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Unidad 2. Tres perspectivas sociológicas.

Las matrices fundamentales del


pensamiento sociológico

OM
El capitalismo
Documento de Cátedra

.C
Por Sara Lifszyc
DD
“La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis científico de ésta,
sigue en general un camino opuesto al curso real de las cosas. Comienza post festum y arranca, por
tanto, de los resultados preestablecidos del proceso histórico. Las formas que convierten a los productos
del trabajo en mercancías y que, como es natural, presuponen la circulación de éstas, poseen ya la
firmeza de formas naturales de la vida social antes de que los hombres se esfuercen por explicarse, no el
carácter histórico de estas formas, que consideran ya algo inmutable, sino su contenido. Así se
comprende que fuese simplemente el análisis de los precios de las mercancías lo que llevó a los hombres
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a investigar la determinación de la magnitud del valor (...) Pero esta forma del mundo de las mercancías
-la forma dinero-, lejos de revelar el carácter social de los trabajos privados y, por tanto, las relaciones
sociales entre los productores privados, lo que hace es encubrirlas.”

Kart Marx, El capital


FI

Introducción
Durante todo el siglo XX, la palabra capitalismo se convirtió en un término de uso generalizado
para designar, sin mayores precisiones, distintas realidades de la sociedad moderna. En el uso


cotidiano suele utilizarse el término capitalista para calificar a personas que en sus actitudes y
acciones se caracterizan por un afán, a veces desmedido, de obtener beneficios en todos los
planos de la vida social, tanto en los negocios como en la vida personal. También se definen
como capitalistas determinadas concepciones de mundo que tienden a resaltar los valores
individuales, que naturalizan la equidad del capital y resaltan la funcionalidad de la sociedad
ordenada jerárquicamente en clases sociales.

La amplitud de sentidos de un término suele ser un obstáculo para la reflexión en general, y en


particular cuando el término "capitalismo" es utilizado para explicar una realidad y construir
diagnósticos y pronósticos sobre los acontecimientos que se suceden en un país y en el mundo
actual. La necesidad de establecer con claridad los alcances y significados se convierte en una
tarea prioritaria, más aun en las ciencias sociales, donde se requiere que las palabras tengan
sentidos precisos, distintos a los atribuidos por el sentido común. Éstas no son ni la realidad
misma ni su descripción exacta: son conceptos que los investigadores construyen y constituyen
los instrumentos fundamentales para captar y explicar los fenómenos sociales.

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El objetivo de este trabajo es brindar algunos lineamientos para clarificar el significado del
capitalismo como fenómeno social y como concepto analítico, teniendo en cuenta que, si bien
existen diferentes abordajes, que no desconocemos, priorizaremos el realizado por uno de sus
teóricos más representativos: Karl Marx.

Hacia una redefinición


En las ciencias sociales los mismos fenómenos pueden ser interpretados de múltiples formas
pero, más allá de las diferencias, deben contribuir a la explicación del fenómeno real, a captar
su origen y dinámica. Los diferentes esquemas interpretativos suelen originar extensos debates
en los que se confrontan supuestos teóricos, empíricos y metodológicos que ponen a prueba su

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alcance explicativo.

El capitalismo es un fenómeno complejo con manifestaciones en diferentes dimensiones de la


realidad, que ha dado lugar, a lo largo del tiempo, a una amplia gama de significados. Las
diferencias interpretativas han originado encendidos debates entre diversas corrientes de
pensamiento. Una buena parte de dichos estudios suelen tomar como referente a Karl Marx
(1818-1883), cuyo pensamiento ha ejercido una notable influencia en el campo de las ciencias

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sociales y cuyas formulaciones se convirtieron, directa o indirectamente, aun para sus detracto-
res, en el centro de la gran mayoría de las controversias.

Los debates sobre el capitalismo tendieron a desarrollarse en torno a los planos teórico-
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metodológico y también en el ideológico-político, en éste último, bajo la apariencia de
confrontaciones científicas. En estas polémicas se observa que muchas veces suelen
entremezclarse las ideas de Marx referidas a las formas de superación del capitalismo con su
principal descubrimiento teórico, que fue el formular con implacable rigurosidad las leyes de
funcionamiento de la sociedad capitalista. Este tipo de controversias también tuvo lugar mientras
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Marx vivía, pues en la segunda edición de El Capital (1867), su obra principal, ya señalaba: (...)
"lo que puede servirle de punto de partida no es la idea, sino la manifestación externa
exclusivamente. La crítica tiene que limitarse a comparar y contrastar un hecho no con la idea,
sino con otro hecho". (Marx, 1996, Prólogo a la primera y segunda edición)

Esta confusión ha originado no sólo prejuicios; también ha opacado y desmerecido el valor


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científico de sus descubrimientos, a punto tal de convertir al término "capitalismo" en una


palabra tabú, inficionada ideológicamente. Como señala Marx (1996, Torno I, Prólogo a la primera
edición):


(...) “la libre investigación científica tiene que luchar con enemigos que otras ciencias no
conocen. El carácter especial de la materia investigada levanta contra ella las pasiones más
violentas, más mezquinas y más repugnantes que anidan en el pecho humano: las furias del
interés privado”.

