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Relato de un caso particular.

El recurso de relatar “un caso particular”, el mío,


tiene la intención de servir como vehículo para un
rudimentario análisis que podrá desplegarse y
enriquecerse más y mejor. Nos sirve en tanto
reconocemos que en las acciones, intercambios,
posiciones adoptadas, lugares físicos, exclamaciones,
gestos, pueden verse dramatizados movimientos
subterráneos, velados e inconscientes que hacen a toda
práctica social y más aún cuando éstas se ponen en
juego en instituciones fuertes y complejas, como es la
institución educativa. Agreguemos a esto que es una
escuela que funciona dentro de otra institución, la
cárcel, y tendremos un punto de partida para avanzar
en un camino pleno de entrecruzamientos.
Tomo prestadas las herramientas de análisis que nos
da Michael Foucault y comienzo a mirar.

La institución a la que refiero es una escuela de


nivel medio, sistema Bachillerato Libre para Adultos
con clases de orientación y apoyo, a cargo de
profesores-orientadores. Dentro del sistema B.L.A. se
incluye la figura del profesor-guía, cargo técnico
pedagógico que, a la manera del asesor pedagógico en
el sistema regular, tiene como tarea acompañar,
sugerir acciones, servir de nexo entre los directivos,
docentes, alumnos. Por su función está en todas
partes, pudiendo abarcar en conjunto el movimiento que
se despliega y así recorrer la trama institucional.
En mi caso particular, me desempeño como
profesora-guía, y con horas cátedra en Filosofía y
Psicología. En realidad debo decir “desempeñaba”, ya
que a la fecha he sido dada de baja en mi función de
profesora-guía.

Si nos remitimos a la aparición de la escuela en


contextos carcelarios, veremos que corresponde al
período de “disciplinamiento” de una sociedad que
había dejado los castigos cruentos y demasiados
visibles, costosos y contradictorios en sus
resultados, por esta nueva forma de castigar, que ya
no solo apresa el cuerpo, sino que invade también “las
almas” procurando incidir en lo que hicieron de
delictuoso y en lo que posiblemente harán una vez en
libertad. La institución educativa, creada para
formar, normalizar, y eventualmente, corregir, puede
ser instrumento adecuado de control social.

Me pregunto: ¿cómo se produce el entrecruzamiento


de dos discursos: el carcelario que, siendo de hecho
custodialista de sujeción y contención, expresa la
intención de resocializar, y el pedagógico con el
objetivo de socializar en una intención liberadora?

Retomo el punto de análisis: el B.L.A. Nº 7


perteneciente al Ministerio de Educación de la
Provincia del Chaco, con sede central en el Penal Nº 7
del Servicio Penitenciario Federal.
La institución educativa, habilitada desde 1985
para la atención de los internos alojados en la Unidad
Penal, ha visto debilitado su nivel de operatividad en
los últimos años por la reducción tanto de su espacio
físico, como en el tiempo de atención de alumnos,
muchas veces sin tener acceso a ella por las llamadas
“razones de seguridad”. A esto se sumó la quita de
horas-cátedra destinadas al dictado de las
asignaturas. Desde el 2003 se restituyen estas horas
para ser distribuidas en la atención de internos
alojados en alcaidías, penitenciarías y Centro de
Detención de mujeres de la jurisdicción provincial. La
cantidad de horas no son suficientes para atender una
población con características diferentes a las de los
internos de un Penal de Máxima Seguridad, como lo es
la UP 7. Al mismo tiempo se ubica a la unidad
educativa en la categoría de “Proyecto Especial”, lo
que significa que, si bien está dentro del Estatuto
Docente, tiene cierta autonomía en cuanto elaboración
del proyecto educativo, la designación del personal
que ya no se regirá por lista de puntajes, modalidad
de trabajo, entre otras cosas. En este momento cuenta
con una mayoría de personal sin título docente, sin
experiencia en escuelas comunes, que cumplen su tareas
sin haber sido previamente asesoradas para lograr una
mínima comprensión del tipo de trabajo que llevan a
cabo, repartidas en las distintas dependencias
policiales y penales que se encuentran en distintos
lugares físicos.
Diferentes lugares, diferentes horarios, hacen muy
difícil la reunión de los integrantes de la unidad
para acordar acciones conjuntas y efectivas.
Dentro de la compleja trama en la cual se
desarrollan las prácticas docentes en este tipo de
unidad educativa, la insuficiente reflexión y análisis
de la misma, elementos propios de una actitud crítica,
puede conducir a la imprevisión y, en consecuencia, a
la improvisación, sumando una mayor sensación de
inseguridad y frustración a la, de por sí, pesada
carga que lleva el personal de la institución.
Ausencia de proyecto pedagógico sustentable,
“atomización” de la unidad educativa, carencia de
espacios y tiempos institucionales que posibiliten la
preparación conjunta de acuerdos pedagógicos para
desarrollar la labor con mayor eficacia.
Estado de situación que abre un espacio de cierta
anomia, de una indefinición en el ejercicio de lo
normativo; abre la posibilidad de instaurar un orden
diferente.

