Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Logro
Reconocer a Dios como fuente suprema de toda autoridad y la necesidad
e importancia del principio de autoridad espiritual en el universo.
Introducción
Los hechos de Dios proceden de su trono, y este se fundamenta en su
autoridad. Todas las cosas son creadas por la autoridad de Dios, y todas las
leyes físicas del universo se mantienen por esta misma autoridad. La Biblia
expresa que Dios «sustenta todas las cosas con la palabra de poder» (He.1:3),
lo que significa que sustenta todas las cosas con la palabra de su autoridad; la
autoridad de Dios representa a Dios mismo, mientras que su poder
representa sus hechos. Para conocer la autoridad, debemos tener
primeramente un encuentro con ella; de otro modo nunca vamos a
obedecer. Limitarse a oír un mensaje sobre la obediencia es totalmente
ineficaz. Debemos tener un encuentro con Dios, para que sea puesto el
fundamento de su autoridad en nuestra vida.
Lección 1
LA IMPORTANCIA DE LA AUTORIDAD
«De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios
resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos» (Ro. 13:2).
Indicador de logro
Identifica el origen de la rebeldía, y la obediencia como la más grande
demanda de Dios en la Biblia.
Introducción
Solo Dios es autoridad en todas las cosas, porque todas las autoridades de la
Tierra son instituidas por El. La autoridad es algo de importancia en el
universo, por esto, es imperativo que quienes deseamos servir a Dios,
conozcamos su autoridad. Cuando pecamos contra la autoridad de Dios, las
consecuencias son más nefastas para nuestra vida que cuando pecamos
contra su poder, porque el pecado contra la autoridad es un pecado contra
Dios mismo.
1. El origen de la rebeldía
La rebelión fue la causa de la caída de Satanás. El querubín protector se
convirtió en Satanás cuando no actuó de acuerdo con la autoridad de Dios,
compitió con El y, por esto, se volvió adversario de Dios (Isaías 14:12-15). El
intento de Satanás de poner su trono sobre el trono de Dios (vanagloria y
autoexaltación), fue una transgresión directamente contra la autoridad de
Dios (Ez. 28:13-17). La desobediencia a las autoridades es el principio de
Satanás, y es una rebelión más grave que la de ofender su santidad. En la
oración del Padre Nuestro, se dice: «Y no nos metas en tentación más
líbranos del mal» (Mt. 6:13), porque se sabe que Satanás continúa su trabajo
hasta el fin del mundo. Inmediatamente después, se hace una declaración
muy significativa: «Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria por todos
los siglos, amén»; esto nos da a entender que una vez que reconocemos que
todo el universo está bajo la autoridad de Dios, somos libres del Enemigo, ya
que todo el poder y la autoridad es de Dios.
La obediencia es un principio clave en el servicio a Dios, no podemos
predicar a Cristo, y al mismo tiempo estar en rebeldía. Satanás no teme que
prediquemos a Cristo, pero sí teme que estemos sometidos a la autoridad de
Él.
2. La autoridad, controversia del universo
La controversia del universo reside en quién tiene la autoridad, y nuestro
conflicto con Satanás es el resultado directo de que estemos sometidos a la
autoridad de Dios. Para mantener la autoridad de Dios, debemos sujetarnos a
ella de todo corazón.
Antes de conocer la autoridad, Pablo trataba de acabar con la Iglesia;
después de conocer la autoridad, se dio cuenta de que «... dura cosa es dar
coces (fuerza humana), contra el aguijón (autoridad de Dios) ...».
Inmediatamente cayó al suelo y reconoció la autoridad del Señor Jesús (Hch.
9:1-19).
¿Cómo habría podido Pablo, un erudito y estudiado, escuchar las palabras de
Ananías, un desconocido, a quien solamente se le menciona una vez en la
Biblia? Si no se hubiera encontrado primero con la autoridad de Dios, jamás
lo habría logrado. Esto demuestra que quien se somete a la autoridad, se
somete a Dios y no a los hombres. Como en el caso de Pablo, quien ha tenido
un encuentro con la autoridad, trata simplemente con ella y no con el
hombre. No miremos a la persona, sino a la autoridad que representa. No
obedecemos a los hombres, sino a la autoridad de Dios en los hombres.
