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Introducción

El Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente es el órgano


jurisdiccional establecido para llevar a cabo los juzgamientos individuales a
militares japoneses por los crímenes de guerra, crímenes contra la paz y
crímenes contra la humanidad cometidos en el curso de la Segunda Guerra
Mundial. Nace gracias a los esfuerzos realizados en la Comisión para el Lejano
Oriente luego de la Segunda Guerra Mundial, cuyo fin era delimitar, con el
asentimiento de las potencias que obtuvieron la victoria, un proyecto de
ocupación para japón.

Para esos efectos, y en razón de la considerablemente disminuida


institucionalidad japonesa, los esfuerzos estadounidenses dentro de esta
comisión iban encauzados al establecimiento de una institución que
administrase justicia de forma transicional, pero antes que eso, de forma
excepcional. El tribunal tendría a su cargo el juzgamiento de las personas
responsables, denominados criminales de clase A, por crímenes contra la paz,
la clase B para los crímenes de guerra y la clase C para los crímenes contra la
humanidad, tal y como se desarrolló en Núremberg.

En abril de 1946, la comisión profirió una resolución de acuerdo con la cual el


comandante supremo de los Estados Unidos en el Lejano Oriente, el General
Mc. Arthur, estaría facultado para decidir quiénes deberían ser acusados y ante
qué tribunal. Finalmente, esta prerrogativa se materializaría con el
nombramiento de los fiscales del Tribunal, encargados de adelantar la acción
penal. En ese sentido, el tribunal fue establecido en su mayoría,
operativamente, por funcionarios estadounidenses. Entraría en funcionamiento
el 3 de agosto de 1946 y se sujetaría a su propio estatuto, documento jurídico
que aterrizó la aplicación de la Carta de Londres y corrigió algunos yerros de
los Juicios de Núremberg adelantados para ese entonces.

A nuestro juicio, merece igual grado de importancia el estudio de la materia


tanto a nivel internacional como latinoamericano, este último aspecto debido a
la aplicación que ha tenido en razón de la historia de conflictos de carácter
interno vividos por nuestro continente. Esto justifica el estudio de las
legislaciones de algunos de los países latinoamericanos que reviste relevancia
para nosotros como peruanos ya que compartimos una historia política y
jurídica similar. Esto permitirá establecer si ellos se encuentran en
concordancia con los instrumentos internacionales relativos a la materia, lo que
resulta de interés considerando que nuestro continente ha sido frecuentemente
víctima de numerosas violaciones a los derechos humanos a lo largo del siglo
XX.

A continuación, explicaremos su razón de ser histórica, su funcionamiento y


algunas vicisitudes sobre su desarrollo, asimismo finalizaremos con una breve
conclusión.
CONTEXTO HISTÓRICO GENERAL

La Segunda Guerra Mundial ha sido “la catástrofe más grande producto del
hombre de todos los tiempos”. Aproximadamente 1.3 por ciento de la población
mundial falleció en el campo de batalla. Después de esta guerra tan
devastadora el Tribunal de Núremberg (Y también, los tribunales de Bergen-
Belsen) establecieron las primeras bases para la construcción de una nueva
categoría jurídica: La responsabilidad penal Individual por Delitos
Internacionales de carácter autónomo, cuya principal característica era la
tipicidad dispersa, es decir, su origen en varios instrumentos de Derecho
Internacional como algunos que veremos en apartes subsecuentes de este
texto.

La invasión japonesa a China inmediatamente antes y durante la Segunda


Guerra Mundial duró desde finales de los años 1931 hasta 1945. Durante este
oscuro período en la historia asiática moderna, la maquinaria militar japonesa
estuvo motivada por un deseo incontrolable de agresión, expansión e
imperialismo. Para 1933 Japón había invadido y tomado control sobre la
Manchuria, un importante terreno ubicado al nordeste de China caracterizado
por su influencia mongola. (Ogata, 1964) La denominada crisis post Manchuria
tuvo como consecuencia la salida de Japón de la incipiente Sociedad de las
Naciones, quién determinó la expulsión de los delegados de Japón. Townsend,
2011)

Esta sanción de carácter diplomático, tuvo como consecuencia el aislamiento


del imperio japonés con el resto del mundo, no obstante, su posición
hegemónica en Asia se fortaleció durante este periodo. Adicionalmente, Japón
expandió su fuerza naval por la Indochina, en aquel entonces controlada por
Francia, y a consecuencia de ello, el presidente Franklin Roosevelt decidió
apoderarse de los activos japoneses en Estados Unidos, generando un
bloqueo que profundizó la problemática de aislamiento, la cual desencadenó
una crisis interna en el país del sol naciente (de Mera, 2018).