No obstante las pasiones que este tema despierta desde el punto de vista ideológico, también en
el plano teórico el capitalismo ha originado extensos debates. En las ciencias sociales estos
criterios son plurales, en el sentido de que acerca de una misma realidad, el "capitalismo",
distintos investigadores pueden abordarlo de manera diferente. Por ejemplo, suele
considerarse al capitalismo como un sistema cuyo funcionamiento está regido por las leyes del
mercado, basado en la libre empresa y en la iniciativa individual. Desde otra perspectiva, se
categoriza al capitalismo como un fenómeno presente en las sociedades urbanas e
industrializadas, en las que el poder político y el ejercicio de la dominación se encuentra

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centralizado en un Estado nacional. También se consideran que son capitalistas las sociedades
modernas en las que predominan las libertades individuales, con movilidad social, tanto
ascendente como descendente, estratificadas en clases.

Estos significados del término capitalismo tienen en común que son parciales; se han
considerado algunos de sus elementos característicos, y al hacerlo se tiende a circunscribirlo a
una sola dimensión, ya sea a la económica, la política o la social, sin integración entre ellas.
Estas parcializaciones suelen opacar la comprensión del fenómeno, e incluso, a veces, conducir
a ciertos equívocos.

Es corriente pensar que la industrialización y el Estado son atributos del capitalismo, como si
fueran términos de una relación causal, en la cual la industrialización y el Estado serían una
consecuencia lógica derivada del funcionamiento del capitalismo. Sin embargo, es posible observar

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que en diferentes épocas históricas han existido desarrollos industriales y formas de Estado,
independientemente el uno del otro. La particularidad del capitalismo moderno en Occidente,
residiría entonces, en la convergencia de ambos fenómenos, la industrialización y el Estado, como sus
componentes. Al respecto señala Ugo Pipitone (1994):

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“En realidad, más que una idea específica se trata de una visión global que hace coincidir el
desarrollo capitalista con el desarrollo industrial y con el cambio tecnológico. (...) de la
misma manera como el renacimiento del comercio europeo antecedió en cuatro siglos a la
expansión colonial, hubo tres siglos (por lo menos) de la evolución del capitalismo antes de la
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Revolución industrial. Por banal que pueda parecer, tiene un sentido redescubrir el agua tibia:
entre capitalismo e industria el prius histórico es el capitalismo. Obviamente las diferencias
entre estas dos dimensiones tienden a desdibujarse cuando se tiene una visión del capital casi
exclusivamente técnica o cuantitativa. En esta perspectiva, la originalidad histórica del capital
parece consistir en las manufacturas, en las fábricas como lugares de concentración de eficientes
y poderosos medios de producción. De ahí que, si bien de manera silenciosa, tienden a coincidir
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entre sí las imágenes del capitalismo e industria. En esta visión no sólo hay una evidente
distorsión histórica, sino además, una fuente grave de errores acerca del presente.”

En cambio, para Marx (quien ha utilizado en forma indistinta los términos de "sociedad
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burguesa", "sociedad moderna" y "régimen de producción capitalista"), el capitalismo no es


reductible ni a lo económico, ni a lo político ni a lo social. Es un fenómeno integral, caracterizado
por un tipo de organización de la sociedad en su conjunto, en el que las relaciones sociales
asumen la forma de relaciones entre los propietarios y no-propietarios de los medios de trabajo.
Ésta es la principal diferencia respecto a otras formas de relaciones sociales -esclavistas o


serviles- que la precedieron, ya que es dentro del capitalismo moderno donde esas relaciones se
plantean como relaciones entre hombres libres e iguales. En la sociedad en la que prevalece ese
tipo de vínculo social, el móvil central es la producción, la apropiación y la acumulación de
riquezas.

El capitalismo: un concepto y un desarrollo histórico


En una primera instancia se puede establecer que el capitalismo es una forma de organización
social basada en la producción de mercancías, en la acumulación de riquezas en manos de
particulares (Marx y Engels, 1969) y en la existencia de un mercado mundial integrado. El trabajo
libre, asalariado, y la propiedad privada de los medios de producción, son sus categorías básicas.
Éstas expresan el divorcio del productor de sus instrumentos de trabajo y del producto de su
trabajo; expresan la separación definitiva del capital del trabajo de la figura del trabajador. En

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épocas históricas anteriores a la conformación de la sociedad moderna, ambas categorías no se


diferenciaban, se fundían en la figura del trabajador manual; en el capitalismo se escinden para
re-unirse a través de una relación social entre el obrero y el capitalista. Como señala Hobsbawm
(1967):

(...) “la radicalización de esta separación del trabajador directo de sus medios de
producción, llega a su culminación con el capitalismo, en el que el obrero queda reducido a
simple fuerza de trabajo, pudiendo añadirse que, inversamente, la propiedad se
transforma en un dominio de los medios de producción enteramente divorciado del
trabajador”.