3. La más grande demanda de la Biblia: obediencia a la voluntad de Dios.
La más grande demanda de Dios al hombre no es que le sirva o le haga
ofrendas, sino que le obedezca: «Ciertamente el obedecer es mejor que los
sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros» (1 S.15:22). El
ofrecer sacrificios puede ser un acto puramente nuestro. En cambio, la
obediencia es absolutamente en honor a Dios, y tiene como centro la
voluntad de Él. La expresión de la autoridad es la sujeción. Para que haya
sujeción, el ego debe ser excluido; porque la sujeción no es posible en
nuestro propio esfuerzo; es posible solamente cuando vivimos en el Espíritu.
No debemos estar buscando un trabajo qué hacer, sino hacer el trabajo que
Dios nos mande hacer. Solamente cuando trabajamos en obediencia a la
autoridad, estamos actuando de acuerdo con la voluntad de Dios. En una
ocasión, el Señor desaprobó a los que intentaron hacer la obra como cosa de
ellos, y les enfatizó que solo quienes hacían la voluntad de Dios, entrarían en
el reino de los cielos (Mt. 7:21-23).
4. La oración de nuestro Señor en Getsemaní.
La oración del Señor en Getsemaní es la suprema expresión en la cual Él
manifiesta su obediencia a la autoridad de Dios. Con fervor ora para saber
cuál es la voluntad de Dios. Lo absoluto es la voluntad de Dios; la copa
(crucifixión) no es algo absoluto. Si Dios no hubiera querido que el Señor
fuera crucificado, El no habría tenido que ir a la cruz. Antes de que el Señor
supiera cuál era la voluntad de Dios, esta y la copa eran dos cosas separadas;
pero después de que supo que la copa era de Dios, esta y la voluntad de Dios
se fundieron en una sola cosa (Jn. 18:11).
Una vez que ha comprendido que el beber la copa (ser crucificado para
expiar el pecado) es la voluntad de Dios, al momento dice: «Levantaos,
vamos...», e inmediatamente va a la cruz haciendo así la voluntad de Dios
(Mt. 26:46).
La muerte del Señor en la cruz es, entonces, la máxima expresión de
obediencia a la autoridad. Como siervos de Dios, el primer requisito que
debemos llenar es obedecer la autoridad de Dios; solo así El comenzará a
usarnos.
5. El ejemplo del Señor Jesús y de Pablo al ser juzgados.
El Señor fue sometido a un juicio doble, después de su arresto: primero, ante
el Concilio; luego, ante Pilatos. Esto representaba el punto de vista religioso y
político. Cuando fue juzgado ante Pilatos, el Señor no contestó porque Él no
estaba bajo las leyes de este mundo. Pero, ante el Sumo Sacerdote Él dice
que es el Hijo de Dios (Mt. 26:62-64 y 27:11-14).
Cuando Pablo fue juzgado ante el Concilio, inmediatamente reconoció que
Ananías (sumo sacerdote de Dios) era la máxima autoridad de Dios, y se
sometió (Hch. 23:1-5).
Aplicación Teoterápica
Hay dos principios en el universo: el principio de la autoridad de Dios, y el
principio de la rebelión de Satanás. No podemos servir a Dios y,
simultáneamente, ir en el camino de la rebelión, teniendo un espíritu
rebelde. Si realmente queremos servir a Dios, debemos tener claro que el
principio de nuestro servicio debe ser la autoridad. Solamente cuando hemos
conocido bien la autoridad de Dios, y hemos aprendido a obedecerle,
estaremos en condiciones de conducir a otros por el camino correcto.
Reconocer la autoridad requiere gran revelación de Dios; necesitamos pedirle
que nos confronte para discernir lo que es transgredir la autoridad que Dios
ha delegado en otros.
