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INTRODUCCIÓN A LA FRASEOLOGÍA ESPAÑOLA

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AUTORES, TEXTOS Y TEMAS
LINGÜÍSTICA
Colección dirigida por Carlos Subirats

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Mario García-Page Sánchez

INTRODUCCIÓN A
LA FRASEOLOGÍA ESPAÑOLA

Estudio de las locuciones

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Introducción a la fraseología española : Estudio de las locuciones / Mario
García-Page Sánchez. — Rubí (Barcelona) : Anthropos Editorial, 2008.
527 p. ; 24 cm. (Autores, Textos y Temas. Lingüística ; 6)

Bibliografía p. 455-523
ISBN 978-84-7658-867-3

1. Fraseología 2. Lengua española - Fraseología I. Título II. Colección


811.134.2’373.7

Primera edición: 2008

© Mario García-Page Sánchez, 2008


© Anthropos Editorial, 2008
Edita: Anthropos Editorial. Rubí (Barcelona)
www.anthropos-editorial.com
ISBN: 978-84-7658-867-3
Depósito legal: B. 14.585-2008
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(Nariño, S.L.), Rubí. Tel.: 93 697 22 96 / Fax: 93 587 26 61
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INTRODUCCIÓN

¿Qué es la Fraseología? O, lo que, en cierto modo, es lo mismo, ¿qué unidades son


el objeto de estudio de la Fraseología? Ésta es la gran pregunta que se plantea en este
libro, la que subyace a toda la teoría expuesta, la duda que asalta cada capítulo.
Esa gran duda engendra —o compendia— un proceloso piélago de dudas, que, con
nuestra humilde barquilla, nos proponemos navegar, no sin cierto temor al naufragio.
Son muchas las marítimas dudas —oceánicas, a veces— que creemos despejar, mu-
chas las que creemos haber convertido en certezas o, cuando menos, reducido a dudas
fluviales, pero algunas tal vez —acaso por el color de los cristales que las contemplan—
se resisten a resolverse y quedan colgadas en el aire, en vilo, esperando..., esperando
otro intento, esperando (otra) respuesta (véanse especialmente los caps. 2-4).
En los estudios de Fraseología se han propuesto, por un lado, diversas ideas acerca
del estatus categorial de la Fraseología: ¿es una disciplina autónoma con todas las de la
ley, absolutamente legítima, o es una rama auxiliar o gregaria de un árbol frondoso, de
tronco acaso inmensurable?; ¿cuál es ese árbol?, ¿la Lexicología, por ejemplo (como ha
venido sosteniendo una teoría dominante hasta hoy día, alegando la hipótesis de la
paráfrasis léxica, del significado unitario, equiparable al de la palabra)?
Que el estudio de una locución pueda ser abordado desde un punto de vista léxico,
o semántico, o morfológico, o sintáctico, o fónico, o pragmático, o textual..., no parece
que deba constituir un argumento suficiente para suponer que la Fraseología es una
«ciencia» interdisciplinar y, consecuentemente, sin entidad, sin independencia. La exis-
tencia misma de unidades propias (p.ej., las locuciones) ya sería razón suficiente para
probar lo poco acertado de la propuesta. Pero, ¿acaso no hay, por ejemplo, una Morfo-
logía cuyas unidades mínimas no puedan ser descritas desde un punto de vista no
estrictamente morfológico, bien léxico, bien semántico, bien fónico, bien sintáctico...:
el significado léxico gramaticalizado de los afijos, o la polisemia de algunos de ellos
(«albaricoquero» ‘frutal’, «cenicero» ‘recipiente’, «panadero» ‘agente’, «tempranero» ‘cua-
lidad’, «estercolero» ‘lugar’...), la función sintáctica de los morfemas flexivos (p.ej., la
concordancia), las variaciones alomórficas de base fonética («incómodo», «irreveren-
te», «imposible»), el estatuto léxico de algunos formantes cultos («autoescuela», «tele-
diario»...), etc.? ¿Qué decir, por ejemplo, de las categorías gramaticales, a caballo entre
la sintaxis y la morfología?
Se han propuesto, por otro lado, tipologías de clases de unidades fraseológicas,
incluso clases de clases de unidades fraseológicas. Mucho tiene que ver la taxonomía
con la concepción que se forje de la Fraseología y con la propia terminología. ¿Qué se
entiende por refrán, por locución, por modismo, por frase hecha, por fórmula, por...
tantos y tantos términos secularmente acuñados, acaso de modo superfluo? ¿Se ha
entendido siempre lo mismo por refrán —o por locución—, por poner un ejemplo?
Está claro que no. Y está claro que ésta es una de las principales causas de la confusión

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y de las desatinadas mezcolanzas. Ni quienes en sus Diccionario de refranes... compila-
ban, ha siglos —y ha años— refranes registraban única y exclusivamente refranes (me-
tidos en el mismo saco, tejido por Correas o Sbarbi, por nombrar dos autores tan
distantes en el tiempo, aparecen especímenes de una y otra clases), ni quienes teoriza-
ban y teorizan sobre la definición de refrán —o locución— se libran de incluir equivo-
cadamente en el otro saco —o en otro aún menos acertado o más extraño— alguna
pieza que no le corresponde. ¿Qué hace una expresión como Ciertos son los toros entre
las locuciones adverbiales, o cartón piedra entre las nominales? Julio Casares dixit.
Muchos diccionarios modernos ofrecen definiciones comodines, cómodas y laxas defi-
niciones, que valen tanto para un roto como para un descosido, tanto para un dicho
como para un refrán o para una locución.
Lógicamente, no corre ningún riesgo de fracasar aquel estudioso que vagamente
vaga por el vasto campo abierto de la fraseología, sin delimitar senderos; pero tampoco
aporta nada —o muy poco— al conocimiento: para quien refrán, locución, dialogismo,
frase proverbial, frase hecha, etc., son lo mismo, que reconoce indistintamente bajo la
etiqueta de unidad fraseológica o fraseologismo, por ejemplo, sin ir más allá, puede
estar tranquilo y dormir a pierna suelta. La posteridad no le enmendará la plana ni lo
llamará a capítulo; pero me temo que la «ciencia» no habrá avanzado mucho. Ni poco.
Éstos (unidad fraseológica, fraseologismo) son los hiperónimos más extendidos,
además del de frasema y, en menor proporción, fraseolexema, pero no definen clases.
Nosotros abogamos por una concepción estrecha de la Fraseología, si bien con un
sentido particular.
Creemos que el verdadero núcleo de la Fraseología, su auténtico objeto de estudio,
son las locuciones, y que las clásicas paremias y proverbios o refranes deben ser asig-
nados a la Paremiología, como ya proponía Casares a mediados del siglo XX, se conci-
ba o no ésta como parte de la Fraseología. La tradición más moderna le ha ido atribu-
yendo a la Fraseología más poder, más alcance, adscribiéndole otros tipos de unidades
que, aun con claras concomitancias en algunos aspectos, no le pertenecen en absoluto.
Es de este modo como la Fraseología ha llegado a convertirse en un voluminoso e
inabarcable cajón de sastre, con trajes de distinta hechura, género y color; más propios
de un carnaval lingüístico. La Sintaxis y la Morfología, y también el Léxico, han queda-
do seriamente mutilados al arrebatárseles fragmentos de su vetusto cuerpo, secular-
mente formado, tales como las estructuras sintagmáticas modernamente conocidas
como colocaciones y las solidaridades léxicas, los también jóvenes predicados de verbo
soporte o de apoyo, y los compuestos sintagmáticos y sinápticos.
Razones hay, sin duda, y muchas, para justificar que exista incertidumbre y confu-
sión, pero no para justificar la cómoda postura de quien opta por correr un tupido velo
ante sus ojos para no ver la compleja realidad en vez de intentar al menos hincarle el
diente, si no se atreve a poner decididamente el dedo en la llaga: las vagas e imprecisas
caracterizaciones —indefiniciones— que se han propuesto en numerosas ocasiones de
cada uno de los fenómenos; la excesiva condescendencia mostrada hacia las viejas clasi-
ficaciones heredadas, ciegamente acatadas, sin pasar por el filtro de una reflexión sere-
na, sin someterse a juicio crítico; la no estanqueidad de las clases demarcables (locución,
refrán, frase proverbial, fórmula...) y la gradualidad con que se manifiestan sus propie-
dades (fijación, idiomaticidad, artificiosidad, carácter doctrinal...); los continuos true-
ques de linaje o transcategorizaciones que han muchas veces sufrido, en gran parte como
acción controlada del tiempo y de la historia (refranes acortados convertidos en locucio-
nes o frases proverbiales, coplas y versos maquillados como refranes, locuciones atavia-
das con postizos rítmicos que parecen refranes, eslóganes travestidos de refrán, locucio-
nes erosionadas que han devenido en compuestos, etc.), en otra gran parte por la diversa
visión de la misma realidad que tienen los distintos pueblos, hasta el extremo de fraguar
unos en locución lo que otros modelan como refrán, etc.

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Ese sentido particular de nuestra concepción estricta de la Fraseología al que más
arriba aludíamos estriba en la inclusión de una categoría nueva —o, aparentemente,
nueva— de locución: la locución oracional, y, por tanto, en la anulación inminente de la
restricción sintáctica, impuesta secularmente a la definición de locución —y que ha
venido esgrimiéndose como un argumento contundente para su discriminación res-
pecto de los refranes y de otros enunciados fraseológicos—, consistente en la imposibi-
lidad de adoptar la forma de oración gramatical.
Creemos que expresiones como Volver las aguas a su cauce, Cambiar las tornas, Estar
bien gobernado el campo, Correr el tiempo, Ir la procesión por dentro, Sonar la flauta o
Armarse la gorda son clara e inequívocamente locuciones —y no refranes, ni frases pro-
verbiales, ni timos, ni fórmulas...—, y, además, por su estructura sintáctica de oración
compuesta de sujeto y predicado plenamente (léxicamente) realizados (fijados), son cla-
ra e inequívocamente locuciones no-verbales. Ni verbales, ni, con más razón, de otra
clase de rango inferior al de oración: adverbiales, nominales, etc. Tampoco encajan en el
concepto de locución clausal (Corpas Pastor) o proposicional (Carneado Moré), catego-
ría «recientemente» descubierta, con que, en opinión de otros estudiosos (Mendívil Giró,
Castillo Carballo, Álvarez de la Granja, Forment Fernández...), se condecora a ciertas
locuciones verbales de viejo cuño, como salirle el tiro por la culata o caérsele la cara de
vergüenza, en tanto que exigen, cuanto menos, un argumento interno sin realizar léxica-
mente. Para nosotros, son locuciones semioracionales, un subconjunto de las oracionales
si atendemos fundamentalmente a un punto de vista sintáctico.
También son, para nosotros, locuciones oracionales enunciados que, precisamente
por tener estructura oracional —como Haber moros en la costa, Haber gato encerrado,
No estar el horno para bollos, Las paredes oyen, A nadie le amarga un dulce, No caerá esa
breva, Un día es un día o El mundo es un pañuelo—, han deambulado, sin rumbo fijo,
de un lado para otro —según el parecer de cada autor—, del refrán al lugar común, del
refrán a la frase proverbial o al vagamente caracterizado «enunciado de valor específi-
co» (Arnaud, Corpas Pastor)... —o a la inversa.
El caso es que el criterio sintáctico de «rango oracional» —que a muchos, en nuestra
opinión, ha servido como pretexto para deportar algunas locuciones al país de los refra-
nes o proverbios, y así desentenderse del problema clasificatorio que comportan, sin
intentar antes hurgar en las entrañas y desvelar sus características intrínsecas— no pare-
ce que haya sido siempre un impedimento para caracterizar la locución: frente a la opi-
nión general de los fraseólogos contemporáneos o más jóvenes, Casares reconocía ese
estatus a las locuciones interjectivas y a algunas locuciones adverbiales —que, en otros
estudios, han pasado a formar parte de las fórmulas o los lugares comunes...—, como
¡Ancha es Castilla!, No en mis días o Ciertos son los toros. La Academia (DRAE 1992) y
otras obras lexicográficas (DUE, DGLE, etc.) reconocen que la locución puede tener
estructura ya de elemento oracional, ya de oración cabal.
El que haya plena consciencia en los hablantes de su empleo cual simples locuciones
y el carácter desdibujado de algunos de sus rasgos paremiológicos prototípicos (orques-
tación rítmica, moralidad o lección edificante, valor de verdad general, etc.) nos permi-
ten, entre otras razones, aventurar que muchos refranes de actual estructura unimembre
—incluso, bimembre, como muchas construcciones comparativas de estirpe seudopare-
miológica con esquema Más vale... que... (como Más vale prevenir que curar), Ser mejor/
peor... que... (Ser peor el remedio que la enfermedad) o similar— deben describirse como
locuciones. No cabe duda de que el elevado grado de arbitrariedad o subjetividad —y no
poco condicionado por factores puramente extralingüísticos— que preside el criterio de
«contenido sentencioso», «ejemplaridad» o «expresión de verdad atemporal», de ningún
modo mensurable o cuantificable, nos invita a prescindir de dicho requisito y a atender
más a los criterios estrictamente lingüísticos para caracterizar la paremia con fisonomía

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y comportamiento de locución y, asimismo, definir la locución junto —o frente— a otras
unidades de la llamada ancha Fraseología (refrán, etc.).
La defendida existencia, por un lado, de la clase locución interjectiva (RAE, Casares,
DFDEA...) —hoy absorbida, en algunos estudios (Corpas Pastor...), por la fórmula prag-
mática (¡Tu madre!, ¡Santo cielo!, etc.)— y, por otro, de la fórmula oracional (DEA,
DFDEA) —que acoge en su seno a las más genuinas fórmulas pragmáticas o de rutina,
de habitual modalidad exclamativa (¡Dichosos los ojos que te ven!, ¡Será posible!, etc.),
además de enunciados fraseológicos que han sido, en el tiempo, diversamente clasifi-
cados como frases proverbiales, timos, lugares comunes, enunciados de valor específi-
co, etc. (A la vejez, viruelas, A vivir, que son dos días, Aquí te pillo, aquí te mato, A la
tercera va la vencida, Lo primero es lo primero, etc.)— nos ha animado a tratar unas y
otras como variedades de la locución oracional (aquellas primeras, incluidas las inter-
jectivas, se corresponderían, grosso modo, con nuestras locuciones interjectivas, prag-
máticas o exclamativas, aunque no siempre se representen gráficamente con signos de
admiración), basándonos esencialmente en el valor de enunciado —semántica, sintác-
tica y fónicamente— autónomo, y, no pocas veces, de estructura sintáctica oracional.
Así pues, es de esta manera como debe interpretarse el sentido particular con que
investimos nuestra concepción restringida de la Fraseología, pues, a primera vista, pa-
recería no ser tan restringida al poderse contemplar fórmulas y enunciados fraseológi-
cos hoy y otrora considerados frases proverbiales o paremias de algún tipo; es de esta
manera como dicha concepción (a la postre, la clasificación de locuciones que propone-
mos) puede convertirse en un frágil y vulnerable talón de Aquiles. Pero hay que arries-
gar. Poco se arriesgaría si se adoptara una visión menos comprehensiva de la locución
oracional: renunciando a la fórmula prototípica —incluida o no la clásica locución in-
terjectiva— y a la mayor parte de ese indeterminado conjunto de enunciados propios
del coloquio que el DFDEA describe como «fórmula oracional» (¡Nanay de la China!,
¡Cielo santo!, ¡Viva la Pepa!, Para ti la perra gorda, Se acabó lo que se daba, No hay
derecho...), y, en consonancia, centrando la atención en las locuciones con estructura
sintáctica de oración, se traten como se traten —siempre de modo heterogéneo— en los
manuales y diccionarios de fraseología (proverbio, paremia, fórmula, lugar común, fra-
se proverbial...) y sea cual sea la casta de su nacimiento (refrán, eslogan, frase céle-
bre...), si bien de contornos imprecisos en la zona de transición (Correr buenos tiempos,
Ir la procesión por dentro, No estar el horno para bollos, Juntarse el hambre con las ganas
de comer, A nadie le amarga un dulce, En todas partes cuecen habas...). El riesgo será aún
menor si las locuciones semioracionales se adscriben —como se ha venido normalmen-
te haciendo— a la clase verbal (§ 3.2.10., n. 42).
Estas difíciles cuestiones de clasificación, terminológicas, etc., tienen explicación,
en una gran medida, en lo que, con frecuencia, he llamado «problema de límites». Es
un problema de límites el refrán acortado con valor de locución (En todas partes cuecen
habas); es un problema de límites la locución llamada clausal o semioracional (Caérsele
la baba); es un problema de límites la fórmula de estructura oracional que no precisa
marca gráfica de entonación exclamativa (Vivir para ver); es un problema de límites la
locución oracional más genuina (Ir la procesión por dentro)... Es un problema de lími-
tes el que acecha a todas y cada una de las clases de locución tradicionales (nominal,
verbal, adjetival...): ninguna categoría está a salvo. Y estos problemas de límites, tantas
veces, en los estudios fraseológicos, ocultos —y ocultados: por eso mismo, porque dan
problemas a las taxonomías—, hemos pretendido poner al descubierto: ¿es llover a
cántaros o coser a dienteperro una locución verbal o es una combinación libre (coloca-
ción) de una locución adverbial (a cántaros, a dienteperro) con un verbo léxicamente
restringido (llover, coser)?, ¿es importar un bledo o costar un ojo de la cara una locución
verbal o es una combinación libre (colocación) de una locución nominal, acaso locu-

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ción adverbial (un bledo, un ojo de la cara), con un verbo léxicamente restringido (im-
portar, costar)?, ¿es la comparativa estereotipada (terco como una mula, comer como
una lima) una locución adjetiva o verbal o es sólo una combinación libre (colocación,
para algunos estudiosos) de una locución adverbial (como una mula, como una lima)
que funciona como modificador de un núcleo predicativo adjetivo (terco) o verbal (co-
mer)?, ¿es ser la repera o ser el no va más una locución verbal copulativa o es una
combinación frecuente de ser con la ¿locución? nominal la repera o el no va más?, ¿es
diente de ajo o banco de peces una locución nominal, una colocación o un compuesto?,
¿es ojo de buey una locución nominal o un compuesto?, ¿es dar la lata o dar las gracias
una locución verbal o un predicado de verbo soporte? ¿Cuál es el estatus fraseológico
de morirse de risa?: ¿es una locución verbal o sólo es morirse de un intensificador?,
¿cómo se analiza, en este último caso, el conjunto?, ¿y cómo su correlato participial
muerto de risa? ¿Qué decir de la locución pronominal?: ¿cuáles son sus realizaciones?,
¿son una categoría autónoma (RAE, DEA, Álvarez de la Granja...) o deben tratarse
como clases de locuciones nominales (Zuluaga, Corpas Pastor, Ruiz Gurillo...)?
El problema de límites no sólo afecta a las categorías o clases locucionales; también
afecta a otros aspectos de la fraseología. Por ejemplo, ¿cómo debe describirse una
construcción como a todo tren?: ¿se trata de una única locución adverbial con un para-
digma extenso de variantes (gas, pastilla, trapo, meter...) o es, simplemente, un esquema
fraseológico con una casilla libre «a todo + N»?, ¿se trata acaso de un sinónimo respec-
to de las otras realizaciones: a todo gas, a toda pastilla...? Hablando precisamente de
sinónimos: ¿son apearse del burro y bajarse del burro variantes léxicas de una misma
locución o son locuciones distintas sinónimas?, ¿deben recibir el mismo análisis bajar-
se del burro y apearse del machito?, ¿son de puertas adentro y de puertas afuera o poner la
pluma bien y poner la pluma mal variantes antonímicas, realizaciones de una serie
fraseológica (Zuluaga) o son, lisa y llanamente, locuciones distintas (y, por tanto, antó-
nimas)? ¿Cómo deben describirse las realizaciones distintas de una misma locución
del tipo en relación con/con relación a o campo a través/a campo través/a campo travie-
sa?: ¿variantes sintácticas?, ¿locuciones distintas (sinónimos interfraseológicos)?
El tantas veces proclamado rasgo distintivo de las unidades fraseológicas (y, por
tanto, de las locuciones), la fijación, ha dejado de ser infalible; se ha puesto en duda su
validez. Y es que también es, en gran medida, una cuestión de límites. Hay, por un lado,
además de las paremias (refranes, dichos, etc.), prototípicas configuraciones fijadas,
otras construcciones de estructura sintagmática no fraseológicas (no fraseológicas, en
la concepción estrecha) caracterizadas por su fijación formal; son los compuestos sin-
tagmáticos o impropios (si bien son parcialmente sensibles a la flexión: guardia civil >
guardias civiles, faldas pantalón). Si esta comunión de rasgos —la fijación— permite
acercar unidades lingüísticas completamente diferenciadas (unidades morfológicas [los
compuestos]/unidades fraseológicas [las locuciones]), no es de extrañar que, cuando,
además, algún compuesto es semánticamente opaco o no exhibe una estructura se-
mántica composicional, como lengua de gato, los análisis fallen y se hagan clasificacio-
nes erróneas. Lógicamente, no le pueden salir bien las cuentas a uno cuando mide con
varas elásticas o flexibles: ni la fijación ni la idiomaticidad —ni la pluriverbalidad ni la
institucionalización— son valores absolutos y exclusivos de la Fraseología.
Pero hay más; pues, por otro lado, es constatable que estos supuestos rasgos priva-
tivos, que sirven para certificar la naturaleza locucional de muchas expresiones y forta-
lecen su salud fraseológica, se transforman inexorablemente en la enfermedad de que
adolecen algunas locuciones, que son, formalmente, más maleables y, semánticamen-
te, más transparentes. Junto a las locuciones completamente inalterables, absoluta-
mente momificadas o petrificadas (a topa tolondro, a fuer de, de Dios en ayuso...), hay
locuciones que toleran cambios, cambios codificados o institucionalizados, sean de

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naturaleza léxica, gramatical, fónica o gráfica. Son las «variantes»: alzarse con el santo
y la limosna/alzarse con el santo y la cera, a favor de/en favor de, a trochemoche/a trochi-
mochi, al tun tun/al tuntún...
La fijación fraseológica concede otras licencias: son, aun con fuertes restricciones,
menos estables las variaciones que permite el hueco libre de los esquemas fraseológi-
cos (de – a –) o de las locuciones con casilla vacía (a – anchas); son aún más inestables,
hasta cierto punto impredecibles, las transformaciones regulares (pasiva, nominaliza-
ción, etc.) que consienten algunas locuciones, y quedan fuera del control del sistema
fraseológico: no están instituidas. En todo punto impredecibles y en absoluto codifica-
das son las creaciones libres o libérrimas, lúdicas, que llamamos específicamente «va-
riaciones» y que algunos llaman, atrevidamente, «fraseologismos ocasionales» (Fleis-
cher, Larreta Zulategui...): paradójicamente, es la propia fijación la que estimula la
ruptura de los moldes clásicos y las locuciones canónicas.
Una dosis no despreciable de la inestabilidad de la fijación como rasgo fraseológico
llega de mano de quienes, dentro del marco de la Fraseología ancha, creen que las
colocaciones son también estructuras fijas. Sin embargo, una cuestión capital —toma-
da como una colocación capital o representativa de estructura «N + A»—, que puede
ser una cuestión crucial o una cuestión no tan capital, o una cuestión capital pero cues-
tionable, y que puede multiplicarse en varias cuestiones capitales o especificarse en una
cuestión de salubridad capital o una cuestión capital sólo para la economía de un país...,
no tiene viso ninguno de ser una estructura fija, sino un sintagma con todas las prerro-
gativas sintácticas atribuibles a cualquier otro sintagma nominal. Tampoco lo tiene
una colocación de «verbo + sustantivo», como arriar la bandera o formular una pregun-
ta, que presenta el mismo comportamiento sintáctico que cualquier otro sintagma ver-
bal ante las pruebas transformativas de la pasiva, la pronominalización, la pluraliza-
ción del complemento, la extracción, la pregunta, etc.
La otras características generales de las unidades fraseológicas también se ven afec-
tadas por los problemas de límites. Ya hemos señalado la existencia de locuciones
transparentes y semitransparentes, como en público, al aire libre, en resumen, guardar
las distancias, rojo como un tomate, etc. En los primeros estudios generativos de fra-
seología se hablaba de semiidiomaticidad, o incluso algunos autores les negaban el
rango de expresión idiomática (o idiom). Para los que enarbolan la abanderada teoría
praguense del centro y la periferia, estas locuciones se quedarían en los márgenes del
núcleo, fronteras con aquellas construcciones de la más estricta periferia fraseológica
que, en una concepción estrecha, quedan completamente fuera, desterradas, tales como
las colocaciones y los verbos soporte, aun exhibiendo, muchas de ellas, un ingrediente
semántico de idiomaticidad o metaforicidad: depositar la confianza, albergar una espe-
ranza, despertar el interés, avecinarse un temporal, etc.
También numerosos compuestos, propios e impropios, que se quedan en las puer-
tas de la Fraseología restringida, pretenden abrirse en ella un hueco comportando una
estructura semántica no composicional, como cantamañanas, vivalavirgen, ave del pa-
raíso o brazo de gitano.
La fórmula pragmática —que, muchas veces, más que en la periferia, queda
silenciada en esos trabajos que reivindican el contínuum (Ruiz Gurillo)— también
lo tiene difícil. Si una expresión como ¡Allá penas! o ¡Bendito sea Dios! es una locu-
ción (locución interjectiva), cabría esperar que se situara en el centro o en sus
aledaños más inmediatos, pues reúne todas las condiciones «estipuladas» para ubi-
carse en ese lugar, salvo quizá la relativa al orden semántico, en el sentido de que
vehicula un significado no denotativo —si se quiere, esencialmente textual—, no
tan tangible como el de una locución significante como cantar las cuarenta o pensar
en las musarañas.

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En definitiva, el rasgo semántico de la idiomaticidad parece unir más que separar;
parece ampliar la cerca que delimita fincas lingüísticas vecinas.
También uno descubre situaciones límite cuando considera ese otro rasgo relevan-
te conocido por pluriverbalidad, defendido por unos y por otros: a capa y espada por
aquellos que optan por la concepción estricta (Casares) y con uñas y dientes por quie-
nes creen que ancha es la Castilla fraseológica (Zuluaga, Corpas Pastor, Ruiz Guri-
llo...), pues, por un lado, da acogida a numerosos fenómenos gramaticales que no tie-
nen cuna o ascendencia fraseológica, como los compuestos sintagmáticos (coche cama,
molinillo de café), las colocaciones (levar anclas) o los predicados complejos (hacer un
viaje), y, por otro lado, pone en peligro el estatuto fraseológico de algunas fórmulas
rutinarias, como Salud, Felicidades o Adiós.
La pluralidad verbal pone justamente en el límite con la pura sintaxis del régimen
preposicional expresiones de sentido figurado como dar con ‘encontrar’ o tener por
‘estimar’.
En conclusión, cuando se contemplan de lejos, a vista de pájaro de alto vuelo, los
hechos fraseológicos generales o más «regulares», uno se atrevería a aventurar que la
Fraseología, o el corpus con que opera la Fraseología, ancha o estrecha, es un bloque
homogéneo y compacto, perfectamente definido respecto de otros, como la Morfolo-
gía o la Sintaxis, un campo exacta y precisamente acotado con un vallado sólido e
impenetrable; es entonces cuando uno cree saber identificar sin dificultad los seres que
habitan ese campo: tomar el pelo es una locución, En abril, aguas mil es un refrán, ¡La
madre que te echó! es una fórmula... Es cuando uno se aproxima, cuando se adentra en
el campo y trata o ausculta uno a uno esos seres, de cerca, individualmente, cuando
advierte que no son todos iguales, que algunos de ellos están enfermos y requieren una
atención especial, más detallada y compleja; que el vallado tiene agujeros y hay algún
mástil tumbado por donde se puede transitar libremente: por donde pueden entrar
seres de otros dominios y salir los propios; que el bloque presenta fisuras e intersticios
que le restan solidez; es entonces cuando uno titubea y cree no saber reconocer con
soltura los seres que habitan ese campo: ¿es mesa redonda o dinero negro una locución
(locución nominal), una colocación, un compuesto?, ¿es prometer el oro y el moro una
locución verbal o una colocación compleja de «verbo + locución nominal»?, ¿es Las
paredes oyen una locución (locución oracional), una fórmula, una frase proverbial, o
conserva su origen paremiológico de refrán, aun abreviado?
Todos estos interrogantes relacionados en parte con los problemas de límites y las
estructuras fronterizas están expuestos principalmente en los tres primeros capítulos
subsiguientes a esta introducción preliminar (caps. 2-4). Los restantes capítulos del
libro, distribuidos por niveles de análisis, son primordialmente descriptivos y constitu-
yen síntesis de investigaciones más amplias aún casi vírgenes, en espera de desarrollos
más profundos: el cap. 5 da cuenta de las estructuras sintácticas recurrentes: las frases
elativas (el sintagma prepositivo, la comparativa estereotipada, la consecutiva enfáti-
ca, etc.), el binomio, las estructuras fijas negativas, las construcciones con clíticos, etc.;
el cap. 6 recoge los fenómenos léxicos más relevantes de la fraseología: las palabras
idiomáticas, los arcaísmos, los somatismos, las palabras tabú, las locuciones con nu-
merales y deícticos..., así como un esquema de los principales campos léxicos que
intervienen en la composición de las locuciones (la fauna, la flora, los colores, las pro-
fesiones, los instrumentos musicales, etc.); el cap. 7 trata los principales fenómenos
semánticos: la idiomaticidad y sus diversas manifestaciones, las relaciones semánticas
de orden sintagmático y paradigmático (polisemia, sinonimia, antonimia, etc.), la tro-
pología, las «implicaciones»...; el cap. 8, dedicado al nivel pragmático, se centra funda-
mentalmente en los aspectos ya tratados anteriormente en estudios de otros autores
(Strässler, Corpas Pastor, Martínez López), como la deíxis y la aplicación al código

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fraseológico de las máximas griceanas, si bien hay numerosos aspectos de orden prag-
mático, como la variación fraseológica, esparcidos por otros capítulos.
Creemos que uno de los esfuerzos meritorios —y no es a nosotros a quienes nos
correspondería decirlo— es la confección del corpus de ejemplos, numeroso y variado.
Muchos estudios —no sólo— fraseológicos operan con corpus muy reducidos, lo cual,
sin duda, es más fácil, pero lleva inherente un alto riesgo de limitación. En su mayoría,
los ejemplos del presente trabajo son de cosecha propia, pero siempre son contrastados
con el DRAE (2001) o el DEA y DFDEA (incluso otros diccionarios): en virtud de aquél,
es posible encontrar locuciones de uso restringido o escaso, si no obsoleto o arcaico
(p.ej., en todo cuento, frente a en todo caso); en virtud de éstos, puede haber ejemplos de
ascendencia coloquial o vulgar que la recatada Academia prefiere no registrar.
No queremos terminar esta lección preliminar o preámbulo sin exponer una reali-
dad que suele manifestarse cuando se prolonga en el tiempo una investigación de esta
suerte, sobre todo por la opinión contraria a la deseada, quizá no bien justificada, que
pueda alguien formarse. Se ha procurado eliminar los saltos (o los «saltibajos»: los
altos y los bajos que, con frecuencia, inevitablemente se producen), rasando el terreno:
desmochando los cimeros montecillos y rellenando las hondonadas; pero su posible
existencia parece inevitable a veces en obras de una considerable extensión cuya cons-
trucción se ha visto interrumpida decenas y docenas de veces —y además sometida a
reformas y al acoplamiento de nuevos materiales— por los trabajos de fraseología que,
durante su periodo de construcción, han salido a la luz —a veces, a raudales, pero
siempre de modo incesante—, aunque algunos no hayan arrojado la luz que uno creía
que lo iba a alumbrar.
De esos saltos y posibles desajustes no está exenta la bibliografía, pues, además de
algunas citas indirectas, la lectura de algunos estudios se ha efectuado a veces en
ediciones o impresiones distintas o en versiones idénticas con distinto formato (como
las tesis que, primero leídas en su formato original, se publican años después en una
editorial).
Este mismo alargamiento temporal es el principal responsable de que me embarga-
ra muchas veces la tristeza de ver que lo que me ganaba en silencio, con horas y días y
meses de trabajo, redactando, lo perdía en un instante al aparecer —y, por tanto, anti-
cipárseme— obras y más obras de fraseología, unas tan relevantes como el Manual de
Corpas Pastor (1996) entre las primeras —que ha logrado imponerse como referencia
de consulta obligada, casi eclipsando a la clásica Introducción de Zuluaga (1980)—,
otras tal vez no tan relevantes, pero que, de un modo o de otro, daban a conocer —es
verdad que algunas furtivamente— justamente lo que uno, en ese silencio de años,
había creído descubrir el primero, viéndose, así, obligado a citar a quien habría de
citarlo o a dar por ya descubierto lo que uno creía haber originalmente hallado.
Mi agradecimiento sincero a cuantos me han ayudado, de una forma o de otra
(regalándome su tesis, facilitándome un dato bibliográfico o la fotocopia de un artícu-
lo, averiguando el recóndito segundo apellido de un autor, etc.), a escribir esta página
en la historia de la fraseología. No indicaré sus nombres —salvo el de Juan Martínez
Marín, hoy lejos de nosotros, a quien dedico este libro— pues son muchos, muchísi-
mos: ellos mismos saben que a ellos me refiero; ellos mismos sabrán comprender la
omisión.

14
2
VISIÓN PANORÁMICA: ESTADO DE LA CUESTIÓN,
TERMINOLOGÍA, CARACTERÍSTICAS

2.1. Generalidades

Es de todos conocido que los mensajes se construyen no sólo combinando regular-


mente elementos simples de la llamada técnica libre: en la codificación de sus discur-
sos el hablante recurre en numerosas ocasiones, y por lo común de manera inconscien-
te, a estructuras complejas formadas por combinaciones estables o fijas de esos ele-
mentos y a moldes sintácticos preestablecidos. Es tal la frecuencia con que dichas
estructuras estables intervienen en la confección de toda clase de mensajes, que resulta
casi impensable el texto carente de alguna de sus manifestaciones.1
Como los signos simples del sistema, las combinaciones fijas pertenecen al compo-
nente léxico de la lengua, al «lexicón», y se hallan almacenadas en la memoria,2 de
donde tan sólo son rescatadas en cada acto de habla. Contrarias a las construcciones
de configuración libre que siguen las reglas de la gramática, que se crean o se producen
constantemente como realizaciones nuevas o inéditas, dichas combinaciones fijas son
productos lingüísticos ya hechos, ya construidos, pre-fabricados; trozos de discurso
viejo que, sin más, se reproducen, engastados en textos más extensos.
En el procesamiento de los mensajes no todo es, pues, creativo, original, inusitado;
también existe un ingrediente repetitivo, en cierto modo fósil, un porcentaje no pequeño
de automatismo. Conviven armoniosamente restos del pasado del idioma con las realiza-
ciones actuales, piezas de la diacronía y de la sincronía (Gaatone 1984, Eckert 1987,
Buridant 1989, Bierbach 1990...), elementos de la sintaxis fija y de la sintaxis móvil.3
Como los signos simples del sistema, las combinaciones fijas constituyen un con-
junto heterogéneo en su forma y comportamiento: pueden reemplazar a aquéllos; cum-
plen funciones expresivas, estilísticas, argumentativas, discursivas, etc.; constituyen
unidades de nominación (secundaria); aun formando parte de la misma clase o para-
digma, pueden no compartir todos los rasgos característicos de la clase y presentarlos
en distinto grado (carácter abierto o no discreto), y, aun formando parte de clases
distintas, tener en común determinados rasgos y provocar solapamientos (López Roig
2002: 24, Nuccorini 2004: 325...), razones estas últimas que explicarán en gran medida
las discrepancias en las caracterizaciones y clasificaciones...
Ese conjunto heterogéneo de configuraciones complejas estables, de grupos fijos y
cohesionados, de frases ya hechas, está compuesto por los refranes, proverbios y otros
tipos de paremias, aforismos, máximas, apotegmas, sentencias, dichos o modos de decir,
frases proverbiales, modismos, locuciones..., términos, todos ellos, que, aun acuñados
originariamente para designar con toda probabilidad realidades diferentes, con fre-
cuencia se emplean inadecuadamente de modo indistinto, sin precisión alguna; em-
pleo impropio provocado muchas veces por la inexistencia de unos límites claros y
precisos en los hechos descritos y en las ilustraciones, por la vaguedad de las definicio-

15
nes lexicográficas, por la carencia de unos presupuestos o criterios objetivamente ho-
mogéneos para todos los usuarios de la lengua —incluidos los mismos gramáticos y
lexicógrafos—, y por el propio hecho de compartir rasgos fundamentales comunes.

2.2. Terminología

Unidad fraseológica es, casi con toda seguridad, el término más ampliamente acep-
tado en la actualidad y el adoptado por la mayoría de los estudiosos (salvo en el ámbito
anglonorteamericano) para dar cuenta de los fenómenos lingüísticos que recubren
todas esas denominaciones, el archilexema de ese impreciso y heterogéneo conjunto
de nombres;4 y la Fraseología representa la disciplina lingüística que estudia las unida-
des fraseológicas (p.ej., Pilz 1981; Donalies 1994; Corpas Pastor 1996b: 18, 2000a: 107,
n. 1 y 108, n. 2 y 2001d: 213; Moon 1998b: 2-5; Iñesta Mena y Pamies Bertrán 2002: 2-
3 y 12-20; Mena Martínez 2002: 8-12, 26; Wotjak 2004: 186; González Rey 2004: 114 y
passim; Montoro del Arco 2005b: 100-103 y 2006a: 31-33; Burger et al. 2007...).
Ahora bien, el término unidad fraseológica no está exento de problemas y su uso
genérico oculta ciertos desajustes, sobre todo relativos a la designación. Así, la unidad
fraseológica tenía en sus orígenes un sentido más restringido que actualmente; por
ejemplo, los padres de la fraseología, Bally (1909: 74-81) y Vinogradov, se referían con
dicha expresión a una clase particular de los hechos fraseológicos y no a cualquier
combinación fija (p.ej., no incluía los colocaciones).
Asimismo, tal término funciona unas veces como sinónimo del resto de términos y
otras no; por ejemplo, los idiomatismos o expresiones idiomáticas (cfr. también los idioms)
—cuando estas denominaciones son empleadas en el sentido de que están gobernadas
esencialmente por el rasgo semántico de la idiomaticidad— constituyen un tipo especial.
Lo mismo cabría decir, por ejemplo, de los refranes y las colocaciones en las concepciones
anchas de la fraseología, donde unidad fraseológica es su hiperónimo. En otros autores,
expresión idiomática y unidad fraseológica son términos equivalentes.
En las concepciones estrechas de la fraseología que excluyen las paremias, las colo-
caciones y los predicados de verbo soporte, funcional, vicario, ligero o de apoyo,5 uni-
dad fraseológica equivaldría prácticamente a locución y a modismo (en sentido am-
plio).6 Ahora bien, si, en tales concepciones, la locución es entendida, como lo es habi-
tualmente, como estructura fija con función equivalente a elemento oracional (a clase
de palabra),7 aunque se distinguiera del refrán y del dicho, no podría explicar aquellas
unidades fraseológicas con forma de oración o enunciado que, como Volver las aguas a
su cauce o Armarse la de Dios es Cristo (§ 3.9.3.), no son ni refranes ni dichos ni pare-
mias de ninguna clase; en este extremo, p.ej., locución y unidad fraseológica no serían
rigurosamente equivalentes, salvo que se le otorgara a la locución la posibilidad de
tener forma oracional. Así, con tal condición, podría dar cabida también a las fórmulas
pragmáticas.
En esta misma perspectiva, también los términos, igualmente de uso frecuente, de
fraseologismo y expresión fija pueden ser equivalentes al más universal unidad fraseoló-
gica;8 como podría serlo, asimismo, el término fraseolexema, elegido sobre todo por
algunos autores de la investigación germanística (p.ej., B. Wotjak 1985 y 1992, Keil
1997), si se toma en el sentido genérico equivalente a fraseologismo.9
En abundantes estudios fraseológicos germanísticos —pero también románicos,
como franceses y, más aisladamente, portugueses y españoles (Matešiæ 1983, Pilz 1983a
y 1983b, Burgchmidt-Perkins 1985, Škultéty 1986: 163, Eckert 1987: 39, Broasch 1988,
Buridant 1989, Kempcke 1989, Palm 1992, Vapordshiev 1992: 9, Eckert y Günther
1992: 13, Donalies 1994: 346-347, Gentilhomme 1995, Fernández Bravo ed. 1999, Ehr-

16
hard 1999, Bàrdosi 1999 y 2008, Prignitz 2001, Iriarte Sanromán 2001, Èermak 2001:
2, Català Guitart 2004, Proost 2007, Burger 2007, Piirainen 2007...)— se ha adoptado a
veces el término frasema, usado antes por Coseriu y Telija y preferido habitualmente
por Mel’èuk (1993, 1995, 1998, 2001, 2003, 207...) y sus colaboradores o los seguidores
de su teoría (entre otros, Mel’èuk et al. 1995 y Alonso Ramos 1993 y 1994-95), que
podría corresponderse congruentemente con los términos generalizados de igual sufi-
jo que designan las unidades básicas de otros niveles de análisis lingüístico: fonema,
morfema, monema, grafema, lexema (el pragmatema se corresponde con las fórmulas
pragmáticas). Para Gréciano (1997a: 180, 2003: 46, 2005: 41), frasema y fraseolexema
serían equivalentes, y se usarían como genéricos o hiperónimos de locución, verbo
soporte, colocación y refrán. Ese valor de hiperónimo aparece expresamente en Haus-
mann (1997: 287), con el riesgo de abarcar también los compuestos: «Toute unité mul-
tilexicale est un phrasème». Buridant (1989: 136) extiende el término de frasema a las
construcciones soporte o estructuras analíticas similares, a las que denomina frasemas
perifrásticos, esto es, perífrasis que pueden llegar a convertirse en frasemas. Tampoco
es idéntico el valor que le concede Depecker (1999), más cercano al de sintema.
También se han ideado otros términos con un grado no menor de genericidad o
vaguedad —que dan cabida a otros conjuntos o complejos de elementos léxicos, como
los compuestos (véase también n. 8)—, como el de frase léxica (Nattinger y DeCarrico
1992, Gramley y Pätzfold 1992), sintagma lexicalizado (Prignitz 2001: 83), bloque lexica-
lizado (Chini 2001) o conglomerado verbal (Gréciano 1996: 151-152; Tollis 2001: 217), ya
utilizado, al parecer, por L. Tesnière en Grammaire allemande. Asimismo, Brea López
(1991: 81-84) emplea el término sintagma fijo para describir compuestos del tipo guardia
civil y portavoz (el término está tomado de Herculano de Carvalho 1974: 504-525, con un
sentido no totalmente idéntico). Si bien, a veces se señalan ciertas acotaciones, como
hace Chini (2001) para el término bloque lexicalizado, que lo aplica a construcciones del
tipo a long time ago, I’d like o Can you explain...?, que no llegan a ser estrictamente
locuciones, aunque comportan ciertos rasgos, como el carácter memorizable.
No menos vago es el de expresión o unidad pluriverbal, o poliléxica o polilexemática
(§ 2.5.1.), empleado normalmente por autores que adoptan una concepción ancha de
la Fraseología, como Haensch (1982), Corbin (1997), Castillo Carballo (1997) o Petit
(2003: 128), aunque también por otros de concepción más estricta, como Casares Sán-
chez (1950) o Panckhurst (2001). Es obvio que no son pocos los hechos lingüísticos no
fraseológicos que tienen naturaleza pluriverbal. Lo mismo cabría decir del citado mul-
tiword lexical unit (Zgusta 1967, 1971; también Coffey 2001 o Gramley y Pätzold 1992,
entre otros), que Voghera (1994) o De Mauro y Voghera (1996) retocan como lexema
complejo (lessema complesso o polirematico; cfr. Cicalese 1995), dando así justificación
a compuestos y derivados (Nuccorini 2004: 342-346), o de los términos constructo o
construcción nominal y nominal sintagmático, que emplea Simone (2006): por ejem-
plo, los constructos no predicativos englobarían las «palabras sintagmáticas» del tipo
speak up, vivre avec o echar abajo, las «colocaciones» del tipo poner un ejemplo o echar
gasolina, y las «combinaciones preferidas», como saludos cordiales y explicar convin-
centemente.
Con un valor genérico similar al del frasema, Martinet (1967, 1968, 1999) había
acuñado el término sintema, aunque no gozó nunca de gran aceptación (Mah-
moudian 1975; cfr. la selección bibliográfica de J. Martinet 1999), entre otras razo-
nes, por su escasa precisión (Debaty-Luca 1988). El término es, por lo demás, poco
útil por su carácter excesivamente abarcador y, por tanto, poco preciso, pues, entre
otros inconvenientes, impide discernir, como señala Spence (1969: 13-14), el com-
puesto de la locución (cfr. Pamies Bertrán 2007, quien lo usa como hiperónimo,
equivalente a unidad fraseológica).10

17
Aunque algo más preciso que este último, también resulta suficientemente amplio el
término pottieriano de lexía (Pottier 1962, 1967: 55-56, 1975: 25-29), tan arraigado en la
lingüística francesa e, incluso, española (Negreanu 1975, Rey 1976, Loffler-Laurian et al.
1979, Pastor Milán 1989, Álvarez Benito 1996, Piguet 1997, Rastier 1997, Pellen 2000 y
2001: 147, 151-154, Dardano 2001...).11 De hecho, ni siquiera el término de lexía compleja
permite determinar diferentes clases de unidades fraseológicas, ni discernir plenamente
éstas de diversas clases de compuestos sintagmáticos (Mejri 1997c: 27). El carácter am-
plio del término lexía puede dar pie, como ocurre en Crego García (2002), a mezclar
indiscriminadamente auténticas locuciones (meterse en camisa de once varas, salirse por
la tangente, caer en la cuenta...), predicados complejos (entrar en acción, poner a prueba,
etc.) y meros sintagmas libres (ir de vacaciones, ir en busca de, etc.).12
Por ese carácter excesivamente vago y amplio, se desestiman los términos, expuestos
al principio (n. 3), de discurso repetido (Coseriu) y, con más razón, el de lenguaje literal
(Lázaro Carreter 1976), a pesar de la gran fortuna que tuvieron en los años subsiguientes
a su acuñación, como muestra la abundante bibliografía que exhibe su uso frecuente.13
Las locuciones son, a nuestro juicio, discurso repetido y lenguaje literal, pero estos térmi-
nos (en especial, el segundo) acogen fenómenos textuales de reproducción literal muy
diversos y que no tienen nada que ver, muchos de ellos al menos, con la fraseología.
Tampoco nos resulta útil, aunque, por el objeto de estudio, esté más próximo a la fra-
seología (sobre todo, a las fórmulas del coloquio), el término, menos extendido, de lenguaje
convencional acuñado por Freire (1989) (cfr. también Howarth 1996: esp. cap. 2).
Más leña, si cabe, echa al fuego de la confusión el uso particular que autores
como Moon (1992, 1998a, 1998b), Pellen (2001) o Paz Roca (2004) hacen del término
colocación como sinónimo de unidad fraseológica (en sentido amplio). Por ejemplo,
Pellen (2001: 146-147 y passim) sostiene que existen cuatro tipos de colocaciones
situados en distintos grados del continuum entre la estructura libre y la estructura
fija, teniendo en cuenta la fijación y la composicionalidad o metaforicidad: la coloca-
ción simple (que equivale grosso modo a la colocación propiamente dicha y el predi-
cado de verbo soporte), la lexía, el compuesto y la locución. Los enunciados fraseoló-
gicos quedarían, al parecer, fuera del ámbito de la colocación. Paz Roca (2004) com-
pone un corpus de «colocaciones» verbales que contienen el lexema caer en el que
aparecen locuciones, predicados complejos y meros sintagmas libres.
También invita a la confusión la terminología utilizada por Carneado Moré (1985b:
esp. 23, 36-38), por cuanto que lo que la autora llama unidad fraseológica se correspon-
de sólo con un grupo determinado de unidades fraseológicas: aquellas de significado
indivisible que presentan motivación, frente a la adherencia fraseológica, que carece de
motivación; el cuadro de unidades de la fraseología se completa con la expresión fraseo-
lógica, que comprehende el refrán, el cliché, etc., y la combinación fraseológica, que es
aquella construcción en la que «uno de los componentes tiene un significado que sola-
mente se realiza con el uso de una palabra rígidamente determinada o con una serie de
ellas». Como puede apreciarse, hasta la propia terminología es confusa, pues en la
bibliografía general tanto unidad fraseológica como expresión fraseológica y, en menor
medida, combinación fraseológica se emplean indistintamente para el mismo hecho
lingüístico. Por otra parte, la distinción entre adherencia y unidad es sumamente vaga
al depender de un criterio tan subjetivo como la motivación. Asimismo, la definición
de combinación fraseológica puede dar cabida tanto a las colocaciones como a los ver-
bos soporte y a las locuciones; es más, el ejemplo que aduce la autora, romper el hielo,
viene siendo más comúnmente descrito como locución, por lo que habría de analizarse
bien como unidad, bien como adherencia, según se perciba o no motivación.
El sentido abarcador de un término se advierte también en el empleo que hacen
algunos autores de la voz compuesto. Así, para Català Guitart (2002, 2004: esp. 14-19),

18
entre otros autores, la locución adverbial es una clase de «adverbio compuesto» junto
con los adverbios propiamente dichos que resultan de una palabra compuesta (enfren-
te, deprisa...) y los sintagmas nominales y prepositivos con función circunstancial.
Si nos centramos en el término que hemos elegido de acuerdo con nuestra concep-
ción estrecha de la Fraseología, podría decirse lo mismo acerca de los usos caprichosos
de que ha sido objeto el término locución (no nos referiremos a los usos del término
locución no atingentes a los hechos fraseológicos o asociados a la fraseología, como el
de sinónimo de acto de habla o elocución). Así, por ejemplo, Coseriu (1966: 115-116;
1981: 297-302) se refiere con el término locución a fenómenos propiamente paremio-
lógicos (refranes, proverbios, sentencias, dichos, wellerismos...); Rey (1976, 1977: 198)
utiliza el término locución-frase para determinar una macroclase que incluye los pro-
verbios, refranes, dichos, etc., y las «locuciones proverbiales»; Zuluaga Ospina (1997:
631, 1998: 25, 2001: 51) llama locución proverbial tanto a la tradicional frase proverbial
(o estructuras afines) como a la locución verbal del tipo matar dos pájaros de un tiro o
ir por lana y volver trasquilado, al creer que tienen autonomía textual; mayor incluso
que la de ciertos «enunciados fraseológicos», como Todo queda en casa o Aquí fue Tro-
ya.14 Otro uso particular del término locución (y del de lexía) es el registrado en Pellen
(2000): la autora distingue, por un lado, entre lexía ordinaria y lexía formularia, y entre
lexía formularia simple (¡Buenos días!, ¡Lo que faltaba!) y frástica (¡Estaría bueno!, ¡Qué
se le va a hacer! o Querer es poder), y, por otro, entre locución ordinaria (a cal y canto, a
topa tolondro) y locución formularia, y entre locución formularia simple (¡A buenas
horas, mangas verdes!, De tal palo, tal astilla) y frástica (Pies, ¿para qué os quiero?). No
sólo se complica la terminología, sino que, como puede apreciarse por los ejemplos, la
delimitación es bastante arbitraria. También resulta compleja la tipología de Schapira
(1999: 12-13), sobre todo porque mezcla distintos criterios y planos (sintáctico, semán-
tico), y porque la terminología no parece la más oportuna: la autora, de una división
binaria inicial (locución gramatical/locución estereotipada o fórmula), diferencia, entre
estas últimas, la locución sintagmática expresiva, que comprehende la expresión este-
reotipada (de la que el cliché es una subclase), la expresión idiomática o idiotismo (ad-
viértase la caprichosa equivalencia idiotismo = expresión idiomática, o, lo que es lo
mismo, el concepto de idiotismo) y el enunciado estereotipado (proverbio, fórmula de
cortesía, eslogan...). En un principio, la locución gramatical se correspondería con la
locución tradicional (verbal, nominal, etc.), pero, a tenor de los ejemplos, tanto la locu-
ción sintagmática como el idiotismo se nutren de abundantes locuciones genuinas.
Bally (1909) y Loffler-Laurian (1995: 246-247), entre otros, utilizan el término locución
fraseológica, aparentemente incongruente al dar a entender que hay locuciones no fra-
seológicas o que no son objeto de la Fraseología: «La phraséologie est une extension
des lexies complexes. Une lexie complexe éventuellement étendue à la longueur de la
phrase, avec un degré de figement moindre de ses éléments mais une structuration
(relativement) fixe constituerait une locution phraséologique» (Loffler-Laurian 1995:
246-247). En concreto, Bally (1909: 75) habla de locución fraseológica por oposición a
las locuciones que no reúnen los rasgos externos propios de las unidades fraseológicas.
Con igual grado de redundancia, Picoche (1984) y Grossmann y Tutin (2003: 7) hablan
de locuciones fijadas. Pero más absurdo parece, por tratarse de una contradicción (el
mismo término es un oxímoron), hablar de locuciones libres: Baránov y Dobrovol’skij
(1998: 29, 31, 32) hablan en varias ocasiones de locución libre, como si la locución
pudiera despojarse a su capricho de la ajustada vestidura de la fijación que la caracte-
riza y con que imperativamente la cubren los fraseólogos para diferenciarla del sintag-
ma libre. Y esto sin que estemos aludiendo a la recortada libertad de que gozan algunas
locuciones (variantes): los autores oponen la locución libre al predicado con verbo so-
porte porque, en tanto que éste es más fijo, «las locuciones libres permiten la realiza-

19
ción de diferentes transformaciones sintácticas». Ageno (1960: 245) emplea la expre-
sión locución compuesta para describir las «series verbales» de Bally (predicados de
verbo soporte) y reserva el término de frase proverbial para expresiones tan dispares
como las comparativas, los wellerismos, locuciones auténticas... La complicación ter-
minológica también se aprecia en Koike (1999b: 318) cuando el autor intenta distin-
guir entre las «especializaciones dependientes», o colocaciones (entre el verbo y la
locución adverbial), en las que existe un vínculo muy estrecho, y las «colocaciones
locucionales», en las que la locución adverbial (al pie de la letra, de cabo a rabo) puede
aparecer con más de un verbo. Martins-Baltar (1995: 87) diseña el término de locución
pragmática (véase también Zamora Muñoz 2005: 68, cit. supra, n. 14) para hacer refe-
rencia aproximadamente a las fórmulas pragmáticas o rutinarias o lugares comunes
de la conversación (Coulmas 1979, 1981a, 1981d, 1985a; Traverso 1993; Corpas Pastor
1996b...). También la función pragmática o textual de algunas locuciones, sobre todo
adverbiales, ha llevado a algunos autores a hablar de locuciones marcadoras (Ruiz Gurillo
2001c: 56-58, 2005; Montoro del Arco 2005b: § 4.4. y 2006a: § 9) y, además de éstas, de
locuciones modalizadoras (González Ruiz 2004: 159, 161). Como se ha indicado antes
(n. 8), García Benito (2000a: esp. 404) hace también un uso particular de la locución al
diferenciarla de la expresión idiomática. Pérez Vigaray y Batista Rodríguez (2005: 87),
al tratar como locuciones ciertos compuestos nominales (hidalgo, etc.), utilizan la eti-
queta de locución amalgamada o compositiva.
A la vista de tan veleidosas y cambiantes denominaciones, no cabe duda de que Rey
(1984: 119) tenía razón en creer que el término locución es menos claro que los contro-
vertidos palabra y frase. Resulta ilustrativo a este respecto el trabajo de Wooldridge
(1984) sobre las denominaciones que el término locución ha recibido en la tradición
gramatical francesa.

2.3. Una concepción estrecha de la Fraseología: la locución

Frente a la concepción ancha de la Fraseología que mantienen autores de tan diver-


sa orientación —son abrumadora mayoría— como Burger (1973, 1982, 1998b, 1999a:
188, 2003, 2005, 2007...), Berketova (1975: 380), Thun (1978), Gläser (1978, 1986b,
1988a, 1998...), Fernando y Flavell (1981), Fleischer (1982, 1997...), Gréciano (1983b,
ed. 2000...), Dobrovol’skij (1988, 1993a, 1993b, 1995, 1997b...), Dobrovol’skij y Piirai-
nen (1997, 2005), B. Wotjak (1992, 1998, 2000...), Mel’èuk (1995...), Schenk (1993:
253), Kurchátkina (1995, 2000), Moon (1998a, 1998b), Mokienko (2000a: 322 y pas-
sim), Pellen (2001), Iriarte Sanromán (2001), Körhonen y Wotjak (2001), Nascicione
(2001), Burger et al. (ed. 2001 y 2007), Wotjak y Heine (2003), Wotjak (2004; cfr. 1983),
Palma (2007), etc., o, en el ámbito español, Corpas Pastor (1996b, 1998b), Ruiz Gurillo
(1997d), Sancho Cremades (1999), Álvarez de la Granja (2002c), Iñesta Mena y Pamies
Bertrán (2002), López Roig (2002: 23), Mena Martínez (2002), Alonso Ramos (2004),
Montoro del Arco (2005b, 2006a y b), etc., el máximo representante de la concepción
estrecha de la fraseología española es, sin duda, Casares Sánchez (1950).
En nuestra opinión, no puede considerarse estrecha, por mucho que su autor lo
crea así, la teoría que acoja, junto con las locuciones, las frases proverbiales y los predi-
cados de verbo soporte: «Resulta más acertado para nuestros propósitos partir de una
concepción estrecha que tenga en cuenta, fundamentalmente, las locuciones, las frases
proverbiales del tipo 1 y las unidades sintagmáticas [...]» (Ruiz Gurillo 1997d: 72).
En su intención de fijar la locución —y el modismo (que tendría un alcance más
limitado)— como el objeto de estudio propio de la Fraseología, Casares segrega, por un
lado, el refrán y el proverbio, y, por otro, la frase proverbial, en la que quedarían incluidos

20
los timos, los wellerismos y los dialogismos. Ahora bien, la asunción de que la locución
puede tener forma de oración y no sólo de sintagma (piénsese en las locuciones del
propio autor ¡Ciertos son los toros! y Allá veremos o ¡Voto a Bríos! y ¡Ancha es Castilla!,
adverbiales e interjectivas, respectivamente), y la interpretación arbitraria que hace el
lexicógrafo de ciertos enunciados como no-locuciones que, en cambio, otros autores sí
analizan como locuciones, o, al menos, como no-refranes (piénsese en las expresiones
Que te crees tú eso y No hay derecho o Mucho va de Pedro a Pedro y No está el horno para
bollos, que Casares cita, respectivamente, como ejemplos del timo y de la frase prover-
bial),15 es dable pensar que su concepción de la locución no es muy precisa.
Considerando que la locución interjectiva o exclamativa puede corresponderse con
la comúnmente llamada fórmula pragmática (o, al menos, como una subclase de ella),
a la que, con justo derecho, pertenecerían los timos y aquellas locuciones adverbiales
con estructura oracional de Casares (téngase en cuenta lo dicho previamente [véase
también n. 16]), además de numerosas frases proverbiales (como Lo pasado, pasado o
A buenas horas, mangas verdes), podría adoptarse una concepción de la Fraseología
algo menos estricta que diera cabida, sin titubeos, a las fórmulas pragmáticas.16 Tal
concepción supondría inexcusablemente una reorganización de los niveles fraseológi-
cos establecidos por otros autores, como los enunciados de Zuluaga Ospina (1980) y de
Corpas Pastor (1996b): mutatis mutandis, las fórmulas constituirían una clase de locu-
ción. Habría, no obstante, que precisar que el hecho de que usemos el término locución
interjectiva —o exclamativa (lo mismo valdría para los más atrevidos de locución prag-
mática o locución formularia)— no implica ni que admitamos que la interjección o la
exclamación es una clase de palabras —como sí lo son, en cambio, el sustantivo o el
verbo cuando a ellos se hace referencia al utilizar las expresiones locución nominal y
locución verbal (cfr. López Bobo 2002: cap. 1, DFDEA: XVI y n. 6)—, ni que tales locu-
ciones equivalgan en realidad a una interjección (adviértase con qué ligereza lingüísti-
ca Casares utiliza indistintamente interjectiva y exclamativa), ni tampoco siquiera que
éstas —al menos, en un gran número— tengan que escribirse necesariamente con sig-
nos de exclamación (de hecho, los diccionarios y manuales no siempre registran las
locuciones interjectivas o exclamativas con tales signos ortográficos). Téngase en cuen-
ta, además, que no hay acuerdo general ni criterio fijo para determinar qué tipo de
unidades han de considerarse interjecciones, sobre todo cuando se trata de las llama-
das interjecciones impropias.
En síntesis, nuestro concepto de unidad fraseológica o locución, que iremos preci-
sando poco a poco, incluye, por descontado, las tradicionales locuciones con función
sintáctica de elemento oracional (nominal, verbal, adjetival, adverbial, preposicional,
conjuntiva), como jugarse el tipo, en un periquete, en pos de, etc., y las fórmulas pragmá-
ticas (que en los estudios modernos acogen a las tradicionales locuciones interjecti-
vas), como ¡Dios nos coja confesados!, ¡Habráse visto cosa igual!, Ahí es nada, Ahí me
las den todas, Aquí te pillo, aquí te mato, ¡Hasta ahí podíamos llegar!, ¡Andá, mi madre!,
¡Andá, la hostia/osa!, ¡Válgame Dios!, ¡Por Dios!, Tanto gusto, Más te vale, ¡La madre que
te trajo/parió!, ¡Toma ya!, ¡Ni soñando!, ¡Tararí que te vi!, ¡Hay que ver!, ¡Que no se diga!,
¡Quién me lo iba a decir a mí!, Ni tanto ni tan calvo, ¡Será posible!, ¡Chúpate ésa!, Todo
hay que decirlo, etc. Éstas, asimiladas a las clásicas locuciones interjectivas (o exclama-
tivas, en Casares), constituyen un grupo particular de las consideradas por nosotros
locuciones oracionales, entre las que se inscriben, además, muchas expresiones que
han sido tratadas tradicionalmente como frases proverbiales o como paremias o que pre-
sumiblemente serían tratadas como tales por gozar de estructura oracional, como Ir la
procesión por dentro, Juntarse el hambre con las ganas de comer, Volver las aguas a su
cauce, Una cosa no quita la otra, etc.; así las cosas, nuestras locuciones oracionales se
corresponderían grosso modo, por un lado, con las fórmulas pragmáticas o del colo-

21
quio y las tradicionales locuciones interjectivas (esto es, las dos clases de locuciones
interjectivas o exclamativas, en nuestra propuesta), y, por otro lado, con dos clases de
paremias según la terminología de Arnaud (1991) y Corpas Pastor (1996b: 137-143,
150-151): el enunciado de valor específico y el lugar común17 (grosso modo, las frases
proverbiales y los timos de Casares), además de con algunas expresiones de uso real
como locuciones que, no obstante, son habitualmente registradas o descritas como
refranes (véanse §§ 3.2.10. y 3.9.3.).

2.4. Otras dificultades en la delimitación

Como hemos podido apreciar, la terminología constituye en sí misma una dificul-


tad en la empresa que se proponga todo lingüista de delimitar las unidades de la
Fraseología.
Los diccionarios no suelen ayudar mucho en la definición de los términos. Además
de contener definiciones vagas o viciosas, la descripción de los distintos conceptos en
los diccionarios no es uniforme. Por poner un ejemplo, algunas de las definiciones que
da el DRAE (2001) para distintos términos son idénticas o muy semejantes, hasta el
punto de favorecer su confusión:18

proverbio: ‘Sentencia, adagio o refrán’.


paremia: ‘Refrán, proverbio, adagio, sentencia’.
máxima: ‘Sentencia, apotegma o doctrina buena para dirigir las acciones morales’.
adagio: ‘Sentencia breve, comúnmente recibida, y, la mayoría de las veces, moral’.
aforismo: ‘Sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte’.
apotegma: ‘Dicho breve y sentencioso [...]’.
sentencia: ‘Dicho grave y sucinto que encierra doctrina o moralidad’.
refrán: ‘Dicho agudo y sentencioso de uso común’.

Tampoco es uniforme el registro de las expresiones y su clasificación. Una misma


estructura puede aparecer etiquetada de dos maneras diversas en los distintos diccio-
narios o bien dos expresiones formalmente semejantes ser tratadas como dos fenóme-
nos diferentes en un mismo diccionario.19 El primer aspecto de la diversidad puede
venir motivado por razones distintas, como la naturaleza de la fuente de donde proce-
de y la distinta forma de expresar lingüísticamente los diferentes pueblos una misma
experiencia o acontecimiento; por ejemplo, en un brevísimo apunte, Buridant (1989:
130) supone que los límites entre distintas clases de frasemas son difusos por su proce-
dencia: bien de combinaciones libres, bien de textos viejos comprimidos; y otros auto-
res (como Mokienko 2000a, Dobrovol’skij 2000b...) han comprobado que un determi-
nado evento se ha conformado como refrán en una lengua y como simple locución en
otra. Mlacek (1983) acuña la expresión unión genética para dar cuenta precisamente
del parentesco de construcciones fijas de clase diversa.
No sólo los diccionarios. En los estudios de fraseología ocurre también algo pareci-
do: lo que para unos autores es una locución, para otros es un refrán, una colocación,
una solidaridad léxica, un compuesto o, incluso, un sintagma libre (puede verse una
observación similar en Schenk 1995: 256-257); lo que para unos es una clase determi-
nada de locución, para otros es otra clase de locución, dependiendo, sobre todo, de la
forma como sea registrada.20
Además de la disparidad terminológica, de la falta de precisión en las definiciones y
de la diversidad de los registros lexicográficos, a tal confusión contribuyen también, por
un lado, la existencia de zonas limítrofes de transición o indefinición, de lindes impreci-
sas, de solapamientos entre uno y otro fenómenos, gracias, en parte, al carácter no

22
discreto de las unidades fraseológicas o su difícil adscripción a compartimentos estan-
cos y compactos (Nuccorini 2003: 267), a la comunidad de rasgos compartidos (§ 2.5.),
y, por otro lado, a los continuos procesos de trasvases fraseológicos: por ejemplo, refra-
nes acortados que han derivado en locuciones o en frases proverbiales, como Las pare-
des oyen,21 y locuciones y frases proverbiales enriquecidas con nuevos elementos que
han derivado en refranes; locuciones y frases enmascaradas como eslóganes y títulos,
como Una imagen vale más que mil palabras o Lo prometido es deuda,22 o como coplas,
cantares y villancicos;23 locuciones que han ido amalgamando sus constituyentes hasta
fraguarse como palabras compuestas, como enseguida < en seguida o sinfín < sin fin;24
los dobletes estructurales que se producen ante la posibilidad de configurarse una ex-
presión con dos o más estructuras distintas (y, por tanto, adscribirse a categorías locu-
cionales distintas), como ocurre entre los pares25 llevar la procesión por dentro/Ir la pro-
cesión por dentro, armar la de Dios/Armarse la de Dios, dar la vuelta a la tortilla/Darse la
vuelta la tortilla, En todas partes cuecen habas/En todas partes se cuecen habas, estar ojo
avizor/ojo avizor, no tener oficio ni beneficio/sin oficio ni beneficio, no tener ni pies ni
cabeza/sin pies ni cabeza, tener sus más y sus menos/Haber sus más y sus menos, poner la
piel de gallina/Ponérsele la piel de gallina, alborotar el gallinero/Alborotarse el gallinero...
Según sean las unidades que componen el dominio de la Fraseología, la concepción
de ésta varía. Nosotros, por ejemplo, creemos que los refranes, tal como anunció Casa-
res (véase Ïurèo ed. 1998, esp. Belozerova 1998), han de ser estudiados por la Paremio-
logía, disciplina que podría o no constituir una vertiente de la Fraseología en virtud del
carácter generalmente limitado de la Fraseología; las colocaciones y los predicados de
verbo soporte son, de pleno derecho, objeto de estudio de la Gramática (Sintaxis) o, en
todo caso, dependiendo de la óptica que se adopte, del léxico (o Lexicología), frente a la
opinión más generalizada, que los trata como unidades fraseológicas, con igual razón
que las locuciones, aunque suelen ser situados en la periferia, fronteros con los hechos
estrictamente gramaticales. Las solidaridades, entendidas a veces como clases de colo-
caciones (Iriarte Sanromán 2001: 178-179, entre otros), también quedarían fuera del
ámbito de la Fraseología, igual que piensan autores como Larreta Zulategui (1998b:
44), pero no porque «el grado de los miembros de los sintagmas vienen determinados
[sic] por la realidad extralingüística», que, precisamente, no es siempre así. En ambos
casos, el ámbito de estudio de la Fraseología es más restricto; la Fraseología se enmar-
ca en una concepción estrecha.

2.5. Características de las locuciones

Otra suerte de disparidad en las clasificaciones de las locuciones es la propia defini-


ción, la distinta concepción que se tiene de sus rasgos.
La caracterización de la locución entraña no pocos problemas de delimitación
respecto de fenómenos afines. Los rasgos que suelen aportarse para la caracteriza-
ción de la unidad fraseológica (en sentido amplio) —que han de ser aplicables a la
locución—, no son unívocos ni exclusivos: estructura compleja formada por al me-
nos dos palabras, fijación o estabilidad y variación potencial, idiomaticidad, institu-
cionalización.

2.5.1. Pluriverbalidad

Como principio teórico, convenimos, con la mayoría de los autores, en que la locu-
ción es una combinación de dos o más palabras.26

23
Esta característica, tomada al pie de la letra, niega la condición de unidad fraseoló-
gica y la posibilidad de confundirse con ella a ciertos signos como las unidades léxicas
simples (aunque se trate de fórmulas pragmáticas o de rutina, como Salud, ¡Adiós!,
¡Hola! y Gracias),27 los compuestos gráficos (sacacorchos) o los meros morfemas liga-
dos que, como idioms, proponen algunos autores.28
A veces, para dar cuenta de esta propiedad general, se han propuesto términos
como polilexicalidad o pluriverbalidad,29 los cuales, aunque resultan esclarecedores e
ilustrativos, pueden no ser del todo acertados cuando se intentan describir ciertas es-
tructuras. Así, por un lado, respecto del primer término, numerosas locuciones se com-
ponen de una sola unidad léxica, de un solo lexema, aunque concurran otros signos
gramaticales (a lo mejor, a horcajadas), y en muchas locuciones la palabra está grama-
ticalizada o no tiene valor léxico (en pos de, ya que, a fin de que, a pesar de que, por tanto
[véase n. 29]). Por otro lado, cuando se dice que una unidad fraseológica es pluriverbal
o que está compuesta de al menos dos palabras, cabe suponer que se está pensando en
la naturaleza gráfica de esas palabras, esto es, en que se escriben disociadas, lo cual se
cumple como presupuesto en todas las locuciones (matar dos pájaros de un tiro, meter
la pata, tomar el pelo, de repente, al alimón...); de ese modo, se está coartando la posibi-
lidad de analizar como locuciones, por ejemplo, los compuestos gráficos30 y las pala-
bras simples con acepciones figuradas o idiomáticas como abrirse ‘marcharse’ o cantar
‘revelar un secreto o relatar un hecho delictivo’; ese mismo criterio de separación grá-
fica es el que debe primar para evitar que se les niegue el estatuto de locuciones a
formas aglutinadas como arreglárselas o palmarla31 (§§ 3.8.4.2., 5.5.), pues basta con
que el verbo se ejecute con forma flexiva o conjugada para probar irrefutablemente su
naturaleza locucional: «Ya me las arreglaré», «El gato la palmó hace años» (véase igual
parecer en DFDEA: XII).32
Además de las dificultades que plantean estos términos dentro del universo fraseo-
lógico por la distinta estructura que presentan las combinaciones fijas que lo compo-
nen, surgen otros problemas relativos a la interferencia, en el ámbito fraseológico, de
ciertas estructuras estables que provoca la definición de ese rasgo: pluriverbales y poli-
léxicas son también, con igual razón cuando menos, otras combinaciones no fraseoló-
gicas como los compuestos sintagmáticos y sinápticos (guardia civil, coche cama, ojo
de buey, patas de gallo, ave del Paraíso, etc.) —y también, como se dijo antes, los com-
puestos gráficos, con o sin guión (bocamanga, abrecartas, cariacontecido, físico-quími-
co, hispano-galo, etc.)—, las colocaciones (secreto sumarial, lluvia torrencial, abruma-
dora mayoría, rescisión de contrato, madeja de hilo, cabeza de ajo, depurar responsabili-
dades, recabar información, cerrar herméticamente, planear una amenaza, etc.), los
predicados de verbo soporte (dar permiso, tener acceso, etc.), las paremias, citas, etc.33
(Agua que no has de beber, déjala correr; Casa con dos puertas mala es de guardar, etc.) y
los estereotipos nominativos, los nombres propios y la terminología específica o fraseo-
términos (Organización de las Naciones Unidas, Canal de Suez, Océano Pacífico, Gran
Bretaña, Estrecho de Magallanes, Península Ibérica, gramática generativa, lingüística es-
tructural, etc.). La «polilexicalidad», tomada al pie de la letra (combinación de dos o
más unidades léxicas), identificaría mejor estas otras estructuras no fraseológicas (com-
puestos, colocaciones...) que las locuciones, ya que muchas quedarían fuera. En defini-
tiva, el carácter pluriverbal de las unidades fraseológicas es una condición necesaria
pero no privativa, aunque sí suficientemente restrictiva como para dejar fuera del cam-
po de estudio de la Fraseología un nutrido conjunto de estructuras.

24
2.5.2. Fijación

Otro rasgo definitorio —posiblemente, el principal—34 de las unidades fraseológicas


es la fijación o estabilidad.35 La fijación se entiende como el resultado de un proceso histó-
rico-diacrónico, evolutivo, de la conversión paulatina de una construcción libre y variable
en un construcción fija (estable), invariable, sólida, gracias a la insistente repetición lite-
ral; una forma analítica libre llega a adquirir, en un punto de la historia, un significado
traslaticio o específico hasta concebirse como un todo, un estereotipo, una fórmula me-
morizable, estando así disponible para su empleo (para su repetición) cuando, en el pro-
ceso discursivo, quiera expresarse un contenido que ya está condensado en ella. En este
sentido, una locución es, ante todo, una combinación de palabras fija o estable.
Este proceso de conversión de una unidad sintáctica en unidad fraseológica podría
llamarse igualmente fraseologización (Gvozdarev 1981: 114-129, Kunin 1981, Èernyše-
va 1984: 18-20, Iñesta Mena y Pamies Bertrán 2002: 1, López Roig 2002: 42), aunque
creemos que puede representar un fenómeno más amplio si incluye la fijación de la
forma y la fijación semántica como operaciones simultáneas36 (adviértase que se fija
también un significado, el fraseológico): en tanto que el significado de la locución se
inmoviliza, la forma libre originaria, estructuralmente idéntica (su contraparte literal),
seguirá otros derroteros semánticos, dispuesta a su empleo discursivo, no siempre el
preciso o lexicográfico; expuesta, como cualquier otro signo de la lengua, a cargarse de
nuevos matices (si bien, las locuciones también experimentan cambios en el significa-
do; sobre todo, la polisemización o adquisión de nuevas acepciones). Burger (1998b:
15) diferencia entre fraseologización o conversión de un sintagma libre en fraseologis-
mo e idiomatización o conversión de un sintagma libre en idiom.
Ahora bien, la fijación tampoco es un rasgo enteramente definitivo; son numerosas
las locuciones que incumplen esta norma. Por un lado, la tradición, preferentemente
oral, ha favorecido a lo largo de los años —o de los siglos— la creación de variantes
(§ 4.2.) debidas a causas diversas (mayor expresividad, etimología popular, localismo,
marca diastrática, existencia de modelos productivos, énfasis, refuerzo del aprendizaje o
ayuda a la memorización, economía lingüística, modernización, mayor o menor longi-
tud de la locución...): no ser nada del otro mundo/jueves, buscar los tres/cinco pies al gato,
poner la piel/carne de gallina, poner las peras a cuarto/ocho; si bien, estas alternativas están
consolidadas, sancionadas por la comunidad, codificadas, previstas por el sistema, por
lo que no impiden, en principio, seguir hablando de fijación o de combinaciones fijas.
Por otro lado, son abundantes las unidades fraseológicas que admiten modificacio-
nes por signos de la técnica libre; se trata normalmente de incrementos léxicos con valor
intensificador —tener (muy) mala uva, llevar (bien) puestos los pantalones, pasarlas (muy)
putas, no tener ni (pajolera) idea, dar la (real) gana, hacer su (santa) voluntad, meterse en
un (auténtico) berenjenal, estar sin un (puto) duro, estar hasta los (mismísimos) cojones...
(si bien algunos están fijados o en trance de estarlo, pues no suele admitir su reemplaza-
miento por otros del mismo paradigma; comp.: más/*muy/*menos tarde o más/*muy/
menos temprano)—, o de adverbios temporales, modales, etc., como circunstantes del
predicado de una locución verbal u oracional —empinar (constantemente) el codo, acos-
tarse (siempre) con las gallinas, hacer (descaradamente) la pelota, etc.37 Muchas otras su-
fren variaciones internas, propias de las combinaciones libres: acortamientos (de golpe [y
porrazo], ¡Ni hablar [del peluquín]!), cambios flexivos o derivativos (sano y salvo > sana y
salva/sanos y salvos/sanas y salvas, a pie/pies juntillas, echar una cana/canita al aire), trans-
formaciones diversas (comer el coco (a alguien) > comérselo, lavar el cerebro > lavado de
cerebro, subir el tono > subida de tono, ajustar las cuentas > ajuste de cuentas ‘reprender,
castigar’, tener cara > ¡La cara que tiene!, tomar el pelo > ser tomado el pelo, tener mucha
vista > mucha vista es lo que tiene), etc. De ahí que la variación, como contrapartida y

25
aparente contraejemplo de la fijación, se haya propuesto también como rasgo caracterís-
tico de las unidades de la Fraseología; incluso, al parecer de algunos estudiosos, como
universal fraseológico (véase n. 34).38 La propia naturaleza fijada de la locución; el carác-
ter trabado y cohesionado de su composición léxica, sintáctica e, incluso, fónica; su valor
de unidad intangible, memorizable, institucionalizada como elemento del acervo colecti-
vo y a veces como símbolo social o cultural; su impronta de Gestalt ha servido y sirve de
freno y contención a cambios azarosos y a la propia forja de variantes, pero también, al
mismo tiempo y de modo contradictorio, de acicate y estímulo para su transgresión
(Sabban 1998: 13, § 4.2.3.).
Pero, además, tal rasgo tampoco es netamente distintivo de las unidades fraseológi-
cas (locuciones) dado que la estabilidad es una propiedad compartida por otras estruc-
turas constituidas por más de una palabra gráfica, como los compuestos y las pare-
mias (y, en alguna medida, según la mayoría de los autores,39 las colocaciones). Tam-
bién en estas estructuras es posible la localización de variantes formales codificadas o
institucionalizadas.40
Por otra parte, el rasgo de la fijación o estabilidad es, a pesar de lo que pueda
sugerir su propio nombre, inestable, como consecuencia, en parte, de la fragilidad o
escasa estabilidad de las clasificaciones existentes de las unidades fraseológicas y de la
incorporación a la Fraseología de estructuras que de ningún modo son fijas.
Se viene afirmando que la fijación, como otros rasgos de las unidades fraseológicas,
tiene carácter gradual, puesto que se manifiesta de diverso grado. Como se ha ilustrado
anteriormente y se estudiará más adelante, es evidente que hay locuciones que toleran
variaciones formales de una u otra naturaleza (fónica, gráfica, léxica, gramatical, mor-
fológica...); pero tiene que resultar abiertamente natural que existan diferencias de
comportamiento cuando se describen como unidades de la Fraseología estructuras tan
variadas como los refranes, las colocaciones, las solidaridades léxicas, los predicados
complejos con verbos de apoyo o soporte y las propias locuciones, tal como ocurre en
las concepciones anchas de la Fraseología. Si, como se dijo antes (§ 2.4.), se pusieran
en su sitio, en la Sintaxis,41 las construcciones que, en esas concepciones anchas, se
analizan como fraseologismos —colocaciones, estructuras verbales de soporte...—, y
en la Morfología, los compuestos, gráficos y no gráficos, es posible que más de un
lingüista que propone el continuum no lo hubiera propuesto ni hubiese siquiera men-
cionado el carácter gradual de la fijación fraseológica. Basta echar una ojeada a la
bibliografía al respecto —alemana, inglesa, francesa, rusa, italiana, española...— para
comprobar que el tipo mayoritario de construcciones que se aduce como prueba de la
variación o las infracciones de la norma llamada «fijación» que sufren las expresiones
fraseológicas —como argumento para defender bien la hipótesis de la gradualidad,
bien la del universal fraseológico de la variación o bien la teoría praguense del centro y
la periferia—, se corresponde con los predicados de verbo soporte y ciertas construc-
ciones colocacionales, cambios que poco o nada tienen que ver con las variaciones
codificadas, consagradas por la tradición, las propiamente fraseológicas que llamamos
variantes, sean gráficas (a tente bonete/a tentebonete), fónicas (a volapié/a vuelapié),
morfológicas (a horcajadas/a horcajadillas), gramaticales (a favor de/en favor de) o léxi-
cas (salir por la puerta de perros/salir por la puerta de carros).

2.5.3. Idiomaticidad

El significado idiomático de las locuciones es otra de las características apuntadas


por la mayor parte de los lingüistas.42 No obstante, últimamente los fraseólogos se
vienen decantando por el carácter opcional de dicha característica dada la ingente

26
cantidad de locuciones que carecen de significado traslaticio o son sólo parcialmente
idiomáticas.43
Aunque es absolutamente cierto que no todas las locuciones son completamente
idiomáticas,44 también el rasgo de lo idiomático plantea bastantes interrogantes en
virtud de la inexistencia de una definición clara, uniforme y unánimemente comparti-
da. La idiomaticidad es, seguramente, la propiedad fraseológica que más críticas e
hipótesis ha suscitado, partiendo, por ejemplo, del propio concepto, pues hay dispari-
dad de opiniones acerca de qué debe entenderse por idiomaticidad.
Es habitual ver explicada la idiomaticidad en términos de no composicionalidad,45
tal cual la definió adecuadamente Casares Sánchez (1950: 170): «combinación estable
de dos o más términos, que funciona como elemento oracional y cuyo sentido unitario
consabido no se justifica, sin más, como una suma del significado normal de los compo-
nentes» (cursiva nuestra).46
Pero lo idiomático se emplea con extrema frecuencia como sinónimo de figurado47
o, más restringidamente aún, de metafórico, poniendo en riesgo evaluar como fraseo-
lógica, tal como sucede muchas veces, cualquier expresión no fraseológica que haya
sufrido una transposición semántica; piénsese, por ejemplo, en expresiones como X es
un sol o fumarse N[+ tiempo], o las mismas colocaciones con un colocativo metafórico, del
tipo calurosa acogida.48
También la idiomaticidad se ha identificado en alguna ocasión con «fraseologici-
dad»,49 acaso advirtiendo la esencialidad de lo idiomático para definir las expresiones
idiomáticas o idioms, otro término que, como se ha indicado antes, tampoco se corres-
ponde, ya desde sus orígenes, con una visión única y homogénea: la distinción estable-
cida por algunos autores entre, por ejemplo, idioms puros y seudo-idioms (véase n. 8) o
la ilustración de manera indiferenciada del concepto general de idiom con, unas veces,
estructuras colocacionales o predicados de verbo soporte (tener en consideración, dar
explicación) y, otras veces, estructuras ambiguas u homónimas (tirar la toalla ‘arrojar-
la’/‘darse por vencido, desistir de un empeño’, dorar la píldora ‘esmaltarla o cubrirla con
oro’/‘mitigar o disimular una noticia desagradable’, ‘adular, hacer la pelota’), son una
prueba de la falta de homogeneidad de criterios para la delimitación del idiom respec-
to del resto de las expresiones fraseológicas.50 Dada tal diversa concepción del idiom, la
idiomaticidad, por su ineluctable asocación al idiom, tampoco puede entenderse de
una única manera.
La idiomaticidad, como la fijación, se muestra como un factor de relevancia en
grado diverso para la caracterización de las unidades fraseológicas (locuciones) en la
medida en que en ellas no se manifiesta por igual y uniformemente, sino de forma
gradual.51 Ahora bien, ¿cómo se cuantifica el grado de figuración, o, si se prefiere, de
motivación, que interviene en una unidad fraseológica?, ¿cómo se mide la merma de
literalidad o de sentido recto acontecida en una expresión? Es presumible que resulte
claro para todos los usuarios la diferencia semántica entre una locución de significado
literal o cuasiliteral del tipo en público, de ida y vuelta, en resumen, por ejemplo, rojo
como un tomate, más blanco que la nieve, etc., y otra idiomática, semánticamente opa-
ca, del tipo a topa tolondro ‘irreflexivamente’, meter la pata ‘errar’, tomar el olivo ‘huir,
irse’, etc.; pero tal vez no sea tan clara la diferencia de porcentaje con que interviene el
sentido figurado en unidades fraseológicas parcialmente transparentes o de algún modo
motivadas, como, por ejemplo, henchir el baúl ‘comer mucho’, dar gato por liebre ‘enga-
ñar’, al descubierto ‘de manera clara, descubiertamente’, o costar(le) la vida (a alguien):52
¿cuál de las cuatro es más transparente?, ¿cuál, más idiomática? Aparte de algunos
factores lingüísticos —como la preservación del significado propio, recto o figurado,
en alguno de los componentes de la locución (en broma, de cerca), el contexto estricta-
mente gramatical, el que sea una locución ambigua (separar el grano de la paja, rasgarse

27
las vestiduras), etc.—, la percepción del mayor o menor índice de literalidad es una
cuestión fundamentalmente subjetiva:53 depende de la formación del hablante, de su
competencia cultural,54 de su habilidad lingüística o de su conocimiento enciclopédico
el hallazgo de una relación entre el significado primitivo u originario de una locución y
su significado derivado o fraseológico, la detección de la motivación o fuente del signi-
ficado traslaticio, la interpretación de la transposición semántica o figurativa, el cono-
cimiento del origen de la formación de la construcción locucional... Es probable que, si
se llevara a cabo una encuesta, considerando dos locuciones con sentido idiomático,
una resultara más fácilmente interpretable que otra, debido muy posiblemente a razo-
nes estrictamente no lingüísticas (pragmáticas, socioculturales, geográficas...); pero, a
decir verdad, ni ese contraste de evaluación permitiría afirmar con rotundidad que la
construcción de motivación más perceptible es intrínsecamente, inherentemente, me-
nos idiomática que la otra cuya interpretación ha resultado más compleja. Es más, ni
siquiera decir que una es más idiomática que la otra, de ser una constatación objetiva,
tiene, en realidad, mucha utilidad.55
Así pues, aunque puede mantenerse la hipótesis de la gradualidad del componente
idiomático, la determinación de la idiomaticidad y el establecimiento de los estadios
intermedios de la misma por criterios objetivos, empíricos, es aún una asignatura pen-
diente.56 El carácter predominantemente subjetivo que impera en la diferenciación de
grados de opacidad ha sido puesto de manifiesto en la opinión distinta que los estudiosos
se forjan acerca de una misma combinación fija: por ejemplo, los estudios de Lakoff y
Johnson (1980, 1999), Lakoff (1987), Lakoff y Turner (1989) o Gibbs y sus colaboradores
(Nayak, Mueller, Gonzales, etc.)57 han clareado el tupido velo de opacidad que otros
lingüistas extendían sobre la semántica simple y nada oculta de numerosos fraseologis-
mos; para ellos, muchas unidades fraseológicas descritas tradicionalmente58 como com-
pletamente idiomáticas son fácilmente explicables, de significado comprehensible, de
motivación casi tangible. Es el caso de la tan manida expresión spill the beans, considera-
da tradicionalmente como un idiom opaco.59
Y, como ocurría con el factor fijación, la subjetividad o la poca validez general de la
gradación de la idiomaticidad de las unidades fraseológicas que indicábamos más arri-
ba también obedece a la falta de uniformidad en la clasificación de las unidades que
son objeto de estudio de la Fraseología. Es, a todas luces, lógico que las construcciones
que creemos que deben ser objeto de estudio de la gramática común —como las colo-
caciones o las estructuras de verbo soporte— sean las unidades más flexibles, condi-
ción que ha favorecido que sean las más utilizadas para ilustrar la transparencia se-
mántica y la composicionalidad de algunas unidades fraseológicas frente a otras ex-
presiones idiomáticas de opacidad total, semánticamente no descomponibles.
Asimismo, como ocurría con los otros rasgos (la estructura gráfica compleja y la
estabilidad), la idiomaticidad no es una característica privativa o exclusiva de las uni-
dades fraseológicas. No sólo la idiomaticidad no define todas las locuciones al estar
ausente en algunas de ellas (las locuciones de significado literal, como negro como el
azabache o en concreto), sino que está presente en otras unidades del sistema (Kooij
1968: 252, Geeraerts 1989: 84, Vietri 1990b: 135-136, Cacciari 1993: 28, Fernando 1996:
30-31, Fleischer 1997: 249-250...): los signos simples del código lingüístico disponen
con frecuencia de acepciones figuradas («falda de una montaña», etc.); numerosos
compuestos y derivados también presentan sentido idiomático, con mayor o menor
grado de motivación (diente de león, uña de gato, tocino del cielo, cantamañanas, pelaga-
tos, meapilas, cagaprisas, miramelindo, nomeolvides, bienmesabe, hazmerreír, tentem-
pié, buenastardes, siguemepollo, sabelotodo, quitapenas, bienteveo, metomentodo, rom-
petechos, tragaldabas, cascarrabias, meapilas, soplagaitas, zampabollos, zampalopresto,
perdonavidas, porsiacaso, rompecabezas...); cientos de paremias tienen sentido metafó-

28
rico (Agua pasada no mueve molino; En boca cerrada no entran moscas; No se pescan
truchas a bragas enjutas; A Dios rogando y con el mazo dando; Oveja que bala, bocado
que pierde; Tal palo, tal astilla; etc.); el colocativo de no pocas colocaciones interviene
con sentido idiomático (esgrimir un argumento, cosechar triunfos, depositar la confian-
za, banco de peces,60 etc.) (§ 2.5.10.3.).

2.5.4. Institucionalización

La institucionalización es otro de los rasgos fundamentales que se atribuyen nor-


malmente a las unidades de la Fraseología, característica que, en nuestra opinión, va
pareja a la fijación y fraseologización, hasta el punto de que, para algunos autores
(Baránov y Dobrovol’skij 1998: 28-34; Iñesta Mena y Pamies Bertrán 2002: 52), puedan
identificarse.
Aunque también carece de un sentido unívoco, entendemos esencialmente por ins-
titucionalización el proceso por el cual una comunidad lingüística adopta una expre-
sión fija, la sanciona como algo propio, como moneda de cambio en la comunicación
cotidiana, como componente de su acervo lingüístico-cultural, de su código idiomáti-
co, como cualquier otro signo convencional, y pasa a formar parte del vocabulario.61
Entonces, la locución se convierte en producto cultural, en un referente idiosincrásico
e identificativo de una comunidad, aunque puede traspasar a veces las fronteras y
alcanzar rango internacional, un universal fraseológico compartido por comunidades
de habla distintas (Lurati 1984 y 1991, Corpas Pastor y Mena Martínez 2004, Bàrdosi
2008: 83-86). En el otro extremo, hay expresiones, oriundas o foráneas, que irrumpen
con fuerza y pujanza o se ponen de moda durante un cierto lapso de tiempo, pero que
la sociedad deja de usar pronto y olvida sin llegar a formar parte del acervo colectivo ni
a ser registradas en el diccionario.62
En la institucionalización de una estructura es precisa normalmente la acción
fijadora del uso repetido (§ 4.1.). La repetición continuada de una expresión con-
duce a su cristalización, a su petrificación, a la condición de unidad disponible
para su almacenamiento y memorización y a su transmisión; de ahí que institucio-
nalización se identifique en algunos estudios con reproducibilidad. Pero cabe seña-
lar que, si la repetición o reproducción de una expresión conduce a su instituciona-
lización, ésta, la institucionalización, también garantiza o, incluso, favorece e im-
pulsa la repetición de la expresión, dados sus valores intrínsecos (fórmula expresiva,
conocimiento o experiencia compartida, carácter comprimido o sintético, seña de
identidad cultural, etc.).
Pero institucionalización equivale, para determinados autores, a lexicalización.63
Nosotros creemos que el concepto de lexicalización no puede identificarse sin más con
el de institucionalización; se corresponde más propiamente con el de fijación definiti-
va de un significado especial o particular que adquirió una combinación libre al irse
fraguando en combinación fija o el de conformación de una estructura sintáctica en
estructura léxica (véase, para una caracterización similar, Cruse 1986). Por ejemplo, la
gramaticalización de un significado léxico o de un sintagma complejo es, con igual
justeza, un hecho de institucionalización, y también puede serlo de fraseologización (a
causa de, a partir de, no obstante, etc.). De hecho, cuando se habla de deslexicalización
es porque se consigue un rescate del significado originario, una revivificación del sen-
tido literal, bien como consecuencia de que se haya producido una variación de la
forma consagrada, bien porque la expresión fijada ha sido empleada con un sentido
distinto o en un contexto inadecuado. El significado idiomático no se corresponde o no
se identifica con la forma en que se consolidó.

29
La institucionalización no puede, asimismo, representar una característica intrín-
seca y privativa de las unidades fraseológicas que venimos considerando en nuestra
perspectiva (las locuciones). Los refranes, los proverbios, los clichés literarios, los dia-
logismos, los wellerismos, etc., son, sin ninguna duda, combinaciones estables institu-
cionalizadas; los compuestos son, igualmente, hechos lingüísticos institucionalizados;
algunos autores (Howarth 1996: 36-38; Corpas Pastor 1996b...) suponen que las colo-
caciones están también institucionalizadas (Baránov y Dobrovol’skij 1998 y Wotjak
2004: 192 y 196 las consideran incluso lexicalizadas): el vínculo semántico entre la base
y el colocativo está consolidado, y, de hecho, a veces aparece explícito en la definición
que, de algunos componentes colocacionales, proporcionan ciertos diccionarios (por
ejemplo, el DUE), como es el caso de los adverbios perdidamente, torrencialmente o
locamente.

2.5.5. Estructura no oracional

La concepción tradicional más generalizada es que la locución no puede tener es-


tructura de oración sintácticamente completa.
Hay algunos autores que señalan esta característica (el criterio de estructura no
oracional) entre las más relevantes, e, incluso, llegan a elevarla a rango de rasgo distin-
tivo, equiparable a la fijación y la idiomaticidad (Larreta Zulategui 1998a: 462 y 1998b:
64-66, basándose en Fleischer 1982: 72-73). Algunos estudiosos (Mendívil Giró 1999:
563-564, Schapira 1999: 12, 126-131) dan por supuesto que las locuciones no pueden
tener estructura de oración completa, de manera que interpretan como proverbio cual-
quier sarta que presente tal formato sintáctico.
Esta característica estructural se viene esgrimiendo como argumento suficiente
para distinguir la locución del refrán y de otras clases de paremias, esto es, la locución
y el enunciado fraseológico (p.ej., Pilorz 1964: 75-76, Èernyševa 1964, Zuluaga Ospina
1980, Gläser 1986b, Corpas Pastor 1996b, Mena Martínez 2002: 24, Wotjak 2004: 186),
si bien no de otras combinaciones pluriverbales tratadas normalmente como fraseoló-
gicas, como es el caso de las colocaciones. Precisamente, en virtud de la naturaleza
oracional o no de la unidad fraseológica, se establecen clasificaciones binarias como la
de Zuluaga Ospina (1980) entre locución y enunciado, o la de B. Wotjak (2000), Körho-
nen y Wotjak (2001) o Wotjak y Heine (2003), entre fraseoloexemas, colocaciones y
verbos soporte, por un lado, y refranes, fórmulas de rutina, enunciados pragmáticos,
etc., por otro. Ahora bien, ya hemos indicado que diversos autores (incluida la RAE
1992) entienden que la locución puede tener estructura de oración completa.
Nosotros hemos apuntado esta posibilidad (hablamos de locuciones oracionales, §§
3.2.10., 3.9.2.) al considerar expresiones como Haber moros en la costa, Cambiar las
tornas, Volver las aguas a su cauce, Cocerse los pájaros, Andar el diablo suelto, Ir la
procesión por dentro, Caer la noche, Correr las aguas por donde solían, Serenarse el tiem-
po, Estar bien gobernado el campo, Trocar las manos, Cantar el gallo o No estar el horno
para bollos, que, teniendo estructura oracional, no se dejan encasillar fácilmente entre
los refranes u otras clases de paremias, pese a los intentos acometidos (p.ej., Haber
moros en la costa y No estar el horno para bollos se han descrito como frases proverbia-
les [Casares], como enunciados de valor específico [Corpas], como proverbios [Mendí-
vil]...). Además, incluimos otras construcciones (A nadie le amarga un dulce, Las pare-
des oyen, El tiempo pasa volando, En todas partes cuecen habas, Hasta el rabo todo es
toro, El que vale vale, El tiempo lo dirá...) con estructura de oración que, como algunas
de las anteriores, vienen siendo ubicadas diversamente: bien como refranes, bien como
frases proverbiales, bien como lugares comunes, bien como enunciados de valor espe-

30
cífico, etc.; en definitiva, como enunciados fraseológicos, aunque tales caracterizacio-
nes atiendan, más que a sus rasgos formales, a criterios pragmáticos (por tanto, esen-
cialmente arbitrarios), como los presupuestos de «verdad general» o naturaleza «sen-
tenciosa» (valor ilocutivo de consejo o recomendación), carácter anónimo... Nosotros
pensamos que los hablantes emplean estos enunciados de real o aparente raigambre
paremiológica como si de simples locuciones o modismos («modos de hablar») se tra-
tara, lo que favorece su interpretación como locuciones.
La hipótesis de la existencia de locuciones oracionales estaría además avalada por
la adscripción a ellas de las locuciones interjectivas o exclamativas, dado que éstas,
tengan o no verbo explícito, sólo tienen cabida categorialmente en el estatuto de ora-
ción (entendida aquí la oración no sólo como unidad sintáctica compuesta de sujeto y
predicado, sino también como enunciado o unidad comunicativa autónoma); esto es,
no pueden describirse como locuciones prepositivas, nominales, verbales, etc. Tal clase
de locución, además de satisfacer plenamente el requisito formal de estructura oracio-
nal, denuncia la falta de pertinencia de los presupuestos de orden pragmático señalados.
Nuestra sospecha sobre la escasa fiabilidad o la no infalibilidad del criterio de ran-
go oracional que permite a la mayoría de los autores oponer la locución a la paremia
(refrán, cita, lugar común, frase proverbial...) también parece advertirse en autores
como Baránov y Dobrovol’skij (1998: 38-39). Estos lingüistas, tras observar algunos
rasgos diferenciadores del refrán (mayor autonomía textual, valor de consejo o mora-
leja, presencia de algún elemento cuántico de universalidad), afirman lo siguiente: «Las
construcciones, análogas a una oración por su forma y función, fueron excluidas del
paradigma de las expresiones idiomáticas en las descripciones tradicionales, y recaye-
ron en el campo de la paremiología. Sin embargo, lo que tradicionalmente se entiende
por paremia tampoco es homogéneo»; los autores, apoyándose en varios ejemplos,
sostienen, pues, que determinadas construcciones con rango sintáctico de oración han
ido a parar al ámbito paremiológico sin atender a otros criterios que el de tener dicho
rango. El mero hecho de que los autores adviertan que algunas locuciones [verbales]
han desarrollado versiones con estatuto sintáctico de oración o a la inversa (véase
nuestro comentario acerca de los trasvases), como ocurre, en su opinión, en la pareja
echar a suertes y La suerte está echada, les lleva a pensar que deben describirse como
locuciones (expresiones idiomáticas): «Esto [la existencia de versiones paralelas con
estructura distinta] es un argumento más a favor de su inclusión en la clase de las
expresiones idiomáticas, ya que difícilmente se justificaría la descripción de semejan-
tes parejas como unidades pertencecientes a diferentes clases». Cabe suponer que las
versiones de estructura oracional, aun descritas de modo similar a las versiones con
estructura no oracional (p.ej., como locuciones o idioms), como sugieren dichos auto-
res, no serían adscritas, sin más, a la misma clase (esto es, como locuciones verbales),
sino que a las primeras habría que asignarles otra categoría locucional (presumible-
mente, la que nosotros hemos diseñado como locución oracional o afín).
Sospechamos que en la misma línea de esos autores puede situarse la observación
que hace Fernández-Sevilla Jiménez (1985a: 203) a la definición de locución de Casa-
res cuando la limita a rango de elemento oracional: «resulta objetable el presunto fun-
cionamiento como miembro de oración, puesto que la locución puede poseer mayor
autonomía sintáctica», y añade una crítica al hecho de que se adopte el criterio de
equivalencia funcional (en Casares y la mayoría de los fraseólogos) como el único cri-
terio valedero para la clasificación de las locuciones: «en cualquier caso, no parece
adecuado considerar la función sintáctica como un rasgo definitorio de una unidad
paradigmática, como es la locución». Contrario a su planteamiento inicial (1980), Zu-
luaga Ospina (2001: 52-53) parece pensar en esta dirección al afirmar que la locución y
el enunciado fraseológico son tipos no discretos, pues hay locuciones que se emplean
como enunciados y enunciados, como locuciones.

31
2.5.6. Frecuencia

Algunos estudiosos (p.ej., Corpas Pastor 1996b: 20; Ruiz Gurillo 1997d: 80) propo-
nen la frecuencia de uso como otro rasgo general de las unidades fraseológicas.
Como se indicaba al principio de este estudio, creemos que las combinaciones esta-
bles de una u otra naturaleza constituyen continuamente hilos del tejido textual de los
mensajes, que su presencia en la comunicación, oral y escrita, es constante; en este
sentido sí cabe hablar de frecuencia de uso.
Cabe, incluso, hablar de frecuencia de uso cuando, al emplearse locuciones ambi-
guas, es el sentido idiomático o de bloque el que prevalece habitualmente sobre el senti-
do literal originario, salvo que exista un contexto determinante (p.ej., Burger et al. 1982:
27, Tristá Pérez 1988: 46 y ss., Moon 1998b: 180, López Roig 2002: 33): es en extremo
infrecuente que una combinación que en principio admite dos lecturas, una literal como
forma libre y otra idiomática como expresión fija, se emplee con el sentido literal, esto es,
como producto de la técnica libre. Piénsese, por ejemplo, en expresiones como echar leña
al fuego, no vérse(le) el pelo o subirse a la parra; en casos como éstos, no sería precisa la
existencia de un «contexto propicio» (Colombo 1993: 183) para evitar que tales secuen-
cias se procesen como no-idiomáticas.
Además de la frecuencia de uso, también se ha propuesto a veces la frecuencia de
coaparición (p.ej., Corpas Pastor 1996b: 20-21, Iriarte Sanromán 2001: 155). Circuns-
crito nuestro estudio fundamentalmente a las locuciones (concepción estrecha de la
Fraseología), no tiene mucho sentido hablar de frecuencia de coaparición de los signos
conformantes de la locución, aunque algunos estudiosos hablan incluso de restriccio-
nes internas en las locuciones: salvo las variantes codificadas, que funcionan en una
relación paradigmática, la locución se entiende como la presencia ineludible e irrem-
plazable de los componentes. La frecuencia de coaparición no es, pues, pertinente para
definir la locución, aunque sí puede serlo sobre todo en la descripción de las colocacio-
nes (p.ej., el colocativo tiende a colocarse con su base; es más, puede haber un coloca-
tivo más solidario que otros que comparten con él una base común), así como la de
aquellas construcciones en tránsito de fijación, aquellas que, una vez creadas de modo
regular, pueden encontrarse en un proceso de lexicalización; en ellas la frecuencia de
coaparición (hecho sintagmático), si bien derivada fundamentalmente de su vínculo
semántico (hecho paradigmático), contribuye notablemente a su estabilidad completa
y definitiva, a su fijación.

2.5.7. Nominación

Se ha señalado también la función nominativa que cumplen las unidades fraseoló-


gicas (locuciones) en tanto formas compuestas de unidades simples primarias.64 Ahora
bien, con respecto a la equivalencia entre palabra y locución, sostenida tradicional-
mente incluso como criterio funcional para establecer la categoría de una locución,
parece probado que el uso de una locución, frente al signo simple, puede suponer el
incremento de la información con valores connotativos pragmáticos o expresivos; bas-
taría con aducir contrastes como el siguiente para advertir la mayor expresividad del
segundo titular: «Fidel Castro se marcha» (Metro directo, 20-02-08/«Fidel Castro cuelga
las botas» (Qué!, 20-02-08).
También como los otros rasgos vistos hasta ahora, la característica de la nomina-
ción secundaria se presenta de modo desigual en el conjunto de elementos de la Fra-
seología (si se adopta la concepción ancha), ni goza de exclusividad: a los compuestos,
por ejemplo, también es atribuible ese valor de nominación «secundaria» (tanto su

32
constitución se basa en otros elementos más simples como cumplen una función de-
signativa o cubren un hueco en el léxico); si bien, en éstos el significado denotativo es
léxico y, en la mayor parte de los casos (cfr. los lexemas figurativos como cantamañanas
u ojo de buey), puede explicarse como resultado de la participación de los significados
individuales de los componentes, mientras que en las locuciones el significado denota-
tivo se corresponde con el significado de bloque de la expresión y resulta, a todas luces,
más complejo y más maleable (menos preciso). Es más, creemos que también algunos
refranes asimilables a las locuciones de estructura oracional pueden desempeñar una
función nominativa similar a la de las locuciones, a pesar de habérseles negado tradi-
cionalmente tal característica: autores como Häusermann (1977: 113-117), Burger et
al. (1982: 39), Fleischer (1982: 80) y Hessky (1987: 20) han propuesto la ausencia de
nominación en los refranes como un factor distintivo respecto de las locuciones. La
divergencia de opiniones puede deberse, una vez más, a la distinta concepción que se
aplica a cada uno de los hechos, el refrán y la locución: qué unidades deben considerar-
se una cosa o la otra.

2.5.8. Anomalías

También se ha señalado como índice fraseológico la presencia de alguna clase de


anomalía léxica, sintáctica o semántica (Burger 1973: 33-35 y 75-92, Pilz 1978: 538-
543, Fleischer 1982: 52-63, Tristá Pérez 1983a: 70-72, Gréciano 1986a: 322, Moeschler
1991, Ruiz Gurillo 1997d: 75-76 y 1998b: 21-22, Larreta Zulategui 1998b: 178-184,
Sancho Cremades 1999: 38, Corpas Pastor 1999: 226, Guia i Marin 2000: 76...). Tristá
Pérez (1988: 29-38) las describe como indicadores fraseológicos, marcas de identifica-
ción del fraseologismo (léxica: cantío, en el cantío del gallo; semántica: consultar con la
almohada; gramatical: a ojos vistas). Su presencia/ausencia le permite a la autora dife-
renciar dos tipos de fraseologismos: con indicador y sin indicador (estas últimas locu-
ciones son necesariamente ambiguas, como abrir la puerta, morder el anzuelo, etc., y es
el contexto el que juega un papel fundamental en la identificación de la locución). Ruiz
Gurillo (1997d, 1998b) y Montoro del Arco (2005b: 111) destacan la función de las
palabras idiomáticas como prueba de la fijación.
Ya antes Èernyševa (1975: 270) destacaba la capitalidad de lo irregular en el ámbito
fraseológico. En relación con estas opiniones, cabe también situar la teoría de los gene-
rativistas sobre el carácter limitado del poder explicativo de la gramática ante los he-
chos fraseológicos o la existencia de ill-formed idioms.
Aunque es cierto que algunas de las anomalías, como las llamadas palabras idiomá-
ticas (véase § 6.1.), el arcaísmo (Bally 1909: 80-81, Guiraud 1961: 7...) o la labilidad del
artículo (siempre y cuando esta condición resulte pertinente para diferenciar la locu-
ción del sintagma; comp.: no levantar cabeza/no levantar la cabeza), son índices inequí-
vocos de que la construcción de la que forman parte es una locución, lo cierto es que ni
son, ni mucho menos, propiedades compartidas por todas las locuciones (antes al con-
trario, son numerosas las locuciones que presentan una estructura léxica y gramatical
conforme a la gramática actual), ni son rasgos privativos de ellas, pues hay otras com-
binaciones léxicas que también presentan anomalías.
La metáfora, la hipérbole, el «imposible», la metonimia, etc., que dan origen a nu-
merosas expresiones fijas «semánticamente anómalas» (Tristá Pérez 1983a: 72), como
comerse el mundo, ahogarse en un vaso de agua, cuando las ranas críen pelo, no caber el
corazón en el pecho, salirse de madre o abrir(le) el corazón, forman parte del lenguaje
humano y se manifiestan todos los días en todas las facetas de la vida. Las anomalías
gramaticales que denuncian locuciones como a ojos vistas, a campo traviesa, a la pata

33
la llana, a ojos cegarritas, a pie juntillas, por si las moscas, no tener ni la más mínima
idea, de pan llevar, de armas tomar, hacerse lenguas, matar el tiempo, por si acaso, a las de
veces, si no, al tiempo, echar en cara, a fin de cuentas, venir a cuento..., también están
presentes en refranes (La mujer y la gallina, caserina; Nunca amarga el manjar por
mucho azúcar echar; Donde no me ves, te doy higas tres; Un garbanzo no llena costal,
pero ayuda a lo llenar; Quien ve su comida aparejar, harto está sin la probar, etc. [Martí-
nez Kleiser 1953: n.º 43.052, 307, 23.998, 1.869 y 11.027, respectivamente]) y compues-
tos, si bien de otra naturaleza (medianoches, guardiaciviles, Latinoamérica, físico-quí-
mica...). Entre las «anomalías» léxicas, las palabras idiomáticas —en especial, las crea-
das por desfiguración fónica— y los arcaísmos también son componentes léxicos de
numerosas paremias (Año bisieste, o hambre o peste; Por Navidad, soleja; por Pascua,
sobeja; So el caballo rubio buen piojo rabuyo; Ahora que soy moza, quiérame holgar; que
cuando sea vieja, todo es tosejar; Culo veo, culo quiero; culo vi, culo quisí; Tantas veces
como canta en enero el gri, tantas heladas en abril; Quien con gatos anda, a maullar se
embeza; Ara yunto y hondo, y cogerás abondo; Enmiéndate al empiezo, y no harás ruin
rezo; etc. [Martínez Kleiser 1953: n.º 4.449, 4.376, 4.524, 42.966, 9.335, 29.874, 11.858,
5.119, 21.357])65 y no escasos compuestos (capidengue, capisayo, terrateniente, cabizba-
jo, misacantano...). Incluso, algunas colocaciones están constituidas por palabras de
uso exclusivo o casi exclusivo de las mismas, de forma que se comportan de modo
semejante a las palabras idiomáticas, esto es, como síntomas o nunciadores de la exis-
tencia de una colocación: garrafal (error garrafal), bizantino (discusión bizantina), perdi-
damente (perdidamente enamorado), campal (batalla campal), calagurritana (hambre
calagurritana), supina (ignorancia supina), terminantemente (prohibir terminantemen-
te), torrencialmente (llover torrencialmente), enhebrar (enhebrar la aguja), evadarse (eva-
darse un río), etc. Son, asimismo, numerosas las palabras que se acuñan para aplicarse
exclusivamente a otra, dando lugar a solidaridades léxicas del tipo uva alarije, uva
doñigal, granada cajín, arco carpanel, ropa talar, baldosa mazarí, vaca torionda, nariz
aguileña..., sintagmas nominales descritos a veces como compuestos, y, últimamente
(p.ej., Iriarte Sanromán 2001: 178-179), más como colocaciones.

2.5.9. Figuras de repetición

Algunos autores han propuesto la artificiosidad formal como otro síntoma de la


naturaleza fraseológica de una construcción, y es cierto que no son pocas las locucio-
nes cuya estructura está gobernada por algún fenómeno de repetición, total o parcial
(rima, similicadencia, paronomasia, aliteración, epizeuxis, apofonía, paralelismo, «rit-
mo métrico»...: de la ceca a la meca, a troche y moche, en paz y en haz, de tomo y lomo,
de hoz y de coz, Cartas cantan, paz y pan, del pan y del palo, que si patatín que si patatán,
prometer el oro y el moro, entrar por un oído y salir por el otro, etc. (Zuluaga Ospina
1980: 115-120, Ruiz Gurillo 1997d: cap. 4, Pellen 2001: 163, Schlömer 2002...). Ahora
bien, todas estas figuras retóricas están también presentes no sólo en las locuciones,
sino en numerosas paremias (sobre todo, refranes), y en multitud de enunciados y
formas discursivas que nada tienen que ver con la fraseología, por lo que convendría
evitar generalizaciones e inferencias basadas en la asociación de la artificiosidad u
ornatus (retórica) con la Fraseología.
Lo que no puede negarse es que tales mecanismos de repetición han contribuido
decisivamente en la fijación de la frase y en su supervivencia en el tiempo (memoriza-
ción). Pero esto es otra cuestión.

34
2.5.10. Corolario: sobre la privaticidad de los rasgos

Las unidades fraseológicas que son objeto de nuestro estudio, las locuciones (tradi-
cionales locuciones y modismos y locuciones oracionales: fórmulas rutinarias y prag-
máticas, locuciones interjectivas, supuestas paremias tradicionales con fisonomía de
locución, frases proverbiales, etc.), tienen unas características —estructura compleja o
pluriverbal, fijación, variación (potencial), idiomaticidad, institucionalización— que,
además de presentarse en proporción y modo diversos en el conjunto de las mismas,
en general son compartidas con otras combinaciones pluriverbales sean fijas (refranes,
compuestos) o no (colocaciones).

2.5.10.1. Locución y refrán

Un primer acercamiento entre la locución y el refrán es el hecho de que no todas


las unidades satisfacen todos los rasgos de la clase. Como ocurre con las locucio-
nes, las características que se atribuyen a los refranes (polilexicalidad; bimembra-
ción; artificiosidad; orquestación rítmica; mnemotecnia; expresión de una verdad
general, moraleja o lección edificante o sentenciosa; atemporalidad; valor folclóri-
co y socioantropológico; aprovechamiento textual para cierre, epifonema o resu-
men...) no definen por igual a todos y cada uno de ellos ni son exclusivos: hay
refranes unimembres, refranes sin rima, refranes sin artificio ni marbete de retóri-
ca, refranes no sentenciosos, refranes «falsos» o no verdaderos...
La proximidad del refrán a la locución se advierte también en que hay locuciones
que reúnen caracteres propios del refrán: muchas tienen estructura bimembre y exhi-
ben componentes rítmicos (a trancas y barrancas, ni corto ni perezoso, nadar y guardar
la ropa, tirar la piedra y esconder la mano, llegar y besar el santo, ares y mares, ni oxte ni
moxte..., § 2.5.9.); otras están vinculadas al folclore o connotan aspectos sociales, histó-
ricos o culturales de un pueblo (llamarse aldana, alzarse con el santo y la limosna, pasar
por las horcas caudinas, ¡A buenas horas, mangas verdes!, pasar las de Caín, entre Pinto
y Valdemoro, irse por los cerros de Úbeda, ver los toros desde la barrera, Haber moros en
la costa, Armarse la de San Quintín, ¡Viva la Pepa!...); algunas locuciones pueden com-
portar un contenido sentencioso (guardar las apariencias, arar en el mar, poner puertas
al campo, tener padrinos, arrimarse al sol que más calienta...): bastaría con construir el
verbo en imperativo para advertir la similitud de muchas locuciones verbales con el
enunciado paremiológico (no bajes la guardia, cámbiate de chaqueta, no te metas en
camisa de once varas...); ese valor sentencioso aparece si la locución pasa a depender
sintácticamente de un verbo que denota ‘recomendación’ («Conviene tener bien cubier-
to el riñón») o se inserta en un enunciado genérico o una fórmula identificativa («Eso
es buscar una aguja en un pajar»); etc.
El rasgo gramatical de estructura oracional o autonomía sintáctica también es decisivo.
No hay duda de que el refrán representa una clase fundamental de los enunciados fraseoló-
gicos por tener estructura de oración (incluyendo los refranes configurados como «frases
nominales»), pero, como se ha dicho antes (§ 2.5.5.), también existen locuciones con estruc-
tura oracional, de modo que la autonomía sintáctica no puede esgrimirse como el rasgo
gramatical distintivo de las paremias respecto de las locuciones.66
Salvo este rasgo de estructura oracional, a pesar de resultar controvertido, no pare-
ce que exista ningún rasgo formal, sintáctico, que permita diferenciar el refrán y la
locución. Pueden proponerse, si acaso, rasgos pragmáticos o semántico-pragmáticos y
no lingüísticos, aunque ni siquiera como valores absolutos, pues, por el carácter hete-
rogéneo de los córpora extensos que representan tanto los refranes como las locucio-
nes, es fácil aducir unidades de unos y otras que comparten las mismas propiedades.

35
Es quizá más adecuado hablar de tendencias o grados; por ejemplo, el valor de morale-
ja o consejo o resumen de una experiencia es prácticamente un rasgo constante en los
refranes, frente a su presencia escasa en las locuciones, pero no puede afirmarse que se
dé siempre en aquéllos y nunca en éstas; lo mismo cabría decir de la «estructura métri-
ca» (Anscombre 1999, 2000, 2001: 48-49, 2003: 171-173; también Dessons 1984, Gar-
cía-Page 1990d y 1990e, Méndez Pérez 1996, etc.),67 más típica en el refrán, pero no
exclusiva de él.
En general, refranes y locuciones comparten propiedades, como el ser unidades de
nominación secundaria; presentar mayor o menor idiomaticidad o metaforización;
comportar valores argumentativos, textuales, expresivos (p.ej., por la información con-
sabida que concentran en cuanto hechos culturales, pueden funcionar textualmente
como refuerzos argumentativos, como fórmulas disuasivas, como conclusivos..., a la
vez que economizan los mensajes); etc.
En definitiva, sólo adoptando una postura tajante podrían diferenciarse el refrán y
la locución; por ejemplo, si se conviene que el refrán debe ser «sentencioso» o compen-
diar una experiencia universal (semántico-pragmático) y tener estructura oracional o
emitirse como enunciado autónomo (formal), en tanto que la locución no puede satis-
facer tales requisitos.68

2.5.10.2. Locución y compuesto

Junto con el carácter composicional predominante —mas no único (cfr., p.ej., lame-
culos o lengua de gato)— del significado de las palabras compuestas y la clase de nomi-
nación que representan, la formación de los compuestos mediante patrones regulares
(«N + N», «A(-i) + A», «Nsomatismo (-i) + A», «V + Npl.», etc., para los compuestos gráficos:
motocarro, blanquiazul, pelirrojo, rompehielos...; «N + N», «N + A», «N + de + N», etc.,
para los compuestos sintagmáticos: buque escuela, guardia marina, dondiego de no-
che...) es, posiblemente, la característica que separa más notoriamente los compuestos
de las locuciones, definidas como construcciones fijadas, fabricadas al margen de los
moldes regulares, productos lingüísticos hechos en el pasado que tan sólo se heredan o
se aprehenden, pues fijación, pluriverbalidad e institucionalización son propiedades
compartidas por las locuciones y los compuestos en general.
Pero tampoco esta característica de la regularidad en la formación de compuestos es
privativa. Así, no sólo la mayoría de las estructuras de los compuestos sintagmáticos
están representadas en muchas locuciones, sino que también puede hablarse de cierta
«regularidad» o productividad en la fraseología (Gross 1982 y 1989, Fellbaum 1993,
Abeillé 1995... [n. 38]):69 no sólo es, como hemos indicado (n. 61 y 62), verificable la
existencia de locuciones contemporáneas, muchas de las cuales tienen su razón de ser en
la referencia a un producto de la vida moderna (chupar rueda, casarse de penalti, hijo de
papá, salir del armario, lucir el palmito, ligar bronce, tomar la temperatura (a algo), ponerse
las pilas, quedarse/estar en el chasis, Va a ser que no, punto muerto, calentar motores, hacer
el guión, perder aceite, bajarse/tirarse de la moto, vender la moto, pisar el acelerador, meter
un gol, mover ficha, pasar factura, tocarle el gordo/la lotería, estar en la onda, pasarse el
testigo...), sino también la creación analógica y la consecución de numerosas locuciones
sobre determinados esquemas de formación: «a + lo + A» (a lo tonto, a lo bestia, a lo
bonzo...); «a + Npl.» (a patadas, a espuertas, a trompicones...), «en + un + N» (en un suspiro,
en un periquete...), «a + N[+ golpe] + limpio» (a porrazo limpio, a guantazo limpio, a dentella-
da limpia...), «a + el/la + N» (al compás, al bies, al alimón, a la greña, a la desesperada...),
etc. Muchas locuciones calcan la estructura regular de los sintagmas libres hasta el punto
de simular haberse creado idénticamente, pero, en cambio, no consienten ninguna mo-
dificación; basta pensar en las numerosas construcciones que admiten las dos lecturas,

36
la idiomática y la literal (ponerse las botas, ver las estrellas, lavarse las manos...). Aunque
sea una prueba algo trivial, es también regular que el núcleo predicativo de las locuciones
verbales admite, salvo tal vez contadas excepciones,70 flexión y modificación aspectual
mediante perífrasis y formas compuestas.

2.5.10.3. Locución y colocación

Suele afirmarse que los rasgos de las locuciones también están presentes, de una
forma o de otra, en las colocaciones; por ejemplo, la institucionalización, tan propia de
las locuciones —y de las paremias—, también constituye, para la mayoría de los estu-
diosos (p.ej., Corpas Pastor 1992a: 186), un rasgo característico de las colocaciones. La
institucionalización explicaría, por ejemplo, la selección idiosincrásica o arbitraria del
colocativo: interés vivo/*intenso, cambiar radicalmente/*terminantemente.
Un rasgo inicialmente diferenciador respecto de las locuciones es que las colocacio-
nes siguen regularmente unos determinados esquemas sintácticos de formación, a sa-
ber: «N + A» (lucha intestina), «V + NCD/Nsuj.» (saldar una deuda, avecinarse la tormen-
ta), «A + Adv» (clínicamente muerto), «V + Adv» (prohibir terminantemente), «N + de +
N» (mazorca de maíz, rescisión de contrato); y en numerosas ocasiones se forman se-
ries: error garrafal-error craso-error mayúsculo-error gravísimo-error colosal..., de vital
importancia-de crucial importancia-de enorme importancia-de capital importancia..., fra-
caso rotundo-fracaso estrepitoso..., precio astronómico-precio exorbitante-precio desor-
bitado..., hambre atroz-hambre canina-hambre calagurritana...; si bien, los márgenes de
libertad creativa son sensiblemente menores en la mayor parte de las colocaciones.
Ahora bien, como acabamos de ver, también existen patrones sintácticos para la for-
mación de locuciones, y, como veremos más adelante, algunos de los esquemas coloca-
cionales típicos también están representados en las locuciones: «N + A» (mosquita
muerta), «V + Adv» (oler mal), «V + NCD» (lanzar cohetes).
El factor idiomaticidad que aducen algunos estudiosos como criterio diferenciador
tampoco es decisivo. Frente a la resuelta y taxativa afirmación del carácter transparen-
te del significado de las colocaciones (Cumming 1986, Cruse 1986, Lo Cascio 1997,
González Rey 1998a y 2002b: cap. 7...), que, en efecto, justificarían las colocaciones
enteramente literales (trinchar la carne, esgrimir una espada, deponer las armas, arriar/
izar la bandera, arreciar el temporal, amainar el viento, tañer/rasguear una guitarra, con-
donar una deuda, levar el ancla, evadarse un río, envarbascar el agua, pelambrar/curtir la
piel, atracar/encallar un barco, recabar información, enhebrar la aguja, revobinar un ca-
rrete de hilo/fotos, esmuir o esmuñir la aceituna, entrujamar la aceituna, escamujar el
olivo, chapodar un árbol, despampanillar la vid, adaguar/abrevar el ganado, guadañar la
mies, acarralarse la uva, azurronarse el trigo...), pueden proponerse colocaciones par-
cialmente transparentes o parcialmente idiomáticas71 (avecinarse una tormenta, enca-
potarse el cielo, enrarecerse el ambiente, despertar el interés/la curiosidad, caldear los
ánimos, centrar la atención, planear una amenaza, desatarse una polémica, asaltar una
duda, dispararse los precios, prestar interés, despejar una incógnita/duda, abrigar una espe-
ranza, depositar la confianza, depurar responsabilidades, incubar una enfermedad, acti-
vidad frenética, discusión bizantina, perdidamente enamorado, banco de peces...). No
obstante, creemos que el rasgo idiomaticidad es relevante porque las locuciones son
esencialmente idiomáticas o no composicionales y raramente presentan el grado de
transparencia que alcanzan las colocaciones, aunque con frecuencia sean interpreta-
bles, estén motivadas o consientan establecer relaciones asociativas entre sus compo-
nentes. Las colocaciones son estructuras composicionales, aunque el colocativo inter-
venga en la formación con un significado traslaticio. Esta falta de opacidad en las
colocaciones, o escasa idiomaticidad en algunos casos, determina su extraordinaria

37
flexibilidad sintáctica: frente a (la mayoría de) las locuciones, se someten felizmente a
las operaciones transformacionales propias de las cadenas libres.
Tampoco creemos, frente a la opinión de algunos estudiosos, que las colocaciones
constituyan unidades de nominación (secundaria). Son, lisa y llanamente, sintagmas y
cada uno de sus constituyentes tiene su propio valor semántico y, en su caso, referen-
cial: el error no deja de denotar lo que habitualmente denota ni cambia de referente por
que forme sintagma con garrafal. Por tanto, el valor de unidad nominativa, más que
rasgo de aproximación, es un rasgo diferenciador: presente en la locución y ausente en
la colocación.
También nuestra opinión es contraria a la que sostienen otros lingüistas (Baránov y
Dobrovol’skij 1998, Iñesta Mena y Pamies Bertrán 2002, Wotjak 2004, Alonso Ramos
2004...) en lo que se refiere al rasgo de fijación: las colocaciones no son, en absoluto,
construcciones fijas, sino configuraciones de la técnica libre, aunque puedan manifes-
tar ciertas preferencias de combinación o restricciones de selección. Si en el sintagma
error garrafal sustituimos el adjetivo garrafal por craso (o de bulto, grave) o se efectúa su
elusión por cero, el sintagma sigue siendo una secuencia gramaticalmente impecable
(error craso, error) y el sustantivo no ve afectada su semántica (en el segundo caso, lo
único que ocurre es que deja de ser colocación), igual que, si, en el primer caso, se
hubiera procedido a sustituir el colocativo por otro no institucionalizado (error brutal/
de órdago); si en la locución noche toledana sustituimos el adjetivo toledana por otro
gentilicio o se efectúa su elusión por cero, la secuencia resulta fraseológicamente anó-
mala (se destruye la locución: noche conquense, noche) y el significado del sustantivo
queda sensiblemente afectado. Por tanto, también la fijación puede alegarse como un
criterio diferenciador entre la locución y la colocación.
En conclusión, las características que habitualmente se atribuyen a la locución re-
sultan pertinentes para su diferenciación de la colocación, lo que apoya nuestra visión
de las colocaciones como productos de la Sintaxis y no como unidades de la Fraseología.
No obstante esta asunción, uno de los más espinosos problemas de delimitación en-
tre locuciones nominales y colocaciones (y compuestos) se plantea en la observación real
de ciertas combinaciones de difícil clasificación: lo que para unos es locución, para otros
es compuesto o colocación. Es lo que ocurre con agrupamientos estables del tipo dinero
negro, punto negro, mesa redonda, rueda de prensa, números rojos... Incluso, a veces, el
problema de límites surge entre estos últimos y los sintagmas libres, como los que inclu-
yen una aposición nominal o un adyacente adjetivo restrictivo y relacional: cuestión cla-
ve, factor sorpresa, fecha límite, parque natural, arco carpanel, agua mineral, pintura rupes-
tre... (§ 3.3.3.1.1.).

2.6. La Fraseología como disciplina lingüística

En relación con los problemas de delimitación y las distintas concepciones de la


Fraseología y sus elementos, cabe señalar que sigue abierta la discusión en torno a si
la Fraseología es una disciplina independiente o dependiente de (o inserta en) otra
más general. En virtud de los vínculos y las semejanzas que contraen las unidades
fraseológicas con otras combinaciones estables de palabras y de la imprecisión de los
contornos definicionales de los distintos fenómenos que guardan entre sí alguna afi-
nidad, la Fraseología ha sido relacionada con otras disciplinas, como la Paremiolo-
gía, la Gramática, la Lingüística aplicada, la Lexicografía, la Lexicología...
Tradicionalmente, la Fraseología quedaba comprendida dentro de la Lexicología
(p.ej., Coseriu 1966, Telija 1975, Gläser 1986b), considerando, entre otros argumentos,
la equivalencia con la unidad palabra (ya en Bally 1909: 69, 77) y el significado unita-

38
rio, similar al de los signos léxicos simples del código, y la dificultad de delimitar las
unidades que serían su objeto de estudio.
Los lingüistas rusos, eslavos y germanos, reconociendo las peculiaridades formales
y semánticas específicas de las unidades fraseológicas (palabras idiomáticas, arcaís-
mos, anomalías sintácticas, idiomaticidad...) y el gran desarrollo logrado del campo que
debe estudiarlas, reivindicaron pronto un nuevo estatuto para la Fraseología, su condi-
ción de disciplina autónoma,72 aunque no aislada, al revelar las estrechas relaciones con
otras disciplinas, como la Estilística,73 la Lexicografía, la Morfología, la Sintaxis...
En la mayoría de las concepciones anchas de la Fraseología, la Paremiología repre-
senta una rama de la Fraseología.74 No obstante, no es nada raro encontrar autores y
obras de fraseología que mezclan indiscriminadamente refranes y locuciones, además
de otras combinaciones fijas. En no pocas colecciones paremiológicas y refraneros se
registran locuciones, fórmulas rutinarias, frases proverbiales... (desde Correas o Cova-
rrubias a Rodríguez Marín o Sbarbi).
Que la Fraseología está relacionada con otras disciplinas es algo evidente. Las uni-
dades de la Fraseología no son entes raros; no están confeccionadas con medios extra-
ños y genuinos o endémicos de un determinado sector, con estructuras distintas de
aquellas con que se construyen las combinaciones libres, aunque, a veces, presentan
anomalías gramaticales y semánticas y piezas léxicas insólitas, y, sobre todo, se resis-
ten a las variaciones y transformaciones que en aquéllas se aplican con regularidad.
Las unidades de la Fraseología pueden ser estudiadas, pues, desde distintos puntos de
vista, según se centre el interés en la morfología, la sintaxis, la semántica, la pragmáti-
ca, el discurso (p.ej., Tabossi y Zardon 1993: 145 indican que los idioms son objetos
polifacéticos que deben ser abordados desde diferentes puntos de vista). En este senti-
do, algunos autores conciben la Fraseología como una ciencia interdisciplinar (Grécia-
no 1997a: 179; Ruiz Gurillo 1977d: 40-42); solución que, en nuestra opinión, tiene la
desventaja de no asignarle ningún estatuto específico. Piénsese, por ejemplo, en que
del hecho de que los morfemas dependientes o trabados admitan análisis fonético-
fonológicos, gráficos, sintácticos, semánticos, pragmáticos, de estilo..., nadie ha inferi-
do que la Morfología —disciplina a la que, en principio, le corresponde el estudio de
dichos morfemas— sea interdisciplinar, no-autónoma.

