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P s ic o s ín te s is

PSICOSÍNTESIS
Alemán: Psychosynthese. Francés: Psychosynthése. Inglés: Psychosynthesis.

Este término fue creado en 1907 por el psiquiatra suizo Doumeng Bezzola (1868-
1936), e institucionalizado en 1926 por el psiquiatra italiano Roberto Assagioli (1888-
1974), en el marco del Instituto de Cultura y Terapia Psíquica de Roma, para designar
una variedad de psicoterapia* basada en una concepción integral y dinámica del ser hu-
mano, que no se basa en los tres conceptos freudianos en torno de los cuales se realiza
el psicoanálisis*: el inconsciente*, la sexualidad* y la transferencia*. El término fue
también reivindicado en 1924 por el médico sueco Poul Bjerre*.

PSICOSIS
Alemán: Psychose. Francés: Psychose. Inglés: Psychosis.

Término introducido en 1845 por el psiquiatra austríaco Ernst von Feuchters-


leben (1806-1849) para reemplazar el de locura* y definir las enfermedades del
alma desde una perspectiva psiquiátrica. Las psicosis se oponen entonces a las neu-
rosis*, consideradas enfermedades nerviosas pertenecientes al ámbito de la medi-
cina, la neurología y después la psicoterapia*. Por extensión, el término psicosis
designó primero el conjunto de las enfermedades llamadas mentales, en sentido
propio, fueran ellas orgánicas (como la parálisis general) o más específicamente
mentales, para restringirse más tarde a las tres grandes formas modernas de la lo-
cura: la esquizofrenia*, la paranoia* y la psicosis maníaco-depresiva*. La palabra
apareció en Francia en 1869.
Retomado por Sigmund Freud* como concepto técnico en 1894, el término fue
primero empleado para designar la reconstrucción inconsciente por el sujeto* de
una realidad delirante o alucinatoria. Más tarde fue incorporado a una estructura
tripartita, en la cual se diferencia por una parte de la neurosis, y por la otra de la
perversión*.

El concepto de neurosis es parte integrante del vocabulario del psicoanálisis*, pero


el de psicosis aparece de entrada como una pieza agregada, proveniente del saber psi-
quiátrico y propio de una medicina asilar basada en una concepción del sujeto* organi-
zada alrededor de la idea de alienación y pérdida de la razón.
Nacido de una escucha “privada” del sufrimiento humano, creada por un hombre
que no era psiquiatra y al que no le gustaban los psicóticos (como él mismo se lo dijo a
ístvan Rollos*) ni la locura carcelaria, el psicoanálisis se desarrolló en el terreno de una
medicina de consultorio, donde el diálogo secreto entre el terapeuta y el enfermo prima-
ba sobre la preocupación nosográfica. En este sentido, la neurosis histérica de las muje-
res de la burguesía vienesa atendidas por Freud y Josef Breuer* no se parecía en nada a
la locura histérica, tan cercana a la psicosis, puesta en escena por Jean Martin Charcot*
en la Salpétriére. No obstante, desde el punto de vista doctrinario, las dos formas de en-
fermedad nerviosa fueron clasificadas como neurosis.

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P sico sis

Freud dedicaba toda su atención a la neurosis, considerada curable, en detrimento de


