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LURU
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Capítulo 1
Había cosas que quizás no comprendía o quizás no lograría
comprender nunca. Pero de lo que sí estaba segura en aquel
entonces, era que si no lograba juntar dinero aquella noche
mientras trabaja como mesera, aunque sea unos centavos, me
iba a suicidar. Y no lo decía como un pensamiento que se me
había venido a la cabeza y luego lo olvidaría. Mi desesperación
era tan grande que las ganas de vivir se habían marchitado hace
ya tiempo, y no había algo que pudiera hacerme cambiar de
opinión.
Hace días no comía como una persona corriente. En el trabajo
donde estaba no me pagaban como debían. Sólo ganaba unos
treinta dólares al mes. Que, por cierto, ya se me habían agotado
y sólo me quedaba revolver en la basura de la casa de comida
rápida para poder rescatar algo para mi estómago.
Entre pagar los servicios de un departamento asqueroso y tratar
de comer, no había solución. Había logrado terminar la escuela
secundaria con bajas notas, ya que mi prioridad en aquel
entonces era tratar de comer, y no unas excelentes notas.
No tuve la oportunidad de pagar la Universidad, no tuve la
oportunidad de poder conseguir un empleo decente. Había
enviado millones de presentaciones laborales a diferentes
empleos.
Nunca me llamaron.
Conseguí el puesto de mesera una tarde de verano, cuando le
supliqué al dueño que me diera empleo, y tuve el descaro de
arrodillarme ante sus pies para poder obtener un sí de su
horrible y asquerosa boca de anciano. Walter no me agradaba,
era un hombre bajito, sin cabello y cascarrabias que se había
aprovechado de mi necesidad para arrojarme las horas extras
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Capítulo 2
Mis sentidos comenzaron, de cierta forma, a activarse. Mis
manos entumecidas y el cuello ardiéndome de una manera tan
intensa que me hicieron pensar al instante que yo no estaba
muerta.
Una creencia mía consistía en que cuándo uno estaba muerto, la
existencia de un alma era errónea. Ya que los sentidos estaban
ligados al cuerpo y no al alma.
Eso me había hecho creer que no había logrado suicidarme. Y
poco a poco había empezado a recordar qué me había impedido
hacerlo.
Mis ojos se abrieron con lentitud y comencé a escuchar extraños
pasos por la casa, ruidos provenientes de la cocina. El choque de
utensilios, algo cocinándose en su propio jugo y el ruido del agua
correr de la canilla me hizo poner en estado de alerta.
Había alguien en la casa.
Me obligué a levantarme, aunque a la fatiga le importaba un
bledo que hubiera un asesino serial y tomé un paraguas cerrado
que estaba en la esquina de mi habitación. Mis ojos cayeron
sobre el techo en donde el cinto seguía colgado, demostrando mi
fracaso.
Me había dado cuenta que había amanecido y no me tomé la
molestia en averiguar qué hora era.
Con el paraguas en mi mano para apuñalar con la punta a
cualquiera, abrí la puerta despacio y la muy hija de perra me
delató por la falta de aceite en los tornillos de la misma, soltando
un rechinido tan horrible que quise patearla por ser tan
traicionera en aquella situación.
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por qué seguía aquí ¿acaso no tenía otra cosa mejor que hacer
que estar limpiando mi casa y procurando que coma?
Al rato, tocó la puerta y le permití el paso.
—Te he preparado un baño caliente. He venido por un par de
toallas para ti y ropa para cuando salgas de la ducha. —me dijo,
desde la puerta.
—¿Ya te he dicho que esto no es necesario? Estoy bien.
—No estás bien, no seas negadora con tu estado de ánimo.
—Me sentiría mejor si te marcharas de mi casa.
Max se echó a reír como si hubiera contado un chiste. Un chiste
que no parecía haber soltado. Fue directo hacia la única cajonera
que tenía en la habitación y comenzó a revisarla. Cuando vi que
llegó al cajón de mi ropa interior y tomó una braga color piel,
chillé.
—¡Hey, no toques eso!
Me levanté de un salto de la cama y le saqué de un tirón la
prenda, descolocada por ser tan confianzudo.
—No es algo que no haya visto antes. Es más, creo que le he
visto la misma braga a una chica con la que me acosté hace tres
días atrás —sonrió, sin importarle a mi perplejidad.
—Así que vas por ahí, recordando el color de las bragas que van
pasando por tu vida. Que interesante resultaste ser, Max.
—Puedo ser más interesante de lo que crees.
—Dime que no deje entrar a mi casa a un pervertido —temí.
—Para nada. No pretendo acosar a un ciervo asustado.
—¿Ciervo asustado?
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Capítulo 3
No sabía exactamente qué decir, qué responder y qué pensar
sobre dicha propuesta que no sabía dónde iba.
—¿Qué es una Sugar baby? —Le pregunté, algo consternada por
dicho título puesto.
El rostro se le descompuso, echándose hacia atrás
inmediatamente con la propuesta.
—Mierda, lo siento. ¿Sabes qué? Mejor olvídalo, no debí
proponértelo.
Al principio creí que fingía arrepentimiento, pero estaba siendo
más sincero de lo que pensé.
—Si hay dinero de por medio, puedo ser incluso un perro. Puedo
ser lo que desees —insistí, sin ningún tipo de gracia en mi voz.
Max me miró a los ojos, rendido. Lanzó un largo suspiro y dijo:
—Una Sugar baby es una persona en una relación que recibe
mentoría, apoyo monetario, así como obsequios u otros
beneficios (o recursos) por participar en una relación. Puede
incluirse el contacto carnal o no, eso lo lleva a cabo la pareja en
ambas partes. Algunas personas incluyen en la relación follar o
...
Levanté la mano con la intención de que parara la
explicación. Asentí pausadamente, mirándolo con atención.
—¿Quieres que sea tu Sugar baby, Max?
—Sólo por esta noche. Habrá una fiesta importante organizada
por mis padres, entre amigos de ellos y los míos, creo. No sé muy
bien de qué se trata.
—¿Estás seguro que quieres llevar a una chica con poca
autoestima y pensamientos negativos que puede intentar
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Eran las siete y punto, alguien tocó a la puerta. Tuve que retirar
la silla que estaba pegada a la puerta para que esta no se abriera
debido a que Max le había roto la cerradura y esta se abría sola.
—Sorpresa. —abrió los brazos de par en par, para que pudiera
contemplar su vestimenta y con un par de bolsas en sus manos.
No lo reconocí. Max llevaba el cabello pelirrojo arreglado, con un
pequeño hopo en la frente con gel y a los costados lo tenía bien
corto. Se había cortado el cabello y le quedaba genial. Sus ojos
caramelo irradiaban entusiasmo, tenía puesto un esmoquin
oscuro ajustado al cuerpo, haciendo lucir su cuerpo atlético, alto
y brazos musculosos. Era todo un muñeco mi nuevo amigo. Lo
que más me fascinaba era su rostro salpicado de pecas.
Sentí pena al instante al darme cuenta que no estaba tan
arreglada como él, sino que tenía la misma ropa puesta que
llevaba hoy a la mañana.
—Tú tan perfecto y yo sin arreglarme. Siento mucho que me
encuentres así. —admití, apenada.
—Eres belleza por naturaleza, Ada. Si eres fascinante sin
maquillaje o ropa elegante, puedo asegurar que verte con la ropa
que te he traído será una experiencia única, amiga mía.
—Hablas de una manera tan hermosa y extraña. Creo que
empiezo a sospechar que no naciste aquí, Max. —le dije,
permitiéndole el paso a mi horrible hogar.
Claramente él no encajaba en el mismo mundo que yo.
—Nací en Argentina y me mudé a New York junto con mi familia
a los trece años. Así que aprendí hablar de manera no tan fluida
aquí. Me queda mucho, mucho por aprender.
—¡Wow, Argentina! Que hermoso lo que me cuentas.
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tenía treinta y cinco años, era demasiado mayor para una chica
de diecinueve.
Aunque, a decir verdad, parecía más joven de lo que gritaba su
edad.
—Estás bellísima, Ada Gray —soltó, con aire admirado.
—No, lo que me has regalado me ha vuelto guapa, Max.
Tomó mi mano y me hizo dar una vuelta, dicho acto me hizo
ruborizar.
—Trataré de sacar a flote tu belleza lo que más pueda. Me
declaro un gran admirador tuyo, amiga mía—me dijo, cuando
nuestros rostros quedaron finalmente frente a frente.
—¿Realmente crees que soy bonita?
Como respuesta, me dio un casto beso en la frente. Dicho gesto
me tomó por sorpresa.
—Que se congelé el infierno si miento—me susurró al
oído, provocándome un fuerte escalofrío que recorría
inmediatamente mi cuerpo. Le sonreí como respuesta—.
Estamos listos ¿no?
—Más que listos, amigo mío.
Cuando llegamos a la entrada de mi edificio, me paré en seco y él
me miró, con el entrecejo fruncido.
—Sabes que estoy depositando toda mi confianza en ti ¿no es
verdad? —le pregunté, algo temerosa—. Literalmente me estoy
marchando con un desconocido, a una fiesta rodeada de gente
que no conozco. Tampoco sé si realmente vamos a una fiesta y
no a un callejón.
Siempre llevaba una navaja conmigo a todos lados, en caso de
que necesitará defenderme de algún imbécil que decidiera
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Capítulo 4
—¡Tú! ¡¿Cómo te atreves a presentarte con esos harapos y junto
a mi hijo?!
Sus ojos color mierda me desvistieron con la mirada y la sorpresa
de su rostro fue grato de grabarla y pasarla en una pantalla
grande. La furia lo dominó y su asqueroso rostro que tanto
recordaba y me daba pesadillas por la noche, me hicieron sentir
pequeña. Lo miré a Max y luego a él, levanté mi vestido rojo y
salí de allí, con el corazón congelado, aterrado.
—¡Ada! —Escuché gritar a Max, detrás de mí.
Tomé a las voladas de una bandeja una copa de algo que rogaba
que tuviera alcohol y comencé a ingerirla descaradamente,
mientras me abría paso entre la gente ricachona.
Subí las escaleras que se abrían en dos pasillos, tomando el
pasillo número uno, en busca de un baño en el cual
refugiarme. Encontré lo que parecía uno y abrí la puerta de
madera oscura, encontrándome una escena tan intensa que me
dejó los pelos de punta.
La madre de Max estaba con las manos sobre el lava manos,
separadas mientras su frente estaba pegada contra el espejo,
ahogando gemidos mientras un joven de unos veinticinco años,
moreno y de gran contextura física, le levantaba el vestido
plateado para penetrarla salvajemente mientras los pechos
descubiertos de ella rebotaban con gran intensidad.
Ambos levantaron la mirada hacía mí, con los ojos bien abiertos.
—Oh mi Dios ¡cómo lo siento! —exclamé, con las
mejillas ardiéndome y cerrando rápidamente la puerta.