2.7. Orígenes y desarrollo

La mayoría de los estudiosos está de acuerdo en proclamar a Ch. Bally como el


fundador de la Fraseología en virtud de los breves pero enjundiosos apuntes sobre las
combinaciones fijas expuestos sobre todo en su Traité de stylistique française (1909);75
él es también el primer autor en acuñar el término fraseología. Creemos que con justi-
cia puede atribuírsele tal distinción al ser la primera vez que lo que hoy conocemos por
unidades fraseológicas recibe un estudio mínimante científico y sistemático (caracteri-
zación, clasificación, delimitación...).
Pero, igual que en todos los aspectos de la vida humana nada es nuevo y todo está
ya inventado, su teoría no podía nacer ex nihilo: por ejemplo, su propio maestro, F. de
Saussure, ya había esparcido en sus clases algunas oportunas observaciones acerca de
las locutions toutes faites, recogidas más tarde —precisamente por Bally, entre otros
discípulos— en su Curso de lingüística general (1916). También algunos estudiosos han
levantado la voz de alarma apuntando el nombre de otros precursores de la nueva
ciencia, como H. Paul.76
Asimismo, si la mayoría de los estudiosos está de acuerdo en proponer a Bally
como el fundador, también suele estarlo en declarar a V.V. Vinogradov el principal

39
impulsor de la Fraseología, hasta el punto de ser quien le dé carta de naturaleza como
nueva disciplina (cfr., p.ej., Tristá Pérez 1988: 8).77 No parece que trabajos de Fraseolo-
gía de años intermedios entre Bally y Vinogradov, como los de Sechehaye (1921), Jes-
persen (1924) y Casares Sánchez (1950), consiguieran el eco suficiente como para que
la Fraseología lograra el impulso que consiguió con las aportaciones de Vinogradov,
aunque es reconocida la transcendencia del estudio de Casares (clasificación de las
locuciones, delimitación entre refranes y modismos, etc.) en las primeras décadas de
la investigación rusa.
Al margen de posibles coincidencias casuales, la pujanza de los estudios soviéticos
provocó en los años sesenta y setenta una eclosión de la investigación fraseológica en
Europa (sobre todo, en la Europa del Este y Alemania), paralela a la surgida en Améri-
ca del Norte y Gran Bretaña como reacción a las limitaciones del modelo generativo
chomskyano, aunque la investigación se interesaría más —pero no exclusivamente,
como pone de manifiesto la tipología de Fraser (1970)— por la idiomaticidad.78 Junto
con alguna obra más temprana —como la de Dubský (1956, 1960), Dimitrescu (1957)
o Greimas (1960), más orientada esta última a los refranes—, fueron apareciendo en
esos años las aportaciones de Frei (1962), Dubský (1963, 1964, 1965, 1966, 1974...),
Èernyševa (1964, 1975, 1979), Suprun (1965, 1966, 1970), Coseriu (1966), Zgusta (1967,
1971), Pottier (1967, 1974, 1975...), Kooij (1968), Bugarski (1968), Nagy (1973, 1978),
Burger (1973), Kurchátkina (1974), Thun (1975, 1978), Häusermann (1977), Škultéty
(1978), Dobrovol’skij (1978), Pilz (1978), Helbig (1979), Coulmas (1979), etc.79
Los años ochenta y noventa no son menos productivos: a autores que venían publican-
do en años anteriores, algunos con una actividad extraordinaria —Thun (1981), Pilz (1981),
Coulmas (1981a, 1981b, 1981c, 1981d, ed. 1981, 1982, 1985a, 1985b...), Èernyševa (1981a,
1981b, 1984, 1985...), Dobrovol’skij (1982, 1988, 1989, 1992, 1993a, 1993b, 1997a, 1998,
1999a, 1999b, 1999c, 1999d, 1999e), Dubský (1984, 1990, 1998...)—, se suman otros nom-
bres, también algunos muy prolíficos, como M. Gross (1982, 1983, 1985, 1986, 1988a,
1988b, 1989, 1993, 1998...), Gréciano (1982, 1983a, 1984a, 1984b, 1984c, 1986a, 1986b,
1986c, 1987a, 1987b, 1987c, 1989, 1991a, 1991b, 1992, 1993a, 1993b, 1995, 1996, 1997a,
1997b...), B. Wotjak (1985, 1986, 1991, 1992...) o Èermak (1988, 1993, 1994, 1998a, 1998b...).
Aparecen obras de conjunto de capital relevancia para ulteriores investigaciones —Zulua-
ga Ospina (1980), Fleischer (1982/1997), Strässler (1982), Burger et al. (1982), Gréciano
(1983b), Gläser (1986b), Dobrovol’skij (1988, 1995, 1997b), Gross (1989), Cacciari y Tabos-
si (eds.) (1993), Everaert et al. (eds.) (1995), Palm (1995), G. Gross (1996), Howarth (1996),
Fernando (1996), Moon (1998b)... —,80 y se celebran congresos internacionales sobre Fra-
seología —Manheim (1981), Montreal (1983), Zurich (1984), Oulu (1986), Estrasburgo
(1988) [E], Aske (1990) [E], Bochum (1991) [W], Säarbrucken (1992) [E], Tilburgo (1992),
Leeds (1994) [IS], Bochum (1994), Saint-Cloud (1994), Graz (1995) [E], Bochum (1996)
[W], Moscú (1996) [IS], Liptovsky Ján (1997) [E], Stuttgart (1998) [IS], Pau (1998), Bal-
manssweiler (1999) [W], Bochum (1999)/Bielefeld (2000)...81

2.8. La investigación sobre la Fraseología en España

De la bibliografía española sobre Fraseología, se han criticado con frecuencia dos


defectos: la tardanza en aparecer investigaciones y la parquedad de las mismas o su
escaso desarrollo (Ruiz Gurillo 1997d: 17, Wotjak 1998c: 307).82
Creemos que lo primero, visto con ojos de hoy, es inevitable, aunque conviene pre-
cisar que España fue pionera con el trabajo temprano de Casares Sánchez (1950), «La
locución, la frase proverbial, el refrán, el modismo», incluido en Introducción a la lexi-
cografía moderna; si bien, quizá sin consciencia aún de la nueva disciplina, antes ha-

40
bían aparecido trabajos interesantes como los de Morawski (1927, 1929 y 1937) o
Sánchez y Escribano (1936), sin olvidar las agudas observaciones de Beinhauer verti-
das en Spanische Umgangssprache (1930), traducido en 1963 como El español colo-
quial (1978), y en un extenso artículo precursor de la investigación fraseológica sobre
los somatismos (Beinhauer 1941), amén de otros trabajos, al parecer, desperdigados o
perdidos (Polo Polo 2004: 101-151).83
Es cierto que hasta la obra de Zuluaga Ospina (1980), la fraseología española está
adormecida, pero no, como suele creerse, muerta: en los años comprendidos entre
Introducción a la lexicografía moderna, de Casares [1950], e Introducción al estudio de
las expresiones fijas, de Zuluaga [1980], habían aparecido, junto a los trabajos antes
citados de los hispanistas Dubský, Suprun, Kurchátkina y Škultéty, los estudios de
Melendo (1965), Mondéjar Cumpián (1966), Domínguez (1975), H.M. Domínguez
(1975), Staczek (1976), Tristá Pérez (1976-77, 1979-80...), Sedano (1977), Beinhauer
(1978a), Borrego Nieto (1979), etc., más aquellos de cariz predominantemente pare-
miológico, de Castillo de Lucas (1956), Pérez de Castro (1963), Combet (1970, 1971),
Gella Iturriaga (1977), Lázaro Carreter (1978, 1979), etc., a los que habría que sumar
las compilaciones y diccionarios de refranes, como el de Campos [García] y Barella
Gutiérrez (1975) o Martínez Pérez (1977).
Respecto de la segunda crítica, convendría rectificar ya,84 aunque, ciertamente, aún
quede mucho por hacer. Sorprende, por ejemplo, que en el año 2001 se diga lo siguien-
te (la cursiva es nuestra): «En lo que a España se refiere, hay que decir que el interés por
la fraseología ha surgido algo más tarde, concretamente a mediados de los noventa.
Desde la primera contribución, muy completa en su día, de Zuluaga (1980) a excepción
de los trabajos exclusivamente paremiológicos de Conca (1987) y Calero (1991), hubo
que esperar quince años a que otros autores retomaran la investigación en este campo»
(Corpas Pastor 2001a: 24); y sorprende también que a finales de 2003 se afirme que hay
«escasez de estudios [sobre Fraseología en general] realizados hasta el momento» (Mo-
reno Fernández 2004: 554), cuando, limitándonos meramente al ámbito del español,
pueden contarse por centenares.
Con respecto a la primera observación, es posible que la autora se refiera al impul-
so mayor que a mediados de los noventa recibió la fraseología en España, reflejado en
parte en la aparición de manuales, colectivas y trabajos de conjunto, pero no puede
obviarse la existencia de más de una cincuentena de trabajos publicados en ese interva-
lo, sobre todo si se tienen en cuenta los que abordan aquellas construcciones que ella
misma analiza como colocaciones y enunciados fraseológicos, así como los estudios de
autores que, como Zuluaga, no son españoles o no publican en España, pero sí sobre el
español. Sin ir más lejos, la obra de Martínez Marín (1996) que cita la autora, Estudios
de fraseología española, no es sino una colectiva de trabajos aparecidos fundamental-
mente entre 1989 y 1992.
Si partimos del hito marcado por Zuluaga Ospina en 1980 hasta la fecha de 1995-
1996 que fija la autora con la aparición, primero, del número monográfico sobre Fra-
seología de Caplletra (1995) y, luego, el Manual de fraseología española (Corpas Pastor
1996b) y los Estudios de fraseología española (Martínez Marín 1996), podrían señalar-
se, junto con los numerosos estudios de las autoras cubanas (Carneado Moré 1983a,
1983b, 1985a, 1985b, 1987, 1988, 1989, 1996-97...; Tristá Pérez (1980, 1983a, 1983b,
1985, 1987, 1988...; Carneado Moré y Tristá Pérez 1983; Tristá Pérez et al. 1986; Díaz
García 1983a y 1983b) y el estudio en ruso de Kurchátkina y Suprun (1981), los traba-
jos85 de Lapesa Melgar (1981), Dowing (1982), Bosque Muñoz (1982), Martín Mingo-
rance (1983), Wotjak (1983, 1984, 1988...), López García (1983, 1984), Clemente de
Diego (1985), Zuluaga Ospina (1986, 1992), Škultéty (1986), Fajardo Aguirre (1987),
Urrutia Cárdenas (1988), Regales Serna (1988a, 1988b), Domínguez González et al.

41
(1988), Pak (1988), García-Page (1988: cap. 2, 1989, 1990a, 1990b, 1990c, 1990f, 1991a,
1991b, 1992a, 1993a, 1994-95, 1995, 1996a, 1996b, 1996c), Pellat-Masso Ruhi (1989),
Meya Llopart (1989), Garrido Moraga (1989, 1990), Martínez Marín (1989, 1990, 1991a,
1991b, 1992...), González Calvo (1989), Pastor Milán (1989), Salvador Caja (1989-90),
Ortega Ojeda (1990), Hernando Cuadrado (1990), Melero Nogués y Gracia Aguirre
(1990), Moreno Varela (1990), Aguilar-Amat Castillo (1990, 1993a), Pina Medina (1990),
Mendívil Giró (1990a, 1990b, 1991, 1993, 1994), Méndez García de Paredes (1990), Koike
(1991a, 1991b, 1991c, 1991d, 1992, 1993a, 1993b, 1994, 1995, 1996a, 1996b), Elena
García (1991), Írsula Peña (1992, 1994a), Lozano González (1992 y 1993), Zamora
Salamanca (1993), Fernández Villanueva (1993), Hotta (1994, 1995), Murillo Melero y
Díaz Ferrero (1994), Ruiz Gurillo (1994, 1995a, 1996a, 1996b), Gutiérrez Díez (1995),
Monroy Casas y Hernández Campoy (1995), González Rey (1995a y 1995b), Fernández
González (1995), Gómez Clemente (1995), Mogorrón Huerta (1996), Bañón Hernán-
dez (1996)... A tales trabajos habría que sumar las tesis doctorales, memorias de licen-
ciatura, etc., defendidas en este intervalo de tiempo, algunas editadas: Cuyás Gilbert
(1984), Biosca i Pontius (1989), Mitja (1989), Corpas Pastor (1989, 1994), Pintori Oli-
votto (1990), Pastor Milán (1990), Pernas Izquierdo (1991), González Rey (1993), Alon-
so Ramos (1993), Aguilar-Amat Castillo (1993b), Asensio González (1994), Mogorrón
Huerta (1994), Calatayud Cuenca (1994), Calderón Campos (1994), Írsula Peña (1994b),
Tecedor Yangüela (1995), Ruiz Gurillo (1995d), Martínez López (1996), Álvarez de la
Granja (1996), Forment Fernández (1996)...
Si, además, consideramos los diccionarios y compilaciones de modismos, refranes,
etc. —entre otros, Sánchez Benedito (1987), Clay y Martinell Gifré (1988), Anaya (1989),
Moreno Torres (1990), Rodrigues y Bernet de Rodrigues (1991), Barrios Gutiérrez
(1991), Renner de Hernández (1991), Junceda Leal (1991, 1996), Spinet Padura (1991),
Candón y Bonnet (1993), Fontanillo Merino (1993), Varela Iglesias y Kubarth (1994)
[= DFEM], Vidal (1994), Buitrago Jiménez (1995), Cascón Martín (1995), Doval Hue-
cas (1995), Pénet y Gómez (1995), Escamilla (1996), Beltrán Brotons y Yáñez Tortosa
(1996)... [véase Martínez Montoro 2005a] (a los que, lógicamente, habría que sumar
los referidos a otras variedades del español, como Mora Monroy 1996, o redactados en
otras lenguas vernáculas de España, como, en relación con el gallego, Lorenzo Fernán-
dez 1983, Ferro Ruibal 1987, Gippini Esdoda 1991, Quintans Suárez 1992, Benavente
Jarreño y Ferro Ruibal 1995 [cit. Conde Tarrío 2004], o, en relación con el catalán,
Raspall i Martí 1984, etc.)—, no creemos que pueda afirmarse que existe una laguna
inmensa entre 1980 y 1995-1996, sino que más bien la producción fraseológica ha
seguido una marcha ininterrumpida, y con un ritmo, si acaso, creciente.
Tampoco los trabajos de paremiología que cita Corpas Pastor (2001a) como excep-
cionales en ese vacío fraseológico (Conca i Martínez 1987 y Calero Fernández 1991)
son los únicos. Aparte de los diccionarios arriba indicados, baste citar los artículos de
Canellada Llavona (1981, 1983), Fernández-Sevilla Jiménez (1983, 1984, 1985a y 1985b),
Iglesias Ovejero (1986, 1990...), Peira Soberón (1988), García-Page (1990d, 1990e, 1992b,
1993b y 1993c), Ozaeta Gálvez (1991, 1992...), Díez Carrera (1992), Manjón Pozas (1995),
Palma (1995a, 1995b), etc., los trabajos en forma de libro de Forgas Berdet (1982,
1996), de Sevilla Muñoz (1987, 1988) —más una decena de artículos de esta última
autora (1987-88, 1990, 1992, 1993..., Sevilla Muñoz y Arroyo Ortega 1993)—, de Nava-
rro Domínguez (1993, 1994), de López Taboada y Soto Arias (1995), así como varios
artículos de Calero Fernández, más una ingente cantidad de trabajos aparecidos a
partir de 1993 en los números de Paremia.
Por otra parte, prueba de que la fraseología no irrumpe de golpe en torno a media-
dos de los noventa coincidiendo con la publicación de las tres obras indicadas —Cap-
lletra (1995), Estudios de fraseología española, de Martínez Marín (1996) y Manual de

42
fraseología española, de Corpas Pastor (1996)—, es la presentación, en esos mismos
años (1995 y 1996), entre otros ya señalados, de las memorias de licenciatura y tesis
doctorales, antes citadas, de Tecedor Yangüela, Álvarez de la Granja, Forment Fernán-
dez, Ruiz Gurillo (1995b) y Martínez López, y la publicación de los diccionarios fraseo-
lógicos y paremiológicos.
Pero, además, la fecha fijada no deja de ser convencional, pues justamente un año
antes (1994) se defienden y se publican tesis y tesinas: Calderón Campos, Írsula Peña,
Asensio González, Mogorrón Huerta y Calatayud Cuenca (ya citadas); y otras tantas
entre 1990 y 1993.
La investigación sobre la fraseología española (incluidas las relativas a otras len-
guas de España distinta de la española) siguió creciendo desde 1996. Justamente entre
1997 y 1999, aparte de varias decenas de artículos sobre locuciones y muchas más aún
sobre refranes y colocaciones, ven la luz una veintena de trabajos en forma de libro
(tesis, actas, colectivas, monografías, compilación de refranes y modismos): entre otros,
Castillo Carballo (1997), Koike (1997, 2000c), Ruiz Gurillo (1997d, 1998b), Rodríguez
Vida (1997), Ortega Ojeda (1997), Pérez-Rioja García (1997), Díez Barrios (1997), Con-
de Tarrío (1997), Ferro Ruibal (ed.) (1998), Martínez Sánchez (1998), Wotjak (ed.)
(1998), González Rey (1998b), Zarco Tejada (1998), Conca i Martínez (1998), Asensio
González (1999), Forment Fernández (1999), Bevilacqua (1999), Blasco Mateo (1999),
Iñesta Mena (1999), Tercedor Sánchez (1999), Mendívil Giró (1999), Penadés Martínez
(1999b), Guia i Marin (1999), Sancho Cremades (1999)...
Ya en el siglo XXI, a partir del año 2000, la investigación fraseológica española sigue el
mismo ritmo (limitamos las referencias a obras en forma de libro): Corpas Pastor (ed.)
(2000), García Benito (2000b), Santamaría Pérez (2000), Rivas Domínguez (2000), Na-
varro Domínguez (2000), Koike (2001b), Penadés Martínez (2000b, 2002, 2004b), Ruiz
Gurillo (2001c), LEA (2001, 2002), Luque Toro (2002), Mena Martínez (2002), Mogorrón
Huerta (2002), Iñesta Mena y Pamies Bertrán (2002), Santos Río (2002, 2003), Álvarez
de la Granja (2002c/2003b), Méndez Cendón (2002), Cifuentes Honrubia (2003), Péjovic
(2003), Bustos Plaza (2003), Corpas Pastor (ed.) (2003), Muñiz Álvarez (2004), Pulido
Ruiz y Leniec-Lincow (2003), Roa Arancibia (2003), Radulescu (2004), Bevilacqua (2004),
Alonso Ramos (2004), Montoro del Arco (2005b, 2006a y 2006b), Martínez Montoro
(2005b), Martínez Sempere (2005), Mura (2005), Olza Moreno (2006b), Aznárez Mau-
león (2006), Alonso Ramos (ed. 2006)... Se siguen compilando refranes, como Sevilla
Muñoz y Cantera Ruiz de Urbina (2000, 2001, 2002), Calles Vales y Bermejo Meléndez
(2003), Dante Hernández (2003), o confeccionando diccionarios de locuciones y modis-
mos, como el DFDEA (Seco Reymundo et al. 2004) y el de Cala Carvajal y Forment
Fernández (2001), el de García Benito (2003) para el contraste español-portugués, y,
para el catalán, Espinal Farré (2004). En este punto cabe incluir Redes, el diccionario
combinatorio del español (Bosque Muñoz dir. 2004), por lo que tiene de relación con las
colocaciones. La revista Paremia, iniciativa de J. Sevilla Muñoz, sigue imparable dando a
conocer investigaciones sobre la paremiología; y, desde 2000, llevan una actividad para-
lela los Cadernos de fraseoloxía galega, dirigida por X. Ferro Ruibal con la asistencia de M.
Álvarez de la Granja.86 Mena Martínez (ed. 2006) dedica un número de la revista IJES a
la Fraseología.
Además, algunos autores estudian la Fraseología de otras lenguas en contraste o no
con la española, como Díaz García (1983b), Larreta Zulategui (1998b [2001]), Mellado
Blanco (2004b [1999c]), González Rey (1998b, 2002b), López Roig (2002 [2001]), Bla-
das Martí (2002), Pinter (2004), Mura (2005), Robles y Sabater (2006) o Quiroga Mun-
guía (2006), Molina García (2007), por citar sólo sus tesis doctorales o tesinas.
La eclosión de la Fraseología española no se expresa sólo a través de produccio-
nes en forma de libro, sino también de congresos y seminarios: si no se tiene en

43
cuenta el seminario organizado a mediados del siglo XX por Ortega y Gasset en el
Instituto de Humanidades (al que alude Casares Sánchez 1950), el primero es en
1997, organizado por el Centro de Estudios «Ramón Piñeiro» en colaboración con la
Xunta de Galicia (Ferro Ruibal ed. 1998); lo seguirá en 1999, en Castellón, otro sobre
Fraseología comparada con el título El discurs prefabricat (Salvador Liern y Piquer
Vidal eds. 2000) —continuado en 2006: El discurs prefabricat II: Fraseologia i comu-
nicació social (Salvador Liern y Climent Raga eds. 2006)—; en 2001, en Murcia, otro,
organizado por R. Almela y enmarcado en los Cursos de Lingüística Textual, con el
título Unidades fraseológicas en español y en contraste con otras lenguas (alemán, cata-
lán, francés, gallego, inglés, italiano), sin actas; en noviembre de 2003, en Cáceres,
otro organizado por J.M. González Calvo en el marco de las VII Jornadas de Metodo-
logía y Didáctica de la Lengua Española (González Calvo et al. eds. 2004); y, final-
mente, entre el 19 y 22 de septiembre de 2006, en Santiago de Compostela y Lugo,
otro organizado por X. Ferro Ruibal y M. Álvarez de la Granja: Congreso Internacio-
nal de fraseología y paremiología (Conde Tarrío ed. 2007a, 2007b y 2008; González
Rey ed. 2007a, 2007b y 2008; Mellado Blanco ed. 2008a, 2008b; Álvarez de la Granja
ed. 2008a y 2008b). En todos ellos no sólo se presentaron trabajos sobre locuciones,
modismos o fórmulas de rutina, sino también sobre refranes, colocaciones, clichés,
etc., de modo que se adoptaba una concepción ancha de la Fraseología.
Con esa concepción ancha, sería más justo decir que el primer congreso sobre Fra-
seología celebrado en España fue en 1996, en Madrid, organizado por J. Sevilla Muñoz
y M.C. Barrado Belmar. Las actas de este I Congreso Internacional de Paremiología se
publicaron en la revista Paremia 6 (1997). A este congreso lo seguirá el II Congreso
Internacional de Paremiología en 1998, en Córdoba, igualmente publicado en Paremia
8 (1999). Casi paralelamente, Pamies Bertrán y Luque Durán organizan en Granada
varias Jornadas sobre fraseología (Luque Durán y Pamies Bertrán eds. 1998, Pamies
Bertrán y Luque Durán eds. 2000, Luque Durán y Pamies Bertrán eds. 2005), si bien
antes se habían celebrado otras Jornadas de lexicología que incluían comunicaciones
estrictamente fraseológicas o paremiológicas. Entre el 23 y el 25 de abril de 2007, D.
García Padrón organiza en la Universidad de La Laguna el II Seminario de Especiali-
zación Fraseológica, en el que participan Barbara y Gerd Wotjak, Koike, Alonso Ra-
mos y Pérez Vigaray.
Ahora bien, ya en 1993 (esto es, antes de la fecha indicada por Corpas Pastor 2001a),
Á. Iglesias había organizado, en Orleans, el coloquio internacional Oralidad y escritura:
literatura paremiológica y refranes, cuyas actas aparecieron publicadas en Paremia 2
(1993). Dos coloquios de factura fraseológica han seguido a éste: en 1999, Expressions
figées: idiomaticité, traduction, y en 2001, Idiomaticidad, motivación y onomástica: la
fabulación etimológica, publicados, respectivamente, en los n.º 3 y 4 de Cahiers du
P.R.O.H.E.M.I.O. (Iglesias Ovejero et al. eds. 2000 y 2002).
Asimismo, en congresos de tema libre o fijado, hay secciones y ponencias sobre
fraseología. Así, en las VI Jornadas de literatura popular organizadas en el año 2000, en
Bilbao, por la Real Academia de la Lengua Vasca, Euskalzaindia, se presentaron traba-
jos de fraseología (Corpas Pastor, Zuluaga Ospina...); en el VI y VII Coloquio de Lingüís-
tica Hispánica de Leipzig, organizados por Wotjak y otros colaboradores, se montaron
sendos paneles o talleres de fraseología (Almela Pérez et al. eds. 2005); en el congreso
de Léxico organizado en la UAM en 2005 (Jornadas Internacionales. «Estructuras léxi-
cas y estructura del léxico»), Koike presentó una ponencia sobre «Colocaciones metafó-
ricas» y se celebró una mesa redonda sobre colocaciones en la que participaron Bos-
que Muñoz, Wotjak, Koike, Ruiz Gurillo, Simone y Piera Gil (De Miguel Aparicio et al.
eds. 2005); el XVIè Col·loqui Internacional de Llengua i Literatura Catalanes (Budapest,
4-9 de septiembre de 2006) incluye una sección de Fraseología...

44
Notas

1. Son varios los autores (p.ej., Moon 1998b) que han intentado comprobar los datos estadísticos de
frecuencia de aparición de las construcciones fijas.
Mel’èuk (1995: 169, 2001: 268) llega a afirmar que «La gente no habla con palabras, sino con frase-
mas». Evidentemente, se trata de una percepción exagerada, pero da una idea de la importancia de las
construcciones fijas en la confección de los mensajes. Con menos contundencia, afirma Gréciano (2003:
41): «Les êtres animés perçoivent, construisent et s’expriment par des repères assemblés et combinés en
moules, en blocs, des préfabriqués...». Lógicamente, la frecuencia de aparición de expresiones fijas
depende, entre otros factores, del tipo de texto o registro. Este hecho constituye en sí mismo una limi-
tación a la afirmación de Mel’èuk.
2. Precisamente, Gruning (1997: 26) destaca el ser una «inscription mémorielle» como el rasgo
principal de la locución, junto con la fijación (asimismo, Mejri 1998d y Anastassiadis-Syméonidis 2003:
52, entre otros).
Téngase en cuenta, no obstante, que el que sea una entidad memorizable no significa necesariamen-
te que tenga estatus lexicográfico, sino más bien cultural o idiosincrásico de la comunidad: el dicciona-
rio no siempre recoge todos los productos gramaticales. Esta interpretación nuestra está próxima a la
noción de listema acuñada por Di Sciullo y Williams (1987: cap. 1) y adoptada con mayor o menor
fidelidad por lingüistas como Moreno Cabrera (1994: 419), Hohenhaus (1998), Iriarte Sanromán (2001:
passim) o Munat (2002: 145).
Adviértase, no obstante, que la concepción de Gruning es demasiado laxa, pues lo memorizable
(asimismo, el concepto de listema) da cabida a otras formas pluriverbales, como el refrán, el compues-
to...; incluso no pluriverbales, como los derivados.
Por otra parte, son mayoría los autores que creen que las expresiones fijas pertenecen al lexicón
(p.ej., Luque Durán y Manjón Pozas 1998b: 140-141, Proost 2007: 110, Dobrovol’skij 2007: 807). Esta
postura entronca con la hipótesis extendida de que la Fraseología es un componente de la Lexicología,
aunque la inferencia no tiene por qué ser directa (§ 2.6.).
3. La distinción sintaxis fija/sintaxis móvil remite inicialmente a Ch. de Boer (1922: 35-40, 77-83;
1933: 89-96; 1974: 126-128, 251-253) y también a otros autores que siguieron el mismo criterio. Coseriu
(1966: 11-86; 1981: 297-302) propone la antinomia discurso repetido/técnica libre del discurso (cfr., entre
otros, Jespersen 1924; Schmidt 1963: 68-73). Por las mismas fechas, con un alcance aún más reducido,
Martinet (1967) opone el sintema al sintagma.
Dentro de la filología española, Freire (1989) se ha referido a todo lo que grosso modo domina el
discurso repetido con el nombre de lenguaje convencional; con un carácter más abarcador, Lázaro
Carreter (1976) diseña el nombre de lenguaje literal. Uno y otro se opondrían al lenguaje común o
estándar (véase § 2.2.).
La existencia de fenómenos fronterizos y de transición entre los extremos y la misma dificultad de
establecer unos contornos perfectamente definidos entre conceptos próximos y afines advierten de la
cautela que conviene tener al sugerir oposiciones de tal naturaleza. Así, por ejemplo, Makkai (1993:
315-316) no duda en afirmar que es difícil a veces decidir si un enunciado determinado es una expre-
sión fija (idiom) o no, y comenta el caso de Ruhl (1978, 1979, 1980, 1982, 1989...), quien interpreta
como simples extensiones metonímicas expresiones que, como hit the sack o break the ice, son, para la
mayor parte de los lingüistas, indiscutibles idioms.
Son, sin lugar a dudas, mayoría los estudiosos (p.ej., Bally 1909: 68; Bolinger 1977: 168; Vietri
1985b: 29; Cacciari 1993: 27; Ruiz Gurillo 1997d: 50-51, 60-61 y 71-72; Mejri 1997c: 35, 36-56 y 2003:
37; D’Agostino y Elia 1998; Perko 2001: 41; Iriarte Sanromán 2001: 164-168; Èermak 2001: 6; Iñesta
Mena y Pamies Bertrán 2002: 1; Le Pesant 2003: 106; etc.) que se decantan por la hipótesis del conti-
nuum entre el léxico y la gramática, el sintagma fijo y el sintagma libre, y la gradualidad de los hechos
fraseológicos. Rey (1984: 120) señala que «La phraséologie se trouve écartelée entre lexique et gram-
maire». Este continuo no viene suscitado solamente por la naturaleza poco precisa de los hechos en sí,
sino, como veremos en distintos lugares, también por la arbitrariedad o subjetividad que rige el proceso
de su parcelación, por los criterios también poco precisos que se adoptan.
A pesar del reconocimiento (casi) unánime de este hecho, el continuo, la oposición señalada se sigue
tomando, en numerosos estudios, como un criterio operativo o punto de referencia. Así, Bosque Muñoz
(1982) sostiene que la lengua literal tiene sus propias normas, su gramática particular, frente a la lengua
común; por su parte, Sinclair (1987, 2000: 13) distingue dos tendencias: la de libre elección y la fraseo-
lógica o «principio del idiom» (cfr., p.ej., Williams 2003: 40).
4. Resulta extraño que en Sevilla Muñoz (1993: 255) se afirme que el término unidad fraseológica (y
el de fraseologismo) no haya alcanzado suficiente difusión. Acaso la explicación esté en que, en los años
en que la autora vierte esa afirmación, los estudios fraseológicos en español apenas se habían desarro-

45
llado, aunque empezaban decididamente su más firme andadura. No obstante, la Fraseología rusa y
cubana, por ejemplo, ya venían utilizando de hacía tiempo tales términos.
Son muchos los autores que han llamado la atención sobre la variedad terminológica, e, incluso, su
confusión; algunos estudios son prácticamente monográficos sobre la terminología: Militz (1972), Thun
(1978: 1-32), Pilz (1978: VII-XII, 1981: 25-31, 1983a, 1983b), Matešiæ (1983), Gréciano (1987b: 193), Kühn
(1987: 62), Günther (1990), Donalies (1994), Barkema (1996a), Fleischer (1997: 2-4), Cowie (1998b:
210, ed. 1998: «Introduction»), Èermak (2001: 2), Nuccorini (2003: 266-267), Burger et al. (2007)...
5. El término verbo funcional es el generalizado en la investigación alemana y de la Europa del
Este (Funktionsverbgefüge): Engelen (1968), Rothkegel (1969), Herrlitz (1973, 1979), Starke (1975),
Günther y Pape (1976), Bahr (1977), Helbig (1979/1984), Von Polenz (1987), Wolf (1987), Starke
(1989), Detges (1991, 1996), Rösch (1993), Hundt (1994c, 2002), Pöll (1996), Van Pottelberge (2007)...;
en la francesa, se emplea primordialmente el de verbo soporte y de apoyo, sobre todo en la léxico-
gramática en torno a M. Gross (1981...): Labelle (1974, 1983, 1984...), Danlos (1988, 1992...), G. Gross
(1982, 1984, 1993...), Vivès (1983, 1984a, 1984b, 1988...), Bresson (1988, 1989...), Chaurand (1991),
Daladier (1996...), Figge (1997), Kyriacopoulou y Sfetsiou (2002), etc.; ésta es la denominación que
han seguido fundamentalmente los estudios en español (véase infra), portugués (De Melo Arruda
1987, Rocha da Vaza 1988, Brunheta Dias Freixo 1992, Hundt 1994b, De Moura Neves 1996 y 1999,
Queiroz-Pinto de Athayde 1997, 1999, 2000 y 2002, Chacoto 2005...) e italiano (Cantarini 2001); la
investigación inglesa se decanta por el término verbo ligero o light (Grimshaw y Mester 1988, Di
Sciullo y Rosen 1990...; asimismo, Bosque Muñoz 2001c, Alba-Salas 2002, Mastrofini 2005...). La
estructura «verbo soporte + objeto nominal» se conoce habitualmente como predicado complejo (p.ej.,
Böhmer 1994), aunque también se llama a veces predicado nominal o nombre compuesto (p.ej., Giry-
Schneider 1984, Meunier 1984, G. Gross 1987a, 1987b, 1988b, 1990, 1996..., Ranchhod 1990, Detges
1996, Chacoto 2005). Véase infra.
Es abundantísima la bibliografía existente sobre este tipo de estructuras verbales, sobre todo en
alemán y francés. Cabe advertir, no obstante, que ni hay acuerdo unánime en el tipo de unidades que
representan las construcciones soporte (piénsese, p.ej., en las colocaciones de verbo con significado
propio, aunque generalmente figurado, como albergar esperanzas o rendir/tributar un homenaje, frente
a tener esperanzas o hacer un homenaje, con típicos verbos soporte; o en las clases de sintagma nominal
objeto según la presencia o ausencia de determinante, del tipo hacer alarde/hacer una excursión, en
relación con la naturaleza argumental del verbo), ni hay homogeneidad en la terminología (p.ej., sopor-
te, funcional y vicario no son sinónimos en algunos autores), ni hay correspondencia entre las estructu-
ras que, para unos, son soporte y las que lo son para otros (a veces debido a la idiosincrasia de cada
idioma), ni hay conformidad respecto de la «gramaticalización» o vacuidad semántica del verbo, la
lexicalización de la estructura verbonominal o el grado de equivalencia semántica y funcional a un
verbo simple, etc. De hecho, algunos autores establecen grupos en virtud de estas características, pero
llegan a reconocer que no son clases estancas (p.ej., Busch 1985: 136, 1988a: 17); por ejemplo, el sustan-
tivo de hacer mención o hacer referencia puede llevar determinante (hacer una mención) y modificador
(mención especial, clara referencia, etc.).
A continuación, citamos un elenco de estudios sobre los verbos soporte, algunos de ellos son clási-
cos o constituyen obras de referencia obligada (nos centramos, esencialmente, en libros; muchos de
ellos son tesis; la lista de artículos, algunos citados arriba, es interminable): Heringer (1968), Herrlitz
(1973), Rothkegel (1973), Persson (1975), Giry-Schneider (1978, 1984, 1987), Björkman (1978), Dala-
dier (1978), Danlos (1980), Vivès (1983), Cattell (1984), G. Gross (1987a, 1987b, 1989), Rösch (1994),
Detges (1996), Büttner (1997), Van Pottelberge (2001), etc., así como el conjunto de trabajos publicados
en Langages 1996 [Ibrahim, Daladier...].
En español, disponemos de tres monografías recientes fundamentales, sin contar numerosos artícu-
los de interés: Mendívil Giró (1999), Alonso Ramos (2004) y Bustos Plaza (2005b). Los primeros estu-
dios sobre los verbos soporte en español se deben a los hispanistas Dubský y Šabršula, y la primera
monografía de extensión podría ser la de Solé (1966). Quizá el primer trabajo más completo es la tesis
en alemán de Busch (1985), cuyas ideas, retocadas, aparecieron en artículos: por ejemplo, Busch (1987,
1988a, 1988b y 1988c). Es a partir de la década de los noventa cuando se produjo una verdadera eclo-
sión de estudios sobre estas estructuras, coincidiendo con el apogeo de la fraseología española; basta
con remitir en nuestra bibliografía a los trabajos de Corpas Pastor, Koike, Alonso Ramos, Írsula Peña,
Mogorrón Huerta, Herrero Ingelmo, Bustos Plaza... Junto a aquéllos y éstos, pueden verse, asimismo,
los trabajos en forma de libro de Alonso Ramos (1993), Írsula Peña (1994b), Corpas Pastor (1996b: cap.
2), Bosque (ed.) (1996), Koike (2001b/2000c), Muñiz Álvarez (2004).
6. En nuestra teoría, que nos decantamos por el uso del término locución al adoptar una concepción
estrecha de la Fraseología —según la cual excluimos las colocaciones, los predicados de verbo soporte,
los compuestos sintagmáticos y los refranes y otras clases de paremias (salvo un grupo de enunciados,

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generalmente unimembres, descritos habitualmente, según los distintos autores, como lugares comu-
nes, frases proverbiales e, incluso, refranes que se comportan como locuciones)—, unidad fraseológica,
fraseologismo y locución serían sinónimos (§ 3.9.3.). La inclusión en nuestro corpus de locuciones de
esas estructuras concebidas tradicionalmente como paremiológicas queda justificada porque partimos
de la hipótesis de que la locución puede tener estructura de oración.
En Grossmann y Tutin (2003: 6-7) también se entiende la locución (locución fijada) como sinónimo
de unidad fraseológica, al diferenciarla de la colocación y del enunciado fraseológico (secuencia léxica
frástica o proposicional: proverbio, máxima, lugar común, fórmula usual, eslogan), pero no se acepta la
posibilidad de tener estructura oracional.
El término locución aparece por vez primera en romance en la gramática de Correas (1626) al
querer justificar la existencia escasa de adverbios simples y primitivos, que son suplidos por rodeos,
circunloquios, junta de palabras y locuciones adverbiales (Gómez Asencio 2003: 335).
El modismo es un término típicamente español —aunque no usado con profusión (Bosque Muñoz
1982, Clemente de Diego 1985, Pina Medina 1990, García-Page 1993a)— que pocas veces ha traspasado
nuestras fronteras (cfr., no obstante, Thun 1978: 21-24). Los modismos no son sino locuciones, aunque
locución y modismo no tengan por qué ser sinónimos absolutos, pues, por ejemplo, resulta extraño
asociar el modismo a las locuciones conjuntivas o prepositivas; de hecho, Casares Sánchez (1950: 213)
niega el estatus de modismo a las locuciones nexivas (prepositivas y conjuntivas) por no ser significan-
tes (también DFDEA 2004: XIII). Lo menos defendible de su propuesta de excluir de los modismos
ciertas clases de locuciones es privar de dicho rango a las locuciones denominativas y exigir la perviven-
cia de la imagen, la vitalidad del contenido semántico (Casares Sánchez 1950: 216): no sólo la mayoría
de las locuciones denominativas que aduce Casares son palabras compuestas, sino que la percepción
del «recuerdo» o de la imagen que propició la expresión es un criterio bastante subjetivo. Pina Medina
(1990: 151) destaca el valor expresivo y el pintoresquismo como valores consustanciales al modismo.
Otro término utilizado por Casares Sánchez (1950: 208) es el de idiotismo, aplicado a locuciones
con alguna anomalía estructural como a ojos vistas/cegarritas, a campo traviesa, a pie juntillas, etc. Se
trata, en efecto, de modismos o locuciones: no importa que revelen una estructura gramatical, léxica
o semántica anómala, arcaica o contraria a la norma. Como excepción o irregularidad morfológica o
sintáctica era entendido por Salvá, a quien pudiera deberse la acuñación de dicho término (Bargalló
Escrivá y Ginebra i Serrabou 2001: 797). Muy otro es el sentido con que aparece usado en Greimas
(1960): compuestos como pomme de terre y perífrasis verbales podrían incluirse entre los idiotismos.
También es diverso su empleo en Schapira (1999: 12-13), como equivalente de expresión idiomática;
si bien, también este término es divergente del más habitual, pues se opondría al enunciado estereoti-
pado (refrán, eslogan, fórmula de cortesía) y a la locución sintagmática expresiva o expresión estereo-
tipada (grosso modo, la locución).
7. Ésta es la caracterización tradicional que se viene asumiendo, cuya paternidad, dentro de la
filología española, se adjudica a veces, erróneamente, a Casares Sánchez (1950) —y a la institución
académica—, a pesar de la existencia de fraseologismos de naturaleza oracional, como Ir la proce-
sión por dentro o Haber moros en la costa (véase § 3.9.3.).
Es cierto que Casares Sánchez (1950: 170), en su estudio, parte de una definición académica que
entiende la locución como equivalente a parte de la oración («combinación estable de dos o más térmi-
nos, que funciona como elemento oracional y cuyo sentido unitario consabido no se justifica, sin más,
como una suma del significado normal de los componentes» [cursiva nuestra]), pero la crítica, en
general (cfr., no obstante, Fernández-Sevilla Jiménez 1985a: 202), no suele advertir que el autor, pági-
nas más adelante (§ 80), al enfrentarse a las locuciones interjectivas, afirma que la locución puede tener
forma de oración cabal. Es más, la mayoría de las frases proverbiales que Casares cita (como Las pare-
des oyen o No está el horno para bollos), así como algunos timos (como No hay derecho) y ciertas locucio-
nes adverbiales (como Dios dirá o Ciertos son los toros), tienen estructura de oración cabal, aunque el
autor no recurra a ellos para fundamentar su opinión.
Además de esta autoridad, nuestra hipótesis sobre la existencia de locuciones oracionales viene
respaldada por la opinión de otros autores. Así, la Academia (DRAE, 199221 [CD-ROM, 1995], s.v.
locución, 3.ª acepción) admite que la locución puede funcionar como oración, además de como ele-
mento oracional (cit. también en González Orejón 2002: 888): «Combinación estable de dos o más
palabras, que funciona como oración, y cuyo sentido unitario no siempre se justifica como la suma del
significado normal de los componentes». Asimismo, el DUE (1966) también define la locución como
«expresión pluriverbal de forma fija que se inserta en el habla como una pieza única, constituida por
una oración simple o compuesta o una parte de una oración [...]» (cursiva nuestra).
Podría pensarse que el DEA es de nuestra opinión al admitir la existencia de fórmulas oracionales
que grosso modo equivalen a nuestras locuciones oracionales, si no fuera porque los autores (véase
también DFDEA: XVII) son muy claros y explícitos al querer deslindar las fórmulas oracionales de las

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locuciones, basándose en el valor de enunciado independiente de aquéllas y la naturaleza no oracional
de éstas ([fórmula oracional=] «Enunciado de forma fija y sentido peculiar, y que normalmente tiene
valor de enunciado independiente»). Lo que no está tan claro es la adscripción de numerosas expresio-
nes a la categoría de locución, como ¡Toma ya! o Hasta más ver (locs. interjs.) y Llover sobre mojado, Ir
la procesión por dentro, Ya ha llovido, No estar el horno para bollos, Haber ropa tendida, Haber moros en
la costa, Cantar el gallo, Quedar el rabo por desollar, No llegar la sangre al río o Alborotarse el gallinero
(locs. verbales), que son de igual factura e idéntico empleo que otras expresiones analizadas como
fórmulas oracionales (recuérdese lo dicho antes acerca del carácter oracional de la locución interjecti-
va de Casares). Ni tampoco está claro el tratamiento divergente que dispensa a expresiones similares:
así, mientras que la citada Hasta más ver es descrita como locución interjectiva, su sinónima Hasta
luego es analizada como fórmula oracional; mientras que No llegar la sangre al río es propuesta como
locución verbal, No caerá esa breva aparece como fórmula; en tanto que No hay derecho es registrada
como locución verbal, No hay tu tía (sic) es considerada fórmula oracional. Si, por su supuesto origen
paremiológico o por su sentido moralizante, no aparecen en el DEA y el DFDEA expresiones de idénti-
cas características formales como Las paredes oyen, La ocasión la pintan calva o El hábito no hace al
monje, cabría esperar lo mismo de otras expresiones con idénticas señas de identidad, como En todas
partes cuecen habas, A nadie le amarga un dulce y Salga el sol por Antequera, que sí son registradas. En
algunos casos, como Armarse la de San Quintín, tradicionalmente descrita como locución verbal o
como frase proverbial, la locución es desintegrada al ser analizada como una combinación de una
locución nominal (la de San Quintín) con un verbo (armar). Así pues, con este heterogéneo tratamiento,
los autores de dichos diccionarios dan cuenta, bajo la rúbrica de fórmula oracional, de expresiones,
similares a las citadas (como Averígüelo Vargas), tradadas comúnmente como las tradicionales frases
proverbiales, y de enunciados netamente paremiológicos o rayanos en el refrán (como No haber más
cera que la que arde y En todas partes cuecen habas), amén de los textos descritos normalmente en
fraseología como fórmulas pragmáticas del coloquio (Y adiós muy buenas, Cuéntaselo a tu abuela, etc.).
Es más, si se aceptase la propuesta de considerar como componentes fijos de la locución los comple-
mentos, argumentales y no argumentales, no realizados léxicamente o variables según el contexto,
también llamados constituyentes externos (Larreta Zulategui 1998b: 108-110...), carácter oracional ten-
drían todas o casi todas las locuciones verbales, además de las arriba citadas: matar dos pájaros de un
tiro, alzar las campanas al vuelo, untar las manos, cortar el bacalao, etc. (contra esta propuesta, véanse,
p.ej., Martínez Marín 1991a: 61, n. 8; Ginebra i Serrabou 2000: 76-77; Castillo Carballo 2000c: 101, n.
13). Tal análisis sería congruente con el llevado a cabo con las combinaciones libres: aparte de las
oraciones impersonales, la presencia de un verbo flexivo es índice de la existencia de una unidad ora-
cional, aunque el sujeto esté tácito o elíptico (véase el comentario que hace al respecto el propio Casares
[Casares Sánchez 1950: 182]). En la investigación fraseológica inglesa (p.ej., Flores d’Arcais 1993: 79,
respecto de to kick the bucket; cfr. también Moon 1998a), los idioms con la estructura de locución verbal
son llamados a veces precisamente frasales, frente a los fraseologismos con otra estructura (sin embar-
go, phrasal verb suele hacer referencia a la estructura de «V + prep. regida», que, como en Flores d’Arcais,
se interpreta también a veces como lexical idiom).
La caracterización tradicional de la locución que se indicaba al principio de esta nota, que permite la
distinción entre locución y enunciado o expresión equivalente a oración, que han practicado todos los
autores (p.ej., Zuluaga, Corpas, Mena, Mellado...), parece remontar, cuando menos, a Èernyševa (1964).
8. Concretamente, nosotros hemos empleado a veces indistintamente los términos unidad fraseológi-
ca, fraseologismo y expresión fija (García-Page 1989, 1990c, 1995, 1997a, 1998b, 1998d, 1999a, 2001a...).
La equivalencia también se advierte en otro autores, como Alexander (1978, 1979, 1984, 1989, 1992...),
Gläser (1978, 1998), Zuluaga Ospina (1980), Carneado Moré (1983a), Tristá Pérez y Carneado Moré (1983),
Conenna (1985), Tristá Pérez (1988), Langages 90, G. Gross (1996), Iglesias Ovejero (1990), Anscombre
(2001)..., aunque, en numerosos estudios (entre ellos, algunos de los ahora citados) tales términos no
siempre recubren los mismos dominios: colocaciones, predicados complejos, proverbios, locuciones.
Morvay (2004: 171) se sorprende de que en Lorente Casafont (2002: 841) el término fraseologismo esté
empleado de modo contrario al general, para designar la unidad de estructura oracional que puede con-
figurar un acto de habla autónomo, i.e., asimilable a nuestra locución oracional. Martin (1997: 292), por
ejemplo, distingue entre locución y expresión fija, que comprende refranes, dichos, etc. Gréciano (1986a:
322) separa la locución de la expresión idiomática, suponiendo que aquélla es menos flexible que ésta;
García Benito (2000a) practica la misma distinción (locución/expresión idiomática), aunque en el corpus
de expresiones idiomáticas aparecen locuciones genuinas (cantar las cuarenta, estar con la mosca detrás de
la oreja, etc.); para Mendívil Giró (1999), las construcciones que se describen habitualmente como locu-
ciones (se refiere concretamente a las locuciones verbales) son expresiones idiomáticas; etc. Autores como
Burger et al. (1982: 2), Fleischer (1982: 9 y passim), Gréciano (1983a: 232), Stein (1994: 152), las autoras
cubanas Carneado Moré y Tristá Pérez, etc., parecen mostrar predilección por el término fraseologismo.

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Como es bien sabido, el término idiom, de empleo generalizado en la bibliografía inglesa, también
se usa de manera diversa, aunque la concepción más habitual es no como equivalente a unidad fraseo-
lógica o expresión fija, sino como clase o subclase de ella (p.ej., Mel’èuk 1995: 168) que ha de comportar
un sentido figurado o idiomático (en algunos autores, como Weinreich 1966, ha de ser una expresión
ambigua o polisémica, con significado literal y significado idiomático; Heller 1980: 183, Fernando y
Flavell 1981: 20-21: passim, Fernando 1996: 30-37, Cowie 1988: 133, Mackin 1993 o Howarth 2000: 216
aíslan los idioms puros respecto de otras clases que no reúnen todos los requisitos formales y semánti-
cos, pseudo-idioms, etc. [Makkai 1969: 58, 1970b]). Para Hanks (2000: 304-310), el idiom no se identi-
fica con el de unidad fraseológica, que abarca más fenómenos. Moon (1998b: 2) apuesta por el término
de expresión fija, suponiendo que el de idiom es más ambiguo y más restricto; pero la autora (1998a),
utiliza también el término lexema frasal (phrasal lexeme) con el mismo poder abarcador con que se usa
el de unidad fraseológica en casi todos los estudios, pues comprehendería las fórmulas (donde agrupa
fórmulas de rutina, refranes y dichos, y comparaciones), metáforas (donde incluye auténticas locucio-
nes o idioms, como kick the bucket) y colocaciones anómalas (que comprehende también auténticas
locuciones, del tipo by and large [ill formed collocation], to and fro [cranberry collocation] e in action
[phraseological collocation]). Èermak (2001: 2) da como sinónimos idiom y frasema (cfr., p.ej., Donalies
1994). Škultéty (1986) emplea como sinónimos frasema, fraseologismo y unidad fraseológica, que equi-
valdrían al idiom. Everaert et al. (1995: 3) proponen el término de unidad compleja, frente al de idiom,
de alcance más limitado. Adviértase que el término que estos últimos autores proponen puede dar
cabida a otros hechos no fraseológicos, y en eso se asemeja al de multiword lexical unit de Zgusta (1967,
1971), Cowie (1991, 1992), Coffey (2001) o Èermak (2002); aunque Zgusta (1971: 152-153) separa de las
unidades léxicas complejas los refranes, citas, etc. No obstante, en algunos autores también el idiom da
cabida a fenómenos no fraseológicos; por ejemplo, Hockett extiende el concepto de idiom a los morfe-
mas, y Fraser (1970: 22-24) distingue los mono-morphemic idioms de los lexical y phrasal idioms. En la
tradición alemana, también se ha adoptado el término idiom o idiome (Burger 1973, Telija 1975, Koller
1977, Higi-Wydder 1989, Nordén 1994, Feyaerts 1994...); sin embargo, en Burger, por ejemplo, tiene un
sentido más restringido que en Koller.
Glucksberg (1993: 4) atribuye tal disparidad de teorías sobre los idioms a la diversidad que presen-
tan los mismos idioms. Así, por ejemplo, resulta, cuando menos, extraño que Hanks (2000: 305, 307)
parezca extraer el idiom del dominio de la fraseología: al revisar el cuarto tipo de idiom determinado
por Cowie (las «colocaciones abiertas»), cree que no debe ser considerado idiom, sino objeto de estudio
de la Fraseología («The fourth class [...] belongs more to the world of phraseology than of idioms»),
como si a la Fraseología no le competiera el estudio del idiom. En un sentido parecido, Burger (1998b:
15) distingue entre fraseologización, cuando se transforma un sintagma libre en fraseologismo, e idio-
matización, cuando el sintagma se convierte en idiom).
9. A veces la voz fraseolexema se emplea con un sentido más restricto, pero no homogéneamente: bien
cuando la unidad fraseológica tiene equivalente léxico, como ocurre con numerosos predicados comple-
jos (dar un paseo > pasear), bien como la unidad fraseológica portadora de los rasgos prototípicos o del
centro fraseológico (p.ej., Fleischer 1982, 1997); en ambos casos, referido a un tipo particular del conjun-
to de hechos fraseológicos (sería una subclase de fraseologismo). En Pilz (1978: 42-43), quien parece ser
quien lo acuñó, tiene un sentido más general; el fraseologismo sería un término más específico. Para
Burger et al. (2007: 14), ha quedado obsoleto.
En realidad, el término fraseolexema apenas ha merecido la atención de los autores hispanos (Rega-
les Serna 1988a y 1988b, Fernández Villanueva 1993, Larreta Zulategui 1998a y 1998b).
Wotjak (1998c: 308, 2004) y B. Wotjak (1998: 349) utilizan el término de fraseolexía para designar las
unidades fraseológicas «centrales», las locuciones idiomáticas de estructura no oracional.
10. Por razones similares, Spence (1969: 15) critica el término sinapsia de Benveniste (1966: 173,
1967), que, a nuestro entender, nunca se ha empleado en los estudios de fraseología. Con él, el autor
pretende distinguir los complejos nominales con estructura N de N, del tipo molinillo de café, de la
locución y de la composición. Otros lingüistas, en cambio, como Guilbert (1975), De Bustos Gisbert
(1986) y Alvar Ezquerra (1993), los consideran compuestos, y otros, como Corpas Pastor (1996b) y
Pérez Vigaray y Batista Rodríguez (2005), locuciones. Cfr. también Carlsson (1966).
11. No siempre se ha adoptado con el sentido puro del original pottieriano. Así, Fernández-Sevilla
Jiménez (1974: 21) define la lexía como la «secuencia estable y fija de unidades léxicas y/o gramaticales,
funcionalmente equivalente a una palabra que la lengua no posee o el habla no actualiza». Como puede
apreciarse, coincide con el sentido originario en su carácter extremadamente abarcador.
La reminiscencia del término pottieriano pervive, de forma solapada, en el término de fraseolexía
antes citado (n. 9).
12. En consonancia con nuestra opinión, Corbin (1997: 90, n. 2) también prescinde del término lexía
por su carácter impreciso, pero, a nuestro entender, el autor no resuelve el problema, pues propone el

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término unidad polilexemática, que, como él mismo reconoce, comprende otros fenómenos distintos de
la locución, como la palabra compuesta. En cambio, Blanco Escoda y Moreno Alcalde (1997) prefieren
el término lexía al de locución por considerar éste menos preciso.
13. Como botón de muestra, véanse, para el término coseriano, Thun (1975 y 1978: 26-27), García-
Page (1992a), Lurati (1993) o Schapira (1999: cap. 3); y, para el término acuñado por Lázaro Carreter,
Bosque Muñoz (1982) o García-Page (1988: cap. 2).
14. No parece, sin embargo, que la decisión —poco acertada, en nuestra opinión— de adoptar el
término locución proverbial por parte de Zuluaga sea debida a la influencia de la tradición francesa,
pues en el país vecino la acuñación de tal expresión está más arraigada, como parece desprenderse de
la definición del Dictionnaire National de la Langue Française, de L.N. Bescherelle (Grimaldi 1997).
Véase también Rey (1977: 198).
Igualmente, otros autores (Pilorz 1964; Milner 1969; Rodegem 1972, 1973, 1984, 1989...) han em-
pleado dicho sustantivo (locución [locución proverbial]) para describir fenómenos no estrictamente
locucionales. Para Rodegem, la locución proverbial sería una subclase de locución sentenciosa o lapida-
ria, igual que el apotegma, el refrán o el aforismo, y el wellerismo. Pilorz utiliza indistintamente locu-
ción y locución proverbial refiriéndose en algunos casos a las genuinas locuciones verbales; son los
predicados de verbo soporte (avoir besoin, avoir coutume, etc.) los que identifica como locuciones
[verbales]. Zamora Muñoz (2005: 67 y passim) utiliza el término locución oracional proverbial como
alternativa de locución pragmática, entre otros, para describir las fórmulas del coloquio. También nues-
tra teoría comprehensiva nos ha llevado a emplear el término locución para dar cuenta de las fórmulas.
15. Casares Sánchez (1950: 196-197, 189-190) cita como timos los enunciados Que te crees tú eso, No
es por ahí, No hay derecho y A ver si va a poder ser, y como frases proverbiales, entre otros, Si te vi no me
acuerdo, Otro gallo me cantara, Mucho va de Pedro a Pedro, No estar el horno para bollos, De todo hay en
la viña del Señor, Vamos a ver cómo baila Miguel, Lo pasado, pasado, Las paredes oyen, Con su pan se lo
coma, Manos blancas no ofenden, Hasta verte, Jesús mío, Vísteme despacio, que estoy de prisa... Como
ocurre con las locuciones que Casares supone adverbiales (Allá veremos, Dios dirá, etc.), además de las
interjectivas, muchas de estas expresiones vienen siendo descritas por otros autores como enunciados
fraseológicos (fórmulas pragmáticas, lugares comunes...).
Los criterios que adopta Casares para no incluir las frases proverbiales entre las locuciones no son
plenamente convincentes. Así, no vemos que tenga mucho sentido aplicar el criterio de «valor de cita»
(Casares Sánchez 1950: 189-191, 194) adjudicado a las frases proverbiales para distinguirlas de las
locuciones. No es un criterio completamente válido; con menos razón en la perspectiva de la sincronía
actual: ¿qué valor de cita tienen, por ejemplo, Lo pasado, pasado o No está el horno para bollos? Por otro
lado, el que equivalga a una cita no es una característica formal: ni fónica, ni sintáctica, ni léxica, ni
semántica. Ese presupuesto de valor de cita que esgrime Casares puede conducir a ciertas incongruen-
cias. Así, por ejemplo, si, como quiere Casares Sánchez (1950: 190), armarse la de San Quintín no es
locución y sí frase proverbial porque remite a un hecho que se hizo proverbial (la batalla de San Quin-
tín), resulta, cuando menos, extraño que, en razón de ese criterio (hacer referencia a un evento que se
ha hecho proverbial), sus equivalentes estructurales y semánticos (variantes) armarse una buena, ar-
marse la de Dios o armarse la marimorena no puedan ser clasificados como frases proverbiales, esto es,
que genuinas variantes formales sean tratadas como clases fraseológicas distintas: aquéllas, como fra-
ses proverbiales, y éstas, como locuciones. Además, no son pocas las supuestas frases proverbiales cuyo
empleo no está restringido a un lugar o comunidad determinados: Con su pan se lo coma; Vísteme
despacio, que tengo prisa; etc. (Tejera 2004: 6 indica otras frases proverbiales casarianas que se han
internacionalizado, como París bien vale una misa; Y, sin embargo, se mueve y Llegué, vi, vencí; si bien
nosotros creemos que éstas precisamente sí siguen remitiendo al hecho proverbial, incluso a su auto-
ría). Asimismo, si, como propone Casares, a la clase de la frase proverbial debe adscribirse el timo
(como el wellerismo y el dialogismo), es más que evidente que al menos esta suerte de frase proverbial
incumple ese requisito, pues no está en la especificidad del timo funcionar como cita; y lo mismo cabría
decir de, al menos, algunos wellerismos y dialogismos (Sánchez y Escribano 1936, Pérez de Castro
1963, Cirese 1969, Manjón Pozas 1995, González González 2002...). Tampoco lo cumplirían, en princi-
pio, aquellas frases proverbiales que proceden de refranes acortados.
Cabe añadir, además, que no sólo, en su uso actual, las llamadas frases proverbiales ya no se sienten,
al menos la mayoría, como citas o recordatorios de un hecho histórico, una anécdota o un personaje
particulares, sino que es también presumible que otras construcciones oracionales de naturaleza fra-
seológica que no han sido etiquetadas como frases proverbiales (especialmente, fórmulas del coloquio
o locuciones interjectivas), sean en su origen creaciones individuales que hacían referencia a un hecho
o personaje concretos.
Ni siquiera acierta Casares en su intuición sobre la naturaleza perecedera o pasajera de los timos,
pues son muchos los timos que aún no han periclitado: Que te crees tú eso, No hay derecho, etc.

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El criterio del carácter oracional o de autonomía sintáctica atribuido a las frases proverbiales (Casares
Sánchez 1950: 190) tampoco es completamente fiable, pues no sólo hay expresiones proverbiales registra-
das con estructura meramente sintagmática o carente de verbo, sino que, como hemos indicado y tendre-
mos oportunidad de comprobar más prolijamente, hay locuciones con estructura oracional. La fragilidad
de dicho criterio se aprecia, por ejemplo, en el distinto tratamiento que recibe en la teoría de Casares la
citada expresión armarse la de San Quintín, que, según el autor, es, tal cual, frase proverbial (tiene estructura
oracional de sujeto y predicado), pero, sin el morfema de pasiva refleja, es locución verbal.
16. La fórmula (que nosotros podríamos denominar locución exclamativa o interjectiva, o, incluso,
pragmática o formularia) incluiría las tradicionales locuciones interjectivas —que, con más o menos
acierto, describen los diccionarios (¡Mi madre!, ¡Andá la osa!, ¡Jesús, María y José!, etc.)— y las moder-
nas fórmulas pragmáticas —que, además de absorber a dichas locuciones interjectivas, comprehenden,
a su vez, los enunciados exclamativos del tipo ¡Hasta aquí podíamos llegar!, ¡El que faltaba para el duro!
y ¡Qué le vamos a hacer! (que limitan y se confunden fácilmente con las locuciones propiamente inter-
jectivas) y los enunciados declarativos bien del tipo Tengamos la fiesta en paz, Éramos pocos y parió la
abuela y No hay derecho (que, no obstante, suelen adoptar modalidad exclamativa), bien del tipo Así es
la vida, No somos nadie o No van por ahí los tiros (descritos por Casares, a veces, como frases proverbia-
les y, a veces, como timos, y, últimamente, como lugares comunes por Corpas y como fórmulas oracio-
nales en el DFDEA)—, a las que cabría sumar las fórmulas rutinarias o de cortesía (tratadas a veces
como una clase de las fórmulas pragmáticas: ¡Hasta luego!, Feliz Navidad, No hay de qué). Véase muy
especialmente § 3.2.10 y n. 42.
Creemos que el mayor inconveniente (mejor, «extrañeza») que comporta la consideración de las
fórmulas como locuciones es de orden semántico, en relación, sin duda, con el aspecto pragmático o
extralingüístico (mayor vínculo con una situación de habla, etc.), más que el puramente fonético (el
hecho de que numerosas fórmulas están sujetas a la modalidad exclamativa) o sintáctico (el hecho de
que todas han de tener estructura de oración o funcionar como tal): más que un significado denotativo,
expresan un «modo» de comportamiento; más que un significado proposicional, es actitudinal, similar
en parte a las puras interjecciones: ‘sorpresa’, ‘admiración’, ‘negación’, ‘contrariedad’...). Las tradiciona-
les locuciones tienen, en general, un significado idiomático, que permite —en teoría, al menos— esta-
blecer una paráfrasis léxica; el significado de las fórmulas es difícilmente representable y parafraseable
por una unidad léxica. Aun así, debe tenerse presente la ingente arbitrariedad que se manifiesta en las
definiciones: en muchos casos depende del acierto del lexicógrafo o estudioso en proporcionarle a la
presunta fórmula una definición o un significado idiomático, similar a cualquier otra locución, que no
esté basada en el recurso «expresión que se usa para...» o «se aplica a...» o cosa por el estilo.
Adoptando, pues, este sentido menos estricto de locución, no hallamos características formales espe-
cíficas suficientes para deslindar las fórmulas pragmáticas de las locuciones, máxime considerando, como
venimos indicando, que muchas fórmulas actuales no son sino genuinas locuciones (las tradicionales
locuciones interjectivas), y que la clasificación de las fórmulas y las locuciones interjectivas no son unifor-
mes: así, además de la naturaleza sintáctica compleja, pluriverbal (cfr., no obstante, adiós y hola, § 2.5.1.),
hay fijación e idiomaticidad en mayor o menor grado, y están institucionalizadas y son memorizadas.
También exhiben, como el resto de las locuciones, anomalías sintácticas y léxicas. Tal supuesto podía
quedar reforzado, además, teniendo en cuenta que hay ciertas locuciones que pueden utilizarse como
fórmulas y a la inversa (§ 2.4., n. 25; cfr. n. 22-23), de modo que, ante determinados usos reales, puede no
resultar fácil decidir si una expresión concreta es locución o si es fórmula. Es el caso, por ejemplo, de la
locución verbal irse al carajo, usada como fórmula en modalidad imperativa u optativa: Vete al carajo, Que
se vaya al carajo; o de tragar la tierra (a alguien), que se emplea como fórmula imprecatoria: ¡Trágame
tierra!; o de la locución negativa no dar vela (a alguien) en este entierro, que se transforma en interrogativa
retórica en ¿Quién te ha dado vela en este entierro?; etc. Es más, algunas locuciones propenden a adoptar
una (única) forma que es más propia de la fórmula; así, la expresión ¿Qué mosca te ha picado? (con
posibilidad de variación pronominal del objeto indirecto) prácticamente no conoce otra formulación que
la indicada; y, aunque más flexible, algo similar ocurre con la locución verbal poner el cascabel al gato, que
tiende a aparecer con modalidad interrogativa: ¿Quién [es el valiente que se atreve a] poner el cascabel al
gato? Hemos ya señalado que, precisamente en razón del doble uso de una unidad como locución y como
fórmula, el DEA registra muchas locuciones verbales también como fórmulas oracionales. Es evidente
que no todas las fórmulas diponen de correlato locucional; por ejemplo, con el verbo aspirar y en enuncia-
do interrogativo se ha cristalizado la fórmula de coloquio ¿A qué aspira [nombre de persona]? o No sé a
qué aspira [nombre de persona], pero la construcción aspirar a algo (alguien) no constituye una locución
verbal. Algo similar cabría decir de fórmulas como ¡A ti qué te importa!, ¡Te vas a enterar! o Tú verás, cuyo
único correlato son sintagmas verbales libres. ¿Es aconsejable, pues, separar en clases fraseológicas dis-
tintas (locución/fórmula) ambas manifestaciones de una misma construcción? ¿Hay acaso un cambio de
significado, o, dicho de otro modo, pierde su significado la locución al emplearse como fórmula? ¿Es

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relevante el carácter «contextual» (vínculo con el contexto) que suele atribuirse al significado de la fórmu-
la para aislarla de su correlato genuinamente locucional (locución verbal)?
Incluso la salvedad de orden fonético indicada arriba (la preferencia por la modalidad exclamativa)
encontraría su principal contraejemplo, para quienes se aferren a la concepción más conservadora de
la locución, en la tradicional locución interjectiva, necesariamente de modalidad exclamativa, en virtud
de la propia definición de interjección.
Podría alegarse a favor de la distinción entre fórmula y locución (o, en otras palabras, de la conve-
niencia de no interpretar la fórmula como una clase de locución) el rasgo de equivalente a enunciado o
autonomía textual (incluso, semántica y sintáctica), pero éste tampoco es privativo de las fórmulas:
además de las locuciones interjectivas, hay, como hemos visto, locuciones con valor oracional y equiva-
lentes a enunciados y otras no oracionales (verbales) que pueden así manifestarse. Como veremos más
adelante, otros autores, como Baránov y Dobrovol’skij (1998: 38), son partidarios de adscribir a una
misma clase las expresiones que pueden manifestarse como locuciones y como fórmulas.
17. Nos resulta algo sorprendente que el lugar común sea entendido, en la teoría de Corpas Pastor
(1996b: 150), como un tipo de refrán, a pesar de que esté, como supone la autora, en «el extremo
opuesto a los refranes prototípicos». Lo cierto es que no existe una concepción única de lugar común, ni
sus límites son precisos (cfr. Plantin ed. 1993, Anscombre ed. 1995, Raccah ed. 1996, Schapira 1999,
Franco y Olmos eds. 2001, Bosque Muñoz 2001d...): basta con observar la heterogeneidad de enuncia-
dos con que normalmente se ilustra tal concepto.
18. Vid. García-Page (2004a: 23-24). Repárese en que ahora nos centramos en los términos adscribi-
bles al ámbito más puramente paremiológico (Casares Sánchez 1950, Combet 1971, Schulze-Busacker
1984, Fernández-Sevilla Jiménez 1985a, Regales Serna 1988a: 112-113, Sevilla Muñoz 1992 y 1993,
Conde Tarrío 1999a...), aunque también a ellos se refiera con los archilexemas de unidad fraseológica o
expresión fija.
Por ejemplo, Fernández-Sevilla Jiménez (1985a: 195, 201) critica a la Academia por no discriminar
adecuadamente el refrán de la sentencia y ésta de la máxima. Lo curioso es que el propio autor (Fernán-
dez-Sevilla Jiménez 1984: 158, n. 7) elude expresamente poner celo a la hora de emplear los diversos
términos que se vienen barajando en la bibliografía fraseológica y el folclore. También en Calero Fer-
nández (1998) se vierte una crítica a la imprecisión y vaguedad de las definiciones lexicográficas de la
institución académica (asimismo, Labrador Gutiérrez y Martínez Cano 2005: 115-117). Alvar Ezquerra
(2000: 231-232 y passim) hace una observación similar respecto del DUE.
Desde estudios de Fraseología y Lexicología muy tempranos (Cotarelo y Mori 1917, Gella Iturriaga
1977, Fernández-Sevilla Jiménez 1985a y 1985b...) se advierte de la confusión que gobierna el uso de la
variopinta terminología acuñada secularmente; por ejemplo, Cotarelo y Mori (1917: 256-259) ilustra
este aspecto con ejemplos de Covarrubias y la Academia (Diccionario de Autoridades). Díez Carrera
(1992: 57-58) cree que dicho puede ser el archilexema del vasto paradigma de términos, tales como los
que citamos, que se emplean como sinónimos; y así parecería entenderlo, por ejemplo, Gella Iturriaga
(1977) cuando titula su artículo «Datos para una tipología de los dichos» (cfr. Sevilla Muñoz 1992), pues
con esa voz agrupa el aforismo, el refrán, la sentencia, el apotegma... Resulta, en este punto, curioso que
la Academia (DRAE 2001) no dé debida cuenta de este hecho, pues la única acepción que hace expresa
alusión, si bien muy vagamente —e, incluso, con poco acierto—, a estas construcciones fijas es la que
considera el dicho como ‘Palabra o conjunto de palabras con que se expresa oralmente un concepto
cabal’. Con algo más de tino y concreción se muestran los autores del DEA al considerar la acepción
‘Frase, modismo o proverbio popular’, aunque discrepamos de que, en virtud de dicha definición, pue-
da, por un lado, suponerse que un modismo —que puede ser una locución verbal o adverbial— es
describible como dicho, y, por otro lado, utilicen con suma vaguedad el término frase —que sólo desde
una perspectiva fraseológica o lexicográfica puede entenderse como equivalente a sentencia o frase
hecha (obviamente, desde un punto de vista meramente gramatical sería inadecuado). Entre otros,
Anscombre (2001: 8) o Kótova (2005: 135-136) señalan la arbitrariedad con que se emplean estos térmi-
nos; Kótova (2005), aun reconociendo esa arbitrariedad, adopta la oposición dicho (= fraseologismo,
unidad fraseológica)/proverbio, como unidades de la Fraseología/Paremiología.
A veces también se utilizan otras denominaciones no menos abarcadoras para acoger todos estos
términos aparentemente sinónimos, como los de cliché y frase hecha (p.ej., en Taylor 1950: 1904-1905 y
1965; cfr., también Taylor 1931; Riffaterre 1964; Bousoño Prieto 1966; García-Page 1991b; Schapira 1999...).
19. Por ejemplo, Caraballo Martínez (2002) recrimina la decisión de la Academia (DRAE 1992) de
analizar diversamente estructuras idénticas o muy semejantes, como ¡Qué remedio! (‘expresión excla-
mativa’), ¡Qué diablos! (‘locución’) y ¡Qué va! (‘interjección’). También González Orejón (2002) propina
una crítica a la Academia por no tratar de modo homogéneo construcciones similares (¡Vuelve por otra!
es locución verbal cuando la mayoría de las expresiones de esta suerte suele caracterizarse como fór-
mula) y por cambiar de postura de una edición a otra (liarla y otras locuciones verbales con clítico

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aparecen como «frases» en la vigésima edición y como «locuciones» en la vigésimo primera). Medio
siglo antes, Casares Sánchez (1950: 192-193) se quejaba de que el diccionario académico describiera
como refrán No es oro todo lo que reluce y como frase proverbial No todo el monte es orégano: «El
Diccionario nos explica, por ejemplo, que no es oro todo lo que reluce es un refrán, a lo cual nada
tenemos que oponer. En cambio, otra expresión tan semejante a ésta como no todo el monte es orégano,
lleva la calificación de frase proverbial». El mismo ejemplo aduce Canellada Llavona (1983: 125) utili-
zando la edición del DRDE de 1956, y además añade el par La dicha de la fea la hermosa la desea/La
suerte de la fea la hermosa la desea, que la Academia describe, respectivamente, como refrán y frase
proverbial (son, lisa y llanamente, variantes de un mismo refrán). Pero lo curioso es que estos autores
que aprecian incongruencias en las decisiones lexicográficas de la Academia incurren a veces en el
mismo error. Así, el propio Casares clasifica diversamente expresiones formalmente parecidas: ¡Ancha
es Castilla! como loc. interj.; ¡Aquí fue Troya! como frase proverbial; ¡A ver si va a poder ser! [sin signos
ortográficos de admiración en el original] como timo; ¡Ciertos son los toros! como loc. adv. (de afirma-
ción). El DRAE (2001) recoge como «frases» (digamos, nuestras locuciones oracionales) ciertas expre-
siones (Amanecerá Dios, y medraremos; Cada uno es como Dios le ha hecho; De menos nos hizo Dios;
Después de Dios, la olla; Dios dirá; Dios dé el remedio o De Dios venga el remedio; Digan, que de Dios dijeron;
Dios da ciento por uno; Dios dará; etc.) que otros autores (p.ej., Corpas Pastor 1996b) describen como
paremias, y que el diccionario de refranes de Martínez Kleiser (1953) registra como refranes o partes de
ellos: Dios es grande (n.º 18.552), Dios no es viejo (n.º 18.559), Dios es Dios (n.º 18.615), Dios mantenga/
Dios mantenga, y más que venga (n.º 18.941), etc. (véase n. 21). La divergencia en los registros se observa
a veces incluso en la forma de escribirse: De Dios, el medio (DRAE)/Dé Dios el medio (n.º 18.933) (cfr.
Dios dé el remedio, DRAE). Sobre estas cuestiones de límites entre la locución oracional y el refrán, la
cita, el eslogan, etc., véase § 3.9.3.2.
Las incongruencias debidas a la falta de límites precisos y a cuestiones terminológicas también alcan-
zan a otras clases de locuciones y a obras lexicográficas distintas del DRAE. Por ejemplo, Martínez
Sánchez (1998: 20-21) tacha de incongruencia que la RAE (DRAE 1992) establezca una clasificación de
locuciones bajo la voz locución (locución adjetiva, locución adverbial, locución conjuntiva, locución pre-
positiva, locución interjectiva) distinta —reducida— de la que anuncia en las páginas preambulares
(XXXV), donde se añaden la locución conjuntiva adversativa, la locución conjuntiva condicional (tam-
bién Borrego Nieto 1979) y la locución adverbial interrogativa. El Diccionario de locuciones verbales
(2002b) y el Diccionario de locuciones adverbiales (2004b) de Penadés Martínez también exhiben ciertas
incongruencias: por ejemplo, si bien la autora niega el rango de locución a las comparativas fraseológi-
cas (Penadés Martínez 2001: 69, n. 31), contradictoriamente, registra comparaciones como beber como
un cosaco y comer como una lima; asimismo, incluye algunas colocaciones, como conciliar el sueño
(igual que el DEA), aun tratándose de un diccionario de locuciones. La expresión hasta las mismas
narices es descrita como locución adverbial y como locución verbal con estar cuando el componente
nominal es una palabra tabú (p.ej., estar hasta los cojones); del mismo modo, a rayos es locución adver-
bial en un caso y su variante (o sinónimo) a cuerno quemado, como componente de la locución verbal
saber/oler – (aun indicando la autora que a rayos se construye con saber y oler); a la greña, a la zaga y al
garete, entre otras, aparecen en un diccionario (2004b) como locuciones adverbiales y en el otro (2002b)
como parte de una locución verbal: andar a la greña, quedarse/ir a la zaga e irse al garete. Por su parte, el
DFEM registra la expresión con que, precisamente, Casares arremetía contra la definición académica
como complemento proposicional dependiente del verbo creer, esto es, formando parte de una locución
verbal: creer u.p. que todo el monte es orégano (registro totalmente desacertado porque la locución tiene
la estructura de unidad oracional autónoma, aunque se combine a veces con verbos regentes de pensa-
miento o creencia, como pensar, creer, imaginarse, suponer...).
20. Uno de los exponentes más claros en la investigación española es Casares Sánchez (1950: 172-
177), al que sigue fielmente Pérez Vigaray (1996-1997, 2001, 2003) y, en general, Pérez Vigaray y Batista
Rodríguez (2005), al tratar como locuciones (locuciones nominales denominativas) estructuras consi-
deradas habitualmente como compuestos: peje rey, peje sapo, casa tienda, cartón piedra, falda pantalón,
café bar, ciudad jardín, papel moneda, coche cama, pájaro mosca... El propio autor advierte: «Las locu-
ciones arco iris, ajo pollo, casa tienda, peje palo, peje rey, peje sapo y otras semejantes, aparecen en lo
antiguo con marcada tendencia a formar compuestos, algunos ya consolidados, tendencia que no se
percibe en las fórmulas de invención más reciente, como carta orden, pájaro mosca, papel moneda [...]».
Evidentemente, pasados más de 50 años, habría que corregir la observación de Casares señalando que
estos últimos «de invención más reciente» también se han consolidado en el idioma (§ 3.3.1.).
Precisamente, a propósito de nuestro comentario sobre la diversidad de clasificación de una deter-
minada expresión, una de las locuciones denominativas citadas por Casares, buque escuela, es analiza-
da como compuesto por Alvar Ezquerra (1993: 27-28) y Almela Pérez (1999: 150-151), y como coloca-
ción por Aguilar-Amat Castillo (1993a: 271; 1993b: 82) y Ruiz Gurillo (1997d: 88). El grupo léxico

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hombre rana es compuesto para Zuluaga Ospina (1980: 143), De Bustos Gisbert (1986) y Almela Pérez
(1999: 150), sintagma para Suñer Gratacós (1999: 537), y locución para Aguilar-Amat Castillo (1993a:
271; 1993b: 82). Para De Bustos Gisbert (1986), cabeza de turco es compuesto, y, para Zuluaga Ospina
(1980: 151) y la mayoría de los autores, locución nominal. Para este último autor, batalla campal es
locución, y, para Koike (2000c: 161) y la mayoría de los estudiosos, colocación. Agua de azahar y agua de
colonia son compuestos, según De Bustos Gisbert (1986), y colocaciones, según Ruiz Gurillo (1997d:
108). Negocio redondo y lata de conservas son colocaciones, para Corpas Pastor (1996b), Castillo Carba-
llo (1998b), Koike (2001b) y la mayoría de los fraseólogos —en especial, los que siguen de cerca la
tipología de Corpas—, y simples sintagmas, para Varela Ortega (2005: 119). La lista de desavenencias
clasificatorias es interminable.
Reyne (1998: 195) trata como refrán —con estructura comparativa— el binomio ni tanto ni tan
calvo, igual que hacen algunas compilaciones de refranes. Anscombre (2000: 10) prefiere considerarlo
como frase situacional, distinta de la frase sentenciosa (que incluye los refranes). Generalmente, aparece
analizado como locución (adverbial), pero también puede usarse como locución oracional. La expre-
sión Haber moros en la costa es descrita también diversamente: como frase proverbial (Casares), enun-
ciado de valor específico (Corpas Pastor 1996b: 138), fórmula (Wotjak 2004: 196)... No se ganó Zamora
en una hora, que suele registrarse como refrán, es, para Corpas Pastor (1996b: 161), un tipo de paremia;
para Casares, una frase proverbial; para Asensio González (1999), un fraseologismo clausal... Vivanco
(1985) analiza como proverbios expresiones diversas que no son comúnmente descritas como refranes,
sino como fórmulas, citas, frases proverbiales, etc., como Con paciencia, se gana el cielo; Hoy por ti,
mañana por mí; A lo hecho, pecho; A la vejez, viruela; Al pan, pan, y al vino, vino; Contigo, pan y cebolla;
Ojo por ojo, diente por diente... Cantera Ortiz de Urbina (2000) incluye en un corpus de refranes y
locuciones expresiones como la Ciudad Condal, la Bella Easo, la Tacita de Plata o la Sartén de Andalucía,
que no son más que denominaciones metafóricas de lugares; es más, este autor no se propone discrimi-
nar las locuciones de los modismos y de los giros —ni, a saber por los ejemplos que aduce, de los
refranes—, aun titulando el artículo «Locuciones, giros y modismos del español...», ni explicita qué
entiende por giro o cuál de los ejemplos que cita es giro y no locución o modismo.
A veces, sintagmas libres son tratados como locuciones u otra suerte de unidad fraseológica; así,
Rebollo Torío (2004) cita construcciones como no pasar un alma (la única locución, si acaso, es [ni] un
alma), pescar marido, echárselas de moderna (cfr. dárselas de), el colmo de la inteligencia, golpes de mar,
lluvia de sarcasmos, polo opuesto, sinvergüenza de primera, vida de órdago (cfr. «un + N + de órdago»),
vida de crápula, pozo de ciencia, la noche de la historia, mar de lágrimas...
Como veremos más adelante (p.ej., n. 37 y 38), las construcciones de verbo soporte han sido tratadas
de muy distinta manera: generalmente, bien como locuciones, bien como colocaciones, bien como
compuestos.
A veces la heterogeneidad de las caracterizaciones proviene de la propia terminología. Así, González
Calvo (2004: 83-84) identifica el compuesto sintagmático con la locución, como muestran los ejemplos
tomar el pelo, la tira de, salirse por la tangente, subírsele la sangre a la cabeza, etc. Los compuestos sintag-
máticos de que hablan otros gramáticos (ciudad jardín, agua de colonia, etc.) se corresponden, para
dicho autor, con los compuestos léxicos; si bien en los compuestos léxicos de González Calvo (2004)
también se incluyen los tradicionales compuestos propios o gráficos del tipo sacacorchos.
Otra razón de la heterogeneidad es la forma equivocada o bien desviada de emplear o registrar las
expresiones: por un lado, refranes y locuciones son, con frecuencia, citados erróneamente, con una fisono-
mía desviante de la norma, debido acaso al desconocimiento de la formulación canónica; por otro lado,
algunos autores, como Fleischer (1982: 70), describen conscientemente como fraseologismos las forma-
ciones esporádicas u ocasionales, que son debidas fundamentalmente a voluntad de juego, a manipulación
consciente. Creemos, en cambio, que ninguna de estas dos vías de formación de variaciones de la matriz
originaria debe tratarse como locución al no estar institucionalizada o sancionada por la comunidad, salvo
que, en un punto de la historia, logre cristalizar, consolidarse como locución independiente (de similar
parecer son Nagy 1973: 74 o Èernyševa 1975: 210, 240-241). Mientras eso no se consiga, las versiones
novedosas son, simple y llanamente, variaciones, seudolocuciones (§ 4.2.1.1.).
Respecto del primer caso, son numerosas las ilustraciones: así, Domínguez (1975) registra equivo-
cadamente expresiones como andar en tropel (239), nada del otro mundo (152), sudar a chorros (73), por
si al caso (49), caer la breva (33)..., o tomar a alguien por cabeza de turco (240). En Iñesta Mena y Pamies
Bertrán (2002: 201) aparecen, por ejemplo, a galope tendido (posible cruce de loc. adv. al galope + ¿loc.
n.?/¿compuesto? galope tendido ‘tipo de marcha rápida del caballo’, frente a a galope sostenido, p.ej.) y a
matababallos (por a matacaballo); en Káloustova y Tánych (1998: 126), come que se las pela (por corre
que se las pela); en Sierra Soriano (2005: 338), confundir Roma con Santiago (posiblemente cruce de
remover/revolver Roma con Santiago + confundir las churras con las merinas o confundir el tocino con la
velocidad); y en Radulescu (2006: 112), saber por dónde van los tiros (por No van por ahí los tiros).

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Martinell Gifré (1984: 227-228, 230; cfr. también Clay y Martinell 1988: passim) cita supuestas locucio-
nes y grupos nominales que son sólo parte de locuciones más amplias, como vida padre, agua de mayo,
cáscara amarga, ojo de la cara, carabina de Ambrosio, gallo de Morón, buena pieza, mala sombra, pan
comido, guante blanco, carne de gallina (este último aparece así en Rebollo Torío 2004: 261, Varela
Ortega 2005: 81 y en Nazárenko e Iñesta Mena 1998, además de otros, como frío de perros; y, con la
versión piel de gallina, en Pérez Vigaray 2001: 259). Asimismo, Rebollo Torío (2004) cita locuciones
incompletas o de forma irregular: [ser la] Biblia en verso, encender una vela [a Dios y otra al diablo],
matar[las] callando, [andar] a la cuarta pregunta, [saltarse] a la torera, [sacar] en limpio, [ser el] amo del
cotarro, [faltar el] canto de un duro, [andar] de capa caída, [andar] a la greña, [llegar] a las manos, [estar]
en el ajo, [estar] en Babia, [coger] in fraganti, [andar] de parranda, [estar] en mantillas, [poner/dejar] por
los suelos, [estar con] un pie en la sepultura, salirse [irse] por los cerros de Úbeda, poner el Inri [para más
inri], tendón [talón] de Aquiles, etc. También Wotjak (2004: 195) aduce formulaciones espurias como
locuciones: Esto es el acabóse (por ser el acabóse), hablar con el corazón en la mano (por con el corazón
en la mano), ser quien corta el bacalao (por cortar el bacalao), tener un pico de oro (por pico de oro), etc.
En el mismo sentido, Sevilla Muñoz (1993: 258) cree que existe un tipo de frase proverbial que va
encabezada por las formas negativas No hay que/No se puede, que ilustra con los textos No hay que
empezar la casa por el tejado y No hay que pedir peras al olmo (frente a las formas canónicas empezar la
casa por el tejado y pedir peras al olmo, que son locuciones y no frases proverbiales). También Domín-
guez (1975: 149) cita no todo el monte es orégano como completiva del verbo regente creer (creer que
todo el monte es orégano).
He aquí, pues, unas muestras de la confusión que a veces se produce entre locución y compuesto,
entre compuesto y colocación, etc., y de la heterogeneidad de los registros. También más adelante, en
distintos puntos del trabajo, veremos que, junto a flagrantes clasificaciones irregulares (de locuciones
como colocaciones, de colocaciones como locuciones, etc.) y registros espurios como los señalados,
existen expresiones de difícil catalogación, que también provocan discrepancias en su clasificación,
como defender a capa y espada, conocer al dedillo o llover a cántaros: para unos autores, son locuciones
(loc. v.), mientras que, para otros, son colocaciones (de «V + loc. adv.»).
21. Como indicamos en García-Page (1995a: 82, n. 3), podría tratarse de la reformulación de uno de
los miembros de un refrán; Martínez Kleiser (1953: XXVII) recoge el refrán Las matas han ojos y las
paredes oídos. Este ejemplo, precisamente, aparece descrito como frase proverbial en Casares Sánchez
(1950: 189), pero el autor reconoce la dificultad de delimitar la locución de la frase proverbial —y ésta
del refrán (186-189)—, e indica el caso de la frase proverbial armarse la de San Quintín (véase n. 15), que
se convierte en locución si se tienen en cuenta las variaciones desinenciales que tolera el verbo (Casares
Sánchez 1950: 186-187 y 189). Cita, asimismo, las frases proverbiales Al freír será el reír (187) y Mucho
te quiero, perrito (188), formadas por acortamiento de los antiguos proverbios Al freír será el reír y al
pagar será el llorar y Mucho te quiero, perrito, pero pan poquito; y reconoce que «Hay, ciertamente, no
pocos dichos [léase aquí «frases proverbiales»] que podrían confundirse con ellas [locuciones], que
están casi a caballo de la divisoria [...]. Existe, en efecto, muy poca diferencia entre si te vi no me acuerdo
y ojos que te vieron ir y, sin embargo, la inclusión de este último entre las proverbiales nos habría
inducido a error, porque con toda naturalidad puede emplearse como locución exclamativa» (190).
Además, Casares también señala la conversión de frases proverbiales en locuciones por reducción: la
espada de Bernardo, que ni pincha ni corta > ni pincha ni corta.
Desgajado, y casi olvidado ya, el segundo miembro del refrán En todas partes cuecen habas, y en mi
casa a calderadas, el primer miembro (En todas partes cuecen habas) se emplea comúnmente como una
unidad independiente, como una locución genuina, para expresar ‘resignación’ o ‘conformidad’. Lo
mismo cabría decir de los textos Arrieros somos [, y en el camino nos encontraremos], Una y no más
[, santo Tomás], Salga el sol por Antequera [y póngase por donde quiera], El diablo está en Cantillana
[, urdiendo la tela y tramando la lana] (Correas), ¡Bien se está san Pedro en Roma [, aunque no coma/si no
le quitan la corona]!, y Cada loco con su tema [, y cada llaga con su postema] (Martínez Kleiser 1953:
XXIV), Cada uno en su casa [, y Dios en la de todos], Éste no es mi Juan, que me lo han cambiado [, aquél
tenía pelo y éste está pelado], Un grano no hace granero [, pero ayuda al compañero], Un grano no hace
costal [, pero ayuda a lo llenar], Dádivas quebrantan peñas [y hacen venir de las greñas], Como el gallo de
Morón [, cacareando y sin plumas], Otro gallo me cantara [, si buen consejo tomara]... Sevilla Muñoz y
Arroyo Ortega (1993: 257) citan los casos de Mañana será otro día [, y verá el tuerto los espárragos], [El
carnero encantado, que] fue por lana y volvió trasquilado y Una golondrina no hace verano [, ni una sola
virtud bienaventurado] o [Ni un dedo hace mano, ni] una golondrina (no hace) verano (también en
Sevilla Muñoz 1997: 433); en Iñesta Mena y Pamies Bertrán (2002: 157) se recoge [Arde verde por seco
y] pagan justos por pecadores; y en Pamies Bertrán et al. (1998a), Por dinero baila el perro [y por pan si se
lo dan]. Tejera (2004: 7) cita también varios ejemplos de trasvases de refranes a frases proverbiales y de
frases proverbiales a refranes del refranero venezolano: En buenas manos está el pandero/En manos está

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el pandero que lo sabrán bien tañer, Cógeme ese trompo en la uña/Cógeme ese trompo en la uña, a ver si
tararea, etc. Como Casares y nosotros, la autora (Tejera 2004: 1, 5, 19) sostiene que una de las fuentes de
la frase proverbial es el refrán acortado, de ahí, en parte, la dificultad de su clasificación (Tejera 1988).
Algunas transmutaciones de esta suerte no resultan locuciones oracionales, sino verbales, como las
citadas ir por lana y volver trasquilado y ni pincha ni corta, o criar cuervos, poner las barbas a remojar,
poner puente de plata (ejemplo de Corpas Pastor 1998c: 92), etc.; o de otra categoría, como a río revuelto
‘en la confusión y el desorden’, El perro del hortelano [, que ni come ni deja comer] (generalmente, como
el perro del hortelano), o la misma puente de plata, etc.
Es tal, en la sincronía actual, el asentimiento del estatus de modismo que ha alcanzado el trozo de
refrán, que llega a hacer dudar de su origen paremiológico. Eso es lo que sucede, junto con los citados
Mañana será otro día, Otro gallo me cantara, etc., a la expresión pedir peras al olmo, interpretada unáni-
memente como locución verbal, que podría derivar del refrán Pedir a los hombres veras es pedir al olmo
peras (registrado por Correas con el n.º 322, pág. 628) o de alguna otra variante (en Hernán Núñez, n.º
5.457, f. 86v) aparece con la fórmula No pidas al olmo la pera, pues no la lleva). Su origen primigenio, sin
embargo, es aún incierto. Sevilla Muñoz y Fuentes Utrilla (2004) encuentran antecedentes en la litera-
tura latina (en Publius Syrus [s. I d.C.]: Tu pira ne poscas, caret illis ulmus, ab ulmo ‘No pidas peras al
olmo, pues carece de ellas’) y redes de asociaciones con paremias y locuciones de otras lenguas.
Refranes y modismos del mismo origen conviven con frecuencia; así, el refrán Quien tiene padrinos
se bautiza y la locución tener padrinos —posible fuente de formación de aquél (Iribarren Rodríguez
1955: 77)—, construida sobre uno de los esquemas canónicos de los refranes (Quien + V/SV, V/SV:
Quien calla, otorga, Quien canta, sus males espanta, Quien da presto, da dos veces...). En un trabajo
nuestro dedicado a la «fraseología de Dios» (García-Page 2005b), hemos podido constatar que numero-
sas locuciones oracionales (el DRAE 2001 las etiqueta como «expr.») aparecen tal cual o como partes de
refranes en diccionarios de refranes, como el de Martínez Kleiser (1953): Dios es grande/Dios es grande
(n.º 18.552) y Dios es grande y misericordioso (n.º 18.871), Dios ve las trampas/Dios está en el cielo, que ve
las trampas (n.º 18.693), Dios da ciento por uno/Dios da ciento por uno, y después gloria (n.º 18.806), Dios
dirá/Acá y allá, Dios dirá (n.º 18.623) y Dios dirá sus verdades (n.º 18.573), Dios mantenga/Dios manten-
ga, y más que venga (n.º 18.941), No es Dios viejo/Dios no es viejo (n.º 18.559), etc. (véase también n. 19).
Este fenómeno de trasvase parece ser algo general en todas las lenguas. Conca i Martínez (2000: 51,
1999) establece, como prueba del trasvase, un paralelismo entre locuciones y refranes que tratan el
mismo asunto: comptar sense l’hoste/Comptar sense l’hoste, comptar dues vegades, no tenir ni ofici ni
benefici/Qui té ofici té benefici, mudar el joc/Al badoc, muda-li el joc, no tenir parent ni amic/L’home ric no
té parent ni amic, etc.; Cherdansteva (1997: 365) aduce ejemplos como essere un’acqua cheta < l’acqua
cheta rovina i ponti; Tanase (1995: 239) sospecha que courir deux lièvres à la fois proviene del refrán Qui
court deux lièvres n’en prend aucun. A este fenómeno de mutación de una clase de unidad fraseológica
en otra se refiere Fleischer (1982: 193-195 y 209) con el término de derivación fraseológica. Larreta
Zulategui (1998b: 66) aduce algunos ejemplos de trasvases citados por Fleischer (1982: 189, 1994: 159),
Daniels (1976/1979: 259) y Èernyševa (1975: 243), como Wer andern eine Grube gräbt, fält selbst hinein >
jm. eine Grube graben, Eulen nach Athen tragen > Man soll keine Eulen nach Athen trage, Ich kenne meine
Pappenheimer > seine Pappenheimer kennen.
Autores como Combet (1971), Grzybek (1994), Corpas Pastor (1996b: 134, 1998b: 186), Mokienko
(2000a: cap. 3), Zuluaga Ospina (2001: 52-53), Mena Martínez (2002: 37), Ferro Ruibal (2004: 67) o
Piirainen (2007: 210) han aludido a esta clase de evoluciones y travestismos y han reparado en la
dificultad de trazar una línea recta que diseccione límpidamente el refrán y la locución, máxime si se
tienen en cuenta los rasgos comunes compartidos por uno y otra; por ejemplo, Conenna (1988: 101)
señala el carácter primitivo del léxico apreciable en ambos. La formación de variantes estructurales es
otro punto de encuentro (véase n. 40). En el extremo opuesto se sitúan autores como Anscombre (2001:
38-39 y 45, 2003: 169), quien, al entender que las expresiones fijas (digamos, locuciones o modismos)
no admiten variaciones, llega a afirmar que «les parémies ne sont pas des expressions figées» dado que
sí las admiten (n. 18).
22. La evolución de un clase a otra no sólo se establece, en efecto, entre refrán y locución: eslóganes,
títulos de obras literarias, citas bíblicas o históricas, frases célebres de pensadores y escritores..., se han
consolidado como locuciones —aunque, por su estructura oracional, son tratadas habitualmente como
frases proverbiales o paremias no refranísticas. Basta pensar, por ejemplo, en las locuciones ser algo el
pan nuestro de cada día, Casa con dos puertas mala es de guardar, No sólo de pan vive el hombre, Errar es
humano [, perdonar es divino] (cit. como refrán en Sevilla Muñoz y Arroyo Ortega 1993: 257), lavarse las
manos, No hay nada nuevo bajo el sol, El que esté limpio de pecado tire la primera piedra o tirar la primera
piedra, vender (a alguien) por un plato de lentejas, a imagen y semejanza, La carne es débil, Lo prometido
es deuda, Más cornás da el hambre, Cualquier tiempo pasado fue mejor, La unión hace la fuerza, ver la paja
en el ojo ajeno, El fin no justifica los medios, El saber no ocupa lugar, Pienso, luego existo, el paso del

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Rubicón, pasar por las horcas caudinas o La suerte está echada. Precisamente, a propósito de esta últi-
ma, Álvarez de la Granja (1999b: 23) supone que, actualmente, no es sino locución, aunque advierte que
los diccionarios la registran de modo diverso (véase también Álvarez de la Granja 2002c: 96-97); así, por
ejemplo, Penadés Martínez (2002b), sin meterse en harina, la registra como locución verbal: tener la
suerte echada. Baránov y Dobrovol’skij (1998: 38) emparentan dicha expresión, La suerte está echada,
con la locución verbal echar a suertes, de donde concluyen que deben adscribirse a la misma categoría
fraseológica. Siguiendo a Iribarren Rodríguez (1955), Corpas Pastor (1996b: 134) sospecha que el parto
de los montes, cuyo origen es la frase horaciana Parturiunt montes, nascetur ridiculus mus, funciona ya
como una locución. Mena Martínez (2002: 37) cree que el enunciado, de supuesto origen científico,
Donde hay fuego, hay humo, funciona como refrán.
Ciertamente, acerca del cambio de estatuto de los eslóganes, títulos y citas, no hay pleno acuerdo;
así, para otros autores, pasan a constituir no locuciones, sino refranes. Sevilla Muñoz (1992: 176), a
propósito de la expresión Après la pluie, le beau temps y Qui sème le vent récolte la tempête, afirma: «El
acercamiento a la idiomaticidad que observamos en estos enunciados y el abandono del verso, tan
típico en los dictons, nos inducen a pensar que, si bien estas fórmulas nacieron como dictons, en la
actualidad son proverbes y como tal funcionan». Grésillon-Maingueneau (1984: 117 y passim) sospecha
que algunos eslóganes se han trocado en refranes. En la misma dirección, Navarro Domínguez (2005:
266-272) destaca el parentesco formal y semántico entre el eslogan y el proverbio (cfr. Peraire 2006), a
pesar de estar inicialmente pensados de distinta manera: el fin esencialmente propagandístico de aquél
lleva consigo la naturaleza efímera de su vida. Burger (1991) no duda en hablar en todos estos casos de
una «nueva fraseología».
23. Son varios los autores (Bertini 1960: 257, Frenk Alatorre 1961, 1971: 94-95 y 1997, Sánchez
Romeralo 1969, Lázaro Carreter 1978: 210, Chevalier 1979, Reyes 1985: 169, Blanco Pérez 1994: esp.
51 y 1999, Anscombre 1997: 52, 1999: 33-34 y 2000: 23-24, Conde Tarrío 1999: esp. 144-146, Ferro
Ruibal 2004: 68-72..., asimismo, Carnes ed. 1988) que han observado que cantares y refranes compar-
ten estructuras formales (rítmicas, sintácticas, etc.) debido posiblemente a la metamorfosis que han
sufrido villancicos y cancioncillas para conformarse definitivamente en refranes y, a la inversa, refranes
para fraguarse en cantares y coplillas para el canto, como ilustran los siguientes dísticos rimados que
encabezan, cual villancicos, algunos cantos y poesías populares al tiempo que también aparecen reco-
gidas como refranes en los refraneros: Yo soy Duero, que todas las aguas bevo, Zankas vanas, zankas
vanas, tenprano espigas; tarde granas o Zankivano, zankivano, mala paja y mucho grano, Campanillas de
Toledo, oígovos e non vos veo... Henríquez Ureña (1920: 92) advierte que «Muchos de los viejos adagios
españoles son dísticos de metro regular o irregular con rima consonante o asonante». También otros
estudiosos, como Abrahams (1970: 119, 1977) o Cram (1983: 53), han señalado los rasgos «literarios»
que exhiben algunos proverbios. Mucho antes, Correas (1954: 399) había reconocido que «No pareze
mal la utumologhia de otros que la sacan de /oime/, cantilena, porque de rrefranes se an fundado
muchos cantares, i al contrario de cantares an quedado muchos rrefranes, como son todos los estribi-
llos de villanzicos i cantarzillos viexos», cita ampliada y ligeramente cambiada de la edición del conde
de la Viñaza (1903 [1902]: 258): «De /Refranes/ se han fundado muchos cantares, i al contrario de /
cantares/ han qedado muchos Refranes, como todos son estribillos de Villanzicos i Cantarzillos viejos»,
y recogida más o menos literalmente por, entre otros estudiosos, Frenk Alatorre (1961: 161) y Canellada
Llavona (1983: 125). En tal fenómeno puede encontrarse explicación, al menos en parte, de que la
palabra refrán se empleara con el significado de ‘estribillo’ y ‘cantar’ (Cotarelo y Mori 1917, O’Kane
1950, Sánchez Romeralo 1969, Gella Iturriaga 1977, Fernández-Sevilla Jiménez 1985a...). Una muestra
palmaria de la fusión del refrán y la copla son muchos de los Proverbios y cantares de A. Machado
(López Martínez 2003), los Cantos flamencos recogidos por «Demófilo» (padre de Machado) y los Can-
tos populares españoles compuestos a partir de refranes por F. Rodríguez Marín.
24. Este fenómeno es una prueba del proceso evolutivo de la lengua, de la presencia de la diacronía
en la sincronía, y de la transición, a veces imperceptible, entre la gramática y la fraseología, entre lo
libre y lo fijado. Se trata de uno de los procesos de desfraseologización a que están expuestas las expre-
siones fijas (§ 4.2.1.3.3.); gramaticalmente, se puede interpretar como un fenómeno de hipóstasis o
transcategorización (Lázaro Carreter 1953); desde un punto de vista morfológico, como un mecanismo
de formación de palabras compuestas y derivadas defraseológicas; Ruiz Gurillo (1997d: 98) lo describe
como un caso de lexicalización (perspectiva lexicográfica). En este sentido parecen entenderlo Fleis-
cher (1982: 189-193) —quien habla de derivación defraseológica, e ilustra con ejemplos como (leere)
Phrasen dreschen > Phrasendreschen, Akzente setzen > Akzentsetzung, ins Auge fallen > augenfälling (con
más propiedad, habría que decir «compuestos defraseológicos»)— o Gläser (1988: 48). Ya Bally (1909:
75-76) citaba procesos compositivos como tous jours > toujours. Larreta Zulategui (1998b: 67-70) se
hace eco de la observación de Fleischer sobre la relación entre compuestos y fraseologismos que desig-
nan la misma realidad (schwarzer Market/schwarmarket). Mena Martínez (2002: 87), citando también a

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Fleischer (1982), aduce el compuesto Haarspalter (< haare Spalten). Fernando (1996: 41) propone las
siguientes transmutaciones de locuciones a compuestos: lick sb’s boots > boot-licker, break the ice > ice-
bricker, y Èermak (2001: 8), los procesos cut corners > corner-cutting y twist somebody’s arm > arm-
twisting. Morvay (2005) señala del catalán somiatruites < somiar truites, y del castellano perogrullada
< la verdad de Perogrullo (¿no será simplemente un derivado de Perogrullo, como quijotada lo es de
Quijote?). También otros autores han reparado en este fenómeno u otro parecido (formación de sufija-
ciones a partir de un compuesto defraseológico, etc.): Földes y Györke (1988: 109), Tossavainen (1992:
78-81)... Mellado Blanco (2004a: 155, y n. 11), en su estudio sobre Mokienko (2000a), aparte de com-
partir la observación del autor ruso sobre la relación entre morfología (palabra compuesta) y fraseolo-
gía (locución), sospecha que el límite es bastante difuso en algunas ocasiones y, en cierta medida,
arbitrario (p.ej., la loc. n. lágrimas de cocodrilo se conforma en alemán como compuesto: krokodilsträ-
nen) [asimismo, Èermak 2007: 22]. Tollis (2001: 219) se sirve de este hecho lingüístico para ilustrar la
gradación o continuo entre la locución y el sintagma libre.
Junto a los aglutinamientos gráficos antiguos, como aprisa, apenas, encima, sobremanera, detrás, porve-
nir, pormenor, sinsabor, sinvergüenza, sinfín, parabién, etc. (con preposición en primer término), o también,
tampoco, antaño, etc. (con adverbio en primer término), o siquiera, conque, porque, aunque, cualquiera,
etc., se han obtenido soluciones similares más recientemente: enfrente, enseguida, entretanto, deprisa, don-
dequiera, comoquiera, asimismo...; en algunos casos alternan las dos versiones gráficas: así mismo/asimis-
mo, de prisa/deprisa, en seguida/enseguida, antes de ayer/anteayer, antes de anoche/anteanoche, etc.
Las formaciones léxicas unidas gráficamente no son locuciones (adverbiales), sino compuestos; sin
embargo, otros lingüistas proceden distintamente: así, Micusan (1968: 1812, 1819) analiza como locu-
ciones las formas depressa, decerto, daqui, adiante, talvez, porventura, acaso, etc., aun reconociendo el
carácter azaroso y arbitrario de la unión gráfica (comp. las expresiones españolas tal vez, por ventura, de
prisa, etc.); Piera Gil y Varela Ortega (1999: 4.371, n. 5) se refieren a las formaciones porque, aunque y
siquiera con el calificativo de locución: «Exceptuamos las locuciones compuestas que se han formado a
través de un proceso de composición sintagmática por el que se combina una conjunción simple con
una preposición (porque), un adverbio (aunque) o un verbo (siquiera) [...]» (cursiva nuestra). En cam-
bio, Gaatone (1982: 49) supone que en fuir (en s’en fuir) tiene el estatuto de palabra compuesta, debido
a la evolución de fuis-t’en de ci a enfuis-toi.
Este mismo proceso de coalescencia han seguido numerosos compuestos con la estructura «N + de +
N», «N + N» y «A + N» o «N + A»: telaraña, hijoputa, hidalgo, hojalata, estrellamar, maestrescuela, aguanie-
ve, casatienda, extremaunción, altamar, altavoz, bajorrelieve, ricohombre, quintaesencia, todoterreno, me-
diodía, medianoche, tiovivo, malvarrosa, hierbabuena, camposanto, Nochevieja, guardiacivil, guardiamari-
na, avefría..., compuestos a los que Pérez Vigaray y Batista Rodríguez (2005) no dudan en describir como
locuciones (locuciones amalgamadas o compositivas) en virtud de dicho proceso de formación.
25. Es bastante frecuente la configuración de locuciones oracionales (fórmulas) a partir de locucio-
nes verbales (véase n. 16): coger carretera y manta/¡Carretera y manta!, ir al grano/¡Al grano!, echar peli-
llos a la mar/¡Pelillos a la mar!, estar al loro/¡Al loro!, hacer borrón y cuenta nueva/¡Borrón y cuenta
nueva!, parar el carro/¡Para el carro!, dar tiempo al tiempo/¡Tiempo al tiempo!, llamar al pan pan y al vino
vino/¡Al pan, pan y, al vino, vino!, tragar la tierra (a alguien)/¡Trágame tierra!, irse a la porra/¡Vete a la
porra!, irse (o mandar) a tomar por culo/a hacer puñetas/¡A tomar por culo!/¡A hacer puñetas!, no hacer
(ni) caso/Ni caso, estar más claro que el agua/Más claro, el agua, echar un galgo (a alguien)/Échale un
galgo, ponerse manos a la obra/¡Manos a la obra!, etc.
Martins-Baltar (1995: 114) ilustra este fenómeno de trasvase con los ejemplos Tu te trompes de film
(< se tromper de film), Tu me pompes l’air (< pomper l’air), Tu te mets le doigt dans l’oeil (< se mettre le doigt
dans l’oeil). Zamora Muñoz (2005: 65-66), citando a Cresti (2000: 42-43), aduce algunas fórmulas italia-
nas que «derivan» de locuciones. Mellado Blanco (2004b: 177) señala casos de transcategorización de
clases locucionales (de verbal a nominal o adverbial) en alemán.
Como hemos indicado (n. 16, 22), la forma base y la forma derivada son, a nuestro juicio, clases
locucionales distintas (loc. v. y loc. or.), frente a, por ejemplo, la opinión de Baránov y Dobrovol’skij
(1998: 38), que parecen adscribirlas a la misma categoría. También en algunos estudios se describen
como variantes «prospectivas», «conversivas», etc.
26. A esta primera propiedad se refieren, por ejemplo, con el término locución, Casares Sánchez
(1950: 170): «Combinación estable de dos o más términos [...]» o Gaatone (1984: 71); con el de idiom,
Weinreich (1966), Makkai (1970b: 122), Gläser (1986b), Tristá Pérez (1988: 16) o Moon (1998b); con el
de fraseologismo, Matešiæ (1983: 110) o Gates (1988); con el de unidad fraseológica, Bally (1909: 75).
Prácticamente en todos los estudios alemanes se ha indicado esta propiedad con denominaciones como
wortgruppenlexem (Wissemann 1961), fixiertes wortgefüge (Thun 1978), fester wortkomplex (Èernyševa
1984: 17)... (véase n. 29). Montoro del Arco (2005b: 107) la resalta como la principal característica de
las unidades fraseológicas junto con la fijación. Para autores como Dobrovol’skij (1997b: 15), la pluri-

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verbalidad es más que un mero rasgo formal; se reviste de valor psicológico al orientar la interpreta-
ción: «In den naiven sprachlichen Intuition wird eine Kombination von Wörtern, ob regulär oder idio-
matisch, immer als eine Kombination interpretiert und erst dann auf ihren referentiellen, funktionalen,
pragmatischen usw. Wert hin hintergegragt».
27. Nuestra postura con respecto a estas fórmulas monoverbales (p.ej., Iñesta Mena y Pamies Bertrán
2002: 21, n. 2) es, en principio, contraria a la que mantiene la mayoría de los estudiosos: Zuluaga Ospina
(1980: 193), Hernando Cuadrado (1990: 541), Verstraten (1992: 29), Corpas Pastor (1996b), Sancho Cre-
mades (1999: 27), Salvador Liern (2000: 20, n. 1), González Rey (2002b: 126-130), etc. Se trata, sin duda, de
fórmulas estereotipadas o fijas, pero no de locuciones si nos atenemos a la concepción más general de la
locución como combinación fija de dos o más palabras. Gülich y Krafft (1997: 245), precisamente, oponen
las fórmulas a las locuciones y frases proverbiales porque las primeras pueden componerse de una o más
palabras, mientras que las segundas, de dos o más palabras. Considerando que su comportamiento es
idéntico o equivalente a otras expresiones pluriléxicas, expresiones monoverbales o uniléxicas como éstas
constituyen, sin duda alguna, un verdadero escollo para la definición de la locución —o, incluso, la de la
unidad fraseológica, si se toma como hiperónimo (véase García-Page 2007a). No es más que una decisión
arbitraria si se tiene en cuenta, por ejemplo, la distinta configuración formal, monoverbal o pluriverbal,
que puede adoptar una misma fórmula (Gracias/Muchas gracias, Buenas/Buenas tardes, Adiós/Adiós muy
buenas, etc.); resulta también una decisión arbitraria que dos enunciados preestablecidos para un mismo
evento se clasifiquen de distinta manera en virtud de su composición léxica (Adiós/Hasta luego, ¡Hola!/
¿Qué tal?, Salud/Muchas gracias, Gracias/De nada, etc.). ¿Cómo han de tratarse los compuestos cuando
conforman fórmulas de rutina, del tipo ¡Ángela María!? ¿Cómo han de tratarse las perífrasis y formas
verbales compuestas cuando se configuran como fórmulas, del tipo ¡Hay que ver! y ¡Habrase visto!, o,
incluso, como locuciones, tal y como tener que ver?
Conviene tener en cuenta que hay numerosos signos simples vinculados al contexto —a veces, a una
situación muy concreta— que no han sido nunca propuestos como locuciones o unidades fraseológi-
cas; basta con pensar en interjecciones como Olé y ¡Ay!, o, incluso, ¡Socorro! y ¡Córcholis! o la onoma-
topéyica ¡Miau!; es más, las expresiones corteses antes señaladas (¡Adiós!, etc.) podrían considerarse
interjecciones —fáticas (Ameka 1992a, 1992b, Torres Sánchez y Barbeira Gardón 2003: 358-359). De
hecho, Almela Pérez (1985: cap. 4, esp. 89-96) —véanse también Sancho Cremades (1999: 27, 2006a),
Safont Jordá y Salazar Campillo (2000), López Bobo (2002: 47-50)— no ve óbice alguno en relacionar
íntimamente la interjección con las locuciones como subclases del discurso repetido en cuanto que
comparten propiedades comunes: carácter estereotipado, invariabilidad sintáctica, inanalizabilidad,
significado de bloque... (véase Tesnière 1936 y 1959: caps. 45 y 46; cfr. Karcevski 1941). Habría que
añadir, incluso, pluriverbalidad, pues el autor cita ejemplos de interjecciones compuestas de dos o más
palabras, como ¡Mi madre! o ¡Ahí va!, expresiones que la Academia o Casares registrarían como locu-
ciones interjectivas (realmente, el DRAE 2001 clasifica la primera como expresión coloquial y, en cam-
bio, ¡Mi alma! o ¡Alma mía!, como loc. interj.).
En relación con este fenómeno de «expansión», Calvo Pérez (1994: 91, 1997) habla de «interjección
impura» en casos de sintagmas escuetos y expandidos, como ¡Tela! y ¡Tela marinera!, y de «frase interjec-
cional impropia» en expresiones sintácticamente más complejas, como ¡A hacer gárgaras! y ¡Ojo al par-
che!; Torres Sánchez (2000: 70) cita casos similares a estos últimos (¡Vaya toalla!, ¡Toma del frasco, Carras-
co!) como ejemplos de «frases interjectivas complejas»; y López Bobo (2002: 47-50 y passim: ¡toma ya!,
¡Dios mío!, ¡ahí va!, ¡venga ya!, ¡Me cago en diez!...) y Cueto Vallverdú y López Bobo (2003: 22, 30-31, 84-
85: ¡Hay que ver!, ¡gracias a Dios!, ¡por Dios!, ¡desde luego!, ¡vaya por Dios!...), como interjecciones impro-
pias. Creemos que la expansión es un recurso contrario a la interpretación como interjección de una
onomatopeya —aspecto no tratado por quienes han estudiado la relación entre la onomatopeya y la
interjección, más centrados en la interjección pura monoverbal (Barberis 1992, Calvo Pérez 1997: 92-93,
Swiatkowska 2000: 44 y passim, Torres Sánchez y Berbeira Gardón 2003...)—, pero, en cambio, favorable
a su interpretación como locución. En nuestra opinión, todas estas construcciones son ortodoxas locucio-
nes (locuciones exclamativas; concretamente, interjectivas [o, en otros autores, fórmulas]); se trata, lógi-
camente, de dos planteamientos u ópticas distintas, la gramatical y la fraseológica: pero no puede negarse
el parentesco entre la locución interjectiva (fraseología) y la interjección (gramática) cuando adopta una
forma pluriverbal. Además, también algunas interjecciones pueden cumplir determinadas misiones de
orden pragmático o textual (relaciones interpersonales, marcadores discursivos, énfasis, señalamiento
deíctico al locutor e interlocutor, etc.), igual que numerosas locuciones (cfr. Wierzbicka 1991 y 1992,
Wilkins 1992 y 1995, Montes 1999, Rosier 2000, Torres Sánchez 2000, Cuenca Ordinyana 2000b y 2002,
Cueto Vallverdú y López Bobo 2003: 76-77, 77-82, Torres Sánchez y Berbeira Gardón 2003, Kleiber 2006,
Swiatkowska 2006...).
A nosotros nos parece interesante indagar en esa relación considerando, por un lado, las expansiones
de las interjecciones monoléxicas con respecto a sus bases, del tipo ¡Ay! > ¡Ay de mí!, ¡Caramba/Vaya! >

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¡Caramba/Vaya con el niño este!, ¡Anda/Mira! > ¡Anda/Mira que no asistir a la boda!, etc. (Almela Pérez
1985: 95-102, Martínez Álvarez 1990, Alonso-Cortés 1999: 4.033-4.034, López Bobo 2002: 19, Sierra So-
riano 2006: 82-84...) y, por otro, los comportamientos de tales supuestas interjecciones expandidas («¡Ay
de + pron. tónico/SN!», «¡Caramba con + SN!», ¡Mira + Oque!, etc.) en relación con los esquemas fraseoló-
gicos del tipo «a + pos + anchas», «No + pron. átono1 + lo creer + ni + pron. tónico1/SN1», etc.
La entonación necesariamente exclamativa de la interjección (Almela Pérez 1985: 70) tampoco es
un rasgo privativo y suficientemente diferenciador dada la existencia de locuciones interjectivas o ex-
clamativas (numerosas fórmulas del coloquio) carentes de dicha marca y la posibilidad misma de ex-
presar una locución cualquiera con tal modalidad fónica.
28. Algunos lingüistas, sobre todo de la investigación fraseológica norteamericana, admiten la exis-
tencia de idioms léxicos o monomorfémicos (Fraser 1970: 22-24; Flores d’Arcais 1993: 79) e incluso
hablan de idiomaticidad en sufijos como -ing y verbos auxiliares como be (Chafe 1971: 55; Mel’èuk
1995: 214-215).
Hockett (1958: 304-305) extiende el concepto de idiom a cualquier cosa «inusual» (véase, p.ej., la crítica
de Kooij 1968: 251-252). Otra concepción particular del idiom, igualmente abarcadora, es la que sostiene
Roberts (1944: esp. 302). Se trata de posturas, ciertamente, extremas (Casadei 1995c: 355-357 y n. 3).
Por otra parte, la inclusión, en el ámbito fraseológico, de compuestos idiomáticos es más generaliza-
da (Katz y Postal 1963, Kooij 1968, Healey 1968, Fraser 1970, Makkai 1970b, Katz 1973, Fernando y
Flavell 1981...). Así, la mayoría de los cuasifrasemas de Mel’èuk son, en realidad, compuestos; por ejem-
plo, Iriarte Sanromán (2001: 181-182) cita los casos de cámara de gas, instituto de belleza, cinturón
negro, centro comercial, etc. Y lo mismo cabe decir de los términos complejos y nombres propios comple-
jos de Dobrovol’skij (1993a). Una de las propuestas más explícitas de adjudicar a la Fraseología el
estudio de los compuestos es la defendida por Munat (2002: 145); asimismo, Schapira (1999: 10-11) o
Pellen (2001: 147, 154-158); en el ámbito del español, Corpas Pastor (1996: 93), Blasco Mateo (1999:
27), Ferrando Aramo (2002: 154-158) o Pamies Bertrán (2007). Tal como hemos indicado antes (n. 20),
también Casares Sánchez (1950) y Pérez Vigaray (1996-1997) y Pérez Vigaray y Batista Rodríguez
(2003, 2005) son partidarios de tratar los compuestos como locuciones. Ruiz Gurillo (1997d: 108)
describe como fraseológicos («sintagmas nominales fraseológicos») los compuestos sintagmáticos o
preposicionales del tipo reloj despertador y agua de colonia.
Henschel (1987: 846) apuesta por aislar los compuestos idiomáticos respecto de los fraseologismos
en virtud del criterio de la pluriverbalidad: «So kehren wir abschließend zu der Ausgangshypothese
zurück und halten an der Mehrgliedrigkeit, verstanden als mindestens zwei getrennt geschriebene Wörter,
als dem formalen Hauptkriterium eines Phrasems fest, ohne auszuschließen, dass auch lexikalisierte
Komposita Idiomatizität besitzen können, die wir mit Zuluaga als “idiomatische Komposita” bezeich-
nen wollen». Para otros autores, como Fleischer (1997: 249-250), la pluriverbalidad no es un criterio
totalmente fiable, pues lenguas como el alemán tienden a crear compuestos de expresiones que, en
otras lenguas, conformarían locuciones, tendencia que lleva a incurrir en apreciaciones poco certeras,
como ocurre a Olejarová (2000: 101) cuando indica a este respecto que en alemán son numerosas las
locuciones idiomáticas monoverbales.
29. Para el primer término, véanse, por ejemplo, Gréciano (1987b: 196, 1997a: 180), Clas y Gross (1998),
Mejri (1998d: 4, 2000a: 334, 2002: 155, 2003: 37), Panckhurst (2001), López Roig (2002: 24), Wotjak (2004:
192) o Bàrdosi (2008: 82); así aparece en el título de un artículo de Anscombre (2001) y Mejri (1999).
Corbin (1997: 90, n. 2) prefiere el término de polilexémico al de poliléxico, y Petit (2003: 128) el de polilexe-
mático. El término unidad pluriverbal (multiverbal, en Alvar Ezquerra 2000: 231-232) es empleado profusa-
mente en la bibliografía española: Casares Sánchez (1950: 185), DUE (1966), GDLE (1996), Caraballo
Martínez (2002), Corpas Pastor (1995, 1996a: 155-156, 1996b, 1997...), Ettinger (Haensch et al. 1982) o
Castillo Carballo (1997, 1997-98, 1999a, 1999b, 2000b, 2001-02...). Si bien, estos últimos autores atribuyen
tal característica tanto a las locuciones como a las colocaciones. Las colocaciones, efectivamente, son
generalmente (menos la combinatoria «Nsuj. + V») sintagmas compuestos por al menos dos unidades
léxicas (también Wotjak 1998: 257 [1996: 797]).
Cabe señalar, por un lado, que las locuciones están compuestas por dos (o más) palabras, pero no
siempre por dos unidades léxicas, por lo que el término poliléxico no es exacto (así, López Roig 2002: 35
afirma que los fraseolgismos constan de «más de un lexema», y Mellado Blanco 2004b: 11 precisa que son
«dos lexemas autosemánticos»; Wotjak 1998c: 307 dice que la fraseología «se ocupa de [...] unidades
poliléxicas»); por otro, que, según algunos estudiosos (Benson 1985a: 61, 1985b: 3 y 5; Cowie 1978, 1981,
1991, 1992...; o Luque Durán y Manjón Pozas 1998c: 17), hay colocaciones (las «gramaticales») compues-
tas por dos palabras, pero no por dos unidades léxicas. Tristá Pérez (1988: 16-20) también subraya que no
todas las locuciones contienen dos unidades léxicas, y, adoptando la teoría de Suprun (1966), distingue
entre fraseologismos verbales unimembres, si contienen una única palabra plena (p.ej., al dedillo), y bi-
membres o multimembres, si contienen dos o más palabras plenas (p.ej., mosquita muerta). Ahora bien, la

60
división de esta autora deja fuera aquellas pocas locuciones, generalmente conjuntivas, que se construyen
sin el auxilio de una palabra plena, como tal cual, tal y como, con tal de que, por entre...
30. En virtud de la definición gráfica de palabra, el problema de límites de la locución con el com-
puesto se debe plantear justamente con el compuesto sintagmático de dos o más palabras gráficamente
separadas. No tiene ningún sentido el planteamiento que se sigue en algunos estudios de establecer
diferencias y semejanzas entre las locuciones y los compuestos gráficos del tipo duermevela, parasol,
bocacalle o albilampiño (cfr., no obstante, Schapira 1999: 10 o Pérez Vigaray 2001). La comparación
tendría si acaso justificación sólo cuando se relacionasen tales compuestos con las locuciones verbales
con clítico pronominal del tipo apañárselas, componérselas, pirárselas o cagarla.
Creemos, pues, que el criterio gráfico en este aspecto sí es, frente a lo que piensa Gaatone (1997a:
171-173), pertinente para diferenciar locución y compuesto. En lo que sí podría tener razón el autor, de
haberlo sugerido, es en el carácter arbitrario de los aglutinamientos gráficos: por qué unos sintagmas o
compuestos analíticos se han fraguado en compuestos gráficos o sintéticos y por qué no otros de idén-
ticas características. Así, Gaatone (1997a) se pregunta por qué es palabra gendarmes y locución gens de
lettres, y por qué son locuciones y no palabras en effect y en vain (cfr. en esp. en frente/enfrente, hijo de
puta/hijoputa, etc.).
31. Corpas Pastor (2000a: 108, n. 2; Corpas Pastor y Mena Martínez 2003: 181, n. 1; 2004: 10) insiste
en la necesidad de que aparezcan gráficamente separadas las palabras que conforman la locución sin
advertir que locuciones como éstas, además de ser lematizadas en los diccionarios como una palabra
gráfica, aparecen con frecuencia así, soldadas, en el discurso, gracias a las propiedades gramaticales de
los clíticos. También Bally (1909: 75) subraya que la unidad fraseológica está compuesta de «varias
palabras separadas en la escritura» (traducción y cursiva nuestras), sin reparar en estas posibilidades
textuales de los clíticos. No hay, pues, «necesidad» de que la pluriverbalidad se manifieste en la escritu-
ra como dos o más palabras separadas gráficamente, puesto que, aun siendo ésta la forma más común,
existen expresiones pluriverbales, como palmarla, que ilustran el litigio secular de los criterios de pala-
bra gráfica y palabra gramatical.
En esta línea, nos parece poco acertada la crítica que González Orejón (2002: 888-889) dispensa a la
Academia al afirmar que la institución incurre en incoherencia por definir la locución como «grupo de
palabras» al mismo tiempo que registra locuciones verbales con clítico (arreglárselas, etc.) aduciendo
como argumento el que tales expresiones son «monolexemáticas» (la autora cree que no se trata de «un
grupo de palabras», que «no tienen forma sintáctica»). Sólo cabría la crítica de que son monolexemáti-
cas si el clítico se analizara no como lexema, sino como morfema gramatical; pero, en cualquier caso,
serían grupos de palabras; de describirse como una única palabra, no podría practicarse ningún tipo de
análisis sintáctico. Otra cosa sería que se estuviera suponiendo precisamente que se concibe como un
conglomerado léxico que no permite practicar ninguna operación propia de la sintaxis; pero, en este
caso, habría que extender la naturaleza «monolexemática» a todas las locuciones y no sólo a las com-
puestas con clítico.
También Castillo Carballo (2000b: 363) juzga poco acertado que la Academia hable de «loc.» para
las locuciones verbales con la y de «fr.» para las restantes (n. 19).
Para autores como Simone (1996: 49), debe entenderse que las formas verbales con la (prendersela,
intendersela, farsela) no alcazarían el estatus de locuciones (ni de unidades fraseológicas de ningún
tipo), sino de verbos sintagmáticos, una macroclase que abarcaría también a los típicos «verbos frasa-
les» ingleses («V + partícula», Quirk et al. 1972: 811 y ss.) del tipo fare fuori o venire meno, o farsi avanti
(con verbo pronominal), y los verbos pronominales simples del tipo capirci o starci. Casi la misma
postura es la que adopta Penadés Martínez (2002-2003) situando estas locuciones en la zona periférica
de la fraseología, al dudar de su estatuto locucional (si bien, opta por incluirlas en su Diccionario de
locuciones verbales). No muy diferente es la opinión de Gómez Torrego (1992: 16) al decir que son
«verbos doblemente pronominales próximos a la locución verbal» [cursiva nuestra].
Como venimos señalando y toda la tradición española ha reconocido (Casares Sánchez 1950, Suprun
1965, Zuluaga Ospina 1980, Fajardo Aguirre 1987, Corpas Pastor 1996, Ruiz Gurillo 1997d, Delbecque
1997, Mendívil Giró 1999: 545-556, Bargalló Escrivá 2003: 35...), las construcciones con clítico son locu-
ciones auténticas, y precisamente el anafórico la es su principal certificado de garantía. No vemos motivo
para poner en duda la naturaleza fraseológica de palmarla o diñarla; basta, entre otros argumentos, con
ponerlas en relación con otras locuciones con clítico similares, de estructura formal más compleja, como
tomarla con (alguien) o tenerlo claro (véase n. siguiente). No tendría mucho sentido despojar a aquéllas de
su rango locucional y a estas últimas describirlas como auténticas locuciones verbales.
32. En ocasiones estas formas facilitan su clasificación como locuciones al comportar un grado
mayor de complejidad formal; así, en guardársela o montárselo (Te la tiene guardada, ¡Cómo te lo mon-
tas!), además del complemento directo representado por el pronombre átono la, hay un complemento
indirecto que variará según el contexto, frente al se pronominal de falso reflexivo obligatorio de verbos

61
como arreglárselas o apañárselas. También es más compleja la estructura de una locución como dárse-
las, a pesar de su aparente sencillez similar a aquéllas (palmarla, etc.): la importancia concedida por
algunos estudiosos a los argumentos no realizados léxicamente al suponer que son componentes de
pleno derecho de la locución habría de reflejarse en estructuras como ésta, pues, al conglomerado «V +
se + las», habría que sumar las unidades adjetivas del complemento preposicional regido por de: dárse-
las de guapo, listo, entendido... En locuciones como no contarlo («Como te caigas por esa zanja, no lo
cuentas»), aunque la argumentación de la soldadura gráfica sigue teniendo validez, no se plantearía la
cuestión de si es o no locución desde el momento en que hay, al menos, dos palabras gráficas, por
cuanto el signo de negación (no) es, como creemos, constituyente obligatorio. Asimismo, aun compar-
tiendo la misma complejidad pronominal de la locución citada arreglárselas, la locución vérselas y de-
seárselas hace más fácil al lingüista su clasificación: la estructura sintáctica binomial evita el riesgo de
poner en cuestión su estatuto fraseológico: cumple a la perfección el requisito de la pluriverbalidad, y,
si se quiere, de la polilexicalidad.
33. Ciertos títulos, citas, eslóganes, frases hechas célebres, etc., tal como hemos indicado antes (§ 2.4.
y n. 22), podrían convencionalmente considerarse locuciones (o unidades fraseológicas, en nuestra con-
cepción), de manera especial si, además de reunir los requisitos formales y semánticos, funcionan en el
uso real como unidades autónomas, con igual rango que el resto de las genuinas locuciones, oracionales
o no. Al margen de que se conozca o no su origen, el acontecimiento para el que fueron acuñadas o su
creador, las generaciones venideras las emplearán como si de cualquier otra locución se tratara, sin cono-
cimiento de su origen, evento o autor, como formas anónimas pertenecientes al acervo colectivo.
34. «Le caractère formel le plus évident de la locution, c’est son figement» (Bleton 1984: 8); «Le
figement est une caractéristique universelle des langues naturelles», «le figement linguistique [...] est
constitutif de la langue elle-même» (G. Gross 1988b: 70); «Le figement n’est pas un fait isolé mais qu’il
est au contraire au centre même du fonctionnement de la langue» (Mejri 1997c: 34); «Los rasgos o
características que vertebran toda la estructura de la fraseología son la fijación y la idiomaticidad»
(Mena Martínez 2002: 12, 229).
En los estudios de Fraseología española es sentir generalizado tratar la fijación como la característica
esencial de las unidades fraseológicas: Casares Sánchez (1950: 170), Zuluaga Ospina (1980: 16, cap. 3;
1992: 125-127; 1997: 632-635; 1998: 17 y passim; 2001: 51...), Wotjak (1984), Tristá Pérez (1988: 13, 25-
29), Martínez Marín (1992: 79), Corpas Pastor (1996b: 23-24), Ruiz Gurillo (1995b: esp. 121-138; 1997d:
esp. 86-90; 1998a; 2001c: 16-19), Martínez López (1996: 29-35), Castillo Carballo (1997: cap. 1 y ss.),
Larreta Zulategui (1996: 56; 1998a: 461; 1998b: 1, 40-45), Santamaría Pérez (1998: 301; 2000), Forment
Fernández (1999: 35-37, 117), Mendívil Giró (1999: esp. 45-48), Blasco Mateo (1999: 9), Zamora Muñoz
(1999b: 734), Sancho Cremades (1999: 28-35; 2000: 308), González Rey y Lago Garabatos (2000), Iñesta
Mena y Pamies Bertrán (2002: 27-40), Ortega Ojeda y González Aguiar (2005: 91, 107), Montoro del Arco
(2005b: 107, 2006a: 38-44)... A veces se señalan ciertas restricciones a esta generalización; así, Álvarez de
la Granja (2002c: 53, 55) piensa que la fijación de la estructura sintáctica no es obligatoria porque admite
posibilidades de variación, pero sí la fijación de los componentes (= Corpas Pastor 1996b, supra); opinión
similar a la que sostienen Baránov y Dobrovol’skij (1998: 28-30) al suponer que la fijación estructural no
es obligatoria, pero sí la institucionalización (o aceptación social de la unidad por su uso repetido).
También es general entre los estudios de fraseología no española: Bally (1909: 75), Fraser (1970),
Telija (1975), Burger et al. (1982: 1), Rechtsiegel (1982), Gréciano (1982, 1984a, 1984b, 1986a, 1997a:
180...), Vietri (1985a: 376-382, 1985b: 14-22, 1990a: 135), Gläser (1986b: 19), Piot (1988), Laporte (1988),
Skytte (1988: 77), Misri (1988), Thiele (1990: 88, 1996: 425 y ss.), Verstraten (1992: 29-31), Mel’èuk
(1993, 1995, 1998...), Salvi (1993: 77), Hundt (1994a: 206-207, 1994c), Casadei (1995c: 342-347), Mejri
(1997a, 1997b, 1997c, 1998a, 1998b, 1998c, 1998d, 1998e, 2000a, 2000b, 2000c, 2000d, 2001a, 2001b,
2002a, 2003), Gruning (1997: 226), Martin (1997: 292), Dardano (2001: 208-209), Anscombre (2001:
esp. 37-39), Lengert (2001: 806), Lamiroy (2003), Svensson (2004), Palma (2007)...
En García-Page (2001a) defendemos la representatividad de la fijación para la identificación de las
locuciones, aun reconociendo la multitud de variantes, e, incluso, variaciones (modificaciones), que
pueden llegar a admitir. Esta determinación de clases de variantes (morfológicas, sintácticas, léxicas)
viene a corresponderse básicamente con la distinción de clases de fijación (morfológica, sintáctica,
léxica) que han señalado algunos estudiosos (Häusermann 1977: 72-76, Retchsiegel 1982: 62-76, Ec-
kert 1982: 6, López Roig 2002: 25, 34...), si bien la fijación semántica se relacionaría con la unidad de
sentido o significado de bloque de la locución. El significado unitario o indivisible es, precisamente,
otro de los rasgos principales que suele destacarse, entendido a veces como idiomaticidad (§ 2.5.3.).
Cabe advertir, no obstante, que por que se señale la fijación como rasgo arquetípico de las locucio-
nes (incluso de las unidades fraseológicas en las concepciones amplias) no se niega rotundamente que
puedan producirse cambios más o menos regulados (flexión del verbo en las locuciones verbales, va-
riantes codificadas, etc.); por ejemplo, Vietri (1985a: 379-380), aun siendo uno de los acérrimos defen-

62
sores de la fijación como rasgo fundamental, limita las variaciones a los cambios de flexión verbal y a
ciertos modificadores adverbiales.
A veces se alude a la fijación con expresiones como no-productividad (Wood 1981: 95; Lo Cascio
1997: 74), reproducibilidad (Gläser 1988a: 266, Buridant 1989: 130), cohesión sintáctica (Gaatone 1997b,
2000).... Baránov y Dobrovol’skij (1998: 29) llegan a identificar la fijación con la institucionalización
(igualmente Iñesta Mena y Pamies Bertrán 2002: 52).
A pesar de ser ampliamente reconocida la fijación («fijación de la forma») como el rasgo más carac-
terístico (los otros rasgos no son constantes para todas las clases de unidades fraseológicas, según
numerosos autores, como Iriarte Sanromán 2001: 155), incluso como universal fraseológico (Roos
1985; Dobrovol’skij 1988, 1992, 1993b..., Gréciano 2003: 41), atrevidas voces han reducido su tipicidad
casi al mínimo. Así, Simatos (1997) supone que la fijación y la idiomaticidad no son factores pertinen-
tes (cfr. Saunier 2000: 641); para Gülich y Krafft (1997: 243), son caracteres secundarios que derivan del
rango de estructura prefabricada de la locución (como construcción que supone fuertes restricciones o
deficiencias sintácticas, léxicas o semánticas); para Corbin (1997: 66, 87), la fijación es sólo consecuen-
cia de la lexicalización, y, para Sancho Cremades (1999: 16, 30), de la gramaticalización. Gruning (1997:
226) da prioridad al carácter de «inscripción memorizable»; Gaatone (1997a: 170), a la arbitrariedad o
no predecibilidad semántica y sintáctica; Èermak (1998a: 7 y ss., 1998b: 138), a lo que llama «colocabi-
lidad restringida», y a la «identidad del idiom» ante la diversidad de formas que puede adoptar (Èermak
2001: 7); Mokienko (2000a), a la expresividad y la modelabilidad (y reproducibilidad)... Häusermann
(1977: 67, 81-82, 86), Pellat-Masso Ruhi (1989), Abeillé (1995: 15) y Sinclair (2000: 14), entre otros,
suponen que la fijación es más bien excepcional: «Les phrases figées ne son qu’exceptionnellement
entièrement figées. Même dans les cas les plus contraints elles présentent un certain degré de liberté
distributionnelle» (Pellat-Masso Ruhi 1989: 228); Körhonen (1992: 49) y Burger (1998b: 25) creen que
los únicos fraseologismos invariables son los que contienen anomalías o palabras idiomáticas; G. Gross
(1996: 22, 2005), en el mismo sentido, piensa que son escasas las expresiones fijas con fijación total,
aunque abundan las que presentan restricciones parciales; Reagan (1987: 418) va más allá al sospechar
que todos los idioms pueden variar; más tajante es Hanks (1998: 95-96) al afirmar que «a forma dun
idiom non é de ningún xeito fixa», y también Ruiz Gurillo (1997d: 61) al pensar que hasta las locuciones
prototípicas (= con palabra idiomática o anomalía) están expuestas a los cambios; Corpas Pastor (1996b,
2000a: 110-111, 2000b: 278-279) y Corpas Pastor y Mena Martínez (2003: 182-183, 2004: 10, 18) tratan
la fijación como una cualidad relativa al vincularla a la variación como rasgo esencial, hasta tal punto
que Corpas Pastor (1997: 206) llega a proponer la modificación y la variación como caracteres de las
unidades fraseológicas; Mena Martínez (2002: 54) y Montoro del Arco (2004a, 2005a: 126, 2005b: 119),
como rasgo inherente, y Dobrovol’skij (1988: 158 y ss.) lo eleva a universal fraseológico; Anscombre
(1997) y Mieder (1999) llegan a dudar de que la fijación sea un criterio valedero para la definición de las
unidades fraseológicas, a la vista de las numerosas variaciones que experimentan; Guiraud (1961: 6-9)
no menciona la fijación en su catálogo de rasgos (unidad de forma y sentido, arcaísmo, desvío de la
norma sintáctica o léxica, motivación...); ni tampoco Rey (1976: 832-833), interesado más por la forma
sintáctica distinta respecto de la norma gramatical que puede adoptar la locución o por la violación de
las «reglas de proyección» semánticas de las cadenas libres; ni, asimismo, Martin (1997: 292-293),
quien, respecto de la locución prototípica (como, p.ej., coger el toro por los cuernos), destaca como
cualidades el ser una unidad sujeta a fuertes restricciones selectivas, no composicional y con valor
semántico intensional en sus partes constitutivas, sin que mencione para nada el carácter fijo.
Véanse más detalles relacionados con este aspecto en n. 38.
35. La mayoría de los autores (Rechtsiegel 1982, Tristá Pérez 1988: 13 y 25-29, Körhonen 1992,
Hundt 1994a: 206 y 1994c, Palm 1995, Larreta Zulategui 1998b: 40-45, Èermak 2001: 6-9...) utiliza
indistintamente ambos términos, fijación y estabilidad; en realidad, muchas veces es una cuestión de
traducción: por ejemplo, fester se traduce unas veces por estabilidad y otras por fijación (Rothkegel
1973: 5: festes syntagma; Èernyševa 1984: 17: fester wortkomplex; etc.); lo mismo ocurre con la propia
palabra stabilität. Casares emplea normalmente el término fijación, pero, al definir la locución, utiliza
la voz estable (Casares Sánchez 1950: 170): «Combinación estable de dos o más [...]» (cursiva nuestra).
En cambio, para Corpas Pastor (1996b: 23-36, 1998b) la estabilidad incluye la fijación y la especializa-
ción semántica o lexicalización; si bien, al definir la fijación, parece emplearlos como sinónimos: «En-
tendemos por fijación o estabilidad [...]» (1996b: 23).
A nosotros nos parece más preciso el término fijación (fijo o fijado) para definir la idea de inal-
terabilidad o inmovilidad. Con ese mismo sentido puede, en efecto, utilizarse la palabra estabilidad
(estable), esto es, como sinónimo de fijación; pero, en un sentido más lato, referida a otros hechos
de la realidad, la estabilidad puede consentir ligeras oscilaciones. Aun así, como luego veremos,
son muchas las locuciones, incluso de las consideradas «más fijas», que también admiten variacio-
nes de uno u otro tipo.

