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Bertha y Elodia

En la Ciudad de Puebla vivían Berta y Elodia, dos hermanas que se destacaban por su
gran belleza. Como eran vanidosas y coquetas contaban con muchos pretendientes,
con quienes gustaban divertirse, jugar bromas, y cuyos elogios las hacían felices.
Siempre estaban de fiesta y a la conquista de nuevos amoríos. Ni que decir tiene que
los galanes agasajaban a las dos hermosas mujeres llevándoles serenatas casi todos los
días con la intención de obtener sus favores.
En cierta ocasión, paseando por las calles del Puebla con algunos pretendientes y ya
casi anocheciendo, las hermanas se detuvieron frente a la iglesia de la Doctora Santa
Teresa de Jesús. Al ver el humilde portón, se acercaron a él y Berta llamó tres veces
con los nudillos. Al poco tiempo se escuchó una voz por detrás de la puerta que
preguntaba: – ¿Quién llama? A cuya pregunta Berta respondió: – ¡Por favor Madre,
le suplico encarecidamente que rece usted por dos mujeres que se encuentran muy
enfermas y sufren en demasía! Pida al Cielo por ellas, porque si no ocurre un milagro
es seguro que morirán esta misma noche.
En seguida, se oyó una voz que respondía: –
¡Querida hermana, pierda usted cuidado, Voy a
decirle a todas las monjas de este convento que dirijan
sus plegarias a Dios todo poderoso para que auxilie y
salve a esas pobres enfermitas!
Muy satisfechas por la broma, Berta y Elodia
siguieron tranquilamente su camino. Al llegar a su
casa, invitaron a los galanes que las habían
acompañado a una fiesta que se celebraría al siguiente
día.
Así pues, al otro día, amigos y pretendientes llegaron
a la casa de las coquetas hermanas con el propósito de pasar un buen rato con las
bromistas mujeres. Pero al tocar el portón nadie acudió a abrirles la puerta, y toda la
casa estaba en completo silencio.
Al no tener repuesta, los invitados entraron forzando una ventana, pues estaban
seguros de que se trataba de una de las tantas bromas que les gustaba a las hermanas
hacer a todo el mundo.
Al entrar en el salón los invitados quedaron mudos de asombro al ver que en él se
encontraban dos ataúdes negros. Todavía pensando que se trataba de una broma
pesada de Berta y Elodia, se acercaron a los ataúdes. Fue entonces que se dieron
cuenta de que dentro de ellos se encontraban los cuerpos sin vida de las muchachas.
Así terminaron las hermosas mujeres, víctimas de su propia broma, pues con Santa
Teresa y con la Muerte no caben las bromas ni los juegos.
Sonia Iglesias y Cabrera
EtiquetasHermanas bromistas, Puebla, Santa Teresa deJesús

LA FUENTE DE LOS MUÑECOS.

En el Barrio de Xonaca del estado de Puebla está ubicada la famosa


Fuente de los Muñecos, cuyo nombre se debe a una trágica historia que
ha dado pie a una leyenda. La fuente se sitúa exactamente entre las calles
22 Oriente y 18 Norte de la ciudad. En la fuente hay dos personajes, una
niña que lleva un vestido muy bonito amarillo y un niño con impecable
overol que sostiene en una mano un paraguas abierto.

Cuenta la leyenda que cerca de la fuente, había una finca propiedad del
gobernador de Puebla Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente
de México Manuel. En la propiedad se dicho gobernador trabajaba un
hombre padre de dos niños pequeños. La niña contaba con seis años y el
niño con siete. El padre quería mucho a sus vástagos, y éstos eran muy
felices y se pasaban el tiempo jugando, cantando y riéndose a más no
poder.

