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DOLORES

DOLORES CACUANGO
Dolores Cacuango nació el 26 de octubre de 1881 en Cayambe, en la comunidad de Pesillo.
Su madre era rebelde y un gran referente para Dolores. Su padre más bien se resignaba.

Dolores observaba, con indignación, una realidad injusta que hasta ese momento nadie se
había atrevido a cuestionar. Veía como sus padres trabajaban sin descanso en las haciendas y
no recibían nada a cambio. Ella, como ninguna niña indígena de la época, no pudo ir a la
escuela, así que no aprendió a leer ni a escribir. Pronto se dio cuenta de que no existían
derechos para ella ni para su familia ni amigos. Entendió que para las mujeres, esta realidad
era aún peor: aunque trabajaban lo mismo que sus maridos, no recibían sueldo, así, la mujer
indígena estaba en una doble condición de vulnerabilidad: por ser indígena y por ser mujer;
era considerada otro bien del hacendado. Desde que las indígenas tenían diez años, los
patrones y sus hijos las violaban. Muchas tenían hijos no deseados ni reconocidos que debían
criar solas, aun siendo adolescentes, e incluso, niñas. 

Por eso, apenas cumplío 14 años, Dolores se vio obligada a abandonar sus tierras y a
separarse de su familia. Se fue de viaje, en busca de algo mejor. Pero la ciudad no era lo que
esperaba; de hecho, Dolores pasó de una prisión a otra, porque el único trabajo que encontró
en la ciudad, donde se gestaban nuevas formas de colonialismo y esclavitud indígena que
perduran hasta ahora, fue el de empleada doméstica. Aunque en Quito aprendió a hablar
castellano, también se dio cuenta de la diferencia de clases y la injusticia con los indígenas.
Con nuevas ideas y un plan que empezaba a gestarse en su interior, Dolores botó el trabajo y
regresó a la Hacienda San Pablo Hurcu, caminando. Más tarde se casó con Rafael
Catucauamba. Tuvieron nueve hijos. Pero sólo sobrevivieron dos. Uno de
ellos se llamó Luis, y más tarde, fue educador, como su madre. 

A finales de la década de los XX, con la influencia de la revolución


rusa, militantes marxistas se infiltraron en las haciendas de Cayambe
para formar políticas entre los y las indígenas. Les incitaron a protestar
por sus derechos, les proporcionaron nuevas formas de lucha contra la
opresión, como el sindicato agrícola y la huelga. 

Los indígenas empezaron a unirse, ahora había complicidad


entre ellos; poco a poco se daban cuenta de que no estaban
solos. Dolores trabajaba por el día, y por las noches, mientras
los patrones dormían, ella se reunía en secreto con sus compañeros. Dolores habló de los
derechos de los indios, decidió que nunca más serían oprimidos, que juntos eran más y que no
volverían a dejarse pisar. En un mundo patriarcal, ella decidió que las mujeres indígenas ya no
serían utilizadas. El 26 de julio de 1930 en lo que hoy se conoce como parroquia Juan
Montalvo, en una reunión secreta Dolores Cacuango fundó, junto a Nela Martínez, la
Federación Ecuatoriana de Indios y fue elegida presidenta. “Primero el pueblo. Primero los
campesinos, los indios, los negros y mulatos. Todos son compañeros. Por todos hemos
luchado”, decía.

En 1930 Dolores comandó una revuelta en la que los indígenas pidieron remuneraciones,
mejores trato por parte de los terratenientes, salarios justos, pero como no hubo respuesta,
organizaron una gran marcha de dos días a Quito. En el gobierno de Ayora quería expulsar a
los indios de las haciendas. Para Dolores, en lugar de un golpe bajo, esto le dio más fuerza
para seguir luchando.

“Nosotros, indios, necesitamos tierra,


necesitamos casa y comida. Y
necesitamos respeto. Respeto como
indios.”, dijo Dolores en la conferencia de
Trabajadores de América Latina, en 1942.
“Somos pobres y explotados, sí, pero
antes que pobres y explotados somos
indios, indias. Tenemos idioma, tenemos
historia, tenemos nación india. Tenemos
que recuperar tierras y recuperar fuerza
india. ¡Ñucanchik allpa!”

Por 85 veces, Dolores se desplazó a pie


por más de 70 kilómetros, desde Olmedo
hasta Quito, para exigir los derechos de
los indios, para mirar a los ojos al poder, a
los hombres, a los mestizos. Los pies de
Dolores también llegaron hasta el mar.
Porque no se conformó con reivindicar los
derechos de los indígenas, ella luchaba
por un mundo más justo. Bajó a la costa y
ayudó a organizar a los montubios. Uno de sus sueños, era que existiera una institución
nacional que reconociera legalmente a las clases desposeídas.

Dolores fundó las primeras escuelas interculturales bilingües en 1945, junto a la profesora
integrante del partido comunista de Mejía, Luisa Gómez de la Torre, en Santa Ana, Mollurco,
La Chimba y Pesillo. Lo hizo sin ningún espacio físico ni autorización, solo con la convicción
de que era fundamental crear escuelas interculturales bilingües que respeten las lenguas
tradicionales y las costumbres de cada pueblo.

Aunque en la cultura indígena es común ver liderezas, pues la mujer y lo femenino siempre
han tenido un lugar importante, empezando por La Pachamama, Dolores fue un caso
excepcional. Fue ella la precursora de toda una generación de mujeres indígenas luchadoras.
Tras ella vinieron muchas más: Tránsito Amaguaña, Angelita Andrango, Brígida Pilataxi,
Helena Tamba.
Luchó para sacar del anonimato a todas las minorías, ya que ella misma, era parte de todas:
era indígena, era mujer, era pobre y analfabeta.

Dolores Cacuango murió el 23 de abril de 1971, con 91 años. Fue un ícono de la lucha de las
mujeres latinoamericanas por su coraje y por su caracter transgresor y capacidad como
dirigente del campo popular.

Su valorización de la lengua quechua fue reconocida en 1998 por la Asamblea Nacional


Constituyente que permitió el sistema de educación intercultural bilingüe. Y muchas escuelas
en Ecuador llevan su nombre.
En 2009 la UNESCO, durante su conmemoración del Día Internacional de la Mujer, le dedicó
una exposición en París como homenaje a su lucha. 

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