La denominación de “proyecto especial” no dice


nada. No es “especial” por la naturaleza propia de su
labor, sino porque no rige allí “del todo”, ni está
claramente expresada, la Ley. El Estatuto Docente
queda de cierta forma “suspendido”; dentro de él se ha
establecido una laguna normativa ya que a estos
“proyectos especiales” no les alcanzan la
obligatoriedad del pleno acatamiento a la Ley.
Una Ley-sin fuerza-de-ley, “estado de excepción”,
remitiéndonos a lo conceptualizado por Giorgio
Agamben. Dice Agamben: “el estado de excepción no es
un derecho especial…sino que, en cuanto suspensión del
propio orden jurídico, define el umbral o el concepto
límite…el estado de excepción no es externo ni interno
al ordenamiento jurídico, y el problema de su
definición concierne precisamente a su umbral, o a una
zona de indiferenciación, en el cual dentro y fuera no
se excluyen sino que se indeterminan. La suspensión de
la norma no significa su abolición…”
Zonas grises, de límites borrosos, frontera entre
dos discursos, pretendidamente diferentes, que
permiten lugares de paso por donde se filtran y
confunden elementos de uno y otro lado.
En la unidad educativa, el director impuesto por el
mismo estado “especial”, se erige como “la ley”,
explicitando esto con la frase “yo soy el dueño, hago
lo que quiero”. La institución carcelaria marca el
ritmo e incluso el contenido de la labor docente. La
lógica pedagógica se confunde con la lógica carcelaria
y se comienza a escuchar una sola voz. La voz del
“amo”.
El personal docente, amenazado por la posibilidad
de exclusión, trata de incluirse a como dé lugar.
Lógica perversa que obliga a deponer la dignidad para
asegurar la vida. El derecho al trabajo, a la vida
digna, a la libertad de conciencia, a la libertad
responsable.
En este contexto la calidad educativa ha dejado de
ser prioridad, ya que no se trata de eso, sino de
cumplir lo necesario para mantener un “orden”, dar una
“ocupación” a los internos. De esto nadie habla, de
esto “no se habla”, nadie quiere escuchar ni ver.
Después de todo ¿a quién le interesa la educación de
los presos?
Discriminación y exclusión del horizonte de la
comunidad humana de estos sujetos, encarnada en las
acciones y reacciones de cada miembro de la escala
jerárquica educativa.
Dice Bourdieu:“…el habitus, como sentido del juego,
es juego social incorporado…las coerciones y las
exigencias del juego se imponen a aquellos, y
solamente a aquellos, que están preparados para
percibirlas y cumplirlas.”
Los objetivos pedagógicos corresponden a un lugar y
a una época, a una concepción del hombre vigente en
una sociedad determinada.
En este tipo de unidades educativas, “escuelas en
contextos carcelarios”, ¿cuáles son los objetivos
pedagógicos explicitados y cuáles los realmente
actuados?

Retomando a Foucault, vemos que la disciplina es un


modo de ejercer el poder. De manera difusa se instala
dentro de los aparatos de producción, para aumentar la
docilidad y utilidad de los elementos del sistema.
La prisión, que excede la simple privación de la
libertad, es el lugar “donde el poder de castigar
organiza, silenciosamente, un campo de objetividad
donde el castigo podrá funcionar como terapéutica, e
inscribirse la sentencia entre los discursos del
saber”. (M. Foucault, en “Vigilar y Castigar”)

¿Cuánto de esto impregna (o no) nuestro


discurso pedagógico?
¿Cuánto de esto impregnó el proyecto presentado por
el Supervisor de la unidad educativa y que fue
aprobado por el Ministerio de Educación de la
Provincia del Chaco? Proyecto para una “Escuela
Penitenciaria Chaqueña”.
El designar como “escuela penitenciaria” a la
institución que se ocupa de impartir educación formal
en establecimientos carcelarios, es ponerla desde un
comienzo en un lugar y en una dirección.
El acto de denominar tiene la fuerza de establecer
límites, alcances y lugares. El nombre dado a la
“cosa” la funda. La designa y la establece.
Educación diferente para diferentes.
En estos contextos de trabajo la vigilancia
ideológica, epistemológica, deberá redoblarse. Una
frontera que puede volverse porosa nos impedirá
establecer la distancia óptima para que sea posible
nuestro “acto de fe”.

No me extenderé más en este escrito que ya amenaza


con ser muy tedioso. Mi intención ha sido abrir el
diálogo sobre estas cuestiones que, al menos por estos
lugares, no son suficientemente analizados.
Y a la manera de “final de cuento”, terminaré
diciendo que mis acciones tendientes a explicitar esto
mismo, luego de infructuosas conversaciones con cada
uno de los agentes responsables de decidir sobre estas
cuestiones, finalizaron con un escrito que solicité
sea elevado vía jerárquica y tuvo como respuesta la
baja en mis horas como Profesora-guía…por no estar
contemplada la función en la grilla del nuevo contrato
en el marco del “Proyecto Especial”.
Este caso, y otras irregularidades cometidas por la
Unidad Educativa que llevan a cercenar elementales
derechos humanos, laborales y sociales, han sido
llevados a la Justicia, iniciándose Recurso de Amparo
sobre ellos.
Recurrir a la Justicia para restituir la plena
vigencia de la Ley, allí donde se han oscurecidos sus
efectos, donde se ha producido un corrimiento de la
misma, permitiendo estados semejantes a los analizados
por Agamben, “estados de excepción”, que permiten la
introducción de una “fuerza-de Ley-sin Ley”

Las disciplinas se proponen fijar, inmovilizar,


regular los movimientos, reducir las confusiones,
neutralizar el contrapoder que resiste, los efectos de
las fuerzas que se oponen a su utilización, las
coaliciones que pudieran existir. (M. Foucault).

Estoy convencida, y me atrevo a hablar en nombre de


otros, que esta tarea de crear grupos, horizontalizar
el diálogo, proponer revisiones, discusiones,
análisis, que es la apuesta en la que Uds. como GESEC
están comprometidos, es la manera de crear una
responsabilidad lúcida, la posibilidad de apropiarnos
del espacio y constituirlo en un verdadero campo de
fuerza liberadora.

Las líneas de análisis que se abren son muchas y


complejas.
Sigamos haciendo camino.

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