Por supuesto que los niños acudían a la escuela regularmente, y muy


arregladitos, pues su madre ponía especial esmero en que fuesen muy
limpios y con bonitos trajes; se veían tan bien que los llamaban los
muñecos.Los hermanos desaparecidos

Un cierto día en que estaba lloviendo muy fuerte, los pequeños se


encaminaron hacia su escuela. El niño había tomado un paraguas para
cubrirse del chubasco y, sobre todo, para evitar que su hermana se
mojase, pues la quería mucho y siempre trataba de protegerla.

El tiempo pasó y los niños nunca regresaron de la escuela. Vecinos,


autoridades y los padres los buscaron por todos lados sin ningún éxito,
nadie los había visto ni sabía su paradero. El padre de los dos niños y su
madre estaban muertos de la aflicción y locos de angustia. Después de
días y semanas de una búsqueda infructuosa, todas las personas estaban
convencidas de que los infantes se habían caído y ahogado en un pozo de
agua que se encontraba en los terrenos de la finca y que tenía que pasar
para acudir a su escuela.

El gobernador Maximino Ávila Camacho había hecho todo lo posible para


que los niños fuesen encontrados, y se sentía muy afectado por la
desaparición de los hermanos que conocía desde pequeños y eran hijos
de uno de sus trabajadores. Este sentimiento de compasión le llevó
ordenar que en el pozo de agua se construyera una fuente con las
esculturas de los dos niños extraviados.

Y así se hizo, los hermanitos aparecían en la fuente caminando juntos y


amparándose de la lluvia con el paraguas que el niño había tomado de su

casa. La fuente estaba ornamentada con azulejos de talavera y era muy


bonita. Desgraciadamente, hoy en día se encuentra muy deteriorada.

La leyenda nos dice que desde el día en que fue terminada la Fuente de
los Muñecos, por las noches los pequeños dejan sus pedestales y se van a
jugar a las calles aledañas en donde se pueden escuchar sus cantos y sus
risas de niños felices. Poco antes de que vaya a salir el sol, los niños regresan a
sus lugares en la fuente con las rodillas raspadas y los trajecitos rotos de tanto
jugar. Este hecho se repite cada noche.

Sonia Iglesias y Cabrera

CARMEN LA DESDICHADA

Esta leyenda data del año de 1705, cuando era alguacil mayor de Puebla
don Juan de Mendoza y Escalante, hombre tenido por muy honrado y
profundamente devoto a su religión. El alguacil tenía una hermosa y rubia
hija llamada Carmen, a la que adoraba, y a quien decidió meterla en un
convento cunado la chica contaba con diez y ocho años de edad. La
muchacha no contaba con la menor vocación religiosa; sin embargo,
aceptó la orden de su padre ya que pensó que en el convento habría
manera de seguir se verdadera vocación que era el canto.

Así las cosas, Carmen entró al convento de monjas agustinas de la ciudad.


El padre la visitaba frecuentemente, y en una de esas visitas llevó con él a
don Sebastián de Torrecillas, un hombre rico a quien le gustaba mucho
Carmen la novicia. Sebastián empezó a cortejar a la chica a pesar de
encontrarse en el convento. Como era de esperar, pasado un tiempo,
Carmen se embarazó de su enamorado, quien al saber el estado de su
amante huyó como buen cobarde que era.Carmen, la burlada
El padre de Carmen se enteró de lo ocurrido e inmediatamente sacó del
convento a su hija y lleno de vergüenza se la llevó a la casa donde
residían. El deshonrado padre decidió encerrar a su mancillada hija en una
habitación del fondo de la casa, por todo el tiempo que durase el embarazo
y aún más.

El día llegado, Carmen dio a luz a un hermoso varoncito. El padre, que


continuaba enojado y ofendido, tomó al niño en sus brazos y, presuroso, le
fue a arrojar a un río. Sin embargo, poco tiempo después don Juan fue
presa de arrepentimientos por su mala acción y murió víctima de un infarto
fulminante.

Carmen se encontraba completamente afectada por el robo de su hijo, y


por la muerte de su padre; poco a poco su salud se quebrantó, hasta que
empezó a desvariar y acabó en la absoluta locura. Después de algunos
meses de encontrarse completamente trastornada, la infeliz mujer murió.

