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I. El amanecer de la astronomía.

El ser humano es esencialmente como todas las especies que habitan el planeta, con una
temporalidad tan pequeña en él, que resulta impresionante que hayamos sobrevivido hasta nuestros
días con lo único que probablemente nos diferencia del resto como especie: La consciencia. Desde
que se conoce que el ser humano es un ser consciente, mirar el cielo, aparentemente inalterable, lo
ha sumido en múltiples filosofías y teorías sobre su apariencia y su afección hacia lo que le rodeaba.
Actualmente, las preguntas fundamentales y aparentemente sencillas fueron, en el tiempo primitivo,
un verdadero esfuerzo intelectual de nuestros ancestros.
Al alzar la mirada hacia la bóveda celeste y no encontrar una explicación mejor, las primeras
sociedades adoptaron el animismo para obtener una explicación simple y, dadas sus circunstancias,
fácilmente creíble, lo que originó un universo mágico para ellas, que satisfacía su necesidad de
explicar el cosmos. Este universo evolucionó hacia un universo mítico; el ejemplo más claro es en
Grecia, donde el pensamiento evolucionó y adoptaron dioses y héroes semihumanos que hicieron su
concepción más complicada. Esto originó que el hombre pensara que las desgracias de los pueblos
ocurrían por dioses que así lo querían y las glorias de otros se daban para mantener un equilibrio en
el universo, de ahí surgieron historias sobre sus deidades y su relación con la humanidad; lo que
muchos años después se les conocería como mitos. Muchas de estas historias (si no es que todas)
están repletas de imaginación y fantasía, relatos hermosos como los de la tribu Kiliwa, que
habitaban la península de Baja California en el paleolítico, da una muestra del lugar que, pensaban,
tenían en el universo. Éstas observaciones alrededor del mundo en la antigüedad enseñaron que
había un orden en la bóveda celeste, y la mayoría de los pueblos asumieron que el mundo surgió del
desorden y que se ordenó por mandato divino. Todo esto era simple y de acuerdo a su vida, sin
embargo, otras han llegado a ser dogmas que sobreviven hasta la actualidad.

II. Cosmogonías antiguas.


Entre las culturas más avanzadas de hace 6,000 años se encontraban los sumerios, que vivieron
entre los ríos Tigris y Éufrates. Como en todas las civilizaciones, sus primeros dioses fueron
engendrados por el caos, personificado como Tiamat (diosa madre) y Apsu (Dios padre), y de ellos
vino todo. Esta visión se complicó cuando tuvieron avances matemáticos y astronómicos
significativos; fue en la cultura de los Caldeos (herederos culturales de los sumerios) donde surge la
idea de un cosmos con forma hemisférica. Posteriormente, se dedicaron a registrar los movimientos
planetarios, hicieron calendarios y predijeron eclipses lunares. Ellos creían que los astros estaban
ahí por mandato de los dioses para decidir la suerte de los humanos y de ese pensamiento surge la
astrología de donde vinieron los signos del zodiaco, pero al mismo tiempo, el estudio de los
planetas dio origen a la astronomía. Actualmente, su herencia cultural se refleja directamente en
nombres de los días y de los planetas, la división del año y del círculo con su sistema sexagesimal.
Los egipcios, por su parte, no idearon teorías sobre el sol, la luna o el movimiento de los planetas.
Ellos creían que el mundo era alargado, muy probablemente por su posición geográfica junto al río
Nilo. Su principal dios era Ra, y lo relacionaban con el sol, el cual se desplazaba en una barca por el
firmamento. Algo que llamó la atención a la mayoría de las civilizaciones antiguas fue la vía láctea,
la cual los egipcios consideraron hecha por Isis; posteriormente se le llamaron el “Nilo Celeste”.
En cuanto al cosmos hindú, la observación de las estrellas fue para referir los movimientos del sol y
la luna y así poder determinar de forma práctica un calendario de 12 meses, agregando un mes extra
cada 30 lunaciones. El mito más antiguo del cosmos hindú dice que Brahma dividió al huevo
primigenio en dos y formó con una parte el cielo y con otra la tierra, lo que explica que
consideraran al planeta más bien una elipse. Ellos, más tarde con una interpretación filosófica
idearon a un universo regenerado y destruido cíclicamente, la cual es una hipótesis de importancia
en la actualidad para muchos científicos.
Los chinos fueron bien organizados en la observación, lo hicieron de manera sistemática y
cuidadosa, la cual aún en nuestros días siguen vigentes muchas de sus ideas y estudios. Fue uno de
los primeros pueblos en determinar el año solar y lo hicieron con gran exactitud, ayudados también
por su posición geográfica. Posteriormente tuvieron múltiples modelos cosmogónicos pero el que
vale la pena mencionar proponía que el universo era infinito, carente de forma y sustancia, lo que
demuestra una verdadera abstracción de su lugar en el universo.
El primer modelo cosmogónico de los griegos se encuentra en el libro escrito por Hesíodo
“Teogonía” y no difiere esencialmente de las otras cosmogonías de la antigüedad. Sus
conocimientos astronómicos no fueron conceptualizados de manera diferente a otros pueblos,
aunque sí tomaron conocimientos de sus vecinos caldeos y egipcios, ello para fines prácticos.
Por otro lado, en Mesoamérica, los fragmentos de códices mayas como el Dresde o el Madrid,
muestran que la observación del cielo era bien valorada, pero su cosmogonía queda retratada en el
Popol Vuh, donde la idea de la creación y destrucción cíclica del mundo también fue considerada y
asumida. Cabe destacar que, para los mayas, la tierra no significaba el centro del universo ni tenía
un lugar privilegiado en el cosmos como en la mayoría de los otros modelos cosmogónicos.
Los aztecas tenían una visión cosmogónica compleja, pero después de la conquista sólo se hallan
referentes incompletos de ésta. Sin embargo, se sabe que concebían el universo formado por capas,
las cuales contenían a un objeto celeste en particular. Consideraban a la vía láctea como madre de
todas las estrellas y es uno de los relatos cosmogónicos más hermosos del mundo mesoamericano.

