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JUSTO WALBERTO ORTIZ SEVILLANO

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ortizjusto871@gmail.com

INFLUENCIA BIBLIOGRÁFICA

POSDOCTORADO

Curso: SOCIOLOGÍA
Ensayo (History)

INFLUENCIA BIOGRÁFICA

Escribiré sobre María Moliner

El presente trabajo desarrolla cuestiones relativas a las formas de influencia que tiene una
persona famosa en alguien que es considerado anónimo, abarcando, por una parte, una
lectura diacrónica de la vida de esa persona que permite dar sentido a las diferencias entre
generaciones y, por otra parte, sincrónica, desenmascarando las lógicas productiva y
cultural contemporáneas, tan estrechamente vinculadas a las formas de ser de hoy,
prestando especial atención a los atributos novedosos de la que, de una forma influyó en
mi inclinación hacia los vocablos, dicciones, terminología de usos locales, comúnmente
llamados regionalismos, motivación y desafíos que se presentan para encarar el presente
ensayo.

El hecho de que debamos descubrir algunos factores que nos mueven en la vida, meditar
sobre ellos y hacer el enunciado de nuestra misión, la cual tendríamos que revisar día a día,
estudiarla, cambiar y agregar cosas que vayamos descubriendo poco a poco, ha sido
referente motivacional para mí, como entusiasta por el idioma, la vida de María Moliner.

Primeramente, la misión personal de Moliner es y debe estar enfocada en el presente,


¿Quién es?, ¿Dónde vivió?, ¿Quiénes fueron sus padres? ¿Cómo trascurrió su vida personal
y profesional, son algunas de las preguntas que nos ayudan a formular algo más concreto y
específico de la situación presente? Es importante mencionar también la figura del auto-
concepto, que es sencillamente, la opinión que tiene de ella como persona y lo que quiere
que los demás piensen.

María Moliner nació en Paniza, provincia de Zaragoza, el 30 de marzo de 1900. Su padre,


Enrique Moliner, ejerció su profesión como médico rural hasta que se
trasladó a América como médico de barco. Fue entonces cuando la familia Moliner se
desplazó a Madrid.

Esta etapa de su vida fue muy importante. Mantuvo relaciones con la Institución Libre de
Enseñanza, que más adelante se reforzarían.

En 1918 terminó el Bachiller en el Instituto General y Técnico de Zaragoza e ingresó en la


Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad zaragozana, convirtiéndose así en una de
las pocas mujeres universitarias de principios de siglo. Obtuvo su licenciatura en Historia
con honores en 1921, a pesar de que su vocación se inclinaba más hacia el campo de la
lingüística y la gramática.

El padre, después de un segundo viaje a América en 1914, se quedó en Argentina,


abandonando a la familia. Esto motivó probablemente que la madre decidiera en 1915 dejar
Madrid y regresar a Aragón. Allí la familia sale adelante en buena parte gracias a la ayuda
económica de María, que, aun siendo muy joven, se dedicó a dar clases particulares de
latín, matemáticas e historia. Según dirían más tarde sus hijos, estas duras circunstancias
fueron fundamentales en el desarrollo de la personalidad de su madre.

Los primeros exámenes del bachillerato los hizo María Moliner, como alumna libre, en el
Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid (entre 1910 y 1915), pasando en
julio de 1915 al Instituto General y Técnico de Zaragoza, del que fue alumna oficial a partir
de 1917 y donde concluyó el bachillerato en 1918.

En 1922 ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos


donde trabajó hasta su jubilación en 1970. Ejerció en Simancas, Valencia, Murcia y en la
Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid.

En 1925 contrajo matrimonio con Fernando Ramón y Ferrando, que sería catedrático de
Física de la Universidad de Valencia, con quien tuvo cuatro hijos: Enrique. Fernando,
Carmen y Pedro. Durante la época en la que residió en
Valencia, doña María simultaneó sus labores domésticas con sus obligaciones profesionales
en el ámbito de las actividades culturales desarrolladas por la Segunda República, como
directora de la Biblioteca de la Universidad de Valencia y del proyecto de las Bibliotecas
Populares.

