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Mi padre me indicó:
—No necesitamos más hijos, así que no hay razón
para ponerles nombre.
Había dos grupos. Tía Oima, Vieja Arpía, las geiko, las
maiko y yo formábamos uno de e los y Aba, Kuniko,
las aprendizas y las criadas, el otro. El primero tenía
más poder y privilegios que el segundo, lo cual me
preocupaba, porque Kuniko, a quien yo adoraba, no
pertenecía a mi grupo, a diferencia de ciertas
personas a quienes detestaba, como Yaeko.
15 de abril de 2002
Kioto, Japón
.
AGRADECIMIENTOS
No habría podido escribir este libro sin la admirable
paciencia y el apoyo incondicional de mi marido, Jin.
Desde la inicial expresión de sorpresa en su cara
cuando le comuniqué mi deseo de escribir un libro
sobre las geiko, hace ya muchos años, basta el día de
hoy, me ha animado continuamente a expresar
mis pensamientos.
Entre lágrimas, risas y discusiones, he valorado por
encima de todo su amabilidad y sus consejos.
También debo dar gracias a mi hija Koko, por
ayudarme a analizar los interrogantes que me habían
acompañado durante décadas.
Me entregó las laves para abrir las puertas del
entendimiento, y le estoy muy agradecida por e lo.
También quiero manifestar mi más sincera gratitud a
Rande Brown, por su maravillosa capacidad para
traducir al inglés las complejidades de la lengua y la
cultura japonesas. Fue un gran placer trabajar con
ella.
Finalmente, estoy en deuda con Emily Bestier, de
Atria Books, quien me asesoró con gran acierto a la
hora de corregir y dar forma al texto. Sus inteligentes
preguntas sobre la cultura tradicional japonesa han
aportado una inestimable dosis de claridad y
coherencia al manuscrito.