III. Primeros intentos de racionalización.


Hubo un momento en la historia de la humanidad en el que las explicaciones cosmogónicas ya no
bastaban para satisfacer la curiosidad del ser humano por conocer lo que le rodeaba. Fueron muchos
los hombres que trataron de interpretar, primeramente, la ocurrencia de los fenómenos naturales sin
involucrar seres mitológicos, lo que los llevó más adelante a crear disciplinas para el estudio de la
realidad.
Los griegos fungieron un papel destacado en esta transición de mito a logos. Su historia es larga,
pero entre ellos destaca Anaximandro, discípulo de Tales. Intentó explicar el cosmos a partir de la
observación y una capacidad mental sumamente grande: Consideró, para el origen del universo, el
apeiron, que significa lo infinito e indefinido. Concibió al cielo como una esfera en cuyo centro se
encontraba la Tierra suspendida, sin que nada la sostuviera y que no caía porque se hallaba a la
misma distancia de todo. Ésta tenía forma cilíndrica como una columna he incluso trató de dar sus
dimensiones, claramente idealizadas matemáticamente. Ésta filosofía sembró la idea de un universo
maquinal.
En la escuela pitagórica destaca su fundador, Pitágoras, el cual tuvo una influencia en el
pensamiento griego considerable. En su escuela se enseñaba investigación científica junto con el
misticismo matemático, lo cual llevó al concepto de las órbitas circulares que, se creía, describían
los planetas; Idea que se implantó en el pensamiento de la humanidad por casi 2,000 años. Por su
parte, Parménides, miembro de ésta escuela, idealizó a la tierra como esférica he inmóvil en el
centro del universo, mismo que era finito. Un aporte importante de los pitagóricos fue hecho por
Anaxágoras, el cual descubrió que la tierra no brillaba con luz propia, sino que reflejaba la que le
llegaba del sol, ocasionando los eclipses y las fases lunares.
Sobre las ideas de Platón, hay que destacar dos: En primer lugar, creía que la concepción intelectual
de la realidad era más importante que la sensorial, lo que definitivamente impactó negativamente en
el desarrollo de la ciencia. Por otra parte, consideró que la geometría era indispensable para la
formación de hombres cultos. Como consecuencia de ambas, enseño que el universo era perfecto,
hecho de los cuatro elementos básicos, inmóvil e inalterable, sería por mucho tiempo un freno para
la astronomía.
Por su parte, Aristóteles, que era discípulo de Platón, dio la primera estimación (nada aproximado a
la realidad) de la longitud de la circunferencia de la tierra, que también consideró compuesta por los
cuatro elementos, puesta en un universo finito con los planetas, la luna, el sol y los demás astros
girando alrededor de ella. Dogma que permaneció por 2,000 años más.
Un modelo que considero interesante, aunque no popular en la antigüedad, era el de Heráclides del
Ponto, a su modelo se le conoce como Modelo Híbrido, el cual decía que los planetas giraban
alrededor del sol y que la tierra rotaba sobre su propio eje cada 24 horas. Sin embargo, el modelo
más útil de la antigüedad fue el de Apolonio de Perga; los planetas de movían sobre un pequeño
círculo al que llamó epiciclo y a la vez, describía una órbita sobre un círculo mayor llamado
deferente. Estableció las velocidades que debían llevar los planetas en ambos movimientos y la
relación entre éstas y fue aceptado por los griegos fácilmente, ya que no violaba sus ideales y daba
una explicación práctica.
Otros más que considero importante mencionar son: Aristarco, el cual dio dimensiones tangibles del
universo, al establecer distancias entre la tierra la luna y el sol, éste último como centro del cosmos.
Erastótenes determinó de una manera más precisa la longitud del diámetro terrestre, por su parte,
Hiparco dio la distancia correcta que separa la luna de la tierra y mejoró las ideas de Aristarco.
El modelo geométrico más importante fue el de Claudio Tolomeo, el cual toma el modelo de
Apolonio de Perga y lo desarrolla ampliamente. Su libro astronómico conocido como Almagesto
tiene un carácter indiscutiblemente científico. A diferencia de los demás, Tolomeo no recurrió a
explicaciones metafísicas, sino que dio argumentos racionales y fácilmente entendibles de cómo
estaba constituido el cosmos. Más tarde su modelo se conocería como modelo geocéntrico,
estableciendo el orden de los planetas y los astros todo a partir de la observación. Dicho modelo
fue, en la época medieval, atribuido principalmente a Aristóteles, ya que las guerras y el
intercambio cultural hizo que muchos textos griegos perdieran su verdadero significado.

IV. visión medieval del mundo.


Cundo el Imperio romano adopta el cristianismo como credo oficial, resultó inapropiado tener
relación con la ciencia y el conocimiento generado por los griegos. En ésta época de oscurantismo,
el hombre del medievo no se preocupaba por el lugar que ocupaba en el universo, ya que era fiel
creyente en lo que decían las sagradas escrituras. Si no fuera por personajes como Séneca, que
preservaron el conocimiento habido, Colón nunca se hubiera atrevido a decir que había una ruta
corta para llegar a las Indias, pero a pesar de sus esfuerzos, la ciencia decayó en esa época más bajo
que nunca. La mayoría de los escritos que se conservaban sobre el universo eran realmente
descriptivos, olvidando las matemáticas y ajustando los textos a las ideas surgidas de la
interpretación literal de la biblia.
Por su parte, los árabes fueron unificados mediante el islam, y fueron ellos los que se esforzaron
realmente por preservar el conocimiento científico de los griegos; tradujeron muchos textos al árabe
para poder ser estudiados, aprendidos y mejorados y llegaron a tener un compendio importante de
astronomía. Contribuyeron grandemente a la conservación del Almagesto y les debemos términos
como zenit, nadir o almanaque. De ésta forma en el renacimiento se pudo tener acceso a grandes
obras, como la Óptica y Geografía de Tolomeo, meteorología y muchos textos de Aristóteles,
Euclides, Arquímides y muchos grandes filósofos y contribuyentes más.
Los hombres medievales procuraron reconciliarlas ideas de Platón y las de la biblia, y fue gracias a
las ideas de Aristóteles que la sociedad tenía conceptualizado al mundo como perfecto, ordenado y
armónico, como consecuencia de su modelo homocéntrico, ajustado al relato bíblico para no entrar
en conflictos de fidelidad. Ésta idea estuvo inmensamente arraigada al pensamiento, que hombres
como Buridan y Oresme, físicos de la época, tuvieron que aceptar la inmovilidad de la tierra para no
morir después de argumentar su verdadero desplazamiento.
Para la sociedad de entonces, la tierra se creía plana cuando Cristóbal Colón se decidió a navegar a
las indias por otra ruta. No hubo filósofos importantes que apoyaran esta teoría, pero la creyeron así
por la mala interpretación de las sagradas escrituras. Los pensadores manejaban el concepto de una
tierra plana cuando hablaban a escala humana, mientras que al hablar de escala cósmica la
consideraban esférica. Este dilema fue resuelto por las expediciones de navegantes. Fue Colón
quien demostró que era posible viajar a occidente por vía marítima y rompió muchos dogmas de la
época. Esto sin duda significó un mundo más complejo y grande de lo que habrían previsto.
Fernando de Magallanes hizo el viaje de circunnavegación que comprobaría la esfericidad de la
tierra en 1519. El saber astronómico vio su aplicación justamente en la navegación, ya que los
marinos aprendieron rápidamente a guiarse con las estrellas. Esto fue más allá y resultó ser un buen
negocio hacer tablas astronómicas para guiar a los navegantes y, por ende, el desarrollo de esta
disciplina por fin salió del estancamiento en el que se encontraba.
Para la transición entre estas dos épocas considero importante destacar a Nicolás de Cusa, quien
discutió ampliamente la perfección del cosmos y fue un percusor de la visión moderna de éste. Dejó
de considerar a la tierra como el centro del universo, el cual no consideró ni infinito ni finito, ya que
no conocía los límites donde pudiera encontrarse. En cambio, los estudios d Georg Von Peurbach
sobre las trayectorias de los planetas echó a la basura el esquema del cosmos aristotélico, lo que
propició el fin de la edad media.