Después de la Guerra Civil, el traslado de su marido a la Universidad de Salamanca


determinó que la familia se instalase definitivamente en Madrid, donde creían que podrían
ofrecer mejores oportunidades educativas y profesionales a sus hijos. En esta etapa de su
vida es cuando doña María trabaja en la Biblioteca de la Escuela de Ingenieros Industriales
y comienza, en 1952, la elaboración de su diccionario.

La labor de Moliner en el decenio 1929-1939 como parte muy activa en la política


bibliotecaria nacional, especialmente durante la República, ha sido bien resaltada.

En 1946 su marido fue rehabilitado, pasando como catedrático de Física a la Universidad


de Salamanca. La familia se traslada entonces a Madrid, de donde él va y viene a sus
clases, mientras María se incorpora a la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de
Ingenieros Industriales de Madrid, llegando a ser su directora hasta su jubilación en 1970.

Tras ésta, el Ministerio de Educación y Ciencia, por acuerdo de 6 de julio de 1970, acordó
su ingreso en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en su categoría de Lazo.

María decía una de las frases suyas que más veces se han repetido: Sí, mi biografía es
muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no
tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que
contribuya a acreditar mi entrada en la Academia (...) Mi obra es limpiamente el
diccionario. Más adelante agregaba: Desde luego es una cosa indicada que un
filósofo -por Emilio Alarcos- entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si
ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: «¡Pero y ese hombre, ¡cómo
no está en la Academia!
Recordemos que los últimos años de la vida de María estuvieron marcados por el cuidado
de su marido, jubilado en 1962, enfermo y ciego ya para 1968, y por el deseo de pulir y
ampliar con tranquilidad su famoso Diccionario de uso del español (publicado en dos
grandes volúmenes en 1966-1967, vid. infra). Sin embargo, en el verano de 1973
surgieron repentinamente los primeros síntomas de una arterioesclerosis cerebral,
enfermedad que la iría retirando de toda actividad intelectual. Su marido fallece el 4 de
septiembre de 1974, lo que termina con sus ganas de vivir. Pasó los siguientes seis años,
hasta su propio fallecimiento en 1981, en su casa de Madrid, retirada del mundo y en medio
del cariño y cuidados de su familia (su hermana Matilde, dos de sus hijos y numerosos
nietos).

Cada persona tenemos una misión personal y debemos descubrir cuál es e intentar llevarla
a cabo. De nuestra misión personal formarán parte muchas cosas. Decidir sobre nuestro
trabajo, lo que nos hace felices y disfrutar también es una misión personal.

Esto también se aplica para un equipo, un departamento, una familia que funcionan como
grupos y deben tener una guía para enfocar sus diferencias en momento dado.

A nivel personal, lo que a mí respecta, la misión de escribir, desde el momento que me


acerqué a la vida de esta lingüista cuando cursaba el bachillerato, se me convirtió en la guía
que rige hasta el momento en mi vida, he logrado descubrir mis valores primordiales;
según Stephen Covey, nosotros no creamos nuestra misión personal, la descubrimos al
meditar sobre las cosas importantes.

Considero que estos valores varían de persona a persona, ejemplo: una persona puede tener
el valor de la belleza física, y para otra puede ser intrascendente, la abundancia de bienes es
valor que algunas personas tienen y otras no, de modo que algunos valores gobernantes
como: amor incondicional, belleza, familia, libertad, salud, sentido del humor, igualmente
tienen asidero en estas personas.
Después de descubrir cuáles era los roles que cumplían los valores en la vida de Molíner,
empecé a meditar sobre mis dones, las cosas que hacía bien, cuales eran las cosas que me
apasionaban y me llenaban, las que verdaderamente me hacían feliz, decidí como ejercicio
a registrar cuantos vocablos escuchaba de la gente.

