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MARIAEUGENIA
MARIAEUGENIA
Ricardo: “Amor”.
Raquel: [Ríe]
Raquel: Nuestra doble sorpresa por encontrarte haciéndole preguntas a la arena y por estar bajo
ese parasol sin bañarte, ¿y es que vas a esperar como siempre a que se haga de noche?
María: Sí.
Raquel: A bañarse.
María: Basta…
Raquel: A bañarse.
Ricardo: [Ríe]
Raquel: [Ríe]
Martín: Ah.
Martín: Usted dirá lo que quiera, ¿eh? Pero si me tomo otro aparato de estos, me vuele la
calentura.
Carlos: [Ríe]
Martín: …pero a mí me sabe a purga. No, no. Yo, la verdad, prefiero mi tepache bien serenado.
Con padre, qué cosas toman los catrines, ¿eh?
Martín: Pues, la verdad, no las tienen muy buenas. Nomás fíjese. [Ríe] Igualito a una tonita, ¿eh?
[Ríe]
Carlos: Martín.
Martín: Dispensa, señor, pero palabra que yo no me mostraba así, ¿eh? Ah, chispa.
Carlos: [Ríe]
Martín: Estas sí que parecen novillonas de 18 meses, pero qué deshonestas, hombre. Cómo
enseñan.
Martín: Pues, así será, pero lo que es yo, las prefiero con las enaguas corriditas hasta el huesito.
Carlos: [Ríe]
Martín: ¡“Citáme”! Ahora sí que me vuelven las calenturas. Fíjese qué potranca, patrón. ¿Qué le
parece, patrón? Palabra que hasta el resuello se me fue.
Ricardo: ¡Carlos!
Carlos: 24.
Ricardo: Hombre, está junto a la mía. Ven para que charlemos un rato mientras me visto.
Carlos: Mira, espera un momento, voy a despachar a este muchacho. Puedes volver a tu hotel,
Martín. Toma para tus gastos y no olvides decirle a José María que vaya la estación a esperarme
con los caballos.
Martín: M--muchas gracias. Me--mejor ya voy a la estación, ¿eh?
Carlos: No. Tú ya viniste a Veracruz, yo creo que es justo que José María se dé su paseadita.
Ricardo: Adiós.
Ricardo: Aquí tienen al ranchero que les había anunciado. Carlos, mi novia.
Carlos: Encantado.
Raquel: ¿Hasta cuándo vas a prescindir te tus exagerados escrúpulos? ¿Es acaso un delito bailar?
María: Claro que no. Pecaría de insincera si dijera lo contrario. Parece tan distinto a todos los
demás.
María: Razón de más para persistir en mis escrúpulos exagerados, como los llamas tú.
Raquel: Y como que lo son porque el hecho de que bailes con ese señor hacendado no tiene
ninguna importancia ni significa nada malo.
María: ¿Hasta cuándo vas a comprender que tú situación no es igual a la mía? Tú tienes el respeto
de tu mamá, mientras que yo--
María: Sí y se lo agradezco mucho. Con nada podré pagarle lo que ha hecho por mí, pero todos
saben que no lo soy. Me consideran libre, al alcance del primero que pasa.
Raquel: Y para que no murmuren, te privas de todo lo que debe disfrutar una muchacha decente y
haces que yo también me prive.
Matilde: No es eso, hijita, sino este modernismo en que vivimos y en el que cualquiera se pierde.
Matilde: También yo que he permitido la locura de que nos gastemos los ahorros de todo un año
en unas vacaciones como estas.
Raquel: Bueno, bueno. Suponiendo que así sea, ¿desconfías de que sepa cuidarme?
Matilde: No, hijita. ¿Si te acompaña María? Prefiero mi cama. ¿Te animas?
Ricardo: Magnífico. Ahora sí te llevarás esa confirmación de derecho que tanta molestia nos ha
dado.
Ricardo: [Chista] Te lo aseguro. Mañana regresamos a México y en tres días más te la entrego.
Ricardo: Mi ojo clínico no falla nunca, Carlos. ¿Crees que no me di cuenta de la impresión que te
causó la chica esa y de la que le causaste tú?