63
36. Para Kunin (1981), además de la fraseologización o conversión de un sintagma en una locución
(primären Phraseologisierung), se puede dar la fraseologización («secundaria») o conversión o transfor-
mación de una unidad fraseológica en otra clase de unidad fraseológica (esta segunda vía coincide
grosso modo con el fenómeno de trasvase a que hemos hecho referencia antes, § 2.4.). En Alonso Ramos
(2004: 51, 56...), refiriéndose a los predicados de verbo de apoyo, fraseologización equivale a naturaleza
fraseológica, a mayor grado de fijación o arbitrariedad (se aproxima, pues, al sentido más generalizado
de conversión del sintagma libre en sintagma fijo): «Se podría decir que la fraseologización de tomar el
pelo afecta a toda la expresión. Sin embargo, en poner atención, la fraseologización sólo se manifiesta
en el hecho de que no se puede prever cuál será el verbo con el que se combina atención», «en las CVA,
la fraseologización radica principalmente en la manera especial de ser seleccionado el colocativo».
El término fraseologización también se emplea a veces como equivalente de lexicalización. Coulmas
(1985b), por ejemplo, aplica el término lexicalización a las construcciones con verbo soporte con un
sentido similar a la fraseologización o fijación. Ahora bien, la lexicalización también recubre otros mati-
ces; así, con dicho término, Lipka (1990: 95) se refiere especialmente al proceso de conversión de un
sintagma en una unidad léxica simple: «I would like to define lexicalization as the phenomenon that a
complex term once coined tends to become a single complete lexical unit, a simple lexeme» (véase tam-
bién Lipka 1977, 1981, 1992, y Ruiz Gurillo 1997d: 98). Tal explicación es rayana en la tradicional concep-
ción de la locución como unidad léxica y, por tanto, tiene en cuenta la asunción de un significado, su
fijación. Es, pues, algo más que la fijación de la forma. A esta equivalencia habían aludido años antes
autores como Èernyševa (1981a) o Fleischer (1982: 35, 67). De hecho, Verschueren (2002), entre otros,
distingue entre «lexicalización simple» (palabras) y «lexicalización compleja» (idioms); en cierto modo
parecido, Kubarth (1998: 325) entiende por lexicalización cualquier entidad léxica con significado con-
vencionalizado disponible en el léxico mental [por tanto, palabras y locuciones], esté registrada o no en el
diccionario (este último aspecto lo identifica con el concepto de listema comentado en n. 2). En Häuser-
mann (1977: 59), Èernyševa (1981a) o Gläser (1986b: 19, 1988a: 266) la lexicalización se asocia íntima-
mente al carácter reproducible (la reproducibilidad es un rasgo señalado por numerosos autores: Fix
1974: 261, Sabitova 1976: 30-31, Hessky 1977: 23-26, Viehweger 1977: 93, Häusermann 1977: 44, 52-59,
Pilz 1978: 35, Janko-Trinickaja 1981: 20 y ss., Burger et al. 1982: 1, 5-6, Cox 1993: 20-21, Fleischer 1997:
63-65, López Roig 2004: 24, 39-46) (véase n. 34); tal asociación aparece también en Palm (1995) o en
Barkema (1996a) bajo la denominación de familiaridad; en Moon (1998b: 7, 36) aparece asociada a la
institucionalización, de la que ésta depende: «process by which a string or formulation becomes recogni-
zed and accepted as a lexical item of the language» (véase también Bauer 1983: 48).
Como vemos, la lexicalización también llega a emparentarse en algunos estudios con la institucio-
nalización. Si bien, Cruse (1986) diferencia la lexicalización de la institucionalización, y Corbin (1997)
y Corpas Pastor (1996b: 25-26) distinguen entre lexicalización y fijación; para Corpas (y Cifuentes
Honrubia 2001a: 106-107), ambas estarían comprehendidas en la institucionalización.
Ahora bien, la lexicalización o especialización semántica de Corpas equivale, en otros autores (Iñesta
Mena y Pamies Bertrán 2002: 2), a idiomaticidad o bien a su grado máximo.
No deja de resultar curiosa la distinta interpretación de los fenómenos fraseológicos que existe en la
bibliografía al respecto; por ejemplo, parecen antagónicas las posturas de Corbin (1997) y Vaporshiev
(1992: 9): aquél hace derivar la fijación de la lexicalización, mientras que éste hace derivar la lexicaliza-
ción de la fijación (estabilidad). Sobre el concepto de lexicalización y algunas de sus diversas corres-
pondencias, véanse, entre otros, Pawley (1986) y Tschichold (2000: 24-34).
37. No creemos, frente a la opinión de Nicolas (1995), que los incrementos léxicos intensificadores
del nombre (adjetivos) afecten a la locución entera —esto es, sean interpretables como modificado-
res externos—, sino sólo al complemento nominal —esto es, modificadores internos (véase también
Gazdar et al. 1985: 237)—, igual que ocurre, por ejemplo, con los adjetivos intensivos pajolera, real,
santa y auténtico en las locuciones citadas (No tener ni pajolera idea, dar la real gana, hacer su santa
voluntad, meterse en un auténtico berenjenal), estructuras más afines a sus ejemplos. De hecho, tales
incrementos, a pesar de su carácter opcional, son irremplazables o lo son por otros adjetivos de igual
estatus fijo con los que forman paradigma (variantes): pajolera/pijotera/puñetera/zorra..., auténtico/ver-
dadero. En nuestra opinión, aunque estamos de acuerdo en que hay locuciones que admiten alguna
suerte de variación o modificación, muchas de las adiciones de adjetivos y otras operaciones sintácticas
que a veces se citan para probar la flexibilidad de las locuciones, como vemos en Ernst (1980) y Nicolas
(1995) —pero también en otros, como Pulman 1993: 251-254, Van de Voort y Vonk (1995: 288-296),
Dobrovols’kij (1999c), Álvarez de la Granja (2002c: passim) o Langlotz (2006a)—, son manipulaciones,
formas creativas, a veces juegos de palabras, aunque no representen una ruptura violenta del modelo
fraseológico, aunque simulen configuraciones regulares y ortodoxas de locuciones altamente flexibles.
También Stock et al. (1993: 234), Schenk (1995) y el propio Nicolas (1995: 248), creen que algunas
operaciones practicadas por Glucksberg y Gibbs, como la sustitución léxica, para demostrar su tesis

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sobre la contribución del significado literal de los componentes en el significado idiomático del conjun-
to no son más que juegos de palabras. La arbitrariedad de los análisis sintácticos de las locuciones es
una constante muchas veces señalada (p.ej., Vietri 1985a: 383).
Por otro lado, no creemos que estas locuciones que admiten modificaciones por elementos no fijos
tengan por qué ser consideradas «locuciones discontinuas» (Laporte 1988: 122). El adverbio puede
insertarse en medio separando verbo y complemento o no hacerlo. El ordenamiento visual no debe
intervenir para determinar clases de locuciones.
Adviértase, dicho sea de paso, que el término locución discontinua se ha utilizado de manera diver-
sa; así, con tal etiqueta, Healey (1968: 74), Reagan (1987: 418) y Casadei (1995c: 337-338) se refieren a
la aparente interrupción, por un actante no lexicalizado, de una construcción fija, como podría ilustrar
la expresión mandar (a alguien) a paseo. Ahora bien, una ruptura «visual» de esta naturaleza no es un
hecho de discontinuidad sintáctica (cfr. no sólo..., sino también...; tan..., que...; etc.), sino de fijación de
complementos, de integración de los componentes léxicos internos: son miles las locuciones que tienen
actantes sin fijar léxicamente.
38. Por ejemplo, tras afirmar que la fijación está íntimamente ligada a la variación, Achard y Fiala
(1997: 273) sentencian: «il n’y a figement que lorsque la variation est pensable». Años antes, Gréciano
(1987b: 196) destacaba la función de la fijación como reclamo de la variación, así como la pluriverbalidad
lo es de la fragmentación: «Die Polilexicalität ist ein Appell an die Fragmentierung, die Fixiertheit an die
Variabilität». Nuccorini (2001: 195) cree que la «variation is a stable aspect of and in the use of phraseolo-
gical units». Para Montoro del Arco (2005a: 127, 149), «la fijación y la variación deberían ir siempre
emparejadas [...] constituyen dos caras de la misma moneda». Pulman (1993: 251-254) destaca la varia-
ción sintáctica como propiedad intrínseca del idiom. En la misma línea, véanse también Gréciano (1997a,
1997b), Mokienko (2000a: 46), Lamiroy y Lechère (2001), Lamiroy y Rossari (2003), Lamiroy et al.
(2003), Mellado Blanco (2004b: 158)... Roos (1985) y Dobrovol’skij (1988: 159; 1992) proponen la varia-
ción como universal fraseológico. Otros autores son menos tajantes al proclamar la variación como un
carácter más de la fraseología; para Langlotz (2001: 289), no sería un universal al considerar que sólo
«Many idioms have a potential for variation» (cursiva nuestra), pero no todos.
Cabe indicar, no obstante, una restricción: estos y otros autores (p.ej., B. Wotjak 1992, Burger 1998b
y 2002, Sabban 1998, Mena Martínez 2002, 2003a y 2003b, Montoro del Arco 2004a, 2005a y 2005b)
que elevan la variación a rasgo fraseológico prototípico no sólo tienen en cuenta las variaciones codifi-
cadas o sistémicas (variantes), sino también las variaciones ocasionales o creativas.
Son tantas las locuciones que experimentan variaciones que muchos estudiosos (Weinreich 1966; Bu-
garski 1968; Fraser 1970; Rey 1976: 831; Thun 1978: 256; Gaatone 1981, 1984: 71-73; Gross 1982, 1988a,
1993...; Carter 1987: 63-64; Tristá Pérez 1988: 25; Gibbs y Nayak 1989: 107 y passim; Schippan 1992: 48;
Mel’èuk 1993, 1995, 1998, 2001, 2003...; Flores d’Arcais 1993: 80; Peterson y Burgess 1993: 208-209; Tabos-
si y Zardon 1993: 145; Abeillé 1995: 15-16; Van Gestel 1995; Dobrovol’skij 1995: 45; G. Gross 1997; Martin
1997: 303; Simatos 1997; Gréciano 1997a: 180, 1997b; Branca-Rosoff 1997: 285; Bennet 1997: 12;
Mejri 1997c: 35-36, 1998e: 103-104, 2002b, 2003: 37; Howarth 2000: 216 y 220-221; Saunier 2000: 641;
Perko 2001: 41; Tollis 2001: 219; Èermak 2001: 6-9; Lerat 2003: 117; Wotjak 2004: 193; Klein 2006... [más
referencias en n. 3]), se han visto obligados a hablar de la falta de límites precisos entre las locuciones y las
secuencias libres, o bien de la existencia de grados diversos de fijación en un continuum: «la délimitation
n’est pas simple à tracer, au point que syntaxiquement il semble exister un continuum entre formes figées
et libres» (Gross 1982: 149); «liberté et figement constituent les deux pôles extrêmes d’un axe où il est
possible de rencontrer divers stades intermédiaires» (Moureu 1986: 137); «La graduation est présentée
comme la propiété du système phraséologique même» (Gréciano 1997a: 180); «le figement est inversement
proportionnel à leur disponibilité paradigmatique et syntagmatique» (Tollis 2001: 216 [también Misri 1987:
71]); etc. En vez del continuum, autores como Lamiroy y Klein (2006) destacan la semifijación como el
rasgo central (cfr. Linx 2006). Dentro de la investigación fraseológica española, Corpas Pastor (1996a,
1996b, 1997: 206, 2000a: 108, n. 2, 2000b: 276, n. 1) es uno de los autores que más insiste en el carácter no
absoluto de la fijación, ponderando, por el contrario, la variación formal (asimismo, Mena Martínez 2002).
Son mayoría los autores a favor del continuo: Zuluaga Ospina (1980), Wotjak (1984...), Ruiz Gurillo (1997d:
esp. caps. 3 y 6), Mendívil Giró (1991, 1999: esp. cap. 2), Forment Fernández (1999), Crego García (2000),
Iñesta Mena y Pamies Bertrán (2002: 2), López Roig (2002: 24), Montoro del Arco (2005a: 126, 2005b:
137)... (véase, además, n. 34).
Otra restricción que cabe señalar es el hecho de que a veces estas afirmaciones las vierten lingüistas
que, al sostener una concepción laxa de la fraseología (Fernando y Flavell, Burger, Fleischer, B. Wotjak,
Gréciano, Corpas, Mel’èuk...), y, más concretamente, de la locución verbal (Anscombre 1982, Di Sciullo
1982, Curat 1982...), incluyen predicados soporte y colocaciones, por lo que es más que esperable que
proliferen los grados diversos de fijación y, por ello, cobre más sentido la teoría del continuo (§ 3.8.2.); así,
por ejemplo, Dardano (2001: 205) indica que no hay límites claros entre las locuciones verbales y las

65
expresiones libres, pero entre las primeras el propio autor incluye los predicados soporte; sobre la gradua-
lidad de la fijación hablan Dugas y Di Sciullo (1984: 63, 1985), pero son varios los ejemplos de verbo
soporte que ilustran su estudio sobre la locución verbal; igualmente, Coseriu (1966) incluye en las «perí-
frasis léxicas» tanto locuciones (sacar de quicio) como colocaciones y verbos soporte (hacer alarde); por su
parte, Curat (1982: 59), en su estudio sobre la locución verbal, llega a afirmar que «les similitudes entre
avoir mangé [v. aux.] et faire explosion [loc.] son frappantes» (tendría que decir entre «verbo compuesto»
y verbo soporte), opinión semejante mantiene en Curat (1984: 32, passim) al describir avoir faim como un
ejemplo de coalescencia. La decisión de Hasenohr (1984: 230) es muy elocuente: «Je n’ai pas retenu la
distinction établie par L. Guilbert entre unité syntagmatique verbale (type avoir pitié) et unité phraséologi-
que (type livrer bataille), n’étant pas à même de toujours bien percevoir où passait la frontière entre les
deux types. J’ai donc regroupé sous l’étiquette locution verbale: et les unités lexicales composées d’une
forme verbale jouant le rôle d’auxiliaire de verbalisation (avoir, donner [...]) et les expressions verbales
composées d’un verbe à sens plein et d’un (ou de plusieurs) substantif(s) régime [...] ce que la grammaire
traditionelle appelle des expressions lexicalisées ou figées». Sin embargo, autores como Grewe (1992-
1993) y Rouget (1994), entre otros, sí intentan diferenciarlos.
Evidentemente, suponer un continuo entre la combinación libre y la locución es suponer la existen-
cia de locuciones con distinto grado de versatilidad. Así, Abeillé (1995: 15) cree que no puede sostenerse
la división entre idioms flexibles e idioms fijados. El autor llega a afirmar que la variación o flexibilidad
es un hecho general, en tanto que la fijación o inmovilidad es un hecho excepcional (véase n. 34), en la
medida en que, como ya habían sugerido autores como Gross (1982, 1989), los idioms tienen un com-
portamiento regular similar al de las construcciones libres (véanse también Gibbs 1995: 100 o Fell-
baum 1993, entre otros, y § 4.1., n. 4).
Martin (1997) observa grados de fijación entre la locución prototípica (coger el toro por los cuernos)
y la más alejada de la prototipicidad, siendo a veces estos grados muy difíciles de establecer: «de la
locution figée à la simple expression phraséologique, les limites resten floues» (Candel 1995: 153, 155).
Lo mismo hace Gibbs (1995: 100) comparando pop the question y kick the bucket; o Bennet (1997: 13-
16), quien, basándose en la distinción de Nunberg et al. (1994), supone que las «combinaciones idiomá-
ticas» (spill the beans, hit the roof) son menos fijas, más flexibles, que los «sintagmas idiomáticos» (kick
the bucket, touch a nerve), gracias a su menor grado de no composicionalidad.
Precisamente como Bennet (1997), son muchos los autores (Ruwet 1983, Wasow et al. 1984, Gibbs
1993b y 1995, Gibbs y Nayak 1989, Glucksberg 1993, Flores d’Arcais 1993, Colombo 1993, Langlotz 2001,
etc.) que hacen derivar la flexibilidad sintáctica de la analizabilidad semántica o composicionalidad,
hasta el punto de afirmar a veces que, cuanto más opaco o más no-composicional, mayor grado de fija-
ción o inflexibilidad: «cuanto mayor sea el grado de idiomaticidad de una expresión, mayor fijación se
hallará en ésta» (López Roig 2002: 41); «a mayor grado de idiomaticidad, mayor grado de fijación» (Me-
llado Blanco 2004b: 159) (véanse también, p.ej., Flores d’Arcais 1993: 81, Glusksberg 1993: 20; Fellbaum
1993: 280). Hay autores, no obstante, que piensan que la dependencia es a la inversa. Gaatone (1984: 77)
cree que es recíproca: «... il existe un lien étroit entre le degré de figement et l’opacité sémantique. Plus une
expression serait transparente, moins elle serait figée et viceversa». Abeillé (1995: 24) sostiene un punto de
vista contrario al negar que exista correlación entre flexibilidad sintáctica y composicionalidad semánti-
ca. Creemos que ambas posiciones son hasta cierto punto compatibles, pues, por ejemplo, en tanto que
hay locuciones opacas y formalmente inflexibles (en vilo), las hay opacas y parcialmente variables (en un
periquete: el nombre admite sustitución por instante, etc.), y las hay transparentes y parcialmente varia-
bles (en broma: el nombre admite sustitución por su antónimo, serio).
La formación de variantes es también síntoma claro de la relación existente entre (in)estabilidad
formal y significado idiomático, en la medida en que muchas de ellas se han creado en virtud del
significado literal individual de los términos sustituyente y sustituido (véanse, p.ej., Mokienko 2000a y
las recensiones de Kótova 1998: 249, Mellado Blanco 2004a: 153 y 2005: 89, Ferro Ruibal 2004: 59-61
y 61-66, Burger 2005...).
Como tendremos oportunidad de comentar, las distinciones composicionalidad/no composicionali-
dad y flexibilidad/no flexibilidad dejan mucho que desear, entre otras razones por la enorme subjeti-
vidad que gobierna los criterios de composicionalidad —esto es, la percepción individual de la figura-
ción y la motivación semántica o pragmática— y de gramaticalidad en relación con las transformacio-
nes o variaciones que se practican en una locución. A modo de ejemplo, la percepción mayoritaria de la
manida expresión kick the bucket como no composicional y sintácticamente inflexible (Wasow et al.
1984; Gibbs 1993: 62; Nunberg et al. 1994; etc.) se contrapone a la visión de Glucksberg (1993: 17), que
considera dicha expresión composicional (aunque opaca). Otro ejemplo: en tanto Newmeyer (1972)
cree que la operación de pasiva es impracticable a esa misma locución porque su significado idiomáti-
co (‘morir’) es intransitivo (= Chafe 1968 y 1970; cfr. Vietri 1985b: 50, n. 15 o Reagan 1987: 419), Ruwet
(1983: 16), Abeillé (1993: 23-24) y Mejri (1997c: 326-401 y 2003) —incluso, el propio Newmeyer (1974),

66
con lay down the law— aducen ejemplos similares de estructuras intransitivas que admiten la transfor-
mación de pasiva (algo diferentes, en cambio, son los ejemplos que propone Machonis 1985 para la
pasivización y otras operaciones). También Dobrovol’skij (1999e) ha comprobado la viabilidad de
la pasiva en determinadas unidades fraseológicas, en tanto que Tristá Pérez (1988: 29) cree que la
pasiva sólo es posible con fines estilísticos. Gaatone (1993) cree que la locución coger el toro por los
cuernos admite diversas modificaciones, como la pasiva, en tanto Martin (1997) la sitúa, como se ha
dicho, entre las locuciones prototípicas por su alto grado de fijación.
39. Por ejemplo, Corpas Pastor (1996b: 53) afirma lo siguiente: «las colocaciones son unidades
estables, combinaciones “prefabricadas” en la norma, no en el sistema [...]. Presentan fijación externa
analítica, al ser empleadas como combinaciones de determinadas unidades léxicas para el análisis ya
establecido del mundo, frente a otras unidades teóricamente posibles en la misma medida».
A esta fijación en la norma de las colocaciones también se refieren, entre otros, Hausmann (1998:
66), García Platero (2002: 25), Blasco Mateo (2002: 57) y Zuluaga Ospina (2002: 106). Otros autores
también sostienen la hipótesis de que las colocaciones son estructuras fijas, sin precisar que la fijación
es en la norma o en la lengua como sistema: Baránov y Dobrovol’skij (1998: 29), Luque Durán y Manjón
Pozas (1998c), Iriarte Sanromán (2001: 155), González Rey (2002b: esp. cap. 7), Wotjak (2004: 192,
196)... Lo Cascio (1997: 74) cree que no son creadas libremente. Alonso Ramos (2004: cap. 2) se refiere
a las construcciones de verbo soporte como cuasifrasemas o colocaciones, sintagmas no libres.
A nosotros nos parece muy peligroso hablar de fijación en las colocaciones, sobre todo si pensa-
mos que las colocaciones son construcciones libres o que pertenecen a la técnica libre del discurso.
Es cierto que las combinaciones léxicas que constituyen las colocaciones son habituales, frecuentes,
gracias a la mayor o menor restricción léxica a que están expuestos los colocativos y al uso reiterado.
De hecho, renglones más arriba, la propia autora (Corpas Pastor 1996b; también 2000b: 276) parece
compartir nuestra opinión —y, por tanto, sostener lo contrario— al decir que las colocaciones (cursi-
va nuestra) «son sintagmas completamente libres, generados a partir de reglas, pero que, al mismo
tiempo, presentan cierto grado de restricción combinatoria determinada por el uso» (Congosto Mar-
tín 2005: 297 repite casi literalmente la opinión de Corpas).
40. Sin duda, los ejemplos más palpables de estas otras estructuras se localizan en el refranero, y las
causas de la variación son diversas: rítmicas, geolectales, etimología popular, modernización léxica del
refrán... (García-Page 1990d, 1990e, 1992b, 1993b, 1997c...; Sevilla Muñoz 1990: 147-148 y Sevilla Muñoz
y Fuentes Utrilla 2004; Rodríguez Somolinos 1993; Conenna 1995 y 1998; Chacoto 1997; Burger 1998b:
27; Cervini et al. 1999; Conde Tarrío 2000: 176-177, Anscombre 2000: 16-17 y 2001: 43-44...): Quien bien
quiere a Martín, bien quiere a su rocín/Quien bien quiere a Pedro, bien quiere a su perro/Quien bien quiere
a san Roque, bien quiere a su gozque/Quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can/Quien bien quiere a
Betuán, bien quiere a su can/Quien bien quiere a Beltrán, a su perro echa pan (refranes correspondientes a
los n.º 9.518-9.521 y 9.525, en Martínez Kleiser 1953); A falta de pan, buenas son tortas/A mengua de pan,
buenas son tortas (n.º 660, ídem). Antes (n. 21) hemos citado las variantes refranísticas Un grano no hace
granero/Un grano no llena costal y Un grano no hace granero/Una golondrina no hace verano.
En las colocaciones pueden citarse series como éxito fulgurante/rotundo/clamoroso/apoteósico, ne-
gación radical/tajante/rotunda/categórica, error craso/garrafal/mayúsculo/grave (gravísimo), precio astro-
nómico/desorbitado/exorbitante, necesidad imperiosa/acuciante, etc.
41. Son mayoría los estudiosos que creen que las colocaciones son unidades fraseológicas (centra-
dos esp. en el ámbito del español: Moskal’skaja 1975; Ettinger 1982; Wotjak 1983, 1984, 1998a, 1998b:
586-590, 1998-1999: 1.298-1.300, 2004: 192 y 196...; Koike 1992, 1993a, 1993b, 1994, 1995, 1996a,
1996b, 1997, 1999b, 2000b, 2000c, 2001b, 2002, 2005, 2006, 2007...; Írsula Peña 1992, 1994a, 1994b;
Corpas Pastor 1992a, 1992b, 1996b: 50-52, 1998a, 1998b, 2000a: 108, n. 2, 2000b: 276, 2001a, 2001b...;
Alonso Ramos 1993, 2002: 70, 2003, 2004; Calderón Campos 1994; Castillo Carballo 1997, 1997-98,
1998b, 1999a, 1999b, 2001, 2001-02...; Luque Durán y Manjón Pozas 1998c; Pamies Bertrán et al. 1998b:
114 y passim; González Rey 1998a, 2002a; Sancho Cremades 1999: 26-27; Forment Fernández 1999;
Blasco Mateo 1999: 14-15, 2002: 43; B. Wotjak 2000: 120-121 y 2005; Tercedor Sánchez 2000; Blanco
Escoda 2000, 2002...; García Platero 2002: 34; Larreta Zulategui 2002, 2004; Bustos Plaza 2002, 2003 y
2005; Péjovic 2003; Santamaría Pérez 2003: 30-36; González Ruiz 2004: 160...; para otras lenguas, entre
otros, Curat 1982 y 1984; Dugas y Di Sciullo 1984: 64 y passim; Mel’èuk 1993...; Hundt 1994b, 1994c y
2002; Howarth 1996: 2-3 y passim; Moon 1998a y 1998b; González Rey 1998b, 2002b: cap. 7; Schapira
1999: 35-36; Kyriacopoulou y Sfetsiou 2002; Netzlaff 2005: 10; etc.); si bien, cabe señalar que algunos
estudios citados se centran sólo en los predicados de verbo soporte (que, para la mayoría de los autores,
son una clase de colocaciones); en el DFDEA (XVI), son tratados como locuciones (sentido amplio).
Para algunos estudiosos (Mendívil Giró 1991 y 1999; Ruiz Gurillo 1997d, 1998a, 1998b, 2001b,
2002a...; Wotjak 1998a...), su estatuto no queda claramente definido al indicar sólo —como ya lo había
hecho Bally (1909: 68), llamándolas series fraseológicas (o agrupamientos usuales)— que ocupan un

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lugar intermedio en el contínuum entre la locución o expresión idiomática y el sintagma libre; François
y Grass (1997: 183) y François (2003: 61) precisan aún más al señalar que el predicado de verbo soporte
se halla entre la locución y la colocación, entre el léxico y la sintaxis. Como ya se ha dicho, en las
concepciones anchas de la fraseología (Ruiz Gurillo 1997d, Gläser 1998, etc.), colocaciones y verbo
soporte suelen quedar situadas en la zona periférica; por tanto, dentro de la fraseología, a pesar de la
indefinición a que acabamos de hacer referencia.
La postura actual de Zuluaga Ospina (2002: 111) nos resulta contradictoria, pues las colocaciones
quedan sin clasificar al negarles tanto el estatuto de unidad fraseológica como el de unidad libre: «Las
llamadas colocaciones no son ni unidades fraseológicas ni construcciones libres [...]: parecen libres por su
regularidad gramatical y su transparencia semántica, pero no lo son debido a la fijación de sus componen-
tes léxicos; parecen unidades fraseológicas en cuanto presentan la fijación arbitraria de sus componentes,
pero no lo son gracias a la falta de otros tipos de fijación, a su regularidad gramatical y a su composiciona-
lidad semántica». Adviértase que, aunque el autor —igual que otros lingüistas (Corpas Pastor 1996b: 53,
Baránov y Dobrovol’skij 1998: 29, Wotjak 2004: 196, etc.)— dice que hay «fijación de sus componentes
léxicos», no existe, en absoluto, fijación, sino, todo lo más, vínculo léxico o semántico, tendencia a concu-
rrir. Respecto de las construcciones de verbo soporte, la postura del autor ante su clasificación parece
haber sido oscilante: en Zuluaga Ospina (1980: 164) eran tratadas como compuestos («[...] las considera-
mos como productos de un procedimiento sistemático de composición») y en Zuluaga Ospina (1998: 25),
como perífrasis verbales, confirmando su pertenencia a la sintaxis libre («[...] procedementos de combina-
ción sintagmática, pertenecen á gramática da lingua»). La colocación tampoco queda suficientemente
definida en otros trabajos, en los que sus autores se limitan a señalar sin más su ubicación intermedia entre
la Fraseología y la Gramática (p.ej., Ferrando Aramo 2000: 990) o entre la lexicología y la sintaxis (p.ej.,
Pérez Vigaray y Batista Rodríguez 2005: 84): no basta con decir que están a medio camino de las expresio-
nes fijas y de las expresiones libres.
De nuestra opinión, la de tratar las colocaciones como cadenas libres o no-fraseológicas, son Bosque
Muñoz (2001a, 2001b, 2003, dir. 2004) —quien parece haberlas buscado un lugar, si bien aún bastante
fangoso y movedizo: la interfaz léxico-gramática—, Ginebra i Serrabou (2002), Muñiz Álvarez (2002,
2004: 181-183) y Paredes Suárez (2002: 282-283), aunque esta última autora se refiere sobre todo a los
predicados con verbo soporte. No obstante, nos parece contradictorio que Muñiz Álvarez (2002: 264-265)
niegue que las colocaciones son unidades fraseológicas y al mismo tiempo afirme, como ya lo hicieron
antes Coseriu (1966, 1981) o Wotjak (1998a: 257; también 2004: 196), que son unidades del discurso
repetido. Según la interpretación más generalizada de la teoría coseriana, las unidades de la fraseología lo
son forzosamente del discurso repetido, trátese de locuciones o de refranes, incluso de verbos soporte.
También Álvarez de la Granja (2002c [2003b]: 54-55, 2002b) sostiene la tesis de que las colocaciones
no son unidades fraseológicas, pero piensa que no son estructuras libres: «Fronte ás colocacións situa-
ríanse as chamadas combinacións libres [...]» (Álvarez de la Granja 2002c: 37). Adviértase, no obstante,
que, para esta autora, las tradicionales colocaciones (llover torrencialmente, incoar un expediente, reba-
ño de ovejas...) son —en su mayoría— solidaridades; mantiene el término colocación para combinacio-
nes del tipo limpiar el calzado, lavarse los dientes y colgar la ropa, que describen eventos habituales;
construcciones, por tanto, que no se ajustan a la concepción más extendida de la colocación.
42. Véanse, entre otros, Katz y Postal (1963), Weinreich (1966), Healey (1968), Chafe (1968, 1971),
Fraser (1970), Katz (1973), Makkai (1969, 1970b), Burger (1973: 25-31, 2007: 90-92), Häusermann
(1977: 87-112), Hessky (1977: 26-33, 1992: 13-23), Koller (1977), Michiels (1977), Schemann (1981:
48), Fernando y Flavell (1981), Coulmas (1981b, 1981c, 1982: 17), Burger et al. (1982: 3-4), Eckert
(1982: 3), Vietri (1985a: 376-382), Gläser (1986b), Tristá Pérez (1988: 20-25), Buridant (1989: 130),
Barkema (1989, 1993, 1994a, 1996a), Thiele (1990: 88, 1996: 425), Mel’èuk (1993, 1995...), Cox (1993:
21-22), Ïurèo (1994b: 35-38), Hundt (1994a: 206-208, 1994c), Palm (1995: 9-29), Fernando (1996),
Fleischer (1997: 30-36), Segura García (1998: 25-42), Baránov y Dobrovol’skij (1998), González Rey
(2002b: 67-69, 137-138), etc. (más referencias en notas siguientes).
Wood (1981: 95) supone que los idioms prototípicos han de ser enteramente idiomáticos o no-
composicionales y enteramente fijos: «An idiom is a complex expression which is wholly non-composi-
tional in meaning and wholly non-productive in form» (caracterización de utilidad limitada, según
Stock et al. 1993: 230). Una opinión similar sostienen Nattinger y DeCarrico (1992: 177): «A fully non-
compositional, non-productive collocation is a true idiom, a truly frozen piece of language» (cfr.
Dobrovol’skij 1997a). Esta idea es la que parece defender Ruiz Gurillo (2001c: 36) cuando afirma que
«Cuanto más fijo e idiomático sea un sintagma, más locución será», aunque no creemos que llevar la
batuta, echar pelos a la mar o empinar el codo —que admiten ciertas variaciones formales y traslucen
parcialmente el sentido literal o tienen algún grado de motivación— sean «menos» locuciones que estar
en el ajo, a campo traviesa o hacer el paripé, locuciones que, según la autora, presentan el mayor grado de
fijación e idiomaticidad por contener palabras idiomáticas o estructura gramaticalmente anómala y

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que se sitúan, por ello, en el centro de la fraseología. Èermak (2001: 9-10; también 1988, 1994a, 1994b)
destaca la idiomaticidad o no-composicionalidad del significado como la genuina sustancia del idiom,
por encima de las posibilidades de analizabilidad o motivación: «The non-compositeness of the idiom’s
integral meaning seems to be a conditio sine qua non for the idiom’ semantic substance»; «the
idiom’s meaning is not compositional, irrespective of all sorts of seemingly analyzable parts of it».
Si nos ceñimos a la fraseología española, prácticamente todos los autores defienden la pertinencia
de la idiomaticidad en la definición de las unidades fraseológicas (cfr. nota siguiente): Casares Sánchez
(1950), Wotjak (1983, 1984...), Martínez Marín (1992: 79), Ruiz Gurillo (1995b: 128-141, 1997d: 81-84,
1998a, 1998b: 21-23, 2001c: 19-26, 2002a: 334 y 338), Martínez López (1996: 35-38), Santamaría
Pérez (1998: 301, 2000), Larreta Zulategui (1998a: 461, 1998b: 1, 3, 11, 44, 45-52), González Rey (1998a,
1998b, 2002a), Forment Fernández (1999: 36-37), Mendívil Giró (1999: caps. 1 y 2), González Rey y
Lago Garabatos (2000), Iñesta Mena y Pamies Bertrán (2002: 2), Montoro del Arco (2006a: 45)... For-
ment Fernández (1999: 117) llega a afirmar que la idiomaticidad es una característica inherente a las
unidades fraseológicas: una idea —pensamos— poco acertada a la vista de secuencias escasamente
idiomáticas o meramente fijadas sin figuración alguna, máxime teniendo en cuenta que la autora adop-
ta una concepción ancha de la fraseología; una apreciación, por otra parte, que recuerda la afirmación
de Rastier (1997: 308): «tout est idiomatique dans une langue», que, a su vez, reproduce el título de un
trabajo de Hausmann (1997) (si bien tales consideraciones no deben extrapolarse del contexto, sino
situarse en su oportuno lugar: respectivamente, en la traducción y en el oficio de descodificador del
hablante no nativo, sin perder de vista la acepción de ‘relativo al idioma o la lengua’). Asimismo, Alonso
Ramos (1993: 176, 2004) no parece concebir la existencia de expresiones fijas que carezcan de idioma-
ticidad, por lo que o bien ve idiomaticidad donde otros autores ven mera literalidad (así, piensa que
daños y perjuicios o dicho y hecho son semiidiomáticas, frente a su consideración general como literales
[p.ej., Zuluaga Ospina 1980]), o bien considera colocaciones todas las que revelen una porción de mo-
tivación o transparencia, como ocurre con las locuciones romper el hielo, hacérse(le) la boca agua, dar la
lata, etc. (en cambio, la primera es considerada idiom por Ruwet 1983, Glucksberg 1993: 8-9 y 17,
Tabossi y Zardon 1993: 146, Álvarez de la Granja 2002c: 334-335...; la segunda es registrada en todos los
diccionarios como locución y así la identifica la mayoría de los fraséologos; la tercera es analizada
como expresión fija por Aguilar-Amat Castillo 1990: 825, Melero Nogués y Gracia Aguirre 1990: 655,
Wotjak 1998a: 269, Álvarez de la Granja 2002c: 368..., frente a Bustos Plaza 2005b, que también la
analiza como colocación).
El afán de buscar características radicalmente diferentes entre la colocación y la locución es lo que
parece haber llevado a algunos autores, como González Rey (1998a, 2002b: 70-71), Ruiz Gurillo (2002a:
334, 338) o Wotjak (2004: 192), a oponer frontalmente la locución y la colocación suponiendo que las
locuciones son idiomáticas o no composicionales y las colocaciones, composicionales y transparentes.
Ha de reconocerse, sin embargo, que tales estudiosos, en otros trabajos, han señalado bien la existencia
de expresiones fijas literales o semiidiomáticas (Ruiz Gurillo 1995b, 1997d), bien de colocaciones par-
cialmente idiomáticas (González Rey 2002a: 155), posición que contradice la oposición radical antes
señalada. También López Roig (2002: 32) opone las colocaciones a las frases idiomáticas y semiidiomá-
ticas por su «idiomaticidad cero» (también supone que los refranes y las fórmulas son de idiomaticidad
cero, lo que resulta poco defendible). Van der Meer (2000: 127-128) hace, inicialmente, una distinción
similar entre locución o idiom (+ idiomático) y colocación (- idiomático), pero también indica que hay
colocaciones con diverso grado de transparencia e idioms con diverso grado de idiomaticidad.
La hipótesis sobre la composicionalidad de las colocaciones ha sido defendida por numerosos lin-
güistas, como Cruse (1986: 40), Cumming (1986: 16-19), Hausmann (1989: 1.010), Írsula Peña (1994a:
277), Koike (1996b: 14), Lo Cascio (1997: 74), Forment Fernández (1999: 54), B. Wotjak (2000: 121,
2005: 322), Muñiz Álvarez (2002: 270, 2004: passim, 2005: 181), Iriarte Sanromán (2001: 155) o Zulua-
ga Ospina (2002: 106 y 111), a pesar de la existencia de colocaciones con cierto grado de idiomaticidad
o figuración (Alonso Ramos 1993: 162; Heid 1994: 232; Corpas Pastor 1996b: 66, 83; Castillo Carballo
1997: cap. 4, 1997-98, 1998b; Koike 1997, 2000b, 2000c [2001b], 2006; Ferrando Aramo 2000: 990;
García-Page 2001b, 2001c, 2001-02; Iriarte Sanromán 2001: 155; Péjovic 2003...): acariciar una idea,
abrigar una esperanza, apagar la sed, levantar la sesión/sospechas, asaltar una duda... Si bien, algunos
autores (p.ej., Koike 1996b) que afirman que no existe idiomaticidad en las colocaciones aducen ejem-
plos como los señalados.
Esta discrepancia puede deberse a la distinta concepción que de la idiomaticidad tienen los fraseó-
logos. Así, frente a la opinión tradicional que identifica idiomaticidad con no-composicionalidad, la
falta de equivalencia que otros autores observan entre ambas lleva a la conclusión de que una construc-
ción locucional puede ser composicional o analizable semánticamente aun teniendo sentido idiomáti-
co (p.ej., Ferrando Aramo 2002: 101 y Álvarez de la Granja 2002c: 280 y passim). Como es sabido, para
la mayoría de los estudiosos (especialmente, antes de la eclosión de las aplicaciones de la semántica

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cognitiva y la psicolingüística a la fraseología, años ochenta y noventa), la idiomaticidad supone no-
composicionalidad, aunque no no-interpretabilidad o no-impenetrabilidad semántica.
Contra la visión tradicional de la no-composicional, pueden verse los trabajos, algunos ya citados,
de Gibbs et al., Cacciari et al., etc. (Gibbs 1980, 1985, 1986, 1990, 1992, 1993a, 1993b, 1995...; Mueller
y Gibbs 1987; Gibbs y Gonzales 1985; Gibbs y Nayak 1989, 1991; Gibbs y O’Brien 1990; Gibbs et al.
1989a, 1989b; Nayak y Gibbs 1990; Gibbs y Colston 2007; etc.), así como la mayoría de los recogidos
en Cacciari y Tabossi (eds.) (1993) y Everaert et al. (eds.) (1995) (Glucksberg, Cacciari, Levorato,
Colombo, Tabossi y Zardon, Botelho da Silva y Cutler, Van de Voort y Work...), Dobrovol’skij (1995,
1997b, 1999a, 1999c, 2001, 2003, 2007), Casadei (1996), Titone y Connine (1999), Cuenca Ordinyana
y Hilferty (1999: esp. 116-121), Langlotz (2001, 2004, 2006a, 2006b, 2006c), Abel (2003), Häcki Buho-
fer (2004), Omaiæ (2008), Svensson (2008), etc. Por ejemplo, Abeillé (1995: 17) es muy claro al
diferenciar transparencia y composicionalidad y en no emparentar idiomaticidad y no-composicio-
nalidad: «Compositional idioms are not necessarily transparent, and idiomatic parts do not usually
have their literal meaning». Glucksberg (1993: 16-19, 2001: cap. 5) insiste en la no equivalencia entre
composicionalidad y transparencia hasta el punto de determinar dos tipos de idioms: los composi-
cionales y opacos frente a los composicionales y transparentes. Wotjak (2004: 194-196) también su-
pone la existencia de expresiones idiomáticas transparentes, frente a las idiomáticas opacas.
43. Es el caso de Gülich y Kraft (1997: 243), Zuluaga Ospina (1998: 17), Álvarez de la Granja (2002c:
66), Iriarte Sanromán (2001: 155), López Roig (2002: 24, 35) o Blasco Mateo (2005: 205). La opcionalidad
le permite a Zuluaga diferenciar expresiones idiomáticas, semiidiomáticas o parcialmente motivadas y
meramente fijas; ahora bien, cabe indicar que esa misma distinción era observada en su obra fundamen-
tal (Zuluaga Ospina 1980) y, sin embargo, el autor defendía el carácter esencial, y no opcional, de la
idiomaticidad. Una aparente contradicción similar encontramos en Zamora Muñoz (1999b: 734-735), ya
que, tras considerar la idiomaticidad como un rasgo prioritario (junto con la fijación), se afirma que «no
es una propiedad indispensable» en virtud de la existencia de «expresiones que no son idiomáticas». En
otros autores, como Ruiz Gurillo (comp. 1997d: 81-84 y 2000b: 81) también parece que se ha producido
un cambio de opinión en torno a la esencialidad u opcionalidad de la idiomaticidad.
Aun así, conviene tener en cuenta que la opcionalidad o no obligatoriedad de la idiomaticidad se
debe no sólo a la existencia de locuciones meramente literales y sobre todo semiidiomáticas: el carácter
opcional o, si se prefiere, la merma de capitalidad de la idiomaticidad también debe achacarse, en no
pequeña medida, a la misma concepción ancha de la Fraseología (Corpas Pastor 1996b: 27, 1998a,
1998b: 167 y n. 50...; Blasco Mateo 1999: 45-51, 197; Wotjak 2004: 194 y passim, B. Wotjak 2005), que
da cabida a colocaciones, predicados complejos y solidaridades, esto es, productos de la gramática
estándar, combinaciones libres, las cuales, por fuerza natural, no tienen por qué estar gobernadas por
ningún fenómeno especial de tropología ni resultar semánticamente opacas.
44. Guiraud (1961: 9), por ejemplo, llega a afirmar que la mayoría son semiidiomáticas. Para Wood
(1981) y Nattinger y DeCarrico (1992), como acabamos de ver (n. 42), sólo son totalmente idiomáticas
las locuciones prototípicas.
45. Como acaba de indicarse (también n. 42), es bastante común el empleo de no composicionalidad
como equivalente de idiomaticidad (y, por tanto, el de composicionalidad como equivalente de literali-
dad). A modo de ejemplo, Bar-Hillel (1955: 52) interpreta literal como antónimo de idiomático, y Eve-
raert et al. (1995: 4) dicen: «there are fixed expressions that are semantically transparent, compositio-
nal, analyzable», frente a las expresiones fijas no composicionales, opacas. Véanse, asimismo, Wood
(1981: 95), Fernando y Flavell (1981), Skytte (1988: 75), Alonso Ramos (1993: 182), Colombo (1993:
163), Barkema (1996a), Lo Cascio (1997: 74), Fernando (1996), Ruiz Gurillo (1997d), Martin (1997:
292-293), Mel’èuk (1998: 24), Sancho Cremades (1999: 35), Cuenca Ordinyana e Hilferty (1999), Cuen-
ca Ordinyana (2000a), Èermak (2001: 9-11), Montoro del Arco (2005b: 115, 2006a: 45)...
Nunberg et al. (1994) y Gaatone (1997: 170) se refieren a tal fenómeno semántico hablando de «no
predicibilidad» del significado; Vietri (1990b: 135), Casadei (1995a: 12, 1996, 1997) y De Mauro y Voghera
(1996), de «no calculabilidad» (o «no analizabilidad»); Geeraerts (1995), de «especialización semántica»
(para Iñesta Mena y Pamies Bertrán 2002: 2, la idiomaticidad representa el grado máximo de especializa-
ción semántica; cfr. también Corpas Pastor 1996b: 26); Gaatone (2000), de «cohesión semántica»; Èermak
(1998a: 7 y ss.), de «significado integral»; etc. Ese significado íntegro, compacto o de conjunto se corres-
ponde, normalmente, con la ausencia de significado individual de los componentes; no obstante, autores
como Martin (1997: 293) suponen que éstos tienen un valor intensional, aunque no referencial.
La «opacidad» (Fleischer 1981, 1982) también está íntimamente asociada a la idiomaticidad, inclu-
so a veces se emplea con el mismo valor (Gaatone 1984: 76-77; Nuccorini 1990, 1999: 8, 2003: 367-368;
Fellbaum 1993: 271; Clas y Gross 1998: 11; Èermak 2001; Mellado Blanco 2004b: 44 y passim). Schapi-
ra (1999: 11) diferencia entre expresiones transparentes (ya con significado literal y composicionales,
ya con significado metafórico y composicionales) y opacas. Para Glucksberg (2001: 73-75), las compo-

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siciones pueden ser transparentes y opacas. Para Baránov y Dobrovol’skij (1998: 19-20 y 39-40), la
opacidad es sólo una faceta de la idiomaticidad, junto con la reinterpretación (cfr. Iñesta Mena y Pa-
mies Bertrán 2002: cap. 2, esp. 40-42). Nosotros creemos que el término es poco útil por la falta de
precisión, porque, aunque pudiera existir cierto acuerdo entre hablantes (nativos) sobre la mayor oscu-
ridad semántica o interpretativa de una locución respecto de otra, la opacidad es un criterio apoyado en
bases puramente subjetivas.
46. Una definición similar puede verse en Healey (1968: 73), Burger (1973: 31), Wasow et al. (1984: 107),
Reagan (1987: 417), Gläser (1988a: 266), Johnson-Laird (1993: viii), Van de Voort y Vork (1995: 283),
Mellado Blanco (2004b: 45)..., y en la mayoría de los estudios fraseológicos españoles (véase nota anterior).
Adviértase que, en la definición de Casares, ese carácter no composicional (significado global no deri-
vable de la suma de los significados individuales o literales de sus constituyentes léxicos) se corresponde
con el «significado unitario», o sea, el fraseológico o idiomático. Pero la unidad de significado es a veces
señalada como otra propiedad semántica de la locución, independiente de la idiomaticidad (Èernyševa
1984: 17; cfr., también, Hessky 1992: 85), aunque se emplee de modo más habitual sinonímicamente.
47. De figuración hablan Burger et al. (1982: 1), Gréciano (1986a, 1997a: 180) y Häcki Buhofer (207:
844-846), entre otros.
Pero la figuración no es entendida de manera idéntica por todos los autores: figuración equivale a
veces a opacidad, a dificultad interpretativa, a no-composicionalidad (la metáfora o la metonimia es
oscura, hermética); otras veces significa motivación del significado literal (p.ej., Álvarez de la Granja
2002c), facilidad interpretativa o facilidad de representar la imagen, lo que permite practicar el análisis
composicional (la metáfora o la metonimia es transparente, «plástica», en el sentido adoptado, p.ej., en
Castellani Pollidori 1995).
48. Por ejemplo, en Iñesta Mena y Pamies Bertrán (2002: passim) se proporcionan listas de expresio-
nes figuradas adscritas a un determinado modelo icónico o archimetáfora sin dirimir su estatuto fra-
seológico o no fraseológico (muchas son locuciones y otras muchas no lo son). Coulmas (1981b: 147-
148), por ejemplo, intenta discernir metáfora e idiom, aunque reconoce, como la mayoría de los fraseó-
logos (p.ej., Glucksberg 2001), que muchos idioms vehiculan metáforas ya transparentes. Para la relación
entre metáfora e idiomatismo y la creación de locuciones a partir de metáforas, véanse también, entre
otros, Broderick (1975), Reagan (1987: 418), Tristá Pérez (1983a, 1983b), Moeschler (1992), González
Rey (1995a), Kurchátkina (1995), Burger (1998a) o Mellado Blanco (1999a, 1999b, 2004b: 56-68 y
passim). En relación con el problema de límites entre la metáfora y el idiom, Moeschler (1992: 110)
sostiene que «il n’y a pas de lieu d’opérer une frontière de principe ou de nature entre métaphores et
idioms [...] il y a une absence de solution de continuité entre métaphore et idiome» (luego afirmará que
los idioms son viejas metáforas en las que el grado de fijación es tal que limita el cálculo interpretativo).
Por su parte, Cacciari (1993: 27) critica a Cruse (1986) la fácil separación que establece entre metáfora
e idiom en virtud del factor composicionalidad.
No obstante las opiniones expuestas en notas anteriores, creemos que puede mantenerse, al menos
como criterio operativo, la paridad idiomaticidad/no-composicionalidad, no-idiomaticidad/composi-
cionalidad. El análisis composicional se practica en las cadenas libres tengan significado recto o figura-
do. Considerando la correlación entre idiomaticidad y opacidad y la existencia de grados diversos de
idiomaticidad (unas locuciones resultan más oscuras que otras), practicar un análisis composicional a
las locuciones completamente idiomáticas, herméticas, de significado de bloque o indivisible, como
defienden algunos estudiosos, es una empresa imposible. El significado idiomático global de una locu-
ción es interpretable, pero es no-descomponible. Es una vez conocido ese significado unitario cuando
el lingüista intenta descubrir la figura retórica que ha intervenido, cuando busca la imagen plástica (el
vínculo con el referente), cuando uno acomete la tarea de determinar la red de relaciones entre el
significado literal y el fraseológico, el nivel de participación del significado literal en la configuración
del significado de bloque, la posible autonomía semántica de todos o de algunos de los constituyentes
y en qué porcentaje ha contribuido su significado externo en la conformación del significado idiomáti-
co. El análisis es des-composicional, no composicional. Suponer que, en spill the beans ‘revelar un
secreto’ o dar la lata ‘producir molestias’, existe una correspondencia biyectiva, un isomorfismo, entre
volcar (spill) y revelar y entre judías (beans) y secretos, o entre dar y producir y entre lata y molestia (como
suponen Geeraerts, Glucksberg, Gibbs...), no deja de ser una hipótesis construida a posteriori teniendo
como premisa el conocimiento del significado idiomático, una hipótesis poco empírica y objetiva, y,
por tanto, una apuesta no exenta de riesgos. En nuestra opinión, el análisis hermenéutico de, por ejem-
plo, no conocer al rey por la moneda comienza cuando uno localiza el significado de conjunto (‘ser
sumamente pobre’); es entonces cuando busca a la desesperada una motivación, cuando intenta darle
un sentido a la expresión, cuando recurre al significado literal de sus signos —e, incluso, a la imagen
que permite dibujar la interpretación literal— y así, casando las piezas del difícil puzzle, establece una
relación entre el «dinero» y la «pobreza»: al dinero se llega por inferencia pragmática advirtiendo que el

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anverso de muchas monedas lleva impresa la efigie del rey. Lo mismo cabe decir de la locución vestirse
por los pies: se llega al significado idiomático (‘ser de sexo varón’) a través de la imagen de un hombre
poniéndose los pantalones, imagen que permite forjarse el significado literal de la frase. Este análisis a
posteriori es el que también se practica con las llamadas locuciones semiidiomáticas; éstas disponen de
un significado fraseológico de bloque, aunque la motivación o transposición semántica sea más fácil de
detectar, o aunque alguno de los constituyentes preserve supuestamente su significado propio. En el
citado ejemplo spill the beans se apoya Reagan (1987: 420) para revisar la hipótesis del análisis semán-
tico descomposicional que proponen Wasow et al. (1984), llegando a resultados similares a los nues-
tros: sin quitarles mérito a dichos autores, Reagan cree que no supieron determinar si es el significado
individual de los constituyentes el que interviene en la confección del significado global de la locución
o si dicho significado individual deriva de la descomposición del significado global, esto es, una vez
sabido el significado idiomático de la expresión. También Alonso Ramos (2004: 42) parece mostrar una
opinión similar a la nuestra, si bien cabe advertir que la autora adopta una posición más cerrada o
estricta en relación con la idiomaticidad en las locuciones y la presencia de significado autónomo en los
componentes léxicos, en el sentido de que «desintegra» muchas locuciones tradicionales con cierta
motivación o transparencia pasando a engrosar el inventario de colocaciones. Al distinguir que echar
una firma es una colocación y echar el guante es una locución porque, en virtud del significado de los
componentes, aquélla presenta una arbitrariedad menor que ésta, Alonso Ramos advierte: «Ahora bien,
este punto de vista puede llevar a confusión. El hablante no combina los lexemas echar y guante para
producir un sentido dado sino que elige una expresión compacta, ya construida en la lengua. El hecho
de que se pueda encontrar una explicación basada en la metáfora o la metonimia que justifique la
existencia de tal expresión no resta nada de la arbitrariedad de esta combinación: esto equivaldría a
hacer la etimología del frasema (vid. p.ej. Geeraerts 1995 y Gibbs 1995). Al hablante de español actual,
el sintagma echar el guante se le ofrece como una expresión prefabricada». (Recuérdese que, frente a la
teoría tradicional que mantienen autores como Telija 1981: 94, Coulmas 1982: 19 o Tristá Pérez 1988:
20, otros estudiosos, como Gibbs, Glucksberg, Cacciari, Casadei 1996, Dobrovol’skij 1982 y 1999a: 214-
122 [véase n. 42], creen en la divisibilidad de la locución, en la autonomía de los componentes léxicos o
en su participación en el significado global [cfr. también las objeciones a esta última tendencia de
Abeillé, Nicolas o Schenk].)
49. Pilz (1981: 53) advierte del uso sinonímico que, respecto de fraseología, algunos estudiosos ha-
cen del término idiomaticidad, como parece detectarse en Roos (1985: 74) o en Baránov y Dobrovol’skij
(1998: 19 y ss.) a tenor de la traducción española. Carneado Moré (1985b: 20) se expresa de la siguiente
manera: «La fraseología (o idiomática) [...] constituye una disciplina especial [...]» (cursiva nuestra).
Asimismo, Burger (1973) titula su libro Idiomatik des Deutschen y, sin embargo, versa sobre fraseolo-
gía: características formales y semánticas, historia, clasificación, terminología... Lo mismo cabría decir
de Akimoto (1983) o Èermak (1993, 1994a, 1994b) (también Èermak 1998a: 1 y ss., 2001; Olejarová
2000; Bargalló Escrivá y Ginebra i Serrabou 2001). Bar-Hillel (1955: esp. 48-50) vincula la idiomatici-
dad con la traducción.
50. Everaert et al. (1995: 4) determinan dos sentidos con que usualmente se utiliza el término idiom:
como una clase de expresión fija con propiedades semánticas específicas (idiomaticidad o no composicio-
nalidad); como una estructura predicativa compuesta de verbos más argumentos fijos y variables. Como
puede apreciarse, según este segundo sentido, sólo podrían considerarse idioms las locuciones verbales; no
obstante, representan las construcciones más empleadas en el ámbito anglosajón (y general) para ilustrar
la teoría fraseológica. En una línea similar a la nuestra, Ruiz Gurillo (1997d: 67-68) critica que las concep-
ciones anchas de la Fraseología —como el caso de Rose (1978)— se basen en corpus reducidos de ejemplos
y evitando casos conflictivos, y, así, opongan el tan manido kith the bucket a los predicados de verbo
soporte. Asimismo, Gibbs (1993b: 62, 1995: 101) critica que se extraigan generalizaciones a partir de un
único ejemplo (subraya, además, que los idioms no constituyen una clase homogénea).
Algo similar había advertido antes Vietri (1985b: 48-49, n. 11, y 44) al criticar que McCawley y
Chomsky operaran en sus análisis indistintamente con idioms, como kick the bucket, y predicados de
verbo soporte, como take advantage of (ya hemos indicado que es práctica frecuente incluir verbos
soporte entre locuciones: Guiraud 1961: 5, 37-39, Rohrer 1976, Gaatone 1984, Curat 1982 y 1984...), o
que Ruwet (1983) no tratara clases relevantes de expresiones fijas, además de actuar con absoluta
arbitrariedad en la reconstrucción semántica de locuciones como spendere un Perú, ammazzare il tem-
po y tirare le cuoia.
51. Nuccorini (1990: 427) subraya que no se puede hablar de sí o no, sino de más o menos opacos,
porque «opaqueness is not “fixed”»; no es un cálculo matemático que pueda requerir exactitud; no es
un criterio permanente, objetivo, firme, que pueda resultar idéntico a todos los usuarios.
El carácter gradual del fenómeno semántico de la idiomaticidad ha sido señalada por numerosos
fraseólogos (téngase en cuenta que algunos de ellos apuestan por una concepción ancha de la Fraseolo-

72
gía, por lo que su opinión resulta menos relevante en una posición más estricta de lo fraseológico);
entre otros, Bugarski (1968), Kooij (1968: 252-253), Zuluaga Ospina (1980: 124-134), Gaatone (1984:
76-77), Nuccorini (1990: 426-427, 1999: 7), Verstraten (1992: 29-31), Flores d’Arcais (1993: 80), Caccia-
ri (1993: 30, 39), Mel’èuk (1993, 1995, 1998), Glucksberg (1993: 5-6), Gibbs (1993b: 63, 1995: 100-102),
Hundt (1994a: 206-208, 1994c), Van der Voort y Vonk (1995: 288), Geeraerts (1995: 45-47, 51, 58),
Casadei (1996), Fernando (1996), Ruiz Gurillo (1997d: esp. caps. 4-6, 2001c: 19-22, 39-40), Martin
(1997: 303), Bennet (1997: 12), Baránov y Dobrovol’skij (1998), Forment Fernández (1999: 35), Salva-
dor Liern (2000: 25), Iñesta Mena y Pamies Bertrán (2002: 1, cap. 2), López Roig (2002: 35), Mellado
Blanco (2002, 2004b: 43-60), Wotjak (2004: 194), Montoro del Arco (2005b: 137), B. Wotjak (2005),
Burger (2007: 91-92)... (véase n. 43).
52. Se podrían aducir centenares de ejemplos. Son numerosísimas las locuciones con significado
motivado o que dejan entrever la forma como ha participado el sentido recto en la configuración del
sentido traslaticio (p.ej., las locuciones ambiguas); muchas podrían considerarse cuasiliterales, pues
algunos de sus componentes intervienen con su significado propio: ahogarse en un vaso de agua, vender
la piel del oso antes de cazarlo, no reparar en gastos, agachar la cabeza ‘humillarse, ceder sin protestar’,
alterar los nervios ‘poner muy nervioso a alguien’, alborotar el gallinero ‘alterar a un grupo de personas’,
abrir la boca ‘hablar’, bailar con la más fea ‘quedarse con la parte más difícil o desagradable de un
trabajo’, bajar la guardia ‘descuidar la vigilancia’, bailar al son que (alguien) (le) toca ‘adaptar la conducta
propia a las circunstancias’, besar el suelo ‘caerse al suelo boca abajo’, caer en gracia ‘agradar’, dar rienda
suelta, estar en la cuerda floja, dar un paso en falso, picar [el gusanillo de] la curiosidad, guardar las
distancias, perder de vista, hacer la vida imposible, amargar la existencia, llamar a las cosas por su nom-
bre, reír(le) las gracias, no decir ni pío, tener los ánimos por los suelos, no entender ni jota, faltar a la
verdad, echar en falta, refrescar la memoria, tomar por la calle de enmedio, andarse con rodeos, brillar por
su ausencia, echar a suertes, nadar en la abundancia, etc.
Las locuciones con somatismos son, en su mayoría, semiidiomáticas por el alto grado de motivación
y la presencia de un órgano del cuerpo que interviene con su significado recto: el somatismo constituye
una fuente de semiidiomaticidad (García-Page 2002a). Son varios los lingüistas que han destacado la
importancia de los somatismos en la formación de la imaginería que impregna la fraseología (Makkai
1993: 320, etc.).
53. Otros autores también parecen haber indicado el factor «subjetividad» (Häusermann 1977: 22,
Pilz 1981: 23, Feyaerts 1984: 41, Nuccorini 1990: 426 y 1999: 7, Geeraerts 1995: 51, Mellado Blanco
2004b: 48...).
Tampoco está exento de subjetividad el criterio de la motivación, que algunos autores (Smelev 1981:
60, Nordén 1994, Dobrovol’skij 1995: 53 y 2007: 790-797, Baránov y Dobrovol’skij 1998) han propuesto
como alternativa de la idiomaticidad por entender que es un rasgo semántico más fiable.
54. Levorato (1993: 104), por ejemplo, habla de «competencia figurativa» para la interpretación del
significado figurado; y de «competencia idiomática» (o «fraseológica»), Gréciano (1989: 423) o Mendí-
vil Giró (1998: 41). Véase también Telija et al. (1998: 57).
55. Por ejemplo, resulta curioso que algunos autores —la mayoría— (Wasow et al. 1984: 110-111,
Mel’èuk 1995: 218-219, Bennet 1997: 13-16, etc.) traten kick the bucket como un idiom con el nivel
máximo de inanalizabilidad, y otros (Nattinger y DeCarrico 1992) lo sitúen por debajo de by and large u
otros idioms (el diferente nivel se pone de manifiesto en la propia denominación que les asignan tales
autores: en tanto que a éste lo llaman idiom, a aquél lo consideran collocation, si bien no con el sentido
con que comúnmente se conoce la colocación, al que ya hemos aludido). La expresión spill the beans,
tratada inicialmente como un idiom genuino o de alto nivel no-composicional, ha pasado a constituir
en los años ochenta y noventa la más socorrida construción composicional y motivada (esp., Gibbs et
al., Glucksberg 1993 y 2001: 73-75, Cacciari y Glucksberg 1995, Geeraerts 1995, Van der Voort y Vonk
1995, McGinnis 2002, Dobrovol’skij 2007: 807-815...). En tanto Glucksberg (1993) describe kick the
bucket como composicional y opaco, Ruhl (1982) ni siquiera lo considera idiom, sino que el significado
idiomático del conjunto es una extensión metonímica de sus componentes. Asimismo, según Vietri
(1990b: 136-139), la expresión italiana sinónima de kick the bucket, tirare le cuoia, no admite variacio-
nes, mientras que, según Gross (1982: 144-149), la sinónima francesa, casser sa pipe, sí tolera ciertos
cambios (cfr. Mejri 1997c: 358, 1998d: 106, 2003: 29). Si bien, creemos que los cambios defendibles que
sugiere Gross son, prácticamente, los mismos que consiente la locución española estirar la pata, que no
son, a nuestro parecer, suficientemente relevantes, como el cambio flexivo del verbo (véanse, p.ej.,
Mendívil Giró 1990a y 1999: cap. 9 y passim, García-Page 1998c).
56. Algunos autores aventuran factores presuntamente objetivos. Zuluaga Ospina (1980: 129-131)
supone eminentemente idiomáticas las expresiones a) con elemento único (palabra idiomática), b) con
estructura agramatical, c) con significado literal bloqueado por la realidad extralingüística (mamar
gallo ‘burlarse’, hacer vaca), d) con elemento metalingüístico (más vale un toma que dos te daré, dar el

73
tate quieto), y e) las locuciones conjuntivas y prepositivas; y Ruiz Gurillo (1997d: 100) identifica como la
expresión idiomática prototípica la que se construye con una de las dos estructuras primeras determi-
nadas por Zuluaga o con ambas a la vez. También Salvador Liern (2000: 23), basándose en Cruse (2000:
67), señala que, entre los fenómenos contrarios a la composicionalidad, están la anomalía gramatical y
la palabra sin significado definido (dígase «idiomática»); igualmente, Wasow et al. (1984: 110, n. 8), aun
a favor de la posibilidad de analizar los idioms, creen que expresiones con anomalías, como No can do
y Long time no see, son semánticamente inanalizables, no descomponibles; Sabban (1998) supone que
la presencia de una palabra idiomática es fuente de idiomaticidad; y también López Roig (2002: 36),
quien tacha de «idiomática total» cualquier locución con palabra idiomática, como a tientas (a este tipo
de locución corresponde la clase de idiom descrita por autores como Gibbs 1993b: 62 como «anormal-
mente descomponible», esto es, literalmente no interpretable por presentar alguna suerte de anomalía
formal [véase también Botelho da Silva y Cutler 1993 y su estudio de los ill-formed idioms]). Entre
otros, Gaatone (1984: 77) defiende la relación mayor opacidad/mayor fijación.
Ahora bien, de afirmar que las locuciones con estructura anómala o palabra idiomática (incluso,
otras sin estas condiciones: ser todo oídos, comerse el mundo, ahogarse en una gota de agua, permanecer
en sus trece, beber los vientos por [alguien], matar el tiempo, etc. [= tipo c)]) no admiten más que la
lectura idiomática (Mena Martínez 2004: 506-507) no se infiere que sean las más opacas o ininteligi-
bles, y que por ello han de configurar el núcleo de la fraseología: algunas locuciones con palabra idio-
mática (como a sabiendas) o estructura anómala (como a campo traviesa) o de la clase de las conjunti-
vas y prepositivas (como a causa de) presentan cierta transparencia o algún grado de motivación —más
que otras locuciones faltas de tales características—, o son «menos idiomáticas», de modo que admiten
un nivel aceptable de analizabilidad semántica (para algunos autores, composicionalidad). Precisa-
mente, la locución citada por López Roig a tientas, si idiomática, no lo es «total». Ruiz Gurillo (1997d:
122, 2001c: 40 [también Montoro del Arco 2005b]) ubica en la cúspide fraseológica locuciones como
agua de borrajas y tomar las de Villadiego, porque, según la autora, contienen palabras idiomáticas o
anomalías gramaticales, y, por tanto, presentan un elevado grado de fijación y opacidad [en realidad, ni
contienen palabras idiomáticas ni son gramaticalmente anómalas, y, además, admiten alguna varia-
ción (agua de cerrajas, quedarse en agua de borrajas; tomar las calzas de Villadiego, tomar el portante, y no
son, al menos la primera, completamente oscuras]. Asimismo, la escala de centro y periferia que deter-
mina la autora nos parece algo arbitraria: por ejemplo, no es más centro agua de borrajas o tomar las de
Villadiego que dorar la píldora, echar raíces y caballo de batalla; ni es meramente fija la locución correr
mundo. En lo que estaríamos de acuerdo es en que la periferia lo componen las colocaciones (momento
crucial), los compuestos (reloj despertador) y los verbos soporte (hacer uso), si compartiéramos la con-
cepción ancha de la Fraseología que adopta la autora. También Echenique Elizondo (2003: 554) cree
que las locuciones con palabras idiomáticas, al ser completamente fijas e idiomáticas, no toleran nin-
gún grado de flexibilidad sintáctica, hasta el punto de suponer que ni siquiera «pueden ser desautoma-
tizadas por medio de permutaciones, inserciones, sustituciones u otras operaciones posibles en las
combinaciones libres». Es evidente que la postura es excesivamente extrema, pues locuciones con pala-
bras idiomáticas son también objeto de manipulación creativa. Valgan como ejemplo el siguiente verso
de Gloria Fuertes: (se jode) a troche y noche o el anuncio de televisores Thomson: sin thom ni son. Otra
cosa es que la autora quiera decir que no se consigue la actualización del sentido literal de la palabra
modificada o de la locución en su conjunto, lo cual es lógico al carecer aquélla de significado.
En una línea similar a la nuestra, Geeraerts (1989: 95) cree que algunas construcciones con morfe-
mas cranberry son también analizables.
Tampoco nos parece suficientemente fundamentada la hipótesis de Saunier (2000: 242), quien pien-
sa que son analizables prácticamente todos los idioms salvo los que contienen una metáfora o un
arcaísmo ininterpretable sincrónicamente. Basta con advertir la poca pertinencia de esta última consi-
deración, pues la salvedad de contener una metáfora es, precisamente, la generalidad. Asimismo, hay
locuciones arcaicas que son completamente analizables o, al menos, su significado no queda bloquea-
do por el vocablo arcaico (p.ej., de Dios en ayuso).
Con respecto a las dos últimas clases de locuciones indicadas por Zuluaga (factor e), no creemos que
pueda generalizarse la siguiente afirmación de Zamora Muñoz (1999b: 748), contraria a la de Zuluaga
Ospina (1980) (supra): «las locuciones prepositivas y conjuntivas [...] son probablemente las más fijas y
las más transparentes semánticamente» (cursiva nuestra), si bien es cierto que hay locuciones prepositi-
vas y conjuntivas prácticamente literales, como la citada a causa de o de manera que.
57. Véase también n. 42. Sobre la incidencia en la investigación fraseológica del estudio de Lakoff,
véase, entre otros, Burger (1999a: 198-201), y, además, n. 59. En Burger (2005: 23-28) el autor presenta
algunas reticencias al carácter universal de la teoría de Lakoff.
58. Suele criticarse que algunos autores (Casares Sánchez 1950, Katz y Postal 1963, Fraser 1970,
Katz 1973, Burger 1973: 31, Telija 1981: 84, Coulmas 1982: 19...) se conforman con indicar que tal o

74
cual locución tiene un significado figurado de bloque, no deducible de los significados individuales de
los componentes por carecer de autonomía, y no se aventuran en el análisis semántico. A este respecto,
Guy Denhière y Verstigel (1997: 144) afirman que está superada la creencia de hace más de 20 años
[ahora dirían «40 años»] de que los idioms no podían analizarse.
59. De acuerdo con la teoría de Lakoff y Johnson (1980), Gibbs et al. defienden que los modelos o
patrones metafóricos que comparten los humanos, del tipo más es arriba, bueno es arriba, la cabeza es
un contenedor, ira es acaloramiento, etc. (Pamies Bertrán e Iñesta Mena 2000, Pamies Bertrán 2001,
Iñesta Mena y Pamies Bertrán 2002: esp. cap. 3 y ss., y Pamies Bertrán y Potávova 2005: 263 hablan de
modelos icónicos y archimetáforas), permiten penetrar la semántica de las locuciones. Como hemos
apuntado en páginas anteriores, esta propuesta ha sido aplicada o seguida de un modo u otro por
numerosos autores (Casadei 1994: 64, 1995b: 277-279, MacArthur 2004: 284 y ss., y esp. 1996; y, en el
ámbito español, Luque Durán y Manjón Pozas 1998b; Mellado Blanco 1999a, 1999b; Cuenca Ordinya-
na e Hilferty 1999; Iñesta Mena 1999; Vila de la Cruz 1999; Cuenca Ordinyana 2000; Forment Fernán-
dez 2000b; Iñesta Mena y Pamies Bertrán 2001 y 2002; etc.).
No obstante, la hipótesis de la metáfora conceptual de Gibbs et al. ha recibido también críticas,
generalmente por otorgarle a la metáfora un alto poder explicativo en la interpretación de las expresio-
nes idiomáticas y no tener apenas en cuenta otros factores, como el contexto (Stock et al. 1993: 232;
Cacciari y Glucksberg 1995: 52-53; etc.).
También Gibbs et al. (asimismo, otros autores de tendencias diversas, como Norrick 1980, Häcki
Buhofer 1989 y 1994, Glucksberg 1993: 7, Cacciari 1989 y 1993: 37-39, Levorato 1993: 125, Ïurèo 1994,
Sancho Cremades 1999: 57-80, esp. 79-80, Mokienko 2000a, Mellado Blanco 2005...) han señalado que
los significados individuales de los componentes de la locución o el significado literal del conjunto
contribuyen en el significado idiomático de la locución (motivación) —o, dicho de otro modo, que su
estructura semántica regular facilita su analizabilidad—, y, en virtud de ello, puedan establecerse rela-
ciones semánticas. Esta visión de las locuciones se opone a la que mantienen autores como Èermak
(1988: 43), quien llega a creer que los componentes de las locuciones no tienen estatus de palabra; o
Flores d’Arcais (1993: 80) al señalar que «La mayoría de los idioms opacos son fósiles en los que el
significado literal no es más que una curiosidad filológica» [traducción nuestra]).
La organización semántica interna de la locución que implica dicha hipótesis favorece, asimismo, la
analizabilidad sintáctica, la flexibilidad de las locuciones. La posibilidad de practicar un análisis com-
posicional a las locuciones supuestamente opacas y de que éstas a veces presenten comportamientos
similares a las cadenas libres ha sido observada por muy diversos autores, como, además de los arriba
citados (véanse n. 38 y 42), Swinney y Cutler (1979), Estill y Kemper (1982), Ruwet (1983), Wasow et al.
(1984: 114), Dobrovol’skij (1988, 1995, 1997b, 1999a, 1999c, 1999d, 2001, 2003), Cacciari y Tabossi
(1988), Geeraerts (1989, 1995: 59), Barkema (1989, 1994b, 1996b), Cacciari y Glucksberg (1991), Pul-
man (1993), Fellbaum (1993), Nunberg et al. (1994), Baránov y Dobrovol’skij (1996), Bennet (1997: 12),
Martin (1997: 292-293), Langlotz (2001: 290-300, 2006a, 2006b), Álvarez de la Granja (2002c)...
El grado de dependencia del aspecto sintáctico de la fijación/variación respecto del aspecto semán-
tico de la idiomaticidad/no idiomaticidad se observa en consideraciones como la de Dardano (2001:
199), que afirma que la opacidad obstaculiza la variación; o la de Bennet (2001: 12), que piensa que los
grados de fijación dependen del grado de composicionalidad; o la de Wasow et al. (1984: 108) o Mellado
Blanco (2005: 89), que indican que las variaciones advierten del carácter descomponible de la locución
o que son predecibles de las propiedades semánticas; o la de Casadei (1996: 89-90) o Mellado Blanco
(2004b: 159), que interpretan la formación de variantes léxicas por sustitución como una prueba de la
divisibilidad semántica, de la fijación no total. Anteriormente, Bugarski (1968: 239; también Kooij
1968: 254), entre otros, había observado que la idiomaticidad está en relación inversamente proporcio-
nal al potencial gramatical (o mayor o menor grado de fijación); y Newmeyer (1972) había achacado la
impracticabilidad de la pasiva en kick the bucket al significado intransitivo de su paráfrasis léxica (= to
die) ‘morir’. En Gaatone (1984: 77), la dependencia puede ser a la inversa: «... il existe un lien étroit entre
le degré de figement et l’opacité sémantique. Plus une expression serait transparente, plus elle serait
figée et viceversa».
Ahora bien, como hemos indicado anteriormente al comentar el carácter subjetivo de la compren-
sión de las locuciones opacas u oscuras, en la interpretación de las locuciones no intervienen sólo la
organización semántica interna o los esquemas metafóricos, sino también otros factores de orden fun-
damentalmente pragmático o extralingüístico (conocimiento enciclopédico, familiaridad, edad de la
locución, etc.), discursivo (contexto, etc.) y semántico (tropología). Son muchos los autores que han
apuntado estos aspectos u otros parecidos: Bobrow y Bell (1973), Broderick (1975), Ortony et al. (1978),
Nunberg (1978), Swinney y Cutler (1979), Cutler (1982), Estill y Kemper (1982), Glass (1983), Tristá
Pérez (1983a, 1983b), Feyaerts (1984: 41), Schweigert (1986, 1989), Reagan (1987), Schraw (1988),
Schweigert y Moates (1988), Cacciari y Tabossi (1988), Tabossi y Cacciari (1988), Cacciari (1989), Nuc-

75
corini (1990, 1999), Cacciari y Glucksberg (1991), Levorato y Cacciari (1992), Colombo (1993: 172,
183-184), Levorato (1993: 108), Cacciari y Tabossi (1993), Titone y Connine (1994), McGlone et al.
(1994), Nordén (1994), Casadei (1995b), Geeraerts (1995: 51-59), Tabossi y Zardon (1995), Dobrovol’skij
(1995, 1997b, 2001), Baránov y Dobrovol’skij (1996, 1998), Dobrovol’skij y Piirainen (1997, 1998, 2005,
2007), Guy Denhière y Verstigel (1997: 144), Martin (1997: 297-299), Luque Durán y Romanova (1998:
227-230), Forment Fernández (1999: 63-68, 87-88), Salvador Liern (2000: 25), Cuenca Ordinyana (2000:
40), Langlotz (2001: 291-300), Moreno Fernández (2003: 556 y ss.), Piirainen (2007: 212-217)...
Martin (1997: 300) llega a afirmar que la no-composicionalidad no existe históricamente; sólo existe
en la actualidad porque se ha perdido la motivación o se desconoce. Como ya hemos comentado, en
diversos trabajos, como algunos de los incluidos en las colectivas de Cacciari y Tabossi (eds.) (1993) y
Everaert et al. (eds.) (1995), al tratar el procesamiento de los idioms según su significado literal o
figurado, se llega a poner en duda la existencia de locuciones completamente no-composicionales.
60. Creemos que, en virtud de cierta restricción léxica, el sintagma banco de peces puede describirse
como una colocación, conforme al análisis de Alonso Ramos (1993), Corpas Pastor (1996b: 74), Ruiz
Gurillo (1997d), Castillo Carballo (1998b) o Koike (2000c), aunque otros estudiosos, como Piera Gil y
Varela Ortega (1999: 4.413), lo tratan como compuesto en razón de su composicionalidad parcial.
61. Esta concepción (carácter de institución social, pertenencia al acervo colectivo, unidad memori-
zada, etc.) es la aceptada, en mayor o menor medida, entre otros, por Fernando (1978: 335-336, 1996:
esp. 66-69), Bogulawski (1979), Fernando y Flavell (1981: esp. 44), Pawley y Syder (1983: esp. 209),
Bauer (1983: 48 y passim), Cowie (1985a), Gates (1985), Gläser (1986b), Alexandrova y Ter Minasova
(1987), Lipka (1992), Nunberg et al. (1994: 492-494), Barkema (1996a: 135), Howarth (1996: 36-38),
Corpas Pastor (1996b: 21-23), Moon (1998b), Fischer (1998), Baránov y Dobrovol’skij (1998: 29), Zulua-
ga Ospina (1998: 17, 2001: 51)... Schapira (1999: 7) alude a esta característica con el término usage.
Sobre la denominación, véase, por ejemplo, Tschichold (2000: 25-34).
Autores como Fernando (1996: 68) y Moon (1998b: 7) apuntan la frecuencia de empleo como una
señal de su naturaleza institucionalizada: la frecuencia permitirá medir el grado de generalización o
institucionalización (adviértase que esta característica puede conducir a errores interpretativos al tener
que describir como locuciones meras combinaciones libres de alto índice de frecuencia: comprar pan,
conducir deprisa, lavarse los dientes, poner la lavadora...).
Por otro lado, que la expresión se considere parte del vocabulario o «lexicón» de la comunidad no
quiere decir necesariamente que tenga el estatuto de unidad lexicográfica (recuérdese lo dicho en n. 2
acerca del término listema). La entrada en el diccionario es, muchas veces, posterior al hecho de que
constituyan ya unidades del acervo colectivo: ligar bronce, lucir el palmito, chupar rueda, etc., se entien-
den como formaciones fraseológicas más o menos recientes (§ 2.5.10.2.). Por ejemplo, Seco Reymundo
(2006: 42-43) se propone incluir en su Diccionario fraseológico expresiones no acuñadas como fraseoló-
gicas que han llegado a adoptar un significado figurado y un uso fraseológico, como los compuestos
fuegos artificiales, que denota aquello que es ‘llamativo y de gran apariencia, pero en realidad falso y
efímero’, y fumata blanca, que se emplea para el ‘anuncio del resultado positivo de una negociación o
deliberación’; y Castillo Carballo (2000c) da cuenta de una serie de locuciones verbales de reciente
creación, supuestamente «neológicas», no recogidas en el DRAE.
62. Asimismo, las creaciones de impronta fraseológica novedosa (Sablayrolles 1997 y González Calvo
2004: 89 y 2007 utilizan el término neológica; en algunos trabajos de fraseología, fundamentalmente
alemana y rusa, se habla de fraseologismo ocasional), debidas a una voluntad de juego, a motivaciones
semántico-discursivas, a meros lapsus, no engrosarán nunca el inventario de unidades del código fraseo-
lógico mientras no se generalicen, mientras no reciban el espaldarazo de la comunidad, mientras no sean
institucionalizadas. Phal (1964) subraya el carácter efímero de estas formaciones (en el lenguaje de la
especialidad), y Heinz (1997: 221) señala la posibilidad de que se lexicalicen mediante la repetición.
No creemos que estos productos novedosos de índole individual o, en el mejor de los casos, de uso
colectivo muy restringido puedan considerarse locuciones (o idioms), a pesar de que autores como Hockett
(1958: 305) abogen por la existencia de idioms privados o particulares (véase también Fernando 1996: 66).
Entre otros mecanismos, hay esquemas que actúan como moldes para la creación de nuevas locu-
ciones (p.ej., «a todo + N», para expresar ‘suma rapidez’). Ya hemos indicado el caso de «en un + N» (en
un instante) que Casares aduce para ilustrar la formación de nuevas locuciones; Skytte (1988) supone
que a forza di sirve como base de formación de a norma di; también Ruiz Gurillo (1995b, 1997d: 118,
1999) estudia la productivad fraseológica basándose en esquemas sintagmáticos prepositivos (a golpes,
a gritos, etc., serían creaciones analógicas), y sostiene la idea de que estructuras irregulares se convier-
ten en modelos regulares de formación; Mellado Blanco (2004b: 130-152) destaca la comparativa y la
pareja (el binomio) como modelos semántico-estructurales productivos (adviértase, no obstante, que el
concepto de «modelo semántico-estructural» [konstruktionsgerüste, Fix 1976: 41-42] no coincide exac-
tamente con el de «esquema» sintáctico de Casares o Ruiz Gurillo) y Schapira (1999: 43-44), la compa-

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rativa, además del sintagma intensivo «N de N»; Fillmore et al. (1988) se centran en la estructura let
alone (véase también Everaert et al. 1995: 4); Jackendoff (1997: 179), en la forma adverbial day by day, y
Burger (2005: 19), en Glas um Glas; Gülich y Krafft (1997: 245), en la fórmula «A es A». En nuestra
opinión, de este esquema o de los anteriores no siempre resultan genuinas locuciones; así, Oncins
Martínez 2004: 308 cita un ejemplo de manipulación creativa en Shakespeare (el personaje Touchstone
construye el dístico scrip and scrippage sobre bag and baggage): la motivación contextual en la creación
de la nueva expresión es incuestionable, pero no lo sería el que se tomara el binomio «A y B» como un
esquema de formación fraseológica, aunque se trate, en efecto, de una pauta que han adoptado nume-
rosas locuciones ya cristalizadas). Para Larreta Zulategui (1998b: 185), este fenómeno guarda relación
con la formación de sinónimos o cuasisónimos con estructura «V + CD»: partirse la cabeza, dejarse los
ojos, dejarse la piel, quemarse las pestañas, dejarse los pulmones.
Por ese carácter productivo, los modelos estructurales han sido relegados a un segundo plano por
algunos autores (Èernyševa 1975: 209-210, Häusermann 1977: 73) al suponer que no se acomodan a la
concepción monolítica del fraseologismo, como unidad formalmente fija, estable e intocable, de fiso-
nomía única e irrepetible.
63. Por ejemplo, Larreta Zulategui (1998a: 461, 1998b: 53-57). Por el contrario, lexicalización e
institucionalización, aunque vinculadas, suelen responder a nociones distintas; por ejemplo, Moon
(1998b: 36) subordina la institucionalización a la lexicalización, en el sentido de que supone que es
precisa la lexicalización para que una cadena de palabras pueda institucionalizarse.
Como hemos visto antes, también en algunos estudios lexicalización equivale a fijación (véase § 2.5.2,
esp. n. 34 y 36).
64. Èernyševa (1981a: 30-34) habla de función nominativa secundaria, en oposición a la función nomi-
nativa primaria o directa que desempeñan las piezas léxicas individuales de la técnica libre. Vinogradov
hablaba de nominación derivada, tal como señala Telija (1975: 411), quien prefiere el término nominación
indirecta (también Gak 1981: 66). Esta característica ha sido defendida también por otros autores, como
Mejri (1997c: 63), Larreta Zulategui (1998b: 61-64) o Wotjak (2004: 192). Cfr. Corbin (1997: 54).
El valor nominativo de las locuciones está estrechamente relacionado con la hipótesis de la equivalen-
cia léxica. Bally (1909: 69, 75-77) es uno de los más acérrimos defensores de la supuesta equivalencia
léxica de la locución, hasta el punto de considerar ésta como unidad lexicológica, igual que la palabra.
Esta idea ha sido mantenida durante décadas por numerosos lingüistas (p.ej., Dimitrescu 1957: 272,
Bierbach 1990: 456, Blasco Mateo 2005: 202; o, en oposición a la paremia, Conca i Martínez 2000: 57-58,
Mel’èuk 2007:120); sin embargo, más recientemenete, algunos estudiosos (p.ej., MacArthur 2004: 280-
281, González Ruiz 2004: 184) niegan el paralelismo semántico (también sintáctico) entre la locución y su
paráfrasis (o sustituto) léxica, considerando que la locución comporta mayor riqueza informativa o se-
mántica, aunque otros autores, como Tristá Pérez (1988: 13), se limitan a señalar que la equivalencia no se
cumple en la mayoría de los casos. También Gibbs (1993b: 72-74, 1995: 108) subraya que la locución
(idiom) incorpora determinados contenidos provenientes de la metáfora que la sustenta, lo que le sirve de
argumento para probar que las locuciones no son metáforas muertas. Por lo tanto, la locución siempre
expresa algo más que un significado. A esta mayor complejidad semántica de la locución también se
refieren, entre otros, Kühn (1985: 43-44), Koller (1985: 32) y Cacciari (1993). Así, para Cacciari (1993: 42;
y Cacciari y Glucksberg 1995: 51-52), kick the bucket no significaría meramente ‘morir’, sino ‘morir de una
manera determinada’. Stock et al. (1993: 233) sostienen que el idiom consigue una especialización semán-
tica (significado abstracto) que no puede obtener la palabra simple. Para López Roig (2002: 43-48), no
sólo la locución comporta mayor expresividad (función inherente fraseológica), sino también otros valo-
res, que corresponden a las funciones, también inherentes, connotativa (nociones culturales, diastráticas,
diatópicas...), icónica (motivación del significado literal en las locuciones ambiguas) y lúdico-pragmática
(evocación de la imagen). A la función nominativa se asocian la mayor plasticidad y expresividad, el
potencial connotativo y comunicativo, etc., que se suelen señalar como rasgos de las locuciones: Fleischer
(1976a, 1976b, 1981a, 1982, 1992a), Gak (1981), Èernyševa (1984, 1985), Sternkopf (1992b), Tossavainen
(1992), Munske (1993), Burger (2007: 105-107). Fleischer (1982: 167) llega a distinguir tres tipos de
funciones nominativas. Pero el propio Fleischer o Tossavainen reconocen que no es una función privativa
de las locuciones, pues los compuestos, por ejemplo, también desempeñan esa función.
Por su parte, Luque Durán y Manjón Pozas (1998b: 141-142) intentan establecer una serie de dife-
rencias entre la estructura léxica y la estructura fraseológica, entre las que podría constar dicho aspecto
semántico.
Casadei (1995a: 26 y passim) y Gaatone (1997a: 173; cfr. 194: 71-76) critican el reduccionismo que
representa la hipótesis de la equivalencia léxica y reivindican la vertiente sintáctica en el estudio de las
locuciones.
65. Sobre los aspectos léxicos del refrán, véanse Combet (1971), Lázaro Carreter (1979) y García-
Page (1993b, 1997c), entre otros.

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66. No deja de resultar bastante arbitrario tomar el rasgo sintáctico de la estructura oracional como
un apriori negativo para enviar alegremente al saco sin fondo de la paremiología a numerosas construc-
ciones de dudosa ortodoxia paremiológica. De hecho, ese saco ha ido engordando sobre todo en los
últimos decenios con expresiones llamadas artificiosamente paremias que no tienen mucho que ver con
el refrán genuino, como Los años no pasan en balde, La vida da muchas vueltas, El mundo es un pañuelo,
Sobre gustos no hay nada escrito, Todo llega con el tiempo, El tiempo todo lo cura, Nadie es perfecto, El que
vale vale o A nadie le amarga un dulce.
Por otro lado, está la tendencia actual, paralela a aquélla, a desterrar de la fraseología y a obligar a
vivir exiliadas entre las fórmulas pragmáticas las locuciones exclamativas o interjectivas, reconocidas
históricamente, además de muchos timos, sin que, más allá del mismo argumento del apriori negativo
indicado, se justifique suficientemente por qué se les niega el estatuto de locución o modismo; tal es el
caso de expresiones como El tiempo lo dirá, Tal día hizo un año, Todo se andará, Tengamos la fiesta en paz
o Se acabó lo que se daba.
67. Adviértase que Anscombre (2001: 45) mantiene una postura radicalmente distinta a la visión que
estamos ofreciendo. El autor opone diametralmente expresión fija (= locuciones) y refrán, hasta el
punto de negar a éste el rango de expresión fija: «Las paremias no son expresiones fijas, ya que no
comparten ninguno de los rasgos que se suelen atribuir a éstas» (n. 18 y 21).
68. Ahora bien, acabarían viéndose enseguida los flecos de un corte longitudinal no enteramente
limpio: hay expresiones con estructura oracional que carecen de valor sentencioso o que no son síntesis
de un hecho de la experiencia. Cabría, entonces, preguntarse qué son, ya que queda descartado el
refrán. En estos casos los estudiosos se han adelantado al dictamen con tal de escatimar el estatus de
locución a dichas expresiones y han previsto otros etiquetados: lugar común, frase proverbial, enuncia-
do de valor específico, etc. Insistimos: no conseguimos ver por qué a una locución le está vetada la
posibilidad de conformarse con la estructura sintáctica de una oración. Y el caso es que esas expresio-
nes a las que nos referimos, tratándolas como locuciones oracionales (Juntarse el hambre con las ganas
de comer, Andar el diablo suelto, Cocerse los pájaros, Ir la procesión por dentro, Volver las aguas a su
cauce, Armarse la de Dios, Llover sobre mojado, Haber sus más y sus menos, No estar el horno para bollos,
Despuntar el día, Trocarse las manos, Quedar tela que cortar, Haber cuerda para rato, No quedar espada
inhiesta...), pueden configurarse también como partes de oraciones más amplias: «Cuando se junta el
hambre con las ganas de comer, la situación es insostenible», «Como el diablo anda suelto, mejor será no
arriesgarte», «Con este calor, aquí se asan hasta los pájaros», «Verás cómo, tan pronto como se resuelva
el problema, las aguas vuelven a su cauce», etc.
69. Álvarez de la Granja (2002c: esp. cap. 3) sostiene que la estructura regular de muchas locuciones
verbales se debe a la copia o reproducción de la estructura de los sintagmas verbales libres.
Sin embargo, aunque pueda detectarse cierta regularidad en la estructura o en el comportamiento
de las locuciones (para unos autores, más y, para otros autores, menos), no creemos que pueda soste-
nerse fácilmente la idea de que las locuciones son estructuras completamente regulares, como los com-
puestos, «procedimientos neológicos» o «formaciones léxicas que en todo siguen los esquemas habi-
tuales de la sintaxis libre», como sostiene Pérez Vigaray (2001: 258).
70. Las locuciones oracionales (esp., fórmulas [locuciones interjectivas o exclamativas], citas y luga-
res comunes) son tal vez las más reacias a los cambios flexivos, como se observa en expresiones como
No hay tutía, Sobre gustos no hay nada escrito, Tal día hizo un año, Pata es la traviesa, Las uvas están
verdes, Cada cual aguante su vela, ¡Allá que te va!, ¡Faltaría más!, ¡Agua va!, ¡Viva la Pepa!, Va que chuta,
¡A ti te quería ver!, ¡Nos ha molado/merengado/tocado!, ¡Tengamos la fiesta en paz!, ¡Hasta aquí podíamos
llegar!, ¡Tócate las narices!, ¡Manda huevos!, ¡Dónde va a parar!, ¡Estaría bueno!... A veces, algunas
locuciones oracionales admiten una ligera variación temporal o aspectual: Si te vi/he visto no me acuer-
do, No faltaba/faltaría más, Me las vas a pagar/pagarás (esta última variante generalmente con el adver-
bio ya encabezando la expresión: Ya me las pagarás; cfr. *Ya me las vas a pagar), etc.; y otras tienden a
fijarse en una única forma, sin que sea preceptiva: No caerá esa breva, No llegará la sangre al río, etc.
Adviértase, no obstante, que los predicados verbales pueden sufrir cambios flexivos en determinados
contextos sintácticos, como cuando los enunciados funcionan como complemento proposicional de un
verbo de pensamiento o creencia o de decir: No creo que llegue la sangre al río (en tal contexto es posible
también el cambio de orden, en contra de la restricción general: No creo que la sangre llegue al río).
71. Adviértase los siguientes contrastes: deponer las armas (lit.)/una actitud (fig.), esgrimir una espa-
da (lit.)/un argumento (fig.), cosechar la fruta, el trigo (lit.)/triunfos (fig.), etc.
Como se ha advertido en distintos lugares (esp. § 2.5.3.), la idiomaticidad es un criterio no rigurosamente
objetivo. A pesar de la figuración o imagen que describen algunas construcciones (como encapotarse el
cielo), los diccionarios, por ejemplo, las registran sin la marca de fig., esto es, con significado recto o literal.
72. Entre los defensores de la propuesta de autonomía suelen señalarse los nombres de Eckert (1976),
Èernyševa (1981), Janko y Trinckaja (1981), Fleischer (1982: 15-16), Kótova (1998: 251), Kurchátkina

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(2000: 108), entre otros. En Pilz (1981) se recogen las opiniones de diversos autores (Kunin, Eismann,
Mauer, Eckert, Nagy, Isaèenko, Èernyševa, etc.) a favor de la autonomía de la Fraseología, frente a, por
ejemplo, Allén (1976) o Burger et al. (2007: 18), que la consideran gregaria de la Lexicología, o Buridant
(1989: 131, n. 12), quien vacila entre su adscripción a la Lexicología o la Sintaxis (asimismo, Ruiz Gurillo
1997d: 34-37, Corpas Pastor 2000a: 107, n. 1 o Mena Martínez 2002: 8-11). La abundancia de investigacio-
nes fraseológicas soviéticas y la disparidad y especificidad de los temas de estudio fraseológicos aconseja-
ban proclamar su independencia. Como era de esperar de una ciencia reciente, los primeros estudios se
centraban, sobre todo, en la delimitación del campo de estudio —que abocará frecuentemente a la decla-
ración de distintas concepciones de la Fraseología—, en la identificación de las unidades que han de
someterse a examen mediante la búsqueda de las características formales y semánticas distintivas, en la
descripción de los aspectos culturales y sociales como reflejo de la idiosincrasia del pueblo, etc. Posterior-
mente, interesarán más los aspectos lexicográficos, textuales, pragmáticos, didácticos, cognitivos...
En la actualidad más reciente, existen opiniones encontradas, como, limitándonos al ámbito espa-
ñol, la de Corpas Pastor (1996b: 15-16), Martínez Sánchez (1998: 83), González Calvo (2004: 81, 83) o
Pérez Vigaray y Batista Rodríguez (2005: 88), a favor de su adscripción a la Lexicología, y la de García
Benito (2004: 229, 231), González Rey (2004: esp. 114-115) o Zamora Muñoz (2005: 65), a favor de su
autonomía. También Corpas Pastor (2001a: 25) o Mena Martínez (2002: 11) parecen optar por esta
última solución. Véase también Conca i Martínez (2005: 76).
73. Gläser (1986a, 1986b: esp. 110-115, 1998) es uno de los defensores acérrimos de la función estilís-
tica —más específicamente, expresiva— que desempeñan las unidades fraseológicas (cfr. Sandig 2007).
No debe olvidarse que es en su Tratado de estilística (1909) donde Bally expone su teoría sobre la
fraseología. Su influjo pudo notarse en el primer período de la investigación fraseológica en la Unión
Soviética (véase n. 78).
74. Sin embargo, como ya quedó dicho, Casares Sánchez (1950) separó apropiadamente los refra-
nes y las locuciones, la Paremiología y la Fraseología. Otros estudiosos han seguido dicha propuesta.
75. Burger (1973: 61) y Burger et al. (1982: 1), Pilz (1978: 165; 1981: 47), Häusermann (1977: VII),
Sabitova (1977: 112), Thun (1978: 98), Fleischer (1982: 10-11), etc.
Ruiz Gurillo (1997d: 20) es, en este punto, tajante: «Puede afirmarse, sin temor al error, que Ch.
Bally es el fundador de la fraseología». Wotjak (2004: 186) señala que «Los primeros escritos fraseoló-
gicos, al igual que el propio término, datan de principios del siglo XX (cf. Bally 1905, 1950)». Para Tristá
Pérez (1988: 8), es Bally quien da a la fraseología entidad como disciplina: «él instituye la fraseología
como disciplina dentro de la lexicología [...]». Véase, igualmente, González Rey (2002b: 22).
Junto al reconocimiento general de Vinogradov, Iñesta Mena y Pamies Bertrán (2002: 12-13) remon-
tan los orígenes al siglo XVIII, especialmente con el ruso Lomonósov, y al XIX, con Busláev, Potebnia y
otros, hasta H. Paul; precisamente Zuluaga Ospina (1980: 32-37) señala a Paul (1880) como posible
precursor, seguido de M. Bréal (1897) y G. von der Gabelentz (1901); Èermak (1998a: 5) reivindica el
lugar destacado que merece De Saussure en la concepción de la moderna fraseología; Gréciano (1997a:
179) también rescata a Tesnière, junto a Bally.
A propósito de estas propuestas que pretenden restar primacía a Bally, resulta lógico pensar que los
gramáticos del siglo XIX, incluso de siglos anteriores —y, por tanto, anteriores a Bally—, repararan en la
existencia de locuciones y otras unidades fijas en la lengua. Lo que se trata aquí es determinar, si es posible,
quién asienta las bases o proyecta la primera formulación teórica. Sin duda, en Bally se gesta una teoría —si
se quiere, sui géneris— de la fraseología, con una descripción de sus unidades y una clasificación.
76. Véase lo dicho en la nota anterior. No son, en absoluto, nada despreciables las atinadas, aunque
dispersas, reflexiones de Paul sobre las expresiones fijas, como las siguientes, que apuntan al sentido
unitario o idiomático de la locución (Paul 1880: 330 y 103, apud Zuluaga Ospina 1980: 32-33):
Der Anfang zur Isolierung wird gewöhnlich damit gemacht, dass das syntaktische Gefüge einen
Bedeutungsinhalt enthält, der sich nicht mehr genau mit demjenigen deckt, det durch die Zusammen-
fügung der einzelnen Elemente gewonnen wird [...].
So gibt es z. B. eine Menge Verbindungen mit Hand, bei denen wir die eigentliche Bedeutung dieses
Wortes nicht mehr denken, ausser wenn unsere Aufmerksamkeit ausdrücklich darauf gelenkt wird [...]
Man kann nicht sagen, dass hier eigentümliche Bedeutungen des einzelnen Wortes Hand entwickelt
sind, vielmehr ist die Verdunkelung der Grundbedeutung erst innerhalb der betreffenden Verbidungen
eingetretern.
77. Precisamente, en torno a su figura, los primeros analistas de la fraseología rusa (años setenta y
ochenta del siglo pasado) determinan tres etapas: la primera (hasta 1946), dominada por la estilística,
con Bally, hasta la aparición de la obra de Vinogradov (Militz 1972: 97, Burger 1973: 61, Èernyševa
1975: 199-200); la segunda (hasta los años setenta), gobernada por el magisterio de Vinogradov y segui-
dores (Militz 1972: 97, Burger 1973: 62, Häusermann 1977: 11, Thun 1978: 106-107...); la tercera, a

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partir de 1970. Además de los citados, véanse más referencias en Burger et al. (1982: 1), Fix (1974: 22),
Sabitova (1977: 113), Pilz (1978: 442), Fleischer (1982: 10), Higi-Wydler (1989: 7)...
No sólo a Bally; Vinogradov tuvo también en cuenta el estudio de Casares para establecer su clasifi-
cación de las unidades fraseológicas. Dicha clasificación fue desde muy pronto conocida en Europa
gracias al estudio de Isaèenko (1948), así como a los autores eslavos y alemanes afincados en Rusia o
que trabajaban en instituciones rusas (véase Larreta Zulategui 1998b: 17, n.13). La teoría de Vinogra-
dov también arraigó en Cuba.
Gracias a los auspicios de la Xunta de Galicia, han aparecido, en versión gallega, dos trabajos de
Mokienko (2000a, 2000b) sobre las fraseologías rusa y eslava, con abundante bibliografía.
78. Véanse, sobre todo, Katz y Postal (1963), Weinreich (1966), Chafe (1968), Fraser (1970), Fraser
y Ross (1970), Ross (1970), Browne (1971), Mittwoch (1971), McCawley (1971), Newmeyer (1972,
1974), Katz (1973), Fernando (1978), Rose (1978), Nunberg (1978)... Después, en los ochenta, Fernan-
do y Flavell (1981), Ruwet (1983), Fillmore et al. (1988), etc. (cfr. Kuiper 2007).
Aparte, deben citarse dos tempranos trabajos, Roberts (1944) y Hockett (1958), entre otros, no rela-
cionados con la teoría generativa. Igualmente, ha de considerarse la investigación, dentro de la lingüís-
tica estratificacional, de Makkai (1969, 1970a, 1970b, 1975, 1978, 1987...).
79. Es evidente que la nómina de autores y obras que podrían citarse en cada uno de los periodos
que distinguimos es prácticamente ilimitada. Hemos indicado selectivamente títulos en virtud de su
mayor popularidad, divulgación, transcendencia, accesibilidad, etc.
80. A estos y otros nombres que no citamos, deben sumarse las numerosas colaboraciones presenta-
das en congresos y publicadas en sus actas, a algunas de las cuales haremos referencia en seguida, así
como a los trabajos de ámbito hispánico.
81. Publicados, respectivamente, por Matešiæ (ed.) (1983), Di Stefano y McGillivray (eds.) (1984),
Burger y Zett (eds.) (1987), Körhonen (ed.) (1987), Gréciano (ed.) (1989), Palm (ed.) (1991), Chols-
ta et al. (eds.) (1994), Sandig (ed.) (1994), Everaert et al. (eds.) (1992), Cowie (ed.) (1998), Baur y
Cholsta (eds.) (1995), Martins-Baltar (ed.) (1995 y 1997)/Fiala et al. (1997), Eismann (ed.) (1998),
Hartmann (ed.) (1998), Ter-Minesova et al. (eds.) (1998), Ïurèo (ed.) (1998), Ø, Tollis (ed.) (2001),
Baur et al. (eds.) (1999), Hartamann y Wirrer (eds.) (2002)...
La actividad congresual se sucede frenéticamente en los años 2000: la asociación Europhras [E]
celebra tres conferencias generales —Aske (2000) [Palm Meister (ed.) 2004], Loccum (2002) [Földes y
Wirrer (eds.) 2004] y Basilea (2004) [Häcki Buhofer y Burger (eds.) 2006 y 2007] (la cuarta está prevista
en Helsinki, 13-16 de agosto de 2008 [Körhonen (ed.)])— y sus congresos de Eslovenia (2005) [Krišnik
y Eismann (eds.) 2007] y Vezprém (2006) [Földes (ed.)]; en Roma (2001) tiene lugar el 4.º Internacional
Symposium on Phraseology [IS] (Nuccorini ed. 2001 y 2002); el grupo Westfalia [W] organiza otros
congresos —Münster (2001) [Piirainen y Piirainen (eds.) 2002]...—; Polonia es sede de varios coloquios
—«Neue Phraseologie in einem neuen Europa» (Stettin, 2001) y «Ohne Sprachen wäre Europa ein
leerer Begriff. Deutsch -eine Sprachenbrücke im vereinten Europa» (Wroclaw, 2006)—; en Suiza (Asco-
na, 17-22 de junio de 2001) organiza otro congreso Burger et al. (eds.) (2003); la Universidad Herzen de
San Petesburgo prepara una serie de seminarios de «Problemas de fraseología idioétnica» (2001, 2003,
2005, 2007); Mejri (ed.) (1998, 2004) edita las actas de los primeros y terceros Rencontres linguistiques
méditerranéennes (Túnez, 1998 y 2003) que tratan sobre la fijación y la Fraseología; en Lovaina la
Nueva se celebra el congreso Phraseology 2005 cuyas actas se publican en 3 vols. y editoriales distintas:
Bolly et al. (eds.) (2005), Meunier y Granger (eds.) (2008) y Granger y Meunier (eds.) (2008); en la
Universidad de Joensuu (Finlandia), en 2006, tiene lugar la First Conference on Syntactic Freezes «Collo-
cations and Idioms» (Nenoneu y Niemi eds. 2007). Sobre paremiología, se han celebrado varios congre-
sos —como el ocurrido en Módica en 1995 (Trovato ed. 1999) o en Roma en 2008 (Univ. di Sapienza,
12-15 de marzo de 2008): «Paremiología: classificazione, traduzione e tecnologie informatiche». Ade-
más, se han organizado otros coloquios centrados más en la relación de la Fraseología con otras disci-
plinas o áreas de conocimiento (formación de palabras, traducción, terminología, etc.), como los de
Berlín (1990) y Turku (1991) publicados por Körhonen (ed. 1992a, 1992b), el celebrado en Ginebra (2-
4 de octubre de 1991): «Phraseologie et terminologie en traduction et en interprétation», o el de Ephras
(Maribor, Eslovenia, 21-23 de septiembre de 2006). La Universidad de Tréveris (28-29 de noviembre de
2008), a cargo de N. Filatkina, prepara el congreso sobre «Construction, manifestation et dynamique de
la phraséologie en texte et image. Perspectives historiques et technologiques modernes».
Igualmente, deben considerarse los congresos de fraseología españoles, que se citan después (§ 2.8.).
Conviene también consultar las actas de los congresos celebrados por la European Association for
Lexicography (Euralex), pues incluyen, sobre todo a partir del de 1994, trabajos de diverso alcance al
crearse ex professo una sección para la fraseología. La 25th International Conference on Lexis and Gram-
mar (Palermo, Università degli Studi di Palermo, Facultà di Scienze della Formazione Viale delle Scien-
ze, 6 de septiembre de 2006) dedica una sección monográfica a la Fraseología.

80
Algunas referencias de estos congresos puede consultarse en Ruiz Gurillo (1997d: 31-32) y Corpas
Pastor (1998b: 159-160; 2001a: 21-23; ed. 2003: cap. 1). Para la investigación alemana, véase, por ejem-
plo, aunque incompleto, Zurdo Ruiz-Ayúcar (2005).
82. Similar observación hace Lurati (1993: 463) para la fraseología italiana (cfr. Quiroga Munguía
2006, Nuccorini 2007).
83. Los trabajos de Montoro del Arco (2004a, 2004b) se centran en la historia de la fraseología,
especialmente anterior y posterior a Casares Sánchez (1950). Véase también Martínez Montoro (2002b,
2005b); y, asimismo, Scandola Ceci (2003) para la historia paremiológica, a pesar de que la autora titule
su artículo «Hacia una “Historia de la fraseología española”».
84. Precisamente, en dos trabajos recientes (Martínez Montoro 2002a: 905, Corpas Pastor 2003: 32)
se reconoce que la fraseología española ha alcanzado ya un nivel aceptable equiparable al de otras
lenguas con mayor tradición fraseológica. Cfr. también Iliná (2000).
85. Incluimos trabajos sobre colocaciones y predicados con verbo funcional (antes también hemos
incluido estudios sobre refranes y dichos), que los estudiosos suelen ubicar en la periferia de la Fraseo-
logía, por el hecho, sobre todo, de que tomamos como punto de referencia la obra de Corpas Pastor
(1996b) —que incluye las colocaciones dentro de la Fraseología, igual que las paremias, los refranes y
las fórmulas— y su comentario sobre la fecha de la indagación fraseológica en España (Corpas Pastor
2001a), además de por el interés que pueda despertar en el lector, aunque, como se indicó al principio,
nosotros sugerimos que estos fenómenos deben estudiarse dentro de la Sintaxis.
86. Algunas referencias están recogidas en Corpas Pastor y Morvay (2002), Ruiz Gurillo (2002b) y
Corpas Pastor (ed.) (2003: cap. 1).

81
3
CLASIFICACIÓN DE LAS LOCUCIONES

3.1. Aspectos generales en torno a la clasificación1

Considerando que el objeto de estudio de la Fraseología son las locuciones, entre las
que incluimos las fórmulas pragmáticas o del coloquio2 —al margen de sus marcas prag-
máticas o externas específicas— y las frases proverbiales, que se corresponden en gran
medida con los que algunos autores llaman enunciados de valor específico y lugares co-
munes (Arnaud 1991, Corpas Pastor 1996b) —al margen de los rasgos no formales de
ejemplaridad y carácter de cita o recordatorio—, más ciertas clases de paremias (eslóga-
nes, citas, títulos...) de uso generalizado en la actualidad como locuciones (§ 2.3., 3.2.9. y
3.9.3.), parece oportuno establecer las clases en que pueden agruparse.
El valor oracional o de equivalente a enunciado que también suele atribuirse a las
fórmulas y frases proverbiales, en oposición a las locuciones, no es determinante: no
todas las fórmulas y frases proverbiales tienen estructura oracional completa (¡Lo que hay
que ver!, A la vejez, viruelas...), en tanto que algunas locuciones prototípicas sí la tienen
(Volver las aguas a su cauce, Haber moros en la costa, Ir la procesión por dentro, No estar el
horno para bollos, Quebrarse los ojos, Quebrar/Reír el alba, Picarse el mar, Amanecer Dios...);
y el valor de enunciado como unidad comunicativa —aparte de lo resbaladizo del concep-
to en sí— también lo tienen numerosas locuciones.3
Las clasificaciones existentes sobre las locuciones y los fraseologismos no son coin-
cidentes, muchas veces debido a que los presupuestos en que se basan no son los mis-
mos. Por ejemplo, Casares Sánchez (1950) distingue, semánticamente, entre locucio-
nes conceptuales y no conceptuales o nexivas, y, morfológicamente, según la categoría
oracional a que equivalen en su funcionamiento sintáctico. La mayoría de las clasifica-
ciones se establece teniendo en cuenta sobre todo la categoría a que equivale la locu-
ción en su uso funcional dentro de la oración gramatical; por ejemplo, se afirma que de
rompe y rasga es una locución adjetiva porque, a pesar de no tener estructura de sintag-
ma adjetival, equivale funcionalmente a un adjetivo, ya que tal locución se emplea
normalmente como modificador de un sustantivo: una mujer de rompe y rasga. Asimis-
mo, Casares describe como locución adverbial a cencerros tapados porque funciona
como un adverbio modificador de un predicado verbal, a pesar de su estructura prepo-
sitiva y de no contener ningún adverbio. Ahora bien, no cabe duda de que, cuando se
dice que tales locuciones son adjetiva y adverbial porque equivalen al adjetivo resuelto
(o desenfadado) y al adverbio cautelosamente (o calladamente), y que tomar el portante o
meter la pata son locuciones verbales porque equivalen, respectivamente, a los verbos
huir y equivocarse, además de su equivalencia funcional a un verbo, también se está
considerando el aspecto semántico.
Pero lo cierto es que, además de la función y el significado, en la identificación de
una expresión también interviene con frecuencia, siquiera inconscientemente o de

82
manera intuitiva, la estructura morfológica de la construcción.4 Así, las citadas tomar
el portante y meter la pata (como poner una pica en Flandes, romper el hielo, tomar el
pelo, beber los vientos por [alguien], cortar el bacalao, etc.) son locuciones verbales por-
que sus estructuras están constituidas por sintagmas verbales cuyo núcleo es un verbo
predicativo; mondo y lirondo, duro de mollera, amigo de lo ajeno, largo de manos y ligero
de cascos son locuciones adjetivas porque representan sintagmas adjetivales con nú-
cleo adjetivo; conejillo de Indias, el garbanzo negro del cocido, puerta falsa, pozo sin
fondo y torre de marfil son locuciones nominales porque son, formalmente, sintagmas
nominales, con la estructura de núcleo sustantivo + adyacente adjetivo o preposicio-
nal; más bien, más o menos, más tarde o más temprano, mal que bien, hoy por hoy, lisa
y llanamente, hoy día o aquí y ahora son locuciones adverbiales porque el núcleo (o los
núcleos) de la construcción es un adverbio. Bien es cierto que el criterio morfológico
no explicaría adecuadamente la clasificación de algunas locuciones porque presentan
una estructura discordante con las pautas sintagmáticas regulares o porque dicho cri-
terio contendería con el criterio funcional: por su estructura, le correspondería una
clase locucional determinada y, por su función, otra distinta.
Pero las cosas no son tan evidentes. Los criterios a veces se aplican según el interés
del estudioso en cada caso. Por ejemplo, en la afirmación habitual de que cabeza de
turco y orden del día son locuciones nominales parece claro que debe primar la estruc-
tura sintagmática, porque no puede garantizarse que la función sintáctica que desem-
peñen o la categoría a que equivalen en su funcionamiento sea necesaria o estricta-
mente nominal: en oraciones como «Martín es el cabeza de turco del grupo» y «Ese
asunto no aparece en el orden del día», las locuciones nominales cumplen funciones
más propias (no exclusivas) del adjetivo, en el primer caso (atributo), y del adverbio, en
el segundo (circunstancial); por tanto, cuentan, cuando menos, con la misma razón
funcional para que dichas locuciones etiquetadas como nominales se consideren, res-
pectivamente, adjetiva y adverbial. Las locuciones clausales que diseña Corpas Pastor
(1996b) lo son sobre todo por constar sintácticamente de sujeto y predicado, esto es,
por tener estructura de cláusula a pesar de que equivalgan funcional y semánticamente
a un verbo, y algo similar cabría decir de las exclamativas de Casares, al incluirlas entre
las «oracionales»: no puede decirse, por ejemplo, que Pies, ¿para qué os quiero? equiva-
le funcionalmente a una exclamación (o a una interjección) porque, para empezar, una
exclamación no es una clase de palabras. Corpas Pastor (1996b; cfr. 1998b) incluye las
locuciones como quien dice, como Dios le dé a entender, etc., entre las clausales aten-
diendo también a un criterio estructural, frente al funcional seguido por ella misma
para la identificación de las restantes clases de locuciones. Casares describe como no-
minales las que llama infinitivas sólo por el hecho de presentar la característica morfo-
lógica de estar fijado el verbo en infinitivo; sin embargo, al margen de que sea discuti-
ble la efectividad de este rasgo, algunas funcionan como locuciones verbales (pedir
cotufas en el golfo), otras, como locuciones adjetivas (para abrir boca), otras, como
adverbiales (a decir verdad, a pedir de boca), además de las propiamente nominales
(coser y cantar); ello sin contar las construcciones difícilmente clasificables entre las
categorías gramaticales, como ni que decir tiene. En situación similar están las locucio-
nes participiales, así llamadas por Casares por ir encabezadas por un participio. Lo
mismo cabría decir de las reflexivas y conjuntivas de Carneado, así denominadas por
contener, respectivamente, un relexivo y una conjunción que coordine dos elementos.
El que a locuciones (oracionales, en nuestra teoría) como Haber moros en la costa o No
estar el horno para bollos se les niegue el rango de locuciones y pasen a engrosar la
nómina de los imprecisos «enunciados de valor específico» (Corpas) o, incluso, de los
proverbios (Mendívil) no es sino por una razón estrictamente formal: la de tener es-
tructura gramatical de oración. Son numerosas las locuciones secularmente adscritas

83
a las conjuntivas y prepositivas, incluso a las adverbiales, que nunca funcionan —y
posiblemente nunca funcionaron— como conjunciones, preposiciones y adverbios, y
su misión está vinculada al discurso; piénsese en locuciones como a todo esto, a propó-
sito de, para empezar, a decir verdad, en primer lugar, en definitiva, por supuesto, desde
luego, de todos modos, a saber, o sea, en resumidas cuentas, al parecer, a ver, etc. (véanse,
a modo de ejemplo, Ruiz Gurillo y Pons Bordería 1995, Martínez Sánchez 1998, Ruiz
Gurillo 1999). A resultas de inconsecuencias como éstas en las clasificaciones, cabría
preguntarse qué criterio fue el que siguieron los gramáticos de entonces para describir-
las como preposiciones, conjunciones y adverbios; si no hay abundante arbitrariedad
a la hora de elaborar los inventarios de las distintas categorías. ¿Dónde han de ubicarse
la locución con forma de sintagma nominal acto seguido o la locución con forma de
sintagma adjetival mejor dicho? Todas éstas y muchas más vienen siendo descritas en
las últimas décadas como marcadores del discurso y operadores argumentativos, sin
considerar su estatuto fraseológico, junto a otras unidades léxicas simples, como claro,
bueno, además, etc. Más recientemente algunos fraseólogos españoles las han segrega-
do de las categorías a las que la vieja clasificación las adscribía, para formar un grupo
locucional aparte —no obstante, heterogéneo—: el de las locuciones marcadoras (Ruiz
Gurillo 2001c, 2005; Montoro del Arco 2005b: § 4.4. y 2006a: cap. 9).
El desajuste entre forma y función es manifiesto en numerosos casos. Por ejemplo,
casi todas las locuciones adverbiales tienen estructura de sintagma preposicional con
núcleo sustantivo y, en cambio, funcionan como adverbios o circunstantes: «Comió en
un santiamén», «Se presentaron en casa de golpe y porrazo», «Las tropas avanzaban a
marchas forzadas», «El cangrejo camina a reculas»... Otras locuciones con estructura
preposicional son consideradas adjetivas por su función sintagmática como comple-
mento nominal:5 «María tiene un genio de padre y muy señor mío», «un hostal de mala
muerte», «un subteniente de cuchara»... Hay locuciones con estructura adverbial y fun-
ción sintáctica adjetiva, como fuera de juego, fuera de combate o mal de la cabeza, que se
emplean con verbos estativos de uso copulativo (adviértase, no obstante, que fuera de
juego puede funcionar como locución sustantiva, si no como compuesto, en el lenguaje
deportivo, p.ej.: un fuera de juego; cfr. también un fuera de serie o secuencias similares).
Hay, en cambio, locuciones con estructura de sintagma nominal que funcionan como
adverbios: «Es tal vez lo mejor», «Si no ha llegado ya, lo mismo ha perdido el tren», «Se
pasa día y noche leyendo», «Es un beato de aquí te espero: va a misa cada lunes y cada
martes», etc.; con esa función, son muy frecuentes los sintagmas cuantitativos del tipo
«un + N», como una barbaridad, un montón, un pelín, un porrón, un huevo, un rato, etc.
(«Duerme una barbaridad»),6 y «art. + N + de», como la tira de o la mar de («Pedro es la
tira de engreído», «Canta la mar de bien»), etc. (§ 3.5.2.4.), y los esquemas reduplicativos
del tipo «N + a + N» (gota a gota, paso a paso, golpe a golpe...), «de + N + en + N» (de casa
en casa, de flor en flor...) o «de + N + a + N» (de puerta a puerta, de sol a sol...). Casares
Sánchez (1950: 180), basándose en sus significados de adverbios de afirmación, nega-
ción y duda, clasifica como adverbiales locuciones con estructura de oración, como
Ciertos son los toros, No en mis días, Allá veremos, Dios dirá, ¿Adónde se va? y ¿Qué tal?,
que, como hemos dicho en varias ocasiones, suelen analizarse como enunciados fraseo-
lógicos o fórmulas (locuciones oracionales).
La delimitación no es menos compleja en relación con las locuciones nexivas. Locu-
ciones como a fin de, no obstante o sin embargo han recibido a lo largo de la historia
distintas descripciones por parte de la RAE y los gramáticos (preposición/conjunción,
conjunción/adverbio, etc.).7
Hay que contar con el hecho de que existen también locuciones policategoriales
pues pueden desempeñar dos o más funciones; así, de narices modifica a un sustantivo
en «Tiene una bronquitis de narices» (‘bronquitis muy intensa’), a un predicado verbal

84
en «Toca el violín de narices» (‘toca muy bien’) y a un adjetivo en «El edificio es viejo de
narices» (‘muy viejo’). Lo mismo puede decirse de la mayoría de las locuciones intensi-
ficadoras, como de puta madre, de rechupete, de buten, de pena, de cine, de miedo, la mar
de, etc.: «Baila el tango de rechupete»/«Probamos un queso de rechupete»; «Ana es la
mar de lista»/«El bebé come la mar de bien».8

3.2. Propuestas de clasificación de las locuciones españolas

Considerando, pues, la arbitrariedad, mayor o menor, que suele imponerse en cual-


quier clasificación de las unidades fraseológicas, parece oportuno hacer una propues-
ta. Pero, antes de presentarla, creemos que es conveniente exponer y comentar las ya
existentes (sobre todo, las que afectan al idioma español), en la medida en que nuestra
taxonomía se construye de algún modo sobre ellas.

3.2.1. Casares Sánchez (1950)

La clasificación de Casares sigue teniendo aún plena vigencia, hasta el extremo de


que ha constituido el punto de partida de todas las demás; incluso, es presumible que
la Academia la haya tenido en cuenta, aunque no la comparta del todo.9 El autor afir-
ma que su clasificación atiende a criterios semánticos, morfológicos y funcionales:


冦 冦

geminada:
geminada: tren botijo
tren botijo
nominal denominativa
denominativa compleja: tocinotocino
compleja: de cielo
de cielo
nominal singular: la carabina
singular: de Ambrosio
la carabina de Ambrosio
infinitiva: coser y coser
infinitiva: cantary cantar
significante adjetival: de brocha gorda
significante adjetival:
verbal:detomar
brochael gorda
olivo
locución verbal: tomar elhecho
participial: olivo un brazo de mar
participial:
adverbial:hecho unsantiamén
en un brazo de mar
adverbial: en un santiamén
pronominal: cada quisque
pronominal: cada quisque
exclamativa: ¡Ancha es Castilla!
exclamativa: ¡Ancha es Castilla!
locución
conjuntiva:
con con tal que
冦 prepositiva:
conjuntiva: tal que
conexiva
conexiva en pos
prepositiva: de de
en pos

Desde un punto de vista semántico, Casares distingue dos grupos: a) locuciones


significantes o conceptuales, y b) locuciones conexivas (relacionantes). Estas últimas,
por su función de nexo sintáctico, pueden ser prepositivas (en pos de) y conjuntivas (de
modo que). Por su estructura y oficio sintáctico, las locuciones significantes pueden
ser: nominales (tocino del cielo),10 verbales (hacer aguas), adjetivas (de armas tomar),
participiales (hecho un mar de lágrimas),11 adverbiales (a porrillo), pronominales (cada
quisque), interjectivas o exclamativas (¡Vive Cristo!).
Las locuciones nominales pueden ser, a su vez, de tres tipos: a) denominativas, si,
como los nombres comunes, sirven para nombrar seres o cosas:12 cuando tienen es-
tructura apositiva o yuxtapuesta, son geminadas (tren botijo), y, cuando llevan comple-
mento determinativo, complejas (lengua de gato); b) singulares, si se asemejan en la
designación a los nombres propios (la familia del tío Maroma, el huevo de Colón); c)
infinitivas, si contienen un verbo que se conjuga inalterablemente en infinitivo (para
abrir boca, pedir cotufas en el golfo, pedir peras al olmo, tejer y destejer, verlas venir,
repicar y andar en la procesión, nadar y guardar la ropa) (§ 3.3.3.2.).

85
Delimitadas las distintas clases, Casares Sánchez (1950: 180) advierte la existen-
cia de locuciones oracionales, esto es, con estructura de «oración cabal», que se co-
rresponden, fundamentalmente, bien con las proposiciones dependientes o subordi-
nadas del tipo cuando las ranas críen pelo y como quien oye llover,13 bien con las
exclamativas: Pies, ¿para qué os quiero?, ¡Vive Cristo!, ¡Voto al chápiro verde!14 El que
el autor establezca su clasificación de locuciones a partir de la definición provisional
de locución de construcción con «función de elemento oracional» y que no utilice la
denominación de locución oracional en el cuadro sinóptico final han dado lugar a
que muchos estudiosos posteriores ignoren este tipo de locución o no reconozcan a
Casares el mérito de haberlas intuido, si no determinado.15 Casares (véase nota pre-
cedente) llega incluso a pensar que las locuciones verbales (cortar el bacalao, poner
puertas al campo...), de seguir la teoría de los gramáticos, tendrían también carácter
oracional, lo que pone de manifiesto el grado de arbitrariedad y de indecisión con
que se opera en la demarcación de las distintas clases de locuciones.

3.2.2. Melendo (1965)

Es posible que la primera revisión de la clasificación de Casares Sánchez (1950) sea


la llevada a cabo por Melendo (1965),16 si bien el estudio se centra fundamentalmente
en las locuciones verbales. A nuestro juicio, sin quitar mérito alguno a las observacio-
nes del autor, creemos que su propuesta no difiere en mucho de la de Casares, y algu-
nas críticas se deben a una lectura algo sesgada. Por ejemplo, Melendo decide separar
las exclamativas del resto de las locuciones con valor de elemento oracional, algo que
tal vez ya había sugerido Casares al incluirlas entre las de estructura de «oración ca-
bal». La división entre locuciones verbales con verbo copulativo y locuciones verbales
con verbo predicativo, y entre transitivas e intransitivas, etc., poco puede aportar a la
delimitación de las locuciones verbales respecto de otras clases distintas de locuciones.
Es más, Casares Sánchez (1950: 178) observó que las locuciones verbales pueden pre-
sentar estructura copulativa, como estar de monos,17 y predicativa.

3.2.3. Zuluaga Ospina (1980)

La segunda revisión de la tipología de Casares Sánchez (1950) se debe a Zuluaga


Ospina (1980: 139).18 Como Casares, Zuluaga también combina criterios gramaticales
(categoría y función) y semánticos:19



prepositiva: a rasade
prepositiva: ras de
instrumento gramatical
instrumento gramatical conjuntiva: como
conjuntiva: quiera
como que que
quiera
elativa: de lo lindo
elativa: de lo lindo


nominal:cabeza
nominal: cabezadedeturco
turco
locución adnominal:dedeescasas
escasasluces
luces
locución unidad léxica
unidad léxica adnominal:
adverbial:por
adverbial: porsisilas
lasmoscas
moscas
verbal: tomar el pelo
sintagma... verbal: tomar el pelo
sintagma...