Su alma, que no encontraba descanso, empezó a penar por la casona en


que vivió. Los vecinos y aquellos que pasaban frente a la morada,
escuchaban el llanto y los patéticos lamentos de Carmen que penaba por
su hijo y por su amado,

Actualmente la casa en que ocurrió la terrible tragedia es sede de una


escuela de música de la Ciudad de Puebla, ubicada en la calle 8 Oriente
número 409. Donde los lamentos desgarradores de Carmen aún se siguen
escuchando para tormento y espanto de los estudiantes.

Sonia Iglesias y Cabrera

EL HOMBRE DE LA CAJA

De los indígenas tepehuas, “gente de la montaña”, que habitan en los estados de Hidalgo, Veracruz y
Puebla, proviene la leyenda que a continuación relatamos.
En tiempos muy remotos y lejanos, cada que se cumplía un año, era de ley que la Tierra se inundara y
todo se volviera un espantoso caos.
En cierta ocasión a un indígena tepehua se le ocurrió la idea de elaborar una caja y meterse dentro de ella
para no morir ahogado cuando llegara el momento de la inundación. Y dicho y hecho, se puso a construir
una buena caja con la madera que recogió de su entorno.
Cuando empezó a notar que llegaba el día de tan terrible
inundación que devastaba la Tierra, el hombre se metió dentro
de la caja, la cerró con un tablón y encima de la tapa colocó a
un verde loro que tenía como mascota.
Mientras tanto, el agua caía torrencialmente y cada vez se
inundaba más y más la Tierra, hasta que la inundación llegó al
cielo. El agua se movía demasiado y provocaba que la caja
chocara contra el cielo. El loro, que se encontraba encima de
ella, se daba de golpes contra el cielo, y trataba de esquivarlos
bajando la cabecita y encorvándose; razón por la cual ahora
todos los loros andas medio agachados.
Al cabo de un cierto tiempo, el agua de la inundación empezó a bajar, y bajó tanto que llegó de nuevo a la
Tierra. En ese momento, el hombre decidió abrir la caja y salir de ella, pues se encontraba medio
entumido.
Cuando quiso poner un pie en la superficie, se dio cuenta de que la tierra estaba demasiado enlodada y
chiclosa, lo cual no le permitía salir, pues se quedaría atrapado en el lodo. Entonces decidió esperar hasta
que se secara lo suficiente. Esperó y esperó hasta que la tierra se secó.
Cuando pudo salir, el hombre se dio cuenta de que a su alrededor habías muchos pescados que el agua
había dejado en su tremenda subida. Este hecho lo puso muy contento y se dispuso a hacer un buen
fuego para para los pescados y comérselos.
Por su astucia el hombre se había salvado de morir ahogado y había obtenido un sabroso y buen alimento.
Sonia Iglesias y Cabrera
Fuente: Heiras Rodríguez, Carlos Guadalupe, Pueblos Indígenas de México y Agua:Tepehuas

LOS ÁNGELES SIN SOMBRA.

La Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción está considerada como Patrimonio de la