—¡Maldi...! —fue lo único que le escuché decir a la madre de
Max antes de cerrar la puerta.
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Capítulo 5
El mismo auto oscuro nos llevó de nuevo a mi apartamento. Max
prefirió optar por el silencio absoluto, sumido en sus
pensamientos y aquella actitud rara se me hizo extraña, pero era
justificable. Luego de presenciar una grata pelea con su madre y
su padre debido a mi presencia, era más que claro que ya no
quería dirigirme la palabra. Presencié como a cada minuto le
llegaba un mensaje de alguien que no logré ver. Seguro prefería
hablar con sus conocidos que conmigo.
La idea del suicidio continuaba siendo una buena idea; siempre
fastidiaba al resto y arruinaba todo.
El auto estacionó frente a mi edificio y las luces del interior se
encendieron. La oscuridad del coche ya no estaba, dejándome
ver a Max finalmente.
—Mañana te enviaré el dinero por el trabajo de esta noche en
efectivo dentro de un sobre junto a la dirección del psicólogo. No
es muy lejos — dijo finalmente rompiendo el silencio tenso.
Me dolió su tono frío. Daba por hecho que no quería volver a
verme. Quería recordarle que él iba a acompañarme, pero
aquello iba a sonar tan idiota de mi parte que preferí callarme.
—Gracias — solté en su mismo tono—, buenas noches.
Abrí la puerta, tomando la cartera de mano y bajé del coche. Me
gusta que me hubiera saludado a último momento, pero al ver
qué no había tenido esa intención, cerré la puerta.
El coche se puso en marcha y lo vi alejarse, con un nudo en el
pecho. Lo que más me extrañó fue que no se marchaba directo al
lujoso edificio que daba a la calle de enfrente y en el cual, vivía.
¿Dónde iba a esas horas de la noche? Me dije rápidamente que
eso no era asunto mío.
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Capítulo 6
Los rayos del sol fueron los que no me dejaban dormir y me daba
pereza levantarme a cerrar las cortinas. Por el peso de la cama,
supe que Hardy seguía durmiendo en ella y cada tanto lo
escuchaba hablar dormido. El nombre de Beth seguía presente
hasta en sus sueños y eso me causaba algo de escalofríos ya que,
el amor que le tenía a ella podía ser tan evidente como
asustadizo. Eso también me causaba ternura.
El amor no me daba buena espina, aunque a veces necesitaba
ser amada y amar. No quería ponerme a pensar en el amor en
plena mañana. Me senté en la cama, refregándome los ojos
y preguntándome si debía despertar a Hardy, quien dormía boca
abajo, con la cara pegada a una almohada que había llenado de
saliva. Maldición, Hardy.
Eso me hizo reír en silencio.
Colocándome el jersey gris que llevaba puesto la noche anterior
y que me llegaba hasta por arriba de las rodillas, me dirigí hacia
la ventana y se me dio por mirar la ventana de Max, quien aún se
encontraba cerrada. Seguro estaba molesto conmigo.
Alguien golpeó la puerta, haciéndome sobresaltar.
Fui directo a la puerta, retirando la silla que cumplía la función
de barra para que nadie se atreviera a pasar. La misma rechinaría
si eso pasara.
Abrí la puerta, echándole un vistazo a mi cabello, que se
encontraba aplastado cómo si un caballo le hubiera dado un
lengüetazo.
Un joven de rulos rubios y bajito estaba parado frente a mí, con
un sobre en las manos y con una sonrisa risueña.
—¿Usted es la señorita Gray?
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—Sí.
—Esto se lo envía el señor Voelklein —me dijo, tendiéndome el
sobre que parecía ser bastante grueso y algo grande.
—¿Voelklein es el apellido de Max?
—Sí, muy particular ¿no cree?
El mensajero era simpático, pero parecía algo sudoroso y
agotado.
—Por favor, permítame darle un vaso con agua —le dije,
abriendo la puerta y dejándolo pasar.
—Muchas gracias señorita, usted es muy amable.
Como toda persona nueva ingresando a mi apartamento, pareció
algo asqueado en el lugar en el que vivía, pero estaba
acostumbrada a ese tipo de miradas. Le serví un vaso de agua y
se lo tendí. Bebió, sediento y largó un suspiro cuando se detuvo.
—El trabajo me está matando, necesito vacaciones —me dijo,
cansado y retirándose el sudor de la frente con el dorso de la
mano.
—Todo el esfuerzo que hagas siempre se te va a multiplicar, no
te preocupes.
Me sonrió, cómo si aquello lo hubiese puesto de buen humor y
se marchó.
Mi atención ahora había recaído sobre el sobre marrón que tenía
en mis manos y que estaba medio pesado. Tomé la decisión de ir
al baño para abrirlo y ver qué me había enviado Max, ya que me
daba algo de desconfianza abrirlo en la cocina y que
justo Hardy se levantara y me preguntara sobre el dinero
enviado.
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Capítulo 7
Demonios, no sabía si me fueron con la pinta correcta. El día
anterior me había comprado una falda a cuadros amarillos y
negro, con una camiseta blanca y unas converse. Aunque sea
para salir a pasear por la ciudad y aquella mañana era lo que
llevaba puesto. No me arrepentía.
Activé la cámara delantera del celular para lograr obtener una
imagen actual mía y usarlo como espejo. Puse varios mechones
rebeldes por detrás de mi oreja y retoqué mi labial rosa.
Quizás si él llegaba, hablaríamos acerca de su inesperada
propuesta. No sabía si aceptar o no ser su Sugar baby. Sentía
nervios, muchos.
Pasaron treinta minutos cuando lo vi subir las escaleras, con una
bandeja en sus manos con un desayuno.
Me miró. Lo miré. Una sonrisa floreció de sus labios y eso fue
contagioso, haciendo que yo sonría también. Fue cómo si la
situación de la noche anterior no hubo pasado jamás y
volviéramos a estar cómo antes.
Había conocido a Max con ropa que solo la gente solía usar en su
casa, cómoda y fresca, pero ahora debería verlo con una
apariencia que involucraba trajes costosos y que le quedaban tan
bien. Dios mío, que guapo era. Lo que más me atraía era su
cabello pelirrojo y su rostro salpicado de pecas.
Se acercó a mi mesa, dejando la bandeja sobre ella.
—Salí un momento de mi trabajo para desayunar contigo —fue
lo primero que dijo, sentándose —. Te sienta muy bien los
labiales rosas.
—Gracias —murmuré, algo vergonzosa por su comentario.
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Capítulo 8
Era tan sencillo caer en las tentadoras propuestas de Max y tan
difícil salir de ellas.
Lo único en lo que pensaba era que aquello me podría catapultar
al éxito en cualquier universidad que eligiera, él tenía mi futuro
en sus manos y yo me ocuparía de utilizarlas a mi favor.
—No pretendo ningún tipo de relación personal y no pretendo
tampoco llegar a sentimientos profundos. Si eso ocurre, te
desearía buena vida, Ada — me dijo él, revolviendo su café y así
llevárselo a la boca, sosteniéndome la mirada.
—Creí que éramos amigos — le recordé, extrañada.
—Pasamos a un nivel más alto que eso Ada ¿no crees?
Asentí con lentitud, en silencio.
—Este tipo de relación… ¿implicará follar?
Por poco se ahoga con el café, y se recuperó rápidamente,
mirándome con sorpresa. Me dio gracia aquella reacción por mi
culpa.
—Debo admitir que esa palabra saliendo de tu boca suena tan
dulce y delicada que podría escucharla todo el día—
soltó, sonriéndome.
—Si decir follar suena bien saliendo de mi boca como tú dices,
imagínate lo que puedo hacer con ella—me atreví a decir,
cuando levanté la mirada, parecía embobado con lo que acababa
de soltar.
Se levantó de golpe y eso me asustó. Temí que se hubiera
enfadado por ser tan directa.
—Ven.
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—¿Qué pasaría si grito aquí mismo? —lo desafié, con una sonrisa
y apenas podía hablar, ya que estaba demasiado ocupada
sintiendo uno de sus dedos en mi interior.
—NO —metió el dedo aún más adentro —, ME —otra embestida
— DESA... —más rápido que deseaba que fuera él el que
estuviera en mi interior — …FÍES, GRAY.
Entonces, con su otra mano empezó acariciar mi clítoris mientras
que con la otra metía ahora dos dedos. Mis piernas se sentían
débiles, quería gritar, estallar. Demonios, que bien lo hacía. Lo
hacía bien, maldita sea, lo hacía cómo a mí me gustaba y eso era
peligroso. Su erección era cada vez más grande, lo sentía contra
mi puente de venus.
Estaba demasiado húmeda, tanto que mi braga ya estaba toda
empapada. Él sonrió al notarlo. Me obligó a separar más las
piernas, empujando con cuidado mis talones con sus pies.
Max jugó insaciablemente con mis labios, hinchando mi clítoris,
dibujando insistentes círculos alrededor, estimulándolo con una
velocidad que cada vez aumentaba más. Si el pecado
se personificara, Max lo sería sin lugar a duda. Un hombre adulto
que podría darme incluso el mundo si lo quisiera, él ya me tenía
completa y yo era dueña y provocadora de aquel miembro
erecto que amenazaba con romper sus pantalones. Eso me hacía
sentir deseada, superior a él, siendo jefa de su placer.
Tiene el vil descaro de rosar con la punta de su lengua mis
pezones cubiertos por mi camiseta
blanca, haciéndome estremecer. Aguardar silencio era lo más
difícil que podría pedirme en esa situación. Humedece mi ropa,
estremece mí interior y siento que estoy a punto de perder el
control, queriendo llegar con mucha ansiedad al clímax que él
quiere provocar tapando mis gemidos con su mano.
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Faltaba una hora para las diez de la noche, así que ya estaba
maquillándome, con la lencería que él me había regalado unos
días atrás que estaba en una bolsa que no deseaba abrir. Era
color blanco, de tejidos finos y transparente, tenía unas lijas
sujetando mis muslos y varios detalles de infarto que irradiaban
elegancia. No podía imaginarme a Max eligiendo algo así para
mí.
Repasé mi labial rojo, poniendo la boca en forma de O. Volví a
pasar rímel por mis pestañas y un poco de rubor rosa sobre mis
mejillas. Dejé mi cabello corto suelto y no me tomé la molestia
de alisarlo, ya que tenía miedo de quemarlo al no tener un
protector. Lo añadí a la lista de compras.
Me coloqué unos vaqueros azules ajustado, con la idea que
marcar bien mi trasero, unas botas negras que me llegaban por
debajo de mis rodillas y que tenían una plataforma bastante
cómoda (gran decisión cuando las compré)
Colocándome una blusa oscura y una campera de jeans clara,
tomé mi bolso, lista para salir.