Como puede observarse, el autor, por un lado, aumenta el grupo de las locuciones
conexivas de Casares —que prefiere llamar instrumentos gramaticales— con las locu-
ciones elativas,20 pero, por otro lado, reduce las léxicas (o significantes de Casares) a
cuatro grupos, correspondientes a las cuatro categorías léxicas: nominales, adnomina-
les (que se corresponden grosso modo con las adjetivas y participiales de Casares),

86
adverbiales y verbales; las pronominales, aunque se incluyen normalmente dentro de
las nominales, se asimilan al tipo de locución al que pertenezcan según su significado
categorial; las locuciones exclamativas, por su empleo como unidades comunicativas o
equivalentes a enunciados, forman parte de los enunciados fraseológicos, en donde
también se incluyen las paremias o las fórmulas pragmáticas,21 reparto que, como se
verá luego, no concuerda con nuestra propuesta.22

3.2.4. Carneado Moré (1983)

La taxonomía de Carneado Moré (1983a) puede representar, desde un punto de


vista cronológico,23 la siguiente clasificación española de las unidades fraseológicas,
que difiere notablemente de la tipología de locuciones de Casares. Para la clasificación,
la autora tiene en cuenta los estudios soviéticos, y sigue bastante de cerca la taxonomía
de Kurchátkina y Suprun (1981) sobre los fraseologismos españoles; sin embargo, no
parece haber tenido presente el estudio de Zuluaga Ospina (1980).
Aparte de las combinaciones (que se corresponden parcialmente con las colocacio-
nes) y las expresiones fraseológicas (equivalentes en gran medida a los enunciados fra-
seológicos de Zuluaga), la autora cubana distingue entre unidades y adherencias en
virtud del grado de motivación; unas y otras pueden estar representadas por fraseolo-
gismos nominales, verbales, adjetivales, adverbiales, reflexivos, propositivos, conjunti-
vos, con el participio hecho y con el clítico la/las:


verbal: dormir a piernas sueltas
reflexivo: agarrarse a un clavo ardiendo
propositivo: calentársele la sangre
con hecho: hecho una sopa
fraseologismo conjuntivo: nadar y guardar la ropa
con la/las: jugársela
nominal: mosquita muerta
adjetival: de marca mayor
adverbial: a cada instante

La tipología no añade nada nuevo a la de Casares Sánchez (1950); cabría pensar


que es más simple, e incompleta al no indicar las locuciones prepositivas, las tradicio-
nales conjuntivas,24 las pronominales y las exclamativas. En cambio, resulta más com-
plicada y poco homogénea en tanto en cuanto que las reflexivas, las compuestas con el
clítico y las «conjuntivas» deberían constituir mejor subclases de las verbales25 (como
había hecho Melendo para diferenciar las copulativas y las predicativas, o las transiti-
vas y las intransitivas); pensamos que, de formar tipos independientes, habría que
suponer que las construidas con el clítico lo (como no contarlo o lo suyo) deben asimi-
larse a las compuestas con el pronombre átono la(s), o que las locuciones verbales con
se dativo expletivo o superfluo (como jalarse una rosca; comp. *jalar una rosca) debe-
rían formar grupo aparte, igual que se ha hecho con las locuciones reflexivas.
Creemos que lo más destacable de la tipología de Carneado Moré (1983a) es la
delimitación de una nueva clase, generalmente obviada en la tradición gramatical o
subsumida en la clase verbal,26 la de los fraseologismos propositivos, que comprende
las locuciones compuestas por un sujeto léxico fijado y un predicado con un actante sin
realizar léxicamente, del tipo trabársele el paraguas y calentársele la sangre.

87
3.2.5. Hernando Cuadrado (1990)

El estudio de Hernando Cuadrado (1990) no representa ningún avance en la


clasificación, pues sigue casi al pie de la letra la organización de Casares Sánchez
(1950), aun teniendo en cuenta, además, algunas de las rectificaciones de Zuluaga
Ospina (1980). Como ellos, dentro de las locuciones, distingue entre unidades auto-
semánticas o equivalentes a unidades léxicas y las unidades de valor gramatical.
Frente a Zuluaga Ospina (1980), tiene el acierto de no considerar las elativas como
un grupo independiente, aunque alude a ellas (Hernando Cuadrado 1990: 540, n.
11), y mantiene las locuciones pronominales de Casares, caracterizadas por su «se-
masia eventual y variable».27 Como Zuluaga, incluye las interjectivas de Casares
entre los enunciados fraseológicos (Hernando Cuadrado 1990: 543),28 y las partici-
piales, entre las adjetivas.

3.2.6. Corpas Pastor (1996)

La clasificación de las locuciones propuesta por Corpas Pastor (1996b: 93-110)29


combina básicamente la de Casares Sánchez (1950) y la de Zuluaga Ospina (1980), y
reconsidera el fraseologismo propositivo de Carneado Moré (1983a): locuciones nomi-
nales, adjetivales, adverbiales, verbales, prepositivas, conjuntivas y clausales:


nominal: mosquita muerta
adjetiva: limpio de polvo y paja
adverbial: a todas luces
locución verbal: meter a alguien en cintura
prepositiva: con arreglo a
conjuntiva: a fin de que
clausal: caérsele a alguien el alma a los pies

Como Zuluaga, simplifica la complicada clasificación de locuciones nominales


de Casares; si bien, las infinitivas siguen formando parte de las nominales (como
coser y cantar),30 y también entre las nominales se incluyen las pronominales de
Casares (cada quisque). Las elativas de Zuluaga no forman grupo independiente,
sino que se incluyen entre las adjetivales si el núcleo de la comparación es un adje-
tivo (fuerte como un toro, blanco como la pared).31 Dentro de las clausales,32 Corpas
incluye los fraseologismos propositivos de Carneado: tanto los que presentan es-
tructura de proposición subordinada —que Casares y Zuluaga describen como lo-
cuciones adverbiales con estructura de «oración cabal» (como quien oye llover)—33
como las construcciones con sujeto y predicado con un actante libre o léxica y
referencialmente variable —ponérse(le) los pelos de punta, temblar(le) las piernas,
dar(le) vueltas la cabeza.34

3.2.7. Ruiz Gurillo (2001)

La siguiente clasificación de locuciones se debe a Ruiz Gurillo (2001c: 45-46).35


Apenas supone cambios sustanciales respecto de la de Corpas Pastor (1996b),36 salvo
en el hecho de sustituir la clase de las conjuntivas por la de las marcadoras (también
Ruiz Gurillo 2005):

88

nominal: martirio chino
adjetival: de estar por casa
verbal: dársela con queso
locución adverbial: sin tapujos
marcadora: sin embargo
prepositiva: a cambio de
clausal: salir a alguien el tiro por la culata

Nosotros creemos que debe mantenerse la clasificación tradicional de las conjunti-


vas por diversas razones: por coherencia con el criterio seguido para delimitar el resto
de clases locucionales (la nueva clase responde a una función pragmática y textual)37 y
por su propio carácter excluyente (hay locuciones conjuntivas que no cumplen habi-
tualmente una función pragmática ni discursiva: con tal que, puesto que, de modo que,
ya que...). Existen, además, otras clases de locuciones que desempeñan una función
pragmática y textual, como en primer lugar, a fin de cuentas, en resumidas cuentas, en
definitiva... (locuciones adverbiales), ¡No faltaría más!, Vamos a ver, ¡Naranjas de la
China!, La verdad sea dicha... (locuciones oracionales, fórmulas), en virtud de, en rela-
ción con, a propósito de... (locuciones prepositivas), etc.
La autora intenta justificar la exclusión de las locuciones exclamativas, las prono-
minales y las participiales de Casares en la medida en que no se ajustan a la moderna
clasificación de las categorías gramaticales: «Casares recogió locuciones que respon-
dían al resto de clases de palabras, a excepción del artículo, por lo que su propuesta
incluía como tipos a las pronominales, las participiales o las exclamativas» (Ruiz Guri-
llo 2001c: 44). Cree, además, que, como viene haciendo la mayoría de los fraseólogos,
las exclamativas deben tratarse como enunciados fraseológicos «al ser enunciados au-
tónomos y no sintagmas» (Ruiz Gurillo 2001c: 45).
Parece oportuno hacer algunas ligeras matizaciones; por ejemplo, es cierto que la
tradición (Donato, Prisciano, Nebrija, Jiménez Patón...) ha incluido a veces el partici-
pio y el pronombre entre las categorías, pero no parece que la exclamación haya sido
tratada como una clase de palabra independiente por sí misma. Otra cosa es que la
autora se esté refiriendo a la interjección, considerando que Casares emplea indistinta-
mente los términos locución interjectiva y locución exclamativa (Buridant 2006: 3).
Además, debe recordarse que muchas locuciones interjectivas, aunque funcionen como
enunciados, tienen estructura de sintagma (¡Cielo santo!, ¡Dios bendito!, ¡La madre que
te trajo!, ¡La madre del cordero!).

3.2.8. Álvarez de la Granja (2002 [2003])

Creemos que la última tipología de locuciones es la propuesta por Álvarez de la


Granja (2002c: esp. 75-80 [= 2003b: § 1.2.]; cfr. 2003a: 10-11)38 (cfr., no obstante,
García-Page 2004a). Álvarez de la Granja mantiene grosso modo la clasificación
tradicional de locuciones respetando las distintas partes de la oración: sustantivas,
adjetivas, adverbiales, verbales, prepositivas, conjuntivas y pronominales. No con-
sidera como locuciones las exclamativas o interjectivas de Casares, sino, igual que
Zuluaga o Corpas, como enunciados (fórmulas); y, conforme con nuestra opinión,
no ve oportuna la creación de la categoría locución elativa (Zuluaga Ospina 1980),
cuyos ejemplos son, según Álvarez de la Granja, locuciones ya adverbiales ya pro-
nominales (cuantificadoras):

89

sustantiva: cara de can
adjetiva: duro de ventre
adverbial: ós catro pés
locuciones verbal: poñer verde
preposicional: gracias a
conjuntiva: de maneira que
pronominal: a fartar

Precisamente la clase de las pronominales plantea, a nuestro juicio, algún incon-


veniente. Según Álvarez de la Granja (2002c: 79-80), son pronominales tanto las que
pueden desempeñar el oficio de nombre (cada un/unha = todos) como las que pueden
equivaler funcionalmente a un determinante —siempre cuantificador— (de máis =
mucho [«Aquí hai diñeiro de máis»]). Sin intención de menoscabar la dificultad que
entraña la clasificación de locuciones como de más o a rebosar (su clasificación más
inmediata es como adjetivas o adverbiales),39 a nosotros nos parece muy arriesgado
—aunque no inusitado— analizar morfológicamente como pronombres los cuantita-
tivos indefinidos (mucho...) que modifican a un sustantivo. Aunque el pronombre se
«defina» comúnmente como una categoría transversal o de significado eventual, no
creemos que las locuciones genuinamente pronominales (uno que otro, cada quisque,
etc.) puedan desempeñar otra función que no sea la estrictamente nominal (como
ocurre con los signos llamados en la gramática pronombres: nosotros, mí, le, etc.); de
ahí que la mayoría de los fraseólogos actuales las incluya como un subgrupo no
independiente de las locuciones nominales.
Por su parte, el análisis de de máis es controvertido. Su descripción como pronom-
bre contiende con el de modificador de todo el predicado. Cabe, además, la posibilidad
de interpretar que la correspondencia no se establece entre de máis y mucho, sino entre
de máis y excelente, sobrante o adjetivo similar, de modo que, en tal supuesto, debería
describirse como locución adjetiva.

3.2.9. Otras propuestas

De entre los restantes estudios de fraseología española no nos consta que se haya
formulado una propuesta nueva de clasificación de las locuciones; no obstante, se han
sugerido —con poco acierto, a nuestro entender— nuevas categorías. Así, Castillo Car-
ballo (1997: 96, 2000a) ha propuesto la clase de las locuciones adjetivo-adverbiales
para dar cuenta de aquellas locuciones que, como a medida, pueden funcionar, según el
contexto, ya como adjetivo ya como adverbio. Como hemos indicado en otras ocasio-
nes, el que una construcción pueda desempeñar dos funciones distintas no debe con-
ducir al estudioso a idear una nueva clase, que complicaría innecesariamente la tipolo-
gía (véase una sugerencia similar en Álvarez de la Granja 2000c: 82-83, 2003a: 13). Lo
mismo que hay palabras policategoriales cuya función queda definida en el contexto,
resulta más sencillo proponer, sin más, la existencia de locuciones policategoriales,
como son muchas frases elativas (la mar de, de fábula, de miedo, de cine, de narices,
etc.); de hecho, la propia autora (Castillo Carballo 2000d) ya no habla de locuciones
con dos categorías, sino de esa doble función, adverbial y adjetiva, que pueden desem-
peñar. Ningún lingüista ha diseñado la categoría morfológica sustantivo-verbo-adjeti-
vo-preposición para la voz bajo o la de sustantivo-verbo-adverbio para la palabra cerca.
Tampoco parece conveniente suponer la existencia de un grupo especial llamado
locución-fórmula, como propone Álvarez de la Granja (1999b: 23-24) para describir
enunciados dotados de un entorno melódico y carentes de significado descriptivo o

90
proposicional, que admiten variación pronominal pero no verbal (o muy restringida-
mente), del tipo ¡Para el carro! o ¡Dios se lo pague!, normalmente tratados como fórmu-
las del coloquio o bien como locuciones interjectivas (locuciones oracionales, para
nosotros). No obstante, la etiqueta no está exenta de sentido, pues subyace la idea de
que se trata de expresiones que pueden formularse como locuciones y como enuncia-
dos (parar el carro > ¡Para el carro!, pagárselo Dios con... > ¡(Que) Dios te lo pague
(con...)!, y que incumplen, en cuanto enunciados, el requisito de estar fijados todos sus
componentes (al menos, uno de los actantes no está léxicamente fijado: admite varia-
ción pronominal). Dándole un sentido más abarcador, que acogiera, por ejemplo, las
fórmulas pragmáticas (es decir, las interjectivas o exclamativas, ciertas frases prover-
biales, los timos y las locuciones adverbiales de estructura oracional que señala Casa-
res), tal título vendría a asimilarse al nuestro de locución oracional y, en cierto modo, al
de fórmula oracional del DEA y el DFDEA. En trabajos posteriores, Álvarez de la Gran-
ja (2002c: 103-104, 2003a: 13) prescinde de dicha etiqueta y sostiene que son enuncia-
dos y no locuciones.

3.2.10. García-Page (2004)40

Creemos que, por ejemplo, la clasificación de locuciones de Corpas Pastor (1996b,


1998a, 1998b), que han adoptado posteriormente muchos estudiosos, es válida como
punto de partida para hacer nuestra propuesta, en la medida en que representa una
versión más pulida de la original de Casares Sánchez (1950) y de la de Zuluaga Ospina
(1980). Igualmente, podría haberse adoptado la tipología de Álvarez de la Granja (2003a,
2002c [2003b]), de impronta más clásica que la de Corpas, al, por ejemplo, conservar
las pronominales y no aislar las clausales de las verbales. Introducimos una serie de
matizaciones a tenor de lo que hemos venido comentando.41
Una de estas matizaciones atañe a las tradicionales locuciones nominales. Así, como
ya hemos señalado antes, suponemos que las infinitivas de Casares pueden ser, funda-
mentalmente, de tres tipos: nominales, si su funcionamiento es puramente nominal
(coser y cantar); verbales, si equivalen funcionalmente a un verbo (pedir peras al olmo,
nadar y guardar la ropa); adjetivales, si hacen el oficio de un adjetivo (de andar por casa,
para tomar pan). Casares no advirtió la existencia de locuciones con infinitivo inflexi-
ble como al correr de la pluma y ¡Hay que ver!, que habría que analizar como adverbial
y exclamativa, respectivamente.
Las pronominales, en la medida en que su función es siempre nominal (piénsese,
p.ej., en los sintagmas todo dios o el que más o el que menos), pueden adscribirse a
éstas, las nominales (Zuluaga, Corpas, Castillo Carballo...), se describan o no como una
subclase de ellas; pero también pueden conformar un grupo o categoría locucional
diferenciada (Casares, Hernando Cuadrado, Álvarez de la Granja...), acorde con la dis-
tinción gramatical entre sustantivo y pronombre, tal y como se viene haciendo con los
signos pronominales simples de función sintáctica puramente nominal (yo, le, alguien,
nadie...): la existencia de la locución pronominal como clase distinta de la locución
nominal estaría sustentada en su equivalencia a un pronombre (todo dios = todos, el
que más o el que menos = cualquiera), si bien con la restricción de que el pronombre
equivalente es preferentemente personal o indefinido; tal equivalencia no manifiestan
las locuciones nominales propiamente dichas (noche toledana, cuento chino, el más
allá...). No obstante, el criterio de la equivalencia ha provocado vacilaciones en el trata-
miento de algunas expresiones concretas, como ilustran las expresiones ni rey ni roque
y todo el mundo, descritas, unas veces, como locuciones pronominales y, otras, como
nominales (comp., p.ej., el DRAE y el DEA).

91
La otra revisión sustancial afecta a las locuciones equivalentes a oración. Propone-
mos el término de locución oracional (§§ 2.3. y 3.9.3., García-Page 2006a) para dar
cuenta tanto de las locuciones «semioracionales» que, de ser cadenas libres, formarían
oraciones desde un punto de vista sintáctico al estar gramaticalmente compuestas de
sujeto léxico (salvo las impersonales) y predicado, si bien éste con uno o varios actantes
(frecuentemente, el complemento indirecto) sin realizar léxicamente, como caérse(le)
la baba, heder/oler(le) la boca o írse(le) el santo al cielo —esto es, las llamadas clausales
en Corpas Pastor (1996b) o propositivas en Carneado Moré (1983a)—, como, por un
lado, de aquellas locuciones con estructura gramatical autónoma con todos los actac-
tes realizados léxicamente, incluidas las impersonales, como La procesión va por den-
tro, Llueve sobre mojado, Las paredes oyen, No está el horno para bollos, Hay moros en la
costa, Quebrar el alba o Voló el golondrino (en su mayoría, descritas habitual, y no
homogéneamente, como lugares comunes, refranes unimembres, enunciados de valor
específico, frases proverbiales, etc.), y, por otro lado, de las locuciones interjectivas42 y
las fórmulas pragmáticas, como ¡Quién me lo iba a decir!, ¡Hasta ahí podíamos llegar!,
¡Hasta aquí hemos llegado!, ¡Quién fue a hablar!, ¡Tengamos la fiesta en paz!, ¡Nos ha
merenga(d)o!, ¡Me cago en la mar salada!, ¡Tanto da!, ¡Anda ya!...43
En síntesis:


nominal: noche toledana
pronominal: cada quisque
adjetival: largo de manos
verbal: cantar las cuarenta
locución adverbial: a salvamano
prepositiva: en pos de
conjuntiva: para que
oracional: Ir la procesión por dentro, ¡Qué le vamos a hacer! (interj.), trabársele
la lengua (semior.)

Quedaría por resolver definitivamente la clasificación de aquellas construcciones


con valor intensivo o elativo que sintácticamente desempeñan el oficio de determinan-
te o modificador nominal, del tipo la mar de o un porrón de (la mar de historias, un
porrón de discos): bien son adjetivas, formando grupo aparte de las locuciones adjeti-
vas «canónicas», cualitativas (largo de manos) o intensivas (de aúpa); bien son determi-
nantes, como parece sugerir González Calvo (2004), a pesar de implicar la propuesta
de una clase de locución nueva no «contemplada» en la tradición y difícilmente adscri-
bible a una categoría gramatical determinada; bien son pronominales, como sugiere
Álvarez de la Granja (2002c), a pesar de que no desempeñen nunca la función sustanti-
va típica del pronombre; bien, como creen otros estudiosos, son adverbiales, aun con-
traviniendo la teoría gramatical de la incidencia sintáctica del adverbio.

3.3. Locuciones nominales

3.3.1. Aspectos generales

En razón de las locuciones nominales registradas en el DRAE (2001), podía afir-


marse que el corpus de las locuciones nominales españolas no es muy extenso; incluso
podría reducirse si se excluyeran algunas denominaciones de juegos que la Academia
interpreta como locuciones, amén de otras combinaciones discutibles. Pero también
es cierto que podría incrementarse si, como se hace en ciertos estudios, se analizan
como locuciones los nombres compuestos del tipo ojo de buey o agua de nafa.

92
Sin duda, la composición constituye un problema para la clasificación de las locu-
ciones nominales; pero también los límites de éstas se superponen o traspasan los de
otros hechos lingüísticos, como es el caso de las colocaciones y los sintagmas apositi-
vos «N-N»; además, su definición queda afectada por otros aspectos relativos a la locu-
ción que tienen que ver con su registro lexicográfico o el uso discursivo: me refiero, por
ejemplo, a las expresiones descritas como locuciones nominales que no son sino partes
de locuciones verbales o adverbiales.
Todas estas cuestiones y otras que se indican a continuación van a ser determinan-
tes para la identificación de las estructuras básicas y la propia caracterización de la
locución nominal. Así, a modo de ejemplo, el DEA y el DFDEA registran de distinta
manera en relación con el determinante las locuciones siguientes, que clasifican como
nominales: brazo derecho, cero a la izquierda y el ojo derecho. Al margen de que puedan
ser, en realidad, partes de una locución verbal con ser (de hecho, ambos diccionarios
señalan que se construyen frecuentemente con dicho verbo), lo cierto es que no hay
razón que justifique la presencia del artículo el en el ojo derecho y su ausencia en brazo
derecho (véanse más ejemplos en nota siguiente).

3.3.2. Estructuras básicas

Aunque se desconoce el inventario completo de las locuciones nominales españo-


las,44 no resulta difícil aventurar que su morfología estructural es muy variada; no
obstante tal diversidad, es posible predecir los modelos sintácticos de mayor frecuen-
cia, a saber:

3.3.2.1. Sintagma nominal

3.3.2.1.1. Sintagma nominal de estructura «N + A»: chivo expiatorio, niño gótico, noche
toledana, martirio chino, mosquita muerta, lugar común, diablo cojuelo, cuento chino,
puñalada trapera, piedra angular, guerra sucia, tela marinera, arca cerrada, toro corrido,
pájaro gordo, pez gordo, música celestial, hora(s) muerta(s), sangre fría, asignatura pen-
diente, golpe bajo, pan perdido, puerta falsa, pan florecido, malas lenguas (generalmente,
con las), bala perdida, viejo verde, gata parida ‘mujer flaca y extenuada’, vaca sagrada,
bicho/alma viviente, bicho raro, gramática parda, punto muerto, patata caliente, tiempo
muerto, juego sucio, círculo vicioso, piedra filosofal, garbo torero, pájara pinta ‘mujer de
relajada moral sexual’, cabeza hueca, malas artes, cardo borriquero, cara mitad...

3.3.2.1.2. Sintagma nominal de estructura «N + prep + N»: alma de cántaro, alma en


pena, alma de Dios, flor de cantueso ‘cosa insignificante’, flor de estufa ‘persona muy
frágil y enfermiza’, agua de cerrajas, caballo de Troya, caballo de batalla (sintagma libre,
según Varela Ortega 2005: 81), talón de Aquiles, cabeza de turco, conejillo de Indias, casa
de trueno, pedazo de alcornoque, trabajo de zapa, callejón sin salida, cabeza de chorlito,
lengua de trapo, lengua de víbora/escorpión, carne de cañón, torre de marfil, piedra de
toque, hijo de perra, hijo de papá, convidado de piedra, merienda de negros, castillo de
naipes, monte de Venus, miel sobre hojuelas (también como loc. or.), mano de santo,
jarabe de palo/pico, verdad de Perogrullo, mal de ojo, cajón de sastre, piquito de oro, pozo
sin fondo, mar de fondo, tabla de salvación, gata de Mari Ramos (o de Juan Ramos)
‘persona que disimuladamente y con melindre pretende algo, dando a entender que no
lo quiere’, pan sin sal ‘persona muy sosa’, don de gentes, burro de carga, corte de mangas,
alma de Caín, caza de brujas, caldo de cultivo, tierra de nadie, boca de verdades, piedra de
escándalo, pájara de cuenta (= pájara pinta), baño de multitudes, Perico entre ellas ‘hom-
bre que gusta estar acompañado de mujeres’...

93
3.3.2.1.3. Sintagma nominal de estructura «art + N + de + N»: la carabina de Ambrosio, el
gallo de Morón,45 el huevo de Colón, el sastre de Campillo (generalmente, en estructura
comparativa), la purga de Benito, la espada de Bernardo, la maza de Fraga, el reloj de
Pamplona, el santo de Pajares ‘persona de santidad poco fiable’, el campo de Agramante,
la espada de Damocles, el tiempo de Maricastaña/del rey Perico (generalmente, como
parte del sintagma preposicional del/en el tiempo de Maricastaña, aunque, con en, pue-
de aparecer sin artículo, en tiempo de Maricastaña, acomodándose así al patrón ante-
rior «N + prep + N»), las calderas de Pedro Botero, la caja de Pandora...46

3.3.2.2. Binomio coordinativo de estructura «N + y + N»: santo y seña, dimes y diretes,


dares y tomares, amo y señor, ares y mares, tirios y troyanos, cegríes y abencerrajes, carne
y sangre ‘hermanos y parientes’, toma y daca, tira y afloja,47 dueño y señor, amor y com-
paña, sal y pimienta, vida y milagros (de), daños y perjuicios, usos y costumbres, juez y
parte, pan y toros ‘alimento y diversión como estrategia política’, Sodoma y Gomorra,
Escila y Caribdis...
Como fórmulas fijas que son, están sujetas a las mismas restricciones gramaticales
que otros fraseologismos: aunque pertenezcan al mismo esquema constructivo, no siem-
pre presentan la misma composición morfológica: unas se han fraguado en singular
(toma y daca) y otras, en plural (tirios y troyanos), y el cambio es inviable (*tomas y
dacas, *tirio y troyano); otras, por el contrario, son susceptibles de cambios (el pro y el
contra/los pros y los contras).48 No obstante, en su uso discursivo, el núcleo nominal de
la mayoría de las locuciones —sobre todo, las de estructura «N + A» (o, más raramente,
«A + N»)49 y «N + prep + N»— admite modulaciones flexivas: conejillos de Indias, cabe-
zas de turco, lenguas de trapo, noches toledanas, chivos expiatorios... (comp. *los gallos
de Morón, *las purgas de Benito, etc.).
Algunas locuciones nominales se apartan sólo ligeramente de tales esquemas bási-
cos; por ejemplo, son numerosas las que incorporan el artículo —a veces, otro determi-
nante— como constituyente obligatorio, sobre todo en la estructura «N + prep + N»
ante cualquiera de sus núcleos nominales50 y, en menor grado, en la estructura «N + A»
y el binomio: orden del día, flor de un día, flor de la maravilla, flor de un día, mujer de la
vida, la manzana de la discordia, el perro del hortelano, el hombre del saco, el guardia de
la porra, la fe del carbonero, la ley del embudo, la punta del iceberg, el ojo del huracán, el
malo de la película, el año de la pera/polca, el chocolate del loro, gajes del oficio, siete pies
de tierra ‘la sepultura’, la niña de los peines..., la mano tonta, la pura verdad, el año
catapún, el día después, los buenos tiempos (generalmente, en los/posesivo buenos tiem-
pos)...., el palo y el mando, la flor y nata,51 la cara y la cruz (de), un suma y sigue, un antes
y un después...; y las que, además de artículo o no, llevan un modificador adjetivo: ave
de mal agüero, la oveja negra de la familia, el garbanzo negro del cocido, espada de doble
filo, mujer de vida alegre, las cuentas del Gran Capitán, burro cargado de letras ‘persona
que, a pesar de haber estudiado mucho, no discurre con inteligencia’, culo de mal
asiento (¿loc. v. con ser?), pintor de brocha gorda...52 Son menos frecuentes las que se
conforman con un nombre apuesto, como la familia del tío Maroma; las que añaden
más complementos, como la gallina de los huevos de oro (¿loc. v. con matar?), el cuento
de nunca acabar (¿loc. v. con ser?), la casa de tócame Roque, etc.; o las coordinadas que
sustituyen la conjunción copulativa por la disyuntiva o la afirmativa por la negativa,
como pares o nones, cara o cruz, ni rey ni roque... (véase, además, n. 44).
Otras están sintágmáticamente más alejadas de los esquemas recurrentes (en su ma-
yoría, son nominalizaciones): todo lo divino y humano, un fuera de serie, el más allá, un
sin fin (cfr. un sinfín de), el otro mundo, los más, los menos, (un) mal nacido, el no va más,
el acabose, un quiero y no puedo, el qué dirán, un viva la Virgen, un Dios os salve ‘cuchilla-
da en la cara’, el que asó la manteca, etc. (véanse más ejemplos en nota siguiente).53

94
Existe otro esquema sintáctico menos recurrente constituido por un núcleo sustan-
tivo modificado por un adjetivo cuantitativo —generalmente, partitivo o numeral car-
dinal, a veces usado como número redondo o hiperbólico— («A + N»): cuatro ojos,
cuatro letras, dos/cuatro gotas, dos/cuatro días, media cuchara ‘persona torpe o de me-
diana inteligencia’, medias tintas, media naranja, un mundo ‘asunto difícil’, medio mundo,
otro mundo (generalmente, ser [algo] otro mundo)..., esquema al que tal vez podrían
pertenecer los sintagmas cuantificadores nominales un riñón, tres leches...

3.3.3. Factores que intervienen en la tipología estructural

Aun con estas consideraciones previas en torno a las estructuras básicas de las
locuciones nominales, determinar los diversos tipos de estructuras formales que pue-
den adoptar las locuciones nominales depende, en gran medida, de la concepción que
se tenga acerca de la locución nominal: de las unidades que se consideren como tales
en su delimitación respecto de otros hechos lingüísticos afines —como los compues-
tos, las colocaciones y los sintagmas nominales expandidos enteramente libres— y de
las clases de locuciones que se adscriban a la categoría locución nominal.54
Por un lado, la inclusión habitual de compuestos sintagmáticos y de colocaciones del
tipo «N + A» y «N + prep + N» entre las locuciones nominales repercute inevitablemente
en la determinación de los esquemas constructivos; por otro lado, éstos también pueden
variar dependiendo de la consideración o no como locuciones nominales de otras clases
de locuciones, como, por un lado, las tradicionales pronominales y, por otro, las infiniti-
vas de Casares. Así, la adscripción de las locuciones pronominales (o las infinitivas) a las
nominales supone una diversidad estructural mayor, pues a veces adoptan pautas que no
se acomodan a las regulares de las locuciones nominales indicadas (el que más y el que
menos, cada quisque, uno que otro, para dar y tomar...). Esta diversidad aumenta notable-
mente si se incluyen entre las nominales, por un lado, los sintagmas cuantificadores del
tipo un riñón, un huevo o un bledo —esto es, como formas autónomas requeridas por
verbos muy determinados (costar, valer, importar)—, y no como constituyentes de una
locución verbal: costar un riñón, importar un bledo, etc. (§§ 3.3.3.4., 5.1.2.4.), y, por otro,
ciertas locuciones con función adverbial, como cada lunes y cada martes, una y otra vez o
el día menos pensado.

3.3.3.1. Las estructuras «N + A» y «N + prep + N»: locución nominal, compuesto,


colocación

El esquema prototípico «N + A» a que obedecen determinadas locuciones nomi-


nales quedaría reforzado o definitivamente consolidado como patrón regular de for-
mación fraseológica si se tratasen como locuciones los compuestos sintagmáticos de
estructura «N + A» —como llave inglesa, lengua materna, guardia civil, guardia mari-
na, agua blanda, espina dorsal, oso pardo, agua ardiente, patatas bravas, Noche Vieja,
Viernes Santo, vía pecuaria, camino real...—, y las colocaciones sustantivoadjetivales
—como fe ciega, lluvia torrencial, calor asfixiante, éxito clamoroso, letra endiablada,
importancia capital, cierre hermético, prohibición tajante, trabajo febril, esfuerzo ím-
probo, necesidad imperiosa, prisa acuciante, enfermedad galopante...—, dado el eleva-
do número de combinaciones existentes de estas clases.
Lo mismo ocurriría con el esquema locucional recurrente «N + prep + N», que
también adoptan numerosos compuestos —como reloj de pulsera, goma de borrar, má-
quina de escribir, avión a reacción, molino de viento, sala de espera, barco de vela, caballo
de vapor, paso a nivel, mando a distancia, cuarto de estar, coche de línea...— y no pocas

95
colocaciones —como pastilla de jabón, gajo de naranja, madeja de hilo, enjambre de
abejas, jauría de perros, rodaja de melón, onza de chocolate, pasta de dientes, bombona de
butano, terrón de azúcar, loncha de jamón...—,55 dado también su abundante número.
Como se ha dicho antes (n. 10), Casares es, seguramente, uno de los más claros expo-
nentes de la con-fusión entre composición y locución. Un amplio número de las locucio-
nes denominativas que cita son precisamente compuestos: tren correo, tren botijo, papel
moneda, etc. De hecho, el autor es consciente de la complejidad que entraña su diferen-
ciación, y sostiene que muchas locuciones son tratadas desde antiguo como compuestos
(igualmente Pérez Vigaray 1996-1997, 2001, 2003).56 Misri (1987: 73-74) llegaba a confe-
sar que una construcción como pomme de terre puede ser analizada ya como locución ya
como compuesto (en Greimas 1960: 54-55, sólo como idiomatismo). Carneado Moré y
Tristá Pérez (1983: 24-25) tratan como locuciones meros compuestos: campo santo, ca-
misa de fuerza... Aguilar-Amat Castillo (1993a) describe hombre rana como locución y, en
cambio, buque escuela como compuesto; Dardano (2001: 202) describe como locuciones
avión a reacción, máquina de escribir y código de barras; Clay y Martinell Gifré (1988: 40
y 237, 95 y 241, 103 y 241) analizan como unidades de la Fraseología cuerpo humano,
cabello de ángel y dedo meñique, entre otros muchos; Meunier Crespo (1997) supone que
son locuciones algunos compuestos y meros sintagmas nominales, del tipo eje de peato-
nes y eje peatonal, zona de atracción y congelación de salarios (o salarial); Bosque Muñoz
(2001d: 36) considera locución nominal el compuesto ojo de buey; y Pérez Vigaray y
Batista Rodríguez (2005: 84, 87), los compuestos cabello de ángel, cartón piedra, coche
cama, tela de araña (y telaraña), etc.; Zuluaga Ospina (1980: 151-152; 1989), aunque se
propone deslindar los compuestos de las locuciones, incluye a veces entre las locuciones
formas que, como batalla campal y obra pía, no lo son (como tampoco lo son los predica-
dos complejos de verbo soporte, que el autor llega a considerar compuestos); como noso-
tros, Pamies Bertrán (2007: 190) observa que Val Álvaro (1999: 4.837) incluye locuciones
entre los compuestos: culo de mal asiento, cabeza de turco, papel mojado, cuento chino, a
sabiendas, a todas luces...
La situación es, pues, bastante caótica, debida en gran medida a la falta de unas
fronteras claras entre ambos fenómenos y la adopción de criterios distintos. De ahí que
autores como Corpas Pastor (1996b: 93), Blasco Mateo (1999: 27, 54, 210) o García
Platero (2000: 128), opten por soslayar el espinoso problema de límites tratando como
locuciones los compuestos sintagmáticos, y, por tanto, que aparezcan entre las locucio-
nes formaciones compuestas como casa cuna, arco iris, hombre rana, ojo de buey, ensa-
ladilla rusa, tortilla francesa, estrella fugaz, camisa de fuerza, brazo de gitano, cabello de
ángel... Más allá, si cabe, van Ferrando Aramo (2002: 105-106) y Munat (2002: 145) al
afirmar que la composición es objeto de estudio de la Fraseología o que los compuestos
son una clase de unidades fraseológicas. Esta misma postura adopta Pamies Bertrán
(2007) aun después de establecer una serie de diferencias entre la locución y el com-
puesto. En un sentido similar, Pérez Vigaray (2001) no sólo describe como locuciones
los compuestos sintagmáticos, sino también los compuestos gráficos (cfr., no obstante,
Pérez Vigaray 2003). En contra de esta postura está, por ejemplo, la de Corbin (1997,
cfr. 1992), autor que critica que se analicen como locuciones palabras compuestas, tal
como advierte en Dubois et al. (1973) y otros estudios. G. Gross (1997: 202-203) piensa
que se suele evitar el empleo del término locución nominal, frente a, por ejemplo, el de
locución verbal y locución adverbial, porque se analizan como compuestos numerosas
locuciones nominales.
En el sentido inverso, son, igualmente, muchos los autores (Lang 1990: 121-124,
Almela Pérez 1999: 130, Varela Ortega 2005: 81) que incluyen entre los compuestos
algunas locuciones (caballo de batalla, cabeza hueca...), lo cual no es nada de extrañar
porque, como se viene apreciando, la diferenciación entre uno y otro fenómeno es en

96
extremo difícil y depende en gran medida de los presupuestos que se adopten. Algunos
de estos autores (Seco Reymundo 1973, RAE 1973, De Bustos Gisbert 1986, etc.) reco-
nocen abiertamente su inclusión, admitiendo como único criterio fiable el gráfico (y
acentual), que afecta sólo a los compuestos propios o gráficos del tipo saltamontes o
trotaconventos. La postura de otros estudiosos, como Alcoba Rueda, es aún menos
explicable, porque se llegan a extender, extrañamente, los confines de la composición a
las locuciones verbales, como echar una mano, dar la campanada, meter la pata, etc., y
adverbiales, como contra viento y marea (Alcoba Rueda 1988: 117). No creemos que las
locuciones verbales (ni las adverbiales) entrañen riesgo alguno de ser interpretadas
como fenómenos propios de la composición léxica, aunque sólo sea por el mero hecho
de estar organizadas sintácticamente en torno a un núcleo verbal: no existen en espa-
ñol compuestos sintagmáticos encabezados por un verbo, esto es, con la estructura «V +
N» o «V + prep +N».57
De este modo, además de la consagración de esquemas básicos de las locuciones
nominales («N + A», «N + prep + N», etc.), la inclusión de compuestos y colocacio-
nes entre las locuciones denominativas, como a veces ocurre, podría decidir la de-
terminación de nuevos esquemas fraseológicos. Así, por ejemplo, habría que incor-
porar el esquema apositivo «N + N» (como supuestamente hace Munat 2004), casi
insólito entre las genuinas locuciones nominales, dada la ingente cantidad de pala-
bras compuestas que se han formado siguiendo ese patrón estructural (coche cama,
ciudad jardín, casa tienda, pájaro carpintero, pez globo, buque escuela, camión cister-
na, merienda cena, café bar, ciencia ficción, perro lobo, mariposa monarca...). El ca-
rácter productivo de este esquema compositivo parece estar sustentado en la esca-
sez de constricciones que gobiernan dicho proceso de formación; así, Spencer (1991:
95) afirma: «two nouns can be compouned more or less without restriction».
Igualmente, de asimilarse los compuestos sintagmáticos a las locuciones, se conver-
tiría en regular el esquema «A + N», tan infrecuente entre las locuciones significantes
denominativas; esquema de composición no sólo extraordinariamente menos produc-
tivo que los anteriores, sino casi inexistente en el estado sincrónico actual del español,
pues la mayoría de los compuestos sintagmáticos con tal estructura ha sufrido un
proceso de coalescencia o recomposición mediante el aglutinamiento gráfico: bella
luisa, bajo relieve, alto relieve, medio relieve, alta mar, extrema unción > bellaluisa, bajo-
rrelieve, altorrelieve, mediorrelieve, altamar, extremaunción...58

3.3.3.2. La locución infinitiva

Como se acaba de decir, es de esperar que la inclusión entre las nominales de otras
clases de locuciones, como las pronominales e infinitivas, afecte también a la identifi-
cación de los patrones básicos. En tanto que no se ajustan normalmente a ellos (cada
quisque, para andar por casa, etc.), sería necesario sugerir nuevos esquemas formativos
para dar cabida a tales unidades.
Nosotros estamos de acuerdo con que se incluyan entre las locuciones nominales
las infinitivas cuando el infinitivo haya perdido todo su valor verbal, como coser y
cantar o ir y venir;59 pero, frente a lo que piensan Casares Sánchez (1950), Zuluaga
Ospina (1980), Hernando Cuadrado (1990) o Corpas Pastor (1996b), las locuciones
infinitivas deben ser tratadas, en general, como locuciones verbales, al margen de que
su conjugación sea exclusiva o casi exclusivamente en infinitivo, como andar y repicar
en la procesión, pedir peras al olmo, ver y creer o nadar y guardar la ropa. En primer
lugar, su estructura sintáctica típicamente verbal advierte de que su clasificación más
coherente es como locución verbal, y, de hecho, se usan como locuciones verbales,
igual que cualquier otra locución de indiscutible función verbal, como tirar la casa por

97
la ventana, alzar las campanas al vuelo, pagar los platos rotos o meter la pata. En segun-
do lugar, su empleo, aunque mayoritario en infinitivo, no es exclusivo, pues, además de
su frecuente uso en gerundio («María siempre está andando y repicando en la proce-
sión») —que también reconoce Casares Sánchez (1950: 176) a propósito de la locución
tejer y destejer—, nada impide que el discurso ofrezca las condiciones apropiadas para
que el núcleo verbal se conjugue en una forma flexiva («Tu hijo nació burro y holgazán,
y no conseguirás que le entre ni una sola letra. Es inútil. Pides peras al olmo»); de
hecho, uno de los ejemplos aducidos por Casares (verlas venir) se emplea comúnmente
con el verbo flexionado («Esta muchacha es muy lista: las ve venir enseguida», frente a
«Se quedó a verlas venir»). En tercer lugar, existen otras locuciones (generalmente,
oracionales) cuyo verbo sólo o casi sólo conoce una forma, flexionada o no —No caerá
esa breva y Mañana será otro día; No hay tutía y Lo cortés no quita lo valiente; Tararí que
te vi, Voló el golondrino y ¡El que faltaba para el duro!; Otro gallo cantaría y ¡Faltaría
más!; haber(le) hecho la boca un fraile, haber cortado el ombligo, no haber nacido ayer,
no haber roto un plato en la vida y haber volado el pájaro; tener que ver, ¡Quién fue a
hablar!, ¡Hay que fastidiarse! y ¡Quién me lo iba a decir!; cagando leches y hablando mal
y pronto; No se hable más, ¡Tócate las narices! y ¡Tengamos la fiesta en paz!; etc.—, y no
por ello se llaman locuciones futuras, presentes, pretéritas, condicionales, compuestas,
perifrásticas, gerundiales o imperativas: el infinitivo, con valor verbal, es tan verbo
como el indicativo, el subjuntivo o el imperativo. En cuarto lugar, resulta inconsecuen-
te que, para la clasificación de todas las locuciones, Casares haya seguido fundamen-
talmente un criterio funcional y no sea éste el que rija para la caracterización de las
llamadas locuciones infinitivas.
Así, la locución infinitiva para/de andar por casa60 representa, a nuestro parecer, un
problema de clasificación, pues no sólo no se acomoda a la estructura formal de las
locuciones infinitivas y resto de las locuciones verbales, en las que el núcleo verbal enca-
beza el sintagma, sino que su comportamiento sintáctico es también distinto: mientras
que aquéllas equivalen a verbos simples, ésta funciona normalmente como adyacente de
un sustantivo («un consejo para andar por casa») y, en menor grado, como atributo («Este
consejo es para andar por casa»), por lo que habría de tratarse como locución adjetiva;
comportamiento, a su vez, diferente del de otra supuesta locución infinitiva de parecida
configuración formal, para dar y tomar, pues funciona como un cuantificador adjetivo o
adverbial («Había dulces para dar y tomar»).
La clasificación de coser y cantar también entraña cierta complejidad si, aparte de
constituir una estructura atípica de la locución verbal, se tiene en cuenta el dispar
tratamiento dispensado por los fraseólogos. Quienes suprimen la categoría de locu-
ción infinitiva, suelen incluirla entre las nominales (Zuluaga Ospina 1980 y Corpas
Pastor 1996b); y tal vez nadie pueda negarle dicho estatuto si en verdad se atiende a su
estructura formal (de hecho, presenta la estructura de las locuciones nominales binó-
micas del tipo toma y daca). Lo que puede parecer incongruente es que, cuando se está
adoptando un criterio clasificatorio básicamente funcional, se la describa como nomi-
nal, pues coser y cantar tiene un uso prácticamente exclusivo como atributo, acorde
con su equivalente semántico (fácil): si se analizan como adjetivas, por ejemplo, las
locuciones sano y salvo —de estructura adjetiva—, fuera de combate —de estructura
adverbial— y letra muerta (Zuluaga Ospina 1980) —de estructura nominal—, por fun-
cionar como atributo o complemento predicativo, parecería más lógico que coser y
cantar también fuera tratada como locución adjetiva y no como locución nominal (el
DFDEA resuelve el problema cómodamente anulando su condición de locución nomi-
nal al analizarlo como parte de la locución verbal ser [algo] coser y cantar).
La complejidad de análisis es aún mayor en las locuciones presuntamente infiniti-
vas de armas tomar, de pan llevar, nunca acabar61 o Paciencia y barajar. Según Casares,

98
habrían de ser descritas como nominales infinitivas, pero no funcionan, precisamente,
como un sustantivo; por ejemplo, de armas tomar equivale funcionalmente a un adjeti-
vo al desempeñar el oficio de complemento del sustantivo. La inconsecuencia de su
adscripción a las nominales (infinitivas) se pone de manifiesto en contrastes como el
siguiente: una mujer de rompe y rasga/una mujer de armas tomar. Si hay equivalencia
(complementan idénticamente al mismo sustantivo), habrá, entonces, que preguntar-
se por qué de rompe y rasga es locución adjetiva y de armas tomar, locución nominal.
Para la última construcción, Paciencia y barajar, no cabe otro análisis que el de locu-
ción oracional (enunciado fraseológico, fórmula pragmática).
Que sean tan diferentes las estructuras y funciones que cubren las llamadas infiniti-
vas nos lleva a pensar si la categoría infinitiva no es, realmente, un cajón de sastre donde
se apilan indiscriminadamente todas las formas que tienen sólo en común el llevar un
verbo en infinitivo. Si las infinitivas pasan a engrosar la nómina de locuciones nomina-
les, ha de deducirse que la locución nominal no es más que otro cajón de sastre. En
cualquier caso, la inclusión de las infinitivas entre las nominales hace que se incremente
el número de esquemas de formación de éstas.

3.3.3.3. La locución pronominal

Una situación no muy distinta presentan las locuciones pronominales: cada quis-
que, un servidor, el que firma la presente, el mismo que viste y calza, cada cual, cada uno,
todo quisqui, todo dios/cristo, todo el mundo, todo hijo de vecino, todo bicho viviente,
medio mundo, el de más allá, lo de más allá, Perico el de los palotes ‘cualquiera’, Dios y su
padre/madre ‘todo el mundo’, uno que otro, el que más y el que menos, menda lerenda,
etc.62 Como cabe observar, algunas comparten entre sí bien la estructura de un sintag-
ma nominal conformado por determinante + núcleo, bien la de una frase o una relativa
sustantivada. Su asimilación a las locuciones nominales también afectaría a la tipolo-
gía de moldes o esquemas de formación de locuciones nominales en la medida en que
no se acomodan a carta cabal a ninguno de los patrones recurrentes de éstas («N + A»,
«N + prep + N», «det + N + prep + (det) + N», «N + y + N»).

3.3.3.4. Cuantificadores y locuciones adverbiales con estructura nominal

Otro factor que influye poderosamente en la tipología estructural es el criterio pre-


valente que se adopte para identificar la clase de locución. Por ejemplo, si las locucio-
nes una barbaridad, un riñón y un pelín se apellidan adverbiales, debe ser que se hace
prevalecer el criterio funcional; si nominales, habrá que sospechar que rige el criterio
categorial o morfológico, en tanto que presentan la estructura de un sintagma nominal
sin más proyección que un determinante.63 Lo mismo cabría decir de las locuciones el
día menos pensado, tal vez, cada dos por tres, un día sí y otro también, cada lunes y cada
martes, el día de mañana, día y noche, etc.: tienen la estructura de un sintagma nominal
con núcleo sustantivo (si bien, algo extraña en algunas locuciones) o la coordinada de
dos SN y, salvo usos metalingüísticos, desempeñan en el discurso una función pura-
mente adverbial o circunstancial.
Si es el criterio funcional el que, con justa razón, se aplica comúnmente, podría
resultar más coherente, en cambio, el criterio categorial, igual que se viene haciendo
para la clasificación de los sintagmas libres (véase también § 3.1.): así, no se suelen
describir como adverbiales, sino como nominales, los sintagmas pasado mañana, la
semana que viene o el martes en el contexto «Mis padres regresan de vacaciones +
SNCC de tiempo», aunque funcionan indiscutiblemente como circunstantes.
Siguiendo el criterio categorial, también se evitarían ciertas vacilaciones y contra-
dicciones. Por ejemplo, prácticamente todas las locuciones nominales que pueden fun-

99
cionar como sujeto, que es una función propia del sintagma nominal, también pueden
desempeñar el oficio de atributo y, muchas, el de complemento predicativo, que son
funciones vinculadas comúnmente al adjetivo («El conflicto cubano-americano es un
callejón sin salida»). Expresiones como cuando las ranas críen pelo, donde Cristo dio las
tres voces y como quien oye llover suelen ser ubicadas en el cajón de sastre de las locu-
ciones adverbiales porque se atiende a su función adverbial, pero, por su estructura
oracional, también se han tratado como clausales (Corpas Pastor 1996b). Si una barba-
ridad o la mar de se consideran adverbiales por el hecho de tener función intensificado-
ra,64 también debería analizarse como adverbial morirse de [+ N] (o sus variantes: tron-
charse, partirse, mearse...), que, sin embargo, siempre se describe como locución ver-
bal, ciertamente más acorde con una estructura de predicado verbal, aunque también
debería considerarse su valor adjetival al modificar a sustantivos.
En resumen, si una barbaridad, un pelín, un huevo, un montón, la tira, la mar de,
etc., entre otros cuantificadores, se describen como locuciones nominales y no como
adverbiales (o adjetivales, en ciertos casos), habrá que reconocer la existencia, junto a
los esquemas básicos de las locuciones nominales («N + A», «N + SP», «N + y + N»...),
de sintagmas nominales con estructura «det + N» (concretamente, «un + N», y, más
escasamente, «art + N»). En ese supuesto, deberían, además, considerarse los esque-
mas «Npl. + de + Npl.» y «un(a) + N + de + Nsing./pl.» que pueden adoptar algunos de los
cuantificadores indicados (montones de, burradas de, una barbaridad de, etc.).

3.3.3.5. Constitución

Otro factor que afecta a la clasificación y caracterización de las locuciones nomina-


les es su extensión misma, su composición. Ciertas estructuras con forma de sintagma
nominal que supuestamente son parte de locuciones más extensas son a veces tratadas
como genuinas locuciones nominales. Los gramáticos, fraseólogos y lexicógrafos no se
ponen a veces de acuerdo a la hora de describir una determinada unidad (véase n. 44).
Ya se ha indicado antes que el DRAE (2001) clasifica como locución nominal el
sintagma nunca acabar, que, realmente, no se emplea sino como constituyente de la
locución el cuento de nunca acabar (Casares Sánchez 1950: 174), si no de la locución
verbal ser el cuento de nunca acabar. La mayoría de los estudiosos (Iribarren Rodríguez
1955: 167-168; DFEM; Ruiz Gurillo 2001c: 48...; cfr., p.ej., Zuluaga Ospina 1980: 156)
recoge como locuciones nominales el tiempo de Maricastaña (también el tiempo del rey
que rabió) y el año de la pera (también el año de la polca, el año de la Nana o Nanita, el
año catapún), pero, aunque su estructura es, tal cual, puramente nominal, su uso real
es fundamentalmente adjetivo —bien como complemento del sustantivo («ropa del
año de la pera/del tiempo de Maricastaña»), bien como atributo de una oración atributi-
va con ser («La ropa es del año de la pera/del tiempo de Maricastaña»)— o adverbial («Lo
compré el año de la pera/en el tiempo de Maricastaña»), lo que demuestra una vez más la
heterogeneidad de criterios que se adoptan para la clasificación de las locuciones; su
adscripción a las nominales responde más a un criterio morfológico o categorial,65
frente al presupuesto que inicialmente los autores afirman adoptar.
También se analizan como nominales —compuestos o locuciones— los grupos malas
pulgas y mala leche/fe/sombra/uva (Corpas Pastor 1996b: 95; Pérez Vigaray 1996-1997:
302; Almela Pérez 1999: 129; Val Álvaro 1999: 4.824-4.830...) cuando, a juzgar por su
uso discursivo normal, no son más que el complemento de la locución verbal estar de/
tener mala uva y variantes (leche, sombra, hostia, ralea, pulgas...). La vacilación se ob-
serva, por ejemplo, consultando el DI, que, si bien registra las locuciones verbales tener
mala sombra y tener malas pulgas, cita como locución nominal mala uva ‘mal humor,
disgusto’ (probablemente por pudor, no recoge ninguna locución con la variante leche).

100
Cabría decir lo mismo del análisis de santa voluntad (Almela Pérez 1999: 127), que
sólo puede ser el complemento directo con incremento enfático (santa) de la locución
verbal hacer + pos + (santa) voluntad. También la sopa boba es parte del fraseologis-
mo verbal andar/ir/estar a la sopa boba (a veces también vivir de/comer la sopa boba),
aunque a veces se analiza como locución nominal (DI, Corpas Pastor 1996b: 95);66 y lo
mismo sucede con cuerda floja (Val Álvaro 1999), que es el complemento regido o
circunstancial en la locución verbal estar/bailar en la cuerda floja (DFEM). Asimismo,
parece más apropiado describir como parte de una locución verbal con ser los sintag-
mas cero a la izquierda y el brazo derecho o el ojito derecho (ser el brazo derecho de + N =
ser + pos + brazo derecho) que, en cambio, Corpas Pastor (1996b: 95), igual que el DEA
y el DFDEA, analiza como nominales (véase, p.ej., el DI); si bien es cierto que en el
discurso aparecen con frecuencia como formas nominales emancipadas del verbo (apo-
siciones, réplicas, etc.: «Ahí está Roberto, el brazo derecho del director», «En su casa, ni
pincha ni corta. Un cero a la izquierda, como se suele decir»). Y lo mismo cabría decir
de los sintagmas un viva la Virgen, culo de mal asiento, papel mojado y pan comido: se
emplean normalmente como atributo en una locución verbal copulativa (DFEM);, aun-
que también aparecen tratados como locuciones nominales (el DRAE 2001 sólo cita
viva la Virgen entre las locuciones sustantivas) y como compuestos (Val Álvaro 1999;
Almela Pérez 1999: 126). Como locuciones nominales recogen el DRAE (2001) y el
DEA las expresiones carta blanca y carta de naturaleza, aunque su uso habitual es como
complemento, respectivamente, de dar (también tener o similar) y tomar (conseguir o
similar). De hecho, el DRAE define la primera como ‘La que se da a una autoridad para
que obre consecuentemente’, y, de la segunda, el DEA comenta que se usa generalmen-
te con tomar. Tal como se indicó anteriormente, como parte de la locución verbal con
echar es descrita en el DRAE y en el DFEM la expresión un jarro de agua fría, pero sólo
como locución nominal en el DUE, el DEA y el DFDEA, aunque se señala su uso habi-
tual con dicho verbo.
Nazárenko e Iñesta Mena (1998) recogen, entre otros, carne de gallina (cfr. también
Varela Ortega 2005: 81, que lo describe como sintagma nominal) y frío de perros: el pri-
mero es sólo parte de una locución verbal (poner/tener la carne de gallina) y el segundo
sólo tiene de fraseológico el intensivo de perros, aunque, ciertamente, se aplica con fre-
cuencia a frío, pero también a otros sustantivos que denotan ‘tiempo’ o ‘fenómeno meteo-
rológico’ (noche, viento...). Martinell Gifré (1984: 227-228 y 230) cita como grupos nomi-
nales estructuras que son parte de locuciones verbales, como ojo de la cara (< costar un
ojo de la cara) (también el DEA, con un) y la comentada carne de gallina (< tener la carne
de gallina), o de locuciones adjetivas, como guante blanco (< de guante blanco; también
loc. adv. con guante blanco) y cáscara amarga (< de la cáscara amarga), o de locuciones
adverbiales, como agua de mayo (< como agua de mayo). Algo semejante cabe decir de
dedo en la llaga, que Carbonell Basset (2000: 65) describe como locución nominal, sien-
do, en realidad, parte de la locución verbal poner el dedo en la llaga. Mogorrón Huerta
(2002: 28) cita como locución verbal estar de luna de miel, cuando la única locución (loc.
n.) es luna de miel, analizable mejor como compuesto.
El DRAE (2001) considera nominal la de Dios es Cristo; y también Ruiz Gurillo (2001c:
48), aunque simplificada (la de Dios); y Zuluaga Ospina (1980: 151), las de Caín. Sin
embargo, por su funcionamiento, creemos que deben tratarse como los complementos
de las locuciones verbales armar la de Dios es Cristo —con variantes (la de San Quintín,
una buena, la marimorena...)— y pasar las de Caín. El propio Casares Sánchez (1950:
189) señala que la de San Quintín pasa de ser frase proverbial (con armarse) a locución
cuando se construye con armar.67 Algo similar cabría decir de los binomios coordinativos
carros y carretas y Dios y ayuda, que se tratan como locuciones nominales en algunos
diccionarios (DRAE, p.ej.), cuando su uso sólo es posible combinados con los verbos
aguantar (acaso soportar) y necesitar o costar, respectivamente.

101
Son sólo parte de locuciones adverbiales y no conforman locuciones nominales las
expresiones la buena de Dios (> a la buena de Dios), ojos vistas (> a ojos vistas) y un abrir
y cerrar de ojos (> en un abrir y cerrar de ojos) que Alcoba Rueda (1988: 118) describe
como compuestos nominales.
Corpas Pastor (1996b: 95), como algunos diccionarios (DRAE, DEA...), registra entre
las locuciones nominales el grupo sintagmático vacas flacas, cuando, realmente, fun-
ciona como parte o complemento de una locución, también nominal, con núcleo sus-
tantivo variable, aunque restringido semánticamente como acotador temporal (año,
época, tiempo, temporada, período, invierno...); v.gr.: un año de vacas flacas (o gordas).
Asimismo, Corpas Pastor (1996b: 96), igual que el DI, el DEA o el DFEM, sugiere que
borrón y cuenta nueva es una locución nominal cuyo uso está restringido al verbo
hacer; Zuluaga Ospina (1980: 154) cree lo mismo respecto del sintagma el mejor postor,
que suele combinarse con los verbos vender, ofrecer, entregar y dar. Cabe preguntarse,
entonces, si borrón y cuenta nueva y el mejor postor son locuciones nominales o partes
constitutivas de sendas locuciones verbales hacer borrón y cuenta nueva y vender/entre-
gar al mejor postor. Nosotros creemos que la primera es una locución verbal propia-
mente dicha, aunque puede usarse sin verbo como enunciado autónomo («Se acabó tu
calvario matrimonial ya. Ahora, olvídate. Borrón y cuenta nueva»), igual que tantas
locuciones verbales (ir al grano/¡Al grano!); la segunda no nos parece sino un sintagma
verbal de la técnica libre, aunque debe reconocerse que el grupo el mejor postor (tam-
bién el mayor postor) presenta una fuerte cohesión semántica y sintáctica que lo acerca
al compuesto o a la locución. El DEA se limita a decir que el mejor postor es una
construcción frecuente.
En definitiva, si, a causa de la difícil demarcación de las configuraciones fraseológi-
cas, se incluyeran entre las locuciones nominales los sintagmas con estructura nomi-
nal que son partes de expresiones fijas más amplias (generalmente, locuciones verba-
les), es obvio que no sólo se incrementaría notablemente el número de unidades ads-
cribibles a la clase de la locución nominal, sino que variarían las predicciones sobre las
estructuras básicas recurrentes de dicha clase, señaladas al comienzo.
Este problema de segmentación acontece también a otras clases de locuciones.68
Por ejemplo, llover a cántaros (o llover a mares, según aparece en Rebollo Torío 2004:
257) no es, en nuestra opinión, una locución —frente a lo que sugieren el DUE (1966),
Zuluaga Ospina (1980: 163), el DFEM, Segura García (2000: 193) o Ruiz Gurillo (1997d:
80), entre otros—, sino un sintagma libre; si se quiere, una colocación compleja de
«verbo + loc. adv.». La única estructura que es locución es a cántaros. Ahora bien, lo
que en muchos casos subyace a estos problemas de identificación o segmentación es
una cuestión de restricción léxica y de combinatoria sintáctica. La locución adverbial a
cántaros impone fuertes restricciones sobre el predicado hasta el punto de forjar una
relación solidaria muy estrecha —semejante a la existente entre armar y la de Dios es
Cristo o pasar y las de Caín—, pues a cántaros se combina casi exclusivamente con el
verbo llover, igual que lo haría el adverbio colocacional torrencialmente (García-Page
1993d: 329-332, 1994-95, 2001c, 2001-02).
Respecto de esta relación solidaria, tampoco es locución verbal llegar/salir sano y
salvo (Corpas Pastor 1996b: 98): lo que es locución (adjetiva) es sano y salvo, aunque,
eso sí, su empleo casi exclusivo es con los verbos citados o resultativos similares,
como resultar, quedar, acabar, terminar, etc., e, incluso, con estar. Pero también la
locución nominal noche toledana suele combinarse preferentemente con el verbo pasar
y no por ello es una locución verbal (si bien, el abanico de posibilidades combinato-
rias es mayor: la locución noche toledana puede aparecer con verbos que denotan
‘aguante’, como soportar, tolerar, sufrir, aguantar, tener (alguien) ‘experimentar, vivir’...,
o ‘evento’, como haber, suceder, ser...).

102
3.3.4. Los límites de la locución nominal

3.3.4.1. Locución nominal y sintagma nominal

La distancia que media entre locuciones como torre de marfil o noche toledana y
sintagmas nominales de la técnica libre como torre de hormigón o noche calurosa pare-
ce, a todas luces, grande. Ningún hablante nativo dudará en reconocer las primeras
como construcciones fijas que forman parte del acervo cultural de la comunidad, ni
incurriría en el error de asociarlas con las segundas, de combinatoria libre; el lingüista,
por su parte, dará fe de tal distinción esgrimiendo argumentos gramaticales y semán-
ticos que pongan de relieve la naturaleza fraseológica de las primeras frente a las se-
gundas: son inmodificables en cualquiera de sus formas (*torre de marfil camerunés,
*torreón de marfil, *noche de otoño toledana, etc.)69 y son semánticamente no descom-
ponibles o tienen un significado idiomático en mayor o menor grado.
En cambio, esa distancia no parece tan grande cuando se consideran combinacio-
nes como obra pía, batalla campal, negocio redondo, cierre hermético, etc., por un lado,
y tela asfáltica, limpieza étnica, cortina de humo (‘humareda’), ajuste de cuentas, tráfico
de influencias, rueda de prensa, etc., por otro. La fuerte cohesión sintáctica que presen-
tan y el vínculo semántico que se establece entre los miembros de algunas de ellas
(especialmente, en las primeras series), así como la misma frecuencia de coaparición
de éstos, provocan que a veces se las considere soluciones intermedias entre el sintag-
ma libre y el sintagma fijo o bien como compuestos o bien como colocaciones. De tan
dispares interpretaciones es claro ejemplo el grupo batalla campal: para Zuluaga Ospi-
na (1980) es una expresión fija; para De Bustos Gisbert (1986), un compuesto; y, para
Alonso Ramos (1993), una colocación. Asimismo, Zuluaga Ospina (1980) describe como
locución nominal obra pía; Alonso Ramos (1993) y Koike (2001b), como colocación.
Val Álvaro (1999) analiza como compuesto el grupo sintagmático negocio redondo;
para Domínguez (1975: 207), es una locución; para Varela Ortega (2005: 119), un sin-
tagma libre; y una colocación, para Alonso Ramos (1993) y Koike (2001b).
Sin embargo, en nuestra opinión, se trata de formas sintácticas, de combinaciones
de la técnica libre del discurso, aunque, como ocurre con la primera serie de las cita-
das, puedan describirse como colocaciones en virtud de la existencia de un cierto gra-
do de restricción léxica, además de preferencia idiosincrásica o de uso. Las colocacio-
nes no son unidades fraseológicas de ningún tipo; no son unidades de la Fraseología.
Tampoco son unidades de la Morfología (compuestos). Son unidades de la Sintaxis.

3.3.4.1.1. El sintagma nominal de estructura «N + A»


Nuestra concepción de la Fraseología nos permite suponer que la relación sintác-
tica entre el sustantivo y el modificador adjetivo de las combinaciones complejas
arriba señaladas no es otra que la que pueda establecerse entre el sustantivo y el
adjetivo restrictivo de un mismo sintagma. Es sabido que la vinculación sintáctica
del adjetivo especificativo, sobre todo el llamado relacional, con su núcleo es muy
estrecha; el grado de adyacencia que manifiesta es jerárquicamente superior al de
otras clases de complementos, de modo tal que impide su separación por interposi-
ción de otro modificador; el grupo «N + Aesp.» se siente como una unidad inseparable
(bula papal extraordinaria/*bula extraordinaria papal).
Ese sentimiento de unidad compacta persiste en secuencias como obra pía, negocio
redondo, batalla campal, cierre hermético —igual que en cambio radical, lluvia torren-
cial, error craso, éxito clamoroso, importancia vital, interés vivo, suerte loca, sueldo irri-
sorio, cifra astronómica, risa incontenible, deseo irresistible, flaco favor, silencio sepul-
cral y cientos más, que son sintagmas sustantivoadjetivales de pleno derecho (si se

103
quiere, colocaciones léxicas), construidos de acuerdo con las reglas de la gramática.70
La relación sintáctica entre núcleo y adyacente adjetivo es idéntica a la contraída entre
el sustantivo y el adjetivo de cualquier sintagma nominal creado libremente.
Puede suponerse, en todo caso, que la vinculación semántica entre los componen-
tes de las colocaciones es mayor que la que pueda determinarse en los simples sintag-
mas con adjetivo restrictivo (elecciones municipales, visita real, trámite administrativo,
disposición transitoria, ensayo orteguiano, fallo judicial, bendición papal, yacimiento
petrolífero, transacción portuaria...),71 en la medida en que el vínculo se crea en virtud
de una determinada restricción de selección léxica (sobre todo, cuando el adjetivo no
es estrictamente intensificador: cierre hermético, obra pía, batalla campal, prueba feha-
ciente, argumento concluyente, firme convicción, fuente fidedigna, etc.).72 Tal vínculo ha
favorecido que los dos componentes del sintagma, nombre y adjetivo, concurran con
frecuencia, de manera que el uso repetido de la comunidad los ha ido fraguando como
si se tratara de unidades compactas y a veces insustituibles. El adjetivo restrictivo y
relacional puede, en principio, aplicarse a un amplio espectro de sustantivos, mientras
que el adjetivo colocacional suele mantener relaciones íntimas con un número reduci-
do de sustantivos, hasta el punto de que, a veces, la relación solidaria del colocativo con
el sustantivo exhibe un genuino maridaje de monogamia lingüística.
No obstante, el adjetivo restrictivo —y, en especial, la clase relacional— de los sin-
tagmas nominales de la técnica libre podría favorecer el tránsito de éstos a estructuras
más estables o trabadas, como las colocaciones (trabajo febril, aburrimiento soporífero,
lluvia torrencial), los compuestos (goma arábiga, llave inglesa, lengua materna) y las
locuciones (niño gótico, noche toledana, martirio chino).73
Otros sintagmas de más reciente creación, como tela asfáltica, puente aéreo, mesa
electoral, limpieza étnica, etc., que comportan cierta metaforización (del adjetivo o del
sustantivo), están más próximos a los compuestos —o, incluso, a las locuciones—, y, de
hecho, se comportan como tales. Se han concretado en designar una nueva realidad,
como ocurrió con los compuestos consolidados ángulo recto, palo rosa, campo santo,
etc. No hay un vínculo semántico entre los componentes de dichos sintagmas.

3.3.4.1.2. El sintagma nominal de estructura «N + prep + N»


También son sintagmas las series del tipo enjambre de abejas, piara de cerdos, rebana-
da de pan, loncha de jamón, etc., consideradas frecuentemente colocaciones, y ciertas
construcciones de creación relativamente reciente con estructura «N + de + N» y con
mayor o menor grado de figuración, como ajuste de cuentas, tráfico de influencias, oleada
de terrorismo, espiral de violencia, ronda de negociaciones, ciclo de conferencias, mesa de
negociaciones, plan de choque, medidas de seguridad, solución de continuidad, señas de
identidad, cortina de humo,74 conflicto de intereses, fuente de inspiración, paquete de medi-
das, rueda de prensa, golpe de gracia, olfato de gol, etc., descritas a veces también como
colocaciones.75 Con más razón, en cambio, podrían considerarse colocaciones sintag-
mas libres nacidos por nominalización de una estructura verbonominal colocacional,
como administración de medicamentos (< administrar medicamentos), apertura de un
expediente/una cuenta (< abrir un expediente/una cuenta), rescisión de contrato (< rescin-
dir el contrato), formateado del disquete (< formatear un disquete)...
Con respecto al primer grupo, recordamos que su ubicación entre las colocaciones
no entra en incompatibilidad con su tratamiento como sintagmas libres dado que, en
nuestra concepción de la Fraseología, las colocaciones no son unidades de la Fraseolo-
gía, sino unidades de la Gramática. Con respecto al segundo grupo, es cierto que go-
zan, unos más que otros, de una compactedad particular que no tienen otros sintag-
mas de configuración libre, como vaso de cristal, taza de porcelana, cerámica de Mani-
ses, cubertería de plata, caja de cartón, cruce de carreteras o pila de libros. Esa compactedad

104
o estabilidad sintáctica ha hecho posible que algunos especialicen su significado, y el
uso repetido bajo esa misma fórmula ha contribuido a su solidificación, a consagrarlos
como una unidad designativa, a convertirlos en complejos léxicos similares a los com-
puestos76 o las locuciones, si se llegara, por ejemplo, a configurar como una expresión
con un sentido de bloque figurado (piénsese, p.ej., en señas de identidad o cortina de
humo); complejos léxicos de vida tal vez efímera —hasta el punto de que presumible-
mente no lleguen a engrosar la lista de los compuestos (o de las locuciones)—, pero,
naturalmente, no tan fugaz y pasajera como los otros sintagmas libres señalados (vaso
de cristal...), que se hacen y se deshacen, que se crean y se renuevan continuamente
según los requerimientos del discurso: acuñaciones sintagmáticas como tráfico de in-
fluencias o conflicto de intereses, ahora tan de moda, ya han quedado registradas en la
memoria colectiva —y, tal vez, en algún diccionario—, y están disponibles para el ha-
blante cuando se le presente la misma situación, cuando sea necesario decir o designar
lo que ellos significan o designan. No será preciso, para expresar ese significado, gene-
rar un nuevo sintagma empleando otros lexemas simples del código; resultará más
económico recurrir al sintagma ya inventado, tal vez más expresivo, que el interlocutor
seguramente reconocerá (se trataría de una suerte particular de listemas).
La sintaxis llamada libre no es tan libre como se piensa, y nominalizaciones como
ajuste de cuentas y metáforas como rueda de prensa son una prueba extraordinaria de
ello. Como en los sintagmas con adjetivo restrictivo (como negocio redondo), son invia-
bles algunas de las operaciones que sufren normalmente las secuencias enteramente
libres: *tráfico de influencias y consejos, *rueda especial de prensa, *rueda de prensa
amarilla, etc. Sintaxis libre no significa fabricación libérrima de secuencias. El código
sintáctico está regido también por reglas, de selección y combinación; el uso de las
unidades de la técnica libre está gobernado por leyes, más o menos restrictas. Existen
grados de rigidez: unos sintagmas son más estables o rígidos y otros son más tolerantes.

3.3.4.1.3. El sintagma nominal de estructura «N + N»


La construcción apositiva del tipo «N + N» no representa mayores problemas de
confusión con la locución dada la extrema escasez de locuciones nominales con tal
estructura; sin embargo, entre ellas, o entre las colocaciones entendidas como unida-
des fraseológicas, y, sobre todo, entre los compuestos, se incluyen con frecuencia apo-
siciones nominales como fecha límite, distancia tope, programa padre, piso piloto, bu-
que fantasma, cena homenaje, alumno modelo, chica diez, palabra clave, contrato basu-
ra, retrato robot, noticia bomba, cupón regalo, vale descuento, hombre gol, producto
oferta, detergente estrella, niño prodigio, dieta milagro, hora punta, viaje relámpago, papel
borrador,77 etc. Estamos de acuerdo con que tales combinaciones son frecuentes (los
lexemas concurren con mucha frecuencia) y, en su empleo discursivo por los hablan-
tes, funcionan prácticamente igual que las palabras compuestas; algunos —como re-
trato robot, p.ej.— podrían, incluso, llegar a alcanzar ese estatus. Sin embargo, tan sólo
son falsos compuestos, seudocompuestos. Nosotros creemos que son meros sintagmas
nominales en aposición, construidos siguiendo el habitual recurso económico de la
lengua de acuñar voces o designar realidades simplemente yuxtaponiendo palabras,
como rojo ladrillo o producto oferta (a veces, eliminando elementos de relación y deter-
minantes, como ocurre en sintagmas del tipo calle Velázquez).
Como la mayoría de las palabras compuestas N-N, no admiten el cambio de orden
(*piloto piso, *clave palabra...) y no admiten, en general, plural en el segundo miembro
(cfr. fechas límite/fechas límites, pisos piloto/pisos pilotos...), aunque son menos estric-
tos que los segundos miembros de los compuestos, que prefieren el singular (ciudades
jardín/?ciudades jardines, ciudades dormitorio/?ciudades dormitorios, casas cuartel/?ca-
sas cuarteles, hombres rana/?hombres ranas, faldas pantalón/?faldas pantalones),78 dife-

105
rencia —de orden cuantitativo— que podría invitar a pensar que el segundo elemento
del compuesto funciona como una auténtica aposición nominal en tanto que el segun-
do elemento del falso compuesto puede equivaler a un adjetivo (también Lang 1990:
100, 115), por lo que, frente a las aposiciones, respetan las leyes de la concordancia. Tal
comportamiento ante el plural podría también interpretarse como una diferencia en el
grado de cohesión: los compuestos están más trabados, hay una mayor fijación, que
favorece, incluso, el rango de unidad semántica que han de constituir; los sintagmas
(seudocompuestos) no forman unidades compactas y se construyen con la regularidad
propia de las cadenas de la técnica libre. En algunos casos, el segundo componente del
sintagma (o seudocompuesto) puede funcionar como aposición adjetiva a otro modifi-
cador del núcleo nominal: «Una visita rapidísima, relámpago», «Una fecha relevante,
capital, clave», «Un cuerpo deportista, íntegro, cañón». Ese valor adjetival sería corro-
borado en parte por el hecho de que algunos de estos sustantivos (modelo, prodigio,
estrella, basura, bomba,79 tope, límite...) funcionan como encarecedores —incluso, ela-
tivos (alternarían, p.ej., con superlativos en -ísimo: cuestión clave/importantísima)— o
despectivos, por su equivalencia a un adjetivo (modélico, prodigioso, estelar...), y por su
facultad de aparecer en oraciones relativas derivadas («Una fecha que me parece cla-
ve», «Una persona que está cañón», «Un hijo que es un [auténtico] modelo»), o coordi-
nadarse a otros impepinables adjetivos («La oferta será estrella, pero absolutamente
innecesaria»).
Por otro lado, los compuestos no admiten inserciones internas (esto es, los miembros
son inseparables; no forman cadenas discontinuas) ni modificaciones individuales de los
constituyentes: *falda larga pantalón, *buque de guerra escuela, *hombre rana verde...; en
cambio, el primer componente de los sintagmas (seudocompuestos) puede a veces ser
modificado, de modo que los componentes queden separados: un buque de guerra fantas-
ma, la fecha de matrícula límite, una palabra injuriosa clave, alumno universitario modelo,
el piso de lujo piloto, contrato de trabajo basura, maletín bomba...; también, restringida-
mente, el segundo: una situación casi límite...
La inserción de complementos de esta suerte puede ser sintomática de la estructura
sintáctica de tales combinaciones. Si los compuestos por yuxtaposición nominal tie-
nen la estructura «N-N», propia de la palabra compuesta, los seudocompuestos res-
ponden a la estructura «SN-SN», propia del sintagma nominal. El compuesto es la
reunión de dos sustantivos (dos lexemas); el seudocompuesto es la combinación de dos
sintagmas nominales en aposición, con la particularidad de que el constituyente apuesto
es un sintagma de expansión mínima, un núcleo sin proyección (también el núcleo
suele presentarse como un sustantivo escueto). El núcleo del seudocompuesto es el
sustantivo del primer sintagma; en el compuesto los dos sustantivos pueden ser nú-
cleos, como en los copulativos [coordinativos] del tipo casa cuartel, sofá cama o salón
comedor (‘espacio/mueble que es a la vez casa y cuartel/salón y comedor/sofá y cama’).80
La mayor regularidad de estos particulares sintagmas también se manifiesta en que
el primer miembro suele permitir variaciones de género (alumna/alumno modelo, casa/
piso piloto, plazo/fecha límite, niño/niña prodigio, etc.) y no se resiste, cuando es facti-
ble, a la modificación cuantitativa o valorativa (ofertón estrella, alumnito modelo, etc.).
Esta misma regularidad propia de los sintagmas libres se advierte en el hecho de
que el primer elemento del falso compuesto puede a veces coordinarse a otro sustanti-
vo, arrastrando normalmente la concordancia plural del segundo, como índice de que
ambos elementos coordinados representan designaciones distintas: el día y la hora lí-
mites, la palabra y el acento claves, el piso y el chalet pilotos, el detergente y el jabón
estrellas... (cfr. *la casa y el piso cunas, *el buque y el barco escuelas...).81 Si bien, en
algunos casos, alterna la forma singular con el plural, como el chico y la chica diez/el
chico y la chica dieces; en este caso, puede deberse a que se sobreentienda el sustantivo

106
número, lo que propiciaría la formación de la aposición: chico número diez, igual que
sucede con otros sustantivos de similares características, como tipo, estilo, género, marca,
forma, talla, modelo, hechura, medida, moda o color: pantalones talla cuarenta, actores
tipo Bruce Lee, coches marca Seat, personajes estilo don Quijote, zapatos modelo moca-
sín, trajes moda hombre, bolsas color blanco...82
Pueden señalarse, además, otras supuestas diferencias, aunque, al no ser conclu-
yentes, sino más bien de grado, podrían contradictoriamente interpretarse como pun-
tos de encuentro entre el sintagma y el compuesto.
Uno de ellos es que, mientras que el segundo sustantivo de los seudocompuestos
puede aplicarse, en principio, a una serie indeterminada de sustantivos —si bien, pre-
sentan preferencias combinatorias y unos (límite, fantasma, homenaje..., y los valorati-
vos modelo, diez, estrella, etc.) son más productivos que otros (robot, borrador, padre
‘patrón’...)—, el componente fijo de los compuestos auténticos suele crear series limita-
das o definidas, a veces muy reducidas, aunque, en calidad de patrón regular, virtual-
mente pueda extenderse. Así, hace sólo varias décadas la lengua acuñó los compuestos
ciudad jardín, ciudad satélite, ciudad dormitorio, y quizá algún otro, pero su inventario
no creció mucho más; más antiguos son buque escuela y buque hospital,83 que no pare-
cen disponer de más hermanos compuestos; con el sustantivo casa se forjaron casa
cuna, casa cuartel, casa tienda y quizá alguno más, aunque podrían haberse creado
casa despacho, casa panadería o casa oficina. Sin embargo, existen suficientes contrae-
jemplos, como son las denominaciones de peces, aves, insectos, perros, etc., que cons-
tituyen paradigmas muy extensos y presumiblemente acrecentables.84 Ellos represen-
tarían, entonces, un punto de acuerdo entre los compuestos y los sintagmas; cabría
pensar que entre ellos hay más semejanzas que diferencias. Contribuiría a este acerca-
miento entre el sintagma y el compuesto el hecho de que el sustantivo apuesto de los
sintagmas también pueda presentar ciertas restricciones de selección; por ejemplo,
límite y tope se aplican fundamentalmente a nombres que denotan ‘aspecto físico’ (vo-
lumen, medida, peso, longitud, extensión...), ‘circunstancia temporal’ (fecha, plazo, día,
etc.) ‘velocidad’ y ‘evolución o cambio’ (rebaje, incremento, crecimiento, etc.); relámpago
suele aplicarse a nombres que denotan ‘desplazamiento, reunión’ (viaje, visita, encuen-
tro, etc.); fantasma complementa a nombres de objetos físicos o realidades tangibles y
raramente a sustantivos abstractos (ciudad, buque, etc.)... Pero lo más significativo es
que, mientras que el término apuesto de los sintagmas puede aplicarse a un número
mayor o menor de sustantivos o sintagmas nucleares sin llegar a constituir nunca una
unidad compacta con ninguno de ellos, son bastantes las creaciones aisladas de com-
puestos en los que ninguno de los componentes da lugar a series, esto es, no forma
inventarios: falda pantalón, ciencia ficción, merienda cena, cartón piedra... Además, las
alternativas de los compuestos suelen formar campos léxicos o semánticos (agua blan-
da, agua dura...) o representar individualidades de la especie (pez martillo, pez sierra...),
mientras que el elemento común de los seudocompuestos produce conjuntos léxicos
heterogéneos (palabra clave, hombre clave, idea clave, año clave...). Ello tiene que ver
con las propiedades referenciales y designativas de los compuestos y el valor cuasiadje-
tival del segundo formante de los seudocompuestos, pues, si, en los compuestos autén-
ticos que pueden agruparse por series o campos al compartir un formante común, la
sustitución del otro formante determina inexcusablemente un nuevo individuo o refe-
rente basado —con frecuencia— en la suma de los dos componentes (coche cama z
sofá cama, pez martillo z pez sierra), en los seudocompuestos el cambio de referente
viene impuesto exclusivamente por el cambio del primer sustantivo, sin que, para nada,
intervenga el significado del sustantivo apuesto, lo que, por otra parte, corrobora su
valor de mero modificador adjetival. Dicho de otra manera, la elisión del sustantivo
apuesto no altera la designación del primer formante (la «fecha límite» no deja de ser

107
«fecha» porque no vaya especificada con la palabra límite u otra), frente a lo que suce-
de en los compuestos (falda pantalón z falda, coche cama z coche).
La otra diferencia está relacionada con la propia estructura y el mecanismo de
formación: en tanto que, de la consecución de los sintagmas que se están tratando, el
verdadero responsable es el segundo componente o sustantivo apuesto (fecha límite),
en los compuestos el formante común que actúa a modo de afijo es, normalmente, el
primero (casa + tienda/cuna/cuartel). Pero esta diferencia es también gradual y no con-
cluyente: existen compuestos con el segundo formante como denominador común (co-
che/mueble/sofá + cama) y sintagmas con el primer componente común (efecto + domi-
nó/bumerang/invernadero/carambola..., un(a) + señor(a) + N [paella/libro/casa/filete...]),
por lo que también puede ser más un rasgo de aproximación que de distinción.

3.3.4.2. Locución nominal y compuesto

Resulta aún más complejo trazar una línea divisoria entre el compuesto y la locu-
ción, pues el paso de uno a otra es casi imperceptible, muy sutil la diferencia; y, desde
luego, nunca falta originalidad e imaginación entre los estudiosos en la alegación de
argumentos para separarlos o agruparlos.
Aunque parece haber acuerdo absoluto entre los lingüistas en afirmar que los límites
entre el compuesto y la locución son borrosos, que el muro medianero que se ha levanta-
do para separarlos no es pétreo ni compacto, sino que es franqueable por la existencia de
numerosos intersticios,85 algunos estudiosos se animan a diferenciarlos proponiendo
señas de identidad de uno y otra; si bien, al final de tan aventurada —y poco venturosa—
empresa, suelen reconocer cosas tan poco útiles para la discriminación como que «la
validez de dichos criterios es muy discutible» (Corpas Pastor 1996b: 92).
En primer lugar, creemos que el conflicto de límites entre la locución y el compues-
to debe plantearse fundamentalmente en los siguientes casos: a) cuando el compuesto
es de tipo sintagmático, y b) cuando la locución nominal presenta la estructura «N + A»
o «N + prep + N» (si acaso, «N + prep + art + N»), ya que son patrones regulares y
productivos de formación de compuestos sintagmáticos que comparten las locuciones
denominativas.86 Así, por ejemplo, no tiene mucho sentido suscitarse la comparación
cuando la locución adopta la fórmula binómica o coordinativa, dado que es poco habi-
tual y casi improductiva en los compuestos sintagmáticos (cfr., no obstante, pan y que-
sillo ‘planta herbácea’, salto y encaja ‘cierto paso de la danza española’, punto y coma,
etc.) —pero no en los compuestos gráficos: carricoche, coliflor...—,87 o cuando el com-
puesto tiene la estructura apositiva «N + N» (casa cuna, café teatro, camión cisterna,
falda pantalón, sobrino nieto, mueble cama, etc.), prácticamente inexistente en el códi-
go fraseológico (cfr. niño pera). Como tampoco habría razón para establecer el contras-
te atendiendo a la estructura «V + N», puesto que no existe ningún compuesto sintag-
mático con esa estructura (aunque sí compuestos propios o gráficos, como buscaplei-
tos o lavavajillas): las estructuras «V + N» que presentan secuencias como poner de
manifiesto, hacer alusión, etc., no son, como suponen algunos autores, compuestos,
sino predicados de verbo soporte (véase n. 57).
Creemos que tiene aún menos sentido, por su nula transcendencia en la compara-
ción locución/compuesto, proponer el criterio ortográfico. A nadie, suponemos, le plan-
teará duda ninguna reconocer como compuestos las combinaciones léxicas gráfica-
mente soldadas tragaluz («V + N»), malvarrosa («N + A»), bocacalle («N + N»), verdine-
gro («A + A»), bienestar («adv + V»), trasluz («prep + N») o conque («prep + conj») (cfr.,
no obstante, Pérez Vigaray 2001 y Pérez Vigaray y Batista Rodríguez 2005: 87). Los
compuestos gráficos —incluidos los compuestos unidos por guión, como franco-suizo
o físico-químico— no son, en absoluto, confundibles con las locuciones, las cuales,

108
como fraseologismos que son, exigen la reunión de al menos dos palabras gráficas,
incluidas las locuciones del tipo arreglárselas (§ 2.5.1.). Por ello, suponemos que tienen
poco fundamento afirmaciones como la siguiente: «la diferencia más importante es, a
nuestro juicio, de índole formal: Los elementos integrantes de los compuestos mani-
fiestan unidad gráfica, mientras que los de las locuciones acostumbran a aparecer
separados en la escritura, manteniendo de este modo su independencia formal» (Ruiz
Gurillo 1997d: 106);88 y decimos que tienen poco fundamento porque el criterio gráfico
en nada ayuda a decidir si molino de viento y trabajo de zapa son compuestos o locucio-
nes, si son compuestos o locuciones palo santo y noche toledana. En efecto, según esa
opinión, se clasifican oportunamente como compuestos perdonavidas y caradura, pero
quedan sin identificar los compuestos sintagmáticos arco de triunfo, árbol de Júpiter,
pez martillo, etc., esto es, justo los que pueden provocar colisión con las locuciones
sustantivas. Tal supuesto podría conducir a analizar como compuestos camposanto y
hojalata y como locuciones campo santo y hoja de lata.
En consecuencia, el criterio de unidad acentual (p.ej., Almela Pérez 1999: 140) tam-
poco es decisorio ni pertinente en la distinción de locuciones y compuestos sintagmá-
ticos, aunque tenga validez para los compuestos gráficos. De nuevo este criterio exigi-
ría un análisis distinto para campo santo y camposanto.
En segundo lugar, pueden hacerse unas reflexiones acerca del contenido de los
rasgos distintivos que se han propuesto para diferenciar el compuesto de la locución.89

a) El compuesto pertenece al discurso repetido


No dice mucho afirmar que el compuesto pertenece a la técnica libre y la locución,
al discurso repetido. La aserción de que el fraseologimo pertenece al discurso repetido,
como sostiene Coseriu, es una verdad de Perogrullo que nadie pone en tela de juicio;
pero sí puede resultar menos defendible sostener que «el compuesto no pertenece al
discurso repetido» (Almela Pérez 1999: 139). La palabra compuesta está fijada en una
forma, cohesionada semánticamente, y, como la locución, constituye una unidad repe-
tible o reproducible bajo esa misma forma: cualquier modificación supone, en princi-
pio, su destrucción como unidad compuesta, aunque, en algún caso, se compense con
la creación de otra nueva en tanto que representa una designación distinta: oso blanco >
oso pardo, molino de viento > molino de agua. Algunos compuestos gráficos exhiben,
incluso, restos de la arqueología lingüística, arcaísmos, y elementos extraños típica-
mente compositivos, huellas inequívocas de su acuñación pretérita: misacantano, te-
rrateniente, cuentandante, cabizbajo, cabizcaído, capisayo, capidengue, perniabierto,
malquisto, cochitril, cazcorvo, petirrojo... En resumen, sospechamos que el compuesto
presenta más semejanzas que diferencias con respecto a la locución para ser admitido
como elemento del discurso repetido. Con ello, no estamos, evidentemente, afirmando
el carácter fraseológico del compuesto.90

b) Procedimiento regular
Desde Sechehaye (1921), los estudiosos que se han preocupado del contraste lo-
cución/compuesto han repetido, sin profundizar —al parecer— en el estudio, que los
compuestos son productos regulados de la morfología, y que, por ello, se oponen a
los fraseologismos, que escapan por naturaleza a las reglas de la gramática o están
creados al margen de ellas, contraviniéndolas a veces.
Sin duda, la mayoría de las locuciones existentes no se ha construido de acuerdo
con la sintaxis actual, pues se trata de restos históricos, de formaciones de otras épo-
cas. Es dable pensar que no se obtengan los resultados esperables si se intentan expli-
car según las reglas del código actual. Pero la oposición regular/irregular parece «neu-
tralizarse» en diversas ocasiones.

109
Por ejemplo, es prueba del carácter regular de la composición el que, en general, se
construyan siguiendo determinados patrones sintácticos regulares —algunos muy pro-
ductivos—: «V + N» (papahígo), «N + N» (bocacalle, coche cama), «N + A» (aguafuerte),
«N + de + N» (caballo de vapor). Ahora bien, hay algunas palabras compuestas que no
se ajustan a tales patrones, como ocurre con los compuestos gráficos de aparente es-
tructura oracional: metomentodo, nomeolvides, miramelindo, bienmesabe, correveidile,
tentempié, etc.; son, asimismo, escasos los compuestos sintagmáticos con estructura
binómica, como el citado pan y quesillo, por lo que su existencia es más una irregulari-
dad que una regularidad.
En contrapartida, también las locuciones son capaces de expresar ciertas regula-
ridades. Ya se ha indicado que existen esquemas básicos de formación de locuciones
nominales, como «N + prep + N» (caballero de industria), «N + y + N» (santo y seña) o
«N + A» (mosquita muerta). Lo mismo cabría decir para otras clases de locuciones
que no ofrecen dificultades de distinción respecto de los compuestos, como ocurre,
por ejemplo, con los esquemas constructivos «a + Npl.», «a + lo + A», «a + art + N»,
«a + N[+ golpe] + limpio» o «en + un + N», que siguen las locuciones adverbiales a
horcajadas, a trompicones, a reculas, etc.; a lo tonto, a lo bestia, a lo loco, etc.; al bies,
al alimón, al tresbolillo, etc.; a mazazo limpio, a patada limpia, a manotazo limpio,
etc.; en un santiamén, en una sentada, en un instante, etc.
Es también regular, en el sentido de propio de la sintaxis libre, que muchas locucio-
nes nominales admitan cambios de flexión de número: conejillo de Indias > conejillos
de Indias, noche toledana > noches toledanas; y también sufijaciones apreciativas: mos-
ca/mosquita muerta, pico/piquito de oro.91
Además, numerosas locuciones exhiben una estructura sintagmática «normal»,
acorde con la sintaxis regular: conejillo de Indias [SN o N + de + N], perder los papeles
[SV o V + SNCD], echar leña al fuego [SV o V + SNCD + SPCI], ligero de cascos [SA o
Anúcleo + SPady.]...
En contrapartida, a veces no todos los compuestos construidos según un mismo
esquema ofrecen la misma solución: en los gráficos, por ejemplo, unos admiten el
signo de unión i (infijo, según algunos gramáticos) y otros no:92 ajoaceite/coliflor, mal-
varrosa/pelirrojo, motocarro/carricoche; unos añaden el plural en el primer miembro y
otros en los dos: hombres rana/ciudades jardín/coches cama-?hombres ranas/?ciudades
jardines/coches camas; pasodobles/medianoches-?pasosdobles/mediasnoches; el comple-
mento nominal de unos compuestos gráficos de «verbo + sustantivo» va en singular y
otros —la mayoría— en plural: abrelatas/cortacésped, saltamontes/rodapié, incluso cuando
comparten el primer formante: portalámparas/portavoz, parachoques/parasol, tragalda-
bas/tragaluz, guardacoches/guardapolvo...
Así pues, el criterio de la regularidad no es del todo fiable para diferenciar el com-
puesto de la locución.
Existe, a nuestro entender, un índice de regularidad de la composición que no suele
ser señalado suficientemente en los estudios que tratan el contraste locución/compuesto,
al cual hemos hecho ya referencia, que es la creación de series a partir de un mismo
esquema: casa cuna, casa tienda, casa cuartel..., casa de huéspedes, casa de campo, casa de
citas, casa de juego, casa de postas, casa de labor, casa de Dios..., casa pública, casa real,
casa paterna, casa solariega, casa profesa..., molino de viento, molino de agua, molino de
sangre..., ciudad jardín, ciudad dormitorio, ciudad satélite...,93 pez globo, pez sierra, pez
martillo, pez araña, pez manta, pez raya..., agua blanda, agua dura, agua pesada, agua
delgada, agua muerta, agua dulce, agua cruda, agua blanca, agua cibera, agua artesiana,
agua gorda, agua herrada, agua bendita, agua lustral, agua termal..., agua de azahar, agua
de nafa, agua de cal, agua de olor, agua de pie, agua de cerrajas...,94 agua lluvia, agua nieve,
agua viento, agua manantial, agua mineral..., arco apuntado, arco rebajado, arco conopial,

110
arco carpanel, arco cegado, arco ojival, arco abocinado, arco adintelado, arco peralta-
do, arco realzado, arco perpiaño, arco toral... En todos ellos, uno de los componentes
permanece invariable y actúa a modo de afijo (generalmente, prefijo).95
No parece que las locuciones puedan originar series semejantes; no hemos encontra-
do ninguna locución nominal que forme parte de una cadena de estructuras idénticas
con denominador común. Lo que se nos antoja más parecido, si acaso, son las creaciones
analógicas según un esquema sintáctico en la que el elemento fijo no es la unidad léxica,
sino un signo gramatical —como los citados esquemas «a + art + N» (al alimón, a la
ligera), «a + Npl.» (‘gran cantidad’: a espuertas, a montones.../’golpe’: a escobazos, a pata-
das...), etc. También guarda cierta similitud la locución que desarrolla un paradigma de
variantes, pero éstas funcionan como sinónimos (no importar un pepino/comino/bledo/
rábano...). En el caso de que varias locuciones compartieran un elemento común (una
misma unidad léxica) que, a primera vista, pudiera hacer pensar en su función como
denominador común, la semejanza con el compuesto sería sólo aparente: el denomina-
dor común no sólo no preserva el significado en cada una de las locuciones, sino que sus
significados idiomáticos son distintos y no guardan necesariamente ningún parentesco;
así, nada tienen en común, salvo el lexema compartido (flor), las distintas «flores» que se
describen a continuación (los referentes son completamente distintos): flor de cantueso
‘cosa fútil’, flor de un día ‘cosa de existencia extremadamente breve’, flor de la maravilla
‘persona o cosa que cambia fácilmente de estado’, flor de la vida ‘juventud’ y (la) flor de
estufa ‘persona muy frágil y enfermiza’.

c) Cohesión semántica
Otro de los rasgos diferenciadores de la locución, frente al compuesto, que han
señalado algunos estudiosos es de índole semántica. Se afirma a veces que la locución
y el compuesto tienen en común el ser unidades semánticamente cohesionadas. Ahora
bien, la cohesión semántica se entiende de dos modos normalmente: a) en relación con
el significado idiomático; b) en relación con la función designativa.
Se dice que la locución es idiomática o no composicional en tanto que el compuesto
es transparente o composicional. Aquí es relevante distinguir, si es factible, idiomatici-
dad y no composicionalidad (§ 2.5.3.). Creemos que tal presunción es bastante certera en
términos generales, pero no es un criterio infalible: si es verdad que prácticamente todas
las locuciones nominales son idiomáticas, más o menos opacas semánticamente, tam-
bién lo es que son numerosos los compuestos idiomáticos o semiidiomáticos; incluso,
algunas palabras compuestas exhiben un grado elevado de figuración o son completa-
mente opacas, como las denominaciones de ciertos dulces (tocino de/del cielo, lengua de
gato, yema de Santa Teresa, cabello de ángel, brazo de gitano, etc.) y de plantas y animales
(dondiego de noche, ave del paraíso —como nombre popular de la strelitzia regina—, espi-
no de fuego, uña de gato, caballito del diablo, etc.), frente a otros compuestos de significa-
do literal o totalmente transparentes, como barco de vela, salón comedor, oso blanco o
máquina de escribir; y, como en las locuciones, otros muchos compuestos son parcial-
mente idiomáticos o menos opacos porque dejan traslucir algún grado de motivación,
como ilustran las series casa cuna, cama nido, rosa del desierto, ave del paraíso (como
clase de pájaro con diversos colores) o árbol del amor.
El factor idiomaticidad puede ser relevante en algunos casos de series de compues-
tos creados con un elemento común. Por ejemplo, el sentido idiomático es el que per-
mite distinguir la locución agua de cerrajas (o de borrajas) ‘insignificante’ del compues-
to agua de cerrajas ‘la extraída de la hierba cerraja’ (que forma serie con agua de nafa,
agua de azahar, agua de colonia, agua de cal, etc.), o el compuesto pan ázimo o pan
candeal de la locución pan perdido (‘persona dada al vagabundeo’). Ahora bien, la idio-
maticidad puede llevar sagazmente a incurrir en error. Un ejemplo lo tenemos en las

111
formaciones pan seco o pan sentado, que, siendo idiomáticas (semiidiomáticas), no
constituyen, en nuestra opinión, locuciones, sino compuestos.
Existen casos similares. Como se ha comentado, hay palabras «prefijo» de gran
productividad, capaces de formar series numerosas. Eso ocurre, por ejemplo, con la
voz agua, que genera un paradigma de compuestos idiomáticos: agua blanda, agua
pesada, agua gorda, agua cibera, etc., en los que el adjetivo sirve para distinguir clases
de agua. Eso cabría pensar de las unidades agua tofana, agua vidriada o agua fuerte
(aguafuerte); sin embargo, tales unidades no designan ninguna clase de agua, sino,
respectivamente, una clase de veneno, un tipo de moquillo que sufren los halcones y
cierto ácido nítrico, por lo que constituyen compuestos de un mayor grado de idioma-
ticidad y no por ello pasan a ser locuciones. Ojo de besugo, ojo de bitoque y ojo de sapo
son clases de ojos —como lo son ojos turnios, ojos blandos (o tiernos), ojos reventones
(o saltones) y ojos vivos— y todos presentan un cierto grado de transposición semán-
tica; sin embargo, no forman parte del paradigma ojo de boticario, ojo de buey, ojo de
perdiz, ojo de pollo, ojo de gallo..., ni ojos de cangrejo,96 denominaciones de aún mayor
grado de figuración. A pesar de su idiomaticidad, ni unos ni otros constituyen, a nues-
tro parecer, locuciones. Otro caso: el sustantivo flor da origen a numerosos compues-
tos en los que el complemento especifica la clase de flor designada: flor del embudo
‘cala’, flor de la Pasión ‘pasionaria’, flor (o flores) de muerto ‘maravilla’ (también flor de
la maravilla), flor de lis, flor de la Trinidad ‘trinitaria’, flor del viento ‘variedad de anémo-
na’, flor de amor ‘amaranto’, flor de santa Lucía...; pero hay «flores» que no tienen nada
que ver con la botánica y las formas de nombrar sus elementos, como flores de cinc
‘copos de óxido de este metal’, flor del azufre ‘azufre sublimado’, flor de la sal ‘espuma
rojiza producida por la sal’, flor de cuño ‘moneda que no ha circulado o que está en tan
buen estado que parece no haberlo hecho’, o la misma flor de lis cuando designa un
tipo de forma heráldica: tanto aquéllas, las flores naturales y verdaderas, como éstas,
las falsas flores, presentan mayor o menor transposición semántica, y creemos que
son, lisa y llanamente, compuestos. También son compuestos, aunque no sean flores,
las flores de mayo ‘culto que se tributa a la Virgen en el mes de mayo’ y las flores de
maíz ‘rosetas de maíz’; en cambio, hay otras «flores», a las que hemos hecho referen-
cia antes, que tampoco tienen nada que ver con la botánica y, en cambio, son locucio-
nes, con no poco grado de idiomaticidad, como son la flor de un día, la flor (o las flores)
de cantueso, la flor de estufa, la flor de la maravilla, la flor de la vida. La voz casa forma
los compuestos casa de juego, casa de oración (o de Dios), casa de socorro, casa de
postas, casa de banca, casa de campo, casa de labor (o de labranza), casa de mancebía (o
lenocinio), casa de expósitos, casa de citas, casa de locos, casa de moneda o casa de
huéspedes, y todos —unos de significado literal y otros de significado parcialmente
figurado— designan un tipo de casa o espacio cerrado para determinado fin; en cam-
bio, no deben incluirse en el mismo paradigma los grupos casa de trueno o (la) casa de
tócame Roque, que, aunque muchas veces los diccionarios no los tratan como locucio-
nes, no hay ningún impedimento en analizarlos como tales, pues no se refieren a
ningún tipo de local, sino más bien a agrupaciones humanas donde falta moralidad o
reinan el alboroto y la riña (y, más concretamente, a esta falta de moralidad o de orden
y gobierno). La voz arco, como se ha señalado antes, crea un inventario no pequeño de
voces compuestas relativas a las distintas variedades de arco (arco carpanel, arco apun-
tado, arco ojival, arco rebajado...); pero el arco triunfal, pese a construirse con la mis-
ma pauta morfológica, no forma parte de la serie, pues no es un elemento arquitectó-
nico adosado de los vanos, sino una obra de arquitectura exenta, con finalidad, evi-
dentemente, distinta. Arco triunfal es un compuesto, como lo es arco iris, aunque éste,
que tampoco es un elemento arquitectónico, sigue otro esquema de formación («N + N»).
Algo semejante ocurre con la voz, menos prolífica, oso, que permite crear la serie oso

112
pardo, oso negro y oso blanco (o polar); y, además, oso panda, oso marino y oso hormi-
guero, pero ninguno de estos tres últimos es una clase de oso. Si la transparencia
semántica permite predecir que aquéllos son compuestos, la idiomaticidad no permi-
te asegurar que éstos sean locuciones. Tampoco son locuciones león marino y caballito
del diablo, aunque no designen una clase de león ni una clase de caballo.
En definitiva, el criterio de la composicionalidad o idiomaticidad para distinguir
compuesto y locución no se muestra suficiente, enteramente útil, aunque, estadística-
mente, tenga cierta dosis de validez. La locución nominal suele ser idiomática o semii-
diomática; los compuestos, además de transparentes, pueden ser también opacos y
traslúcidos.97
El otro aspecto de la cohesión se refiere a que tanto la locución nominal como el
compuesto constituyen unidades semánticas: bien con significado recto bien con sig-
nificado figurado, designan o nombran un referente.
A veces se añade que la locución —frente al lexema simple, de función denominati-
va primaria—, es un signo de nominación secundaria, construido a partir de otros
signos preexistentes en la lengua, y que, frente a aquél, caracterizado fundamental-
mente por su sentido denotativo, es un fórmula más expresiva que suele incorporar
valores connotativos a la propia denotación (Èernyševa 1981a; Gibbs 1993b: 72-73,
1995: 108; Cacciari 1993: 42; Cacciari y Glucksberg 1995: 51-52; Ruiz Gurillo 2002a:
331; MacArthur 2004: esp. 280-281; González Ruiz 2004: 182, Burger 2007: 105-107).
Ahora bien, ese contraste, aun debiéndose atenuar al existir numerosas voces simples
con significados connotativos, no nos sirve para la distinción que intentamos estable-
cer entre compuesto y locución, dado que también la palabra compuesta es un signo
derivado de otros simples preexistentes y representa una fórmula altamente expresiva
al ser una estructura semántica sintética que con frecuencia incorpora valores conno-
tativos. Basta con pensar en compuestos como trotaconventos, pinchaúvas, lameculos,
casa cuna, perro salchicha, cama nido, espino de fuego, uña de gato, perrito caliente,
cabello de ángel, etc., en los que, además de ser exponentes de la transposición semán-
tica que interviene en la creación léxica, es posible reconocer ciertos índices de motiva-
ción. En lo que se refiere a la expresividad y la connotación, en poco difieren tales
compuestos de las locuciones nominales chivo expiatorio, cabeza de turco, hijo de papá,
agua de borrajas (fig.), conejillo de Indias (fig.), etc. Asimismo, sería muy difícil precisar
si es más expresivo manirroto que (un) manos rotas, aguafiestas que aguar la fiesta, (un)
vivalavirgen que ¡Viva la Virgen! o (un) matalascallando que mátalas callando o matar-
las callando. Además, no sólo las locuciones; también los compuestos pueden «especia-
lizarse» en un significado que no obtienen los lexemas (Stock et al. 1993: 233; Cacciari
y Glucksberg 1995: 51-52): no hay una palabra simple para describir lo que especifican
noche toledana, cajón de sastre o conejillo de Indias (fig.), pero tampoco la hay para
describir las realidades que designan los nombres compuestos hombre rana y coche
cama. Compuesto y locución comparten el constituir unidades que cubren huecos del
léxico o reemplazan a formas simples.
Combinando los dos aspectos, la idiomaticidad y la capacidad designativa, nos pa-
rece oportuno indicar uno nota más en el contraste locución/compuesto, aunque no
sirva para trazar una división tajante, y es que es abrumadora la cantidad de compues-
tos que se han acuñado para designar nuevas realidades que representen seres o entes
físicos, sensibles, concretos (frente al escaso número de locuciones con esta caracterís-
tica), y son, en cambio, escasos los compuestos nominales que designan referentes
abstractos (ideas, sentimientos, virtudes, defectos, actitudes, propiedades de los obje-
tos, etc.).98 De esta manera, los compuestos nominales se comportan grosso modo como
los nombres comunes concretos (comp. mesa/mesa camilla, cama/sofá cama, canario/
pájaro mosca, salmón/pez arquero, recibidor/sala de espera...). Las locuciones nominales

113
raramente se especializan en ese oficio designativo (¿acaso grupos como la sin hueso
‘la lengua’ o aguas menores ‘la orina’, que suelen registrarse como locuciones?).

d) Simplificación gráfica
Existen, además, otras similitudes de índole formal que no suelen señalarse. Un
índice del fenómeno de la composición es la posibilidad de que un compuesto sintag-
mático se transforme en un compuesto propio u ortográfico: malva rosa > malvarrosa,
agua de nafa > aguanafa, agua fuerte > aguafuerte, agua cibera > aguacibera, guardia
marina > guardiamarina, campo santo > camposanto, casa puerta > casapuerta, media
noche > medianoche, Noche Vieja > Nochevieja, hoja de lata > hojalata, agua nieve >
aguanieve, hierba buena > hierbabuena, estrella de mar > estrellamar, ave fría > avefría,
quinta esencia > quintaesencia, tela de araña > telaraña, extrema unción > extremaun-
ción, pan porcino > pamporcino, bajo relieve > bajorrelieve, alta voz > altavoz...
Aunque, a veces, tales alternancias pueden no responder más que a vacilaciones de
los hablantes, es constatable que, en el proceso dinámico de la evolución de la lengua,
numerosos compuestos sintagmáticos han devenido en compuestos gráficos mediante
la simple soldadura gráfica, como prueba de la búsqueda desesperada de mecanismos
de reducción de las formas analíticas a formas simples o sintéticas. A veces conviven
durante un determinado periodo las dos soluciones léxicas hasta que una —normal-
mente, la sintagmática— es desplazada completamente por la otra; en cualquier caso,
la fusión gráfica no destruye el compuesto ni cancela su categoría de compuesto; se
consigue, simplemente, su recomposición. Sin embargo, sí se anula su estatuto de
compuesto cuando se practica el acortamiento por «elipsis»: mesa camilla > camilla,
alfiler imperdible > imperdible, teléfono móvil > móvil, pluma estilográfica > estilográfica,
gasolina súper > súper, buque transatlántico > transatlántico... (Haensch 2003).
Curiosamente, este proceso de coalescencia o de síntesis de formas analíticas tam-
bién se efectúa en las locuciones, si bien con dos tipos de resultados (§ 2.4. y 4.2.1.3.3.):
en unos casos, la soldadura gráfica provoca una desfraseologización al transformarse
la locución en una simple palabra gráfica, tenga o no el hablante actual consciencia de
su origen sintagmático (hipóstasis): en seguida > enseguida, de prisa > deprisa, así mis-
mo > asimismo, teje maneje > tejemaneje, sin fin > sinfín, viva la Virgen > vivalavirgen,
entre tanto > entretanto, etc.;99 en otros casos, la fusión gráfica no atenta contra el
estatuto fraseológico de la locución, dado su carácter parcial: la simplificación de la
forma analítica no afecta a todos los componentes, por lo que no se obtiene una fórmu-
la sintética completa, sino, antes al contrario, ésta sigue preservando su naturaleza
pluriverbal: a raja tabla > a rajatabla > *arrajatabla, a boca de jarro > a boca jarro > a
bocajarro > *abocajarro, a muerde y sorbe > a muerdisorbe > *amuerdisorbe, a la chita
callando > a la chiticallando > *alachiticallando, a diente perro > a dienteperro > *adien-
teperro, de chicha y nabo < de chichinabo > *dechichinabo, matarlas callando > mátalas
callando...100 Frente a los casos anteriores, no se produce la desfraseologización, sino,
si se quiere, una refraseologización, debida, precisamente, a la recomposición interna
del compuesto nominal que es término de preposición (raja tabla > rajatabla, etc.).
La similitud entre locución y compuesto se acentúa teniendo en cuenta otros
aspectos del proceso de simplificación. Así, por ejemplo, está probado que la apli-
cación de afijos a las formas compuestas sintagmáticas favorece el conglomerado
gráfico: quintocolumnista < quinta columna + -ista < quinta columna,101 camposan-
tero < camposanto + -ero < campo santo, semanasantero < Semana Santa + -ero,
mediopensionista < mediapensión + -ista < media pensión... Pues bien, en las locu-
ciones se puede advertir este eficaz mecanismo de síntesis, aunque sea más esporá-
dico en razón de su naturaleza fraseológica: a coxcojita < a coxcox < a cox cox,
tercermundista < tercer mundo + -ista, cambiar de chaqueta > chaquetero...102

114
Otro punto de contacto entre la locución y el compuesto es el hecho de que algunas
locuciones han dado lugar a compuestos y unas y otros tienen vidas paralelas; es el
caso, por ejemplo, de estar de mala leche > malaleche, tener mala sombra > malasombra,
matarlas callando > matalascallando, meter la pata > metepatas, aguar la fiesta > agua-
fiestas, a la chita callando > chiticallando, guardar las espaldas > guardaespaldas, ¡Viva la
Virgen! > (un) vivalavirgen...

e) Estructura binaria
Otro rasgo común que no suele señalarse cuando se considera el contraste locu-
ción/compuesto sintagmático con pauta «N + A» o «N + prep + N» es la estructura
binaria. La estructura binaria (unión de dos unidades léxicas) ceñida a los esquemas
señalados es una estructura típicamente compositiva, que incumple, en cambio, la
mayor parte de las locuciones, incluso las que se conforman únicamente con dos uni-
dades léxicas, como tomar el pelo (también un conjunto de compuestos gráficos o pro-
pios, como correveidile). No obstante, este rasgo no es decisivo para la identificación de
una determinada estructura, ya que son muchas las locuciones nominales que siguen
esos modelos constructivos (noche toledana, labor de zapa), pero sí útil porque deja de
lado una lista casi interminable de locuciones que de ningún modo podrían confundir-
se con los compuestos.

3.4. Locuciones adjetivas

3.4.1. Aspectos generales

Como ocurre con el resto de las clases locucionales, la nómina de locuciones adjeti-
vales, además de incompleta si se atiende sólo a las registradas lexicográficamente,
varía en función de diversas circunstancias; sobre todo, de la forma lemática del regis-
tro (p.ej., para algunos autores, es locución adjetiva lo que, para otros, es parte de una
locución verbal con ser o estar) y de la concepción que se tenga de la locución en rela-
ción con otros fenómenos (p.ej., colisión con colocaciones y compuestos). Estas varia-
bles van a ser determinantes para la identificación de las estructuras, básicas o recu-
rrentes y marginales, de las locuciones adjetivas.

3.4.2. Estructuras básicas

Las locuciones adjetivas (o adnominales, en la terminología de Zuluaga Ospina 1980)


presentan, como las nominales, diversas clases de estructuras, siendo las más repre-
sentativas el sintagma adjetival, el sintagma preposicional y el binomio.

3.4.2.1. Sintagma adjetival

3.4.2.1.1. Sintagma adjetival de estructura «A + SP»


Posiblemente, desde un punto de vista puramente formal, sea ésta la estructura
más característica, esto es, la de un sintagma adjetival con núcleo expandido mediante
un complemento prepositivo, según el esquema «A + SP»: corto de entendederas/molle-
ra, corto de manos, listo (o largo) de manos, ligero de cascos, incapaz de matar una
mosca, corto/estrecho de medios, amigo de lo ajeno, duro de boca, blando de boca...103
A este esquema de sintagma adjetival pertenecen, en principio, las locuciones parti-
cipiales de Casares (véase lo dicho en § 3.2.1.). Su inclusión dentro de las locuciones

115
propiamente adjetivas va a determinar, por un lado, que el núcleo del predicado pueda
estar representado por un participio (chapado a la antigua, entrado en años, pasado en
cosa juzgada (Der.), subido de color, atrasado de medios, bajado/llovido/venido del cielo,
pegado a la pared, echado para adelante, cortado por el mismo patrón, cerrado como pie
de muleto ‘de genio duro y obstinado, que no atiende a razones’...) y, por otro, que las
proyecciones de algunos sintagmas —en particular, los «sujetos» concertados con el
participio hecho— no sean necesariamente complementos preposicionales, sino nomi-
nales (hecho una fiera, hecho un brazo de mar).104
Asimismo, debería considerarse adjetiva la construcción elativa con el participio
muerto (muerto de + N) por la misma razón que morirse de + N suele analizarse como
locución verbal, a pesar de que morirse de o muerto de funcionan como meros superla-
tivos. Lo mismo cabría decir del resto de las variantes léxicas: mearse, troncharse, par-
tirse, etc. (mearse/troncharse/partirse de risa).
A veces, el núcleo del sintagma adjetival con tal estructura presenta, como compo-
nente fijo, otros modificadores aparte del complemento prepositivo, como se aprecia
en la locución recién salido del cascarón; comp.: *(recién) salido del cascarón (véase
infra); tal modificación debe diferenciarse del complemento puramente opcional, ge-
neralmente de valor intensificador: largo de manos > (muy) largo de manos.
El problema de límites que se observa en la locución sustantiva afecta también a la
locución adjetiva, igual que al resto de las locuciones. Ciertas construcciones no siem-
pre reciben la misma descripción por parte de los estudiosos. Así, el sintagma adjetivo
dejado de la mano de Dios es analizada a veces como locución adjetiva (Corpas Pastor
1996b: 97, DEA) y a veces como parte de una locución verbal con estar (DRAE, DI). Lo
mismo ocurre con sintagmas prepositivos del tipo de la cáscara amarga, descritos a
veces como locuciones adjetivas (DEA) y otras como formantes de una locución verbal
atributiva con ser (DI); aunque en otros estudios, como Martinell Gifré (1984: 227), se
considera sólo el grupo cáscara amarga, a modo de locución nominal.

3.4.2.1.2. Sintagma adjetival de estructura «A + adv» o «adv + A»


Son muy pocas las locuciones que adoptan este esquema: bien apersonado, mal
apersonado... El adjetivo presenta la forma de participio pasado y el adverbio suele ser
cualitativo.
Si el adjetivo rige su propio complemento prepositivo, además de ir modificado por
un adverbio anteparticipial, la estructura de la secuencia, además de distanciarse del
modelo establecido aquí, comparte parcialmente el esquema «A + SP» visto anterior-
mente, como ocurre con el citado recién salido del cascarón. En la medida en que cada
uno de los componentes es irremplazable, esto es, tiene carácter fijo (el adverbio recién
no es suprimible), podría suponerse que tal locución ilustraría un tercer tipo de esque-
ma del sintagma adjetival, el configurado según la pauta «Adv + Adj + SP».

3.4.2.1.3. Comparativa
No menos típica, y casi con toda seguridad la más frecuente, es la estructura, va-
riante formal de aquélla, compuesta por un núcleo adjetivo modificado por una cons-
trucción comparativa, según el esquema «Adv + A + comparativa». En el caso de las
comparativas de igualdad, es frecuente que no esté expreso el modificador adverbial
que precede al núcleo: tan rojo como un tomate > rojo como un tomate (cfr. más rojo que
un tomate > *más que un tomate). Incluso, a veces, es el propio núcleo adjetivo el
elemento tácito:105 está como una cabra (de loco), está como un tomate (de rojo).
El carácter composicional o escasamente idiomático de la mayor parte de las com-
parativas intensificadoras ha llevado a algunos autores a negarles el estatuto de estruc-
tura fraseológica o, dicho de otro modo, el rango de expresión fija, y emparentarlas con

116
las colocaciones;106 si bien el argumento de la composicionalidad o literalidad no resul-
ta plenamente eficaz en la catalogación de comparativas del tipo sordo como una tapia
o dormir como un cesto, dado que no puede establecerse una relación semántica direc-
ta entre la propiedad sordo o la acción dormir y el elemento comparado tapia o cesto,
frente a lo que sucede en las comparativas completamente transparentes rojo como un
tomate, blanco como la leche o flaco como un fideo; ni tampoco en la clasificación de las
comparativas en las que intervienen transposiciones semánticas107 como más agarrado
que un chotis (gracias a la polisemia de agarrado ‘roñoso, cicatero’) o más seguro que
agua en un harnero (por antífrasis: ‘poco seguro’); ni siquiera cuando el nombre proto-
típico que ha permitido la consolidación de la comparación explícita no es directamen-
te aprehensible, como ocurre en la mayoría de los personajes y hechos históricos este-
reotipados por la tradición cultural de la comunidad, tal es el caso de más seco que la
pata de Perico, más listo que Cardona, más feo que Picio, más tonto que Pichote, más
tonto que Abundio, etc.
Ahora bien, la existencia de paralelismos como rematadamente loco y loco de rema-
te, que suelen describirse satisfactoriamente como colocaciones del tipo «A + Adv»108 y
«A + loc. adv.», puede favorecer el análisis del sintagma loco como una cabra como una
colocación, en tanto que parece obedecer a los mismos requerimientos.
Adviértase que, en el supuesto de que estructuras como loco de remate o tonto del
bote (o del capirote, del haba, del culo, de los cojones, entre otras alternativas léxicas) se
interpreten como locuciones adjetivas —que no parece ser la opción más plausible—,
habría que señalar que la estructura «A + SP» de la locución adjetiva presenta una
variante formal, consistente en que el modificador del núcleo, aun teniendo la misma
morfología estructural (la de sintagma preposicional), es un elemento con valor neta-
mente intensificador; compárense, por ejemplo: ligero de cascos y tonto del haba.
Responde a la estructura comparativa la locución más muerto que vivo; sin embar-
go, no se ajusta al patrón sintáctico de las anteriores: aquí el segundo término de la
comparación es también un adjetivo, y conforma un sintagma comparativo y no una
proposición.109 No es una comparativa estereotipada, aunque sea una construcción
fija, porque no existe un elemento comparante que se erija en el referente prototípico
de una cualidad o propiedad, frente a lo que ocurre con los nombres Abundio, Craso,
Matusalén, tomate... (§ 5.1.2.2.). En el ejemplo citado, la relación que se establece entre
ambos núcleos adjetivos es de antonimia (complementariedad).
Por la asimilación habitual de las construcciones consecutivas a las comparativas,
cabría incluir en este grupo las estructuras locucionales con valor consecutivo que
modifican a un núcleo adjetivo —tácito, las más de las veces—, del tipo que no se lo
salta un gitano (o un galgo) o que pela; v.gr.: «un bocadillo (tan grande) que no se lo salta
un gitano», «hace un frío (tan intenso) que pela».110

3.4.2.2. Binomio coordinativo de estructura «A + conj + A»


Se trata de la construcción binómica de naturaleza coordinativa que también exhi-
ben otras clases de locuciones, como las nominales (ya vistas) o las adverbiales: sano y
salvo, corriente y moliente, hecho y derecho,111 convicto y confeso, íngrimo y solo (ejem-
plo de Zuluaga Ospina 1980: 156), puro y duro...
En la mayoría de los casos es un fiel exponente del funcionamiento retórico-
discursivo de la ditología sinonímica, bien porque los componentes del dístico son
sinónimos de lengua (común y corriente), bien porque contraigan en el discurso
una relación semántica de afinidad o se comporten como sinónimos dentro de la
construcción, como es el caso de segundos miembros creados analógicamente so-
bre los primeros por requerimientos rítmicos, mnemotécnicos, o de otro jaez (mondo
y lirondo, contante y sonante).

117
A esta estructura binaria o gemela obedecen las series formadas por reduplica-
ción léxica, del tipo atado y bien atado o visto y no visto, si bien con la ligera variante
sintagmática que representa la presencia de un modificador adverbial en el segundo
miembro, además de la exigencia de identidad léxica de los núcleos. Con esta estruc-
tura cabría señalar las locuciones peor que peor y mejor que mejor en el caso de que
que sea descrita como conjunción copulativa, idéntica a la que aparece en las fórmu-
la reduplicativas dale que dale, erre que erre, etc. (no, lógicamente, en el caso de tratar-
se de una comparativa, análisis seguramente más adecuado: «adjetivo comparativo
(mejor) + que»).
También tienen estructura binómica las construcciones que coordinan dos sintag-
mas preposicionales con término sustantivo (de padre y muy señor mío, de agua y lana
‘de poco valor’, etc.) o verbo (de rompe y rasga).

3.4.2.3. Sintagma preposicional


El sintagma preposicional es otra estructura que adopta frecuentemente la locu-
ción adjetiva con función bien de adyacente directo del nombre, bien de atributo,
bien indistintamente: de narices, de armas tomar, de baja estofa, del año de la Nana, de
tres pares de narices, de toma pan y moja, para mojar pan, de pan pringao, de tres al
cuarto...
La preposición más frecuente es de; y la estructura interna es diversa; así, por
ejemplo, en el caso de ser un sustantivo el término de preposición: «prep + Npl.» (de
marras), «prep + Nsing.» (de locura), «prep + art + N» (del montón), «prep + N + A» o
«prep + A + N» (de mala muerte), «prep + cuantif + N» (de primera mano, de poca
monta), «prep + art + N + SP» (del año de la Nanita), «prep + N + adv» (de puertos
allende/aquende), etc.
Como se ha indicado supra, a veces se unen dos sintagmas, generalmente de expan-
sión mínima, dando lugar a un binomio: «prep + N + conj + N» (de chicha y nabo),
«prep + art + N + conj + prep + art + N» (del pan y del palo), «de + V + conj + V» (de quita
y pon), etc.
En algunos casos, el sintagma preposicional, en virtud de su significado, mantiene
una relación solidaria con una determinada clase de nombres. Por ejemplo, de escasas
(o pocas) luces, de rompe y rasga, de armas tomar, de alto copete, muy de su casa, de
carne y hueso, con dos dedos de frente,112 con tres pares de cojones, del montón, por los
cuatro costados, de la acera de enfrente, etc., suelen aplicarse a nombres de persona y,
por extensión, algunas también a nombres de cualidades intelectuales, como genio,
pronto, etc.;113 incluso, ciertas locuciones especifican aún más su restricción: así, de
pelo en pecho se aplica a varones y de vida airada, de mucha romana y de buen trapío, a
mujeres (de hecho, algunos diccionarios registran como locución nominal mujer de
vida airada/alegre); y otras, si cabe, son más restrictivas aún, como de cuchara, aplica-
ble sólo a militares con graduación, y de misa y olla, sólo a clérigos. Locuciones como
de mala muerte, de andar por casa, de perros, de quita y pon, de primera mano, de pronós-
tico reservado, de padre y muy señor mío, de extranjis, entre otras, complementan co-
múnmente a nombres de cosas inanimadas: unos, nombres concretos (de mala muerte,
de quita y pon, de primera necesidad...); otros, abstractos (de padre y muy señor mío, de
perros, de pronóstico reservado, contra reloj, de toma pan y moja...); y otros, de modo
indistinto (de primera mano, de primer orden, de andar por casa, de viejo cuño, de vieja
data, de sobra...).114 Incluso, algunas de ellas presentan una relación de solidaridad más
estrecha; así, de mala muerte funciona como complemento de voces como local, esta-
blecimiento y hospedaje, y sus respectivos hipónimos (nombres que denotan ‘espacio
interior o cerrado’: piso, casa, despacho, hostal, pensión...); de muerte, como locución
adjetiva, se usa preferentemente con el sustantivo susto; de perros, con nombres que

118
denotan ‘tiempo’ como dimensión o cualidad climatológica, como noche, invierno, frío,
etc.; de padre y muy señor mío se combina frecuentemente con los lexemas carácter,
pronto, genio, humor, y similares; de indios o de romanos, con el sustantivo película (o
historia y similares). Finalmente, otras locuciones no presentan restricción clasemáti-
ca: de pacotilla, de chicha y nabo, de baja estofa, del año de la pera (o de la Nana, de la
polca, del unto...), del año catapún, de los tiempos de Maricastaña (o del rey que rabió), de
marras, de mírame y no me toques, etc.
Una de las características que tienen en común muchas locuciones adjetivas con la
estructura de sintagma preposicional es la de tener un valor intensificador: de aquí te
espero, de perros, del tiempo de Maricastaña, de padre y muy señor mío, de postín, de
armas tomar, de mucho cuidado, de rompe y rasga, de puta pena, de mala muerte...
Tiene, asimismo, un valor intensificador la mayor parte de los sintagmas preposi-
cionales policategoriales,115 del tipo de cine, de película, de órdago, de puta madre, de
perlas, de lo lindo, de rechupete, de cojones (o de narices), de la leche (o de la hostia, del
copón), de campeonato, de antología, de abuten, de etiqueta, de postín, de maravilla...:
«Lo pasé de rechupete»/«un libro de rechupete», «Es feo de cojones»/«Disfruté de cojo-
nes»/«Hay caracoles de cojones»...
Si la existencia de locuciones polifuncionales puede plantear problemas de defi-
nición y clasificación (p.ej., Castillo Carballo 2000a), éstos también surgen a la hora
de analizar la composición interna de las locuciones adjetivas y su registro en los
diccionarios y manuales al uso. Así, a veces se describen como locuciones adjetivas
sintagmas preposicionales que, a nuestro entender, son parte de estructuras locucio-
nales más extensas, por lo que su catalogación ha de variar; es el caso de la secuencia
de vacas flacas/gordas (en algunos diccionarios y manuales, incluso vacas flacas/gor-
das, como locución nominal) o de los que hacen época. Nosotros creemos que se trata
de ejemplos de la llamada expresión fija con casilla vacía y que, por su estructura
sintagmática, corresponden a la locución nominal: «N[+ tiempo] + de vacas flacas»,
«Det[num. cardinal] + N + de los/las que hacen época».

3.4.3. Estructuras marginales

Las locuciones adjetivas, como otras clases de locuciones, por razones de historia
de la lengua, del uso real, etc., pueden conformarse bajo una estructura atípica o nada
recurrente, que no puede asimilarse a ninguna de las características señaladas. Así, por
ejemplo, muy allá, originariamente adverbial («Adv + Adv»), puede describirse como
locución adjetiva con el sentido de ‘muy bueno’ en realizaciones discursivas como No
ser algo muy allá (generalmente, con modalidad negativa).
La clasificación de las locuciones atendiendo a la función sintáctica que desempeñan
en el contexto de la oración lleva a Zuluaga Ospina (1980: 157) a describir como adjetivas
locuciones con estructura de sintagma puramente nominal —como letra muerta ‘inope-
rante’ («N + A»)— o puramente adverbial —como fuera de combate («Adv + SP»)—, al
actuar como atributos en oraciones copulativas. Ahora bien, creemos que, por igual
razón, Zuluaga Ospina (1980) debería haber incluido entre las adjetivas la mayoría de las
locuciones nominales que cita, como, por ejemplo, conejillo de Indias: la función atributo
no es una función exclusiva del sintagma adjetival, sino compartida por el sintagma
nominal y algunos sintagmas adverbiales. La mayoría de las locuciones vistas funciona
normalmente como adyacente nominal o como atributo, y algunas, además, como com-
plemento predicativo, como sano y salvo.

119
3.5. Locuciones adverbiales

3.5.1. Aspectos generales

El inventario de las locuciones adverbiales es, probablemente, el más numeroso


junto con el de las locuciones verbales; cabría afirmar que es prácticamente indetermi-
nado, no sólo por el elevado número existente de las mismas —cuyo rastreo exhaustivo
supondría una tarea laboriosa—, sino por la posibilidad de formar continuamente
unidades a partir de ciertos moldes sintácticos fijos.116
Atendiendo al tipo de modificación semántica del proceso verbal, se clasifican, como
los adverbios léxicos, en modales —sin duda, las más abundantes (a reculas, a rastras,
al tresbolillo, a ojos vistas, de sopetón...)—, temporales (de madrugada, por la noche, en
un suspiro...), de cantidad (a raudales, a porrillo, a punta de pala, a puñados...), locati-
vas (en derredor, aquí y allá, de acá para allá...), afirmativas (de veras, de seguro, sin
duda, por supuesto...), negativas (en absoluto, en mi vida, no tal, nunca jamás...), de
duda (tal vez, si acaso, a lo mejor...), etc. Pueden, además, ser modificadores de adjeti-
vos y de adverbios.
En razón del valor semántico, a veces se tratan como locuciones adverbiales enun-
ciados fraseológicos de no fácil catalogación (creemos que son locuciones oracionales
de distinta suerte o que pueden usarse como tales; sobre todo, interjectivas), como las
negaciones enfáticas Naranjas (o Nanay) de la China, ¡Tararí que te vi!, ¡Por aquí (se va
a Madrid)!, ¡Y un jamón!, No hay tutía, Ni por ésas, No que no, la semana que no tenga
viernes, cuando las ranas críen pelo, etc. Lo mismo cabe decir de las locativas donde
Cristo dio las tres voces o donde el diablo perdió el poncho. Casares Sánchez (1950: 180)
propone como locuciones adverbiales, entre otras, Ciertos son los toros (afirmativa),
Allá veremos y Dios dirá (dubitativas), Ni por ésas y No en mis días (negativas), ¿Qué
tal? y ¿Adónde se va? (interrogativas), que, como ya hemos señalado varias veces, cree-
mos que son una clase de las locuciones oracionales (fórmulas o locuciones interjecti-
vas o pragmáticas). Zuluaga Ospina (1980: 158) incluye entre las adverbiales las subor-
dinadas modales como Pedro por su casa y como alma que se lleva el diablo, a las que
cabría sumar, por ejemplo, como quien oye llover (§ 3.5.2.5.).
Cabe señalar la formación de un grupo numeroso compuesto por las locuciones
adverbiales con un valor primordialmente intensificador (Ruiz Gurillo 1995b, Martí-
nez Sánchez 1998...): a porrillo, a todo gas (y variantes: trapo, tren, pastilla, meter, má-
quina, etc.), a mares, a cántaros, a sacos, a manta, por un tubo, a puñados, a espuertas,
a manojos, a raudales, en cantidades industriales, a punta (de) pala, hasta el gorro (y
variantes: moño, polla, narices...), a rebosar, a reventar, en la quinta puñeta (y variantes:
pino, infierno, coño...), a las mil maravillas, de mil amores, a base de bien, etc. A esta lista
hay que añadir las locuciones policategoriales con función —entre otras— adverbial,
como de cine, de película, de abuten, de órdago, de fábula, de rechupete, de puta madre...
(«Dibuja de cine», «Pasarlo de abuten»).117
También son muchas las locuciones adverbiales con la estructura «SP» que cum-
plen una función discursiva, como marcadores, conectores, etc. (véase, p.ej., Ruiz Gu-
rillo 2001c: 56-58): en efecto, de acuerdo, en definitiva, a mi parecer, en mi opinión, por
mi parte, por otra parte, por un lado, en primer lugar, por suerte o por desgracia, de todas
las maneras, por lo tanto, por supuesto, desde luego, en realidad, por lo visto, en cualquier
caso, según mi leal saber y entender, a decir verdad, (o) mejor dicho, en resumidas cuen-
tas, en conclusión, en resumen, en una palabra, etc. Entre ellas, pueden incluirse las
formas sin embargo, no obstante, o sea, es decir, esto es, etc., con frecuencia situadas
entre las conjuntivas (p.ej., Corpas Pastor 1996b: 108). Algunas tienen estructura ora-
cional: la verdad sea dicha, así las cosas, dicho sea de paso, sea como sea...