Humanidad. Su belleza es incuestionable y orgullo de la Ciudad de Puebla de los Ángeles, Se construyó
entre los siglos XVI y XVII. Los trabajos se iniciaron en el año de 1575 y dieron término en 1649, cuando
fue consagrada como tal. Por su suntuosidad se la considera un verdadero museo de obras de arte
religiosas en escultura, orfebrería, pintura, y tapicería.
La catedral que mide 97.67 de largo y 51 metros de ancho se trazó siguiendo la forma de una cruz griega.
Destacan en ella sus dos hermosas torres. La denominada Torre Vieja, que se encuentra hacia la parte
norte se terminó de construir en el año de 1678, y es la única que tiene campanas, la torre sur carece de
ellas. Ambas miden 70 metros de altura. Aunque no fueron construidas en el mismo año.
La torre norteña cuenta con varias campanas: la de San
Ignacio de Jesús, la de San Joaquín, la de Santa Bárbara, la
de Santa Ana, Ánima Grande, Ánima Chica, El Niño, Santo
Óleo y la de María. También se encuentra siete menores o
esquilas llamadas: El Venerable Sr. Palafox, Santo Domingo,
San Pantaleón, San Pedro, San Miguel, Nuestra Señora de
los Dolores y El Santísimo.
La Campaña María es la mayor de ellas y alcanza la ocho
toneladas y media. La fundió el 28 de marzo de 1729, el
maestro campanero llamado Francisco Márquez ayudado por su hermano Diego. Se trata de una campana
mágica que cuenta con una bonita leyenda.
Fue una campana difícil de hacer que requirió de tres (otras fuentes nos hablan de cuatro) intentos previos
para fundirla, hasta que se logró hacerlo empleando cobre (80%), plomo (10%) y estaño (10%) y lograr un
sonido puro y sonoro. Los religiosos y los constructores estaban seguros de que la dificultad para fundirla
se debía a la soberbia de querer obtener una campana tan grande.
Como la campana era tan grande costaba mucho trabajo subirla a la torre correspondiente por las
escaleras. Los encargados de la obra y de subir la bella campana estaban sumamente desesperados y
tratando de encontrar la manera de subirla tantos metros. Mientras tanto la campana esperaba en el atrio.
Una mañana, muy tempranito, los vigilantes se dieron cuenta de que la campana había desaparecido.
Todos se dieron a la tarea de buscarla. Pero no la encontraron. Era imposible que por su tamaño alguien
se la hubiese podido llevar.
Al cabo de cierto tiempo, se percataron los habitantes de la ciudad de que la Campana María se
encontraba en su sitio en la torre. Era un milagro. Unos ángeles habían intervenido para que pudiese ser
subida, pues estaban muy agradecidos ya que al ser fundida la campana se la había puesto la salutación
“Ave María Gratia Plena.” Por supuesto que los ángeles no necesitaron de ninguna grúa para poderla
subir, simplemente emplearon sus manos y volaron con sus alas hasta la torre donde la colocaron. Los
ángeles encargados de dicha tarea carecían de sombra.
Otra versión de la leyenda nos cuenta que el vigilante de la construcción de la catedral y de la campana,
mientras cumplía su turno, por la noche soñó que unos ángeles bajaron del cielo y se encargaron de subir
la campana. Cuando amaneció, por toda la ciudad se escuchó el repique de la misma.

Sonia Iglesias y Cabrera

DE COMO NACIÓ PUEBLA DE LOS ÁNGELES.

Según el padre Francisco de Florencia, la fundación de Puebla –unos de los actuales estados de la
República Mexicana- tuvo un origen mágico-religioso. Esta leyenda de la fundación la difundió el clérigo
mencionado en el año de 1647, en su escrito titulado Narración de la maravillosa aparición que hizo el
arcángel San Miguel a Diego Lázaro de Francisco.

En dicha narración se consigna que, en cierta ocasión, fray Julián de Garcés, el obispo de la Ciudad de
Tlaxcala, tuvo un sueño en las vísperas de la fiesta de San Miguel, sueño en el cual unos ángeles le
señalaban el lugar donde debería fundarse una nueva ciudad. Este sitio era sumamente bello, un gran
campo con ríos, y lleno de plantas y flores. Los ángeles anunciadores bajaron del cielo y con unos
cordones delinearon los límites de lo que sería la nueva ciudad, según afirmó el fraile.

Al despertarse fray Julián lo primero que hizo fue efectuar una misa muy devotamente, y después se
dirigió presuroso a ver a los padres franciscanos que se encontraban en la ciudad de Tlaxcala. Entre estos
padres había figuras de mucha importancia, entre ellos se encontraba Toribio Paredes de Benavente,
además de algunos indígenas pertenecientes a la nobleza aliada a los conquistadores españoles. El
religioso, emocionado, en seguida les relató a todos los presentes el sueño que había tenido y les pidió que
lo acompañaran a los campos a ver si encontraba el sitio que le habían señalado los maravillosos ángeles
de su sueño.

