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FILIPOS

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Filipos HOY
Filipos era una importante ciudad de la provincia romana de Macedonia, un área que hoy pertenece a la Grecia moderna. Está junto a la Vía Ignacia, el principal
camino que conectaba a la ciudad de Roma con las provincias orientales de su imperio. Poseía un status especial junto con Roma, y tenía los mismos derechos que
una colonia romana en Italia. Incluso sus ciudadanos tenían derecho a la ciudadanía romana.
Jesus David Rueda Polo - Filipos

Muchas de las actividades de Pablo en Filipos están registradas en Hechos capítulo 16 versículos 12 al 40. Por ejemplo, fue en Filipos donde Pablo
ganó su primer convertido de Europa, la mujer comerciante Lidia. Y fue en Filipos donde lo encarcelaron a causa del exorcismo que le hizo a una niña
esclava. Fue allí también donde el conocido carcelero filipense declaró su fe en Cristo, a causa de su asombro por la compasión de Pablo hacia él.

Originalmente conocida como Krenides ("Las pequeñas fuentes") debido a los numerosos manantiales que se encontraban en la cercanía, Filipos
("ciudad de Felipe") recibió su nombre de Felipe II de Macedonia (el padre de Alejandro el Grande). Atraído por las minas de oro que estaban cerca,
Felipe conquistó la región en el siglo cuarto a.C. En el siglo segundo a.C., Filipos se volvió parte de la provincia romana de Macedonia.

La ciudad existió en oscuridad relativa durante los siguientes dos siglos hasta que uno de los acontecimientos más famosos en la historia romana le
trajo reconocimiento y expansión. En el 42 a.C., las fuerzas de Antonio y Octaviano derrotaron a las de Bruto y Casio en la Batalla de Filipos, y de esta
manera terminaron con la República Romana y dieron lugar al Imperio Romano. Después de la batalla, Filipos se convirtió en una colonia Romana
(Hch 16:12), y muchos veteranos del ejército romano se establecieron ahí. Como una colonia, Filipos tenía autonomía del gobierno provincial y los
mismo derechos otorgados a ciudades en Italia, incluso el uso de la ley romana. Estaba exenta de algunos impuestos, y ciudadanía romana para sus
residentes (Hch 16:21). Siendo una colonia también era la fuente de gran orgullo cívico para los filipenses, quienes usaban el latín como su idioma
oficial, adoptaron costumbres romanas, y establecieron el gobierno de su ciudad igual al de las ciudades italianas. Tanto Hechos como Filipenses
reflejan el estatus de Filipos como una colonia romana.

La descripción de los cristianos como ciudadanos del cielo por parte de Pablo (3:20) era apropiada, debido a que los filipenses se jactaban de ser
ciudadanos de Roma (Hch 16:21). Los filipenses bien pudieron haber conocido a algunos de los miembros del pretorio (1:13) y de la casa de César
(4:22).

La iglesia en Filipos, la primera fundada por Pablo en Europa, se remonta al segundo viaje misionero del apóstol (Hch 16:12-40). Evidentemente
Filipos tenía una población judía muy pequeña. Debido a que no habían suficiente hombres para formar una sinagoga (el requisito eran diez hombres
judíos que fueran cabezas de una casa), algunas mujeres devotas se reunían afuera de la ciudad en un lugar de oración (Hch 16:13) junto al río
Gangites. Pablo les predicó el evangelio y Lidia, una mujer mercader rica que trabajaba con bienes teñidos en púrpura (Hch 16:14), se convirtió en
creyente (16:14, 15). Es probable que la iglesia filipense inicialmente se reunía en su hogar espacioso.