El incidente más impactante de toda la actividad atroz de Japón comenzó el 11


de noviembre de 1937, cuando el ejército japonés después de obtener el
control de Shanghai, avanzó hacia Nanking (Capital de China en ese momento)
desde diferentes direcciones. El 9 de diciembre, después de pedir sin éxito que
las tropas chinas defensoras en Nanking se rindieran, las tropas japonesas
lanzaron un ataque masivo contra la ciudad. En las próximas seis semanas, los
japoneses cometieron la infame masacre de Nanking, durante la cual murieron
aproximadamente 300.000 soldados y civiles chinos, y 20.000 mujeres fueron
violadas.

La expansión del imperio japonés por el océano pacífico hizo que las tensiones
entre los Estados Unidos y el actor protagónico de Asia aumentaron durante la
Segunda Guerra Mundial. Las atrocidades cometidas por los militares
japoneses en China y en otras partes de Asia finalmente terminaron con la
destrucción de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki por la respuesta atómica
de Estados Unidos frente al ataque a Pearl Harbor en la segunda mitad de
1945. Las víctimas de la agresión militar japonesa incluyeron niños y personas
inocentes de China, Corea, Filipinas, otros países del sudeste asiático, Estados
Unidos y Japón. Con la derrota del Tercer Reich, los aliados fueron
proclamados vencedores de la Segunda Guerra Mundial y decidieron
establecer dos tribunales internacionales para juzgar los crímenes de quienes
habían sido vencidos en esta contienda. Para la materialización y consecución
de tal fin, se instaló el Tribunal de Núremberg el 20 de noviembre de 1945 el
cual fue precedido por el Tribunal Militar Penal para el Lejano Oriente instalado
el 09 de enero de 1946.

ALCANCE DEL COMITÉ

El Tribunal Penal Militar para el Lejano Oriente está destinado a resolver


causas penales entabladas contra particulares (criminales de guerra del lejano
oriente) para juzgar crímenes internacionales, como los crímenes de guerra,
crímenes contra la paz y crímenes contra la humanidad, dada la jurisdicción
material y personal del Estatuto. En conclusión, este tribunal está estrictamente
limitado a decidir sobre las cuestiones que las partes alleguen para su
conocimiento, siempre que estas cumplan con los requisitos establecidos en el
estatuto con respecto de la Jurisdicción Persona, Jurisdicción Territorial y la
Jurisdicción Material.
El Estatuto del Tribunal Penal Militar para el Lejano Oriente no especifica una
jurisdicción temporal, es decir, no limita la capacidad del Tribunal de juzgar
hechos en razón al momento en el que ocurrieron. Sin embargo, partiremos de
la base de que el Juicio está teniendo lugar en septiembre de 1948, razón por
la cual cualquier fuente documental, audiovisual o de otra naturaleza no podrá
contener información posterior a esta fecha. Lo anterior, dado que el Comité
pretende ser un espacio para que las partes y los jueces pongan en práctica su
conocimiento jurídico e histórico.

El Comité tiene un objetivo claro: determinar la responsabilidad penal de un


funcionario japonés sobre los crímenes de jurisdicción del Estatuto del Tribunal,
con los cargos respectivamente presentados, los cuales se enunciaron
subsecuentemente. El Estatuto del Tribunal Penal Militar Internacional para el
Lejano Oriente es documento de vital importancia y revisión obligatoria para los
participantes. Es menester buscar la verdad judicial y adentrarse en un caso
que, aunque complejo, es uno de los más importantes y amplios de la historia:
el Juzgamiento a Hideki Tojo.