El hecho era que debía descubrir estos factores de Molíner que más movían en la vida,
meditar sobre ellos y hacer el enunciado de mi misión, la cual tendría que revisar día a día,
estudiarla, cambiar y agregar cosas que vayamos descubriendo poco a poco, encontraba en
estos impulsos los deseos de escribir alguna vez un diccionario de regionalismo. Entonces,
a partir de elucubraciones llegué a una autodefinición: “Soy un ser humano capaz de
razonar y definir lo que es mejor para mí. Tengo conciencia de mi forma de
actuar y trato de mejorar cada día, sé que puedo lograr grandes metas en mi vida
y sobre todo tengo confianza en mí”.

De la misma manera, tuve que imaginar cómo sería en 10, 15, 20, 30 o 50 años. Mi visión
personal era quién quería ser yo: dónde y en qué quería trabajar, qué principios quería que
guiaran mi vida (dinero, amor, logro), a qué tipo de familia quería pertenecer, con qué
gente quería estar, en qué ciudad, qué aficiones quería tener, en qué quería ser bueno, a qué
estaría dispuesto a renunciar.

En consecuencia, estas reflexiones me hicieron entender que la juventud surge en la medida


en que el desarrollo social exige un período cada vez más largo de preparación de los
individuos para su integración a la vida productiva y social, lo que a su vez posibilita una
mayor integración intrageneracional, a partir de la estrechez de contactos y vínculos,
producto de su situación semejante. Este período vital, caracterizado por el aplazamiento de
la entrada en la vida profesional productiva y social, y por tanto, consignado a la
formación, es lo que produce juventud como un fenómeno social; Es decir que, en un
mismo movimiento, la exigencia de generar instituciones que permitan a los individuos
transitar un período cada vez mayor y más complejo de preparación para su integración
efectiva a la sociedad, da origen, a partir de las estructuras que se
diseñan como respuesta, a una integración intrageneracional, en función de la proximidad
creciente de pares. Se comprende, entonces, la identificación que se establece entre
juventud y estudiantes, en la medida en que “la primera imagen de juventud, fue la del
estudiante.

Debemos confesar que la magnitud de los cambios acontecidos en el mundo del trabajo, me
ha impactado con fuerza en mi hogar tal como le pasó a Moliner, en el que representa el
contexto familiar, en el que mi trascurrir como adolescente desarrollo mi vida.

Por otra parte, observamos un aumento de las uniones de hecho sin llegar al casamiento que
expresan una voluntad de vida en común sustentada en el afecto y no en la institución
social o familiar, lo que no experimentó la lingüista Moliner; un cierto reconocimiento de
tipo cultural y de tradición muy conservadora explicitó la no posibilidad de disolución del
vínculo de la pareja, el que pasó a ser centralmente más que amoroso, jurídico.

La ampliación del campo de acción de Molíner, aunque no alcanzó a constituirse en una


democratización de los roles familiares en la medida en que las tareas domésticas, más allá
de una cierta redistribución en el núcleo familiar, siguió estando predominantemente en sus
manos, es decir, a cargo de las mujeres, supuso una nueva dinámica de poder y una
redefinición de la figura de autoridad en la familia. Estos fenómenos domésticos familiares
tienen la misma fuerza en mi vida, y se hizo más evidente cuando se horizontó mi
existencia en autonomía, sin necesidad de sostener relaciones asentadas en la dominación,
porque la subordinación se convierte en un automaltrato inevitable.

La fascinación de Moliner por explorar las palabras, de registrarlas, de buscarles su


asiento en un texto, produjo en mí la misma sensación, el compromiso de extender la
historia y significar la historia de los afrodescendientes, ya que la emergencia de una
cultura da la imagen de una cultura, evidenciada en un texto escrito propio. Consideramos
que, frente a los procesos de diálogo, debate y
reflexión, necesitamos siempre un tiempo extendido para poder desarrollarnos, y apaciguar
la sociedad del vértigo, de la fragmentación, del salto de una secuencia a otra.