Ricardo: Una especie de flor de té. Nadie sabe de dónde ha venido ni para dónde irá. Dicen que es
una expósita, pero expósita o no, la verdad es que la chica está muy guapa y, aunque un tanto un
mucho pretenciosa, yo te aseguro que no te caería mal.
Ricardo: Táctica de lucha con la que pretende ostentar una castidad muy discutible. Tú ya conoces
mis teorías sobre las mujeres, así que a darles unos pases de muleta…
Carlos: [Ríe]
Ricardo: …como los que le estoy dando a mi novia, a adornarse y a dominar. [Ríe]
Ricardo: Y me siento muy satisfecho de ello. Mira, si te gusta esa chica, olvida el romanticismo
“provinción” al que eres tan adicto y sigue mis consejos. Esta noche tendrás una magnífica
oportunidad para empezar tu faena. Déjame preparar el terreno. Comuníqueme con el toreo.
Perdón, con el número 53.
[Teléfono]
[Teléfono]
Raquel: Sí, pero no enseguida. Creería que me estoy muriendo por él. Sí. Hola, hola. ¿Cómo le va a
usted desde hace un rato, señor “Picapleitos”? [Asiente] ¿A qué se debe que acabando se estar
juntos me llame?
Ricardo: Para preguntarte si conseguiste el permiso para el baile de esta noche. ¿En serio, linda?
Broma que como todas las tuyas me hace comprender lo poco que significo para ti.
Raquel: ¿Ya ves que sí? Pues, no, pero si deseas que a cada momento te repita lo mucho que te
quiero, ya puedes esperar sentado.
Ricardo: Como creo que debo esperarlo todo de ti. Claro que me molesta. Si no te quisiera-- No sé
por qué te empeñas en dudarlo. Bueno, bueno. ¿Vendrás al baile entonces? Magnífico. Llevaré a
Carlos para que le haga pareja. Hasta luego, linda. Hecho, señor hacendado.
[Música]
>> ¿Usted?
Martín: Claro.
Mulata: Aguanto.
Martín: Camina, chica, que al que es corto en tierra ajena toda la vida anda flaco.
María: Gracias.
Carlos: Salud.
María: Salud.
[Aplausos]
[Música]
Carlos: Quizá no tan mal como yo. ¿Vamos? ¿Es usted de México?
María: Sí.
Martín: ¿Deseaba?
>> Oiga, amiguito, usted no es huésped del hotel y me va a hacer el favor de salirse
inmediatamente.
Martín: Nada. Que me llaman urgentemente por teléfono de México. Hasta luego.
María: ¿Qué?
Carlos: El estar bailando con una mujer tan bella como usted.
Carlos: No pretendo adularla, María, le digo esto con la sinceridad con que lo digo siempre todo.
[Aplausos]
[Música]
>> Y ahora, señoras y señores, una grata sorpresa el Son Clave de Oro nos ofrecerá las primicias de
una canción muy nuestra, original del fecundo compositor mexicano Manuel Esperón que se
intitula Alma de Veracruz. Cantará para ustedes la sensación jarocha, ¡Toña la Negra!
[Aplausos]
[Música]
Toña: § Bamboleo del mar De mi mar de cristal Rumores de brisa marina Que llega a esconderse
En mi verde palmar Bamboleo del mi mar Capricho de su luz Rumores de besos perdidos Allá por
la playa de mi Veracruz Alma de Veracruz Alma de criollo Que cantas con la música del mar Que
bailas con el ritmo de las olas Y sueñas cuando duerme el cafetal Alma de Veracruz Siempre
valiente Tu sangre por tu suelo sabes dar Tú naciste despreciando hasta la muerte Y ya que nadie
jamás te vio llorar Alma de Veracruz Siempre valiente Tu sangre por tu suelo sabes dar Tú naciste
despreciando hasta la muerte Y ya que nadie jamás te vio llorar
Son Clave de Oro: Veracruz mi Veracruz Tierra de amor y placer Así es mi Veracruz ¿Cómo no te he
de querer?
Toña: Veracruz mi Veracruz Tierra de amor y placer Así es mi Veracruz ¿Cómo no te he de querer?