V. Heliocentrismo.
Los viajes interoceánicos fueron el camino hacia una nueva astronomía, y gracias al conocimiento
que permaneció de los griegos, junto con la invención de la imprenta, difundir las ideas fue más
fácil que en la edad media.
Cuando el modelo geocéntrico presentó muchas deficiencias, muchos astrónomos destacados
intentaron modificarlo para ajustar el principal problema que era determinar las posiciones
planetarias. No fue sino hasta Peurbach y su obra “nuevas teorías planetarias” que se daría
verdadera importancia al uso técnico de las matemáticas en la obtención de dicho cálculo.
Igualmente, los trabajos de Johannes Müller sobre la traducción del Almagesto dieron frutos en las
investigaciones de Copérnico.
Copérnico hizo una renovación fundamental en cuanto a la forma de estudiar a los cuerpos celestes
en su obra más importante “Sobre las revoluciones de las esferas celestes”. En ésta hizo un análisis
matemático de gran complejidad en el que explicó que los cuerpos celestes eran un efecto óptico
originado por los movimientos de rotación y traslación de la tierra y fundamentó un modelo que
resolvería muchos problemas añejos: el modelo heliocentrista, en el que dio una mejor idea de la
distribución de los planetas en el cosmos, expresó que las distancias al sol de cada planeta se
exponían mejor en términos del radio terrestre, la cual fue la nueva unidad astronómica. La
metodología que empleó en general para todos sus cálculos astronómicos muestra lo importante que
fueron los conocimientos matemáticos para él, por lo cual lo considero un percusor de la utilización
del cálculo para obtener una mejor aproximación a la realidad. Sin embargo, la ideología religiosa
de la época fue siempre un obstáculo para la ciencia en esa época, por lo que sus trabajos no fueron
publicados hasta que Copérnico murió. Cabe mencionar que la religiosidad no sólo vetó los trabajos
de Copérnico, sino el de muchos científicos que se oponían al modelo geocéntrico, no por ir en
contra de la iglesia realmente, sino porque las evidencias mostraban que la realidad cósmica era otra
de la que predicaban, tal fue el caso de Giordano Bruno, quien fue quemado vivo por haber ido en
contra de los dogmas cristianos ya que creía en un universo infinito donde había una posibilidad de
que se encontrase una cantidad innumerable de tierras habitadas.
El primer observatorio astronómico moderno se dice que lo fundó Tycho Brahe. ¡Qué hubiera sido
de la astronomía sin este notable hombre! Sus trabajos medidos con una precisión impresionante fue
el fruto de cuarenta años observando el cielo a través del telescopio. Tenía un catálogo estelar
donde ubicó las posiciones de 777 estrellas, por lo que en noviembre de 1572 fue sorprendido por la
aparición de una nueva. Esto significó el derrumbamiento de la visión aristotélica de la época. Junto
con ésta nueva estrella, en 1577 Brahe realizó estudios sobre el cometa que se observó en ese año y
al concluir que éste estaba más allá de la luna, el universo geocéntrico ya no tuvo fundamentos para
seguir vigente, ya que se creía que estos cometas se originaban por emisiones calientes de la tierra y
no estaban más allá de lo que se conocía como “región sublunar”, que era lo que estaba entre la
tierra y la luna. Cabe destacar que Tycho Brahe no era partidario del modelo heliocéntrico, sin
embargo, sus investigaciones sirvieron a los científicos subsecuentes para validarlo.
Otro científico destacable que sí fue partidario del modelo de Copérnico fue Galileo Galilei que,
con sus trabajos, dio pie a que la física se considerara una ciencia experimental. En una de sus obras
“El mensajero de los astros” se encuentran las primeras ideas de Galileo que validaban al modelo
heliocéntrico, donde se da la primera descripción correcta no especulativa y bastante simple de la
constitución misma de nuestra galaxia. Sin embargo, cuando publicó su obra “sobre las manchas
solares” la iglesia lo reprimió severamente, Ya que en ésta afirmaba que el sol, al igual que los
planetas, giraba sobre su propio eje, esto al observar el cambio de la posición de las manchas
solares. Fue llevado al tribunal de la inquisición donde se le prohibió enseñar sus ideas y tan sólo
tres años después, en 1616, la iglesia prohibía oficialmente la teoría heliocéntrica y la obra de
Copérnico “Sobre las revoluciones de las esferas celestes” fue incluida en los textos vetados por la
inquisición. Galileo trabajó mucho tiempo en un diálogo en defensa de la teoría heliocéntrica, el
cual llamó “Diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo”. Por éste texto, Galileo fue
llevado por segunda vez a juicio y, por sus influencias, logró no ser asesinado, sino que decidieron
que pasaría el resto de sus días encerrado en su casa.
Creo que fue en ésta época donde la rivalidad entre ciencia y religión se hizo presente; estos
hombres no estaban en contra de la iglesia, sino todo lo contrario, pensaban que el entender el
universo era entender a Dios y conocerlo. No eran personas protestantes, ni revolucionarios: eran
personas que intentaban comprender un universo que no bastaba con ser expresado en la biblia, era
necesario conocerlo, saber por qué el Dios en el que creían había hecho todo tal y como era. Sin
embargo, no todos pensaban en eso: La inquisición creía que ellos desarmarían la fe de todos los
creyentes ciegos e ignorantes, por lo que los trataron como una amenaza para la sociedad de aquella
época. La ciencia le debe su existencia tal como es hoy en día a éstos hombres que creyeron en lo
que observaban en el cielo.