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El concepto de sociedad desarrollado por Marx es una de las premisas de las cuales parte para
construir y fundamentar su método para el análisis de las realidades socioeconómicas y políticas,
pasadas, presentes y futuras. Para él la sociedad es un todo: una configuración integrada por
diferentes niveles, en la que la producción es la dimensión fundante de lo social. Señala que para
que exista cualquier sociedad, los individuos deben reproducirse como tales: deben satisfacer sus
necesidades produciendo los medios para su subsistencia. La producción material que constituye

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la estructura económica, incluye al trabajo como la actividad creadora y transformadora por
excelencia, mediante la cual las personas obtienen de su medio natural y cultural los elementos
necesarios para su vida. En dicha actividad las personas van estableciendo relaciones entre
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ellas, es decir, la producción de la vida es social. Cómo producen y qué relaciones establecen
con su entorno y con los otros individuos, la forma que adopta la producción de sus vidas, es
decir, el modo de producción, define el tipo de sociedad. Por ello, el análisis de Marx del
capitalismo comienza por la mercancía, por la forma concreta que adopta el resultado del trabajo
y al mismo tiempo expresa las relaciones sociales de producción que esa clase de trabajo
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requiere. Estas categorías constituyen la base de la sociedad, la estructura sobre la cual se va


configurando la otra dimensión social, la superestructura jurídica, política e ideológica. Ambas,
base y superestructura, definen el modelo de sociedad y el modelo de sociedad no es otra cosa que
lo que se deriva de un modo de producción. Y dice:
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“En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones


necesarias e independientes de sus voluntades, relaciones de producción que
corresponden a una determinada fase del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.
El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la


sociedad, que tiene una base real, sobre la que se edifica una superestructura jurídica y
política y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia. El modo de
producción de la vida material condiciona, por lo tanto en general, el proceso de vida
social, política y espiritual.” (Marx, 1970)

En la sociedad capitalista, las relaciones de producción adoptan la forma de relaciones entre


propietarios aparentemente iguales, que intercambian libremente sus productos: propietarios de los
medios de producción, de los instrumentos y las materias primas y propietarios de la fuerza de
trabajo.1 Estos últimos conforman la categoría de trabajadores totalmente "libres"; libres en un
doble sentido: no están sujetos territorialmente al dominio de ningún señor, y también libres en
el sentido de no poseer ninguna propiedad, sometidos a una desnudez total, pues lo único que

1Para Marx, la fuerza de trabajo es la potencia que posee el trabajo, su capacidad y energía y el trabajo
es el uso de esa potencia; dice Marx: "El uso de la fuerza de trabajo es el trabajo mismo", Tomo I,
Capítulo V, en ob. cit.

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poseen es su capacidad de trabajo, su fuerza de trabajo. La aparición del trabajador libre como
categoría social ha sido el resultado de un proceso histórico, en que el productor, en un estadio
histórico, era propietario de sus medios de vida y controlaba las condiciones de producción de su
existencia, es decir controlaba el proceso de trabajo. La separación del productor de su producto
y de sus instrumentos comienza en el mundo feudal. Como afirma Marx (1996, Tomo I, Capítulo
XXIV):

“Lo estructura económica de la sociedad capitalista brotó de la estructura económica de la


sociedad feudal. Al disolverse ésta, salieron a la superficie los elementos necesarios para la
formación de aquella”.

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“De los siervos de la Edad medía surgieron los villanos libres de las primeras ciudades; de este
estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía”. (Marx y Engels, 1969)

Alrededor del siglo XI, con el resquebrajamiento del mundo feudal, con la disolución de los lazos
de vasallaje y la descomposición del feudo como unidad social económica y política, la actividad

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productiva se fue trasladando del campo a la ciudad. En esta última predominaba la producción
artesanal, en la cual el trabajador fabricaba en su domicilio productos por encargo. En una etapa
posterior, el trabajador se irá transformando en un productor independiente que producirá y
venderá su producto. Los instrumentos de producción, sus habilidades y su producto son de su
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propiedad, mejor dicho son aún de su propiedad.

