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Estrategias literarias de Ana Clavel en “Inocencias Hitlerianas” en la

representación del despertar femenino frente al bombardeo de la realidad de

sumisión perpetua

María Fernanda Cabrera Sosa

UAM Iztapalapa

Hay mucho que decir respecto a los aportes que los diferentes textos abordados

en el curso nos han dejado. En lo que respecta a la literatura feminista siempre es

difícil mantener una distancia objetiva (aunque lo objetivo y toda regla de canon

tenga connotaciones masculinas). Comenzamos con obras que nos permiten

comprender los espacios en los que se podía mover la mujer desde una época

que nos puede parecer algo lejana, sin embargo, nos vamos dando cuenta de que

la similitud de situaciones que se vivían hace muchos años se siguen repitiendo,

pero de maneras diferentes.

Es interesante reflexionar sobre el rechazo al pasado y a todo lo que se nos

ha inculcado en una suerte de educación patriarcal, que nos provoca nuevas

restricciones, comenzando por este “deber ser” y “deber hacer” que implica lo que

nos tiene (o no) que agradar, o en qué tenemos que estar de acuerdo. Todas

estas ideas nos llevan a nuevos parámetros restrictivos que siguen sometiendo a

la mujer. Lo más importante para mí, fue la búsqueda de soluciones a través del

lenguaje que cada una de las autoras logró adaptar a sus necesidades para

revolucionar lo establecido, así como lograron hacer presencia en lugares y

momentos en los que la mujer no era tan bien recibida.


A pesar de todo esto, es interesante que se comience a impartir un curso

específico para reconocer la historia y las estrategias que han tenido lugar luego

de tanta injusticia. Son avances lentos pero considerables. Lo más importante es

que nos vamos reconociendo a nosotras mismas en la escritura de otras mujeres,

pertenecientes o no a una corriente feminista.

Tanto la lectura como la escritura feminista están ancladas en interés por


producir una comunidad de lectoras y escritoras feministas, y en la
esperanza de que finalmente esta comunidad se expanda para incluir a
todo el mundo. Claro está que este proyecto puede fracasar. […]
deberíamos luchar por hacer la realidad la afirmación de que es posible que
una mujer, leyendo como mujer, lea literatura escrita por mujeres, pues
esto resulta esencial si queremos convertir la empresa literaria en un medio
para construir y mantener conexiones entre mujeres.1

Me llamó mucho la atención el caso de los diferentes tipos de feminismo, y me

llegué a preguntar si existen posturas tan rebeldes y radicales que imponen más

restricciones a la mujer por la simple cuestión de la “madre” machista. En el fondo,

la familia tiene a su cargo la educación de primera mano, y es en ese lugar en el

que se nos dice que es lo que es correcto, nuestro lugar en la sociedad, nuestro

papel de madres y esposas abnegadas. La “madre” es la que enseña todo esto,

así que, de alguna manera, se genera un rechazo hacia una figura femenina. Este

rechazo vuelve subjetivo todo intento de subversión, porque no se debería

rechazar una figura que se intenta defender, pero sí las ideas que tiene. La

cuestión de las diferentes corrientes es interesante. Si se aceptan las ideas de

antes, tiene que ser porque la mujer lo quiere, y todo el tiempo eso es lo

importante: ¿qué quiere la mujer? Pero una mujer que ya se dio cuenta de que

1
Marina Fe. Otramente: Lectura y escritura feministas, F.C.E., México, 1999. Pág. 151.
vive subyugada, porque la educación patriarcal puede estar muy arraigada -como

en el caso de las madres “malas” que condenan a sus hijas a la misma suerte,

pero a pesar de ello no es su culpa, sino de la sociedad que la educó-.

La reproducción y el matrimonio también se pone en cuestionamiento en

casi cada una de las reflexiones de nuestras escritoras, como ya mencioné antes,

estos asuntos repercuten solo en el pensamiento independiente de cada mujer, no

hay una teoría ni una ley que establezca que, para ser feminista, o para respetar a

tu género se tiene que renunciar a todo.