VI. Matematización de la astronomía.


Johannes Kepler, hombre brillante, es sin duda el primero en geometrizar de forma formal el
universo. Para él, el universo guardaba una correlación matemática la cual expresó en su obra “El
secreto del universo”. Dicha obra llamó la atención de Tycho Brahe, el cual buscaba a alguien que
matematizara sus cálculos, esto lo llevó a colaborar con él.
Brahe había seguido a marte por treinta años y le encargó a Kepler la tarea de calcular su órbita.
Como Kepler era una persona ortodoxa, supuso que la órbita descrita por el planeta era una
circunferencia, pero sus intentos por adecuar los datos obtenidos por Brahe a dicha figura fueron
vanos. Cuando Tycho Brahe murió Kepler seguía sin resolver el problema de la órbita marciana. Lo
mismo pasó cuando trató de otorgarle una órbita oval, así que, tras vencer sus propias ideas
religiosas, optó por tratar de adecuar los datos a una elipse y con una velocidad no uniforme: Al
final resultó. Esto vendría de nuevo a contraponerse a un dogma que había prevalecido por 2,000
años: la idea de un universo quieto quedó suplida por la idea de uno dinámico.
Por mucho tiempo Kepler se opuso a sus propios resultados, tal vez por miedo a padecer la misma
suerte que sus antecesores más que por negarse realmente a lo que había descubierto, sin embargo,
en 1609 publicó su “Astronomía nueva”, donde se encuentran los resultados obtenidos de la órbita
marciana y las dos primeras leyes del movimiento planetario. Más tarde, en otra obra llamada
“Armonías del mundo”, quedó expresada la tercera ley de Kepler, con la cual se resolvió el
problema de encontrar las distancias de los planetas al sol. Dicha ley ha servido hoy en día para
poner en órbita las satélites artificiales y controlar los viajes de las naves espaciales además de
poder estudiar muchos fenómenos naturales que ocurren en el cosmos. En el texto “Compendio de
astronomía copernicana” fue, finalmente, donde se presentó por primera vez la estructura correcta
del universo, dando así una ampliación más a nuestro universo y al entendimiento de los astros.
Fue en 1642 cuando el padre de la física moderna llegó al mundo. Sir Isaac Newton fue un hombre
que contribuyó de manera impresionante al avance de la física, sin embargo, fue la ley de la
gravitación universal la que le dio el título en el terreno científico. Fue magnífico que con una sola
ley se pudiese explicar muchísimos fenómenos que aparentemente no se relacionan entre sí, como
la caída de los cuerpos en la tierra y el movimiento de los astros. En 1687 aparece su obra más
importante “Principios matemáticos de la filosofía natural”, donde definió los conceptos de fuerza,
peso y masa y que posteriormente me permitiría establecer las tres leyes del movimiento. Usando su
ley también dio fundamento físico a las tres leyes de Kepler, determinó la masa del sol y demostró
que nuestro planeta no es una esfera perfecta, sino que es achatada en los polos. Un aporte muy
importante para la astrofísica fue su invento del telescopio reflector, lo que provocó una profunda
investigación científica más adelante.
VII. Sobre las dimensiones y el origen del sistema solar.
Resulta interesante analizar estas ideas cuando se empieza a estudiar a la tierra y al universo como
un sistema dinámico; cuando encontraron restos fósiles que probaron que la tierra y, por lo tanto, el
universo, eran mucho más antiguos de lo que se creían, muchas personas trataron y tratan de
rastrear el posible origen del cosmos, cosa que tal vez nunca lleguemos a conocer.
El esfuerzo incesante por conocer las distancias entre los objetos celestes muestra que la ciencia se
hizo a través del tiempo de la característica de utilizar parámetros adecuados para dichas
mediciones. Trabajos como los de Jean Picard y Claude Clairaut Ayudaron a determinar, por
ejemplo, el radio terrestre. La importancia de estas mediciones es que no son directas y por ende,
los errores son totalmente inevitables, razón por la cual darse una idea sobre las dimensiones del
universo fue muy difícil, tal es el caso de cómo se fue ajustando la medida astronómica conforme
fue avanzando la ciencia y a la par la tecnología. Por cierto, la unidad astronómica actual tiene un
valor de (149, 450, 000 ± 17,000) km. Una dimensión inconcebible en el siglo XIX.
En cuanto a las teorías sobre el origen del sistema solar, la historia es muy extensa. Se debería
empezar por hablar de un hombre brillante del siglo XVI llamado René Descartes, a quien se le
debe el desarrollo de la geometría analítica. Cuando publicó en 1644 su “Principios de la filosofía”,
expuso su teoría de formación del cosmos y los cuerpos celestes. En resumen, lo que vale la pena
destacar de su teoría es que desechó la idea de un vacío cósmico. Por otro lado, está la teoría
catastrofista de Buffon, el cual pensó que el sistema solar se originó por un choque entre un cometa
y el sol. Aunque el supuesto fue equivocado, ya que no hay cometas con masas más grandes que el
sol, tomó en cuenta el carácter científico del problema al experimentar con bolas de hierro para
probar su teoría.
Fue Kant en su “Historia general de la naturaleza y teoría del cielo” los que nos llevaron a la teoría
del bigbang, que es la mejor aceptada hoy en día cuando se habla del origen del universo. Para
Kant, el universo fue en un principio una difusa masa de polvo meteórico, el cual se fue
concentrando en diferentes volúmenes de diferente densidad debido a la atracción gravitacional.
Así, los elementos más pesados se iban al centro de los volúmenes y los menos densos se
acomodaban en capas. Al caer de una forma lateral, las partículas fueron dando movimiento a lo
que posteriormente serían los planetas y estrellas. Este esquema no fue posible, ya que se demostró
que era dinámicamente inestable. Laplace hizo algunas modificaciones a su modelo diciendo que en
principio todo estaba contenido en una nebulosa que giraba con una fuerza centrífuga, la cual con el
tiempo fue ordenando su material por densidades de tipo homogéneos, como lo comprobaban los
anillos de Saturno. Aunque algunos elementos de estas teorías que algunos unifican la llaman
“teoría de Kant-Laplace” siguen sobreviviendo hasta nuestros días y se han adherido otros, aún no
se cuenta con una teoría que satisfaga todas las condiciones del sistema solar actual.

