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MATERIA LA AUTORIDAD Y LA SUMISIÓN

Logro
Reconocer a Dios como fuente suprema de toda autoridad y la necesidad
e importancia del principio de autoridad espiritual en el universo.

Introducción
Los hechos de Dios proceden de su trono, y este se fundamenta en su
autoridad. Todas las cosas son creadas por la autoridad de Dios, y todas las
leyes físicas del universo se mantienen por esta misma autoridad. La Biblia
expresa que Dios «sustenta todas las cosas con la palabra de poder» (He.1:3),
lo que significa que sustenta todas las cosas con la palabra de su autoridad; la
autoridad de Dios representa a Dios mismo, mientras que su poder
representa sus hechos. Para conocer la autoridad, debemos tener
primeramente un encuentro con ella; de otro modo nunca vamos a
obedecer. Limitarse a oír un mensaje sobre la obediencia es totalmente
ineficaz. Debemos tener un encuentro con Dios, para que sea puesto el
fundamento de su autoridad en nuestra vida.
Lección 1
LA IMPORTANCIA DE LA AUTORIDAD
«De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios
resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos» (Ro. 13:2).
Indicador de logro
Identifica el origen de la rebeldía, y la obediencia como la más grande
demanda de Dios en la Biblia.

Introducción
Solo Dios es autoridad en todas las cosas, porque todas las autoridades de la
Tierra son instituidas por El. La autoridad es algo de importancia en el
universo, por esto, es imperativo que quienes deseamos servir a Dios,
conozcamos su autoridad. Cuando pecamos contra la autoridad de Dios, las
consecuencias son más nefastas para nuestra vida que cuando pecamos
contra su poder, porque el pecado contra la autoridad es un pecado contra
Dios mismo.

1. El origen de la rebeldía
La rebelión fue la causa de la caída de Satanás. El querubín protector se
convirtió en Satanás cuando no actuó de acuerdo con la autoridad de Dios,
compitió con El y, por esto, se volvió adversario de Dios (Isaías 14:12-15). El
intento de Satanás de poner su trono sobre el trono de Dios (vanagloria y
autoexaltación), fue una transgresión directamente contra la autoridad de
Dios (Ez. 28:13-17). La desobediencia a las autoridades es el principio de
Satanás, y es una rebelión más grave que la de ofender su santidad. En la
oración del Padre Nuestro, se dice: «Y no nos metas en tentación más
líbranos del mal» (Mt. 6:13), porque se sabe que Satanás continúa su trabajo
hasta el fin del mundo. Inmediatamente después, se hace una declaración
muy significativa: «Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria por todos
los siglos, amén»; esto nos da a entender que una vez que reconocemos que
todo el universo está bajo la autoridad de Dios, somos libres del Enemigo, ya
que todo el poder y la autoridad es de Dios.
La obediencia es un principio clave en el servicio a Dios, no podemos
predicar a Cristo, y al mismo tiempo estar en rebeldía. Satanás no teme que
prediquemos a Cristo, pero sí teme que estemos sometidos a la autoridad de
Él.
2. La autoridad, controversia del universo
La controversia del universo reside en quién tiene la autoridad, y nuestro
conflicto con Satanás es el resultado directo de que estemos sometidos a la
autoridad de Dios. Para mantener la autoridad de Dios, debemos sujetarnos a
ella de todo corazón.
Antes de conocer la autoridad, Pablo trataba de acabar con la Iglesia;
después de conocer la autoridad, se dio cuenta de que «... dura cosa es dar
coces (fuerza humana), contra el aguijón (autoridad de Dios) ...».
Inmediatamente cayó al suelo y reconoció la autoridad del Señor Jesús (Hch.
9:1-19).
¿Cómo habría podido Pablo, un erudito y estudiado, escuchar las palabras de
Ananías, un desconocido, a quien solamente se le menciona una vez en la
Biblia? Si no se hubiera encontrado primero con la autoridad de Dios, jamás
lo habría logrado. Esto demuestra que quien se somete a la autoridad, se
somete a Dios y no a los hombres. Como en el caso de Pablo, quien ha tenido
un encuentro con la autoridad, trata simplemente con ella y no con el
hombre. No miremos a la persona, sino a la autoridad que representa. No
obedecemos a los hombres, sino a la autoridad de Dios en los hombres.
3. La más grande demanda de la Biblia: obediencia a la voluntad de Dios.
La más grande demanda de Dios al hombre no es que le sirva o le haga
ofrendas, sino que le obedezca: «Ciertamente el obedecer es mejor que los
sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros» (1 S.15:22). El
ofrecer sacrificios puede ser un acto puramente nuestro. En cambio, la
obediencia es absolutamente en honor a Dios, y tiene como centro la
voluntad de Él. La expresión de la autoridad es la sujeción. Para que haya
sujeción, el ego debe ser excluido; porque la sujeción no es posible en
nuestro propio esfuerzo; es posible solamente cuando vivimos en el Espíritu.
No debemos estar buscando un trabajo qué hacer, sino hacer el trabajo que
Dios nos mande hacer. Solamente cuando trabajamos en obediencia a la
autoridad, estamos actuando de acuerdo con la voluntad de Dios. En una
ocasión, el Señor desaprobó a los que intentaron hacer la obra como cosa de
ellos, y les enfatizó que solo quienes hacían la voluntad de Dios, entrarían en
el reino de los cielos (Mt. 7:21-23).
4. La oración de nuestro Señor en Getsemaní.
La oración del Señor en Getsemaní es la suprema expresión en la cual Él
manifiesta su obediencia a la autoridad de Dios. Con fervor ora para saber
cuál es la voluntad de Dios. Lo absoluto es la voluntad de Dios; la copa
(crucifixión) no es algo absoluto. Si Dios no hubiera querido que el Señor
fuera crucificado, El no habría tenido que ir a la cruz. Antes de que el Señor
supiera cuál era la voluntad de Dios, esta y la copa eran dos cosas separadas;
pero después de que supo que la copa era de Dios, esta y la voluntad de Dios
se fundieron en una sola cosa (Jn. 18:11).
Una vez que ha comprendido que el beber la copa (ser crucificado para
expiar el pecado) es la voluntad de Dios, al momento dice: «Levantaos,
vamos...», e inmediatamente va a la cruz haciendo así la voluntad de Dios
(Mt. 26:46).
La muerte del Señor en la cruz es, entonces, la máxima expresión de
obediencia a la autoridad. Como siervos de Dios, el primer requisito que
debemos llenar es obedecer la autoridad de Dios; solo así El comenzará a
usarnos.
5. El ejemplo del Señor Jesús y de Pablo al ser juzgados.
El Señor fue sometido a un juicio doble, después de su arresto: primero, ante
el Concilio; luego, ante Pilatos. Esto representaba el punto de vista religioso y
político. Cuando fue juzgado ante Pilatos, el Señor no contestó porque Él no
estaba bajo las leyes de este mundo. Pero, ante el Sumo Sacerdote Él dice
que es el Hijo de Dios (Mt. 26:62-64 y 27:11-14).
Cuando Pablo fue juzgado ante el Concilio, inmediatamente reconoció que
Ananías (sumo sacerdote de Dios) era la máxima autoridad de Dios, y se
sometió (Hch. 23:1-5).