VEREDICTO POCO OBJETIVO

El debate en torno a los conocidos como Juicios de Tokio comenzó ya desde


su inicio. ¿En qué consistieron dichos procesos? ¿Se trataba de una serie de
juicios justos por "daño infligido a los intereses de los pueblos amantes de la
paz"? ¿o en realidad se trataba de los "juicios de los vencedores", los Aliados,
contra los líderes de los vencidos, ¿Es decir Japón? De hecho, en este caso
tanto jueces como fiscales formaban parte del mismo bando con lo que la
posibilidad de un veredicto final objetivo quedaba muy lejana.

A pesar de que Japón había firmado el Pacto de París por el que se condenaba


la guerra como forma para resolver los conflictos entre Estados o las
Conferencias de La Haya de 1899 y 1907 relativas al uso de armas químicas,
el Imperio del Sol Naciente fue acusado de brutalidad. La acusación incluía la
matanza de civiles y prisioneros, la experimentación con seres humanos, los
trabajos forzados y el uso de armas químicas que provocaron la muerte de
millones de personas. A pesar de haber firmado el Pacto de París y las
Conferencias de La Haya, Japón fue acusado de crímenes contra la
humanidad.

LOS NORTEAMERICANOS EXCLUYEN AL EMPERADOR

Si en los juicios de Núremberg no se pudo juzgar a Adolf Hitler como máximo


responsable de las atrocidades cometidas por los nazis porque se suicidó en su
búnker de Berlin, en el proceso de Tokio tampoco se pudo juzgar al emperador
Hirohito, ya que se llegó a un acuerdo con el general estadounidense McArthur
para librar al emperador de la horca. MacArthur intuyó que ejecutar al
emperador no ayudaría a controlar la situación y a apaciguar los ánimos, sino
que podía volver a encenderlos. El general sorprendió en la Casa Blanca con
una propuesta para eximir a Hirohito de toda responsabilidad y utilizarle en sus
proyectos de normalización del país. De hecho, en el proceso tampoco se
juzgaron los experimentos del escuadrón 731 o la masacre de Nankín.

Nosotros conocemos ahora, gracias a los resultados de las investigaciones


llevadas a cabo en los últimos años (sostiene el profesor japonés Kentaro
Awaya) el contexto histórico y las razones que explican la inmunidad de la que
se benefició el emperador.

Por razones puramente políticas, el gobierno norteamericano decidió


abandonar toda diligencia de percusión. El general Mac Arthur fue la figura
principal para que se le acordara la inmunidad a Hiro-Hito, a la par que el
mantenimiento del sistema imperial, necesario al buen funcionamiento de la
ocupación del Japón.

Muchos de los responsables acusados prefirieron suicidarse antes que ser


detenidos y juzgados. Por ejemplo, el general Anami Korechika, ministro de la
Guerra, prefirió "expiar su gran culpa" y recurrió al seppuku, el ritual de suicidio
japonés; el vicealmirante Onishi, el creador de los kamikaze, se suicidó al no
poder honrar ni a su pueblo ni a su emperador. A estos siguieron otros
generales, veinticuatro miembros el Daitó Juku (Instituto para el Gran Oriente)
que cometieron seppuku tras haber desfilado por las calles principales de la
capital. Dos días después de la rendición, otros doce miembros de la Meiró Kai
(Asociación del Sol Esplendoroso), con su líder Hibi Waichi a la cabeza, se
suicidaron delante del palacio imperial.

LOS ACUSADOS INTENTAN SUICIDARSE

Quien había sido primer ministro y ministro de la Guerra japonés, Hideki Tojo,
considerado como el "arquitecto" de la guerra del Pacifico, comprendió que
suicidándose conseguiría atribuirse por entero la culpa de la derrota, evitando
el deshonor a la familia imperial y a las máximas jerarquías niponas.