VIII. El universo se amplía.


Al ver que la teoría mecanicista, elaborada por Newton, explicaba tan bien y tantos diferentes
fenómenos, no es de extrañarse que los científicos del siglo XIX cayeran en desconcierto cuando los
telescopios y la espectroscopia se perfeccionara y se dieran cuenta que el universo no era como
pensaban. Y aunque algunos negaban lo que veían, fueron otros que trataron de encontrar una
explicación física y encontrar un lugar en la estructura cósmica adecuado.
Como ya se sabe, de paso las ideas no ortodoxas eran severamente castigadas, sin embargo, Thomas
Digges hizo una traducción completa de los libros de Copérnico al inglés he incluyó ideas propias;
una de ellas fue que el universo no era uniforme y las estrellas no estaban distribuías
uniformemente. Siguiendo esta línea y pasando por W. Gilbert, Thomas Wright, formuló el primer
modelo razonablemente correcto de la constitución de la vía láctea y que la clasificó como un objeto
galáctico más en el número infinito que existían de éstos en el universo y que, irónicamente, tenía el
propósito de ser un reflejo directo de Dios. Wright consideró que también ésta era, en realidad, un
disco que tenía al sol muy cerca de su centro, y el sol giraba en torno al centro de ese disco,
arrastrando a todos los planetas con su movimiento. Así, Wright aceptó la hipótesis heliocéntrica de
Copérnico, en la que la luna giraba alrededor de la tierra y ésta alrededor del sol. Sugirió también la
existencia de planetas aún no descubiertos, hipótesis que se comprobó 50 años después.
Hasta ahora, sólo se ha hablado de ideas sobre nuestro sistema planetario y su constitución, sin
embargo, fue el astrónomo F. W. Herschel que pasó la frontera del sistema solar y así comenzó el
estudio de objetos cósmicos que están más allá de los límites que se conocían hasta entonces. Él
mismo construyó más de 100 telescopios, con ellos observó las manchas solares e intuyó su relación
climatológica con la tierra, ya que descubrió la radiación infrarroja emitida por el sol y demostró
que éste astro está en movimiento, mientras que en 1795 determinó que el valor de la UA era de 152
000 000 km, que es prácticamente igual al que conocemos hoy. Sin embargo, a Herschel se le
reconoce más bien porque descubrió un nuevo planeta, sin embargo, nunca llegó a saberlo, ya que
en su época la tradición de sólo 5 planetas excluyendo la tierra era predominante, y pensó más bien
que se trataba de un cometa. Se supo que era un planeta porque el cuerpo seguía una trayectoria casi
circular y quedaba contenido en el plano de la eclíptica, como los demás planetas conocidos hasta
entonces. Más adelante ese planeta se le llamó Urano. Esto abrió las puertas a una nueva forma de
ver el cosmos; nos dimos cuenta de que había muchas cosas por descubrir aún.
Herschel, siendo un arduo observador del cielo, apreció muchos sistemas de estrellas dobles; más
adelante, se dio cuenta de que estos sistemas están ligados físicamente por la fuerza de gravedad.
Esto universalizó la ley de fuerza gravitatoria de Newton. Después de mediciones muy cuidadosas,
pudo determinar los periodos orbitales de cada estrella mediante la aplicación de las leyes de Kepler
y, gracias a esto, estableció parámetros físicos importantes, tales como la masa de cada estrella. Así,
la física ya no sólo describía los movimientos de los cuerpos celestes, sino que determinaba sus
características intrínsecas a su naturaleza. Después de esto, Herschel buscó determinar la densidad
del universo: Él supuso que el brillo de todas las estrellas era el mismo, siendo así que las estrellas
con “menos brillo” estaban más alejadas. Empezó a clasificar estrellas arduamente en diferentes
regiones del cielo, pero sólo obtuvo una distribución estelar no uniforme, por lo que concluyó
precisamente esto último.
Por otro lado, Giuseppe Piazzi fue el segundo más importante observador del siglo XVIII (Siendo el
primero Herschel). Descubrió en 1801 al primer asteroide al que llamó Ceres. K. F. Gauss, por su
parte, determinó la órbita de dicho asteroide, localizado entre Marte y Júpiter. Para el siglo XIX ya
se habían establecido la existencia de un número considerable de asteroides, todos contenidos entre
esos dos planetas, por lo que se le denominó el “cinturón de asteroides”. Más adelante, con el
desarrollo del heliómetro (Telescopio que permite formar una imagen dividida del objeto que se
estudia) fue posible determinar las primeras paralajes estelares; éste método, desarrollado
principalmente por F. W. Bessel, sirvió para determinar el antiguo problema de si existía o no un
movimiento estelar que reflejara el movimiento terrestre. La respuesta es sí.
Para 1845, sin embargo, aun cuando las tablas astronómicas eran más sofisticadas, la órbita de
Urano mostraba un desacuerdo de 2´ de arco. Éste hecho, no explicado hasta esa fecha preocupaba
mucho a los astrónomos y mientras que unos pensaban que la ley de gravitación no podía aplicarse
correctamente a objetos tan lejanos, otros más bien pensaban que la desviación se debía a la
influencia gravitacional de un planeta aún no conocido externo a la órbita de Urano. Así, mediante
cuidadosos cálculos, personas como J. U. Leverrier y J. G. Galle pudieron encontrar el planeta
predicho. Así fue la primera vez que se conocía con exactitud la existencia de un nuevo cuerpo
celeste antes de ser observado, al que se llamó Neptuno. Dicho planeta también presentaba
irregularidades en su órbita y, como lo hicieron con Urano, buscaron otro cuerpo celeste que fuera
responsable de desviar su órbita, y en 1930 se reconoció el último planeta identificado de nuestro
sistema solar, el cual llamaron Plutón.
Así, se puede concluir de cierta forma, que el lugar que ocupamos en nuestro planeta no parece para
nada privilegiado, ya que no somos el centro del universo ni ocupamos siquiera el centro de nuestro
sistema solar, pero en mi opinión, somos privilegiados porque estamos en el lugar indicado para que
se desarrolle la vida que conocemos; pasaron miles de años para que alguien se preguntara por el
día y la noche y ahora podemos admirar y comprender aunque sea un poco de lo insignificantes que
somos en éste universo que nunca llegaremos a conocer del todo.