“El productor directo, el obrero, no pudo disponer de su persona hasta que no dejó de vivir
sujeto a la gleba y de ser esclavo o siervo de otra persona. Además, para poder convertirse
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en vendedor libre de su fuerza de trabajo, que acude con su mercancía a dondequiera que
encuentra mercado para ella, hubo también que sacudir el yugo de los gremios, sustraerse
a las ordenanzas sobre los aprendices y tos oficiales y a todos los estatutos que embarazaban
el trabajo”. (Marx, 1996, Tomo I, Capítulo XXIV)
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Entre los siglos XIII y XIV, con la intensificación del comercio y el crecimiento de la población urbana, el
productor delegará la venta de su productos en el mercader, quien concentrará la producción de
diferentes trabajadores independientes y los venderá en el mercado, aprovechando las diferencias de
precios entre la compra y la venta para obtener sus ganancias. Al mismo tiempo, y como forma de


incrementar sus beneficios, extenderá los límites del mercado hacia lugares cada vez más lejanos.

A partir del siglo XV, las innovaciones científicas, los descubrimientos de territorios y la
circunnavegación de África, la colonización de América, los mercados de China e India, dieron al
comercio un nuevo impulso: se inicia el desarrollo del comercio de ultramar. La manufactura vino a
ocupar el lugar del artesanado, que no podía abastecer la demanda de los nuevos mercados
extranjeros. Pero el crecimiento de los mercados continuaba y la demanda iba en aumento. Ya no
bastaba tampoco con la producción manufacturera. El desarrollo de la ciencia y la tecnología
posibilitaron la introducción de la máquina a vapor que revolucionará la producción y la gran
industria sustituirá a la manufactura.

Los pequeños productores independientes no podrán resistir la competencia del capital que los
arrollará y los transformará en obreros industriales y la economía de mercado comenzará a
transitar hacia una más amplia y desarrollada: la economía capitalista. Como señala Marx en un
conocido párrafo:

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“Al llegar a una determinada fase, las fuerzas productivas de la sociedad chocan con las
relaciones de producción existentes, o lo que no es más que su expresión jurídica de esto,
con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De
formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas
suyas. Se abre así una época de revolución social.” (Marx, 1979, Prefacio)

Efectivamente, entre los siglos XVIII y XIX este largo proceso de transición culminó con dos
grandes revoluciones que dieron sustento político, jurídico y tecnológico a la consolidación del
capitalismo moderno. La Revolución Francesa en el siglo XVIII, porque liberó a los individuos de
las relaciones de propiedad personal, disolviendo los lazos de sujeción y vasallaje, estableciendo

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la libertad y la igualdad de las personas. La Revolución Industrial en el siglo XIX, con la
adopción de la nueva tecnología, posibilitó el salto cualitativo para el desarrollo de la producción a
gran escala. Se había iniciado una nueva época de enormes cambios y transformaciones, bajo el
predominio del capital, como una forma de relación social de producción entre personas
jurídicamente iguales, pero socialmente diferentes, transformando la producción "en un gran
arsenal de mercancías" como señala Marx en el primer párrafo de El Capital, convirtiendo a la

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fuerza de trabajo en una mercancía más que es vendida y comprada.

“Ni el dinero ni la mercando son de por sí capital, como no lo son tampoco los medios de
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producción ni los artículos de consumo. Necesitan convertirse en capital. Y para ello han de
concurrir una serie de circunstancias concretas, que pueden resumirse así: han de
enfrentarse y entrar en contacto dos clases muy diversas de poseedores de mercancías; de
una parte, los propietarios de dinero, medios de producción y artículos de consumo,
deseosos de valorizar la suma de valor de su propiedad mediante la compra de fuerza
ajena de trabajo; de otra parte, los obreros libres, vendedores de su propia fuerza de
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trabajo y, por tanto, de su trabajo. Obreros libres en el doble sentido de que no figuran
entre los medios de producción, como los esclavos y los siervos, etc., ni cuentan con
medios de producción propios, como el labrador que trabaja su propia tierra, etc.; libres
y dueños de sí mismos (...). El régimen del capital presupone el divorcio entre los
obreros y la propiedad sobre las condiciones de realización de su trabajo (...). La
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producción capitalista no sólo mantiene este divorcio, sino que lo reproduce y acentúa a
escala cada vez mayor. Por tanto, el proceso que engendra el capitalismo sólo puede ser
uno: el proceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre las condiciones de su
trabajo, proceso que de una parte convierte en capital los medios sociales de vida y de
producción, mientras de otra parte convierte a los productores directos en obreros


asalariados.” (Marx, 1996, Tomo I, Capítulo XXIV)

El valor del trabajo y el trabajo como valor


En el punto anterior se sintetizaron las categorías básicas sobre las que se funda el capitalismo, en
el presente se esbozará el mecanismo de su funcionamiento. Se ha señalado que las relaciones
sociales en el capitalismo aparecen como relaciones entre iguales, desde el punto de vista jurídico,
que intercambian sus diferentes productos en iguales proporciones (Marx, 1996). Para que esta
relación se mantenga como igualdad, el trabajador debe vender su fuerza de trabajo, no su
persona: vende su potencia, su capacidad y habilidad, por un determinado tiempo. Pues, como
dice Marx, (...) "si se la vende en bloque y para sí, siempre lo que hace es venderse a sí mismo,
convertirse de libre en esclavo, de poseedor de una mercancía en mercancía". (Marx, 1996)

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El trabajo es la actividad que realiza el ser humano con la ayuda de instrumentos-herramientas


para transformar, en un tiempo y en un espacio, un objeto en producto. Por ejemplo: el pan no es
simplemente la suma de sus elementos, es algo diferente al trigo y a la levadura: es algo más. El
trabajo combina dichos elementos y los transforma en un objeto cualitativamente diferente a sus
componentes, los que a su vez son resultado de trabajos realizados por otras personas: en este
caso, el pan es la suma de trabajos anteriores. El trabajo crea valore que se manifiestan cuando
se plasma en productos concretos útiles, objeto que satisfacen algún tipo de necesidad, pues
nadie produce objetos inútiles. Cuando los productos son consumidos o usados por su propio
productor, éstos sólo asumen la característica de ser objetos útiles, de ser valores de uso. Pero
cuando lo producido por el trabajo no le pertenece, y su destino es ser vendido en el mercado, el
producto, además de ser un valor de uso, contiene un valor de cambio. Dicho valor se revelará

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en el contacto con otros productos, que al igual que éste han sido el resultado del trabajo
humano.

Es entonces cuando el producto adopta la forma de mercancía y la generalización de este tipo de


producción pone de manifiesto la transformación operada en la figura del trabajador libre, que
debió vender su capacidad útil, su fuerza de trabajo para poder subsistir, convirtiéndose ella
misma en una mercancía más. El trabajador vendió al propietario de los medios de producción su

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fuerza de trabajo, y éste la compró por su valor equivalente en dinero. Hasta acá no existe
ningún misterio: ninguno perdió ni ganó en el cambio y éste se desarrolló según lo esperado y lo
pactado en términos de equivalentes.
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Pero, entonces, ¿cómo se desarrolla la acumulación del capital? se pregunta Marx; ¿de dónde
proviene la ganancia del propietario de los medios de producción? Y Marx responderá que
provendrá del trabajo-realizado-no-remunerado, pues el secreto de la producción capitalista
reside en el proceso de trabajo, cuando el trabajador produce más valor del valor por el que fue
comprado. Como se señalara anteriormente, la fuerza de trabajo, posee la cualidad de crear, tanto
valores de uso como de cambio y éste se determina por su costo, es decir, por el tiempo
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socialmente necesario para su producción. En el caso de la fuerza de trabajo, el costo de


producción se estima en una cantidad de medios de vida para poder al día siguiente continuar
con sus tareas, en iguales condiciones de fuerza y de salud. Es la cantidad indispensable de
objetos como comida, descanso, confort, vestimentas, algunas de las cuales deberá reponer
todos los días y otras con menor frecuencia.
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El valor y los equivalentes


Durante siglos, filósofos y economistas intentaron develar el secreto del Intercambio de


equivalentes, intentaron explicar qué es el valor y por qué adopta la forma equivalencias cuyo
patrón de medida es la cantidad de trabajo utilizada en su producción, es una magnitud, un
valor, independientemente, del tipo producto concreto que sea. Dice Marx:

“Esta forma de equivalencia se presenta con mayor claridad si nos remontamos a Aristóteles, que
fue el primero de los pensadores que analizó la forma valor.” Ante todo, Aristóteles dice
claramente que la forma-dinero de la mercancía no hace más que desarrollar (...) la expresión del
valor de una mercancía en otra cualquiera. He aquí sus palabras: 5 lechos = 1 casa, no se distingue
de 5 lechos = tanto o cuanto dinero. Aristóteles advierte, además, que la relación de valor que
contiene esta expresión de valores, a su vez, una relación condicionada, pues la casa se equipara
cualitativamente a los lechos, y si no mediase alguna igualdad sustancial, estos objetos
corporalmente distintos no podrían relacionarse entre sí como magnitudes conmensurables. “El
cambio -dice Aristóteles- no podría existir sin la igualdad, ni ésta sin la conmensurabilidad". Mas
al llegar aquí, se detiene y renuncia a seguir analizando la forma valor. “Pero en rigor-añade- es

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imposible que objetos tan distintos sean conmensurables”, es decir cualitativamente ¡guales.
Esta equiparación tiene que ser necesariamente algo ajeno a la verdadera naturaleza de las cosas
(…)”

El propio Aristóteles nos dice, pues, en qué tropieza al llevar adelante su análisis: tropieza en la
carencia de un concepto de valor. ¿Dónde está lo igual, la sustancia común que representa la casa
respecto a los lechos?: ¿en la expresión de valor de éstos? Semejante sustancia “no puede existir,
en rigor”, dice Aristóteles. ¿Por qué? La casa representa respecto a los lechos algo igual en la
medida en que representa aquello que hay realmente de igual en ambos objetos, a saber: el
trabajo humano.

