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Las etapas de la fe

El desarrollo en Dios es algo a que todos aspiremos, pero no siempre sabemos a qué
este desarrollo se va a parecer. En su libro, Stages of Faith, (‘Las Etapas de la Fe’), el
profesor James W Fowler, un psicólogo de desarrollo de la Escuela Teológico Candler,
traza las líneas generales de una estructura por lo que se refiere a un desarrollo de fe con
etapas. La estructura siguió estrechamente ideas relacionadas con aspectos del
desarrollo psicológico de niños y adultos.

El trabajo del profesor les ha traído claridad a todos ellos quienes han intentado
entender a los muchos que se han encontrado en el camino hacia, o más allá del
borde de lo que ha sido definido ‘la iglesia’.

Introducción:

Del mismo modo que tenemos etapas en la vida humana – de la infancia a la vejez – y
que cada uno de nosotros tenemos cada etapa en común, aunque la experiencia personal
de cada etapa sea distinta, así es también en la vida espiritual. El reto espiritual enorme
es seguir desarrollando. El riesgo es de encontrarse ‘enjaulado’ o cerrado dentro de
cierta etapa, o porque no había mapa para afirmar el progreso o por causa de un miedo
que detenga el progreso (sea un miedo provocado interiormente o de una presión
externo).

Estas obras aquí citadas nos dan un mapa que traza el viaje, nos informa de qué esperar,
pero lo más importante, que afirma el viaje en el cual nos encontramos.

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Unas noticias importantes sobre estas etapas:
La teoría del modelo de etapas es descriptiva y no preceptiva. Ayuda a describir lo que
ocurre, pero no prescribe cómo avanzar.
 No se deben ver las etapas como una inherentemente mejor que otra.
 Las etapas no se pueden saltar. No hay atajos. No se puede ir de la una directo a
la cuarta por ejemplo. Es un proceso aunque se puede volver a visitar ciertas
etapas en otras temporadas (bien que a otros niveles).
 Es posible quedarse atrapado en cualquiera de estas etapas a lo largo del viaje.
 Para los que creen que ya se han ‘avanzado’, es importante recordar que las
etapas anteriores fueron fundamentales. No se puede privárselas a otras
personas.
 Se puede entender la etapa que viene en seguida, pero no comprender realmente
la que está a dos etapas más avanzadas. Así que, los que están en una etapa más
avanzada serán malentendidos a veces por ellos de las etapas anteriores.
Asimismo, los de las etapas avanzadas se sentirán tentados a mirar por encima
del hombro a los de las etapas anteriores.
El reto mayor es continuar desarrollar en nuestra fe. Éste se complica más por la
incapacidad general de la iglesia evangélica para ver el progreso más allá de la
etapa 3 (de las seis).
Etapas 1-3 y 4-6
Hay una división entre las tres primeras etapas y las tres segundas. Hay un punto de
cruzarse.

(Los párrafos siguientes fueron influidos mucho por (o incluso citan) la material del
blog ‘theocentric’.)

La mayoría, si no todos, de los modelos evangélicos contemporáneos de desarrollo


culmina en la tercera etapa. Por ejemplo, el modelo “Iglesia Impulsado por un
Propósito” (‘Purpose Driven Church’ en inglés) supone que una persona sea
madura espiritualmente cuando forme parte de un “núcleo comprometido” –
sirviendo dentro de y por la iglesia según sus dones.
Pero es muy posible (y es más, bastante probable) que muchas personas oficien por
motivos egoístas. La actividad de la iglesia no es un indicador de madurez. La
ocupación de actividades de la iglesia no lleva automáticamente al desarrollo espiritual.

Lo que hace la iglesia lo mejor es trabajar con personas en las etapas 1 a 3. Así que el
hecho de que el número de personas más alto es en la segunda etapa encaja con como la

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iglesia se ve. Así se presenta la cuestión de qué y cómo la iglesia se relaciona con las
personas más allá de la etapa 3.

Muchas personas se marchan de la iglesia cuando llegan a la etapa 4, o sea ‘la pared’, ya
que hay pocos recursos o programas a su disposición, y se sienten separadas cuando su
fe tan apreciada ya no funciona.