Aplicación Teoterápica
Hay dos principios en el universo: el principio de la autoridad de Dios, y el
principio de la rebelión de Satanás. No podemos servir a Dios y,
simultáneamente, ir en el camino de la rebelión, teniendo un espíritu
rebelde. Si realmente queremos servir a Dios, debemos tener claro que el
principio de nuestro servicio debe ser la autoridad. Solamente cuando hemos
conocido bien la autoridad de Dios, y hemos aprendido a obedecerle,
estaremos en condiciones de conducir a otros por el camino correcto.
Reconocer la autoridad requiere gran revelación de Dios; necesitamos pedirle
que nos confronte para discernir lo que es transgredir la autoridad que Dios
ha delegado en otros.
Lección No. 2
CASOS DE REBELIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
«Porque, así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos
serán constituidos justos» (Ro. 5:19)
Indicador de logro
Identifica, en el Antiguo Testamento, casos que ilustran la rebeldía del
hombre y sus consecuencias.
Introducción
El trabajo de Dios está basado en su autoridad, no en su poder. Las leyes del
universo han sido instituidas por Dios, y todas las cosas fueron creadas, y hoy
son sostenidas por la poderosa palabra de su autoridad. No hay autoridad,
excepto la de Dios, pues todas las autoridades han sido instituidas por El.
Siendo que todo está bajo su autoridad, cada vez que una persona peca
contra la autoridad de Dios, peca contra Él mismo. Veamos algunos ejemplos
de rebelión en el Antiguo Testamento.

1. La caída de Adán y Eva


La caída del hombre se origina en la desobediencia. Después de crear a Adán,
Dios le dio una orden; el hecho principal de la orden no fue decirle que no
comiera de cierto fruto, sino colocar a Adán bajo autoridad, para que
aprendiera la obediencia. Así como Dios colocó todo lo creado bajo la
autoridad de Adán, así también Adán debía estar bajo la autoridad de Dios, y
debía obedecerla; solamente cuando se está bajo autoridad, se puede tener
autoridad. Primero fue creado Adán y luego Eva; este orden nos dice que
quien primero fue creado tiene la autoridad. De esta manera, Eva no solo
estaba bajo la autoridad de Dios, sino también bajo la autoridad de Adán. Eva
no se sometió a la autoridad de Adán, y Adán, al escuchar a Eva, tampoco se
sometió a la autoridad de Dios. Desde el principio, Dios ordenó al hombre
obedecer, y no hacer su propia voluntad. Cualquier acción que no tenga
obediencia es una caída, y cualquier acto de desobediencia es rebelión.
 El bien y el mal están en las manos de Dios
Antes de su caída, Adán y Eva tenían su bien y su mal en las manos de Dios. Si
no vivían delante de Dios, no sabían nada. Al tomar del fruto del árbol del
conocimiento del bien y del mal, encontraron otra fuente, que no era la de
Dios. Consecuentemente, después de la caída, los hombres no buscan la
esencia del bien y del mal en Dios, sino que la tienen en sí mismos. La obra
de la redención consiste en llevarnos de regreso a encontrar nuestro bien y
nuestro mal en Dios. Las acciones de los hombres no deben ser gobernadas
por su conocimiento del bien o del mal, sino por la obediencia. Desde la
caída de Adán, el desorden ha imperado en el universo. Cada uno piensa que
puede distinguir entre el bien y el mal, y se cree mejor que Dios.
Necesitamos ser librados de este engaño, que no es otra cosa que rebeldía.
Un hijo y siervo de Dios debe conocer quién es su autoridad, pues sino
conoce, tampoco va a obedecer. No debemos estar ocupados en saber qué
es lo correcto y qué lo incorrecto; qué es el bien y qué es el mal. En lugar de
eso, debemos conocer quién es la autoridad sobre nosotros y a quién
debemos sujetarnos. Una vez que sepamos esto, encontraremos
naturalmente nuestro lugar en el cuerpo de Cristo.

2. La rebelión de Cam
 La embriaguez de Noé
Dios colocó a Noé como cabeza de la familia, es decir, toda su familia estaba
bajo su autoridad. Un día, Noé se embriagó y quedó descubierto en medio de
su tienda. Cam, su hijo menor, vio la desnudez de su padre y se lo dijo a sus
dos hermanos que estaban afuera (Gn. 9:20-27).
Ciertamente, Noé actuó mal, no debió embriagarse, pero Cam no vio la
autoridad y dignidad de su padre, tuvo un espíritu de desobediencia y
rebeldía, pues fue a contarle a sus hermanos, en lugar de hacer lo que ellos
hicieron cuando lo vieron: entraron por detrás y lo cubrieron.
 Los errores de la autoridad delegada prueban la obediencia.
El pecado de Noé dio oportunidad para que se revelara quién era obediente,
y quién era rebelde, y Cam pecó. Después de que Noé despertara, profetizó
que los descendientes de Cam serían malditos, y que vendrían a ser siervos
de los siervos de sus hermanos. Cam se convirtió en el primer esclavo y, por
muchas generaciones, estuvo bajo la autoridad de otros; como no conoció la
autoridad, fue puesto bajo autoridad durante las generaciones futuras. Sem
sería bendito, y de la línea de él, desciende Nuestro Señor Jesucristo.

3. El fuego extraño ofrecido por Nada y Abiú


 El servicio es iniciado por Dios
Dios colocó a Aarón por sacerdote, y ungió su cabeza con el aceite de la
unción. En todos los asuntos del servicio, Aarón era el jefe y sus hijos eran
simples ayudantes que servían junto al altar. Aarón debía iniciar todos los
sacrificios, no sus hijos, por eso cuando ellos ofrecieron un sacrificio por su
cuenta, el fuego resultó extraño a Dios. Estaban sirviendo sin obediencia a la
autoridad, asumieron que podían hacer lo mismo que su padre, aunque sin
autoridad. No reconocieron a su padre como el que tenía la autoridad de
Dios (Lv.10:1-2).
Cuando servimos a Dios, debemos conocer su voluntad y hacerlo en
obediencia a Él, pues si lo hacemos por nuestra propia cuenta, será parecido
al fuego que ofrecieron Nadab y Abiú, y será trabajo de hombres que termina
en muerte.
 El trabajo de Dios es la coordinación de la autoridad
El Nuevo Testamento nos relata cómo Bernabé, Pablo, Timoteo, Pedro y
Marcos trabajaron juntos. Unos tuvieron la responsabilidad, mientras los
demás estaban ayudando. Dios no está buscando sacrificios de nuestra parte,
sino que mantengamos la autoridad, por esto debemos aprender cómo
sujetarnos a ella. No hay lugar para el servicio individual, pues debemos
servir en coordinación con el equipo que Dios nos ha dado.

