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FUNDACION CIEU (Centro de Investigación Espeleológico Urbano)

G.S.T. (Grupo SpeleoTúnel)

LOS PUESTOS DE LAS ESTANCIAS JESUITICAS. EL CASO DE CAROYA

Las estancias que fundó la Compañía de Jesús en Córdoba (como en otros sitios),
estaban conformadas por grandes extensiones de tierra, lo que obligaba a instalar
“puestos” y señalar parajes para su mejor organización, control y producción. Estos
sitios se ubicaban más o menos alejados del casco, donde estaba la administración y la
actividad principal de la hacienda.
Muchos de estos puestos se han perdido en el tiempo tras la expulsión de la orden
Jesuítica; otros dieron origen a nuevas estancias, parajes que conservan el nombre hasta
el día de hoy e incluso el nacimiento de pueblos y comunas en algunos casos.

LOS PUESTOS DE LA ESTANCIA DE CAROYA


Caroya, la primera estancia que los jesuitas fundaron en Córdoba, se fue expandiendo
desde su sitio original en las cercanías de la comuna de Esquina, dando origen a varios
puestos y parajes. Como Caroya fue la única estancia que no fue a remate tras la
expulsión de la orden (ya que era una donación a perpetuidad de Don Duarte Quiros
para el sostenimiento del Colegio Monserrat), en las mensuras realizadas por la Junta
de Temporalidades (quien se encargó de la disposición de los bienes), no se menciona
los puestos como en el resto de las estancias. Tenemos datos por documentos internos
de los propios jesuitas y otros posteriores, cuando Caroya pasó a manos de la orden
Franciscana y luego al Estado, donde se citan algunos puestos y parajes.
Tras el extrañamiento de los Jesuitas ocurrido en el año 1767, Caroya y el Monserrat
pasaron a ser administrados por la orden Franciscana, hasta el año 1807. Estos
arrendaron partes de sus tierras a terceros y le dieron un gran impulso a uno de sus
puestos: El puesto de San Antonio.
En 1807, la administración de Caroya paso a manos del clero secular hasta el año 1820,
en donde se hace cargo la Provincia hasta el año 1854, cuando Caroya y el Monserrat
entran definitivamente a la esfera Nacional.
Entre los puestos y parajes de Caroya, podemos mencionar: Puesto de San Antonio (el
más importante del período Franciscano), Puesto de Valdés, Puesto de Balbuena, Caroya
viejo (donde estuvo primeramente el casco de la estancia), Puesto Viejo, Puesto de
Tronco Pozo, Punta del agua (donde terminaba el cauce del Río Carnero).
Los puestos de San Antonio y Tronco Pozo tienen al día de hoy una gran importancia, ya
que conservan estructuras del pasado; en el primer caso ruinas del período Jesuítico-
Franciscano (Siglos XVII - XVIII); y en el segundo caso, la casa principal del casco de una
estancia de la primera mitad del Siglo XIX.