Ante su inminente detención, muchos periodistas acudieron a entrevistarlo. A


una de las preguntas, Tojo afirmó: "Hay una diferencia sustancial entre la
dirección de un país en guerra y ser considerado un criminal de guerra". Tras la
llegada de la policía militar norteamericana a su casa, y una vez comprobadas
sus credenciales, el primer ministro Tojo se retiró a sus habitaciones, cogió una
pistola que guardaba para tal fin y se disparó en el pecho por encima del
corazón. Tras varias horas esperando a un médico norteamericano, y después
de suturarle la herida, Tojo salvó la vida puesto que no se disparó con
demasiada firmeza.

La Academia de Guerra de Tokio fue el lugar escogido para llevar a cabo los
juicios ya que era uno de los pocos edificios que aún seguían en pie al terminar
la contienda. El tribunal militar fue presidido por el australiano sir William Flood
Webb, que sería el encargado de dirigir las 417 sesiones que concluirían con
siete condenas a muerte, seis cadenas perpetuas, una condena de veinte años
y otra de siete.

RECHAZO A LA APELACIÓN

McArthur, aceptando las sentencias, sostuvo: "Nadie es infalible en sus


decisiones, pero, sin embargo, hace falta confiar en el procedimiento seguido
en el curso del proceso". Las ejecuciones se dispusieron para la semana
siguiente, el 25 de noviembre, pero fueron suspendidas porque los abogados
defensores de Doihara, Hirota, Tojo, Kido, Oka, Sato y Shimada presentaron un
recurso al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Japón entero esperaba en
tensión. Tras examinar el recurso, el Tribunal Supremo dio a conocer su
decisión el 20 de diciembre con un conciso comunicado: "El general McArthur
ha sido elegido y actúa como Comandante Supremo de las fuerzas aliadas. El
Tribunal Militar ha sido instituido por el general McArthur en su calidad de
órgano ejecutivo de las fuerzas aliadas. Por lo tanto, el Tribunal Supremo de
los Estados Unidos no tiene poder ni autoridad para revisar, confirmar,
rechazar o anular la sentencia. De aquí que la petición sea desestimada".

Así, tras ser desestimado el recurso, los siete condenados a la horca pasaron
sus últimos días de vida en la cárcel de Sugamo, tranquilos y resignados a su
suerte. Hideki Tojo, que fue el primer acusado en subir al patíbulo, rehusó las
raciones militares norteamericanas y solicitó platos tradicionales japoneses. La
víspera de la ejecución, fijada para la medianoche del 22 de diciembre de 1948,
los acusados solicitaron hablar con un sacerdote budista y escribieron cartas a
sus familias. A las 23:40 del 22 de diciembre, un oficial estadounidense
acompañado por una escolta armada despertó a los siete condenados que, tras
haber asistido a un brevísimo servicio religioso, fueron conducidos al
patíbulo en compañía del sacerdote budista y un capellán de la prisión.

MUERTE AL GRITO DE "¡BANZAI!"

El primer grupo de condenados, Tojo, Doihara, Matsui y Mulo, accedieron a la


llamada "cámara de la muerte", donde en el centro, muy iluminada, les
esperaba una plataforma en la que se habían levantado cinco horcas. La
prensa no estuvo autorizada a asistir a la ejecución y hubo muy pocos testigos
a excepción de los responsables de la prisión y de un oficial británico, un
norteamericano, un chino, un soviético y un médico militar.

Tojo se acercó al patíbulo vistiendo un descolorido uniforme de auxiliar del


ejército, sin grados ni condecoraciones, y con paso firme subió el primero a la
horca donde el verdugo le cubrió la cabeza con un capuchón negro y ajustó el
nudo corredizo a su cuello. Una vez los cuatro acusados estuvieron
encapuchados, el silencio se rompió con un inesperado grito de "¡Banzai!"
(grito de guerra de los soldados japoneses). Las cuatro trampillas se abrieron a
la vez. Tras la ejecución, los cuerpos fueron cargados en camiones de la
policía militar y llevados al crematorio de Kubyama. Las cenizas se trasladaron
a un destino secreto y los periódicos publicaron una poesía que Tojo había
dictado antes de morir: "Adiós a todos, hoy atravesaré las montañas terrenas, y
gozosamente entraré en los campos de Buda".