Lección No. 2
CASOS DE REBELIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
«Porque, así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos
serán constituidos justos» (Ro. 5:19)
Indicador de logro
Identifica, en el Antiguo Testamento, casos que ilustran la rebeldía del
hombre y sus consecuencias.
Introducción
El trabajo de Dios está basado en su autoridad, no en su poder. Las leyes del
universo han sido instituidas por Dios, y todas las cosas fueron creadas, y hoy
son sostenidas por la poderosa palabra de su autoridad. No hay autoridad,
excepto la de Dios, pues todas las autoridades han sido instituidas por El.
Siendo que todo está bajo su autoridad, cada vez que una persona peca
contra la autoridad de Dios, peca contra Él mismo. Veamos algunos ejemplos
de rebelión en el Antiguo Testamento.
2. La rebelión de Cam
La embriaguez de Noé
Dios colocó a Noé como cabeza de la familia, es decir, toda su familia estaba
bajo su autoridad. Un día, Noé se embriagó y quedó descubierto en medio de
su tienda. Cam, su hijo menor, vio la desnudez de su padre y se lo dijo a sus
dos hermanos que estaban afuera (Gn. 9:20-27).
Ciertamente, Noé actuó mal, no debió embriagarse, pero Cam no vio la
autoridad y dignidad de su padre, tuvo un espíritu de desobediencia y
rebeldía, pues fue a contarle a sus hermanos, en lugar de hacer lo que ellos
hicieron cuando lo vieron: entraron por detrás y lo cubrieron.
Los errores de la autoridad delegada prueban la obediencia.
El pecado de Noé dio oportunidad para que se revelara quién era obediente,
y quién era rebelde, y Cam pecó. Después de que Noé despertara, profetizó
que los descendientes de Cam serían malditos, y que vendrían a ser siervos
de los siervos de sus hermanos. Cam se convirtió en el primer esclavo y, por
muchas generaciones, estuvo bajo la autoridad de otros; como no conoció la
autoridad, fue puesto bajo autoridad durante las generaciones futuras. Sem
sería bendito, y de la línea de él, desciende Nuestro Señor Jesucristo.
Aplicación Teoterápica
Así como la fe es el principio por el cual obtenemos vida, la obediencia es el
principio por el cual vivimos. Para poder recobrar la autoridad, primero debe
ser restaurada la obediencia. Muchos dicen que se someten a Dios, pero no
se sujetan a las autoridades delegadas. Como todas las autoridades vienen de
Dios, debemos aprender a obedecerlas a todas. Los problemas que
enfrentamos hoy se deben a que los hombres están viviendo fuera de la
autoridad de Dios. Algunos piensan que es muy difícil obedecer a la
autoridad, pero si primero nos encontramos con Dios, la dificultad
desaparece. No hay nadie que obedezca la voluntad de Dios y que no tenga
Su misericordia sobre él. Una vez que se ha aprendido a obedecer la
autoridad de Dios, ya no será difícil obedecer otras que parecen más difíciles.
Lección No. 3
DAVID Y SU CONOCIMIENTO DE LA AUTORIDAD
«Y dijo David a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi
señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el
ungido de Jehová» (15. 24:6).
Indicador de logro
Identifica el ejemplo de David como un hombre que conocía la autoridad y el
verdadero sometimiento.
Introducción
Dios inauguró su autoridad en la Tierra, cuando estableció al pueblo de Israel;
pero ellos, después de que entraron en Canaán, le pidieron a Dios un rey.
Dios nombró a Saúl como su autoridad delegada, pero infortunadamente,
Saúl desobedeció la autoridad de Dios, cuando perdonó al rey de los
amalecitas y a lo mejor de sus ganados. Así que Dios rechazó a Saúl y ungió a
David. Sin embargo, David permaneció bajo la autoridad de Saúl, aunque sus
hombres le aconsejaron matarlo.