LA ESTANCIA DE TRONCO POZO


El primer rector del Colegio Monserrat durante el período Provincial fue el Dr. José María
Bedoya, que regenteó la institución entre los años 1818 y 1828; y fue quien comenzó
con la venta de tierras a particulares, muchos de ellos ya arrendatarios de las mismas,
desde el período Franciscano.
Unas de las tierras que vende Bedoya, pertenecen al paraje Tronco Pozo, ubicado en las
cercanías de la margen norte del Río Carnero y al este del antiguo camino Real. Esta
venta la realiza al final de su mandato a favor del Coronel Francisco Antonio Ortiz de
Ocampo.
Francisco Ortiz de Ocampo fue un patriota nacido en La Rioja en el año 1771. Participó
en la defensa y recuperación de Buenos Aires durante las invasiones Inglesas de 1806 y
1807. En 1810 fue comisionado por la primera Junta en Córdoba, y fue quien tomo
prisioneros a los insurgentes a la junta: el Gobernador Gutiérrez de La Concha, al ex
Virrey Santiago de Liniers y al obispo Orellana, entre otros. También participo de las
campañas militares libertadoras de Manuel Belgrano y José de San Martín.
Sería este militar quien construye la casona que aún está en pie en el actual barrio
Tronco Pozo de la ciudad de Caroya.
En el año 1835, Francisco Antonio Ocampo, hijo del anterior y autorizado por su padre,
permuta esta estancia por el puesto de San Antonio a Don José de La Cruz Villlada,
poseyendo la estancia una deuda con el Monserrat. A raíz de esto se inicia un pleito que
involucrará a Ocampo, Villada y al propio Colegio Monserrat, que se extiende por varios
años.
En 1845, finalmente resuelto el litigio, la estancia de San Antonio queda en manos de
Villada y Tronco Pozo vuelve a manos del colegio Monserrat.
Tronco Pozo fue el sitio señalado para la primera inmigración Italiana, pero finalmente
este contingente se alojó en la casa de Caroya.
En 1870 figura como propietario de la estancia Don Cándido Novillo Olmos, quien la
poseyó hasta su muerte en 1905. Cándido Novillo había nacido en Córdoba en el año
1823 y se había desposado en la Catedral de Córdoba el 26 de Noviembre de 1856, con
Doña Ana Agüero Ponce de León. En 1857, el cuñado de Novillo (y hermano de Ana
Agüero), Don Eusebio Agüero Ponce de León arrendó la estancia de Caroya al gobierno
Nacional, mientras su cuñado hacía lo mismo con Tronco Pozo. Don Eusebio Agüero fue
el padre de Vicente Agüero, figura relevante en la historia de Caroya. Posteriormente,
Novillo adquirió dicha propiedad junto a viarias tierras que se extendían hasta La Puerta.
La familia de Ramón J. Cárcano (Gobernador de Córdoba en dos oportunidades), se
alojaba en esta casona, cuando viajaba hacia San Francisco del Chañar (cuna del
Gobernador), ya que Cárcano y su esposa eran conocidos de la familia Novillo Agüero.
En 1905, al fallecer Cándido Novillo, la estancia y resto de sus tierras se reparten entre
sus hijos.
La casona, único testimonio del casco de esta estancia. Es uno de los pocos exponentes
que se conservan de la casa criolla de la primera mitad del siglo XIX. Es una casa chorizo
con techo entejado a dos a aguas y galería. Posee un curioso sistema de sótanos. Por
una escalera con acceso desde la galería, se desciende a un reducido espacio que
comunica con dos ámbitos, uno pequeño a un nivel más profundo, y otro amplio. El
primero con techo en bóveda de cañón corrido, una chimenea que hace de ventilación
y piso de tierra. Este recinto debió tener la función de almacén (objeto de los sótanos).
El segundo ambiente, con piso de ladrillo y techo de bovedillas entre grandes arcos,
impresiona haber tenido uso de habitación. Esta misteriosa sala pareciera un oratorio
subterráneo, orientado en su eje largo en sentido Este-Oeste, con dos nichos, a modo
de hornacinas (como para instalar imágenes de bulto), sobre el muro Oeste (donde se
sabían situar los altares en los oratorios y capillas antiguas), cuatro tragaluces (hoy
tapiados) y un nicho más en la entrada al recinto.
La galería tiene un techo a un agua, conformado por un tramado de vigas de madera
sobre el que asientan ladrillos de plano y por encima una cobertura de tejas españolas.
La viga principal apoya sobre columnas circulares de ladrillos y el piso es de baldosas de
barro cocidas. Es una típica casa “chorizo” de la arquitectura “criolla” con herencia
española (y a su vez Romana). Sobre la galería abocan seis puertas (una de ellas conduce
a los sótanos) y dos ventanas. En el interior se disponen diferentes habitaciones con su
comunicación a la galería. Las paredes son íntegramente de ladrillos asentados en cal y
arena.
En el patio hay un pozo de balde, cuyo brocal es posterior a la construcción de la casa
(ya que presenta una viga de hierro, elemento que apareció en escena cuando llegó el
ferrocarril a estas tierras).
El estado de conservación de la construcción es muy bueno, y amerita al menos una
protección de interés municipal. Aunque su importancia es mayor ya que es uno de los
pocos referentes de casas de la primera mitad del siglo XIX que aún quedan en pie, y en
su seno albergó figuras importantes para nuestra historia, como el Coronel Ocampo y el
que luego fuera Gobernador de Córdoba, Ramón J. Cárcano.
Actualmente le han adosado unas construcciones modernas pero sin dañar la estructura
original, por lo que se puede poner en valor sin problemas.
Las siguientes fotografías son producto de un relevamiento que realizamos sobre la
propiedad en el año 2015:
Fachada. Se observa la galería que corre a lo largo del frente de la casa chorizo.

Extremo este. Se aprecia el techo entejado a dos aguas de la casa y el techo a media agua de la
galería.

Las columnas que soportan el techo de la galería, son circulares (típico de las casas de
patio romanas, modelo que utilizaron también los Friulanos que se asentaron en Caroya,
en algunas construcciones como la casa Copetti), sobre bases cuadrangulares; todo de
ladrillo asentado en cal, al igual que las paredes de la casa.
Detalles de las columnas de la galería.

Detalles del techo de la galería: armazón de madera (entramado de vigas y tirantes) sobre el
que asientan ladrillos de plano.

