportunidad y confianza.

La amargura se roba el gozo. Así como un ladrón se robaría su dinero, la


amargura hurtará su gozo. Ninguna persona amargada es feliz ni gozosa. La
amargura es un cáncer para el alma. Esta carcome el gozo, el amor y la vida
espiritual. Y la amargura es un veneno que maldice a todos los que están a
nuestro alrededor. Pregúntele a Esaú. Después de venderle su primogenitura a
Jacob, él abrió la puerta de la amargura. Cuatro mil años después, los
descendientes de Esaú y Jacob todavía se odian los unos a los otros. Así que,
tengamos cuidado de no plantar la semilla de la amargura de manera que, al
brotar una raíz en nuestro interior, produzca un árbol de amargos frutos (Heb
12:15-17). Seguramente, si pudiéramos discernir los resultados que trae la
amargura, dejaríamos esta puerta cerrada y decidiríamos nunca abrirla, sin
importar cuán difíciles sean nuestras circunstancias.
Puerta de la oportunidad, una fuente de gozo Pablo gobernaba su propia
mente. Él practicaba siempre estar consciente de lo que pensaba. Así como un
hombre sabe lo que está sobre la mesa enfrente de él, Pablo,sabía lo que había
en su mente. Él era selectivo. No escogía sus pensamientos del menú que le
ofrecía el mundo. Más bien, él dependía del Espíritu Santo para que guiara su
mente. Censuraba los malos pensamientos que le llegaban. Así que, se alejaba de
la puerta de la amargura para acercarse a la puerta de la oportunidad. Esta estaba
cerrada. Pero el apóstol quería saber qué había detrás de la puerta de la
oportunidad en su, prisión. De modo que, extendió la mano y la abrió. Fue
entonces cuando descubrió el gozo de una maravillosa oportunidad, precisamente
en la peor circunstancia.
Los mejores soldados del César cuidaban su palacio de Roma. Había cerca de
16 000 soldados en la guardia del palacio. Y Roma era su cuartel general. Estos
eran la élite militar. Servían por dieciséis años y entonces se retiraban con el
premio de la ciudadanía y una fuerte suma de dinero. ¡Qué gran oportunidad
descubrió Pablo! Estos soldados probablemente nunca habían asistido a una
sinagoga ni a una reunión de iglesia en casa. Pero uno por uno, de dos en dos o
hasta en grupos de cuatro, estos soldados vigilaban a Pablo. Recuerde que
cuando Pedro estaba en la cárcel en Jerusalén, dieciséis soldados lo
resguardaban cada noche. Ellos dividían la noche en cuatro partes y se asignaban
cuatro soldados para vigilar en cada turno. Cuando los soldados vigilaban a Pedro,
dos estaban encadenados con él y otros dos cuidaban la entrada (Hch 12:4-6). No
sabemos exactamente cuántos soldados cuidaban a Pablo. Pero él era un
prisionero importante que César no quería que escapara. Así que, cada día
durante estos dos años en la cárcel romana, Pablo tuvo soldados custodiándolo
en turnos de cuatro horas. Cada día, Pablo tenía la oportunidad de testificarles a
varios soldados. Y usted puede estar seguro de que Pablo les hablaba de Jesús.
Él presenta
un informe de los resultados: 12 “Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que
me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio, 13 de
tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio,
y a todos los demás” (Fil 1:12-13).
Quizás un soldado pudo tener curiosidad y preguntarle a Pablo: “¿Por qué está
usted aquí?” Seguro que Pablo no contestó: “Porque todos han sido injustos
conmigo. Yo no me merezco esto. Hasta Dios me ha abandonado. ¡Quién sabe
por qué estoy aquí! Esto no tiene sentido”. En vez de eso, probablemente Pablo
dijo algo como: “Dios ha permitido que yo esté aquí para testificarle acerca del
Señor Jesús. Él vino a la tierra para salvarnos del castigo y del poder de nuestros
pecados. Fue crucificado y se levantó de entre los muertos”. Para cuando Pablo
terminó de testificarles uno por uno, podía ya decir que el evangelio había llegado
incluso al hogar del César (Fil 4:22). El evangelio entró y dio frutos en lugares
sorprendentes, así como una semilla que cae en una pequeña hendidura de una
roca y crece hasta convertirse en un gran árbol; es decir, todo pasó porque Pablo
buscó una oportunidad en la prisión. Y él se regocijó dentro de la celda de la
prisión por la oportunidad que Dios le dio para testificar de Cristo.

La puerta de la confianza en Dios, la fuente de todo el gozo


Podríamos considerar la confianza detrás de la puerta de la oportunidad. Porque
Siempre tenemos la oportunidad de dudar de Dios o de confiar en Él. Pero
tratamos la confianza como una puerta en sí misma porque este es un tema muy
grande y vital. Todo nuestro caminar con Dios, desde el inicio hasta el final, se
basa en confiar en Él. Pablo podría haber avivado los carbones de la duda al
enfocarse en sus circunstancias en vez de hacerlo en Dios. Habría podido
tropezar con la aparente infidelidad de su Señor. Fue prisionero en Jerusalén por
dos largos años. Estuvo en un naufragio en el mar. Escribió las epístolas
carcelarias mientras estaba encadenado en Roma. Seguramente, las personas
oraban por él, intercediendo por su liberación. Y Pablo oraba por su propia
liberación. Pero a pesar de las oraciones, Pablo estuvo por dos años en la cárcel
de Roma (Hch 28:16, 30). Dios permitió que él sufriera. No es de extrañar que
Pablo no sea popular en el movimiento de la confesión positiva. Muchas
circunstancias negativas le ocurrieron en la vida, las cuales, a pesar de la oración,
no cambiaron. Parecía como si Dios fuera injusto con Pablo. El Señor hubiera
podido, en cualquier momento, liberarlo de sus cadenas. Quizás hubo momentos
cuando Pablo se preguntó si Dios estaba aún con él. Pero observe las palabras de
confianza de Pablo. Su mayor preocupación era tener la fortaleza de permanecer
fiel en vida o muerte (Fil 1:20; 2:17). Pablo no le hizo ningún reclamo a Dios.
Deseaba vivir y seguir sirviendo. Había dedicado toda su vida a servir a otros. Aun
a las puertas de la muerte, él deseaba que el gozo de los filipenses fuera completo
(Fil 1:26). Sin embargo, sabía que morir sería mejor para él, pues entonces podría
estar cara a cara con Cristo (Fil 1:23). Así que, el apóstol
Simplemente descansa en confianza. Está satisfecho con permitir que Dios decida
si él vive o muere (Fil 1:20, 27; 2:17). Él, pues entonces podría estar cara a cara
con Cristo (Fil 1:23). Así que, el apóstol simplemente descansa en confianza. Está
satisfecho con permitir que Dios decida si él vive o muere (Fil 1:20, 27; 2:17).

Tarea de investigación: basando en Filipenses cap. 2 investigue en cuanto a la


cristología

Nuestra actitud debe ser igual a la de Cristo Jesús, que se humilló a sí


mismo para traer paz (Fil 2:5). Si practicamos la humildad, exaltamos a
Cristo y algún día, Él nos exaltará.

También podría gustarte