4. La murmuración de Aarón y María


 la autoridad es elección de Dios, no logro del hombre.
Dios había encomendado su autoridad delegada a Moisés. Aarón y María
eran los hermanos mayores de Moisés, él debía estar sujeto a la autoridad de
ellos en el hogar, pero en el llamamiento y obra de Dios, ellos debían
someterse a la autoridad de Moisés. Aarón y María no estaban contentos con
la mujer etíope con la cual se habla casado Moisés, y comenzaron a hablar
contra él, Moisés nunca replicó nada, porque sabía que la autoridad no
necesita defensa; estaba seguro de la autoridad que Dios le había dado y
sabía que solo Él se la podía quitar (Números. 12:1-16), Aarón y María
pensaban que Dios estaba de su parte, pero en realidad no era así; porque,
aunque Moisés había causado dificultades en la familia, tenía de todas
maneras la autoridad delegada por Dios. Por esto, cuando citó a los tres al
tabernáculo, les dijo que Moisés era su siervo fiel y les reprendió por hablar
contra él.
 La rebelión manifestada como lepra.
Las palabras de rebelión ascendieron hasta Dios, así que pecaron no solo
contra Moisés, sino contra Dios mismo. María perdió la presencia de Dios, y
fue castigada de dos maneras: no tenía compañerismo con Dios, y recibió
lepra en su cuerpo. A consecuencia de la lepra, el tabernáculo no se pudo
trasladar en siete días. Esto indica, que, si no se resuelve cualquier
problema contra la autoridad, todo lo demás pierde su valor, se vuelve
vacío e inútil.
En cada circunstancia de la vida encontraremos la autoridad de Dios, ya sea
en forma directa o representativa. Solo cuando tengamos un verdadero
encuentro con la autoridad, entenderemos cuánto hemos pecado en este
sentido.
5. La rebelión de Coré, Datan y Abiram
Coré y su compañía, pertenecían a los levitas y representaban a los
sacerdotes. Datan y Abiram, los hijos de Rubén, representaban a los
dirigentes. Todos estos, junto con 250 dirigentes de la congregación, se
unieron para rebelarse contra Aarón y Moisés, Puede que hayan sido
honestos en lo que decían, pero les faltó ver la autoridad del Señor.
Consideraron este asunto como un problema personal, como si no hubiera
autoridad entre el pueblo de Dios (Números. 16:1-50).
La respuesta de Moisés no fue de enojo ni de impaciencia, oró y contestó con
un espíritu de humildad (Núm. 16:5). Ellos pensaron que hacían esto contra
Moisés y Aarón solamente, pero no se dieron cuenta de que se estaban
rebelando contra Dios mismo, porque Él y su autoridad delegada son
inseparables. No es posible mantener una actitud con Dios, y otra con su
autoridad delegada.
 Los obedientes siguen la fe, no la razón.
El hecho de hablar contra Moisés, porque no los había llevado a la Tierra
Prometida, les daba aparentemente la razón, pues todavía no estaban en la
tierra que fluía leche y miel, sino en el desierto. Pero también nos indica que
estaban caminando sin fe en la promesa de Dios, y cuando no caminamos
en fe, no podemos ver la autoridad de Dios en las decisiones que toman los
que caminan en fe. Nadie que siga la razón podrá andar por la senda
espiritual, porque esta es superior al razonamiento humano. La autoridad no
es un asunto que se reconozca solo por medio de instrucción externa, sino
también por medio de revelación interna. Coré y sus compañeros recibieron
el castigo de Dios. La rebeldía es un principio del infierno, ilustrada por
medio de la tierra cuando abrió su boca, y Coré, Datan y Abiram fueron
consumidos por ella, con sus familias y sus bienes.
 La rebelión es contagiosa
Hubo dos rebeliones, la de los líderes y la de toda la congregación. El castigo
de los líderes no sirvió de ejemplo al resto de personas. Ellos también se
rebelaron, declarando que Moisés había matado a sus líderes, pero
realmente no fueron Moisés ni Aarón los que llamaron el fuego. Dios envió
una plaga y murieron 14.700, porque ya no toleraba ni soportaba la rebeldía
contra su autoridad; ya les había perdonado 10 veces en el desierto, y esta
rebeldía no podía ser pasada por alto, porque era un principio de Satanás. El
pecado de rebeldía, es más grave que los demás. Cuando el hombre resiste a
la autoridad, Dios le disciplina.

Aplicación Teoterápica
Así como la fe es el principio por el cual obtenemos vida, la obediencia es el
principio por el cual vivimos. Para poder recobrar la autoridad, primero debe
ser restaurada la obediencia. Muchos dicen que se someten a Dios, pero no
se sujetan a las autoridades delegadas. Como todas las autoridades vienen de
Dios, debemos aprender a obedecerlas a todas. Los problemas que
enfrentamos hoy se deben a que los hombres están viviendo fuera de la
autoridad de Dios. Algunos piensan que es muy difícil obedecer a la
autoridad, pero si primero nos encontramos con Dios, la dificultad
desaparece. No hay nadie que obedezca la voluntad de Dios y que no tenga
Su misericordia sobre él. Una vez que se ha aprendido a obedecer la
autoridad de Dios, ya no será difícil obedecer otras que parecen más difíciles.
Lección No. 3
DAVID Y SU CONOCIMIENTO DE LA AUTORIDAD
«Y dijo David a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi
señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el
ungido de Jehová» (15. 24:6).
Indicador de logro
Identifica el ejemplo de David como un hombre que conocía la autoridad y el
verdadero sometimiento.
Introducción
Dios inauguró su autoridad en la Tierra, cuando estableció al pueblo de Israel;
pero ellos, después de que entraron en Canaán, le pidieron a Dios un rey.
Dios nombró a Saúl como su autoridad delegada, pero infortunadamente,
Saúl desobedeció la autoridad de Dios, cuando perdonó al rey de los
amalecitas y a lo mejor de sus ganados. Así que Dios rechazó a Saúl y ungió a
David. Sin embargo, David permaneció bajo la autoridad de Saúl, aunque sus
hombres le aconsejaron matarlo.

1. David no obtuvo el trono por medio de la rebelión.


Israel tenía dos reyes: el rey rechazado estaba todavía en el trono; el
escogido, aún no había ascendido. David estaba en una posición muy difícil. 
(1 S. 24:1-16).
En una ocasión Saúl salió a buscar a David al desierto de En-gadi, durante el
viaje se metió en una cueva, en cuyos rincones se hallaban sentados David y
sus hombres. Estos le sugirieron a David que matara a Saúl; pero él resistió la
tentación, y no se atrevió a alzar su mano contra la autoridad. David tenía el
derecho legal de tomar el trono, pues estaba en los planes de Dios que él
fuera el rey; sin embargo, vio que eso no era correcto, porque era rebelarse
contra la autoridad de Dios. Demoró muchos años en conseguir el trono,
pues al estar bajo la autoridad de Saúl, tendría que haberse rebelado y David
no quería hacerlo así.

2. La obediencia es mejor que el trabajo.


David conocía la autoridad de Dios en su corazón. No quiso matar a Saúl con
su propia mano para cumplir el plan y la voluntad de Dios, sino que esperó
que Dios mismo trabajara. Su corazón estaba quieto en obediencia.
La sujeción a la autoridad no consiste en estar sujetos a una persona, sino a
la autoridad que esa persona tiene, la cual viene de Dios. Es verdad que Saúl
desobedeció a Dios, pero esto era un asunto entre Dios y Saúl. La
responsabilidad de David ante Dios era someterse a la autoridad delegada en
Saúl, y por esto se dirigía a él como «mi señor», «el ungido de Jehová»
(1 S. 24:6).