En su libro, Exit Interviews, (‘Entrevistas de Salida’), William D. Hendricks demuestra


que la mayoría de los que antes iban a, o incluso servían a, una iglesia local pero que ya
han dejado totalmente la vida dentro de la iglesia, no ha perdido la fe en Dios. Sino ha
perdido la fe en la iglesia. Ellos “se han vuelto desilusionados con la iglesia y con otros
institutos del cristianismo” y “han perdido la energía y el entusiasmo que antes tenían
por los programas del desarrollo espiritual”. Por lo tanto, “ahora están buscando en otras
partes para satisfacer sus necesidades espirituales” (Exit Interview, 11).
Estas personas se marchan principalmente porque están desilusionados con la iglesia.
Afirman que la iglesia impide su desarrollo.

La iglesia tiene un modelo de la formación espiritual mal desarrollado que deja poco
espacio para preguntas, dudas y redescubrimiento.

Entonces, se puede dividir el mapa en dos partes de 3 etapas en cada una; con un
cambio de 3 a 4 que tiene lugar en medio de crisis, y con la necesidad de ‘pasar a través
de la pared’. Para muchos es este el escollo, y es comprensible, y muchas veces tiene
como resultado personas que rebotan de acá para allá. Se van hacia posición 4
pero se retiran a posición 3. Lleva un precio, se implica una muerte para hacer la
transición.
Las etapas 4-6 tienen un mapa menos claro dado que el viaje del individuo hará una
mayor diferencia a su experiencia.

Las Primeras Tres Etapas: El Viaje Externo


El viaje crítico consta de seis etapas. Las primeras tres son externas principalmente; y
las últimas tres son internas.

En las primeras tres etapas, nuestra fe, o sea nuestra espiritualidad, con lo más
frecuencia se expresa de unas maneras que son prescritas por criterios externos,
sean esos la iglesia, un líder espiritual específico, un libro o incluso un conjunto de
principios… Las etapas 4-6 representan una transformación personal difícil que
requiere, en un nivel distinto, un redescubrimiento de qué tratan la fe y la espiritualidad.

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La etapa 1
“Es el descubrimiento y reconocimiento de Dios” (33). Aceptar la realidad de Dios
puede empezar cuando uno sea joven, o puede suceder más tarde por una experiencia
religiosa o una conversión. Esta conversión puede ser instantánea o durante un periodo
largo.

La primera experiencia de Dios es maravillosa y refrescante por la novedad.

A pesar de la edad, sin embargo, parece verdad que la mayoría de nosotros empezamos
el viaje de una manera infantil. Venimos con una inocencia, una frescura, que raramente
se vuelve a ser tan viva o vital. Es comparable a como nos sentimos durante el principio
de un romance o una nueva amistad. Nos dejamos arrastrar por la experiencia de la
relación, sin mirar ninguno de los puntos negativos.
La etapa 2
Es un “momento de aprendizaje y pertenencia” calificado de “la vida de discipulado”.
Principalmente implica aprender de líderes espirituales o escritura religiosa dentro de un
contexto comunitario. Encontramos un conjunto de ideas, un sistema de confianza, o un
grupo de gente que nos enseñe la luz, y responda a nuestras preguntas. Es un alivio
tan grande y parece tan seguro – como un refugio en una tormenta. Y nos da lo que
necesitamos.
La etapa 3
Es “la vida productiva” e implica servir a Dios conscientemente por los dones
espirituales. Las verdades aprendidas en la etapa 2 encuentran una válvula de escape
dentro de servicio en la etapa 3.

La mayoría de los modelos evangélicos del desarrollo cristiano para aquí. Esto significa
que la cumbre de madurez cristiana es el servicio fiel y comprometido (casi siempre
dentro del contexto de una iglesia, o de un contexto que beneficie una iglesia). Las
personas más comprometidas sirven en la iglesia profesionalmente. No obstante, es
obvio que una persona pueda llegar a esta etapa y seguir siendo egoísta, legalistic,
inmadura y no curada interiormente. El servicio cristiano no es la mejor medida de
determinar la madurez espiritual. Esto es el valor del modelo de Hagberg y Guelich.
Según ellos, “la vida productiva” es importante, pero no es la meta. De veras, en el
mapa del viaje cristiano, los que están en esta etapa solo están a mitad de camino!