Son Clave de Oro: Veracruz mi Veracruz Tierra de amor y placer Así es mi Veracruz ¿Cómo no te he
de querer?
Toña y Son Clave de Oro: Veracruz mi Veracruz Tierra de amor y placer Así es mi Veracruz ¿Cómo
no te he de querer? §
[Aplausos]
Ricardo: ¿Y?
Raquel: Que mañana tenemos que levantarnos temprano para tomar el tren.
Carlos: ¿Y hace mucho tiempo que vive usted con Raquel y su mamá?
María: Desde pequeña. Han sido tan buenas conmigo. A base cariño me han hecho olvidar que no
conocí a mis padres.
Raquel: ¡María!
María: ¿Qué?
Raquel: Pues, si quieres quedarte solo, allá tú. Vamos, María. Te voy a probar que sí. Ahora verás.
Óigame, Carlos, Ricardo me ha contado que es usted muy aficionado a la caza.
Carlos: Es cierto.
Carlos: Algunos.
Carlos: No en mi caso.
Raquel: Grosero.
Mulata: Oye, pero ¿que nos vamos a ir a pie hasta el puerto? Mira que yo he hecho kilómetros.
Marín: Pues, como dice el dicho, o la bebe o la derrama. Ya viste que el camarero se acabó con mis
últimos centavos. Hasta por suspirar nos cobró.
Mulata: Pero mira que sí serás fresco. Primero, me engañas haciéndote pasar por un hacendado.
Luego te metes de rondón en el baile de esos señorones. Te escondes de tu patrón que ya te
supone dormidito en Veracruz y, para final de cuentas, me regresas a pie. Oye, mira que me he
lucido.
Mulata: ¿Que si se mete dices? [Ríe] Pero ¿que no te das cuenta que ya va a salir?
Martín: Pues, anima que lo haga para ver cómo amanece, hombre. Vamos.
[Música]
[Música]
[Cláxones]
[Timbre]
Jefe: Para usted, María. Para usted. ¿Por qué es usted tan esquiva? Piense que yo puedo
asegurarle un porvenir. Usted es sola.
[Claxon]
Carlos: María.
María: Usted.
Carlos: Permítame que vaya a dejarla, habíamos convenido en que la buscaría a la 1:00.
[Silbato] [Silbato]
[Ladridos]
[Cláxones]
[Trinos]
María: Le creo, Carlos, pero es que usted está impresionado por lo que acaba de pasarme, por lo
que le he contado.
Carlos: Claro que lo estoy. Cualquiera lo estaría y, sin embargo, ello ha servido para hacerme
comprender lo mucho que la quiero. Se lo juro, María.
Ricardo: Perfectamente. No se olvide llamar a la señora Troncoso para que firme esas minutas.
Carlos: Perdóname, amigo. Tuve que comprar algunas cosas y se me hizo tarde.
Ricardo: Siéntate. Perfectamente. Ahora sí dejaremos concluido este asunto. Mañana mismo me
ocupo de él y, como te lo prometí en Veracruz, en dos o tres días lo dejo despachado.
Ricardo: Sin ojalá. No creas que me he olvidado de que tienes urgencia en volver a tu finca, ¿o has
cambiado de idea?
Carlos: No.
Ricardo: Y te advierto que estás pisando en firme porque le has sorbido el seso a esa muchacha.
Carlos: ¿Sí?
[Piano]
María: Raquel.
Raquel: ¿Qué?
Raquel: Seguro que lo creo, ¿no viste la cara que puso el mocambo cuando le pregunté si su
esposa lo acompañaba a las cacerías?
María: No me fijé.
Raquel: [Chista] “No me fijé”. Pues, fíjate. “Las mujeres nunca van a las cacerías. No en mi caso,
señorita, porque no soy casado”. No soy casado, pero bien que se turbó al contestarme. Podría
apostar que sí lo es o, haciéndole mucho favor, que está a punto de serlo.
Raquel: ¿Ya ves? ¿Ya ves cómo a cada capillita le llega su fiesta? Tú la retraída, la enemiga de
invitaciones de fiesta, la que le tenía pavor a los hombres, pero que apenas se te ha presentado el
Carlos ese, te conviertes en una Julieta.