A las nueve y cincuenta ya estaba cruzando la calle, e ingresando
al lujoso edificio en donde Max vivía. Fui directo a recepción,
donde un hombre de cabello castaño y ojos oscuros estaba
detrás del mostrador, con la mirada perdida en su monitor.
—Hola, tengo una cita con el señor Maxiliano Voelklein, pero no
sé qué número de apartamento tiene ¿usted podría ayudarme?
El joven, que por cierto era muy apuesto, me sonrió tras levantar
la mirada hacía mí.
—Su apartamento es el número siete B, se encuentra en la
planta cinco ¿desea que le avise su presencia?
—No, está bien.
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—No te bastó con meterme los dedos a mí, sino que también lo
hiciste con mi hermanastra. Grandioso Max, veo que no pierdes
el tiempo —se me escapó decir, sin filtro alguno.
Abrió los ojos, sorprendido.
—¿Qué? ¿Rose es tu hermanastra? Acabo de contratarla como
mi nueva secretaria.
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Capítulo 9
Digamos que cuando soltó eso me hubiera gustado reaccionar de
una forma más madura y calmada posible, pero esa noche no fue
la excepción. Entré dando pasos agigantados a su maldito lujoso
apartamento, con los brazos en jarra y lanzarle lo primero que
tenía sobre su cabeza.
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Solté el aliento e hice lo que me pidió. Llegó con una copa para
mí y con otra en mano. La tomé con delicadeza entre mis manos
y la observé un instante.
—Si te propuse que seas mí Sugar baby fue porque te vi
demasiado madura para tu edad. Estar con una joven de
diecinueve años quizás no sea lo más fácil del mundo, pero no
me hagas perder los estribos con tus actitudes baratas.
Perfecto, su carácter ahora me demostraba que podía ser un
hombre serio cuando él lo desee, así que yo podía tomar ese
carácter también.
—Me pondré a la altura que desees cuando me respondas si te
has follado a Rose y si contestas de dónde la conoces—
contrataqué, mojando mis labios con el vino y mirándolo con
mala cara.
—¿Cambiara algo si decido no responder eso?
Su rodilla rosaba con la mía, ya que él había subido su pierna que
estaba por encima de la otra. Tenía su brazo en el respaldo y su
mano estaba a la altura de mi hombro. Tenía una camisa blanca
desabrochada a la altura del cuello y el cabello algo revuelto.
No se tomaba la molestia siquiera de arreglarse y aun así se veía
guapísimo. Y yo toda maquillada, con tacones y con horas
perdidas en arreglarme. Me pregunté a mí misma si valía la
pena.
—Dime, aunque sea de dónde la conoces, Max.
Me miró y al ver qué no me daría por vencida, resopló, bajando
la guardia.
—La conocí hoy en un café, tenía mí receso laboral cuando la vi
llorando desconsoladamente mientras comía algo. Me acerqué a
ella para ver si estaba todo bien y nos quedamos platicando. Me
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dijo que necesitaba trabajo, que eso la tenía mal, así que como
yo necesito una secretaria, la contraté. Le di un adelanto de
sueldo, hice varias llamadas y ahora sé qué no dormirá en la
calle. Lo que no entiendo es por qué le diste una bofetada y la
sacaste a patadas de tu apartamento. Eso fue lo que me dijo
sobre lo que le había hecho su propia hermana.
Hija de …
—Típico de Rose, manipular a las personas hasta conseguir lo
que ella quiere—pensé en voz alta—. Le di una bofetada porque
se lo merecía luego de insultar a mi madre. El término zorra no
está mal visto actualmente, pero por cómo ella lo dijo fue un
insulto que me sacó de casillas. Le ofrecí un techo, pero lo único
que hizo apenas pasó un minuto en mi apartamento, fue un
bicho desagradecido.
Me miró, sorprendido por haber conocer el otro lado de la
historia. Bebió su sorbo de vino, pensativo.
—¿Crees que hice bien en contratarla? ¿Es una persona de fiar?
Su pregunta me resultó atractiva, porque sentía que estaba
poniendo sobre la palma de mi mano el futuro de Rose. En aquel
sentí a un diablo y a un ángel posarse sobre cada hombro.
—No soy quién para juzgar —sentencié, agotada sobre el tema
—. Pero lo único que tengo para decirte es que le tengas los ojos
en encima. Puede tener unos veinticinco años, pero tiene la
mentalidad de una niña de catorce.
—Anotado, y tú ¿qué mentalidad crees que tienes, Gray? No
quiero hondar sobre tus asuntos familiares, después de todo, no
es el tipo de relación afectiva que quiero tener contigo.
Supe que ahora la atención estaba puesta sobre mí, y eso me
trajo cierta tranquilidad. Tenía miedo de que, Rose ocupara mi
lugar y que yo me quedara sin el cupo en la universidad.
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Capítulo 10
Mi corazón latía de una forma desembocada que tenía miedo de
que él lo sintiera también. Su cuerpo irradiaba un calor anormal
pero excitante que no tardó en pegarse al mío al instante.
Sus dedos enredados en mi cabello, besándome todo el rostro y
yo lo imitaba, tratando de satisfacer la sed del otro. Era un
momento que deseaba que durara para siempre. Sus labios me
estaban lanzando a un trance del que seguro no saldría nunca
mientras la música era lejana pero fiel compañera.
Mi vista se nubló, sólo me dejaba llevar por los sentidos. Cuando
me di cuenta, me había llevado a su habitación y lanzada creo
que sobre su cama de finas sabanas que no tardaron en erizarme
la piel.
Lo vi, al pie de la cama, desabrochando su camisa de una forma
eterna. Cada segundo era una eternidad, lo único que deseaba
era tenerlo dentro mío. Entonces, ante mi quedó aquel vientre y
pecho inflado salpicado de pecas. Un verdadero hombre ante
mis ojos, y bendecida por tener el deber de complacerlo.
Complacer a Max era uno de mis grandes deseos ocultos. Dios,
que sexy era.
—¿Ansiosa, Grey? —Me preguntó en un susurro, sin despegar
sus ojos caramelo de mí.
Abrí mis piernas de par en par, dispuesto a recibir lo que sea de
él.
—No lo dude, Sugar —musité, con una ceja arqueada y con una
media sonrisa en mis labios.
Una sonrisa traviesa floreció de los suyos, que no tardó en
morder para ocultarla.
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Capítulo 11
Max tenía contactos que estaban relacionados con la
administración de la universidad más prestigiosa de Nueva York,
es por eso que instalarme fue tan sencillo como chasquear los
dedos.
El dinero no era lo más importante del mundo, pero si podías
hacer cosas maravillosas con él. Sabía que pedirle a Max que
costeara la universidad sería algo descarado de mi parte, pero
necesitar avanzar y él era el último escalón que necesitaba para
llegar a mi sueño.
Le estaría agradecida toda la vida, eso no se discutiría jamás.
Llenar papeleos, mudarme e instalarme y comprar algunos libros
para empezar a estudiar antes de tener mi primer día me llevó
exactamente dos semanas y el comienzo de una tercera.
Las citas con el psicólogo me ayudaban y me vio bastante
entusiasmada, eso era alentador tanto para mí como para
él. Quizás aferrarme a aquella nueva oportunidad era lo que
necesita, aunque ahogarme en ella era lo que temía.
Coloqué el último libro en un estante particular y sonreí,
orgullosa. En mi habitación había dos camas separadas, con una
mesa de luz y un enorme ventanal en el medio que daba vista al
campus.
Lo bueno es que había ingresado a tiempo para empezar a
realizar la carrera. Era como si el destino me estaba sonriendo.
Tenía mi ropa organizada y colgada en perchas. Mi compañera
de habitación ingresó con su última caja de mudanza que le
había quedado pendiente y me sonrió.
—Listo, finalmente me he mudado a la universidad y con un
cansancio inexplicable —me dijo, animadamente, colocando la
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Capítulo 12
—¿Vas a atender o te vas a mirar mirando la pantalla?
La pregunta de Max me sacó de aquel transe en el que estaba
sometida. No sabía qué hacer, el pánico aumentaba a grandes
pasos y yo lo único que quería era que me dejara en paz.
No la tenía agendada, pero algo me decía que era ella. Nadie me
llamaba, no tenía amigos, solo hoy había agendado a Amanda,
mi vecino Hardy y a Max.
Sabía que era ella, sabía que era mi madre. Le tenía miedo,
porque desobedecerla era lo peor que podía hacer.
Apreté el botón táctil rojo para cancelar la llamada. No quería
atenderla, aunque la culpa me iba a torturar de por vida.
—Veo que tú y tu madre no se llevan bien — comentó Max, y
luego apretó los labios.
-No. Ella no debe ser dónde estoy. La perra de Rose le habrá
dicho — carraspeé, llevándome las manos al rostro.
Quería chillar.
—¿Qué lío familiar escondes, Grey? —Sonrió, confuso.
—Uno que es imposible de creer.
Otra llamada entrante me sobresaltó del susto. El mismo
número haciendo vibrar mi celular que estaba encima de mis
muslos. Si atendía registraría la ubicación y me encontraría en un
abrir y cerrar de ojos.
Ay no.
—Me quiero morir —mascullé, molesta.
—No digas eso porque sabes que esas palabras saliendo de tus
labios no suena cómo un decir—me reprochó, molesto.
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Capítulo 13
Fui la primera en despertar. Amanda, mi compañera de cuarto,
seguía durmiendo plácidamente y cada tanto la veía sonreír
debido a algún sueño que yo desconocía.
El sol del amanecer ingresaba por la ventana, y las imágenes de
la noche anterior con Max comenzaron a golpearme a medida
que iba despertándome.
Eran las ocho de la mañana, me sorprendí, ya que no era
habitual en mí despertarme tan temprano. Fui al baño,
me lavé el rostro, cepillé mis dientes y me di una ducha larga.
Con la toalla en mi cabeza, me puse unos vaqueros azules
ajustados y una camiseta blanca de manga corta. Cepillé mi
cabello mientras me miraba al espejo.
El cuarto de baño de la habitación era pequeño, sin demasiado
detalle y sencilla. Ducha, inodoro, etc.
Tomé uno de mis libros del curso de ingreso para adelantar algo,
mis plumones y me encaminé hacia la biblioteca que quedaba en
la última planta.
Antes de subir, cuando estaba a punto de subir un escalón,
pensé que aún no había desayunado, así que fui a la primera
planta y me compré un café junto unos panecillos rellenos. El día
era maravilloso con su cielo azul y sentía todo a mí alrededor se
irradiaba de buen humor, había varios estudiantes en varias
mesas en el enorme predio de la universidad, puestos de
comidas internos y varias personas ya se encontraban
estudiando con sus grupos de amigos.
Me sentí culpable por lo de anoche al instante, Max me había
dado tantas cosas y yo me estaba comportando como una
imbécil. Pero la idea de saber que alguien más quería mi puesto
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Capítulo 14
—Rose se obsesionó conmigo apenas me conoció en la
adolescencia. Antes éramos buenas amigas, hasta que sus
sentimientos hacia mí cambiaron. Recibía suyas por debajo de la
puerta de mi habitación, me esperaba una salida de la escuela y
comencé a alejar a los chicos que me gustaban sólo porque
quería tener para ella —le conté, con un nudo en la garganta—
. Literalmente se ocupaba de alejarme de las personas que
quería, incluso de mis amigas de la escuela. Viví con ella y su
padrastro durante un tiempo, mi madre se había enamorado de
él. Creo que fueron los tatuajes lo que decía captado su atención,
él no era muy lindo que digamos. Mamá se iba por semanas,
meses y me dejaba con ellos dos. Él me trataba como si fuera
mierda en el zapato, mientras que Rose pisaba mis talones con
su estúpida obsesión. Fue un calvario el cual no quiero
recordar. Más de una noche encuentran a Rose oliéndome el
cabello o mirándome dormir. Tuve que empezar a cerrar la
puerta con llave.
Max se apartó, sorprendido y sin dejar de prestarme atención.
—Todo se fue a la mierda cuando una noche me olvidé de cerrar
la puerta con llave, y me desperté al ver que estaba
manoseándome los pechos —recordé, mirando algún punto del
pasillo a oscuras—. No tardé en huir de aquella casa. Una viejita
me dio hospedaje en su apartamento antiguo una tarde en el
que me encontró revolviendo su basura. Pocos años después, la
anciana murió sola, sin hijos y yo terminé viviendo allí, donde
deseé colgarme una vez. Mi vida iba en decadencia ...
—No creí que la historia entre ustedes fuera alto tan turbio, Ada
—admitió él, con voz queda—. Lo que te hizo ella fue acoso
agravado, te estaba tocando sin tu consentimiento ... voy a
encargarme de ella, la voy a alejar de ti cuanto antes.
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Capítulo 15
Antes de que Max apareciera en mi vida, no me había imaginado
nunca encontrarme en esa situación. Me sentía algo emocionada
por conocer a un hijo de mi madre, ya que no recordaba haber
tenido una oportunidad así.
Digamos que conocer a uno era un privilegio y no sabía si
generar expectativas sobre dicho encuentro era algo bueno para
mí, así que intentaba tomarlo con calma.
Yo no sólo era mitad humana y mitad diosa, mi madre se había
relacionado con un hombre al cual nunca conocí y tampoco me
interesó conocer por miedo a que me rechazara. Era de
esperarse que mi emoción aumentara a medida que me
acercaba al sitio donde se encontró Príapo.
Subía hacía el segundo piso del barco, donde las paredes del
pasillo de las escaleras eran tan estrechas que por poco me
rozaba los brazos. Olía a una mezcla de tabaco, ambientador de
flores y madera. Las luces del techo eran amarillentas, tanto que
me cansaban la vista.
Llegué a una puerta de madera clara que estaba ubicada en el
último escalón y toqué el botón de un pequeño timbrecito, ya
que golpear con el puño no me ayudaría de nada por la música
tan alta.
No tardó en aparecer un hombre enorme y canoso de traje, con
pinta de pertenecer al equipo de seguridad de Príapo cuando se
abrió tan sólo un poco la puerta.
—¿Y tú quién eres? —Fue lo primero que me preguntó el
guardia, mirándome de arriba abajo y con desconfianza.
—Hermana de Príapo. Soy Ada Grey — contesté, sería.
-Mmmm…
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Capítulo 16
-No. Definitivamente no.
La voz autoritaria de Max fue cortante y parecía no permitir una
contradicción, eso nos alteró a mí ya Amanda. Estábamos fuera
de la fiesta, contra el barandal del barco que navegaba
pacíficamente y me demostraba lo tenebroso que podía verse el
agua a oscuras en plena noche. Traté de no mirar a mi alrededor
y centrar mi rostro en el refunfuñón de mi Sugar Daddy.
—¿Quieres ese maldito negocio o no? —Le espeté, insistente.
—¡Sí, pero no exponiéndote ante pervertidos millonarios! —
Exclamó, furioso—. Discúlpame por lo que voy a decir, Ada, pero
tu hermano Príapo es un imbécil —volvió a darle otra calada al
cigarrillo, mientras se movía nervioso, de un lado a otro.
—Ya me he expuesto con un pervertido millonario y no me ha
salido nada mal —comenté por lo bajo, mientras le daba un
sorbo a mi soda.
Max me fulminó con la mirada.
—¡¿Crees que soy un maldito pervertido, Ada?! —me gritó,
consternado.
—Te falto lo millonario —le recordé, rodando los ojos—. Sólo
pretendo devolverte el favor con algo tan simple como bailar por
unos minutos y listo. Tú ganas el negocio y me ayudas a
agradecerte por todo lo que estás haciendo por mí.
—Yo no tengo problema en bailar contra un caño junto a mi
compañera de cuarto sexy —soltó Amanda, tratando de no reírse
para no enfurecer más a Max —. Sólo verán un par de pechos
míos, nada más. No es la gran cosa.
—¿Qué?¡Tú no bailaras, Amanda! Jamás te pediría una cosa así,
sólo iré yo —le dije, en tono serio.
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—¿Tan temprano?
Max y yo nos volteamos a ver a Príapo, quien se había acercado
con dos matones que lo acompañaban con gesto duro y con
mirada soberbia.
Un leve escalofrió recorrió mi cuerpo y no sé por qué, en vez de
sentir calma, estaba inquieta por la presencia de mi hermano.
—Sí, nos vamos. Gracias, fue una linda fiesta —soltó Max, quien
parecía algo molesto por su presencia.
Max se puso frente a mí, creando una especie de barrera entre
Príapo y yo. Maldición, aquel encuentro no me daba buena
espina.
—Pero si acaban de llegar ¿qué apuro hay? —soltó mi hermano,
con aire relajado y fingiendo tristeza—. Veo que no te ha
convencido mi propuesta, bella Ada. Así que puedo proponerte
algo mejor.
—He dicho que no —le dijo Max con voz firme y a la defensiva,
dando un paso hacia delante —. La señorita Ada se ira conmigo y
rechaza todo tipo de propuesta que provenga de usted.
Príapo se echó a reír y sus matones lo imitaron, como si no le
tuvieran miedo.
—Oh tranquilo pelirrojo, que mi propuesta te involucra a ti
también. Quiero que tú y Ada bailen para mí.
Max y yo cruzamos miradas, algo atónitos.
—¿Qué? —soltamos con Max al unisonó.
—Creo que la belleza de ambos representa al infierno y a la
divinidad, quiero ver ese espectáculo con una copa de vino en mi
mano—nos respondió él, manteniendo su humor en la cima y
como si disfrutara de nuestras emociones.
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Capítulo 17
Fue algo brusco ver cómo Penélope le propinaba una bofetada a
su hija Amanda, quien se había quedado descolocada por la
reacción de su madre. Yo tragué con fuerza y no sabía si
marcharme para darle privacidad, aunque ver a Max a la
distancia fue lo que necesita para alejarme de ellas y dejarlas
sola mientras discutían. Las personas estaban demasiado
ocupadas bailando y bebiendo como para percatarse de la
discusión entre madre e hija.
Cuando me estaba por alejar de ellas, Penélope me sujetó del
brazo, tomándome por sorpresa.
—Tú y yo tenemos una charla pendiente, no lo olvides —me dijo
ella, como recordatorio.
Le estaba por responder que ella y yo no teníamos nada que
hablar, pero quería alejarme de ambas así que, sólo asentí y me
fui a buscar a Max.
Tuve la intuición de que se vieron en el baño privado de Príapo,
donde antes él y yo nos encontrábamos, pero al ver que la
puerta estaba algo entreabierta, me atreví a mirar por aquel
espacio que se me permitía. La idea era comprobar si Max estaba
allí, pero lo que vi me dejó atónita. No estaba solo ... Rose estaba
con él, discutiendo.
¿What?
Se me encogió el corazón cuando vi que Rose lo embistió con un
beso y los ojos de Max, abiertos, se encontraron con los míos. Él
la empujó, alejándola al instante y como reacción.
—¡Ada!
Lo escuché gritar con voz potente, llamándome, pero yo ya no
quería saber más nada. Dos besos en una noche con dos
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Capítulo 18
Hace siglos atrás, un grupo de mujeres organizó un encuentro en
un bosque aprovechando que sus hombres se encontraban
sumergidos en una guerra de la que quizás, no regresaría la
mayoría.
El objetivo que tenían ellas era reunirse para debatir qué harían
con Afrodita. Estaban hartas de aquella diosa que se metía con
hombres casados, que se enamoraban, que se perdían en ella
con gran fascinación por la belleza que poseía.
Cegadas por los celos, por sentir aquella sensación de que
estaban perdiendo a sus hombres por culpa de esa diosa, las
mujeres decidieron invocar a la diosa relacionada con la
venganza de nombre Némesis.
Es conocida en la mitología como envidia, ya la cual se le
considera como la diosa de la justicia, la solidaridad, la venganza,
el equilibrio y la fortuna. La función de la diosa Némesis o
Envidia, es la de castigar a todos aquellos que no cumplan las
órdenes de las personas a las que deban obedecer.
También intenta que exista un equilibrio en la vida de las
personas entre lo que podríamos considerar la buena o mala
suerte, o los buenos y los malos momentos. Pero sobre todo es
famosa por castigar con dureza la infidelidad en las relaciones de
amor. Solía ser representada en las obras de arte como una
mujer con alas de ángel, que a veces lleva una corona y otras
veces un velo cubriéndole la cabeza, además también se la suele
representar con una rama de manzano en una mano y una rueda
de carro en la otra.
En esa oportunidad, Némesis se presentó ante la insistencia y el
ritual de las mujeres. Bajó con sus alas desde algún punto del
cielo azul y aterrizó en las hojas descompuestas del otoño.
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…
Llegó la noche y con ella mis ganas de dormir. Max no me había
enviado ningún mensaje, así que supuse dos opciones: se estaba
acostando con mujeres o tenía mucho trabajo como para
hablarme.
Me costaba admitir que lo extrañaba un poco pero también tenía
que limitar mis sentimientos hacia él porque podría ser
catastrófico para mi corazón y bienestar. El psicólogo me dijo
una vez que lo que niegas te somete y lo que aceptas te
transforma.
¿Eso implicaba admitir que extrañaba a Max y deseaba dormir
acurrucada a su lado? ¿Eso me transformaría? Tenía motivos
para hacer una mezcla de amor y odio hacia su persona. Digamos
que había un cincuenta-cincuenta con él.
Él me follaba como los dioses, me provocaba fuegos artificiales
en mí interior.
Personas con las cuales había fallado nunca me hicieron sentir de
esa forma. Así que, Max era único e inigualable en la cama. Eso
no se discutía.
Agotada, abrí la puerta de mi habitación y me encontré con
Adam, quién se encontraba leyendo un libro en su cama con los
lentes de lectura puestos y parecía bastante concentrado en su
lectura. La única luz que se encontraba encendida era la del
velador de la mesa de noche que compartíamos. Cada quien
tenía su cajón para guardar sus cosas. La habitación parecía en
calma y con una temperatura agradable.
Adam levantó la vista apenas cerré la puerta y me apoyé en ella,
mirándolo, pensativa.
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Capítulo 19
Cuando salí de la ducha, Adam se vieron ya acostado y apunto de
dormir. El silencio del campus era tan relajante como
inquietante. Apenas me vio me clavó los ojos y yo me sentí
incómoda. Así que hice de cuenta no haberlo visto y me acosté
en mi cama.
—A veces puedes follar con una persona fija sin estar en una
relación formal — le dije, porque sabía que tenía la intención de
seguir husmeando en mi vida.
—Sí, yo también suelo follar con mujeres muy seguido y no tengo
nada con ellas.
—Me mentiste — le dije, mientras acomodaba mi almohada para
luego colocarla detrás de mi cabeza.
—¿Eh?
—Me mentiste — le repetí—, me dijiste que yo fui la primera
mujer con la que estuviste.
Adam humedeció sus labios y su rostro se puso como el de un
tomate.
—Pude haberme acostado con otras mujeres después de ti ¿no
crees?
—Por supuesto que lo creo. Eres un chico muy apuesto.
—¿De verdad lo crees, Ada?
Asentí con una pequeña sonrisa y él pareció sentirse orgulloso
por mí comentario.
—Que una chica como tú me lo diga, es muy reconfortante—me
dijo, con aire tranquilo.
—¿Y cómo es una chica como yo?
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—No hace falta decir que eres muy pero muy guapa y aparentas
ser una persona fría pero muy interesante. Eres preciosa en
varios sentidos y eso es lo que tú eres, perfección. Y me cuesta
entender que un hombre no te pida para salir, para ser algo más
y no solo para follar.
Sus palabras me hicieron sentir bien y a la vez, me hicieron
pensar en la relación que yo y Max teníamos. Él solía ser un galán
con muchas mujeres, cuando íbamos a comer juntos, las chicas
lo devoraban con la mirada y sabía que tenía varias mujeres
agendadas en su celular. Mujeres no le sobraban. Un mujeriego
con todas las letras y yo sin saber qué hacer con él.
—¿Por qué atarme a un hombre solo para follar, cuando puedo
hacerlo con más de uno? —le dije a Adam.
—Me parece que esa pregunta fue más para ti…que para mí.
Él quiere solo una relación así ¿Quién soy yo para pedirle más?
¿Con todo lo que me ha dado? Si no sale de él, pues yo no sé lo
pediré. Ya estaba harta de pedirle cosas a Max. Era hora de que
él me rogara a mí. Si tanto él me decía en la cama que era suya,
necesitaba pruebas suficientes como para creerlo.
Septiembre es uno de los meses favoritos en Nueva York.
Mientras el calor se evapora poco a poco, todo el mundo parece
dispuesto a disfrutar de los últimos coletazos del verano y de la
vida al aire libre.
Se hicieron las doce y el 25 de septiembre llegó con otro año más
de vida. Mi cumpleaños número veinte me recibió con una lluvia
torrencial a las 00:00 horas. Miraba las gotas golpear en mi
ventana, con los brazos cruzados y sin saber qué hacer conmigo
misma. La única luz encendida era la del velador.
—Feliz cumpleaños a mí —me dije, mientras sostenía un
pequeño muffin con una vela encendida.
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¿Por qué tenía tantas ganas de llorar cuando oía su voz? Dios,
Max me estaba afectando demasiado.
—¿Por qué me llamaste? —le pregunté, apoyando mi cabeza
contra la puerta del cubículo y con mis ojos cerrados.
—Feliz cumpleaños amor —murmuró, con voz sensible.
Se me detuvo el corazón y las lágrimas y la angustia pareció
aumentar en mi interior. Aquel nudo en la garganta quería
quedarse atorado, no quería irse. Yo no podía seguir con ello, yo
no podía seguir con el corazón latiendo por él cuando sabía que
su intención era otra.
—Max...
—¿Sí?
—Yo ya no quiero ser tu Sugar baby.
—Repítelo de nuevo —percibí un temblor en su voz.
—¡Yo no puedo y no quiero ser lo más!¡No vuelvas a buscarme!
Colgué la llamada antes de que él quisiera insistir. Me eché a
llorar.
(Max)
Tuve que obligarla a repetirlo porque no podía darle crédito a lo
que había escuchado de su boca. De su dulce e inmaculada boca.
Me encontraba en mi apartamento, en la soledad de este y sólo
su voz, su preciosa voz, podía darme esa paz que yo necesitaba
en mis días sofocados de labor y estrés.
Ada Valentina Gray, ese era su nombre, un nombre que a mi
parecer irradiaba valentía, decisión y seducción. Desde muy
pequeño analizaba los nombres de cualquier persona que
conociera y el de ella era mi preferido.
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Capítulo 20
Había invocado a mi madre un día antes de mi
cumpleaños. Tenía la obligación de visitarme por cumplir un año
más en la tierra y aproveché su presencia cuando la tuve en mi
habitación. Así que solicite su visita antes. La belleza de Afrodita
era tan incandescente como frustrante, ya que cada movimiento
de mano que hacía al hablar, le da un toque exagerado pero que
combinaba con su personalidad.
Tenía la costumbre de aparecer con prendas blancas. Aquella
tarde apareció ante mí con un vestido largo que le cubría los pies
y con un escote prenunciado. Una hebilla de oro rodeaba su
cintura y su cabello rubio y ondulado le llegaba a las caderas.
Vino hacia mí y me abrazó. Había cerrado la puerta con llave por
si Adam la abría de golpe.
—Nunca me llamas antes para que te salude para tu cumpleaños
— me dijo, con su voz peculiar y cantarina.
—Necesito un favor, mamá.
—Y cómo siempre necesitas algo — replicó, poniendo los ojos en
blanco y cruzándose de brazos.
Su comentario pudo provocar un grito en el cielo por parte
mía. Pero opté por mantener mi compostura.
—Solo te veo en mis cumpleaños y cuando necesites decirme
algo. Creo que puedo pedirte algo, me trajiste a este mundo sin
nada — espeté.
—¿Y qué es lo que necesita mi bella hija?
—Necesito saber cómo encontrar a Cupido.
Afrodita frunció el entrecejo y me miró de arriba abajo. Carajo.
—Yo no puedo hacer eso hija.
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Capítulo 21
—¡Por favor, no puedes echarme sin darme una explicación! —
Lloriqueé, mientras Miranda me empujaba hacia la puerta,
enfurecida.
—¡No voy a meterme, ese secreto no me corresponde revelarte
lo a ti!
- ¡Por favor! —Le supliqué, desesperada antes de que abra la
puerta de la entrada — ¡Dime quién es Max!
—¡Lo único que tengo para decirte es que debes olvidar a esa
cosa!
¿Cosa? Tomó mi abrigo de mala manera y me lo lanzó, y yo lo
atajé rápidamente con mis manos.
—¡Puedo darte dinero para que me des información! —Le grité,
insistente.
—¡Ni todo el puñetero dinero del mundo me salvaría del
inframundo!
—¿Cosa? ¿Inframundo? ¡¿Max no es humano?! - le pregunté,
mientras lograba con la fuerza de sus manos sacarme fuera.
Abrió la puerta y me sacó a la entrada.
—¡No regreses hasta que te olvides de él!
Y con un azote de puerta, Miranda me hizo entender que
quedaba afuera de todo aquello. Si la hija de Cupido no podía
ayudarme a enamorarlo de mí… ¿qué era Max?
Había algo que tres personas relacionadas con la divinidad me
han pedido a gritos: Aléjate de Max.
Presente.
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Capítulo 22
Me observé en el espejo. Me recogí el cabello en un moño flojo
que caía con bucles en las puntas sobre mi hombro. Opté por un
vestido color pastel que compré en una tienda que no estaba
demasiado lejos del campus. La universidad no estaba tan lejos
del centro de New York, y eso era favorable porque cada vez que
se necesita algo para una ocasión, las tiendas estaban abiertas a
la mañana.
Por lo que calculaba, Max pasaría a recogerme a la una de la
tarde, así que sólo me quedaba una hora para alistarme. Si
lograba hacerlo, marcaria mi propio récord. Entre el maquillaje,
el peinado y colocarme los zapatos, terminé a tiempo.
El vestido color rosa pastel tenía tirantes finos, un delicado
escote en V, un cinturón de oro que rodeaba mi cintura y la parte
baja tenía volados muy bonitos. Apenas lo vi en la vidriera me
enamoré perdidamente de él.
Me puse un collar de piedras falsas y unos aretes de perla, más
unos zapatos de tacón blanco que ya lograba dominar. Solté un
suspiro frente al espejo del baño, con el ánimo confundido. Tenía
tantas cosas en qué pensar sobre Max.
Quería saber su identidad, quería saber quién era y por qué era
tan atroz relacionarme con él. Ya iban tres personas
advirtiéndome sobre él y tenía miedo de estar equivocándome.
Pero ... no quería y no podía apartarme de él. No podía sacarme
de la cabeza sus palabras “Verte dormida me ha hecho entender
que te quiero para toda la vida”.
Max, hablándome de la eternidad, me resultaba algo shockeante
¿sus palabras eran ciertas? En ningún momento me había pedido
que vuelva a hacer su Sugar baby, no de una forma literal. Sino
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...
Una 4x4 oscura estacionó frente a mí y bajó la ventanilla de la
parte del conductor. El auto era tan negro y alto que me
sorprendió por su monstruosidad. Tan reluciente e impecable...
—¿Subes o te vas a quedar mirando el coche? —se burló Max,
mostrándome su encantadora sonrisa.
—Es extraño no verte con chofer —le dije.
—Quiero ser digno de llevarte yo esta vez—coqueteó, tras
darme un guiño de ojo. Apretó algo de la puerta y esta se abrió
ante mí —. Sube, preciosa.
Tuve que subirme con cuidado al coche para que no se me viera
nada debajo del vestido en plena entrada de la universidad. El
día estaba espectacular y claramente el clima ayudaba al festejo
de una boda de la hermana desconocida de Max.
Era normal en mí tomarme todo con calma y no enloquecer por
cada noticia que provenía de él. Aunque, algo en mí había
cambiado cuando lo miraba. Max era alto y viril, llevaba unos
pantalones de traje, con una camisa blanca y una corbata oscura.
Estaba tan guapo y acorde para la ocasión que me era imposible
no pensar en su cuerpo detrás de las telas. Tenía la barba
rebajada y el cabello perfectamente peinado.
Apenas me subí al coche y cerré la puerta, Max se detuvo su
mirada en mí para poder observarme. Sonrió por algún motivo
inexplicable y volvió a recorrerme el cuerpo, subiendo
finalmente hacia mi rostro.
—Soy un idiota si te dejo ir —sentenció, pensando en voz alta e
inclinó su rostro sobre el mío para comerme la boca de un beso.
No sé qué pensamientos estaban navegando por su mente, pero
sólo sé qué me estaba besando como si lo necesitara. Max se fue
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Capítulo 23
Una enorme carpa blanca estaba en el medio de un jardín
impresionante. La fiesta era en un enorme salón al aire libre y
elegido como sitio el alrededor de las plantas, árboles y flores de
colores que pronto estarían por morir por el comienzo del
otoño.
Había un montón de globos con tonos claros en la entrada del
jardín, mesas redondas de vidrio con decoración floral en el
centro. Había muchos camareros que se movían de aquí a allá,
con sus vestimentas de pingüino. En el centro del jardín había
una gran alfombra roja hasta un precioso altar con una preciosa
mesa larga de mantel blanco y un arco con flores artificiales. En
un extremo del espacio había una barra donde se servían
bebidas y había varias mesas con diversas comidas e incluso una
cascada de chocolate.
Los invitados iban llegando de a poco, con sus regalos y trajes y
vestidos de etiqueta. La elegancia y la riqueza estaban ante mis
ojos, me sentí intimidada por eso.
Sujetaba el brazo musculoso de Max mientras nos
encaminábamos a nuestra mesa asignada. Las sillas estaban
cubiertas por una tela blanca y una cinta dorada con un moño
detrás del respaldo. Sobre la mesa había platos carísimos,
cubiertos por montones y ni hablar de las diversas copas de
tamaños distintos.
—Sigo enojada contigo por no decirme que tenías una hermana
—lo regañé en un murmuro, molesta.
—Emilia no es mi hermana de sangre —aclaró -. Mis padres y sus
padres son amigos de toda la vida, así que crecimos juntos en
Argentina. Luego, yo me mudé a Estados Unidos y varios años
después ella también. Estudió periodismo deportivo en Chicago y
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Capítulo 24
Tiempo atrás ...
Zeus, Poseidón y Hades, echaron a suertes el gobierno del
universo. Hades se llevó la peor parte, el oscuro inframundo. No
solo porque era el reino de las sombras y los muertos, sino
también porque debería vivir allí, y no en el Olimpo. De hecho, se
cree que su nombre deriva de Aidoneo, el “no visto”. Por otro
lado, la casa de Hades, conocida posteriormente como el Hades
a secas, no era un infierno a la manera cristiana, es decir, un
presidio para castigar a los mortales “malos”, sino simplemente
la morada de todas las almas.
Desde hace siglos, las cuatro estaciones han ido articulando el
calendario. Ahora ya sabemos que vienen determinados por las
posiciones de la órbita terrestre en relación al Sol, dando lugar a
los solsticios y los equinoccios: solsticio de invierno y de verano,
y equinoccio de primavera y otoño. Pero desde la mitología
griega ya se buscó una explicación al fenómeno que produjo los
cambios meteorológicos. El mito del rapto de Perséfone es lo
que da origen a las cuatro estaciones.
Perséfone era la hija de Zeus, dios del Olimpo y de Deméter,
diosa de la agricultura. Hades, hermano de Zeus y señor del
inframundo se encaprichó de ella. El relato mitológico recrea
como un día que Perséfone se fueron recogiendo flores con unas
ninfas fue raptada por Hades.
Estaban destinados a permanecer alejados, pero amarse en
secreto. Nunca se hubiera imaginado que la diosa de la belleza y
el amor, cayera en las redes de Hades, el dios del inframundo.
Aunque
Cuentan que Deméter cayó en una profunda depresión, dejando
de cumplir sus obligaciones divinas, consistentes en el cultivo de
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Capítulo 25
Max Voelklein me llevó a su apartamento que era igual de
grande que un piso del edificio del campus. Abrió la puerta con
desesperación, conmigo en brazos con mis piernas rodeándole la
cintura, buscando el picaporte con sus manos y logró hacerlo.
Aunque él me sonreía, alegre y con la punta de su nariz pegada a
la mía. Yo fingía que todo estaba bien y que no se me partía el
corazón verlo de aquella forma. Tenía mis manos acunando su
rostro perfecto, sosteniéndolo a cada lado de su
mejilla. Mientras tanto él, buscaba mis labios con
desesperación. Recorría sus manos en mi espalda y me llevaba
algún sitio de la casa. Besaba mi rostro, devoraba mi cuello,
provocándome un inexplicable cosquilleo tan intenso como
delicado.
—Te necesito —jadeó, besándome el mentón y dándole un
ligero mordisco que me hizo soltar la respiración -. Te necesito
siempre, hermosa mía. Mi reina, mi diosa. Mi todo.
Un nudo en mi garganta se instaló en ella. Mi dolor era grande
que aún seguía muda, distante pero dispuesta a pasar un último
día con él. Pegó mi espalda contra la pared más cercana, sin
dejar de besarme y buscando el cierre de atrás del
vestido. Sentía su erección muy por debajo de mi abdomen,
llegando a mi puente de venus y el deseo en mi interior comenzó
a aumentar con aquel roce suyo.
Entonces, con la respiración trabajosa, ambos nos detuvimos y
nos miramos, buscando los ojos del otro.
—Ada, te siento distante ¿estás bien? —Me preguntó,
preocupado y acariciándome la mejilla con su dedo pulgar.
¿Qué decirle? ¿Qué explicarle? Estaba tan perpleja por todo lo
que me había enterado que no era capaz de soltar palabra.
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Capítulo 26
Miré a Max, perpleja. Palidecí y titubeé varias veces, no siendo
capaz de formular palabra por más que lo intentara. Intentaba
buscar las palabras correctas, las palabras exactas para aquel
momento, pero no era posible.
Max, sin embargo, esperaba oír una respuesta que escapara de
mis labios sonrosados. Ambos estábamos en las penumbras y la
luz de emergencia azulada se había encendido de golpe, creando
un ambiente algo apagado que no nos importó en absoluto ya
que estábamos en nuestro propio mundo.
El agua de la ducha seguía corriendo, ruidosa y tibia sobre
nuestros cuerpos. Max se apartó y pegó su espalda contra la
pared, con el cuerpo desnudo, mirándome, esperando una
respuesta. Tuve que concentrarme carbonatado en su rostro y
no desviar la mirada hacia sus partes íntimas. Parecía no
importarle estar desnudo frente a mí. Saliva tragué.
—¿No me amas? ¿Por eso no responde? —Apretó los labios y se
echó el cabello mojado hacia atrás con ambas manos, frustrado.
—Te amé desde el primer día —le confesé, con lágrimas
brotando de mis ojos y con una sonrisa fugaz, tonta.
Rápidamente me miró, sin poder dar crédito de lo que había oído
y vi como una sonrisa iba naciendo lentamente de sus labios.
—Dime que no es un sueño y que soy correspondido —volvió a
acercarse a mí, tomándome de los brazos y buscándome los
ojos—. Dilo de nuevo.
—Te amo, Max — sonreí, tonta y sintiendo que estaba en un
sueño hermoso del que no quería despertar.
Me dolía el rostro de tanto sonreír, ese imbécil me tenía
enamorada y no podía creer que las cosas se hubieran
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—Yo...
—No todo es follar en mi vida, no voy por ahí y me tiro a
cualquier chica que veo o le endulzo la oreja para que lo haga —
me aclaró, con voz dura —. Tengo sentimientos, soy maduro si
me lo propongo, no un maldito fuckboy.
Tragué saliva, y ahora me sentía culpable. Mis manos se
entrelazaron y agaché la vista, sintiéndome tonta.
Max se acercó a mí y me levantó el mentón con dos de sus dedos
para obligarme a mirarlo a los ojos.
—Yo sé cuándo y cómo sentar cabeza. Y lo quiero hacer contigo
porque a lo largo de mis treinta y cinco años no he encontrado a
ninguna mujer cómo tú, mi Ada —su voz era suave y cálida —.
Nadie te llega a los talones. Eres lista, super inteligente y tienes
una belleza inigualable. Sería un idiota si te pierdo. Quiero
ponerte en un pedestal y darte el mundo, amor mío.
Los ojos se me empañaron y un nudo gigante se instaló en mi
garganta. Cerré los ojos tan sólo un instante, soltando una
lagrima que cayó sobre las sabanas de Max.
—Si tanto me amas como dices ¿serías capaz de responder una
pregunta?
—Lo que sea.
—Pero me dirás la verdad ¿no?
—Dilo.
Tomé todo el valor de mundo y finalmente lo solté con todo el
dolor del mundo.
—¿Eres humano?
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Capítulo 26
Miré a Max, perpleja. Palidecí y titubeé varias veces, no siendo
capaz de formular palabra por más que lo intentara. Intentaba
buscar las palabras correctas, las palabras exactas para aquel
momento, pero no era posible.
Max, sin embargo, esperaba oír una respuesta que escapara de
mis labios sonrosados. Ambos estábamos en las penumbras y la
luz de emergencia azulada se había encendido de golpe, creando
un ambiente algo apagado que no nos importó en absoluto ya
que estábamos en nuestro propio mundo.
El agua de la ducha seguía corriendo, ruidosa y tibia sobre
nuestros cuerpos. Max se apartó y pegó su espalda contra la
pared, con el cuerpo desnudo, mirándome, esperando una
respuesta. Tuve que concentrarme carbonatado en su rostro y
no desviar la mirada hacia sus partes íntimas. Parecía no
importarle estar desnudo frente a mí. Saliva tragué.
—¿No me amas? ¿Por eso no responde? —Apretó los labios y se
echó el cabello mojado hacia atrás con ambas manos, frustrado.
—Te amé desde el primer día —le confesé, con lágrimas
brotando de mis ojos y con una sonrisa fugaz, tonta.
Rápidamente me miró, sin poder dar crédito de lo que había oído
y vi como una sonrisa iba naciendo lentamente de sus labios.
—Dime que no es un sueño y que soy correspondido —volvió a
acercarse a mí, tomándome de los brazos y buscándome los
ojos—. Dilo de nuevo.
—Te amo, Max—sonreí, tonta y sintiendo que estaba en un
sueño hermoso del que no quería despertar.
Me dolía el rostro de tanto sonreír, ese imbécil me tenía
enamorada y no podía creer que las cosas se hubieran
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—Yo...
—No todo es follar en mi vida, no voy por ahí y me tiro a
cualquier chica que veo o le endulzo la oreja para que lo haga —
me aclaró, con voz dura —. Tengo sentimientos, soy maduro si
me lo propongo, no un maldito fuckboy.
Tragué saliva, y ahora me sentía culpable. Mis manos se
entrelazaron y agaché la vista, sintiéndome tonta.
Max se acercó a mí y me levantó el mentón con dos de sus dedos
para obligarme a mirarlo a los ojos.
—Yo sé cuándo y cómo sentar cabeza. Y lo quiero hacer contigo
porque a lo largo de mis treinta y cinco años no he encontrado a
ninguna mujer cómo tú, mi Ada —su voz era suave y cálida —.
Nadie te llega a los talones. Eres lista, super inteligente y tienes
una belleza inigualable. Sería un idiota si te pierdo. Quiero
ponerte en un pedestal y darte el mundo, amor mío.
Los ojos se me empañaron y un nudo gigante se instaló en mi
garganta. Cerré los ojos tan sólo un instante, soltando una
lagrima que cayó sobre las sabanas de Max.
—Si tanto me amas como dices ¿serías capaz de responder una
pregunta?
—Lo que sea.
—Pero me dirás la verdad ¿no?
—Dilo.
Tomé todo el valor de mundo y finalmente lo solté con todo el
dolor del mundo.
—¿Eres humano?
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Capítulo 27
Éramos dos personas adultas encerradas en una habitación sólo
porque a una se le había ocurrido. Max estaba mirándome fijo,
cómo si tratara de leerme los pensamientos. Ja, ojalá pudiera
hacerlo así terminábamos con todo aquello de una maldita
vez. Sabía perfectamente que aquel intento de relación
cambiaría para siempre si le decía la verdad. Yo creo que solía
saber quién era él, de quién se trataba, pero dependía
únicamente de que me lo confirmará o no.
—¡¿Vas a quedarte ahí sin darme explicaciones?! - me gritó,
furioso.
—¡Me bajas el maldita tono, Max! —Le grité aún más fuerte,
abriendo uno de sus cajones para buscar una de sus remeras
negras que me llegaban hasta las rodillas — ¡Te diré la verdad
cuando estés malditamente calmado!
—¡Estoy calmado!
—Si claro, eso es estar calmado para ti.
Encontré una y no tardé en ponérmela. Cerré el cajón con fuerza,
enojada.
No sé quién eres y qué quieres de mí, pero si esto es un maldito
juego para arrastrarme al Inframundo…
—¿Qué? ¡Entonces lo confirmas, eres el hijo de Hades! —Me
calcé los zapatos que había llevado al casamiento.
Que gran combinación la mía. Pero no era momento de fijarme
en mi atuendo, sino en la maldita revelación que Max me estaba
soltando en la cara, luego de hacer el amor.
No sabía cómo me sentía exactamente en aquel momento, lo
único que quería hacer era irme de allí. Quería escapar por
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Mi mano estaba encima del asiento del coche y sentí como una
de las suyas se acostaba en ella, para darle un leve apretón. Lo
miré, sin expresión alguna.
—¿Qué tan mayor debo ser para pedirte que seas
mi Sugar baby? —se río.
Gracias a Dios estaba bromeando porque si no le hubiera dado
un puñetazo en el rostro.
—Eres pequeño para esas cosas —le recordé, considerando qué
edad debía tener un Sugar Daddy.
—Sé que tú eres un año mayor que yo, pero de estatura...
—¿Te estás burlando de mi estatura? —me reí, sorprendida.
—Eres un elfo, Ada y yo soy mucho más alto que tú —una
sonrisa burlona floreció de sus encantadores labios.
El auto estacionó justo a tiempo como para que yo abriera la
puerta del coche, tomando por sorpresa a Adam. La nieve estaba
hasta el tope y no tardé en abrirme de brazos y mirándolo.
—¡Esta elfa te puede partir el culo! —le
grité, incitando claramente una pelea.
—¡Quiero ver eso! —no tardó en salir del coche a mi encuentro.
Antes de que se me abalanzara hice con mis manos una bola de
nieve considerable que no tardé en estamparle en el rostro con
un gran lanzamiento. Adam se quedó tieso y se cayó hacia atrás
contra la nieve.
—¡Ay no, dime que no tenía una piedra en la bola y que te he
matado! —exclamé, muerta de miedo.
Me acerqué a él rápidamente para ver si estaba bien y una fugaz
mano acorraló la mía y me lanzó contra el suelo. Chillé. Adam
había tirado de mí, cayendo encima suyo.
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Capítulo 28
Estaba lavando los platos en la cocina. Era una noche de sábado
agitada y estábamos repleto de clientes. Dios, eso era lo malo de
que el restaurante estaba ubicado en pleno centro de New
York. Las personas ingresaban, comían y se marchaban, para que
luego otros ocuparan el mismo asiento. Había intercambiado con
mi compañera April los roles, ahora ella estaba atendiendo las
mesas mientras yo lavaba los platos y los cubiertos.
Walter andaba merodeando por el lugar. Cada vez que podía caía
de sorpresa en el restaurante y observaba si todo marchaba
bien. Eso me tenía inquieta, ya que su presencia era lo más
grotesco que podía vivir. Apenas me enteraba que Walter ya
estaba aquí, sabía que un mal día se presentaría y que en
aquellas veinticuatro horas podría ocurrir cualquier cosa que
pudiera herirme.
No faltaba demasiado para cerrar, así que los platos no se
apilaban con tanta frecuencia. Entonces, Walter ingresó a la
cocina y mi corazón comenzó a latir con fuerza, mis piernas se
debilitaron y centré toda mi atención en el ciclo de enjuague con
mis manos espumosas y con olor a detergente.
—¿Te mandaron a lavar los platos, Cenicienta?
La voz rasposa y asquerosa de aquel tipo me provocó nauseas. Se
puso a mi lado, pero no lo miré, sólo me dediqué a centrar mi
atención en mi trabajo de porquería.
—Sí, señor —asentí, le dediqué una breve mirada con una
sonrisa que era más que una apretada de labios y volví mi
atención a los platos sucios.
Vi por el rabillo de mi ojo cómo uno de los encargados de la
cocina salió por la puerta trasera del restaurante para sacar la
bolsa de basura y entré en pánico cuando me di cuenta que
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Capítulo 29
(Máx.)
Lo único que hacía para soportar el dolor de perderla, era beber,
beber y fumar cómo un maniático sin control. Cómo si un estado
de ebriedad pudiera evadir mis ganas de ir a buscarla y hacerla
mía otra vez. Carajo. Tres meses sin ella, sin sus labios rosados,
delicados y sus preciosos ojos grises que me hacían temblar cada
vez que me los clavaba. Mis manos extrañaban el contacto con
su cuerpo, con su rostro de porcelana y que quizás, les faltaban
días de sol.
Pero lo que tenía cómo favorito eran sus enormes ojos intensos y
enmarcados por las pestanas más largas y naturales que podía
poseer una mujer sin maquillaje. Me sentí descolocado cada vez
que la veía, cada vez que besaba su cuerpo y ella se estremecía
bajo mi contacto. Aún sigue vigente tu rostro en mi cabeza. Ada
Gray tenía una belleza que ahora sí, tenía una explicación: nariz
respingona, pómulos marcados y su piel tan suave cómo una
pluma.
Bebo otro sorbo de mi wiski y lo apoyó en la barra del bar.
La extraño tanto. Se me llenan los ojos de lágrimas. Aún no
puedo creer todo lo que hemos vivido juntos y que las cosas
hayan terminado así, de aquella forma tan brusca. Si tan sólo
hubiera sabido que ella era la hija de Afrodita ...
Si tan sólo fuera una simple humana ...
Bebo otro sorbo. La música del fondo retumba sobre mi pecho.
Necesitaba un trago y quizás, a alguien que me hiciera olvidarla.
A alguien con quién follar porque sabía que aquella noche no
dormiría. No duermo desde su partida.
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Mi respiración se detuvo.
¿Había oído bien? Adam y yo intercambiamos miradas,
preocupados.
—La familia Voelklein siempre ha invertido en educación y al ver
que el señor Walter Voelklein se encuentra en Argentina, hemos
decidido invitar a su hijo.
Se me cortó el hambre, dejando los cubiertos sobre la mesa y sin
poder dar crédito de lo que había oído. Si tanto los dioses
querían alejarnos ¿por qué estábamos predestinados a
encontrarnos?
La mano de Adam tomó la mía por encima de mi regazo y le dio
un ligero apretón.
—He perdido el contacto de Maximiliano y me han comentado
que tú lo conoces, Ada —la señora Coleman se dirigió a mí y yo
levanté la vista rápidamente —¿Tú tienes su número de celular?
No quiero molestar a la señora Voelklein con aquella pregunta,
debe estar ocupada —se echó a reír.
Follando con su Sugar, seguramente, pensé. Creí que sería una
fiesta distinta, una despreocupada, pero al saber que la
presencia de Max estaría aquella noche, comenzaba a ponerme
nerviosa. No sabía cuándo se me presentaría la oportunidad de
verlo de nuevo. Jamás que creí que se tratara de aquella noche.
Tan sólo pensar en qué Max asistiría me dejaba con la
boquiabierta. Me daba cosa negarme a la petición de la señora
Coleman, quién era una de las cabezas importantes de la
universidad.
—Si, tengo su número de celular—le respondí, con una sonrisa
tensa.
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Capítulo 30
Fue extraño ingresar al local de ropa del centro comercial y que
sonara la canción de Becky G “Mayores”.
Me sentí extraña, aunque ya la había oído y la declaraba una de
mis favoritas. Aunque Max y yo nos llevábamos más de diez
años, no lo consideraba como una persona bastante grande para
mí. Sólo que salía del rango de edad con los que solía estar. Yo y
mi maldita costumbre de acordarme de él o intentar relacionarlo
con cualquier canción que escuchara. Que conste que me estaba
torturándome a mí misma.
Mientras buscaba algún vestido colgado que me llamara la
atención para la fiesta de aquella noche, miré por alguna extraña
razón hacia mi derecha y vi a la persona que menos esperaba
encontrarme.
—¿Miranda?
Apenas pregunté, ella me miró un segundo con rostro serio hasta
que sus ojos se volvieron tan grandes como platos. Estaba
mirando vestidos al igual que yo, pero en las mesas de
liquidaciones.
—Carajo —la escuché mascullar y empezó a escabullirse entre
otras clientas.
Oh no, esta vez no se me iba a escapar.
Mientras pedía permiso para poder alcanzarla, vi que pretendía
meterse en los probadores, pero la casé justo del brazo antes de
que lo hiciera.
—Oh tía. Que agradable sorpresa —me dijo, con voz falsa y
fastidiada por mi presencia.
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—¡Hola, Adam! —lo saludé, con una sonrisa—. Estoy aquí con
una amiga, me la he encontrado aquí, en el centro comercial—
desvié la cámara hacia Miranda para mostrársela, quién primero
sonrió con timidez, pero luego se acercó más a la pantalla con los
ojos como platos.
—¡Dios mío, que guapo eres! —exclamó mudamente, cuando
yo volvía la cámara hacia mi rostro.