Sin embargo, a partir de los cambios sobre los que son inexorables en nuestras vidas y, en
particular, la nueva adecuación a la que hay que halarle, generada por la omnipresencia
avasallante de los medios, e inclusive el ingreso a la academia para seguir posgrados,
muchas personas que lograron un estatus representativo en la sociedad son excluidos; lo
que nos hace pensar que el panorama, ha cambiado radicalmente.

Para Molíner como en mi caso, los adultos, fue la referencia ineludible en nuestro trasegar
por la vida. Siempre propensos a mirarlos y a tratarlos a partir del recuerdo de nuestras
propias vivencias, en las que nos encontrábamos frente a un abismo. Campos que antes
aparecían como previsibles, hoy definitivamente no lo son. Navegar en la incertidumbre, no
nos sucedía cuando nos tocó ser jóvenes, mientras que los adultos en esta época, aún con
experiencias, navegan en aguas complejas e inciertas.

Por otra parte, los paradigmas que postularon a Moliner como ser humano, los que guiaron
y dinamizaron mis diferentes temporalidades, como sujeto de derecho y responsabilidad,
más allá de que éstas pudieran variar en tiempo y espacio, nos llevaron a ambos, a un
modelo de pensamiento diferente, en el cual no hay transiciones ni moratorias, sino
períodos de la vida con tareas propias que no se subalternizan sino que tienen entidad
particular dentro de un recorrido vital que concatena posibilidades y atributos, produciendo
para la humanidad unos de los textos más consultados y orientadores en materia
lexicográfica y dialectología; en el mismo sentido, la obra que he creado con la
denominación: El Lexietnoeducativo ha servido de fuente resiginficadora para la
cosmovisión del afro -descendiente.

La multiplicidad de nuevas experiencias innovadoras, la explosiva heterogeneidad


del mundo de lo lingüístico, definieron la realidad de Moliner, con su Dirección de uso
de español, con ante los viejos modelos de síntesis y sus correspondientes matrices para
la toma de decisiones.

Finalmente, si las palabras modelan los viejos sujetos, cuando menos acosadas y en proceso
de cambio, resulta insólito, cuando menos, sostener un imaginario que no responde a los
tiempos cuando ellas mismas ya no representan los sueños y esperanzas de una comunidad.
Este escenario de vida fue la constante de Moliner como lo siento hoy en mi vida.
BIBLIOGRAFIA

1. Amada Cinto, M.: «El bachillerato de María Juana Moliner», Trébede, 36, marzo de
2000, pp. 32-36.

2. Campos, L.: «Aragonesas en la historia. La madre del Diccionario», Heraldo de


Aragón, 6 de diciembre de1998.

3. Castelo, S.: «Conversación con María Moliner», ABC, 25 de junio de 1972, pp. 22- 27.

4. Castro, C.: «El español que se habla, más extenso que el que codifica la Academia», Ya,
domingo 6 de febrero de 1972.

5. Cobo Borda, J. G.: «María Moliner, pionera de esa hambre en español», en Rin
coñete, Centro Virtual Cervantes, 30 de marzo de 2000.

6. Cortés Alonso, V.: «María Moliner, profesora extra», Boletín de la ANABAD, 31, 1,
1981, pp. 43-46.

7. Cortés Alonso, V.: «La Escuela Cossío de Valencia», Trébede, 36, marzo de 2000,
pp. 39-42.

8. «Doña María Moliner: su diccionario, su pensamiento, su tenacidad aragonesa»,


Heraldo de Aragón, Zaragoza, 17 de octubre de 1976.

9. Ortiz S., Justo Walberto, Lexietnoeducativo.

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