¡apsicosis, que estimaba casi siempre incurable. Las tres grandes curas realmente reali-
zadas por él fueron publicadas como casos de neurosis -la neurosis histérica de Dora
(Ida Bauer*), la neurosis obsesiva* del Hombre de las Ratas (Ernst Lanzer*), la neuro-
sis infantil del Hombre de los Lobos (Serguei Constantinovich Pankejeff*)-, mientras
que el único estudio que escribió sobre un caso de psicosis fue el comentario de un li-
bro, las M e m o r ia s ele u n n e u r ó p a t a , del que era autor un hombre afectado de paranoia*,
Daniel Paul Schreber*.
Desde el primer momento Freud supo que su doctrina del inconsciente* iba a con-
quistar lo que él denominaba “la tierra prometida de la psiquiatría*, al aportar una nue-
va mirada sobre la locura y la organización de las enfermedades mentales. Y fueron sus
discípulos psiquiatras (en primer lugar Karl Abraham* en Berlín, y Cari Gustav Jung*
en Zurich) quienes se ocuparon de ese dominio, en una época en la que la nosografía
elaborada por Emil Kraepelin* regía aún el discurso psiquiátrico de lengua alemana.
Más tarde, sus herederos norteamericanos, ingleses, franceses y japoneses, desde Mela-
nie Klein* hasta Jacques Lacan*, pasando por Paul Federn* y Heisaku Kosawa*, toma-
ron el relevo de una escucha psicoanalítica de la locura, después de haberse formado en
el marco de la comente berlinesa, o bajo los auspicios de la Clínica del Burghólzli diri-
gida por la familia Bleuler*, o bien según los principios de la fenomenología psiquiátri-
ca derivada de los trabajos de Karl Jaspers (1883-1969) o Ludwig Binswanger*.
Es en la correspondencia de Freud con Jung donde se capta mejor la manera en que
se elaboró la doctrina freudiana de la psicosis entre 1909 y 1911. Contra Eugen Bleu-
ler*, Freud escogió la terminología de Kraepelin, adoptando la idea de una disociación
de la conciencia (que él llamaría clivaje* del yo*), pero privilegiando el concepto de
paranoia, contra la noción de esquizofrenia. En consecuencia, hizo de la paranoia una
especie de modelo estructural de la psicosis en general, así como convirtió la histeria en
el prototipo de la neurosis en el sentido psicoanalítico. En 1911, en el momento en que
Bleuler publicaba su gran obra D e m e n t i a p r a e c o x , Freud hizo editar sus “Puntualizacio-
nes psicoanalíticas sobre un caso de paranoia”. Ahora bien, este estudio proporciona
una teoría casi completa del mecanismo del conocimiento paranoico, que le sirve para
definir la psicosis como un trastorno entre el yo y el mundo externo. Más tarde, en el
marco de su segunda tópica*, y después de haber elaborado una nueva teoría del narci-
sismo*, Freud inscribió la psicosis en una estructura tripartita, oponiéndola por un lado
a la neurosis y por el otro a la perversión*. La definió entonces como la reconstrucción
de una realidad alucinatoria en la cual el sujeto está vuelto exclusivamente hacia sí mis-
mo. en una situación sexual autoerótica: literalmente, toma su propio cuerpo (o una par-
te de él) como objeto de amor (sin alteridad posible). Al lado de la psicosis, la neurosis
aparecía como el resultado de un conflicto intrapsíquico, mientras que la perversión se
presentaba como una renegación* de la castración*.
De modo que, de la herencia de Kraepelin, Freud conserva la noción de paranoia,
que es para él la componente principal de toda psicosis. Más tarde, después de haber re-
chazado la definición bleuleriana de la esquizofrenia, la aceptó con una restricción que
le llevaba a ubicar sus síntomas en el marco de la histeria. De hecho, al exponer una
nueva representación de la psicosis, Freud renunció a cualquier ambición nosogrufica.

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Psicosis

De allí la paradoja de que diferenciara cuidadosamente la psicosis de las otras dos enti-
dades (perversión, neurosis), pero suprimiendo al mismo tiempo el foso trazado por la
psiquiatría entre la norma y la patología. Sandor Ferenczi* caracterizó de manera nota
ble la eliminación de esa frontera en un texto de 1926 dedicado al aporte del psicoaná-
lisis al movimiento de la higiene mental: “Fue el análisis de la actividad psíquica en el
sueño* el que hizo desaparecer por completo el foso entre enfermedad mental y salud
mental, hasta entonces considerado insuperable. El hombre más normal se vuelve psicó-
tico durante la noche: tiene alucinaciones, su personalidad, tanto en el plano lógico co-
mo en los planos ético y estético, sufre una transformación fundamental, y adquiere en
general un carácter más primitivo.”
Durante cincuenta años los herederos de Freud se aplicaron a revisar el conjunto de
su doctrina, insistiendo como Lacan en el lugar de la paternidad en la génesis de la psi-
cosis, o bien, al contrario, como Melanie Klein, situando el origen de la psicosis en una
relación arcaica con la madre.
A partir de la década de 1960 la reflexión sobre la naturaleza de la locura prevaleció
sobre el enfoque de la enfermedad mental en términos de psicosis. Lo atestiguan sobre
todo los trabajos de Michel Foucault (1926-1984), Henri F. Ellenberger*, Georges De-
vereux* y diversos representantes del movimiento culturalista y antipsiquiátrico.

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