Aplicación Teoterápica
El Señor vino a este mundo con las manos vacías; no trajo consigo la
obediencia, la aprendió por lo que padeció, y llegó a ser así la fuente de
eterna salvación para los que le obedecen. El Señor se despojó de su Deidad
para hacerse hombre débil y familiarizado con el sufrimiento. Cada
sufrimiento que soportó, maduró en fruto de obediencia; ninguna clase de
sufrimiento pudo hacerlo murmurar o enojarse. Es triste ver que hay muchos
cristianos que cuando llegan los sufrimientos, murmuran angustiados,
indicando así que no han aprendido a obedecer.
Lección 5
LAS AUTORIDADES DELEGADAS
"Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no
hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido
establecidas» (Ro. 13:1).
Indicador de logro
Identifica apropiadamente el concepto de autoridad delegada, y comprende
el plan de Dios a través de esta.
Introducción
En cada circunstancia de la vida encontraremos la autoridad de Dios, ya sea
en forma directa o representativa. La autoridad está por todas partes; por
ejemplo, el policía de la esquina, aunque tal vez sea menos
instruido que nosotros, es autoridad sobre nosotros.
Puesto que todas las autoridades gobernantes han sido ordenadas e
instruidas por Dios, son para que se les reconozca como tal y se les
obedezca. Por otro lado, los que han sido establecidos por Dios deben
ejercer la autoridad como representantes suyos.
Aplicación Teoterápica
Quien resiste a las autoridades delegadas, resiste al mismo mandamiento de
Dios, y quienes la rechazan, rechazan la misma autoridad de Dios. Es
imposible que desechemos la autoridad delegada, y sigamos todavía sujetos
directamente a Dios. Nuestra confianza, al someternos a las autoridades
delegadas, es que, si Dios se arriesga a confiar su autoridad a los hombres,
podemos entonces arriesgarnos a obedecer. Si el que ejerce la autoridad es
injusto, esa persona tiene que responderle directamente a Dios. El Señor no
nos hará responsables por la obediencia equivocada; al contrario, hará
responsable a la autoridad delegada, por su acción errónea.
Lección 6
LA AUTORIDAD DEL CUERPO
"Someteos unos a otros en el temor de Dios" (Ef.5:21).
Indicador de logro
Adquiere una perspectiva adecuada de la autoridad del cuerpo, y su
implicación en el crecimiento espiritual.
Introducción
Dios actúa por medio de la unidad del cuerpo, sin embargo, para que esto
se lleve a cabo, primero debe existir una cabeza que tenga autoridad. Sin
la cabeza no puede haber cuerpo. Para mantener la unidad del cuerpo,
debemos dejar que la cabeza gobierne.
Todos los miembros del cuerpo deben estar sujetos unos a otros. Cuando
esto sucede, el cuerpo es uno consigo mismo y con la cabeza. Cuando la
autoridad de la cabeza prevalece, la voluntad de Dios se hace, de esta
manera se experimenta el reino de Dios.
Solo los que han tenido una experiencia con la autoridad, pueden guiar a
otros a la obediencia. Es inútil señalar los errores de quien nunca ha
conocido la autoridad. Primero hay que llevarlo a conocer la autoridad, y
luego mostrarle sus faltas.
Aplicación Teoterápica
El Señor nos llama a aprender la obediencia en el cuerpo (la Iglesia), así como
también en el hogar y en el mundo. Si la aprendiéramos en el cuerpo, no
tendríamos ninguna dificultad en otras partes; si fracasamos aquí,
fracasaremos en todas partes. A la gente del mundo le es difícil obedecer,
porque no tiene un nexo vital. A los hijos de Dios, que tenemos una relación
vital, una vida y un mismo Espíritu que dirige y controla todas las cosas, no
debería ser difícil desobedecer. La vida que tenemos no es tanto para estar
luchando contra el pecado (lado negativo), sino, mucho mejor, para obedecer
(lado positivo y vital). Cuando el espíritu de rebeldía desaparezca de la
Iglesia, caminaremos en la obediencia, y así el glorioso hecho de la unidad de
la fe pronto aparecerá ante nuestros ojos.
Lección 7.