IX. El surgimiento de la astrofísica.


Para el siglo XIX, la revolución industrial, el acervo científico y los instrumentos de medición
permitieron que toda la ciencia diera pasos muy grandes, y tuvieron que crearse nuevas ramas, en
éste caso, de la astronomía, para así poder abarcar todo el conocimiento que se había acumulado y
poder desarrollar nuevas técnicas que permitieran un mejor estudio de los objetos celestes.
Un problema que los astrónomos querían resolver era determinar la distribución estelar de la
galaxia, lo que necesariamente ha tenido que hacerse por métodos estadísticos. Esto dio pie a la
investigación de la forma y la estructura del universo. G. W. Struve fue uno de los investigadores
que ayudó a entender dicha estructura, ya que observó más de 120 000 estrellas que sirvieron para
conocer mejor la distribución estelar en torno a la vía láctea. Por éstas fechas, la paradoja de
Olberts, que estaba en el área teórica de la física, era el vértice principal en la discusión sobre el
infinitud o finitud del universo; El modelo Newtoniano establecía que el universo era uniforme,
pero las observaciones de la distribución las estrellas contradecían dicha afirmación. La paradoja
decía que, si el universo estuviera poblado uniformemente por estrellas, el cielo nocturno no podría
ser oscuro. Bajo un universo uniforme y finito, debería ocurrir un flujo total de radiación que llega
de las estrellas y sería infinito, lo cual no sucede, ya que si fuera así, nos habría quemado
instantáneamente. Más tarde se supo que mucho del espacio no ocupado por las estrellas era
ocupado más bien por gases cósmicos que absorbían la radiación de las estrellas.
Sin embargo, también había otros hechos que no habían sido explicados correctamente, como la
descomposición de la blanca proveniente del sol en los colores del arcoíris, a los cuales llamó
espectro. Fraunhofer recuperó éste experimento en 1914, utilizando un espectroscopio y prismas
acomodados metódicamente, descubrió que al hacer pasar luz solar por ellos mostraba un gran
número de líneas oscuras diferentes. Designó cada grupo de líneas a cada color del espectro con
letras de la A a la K, y fueron llamadas líneas de Fraunhofer. Después de estudiar los espectros de
otros astros, vio que algunos cuerpos como Venus que reflejaban la luz solar, tenían prácticamente
las mismas líneas, y las de otras estrellas mostraban diferencias. También estudió los espectros de
luces artificiales. Estos hechos fueron entendidos 40 años después, cuando J. F. Herschel, hijo de
W. Herschel, estudiaba los espectros producidos por diversas sales cuando eran evaporadas al
fuego. Así, se dio cuenta de que las sales podían ser identificadas por el tipo de flama que producían
al ser quemadas. Más adelante, W. Kirchoff y R. W. Bunsen sentaron las leyes del análisis
espectral. Mediante experimentos con el sodio y diversos elementos químicos que al ser quemados
y vista la flama desde un prisma, pudieron determinar las líneas de Fraunhofer de dichos elementos
y relacionarlas con las del sol. Fue así que se supo su composición química y se empezaron a saber
la composición de las demás estrellas y de las nebulosas, gracias al análisis espectral y por ende,
dichos estudios cimentaron la base de la astrofísica.
El efecto Doppler, desarrollado por Christien Johann Doppler, establece una relación matemática
entre el cambio de frecuencia percibido del sonido y la velocidad con la que se desplaza la fuente
emisora, siendo el sonido un fenómeno ondulatorio. Al ser la luz también un fenómeno de este tipo,
Doppler señaló que la luz que nos llega de las estrellas debería cambiar dependiendo de la distancia
a la que se encuentren de la tierra. Cuando la espectroscopia se encontró más desarrollada, se
encontró junto relación simple entre la velocidad del movimiento ondulatorio y la longitud de onda
que emite junto con la frecuencia de vibración. Dicha relación es la siguiente:

V= ѵλ
Que establece que podemos percibir un cambio en la frecuencia de la luz que percibimos de las
estrellas dependiendo si se alejan o se acercan a la tierra. Más aún, si podemos determinar el
cambio en la longitud de onda de la luz, podremos determinar la velocidad con la que este cuerpo se
mueve. Otra aplicación de efecto Doppler en la astronomía fue descubierto por Karl Vogel, que
pudo demostrar la rotación del sol.

X. Dentro de un espeso Bosque.


En sí, el problema de determinar la estructura del sistema estelar al que pertenecemos es que
estamos inmersos en él, como en un bosque espeso donde no puedes moverte y sólo puedes
observar en diferentes direcciones para saber dónde te encuentras. Otro problema que conlleva esto
es que hay muchos cuerpos celestes distintos entre los cuales hay que determinar diferencias reales,
que no dependan de cómo se les observa. A principios del siglo XX los astrónomos tenían
diferentes percepciones sobre cómo era realmente dicho sistema.
Gracias a la implementación de técnicas fotográficas en la astronomía, se tuvo registro por primera
vez del cielo de forma permanente, reproducible e impersonal, ya que antes sólo se podían hacer
ilustraciones a mano que complicaban la comprensión de todos los astrónomos de un solo cuerpo
celeste. Un aprovechador de ésta técnica tan efectiva fue J. C. Kapteyn, que, si al principio creía
como muchos que la distribución estelar era uniforme, después de obtener muchas placas
fotográficas que le proporcionaron diferentes observatorios del mundo, concluyó que no era así en
su trabajo conocido como Plan de áreas selectas, donde determinó la velocidad y la distancia a la
que se encontraban estrellas en 206 regiones de la bóveda celeste. Sin embargo, estas distancias
eran inciertas para estrellas localizadas a más de 30 años luz. Dicho problema se resolvió en 1912
por Henrietta S. Leavitt, la cual descubrió la relación periodo-luminosidad de las cefeidas. Las
Cefeidas tienen brillo que varía periódicamente, Henrietta notó que entre más largo es el periodo de
una Cefeida, mayor es su luminosidad también. Gracias a éste descubrimiento, las cefeidas pueden
ser utilizadas como indicadores de distancia, ya que se ven a distancias muy grandes, pues irradian
miles de veces la energía que emite el sol.
También, a principios del siglo XIX, se empezó a utilizar otro indicador de distancia, los llamados
cúmulos globulares. Estos objetos celestes eran en sí nebulosas que tenían una morfología
particular; tenían una simetría esférica que decrecía que era menos densa en la periferia. El análisis
teórico de estos objetos mostró que los cúmulos regulares requerían tiempos muy largos para
alcanzar el equilibrio tras distribuirse de esta forma, por lo que son muy antiguos. H. Shapley se
interesaba en determinar las distancias a diversas cefeidas que formaban parte de ciertos cúmulos
globulares con el método “periodo-luminosidad”. Las cefeidas estudiadas en diferentes puntos de
cúmulos globulares mostraban que éstos tenían un radio razonablemente similar, sin embargo no
estaban distribuidos uniformemente en el espacio, ya que la mayoría de éstos objetos se encontraba
sólo en una mitad del firmamento. Shapley afirmó entonces que resultaba más natural pensar que el
sol estaba considerablemente alejado del centro de la Galaxia que asumir que el complejo sistema
de cúmulos se encontraba en sólo una mitad del cielo. Así el sol dejó de tener un lugar privilegiado
cerca del centro de la Galaxia, pasando a ocupar un lugar modesto y alejado de éste.
Había, sin embargo, otro problema por resolver: La existencia de objetos extragalácticos. La
respuesta la dio E. P. Hubble, quien estableció la naturaleza extragaláctica de las nebulosas
espirales, estudiando una Cefeida en la galaxia de Andrómeda, determinó la distancia a ella y
encontró que se trataba de un millón de años luz, distancia mucho mayor a cualquiera que se
hubiese medido, lo que confirmaba su naturaleza. Para comprobar sus resultados estudió también
otras dos galaxias espirales y obtuvo resultados semejantes. Esto fue un paso enorme, ya que resultó
ahora que la galaxia, a pesar de tener dimensiones muy grandes, eran finitas y había otras similares
a la nuestra y que sólo somos un punto en el inmenso espacio. Así pasó de llamárseles galaxias a lo
que se denominaba nebulosas.