Una de las primeras tareas que emprendió la crítica feminista fue la


identificación de las maneras en que el discurso —el lenguaje en contexto
— contribuye a la discriminación de las mujeres, porque el poder de los
hombres se manifiesta a través de sus usos: el lenguaje no es un portador
transparente de significados, sino un recurso de poder porque clasifica el
mundo, es una forma de ordenar y nombrar la experiencia. Los usos del
lenguaje decían, no sólo reflejan la condición subordinada de las mujeres,
sino que de continuo contribuyen a reforzarla porque sistemáticamente
desprecian a las mujeres y lo femenino.2

Por ahora (para establecer un avance en el proceso) lo más importante es el

reconocimiento de la mujer, de su propio cuerpo, de la mente y de su

individualidad, de su lenguaje y de su escritura, de su condición de sujeto que no

debe estar apegado a las reglas de los hombres porque no están hechas para ella,

pero que ya conoce y que puede transformar. Es aquí en donde decidí enfocarme

en un breve cuento de Ana Clavel: “Inocencias Hitlerianas” para analizar su modo

de transformar el lenguaje en la creación de atmósferas sexuales que representan

la intimidad femenina, en contraste con la escritura un poco mecánica y menos

sensorial de la escritura masculina. Lo que más llama mi atención es la existencia


2
Nattie Golubov. Crítica literaria feminista, UNAM, México, 2012. Pág. 25.
o no de una estética femenina predeterminada por la perspectiva misma. En esto

encuentro una gran diferencia en la escritura masculina y femenina, pero no por

ello se debe valorar como mejor o peor, sino que se debe sacar provecho de las

diferentes perspectivas, eso le da la variedad a la literatura. El lenguaje que utiliza

Clavel nos permite adentrarnos cada vez más en la perspectiva femenina en

cuanto a la intimidad: “Pero mi deseo crecía conforme los días que nos separaban

para el encuentro se deshojaban. Alguna vez él me había dicho que desde su

departamento se veía el mar. Imaginé que mi deseo era una marejada que se

alzaba hasta el piso 22, que mi hombre abría la puerta del balcón y que mi ola

gigantesca lo inundaba”.3

Es muy complicado pretender cambiar los pensamientos de una sociedad

que desde sus inicios mostró un modo marginal de tratar a su minoría, pero las

mujeres no somos minoría. La mayoría de las lecturas abordadas lograron cierto

impacto en la mayoría de las estudiantes que no tenían mucho acercamiento con

los asuntos feministas (por cuestiones de educación, tal vez), y esto lo podríamos

considerar como un despertar que la misma educación está generando, es decir,

de ahí sale gran parte del problema, así como la posible solución. Alguna de las

posturas de los textos que más me agradaron trataba precisamente de esto, de

una educación aplicada a hombres y mujeres, pero focalizando la situación de la

mujer, puesto que no es algo que solo debamos saber nosotras.

Las cuestiones de todos los textos que llevamos años leyendo y procurando

sin que notáramos indicios machistas en los mismos también generó cierto

3
Ana Clavel. “Inocencias Hitlerianas”. Veinte siete hombres y un desnudo. Ficticia. 2004.
impacto en el pensamiento. Esto lleva a reconsiderar el mismo canon y lo que nos

han impuesto como obligatorio y “de cajón”. Todo esto no quiere decir que

tengamos que rechazarlo todo y volvernos radicales, puesto que cada mujer

tendrá su manera de afrontar una realidad que es cruda y en apariencia de

soledad, pero nos pasa a tantas, que ciertamente no estamos solas. Lo más

importante de este proceso es darse cuenta, saber que no cambiará de la noche a

la mañana la situación, pero hacer algo al respecto siempre marcará una

diferencia.

A muchos estudiosos les extraña todavía que el género (femenino o


masculino) se transforme en una categoría de análisis y conocimiento,
puesto que esto no se subordina, aparentemente, a la lógica tradicional de
la razón cognitiva; pero en términos de una ampliación de la racionalidad y
de la realidad, "con referencia a exigencias de contextos", la mujer, definida
como un ente histórico-cultural con características muy particulares de
subordinación, opresión y explotación, es un objetivo valioso -por lo menos
para algunas de nosotras las mujeres- de conocimiento.4

Tenemos también algunas cuestiones que van más allá de lo aparente, nos

inmiscuimos en lo psicológico, en ese intento de muchos hombres de adjudicarle

inferioridad a la mujer por cuestiones genéticas, psicológicas y biológicas que

siempre han estado ahí. Es un planteamiento ridículo, si le prestamos la suficiente

atención, sin embargo, son ideas que han fungido por años.

Las mujeres en la literatura han tomado diferentes posturas que les

permiten o pasar desapercibidas y ser valoradas al nivel del hombre o

simplemente hicieron lo suyo y lograron ser reconocidas, (el problema es que no

son tantas a las que se les ha dado el reconocimiento adecuado), así que tenemos

este problema del canon literario y qué se debe incluir o no. A todos los
4
Aralia López González. Sin imágenes falsas, sin falsos espejos. Narradoras mexicanas del siglo XX,
El Colegio de México, México, 1995. Pág. 14.
impedimentos que de por sí ya se tenían en cuestiones de teoría literaria le

agregamos el filtro del hecho de ser mujer, porque no hay reglas ni manuales para

un tipo de escritura femenina, todo se ha hecho al molde de la escritura del

hombre.