MANIFESTACIONES DE LA REBELDÍA EN EL HOMBRE
“...Y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en
concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y
contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores, mientras que
los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio
de maldición contra ellas delante del Señor» (2 P. 2:10-11).
Indicador de logro
Identifica las formas como se manifiesta la rebeldía en el hombre, y las
consecuencias que trae.
Introducción
Dios no mira con cuánto fervor predicamos el evangelio, ni con qué buena
voluntad sufrimos por El; más bien parece mirar qué obedientes somos.
El reino de Dios comienza cuando hay absoluta obediencia a Él, cuando
no se emplean argumentos ni se murmura ni se denigra. Donde quiera
que se obedezca la voluntad de Dios, allí estará también el testimonio del
reino, y allí será derrotado Satanás, pues este no tiene temor de lo que
hagamos, con tal que actuemos según el principio de la rebelión.
La rebelión del hombre se manifiesta con mayor evidencia en las palabras,
los razonamientos y los pensamientos. A menos que seamos entrenados
para manejar bien estas áreas, habrá muy pocas esperanzas de liberarnos
de la rebelión.
1. Las palabras
El hombre que es rebelde de corazón, pronto lo manifestará en palabras,
pues de la abundancia del corazón habla la boca. La lengua es difícil de
domar, y la rebelión del hombre se expresa por medio de su lengua (Mt.
12:34). Puede que aparente estar de acuerdo, pero murmura a las espaldas;
puede que guarde silencio, pero luego tenga mucho que decir en voz alta. El
mundo está lleno de personas que sirven de labios para afuera y se
someten en apariencia. En el caso de la Iglesia y sus miembros, debe ser
diferente, pues la obediencia debe ser de corazón (2 P. 2:12).
Casos bíblicos de rebelión mediante la palabra
* Eva cambió, de manera descuidada, la palabra de Dios. La orden
de Dios fue: «De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol
de la ciencia del bien y del mal no comerás». Pero cuando Eva fue
tentada, agregó las palabras «ni le tocaréis» (Gn. 2:16,17, 3:3). Todos
los que alteran fácilmente la palabra de Dios, añadiendo o quitando,
evidencian que no conocen la autoridad, y caen en la rebeldía y en la
ignorancia. Eva, a pesar de estar diariamente con Dios, no reconoció
su autoridad y no le importó añadir más a lo que Él había dicho.
* Cam divulgó la falta de su padre. No estaba completamente sometido
a la autoridad de su padre, y por esto aprovechó la oportunidad para divulgar
su falta. Hoy en día, muchos, por falta de amor, gozan al criticar a los demás
y descubrir sus faltas. Esto evidencia rebeldía y falta de amor y de sumisión.
* María y Aarón hablaron contra Moisés, demostrando así que no
tenían respeto por la autoridad, pues cuando se reconoce la autoridad,
impera el silencio. No importa cuán graves o livianas sean las palabras, de
todas maneras, es rebeldía.
* Coré y su séquito atacaron a Moisés haciéndole una acusación grave. Coré
quería reconocer la autoridad de Dios y no la de Moisés; y, como hemos
visto, rechazar la autoridad delegada es lo mismo que no aceptar a Dios. Esto
nos enseña que desear estar bajo la autoridad directa de Dios y no bajo su
autoridad delegada, es también un principio de rebelión.
La rebeldía va ligada a la carnalidad.
Los semejantes atraen a los semejantes. Una persona se juntará y
se comunicará con quienes tiene afinidad; por esto, los rebeldes y
los carnales andan juntos. La rebeldía y la carnalidad son una sola
cosa para Dios, pues siempre van juntas. Hablar descuidadamente
es en gran parte causa del rompimiento de la unidad en la Iglesia.