3. David mantuvo la autoridad de Dios.


David tuvo nuevamente la oportunidad de matar a Saúl, en el desierto de Zif.
Uno de sus hombres, Abisai, deseaba hacerlo, pero David lo reprendió, no lo
permitió y solamente tomaron los objetos que estaban alrededor (la lanza y
la vasija de agua) de Saúl. David prefería ser obediente a Dios, y mantener Su
autoridad, antes que salvar su propia vida (1 S. 26:1-20). En su deterioro
espiritual y su desesperación, Saúl logró suicidarse con la ayuda de su
escudero (1 S. 31:1-13). Un joven amalecita vino corriendo hasta David, a
buscar una recompensa, diciendo que él había dado muerte a Saúl. Pero la
actitud de David era todavía de sometimiento a Dios y a su autoridad, y le
dijo al joven: «¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para matar al
ungido de Jehová? Inmediatamente ordenó que lo mataran» (2 S.1:11-16).
David apoyaba absolutamente la autoridad de Dios. Esto es exactamente lo
que Dios desea recobrar hoy.
Aplicación Teoterápica
David mantuvo la autoridad de Dios, por eso Dios lo llamó «un hombre
conforme a su corazón», El reino de David continúa hasta ahora, pues el
Señor Jesucristo es descendiente de él. Solamente pueden ser autoridad los
que se someten a la autoridad. Es necesario que extirpemos todas las raíces
de rebelión en nosotros para someternos a la autoridad delegada, antes de
pretender ejercer autoridad sobre otros. La Iglesia o cuerpo de Cristo existe
por causa de la obediencia, y no tiene temor de los débiles, sino de los
rebeldes. Debemos someternos a la autoridad de Dios en nuestro corazón,
para que el cuerpo de Cristo pueda ser bendecido, pues su futuro también
depende de nosotros.
Lección 4
LA OBEDIENCIA DEL HIJO
«Jesus estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le
exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre» (Fil.
2:8-9).
Indicador de logro
Conoce ampliamente el ejemplo de Jesús, como iniciador y símbolo de la
obediencia en la Tierra.
Introducción
La Biblia nos afirma que el Señor Jesús y el Padre son uno (Jn. 1:1-3). La gloria
que Dios tenía en el principio, era también la gloria del Hijo, es decir, el Padre
y el Hijo tenían igual poder y posición. Solamente hay diferencia en la
persona; por eso, la Biblia dice que Jesús, siendo en forma de Dios, se
despojó de su divinidad para cumplir en la Tierra el plan del Padre.

1. Jesucristo, iniciador de la obediencia.


Cuando el Señor Jesús vino a este mundo, se había despojado de tal modo de
la gloria, del poder y de la forma de su divinidad, que ninguno de los que
vivían entonces lo reconoció como Dios, a menos que fuera por medio de la
revelación (Fil. 2:5-11).
En la Tierra fue tratado como una persona común y corriente. Como Hijo, Él
se somete voluntariamente a la autoridad del Padre y declara: «El Padre
mayor es que yo» (Jn. 14:28). Con gusto, el Padre toma el lugar de la cabeza,
y el Hijo responde en obediencia. Dios Padre se convierte en el emblema de
la autoridad, mientras Cristo asume el símbolo de la obediencia.
Para Cristo, el ser obediente no fue tan simple. Era más difícil para EI
obedecer, que crear los cielos y la tierra, pues tuvo que despojarse de su
gloria y el poder de su divinidad, y tomar la forma de "siervo", antes de estar
calificado para obedecer. Voluntariamente tomó el lugar de un esclavo,
aceptando las limitaciones humanas de espacio y tiempo. Se humilló hasta el
extremo y fue obediente hasta la muerte, por esto, Dios lo exaltó hasta lo
sumo. Dios exalta al que se humilla, este es un principio divino.

2. Ser llenos de Cristo es ser llenos de obediencia.


El Padre vino a ser la cabeza de Cristo, y Cristo el iniciador de la obediencia.
De esta manera, tanto la autoridad como la obediencia, han sido instituidas
por Dios, y es muy natural que los que conozcan a Cristo, le obedezcan. Es de
esperarse que una persona llena de Cristo sea también llena de obediencia.
Ante el ejemplo de Jesús, no es válido el razonamiento de muchas
personas: "Si usted y yo somos iguales, ¿por qué tengo que obedecerlo?".
Este pensamiento no tuvo lugar en la mente de Cristo. Él representa la
obediencia que es tan perfecta como la autoridad de Dios. Ante este hecho,
que Dios tenga misericordia de quienes dicen conocer la autoridad, mientras
la obediencia está ausente de sus vidas.
3. El camino del Señor.
En cuanto a la Deidad, el Hijo y el Padre son recíprocamente iguales; pero el
hecho de que el Hijo sea el "Señor" se lo concedió Dios como recompensa,
solo después de renunciar a sí mismo. Su Deidad se deriva de lo que Él es,
porque el ser Dios es su naturaleza inherente, pero el ser "Señor" se deriva
de lo que hizo. Dios lo exaltó y recompensó con el "Señorío", después de
dejar su gloria y obedecer. Cuando Dios tuvo la idea de crear el universo, en
sus planes estaba que la autoridad suprema sería ejercida por Dios Padre,
pero como la autoridad no puede existir sin la obediencia, Dios debería
buscar esa obediencia. Creó entonces dos clases de seres: ángeles y
hombres. Con la caída de Satanás y de Adán, Dios no podía establecer su
autoridad en los ángeles ni en los hombres. Por esto, fue necesario enviar al
Hijo para que, por medio de su obediencia, hubiera sujeción a la autoridad de
Dios.
Como la desobediencia vino de los seres creados, el Hijo tuvo que venir al
mundo y ser igual a un ser creado para establecer la obediencia. De esta
manera, la autoridad de Dios se fundamenta en la obediencia del hombre.

4. La obediencia se aprende por medio del sufrimiento.


Había dos maneras como el Señor podría venir: la primera, obedeciendo
absolutamente como hombre, estableciendo la autoridad de Dios en todas
las cosas, sin la menor señal de rebelión. La segunda, usando su autoridad,
poder y la gloria de su Deidad, por encontrar difícil seguir la obediencia. El
Señor descartó la segunda y se sometió a la obediencia hasta la muerte. Él es
nuestro ejemplo de cómo reafirmar la autoridad de Dios (He. 5:8-9).

Aplicación Teoterápica
El Señor vino a este mundo con las manos vacías; no trajo consigo la
obediencia, la aprendió por lo que padeció, y llegó a ser así la fuente de
eterna salvación para los que le obedecen. El Señor se despojó de su Deidad
para hacerse hombre débil y familiarizado con el sufrimiento. Cada
sufrimiento que soportó, maduró en fruto de obediencia; ninguna clase de
sufrimiento pudo hacerlo murmurar o enojarse. Es triste ver que hay muchos
cristianos que cuando llegan los sufrimientos, murmuran angustiados,
indicando así que no han aprendido a obedecer.
Lección 5
LAS AUTORIDADES DELEGADAS
"Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no
hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido
establecidas» (Ro. 13:1).
Indicador de logro
Identifica apropiadamente el concepto de autoridad delegada, y comprende
el plan de Dios a través de esta.

Introducción
En cada circunstancia de la vida encontraremos la autoridad de Dios, ya sea
en forma directa o representativa. La autoridad está por todas partes; por
ejemplo, el policía de la esquina, aunque tal vez sea menos
instruido que nosotros, es autoridad sobre nosotros.
Puesto que todas las autoridades gobernantes han sido ordenadas e
instruidas por Dios, son para que se les reconozca como tal y se les
obedezca. Por otro lado, los que han sido establecidos por Dios deben
ejercer la autoridad como representantes suyos.