Aristóteles no podía descifrar por sí mismo, analizando la forma del valor, el hecho de que en la
forma de los valores de las mercancías todos los trabajos se expresan como trabajo humano igual y,
por tanto, como equivalentes, porque la sociedad griega estaba basada en el trabajo de los

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esclavos y tenía, por tanto, como base natural la desigualdad entre los hombres y sus fuerzas de
trabajo. El secreto de la expresión de valor, la igualdad y equiparación de valor de todos los
trabajos, en cuanto son y por el hecho de ser todos ellos trabajo humano en general, sólo podía
ser descubierto a partir del momento en que la idea de la igualdad humana poseyese la firmeza de
un prejuicio popular. Y para esto era necesario llegar a una sociedad como la actual, en que la
forma mercancía es la forma general que revisten los productos del trabajo, en que, por tanto, la
relación social preponderante es la relación de unos hombres con otros como poseedores de

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mercancías. Lo que acredita precisamente el genio de Aristóteles es haber descubierto en la
expresión de valor de las mercancías una relación de igualdad. Fue una limitación histórica de la
sociedad de su tiempo la que le impidió desentrañar en qué consistía “en rigor”, esta relación
de igualdad.
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Como dice Marx (1996): "el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de vida
necesarios para asegurar la subsistencia de su poseedor (...) Las necesidades naturales, el
alimento, el vestido, la calefacción, la vivienda, etc., varían con arreglo a las condiciones del clima
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y demás condiciones naturales de cada país (...)". Es decir, el trabajador ha vendido su fuerza de
trabajo por un determinado valor, pero a lo largo de su jornada produce un valor superior al que
ha sido comprado. La diferencia entre el valor que ha producido y el valor por el cual fue comprado
es la ganancia del propietario de los medios de producción.

Si el costo de la fuerza de trabajo equivale a una equis cantidad de horas de una jornada de
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trabajo, en la que el trabajador produce un volumen determinado de productos equivalente al


valor por el que fue comprado, en ese punto podría dar por finalizada su jornada. Pero no puede
y debe continuar trabajando: lo que produce de ese momento en más ya no le será
recompensado. Esa cantidad adicional de productos creados y no remunerados, representa la


ganancia del propietario del capital, es el plus-valor de su trabajo. Esa partir de este
momento que la aparente igualdad de las relaciones de producción revela su asimetría,
cuando el trabajo no remunerado es apropiado por los dueños del capital. Dicho trabajo se
convierte en capital cuando se concreta la venta de la mercancía y la ganancia obtenida la
invierte nuevamente en la producción. El propietario de los medios recupera el capital invertido
más el plus de ganancia que será nuevamente invertido para continuar y ampliar el ciclo
productivo y reproductivo del capital, que es un ciclo de reproducción ampliada. Dice Marx
(1996, Capítulo XXII):

“El valor del capital revestía forma de dinero desde el momento mismo de
desembolsarse; en cambio, la plusvalía (o plus-valor) se presenta desde el primer
momento como valor de una determinada parte del producto. Al venderse éste y
convertirse en dinero, el valor del capital compra su forma primitiva, mientras que la
plusvalía cambia de forma y modalidad, son sumas de dinero y reversión a capital se

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efectúa del mismo modo, sin que medie diferencia alguna. El capitalista invierte ambas
sumas en comprar las mercancías que le permitan acometer de nuevo la fabricación de su
artículo, esta vez sobre una escala ampliada.”

El trabajo no remunerado implica la creación de un valor adicional que se genera en el proceso de


producción, su apropiación por parte del capitalista es lo que posibilita la acumulación y la
reproducción del capital. El capitalismo se caracteriza por la apropiación de plus-valor, que es el
motor de su funcionamiento; su continuidad depende de la expansión y profundización del
intercambio y de ampliación del proceso de acumulación. Es decir, la continuidad del capitalismo
se centra en el aumento permanente de la productividad del trabajo, con el fin de obtener cada
vez mayor ganancia. Para lo cual requiere la asistencia de la ciencia y la técnica para revolucionar

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los procesos de producción, la tecnología, los procesos de trabajo y también los métodos de
organización.

Al mismo tiempo se va profundizando la interdependencia de los mercados para que las mercancías
puedan venderse con mayor celeridad y convertirse nuevamente en capital. Ambos, productividad y
mercado, son los elementos indispensables para el sostenimiento del capitalismo, si bien la creación
del plus-valor se inicia en la producción (en el proceso de trabajo), culmina en el mercado con la

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venta de la mercancía, cuando se transforma de plus-valor en capital.

