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Singapur ha conseguido la sostenibilidad socioeconómica en el largo

plazo. Y es envidiable

Durante décadas (si no siglos) diversos países han estado en


busca de la fó rmula socioeconó mica ideal para que ni la fuerza
laboral ni el tejido productivo caigan en la letal obsolescencia
tecnoló gica. Por otro lado, en el contexto de progreso
tecnoló gico exponencial al que asistimos en nuestros
días, este peligro es hoy más tangible que nunca antes en
la historia econó mica.

Pero ha habido un país que, aun suponiendo que no haya dado


con dicha fó rmula definitiva, sí que podemos afirmar sin
mucho margen de error que al menos ha sido el país que má s
se le ha acercado. No ha sido ningú n país nó rdico, ni Alemania,
ni Estados Unidos… se trata de Singapur. Y sí, los avances que
han conseguido en el tema que analizamos hoy para ustedes
dan mucha (pero que mucha) envidia (sana), hasta el punto
de que deben ser un claro ejemplo a seguir por otros
países.
De la formación (algo más)
actualizada de las aulas, al mercado
laboral con su deriva particular

Es cierto que por un lado hay universidades y universidades, y


ademá s también que el sector educativo se enfrenta a dilemas
como el de que la tecnología cambia tan rá pidamente hoy por
hoy que, desde que una promoció n empieza a formarse, hasta
que se gradú a y está lista para incorporarse al mercado
laboral, ha pasado una eternidad en términos de
innovación.

Como consecuencia, empieza a ser frecuente ver có mo


promociones recién graduadas ya está n en buena parte
desactualizadas tecnoló gicamente, al menos en lo que a las
tecnologías má s punteras se refiere. El mercado tecnológico
progresa tan rápido en la actualidad que es casi
imposible seguirle el ritmo ni desde muchas empresas, ni
tampoco desde muchas universidades.

Es pues éste un problema muy relevante que nuestras


socioeconomías deben abordar, y sobre el que ya les hemos
hablado en ocasiones anteriores, como por ejemplo en el
aná lisis "Cuando la economía digital trae desigualdad y
precariedad”

A las carencias del marco educativo y formativo actual, hay


que añ adir la deriva de un mercado laboral que, en su gran
mayoría y salvo por unos pocos afortunados, condena a gran
parte de sus empleados a seguir ejerciendo su labor con
tecnologías que van quedándose obsoletas en el mercado,
tan só lo porque cortoplacistamente todavía le son a la
empresa de alguna utilidad.

Y cuando la empresa en cuestió n no tiene má s remedio


que, por motivos ya de mera supervivencia, dar el salto a
una nueva tecnología, debe recurrir muchas veces a
personal externo o, peor me lo ponen, a contratar nuevo
personal formado en la nueva y disruptora tecnología,
dejando en la cuerda floja a los empleados a los que muchas
veces no se recicla.

Y que conste que este oscuro panorama ya he matizado (y


vuelvo a insistir sobre ello) que só lo es vá lido en (siempre)
demasiados casos, y que tan só lo hay unos pocos empleados
afortunados, en empresas que toman la innovació n má s
disruptora por bandera, que se pueden beneficiar de una
formación laboral que literalmente no tiene precio. Para
el resto tan só lo queda la propia auto-motivació n, el propio
esfuerzo en la vida personal, y el propio interés profesional,
para evitar caer en la obsolescencia, y a la postre evitar caer
en el desuso laboral.

Pero en Singapur parecen haber dado


con la poción mágica para este gran
mal laboral (y socioeconómico)
Pero lo cierto es que no en todos los países padecen el mismo
funesto destino socioeconó mico al que nos vemos abocados
en Españ a y en otros países. Lo cierto es que no só lo hay
países en los que la premisa fundamental de toda decisió n de
gobierno, empresarial o social es hacer las cosas bien, sino
que además tienen un gran sentido de la responsabilidad
colectiva y también tienen muy en cuenta qué es lo mejor
para el país en su conjunto.