1. La autoridad delegada en el mundo.


Durante el tiempo de Adán, Dios les dio a los hombres dominio sobre la
Tierra, y tenían que gobernar sobre las criaturas vivientes. Después del
diluvio, Dios le dio a Noé la potestad de gobernar al prójimo (Gn. 9:26).
Desde entonces, siempre ha habido gobierno humano, bajo cuya autoridad
han sido puestos los hombres (Ro. 13:1).
Después de sacar a su pueblo de Egipto y llevarlo al desierto, Dios le dio los
diez mandamientos, y entre estos un mandamiento en el cual se decía: «...
No injuriarás a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo...» (Ex.
22:28), demostrando así que los había puesto bajo gobernantes.
Cuando nuestro Señor estaba en la Tierra, se sometió a las autoridades
gobernantes, así como a la autoridad del Sumo Sacerdote. Él pagó impuestos
y enseñó a los hombres a dar «al César lo que es del César» (Mt. 22:21).
Cuando el Sumo Sacerdote lo interrogó, Jesús le respondió, reconociendo así
que este era autoridad sobre la Tierra. Nuestro Señor nunca participó en
ninguna rebelión (Mt. 26:63-64).
No importa que el mundo no reconozca a Dios; nosotros debemos seguir el
ejemplo de Cristo y obedecer a las autoridades. Es difícil obedecer, si no
vemos la autoridad de Dios en ellos. No olvidemos que toda insubordinación
o desacato a la autoridad es rebelión para con Dios (1 P. 2:13-14).

2. La autoridad delegada en la familia.


Dios estableció su autoridad en el hogar cuando colocó al marido por
autoridad delegada de Cristo. La esposa representaba a la Iglesia, la cual
debe estar sujeta. Cuando la mujer no reconoce la autoridad de Dios en su
esposo, y los hijos no aceptan la autoridad de Dios en los padres, la familia
entra en desequilibrio y acarrea una crisis social (Ef. 5:22-24, Tit.2:4-5).
De los diez mandamientos, el primero que tiene promesa es el que exige a los
hijos obediencia a los padres. Al hijo que honre a sus padres le irá bien y
tendrá larga vida sobre la Tierra (Ef. 6:1-3).

3. La autoridad delegada en la Iglesia.


 Dios estableció autoridades en la Iglesia
Dios se ha propuesto demostrar su autoridad al mundo, por medio de su
Iglesia, por eso ha colocado autoridades las cuales deben ser obedecidas por
cada miembro en particular. La Iglesia debe mostrar obediencia a Cristo, así
como Cristo tuvo obediencia a su Padre (1 Tes. 5; 12-13). Basado en este
mismo principio, David se sometió durante un tiempo a la autoridad
delegada de Saúl, y no se atrevió a ir contra él, aunque su autoridad ya
estaba en decadencia. David sabía que toda injuria contra la autoridad da por
resultado la pérdida del poder espiritual.
En una ocasión se celebró un concilio para tratar el asunto de la circuncisión
en los convertidos; tanto jóvenes como ancianos podían opinar, pero
después de que Pedro y Pablo terminaron de hablar, Jacobo se puso de pie
para anunciar la decisión a la que habían llegado. Pedro y Pablo solo se
refirieron a hechos, pero Jacobo dio el veredicto. Aún entre los ancianos y
apóstoles había un orden establecido, pues algunos apóstoles eran mayores
y otros menores en autoridad (Hechos. 15:6-20).
Si reconocemos que la autoridad no viene directamente de la persona
encargada, sino que viene de Dios, al recibir órdenes difíciles podemos
seguirlas confiadamente, sabiendo que no obedecemos solo a la persona,
sino a la autoridad que le ha dado Dios. La obediencia está basada en la vida
de fe y no en la razón. La parábola de Los labradores malvados nos habla de
la autoridad delegada. El dueño no fue personalmente a recibir su dinero,
sino que envió a sus siervos, y a la cuarta vez mandó a su hijo. Todos fueron
sus delegados, y según el punto de vista de Dios, los que rechazaron a los
siervos, lo rechazaron a Él (Lc. 20:9-16). Dios siempre es fiel con los que
representan su autoridad, y cuando sus representantes se equivocan y
cometen faltas, es solo Dios quien las juzga, y no permite que los que están
bajo su autoridad delegada digan nada contra ellos.

 Dios va a restablecer su reino.


Hemos visto cuántos problemas trajo al universo la caída de los ángeles y del
hombre, pues el propósito de Dios era que los seres creados aceptaran la
autoridad, pero sus criaturas lo rechazaron. Satanás y sus ángeles aún
continúan violando la autoridad y ayudando a que los hombres también se
rebelen, pero Dios no va a permitir que esto siga así para siempre. Él va a
establecer su reino por medio de la obediencia perfecta de Cristo. Ahora que
Él vive en cada cristiano, el cuerpo de Cristo (la Iglesia) es el vehículo que
Dios usa para establecer su reino en las naciones, pues Cristo le dio este
poder. Si la obra de Dios en la tierra se tarda demasiado, es por culpa de la
Iglesia, ya que la rebeldía de algunos miembros impide el progreso del plan
de Dios. Cuando la Iglesia de Cristo haya obedecido en todo sentido, la Tierra
entera será puesta bajo la autoridad de Dios (Ap. 11:15).
 El evangelio nos llama no solo a creer, sino también a obedecer.
Dios nos llama a creer para la salvación, pero también tiene un propósito
para cada uno, después de darnos la salvación, y es obedecerle y establecer
así su autoridad en la Tierra. La Biblia menciona la fe, así como la obediencia,
pues creemos para obedecer; la fe produce obediencia. Luego de ser
iluminado por el Señor, Pablo le preguntó: «¿Qué quieres que haga Señor?».
Observamos cómo el Espíritu Santo lo indujo a ver la autoridad del evangelio.

Aplicación Teoterápica
Quien resiste a las autoridades delegadas, resiste al mismo mandamiento de
Dios, y quienes la rechazan, rechazan la misma autoridad de Dios. Es
imposible que desechemos la autoridad delegada, y sigamos todavía sujetos
directamente a Dios. Nuestra confianza, al someternos a las autoridades
delegadas, es que, si Dios se arriesga a confiar su autoridad a los hombres,
podemos entonces arriesgarnos a obedecer. Si el que ejerce la autoridad es
injusto, esa persona tiene que responderle directamente a Dios. El Señor no
nos hará responsables por la obediencia equivocada; al contrario, hará
responsable a la autoridad delegada, por su acción errónea.
Lección 6
LA AUTORIDAD DEL CUERPO
"Someteos unos a otros en el temor de Dios" (Ef.5:21).

Indicador de logro
Adquiere una perspectiva adecuada de la autoridad del cuerpo, y su
implicación en el crecimiento espiritual.
Introducción
Dios actúa por medio de la unidad del cuerpo, sin embargo, para que esto
se lleve a cabo, primero debe existir una cabeza que tenga autoridad. Sin
la cabeza no puede haber cuerpo. Para mantener la unidad del cuerpo,
debemos dejar que la cabeza gobierne.
Todos los miembros del cuerpo deben estar sujetos unos a otros. Cuando
esto sucede, el cuerpo es uno consigo mismo y con la cabeza. Cuando la
autoridad de la cabeza prevalece, la voluntad de Dios se hace, de esta
manera se experimenta el reino de Dios.