Nos damos cuenta de mucho y a “la mala”, porque darse cuenta nunca se siente

bien. En textos de Nina Baym vemos a una mujer “loca” casi bestial y desaforada,

que pierde los estribos por la cuestión de la carga emocional, del soportar por

años en silencio hasta que algo revienta. Si entramos en el terreno de lo

psicológico, es obvio que la mujer es diferente al hombre, pero ha sido obligada a

moldearse de acuerdo con las necesidades de este. Aquí entra la cuestión de las

relaciones de poder, y del sometimiento de la mujer fuese por amor o por otros

motivos.

La llegada de una Mujer a la escritura:


Quien
Invisible, extraña, secreta, impenetrable, misteriosa, negra,
prohibida
Soy yo ...
¿Soy yo ese no-cuerpo vestido, envuelto en velos, alejado
cuidadosamente, mantenido apartado de la Historia, de las
transformaciones, anulado, mantenido al margen de la escena, al ámbito de
la cocina a al de la cama?
¿Para ti?
Acaso soy yo, muñeca fantasma, causa de dolores. de guerras, pretexto.
«para los hermosos ojos» de quien los hombres hacen. dice Freud. ¿Sus
ensoñaciones divinas, sus conquistas, sus destrucciones? No para «mi»,
por supuesto. Si no para mis «ojos», para que te mire, para qué le mire a
él, para que él se vea observado como él quiere. ser mirado. O como él
teme no ser mirado. Yo, es decir, nadie, o la madre a la que el Eterno
Masculino siempre vuelve para hacerse admirar.5

5
Helène Cixous. “La joven nacida” (1975). Pág. 22 y 23.
Comparé muchas veces el panorama con lo sucedido con el lenguaje que

heredamos de los países conquistadores. Se buscaba romper con eso, pero no

había manera de expresarse sin usar uno de los medios por los cuales se perdió

la identidad de diferentes pueblos. ¿Entonces el lenguaje es nuestro? Obviamente

la analogía no funciona por completo, y Weigel nos lo explicaba diciendo que los

pueblos conquistados tenían una memoria y tradiciones a las cuales aferrarse, un

pasado antes de los conquistadores, y la mujer no lo tiene. La mujer no conoce

otra cosa que no sea la historia con los hombres como protagonistas.

La independencia de esta situación es aún más compleja, las estrategias

que se tienen que aplicar para sobrellevarla también son muchas y son

complicadas. Solo puedo pensar en el apropiamiento del lenguaje y en la

transformación de una realidad que ya notamos que está mal.

Es un cambio que para darse implica muchísimos años y tal vez

generaciones, pero transmitir esta idea de cambio y comenzar a hacer algo al

respecto -como conocer más a las escritoras que ya están luchando por dicho

cambio y escribir, y hablar, dejar de estar en silencio perpetuo- siempre le dará un

gran impulso al proceso.

En palabras de Beauvoir encontramos el análisis de la mujer como ser incompleto

hasta de manera biológica, y recordamos las palabras y teorías misóginas de

Freud:

Prácticamente, lo mismo que para los antiguos había una vertical absoluta
con relación a la cual se definía la oblicua, así también hay un tipo humano
absoluto que es el tipo masculino. La mujer tiene ovarios, un útero; he ahí
condiciones singulares que la encierran en su subjetividad; se dice
tranquilamente que piensa con sus glándulas. El hombre se olvida
olímpicamente de que su anatomía comporta también hormonas, testículos.
Considera su cuerpo como una relación directa y normal con el mundo que
él cree aprehender en su objetividad, mientras considera el cuerpo de la
mujer como apesadumbrado por todo cuanto lo especifica: un obstáculo,
una cárcel. «La mujer es mujer en virtud de cierta falta de cualidades -decía
Aristóteles-. Y debemos considerar el carácter de las mujeres como
adoleciente de una imperfección natural.» Y, a continuación, Santo Tomás
decreta que la mujer es un «hombre fallido», un ser «ocasional». Eso es lo
que simboliza la historia del Génesis, donde Eva aparece como extraída,
según frase de Bossuet, de un «hueso supernumerario» de Adán. La
Humanidad es macho, y el hombre define a la mujer no en sí misma, sino
con relación a él; no la considera como un ser autónomo. «La mujer, el ser
relativo...», escribe Michelet. Y así lo afirma Benda en el Rapport d'Uriel:
«El cuerpo del hombre tiene sentido por sí mismo, abstracción hecha del de
la mujer, mientras este último parece desprovisto de todo sentido si no se
evoca al macho...6

Vemos esta parte en el texto de Ana Clavel, denunciado sutilmente sin señas de

reproche, sino como mera representación de la realidad, y lo que cambia es la

actitud de la mujer y a manera de descripción se relata todo aquello que antes

parecía reprimido.