Tras las ejecuciones, y para rebajar la tensión entre los diferentes


representantes de los acusados y los fiscales, un miembro de la defensa
proclamó: "Ahora la paz debe reinar entre nosotros. Los horrores de la guerra
deben ceder el paso a la colaboración entre los pueblos. Los Estados Unidos
deberán olvidar Pearl Harbor y nosotros, los japoneses,
olvidaremos Hiroshima y Nagasaki".

LA COMISIÓN PARA EL LEJANO ORIENTE Y EL TRIBUNAL MILITAR


INTERNACIONAL DE TOKIO

La Comisión para el Lejano Oriente (Far Eastern Commission - FEC) se acordó


en Moscú en diciembre de 1945, y algunos elementos sobre el Control del
futuro del Japón, fueron asignados a la URSS. Los Estados Unidos tuvieron a
su cargo la dirección de la Comisión, la cual se conformaba por once Estados,
de los cuales, las cuatro potencias aliadas tenían poder de veto. La funciones
de la Comisión (FEC), se dirigían a definir una política de ocupación para el
Japón y coordinar las políticas aliadas en el lejano oriente; orientar el sistema
común de investigación y acusación de sospechosos por crímenes de guerra;
diseño de los juicios y procedimientos, ejecución de sentencias, así como
liberación de procesados, entre otras. Según la opinión de Bassiouni “La
Comisión para el Lejano Oriente” se convirtió en poco más que una sociedad
en la que se debatía, y cuando finalmente se firmó un tratado de paz con Japón
sufrió una muerte silenciosa.

Por su parte, el 19 de enero de 1946, el General MacArthur, supremo


comandante de las potencias aliadas (SCAP) dispuso en nombre de la
comisión para el Lejano Oriente, instaurar un Tribunal Especial para Juzgar los
Crímenes de Guerra del Ejército Japonés. A este Tribunal se le criticó la
ausencia de imparcialidad y las discutidas decisiones, todas ellas influenciadas
por el General Norteamericano. El tribunal tendría a cargo, juzgar a las
personas responsables denominados criminales de clase A, por crímenes
contra la paz, la clase B para los crímenes de guerra y la clase C para los
crímenes contra la humanidad, tal y como se desarrolló en Nüremberg.

El 13 de abril de 1946 la Comisión para el Lejano Oriente emitió una decisión


acerca de su política respecto a la “Aprehensión, juicio y castigo de los
criminales de guerra. En el artículo 6º de la decisión, se autorizaban facultades
al General MacArthur, para establecer una Agencia especial que actuara bajo
su mando para investigar los informes de crímenes de guerra, recoger y
analizar pruebas, así como organizar la captura de sospechosos. Este artículo,
le otorgaba al General, la facultad de poder decidir, que individuos u
organizaciones serían acusados y ante que Corte debían presentarse.

Finalmente, el Tribunal de Tokio fue presidido por el australiano William Webb


quien fue encargado del enjuiciamiento de 28 ex dirigentes políticos y militares,
de los cuales 25 fueron efectivamente juzgados, dos murieron en el transcurso
del proceso y uno fue internado por problemas mentales. A partir del 3 de mayo
de 1946 hasta el 12 de noviembre de 1948, siete de ellos fueron condenados a
la pena capital, dieciséis a cadena perpetua, uno a veinte y otro a siete años de
prisión. En todo caso, a los condenados a pena capital se les aplicó la
sentencia al mes siguiente.

Los participantes de la Comisión, así como los miembros del Tribunal, eran
escogidos como representantes de cada país y no como miembros de una
organización de juzgamiento, situación que originó la politización de los juicios
instaurados, irregularidades en los procedimientos y abusos de
discrecionalidad judicial. Los demandados al ser escogidos sobre la base del
criterio político generalmente se enfrentaban a un juicio injusto.

En 1949, la Comisión emitió una recomendación formal a las diecinueve


potencias aliadas en el Lejano Oriente, según la cual, los procesos japoneses
por crímenes de guerra debían llevarse a cabo a más tardar el 30 de
septiembre de 1949. Posteriormente, el tratado de paz con el Japón, firmado en
San Francisco el 8 de septiembre de 1951 por 48 Estados, disponía en su
artículo II que todos los criminales de guerra hallados culpables debían ser
trasladados al Japón para cumplir el resto de su sentencia bajo la Dirección de
la omisión. Lo anterior tenía como propósito efectuar liberaciones tempranas y
así, entre 1951 y 1957, se les otorgó la libertad provisional o se les conmutó la
pena a todos los criminales de guerra convictos del Lejano Oriente.