Pisos de baldosas de barro cocido en la galería (Izq.) y ladrillos en sardinel hacia el patio (Der.)
Lo más curioso de la construcción, es sin dudas, el sótano. Como ya se mencionó, una
de las puertas que dan a la galería, comunica con una escalera que desciende a un
pequeño recito subterráneo, que comunica con otros dos. Uno pequeño, que
denominaremos “sótano” propiamente dicho; y otro mayor que denominaremos “sala
subterránea”. El primero debió cumplir con la función típica de los sótanos de época:
almacenar alimentos y bebidas para su conservación.

Descenso a los recintos subterráneos (Izq.). Espacio que comunica al frente con el sótano y a la
izquierda con la sala subterránea (Der.)

El sótano es una bóveda en cañón corrido. En el arranque de la bóveda se observa la cornisa


donde se apoyó el armazón de madera para con construir dicha bóveda (Izq.). Detalle la
bóveda y al fondo hueco de la ventilación (Der.)

La Sala subterránea es rectangular, orientada en sentido S.O. – N.E. Tiene su ingreso por el Este,
y bajo tres grandes arcos apoyan tres bóvedas que conforman el techo. En el muro del fondo (al
Oeste), existen dos hornacinas; y una tercera en el muro contralateral al costado del ingreso.
Cuatro tragaluces (hoy cerrados) proveían iluminación y ventilación al recinto. La orientación,
morfología y las hornacinas, nos recuerdan a las antiguas capillas.
Examinando las hornacinas del muro oeste de la sala subterránea

Detalles de los arcos que soportan el techo de la Sala Subterránea

Uno de los tragaluces del recinto subterráneo (Izq.) Detalles de la decoración de los muros de la
sala subterránea (Der.)

UBICACIÓN: 31° 01´ 58.42” Sur / 64° 04´ 25.05” Oeste.


EL PUESTO DE SAN ANTONIO
Las tierras que antiguamente se conocían como Caroya Viejo, al este de la actual
estancia de Caroya, albergaron el primer casco de dicha estancia. Cuando los jesuitas se
mudaron al nuevo emplazamiento, por tener a mano el recurso hídrico del Río Carnero,
el sitio original comenzó a denominarse “Caroya Viejo”. La primitiva estancia se
abastecía de agua mediante dos jagüeles (lagunas) que se llenaban de aguas surgentes,
y que los Jesuitas habían embalsado para su aprovechamiento (mover un molino y regar
una huerta). Estos manantiales debieron ser irregulares, por ello el traslado a tierras más
fértiles, una vez adquiridas. De “Caroya Viejo” quedan las ruinas de la Capilla, del molino
y de los tajamares y a 4 km del primitivo casco los de una noria, que fue el sitio elegido
por los Franciscanos aprovechando que era el único lugar de la zona con agua
permanente, para fundar el puesto de San Antonio.
Este puesto sobrevivió a la expulsión de la orden, gracias al impulso que le dieron los
Franciscanos. El nombre “San Francisco” seguramente fue otorgado por los mismos
Frailes, quienes también son los responsables de algunas de las construcciones que
existieron en el sitio, que incluían un oratorio.
La primera mención de este puesto la encontramos en el inventario realizado sobre la
estancia de Caroya por la orden de San Francisco en el año 1778. En dicho inventario se
describen las construcciones; que como ya se afirmó, por los materiales empleados
podemos adjudicar a los mismos Franciscanos.
Se describe: “una casa de tres habitaciones, íntegramente de ladrillos y revocada en su
interior y exterior; con techo de cañas y tejas. Dos corredores con pilares de palo
labrado, uno al norte y otro al sur, cada uno con su puerta al interior de la casa. De las
habitaciones una es la sala principal con una alacena doble; otra similar a la anterior,
una letrina y una cocina”. “Otro cuarto de paredes de adobe crudo con techo de paja”.
El inventario también describe el mobiliario de la casa.
Otra construcción es el oratorio, también “con muros de ladrillos, techo a dos aguas con
tejas, consagrado a San Antonio de Padua”. El oratorio tiene “un altar con dos nichos,
en uno ellos yace la figura de San Francisco”. También se describen otras imágenes de
bulto (de San Buenaventura, San José, etc.) y la ornamentación y elementos para la
liturgia.
En el puesto había cinco corrales, donde se mencionan los animales al momento del
inventario (más de 600 ovejas y más de 300 mulas y caballos).
Por último el inventario describe la noria con el pozo calzado de calicanto, obra a nuestro
entender eminentemente jesuítica.
En un segundo documento de los Franciscanos, fechado en el año 1788, el puesto de
San Antonio (al igual que la mayor parte de las tierras de Caroya) figura como arrendado
a Don José Videla.
En 1807 la estancia (incluido el puesto de San Antonio) pasa a ser administrado por el
clero secular hasta el año 1820; año este último en que se hace cargo el gobierno
Provincial.
Un último inventario del período religioso, firmado por el rector del colegio Monserrat,
el Dr. Alberró, del año 1819; menciona a los puesto de Tronco Pozo y de San Antonio.
En este último describe solo el oratorio que está sirviendo para los servicios religiosos
de la zona. La última administración, desde lo económico y productivo, á sido un fracaso.
En el año 1845, según la documentación, el rector del colegio Monserrat, Dr. Ramirez
de Arellano, “entregó a Don José de la Cruz Villada, en cambio por la estancia de Tronco
Pozo, la de San Antonio”. Los límites de esta estancia eran “al naciente (este) con La
Esquina, terrenos que el colegio vendió a Doña Micaela Peralta; al Sud con terrenos que
el colegio vendió a Don Altamirano Vázquez; al poniente (oeste) con las tierras de Caroya
y al norte con las tierras de la estancia Jesús María”.
En el año 1862, Don José Villada comenzó a desmembrar la estancia San Antonio,
vendiendo porciones de la misma. El sector este de la estancia, mencionado como
Caroya Viejo se lo vendió a Don Tiburcio Carreño (venta fechada el 10 de Abril de
1862). Otras porciones de tierras del sector N.O. a Don Pilar Taborda (con fecha del 20
de Abril de 1862) y a Doña Micaela Albarracin (con fecha del 4 de Agosto de 1862).
Una porción de terreno a pocas cuadras al norte del casco de San Antonio “donde está
la casa y el pozo de valde” (lo que fue el pozo de la noria), según reza la
documentación, se la vende a Don Pedro Oliva (con fecha del 18 de Julio de 1862).
El 8 de Octubre de 1862, Don José de la Cruz Villada lega a su hijo Don Clemente José
Villada la estancia San Antonio. En 1885, la estancia es heredada, a su vez, por su hijo el
Dr. Clemente Segundo Villada, quien ordena la primera mensura oficial de la misma.