XI. ¡Y la Galaxia se hizo!


Al poder conocer la morfología de otras galaxias, se hizo un estudio detallado para determinar la
morfología de la nuestra. R. J. Trumpler contribuyó a este estudio cuando se dispuso a observar y
obtener la mayor información posible sobre los cúmulos galácticos; buscaba determinar su brillo,
color y composición de las estrellas que los formaban. De éste estudio emergió juna bien definida
distribución espacial de éstos objetos en el plano de la vía láctea o cerca de él. También determinó
que las estrellas más brillantes que los formaban son estrellas de color azul con una muy alta
temperatura; ahora se conocen como gigantes azules y son muy jóvenes.
En los años treinta, B. Lindbland y J. H. Oort se dispusieron a analizar los datos observacionales
(Que ya eran muchos gracias a las placas fotográficas obtenidas en los observatorios astronómicos)
y concluyeron que la vía láctea era un sistema aplanado. Oort también aplicó el efecto Doppler para
determinar las velocidades radiales de las estrellas en la vía láctea, y determinó que la galaxia
rotaba en forma diferencial. Esto demostró que la galaxia era también de tipo espiral.
Hubble, por su parte, encontró que en los brazos de las espirales se localizaban las nebulosas
gaseosas y los cúmulos galácticos, mientras que en el centro se encontraban las llamadas “gigantes
rojas”, que eran estrellas de ese color. Así, Baade concluyó que las galaxias se encuentran
compuestas por muchos tipos de estrellas diferentes dependiendo su localización el ella. Así las
estrellas azules era la población 1 y las estrellas rojas eran la población 2. Gracias a esta “simple”
clasificación de estrellas, se han hecho importantes trabajos teóricos y observacionales en nuestro
sistema galáctico y los externos y han surgido cuatro clasificaciones generales de galaxias:
Irregulares, espirales normales, espirales con barra y elípticas, dependiendo de la etapa de
formación en la que se encuentren las estrellas que la forman;Así surgió el concepto de asociación
estelar. Dicha clasificación fue hecha por Hubble y, pesar de que nuestra se sabe que nuestra galaxia
es espiral, no se sabía a qué grupo de estos pertenece.
En 1951 Morgan, Osterbrock y Sharpless presentaron la primera visión en conjunto de nuestra
galaxia, compuesta por tres brazos espirales. En donde se encuentra el sol es en el brazo de Orión,
que recibe este nombre porque también en éste se encuentra contenida la nebulosa gaseosa de
Orión. Otro brazo exterior es llamado el brazo de Perseo y un tercer brazo interior es el de Sagitario,
localizado entre nosotros y el centro galáctico.
Los primeros trabajos serios sobre la materia oscura empezaron en 1919, cuando E. E. Barnard dio
a conocer sus resultados en un artículo titulado “sobre las marcas oscuras en el cielo”, donde
informaba de zonas “llenas” de dicho material. Trumpler también admitió que el brillo que llegaba
de ciertos cúmulos estelares era menor al que se esperaba, por lo que no descartaba la presencia de
algún material absorbente en el espacio. Diversos trabajos también reconocen la existencia de dicho
objeto que denominaron “Polvo cósmico”. Por sus características, los científicos opinan que el
Polvo está compuesto por partículas sólidas de silicatos como grafito y helio. Trazar la estructura
interna de la galaxia se dificultó por la existencia de gas que sólo es visible en las estrellas cercanas,
pero lejos de las estrellas es completamente invisible ya que sus longitudes de onda no están
comprendidas en la región visible del espectro electromagnético. Sin embargo, fue H. C. van de
Hulst quien demostró teóricamente la posibilidad de observar la emisión de ondas de radio
provenientes del hidrógeno neutro, principal componente de ese gas interestelar. Esto motivó la
construcción de enormes radiotelescopios, que miden y analizan la radiación que nuestros ojos no
pueden. El gran trabajo realizado a través de éstas herramientas ha permitido asegurar que nuestra
galaxia es de tipo espiral, similar a Andrómeda, aunque más pequeña. También nos hemos podido
localizar mejor en el brazo de Orión, arrojando un mapa más completo de nuestro universo.
Hasta el momento, sabemos que la galaxia se compone de gas, polvo, radiación y por estrellas que
pueden estar solas o formando sistemas solares. Las galaxias muestran también cierta estructura
definida; núcleo galáctico, protuberancia central, disco y halo, interrelacionados de manera
compleja. Son sistemas dinámicos sujetos a evolución. Del núcleo galáctico se sabe muy poco, pero
los estudios indican que en él hay un objeto supermasivo que emite intensas ondas de radio,
extremadamente brillante y compacto, por lo que han supuesto que hay un hoyo negro en el centro
de la galaxia.
Este curioso nombre se les ocurrió a los científicos cuando analizaron teóricamente lo que le sucede
a la luz cuando se encontraba cerca de un objeto como éste. Concluyeron que la fuerza gravitacional
producida por la masa es tal que puede incluso atrapar la luz o cualquier radiación electromagnética
como si fueran objetos materiales, por eso, al mirar en ésta dirección no será posible observar nada.
El estudio de las velocidades a que se mueve el material nuclear ha permitido establecer que en
caso de que exista un hoyo negro ahí, éste debe de tener una masa de alrededor de 2 000 000 de
masas solares. Aunque el soporte teórico actual de la existencia de éste objeto es sólido, no se ha
comprobado su existencia, por lo cual también se ha pensado que en el centro también hay un
cúmulo muy denso formado por estrellas de gran masa. Las distancias entre las estrellas serían sólo
de 5 días luz; una distancia muy pequeña si consideramos las dimensiones de nuestra galaxia. Otra
teoría, la más reciente, dice que coexisten el cúmulo y el hoyo negro, sin embargo, no hay una
afirmación definitiva.
Recientemente se ha encontrado un anillo muy denso que rodea al núcleo formado de nubes
moleculares. Las investigaciones sobre este anillo muestran que está expandiéndose, probablemente
por una explosión que ocurrió en el centro de la galaxia aproximadamente 1 000000 años atrás.
El bulbo galáctico es una protuberancia razonablemente esférica que envuelve al núcleo de la
galaxia y que por su gran diámetro sobresale de la vía láctea. Se cree que está constituido por
estrellas masivas muy viejas, como las gigantes rojas y estrellas binarias. Debido a la edad teórica
de ésta estructura, la comunidad científica cree que fue el primer componente que se formó hace
unos 15 000 millones de años. Ahí ha cesado completamente el proceso de formación estelar hace
mucho tiempo, lo que explica que no haya estrellas jóvenes en él.
En el disco galáctico las estrellas son de reciente formación, y tienen una velocidad alta de rotación
en torno al núcleo. Ahí se localizan muchas de las gigantes azules y estrellas con edades similares a
la de nuestro sol. También hay muchas cantidades de gas y polvo distribuido de forma irregular,
formando nubes; éstos originan nebulosas que emiten radiación roja, por lo que son muy visibles a
través de los telescopios. También en esta región hay enormes nubes oscuras y frías, ya que la luz
de las estrellas no las ilumina, y están formadas por muchos elementos químicos que hay en la tierra
y algunos que no se encuentran por las condiciones ambientales, como por ejemplo la temperatura
en esas zonas es de 10 a 20 grados kelvin, lo que propicia su formación natural allá.
En los brazos de la galaxia es donde se encuentran los componentes necesarios para formar nuevas
estrellas; debido a este fenómeno, los brazos resultan ser muy brillantes, sin embargo, la densidad
de la galaxia es considerablemente uniforme debido a la cantidad de gas y polvo en otras regiones.
El halo galáctico tiene una simetría casi esférica que envuelve a los otros componentes de la
galaxia. Se han estimado alrededor de 150 cúmulos globulares inmersos en él. El halo no tiene
movimiento de rotación como el disco, ya que las estrellas que lo componen viajan en direcciones
muy diferentes. El resultado es un movimiento muy lento. Muchos métodos diferentes han
establecido que los cúmulos globulares son más viejos que cualquier otro objeto en la galaxia, estos
han servido como indicador de edad de la misma y del universo.
Hoy en día sigue habiendo mucho que estudiar respecto a la estructura y evolución de la Galaxia y
es un tema contemporáneo a nosotros. Por lo que sabemos ahora, para fines prácticos en el universo
no existimos, lo que muestra una clara diferencia de mentalidad con la que se tenía en la antigüedad
o en la edad media; Más aún, nuestra percepción ha cambiado solamente de un siglo para otro, lo
que demuestra que la teoría y la tecnología pueden representar un avance significativo en el acervo
científico, que puede responder muchas preguntas prácticas y existenciales, características de los
seres humanos.