Los Ángeles anunciadores de la Catedral de Puebla

Después de un cierto tiempo de deambular por el campo, fray Julián de Garcés se detuvo y pronunció
estas palabras: – ¡Este es el lugar que me mostró el Señor y donde quiere que se le funde la nueva ciudad!
Ni que decir tiene que a todos los religiosos les encantó el sitio elegido.

El lugar escogido por los ángeles, según nos informan ciertos documentos antiguos, se trataba de un lugar
que anteriormente había sido un asentamiento indígena que llevaba el nombre de Cuetlaxcohuapan,
“lugar donde se lavan entrañas”, o “tierra de las serpientes”.

Otro testimonio que consta en un informe del Oidor Juan Salmerón y que envió a la Segunda Audiencia,
afirma que el lugar elegido por los ángeles se encontraba a tan sólo una legua de un pueblo indígena
llamado Totimehuacan, pueblo antaño importante, que para la época que nos ocupa estaba habitado
solamente por sesenta familias, mismas que se mostraron inconformes al arribo los frailes que deseaban
fundar Puebla, pero como el pueblo pertenecía a la encomienda de Alonso Galeote, nos les quedó otra
más que aguantarse ante el hecho de la fundación. El encomendero quedó como vecino de Puebla y pasó
a formar parte del cabildo en el año de 1533.

La primera fundación de la ciudad –porque hubo varias- se encontraba entre el Cerro de Belén – actual
Cerro de Guadalupe- y Totimehuacan, al sureste de la Plaza Mayor de hoy en día. La fecha de su
fundación nos remite a dos hipótesis. Unos investigadores afirman que fue el 16 de abril, fecha del día
dedicado a Santo Toribio de Astorga, cuya misa la llevó a cabo fray Toribio de Benavente. Para otros
estudiosos la fundación fue el 29 de septiembre. El día de San MiguelArcángel. Sin embargo, las dos
posiciones señalan el año de 1531.
Sonia Iglesias y Cabrera

LAS CULPAS SIEMPRE SE PAGAN

Hace ya mucho tiempo escuché una leyenda procedente de la ciudad de Zacatlán, Pueblo mágico del
estado de Puebla, cuyo nombre significa “lugar donde abunda el zacate”, y al cual se le conoce también
con el poético nombre de Zacatlán de las Manzanas, ya nos podemos imaginar el porqué.
Durante la época de la lucha independentista de México, el insurgente Francisco Osorno tomó la ciudad
que se encontraba en manos de los españoles y la convirtió en su centro de actividades militares. Osorno
había nacido en Chignahuapan el 19 de marzo de 1769, y fue un gran militar que consiguió muchas
victorias en la lucha armada contra los colonialistas. Antes de unirse a los insurgentes había sido
procesado por ser ladrón de caminos en el estado mencionado de Puebla. Y es de todos sabido que
cometió una serie de tropelías antes de convertirse en militar.
Este personaje ha sido objeto de una leyenda popular
muy conocida en la región poblana. En Zacatlán
existe un templo dedicado a San Francisco, y se dice
que en él se aparecía – o se aparece- el fantasma de
Osorno. Cuenta la leyenda que cuando sonaba la
medianoche dentro del templo se aparecía el fantasma del militar, quien vestido como tal, se arrodillaba
ante el altar y gemía y se lamentaba lastimosamente.
Al llegar la madrugada, los gemidos cesaban y el
fantasma de Osorno dejaba el templo y se iba
caminando por la ciudad de Zacatlán. Al salir se le
notaba en la cara el arrepentimiento que llevaba a cuestas. Arrepentimiento por las malas acciones que
había cometido en vida.
Muchas fueron las personas que le vieron tanto en el templo como caminando por las calles del poblado.
Quien se lo encontraba se llevaba un susto tremendo. Toda la ciudad vivía asustada y temerosa de
encontrarle por casualidad.
En cierta ocasión, un centinela que hacía su ronda frente a un cuartel vio pasar una sombra y al momento
gritó: – ¡Alto ahí, ¡quién vive! A lo que una siniestra voz le respondió: ¡Soy el brigadier Francisco
Osorno, y estoy pagando por mis delitos! El centinela, muy asustado, corrió al cuartel a dar cuenta a sus
superiores de la aparición fantasmal. Tanto fue su espanto que pasados siete días murió de puro susto.
Por la ciudad cundió más el pánico, ya nadie quería salir se sus casas y tenían miedo de acudir al templo
de San Francisco. Ante esta grave situación, el sacerdote de la iglesia se armó de un crucifijo, velas y agua
bendita y, ayudado por el sacristán, recorrió todo el pueblo bendiciéndole, esparciendo el agua bendita y
pidiendo al Santo Padre que los protegiera de tan molesto fantasma.
A los pocos días el fantasma ya no volvió. Se había ido a pagar sus culpas a otro sitio. O tal vez ya había
sido perdonado por sus fechorías… ¡O tal vez aún sigue gimiendo en el templo de San Francisco! ¡Quién
lo sabe!
Sonia Iglesias y Cabrera

