Está en la página 1de 23

Cualquier cosa, menos quietos

Número 50 - O c t u b r e d e 2 013 - D i s t r i b u c i ó n g r a t u i t a - w w w. u n i ve r s o c e n t r o . c o m
2 CONTENIDO EDITORIAL número 50 / octubre 2013 UC 3

4 G
ra

l
de
Huesos ilustres

n
C
10
A

ías
ald
lgunos hablan de los años como la edad de la primera con-
ciencia. Los caprichos se convierten en hábitos y se construye
Crónica de un catálogo imprevisto de reglas, un ritmo y un gusto propios

of
amor y odio comienzan a marcar las dudas y las decisiones. Universo Centro

as
ha crecido a tientas y ha ido encontrando sus criterios y sus lec-
tores sin pensar mucho más allá de los afanes de cada mes. Basta con mi-

os
12
rar el catálogo que dejan nuestros números, repasar esa pequeña biogra-
fía, para descubrir nuestras manías e inclinaciones, nuestro temperamen-
to y afinidades, esa marca que entre los escritores se conoce como el estilo.

Fil
Los El Parque del Periodista y el Centro de la ciudad fueron el impulso inicial
montañeros del periódico, y han formado parte del carácter que nos acompaña, junto
a una frase que se convirtió en enseña: “Cualquier cosa, menos quietos”.
Universo Centro surgió como defensa de una muela entre Maracaibo y Gi-
rardot, un pequeño arrecife sin dueño bajo las mareas de los buses que

14
Recorridos
bajan de los barrios del norte. El busto diminuto de un escribiente cuba-
no, encargado de las tintas y las cajas de letras en la Colonia, le da solem-
nidad al parque y respaldo simbólico a nuestro empeño de creadores y vo -

O
ceadores de prensa.

G
Muchos han señalado al acuario turbio del Periodista, escenario de las pri-

N
meras turras y las últimas iluminaciones. Los mapas cruentos de la ciudad

A
24
lo tachan con una equis roja. Pero la marca del puritano es el anzuelo del

R
A

ta
curioso, el desprevenido, el desobediente, de modo que el parque ha servi-

ui
.

ig
do para agruparnos y para instalar nuestra colmena de ocio y trabajo. Y la

H
barra de El Guanábano ha sido parte de nuestro soporte, el eje horizontal

co
O
Guerras lejanas

an
de la buhardilla donde se cocina Universo Centro.

Fr
B
Un espacio modesto, una esquina sin muchas reglas, puede convertirse en

n
PA


un inesperado centro de peregrinación. Solo se necesitan tres bancas som-

30

er
breadas para que el pequeño rotor de las conjuras y las ideas se ponga en

:H
r
po

ón
movimiento. El microclima que resulta malsano para muchos organismos,

ci
puede ser ideal para el surgimiento de otras especies.

ra
Desembarcos

st
La sutil rivalidad entre escritores y periodistas, la connivencia entre cíni-

Ilu
D
cos y trascendentales, la página compartida por poetas y antropólogos, la Y vea usted por dónde, que fue Perei-
conversación entre dibujantes y vagos en recuperación, han hecho posible icen que en Aranzazu, Cal- ra y no Manizales la ciudad que hizo la

38
la formación de un núcleo que nutre el tablero de ideas cada edición. Más das, hay una incidencia in- contribución más sonora al acervo de la
de 120 creadores han escrito y dibujado en nuestras páginas, casi siempre usualmente alta de enfer- cultura humana.
por gusto y complicidad. También nuestros lectores han crecido desde ori- medades mentales –tam- Me explico. Usted puede abrir un
llas diversas. Los 18.000 ejemplares que imprimimos cada treinta días des- bién dicen que hay mucho prostíbulo en la ciudad más próspera
Un paseo en el
aparecen en una semana, y nuestra página ha recibido hasta 100.000 visi- marica–. Pero no lo creo. Lo que pasa es del mundo. Puede abrir un prostíbu-
río con Raúl
tas en un mes. Universo Centro se lee en las calles, en las bibliotecas, en los que allá se la pasan estudiantes e inves- lo en la ciudad más próspera del mun-
tigadores de psiquiatría auscultando a do y poner a Nicole Kidman en la entra-
parques, en las oficinas, en las fiestas, en los insomnios, en la jubilación, en
UNIVERSO CENTRO el desayuno a las once de la mañana, en el consultorio y hasta en la silla del
la gente, llevados por el rumor de que la da. Puede abrir un prostíbulo en la ciu-
locura abunda. Pero si hicieran esas in- dad más próspera del mundo y poner a
Publicación mensual lustrabotas. Hemos visto a celadores de esquina y a señoras de peluquería vestigaciones en Manizales, Pensilvania Nicole Kidman en la entrada dispuesta
leer UC con sonrisas burlonas. o Manzanares, se toparían con resulta- a hacer todo lo que le gustaba al Mar-
DIRECCIÓN Y FOTOGRAFÍA Desde el altillo donde despacha nuestra redacción queremos agradecer a dos idénticos, con la conclusión acumu- qués de Sade. Pero su negocio quebra-
– Juan Fernando Ospina colaboradores y lectores. Se ha demostrado que es posible sostener un pa- lativa de que en todo Caldas o en todo ladrón se metió, me pegó y me robó. —Tranquilo, papito, que pa todos hay. rá con toda certeza si comete el error de
EDITOR pel periódico ilustrado desde una periferia en el Centro de Medellín, así sea Colombia o en todo el mundo hay una Quedé con la camisa hecha jirones y, fu- Antes que cuestionarme sobre el es- ponerle como nombre “Las Manizale-
– Pascual Gaviria con ademanes de equilibrista. Hay creadores y público para este cuader- epidemia de demencia (de Medellín y de rioso con mis amigos, me fui caminan- tado general de mi apariencia física y ñas”. Sencillamente, el buen Dios hizo
COMITÉ EDITORIAL no de crónicas y hojilla de sátiras, hay lugar para esta especie cercana a los Antioquia no hablo porque allá solo he do por la avenida Santander en direc- psicológica, estos sucesos me enseña- el mundo de tal modo que resulta im-
añorados magacines culturales de los periódicos centenarios, hay tiempo y estado de paso, mientras que en Caldas, ción a la zona de El Cable. A la altura ron. Sí, yo era hobbesiano, y pensaba posible imaginar un grupo de mucha-
– Fernando Mora
curiosidad para hojear y leer este catálogo variado de creadores que antes Colombia y el mundo sí he vivido). Con del Teatro Los Fundadores un reciclador que “la vida del hombre es corta, solita- chos excitados, caminando con resolu-
– Guillermo Cardona respecto a lo de los maricas, solo quiero que cargaba un costal sucio se me acer- ria, brutal y miserable” y que “el hom- ción mientras celebran diciendo: “va-
– Alfonso Buitrago permanecían inéditos. Por eso existe Universo Centro. Esperamos que go -
recordar algo que dijo un compañero de có y siguió caminando conmigo. Me bre es un lobo para el hombre”. Pero mos pa Las Manizaleñas”. En cambio, si
– David E. Guzmán cen esta edición con dos numeritos redondos. Gracias por todo. UC la facultad de filosofía cuando un profe- preguntó qué me había pasado, le con- esas dos aventuras me enseñaron que usted instala el prostíbulo en la ciudad
ASISTENTE EDITORIAL sor nos contó con solemnidad que Kant té y, antes de terminar mi relato, el tipo puede haber compasión y generosidad más pobre del mundo y exhibe a unas
– Paula Camila O. Lema había muerto virgen: descargó el costal, sacó una especie de incluso más abajo del fondo. Eso ha sido trabajadoras no muy atractivas pero lo
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN —Profe, ¿sí lo habrán revisado bien? saco, me lo alargó y me dijo: lo más importante que me ha enseña- denomina “Las Pereiranas”, muy pron-
– Gretel Álvarez Según los entendidos, el más famo- —Chino, quítese esa porquería. do Manizales, junto con la ratificación to tendrá la plata suficiente para abrir
so libro de Erasmo de Rotterdam puede Un desechable me había habilitado. de que la estupidez es probablemente la franquicias en otras partes del mundo.
COORDINACIÓN COMERCIAL
traducirse indistintamente como Elo- No fue solo un milagro, me volvió única cosa que no tiene límites (un ami- Por una feliz combinación de talento
– Ana María Duque
W W W. UN I V E R S O C E N T R O . C O M

gio de la locura o Elogio de la estupidez. a pasar. Fue con el poeta Carlos Artu- go dice que eso lo habría podido corro- y suerte, Pereira ha hecho una de esas
DISTRIBUCIÓN En esa obra, Erasmo dice que ha visto ro Grisales –el escritor caldense vivo borar en cualquier parte: mirándome al proezas muy raras en la historia, un
– Sandra, Didier, Daniel y Gustavo gente en muchos templos pidiendo pla- (ey Carlos, ¿seguís ahí?) más importan- espejo, por ejemplo). aporte al acervo conceptual de la hu-
CORRECCIÓN ta, salud o alguna otra forma de pros- te–. Decir que Carlos tiene problemas Lo otro que aprendí es una de las ver- manidad: la expresión “pereiranas”, así
– Equipo UC peridad o bienestar material, pero que económicos es una imprecisión. Él es, dades fundamentales de la vida: la única como el Logos griego o el Dasein de Hei-
ASISTENTE nunca ha visto a nadie pidiendo más in- más bien, una suerte de pobreza cami- manera en que puedes lograr una cosa degger, hace ya parte del léxico suprai-
– Sandra Barrientos teligencia o buen juicio del que tiene. nante, una iliquidez que versifica, una es logrando otra. Como se sabe, Caldas diomático de la humanidad.
A mí me ha pasado algo similar en las bancarrota itinerante. Yo iba caminan- fue colonizado por un grupo de antio- ¿Y Manizales? Terminó converti-
Es una publicación de la iglesias de Caldas, sobre todo en la Ca- do por la Plaza Alfonso López en direc- queños que viajaron buscando tierras y da en un reversadero de buses con obis-
Corporación Universo Centro tedral de Manizales, aunque a diferen- ción a la Catedral cuando lo vi aparecer oportunidades. Como todo paria, qui- po –lo que quizá es bueno para la poe-
cia de Erasmo he visto a mucha gente en dirección contraria, viniendo hacia sieron dejar de serlo y se dieron a la ta- sía pero malo para el progreso–. Y lo
Número 50 - Octubre 2013 pidiendo un mejor juicio en Alcohólicos mí. Como siempre, supuse que luego de rea de convertirse en otra cosa. Hay un demás de esta ciudad queda expresado
18.000 ejemplares Anónimos y en las clínicas de rehabili- un efusivo saludo me iba a sablear. En- libro maravilloso, el del padre Fabo, que en una historia que me contó mi buen
Impreso en La Patria tación para drogadictos. tonces nos saludamos y él me preguntó: relata esta transformación. Compraban amigo José Fernando Calle. Un día, lue-
Yo era hobbesiano, pero Manizales —Quiubo Pablito, ¿pa dónde va? pianos, libros y cuadros en Europa para go de hacer compras en un almacén en
universocentro@universocentro.com me cambió. Me pasó dos veces: la pri- Le dije que iba a buscar una persona traerlos hasta la montaña. Mandaban a Pereira, dos de sus tías sostuvieron la
mera fue una noche de tragos con unos en el Centro porque me debía plata y yo los hijos a estudiar allá. Se fue confor- siguiente conversación en el carro, de
D I S T R I B U C I Ó N G R AT U I TA amigos en el Parque Caldas. Estábamos andaba sin blanca. Antes de terminar, vi mando una élite, y el Gran Caldas era regreso a Manizales:
ya muy borrachos y dos amigos se em- a Carlos con la billetera en la mano, sa- gobernado por ella. En Pereira quedaban —¿Y cómo te pareció ese almacén?
La fotografía de la portada de este núme- pezaron a dar golpes. Intervine para se- cando dos billetes de dos mil pesos y ex- “los negros, las putas y los liberales”, como —¡Ay, querida!, desafortunadamen-
ro hace parte del capítulo sobre el Parque
de San Antonio del Libro de los Parques. pararlos y, en medio de la trifulca, un tendiéndolos hacia mí mientras decía: solían decir pedagógicamente los curas. te Pereira sí tiene cosas muy buenas. UC
4 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 5

Y
El osario del escritor de Santo Domingo está en una de las galerías
Hasta bien entrado el siglo XX, en más cercanas a la puerta, casi en la mitad del muro oriental, sobre la
cuarta fila. En una losa de unos treinta por treinta centímetros, bajo
Medellín como en todo el mundo católico, la talla de una esfera incrustada en los cuatro cuartos de un cuadra-
do fragmentado –tal como ocurre en todos los nichos–, se lee una ins-
las bendiciones y las indulgencias se cripción que no puede ser más sencilla ni menos rotunda: “TOMÁS /
negociaban en bloque o al menudeo, CARRASQUILLA N / ENERO 17 1858 DBRE. 17 1940”. El único exce-
so que se permite aquel monumento funerario es el error en la fecha
como si se tratara de metros de percal, del fallecimiento; si hay otro privilegio, ese solo puede ser la inces-
tuosa vecindad entre la lápida del escritor y la de su hermana Isabel,
y las familias prestantes podían evitar sembrada a un lado, en el osario que le sigue en sentido norte. Uno
podía, en cumplimiento de los gestos pueblerinos que con tanta so-
el purgatorio reservando un buen lugar carronería retrató Carrasquilla, dar dos golpes sobre la losa para sa-
en las catacumbas de La Candelaria, la ludar al muerto, pero diez segundos más tarde había que repetirlos a
modo de despedida: no había nada por hacer o ver en aquel sótano, a
Catedral Metropolitana o la iglesia de San todas luces tocado por la limpia mesura de la cultura Metro.
Tuve que desechar forzosamente cualquier tentación de comparar
José. Ya nadie recuerda el panteón de los mi aventura con la de Dante, y no solo por la armonía reinante en la
cripta, sino sobre todo, por el destino del muerto. Los huesos de Ca-
ilustres de la villa. Tres visitas lapidarias. rrasquilla no parecían estar soportando el castigo reglamentario de
Fotografías: Juan Fernando Ospina ningún pecado mortal, como ocurre con los lujuriosos que son jugue-
te de vientos tempestuosos en la Divina comedia, o como los maledi-
centes que, allí mismo, naufragan en piscinas de mierda. El escritor pa-
recía descansar en un lugar modesto y tranquilo, del todo afín con su

Huesos ilustres
modorra de viejo ciego y paralítico, salido de casillas apenas para de-
nunciar y zaherir los excesos de la vanidad, y amigo de florituras solo
cuando empuñaba la pluma y jugaba a ser José María de Pereda o cual-
quier otro de los románticos españoles. A diferencia de Peralta, nadie
lo pisa “harto” allí donde duerme, pues solo por cuestión de metros no
está bajo el coro capitular de la Catedral. Apenas importunado por el
zumbido apagado de los vehículos que suben por La Paz y que se cue-
la por la claraboya que cierra su galería, Carrasquilla parece confina-

A la diestra
do en un benigno purgatorio. De hecho, quizá está –y nada más que mi
desorientación me impedía constatarlo– a la diestra del Padre… cuan-
por J UA N C A R L O S O R R E G O do este da la misa.
Más pronto de lo que había calculado estaba de vuelta en la puer-

del Padre ta del templo. Vi que, en este mundo tormentoso de la superficie, el


sol seguía golpeando con la misma saña del principio de la visita. El
Bolívar ecuestre del parque apenas soportaba el calor, del todo ajeno
a la sombra de la que gozan los bienaventurados. UC

YUn conde francés


por I G N A C I O P I E D R A H Í TA
en la ciudad

C
orría la segunda mitad del siglo XIX, y
para entrar o salir de Medellín no ha-
bía más alternativa que hacerlo a pie o
a caballo. En las trochas que comunica-
ban con los ríos Nare o Nechí, que era
por donde llegaban los viajeros extranjeros, había
también personas que tenían el oficio de cargar a
la gente a sus espaldas. Pero yo me atrevería a de-
cir que el Conde de Bourmont no era de los que se
hacían cargar. Tenía títulos que lo justificaban para
darse ese lujo, y era monárquico y católico a más
no poder, pero estaba lejos de ser un filipichín. Ya
había estado en África con el ejército de Carlos X,
que comandaba su padre, y en 1855 vino a Mede-
llín a visitar socios y amigos, entre ellos a Maria-
no Ospina Rodríguez y otras personalidades loca-

S
les con quienes tenía, aparte de afinidad moral, al-
gunos negocios.
in importar que nunca hubiera sido uno El sacristán me franqueó una de las puertas aquella bodega siniestra, ponía sus créditos a un
En compañía de los hermanos de Bedout y otros
de mis deseos formales de romero litera- principales de la Catedral aprovechando la sies- lado del nombre del autor.
compatriotas que querían invertir en minas creó
rio, hace poco visité el osario de Tomás ta del cura, un viernes en que Medellín parecía La cripta se me antojó decepcionante. El moder-
una sociedad que rápidamente quebró. Sin embar-
Carrasquilla en la Catedral Metropolita- derretirse bajo un sol vacacional. Otras dos al- no diseño del espacio, su excelente iluminación y la
go, dice la leyenda, no fue la mala suerte en el ne-
na. Circunstancias menudas, que inclu- mas pías, deseosas de expiar sabe Dios qué peca- sobriedad y pulcritud de su disposición nada tenían
gocio lo que más llamó la atención sobre el conde
yen la vanidad de ver mi nombre en letras de mol- dos literarios (de ahí que me reserve sus nombres que ver con lo que, a mi juicio, debía ser un cemen-
en los salones de la élite local, sino su buena pre-
de, me empujaron a la misteriosa excursión. Las y rasgos), se sumaron a la visita. Fuimos hasta el terio catedralicio. Después de haber conocido las ló-
sencia y su fama de donjuán: “pocas veces se ha-
únicas noticias que tenía sobre el caso se reducían, lejano fondo del templo, doblamos a la izquier- bregas catacumbas de los franciscanos limeños, mi
brá visto un continente de mayor marcialidad, una
por un lado, al recuerdo borroso de la nota con que da del presbiterio y pasamos al otro lado de un visita a los sótanos de la Catedral Metropolitana me
fisonomía de más clásicos lineamientos”, relata un
El Colombiano conmemoró los cincuenta años de la grueso portón, hasta entonces celosamente ce- producía el mismo efecto de estar transitando entre
cronista. Junto a esta apostura, creció el rumor de
muerte del escritor -el 19 de diciembre de 1990-, en rrado; seguimos por un pasillo que se abría a la la selva amazónica y un jardín zen. Para colmo, el
que el conde había sido amante de Marie du Plessis
la que se recordaba la ruta que había tenido el cor- derecha, para luego girar a la izquierda y bajar sacristán mascaba chicle sin ningún miramiento, a
–inspiración de Alejandro Dumas para La dama de
tejo fúnebre, allá en el brumoso 1940. Lo otro era por unas gradas que llevaban hasta la boca de la lo que sumaba la valiente desfachatez de no saber
las camelias, donde es Margarita de Gautier–. Se-
un par de líneas de En la diestra de Dios Padre que cripta, acomodada tras una reja. Casi sobre el úl- dónde estaban los despojos de los famosos, o si ha-
gún esto, de Bourmont sería en la obra el caballe-
describen el entierro de Peralta, especie de otro timo umbral, en una losa de piedra estaba talla- bía algunos además de los de Carrasquilla, cuya lá-
ro Armando Duval, amante de Margarita. Si bien
yo del escritor: “como era tan humilde, quiso que da una frase del muerto más ilustre de la parro- pida le había sido señalada en pasadas jornadas por
la señora du Plessis murió ocho años antes de que
lo enterraran sin ataúl, en la propia puerta del ce- quia: “Sin alma no hay arte posible, sea alma de visitantes mucho más ilustrados. El único consuelo
el conde viniera por primera vez a Colombia, hay
menterio onde todos lo pisaran harto”. Me tentó sa- sabio o de visionario, de santo o de niño… ¡de lo era el nombre latino de nuestro guía, Ovidio, nece-
quien dice que este se vino de París porque solo
ber, frente a tan ascética imagen, qué tanto podría que se quiera! La cuestión es alma. Tomás Carras- sariamente ligado al de Virgilio, conductor de Dante
hundiendo sus botas en el lodo de los socavones an-
diferir la última morada de Carrasquilla. quilla”. Una casa de funerales, sin duda sponsor de en los profundos círculos del Inferno.
tioqueños podría superar la muerte de su amante a
manos de la tuberculosis.
6 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 7

Y
Una cripta para dos
Es difícil darle crédito a toda esta película narrada por
Luis Latorre Mendoza en 1934 y repetida por tantos otros.
Considerando que el mismo Dumas fue amante de la se- por G U I LL ER M O C A R D O N A
primeras damas
ñora du Plessis, es raro que necesitara de otra fuente para
contar su historia. Y si bien de Bourmont tuvo el dinero su-
ficiente para obtener la dignidad de ser amante oficial de
la dilapidadora Marie, este no es mencionado en las listas
de los amores de la bella mujer, que eran secreto a voces.
Parece más probable –aunque obviamente menos románti-
co– que el Conde de Bourmont, quien había sido partidario el más literal y crudo sentido del término. de enviudar, y unos seis antes de morir de
de la monarquía más rancia de su país y se ufanaba de que Dos primeras damas de pompa y boato, con- ochenta, contrajo segundas nupcias con su
sus antecesores hubieran peleado contra los revoluciona- finadas en este modesto rinconcito donde se prima segunda María Ignacia Arboleda Ar-
rios, sintiera que la patria ya no era un lugar digno para vi- arruman sus huesos, aferrándose al bajo re- boleda, sobrina de su primera esposa y her-
vir luego de que se instaurara la Segunda República. lieve de unos nombres que tarde o temprano mana del político Simón Benjamín Arbo-
De cualquier manera, si en alguna medida fue cierto se desvanecerán del todo y que ahora, y aun leda Arboleda, otro de sus compadres, a
que de Bourmont vino a Medellín a curarse de sus amores antes, nada dicen de quienes fueron. quien dicen le propuso sin el menor preám-
novelescos y soterrados, no pudo haber llegado a mejor Poco se sabe de las esposas de los presi- bulo: “¿Quiere ser usted la viuda del gene-
puerto. Las mujeres locales, que tenían fama de ser altas dentes de Colombia, además de las mismas ral Mosquera?”. Y tuvo alientos para engen-
y bonitas, dejaban la soltería antes de los veinte y, una vez pilatunas de los mandatarios que no las in- drar un último crío con María Ignacia: José
casadas, se entregaban a las labores del hogar con un or- volucran. De don Tomás Cipriano de Mos- Bolívar Carlo Dorico Mosquera Arboleda,
gullo tal que pensar en un romance al estilo francés no era quera no solo abundan las historias de oí- el octavo de su prole, nacido cuatro meses
más que una fantasía. El resultado no pudo haber sido me- das, pues él mismo dejaba en claro en sus después de la muerte del general.
jor para el conde, pues en Medellín no se sabe que hubiera testamentos y proclamas los hijos que ha- ¿Qué diría hoy el general Mosquera, en
dejado descendencia, ni mucho menos que hubiera tenido bía tenido por fuera del matrimonio, adu- el callejón de los ex presidentes en el Ce-
amantes. Al contrario, ostentaba la fama de ser correcto y ciendo, a manera de disculpa, la enferme- menterio Central de Bogotá, sobre sus de-
prudente, y de tener siempre en su mesa de lectura la Re- dad de su señora doña Mariana y la reco- cretos de desamortización de bienes de ma-
vista del mundo católico, según cuenta otro cronista. mendación de los doctores de no mortifi- nos muertas? Creo que seguiría advirtién-
Lo que sí sabemos es que el conde no se limitaba a la carla con deberes conyugales. donos que hasta en los bienes de manos
vida citadina. Muchas fueron sus correrías denunciando Si hoy ser mujer sigue siendo un brete, muertas hay que cuidarse de los vivos.
minas y comprando terrenos en la vía a Nare. Sin embar- hay que ver cómo era la movida en Colom- Se conocen cartas tanto de Maria-
go, su destino estaba en Titiribí, adonde en 1863 llegó a bia en el siglo XIX. Porque así se tratara de na como de Amalia, quienes muchas ve-
suceder a Tyrrel Moore en la dirección de Hacienda y Fun- hijas de caudillos liberales muy a tono con la ces debieron asumir las riendas de los ne-
dición, una empresa minera cuyo único pecado fue lindar época, políglotas, viajeros, masones y libre- gocios familiares en Popayán y en Coconu-
con la mina El Zancudo, y por lo tanto con Carlos Coriola- pensadores, igual eran ellos, como ocurría co, mientras sus maridos estaban en las bo-
no Amador, su mayor accionista. La Sociedad Minera El en las familias más conservadoras, quienes chincheras de las guerras civiles sin más ta-
Zancudo no necesitaba presentación. Era la empresa más escogían los maridos de las hijas y negocia- rea que la de asesinarse entre federalistas
grande de la región, y el señor Amador no solo era el hom- ban los enlaces de los hijos para establecer y centralistas, entre liberales y conservado-
bre más rico sino también el más dado a los pleitos judicia- o afianzar alianzas políticas y económicas. res, entre draconianos y gólgotas.
les. Por su parte, de Bourmont se hizo conocer en el pue- Eso del amor romántico era un privilegio (¿o ¿Cuánto tardaba entonces el proceso
blo como un hombre atento y puntual, y como benefactor un embeleco?) de las clases populares. entre la sepultura, el campo santo, la sa-
de la parroquia de Sitio Viejo. De ahí salió la historia de Don Tomás Cipriano tenía fama de ira- cada de los restos y la llevada al osario?
una campanita manual donada por el conde, que a media- cundo. Y de vanidoso y pagado de sí mis- ¿Cuatro, cinco, diez años? No está claro
dos del siglo pasado fue a dar a la Universidad de Mede- mo. Dicen que en su lecho de muerte el ar- si ellas murieron en Medellín, ni por qué
llín. Dicha campanilla fue recibida con honores en la insti- zobispo de Popayán le preguntó si estaba sus huesos vinieron a dar aquí, pues am-
tución en un acto público, y la crónica de Efe Gómez publi- dispuesto a perdonar a sus enemigos, y el bas pertenecían a ilustres familias cauca-
cada en el periódico El Correo perpetuó al escritor como el viejo general le respondió: “eminencia, yo nas. Las vueltas que da la vida. Las más de
“cronista lírico y filosófico de la campana del conde”. no tengo enemigos; a todos los mandé fusi- cien vueltas que ha dado la Tierra alrede-
Todo marchó bien para Hacienda y Fundición hasta lar”. Al célebre Mascachochas se le atribuye dor del Sol con los huesos de estas dos pri-
que comenzaron los pleitos legales. Una versión pintores- también la frase “gracias a Dios soy ateo”, y meras damas en una pequeña cripta en la
ca dice que el conde, en una astuta jugada, se dio cuenta