1. La autoridad encuentra su máxima expresión en el cuerpo de Cristo.


 La Iglesia es el cuerpo de Cristo.
Solo la relación entre Cristo y la Iglesia puede dar plena expresión a la
autoridad, así como a la obediencia. La Iglesia no es únicamente una
institución, es el "cuerpo" de Cristo, y Cristo es la "cabeza" de la Iglesia
(Ef. 5:23). En el mundo, los padres pueden abusar de su autoridad con los
hijos; los gobiernos dar leyes erróneas; de esta manera, la autoridad no es
perfecta. Pero Dios desea que la autoridad y la obediencia de Cristo y su
Iglesia sean perfectas. Tan pronto como la cabeza concibe una idea, los dedos
se mueven de modo natural y armonioso, y esa es la intención que Dios tiene
con nosotros, que estemos en perfecta obediencia.
 El cuerpo obedece a la cabeza.
Dios dispuso que la cabeza y el cuerpo participaran de una sola vida. Es muy
natural, por tanto, que el cuerpo obedezca a la cabeza, es más, la
desobediencia sería algo extraño. Por ejemplo, es normal que la mano se
levante a la orden de la cabeza; si la mano no respondiera, esto significaría
que algo anda mal. En nuestro cuerpo físico hay dos clases de movimientos:
unos conscientes y otros automáticos. Por ejemplo, uno puede dar
conscientemente un profundo suspiro, o bien puede respirar con
naturalidad. La obediencia incluye tanto lo consciente como lo automático.
La cabeza solicita la obediencia del cuerpo, sin ruido ni compulsión; sin
conflicto, y en perfecta armonía (1 Co. 12:12-21).
Cuando hablamos de la obediencia en el cuerpo, encontramos a muchos
miembros que solo están dispuestos a obedecer mandatos, pero esto no es
conveniente, porque los mandatos vienen después de la voluntad, y en la
voluntad está la ley de la vida. La perfecta obediencia solo es reconocida
cuando se obedece a la ley de la vida (la voluntad de Dios), y no cuando se
hace por obligación (mandatos). En el cuerpo de Cristo debería haber
completa unión y perfecta obediencia. El Espíritu Santo obra en cada uno de
los miembros, quienes ni siquiera son conscientes de ser diferentes, por lo
indivisible de su relación y por su coordinación armoniosa. Debemos tener
cuidado de no ser miembros que causen fricciones. Si vivimos bajo la
autoridad de Dios, debemos ser capaces de obedecer con toda naturalidad
(Mt. 18:15-18).
2. Resistir la autoridad de los miembros es resistir a la cabeza.
La autoridad del cuerpo se manifiesta no solo de manera directa, sino
también indirecta, a través de los diversos miembros que se ayudan
mutuamente, y están sujetos unos a otros. Por ejemplo: la mano derecha y la
izquierda no tienen comunicación directa; es la cabeza la que las mueve a
ambas. Necesitamos reconocer en otros miembros la autoridad de la cabeza;
la función de cada miembro es limitada, así que debemos aceptar las
funciones de los otros. Si aceptamos la autoridad de un miembro, es lo
mismo que si aceptamos la autoridad de la cabeza. Por ejemplo, la mano no
puede percibir el color, así que tiene que aceptar la autoridad del ojo (Ef.
5:21).
3. La autoridad trae la riqueza de Cristo.
Es imposible hacer de cada miembro un cuerpo, por esto debemos aprender
a respetar a cada miembro y el trabajo que hacen. Ningún miembro puede
darse el lujo de ser independiente, pues necesita la obra de los demás
miembros, la cual es la obra del cuerpo. De ahí que, al aceptar el trabajo de
cada miembro, estamos aceptando la riqueza de la cabeza. El problema de
hoy en día es que cada uno quiere tener las capacidades de todos, y rehúsa
aceptar la ayuda de los otros miembros. Es como si la mano quisiera ver lo
que el ojo ha visto, y no puede. Esta actitud trae pobreza no solo hacia la
persona misma, sino hacia toda la Iglesia. Cuando nos sometemos a la
autoridad de otro miembro, poseemos su riqueza (Mt. 6:22). Frecuente,
pero equivocadamente, consideramos a la autoridad como algo que nos
oprime, ofende y molesta. Pero no es así, ya que el propósito de Dios al
instituirla, es concedernos sus riquezas y suplir la debilidad de los débiles.
Dios obra primero en la vida de otros, para que luego ellos sean nuestro
ejemplo, y aprendamos así la obediencia. De esta manera, aprendemos todo
lo bueno de la otra persona y somos enriquecidos. Dios nos demuestra así su
gracia, pues permite que aprendamos de los demás, y no quiere que lo
hagamos con nuestro propio sufrimiento. La riqueza de cada uno de los
miembros es la riqueza de todos. Rebelarnos a esto es escoger el camino de
la pobreza; resistir a la autoridad es resistir su gracia y su riqueza.

4. La medida de la obediencia a la autoridad.


 La sumisión es absoluta, la obediencia es relativa.
La sumisión es una actitud, y la obediencia es una conducta. La sumisión se
debe tener con todas las autoridades, sin excepción; la obediencia es relativa,
y depende de lo que la autoridad delegada esté solicitando. Solo Dios debe
recibir obediencia sin medida, absoluta; cualquier otra persona recibe
obediencia relativa.
Algunas veces, la obediencia es igual a la sumisión; en cambio, en otras, la no
obediencia puede ser también sumisión. Si alguna autoridad delegada da una
orden en contra de los mandatos de Dios, debe recibir sumisión, pero no
obediencia. Nos sometemos a la persona que representa la autoridad de
Dios, pero no obedecemos la orden que ofende a Dios. Un caso típico lo
encontramos cuando Pedro y Juan se negaron a obedecer al Sumo Sacerdote,
cuando les exigió que no enseñaran en el nombre de Jesús. Ellos no eran
rebeldes, estaban sometidos a la autoridad, pues no respondieron con
disputas, ni gritos; pero continuaron cumpliendo con el mandato de Dios
(Hch. 5:25-29). Los hijos de Dios pueden poseer diferentes opiniones, y no
estar en
insubordinación, porque aun con diferentes opiniones, podemos someternos
unos a otros y ser uno en la fe. Inclusive en el hecho de hacer una sugerencia,
debemos mantener una actitud de sumisión. La Iglesia se reunía para hacer
sugerencias y debates, pero una vez que se tomaba una decisión, todos los
discípulos aprendían a someterse (Hechos 15:6-20).
Veamos algunos ejemplos en la Biblia de autoridades delegadas a las que se
les rindió sumisión, pero no se les obedeció por contradecir los mandatos de
Dios:
* Las parteras y la madre de Moisés desobedecieron el decreto del Faraón, al
preservar la vida a Moisés, y se les consideró mujeres de fe (He. 11:23).
* Los tres amigos de Daniel se negaron a adorar la estatua de oro levantada
por el rey Nabucodonosor. Desobedecieron la orden del rey, pero se
sometieron al fuego (Daniel. 3:17-18).
* Desobedeciendo el decreto real, Daniel oraba a Dios; sin embargo, se
sometió al juicio del rey, al ser arrojado en el foso de los leones (Dn.6:10).
* José huyó con el niño Jesús a Egipto, y así evitó que el niño muriera por la
orden del rey Herodes (Mt. 2:13).
 Características indispensables de la persona obediente.
¿Cómo podemos saber si una persona es obediente a la autoridad? Hay cinco
características que distinguen a la persona que conoce la autoridad:
* Siempre busca la autoridad en cualquier lugar a donde vaya.
* Es mansa y tierna. Ha sido "ablandada" y no puede ser dura. Tiene temor
de estar equivocada y, por lo tanto, es apacible y se porta con templanza.
* No quiere estar en autoridad. No se complace en dar consejos, ni en
dominar a otros. La perfecta obediencia teme cometer errores.
* Mantiene la boca cerrada, pues sabe que, si habla mucho y
descuidadamente, puede cometer faltas contra la autoridad.
* Reconoce los actos de rebeldía que se cometen a su alrededor.