A diferencia de lo que sucedía en Alemania, donde aquellos acusados y


declarados culpables de cometer crímenes de guerra, se convertían en su
mayoría en parias de su sociedad, los Japoneses no consideraban a tales
personas criminales sino víctimas, los juicios según su parecer eran una
venganza de los victoriosos, expresada en términos de “la Justicia de los
Victoriosos”. Además, el tinte político de los procesos del Lejano Oriente, se
expresó con mayor plenitud, en el juicio, condena y ejecución del General
Tomoyuki Yamashita, adelantado en las Filipinas.

El mismo fue guiado por el interés personal del General MacArthur, quien
ordenó el juicio en su contra, a pesar de que el General Japonés no había
ordenado ni conocido de ningún crimen de guerra (Bassiouni, 1999, p. 74). La
imparcialidad como se puede observar, no fue la constante en los tribunales
que por segunda oportunidad comprometían la responsabilidad internacional de
un Estado.

Así mismo, se criticó la política norteamericana de entonces, sobre el


archipiélago de Japón, puesto que en criterio de Prieto Sanjuán, el Emperador
Hiroito como parte de la campaña en Asia, nunca fue formalmente acusado,
pues el mismo contaba con el apoyo del General Mac Arthur, quien no deseaba
desestabilizar el país tocando uno de los símbolos de dicho país, así mismo,
tampoco se juzgaron otros responsables como los miembros de la Unidad 731
entre otros, tal vez observando desde el punto de vista de Estados Unidos, el
papel y la visión futura que después tendrá Japón en la guerra fría.

A pesar de las críticas mencionadas, el aporte relevante del Tribunal Militar


Internacional de Tokio, corresponde al denominado Estándar Yamashita,
determinado en su condena, pues si bien el mismo no había ordenado ningún
crimen y en su mayoría tales delitos fueron cometidos por sus subordinados, en
el proceso se determinó su responsabilidad como superior jerárquico por no
haber adoptado las medidas tendientes a evitar un gran número de atrocidades
contra la población civil. Además de ello, las medidas debían adoptarse toda
vez que ostentaba la calidad de comandante General de la Armada 14 del
Ejército Imperial Japonés y Gobernador Militar de las Islas Filipinas desde
finales de 1944 hasta 1945.

En este asunto, si bien la defensa apeló la decisión, alegando que el General


Yamashita no participó directamente en la comisión de los crímenes y que ello
vulneraba la Convención de Viena y la Constitución Política de Norteamérica, la
Corte Suprema de los Estados Unidos desestimó la apelación y confirmó la
decisión de condena al imputado.

El sentido del fallo determinó que según la Convención de la haya de 1907, en


su anexo cuarto, artículos 1º y 43, se establece la existencia de un superior
jerárquico en organismos beligerantes encargados de la responsabilidad por
las acciones de los subalternos, en consecuencia, les asiste a dichos
superiores, los deberes de vigilancia y supervisión, facultad que le impone al
comandante tomar todas las medidas que estén en su poder para restaurar y
asegurar el orden público, la seguridad y que se respeten las leyes que rigen
en el país. Por lo tanto, las leyes de la guerra presuponen que las violaciones
de las mismas, han de ser evitadas mediante el control de las operaciones de
guerra por parte de los comandantes, quienes son responsables hasta cierto
punto por sus subordinados.