Las revoluciones tecnológicas, los cambios en las habilidades y capacidades de la fuerza de trabajo
más la creciente interdependencia del mercado mundial, se desarrollan a expensas del capital y no a
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la inversa, sin ellos es imposible concebir el desarrollo del capitalismo.

“(...) la necesidad del mercado exterior para un país capitalista no se halla determinada en
modo alguno por las leyes que rigen la realización del producto social, sino por el hecho de
que el capitalismo sólo aparece como resultado de una circulación de mercancías muy
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desarrollada, que rebase las fronteras del Estado. Por eso no es posible concebir una nación
capitalista sin comercio exterior, ni tal nación capitalista ha existido nunca en la realidad.

En los métodos precapitalistas de producción rige la ley de la repetición del proceso de


producción con la misma extensión y sobre las mismas bases que antes: esta ley regía para
la economía a base de prestaciones personales del terrateniente, para la economía natural
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del campesino, para la producción artesana del industrial. La ley de producción capitalista
en cambio, es ésta; cambios constantes de los métodos de producción y aumento
ilimitado de su volumen (...) esta necesidad demuestra palmariamente la obra histórica
de progreso del capitalismo, que viene a destruir el aislamiento y el carácter cerrado de los
antiguos sistemas económicos, agrupando a todos los países del mundo en una gran


unidad económica.” (Marx, 1996, Tomo I, Capitulo XXIV)

En una breve síntesis se ha caracterizado al capitalismo, independientemente de las formas


históricas que ha asumido, como un tipo de organización social cuyo objetivo es (a acumulación
de riquezas y la continua reproducción del capital. La expansión e integración constante del
"mercado exterior" en una "gran unidad económica", más el creciente aumento de la
productividad del trabajo, por la permanente innovación tecnológica, son los mecanismos que
garantizan su continuidad.

Considerando que la sociedad actual es una sociedad capitalista, y teniendo en cuenta las
transformaciones que en todos los planos de la vida social se están desarrollando desde hace varias
décadas, se plantea una serie de interrogantes relacionados con el sentido y la dirección de los
cambios. En tal sentido es pertinente preguntar: ¿estos cambios preanuncian una nueva era

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histórica?, ¿el capitalismo está cambiando? La respuesta a estos interrogantes no es sencilla. Mucho
se ha escrito, se han acuñado nuevos términos, formulado una variedad de hipótesis y
pronósticos de distinto tenor; no obstante las interpretaciones del sentido y la dirección de los
cambios, todavía son ambiguas. Algunos autores sostienen que estos cambios, propios del
capitalismo, corresponden a su nueva etapa, la etapa globalizadora. Para otros autores, son el fin
del capitalismo.

A partir de las últimas décadas del siglo XX el mundo se ha convertido en una inmensa "aldea
global" de la mano de la revolución científico-tecnológica, las sociedades en general y las economías
y los mercados en particular, se han vuelto más interdependientes. Las empresas se han
transformado en grandes corporaciones, o firmas2 como se las denomina actualmente, que se han
globalizado y transnacionalizado.3 Los procesos de producción, los métodos y la organización del

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trabajo se han automatizado a tal punto que van sustituyendo y desplazando de la escena
productiva al trabajador asalariado. El mundo del trabajo requiere una fuerza de trabajo con
habilidades y capacidades basadas más en el desarrollo del conocimiento que en el uso de
destrezas técnicas. Mientras tanto, la desocupación crece, la exclusión se multiplica, la riqueza se
concentra y la brecha social es cada vez mayor. SÍ la atención se centra en cambios en las
características de las fuerzas productivas, tecnologías y trabajo y en el funcionamiento del

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mercado mundial, se puede afirmar que los mismos se inscriben dentro de la lógica de
funcionamiento del capitalismo. No obstante, la novedad histórica de esta época respecto a las
anteriores radica en la dinámica que el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información le
ha conferido. Pero ni las relaciones de producción ni las formas de apropiación y acumulación
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del capital han cambiado hasta ahora. Desde este punto de vista es posible pensar que el
capitalismo ha entrado en una nueva fase de su desarrollo y no constituye el inicio de su final.