Solo los que han tenido una experiencia con la autoridad, pueden guiar a
otros a la obediencia. Es inútil señalar los errores de quien nunca ha
conocido la autoridad. Primero hay que llevarlo a conocer la autoridad, y
luego mostrarle sus faltas.

Aplicación Teoterápica
El Señor nos llama a aprender la obediencia en el cuerpo (la Iglesia), así como
también en el hogar y en el mundo. Si la aprendiéramos en el cuerpo, no
tendríamos ninguna dificultad en otras partes; si fracasamos aquí,
fracasaremos en todas partes. A la gente del mundo le es difícil obedecer,
porque no tiene un nexo vital. A los hijos de Dios, que tenemos una relación
vital, una vida y un mismo Espíritu que dirige y controla todas las cosas, no
debería ser difícil desobedecer. La vida que tenemos no es tanto para estar
luchando contra el pecado (lado negativo), sino, mucho mejor, para obedecer
(lado positivo y vital). Cuando el espíritu de rebeldía desaparezca de la
Iglesia, caminaremos en la obediencia, y así el glorioso hecho de la unidad de
la fe pronto aparecerá ante nuestros ojos.
Lección 7.
MANIFESTACIONES DE LA REBELDÍA EN EL HOMBRE
“...Y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en
concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y
contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores, mientras que
los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio
de maldición contra ellas delante del Señor» (2 P. 2:10-11).
Indicador de logro
Identifica las formas como se manifiesta la rebeldía en el hombre, y las
consecuencias que trae.
Introducción
Dios no mira con cuánto fervor predicamos el evangelio, ni con qué buena
voluntad sufrimos por El; más bien parece mirar qué obedientes somos.
El reino de Dios comienza cuando hay absoluta obediencia a Él, cuando
no se emplean argumentos ni se murmura ni se denigra. Donde quiera
que se obedezca la voluntad de Dios, allí estará también el testimonio del
reino, y allí será derrotado Satanás, pues este no tiene temor de lo que
hagamos, con tal que actuemos según el principio de la rebelión.
La rebelión del hombre se manifiesta con mayor evidencia en las palabras,
los razonamientos y los pensamientos. A menos que seamos entrenados
para manejar bien estas áreas, habrá muy pocas esperanzas de liberarnos
de la rebelión.

1. Las palabras
El hombre que es rebelde de corazón, pronto lo manifestará en palabras,
pues de la abundancia del corazón habla la boca. La lengua es difícil de
domar, y la rebelión del hombre se expresa por medio de su lengua (Mt.
12:34). Puede que aparente estar de acuerdo, pero murmura a las espaldas;
puede que guarde silencio, pero luego tenga mucho que decir en voz alta. El
mundo está lleno de personas que sirven de labios para afuera y se
someten en apariencia. En el caso de la Iglesia y sus miembros, debe ser
diferente, pues la obediencia debe ser de corazón (2 P. 2:12).
 Casos bíblicos de rebelión mediante la palabra
* Eva cambió, de manera descuidada, la palabra de Dios. La orden
de Dios fue: «De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol
de la ciencia del bien y del mal no comerás». Pero cuando Eva fue
tentada, agregó las palabras «ni le tocaréis» (Gn. 2:16,17, 3:3). Todos
los que alteran fácilmente la palabra de Dios, añadiendo o quitando,
evidencian que no conocen la autoridad, y caen en la rebeldía y en la
ignorancia. Eva, a pesar de estar diariamente con Dios, no reconoció
su autoridad y no le importó añadir más a lo que Él había dicho.
* Cam divulgó la falta de su padre. No estaba completamente sometido
a la autoridad de su padre, y por esto aprovechó la oportunidad para divulgar
su falta. Hoy en día, muchos, por falta de amor, gozan al criticar a los demás
y descubrir sus faltas. Esto evidencia rebeldía y falta de amor y de sumisión.
* María y Aarón hablaron contra Moisés, demostrando así que no
tenían respeto por la autoridad, pues cuando se reconoce la autoridad,
impera el silencio. No importa cuán graves o livianas sean las palabras, de
todas maneras, es rebeldía.
* Coré y su séquito atacaron a Moisés haciéndole una acusación grave. Coré
quería reconocer la autoridad de Dios y no la de Moisés; y, como hemos
visto, rechazar la autoridad delegada es lo mismo que no aceptar a Dios. Esto
nos enseña que desear estar bajo la autoridad directa de Dios y no bajo su
autoridad delegada, es también un principio de rebelión.
 La rebeldía va ligada a la carnalidad.
Los semejantes atraen a los semejantes. Una persona se juntará y
se comunicará con quienes tiene afinidad; por esto, los rebeldes y
los carnales andan juntos. La rebeldía y la carnalidad son una sola
cosa para Dios, pues siempre van juntas. Hablar descuidadamente
es en gran parte causa del rompimiento de la unidad en la Iglesia.
Los ángeles que no se rebelaron mantuvieron su posición y no maldijeron a
los rebeldes; así también David mantuvo su posición, al reconocer a Saúl
como el ungido de Dios. Hay dos cosas por las cuales un cristiano pierde
poder: por el pecado y por el desconocimiento de la autoridad. Cuando
hablamos contra otro perdemos poder, pues la rebeldía verbal es peor que
cuando solo está en el corazón (Mt. 12: 34-37). Como la autoridad es el
tema principal de la Biblia, la rebeldía hacia esa autoridad constituye el
pecado más grave. Al encontrarnos con la autoridad, somos conscientes de
ella; así como al encontrarnos con el Señor, somos conscientes de nuestro
pecado. Una vez que nos encontremos con Dios, debemos tener mucho
cuidado con lo que decimos. Hablar descuidadamente trae el rompimiento
de la unidad de la Iglesia, debemos apartar de nuestra boca y de nuestro
corazón las falsas palabras (Santiago. 3:10-11).
2. Las argumentaciones
Como seres racionales, estamos acostumbrados a dar y a buscar argumentos
para todo. Siendo el razonamiento algo típico de nuestra naturaleza,
necesitamos literalmente «morir a nuestra carne». Los argumentos son
artimañas de Satanás. Desde Adán, el hombre toma del árbol de la ciencia del
bien y del mal, y el fruto de ese árbol lo gobierna todo: pensamos por Dios,
decidimos lo que Dios debería decidir y, cuando recibimos un mandato,
buscamos si hay razones suficientes para obedecer (Ro. 9: 11-24).
Durante su vida terrenal, el Señor Jesús vivió muy por encima de la razón y
los argumentos. ¿Qué razón pudo haber para la deshonra, los azotes y la
crucifixión que sufrió? Pero Él se sometió a la autoridad de Dios, no
argumentó, ¡ni preguntó! solamente obedeció!
 La calumnia viene del razonamiento
En los casos de Cam, María y Coré, su rebeldía se basó en el razonamiento.
Todos tenían alguna razón, pero debemos recordar que todo el que está en
sujeción, está bajo autoridad y no bajo razón. Si queremos seguir al Señor, no
debemos ver con los ojos de la razón. Las personas que Dios ha colocado en
autoridad, nunca se guían por la vista; los siervos deben liberarse de la razón,
porque esta fue la causa de la rebelión. En la práctica, hay dos clases de
cristianos: quienes se guían por la razón, y los que viven por autoridad. Los
que viven por la razón, cuando hay algún mandato de Dios, inmediatamente
preguntan: ¿Qué buenas razones hay para que yo lo haga? Los que
realmente conocen a Dios no necesitan argumentos para obedecer, pues no
hay asociación entre el razonamiento (argumentación) y la obediencia.
 Dios nunca discute
Dios tiene autoridad para hacer lo que quiera. Nosotros no podemos seguirle
y al mismo tiempo argumentar y exigir razones. Si deseamos servirle, en lugar
de argumentar y tratar de ser consejeros de Dios, hemos de obedecer.
Cuando Él ejercita su autoridad no tiene necesidad de consultarnos, ni de
buscar nuestra aprobación. Pablo, al hablar de que los gentiles también son
llamados, y previendo una objeción de parte de los destinatarios de la carta,
se anticipa a su argumento diciendo: «¿Quién eres tú para que alterques con
Dios?» (Ro. 9:14-24). La dificultad básica es que nosotros todavía estamos
viviendo bajo el principio del bien y del mal, bajo el poder del razonamiento.
Si la Biblia fuera un libro de argumentos, ciertamente exigiríamos razones
para todo.