La oposición satánica a la nueva iglesia inmediatamente se levantó en la persona de una muchacha esclava que adivinaba, poseída por un demonio,
(Hch 16:16, 17). No queriendo ni siquiera tener un testimonio que estuviera de acuerdo con ellos de tal fuente mala, Pablo echó fuera al demonio de
ella (Hch 16:18). El acto del apóstol llenó de ira a los amos de la muchacha, quienes ya no podían vender sus servicios como adivina (Hch 16:19).
Arrastraron a Pablo y a Silas frente a los magistrados de la ciudad (Hch 16:20) e incitaron el orgullo de los filipenses diciendo que los dos predicadores
eran una amenaza para las costumbres romanas (Hch 16:20, 21). Como resultado, Pablo y Silas fueron azotados y encarcelados (Hch 16:22-24).
Los dos predicadores fueron milagrosamente liberados de la prisión esa noche por un terremoto, el cual enterneció al carcelero y abrió su corazón y
el de su casa al evangelio (Hch 16:25-34). Al día siguiente los magistrados, llenos de pánico cuando oyeron que habían azotado y encarcelado
ilegalmente a dos ciudadanos romanos, les rogaron a Pablo y a Silas que se fueran de Filipos.

Aparentemente Pablo visitó Filipos dos veces durante su tercer viaje misionero, una vez al principio (2 Co 8:1-5), y una vez más casi al final (Hch 20:6).
Alrededor de cuatro o cinco años después de su última visita a Filipos, mientras que era un prisionero en Roma, Pablo recibió una delegación de la
iglesia filipense. Los filipenses habían apoyado a Pablo generosamente en el pasado (4:15, 16), y también habían contribuido abundantemente para
los necesitados en Jerusalén (2 Co 8:1-4). Ahora, oyendo del encarcelamiento de Pablo, le enviaron otra contribución (4:10), y junto con ella a
Epafrodito para ministrar a las necesidades de Pablo. Desdichadamente Epafrodito sufrió de una enfermedad casi fatal (2:26, 27), camino de Roma,
o después de que llegó. A la luz de esto, Pablo decidió enviar a Epafrodito de regreso a Filipos (2:25, 26) y escribió la carta a los filipenses para enviarla
de regreso con él.

Pablo tenía varios propósitos al componer esta epístola. En primer lugar, quería expresar a través de la escritura su gratitud por la ofrenda de los
filipenses (4:10-18). En segundo lugar, quería que los filipenses supieran la razón por la que él decidió regresar a Epafrodito, para que no pensaran
que su servicio a Pablo había sido insatisfactorio (2:25, 26). En tercer lugar, él quería informarles acerca de sus circunstancias en Roma (1:12-26). En
cuarto lugar, él escribió para exhortarlos a la unidad (2:1, 2; 4:2). Finalmente, él escribió para advertirles de los falsos maestros (3:1-4:1).

En esta epístola el apóstol describe el «progreso del evangelio» (1.12), exhorta a la iglesia (1.27) y narra la situación de su vida de fe (3.12, 14). Pablo
siente «gozo en el Señor» (1.14, 18; 2.2; 3.1; 4.4; etc.) porque «el que comenzó entre [los filipenses] la buena obra [de la comunión en la
evangelización], la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (1.6). Exhorta a acabar con las «murmuraciones y contiendas» en la iglesia (2.3, 14) y
exalta la unidad gozosa en Cristo (1.7, 8, 27, etc.), ya sea que él esté presente o ausente (1.27).

El enfoque de Pablo en Filipenses es la vida centrada en Cristo, adornada por el gozo de pertenecer a la familia de Dios. Pablo lo ha entregado todo
a Cristo, y puede decir con la frente en alto que es siervo (esclavo) de Cristo (1.1), que para él el vivir es Cristo (1.21) y que lo ha perdido todo, y lo
tiene por basura, para ganar a Cristo (3.7–8). Su única pasión es glorificar al Señor (3.8–9). Su anhelo es que lo que siente lo sientan también los
cristianos filipenses. Ora que abunden en el amor de Cristo (1.9), que tengan el mismo sentir de Cristo (2.5–11) y que conozcan bien lo que pasó
Cristo: sufrimiento, muerte y resurrección (3.10–11). El cristiano, como es la experiencia de Pablo, puede siempre declarar por la fe: «Todo lo puedo
en Cristo que me fortalece (4.13).
Filipos

Filipos fue una ciudad de Macedonia oriental fundada por Filipo II de Macedonia, que le dio su nombre (antes se llamaba Crénides, en latín Crenides, es decir, lugar de las fuentes,
por las diversas fuentes del río Angites). Cerca había minas de oro, especialmente las de Asyla. Estaba cercana al río Gangas o Gangites.