Supongo que, tras el pá rrafo anterior, estará n ustedes


preguntá ndose quién puede ser el temerario país con unos
dirigentes econó mico-sociales que osan preocuparse todavía
por el bien comú n, y adivino que ademá s sufrirá n ustedes una
ló gica mezcla de sentimientos confusos a medio camino entre
la curiosidad y una (sana, o tal vez incluso insana) envidia.

Pues ambos sentimientos está n totalmente justificados,


porque el caso que les vamos a relatar es digno de envidia (al
menos de la sana). El país en cuestió n se trata de Singapur. Un
país singular, con vocación de progreso infiltrada en todas
las capas sociales y de dirigentes, y sobre el que ya les
contamos acerca de su visionaria trayectoria de
transformació n de su modelo productivo.

Pero ahora Singapur ha dado nuevos motivos para hablar de


ellos como país de futuro a todos los niveles socioeconó micos.
Y en esta ocasió n es por có mo se está enfrentando desde ya al
nuevo escenario de necesidad de transformación continua
de su tejido productivo y de su fuerza laboral,
especialmente importante en el contexto actual de continua y
exponencial revolució n tecnoló gica.

La forma en la que han abordado este nuevo reto en el


admirable país asiá tico ha sido con su política de “segunda
aptitud” (“second-skilling” por su nombre original en inglés).
Y no podemos negarles la idoneidad de la solució n
singapurense para un problema clave que se nos presenta a
todos los países.

La base de esta política, como su propio nombre indica, es


promocionar entre sus ciudadanos la adquisició n de nuevas
aptitudes y conocimientos incluso aun en el caso que sean
trabajadores en activo en el mercado laboral. Con ello, la
ciudad-estado asiá tica apuesta decididamente por tener una
fuerza laboral que sea a la vez flexible y que esté en
activo. Vamos, a todas luces, si no es una panacea, se le parece
bastante.

Del dicho al hecho va un trecho… un


trecho que algunos no dudan en
recorrer con decisión
Uno de los grandes méritos singapurenses en este tema ya no
es só lo su visió n de futuro y su capacidad de llevarla a la
prá ctica, sino que ademá s lo hacen en un contexto
socioeconó mico muy propicio para dormirse en los
laureles, cosa que es lo habitual en otros países a pesar de no
disfrutar de sus excelentes cifras macroeconó micas.

Efectivamente, en Singapur el desempleo ronda ahora un


mismo envidiable 2%. Pero no es só lo el desempleo en lo que
brilla esta isla perdida en los mares del oeste, es que ademá s
su PIB per cápita un 300% superior a la media mundial.
También sus estudiantes vienen desde hace lustros ocupando
las primeras posiciones en el importante estudio
PISA sobre competencias y conocimientos entre los
estudiantes de 15 añ os.

Y con estas brillantes cifras, en la pujante ciudad-estado del


mar de China incluso osan permitirse el lujo asiá tico (nunca
mejor dicho) de pretender seguir mejorando de forma
continua para no só lo asegurarse un presente que ya es suyo,
sino hacerlo también en un futuro que siempre es incierto. Lo
de la envidia ya se va tornando en lá grimas de felicidad por
oír de alguien que sabe de lo que habla, y que ademá s actú a
sabiendo lo que hace. Vamos, que paisajes aparte, Singapur
demuestra que es una isla socioeconó micamente paradisíaca.
Pero, y en concreto, ¿Có mo han llevado a la prá ctica semejante
idea(l)? Aquí viene el salto cualitativo de la obviedad teó rica a
la implementació n prá ctica, y que demuestra lo que les decía
acerca de có mo en aquel país no só lo hay huecas palabrerías
pseudo-políticas, sino que también tiene unas decisorias
ganas de hacer las cosas (y hacerlas bien).

Cómo ha sido diseñada la política de


“segunda aptitud” para que sea eficaz

En Singapur para empezar, como ya les decía antes, un factor


diferencial es la conciencia colectiva, por la cual puede haber
agentes socioeconó micos que acepten o tomen una decisión
por el bien común, aunque a ellos particularmente pueda
perjudicarles en los plazos má s cortos. Salvando esa (abismal)
distancia, los singapurenses han puesto en marcha
esa política de “segunda aptitud” que ya les hemos
nombrado antes.