Muchos líderes de las iglesias no conocen ni comprenden nada mas allá de la etapa 3, y
cuando ven la lucha de la etapa 4 ponen en duda y juzgan la fe de esa persona. Esto
acaba en muchas personas saliendo de la iglesia cuando experimentan la etapa 4.

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La etapa 4: El Viaje interior
La etapa 4 es el viaje interior – “un viaje interior profundo y muy personal” que “casi
siempre viene como una experiencia perturbador pero sin embargo da como resultado
una curación para los que siguen através de la experiencia.” (93). En esta etapa, nuestras
opiniones de Dios anteriores se cambian radicalmente. La alteración puede ser tan
grande que sentimos como si perdiéramos nuestra fe o traicionáramos las
lealtades.
En esta etapa nos enfrentamos (al menos muchos sí) con un cambio brusco a un
modo casi opuesto. Es un modo de cuestionar, explorar, deshacerse, dudar, evadir
los temas verdaderos, hundirse en la incertidumbre y entregarse al egocentrismo.
A los que están en nuestro alrededor, les parece que hemos perdido la esperanza y
la visión.
Normalmente esta incertidumbre nueva (y a menudo sorprendente) es precipitada por
una crisis, es decir que cualquier paso de la etapa 3 a la 4 muchas veces ocurre dentro
del contexto de, o resultado de una crisis. Una crisis de la fe, una crisis donde muchas
de las verdades y respuestas anteriores parecen ahora insuficientes o inadecuadas para la
próxima etapa del viaje, o una crisis con las practicas corporativas de la iglesia o del
grupo con quien estábamos relacionados, las cuales no tienen ahora tanto razón como
antes.

La crisis “quebranta nuestras creencias firmes o suposiciones y nos sentimos a merced


de las olas en un mar inquieto, valiéndose por sí mismo. La sensación de Dios que
tenemos es debilitada y no encontramos ningún sentido nuevo, sino más preguntas.”
(197).

La crisis conmueve nuestro sistema. Perdemos consuelo y cuestionamos nuestras


convicciones, dado que los suportes de fe anteriores ya no son adecuados.

¿Por qué exige normalmente el avanzar a esta etapa una crisis? La razón es simple:
Nadie elegiría esta clase de experiencia por su cuenta!

La mayoría de nosotros estamos tan cómodos y autosuficientes en la etapa anterior


(llamado la vida productiva) que no tendemos la tendencia natural de movernos en
absoluto. De hecho, ni parece que la etapa 4 forma parte del viaje a los que se sienten en
casa en la etapa 3. No parece ser una extensión de nuestra fe y desarrollo. Por lo tanto,
no vemos la atracción de ir en esa dirección.

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La aversión que se siente por la etapa 4 va aumentando por los peligros verdaderos que
acompañan esta etapa. “A veces la gente se cae del viaje completamente en este
momento. Abrumados por el dolor o la crisis de la vida, nos aislamos enteramente de
Dios” (107).

Hay una transición muy clara que hay que atravesar para moverse de la etapa 3 a la
etapa 4. Hay una experiencia de ‘la pared’. Es imposible cruzar, dar la vuelta, o pasar
por debajo de la pared. Solo se puede ir através de la pared. “La experiencia de la pared
es el sitio…donde la psicología y la espiritualidad convergen. Hasta este momento, uno
puede ser religioso, espiritual, o productivo, sin ser curado psicológicamente, o
viceversa” (115).

En la pared somos forzados a “afrontar la realidad” para avanzar. “La pared nos invita a
integrar nuestros seres espirituales con el resto de nosotros. Esto implica afrontar
nuestros demonios, y los de otras personas. Tenemos que afrontar lo que más tememos,
y por eso es una experiencia tan desagradable, y por lo que muchas personas solo entran
bajo coacción” (233).