—¡Hola chicas! —saludó Adam, agitando su mano —Ada, tengo
dudas sobre lo que me pondré esta noche ¿crees que se me verá
bien en esmoquin con una pajarita roja? Quiero que se entienda
bien la temática navideña —se echó a reír.
—¡Por supuesto que sí! Un moño rojo se te vería fantástico y
seguro a tus padres les gustara. Buena elección. Yo también opté
por detalles rojos en mi vestido.
—Él se vería mejor en mi cama —murmuró Miranda, bebiendo
un sorbo de café y hundiéndose en su asiento con los ojos
desviados hacia un costado.
—Mi amiga me pregunta por aquí si estás soltero —le pregunté a
Adam, sin miedo a que Miranda me matara por ello.
—¿Qué? ¿Una amiga tuya está interesada en mí? —preguntó
Adam, avergonzado y con voz nerviosa. Desde la pantalla del
móvil se veía que estaba ruborizado.
Le di el celular a Miranda, quién lo tomó con perplejidad y con
las manos temblorosas.
—Hola —lo saludó miranda, acomodando disimuladamente su
cabello con su mano libre y con una sonrisa nerviosa.
—Hola... ¿te gustaría ir por un café algún día? —le preguntó
Adam sin rodeo alguno y con voz exageradamente seductora y
profunda.
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Capítulo 31
En la mitología griega, Atenea era una diosa guerrera, se lo
conferían los dones de la estrategia, ciencias y la
habilidad. Nacida de Zeus, las historias sobre su nacimiento
señalan que surgió de la cabeza de este, ya adulta y
completamente armada. La historia principal cuenta que Zeus se
tragó a su madre y luego Hefesto abriría su cabeza de la cual
brotó Atenea.
Atenea es una de las deidades más respetadas y adoradas de la
antigua Grecia ya que representaba las causas justas y la
sabiduría. Todo lo contrario, a su hermano Ares, quien
representaba la violencia y la barbarie. Jamás se casó o tuvo
amoríos en ninguna ocasión, manteniendo así una virginidad
perpetua.
Esta condición le confirió un papel importante de ser la
encargada de hacer cumplir la modestia sexual.
Por lo que yo sabía, hubo un conflicto entre Atenea y mi madre
que desconocía pero que, sabía que existía. Múltiples motivos
pasaron por mi cabeza y porque Rose se presentaba como tal.
—Es imposible, Atenea nunca tuvo hijos ¿quién eres? —Le
pregunté, tratando de atar hipótesis.
—Mi madre me oculta para tener su reputación intacta,
supongo. Pero eso no significa que haya dejado de darme cariño
en varias oportunidades —me dijo, con cierta tranquilidad que
me inquietó.
—¡¿Atenea estuvo con tu padre?
—¡Mi padre era todo un galán cuando era joven! —Se defendió,
al instante — Es por eso que sentí celos cuando mi madre se
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Capítulo 32
Si morir significaba alejarme de él, yo ya estaba muerta desde
que lo conocí. Me fue sorpresivo encontrármelo de nuevo y no
hubiera imaginado nunca, luego de alejarnos, que terminaríamos
así; bailando bajo guirnaldas y decoración navideña en una casa
gigante ubicada en un barrio privado.
El dinero estaba por doquier, vestidos, trajes caros, relojes y
celular caros. Me era imposible entender cómo había llegado allí
luego de estar días sin comer y horas sin dormir.
Me sentí afortunada.
—¿Cómo has estado? —Me pregunta Max, con tono tranquilo
mientras la música nos lleva a un vals inesperado—. Tapeaste la
ventana de tu habitación. Así que, no sé sinceramente cómo has
estado — carraspeó, como si lo hubiera recordado.
Mi rostro se acaloró y no fui capaz de mirarlo ante ese
comentario.
—Estuve bien — mentí, con un hilo de voz—. Tapee las ventanas
por impulso, supongo.
—Te salía más barato comprar cortinas gruesas.
—Claro, y tener la tentación de correrlas por si las emociones
ganaban y quería verte ¿no? —Pensé, en voz alta.
—Deseaba cada mañana despertar y ver que esas maderas ya no
estaban —se sinceró, clavándome sus ojos.
Evadí las ganas de morder mi labio inferior. Suprimí un suspiro. El
cual él no hizo, soltando el aliento.
—La distancia no nos ha hecho nada bien, Gray — declaró.
—Tú tomaste la iniciativa de cortar todo vínculo — le recordé.
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deseando que fuese una broma suya —¡Con Max ni siquiera nos
hemos reconciliado y dudo que estemos cerca de eso!
Miranda se puso frente a mí, seria.
—Mi temor es que cometas una infidelidad a futuro si Adam y yo
estamos juntos —reveló finalmente.
Listo, ya me había ofendido.
—¡¿Qué?!¡¿Realmente crees que sería capaz de una cosa...? —
me callé por un instante, entiendo a lo que se refería —Porque
soy la hija de Afrodita ya me catalogan como una maldita
criatura que rompe parejas ¿no es así? —bufé, bebiendo un poco
más del contenido de la copa.
—No lo digo yo, lo dice tu instinto y tu ser —se encogió de
hombros —. Ve, cógete a Adam y así terminamos con esto de
una vez. Incluso tu madre es mi abuela y seguro me heredó
la putería a mí, aunque no lo considero defecto—comenzó a
empujarme levemente y hasta que me aparté de una vez.
—¡Que conste que lo hago por ti! —carraspeé.
Aceptaba por el simple hecho de que, no sabía si estaba en mis
manos la fidelidad luego de los instintos sexuales de mi madre.
Creo que muy en el fondo, sabía que Miranda tenía razón y que
podía lastimarla metiéndome con su hombre cuando
ellos, quizás, tuvieran algo.
Yo no sería capaz de hacer algo así, pero ¿quién era para jurar
algo que seguro no era capaz de cumplir por una simple
herencia?
Llegué a la cocina. Era moderna variaba en tonos oscuros. Tenía
una amplia isla de mármol blanco. Los faroles del techo casi
llegaban a ella.
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Capítulo 33
Fue algo cómico ver cómo ambos se acercaron a mí como si
fueran amigos entre ellos de toda la vida. Max se puso a mi
derecha y Adam se puso a mi izquierda. Los dos con sus copas y
con un ánimo tan feliz que me resultó chistoso.
Me crucé de brazos, esperando a que alguno de los dos dijera
algo. Parecían drogados contentos. Maldición. Ojalá ese té me lo
hubiera bebido yo. Me llevé una mano a la boca, tratando de
ocultar una sonrisa estúpida por lo tentada que estaba de risa.
El primero en hablar fue Max.
—Algún día Tom se comerá a Jerry, Silvestre a Piolín y yo a ti —
me miró, guiñándome un hijo.
—Veo que la hora de los halagos ha llegado —sentencie, luego
de apretar los labios y menear con la cabeza.
—¿Eso es lo mejor que tienes, anciano? —Se burló Adam de Max
y luego dirigió su atención a mí—. Quiero olvidarte, Ada Grey,
pero sin el “olvi”.
Por poco escupo el champagne por la risa. Dios mío, ya me sentía
como un tomate por el rostro colorado que tenía. Tuve que
poner una mano sobre el pecho de Max para que no se
abalanzara sobre él y lo golpeara.
—¿Eso es todo lo que tienes, niñito? —Se río Max, entre dientes
y exageradamente. Me miró directo a los ojos—. Ada Gray, mi
cielo, ni bañándome se me quitó todo lo sucio que quiero
hacerte.
—No sé a quién golpear primero —me cubrí los ojos con un de
mis manos, meneando la cabeza y sin saber cuándo terminaría
todo aquello —Pero ninguno de los dos superara a este: Son
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Capítulo 34
Viajé a New York en primera clase junto a Max Voelklein. Los
asientos eran tan cómodos y la comida era tan exquisita que me
tenía fascinada. Me despedí de Adam con un fuerte abrazo y lo
dejé en compañía de Miranda. Habían pegado tanta buena vibra
los dos que no paraban de estar juntos y hasta han acordado
pasar año nuevo pegados. Me fui contenta. Fue doloroso ver el
rostro de Adam con cierto dolor cuando le dije le propuesta de
Max, pero se alegró por mí.
—¿Más whisky señor Voelklein? —Le ofreció una azafata de tez
pálida y ojos verdes, quien no había parado de coquetearle
desde que se sentó en su asiento.
Había guardado silencio para no armar escándalo, pero ya era
insoportable. Max se había comportado de manera respetuosa y
distante con ella. Pero a la azafata no parecía importarle.
—No gracias —respondió Max, secamente. Me miró —¿Tú
quieres algo, cariño? —Me tomó de la mano por encima del
separador del asiento.
—No, gracias —contesté, mirando a la chica con mala cara—. La
señora Voelklein no desea nada.
A la azafata se le borró la sonrisa en cuanto vio mi gesto frio y
escuchó mi respuesta con una sonrisa falsa incluida. Cambió el
peso del cuerpo por el otro pie.
—Si me necesitan, estaré a su disposición, señores Voelklein
oferta, en voz baja y se alejó por el largo pasillo del avión.
Sonreí, orgullosa de mí misma.
—Aún no eres mi esposa y ya estás marcando territorio —me
dijo Max, inclinándose a mi oído—. Me gusta eso.
Lo miré, sonrojada.
LURU
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Epílogo
Mi amado Max:
Con un profundo dolor en mi alma rota y con mis sentimientos
deteriorados, te escribo a puño y letra, con mis ultimas fuerzas,
que yo sin ti no puedo seguir. No puedo avanzar, no hay
dirección a la cual aferrarme si no te tengo. Me siento como el
primer día, como aquella vez en la que estaba metida en un
profundo hoyo negro, buscando una soga a la cual sujetarme y
tú, me salvaste ¿lo recuerdas mi amor? Pero hoy, cariño mío, no
ocurrió.
Me llevaré conmigo la última sonrisa tuya, la última mirada y tu
carcajada que tanto me gustaba escuchar, mi bella zanahoria. Mi
bello amor.
Te amaré en alguna parte, en donde quiera que esté, te amaré y
besaré entre sueños, sin importar nuestro desenlace. Aquella
noticia que nos abatió no la soporté, no la quise oír, pero estaba
allí ¿Cómo vivir con algo así en mi mente? ¿Cómo lograr estar en
la tierra cuando deseo morirme al no poder tenerte como tanto
quise, amor mío?
Que el mundo sepa que peleamos hasta el final, que nos
sentimos indestructibles, pero aquello duró tan poco, que me
quedaré con nuestros recuerdos. Permíteme llevarlos conmigo
hacia donde quiera que vaya para que me acaricien cada vez que
lo necesite.
No te preocupes amor mío, ya tendremos otra vida para
volvernos a encontrar y quizás, deseo con lo más profundo de mi
ser, que funcione.
Con lágrimas en mis ojos, te digo adiós amor mío.
LURU
LURU
FIN
LURU