120
Si atendemos al aspecto puramente formal, cabe destacar también el valor ilustra-
tivo que tienen las locuciones adverbiales de dos de las características fundamentales
que presentan los fraseologismos frente a las combinaciones libres. Son, precisamen-
te, las locuciones adverbiales las que, seguramente mejor que otras clases de locucio-
nes, exhiben los rasgos de defectividad o anomalía sintáctica y de léxico idiomático
(palabras idiomáticas o elementos únicos y arcaísmos) que se aducen en los estudios
de Fraseología. Así, son exponentes del primer rasgo locuciones como a ojos vistas, a
ojos cegarritas, a pie juntillas, a campo traviesa, por si las moscas, por si acaso, sin la más
mínima duda, a la pata la llana, sin más ni más, a unas malas, a la trágala, a la chita
callando..., a las que cabría sumar aquellas que tienen una estructura anquilosada, de
dudosa gramaticalidad, como a más no poder, a más ver, de refez, a las callandas, Dios
mediante, Dios delante... (cfr. locs. adjs. de armas tomar, de pan llevar, muy allá...);118 son
exponentes del segundo rasgo a mansalva, al tresbolillo, de bruces, a cercén, a macha-
martillo, con creces, a sabiendas, en volandas, a hurtadillas, a reculones, al alimón, de
extranjis, de extranjía, por lo bajini, sin ton ni son, a troche y moche, en vilo, con un daca
esas pajas, etc. (con palabra idiomática), y acá y acullá, así que asá, erre que erre,119 a
man salva, de so capa, de Dios en ayuso (con arcaísmo).

3.5.2. Estructuras básicas

Son realmente pocas las locuciones que pueden llamarse adverbiales en virtud de la
estructura de sintagma adverbial que adoptan; son, por el contrario, abundantes —la
inmensa mayoría— las que obedecen al esquema SP (sintagma preposicional).
Dada la ingente cantidad de locuciones adverbiales existentes en el código fraseoló-
gico español, así como su heterogeneidad, es de suponer que sea muy diverso el con-
junto de estructuras conformantes que pueda determinarse (García-Page 2007e),120 y
que alguna locución no encaje cómodamente en ninguno de tales esquemas.121

3.5.2.1. Sintagma adverbial

Uno de los patrones representativos, pero de escasa frecuencia, es el que, atendien-


do a un criterio clasificatorio estrictamente categorial, le corresponde con mayor justi-
cia el título de locución adverbial; nos referimos al constituido por un sintagma adver-
bial, al que podrían adscribirse —si bien no todas se ajustan con el mismo rigor (mu-
chas no responden a ninguno de los esquemas sintagmáticos regulares: «advmodif. +
advnúcleo» y «adv + SP»)— las locuciones más allá (de), muy allá,122 después de todo, antes
que nada (o antes de nada), dentro de poco, más que nada, cuanto antes, ni mucho
menos,123 debajo de mano,124 más de la cuenta, más de lo debido, más de lo mismo, etc.
Existen, en cambio, otras locuciones con estructura de sintagma adverbial que no
pueden adscribirse a la categoría adverbial si se hace prevalecer el criterio funcional,
como es el caso de fuera de combate, que no se analiza como adverbial, sino como
adjetival. Una construcción semejante, como fuera de juego, atendiendo a dicho crite-
rio, se describe como nominal (secuencias como «Pitar fuera de juego», «Estar en fuera
de juego», etc.). La misma descripción puede recibir fuera de serie, aunque a veces se
registra como parte de la locución verbal ser un fuera de serie.
Otras locuciones adverbiales contienen un adverbio, pero no siguen ninguna de las
estructuras típicas del sintagma adverbial, como hoy día (hoy en día) y ayer noche, con
aparente aposición nominal; así mismo y aquí mismo, con adyacente identificativo,
nunca jamás, no menos, no más ‘solamente’, etc. (adviértase que son asimilables al
primer esquema indicado: «advneg. + adv»)...

121
Asimismo, otras locuciones que contienen un adverbio y que tampoco siguen el
patrón del sintagma adverbial no se suelen describir como adverbiales, sino como con-
juntivas, a pesar de tener la estructura de un sintagma adverbial o aproximarse a ella,
como ocurre con las unidades antes bien, ahora bien, más bien, etc., o el binomio así y
todo; ni tampoco se tratan como adverbiales, sino como conjuntivas, las series así que,
más que, así como, ya que..., análisis igual al que reciben las locuciones compuestas por
adverbios precedidos de preposición que encabezan estructuras proposicionales con
que conjuntivo, como por más que, a menos que, etc.
Igualmente, tampoco son adverbiales las locuciones de refuerzo afirmativo Sí tal y
No, que no (equivalente a la familiar ¡Anda que no!) y la locución de refuerzo negativo
No tal; si bien, su análisis sintáctico es más complejo. En nuestra opinión, por su uso
habitual, formarían parte de las locuciones oracionales (fórmulas).

3.5.2.2. Binomio

3.5.2.2.1. Binomio coordinativo de estructura «SP + conj + SP»


Es también característica la estructura binaria o gemela formada mediante la coor-
dinación de sintagmas preposicionales con núcleo nominal,125 la cual puede manifes-
tarse de distinta manera: con sustantivo en singular o plural, con preposición ante-
puesta a cada sustantivo o sólo al primero, con determinante o sin él, etc., según los
esquemas «prep + art + N + conj + prep + art + N» (al fin y al cabo, al fin y a la postre...),
«prep + N + conj + prep + N» (de hoz y de coz, en paz y en haz, por hache o por be, a Dios
y a dicha, sin prisa pero sin pausa...) y, más frecuente, «prep + N + conj + N» (de puño y
letra, sin ton ni son, sin oficio ni beneficio, a bombo y platillo, a mesa y mantel, sin orden
ni concierto, a ciencia y conciencia, sin causa ni razón, de golpe y porrazo, contra viento
y marea, a cal y canto, a piedra y lodo ‘completamente cerrado’, sin pies ni cabeza, entre
pitos y flautas, a hierro y fuego...). La aparición del artículo y la presencia/ausencia de la
preposición ante el segundo miembro coordinado no son opcionales, de modo que las
unidades señaladas sólo pueden adscribirse a uno de los tres grupos: *a bombo y a
platillo, *por hache o be, *a fin y a cabo...
Debe tenerse en cuenta, asimismo, la estructura gemela que coordina dos adjetivos
o sintagmas adjetivos, según los esquemas «prep + art + A + conj + prep + art + A» (por
las buenas o por las malas, a la corta o a la larga...), «prep + A + conj + prep + A» (a tontas
y a locas...), «prep + A + conj + A» (a diestro y siniestro...).
Y, asimismo, la fórmula coordinativa que relaciona dos adverbios, según los es-
quemas «prep + adv + conj + prep + adv» (por sí o por no...), «prep + adv + conj + adv»
(a más y mejor, sin más ni más...).
Finalmente, el binomio puede estar compuesto por dos verbos coordinados, según
el esquema «prep + V + conj + (prep) + V» (a sorbe y muerde, a —o entre— duerme y
vela...). Es frecuente que el grupo coordinado se haya consolidado como una palabra
compuesta con valor ya nominal: a sorbimuerde, a muerdisorbe, a duermevela.

3.5.2.2.2. Binomio coordinativo de estructura «lex + conj + lex»


Generalmente, el binomio está compuesto por dos núcleos adverbiales coordina-
dos sin modificadores,126 como más o menos, poco más o menos, dentro o fuera, tarde o
temprano (abreviatura fraseológica de más tarde o más temprano), más y mejor, aquí y
allá (o aquí y allí), acá y allá, acá y acullá, ni más ni menos, dentro o fuera, mal que bien,
aquí y ahora, lisa y llanamente, largo y tendido,127 única y exclusivamente, etc. Algunos
adoptan la estructura reduplicativa: así como así, así que así (o así que asá), así o así (o
así o asá), más y más...
Los huecos del esquema anterior pueden ser cubiertos por otras categorías léxicas,
como el sustantivo: día y noche, mitad y mitad ‘a partes iguales’...

122
El sustantivo puede llevar determinantes o modificadores: cada lunes y cada mar-
tes, una y otra vez, un día sí y otro también...
A tal patrón estructural podría obedecer el esquema sintáctico reduplicativo, bas-
tante productivo en español, que sigue la pauta «V1 + que + (te) + V1»: corre que corre,
estudia que te estudia, etc. (véase § 4.2.1.4.4.). Cuenta, además, con una variante léxica
nominal de carácter fijo: erre que erre ‘tercamente’.

3.5.2.2.3. Binomio prepositivo con estructura «prep + lex + prep + lex»


Otra estructura prepositiva característica es la correspondiente a ciertos esquemas
fraseológicos formados por preposiciones correlativas de carácter fijo y huecos léxicos
cubiertos por sustantivos escuetos («prep + N + prep + N»): de – en – ‘con una determi-
nada frecuencia’ (de hora en hora), de – a – ‘totalidad espacial o temporal’ (de lado a
lado, de doce a doce), si bien algunas expresiones han alcanzado un alto grado de lexica-
lización y pueden describirse como unidades autónomas, con un significado propio;
incluso, pueden imponer fuertes restricciones a la clase de predicado que complemen-
tan: de sol a sol, de hombre a hombre, de Pascua a Ramos (o de uvas a peras o de higos a
brevas), de cabo a rabo, de pies a cabeza, de Ceca a Meca, de tarde en tarde, de mano en
mano ‘por tradición’, de mano a mano ‘sin interposición de nadie’, etc.
Como puede advertirse, estas construcciones binómicas no exigen necesariamente la
reduplicación léxica, frente a, por ejemplo, los esquemas «N1 + a + N1» y «de + N1 + en +
N1» (cuando se combina con ir o verbos similares y denota ‘desplazamiento locativo’).
El núcleo puede ser un adjetivo o un adverbio, según el esquema «prep + A/Adv +
prep + A/Adv» (de buenas a primeras..., de aquí para allá/acá, de aquí allí, de ahora/hoy
en adelante, de ayer a hoy, de ayer acá).128
A veces, se reúnen unidades léxicas que no pertenecen a la misma categoría; así, de
vez en cuando129 o de Dios en ayuso siguen el esquema «prep + N + prep + adv».
Se apartan aún más del esquema binomial básico expresiones como sin encomen-
darse a Dios ni al diablo interpretada como locución adverbial.

3.5.2.2.4. Binomio prepositivo de estructura «N + prep + N»


Con núcleo sustantivo se forma también el esquema fraseológico con estructura
binaria «N1 + prep + N1» (con reduplicación léxica): casa por casa, libro a libro, año tras
año, día a día, etc.130 Algunas construcciones que siguen tal esquema están completa-
mente lexicalizadas y han adquirido un sentido particular que no tiene que ver con el
de las posibles creaciones analógicas: mano sobre mano (= con los brazos cruzados),
mano a mano, ojo por ojo, palmo a palmo, codo con codo, hombro con hombro, punto
por punto, cara a cara, frente a frente, paso a paso, calle a calle, día tras día, etc.
Algunas locuciones adverbiales siguen el esquema «adv1 + prep + adv1»: hoy por hoy,
antes con antes (= cuanto antes), mal a mal ‘por fuerza’, bien a bien ‘voluntariamente, de
buen agrado’, poco a poco (o poquito a poco)...

3.5.2.2.5. Binomio reduplicativo en yuxtaposición


Además de los binomios reduplicativos ya citados, con estructura coordinada (más
y más, «V1 + que + V1»...) y prepositiva (cara a cara, de mano en mano...), algunas
locuciones adverbiales adoptan la mera yuxtaposición de unidades o sintagmas repeti-
dos («adv + adv», «SP + SP», «V + V», etc.): así así, luego luego ‘enseguida’, al cabo, al
cabo ‘por fin, por último’ (con reduplicación sin nexo conjuntivo del segundo miembro
de la locución al fin y al cabo), etc.
Existen, además, otras estructuras binarias en yuxtaposición que no constituyen
reduplicaciones léxicas como nunca jamás o durmiendo velando.

123
3.5.2.3. Sintagma preposicional

Posiblemente, el grupo más numeroso —y también el más heterogéneo— de locu-


ciones adverbiales presenta la estructura de sintagma preposicional. Según la clase
categorial del término de la preposición o núcleo de dicho término, pueden distinguir-
se, fundamentalmente, los siguientes cuatro grupos: «prep + N/SN» (de tapadillo, en
orden, de sopetón),131 «prep + A» (de fijo, a malas, a oscuras), «prep + adv» (por ahora, de
siempre, por dentro), «prep + pron» (sobre todo, con todo, por nada, para nada).

3.5.2.3.1. Cuando es el sustantivo el término de preposición, la gama de posibilidades


formales es notablemente más productiva y variada.132 Indicamos a continuación los
esquemas sintagmáticos regulares más frecuentes.
3.5.2.3.1.1. El término de preposición es un sustantivo escueto:
3.5.2.3.1.1.1. «prep + Nmasc. sing.»: a caballo, a pie, a bocajarro, a fondo, a tiempo, de
día, en efecto, en orden, de paso, por fin, con esmero, de momento, a tiento, a cien, a
gusto, de balde, de pronto, sin embargo...
3.5.2.3.1.1.2. «prep + Nfem. sing.»: a conciencia, de noche,133 a discreción, a mano, de
memoria, de pasada, de verdad, en cabeza, en teoría, por fortuna, en serie, por casuali-
dad, bajo mano ‘ocultamente’, en broma, de sobra, en parte, sin duda, en contra, por
contra, a posta...
3.5.2.3.1.1.3. «prep + Nmasc. pl.»: a chorros, a empellones, a golpes, a trechos, de hinojos,
a cántaros, a trompicones, por cojones, a plazos, entre dientes...
3.5.2.3.1.1.4. «prep + Nfem. pl.»: a cuestas, a rachas, a veces, de perlas, de puntillas, de
rodillas, sin prisas, a rastras, a gatas, a tientas...
Podrían constituir una variante de los esquemas tercero y cuarto las locuciones
formadas con la pauta «a + Npl.» para designar ‘golpe’, como a bofetadas y a puñetazos.
La presencia de palabras idiomáticas o diacríticas hace difícil la clasificación de
muchas locuciones adverbiales en la medida en que aquéllas, al no formar parte, por
definición, del código común de la combinatoria libre, su adscripción a una determi-
nada clase de palabra es más compleja; sin embargo, en algunos estudios suelen clasi-
ficarse de uno u otro modo, aun con grave riesgo, por su fisonomía morfológica, como
a hurtadillas (fem. pl.), a regañadientes (masc. pl.), a mansalva (fem. sing.) y en vilo
(masc. sing.).134 Esta misma advertencia sirve para el resto de grupos (al alimón, en un
periquete, en un santiamén...).
Respecto a estas voces, también resulta complejo clasificar locuciones como a rega-
ñadientes, a espetaperros, a quemarropa y similares, esto es, locuciones que contienen
una palabra idiomática consistente en un compuesto de «verbo + nombre» que admite
separación gráfica: a regaña dientes, a espeta perros, a quema ropa... Con tal estructura,
no encajan a cabalidad en ninguno de los esquemas que se señalan a continuación
(aunque está próxima a la expuesta en § 3.5.2.3.1.3.). Tal vez habría que delinear un
nuevo grupo, el que adoptara el modelo sintáctico «prepgralte. a + Vpte. + N».
3.5.2.3.1.2. El término de preposición es un sustantivo precedido de artículo:
3.5.2.3.1.2.1. «prep + el + Nmasc. sing.»: al instante, al bies, al alimón, al revés, al fin, al
galope, al trote, al azar, al punto, en el medio, por el tiento...
3.5.2.3.1.2.2. «prep + la + Nfem. sing.»: a la bartola, a la greña, a la sazón, a la letra, a la
perfección, a la rastra, a la birlonga, a la postre, a la contra...
3.5.2.3.1.2.3. «prep + los + Nmasc. pl.»: por los codos, por los pelos, hasta los huevos
(considerado no como loc. v. con estar)...
3.5.2.3.1.2.4. «prep + las + Nfem. pl.»: a las voladas...

124
Este subgrupo se incrementaría considerando que, en vez del artículo definido,
intervienen otros determinantes (cuantificadores, posesivos...): a cada instante, a cada
trinquete, a todo trapo, a todas luces, de un tirón, de una vez, en otros términos, de
ninguna manera, a su vez, en primer lugar, en última instancia, a primera vista, a cuatro
pies, a dos manos, a pocos pasos, a mis anchas (o anchos)...
A este conjunto debe sumarse la serie de locuciones adverbiales, ya vistas, que se
construyen analógicamente sobre el esquema «en + un + N/SN» para indicar ‘suma
rapidez’, como en un periquete, en un suspiro, etc.
Igualmente, locuciones como a las mil maravillas ilustrarían una variante del es-
quema, de acuerdo con la secuencia «det + det» (gracias al incremento léxico del nu-
meral mil).
3.5.2.3.1.3. El término de preposición es un sustantivo modificado por un adjetivo:135
3.5.2.3.1.3.1. «prep + Nmasc. sing. + Amasc. sing.»: a brazo partido, a pie juntillo, a pie enjuto,
a piñón fijo, a palo seco, a pie llano, por término medio, a renglón seguido, en grado
sumo, con buen pie, a toro pasado, a bote pronto, a cuerpo gentil...
3.5.2.3.1.3.2. «prep + Nfem. sing. + Afem. sing.»: a calle hita, a pierna suelta (o tendida),136 a
mano abierta, con mano escasa, con mano pesada, a mano armada, a puerta cerrada, de
buena gana, a carta cabal, a salva mano (o a mano salva), en gran medida, a sangre fría...
3.5.2.3.1.3.3. «prep + Nmasc. pl. + Amasc. pl.»: a ratos perdidos, a grandes rasgos, a tiros (o
tirantes) largos...
3.5.2.3.1.3.4. «prep + Nfem. pl. + Afem. pl.»: a duras penas, a marchas forzadas, en calzas
prietas, a manos llenas, a puertas cerradas, en cantidades industriales, con cajas des-
templadas...
De este grupo forman parte las secuencias agramaticales por concordancia anóma-
la a ojos vistas, a pie juntillas, a ojos cegarritas, a campo traviesa...
Asimismo, a este grupo pertenecen las locuciones formadas con el esquema a +
Nsing.[+golpe] + limpio, como a golpe limpio, a codazo limpio, etc., ya tratadas.
3.5.2.3.1.4. El término de preposición es un sustantivo modificado por un comple-
mento preposicional:
3.5.2.3.1.4.1. «prep + Nmasc. sing. + SP»: a moco de candil, a salto de mata, por arte de
birlibirloque (o de magia), a humo de pajas, en pie de guerra...
3.5.2.3.1.4.2. «prep + Nfem. sing. + SP»: a manta de Dios (= a manta ‘abundante-
mente’)...
3.5.2.3.1.4.3. «prep + Nmasc. pl. + SP»: con pies de plomo, en tiempos de Maricastaña...
3.5.2.3.1.4.4. «prep + Nfem. pl. + SP»: en mangas de camisa...137
El grupo más numeroso es el compuesto por aquellas locuciones cuyo modificador
prepositivo está representado por un sustantivo desnudo, tal como vienen ilustrando
los ejemplos. Ahora bien, los dos últimos subgrupos señalados podrían ser incremen-
tados con nuevas unidades si se tuvieran en cuenta algunas ligeras variaciones del
esquema, como la presencia del artículo u otro determinante: al rojo vivo, al aire libre,
al pie de la letra, al pie de la cuesta, con un pie en el hoyo, al canto del gallo... [masc. sing.],
a la pata coja, a la luz del día... [fem. sing.], por sus pasos contados, por sus ojos belli-
dos... [masc. pl.], con las orejas caídas (o gachas)... [fem. pl.]. Podrían considerarse
también variantes del esquema las adjunciones de modificadores adjetivos o adverbia-
les, como ocurre en las expresiones a ojo de buen cubero, con las orejas tan largas, etc.
Hay otras estructuras prepositivas menos recurrentes, como la compuesta por un
sustantivo modificado por un adverbio, del tipo de tejas arriba/abajo (cfr. loc. adj. de
puertos adentro/afuera).

125
3.5.2.3.2. El término de preposición es un adjetivo.
3.5.2.3.2.1. Cuando el término de la preposición es un adjetivo escueto, la locución
adverbial presenta dos esquemas productivos, que son:
3.5.2.3.2.1.1. «prep + Amasc. sing.»: de lleno, de plano, de súbito, a diario, de seguro, de
fijo, en general, en breve, en concreto, en particular, por completo (o entero), por descon-
tado, de cierto, por cierto, a menudo, de corrido, de inmediato, en abstracto, en absoluto,
en serio, de vacío, de largo, de nuevo, de seguido, en vano, de ordinario, por adelantado,
por menor, de súbito...
3.5.2.3.2.1.2. «prep + Afem. pl.» (este esquema es un patrón regular de creaciones ana-
lógicas cuando es a la preposición que encabeza el sintagma): a malas, a buenas, a
oscuras, entre medias, a ciegas, a secas, a solas, a medias, de buenas, a derechas...138
Son menos frecuentes las locuciones adverbiales con la estructura «prep + Afem. sing.»
y «prep + Amasc. pl.» (acaso inexistente): en seguida, en definitiva, etc.
3.5.2.3.2.2. Cuando el adjetivo lleva artículo, el esquema más productivo es el cons-
truido según la fórmula «a + la + Afem. sing.»: a la larga, a la inversa, a la antigua, a la
redonda, por la tremenda, a la desesperada, a la ligera... También es productivo con lo
analizado como artículo neutro (cfr. esp. § 3.5.2.3.3.1.).
A estas locuciones cabría sumar las expresiones con adjetivos gentilicios: a la espa-
ñola, a la inglesa, a la francesa, a la italiana, a la romana, a la gallega..., cuyo empleo
queda a veces limitado a modificar a los verbos despedirse o marcharse y similares.139
Son, al parecer, menos frecuentes los esquemas «prep + el + Amasc. sing.» (al derecho, al
contado, al contrario, por el contrario...), «prep + las + Afem. pl.» (a las claras, a las tantas,
por las buenas, por las malas...) y «prep + los + Amasc. pl.» (quizá inexistente).
La locución adverbial adopta como típica la estructura «prep + lo + A».
El único esquema productivo es el formado por lo más el adjetivo precedido de la
preposición a para indicar modo de la acción verbal140 («a + lo + A»): a lo bestia, a lo grande,
a lo tonto, a lo loco, a lo vivo, a lo largo, a lo sumo, a lo más, por lo menos, a lo menos... A
veces, un nombre propio de persona ocupa la posición del adjetivo para denotar ‘semejan-
za’ con la persona designada: a lo John Travolta, a lo Elvis Presley...
La preposición por da lugar a un paradigma también numeroso de locuciones adver-
biales: por lo común, por lo general, por lo bajo, por lo pronto, por lo demás, por lo tanto...
Algunas locuciones presentan ligeras variaciones del esquema, como por todo lo alto.
Son más escasas las locuciones que siguen el esquema indicado cuando la preposi-
ción es otra distinta de las señaladas: de lo lindo, en lo sucesivo, etc.
3.5.2.3.2.3. Otro esquema con núcleo adjetival es el formado por la citada estructu-
ra con un sintagma preposicional complementario del adjetivo sustantivado: «a + art +
A + SP». El adjetivo puede construirse bajo cualquiera de sus manifestaciones flexivas
(femenino/masculino, singular/plural), aunque la más frecuente es con femenino sin-
gular: a la buena de Dios, a la(s) primera(s) de cambio, construcciones en las que el
adjetivo sustantivado lleva un adyacente prepositivo.

3.5.2.3.3. El término de preposición es un pronombre.


3.5.2.3.3.1. Son escasas las locuciones que tienen por término de preposición un
pronombre; la fórmula más común sigue el esquema «prep + pron»: ante todo,
sobre todo, con todo141 (y la variante con todo y con eso), por nada, para nada,142 a
poco, en poco, por poco, entre tanto, por tanto, en cuanto ‘mientras’, en eso, en esto,
por éstas (generalmente como fórmula), a eso de ‘aproximadamente’,143 entre mí,
entre nosotros...144

126
3.5.2.3.3.2. Algunas secuencias fraseológicas presentan desvíos, más o menos acusa-
dos, del modelo sintáctico; de hecho, podrían adscribirse a otros esquemas no recurren-
tes: del todo (con artículo), con todas las de la ley (con adyacente preposicional), etc.

3.5.2.3.4. Finalmente, el adverbio puede ser también el término de preposición.


3.5.2.3.4.1. El esquema regular que adopta la locución adverbial es «prep + adv»: de
dentro, de lejos, de cerca, de siempre, desde siempre, en adelante, por entonces, por ahora,
por ahí, sin más, a más, en menos...
Tal esquema puede presentar variaciones, como, por ejemplo, cuando el adverbio
lleva un adyacente prepositivo u oracional (SAdv), a saber: «prep + adv + SP»: por
debajo de mano, por menos de nada, etc.; «prep + adv + or (comparativa)»: en menos
que canta un gallo (o en menos que se persigna un cura loco)...
Tienen también función adverbial algunas locuciones que incluyen un adverbio, las
cuales —aunque aparentemente similares a las construcciones adverbiales apositivas
mar adentro, río arriba, etc.— parecen adoptar el esquema correlativo «de – a –»: de
botones adentro ‘en el interior’, de puertas adentro, etc.
Sin embargo, otras construcciones con la estructura «prep + adv», idénticas for-
malmente a aquellas primeras, no deben describirse como adverbiales si se atiende a la
función que desempeñan; es el caso, por ejemplo, de la locución de antes, que suele
cumplir el oficio de complemento nominal («los hombres de antes»), o de más, que,
aparte de como complemento nominal («un euro de más»), puede funcionar como
atributo («estar de más») o complemento verbal («Nos dieron de más»).

3.5.2.3.5. Existen locuciones adverbiales con estructura prepositiva de vida autónoma


que no se acomodan a ninguno de los esquemas señalados y que denuncian —algu-
nas— una estructura sintáctica irregular: por si acaso («prep + conj + adv»)...
Tampoco siguen rigurosamente ninguno de los esquemas señalados, sino el de «prep +
prep + N/A/Adv» (esto es, sintagmas en los que el término de preposición va precedido de
dos preposiciones):145 por de dentro, de por sí, por de pronto, por de contado, de so capa... En
algunas series, una de las preposiciones se comporta como un signo superfluo y es supri-
mible: por de dentro > por dentro, por de pronto > de pronto...

3.5.2.4. Sintagma nominal

Según el criterio funcional, deben analizarse como adverbiales ciertas secuencias


que tienen la estructura propia de un sintagma nominal, como acto seguido, tal vez, el
día menos pensado, el día de mañana, un día de estos, el día del juicio, pasado mañana,
todo el santo día, un pie (o tres pies) a la francesa ‘rápidamente, inmediatamente’, las
más de las veces, etc.
Si unidades como boca arriba, patas arriba y boca abajo se considerasen locuciones
autónomas, convendría analizarlas, entonces, como locuciones adverbiales.
Como adverbios cuantificadores (la mayoría, maximizadores)146 funcionan tam-
bién los sintagmas nominales un rato, una barbaridad, un porrón, una burrada, la tira,
un pelín, la mar (de), etc. («duerme una barbaridad», «está la mar de bien»); tal compor-
tamiento permite que puedan ser interpretados como locuciones adverbiales.147
Consecuentemente con este análisis, habría que incluir los sintagmas nominales
cuantificadores un pepino, un bledo, un comino, un pito, tres pares de narices, tres hue-
vos..., que se combinan habitualmente con el verbo importar; así como un riñón, un
huevo, un ojo de la cara, los dos ojos de la cara, un dineral, un Potosí, etc., que modifican
al verbo costar (y valer); o dos duros, una perra chica, una gorda, un ardite, un céntimo,

127
etc. (y también un pepino, etc.), que se construyen con el verbo valer con modalidad
negativa. Las construcciones resultantes —(no) importar un bledo, costar un riñón, no
valer dos gordas— a veces se describen como locuciones verbales.
También funcionan normalmente como adverbios ciertas expresiones con estructura
de sintagma nominal que tienen en común el estar ésta configurada por la serie lo + A: lo
indecible, lo suyo (también como loc. n.), lo justo, lo propio, y pocos más.; v.gr.: «He
sufrido a su lado lo indecible», «La pobre mujer pasó lo suyo con esa maldita enferme-
dad», «Como lo justo para no engordar», «La marmota duerme lo propio», etc.

3.5.2.5. Oración subordinada adverbial

Tradicionalmente (Casares Sánchez 1950, Zuluaga Ospina 1980: 158, Castillo


Carballo 1997, Corpas Pastor 1998b...), se vienen incluyendo entre las locuciones
adverbiales ciertas expresiones fijas con forma de subordinada adverbial por su
función de complemento circunstancial de lugar, tiempo, modo, etc., como donde
Cristo perdió el poncho, como quien oye llover, cuando las ranas críen pelo, como
Pedro por su casa, como alma que lleva el diablo, como Dios da a entender (a al-
guien), como Dios es servido, como Dios es Dios/nuestro padre o como Dios está en
los cielos, si Dios es servido o siendo Dios servido, donde Dios es servido, como Dios
manda (también loc. v. hacer como Dios manda), etc. El criterio seguido para su
inclusión entre las adverbiales es estrictamente funcional, si bien también conocen
usos como enunciados autónomos (locuciones oracionales).
Atendiendo a un criterio formal, también se han tratado ocasionalmente como lo-
cuciones oracionales (fraseologismos propositivos en Carneado Moré 1983a, locucio-
nes clausales en Corpas Pastor 1996b).

3.5.3. Un problema de límites: ¿locución adverbial o locución verbal?

Como sucede con otras clases de locuciones, en especial con las nominales, una de
las mayores dificultades que plantean las locuciones adverbiales tiene que ver con su
delimitación: a veces no resulta fácil decidir si una construcción concreta es una locu-
ción adverbial por sí misma o es sólo parte de una locución verbal (véase esp. § 3.8.2.4.),
habida cuenta, además, de que son numerosas las locuciones verbales integradas por
un sintagma preposicional con función generalmente adverbial o de régimen (esto es,
por una aparente locución adverbial): dormirse en los laureles, traer (o sacar) a colación,
poner de vuelta y media (o poner a parir, poner a caldo), estar a la que salta,148 sacar en
limpio, ir a por todas, salir a flote, sacar de quicio, ir de culo (o cráneo), tener (algo/ a
alguien) en el bote, quitar de las manos, pasarse de listo, estar en todo, dar por saco (o dar
por culo), ir a lo suyo, ir a su bola, estar a la orden del día, campar a sus anchas, (no)
venir a cuento, saltarse a la torera, tirar con bala, tirar de la manta, sacar (a alguien) a paz
y a salvo, irse por los cerros de Úbeda, salirse por la tangente, salir del armario, llevar al
huerto, estar en Babia, dejar en la estacada, estar en las últimas, etc.
El hecho de que ciertas locuciones adverbiales se combinen frecuentemente con
una clase determinada de verbos o, incluso, con un único verbo (de modo habitual)
invita a pensar que se trata de locuciones verbales y no adverbiales;149 es el caso de las
locuciones de cuajo, en batería, de raíz o en bandeja, que se construyen de modo prefe-
rente o (casi) exclusivo, respectivamente, con los verbos arrancar, aparcar, cortar (o
arrancar) y poner.150
Son muchas las locuciones que restringen la clase de predicado, como de carrerilla
(o carretilla), de memoria y de pe a pa, que se aplican normalmente a verbos de conoci-

128
miento y verbos de comunicación (saber, conocer, aprender, decir, contar, repetir...); a
rajatabla, que suele construirse con verbos que denotan ‘obediencia’ o ‘ejecución’ (se-
guir, acatar, llevar, cumplir, practicar...); en cuerpo y alma, que se combina frecuente-
mente con verbos que denotan ‘sumisión’ y ‘participación’ (entregarse, someterse, parti-
cipar, colaborar...); al pie de la letra o a pies juntillas, que se usan primordialmente con
verbos que denotan ‘reproducción’, verbos de lengua y verbos que indican ‘cumpli-
miento u obediencia’ (repetir, reproducir, copiar, decir, contar, relatar, cumplir, seguir...);
en voz alta, que forma sintagma con verbos de lengua y comunicación y de actividad
intelectual (hablar, decir, leer, contar, pensar, recordar, soñar, reflexionar...); a gatas, a la
pata coja y a la pata la llana, que son seleccionados, principalmente, por los verbos
andar y caminar y otros que indican ‘desplazamiento’ (ir, desplazarse...); etc.
El grado de incertidumbre aumenta, si cabe, cuando se advierte que diccionarios y
manuales de fraseología no se ponen de acuerdo a la hora de registrar algunas expre-
siones. Así, por ejemplo, mientras que, para unos (DRAE, DI, DEA, DFDEA), a pierna
suelta es una locución adverbial,151 para otros (DFEM),152 forma parte de la locución
verbal dormir a pierna suelta; el sintagma a la luna de Valencia es tratado como adver-
bial por unos (DRAE, DEA, DFDEA) y como componente de una locución verbal por
otros (DFEM, Ruiz Gurillo 1998b: 91), aunque aquéllos suelen indicar que se usa nor-
malmente con dejar; lo mismo cabe decir de a moco tendido: es locución adverbial para
el DEA, el DFDEA, el DRAE, Alonso Ramos (1993), Koike (2001b: 58), Corpas Pastor
(2001b: 43) y Bosque Muñoz (2001a: 24), de modo que puede constituir una colocación
con el verbo llorar (Koike 2001b, 2005a; García-Page 2003a, 2004b, 2005a), y es locu-
ción verbal para el DI, DUE, DFEM, Castillo Carballo (2000c: 109). Como se ha indica-
do en otro lugar, llover a cántaros es una locución verbal para Zuluaga Ospina (1980:
163), Ruiz Gurillo (1997d: 80), Segura García (1998: 193), DUE, DFEM..., y una colo-
cación para Alonso Ramos (1993), Koike (2001b: 58, 2005), Bosque Muñoz (2001a,
2001b), y, supuestamente, para el DEA y DI.153

3.6. Locuciones prepositivas

3.6.1. Aspectos generales

La locución prepositiva es, junto con la locución conjuntiva, una de las dos catego-
rías locucionales nexivas (o conexivas, en la terminología de Casares Sánchez 1950:
172) que suelen diferenciar los estudiosos respecto del resto de las locuciones (o locu-
ciones significantes).
Una de las características formales154 que presenta la locución prepositiva es la de
estar compuesta por una categoría léxica gramaticalizada —principalmente, sustanti-
vo—155 que se sitúa bien en cabeza del grupo, bien en medio (gracias a, a base de). Otro
de los rasgos es la de configurar una construcción sintácticamente no autónoma,156
pues consiste en un sintagma incompleto a falta del término de preposición que rige,
cual si se tratara de una casilla vacía: de acuerdo con + SN. La locución prepositiva se
caracteriza, pues, por presentar en la coda una preposición regente —mayoritariamen-
te, de— en vez de su propio término regido: en pos de.157
La locución prepositiva es, probablemente, junto con la locución conjuntiva, la que
presenta una mayor rigidez de fijación, la que permite menos variaciones,158 frente a
las locuciones significantes que —a excepción de la locución adverbial, que también es
bastante rígida—, suelen admitir a veces ciertas alteraciones formales (cambio de mor-
femas flexivos, adición de modificadores, acortamientos, sustituciones léxicas o gra-
maticales, etc.).

129
No obstante tal rigidez sintáctica general, hay unas locuciones prepositivas que
están más integradas en el código fraseológico y otras, en cambio, mantienen, aun-
que remotos a veces, ciertos lazos con la sintaxis de combinatoria libre, como las que
admiten posesivos (véase, p.ej., Gaatone 1976: 20-26, 1984: 75, 1997: 174): a juicio de >
a [su] juicio, en lugar de > en [su] lugar, por mediación de > por [su] mediación, por culpa
de > por [su] culpa...159 Algunas locuciones permiten la sustitución de la preposición,
bien de la inicial bien de la regente:160 en/a favor de, a/en nombre de, por/de parte de, a/
por causa de, con/en referencia a, de/a resultas de, a/en manos de, en/a cambio de, en
honor de/a, con respecto a/de, en obsequio a/de, en razón de/a, etc. (variantes gramatica-
les); incluso, la conmutación léxica, por sinónimos o no (variantes léxicas): con miras/
vistas a, en gracia/atención/consideración a, en lugar/vez de,161 por causa/amor de, con el
fin/objeto de, etc.162 Otras locuciones admiten la supresión del artículo en ciertos con-
textos (variantes gramaticales): a (el) tenor de, a (la) manera de, a (el) modo de, en (el)
caso de, con (la) idea de, a (el) tiempo de, a (el) estilo de, bajo (el) pretexto de, etc.; y alguna
que otra, variaciones fónicas: por amor/mor de, por debajo/bajo de, al filo/hilo de, a fuer
de... Asimismo, determinadas locuciones también toleran modificadores nominales: a
ambos lados de, al otro lado de, en estrecha/íntima relación con, de la mismísima mano
de, en el preciso momento de, a la derecha misma de, contra la propia voluntad de...;163
incluso que el modificador adjetival lleve una expansión mínima: en muy estrecha rela-
ción con; con el fin, completamente desinteresado, de; etc. Las que contienen un adver-
bio pueden recibir afijación apreciativa, igual que algunos adverbios (variantes morfo-
lógicas): enfrentito de, cerquita de, lejísimos de... A veces, se producen ciertos cambios
estructurales (variantes gramaticales): respecto a/con respecto a (cfr. respecto de/*con
respecto de), en espera de/a la espera de, etc.

3.6.2. Estructuras básicas

En virtud de su constitución interna, la locución prepositiva presenta, fundamen-


talmente, dos tipos de estructuras; a saber: 1) «lexgramaticalizado + prep»,164 y 2) «prep +
lexgramaticalizado + prep».165

3.6.2.1. «lexgramaticalizado + prep»

Respecto del primer esquema, la unidad léxica gramaticalizada que más frecuente-
mente interviene en la conformación de la locución es el sustantivo, en tanto el verbo
apenas si concurre; v.gr.:

3.6.2.1.1. «N(gralte. sing.) + prep»: gracias a, frente a, rumbo a, respecto a, merced a, camino
de, cara a, cosa de ‘poco más o menos’, cuestión de...

3.6.2.1.2. «A + prep»: conforme a, debido a, junto a, junto con...166

3.6.2.1.3. «adv + prep»: lejos de, fuera de,167 dentro de, cerca de, debajo de, delante de,
además de, luego de (Méx.)...168
Luque Toro (1999: 297) propone la locución prepositiva más allá de. Se trataría de
una variante formal: «advcuantif. + adv + prep». Debe corresponder al uso que aparece en
contextos como «más allá de lo que piensas». El DRAE (2001) no la registra, y el DEA la
describe como adverbial, con los valores de ‘al otro lado’ («más allá del monte») y ‘des-
pués’, en cuyo caso indica que se sustantiva si lo sigue un complemento con de («No
llegaron a vivir más allá de la niñez»), o ‘más tiempo’, generalmente con complemento
con de («Un novio no le dura más allá de dos semanas»).

130
3.6.2.1.4. «V + prep»: pese a.

3.6.2.2. «prep + lexgramaticalizado + prep»

En relación con el segundo esquema (aparente sintagma preposicional) —sin duda,


el más numeroso—, cabe señalar que la categoría más frecuente del término de la
preposición inicial es la de sustantivo;169 son, por el contrario, escasas las manifestacio-
nes de las restantes categorías léxicas.170
Aparte de las categorías léxicas, existe minoritariamente la estructura que combina
tres preposiciones (v.gr.: «prep + prep + prep»): por bajo de, en contra de, por contra de...
Son también pocas las preposiciones que llegan a formar parte de esta clase de
locuciones: las más productivas son a, de, en, con y por; y de baja frecuencia, contra,
bajo, desde y so; las restantes son prácticamente inexistentes. Las preposiciones a y en
son las más habituales en la posición de cabeza (prep1), en tanto que de es la más
frecuente en la posición final (prep2).
El inventario de locuciones prepositivas con núcleo nominal registrables en los
diccionarios y algunos manuales (DRAE 2001, Luque Durán 1973, Morera Pérez 1988,
Luque Toro 2001, Santos Río 2003b) es suficientemente copioso.

3.6.2.2.1. Cuando el término de preposición es un sustantivo, presenta las formas flexi-


vas siguientes:171
3.6.2.2.1.1. «prep + Nmasc. sing. + prep»: a cambio de, a favor de, a fin de, a juicio de, a
modo de, a nivel de, a propósito de, a ras de, a tenor de, a título de, con objeto de, de
acuerdo con, con motivo de, en nombre de, en detrimento de, en torno a, en caso de, en
contraste con, en beneficio de, en apoyo de, a juego con, a golpe de, en orden a, a despecho
de, en cuento de, por amor de, a cargo de, con cargo a, en defecto de, por mor de, en
descargo de...
3.6.2.2.1.2. «prep + Nfem. sing. + prep»: a base de, a causa de, a disposición de, a falta de,
a fuerza de, a merced de, a raíz de, a excepción de, con ocasión de, con referencia a, con
relación a, de cara a, de parte de, de conformidad con, por obra de, so pena de, en calidad
de, en vez de, en cuestión de, en frente de, en espera de, en defensa de, en dirección a, a
petición de, en atención a, en función de, en gracia a, so capa de, a manera de, en materia
de, de parte de, en prueba de, a razón de, a reserva de, a retaguardia de, en unión de...
3.6.2.2.1.3. «prep + Nmasc. pl. + prep»: a hombros de, a mediados de, a principios de, con
honores de...
3.6.2.2.1.4. «prep + Nfem. pl. + prep»: de espaldas a, en aras de, con miras a, con vistas a,
a expensas de, a instancias de, a manos de, a resultas de...

3.6.2.2.2. Esta estructura presenta una variante formal consistente en la adición del
artículo delante del nombre.172 Resultan en extremo inusuales las locuciones en las que
el núcleo va en plural, esto es, los esquemas «prep + los + Nmasc. pl. + prep» y «prep + las
+ Nfem. pl. + prep»:173
3.6.2.2.2.1. «prep + el + Nmasc.sing. + prep»: al abrigo de, al alcance de, al estilo de, al filo
de, al fondo de, al borde de, al objeto de, al margen de, al pie de, al son de, al tiempo de, con
el propósito de, al lado de, en el centro de, en el caso de, al cabo de, al calor de, al conjuro
de, del lado de...
3.6.2.2.2.2. «prep + la + Nfem. sing. + prep»: a la altura de, a la cabeza de, a la espera de,
a la vera de, a la zaga de, a la vista de, con la intención de, en la medida de, al frente de, a
la luz de, a la vuelta de...

131
3.6.2.2.3. Puede interpretarse como otra variante de la citada estructura la que incluye
el pronombre lo con adyacente adjetivo,174 que siguen muy pocas construcciones: a lo
largo/ancho de, en lo alto de, etc.
La locución prepositiva, con variante léxica, en lo referente/relativo/tocante a, pre-
senta, a su vez, la variante sintáctica en lo que se refiere/toca/respecta a, versión que
sustituye el adyacente adjetivo por la proposición relativa, si bien se produce un
pequeño desajuste: en tanto que el adjetivo relativo no admite transformación relati-
va, el verbo respecta no tiene correlato adjetival dentro de tal esquema, aunque sí en
los sintagmas respecto de y con respecto a.

3.6.2.3. Binomio coordinativo

Otra estructura característica de la locución prepositiva, pero no muy frecuente, es


el binomio formado por dos sustantivos coordinados («prep + N + conj + N + prep»): a
imagen y semejanza de, por cuenta y riesgo de, por obra y gracia de, etc.
El hecho de que el segundo sustantivo (a veces también el primero) pueda suprimir-
se y, por tanto, analizarse el complejo como una abreviatura fraseológica (a imagen de,
a semejanza de, por cuenta de, por obra de),175 permite suponer que no es una estructura
prepositiva distinta, sino una variante formal de la genérica que estamos tratando, una
especie de expansión del núcleo nominal.
Es evidente que esta estructura coordinativa no tiene nada que ver con la posibili-
dad de coordinar dos locuciones prepositivas y de que, en dicho caso, pueda suprimir-
se la prep2 del primer miembro coodinado si los sustantivos de sendas locuciones tie-
nen el mismo régimen preposicional: en beneficio y a favor de.176

3.7. Locuciones conjuntivas

3.7.1. Aspectos generales

La locución conjuntiva177 comparte con la locución prepositiva, por un lado, el pre-


sentar un alto índice de rigidez fraseológica, en el sentido de que no suele admitir
variaciones formales de ningún tipo, y, por otro lado, el exhibir una estructura sintag-
mática inconclusa, siendo la coda, la mayoría de las veces, la conjunción que (Gaatone
1982: 47 supone que siempre es que). Tiene, además, en común con la locución prepo-
sitiva el que determinadas construcciones son idénticas, con la salvedad, en numero-
sos casos, de la clase de término que rige (sintagma u oración completiva); más concre-
tamente, de la presencia o no de que: a consecuencia de + que, a pesar de + que, al objeto
de + que, etc. (véase infra, n. 178). Sin embargo, el rasgo de equivalencia funcional a
una conjunción no se cumple fácilmente, frente a lo que suele ocurrir con las restantes
clases locucionales (Gross 1997: 215).

3.7.2. Estructuras básicas

La locución conjuntiva presenta dos estructuras regulares, una de aparente sintag-


ma preposicional cerrado por la conjunción que y otra de sintagma adverbial también
rematado por que. Otros esquemas son el binomio coordinativo, y las fórmulas bina-
rias conformadas ya por un adverbio más otro adverbio, una preposición o conjun-
ción, ya por una preposición más que.

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3.7.2.1. «SP + que»

De acuerdo con el primer esquema, pueden distinguirse los dos grupos siguientes:

3.7.2.1.1. «prep + lex + que»: de manera que (y variantes: de modo que, de forma que, de
suerte que), a medida que, etc.
Como puede advertirse, el hueco léxico suele estar rellenado por un sustantivo,
pero pueden ocuparlo otras categorías, como el adverbio (o pronombre): a menos que,
por más que, entre tanto que, en tanto que...

3.7.2.1.2. «prep + N + de + (que)»:178 a fin de que, a pesar de que, a consecuencia de que,


a causa de que, en caso de que, en vista de que, por razón de que...
Podrían considerarse variantes de este esquema las locuciones que contienen un
artículo que precede al nombre, como al objeto de que, con el fin de que, al margen de
que...; las que cambian la categoría léxica gramaticalizada: con tal de que (pronombre),
a pesar de que (infinitivo), a sabiendas de que (gerundio, con sufijo especial), etc.; y las
que truecan la preposición del término (en la medida en que [con artículo]).
Algunas locuciones admiten la modificación adverbial de aun, como aun a sabien-
das de que, aun a riesgo de que...

3.7.2.2. «SAdv + que»

De acuerdo con el segundo esquema («adv + que»), el núcleo del supuesto sintagma
adverbial sería un adverbio (preferentemente, de tiempo o modo), que encabeza la cons-
trucción: ahora que, luego que, siempre que, ya que, enseguida que, mientras que, antes que,
después que, bien que, así que, como que, comoquiera que, dondequiera que, más que...
Si el adverbio tiene régimen preposicional, este esquema presenta la variante si-
guiente: «adv + de + que», como ilustran las locuciones encima de que, además de que,
aparte de que, después de que, antes de que...

3.7.2.3. Estructuras binarias yuxtapuestas

Existen dos tipos de locuciones conjuntivas compuestas por dos elementos yuxtapuestos
diferenciados según la categoría que encabeza la construcción: el adverbio o la preposición.

3.7.2.3.1. Estructuras binarias yuxtapuestas introducidas por un adverbio


El adverbio (generalmente, de modo y tiempo) encabeza también otras locuciones con-
juntivas en las que ya no interviene la conjunción que;179 el segundo constituyente es un
adverbio («adv + adv»), una conjunción distinta de que («adv + conj») o una preposición
(«adv + prep»): así como, antes bien, ahora bien, aun cuando, aun si, como si, como para, etc.
A veces aparece intensificado por otro adverbio que es parte integrante de la locu-
ción: tan pronto como, etc.

3.7.2.3.2. Estructura binaria yuxtapuesta del tipo «prep + que»: desde que, de que, a que,
para que, hasta que, sin que...

3.7.2.4. Binomio coordinativo

El adverbio puede quedar desdoblado, bien por otro adverbio de significado idénti-
co o afín bien por otra categoría léxica, formando una estructura gemela: siempre y
cuando, según y como, según y conforme, así y todo, etc.

133
3.7.2.5. Estructuras marginales

3.7.2.5.1. Son más bien excepcionales las locuciones conjuntivas encabezadas por otros
signos (conjunción, pronombre, verbo...), en vez de por un adverbio: si bien (concesi-
vo), tal como (o tal y como), pese a que... (cfr. n. 178).

3.7.2.5.2. En algunos casos, la locución está encabezada no por un adverbio, sino por
un sintagma nominal; suele ser el sustantivo vez precedido de un determinante indefi-
nido: una vez que, cada vez que, toda vez que, etc.180

3.7.2.5.3. Se incluyen ocasionalmente entre las locuciones conjuntivas las formas partici-
piales seguidas de conjunción dado que, puesto que, supuesto que, visto que, salvo que y
alguna otra similar (Bosque Muñoz 1989: 197-199, Corpas Pastor 1996b: 108; Pavón
Lucero 1999: 652...); sin embargo, son muchos los gramáticos (p.ej., Gutiérrez Ordóñez
1985: 234-241, 1986: 163-171) que prefieren analizarlas como cláusulas absolutas, en las
que la proposición introducida por que funciona como sujeto del participio verbal.

3.7.2.5.4. Tradicionalmente, se vienen tratando como nexos conjuntivos (coordinan-


tes) los signos correlativos ora... ora..., ya... ya..., bien... bien..., que, para algunos estu-
diosos (p.ej., Corpas Pastor 1996b: 107), constituyen locuciones conjuntivas con carác-
ter discontinuo.

3.7.2.5.5. Otra estructura marginal con carácter conjuntivo corresponde al esquema


«por + (intens) + A/adv + Oque», como ilustran ejemplos del tipo por muy bueno que
sea, por muy pronto que uno se levante, etc.
Hay otras fórmulas fraseológicas de proposiciones subordinadas, como, por ejem-
plo, la reduplicativa «V + relativo + V»: pase lo que pase, sea como sea, etc. Aunque se
trata de esquemas característicamente fraseológicos, resulta muy arriesgado analizar-
los simplemente como locuciones (loc. conj. o loc. adv.).

3.8. Locuciones verbales

3.8.1. Aspectos generales

La clase de las locuciones verbales es la más numerosa y, casi con toda seguridad, la más
heterogénea estructuralmente. Ello se debe en parte al distinto tratamiento que reciben
ciertas expresiones (hasta el punto de que a veces se incluyen entre las locuciones verbales
construcciones que no son tales) y el que no sean acertados ciertos análisis sintácticos.
A modo de ejemplo, ya se ha indicado en varias ocasiones (p.ej., §§ 3.5.3. y 3.4.2.1.3.)
que los sintagmas llover a cántaros y dormir como un lirón son descritos, unas veces,
como locuciones verbales y, otras, como colocación compleja de «V + loc. adv.». Igual-
mente, costar un ojo de la cara o importar un comino son analizados ya como colocacio-
nes ya como locuciones (véase esp. § 3.3.3.4.). Y lo mismo cabe decir para los sintag-
mas verbales dar la lata y dar calabazas, por ejemplo.181 La locución coser y cantar es
analizada como nominal (Casares Sánchez 1950, Corpas Pastor 1996b: 96) y como
verbal (Blasco Mateo 1999: 56). También son de análisis controvertido sintagmas como no
caber duda, arrojar dicterios o —con más razón, por no estar compuesto de al menos
dos palabras (salvo que se considere el complemento indirecto no fijado)— hacerse
‘parecer, considerar’, que Zuluaga Ospina (1980: 161) trata como locuciones. En el
DFEM también se registra como locución no caber duda, así como, por ejemplo, la

134
estructura soporte poner de manifiesto, entre otras combinaciones dudosamente locu-
cionales (el DFDEA: XVI reconoce que incluye los predicados de verbo soporte como
locuciones en sentido amplio). También son dudosos los análisis como colocaciones
que practica Zuluaga Ospina (1997: 631) con respecto a abrir una brecha (el DRAE
2001, p.ej., cree que es locución verbal [«fr.»]), dar por seguro y estar al borde de la
muerte. Precisamente, a propósito de los predicados complejos, son numerosísimos
los deslices que se producen al tratarlos erróneamente como locuciones verbales: De
Bobes Soler (2002: 22), por ejemplo, incluye entre las locuciones verbales el predicado
tomar posesión. Llega a resultar sobremanera inadecuado el tratamiento de locuciones
verbales genuinas como simples predicados de verbo soporte (Crego García 2000, 2002):
volver a las andadas, caer en saco roto, echar en falta, echar de menos, irse por las ramas,
meterse en camisa de once varas, meter en cintura/vereda, sacar de sus casillas, salirse
con la suya, sacar en limpio, salirse por la tangente... (véase § 3.8.2.2., esp. n. 192).
Tampoco pueden tratarse como colocaciones las expresiones extremeñas que cita Ca-
sado Velarde (2005: 691) sufrir los kiries (? < llorar los kiries), estar de corrobla, tomar el
pendingue, estar a un tirón, estar mosca, estar hecho un cerrojo boto, ir con los pelos
espetados, vender a escandallo, ver de respajilón, ir a recuesta... Tomando como referen-
cia el DEA, también Penadés Martínez (2001) analiza muchas locuciones tradicionales
como colocaciones: descubrir el pastel, dirigir el cotarro, dejarse de cuentos, dejarse en el
tintero, despacharse a su gusto, dar la campanada...; asimismo, para Mendívil Giró (1991:
718-723), no serían locuciones andar(se) con pies de plomo, cortar el rollo, dejar en la
estacada, haber gato encerrado, descubrir el pastel, no dejar títere con cabeza, sentar la
cabeza, tirarse un farol, sacar tajada, tener a raya... —asociadas a los «modismos restrin-
gidos» de Chafe (1968, 1971), las llama especializaciones dependientes (cfr. Koike 1999b).
Además de los distintos análisis que reciben ciertas expresiones, también se reali-
zan a veces descripciones equivocadas. Así, Domínguez (1975) interpreta erróneamen-
te como unidades fraseológicas (verbales) construcciones libres que contienen una lo-
cución nominal o adverbial, como andar en tropel (239), tener a alguien por cabeza de
turco (240), tener gramática parda (106), ponerse en cuclillas (66)..., o colocaciones como
abrigar esperanzas (11) —incluso expresiones de ningún modo fraseológicas como que-
dar boquiabierto (31), ser un cuco (66) o ser un carca (45). Pellat-Masso Ruhi (1989:
280) cree que contar cuentos chinos es locución verbal, cuando lo único que es locución
es el conjunto cuento chino (locución nominal).
Otras veces se practican análisis sintácticos poco adecuados, lo que puede favore-
cer la adscripción distinta de una locución a una determinada clase; si bien no suele
provocar la confusión de la locución con otros fenómenos afines. Así, Corpas Pastor
(1996b: 103) supone la estructura «V + CD» para la unidad poner (a alguien) como
chupa de dómine;182 Ruiz Gurillo (2001b: 49), la de «V + CD + suplemento» para la
locución echar leña al fuego;183 Martínez López (1996: 122-3, 111, 115), la de «V + CD +
Ady», «estar + ger + SP» y «V + suplemento» para las expresiones hacer oídos sordos (o
caer chuzos de punta), estar jugando con fuego (o estar echando por la borda) y saber de
qué pie cojea, respectivamente;184 Pellat-Masso Ruhi (1989: 329), la de «V + CI» para la
locución subirse a la parra; o Castillo Carballo (2000c: 103, 110, 115), las de «V + CC»,
«adv + V + CD + CC» y «V + CD», para las locuciones apearse del burro, no llegar la
camisa al cuerpo y trabarse la lengua, respectivamente.

3.8.2. Problemas de límites

El engorde del inventario de locuciones verbales se debe muchas veces a la incorpo-


ración en él de construcciones que precisamente establecen frontera con ellas, como

135
son las perífrasis verbales, las colocaciones y los predicados complejos de verbo sopor-
te o funcional, que, como hemos dicho en repetidas ocasiones, son, a nuestro parecer,
combinaciones libres. La inexistencia de unos límites precisos del universo fraseológi-
co, así como la manifiesta diversidad de opiniones acerca del objeto de la Fraseología,
favorecen la confusión. Ahora bien, presumimos que dicho engorde está injustificado
salvo en los casos verdaderamente conflictivos.

3.8.2.1. Locución verbal y perífrasis verbal

Por ejemplo, la familiaridad entre la perífrasis gramatical y la locución verbal es


más bien escasa porque, en realidad, ni el inventario de esquemas perifrásticos es ili-
mitado (además de desigual de un autor a otro) ni son muchas las locuciones verbales
que, por su estructura, puedan litigar con una perífrasis verbal. El contraste entre la
perífrasis y la locución verbal queda prácticamente limitado a las locuciones verbales
configuradas por dos verbos aparentemente unidos por un enlace prepositivo, siendo
el segundo lexema verbal una forma infinitiva,185 tales como dar a entender, llevarse a
matar o estar a matar, ir/venir a parar,186 hacerse de rogar, tirar a matar, entrar a matar,
hablar por hablar, estar por ver, volver a nacer y pocas más.
Con esta estructura, son habas contadas las perífrasis existentes en español, posi-
blemente menos aún que locuciones verbales de igual configuración: «deber de + inf»,
«ir a + inf», «venir a + inf», «echar a + inf», «haber de + inf», «romper a + inf», «llegar a +
inf», «empezar/comenzar/ponerse a + inf», «terminar/acabar de + inf», «dejar/cesar/parar
de + inf», «terminar/acabar por + inf», «estar por + inf», «volver a + inf» y quizá alguna
más.187 Creemos que tampoco son adecuadas del todo algunas de las locuciones que se
aducen, pues la estructura aparente de «Vflex. + prep + Vinf.» oculta una estructura más
compleja: locuciones como poner a parir, echar de ver, sacar a relucir, traer a maltraer,
dar a conocer, echar a volar,188 etc., responden a la pauta sintáctica «Vflex. + CD + prep +
Vinf.»: poner (a alguien) a parir, echar (algo/a alguien) de ver, sacar (algo) a relucir (cfr.
sacar los trapos sucios a relucir), traer (a alguien) a maltraer, dar (algo/a alguien) a cono-
cer. La consideración del actante no lexicalizado es fundamental en estos casos hasta el
punto de que el infinitivo puede ser un complemento del objeto directo y no del verbo
flexivo (como en poner a parir; comp. poner verde o poner de vuelta y media), por lo que
la estructura ya no es, como en la perífrasis, binaria, sino ternaria (adviértase que es el
carácter binario de la estructura el primer factor que, según la autora [Blasco Mateo
2005: 198], acerca la perífrasis a la locución). Si, junto a éstas, se tienen en cuenta otras
circunstancias gramaticales, es evidente que el inventario de locuciones verbales liti-
gantes se reduce bastante, y que establecer una relación de contraste entre la perífrasis
y la locución es más un empeño de especulación poco menos que estéril. Así, por ejem-
plo, estar a partir un piñón, aun adoptando la estructura «Vflex. + prep + Vinf.», no puede
confundirse con una perífrasis, dado que la presencia de un complemento fijo del
infinitivo cancela toda posibilidad de interpretación perifrástica.189 Algo parecido ca-
bría indicar de mandar a freír espárragos; pero, además, la estructura real contiene un
complemento directo no lexicalizado y, por tanto, es más compleja, que la hace atípica
para asimilarla a la perífrasis: mandar (algo/a alguien) a freír espárragos. Asimismo, por
el hecho de que el primer verbo de estar a partir un piñón —y de otras locuciones como
las arriba citadas estar a matar, estar por ver, tirar a matar, entrar a matar, dar a entender,
hablar por hablar, llevarse a matar, hacerse de rogar (v.gr.: estar, tirar, entrar, dar, hablar,
llevarse, hacerse)— no pueda formar perífrasis infinitivas o, dicho de otro modo, nunca
llene el hueco «Vflex.» de una perífrasis, su presencia se convierte en un índice de que es
una locución y no una perífrasis: salvo en las locuciones ir (o venir) a parar y volver a
nacer, ninguno de los típicos auxiliares perifrásticos aparece como primer lexema ver-

136
bal de las locuciones. Es de sobra conocido que es bastante reducido el inventario de
verbos que pueden formar parte de una perífrasis en calidad de auxiliares. Otros sig-
nos que bloquean la interpretación perifrástica son los artículos, como los que forman
parte del segundo miembro de la estructura, prácticamente fraseológica, «estar al +
inf» ‘advenimiento inmediato’; son muy pocos los verbos que cubren normalmente el
hueco «inf»: llegar, caer, nacer... También constituyen índices fraseológicos los clíticos
de verbos pronominales como los indicados llevarse a matar, hacerse notar, hacerse
esperar o hacerse de rogar, en la medida en que, salvo en la estructura «ponerse/echarse a +
inf», ningún otro «Vflex.» pronominal interviene en una fórmula perifrástica. Otro índi-
ce fraseológico es la presencia obligada de la negación. La perífrasis se conforma como
una estructura afirmativa que puede o no ser negada, igual que cualquier forma verbal;
en cambio, es sabido que hay locuciones que se conforman obligatoriamente con mo-
dalidad negativa: en este sentido, el signo no como constituyente interno de una locu-
ción bloquea la interpretación perifrástica, tal como cabría suponer de la expresión no
dejar respirar (a alguien), que admite la versión enfática con ni: no dejar ni respirar (a
alguien).
Queda claro que, con esta estructura, el verbo flexivo de la perífrasis ha perdido
parcial o totalmente su significado y sólo marca la concordancia con el sujeto, argu-
mento externo que es seleccionado por el infinitivo; en cambio, el verbo flexivo de la
locución mantiene su significado o, más comúnmente, está integrado en el significado
de bloque de la locución, y es el que selecciona el sujeto sintáctico. La perífrasis consti-
tuye una unidad verbal, pero con forma analítica para aportar información aspectual;
el infinitivo de la locución es el complemento del verbo conjugado, aunque su estructu-
ra se entienda reanalizada, y el verbo finito no contiene valores aspectuales;190 entre
otras razones, porque éste está fijado de antemano, pero no el infinitivo perifrástico,
que sólo se realiza en cada acto de habla (en la perífrasis está fijado el hueco «inf», pero
no el lexema verbal; de ahí que la sustitución no sólo sea posible, sino que, en general,
determina un inventario prácticamente ilimitado).

3.8.2.2. Locución verbal y predicado complejo

Como locuciones verbales —o fraseologismos verbales—, o conjunta y confundi-


damente con ellos, se vienen estudiando habitualmente los predicados de verbo de
apoyo,191 como muestran abundantes obras sobre todo del ámbito francófono y ger-
manístico.192 Con razón, G. Gross (1997: 210-214) critica que no se distingan adecua-
damente el verbo soporte y el verbo fijado de la locución verbal. Si, como es nuestra
opinión, se procura ser escrupuloso con la clasificación de las unidades propiamente
fraseológicas, entonces deben aislarse las locuciones de todas aquellas construcciones
limítrofes, situadas normalmente en la periferia de la Fraseología, cuyo comporta-
miento, aun con ciertas restricciones, está más acorde con el de las combinaciones
enteramente libres en virtud de sus rasgos sintácticos, morfológicos y semánticos.
Los predicados complejos comparten con las perífrasis dos rasgos que, al mismo
tiempo, los apartan de las locuciones verbales: el carácter binario de su estructura y la
profunda gramaticalización del verbo.193 Tales rasgos son, muchas veces, suficientes
para procurar no mezclar unos con otras. Por un lado, la presencia de más de un
complemento verbal lexicalizado o de una expansión adjetiva o prepositiva del núcleo
nominal es índice inequívoco de que no es un predicado soporte: dar el brazo a torcer,
poner los puntos sobres las íes, dar el do de pecho...;194 el problema se plantea, pues,
entre pares como dar la murga/dar un paseo, dar la mano/dar una charla, dar largas/dar
pena, dar alas/dar las gracias, tomar el portante/tomar nota ‘anotar’..., dado que, en estos
casos, locución y predicado soporte presentan una estructura similar, binaria, tenien-

137
do, además, en cuenta que las locuciones indicadas se acercan a la forma típica del
predicado complejo en la que el verbo suele ser dar, tomar, poner o tener, y el comple-
mento nominal suele estar representado por un sustantivo desnudo o modificado por
un determinante, cuya función es la de complemento directo. Por otro lado, cuanto
menos gramaticalizado esté el verbo (hacer alusión > *realizar alusión/*confeccionar
alusión) y menos parafraseado pueda ser el complejo sintagmático por un verbo de
igual raíz o derivado morfológico (poner de manifiesto > manifestar, hacer un viaje >
viajar, hacer vivaque > vivaquear, hacer blasón > blasonar), más asegurada está la vecin-
dad entre la locución y el predicado soporte.195 Esta última prueba puede resultar apro-
piada para las expresiones ambiguas como dar un golpe ‘atracar’ (loc.)/’golpear’ (sop.),
dar un baño ‘ridiculizar, poner en evidencia la inferioridad del otro’ (loc.)/’bañar’ (sop.), o
dar un repaso ‘poner en evidencia la inferioridad de otro’ (loc.)/’repasar’ (sop.), llamar la
atención (a alguien) ‘reprender’ (loc.)/‘atraer la atención’ (sop.) —si bien hay también
una diferencia en la clase semántica del argumento destinatario (+ hum./- anim.)—,
tomar nota ‘aprehender, asimilar una lección o consejo’ (loc.)/’anotar’ (sop.), dar una
lección (a alguien) ‘superarlo, vencerlo’ (loc.)/’impartirla’ (sop.), etc. (García-Page 2006d).
Puede, asimismo, ayudar a la distinción el que los principales verbos soporte for-
man un inventario reducido —dar, hacer, tener, tomar, coger, poner...—,196 mientras que
es casi ilimitada la nómina de verbos que pueden configurar una locución verbal:197
así, nunca funcionan como auxiliares soporte verbos como reír, llorar, nacer, matar,
morir, leer, pensar, comer, dormir, comulgar..., ni todos los verbos meteorológicos, etc.,
por poner sólo unos ejemplos, por lo que no pueden identificarse como predicados
complejos locuciones como matar el gusanillo, morirse de risa, leer la cartilla, pensar en
las musarañas, comer el tarro, dormirse en los laureles, comulgar con ruedas de molino,
y varios centenares más.
Junto a todos estos aspectos esencialmente formales, más el semántico de la gra-
maticalización o desemantización del verbo, que son los que ahora nos interesan en el
contraste entre locución y predicado complejo, podrían, lógicamente, aducirse más
argumentos de orden sintáctico para ampliar las divergencias, como la mayor flexibili-
dad sintáctica de éste frente a la mayor rigidez de aquélla; si bien, frente a lo que se
hace frecuentemente (p.ej., Espinal Ferré 2002), no deberían tomarse como polos opues-
tos, pues, por ejemplo, tal como veremos, lo mismo que hay locuciones que admiten
pronominalizaciones y nominalizaciones, hay predicados soporte que no las toleran o
las toleran aparentemente (constituirían reanálisis), sobre todo aquellos complemen-
tos considerados no-argumentales por algunos gramáticos.

3.8.2.3. Locución verbal y colocación

Tal vez la frontera fraseológica más conflictiva es la que separa la locución verbal de
la colocación: por ella transita el mayor número de semejanzas. Bien es cierto que el
problema de identificación sólo debería suscitarse cuando la colocación presente la
estructura «V + SNCD» (y, si acaso, «V + prep + N»),198 de modo que se reducirían
ostensiblemente las posibilidades de confusión.199 No afectan, pues, a la demarcación
de límites las estructuras colocacionales «V + SNsuj.»200 y «V + adv»,201 ni, menos aún,
las colocaciones que exhiben una estructura en la que no interviene el verbo, tales
como «A + adv» (perdidamente loco), «N + prep + N» (ristra de ajos) y «N + A» (diferen-
cia abismal).202
Creemos que el factor semántico contribuye notablemente a la distinción, aunque a
veces no sea suficiente, debido en gran medida al carácter subjetivo que impera en la
medición de la idiomaticidad. Si aceptamos que las colocaciones son grosso modo
transparentes, o semitransparentes si la base o verbo participa con sentido figurado (el

138
sustantivo siempre participa en la colocación con sentido recto o literal), y que las
locuciones, por el contrario, suelen ser semánticamente opacas o idiomáticas, no sólo
en razón del verbo —aunque, en un examen hermenéutico más detenido, puedan de-
tectarse índices de motivación o grados de composicionalidad—, la confusión no ha de
resultar tan fácil,203 especialmente para un hablante nativo, que actúa seguido de la
intuición (guía extraordinariamente certera en hechos lingüísticos o culturales de esta
naturaleza pese a su precaria objetividad): meter la pata (loc.)/resolver una duda (col.),
cortar el bacalao (loc.)/trinchar la carne (col.). Otro factor semántico204 es que la coloca-
ción, en tanto estructura regular de la lengua y gracias a su naturaleza semántica com-
posicional, se forma en virtud de una suerte de selección semántica, de modo que es
posible establecer un vínculo estrecho entre los dos lexemas; en la locución, los compo-
nentes presentan una cohesión fuerte —de modo que, fraseológicamente, uno implica
al otro y el otro al uno en calidad de elementos fijados e institucionalizados—, pero no
entablan una relación de selección léxica ni de ningún otro tipo,205 ni sospechamos que
ésta esté en el origen diacrónico de su formación.
Por otro lado, la colocación tiene —en términos generales— una estructura binaria,
que no tiene por qué respetar la locución verbal, como prueban los modismos tirar la
casa por la ventana, echar balones fuera, verlas venir, cogerlas al vuelo, dársela con queso,
pedir peras al olmo, matar dos pájaros de un tiro, tener la mosca detrás de la oreja, poner
los puntos sobre las íes, y cientos más; no obstante, como en las locuciones, el núcleo
predicativo de los sintagmas verbales colocacionales puede exigir otro complemento,
que no podrá estar léxicamente fijado (como ocurre con el complemento de régimen
en alguien de depositar la confianza [en alguien]), por lo que ha de entenderse que,
cuando se habla del carácter binario de la colocación, se hace referencia a la relación
semántica de solidaridad entre los dos signos realizados léxicamente —el verbo y el
sustantivo—, o sea, a la restricción de selección léxica, no a la complementación verbal
en sí: el verbo, de acuerdo con su estructura argumental, selecciona sintácticamente su
complemento directo, pero también otros complementos (indirecto, de régimen...), y
puede llevar circunstantes: rescindir un contrato (a alguien), contraer un compromiso
con (alguien), etc. Así pues, la locución y la colocación se asemejan en series como
levantar la liebre/levantar una calumnia, tomar el pelo/tomar medidas, pero en las locu-
ciones no es, sincrónicamente, posible detectar ningún tipo de selección léxica (tan
sólo el requerimiento formal de la convivencia de las dos unidades léxicas),206 lo cual es
lógico si se tiene en cuenta que, en general, las locuciones son opacas e idiomáticas, de
modo que no puede practicarse el análisis semántico composicional (cfr. n. 203).
Si no fueran suficientes estos rasgos diferenciadores, podrían practicarse, entre
otras, las pruebas sintácticas de reconocimiento del complemento directo, lo que per-
mitiría deslindar los dos fenómenos: grosso modo, las colocaciones, en tanto estructu-
ras sintácticas libres, satisfarían todas las pruebas, pero no las locuciones, las cuales no
toleran, salvo raras excepciones, ciertas transformaciones:207

col. entablar una relación > entablarla/loc. vérsele el plumero > *vérselo
col. formular una pregunta > formularla/loc. estirar la pata > *estirarla
col. asestar un golpe > ¿Qué asesta?/loc. tomar el pelo > *¿Qué toma?
col. infringir la ley > lo que infringe es la ley/loc. cortar el bacalao > *lo que corta es el bacalao

A veces se recurre también a la conmutación léxica para oponer colocación verbono-


minal y locución verbal,208 considerando la característica fraseológica general —pero
incumplida en numerosos casos— de la inmodificabilidad. Si bien es cierto que la mayo-
ría de las locuciones no admite sustitución léxica, también las colocaciones ofrecen resis-
tencia a dichas pruebas so pena de dar lugar a una construcción, aunque gramaticalmen-

139
te correcta, de naturaleza no colocacional. De hecho, la sustitución por un sinónimo
puede suponer la destrucción de la colocación, pues, aunque se preserve la base semán-
tica que sostiene la selección, la co-ocurrencia no está ahora institucionalizada: entablar
un(a) relación/*asociación/*vínculo/*acuerdo/*pacto, entablar/establecer/*formar/*produ-
cir/*crear una relación, formular un(a) pregunta/*interrogante/?cuestión, trabar amistad/
*compañerismo.209 En contrapartida, ciertas locuciones admiten bajo determinadas con-
diciones la sustitución léxica,210 si bien los términos intercambiados no tienen por qué
ser sinónimos ni formar parte del mismo campo semántico: untar el carro/eje, colgar/
ahorcar los hábitos, no ser nada del otro mundo/jueves, estar en la luna/inopia (en Babia,
en las nubes, en el limbo, en Belén, en las Batuecas...), del tiempo del rey que rabió por
sopas/gachas, etc.

3.8.2.4. Restricciones de selección

Existen ciertas construcciones, tildadas por algunos estudiosos de locuciones mixtas


(Zuluaga Ospina 1980, Ruiz Gurillo 1997d...) y por otros de colocaciones complejas (Koike
2000c, 2001b, 2005; García-Page 2003a, 2005a, 2007f), que plantean serios problemas de
clasificación. La heterogeneidad con que son descritas en los diccionarios y en los estu-
dios de fraseología contribuye a tal confusión.211 Se trata, en general, de construcciones
con estructura binaria y parcial o escasamente idiomáticas en las que, desde un punto de
vista sintáctico, el segundo miembro constituye normalmente un sintagma preposicio-
nal con valor adverbial,212 tales como llover a cántaros, pagar a tocateja, llorar a lágrima
viva, llorar a moco tendido, arrancar/sacar de cuajo, etc. (véase § 3.5.3).
Una situación idéntica presentan ciertas locuciones verbales con núcleo copulativo,
como estar de morros o estar de cháchara, según que el sintagma preposicional se ana-
lice como expansión del predicado en la locución verbal o como locución adjetiva inde-
pendiente; y también otras locuciones de estructura atributiva como ser la caraba, ser
habas contadas o ser el vivo retrato de (alguien), con esquema sintáctico distinto («V +
SN»), lo que pone de manifiesto que otra de las márgenes borrosas de las locuciones
verbales es, como ya se indicó, la que linda con la de las locuciones nominales.
Ya Casares Sánchez (1950: 178, n. 1) insistía en el valor del verbo copulativo como
constituyente fijado de ciertas locuciones verbales, como estar de monos, arguyendo
que el sintagma preposicional de monos no existe fuera de la locución, frente a, por
ejemplo, hecho una fiera (de estar hecho una fiera), que admite otras formulaciones sin
la presencia de estar: ponerse como una fiera, parecer una fiera, ponerse hecho una fiera.
Es cierto que son abundantes las locuciones compuestas con ser o estar —estar de
veinticinco alfileres, estar en misa y repicando, estar en las últimas, estar en Babia, estar
a dos velas, estar sin blanca, estar tocado del ala, estar en el ajo, estar al corriente, estar a
la que caiga, estar a las duras y a las maduras, estar en capilla, estar de Dios, estar fuera de
cacho ‘en posición ventajosa y sin excesivo riesgo’, estar al corriente, estar en bote, estar
con la soga al cuello, estar para el arrastre, estar con Dios, estar fuera de Dios, estar de
Dios, estar muy visto, estar por ver, estar a partir un piñón, ser de mantequilla, ser la
hostia, ser la monda, ser la repera, ser la piedra del escándalo, ser de cajón, ser un hacha,
ser un hueso duro de roer, ser el acabose (¿loc. n.?), ser para alabar a Dios, ser un contra
Dios, etc.—,213 pero también es cierto que con frecuencia se incluyen construcciones
que o no son propiamente locuciones o se forman con otros verbos o, simplemente,
son locuciones de otra clase (esto es, el verbo copulativo no es constituyente fijo de la
locución).214 Así, son muchas las veces que la expresión ser un lince215 o similares (ser
un zorro, ser un(a) hormiguita, ser un burro, ser un Adonis...) aparecen descritas como
locuciones (Ruiz Gurillo 1997d: 110, 1998b: 113 y 2001c: 30; Cantera Ortiz de Urbina
2000: 442), cuando creemos que se trata de una simple metáfora catacrética o fosiliza-

140
da con la estructura «A es B» (cfr. también Ginebra i Serrabou 2000: 77, n. 8).216 Mogo-
rrón Huerta (1994: 184-187, 200, 212, 225 y passim) aduce como verbales (predicados
complejos de verbo copulativo soporte), entre otras, las expresiones estar a cuerpo de
rey, ser en un abrir y cerrar de ojos, ser a imagen y semejanza, ser a cuenta y riesgo, estar
de tú a tú, estar a mesa y mantel, estar la bandera a media asta, estar a gatas, estar a las
mil maravillas, estar con cien ojos, estar en orden alfabético, estar sin aliento, estar de
luto, ser a ojo y ser a ojo de buen cubero..., cuando, en realidad, los complementos
deberían tratarse como locuciones adverbiales combinadas en estos casos con la cópu-
la, pero sin que ésta precisamente constituya a veces su preferencia léxica.217
A incurrir en este error de análisis contribuye el que muchas locuciones nominales
se empleen normalmente en el predicado nominal con el verbo copulativo ser (como
carne de cañón, callejón sin salida, pintor de brocha gorda, el brazo derecho, un cero a la
izquierda, un pedazo de pan, etc.)218 sin que ello signifique que les está vedado su uso
predicativo: «Aquí les presento a Vds. al brazo derecho del director», «En la emboscada
había más de un callejón sin salida», etc. Los propios diccionarios, incluidos el de la
Academia, muestran una gran diversidad de formas de registro, de modo que poco
ayudan al discernimiento.
A veces, las locuciones verbales con ser y estar contienen algún índice que evita su
confusión con la locución nominal o adverbial. Así, creemos que las locuciones copula-
tivas de polaridad negativa o que se construyen habitualmente con la negación no,
como no ser moco de pavo, no ser para menos, no ser santo de la devoción de (alguien),
no ser de recibo, no ser nada del otro mundo, no ser plan, etc., no suelen plantear proble-
mas de clasificación; si bien, tampoco otras sin el cuantificador negativo: ser harina de
otro costal, ser otro cantar, ser de lo que no hay, ser todo oídos, etc.

3.8.2.5. Locución verbal con clítico del tipo «ganársela»

En otro orden de cosas, la delimitación de las locuciones verbales resulta una labor
dificultosa cuando el gramático se topa con secuencias de estructura aparentemente
simple, aparentemente monolexemática, como las que contienen un clítico pronominal
del tipo diñarla, dársela, ganársela o buscársela, sudársela219 o arreglárselas (§ 5.4.).
La duda surge a propósito de que tales series parecen incumplir la definición es-
tructural básica de la locución como unidad pluriverbal o combinación de dos o más
palabras gráficas al presentar una aparente estructura de monolito léxico. Pero, como
hemos afirmado en otros lugares (esp. § 2.5.1.), basta con emplear el verbo en una
forma flexiva o finita para advertir que, en efecto, se trata de una unidad pluriverbal
compuesta de al menos dos palabras (cfr. González Orejón 2002: 888): «¡Que se las
apañe él solito!» (apañárselas), «Esos escaladores se la están jugando» (jugársela), «Ese
tío a mí me la refanfinfla» (refanfinflársela), «Chico, la has cagado por decir eso» (cagar-
la), «Con ese ritmo de vida la vas a palmar un día de estos» (palmarla), etc.
El valor del clítico (la, las) como componente fijo de la locución queda confirmado
cuando su presencia determina un cambio de significado o una nueva unidad fraseoló-
gica; es el caso de entendérselas con (alguien) ‘contender, disputar’, frente a entenderse
con (alguien) ‘mantener relaciones amorosas o algún otro vínculo’, o de vérselas con
(alguien), frente a verse con (alguien), con significados similares a las anteriores.

3.8.2.6. Locución verbal de «verbo + complemento argumental no lexicalizado»

Frente a las locuciones verbales con clítico, sí resultan más problemáticas, en


relación con el rasgo de pluriverbalidad, las formaciones tomar por, tener por o dar
por. Si se tienen en cuenta sus respectivas estructuras sintácticas completas —v.gr.:

141
«tomar + SN[+ hum.] + por A/SN», «tener + SN[+ hum.] + por A/SN», «dar + SN[+ anim]. + por
A[part.]» o «dar + SN[- anim.] + por A[part.]»: tomar (a alguien) por tonto, tener (a alguien)
por listo, dar (a alguien) por desaparecido, dar (algo) por terminado)—,220 no parece
haber duda de que no son una única unidad léxica, sino un sintagma verbal: el
complemento directo no lexicalizado forma parte de la estructura argumental del
predicado (que se corresponde con la naturaleza transitiva de tomar, tener y dar).
Nosotros creemos —frente a la opinión de Corpas Pastor (1996: 103), entre otros
autores— que son, lisa y llanamente, sintagmas verbales, con restricciones tan pro-
pias como las que presentan otras combinaciones llamadas libres (verbos que rigen
simultáneamente objeto directo y suplemento),221 en las que el verbo tiene un sen-
tido figurado equivalente a ‘considerar’.
En cambio, no mantenemos la misma opinión para expresiones aparentemente
similares, como «dárselas de + A», habérselas con (alguien) o tomarla con (alguien),
que son, a carta cabal, unidades fraseológicas, por cuanto que responden a las ca-
racterísticas generales de éstas: pluriverbalidad (adviértase la existencia de un com-
plemento pronominal, como se indicó en § 3.8.2.5.), institucionalización, fijación e
idiomaticidad.
La clasificación nos parece aún más difícil en el caso de las formas verbales, apa-
rentemente similares a aquellas otras —tomar (a alguien) por, etc.—, del tipo ir(le) (a
alguien) o hacer(le) (a alguien) ‘apetecer, convenir, gustar’ («No me van los dulces», «¿Te
hace un café?»), dar sobre (alguien) ‘acometerlo con furia’, dar con (alguien) ‘localizar-
lo’, dar tras (alguien) ‘perseguirlo’, no poder con (algo/alguien) ‘resultarle de difícil acce-
so o insoportable’, dar(le) (a alguien) por (algo) ‘sobrevenirle la manía de hacer una cosa
determinada’, ir de (algo) ‘vestir’ [ir de + N[- anim.]]/’presumir’ [ir de + A[+ valor.]], ir con (algo)
‘armonizar’, romper con (alguien) ‘interrumpir una relación antes estable’, toser a (al-
guien),222 matarse por (alguien), matarse por (algo), hacerse con (algo) ‘dominarlo’, ‘apro-
piárselo’, hacerse a (alguien/algo) ‘acostumbrarse’, etc. En su mayor parte, se trata de
predicados con complemento preposicional regido, en los que el verbo y la preposición
regente están léxicamente determinados o fijados, pero no el sustantivo término de
preposición. Favorece su tratamiento como locución la idiomaticidad más o menos
pronunciada de la construcción.
Si se acepta que el componente interno no lexicalizado es parte de la expresión,
no debería parecer tan aventurada su descripción como genuinas locuciones223 —tal
como piensa Corpas Pastor (1996b: 102-103) para las tres primeras— al cumplir los
requisitos de polilexicalidad, institucionalización, fijación e idiomaticidad. Ahora bien,
su asociación con las unidades fraseológicas podría invitar a plantearse el estatuto
gramatical de verbos comandantes de regímenes prepositivos, tales como parecerse
a, constar de, depender de, consistir en, estribar en, confiar en, aliarse con, versar sobre,
optar por, etc.; pero creemos que sería excesivo suponer que los verbos complementa-
dos por suplementos como éstos constituyan locuciones verbales con la preposición
regente: la preposición cumple una función sintáctica precisa (es un índice funcio-
nal); el comportamiento del término de la preposición es también exclusivamente
sintáctico y no está, en absoluto, lexicalizado: admite generalmente su elusión por un
pronombre tónico y no, en cambio, por cero, y suele presentar incompatibilidad de
coaparición con el objeto directo en virtud del papel temático que le asigna el predi-
cado regente. Asimismo, el verbo de las presuntas locuciones citadas está «deseman-
tizado» en razón de su integración en el significado de bloque, mientras que el verbo
que rige suplemento (parecerse, constar, etc.) tiene significado pleno, incluso general-
mente recto. En aquéllas, el significado es idiomático; en éste, el significado es com-
posicional.

142
3.8.3. Estructuras básicas

3.8.3.1. Aspectos generales

Aparte de que las dificultades en la identificación de numerosas expresiones como


hechos fraseológicos (locuciones), sintácticos (colocaciones, predicados complejos,
sintagmas libres) o morfológicos (compuestos) y en la adscripción de algunas de
ellas a una determinada clase locucional, así como los errores de análisis de algunas
locuciones que a veces se cometen, puedan determinar la aparición de nuevos esque-
mas formales —y a la postre inexistentes—, lo cierto es que, como en los sintagmas
verbales de la combinatoria libre del discurso, las locuciones verbales manifiestan
estructuras muy diversas en virtud de la clase sintáctica del verbo y su significado.
Para su distinción, podrían, por ejemplo, dividirse en estructuras copulativas (estar a
dos velas, estar de monos, ser la caraba...), transitivas (liar el petate, tomar el portante,
colgar los hábitos...), predicativas intransitivas (tirar de la manta, levantarse con el pie
izquierdo, salir por peteneras, barrer para adentro, arar en el mar...), medias (apañárse-
las, arreglárselas, quedarse de piedra, tirarse de los pelos, perdérselo...), reflejas o re-
flexivas (ponerse las botas, lavarse las manos, rasgarse las vestiduras, cortarse la coleta,
frotarse las manos...), etc.; pero sería insuficiente para dar cuenta de su gran diversi-
dad y de la complejidad estructural de muchas.
Otro acercamiento consistiría en sistematizar al menos los esquemas sintácticos
más recurrentes, igual que se ha hecho con otras clases de locuciones. Las taxonomías
que pudieran establecerse diferirán sensiblemente según se considere nuestra locu-
ción semioracional como verbal (p.ej., Castillo Carballo 1997, Álvarez de la Granja
2002c) o como clase independiente (p.ej., Carneado Moré 1983a, Corpas Pastor 1996b)
y según se considere o no constituyente de la locución el actante no fijado léxicamen-
te.224 Si dejamos a un lado la locución clausal y nos centramos en el segundo aspecto
indicado, el problema estriba en si, por ejemplo, tomar el pelo (a alguien) se debe des-
cribir como «V + CD + CI», si se considera como elemento constitutivo el complemento
indirecto no lexicalizado, o como «V + CD», en caso contrario.225
Lo que está claro es que, si no se tienen en cuenta los complementos fijos no reali-
zados léxicamente, el número de locuciones verbales con estructura binaria («V + com-
plemento») aumenta notablemente; de hecho, serían las más numerosas —meter la
pata, pagar los platos rotos, estirar la pata, matar el tiempo, cortar el bacalao, llevar la
batuta (los pantalones o la voz cantante), echar raíces, pagar el pato, untar el carro/eje,
tener sus bemoles, ver las estrellas, tomar el olivo, levantar la liebre, coger una liebre, tocar
madera, quemar las naves, lucir el palmito, descubrir el pastel, aguantar el chaparrón,
tentar a Dios, hacer milagros, cantar victoria, lanzar cohetes, hacer tiempo...—,226 frente
a las locuciones complejas o de complementación múltiple (no obstante, también muy
abundantes), muchas de las cuales comparten la estructura «V + CD + CC» —echar
pelillos a la mar, empezar la casa por el tejado, echar las campanas al vuelo, echar una
cana al aire, tirar la casa por la ventana, (no) tener pelos en la lengua, tener la sartén por
el mango, pedir cotufas en el golfo, poner la boca al viento, echar balones fuera, coger/
agarrar el cielo con las manos, llevarse el gato al agua, dársela con queso, ver los toros
desde la barrera, llevar el agua a su molino, matar dos pájaros de un tiro, buscar una
aguja en un pajar, tener el demonio en el cuerpo, tener pelos en el corazón, hacer castillos
en el aire, tener la mosca detrás de la oreja, ver la paja en el ojo ajeno, sacar los trapos
sucios a relucir, coger agua en cesto, apagar el fuego con aceite, tomarse la justicia por su
mano, tener el agua al cuello, tener la soga al cuello,227 etc.—, y, en menor grado, las
estructuras «V + CC + CC» (ir a gusto en el machito, irse con la música a otra parte, dar
con el culo en las goteras, quedarse con la miel en los labios,228 estar con la mosca detrás

143
de la oreja [cfr. tener la mosca detrás de la oreja], estar con el agua al cuello, estar con la
soga al cuello [cfr. tener el agua al cuello, tener la soga al cuello], ponerse bien con Dios...),
«V + CD + CI» (pedir peras al olmo, echar leña al fuego,229 poner puertas al campo, buscar
los cinco/tres pies al gato, encontrar la horma a su zapato, dar un cuarto al pregonero, dar
la vuelta a la tortilla, dar tiempo al tiempo, poner el casbabel al gato, ver las orejas al lobo,
echar la capa al toro, tomar a Dios los puertos, poner al mal tiempo buena cara, dar al
César lo que es del César, cambiar el agua a las aceitunas/el canario...), «V + CD + CP»
(haber gato encerrado, hacer oídos sordos, hacer la vista gorda, tener la mano muy larga,
pasarlas moradas/canutas, ver el cielo abierto, llamar a Dios de tú, tener la escopeta car-
gada, tener el alma en vilo, traer picado el molino, llevar la soga arrastrando...), «V + CD +
CRég.» (hacer de su capa un sayo, hacer una montaña de un grano de arena, dar gato por
liebre, sacar los pies del tiesto/el plato/las alforjas, sacar agua de las piedras, meter el
demonio en el cuerpo,230 poner a Dios por testigo, poner los puntos sobre las íes, poner
pies en polvorosa, poner el grito en el cielo, poner las cartas sobre la mesa, poner pies en
pared, poner las manos en el fuego, poner una pica en Flandes, poner el carro delante de
las mulas, poner el dedo en la llaga, poner toda la carne en el asador, arrimar el ascua a su
sardina, confundir la gimnasia con la magnesia, hacer de tripas corazón, mezclar/con-
fundir las churras con las merinas...), «V + CRég + CC» (hablar de la soga en casa del
ahorcado [cfr. mentar la soga en casa del ahorcado: «V + CD + CC»], creer en Dios a
machamartillo o a puño cerrado...),231 etc. A este grupo de locuciones complejas debe-
rían pertenecer, como se ha indicado antes, locuciones de estructura aparentemente
binaria como dar al traste con (algo), mandar al garete (a alguien/algo), etc., si se consi-
derara constituyente formal el actante no realizado léxicamente.
Creemos que existen locuciones de estructura compleja compuesta por tres com-
plementos fijos,232 como las que se forman con la negación no (no dejar títere con cabe-
za, no dar el brazo a torcer, no tener pelos en la lengua, no ver tres en un burro, no dar palo
al agua, no haber roto un plato en su vida, no dar crédito a sus oídos, no dejar lugar a
duda, no dejar piedra sobre piedra, no atar los perros con longaniza, no distinguir lo
blanco de lo negro...) o con un pronombre se reflexivo o recíproco (tirarse los trastos a la
cabeza, liarse la manta a la cabeza, meterse la lengua en el culo, mancharse las manos de
sangre, darse con un canto en los dientes...). A este grupo pertenecerían aquellas cons-
trucciones con dos complementos fijos y otro no fijado, si éste se interpreta, como se
ha dicho antes, como componente de la estructura: poner (a alguien) de patitas en la
calle, dejar (a alguien) con la miel en la boca, dejar (a alguien) con la palabra en la boca,
llevar (algo) escrito en la frente, hacer (a alguien) la vida imposible, etc.; y, asimismo, las
expresiones con dos actantes no fijados, como echar en cara (algo) (a alguien), empren-
derla (a algo) (con alguien), dar cuenta/parte (de algo) (a alguien), pedir cuentas (de algo)
(a alguien), etc. En cambio, no existen, que sepamos, locuciones con cuatro o más
argumentos o complementos verbales fijados, aunque sí con tres fijados (uno de ellos
es el adverbio de negación) y uno sin fijar, como no dar vela (a alguien) en el entierro.
Lo que resulta curioso es que, cuanto mayor es el número de complementos fijados,
más simple suele ser la estructura sintagmática de éstos; así, aquellas locuciones verbales
con dos actantes fijos suelen tener una estructura más simple que las locuciones con un
único actante fijo (comp. dar gato por liebre, arrimar el ascua a su sardina, llevarse el gato
al agua, sacar los pies del tiesto..., frente a matar la gallina de los huevos de oro, arrimarse
al sol que más calienta, irse por los cerros de Úbeda, bailar al son que le tocan, aportar su
granito de arena, echar un jarro de agua fría, mear fuera del tiesto, traer [a alguien] por la
calle de la amargura, dar carta blanca...),233 a pesar de que, debido al número elevado de
locuciones verbales existentes en español, no resulta difícil componer, por un lado, un
grupo extenso de locuciones con un único complemento fijo de extrema simplicidad
sintagmática (perder de vista, cambiar de chaqueta, cagarla, cantar victoria), y, por otro,

144
otro grupo extenso de locuciones con dos complementos de cierta complejidad sintag-
mática (dar al César lo que es del César). Habría que considerar aquellas construcciones
cuyo complemento directo, de régimen, etc., no es un sintagma, sino una oración subor-
dinada: teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora, unas tendrían estructura binaria (saber
dónde le aprieta el zapato, saber de qué pie cojea, saber lo que vale un peine, ser de lo que no
hay...) y otras, en las que interviene la negación, ternaria (no tener donde caerse muerto,
no saber cuántas son cinco, no haber quien le tosa...).
Estas consideraciones en torno al actante no lexicalizado también interesan a otros
tipos estructurales de locuciones verbales, las binomiales, de presencia en el corpus
sensiblemente menor.

3.8.3.2. Tipos fundamentales

A nuestro modo de ver, las locuciones verbales presentan dos tipos de estructuras
fundamentales: la de un sintagma verbal en la que el núcleo lleva necesariamente al
menos un complemento y la de un binomio.

3.8.3.2.1. «V + compl. (+ compl.)»: compuesta por un verbo más uno o varios comple-
mentos, a la que responden prácticamente todos los ejemplos hasta ahora citados: tirar
de la manta, estar en la inopia, buscar los cinco pies al gato... De este grupo forman parte
las locuciones verbales con complemento nominal complejo (binomio, etc.), del tipo
hacer a pelo y a pluma, no hacer(le) ni frío ni calor, etc. (§ 3.8.3.2.2.).
Es gramaticalmente razonable que se adscriban a este grupo las locuciones de es-
tructura compleja con dos o más verbos si éstos son subordinados y, por tanto, funcio-
nan como complementos del verbo llamado principal o de alguno de los argumentos:
ver crecer la hierba ‘ser muy perspicaz’, desvestir a un santo para vestir a otro, mandar a
hacer puñetas, etc.

3.8.3.2.2. Binomio coordinativo234 —excepcionalmente, trinomio—,235 conformado bien


por dos núcleos verbales escuetos: ir y venir (como locución verbal y no locución nomi-
nal infinitiva), dar y tomar, llevar y traer, ni quitar ni poner, ni paular ni maular, ni
pinchar ni cortar, ni entender ni oler, ni sentir ni padecer, decir y hacer, etc.; bien por dos
sintagmas verbales: llegar y besar el santo, nadar y guardar la ropa, ni irle ni venirle,
guisárselo y comérselo, ir por lana y volver trasquilado,236 oír campanas y no saber dónde,
apuntar y no dar, cacarear y no poner huevo, estar en misa y repicando (o repicar y andar
en la procesión), huir del fuego y dar en las brasas, halagar con la boca y morder con la
cola, tirar la piedra y esconder la mano,237 meter dos y sacar cinco, etc.).
Son escasas las locuciones binarias complejas construidas por dos oraciones (apa-
rentes sintagmas verbales) con sujeto distinto, del tipo dar la mano (uno) y tomarse el
brazo (otro).
El grupo de locuciones que exhiben la primera estructura es, sin duda alguna, el
más numeroso y el que, precisamente, justifica que la locución verbal sea la clase
de locución más frecuente en español. Dado el ingente número de locuciones ver-
bales existentes y la gran heterogeneidad de formas que, tal como expusimos antes,
pueden adoptar, cuya taxonomía requeriría un examen más pormenorizado y ex-
haustivo,238 preferimos centrarnos en ciertas particularidades formales que han
sido escasamente atendidas, en ocasiones indicadas tan sólo de pasada, en el ámbi-
to del español.239

145
3.8.4. Estructuras particulares

3.8.4.1. Locuciones verbales de polaridad negativa

Más adelante (§ 5.3.) se indica que una de las estructuras recurrentes de la fraseolo-
gía española es la negativa, que se manifiesta especialmente en la locución verbal no ser
para menos, no ser de recibo, no dejar títere con cabeza, no ser santo de la devoción de
(alguien), no tener pelos en la lengua, no tener nada que hacer ‘ser inútil la intervención
de alguien’, no servir a Dios ni al diablo ‘ser algo inútil o alguien inepto’, no tener sobre
qué Dios le llueva ‘ser sumamente pobre’, etc. Prácticamente todas las características
generales que allí se indican pueden aplicarse a las locuciones verbales.
Aun constituyendo las locuciones verbales de modalidad negativa un conjunto nu-
meroso (son varios centenares las que podrían citarse), mayor que el que forman las
locuciones de polaridad necesaria o habitualmente afirmativa (costarle Dios y ayuda,
costar el ojo de una cara, ser otro cantar, tener toda la razón del mundo, hacer una de las
suyas, mantenerse en sus trece...), son, no obstante, mayoría las locuciones verbales que
pueden presentarse bajo las dos modalidades: dar calabazas, arrimar el hombro, dar el
brazo a torcer, verlas venir... Si bien, esta situación diferenciada puede verse alterada en
el empleo discursivo de los fraseologismos por razones diversas (ironía, énfasis, répli-
ca, interrogación, mandato...): locuciones normalmente negativas que prescinden de la
negación y locuciones de polaridad positiva que aparecen negadas.
En síntesis, las locuciones verbales presentan tres estructuras en relación con la
negación: a) locuciones que exigen negación preverbal (locuciones de polaridad nega-
tiva: no dar pie con bola), b) locuciones que repelen normalmente la negación preverbal
(locuciones de polaridad positiva: ser harina de otro costal), y c) locuciones de modali-
dad regular afirmativa en las que el verbo, como en cualquier sintagma verbal, puede
ser negado (locuciones de polaridad opcional: dar alas/no dar alas).

3.8.4.2. Locuciones verbales con clítico de objeto directo

Como se ha señalado a propósito de la pluriverbalidad y se indica más adelante


(§ 5.4.), una particularidad de la fraseología española es la existencia de locuciones
verbales que contienen un pronombre clítico en función de objeto directo sin refe-
rente expreso ni, en la mayor parte de los casos, conocido.240 Dado que allí se expo-
ne más detenidamente este fenómeno, nos limitamos a señalar aquí sólo un aspec-
to relativo a la composición sintáctica de la locución.
En unas ocasiones, la estructura de la locución es bastante simple, hasta el punto de
que la presencia del clítico es determinante para que la expresión pueda interpretarse
como una locución (véanse §§ 2.5.1., 3.8.2.5.), pues se compone de verbo (pronominal
o no) y complemento (el anafórico átono): diñarla, liarla, cargársela, apañárselas, tocár-
selas ‘huir’... En otras ocasiones, la estructura es más compleja porque el objeto prono-
minal lleva su propio complemento: verlas negras, pasarlas canutas, cantarlas claras,
prometérselas muy felices, tomar las de Villadiego... Y, en otras, el verbo de la locución
lleva, además del pronombre átono, otros complementos, por lo que la locución verbal
con clítico consigue así, supuestamente, el mayor grado de complejidad: matarlas ca-
llando, cogerlas al vuelo, no tenerlas todas consigo...

3.8.4.3. Locuciones verbales con verbo pronominal

Es sabido que son muchas las locuciones verbales (y semioracionales) que tienen
un pronombre átono con función de objeto indirecto no realizado léxicamente pero

146
necesario para la «gramaticalidad» de la locución, pues asume el papel temático que le
asigna el predicado verbal: no dar(le) vela en un entierro, dar(le) perro muerto, dar(le) un
baño, pegár(se)la, echar(le) el muerto, no importar(le) un bledo, ni ir(le) ni venir(le) [ir
‘interesar, gustar’], saber dónde (le) aprieta el zapato, etc. Sin embargo, lo característica-
mente fraseológico es que hay otras locuciones en las que aparece obligatoriamente un
complemento indirecto que no sería reclamado por el verbo en la sintaxis libre: no
ver(le) el pelo, vérse(le) el plumero, hacer(le) la cama, leer(le) la cartilla, lucir(le) el pelo,
hacérse(le) la boca agua, no llegar(le) la camisa al cuello, írse(le) el santo al cielo, hacérse(le)
los dedos huéspedes, írse(le) la lengua, salir(le) mal las cuentas, salir(le) rana [salir ‘resul-
tar’], llegar(le) su san Martín, etc. Por ejemplo, ver sólo requiere un argumento tema;
llegar e ir, un argumento externo de sujeto; etc. Así, el comportamiento de los signos
pronominales en las unidades fraseológicas no siempre se corresponde con el seguido
por ellos en las oraciones libres.
No son pocas las locuciones que se construyen con un clítico de supuesta función
dativo con forma fijada o lexicalizada. El dativo expletivo (ético o superfluo) no concor-
dado con el sujeto (Gutiérrez Ordóñez 1977-1978, 1999) —incorporado o no argumen-
tal, en otros autores—, que aparece frecuentemente con verbos transitivos e intransiti-
vos inacusativos expresando énfasis o interés del enunciador en la acción verbal o
marcando la persona afectada por el proceso verbal, no tiene en absoluto carácter
superfluo en las locuciones, y no es, además, suprimible (García-Page 2007b), como
prueba el que de su elisión resulte un enunciado fraseológicamente anómalo o quede
bloqueado el sentido idiomático (dando lugar a una secuencia con sentido literal, aun
semánticamente extraña):241 comer*(le) el coco, sorber*(le) el seso, írse*(le) el santo al
cielo, írse*(le) la lengua, subírse*(le) los humos a la cabeza, salir*(le) los colores a la cara,
etc. Casi todas las locuciones oracionales con dativo tienen, además, la particularidad
de contener un verbo con forma necesariamente pronominal: frente a las secuencias
libres, este se no es tampoco suprimible (véase infra).
El dativo (se) concordado tampoco es suprimible en construcciones transitivas con
objeto directo fijado; comp.:

sintagma libre locución


saber(se) la lección sabér*(se)las todas
comer(se) un pastel no comer*(se) una rosca
jalar(se) el chocolate no jalar*(se) un rosco
comer(se) crudo el atún comer*(se) crudo/a besos a alguien
comer(se) el pan comer*(se) el mundo/las manos
chupar(se) el lápiz no chupar*(se) el dedo
oler(se) la flor oler*(se) la tostada
pensar(se) lo que dice no pensár*(se)lo dos veces
ver(se) una película vér*(se)las y deseárselas
creer(se) todo no creér*(se)lo ni él
buscar(se) el balón buscár*(se)las
ganar(se) el dinero ganar*(se) el pan/la vida
tirar(se) la sopa tirar*(se) un farol/ el moco
tirar(se) del vestido tirar*(se) de los pelos
meter(se) algo en el bolsillo meter*(se) a alguien en el bolsillo

Todas estas locuciones toleran la prueba de la variación gramatical, pero, frente a


aquéllas de dativo no concordado, no admiten la expansión (sí, si acaso, del objeto
directo: La tostada se la ha olido enseguida). Se comportan, en parte, como construccio-
nes medias o seudorreflejas de verbo pronominal.

147
Junto a éstas, otras construcciones fraseológicas o cuasifraseológicas de estirpe
coloquial también se construyen con dativo superfluo: comerse un stop, saltarse un
semáforo, tragarse la señal de prohibido, jugarse el tipo, jugársela...242 (cfr. *comer un
stop, *saltar un semáforo, *tragar la señal de prohibido, *jugar el tipo, *jugarla...).
Algunas locuciones, no obstante, parecen tolerar su sustracción; así, Iribarren Ro-
dríguez (1955: 64) consigna la forma oler el poste, variante antigua de olerse la tostada.
Algunos diccionarios recogen también locuciones con las dos formulaciones, con se y
sin él, sin variación semántica: hacer/hacerse del ojo, ir/irse a la mano, hacer/hacerse
cuenta, llevar/llevarse los ojos...
Un desajuste similar entre la sintaxis común y la fraseológica se observa en cons-
trucciones medias o seudorreflejas con verbo pronominal intransitivo por naturaleza o
intransitivo en uno de sus usos en las que el clítico tiene normalmente un valor de signo
superfluo:243 en las locuciones el se no puede sustraerse sin que su supresión provoque
una secuencia agramatical o destruya el fraseologismo; comp.:

sintagma libre locución


salir(se) de casa salir*(se) de sus casillas
salir(se) por la puerta salir*(se) por la tangente
ir(se) al parque ir*(se) al garete/al cuerno
¡Ve(te) a la cama! ¡Ve*(te) a la porra/mierda!
ir(se) por la calle abajo ir*(se) por las ramas
ir(se) de viaje ir*(se) de la lengua
ir(se) con el perro ir*(se) con viento fresco
andar(se) hasta dos km andar*(se) a la flor del berro
andar(se) por todas partes andar*(se) por las ramas
andar(se) con amiguitas andar*(se) con floreos
subir(se) al árbol subir*(se) a la parra
mear(se) fuera del inodoro mear*(se) fuera del tiesto
cagar(se) en el pañal cagar*(se) en la mar salada
bajar(se) del coche bajar*(se) del burro
pasar(se) de una línea pasar*(se) de la raya
quedar(se) en casa quedar*(se) en el sitio
quedar(se) para dormir quedar*(se) para vestir santos
morir(se) de neumonía morir*(se) de risa
caér(se)le el pañuelo caér*(se)le la baba/el pelo
dormir(se) en el suelo dormir*(se) en los laureles
estar(se) en la playa ¡Bien *(se) está san Pedro en Roma!244

Ese desajuste se manifiesta a veces a la inversa: la alternancia que admite el sistema


en las construcciones libres no se observa en las locuciones, al rechazar éstas la clitiza-
ción: ir(*se) de capa caída, ir(*se) de mal en peor, ir(*se) a su bola, ir(*se) a lo suyo,
salir(*se) de naja, salir(*se) por peteneras, andar(*se) a la sopa boba, estar(*se) la pelota
en el tejado, etc. Si bien, algunas locuciones, en su uso actual, parecen aceptar las dos
soluciones, con se y sin él, como en ir(se) o andar(se) de picos pardos,245 andar(se) con
ojo o estar(se) de más.
Ahora bien, estos hechos deben diferenciarse de aquellos otros en los que también
interviene el se. Así, la alternancia en construcciones como descubrir el pastel/descubrir-
se el pastel, poner la piel de gallina (a alguien)/ponérse(le) (a alguien) la piel de gallina o
armar un zipizape/armarse un zipizape246 representa un hecho gramatical bien distinto,
como prueba que los análisis sintácticos de ambas construcciones sean diferentes: se
es índice de voz media o de pasiva refleja (o de impersonalidad, según la perspectiva

148
que se adopte); en las oraciones sin se, el SN es, funcionalmente, objeto directo y el
sujeto no está expreso. Tal consideración sintáctica determina, en nuestra concepción
de la taxonomía de categorías locucionales, una diferencia fraseológica consistente en
la clase de locución a que se adscriben: sin se, verbal; con se, oracional.
Adviértase que la alternancia señalada no tiene nada que ver con la que ofrece el par
comer el coco/comerse el coco: con se, la oración es supuestamente reflexiva; sin él,
meramente transitiva.247 Ahora bien, en esta locución acontece un fenómeno distinto,
de índole fraseológica, consistente en que la locución exige objeto indirecto (comer el
coco [a alguien]) cuando la estructura argumental esperable del verbo comer no legiti-
ma el papel temático de destinatario o beneficiario. Ello es explicable, claro está, en
virtud del estatuto de estructura reanalizada de la expresión idiomática.248
El desajuste entre la sintaxis libre y la sintaxis fraseológica en relación con el se dativo o
complemento indirecto también afecta a las reflexivas indirectas y de dativo posesivo: mu-
chas locuciones se forman necesariamente como construcciones reflejas con dativo reflexi-
vo correferente con el sujeto; su conversión en transitivas no reflejas está totalmente blo-
queada (origina secuencias gramaticales, pero fraseológicamente anómalas):

ponerse las botas o *ponerle las botas


rascarse la barriga o *rascarle la barriga
tocarse las narices o *tocarle las narices249
liarse la manta a la cabeza o *liarle la manta a la cabeza
quemarse las cejas o *quemarle las cejas
lavarse las manos o *lavarle las manos
frotarse las manos o *frotarle las manos
llevarse las manos a la cabeza o *llevarle las manos a la cabeza
pillarse los dedos o *pillarle los dedos
morderse la lengua o *morderle la lengua
no cortarse un pelo o *no cortarle un pelo250
darse un verde o *darle un verde251
apretarse el cinturón o *apretarle el cinturón
aplicarse el cuento o *aplicarle el cuento
quitarse el sombrero o *quitarle el sombrero
buscarse la vida o *buscarle la vida
romperse la cabeza (‘pensar mucho’) o *romperle la cabeza

Su estatuto fraseológico queda patente en su comportamiento con relación a cier-


tas pruebas: frente a las reflexivas indirectas o de dativo posesivo de la sintaxis libre, en
las unidades fraseológicas no es posible la duplicación con el pronombre tónico: María
se rasca la barriga (*a sí misma), Me toco las narices (*a mí mismo), etc. (cfr. Luis se
corta las uñas a sí mismo, Ana se toca el peinado a sí misma, etc.), ni la «desreflexiviza-
ción» con adjetivo posesivo: *poner sus botas, *rascar su barriga, *lavar sus manos...252
El mismo fenómeno se observa en las reflexivas directas (con acusativo reflexivo):
darse con un canto en los dientes, tirarse de los pelos, verse negro, armarse de paciencia, etc.
Este principio de correferencialidad también lo respetan las construcciones fraseo-
lógicas medias o seudorreflejas:253 cerrarse en banda (o a la banda), hacerse el sueco (o el
tonto, el sordo...), meterse en un berenjenal, meterse en la boca del lobo, meterse en cami-
sa de once varas, llamarse a engaño, ahogarse en un vaso de agua, pegarse una castaña,
agarrarse a un clavo ardiendo, darse el lote (con alguien) ‘magrear’, apañárselas, hacerse
de rogar, hacerse notar...; comp.: *cerrarlo en banda, *hacerlo el sueco, *meterlo en un
berenjenal, *meterlo en la boca del lobo, *pegarle una castaña, *te las apaño... (adviértase
que algunas pronominalizaciones no son gramaticalmente incorrectas, sino fraseoló-

149
gicamente extrañas). Ello representa, pues, otro índice de comportamiento regular
conforme a la gramática estándar: jactarse, arrepentirse, parecerse, ocurrírsele... (*Yo te
jacto, *Él te arrepiente, etc.).

3.8.4.4. El valor diacrítico de «se»

Igual que otros elementos categoriales aparentemente inofensivos en la conforma-


ción de una unidad fraseológica, como los determinantes o las preposiciones,254 el sig-
no pronominal se se revela como un componente fraseológico necesario en la configu-
ración de ciertas locuciones, tal como se ha podido observar en numerosas secuencias
anteriores. Pero, aparte de este valor destacado, su presencia en otras construcciones
determina un cambio sintáctico y semántico, hasta el extremo a veces de dar lugar a
una nueva locución o convertir un sintagma verbal en locución (García-Page 2007g).
Veamos algunos ejemplos.
La locución hacer el tonto significa bien ‘hacer tonterías’ o bien ‘cometer involunta-
riamente o por ingenuidad alguna torpeza, dejarse engañar’;255 en cambio, hacerse el
tonto significa ‘darse por no enterado, hacer que no se entera’. Este cambio semántico
que introduce el signo pronominal lleva consigo, además de cambios sintácticos, un
comportamiento fraseológico distinto relativo a la clase de sustantivos que componen
el paradigma de variantes léxicas del complemento: en el primer caso, tonto puede
alternar con indio, ganso, primo y ciertos sustantivos valorativos como idiota, bobo o
imbécil;256 en el segundo caso, tonto puede sustituirse por las voces sueco, sordo y loco,
y, muy raramente, por otros nombres valorativos (idiota, bobo...). La permuta de va-
riantes no puede practicarse: *hacer el sueco, *hacerse el indio...
Comer(le) el coco significa ‘persuadirlo, convencerlo’, mientras que comerse el coco,
con supuesto se expletivo, significa ‘agobiarse, atormentarse por darle vueltas a un
asunto’, equivalente a romperse (o calentarse) la cabeza. El sinónimo interfraseológico
de aquél, sorberle el seso, no tiene paralelo reflexivo: *sorberse el seso.
La locución cascarla tiene el significado de ‘morir’, sinónima, pues, de diñarla o
palmarla; cascársela, sin embargo, es una expresión coloquial eufemística acuñada para
eludir el empleo de formas tildadas de tabúes como masturbarse o hacerse una paja, y
no desarrolla las alternativas verbales (acaso sinónimos) de aquélla: *diñársela, *pal-
mársela.
Dar el piro significa ‘echar, expulsar’ y es variante léxica de dar el pasaporte (que
también puede significar ‘matar, aniquilar’), mientras que darse el piro significa ‘huir,
marcharse’ y es variante de darse el bote. Las variantes de una y otra locución no son
intercambiables: *dar el bote, *darse el pasaporte.
La unidad cuasifraseológica (supuesto predicado de verbo soporte) dar(le) una cas-
taña tiene el significado de ‘golpear’ o ‘abofetear’ (si es con la mano); la locución darse
una castaña, con valor medio, significa ‘accidentarse’. El inventario de alternativas
léxicas nominales de aquélla es bastante numeroso, si bien algunas no son sinónimos
absolutos puesto que aluden a la parte del cuerpo con que se golpea o a la forma que
adopta la mano al golpear: torta, bofetada, cachete, golpe, guantazo, etc.; algunas varian-
tes, pero no todas, son aplicables a la locución: darse una torta/golpe/guantazo/*cachete/
*bofetada... Asimismo, la variante verbal arrear (o propinar, asestar, etc.) que admite la
primera construcción resulta, en cambio, poco probable en la segunda: *arrearse una
castaña; las dos, no obstante, permiten la conmutación por pegar: pegar una castaña/
pegarse una castaña, como prueba que se interpreten como equivalentes semánticos las
paráfrasis abreviadas de darse una castaña: dársela y pegársela (no *arreársela). Ahora
bien, tal como se ha señalado en otro lugar (§ 3.8.2.5.), estas versiones cortas son ambi-
guas o polisémicas, pues, aparte del significado de ‘golpearse’ en calidad de abreviatura

150
fraseológica de darse una castaña, puede significar ‘engañar’ (< dar [o meter] la castaña,
dársela con queso) y ‘ser infiel, poner los cuernos’; además, puede adquirir el sentido de
‘magrear, meter mano’ cuando, en su uso discursivo, se emplea como forma alusiva a
darse una paliza con (alguien).
La locución ver negro (algo) (frec. ver el futuro negro) significa ‘considerarlo difícil o
irrealizable’, mientras que verse negro, necesariamente refleja (reflexiva), significa ‘estar
apurado o experimentar dificultades para realizar algo’, equivalente contextual de vérse-
las (normalmente, pasarlas) negras (moradas, putas o canutas) y vérselas y deseárselas.
Calentarse la cabeza es una locución ambigua porque caben dos interpretaciones
idiomáticas, aunque vinculadas: ‘fatigarse por pensar mucho’ e ‘importunarse o ago-
biarse por repetir insistentemente’, en tanto que es este segundo sentido el que prevale-
ce cuando no existe correlación referencial —calentar(le) la cabeza. Aquélla presenta la
variante léxica romperse la cabeza y el sinónimo interfraseológico devanarse los sesos;
sin clítico, esta última fórmula no es posible —*devanar(le) los sesos— y aquélla expe-
rimenta un cambio de significado: romper(le) la cabeza es, salvo que se interprete en
sentido recto, una expresión hiperbólica con el significado de ‘golpear con severidad’.
De hecho, romperse la cabeza es un enunciado ambiguo, según se tome en sentido recto
(como construcción media) o el figurado arriba indicado (calentarse la cabeza).257
La construcción dar cuenta de (algo) funciona como locución cuando tiene el senti-
do figurado ‘dar fin de él, agotarlo’258 y, como sintagma libre (o estructura de verbo
soporte), con el significado de ‘informar, contar, dar relación de algo’; darse cuenta es
una locución que tiene el significado de ‘percatarse’.
Quedar con (alguien) significa ‘fijar una cita o entrevista’ y quedarse con (alguien),
‘burlarse’.259
Hablarlo todo significa ‘no tener discreción para callar lo que se tiene que callar’ y
hablárselo todo, ‘hablar tanto, que no deje lugar a hacerlo a los demás’.
Dar bombo (a alguien) significa ‘adular, elogiar sobremanera’, mientras que darse
bombo significa ‘jactarse, enorgullecerse’, equivalente a hacer blasón. Con la estructura
refleja, admite la variante léxica pisto (darse pisto), que es impracticable en aquélla (*dar
pisto [a alguien]); por el contrario, dar bombo desarrolla la variante nominal jabón, entre
otras, que es —en principio— incompatible con la forma pronominal (dar jabón/*darse
jabón). No obstante, según el DFEM, compartirían actualmente la variante betún: dar
betún/darse betún. Lógicamente, son distintos también los sinónimos con que dichas
expresiones se relacionan —dar bombo: bailar(le) el agua, dorar la píldora, etc.
Tocar las narices (a alguien) tiene el significado de ‘molestarlo o importunarlo’,260
mientras que tocarse las narices significa ‘holgazanear, estar ocioso’, sinónimo de ras-
carse la barriga o estarse de brazos cruzados, entre otras.261 Sus correspondientes moda-
lidades negativas también ofrecen un claro contraste semántico: ¡No tocar(le) las nari-
ces! se emplea en imperativo como fórmula de amenaza; ¡No tocarse las narices! sólo
puede tener el valor de fórmula de consejo o advertencia, con el mismo significado
composicional de la versión asertiva (‘no desaprovechar el tiempo’).
El DRAE diferencia entre batir el cobre ‘tratar un negocio con mucha viveza y empe-
ño’ y batirse el cobre ‘trabajar mucho en negocios que producen utilidad’ o ‘disputar con
mucho acaloramiento y empeño’.
Poner por las nubes significa ‘ensalzar’ si se aplica a personas y ‘encarecer’ si se
aplica a cosas, y ponerse por las nubes, ‘irritarse, enojarse mucho’, aplicado a personas.
A veces, una de las formulaciones es ambigua o polisémica, pero no la otra, esto es,
la expresión pierde uno de los sentidos al llevar o no llevar el signo pronominal. Así, por
ejemplo, ponerse enfermo puede significar ‘enfermar’ (lit.) o ‘irritarse, cabrearse’ (fig.);
este último sentido es el único que presenta la locución sin estructura refleja poner
enfermo (a alguien): el valor causativo del sentido literal no se deduce de esa estructura

151
(poner enfermo [a alguien] ‘enfermarlo’), sino que el español recurre a otras construc-
ciones (hacer caer enfermo [a alguien]). La locución partir el alma (a alguien) es doble-
mente idiomática según signifique ‘apenar, causar tristeza’ o ‘golpear’, probablemente
por extensión metonímica de partirle la cabeza; sólo con el primer sentido es posible
con se: partírse(le) el alma.262
El contraste que determina la aparición del se se establece, en otras ocasiones, no entre
sentidos distintos de una locución o entre dos locuciones diversas, sino entre una unidad
fraseológica y un sintagma verbal libre. Es lo que ocurre, por ejemplo, entre volver atrás
‘retroceder’ (lit.) y volverse atrás ‘desdecirse, retractarse’ (fig.); entre volver loco (a alguien)
‘marearlo, molestarlo’ (fig.)263 y volverse loco ‘perder la cordura’ (lit.); o entre dejar caer ‘tirar’
(lit.) y dejarse caer ‘aparecer por algún lugar’, equivalente a dejarse ver.264
A veces, la distinción semántica que pueda determinar la presencia de se viene, al
mismo tiempo, provocada por alguna otra variación gramatical. Así, la locución darse
una paliza tiene el sentido figurado de ‘magrear, meter mano’ cuando lleva un comple-
mento de compañía: darse una paliza con (alguien);265 se construye habitualmente con
el artículo definido la, y tiene como equivalentes sinónimos o cuasisinónimos las ex-
presiones darse el lote y darse un revolcón, que podrían considerarse variantes léxicas.
En cambio, dar una paliza, con el significado de ‘golpear’ o ‘vencer’, se construye con un
complemento indirecto: dar una paliza (a alguien). También con complemento indirec-
to, y comúnmente con artículo definido, se forma dar la paliza (a alguien) con el sentido
de ‘molestar’, expresión que admite numerosas variantes nominales —tabarra, murga,
tostón, matraca, coñazo, lata, etc.— no aplicables a aquellas otras expresiones paralelas
de significado distinto: *darse la tabarra con (alguien) ‘magrear’, *darle una tabarra (a
alguien) ‘golpear’ o ‘vencer’; que, en contrapartida, ofrece cierta resistencia a la variante
verbal que esas otras permiten: pegar una paliza (a alguien) ‘golpear’ o ‘vencer’, propi-
nar/asestar una paliza (a alguien) ‘golpear’, pegarse la paliza con (alguien) ‘magrear’,
?pegar la paliza/tabarra (a alguien) ‘molestar’, si bien numerosas fórmulas no precisan
entonación exclamativa.

3.9. Locuciones oracionales

3.9.1. Aspectos generales

Desde el principio (véase esp. §§ 1., 2.3., 2.5.5., 3.2.), hemos dejado clara nuestra
postura acerca de la existencia de una clase, bastante heterogénea, de locuciones —la
oracional— que, además de reunir los mismos rasgos fraseológicos generales de las
restantes clases (fijación, pluriverbalidad, idiomaticidad, institucionalización...), pre-
senta la estructura formal lexicalizada de oración compuesta por un sintagma nomi-
nal sujeto y un predicado verbal (Correr las aguas por donde solían, Cantar el gallo, Ir
la procesión por dentro, Volver las aguas a su cauce), excepción hecha de las imperso-
nales (Llover sobre mojado, Haber sus más y sus menos) y de un nutrido repertorio de
fórmulas pragmáticas que no llevan expreso el verbo (¡Al agua patos!, ¡A buenas ho-
ras, mangas verdes!). Salvo el conjunto de las locuciones semioracionales, la gran
mayoría presenta, además, la característica textual y pragmática de constituir enun-
ciados y unidades comunicativas. Un grupo de ellas se caracteriza también por ser
emitidas normalmente con una entonación especial (exclamativa): son, grosso modo,
las fórmulas del coloquio (nuestras locuciones pragmáticas, interjectivas o exclama-
tivas), entre las que se incluyen las tradicionales locuciones interjectivas y los timitos
del tipo que señala Casares.

152
3.9.2. Locuciones semioracionales o clausales

Junto a las locuciones verbales, compuestas de verbo + complemento (pedir peras al


olmo, beber los vientos por (alguien), templar gaitas, pagar con las setenas, poner pies en
pared, etc.), existen ciertas locuciones compuestas también de un verbo y, normalmen-
te, uno o varios complementos (caérse[le] la baba, írse[le] el santo al cielo, subírse[le] los
humos a la cabeza, no caber[le] el corazón en el pecho, no caérse[le] los anillos por algo,
etc.), que, frente a lo que se ha hecho la mayoría de las veces, no creemos que deban
describirse como verbales si atendemos sobre todo a un criterio puramente gramati-
cal, sintáctico, dado que tales construcciones, salvo las impersonales, contienen un
sujeto léxico fijado y presentan la estructura de una oración (respectivamente, la baba,
el santo, los humos, el corazón, los anillos, etc.);266 circunstancia gramatical que no se
da en las genuinas locuciones verbales, en las que el sujeto es de variación libre.267 Ésta
es, a nuestro juicio, razón suficiente para suponer que se trata de una clase distinta y
poner en duda el criterio tradicional de equivalencia léxica (la locución es parafrasea-
ble semánticamente por un verbo simple), que es el único argumento que esgrimen
algunos autores para asimilarlas a la clase verbal: írse(le) el santo al cielo > despistarse,
subírse(le) el pavo > envanecerse, enorgullecerse, caérse(le) el alma a los pies > desanimar-
se, cruzárse(le) los cables > turbarse, etc.268
Como ya comentamos al principio de este capítulo (§§ 3.1., 3.2.4.), dentro de la
filología española, uno de los primeros autores que advirtió la necesidad de su
clasificación aparte de las locuciones verbales fue la lingüista cubana Carneado
Moré (1983a: 16), quien, inspirándose en el trabajo de Kurchátkina y Suprun (1981),
les asigna el rótulo de fraseologismos propositivos, ilustrados con las secuencias
trabársele a uno la lengua (o el paraguas) y calentársele a uno la lengua; si bien, ya
antes, Rachstejn (1973, 1974) había acuñado el término festgeprägte prädikative Kons-
truktionen (cfr. Fleischer 1982, B. Wotjak 1992...), aunque, como apunta Larreta
Zulategui (1998b: 40, n. 34) —quien los asimila a los fraseologismos propositivos de
Carneado—, puede conformarse como oración sintáctica completa, sin necesidad
de que al menos un actante esté sin fijar léxicamente; una de las restricciones es
que la flexión personal del verbo esté fijada. Mellado Blanco (2004b: 23) —que
utiliza la traducción literal: construcción predicativa fija— precisa más la restric-
ción: el verbo finito está fijado en 3.ª persona, pero cancela la posibilidad sintáctica
indicada por Larreta al señalar que la construcción debe incluir como constituyen-
te un dativo o acusativo variable —que será el sujeto lógico semántico, paciente o
experimentador— y un sujeto gramatical fijado como constituyente interno.269
En estudios hispánicos anteriores, como Casares Sánchez (1950) y Zuluaga Ospina
(1980), no reciben ningún tipo de análisis (véase infra); sí, en cambio, aunque mí-
nimamente, en Suprun (1970: esp. 922), al diferenciar las locuciones con valencia sub-
jetiva (= locuciones verbales sin sujeto fijado) y sin ella (= nuestras locuciones oracio-
nales y semioracionales). El autor diferencia, a su vez, las que tienen valencia subjetiva
en la estructura interna (antojársele los dedos huéspedes) y las que no la tienen de nin-
gún modo bien por ser impersonales (haber la de San Quintín), bien por ser reflexivas
—dígase, mejor, pasivas reflejas (se acabó la fiesta). Esta última distinción se corres-
ponde, grosso modo, con la que proponemos en García-Page (1995a: 80-81), que separa
los fraseologismos semioracionales de los propiamente oracionales, que no presentan
ningún actante sin realizar léxicamente; si bien, creemos que las que tienen valencia
subjetiva realizada internamente pueden ser tanto semioracionales como oracionales
(de hecho, el sintagma la fiesta, del último ejemplo, sería un sujeto incorporado, como
la procesión en Ir la procesión por dentro o el rabo en Faltar el rabo por desollar, que no
son construcciones «reflexivas»). Resulta interesante destacar que el propio autor (Su-

153
prun) señale el carácter oracional de las locuciones de esta segunda clase: «Las locucio-
nes del primer tipo tienen la estructura de una combinación de palabras. Las de segun-
do tipo tienen la estructura de las oraciones simples».
Aparte de nuestro estudio (García-Page 1995a; cfr. 2006a), es en Corpas Pastor (1996b:
109-110) donde reciben un notable impulso y son también considerados como una
nueva clase.270 La autora los llama locuciones clausales.271 Precisamente esta nueva
clase es la que más separa su clasificación de locuciones de la propuesta por Zuluaga
Ospina (1980) —seguida a pies juntillas por Hernando Cuadrado (1990). Sin hacer
enmienda, otros estudiosos (Blasco Mateo 1999, Asensio González 1999: 303-330, For-
ment Fernández 1999: 93, Ruiz Gurillo 2001c: 46...)272 adoptan el término acuñado por
Corpas Pastor (1996b).
Sin embargo, otros autores, como Castillo Carballo (1997: 93, 2000c: 101) y Álvarez
de la Granja (1999b, 2002c: 82-83, 2003a: 12-13) reconocen su estructura distinta por
la presencia de un sujeto léxicamente fijado, pero manifiestan su intención de tratarlas
como verbales, y no como una clase aparte, alegando, por ejemplo, que las verbales
también necesitan un sujeto para formar una oración gramaticalmente completa y que
las clausales equivalen, como aquéllas, a un verbo o un sintagma verbal: caérse(le) el
alma a los pies = desanimarse, revolvérse(le) las tripas = sentir gran repugnancia. Esta
misma interpretación se aprecia en Pellat-Masso Ruhi (1989: 228), pues, aunque no se
propone la distinción entre locuciones verbales y locuciones semioracionales, habla de
la existencia de locuciones verbales con sujeto fijado (300 en un corpus de 6.000), y cita
ejemplos como salir el tiro por la culata o írsele el santo al cielo.
Esta misma consideración reciben de Mendívil Giró (1990: 13, n. 24) al observar, si-
guiendo a Di Sciullo y Williams (1987: 6), que algunas locuciones «verbales» llevan sujeto
léxico, como caer chuzos de punta (adviértase que éste no es un caso idéntico, pues se trata
de una locución oracional, no semioracional, al tener todos los actantes fijados léxicamen-
te). Como habían señalado Coopmans y Everaert (1988), Mendívil Giró (1999: 490) cree
que existe una correspondencia entre la aparición de sujeto léxico y la comparecencia de
verbos ergativos o inacusativos, como caer (véanse también Ruwet 1983: 27-28 y Rosen
1989: 315); no obstante, minoritariamente, pueden ser «reflexivos», inergativos o medios.
El SN que aparece junto al verbo ha de analizarse, según Mendívil Giró (1999: 485-490,
563-564), como un sujeto incorporado o reanalizado, con función equivalente al objeto
directo, de modo que la expresión idiomática se comporta como un verbo impersonal
(que, por tanto, no puede tener sujeto temático). El autor supone que, por llevar sujeto, no
puede tratarse de una locución, sino de un proverbio o enunciado fraseológico.
Por su parte, Álvarez de la Granja (2002c: 129), además de comprobar la validez de
la correspondencia entre construcciones con sujeto y la presencia de verbo ergativo (de
hecho, tal relación se cumple en el 80 % de los ejemplos de su corpus), esgrime otras
razones (Álvarez de la Granja 2002c: 127-143) para justificar la fijación del sujeto en
locuciones compuestas con verbo no ergativo o no inacusativo, bien transitivo —como
Llamar Dios a (alguien)—, bien intransitivo —como írse(le) el santo al cielo. La autora
supone que, en estos casos, la presencia de sujeto está asociada a una serie de factores,
como el hecho de que sea el significado idiomático (‘morir’, p.ej.), y no el literal, el que
se lexicaliza (la locución equivaldría a un verbo o una frase verbal y resultará difícil
establecer un paralelismo estructural entre el significado literal y el idiomático) y la
condición de entidad humana del sujeto, que ha de tener valor genérico o proverbial
(parece imperar una restricción sobre los verbos fraseológicos [locuciones verbales],
en el sentido de que seleccionan habitualmente sujetos humanos y altamente indivi-
duados), así como la acción de los esquemas sintácticos recurrentes.
A decir verdad, aunque tal vez sea en Carneado Moré (1983a) donde por primera
vez se reconoce la locución con sujeto fijo como una clase distinta, el fraseologismo

154
propositivo (cfr., no obstante, Suprun 1970), años antes Zuluaga Ospina (1980: 182) se
plantea el rango fraseológico de la expresión Dios se acuerde de X, cuya estructura
responde a las semioracionales que estamos tratando; ahora bien, en vez de examinar-
la y clasificarla, la despacha ávidamente afirmando que «Las locuciones de este tipo
Dios se acuerde de X en que la estructura formal literal es sujeto-verbo (‘actor-action’)
son muy escasas en español»273 (y, además, añade que «en inglés, según Chafe, no
existen»): nada más lejos de la realidad, salvo que se estén comparando cuantitativa-
mente con las locuciones verbales, sin duda más abundantes. La siguiente lista de
ejemplos, que completa los ya citados previamente en este apartado, ilustra a las claras
que no son tan escasas (obsérvese que son bastantes las que contienen somatismos):
hacérse(le) la boca agua, calentárse(le) la boca, encaportárse(le) el rostro, dar(le) vueltas
la cabeza, caérse(le) el pelo, írse(le) los ojos tras algo, hacérse(le) un nudo en la garganta,
echárse(le) el tiempo encima, salir(le) mal las cuentas, no llegar(le) la camisa al cuerpo,
tocar(le) el mochuelo, hinchárse(le) las narices, hacer(le) los ojos chiribitas, subírse(le) la
sangre a la cabeza, írse(le) la lengua/boca, subírse(le) los colores, antojárse(le)/hacérse(le)
los dedos huéspedes, llevar(le) los demonios, bailar(le) los ojos, no hacer(le) falta abuela,
tocar(le) la china/negra, dar(le) un vuelco el corazón, salir(le) el tiro por la culata, caérse(le) la
cara de vergüenza, encogérse(le) el corazón, ponérse(le) la carne de gallina, ponérse(le) los
ojos en blanco, ponérse(le) los pelos de punta, lucir(le) el pelo, nublárse(le) la vista,
nublárse(le) el cielo, juntárse(le) el cielo con la tierra, alargárse(le)/crujir(le) los dientes,
remorder(le) la conciencia, írse(le) la fuerza por la boca, írse(le) la fuerza por el culo, no
cocérse(le) el pan, picar(le) la curiosidad, no vérse(le) el pelo, vérse(le) el plumero, salir(le)
los colores a la cara/al rostro, tocar(le) la lotería, írse(le) la mano, soltárse(le) la lengua,
partírse(le) el alma, no pasar los años por (alguien), llamar(le) Dios, faltar(le) el tiempo,
haber(le) salido los dientes, haber(le) hecho la boca un fraile, sonar(le) los oídos, pedir(le)
(algo) el cuerpo, temblar(le) las piernas, temblar(le) las carnes, írse(le) el toro, (no) acom-
pañar el tiempo (a algo/alguien), juntárse(le) las mantecas, írse(le) las aguas ‘orinarse’,
abrírse(le) las carnes, soplar(le) la musa, decír(se)lo el corazón, caérse(le) el alma a los
pies, comer(le) la lengua el gato, pillar(le) el toro, pegárse(le)/pasárse(le) el arroz, pegárse(le)
las sábanas, caérse(le) el moco ‘ser simple o poco advertido’, faltar(le) un tornillo,
encogérse(le) el ombligo, cerrárse(le) todas las puertas, empatárse(le) el molinillo...
A esta lista, incompleta, de locuciones semioracionales, habría que sumar las construc-
ciones impersonales del tipo no haber quien (le) tosa, no haber quien (le) meta mano, no
haber quien (le) moje la oreja, no haber quien (le) eche la pata, etc. Si tal inclusión es válida,
entonces habría que añadir esta realización sintáctica a las locuciones semioracionales con
sujeto léxico (por tanto, corregir la afirmación de que las locuciones clausales llevan nece-
sariamente sujeto léxico fijado). A veces, el DEA también describe —en nuestra opinión,
equivocadamente— como locuciones verbales construcciones de este tipo, esto es, con
estructura de oración, como Haber moros en la costa (también, p.ej., Mendívil Giró 1999:
529), y las discrimina de otras construcciones de similares características gramaticales,
como Cuéntaselo a tu abuela o Averígüelo Vargas, a las que describe con la etiqueta de
fórmula oracional (en nuestra opinión, tan oracional es una como las otras).
La lista se vería incrementada si se describiesen también como locuciones semiora-
cionales y no propiamente oracionales las expresiones no caber ni la punta de un alfiler,
no moverse/sentirse ni una mosca, no faltar ni una coma y no faltar ni gloria bendita,
entre otras semejantes, alegando que se completan con un complemento locativo no
fijado que se actualiza en el discurso: no caber ni la punta de un alfiler (+ compl. locati-
vo), no sentirse ni una mosca (+ compl. locativo), etc.
La falta de autonomía gramatical que parecen ocultar algunas de estas locuciones
es lo que lleva a Zuluaga y a Álvarez de la Granja (1999: 121, 2002c: 98-99) a decidir que
haber gato encerrado es una locución verbal, en vez de un enunciado fraseológico, cre-

155
yendo que puede llevar un complemento locativo274 (Álvarez de la Granja señala, ade-
más, otras locuciones similares). Sin embargo, Zuluaga destierra algunas construccio-
nes similares a las clausales citadas al socorrido cajón de sastre de los enunciados
fraseológicos, en donde tales locuciones conviven con refranes y fórmulas rutinarias.
En ninguno de los trabajos275 que indican la existencia de esta clase de locuciones
que hemos convenido en llamar semioracionales (como una clase de las oracionales) se
citan ejemplos del tipo ¿Qué mosca + pron + ha picado?, ¡Dios + pron + tenga en su
gloria!, (Que) Dios + pron + lo pague, ¡Dios + pron + libre (+ compl.)!, ¡Dios + pron + coja
confesado!, ¡Dios + pron + asista!, ¡Dios + pron + tenga en su mano!, ¡Así + pron +
aspen!, El tiempo corre a favor de + alguien (o a + pos + favor)/en contra de + alguien (o
en + pos + contra) (cfr. también las llamadas locuciones con huecos vacíos ¡Maldita
sea + pos + estampa!, ¡Ésta es la + pos!, ¡El gusto es + pos!..., § 4.2.1.4.). Adviértase que
«pron» representa normalmente un caso de duplicación sintáctica del objeto: «pron1...
SN1». Aparecen incluidas comúnmente entre las fórmulas pragmáticas y de rutina, a
pesar de no constituir enunciados completamente autónomos desde el punto de vista
semántico, precisamente a causa del carácter no fijo del complemento pronominal:
responden más apropiadamente a la misma estructura sintáctica que las semioracio-
nales, a las que les falta por realizar léxicamente un actante complemento.276

3.9.3. Locuciones propiamente oracionales

3.9.3.1. Terminología

Que se les dé a estas últimas construcciones con sujeto fijado una denominación,
siquiera provisional (locuciones semioracionales o clausales), parece conveniente para
diferenciarlas no sólo de las locuciones verbales, sino también de las llamadas por
nosotros locuciones oracionales (García-Page 1995a, 2004a, 2006a), que, salvo en el
caso de las impersonales o con sujeto nulo, son aquellas que presentan todos los argu-
mentos —externos e internos— realizados léxicamente.
Como ya se ha comentado en diversos lugares (esp. §§ 1., 2.3. y 3.2.10.), las locucio-
nes oracionales comprehenden no sólo las fórmulas pragmáticas (las tradicionales lo-
cuciones interjectivas o —en Casares— exclamativas serían una subclase de ellas), las
frases proverbiales de Casares y ciertos tipos de paremias, como los llamados por Ar-
naud (1991) y Corpas Pastor (1996b) lugares comunes y enunciados de valor específico
(descritos comúnmente como clases de enunciados fraseológicos junto a los refranes,
proverbios y citas célebres; si bien como fórmulas oracionales y, a veces, como locucio-
nes verbales en el DFDEA), sino también, en nuestra opinión, genuinas locuciones, a
sabiendas de que contrarían el concepto más extendido de locución, secularmente acep-
tado, de «enunciado gramaticalmente incompleto» o «enunciado con función equiva-
lente a elemento oracional», tales como Ir la procesión por dentro, Volver las aguas a su
cauce, Despedirse el duelo ‘Darse por terminada una reunión’, Trocar las manos ‘mudar
la suerte’, Venirse la albarda a la barriga ‘resultar del modo contrario a lo pretendido’,
Estar bien gobernado el campo, Cantar el gallo, Caerse la sopa en la miel, Correr las aguas
por donde solían, Correr buenos tiempos, Andar el tiempo revuelto, Sonar la flauta, Jun-
tarse el hambre con las ganas de comer, Llover sobre mojado, Pintar bastos, Cartas can-
tan, Cambiar las tornas, Rodar cabezas, Haber moros en la costa, Haber hule, Armarse la
de Dios (es Cristo)/San Quintín, No estar el horno para bollos, No estar la Magdalena para
tafetanes, No haber para untar un diente, Andar el diablo suelto, Cocerse (o asarse) los
pájaros, Hacer los ojos telarañas, Estar picado el molino, Haber tela cortada (o larga, o
que cortar), Haber moros y cristianos, Haber volado el pájaro, Voló el golondrino, Aún

156
hay sol en las bardas ‘haber esperanza’, No haber pan partido ‘haber gran amistad o
confianza’, No hay tiempo que perder, No hay por donde cogerlo, No hay color, No llegará
la sangre al río, No caerá esa breva... Incrementarían el inventario otras construcciones
de difícil estatus locucional dada su semántica transparente o su alto grado de motiva-
ción —si bien son tratadas normalmente como locuciones verbales en los diccionarios
(DRAE 2001, DFDEA...)—, del tipo Quebrar los albores, Picarse el mar, Reír el alba,
Correr las lágrimas, Serenarse el tiempo, Vidriarse los ojos,277 Correr la tinta ‘estar fluida’,
Amanecer Dios, Dejarse caer el calor (o el sol), Caer la noche, Despuntar el día, Alborotar-
se el gallinero, etc., así como otras locuciones que han sido interpretadas diversamente
por los estudiosos (frase proverbial, refrán, lugar común...): Las paredes oyen, Hablar
las paredes (o las piedras), Las paredes tienen ojos, A nadie le amarga un dulce, Nunca
llueve a gusto de todos, Con su pan se lo coma, Una cosa no quita la otra, Parece que fue
ayer, Nadie da duros a pesetas, El que venga detrás que arree, Todo llega, El que vale vale,
En todas partes cuecen habas, Las uvas están verdes, La curiosidad mató al gato, Las
malas noticias vuelan, Los años pesan, Dios ve las trampas, Dios dirá, El tiempo lo dirá,
Las desgracias nunca vienen solas, Todo se andará, Mañana será otro día, Todo queda en
casa, Sobre un huevo pone la gallina, Las apariencias engañan, Los años no pasan en
balde, El dinero hace milagros, El dinero todo lo puede, El tiempo todo lo cura, Las leyes
están para cumplirlas, La avaricia/codicia rompe el saco, El tiempo corre que vuela, El
tiempo pasa volando, Se acabó lo que se daba, Para este viaje no se necesitan alforjas, En
la variedad está el gusto, Lo barato es/sale caro, Al hombre se le conoce por el estómago,
Donde pone el ojo, pone la bala, Sobre gustos no hay nada escrito, Un día es un día, Todos
los días se aprende algo nuevo, Cada uno mate su toro (Luque Durán y Manjón Pozas
1998a), Sarna con gusto no pica, Nadie es perfecto, Hasta el rabo todo es toro, Pata es la
traviesa, El que la hace la paga, No haber enemigo pequeño, Las prisas son malas conse-
jeras, A la fuerza ahorcan, No hay toro que resista dos garrochas, No van por ahí los tiros,
Dios da ciento por uno, Después de la tormenta llega la calma, Nunca mejor dicho, Noble-
za obliga, etc.
También hemos indicado ya que esta clase de locución, por constituir oración grama-
ticalmente completa, ha sido normalmente obviada (cfr., no obstante, Suprun 1970, Gar-
cía-Page 1995a, 2004a, 2006a) o absorbida por los enunciados fraseológicos (Zuluaga,
Hernando Cuadrado, Corpas, Ruiz Gurillo...), adscribiéndose bien a la fórmula pragmá-
tica (si sobre todo se aprecia, además, alguna vinculación con una situación particular
del coloquio), bien con el refrán o con otra clase de paremia (si, sobre todo, se le puede
atribuir, además, un carácter sentencioso o algún rasgo paremiológico prototípico, y, en
muchos casos, por seguir fielmente su registro original o la primera descripción que
recibiera, tal y como secularmente nos ha llegado, pese al elevado índice de arbitrariedad
que, como hemos visto, reina en los registros). Por ejemplo, Mendívil Giró (1999: 563-
564) descarta toda posibilidad de que la locución tenga la estructura de oración, y por
ello considera proverbios expresiones como Los males nunca vienen solos. En la misma
línea se sitúa Pellat-Masso Ruhi (1989) al tratar las construcciones con estructura de
oración bien como clichés (Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes, No hay tutía,
Éramos pocos y parió la abuela, Si te he visto no me acuerdo...), bien como refranes (Todos
los caminos llegan a Roma, Lo prometido es deuda). Para Corpas Pastor (1996b), se co-
rresponderían con distintas clases de paremias (refrán, enunciado de valor específico,
lugar común). No obstante, en el DFDEA quedan distribuidas esencialmente entre las
fórmulas oracionales —que, salvo los refranes, abarcan las otras clases de paremias indi-
cadas por Corpas, además de las fórmulas (No caerá esa breva)— y las locuciones verba-
les (Llover sobre mojado). También algunas de estas construcciones (como Haber gato
encerrado o Llover sobre mojado) son analizadas como locuciones verbales por Álvarez de
la Granja (1999b, 2002c) y otros autores.

157
Hay, no obstante, excepciones: autores que han señalado la posibilidad de confor-
marse la locución con forma oracional, como Casares y la Academia (DRAE 1992),
quienes además sostienen la existencia de locuciones interjectivas. Aguilar-Amat Casti-
llo (1990: 825) incluye en su corpus de estudio «Frases Fijas Enteras», que ilustra con
las secuencias las paredes oyen, el horno no está para bollos y si te he visto no me acuerdo
(frases proverbiales, según Casares), aunque no les da la más mínima importancia ni
les asigna una denominación específica, como aquí pretendemos. Koike (1991a: 82)
utiliza casualmente el término locución oracional —que obedece a la que tiene todos
los argumentos fijados— para distinguir una construcción como No todo el monte es
orégano de las secuencias que hemos llamado semioracionales y que el autor analiza
como locuciones verbales (adviértase que el ejemplo propuesto de locución oracional
suele describirse como refrán o frase proverbial). Asensio González (1999: 303-330)
habla de locuciones oracionales como sinónimo de clausales para el análisis de locu-
ciones que responden tanto a las clausales antes señaladas como a las oracionales que
tratamos aquí, como No todo el monte es orégano, No se ganó Zamora en una hora o Lo
cortés no quita lo valiente (también debe advertirse que tales ejemplos no son los más
representativos por cuanto que suelen interpretarse como refranes o frases proverbia-
les). Bàrdosi (1989) emplea el término locución para referirse a la estructura oracional
Un ange passe.Como se ha indicado, la Academia (DRAE 2001) elimina la acepción 3.ª
de la edición de 1992 que admitía la posibilidad de que la locución tuviera valor oracio-
nal (que también señalan otros diccionarios, como el DUE), aunque también es cierto
que muchas de las construcciones con estructura de oración son registradas como
locuciones verbales, enmascaradas bajo la marca «fr.» (véase también n. 277).

3.9.3.2. Límites de la locución oracional: sus clases

Creemos que el mayor problema de identificación de una locución oracional surge


no de su relación con el resto de locuciones (nominal, adjetiva, verbal...),278 sino cuan-
do se han de definir sus lindes respecto de los comúnmente llamados enunciados fra-
seológicos (Zuluaga Ospina 1980, Corpas Pastor 1996b, etc.); si bien, de los dos tipos
fundamentales de enunciados que, según Corpas, cabría determinar —fórmulas de
rutina y paremias (refranes, citas y enunciados de valor específico)—, las fórmulas
pragmáticas (que incluyen las locuciones interjectivas o exclamativas, además de los
timos y ciertas locuciones adverbiales de Casares, como No hay derecho y A ver si va a
poder ser, No en mis días y Ciertos son los toros), son, como quedó indicado al principio,
locuciones de pleno derecho. Además de éstas, generalmente identificables por su va-
lor contextual o pragmático y la marca entonativa, nuestras locuciones oracionales
también comprehenden los llamados por Corpas Pastor (1996b) lugares comunes y
enunciados de valor específico279 (más ciertos eslóganes, citas, etc.) —los cuales, a su
vez, se corresponden, grosso modo, con las frases proverbiales de Casares—, amén de
ciertos enunciados breves considerados tradicionalmente refranes que funcionan re-
gularmente como modismos o locuciones.
Considerando que no existe, a nuestro juicio, una caracterización formal única del
refrán (y de otras clases de paremias, entre sí aún más con-fundidas), ni infalible para
ser nítidamente contrastada con la de la locución oracional, y que los registros lexico-
gráficos de locuciones y refranes son muy dispares,280 pensamos que no hay despropó-
sito en incluir ciertos refranes unimembres si, además de ser atípicos en su fisonomía
morfológica, la comunidad lingüística actual ya los siente como meros modismos. Este
hecho es comprobable observando, por ejemplo, el comportamiento que siguen prime-
ros miembros de refranes tiempo ha desgajados, de cuyas segundas partes no queda
más que el olvido o el desconocimiento.281

158
A este fenómeno de emancipación de un enunciado paremiológico, deben sumarse
otros hechos que han favorecido la transcategorización a modismos y locuciones de
enunciados de origen diverso, como son los continuos trasvases de formas y códigos
(véase § 2.4.): de la canción popular al refrán y viceversa; de la cita literaria al refrán y
a la inversa; de la historia, la mitología clásica y la Biblia a la fraseología, etc. Muchos
versos de poetas, títulos de una canción u obra literaria, reflexiones de tinte axiomático
de un filósofo o un ensayista, eslóganes publicitarios, etc., constituyen hoy día genui-
nas locuciones oracionales, y, si no aparecen como tales en los diccionarios es, entre
otras posibles causas, porque sigue aún viva la consciencia de su origen; si bien, algu-
nas de estas expresiones fueron primero anónimas, componentes del acervo colectivo,
que cayeron en manos de escritores y pensadores y de los medios de comunicación, los
cuales, tras popularizarlas, lograron devolverlas al vulgo: La unión hace la fuerza, Una
imagen vale más que mil palabras, El hombre es un lobo para el hombre, Nadie es profeta
en su tierra, Muchos son los llamados y pocos los escogidos, El tiempo es oro, Donde dije
digo, digo Diego [, y donde dije Diego, digo digo], Todo es posible en domingo, La vida es
sueño, ¡Ancha es Castilla!, ¡Quién te ha visto y quién te ve!, La suerte está echada,282 La
noche es capa de pecadores, España es diferente, Doctores tiene la Iglesia...283
En definitiva, son diversas las causas que pueden justificar la forma distinta de iden-
tificar o clasificar una determinada expresión y, por tanto, de que las tipologías de unida-
des fraseológicas en general y de locuciones en particular no sean coincidentes: desde la
arbitrariedad y subjetividad en el modo de registrarla inicialmente (primeros registros) y
en la denominación misma que se le da en ese momento y que, sin reflexión alguna, se
perpetúa incólume en las generaciones siguientes, así como la falta de criterios estables y
uniformes y la ausencia de objetividad en algunos de ellos (como los conceptos de «auto-
nomía semántica» y de «verdad general»), hasta la propia comunidad de rasgos o falta de
estanqueidad de las distintas clases, los trasvases y las mutaciones habidos a lo largo del
tiempo, las posibilidades estructurales de configurarse una expresión (según la fuente, la
idiosincrasia de cada pueblo, la flexibilidad de la expresión...), etc.

3.9.3.3. Estructuras básicas

Las locuciones oracionales, aunque pueden configurarse de muy diversas maneras,


se construyen fundamentalmente según unos esquemas concretos. Para este aspecto,
no tenemos en cuenta, en general, la clase de las fórmulas, en la que la gama de estruc-
turas es tan variopinta que cabe presumir que no hay estructura que esté sin represen-
tar por una fórmula; valgan como botón de muestra las series ¡Dios mío!, ¡Ay Dios!,
¡Por Dios!, ¡Cielo santo!, ¡Madre del amor hermoso!, ¡Ángela María!, ¡Jesús, María y
José!, ¡Bendito sea Dios!, ¡Voto a Bríos!, ¡Viva la Pepa!, ¡Sálvese quien pueda!...
La primera distinción podría basarse en la estructura sintáctica oracional: en tanto
la inmensa mayoría constituyen oraciones simples monoclausales (Las apariencias en-
gañan, El amor es ciego, La ocasión hace al ladrón, La fe mueve montañas, Dinero llama
al dinero...), son, en comparación, pocas las que representan oraciones complejas o
compuestas, monoclausales o biclausales; aun así, son abundantes. Entre las más re-
presentativas están las comparativas284 (No hay peor cuña que la del mismo palo, Ser
más el ruido que las nueces, No haber más cera que la que arde, Ser peor el remedio que la
enfermedad...) y las relativas sustantivadas (El que no corre vuela, Quien rompe paga, El
que la hace la paga, Se acabó lo que se daba, El que venga detrás que arree, Lo que sea
sonará, A todo hay quien gana...), normalmente consideradas, todas o muchas de ellas,
refranes o, cuando menos, frases proverbiales. También son frecuentes las condiciona-
les (Si te he visto, no me acuerdo; Si todos fueran generales, no habría ningún recluta; ¡Si
éramos pocos, parió la abuela! [también como coordinada: ¡Éramos pocos y parió la

159
abuela!]; Dos no regañan/pelean si uno no quiere; Si lo sé, no vengo; Si no lo veo, no lo
creo...)285 y las coordinadas copulativas (Habló el buey y dijo mu, Ni son todos los que
están ni están todos los que son, Muchos son los llamados y pocos los escogidos, Aquí te
pillo, aquí te mato [formalmente, yuxtapuesta], Dios los cría y ellos se juntan, Tú eres el
cuchillo y yo la carne...), igualmente tratadas a veces como refranes o frases proverbia-
les. Evidentemente, existen otros tipos de subordinadas (adjetivas, sustantivas de infi-
nitivo, circunstanciales, etc.): Lo importante es participar;286 Jugar es cosa de niños; La
esperanza es lo último que se pierde; Todo depende del color del cristal con que se mire;287
Parece que fue ayer; Donde hay confianza, da asco; Éste no es mi Juan, que me lo han
cambiado; No tener que ver los cojones para comer trigo; Preguntando, se llega a Roma;
Hablando, se entiende la gente; Tente mientras cobro; Antes se coge al embustero que al
cojo (valor comparativo); Cuando seas padre, comerás huevo/carne; Soñar no cuesta
dinero; Donde pone el ojo, pone la bala (generalmente, como locución verbal con sujeto
libre); Cuanto más deprisa, más despacio; Donde las dan, las toman...
Son bastantes las locuciones oracionales, de estructura sintáctica simple o comple-
ja, que exhiben una estructura atributiva, sobre todo con ser: ¡Así es la vida!, La vida es
muy larga, Las comparaciones son odiosas, Hasta el rabo, todo es toro, Mañana será otro
día, Pata es la traviesa, ¡Ancha es Castilla!, Mejor es no meneallo (o Peor es meneallo), En
el país de los ciegos el tuerto es el rey, Errar es humano, Tres son multitud, Lo importante
es participar, Todos los comienzos son difíciles, El amor es ciego, La esperanza es lo
último que se pierde, Las cosas son como son, Nunca segundas partes fueron buenas, La
policía no es tonta, Por la noche todos los gatos son pardos, Nadie es profeta en su tierra,
No todo el monte es orégano, No es oro todo lo que reluce, No estar la Magdalena para
tafetanes, No estar el horno para bollos, Las uvas están verdes, Las cosas bien hechas bien
parecen, Jugar es cosa de niños, Todos somos iguales ante la ley, No es Dios viejo, Nadie es
perfecto, Las prisas son malas consejeras, Estar picado el molino, etc.
El esquema de atribución «A es B» puede funcionar como vehículo gramatical del
valor axiomático (criterios de verdad y de juicio sentencioso), de ahí que se asocien
frecuentemente al refrán: El mundo es un pañuelo, Lo prometido es deuda, Los cargos
son cargas, El tiempo es oro, Poder es querer, La experiencia es la madre de la ciencia...
Con ese mismo esquema y valor se forman determinadas tautologías con rango fraseo-
lógico: Un día es un día, Lo primero es lo primero, Algo es algo, etc. (si bien algunas
siguen otros esquemas: Donde no hay no hay, etc.).
Las locuciones oracionales con verbo predicativo son más numerosas; unas tienen
formato transitivo y otras, intransitivo. Entre las primeras, pueden citarse ejemplos
como La vida da muchas vueltas, Todos los tontos tienen suerte, Menos da una piedra,
Cada uno sabe su cuento (Koike 1991a), La ocasión la pintan calva, Cada cual aguante
su vela, Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes, Cada santo tiene su octava, Un
clavo saca otro clavo, Las mentiras tienen las patas muy cortas, No lo quiera Dios, De
menos nos hizo Dios (Iribarren Rodríguez 1955: 123), El hábito no hace al monje, El
dinero no da la felicidad,288 ¡Dios se la depare buena!, El amor mueve montañas, El
tiempo todo lo cura, La curiosidad mató al gato, Dádivas quebrantan peñas, La avaricia/
codicia rompe el saco, Una golondrina no hace verano, Una espiga no hace manojo, Un
grano no hace granero, Cada maestrillo tiene su librillo, El saber no ocupa lugar, Del árbol
caído todos hacen leña, La paciencia tiene un límite, El tiempo pone a cada uno en su
sitio, El pez grande se come al chico, El roce hace el cariño, Por sus obras los conoceréis,
El tiempo lo dirá, Aquí torció la puerca el rabo, Dios ve las trampas, El diablo las carga,
Las palabras se las lleva el viento, La excepción confirma la regla, A los cojos sigue el toro,
Cada uno mate su toro (Luque Durán y Manjón Pozas 1998a), Hasta los gatos tienen
romadizo, Una cosa no quita la otra, El dinero hace milagros, etc., amén de las imperso-
nales gramaticalizadas que se citan más abajo; y, entre las segundas, Las apariencias

160
engañan, El diablo anda suelto, No caerá esa breva, Haber volado el pájaro, No llegar la
sangre al río, La cabra tira [siempre] al monte, Sonar la flauta, A nadie le amarga un
dulce, Rodar cabezas, Pintar bastos, Cambiar las tornas, Voló el golondrino, Juntarse el
hambre con las ganas de comer, Ir la procesión por dentro, A cada puerco le llega su san
Martín, A todos los tontos se les aparece la Virgen, Todo queda en casa, Los cachondos
también se mueren, A la tercera va la vencida, Torres más altas han caído, Aquí no ha
pasado nada, Allí fue Troya, Estar la pelota en el tejado, Las paredes oyen, No quedar ni los
rabos, Quedar el rabo por desollar, No quedar espada inhiesta, Quedar cuerda para rato,
San Gibarse está en Caparroso, debajo del puente (Iribarren Rodríguez 1955: 87), Venir
el tío Paco con la rebaja, Todos los caminos conducen a Roma, ¡Con la Iglesia hemos
topado!, Sobre un huevo pone la gallina, Por la boca muere el pez, Los años no pasan en
balde, El tiempo pasa volando, Al perro flaco todo se le vuelve pulgas, Cada cual habla de
la feria según le va en ella, A las pruebas me remito, Los años pesan, En la variedad está el
gusto, No van por ahí los tiros, Después de la tempestad llega la calma, Volver las aguas a
su cauce, Todo llega, Correr el agua por donde solía, Dejarse caer el sol (o el calor), No sólo
de pan vive el hombre, Los años no perdonan, Caerse la sopa en la miel, Venirse la albarda
a la barriga, En buenas manos está el pandero, etc., a las que hay que añadir las pasivas
reflejas y medias, del tipo Todo se andará, Para ese viaje no se necesitan alforjas, Se
acabó lo que se daba, Los errores se pagan, Armarse la de San Quintín, La historia se
repite, No se siente ni una mosca, Los trapos sucios se lavan en casa...289
Un conjunto no pequeño de locuciones oracionales presenta modalidad negativa:
No estar el horno para bollos, No caerá esa breva,290 A nadie le amarga un dulce, Nunca
llueve a gusto de todos, No ser para menos, Lo cortés no quita lo valiente, Para ese viaje no
se necesitan alforjas, El águila real no se baja a cazar moscas, No cantan bien dos gallos
en un mismo corral/gallinero, No se ha muerto Dios de viejo, No va por ahí el agua al
molino, No van por ahí los tiros, etc. Una estructura recurrente que adopta la locución
negativa es el esquema «No + hay + compl.»: No hay tutía, No hay color, No hay forma,
No hay más remedio, etc. (véase infra).
Otra estructura formal que presentan no pocas locuciones es la impersonal con haber
(son numerosas las que tienen modalidad negativa, y son también mayoría las que se
conjugan en presente de indicativo): Haber moros en la costa, Haber ropa tendida, Haber
sus más y sus menos, Haber la de Mazagatos, Haber gente para todo, Haber más días que
longaniza, Haber tela que cortar, Haber de todo un poco, como en botica, A todo hay quien
gana, Otro loco hay en Chinchilla (Iribarren Rodríguez 1955: 157), Un trago amargo hay
que pasarlo rápido, No hay dos sin tres, No haber pan partido, No haber para untar un
diente, No haber, para cada martes, orejas, No hay quien, No haber por donde cogerlo, No
hay enemigo pequeño, No hay tal (cosa), No hay tales carneros (Iribarren Rodríguez 1955:
19), Madre no hay más que una, No hay parto sin dolor, No haber color, No hay de qué, No
hay más remedio,291 No hay regla sin excepción, No hay quince años feos, Aún hay sol en las
bardas, Todo hay que decirlo, Imposible no hay nada, Haber tiempo para todo, etc.; fraseo-
logismos a los que cabría sumar las series que siguen la estructura «No haber + N/SN +
Orel.», como No hay peros que valgan, No hay nada que hacer, No hay vuelta de hoja...,
amén de otros arriba citados. El valor de universalidad que imprime la naturaleza cuan-
tificadora de estas expresiones induce a tratar algunas como refranes.
Pero la estructura impersonal se consigue por otros medios gramaticales: a) con se
índice de impersonalidad refleja: Con las cosas de comer no se juega, Sólo se vive una
vez, De ilusiones también se vive, ¡Así se habla!, etc.; b) con hacer: Tal día hizo un año,
etc.; c) fijando el verbo en 3.ª persona del plural: A la fuerza ahorcan, A Penseque lo
ahorcaron, ¡Ya se lo dirán de misas! o ¡Allá se lo dirán de misas! (Iribarren Rodríguez
1955: 33), En todas partes cuecen habas, etc.; d) con verbos meteorológicos: ¡Ya ha
llovido!,292 Llover sobre mojado, Nunca llueve a gusto de todos, etc.

161
Junto a las estructuras que imprimen «universalidad» (con haber, y, más concreta-
mente, Hay y No hay, con presente de indicativo atemporal, la ecuación copulativa, el
relativo generalizador...), están las construidas con un cuantificador existencial y uni-
versal, como Todo queda en casa, Todo llega, Todo tiene su fin, Todo tiene sus ventajas y
sus inconvenientes, Todo depende del color del cristal con que se mire, Todo se andará,
Todos los comienzos son difíciles, Todos somos iguales ante la ley, No es oro todo lo que
reluce, De todo hay en la viña del Señor, Nadie es perfecto, Nadie da duros a pesetas, Nadie
es profeta en su tierra, Imposible no hay nada, etc.

3.9.3.4. Las fórmulas

Como ya hemos indicado y algunos ejemplos citados lo ilustran, las fórmulas consti-
tuyen un grupo de las locuciones oracionales, si bien su inventario, aun numeroso, es
casi ilimitado (García-Page 2007a). Basta con que se emitan o se representen en la escri-
tura con modalidad exclamativa para que muchas expresiones consideradas tradicional-
mente timos, frases proverbiales, lugares comunes, paremias (en cualquiera de sus ti-
pos), etc., pasen a engrosar la nómina de las fórmulas, incluso de las locuciones interjec-
tivas; piénsese, por ejemplo, en enunciados como No hay derecho, No lo sabes tú muy
bien, Se acabó lo que se daba o Ni hablar del peluquín. De hecho, con el término fórmula
oracional, el DFDEA recoge numerosos enunciados de esta naturaleza.
También nutre el inventario de las fórmulas aquellas locuciones verbales que se
pueden modelar como fórmulas, fenómeno al que ya hemos hecho referencia en diver-
sos lugares: ¡Al grano! (< ir al grano), ¡Manos a la obra! (< ponerse manos a la obra), etc.
La estructura sintáctica de oración del enunciado es determinante para su trata-
miento habitual como fórmula y no como locución. Así, además de algunas ya citadas,
serían fórmulas numerosas locuciones oracionales de estructura sintáctica completa
(sujeto + predicado) con modalidad exclamativa:293 ¡Viva la madre superiora!, ¡Viva la
Pepa!, ¡Vive Dios!, ¡Viva Cartagena!, ¡Voto a Bríos!, ¡Vive Cristo!, ¡Bendito/Alabado sea
Dios!, ¡Habrase visto (cosa igual)!, ¡Ésa sí que es buena!, ¡Ahí está la cosa!, ¡Ésa es la
cosa!, ¡Hay que joderse!, ¡Agua va!, ¡Manda huevos!, ¡Ésa es otra!, ¡Apaga y vámonos!,
¡Nos ha merenga(d)o!, ¡No es Dios viejo!, ¡No se ha muerto Dios de viejo!, ¡Así se habla!,
¡Ahí va eso!...; pero constituirían un subconjunto las fórmulas con estructura sintácti-
ca formalmente incompleta (generalmente, sin verbo «principal»)294 con valor de enun-
ciado y normalmente con modalidad exclamativa: en su mayoría, presentan una es-
tructura binómica (bien como frase nominal; bien como grupos coordinados; bien
como sintagma, a veces completado con una coletilla, rimada o no):295 ¡A la vejez, virue-
las!, ¡Idiota el último!,296 De lo bueno, poco, ¡A buenas horas, mangas verdes!,297 ¡Menos
lobos, Caperucita!, ¡A otra cosa, mariposa!, Los toros de cinco y los toreros de veinticin-
co, ¡Ajo y agua!, ¡Al agua, patos!, ¡Ojo al Cristo, que es de plata!, ¡A otro perro con ese
hueso!, ¡Al pan, pan, y al vino, vino!, Las cuentas, claras, y el chocolate, espeso, ¡Arroz,
Catalina!, ¡Ostrás, Pedrín!, ¡Dichosos los ojos que te ven!, Dicho y hecho, Ni agradecido
ni pagado, ¡Cosas de niños!, ¡A Roma por todo!, etc.
Deben tratarse como locuciones oracionales de la clase de las fórmulas los enuncia-
dos con predicado completo y sujeto nulo o tácito; su estructura sintáctica aparente-
mente incompleta al no llevar normalmente expreso el sujeto invita a describir, equivo-
cadamente, estas locuciones como verbales y no como oracionales; suelen ser fórmulas
del coloquio orientadas hacia el interlocutor y con sujeto pronominal, lo que favorece
la omisión de éste: ¡Vaya (usted) con Dios!, ¡Ahora lo vas a ver (tú)!, ¡Ahora verás (tú)!,
¡Estás (tú) apañado!,298 Lo mismo digo (yo), ¡Mira (tú) quién fue a hablar!, Adivina (tú)
quién te dio, ¡A mí me lo vas (tú) a decir!,299 ¡No te digo (yo) nada!, ¡No lo sabes (tú) muy
bien!, ¡Qué digo (yo)!, ¡Eso mismo digo (yo)!, ¡Dímelo (tú) a mí!, ¡Para que (?tú) te

162
enteres!, ¡Me tienes (tú) contento!, ¡Estamos (nosotros) buenos!,300 ¡Lo que (yo) estoy
pensando!, ¡Ya me dirás (tú)!, ¡Para qué queremos (nosotros) más!...
Ahora bien, lo característicamente idiosincrásico de su estatuto fraseológico es que,
mientras que ciertas locuciones de esta suerte exigen la comparecencia de un sujeto
léxico:301 *(Tú) dirás, *(Él) verá, ¡Qué sé *(yo)!, ¡Me río *(yo)!, ¡*(El que) faltaba para el
duro!,302 ¡Que te crees *(tú) eso!, ¡Vaya *(usted) a saber!...,303 otras (la mayoría), por el
contrario, ofrecen fuerte resistencia a explicitarlo: ¡Toma (*tú) del frasco, Carrasco!,304
¡Qué le vamos a hacer (*nosotros)!, ¡No me digas (*tú)!, ¡Maldita la gracia que hace
(*él)!,305 ¡Medrados estamos (*nosotros)!, ¡Me cago (*yo) en diez!, Hermanos, morir ha-
bemos (*nosotros), ¡Dale (*tú) bola!, ¡Vete (*tú) a la porra!,306 ¡Apaga (*tú) y vámonos
(*nosotros)!, ¡Pies, para qué os quiero (*yo)!, ¡No te digo (*yo)!,307 ¡No te jode (*él)!, ¡Ahí
me las den todas (*ellos)!,308 ¡Hasta ahí podíamos llegar (*nosotros)!, (*Nosotros) no
somos nadie, Si te he visto (*yo), no me acuerdo (*yo), ¡Nos ha fastidiado/jodido/meren-
gado (*él/*ello)!, ¡Manda (*tú) cojones!, Dale (*tú) que te pego (*yo), ¡Rompan (*ustedes)
filas!, ¡Hagan (*ustedes) fuego!, Vísteme (*tú) despacio, que llevo (*yo) prisa, Aquí te pillo
(*yo) y aquí te mato (*yo), ¡Tengamos (*nosotros) la fiesta en paz!, ¡Anda ya (*tú)!, ¡Esta-
ría (*eso) bueno!, ¡No te lo pierdas (*tú)!, ¡Éramos pocos (*nosotros) y parió la abuela!,
¿Me lo dices (*tú) o me lo cuentas (*tú)?, ¡Voto (*yo) a Bríos!, ¡Será posible (*ello)!, ¡Y a
mí qué me dices (*tú)!, ¡Chúpate ésa (*tú)!, ¡Y/Ni que (*tú) lo digas!, ¡Tararí que (*yo) te
vi!, Échale (tú) guindas al pavo, Cuéntaselo (tú) a tu abuela!, etc.; si bien, algunas tole-
ran la presencia del pronombre sujeto en un punto de la frase y no en otro: ¡Fíate (tú) de
la Virgen y no corras (*tú)!, No sé (yo) qué te diga (*yo)!, etc.309
Precisamente estas últimas expresiones reacias a la presencia de un sujeto plantean
un problema de límites en la medida en que la locución resulta aparentemente incom-
pleta, pero, ciertamente, tampoco constituyen locuciones verbales genuinas. Creemos
que es más adecuada su descripción como locuciones oracionales; la ausencia del suje-
to se justificaría por la fijación pragmática propia de estas fórmulas de rutina y la
redundancia de información gramatical ya contenida en la desinencia verbal.310
También plantean problemas de clasificación fórmulas similares cuyo sujeto pro-
nominal, opcional o necesariamente tácito, no está fijado en una persona determina-
da: ¡A mí me lo vas (tú) a decir!, ¡Qué le vamos a hacer (*nosotros)!311 No obstante,
expresiones como éstas no deberían entrañar ningún problema de clasificación al no
estar fijado uno de sus complementos (se trata, pues, de locuciones clausales; § 3.9.1.).
La naturaleza coloquial de las fórmulas (en general) impone a veces ciertas restric-
ciones; por ejemplo, el pronombre objeto de algunas locuciones tiene restringidas sus
posibilidades de variación personal: ¡No te digo! (*¡No le digo [a él]!, *¡No me digo!), ¡Te
diré! (*¡Le diré [a él]!), ¡Ya me dirás! (*¡Ya le dirás [a él]!, ¡Dichosos los ojos que te ven!
(*¡Dichosos los ojos que *me/*le ven!), etc.
No sólo las fórmulas más características, marcadas con entonación exclamativa: en
general, todas las locuciones oracionales —incluso las que a veces aparecen etiquetadas
como fórmulas— están especialmente vinculadas al contexto o la situación pragmática.312
Sólo así puede explicarse el empleo de la locución oracional Menos da una piedra como
expresión de resignación ante la insatisfacción que produce la recepción de algo extraordi-
nariamente escaso o de menor cantidad de lo esperado; o del enunciado Las paredes oyen, en
calidad de advertencia de que debe comedirse una persona al hablar ante la sospecha de que
puede haber alguien que no deba oír lo que se está diciendo; o del fraseologismo Del suelo no
pasa, como enunciado burlesco que se profiere cuando alguien o algo ha caído al suelo; o de
la oración La policía no es tonta, como advertencia del control que uno ejerce sobre la
situación, aun fingiendo desconocer la trama que otro urde; o de la unidad fraseológica En
todas partes cuecen habas, como expresión de consolación que, a modo de moraleja, advier-
te que los hechos desagradables o la falta de concordia acontecen en todos los sitios.

163
Cualquier usuario de la lengua será capaz de construir un contexto lingüístico o
idear una situación favorable a la emisión de locuciones como De todo hay en la viña
del Señor; Nunca llueve a gusto de todos; Tres son multitud; Todos los tontos tienen
suerte; La esperanza es lo último que se pierde; Con su pan se lo coma; Doctores tiene la
Iglesia; (Y) aquí no ha pasado nada; Más vale tarde que nunca; La carne de burro no se
transparenta;313 No está hecha la miel para la boca del asno; Un día es un día; Por donde
pasa moja; Que se escapa el gato;314 Las uvas están verdes; Con la Iglesia hemos topado;
El burro delante, para que no se espante; Lentejas, si quieres, las tomas y, si no, las dejas;
Las cosas bien hechas bien parecen...
Esta circunstancia de dependencia del contexto se manifiesta de modo notable en
ciertas locuciones con estructura aparentemente completa, que, no obstante, permiten
eventualmente incorporar nuevos elementos, signos libres presuntamente necesarios,
o que ven justificada la presencia de determinados constituyentes.315 Por ejemplo, ha-
ber gato encerrado y no moverse ni una mosca, oraciones gramaticalmente completas,
suelen llevar un complemento locativo (o temporal) deíctico que fija los enunciados a
una situación de habla concreta: «Me huele que en ese asunto hay gato encerrado»;
«Era tal la expectación que levantaba el partido, que de sus asientos no se movía ni una
mosca»; «En este pueblo, todos son muy rápidos en reclamar lo suyo: el que no corre
vuela»; etc. La locución Quedar el rabo por desollar se acompaña con frecuencia con un
adverbio temporal (aún, todavía); de hecho, un adverbio de esta clase aparecen como
constituyentes fijos en locuciones de similar estructura oracional, como Aún queda sol
en las bardas. Lo mismo cabría decir de otras locuciones, como Estar (o Seguir) la
pelota en el tejado, La cabra tira al monte, Quedar tela que cortar o Pagar justos por
pecadores, que incorporan complementos adverbiales que supuestamente no tienen
carácter fijado: «Aún está la pelota en el tejado», «La cabra tira siempre al monte», «Siem-
pre pagan justos por pecadores». La locución Sonar la flauta, gramaticalmente comple-
ta, también suele verse incrementada con complementos no argumentales, como cir-
cunstantes temporales, adverbios de duda y, sobre todo, complementos indirectos refe-
ridos a uno de los interlocutores: «Yo lo pienso hacer y, quizá, me suene la flauta». La
presencia del adverbio también en locuciones oracionales como De ilusiones también
se vive o Los cachondos también se mueren habría de resultar anómala si no se interpre-
tara como un conector argumentativo que pone en relación el enunciado en que apare-
ce inserto con otro enunciado implícito, cuyos argumentos han de estar coorientados o
ser cooperantes en la misma estrategia pragmática. Similares exigencias discursivas
imponen los adverbios comparativos en Más se perdió en la guerra de Cuba, Más cornás
da el hambre, Torres más altas han caído y Menos da una piedra: suponen un enunciado
previo coorientado argumentativamente. No sólo contextualmente, sino también gra-
maticalmente, se hace precisa la existencia de otro miembro oracional (generalmente,
la prótasis condicional) cuando se utilizan expresiones como Otro gallo cantaría (u
Otro gallo me cantara) y (Y) yo soy la reina de Java (también Y yo soy el papa/rey de
Roma). La primera funciona como réplica o rechazo de la circunstancia previa a que
remite la apódosis: «Ya es tarde para lamentarse, pero está claro que, si hubieras cursa-
do estudios, otro gallo cantaría»; el valor de enunciado pragmáticamente falso de la
segunda exige que la prótasis también lo sea, esto es, que represente un imposible,
exprese un hecho absurdo o incongruente, o difícil de realizar, de modo que se satisfa-
ga el principio de cooperación de sendos argumentos, el de la prótasis y el de la apódo-
sis: «Si tú eres guapa, yo soy la reina de Java».
En definitiva, la posibilidad de que ciertas locuciones tomadas por oracionales, supues-
tamente herméticas o fraseológicamente completas, admitan en su seno la adjunción de
elementos foráneos, podría poner en duda su interpretación como locuciones oracionales
(tal vez deberían tratarse, entonces, como semioracionales o clausales). ¿Cómo describir

164
los enunciados con casilla libre, dependientes igualmente del contexto, como Donde co-
men + numeraln + comen + numeraln + 1 y Cuando + SN/pron1 (suj.) + ir, + SN/pron2 (suj.) +
volver/venir (p.ej., Cuando tú vas, yo vengo)?

Notas

1. Una exposición y revisión crítica de las diferentes propuestas clasificatorias de las locuciones
españolas apareció en García-Page (2004a).
2. Como quedó dicho, la fórmula actual incluye a la locución interjectiva tradicional; nosotros he-
mos convenido en agruparlas en la llamada locución interjectiva (o también exclamativa o pragmática)
en un sentido no idéntico al que concedía Casares; en dicho grupo también se incluyen numerosas
«fórmulas oracionales» del DEA y DFDEA. Unas y otras formarían parte de la locución oracional.
Por otro lado, aunque a veces parece posible apreciar ciertas diferencias semánticas entre las fórmulas
del coloquio o conversacionales, que se rigen por las reglas sociales de cortesía (Buenos días, Buenas
tardes/noches, Feliz Navidad, Felices Pascuas, Buen/Feliz viaje, Feliz cumpleaños, Le acompaño en el senti-
miento, Por favor, ¿Qué tal?, Hasta la vista, Hasta más ver, Hasta pronto, Hasta mañana, Hasta luego, ¿Si
gusta?, Que aproveche, Buen provecho, Muchas gracias, etc.), y los enunciados o fórmulas pragmáticas
(¡El que faltaba para el duro!, ¡Andá la osa!, ¡Bendito sea Dios!, Para ti la perra gorda, Ni hablar del peluquín,
etc.), nosotros no vemos razones formales suficientes para determinar dos grupos claramente diferencia-
dos (cfr. Arnaud 1991, Corpas Pastor 1996b). Creemos que Álvarez de la Granja (2002c: 89-95, 2003a: 18-
21) es de nuestra opinión: partiendo de la distinción de Aranud (1991) entre fórmulas pragmáticas y
enunciados de valor específico (más la caracterización de Coulmas 1979 y Corpas Pastor 1996b), la auto-
ra afirma que «non parece moi axeitado marcar unha fronteira divisoria entre enunciados lexicalizados
con valor específico e fórmulas» (del tipo ¡A lúa está no couce! y ¡Buenos días!, respectivamente) y cree
«necesario considerar nun único grupo» (Álvarez de la Granja 2003a: 20 y 21).
No deja de ser imprecisa incluso la denominación acuñada: por ejemplo, del coloquio son tanto las
fórmulas conversacionales como las pragmáticas (incluso, la mayoría de las fórmulas oracionales del
DFDEA, que abarcan ambas, amén de numerosos lugares comunes y enunciados de valor específico), y
tanto en unas como en otras el significado que predomina es, precisamente, el pragmático sobre el
proposicional. Es más, los términos aparecen empleados heterogéneamente por los diversos lingüistas;
por ejemplo, para Zuluaga Ospina (1980, 1986), las fórmulas pragmáticas se corresponden realmente
con las fórmulas conversacionales de Coulmas (1979).
3. Ya se ha dicho anteriormente que las locuciones (y modismos), las fórmulas rutinarias y las frases
proverbiales comparten grosso modo las mismas características formales, incluso semánticas. Parece
que la diferencia fundamental es que el significado de las fórmulas depende del contexto, de la situa-
ción comunicativa (Corpas Pastor 1996b: caps. 5 y 6, Zamora Muñoz 1998, 1999a, 1999c y 2005, Valero
Garcés 2000, Álvarez de la Granja 2002c: 89-91, 2003a: 17-21), pero cabe señalar, por un lado, que hay
numerosas fórmulas cuyo significado es prototípico, está estereotipado, incluso es casi literal, aunque
su empleo está restringido prácticamente a un determinado contexto, como Buenas noches, Feliz cum-
pleaños, Muchas gracias, etc.; y, por otro lado, que hay locuciones, sobre todo las de tipo oracional, cuyo
significado también está vinculado al contexto, como Menos da una piedra, Del suelo no pasa, Más se
perdió en la guerra de Cuba, Y ahora voy yo y me lo creo y Tal día hizo un año (García-Page 2007a); pero
también otras no oracionales, como de mala muerte, de misa y olla o de pelo en pecho. No hay duda de
que el empleo de aquéllas, las fórmulas, está condicionado por el contexto o la situación extralingüísti-
ca, pero no el significado, que, además de literal, ya está estereotipado. Tampoco hay duda de que el uso
de muchas de éstas, las locuciones, también está condicionado a veces por la realidad, pues, por ejem-
plo, las locuciones oracionales citadas se emplean en circunstancias muy determinadas: cuando se
recibe poco de algo o menos de lo que se espera pero que complace en alguna medida (Menos da una
piedra) o cuando cae algo al suelo (Del suelo no pasa), etc., y las adjetivas citadas sólo se aplican, respec-
tivamente, a sustantivos no animados que denotan ‘habitáculo o lugar interior’ (de mala muerte), y a
varones de profesión religiosos (de misa y olla) o de espíritu valiente o atrevido (de pelo en pecho).
4. Parecería que, frente a la tendencia más común, otros autores, al decir de sus palabras, son de
nuestra opinión, esto es, de que la estructura formal, y no sólo la función, puede intervenir en la ads-
cripción categorial de una locución (cursiva nuestra): «Tradicionalmente [las locuciones] se suelen
clasificar de acuerdo con la función sintáctica que desempeñan: las locuciones adjetivas (de adorno) o
adverbiales (a hurtadillas), por ejemplo, no contienen ningún adjetivo ni ningún adverbio, pero modifi-
can a otras unidades como lo hacen esas categorías. Sin embargo, muchas locuciones se pueden carac-
terizar gramaticalmente de manera más precisa si entendemos que su estructura interna reproduce la de
diversos constituyentes sintácticos» (Bosque Muñoz 2001d).

165
Por su parte, Körhonen (2002: 402) advierte del riesgo que se corre al seguir un único criterio o de
mezclar varios para establecer una taxonomía: «Die Forschungsliteratur weist Typologisierungen auf,
bei denen entweder nur ein Kriterium oder aber zwei oder mehr Kriterien zugrunde gelegt wurden.
Methodisch am saubersten ist es, Klassen nach einem Kriterium zu erstellen, doch dieses Verfahren ist
als wenig zweckmäßig kritisiert worden».
5. ¿No es acaso arbitrario que se considere locución adjetiva una construcción prepositiva porque
cumpla la función sintagmática de adyacente nominal? Al margen de la fraseología, ¿no hay, además
del adjetivo, otros adyacentes nominales? ¿Sería adecuado el análisis como adjetivos de los sintag-
mas de Andrés y de una vivienda en el hijo de Andrés y la adquisición de una vivienda?
6. Cabe señalar que la estructura es más compleja: prácticamente todos, salvo un rato, suelen llevar
complemento prepositivo con de cuando intensifican un adjetivo o un sustantivo: «Tiene una barbari-
dad de libros». Si bien, es posible intensificarlo sin preposición, en cuyo caso es obligatoria la posición
posnominal: «Tiene libros una barbaridad». Un rato se aplica principalmente a adjetivos y no lleva
régimen, vaya o no antepuesto a su núcleo: «Ana es guapa un rato», «Ana es un rato guapa» (cfr. «*Ana
es un rato de guapa»).
7. Véanse, a modo de ejemplo, Lliteras Porcel (2000) y Santos Río (2001, 2003a).
8. Ocurre a veces que una construcción con una frase elativa de estas características representa un
enunciado ambiguo porque admite dos lecturas, una literal o composicional y otra intensificadora o
figurada:
He visto una película de miedo: a) ‘de terror’/b) ‘fabulosa’
Alberto actúa muy bien en las comedias: ¡Es un actor de cine!: a) ‘del espectáculo cinematográfico’/
b) ‘extraordinario’
Una prueba de esta ambigüedad es el hecho de que pueda duplicarse el sintagma preposicional; una
forma tendrá valor literal y otra, enfático:
a) Vi una película de cine de cine.
b) De cine era la película de cine.
El orden de b) permite prever que el elemento enfático es el sintagma destacado, aunque no necesa-
riamente. En a) debe entenderse que el enfático es el segundo sintagma repetido, dado que los comple-
mentos restrictivos ocupan una posición jerárquicamente más próxima al núcleo nominal en tanto que
los valorativos o cualitativos se sitúan en posiciones periféricas: [una película de cine] de cine. Con valor
enfático responde a la pregunta ¿cómo?; con valor restrictivo, a la pregunta ¿de qué?
Con este doble juego interpretativo operan a veces los anuncios publicitarios (véase § 4.2.3.):
El País reúne a los directores más relevantes del cine español en un país de cine; una colección de 45
películas en DVD [El País, 29-1-03].
9. Es sabido, por ejemplo, que el DRAE (1992) no habla de «locución verbal», sino de «fr[ase]», salvo
para muy contadas ocasiones —ciertas locuciones con el clítico la (Castillo Carballo 2000b: 363, Gonzá-
lez Orejón 2002)—, ni de «locución participial» ni «infinitiva». En la última edición (2001), sigue utili-
zando el término frase incluso para las construcciones con clítico (liarla, liarlas...), aunque, contradicto-
riamente, bajo la voz locución, admite la posibilidad de que ésta sea verbal, cuando «hace oficio de
verbo», y pone como ejemplo caer en la cuenta. Véase también García Benito (2001).
La tipología de locuciones de Casares y su relevancia en los estudios fraseológicos posteriores ha
sido objeto de estudio de Martínez Montoro (2005b). Véanse, asimismo, Martínez Montoro (2002b),
Montoro del Arco (2004a, 2004b, 2005b: cap. 3) y García-Page (2004a, 2008a).
10. Como ya indicamos en § 2.4. (n. 20), muchas de las locuciones nominales de Casares son, a
nuestro parecer, compuestos (véase también Martínez Montoro 2005b: 91). La delimitación entre locu-
ción y compuesto nominal es harto compleja, a veces impracticable, aunque depende, entre otros facto-
res, de los criterios que se adopten.
11. Como veremos más adelante (§ 3.4.2.1.1.), estas locuciones quedan en general integradas en las
locuciones adjetivas, de acuerdo también con la opinión de otros estudiosos, como Zuluaga Ospina
(1980) y Corpas Pastor (1996b). Además de que provoca un desacuerdo con las categorías gramaticales
o clases de palabras con que se intentan corresponder los tipos de locuciones (sustantivo, adjetivo,
verbo...), habida cuenta de que, en una perspectiva sincrónica, el participio no constituye una parte de
la oración independiente (cfr., Penadés Martínez 2002a), no parece coherente el criterio que adscribe
hecho un brazo de mar a la locución participial y, en cambio, cortado por el mismo patrón (o curado de
espanto, atrasado de medios, entrado en años, etc.) a la categoría adjetiva, salvo que todas éstas con
estructura gramatical de sintagma adjetivo se considerasen miembros de una locución verbal con estar,

166
esto es, atributos. Bien es verdad que Casares advierte que, para la caracterización de las participiales,
se centra sólo en las que van encabezadas con el participio hecho.
12. Casares Sánchez (1950: 174) extiende la naturaleza nominal de estas locuciones al nivel grama-
tical: al equivaler a nombres comunes, pueden llevar artículo y cambiar de número; caracterización
que suscribe Hernando Cuadrado (1990: 539). Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la idiosincrasia
particular de la fraseología permite que haya locuciones nominales que no admiten cambio de número
—como tirios y troyanos, la flor y nata— o que impongan fuertes restricciones al determinante —como
manos sucias, papel mojado.
Cabe indicar que el DRAE recoge esta última y otras locuciones similares como nominales (p.ej.,
tortas y pan pintado y pan comido), aunque creemos que su empleo habitual es como parte integrante
de una locución verbal con ser; de este modo es como la registra el DFEM.
13. Esta clase de construcciones no han recibido un mismo tratamiento; por ejemplo, Zuluaga Ospi-
na (1980: 158), igual que Casares Sánchez (1950), analiza como locuciones adverbiales estructuras con
como del tipo como quien no quiere la cosa, como Pedro por su casa, como alma que lleva el diablo. De la
misma opinión es Castillo Carballo (2000a: 140); en cambio, Corpas Pastor (1996b: 110) las describe
como clausales (aunque rectifica en Corpas Pastor 1998b: 178, n. 91).
14. Casares Sánchez (1950: 180) no aduce, en cambio, otras expresiones señaladas por él para co-
mentar otros fenómenos (concretamente, ciertas locuciones que el autor considera adverbiales) que
ilustrarían apropiadamente su hipótesis, tales como Ciertos son los toros, Allá veremos, Dios dirá, ¿Qué
tal?, ¿Adónde se va?... Creemos que tales ejemplos pueden dar lugar a una versión crítica de su teoría,
pues, en realidad, son, estructuralmente, locuciones oracionales y, pragmáticamente, fórmulas rutina-
rias. Asimismo, la mayoría de las frases proverbiales tiene estructura oracional: Manos blancas no
ofenden, Las paredes oyen, Habló el buey y dijo mu, No está el horno para bollos... (Casares Sánchez 1950:
189). Y lo mismo cabría decir de los timos que aduce el autor (§§ 2.3., 3.2.10., 3.9.3.): No hay derecho, A
ver si va a poder ser, Que te crees tú eso... En los estudios contemporáneos, tales «timos», además de
muchas frases proverbiales, se asocian a las fórmulas pragmáticas.
15. Por ejemplo, Ruiz Gurillo (2001c: 44), por el cuadro sinóptico, viene a negar que Casares se haya
ocupado de las clausales. Ciertamente, no parece hacer Casares ningún comentario de las construcciones
del tipo caérsele el mundo encima o ponérsele los pelos de punta, enunciados con un argumento verbal
interno no fijado léxicamente, que Corpas Pastor (1996b) llama concretamente locuciones clausales; pero
sí, como hemos visto, de las locuciones con estructura gramatical de oración. Así, al criticar la definición
académica de locución, dice Casares Sánchez (1950: 181-182): «Hemos de volver, sin embargo, a la obser-
vación formulada al principio, al comentar la definición académica de “locución”. Entendíamos que no
era acertado subordinar el concepto a la condición de que no existiese “oración cabal”. Ahora vemos que,
de admitir ese criterio, buena parte de las estructuras que hemos intentado clasificar no podrían llamarse
locuciones, puesto que entre ellas abundan las que forman una oración, empezando por las exclamativas.
Para todo gramático, ¡vive Cristo!, ¡pies, para qué os quiero!, ¡voto al chápiro verde!, son oraciones. Tampo-
co serían locuciones las de tipo verbal: cortar el bacalao, poner puertas al campo, tomar las de Villadiego. A
nuestro parecer, todas las fórmulas que hemos citado son locuciones [...]».
Un parecer similar al nuestro es el que ofrece Martínez Montoro (2005b: 97), aunque el autor
—igual que han hecho Zuluaga o Corpas, entre otros autores— asocia estas locuciones a los enun-
ciados fraseológicos: a propósito de la cita textual que hemos expuesto supra, dice: «Casares [...]
intuye los enunciados fraseológicos».
16. Paralelamente a la revisión de Melendo (1965), Coseriu (1966: 115-118) hizo otra propuesta de
clasificación sin tener en cuenta la teoría de Casares. Según Coseriu, las unidades del discurso repetido
son de tres tipos: a) textemas, si equivalen a un enunciado o texto autónomo (la nuit tous les chats sont
gris, cada palo aguante su vela); b) sintagmas estereotipados, conmutables por sintagmas (avec de grandes
difficultés, sans coup férir); c) perífrasis léxicas, equivalentes a palabras (hacer alarde, a boca de jarro):


textemas: cada palo aguante su vela
unidades del discurso repetido sintagmas estereotipados: sans coup férir
perífrasis léxicas: a boca de jarro, hacer alarde

Como puede apreciarse, la tipología es bastante arbitraria y poco precisa, pues, además de que cada
grupo puede albergar unidades muy heterogéneas, muchas de éstas pueden formar parte de más de un
tipo o paradigma. Así, en tanto que el grupo de textemas es un auténtico cajón de sastre donde supues-
tamente se introducen locuciones oracionales, refranes, títulos, etc., incluso fragmentos literarios (ad-
viértase, además, que Coseriu utiliza inicialmente, con menos acierto, el nombre de locución para
referirse a estos textemas), y la perífrasis léxica puede dar cobijo tanto a la locución como al predicado
de verbo soporte (precisamente, Zuluaga Ospina 2001: 51 adopta la etiqueta de perífrasis léxica para

167
designar los predicados soporte equivalentes a una pieza verbal), los sintagmas estereotipados están,
realmente, sin definir, si es que acaso no se identifican parcialmente con las unidades del grupo c).
Coseriu (1970) abrirá una nueva clase caracterizada esencialmente por su valor morfemático inten-
sificador, que Montoro del Arco (2005b: 144) asimila a las locuciones elativas de Zuluaga Ospina (1980).
17. «No hay que decir que en este grupo entran las innumerables locuciones cuyo verbo expreso es ser,
estar o algún otro de significación equivalente» (Casares Sánchez 1950: 178). Curiosamente, entre los
ejemplos, no cita ninguno con los verbos prototípicos de la cópula, aunque sí pone equivalencias: andar a
la cuarta pregunta = estar «arruinado», ir a gusto en el machito = estar «satisfecho»... De hecho, puede
decirse estar a la cuarta pregunta, estar a gusto en el machito o estar con [o tener] la mosca detrás de la oreja.
18. La concepción de la fraseología en Zuluaga Ospina (1980) es menos restricta que la de Casares
Sánchez (1950), pues incluye los refranes; pero, como éste, no tiene en cuenta ni las colocaciones ni los
predicados complejos de verbo soporte. En trabajos posteriores (Zuluaga Ospina 1998: 20-25, 2002: 111)
señala la posición intermedia de estas últimas estructuras entre la expresión fija y el sintagma libre.
19. Esta mezcolanza de criterios distintos le va a acarrear la crítica de otros estudiosos, como Cor-
pas Pastor (1996b: 41, n. 13).
20. A nosotros nos parece poco adecuada la asociación de las elativas con las prepositivas y conjunti-
vas, y, aún más, que esa asociación sea debida, según Zuluaga Ospina (1980: 145-146), al valor relacionan-
te de las elativas, similar al de las otras dos (si bien, posteriormente, Zuluaga Ospina 1992: 192 parece
obviar la clase de las elativas, las cuales formarían parte de las adnominales o de las adverbiales). El valor
intensificador o de superlativo de expresiones como de lo lindo, como un bendito, que es un gusto, la mar
de, morirse de, etc., no puede compararse con el valor puramente relacionante o nexivo (y a veces discur-
sivo) de las locuciones conjuntivas (con tal que, no obstante, siempre y cuando) y prepositivas (a ras de, en
torno a, a costa de). Pero, a nuestro entender, lo más problemático es determinar si el valor intensificador
es criterio suficiente para dar lugar a una nueva categoría de locuciones, la elativa. Sirva como contrae-
jemplo el que existen cientos de locuciones, sobre todo adverbiales y adjetivas, que cumplen una función
ponderativa o cuantificadora, como a espuertas, a cántaros, a chorros, a raudales, a mares, a punta de pala,
a porrillo, a manta, a puñados, por un tubo, en cantidades industriales, de mala muerte, de padre y muy
señor mío, de mucho cuidado, de puta madre, de puta pena, de órdago, de campeonato, de fábula, de mi flor,
de cine, de abuten (o de buten), en un abrir y cerrar de ojos, en un periquete, como un relámpago, en tropel,
de capirote, de cojones, a más no poder, de muerte, de aquí te espero... El caso es que la Academia (DRAE
2001) da pie a que se produzcan tales desatinos, pues, por ejemplo, bajo la voz locución, da a entender que
existen tales locuciones al describir como locuciones intensificadoras o cuantificadoras ciertas estructuras
de esta naturaleza: un sinfín de, de veras (también Ginebra i Serrabou 2002 para los sintagmas intensifica-
dores un riñón, un ojo de la cara, etc.). Así también lo entienden Ruiz Gurillo (1997a) y Mogorrón Huerta
(2002), que adoptan la terminología acuñada por Zuluaga.
Álvarez de la Granja (2002c: 83-84, 2003a: 14-15) es de nuestra opinión, pues también ve poco
acertada la creación de una nueva categoría para justificar la elativa; ésta, según la autora, sería absor-
bida bien por la locución adverbial, bien por la locución pronominal (véase § 3.2.8.).
21. Zuluaga opone locución a enunciado en virtud de la equivalencia a elemento oracional u oración,
y distingue dos tipos fundamentales de enunciados: las frases (clichés, fórmulas rutinarias, dichos) y
los textos (refranes).
Zuluaga Ospina (1980: 203-213) tiene en cuenta las locuciones interjectivas de Casares del tipo
¡Maldita sea! o ¡Bendito sea Dios!, que reclasifica, igual que algunos timos casareanos, como enuncia-
dos pragmáticos, situados junto a aquéllos «con elemento pronominal» (¡Aquí torció la puerca el rabo!,
¡Aquí fue Troya!) y los «marcados contextualmente» (Qué le vamos a hacer, Cómo no) y a las «fórmulas
de fijación pragmática» (Buenos días, Feliz año).
Pero la distinción entre locución y enunciado fraseológico dista mucho de ser clara. Entre los enun-
ciados, Zuluaga Ospina (1980: 163, 192-195) [vid. igualmente Hernando Cuadrado 1990: 54] incluye
expresiones normalmente analizadas como locuciones (las últimas que citamos, también como fórmu-
las), como llover a cántaros —descrita otras veces por el autor, contradictoriamente, como locución (mix-
ta)—, Haber moros en la costa, Cada cual es dueño de su miedo, Cada loco con su tema y No hay enemigo
pequeño. El citado autor, en cambio, niega el carácter de enunciado a la expresión Haber gato encerrado
(cfr. la citada Haber moros en la costa) y afirma su estatus de locución, argumentando que se trata de una
construcción gramaticalmente incompleta. La misma postura adoptará más tarde Álvarez de la Granja
(1999b: 21-22, 2002c [2003b]: 97-104, 2003a: 23-27) para esa locución y para otras similares (llover sobre
mojado, No estar el tamborilero para gaitas, Estar la suerte echada, No llegar la sangre al río, Haber zocas
alleas debaixo da cama), esgrimiendo el mismo argumento, así como otras razones: la posibilidad de
introducir complementos, su no disponibilidad para su empleo discursivo al no constituir actos de habla
por sí solas (aunque a veces sí funcionan como tales), la facultad del verbo de admitir cambios de flexión
y la existencia de un verbo léxico equivalente, aunque, como los genuinos enunciados, sí suelen emitirse
con una entonación específica. Las considera «locucións verbais de valencia cero».

168
22. Tanto las fórmulas pragmáticas, se articulen o no con modulación exclamativa, como las cons-
trucciones estables de naturaleza exclamativa que no suelen describirse como fórmulas pragmáticas
deben tratarse, según nuestra concepción, como locuciones (oracionales, si equivalen formalmente a
una oración).
Amparándonos parcialmente en la consideración del DRAE (1992) relativa a la posibilidad de que la
locución equivalga no sólo a elemento oracional, sino a una oración plena o enunciado, nuestra con-
cepción de la locución es menos estricta que la de Casares y otros autores: ya se ha comentado que,
además de los modismos e idiotismos —de estructura no oracional—, son, formalmente, locuciones los
timos y las frases proverbiales señalados por Casares —de estructura oracional—, y las fórmulas (en
general). También lo son algunas construcciones registradas tradicionalmente como refranes (aunque
éstos, como principio general, no forman parte de la Fraseología, sino de la Paremiología): precisamen-
te aquellas de uso habitual como locuciones, normalmente con estructura unimembre y carentes de
artificios rítmicos, como ocurre con los supuestos miembros desgajados de genuinos refranes antiguos
(véase § 2.4. y n. 21-22): Quien rompe paga, No todo el monte es orégano, Dádivas quebrantan peñas, etc.
La distinción entre locución/enunciado es más artificial que real.
23. Si acaso, habría que aludir al estudio ligeramente anterior de Ettinger (Haensch et al. 1982); pero
nos parece de poca utilidad para nuestros fines, dado que no establece ninguna tipología de locuciones.
El autor reconoce dos grupos de unidades fraseológicas: las colocaciones usuales y las combinaciones
fijas de lexemas. El segundo es muy heterogéneo porque abarca tanto los modismos o locuciones como
los refranes, las fórmulas y los predicados complejos. Lo que sí nos interesa destacar es la concepción
excesivamente amplia que asume de la Fraseología.
24. Adviértase que, para mayor complicación terminológica, la autora utiliza el término de conjun-
tiva no para designar, como sería de esperar, la locución equivalente a conjunción, como de manera que
o puesto que, sino para identificar las locuciones verbales con dos núcleos coordinados por una conjun-
ción copulativa, del tipo llegar y besar el santo o nadar y guardar la ropa.
25. No obstante, cabría señalar que no todas las locuciones con clítico son verbales, sino que las hay
adverbiales y oracionales.
26. Por ejemplo, es cierto que, como se ha dicho antes, Casares Sánchez (1950), acaso por curarse en
salud, no da cuenta de ellas ni proporciona ningún ejemplo; y que la Academia viene registrándolas
habitualmente como fórmulas o como frases, igual que hace con las locuciones verbales. En cambio, si
hay que buscar antecedentes, debe mencionarse Suprun (1970: 923), que parece reconocerlas al distin-
guir las expresiones idiomáticas con valencia subjetiva y sin ella; las que tienen sujeto fijado, con es-
tructura de oración simple, y las que no lo tienen: antojársele los dedos huéspedes frente a Haber la de
San Quintín o ¡Se acabó la fiesta! También Zuluaga Ospina (1980: 162) había advertido su existencia en
ejemplos como Dios se acuerde de X y llevárselo la chingada, pero no las analiza.
Como veremos más adelante (§ 3.9.), la mayoría de los fraseólogos españoles adscribe estas cons-
trucciones a la categoría de la locución verbal. Lo mismo hacen estudiosos de la Fraseología de otras
lenguas, como Gross (1982: 165) y Vietri (1985b: 12). Healey (1968) sí observa, en cambio, idioms con
estructura de cláusula completa (time will teld) —algunas admiten variación temporal (it rain cats and
dogs)— y con forma de frase (Good morning).
27. Ahora bien, amplía la brevísima nómina casariana de las locuciones pronominales con las es-
tructuras mi menda lerenda y el hijo de mi padre, que se aplica el propio hablante. He aquí una mezcla de
criterios: categoriales y pragmáticos.
28. Entre los enunciados fraseológicos aparecen tanto refranes como locuciones oracionales del
tipo Hay moros en la costa (Hernando Cuadrado 1990: 541), tal como los había tratado Zuluaga Ospina
(1980). Asimismo, como Zuluaga, incurre en una contradicción al afirmar que los enunciados pueden
estar formados por una sola palabra (salud), dado que, convencionalmente, tal como el mismo autor
había sentenciado al aceptar la definición de Casares, toda unidad fraseológica se compone de dos o
más palabras (§ 2.5.1.).
29. Lo más representativo, a nuestro parecer, de la tipología de Corpas Pastor (1996b) es el intento
de poner orden al cajón de sastre que representa el universo fraseológico dividiendo las unidades de la
Fraseología en tres grupos: las locuciones, las colocaciones y los enunciados; tipología que defiende
inalterable en trabajos posteriores (Corpas Pastor 1998a, 1998b...). La autora parece conjuntar la teoría
de Zuluaga —que atiende sólo a la locución y el enunciado (paremias, fórmulas rutinarias, citas...),
dejando fuera de la Fraseología las solidaridades léxicas y otros fenómenos afines, como las colocacio-
nes—, y la de Ettinger (Haensch et al. 1982: 133-158) —que considera dos tipos de unidades pluriverba-
les: la colocación y el fraseologismo (compuesto, como se ha dicho en n. 23, por citas, modismos,
paremias...)— (Castillo Carballo 2001-2002: 30).
Ya hemos indicado que nosotros no compartimos esta concepción amplia de la Fraseología: los
refranes, en general, forman parte de la Paremiología y las colocaciones y los predicados de verbo
soporte, de la Sintaxis.

169
La tipología de colocaciones propuesta por Corpas Pastor (1996b: 66-76), basada esencialmente en
Hausmann (1989: 1010) y Benson et al. (1986a, 1986b), ha sido revisada por algunos autores, como
Koike (2001b: 54-55, 1999b: 317) y Castillo Carballo (2001: 134, n. 4), que proponen la controvertida
estructura 4) (véase infra), si bien en Castillo Carballo (1998b: 54) se acepta grosso modo la clasificación
de Corpas Pastor (1996b) alterando únicamente el orden de presentación de algunos componentes. Así,
las estructuras colocacionales en español serían: 1) «V + Nsuj.» (estallar una guerra), 2) «V + Nobj.»
(desempeñar un cargo), 3) «V + Adv» (cerrar herméticamente), 4) «V + A» (salir ileso), 5) «A + N/N + A»
(fuente fidedigna), 6) «A + Adv» (profundamente dormido), 7) «N + prep + N» (pastilla de jabón). Para
Penadés Martínez (2001), podrían determinarse más estructuras colocacionales al tener en cuenta otros
factores, como la presencia o ausencia de determinante, etc., factores que ningún otro autor considera
relevantes para la composición de una colocación (García-Page 2003a, 2005a). Asimismo, algunos au-
tores (Corpas Pastor 1996b, Castillo Carballo 1998b...) proponen la estructura «N + N» para meros
sintagmas nominales del tipo visita relámpago o noticia bomba, que, además, describen —impropia-
mente, en nuestra opinión— como un subgrupo particular de la estructura 5).
30. Cabe suponer que la autora incluye entre las nominales sólo aquellas estructuras con infinitivo
con valor exclusivamente sustantivo, porque, páginas más adelante (Corpas Pastor 1996b: 270), descri-
be como verbal la locución nadar y guardar la ropa, que Casares cita como infinitiva. Precisamente, tal
ejemplo podría contradecir su decisión de incluir entre las nominales las infinitivas «cuyos constitu-
yentes verbales nunca toman forma personal» (Corpas Pastor 1996b: 96), salvo que la autora sospeche
que los verbos de tal locución pueden aparecer conjugados (con forma flexiva), como sucede en las
siguientes secuencias u otras similares: «¿Quién duerme y vigila a un tiempo?, ¿quién nada y guarda la
ropa a la vez?». En cambio, Blasco Mateo (1999: 56), que sigue fielmente la tipología de Corpas Pastor
(1996b), describe como verbal la locución coser y cantar, que sólo tiene función nominal.
31. Pero, aunque la autora no lo dice, debe suponerse que también se incluyen entre las locuciones
verbales si el núcleo es un verbo: dormir como un tronco, poner como chupa de dómine (Corpas Pastor
1996b: 103).
32. Adviértase que, en la mayoría de los casos, las clausales equivalen a un verbo; y, de hecho, no
pocas se corresponden sinonímicamente con un verbo (írse(le) el santo al cielo = distraerse, olvidarse),
razón por la cual aparecen, en estudios de otros autores, entre las verbales. Esto demuestra una vez más
que en las clasificaciones se mezclan criterios para determinar los diversos tipos; parece ser que aquí,
en la determinación de la locución clausal, es dominante el criterio estructural (sujeto + predicado)
sobre el funcional. (Queremos advertir que, al hablar de correspondencia sinonímica, asistimos a la
equivalencia que observa el usuario. Ya hemos comentado en otro punto que las locuciones suelen
comportar información añadida: estilística, cultural, etc.).
Pensamos que el propósito firme de aislar las clausales respecto de las restantes clases de locuciones
es uno de los aspectos más relevantes de la teoría de Corpas (cfr. los fraseologismos propositivos de
Carneado Moré 1983a).
33. Como ya ha quedado dicho, estas construcciones son reclasificadas más tarde como adverbiales
por la misma autora (Corpas Pastor 1998b: 178, n. 91).
34. El que las locuciones clausales se registren lexicográficamente con el sujeto léxico en posición
posverbal no debería llevar a verter afirmaciones tan tajantes como la que se hace en Blasco Mateo
(1999: 160, n. 56): «En la mayoría de las unidades fraseológicas el sujeto es libre, ya que es la flexión,
que nunca está lexicalizada, la que asigna caso nominativo al sujeto. Cuando el sujeto aparece fijado, lo
hace en posición posverbal» (cursiva nuestra). Basta con contemplar las locuciones en su uso discursivo
para que tal supuesto quede desautorizado («Cuando perdió a su hijo, el mundo se le vino encima»).
Pero no sólo en el discurso tales construcciones pueden aparecer con el sujeto antepuesto al verbo, sino
que algunas (sobre todo, las oracionales que se interpretan comúnmente como enunciados fraseológi-
cos) están memorizadas o son registradas en el diccionario con el sujeto antepuesto (Las uvas están
verdes, Los años no pasan en balde, Las paredes oyen, Las apariencias engañan, La vida da muchas
vueltas, Las desgracias nunca vienen solas, El tiempo lo dirá, Una golondrina no hace verano...).
35. No consideramos la tipología estructural propuesta por Mendívil Giró (1999), que afecta sólo a las
construcciones verbales, diseñada para distinguir grados diversos del continuum entre la locución idio-
mática verbal y el sintagma verbal libre: sintagma libre (compró una casa), preferencia usual (libró una
batalla), especialización dependiente (hizo las camas), predicado complejo con verbo vicario no reanaliza-
do o soporte (hizo una mención), incorporación sintáctica esporádica (tengo coche), predicado complejo
con verbo vicario reanalizado o vicario (hizo mención de ti), predicado complejo con verbo vicario opera-
dor (tomó posesión de su cargo), predicado complejo con verbo vicario idiomático (hace dedo), expresión
idiomática o locución verbal (metió la pata). Como podrá suponerse, no resulta fácil asumir una teoría tan
comprehensiva de diversas categorías de predicados complejos, a veces diferenciados por sutiles matices
(comp., p.ej., hacer mención de + N/hacer una mención de + N/tomar posesión de + N, dar permiso/dar un

170
permiso especial), así como su distinción de las llamadas por el autor preferencias usuales y las especiali-
zaciones dependientes; e, incluso, que la escala de idiomaticidad siga el orden señalado (p.ej., no parece
que tener coche sea menos sintagma libre que hacer la cama o librar una batalla).
36. En varias ocasiones, la autora habla de locuciones elativas, como Zuluaga, a pesar de seguir
básicamente la clasificación de Corpas Pastor (1996b): «Muchas [locuciones adjetivas] se especializan
en intensificar a una palabra o complemento: son las llamadas locuciones elativas: de cine, de película,
de campeonato» (Ruiz Gurillo 2001c: 54).
En trabajos anteriores, la autora había reconocido explícitamente su existencia (Ruiz Gurillo 1997a).
Nosotros hemos tratado estas estructuras locucionales no como una clase concreta de locución (la
elativa), aunque comportan ese valor intensificador (García-Page 1990b).
37. De hecho, la autora reconoce que está primando un criterio discursivo, y no funcional (Ruiz
Gurillo 2001c: 46, 2005): «Obsérvese que este grupo define una clase pragmática más que categorial».
Si ya resulta hasta cierto punto aventurada la propuesta, debe procurarse no convertirla en un cajón
de sastre, donde quepan estructuras que no cumplen normalmente una función textual; por ejemplo,
nos parece poco adecuado que, como hace Ruiz Gurillo (2005: 242), se traten como tales (marcadoras)
las locuciones con valor elativo como de cine, de mucho cuidado, de mírame y no me toques, etc.
González Ruiz (2004: 159-161) reconoce las locuciones marcadoras y modalizadoras; Montoro del
Arco (2005b: § 4.4. y 2006a: § 9) sólo considera las primeras.
38. Álvarez de la Granja (2002c [2003b]: 104-110, 2003a: 26-27) considera tres grandes grupos de
unidades fraseológicas: las locuciones (según las clases citadas en el gráfico), los enunciados (en líneas
generales, los mismos tipos que Zuluaga y Corpas) y las expresiones ponderativas fijas, del tipo ganar el
cielo, no tenerse en pie, no caberle el corazón en el pecho, etc., normalmente tratadas como locuciones ya
verbales ya clausales.
A nosotros la creación de este último grupo no nos parece suficientemente justificada, a pesar de los
sutiles comentarios que dispensa la autora para su diferenciación de los restantes grupos. Creemos que
los rasgos que propone distan mucho de ser distintivos o pertinentes. De hecho, la propia autora (Álva-
rez de la Granja 2003a: 31 y 32) se ve obligada a salir al paso y admitir que «as expresións ponderativas
fixas poden acabar converténdose en locucións verbais», y no sólo eso, sino que «A fronteira entre
locucións verbais e expresións ponderativas fixas é, pois, unha fronteira aberta, o cal non implica que a
distinción teórica entre ambas sexa clara e necesaria» (la cursiva es nuestra). Es evidente que la distin-
ción, ni teórica ni práctica, está muy clara.
Por otra parte, resulta en algún punto contradictorio que la autora critique a Zuluaga por crear la
categoría de locución elativa basándose sólo en el valor intensificador que ésta comporta y, precisamen-
te, sea dicho valor el factor decisivo que aplica la autora para discriminar las expresiones ponderativas
respecto de las locuciones verbales.
39. Creemos que, si se adopta un criterio funcional para la diferenciación de clases de locuciones
(nominal, adjetival, etc.), dicho criterio no autoriza a agrupar en la misma categoría a construcciones con
función, unas, de pronombre sustantivo y, otras, de determinante. Ahora bien, el que pudieran separarse
en clases distintas las pronominales de Álvarez de la Granja, de modo que las del tipo cada uno sean
adscritas a las tradicionales pronominales (Casares, RAE, etc.), quedaría, en realidad, sin resolver el esta-
tus de las locuciones del tipo de máis y, más concretamente, de la tira de o la mar de cuando modifican a un
sustantivo. No basta con decir que aportan intensificación o cuantificación o, incluso, que pertenecen a la
clase de las cuantificadoras o de las elativas (donde a veces han ido a parar las locuciones puramente
adjetivas o adverbiales con valor elativo, como de cine o a chorros), porque no existen tales clases catego-
riales. Si la función que, en gramática, se les asigna a los indefinidos modificadores de nombres mucho,
más, poco, etc., es la de determinante, parece que se obraría consecuentemente suponiendo que ése es el
oficio que cumplen los elativos la mar de, la tira de, una burrada de, etc., acorde con el análisis de Álvarez
de la Granja. En tales condiciones parecería lógico inventarse el rótulo de locución determinante (p.ej.,
Gómez Torrego 1998: 98, Albelda Marco 2004: 95-99 y González Calvo 2004: 86 acuñan el nombre de
locución determinativa para el caso de la mar de [suspensos]) o seguir utilizando el de locución adjetiva
sobreentendiendo que, además de las locuciones adjetivas del tipo de perros o corto de manos, asimilables
a los adjetivos calificativos, existen las adjetivas determinativas como la mar de, de acuerdo con la distin-
ción gramatical entre adjetivos calificativos y determinativos, con la única restricción, en el uso de las
locuciones, de que sólo pueden comportar valor cuantificador indefinido (nunca el de cuantificador defi-
nido o numeral, ni, evidentemente, posesivo, relativo, etc.).
Las locuciones la mar (de) y la tira (de), a las que cabría sumar una burrada (de) y otras de estruc-
tura idéntica («un + N + (de)») reciben desigual tratamiento en las descripciones lexicográficas. La
Academia (DRAE 2001, s.v. «locución») inventa el título de locución cuantificadora o intensificadora
para caracterizar aquellas locuciones que ponderan el grado o la cantidad, que ilustra con las frases
elativas un sinfín de y de veras, equiparándolas a las consolidadas locuciones sustantivas, locuciones

171
adjetivas, etc.; sin embargo, tal título no lo pone en práctica al clasificar las expresiones; así, por
ejemplo, en sus artículos correspondientes, de veras es descrita como locución adverbial y un sinfín
de queda sin clasificar, en tanto que la locución la mar de es también analizada como adverbial (su
equivalente la tira no aparece registrada), sin, además, advertir que puede modificar a un sustantivo
(«la mar de coches»), contexto en el que parece poco adecuado tal análisis. El DEA clasifica también
como adverbiales la mar de y la tira de, a pesar de ser cuantificadores de nombres en sintagmas como
el indicado (la mar de coches), y supuestamente como nominales un sinfín (de) y una burrada (de), a
pesar de su habitual oficio de determinante («una burrada de/un sinfín de coches») o de adverbio
(«costar una burrada»). También considera nominales un ojo de la cara o un riñón en construcciones
como costar un ojo de la cara/un riñón, aun desesmpeñando una función típicamente adverbial (el
DRAE las describe como locuciones adverbiales). Precisamente, para estas últimas construcciones,
Ginebra i Serrabou (2000) también utiliza el título académico de locución cuantificadora.
40. Como ya hemos señalado antes, en García-Page (2004a) hemos presentado una versión que
coincide grosso modo con la presente tipología, si bien se han incorporado nuevas observaciones, rela-
tivas, sobre todo, a las pronominales, las llamadas elativas y las oracionales.
41. Al adoptar inicialmente este modelo, está claro que compartimos algunos criterios, como el de
incluir las participiales de Casares Sánchez (1950) dentro de las adjetivas y el de eliminar como clase
autónoma las elativas de Zuluaga Ospina (1980), que en gran medida se corresponden con las intensi-
ficadoras o cuantificadoras de la Academia (DRAE 2001, s.v. «locución»), que se configuran como
modificadores de categorías distintas (verbo, adjetivo, sustantivo, adverbio).
Además, las locuciones del tipo como quien oye llover, cuando san Juan baje el dedo o donde Cristo
perdió el poncho, tras sufrir diversos avatares en las distintas clasificaciones (Casares, Zuluaga, Cor-
pas...), pasan a engrosar, definitivamente, la clase de las adverbiales.
Asimismo, descartamos las adjetivo-adverbiales de Castillo Carballo (1997, 2000a), analizables, sim-
ple y llanamente, como polifuncionales (o sea, como adjetiva o adverbial, según el contexto), y las marca-
doras de Ruiz Gurillo (2001c), considerando que son fundamentalmente conjuntivas o adverbiales, inclu-
so oracionales, aunque puedan cumplir una función específica en el discurso.
42. Aunque puedan ubicarse dentro de las oracionales, creemos que, convencionalmente, se puede
seguir hablando de locuciones interjectivas (de hecho, en la actualidad, su existencia independiente es
considerada por diversos autores: Iglesias Ovejero 1998: 297-298, Sancho Cremades 1999: 27, González
Calvo 2004: 86, DRAE 2001 o DFDEA 2004, etc.), a pesar de que sus lindes no son nada claras ni siquiera
para sus propios ideólogos, y a pesar también de ser más que discutibles tanto la categoría de interjec-
ción como clase de palabra o parte de la oración —al menos, al mismo nivel que, p.ej., el sustantivo, el
verbo o la preposición— como el criterio de equivalencia funcional a interjección que se esgrime como
argumento. Ya vimos (p.ej., n. 14) que el propio Casares, principal valedor de esta atípica categoría
locucional, incurre en ciertas arbitrariedades, pues, además de llamarla indistintamente exclamativa
(salvo la modalidad, la exclamación, en principio, no tiene mucho que ver con la interjección), clasifica
de distinta manera expresiones similares: así, como locución interjectiva, la exclamación ¡Ancha es Cas-
tilla!; como frase proverbial, ¡Aquí fue Troya!; y, como locución adverbial, ¡Ciertos son los toros!, que en
los estudios fraseológicos actuales representarían unidades de los enunciados fraseológicos o, más con-
cretamente, fórmulas. Asimismo, describe como timos No hay derecho, Que te crees tú eso y A ver si va a
poder ser, entre otras expresiones, que también son normalmente tratadas como fórmulas.
Si consideramos que la identificación de la locución interjectiva a base del criterio funcional
(equivalente a interjección) no está plenamente justificada; si consideramos que el propio Casares
utiliza a veces también el término de locución exclamativa para referirse a las locuciones interjecti-
vas, acaso porque suelen escribirse con los signos gráficos de admiración; si consideramos el carácter
esencialmente arbitrario de la puntuación ortográfica para la señalización de las construcciones ex-
clamativas (de hecho, los timos y algunas locuciones adverbiales de Casares, como No hay derecho,
Dónde va a parar, A ver si va a poder ser, Ciertos son los toros, etc., podrían pasar por locuciones
interjectivas, o exclamativas, con sólo escribirlas con los signos de admiración); y si consideramos
que unos y otros —locuciones interjectivas, timos, numerosas frases proverbiales, fórmulas...— com-
parten en general ciertos caracteres distintivos, como el valor de enunciado, su empleo mayoritario
en la lengua del coloquio, su estructura sintáctica oracional (en general), su frecuente dependencia
contextual o situacional, etc., no parecería descabellado, ni extravagante, proponer su agrupamiento
en una única clase, llámese ésta locución interjectiva, locución exclamativa, locución o fórmula prag-
mática, locución-fórmula... (cfr., § 3.2.9.). Se trataría de una subclase de la locución oracional.
La locución semioracional o clausal y la locución oracional genuina no asociable a la fórmula o a la
locución interjectiva (que, en nuestra teoría, incluiría, además, algunas tradicionales frases proverbia-
les y paremias de uso actual como locuciones) serían otras subclases de la locución oracional. Al mar-
gen del aspecto sintáctico, se diferencian de las fórmulas, sobre todo, por no estar, en general, vincula-

172
das con la lengua del coloquio ni estar asociadas a una situación, y por estar dotadas de un significado
referencial (idiomático) y no pragmático (expresivo).
El esquema quedaría como sigue:
1. Locución oracional
1.1. Locución semioracional (clausal): Salir(le) el tiro por la culata, Caérse(le) la baba. [Se describe
generalmente como locución verbal.]
1.2. Locución no asimilable al refrán: Cantar el gallo, Ir la procesión por dentro. [Se describe general-
mente como locución verbal; también como frase proverbial, paremia, etc.]
1.3. Locución asimilada tradicionalmente al refrán y a la frase proverbial: Las paredes oyen, A nadie
le amarga un dulce, Más se perdió en la guerra de Cuba, El mundo es un pañuelo. [Se corresponde
parcialmente con el enunciado de valor específico y el lugar común de Corpas y la fórmula oracional
del DFDEA.]
1.4. Fórmula. [Por adecuación terminológica, podemos convenir en llamarla «locución» interjecti-
va, exclamativa o pragmática.]
1.4.1. Locución interjectiva: ¡Allá penas!, ¡Tararí que te vi! [Actualmente, se describe, simplemente,
como fórmula pragmática; en gramática y en el DRAE y DEA/DFDEA, se trata como una clase de
interjección impropia.]
1.4.2. Enunciado exclamativo: ¡Agua va!, ¡Hasta aquí hemos llegado! [Fórmula pragmática, en los
actuales estudios de fraseología; generalmente fórmula oracional en el DEA/DFDEA.]
1.4.3. Enunciado declarativo que se emite frecuentemente como exclamativo: Adiós muy buenas, Se
acabó lo que se daba. [Normalmente, fórmula pragmática, en los estudios de Fraseología, y fórmula
oracional, en el DEA/DFDEA.]
1.4.5. Fórmula rutinaria o de cortesía: Que aproveche, Buenos días.
Como se anunció al principio (§ 1.), una posición, sin duda, menos comprometida y arriesgada, más
conservadora también, es interpretar la fórmula —con todas sus variedades posibles— como un tipo de
expresión fija independiente, paralela a la locución y el refrán, sacrificando así nuestra visión compre-
hensiva. Podría segregarse la locución interjectiva (tipo 1.4.1.), si bien seguirán siendo imprecisas sus
fronteras con la fórmula más característica (tipo 1.4.2.). Quedarían sin definir con precisión los tipos
1.4.3. y 1.3., tratados habitualmente como enunciados fraseológicos o fórmulas. También tal posición
resultaría aún menos arriesgada si se adscribe la locución semioracional a la categoría verbal.
43. Como puede columbrarse, el criterio para determinar la clase de la locución oracional es básica-
mente estructural o morfológico.
No obstante dicha asunción, el valor de unidad comunicativa debería permitir que se describan
también como oracionales construcciones gramaticalmente «incompletas» (ausencia de verbo, etc.)
como ¡A la vejez, viruelas!, ¡El que faltaba para el duro!, ¡Allá penas!, ¡Andá, la osa!, ¡La madre que te
trajo!, Miel sobre hojuelas o Lo pasado, pasado, distintas sintácticamente de las otras locuciones oracio-
nales citadas, sean exclamativas (¡Bendito sea Dios!, ¡Voto a Bríos!, etc.) o no (Un día es un día, A nadie
le amarga un dulce, El tiempo es oro, etc.).
Ese mismo valor pragmático justifica la pertenencia a este grupo de las fórmulas de cortesía o
conversacionales (Buenas noches, Hasta la vista, Feliz Año Nuevo...), secuencias comúnmente también
incompletas desde el punto de vista gramatical (cfr., no obstante, El gusto es mío, ¿Qué te trae por aquí?,
¿Cómo andas?, Buenos días nos dé Dios...).
Sin embargo, podría parecer no muy adecuado hacer intervenir el requisito formal de estructura
gramaticalmente completa para clasificar expresiones como dicho sea de paso, la verdad sea dicha, pase
lo que pase, etc., puesto que tal criterio quizá justificaría su consideración como oracionales aun funcio-
nando normalmente como marcadores discursivos y careciendo de autonomía textual y sintáctica.
En conclusión, de acuerdo con los distintos trabajos sobre las fórmulas pragmáticas, las llamadas
fórmulas se corresponderían con las locuciones interjectivas, los timos, numerosas frases proverbiales
y algunas locuciones adverbiales con estructura de oración según la propuesta de Casares Sánchez
(1950), como Ciertos son los toros o No que no (véase n. anterior).
44. De acuerdo con el DRAE (2001), el inventario de locuciones nominales, aun incluyendo las prono-
minales, es bastante reducido, pero no podemos fiarnos enteramente de los diccionarios (incluido el
DRAE 2001), a tenor de las locuciones registradas como nominales, bien por el desigual tratamiento que
reciben algunas, bien por su difícil delimitación respecto de otros grupos nominales no fraseológicos
(compuestos, colocaciones, sintagmas libres). Por ejemplo, la locución ni rey ni roque, aun funcionando
más bien como pronombre (‘nadie’), el DRAE la considera locución nominal, frente al DEA, que la descri-
be como locución pronominal. El DRAE (2001) trata como locución nominal sus más y sus menos,
cuando, acorde con su uso habitual, suele registrarse como componente nominal de la locución verbal
haber o tener sus más y sus menos.

173
Este último caso se produce con frecuencia con los grupos nominales que aparecen combinados
habitualmente con ser (véase también § 3.8.2.4.). Así, mientras que el DRAE registra ser pan comido
(también ser algo pan y miel), esto es, como locución verbal (con ser como constituyente interno), el
DEA la trata como locución nominal (pan comido), aunque indica su uso frecuente con ser (el mis-
mo análisis dispensa a pan para hoy y hambre para mañana). El DEA registra como locución nomi-
nal el pan (nuestro) de cada día, y el DRAE, como locución verbal: ser algo el pan nuestro de cada día,
aunque también admite la estructura nominal pero sin el posesivo nuestro: el pan de cada día. Dispa-
ridad similar respecto a este tipo de construcciones con verbo copulativo se advierte en obras no
lexicográficas, como Mogorrón Huerta (1994, 1996) o Rebollo Torío (2000, 2004). Lo cierto es que
no resulta nada fácil decidir si una construcción como ciento y la madre —igual que las comentadas
pan comido, papel mojado, etc.— es locución nominal (p.ej., DRAE 2001) o es el atributo de la locu-
ción verbal ser ciento y la madre, dado su empleo exclusivo o casi exclusivo con ser. El DRAE registra
tanto agua de cerrajas como locución nominal ‘cosa de poca importancia’ como quedarse o convertir-
se en agua de cerrajas como locución verbal ‘frustrarse’; esta última opción es la única que parece
admitir el DEA. El DRAE no recoge castillo de naipes como locución nominal (sí, en cambio, Zulua-
ga Ospina 1980), sino como locución verbal: hacer/levantar castillos de naipes; sin embargo, registra
como locución nominal castillos en el aire, cuando su combinatoria habitual es con construir, levan-
tar o hacer, estructura que legitima la aparición del complemento circunstancial en el aire (en inglés
parece ser to built castles in the air, como reza en el título de Stock et al. 1993). El DEA no recoge la
primera, aunque sí el DFDEA, como construcción comparativa (como un castillo de naipes); y la
segunda la registra igual que el DRAE, pero, además, señala su uso frecuente con hacer u otro verbo
equivalente. Nosotros creemos que castillo de naipes es locución nominal, pues no se usa necesaria-
mente con levantar, construir o hacer, tal vez gracias a la plasticidad de la imagen: «De pronto, se le
vinieron abajo sus sueños y creencias, como castillos de naipes». También Ortega Ojeda y González
Aguiar (2005: 93, 104-105) hacen un comentario similar en relación con las locuciones un jarro de
agua fría/echar un jarro de agua fría, un ojo de la cara/costar un ojo de la cara y el último de la fila.
45. Este tipo de construcciones no se registra siempre de la misma manera; por ejemplo, como
Martinell Gifré (1984: 228) cita, sin artículo, gallo de Morón y carabina de Ambrosio. Creemos que la
presencia del artículo es obligatoria, gracias, en muchos casos, al carácter estereotipado o proverbial de
la expresión, a su valor de cita.
46. Si consideramos la clasificación de Casares Sánchez (1950: 172-177), los dos primeros esque-
mas son más propios de las locuciones nominales denominativas y el último, de las locuciones nomina-
les singulares, en el que se inscriben numerosas frases nominales proverbiales. El esquema «N + N»,
que seguirían muchas locuciones nominales denominativas geminadas que señala Casares, es, real-
mente, improductivo: las combinaciones tren botijo, tren correo, coche cama, falda pantalón, peje sapo,
papel moneda, cartón piedra, etc., que aduce Casares son, simplemente, compuestos. Son seguramente
muy pocas las locuciones denominativas geminadas que se acomoden a la estructura apositiva (una de
ellas podría ser niño pera).
Casares no advierte la creación de locuciones nominales con estructura coordinativa (santo y
seña); en cambio, incluye las infinitivas, que, como hemos comentado (§§ 3.2.10. y 3.3.3.2.), pasan,
en su mayoría, a formar parte de las verbales, salvo las equivalentes a sustantivo o adjetivo, como
coser y cantar, o las que van encabezadas por preposición (para dar y tomar, de andar por casa...),
que suelen ser adjetivas, aunque podrían funcionar como adverbios (locuciones adverbiales) en
algún contexto.
En el empleo discursivo, el esquema «N + prep + N», que siguen numerosas locuciones denomina-
tivas complejas —según la terminología casariana—, es similar al adoptado por las frases nominales
proverbiales señaladas, pero adviértase que éstas se componen necesariamente de artículo definido
(comp. el cabeza de turco/la purga de Benito, un cabeza de turco/*una purga de Benito). La relevancia del
artículo se pone de manifiesto en contrastes como el otro mundo/otro mundo (generalmente, con ser:
ser [algo] otro mundo). Incluso, el empleo preferente de algunas de aquéllas, como caballo de Troya y
talón de Aquiles, es con artículo (también a veces en estructuras posesivas, como mi talón de Aquiles).
No obstante, en el funcionamiento discursivo, éstas pueden presentar un determinante no artículo o
incorporar algún modificador, sobre todo si no tienen naturaleza proverbial: el famoso huevo de Colón,
aquel sastre de Campillo de que habla el refranero, un auténtico campo de Agramante..., por lo que la
división en dos grupos de las locuciones con sintagma preposicional es sólo aproximativa; atiende más
a la frecuencia de empleo que a la totalidad de usos posibles.
47. Adviértase que esta locución y la anterior, así como quiero y no puedo y ordeno y mando, entre
otras, tienen por núcleo no un sustantivo, sino un verbo. Se incluyen entre las nominales porque siem-
pre se utilizan como formas sustantivadas: un tira y afloja, un toma y daca, un quiero y no puedo, el
ordeno y mando, un suma y sigue, etc.

174
Lo mismo cabría decir de ir y venir, coser y cantar, amagar y no dar..., formas infinitivas que suelen
usarse como estructuras nominales; y, además, otras no infinitivas, como llega y pon (Cub. ‘barrio de
viviendas precarias’).
48. Precisamente en los binomios, la rigidez formal también se manifiesta mediante la simetría
morfológica que guardan entre sí los miembros coordinados: «Nsing. + conj + Nsing.» (santo y seña/
*santo y señas) o «Npl. + conj + Npl.» (tirios y troyanos/*tirios y troyano); cfr., no obstante, vida y milagros
(= «Nsing. + conj + Npl.»).
También, en las locuciones «N + prep + N», el segundo sustantivo suele ir en singular (frase de cajón,
caballero de industria), pero puede llevar morfema de plural (castillo de naipes, paño de lágrimas); en
ambos casos, el cambio de flexión es impracticable (*frase de cajones, *castillo de naipe).
49. No es el caso, por ejemplo, de las locuciones con plural fijado, como manos sucias, malas len-
guas, cuatro ojos, medias tintas, malas ausencias ‘censura que se hace de una persona ausente’, buenas
ausencias ‘alabanza que se hace de una persona ausente’...
50. Locuciones como las que se citan apuntan a que los esquemas tal vez no sean «art + N + de + N»,
«N + conj + N» y «N + prep + N», sino «art + N + de + SN», «SN + conj + SN» y «N + prep + SN», aunque,
debido a su estatuto fraseológico, la ausencia o presencia de determinante no es opcional, de modo que
podrían constituir pautas independientes. Por ejemplo, las locuciones de estructura «art + N + de + art +
N» se construyen habitualmente con ser en oraciones ecuativas: «X es el malo de la película».
Por otra parte, es natural que los nombres propios, que aparecen como rasgo típico en la mayoría de
las frases nominales proverbiales (el sastre de Campillo, etc.), no lleven determinaciones o modificacio-
nes de ninguna clase.
51. El DRAE (2001) la registra como flor y nata; sin embargo, su uso habitual es con artículo, a veces
incluso precediendo al segundo miembro: la flor y (la) nata.
52. Como unidad fraseológica viene siendo descrita la expresión pintor de brocha gorda a pesar de su
naturaleza semántica composicional o escasamente idiomática. Podría tratarse de una locución de las
llamadas mixtas o semiidiomáticas, sobre todo si se interpreta, de acuerdo con uno de sus empleos habi-
tuales que no recogen todos los diccionarios, como ‘patoso o falto de profesionalidad’, y no como opuesto
al pintor de paleta o pincel o al pintor de obras artísticas. Según tal interpretación, pintor de brocha gorda
no tiene por qué ser necesariamente una persona que tiene por oficio pintar paredes y techos.
53. Como puede apreciarse, se trata de nominalizaciones: el más allá, un fuera de serie, el acabose, etc.
Precisamente la Academia (DRAE 2001) suele describir como locuciones sustantivas casi exclusiva-
mente las expresiones sustantivadas sin núcleo nominal: vis a vis, (el) gota a gota, ten con ten, saber
hacer, (el) alto el fuego, no sé qué, no sé cuántos ‘fulano’, el más pintado, el no va más, fuera de juego, una
tal, un Dios te salve, un buen pasar, mátalas callando, tanto más cuanto, lo de marras, lo último de
potencia, lo alto, la/lo del rey ‘la calle’, lo ál, el que asó la manteca, el qué dirán, nada entre dos platos, ata
el juego ‘persona rica, avarienta y mísera’... También considera locuciones sustantivas, entre otras, las
expresiones viva la Virgen, Dios y ayuda, la de Dios es Cristo, lo que es bueno, las tantas, nunca acabar...,
algunas de las cuales son a veces analizadas —con justa razón, en unos casos más que en otros— como
parte de una locución verbal: ser un viva la Virgen, necesitar/pedir Dios y ayuda, armar la de Dios es
Cristo, saber lo que es bueno (frec. con forma perifrástica ir a + saber o como amenaza: Ahora vas a saber
lo que es bueno, equivalente a ¡Te vas a enterar! o ¡Vas a saber lo que vale un peine!), acudir/regresar/venir
a las tantas, ser el cuento de nunca acabar (o como locución nominal: el cuento de nunca acabar).
También el DRAE (2001) incluye como locuciones nominales los nombres de diversos juegos infan-
tiles o de naipes, como sacar cartas; coz que le dio Periquillo al jarro; salga la parida; adivina quién te dio,
que la mano te cortó; a las ollas de Miguel; apurar la letra; ande la rueda y coz con ella; sopla, vivo que te
doy; hurtar ropa; descargar la burra; etc., así como designaciones metafóricas como la sin hueso ‘la
lengua’ o la tierra de María Santísima ‘Andalucía’ (que podrían describirse como compuestos, a pesar de
exhibir una estructura atípica), lo que demuestra el carácter heterogéneo de la clase nominal, su im-
pronta de cajón de sastre.
54. Por ejemplo, en algunos estudios recientes (como el de Corpas Pastor 1996b o Ruiz Gurillo
2001c), la locución nominal incluye las pronominales, además de las infinitivas, de la clasificación de
Casares Sánchez (1950). La Academia (DRAE 2001) y el DEA siguen manteniendo como categoría
independiente la locución pronominal, y también autores como Hernando Cuadrado (1990) y Álvarez
de la Granja (2002c).
Otro factor, ya comentado, es el hecho de que se traten como locuciones nominales los sintagmas en
función de atributo de locuciones verbales con ser o estar para secuencias como el no va más, el pan
nuestro de cada día, tortas y pan pintado o pan comido.
En esta misma dirección debe considerarse la incorporación, más o menos azarosa, de construccio-
nes con sentido figurado de creación reciente, acaso institucionalizadas, que no son propiamente locu-
ciones, como empanada mental y borrachera mental, senda alcista y pirata informático (Ruiz Gurillo

175
1998b: 46 y 2002: 335), píldora venenosa, caída/subida libre, posición abierta y mercado ciego (González
Rey 2002a: 167), letra de cambio (Tabares Plasencia y Batista Rodríguez 2005: 353), telefonía móvil, tela
asfáltica, tela metálica y retrato robot (Corpas Pastor 1996b: 95)... (adviértase la incongruencia en que se
incurre, por un lado, al incluir este último ejemplo entre las locuciones de la clase «N + A», dado que su
estructura es «N + N», y, por otro, al describirlo como locución, frente a otros sintagmas similares,
como visita relámpago y hombre clave, que la autora analiza como colocaciones).
Autores como Ginebra i Serrabou (2002) creen, en cambio, que ejemplos como los indicados por
Corpas Pastor (1996b) son, simplemente, colocaciones; solución que tampoco está exenta de proble-
mas. Su explicación se basa en el comportamiento similar que tales formaciones manifiestan con res-
pecto al sintagma dinero negro, que, para él, siguiendo a Corpas Pastor (1996b) y Ruiz Gurillo (1997d),
es una colocación: por ejemplo, telefonía móvil admite la coordinación disyuntiva (¿Tiene un teléfono
móvil o un teléfono fijo?/¿Es dinero negro o dinero legal?). Ahora bien, para nosotros, el que el sustantivo
nuclear admita la elusión por cero (¿Tiene un teléfono móvil o fijo?) parece indicar que se trata más bien
de una combinación libre en la que el adjetivo tiene un uso figurado. Corpas Pastor (1996b y 1992b:
179, n. 1) justifica la naturaleza colocacional de dinero negro porque admite conmutación paradigmá-
tica: mercado negro; pero ha de advertirse que la sustitución no prueba necesariamente el carácter
colocacional (p.ej., coche cama y sofá cama, café teatro y café bar y oso pardo y oso polar son compues-
tos; libro grande y libro pequeño son sintagmas nominales; y buenas ausencias y malas ausencias son
locuciones nominales), prueba que, además, podría conducir a desatinos no deseados: ¿es también
colocación oro negro? Adviértase que aquí el adjetivo negro no interviene con el sentido figurado de
‘ilícito’ que tiene en las otras dos expresiones. Además, creemos que entre el sustantivo y el adjetivo no
hay una relación de restricción léxica como la que se advierte en una colocación genuina. Basándonos
también en su capacidad designativa, suponemos que es más adecuada su descripción (o la de teléfono
móvil, p.ej.; comp. teléfono inalámbrico/fijo...) como compuesto, aunque no haya una razón formal
aparente para ello.
55. El estatus de estas últimas construcciones que suponemos colocaciones no está claramente
definido: para algunos autores, se trata de compuestos, y, para otros, de locuciones.
Creemos que será menos problemática la clasificación como colocaciones de las estructuras nomi-
nales con esquema «N + de + N» resultantes de la nominalización de estructuras colocacionales verba-
les, del tipo rescisión de contrato (< rescindir un contrato) y formulación de una pregunta (< formular
una pregunta). Parece que ningún fraseólogo ha señalado esta clase de colocación a partir de la nomina-
lización, y, sin embargo, cumple las mismas condiciones (restricción léxica y carácter institucionaliza-
do) que sus contrapartes verbales.
56. Autores como Dowing (1977) han manifestado expresamente la dificultad de dividir ambos
fenómenos. También, por ejemplo, Bauer (1998), Mortureux (2003: 16) y Moon (1998b: 87-89). Esta
última autora cree que las locuciones son sintácticamente más complejas, ofrecen restricciones sintác-
ticas por su carácter lexicalizado, y, por su naturaleza metafórica, funcionan más como evaluativos que
como descriptivos o denotativos. Bauer (1998: esp. 85), tras aducir criterios diversos (ortográficos,
semánticos, sintácticos...), al considerar el grupo «N + N», supone una categoría única. La delimitación
de ambos fenómenos resulta más dificultosa cuando los compuestos consolidados del tipo cama nido o
agua de azahar son introducidos en el cada vez más hinchado cajón de sastre de las colocaciones, tal
como se aprecia en algunos estudios, como Ginebra i Serrabou (2002: 148-151) o Ruiz Gurillo (1997d).
Y la confusión es total cuando se meten en el mismo saco, sin distinción alguna, compuestos, locucio-
nes y colocaciones, tal como parece procederse en Val Álvaro (1999) con los sintagmas fin de semana,
caja fuerte, ojo de buey, lengua de trapo, círculo vicioso, cuatro ojos, etc.; asimismo, Nazárenko e Iñesta
Mena (1998: 102) tratan como fraseologismos tanto compuestos (lobo de mar) como colocaciones (hambre
canina); García Platero (2000) incluye entre las locuciones nominales, además de las genuinas locucio-
nes sustantivas, compuestos, solidaridades léxicas y simples sintagmas nominales con adjetivo especi-
ficativo, como aceituna de aceite, olivo de tetilla, gamba roja, etc.; Ruiz Gurillo (1997d: passim y 2000a:
266, 269-271) analiza como colocaciones compuestos del tipo agua de colonia, agua de azahar, reloj
despertador o reloj de pulsera, lengua de gato, lengua de ciervo (o cervina o cerval) o nudo marinero; Pérez
Vigaray y Batista Rodríguez (2005: 83), el compuesto coche de caballos; etc.
57. Nuestra opinión no es compartida por otros autores, como cabe deducir de afirmaciones como
la siguiente: «Las unidades léxicas complejas pueden ser de carácter nominal y de carácter verbal»
(Martínez Marín 2000a: 323-324) (la cursiva es nuestra). Junto a compuestos nominales (ciudad dormi-
torio, ciudad jardín...), Martínez Marín (2000a: 327) aduce ejemplos de predicados de verbo soporte,
como dar cuenta (ambigua y polisémica), poner fin, hacer uso, poner de manifiesto, poner en claro y
poner en duda, que justificarían su aserto. Asimismo, Ruiz Gurillo (2001c: 31, 2003: 287, 289) afirma lo
siguiente: «las formaciones poner en conocimiento, poner en entredicho, tomar nota, hacer una fotogra-
fía o hacer uso [...] constituyen unidades sintagmáticas de carácter verbal. Son compuestos, formacio-

176
nes regulares» (por unidades sintagmáticas entiende los predicados de verbo soporte, siguiendo a Mar-
tín Mingorance 1983). Más tarde, en Ruiz Gurillo (2002a: 331, 2003: 287 y 289), vuelve a afirmar que
«Las unidades sintagmáticas son compuestos». Anteriormente, Zuluaga Ospina (1980: 163-164) había
también descrito como compuestos los predicados verbales tomar parte, tomar asiento, poner atención,
poner de manifiesto, tener éxito...; y, por los mismos años, Cano Aguilar (1981: esp. 50-55, 104-106, 125-
126) tildaba construcciones similares con dar, hacer, etc., de «unidades léxicas complejas». También
Bustos Plaza (2005b: 13-15, passim) habla continuamente de que el verbo de sintagmas como dar
alcance y dar orden forma parte de una unidad léxica compleja; de que tales sintagmas constituyen
verbos formemánticos (según la terminología de Šabršula). Tristá Pérez (1988: 13-14) los llama palabras
analíticas o analitismos, si bien en ningún momento afirma que se trate de palabras compuestas. Tam-
bién Kurchátkina (2000: 108-109) se refiere a los predicados de verbo soporte con la denominación
confusa de estructura léxico-analítica.
La absorción de los predicados complejos por los compuestos ya se había practicado, por ejemplo,
en Bally (1932: 97, § 148) y Guilbert (1975: 265-6); si bien, en una obra anterior, Bally (1909: 72-73) los
llama series verbales, y los pone en relación con las series fraseológicas o agrupamientos usuales (que
corresponden grosso modo a las colocaciones: désirer ardemment, chaleur suffocante...) y las locuciones
o unidades fraseológicas; es más, llega a decir que son «locutions qui périphrasent les verbes» (cursiva
nuestra). Precisamente, Buridant (1989: 136) los llamará frasemas perifrásticos; Coseriu (1966) los tra-
taba como perífrasis léxicas (también Zuluaga), aunque también las locuciones; Tornel Sala (2000) las
denomina perífrasis verbonominales (cfr. Elena García 1991, Wotjak 1998a...).
58. La no muy abultada nómina se incrementa con las formaciones en las que «A» es un adjetivo
numeral o partitivo con función sintáctica de determinante, como quinta columna, quinta esencia,
medio día, media noche, etc. (igualmente reconvertidos en compuestos gráficos: quintaesencia, medio-
día, medianoche, etc.). A este esquema también se ajustan los fraseologismos media naranja ‘el compa-
ñero’ y cuatro gatos ‘poca gente’, este último combinado frecuentemente con verbos de existencia o
aparición (estar, ser, aparecer, haber, presentarse, asistir...).
59. Evidentemente, la consideramos locución nominal cuando se emplea con valor nominal, con
sentido (semi)idiomático (un continuo ir y venir de gentes de toda condición), y no cuando tiene uso
verbal, con sentido literal (yendo y viniendo, iba y venía de acá para allá). Lo mismo habría que decir
para tejer y destejer: un auténtico tejer y destejer enredos/tejiendo y destejiendo la tramoya.
60. El ejemplo de Casares Sánchez (1950: 176), similar a este otro, es para abrir boca.
61. Ya se ha indicado que la locución nunca acabar, tal cual, sería sustantiva para la Academia; sin
embargo, de acuerdo con otros autores, tal construcción puede analizarse como parte ya de la locución
nominal el cuento de nunca acabar, ya de la locución verbal ser el cuento de nunca acabar.
Por otro lado, es presumible que si Casares no ha citado estas locuciones entre las infinitivas es
porque no las considera nominales, con el mismo estatus de coser y cantar o pedir peras al olmo; está
claro que no pueden cumplir las mismas funciones que éstas. Ahora bien, sorprende que el autor (Casa-
res Sánchez 1950: 176) aduzca entre las infinitivas la locución para abrir boca, antes citada, que tampo-
co puede cumplir la misma función que coser y cantar (si bien el autor señala que cumple una función
similar a la subordinada final), e, incluso, el verbo puede aparecer conjugado con otra desinencia («Os
pongo unas tapitas para que vayáis abriendo boca»).
62. Algunos de los ejemplos citados aparecen en Casares Sánchez (1950), Hernando Cuadrado (1990)
y Corpas Pastor (1996b). De todos ellos, la Academia sólo reconoce unos pocos. El DRAE (2001) regis-
tra como pronominales sobre todo las locuciones en las que interviene un pronombre: algo qué, alguno
que otro, cada cual/quien/uno/quisque/quisqui, el que/quien más y el que/quien menos, los míos/tuyos/
suyos..., lo suyo y lo ajeno, tantos otros, más de uno, uno de tantos, unos cuantos, uno y otro, con miquis
‘desus. conmigo’, la mía/tuya/suya...; o que equivalen a un pronombre: ni gota/papa/pum ‘nada’..., ni
Dios ‘nadie’; sin embargo, incluye como locución nominal hasta las piedras ‘todos, sin excepción’, que,
por su significado, se nos antoja loc. pron., igual que Perico el de los palotes ‘cualquiera’ (‘persona inde-
terminada’, DRAE 2001) y todo el mundo, todo dios, todo bicho viviente, etc. ‘todos’ (cualquier bicho
viviente ‘cualquiera), que tampoco analizan el DRAE ni el DEA como pronominales, así como un servi-
dor (Casares también cita este cura), que se refiere a la persona que habla («yo»), o el ya comentado ni
rey ni roque, que considera sustantiva (en concreto, el DEA registra todo dios como locución pronomi-
nal, pero todo el mundo y todo bicho viviente como locución nominal).
El que una locución sea descrita como nominal y no pronominal parece depender muchas veces de
la definición lexicográfica, y eso mismo podría explicar ciertas incongruencias. Por ejemplo, el DRAE
(2001) y el DEA analizan todo el mundo como locución nominal porque la definen como ‘toda la gente’,
pero sería pronominal si se hubiera definido como ‘todos’; lo mismo que hacen con ni dios (locución
pronominal) al definirla como ‘nadie’ en vez de ‘ninguna persona’. Resulta, además, incongruente que
todo dios, sinónimo absoluto de todo el mundo (de hecho, en el DEA es definida mediante el sinónimo

177
fraseológico ‘todo el mundo’), sea descrita como locución pronominal. También el DEA clasifica como
locución pronominal la expresión Dios y su madre (o su padre) aun definiéndola como ‘todo el mundo’.
También las diferencias de clasificación se deben a veces a los caprichos cambiantes de los compila-
dores y lexicógrafos, tal como hemos indicado en diversas ocasiones; por ejemplo, en el DEA, sus
autores, como acabamos de comentar, analizan todo el mundo como locución nominal y, en el DFDEA,
como locución pronominal. Asimismo, en el DEA, consignan la citada locución (pronominal) Dios y su
padre, y, en el DFDEA, la eliminan, sustituyéndola por la estructura prepositiva a Dios y su padre, sin
posibilidad de alternancia con el sustantivo madre. Por otra parte, la nómina de locuciones pronomina-
les es más extensa en el DFDEA que en el DEA y aún más que en el DRAE.
63. El análisis de estos grupos no es uniforme. Mendívil Giró (1999: 570) sugiere el análisis de los
sintagmas nominales cuantificadores como locuciones nominales (en Mendívil Giró 1991 trata la cons-
trucción con el verbo como «especialización dependiente»; cfr. Koike 1999b); Ginebra i Serrabou (2002:
153) habla de locuciones cuantitativas (un tipo de locución insólita, porque no se corresponde con ningu-
na categoría gramatical); Pavón Lucero (1999: 650) los analiza (concretamente, la tira de, una pizca y un
montón) como locuciones adverbiales; Zuluaga Ospina (1980) y Ruiz Gurillo (1997a), como locuciones
elativas; Meilán García (1998: 64-65) los llama sustantivos-adverbios por la función adverbial (comple-
mento circunstancial) que desempeñan, bien solos («Mis amigos leen mogollón»), bien con artículo o
indefinido («Tu hijo estudia la tira», «Los chismes le importan un bledo»). En definitiva, según este análi-
sis, combinaciones de tales enfáticos con su correspondiente verbo podían entenderse como colocaciones
(Alonso Ramos 1993, Mendívil Giró 1999, Ginebra i Serrabou 2002...). Vos (2002), centrado concreta-
mente en el cuantificador un montón de (y una barbaridad de), describe el segmento «N1 de N2» desde un
punto de vista estrictamente gramatical (los «N1» de sintagmas como un montón [= ‘barbaridad’] de
problemas son nombres funcionales, frente a los «N1» de sintagmas homólogos un montón [= ‘conjunto’]
de libros); pero no se plantea siquiera su posible estatus fraseológico (cfr. otro análisis en Buvet 1994,
1995, 2001 y 2003, Buvet y Lim 1996, Blanco Escoda 1998 y 2002, Gavrilidou 1998).
Otros autores son partidarios de analizarlos, junto con el verbo con que habitualmente se combinan,
como locuciones verbales, como Bosque Muñoz (1980: 124-125), Zuluaga Ospina (1980), Clay y Martinell
Gifré (1988: 192, 247), Corpas Pastor (1996b: 103), Fournié (1996: 121), Ruiz Gurillo (1997d: passim),
Asensio González (1999), Castillo Carballo (2000c: 100, 108-109), Wotjak (2004: 195)... La mayoría de los
diccionarios (DRAE 2001, DFEM...) suele tratarlos también como locuciones verbales. En realidad, el DRAE
(2001) no es muy uniforme en las caracterizaciones: por un lado, habla de «loc. v.» para costar un riñón/un
ojo de la cara y valer un Potosí, y de «fr. coloq.» para importar un pimiento/rábano, y, por otro lado, describe
como «loc. adv.» un pito y supuestamente como «loc. n.» un bledo o un pepino, cuando se trata de meras
variantes léxicas en ese contexto. Nosotros también los hemos descrito normalmente así, como locuciones
verbales: valer un Potosí, costar un ojo de la cara, importar un comino... En italiano, Cacciari (1993: 55)
analiza el segundo (costare un occhio della testa) como idiom transparente. El DEA da un tratamiento dife-
renciado: un riñón y un ojo de la cara serían locuciones nominales que se combinan frecuentemente con
costar; pero un Potosí no sería más que parte de una locución verbal: valer un Potosí; no así el DFDEA, donde
un Potosí consta como «loc. n.» independiente, con el mismo significado que un ojo de la cara y un riñón.
Con respecto a los sintagmas nominales enfáticos que se construyen con importar y valer, también muestra,
como el DRAE (supra), un tratamiento heterogéneo, porque, unas veces, se analizan como «loc. pron.» y
otras, como «loc. adv.». Por otro lado, habría que tener en cuenta las negaciones enfáticas del tipo ni papa, ni
gota, ni dios..., normalmente tratadas como locuciones pronominales por su equivalencia a nada y nadie.
64. Lo que es cierto en secuencias como «bebe una barbaridad» y «la mar de estúpido». Sin embargo,
debe recordarse lo dicho acerca de que éstas, como otros cuantificadores semejantes, representan locu-
ciones polifuncionales, ya que no sólo modifican a verbos, sino también a adjetivos, adverbios y sustan-
tivos: «la mar de guapo/gente/deprisa».
65. La RAE (DRAE 2001) no dice siquiera nada de su estatuto fraseológico, como si se tratara de un
sintagma nominal libre; es más, recorta la expresión tiempos del rey Perico como el rey Perico o el rey que
rabió (por gachas/sopas). Casares Sánchez (en el DI: s.v. «Maricastaña», «tiempo») la registra con es-
tructuras sintagmáticas distintas: en tiempo de Maricastaña (o del rey Perico), los tiempos de Maricastaña
y del tiempo de Maricastaña.
66. Podría tratarse como locución nominal si se admitiera el significado figurado de ‘vida holgazana’ o
‘persona holgazana que vive a costa de los demás’, que registran algunos diccionarios (como el Dicciona-
rio ideológico de Casares). La locución presenta las variantes verbales comer y vivir de, con el consiguiente
cambio de régimen, hasta el punto de convertirse, a su vez, en variante nominal de vivir del cuento.
Pero, en el mismo diccionario, Casares recoge andar a la sopa, abreviatura de andar a la sopa boba
(Iribarren Rodríguez 1955: 132-133; DFEM).
67. En su DI, Casares recoge armarse/haber la de San Quintín y también armarse una gorda, aunque
no las variantes la marimorena o una buena. Con estas versiones de verbo pronominal, deberían descri-
birse como oracionales.

178
El DFEM y Castillo Carballo (2000c: 111) citan también como locución verbal pasar las de Caín.
68. Lamentablemente, en Domínguez (1975) se detectan numerosas adscripciones fallidas; por ejem-
plo, se citan como verbales andar en tropel (239) y tomar a alguien por cabeza de turco (240), cuando los
verdaderos registros son en tropel (loc. adv.) y cabeza de turco (loc. n.). Asimismo, se aducen errónea-
mente creer que todo el monte es orégano (149), nada del otro mundo (152), tener gramática parda (106),
ponerse en cuclillas (66), caer la breva (33) o caérsele a alguien los anillos (19), en vez de no todo el monte
es orégano, no ser nada del otro mundo, gramática parda, en cuclillas, no caerá esa breva o no caérsele a
alguien los anillos, respectivamente. El autor incluye, además, entre los fraseologismos puras coloca-
ciones y sintagmas libres, como quedar boquiabierto (31), peinar canas (42), estar cañón (43), ser un
carca (45), abrigar esperanzas (11) y asunto/negocio redondo (207).
Mogorrón Huerta (2002: 45-46) analiza —en nuestra opinión, erróneamente— como locución ver-
bal, entre otras, pregonar a bombo y platillo, vivir de pan y cebolla y saber nadar y guardar la ropa (cfr. a
bombo y platillo, Contigo, pan y cebolla, nadar y guardar la ropa); y Wotjak (2004: 195) cita tener un pico
de oro cuando la única locución es la nominal pico de oro.
69. Salvo la pluralización (torres de marfil, noches toledanas), no pueden aplicarse las operaciones
gramaticales que normalmente toleran los sintagmas nominales, como la inserción (*torre alta de mar-
fil, *torre de marfil rosa, *noche toledana oscura, *noche muy toledana) —sólo posible si representa una
modificación global, del conjunto—, el cambio de orden (*toledana noche), la coordinación (*noche y
mañana toledanas, *noche toledana y conquense, *torre de marfil y nácar, *torre y ábside de marfil), la
sufijación (*torreta de marfil, *nochecita toledana)... Todas estas operaciones son aplicables a los sintag-
mas nominales: torreta de hormigón, torre de hormigón y cemento, noche y mañana calurosas, noche de
otoño calurosa, noche muy calurosa...
Si bien, no todas las locuciones nominales responden positivamente a la prueba del plural: ?tiras y
aflojas, ?tomas y dacas, *santos y señas, *las flores y las natas (comp. los tira y afloja, los toma y daca, los
santo y seña). Además, las locuciones nominales con morfología de plural fijado no admiten la conver-
sión al singular: *media tinta (< medias tintas), *mano sucia (< manos sucias), *tirio y troyano (< tirios
y troyanos), *dime y direte (< dimes y diretes)...
Es cierto, no obstante, que otras locuciones nominales son más permeables a las variaciones grama-
ticales, como mosca muerta y pico de oro, que, además del plural, admiten el sufijo diminutivo: mosqui-
ta muerta, piquito de oro.
70. Algunas secuencias (obra pía, negocio redondo, batalla campal...) pueden describirse como colo-
caciones, que son, según nuestra teoría, combinaciones de la Sintaxis y no unidades de la Fraseología.
Como tales, pueden sufrir ciertas modificaciones que no toleran, como principio general, ni las locucio-
nes ni los compuestos: obra piísima; la obra es, realmente, pía; una obra no tan pía; una obra humanita-
ria pía; un negocio desastroso y otro redondo; un negocio que es redondo; lo que es redondo es el negocio;
cambio muy radical; cambio radical e inoportuno; cambio de carácter radical; libraron una batalla de las
llamadas campales; una batalla típicamente campal; un cierre hermético y bastante resistente; tapadlo con
un cierre que sea hermético; un cierre de cristal hermético; etc.
No vemos el sentido de tratar las colocaciones como unidades fraseológicas o expresiones fijas, o,
simplemente, como expresiones no libres, salvo acaso aquellas de mayor índice de restricción. No
vemos diferencia entre zona residencial o ganado lanar y falta grave o cambio radical, tratados aquéllos
como sintagmas libres «N + Arelac.» y éstos como colocaciones. Además, nos parece exagerado el senti-
do abarcador que se concede a veces al término colocación; por ejemplo, Alonso Ramos (2002: 69) llega
a afirmar que gran ignorancia es una colocación, con el mismo derecho que ignorancia supina.
71. Para Muñiz Álvarez (2002: 269-270, 2004: 166-167), la selección léxica es la principal caracterís-
tica de las colocaciones frente a las expresiones enteramente libres o no colocacionales.
72. Es harto probado que el adjetivo colocativo no siempre interviene como elativo (Alonso Ramos
1993, Koike 2000b, García-Page 2001b), frente a lo que parece pensar Ferrando Aramo (2002: 202).
Tampoco es deducible del valor intensificador que puedan tener una posición prenominal, como cree la
autora (2002: 102, n. 7) [cfr. Martinell Gifré 1984: 240]; de hecho, de los ejemplos que cita sólo parece
aceptar tal posición el sintagma férrea voluntad, pero no *glacial frío, *mortal odio.
73. Ruiz Gurillo (2000a: 269-271), como otros autores, no vacila en describir como colocaciones
estructuras que cabría analizar como compuestos o, incluso, como meros sintagmas nominales con
adjetivo restrictivo, tales como lengua materna, lengua aglutinante, lengua coloquial, lengua bífida, etc.
74. Señas de identidad también puede interpretarse ya como locución (no recogida en el DRAE), con
el sentido de ‘rasgos individualizadores o caracteres distintivos de alguien’; asimismo, cortina de humo,
con el sentido de ‘obstáculo’ o, como define el DEA, ‘Asunto con que interesadamente se distrae la
atención general respecto a otro’.
75. Aunque se describan como colocaciones, debe advertirse que no existe ningún tipo de selección
léxica entre los signos implicados, por lo que tal descripción nos parece equivocada. Así, Mel’èuk (2003)

179
trata como colocaciones lanzamiento de misiles, responder a una llamada, romper con los usos, en estado
de alerta...; Alonso Ramos (1993: 167), ola de entusiasmo, etc.; González Rey (2002a: 166-167) algunas
construcciones típicas del mercado bursátil, como agencia de valores, acción a la par, etc., además de
otras con estructura «N + A»: acción cotizada, acción desembolsada, acción preferente, acción liberada...;
Ruiz Gurillo (2002a: 336), los sintagmas metafóricos lógica aplastante, rabiosa actualidad, inflación
galopante, etc. (cfr. victoria aplastante, rabioso dolor, enfermedad galopante); Pérez Vigaray y Batista
Rodríguez (2005: 83), el sintagma nominal marido fiel.
Como puede apreciarse, la colocación se está convirtiendo poco a poco en otro desafortunado cajón
de sastre, lleno —¡mal que le pese al sastre!— de hilos sueltos y telas de distinto color y hechura, como
prueba la disparatada inclusión de conglomerados sintagmáticos, dudosamente gramaticales a veces,
como efecto cambio de fin de semana y fondos garantizados renta variable (González Rey 2002a: 166-
167), considerar inconstitucional una ley y fijar la cuantía de una pena, entre otros (Tabares Plasencia y
Batista Rodríguez 2005: 354-355), o inflar el viento las velas y una mirada cargada de odio (Alonso
Ramos 1993: 167), que quebrantan sistemáticamente los dos rasgos fundamentales del fenómeno de la
colocación: la restricción léxica que vincula los dos componentes y la estructura binaria del sintagma.
Al cajón van a parar con frecuencia locuciones genuinas como estar al corriente (Alonso Ramos 1993) o
al fin (Mel’èuk 2003).
76. Precisamente, el que los compuestos constituyan una unidad de sentido o designadora de una
única realidad (Bally 1932: 141, Martinell Gifré 1984: 227, Riegel 1988b: 135, Sager 1993: 327, Álvarez
de la Granja 2002c: 31 y n. 23...) es uno de sus rasgos más característicos frente a las colocaciones, en las
que el sintagma preposicional o adjetival no altera la realidad o noción denotada por el sustantivo. Para
Ferrando Aramo (2002: 101, 103-104), es el principal aspecto que distingue el compuesto de la coloca-
ción. Ruiz Gurillo (2002a: 331, 338), por ejemplo, también opone la colocación al compuesto y la
locución por el valor designativo que comportan estos últimos.
No debe, además, olvidarse que la colocación se basa en una relación de restricción semántica entre
los componentes.
77. Por ejemplo, Alba de Diego (1983: 18) analiza como compuestos con guión problema-clave,
empresa-modelo y apartamento-piloto; G³owicka (1997: 12), papel clave y reunión cumbre; y Martínez
Marín (1999: 105), crítico-estrella, idea-eje y dieta-milagro, quien, ahora sin guión (Martínez Marín 2000a:
321, 326), aduce como compuestos cena homenaje, piso piloto, experiencias límite, fechas clave, actua-
ción estrella, niños soldado... Almela Pérez (1994) describe como mera «adjetivación», negándoles su
estatuto de aposición, aposiciones nominales como vida padre, niño modelo, obra cumbre, hombre gol,
día perro, guerra relámpago y noticia bomba, y como compuestos pájaro carpintero, coche cama, etc.
Creemos que, en efecto, éstos son compuestos y que en aquéllos se produce una suerte de adjetivación.
Ahora bien, el valor intensificador del segundo constituyente de aquéllos no anula su naturaleza catego-
rial de sustantivo, por lo que, si no es compuesto (ni locución), todo parece indicar que se trata de una
aposición. Pero menos claro queda en la propuesta del autor separar los sintagmas en los que no hay
intensificación (piso piloto, hora punta), que el autor incluye en el grupo de la «adjetivación», de los
sintagmas apositivos —totalmente semejantes, a nuestro entender— del tipo bebé probeta y ciudad
satélite, que el autor incluye en el grupo de los compuestos.
Aposiciones sintagmáticas similares a las indicadas son tratadas como compuestos en Giurescu
(1975: 33), Lang (1990: cap. 3), Alvar Ezquerra (1993), Guerrero Ramos (1995), Almela Pérez (1999,
2004), Felíu Arquiola (2001) [hombre anuncio, coche bomba], entre otros; y supuestamente como locu-
ciones por Corpas Pastor (1996b: 95) y Blasco Mateo (1999: 23, 54), tal como hacen para retrato robot;
no, en cambio, para viaje relámpago y hombre clave, que son descritas como colocaciones (Corpas
Pastor 1996b: 73; Blasco Mateo 1999: 27). Así, como colocaciones, son analizados estos sintagmas en
Ginebra i Serrabou (2002: 15), Ferrando Aramo (2002: 99) y Pérez Vigaray y Batista Rodríguez (2005:
83); Castillo Carballo (1998b) cita como colocación paquete bomba. El DFEM también describe como
fraseologismos noticia bomba y noticia cañón, entre otras. Véanse también § 3.3.3.1. y n. 56.
Algunos estudiosos, como Spence (1969: 21), no aciertan a determinar qué tipo de estructura repre-
sentan: si compuestos, si sintagmas libres, si locuciones. También Martinell Gifré (1984: 243) reconoce
su incapacidad para clasificar enunciados similares. Para un intento de delimitación, véase García-
Page (2007c).
78. Los compuestos sintagmáticos «N de N» muestran más similitudes con las locuciones «N de N»,
pues, en los dos casos, sólo el primer constituyente recibe el morfema de plural: aves del Paraíso, cuar-
tos de baño, brazos de gitano, fines de semana, barcos de vela... [comp.]/trabajos de zapa, caballeros de
industria, frases de cajón, cabezas de turco, conejillos de Indias... [loc.].
79. Debe distinguirse el valor adjetival intensificador de bomba ‘genial, fabuloso’, en sintagmas como
noticia bomba, idea bomba, amigo bomba, etc., del valor nominal (aposición o, si acaso, compuesto)
‘objeto que contiene una bomba o sirve de bomba’, en sintagmas como coche bomba o carta bomba, que

180
a veces se entremezclan (cfr. Almela Pérez 1999: 134). En el primer caso, puede tener función adverbial
(pasarlo bomba) y es sustituible por otros sustantivos como fenómeno, pipa o cañón (amigo fenómeno,
pasarlo pipa o pasarlo cañón).
Lo mismo ocurre con otras voces, como padre, que presenta el valor adjetivo intensificador en un
bofetón padre o un esfuerzo padre, y el de sustantivo apuesto ‘modelo, patrón’ en programa padre. Marti-
nell Gifré (1984: 227) cita, no obstante, como compuesto el sintagma enfático vida padre.
80. Frente a éstos, otros de similar factura no pueden considerarse copulativos, como hormiga caballo,
pez sierra, pájaro mosca, mariposa monarca, insecto palo u hombre rana: *una hormiga que es caballo, *un
animal que es hormiga y caballo, etc.
Para otros autores, sí hay un núcleo (y los compuestos son endocéntricos), que suele ser el primer
sustantivo, cuyo significado sería ‘un sofá que puede utilizarse como cama’, ‘un salón que también se
habilita como comedor’, ‘un cuartel que también sirve de vivienda’...
81. También los sintagmas permiten coordinaciones:
a) ¿Es una información clave o es una información insignificante?
b) Un piso piloto y otro normal/y otro que no es piloto.
82. La existencia de nombres de color que, aparte de denotar ‘color’, designan realidades (plantas,
minerales, etc.), como malva, lila, naranja o carmín —igual que otros prototipos, como fresa, marfil, buta-
no, avellana, etc.—, favorece la aposición en singular sin la presencia del sustantivo color: vestidos lila,
pantalones naranja, camisas butano, zapatos avellana, etc. Adviértase que el nombre apuesto se construye
en masculino, como corresponde a los sustantivos que designan ‘color’ (en consonancia con el género del
mismo sustantivo color), infringiendo «aparentemente» la ley de la concordancia genérica, como se pen-
saría de tratarse, en efecto, de un adjetivo. Sigue, por tanto, el mismo comportamiento ante la concordan-
cia que si hubiera aparecido expreso el sustantivo color: vestido (de) color lila, pantalones (de) color naran-
ja, etc. Véanse, entre otros, Škultéty (1974), Martinell (1979), Gallardo (1981), Bosque Muñoz (1989: 114-
118 y 1999: 68-69), García-Page (1990g y 2008b), Suñer Gratacós (1999: 534-535)...
83. El inventario de los molinos es también reducido: molino de viento, molino de agua, molino de sangre.
84. Posiblemente, el elevado número de compuestos para la distinción de especies de una misma clase
se debe en gran medida a razones puramente pragmáticas, a la dificultad de encontrar una denominación
específica, constituida por un único sustantivo (cfr. estrella de mar, pez sierra, etc.). Otras clases de com-
puestos son también productivos, como los que siguen el esquema «N + SP» (árbol del amor, árbol de la
seda, árbol de Júpiter...) o «N + A» (agua blanda, agua pesada, agua delgada, agua gorda...).
85. Como hemos mostrado en otros lugares, lamentablemente, a veces se incurre en incoherencia,
porque, tras proclamar la necesidad de su separación escrupulosa, algunos autores confeccionan listas
de compuestos en las que aparecen interpolados locuciones y sintagmas libres.
86. No puede sostenerse la hipótesis de que la locución y el compuesto «comparten la misma estruc-
tura» (Ruiz Gurillo 2002a: 331), pues sólo hay coincidencia en unas estructuras muy determinadas: la
locución presenta esquemas inconcebibles en el compuesto sintagmático y el compuesto gráfico adop-
ta estructuras inconcebibles en la locución.
87. No obstante, pueden suscitarse tensiones ocasionales; así, el DRAE (2001) da como locución
sustantiva el grupo pica y huye ‘insecto heminóptero...’, que nosotros trataríamos como compuesto
basándonos esencialmente en su capacidad designadora de realidades concretas y en la tendencia a
usarse en la forma gráfica soldada (picahúye).
88. Sólo tendrían algún fundamento si se adoptara la postura de tratar como locuciones los com-
puestos sintagmáticos, como sugiere, tal como hemos visto, Corpas Pastor (1996b), entre otros.
En algunos estudios, como Brea López (1991), el criterio gráfico no parece desempeñar un papel
relevante en la clasificación de los distintos tipos de compuestos, ya que, por ejemplo, tanto guardia
civil como portavoz pertenecerían a los «sintagmas fijos».
89. Se han señalado otros factores comunes a compuestos (sintagmáticos) y locuciones, como la
pluriverbalidad, la cohesión sintáctica (como prueba el que la modificación sólo pueda ser global, es
decir, no afecte sólo a uno de los componentes), la equivalencia categorial a una palabra con igual
función sintáctica, la integración en campos léxicos igual que las palabras, el valor de unidad nominati-
va, la frecuencia de coaparición, la invariabilidad flexiva y derivativa, la no conmutabilidad léxica, el
mayor o menor grado de idiomaticidad, la motivación... (Zuluaga Ospina 1980: 142, 1989; Corpas Pastor
1996b; Ruiz Gurillo 2002a...). Jackendoff (1995: 150-151) establece un paralelismo entre locución y
compuesto al comprobar la presencia de componentes extraños (palabras idiomáticas o elementos úni-
cos) en uno y otro; si bien los compuestos que aduce con tal característica son gráficos (cranberry). Pero
lo cierto es que habría que matizar bastante. Veamos algunos casos: locuciones como arreglárselas obliga
a extender el sentido de la pluriverbalidad si se contempla como unidad lexicográfica igual que el com-
puesto gráfico; la adjunción de modificadores en locuciones como meterse en un [verdadero] berenjenal o

181
a [toda] la ley pone en entredicho la afirmación tajante de que las locuciones no admiten intercalaciones
ni modificaciones parciales debido a su estructura cohesionada; variaciones como pico/piquito de oro o
conejillo(s) de Indias [locs.] y mesita camilla, faldita pantalón, guardia(s) civil(es) o cual(es)quiera [comps.]
obligan a revisar el criterio de invariabilidad morfológica en los compuestos y locuciones, así como ha
de revisarse el criterio de insustituibilidad ante la existencia de variantes léxicas en locuciones del tipo
alzarse con el santo y la limosna/cera o del rey que rabió por gachas/sopas y variantes léxicas en compues-
tos del tipo papanatas/papahuevos u oso polar/blanco; el rasgo de coaparición frecuente no es ajustado:
en las colocaciones la frecuencia puede ser un criterio adecuado, pero no en las locuciones y compues-
tos, en los que la coaparición no es frecuente, sino obligada, permanente, fija: la elisión del colocativo
adjetivo destruye la colocación pero no escatima gramaticalidad a la frase ni altera el significado del
sustantivo («Hay una relación estrecha entre A y B»/«Hay una relación entre A y B»); la elisión de un
componente de la locución o del compuesto no sólo provoca su desaparición —salvo en el caso de las
abreviaturas fraseológicas (§ 4.2.1.3.6.4.)—, sino que produce anomalías y, como hemos indicado antes,
cambios semánticos («He pasado una noche toledana»/«*He pasado una noche», «He comprado una
falda pantalón»/«He comprado una falda»); etc.
90. Para nosotros, es un procedimiento regular de la gramática, que permite la acuñación de nuevas
voces y formar, por ello, paradigmas; no tiene nada de fraseológico, salvo el que comparte con las
locuciones ciertas características, como la mayor o menor presencia de idiomaticidad, transposiciones
semánticas y la fuerte cohesión, que impide la modificación sintáctica de sus componentes.
Sin embargo, hay estudiosos, como Ferrando Aramo (2002: 105-106), que no dudan en afirmar que
el compuesto es discurso repetido y que pertenece a la Fraseología (asimismo, Pamies Bertrán 2007).
91. También otras clases de locuciones admiten variaciones flexivas y derivativas: sano y salvo >
sanos y salvos, sana y salva; al par > a la par; llevarse de calle/calles; echar una cana/canita al aire; etc.
Pero, además, pueden producirse variaciones gramaticales: a/de bruces, a/al través; sustituciones léxi-
cas: salir por la puerta de los perros/carros; abreviaturas: tirar de la oreja a Jorge/tirar de la oreja; modifi-
caciones cuantificadoras: estar de mala uva > estar de muy mala uva; etc. (véase esp. § 4.2.).
92. Véanse, por ejemplo, Morera Pérez (1996) y Pérez Vigaray y Batista Rodríguez (1999, 2002).
93. Sobre los compuestos con ciudad, véase Martínez Marín (2000: 325 y 331-333).
94. Con el sentido literal ‘la extraída de la hierba cerraja’, agua de cerrajas es compuesto; pero, con el
sentido de ‘insignificante’, es locución.
95. En otros, como sufijo: coche cama, mueble cama, sofá cama...; coche bomba, paquete bomba,
carta bomba...
96. Significan, respectivamente, ‘sitio en las boticas donde se guardan los medicamentos de más
valor’, ‘ventana redonda o claraboya’ (también designa una clase de planta herbácea), ‘cierta labor de
pasamanería’, ‘callo en los dedos de los pies’, ‘color de algunos vinos’ y ‘piedrezuelas que crían en su
interior los cangrejos’.
97. Más tajante es la opinión de Ruiz Gurillo (2002a: 338), que opone el carácter [- idiomático] de los
compuestos al [+ idiomático] de las locuciones; si bien en otro lugar (Ruiz Gurillo 1997d) cree que la
idiomaticidad es posible en los compuestos, así como la existencia de expresiones fijas literales y semii-
diomáticas. En virtud de ese contraste, Ruiz Gurillo (2002a: 338) piensa que la oposición locución/
compuesto se manifiesta también en los contrastes - motivado/+ motivado, - transparencia/+ transpa-
rencia (isomorfismo), + tropología/- tropología..., resultados, a nuestro modo de ver, poco ajustados a la
realidad, pues son fenómenos graduales y no privativos de una clase sola: hay compuestos originados
en metáforas, metonimias, etc., con escasa motivación y parcialmente opacos; hay locuciones con esca-
sa o nula metaforicidad, más o menos motivadas semánticamente, y no completamente opacas.
98. Este criterio ha sido para nosotros decisivo en casos conflictivos para tratar como compuestos y
no como locuciones —coincidiendo con algunas clasificaciones tradicionales de compuestos— todas
las combinaciones complejas o sintagmáticas aun dotadas de sentido idiomático o de un alto grado de
figuración, como es el caso de los nombres de productos alimenticios, animales, plantas, minerales,
partes del cuerpo, etc., como tocino del cielo, cabello de ángel, brazo de gitano, lengua de gato (como
dulce y como planta), yema de santa Teresa, perrito caliente, hueso de santo, ojo de buey (en sus dos
acepciones), ave del Paraíso (como planta y como pájaro), diente de león, uña de gato, dondiego de noche,
dama de noche, patas de gallo, ojo de pollo, león marino, oso hormiguero, espíritu de sal (‘ácido clorhídri-
co’), etc. En cambio, hemos analizado como locuciones expresiones figuradas como conejillo de Indias,
don de gentes, noche toledana, cabeza de turco, trabajo de zapa, agua de borrajas (con la acepción de
‘insignificante’), flor de cantueso, flor de un día, caballero de industria, cuento chino, alma de Caín, alma
de cántaro, cabeza de chorlito, etc., que, aunque designan realidades generalmente abstractas o hechos
y eventos complejos, lo que pretenden es destacar una característica de esas realidades. En razón de
esta diferencia, los compuestos nombran realidades individuales, designan directamente un individuo,
en tanto que las locuciones, a modo de cualidades adjetivas, se dicen de cualquier miembro de una

182
clase: la lengua de buey es una planta concreta (‘planta borragínea cuya flor se emplea como cordial’); en
cambio, lengua de escorpión (o de víbora, de sierpe, de hacha) no es una persona concreta, sino cualquier
persona murmuradora y maldiciente; es, por tanto, una propiedad aplicable a un referente concreto.
Asimismo, la lengua de ciervo (lengua cerval o cervina) es el nombre de una clase de helecho (también la
lengua canina, llamada cinoglosa, es una planta borragínea cuya raíz fusiforme se emplea en medicina);
por el contrario, la expresión lengua de trapo (o de estropajo) se aplica a cualquier persona que pronun-
cia mal o habla balbuciente. Igualmente, el pan porcino (o pamporcino) es una planta herbácea que
sirve de alimento a los cerdos, en tanto que pan perdido (o pamperdido) se dice de la persona metida a
holgazana y vagabunda; y el pan sentado es un tipo de pan, mientras que pan florecido es toda persona
que muestra gratitud al beneficio. La flor del embudo es un tipo de flor y la flor de cantueso, ‘algo fútil’.
El conejillo de Indias es un ‘mamífero roedor’ (compuesto), pero también ‘la persona objeto de experi-
mentación’ (locución); y el agua de borrajas es ‘el agua extraída de la borraja’ (compuesto), pero también
‘lo insignificante’ o ‘la nada o la frustración que resulta de la no obtención de un propósito’ (quedar algo
en agua de borrajas).
Curiosamente, algunos compuestos gráficos (cantamañanas, soplagaitas, pintamonas, malasombra,
aguafiestas, vivalavirgen, lameculos...) se asemejan en esto más a la locución que los compuestos sintag-
máticos: en su capacidad para expresar nociones o características aplicables a cualquier ser y no desig-
nar directamente un individuo.
Si la composicionalidad fuera un criterio infalible que decidiera el estatuto morfológico del com-
puesto —en oposición frontal a la locución, que ha de ser idiomática—, entonces deberían revisarse
todas las clasificaciones de los compuestos (nosotros tendríamos que extraer la mayoría de los citados
en este capítulo). Es seguro que la nómina de locuciones se incrementaría notablemente.
99. Son numerosos los compuestos defraseológicos o compuestos consolidados creados a partir de
viejas locuciones, como los formados con preposición o adverbio como primer elemento: parabién,
pormenor, porvenir, sinvergüenza, apenas, también, tampoco, aprisa, detrás, porque, cualquiera, conque,
dondequiera, sobremanera, antaño, enfrente, encima... La formación léxica también actúa sobre el sin-
tagma: en sí mismo > ensimismarse, sin razón > sinrazón...
100. Matalascallando es compuesto, pero mátalas callando es locución sustantiva. Como compuesto,
el proceso de coalescencia está agotado: loc. v. las mata callando > loc. n. (un) mátalas callando > comp.
matalascallando.
101. Los compuestos gráficos tienden a eliminar determinados índices de regularidad, como la concor-
dancia gramatical de los compuestos: quintocolomnista/quinta columna, Latinoamérica/América latina.
102. En el supuesto de que tercer mundo sea locución (DRAE 2001, Ruiz Gurillo 2002a: 335). Almela
Pérez (1999) lo analiza como compuesto.
103. Conviene indicar que el sintagma preposicional (SP) se compone de nexo prepositivo (con
valor de transpositor o índice funcional) más un sintagma nominal, no, como se indica en algunos
estudios (p.ej., Corpas Pastor 1996b: 97), un simple sustantivo, aunque el SN término de preposición
está representado con frecuencia por un sustantivo desnudo.
También debe considerarse la posibilidad de que el núcleo adjetivo lleve otros complementos que no
son preposicionales, como ocurre en nunca visto o no visto.
104. El participio hecho suele aparecer en el predicado nominal con el verbo copulativo estar o el
seudocopulativo ponerse, pero también en predicaciones secundarias: «Se presentó hecho una fiera»,
«La encontrarás en su cuarto, gritando y pataleando, hecha una fiera». Con hecho, pues, las construc-
ciones se apartan ligeramente del modelo sintáctico «A + SP» a que obedecen las restantes locuciones
adjetivo-participiales.
La mayoría de estas construcciones guarda un estrecho paralelismo con las comparativas: ponerse
[furioso] como una fiera > (estar) hecho una fiera, estar fuerte como un toro > estar hecho un toro, etc.,
aunque no siempre es posible: estar hecho polvo. Precisamente, Casares aislaba las locuciones partici-
piales genuinas —como hecho un brazo de mar— de otras, también encabezadas por hecho, de aparien-
cia participial que podían equivaler a una comparativa o aquellas cuyo término (el SN con un) tiene
autonomía sintáctica —como hecho una fiera.
105. La elisión se produce especialmente si es una comparativa prototípica estereotipada, de em-
pleo y conocimiento generalizados, y que no provoca ambigüedad. Es sabido que hay comparaciones
que pueden intensificar dos o más cualidades o propiedades, como ocurre, por ejemplo, con como el
mármol, que puede complementar tanto a frío como a duro.
La ausencia del núcleo adjetivo no está permitida normalmente en las comparativas de des-
igualdad, salvo que el contexto proporcione las condiciones adecuadas para la elisión, o la prototi-
picidad del elemento comparado sea óptima: *está más que una cabra, *está más que unas casta-
ñuelas, *es más que Cardona, etc. (por está más loco que una cabra, está más contento que unas
castañuelas, es más listo que Cardona, etc.).

183
106. El análisis de la comparativa no es uniforme. Son varios los estudiosos que creen que las
comparativas son colocaciones y no locuciones (Alonso Ramos 1993: 167, n. 42, 170 y 177 y 2004: 56, n.
18; Koike 2001b; Mel’èuk 2001: 270, 2003: 24-25; Ginebra i Serrabou 2002: 151-153; Luque Durán
2005; Pamies Bertrán 2005; Alijo Jiménez y Al Jallad 2005...), si bien Alonso Ramos (1993) presenta
reservas cuando la construcción tiene sentido figurado. Aunque parece fundamentado el análisis gene-
ral de una colocación con forma de «V + loc. adv.», resulta menos justificable el valor de locución
adverbial de «como + SN». En el DFDEA sólo es descrito como locución el sintagma encabezado por
como (o más). En distintos trabajos nuestros hemos tratado las comparativas como locuciones, igual
que Škultéty (1978, 1986), Ortega Ojeda (1990), Ayala (1994), Corpas Pastor (1996b: 103), Martínez
López (1996: 129 y passim), Álvarez Benito (1996), Brehm Cripps (1997), Castillo Carballo (1997, 1997-
1998: 75), Blasco Mateo (1999: 55-56), González Rey (2000), De Bobes Soler (2002) o Garrido Íñigo
(2002), entre otros; Zuluaga Ospina (1980) analiza la comparativa como una clase de locución elativa,
igual que Ruiz Gurillo (1997a, 1997d, 2001c) o Mogorrón Huerta (2002); Morales Pittorino (1995-96)
habla precisamente de locución comparativa. La comparativa estereotipada es también tratada como
locución en otras lenguas (con términos como frasema, unidad fraseológica, fraseologismo, etc.): Gui-
raud (1961: 55), Gross (1983), Sprová (1991, 1993), Collard y Lépinette (1993), Mejri (1997c: 441-450),
Szende (1999) y Lépinette (2000), para el francés; Elia et al. (1981), Vietri (1985b, 1990a) y Pintori
Olivotto (1990), para el italiano; Fonseca (1985), Azevedo do Campo (1989), Hundt (1994c), Marques
Ranchhod (1991) y Marques Ranchhod y De Goia (1996), para el portugués; Stepanova y Èernyševa
(1975: 221), Pilz (1981: 83-87), Fleischer (1982: 108-111) o Burger et al. (1982: 35-37), para el alemán.
Autores como López Roig (2002) o Luque Nadal (2005) no precisan su estatuto fraseológico. Tampoco
López García (1983). Por su naturaleza escasamente idiomática, la comparativa ha sido relegada en
numerosos estudios angloamericanos sin llegar a constituir un idiom auténtico; no obstante, Cacciari
(1993: 54) describe la comparativa como un idiom cuasimetafórico.
Su no fácil clasificación ha provocado vacilaciones en algunos autores, como Penadés Martínez,
quien trata la comparativa, primero (1999b, 2000b), como locución y, luego (2001: 69, n. 31), como
colocación, aunque vuelve a incluir en el Diccionario de locuciones verbales (Penadés Martínez 2002b)
algunas construcciones comparativas, como beber como un cosaco y comer como una lima.
Casares Sánchez (1950: 182) llegaba a diferenciar las comparaciones en las que como no aporta
nada porque el sustantivo tiene ya sentido traslaticio (como una fiera, como un escopetazo, como un
marmolillo) y las comparaciones en las que el sustantivo no funciona como lexema autónomo y adquie-
re su sentido figurado dentro de la construcción comparativa (como alma que se lleva el diablo, como un
cencerro). Ciertamente, la división no está nada clara, ni completamente justificado el sentido traslati-
cio de todos los sustantivos de la primera serie.
Cabe suponer que el tratamiento de la comparativa como una clase de locución adjetival (o parte de
ella) ha de aumentar notablemente el número de unidades fraseológicas adjetivas. El conjunto de locu-
ciones adjetivas con complemento comparativo es tan numeroso, que probablemente convierta a las
locuciones adjetivas en el tercer grupo de locuciones con mayor número de unidades, tras las verbales
y las adverbiales (véase esp. § 4.3.1.2.2.).
107. Cabe advertir, no obstante, que las comparativas anteriores de significado transparente no son
completamente literales porque también interviene alguna figura o tropo: la metáfora, el símil, la hipérbole.
108. El ordenamiento habitual es el inverso: gravemente enfermo, clínicamente muerto, perdidamente
enamorado, locamente enamorado... Frente al litigio que podría desatarse entre las locuciones nomina-
les y las colocaciones sustantivoadjetivales, las locuciones adjetivas no plantean problemas de límites
con las colocaciones con núcleo adjetivo («A + Adv»), dado que no existen locuciones adjetivas con la
estructura «A + Adv» en la que éste sea un adverbio en -mente, que es la clase de adverbio típicamente
colocacional (García-Page 2001c, 2001-02).
109. Sobre la diferencia entre sintagmas comparativos y oraciones comparativas, véanse, por ejem-
plo, Martínez García (1983) y Gutiérrez Ordóñez (1992, 1994b, 1994c).
110. Algo similar ocurre con las consecutivas con núcleo verbal, que suele aparecer expreso: corre
que vuela/que se las pela (véase § 5.1.2.3.).
Corpas Pastor (1996b: 97-98) analiza nuestro ejemplo como simple comparativa en la que el signo
que es relativo.
111. No creemos, frente a la opinión de otros fraseólogos, que la locución dicho y hecho, de estruc-
tura idéntica a hecho y derecho, funcione como adjetiva ni participial (para Melendo 1965: 18-19,
hecho y derecho es participial), sino como oracional: como fórmula del coloquio o, incluso, como
operador textual.
112. La locución original es verbal: no tener dos dedos de frente; pero es cierto que existe un uso
generalizado de la forma preposicional con dos dedos de frente, como entidad autónoma.
113. Algunos, como de carne y hueso, también se aplican a nombres de seres animados.

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114. Esta locución, como otras, es policategorial, aunque funciona generalmente como adya-
cente adjetival.
115. Cabe indicar que hay locuciones plurifuncionales que no comportan valor elativo, como con
gusto, con clase, con suerte, en detalle, de sobra...
116. A este aspecto creativo ya hemos hecho referencia en otros lugares (p.ej., § 3.3.4.2.b). Casares
Sánchez (1950: 223), por ejemplo, señala la creación, a partir de en un instante, de una serie de modis-
mos para expresar la noción de ‘rápidamente’: en un momento, en un santiamén, en un credo, en un
periquete, en un abrir y cerrar de ojos, en un decir Jesús, en menos que canta un gallo y en menos que se
persigna un cura loco; serie completable con en un suspiro, en un pis pas, en un decir amén, Jesús, en una
exhalación, en un tris, en un Jesús, en un rezo, en un avemaría, entre otros. También Ruiz Gurillo (1997d:
117) hace un comentario sobre las creaciones analógicas en sintagmas prepositivos fijos. Piénsese, por
ejemplo, en el esquema fraseológico «a + N[+ golpe] + limpio» (a garrotazo limpio, a porrazo limpio, a
manotazo limpio...).
Cabe advertir que el esquema señalado no es, frente a lo que sugiere la mayor parte de los estudiosos
(p.ej., De Bruyne 1978; Zuluaga Ospina 1980: 108, 159-160), «a + N-azo + limpio», aunque, ciertamente,
esa fórmula sea la estructura más frecuente: son posibles a patada limpia, a dentellada limpia, a carcaja-
da limpia, a bofetada limpia, a manteo limpio, a pellizco limpio, a apaleamiento limpio, etc., esto es, con
nombres de acción en -da, -o, -miento, -ción, etc.; incluso, con sustantivos, primitivos o derivados me-
diante otro sufijo (p.ej., aumentativo) que denotan ‘golpe’ en alguna medida, como a golpe limpio, a
sopapo limpio, a cachete limpio, a puntapié limpio, a mordisco limpio, a pescozón limpio, a bofetón
limpio, a tiro limpio, etc. Además, estas nuevas sufijaciones se han generalizado al extender su uso la
fórmula a la expresión de otros contenidos, seguramente derivados de aquél, como, sobre todo, el de
‘castigo’ o ‘acción violenta’: a intimidación limpia, a reprensión limpia, a fusilamiento limpio, a vejación
limpia, etc. (cfr. también a castigo limpio), pero también otros (‘molestia’, ‘ruido’, etc.): a soplido limpio,
a grito limpio, a chillido limpio, a silbido limpio, etc. Nótese, asimismo, que el sustantivo no tiene por
qué ser masculino, frente a lo que parece sugerir Blanco Valdés (2004: 14).
La estructura indicada puede interpretarse como una variante del esquema «a + Npl.[+ golpe]»: a esco-
bazos, a patadas, a dentelladas, a golpes, a pellizcos.... Como puede apreciarse, hay ciertas restricciones
en la formación: cuando el nombre que denota ‘golpe’ se construye en plural, rechaza la modificación
del adjetivo enfático limpio, y, cuando éste aparece, exige la flexión del sustantivo en singular (cfr., *a
escobazos limpios, *a escobazo).
Curiosamente, Domínguez (1975: 57) recoge sólo a codazo limpio y la interpreta como locución fija,
esto es, con tales elementos internos invariables.
117. También algunos autores (Zuluaga Ospina 1980: 158-159, Corpas Pastor 1996b: 100-101, Ruiz
Gurillo 1997a, Castillo Carballo 2000d) aducen algunas locuciones polifuncionales, aunque creemos
que la función adjetiva que se les atribuye a algunas de ellas es más bien ocasional, completamente
marginal: así, a raudales (ejemplo de Corpas Pastor 1996b), sin ton ni son, en vilo y con todas las de la ley
(ejemplos de Zuluaga Ospina 1980) funcionan habitualmente como circunstanciales y raramente como
complementos del nombre. La cita de Zuluaga Ospina (1980) «con el alma en vilo» puede ser fruto de
un cruce de locuciones: estar con el alma en un hilo + (estar) en vilo.
Como se indicó en § 3.2.9., para estos casos en que la locución puede ejercer la función de adjetivo
y adverbio, Castillo Carballo (2000a) inventa la categoría de la locución adjetivo-adverbial —que, no
obstante, no tiene en cuenta en Castillo Carballo (2000d).
118. Ruiz Gurillo (1997d: 70 y 1998b: 21-22) también incluye, entre las locuciones con anomalías,
las expresiones que contienen un clítico sin referente determinado, como a la buena de Dios. De tener
razón, entonces, habría que sumar a ellas locuciones como a malas, a la desesperada, a la primera de
cambio, y similares.
119. En este ejemplo y el anterior se tiene en cuenta el carácter arcaico de la conjunción copu-
lativa que.
120. No podemos compartir enteramente el cuadro de estructuras adverbiales delimitado por Lu-
que Toro (1999: 298-299), basado fundamentalmente en el número de palabras que intervienen en la
conformación de una locución. No sólo no se da cuenta de la enorme casuística (que intentaremos aquí
exponer al menos de forma aproximada), sino que algunas unidades se describen irregularmente (p.ej.,
a la sazón no es, como supone el autor, una locución de dos palabras, sino de tres). Además, la cantidad
de constituyentes no es un factor relevante para la formación de esquemas sintácticos.
121. En realidad, son bastante numerosas las locuciones adverbiales que no se adecuan a los esque-
mas básicos que citamos a continuación; piénsese, por ejemplo, en expresiones como si acaso, calla
callando (= chiticallando), Dios mediante, Dios delante ‘con la ayuda de Dios’, sea lo que Dios quisiere’,
Vale Dios ‘por fortuna, así como así’, etc.
122. Esta locución y la anterior funcionan también como adjetivas.

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123. La expresión Ni mucho menos aparece en algunos estudios y diccionarios sólo como locución
adverbial, pero, seguramente, su uso habitual es como locución oracional (fórmula pragmática). En el
mismo caso están otras locuciones compuestas con adverbios, como ¡Qué menos!
124. Esta locución admite las variantes, ya no con la misma estructura, bajo mano («prep + N») y por
debajo de mano («prep + adv + SP»).
125. Algunas locuciones de éstas pueden desempeñar, a veces, la función adnominal, como sin oficio
ni beneficio.
126. Además de los nexos copulativos habituales (y, ni, o), consideramos coordinadores los signos
que y como que aparecen en algunas de las secuencias que se citan.
Algunas variantes formales, como así que asado, y locuciones como quizá y sin quizá se apartan del
esquema.
127. Funciona como adverbio corto o adjetival, combinado con hablar y verbos similares. Para
Corpas Pastor (1996b: 102), es locución adjetiva.
128. Como cabe apreciar, a lo largo de la historia se han producido ciertos sincretismos o asimilaciones
entre la preposición segunda y la vocal inicial del segundo sustantivo o adverbio (de allí acá, de aquí allá).
Por otro lado, hay ciertas construcciones que carecen de la segunda preposición, como ocurre en de
hoy más.
129. Para Luque Toro (1999: 299), el esquema es «prep + N + prep + conj».
130. Puede señalarse que existe una fuerte restricción sobre la clase de preposiciones que puede
entrar a formar parte de este esquema; así, son incompatibles, entre otras, en, desde, de y bajo, y son las
más habituales a, con, por y tras.
131. En algunas secuencias el núcleo está constituido por un infinitivo (no siempre con valor nomi-
nal) o un imperativo: a morir, a más no poder, a rabiar, a pedir de boca, a todo meter/correr, en un decir
amén Jesús, en un volver de ojos, en un abrir y cerrar de ojos, para dar y tomar, a decir verdad, para
morirse, en un quítame allá esas pajas... Hay también locuciones con otras formas sustantivadas como
núcleo, como al por mayor y al por menor.
Adviértase el carácter heterogéneo que, desde el punto de vista estructural, denuncia este tipo de
locuciones.
132. Un resultado similar arroja el estudio de Micusan (1968) para el portugués.
133. Cabe suponer que forma parte de este grupo la locución muy de mañana: aquí el adverbio no es
un elemento opcional, aunque su función sintáctica sería la de modificador del grupo preposicional.
134. No obstante, ciertos recursos, como el mecanismo regular de compuestos y derivados o el proce-
so histórico de amalgamiento gráfico permiten augurar una identificación más certera. Piénsese, por
ejemplo, en regañadientes (< a regañadientes) o bocajarro (< a bocajarro), formados de modo similar a
mondadientes y bocacalle, respectivamente; piénsese, por ejemplo, en (a) mansalva (< man salva < mano
salva) como alternativa distribucional de (a) salva mano; etc. Es también un índice de su valor nominal el
hecho de funcionar como términos de preposición.
No parece que resuelva nada el aislamiento de un grupo independiente que comprenda las locucio-
nes con palabra idiomática, como propone Martínez López (1999: 69): en realidad, no constituye una
nueva estructura, y los ejemplos que aduce el autor pueden asociarse a cualquiera de los grupos ante-
riores, en especial a a)-d).
135. La estructura general es «prep + N + A», pero a veces se invierte el orden, sobre todo cuando el
adjetivo es valorativo: con buen pie, a grandes rasgos, de mala gana, de buen grado, en resumidas cuentas...
136. Sólo en el caso de que la construcción dormir a pierna suelta/tendida se interprete no como una
locución verbal, sino como un sintagma verbal cuyo núcleo predicativo selecciona como complemento
la locución adverbial a pierna suelta (se trata, entonces, de una colocación compleja).
137. No son abundantes las locuciones que obedecen a este esquema con sustantivo femenino plu-
ral. Aparentan ajustarse a él locuciones adverbiales como de manos a boca y de puertas para dentro; sin
embargo, si se practicara un análisis sintáctico como se hace en los sintagmas libres, a boca y para
adentro no podrían considerarse complementos de manos y puertas, respectivamente.
138. Algunos de los términos de preposición admiten su descripción como sustantivos, tal es el caso
de derecha.
139. Pueden también tener otra función, como ocurre con el sintagma a la gallega en pulpo a la
gallega.
140. El análisis de la secuencia «lo + A» es muy controvertido. Aquí suponemos el valor de artículo
neutro de lo, frente al pronominal.
141. Para algunos autores, como Corpas Pastor (1996b: 108), es locución conjuntiva.
142. La locución para nada tiene varios valores; creemos que el más habitual es como fórmula de
negación enfática (cfr., no obstante, Alvar Ezquerra y Corpas Pastor 2001).
143. Véase, por ejemplo, Cifuentes Honrubia (2004b: 341-342).

186
144. Tal vez deban incluirse en este grupo las locuciones como mucho y como poco, toda vez que
como se analice como preposición (cfr., p.ej., Cifuentes Honrubia 2004a).
145. Cabe pensar que la preposición situada en cabeza, no necesariamente la parasitaria, rige no un
sustantivo, adjetivo o adverbio, sino un sintagma preposicional con una de esas categorías léxicas como
término de preposición: «prep + SP[prep + N/A/adv]».
146. Bolinger (1972), Quirk et al. (1985), Vallduví i Botet (1993), Lorenz (1999), Israel (2001)...
147. Esta función adverbial es la única que suelen indicar los estudiosos (p.ej., Gómez Torrego 2005:
476); sin embargo, si tenemos en cuenta que uno de sus usos más habituales es como núcleos sintagmá-
ticos modificados por un complemento preposicional, no puede afirmarse que, en tales casos, sean
locuciones adverbiales, pues ya no funcionan como elativos de verbos (función propia de las locuciones
adverbiales), sino principalmente de nombres: «un porrón de libros», «una barbaridad de dinero», «la
tira de árboles», etc. Como ya se ha comentado en varios lugares (véanse esp. §§ 3.2.8. y 3.3.3.4.), su
función equivalente al de un determinante cuantificador invita a suponer que su categoría locucional
no es la del adverbio, sino la del adjetivo, en consonancia con los tradicionales adjetivos determinativos
cuantitativos (mucho, poco, etc.), o la aún no establecida locución determinante.
Algunos sintagmas son más versátiles; por ejemplo, la mar de intensifica sustantivos, adjetivos y
adverbios: «la mar de libros [N]/feo [A]/bien [Adv]»; un pelín y un rato modifican a verbos y adjetivos:
«Ese señor bebe un pelín/un rato», «Pedro es un pelín/un rato tonto».
En definitiva, tales sintagmas nominales no pueden adscribirse directamente a una determinada
categoría locucional (son polifucionales); su clasificación dependerá del contexto (clase de categoría
léxica del núcleo que modifican) y de la propia estructura que adoptan (con o sin de, etc.).
148. El DFEM da a entender que puede haber otras alternativas léxicas verbales, y que es posible el
clítico lo (estar a lo que salta). Creemos que este análisis es incorrecto, y que puede deberse a un cruce de
locuciones: estar a la que salta + (estar) a lo que salga ‘sin trabajo, en espera de algún empleo’.
149. En ese mismo sentido se expresa Thun (1975: 58), destacando el carácter unidireccional de la
selección, y Hausmann (1997: 284-285) afirma que hay locuciones que tienen su propia colocación, y
pone el ejemplo de pied à pied, que se combina con verbos de «lucha intelectual» (argumentativa), como
combatir, discutir, luchar, justificar, negociar, defender, etc. Por su parte, Ruiz Gurillo (1997b: 20-25)
señala la difusa frontera entre la locución adverbial y la locución verbal en casos similares, llegando a
afirmar que tanto pueden ser, por ejemplo, de rositas y de piedra como irse de rositas y quedarse de
piedra. Mellado Blanco (2004b: 156) hace también una ligera alusión a este hecho al comentar lo difícil
que es establecer si el verbo es o no parte de la locución.
Hay, pues, dos tendencias contrapuestas: a) la de quienes piensan que son locuciones verbales aun
observando el vínculo estrecho entre el complemento y el predicado; eso es lo que parecen suponer, por
ejemplo, Pellat-Masso Ruhi (1989: 240-241) al describir como locuciones verbales llorar a moco tendi-
do, creer a pies juntillas, aguantar carros y carretas, hacer borrón y cuenta nueva, ganar el oro y el moro,
negarse en redondo..., o Martínez Marín (1998b: 53, n. 16) respecto de hablar por los codos, ir de la Ceca
a la Meca, saber de pe a pa..., o González Ruiz (2004) con respecto a decir/traducir al pie de la letra, decir
de corrido, contar con puntos y comas, hablar en cristiano, contar punto por punto, clamar a grito limpio,
hablar en voz baja/a gritos/a media voz...); y b) la que propende a tratarlas como combinaciones de
«verbo + loc. adv.» o colocaciones, como, por ejemplo, Koike (2000c, 2001b). Koike (1999b) cree que
son colocaciones de «verbo + loc. adv.» («especializaciones dependientes», en terminología de Mendívil
Giró 1991, 1999; también Koike 2001b). Se basa esencialmente en el sentido literal del verbo y en la
selección restringida del verbo: cuando son posibles varios verbos, cree que puede hablarse de locución
(«locución colocacional»). Adviértase, no obstante, que la distinción no está muy clara porque algunas
locuciones adverbiales que forman colocación también pueden llevar otros verbos, pertenezcan o no al
mismo campo o sean sinónimos o cuasisinónimos.
150. El inventario de solidaridades similares es ampliamente incrementable: reír: a mandíbula ba-
tiente/a carcajadas/a carcajada limpia, abrir: de par en par, cerrar: a cal y canto, criar: entre algodones,
escribir: de su puño y letra, escribir: a vuelapluma, montar/cabalgar (a veces, caminar): a horcajadas,
pagar: a tocateja, negarse: en redondo, saber: a ciencia cierta, conocer/saber: de sobra, andar/caminar: a
paso de tortuga, llorar: a lágrima viva/a moco tendido, ir: a escucha gallo, ganar: por goleada, venir/sentar:
como anillo al dedo, proclamar/pregonar: a los cuatro vientos, caer/darse: de bruces, pillar/coger/pescar:
con las manos en la masa, pillar/pescar/coger: en bragas, matar: a sangre fría, sudar: a chorros (cfr. loc. v.
hablar a chorros/chorretadas), hablar: en plata, trabajar: a destajo, hablar: en cristiano, saber/conocer: al
dedillo, disparar: a quemarropa, disparar: a bocajarro, conocer: de vista, sentar/venir: de perlas, llover: a
Dios dar agua, cumplir/seguir: a rajatabla... (vid. esp. Koike 2001b: 58-60 y 2005, García-Page 2003a,
2004b, 2005a, 2007f).
151. No obstante, observan su vinculación con dormir: el DI señala el sema ‘dormir’, y el DEA y el
DFDEA señalan que su uso normal es con dicho verbo.

187
152. El DUE y el DRAE (1992) la registran de los dos modos, como locución verbal y como locución
adverbial vinculada al verbo dormir; en el DRAE (2001) se suprime su análisis como locución verbal.
153. Decimos «supuestamente» porque los diccionarios no hablan de colocaciones (cfr. DFDEA: XVI).
El DRAE (2001) registra a cántaros como loc. adv., pero señala su uso habitual con llover, echar y caer. En
este sentido es algo más explícito que el DEA (= DFDEA), que dice que se emplea con «llover o equivalen-
te». Asimismo, cabe indicar que Zuluaga Ospina (1980) muestra cierta vacilación, pues primero analiza la
construcción llover a cántaros como locución mixta y luego como enunciado fraseológico.
Tampoco todos los autores suscriben abiertamente el término colocación; por ejemplo, Bosque Muñoz
(2001a, 2001b, 2003, dir. 2004; cfr. Muñiz Álvarez 2004, 2005) prefiere hablar de restricciones léxicas
que de colocaciones: las colocaciones serían un tipo particular de aquéllas.
154. Esta característica representa el rasgo de pluriverbalidad que se exige a toda locución. Eludi-
mos comentar otras dos características que suelen indicarse de esta clase de locuciones, pues son de
alcance general a todas las clases de locuciones (p.ej., Gaatone 1976; G. Gross 1981; Cifuentes Honru-
bia 1996, 2001a, 2001b, 2003 y 2004b; Luque Toro 1999 y 2001; Santos Río 1999: 31-44, 2002a, 2002b,
2003a, 2003b; Lliteras Porcel 2000; Casadei 2001; Adler 2001; Mejri 2001a; Montoro del Arco 2005b:
esp. 462-469...): las relativas al carácter fijado o sintácticamente inanalizable y a la equivalencia funcio-
nal (en este caso, a una preposición); si bien, señalamos a continuación la posibilidad de ciertas locu-
ciones de admitir algún tipo de análisis gramatical.
Como indicamos para el resto de locuciones, la equivalencia funcional lleva implícita la equivalen-
cia semántica, en el sentido de que, cuando los autores afirman que la locución prepositiva funciona
sintácticamente como una preposición, tienen presente la equiparación semántica. Ahora bien, en ge-
neral, los estudiosos no han ido más allá del mero hecho de anotar la sinonimia que se produce entre de
acuerdo con y según, acerca de y sobre, en dirección a y hacia, con el fin de y para, etc.; no han prestado
interés a que ello es relevante para medir el grado de idiomaticidad de estas construcciones, al tiempo
que el grado de integración de sus componentes sintácticos en el código fraseológico. Según este crite-
rio, cabe presumir que, a pesar de su carácter sintácticamente rígido, la locución prepositiva presenta,
frente a lo que suponen Rizzi (1978) y otros autores, un alto índice de analizabilidad (composicionali-
dad) semántica, y ello puede ser debido a la participación en la formación de las locuciones prepositi-
vas de unidades léxicas —supuestamente gramaticalizadas— cuyo significado sistémico se preserva en
la locución o colabora en el significado de conjunto de ésta (Bosque Muñoz 1989: 209, Lliteras Porcel
2000: 323): a fin de ‘finalidad’, conforme a/en conformidad con y de acuerdo con ‘conformidad, según’, en
contra de/al contrario de ‘oposición’, en favor de ‘defensa, beneficio’, a consecuencia de ‘efecto, por’, a
causa de y debido a ‘motivo, por’, por mediación de ‘intercesión, mediación’, al lado de ‘proximidad, junto
a’, a falta de ‘inexistencia’, en busca de ‘búsqueda’, en relación con ‘relación’, etc. El que ciertos sustanti-
vos lleven o admitan determinante (al borde de, en caso de) o puedan ser modificados por adjetivos (con
el único fin de), a los que imponen determinadas restricciones semánticas, puede servir de prueba de
que la integración de tales sustantivos en la fraseología no ha sido total, pero también de que, en ese
proceso de integración, han conseguido preservar de algún modo sus respectivos significados, lo que
justificaría la existencia de oposiciones léxicas del tipo en favor de/en contra de, a causa de/a consecuen-
cia de, cerca de/lejos de, etc. También la formación de sinónimos interfraseológicos da cuenta del alto
grado de composicionalidad de algunas locuciones: cerca de-al lado de-junto a, en compañía de-junto
con, en vista de-a la luz de, etc.
Algunos autores, como Rizzi (1978: 530-531), han señalado como otro rasgo formal de la locución
prepositiva, contrario precisamente a lo que acabamos de decir, el que el sustantivo no lleva artículo, y
que, si lo lleva, es porque funciona como sintagma libre. Como luego señalaremos, esta condición sólo
se cumple en una serie de locuciones; no en todas: por ejemplo, con el objeto de, al modo de y en el caso
de son tan locuciones como con objeto de, a modo de y en caso de, etc. Véase también Casadei (2001: 65).
155. La gramaticalización es también una característica generalmente admitida (p.ej., Sancho Cre-
mades 1996: 16, 30, etc.; Cifuentes Honrubia 2001a, 2001b, 2002, 2003). Con respecto a lo que se afirma
sobre la presencia del sustantivo, tal afirmación se hace considerando el alto número de locuciones con
sustantivo en proporción con las locuciones prepositivas que se forman con un adjetivo, un verbo o un
adverbio. Salvo el adverbio (Gili Gaya 1961: 247), tanto el adjetivo como el verbo raramente adoptan la
posición inicial; no obstante, no está suficientemente claro que el adverbio (incluso otras categorías,
como debido, p.ej.) esté gramaticalizado. En la nota anterior destacábamos que el alto grado de compo-
sicionalidad de las locuciones prepositivas podía deberse a que los lexemas que intervienen en su for-
mación conservan su significado.
El predominio del sustantivo viene en parte favorecido por la gramaticalización que han sufrido
algunos sustantivos mediante creaciones analógicas, como rumbo a, camino de, cara a, etc. (Martínez
García 1988: 110-112).
156. También habría que decir semántica y fónicamente.

188
157. Una excepción que recoge la Academia (DRAE 2001) es en cuanto ‘como, en calidad de’, que
también puede ser locución adverbial con el significado ‘mientras’. Santos Río (2003a: 356-358) indica
otras locuciones prepositivas no acabadas en preposición, como en tanto, en tanto que, en cuanto que, a
no ser que, no obstante, no siendo...; si bien, su identificación como prepositivas es bastante discutible.
Una cuestión no definitivamente dilucidada es si la preposición regente es constituyente fijo de la
locución prepositiva o, simplemente, la marca funcional del complemento que introduce.
Si observamos los siguientes resultados:
a) en beneficio de todos y en el mío propio/de todas
b) Con la ley es con lo que no estoy de acuerdo
c) ¿Con qué está eso en relación?
d) Es una persona de la que quisiera vivir lejos
e) lo más lejos posible de ella
f) en perjuicio y en detrimento de otros factores
g) en el caso de usted > en su caso
cabría pensar que la preposición tiene un comportamiento no muy distinto del que manifiesta en los
sintagmas: admite la pronominalización (a); su separación (extracción) del nombre o adverbio median-
te una perífrasis de relativo (b), la pregunta (c), la relativización (d) o la inserción de elementos ajenos
en una construcción enfática (e); la elusión por Ø cuando se coordina con otra locución con el mismo
régimen (f) o «se posesiviza» (g). Aunque estas pruebas de analizabilidad sintáctica permitan afirmar
que están más próximas a la sintaxis libre, lo cierto es que no todas las locuciones responden por igual
a estas pruebas. Si se concluyera que la preposición no es constituyente de la locución (como parece ser
la opinión de Adler 2001: esp. 161-163, que centra sus argumentos en la separabilidad y la posibilidad
de coordinación), entonces el criterio de dependencia sintáctica podría quedar invalidado y hasta po-
dría suponerse que a causa y a fin son locuciones prepositivas, o que a propósito, al lado, a favor y en
frente pueden describirse bien como locuciones adverbiales (con una función discursiva), bien como
locuciones prepositivas.
La dudosa filiación de ciertas locuciones a la clase prepositiva ha sido denunciada por diversos
autores (Borillo 2001, Gaatone 2001, Santos Río 2002a...). A propósito del valor prominente de la
preposición de cierre de la locución y la relación de este hecho con la mayor o menor flexibilidad
sintáctica, Montoro del Arco (2005b: 475-493) prefiere tratar como locuciones adverbiales las locucio-
nes de estructura «prep + SN + prep» que toleran la supresión de la preposición (a cambio [de]), a favor
[de], a fines [de]) y como simples adverbios las tradicionales locuciones prepositivas de estructura «adv
+ prep» que admiten la supresión de de (alrededor [de], antes [de], aparte [de]); entre las «locuciones
marcadoras», incluye a propósito de, a diferencia de, a consecuencia de, que también consienten la
eliminación de la segunda preposición.
158. Algunos autores (Trujillo Carreño 1971, Morera Pérez 1988: 69-78, Osuna García 1991, Alarcos
Llorach 1994: 215, Voghera 1994, Cifuentes Honrubia 1996: 70-78...) han indicado el carácter fijado de
la locución prepositiva sin apreciar suficientemente las variaciones que a veces permite, tal como he-
mos visto en la nota anterior y como se exponen a continuación. Otros autores, como Bottari (1985),
Gunnarson (1986), Lliteras Porcel (2000: 322-324) y Casadei (2001: 65-69 y 69-76), han probado la
flexibilidad estructural de algunas locuciones. Gaatone (1976: 19) afirma que no es un grupo homogé-
neo ni es una clase locucional bien definida porque los criterios adoptados son insuficientes. También
Ueda (1990: 15-16) y Koike (1997: 154), entre otros, denuncian el incumplimiento en algunas locucio-
nes de ciertos rasgos generales. Lliteras Porcel (2000) critica que, con la excusa de que son formas fijas,
no se intente describir sus características gramaticales. Por ejemplo, uno de los rasgos morfológicos
que la autora señala es la capacidad productiva de los sustantivos deverbales; y destaca la frecuencia
con que aparecen nombres en -or, -ción, -anza, -zón, -encia (a tenor de, en relación con, a diferencia de...)
y con sufijación retrógrada (a causa de, con arreglo a, a cambio de, a base de...). También Luque Durán
(1973: 32) advierte cierta productividad en la posibilidad de coordinar sustantivos: a gusto y satisfac-
ción de. Véase, asimismo, Santos Río (1999, 2002a, 2002b, 2003a).
159. Cabe preguntarse si estas formas posesivas son locuciones prepositivas, a pesar de no tener la
dependencia sintáctica indicada, o son, más propiamente, adverbiales; por ejemplo, el DRAE (2001)
dice que en defecto de es locución prepositiva y en su defecto, locución adverbial. Lo mismo cabría
suponer de las anaforizaciones con demostrativo: a fin de > a este fin, al efecto de > a este efecto, con el
pretexto de > con ese pretexto... (Gross 2002: 14-15).
160. Danlos (1981) cree que el trueque de preposiciones es prácticamente imposible, muy raro.
Nosotros pensamos que, en español, no es, en efecto, muy frecuente, pero tampoco muy raro. Igual-
mente, en italiano, la sustitución no parece tan escasa, tal como observa Casadei (2001: 61), quien
señala, además, la posibilidad de una triple alternancia: in corrispondenza a/di/con, a paragone di/con y

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in paragone a, a pretesto di/col pretesto di/sotto pretesto di. Con similar variación, tal vez sea posible en
español: bajo/con el pretexto de y ?so pretexto de.
Cabe advertir que variaciones gramaticales de este jaez o similares (adición de artículo, p.ej.) y los
cambios morfológicos que pueda experimentar el sustantivo son tal vez no más que ilustraciones de la
diversidad fraseológica: así, son locuciones prepositivas distintas, de distinto significado, a fuerza de
‘por medio de’ y en fuerza de ‘a causa de, en virtud de’, de parte de y de la parte de, en son de y al son de, a
fin de y a fines de (N[+ tiempo]), del orden de ‘aproximadamente’ y de orden de ‘por mandato’, de orden de y
en orden de, etc.; y pertenecen a clases locucionales diferentes: a fin de y al fin, a la vista y a la vista de (o
en vista de), etc. [prepositiva/adverbial]. Repárese en que, según el DRAE (2001), algunas locuciones
adverbiales pueden llevar régimen prepositivo: de espaldas a/a espaldas de, en cuanto ‘como’/en cuanto a
y por cuanto, etc.
161. Otra variante es igual, pero en este caso debería describirse como variante sintagmática, pues el
trueque representa un cambio no sólo de lexemas, sino de categorías sintagmáticas.
162. A veces, existen ciertas restricciones. Por ejemplo, es posible la alternancia con respecto/rela-
ción a, pero no en relación/*respecto con; es posible en favor/pro de, pero no a favor/*pro de; son posibles
a/en nombre de y en (el) nombre de, pero no a (*el) nombre de; es posible a manera/fación de, pero no a la
manera/*fación de; son posibles a cargo de/con cargo a y a cuenta de, pero no *con cuenta de, a pesar de
que cargo y cuenta deberían tratarse como variantes; etc.
A veces, algunos cambios, gramaticales o léxicos, son posibles, pero están marcados como «ant.» o
«desus.»: a manera/fación de, en vez/cuenta de, a manera/fuer de, dentro de/en...
Las variantes también manifiestan entre sí comportamientos distintos de otra naturaleza: las voces
cuenta, cargo y expensas alternan indistintamente en la estructura «a + N + de», pero responden de
manera diferente a la «posesivización»: a su cargo, a cuenta suya, *a sus expensas, *a expensas suyas.
Otras veces, las restricciones son de índole semántica. Una variante puede reunir más de una acep-
ción mientras que otra variante sólo dispone de una: en torno a ‘alrededor de’ y ‘acerca de’/en torno de
‘alrededor de’; a cuenta de y a costa de son variantes con la acepción ‘por cuenta de, a expensas de’, pero
deben interpretarse como locuciones distintas cuando la primera significa ‘a cambio de’ o ‘en compen-
sación de’ o bien la segunda tiene el significado de ‘con el esfuerzo o dispendio causado por algo’.
163. Aunque el adjetivo tenga carácter opcional y pertenezca a la técnica libre, su presencia en una
locución no es enteramente libre o arbitraria, sino que, como anunciábamos más arriba, está sujeta a
ciertas restricciones; por ejemplo, algunas veces, un adjetivo está vinculado a una locución concreta
(así, los adjetivos que denotan ‘tiempo’ se aplican a los sustantivos que indican ‘tiempo’: en el breve
intervalo de).
Según nuestro corpus, los adjetivos más habituales son los que denotan ‘totalidad’ (total, completo,
absoluto, pleno), ‘generalidad’ o ‘individualidad’ (general, particular, único, exclusivo), ‘exactitud’ (justo,
exacto), ‘autenticidad’ (verdadero, auténtico), ‘evidencia’ (claro, evidente), entre otras nociones; los iden-
tificativos (mismo, propio...), los frecuentativos (continuo, permanente...) y los cuantitativos y escalares
(mayor...). Casadei (2001: 66-67) señala dos clases: los calificativos y los cuantitativos, y cree que su
aparición puede tener relación con el carácter [+ abstr.] del sustantivo (Anscombre 1990, para expresio-
nes fijas distintas, señala los clasificadores, los iterativos y los escalares).
Otro aspecto semántico de algunos modificadores adjetivos que aparecen en las locuciones preposi-
tivas es su naturaleza colocacional; entre el sustantivo y el adjetivo se construye una colocación típica
sustantivoadjetival: en íntima/estrecha relación con, en legítima defensa de, en contacto directo con, con el
firme propósito de...
En virtud de su carácter cualitativo-valorativo, los adjetivos de las locuciones prepositivas suelen
preferir la distribución prenominal: en claro contraste con/*en contraste claro con, en abierta oposición
a/*en oposición abierta a, en justa respuesta a/*en respuesta justa a, etc., aunque algunos muestran indi-
ferencia ante la posición: en exclusivo beneficio de/en beneficio exclusivo de, con el único fin de/con el fin
único de, con la preciosa (o valiosa) ayuda de/?con la ayuda preciosa (o valiosa) de, en total desacuerdo
con/en desacuerdo total con, en absoluto detrimento de/en detrimento absoluto de..., y otros, como los
identificativos y algunos colocacionales, tienden a posponerse: a la derecha misma de/?a la misma dere-
cha de, en contacto directo con/*en directo contacto con, además de otros adjetivos con carácter restric-
tivo: en el caso efectivo de/*en el efectivo caso, en el caso real de/*en el real caso de... Pero en la posición del
adjetivo intervienen también aspectos gramaticales, como la clase de sustantivo, la presencia o no de
artículo (de hecho, la presencia del artículo favorece la modificación adjetival de los sustantivos, sin
que sea un requisito imprescindible, frente a lo que piensa Rizzi 1988: 531: «il nome no è modificabile
nella forma senza articolo», pero «è sempre modificabile nella strutture con l’articolo»), o el que la
locución prepositiva forme parte de otra locución (verbal, normalmente): con ayuda de > con la preciosa
ayuda de/*con preciosa ayuda de, estar a disposición de > estar a la entera disposición de/*estar a entera
disposición de...

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164. Excepcionalmente, existe la locución prepositiva para con con la estructura «prep + prep»; si
acaso, habría que añadir aparte de si tenemos en cuenta que el DRAE recoge esta locución bajo la voz
aparte con valor de preposición, no cuando tiene valor adjetivo.
165. Pueden verse otras clasificaciones en Pavón Lucero (1999: 644-646) o Luque Toro (2001). Por
ejemplo, en Luque Toro (1999: 296-298), la división de esquemas se sustenta en una primera distinción
de locuciones según el número de palabras (dos o tres) que intervienen, si bien se advierten algunas
irregularidades, como, por ejemplo, la inclusión de locuciones con cuatro palabras (al amparo de, al
cabo de) en el grupo de las que, según él, están conformadas por tres. Santos Río (2003a: 355 y ss.)
señala distintos criterios de clasificación (semántica, formal, etc.).
166. Algunos autores incluyen tocante a y referente a (el DRAE no cita esta última), posiblemente
abreviaciones de las originarias en lo tocante a y en lo referente a.
La consideración de este tipo de estructura es bastante discutible, pues el adjetivo parece haberse
petrificado en la forma masculino singular y, por tanto, haberse equiparado al adverbio, de modo simi-
lar al llamado adverbio corto o adjetival (pisar firme, hablar bajo, etc.): *junta a, *juntos a, *conformes a,
etc. Este hecho probaría la naturaleza locucional de la construcción. No obstante, podría imaginarse
que este grupo de locuciones prepositivas es bastante heterogéneo a la vista de que algunos lexemas
adjetivos parecen tolerar cambios flexivos: debido (a, s) a, unido (a, s) a, frontero (a, s) a/con, atento (a, s)
a. Si bien, en estos casos, es más que discutible su rango fraseológico; tal vez su análisis más adecuado
es como predicados adjetivos con régimen prepositivo.
167. Esta locución, como otras de este grupo, es polisémica.
168. La clasificación como prepositivas de estas locuciones no es unánime. Aunque respetan el
rasgo de incompletitud sintáctica, a veces se integran entre las adverbiales. Muchas veces la diferencia
entre adverbial o prepositiva se debe a la clase de término y al significado, traslaticio o literal, del
adverbio que encabeza la construcción; comp.: lejos de pensar en eso/lejos del pueblo, antes de ti/antes de
comer, encima de que me dices eso/encima de la mesa... Sólo en el segundo caso (como adverbio), sería
posible la sugerencia que aporta Alarcos Llorach (1994) de eliminar la frase prepositiva encabezada por
el adverbio: Pon el libro encima de la mesa/Pon el libro encima (cfr. Te haré la cama, encima de que me
dices eso/*Te haré la cama, encima). No pocas veces son analizadas sintácticamente como sintagmas
adverbiales con núcleo adverbio, o sea, como combinaciones de la técnica libre. El DEA, por ejemplo,
describe encima (de) simplemente como adverbio, y el DRAE (2001), como locución prepositiva. San-
tos Río (2001: 873) cree que cerca de nunca funciona como locución prepositiva. Lliteras Porcel (2000:
320) critica el desajuste clasificatorio al observar que el DRAE (1992) considera locución adverbial
alrededor de en «alrededor de doscientas pesetas» y prepositiva en «alrededor del mundo», y, además, de
que en torno a sea locución prepositiva en tanto alrededor de, con el significado de ‘en torno a’, es tratada
como locución adverbial; también en vez de es, en el DRAE, locución adverbial y su sinónimo en lugar
de es prepositiva. En el DRAE (2001) sigue existiendo tal aparente desajuste, debido seguramente a la
equivalencia semántica, no importando tanto la dependencia sintáctica. Así, en cuanto es locución
prepositiva si significa ‘como, en calidad de’ y locución adverbial si significa ‘mientras’; además, son
también locuciones adverbiales por cuanto (con valor causal) y en cuanto a ‘por lo que toca a’, estructu-
ra sintácticamente dependiente. A la altura de es locución adverbial si significa ‘al mismo grado, en tono
con algo’ («no estar a la altura de las circunstancias») y locución prepositiva si significa ‘al mismo nivel’;
cerca de es locución prepositiva ‘junto a’ y locución adverbial ‘casi’; a través de es locución prepositiva
‘pasar de un lado a otro’ y locución adverbial ‘por entre’; a espaldas de es locución adverbial y de espaldas
a, locución prepositiva, aunque las dos llevan régimen preposicional.
En similar dirección, Bosque Muñoz (1989: 212) se pregunta por qué para algunos gramáticos el
adverbio antes se recategoriza en locución prepositiva en antes de y en locución conjuntiva en antes de que.
La trasfusión entre las locuciones adverbiales y prepositivas no es un hecho infrecuente: de so capa/
so capa de, en medio/en medio de, de espaldas/de espaldas a, entre medias (entremedias)/entre medias
(entremedias) de, en consecuencia/a consecuencia de, en contra/en contra de, de cara/de cara a... Algunas
veces, la distinta categoría locucional (adv./prep.) se corresponde con variaciones en los componentes
gramaticales: en cambio/a cambio de, de cerca/cerca de, de frente/frente a, a cuenta/por cuenta de, a toda
costa/a costa de, de través/a través de, a la retaguardia/a retaguardia de... (Santos Río 2001: 872 cita
algunas locuciones prepositivas tratadas por la Academia como adverbiales).
Aparte de los adverbios locativos y temporales, el hueco «adv» está cubierto raramente por el signo
de negación (como en no sin ‘con’, según el DRAE) y adverbios en -mente: la Academia recoge compara-
tivamente a, pero algunos estudiosos (Rojas 1980-1: 910, Gunnarson 1986, Bosque Muñoz 1989: 134-
135, Cifuentes Honrubia 2001a: 110, Santos Río 2003a: 331 y 2003b) han propuesto formas como
perpendicularmente a, paralelamente a, relativamente a, etc., aunque su clasificación como preposicio-
nes entraña cierto riesgo, como el hecho de que tales presuntas preposiciones pueden llevar, contra la
norma, modificadores adverbiales: casi perpendicularmente a (García-Page 1993d, Kovacci 1999, Melis
2001, Cifuentes Honrubia 2003: 165-171).

191
169. En esta estructura es en la que se centra el estudio de Koike (1997). El esquema «prep + N +
prep» es el único que aparece en Luque Toro (1999: 297, 2001: esp. 10-18).
170. No hemos localizado ninguna locución prepositiva con verbo flexionado (cfr., no obstante, con
una estructura particular, en lo que respecta a); con la forma no personal de infinitivo, el verbo aparece en
las locuciones a partir de, a pesar de, a juzgar por, etc. (con artículo: al parecer de...; cfr. loc. adv. a mi parecer).
Basándonos en el DRAE (2001), tampoco hemos encontrado locución prepositiva alguna con adje-
tivo como núcleo de sintagma (Cifuentes Honrubia 2001a: 110 cita a salvo de); cuando aparece, no
admite flexión y forma sintagma con lo neutro: a lo largo de, a lo largo y ancho de, etc., o lleva artículo
masculino: al contrario de...
La categoría adverbio es término de preposición en las locuciones por encima de y por debajo de, esto
es, con adverbios que normalmente indican localización espacial; si bien adquieren otras acepciones,
como por encima de ‘cantidad superior a otra determinada’/‘a pesar de, en contra de la voluntad de’.
Resulta complejo decidir si son adverbio o pronombre los signos que intervienen en las locuciones
a más de y en cuanto a.
171. Adviértase que no entran en oposición: con vistas/*vista/*vistos a, etc.
172. Para otros autores, es, sencillamente, una estructura independiente, y a favor de dicha opinión
está el hecho de que el artículo es un constituyente obligatorio en locuciones como al abrigo de (*a
abrigo de) o al alcance de (*a alcance de), y de que su ausencia es obligatoria en locuciones como a
consecuencia de (*a la consecuencia de) o en aras de (*en las aras de). El comportamiento, pues, de todas
las locuciones prepositivas ante el artículo no es homogéneo: mientras unas lo exigen (al filo de, al
margen de), otras lo admiten opcionalmente (a [el] estilo de, en [el] caso de) y otras lo repudian siempre
(en [*la] relación con, con [*el] arreglo a, en [*la] virtud de). Podría, en todo caso, suponerse que la
estructura «prep1 + N + prep2» dispone de una variante gramatical cuando el artículo es opcional ante
determinados sustantivos: «prep1 + (art) + N + prep2», en tanto que, cuando el artículo no es opcional,
nos hallamos ante una estructura locucional diferente: «prep1 + art + N + prep2».
Ahora bien, ante la posibilidad de expansión sintagmática mediante modificadores adjetivos, debería
considerarse que tanto esta última estructura como la anterior —con artículo opcional o sin él— pueden
presentar sus respectivas variantes: «prep1 + N + prep2» (en relación con > en [estrecha] relación con),
«prep1 + (art) + N + prep2» (en (el) caso de > en (el) [remotísimo] caso de), «prep1 + art + N + prep2» (con el
[firme] propósito de). Pero, ciertamente, de la inserción del adjetivo tal vez no deba inferirse que se trata de
variantes, pues ese grado mayor de flexibilidad sintáctica es, al tiempo, un índice de un grado mayor de
flexibilidad semántica o composicionalidad: el adjetivo «libre» interviene con su significado denotativo y,
por ello, es de esperar que, al menos en algunos casos, se produzca una variación semántica; esta varia-
ción puede incluso conducir a significados contrarios, lo que pondría en tela de juicio su tratamiento
como variantes: al lado de/al otro lado de/al lado contrario de.
173. El DRAE (2001) recoge sólo por los años de.
Pluralizaciones como con fines de, en los casos de, etc., pueden interpretarse como variantes flexivas
de las formas singulares con el fin de, en el caso de, etc.; índices, no obstante, de su mayor proximidad a
la sintaxis libre. El mayor grado de composicionalidad semántica que obtiene con tal adición puede
hacer creer igualmente que se trata de sintagmas libres. Bottari (1985) destaca la invariabilidad numé-
rica como un rasgo prototípico de la locución prepositiva, aunque Casadei (2001: 62) cree que es posi-
ble: in condizione/condizioni di.
174. Con más razón si lo se interpreta como artículo sustantivador (p.ej., Cifuentes Honrubia 2001a: 110).
175. La supresión puede deberse al habitual valor sinonímico que, bien en la lengua bien en la
construcción locucional, comportan los sustantivos coordinados.
176. Aparte de los casos aislados que hemos señalado y otros que suelen indicar algunos estudiosos
(p.ej., Lliteras Porcel 2000: 322 propone ejemplos, algunos muy discutibles como locuciones prepositi-
vas, como de entreguerras [también Santos Río 2001: 873], frente por frente y aparte [en enunciados
como «impuestos aparte», esto es, con «preposición» pospuesta al nombre]), Casadei (2001: 50) indica
un tipo que, creemos, desconoce el idioma español, cuya estructura sigue la pauta «prep1 + det + adv +
prep2» (al di fuori di); y precisa que la forma interna es de «prep-prep» o «prep-adv» (di dietro, di sotto).
177. La conjuntiva posiblemente sea la clase de locución más desatendida por los gramáticos. Véan-
se, no obstante, Borrego Nieto (1979), Gaatone (1980), G. Gross (1988a y 2002), Méndez García de
Paredes (1990), Pavón Lucero (1999), González Orejón (2000), Santos Río (2003b), Montoro del Arco
(2005b: 494-527, 2006a: § 8).
178. Cabe hacer la advertencia de que, frente al primer esquema, la conjunción puede no aparecer y,
por tanto, ser la preposición la que marque el límite de la locución: ello es así cuando el complemento
proposicional es una oración de infinitivo. En esta última circunstancia, parece más razonable analizar
la locución como prepositiva. Esta aparente incongruencia de tratar como dos clases locucionales dis-
tintas un mismo sintagma por el hecho de que lleve o no lleve que la resuelven algunos autores (p.ej.,

192
Montoro del Arco 2005b: 494-527, esp. 500-515) negándoles la naturaleza conjuntiva: que es, simple-
mente, un transpositor que introduce la subordinada.
179. Salvo en la locución como para cuando el verbo de la proposición está flexionado.
180. Existen otras excepciones, como primero que, con ordinal: «Primero que quieran llegar, lo he
terminado».
181. Zuluaga Ospina (1980: 161), Aguilar-Amat Castillo (1990: 82), Melero Nogués y Gracia Aguirre
(1990: 655), Koike (1991a, 1991b: esp. 60), Wotjak (1998a: 269), Castillo Carballo (1999b, 2000c: 97,
105) y Álvarez de la Granja (2002c: 368) son partidarios de analizarlas como locuciones. Así aparece en
los diccionarios: DRAE (2001), DFEM, DEA, DFDEA. En cambio, Penadés Martínez (2001), basándose
en el sentido autónomo del sustantivo lata (DEA: 3.ª acepción ‘fastidioso o molesto’), cree que son
colocaciones. De igual parecer es Bustos Plaza (2005b: 13).
182. Salvo que la autora esté considerando el actante no lexicalizado correspondiente al comple-
mento directo, pero, en ese caso, sería «V + (CD) + CPred». Ahora bien, en ese caso debería ser conse-
cuente con el análisis que practica en otras secuencias, como meter en cintura, que describe como «V +
CC», cuando debería ser «V + CD + CC [o CRég.]»: meter (a alguien) en cintura.
183. Podría suponerse que al fuego es complemento indirecto, como prueba su elusión por le.
184. Está claro que sordos no es adyacente de oídos (en cuyo caso la estructura no sería «V + CD +
Ady», sino «V + CD»), sino complemento predicativo; y que chuzos (si no chuzos de punta) es el sujeto,
modificado por el predicativo de punta. La formulación propia de las dos siguientes locuciones no exige
una perífrasis: jugar con fuego y echar por la borda. En la última locución, de qué pie cojea no es suplemen-
to, sino complemento directo de saber; en todo caso, el suplemento sería de qué pie respecto de cojea.
Lamentablemente, en esta obra el análisis de muchos ejemplos no es adecuado debido en parte a
que el autor no toma la expresión en su forma canónica (a veces se trata de usos desautomatizados).
185. En este esquema de la perífrasis de infinitivo se centra el estudio de Blasco Mateo (1999), pero,
realmente, puestos a hacer contrastes de este jaez, se podrían proponer otros esquemas compartidos
con las perífrasis, como es «Vflex. + Vinf.», que ilustran locuciones como dejarse llevar, ver venir (a alguien)
(cfr. verlas venir, vérsele el plumero), hacerse notar, hacer valer (algo), hacerse esperar o hacer esperar (a
alguien), etc., o «Vflex. + que + Vinf.», que ejemplifican expresiones como dar que hablar, dar que decir,
tener que ver o ¡Hay que ver! (también Blasco Mateo 2005). Ciertas expresiones fijas mixtas como ir (o
salir) pitando/zumbando/echando (o cagando) leches o ir/caminar pisando huevos también coinciden en
su estructura con la perífrasis durativa «ir + Vger.», «venir + Vger.», «estar + Vger.», etc.
Los argumentos de tipo gramatical que esgrimimos en este apartado para minimizar la relación
entre la perífrasis y la locución con estructura «Vflex. + prep + Vinf.» podrían aplicarse para desvincular
una de la otra, sin olvidar la prueba semántica de la mayor gramaticalización o desemantización del
primer verbo de la perífrasis —a la que se han referido todos los estudiosos de la perífrasis (p.ej., Tornel
Sala 2000)— frente al mayor semantismo (idiomaticidad) de la locución.
186. En usos parecidos al de «No sé adónde quieres ir a parar» o «Esa calle va/viene a parar al río».
187. Conviene advertir que estas construcciones, en su mayoría, pueden no tener valor perifrástico en
ciertos contextos (ir a beber al bar, venir a comprar el pan, etc.), y, de hecho, hay disparidad de criterios a la
hora de clasificarlas. Además, algunas variantes léxicas no tienen el mismo comportamiento gramatical
(aspectual): Ha dejado de llover/?Ha acabado de llover, Acaba de llegar/?Ha acabado de llegar...
188. Algunas de ellas están recogidas por Blasco Mateo (1999: 187 y passim).
La autora también incluye echar a rodar y echar a perder. Creemos que la primera, tal cual, debe
interpretarse como construcción libre con complemento directo tácito: echar algo a rodar, con un com-
portamiento equivalente al verbo soporte, como prueba la posibilidad de sustituirla por una unidad
léxica: rodar/rodarlo (según sea algo sujeto o complemento directo); como locución, el diccionario aca-
démico recoge el enunciado echarlo todo a rodar (con doble sentido idiomático: ‘desbaratar un negocio’
y ‘dejarse llevar por la ira’), de modo que no sólo no sigue fielmente la estructura indicada, sino que la
presencia del complemento (todo), en tanto elemento fijado, lo hace inconfundible con una perífrasis.
La segunda, de no fácil identificación (algunos autores creen, de hecho, que es perífrasis), es también
inconfundible con una perífrasis si tenemos en cuenta el objeto directo no fijado: echar algo a perder.
Asimismo, Blasco Mateo (1999) propone como locuciones las expresiones volver a nacer y estar a
rabiar. La primera también aparece recogida en algunos diccionarios, como el DFEM, y es su uso
figurado el que invita a pensar que ha dejado, en la sincronía actual, de ser perífrasis, aunque sus
paráfrasis (nacer de nuevo, nacer nuevamente) resultan más complejas para su interpretación como
locuciones. Respecto de la segunda, no nos consta su existencia, aunque ciertamente la recoge el DFEM:
nosotros pensamos que bien a rabiar es una frase elativa ‘mucho’, por lo que puede modificar otros
elementos (no necesariamente verbos) y de ahí estar a rabiar, como también disfrutar a rabiar, llover a
rabiar, feo a rabiar, etc.; bien que estar a rabiar es el resultado irregular de un cruce de la locución
adverbial a rabiar con la locución verbal estar (llevarse) a matar.

193
189. Esta construcción (igual que otras: mandar a freír espárragos, poner a caer de un burro, quedarse
para vestir santos, etc.) sirve por sí sola para dar el jaque mate a la hipótesis de que «El primer verbo
(cuando hay más de uno) es el que selecciona en las locuciones los sujetos y los complementos; en las
perífrasis es el segundo verbo» (Gómez Torrego 1988: 24). El sintagma un piñón (igual que espárragos,
de un burro y santos) es el complemento del segundo verbo en su correspondiente locución.
190. Sí pueden aportar información gramatical de esta naturaleza algunos verbos soporte.
191. Como se indicó páginas atrás (véase esp. n. 57), a veces tales predicados también se describen
como compuestos: poner fin, dar cuenta, hacer uso [V + N] y poner de manifiesto, poner en claro, poner
en duda [V + prep. + N].
192. Pueden verse algunos ejemplos en los artículos aparecidos en Danlos (ed.) (1988): Laporte, etc.
Véanse, además, Guiraud (1961: 37-39), Bernard (1974), Moskal’skaja (1975), Rey (1976: 835), Lipschitz
(1981), Danlos (1981; cfr., p.ej., Danlos 1992), Gaatone (1981, 1984, 1993, 1997), Curat (1982, 1984),
Gläser (1986b), Elena García (1991), Simatos (1997), Cortès (1997), Achard y Fiala (1997: 273-274),
Dardano (2001), etc. Rose (1978) se refería a los verbos de apoyo como semantic dummies. Véase, ade-
más, § 2, n. 37.
No sólo hay mezcolanza de locuciones con verbos soporte, sino también con genuinas colocaciones
verbonominales, como se advierte, por ejemplo, en Langlotz (2001).
En el ámbito español, ya se ha señalado antes (cfr. § 3.8.1.) que, en trabajos como Crego García
(2000, 2002), no parece prestarse atención a la distinción entre verbo soporte y locución verbal. Ruiz
Gurillo (2003: 285) critica que, con el término forma verbal descompuesta, Dubský incluya no sólo
colocaciones (verbos soporte), sino también locuciones, como hacer novillos y volver a las andadas; e
Iriarte Sanromán (2001: 144, n. 127) critica a Ruiz Gurillo (1998a) el que identifique las colocaciones
verbales [verbonominales] con las construcciones de verbo soporte, en tanto existen otras colocacio-
nes con verbos que no son soportes. Más celo ponía Casares Sánchez (1950: 171) en sus análisis,
antes de que debutara en el escenario lingüístico el término verbo soporte, y, sin embargo, se le escapó
la expresión dar bofetadas (o de bofetadas) entre las locuciones verbales. Coseriu (1966) no discrimina
la locución verbal y el predicado de verbo soporte (hacer alarde) al utilizar el término de perífrasis
léxica con extrema vaguedad.
No se trata, por tanto, de criticar la postura de la concepción ancha de la Fraseología, en la que
generalmente se distinguen locuciones verbales y predicados complejos, sino el hecho de meter en el
mismo saco, de forma indiscriminada, fenómenos, en nuestra opinión, diferentes (uno, fraseológico y,
otro, sintáctico).
193. Antes hemos comentado que es escasamente relevante relacionar perífrasis y locución. Creemos
que tampoco tendría mucho sentido relacionar la perífrasis con la construcción de verbo soporte como si
se tratara de unidades colindantes (cfr. Koike 1996a: 172-176). Las diferencias formales son tan pronun-
ciadas que caben pocos parangones: por ejemplo, el segundo componente de la perífrasis es siempre un
verbo y el del predicado soporte, un sustantivo, introducido o no por preposición (véase, p.ej., Koike
1996a: 173); asimismo, aunque no sea un rasgo definitorio, sí es algo representativo la presencia de
preposición: mientras que son poquísimas las perífrasis infinitivas compuestas por dos verbos sin ningún
tipo de nexo prepositivo o conjuntivo («deber + inf», «poder + inf», «soler + inf»), son mayoría los predica-
dos complejos cuyo complemento nominal no es término de preposición (hacer uso, poner atención, dar
un paseo, hacer un viaje, dar un consejo, hacer mención, dar permiso, tomar asiento...).
194. Junto al verbo soporte puede haber complementos no lexicalizados que saturen la estructura
argumental cual predicados de la técnica libre: poner atención en algo (prestar atención a algo), dar un
paseo al perro, poner algo de manifiesto, poner algo en duda, etc. Según la mayoría de los estudiosos, estos
complementos estarían semánticamente exigidos por los sustantivos argumentales que, sintácticamente,
son el complemento directo o complemento de régimen del verbo, dado que los verbos están desemanti-
zados y sólo funcionan como marcas flexivas, como soportes de la predicación del sujeto. Digamos que el
sustantivo copia miméticamente o hereda las propiedades argumentales del verbo léxico.
195. No siempre la equivalencia es posible; de hecho, muchas sustituciones no conservan el mismo
significado (esto es, la forma analítica y el verbo simple no son sinónimos) y el verbo suele perder los
valores aspectuales asociados al sintagma analítico (Vivès 1984, Koike 1995...) o hay cambios en la
estructura argumental como el ascenso de un complemento indirecto en hacer una visita (a alguien)
[< visitar (a alguien)] (también, p.ej., Espinosa García 2000). Entre los desajustes —que no impiden que
deba hablarse de predicados complejos— está el que, como también han señalado numerosos autores
(Koike 1992: 95, 1993: 27, 1996a: 173; Dardano 2001: 205; etc.), a veces la paráfrasis es inviable (hacer
un discurso > ?, dar miedo > ?asustar, pero dar un susto > asustar), o que la paráfrasis no se puede
efectuar con un lexema de igual raíz, pero sí del mismo campo: dar muerte > matar (p.ej., «El torero dio
muerte/mató al toro»), o que una de las alternativas nominales admita la paráfrasis y otra sinónima no
la admita: dar pena > apenar, dar grima > ?, o incluso que la paráfrasis léxica pueda corresponderse con

194
dos estructuras soporte, aunque sea posible determinar una ligera variación significativa, aspectual:
tener duda/poner en duda > dudar.
No obstante, la posibilidad de establecer una correspondencia entre la estructura perifrástica y el
verbo léxico morfológicamente asociado no supone necesariamente identidad semántica o sinonimia
absoluta. Hay contextos en los que la paráfrasis no puede efectuarse o bien se produce algún cambio
significativo. Cortès (1997: 19), por ejemplo, ha hecho la prueba entre decidir y tomar una decisión.
196. Son muchos los autores que han señalado los verbos más frecuentes de los predicados comple-
jos: entre otros, Cattell (1984), Bush (1985), Giry-Schneider (1987), G. Gross (1989: 170), Melero No-
gués y Gracia Aguirre (1990), Mogorrón Huerta (1994), Koike (1991c: 57-60, 1992: 99, 1993a: 19, 1996a,
1996b, 2001b: cap. 3), Martín del Burgo (1998), Herrero Ingelmo (2002)...
Ahora bien, este factor (el inventario escueto de verbos soporte genuinos) puede resultar menos útil
si se incrementa la nómina al considerar soportes las variantes estilísticas que suelen conformar com-
binaciones preferentes o institucionalizadas, descritas habitualmente como bases verbales colocacio-
nales (no obstante, Blanco Escoda 2000, Herrero Ingelmo 2002: 195-196, Alonso Ramos 2004, entre
otros, las tratan como soportes), como sucede con abrigar una esperanza, prestar atención, pegar/prender
fuego, infligir un castigo, formular una pregunta, entablar amistad, establecer una relación, contraer un
compromiso, gastar una broma, propinar/asestar un golpe, etc. Si, como se viene haciendo normalmen-
te, los predicados soporte son colocaciones, estas construcciones no plantean ningún tipo de problema;
pero, si, como nosotros proponemos, el predicado soporte es un fenómeno sintáctico distinto de la
colocación, entonces la clasificación de tales enunciados sí resulta compleja: a favor de la considera-
ción como soporte de los verbos que intervienen en ellas está el que admiten también la paráfrasis
léxica y, por tanto, se comportan como típicos verbos funcionales: tener/abrigar una esperanza > espe-
ranzarse, poner/prestar atención > atender, hacer/prender (pegar) fuego > quemar, poner/infligir un castigo >
castigar, hacer/entablar amistad > amistarse, hacer/establecer una relación > relacionar, tener/contraer un
compromiso > comprometerse, hacer/gastar una broma > bromear, dar/propinar (asestar, atizar) un golpe >
golpear... A favor de su consideración como bases colocacionales —frente a los verbos soporte dar, hacer,
poner...— está, desde el punto de vista lingüístico, el que comportan un significado léxico pleno, sea
recto o figurado, y el que puede probablemente dibujarse una relación semántica entre el verbo y el
sustantivo (desde el punto de vista pragmático, son combinaciones institucionalizadas, consolidadas
por el uso, de forma que la selección verbal entre alternativas semánticamente posibles reviste una
impronta idiosincrásica o arbitraria).
Existen otros aspectos que hacen difícil la catalogación de tales estructuras; por ejemplo, un verbo de
significado pleno puede seleccionar como argumento externo de sujeto el complemento directo de un
verbo soporte: tener una duda > asaltar una duda a alguien. A veces dos verbos «plenos» pueden alternar
con un mismo soporte estándar: dar un golpe/asestar-propinar un golpe; y puede que uno de ellos determi-
ne un cambio de estructura: tener un error/cometer un error [V + CD]-incurrir en un error [V + CR], hacer
un pecado/cometer un pecado [V + CD]-caer en pecado [V + CR]; poner en relación-establecer una relación.
197. Creemos que la nómina de verbos que no pueden funcionar como soportes, aunque extraordina-
riamente extensa, no es ilimitada; pero también son centenares los verbos que parecen no formar parte de
ninguna locución verbal, como constituir, fotografiar, representar, configurar, reflexionar, conformar, equi-
parar, asemejarse, influir, reglamentar, incidir, excomulgar, investigar, inmiscuirse, regodearse, jactarse, etc.
Sería interesante confeccionar una lista de verbos fraseológicamente «prohibidos», lo cual podría
ayudar, por ejemplo, a predecir estructuras, y, asimismo, comprobar si la clase de verbo influye o ha
influido en la formación de las locuciones verbales.
198. Sospechamos que son escasísimas las colocaciones con estructura «V + prep + N (o SN)», a
riesgo, incluso, de confundirlas con simples estructuras soporte; es lo que ocurre, por ejemplo, con
incurrir en un error: nos resistimos a pensar que incurrir es un mero auxiliar, aunque la construcción
admitiera la paráfrasis por un verbo simple: errar.
Para muchos autores (p.ej., Hausmann 1989: 1.010; cfr. Hausmann 1998: 67), esta estructura («V +
prep + N») no es típicamente colocacional. En la mayoría de los estudios españoles tal estructura sí se
considera, pero debido a que se tratan como colocaciones verbales los predicados soporte, que sí abun-
dan con tal estructura (poner en funcionamiento).
199. Como puede observarse, no incluimos los predicados soporte dentro de las colocaciones (cfr.,
entre otros, Mel’èuk 1993 y 2004, 1995, 2001, 2003..., Alonso Ramos 1993 y 2004, Schenck 1993: 268,
Corpas Pastor 1996b, Koike 1996a, 1996b, 2000c [2001b], B. Wotjak 2000: 21, Bustos Plaza 2005b,
etc.); así, aunque resulte más complicada nuestra tarea de definición de conjuntos verbales, evitamos
imprecisiones como la que se observa en la siguiente afirmación (cursiva nuestra): «El elemento verbal
de ciertas unidades fraseológicas (especialmente, de las colocaciones verbo-nominales) [...] presenta un
significado debilitado o vacío» (Blasco Mateo 1999: 197), que, a nuestro humilde entender, entra en
contradicción con esta otra (cursiva nuestra): «En ellas [las colocaciones] el verbo presenta un signifi-

195
cado debilitado o vacío, pero mantiene un vínculo muy estrecho con el componente nominal, como si el
valor semántico de los componentes se disolviera en el significado de la secuencia entera» (Blasco
Mateo 1999: 211). Suponemos que la autora —que trata indistintamente como colocaciones los predi-
cados de verbo funcional (hacer alusión, tomar en consideración) y las genuinas colocaciones (tañer el
arpa, derogar una ley)— se está refiriendo concretamente a los primeros: no alcanzamos a comprender
qué vínculo semántico puede establecerse si el verbo es, como ella dice, semánticamente vacío. Si bien
es cierto, existen también formas verbales sospechosas de funcionar como soporte que no están vacia-
das de significado o que normalmente intervienen con un sentido figurado, como correr un riesgo o
prestar atención (véase n. 196). Éstos son, a nuestro modo de ver, los sintagmas que más pueden dificul-
tar la demarcación exacta entre predicados de verbo funcional y colocaciones verbonominales. Podría
aplicarse la prueba de la paráfrasis por un verbo simple, pero no es un argumento muy fiable aquí, pues
sólo el segundo predicado la admite (atender): arriesgar sería el equivalente de poner en riesgo, no de
correr un riesgo (sí lo sería, sin embargo, peligrar respecto de correr un peligro, frente a poner en peligro);
además, resulta curioso que, como hemos señalado, ciertas colocaciones genuinas (según nuestra opi-
nión) también permiten la sustitución: esgrimir un argumento > argumentar, librar una batalla > batallar,
cometer un error > errar, levantar una calumnia > calumniar. Ahora bien, no creemos que, en general, los
predicados soporte (hacer alusión, dar un paseo, coger cariño...) deban su razón de existir a una relación
de selección léxica como la que suele sustentar la colocación.
Aislando las colocaciones de los predicados complejos, también se evita incurrir en incoherencias
formales; así, Corpas Pastor (1996b: 66-76), aun citando casos como poner en funcionamiento o poner a
prueba (dentro del grupo «V + Nobjeto»), no incluye ningún subgrupo con la forma «V + prep + N» —como
sí lo hace, en cambio, cuando el sustantivo encabeza el sintagma («N + prep + N»)—, frente a la propuesta
de otros autores, como Koike (2001b: 48-49). Cfr. también Castillo Carballo (1997, 1998b: 54).
En nuestra postura coincidimos con lingüistas como Ruiz Gurillo (1997d: 110-112; 1998b: 41-44,
2001c: 30-35; cfr., no obstante, Ruiz Gurillo 2000a: 263 y 2003, donde trata como colocaciones los
predicados complejos hacer un comentario y poner a prueba), que diferencia entre locución, colocación
y —siguiendo a Martín Mingorance (1983)— unidad sintagmática verbal (= predicado de verbo sopor-
te). Igualmente, Wotjak (1998a: 268-269 y ss.) distingue entre «construcciones verbonominales funcio-
nales» (los soporte: dar las gracias, dar respuesta) y «verbonominales llenas» o usualizadas o lexicaliza-
das, en las que el verbo tiene significado (albergar esperanzas, lavar los dientes), además de las «cons-
trucciones verbonominales fraseológicas» (las locuciones verbales: dar la lata, dar en el blanco). También
Mendívil Giró (1991; 1999: 54 y passim) distingue las tres estructuras, pero su tipología es excesivamen-
te compleja (véase n. 35): las llamadas comúnmente colocaciones aparecen diferenciadas bien como
«preferencias usuales» (librar una batalla) bien como «especializaciones dependientes» (hacer las ca-
mas); entre los predicados complejos distingue los que llevan verbo vicario no reanalizado (hacer una
mención), los que lo tienen reanalizado (hacer mención), los que contienen un verbo vicario con valor
de operador (tomar posesión) y los que se forman con un verbo vicario idiomático (hacer dedo) —que,
en la bibliografía, suelen describirse como locuciones, a las que precisamente denomina el autor «ex-
presiones idiomáticas» o «locuciones» (meter la pata)— (cfr., p.ej., Bosque Muñoz 2001c o Bustos Plaza
2003, 2005b). B. Wotjak (2000: 121, 2005: 332) hace una distinción similar a la de Ruiz Gurillo [coloca-
ción, perífrasis verbonominal (= soporte), fraseolexema (= locución)], pero igualmente habla de colo-
cación para los predicados de verbo soporte (éstos representarían una clase de colocaciones).
200. Aunque pueden colindar, en cambio, con las locuciones oracionales. Es comprensible que las
colocaciones de «V + SNsuj.» o «SNsuj. + V» (avecinarse una tormenta, cortarse la leche, picarse el vino,
estallar un conflicto, etc.) no entrañen riesgo de confusión con la locución verbal puesto que, en nuestra
teoría, entendemos que la locución verbal no puede tener un sujeto léxico fijado; de existir, la construc-
ción ha de tratarse, tal como se ha indicado en repetidas ocasiones (véase también § 3.9.), no como
locución verbal, sino como locución oracional, igual que No estar el horno para bollos, Las paredes oyen,
írse(le) el santo al cielo o antojárse(le) los dedos huéspedes. En ellas, como se dijo, también se incluyen las
impersonales: Haber gente para todo, Llover sobre mojado, Haber moros en la costa, etc., que, obviamen-
te, carecen, como las locuciones verbales, de sujeto léxico fijado.
201. No hay, en principio, ningún aspecto formal ni semántico que impida la relación de la colocación
«V + adv» con la locución verbal; el que no proceda el contraste se debe a una razón puramente estructu-
ral, basada en una restricción idiosincrásica o extralingüística, y es la inexistencia de locuciones verbales
con la estructura «V + adv-mente»: mientras que el adverbio típicamente colocacional tiene la forma de un
derivado deadjetival con sufijo -mente (llorar amargamente, llover torrencialmente, cerrar herméticamente,
herir mortalmente, rogar encarecidamente, relacionarse directamente, etc.), un adverbio así, en -mente, nun-
ca aparece como complemento fijado de ninguna locución verbal. El adverbio en -mente puede intervenir
en una locución verbal sólo como intensificador opcional: ir al grano > ir directamente al grano, o, excep-
cionalmente, como constituyente de otra clase de locución, como en la loc. adv. lisa y llanamente.

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La relación entre colocaciones y locuciones con estructura «V + adv» tendría sentido sólo en el caso de
que se trataran como colocacionales los adverbios cortos, del tipo hablar alto, pisar firme (p.ej., Verlinde et
al. 2003: 112 citan casualmente el sintagma trabajar duro). Aun en tal caso, el sentido de la relación sería
más bien escaso en tanto que son realmente pocas tanto las colocaciones como las locuciones verbales
con la estructura «V + adv», como hilar fino, calar hondo o llegar lejos (véase nota siguiente).
Cabe, no obstante, señalar que existe, para otros estudiosos, otra estructura colocacional con adver-
bio, discordante con nuestra teoría y la de la mayoría de los autores; así, Luque Durán y Manjón Pozas
(1998c: 19) creen que leer con fruición —donde con fruición es, para ellos, un adverbio [funcional]— es
una colocación. En nuestra opinión, no existe ninguna razón semántica para interpretar tal sintagma
como una colocación (cfr. contemplar con fruición, conversar con fruición, etc.) ni hacer intervenir el
concepto de adverbio funcional cuando se trata de determinar estructuras formales.
202. No consideramos la estructura «V + A» a que obedecen secuencias como salir ileso, y que
algunos fraseólogos categorizan como colocaciones (Koike 1999b: 317, n. 17 y 2001b: 54; Blasco Mateo
1999: 28, Castillo Carballo 2001: 134, n. 4), porque suponemos que tales secuencias son sintagmas
libres; su estructura, no obstante, no suele entrañar riesgo de confusión con la locución verbal, pues
escasean las locuciones verbales que responden a tal esquema sintáctico. Así, por ejemplo, Zuluaga
Ospina (1980: 161) indica dos estructuras —caer gordo y salir airoso—, pero su clasificación como
locuciones no está exenta de dificultades: respecto de la primera (adviértase que lleva un argumento
objeto indirecto obligatorio: caerle [a alguien] gordo), quizá la más asequible a su etiquetado como
fraseologismo (que no registra el diccionario académico), debe advertirse que dispone de variantes que
no pueden interpretarse de ningún modo como fraseológicas: caer mal, caer fatal, caer bien; respecto de
la segunda, pensamos que, como ileso, indemne, invicto, malparado y otros, el adjetivo airoso desempe-
ña la función de complemento predicativo con verbos resultativos como salir, resultar, acabar, terminar,
llegar, etc., de modo que no parece preciso aumentar la tipología de estructuras colocacionales con la
citada «V + A». Asimismo, el DRAE (2001) incluye, como locución, la expresión caer redondo, pero
creemos que redondo no es un adjetivo, sino un adverbio, de los llamados cortos o adjetivales —como
firme en pisar firme, bajo en hablar bajo o alto en volar alto (precisamente, son adverbios cortos todos los
ejemplos de colocación «V + A» que aduce, y además reconoce como tales, Blasco Mateo 1999: 28)—,
como prueba la invariabilidad de los morfos de género y número: Él cayó redondo/Ella cayó redondo/
Ellos cayeron redondo (quizá también es posible como adjetivo concordado gracias a la tendencia ac-
tual a la adjetivación). Lo mismo cabría decir de expresiones como hilar fino, jugar limpio o jugar sucio
y calar hondo, que nosotros nos atreveríamos a clasificar como locuciones (véase nota anterior): su
estructura es «V + adv», no «V + A». (El último ejemplo aparece, sin embargo, como colocación en Ruiz
Gurillo 2001b: 34; ahora bien, por su constitución, no encaja en ninguna de las clases de colocaciones
que previamente propone la propia autora siguiendo a Corpas Pastor 1996b.)
Frente a estas últimas, pueden citarse expresiones que siguen la estructura «V + A», como andar listo
(cfr. Luque Toro 1997: 248-249), ir listo («va listo»), venir rodado, ponerse hueco, quedarse tieso y quedar-
se frito, en las que el adjetivo no está adverbializado. No son colocaciones, sino locuciones con verbo
seudocopulativo; como son locuciones, con verbo predicativo, traer frito, dejar (muy) claro, atar coto y
dejar seco, aunque éstos no obedecen al esquema «V + A», sino al esquema «V + SN + A», en cuanto que
frito, claro, corto y seco están orientados al objeto directo: traer (a alguien) frito, dejar (algo) claro, atar (a
alguien) corto, dejar (a alguien) seco.
En conclusión, la relación entre colocaciones y locuciones con estructura «V + A» no tiene mucho
sentido una vez descartada la interpretación colocacional de los sintagmas salir ileso y afines, pues no
hay colocaciones con tal estructura y las locuciones existentes son poco numerosas.
203. El rasgo de la composicionalidad e idiomaticidad no es decisivo siempre. Hay locuciones idio-
máticas que admiten de alguna manera un análisis composicional gracias a la acción de la motivación
o a la interpretación de la imagen, metáfora o metonimia, que le ha dado origen (§ 2.5.3., esp. n. 59).
Hay numerosas colocaciones, sea cual sea su estructura, parcialmente idiomáticas porque el colocativo
interviene con un sentido figurado o especializado, por lo que cabría pensar que no puede practicarse
directamente un análisis composicional; no obstante, algunos autores, como Muñiz Álvarez (2002:
265), estiman que la figuración del colocativo no afecta a la composicionalidad.
El que existan opiniones diversas puede deberse a la concepción distinta de las nociones de idiomati-
cidad y composicionalidad. El sentir más general es que la idiomaticidad bloquea la composicionalidad,
independientemente de que una locución idiomática pueda interpretarse felizmente. Como se vio al tra-
tar la idiomaticidad, son muchos los autores que creen compatibles la composicionalidad y la idiomatici-
dad (Glucksberg 1993, Álvarez de la Granja 2002c...): creemos que, en efecto, se puede practicar un aná-
lisis composicional en virtud no sólo de los sentidos literales de las palabras, sino también de sus sentidos
figurados, como ocurre con las combinaciones libres que vehiculan una metáfora o una metonimia; en lo
que no creemos es en la efectividad de practicar el análisis composicional al sentido idiomático o de

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bloque de una locución, por mucho que quiera verse que existe encubierta una relación o paralelismo
(isomorfismo en Geeraerts) entre los componentes léxicos y sus respectivos significados figurados o idio-
máticos. Éstos no existen más que en la mente del lingüista que diseña tal correspondencia.
No obstante, la colocación no puede ser nunca completamente idiomática dado que la base intervie-
ne en la formación con sentido recto.
204. Cuando se trató el contraste locución nominal/colocación/compuesto, se señaló que la locución
nominal y el compuesto son unidades designativas: el conjunto «N + A» o «N + SP» es una unidad de
sentido. Las colocaciones no constituyen unidades de sentido en las que cada componente pierda su
identidad al servicio del conjunto, ni son, por tanto, unidades designativas: el adyacente no colabora en
la definición del sustantivo (diferencia/diferencia abismal). El compuesto generalmente nombra o desig-
na una realidad concreta; a veces, una característica de esa realidad. La locución verbal tiene el valor
equivalente al de un verbo, pero ya no nombra una realidad, sino que denota una acción o evento, o
alguna otra característica que puedan denotar los verbos simples (y, por lo tanto, los verbos que forman
parte de las colocaciones).
205. Frente a la opinión de otros autores, como Blasco Mateo (1999: 213): «en las locuciones en
sentido estricto los elementos se seleccionan mutuamente». Por ejemplo, nos preguntamos qué selec-
ción léxica puede sustentar la formación de diñarla (Blasco Mateo 1999: 56), o qué relación semántica
existe entre gato y buscar en buscar los tres pies al gato. La selección sólo parece posible en estructuras
regulares de la combinatoria libre. Por ejemplo, Ruiz Gurillo (2002a: 338) opone la colocación al com-
puesto y a la locución porque en aquélla se produce una selección léxica, pero no en éstos. Ahora bien,
discrepamos de la opinión de esta autora acerca de la idea de que compuesto, locución y colocación
tienen en común el constituir «coapariciones frecuentes», pues en las locuciones y los compuestos los
componentes coaparecen siempre, de modo obligatorio, no con frecuencia: la frecuencia deja un mar-
gen a la incomparecencia, y esta licencia no está permitida en la locución ni el compuesto.
206. Véase nota anterior.
207. No obstante, como se ha repetido en varios lugares y más tarde se verá de nuevo, en determina-
dos contextos algunas locuciones llegan a admitir diversas transformaciones: «¡Menuda metedura de
pata!», «Ella ya tiró la toalla, pero él aún no la ha tirado», etc.
208. Este factor lo aplica Blasco Mateo (1999), siguiendo fielmente a Corpas Pastor (1996b), para
intentar aclarar la borrosa línea divisoria entre locuciones y colocaciones, pero creemos que queda aún
bastante turbia. Supone que el paso de la colocación a la locución es imperceptible, fluida y gradual, y
que éste se consigue mediante la existencia de una clase de construcciones «puente»: «Es en la línea
divisoria entre las colocaciones y las locuciones donde se encuentra la categoría puente» (Blasco Mateo
1999: 195, 2005: 205). Se trataría del tipo de colocación más próximo a la locución, frente a las que la
autora llama «colocaciones libres» —que permiten muy diversas combinaciones (provocar/empezar/
ganar/perder... una pelea/una discusión/una guerra/una ruptura)— y las colocaciones «restringidas» —
de reducido inventario de alternativas (correr peligro/suerte/aventuras). El mismo planteamiento apare-
ce en Corpas Pastor (1996b: 80-81), quien añade las colocaciones «estables» (conciliar el sueño, fruncir
el ceño), que, a nuestro modo de ver, poco se diferencian de la categoría puente. Como puede compren-
derse, idear una categoría puente, una especie de colocación-locución, para eludir la identificación
precisa de una construcción no resuelve el problema de límites. Resulta, además, que las ilustraciones
que aducen ambas autoras para fundamentar su hipótesis tampoco ayudan a la distinción: el ejemplo
de categoría puente, levantar una calumnia, no es más que una colocación sensu stricto (Alonso Ramos
1993, Koike 2001b...), que además —frente a lo que Corpas y Blasco opinan— permite sustitución:
levantar falsos testimonios/sospechas/?injurias (adviértase que no produce agramaticalidad la coordina-
ción levantar calumnias e injurias).
Cabe hacer, además, otras puntualizaciones. Por un lado, nos parece contradictorio, considerando su
armazón teórica sobre la Fraseología (según la cual las colocaciones son unidades fraseológicas, y, por
tanto, fijas), que se hable de «colocaciones libres»; de hecho, en diversos lugares las autoras afirman lo
contrario: «[las colocaciones] son unidades fijadas [...] combinaciones ya hechas» (Blasco Mateo 1999:
210-211). Es más, el ejemplo que citan como colocación libre (empezar/provocar/ganar/perder una pelea)
nada tiene que ver con la colocación. Nosotros sí creemos que las colocaciones —todas— son construc-
ciones de la técnica libre, aunque sujetas a ciertas restricciones léxicas y no pocas arbitrariedades idiosin-
crásicas, pero porque les negamos el estatuto de unidades fraseológicas o expresiones fijas. Por otro lado,
debe señalarse que la secuencia aducida por Blasco Mateo (1999: 195) como colocación restringida es
descrita comúnmente como un predicado complejo con verbo soporte: correr peligro > peligrar.
209. Este fenómeno lo hemos también observado en las colocaciones «V + adv», en el sentido de que
no todos los adverbios léxicamente restringidos forman colocaciones, incluso tratándose de sinónimos
de lengua (García-Page 2001-02). Ya a principios del siglo XX, Bally (1909: 70) observó que se destruían
las «series fraseológicas» désirer ardemment y aimer éperdument si se intercambiaban los adverbios:
*désirer éperdument, *aimer ardemment.

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210. La conmutación ha de estar prevista en el código fraseológico: el inventario de variantes está
fijado y suele ser finito (véanse esp. §§ 4.1.-4.2. y 4.2.1.1.).
211. Unas veces, el complejo verbal se interpreta como una locución; otras veces, es el sintagma
preposicional el que se analiza como una locución adverbial autónoma, indicándose o no su preferen-
cia combinatoria con determinados verbos. En García-Page (2003a) contrastamos la distinta forma de
registro de una serie de presuntas locuciones adverbiales en cinco diccionarios (DRAE, DEA, DI, DUE
y DFEM). También Mogorrón Huerta (2005) comenta este hecho contrastando los registros de un
conjunto de locuciones verbales en varios diccionarios (p.ej., observa que, de 175 locuciones verbales,
sólo 8 aparecen de modo homogéneo en todos los diccionarios consultados). Esta estructura de difícil
descripción ha llamado la atención a otros estudiosos, como Ruiz Gurillo (1997b) y Penadés Martínez
(2001); de modo más breve, se refiere a ella Santamaría Pérez (2003: 48).
212. No obstante, el complemento verbal puede adoptar otra estructura, como la de SN, sobre todo
cuando funciona como intensificador: costar un riñón, no valer un comino o importar un bledo; pero
también (aguantar) carros y carretas, (necesitar) Dios y ayuda, (armar) la de Dios es Cristo, (echar/arrojar)
un jarro de agua fría, (recibir [también ser recibido/agasajado con...]) un baño de multitudes, prometer el
oro y el moro... La clasificación de estas construcciones es también fluctuante, entre las locuciones y las
colocaciones (véanse §§ 3.3.3.4., 3.3.3.5.).
Más compleja, si cabe, es la identificación de formaciones semitransparentes como no decir ni pío/
ni mu, no saber ni papa/ni jota, no tener ni pajolera/puñetera idea, no caber ni la más mínima duda/la
menor duda, no dar ni la hora/los buenos días, no lo conoce ni su padre, no haber ni una rata/un alma, no
moverse/oírse ni una mosca... Clasificadas tradicionalmente como locuciones (las dos últimas serían
oracionales, no verbales), cabría analizarlas como construcciones libres teniendo en cuenta el valor
enfático del elemento nominal, o como colocaciones complejas en las que el sintagma conjuntivo cons-
tituye una locución pronominal (p.ej., el DEA). No obstante, a favor de su posible condición fraseológi-
ca, ha de indicarse la limitación del inventario de alternativas léxicas y la restricción combinatoria que
se establece entre el verbo y el complemento (obsérvese que, salvo en algunas construcciones, no es
posible la permuta del elativo: *no saber ni mu, *no dar ni la menor duda, *no haber ni una mosca...):
parece existir un tipo de «selección» léxica similar a la que se impone en las colocaciones.
No obstante, el grupo de construcciones citado no es tan homogéneo como parece indicar su seme-
janza formal: en tanto que el SN enfático equivale en algunas a nada o nadie (no decir nada, no saber
nada, no moverse nadie, no haber nadie, no lo conoce nadie), en otras no es posible establecer la misma
equivalencia pues el sustantivo forma parte de la construcción (no tener idea/no tener nada, no caber
duda/no caber nada), por lo que debe entenderse que el refuerzo de la negación viene marcado por los
adyacentes nominales: (ni) pajolera/puñetera, (ni) la más mínima/la menor.
El caso de no dar ni la hora/ni los buenos días, aunque parecido a estos últimos, no es exactamente
igual, pues tanto el nombre como los demás elementos (modificadores, determinantes) son constitu-
yentes fijos del sintagma, como prueba el que no se puedan eliminar: *no dar ni los días; además, no
tienen valor enfático en sí mismos. Este particular comportamiento induce a sospechar que esta cons-
trucción es, sin la duda que pueden suscitar las demás indicadas, una locución, lo cual está en conso-
nancia con el significado idiomático de la misma (‘roñoso’). Su tratamiento como locución vendría
confirmado por el hecho de que la negación enfática ni es también un constituyente fijo, en la medida
en que su detracción destruye la unidad fraseológica y determina una oración libre composicional: no
dar los buenos días. Por el carácter fijo de ni, el sintagma conjuntivo ni los buenos días (ni la hora)
parece limitarse a constatar la función que ejerció como término de polaridad negativa concordado con
no antes de solidificarse como locución (utilizamos el término sintagma conjuntivo en el sentido em-
pleado en Bosque Muñoz 1994).
213. Un problema de identificación de otra naturaleza también lo constituyen locuciones verbales
como estar en su mano, estar por los suelos, estar en las nubes, estar entre Pinto y Valdemoro, etc., no
porque puedan confundirse con otras clases de locuciones, sino por el análisis que pueda recibir el
complemento, en el sentido de que, aunque los sintagmas prepositivos, considerados aisladamente,
indican circunstancia espacial, estar tiene valor copulativo y no predicativo si atendemos al significado
global (‘ser asequible’, ‘estar barato’, ‘distraerse’, ‘no ser ni lo uno ni lo otro’). Este problema de clasifica-
ción queda ilustrado en el trabajo de Martínez López (1996: 110 y 132), quien analiza la locución estar
en su mano, una vez, como copulativa y, otra vez, como predicativa.
214. Ya hemos visto (p.ej., § 3.3.2.) que plantean problemas, incluso para lexicógrafos, expresiones
como ser pan comido, ser tortas y pan pintado, ser papel mojado o ser el pan nuestro de cada día, ya que,
para algunos lingüistas, el verbo no forma parte de la locución. Es más, hay locuciones con esa estruc-
tura de ecuación (atribución clasificadora) como ser un sol o ser ley de vida que sólo se emplean con ser
y el DRAE las registra como locuciones verbales.
215. Sobre la formación de esta expresión, véase, por ejemplo, Dobrovol’skij (2000b: 39-40).

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216. Adviértase que son estructuras libres los sintagmas N de N o el muy + N/A de esta especie: el
burro de Alberto; el lince del jefe; Luis, el muy zorro (o el muy zorro de Luis)...
217. Rebollo Torío (2000) también señala la dificultad de establecer límites, pero el autor incurre en
el mismo error que otros estudiosos haciendo peligrar los límites de la locución verbal con los de la
locución adjetiva; por ejemplo, al considerar la cópula como componente fijo en ser: duro de mollera/
duro de pelar/ligero de cascos/de aúpa/de armas tomar/de cuidado/de campeonato/de carne y hueso/del
año de Maricastaña... Asimismo, trata como locuciones verbales estar en vilo o estar en los cerros de
Úbeda. A veces, ciertos sintagmas libres son considerados fraseológicos: estar atónito/agilipollado/acojo-
nado/enconado/picado/chungo/cuadrado/colgado, ser acojonante/enrollado/empollón... (véase también
Rebollo Torío 2004).
218. Los dos últimos fraseologismos aparecen en Castillo Carballo (2000c: 114) como locuciones
verbales con ser, igual que duro de mollera (supuesta loc. adj.), (un) arma de doble filo (supuesta loc. n.);
y, con estar, hasta la coronilla (supuesta loc. adv.); así como estar jodido, estar estropeado, estar enfermo...
(supuestos sintagmas atributivos libres).
Ya se ha comentado también antes acerca de la distinta clasificación de la construcción el brazo
derecho: como locución nominal para unos y como parte de una locución verbal con ser para otros.
219. Además de ‘poner los cuernos’, dársela tiene otros tres sentidos figurados, según se interprete
como abreviatura fraseológica de dársela con queso ‘engañar’, de darse una castaña (o una torta, un
golpe) ‘accidentarse’, o de darse una paliza con (alguien) ‘magrear, meter mano’. La locución ganársela
o buscársela se usa especialmente en exclamaciones recriminatorias o de amenaza como ¡Te la estás
buscando/ganando!, con forma perifrástica. Curiosamente, ganar admite la perífrasis «ir a + inf»,
pero no buscar, acaso por el valor incoativo de la perífrasis: ¡Te la vas a ganar/*buscar! La locución
sudársela se usa restringidamente en el enunciado ¡Me la suda! o similares (con cambio de persona en
la forma pronominal de objeto indirecto), con el sentido de ‘no importar, traer al pairo’.
220. Pueden ofrecer, no obstante, ciertas variaciones; por ejemplo, es posible tomar (algo/a alguien)
por (algo/alguien) ‘equivocar, confundir’.
La última construcción funciona prácticamente como un esquema fraseológico, en la medida en
que el hueco «A» representa un paradigma de alternativas bastante reducido: generalmente con adjeti-
vos que denotan ‘fin, pérdida o cese’ o ‘comienzo’: dar por terminado/zanjado/acabado/finalizado/con-
cluido/desaparecido/perdido/muerto..., dar por empezado/inaugurado...
221. Creemos que ésta es la opinión de Ginebra i Serrabou (2000: 67-72) cuando afirma que vetllar
per ‘preocuparse’, defugir-se de ‘eludir’, restar en ‘convenir’, donar per y tenir per ‘considerar’, respondre de
‘garantizar’, etc., no son locuciones.
Hechos de rección prepositiva similares son tratados como colocaciones por otros autores, como
Benson (1985).
222. Creemos que el enunciado de la expresión tendría que ser negativo (no toser [a alguien]), dado
que su empleo como enunciado asertivo constituiría un contexto muy marcado. Con tal modalidad,
siendo no un componente fijo, no hay duda de que el estatus de la combinación es locucional (lo mismo
cabría decir para otras expresiones aducidas, como no poder con [alguien]: «No puedo con este mucha-
cho. Es un desobediente de cuidado»). Es también frecuente su uso como locución cuasioracional, con
complemento indirecto no lexicalizado, tal como ilustra el DRAE (2001): No haber quien (le) tosa.
223. Salvo los escasos ejemplos que aporta Corpas Pastor (1996b), son pocos los autores que se han
planteado este problema. En la medida en que Ginebra i Serrabou (2000) cree que el componente no
realizado no forma parte de la locución, cabe suponer que les negaría el rango de locuciones, más en
sintonía con su propuesta de tratar como simples predicados libres las construcciones con complemen-
to regido antes señaladas (tomar por, dar por...).
224. Martínez Marín (1991a: 61, n. 8) y Ginebra i Serrabou (2000: 76-77) creen que no deben consi-
derarse componentes de la locución. Álvarez de la Granja (2002c: esp. cap. 3.3.) determina la estructura
sin tener en cuenta los complementos no fijados; en cambio, Koike (1991a, 1991b, 1991c), Mendívil
Giró (1999: 513-578), Castillo Carballo (2000c) y Mogorrón Huerta (2002), entre otros, establecen las
distintas estructuras verbales diferenciando la parte fija y la parte variable. Sin embargo, Koike no
niega que esta última forme parte de la locución y, por tanto, sólo represente el contorno; antes al
contrario, cree que es constituyente sintáctico de la locución.
Además de razones como ésta (la participación o no del actacte no fijado), la sistematización que
suele practicarse de las locuciones verbales nos parece, a decir verdad, bastante artificiosa pues se trata
de combinaciones fijas y no de combinaciones libres: los complementos verbales ni constituyen sintag-
mas propiamente dichos (como prueba el que, en general, no admitan determinaciones o modificacio-
nes: *dar el gato por la liebre, *no ver tres en un burro platero, *pagar los platos y vasos rotos...) ni respon-
den a las pruebas de reconocimiento funcional, salvo usos intencionados o contextos muy determina-
dos (echar raíces > *raíces fueron echadas, llevar la voz cantante > *llevarla, ir a gusto en el machito > *en

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lo que va a gusto es en el machito, pagar el pato > *¿qué pagó?...). La taxonomía tendría sentido como
criterio operativo.
225. Rey (1976: 834) no sólo no se lo plantea, sino que se conforma con apuntar, según él, las tres
estructuras sintácticas fundamentales de la locución verbal: «V + SN», «V + SP», «V + SN + SP», sin que
sean determinadas las funciones. Evidentemente, planteamientos como éste, excesivamente simples e
incompletos, no ayudan mucho a la determinación de las estructuras verbales.
226. No se han tenido en cuenta en esta lista las locuciones con actantes o valencias no realizadas
léxicamente, cuya estructura dominante es «V + CD + (CI)», como dorar la píldora (a alguien), cantar las
cuarenta (a alguien), cantar la gallina (a alguien) ‘amonestarlo’, hacer la cama (a alguien), dar calabazas (a
alguien), dar la lata/el tostón (a alguien), dar largas (a alguien/a algo), dar un baño (a alguien), dar una
lección (a alguien), untar la mano (a alguien), dar a luz (a alguien), dar a luz (algo), buscarse la vida,
aplicarse el cuento [con se «reflexivo»]...; pero puede ser otra la estructura, como «V + CD + (CC/CRég.)»:
beber los vientos por (alguien), romper una lanza por (alguien), tomarla con (alguien), dárselas de (algo)...
(adviértase que, en la sintaxis libre, los predicados beber, romper y tomar sólo tienen un único argumen-
to, el tema). No obstante, otras construcciones fraseológicas con esta estructura («V + CD») se incre-
mentan con complementos que no son argumentales ni obligatorios en la sintaxis libre: abrir la mano (a
algo/a alguien), hacer manitas con (alguien), abrir un paréntesis (a algo)...
Asimismo, se han anotado en esa breve lista sólo las locuciones con estructura «V + CD», pero el
complemento de otras construcciones binarias puede cumplir otra función, como la de complemento
regido, predicativo o circunstancial: saber a rayos, oler a cuerno quemado, apuntarse a un bombardeo,
dejarse de cuentos, irse de la lengua, dar en el blanco, dormir a pierna suelta, irse a pique, ahogarse en un
vaso de agua, andar con pies de plomo, andar a la greña, quedar en agua de borrajas, pinchar en hueso,
escribir en la arena, sembrar en arena, tirar de la manta, venir de largo, salir por peteneras, jugar con fuego,
estar en la luna, nadar en la abundancia, tratar con Dios, tirar con bala, descreer de Dios, estar fuera de
Dios, dormir en Dios, permanecer en sus trece, venir a cuento, llegar lejos, ir lejos, ponerse morado, quedar-
se tieso, ir listo... Si se considera el complemento no fijado, ciertas locuciones de este esquema supues-
tamente binario presentarían estructura trimembre, generalmente «V + (CD) + CC/CRég./CP»: sacar (a
alguien) de quicio, sacar (algo) de la manga, quitarse (algo/a alguien) de encima, dejar (a alguien/algo) a un
lado, dar (a alguien) de lado, poner (a alguien) por las nubes, tirar (a alguien/algo) por los suelos, dar (a
alguien) para el pelo, echar (algo) por la borda, traer (a alguien) frito, tirar (a alguien) de la lengua, leer
(algo) entre líneas, dejar claro (algo)...; pero también otras, como «V + (CI) + CP»: caer (a alguien) gordo,
oler mal (a alguien), quedar claro (a alguien), salir caro (a alguien)..., aunque a veces se emiten sin com-
plemento directo.
Cuando el argumento fijado es el objeto indirecto, suele aparecer duplicado por el pronombre áto-
no: darle a la lengua, darle al magín, etc. (cfr. *dar a la lengua, *dar al magín).
227. De las dos últimas locuciones, el sintagma al cuello podría analizarse como complemento pre-
dicativo.
228. El sintagma en los labios también admite otro análisis: como adyacente o predicativo de miel.
229. Aunque el sintagma al fuego admite su elusión por el pronombre átono le, podría pensarse que
es CC esgrimiendo como prueba la pregunta ¿dónde? Lo mismo cabe decir para otras locuciones simi-
lares: echar agua al mar, echar pelillos a la mar (supra), etc. (véase n. 183).
230. El análisis del complemento locativo de algunos verbos, como poner y meter, es diverso: gene-
ralmente como circunstancial o complemento regido.
231. Adviértase que esta locución ilustra un fenómeno fraseológico curioso, aún no estudiado y
nunca señalado, y es la presencia de locuciones incrustadas en otras más amplias, en calidad de cons-
tituyentes internos: a machamartillo > creer en Dios a machamartillo. Este fenómeno estaría amplia-
mente representado por las llamadas colocaciones complejas si, en vez de colocaciones, se consideraran
genuinas locuciones (a cántaros > llover a cántaros). Tal recurso de incrustación no es nada infrecuente
en los refranes: Dios no hace nada a ciegas; Dios delante, el mar el llano; Cuando una cosa está de Dios, en
balde se empeñan los hombres tos; ¿Tomar los puertos a Dios pensáis? Mucho lo erráis; etc. (Martínez
Kleiser 1953: n.º 18.719, 18.905, 18.603, 18.672).
232. Estas estructuras constituyen un contraejemplo a la opinión de Gross (1982: 164), según la cual
la estructura verbal con más de dos complementos fijos es prácticamente inexistente. La asunción de la
negación como componente obligatorio se muestra aquí pertinente. Tal pertinencia se expuso al inten-
tar diferenciar distintos tipos de negación según su obligatoriedad o no en la conformación de una
locución; comp. no dejar títere con cabeza/*dejar títere con cabeza, no estar de más/estar de más (véanse
§§ 3.8.4.1., 5.3.).
233. Son, proporcionalmente, menos las locuciones que, llevando un complemento directo, adver-
bial, etc., con estructura de binomio o trinomio, tengan además otro complemento fijado (no se tiene
en cuenta el adverbio de negación): hacer borrón y cuenta nueva, morir sin sol, sin luz y sin moscas, no
dejar ni a sol ni a sombra, compartir mesa y mantel, etc.

201
234. No creemos que formen parte de este grupo las locuciones verbales con complementos nomi-
nales de estructura gemela o binaria, como estar al plato y a las tajadas, dar una de cal y otra de arena, no
tener oficio ni beneficio, alzarse (o cargar con) el santo y la limosna, poner una vela a Dios y otra al
diablo..., como podría pensarse de seguir el modelo generativo que supone la existencia de un verbo
latente en el segundo miembro, esto es, la existencia de una estructura profunda configurada por dos
oraciones coordinadas, en cuyo caso se podrían equiparar a las locuciones binómicas que estamos
considerando.
235. Con tres verbos: llegar, ver (y) vencer (de acuerdo con la cita latina Vini, vidi, vincit); oír, ver y
callar, etc.
236. Como modismo emancipado de su estructura paremiológica: El carnero encantado, que fue por
lana y volvió trasquilado. Aun así, también es tratado a veces como refrán.
237. Algunas están gramaticalmente muy constreñidas por razones no lingüísticas; por ejemplo, ni
pincha ni corta se usa habitualmente en presente de indicativo (como en la frase proverbial de donde
procede: la espada de Bernardo, que ni pincha ni corta), y con ella el emisor se dirige a una 2.ª o, sobre
todo, 3.ª persona.
238. Véanse, por ejemplo, Castillo Carballo (2000c) y Álvarez de la Granja (2002c: esp. caps. 3.2. y 3.3.).
Para ello sería aconsejable un rastreo completo en los diccionarios generales y fraseológicos; si bien,
habría que proceder con cautela, porque, como se ha tenido ocasión de comprobar, muchos registros
son incorrectos o no están unánimemente aceptados, y, además, porque muchas expresiones o no están
recogidas o, incluso, se recogen bajo formulaciones diversas, por lo que no habría una única «forma de
diccionario» (Fellbaum 1993: 273).
239. No es el caso, precisamente, del primer grupo de estructuras verbales particulares que vamos a
tratar, las negativas, pues existen en español varios trabajos de alcance diverso, algunos más centrados
en la fraseología que otros: Bosque Muñoz (1980: 121-132), Vallduví i Botet (1993), Asensio González
(1994, 1998), Palma (1995a, 1995b, 2000), Rueda Rueda (1995, 1997), García-Page (1998d), Martí Sán-
chez (1998), Mendívil Giró (1999: 569-578), Sánchez López (1999: 2.594-2.595), entre otros. Uno de los
trabajos más completos es el de Asensio González (1999).
Respecto del segundo grupo, las locuciones verbales con clítico, cabe indicar que muchas de tales
combinaciones no siempre han sido tratadas como locuciones; de hecho, la Academia, tan sólo en la
edición electrónica (2001), se ha atrevido a hablar de locución verbal. Antes eran consideradas meramen-
te «fr.», igual que las restantes locuciones verbales. No obstante, la institución académica parece actuar
con cautela —o miedo— y sólo reconoce once construcciones: armarla, hacerla, liarla, pagarla/pagarlas,
pasarlo, pelárselas, picárselas, pintarla, pirárselas. Nosotros las tratamos con justo derecho como locucio-
nes verbales, igual que otros estudiosos, como Corpas Pastor (1996b) o Ruiz Gurillo (1997d). Como ya se
indicó, González Orejón (2002) dedica un artículo a criticar la incoherencia con la que el DRAE procede
en el tratamiento de estas construcciones con la/las/lo (también Castillo Carballo 2000b: 363).
240. Estas construcciones han llamado la atención a diversos lingüistas, como, por ejemplo, Casares
Sánchez (1950: 239-241), Fajardo Aguirre (1987), Pintori Olivotto (1990), Delbecque (1997) y Mendívil
Giró (1999: 545-554).
Hay construcciones en las que el anafórico no desempeña la función de complemento directo, como
salirse con la suya.
241. Son varios los autores que han tenido en cuenta esta estructura (p.ej., Fleischer 1992b). Martí-
nez Marín (1989) es posiblemente el lingüista español que más ha llamado la atención sobre el ingente
número de locuciones verbales pronominales que existen en español; si bien se echa en falta en dicho
trabajo la discriminación de los distintos valores de se, dado que la muestra de ejemplos no es homogé-
nea. Véase también Álvarez de la Granja (2002c: caps. 3.2. y 3.3.).
242. Aunque jugar tiene un uso general como verbo intransitivo inergativo (sólo lleva circunstantes,
analizados a veces como suplementos: jugar a las cartas, jugar a la pelota...), cuando adquiere el signifi-
cado de ‘arriesgar’, adopta la forma pronominal, como construcción libre (jugarse el dinero, jugarse el
cargo) o como construcción fija (jugarse el tipo, jugársela, jugarse el todo por el todo)...
243. Muchos de estos verbos son inacusativos y disponen de doblete pronominal: ir/irse, quedar/
quedarse, salir/salirse, morir/morirse, caer/caerse... Aunque hablamos de valor superfluo en un sentido
amplio, es de conocimiento general que pueden existir diferencias contextuales, pragmáticas e, incluso,
semánticas y sintácticas, entre las formas con se y sin se: irse/ir a Japón-irse/*ir de Japón.
244. La nómina de locuciones con estas características podría incrementarse considerablemente: irse
a chitos/*ir a chitos, irse (o marcharse) al otro barrio/*ir (o marchar) al otro barrio, irse de este mundo/*ir de
este mundo, irse por los cerros de Úbeda/*ir por los cerros de úbeda, írsele el santo al cielo/*irle el santo al
cielo, írsele la mano/*irle la mano, salirse con la suya/*salir con la suya, salirse de madre/*salir de madre,
pasarse de listo/*pasar de listo, quedarse a la luna de Valencia/*quedar a la luna de Valencia, quedarse in albis/
*quedar in albis, no andarse con chiquitas/*no andar con chiquitas, cagarse en diez/*cagar en diez, etc.