Los ángeles que no se rebelaron mantuvieron su posición y no maldijeron a
los rebeldes; así también David mantuvo su posición, al reconocer a Saúl
como el ungido de Dios. Hay dos cosas por las cuales un cristiano pierde
poder: por el pecado y por el desconocimiento de la autoridad. Cuando
hablamos contra otro perdemos poder, pues la rebeldía verbal es peor que
cuando solo está en el corazón (Mt. 12: 34-37). Como la autoridad es el
tema principal de la Biblia, la rebeldía hacia esa autoridad constituye el
pecado más grave. Al encontrarnos con la autoridad, somos conscientes de
ella; así como al encontrarnos con el Señor, somos conscientes de nuestro
pecado. Una vez que nos encontremos con Dios, debemos tener mucho
cuidado con lo que decimos. Hablar descuidadamente trae el rompimiento
de la unidad de la Iglesia, debemos apartar de nuestra boca y de nuestro
corazón las falsas palabras (Santiago. 3:10-11).
2. Las argumentaciones
Como seres racionales, estamos acostumbrados a dar y a buscar argumentos
para todo. Siendo el razonamiento algo típico de nuestra naturaleza,
necesitamos literalmente «morir a nuestra carne». Los argumentos son
artimañas de Satanás. Desde Adán, el hombre toma del árbol de la ciencia del
bien y del mal, y el fruto de ese árbol lo gobierna todo: pensamos por Dios,
decidimos lo que Dios debería decidir y, cuando recibimos un mandato,
buscamos si hay razones suficientes para obedecer (Ro. 9: 11-24).
Durante su vida terrenal, el Señor Jesús vivió muy por encima de la razón y
los argumentos. ¿Qué razón pudo haber para la deshonra, los azotes y la
crucifixión que sufrió? Pero Él se sometió a la autoridad de Dios, no
argumentó, ¡ni preguntó! solamente obedeció!
La calumnia viene del razonamiento
En los casos de Cam, María y Coré, su rebeldía se basó en el razonamiento.
Todos tenían alguna razón, pero debemos recordar que todo el que está en
sujeción, está bajo autoridad y no bajo razón. Si queremos seguir al Señor, no
debemos ver con los ojos de la razón. Las personas que Dios ha colocado en
autoridad, nunca se guían por la vista; los siervos deben liberarse de la razón,
porque esta fue la causa de la rebelión. En la práctica, hay dos clases de
cristianos: quienes se guían por la razón, y los que viven por autoridad. Los
que viven por la razón, cuando hay algún mandato de Dios, inmediatamente
preguntan: ¿Qué buenas razones hay para que yo lo haga? Los que
realmente conocen a Dios no necesitan argumentos para obedecer, pues no
hay asociación entre el razonamiento (argumentación) y la obediencia.
Dios nunca discute
Dios tiene autoridad para hacer lo que quiera. Nosotros no podemos seguirle
y al mismo tiempo argumentar y exigir razones. Si deseamos servirle, en lugar
de argumentar y tratar de ser consejeros de Dios, hemos de obedecer.
Cuando Él ejercita su autoridad no tiene necesidad de consultarnos, ni de
buscar nuestra aprobación. Pablo, al hablar de que los gentiles también son
llamados, y previendo una objeción de parte de los destinatarios de la carta,
se anticipa a su argumento diciendo: «¿Quién eres tú para que alterques con
Dios?» (Ro. 9:14-24). La dificultad básica es que nosotros todavía estamos
viviendo bajo el principio del bien y del mal, bajo el poder del razonamiento.
Si la Biblia fuera un libro de argumentos, ciertamente exigiríamos razones
para todo.
Aplicación Teoterápica
Cuando Dios hace algo, Él no está en la obligación de decirnos la razón,
porque sus caminos son más altos que los nuestros. Si trajéramos a Dios al
razonamiento humano, lo perderíamos, porque lo trataríamos como a uno de
nosotros. En el razonamiento no hay adoración. Tan pronto desaparece la
obediencia, también desaparece la adoración. Cuando una persona está
sometida a la autoridad, sus propios pensamientos y razonamientos han sido
derrotados, ya no piensa independientemente de Cristo, y realmente le está
obedeciendo. Si hemos sido cautivados por Cristo, estaremos dispuestos a
aceptar los mandatos de Dios, y no a ofrecer nuestra ayuda a Él.