D
se sabe de buena fuente que años después iglesia de San José… UC
de que los filones que se explotaban en El Zancudo salían
por el otro lado de la montaña y los dueños de la mina no os primeras damas, madre e hija, yacen juntas en una sola
se habían tomado la molestia de denunciarlos. El Conde cripta en la iglesia de San José, antes llamada de San Loren-
de Bourmont, pues, se habría adelantado en la maniobra, zo, en plena Avenida Oriental con Ayacucho, antes conocida
motivo suficiente para desatar la ira de Amador, quien no como la Calle de la Amargura, donde está emplazado el tem-
toleraba que alguien fuera más rápido y visionario que él. plo desde mediados del siglo XIX. En esa época la iglesia to-
Para 1871 ya salían cartas oficiales de la mina El Zancu- davía tenía atrio y era importante, los buses no usaban como paradero la
do en las que se recomendaba cobrarle al conde por haber mismísima Puerta del Perdón, y por el otro costado era un edificio vene-
“sobrepasado el límite del terreno a trabajar”. Lo que si- rable y no un centro comercial de accesorios de informática.
guió fue una demanda del grupo de abogados de Coriola- Y bueno, al menos ellas aún están visibles, así la lápida esté a pun-
no por la suma de setenta mil pesos de la época. La derro- to de borrarse y los nombres aparezcan incompletos, en un osario que
ta en los estrados dejó en la ruina a de Bourmont. debe haber permanecido intacto desde hace por lo menos cien años. La
Es muy probable que el camino desde Titiribí hasta la fecha más reciente, la del fallecimiento de la hija, es de 1904. Otros an-
ciudad, que entraba por La Asomadera y era un verdade- cestros insignes sufrieron peor suerte, y nadie puede asegurar a ciencia
ro jabón de arcilla en invierno, haya sido la última trocha cierta dónde están sus restos. La razón es muy simple. Resulta que en las
que recorrió el Conde de Bourmont. Con más de sesenta primeras iglesias de Medellín los señores tenían su banca y compraban
años a cuestas, se olvidó de aventuras mineras y pasó a ru- su sepultura. Y así como bajo el duro piso de La Candelaria y de La Vera-
miar la soltería en su casa de Bolívar con Maracaibo, cerca cruz están sepultados los primeros españoles que llegaron a esta villa,
del famoso Puente de Arco. Sin embargo, hasta en la tran- bajo las bancas de la iglesia de San José están los cuerpos de las familias
quila vejez lo persiguieron las leyendas. Cuentan que en prestantes en tiempos de la Independencia y de los primeros amagos
esos últimos años salía caballo, de sombrero negro y alón, de nuestra azarosa historia republicana. De cómo se llamaban y cuán-
a pasear sus perros amarrados con cadenas, y que la gente do nacieron y murieron queda registro en los respectivos archivos pa-
había terminado por pensar que era un espanto que desa- rroquiales, y son los párrocos los únicos responsables de dar o negar la
parecía cerca de la calle Palacé. información a quien la solicite, sin derecho a apelación. Antes de em-
Hoy los restos del conde reposan en el segundo piso de baldosar los pisos de estas viejas iglesias al menos sabía uno encima de
la torre de la iglesia de San José, en una tumba alta y man- quién estaba parado. Hoy no. ¿O lo sabrán sus descendientes?
chada en la que apenas cabe su nombre completo: Felipe Pero volviendo a nuestras damas, que no fueron realmente las prime-
Augusto Adolfo, conde de Ghaisne y de Bourmont. La ca- ras porque la primera que tuvo Colombia (Manuelita) no era propiamen-
ligrafía de la lápida no se parece a ninguna de las vecinas, te dama según los cánones de la época, en San José están los huesos ilus-
pues está tallada en una letra elegante y sobria, sin cru- tres de doña Mariana Benvenuta Arboleda Arroyo de Mosquera, prima
ces ni adornos, en un incipiente estilo Art Nouveau segura- hermana y primera esposa de don Tomás Cipriano Ignacio María de Mos-
mente desconocido y difícil de digerir en la Medellín de la quera-Figueroa y Arboleda-Salazar, más conocido como el general Tomás
época. Sin familia que se encargara de los arreglos funera- Cipriano de Mosquera, o ‘Mascachochas’, cuatro veces presidente de la
rios, su compatriota Pablo de Bedout debió haberla manda- república; y los de su hija, doña Amalia Concepción Gertrudis Mosque-
do a hacer a París, e ignorando en qué año había nacido su ra de Herrán, esposa del también presidente general Pedro Alcántara He-
amigo hizo que le pusieran únicamente la fecha de su par- rrán Zaldúa. De doña Amalia poco se sabe; de doña Mariana se comen-
tida, 1883. Un invento más para este conde legendario. UC tó siempre su viacrucis como esposa del general Mosquera, viacrucis en
8 UC número 50 / octubre 2013

L-O-R-I-C-A
por J AV I ER M O R E N O
Fotografías de Google Street View

Me elevo de nuevo y sobrevue- atrapan el mundo. Desde arriba es to-


lo la carretera, tomo la desviación ha- davía más claro: el laberinto de calles
cia San Bernardo del Viento y aterrizo que conforman el mercado no se ilumi-
en la esquina junto al bosque de tecas na cuando tomo al avatar para selec-
que cubre el colegio donde empecé mi cionar puntos de aterrizaje. Su caos lo
bachillerato. Busco persistencias, ya lo protege temporalmente de la campaña
dije, así que escalo la callejuela de tie- de digitalización mundial comandada
rra amarilla hasta el portal. Todo si- desde el valle del silicio. Resguardados
gue igual. Busco las persistencias por tras la barrera de gente se encuentran
lo mismo que busco gestos míos en mi los puestos de comida, las fruterías, los
hija. Las busco porque en ellas me re- brujos con sus colgandejos y amuletos
conozco. Son anclas a lo que fui que de- multipropósito y las chazas de músi-
finen lo que soy. En la puerta hay estu- ca, relojes y ropa cada vez más china.

D
diantes comprando dulces o tal vez pla- Si quiero verlos debo volver. Mi maes-
esperté temprano y deci- contener y que cerró con un hachazo ac- neando una huida. Podría ser uno de tro, ahora recuerdo, vendía camisetas
dí visitar el pueblo. Desde cidental directo a las güevas. La coca re- ellos. Al fondo veo (o imagino) la rec- estampadas en el mercado.
que un carro de Google re- glamentaria me salvó de daños irrepa- toría y la sombra del bloque de salo- Antes de despegar y volver a la vida
corrió las calles minuciosa- rables pero no del dolor puntual. Inca- nes junto al espacio cubierto que servía en la tundra salto a mi lugar favorito, la
mente basta teclear su nom- paz de guardar la compostura, caí de ro- de escenario para izadas de bandera y muralla. Es un malecón fresco a la ori-
bre para que el pueblo se materialice con- dillas. No estaba preparado para eso. Mi eventos similares. Aunque no alcanzo a lla del río. De noche había puestos de
gelado frente a mí. Escribo L-O-R-I-C-A. maestro se acercó para preguntarme si ver la gran bonga, si me elevo la distin- comida y fritos. Me gustaba ir a la mu-
Primero la veo desde arriba, cubierta de estaba bien. Contuve las lágrimas. Dije go desde el cielo. ralla a hacer carreras en bicicleta. Tam-
nubes, “la antigua y señorial”. Pese a la que quería continuar. Me levanté y miré Es y no es el pueblo. Hacen faltan los bién me gustaba ir a sentarme en las
mala definición, distingo el río, los ca- a mi adversario. Sentí que sonreía. Tal ruidos, los olores, los acentos, el calor. bancas y mirar el otro lado del río, don-
ños y la estructura de barrios y avenidas vez fue un gesto involuntario. El juez lo Algún día también sabremos cómo cap- de el pueblo no existía. Siempre quise
principales. Es casi una isla rodeada de penalizó y reinició la pelea. Rugí de nue- turar eso. Algún día podremos compri- irme de ahí. Hay un árbol del otro lado
agua verde. La conozco bien. Tuve años vo, esta vez con más sinceridad, y deci- mir el universo en una máquina y des- del río cuyo cúmulo de hojas es particu-
para recorrerla a pie y en bicicleta. Aun- dí que ahora sería yo quien tomaría la entendernos del mundo hasta vivir sin larmente oblongo. Cada tarde una ban-
que no nací en Lorica y siempre me sentí iniciativa. Cargué contra él con la fuer- vivir. Por lo pronto no. Por lo pronto las dada de pájaros blancos lo usa como
forastero, con los años he entendido que za que me daba el dolor y no detuve mi máquinas tienen límites. No pueden en- dormitorio. Llegan antes de que caiga
de ahí vengo porque ahí crecí. ataque hasta que salió de los límites gañarnos. No lo tienen todo. No nos tie- el sol. Durante el eclipse de los noven-
Una vez sobre el pueblo elijo al azar del área de combate delimitada en tiza. nen. Salto y caigo en la carretera. Cru- ta también llegaron, confundidos por
un rincón. Si me acerco la definición Miré a mi maestro buscando su aproba- zo el puente sobre el caño que sirve de la oscuridad repentina. Ahora estoy en
se pierde y las nubes se ven angulosas, ción y él asintió satisfecho. No recuerdo entrada al pueblo, giro a la izquier- la muralla, frente al árbol vacío. Es un
cuando no cuadriculadas, pero a partir el nombre de mi maestro. da y avanzo en contravía. Paso jun- paisaje tranquilo, reconfortante. Si me
de cierta distancia la red de calles surge No sé qué busco en mis visitas al pue- to al monumento al ejército libertador, concentro puedo ver el río correr. Dos
de la nada, superpuesta sobre la foto. El blo. Inicialmente buscaba lo que había en la esquina donde había una panade- muchachos pasan frente a mí, uno de
proceso de empalme con mi mapa men- cambiado. Quería ver el progreso. La úl- ría y ahora está la compraventa Kenne- los dos me mira desde su máscara bo-
tal es casi instantáneo. Elijo un sitio tima vez que estuve allí fue hace ocho dy. Veo el callejón que conduce al mer- rrosa. Un pájaro blanco flota atrapado
de aterrizaje discreto: una calle menor años. Mis contactos me mantienen ente- cado. Como siempre, está atestado de en el aire. Creo que se dirige al árbol.
en el barrio Remolino, cerca de la can- rado de las novedades generales. Sé que compradores y comerciantes, en un ba- En esta Lorica espectral nunca llegará
cha de baloncesto donde inicié mi bre- construyeron un gran supermercado. Sé zar infranqueable para las redes que al otro lado. UC
ve y no particularmente exitosa carre- que algunas casas cayeron y algunos edi-
ra como luchador callejero. Con un clic ficios fueron construidos. Aprovecho mi
estoy ahí. Es un viaje en el espacio y en fantasmagoría digitalizada para consta-
el tiempo. Las fotos que permiten la ilu- tar (¿y aprobar?) los cambios. Esa era,
sión de presencia fueron tomadas hace al menos, mi motivación inicial hace un
unos meses. Mis contactos en el pueblo mes largo, cuando el servicio de tele-
no recuerdan haber visto el carro con transportación fue inaugurado. Cada vez
las cámaras, pero el carro estuvo ahí más, sin embargo, prefiero buscar per-
porque ahora estoy de pie en la calle. sistencias, como la cancha, la iglesia o la
Avanzo lento, revisando cada escena, y calle frente a la segunda casa donde vi-
reconozco la casa de un amigo de infan- vimos (era verde, ahora es blanca), con
cia que ahora es oficial del ejército. Me un gran muro y un pretil alto desde don-
pregunto si sus papás todavía viven ahí. de saltábamos en bicicleta. En el muro
Me detengo frente a su casa. Creo que está pintado el anuncio de un candidato
era de otro color y tal vez más peque- al concejo por el Partido de la U apodado
ña. Hay alguien en la terraza arreglan- ‘El Pollo’. Reconozco su nombre: fue uno
do una ventana. La casa vecina todavía de mis primeros amigos cuando llegué al
es de madera con techo de palma. Por pueblo a los ocho años. Creo que se casó
alguna razón se ve nueva. La calle tiene con una compañera de colegio de mi her-
aceras diminutas y hay varias motos es- mana. No sé si habrá sido elegido. Le pre-
tacionadas. Algunas personas caminan guntaré a mis contactos.
en dirección al río. Sus caras han sido Junto a la segunda casa hay dos es-
retocadas para proteger su identidad. pacios que dejaron construcciones de-
O tal vez para que no me vean mien- rribadas. Si le doy la espalda al muro
tras las miro. Así se debe sentir un fan- y el pretil me cuesta reconocer dónde
tasma. Un hombre de camiseta blanca estoy. La casa donde quedaba la tien-
y gafas negras me mira pero no me ve. da de la esquina ya no existe. Lo mis-
Parece molesto. Decido alejarme. mo pasó con el colegio de niñas donde
La cancha del barrio es exactamen- inicialmente, en las noches, funcionaba
te como la recuerdo: un claro de concre- la academia de Taekwondo. Ahora hay
to en medio de casas y algunas construc- potreros ahí. Me duele verlos. Preferi-
ciones. Los arbustos escuálidos que la ro- ría ver construcciones nuevas. Así sen-
dean no hacen sombra. La pelea fue en tiría menos el vacío.
la mitad de la cancha. No puedo caminar Me elevo. Es otra de las ventajas de
hasta ahí. La veo desde la calle y me ima- ser un fantasma. Recorro el pueblo como
gino de pie sobre el concreto caliente. Te- en mis sueños infantiles: a saltos largos.
nía unos once años. Nunca había visto a Aterrizo en la calle (las mismas casas, los
mi oponente. Cuando el juez dio la or- mismos árboles de laurel) donde un ma-
den rugí para atemorizarlo, pero fue in- tón me retó a un combate y rompió mis
suficiente: el bárbaro se abalanzó sobre gafas. Fue la única vez que lo encaré. Lo
mí en una lluvia de patadas que no pude encaré y perdí. Nunca volví a verlo.
10 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 11

Caído
del zarzo
Elkin Obregón S.

MIRA LO QUE
1
Una noche de los años no- entre el resto de nosotros. Uber no sa- Una tarde volví a la cuadra de mi in- lado de mi casa y su abuela se la llevaba Una de esas noches, decididos a no

TRAJO EL MAR
venta, mi novia, unos amigos bía jugar fútbol, por lo tanto siempre lo fancia. Quería visitar al padre de uno bien con mi madre. Hablaban largas ho- dejarnos doblegar por el hastío, nos
y yo llegamos a las puertas poníamos como defensa. No me gustaba de mis amigos en su lecho de enfermo. ras sentadas en los quicios de sus puer- sentamos en las bancas de cemento del
de Toque de queda, en la ca- enfrentarlo porque era demasiado fuer- Hablamos de los viejos tiempos y nos tas. No habíamos comenzado a jugar jardín que había afuera de la casa de

A
lle San Juan. Era la discoteca te y hacerle una gambeta era casi impo- reímos de cuando él nos regañaba por cuando el niño apareció de la mano de unas amigas. Vivían en una de las ca-
gay que causaba furor en la ciudad. En sible. Arremetía como un camión, la pe- nuestras andadas. Vi por la ventana a la su madre, que vociferaba y preguntaba sas de adobe gris ubicadas en la aveni- sí se llama un libro de Marcela Velásquez Guiral, beca
una ciudad que no ofrecía –ni ofrece– lota pasaba, pero uno siempre termi- madre de Uber, fumando en su balcón, a grito herido: “¡¿Quién fue el hijuepu- da principal del barrio. Todos estába- de creación 2012 de la Alcaldía de Medellín. Área: Lite-
mucha diversión en las noches, aquella naba mordiendo aquel polvo negro de y de inmediato pregunté por él. Des- ta?! ¡¿Quién fue el hijueputa?!”. Sus gri- mos enamorados silenciosamente de
amor y odio

ratura infantil. Género: Cuento. El primer ítem es al me-


pequeña disco había llegado como un la cancha donde jugábamos. Reía y de de su cama, el padre de mi amigo me tos hicieron que el silencio cayera sobre Maritza, la mayor de las cuatro herma- nos discutible, pues no hay un término más elusivo que
Crónica de

ángel redentor. Esa era la moda, colarse sus carcajadas brotaba mucha felicidad. miró: “Uber se fue a vivir con un viejo. todos nosotros junto con el sol que arre- nas, una trigueña de ojos negros y la- ese. En cuanto al segundo, no ve este lector el libro como
en aquel local alegre y “progre”. Guar- Quizá fue el único que no se agarró a Se enamoró. Es un berraquito el Uber”, ciaba. La mano delicada de su hijo me bios suaves. El sol se acababa de ocul- una colección de cuentos, sino más bien como una novela corta, par-
dadas las proporciones, Toque de queda puñetazos con otro amigo. Era un niño dijo con esa voz dulce y sabia de quien señaló mientras yo estiraba los múscu- tar detrás de las montañas y el aire es- tida en pequeños relatos, o estampas, que, dentro de un solo ámbito,
era una especie de Studio 54. noble y alegre, hijo de un policía retira- está a punto de morir. los al lado de una de las porterías de pie- taba fresco. Un viento suave apenas si saltan a su gusto (aunque con una solvencia narrativa que evita cual-
Como cada noche de viernes cuan- do. Su padre era un tipo amable y lleva- 3 dra. La mujer era voluptuosa y sus enor- movía las hojas de las palmeras que quier alarde), en el tiempo y en el espacio. Pues todo ocurre en un lu-
do llegábamos hasta la bouncer enor- ba un bigote negro y poblado. Una mañana en el barrio. Vacacio- mes tetas siempre estaban a punto de crecían detrás de las bancas. Las her- gar concreto, un caserío costeño —Miratt se llama—, sin ninguna
me y mal encarada que hacía el filtro, Crecimos un poco y el rock duro nes escolares de julio de 1973. Campeo- saltar de la blusa escotada. Era una mu- manas salieron y se sentaron con no- ubicación exacta, enclavado entre el mar y la montaña; un pequeño
respondimos con un sí a la pregunta: llegó a nuestras vidas. Desde muy ni- nato de fútbol callejero bajo un sol des- jer ruda, todos le teníamos pavor. Sus sotros, como hacían cada vez que lle- mundo, por supuesto, donde habitan niños (entre ellos Miguel, cuyo
“¿Ustedes son gais?”. La mujer nos miró ños habíamos formado en la cuadra piadado. La avenida estaba atiborrada labios gruesos y el pelo corto oxigenado gábamos a su puerta. Allí sentados ha- hogar es una canoa, y Marthita, su única amiga), pescadores, ancia-
como siempre lo hacía y a regañadien- una especie de clan demasiado revol- a lado y lado de muchachitos que espe- le daban un aire de sensualidad grotes- blábamos sin parar, las horas corrían nos y animales (entre ellos el loro de la abuela de Tribi, Capitán Lor,
tes nos dejó entrar. A veces entrábamos toso para el gusto de los padres. Aquel rábamos la hora del cotejo. Calmába- ca. Las delgadas líneas trazadas hacia y a veces el ruido de los buses destar- presunto pirata), y ocurren cosas, a veces pintorescas y amables, a
porque nuestros amigos gais la con- vínculo silencioso y fuerte llevó a que mos los nervios viendo los partidos de arriba con lápiz negro en lugar de cejas talados apagaba nuestras voces. Fu- veces oscuras e inquietantes; y hay además secretos insinuados, mis-
vencían con sonrisitas y palabras dul- la música y su modo de vida, que al- otros equipos y gritando para animar hacían que la viéramos como una bes- mábamos un cigarrillo que pasaba de terios nunca resueltos. En palabras de la autora: “Aquí les dejo es-
ces. En fin, logramos entrar. Música a gunos pocos acogimos como una reli- el juego. Los buses bajaban veloces, y tia enfurecida. La mujer soltó a su hijo y boca en boca. tas historias. Algunas dulces como el mango maduro. Otras saladas
todo dar. Madonna era la reina en to- gión, fuera inconscientemente acep- cuando aparecía uno en la curva del an- se abalanzó sobre mí. Sus brazos fuertes De un momento a otro escuchamos como el agua de mar”. Lo que ella no dice, y conviene decir, es que
das las pantallas. Ya estábamos borra- tada por otros que, a decir verdad, no tiguo parque infantil había que tomar podían aplastar mi cuerpo flacuchen- una algarabía a nuestras espaldas. Al por todas esas páginas pasan la piedad, el sano humor, y una poesía
chos y los golpes de bajo nos revolvían sentían conmoción al escuchar el pun- el balón y saltar a los costados. El bus to. Hice un dribbling, me escabullí por otro lado de la calle, una horda de ni- servida a cuentagotas, para que no se note demasiado.
las entrañas. Hombres corpulentos se teo de una guitarra eléctrica. Uber es- pasaba, el balón caía nuevamente sobre un costado y corrí aterrorizado. Bajé la ños revoltosos perseguía a un adoles- Un librito precioso, sabiamente escrito, sabiamente contado;
besaban recostados en los muros. En la taba entre estos últimos. Andaba con el pavimento y continuaba el juego. A cuesta a toda velocidad. La señora vo- cente rubio de pelo largo que camina- y, además, bellamente ilustrado (por un tal Gusti, un chico catalán
pista central no cabía un alma, y luces nosotros y voleaba la melena en la os- veces las llantas reventaban una pelo- ciferaba a mis espaldas, seguida por un ba bamboleando de manera exagera- que, con seguridad, ha caminado más de una vez por pueblos caribe-
vertiginosas de color rojo atravesaban curidad de aquellas casas a las que íba- ta. Nadie murió aplastado porque le ha- tropel de niños que se habían olvidado da las caderas y los brazos. El mucha- ños. La edición, de Frailejón editores, es impecable).
el humo que envolvía a la multitud. Allí mos a emborracharnos con vino Tres bíamos cogido el ritmo a aquella vida y del balón. El escándalo sacó a los veci- cho tenía las nalgas prominentes y le- Es uno de esos libros que, una vez leídos, siguen creciendo den-
dentro todo era felicidad. patadas y a escuchar los discos de escuchábamos el rugido del motor unos nos del sopor de la mañana. Se asoma- vantadas. Vestía una especie de ca- tro de uno; no pasa muchas veces; no pudo la autora haber elegido
Tomados de la mano, mi novia y yo Black Sabbath. También corría junto a segundos antes de que los armatostes ban por los balcones y el espectáculo les miseta de lycra de manga sisa. Las ra- un mejor título.
nos abrimos paso y nos sentamos en un nosotros, riendo a carcajadas, cada vez tomaran la curva. Los padres se morían parecía divertido. Entré a mi casa, cerré yas verticales, rojas y blancas, acen-
muro bajo desde donde se dominaba la que llegaba la policía a desalojarnos de de terror cuando decidíamos trasladar de un portazo y corrí directo al patio. tuaban su flacura. Los perseguido-
P.D.
por E R R E M O R A
Ilustración: Tobías

pista. Nos abrazamos mientras hacía- los “sollis” y a repartir bolillo por to- los juegos de la cancha polvorienta, de- Agazapado bajo el sol, escuchaba como res también eran desgarbados. Car-
mos equilibrio sobre el muro y nos di- dos lados. trás del barrio, a la avenida principal. bombas los golpes que hacían retumbar gaban piedras en las manos. Uno de Al final, en una semblanza de Marcela, se dice que tiene ojos muy
mos un beso largo y delicioso, hasta Una tarde corrió la voz: Uber tiene Esa mañana los ánimos estaban muy la puerta de madera. La mujer enloque- ellos blandía un chamizo negro. Cru- grandes, y largas pestañas; que ama el mar, y que no sabe nadar. Sal-
que una sacudida violenta nos hizo re- novia. Una rockera del barrio Pedregal. arriba, y entre todos peleábamos un lu- cida llamaba a mi madre y le describía a cé la calle con mis amigos. Caminába- vo los ojos y las pestañas, es también mi caso.
gresar a este mundo. Sin comprender Era una mujer sonriente, pequeñita y gar con vista privilegiada a la cancha gritos cómo iba a ser mi muerte. mos de prisa soltando carcajadas. Nos
4
CODA
qué pasaba, levanté la cabeza y me en- morena. Caminaban de la mano por la en la calle. Con mis amigos de la cua- ubicamos unos metros detrás de los
contré con los ojos enfurecidos de la calle, entraban a la casa y luego subían dra esperábamos a que terminara uno Por aquellos días el aburrimiento se niños. El adolescente tenía nuestra
enorme bouncer, que gritaba a un pal- la escalera que llevaba a la terraza en la de los partidos. “Faltan cinco minutos”, había convertido en nuestro peor ene- edad y no lo habíamos visto nunca por Después de una excelente gestión, deja Selene Botero la geren-
mo de mi nariz. La música reventaba en que los padres de Uber le habían cons- dijo alguien. Repentinamente, un niño migo. Nos angustiaba, era una de esas allí. De repente, detuvo la marcha, cia de Teleantioquia, y llega a ese cargo Clara Marcela Mejía. Hacer
los cuerpos sudorosos, las luces rojas truido su propio cuarto. Todos envidiá- se abrió paso entre nosotros. Lleva- cosas que no nos podíamos permitir. recogió de la acera una piedra enor- un currículum de Clara Marcela no es difícil; su talento y capacidad
volaban, yo estaba en shock y escucha- bamos aquel cuarto. Por aquellos días ba pantalones y no pertenecía a ningu- No concebíamos una tarde o una noche me, dio una media vuelta vertigino- profesional están más que probados, su cara es casi tan bella como
ba muy lejanas las palabras de odio que hablábamos a sus espaldas y nos pre- no de los equipos del campeonato. Te- de aburrimiento después de una jorna- sa y vimos la sonrisa que se dibujó en su alma. Valor agregado: le gusta la música vieja, y ama los bambu-
aquella mujer gigantesca descargaba guntábamos cómo, cuándo y dónde ha- nía el pelo negro pero ya olvidé su nom- da extenuante y estéril en el colegio. su cara de niña dulce. La angustia de cos. Más no se puede pedir. UC
sobre mi cadáver: “Aquííí nooo se pue- bía conquistado a esa nena. En fin, está- bre. Desde que llegó al barrio me llamó Recién comenzaban los ochenta y ape- sus ojos me hizo avergonzar. Los ni-
dennn besarrr. ¡Se largan ya!”. bamos felices por él. la atención el hecho de que sus labios nas debutábamos en el bachillerato. A ños también se detuvieron, igual no-
2 Crecimos todos. Algunos murieron fueran muy rosados y siempre los tuvie- pesar de los esfuerzos, a veces el tedio sotros. El muchacho hizo ademán de
Uber caminaba igual que su madre, masacrados en alguna taberna. Eran ra húmedos. Sus ademanes eran extre- se apoderaba de las noches y no había lanzarnos la piedra, pero en lugar de
a pasitos cortos y apresurados que le im- los días de Pablo y no volvimos a las es- madamente delicados, y a pesar de que más remedio que compartirlo en silen- ello detuvo su brazo en el aire, soltó
primían una velocidad algo divertida. quinas a escuchar casetes de Led Zep- ya no era un bebé se chupaba el pulgar cio parados en una esquina. Ni la músi- la roca y salió corriendo en sus sue-
Parecía una geisha. Uber era uno más pelin en la enorme grabadora platea- por largas horas, así estuviera en ple- ca aliviaba nuestras almas cuando esa cos de madera. Los niños emprendie-
de nuestra gallada y le queríamos bas- da de Luis. Los sobrevivientes nos lar- na calle. Después del empellón que nos niebla densa entraba en nuestras cabe- ron de nuevo la persecución, y vimos
tante. Su nombre nos parecía extraño y gamos del norte. La vida continuó. Casi dio le dije marica. Se me quedó mirando zas. A veces la vida nos aplastaba sin re- cómo desaparecían todos al entrar a
sus inflexiones femeninas lo hacían di- nunca nos veíamos. Uber desapareció y salió corriendo. Lo vi desaparecer en medio mientras las sombras entraban a la calle oscura que rodeaba el cuartel
ferente. Nunca llegamos a hablar de eso por completo de nuestras vidas. la esquina. El muchacho vivía justo al los barrios del norte. de policía. UC
12 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 13

Los montañeros

Balada trivial de Barrio Triste


por C A R L O S B U E N O O S O R I O

por S I LV I O B O L A Ñ O R O B L E D O ¡La Madremonte sí existe!

E
Daniel Torres Gómez n los dorados años treinta del siglo XX un trova-
dor bohemio rebautizado Tartarín Moreira camina-
Ilustración: Camila López
ba diaria y nochemente desde el frenesí del barrio
Guayaquil –una ciudad dentro de la ciudad– hasta su
alojamiento en el céntrico sector de San Benito. En
su recorrido padecía un sector de edificios, fábricas y depósitos

C
tibiamente poblado, al que inmortalizó con el nombre de Ba-
uando la habitas, la montaña Nosotros, los montañeros de la urbe, acaso habremos escuchado leyendas mos hacer una revista que se llamara La rrio Triste. “Vecino al de Guayaquil […] a Barrio Triste le falta
forma parte de todo, como anteriores a Mandinga, de cuando los aburráes celebraban sus cortejos fúne- Montaña. En las mesas de La Polonesa lo que a Guayaquil le sobra”.
un dinosaurio dormido que bres desde el cerro Nutibara hasta El Volador (o viceversa), donde un cerro se- planeamos nuestro primer ataque ur- Libardo Parra Toro, nacido en Valparaíso, Antioquia, en
se ve de lejos y te soporta. El ría a la luna y el otro al sol lo que el alba a X y el ocaso a Y. Dicho pensamien- bano: nos proveeríamos de aerosoles y 1898, y fallecido en Medellín en 1954. Personaje de melancó-
montañero siente melanco- to analógico no demuestra que los aburráes fueran más listos que los paisas, haríamos pintas con las consignas “To- lica mirada y sombrero de medio lado, tomó el seudónimo que
lía al mirar la montaña, y vuelve a sentir sino, tal vez, que la montaña, cuando la habitas, es una referencia natural de dos somos montañeros”, “¡Que vivan las lo haría famoso de la novela de Daudet, Tartarín de Tarascón.
melancolía cuando llega a la cima, pues la distancia. En Medellín tal distancia es actualizada cada tanto con la incor- montañas!”, “¡La Madremonte sí exis- Fue uno de los integrantes más jóvenes del grupo Los Panidas,
esa altura mide lo que le hace falta. poración de nuevas leyendas de superioridad respecto a Antioquia y a Colom- te!”. Así lo hicimos durante meses que famoso por sus poemas y escritos y por las juergas que arma-
Quien vive en la montaña forma bia; distancia ya no ontológica sino mundana, al estar mediada por la ópti- se convirtieron en años, y durante años ban en el Café El Globo o en el estadero El Jordán, en Roble-
parte de ella como conciencia de sus ca del fantoche que contempla su fetiche con devoción. Ante la costumbre de que pasaron a ser recuerdos. Cuando do. Después de mucho deambular en la bohemia, y de ganar-
ríos, de los seres que la habitan, de sus vivir entre las bombas y las balas de los sicarios, a la generación de los años habíamos terminado las maquetas del se la vida como detective, secretario y escribiente en notarías
bosques y sus leyendas. Los paisas, por ochenta le tocó subir su autoestima con la creencia en varias de esas leyendas, primero y del segundo número, en los y juzgados, terminó en la miseria.
ejemplo, llamamos “Capital de la Mon- como las que produjeron la construcción del Metro y la transformación de al- cuales incluimos versos, cuentos y en- Sin embargo, Tartarín fue fiel a su ideal romántico de la
taña” a la ciudad de Medellín, pero em- gunos lugares tradicionales de la ciudad. sayos inéditos de autores colombianos vida, como en el poema de León de Greiff que cantaba a los hi-
pleamos la palabra montañero para re- Mis amigos y yo, por ejemplo, trabajamos como voluntarios en el Museo y extranjeros, nos asaltó un obstáculo jos del dios Pan: “músicos, rapsodas, prosistas, poetas, poetas,
ferirnos a alguien de modales rústicos. de Zea, que tras otra donación de Fernando Botero pasó a llamarse Museo de mayor a nuestra voluntad: poetas, pintores, caricaturistas, eruditos, minios estetas; ro-
Tal rusticidad no tiene relación lógi- Antioquia (y que el pueblo nombró Museo Botero, sacando al maestro Zea del —¿Saben qué? Hace falta algo… mánticos o clasicistas, y decadentes –si os parece– pero, eso sí,
ca con el hecho de vivir en el sistema lenguaje cotidiano y condenándolo al olvido). En ese cuartel debíamos res- —¿Qué hace falta, Flaco? locos y artistas, los Panidas éramos trece”.
montañoso de los Andes, sino con la le- ponder preguntas sobre las obras de los artistas, y protegerlas. Luego salía- —No sé… El escritor Jairo Morales recuerda cómo Tartarín, elegan-
yenda del progreso que hemos here- mos a las calles del Centro con los ojos llenos de los arreboles de Eladio Vélez Así, cada ocho días, la frase “hace te y bohemio, sabía ser uno de tantos perdidos en los suburbios
dado de Occidente, la cual forma par- y la moral lastimada por el despotismo de los marchantes del arte. Hartos de falta algo” nos fue alejando de la mon- que más amaba de la ciudad, y saboreaba solitario una copa
te del “complejo de hijueputa” del que la prepotencia y el desprecio, renunciamos al museo y nos propusimos fundar taña hasta perderla de vista. No era ne- rinconera mientras veía, irónico y escéptico, discurrir las co-
hablaba el filósofo Fernando Gonzá- una revista. Habíamos visto muchas caricaturas de Rendón, éramos expertos cesario explicar qué ni cómo: cuando el sas. También sabía ser un señor en las mansiones adonde se le
lez. Así pues, en la capital de Antioquia en la perspectiva de Cano, sabíamos de memoria los poemas de Barba-León. Flaco decía “hace falta algo... No sé…”, invitaba, cómplice distante, fiel a un dolor sin nombre preciso.
no llamamos montañero al avezado ca- Escapábamos de Calibio en zigzag hasta llegar a La Polonesa, frente a la Ca- se derretía la tinta de las palabras, se El precio fue la miseria final. En sus últimos días, abandonado
minante, sino a quien queremos enros- tedral Metropolitana, donde nos dábamos cita para discutir entre aguardien- cerraba el afluente del entusiasmo, y y enfermo, aterrado por los estragos del tiempo en su rostro y
trarle su poco sentido de la moda, su in- tes y tangos. Queríamos sacar el arte a recorrer el Valle de Aburrá, y decidi- las noches continuaban entre los tan- consecuente con su espíritu de dandi, Tartarín introducía en su
ferioridad en la escala social o su atur- gos, el aguardiente y la amistad. boca cauchos para ocultar el hundimiento de sus mejillas.
dimiento ante la tecnología. Al señalar- Uno a uno los montañeros nos fui- Era un poeta menor cercano a los músicos populares, letris-
las, estas diferencias ponen en eviden- mos dispersando. Yo me di cuenta des- ta de bambucos, tangos y pasillos. Algunas de sus letras llega-
cia la carga de complejos y vanidades pués: aquella frase –“hace falta algo... rían a manos de Gardel, cuya muerte propició que las grabara
de la sociedad antioqueña: “vos sos un No sé…”– no era otra cosa que melan- Agustín Magaldi. Al menos por sus tangos y pasillos, Tartarín
montañero” es una expresión que na- colía. Al ver la revista terminada, el sigue vivo en la mitología citadina, y un barrio de mecánicos y
die usa para subrayar la experiencia de Flaco sentía la melancolía de no te- obreros prolonga hoy su mito. UC
otro en las cordilleras colombianas. ner que hacerla. La Montaña no se hizo
Ese empleo del término delata una realidad porque fue concebida, desde
cultura que subestima la realidad de el inicio, como un mito que idealizaba Libardo Parra fotografiado por Benjamín de la Calle, 1926.
su herencia campesina (pero a la vez la memoria de los montañeros. Lo que
se ufana de ella con cierto chovinis- nos hacía falta era escapar de ese es-
mo, pues concibe el ideal paisa como quema de distancia y superioridad que
una mezcla entre el arquetipo del arrie- tanto detestábamos y que teníamos la
ro y el del narcotraficante). Es la mani- montañera tentación de repetir. Como
festación de una sociedad que se imagi- punto natural de ascención, economía
na superior, merced al orgullo bastardo de pirámides, aeropuerto de come-
que le da saberse heredera de colonos
blancos. Es preciso explicar que en Co-
tas y madre del monte, la montaña es
un centro de memoria que no necesi-
Barrio Triste
lombia el uso reflexivo del verbo “blan- ta otra leyenda que la de soportarnos, De hastío seca la copa
quear” se emplea cuando el mulato ha cual reptil milenario que nos ha lega- taciturno, a pasos lentos ......... el tácito “qué me importa”
limpiado su sangre al casarse con una do su inocencia. Fue por esos días que, sigo adelante mi ronda Veo, al doblar sus calzadas de tantos que en los relojes
mujer blanca, mientras que en la capi- desde las garras del lagarto, otros fla- por Barrio Triste... que en cada esquina se apostan no ven minutos ni horas),
tal de la montaña lo andino aplica para cos comenzaron a publicar este Univer- ausencias de hombres que nunca a Barrio Triste le falta
un indiecito que toca flauta, jamás para so Centro. UC ¡Y qué triste! tuvieron allí una novia; lo que a Guayaquil le sobra.
sus empresarios o para las niñas del El nombre mide su de ansiedades de retorno
Colegio Marymount. Altkirch, diez de octubre de forma real, porque la tristeza a sitios que a nadie alojan, Y es poco: le bastaría
dos mil trece. se agazapa entre las sombras, ausencia de bienvenidas, que iluminasen sus sombras
de adioses y llanto a solas... ojos de cinco ventanas
y en sus días el silencio con ojos de algunas novias;
como un ofidio se enrosca. Barrio Triste; labios que el Ave María
nadie lleva de tu historia ungiese y en altas horas
Si suave brisa, un rumor sobre un pañuelo de lino de la noche, una oración,
produce al besar las hojas el llanto de una congoja. una siquiera, una sola
medio resecas de un árbol Cupido olvidó sus flechas que llegase hasta el oído
de muchos que el barrio adornan, para que no hubiesen bodas, de quien, como yo, en mi ronda,
no sabe uno si suspira y la cigüeña tenía dijese que en “Barrio Triste”
la angustia de hallarse sola, para ti, sus alas rotas. la Ley de Dios se prolonga...
o es que hundida en su orfandad .........
es la quietud que solloza. Vecino al de “Guayaquil”, ¡En Barrio Triste murió
Y estáticas centinelas (mambo, rumbas, pianos, broncas, recién nacida su historia...!
desde sus cimas remotas, taxis, crápulas, bohemia,
las estrellas, compasivas, música, músicos, fondas, Tartarín Moreira
de su abandono se asombran. risas, voces, carcajadas,
14 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 15
Las orejas de los puentes forman una se encuentran, La Iguaná terrosa, el río
especie de ecosistema salvaje entre las más opaco. La paleta de nuestros de-
avenidas. Humanos, ardillas, pájaros, sechos. Todavía no encuentro mi tuer-
ratas, perros y gatos callejeros. Llego ca, pero llego a un parque inesperado.
hasta el jardín de la calle Barranquilla No solo los paisajistas construyen bos-
en busca de la autopista. Me sorpren- ques de bambús para que los ciudada-
den cinco garzas negras de pico curvo nos puedan estirar los pies. Al frente de

ll
y naranjado. Quisiera sacar las acua- Suramericana, en la orilla del río Mede-
relas y los pinceles, pero no me queda llín, hay un jardín silvestre donde desa-
más que ahuyentarlas con mi teléfono. parece la autopista. No hay una sola ba-
Me consuelo con las fotos del cemen- sura. Me siento de cara al río y veo a un
terio de carros de la Policía ubicado en bichofué cazando una mosca. Habría
Pascual una esquina de ese bosque de mangos,
hasta que llega el interlocutor de mi pe-
sido mejor un martín pescador, pero
para un caminante que busca una tuer-

do
queña marcha: un tombo amable que ca es espectáculo suficiente. Son las
me pregunta por las fotos y me pide que 10:12 y mis ánimos están intactos.

lga
De le muestre el teléfono. No cargo cédu- En la otra orilla del río están los verda-
la y accedo a su revisión para evitar una deros vagabundos. Camino entre los tra-
Eufrasio visita al comando.
Ya estoy en la autopista, donde quería
bajadores que cuelgan la parafernalia de
los alumbrados, y recibo el viento a favor
Caminar en la ciudad propia como llegar. El viento de los carros me golpea de los miles de carros que van en direc-
en la espalda y el río deja oír un rumor ción norte-sur. De pronto, mi tuerca bri-
si fuera un territorio extraño. que siempre inspira; para el oído es in- lla al borde de la autopista. La recojo con
diferente que sea un canal de aguas usa- cuidado, la miro, es igual a la que imagi-
Buscar recorridos vetados y mirar
Baena

das. Voy con la mirada clavada en el naba. La guardo en el bolsillo y recuer-


todo con los ojos del naturalista. piso. Quiero encontrar una tuerca gasta- do a los vagabundos de Knut Hamsun, y
da, un amuleto de autopista. Levanto la a los que nos ofrecen sus hallazgos con
Al atravesar la ciudad de extremo cabeza y veo una casa campesina entre la esperanza de que encontremos algún
el río y las vías que llevan el Metro va- brillo en su tarea de recolectores. Aho-
a extremo quedan a la vista sus cío hacia al norte. Una casa que podría ra puedo dedicarme al paisaje. Olvido
dimensiones, sus ripios callejeros, llamarse tugurio si no fuera por las ga-
llinas que picotean entre materas flore-
las migajas de la carretera y veo un pa-
lacio plateado que exhibe sus balcones y
sus maravillas ocultas. Cuatro cidas de margaritas. Busco el marrano su foso de agua. Recuerdo El Castillo de
en lo que podría llamarse patio. No está. Kafka. Me inclino con reverencia y logro
viajes a pie y cuatro rutas de La desembocadura de La Iguaná es aho- que la ciudad se pierda y los jardines de
ra un caño que no dice nada, un desagüe. La Macarena se conviertan en el coto de
peregrinos sin santuario. Me quedo mirando esos dos ocres que caza del Edificio Inteligente.

R E C O R R I D O S

El falso vagabundo
Pero alguna vez debí de haber saboreado ya esta paz –
me digo mentalmente–, puesto que hago mi camino
canturreando, y me siento arrebatado de júbilo y lleno
de afecto hacia toda la naturaleza que me rodea, estas Ahora voy en busca del puente de Gua-
yaquil. Quiero ver sus bases, que llevan
los vidrios templados del palacio deja
claras las nuevas reglas: “Este es un es-
por PA S C U A L G AV I R I A piedras y estos hierbajos que, a su vez, también parecen más de 130 años soportando la corriente
del río. Cruzaré en busca de la Avenida
pacio libre de humo. Para fumar, há-
galo a 8 metros de esta entrada”. Este
demostrarme afecto… Somos ya viejos amigos… Las Vegas para ir hasta la Terminal del edificio en realidad no tiene foso, sino
Sur. Los nombres avalarán mi recorrido un jardín sombreado para que sus em-
Fotografías por el autor Knut Hamsun entre dos supuestos puntos cardinales. pleados puedan escapar durante el al-
Antes, la calle me entrega el segundo muerzo. El hombre de la capa, sentado
encuentro de la mañana. Ahora no solo en la postura de El pensador, me des-
tengo una tuerca, sino también una lla- pide distraído. Nadie sabe qué postura
ve que podría moverla. Mi llave está lus- tiene El pensador.

D
trosa, deber ser un olvido de alguno de Ya son las 11:12 y me encuentro con un
urante mi corto recorrido por mo- la hierba. Aparecerán muchos, todos cobija- los súbditos del palacio inteligente, y no simulacro de evacuación frente a una
mentos puedo entender la fuerza dos, casi todos con los zapatos filados a los pies el desecho de un choque o una varada. empresa prestadora de salud. Los com-
de los peregrinos. Los acompaña como únicos guardianes de su sueño. Los talle- Es más un robo que un encuentro. pañeros se ríen del enfermo imagina-
una promesa y una vara que con- res me dejan la tentación de las empanadas en Sobre el puente de Guayaquil tengo rio al que le tocó hacer de muñeco con
sideran sagrada. Un extraño refle- las vitrinas y la imagen de un hombre rodan- vista a otro de los palacios que están cuello ortopédico en la camilla. De-
jo cae sobre su sendero, y un sentido profundo do dos enormes llantas mientras camina; pare- en la ronda del río. Alargado sobre los bajo del puente de la 10 se multiplica
alivia su fatiga. Yo solo camino para describir ce decirles algo en el trayecto hasta su guarida carriles de la autopista, el edificio de un enjambre que ha crecido en los úl-
mi ruta, para encontrar señas desconocidas en de remiendos. Bancolombia hace que la estación del timos años: un parqueadero con 250
un valle y unas calles que suponemos sabidas. Los zapatos abandonados en la calle son una Metro parezca una de sus bodegas. Me motos filadas con juicio, como si fue-
Me acompañan una libreta de apuntes y un te- guía para el caminante. Los sigo como gra- encamino hacia su foso. Debajo del ran para la venta. Una especie en ex-
léfono sin volumen que servirá de cámara. La nos que marcan mi ruta, todavía no muy cla- puente de la 30 y sus orejas alguien ha pansión. Desde el puente intento abar-
disposición del cartógrafo aficionado o el natu- ra. Dejo la zona de los mecánicos y aparecen levantado un pequeño cerco con tro- car todo el recorrido. Veo los dos gran-
ralista de ocasión hacen que también para mí los tinterillos y los tramitadores. Los edificios zos de palo de escoba, sobre malezas des palacios. Ya estoy pensando en mis
haya un brillo particular: la cómoda libertad del Tránsito y la Fiscalía están rodeados de fo- de la misma calaña. Una huerta inútil. pies. Mientras bajo hacia el occiden-
de quien juega a ser un vagabundo. tocopiadoras y oficinas para redactar cartas de Bajo el puente también aparece el más te me cruzo con un hombre que rueda
Inicio mi marcha en la Terminal del Norte, lue- último minuto. Paisaje de secretarias, patina- extraño de los habitantes: un carro una gran llanta hasta los parqueaderos
go de superar un arrebato de nostalgia por el dores de juzgado y cuchicheos de cafetería. En de valores azul príncipe que descan- cercanos a la Terminal del Sur.
recuerdo de una larga colección de recaladas y las mesas cercanas a la Fiscalía se toma tinto y sa sobre un amplio polvero en la som- He caminado a paso de infantería. Soy
partidas desde el barrio Caribe. Son las 9:12 de se habla en voz baja. Mujeres de ojos hincha- bra. Nadie se acerca, parece una peli- un falso vagabundo que debe mirar el
la mañana. Cuatro taxistas juegan dominó so- dos intentan comprender a los defensores de grosa caja fuerte. Me indica que estoy reloj y usar el teléfono para guardar
bre la bandeja que despliega la puerta trasera oficio. Dejo atrás el edificio de la Fiscalía, lo por llegar al palacio acostado entre el los tesoros que ha encontrado en su
de uno de sus carros. La fila de taxis se mueve miro con temor, con los ojos de Josef K., y de- río y Los Industriales. Huele a crispe- marcha. Pero también un peregrino fe-
y todos corren con sus fichas a empujar el mó- cido buscar la autopista: en últimas vine por la tas y me cruzo con una mujer que ca- liz de llegar a su santuario lleno de bu-
vil que les corresponde. No he completado cien ruta de los vagabundos, y no por los laberintos mina amparada en su collar de perlas: ses y taxis. Y con una tuerca y una lla-
pasos y ya vi el primer hombre dormido sobre de la burocracia. ya estoy en el suroriente. Un aviso en ve como reliquias. UC
16 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 17

ll
rránea y uniforme azul y rojo, me ofrece una pelota en su dedo. Avanzo hasta el
una degustación de leche. No espera mi primer parque de Laureles, donde me
respuesta al ver que empuño la botella, vuelven a perseguir los humos almen-
y dice sonriente: “ah, vas a tomar cerve- drados del moño. Marihuaneros solita-
za... De todos modos te cuento la promo- rios y en combo son los culpables.
ción: compras dos bolsas de leche, te doy Por la circular 74 desemboco en la Ave-
la tercera gratis”. Me siento en un mu- nida Nutibara. De repente, mimetizada

Mira mamá: sin Lázaro


rito, estiro los pies y entre sorbo y sor- en un muro de granito, descubro una
por D AV I D E . G U Z M Á N bo observo a la belleza mercadear la le-
che con las empleadas domésticas que
pata de marihuana. Parece una confa-
bulación de los astros para que me den
se acercan a comprar algún ingrediente ganas de fumar... En el segundo par-
Fotografías por el autor para el almuerzo. Un aseador, caneca y que están montando una feria artesa-
escoba en mano, le ayuda como vocero. nal que se hace el tercer fin de semana
Los ojos de la egipcia me tienen embru- de cada mes, según me dice un artesa-
jado, no puedo dejar de mirarla. Ya voy no. No me provoca quedarme ni un se-
por la segunda cerveza y apenas ha ve- gundo y sigo. Por fin llego a Santa Te-
nido un señor a comprarle dos promo- resita; al frente de la iglesia veo lo más
ciones. El letargo del mediodía me da decembrino del recorrido: una torre de
un sueño tenaz, y no sé si es el cansan- hojuelas embadurnadas de azúcar. Son
cio de llevar dos horas andando la ca- tan grandes que parecen lonjas de chi-
lle o la presencia de la egipcia lo que me charrón bogotano.
atornilla a esta escala. A la tercera cer- En medio del descanso en casa de mi
veza me siento entre dormido y marea- padre, descalzo y con las piernas levan-
do y decido continuar. Me despido de tadas, empieza a llover. El taxista que
la chica, tomo su “te cuidas” como un me llevó por la mañana hasta el nostál-
amuleto para salir airoso. Es posible que gico punto de salida me había dicho que
el almuerzo me tumbe y tenga que abor- ese sol picante era de agua. Según sus
tar esta caminada. O terminarla en taxi. presagios llovería a las dos o tres de la
Salgo de Carlos E., subo por la calle 51, tarde, y son las 2:28. Minutos después
cruzo la 65 y en treinta pasos llego al salgo de la casa de mi viejo con un para-
colegio, el mismo adonde me traía Láza- guas negro prestado, liviano y con fuer-
ro. La reja está cerrada, como tantas ve- zas renovadas para rematar la travesía.
ces la encontramos por llegar tarde. Al salir del edificio la lluvia arrecia. Ca-
Una cuadra más adelante vuelvo a la ca- mino bajo el aguacero por la 33, detrás
lle Colombia. Conozco un restaurante de un loco que lleva una bolsa verde y
italiano por aquí cerca que se llama Bi- va cantando. Cruzo la calle por donde
llagio. Pido una Amatriciana con jugo de él la cruza. Ni él ni yo nos cuidamos de
mora. En el baño, acalorado, me lavo la ser salpicados por los charcos. Los au-
cara con agua fría y la saudade vuelve a tos no tienen compasión con el peatón.
aparecer en forma de abuela diciéndome Por los recovecos de la 32 doble e, o do-
que me voy a torcer. Los ojos me arden, ble f, respiro un bochorno vaporoso. No
tengo el cuello caliente y ni rastro de an- recuerdo cuándo fue la última vez que
tisolar. Lo que en condiciones normales caminé con paraguas. Salgo a la carre-
sería una sencilla entrada al baño, en es- ra 80 a la altura de la Villa de Aburrá.

E
tas circunstancias es un punto de hidra- Desde allí puedo ver, a lo lejos y solea-
tación con almuerzo incluido. das, las montañas del oriente. Subo ha-
stoy al oriente de Medellín, Sospecho que la casa amarilla con azul *** cia el centro comercial Los Molinos y
parado sobre la calle Ayacu- del frente, que dice Colegio Alfred Binet, Después de almorzar me siento derro- antes de alcanzar la 30 deja de llover.
cho, a unos cien metros de la fue precisamente donde hice la guar- tado, pesado. Solo quiero irme a dor- Calculo que estoy a unos quinientos me-
serpenteante carretera que dería. No aguanto la curiosidad, cru- mir. Abandono el restaurante y sigo por tros de coronar. Decenas de aves me re-
sube a las montañas de San- zo la calle y subo unas escaleras. En la la calle 49. Esta llenura y este calor me ciben con un show de vuelo que termina
ta Elena. Desde la acera veo las casas puerta veo una placa conmemorativa La Plazuela San Ignacio se perfila como es lo último que observo antes de aga- cobran por ventanilla, las piernas me con sus patas en los cables de la luz. Aun-
de Villatina, las copas de los árboles y que me refresca la memoria: “Mi casi- la siguiente parada. Salgo de Ayacucho rrar la calle Colombia hacia el occiden- tiemblan. Camino despacio por la ca- que los dolores mermaron, están laten-
la piel verde y rugosa del cerro Pan de ta encantada”. Mi primera institución. y giro por la peatonal de Bellas Artes. te. Es imposible caminar de frente, tan- rrera 70 y algo me saca del sopor: un es- tes, sembrados en tres puntos: arriba de
Azúcar. Son las 9:30 de la mañana del La emoción me lleva a tocar el timbre. Antes de salir a Pichincha un olor a ma- ta gente esperando bus, tanto vendedor tudiante del Marco Fidel Suárez sale in- las rodillas, en los gemelos y en las plan-
viernes 18 de octubre de 2013. Quiero Abre una mujer en sudadera y me con- rihuana me persigue; proviene de un ambulante, tanto transeúnte me obli- tempestivamente del colegio. A la 1:40 tas de los pies. Van a ser seis horas des-
caminar hasta que pueda divisar, a una firma que allí funcionó la guardería. grupo de jóvenes que conversan diago- gan a esquivar mientras avanzo. El sol es el único muchacho que sale, morral de que salí de Loyola. Pasé por el Centro,
distancia similar, alguna colina de Be- También le pregunto por Disneylan- nal a un bar del que salen las taquicár- arde cada vez más, falta una hora para a la espalda. Tiene un papel en sus ma- cruce el río, descansé en Carlos E., cami-
lén o algún morro de San Javier. Mi in- dia, otra institución por la que pasé. La dicas notas de Eleanor Rigby. el mediodía. nos, lo arruga y lo tira al suelo. Lo re- né por el Estadio, San Juan, Laureles, y
tención es atravesar la ciudad de orien- mujer, impaciente, con los oídos pues- Un pito me ensordece cuando salgo a Después de ver neveras y lavadoras ex- cojo, es de un cuaderno cuadriculado y ahora subo por Belén Los Alpes.
te a occidente en una jornada. tos en el bullicio infantil que viene del Pichincha. Ya estoy en el Centro. Son hibidas, afronto el primer puente de la dice: “Yo Laura Maria autorizo a San- De repente, con la meta a la vista y sin
Los primeros pasos me llevan hasta un fondo, me dice que sí, que Disneylandia las 10:37 de la mañana y necesito sen- calle Colombia. Presiento que este tra- tiago Castañeda para salir de la insti- esperar ninguna otra novedad, me topo
taxi estacionado cerca de la Unidad Re- existió en la casa contigua. tarme. Doy una vuelta por la plazue- mo me va a afectar, no hay sombra y aún tución”. La nota tiene teléfono y cédula, con cuatro vacas y seis terneros que
sidencial Loyola. El conductor, en cucli- Sigo mi camino con ese pequeño botín la, nutrida de gente y comercio ambu- debo llegar al segundo puente para cru- pero no está firmada. Cuando la termi- atraviesan la 30. Debo parar para que
llas, estopa en mano, brilla con fervor la en la memoria. La calle Ayacucho está lante; algunos señores juegan ajedrez, zar el río, que no está rojo ni azul: hoy no de leer el pelao ya se ha perdido por pase la recua. Don Arturo, palillo en
llanta superior derecha. A su lado tiene clausurada desde el Mascerca de Bue- otros conversan sin afanes. Alrede- parece un río de aguapanela con leche. la Unidad Deportiva Atanasio Girardot. boca, me dice que las lleva “para el co-
un frasco con una solución blanquecina. nos Aires, y cercada a ambos lados por dor de la fuente las palomas se rascan En el malecón varias personas duermen Necesito hacer una parada cómoda. Me rral”, según entiendo después de pedir-
—¿Con qué las brillás? costales verdes. El calor crece y se po- al mismo tiempo algún punto debajo de y algunos recicladores, con sus carreti- siento sin fuerzas. El dolor en las rodi- le tres veces que me repita. Los fonemas
—Silicona. tencia con el reflejo del piso de tierra las alas. Me siento en una banca solita- llas parqueadas, reposan sentados en llas y las pantorrillas aumenta. Una es- que salen de su boca son de difícil com-
—Ya... Ey, ¿cuántos kilómetros habrá amarilla. Decenas de trabajadores ade- ria. Las plantas de los pies me palpitan. los sardineles. No veo la hora de llegar tación en la casa de mi papá sería per- prensión y mejor me despido. Además,
de aquí a la Universidad de Medellín? lantan las obras del tranvía de Ayacu- Reposo un par de minutos mientras a Carlos E. Restrepo para hacer otra pa- fecta, y hacia allá me dirijo. Dejo la 70 las vacas ya van llegando a la otra cua-
—¿Ah? Jm, no, ni idea hermano, ¿kiló- cho, un hijo más de esa matrona recata- un señor habla por celular a todo tim- rada y bogarme una cerveza bien hela- para subir por San Juan. Las mesas de dra. Unos metros más adelante puedo
metros? da llamada Metro. En una esquina dos bal. Al frente leo “Pasteles recién hor- da. El tablero electrónico dice que son billares de la 72 están abandonadas, los leer sobre un fondo rojo: “Universidad
*** negras conversan con un vendedor de neados” y se me abre el apetito. Voy por las 11:30 a.m. y que la temperatura es posibles billaristas apenas soplan un de Medellín”. Detrás están los cerros de
Elegí salir del barrio Buenos Aires por fruta picada en vasos desechables. El se- un pastel de jamón y queso y una Uva. de 26 grados centígrados aunque yo la tinto en la barra. Doblo por la carrera Altavista, al occidente de la ciudad. Al-
nostalgia. Loyola es la unidad donde viví ñor, de delantal blanco, me cuenta que Regreso a la banca y al instante apare- siento de 35. En cambio en Londres hace 73 y sigo derecho. En el semáforo hay gunos estudiantes salen y entran al bar
entre los cuatro y los siete años de edad. hace seis meses el sector muestra este ce un gordo que me pide disculpas, se 17 grados y son las 17:30. El dólar está a una gringa haciendo malabares con Postgrado Holandés para tomarse las
Al pasar por la portería recuerdo la an- árido panorama sin que se note avan- sienta a mi lado y prende un cigarrillo; 1.879 pesos, cayó. primeras cervezas del viernes.
gustia de esperar a don Lázaro, el señor ce; lo dice con mal genio, con una rabia me cae todo el humo, así que apuro el A la final Carlos E. se dejó montar un Sentado en una panadería de esquina
que me llevaba al colegio; ya no estudia- tierna que hace reír a las chocoanas. Y desayuno, devuelvo el envase y aban- negocio fúnebre en sus terrenos ver- me tomo una Pony Malta mientras miro
ba en las guarderías cercanas sino por tiene razón: pocos negocios funcionan, dono la plazuela. Ahora cada paso me des y bohemios. Paso por un lado de la el monte húmedo y verdoso que escol-
los lados de Colombia con la 65. Lázaro otros están cerrados o solo abren por un produce una breve molestia en las rodi- Funeraria La Paz, y jadeante aterrizo ta a la Universidad. Basta pararse en la
me recogía en un carro café y largo que ladito. La ausencia de tráfico posibili- llas. Al menos ya no estoy bajando. en la Papitienda en medio del canto de mitad de la 30 para ver la ciudad has-
me tranquilizaba cuando asomaba su in- ta caminar por la mitad de la calle, en- *** los pájaros y la sombra fresca de los ár- ta el fondo, incluidas las montañas del
mensa trompa por Las Mellizas, la mis- tre los obreros y sus carretas. Más aba- El Centro es una caldera infernal, gen- boles. El paso por el sofoco del Centro oriente, que siguen soleadas bajo un
ma Ayacucho partida en dos por donde jo una retroexcavadora saca tierra y un te y carros se cocinan entre pitos y mo- me dejó diezmado, el dolor de las rodi- cielo despejado. Aquí parece otro va-
ahora continúo la marcha. El cielo está jubilado mira las entrañas de un paisaje tores. En dos cuadras de la Oriental re- llas se suma a la fatiga de los gemelos y lle, con charcos en la calle y nubarro-
despejado y el calor parece de mediodía que cambiará para siempre. cibo cinco papelitos, tres de brujos: Ca- siento que la cabeza se me dilata. Car- nes grises. En total anduve once kiló-
aunque falten más de dos horas para que Rápidamente devoro la fruta que le cique Kamakum, Regina clarividente y los E. está desolado, el tiempo pasa len- metros, una caminada que jamás volve-
el sol alcance el cenit. compré al viejo. El antisolar empie- Jerónimo parapsicólogo, y dos de sexo: to; son esos minutos muertos que ante- ré a hacer en la vida. Por ahora no me
Mientras bajo hasta la parroquia de San- za a separarse de mi piel, siento que se Natalia juguetona y Sara “conoceme ceden a las doce del día. En la Papitien- pienso mover de esta silla: me dedica-
ta Mónica siento una brisa fresca. En me derrite el rostro. No sé qué tan bue- con absoluta reserva”. Por el agite de La da pido la cerveza más helada y me dan ré a pensar en la egipcia ya que las va-
el atrio con zona verde encuentro dos na idea fue empezar este recorrido en Playa llego a los bajos del Metro; la tem- una Costeña. Cuando me la ponen enci- cas me la trajeron a la memoria. Mien-
puestos de empanadas y fritos y uno de bajada, no llevo ni una hora y ya sien- peratura es menor gracias a la sombra ma del mostrador, una señorita de pelo tras tanto, que se inventen la teletrans-
jugo de naranja. Me tomo un jugo de mil to un dolorcillo encima de las rodillas, eterna del viaducto. Alrededor de “La negro y piel blanca, con los ojos maqui- portación o que aparezca Lázaro. Ya no
500 sentado en un paradero de buses. la cabeza caliente y un poco dolorida. Gorda” Botero hay unas once personas; llados como una egipcia, nariz medite- importa llegar tarde. UC
18 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 19

ll
Travesía en diagonal
por A N D R É S D E L G A D O
Fotografías por el autor

E
s viernes y son las 4:30 de la
tarde en el barrio Santo Do-
mingo de la Comuna 1, sobre
las montañas del nororien-
te de Medellín. El cielo está
nublado. Abajo, los edificios del Centro
se ven como piezas de un ajedrez gris y
deslucido. Los barrios de la montaña del
frente, al otro lado del valle, son un cal-
do de diminutos ladrillos naranjados. Y
más cerca, al agachar la cabeza y mirar
desde el balcón del Metrocable, se ven
los techos desparramados por la loma.
Ropa tendida y chatarra en las terrazas,
señoras sentadas en las escaleras, un ba-
rranco a punto de tragarse una edifica- se devolverá y yo continuaré el recorri-
ción esbelta y fatigada de cuatro pisos. do hasta el parque de Belén. Le agradez-
La idea es atravesar la ciudad. Partirla co el tiempo, la paciencia y la caminada.
en dos y en diagonal. Recorrer las lo- Ahora voy sentado en la mansa ruta del
mas desde el nororiente hasta el suroc- Metroplús. Afuera está la calle, la vida,
cidente. Desde Santo Domingo, en un y ahora la lluvia. Adentro está la luz
extremo, hasta la Loma de los Bernal blanca, el aseo, el refugio. Menos mal
en Belén, al otro. se largó el agua cuando ya estaba en el
Para esta primera parte del recorrido bus. En la estación Ruta N, por la Uni-
me encuentro con Ramiro Giraldo, di- versidad de Antioquia, el bus se llena y
bujante y trabajador social de la Corpo- sube el sofoco. Le cedo el puesto a una
ración Núcleo de Vida Ciudadana de La señora y me toca ir de pie y colgando de
Salle, un barrio de la Comuna 3. Ramiro una mano. Pasamos por las estaciones
debe medir un metro y medio, es barri- Chagualo, Minorista, Cisneros, Plaza
goncito, lleva gorra del Museo de Antio- Mayor. Avanzamos como flotando so-
quia y mochila terciada. Tiene cara de bre la lluvia. Nutibara, Fátima y Rosa-
buena gente. “Tengo 61 años, nací en Yo- les. Los pies me arden y los talones me
lombó pero crecí en barrio Antioquia, lo palpitan. Y tengo hambre.
que antes era el barrio Trinidad, y hace Me bajo del bus en la estación Parque
49 años vivo en Villa de Guadalupe”, Belén. Son las siete y pico. El pavimento
dice. Habla orgulloso mientras miramos está mojado y la brisa es fresca. Ahora
la ciudad desde la boca de la montaña. soy atrapado por el olor de unas empa-
A un lado está la Biblioteca España. En cama, una nevera… Todos tenemos de- Multitud de pasillos y escalas empinadas Son las 5:30 de la tarde y ahora vamos nadas. Despacho un par acompañadas
el parque infantil algunos niños brin- recho a un techo, a servicios públicos…”. y oscuras forman un laberinto. Le digo a por Aranjuez. Quiero tomar una foto, con gaseosa y quedo aliviado. Llamo
can, otros juegan un partido; un par de Los carros y las motos pasan zumbando Ramiro que nos metamos por ahí, en la pero Ramiro me mira con gravedad y por teléfono a Juan Pablo Góez, quien
gringos hacen turismo, y en las bancas muy cerca de nuestros hombros. Rami- intimidad del barrio. Pasamos frente a me obliga a seguir avanzando. Ade- vive en la Loma de los Bernal, donde
laterales varias parejas de adolescentes ro va delante y yo detrás, por el bordito. una puerta abierta y entro con los ojos: lante, una docena de pelados observan terminará este recorrido, y quien me el pelo largo y suelto. Persiana america-
con los ojos brillantes se picotean y se Volteo la cabeza cada minuto, temero- una cama contra la puerta de la nevera y una jugada de parqués. Tiran los da- dejará asomar por su balcón para ver la na, la ventana indiscreta, el ojo voyeur.
abrazan. Al fondo un mural de colores so de ser embestido por algún conduc- un lavadero al lado de la cabecera. dos al tablero, que hace equilibrio en el ciudad desde ese ángulo. Para no darle oportunidad a Juan Pa-
dice “Homenaje a las víctimas del con- tor de la ruta 060 de Santo Domingo, la Bajamos por el parque de Guadalupe y asiento de una moto. Pienso en la “sica- Manrique está en la Comuna 3, Belén blo, enfoco el barrio El Poblado y veo
flicto”, y otro “Cambio minas por espe- 057 de Bello Oriente o la 055 de El Pi- Ramiro me señala otros barrios: La Espe- resca”. No puedo evitarlo. Nuestra rea- en la 16. Pero tienen cosas en común: unas enormes lámparas blancas que
ranza”. Caminar solo por los barrios nar, todas de Coopetransa, que bajan ranza, Popular 1 y 2, Andalucía, La Fran- lidad es tan miserable que el pillo se ha a ambos los atraviesa la arteria por la iluminan unas plumas de construcción.
altos no es fácil, por eso de los combos y suben como si se deslizaran por una cia, San Pablo. Sin avisar, Ramiro se acer- vuelto ícono cultural y narrativo. que viaja Metroplús; además, son pan- A esta hora están removiendo los es-
y las fronteras invisibles; además, me montaña rusa destartalada. ca a una tienda, se pega de la reja y saluda El día oscurece. En el occidente una línea zas que se han tragado otros barrios. combros del edificio Space. Lo mejor es
perdería por estas calles y pasadizos. Más adelante, un muchacho en bicicleta con entusiasmo metiendo la cara entre los quebrada recorta las montañas negras. Manrique La Salle, Las Granjas, El Rai- seguir con otra cosa, así que paso a los
Comenzamos a bajar por la vía principal, pedalea afanado, esquivando carros, mo- barrotes. Desde adentro responden. Ra- Mientras bajamos, Ramiro me habla de zal, Central, Oriental y otros. Y así Be- barrios que recorrí con Ramiro. Son casi
una callejuela vibrante de gente, motos, tos, peatones. Pasa por encima de un re- miro se ríe y me dice que Fernando es un su actividad en el barrio: danza, pintu- lén: San Bernando, Rosales, Las Playas, las nueve de la noche. Por allá las calles
carros y negocios por la que, no sé cómo, salto y eleva la bici unos centímetros del amigo de la vieja guardia: “éramos rocke- ra, música, encuentros de lectores con Altavista, Los Alpes, Las Violetas… están cerradas por un carro atravesado,
pasan dos carros al mismo tiempo. Se- piso para perderse en el próximo giro de ros y nos emborrachábamos juntos”. Fer- la Fundación Ratón de Biblioteca. “Te- Ahora no pasan motos por la calzada de hay baile y trago. También podrían es-
gún Ramiro, esta era la antigua carrete- su carrera. Si no está haciendo un manda- nando, un moreno alto y espaldón, sale a nemos que entrar a la Casa Gardeliana”, Metroplús. Los motociclistas van por su tar cerradas con cintas naranjadas de
ra a Guarne. En un poste, un aviso: “In- do, está pasando muy bueno con todo ese la calle y saluda con una sonrisa. Nos da- dice. La verdad, no quiero entrar allá. carril y llevan casco. Me gusta Manrique. la policía, a causa de algún muerto ti-
ternet a domicilio. Se alquila portátil con vértigo. Cuando tenga que darse vuelta y mos la mano. “¿Qué se van a tomar?”, pre- Por la 45 transita el Metroplús. Los im- Belén no, porque nada que crezca en un rado en el pavimento. Acá la gente se
cámara, audífonos y micrófono. 4 mil, subir, sacará una cuerda con gancho y se gunta. El moreno me mira y a mí me da pecables carriles solo pueden ser tran- jardín tiene la fuerza de lo que se desa- mata y se abraza con la misma intensi-
por 3 horas”. Bajamos unas dos cuadras y pegará de un microbús, como hacen otros pena pedir una cerveza bien fría y un ci- sitados por sus buses, pero en Manrique rrolla bárbaro y viril en la salvaje calle. dad. Desde la montaña suroccidental el
se acaban la acera y los negocios. que ahora van carretera arriba. garrillo, así que pido una Pony Malta. Al los motociclistas se pasean por ellos con Son más de las ocho de la noche cuan- cielo se ve como un cascarón oscuro, un
Ahora vamos por el pavimento estre- Ahora estamos en el mirador de la Casa lado de la tienda dos hombres se fuman alegre impunidad. Y lo hacen sin el cas- do llego al apartamento de Juan Pablo hoyo negro que se va tragando la ciu-
cho y zigzagueante, con casas apiñadas de Gobierno y Justicia, una oficina don- un porro grueso y largo. En el barrio no co reglamentario. Llevarlo puesto es una en el piso veinte. Abajo se ven las luces dad. Abajo, en el valle, la noche estalla
a lado y lado. Bajamos unas dos cuadras, de “se presta atención a la ciudadanía, hay tabú con el tema de la marihuana. Se clara ñoñada. Avanzamos unas cuadras de Medellín, y a los lados una multitud en una granada de bombillas y fotones
aunque esto es una imprecisión porque se pagan servicios públicos y la comu- fuma, se comparte, se conversa. y nos desviamos hacia Campo Valdés. de edificios y ventanas iluminadas. “¿Y titilantes, como brasas de una hoguera
en realidad no hay cuadras. La caótica nidad pone denuncias”. Una moto ruge Un par de chicas hablan: Los pies me arden, soy un flojo, y tene- fuiste a la Biblioteca Japón?”, pregun- que se extingue.
aglomeración de casas hace pensar en fi- subiendo la calle. Es una pareja, chico —¿Y se volvió a decir algo de la mucha- mos que seguir adelante hasta la iglesia ta Juan. “No –le digo–, esa biblioteca no Atravesar Medellín imaginando una
chas de un Lego tiradas y amontonadas y chica, de unos veinte años. Pasan a cha que está en la cárcel? de Manrique. El Centro de Medellín está cuenta nada de Belén”. Me ofrece cerve- frontera sesgada, torcida, ladeada.
en desorden por la montaña. “Estos ba- toda velocidad. Ella lleva el pelo suelto —No, nada. allí, pegadito, a menos de diez minutos. za y saca los binoculares para que vea Romperla en dos como se parte la vida.
rrios se construyeron sin planeación – y agitado. Tiene short, ombliguera y te- —¿Y qué dicen los muchachos? Son las 6:45 de la tarde. En poco más de la ciudad. Los tomo y soy presa de una Ya lo dijo alguien: “estamos hechos de
dice Ramiro–, la gente llegó desplazada nis, y va más que abrazada, como si qui- —Que por allá no van, que ni les pregunte. dos horas trazamos el recorrido desde tentación: fisgonear el interior de algún comienzos y finales, de saludos y des-
y se apoderó de un terruño, gente echa- siera fundirse con su chico, mientras él —¿Y cuánto lleva encerrada? Santo Domingo hasta la estación Hos- apartamento vecino. En uno de ellos pedidas”. Qué ridiculez. La vista de la
da para adelante que fue pegando la- lleva al máximo el acelerador. Otro mu- —Un año. pital del Metro. Es hora de despedirnos. una chica en embarazo cocina con tran- ciudad me pone sensiblero. Ha llegado
UC
drillos, cartones, latas, y metiendo una ral: “Si no te ríes, no sirve”. —Qué pesar. La libertad no tiene precio. Ambos tomamos el Metroplús. Ramiro quilidad. Se ve hermosa con esa panza y la hora de irme. UC
20 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 21

ll Claridad absoluta en esa agua deteni- el CD, una enorme y acogedora caverna “El cuerpo bajo la piel es una máqui- metida Esfera de Luz Plateada que será

South to north, el paseo del


da. Evoco las tormentas de mi niñez le- con miles de libros, y todavía discos y pe- na recalentada”. Repito el verso tres ve- mi recompensa. Un norte sin luz de pla-
yendo el gran libro de Peter Pan. Sufro lículas, hasta de Cantinflas. Y el cafeci- ces. Camino rápido, algo extraño en mí, ta nunca será un buen norte, como tam-
segunda erección. Solo faltan los pece- to de Santa Clara con un Baileys doble y los edificios me ahuyentan. Paso fren- poco un maldito sur; todo en el Sur de
cillos de colores. El sol no sale todavía, un pastel gloria que te ilumina como una te a Colmena, donde como presidiario la tierra está condenado a la miseria y la

esquizito y nueve erecciones


mis hadas están conmigo. aspirada de hierba maldita. Reservo un de SusPensiones hice hace quince días podredumbre.
Ahora, en terreno plano, la bicicleta far- pesado volumen de grabados japoneses, una fila de cuatro a ocho de la maña- Sufro una quinta erección cuando veo
macéutica que llevo en el bolsillo me volveré por él si sobrevivo a mi paseo es- na, mientras una señora loca, alta y afra una gran vaca roja de plástico junto al
transporta hasta Las Vegas. Allí, en todo quizo. Sufro cuarta erección. cantaba, más bien gritaba, canciones a toro que imita mal al de Wall Street, al

sin sinfonía de Ludwig van


el límite de la aldea de La Candelaria con Sacando fuerzas de flaqueza, como se Jehová, Señor de los Ejércitos. Sigo hu- que acaricié una vez implorando ser Do-
Envigado, encuentro la casa de ladrillo decía en los libros de antes, emprendo yendo, al norte, al norte, hacia esa pro- nald Trump. Nunca se cumplió. Sigo,
pelado que a ningún constructor angu- caminata hacia el parque de El Poblado,
rrioso han querido vender sus habitan- dejando atrás ese grandísimo esperpen-
tes. Es una casa de familia donde te pue- to del centro Santafé. Camino, ahora el
des tomar un tinto sin que te importen sol arde y repica, soy fotofóbico por –el
las máquinas que pasan. Tercera erec- exceso de antidepresivos. Me pongo mi
ción. Tomo un carromato que me lleve a sombrero negro de tela gruesa –Indiana
la avenida principal. Me deja en la libre- Jones– para inducir más calor en la cabe-
por J O S E G A B R I E L B A E N A ría Panamericana, entro, toda ella para za. Me pongo también los guantes negros
mí. Es el remplazo de la tienda de El Te- y los quevedos oscuros. Todo de negro
soro, junto a los cines, desaparecida voy, de la cabeza a las patitas. Recuerdo,
Fotografías: Esquizito cuando se decretó la muerte del DVD y como recuerdo siempre, a San Artaud:

L
os Agentes me han comisionado para recorrer la aldea de sur Lágrimas y Espinas. Le he dicho a mi psicoanalista que cuando cami-
a norte en busca de covachas de posibles maleantes y cua- no siento que no tengo ningún peso, ninguna gravedad, que necesi-
treros. Obedezco y empaco, ya diré qué cosas. Mientras tan- to unas botas de suela gruesa para asentarme en el piso, que levito. Él sigo, y antes de llegar al parque donde cobre de un metro por setenta, para ex-
to, parafraseemos sin compasión un par de párrafos de De- apenas sonreía mientras me apuntaba la receta de 540 píldoras estu- “nos fundaron” llego a la tiendecita mis- ponerlas al sol y la lluvia y presentarlas
leuze-Guattari que nos serán bastante útiles: el paseo del pidizantes para el mes. celánea donde venden revistas viejas. al próximo Salón (inter) Nacional. En el
esquizofrénico, del esquizo, del esquizito, es un modelo mejor que el Farmacia de La Frontera, límite de Envigado. Allí venden diminutas Compro una Lux de julio del 64 don- de estos días no se vio nada realmente
del neurótico acostado en el diván del edificio Formacol. Un poco de bicicletas de alambre. ¿Por qué venden bicicletitas en una farmacia? de hay artículos como “Luna de miel excitante, nada que me pusiera en éx-
aire libre, una relación con el exterior. ¿Son para nosotros, los viajantes bipolares de cinco sexos? El diablo y menstruación”, “Futuro apareamiento tasis. Nada. Absolutamente nada que
El paseo está en las montañas, bajo la niebla, en las ciudades Space que sabrá. Compro una, la meto en el secreto bolsillo superior izquierdo electrónico”, “Cuando la esposa dice me hiciera sufrir erecciones. Tal vez las
se derrumban, con otros dioses o sin ningún dios, sin familia, sin padre de mi abrigo Benetton. Sé que me llevará hasta el final de mi cami- NO”. Sufro entrañable sexta erección. ventanitas del piso ocho del edificio La
ni madre, con la naturaleza. ¿Qué quiso mi padre de mí? Se aterrorizó y nata. Arriesgo mi vida cruzando dos vías, por el borde de la quebra- Nuevo carromato o diligencia hacia el Naviera, con vista a los techos cercanos.
se bañó en lágrimas cuando le dije que deseaba ser toda la vida un escri- da Zúñiga. Me encuentro con el señor que vende aguacates. Es en ver- Centro. “Estación Exposiciones”, digo Podría ser buen negocio, allí, un obser-
bano de la comisaría con una estrella de metal en mi chaleco. Me demo- dad un Mago, con su enorme sombrero de paja aguadeña, puntiagu- al cochero. Mi paseo esquizito conti- vatorio de techos. Marca registrada.
ré cincuenta siglos para serlo, y en la cumbre desnuda de mi ancianidad, do, más alto y aleroso que el del Gandalf de El Señor de los anillos. Le nuará a pie juntillas o enjutos. No sé Pero antes, mucho antes, trepando la de las multitudes del Centro, por Pala- puerta un joven policía conversaba con
aquí voy. Dejadme en paz. Todo forma máquinas. Máquinas celestes, pregunto dónde puedo conseguir un sombrero como el suyo, me res- qué significa eso, lo aprendí en la Biblia empinada loma de Palacé hacia el Par- cé y Maracaibo llego al Parque Bolívar, dos magníficas travestis. “Sígase ca-
las estrellas o el arco iris, máquinas del estrecho valle andino –aunque ponde “cada primer sábado de mes, en el Parque Bolívar, al lado de de los Hermanos Cristianos a los sie- que Berrío, el almacén “Molduras De- saludo al santo gentilhombre que cui- ballero”, me dijo con mala prosodia el
es más bien una cañada este valle infeliz del Aburrá– que se acoplan la estación de los polizontes”. Muy misterioso, porque es casi el mis- te años. Esas cosas que se nos quedan botas”, donde sufro octava erección. da las palomas, me tomo un nuevo tin- Guardián de La Ley contra el Hampa.
con las de mi cuerpo. Ruido ininterrumpido de máquinas. Creía que se mo final de ruta que me había trazado (ver el mapa adjunto). No hay para siempre en la cabeza y que para Encargo mil pares de moldes de tacón to doble con Baileys doble en La Polo- Pero yo ya no doy más, mi cuerpo ani-
sentiría infinita beatitud si era alcanzado por la vida profunda, si po- mapa. No pretendo confundiros. Sigo bajando por el borde de la que- siempre nos jodieron, como la crucifi- francés, 500 verdes, 500 azules, para nesa, mirando el mundo por los vitra- mal está pidiendo pienso, esto es, sal-
seía un alma para las piedras, los metales, el agua y las plantas, si aco- brada. Muchos, muchos árboles, quién lo pensara. Y el ruido delicioso xión. Muchos pasos más, ya llevo quin- otra exposición conceptualista que le les curvos de la esquina con Perú. vado crudo con zanahoria, y debo vol-
gía en mí mismo todos los objetos de la naturaleza, maravillosamente, del torrente entre las piedras, que sobrepasa al de los motores que su- ce mil, solo me faltan siete. Sufro sépti- venderé a la Alcaldía en 2014. De eso Sufro novena erección sin sinfonía de ver al zanathorio. Recuento, con el ve-
como absorben las flores el aire con el crecimiento y la disminución de ben-bajan. Sufro mi primera erección. ma erección frente al parqueadero con se trata en esta vida, de pensar rápi- Ludwig van from Bonn, la última de mi locímetro de mis tenis Converse, vein-
la luna. Ser una máquina clorofílica, o por lo menos deslizar el cuerpo La quebrada se pierde en una selva cercada con alambre de púas don- buhardilla donde murió mi mejor ami- do y tramando la ganancia. En esta paseo esquizito, cuando observo a un tidós mil pasos cantados desde el ama-
en ellas como una pieza. Pero ya no existe hombre ni naturaleza, úni- de se adivina una antigua construcción; se sumerge, no se oye más. go, entre mis brazos, hace tiempos. Un vida, o como se llame, a quien no pien- tuerto guiando a dos ciegos, un puro necer. Y me voy hacia las tinieblas del
camente el proceso que los produce a uno dentro del otro y acopla las Sé que más abajo surgirá de nuevo, para mi consuelo. Sigo a la deri- derrame. Un desperdicio. Dicen que fue se en nanosegundos y bosones de Hi- cuadro de Balthus, o tal vez de Brue- sur, como el desdichado amante de
máquinas. En todas partes, máquinas productoras o deseantes, má- va entre edificios y llego al parque donde se encuentra, a un costado, el exceso de Ron Viejo de Caldas, tan- ggs y neutrinos se lo llevará el putas, ghel, no importa, hacia la Catedral. María de Isaacs en los últimos dos ren-
quinas esquizofrénicas. la casa-teatro abandonada. En el parque, que no es tal sino un espa- to cigarrillo, esas maravillosas por- como me llevó a mí. Aprendí demasia- Cuando eso ocurra, dice La Biblia, “to- glones de esa novela maricona: “Estre-
Comitiva del paseo del esquizo, del esquizito medellinense, como cio muy muy verde, acabadito de mojar por el aguacero de la mañana, querías. Éramos tan jóvenes entonces. do tarde, pero os dejo esta enseñan- dos caerán en un muladar”, o sea en un mecido, partí al galope en mi amarilla
cuando los personajes de Beckett, Mercier y Camier, en mi libro prefe- se elevan dos árboles majestuosos, digamos dos laureles cincuentena- Desde entonces, hasta esta caminata, za. Siempre se aprende demasiado tar- mierdero. Pensaba sufrir décima erec- bicicleta imaginaria en un vagón del
rido en este mundo, se deciden a salir. En primer lugar veremos cómo rios cuyos gruesos troncos forman una especie de puerta simbólica. no sufría ninguna erección. Tres pasos de, siempre, sobre todo en lo que lla- ción en un burdelito clandestino junto Metro por en medio de la pampa soli-
mi propio andar variado es, asimismo, una máquina minuciosa, obje- La cruzo rezando un conjuro élfico, y me encuentro con uno de esos más adelante, en una bodega de heavy man “amor”, esa pasión tan antiesté- a Barbacoas, pero ya no es tan clandes- taria cuyo vasto horizonte ennegrecía
to de burlas ya acabandito de dar mis primeros pasos por este Valle de adorables charcos de mi infancia en una concavidad entre la hierba. metal, encargo veinticinco láminas de tica. Y siempre huyendo como forajido tino como antes. Basta decir que en la la noche”. UC
Arte Central

Sebastián Antonio Restrepo


Grafito y lápices de colores, intervención digital
2013.

Esta ilustración abre el capítulo sobre El Parque


de las Esculturas del Libro de los Parques, un
proyecto editorial de la Secretaría de Cultura
Ciudadana en coedición con Universo Centro.
24 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 25

Guerras
lejanas
por PA B L O C U A R T A S
Ilustraciones: Elizabeth Builes

E
l almacén La Soga estaba en
la calle Cúcuta, entre Ama-
dor y Maturín. Y en el alma-
cén, sobre el escritorio de mi
abuelo, debajo del vidrio, en-
tre otras, la foto: un hombre joven de
traje gris a rayado, camisa blanca y cor-
bata de listones gruesos posa con una
medalla militar en el lado izquierdo del flores de un soldado desconocido. Pero lee: “Cuertas (Legionario, chofer), p. 206”. Y en la página indi- encontraba ahí dijo: ‘Cuartas, dele gol-
pecho. La corbata se pierde en la aber- no hubo cuervos negros que me guia- cada, los apuntes correspondientes al 23 de noviembre de 1944. pes en la cara que Serrano está con la
tura de una almilla, y la medalla, alto ran en francés ni en español ni en ita- El convoy avanza por “un monte cubierto de una intensa nebli- enfermedad del miedo, dele golpes en
relieve de un soldadito de casco y lau- liano por las avenidas y divisiones de na que impide al enemigo vigilar su progresión”. Con el ánimo la cara…’. Entonces Cuartas empezó
rel, pende de una bandera ancha con esa inmensa ciudad de los muertos. de aprovechar la visibilidad menguada por la niebla, “el Capitán a pegarme y el susto se transformó en
tres franjas verticales. El cuerpo está Simplemente miré en un mapa y fui a Mattei dio la orden de asediar el albergue del Ballon d’Alsace, rabia y yo también empecé a darle en
levemente girado hacia la derecha, y donde me indicaba, al gran columbario cerca del hotel del mismo nombre. Luego de unos cincuenta ata- la jeta. Añoro mucho a Leonidas Cuar-
sus ojos, grandes, miran a la cámara de infinitas bóvedas sin adornos ni epi- ques con mortero, logramos el asalto y retomamos el albergue tas. Era un compañero excelente”. Des-
con aplomo. tafios infatuados, galerías y galerías de (reteniendo una veintena de prisioneros)”. Dice el coronel Bru- pués describe la emboscada a la cara-
Se llamaba Leonidas Cuartas Lopera y placas de mármol iguales entre sí: Fu- net que al asalto siguió una gran confusión entre tropas ami- vana relatada por el coronel francés en
era el hermano mayor de Román Cuar- lano de tal, dos fechas, punto. Nada de gas y enemigas, y que algunos soldados alemanes seguían blo- sus cuadernos. Y luego, supongo que al
tas Lopera, mi abuelo, dueño del alma- glorias pasadas ni de méritos remotos, queando la subida cuando los franceses ya habían ganado la calor de los aguardientes, recrea el in-
cén La Soga. Lo supe de niño porque apenas un discreto monumento gene- cima. Sin embargo, la tercera compañía emprendió el ascenso. tento de rescatar el cadáver de su ami-
ahí, entre sombreros, aperos, estribos, ral, impersonal, sin distingo de nacio- Ahí estaba Leonidas Cuartas, de veintiocho años de edad, pilo- go: “Por la noche, a eso de las siete, me
herraduras y sillas de montar, pasaba nalidad, rango ni batalla. Caminé un tando no un avión de guerra sino un simple camperito de escol- fui solo, porque nadie me quiso acom-
buena parte de mis vacaciones. Guaya- rato por entre el arrume de muertos por ta: “El capitán-médico Beaumont y el camión de avituallamiento pañar, a sacar a Cuartas. Llegué al si-
quil era entonces un barrio populoso de Francia, buscando la aguja en el pajar. de la 3ra Compañía subían, de noche, por la carretera. De golpe, tio y había un reguero impresionante
camajanes, putas y carretilleros, y no Del cementerio pasé al archivo, y del como la oscuridad era total, el capitán se vio rodeado por unos de cadáveres. Me puse a escarbar. Ha-
esa cosa fea y aséptica que lo reempla- archivo a los libros de memorias de an- cincuenta Fritz que le gritaban: ‘¡Alto!’. Él aceleró y los alema- bía alemanes, franceses, colombianos.
zó. En el almacén, asediado por mi fas- tiguos combatientes. Lo primero que nes, sorprendidos, lo dejaron pasar, pero acribillaron el camión, Leonidas Cuartas era el último de la
cinación y mi curiosidad, mi abuelo me descubrí fue un error que se repetía ter- matando o hiriendo a los legionarios que lo ocupan. El chofer loma. Estaba cubierto de nieve. Estaba
contó la historia de Leonidas. Que ha- co en los papeles oficiales: se hablaba logró escaparse solo. El teniente Fourcade cae, también, en me- muerto. Me lo eché al hombro y bajé. Lo
bía nacido en Briceño, un pueblito en- siempre de Leonidas Cuertas, con e en dio de los alemanes. Ordenó entonces reversar, cosa que el cho- más increíble de todo era que los ale-
cumbrado cerca de Yarumal, y que se vez de a, una e que descarriló mis pes- fer hizo sin temor alguno. Pero los alemanes abrieron fuego y manes ya estaban allí, pero no me dis-
había ido muy joven para Francia como quisas iniciales y me hizo dar tumbos mataron al chofer Cuertas (sic). El teniente respondió con su pararon, tal vez por respeto, pues se
soldado voluntario de las fuerzas alia- por todo el Servicio Histórico de la De- metralleta y logró huir, abandonando su jeep. Momentos des- dieron cuenta de que estaba sacando a
das contra Hitler. También me dijo que fensa, en el Castillo de Vincennes. ¿Se pués, el chofer de la 3ra Compañía bajó en jeep y encontró a dos un compañero muerto… Era otra gue-
se había enrolado en la fuerza aérea cambiaría el apellido Leonidas? ¿Se lo alemanes socorriendo a un soldado francés. Los alemanes se fu- rra, otros tiempos”.
porque siempre había tenido el sueño de habrían cambiado? ¿Sería un simple garon, él bajó de su jeep, montó al herido y volvió sin más nove- De esa guerra y esos tiempos quedaba
ser aviador, y que había muerto en una malentendido? No hay manera de saber- dad. La operación, que hubiera sido mucho más costosa a la luz otro legionario: Agustín González Lato-
escaramuza después de acordado el fi- lo. Lo cierto es que es la misma persona, del día, se saldó con 3 muertos y 3 heridos”. En una guerra don- rre, también mencionado en el artícu-
nal de la guerra, en un lugar lejano al pues uno de los documentos oficiales se- de los muertos se contaban por millones, al coronel Brunet no le lo de Chaparro. Veinte años después, El
que la noticia de la paz no había llega- ñala que nació en “Briceno – Colombie” pareció costosa la muerte de Cuertas. A otros, en cambio, sí. Espectador le hizo una entrevista para caté su cadáver y por eso me dieron la momento. Es la noticia de una llamada trono ni a la guerra. A ellos llegó empu-
do todavía. Yo me imaginaba a Leoni- en 1916, y el “Cuertas” va siempre se- Como se me hacía imposible que Leonidas fuera el único colom- conmemorar el aniversario del comien- medalla Cruz de Guerra por un acto de desde Londres que los medios locales jado por la fuerza irrefrenable del azar.
das Cuartas al mando de una tripula- guido de “Lopera”, este sí bien escrito. biano en la Legión Extranjera, busqué testimonios de soldados zo de la Segunda Guerra Mundial. En valentía. Él se quedó enterrado allá”. registraron con la muy antioqueña eu- Se dice que al final de esa guerra ajena,
ción aérea, de impecable uniforme mi- Buscando así, a partir del error, apare- que también se hubieran enrolado en Colombia, atendiendo a la la foto, su cara se ve al fondo, difumi- Más allá de lo inquietante que pue- foria que suele aflorar en estos casos: una vez abatido por las fuerzas invaso-
litar y casco blanco de aviador osado, cieron más revelaciones. Logré estable- intensa campaña de reclutamiento que emprendió Francia en nada, y en el primer plano sostiene una da resultar esta aparente usurpación “Con regocijo tuvimos la oportunidad ras junto a 300 espartanos, Leónidas
aturdido por el ruido de aspas y de ba- cer que pertenecía al Batallón 13 de la toda América Latina. En 1989 quedaban seis, y se reunían pe- medalla en forma de cruz con un gue- de méritos ajenos, lo cierto es que al- de escuchar la voz de Leonidas Cuartas fue decapitado y su cabeza clavada en
las, batiéndose a muerte contra enemi- Legión Extranjera, muy célebre y apre- riódicamente en un bar francés al norte de Bogotá. Hasta la tal rrero en el centro. González habla de la guien miente: o a uno de los legionarios Lopera, que desde la emisora de Lon- un palo y paseada como un trofeo por
gos que me figuraba mucho más altos y ciada en Francia porque estaba confor- Cabaña de Pierre fue el escritor bogotano Rafael Chaparro Ma- vida en la tropa, cuenta las borrache- le ganó la emoción e hizo suya una odi- dres hizo una llamada a Yarumal y Bri- las Termópilas.
fuertes que él, lo que redoblaba su va- mada principalmente por voluntarios diedo, quien publicó una crónica titulada “Los seis legionarios” ras con mal vino que envalentonaban sea de otro, o Chaparro se puso a beber ceño para presentar un cordial saludo En cuanto a “sus familiares y amigos”,
lor y mi admiración. Mi abuelo hablaba que enviaban a la primera línea de com- en el periódico La Prensa, el 30 de julio de 1989. Luego rea- a la soldadesca, evoca el desfile triun- con ellos, se le soltó la mano y confun- a sus familiares y amigos. Leonidas, pienso en un niño de ocho años reci-
y yo veía charcos de sangre sobre la nie- bate, en la vanguardia de las tropas co- pareció en el libro Zoológicos urbanos, compilado por mi ami- fal por los Campos Elíseos. De pronto, dió hombres, nombres y eventos. como bien lo conocemos, es un verda- biendo el saludo de su hermano. Es mi
ve, oía gritos en idiomas incomprensi- mandadas desde lejos por el general de go Alejandro González, consagrado esculcador de papeles de al hablar de los otros colombianos le- Todas las versiones se limitan a la dero hombre que merece el nombre que abuelo con su familia en torno al radio,
bles, olía la pólvora de las metralletas, Gaulle. Uno de los documentos indica- muertos. Dice Chaparro que cantaban himnos militares, y que gionarios (fueron setenta en total), re- muerte de Leonidas Cuartas. El re- lleva y más todavía, es digno de llevar conmovido, orgulloso, escuchando a
pensaba en Leonidas Cuartas pilotan- ba el lugar exacto de la tumba, lejísi- bebían cerveza, aguardiente y ron blanco y eso les soltaba la cuerda a Leonidas y se atribuye la mis- cuento hermético del coronel francés, en sus venas la sacudida roja de la san- Leonidas desde Londres. Está con todos
do su nave artillada entre la bruma, li- mos de donde yo la buscaba, casi en la lengua. Cuando la tenían bien suelta, con la nostalgia aviva- ma hazaña que se atribuía Gil Serrano escrito en tono distante de parte de gre antioqueña. Si el valor inmortaliza sus hermanos mayores frente a un radio
brando una última batalla inútil. Y su frontera con Alemania: “Divicionario da por los tragos, Chaparro los empezó a entrevistar. Gil Se- en 1989: “De ahí (de Montecasino, Ita- guerra, así como el bel morir que des- a los hombres, Leonidas se inmortalizó nuevo que yo conocí viejo, un radio de
muerte después de la paz, la congoja de (sic) número 6, tumba 7, en Giromag- rrano, de San Vicente de Chucurí, Santander, fue el primero en lia) nos trasladaron a Alsacia y Lore- criben los otros legionarios, son apenas a sí mismo, y dio con su arrojo doble cré- madera con perillas enormes y bafles
la tropa, la triste solemnidad de los hono- ny, territorio de Belfort”; y otro, aun- hablar de aquellas travesías. Contó un episodio de pánico en el na. En los combates definitivos en esa dos variaciones sobre el mismo tema: dito a la empinada y fuerte ascenden- recubiertos de tela. Meses más tarde,
res militares. Me imaginaba a Leonidas que en forma escueta, el día exacto de que aparece Leonidas: “En otra ocasión en Italia habíamos pa- frontera entre Francia y Alemania lide- una emboscada urdida por alemanes cia de la montaña”. Eso de “merece el en una refriega entre soldados desavi-
mártir, caído en esa grave impostura que su muerte: 23 de noviembre de 1944. sado de un sitio llamado Aquapendente. Estábamos llegando a ramos una operación de dos días para vencidos. En cambio, pocas son las no- nombre que lleva” debe ser por Leóni- sados, Leonidas moriría como aviador
es la guerra. Con la equivocación ortográfica del ape- Montefiascone y me encontraba en una loma con una ametra- doblegar a los alemanes que ocupaban ticias de su vida como soldado, de su das I de Esparta, rey guerrero que mu- de la armada francesa en los estertores
Cuando llegué a París sabía poco más llido, y la certeza del día de su muerte, lladora. En ese momento sentí el obús de un mortero que pasó un punto clave que se llamaba la Casa travesía persiguiendo nazis o huyen- rió hacia el año 481 a. C. mientras tra- de la guerra. Años después, muchos, el
sobre él. Sabía de una tumba con su nom- llegué a los Cuadernos del Teniente-Coro- silbando por el aire y cayó a cincuenta centímetros de mi posi- Rosada. El combate fue muy intenso y do de ellos y, sobre todo, de las razones taba de repeler la invasión de los per- mismo niño me repetía la leyenda ante
bre en uno de los muchos mausoleos de nel Brunet de Sairigné, diario de un mi- ción, pero el mortero se enterró en la tierra y no explotó. Del allí murió mi amigo, el paisa Leonidas que motivaron su presencia voluntaria sas en cabeza de Jerjes y del sátrapa Hi- la foto de su hermano, un hombre joven
Morts pour la France. Sin saber en cuál litar con pretensiones literarias que per- susto cogí la ametralladora y salí volando loma abajo muerto Cuartas, cuando intentaba proteger a en la guerra. Uno de los pocos rastros darnes. Al decir de Herodoto, por ser el que desde un escritorio en el almacén
ni en qué ciudad, ingenuamente fui al tenecía al mismo regimiento de Leoni- del miedo. Allí estaba un compañero, José Leonidas Cuartas, un un soldado. En medio de la balacera me de esa aventura, aparte de la foto, es hermano menor de Cleómenes y de Dio- La Soga, en Guayaquil, nos seguía mi-
Père-Lachaise a buscar la tumba sin das Cuartas. En el índice onomástico se paisa que me vio llegar pálido y temblando. El sargento que se metí entre los alemanes en un jeep, res- una curiosidad tomada de la prensa del reo, Leónidas no estaba destinado al rando con aplomo. UC
26 UC número 50 / octubre 2013

por N I C O V E R B E E K LOS HIJOS DE Blankenburg y Ruud Krol; en la mi-


tad, Arie Haan, Johan Neeskens y
Gerrie Mühren; y en el ataque, dos
punteros que siempre buscaban la úl-
día vendrán. Entiendo que para cual-
quier niño hincha de un equipo del
montón estas pueden ser valiosas
lecciones de vida, pero yo nunca pasé

LOS DIOSES
tima raya, Piet Keizer y Sjaak Swart por esa etapa porque sencillamen-
(más tarde Johnny Rep), y un centro te mi equipo nunca perdía. Entonces
delantero de lujo: Johan Cruijff. no me faltaba lógica al pensar que los
El llamado “fútbol total” nació jugadores del Ajax eran realmente
con este Ajax de principios de los se- hijos de dioses y no podían perder.
tenta, que con casi los mismos juga- Ahora sé que el Ajax realmen-
dores, y con Rinus Michels como téc- te tenía un gran equipo, y que no so-
nico, conduciría a la selección holan- lamente ganaba partidos sino que
desa a sus grandes éxitos. Michels se también jugaba de manera estéti-
hizo famoso internacionalmente por ca para divertir al público: el fútbol

C
un sistema de juego que después fue como una especie de deporte-arte.
orre el año 1973. El esce- Sin embargo, no son solo las estadís- oriundo el otro gran equipo de esos los partidos que vimos fueron pocos, de copiado en todas las canchas, basado Hoy en día, en Ámsterdam, aún se
nario es el estadio Fernan- ticas y los resultados a secas los que me años sesenta y setenta, el Feijenoord, modo que un partido de mi Ajax en tele- en un 4-3-3 con dos verdaderos pun- considera que una victoria sin jugar
do Bernabéu en Madrid. El llevan a usar este apelativo. El juego y la que fue el primero en ganar la Copa Eu- visión era un gran acontecimiento. teros, un pressing arriba y una tác- bien es igual a una derrota, y a cada
Ajax, campeón de Holan- imagen que proyectaban los jugadores ropea en 1970, y también la Intercon- Esos juegos los vimos en mi casa, tica en la que los jugadores cambia- técnico del Ajax los hinchas le exi-
da el año anterior, juega la refuerzan mi memoria y mi convicción, tinental al vencer a Estudiantes de La con mi papá que no era gran aficionado ban continuamente de posición. En gen que, además de ganar los par-
semifinal de la Copa Europea –prece- pues el gran Ajax era más que un puña- Plata en la final. El tercer equipo de Ho- al fútbol y unos tíos que sí lo eran. Re- el mundial de 1974 en Alemania la tidos, muestre un juego atractivo.
dente de la Champions League– contra do de futbolistas talentosos. Muchachos landa era el PSV, oriundo de mi región, cuerdo especialmente al tío Guillermo, selección holandesa se convirtió en Este fue el sello que dio Johan Crui-
el Real Madrid. En el segundo tiempo, como Johan Cruijff, Johan Neeskens, de esa ciudad luminosa y dormida que que además era mi padrino de bautis- una maquinita envidiable. jff a este equipo cuando dijo que “un
y ganando 1-0, Gerrie Mühren, volan- Ruud Krol, Johnny Rep, eran hombres no logró nunca mi imaginación, ni por mo. Él era un hombre de tradición, ca- El Ajax de Johan Cruijff era inven- buen resultado sin calidad de juego
te de creación, recibe el balón luego de guapos, de jeans, pelo largo y desorde- el fútbol ni por sus atractivos. tólico a morir, de misa diaria a las seis, cible: desde 1971 conquistó tres ve- es aburridor”.
un largo cambio de frente, se da cuenta nado. Su pinta los acercaba más a las es- El día que cumplí ocho años todo que veía en la modernidad el gran ene- ces seguidas la principal copa de Eu- Lograr tantos éxitos afectó a los
de que ningún jugador del Real lo mar- trellas de rock que a los deportistas ra- fue alegría. A esa edad podía inscri- migo. Nunca se había casado porque no ropa. La primera final fue contra Pa- jugadores, y después de la última
ca y comienza a hacer la treinta y una sos. “Los hijos de los dioses”, como los birme en el club de fútbol del pueblo, era capaz de aguantar a otra persona en nathinaikos de Grecia, un equipo re- conquista se empezó a rumorar que a
relajado, uno, dos, tres... El jugador, co- llamaban en Ámsterdam, eran hombres que se llamaba De Kraanvogels, algo así su vida, interfiriendo en su rutina medi- lativamente pequeño dirigido por el los hombres del Ajax se les habían su-
nocido por su gran dominio técnico, da irreverentes, contestatarios, de miradas como “Las Grullas”. No cabía de la di- da en minutos. Yo no entendía todo eso húngaro Ferenc Puskás, un legenda- bido los humos. Y en algún momen-
cinco toques al balón como si estuviera provocativas. Sin exagerar, y guardadas cha de poder jugar en una cancha de en aquel momento, pero me molestaba rio jugador de Real Madrid entre 1958 to perdieron un partido, aunque fue-
en un potrero en su natal Volendam, un las proporciones, creo que con el apo- verdad. Porque claro, jugábamos du- que fuera hincha del PSV y no del Ajax. y 1966. En 1972 se repitió la dosis, y ra de menor importancia. Recuer-
pequeño pueblo pesquero cerca de Ám- geo del Ajax la revolución cultural de rante los descansos y después del cole- Hoy sospecho que lo que realmente le fue en ese año que el Ajax mostró su do que mi tío Guillermo entró feliz a
sterdam. Después de la muestra de su los años sesenta definitivamente echó gio, en los potreros o en la calle; todo molestaba era esa imagen que tenía el mejor fútbol. Le ganó la final al Inter la casa con un artículo de prensa en
fina técnica entrega el balón al defensa raíces en la sociedad holandesa. el tiempo libre lo dedicábamos a jugar Ajax, muchachos provocadores, repre- de Milán en un partido donde Cruijff la mano, seguramente recortado de
Ruud Krol, que llega al área y por poco Mientras en ciudades como París, fútbol y no más. sentantes de la capital del pecado. fue imparable y marcó dos goles. El un periódico de Eindhoven, donde
corona la jugada con gol. Praga, Berlín y Ámsterdam jóvenes de Lo mejor, después de jugarlo, era ver- También recuerdo todavía, sin ha- técnico del Ajax, el emblemático Ri- decía, en broma y como si fuera un
Los casi cien mil hinchas del Real la generación hippie hacían la revolu- lo en televisión. En esa época eran po- cer ningún esfuerzo, la formación bási- nus Michels, se fue a dirigir al Barce- anuncio de fallecimiento, “lamenta-
Madrid en la tribuna no pueden hacer ción, yo vivía en Soerendonk, un pue- cos los partidos que se transmitían. Ha- ca del Ajax en esos días. En el arco es- lona. Con el técnico rumano Stefan mos informarles que ha sucumbido el
otra cosa que levantarse y aplaudir. Es blo de mil 300 habitantes al sur de Ho- bía juegos por la liga nacional los domin- taba Heinz Stuy, que no era un arque- Kovács el equipo siguió su camino. Al gran Ajax, fallecido a causa del trago
un momento histórico: el rey de Euro- landa, donde estos ataques de moderni- gos y partidos del campeonato europeo ro destacado, pero esto no era proble- final del año Ajax levantó por prime- y las mujeres”.
pa ya no es el Real Madrid, el club que dad aún no habían tocado el alma de la los miércoles. No más. Y este último se ma porque el equipo prácticamente no ra vez la Copa Intercontinental al ga- Los éxitos continuaron por un
ha dominado las canchas desde media- mayoría de la población, más bien con- transmitía, creo, a partir de los cuartos lo necesitaba. En la defensa jugaban narle la serie al Independiente argen- tiempo, pero finalmente no dieron
dos de los años cincuenta, sino el Ajax servadora y tradicional. Aunque de al- o de las semifinales. En otras palabras, Wim Suurbier, Barry Hulshoff, Horst tino, 1-1 y 3-0. El año anterior Ajax más y pasó lo inevitable. Mi idea de
de Ámsterdam, un equipo que desde fi- guna manera también se sentía que los no había querido jugar esta copa por un equipo que no podía perder cho-
nales de los años sesenta, de la mano tiempos estaban cambiando, la iglesia una especie de temor frente a equi- có por fin con la dura realidad el 7
de Johan Cruijff y el técnico ‘Rinus’ Mi- católica mantenía su lugar central en la pos como Estudiantes de La Plata, fa- de julio de 1974, cuando Holan-
chels, viene revolucionando el fútbol sociedad y el eslogan “la imaginación al mosos por su juego duro y sus mañas. da jugó en Múnich la final del Mun-
holandés y europeo. poder” era un eco bastante lejano. En 1973 la final fue contra el Juventus dial contra Alemania, el adversa-
Hace unos días, a sus 67 años, fa- A los diez o doce años, como gran de Dino Zoff y Fabio Capello, y con un rio más odiado por el pueblo holan-
lleció Gerrie Mühren, el artífice de la aficionado al fútbol, yo tenía las pare- solitario gol de Johnny Rep el equipo dés, que todavía guardaba recuer-
hazaña en el Bernabéu. La notica me des de mi habitación decoradas con fo- ganó por tercera vez la copa. dos de la Segunda Guerra Mundial.
hizo recordar los grandes tiempos de tos y afiches del Ajax, un equipo prove- Para cualquier hincha la alegría Y ocurrió la tragedia. A pesar de te-
ese Ajax, considerado en su momen- niente de Ámsterdam, la capital de Ho- se resume en que su equipo gane ner el balón, de jugar su juego, de
to el mejor equipo del mundo. Es una landa y del pecado, según decían las tres años consecutivos todos los tro- atacar y generar opciones de gol, esa
afirmación temeraria, eso de “el mejor personas de mi pueblo. Eso me tenía sin feos posibles, pero el impacto para tarde el resultado fue adverso y Ho-
equipo del mundo”, pero las cifras no cuidado. Ámsterdam tenía para mí un un muchacho de diez a doce años es landa perdió 2 a 1. No exagero cuan-
mienten: cuatro veces campeón de Eu- aire mágico, pues era allá donde jugaba inexplicable. Es la edad en la que un do digo que se derrumbó mi sueño:
ropa, dos veces campeón de la Copa In- mi equipo favorito, el Ajax de mi alma. joven empieza a conocer el mundo y la certeza de tener un equipo inven-
tercontinental y proveedor de lujo para Mi pueblo está situado a unos vein- a darse cuenta de cómo funcionan las cible. Fue el primer gran trauma de
la selección de Holanda, mundialmente te kilómetros de Eindhoven, la “ciudad cosas, en la que aprende las aburridas mi vida. No se necesita ser psicólogo
conocida como “la naranja mecánica”. luz” donde nacieron empresas como leyes de la vida, como aquella de que para entender que esa derrota fue el
Con Ajax y Holanda el llamado “fútbol Philips y Volvo, pero al fin y al cabo no siempre se puede ganar y uno debe momento en que perdí la inocencia,
total” dominaba las canchas y los titu- una provincia en comparación con Ám- aguantar las derrotas para poder dis- tal vez un poco tarde, todo gracias al
lares de prensa. sterdam y Róterdam. De Róterdam era frutar mejor las victorias que algún gran Ajax de Ámsterdam. UC
28 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 29

por A N T O N I O G A R C Í A
Ilustración: Mauricio Ospina

L
a tecnología es darwinista: mientras algo se pueda
mejorar, aunque sea de manera cosmética, estará
condenado a volverse obsoleto y a ser reemplazado
por un nuevo modelo, bien sean carros o patines, pa-
raguas o calculadoras; otras veces el objeto en cues-
tión desaparecerá porque cambiaron las costumbres –el cin-
turón de castidad, el rapé–, no era tan bueno –el Concorde, el
Pelaflex– o de plano era una soberana pendejada –el Tama-
gotchi, el perrito robot de Sony–. Cada salto tecnológico sig-
nifica un acta de defunción para ciertos modelos y aparatos. En el reinado del Atari había otras de juegos. El que más recuerdo es Archon, Algunos amigos y amigas igual de vagos se la pasaban en mi
Por cada nuevo gadget, otro dejará de producirse, y así tam- consolas rivales. La virreina se llama- una especie de ajedrez en el que las pie- casa jugando Tomb Rider, Crash Bandicoot, Mortal Kombat y
bién los usos y rituales que lo acompañaban. ba Intellivision (1979). Sus juegos eran zas, a pesar de tener diferentes jerarquías, Gran Turismo. Llegué hasta el exceso de grabar mis juegos en
El progreso influye también en el lenguaje: la frase “es más complejos y tenían más definición, debían batirse a duelo. El Commodore 64 VHS, procurando hacer los saltos y jugadas más espectacu-
hijo del lechero”, aplicada a los hijos que se parecen poco a pero esos hijueputas controles no los dominó el mercado de los computadores lares. También fue un periodo de tristezas y antidepresivos.
sus padres, ha perdido gracia y capacidad metafórica. Ya no dominaba nadie. Cuando ya estaba in- entre el 82 y el 86. El 64 era porque tenía A veces pasaba días y días encerrado, oyendo música en el
pasa el camión de la leche como si fuera el de gaseosa, así que ventado el joystick –que era el que po- 64kB de memoria, tan poco, que hoy ca- Playstation y viendo las figuritas que se formaban en la pan-
ese eterno sospechoso visitante de las amas de casa solitarias, díamos manejar los humanos en esa es- bría 32.768 veces en una memoria USB talla. Un día, cuando ya había puesto punto final a mi nove-
ese donjuán del delivery alimenticio, está libre de culpas (y de cala de nuestra evolución–, el Intellivi- de dos gigas. Tiempo después mi papá la y empezaba a enfrentarme de nuevo al mundo real, le rega-
denuncias de paternidad) en los tiempos que corren. sion se jugaba con unos disquitos que nos compró un Apple IIc, que traía pan- lé el Playstation al hijo de la señora que venía a arreglarme la
Nosotros, los que alcanzamos a ver un lechero en vivo y uno oprimía erráticamente. Era un co- talla de pixeles verdes y unidad de flo- casa. Todavía lo usa, por lo que sé.
en directo, los que pudimos ver a un par de chepitos cruzando mando precursor de los que traería lue- ppy disc. Mis hermanos y yo nunca utili- Si descontamos una pequeña temporada de Angry Birds,
una calle, vivimos la aparición de un elemento hasta ese mo- go el primer Nintendo, pero requería zamos el computador para algo diferente he aprendido a perder el tiempo de otras maneras. He acari-
mento inexistente: la consola casera de videojuegos. Al prin- mucha motricidad fina y además venía de jugar Snafu, un juego de una culebrita ciado la idea de comprarme un Xbox o un Wii, pero es un de-
cipio estaban las salas de maquinitas, que habían sobrevivi- acompañado de un teclado como de te- que se va estirando, y Montezuma’s Re- seo transitorio y de poca fuerza. Debe de ser que me estoy vol-
do al cambio de década porque hicieron la transición entre léfono. Había que aprenderse para qué venge, mi favorito, que terminé después viendo viejo. UC
el mecánico pinball y los computarizados marcianitos. Allí se servía cada número. Imposible. Recuer- de dedicármele con alma y corazón.
congregaban vagos colegiales y universitarios de toda laya, do unas tardes de Intellivision donde La gran estocada a las salas de ma-
pandilleros incipientes y batidores de récords que se volvían Mario, un amigo del colegio, tratando quinitas llegó con el Nintendo NES, que
populares. Durante un tiempo, antes de caer asfixiadas por de sacar mi tanque de un atasco mien- brindaba juegos con igual complejidad
el peso de las consolas, las salas de maquinitas –arcades en tras era acribillado. y definición. El Nintendo llegó acompa-
inglés– convivieron con ellas, pero su lenta debacle empe- El Intellivision tiene un papel desta- ñado de Super Mario Bros, las pistolitas
zó cuando Odissey inventó el Table Tennis en 1972 y Atari el cado en la historia de la televisión co- de Duck Hunt y los puñetazos de Punch
Pong en 1975. A nuestro país llegaron con el nombre de Tele- lombiana: era la consola utilizada en Out!!, y se sentó en el trono de los vi-
bolito. Era un cuadrado con dos perillas que permitían jugar Telectrónico, un programa de RTI pre- deojuegos. Salvo para jugar con algún
un tenis compuesto por dos rayas móviles y un puntico blanco sentado por Reynaldo Moré, que en paz entusiasmo un juego de jeeps llamado
que rebotaba entre ellas. Se promocionaba en la misma épo- descanse, de lunes a viernes a las cin- Jackal, me mantuve lejos de las conso-
ca del plato chino girador –que jamás desbancó al yoyo– y los co y media en el Canal Dos. Los televi- las hasta el Playstation 2, pero en el ín-
carritos Búfalo. El telebolito gozó de cierta popularidad has- dentes podían jugar Astrosmash desde terin me aficioné a Lemmings, Sokoban
ta que llegó el Atari en el 77. Muchas horas felices nos depa- sus casas. Al otro lado del teléfono gri- y Doom, todos juegos de computador,
ró Combat (que venía de regalo), Asteroids, Space Invaders y taban “¡paw!” para activar un disparo en la época de Altavista, Tutopía y co-
Pele’s Soccer. destructor de asteroides. En el estudio nexión telefónica a Internet. (A propó-
Lo interesante de esos primeros juegos era la capacidad de alguien estaba atento para hundir el sito, soy de los que, en este presente de
abstracción que debía aportar el jugador. El Pelé era un cua- botón a cada grito del televidente. Esta banda ancha y wifi, siente nostalgia por
drado del cual salía otro cuadrito: la pierna; los aviones de tecnología, vista con perspectiva histó- el sonido robótico y carraspeante del
Combat eran una cruz, la nave de Asteroids era un triángulo.
Luego vendrían juegos como Pitfall, más figurativo, y el inol-
rica, era bien precaria, pero a la sazón,
con su set futurista de cartón paja y Trí-
plex, nos transportaba al siglo XXI.
módem de 56k al conectarse a la línea).
A finales del 98 me compré un Plays-
tation 2 que tuve durante poco más de
DR. GUSTAVO AGUIRRE
vidable Pac-Man, que batió el récord Guinness del juego más
vendido y desbancó a los marcianitos. Ahora, en época del Wii En ese entonces empezaron a fabri- dos años. Fue mi etapa de videogamer OFTALMÓLOGO CIRUJANO U DE A.
y el Xbox, de vez en cuando asoman ataris y cartuchos polvo- carse los primeros computadores perso- absoluto. Tenía un par de clases en la
rientos en los mercados de las pulgas, entre quincallería sin nales. El Commodore 64, que se conecta-
ba al televisor, tenía un buen repertorio
universidad, escribía mi primera nove-
la y dedicaba mi tiempo libre a jugar.
CIRUGÍA CON LÁSER
origen ni destino y discos de acetato.

Clínica SOMA
Calle 51 No. 45-93 • Tel: 513 84 63 - 576 84 00
30 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 31

IV La casa quedaba en un barrio aleda-


ño al campus de La Trobe University,
con nombre como de Los Picapiedra:
tuve que buscar en un diccionario elec-
trónico que llevaba en el bolsillo desde
que hice tránsito en Auckland. Mi situa-
hombros, la piel bronceada, recia, y los
ojos verdes. Su sonrisa era amplia y de-
jaba ver unos dientes resplandecien-
Aletha nos invitó a un casino, pues me
quería enseñar a jugar en las maquini-
tas. Bebimos y bebimos, Aletha hablaba

DESEMBARCOS
Bundoora. Un suburbio de clase me- ción lingüística era tal que casi no re- tes y postizos; su ex marido se los ha- cada vez más enredado y yo le entendía
dia, a unos cincuenta minutos en tran- cuerdo cómo se decía “cuchara” para bía tumbado de un golpe. No tenía em- cada vez mejor. Evelyn se reía con todos
vía del centro de la ciudad, donde vi- poder echarle azúcar al café. pleo pero sabía cocinar, limpiar y pin- sus dientes, sobria, pero vaya a saber
vían personas a las que les venía bien La habitación era pequeña, alfombra- tar. Solo tomaba Coca Cola, pues había qué cosas intentaba explicarme.
alquilarle una habitación a estudian- da, con una cama alta, bien dotada de dejado la bebida, y venía de Perth, una Nos quedamos hasta que cerraron el
tes extranjeros –preferiblemente que sábanas y cobijas, una silla y un escri- ciudad en la Costa Oeste. Había llega- local. Aletha no quiso entregar las lla-
no fueran chinos–. torio en el que cabían el portátil y un do donde Aletha para cambiar de vida, ves del carro e insistió, de mal genio,
La casa era pequeña, con un porche vie- cuaderno. Por la ventana se veían ár- dejando dos hijos y una nieta a más de en manejar hasta la casa, que quedaba
jo y un jardín sin podar. Detrás se veía boles y un prado tupido. Estaba en una tres mil kilómetros de distancia. a unas cinco cuadras; Evelyn no discu-
un garaje con la persiana ladeada y a casita campestre destartalada en me- Me invitaron a dar una vuelta por el tió. Yo las seguía detrás con otra lata de
Melbourne, Pasto, La Habana y Mitú. Nombres medio abrir. La ventana principal, que
daba al jardín, tenía la cortina cerra-
dio de un barrio.
Esa noche, sin saber muy bien cómo,
barrio y a comer afuera para celebrar
la llegada. Casitas, casitas, porches,
bourbon con cola en la mano. Al llegar a
la casa Aletha metió el carro en un es-
comunes en el Atlas y promesas extraordinarias da. Abrió la puerta una mujer de unos descifré que Aletha era secretaria en porches, jardines, jardines, y al final pacio entre otros dos, chocándolo atrás
cincuenta años, rubia, no muy alta y de un local de venta de muebles, o algo así, una calle amplia, main street, con lo- y adelante, como Los Picapiedra. La
para los viajeros que han comprado su tiquete. contextura gruesa, sonriente y con su- divorcida, con dos hijos adultos que ya cales comerciales: bancos, bares, res- banda sonora no podía ser otra: “Do you
dadera y bata larga. Me invitó a pasar y no vivían con ella; y que adoraba des- taurantes, lavanderías, casinos y el co- come from a land down under? / Where
Llegar por primera vez a cualquier lugar tiene me dijo su nombre. Nunca lo pude pro- ocupar latas de bourbon Jim Beam con rreo. Probé el meat pie, un pastel de beer does flow and men chunder / Can’t
sus riesgos, sus altibajos, sus fisuras. Las ciudades nunciar bien. Se llamaba Aletha, pero
esa th terminada en a, bien dicha, me
cola, jugar en las máquinas tragamone-
das y comer pizza.
carne hojaldrado, un infantable aus-
traliano, y, por supuesto, el bourbon
you hear, can’t you hear the thunder? /
You better run, you better take cover”.
pueden entregarnos una sencilla palmada en la salía con babas. Le decía Aleta o Alita, y Alojaba temporalmente a su amiga Jim Beam con cola. A la mañana siguiente, hundido toda-
a ella le daba igual. Evelyn, a quien conocí cuando desper- vía en el efecto del jet lag y en el males-
espalda, una mirada de recelo, un escupitajo, un La casa tenía una cocina con barra té. Tenía unos cuarenta años, un pelo tar provocado por el bourbon, me pare-
americana, y un salón con un sofá, un muy fino y rubio que le caía sobre los ció que le había dado la vuelta al mun-

I
abrazo inesperado. Bienvenidos. par de poltronas y un televisor ochen- do para encontrar dos mamás solitarias
tero. Aletha me ofreció un sánduche que querían adoptar a un adolescente
con café –she took me in and gave me perdido. Aletha y Evelyn eran un true-
breakfast– y viéndola prepararlos me di no que le sacaba chispas a la figura de
cuenta de que en Australia los alimen- mi madre. No tenía muchas opciones
tos eran más grandes: el pan tajado, el allá abajo, o salía corriendo o me envol-
frasco del café, el jamón, la caja de ce- vía en la cobija que me habían dado. UC
real, los enlatados. ¿Será por eso que la
gente es más grande? Cuando terminé
me dijo algo así como que debía dormir
porque seguro tenía jet lag, cosa que

Un viaje down under


por A L F O N S O B U I T R A G O L O N D O Ñ O
Ilustración: Alejandra Congote

C
uando decidí ir a vivir a Aus- Por casualidad el viaje quedó para el kilos de la maleta de mano y cinco de Australia también estaban en invierno.
tralia no sabía que caería tan viernes 20 de julio de 2001, festivo, ¿el la tula. Fue como si me hubieran hecho Habían pasado ocho años desde que
bajo. No era algo que anhe- día de mi independencia? Cada quien una liposucción, pero en ese momento cayó en Medellín Pablo Escobar, pero
lara especialmente, como le tendrá un recuerdo de sus momentos de no sabía si lo que quería perder era ba- cada colombiano seguía siendo un po-
pasaba a Santa, el personaje libertad, el mío tiene la forma de una rriga, muslos, culo o una parte del ce- tencial heredero de su negocio, como
que interpreta Javier Bardem en Los lu- inmensa tula negra cargada con cobi- rebro. No hay independencia sin gue- si Escobar hubiera sido un traficante
nes al sol. Acostado sobre las rocas de la jas, sábanas, libros, bluyines, sacos, ca- rra. Debía despojarme de quince ki- de su propio semen y a todos nos co-
costa gallega, tomando el sol y mirando misetas, zapatos, tenis, implementos de los y reorganizar las maletas. A ver si rriera su simiente por la sangre. En
al horizonte, divaga con su amigo Lino. aseo para seis meses, bocadillos, bolsas me entienden: la tula levantada medía la fila de inmigración del aeropuerto
—¿Tú sabés cuántos kilómetros tie- de café, botellas de aguardiente y car- más de un metro, y para sacar la cobi- de Melbourne un perro –o una perra–
ne Australia? Diez veces los de aquí — tones de cigarrillos, que pesaba más de ja y las sábanas, que obviamente esta- me dio una bienvenida que Santa hu-
dice Santa. treinta kilos. También llevaba una ma- ban en la base, había que desocuparla biera deseado y olisqueó mi fábrica re-
—¿Y habitantes? leta de mano, llena de las mismas co- por completo. productora allá down under, golpeán-
—Ni idea, ni la mitad que aquí. Aquí no sas, que pesaba veinte kilos. En ese en- Maldije a quien me parió, que no solo dome las pelotas con el hocico como
salimos de una mierda. Porque te dan tonces mi peso era de unos 65 kilos. A pagaba para deshacerse de mí, sino que si fuera un malabarista de semáforo.
tu parte, eh… principios de este siglo los únicos que además me quería mandar a la Con- She made me nervous, como dirían los
—¿En serio? tenían maletas con rueditas que se po- chinchina con la casa a cuestas. Escu- “hombres trabajando”.
—Cuando te jubilas, por una ley que dían jalar como carritos eran los pilo- pí el plato que me daba de comer, grité Lo único sospechoso que llevaba eran
hay, dividen. Dicen: a ver, cuántos ki- tos y las azafatas. La tula negra era más y le dije que me dejara solo con mis res- dos pastillitas estimulantes que ha-
lómetros de país, los que sean, entre aparatosa que un backpack de mochile- tos. Ahora lo entiendo: me levanté con- bía metido en el estuche de los lentes
tantas personas, tanto… No sé, ponle, ro –australiano– de setenta litros. tra quien patrocinaba mi libertad. Me de contacto, con la esperanza de ver al-
dos kilómetros cuadrados, tres kilóme- En 2001 yo tenía veintitrés años, vivía dejó con mi hermano, quien me miraba gún día un antro electrónico subterrá-
tros… lo que toque, y te lo dan, a cada con mi madre, quien pagaba el viaje, y en silencio, y creo que con una novia, neo y comprobar la cercanía de aquel
uno su trozo. tuve que dejar que me ayudara a empa- quien no se atrevía a decirme nada. Me país con el infierno. Afortunadamente
—Ah… car. Cada vez que embutía otro panta- marché sin darle un beso a mi madre. no me las metí en las güevas.
Ni siquiera estaba seguro de querer lón en la tula me recordaba las horas de Viajaría a Buenos Aires, luego a Auc- Me recogió una camioneta con los logo-
irme de Medellín. Lo hice para quitar- vuelos internacionales que había hecho kland, en Nueva Zelandia, y finalmen- tipos de la universidad donde iba a es-
me de encima la cantaleta de apren- como turista –aunque nunca había vivi- te a Melbourne, donde viviría. Pasé tudiar, que me llevó por una planicie ta-
der inglés. ¿Qué podía perder? Lo úni- do fuera de Medellín, y una cosa no tie- unos días de invierno en Buenos Ai- pizada de autopistas hasta la casa don-
co que conocía de Australia, aparte de ne nada que ver con la otra–. Era me- res, donde una tía, y comprobé en sus de iba a quedarme –todavía no había
los canguros y el demonio de Tasma- tódica, estricta, y pocas veces le salían calles mojadas y empobrecidas, con pronunciado una palabra y daba gra-
nia, era que geográficamente corres- mal las cosas. mendigos durmiendo en la calle y hom- cias porque the land of plenty estaba
pondía al culo del mundo, y por eso le Llegamos al mostrador de la aerolínea bres y mujeres vendiendo lápices en el llena de señales a prueba de latinos I
decían Down under, los mismísimos in- con más de tres horas de anticipación, subte, como caía más abajo del asfalto don’t speak English–; luego me di cuen-
fiernos. La tierra de Men at Work, the porque con esas maletas era mejor an- su ilusión de ricos por el cambio de un ta de que en Australia, si sigues las se-
land of plenty… where women glow and dar prevenido, y pasó lo que tenía que dolár por un peso. Llegué a Melbourne ñales, puedes vivir cincuenta años sin
men plunder… pasar: sobrepeso. Tenía que sacar diez una semana después. Era domingo y en abrir la boca.
32 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 33

II
CANTATA PASTUSA
E
scribí Cóndores no entierran todos sido patriotas sino realistas, y de vivir dentro de estructuras ancestrales alejadas convocatoria para el premio de novela Manacor, cuyo jurado presidía el nobel Mi-
los días en la ciudad universitaria del vértigo de la Colombia que se transformaba, los pastusos se sentían perseguidos guel Ángel Asturias. Me pareció que debía participar, y como ya me había ganado
de Torobajo, en Pasto, adonde lle- por el poder centralista bogotano y abandonados a su suerte como castigo por haber algún premio de cuento en España siendo estudiante lejano, envié lleno de ilusión
gué contratado como profesor de sido disidentes políticos en momentos cruciales de la vida nacional. una copia de Cóndores.
humanidades. Era 1970. Acababa Por los días en que llegué los pastusos giraban más alrededor de la vida y la cul- Después todo fue a pedir de boca. La edición de la novela la harían los organiza-
de recibir mi grado en Literatura en la Uni- tura quiteñas que de los ecos bogotanos. La carretera que los comunicaba con Po- dores del concurso en forma limitada, pero como ya había terminado Dabeiba, la
por G U S T AV O A LV A R E Z G A R D E A Z A B A L versidad del Valle, y mi frustración por no
haber sido seleccionado como docente en la
payán apenas había sido terminada cuando el conato de guerra con el Perú, y los
grandes abismos del Guáitara más parecían un camino de herradura que una ca-
novela que el 6 de enero siguiente ganaría el segundo puesto en el Nadal que or-
ganizaba don Josep Vergés en su editorial Destino de Barcelona, y Pilar tenía una
misma universidad donde me había graduado rretera panamericana, como orgullosamente la llamaban. El aeropuerto de Cha- fuerte amistad con él, no fue sino que me dieran el premio para que ella lo llama-
Ilustración: Mónica Betancourt y donde había ejercido como monitor los últi- chagüí era, es y seguirá siendo un portaviones que desafía los precipicios que lo ra y le dijera que Cóndores también estaba a su disposición para editarla, como
mos dos años quedó plenamente compensada rodean por tres de los cuatro costados. Existía, pues, una incomunicación física, efectivamente lo hizo.
con mi llegada a Pasto. aunque no fuera tan grande como la espiritual y la intelectual. En esta ciudad me Todo esto pasó mientras viví en Pasto. Mis años allá resultaron ser los más inolvi-
Haber salido del mundo cultural de Cali, en refugié. Muchos años después, cuando la misma casta me impidió el avance polí- dables y felices de mi vida. Ese mundo apartado del vértigo colombiano me per-
el que fui protagonista de todo nivel duran- tico y fui condenado a cuatro años de cárcel por un delito que no era delito, y con mitió esculpir para siempre en mi memoria los días y las horas que pasé en aque-
te los cinco años de mi carrera universitaria, igual fuerza salí victorioso. lla ciudad. Volví muchas veces mientras mi averiado corazón me lo permitió. Más
significó un trauma para quienes creyeron Cóndores fue la respuesta pastusa a semejante censura. La visión del pasado tulueño aun, cuando sufría aquellas melancolías terribles, esas depresiones de espanto
que mi futuro literario debía estar en los ca- la escribí en ese cubículo sin calefacción de la Universidad de Nariño en Torobajo. No que me acercaban con furia al suicidio, siempre tenía la opción de viajar a Pas-
fetines de París (adonde iban entonces todos tenía las afugias de la batalla diaria contra las clases dominantes y los intransigen- to. Tomaba un avión y me iba a recorrer sus calles, a respirar sus aires, a mirar el
los intelectuales), y no en las remotas y frías tes de la vida caleña. No tenía que opinar distinto a los cenáculos de la oligarquía Galeras siempre a punto de hacer erupción; a oír correr el río, a arrullarme con el
calles de un pueblo que había vivido hasta en- valluna, ni someterme a los designios canallescos de las hordas trotskistas. sonsonete cantarino del habla de sus gentes. Volvía a vivir, me sentía recuperado
tonces al margen de la historia nacional. Mis Recorrer las calles de Pasto vestido ceremoniosamente con saco y corbata, llevan- y seguía dando la guerra.
enemigos de la izquierda comunista, en espe- do una mochila de cabuya colgada del hombro y con el pelo y las patillas largas en La última vez que volví fui a almorzar con María Helena, la hija de Ignacio Rodrí-
cial los trotskistas, debieron vibrar de alboro- deformación de la moda hippie de los sesenta, era un atrevimiento para la cerrada y guez Guerrero, el hombre más inteligente e importante que ha tenido Pasto, quien
zo cuando vieron que la derecha oligarca que pacata sociedad pastusa. Haber alquilado una casa en el barrio Las Cuadras, a ori- me brindó durante mi estancia allá las luces de su inmensa biblioteca. Ya había
manejaba entonces la Universidad del Valle llas del río Pasto, para vivir con Roke Jimeno, mi amante, era una provocación ab- muerto, y sus libros, vendidos por kilos, fueron a dar a muchas orillas del saber o
me había condenado al ostracismo. El proble- surda. De todo ese periplo quedan las cartas que diariamente me cruzaba con Pilar de la ignorancia. No sabía que sería mi último asomo a esos paisajes, todavía no
ma de vérselas conmigo estaba solucionado, y Narvión, la periodista española que se convirtió desde su apartamento en París o su me habían diagnosticado el mal, pero ya me sentía desfallecer en presencia del
como no me fui a la capital francesa a realizar piso en Madrid en mi hada madrina. En esas cartas deben estar las explicaciones de Galeras. Ahora, cuando anhelo volver a recorrerlos, cuando solo guardo añoran-
el curso de adoctrinamiento que las prome- mis actitudes y los reparos que ellas, racional como la que más, me enviaba desde la zas por la tierra bendita que me amparó mientras escribía, no pienso en otra cosa
sas literarias debíamos completar para que la óptica de la agonía franquista. Eran los tiempos de las estampillas y los sobres engo- que en cantarle desde lejos a Pasto. Oyendo en la memoria sus campanas, sintien-
internacional marxista nos exaltara, sino que mados. De las cartas con copias a papel carbón. No guardo una sola de esas cartas. do soplar el viento frío y húmedo de los eneros de carnaval, o cortar el ventarrón
me perdí en las brumas y nieblas de una ciu- Las atesoro en mi memoria como el olor de las frías mañanas de Pasto, el color bri- helado y seco de agosto en mi cabeza, cabeceo sin cesar para decir una vez más
dad decimonónica arrimada a la ladera de llante de sus flores o la imagen tenue de las indias con pollera, acuclillándose en las que si no me hubiese ido a vivir a Pasto no habría conseguido escribir Cóndores no
un volcán remoto, la posibilidad de ascender calles para orinar porque todavía no aprendían a usar los inodoros. entierran todos los días.
vertiginosamente quedó trunca. Recibía entonces en mi apartado de correos la revista española La Estafeta Literaria,
Bueno, eso creyeron quienes siempre me mi- donde había publicado mi primer cuento cuando era estudiante. Allí había salido la El Porce, octubre de 2013. UC
nimizaron o me persiguieron como nefasto
antagonista de la actitud de los poderosos.
Estar lejos del bochornoso ámbito de la socie-
dad caleña resultó más que benéfico para mi
posibilidad literaria. Hoy, 43 años después,

III
pienso que si no me hubiese ido a vivir a Pasto
no habría escrito con tanta facilidad y entu-
siasmo una novela como Cóndores. Pasto fue
el sitio y el clima ideal para alimentarme con
mis recuerdos y versiones. Sin dónde investi-
gar, porque la única biblioteca de verdad que
existía en esa ciudad era la del maestro Igna-
cio Rodríguez Guerrero y allí no había mate-
rial para desviar, aumentar o refutar mi versión
de la violencia partidista tulueña, mi capaci-
dad de imaginación se desbordó.
En aquel entonces Pasto era una ciudad géli-
da, no eran tiempos de calentamiento a causa
del dióxido de carbono. Los más de 2.600 me-
tros de altura y el socavón de vientos donde
La ciudad sin gatos
fue construida la convertían en el epicentro
de fríos luminosos y nieblas jupiterinas. Era por A N D R É S B U R G O S
obligatorio usar ruana o abrigo pesado, guan-
tes, y muchas veces gorro digno de los mejo-
res inviernos nórdicos. Todos vestían ceremo- Ilustración: Silvana Giraldo
niosamente, con trajes oscuros, como en las
novelas de García Márquez, y se respiraba un
aire de convento. Las iglesias y sus campanas

H
seguían siendo el centro de la vida citadina,
y la existencia de las cofradías religiosas ha- ace casi veinte años llegué menos no había sido lo suficientemente Bastaba con pasearse por las aceras raí- tal desolada, pero una postal con rui-
cía vigente la vida de la Colonia a finales del a La Habana por primera opíparo para inducir al sueño. das de Centro Habana, La Víbora o El do y despelote. En coma, pero viva.
siglo XX. El mestizaje era poco. Los blancos vez. Llevaba tres o cuatro Estábamos en el pico del “Período es- Vedado, o asomarse a una de las venta- Nada les iba a impedir pavonearse como
eran blancos así no tuvieran con qué ponerse días en Cuba, pero había pecial”, que fue el nombre oficial con el nas permanentemente abiertas de las un pez dorado de aguas tibias en una
dientes postizos o hacerse tratamientos den- ido directamente del ae- que se nombró a los años siguientes a la fachadas descoloridas, para ver cómo pecera, a pesar de que no tuvieran a
tales. Los indios, también muecos, iban y ve- ropuerto a la escuela de cine donde vi- caída de la Unión Soviética y la respec- la gente se refugiaba a la sombra de la dónde ir.
nían por las calles pavimentadas que creían viría gracias a una beca: una burbuja tiva finalización de ayudas para el go- precariedad. Ahorraban las calorías que O bueno, sí tenían a dónde ir, pero era
forradas en piedra, como cuando los quilla- maternal que iba a amortiguar el aterri- bierno cubano. La escasez, para llamar consumiría sin piedad una salida a la una opción extrema.
cingas tributaban al inca poderoso y lejano. zaje con comodidades evidentes. Mi pa- las cosas por su nombre. Hubo recortes calle con un termómetro estancado en En el verano de 1994, mientras adelan-
Pasto se había caracterizado históricamente seo solitario por la capital sería el pri- en la comida, los productos de aseo, el los cuarenta grados centígrados. taba los primeros tanteos en lo que se-
por ser la ciudad en donde los españoles resis- mer contacto verdadero con la isla. combustible y todos los rubros que no Y aun así sonreían. Y aun así se las arre- ría mi hogar durante dos años, tuvo lu-
tieron hasta mucho más allá de la fecha oficial No era un domingo, pero era domingo. cubría la producción nacional, dedi- glaban para cruzarse en espacios públi- gar la última crisis de los balseros. El
de independencia. Fue en Pasto donde quisie- Lo primero que me llamó la atención cada casi por completo al tabaco y a la cos, que en últimas eran todos, con la gobierno, ya fuera por estrategia o por
ron matar a Antonio Nariño, el gran precursor fue el estancamiento de la ciudad en caña de azúcar. necesidad ineludible de comentar a vo- un ataque de hastío, había eliminado los
de nuestra liberación. Fue en Pasto, la ciudad un día de ocio permanente. El aire so- Los cubanos, dependientes de la libreta lumen elevado chismes, nimiedades y controles de salida de sus ciudadanos
del mítico Agualongo, donde nunca quisieron porífero, la ausencia de vehículos en las de racionamiento controlada por el Es- lugares comunes en tono musical. Eran por vía marítima. Que aquellos que qui-
a Bolívar, y desde donde el señor Sañudo es- avenidas y el sol de julio en una caní- tado, vieron cómo sus alacenas adqui- los condimentos cotidianos que no en- sieran irse, lo hicieran. El cómo era un
cribió la más grande diatriba que se haya es- cula de prolongación insólita me daban rieron el mismo aspecto de la ciudad: contraban en ninguna bodega de distri- problema de cada quien. Miles de cu-
crito contra el Libertador. Fue allí mismo don- la sensación de haber salido a la calle a un aire de fotografía vieja en sepia, con bución. La obstinación del carácter cari- banos se hicieron a la mar sobre cual-
de planificaron y mataron al Mariscal Sucre, la hora de la siesta general después del rincones desgastados y plataformas va- beño los libraría de cualquier parecido quier adminículo que prometiera una
el hombre llamado a suceder a Bolívar. Rea- almuerzo. Pero no existía, casi en nin- cías que apenas se sostenían en pie gra- con las imágenes que hoy en día se es- flotación prolongada. La gente impro-
cios a modernizarse, orgullosos de no haber gún comedor, el tal almuerzo. O por lo cias al apoyo de un esplendor pasado. capan de Corea del Norte. Era una pos- visó embarcaciones con armarios, col-
34 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 35

III IV
Bienvenida en Mitú
por E D U A R D O E S C O B A R
Ilustración: Cachorro
chones cercados por llantas, carros de-

U
venidos lanchas y un amplio rango de
vehículos aspirantes a convertirse en
una flota que habría sido cómica de no n error repetido de Gonzalo compli-
haber resultado tan triste después de có las cosas e hizo cierta una vez más
un segundo pensamiento. la sentencia cínica según la cual toda
Hordas huían del desabastecimiento, buena acción tiene su castigo. Todo iba
que ya alcanzaba niveles míticos, y de sobre ruedas. Estuvo bien el aterriza-
un cambio monetario con una dispa- je en el precario aeropuerto de Mitú, el cielo ardía
ridad histórica por la que un dólar lle- como era debido, y el policía amarillento que nos se-
gó a costar 126 pesos cubanos. Se de- ñaló con ademán sonámbulo la dirección del hotel
cía que en La Habana ya no quedaban que nos habían recomendado estuvo dentro de lo
gatos porque se habían convertido, a previsible. También el aspecto del hotel, cuyo aviso
la luz de las circunstancias, en un su- de lata irradiaba sobre la fachada de la iglesia dia-
culento manjar. Los mitos alimenticios gonal a la alcaldía. Todo marchaba bien. Además, el
decían que en las pizzas que uno podía vuelo en la máquina de dos motores acezantes había
comprar subrepticiamente en la calle resultado menos movido y tedioso de lo que esperá-
el queso era reemplazado por condones bamos, apacible sobre la inmensa, misteriosa selva
derretidos. Semanas después, cuando las húmeda con manchas amarillas de guayacanes en
carencias se relajaron y dejaron respi- flor. Pero las cosas son como son. Y un sutil gesto re-
rar un poco, cuando la moneda nacio- petido puede desencadenar una pequeña catástro-
nal empezó a encaminarse hacia los 26 fe, o una cómica conmoción, según se mire.
pesos por dólar en que se estabilizaría Yo había recibido en octubre una carta de Gonzalo
unos años, incluso escuché que un amigo como todas las suyas, prolija de filosofías, reflexiones
había visto cocer la melena de una tra- y quejas existenciales, amén de una posdata ador-
peadora a fuego lento, sumergida en nada con dibujos de su novia Angelita –mariposas,
salsa de tomate, para confeccionar falsa conejos y zanahorias creciendo en un zapato–, don-
carne de hamburguesa que se vendería de me proponía que lo acompañara a pasar las va-
bajo cuerda y llevaría a más de uno al caciones de diciembre en Mitú con su nueva aman-
hospital. te inglesa. Acepté sin pensarlo mucho. Mitú perte-
Llegó a decirse que el descontento ha- necía a la topografía de los ensueños de mi niñez
bía llegado a su límite y que en un solar desde mi estadía en el seminario, donde el lugar se
en el corazón de La Habana había des- mencionaba con frecuencia. Allá se habían abierto
pertado el germen de una protesta que las primeras misiones de la comunidad y llegaban
amenazaba con convertirse en asonada. noticias que nos entristecían o nos alegraban: un
La primavera cubana se gestaba en un misionero que se ahogaba en una cachivera y era
verano intenso, donde se dependía tan- devorado por las pirañas bajo los ojos impotentes
to del vaso de agua que pudieran rega- de sus acompañantes, las estadísticas de los bauti-
larte que quien no medía bien sus pasos zados del semestre, las fotografías de la inaugura-
y su rumbo corría el riesgo de terminar ción de un albergue para los huérfanos de las víc-
como una lagartija seca en medio de la timas de las caucheras, el relato de algún milagro
nada. Se rumoró que la obediencia iba obrado por un hermano o de un leproso que quedó
a resquebrajarse y que Fidel en persona, como nuevo después de una imposición de manos
con una aparición repentina en esa calle en nombre de Francisco Javier, o la noticia de una
de Centro Habana, terminó convirtien- lluvia invocada en las rogativas presididas por el vi-
do las voces de descontento en loas a su cario apostólico, que ponía fin a una sequía impla-
gestión y en salvoconducto de pacien- parecían a las cometas que en los festivales de agos- do eterno, quien le cantó de todas las formas po- cable que había secado el río…
cia, porque todo iba a cambiar, era cues- to en Colombia pierden su color cuando se alejan sibles en La Habana para un infante difunto, cuyas Yo me sentía feliz camino al hotel. Gonzalo arras-
tión de resistir. para emparentarse con mosquitos distantes recorta- palabras yo entendía a pesar de haber conocido a la traba un maletín de cuero color miel y llevaba col-
¿Era verdad todo esto? Había quie- dos contra el telón azul. Era un espectáculo curioso, momia que llegada la noche se iba a cubrir de penum- gada una mochila arhuaca. Angelita lo seguía con
nes juraban por su santa madre que sí, y una vez que se caía en la cuenta de que allí iba gen- bras, tal como lo haría una prostituta encomendada su guitarra bajo el brazo, un morral de soldado y
pero lo hacían en voz baja, sin mencio- te jugándose su porvenir, no dejaba más opción que al maquillaje y al claroscuro: una red de hilo donde cabían el mundo entero y una
nar nombres propios, como se acostum- encogerse de tripas y pecho para desearles la mejor “Pero la fosforescencia de La Habana no era una luz piña. Y yo me demoraba detrás, contemplándolos
braba entonces para cuidarse de los oí- de las suertes. Ellos se iban y yo llegaba. ajena que venía del sol o reflejada como la luna: era agradecido por el regalo y recordando las líricas ra-
dos vigilantes. En todo caso no había Se dice que por esos días 36 mil cubanos se arrojaron una luz propia que surgía de la ciudad, creada por zones que le había expresado a Gonzalo en la car-
cómo comprobar la veracidad de las al mar, pero esta no pasa de ser una cifra tentativa, ella, para bañarse y purificarse de la oscuridad que ta donde aceptaba irrevocablemente su invitación,
versiones, porque en Cuba hay cosas so- un cálculo que especula una media entre quienes quedaba al otro lado del muro”. tranquilizándolo para que no fuera a pensar que iba
bre las que nunca habrá certeza. Lo úni- salieron y quienes llegaron. Cifras cruzadas de dos Hace un par de meses regresé. Gracias a la gasolina a lanzarme en las jetas de los caribes para alcanzar
co que puedo asegurar es lo que vi. Pre- gobiernos con intereses enfrentados. Lo único cier- venezolana pululan en la calle motos y carros con el cielo de mi infancia aunque fuera tardíamente. Él
sencié la huida de cientos de balseros to es que nunca volví a ver las aguas del malecón el ronroneo delator de los motores viejos. La gen- conocía mi estado espiritual rayano en lo místico.
mientras caminaba muchas cuadras, tan frecuentadas por embarcaciones. te tiene celulares con planes de consumo absurdos Puedes estar tranquilo. Hace tiempos renuncié a la
hirvientes como una plancha de comi- Cuando regresé a mi burbuja ese primer día, a pe- y limitados que les permiten llevar sus gritos espon- idea del martirio.
das callejeras en Medellín, en busca de sar de los desesperanzadores brochazos iniciales táneos más allá de la calle de enfrente. También, Al final de la pista del aeropuerto había un peque- orilla opuesta bajo el resplandor del medio día ya último escollo. Un coronel estuvo de acuerdo en
una “Diplo”, como se les llamaba a los de exploración, había paladeado la presencia de como producto de la política del “cuentapropismo”, ño cementerio. Tres toros brahman y una vaca San- los había visto en un sueño de impúber. financiar nuestro viaje, pero otro se mostró re-
minimercados supuestamente para di- algo muy grande, de una de esas ciudades seguras abundan los negocios que ofrecen pizza cubana, tan ta Gertrudis pastaban entre las tumbas despreocu- Gonzalo y yo nos habíamos cruzado media do- ticente y juzgó que la invitación contradecía los
plomáticos, que eran de los pocos luga- de su historia, que sin importar la decadencia siem- parecida al pan, con queso de verdad y sin riesgos padas, alinderadas con botellas clavadas por el pico. cena de cartas calibrando los tiempos del viaje reglamentos de la aerolínea. Gonzalo se com-
res donde se podía comprar algo fuera pre tendrán aires para presumir, para dejarnos bo- de ingredientes profilácticos diseñados para otras A la izquierda, la selva maravillosa y cruel. Al frente se y estableciendo las fechas, como dos niños que prometió a reseñar el viaje en sus crónicas de
de las tiendas de los hoteles, y donde el quiabiertos a quienes nacimos y crecimos en plazas comidas, de modo que no hay mucho peligro de mo- veía el andar el río ancho, ocre y lento. La campa- planean un milagro o una pequeña porquería. prensa para vencer su resistencia. Había escrito
aire acondicionado proporcionaba un advenedizas. La Habana era una hembra alfa dopa- rir de sed o hambre en la calle. Es más, vi un par na de la pequeña iglesia tocaba un ángelus afónico. Hablamos de las cosas que deberíamos llevar: en la revista Cromos una serie de artículos sobre
oasis pasajero en una ciudad que en ese da que, aunque melancólica, al mínimo descuido de gatos caminando a su aire sin amenazas eviden- Y la capital del Vaupés, una aldea entonces, ofrecía “no traigas libros, vamos a asolear los ombligos la Armada después de un viaje a Puerto Rico en
momento no tenía nada más para ofre- de sus carceleros podía levantarse y reclamar con tes de predadores. Sin embargo, la sensación de do- un aire extraño con las ventanas cerradas para evi- lejos de las putas razones”, me dijo él, y yo le dije el buque Gloria, y prometió que haría otros so-
cer que una fotogenia inigualable. naturalidad los títulos que había dejado en espera. mingo perenne permanece. tar la exhalación de la manigua. El río me pareció “no olvides comprar la Benerva para ahuyentar bre las Fac y los territorios nacionales, como se
Si bien el malecón no era el puerto de Detrás de esos edificios ruinosos, de la pintura ara- Detrás de los afeites superficiales continúa anuncián- menos imponente de lo que había imaginado. Siem- los mosquitos”. Y ahora estaba frente a esos te- llamaban entonces esas vastas extensiones del
partida ideal, desde allí pude ver cien- ñada por el salitre y la brisa, esperaba su nuevo lla- dose el monstruo agazapado. El kraken de vanidad y pre me sucede con las cosas que he anhelado mucho. rritorios que resumían para mí la noción terrible abandono donde los aborígenes aún comían gu-
tos de balsas improvisadas entregarse a mado a la corte como una soberana consciente de de arrogancia merecidas permanece a la espera de su Así me pasó con la Estatua de la Libertad. Y con el de una felicidad hecha de abnegaciones, olvida- sanos y estaban cundidos de piojos, y donde los
la deriva. Probablemente habían levado la belleza que le corresponde por linaje. La ciu- revancha. ¿Lo alcanzaré a ver algún día? Ni idea. En mar agrio que me decepcionó tanto cuando lo vi la da y recuperada. rolos y los colonos antioqueños los envenenaban
anclas desde Cojímar. En la distancia se dad que maravilló a Cabrera Infante, su enamora- Cuba hay cosas que nunca se saben con certeza. UC primera vez en Cartagena, enorme charco inquieto Cuando los militares de Satena le entregaron los con sancochos festivos y los cazaban por diver-
revolviéndose sobre sí mismo. Pero de cualquier ma- tiquetes de avión, Gonzalo me escribió la más ju- sión como hacían con los borugos y los gurres.
nera el río me pareció hermoso. Y los ranchos de la bilosa de las cartas de la serie. Había sorteado el Gonzalo publicaría más tarde, en la revista del
36 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 37

IV El general de Santa Anna


y la deuda del dulce
por H E R N A N D O G O N Z Á L E Z
Ilustración: Verónica Velásquez

nadaísmo, un documento pavoroso, de


tono sartreano, sobre las matanzas de
guahibos. Amaba mucho a los que solía
llamar, con un neologismo secretamen-
te contradictorio, nativoamericanos.
El avión se retrasó por motivos incógni-
tos, pero lo aceptamos de buena gana.
Como no nos quedaba bien protestar
con unos pasajes de cortesía, nos pusi-
mos a disfrutar la demora tomando tin-
to en las cafeterías de Eldorado. Ha-
blando mistiquerías caminamos por los contagiado por su novia nueva, nunca
pasillos, miramos sombreros en los al- se acostumbró a las aventuras aéreas.
macenes de artesanías. Ángela com- “Los hombres, hermano, no estamos
pró una cachucha de beisbolista y una hechos para volar, porque no somos án-
ruana a cuadros, y Gonzalo aprovechó geles ni pájaros”. Pero la sonrisa de es-
para mostrarme los cuchillos de monte- cepticismo que emitió no disminuyó la
ría que había traído. Eran esos tiempos alegría de saber que al fin íbamos rum- con un sombrero de corcho. Ángela es-
confiados en los que un cuchillo en un bo a Mitú. trenó su cachucha de beisbolista. Y abri-
aeropuerto no te ponía bajo sospecha Y entonces surgió, de entre las piedras, mos la puerta del hotel, y nos topamos
de militar en una secta de musulmanes cuando dejábamos atrás el cementerio, con un tumulto de indígenas que se mo- y nos salían al paso de los rastrojos y sal-
avionicidas. Yo husmeaba en la vitrina un muchacho indígena que me dijo a vieron hacia nosotros como un solo ani- taban en las encrucijadas de las peque-
de una librería. Gonzalo me recordó que quemarropa: “gringo, dame una mone- mal amenazante. Gonzalo regresó sobre ñas veredas de la selva que desemboca-
habíamos prometido no llevar libros. Y da”. Y yo me hice el sordo. Pero Gonzalo sus pasos, aterrado. “Yo no sabía que la ban en las calles estrechas.
yo callé que de todos modos llevaba uno era como era y buscó en sus bolsillos y fama del nadaísmo había llegado hasta Cuando ya desesperábamos, el brujo
de Cornelio Agripa entre mis calzonci- le dio un puñado de monedas. Y cuando aquí”, dijo, con ojos de espanto. Estaba que habíamos ido a buscar, y que nos
llos por si las moscas. estábamos a punto de hacer nuestro su- harto de que la gente le arruinara sus va- leyó el alma, de veras, nos ofreció un
Ángela llevaba en el estuche de la gui- doroso ingreso en el hotelito, otro mu- caciones en todas partes preguntándole rancho en las afueras para que pudiéra-
tarra, entre dulzainas y panderetas, chacho igual se nos acercó y con la mis- qué era el nadaísmo y con qué se comía mos escapar del asedio mendicante de
unas galletas de chocolate que le había ma insolencia del otro repitió: “dame eso, o pidiéndole un artículo para pre- los hijos de los dioses precolombinos. Y
enviado su madre, corista de una igle- una moneda, gringo”. Y Gonzalo va- sionar por la construcción de una carre- nos instaló en una troje de paja recién

U
sia anglicana en los suburbios de Lon- ció el último bolsillo de su chaqueta de tera o una escuela. Buscamos una salida hecha, aromática a maderas nuevas,
dres, y las consumimos mientras el yin con pajaritos bordados por su mu- de emergencia que no existía. Doña Ce- junto a un chiquero donde unos cerdos n militar mexicano que mu- aunque el venezolano solo vivió la mitad de tropa se disfrazaron de frailes, convocaron
monstruo anacrónico de dos motores jer. El muchacho miró su porción sobre cilia salió a indagar la causa del amon- hocicudos echaban por las noches unos rió pobre y ciego, al cabo de los años del otro. En algunos libros citan La a misa, secuestraron a los asistentes más ri-
era preparado en la pista para el rugir la palma de la mano, dio media vuelta tonamiento. Y regresó con la noticia: no pedos magníficos que alimentaban la una carrera política de cuaren- Habana, y no Jamaica, como el lugar de exi- cos y les exigieron elevadas sumas por su li-
y el retemblar de latas, y para esqui- y se alejó sin dar las gracias, empuñan- se irían hasta que todos no tuvieran una combustión de las estrellas mientras los ta años de glorias y frustracio- lio de Antonio López de Santa Anna luego beración. Así financiaba sus campañas.
var –de bajo vuelo como era– las ban- do su tesoro. Y nosotros entramos en el moneda como sus compañeros. murciélagos les exprimían las orejas. nes, tuvo un notorio papel en de ser derrocado de su última presidencia, No era la primera vez que el general nego-
dadas de loros y los ávidos gavilanes hotel de doña Cecilia, una mujer gorda Al fin, hubo que mandarle una razón al Fue entonces, supongo, cuando a Gon- los inicios de la goma de mascar, hoy en día en 1855. Las islas son el refugio de los cons- ciaba con los gringos. Años atrás les había
congelados en un punto del cielo sobre y alegre que había sufrido mucho y ha- padre Arango, el párroco. Este vino vo- zalo se le ocurrió ese poema que dice: una colosal y millonaria industria. piradores y los aventureros. vendido La Mesilla por siete millones de pe-
las polladas. Los pasajeros nos acomo- bía sido prostituta y enfermera y conce- lando, y con una reprimenda en tucano “Éramos reyes y nos volvieron esclavos. Al leer la historia del chicle la imagen del Los biógrafos consideran que la injerencia sos. Una ganga. Si había privado a su nación
damos en bancas de madera, como las jal no sé dónde. Se le notaba. o siriani o tunebo o vaya usted a saber Éramos hijos del sol y nos consolaron general Antonio López de Santa Anna se ve de López de Santa Anna en el negocio de de una parte de su territorio, bien podía lu-
de los parques de los pobres, adosadas a Nos bañamos para ir hacia aquello que qué lengua nativa, latín no era, disolvió con medallas de lata. eclipsada por la de Thomas Adams. Mientras la goma de mascar fue episódica; la mayo- crarse de la abundante materia prima que
las paredes del fuselaje y con los forros habíamos ido a buscar, al encuentro del el mitin. Y pudimos salir. Pero el gran […] que el primero cayó casi en el olvido, el se- ría desdeña esta faceta mercantilista y otros ofrecían los árboles nativos. Los gringos es-
de lona verde de los militares. Gonza- brujo que habría de justificar nuestro animal pedigüeño no desapareció, sino Quién refrescará la memoria de la tribu. gundo cimentó una industria que sus herede- la mencionan como una simple curiosidad. tán acostumbrados a las gangas; así obtuvie-
lo dijo uf. Aunque ya había dado la vol- viaje. Gonzalo se colgó su cuchillo de ca- que se subdividió en una partenogénesis Quién revivirá nuestros dioses. ros han fortalecido. En la actualidad, incor- Pero el tornadizo y revoltoso general mexi- ron Luisiana de los franceses y Alaska de los
tereta desde el blasfemo intemperante zador en la pretina y se puso unas abar- espantosa, en un montón de pequeños Que la salvaje esperanza siempre sea tuya, porada a una compañía más grande –la Pfi- cano se alió con Adams durante su exilio en rusos. Y a apropiarse tierras de otras nacio-
hasta el cristianismo de corte puritano cas de trapo. Yo me disfracé de misionero grupos que nos seguían por todas partes querida alma inamansable”. UC zer, con sede en Barcelona–, la firma Adams Estados Unidos, y juntos tuvieron la pere- nes a la fuerza y pagar indemnizaciones irri-
continúa su exitoso curso en el mercado. grina idea de fabricar neumáticos para bici- sorias, como ocurrió con México y Colombia.
A lo largo de su turbulenta vida el general cletas con la savia de un árbol americano: el Thomas Adams aprovechó un cargamen-
Santa Anna sufrió exilios, le amputaron una Manilkara zapota. to de resina que había desistido de utilizar
pierna a raíz de una herida en combate y La empresa fue un fracaso. Sin embar- en la fabricación de neumáticos para hacer
perdió muchas de las batallas que peleó (de go, la exuberante especie nativa ofrece- goma de mascar, un uso que de Santa Anna
hecho disputa el récord del militar que in- ría a los industriales foráneos la clave de había aprendido de los indígenas en Xalapa.
tervino en más batallas); pero también ob- otro éxito capitalista. El general de Santa Y vaya si le dio resultado. Hoy compras un
tuvo victorias y poder. Anna, que solía mascar la savia del árbol, Trident y lo disfrutas cándidamente, ajeno a
Fue presidente de México en varias oportu- y Thomas Adams, que se pirraba por en- la historia de codicia que originó este inven-
nidades. Durante su último mandato, con riquecerse con el perfeccionamiento y la to. Adams tiene un surtido muestrario en
ínfulas de dictador, se hacía llamar Alteza masificación de la goma de mascar, paten- los supermercados, junto a las cajas; mien-
Serenísima. Siempre trataba de figurar. Al- taron y comercializaron una nueva marca: tras haces cola para pagar, se te invita a an-
gunos lo tildaban de persona sin principios. Adams New York Chewing Gum. De San- tojarte de goma de mascar en pastillas o en
Se pasaba de un bando a otro sin ningún es- ta Anna le ofreció a Adams, en calidad de barra. Da lidia resistirse a la invitación. Ac-
crúpulo, velando siempre por sus propios in- proveedor, toda la resina que quisiera del tualmente el chicle se elabora con una base
tereses. En muchos sentidos fue un hombre Manilkara zapota, y Adams se entusiasmó plástica –acetato polivinílico–, pero cuánto
desleal, irreflexivo, miope. Escurría el bulto con la empresa. Manilkara zapota no se escurrió de las ve-
cuando era necesario. Los reveses le daban El general de Santa Anna ya estaba des- nas abiertas latinoamericanas.
fuerzas para arremeter de nuevo y meterse engañado del poder. Había rodado de exi- El general no tuvo un dulce final. Su socio
en la pomada. Vendió a los gringos una par- lio en exilio sin lograr meter mano de nue- del norte se tapó en dinero, mientras él mu-
te del territorio patrio por un precio de risa. vo en los asuntos de México. Escribía artí- rió prácticamente en la miseria. Allá en la
Sin embargo, la vida fue benigna con él al culos desde el destierro para la prensa de muerte quizá tenga suficiente buen humor
permitirle vivir hasta los ochenta años. su país. Se había ofrecido a Maximiliano de para reírse de sus desventuras, como es sa-
Estuvo en Colombia en dos oportunidades, Austria como colaborador y había sido re- bido que hizo en vida, cuando sepultó su
como desterrado. Eran los tiempos de Mos- chazado. Estas fueron las circunstancias de pierna cercenada con todos los honores cas-
quera y Obando, de las patillas, el mostacho y su encuentro con Adams. El general nece- trenses. La crónica de los militares nos brin-
las guerras civiles. En otro destierro recaló en sitaba dinero, pues no podía recurrir a las da cualquier cantidad de excentricidades.
Jamaica, donde años atrás, en la misma con- tretas con que se lo procuraba en su época Mosquera, durante su exilio en Lima, escri-
dición de proscripto, estuvo Bolívar. De San- de mando. Se cuenta que en una ocasión, bió una cosmogonía. De Santa Anna incuba-
ta Anna y Bolívar fueron contemporáneos, luego de apoderarse de un convento, él y su ba sueños de capitalista. UC
38 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 39

Un paseo en el río con Raúl


por M A U R I C I O L Ó P E Z
El día en que la música murió
Fotografía: Juan Fernando Ospina

L
a expresión rock and roll venía del negocio de la música y pocos años
utilizándose en las letras de después murió en la ruina.
rhythm and blues desde fina- Si bien los artistas que promovió Alan
les de los años treinta. Pero fue Freed comenzaron a ser visibles desde
el disc-jockey Alan Freed quien principios de los cincuenta, hay que se-
a comienzos de los años cincuenta acuñó ñalar a 1955 como el año en el que todo
el término para definir la amalgama de comenzó: Bill Haley fue número uno
tres géneros: country western, mains- con Rock around the clock; Fats Domino,
tream pop y rhythm and blues. Esa mix- Jerry Lee Lewis, Chuck Berry y Little Ri-
tura dio respuesta a las necesidades de chard llegaron a los primeros lugares de
una nueva especie, una invención –lla- las listas; Elvis Presley firmó un gran
mada adolescente– que surgía como el contrato con la RCA; Buddy Holly, Gene
reclamo de un mundo agotado tras las Vincent y Pat Boone también firmaron

E
dos grandes guerras del siglo XX. con grandes disqueras; Alan Freed es-
El mundo moderno se había dado el lujo taba en la cumbre de su carrera como
l 31 de diciembre del año 2000 a Raúl Mesa, recibió lo prometido y cuando iba a salir se en- subí al bus y la vi. Ella se quedó mirándome y lue-
de crear un ser ocioso, sedentario, dedi- promotor, y la película Blackboard Jun-
León Pérez Ospina se le rompió el cora- contró con que la puerta estaba cerrada con llave. go volteó la cabeza. Cuando se bajó me volvió a mi-
cado a “formarse” y a consumir, el hol- gle causaba furor entre los adolescentes
zón. Sin haber comido ni bebido en todo “El hombre me dijo ‘desnúdese que lo voy a ba- rar. Yo no le paré bolas a eso pero después la volví
gazán adolecente con el que hoy estamos y consolidaba la nueva cultura rock.
el día, el viejo encontró en su amargu- ñar y me lo voy a comer’. Yo era muy débil como a ver en la misma ruta. Y así pasaron como seis me-
tan familiarizados. Esa mezcla musical Si nos atrevemos a afirmar que todo co-
ra la fuerza necesaria para levantarse, y para enfrentarme con él, así que accedí. Desde en- ses. Siempre nos quedábamos mirando pero ningu-
que Alan Freed comenzaba a difundir menzó en el 55, también tenemos que
empezó a caminar con los ojos cargados de lágri- tonces he tenido muchas experiencias con hombres. no le decía nada al otro. Hasta que me di cuenta de
en su programa Rock and Roll Party fue decir que todo terminó en el 59. En me-
mas y casi muerto de nostalgia. En la calle nadie tiene sexo o género. Todos somos que vivía a pocas cuadras de mi casa, y entonces
bien recibida por el nuevo y vivaz ado- nos de cuatro años semejante furor su-
Su pasado lleno de tormentos y pequeños triun- lo mismo: hermafroditas”, explica con una risa bur- busqué la manera de conocerla a través de amigos
lescente, que buscaba una música con la frió su más profunda crisis: Little Ri-
fos, que en la distancia parecían las alucinaciones lona Raúl, que no sabe si fue un hombre o una mu- en común. Nos hicimos novios y estuvimos a pun-
cual identificarse y que al mismo tiem- chard abandonó la música y se ordenó
de un drogadicto, lo impulsó a seguir su recorrido jer quien le contagió el VIH. Solo sabe que un día lo to de casarnos, pero ella no se presentó en el altar”.
po lo distanciara de las agobiadas gene- ministro de la Iglesia Adventista; El-
a lo largo de la Autopista Norte. Había comenzado golpearon y cayó desmayado; lo recogió la policía Los iba a casar el arzobispo Aníbal Muñoz Du-
raciones anteriores. Entonces comenzó vis atendió el llamado obligatorio del
el día en el municipio de Caldas, y no sabía adónde y lo llevó al Hospital San Vicente, donde le dieron que un 8 de diciembre a las diez de la mañana.
un gran negocio… y todo se distorsionó. ejército y suspendió su carrera; estalló
lo iban a llevar sus pasos. Por el camino pensó va- la noticia. “Desde ese día he intentado suicidarme Cuenta el viejo Leo que ese día prefirió no prender
Alan Freed no solo promovió a las nue- el escándalo de Jerry Lee Lewis por el
rias veces en matarse, pero se acordó de Dios y se cinco veces y no he tenido suerte. Ahora no me im- velitas, pero sí se pegó una borrachera. Todavía la
vas estrellas, también les cobró por su matrimonio con su prima de trece años;
le ocurrió que tal vez había llegado el momento de porta seguir viviendo de esta manera. Ya estoy muy recuerda, y muchas veces se ha cruzado con ella en
parte del trabajo, y llegó al punto de exi- Chuck Berry fue procesado y condena-
orar por sus pecados para encontrar esa redención viejo y veo muy cerca mi final. Para qué apurarme”. el Centro, pero ella no lo reconoce y él prefiere no
gir que su nombre apareciera al lado de do por andar con una menor; y comen-
tan anhelada. Raúl es flaco, alto, casi calvo, y apenas le que- presentársele. “¿Qué le voy a decir, que soy un ga-
la palabra compositor en los créditos de zaron las investigaciones a Alan Freed y
Tenía 39 años y llevaba siete viviendo en la ca- dan siete dientes. Después de una golpiza de la po- mín que se acuesta con otros gamines y que tiene
las canciones. Se marcaba así un rum- demás protagonistas de “la payola”.
lle. Se había graduado de Comunicación Social – Pe- licía hace más de tres años, le quedó una larga cica- sida? Nooo, prefiero dejar las cosas así”.
bo de abusos y engaños en una indus- Pero hubo una razón más, una razón
riodismo en la Universidad de Antioquia, y había es- triz en la espalda que no le permite caminar largas Pero Raúl no es el único con historia en el paseo
tria que todavía conserva costumbres definitiva, para que todo terminara: un
tudiado en Francia para ser chef internacional. Su distancias. “La última vez que caminé largo fue ese del río. “En la calle viven personas que saben has-
similares. Le debemos al señor Freed la pequeño avión se estrelló el 3 de febre-
vida parecía encaminada al triunfo, pero un “demo- 31 de diciembre de 2000. Llegué hasta Bello sin dar- ta tres y cuatro idiomas. Personas que alcanzaron a
popularización de “la payola”, ese pea- ro de 1959, y murieron Big Bopper, Rit-
nio” lo perseguía a todas partes: el bazuco. “Nunca me cuenta. Iba llorando y hablando con Dios. Le pedí ser capitanes de la policía. Hasta don Nelson Arro-
je que aún hoy se le paga al disc-jockey chie Valens y Buddy Holly, quien con
pude dejarlo, nunca quise dejarlo. Conocí las drogas que me sacara de esta vida, que me ayudara, pero yave, quien llegó a ser el mejor cirujano de Mede-
para que ponga o no ponga una canción. solo veintidós años alcanzó a cambiar
en la universidad y me enamoré de esa calma que creo que no escuchó mis súplicas”, dice Raúl, conoci- llín. La calle hay que respetarla por muchos moti-
Ser pionero de ese hábito casi lo condu- el mundo. Los tres músicos participaban
me producía ingerirlas. Probé de todo, pero el bazu- do como ‘El Viejo Leo’ en el paseo del río. vos. Uno de ellos es que sus habitantes somos un es-
ce a la cárcel, en medio de las investi- en el tour Winter Dance Party, una apre-
co era lo mío”, dice Raúl, hoy con 52 años, enfermo Raúl es uno de los casi tres mil 500 habitantes pejo en el que nadie quiere mirarse. Nos dicen des-
gaciones que en su momento se hicie- tada serie de conciertos en veinticuatro
de sida y habitante del paseo del río. de calle de Medellín, según cifras de Bienestar So- echables, pero cualquiera en este mundo puede ser
ron por el turbio manejo que se le daba a ciudades. Los viajes se hacían en un in-
Raúl perdió el hogar el mismo día que perdió a cial, aunque la fundación Maki Wailluna habla de desechable”, dice Raúl, quien se rebusca la comida
la industria musical en Estados Unidos. cómodo bus al que le fallaba la calefac-
sus padres, León Pérez Machado, fundador del Bar ocho mil. En el paseo del río, entre los puentes de haciendo mandados en la Minorista.
Alan Freed y algunos altos ejecutivos de ción. Después de tocar en Clear Lake,
Colón, y Adilfa Ospina Miranda. “Ellos eran los úni-
cos que me toleraban, y por eso cuando murieron
El Mico y San Juan, viven cerca de 900, bajo las ór-
denes de varios caciques sanguinarios. “Por acá la
De día recorre la ciudad o se queda en la Minoris-
ta, y de noche vuelve al río, a ese mundo escalofrian-
las disqueras debieron desfilar frente a por P E D R O V I L L A Iowa, el cansancio acumulado hizo
jueces y fiscales. que Buddy Holly alquilara un peque-
mis hermanos me echaron de la casa para siempre”, gente buena no puede pasar. A ninguna hora. To- te de drogadictos, locos, putas y ladrones: “este es el
Una serie de procedimientos políticos y ño avión Beechcraft Bonanza de cua-
cuenta ya sin tristeza Raúl, pues sabe que su tumba dos los que vivimos en el río somos o hemos sido infierno, pero nosotros no somos más que demonios,
legales alimentaron, a finales del 59, lo tro puestos. El viaje terminó en un frío
será la calle, aunque la herencia de sus progenito- malos. Todos tenemos un ‘bulto’ en la espalda”, ase- por eso no nos tememos los unos de los otros. Si hay
que se convertiría en un escándalo na- investigaciones trataban de sacar del por poner una canción que no considera- campo de maíz, sin sobrevivientes.
res esté por decidirse en los juzgados. “Yo tengo de- gura Raúl, quien ha tenido que blandir el puñal en que matar para vivir se mata, si hay que pichar se pi-
cional. Disqueras y distribuidores pa- juego a las compañías independientes ra buena y aceptó haber recibido “agra- Paul McCartney cuenta que cuando
recho a parte de lo que dejaron mis viejos, pero mis más de una ocasión para defender su vida. cha, si hay que rogar se ruega. Como dice la canción,
gaban a los disc-jockeys para mover a que amenazaban con tomar parte del decimientos” de las disqueras. Por tan un jovencito menor que ellos, llama-
hermanos están tratando de hacerme ver como loco “Para las mujeres de la calle es peor. Acá la que ‘la calle es una selva de cemento’”.
sus artistas en la radio, algunas veces botín. Además de Freed, otra gran figu- honesta y rebelde declaración se ganó el do George Harrison, les enseñó a John
ante la justicia para quitarme todo”. se porta mal o se cree muy fiera amanece viola- A Raúl no le importa el macroproyecto que pre-
en efectivo y otras con regalos y viajes. ra en la que se concentraron las pesqui- odio de sus colegas, perdió su trabajo en Lennon y a él cómo tocar la introduc-
Como habitante de la calle ha sido testigo y pro- da. Ese es el escarmiento. A los hombres los apu- para la Alcaldía para el río, pues si los echan en-
Esta costumbre llamó la atención del sas fue Dick Clark, el Jorge Barón de la la emisora WABC, y su show nacional de ción de That’ll be the day de Buddy Ho-
tagonista de muchos crímenes, como víctima y como ñalan”, cuenta el ex periodista antes de hacer una contrarán otro lugar para acomodarse bajo la luna
congreso de Estados Unidos, cuyo afán televisión norteamericana de finales de televisión en la WNEW-TV fue cancela- lly, decidieron formar los Beatles, sin
victimario. Durante el primer año de su desdicha pausa para respirar. Luego se queda pensando, y y el sol, como han hecho siempre. “En un mundo
era proteger los intereses de las gran- los años cincuenta. Clark contó la histo- do. En diciembre del 62 se declaró cul- sospechar que todo lo que harían ellos
como “indigente” un hombre lo recogió en una ca- tras varios segundos reanuda su charla: “yo tuve lleno de problemas y falto de oportunidades, los
des disqueras: Decca, Mercury, RCA ria con arrepentimiento y salió del proce- pable de recibir sobornos, fue senten- y otros después, y todo lo que hacemos
mioneta, supuestamente para darle de comer y re- un amor”, me suelta inesperadamente. “Se llamaba únicos que no nos extinguiremos somos nosotros y
Victor, Columbia, Capitol y MGM. El so con su reputación intacta. Alan Freed, ciado a una condena suspendida de seis hoy, no es más que el eco de un sueño
galarle ropa. Llegó a una casa en el barrio López de Nancy y la conocí en un bus de Villa Hermosa. Me las cucarachas”. UC
rock and roll había desatado una agre- por el contrario, defendió sus activida- meses y se le impuso una multa de 300 que terminó el 3 de febrero de 1959, el
siva lucha por un nuevo mercado. Las des, manifestó no haber recibido dinero dólares. El daño estaba hecho: lo sacaron día en que la música murió. UC
40 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 41

UNA CASA DE FAMILIA U Reseñas


n fondo editorial es asimila-
ble a una caja fuerte que guar-
da los principales intangibles
de la sociedad. Solo que en es-
tos casos los tesoros están a

L
la vista y son públicos. Es parte de la pro-
a casa es vieja. Está hecha
ducción intelectual de algunos de sus hom-
de concreto, madera y vi-
bres: historia, narrativa, procesos tecnoló-
drio. Es de dos plantas, su
gicos y científicos, poesía, costumbres so-
forma es cuadrangular, sus
ciales. Por eso se dice que una nación son
acabados son perfectos. Tie-
sus libros.
ne arcos, forjas, zócalos, molduras, tex-
Hace tres años nació el Fondo Editorial
turas y detalles artesanales en yeso y
UNAULA y ya tiene un catálogo de más de
cerámica. Vitrales coloridos por los
noventa títulos elegidos bajo criterios de
que se filtra el sol. Un vestíbulo con
calidad académica, pertinencia y origina-
un gran ventanal en cuya superficie
lidad. Libros rescatados de un olvido mo-
de vidrio se dibuja un árbol blanco. Colombia contra el derecho internacional.
mentáneo y libros recién creados. Obras de
Un patio con una fuente de azulejos y Fallo de la Corte Internacional de Justicia
los pioneros y de los memoriosos.
jardines en las cuatro esquinas. Una sobre el litigio Nicaragua-Colombia.
Ofrecer lecturas gratas, propiciar la re-
escalera sinuosa con minuciosos de- UNAULA, 2013.
flexión, incitar, contradecir, buscar un li-
talles tallados en la madera: ribetes,
bro que sea una razón y un reto son algu-
espirales, curvas. Las mismas espi- Los periódicos nos dejan el mapa del supuesto des-
nas de los motivos que mueven al editor y a
rales y curvas de las forjas. La misma pojo y la indignación. Los noticieros entregan las
la imprenta. Un pequeño anaquel del Fon-
curva en la que se desliza la fachada declaraciones de los ex presidentes. Ramón Elejalde
do Editorial UNAULA para sus lectores. UC
para suavizar la esquina donde está, Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Arbeláez, el autor, nos da una idea completa de un
ese lugar lleno de gente, carros, humo pleito viejo con decisiones y actores políticos nue-
y ruido donde se encuentran la calle Es nuestro primer universo. Es realmente un cosmos. vos. Se lee completo en el vuelo a San Andrés.
Caracas y la carrera Sucre, una cua- Gaston Bachelard
dra arriba de la esquina suroriental
del Parque Bolívar.
En la fachada de la casa hay un logo
forjado donde dice, alrededor de un li- traron la intención, y durante cerca Las reuniones con asociados y del deración) también era apropiado. Una
bro abierto, Confiar en la Cultura, ese de tres años, antes de convertirse en Consejo de Administración. Los en- Sala de Juntas Francisco Luis Jimé-
concepto surgido para abarcar lo he- la Agencia Sucre, fue destinada a ac- sayos, reuniones y encuentros de co- nez, “un homenaje muy justo a todo lo
cho durante tantos años en favor de tividades y eventos, entre ellos los de lectivos, oenegés y demás organiza- que significó ese señor para la historia
la ciudad y sus expresiones. Desde la Arco Iris, programa infantil y juvenil ciones cercanas a Confiar, “recono- del cooperativismo colombiano, pues
puerta de vidrio, ubicada después de –lúdico y educativo– de la Fundación ciendo que somos celosos, pues no a fue realmente un líder extraordinario”.
un pequeño zaguán, se ve, en la pa- Confiar. Durante ese lapso se hicieron todo el mundo se le puede prestar la Y en todas las paredes, cuadros de la
red del patio, otro logo también for- allí cometas, manualidades y bailes, y casa”, como dice el gerente. exposición fotográfica de Carlos Sán-
jado con el nombre de la Cooperativa en el vestíbulo se presentó por prime- En la casa hay un piano de cola que chez, quien por muchos años ha esta-
que ahora la preserva: Confiar. ra vez el semillero de teatro conforma- Teresita Gómez tocó en un recital. Un do al frente de la imagen de Confiar,
La casa mide cerca de 700 metros do por niños de la Gran Familia. rincón aromático donde hacen masa- una suerte de oda al trabajo, como la
cuadrados. Fue construida en 1947 Por esos años el gerente visitó Argen- jes y demás terapias. Una biblioteca misma casa, en una de cuyas placas
por encargo de Ernesto Moreno, un tina, y en la calle Corrientes se topó con pocos pero selectos títulos, diez- reza que “su conservación es un reco-
señor de una familia muy pudiente con un edificio de más de 4.500 me- mados desde la donación que hizo nocimiento a la creatividad y el traba-
que un par de años atrás, en 1945, tros cuadrados, el Centro Cultural la Cooperativa al Instituto Cerros del jo del artesano, el alfarero, el ebanis-
había encargado construir el Tea- de Cooperación Floreal Gorini, crea- Sur en Ciudad Bolívar, la localidad ta, el herrero y el diseñador”.
tro Lido a los mismos que diseñaron do en 1998 por el Instituto Moviliza- bogotana. Una escultura de Pedro En la casa hay actividades todos los
la casa, la firma de arquitectos Vieira, dor de Fondos Cooperativos (IMFC) Nel Gómez llamada Colombia, par- días. Charlas, conferencias, concier-
Vásquez y Dothée; los mismos que para el cultivo de las artes y la inves- te de la serie Las Américas Unidas de tos, recitales de poesía, lanzamientos
habían hecho, en 1941, la casa del tigación y formación en ciencias so- la que el artista dejó apenas algunos de libros, pequeñas obras de teatro.
padre de don Ernesto en la esquina ciales. Fue entonces cuando el “Guar- modelos en yeso, vaciada por Con- Como doña Flora, la gente que tiene
nororiental del parque. En esa épo- dián de las pequeñas cosas” –como fiar en bronce dos veces, una para el ojos para ella y la conoce de antes a ve-
ca la élite todavía levantaba sus quin- reza esa placa en la entrada de la ge- museo y otra para la casa. Dos pla- ces se detiene, la admira, pregunta de
tas de patios y balcones en el parque rencia– concretó la idea de hacer de cas, una de la casa y otra de los Pio- quién es ahora, si la pueden recorrer,
con Catedral, mucho antes de que el la casa una sede cultural de Confiar. neros de Rochdale (Inglaterra, 1844) si la fuente funciona y se puede encen-
sector se convirtiera, como dicen por En 1997 fue restaurada y adaptada a que dice: “En cualquier país los igno- der. Alrededor de esa fuente se sientan
sus nuevos fines, aunque más tarde, rantes no se fían de nada, no conocen los empleados a recordar qué signifi- Población y censos en Colombia.
ahí, en el pegado que los ricos le de-
a finales de la década, la crisis nacio- más que el dinero sonante. El espíritu caba antes el patio, el agua que corre Desde la Conquista hasta el
jaron a los pobres.
nal del cooperativismo los puso fren- suele ser miope como el ojo y enton- y convoca, porque “todos los días nos siglo XXI, UNAULA 2013.
Un día doña Flora Moreno, una seño-
ra de 83 años, hija de don Ernesto, te a la perspectiva de venderla. La ces hace falta una especie de telesco- confinan a espacios más pequeños”.
Agencia Sucre cerró, la casa se con- pio para aumentar el poder de la vis- La casa es vieja pero se mantiene Contar es una manía y una necesidad.
pidió entrar y verla y se asombró gra-
servó pero fue alquilada a varias coo- ta y del espíritu. La experiencia ha de- viva y bella. Es una sobreviviente de Desde siempre ha sido importante cal-
tamente por el estado de la edifica-
perativas del Oriente antioqueño du- mostrado que la cooperación es pre- la miopía que gobierna la ciudad, “ex- cular el número de la tribu, saber el ta- Manual práctico de cocina para
ción. “Me descrestó, en el sentido de
rante un par de años, hasta que en cisamente ese instrumento necesa- presión –dice el gerente– de ese Con- maño de los súbditos, agrupar a los par- la ciudad y el campo. Tomo I: Sal.
que la tienen muy bien tenida”, dice
2004 –redondeada la idea, mejora- rio para millones de individuos”. Un fiar que quiere estar cercano a la gen- tidarios, armar la lista de los posibles Tomo II: Dulce.
la señora, que llevaba cincuenta años
dos los aires– fue llamada Casa de la Salón de la Templanza, por los mis- te”. En esta ciudad el cooperativismo deudores. El libro de Gabriel Poveda Medellín, UNAULA, 2013.
sin entrar en ella. Allí vivió doña Flora
Cultura y la Cooperación y convertida mos Pioneros –así se llamaba uno de tiene nombre propio, un nombre que Ramos nos entrega el panorama com-
con sus papás y una hermana duran-
en un lugar sin cajero pero con músi- sus lugares– y porque al místico de la se ve desde afuera, en un logo en la pleto del crecimiento y movimiento de El primer libro culinario publicado en
te dieciséis años antes de migrar, con
ca. Ahora se desarrollan allí todos los cooperativa le pareció que el mensaje pared del patio, alrededor de la hor- gentes en eso que los límites llaman re- Antioquia. Elisa Hernández, su autora,
los demás de su clase, al barrio Pra-
cursos de capacitación y formación del tarot (símbolo de la alquimia, refe- miga –también forjada– que recorre pública. En cada página dan ganas de habla de vinos y chichas, de salsas fran-
do. Allí cuidó doña Flora la larga en-
de los empleados de la cooperativa. rente al equilibrio, la equidad, la mo- la ciudad desde hace tantos años. UC señalar un dato. Dejamos dos: En 1905 Al hilo del cuento. cesas y mazamorras, de los manteles y
fermedad de su mamá, allí se casó.
Villavicencio tenía 3315 habitantes. Los UNAULA, 2013. las bateas. Un recetario que circulaba
De allí tuvo que irse por las noches
Indígenas más numerosos antes de la en “los costureros de las ‘titinas’ y luego
una temporada, cuando alojaron al
llegada de los españoles (guambianos, Historias que comienzan y terminan pasó a manos de las incondicionales y
cardenal italiano Clemente Mícara,
paeces, quillcingas y cuarquires) suma- en la misma página. Escritas por Jaime amables cocineras”. El arte de poner la
de visita en la ciudad para el Congre-
ban 136.000. Jaramillo Paneso. mesa o prender el fogón de leña. Un li-
so Eucarístico, pues nadie podía dor-
mir en el mismo lugar que la majes- bro para la cocina o el sofá.
tad. En esa época la casa tenía tam- El motociclista transporta los
bién un oratorio donde gracias a la medicamentos para un enfermo
rosca de la familia con la curia se re- hospitalizado. El médico alarmado
zaron muchas misas. En 1963 la ven- por la fractura craneana pide a las
dieron y se llevaron la fuente original, enfermeras entregar la orden de
que desde entonces ha pasado de transfusión de sangre a los parientes. Y
una generación a otra. ordena devolver a la farmacia las drogas
Una década después la casa cambió medicinales que portaba el accidentado.
otra vez de dueños, y en 1994, ya algo
deteriorada, la compró Confiar, con la
idea de preservarla para que no fue-
ran a demolerla y a levantar allí un edi-
ficio, aunque desde 1991 había sido
declarada bien de interés cultural e in-
cluida en el Plan Especial de Protec-
ción Patrimonial Municipal. Iba a ser
sede de la Dirección General, pero las
restricciones para modificarla frus-
42 UC número 50 / octubre 2013 número 50 / octubre 2013 UC 43

x 10

>> La huella limpia que deja cada nuevo ejemplar de UC comienza a moldearse en la
imaginación de nuestros lectores desde que arrancan a trabajar las rotativas de
La Patria, en Manizales. Al cuidado de nuestros amigos y aliados de la división de
impresos comerciales, el periódico prueba el papel. En el número 50, luego de
cinco años de trabajo conjunto, queremos decirles muchas gracias:

porque la tinta todavía jala.

Porque Universo Centro siempre deja buena impresión.

Carrera 20 # 46- 35 Teléfono: (6) 878 17 00 E-mail: lapatria@lapatria.com


CONTACTOS. MANIZALES PRINCIPAL:
Oficinas en Bogotá, Medellín y Manizales.
THAT’S THE STORY OF MY LIFE
That’s the story of my life
That’s the difference between wrong and right
But Billy said, both those words are dead
That’s the story of my life Lou Reed 1942 - 2013

También podría gustarte