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asignó también el propósito de promover, mediante acción cooperativa, el
desarrollo económico, social y cultural.
Tomando en cuenta la importancia del papel de la seguridad hemisférica
como uno de los principales motivos que indujeron a los gobiernos de América
para establecer la OEA es evidente si se tiene en cuenta que en 1947, el año
anterior a la adopción de la Carta, se suscribió el Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca, o Tratado de Río, de acuerdo con cuyas cláusulas un
ataque externo contra uno de los estados signatarios que ponga en peligro su
integridad es considerado como una agresión a todos ellos a la cual debe
responderse en forma colectiva. En 1951, con motivo de la guerra de Corea, la
reunión de consulta reafirmó en Washington los principios del Tratado de Río y de
la Carta como reacción ante la política expansionista de la Unión Soviética y sus
aliados, criterio que informaría muchas decisiones posteriores en la OEA.
Por cuanto, a lo largo de la Guerra Fría la OEA funcionó bajo los parámetros
de la lógica Este- Oeste, pero en un marco de consenso definido por lo
envergadura del poder norteamericano y los valores que guiaban las acciones
externas del Departamento de Estado.
De lo que se desprende con posterioridad a la Segunda Guerra Estados
Unidos sustentó su liderazgo sobre una base de poder sólida que demostraba su
supremacía estratégico- militar, económica y política a la vez que logró fijar el
grupo de valores comunes a ser defendidos por la comunidad occidental de
naciones. Esto es, los valores defendidos durante la guerra y establecidos como
ejes centrales del orden de posguerra eran libertarios. La participación de Estados
Unidos en la guerra había permitido el triunfo sobre el fascismo y el nacional
socialismo. Posteriormente, su misión, su destino manifiesto: consistía en
defender al mundo del comunismo y en lo posible distribuir la forma de gobierno
democrático-liberal, a imagen y semejanza del sistema norteamericano, a la mayor
parte del planeta.
De lo antes expuesto se puede deducir que la OEA surge en plena Guerra
Fría y queda atrapada en la dinámica de esta situación internacional como un
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instrumento de lucha para combatir el comunismo. El unilateralismo
norteamericano, el aislamiento y la desconfianza mutua entre sus miembros es
uno de los elementos característicos de este período. Durante los años 1960,
buena parte de América Latina escudados en el principio de no intervención,
consagrado en la Carta de la OEA, mantuvieron regímenes dictatoriales, mientras
que la OEA quedaba bloqueada.
Con la caída del muro de Berlín, la configuración de un nuevo orden
internacional y el proceso de globalización proporcionan la oportunidad a la OEA
de convertirse en una institución clave para el desarrollo del multilateralismo y la
acción colectiva con el fin de promocionar y defender la democracia. Rol a partir
del cual se justificaría su actuación en la prevención y gestión de crisis. El final de
los regímenes militares en la década de los ochenta y la progresiva generalización
de la democracia en la región permiten defender con coherencia la democracia
representativa como uno de los principales objetivos de la OEA. En tanto en
cuanto la consolidación democrática se entiende como garantía para asegurar la
convivencia y la estabilidad política y social y por tanto como un medio de evitar el
conflicto.
El fin de la Guerra Fría sumió a la OEA en una crisis existencial. La ola de
democratización de los años 1980 liberó a la organización del silencio que la tutela
estadounidense le había impuesto durante las dictaduras. Mientras el bloque
soviético se desmoronaba, se dedicó a defender las normas y valores de la
democracia liberal. La organización se reinventó y comenzó a centrarse, en
particular, en la observación de los procesos electorales para asegurar su
credibilidad. Esta misión, que comenzó en Costa Rica en 1962, terminó por
convertirse en uno de los pilares de la nueva institución. No obstante, esa hoja de
ruta no fue suficiente para situar a la OEA en el centro de la escena. En esa
época, las preocupaciones de Washington eran, esencialmente, imponer su
consenso y los programas de ajuste estructural resultantes. En este ámbito, el
Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) acapararon la atención de los latinoamericanos.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS