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LOS PATRONOS

Los patrones eran los propietarios o arrendatarios de una finca rural o bien,
aquellos que administraban dicha finca en lugar del propietario. Agente del patrón,
el individuo autorizado para concertar trabajadores y representarlo ante las
autoridades en los contratos o reclamaciones por el mismo motivo; El agente
obliga al patrón a estar y pasar por los conciertos o contratos que celebre con
jornaleros.
El patrón y sus agentes estaban obligados a mantener el orden sus fincas, a exigir
al jornalero que trataran de acomodarse en su finca, a llevar un registro o
matrícula de cuentas corrientes, en donde asentará semanalmente él debe y el
haber de cada jornalero, a proporcionar a los colonos habitaciones de teja o de
paja, y proporcionarle trabajo a ellos y sus familias para que todos ellos pudieran
ganarse un jornal.
Si el patrón o sus representantes no cumplían con sus obligaciones, era penado
con una multa de diez a cincuenta pesos, según los casos, y ningún patrón tenía
derecho de castigar al colono o jornalero por faltas cometidas en la finca, sino que
debía dar parte a la autoridad local más inmediata para que conociera de la falta y
la castigara. Cuando algún particular deseaba un mandamiento de jornaleros,
tenía que solicitarlo del jefe político del departamento, cuya autoridad designaba el
pueblo de indios que debía proporcionar a los mozos. Cuando un patrón solicitaba
un mandamiento de jornaleros tenía que pagar medio real por cada jornalero si el
mandamiento era por ocho o quince días, y si era por más de quince días un real
por cada uno.
Jornaleros
Había tres especies de jornaleros: colonos, jornaleros habilitados para trabajar por
tarea, por día o por mes, y jornaleros no habilitados.

Jornaleros colonos
Los jornaleros colonos eran los que se comprometían a residir y trabajar en una
finca rural o que de hecho trabajaban y residían en ella; también se consideraban
como mozos colonos los que arrendaban fincas de campo y estaban obligados a
trabajar en la finca principal si en el contrato de arrendamiento no se hubiera
estipulado lo contrario. El tiempo por el cual podía concertarse un colono era
convencional y no podía exceder de cuatro años; sin embargo, el reglamento
estipulaba que un colono no se podía retirar de la finca sin estar solvente con su
patrón aunque hubiera pasado el término estipulado y esto era aprovechado por
los patronos para endeudar innecesariamente a los colonos y lograr que quedaron
en una situación de servidumbre. El reglamento también estipulaba que debían
permanecer en la finca todo el tiempo concertado y no retirarse de ella antes que
este terminara, aun cuando estuvieran solventes con su patrón.
Los mozos colonos estaban obligados a trabajar en la finca por el salario
convenido siempre que hubiera trabajo en ella y estaban sometidos al patrón y a
los agentes de este, en todo lo relativo al buen orden y ejecución de los trabajos
de la finca. Para llevar el control de su pago, estaban obligados por el reglamento
a conservar la libreta de su cuenta corriente, cuidando de que el patrón asentara
semanalmente el saldo más actualizado en la misma; ahora bien, esta cláusula
también se prestó a numerosos abusos, pues prácticamente todos los mozos
colonos eran analfabetos y dependían de la buena fe de los agentes de los
patrones en este aspecto.

Una de las mejores normas que se incluían en el reglamento era que los mozos
colonos estaban obligados a enviar a sus hijos a la escuela de primeras letras
establecida en la misma finca. En una reportaje que hizo La Ilustración
Guatemalteca en 1897, el niño indígena Evaristo Manuel T., quien era originario
de la aldea Pichec en el municipio de Rabinal, Baja Verapaz contaba en una carta
redactada en perfecto castellano que desde temprana edad ayudó en las tareas
del hogar, principalmente pastoreando el ganado y haciendo encomiendas para
sus padres, actividad que realizó hasta los once años de edad, cuando las
autoridades de Pichec le exigieron a sus padres que lo llevaran a la escuela de la
aldea de acuerdo a la ley que había estipulado Barrios en 1877. En el mismo
reportaje apareció una carta escrita por el niño Pedro Bertrán, originario de la
aldea El Chol, en Baja Verapaz, quien cuenta que logró estudiar porque ya existía
la ley del general Justo Rufino Barrios que obligaba a los padres de familia a
enviar a sus hijos a las casas de instrucción y que a los ocho años de edad
empezó a estudiar en la escuela de El Chol. Afortunadamente para ambos, el
gobierno del general José María Reyna Barrios les otorgó una beca para estudiar
el Instituto Agrícola de Indígenas en la Ciudad de Guatemala.
Los patrones calculaban la suma que podían anticipar a los colonos según los
trabajos que éstos iban a ejecutar y el tiempo del compromiso, pero muchas veces
lograban que el mozo quedara endeudado por mucho más tiempo que el
originalmente estipulado.

Jornaleros habilitados y no habilitados


Los jornaleros habilitados eran los que recibían dinero anticipado y quedaban
obligados a pagarlo con su trabajo personal en una finca; tenían las mismas
obligaciones que el colono con la diferencia de que cuando no estaban
concertados por tiempo determinado, podían retirarse de la finca, una vez pagado
el anticipo.
Por su parte, los jornaleros no habilitados eran los que se comprometían a trabajar
sin recibir anticipo alguno y tenían que cumplir el tiempo porque se obligó a
trabajar, el que generalmente era de una semana como mínimo. A estos jornaleros
se les tenía que pagar su jornada semanalmente a menos que se hubiera
estipulado otra cosa.

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