Se enseña y adiestra la mayoría de los cristianos a bailar alrededor de la pared y luego a


regresar a la etapa 3 lo más rápido posible. Muchos cristianos no saben que hacer
cuando alguien alcance la pared. Respuestas típicas oscilan entre animarle a leer el
último libro espiritual, a ir a un taller de ‘solución rápida’, a encontrar a un compañero
de responsabilidad cuanto antes, y, cuando sea muy mal, a ir a un consejero unas veces
para reparar lo que va mal y para volver a lo ‘normal’ tan pronto como sea posible.
Se puede “atravesar” la pared a niveles más profundos de desarrollo espiritual
solamente por tener aceptación de uno mismo y por rendirse a la voluntad de Dios. “El
poder detrás de la transformación en la pared es el siguiente: aprender abrazar todo tu
historia con una imparcialidad afectuosa y compasiva” (234). Tenemos que aceptar a
nosotros mismos con todas nuestras heridas e imperfecciones. Tenemos que
experimentar el amor de Dios y su aceptación de nosotros como somos con todas
nuestras debilidades y humanidad. Y luego tenemos que rendirnos completamente a la
voluntad de Dios, a pesar de que seguimos en la oscuridad.

Un ejemplo de la curación y transformación espirituales/psicológicas que ocurren es la


comprensión de que arreglar a otros, ayudarles demasiado, o la dependencia del uno al
otro no es un servicio desinteresado. Estas motivaciones tienen raíces insanas. Revelan
un sentido de autoestima baja, un deseo a controlar (119).

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A través de dudas y dificultades conocemos mejor a Dios y a nosotros mismos.

Comunicar esta etapa a los que no la han experimentado es difícil. Las personas en
la etapa 1 no pueden ni imaginar semejante experiencia. Ellos en la etapa 2 la ven
como una falta de convicción. Creyentes en la etapa 3 se preguntan si nos hemos
perdido la fe completamente. Para ellos en etapas anteriores es difícil reconocer
que la duda no es una falta de fe – la duda es la fe tomándose en serio.
Estas primeras tres etapas mantienen la iglesia al comercio. Es lo que produce
trabajadores, las personas que se sientan en los bancos y aprenden, que pagan el
diezmo, y los voluntariados quienes consiguen hacer el ministerio.
En la pared, la transición a entrar en la etapa 4, hay un sitio que da miedo donde se
siente como si todo este en juego. Todo lo que sabíamos antes, se ha ido por alguna
razón o simplemente ya no da vida. No nos sentimos seguros ni satisfechos ni con
energía para el sistema que solíamos dar todo el corazón, tiempo y dinero. La manera en
que antes experimentábamos a Dios ya no funciona, o al menos no al nivel de antes.
Hay muchas más preguntas que respuestas. Esta puede ser una etapa muy difícil a
entender pero también una etapa magnífica porque es donde empezamos a dejar los
consuelos que nos protegían tanto pero que también nos impedían que tuviéramos una
experiencia más profunda y más rica con Dios.

Muchos curiosos (preocupados) nos observan, pensando que perdemos los papeles, que
nos volvemos heréticos, que perdemos la fe, con la esperanza de que una vez terminada
esta fase volveremos ‘a casa’ cuanto antes.

El reto enorme es que es posible bailar con la transformación, usar el lenguaje pero
nunca atravesar la pared. Dar todas las señales apropiadas pero al final regresar a la
etapa 3 por no poder avanzar.
El Viaje Fuera de Nuevo: La etapa 5 y la etapa 6
La etapa 5 es
“el viaje fuera” donde nuestro “enfoque es fuera, pero desde un punto central nuevo y
firme de nosotros mismos” (133). En esta etapa “nos rendimos a la voluntad de Dios
para dirigir completamente nuestras vidas, pero con los ojos bien abiertos, consciente de
pero sin miedo de las consecuencias” (133). Ya estamos completamente seguros de que
Dios nos ama plenamente, tal como somos. “Hay una tendencia humana de pensar que
si Dios realmente nos conociera no nos amaría… En la etapa 5 empezamos a entender
que Dios nos ama verdaderamente a pesar de que nunca somos completos. Dios nos
ama en nuestra humanidad” (134).

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Con los recursos adentro recién hallados, “nos aventuramos fuera del auto-interés hacia
otros” (133). Somos débiles pero completos. Consciente de nuestros defectos, tenemos
la confianza de que Dios trabajará a través de nosotros.