Raquel: ¿Qué?
Raquel: ¿Y crees que ese me va a decir la verdad? Qué inocente eres. Recuerda que todos los
hombres se tapan con el mismo sarape y, sobre todo, Ricardo. El don Juan por excelencia, el
hombre de gran mundo, el irresistible, según él, que siendo como es, eso sí, un experto en
cuestiones de amor, amor a su manera, ya me imagino los consejos que le ha de estar dando a su
amigo.
Ricardo: [Ríe] Pensar en casarme con una mujer a quien no hace tres días que conoces. Te has
vuelto loco.
Ricardo: Te repito que te has vuelto loco. ¿Quién puede pensar que una muchacha huérfana y
guapa como María que ha vivido siempre del tumbo al tambo sin freno sin responsabilidades
pueda conservarse pura?
Ricardo: No seas niño, Carlos. Tú crees que estás allá en la provincia donde no se conoce el
problema del hambre, donde las mujeres no tienen las tentaciones de la ciudad, donde hay
pureza, virtud.
Carlos: Pureza y virtud que, a pesar de lo que dices, también pueden encontrarse aquí.
Carlos: Y tú exagerado.
Ricardo: Conozco el medio y nada más. Aquí no se tiene la ventaja que allá en que el hombre y la
mujer se conocen desde niños antes de ir al altar o al registro civil.
Carlos: Sí. Desde niños que es cuando los padres principian a decirle a uno: “Tú te casarás con
fulanita y tú con zutanito”. Y tanto lo repiten que uno crece y se casa creyendo estar realmente
enamorado.
Ricardo: ¿Tú?
Ricardo: No comprendo.
Carlos: ¿Alguna vez te conté que aún no cumplía yo los diez años cuando perdí primero a mi padre
y meses después a mi madre?
Carlos: Por encargo de ellos, quedé al cuidado de mi madrina doña Virginia González, la mujer más
buena que puedas imaginarte que ha cuidado de mí como si hubiera sido su hijo y a quien le debo
todo lo que soy.
Carlos: Ahí tienes el problema, porque ahora me convenzo de que no estoy realmente enamorado
de ella.
Ricardo: ¿Y sí de María?
Carlos: Exactamente.
Ricardo: No discutamos más. Has tomado demasiado en serio lo que solo debió ser una aventura
pasajera y como me siento responsable de ella, ¿quieres hacerme un favor?
Carlos: ¿Cuál?
Ricardo: Pues, dile todo lo que te dicte el gran cariño que dices sentir por ella. Que al quieres, que
la adoras, que la sueñas en tecnicolor todas las noches, pero que, como piensas casarte con ella e
ignoras su pasado, pues, no podrás darle tu nombre sin antes convencerte--
Carlos: Eso nunca, Ricardo, ¿me crees tan vulgar o tan villano?
Ricardo: No es que te crea, Carlos, tampoco lo soy yo, pero a grandes males, grandes remedios.
Raquel: Ahí no encontrarás ningún empleo que valga la pena, a no ser que te conformes con una
de 30 o 40 pesos.
María: Raquel.
Raquel: ¿Qué?
Carlos: Comprendo perfectamente bien que lo hiciste con la más sana intención, pero, de todos
modos, ¿qué va a decir María?
Matilde: No te acongojes, hija, que comer no nos ha de faltar. Ya encontrarás otro empleo.
Matilde: Anda, tómalo todo. Voy a dejarte sola un momento porque debo ir al mercado.
Matilde: No tardo.
María: Sí.
Carlos: Mire, María, le juro por la memoria de mis padres que-- ¿Bueno? ¿Bueno?
[Truenos]
Raquel: Y para que no murmuren te privas de todo lo que debe disfrutar una muchacha decente y
haces que yo también me prive.
[Truenos]
Carlos: Eso nunca, Ricardo, ¿me crees tan vulgar o tan villano?
[Truenos]
[Relincho]
María: Quiero que conserves esto. No. No lo veas ahora. ¿Me prometes llevarlo siempre?
Carlos: Te lo juro.
Carlos: ¿Y cuál es motivo por el que quieres separarte de la hacienda? ¿Ya no estás contento de
mí?
Carlos: ¿Entonces?