Como explicaba el enlace anterior con la noticia original,


Patrick Tay, un destacado miembro del parlamento nacional y
un funcionario que participa en el diseñ o de este tipo de
políticas, se planteó desde un principio que éste es un tema en
el que todo agente socioeconó mico tiene un papel que
desempeñ ar. Desde los trabajadores, a los empresarios,
pasando por los estamentos gubernamentales, e incluyendo a
toda la sociedad en general. Lo conciben como un asunto de
estado que implica a todo el país. Y si lo piensan bien, no es
para menos.

Al igual que las políticas má s eficaces, los encargados de


diseñ ar la política de “segunda aptitud” se han inspirado en
la realidad del mercado laboral y su evolució n en el tiempo,
puesto que es a él al que deben conseguir que sigan las
aptitudes y los conocimientos de los trabajadores
singapurenses. Otro buen punto de partida para un diseñ o así,
sin duda.

Tay explica que han observado có mo en el mercado laboral


los individuos que logran má s fá cilmente una carrera
profesional “a prueba de bombas” son aquellos que, de forma
natural, adoptan una filosofía de “segunda aptitud”. Bajo esta
filosofía lo que hacen es adquirir con un gran esfuerzo y
empeñ o personal, nuevos conocimientos y capacidades que
hacen por propia voluntad, y mayormente por pasió n y
vocació n profesional y personal.

Estos nuevos conocimientos y capacidades pueden estar


relacionados con su actividad profesional actual, o no tener
nada que ver. Lo importante es el esencial grado de
flexibilidad y los nuevos horizontes que se abrían ante este
tipo de trabajadores con una “segunda aptitud”. Con ello, a lo
largo de su vida laboral, eran capaces de adaptarse de forma
muy flexible a cambios del mercado laboral, y ademá s
mantenerse en activo en una profesió n (mayormente) de su
interés.

La idea fue llevar estas actitudes e iniciativas personales a un


plano socioeconó mico general, con la adopció n de políticas
que fomentasen de forma colectiva esa “segunda aptitud”
detectada en algunos individuos a título individual. Pero claro,
había un problema. Esta política, que principalmente es de
formació n, conllevaría un gasto nada desdeñ able. Y la
pregunta era: ¿Quién lo iba a sufragar?

Pues ahí está lo má s sorprendente de có mo se ha


implementado esta política. El gobierno de Singapur hace
aportaciones perió dicas a una línea de crédito virtual a la
que tiene derecho cada singapurense mayor de 25 años.
Con ella, cada ciudadano puede optar por formarse en aquello
que má s le pueda interesar, bien sea relacionado con su
carrera profesional, con un hobby, con un interés personal, o
para cualquier otro menester para el que haya una activdad
formadora abierta.

El sentimiento de estado de todos los


agentes socioeconómicos como
catalizador

¿Y có mo ha sido posible llegar a poder diseñ ar e implementar


semejante política? Ahí viene la segunda parte del asunto,
todavía má s encomiable que la primera, y en la que Singapur
hace todo un alarde del sentimiento de estado de todos sus
ciudadanos y agentes sociales. Como habrá n leído en el enlace
anterior, la clave está en el llamado "tripartismo", un
concepto ya antiguo en el marco laboral internacional, pero al
que Singapur a dado un nuevo y visionario enfoque.

La implementació n particular que Singapur ha hecho del


"tripartismo" se ha traducido en el hecho, casi sin
comparació n posible en otros países, de haber conseguido
sentar en una misma mesa de diá logo a gobierno, patronal y
representantes de los trabajadores. Y no só lo es el mero hecho
de sentarse, sino el espíritu con el que se sientan a la mesa. Lo
hacen con el objetivo común de lograr el mayor progreso
económico posible, y sin entrar en posiciones de beneficios
particulares y, menos aú n, partidistas.

El hecho es que los singapurenses han logrado la cuadratura


del círculo, y aunque tal vez sea por idiosincrasias nacionales
o diferencias culturales, el caso es que allí la fó rmula les
funciona, y lo hace muy bien. Estando todas las partes
sentadas a la misma mesa, el grupo de trabajo puede
analizar en cualquier momento un mismo asunto desde
todas las perspectivas.