Orígenes

Filipos es una fundación del rey de Macedonia, Filipo II, en el lugar de la colonia tasia de Crénides (Κρηνἱδες), en el valle del monte Orbelos (nombre antiguo del monte Lekani), en
el borde norte de la marisma que ocupaba en la antigüedad toda la llanura que lo separaba del monte Pangeo al sur.

El objetivo de esta fundación era tanto controlar las minas de oro vecinas como establecer una guarnición en un punto de paso estratégico: el sitio controlaba la ruta entre
Anfípolis y Neápolis, un segmento de la gran carretera real que atravesaba de este a oeste Macedonia y que será más tarde reconstruida por los romanos bajo el nombre de
Vía Egnatia

Después de la conquista macedonia de Anfípolis, Pidna y Potidea, Filipo II dotó a la nueva ciudad de importantes fortificaciones para defenderla de las tribus tracias, que cortaban
en parte el paso entre las marismas y el Orbelos, y envió allí colonos. Hizo emprender el saneamiento de las marismas, de lo que da testimonio el escritor Teofrasto. Filipos
conservó una verdadera autonomía dentro del Reino macedonio: una ciudad con sus propias instituciones políticas (ekklesía del demo). El descubrimiento de nuevas minas de oro
cerca de la ciudad, en Asyla, contribuyó al enriquecimiento del reino de Filipo II, que obtenía unos 1000 talentos al año y estableció allí un taller monetario. La integración definitiva
de la ciudad en el reino macedonio tendría lugar bajo Filipo V.

La ciudad fue a pesar de todo de tamaño modesto (¿2.000 habitantes?): cuando los romanos destruyeron definitivamente el reino argéada de Macedonia en 167 a. C. y lo dividieron
en cuatro Estados distintos (merides), fue Anfípolis y no Filipos la designada como capital del Estado de Macedonia oriental.

No se conoce nada o casi nada de la ciudad en esta época, excepto el recinto, el teatro, los cimientos de una casa bajo el foro romano, un pequeño templo y sobre todo un heroón
(templo consagrado a un héroe). Este monumento recubre la tumba de un tal Exekestos, quizás situada en el ágora y ligada al culto de κτίστης (ktístès) (héroe fundador) de la
ciudad.

Época romana

Fue visitada en algunas ocasiones por el apóstol Pablo (49, 56 y 57). Cuando Macedonia fue dividida en dos provincias por Teodosio el Joven, Filipos fue la capital de Macedonia
Primera.

La ciudad reaparece en las fuentes con ocasión de la guerra civil que siguió al asesinato de Julio César. Sus herederos Marco Antonio y Octavio se enfrentaron a los partidarios de
la República, Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino, en una doble batalla decisiva en la llanura al oeste de la ciudad en octubre de 42 a. C.

Un bando estaba dirigido por Augusto y el otro por Bruto; en un primer combate este último venció, pero en el segundo, veinte días después, fue derrotado. Vencedores, Marco
Antonio y Octavio licenciaron una parte de sus veteranos, probablemente de la legio XXVIII, los cuales se instalaron en la ciudad, refundada como colonia romana bajo el nombre
de Colonia Victrix Philippensium.

Augusto le dio entonces (41 a. C.) el rango de colonia (Colonia Victrix Philippensium) con derecho italiano. En 30 a. C., Octavio reorganizó la colonia y procedió a un nuevo
licenciamiento de veteranos, quizás de pretorianos y de italianos: la ciudad tomó el nombre de Colonia Iulia Philippensis, convertido en Colonia Augusta Iulia Philippensis después
de enero de 27 a. C., cuando Octavio recibió él mismo el nombre definitivo del Senado.