En todo caso pese a las críticas y a los límites que posteriormente se han fijado
a nivel jurisprudencial a este tipo de responsabilidad del superior jerárquico, es
una previsión internacional que ha subsistido los diferentes cambios evolutivos
y hoy aparece consagrada en el artículos 28 y 33 del Estatuto de Roma de
1998, con las diferencias de interpretación, que en la era actual deben ser
atendidas, más si después del denominado estándar Yamashita, fueron
aprobados los 4 Convenios de Ginebra de 1949 con sus dos protocolos
adicionales y demás normativa actual, tanto en materia de DIH como del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

LA NOCIÓN DE “COMPLOT”

El Tribunal de Tokio, de manera expresa, aprobó e hizo suya la Declaración del


Tribunal de Nüremberg, según la cual el Pacto de París de 1928 había hecho
ilegítimo el recurso a la guerra como instrumento de política nacional, habiendo
establecido, además, la responsabilidad penal de las personas que preparan y
llevan a cabo una guerra de tal naturaleza; y avalado que el alegato de la
emisión de una orden superior (o acto de gobierno) no podría en ningún caso
ser invocado por los acusados como posible eximente de responsabilidad.

Por otra parte, el Tribunal de Tokio examinó más en detalle que el de


Nüremberg, la noción de “complot”, declarando principalmente que:

“existe complot en vistas a librar una guerra de agresión o una guerra


ilegitima, cuando dos o más personas se ponen de acuerdo para cometer
dicho crimen. Sigue luego, en el marco de este complot, la organización y la
preparación de dicha guerra. Aquellos que participan en el complot en esta
etapa pueden ser, ya sea los conspiradores originales, o ya sea las
personas que tiempo después han adherido al complot mismo. Si estos
últimos se unen a los fines del complot, adoptando los planes y preparando
la ejecución, devienen conspiradores.”

OPINIONES DISIDENTES EN TOKIO

Por último, parece importante resaltar que los jueces del Tribunal de
Nüremberg no emitieron ninguna opinión divergente en cuanto a la
competencia del mismo Tribunal, ni tampoco acerca de los principios de
derecho que fueron aplicados durante el proceso. Apenas el juez ruso emitió
una opinión diversa a la mayoría, en lo relativo a la absolución de ciertos
acusados y en particular por la pena que había sido dictada en contra de
Rudolf Hess.

Sin embargo, esto no sucedió con el Tribunal Militar de Tokio, en donde las
opiniones de los jueces franceses, holandés e hindú difirieron
considerablemente del juicio del Tribunal en puntos de mucha importancia.

Así por ejemplo, el juez francés, Henri Bernard, emitió una opinión disidente,
sosteniendo: “El Estatuto del Tribunal no estaba fundado en ninguna regla de
derecho existente al momento en que las infracciones fueron cometidas y por
lo demás tantos principios de justicia habían sido violados en el curso del
proceso que la sentencia del Tribunal sería sin duda anulada por razones de
derecho en la mayoría de los países civilizados”. En idéntica manera se
pronunciaron los jueces de Países Bajos y de la India.

El juez Henri Roling (Países Bajos) declaró, además: “…la preparación militar
en vista de un conflicto probable no implica necesariamente un complot con
miras a llevar a cabo una agresión”. En el mismo sentido se pronunció el juez
Binod Pal, de la India, considerando que en ausencia de una definición
internacionalmente admitida de la noción de agresión, “…todo proceso como el
que venía de llevarse a cabo ante el Tribunal Militar Internacional para el
Extremo Oriente no era más que el proceso del vencido por el vencedor”.