La perspectiva de la empresa a la cual no le beneficia que su


fuerza laboral se vuelva obsoleta y vaya perdiendo
productividad. La del empleado que no quiere ver có mo se
queda desfasado, puede perder su puesto de trabajo y
encontrarse con que sale a un mercado laboral que no le
quiere. Y la de un gobierno que debe velar por llevar tanto al
país como a sus ciudadanos lo má s cerca posible de su nivel
potencial. Y lo má s importante, la perspectiva de: ¿Qué
pueden hacer entre todos para conseguir el objetivo
común?

Como resultado, el país se ha llenado de historias de


ciudadanos que han aplicado nuevos conocimientos híbridos
a sus actuales puestos de trabajo, de vidas profesionales
mixtas que combinan trabajo y pasió n, y también de giros
inesperados buscados o no buscados de los cuales se ha salido
con éxito gracias a aptitudes y conocimientos nuevos
adquiridos con la política de "doble aptitud". Toda la
sociedad en su conjunto parece muy satisfecha con los
resultados obtenidos.

Las lecciones a aprender del caso de la


ciudad-estado de Singapur

La primera lecció n igual muchos de ustedes me dicen que es


un imposible pero, incluso aunque realmente lo sea, un
servidor es un firme creyente de que no debemos renunciar
nunca como ciudadanos a esta aspiración. Debemos tener
políticos, empresarios y agentes sociales a la altura de los
problemas que tratan de resolver, y con sentimiento de estado
en todos los casos. Cada cual que haga su propia autocrítica.

En segundo lugar está la pregunta ló gica, visto el panorama


formativo españ ol por parte de los organismos pú blicos de
empleo: ¿Por qué esperar a que alguien esté desempleado
para empezar a formarle en algo nuevo? Sin duda, desde hace
ya un par de décadas, se ha dado un giro importante en temas
de formació n en las empresas españ olas. Pero el hecho es que
esta formació n va ligada casi en el 100% de los casos a la
utilidad en el puesto de trabajo actual. En Singapur no
porque el objetivo no es sólo poder aprovecharse de ello a
título individual y corporativo, sino hacerlo como
sociedad.

Ademá s, no se puede pasar por alto que la política de la "doble


aptitud" es una excelente forma de conseguir el ideal de la
formació n continua en el sentido má s pleno de la acepció n. De
esta manera se puede evitar la obsolescencia de la fuerza
laboral, y ademá s es un caldo de cultivo ideal para fomentar la
proliferació n de polivalentes perfiles híbridos. Ya saben
ustedes que les hemos dicho mú ltiples veces que el mejor
futuro laboral del mercado de trabajo está en este tipo de
disciplinas mixtas.

El ú nico "pero" que se puede poner al logro singapurense es


hacerse eco de esas voces que se alzan tachando al régimen
político de la isla de fuertemente autoritario. Sin tomar hoy
parte por ninguna de las posiciones enfrentadas, sí que hay
que decir que vivimos tiempos en los que las economías
autocrá ticas ganan peso dentro del capitalismo global, como
ya les analizamos para el caso concreto de la China
dictapitalista. La asignatura pendiente para los régimenes
democrá ticos avanzados es demostrar que también se puede
tener pujanza económica con economías dirigidas (en su
justa medida), y menos intervenidas.

Es por estos temas por los que algunos países, con esos
mercados laborales y con esa clase media, a un servidor
le dan (sana) envidia con sólo nombrarlos. Y no se trata ya
de entrar en el eterno debate estéril de si ir a un modelo
estatalista o a un modelo liberal. Ambos pueden funcionar
igualmente.

La clave está en que las personas que diseñ an y dirigen esas


políticas son personas que mayormente intentan hacer las
cosas bien, y buscan el bien comú n. Desde el funcionario de
má s alto rango, pasando por el empresario má s potentado, y
acabando por el ciudadano má s a pie de calle. Todos tienen
sentimiento de estado. Y eso por otros lares ni se le ve ni se
le espera, y el que esté libre de culpa que tire la primera
piedra.

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