A continuación de este licenciamiento -y quizás después del primero—, el territorio de Filipos fue centuriado y distribuido a los colonos. La ciudad mantuvo sus límites macedonios,
materializados por el recinto, y su plano no es más que parcialmente revisado con la implantación del foro un poco al este del emplazamiento probable del ágora.
La colonia conoció un resurgimiento importante ligado a la riqueza de que le aportó su rico territorio y su posición privilegiada en la Vía Egnatia. Esta riqueza se tradujo por un
marco monumental particularmente imponente respecto al tamaño del área urbana: el foro se ordenó en dos terrazas de una parte y otra de la calle principal en varias fases entre
el emperador romano Claudio y los Antoninos, el teatro es agrandado y dispuesto para recibir los juegos romanos. Una abundante epigrafía latina testimonia esta prosperidad.

El régimen alimenticio de los griegos antiguos se caracterizaba por su frugalidad, reflejo de las condiciones difíciles de la agricultura griega. Está fundamentado en la «trilogía
mediterránea»: trigo, aceite de oliva y vino.

Los cereales constituían la base de la alimentación griega. Principalmente trigo duro, espelta y cebada. El trigo era reducido a grano empleado en puré o molido en harina para
hacer pan o tortas. La cebada se suele utilizar para hacer la maza, el plato básico griego. Los agricultores cocinaban en el horno el trigo harinero.

La pasta de trigo se utilizaba en la fabricación de galletas de consumo corriente, las galletas se hacían en moldes y se secaban. Los cereales se servían a menudo con verduras (col,
espinacas, cebollas, lechuga, rábanos, lentejas, habas o garbanzos).

El consumo de pescado y carne varía dependiendo de las fortunas de las familias, y estaba reservada a los ricos. Por otra parte, los griegos consumían una gran cantidad de
productos lácteos, especialmente queso. La frase «no comer más que cebada» es el equivalente de «estar a pan y agua». Se conocía la mantequilla, pero se prefería el aceite de
oliva. La comida era acompañada de vino (tinto, blanco o rosado), de agua, a veces aromatizada.

Los antiguos griegos hacían tres comidas al día:

un desayuno (ἀκρατισμός / akratismós), compuesto de pan de cebada mojado en vino puro (ἄκρατος / ákratos); al que eventualmente se le agregaban higos o aceitunas,2 así
como una especie de tortas o panqueques, hechos a la sartén y llamados τηγανίτης (tēganitēs), ταγηνίτης (tagēnitēs) o ταγηνίας (tagēnias), derivados todos de τάγηνον (tagēnon),
'sartén'.

un almuerzo (ἄριστον / ariston) que se tomaba al mediodía o al principio de la tarde;

una cena (δεῖπνον / deĩpnon), la comida más importante del día, que tenía lugar generalmente a la caída de la noche;

Puede añadirse una merienda (ἑσπέρισμα / hespérisma), que se solía tomar al anochecer.

Comían sentados; el empleo de banquetas estaba reservado a los banquetes (de ahí su nombre). Las tortas de pan podían servir de plato, pero eran más corrientes los recipientes
de terracota o de metal. La vajilla se refina con el tiempo y, por ejemplo, encontramos platos de materiales preciosos o de vidrio a lo largo de la época romana.

La presencia de mujeres era rara en las comidas y banquetes, y permanecían en la mayor reserva y silencio. Era costumbre que salieran cuando los convivios habían terminado de
comer, y podían entablar conversaciones libremente. Parece que, en la mayoría de los casos, las mujeres tomaban sus comidas aparte. Si el tamaño de la casa no lo permitía, los
hombres comían primero, y las mujeres pasaban a la mesa una vez que estos habían terminado su comida.

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