 La gloria de Dios nos libera de los razonamientos


Solamente cuando reconocemos la autoridad de Dios, nos damos cuenta de
que somos sus criaturas, obra de sus manos, y de que no podemos dirigirnos
a él con razonamientos. La razón entró a la humanidad desde el pecado de
Adán, y ninguno de los que viven en sus razonamientos ha podido conocer a
Dios. Un solo vistazo de su gloria nos pondría de rodillas, y haría que
echáramos lejos nuestro vano razonamiento. Si el Señor nos permitiera ver
un poco de su gloria, quedaríamos como muertos, como le pasó al apóstol
Juan (Ap. 1:17).
En Levítico 18 al 22, cada vez que Dios ordena algo al pueblo de Israel, le
dice: «Yo soy Jehová, vuestro Dios». Pero no interpone la palabra «porque».
Esto significa que Dios habla, porque Él es Dios y Señor, y no necesita dar
ninguna explicación. Si entendemos esto, nunca más tendremos problemas al
seguir razonando.
3. Los pensamientos
 El vínculo entre la razón y el pensamiento.
Las palabras de rebeldía provienen del razonamiento, y este proviene de los
pensamientos, es decir, la rebeldía comienza prácticamente en el
pensamiento; por eso, el apóstol Pablo recomienda destruir los argumentos
y la altivez que se levante contra el conocimiento de Dios. Pablo no usa la
razón para luchar contra la razón. La inclinación a argumentar debe ser
enfrentada con armas espirituales, es decir, con el poder de Dios (2 Co. 10:4-
6).
Un ejemplo lo tenemos en el jardín del Edén, con Eva. Satanás discutió con
Eva; ella, al ver que el árbol era bueno para comer, respondió con
razonamientos. No escuchó a Dios, porque tenía sus razones. Por
consiguiente, si deseamos obedecer a Dios, debemos saber que la autoridad
de Dios destruye la fortaleza de la razón (2 Co. 11:3).

 Recapturando la mente cautiva


La palabra noema, del griego, es traducida como pensamiento y también
quiere decir: «ardides de la mente» (2 Co. 3:14, 4:4, 10:5). La mente es la
facultad, y el ardid es su acción, el producto de la mente humana. La facultad
de la mente para pensar y decidir, representa al hombre mismo. El hombre
defiende su manera de pensar; como cree que sus pensamientos son buenos
y correctos, se rodea de muchos razonamientos, que cree están bien
fundamentados. Por esto, hay dificultad en algunos para creer en el Señor,
pues tienen muchos caminos defensivos y son incapaces de romperlos para
llegar a la libertad. A menos que Dios destruya esas fortalezas, el hombre no
será libertado. Para conocer la autoridad, es preciso destruir primero los
razonamientos. Veamos algunos casos de hombres obstinados:
 Pablo: como hombre natural, era una persona hábil, capacitada, sabia
y muy racional. Era confiable y creía servir a Dios con entusiasmo, pero
cuando se encontró con el Señor, camino a Damasco, se disolvieron
todas sus intenciones y habilidades, y solo preguntó: «¿Qué haré
Señor?» De allí en adelante perdió sus intenciones y opiniones, y solo
buscó la voluntad de Dios (Hechos 9:1-19).
 El rey Saúl: fue rechazado por Dios, por no haber obedecido en todo.
Reservó lo mejor de las ovejas para ofrecer sacrificios a Dios, pero esto
provenía de su propia opinión y de sus propios pensamientos acerca
de cómo agradarlo. Dios rechazó este acto, porque los pensamientos
de Saúl no se sujetaron a los de Él; tomó esta decisión de acuerdo con
sus propios pensamientos. «Ciertamente el obedecer es mejor que los
sacrificios» (1 S.15:22).
 Nadab y Abiú: ellos pecaron por querer ofrecer el sacrificio, sin la
autoridad de su padre. También quisieron llevar a cabo sus propios
pensamientos, y pecaron contra Dios. No pronunciaron palabra, ni
tampoco dieron razonamientos, pero sus pensamientos iban en contra
de la administración de Dios (Lev. 10:1-2).
Dios no está interesado en saber con qué ferviente disposición predicamos
de Él, ni tampoco en cómo sufrimos voluntariamente por Él; está más
interesado en saber cuán obedientes somos. El reino de Dios comienza
cuando hay absoluta obediencia, Dios ha esperado ver este glorioso día
desde la creación del mundo.
Satanás no tiene temor de nuestro trabajo, a menos que actuemos bajo el
principio de la obediencia; se ríe en secreto cuando ve que hacemos las cosas
guiados por nuestros propios pensamientos. La perfecta obediencia solo se
consigue cuando nuestros pensamientos sean recapturados y estén en
perfecta obediencia. ¿Cómo podemos esperar que el mundo sea obediente,
si la misma Iglesia no obedece?

Aplicación Teoterápica
Cuando Dios hace algo, Él no está en la obligación de decirnos la razón,
porque sus caminos son más altos que los nuestros. Si trajéramos a Dios al
razonamiento humano, lo perderíamos, porque lo trataríamos como a uno de
nosotros. En el razonamiento no hay adoración. Tan pronto desaparece la
obediencia, también desaparece la adoración. Cuando una persona está
sometida a la autoridad, sus propios pensamientos y razonamientos han sido
derrotados, ya no piensa independientemente de Cristo, y realmente le está
obedeciendo. Si hemos sido cautivados por Cristo, estaremos dispuestos a
aceptar los mandatos de Dios, y no a ofrecer nuestra ayuda a Él.

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