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Sanchez Jimenez Claudia Elida

Carné: 199921866

Características del pensamiento


moderno
El llamado pensamiento moderno, que no corresponde al pensamiento
contemporáneo, tiene tres características bien determinadas. La primera es el
objetivismo, es decir, la capacidad de describir fenómenos de manera
independiente de quien hace la descripción.
La segunda es el positivismo o, en otras palabras, la posibilidad de identificar
leyes o reglas generalizables que gobiernan estos fenómenos. La tercera,
derivada de la anterior, es la predicción, que se refiere a, la capacidad de conocer
el devenir futuro de un fenómeno si conocemos las leyes que rigen su dinámica,
así como sus condiciones iniciales.
Estas tres condiciones delinearon el pensamiento del hombre y la mujer moderna,
desde su concepción inicial, con el trabajo de Newton en el siglo XVIII.
Con el desarrollo de la revolución industrial en Inglaterra, en el siglo XIX, esta
forma de pensar dio origen a una multiplicidad de roles que, con el tiempo,
sirvieron de base para la consolidación de los programas profesionales que
ofrecen, aun hoy, las universidades.
Estos profesionales, formados bajo esta concepción de un mundo predecible y
maleable, fueron responsables de generalizar una visión del desarrollo basada en
una falaz interpretación de la teoría de la evolución de Darwin. Según esta
interpretación, sobrevive el más fuerte, y para sobrevivir hay que competir y
derrotar al rival.
La naturaleza se reconoció como uno de aquellos rivales a los que había que
someter y así se hizo, talando árboles, cazando indiscriminadamente especies
para usarlas como fuente de alimento o combustible, secando ciénagas y
humedales, y encauzando de manera artificial ríos centenarios.
El lenguaje de la rivalidad se trasladó automáticamente al mundo empresarial, e
incluso de manera acrítica, a las aulas universitarias, en donde se forman
profesionales aptos para competir en un mundo laboral cada vez más hostil.
La ética de la competencia es muy limitada, pues por principio excluye la
posibilidad de un juego de suma positiva, en donde todos puedan ganar. Dicha
competencia se basa en un juego de suma cero, lo que unos ganan otros lo
pierden. Importa el marcador y no el partido, se valoran los resultados y no el
aprendizaje, prevalece el fin frente al proceso y, por lo tanto, cualquier medio
puede ser válido, en cuanto se logre el fin.
Sanchez Jimenez Claudia Elida
Carné: 199921866
La llamada crisis de la modernidad y el surgimiento de un movimiento posmoderno
es una reacción natural a este estado de cosas.
El constructivismo desplaza al objetivismo y al subjetivismo, y se propone como
base epistemológica para comprender el mundo que habitamos. La generalización
que plantea el positivismo da paso a la comprensión de leyes como acuerdos
siempre válidos en un contexto, lo que Heidegger llamó el objetivismo entre
paréntesis. Si el contexto cambia, las reglas deben ajustarse, pero cada nueva
regla participa en la delimitación de este contexto.
Las explicaciones causales pierden sentido en el ámbito de lo social y el énfasis
pasa de los individuos a las relaciones. Entender y cuidar las relaciones, junto con
una interpretación distinta de la teoría evolutiva, en donde la diversidad es el motor
del desarrollo, nos lleva de la competencia a la cooperación. Tal vez no
descendamos de un chimpancé bravucón y egoísta, sino de un amable y empático
primate, primo del anterior, llamado bonobo.
La lógica y la ética de la cooperación abre posibilidades, el otro es reconocido
como un legítimo otro en la convivencia, la solidaridad limita la libertad individual,
el viaje es más importante que la meta y los fines no justifican los medios. La
naturaleza ya no es un rival al que hay que someter, sino parte de una red de la
que formamos parte.
Hubo algunos que no tuvieron que pasar por este tortuoso camino para desarrollar
este nivel de conciencia.

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