José María: Pues, la mera verdad, no sé si decírselo. Tal vez se vaya usted a molestar.
Carlos: ¿Entonces?
José María: Pues, la mera verdad, perdón mi franqueza, pero yo creo que no voy a congeniar con
doña Julia.
Carlos: No seas tonto, José María. Si Julia viene a la casa, tendrá que tratarlos a todos como lo
hago yo.
Pedro: Ya lo dice el dicho, trata a tu amo como a tal y nunca como a tu igual.
Emeterio: [Ríe]
Martín: Me canso.
Emeterio: Sale sobrando que aleguen, ya verás como el patrón la pone más blandita que la cera.
Martín: Ja, se me hace que no. Acuérdense que yegua jalada ni el lienzo pasa y esa niña Julia tiene
para su gasto.
Martín: Ah, esa es harina de otro costal. Bien dice el dicho que de una flor nace una espina.
Martín: Alégale. Lo cierto es que siempre la puerca más flaca es la que se lleva la mejor mazorca.
Martín: Yo, la verdad, no sé lo que le pasa al patrón, porque si no conociéramos mujeres, bueno,
pues, estaba bien, pero si ustedes hubieran visto la que nosotros conocimos en Veracruz y que él
me presentó a mí--
Emeterio: [Ríe]
Pedro: ¿A ti?
Pedro: Esas catrinas no dan el ancho. Que si el mosco, que si la garrapata. Nomás se despintan y se
mueren de tiricia.
[Música]
>> § A las siete de la noche Va a salir la luna llena A las siete de la noche Voy a ver a mi morena La
luna sale regando Los que parece de plata Los ojos que ando buscando Riegan luces que me matan
Catorce puntas contadas Tenía un venado en los cuernos El capo ahora tiene tantas Que ya no
puede ni ver no La luna sale regando Los que parece de plata Los ojos que ando buscando Riegan
luces que me matan A las siete de la noche Va a salir la luna lleva A las siete de la noche §
Rosa: ¡Carlitos!
Rosa: ¿Arreglaste?
Martín: [Indistinto]
Carlos: Trae esa petaca grande. Ponla allá arriba. Quiero darles de una vez algo que les traje.
Ábrelo. Tenme aquí. ¿Te gusta?
Carlos: Pues, a ver cuántos venados matas con ella porque es para ti.
Carlos: Te traje cartuchos de tres y de cuatro postas. A ver cuáles resultan mejor. Si así vas a estar
frente a los venados, no matarás a ninguno. Toma. A ver si sabes afilarlo, ¿eh?
Rosa: A la hora que quieras, Carlitos. Uy, qué bonita. Ahora sí, José María, a ver qué venado se
atreve a ponérsete enfrente. [Ríe]
Todos: [Ríen]
Martín: Adiós.
Carlos: Ándele.
Carlos: ¿Qué?
Rosa: No sé, pero debe ser algo grave porque mandaron traer el doctor a Tuxpan.
Rosa: Creo que muy mala. Esta mañana me lo dijo el mozo que ha venido todos los días a
preguntar por ti.
[Música]
Carlos: Por favor, muchachos. Se los agradezco mucho, pero me siento un poco mal.
Carlos: Al contrario, muchachos, ustedes son los que deben perdonarme, pero de veras, me siento
algo enfermo.
>> Sí, señor.
Rosa: No te mortifiques, hijito. Ya sabes que ese doctor es muy bueno, ya verás como la cura.
Carlos: Tiene que hacerlo, Rosa. Tiene que hacerlo para que yo pueda hablarle, decirle la verdad,
pedirle que me perdone. ¿Verdad que me dará la razón?
Carlos: Mira.
Rosa: Ah, pero ¿quién es? ¿Dónde la conociste que no me habías dicho nada de ella?
Carlos: Acabo de conocerla apenas hace unos días y, sin embargo, parece que desde hace mucho
tiempo.
Rosa: Naturalmente que sí y, aunque no consintiera, ni modo que te case a la fuerza. [Chista]
Pobre señora, tan buena como es, pero lo primero es lo primero. Qué caray. Anda, no te
mortifiques. Toma. Ven, vamos a cenar.