Con certeza, sólo sabía tres cosas de él: que le gustaban los autos
deportivos, que no bailaba tango, aunque era argentino y que le
apasionaban los libros que hablaban de la memoria. Había sido arriesgado
viajar para conocerlo, pero me decidió su indecisión, su escamoteo de
agente viajero pernoctando en diferentes ciudades, su irrefrenable
postergar nuestras citas.7

La mujer tuvo que tomar las decisiones, y lo que más le atraía de su hombre era esa

cuestión de casi debilidad que lo caracterizaba. Se nos presenta a un hombre indeciso y

cobarde, aparentemente por razones de diferencia de edad. A pesar de ello el lenguaje

está cargado de pasión y deseo, y el lenguaje rompe con los estereotipos masculinos sin

necesidad de anularlos.

En cierto momento entendemos que la protagonista decide no depilarse a pesar de

la recomendación que se le hace sobre los hombres argentinos. Termina siendo depilada

como un jardín de flores, pero en lugar de denunciar el asunto se abre a la nueva


6
Simone Beauvoir. El segundo sexo. Los hechos y los mitos. Siglo veinte. 1949. Pág. 4.
7
Ana Clavel. “Inocencias Hitlerianas”. Veinte siete hombres y un desnudo. Ficticia. 2004.
experiencia y es ella la que es libre, mientras el hombre se aterra. Encontramos en este

aspecto un gran giro que contrasta con lo tradicional, y el lenguaje de Clavel, de forma

parecida a Luisa Josefina Hernández, se transforma en una herramienta eficaz y

transformadora que rompe con las limitaciones femeninas, ya sea con sensualidad, o con

burla, pero se asume el control perdido por años.

El hombre se piensa sin la mujer. Ella no se piensa sin el hombre.» Y ella


no es otra cosa que lo que el hombre decida que sea; así se la denomina
«el sexo», queriendo decir con ello que a los ojos del macho aparece
esencialmente como un ser sexuado: para él, ella es sexo; por
consiguiente, lo es absolutamente. La mujer se determina y se diferencia
con relación al hombre, y no éste con relación a ella; la mujer es lo
inesencial frente a lo esencial. Él es el Sujeto, él es lo Absoluto; ella es lo
Otro.8

Vemos precisamente que Clavel le da la vuelta ha esta cuestión, y el incompleto

es el hombre, el que termina siendo incapaz:

Mi pubis esbozó una carcajada franca, gozosa, impúdica para él. Yo me


saboreaba su fascinación, su mirada eréctil que me esculpía como una
estatua viviente. No pude resistir más. Al borde del naufragio, intenté
atraerlo hacia mi interior para que juntos nos ahogáramos. Mi hombre dio
un salto hacia atrás. Su cuerpo antes vigoroso era ahora el de un chiquillo:
"Nunca he violado a una niña", gimoteó incapaz.

Es interesante porque no se trata de una lucha genérica como nos decía Martha

Lamas, sino de la apropiación del lenguaje, y de la aparición de lo reprimido y lo

escondido. Como leímos con Butler en cuanto al género se va construyendo, no

solo es natural, ni solo cultural y tampoco es una sola elección. Las estrategias

llevan tiempo y avanzan gradualmente pero cada vez notamos más la presencia

de una perspectiva diferente: una perspectiva netamente de mujer.

Bibliografía
8
Simone Beauvoir. El segundo sexo. Los hechos y los mitos. Siglo veinte. 1949. Pág. 4.
Baym, Nina. “La loca y sus lenguajes. Por qué no hago teoría literaria feminista”

(1987).

Beauvoir, Simone. El segundo sexo. Los hechos y los mitos. Siglo veinte. 1949.

Cixous, Helene. “La joven nacida” (1975).

Domenella, Ana Rosa. “Una doble mirada masculina y femenina en dos casos de

novias devueltas. Un acercamiento desde la ginocrítica” (1991).

Fe, Marina, Otramente: Lectura y escritura feministas, F.C.E., México, 1999.

Gilbert, Sandra y Susan Gubar, La loca del desván, Cátedra, Madrid, 1998.

Golubov, Nattie, Crítica literaria feminista, UNAM, México, 2012.

López González, Aralia, Sin imágenes falsas, sin falsos espejos. Narradoras

mexicanas del siglo XX, El Colegio de México, México, 1995.

Schweickart, Patrocinio. “Leyéndo(nos) nosotras mismas: hacia una teoría

feminista de la lectura” (1989).

Weigel, Sigrid, “La mirada bizca: Sobre la historia de la escritura de las mujeres””,

en Gisela Ecker, Estética feminista, Icaria, Barcelona, 1986.

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