CONCLUSIONES

 Por primera vez en la historia, los Tribunales de Nüremberg y Tokio


llevaron a cabo una obra de justicia internacional, creando un gran
procedente al constituir la primera etapa de la justicia penal internacional
del futuro.
 En general los desarrollos iniciales de la competencia para juzgar
crímenes internacionales, han servido de base en los últimos 50 años,
para que el Estado permanezca atento a regular los ámbitos de
anormalidad y de alteración de la convivencia pacífica. Incluso, esta
connotación se vio reflejada en la Convención de las Naciones Unidas,
sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los crímenes
de lesa humanidad de 26 de noviembre de 1968 (Entrada en vigor.
11.11.1970 - Colombia no la ha ratificado-), que en su artículo 1º señala
el alcance de estos dos tipos de conductas y su vez, genera otro
precedente necesario para el establecimiento de una jurisdicción
internacional.
 Así mismo, los precedentes originados en la competencia de
Nüremberg, han permitido por ejemplo la creación del crimen de
Genocidio, mediante la Convención de 1948, el desarrollo de los
crímenes objeto de represión, así como los procedimientos y demás
aspectos que posteriormente han sido consagrados en el Estatuto del
Tribunal penal Internacional para la Ex-Yugoeslavia (Res. UN. 827 de 25
de mayo de 1993). Dicho tribunal será objeto de estudio más adelante,
en un artículo específico que analizará los precedentes de admisibilidad
originados en los Tribunales ad hoc contemporáneos. Allí es preciso
mencionar a los crímenes referidos anteriormente, como las previsiones
del Art. 2º. Relativas a las Infracciones Graves de la Convención de
Ginebra 1949; Art. 3º Violaciones de las leyes o prácticas de guerra. Art.
4º Genocidio. Art. 5º Crímenes Contra la Humanidad, etc.
 De igual forma, de los precedentes analizados en el presente estudio se
han desarrollado las conductas generadoras de la competencia
universal, también referenciadas en instrumentos como el Estatuto del
Tribunal Penal Internacional para Rwanda (Valencia Villa, 2003),
establecido mediante Resol. 955 de 8 de noviembre de 1994, mediante
la cual se describieron las conductas de Genocidio (Art. 2º); Crímenes
de Lesa Humanidad (Art. 3º); Violaciones del art. 3º Común de los
Convenios de Ginebra y del Protocolo II (Art. 4º).
 Nüremberg y Tokio demostraron, como nunca antes, que la existencia
de una orden superior, como causa de exoneración de la
responsabilidad del acusado, no era en absoluto admisible, ya que las
obligaciones internacionales que se imponen a los individuos tienen
primacía respecto a su deber de obediencia hacia el Estado del cual son
ciudadanos.
 Ahora bien a partir de las definiciones que tienen lugar en Nüremberg,
se han desarrollado otros instrumentos base de la competencia
internacional, como la Convención contra la Tortura y otros tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes de 10 de diciembre de 1984,
cuya vigencia para Colombia se produce el 8.01.1988., junto con el
desarrollo del delito Genocidio en el código penal, mediante la ley 589
de 2000.
 Finalmente, no es posible desconocer al aporte relevante del Tribunal de
Tokio relativo a la responsabilidad del superior jerárquico en materia
penal internacional y al control de las operaciones de guerra que éste
debe adoptar, siempre en protección de la población civil, toda vez que
la omisión y actuaciones de los subordinados, pueden implicar la
imputación penal ante los Tribunales Internacionales contemporáneos.
Este factor también es decisivo en la competencia internacional que
necesariamente debe buscar, no sólo a los ejecutores materiales, sino
también como ocurrió en Nüremberg y Tokio, a los responsables de la
organización.
 Por último, es importante destacar que en los tribunales se desarrollaron
aspectos fundamentales para la competencia internacional, como el
Factor Material, representado en la naturaleza de los crímenes,
tipologías y situaciones en concreto que se deben analizar ante estas
instancias; el factor Subjetivo referido a la nacionalidad y competencias
de los posibles investigados; así como al factor Territorial, sustentado en
el lugar donde se cometieron los crímenes. En este primer
acercamiento, no se observan elementos de interés de justicia, salvo la
descripción en Nüremberg de los delitos contra la Humanidad; o
situaciones de impunidad, colapso judicial o interés de sustraer al
imputado de la acción de la justicia. Todavía las condiciones y el
contexto en que se analizaron los procesos de la segunda guerra
mundial, no tuvieron el elemento histórico y jurídico comparable con las
situaciones referenciadas, sin embargo, los Tribunales analizados
sirvieron de base para determinar el ámbito material de persecución de
los crímenes más graves contra la humanidad.
 El gobierno norteamericano, en una parte de su estrategia, está
solicitando a otros Estados, que firmen acuerdos de no extradición a fin
de que el día de mañana se comprometan a la no entrega de
ciudadanos estadounidenses, presuntos responsables de crímenes
penales ante la Corte Penal Internacional. De hecho ya se han firmado
estos acuerdos bilaterales con una docena de países, tales como Israel,
Rumania, Tayiskistán, Timor Oriental y otros.

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