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En 2001, dentro del marco de una ley habilitante de la Asamblea Nacional, fue dictado el
Decreto Presidencial con Fuerza de Ley de Coordinación de Seguridad Ciudadana
(Venezuela, 2001b), cuyo propósito fundamental fue el de establecer mecanismos de
enlace y coordinación entre diversos cuerpos policiales. Algunos casos emblemáticos
ocurridos años atrás, en materia de captura de rehenes, habían concluido con muertes de
civiles y funcionarios debido a la competitividad y rivalidad, en el sitio del suceso, de
diversos cuerpos policiales. De este modo, los arts. 8 y 9 del decreto establecieron los
principios de la prevalencia de intervención para el cuerpo policial que tuviere mayor
capacidad de respuesta y recursos para enfrentar la situación y de sustitución
ascendente, es decir, de policías municipales por estadales, y de policías estadales por
nacionales, en caso de rebasarse la capacidad operativa de alguno de estos cuerpos en
cada situación. Este decreto también estableció un Consejo de Seguridad Ciudadana de
carácter nacional, integrado por representantes del Ministerio del Interior y Justicia y de
las gobernaciones y alcaldías, cuya función sería el estudio, formulación y evaluación de
políticas en esta materia a nivel nacional, así como una Coordinación Nacional y
Coordinaciones Regionales, a nivel de los estados, para el seguimiento y evaluación de
los planes que estableciere el Consejo de Seguridad Ciudadana. Según este modelo, en
lugar de absorberse todas las policías en un solo cuerpo nacional, idea que ya había sido
materializada en un proyecto de Ley Orgánica de Policía, de 1991, y en otro sobre Policía
Federal, de 1993, se optaba por un esquema de formulación de políticas y seguimiento de
planes de acción, centrado en la Coordinación Nacional de Policía, dependencia
administrativa adscrita al Ministerio del Interior que ha funcionado, preferentemente, bajo
la dirección de oficiales de la Guardia Nacional desde 1969.
El proyecto de Ley de Policía Nacional que fue aprobado en primera discusión por la
Asamblea Nacional en julio de 2004 (Venezuela, 2004), desarrollaba este último modelo,
estableciendo principios comunes (y en este sentido, estandarizados) para lo que sería el
Cuerpo de Policía Nacional (que absorbería lo que es hoy la Policía Metropolitana de
Caracas y el Cuerpo de Vigilancia de la Dirección de Tránsito Terrestre, del Ministerio de
Infraestructura), y para las policías estadales y municipales. El texto enfatizaba la
coordinación, reglamentación y supervisión por parte del Ministerio del Interior y Justicia.
La tendencia centralista se manifestaba en dos disposiciones controvertidas, aquella
según la cual el Cuerpo de Policía Nacional y la Guardia Nacional podrían sustituir a las
policías estadales y municipales cuando así lo determinase el Consejo Nacional o la
Coordinación Regional de Seguridad Ciudadana, y aquella según la cual el mismo
ministro podría delegar las funciones del Cuerpo de Policía Nacional en la Guardia
Nacional, tomando en cuenta “la racionalización y optimización de los recursos materiales
y humanos para la tutela de la seguridad ciudadana, las necesidades y requerimientos
para la prestación del servicio policial y la eventual imposibilidad del Cuerpo de Policía
Nacional para ejercer las atribuciones que le son propias” (art. 33). Esta cláusula,
evidentemente amplia y ambigua, podría conducir a una militarización total de la policía.
El modelo de policía surgido con ocasión del trabajo de la Comisión Nacional para la
Reforma Policial (Gabaldón y Antillano, 2007, 237-250) desestima cualquier carácter
militar de la policía general y enfatiza el principio de competencias concurrentes entre
cuerpos de policía nacional, estadales y municipales, conforme a los principios de
territorialidad de la ocurrencia situacional y de complejidad, intensidad y especificidad de
la intervención requerida, a fin de facilitar la sinergia en el trabajo policial, fomentando, por
otro lado, la rendición de cuentas y el control ciudadano. Tal parece que la nueva ley del
Cuerpo de Policía Nacional y del Servicio de Policía, que será dictada dentro del marco de
la ley habilitante, responderá a este modelo ampliamente validado por la consulta
ciudadana.
Este plan integrado, que pretendió haber incorporado 1.800 funcionarios de distintos
cuerpos policiales, incluyendo 1.200 del Comando Regional Nº 5 de la Guardia Nacional,
con sede en Caracas, implicó la colocación intensiva de vigilancia en áreas populares de
la ciudad durante los fines de semana, levantamiento de información a través de
encuestas de victimización y de necesidades vecinales, así como campañas de
cedulación, inscripción en el registro electoral, asistencia médico-odontológica y asesoría
legal.
Dentro de este contexto general, políticas orientadas por una visión fundamentalmente
disuasiva, ostensiva y agresiva por parte de la policía, cualquiera sea su adscripción
funcional, tenderán a agravar los índices de violencia sin contribuir al incremento de la
seguridad de la población.
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