Mensura de la estancia de San Antonio del año 1885


Los relevamientos realizados por el GST-Grupo SpeleoTúnel y luego la Fundación CIEU-
Centro de investigación espeleológico Urbano (2009/2019), permitieron ubicar el
“casco” del puesto de San Antonio, origen de la “Estancia San Antonio”.
A la vera del antiguo camino que va de Tinoco a Esquina, en el fondo de la cañada de
San Antonio (denominada por los primeros Españoles como Cañada de Caroyapa), se
encuentra el pozo de agua, de factura jesuítica, intacto. Construido Íntegramente en
calicanto y ladrillos, rectangular, que se ajusta perfectamente a la descripción del
inventario de 1778.

Parte superior del pozo, se observan los detalles de una de las paredes con la fábrica mixta
(Calicanto y ladrillos) y los mechinales (huecos para andamios), elementos típicos de la
arquitectura colonial.

A un lado del mismo están enterrados los muros de la alberca (pileta que almacenaba el agua
extraída del pozo, mediante maquinaria).

Parte superior de uno de los muros de la alberca


Vista del fondo del pozo. El estado de conservación es excelente.

Esta cañada, geológicamente, es el paleocauce del Río Carnero; y se extiende de oeste


a este, pasando por el costado sur del casco primitivo de la estancia de Caroya, hasta el
paraje Punta del Agua.

Sondeando la profundidad y filmando el interior del pozo


A pocos metros del pozo, están los vestigios de lo que fue la casa y oratorio de los
Franciscanos. Restos de cimientos de piedra, fragmentos de ladrillos, tejas y cerámica
colonial desperdigados por el arado, delatan el sitio.

Restos de muros de ladrillos antiguos de la casa u oratorio en las cercanías del pozo

El fondo de la cañada no está al mismo nivel de profundidad que hace 200 años. Un
relleno arcilloso, arrastrado por las lluvias a través del tiempo, han dejado el brocal del
pozo casi al nivel actual del terreno, cubriendo también las paredes de la alberca y los
cimientos de las construcciones Franciscanas, cuyas paredes ya no existen. Aparte del
pozo (una verdadera joya de la arquitectura colonial), el lugar es un sitio arqueológico
que seguramente guarda artefactos de valor.

UBICACIÓN DEL POZO: 31° 04´ 15.70” Sur / 64° 51´ 53.60” Oeste.
UBICACIÓN DE LA CASA Y ORATORIO: No se revelará hasta que finalicen los estudios.

ARCHIVOS DE FUENTES EDITAS E INEDITAS CONSULTADAS PARA LA INVESTIGACIÓN

ARCHIVO DE CATASTRO de la PROVINCIA de CORDOBA.

ARCHIVO FRANCISCANO de CORDOBA.

ARCHIVO HISTÓRICO DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA.

ARCHIVO HISTÓRICO DEL COLEGIO MONSERRAT.

BIBLIOTECA DEL COLEGIO MONSERRAT.

BIBLIOTECA MAYOR DE LA U.N.C.

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