DOS SANTOS NIÑOS LEGENDARIOS

El Santo Niño de las Suertes: “Tú que estás lleno de benignidad y clemencia/
escúchame te lo ruego” (Oración)
Cuenta la leyenda que a principios del siglo XIX se les apareció a dos misioneros que vivían por el rumbo
de Tlalpan, Distrito Federal, un bebé de escasos cuatro meses de edad. Al tomarlo en sus brazos se les
convirtió en una escultura de gran belleza, de posición recostada, y con los bracitos apoyados sobre una
calavera, en señal de su victoria sobre la muerte. En el mismo lugar donde apareció el Niño, brotó un
manantial que llevó el nombre de Ojo del Niño.
Es sabido que cuando se va a visitar al Santo Niño de las Suertes al Convento de San Bernardo de monjas
concepcionistas, donde vive, se le debe llevar un juguete, pues acostumbra por las noches bajarse de su
nicho a jugar con sus obsequios. Sus regalos se multiplican el día de su fiesta el segundo domingo del mes
de enero, cuando las monjas lo engalanan con esmero. Se le considera un Niño muy milagroso, siempre y
cuando se le agasaje con juguetes.
El Santo Niño Cieguito: “Niño
cieguito, niño cieguito/¡Mi
andarieguito!” (Oración)
La historia del Santo Niño Cieguito del Templo de la
Capuchinas en la Puebla de los Ángeles data del siglo
XVIII, cuando, durante una tormenta, un loco
descreído, que se había introducido al templo con el
propósito de robar, arrebató al Niño Jesús de los brazos de su madre la Virgen María, que se encontraba
por aquel entonces en el Convento de la Merced de Morelia, Michoacán. Enfurecido porque el Santo
Niño empezó a llorar, el demente le arrancó los brazos y las piernas. Al observar que el Niño seguía
llorando de pena por el ultraje y la miseria humana, furioso al escuchar el lastimero llanto, el loco le
arrancó los ojos con un punzón.
Ya cegado, abandonó al santo Niño en la cima del cerro de Punhuato, sito al poniente de la Ciudad de
Morelia, entre espinosas breñas y animales ponzoñosos. Poco después, las autoridades apresaron al ladrón,
quien confesó su crimen y señaló el lugar donde había abandonado al Niño. Éste fue en seguida rescatado
y llevado a su convento de origen. Tiempo después se le trasladó a Puebla, donde empezó a realizar
favores, cumplir peticiones, y obrar milagros. Y si no lo cree, vaya al Templo de las Capuchinas.
Sonia Iglesias y Cabrera

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