La totalidad parece mucho a debilidad en esta etapa. La totalidad no nos hace más
fuerte, sino deja que Dios trabaje a través de nuestra debilidad. La totalidad significa ser
consciente de nuestros defectos sin dejar que estos nos confundan… Dios más nos
puede usar cuando estamos quebrantados, una verdad que fue muy difícil aceptar hasta
la experiencia con la pared. (135).

A ellos que siguen en las etapas anteriores, les parecemos poco prácticos, ineficaces y
fuera de contacto.

Con frecuencia, parecemos ser poco prácticos y fuera de contacto con la realidad. La
manera en que funciona el mundo alrededor, la gente completa, desinteresada y llamada
por Dios es contra-cultura. Cuando le amamos a la gente a pesar de su fracaso por
alguna razón en la sociedad, nos llaman ingenuo; cuando nos quedamos con los que
sufren, nos consideran cuidadores; cuando damos dinero libremente, nos consideran
encargados malos; cuando nos rendimos, nos consideran poco competitivos; cuando
cedemos, nos consideran débiles. No encajamos con las expectativas realísticos de un
mundo que trata de ser productivo y de ganar. Incluso los cristianos productivos en las
etapas anteriores del viaje creen que nosotros en la etapa 5 hemos perdido la ventaja.

En la etapa 5 no nos orientamos hacia la productividad con señas o productos externos.


Por consiguiente parecemos menos productivos y un poco aislados. De hecho somos
muy activos. Pero tenemos la tendencia de hacer las cosas entre bastidores o de una
manera uno-uno. Nunca damos cuenta de que somos casi inadvertidos. Este estilo puede
ser muy confuso y incluso frustrante para los que quieren que seamos líderes en la
manera más tradicional (144-145).

La etapa 6 es
“la vida del amor”
donde el amor de Dios se demuestra através de nosotros “a otros en el mundo más
claramente y con más regularidad que nunca hemos creído posible” (152). Por
perdernos, nos encontramos a nuestros mismos. La presencia de Dios se experimenta en
cada relación.
Los momentos a solos con Dios vienen en los momentos fuera tranquilos y también en
las conversaciones incesantes y cotidianas. Tenemos poca ambición por ser conocidos,

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ricos, con éxito, notables, orientados hacia una meta o “espirituales”… Estamos llenos
del Espíritu pero en una manera tranquila y modesta. (153)

Tomamos como modelo el amor de Dios para amar con gran compasión. Vivimos con
menos y nos deleitamos en hacer las tareas ingratas.

En la etapa 6 podemos alcanzar mucho más allá de nuestra propia capacidad y amar a
nuestros prójimos con una compasión profunda, porque sabemos que todos vienen de y
son amados por Dios. Como Jesús fue compasivo incluso en Getseman, en su juicio, en
la cruz, así también somos compasivos bajo sufrimientos excesivos.

En la etapa 6 llegamos a ser consciente de que cuanto más tenemos a Dios, lo menos
necesitamos todo lo demás. No rechazamos propiedad material. Simplemente
aprendemos a necesitarla menos; nos quedamos separados de las cosas y personas como
aparatos de apoyo…

Estamos llenos de sorpresas porque somos tan libres, tan llenos de Dios, y tan
completos. Podemos decir y hacer cosas absurdas porque no tememos la muerte.
Podemos rendirnos materialmente, físicamente, mentalmente y emocionalmente a
propósito por el servicio de otros, sin sentir miedo por la gran perdida. (154-155, 156)

Nuestra expresión de amor es desinteresada en lugar de necesitada. Amamos sin la


necesidad de recibir amor en cambio. Amamos apasionadamente a otros en una manera
desapasionada (desinteresada, imparcial). No somos egocéntricos (centrado en sí
mismo), sino ‘theocentricos’ (centrado en Dios), ‘cristocentricos’ (centrado en Jesús
Cristo), y excéntricos (centrados en otros). Amamos a otros, no por el bien de nosotros,
sino por el bien de ellos; no pensando en nuestra bondad, sino en la suya.

Ya perdido el ser falso – un ser arraigado de propiedades, dotes y la aceptación humana


– abrazamos nuestro ser verdadero, lo de ser eternamente y plenamente amado por Dios.

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