Pero también esta afirmación puede ser puesta en duda, si se consideran los efectos de la
automatización sobre los procesos de producción y sobre el trabajo. Este último se ha ido
desplazando del centro de la escena y de ser el fundamento de la creación del plus-valor, pasó a
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ser un elemento de control y supervisión, y dado que las máquinas por sí mismas no crean
valor, entonces, ¿dónde se origina la creación del plus-valor? ¿El plus-valor dejará de ser la
razón de existencia del capital? El capitalismo, por su propio desenvolvimiento histórico, ¿se
encuentra en una encrucijada?
FI

Estas preguntas plantean un dilema difícil de resolver por ahora, aunque varios autores han
señalado que la automatización ha decretado el fin de la era del trabajo y, en consecuencia,
estos cambios pueden ser el inicio del final del capitalismo. En su época, cuando la Revolución
Industrial se encontraba en su pleno apogeo, Marx vislumbró la posibilidad de la casi total
automatización de los procesos de trabajo y refiriéndose a dicha problemática, señaló:


2 André Gorz señala que la firma es "una red transnacional y su centro de coordinación y de decisión
estratégica no tiene nacionalidad más que en apariencia. (...) su sede social puede estar en cualquier
parte. Por el juego de los precios de transferencia, la firma realiza sus beneficios allí donde paga menos
impuestos o ningún impuesto." Miserias del presente, riquezas de lo posible, Paidós, Buenos Aires, 1998.
3 En un artículo publicado en junio de 2002 en el diario Página 12, James Petras, señala: "Una gran

cantidad de libros y artículos sobre globalízadón, corporaciones globales e imperio se ha publicado sin
que exista la más mínima noción de la estructura real del poder mundial. El análisis de un estudio del
Financial Times (suplemento 10 de mayo de 2002) sobre las 500 compañías más grandes del mundo, con
base en criterios de valor, país y sector, viene a poner
fin al debate en torno a la globalización del imperialismo. El Estado-nación, en este caso los estados
imperiales, no sólo están lejos de desaparecer, sino que además son cruciales para identificar y entender
los centros neurálgicos del poder político y económico. Casi 48 por ciento de las empresas y bancos más
importantes del mundo son de Estados Unidos, y 30 por ciento son de la Unión Europea; solamente el 10
por ciento pertenece a Japón.

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Sociología – Documento de Cátedra: El capitalismo, por Sara Lifszyc

“El trabajo ya no aparece tanto como estando incluido en el proceso de producción; el hombre se
comporta más bien como un supervisor y regulador del proceso productivo (...) se presenta al lado
del proceso productivo, en lugar de ser su agente principal. En esta transformación lo que aparece
como pilar fundamental de la producción y de la riqueza no es ni el trabajo directo ejecutado por el
hombre ni el tiempo por él trabajado, sino la apropiación de su propia fuerza productiva general
(...) tan pronto como el trabajo en forma directa ha cesado de ser la gran fuente de riqueza, el
tiempo de trabajo deja, y tiene que dejar de ser, su medida y por lo tanto el valor de cambio del
valor de uso (...). Con ello se desploma la producción fundada en el valor de cambio.” (Marx, 1971)

De acuerdo con esta cita, y debido a la mayor automatización, es posible inferir que está
desapareciendo un tipo de trabajo, el trabajo asalariado, creador de valores de cambio, propio del

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capitalismo industrial. Podría ser el fin de una forma de trabajo, en tanto actividad, en tanto
forma de hacer, y de concebir el trabajo. Pero no es el fin del trabajo concebido como
potencialidad creadora y transformadora propia de los seres humanos; el trabajo como tal
seguirá persistiendo.

Sin haberse modificado las relaciones de producción, sin transformaciones en las formas de
acumulación y reproducción del capital, ¿es posible que sólo los cambios tecnológicos sean un

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indicador suficiente del final de una época histórica? Creemos que para que ello efectivamente
suceda son necesarios cambios en las relaciones básicas y fundamentales propias del
capitalismo.
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Más allá de las elucubraciones teóricas y de las especulaciones hipotéticas, lo que sí queda claro
es que aún es prematuro prever el desenlace de este proceso, sobre todo cuando estamos en un
mundo en el que lo viejo no termina de morir y lo nuevo apenas comienza a nacer. Porque más
allá de las preocupaciones de los estudiosos de la realidad social por dilucidar y develar el
sentido de los cambios, la reflexión científica, por ahora, sólo puede aventurar hipótesis, dado que,
tal como se señala en el comienzo de este trabajo:
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"La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis científico de
ésta, sigue en general un camino opuesto al curso real de las cosas. Comienza post festum y
arranca, por tanto, de los resultados preestablecidos del proceso histórico."
FI


Bibliografía de referencia
Hobsbawm, Eric (1967), Introducción a Las formaciones económicas precapitalistas de Carlos
Marx, Madrid, Ciencia Nueva.

Marx, Karl (1996), El Capital, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Marx, Karl (1971), Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Borrador)
1857-1858, volumen I, Buenos Aires, Siglo XXI Editores.

Marx, Karl (1970), Contribución a la crítica de la economía política, Buenos Aires,


Ediciones Estudio.

Marx, Karl y Engels, Friedrich (1969), El Manifiesto Comunista, Buenos Aires, Ediciones del
Siglo.

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Sociología – Documento de Cátedra: El capitalismo, por Sara Lifszyc

Pipitone, Ugo (1994), La salida del atraso: un estudio histórico comparativo, México,
Fondo de Cultura Económica.

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