XII. Más allá de la Galaxia.


El hombre ha tenido una evolución radical en su forma de percibirse dentro del universo, superando
sus propias creencias y adaptándose a lo que veía y lo que estudiaba. En el siglo XIX fue cuando,
por fin, se dio cuenta de que no somos más que un punto en el inmenso mar que es nuestra galaxia,
que a su vez es parte de un sistema más complicado donde hay otras miles de galaxias similares, por
lo que no ocupamos, para nada, un lugar privilegiado en la escala cósmica del universo.
Los dos objetos más cercanos a nuestra galaxia son las nubes de Magallanes, que en realidad son
Galaxias, siendo la más grande y cercana la nube mayor; se encuentra a 180 000 años luz. La otra
nube, llamada nube Menor se encuentra a 200 000 años luz. Su relativa cercanía a permitido su
estudio y se han encontrado objetos similares a los que hay en nuestra Galaxia pero que son difíciles
de observar, como las supernovas. Otras Galaxias cercanas a la nuestra son muy difíciles de
observar, ya que el brillo que emiten es casi imperceptible, por lo que se sabe muy poco de ellas.
Galaxias de tamaño menor a la nube de Magallanes se les denomina Galaxias enanas. Hasta el siglo
pasado, se sabía que orbitaban 11 Galaxias de este tipo a la nuestra.
Más adelante, un conglomerado de galaxias bien definido se conoció como el “Grupo local”, donde
había Galaxias de todos los tipos. Sus miembros están distribuidos de manera irregular en diferentes
direcciones; A éste grupo pertenece la constelación de Andrómeda, siendo la más prominente, y
nuestro propio sistema. Lo fascinante de la Galaxia Andrómeda es que puede ser observada a
simple vista en ciertas épocas del año, a pesar de estar a una distancia de 2 200 000 años luz. Sus
dimensiones son exorbitantes, ya que su diámetro se aproxima al valor de 163 00 años luz.
Por donde quiera que se mire el cielo, siempre se encontrarán un gran número de Galaxias, que
tienen tendencia a formar grupos de dos o tres o, si son muy grandes, pueden tener cientos de
miembros orbitando una sola. Así como estos grupos es el grupo local al que pertenecemos. El otro
grupo más cercano a nuestro cúmulo galáctico se localiza a 40 000 000 años luz, mientras que el
más alejado que se ha observado ha sido a una distancia de 10 000 000 000 años luz, gracias a la
evolución de los telescopios. También se ha podido comprobar que la interacción en todas las
galaxias está dada por la fuerza gravitacional del núcleo de cada una por la gran densidad de éste, y
es un campo de investigación importante en la actualidad, igualmente, estudiar las propiedades
intrínsecas de las Galaxias es un trabajo arduo y bien reconocido entre la comunidad científica, por
lo que la inversión en ésta rama de la física ha sido cada vez mayor. En la actualidad, el telescopio
espacial Hubble, nombrado así en honor al astrónomo Edwin Powell Hubble, el radio del universo
visible alcanza un valor de 14 000 000 000 años luz. Así, hay muchos cosmólogos que hacen
trabajo teórico y se dedican a interpretar los datos observacionales de los muchos observatorios
importantes en el mundo; en general buscan establecer un modelo cosmogónico que expliquen el
origen y evolución del universo, pero el vértice de todos es una idea que le ha llevado muchos años
desarrollar a la humanidad: El universo está en expansión. Este efecto ocurre a gran escala, por lo
que es casi imperceptible para nosotros. Sin embargo, todas las galaxias se alejan unas de otras, por
ende ganan velocidad al hacerlo y describen movimientos de recesión que resultan impresionantes.
Otro hecho observacional es la radiación de fondo, la cual se encuentra uniformemente distribuida
en el universo. Dicha radiación tiene una temperatura de 3°K y se cree que es una marca de las
primeras etapas de formación del universo.
A partir de éstos hechos y utilizando otros datos relevantes, entre los astrofísicos nació la teoría del
“Big Bang” la cual intenta explicar el origen y evolución del universo. La teoría nos dice que hace
unos 15 000 000 000 de años hubo una violenta explosión en una singularidad en el espacio y el
tiempo, donde se concentraba toda la materia que conocemos no conocemos ahora. Así, la materia
se dispersó por todo el universo, comenzando a enfriarse y a evolucionar, formando elementos,
estrellas y galaxias. De acuerdo a esto, el fin del universo puede ocurrir de dos formas: La materia
seguirá enfriándose hasta que se dé una muerte por congelamiento; o bien, la fuerza gravitacional de
todas las estrellas frenará la expansión y toda la materia regresará al mismo punto singular de
tiempo-espacio.

Ensayo
La morada cósmica del hombre
(Marco Arturo Moreno Corral)

Por Sara Morales Gálvez.

Materia “Introducción al método científico y experimental”.

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