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245. Iribarren Rodríguez (1955: 70) la registra con clítico.
Este fenómeno podría extenderse a los verbos transitivos; por ejemplo, Iribarren Rodríguez (1955:
20) recoge la locución verbal llevarse el gato al agua sin el signo pronominal: llevar el gato al agua.
246. Iribarren Rodríguez (1955) registra las distintas variantes (un toletole, un tiberio, un rifirrafe, la
marimorena, la de Dios es Cristo, la gorda...), unas, con se y, otras, sin él.
247. Decimos «supuestamente reflexiva» asumiendo que se tiene, como sugieren algunos autores,
un comportamiento paralelo a le cuando es oración transitiva (y, de ahí, la exigencia de correferenciali-
dad). Podría, no obstante, objetarse que, dado que tienen distinto significado (‘convencerlo’/’atormen-
tarse por pensar mucho’), su representación sintáctica no tiene por qué coincidir, lo cual puede ser
cierto. Ahora bien, a aquel supuesto llegamos apoyándonos en el reanálisis que sufren las locuciones,
ya que, de no ser así, habría que interpretar que tanto se como le son dativos superfluos en sus respec-
tivas oraciones, al no cumplir ningún papel temático dentro del predicado.
248. La tolerancia por parte del verbo fraseológico de un argumento de más que desconoce el mis-
mo verbo en su empleo no fraseológico —como ocurre en comer el coco (o el tarro, el cerebro) y en sorber
el seso—, no es el único fenómeno extraño, idiosincrásico, de las locuciones. Ya hemos visto al principio
de este epígrafe que leer y ver llevan un objeto indirecto obligatorio en leer la cartilla y ver el plumero, y
que algunas locuciones con verbos ergativos o inacusativos, como caer o ir, se acompañan de comple-
mentos indirectos «fraseológicamente argumentales»: caer*(le) gordo, caérse*(le) el alma a los pies, írse*(le)
el santo al cielo, etc. Algunos sustantivos discontinuos o contables admiten «regímenes» prepositivos al
ser interpretados necesariamente como continuos o de masa: llevar las riendas de la casa, dejar (a al-
guien) en manos de (alguien), abrir las puertas de algo (a alguien), etc. El complemento locativo que lleva
habitualmente el verbo meter se convierte en indirecto en la locución meter un paquete (a alguien)
‘castigar’. En costarle la torta un pan, el sujeto no es, contra todo pronóstico gramatical, el sintagma la
torta, ni un pan es el objeto directo: el sujeto es libre y está subcategorizado como [+abstr.], frente a la
selección habitual del verbo costar (v.gr.: costar [algo] [a alguien] la torta un pan). El grupo la torta un
pan actúa, en bloque, como el objeto directo, por lo que resulta muy difícil, desde la óptica de la sintaxis
libre, determinar la función específica del sintagma un pan. Algo similar ocurre con la expresión ecua-
toriana echar el agua al molino (a alguien) ‘reñirlo’, dado que, aparentemente, hay dos objetos indirec-
tos: si ese alguien es el beneficiario de la acción verbal, el otro supuesto objeto indirecto, al molino, debe
interpretarse en bloque con el agua (objeto directo). Asimismo, cantar la gallina, aunque presenta una
estructura gramatical regular si se interpreta con el significado ‘cacarear el gallo cuando está acorrala-
do o se acobarda’, no cabe decir lo mismo cuando se usa con el sentido de ‘amonestar a alguien’ o el de
‘confesar, por imposición, su error’.
A veces «desaparecen» argumentos o éstos presentan restricciones que no se producen en la sintaxis
libre: dar (a alguien) para el pelo es completamente legítima aunque no esté lexicalizado el objeto direc-
to ni sea precisa su presencia para la gramaticalidad de la frase, frente a lo que ocurre en la combinato-
ria libre; y lo mismo ocurre con la expresión ir tirando, que, en la sintaxis libre, requeriría la explicita-
ción del complemento directo (o de régimen); en dar un repaso (a alguien) el objeto indirecto no puede
configurarse como [- anim.], justo lo contrario de lo que suele pedir ese enunciado interpretado como
combinación libre: dar un repaso a algo. El sentido metafórico que se adjudica a numerosas locuciones
proviene precisamente de un cambio en la clase semántica de los argumentos: echar raíces tiene inter-
pretación fraseológica cuando el sujeto es humano, dado que la acción que denota con sentido literal
sólo es aplicable a las plantas. Las locuciones morder el anzuelo y echar humo representan un caso
similar, a través de la «humanización» del argumento externo.
Para Tristá Pérez (1988: esp. 61-87), estos desacuerdos entre la sintaxis libre y la sintaxis fraseológi-
ca funcionan como «indicadores» de su naturaleza fraseológica; constituyen lo que la autora llama
contexto oracional.
No obstante estos desajustes, parece oportuno señalar que las construcciones fijas tienen un com-
portamiento sintáctico más regular de lo que se cree, no tan diferenciado del que protagonizan las
combinaciones libres. Aunque se produzcan estos fenómenos extraños a la gramática estándar, es habi-
tual que los complementos fijados, aunque sometidos a reanálisis, parezcan cumplir el papel temático
que les asigna su predicado verbal. Así, por ejemplo, en dar(le) un baño, ver las estrellas o tirar la toalla,
la presencia del objeto directo repele la adjunción de cualquier otro objeto directo, lo que demuestra
que los argumentos internos del verbo están saturados.
249. Las dos últimas construcciones tienen el significado de ‘estar ocioso’; pero tocarse las narices
exige correferencialidad cuando se conforma como expresión de asombro o contrariedad (¡Tocate las
narices!), si bien no cuando es expresión de amenaza (¡No me toques las narices!).
250. Esta expresión es difícil de clasificar. Podría tratarse de un uso figurado del verbo cortarse,
como prueba su empleo independiente («No te creas que se corta por nada: si lo tiene que decir, lo
dice»); el SN un pelo no funciona realmente como objeto directo, sino como cuantificador ‘nada’ (posi-

203
ble locución). A favor de su estatuto fraseológico está el que el verbo exige clítico (*cortar) y el que
selecciona como cuantificador sólo el sintagma un pelo. También exige negación, pero la presencia de
ésta se explica gramaticalmente por la función de elemento correlativo respecto de no que desempeña
un pelo en la relación de polaridad (resaltada a veces con ni enfático).
251. También existe la variante darse (o tomar) un verde con dos azules (Iribarren Rodríguez 1955: 73).
252. La duplicación pronominal tampoco es posible con complementos no reflexivos: decírselo el
corazón (*a él mismo).
253. Otros autores tratan algunas de estas construcciones como reflexivas esgrimiendo la prueba de
la sustituibilidad por un pronombre no correferente con el sujeto: armarse de paciencia > armarlo de
paciencia, etc. En las medias existe correferencialidad, pero el sujeto no suele ser agente, sino experi-
mentante o paciente, aunque los límites no están totalmente definidos. Sin embargo, hay construccio-
nes difíciles de clasificar en virtud de los rasgos generales de la reflexividad y la construcción media,
como es el uso de apearse del burro: como estructura libre, es posible apearlo, de acuerdo con el sentido
literal (‘bajar’); no como construcción fija, pues exige correferencialidad, en consonancia con el signifi-
cado idiomático (‘desdecirse, cambiar de parecer reconociendo el error’).
254. En efecto, algunos signos aparentemente secundarios son relevantes para la constitución de
una locución: no sólo sirven para diferenciar la locución de una construcción libre, sino también para
distinguir locuciones aparentemente idénticas. Ya hemos indicado, por ejemplo, la diferencia de es-
tructura y de significado que determina el cambio de número gramatical (dársela/dárselas, hincar el
codo ‘asistir a un moribundo’/hincar los codos ‘estudiar con ahínco’), la presencia de un clítico fijado
(diñarla ‘morir’/diñársela ‘engañar’ (Carneado Moré), entenderse con alguien/entendérselas con alguien) o
la presencia de la negación (ver[le] el pelo/no ver[le] el pelo).
Ya hemos visto que existen otros fraseologismos extraordinarimente parecidos en su forma que son
absolutamente distintos, de tal modo que la preposición, el artículo, el morfema de plural, etc., actúan
como índices diacríticos o diferenciadores: dar cara/dar la cara, a espalda/a las espaldas, poner vista/poner
a la vista, ir en cabeza/ir de cabeza, en balde/de balde, hacer cama/hacer la cama, a ojo/al ojo, tener cuenta/
tener en cuenta, echar a las espaldas/echar sobre las espaldas, cerrar el ojo/cerrar los ojos, estirar la pierna/
estirar las piernas, por hora/por horas, en pinganitos/en pinganillas, otro mundo/el otro mundo, liarla/liar-
las, descubrir la uña/descubrir las uñas, coger la calle/coger las calles, hacer calle/ hacer la calle, dar jabón/
dar un jabón, etc.
255. En enunciados como «Tú verás. Yo creo que vas a hacer el tonto si no te presentas a la plaza,
porque tienes muchas posibilidades de ganarla».
256. Parece conveniente indicar que el empleo de las alternativas no es indistinto: las voces
indio y ganso (también payaso) se usan cuando prevalece el sentido de ‘hacer tonterías’ o ‘cometer
una torpeza voluntariamente’, mientras que el sustantivo primo se utiliza preferentemente para
expresar ‘torpeza involuntaria o por ingenuidad’ y ‘dejarse engañar’ (cfr. DRAE 2001). El vocablo
tonto —así como los restantes nombres valorativos— neutraliza los dos polos; constituye el con-
junto de intersección de las dos locuciones.
257. No apreciamos diferencia semántica entre romperse la cabeza y quebrarse la cabeza (a veces, partirse
la cabeza), que tanto el diccionario académico como el DFEM registran como locuciones distintas.
258. Actualmente, se emplea a menudo hablando de bebidas o comidas.
Suponemos que de aquí ha derivado la expresión dar cuenta de (alguien) ‘hacerlo desaparecer, matar’.
259. Aparte está la secuencia quedarse con (algo), que significa ‘robarlo o apropiárselo’ o bien ‘apre-
henderlo, captarlo, asimilarlo’. Adviértase que estas construcciones están en el límite de la locución con
el sintagma verbal (véase lo dicho en § 3.8.2.6. acerca de las construcciones tomar por, etc.).
260. Con modalidad negativa, se emplea como fórmula enfática de amenaza: ¡No me toques las
narices! Con se correferente con el sujeto, también se utiliza irónicamente o como advertencia o repren-
sión: «¡Sigue así, hijo, sigue así, tocándote las narices, que así vas a a aprobar el examen!», «Anda, rico,
¿por qué no sigues tocándote las narices?».
261. Como fórmula exclamativa, ¡Tócate las narices!, expresa ‘asombro o contrariedad’, igual que
¡Manda cojones! Compárese con el distinto significado (‘advertencia o recomendación’) del enunciado
con modalidad negativa, antes citado, ¡No te toques las narices! (Evidentemente, este enunciado es, no
obstante, ambiguo, porque, con otra entonación, podría interpretarse como fórmula de mandato.)
262. Adviértase que el cambio sintáctico operado es mayor: el alma es sujeto y no objeto directo.
263. No obstante, volver loco (a alguien) puede significar ‘gustar mucho’ y ‘enamorar’, por lo que es
una expresión de idiomaticidad múltiple.
264. Si bien, dejar caer también puede tener el sentido figurado de ‘insinuar’, si el objeto es
[+ abstracto].
265. Evidentemente, como construcción media o recíproca, tiene el significado de ‘golpearse, pe-
learse’, que indicamos a continuación. También significa ‘esforzarse mucho’.

204
266. Por ejemplo, entre las locuciones verbales Zuluaga Ospina (1980: 161) incluye no caber duda;
Wotjak (1984), subírsele la sangre a la cabeza, ponérsele la piel de gallina, crujirle los dientes, ladrarle el
estómago, pegársele la lengua al paladar, etc.; Koike (1991a: 92-93, 1991b), decírselo el corazón, faltarle
el tiempo, llamarle Dios, no caber un alfiler, etc.; Martínez López (1996: 123), caer chuzos de punta, etc.;
Ruiz Gurillo (1997d: 113), hacérsele la boca agua, caérsele el alma a los pies, etc.; Mendívil Giró (1999:
488, 536), partírsele el corazón, subírsele los humos, no llegarle la camisa al cuerpo, erizársele los pelos,
ponérsele la piel de gallina, írsele el santo al cielo, caérsele el pelo, caérsele el mundo encima, etc. Locucio-
nes, todas ellas, en las que hay un sujeto léxico fijado. El tratamiento en los diccionarios no es unifor-
me. En el diccionario de locuciones verbales de Penadés Martínez (2002b) se incluyen también nume-
rosas locuciones semioracionales; así, por ejemplo, bajo la voz caer: caerse la casa encima, caerse los
anillos, caerse el alma a los pies, caerse el pelo... El DFEM registra como locución verbal toda locución
semioracional, como írsele el santo al cielo, ponérsele el santo de cara, helársele la sangre, alterársele la
sangre, caérsele la baba, etc. En general, el DEA procede de la misma manera, pero también describe
como verbales algunas de nuestras genuinas locuciones oracionales, como No estar la Magdalena para
tafetanes y No estar el horno para bollos. El DRAE registra las locuciones semioracionales como «fr.»
(igual que las locuciones propiamente verbales).
267. Ni siquiera, obviamente, aquellas locuciones verbales que tienen fijados todos los complemen-
tos y el único actante por realizar léxicamente es el sujeto: tener la sartén por el mango, coger el rábano
por las hojas, no tener dos dedos de frente, no ver ni tres en un burro, ver las orejas al lobo, ver los toros
desde la barrera, tener la mosca detrás de la oreja, irse por los cerros de Úbeda, matar dos pájaros de un solo
tiro, tirar piedras contra el propio tejado, no tener pelos en la lengua, no dar el brazo a torcer... (Otras llevan
al menos otro actante más sin realizar léxicamente: «sujeto + tomar el pelo + CI», «sujeto + dar largas +
CI», «sujeto + no dar vela + CI + en este entierro», «sujeto + mandar + CD + a freír monas», «sujeto +
mandar + CD + con la música + a otra parte», «sujeto + dar + CD + con la puerta + en las narices»...).
268. En realidad, este criterio se sustenta en dos presupuestos lingüísticos, uno, morfológico (cate-
gorial) y, otro, semántico: la locución verbal ha de ser reemplazable por una unidad léxica de la catego-
ría verbo que sea semánticamente sinónima.
Como es sabido, las locuciones suelen clasificarse, en virtud de la equivalencia funcional, en una de
las categorías gramaticales o tradicionales partes de la oración: sustantivo, adjetivo, etc.
La equivalencia a un verbo o a un sintagma era la prueba que proponía Coseriu (1966: 115-117) para
separar las locuciones, respectivamente, en perífrasis léxicas y sintagmas estereotipados; división, a to-
das luces, arbitraria y escurridiza, entre otras razones porque depende de la competencia del hablante
(en su capacidad de determinar un sustituto léxico de la locución) y de la existencia o no en la lengua de
un lexema verbal, o, lo que es lo mismo, de la existencia de lagunas léxicas. También Castillo Carballo
(2000c: 101) aduce esa misma prueba para asociar las oracionales a las verbales, pero no hace distin-
ción entre las que equivalen a un verbo o a un sintagma.
Como ya hemos indicado en otra ocasión, la prueba de la equivalencia a un lexema verbal no es del
todo fiable. En construcciones del tipo «Dios + pronCD + coja confesado(s)» o «Si + SN1(suj.) + monta un
circo, + pron1(CI) + medran + los enanos» (con complemento, directo e indirecto, libre), además de tener
toda la impronta de fórmulas del coloquio, la conmutación por un lexema verbal parece poco menos
que una empresa imposible.
A este hecho habría que sumar lo difícil que es encontrar un equivalente léxico rigurosamente sinó-
nimo (recuérdese, a este respecto, que los fraseologismos, además de estar dotados de un significado
más difuso o menos concreto, comportan información pragmática añadida a la puramente referencial
o denotativa).
269. Nosotros advertimos ciertos desajustes. Con respecto al supuesto indicado por Larreta, por un
lado, cabría trazar un cierto paralelismo con nuestras locuciones oracionales, no obstante menos suje-
tas a la restricción fijada: Todo se andará, No caerá esa breva, No hay derecho, etc.; pero: Volver las aguas
a su cauce, Armarse la de San Quintín, etc. (estas últimas locuciones no encajarían en la caracterización
al poder conjugarse el verbo en todas sus formas: Las aguas vuelven/volverán/volvieron a su cauce); por
otro lado, los fraseologismos propositivos de Carneado están más próximos a la caracterización de
Mellado que a la propia de Larreta, pues exigen un actante sujeto fijo y un actante objeto variable, de
modo que nunca puede configurarse como una oración sintácticamente completa con todos sus com-
ponentes fijados (curiosamente, algunos de los ejemplos que aduce Larreta no se ajustan a la caracteri-
zación teórica indicada por él). Con respecto a la propuesta de Mellado, parece adolecer de una falta de
precisión del término: aparte de eludir abiertamente la etiqueta de locución o fraseologismo llamándola
construcción, lo cierto es que todas las locuciones verbales son «estructuras predicativas fijas», y tam-
bién los enunciados de las paremias (de hecho, Fleischer 1982: 80 agrupa los aforismos, máximas,
proverbios, etc., en torno a la festgeprägte Konstruktionem); para la autora, se inscriben en las locucio-
nes verbales (cfr. Lundh 1992: 163).

205
270. Pero la autora también incluye entre las clausales un segundo grupo de estructura muy distinta,
a las que no puede sentar de igual forma el vestido terminológico de clausales: como quien dice, como
quien oye llover, como Dios le da a entender, como Dios manda (Corpas Pastor 1996b: 110). El mismo
tratamiento reciben en Blasco Mateo (1999: 58), al seguir al pie de la letra la teoría de Corpas Pastor
(1996b). Ambas autoras incurren, a nuestro juicio, en la misma incoherencia de no adoptar aquí el
presupuesto que habían utilizado para identificar las restantes clases de locuciones: el de la equivalen-
cia categorial según la función desempeñada.
Ya Casares Sánchez (1950: 182) sentenció que secuencias similares debían ser tratadas como locu-
ciones, normalmente adverbiales: si a mano viene, cuando las ranas críen pelo, donde menos se piensa,
como quien oye llover, aunque te pongan en cruz, donde Dios es servido...; y así las han analizado luego
Zuluaga Ospina (1980: 157-160), Carneado Moré (1983a: 21), Castillo Carballo (1997, 2000a: 140), e,
incluso, Corpas Pastor en posteriores trabajos (1998b: 178, n. 91)...
271. Nosotros creemos que la denominación de locución clausal es más acertada que la de locución
propositiva, pero ha de reconocerse que el término cláusula es, igual que el de oración, muy peligroso en
el ámbito gramatical. En un sentido estricto la cláusula es una unidad de predicación semántica y
sintácticamente autónoma, igual que se la viene caracterizando tradicionalmente a la oración: nos
parece insuficientemente justificada la distinción que siguen algunos estudiosos entre cláusula y ora-
ción, a pesar de la expectación que suscitó en su día (p.ej., Rojo Sánchez 1978), como prueba el hecho
de que muchas gramáticas hayan prescindido de tal distinción.
Si las locuciones aducidas como clausales no tienen todos los actantes realizados léxicamente, ha-
bría de entenderse que no pueden considerarse clausales (ni oracionales); ahora bien, si se tratan como
componentes propios de la unidad fraseológica los complementos no fijados, entonces podrían inter-
pretarse como enunciados estructuralmente conclusos, autónomos. No obstante esta disquisición, se
puede seguir utilizando, por mera convención, la denominación de locución clausal para evitar más
confusión introduciendo un nuevo término que tampoco definiría a cabalidad la estructura. Nosotros,
como se ha dicho, hablamos de cuasioracionales o semioracionales (o seudooracionales).
272. Si bien, en Asensio González (1999) el término locución clausal alterna a veces con el de locu-
ción oracional (aplicados tanto a las construcciones con todos los actantes realizados como a las que
contienen algún complemento sin realizar léxicamente, del tipo No todo el monte es orégano, Lo cortés
no quita lo valiente o No se ganó Zamora en una hora).
Asimismo, Forment Fernández (1999: 93) admite la nueva clase locucional, aunque llega a señalar
que «[no existe] una diferencia sustancial entre un tipo [la locución verbal] y otro [la locución clausal]».
Por su parte, Romero Gualda (2004: 294) también adopta el término locución clausal, definiendo
ésta como la formada «por varios sintagmas de los cuales uno ha de ser verbal»; caracterización que no
sólo no es coincidente con la de Corpas, sino que resulta extremadamente imprecisa, pues podría dar
cabida a las propias locuciones verbales que contienen varios complementos (salvo que, con varios
sintagmas, la autora quiera decir dos sintagmas: el nominal que funciona como sujeto y el verbal, que la
autora considera necesario).
273. No obstante, la observación de Zuluaga Ospina (1980) acerca de la escasez de expresiones fijas
con sujeto es también hecha por otros estudiosos para el inglés, como Marantz (1984: 27-30), Coop-
mans y Everaert (1988: 75, 76-77) y Moon (1998a: 99). Así, según Coopmans y Everaert (1988): «Idiom
formation is restricted to the subcategorization domain of a lexical head. For example, a verb and its
object can combine to give rise to an idiomatic expression, but a verb and a subject normally cannot»
(cursiva nuestra).
Esta opinión contrasta con la observación de Pellat-Masso Ruhi (1989: 228), según la cual, de 6.000
locuciones verbales, 300 tienen el sujeto fijado (la autora se refiere a nuestras locuciones semioraciona-
les: salirle el tiro por la culata, írsele el santo al cielo, etc.).
274. Véase, asimismo, Álvarez de la Granja (1999: 121, 2002c: 98-99).
Dejando aparte esta posibilidad discursiva y teniendo en cuenta su naturaleza impersonal, parece
más razonable que engrose la lista de locuciones oracionales (no semioracionales).
275. Excepcionalmente, Álvarez de la Granja (1999b: 23-24) se plantea la pregunta sobre el estatuto
de expresiones similares, como ¡Dios se lo pague!, ¡Para el carro! o ¡Seica viehe-lo lobo!, a las que les
adjudica la etiqueta de «locución-fórmula»: según la autora, no son fórmulas genuinas porque admiten
flexión verbal y porque carecen de autonomía sintáctica y semántica (variación pronominal, etc.), pero
tampoco son locuciones (§ 3.2.9.).
276. Estas construcciones representan, sin duda, un serio problema clasificatorio. Los fraseólogos
que niegan el rango de locución a las construcciones que tienen todos sus componentes fijos, son
sintácticamente completos y constituyen enunciados autónomos hablan de fórmulas —si están vincu-
ladas a la situación enunciativa— o de paremias, como dos grupos fundamentales de enunciados fra-
seológicos (Zuluaga, Corpas). Secuencias como las indicadas no tienen todos los componentes fijos,

206
aunque son gramaticalmente completas (considerando el actante no fijado), y no son textualmente
autónomas (por la vaguedad referencial que determina el actante o determinante no fijado), aunque sí
están vinculadas a una determinada situación: ¿Qué mosca le ha picado a tu amigo?
277. Esta construcción y la anterior, así como alguna otra de las que se citan, se acompañan a veces
de un complemento indirecto, por lo que, en tales casos, deben tratarse como semioracionales: correr(le)
las lágrimas, vidriárse(le) los ojos, etc.
El DRAE registra como «fr.» [= loc. v.] las construcciones que hacen referencia a fenómenos naturales,
como las citadas reír el alba, quebrar los albores, picarse el mar, etc. (con variantes verbales); pero su
clasificación como locuciones es algo dudosa, pese a su valor figurativo. Precisamante, picarse el mar se
analiza a veces como colocación, como agriarse el vino, encapotarse el cielo, picarse o macarse la fruta, etc.
278. No obstante, sí se han comentado algunos problemas de límites, como la configuración de
locuciones oracionales a partir de locuciones verbales, del tipo ir al grano > ¡Al grano!, mandar/ir a
tomar por culo > ¡A tomar por culo!/¡Vete a tomar por culo!, tocarse las narices > ¡Tócate las narices!,
tener sus más y sus menos > Haber sus más y sus menos, etc. (§ 2.4., esp. n. 25).
279. No sólo los límites de estos fenómenos son difusos, sino que hasta la propia denominación es
poco clara y precisa (¿qué se quiere decir con «valor específico»?, ¿hay acaso univocidad en el término
lugar común?). En efecto, la clasificación de Corpas Pastor (1996b), basándose en los criterios de Ar-
naud (1991), no deja de ser una más entre otras posibles, con talones de Aquiles vulnerables. No cree-
mos, por ejemplo, que la expresión Verde que te quiero verde, clasificada por la autora como cita por
reunir todos los criterios menos el 5.º (ser anónimo), cumpla el criterio de verdad general (lo mismo
cabría decir de muchas otras citas). Es más, creemos que tal frase hecha no es una unidad fraseológica,
aunque sí lenguaje literal o, si se quiere, discurso repetido. Tampoco creemos que la locución Así es la
vida, analizada por la autora como lugar común, cumpla ese mismo criterio de verdad, frente a lo que
la autora supone de los lugares comunes (los lugares comunes comportan los rasgos esenciales del
refrán prototípico; entre ellos, el de expresar una verdad de validez general). Creemos que la secuencia
Las paredes oyen, descrita por la autora como enunciado específico y no como refrán por incumplir el
criterio de verdad, puede, en nuestra opinión, superar felizmente dicha prueba, siempre con interpreta-
ción figurada, tanto o más que ciertos refranes prototípicos, como, por ejemplo, Año de nieves, año de
bienes; Lumbre de la luna, a la digestión ayuda; Novia mojada, novia apaleada; A quien destruye un
hormiguero, le vendrá duelo; En la juventud, piojos son salud (registrados en Martínez Kleiser 1953 con
los n.º 45.473, 14.092, 14.093, 14.088 y 14.089). Es más, ¿qué demostración empírica avala que tal
criterio se cumple, como cree Corpas, en Los duelos con pan son menos? ¿Son acaso los duelos menos
(menos graves o menos cuantiosos) porque quien los sufra no padezca estrechez económica? No será
difícil adivinar el carácter poco científico del criterio de verdad si tenemos en cuenta factores pragmá-
ticos como la diversidad de los registros de lexicógrafos y compiladores (entre otras causas, por los
maquillajes espurios del compilador), la escasa fiabilidad de las fuentes de donde a veces son extraídos
los ejemplos (p.ej., cuando se trata de refranes manipulados) y la realidad cambiante, esto es, los cam-
bios que sufren las ideas, valores, hechos y realidades a lo largo del tiempo (repárese, p.ej., en la diferen-
cia de siglos que media entre la fecha original de un refrán y el uso actual o la diferencia cultural que
pueda determinarse entre la comunidad en que se forjó el refrán y la que lo importa y lo usa luego). No
cabe duda de que el criterio de verdad dista mucho de ser objetivo, y, por tanto, fiable para discriminar
clases de paremias y aislar los refranes respecto de las locuciones y otras combinaciones fijas (véase
una opinión similar a la nuestra sobre la «verdad» del refrán en Conde Tarrío 2000: 181-182).
Precisamente sobre la oportunidad de este criterio hacía Fernández-Sevilla Jiménez (1983: 210) el
siguiente comentario: «De la adecuación de dicha formulación a las circunstancias particulares con las
que se relaciona, dimana la “verdad” o la “falsedad” del refrán. En realidad, los conceptos de ‘verdad’ y
‘falsedad’ no resultan aplicables a los refranes. Así, un mismo refrán puede resultar “adecuado” a una
situación y, en este sentido, “verdadero”, mientras que en otra se considerará inadecuado y, por tanto,
“falso”. Y es que los refranes, por lo común, no expresan verdades metafísicas, sino que reflejan hechos
de la realidad y de la experiencia; y éstas son multiformes y cambiantes. De ahí que existan parejas de
refranes, cada uno de los cuales expresa exactamente lo contrario que el otro, puesto que son el resulta-
do de encontradas perspectivas desde las que se ha enfocado la realidad». Y vertía otro juicio similar en
Fernández-Sevilla Jiménez (1984: 158, 166), ofreciendo la posibilidad de que refranes antagónicos
pudieran ser adecuados en virtud de la circunstancia en la que se aplican, coincidiendo, así, con la
hipótesis de Cram (1983: 64-67) sobre la validez de los refranes aparentemente contradictorios (Kleiber
1998, Mieder 2007: 400).
280. A la falta de claridad en las definiciones se han referido Casares Sánchez (1950: 189-190) y
Combet (1971: caps. 2-4, esp. 47, n. 35), entre otros (véase también n. anterior). No ayudan mucho a la
distinción otros trabajos pensados para poner orden al conjunto de hechos fraseológicos, como Fer-
nández-Sevilla Jiménez (1985a), Sevilla Muñoz (1992, 1993) y Sevilla Muñoz y Arroyo Ortega (1993),

207
que siguen muy de cerca la caracterización de Casares. Gross (1982: 150-152) o Conenna (1988: 101),
entre otros, creen que no es tan tajante la línea divisoria entre expresión fija (locución) y proverbio; el
primero aduce como ejemplos Les carottes sont cuites y Tous les chemins ménent à Rome. Anscombre
(2000: 20) cree que Las paredes oyen se siente como proverbio menos que En todas partes cuecen habas
suponiendo que aún pervive o se reconoce mejor el segundo miembro del refrán y en mi casa a caldera-
das (recuérdese que la primera locución es descrita como frase proverbial por Casares y como enuncia-
do de valor específico por Corpas); sin embargo, en un trabajo posterior, el mismo autor (Anscombre
2001, 2003) intenta defender la oposición entre expresión fija y refrán. Tales percepciones ponen de
manifiesto la fragilidad de los límites, pero también el carácter subjetivo de las mismas percepciones.
Ya comentamos en otro lugar (§ 2.4., n. 19) que Casares Sánchez (1950: 192-193) y Canellada Llavo-
na (1983: 125) se quejaban de la falta de coherencia que presentaba el diccionario académico a la hora
de registrar expresiones de este jaez: así, no ven por qué No todo el monte es orégano es calificada de
frase proverbial y No es oro todo lo que reluce, en cambio, de refrán, y por qué La suerte de la fea la
hermosa la desea es frase proverbial y la misma secuencia con dicha, en vez de suerte (v.gr.: La dicha de
la fea la hermosa la desea), es refrán. El mismo Casares advierte de la cautela con que hay que obrar al
utilizar los repertorios paremiológicos dada la mezcla indiscriminada de unidades pluriverbales diver-
sas, como sucede en el Vocabulario de refranes de Correas: «Todas las obras de paremiología, tanto
antiguas como modernas, nos ofrecen en revuelto montón refranes, frases proverbiales y simples locu-
ciones. El maestro Correas trató de evitar esta confusión dividiendo su Vocabulario en dos partes,
dedicada la primera al refrán propiamente dicho, y la segunda a las “frases más llenas y copiosas”, pero
no acertó en el deslinde o no fué [sic] consecuente con su propósito. Así vemos, por ejemplo, que las
expresiones medrados estamos, no en mis días, son habas contadas, zurrar la badana, ir de capa caída,
como un huevo a una castaña, con más de un centenar de otras análogas, figuran entre los refranes»
(Casares Sánchez 1950: 197). Frenk Alatorre (1961: 161) hace el mismo comentario de que Juan de Mal
Lara había sospechado que, entre los refranes, Hernán Núñez había intercalado cantarcillos con fiso-
nomía de refrán. Iglesias Ovejero (1990: 42) también afirma que el Refranero está plagado de locucio-
nes, modismos y frases proverbiales. También indicamos ya, a propósito de los trasvases, que el DRAE
(2001, «expr.») recoge como locuciones de estructura oracional expresiones que diccionarios de refra-
nes, como Martínez Kleiser (1953), incluyen, literalmente o con variación, como unidades paremioló-
gicas: Dios es grande, No es Dios viejo, Dios dirá...
En el mismo apartado, nosotros criticábamos la fragilidad del argumento que aducía el propio
Casares para pensar que armarse la de San Quintín es una frase proverbial y que armar la de San Quintín
es una locución verbal; y apreciábamos incoherencia en que no describiera igualmente como prover-
biales, siendo variantes de aquélla, armarse la marimorena o armarse un tiberio, o incluso pasar las de
Caín, estar entre Pinto y Valdemoro o poner una pica en Flandes, que también remiten a acontecimientos,
nacionales o no, que se han hecho proverbiales. Asimismo, nos parecía extraño (véanse también Cara-
ballo Martínez 2002 y González Orejón 2002) que recibieran distinto tratamiento expresiones formal-
mente idénticas, como ¡Ciertos son los toros! (loc. adv.), ¡Ancha es Castilla! (loc. interj.), ¡A ver si va a
poder ser! (timo) y ¡Aquí fue Troya! (fr. prov.).
Distintas denominaciones, salvo la de locución, han recibido las construcciones que siguen la es-
tructura «No hay + N/SN + Orel.»: No hay mal que por bien no venga, No hay mal que cien años dure, etc.,
las cuales, atendiendo a criterios puramente estructurales, podrían describirse sin mayores problemas
como locuciones oracionales, igual que lo son No hay peros que valgan, No hay tiempo que perder, etc.
No sólo existen divergencias entre los compiladores de refranes, sino también entre sus teorizado-
res. Los propios términos acuñados para designar los supuestamente diversos fenómenos —refrán,
proverbio, frase proverbial, dicho, máxima, adagio, sentencia, aforismo, frase hecha, modismo, etc.—
ni definen pertinentemente un hecho lingüístico, de modo que la definición no pueda aplicarse a otro,
ni responden al mismo concepto en todos los autores (véase § 2.4.). Además, muchas expresiones con-
sideradas secularmente y por los autores clásicos refranes son tratadas por inercia como refranes por
estudiosos actuales, sin reparar en sus características formales y semánticas, y sin averiguar qué razón
pudo llevar al primer compilador a pensar que tal expresión era un refrán y no una locución, un modis-
mo, u otra cosa. Una prueba de ello es que lo que en una lengua aparece configurada como refrán en
otra lengua se conforma con estructura de locución (Mokienko 1980: caps. 2 y 3).
Es cierto que cuanto más fielmente se cumplan los rasgos del refrán prototípico —patrón rítmico,
estructura geminada o bimembre, enunciado breve, anonimato, juicio de aplicación universal, atempo-
ralidad, etc. (Casares, Canellada, Peira...)—, más garantías hay de que una construcción sea propuesta
como refrán y no como locución. Evidentemente, el refrán canónico (Agua que has de beber, déjala
correr; Año nevoso, año abundoso; No se pescan truchas a bragas enjutas...) no entraña, normalmente,
riesgo de confusión. El problema de límites se plantea esencialmente con enunciados unimembres y, en
general, sin rima ni ritmo acentual, como No todo el monte es orégano, No es oro todo lo que reluce, El

208
hábito no hace al monje, Cada cual aguante su vela, Cada santo tiene su octava, etc. (cfr., p.ej., Campos
[García] y Barella Gutiérrez 1975).
Sospechamos que el rasgo paremiológico, de índole no formal, que mejor podrá cumplir una fun-
ción distintiva es el de valor de verdad o enseñanza moral o aleccionadora o expresión de una experien-
cia (Sevilla Muñoz 1987-1988: 224 destaca el carácter sentencioso como la esencia de las paremias).
Ahora bien, como ya hemos indicado anteriormente (también § 2.4.), ni todos los refranes imparten
una lección edificante o transmiten un verdad universal (de hecho, existen variantes de refrán antagó-
nicas), ni todas las locuciones —aunque sean las menos— están exentas de contenido moral o axiomá-
tico; nociones, todas ellas, por lo demás, excesivamente dependientes de la competencia del hablante y
de su visión del mundo.
No sólo los refranes disponen de un sistema rítmico (ritmo acentual, cuantitativo, de timbres, etc.):
son numerosas las locuciones, de distinta clase, que presentan una estructura rítmica (prometer el oro y
el moro, sin oficio ni beneficio, sin decir oxte ni moxte, de tomo y lomo, a diestro y siniestro, hecho y
derecho, dicho y hecho, a cala y a cata...); asimismo, aparecen en numerosas locuciones otros aspectos
formales típicamente paremiológicos (labilidad del artículo, arcaísmos, desinencia verbal en tercera
persona, anomalías gramaticales, repetición de esquemas sintácticos, estructura de frase nominal, etc.),
por lo que no creemos que puedan aducirse como principios diferenciadores. Otra cosa sería establecer
estadísticas que nos permitieran afirmar que no son tantas las locuciones oracionales que presentan
tales rasgos en comparación con el abundante número de refranes que reúnen dichas características.
281. Olvido y desconocimiento, pero también el hecho de que el miembro desgajado del viejo refrán
se ha hecho plenamente autónomo, tiene vida propia, y se emplea y se concibe en la comunidad como
modismo o locución. Piénsese en expresiones del tipo Cada uno en su casa [, y Dios en la de todos] o
Mañana será otro día [, y verá el tuerto los espárragos] (véase § 2.4., esp. n. 21).
Como allí se indicó, también parece haber actuado el proceso inverso: configurarse un refrán a
partir de una locución (p.ej., Martínez Kleiser 1953: XXIV-XXV). Así, Iribarren Rodríguez (1955: 77)
supone que el refrán El que tiene padrinos se bautiza procede de la locución verbal tener padrinos.
Nosotros creemos que el primer enunciado, aun pudiendo cumplir el criterio de verdad, puede inter-
pretarse no como refrán, sino como locución oracional.
282. A veces se utiliza la original latina Alea jacta est!, pronunciada por Julio César cuando, desafian-
do al Senado, decidió atravesar el Rubicón para atacar a su rival Pompeyo (49 a.C.).
283. La frase completa parece ser Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrá responder, que
aparece en el «catecismo» del padre Astete (Iribarren Rodríguez 1955: 76).
284. A nadie se le puede escapar la estrecha vecindad que guardan estas expresiones comparativas con
los siguientes enunciados de idéntica estructura comparativa considerados tradicionales refranes: Más da
el duro que el maduro, Más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena, Más vale lo malo conocido que
lo bueno por conocer, Más vale pájaro en mano que ciento volando, Más ven cuatro ojos que dos, etc. Lo
mismo cabría decir de las relativas: El que la sigue la consigue, El que ríe el último ríe mejor, El que da el
último dos veces da, Quien hace la ley hace la trampa, Quien se pica ajos come, Quien canta sus males
espanta, Quien juega con fuego al final se quema, El que tiene padrinos se bautiza, Quien tuvo retuvo...
Resulta en extremo difícil trazar una línea divisoria nítida entre unos hechos y otros. Por ejemplo,
nosotros no vemos convincente razón formal ni objetiva para describir como refranes y no como locu-
ciones expresiones como Más vale tarde que nunca, Más vale prevenir que curar o Ser peor el remedio que
la enfermedad. Sólo la naturaleza sentenciosa (aspecto pragmático y subjetivo) podrían hacer inclinar
la balanza a favor de la categoría refrán. La distinta distribución de los componentes puede también
influir en la decisión: así, no resultaría muy aventurado suponer que es locución (locución oracional) y
no refrán la expresión Hay más días que longaniza, pero tal vez sí la versión que focaliza el intensifica-
dor, adaptándolo al esquema comparativo regular atribuido al refrán («más + V + ... + que»): Más hay
días que longaniza (véase igualmente Cuatro ojos ven más que dos). Naturalmente, para evitar estas
disquisiciones, la postura más cómoda es, como se viene haciendo, describir todas las expresiones
como refranes, cumplan o no el criterio de verdad.
No obstante, cabe advertir que la comparativa es fuente ubérrima de numerosas construcciones fijas no
paremiológicas; basta con pensar en las comparativas estereotipadas, como más feo que Picio y similares.
Lo que aquí se advierte acerca de la dificultad de trazar un límite preciso entre el refrán y la locución
oracional vale también para los enunciados que ilustran las demás estructuras de este capítulo.
285. Según la teoría de algunos lingüistas, deberían incluirse como condicionales otras secuencias
con valor condicional construidas sin la conjunción si (entre las que cabría la fórmula coordinativa, del
tipo Éramos pocos y parió la abuela): Di que eres de Cuenca y entrarás de balde (Iribarren Rodríguez
1955: 73), Lo dijo Blas, punto redondo, etc. La condición solapada es típica en los refranes: Arrímate a
los buenos y serás uno de ellos > Si te arrimas a los buenos, serás uno de ellos (Canellada Llavona 1981,
cfr. Bertini 1960).

209
286. La estructura de esta expresión («Lo importante es + inf») se repite en otros eslóganes; por
ejemplo, la Dirección General de Tráfico (2004) la ha utilizado recientemente para su recomendación:
Lo importante es llegar.
287. Aunque ésta sea la forma más habitual (con Todo como sujeto), la locución se utiliza a veces con
sujeto variable; en ese sentido no debería describirse como locución oracional.
288. Esta expresión es a veces completada con la adversativa pero ayuda a conseguirla. La anterior
debe analizarse como una estructura elíptica, pues realmente, por economía, ha debido de suprimirse
el sustantivo monje, que haría el oficio de complemento predicativo: El hábito no hace [monje] al monje.
289. Como ya se ha indicado en otro lugar (§ 2.4.), esta construcción admite la forma de locución
verbal: armar la de San Quintín. Una transformación similar acontece en expresiones como No verse ni
tres en un burro > no ver (alguien) ni tres en un burro, En todas partes cuecen habas (impers.) > En todas
partes se cuecen habas (pas.), no tener remedio (algo) > No hay remedio, tener sus más y sus menos > Haber
sus más y sus menos, ser (algo) la excepción que confirma la regla > La excepción confirma la regla, etc.
290. Aunque autores como Domínguez (1975: 33) aducen la expresión con modalidad asertiva: caer
esa breva. Creemos, además, que este registro es equivocado porque el predicado verbal no admite
cambios de flexión, salvo en ciertos empleos discursivos, como aquel en que se hace depender la expre-
sión de un verbo regente: «No creo que llegue la sangre al río».
291. Como expresión de resignación con valor independiente. No obstante, puede llevar comple-
mento empleada como locución verbal: «No hay más remedio + Oque». Adviértase que, con aquel valor,
admite acortamiento léxico: ¡No hay remedio!, similar a ¡No hay forma/manera!; en cambio, el cuantifi-
cador es necesario cuando se construye como oración compleja: «*No hay remedio + Oque». Con tener,
siempre es locución verbal: no tener (algo/alguien) remedio.
La falta de un actante no lexicalizado impide su descripción como oracionales (sí clausales o semio-
racionales) a otros enunciados, como no haber quien le tosa o similares.
Resulta más compleja la clasificación de construcciones con estructura oracional que, no obstante, pue-
den en ocasiones llevar un complemento circunstancial, como es el caso de haber gato encerrado, que se
acompaña a veces de un complemento adverbial (aquí, en este asunto, etc.), o llover sobre mojado, que puede
admitir un complemento temporal (ahora, siempre, de nuevo, como es habitual, etc.) (véase n. 315).
292. Suele admitir otras formulaciones, como ¡(Anda que) no ha llovido ni nada!, con refuerzo expresivo.
293. El diccionario de la Academia y otros diccionarios y manuales no siempre registran las interjec-
tivas con signos de admiración. Es más, la clase de las fórmulas no siempre los requiere; piénsese, por
ejemplo, en construcciones como Ahí es nada, Eso está hecho, Dios dirá, Eso es cosa hecha, Ésa es la mía,
No lo quiera Dios, Lo mismo digo... (véase § 3.2.10., esp. n. 42). De ahí que, en casos como éstos, pudiera
resultar bastante arbitraria la etiqueta de locución exclamativa que hemos propuesto como alternativa
a locución interjectiva (o locución pragmática).
Asimismo, algunas de las locuciones oracionales antes señaladas pueden escribirse con signos de
admiración.
294. También deberán incluirse en tal grupo otras fórmulas pragmáticas de similares características
sintácticas con verbo expreso, del tipo ¡Que trabaje Rita!, ¡Vivir para ver!, ¡Ver para creer!, ¡Santiago, y
cierra, España!, ¡Que si quieres arroz, Catalina!, ¡A vivir, que son dos días!, ¡Otro que tal baila!, Y aquí no
ha pasado nada...
295. También obeceden a esas pautas sintácticas algunas fórmulas conversacionales o de cortesía, si
bien la configuración modal es bastante variada (exclamativa, interrogativa, declarativa...): El gusto es
mío, No hay de qué, ¿Cómo está Vd.?, Buenos días nos dé Dios, ¡Que aproveche!, etc. No obstante,
escapan a dichos esquemas muchas otras fórmulas de cortesía, del tipo ¡Buenos días!, ¡Feliz Navidad!,
¡Muchísimas gracias!, ¡Mucho gusto! o ¡Hasta la vista!: suelen ser sintagmas simples, a veces con es-
tructura binaria y sin verbo, que no necesitan entonación exclamativa (cfr. las locuciones interjectivas:
¡Santo Cielo!, ¡Ángela María!, etc.).
296. Esta expresión admite variación léxica en el atributo y gramatical en el sujeto: ¡Marica el últi-
mo!, ¡Idiotas las últimas!, etc. Creemos que ello no es óbice para su tratamiento como locución (fórmula).
297. Esta expresión es descrita como enunciado de valor específico en Corpas Pastor (1996b: 139).
298. El sujeto puede variar de persona y número, aunque es poco usual la 1.ª persona: ¡Estáis voso-
tros apañados!, ¡Está ella apañada!... Ahora bien, con el orden invertido, ¡Apañado estás!, la expresión
suele repeler el sujeto.
299. Se trata más bien de una locución semioracional o clausal, si tenemos en cuenta que admite
variación gramatical del sujeto y del objeto indirecto, y, por tanto, del verbo: ¡A él se lo van a decir!, ¡A ti
te lo van a decir!... (lo mismo vale para la locución anterior).
Ahora bien, cabe advertir que existe ambigüedad cuando la expresión se conforma como ¡A ti te lo
voy a decir (yo)!: o bien se interpreta con el significado de ‘no te lo digo porque ya lo sabes’ (igual que las
anteriores), o bien, sobre todo, como fórmula de negación enfática con el significado de ‘no te lo digo’.

210
Con este último sentido, la frase constituye una locución oracional, en la que tanto el sujeto (tácito)
como el complemento pronominal están fijados. Su empleo con otras formas sería posible gracias a la
presencia de algún otro factor pragmático, como la ironía o la interrogación o la exclamación retórica.
También admiten variación pronominal las expresiones ¡Qué más quisiera yo! y ¡Qué quieres (tú)
que (yo) (le) haga! En realidad, se trata de expresiones fijas con casilla libre.
300. También suele omitirse el sujeto proposicional de una expresión formalmente parecida con
morfema verbal fijado en 3.ª persona del singular: ¡Estaría bueno (+ Ocompletiva)!
301. Especialmente en los casos en que el sujeto está precedido del ni enfático: No te lo crees ni tú/*Ø.
Adviértase que, en algunas locuciones, la presencia del pronombre sujeto es determinante para la
consideración fraseológica de la fórmula, en virtud del criterio de pluriverbalidad: Tú dirás, Tú verás...
302. Adviértase que ésta es una de las pocas fórmulas que admiten variación flexiva en el artículo
que se antepone al relativo que. Son más numerosas las locuciones oracionales de la clase de las fórmu-
las o exclamativas cuyo sujeto está fijado en un determinada persona.
303. Sin embargo, si el tratamiento es de tuteo, puede o no aparecer el sujeto; con sujeto expreso es
más habitual: ¡Vete (tú) a saber! Tal construcción se completa frecuentemente con un complemento
proposicional: ¡Vete tú a saber + Ocompletiva! Se conforma de modo semejante a como lo hace la expre-
sión enfática No veas tú + Ocompletiva, en la que no es posible la elisión del complemento.
304. En timitos semejantes, la ausencia del pronombre puede estar justificada por razones rítmicas:
¡La cagaste (*tú), Burt Lancaster!, ¡Que te veo (*yo), Macabeo!, ¡Echa el freno (*tú), Magdaleno!, ¡Vas listo
(*tú), Calixto!, ¡No te enrolles (*tú), Charles Boyer!, ¡Te jodes (*tú), como Herodes!, ¡Vamos a ver (*noso-
tros) cómo baila Manuel/Miguel!, Corta Blas, que no me vas (*tú), ¡Que te conozco (*yo), Orozco!...; si
bien tampoco parece probable la intercalación del pronombre en un lugar rítmicamente no prominen-
te: *¡Que [yo] te veo, Macabeo!, *¡Echa [tú] el freno, Magdaleno!...
En otras fórmulas rimadas, por su estructura, no cabe la participación del pronombre: ¡A otra cosa,
mariposa!, ¡Qué risa, tía Felisa!, ¡Y una polla, como una olla!...
305. Presumiblemente, se trate de la locución clausal de igual forma con objeto indirecto elíptico:
¡Maldita la gracia que me/te/le hace!
306. Con usted, parece, en cambio, posible: ¡Váyase Ud. a la porra!
307. Como expresión de réplica o desacuerdo, equivalente a ¡No te jode! Adviértase que la expre-
sión ¡No te digo! es muy diferente semántica y pragmáticamente de la fórmula, morfológicamente
parecida, ¡No te digo nada!, que admite la expresión del sujeto pronominal: ¡No te digo yo nada! (cfr.
*¡No te digo yo!). Además, ésta puede conformarse como una locución sin valor formulario (fórmula
independiente): «Tú dices que te duele el pie, pero no te digo yo nada lo que me duele a mí».
308. Puede tratarse de un uso impersonal del verbo. Cabría sospechar que el objeto indirecto admite
variación de número y persona, pero resulta infrecuente o extraña por el propio contenido pragmático
del enunciado.
309. Semejante comportamiento arbitrario presentan otras construcciones fraseológicas de distinta
clase locucional: «un + N + de no te menees (*tú)», «un + N + de mírame (*tú) y no me toques (*tú)», «V +
que (*tú) no veas»...
310. Adviértase que se está hablando de sujetos pronominales, y que, por lo general, éstos están
representados por la 1.ª y 2.ª personas. Cfr. también la fórmula frecuente ¡Qué se le va a hacer!, con valor
impersonal.
No obstante, en algunas construcciones el sujeto de presencia opcional no es ni pronominal ni 1.ª o
2.ª persona: ¡Tiene narices/cojones (la cosa)!
311. La primera fórmula admite en el sujeto las tres personas, aunque la 2.ª sea la más habitual (A mí
me lo va él a decir, A ti te lo va él a decir, A él se lo voy yo a decir...). El problema de identificación de esta
fórmula es mayor, pues el sujeto puede estar representado por un SN no pronominal: ¡A mí me lo va a
decir ese tipo! Como decimos, hay que tener en cuenta, además, que el pronombre objeto indirecto es
también variable. La fórmula ¡Qué le vamos a hacer! también presenta otras alternativas: ¡Qué le vas
hacer!, ¡Qué le voy a hacer!, ¡Qué se le va a hacer!, etc.
312. Y también numerosas locuciones de naturaleza no oracional, sobre todo verbales. Ya comenta-
mos el caso de la locución verbal no necesitar (o tener) abuela.
313. Como es sabido, esta expresión se emplea cuando alguien se pone delante de otra a la que no le
deja ver. El pueblo español ha creado otras expresiones para la misma circunstancia, como Tu padre no
es cristalero, que es sometida a diversas formulaciones, generalmente marcadas por la ironía: ¿Tú no
sabes que no eres hijo de cristalero?, Yo creía que tu padre no era cristalero...
314. En enunciados como «Cierra la puerta, que se escapa el gato».
315. Ya hemos comentado que ésta es razón suficiente, según Álvarez de la Granja (1999b: 21-22,
2002c: esp. 97-104), para negarles el rango de enunciado. Cree que son locuciones verbales, y no enuncia-
dos, expresiones como llover sobre mojado, Está la suerte echada, No estar el tamborilero para gaitas, No

211
llegará la sangre al río, haber zocas alleas debaixo da cama, haber ropa tendida y haber gato encerrado, que
nosotros tratamos como oracionales, y pone como ejemplos de incorporaciones (adverbios temporales)
las frases otra vez llueve sobre mojado y hoy no llegará la sangre al río. También Zuluaga Ospina (1980)
aducía una razón similar para describir como locución verbal la citada haber gato encerrado (cfr. n. 291).
No obstante, la autora aduce otras razones a favor de su estatus de locución verbal: la posibilidad de
conmutación por un verbo simple (también Castillo Carballo 2000c), la posibilidad de conjugar el
verbo (prueba de que no está disponible, frente a los verdaderos enunciados, como las citas y las pare-
mias), la ausencia de la entonación característica de los enunciados. En nuestra opinión, estas razones
no son definitivas. La entonación que requieren está determinada porque tales enunciados pueden
ejecutarse con la misma entonación que otros enunciados completos y que, incluso, locuciones verba-
les. La conmutación por un verbo simple no es siempre factible, como tampoco lo es para numerosas
locuciones verbales: basta elegir uno de sus ejemplos (La suerte está echada) para advertir que esta
prueba no funciona. Y la posibilidad de flexionar el verbo (si bien, bastante restringida en la mayoría de
los casos: Las uvas están verdes, No llegará la sangre al río, No caerá esa breva...) lo único que puede
probar es que no son refranes, pero no que no sean locuciones oracionales; de hecho, son muchas las
locuciones (oracionales) cuyos predicados no admiten cambios desinenciales.

212
4
LA VARIACIÓN

4.1. Introducción

De las diversas características que se suelen asociar a las unidades fraseológicas, la


fijación es, seguramente, la más representativa y unánimemente aceptada entre los
estudiosos (véase § 2.5.2.), hasta el punto de ser, a veces, la única relevante para la
identificación de determinadas locuciones que no exhiben tan nítidamente los otros
rasgos fraseológicos prototípicos, como la pluriverbalidad y la idiomaticidad. Esta úl-
tima, precisamente, no se revela pertinente en numerosas unidades cuando se adopta
una concepción ancha de la Fraseología; de ahí que muchos defensores de esta concep-
ción indiquen ya el carácter opcional de la idiomaticidad, ya su gradualidad.1
La fijación (sintáctica) se interpreta básicamente de dos maneras diferentes pero
no irreconciliables: como estabilidad formal o inmodificabilidad y como defectividad
gramatical.2 Según la primera acepción, una estructura fijada es una estructura esta-
ble, acabada, definitiva, una forma impermeable al cambio; según la segunda acep-
ción, una estructura fijada es una secuencia gramaticalmente atípica o anormal, im-
productiva, no generada según las reglas de la gramática común y, por lo tanto, defec-
tiva porque carece de las propiedades de las series de combinación libre. Sin embargo,
cualquiera de las dos concepciones podría reducir la posición prominente que, respec-
to del resto de rasgos fraseológicos, tiene la fijación en la caracterización de las unida-
des fraseológicas: aquélla, porque es evidente que existen expresiones fijas que toleran
inflexiones estructurales y modificaciones; ésta, porque determinadas unidades fra-
seológicas presentan regularidades en su formación y funcionamiento, por lo que se
asemejan en algún modo a las combinaciones libres.
En calidad de construcciones ya hechas, prefabricadas o no productivas, creemos
que pueden interpretarse como unidades equiparables a las palabras, en la medida
en que forman parte del acervo colectivo y están, como las unidades léxicas simples,
disponibles para su empleo, como otros componentes de la comunicación lingüísti-
ca; son signos del sistema, que configuran un inventario extenso, aunque supuesta-
mente finito y cerrado.3 El que presenten un comportamiento similar, en este aspec-
to, al de las palabras simples no quiere decir que puedan identificarse, sin más, con
ellas; por ejemplo, por su propia estructura compleja, sintagmática o poliléxica, las
unidades fraseológicas exhiben una serie de fenómenos sintácticos que no podría
explicar una visión exclusivamente lexicalista que concibe el fraseologismo como
unidad léxica irreductible;4 y, atendiendo al significado, las locuciones comportan
valores añadidos relativos a su origen o proceso de formación, condiciones de uso,
etc., por lo que sus significados son más complejos, aunque muchas veces dispongan
en el diccionario de un correlato léxico sinónimo (que, en verdad, sólo puede ser
aproximativo, en razón de la labor simplificadora del lexicógrafo).

213
Asimismo, con esa visión simplificadora, se obviarían numerosos factores históri-
cos o diacrónicos que intervienen en la configuración de los fraseologismos y que dan
cuenta de su estructura prefabricada, de su rango de frase hecha en el pasado; el sin-
tagma sufre un proceso irreversible de esclerosis, de congelamiento verbal: a medida
que pierde la movilidad o elasticidad propia de las combinaciones libres, va fraguándo-
se en una fórmula fijada, intocable, que presenta las huellas de la historia lingüística.
Muchos artificios basados en la repetición (paralelismos, reduplicaciones, estructuras
binarias, similicadencias, aliteraciones, etc.) actúan como artilugios momificadores de
los sintagmas preservando su fisonomía. Numerosos fraseologismos son claros expo-
nentes de esa evolución, de ese proceso lento de solidificación a que son sometidos,
pues contienen estructuras léxicas y gramaticales bizarras pertenecientes a otros esta-
dos pretéritos del idioma, restos de la arqueología del idioma: entre los fósiles léxicos
se encuentran abundantes arcaísmos y diversas clases de palabras idiomáticas (fuer,
so, fación, coleto, santiamén, ayuso...); entre los fósiles gramaticales, están las unidades
con estructura sintácticamente anómala o discordante con la reglas de formación de la
gramática actual o con una forma esclerótica, anquilosada (dentro en, por si acaso, a
ojos vistas, salir por pies, poner pies en pared, no levantar cabeza, erre que erre...). Ade-
más de estos aspectos formales, son muchas las locuciones, sobre todo a través de sus
constituyentes léxicos, que comprehenden y almacenan la historia de un pueblo, su
cultura, su idiosincrasia, testigos indelebles de esa evolución.
Que una estructura sintagmática cualquiera tome forma de locución depende en
gran medida de la fuerza del uso y de la asociación a la misma de un significado espe-
cial, figurado o recto. La adquisición de un sentido nuevo favorece que el sintagma no
sea examinado como una nueva serie libre de elementos gramaticales; sobre todo, si el
sentido es figurado o idiomático, de modo que colisiona con el sentido composicional
que a dicho sintagma le corresponde si, en caso de ser posible, se interpreta como
cadena libre de elementos (piénsese, en particular, en las llamadas locuciones ambi-
guas, con homófono literal, como cambiar de camisa o tirar la toalla). Asimismo, cuan-
to mayor sea el número de ocurrencias, bajo la misma fisonomía morfológica, más
posibilidades de que una secuencia de combinatoria libre devenga en una fórmula
fraseológica. De ahí que, en la gestación de las locuciones, contribuyan poderosamente
los aspectos semánticos de transposición, por un lado, y el factor general de la repeti-
ción, por otro. Una creación individual y espontánea que no se repite o no vuelve a ser
utilizada, que no se divulga ni se generaliza, es una unidad de vida sumamente efímera:
su súbita muerte está asegurada desde su formación; se convierte en un mero hápax.
Para constituirse en unidad del sistema necesita el respaldo de la sociedad, su sanción
como parte del saber enciclopédico de la colectividad a base de su uso continuado; en
definitiva, su institucionalización. La repetición representa, probablemente, el princi-
pal mecanismo para la fraseologización de un sintagma, para su fraguado y asenta-
miento como unidad fraseológica; es un recurso consustancial al proceso fijador.5
Pero la repetición es también un mecanismo eficaz para la conservación del fraseo-
logismo: las unidades de mayor frecuencia de uso resultan más conocidas y, por ser
más conocidas, son también las más empleadas; las unidades poco o nada familiares al
hablante suelen ser las que presentan un índice más bajo de frecuencia de uso y están
más expuestas a ser olvidadas o reemplazadas por otras más habituales, cuando no a
ser alteradas formalmente por un uso incorrecto.6 En tales unidades de escaso empleo
el tiempo actúa en contra de su conservación como un componente corrosivo. En ese
arrinconamiento o marginación de ciertas unidades fraseológicas intervienen causas
de diversa índole (semánticas, socioculturales, etc.), como la pérdida de la motivación
que permite asociar el sentido literal y el sentido figurado, el debilitamiento de su
potencial expresivo y comunicativo, y la desaparición del referente que les dio origen

214
en relación con los cambios sociales: de costumbres y modas, culturales, de estereoti-
pos, de formas de interacción social (sistema monetario, relaciones cívicas, vestua-
rio...), etc.7 Ahora bien, como efecto contrario, la mayor frecuencia de uso o la mayor
familiaridad también propicia la formación de variantes a lo largo de la historia y,
sobre todo, de variaciones creativas (en la medida en que son más fácilmente reconoci-
das al sufrir una manipulación lúdica) (García-Page 1992a: 95, Sabban 1998: 102).
Ruef (1989) cree que la modificación de un refrán es un índice de familiaridad.
Además de la frecuencia de uso, existen otros medios de conservación. Así, por ejem-
plo, el que la locución se conforme como una unidad trabada mediante algún patrón de
repetición lingüística o algún artificio de retórica prominente se constituye también en un
plan de supervivencia. La estructura cohesionada y organizada es, sin duda, una estrategia
de supervivencia: propicia su reproducción literal al tiempo que la protege de cualquier
agresión, pero también es un recurso mnemotécnico al hacer más fácil su recuerdo.8 No
pocos fraseologismos presentan una estructura fuertemente trabada o cerrada que actúa
como una pétrea coraza, invulnerable ante todos los posibles agentes nocivos de los signos
fraseológicos, tales como el desconocimiento, la manipulación consciente o el paso del
tiempo. Este mismo carácter fijado, hermético, de las locuciones y su reproducibilidad
como una unidad rígida y estable son responsables directos de la supervivencia de fósiles
léxicos o piezas arcaicas, extrañas a los códigos funcionales de la lengua actual.
La repetición, de una u otra forma, es, pues, no sólo un recurso fijador, sino tam-
bién protector del estatuto fraseológico de las expresiones fijas.9
Pero a la consolidación definitiva del sintagma como fraseologismo contribuye de
manera especial la institucionalización (§ 2.5.4.): la estabilización del sintagma libre
primigenio como unidad del código fraseológico se obtiene finalmente por el refrendo
social, cuando deja de ser una forma individual para convertirse en un componente del
acervo colectivo, en unidad memorizable, idiosincrásica. La comunidad lingüística hace
propia la expresión, le da carta de naturaleza como signo fraseológico, y la adopta
como moneda corriente de curso legal para su comercialización en el proceso de inter-
cambio de la comunicación humana. Tal asunción comporta una serie de condiciones:
reemplazamiento de una unidad léxica simple o bien alternativa de ella con mayor
expresividad y capacidad argumentativa, relleno de un hueco en el léxico, etc. La con-
sagración del sintagma como signo fraseológico suele quedar reflejada con su registro
en diccionarios y otros proyectos lexicográficos, disponible para su empleo. El respal-
do social que conlleva su condición de unidad codificada, institucionalizada, favorece,
asimismo, la frecuencia de uso, el que pueda ser repetidamente utilizada sin reservas.
Este mismo carácter institucionalizado es, también, responsable directo de su re-
conocimiento inmediato como unidad fraseológica y, por tanto, de sus propiedades
distintivas, como es la reproducibilidad en sus propios términos, cual unidad del dis-
curso repetido. La transposición del sintagma como unidad del discurso (o habla) a
unidad de rango fraseológico o del propio sistema representa un arma de defensa ante
los ataques lúdicos y creativos a que son sometidas las locuciones en su empleo discur-
sivo. Por muy violenta que pueda resultar la manipulación individual, la fórmula origi-
naria o canónica, registrada en los diccionarios y latente en la sabiduría popular, per-
manece inalterable: al margen de los valores connotativos, expresivos, metalingüísti-
cos, poéticos, etc., que pueda comportar, la versión novedosa es valorada sólo como tal,
como expresión fija rota, como argumento discursivo del usuario para el preciso ins-
tante de su empleo, como creación de vida fugaz y perecedera, pero nunca como fór-
mula sustitutoria de aquélla, a la que, salvo en condiciones excesivamente favorables,
difícilmente podría reemplazar.10
La institucionalización o sanción social de la formulación convencional de una expre-
sión contribuye también en confirmar el valor atribuido a la locución de signo arbitrario,

215
en la medida en que, como en las unidades léxicas simples, la forma acuñada en los oríge-
nes de su gestación no está, mirada desde una perspectiva actual, determinada por el
significado idiomático, y, en relación con este hecho, en que la selección de los componen-
tes es imprevisible, puramente idiosincrásica, extraordinariamente caprichosa.
En estrecha relación con la fijación está la llamada defectividad sintáctica: las ex-
presiones fijas son defectivas porque están fijadas en una determinada forma resisten-
te a cualquier cambio (p.ej., Peterson y Burgess 1993: 208-209).
Desde el comienzo de los estudios de la fraseología, numerosos lingüistas se han
interesado por determinar las restricciones sintácticas que experimentan las expresio-
nes fijas; de hecho, los primeros estudios generativos se preocupaban sobre todo de
observar la (in)adecuación de las expresiones fijas a la capacidad generativa del modelo
chomskyano.11 También esta preocupación ha estado presente especialmente en los es-
tudios fraseológicos germánicos y de la Europa del Este (como Thun 1978). Los fraseó-
logos insisten en la imposibilidad de aplicar las operaciones gramaticales o bien en la
suspensión de las reglas sintácticas: Rothkegel (1973: 78 y ss.), Koller (1977: 31), Zulua-
ga Ospina (1980), Fleischer (1982: 52-66), Martínez López (1996: 50-54), Ruiz Gurillo
(1997d: 27-28), Forment Fernández (1999: 85), Schapira (1999: 9), Mejri (2002)...
A propósito de este aspecto, cabe indicar, por un lado, que normalmente la fijación es
múltiple, es decir, una locución está fijada en varios, si no en todos, los parámetros exami-
nados (poner una pica en Flandes, llevarse el gato al agua...); y, por otro lado, que es dable
determinar series o familias de locuciones sometidas a la misma restricción formal.12
En un intento de superar la postura excesivamente sintacticista de los gramáticos
generativistas,13 algunos autores preocupados por el aspecto semántico de las unida-
des fraseológicas, como Newmeyer (1972, 1974), han señalado que la defectividad sin-
táctica viene determinada por la estructura semántica.14
Aunque esta hipótesis puede ser adecuada, quedan sin explicar muchos aspectos.
Cabría preguntarse, por ejemplo, en qué medida interviene el nivel semántico en la
defectividad sintáctica que puedan denunciar algunas locuciones composicionales, o
aquellas densamente opacas que toleran ciertas variaciones; o bien las combinaciones
libres que presentan restricciones, o las mismas colocaciones (que no tienen por qué
sufrir restricciones sintácticas).
La defectividad sintáctica se ha entendido, además, en otras ocasiones como la for-
mación anómala o irregular de ciertas expresiones fijas, dado que presentan una estruc-
tura desviante de la «norma» gramatical (Moeschler 1991); como productos construidos
al margen o en contra de las reglas del código, «extragramaticales» (Fillmore et al. 1998:
505). Esta concepción es, no obstante, de alcance bastante más limitado, puesto que son
pocas las locuciones que, según la forma que presentan, contravienen alguna de las re-
glas gramaticales que gobiernan la formación de sintagmas,15 pocas en proporción a las
que exhiben una estructura regular: a campo traviesa, a ojos vistas, a ojos cegarritas, a pie
juntillas, sin la más mínima duda, por si las moscas, por si acaso, el cuento de nunca
acabar, a más ver, picar una ancla, hacerse una agua la boca, dar en ojos, de todos modos,
por todas partes, a la funerala, de vez en cuando, dar a luz, coger agua en cesto, muy allá...
Ahora bien, esta visión de la regularidad ha de tomarse con cautela, pues, aunque la
forma que presentan pueda responder a una pauta regular, se trata de una forma fijada,
inhabilitada normalmente para sufrir variaciones sintácticas regulares.

4.2. Fijación y variación

Otro de los aspectos de la fijación señalado asiduamente en los estudios fraseológi-


cos es el carácter gradual con que se presenta el fenómeno fraseológico de la fijación.

216
Los autores que más han abundado en esta cuestión son los que apuestan por una
concepción ancha de la Fraseología, es decir, la que abarca hechos lingüísticos tan
dispares como los refranes y proverbios, las fórmulas rutinarias, las locuciones propia-
mente dichas, las colocaciones y los predicados complejos de verbo soporte. En esa
línea son numerosas las propuestas encaminadas a establecer taxonomías de las uni-
dades fraseológicas basadas en la teoría praguense del centro y la periferia (Fernando
y Flavell 1981, Fleischer 1982 y 1983: 311, Wotjak 1983 y 1998a, Gläser 1986b y 1998,
Hessky 1987, Tossavainen 1992, Sternkopf 1992a, Penadés Martínez 1996, Ruiz Guri-
llo 1997d: cap. 3 y 1998a, Larreta Zulategui 1998b: 35-38, Forment Fernández 1999:
79-81, Moon 1998b, Mellado Blanco 2004b: 21-22 y 46-47...).
El comportamiento de tan variadas estructuras fraseológicas ante el fenómeno de
la fijación (o de la variación) es tan diverso, que, sobre el criterio tradicional acerca de
la oposición binaria entre sintaxis fija y sintaxis móvil (De Boer) o discurso repetido y
discurso libre (Coseriu), se han impuesto la hipótesis del continuum o progresión gra-
dual del sintagma fijo al sintagma libre, del léxico a la sintaxis (véase § 2.5.2.) —si bien
muchas veces esta escala suele establecerse también en virtud del grado de idiomatici-
dad o composicionalidad—16 y la creencia en la interfaz léxico-sintaxis.
De la distinta concepción de la Fraseología por parte de los autores, es esperable
que cualquier clasificación haya de resultar arbitraria en mayor o menor porcentaje,
subjetiva en mayor o menor grado.17 A esa arbitrariedad contribuye igualmente, ya en
una perspectiva interna del universo fraseológico, la falta de una delimitación precisa
que permita aislar lo fraseológico de lo no fraseológico (sintagma libre, compuesto,
etc.)18 y separar los distintos estadios o subconjuntos de lo estrictamente fraseológico,
y, sobre todo, la no discreción de los hechos fraseológicos, debida a la ausencia de unos
contornos definidos de éstos, que anulan la fabricación de compartimentos estancos y
favorecen, en cambio, la creación de paradigmas o clases integradas por unidades
heterogéneas entre sí.
La gradación puede también explicarse desde una concepción estrecha. Aunque no
puede negarse que existen locuciones completamente fijas, absolutamente petrifica-
das, frente a otras de horma más flexible, de armazón más frágil (comp., p.ej., a traque
barraque/entrado en años), la determinación de los sucesivos eslabones del continuum
es ahora más compleja: aun con la evidencia de que ciertas unidades fraseológicas
admiten variaciones, no es tan factible trazar una jerarquía de grados precisos de ma-
yor o menor tolerancia. Cuando se adopta la concepción ancha, puede, en alguna me-
dida, justificarse la delineación de un continuum; pero éste resulta asaz artificioso o,
incluso, ficticio, en la concepción estrecha. También resulta más difícil defender el
carácter indiscreto (no discreto) de la fraseología.
En una u otra concepción, la variación, por su alianza ineluctable con la fijación, se
convierte en un rasgo característico de la Fraseología (§ 2.5.2., esp. n. 34 y 38), aunque,
de principio, parezca contradecir la propia esencia de las unidades de la fraseología,
definidas precisamente a lo largo de la tradición gramatical por el carácter invariable o
inmodificable. Ahora bien, si las variaciones que consienten algunas locuciones invi-
tan a afirmar, en calidad de supuestas regularidades, la existencia de una cierta afini-
dad con las combinaciones libres, tales variaciones han de estar fraseológicamente
previstas, codificadas, fijadas de antemano; la variación (autorizada) es, pues, predeci-
ble. En este sentido, no hay contradicción.19 Además, las locuciones expuestas a varia-
ción pueden aceptar un tipo de cambio muy concreto, pero no todos los posibles, fren-
te a las construcciones libres. La variación (autorizada) está, pues, restringida por la
clase de formación como por el número de locuciones que admiten cambios.
Consecuentemente, la variación permitirá establecer series de fraseologismos con-
juntados según la clase de variación efectuada; por ejemplo, locuciones nominales que
admiten cambio de género o de número, etc.

217
Aunque hay afirmaciones exageradas o poco certeras que, refiriéndose a la forma-
ción de variantes, sostienen que todas las unidades fraseológicas son susceptibles de
cambios formales,20 pensamos que, aun siendo numerosas las locuciones que admiten
algún tipo de alteración, son también numerosas las locuciones que, aun siendo propi-
cio el contexto, no consienten la más ligera modificación sin que ésta provoque su
ruptura o determine una fórmula bastarda, espuria, que haya de ser interpretada como
una versión manipulada o desautomatizada; piénsese, por ejemplo, en la mayoría de
las locuciones conjuntivas, prepositivas y adverbiales, tan reacias a los cambios: con tal
que, a pesar de, si bien, o sea, tal vez, en vilo, a sabiendas...
Es harina de otro costal sostener tal afirmación respecto de las variaciones no per-
mitidas o no codificadas. Cuando la variación no está institucionalizada, esto es, cuan-
do no es una genuina variante fraseológica, la alteración formal representa una viola-
ción o ruptura voluntaria de la estructura original, que resulta fraseológicamente abe-
rrante. Ahora sí puede decirse, sin peligro a incurrir en error, que a esta clase de cambios
están expuestas todas las locuciones (incluso otras clases de unidades fraseológicas,
como los refranes y los eslóganes), pero sobre todo las locuciones significantes y, más
concretamente, las verbales y las oracionales, en virtud de su mayor extensión gráfica
y de la carga semántica individual de sus componentes léxicos,21 capaz de reactivarse y
entablar lazos inusitados o insólitos con los elementos del nuevo entorno, y de entre
éstas, de manera muy especial, las locuciones ambiguas, por el juego semántico que
favorecen las dos (o más) lecturas. Cabe presumir que ha de existir algún contexto en el
que la locución supuestamente más fosilizada sea capaz de aceptar un determinado
cambio (cfr. Cutler 1982). De hecho, son éstas, las más petrificadas, las que con fre-
cuencia están más expuestas a experimentos lúdicos tanto por su mayor índice de
expresividad o capacidad de extrañamiento, como por la garantía que ofrecen de que
serán reconocibles aun con la nueva máscara y de que nunca serán reemplazadas por
las fórmulas novedosas y foráneas.
Pero las manipulaciones arbitrarias son por lo general de vida efímera. Como otros
tipos de objetos de naturaleza fungible, una vez cumplida su misión en el discurso en
que es empleada, la expresión novedosa deja de tener relevancia y muere o se olvida;
nunca sustituye, salvo en ese instante de su enunciación, a la expresión genuina —que,
no obstante, actúa in absentia.
La función conservadora o protectora de la institucionalización cobra especial re-
lieve sobre todo en estos casos en que la ruptura individual pone a prueba el estatuto
fraseológico de la expresión. Que una transgresión incesante, persistente, o una mani-
pulación atrevida, ingeniosa, no consiga desplazar a la forma tradicional da fe de que
la expresión goza de buena salud, de que está fuertemente institucionalizada.
Pero es más. La institucionalización no sólo favorece o consigue así la preservación y
supervivencia de la estructura original ante cualquier agresión formal, sino que, contra-
dictoriamente, propicia su manipulación lúdica a sabiendas de la naturaleza fugaz de la
nueva forma, de su existencia provisional, de su ineficacia como elemento sustituyente.
En definitiva, la variación potencial permite afirmar, por un lado, que la fijación es
un hecho escalar, gradual o «relativo» en el mismo sentido en que la fijación no es
absoluta, dado que existen locuciones que admiten algún tipo de modificación y locu-
ciones completamente rígidas, herméticas, puros fósiles (no así en el sentido de que
puedan determinarse diversos grados de fijación en una relación jerárquica); por otro
lado, que las locuciones, a pesar de los cambios permitidos e institucionalizados y de
los prohibidos o creativos, están, en efecto, fijadas: mientras que las variantes están
previstas o codificadas y su empleo es automático, las variaciones individuales, aunque
revelen voluntariedad y planificación, son incapaces de reemplazar a las formas canó-
nicas. Sólo excepcionalmente, formaciones individuales fruto de la etimología popular

218
o alguna causa similar, coaguladas a lo largo de un lento y dilatado proceso de aclima-
tamiento y divulgación o expansión (generalización), han conseguido asentarse, impo-
niéndose, e incluso a veces desplazando, a la formulación auténtica. Actualmente, las
probabilidades de que una variación ocasional se institucionalice, esto es, logre el esta-
tuto de variante o, simplemente, de locución son muy escasas, aunque no es un fenó-
meno descartable si las condiciones son adecuadas: autoridad del creador, medio dis-
cursivo o género literario en que tiene lugar, grado de oportunismo o pertinencia...
(p.ej., Gréciano 1987a, 1987b, 1987c). Por razones esencialmente pragmáticas o extra-
lingüísticas (avances tecnológicos, mayor nivel cultural de los hablantes, instituciones
reguladoras, etc.), es menos que probable que una creación individual, espontánea,
nacida por error, si bien puede durante un tiempo ponerse de moda y propalarse (gra-
cias, sobre todo, a los medios de comunicación de masas, tan abundantes y potentes),
tenga fortuna y pase a configurarse como forma canónica e ingrese en el diccionario,
máxime si lleva grabado el estigma de su origen espurio o vulgar, su rango de lapsus
linguae (o calami). Lo normal es que, pasado su periodo de surgimiento y esplendor, la
expresión novedosa, tras otro periodo de agonía y desuso, fenezca al alimón con la
moda o la anécdota que la vio nacer o le dio vida. Piénsese, por ejemplo, en la expresión
estar en el candelabro, acuñada por error por el personaje de la prensa del corazón Sofía
Mazagatos, como sustituto de estar en el candelero (cit. también por Mena Martínez
2002 y 2003a, y Rebollo Torío 2004). Piénsese, asimismo, en la expresión Va a ser que
no que han popularizado los humoristas Cruz y Raya (2004-2005), que, debido al alto
grado de expansión alcanzado, ha conseguido hacerse un hueco como modismo o
muletilla en varios anuncios publicitarios. Los medios de comunicación son una vía
eficaz y prolífica para la forja de compuestos y sintagmas cohesionados que terminan
a veces siendo locuciones (Piagentini 1981...).

4.2.1. La locución con variantes y sus tipos

4.2.1.1. Introducción: en torno al concepto de variante

Hablamos de variantes fraseológicas cuando las modulaciones formales que pre-


senta una misma expresión fija están codificadas o institucionalizadas; las variaciones
lúdicas o estructuras desautomatizadas no constituyen variantes, salvo en el caso de
que, con el tiempo, su uso se generalice y sean sancionadas por la comunidad.22
Las modulaciones institucionalizadas pueden ser de naturaleza lingüística diversa:
fónica (a volapié/a vuelapié), gráfica (a quema ropa/a quemarropa), morfológica (de
mentira/de mentirilla), gramatical (a través/al través), léxica (ahorcar los hábitos/colgar
los hábitos)...; y suelen afectar a un único constituyente (más contento que unas pas-
cuas/castañuelas, no jalarse una rosca/un colín), aunque es posible que afecten a dos o
más (mandar a freír espárragos/mandar a hacer puñetas, No estar el horno para bollos/
No estar la Magdalena para tafetanes, de tope a quilla/de alto a bajo). En tal sentido, la
construcción locucional con variantes se conforma como una estructura compuesta de
dos partes, una fija o invariable, que constituye la armazón y facilita su identificación,
y otra variable, que determina el paradigma de variantes; por lo que, formalmente, se
emparenta con la expresión fija con casilla libre, la serie fraseológica y el esquema
sintáctico fijo (véase § 4.2.1.4.).
La operación lingüística más frecuente en la consecución de variantes es la sustitu-
ción (no ser nada del otro jueves/mundo, tomar el olivo/portante), pero pueden interve-
nir otros mecanismos,23 como la adición o sustracción de elementos (arriar bandera/
arriar la bandera, de golpe/de golpe y porrazo), el cambio de orden sintáctico (a mano
salva/a salva mano, si a mano viene/si viene a mano), etc.

219
Gracias a que el cambio formal está previsto en el código fraseológico, el hablante
puede disponer de las alternativas autorizadas libremente para sus fines comunicati-
vos; si bien, algunas opciones pueden comportar valores connotativos de índole diver-
sa (diafásicos, diatópicos, diastráticos):24 coger el toro/pillar el toro, estar hasta la punta
de los pelos/estar hasta la punta de la polla, a todo gas/a toda leche, estar mal de la cabeza/
estar mal del coco, calentar la cabeza/calentar los cascos, boca de oro/pico de oro, de
maravilla/de abuten/de puta madre, importar un bledo/importar un carajo, meter la pata/
meter la gamba, hacer novillos/hacer la rabona, dar calabazas/dar ayotes, de balde/de
oque (o de falondres), etc. La frecuencia de uso representa uno de los principales facto-
res de la variación estilística, sobre todo en el empleo discursivo como recurso textual
alternativo de la repetición léxica exacta.25 En un trabajo de campo es fácil constatar
que unas variantes son más frecuentes que otras, y que esta frecuencia de uso está en
relación directa con su reconocimiento y la competencia del hablante;26 así, en García-
Page (2002b), pudimos comprobar que la gente emplea al descubierto y raramente a la
descubierta, o de balde y mínimamente de hoquis y —aún menos— de falondres, o a
granel y no a orre; y que desconoce las formas concordadas a campo travieso y a pie
juntillo, frente a las habituales, sin duda más complejas, a campo traviesa y a
pie(s) juntillas.27

4.2.1.2. Variante y sinónimo

El que el cambio formal no comporte ningún cambio semántico ha llevado a afir-


mar a algunos autores que se trata de sinónimos (sinónimos estructurales), si bien
suele aplicarse este término para la expresión resultante de la sustitución por un lexe-
ma sinónimo.28 Aunque es cierto que, en numerosas casos, los signos intercambiables,
incluidas las variantes estilísticas, representan sinónimos sistémicos, aun no siendo a
veces plenamente intercambiables en todos los contextos posibles (tirar/arrojar todo
por la borda, tomar/coger las de Villadiego, coger/asir el cielo con las manos, henchir/
llenar el baúl ‘comer mucho’, mudar/cambiar de manos, descubrir/enseñar las uñas, abrir
el pico/la boca, agachar la cabeza/cresta...), las alternativas léxicas por conmutación no
son, en su mayoría, sinónimos, sino que, al contrario, se adscriben normalmente a
campos semánticos distintos29 y tienen diferente significado (costar un riñón/huevo/ojo
de la cara, no ser nada del otro mundo/jueves, sacar los pies fuera del tiesto/las alforjas,
alzarse con el santo y la limosna/cera, hacer la gata ensogada/muerta...), o, en el mejor de
los casos, mantienen alguna relación semántica particular —metonimia, hiponimia,
etc.— o pertenecen al mismo campo semántico (poner las peras a cuarto/ocho, buscar
los tres/cinco pies al gato, untar el eje/carro, ¡Hasta los gatos tienen tos/romadizo!...). No
obstante, dentro del entorno locucional, todas estas unidades léxicas funcionan como
sinónimos al poderse intercambiar sin que se produzca cambio alguno de significa-
do;30 esto es, sin que el significado idiomático de bloque de la locución resulte alterado.
Aunque defendamos la unidad de la locución con variantes, frente a la hipótesis sino-
nímica —que parece ser la tendencia más generalizada (Permjakov 1997: 3), habida
cuenta de que se requiere que los lexemas alternantes sean sinónimos sistémicos—, no
estamos negando, en absoluto, que puedan determinarse series de construcciones de
significado idéntico o semejante. Tales construcciones semánticamente equivalentes re-
presentan la sinonimia interfraseológica o externa (§ 7.2.2.2.). Los sinónimos interfra-
seológicos son locuciones formalmente distintas y semánticamente equivalentes; no así
las variantes codificadas de una misma locución, aunque las alternativas léxicas31 pue-
dan interpretarse como sinónimos «contextuales» (esto es, en el contexto o cuerpo de la
locución) al no variar el significado:

220
sinónimos
barrer para adentro/arrimar el ascua a su sardina ‘defender sus intereses’
salir de naja/tomar el olivo/darse el bote ‘huir’
al tuntún/a trompa y talega ‘de modo irreflexivo’
llevar la voz cantante/dirigir el cotarro ‘mandar, tener el control’
pensar en las musarañas/estar en Babia ‘despistarse, andar distraído’
al descubierto/a banderas desplegadas ‘manifiesta o descubiertamente’
vérsele el plumero/mostrar la uña ‘descubrirse las intenciones’

variantes
cambiar el agua a las aceitunas/los garbanzos ‘orinar’
untar el carro/eje (a alguien) ‘sobornarlo’
herrar/quitar el banco ‘invitar a decir si se prosigue en un empeño o se desiste de él’
en un instante/santiamén ‘rápidamente’
no ser nada del otro mundo/jueves ‘ser muy común’
romper el bautismo/la crisma (a alguien) ‘descalabrarlo’
enseñar los dientes/las uñas ‘amenazar, mostrar resistencia’

Ahora bien, la distinción entre sinónimo y locución con variantes no está siempre tan
clara (Dobrovol’skij 1988, Barz 1992). Existen numerosos casos fronterizos. Tal es así
que algunos autores, como Èermak (2001: 7) y Ortega Ojeda y González Aguiar (2005:
195), creen que no es fácil dirimir, cuando hay variantes, si se trata de variaciones de un
mismo fraseologismo o de dos fraseologismos distintos. Álvarez de la Granja (1999a: 49,
2002c: 380) piensa que «non se poden establecer límites precisos entre variación e sino-
nimia», porque no hay sino «ausencia dun límite discreto», o, lo que es lo mismo, porque
existe un continuum entre la variación y la sinonimia (Álvarez de la Granja 2002c: 380,
383), igual que supone Dawes (1998: 207) entre la variación y la identidad.
Una de las circunstancias que hacen peligrar el concepto de variante e invita, a
cambio, a pensar que se trata de sinonimia es la existencia de locuciones que tienen un
inventario extenso de variantes, como es el caso de en un instante, en un momento, en
un periquete, en un suspiro, en un padrenuestro, en un santiamén, en un plis plas, en un
credo, en un avemaría...32 Puede, incluso, ocurrir que el paradigma extenso de variantes
pertenezca a una expresión que es sinónima (sinónimo interfraseológico) de otra o,
incluso, que las dos expresiones sinónimas dispongan de sendos paradigmas extensos
de variantes; es el caso, por ejemplo, de tomar el olivo, que puede alternar con tomar el
portante, tomar la puerta, tomar las de Villadiego, tomar soleta, tomar el pendingue, to-
mar el pendil...;33 o de estar en la inopia, que admite las variantes estar en Babia, estar en
Belén, estar en las Batuecas, estar en el limbo, estar en las nubes, estar en la luna...; o
de llevar la voz cantante, que puede sustituirse por llevar los pantalones, llevar la batuta,
llevar el timón, llevar las riendas...34
La delimitación entre variante y sinónimo resulta más compleja cuando la conmu-
tación no es estrictamente léxica, sino que las alternativas comportan alguna otra altera-
ción (morfológica, gramatical, fónica...), como ocurre en algunas locuciones antes se-
ñaladas: estar en Babia/estar en las nubes, tomar el olivo/tomar las de Villadiego...). Es el
caso, también, de mandar a paseo/mandar a freír monas, poner verde/poner como un
trapo o en un instante/en menos que canta un gallo. Como hemos indicado antes (véase
también García-Page 2002b), la primera locución verbal presenta dos tipos de estruc-
turas sintácticas como variantes primarias: «mandar a + SN» y «mandar a + Oinf.», y
diversas alternativas sintagmáticas y léxicas como variantes secundarias (o internas):
«SN o N» (mandar a paseo)/«SN o art + N» (mandar a la mierda...)/«SN o art +
numeral + N» (mandar al quinto pino/la quinta puñeta)/«SN o art + N + A» (mandar al

221
Congo Belga); «Oinf.» (mandar a freír monas/hacer puñetas/tomar viento).35 La locución
verbal poner verde (a alguien) no es menos compleja en la formación de variantes inter-
nas: la primera estructura es la de un sintagma adjetivo en función de complemento
predicativo, según la cual se forja el siguiente inventario de variantes léxicas: verde,
lindo, negro, bueno...; la segunda estructura es la de un sintagma prepositivo, que, a su
vez, adopta dos formas: «de + SN» (con realizaciones secundarias: de lo lindo, de oro y
azul y de vuelta y media) y «a + N/inf.» (a caldo, a parir);36 la tercera estructura es la de
un sintagma comparativo, con dos realizaciones sintagmáticas: «como + un + N», cuyo
hueco nominal constituye un conjunto de variantes léxicas (trapo, guiñapo, estropajo,
harapo, pingo...), y «como + N + SPady.» (como chupa de dómine, como ropa de pascua,
como hoja de perejil); la cuarta estructura es la de una oración adverbial-comparativa:
poner cual digan dueñas o como no digan dueñas. La locución adverbial citada37 tam-
bién presenta dos estructuras sintácticas primarias: «en + un + SN» y «en + menos +
que + O»; con la primera estructura, el sintagma puede ser un nombre escueto, en cuyo
caso se forma un paradigma amplio de variantes léxicas (en un: instante, momento,
credo, avemaría, padrenuestro, santiamén, periquete, suspiro, proviso, pis pas, Jesús,
tris,38 etc.) o un núcleo nominal expandido (en un decir amén, en un abrir de ojos —o de
los ojos— y en un decir Jesús, abreviaturas las dos primeras, respectivamente, de en
un decir amén, Jesús y en un abrir y cerrar de ojos, y forma extensa la última de en un
Jesús), y, con la segunda estructura, se crean las siguientes variantes léxicas simultá-
neas, según el esquema «SV + SNsuj.»: en menos que canta un gallo, en menos que se
reza/dice un padrenuestro (un credo o un avemaría) y en menos que se persigna un cura
loco. La locución pasarlas moradas alterna con las variantes léxicas pasarlas canutas/
putas/negras/jodidas, y la variante sintáctica pasar las de Caín. Con el verbo venir con el
sentido de ‘convenir’ se forman las combinaciones venir de perlas, de perilla, al pelo,
como anillo al dedo, como caído del cielo, que ni pintado, que ni pintiparado, que ni
mandado hacer de encargo, etc., esto es, con locuciones adverbiales con estructura de
sintagma preposicional, estructura comparativa y estructura consecutiva. La expre-
sión como Dios es Dios, que se emplea para reforzar una opinión, alterna con otras
construcciones modal-comparativas formalmente diversas: como Dios es mi padre, como
Dios está en los cielos, como hay Dios. También es diversa la estructura de las variantes
que desarrolla la locución Dios (nos) asista: Dios nos coja confesados, Dios nos la depare
buena, Dios nos tenga en su mano.
Algunas construcciones comparativas también dan lugar a variantes con estructu-
ras muy diversas, como ocurre con más tonto que: «más tonto que + N» (Abundio,
Pichote), «más tonto que + SN» (una mata de habas), más tonto que + O (más tonto que
mandado hacer de encargo).39
Asimismo, el paradigma de variantes viene determinado otras veces por el compo-
nente opcional de la expresión fija. Así, estar sin un duro puede desarrollar el siguiente
inventario de intensificadores: estar sin un [cochino/jodido/puto/mísero/miserable] duro;
el sintagma nominal con función de complemento de la locución verbal no tener ni idea
puede expandirse mediante la adición de adjetivos enfáticos: no tener ni [puñetera/
pajolera/pijotera/zorra/puta] idea; etc.
En definitiva, los límites no están claros, a nuestro juicio, en pares como en un
instante/en un abrir y cerrar de ojos (frente a en un instante/en un santiamén) o armarse
un zipizape/armarse la de Dios es Cristo (frente a armarse un zipizape/armarse un cirio)
o poner verde y poner como chupa de dómine (frente a poner verde/poner lindo). Tales
construcciones, que podríamos describir como variantes sintácticas (concretamente,
sintagmáticas), ilustrarían uno de los casos fronterizos entre la variación y la sinonimia
a que podrían aludir Mokienko (2000a: 65-66) o Álvarez de la Granja (2002c: 380)40
cuando hablan de identidad de la imagen subyacente que evocan: comparten el mismo

222
significado fraseológico y algunas piezas léxicas, pero la imagen subyacente corres-
pondiente a los significados literales no es exactamente la misma.
También pueden suponer un problema de límites estructuras fraseológicas formal-
mente sencillas como las locuciones verbales con clítico la, del tipo buscársela y ganárse-
la, en el sentido de que, aun reuniendo el requisito de la identidad semántica, apenas si
cumplen el de parecido formal, ya que lo que tienen en común se reduce a un elemento:
el pronombre la (véase lo dicho acerca de la locución en un instante).
En relación con esta circunstancia (la existencia de locuciones con un paradigma
amplio de alternativas con forma diversa o de variantes fraseológicas con escasos com-
ponentes internos comunes) está otro factor de riesgo de confusión entre sinonimia y
variante: la conmutación múltiple, consistente en el hecho de que una misma locución
admite la sustitución de dos —o más— componentes internos. En tal caso, son posi-
bles dos situaciones: que la conmutación de las dos piezas sea simultánea o correlativa
o que la conmutación tenga carácter libre, no sujeta a restricciones de correlación.
Ilustran la primera situación locuciones como No estar el horno para bollos/No estar
la Magdalena para tafetanes, andar de capa caída/andar de pie quebrado, quedarse para
vestir santos/quedarse para adornar altares, mandar a hacer puñetas/freír espárragos/
tomar viento, poner como chupa de dómine/poner como ropa de pascua, ser harina de
otro costal/ser sapo de otro pozo (variante canaria), ser el rey del mambo/ser el amo de la
burra, en relación con/con relación a, con cargo a/a cargo de, etc.: los signos horno y
Magdalena se intercambian únicamente a la vez que lo hacen bollos y tafetanes, esto es,
las parejas de alternativas horno/Magdalena y bollos/tafetanes han de producirse al ali-
món; comp. *No estar el horno para tafetanes, *No estar la Magdalena para bollos. Asi-
mismo, los sustantivos capa y pie son intercambiables siempre y cuando tal sustitución
se produzca de manera simultánea a la sustitución de los participios caída y quebrado;
comp. *andar de capa quebrada, *andar de pie caído. Y así se procedería sucesivamente
con el resto de las expresiones. Como puede advertirse, son las locuciones verbales y
oracionales las más proclives a sufrir trueques simples y múltiples. Es lógico que ellas,
las locuciones que más gala hacen de su condición de unidades pluriverbales, sean las
más maleables, las más expuestas a experimentar cambios, las que normalmente desa-
rrollan más variantes (inventarios más extensos).
El análisis de locuciones de esta suerte como variantes no es una solución que no
entrañe riesgos. A primera vista, las locuciones poner los ojos en blanco y tornar los ojos
en albo cualquiera las consideraría como sinónimas, aun compartiendo la misma es-
tructura sintáctica («verbo + SNCD + SPCP») y un constituyente sintagmático (los ojos)
cuyo núcleo léxico nominal (ojos) es semánticamente determinante en la locución. El
DRAE define la segunda remitiendo a la primera con la marca de «ant.». La permuta
de las voces diferentes es —ciñéndonos al registro lexicográfico— inviable: *poner los
ojos en albo, *tornar los ojos en blanco, como si se tratara de una correlación fija
(poner:blanco, tornar:albo); sin embargo, si consideramos que tales signos son sinóni-
mos aun con la marca diacrónica de antigüedad (la primera sería la versión moderna
de la segunda), no parecería tan aventurada su descripción como una misma locución
con variantes léxicas; incluso, es presumible que, en el uso real, la permuta sea posible
(al menos, la sustitución de albo y blanco, tanto con poner como con tornar), de modo
que se convertiría no en un fenómeno de variantes correlativas, sino de sustitución
libre, similar al citado abajo apearse/bajarse del burro/machito.
Otra clase de construcción que puede plantear problemas a la noción de variante
(correlativa) es la representada por la locución verbal meter la mano hasta el codo o
similar, en la medida en que los núcleos nominales de sendos sintagmas (el SN la mano
y el SP hasta el codo) admiten plural, con la condición de que este cambio de morfema
se dé simultáneamente (comp. *meter la mano hasta los codos, *meter las manos hasta

223
el codo). Un ejemplo similar es la locución verbal ver el cielo abierto/ver los cielos abier-
tos: el adjetivo con función de complemento predicativo objetivo varía el morfema de
número al son del cambio que sufre el nombre al que modifica. El que locuciones
como éstas planteen problemas de identificación se debe al hecho de que pueda inter-
pretarse que tal cambio morfemático representa tan sólo un caso de variantes morfoló-
gicas, sin necesidad de pensar en la existencia de una correlación: de no ser así, cual-
quier sintagma nominal expandido mediante un modificador que admitiera cambios
flexivos debería tratarse como una suerte de correlación.
Es presumible que el sentimiento de variante sea mayor cuando las piezas inter-
cambiables son signos gramaticales (piénsese en locuciones como las arriba citadas en
relación con/con relación a, con cargo a/a cargo de) y, al contrario, sea menor cuando
éstas son unidades léxicas, fundamentalmente si éstas no son sinónimos de lengua.
Hacia uno u otro sentido contribuyen el que haya un porcentaje mayor o menor de
elementos comunes invariables y el grado de participación de los significados indivi-
duales de dichas piezas en el significado idiomático o la imagen vinculada al sentido de
la expresión. A mitad de camino están aquellas locuciones que sufren dos conmutacio-
nes simultáneas de rango distinto, uno léxico y otro gramatical: llamar Dios (a alguien)
para sí/a juicio (a/para-sí/juicio), jugar a dos hitos/jugar con dos barajas (a/con-hitos/
barajas), etc.
Uno de los casos más complejos de sustitución correlativa es el representado por el
par poner (o echar) toda la carne en el asador y echar toda el agua al molino (DRAE
2001), pues se verifican tres trueques léxicos simultáneos, además de uno de índole
gramatical (en/a): la comunidad semántica (significado idiomático), la presencia obli-
gada del cuantificador existencial y el paralelismo sintáctico (V + SNCD [todo + art + N]
+ SPCC [prep + art + N]) invitan a pensar que son variantes; pero la extraordinaria
diversidad léxica coarta esa invitación. Otras locuciones presentan una situación simi-
lar, como el par arrimar el ascua a su sardina y llevar el agua a su molino (v.gr.: V + SN
[art + N] + SP [a + su + N]).
Locuciones como no apearse del burro/no bajarse del machito, aguzar los oídos/alar-
gar las orejas, coger el toro por los cuernos/agarrar el toro por las astas, dar ciento y raya/
dar quince y falta, enseñar los dientes/mostrar (también descubrir y sacar) las uñas, po-
ner los ojos en blanco/tornar los ojos en albo, etc., ilustran la segunda situación. Así, de
cada par surgen cuatro soluciones posibles: por ejemplo, de la primera, no apearse del
burro, no apearse del machito, no bajarse del burro, no bajarse del machito (v.gr.: no
apearse/bajarse del burro/machito). Un factor favorable a su tratamiento como varian-
tes es el valor de sinónimos o cohipónimos de los lexemas intercambiables (además de
la imagen plástica que puedan evocar); pero, a cambio, la completa diversidad léxica
de algunos pares que resultan de la permuta de los componentes léxicos (a saber: no
apearse del burro/no bajarse del machito) invita a tratarlos meramente como sinónimos.
Que nosotros sepamos, el problema de límites entre la variante y el sinónimo que
plantea esta cadena de permutaciones y conmutaciones léxicas ha sido muy escasa-
mente atendido. De Burger (1998b: 26), Mena Martínez (2002: 142, 147) cita el ejem-
plo «mit beiden Beinen/Füßen [fest] auf der Erde/im Leben steinen» (además de las
paremias «A bad workman blames his tools»/»An ill workman quarrels with his tools»,
«All is fish that comes to the net»/»All is grist that comes to th mill», etc.). En el ámbito
hispano, sólo Álvarez de la Granja (1999a: 47-48, 2002c: 377) propone las parejas baixa/
dobra-lo lombo/-las costas ‘trabajar’. Basándose, esencialmente, en la identidad de la
imagen subyacente que evoca el significado literal, la autora decide que todas las ver-
siones posibles por permutación constituyen variantes, a pesar de no cumplir las ca-
racterísticas que, para las variantes, proponen Zuluaga Ospina (1980: 109) y Kunin
(apud Tristá Pérez 1998).

224
Sin embargo, algunas de las decisiones que toma esta autora resultan más que
discutibles. Por ejemplo, cree que leva-las rendas, leva-lo temón y leva-la batuta son
sinónimos, y, en cambio, botar leña ó lumbe, botar toxo ó lumbe y botar aceite ó lumbe,
variantes. Asimismo, describe como variantes (sinonímicas o funcionales) enterra-la
macheta de guerra y desenterra-la macheta de guerra y como locuciones distintas (antó-
nimas) tomar a mal y tomar a bien (Álvarez de la Granja 2002c: 383, 375 y 380).
Creemos que los primeros casos de conmutación múltiple correlativa (No estar el
horno para bollos/No estar la Magdalena para tafetanes, etc.), a pesar del bajo porcentaje
de identidad léxica y de la escasa semejanza de las imágenes que evocan los significa-
dos literales, deben analizarse como locuciones con variantes y no como sinónimos: se
trata de la misma estructura, cual esquema fraseológico con distinto relleno léxico, y
del mismo significado idiomático. Sin embargo, mantener la misma opinión respecto
de los segundos no está exento de aventura cuando se contrastan las soluciones no
apearse del burro/no bajarse del machito o no bajarse del machito/no apearse del burro.
En efecto, dado que el núcleo predicativo apearse es variante léxica de bajarse y que el
núcleo nominal burro es variante de machito, si se efectúan las permutaciones aritmé-
ticamente posibles, se forjan, por un lado, series inequívocamente variantes (no apear-
se/bajarse del burro, no apearse/bajarse del machito, no apearse del burro/machito, no
bajarse del burro/machito) y, por otro lado, series supuestamente sinónimas y, por tan-
to, supuestamente no-variantes, en cuanto que no comparten ninguna pieza léxica (no
apearse del burro-no bajarse del machito, no apearse del machito-no bajarse del burro),
aunque la hipótesis de la variación tiene a su favor, además de la identidad estructural,
el que las alternativas son sinónimos de lengua (apearse-bajarse, burro-machito) y la
imagen subyacente que determina el significado literal es la misma.
Veamos un caso algo más complejo: dado que locuciones como al raso, a la intempe-
rie, al descubierto y a cielo descubierto, entre otros, comportan el mismo significado,
cabe preguntarse si son sinónimos (interfraseológicos) o son variantes de una misma
locución. En principio, no hay indicio formal determinante para pensar que son variantes
de una misma locución. Ahora bien, si al raso y al descubierto admitieran —como
parece viable— ser descritas como variantes léxicas en la medida en que cabe interpre-
tar que, aun faltando comunidad léxica, se ha procedido únicamente a una operación
de conmutación léxica entre lexemas (sinónimos) dentro de una misma estructura —
que, además, preserva otros signos gramaticales («a + el + N»)—, parece razonable que
también lo sea a la intemperie, locución que añadiría un cambio morfológico (el morfe-
ma de género) al ya señalado cambio léxico. De este razonamiento, ¿ha de inferirse que
al raso y a cielo descubierto son también variantes? A primera vista, la respuesta sería
negativa; pero, si se tiene consciencia de que al descubierto puede ser, con cierto reto-
que gramatical, la abreviatura de a cielo descubierto, esto es, una variante de orden
sintáctico, y dado que hemos convenido en que al descubierto puede analizarse como
variante de al raso, tal vez habría que rectificar: tal vez la respuesta sería ahora positiva.
En cualquier caso, la solución no es tan evidente.
Hay otras razones que dificultan la delimitación precisa entre la variante y el sinó-
nimo. Por ejemplo, desde un punto de vista lexicográfico, la asignación de significados
semejantes a fraseologismos completamente distintos pero que comparten alguna pie-
za léxica; es el caso, por ejemplo, de la locución a pan y manteles, que se aplica a aquella
persona que vive a costa de otra en su misma casa y sentándose a la misma mesa, y
estar a mesa y mantel, que significa ‘Comer diariamente con él y a su costa’ (DRAE
2001). El que se trate de dos categorías distintas (respectivamente, locución adverbial
y locución verbal) podría favorecer su consideración como sinónimos o, incluso, su
tratamiento como locuciones completamente distintas a pesar de su proximidad se-
mántica. Ahora bien, si suponemos que la primera podría ser tan sólo parte de una

225
locución verbal con estar (estar a pan y mantel) —o bien que la segunda es adverbial,
aun combinándose habitualmente con estar—, habida cuenta de la gran arbitrariedad
que reina en los registros lexicográficos de muchas locuciones, especialmente aque-
llas que se construyen con estar y ser, no sería muy disparatado suponer que son varian-
tes y no sinónimos: los sustantivos pan y mesa serían variantes léxicas nominales, y
mantel y manteles, variantes morfológicas (habría que sumar la posibilidad que ofrece
el DRAE de que cuchillo actúe como sustituto de manteles, que, según el DEA, parece
ser más actual: a pan y manteles/cuchillo). Esta hipótesis vendría reforzada si, por un
lado, se tiene en cuenta la posibilidad de que, en vez de estar, pueda combinarse con
tener (tener [a alguien] a mesa y mantel/a pan y manteles), y, por otro, si el uso real de las
mismas demostrase que los hablantes las utilizan de manera indistinta, sin que se
perciba ningún tipo de variación o matización semántica; tal verificación resulta difícil si,
según los registros del DEA y DFDEA, sólo parece emplearse la locución a pan y cuchillo.
Similar arbitrariedad se muestra en el DRAE (2001) a la hora de recoger las locu-
ciones con la soga al cuello y estar con el agua al cuello, las cuales son, en nuestra
opinión, variantes formales (léxicas) respecto de la locución verbal estar con (o tener) el
agua/la soga al cuello. El DFDEA da las dos versiones, como locución verbal y como
locución adverbial: dice que con la soga al cuello y con el agua al cuello se combinan
frecuentemente con estar (o tener). En realidad, los significados que proporciona el
DRAE favorecen su tratamiento como variantes de una misma construcción.
Las mismas definiciones lexicográficas, de ceñirse el estudioso a ellas para estable-
cer la tipología, pueden ser también la causa de que construcciones que cabría consi-
derar variantes de una misma locución pasen a tratarse como sinónimos interfraseoló-
gicos o, cuando menos, cohipónimos o hiperónimo/hipónimo. Así, si bien, en el uso
real, los hablantes utilizan indistintamente hacerse el sueco y hacerse el tonto ‘afectar
distracción o fingir no entender u oír algo, no darse por enterado’, de modo que se
entienden como variantes léxicas, en cambio, en virtud de las definiciones del DRAE
(2001) (‘desentenderse de algo, fingir que no se entiende’/’aparentar que no advierte
algo de lo que no le conviene darse por enterado’), tales expresiones no podrían descri-
birse como variantes. Lo mismo cabe decir de las definiciones del DFDEA (‘no darse
por enterado o fingir que no oye o no entiende’/’afectar ignorancia o distracción’).
Una situación similar presenta la locución, cuasihomónima de aquélla, hacer el
tonto (con el significado ‘hacer tonterías’), que, en el uso real, alterna con hacer el indio,
hacer el ganso y hacer el payaso (esta última no aparece en el DRAE ni en el DFDEA), y,
por tanto, cabría interpretar como variantes léxicas. Al decir de las definiciones del
DRAE (2001), sólo cabría pensar, si acaso, que son variantes hacer el tonto ‘hacer o
decir tonterías’ y hacer el ganso ‘decir o hacer tonterías para causar risa’, aunque el
sema ‘para causar risa’ que incorpora la voz ganso podría convertirlas en locuciones
vinculadas por una relación de hiperonimia/hiponimia. Con este matiz, se aproxima a
hacer el ganso la locución hacer el indio en la acepción ‘divertir a otros con travesuras’,
pero no en la acepción ‘hacer algo desacertado o perjudicial para quien lo hace’. Sin
embargo, aunque no la registra el DRAE, este significado también lo cubre hacer el
tonto («Harás el tonto si sólo piensas en el bien ajeno»). También tiene este significado
la locución hacer el primo, aunque tampoco el DRAE ni el DFDEA le asignan ese valor.

4.2.1.3. Clases de variantes

4.2.1.3.1. Aspectos generales


Con vistas a agrupar las variaciones codificadas, se han propuesto distintas clasifi-
caciones. Aunque los grupos no son idénticos de un autor a otro, es cierto que todos o
casi todos los autores registran, bajo un término u otro, las variantes léxicas y gramati-

226
cales, pero ninguno da cuenta, por ejemplo, de las variantes fónicas y gráficas,41 aun-
que cabría interpretar que formarían parte de las variantes internas de Thun (1978) o
Koller (1977), de las formales de Eckert (1982), o de las no-funcionales de Dawes (1998)
o de las sinonímicas (o no-funcionales) de Álvarez de la Granja (2002c: 375-385), por
poner un ejemplo.42 Barz (1992) parece incluirlas en las que llama topológicas.
De acuerdo con el estudio llevado a cabo en García-Page (2002b), distinguimos las
siguientes variantes institucionalizadas, atendiendo al nivel de análisis lingüístico al
que corresponde la variación:43 fónicas, gráficas, morfológicas, gramaticales, sintácti-
cas,44 léxicas (además, pueden determinarse variantes dialectales, diastráticas, etc.,
fundamentalmente de orden léxico).45
Conviene, no obstante, justificar nuestra propuesta de diversificar en morfológico,
gramatical y sintáctico lo que normalmente viene agrupado como gramatical aten-
diendo razonablemente a una concepción generalizada (aunque no única)46 de la Gra-
mática como la disciplina que comprehende la Morfología y la Sintaxis. Creemos que
deslindar lo estrictamente morfemático de lo sintáctico permite observar más clara-
mente las clases diversas de variantes al tiempo que se evitan mezcolanzas que den a
pensar que se deben a confusión o desconocimiento real de la gramática. Más comple-
jo resulta justificar la distinción de la variante gramatical respecto de la morfológica y
la sintáctica, pues precisamente parece incurrirse en una incongruencia. En vez de
gramatical, podría decir categorial, en alusión a las categorías sintácticas básicas del
análisis gramatical: sustantivo, adjetivo, preposición, determinante..., dado que nues-
tra variante gramatical se refiere sólo al intercambio y adición (o supresión) de deter-
minante y al trueque —raramente, adición (o supresión)— de preposición o, excepcio-
nalmente, conjunción, cuando tales cambios no comportan variación semántica ni
funcional. Ahora bien, puede reprochársenos, por un lado, que el estudio gramatical de
las categorías corresponde más propiamente a la Morfología, y no a la Sintaxis, a pesar
de ser las unidades básicas del análisis sintáctico, de modo que habría que tratarlas
como variantes morfológicas y no gramaticales ni sintácticas; y, por otro lado, que
también las categorías léxicas son, por idéntico motivo (esto es, en cuanto clases de
palabras), objeto de estudio de la Morfología, por lo que los cambios léxicos también
deberían describirse como variantes morfológicas y no léxicas, igual que se ha hecho
para los cambios de palabras gramaticales. Resultaría, sin duda alguna, más sencillo
proceder como hacen otros fraseólogos, diferenciando lisa y llanamente entre léxicas y
gramaticales, léxicas y morfológicas, o léxicas y morfosintácticas. Pero, comoquiera
que, por la extraordinaria diversidad de los datos del corpus, se nos antoja más conve-
niente discernir el análisis estrictamente morfológico relativo a la constitución interna
de las palabras de la taxonomía de clases de palabras, sostenemos la anunciada divi-
sión tripartita de variantes; a saber: morfológica (variaciones de flexión y derivación),
gramatical o categorial (variaciones que afectan a las palabras gramaticales: grosso
modo, el artículo y los adjetivos determinativos, la preposición y la conjunción) y sin-
táctica (variaciones estructurales o sintagmáticas y funcionales), cuyas caracterizacio-
nes se exponen con más detalle en sus respectivos apartados.

4.2.1.3.2. Variantes fónicas


Las variantes fónicas constituyen la clase de variantes menos representativa en cuanto
al número de muestras. También son, junto con las gráficas, las más desatendidas
(García-Page 2005c). El cambio fónico comporta inexorablemente un cambio gráfico.
Como ocurre en el léxico ([arco] carpanel/zarpanel, destripaterrones/estripaterrones,
manutisa/minutisa, matojo/tamojo, níscalo/mízcalo, [uva] tamínea/taminia, [higo] do-
ñigal/doñegal, cortafierro/cortahierro, saltigallo/sartigallo, vagamundo/vagabundo, boca-
manga/botamanga, cañafístola/cañafístula, somormujo/somorgujo, lameplatos/lambepla-

227
tos, borborito/gorgorito, borbotón/borbollón, pepla/plepla, tarazar/atarazar...), las oscila-
ciones fónico-gráficas de orden fraseológico obedecen a razones diversas (históricas,
analógicas, seudoetimológicas, etimología popular...) y se consiguen mediante ciertas
operaciones metaplásmicas y actuaciones de la evolución fonética generales: supre-
sión (aféresis, síncopa, apócope), metátesis, adjunción (prótesis, epéntesis, paragoge),
trueque, sonorización de consonantes sordas, diptongación de vocales breves, asimila-
ción y disimilación vocálicas...
Las variantes fónicas pueden producirse bien por la sustracción de un sonido: al
redropelo/al redopelo, no hay atutía/no hay tutía, por amor de/por mor de, a asentadillas/
a sentadillas, a asentadas/a sentadas,47 por lo bajinis/por lo bajini, a cércene/a cercén,
arrasársele los ojos en lágrimas/rasársele los ojos en lágrimas, a cada trinquete/a cada
triquete,48 al filo de/al hilo de, dar atole/dar atol (Méx.) (Morvay 2000: 280)..., bien por la
adición de un sonido: de buces/de bruces, en un pis pas/en un plis plas, de buten/de
abuten, a volapié/a vuelapié...).49
Algunas variantes fónicas por reducción fónica resultan de la soldadura gráfica que
han experimentado ciertos sintagmas y compuestos impropios que integran ciertas
locuciones. Así, en la voz mansalva se ha practicado la cancelación de la vocal final del
primer formante: a mansalva [< a mano salva] (cfr., no obstante, a salvamano), igual
que ha sucedido en las palabras compuestas mandoble, mancuerna, manteniente, etc.
Excepcionalmente, la sustracción de un sonido se debe exclusivamente a razones
de evolución fonética del étimo latino, como ocurre en el par hacer tábula/tabla rasa,
por cancelación de la vocal postónica tras consonante labial.
La sustracción puede afectar a más de un sonido; así, también igual que en los
compuestos del tipo altibajos, hojalata, etc., la soldadura gráfica puede llevar consigo la
supresión del coordinador o del índice funcional prepositivo: a trochemoche (< a troche
y moche), de quitapón (< de quita y pon), a dienteperro (< a diente de perro), a bocajarro
(< a boca de jarro)..., o bien la cancelación de la última vocal o de los últimos sonidos
del primer formante: a sorbimuerde (< a sorbe y muerde), de quitaipón (< de quita y
pon), a botivoleo (< a bote y voleo), de chichinabo (< de chicha y nabo), etc.50
La variante fónica también puede conseguirse mediante una operación de sustitu-
ción o trueque: así así/así asá, así o así/así o asá,51 de aquí allá/de acá allá, aquí y allí/acá
y allá, así como así/así como asá, a trochemoche (a troche moche)/a trochimochi (a
trochi mochi), ser más listo que Lepe, Lepillo y su hijo/ser más listo que Lepe, Lepijo y su
hijo, a trueco/a trueque, dar con la del rengo/dar con la del renco,52 hacer la del rengo/
hacer la del renco, ni oxte ni moxte/ni oste ni moste, de sumonte/de somonte, tener mu-
chas camándulas/tener muchas camáldulas ‘ser trapacero’, a (lo) somorgujo/a (lo) so-
mormujo,53 jugar al santo mocarro/jugar al santo macarro ‘burlarse, engañar’, por lo
bajinis/por lo bajines, a la chita callando/a la chiticallando...54 Como en este último caso,
la aparición del fonema /i/ sólo es posible cuando se produce la simplificación gráfica
del compuesto sintagmático; más que una conmutación o intercambio fónico, lo que
se ha producido realmente es la cancelación del último sonido del primer componente
y posterior emersión del sonido palatal o índice de composición (infijo, para algunos
gramáticos), igual que en las genuinas palabras compuestas: pelirrojo, casquivano, zan-
quilargo, barbilampiño, manirroto, etc.
Otras veces, la variación fónica es consecuencia directa de un cambio morfológico:
de extranjis/de extranjía...; o tiene motivaciones eufemísticas: cagarse en Dios/cagarse en
diez, ¡La hostia!/¡La ostra!,55 etc.
Ocasionalmente, la conmutación es múltiple (se truecan dos o más sonidos): en
pelota/en pelete...
También es posible la formación de series de más de dos variantes fónicas, como
ilustran las soluciones llamarse antana/andana/altana ‘retractarse o desdecirse’56 o no

228
decir tus ni mus/chus ni mus/chuz ni muz, etc. (comp. ojimel/ojimiel/oximiel, [pera]
mosquerola/mosqueruela/musqueruela, [uva] arije/larije/alarije, etc.).
Junto a estas variantes puramente fónicas, otras locuciones que parecen seguir los
mismos procedimientos de consecución consisten realmente en variantes léxicas, como
suponemos de los pares despegar/desplegar los labios (adición de un sonido), a gatas/
gachas, en dos palotadas/paletadas, a borbotones/borbollones, de carrerilla/carretilla o
estar de monos/morros57 (sustitución de un sonido). Las diferencias no se deben a una
alteración meramente fónica de la misma palabra, sino al trueque de palabras distintas
que se hallan en relación paronímica; si bien puede tratarse en algún caso de una
colisión homonímica auspiciada por la etimología popular.
Raramente la variante se produce por una diferencia acentual, como parece ocurrir
en a cercen/a cercén.58

4.2.1.3.3. Variantes gráficas


La variación gráfica que sufren muchas palabras es, en numerosas ocasiones, con-
secuencia directa de una variación fónica: la desaparición o la aparición de una grafía
o su suplantación por otra, etc., no son sino reflejo de la supresión o adición, sustitu-
ción, etc., de un sonido. Las variantes fraseológicas de orden fónico que hemos indica-
do son, en su mayoría, al mismo tiempo variantes gráficas: de somonte/de sumonte
(conmutación fónica), a cada triquete > a cada trinquete (adición de un sonido), etc.59
Ahora bien, algunas de estas variaciones fónicas que tienen reflejo inmediato en la
escritura provienen originariamente de un cambio gráfico: la fusión gráfica.
Así, la unión gráfica de palabras inicialmente separadas puede producir la reduc-
ción de su cuerpo fónico: a boca de jarro > a bocajarro (supresión de la preposición), a
troche y moche > a trochemoche (supresión de la conjunción), etc.
A veces, la correspondencia entre cambio fónico y cambio gráfico no es exacta: un
cambio fónico puede determinar dos cambios gráficos en razón de las leyes del contac-
to entre vocales o consonantes; es lo que ocurre en el par a trueco/a trueque: la conmu-
tación vocálica -o/-e provoca la sustitución del alógrafo correspondiente a la consonan-
te linguovelar sorda (c > qu-).
Hay otros tipos de variaciones gráficas que no son gregarias de las fluctuaciones
fónicas. Así, el lento proceso de coalescencia que sufren numerosos compuestos sin-
tagmáticos actúa igualmente cuando éstos forman parte de una locución. La soldadu-
ra gráfica de dos elementos originariamente separados por un espacio blanco repre-
senta una de las fuentes más habituales de las variantes gráficas: a mata caballo > a
matacaballo, a regañadientes > a regañadientes, a tente bonete > a tentebonete ‘con abun-
dancia’, a torna peón > a tornapeón ‘ayudarse los vecinos en labores del campo’, a cierra
ojos > a cierraojos, a traque barraque > a traquebarraque60 ‘con mucha frecuencia o por
cualquier motivo’, a cox cox > a coxcox, a cada triqui traque > a cada triquitraque, a pasa
perro > a pasaperro, a torna punta > a tornapunta, a vuela pluma > a vuelapluma... El
caso contrario lo representa la locución No hay tu tía, cuya forma originaria es gráfica-
mente unida: tutía o atutía. Es algo común que las dos versiones alternen indistin-
tamente en su empleo habitual, aunque no aparezcan recogidas en el diccionario.61
Como se ha dicho antes, el aglutinamiento gráfico puede no ser tan inocente y
comportar, no obstante, ciertos cambios formales: fónicos —y, consecuentemente, grá-
ficos— o sólo gráficos. Al primer tipo pertenece la simplificación del sintagma original
mediante la sustracción de elementos de relación sintáctica (conjunciones, preposicio-
nes): a diente de perro > a diente perro > a dienteperro, a macha y martillo > a macha
martillo > a machamartillo,62 etc.; al segundo, por un lado, la actuación de alógrafos,
como es el caso de las letras y e i en de quita y pon > de quitaipón, o de la vibrante inicial
r- y el dígrafo -rr- de posición intervocálica en a quema ropa > a quemarropa y de ringo

229
rango > de ringorrango, y, por otro lado, el señalamiento gráfico (tilde) de vocales acen-
tuadas: al tun tun > al tuntún, de quita y pon > de quitaipón... En estos últimos casos, se
producen, pues, dos cambios gráficos (fusión gráfica y trueque de alógrafo o presencia
de tilde) y ninguno fónico.
La soldadura gráfica también puede favorecer otros cambios formales de naturale-
za distinta, como la aparición de derivados léxicos mediante un sufijo; es el caso de a
coxcojita (no obstante, también hay un cambio fónico-gráfico: x > j).
Desde el punto de vista léxico, la unión gráfica da origen a numerosas palabras
idiomáticas (quemarropa, bocajarro, regañadientes...), que, como tales, no tienen vigen-
cia fuera de la locución.
La fusión gráfica puede consituir el principal mecanismo de la desfraseologización
(§§ 2.4., 3.5.1.); ello sucede cuando el resultado de la fusión es una palabra compuesta:
de prisa > deprisa, tiquis miquis > tiquismiquis, a dentro > adentro, al rededor > alrede-
dor, entre tanto > entretanto, por si acaso > porsiacaso, sin razón > sinrazón, etc.
Marginalmente, existen otras variantes gráficas no debidas a la fusión gráfica, como
es el caso de la locución de hoquis/de oquis (de oque).63

4.2.1.3.4. Variantes morfológicas


La formación de palabras tiene una estrecha relación con la fraseología en la medi-
da en que, entre otras razones, contribuye eficazmente en la acuñación de variantes
fraseológicas.
Las variantes morfológicas se producen fundamentalmente por un cambio flexivo
(untar [a alguien] la mano/untar [a alguien] las manos) o por la acción de un afijo
(¡Pelos a la mar!/¡Pelillos a la mar!); son escasamente productivos otros procedimientos
formativos, como la composición (tener la cabeza fría/mantener la cabeza fría, tener a
raya/mantener a raya, ser un cara/ser un caradura), el acortamiento (hacer el ridículo/
hacer el ridi)64 o el hipocorístico, cuando éste guarda alguna relación derivativa respec-
to de la base (como Pedro/Perico por su casa), por lo que nos centraremos, esencialmen-
te, en aquellos primeros.
La naturaleza idiosincrásica de la fijación fraseológica se manifiesta, por ejemplo,
en la producción de caprichosos desajustes, tales como a tuerto o a derecho/a tuertas o
a derechas, pero no *a tuerta o a derecha/*a tuertos o a derechos, o a pie juntillas/a pies
juntillas/a pie juntillo, pero no *a pie juntillos/*a pies juntillos/*a pie juntilla, o hacerse el
tonto/la tonta, pero no hacer el tonto/ *hacer la tonta (ni tampoco hacer el payaso/*hacer
la payasa).
4.2.1.3.4.1. Variantes morfológicas flexivas
Como rasgo general, prácticamente todas las locuciones verbales y cuasioraciona-
les y una buena parte de las oracionales admiten la conjugación de sus predicados
verbales. Creemos que este tipo de cambio flexivo y las variaciones (generalmente pro-
nominales) de los componentes externos de la locución son los principales «nexos» de
integración de la locución al discurso, lo que contradice aparentemente su condición
de unidades compactas o monolíticas, autónomas.
También es un rasgo bastante general el que sean precisamente las locuciones adje-
tivas (cortado (a, s) por el mismo patrón) y, en menor grado, las sustantivas (labor/
labores de zapa) las categorías fraseológicas más tolerantes con las variaciones morfo-
lógicas de naturaleza flexiva. Este hecho se hace extensivo, asimismo, a las locuciones
verbales con complementos adjetivos (quedarse patitieso, salir caro), ya que éstos sue-
len admitir cambios flexivos, y, en menor medida, a las locuciones verbales con com-
plementos nominales (levantar bandera/banderas), así como a muchas locuciones ad-
verbiales con sustantivo como término de preposición (a toda luz/a todas luces).

230
Aparte del común cambio flexivo que experimenta el verbo al adaptarse al discurso
—y que no consideramos variante—, se producen otros fenómenos de flexión nominal
con cierto carácter recurrente, tales como:

a) cambios de género: de corrido/corrida, al descubierto/a la descubierta, al postre/a


la postre,65 al par/a la par, a mis anchos/anchas, al fin y al postre/al fin y a la postre, Voló
el golondrino/la golondrina, correr parejos/parejas, a pie juntillas/a pie juntillo...
b) cambios de número: a pie/pies juntillas, a la primera/las primeras de cambio, ser de
bigote/bigotes, a toda luz/todas luces, estar en arma/armas, a rastra/rastras, ahuecar el ala/
las alas, poner(lo) lengua/lenguas, abrir el ojo/los ojos, tomar (o poner) el medio/los medios,
aguzar el oído/los oídos, meter la mano hasta el codo/meter las manos hasta los codos, de
espalda/espaldas, dar la espalda/las espaldas, ver el cielo abierto/los cielos abiertos, remover
cielo/cielos y tierra, poner(lo) en el cielo/los cielos, hablar por la nariz/las narices, echar el
resto/los restos, a la/las de veces, atar esa mosca/esas moscas por el rabo ‘para ponderar lo
disparatado o incongruente de lo que se ha dicho’...
c) cambios de género y número: dueño (a, s) y señor (a, s), ligero(a, s) de cascos, ir
listo(a, s), ir dado (a, s), corto (a, s) de manos, traer frito (o, s), costar caro (a, s)...

Cuando el sintagma nominal está expandido, el cambio morfemático operado en el


núcleo sustantivo debe extenderse al modificador; se produce, de este modo, una varia-
ción múltiple de carácter simultáneo: atar esa(s) mosca(s) por el rabo, ver el/los cielo(s)
abierto(s), etc. (comp. meter la(s) mano(s) hasta el/los codo(s)..., § 4.2.1.2.).
4.2.1.3.4.2. Variantes morfológicas derivativas
El cambio derivativo más importante consiste en la adjunción de un sufijo a la base
léxica: pico/piquito de oro, perro/perrito faldero, mosca/mosquita muerta, Perico/Periqui-
to entre ellas, a reculas/reculones, hacer su agosto/agostillo, rascarse el bolso/bolsillo, po-
ner de patas/patitas en la calle (a alguien), tener (a alguien) en palmas/palmitas, de tiros/
tirantes largos, a coxcox/coxcojita, en dos paletas/paletadas ‘en dos palabras’/’brevemen-
te, al instante’ (también variación fónica), importar un pito/pitoche, a cada trique/trin-
quete, traer picado el molino/molinillo...; a veces el elemento nuevo es un seudoafijo: por
lo bajini/bajinis/bajines (< por lo bajo),66 de extranjis (< de extranjía), tomar el pendingue
(< tomar el pendil), a postremas (< a la postre), etc.
Es menos frecuente, en cambio, la formación de variantes por prefijación (sentar/
asentar la cabeza, cortar/recortar las alas (a alguien), mover/remover cielo y tierra...) e
interfijación (de mentirilla/mentirijilla).
Asimismo, la derivación puede afectar a los componentes opcionales (generalmen-
te, intensificadores); si bien el sufijo preferente seleccionado es -ísimo, conforme al
valor enfático de la mayor parte de tales incrementos léxicos: de [puta/putísima] pena,
hacer su [santa/santísima] voluntad, darle (a alguien) la [real/realísima] gana, estar hasta
las [mismas/mismísimas] narices...
Como puede apreciarse, en estos ejemplos, frente a lo que ocurre en el lenguaje
común, la adjunción del sufijo, sea o no de la clase de los valorativos, no determina
ningún cambio semántico: palabra primitiva y palabra sufijada funcionan como alter-
nativas sinonímicas. Si bien, esto no sucede en otros pares, donde la aplicación del
sufijo sí comporta un cambio semántico: hacer agua (un buque) ‘entrar agua por una
grieta’/hacer aguaje ‘correr con violencia las aguas del mar’, al vuelo (o en volandas)
‘ligera y prontamente’/a las voladas ‘con prontitud’.
A veces, la variante morfológica resulta de su relación no con la base primitiva, sino
con otra forma afijada: a redopelo/pospelo/contrapelo, a trasmano/contramano, reco-
mendar/encomendar el alma, a horcajadas/horcajadillas, de bracero/bracete ‘cogiendo

231
del brazo del otro’...; aunque pueden forjarse series a partir de la primitiva: a hurto > a
hurtadas > a hurtadillas, de mentira > de mentirilla > de mentirijilla...
Como ocurre con numerosas variantes gráficas, la formación de variantes morfoló-
gicas representa un mecanismo interesante de lexicogénesis, dado que la derivación
afijal aboca, con cierta frecuencia, a la acuñación de palabras idiomáticas: pospelo,
pendingue, bajini, hurtadillas, horcajadas, reculones...
A veces se producen simultáneamente las variantes flexivas y derivativas (el primi-
tivo puede no estar presente y, por tanto, los términos relacionados son derivados de él:
pasar > paso/pasada, etc.): de paso/de pasada, en dos trancos/en dos trancadas, al true-
que/a la trocada (o a la trocadilla)...
Como hemos indicado antes, la fijación en una estructura morfológica determina-
da es, muchas veces, una cuestión esencialmente idiosincrásica y no tiene, al menos en
la sincronía actual, una explicación gramatical: ¡Aquí torció la puerca el rabo!/*¡Aquí
torció el puerco el rabo!, hacer la gata ensogada/*hacer el gato ensogado, tirios y troyanos/
*tirio y troyano, ponerse gallito/*ponerse gallo, hacer el indio/*hacer el indito/*hacer la
india, de carrerilla/*de carrera, etc. Obviamente, la forma fija tiene, en algunas ocasio-
nes, una explicación histórica (caballo de Troya/*yegua de Troya), pragmática, cultural,
biológica... ([matar] la gallina de los huevos de oro/*el gallo de los huevos de oro, coger el
toro por los cuernos/*coger la vaca por los cuernos, ¿Está parida la gata?/*¿Está parido el
gato?, ¡La madre que te parió!/*¡El padre que te parió!), incluso lingüística67 (dar gato por
liebre/*dar gata por liebre, echar margaritas a los cerdos/*echar margaritas a las cerdas,
Hasta los gatos tienen romadizo/*Hasta las gatas tienen romadizo).
La oposición morfemática flexiva está bloqueada:68 no tener abuela/*no tener abue-
las/*no tener abuelo/*no tener abuelos, A cada puerco le llega su san Martín/*A cada
puerca le llega su san Martín, tener padrinos/*tener madrinas, daños y perjuicios/*daño y
perjuicio, dimes y diretes/*dime y direte, amor y compaña/*amores y compañas...
El carácter improductivo de la oposición morfológica se manifiesta claramente en
locuciones como las siguientes, en las que el cambio de flexión determina un cambio
semántico, esto es, la formación de un fraseologismo distinto: cantar el gallo ‘llegar el
amanecer’/cantar la gallina ‘cacarear el gallo cuando se siente acobardado’, ‘reprender a
alguien’, ‘confesar, por la fuerza, el error’, en cabello ‘con el cabello suelto’/en cabellos ‘con
la cabeza descubierta y sin adornos’, por hora ‘en cada hora’/por horas ‘por instantes’, al
canto del gallo ‘al amanecer’/al canto de los gallos ‘a la medianoche’, hacer agua (un buque)
‘recibir agua por alguna grieta’, ‘estar un asunto en declive o situación crítica, malograr-
se’/hacer aguas (alguien) ‘orinar’,69 coger la puerta ‘hacer imposible o muy difícil algo’/
coger las puertas ‘cerrarlas, impidiendo el paso’, descubrir la uña ‘vérsele el plumero; dejar
asomar las intenciones’/descubrir las uñas ‘enseñar los dientes; mostrar resistencia, ame-
nazar’, liarla ‘provocar un lío, confusión, etc.’/liarlas ‘huir’ o ‘morir’, hincar el codo ‘asistir
a un moribundo a punto de expirar’/hincar los codos ‘estudiar con ahínco’, etc. Si atende-
mos a la definición del DRAE (2001), un mero cambio del modo verbal puede determi-
nar un cambio semántico, y, por tanto, un cambio de locución: como Dios es servido
‘[Dicho de suceder algo,] con poca satisfacción nuestra’/como Dios sea servido ‘si Dios
quiere y lo permite’ (cfr., en cambio, p.ej., Plegue/Plega a Dios).
Que se trata de expresiones distintas no sólo se verifica con el cambio de significa-
do, sino, por ejemplo, con la imposibilidad de que una de las dos versiones goce de las
«libertades» o características de la otra. Así, coger la puerta (o la calle) dispone de un
sentido idiomático más (‘irse’) que coger las puertas (o las calles). La locución enseñar
las uñas admite la variante nominal dientes (enseñar las uñas/enseñar los dientes), pero
no la construcción con el sustantivo en singular: enseñar la uña/*el diente. La locución
verbal estirar la pierna ‘morir’ admite la variante léxica estirar la pata, mientras que
estirar las piernas ‘pasear’ no admite —salvo contextos coloquiales muy marcados— la

232
correspondiente variante nominal: *estirar las patas; en cambio, estirar las piernas sí
admite la variante verbal extender las piernas, pero no su correlato singular estirar la
pierna: *extender la pierna (o *extender la pata).
Ese mismo carácter arbitrario, netamente fraseológico, que se advierte en las cate-
gorías flexivas, es el que imprime la formación de derivados con un sufijo determina-
do, sin que pueda producirse la alternancia alomórfica habitual. Así, por ejemplo, la
selección del diminutivo se ve sujeta a constreñimientos caprichosos como los siguien-
tes, en los que la alternancia sufijal no está tolerada: andar de puntillas/*puntitas, a la
trocadilla/*trocadita..., frente a, por ejemplo, a coxcojita/coxcojilla. La arbitrariedad es
tal que un mismo vocablo admite un tipo de sufijo diminutivo en una locución y otro
tipo de sufijo diminutivo en otra: decir (algo) de boca/boquilla/*boquita-[poner] boca/
boquita/*boquilla de piñón. El carácter fijado en la elección de la clase de afijo también
se advierte en que el cambio sufijal puede provocar un cambio semántico, como, ade-
más de otros ya citados (hacer agua/hacer aguaje, etc.), ilustra el contraste en pinganitos
‘en situación desafortunada’/en pinganillas ‘de puntillas’ (no obstante, el cambio deriva-
tivo se produce a la vez que el cambio flexivo).
A veces, el cambio morfológico va parejo a un cambio de otra naturaleza (sobre
todo, gramatical), i.e., la variante no es solamente morfológica: a mujeriegas/a la muje-
riega ‘a asentadillas’, no pegar ojo/no pegar los ojos ‘sin conciliar el sueño’, a solapo/de
solapa, a vuelo (o al vuelo)/en volandas (o en volandillas), de vuelo (o de un vuelo o en un
vuelo)/a las voladas, en escondido/a escondidas (o a escondidillas), a derechas/al derecho,
al postre (y a la postre)/a postremas, a lo callandito/a las calladas, etc.

4.2.1.3.5. Variantes gramaticales


Son variantes gramaticales las variaciones institucionalizadas de orden gramatical
que presenta una locución sin que éstas provoquen cambio semántico ni funcional,
aunque ocasionalmente sí pueda ser sintagmático (no en cuanto a la clase de sintagma,
sino en cuanto a su constitución interna: ausencia/presencia de determinante o de
preposición); en el caso de que la variación gramatical comporte una alteración de la
estructura sintáctica y funcional, preferimos considerarla variante sintáctica.70
Con más concreción, hablamos de variantes gramaticales cuando se produce la
conmutación de alguna de las llamadas a veces palabras gramaticales o no léxicas (ar-
tículo, preposición, conjunción...), o la adición o supresión del determinante, o bien,
ocasionalmente, de una preposición sin repercusión sintáctica; si bien este último pro-
cedimiento podría interpretarse como un tipo de variante sintáctica por acortamiento
o extensión (véase § 4.2.1.3.6.4.).71
De acuerdo con tales indicaciones, los principales mecanismos de formación de
variantes gramaticales son:

1) Sustitución de determinante: con la/tanta boca abierta, a prima/primera faz, a


todo/más andar ‘a toda prisa’, buscar los tres/cinco pies al gato, contarse con los dedos de
la/una mano, ni a dos/tres tiros, a mucho/todo/más tiro, un/algún tanto ‘algo’, comer a
dos/cuatro carrillos...
El artículo admite alternancia con nombres de género ambiguo, como echar agua
en el/la mar.

2) Sustitución de preposición: ir de/a picos pardos, a/por el contrario, a/de trompón


‘en desorden’, a/de galope ‘de prisa’, a/hasta más ver, a/por vista de ojos, por/en aquel
entonces, a/en favor de, a/por cuenta de, a/por la cuenta ‘al parecer’, de/por cuenta y riesgo
de, en razón a/de, respecto a/de, ir a/en los alcances de (alguien), a/en un vuelo, dentro de/
en, en/a nombre de, a/en trueco, a/en salvo, de/en cuartas, decir entre/para sí, coger en/

233
entre las uñas, codo a/con codo, a/por puertas, poner en/por/sobre las nubes, levantarse
hasta/a las estrellas...72
Cuando a indica límite, alterna con frecuencia con hasta: estar con la soga al/hasta el
cuello, estar con el agua al/hasta el cuello... (cfr., no obstante, hasta/*a las narices).

3) Sustitución de conjunción: así como/que así, así que/como, por activa o/y por
pasiva...

4) Adición de determinante: a(l) tresbolillo, hacerse la boca (una) agua, irse por (sus)
pies, estar en (los) autos ‘estar enterado de un asunto’, dar (un) boche (a alguien) ‘desai-
rarlo, rechazarlo’, en estas y (las) otras, tener (tres) bemoles ‘ser difícil algo’, hacer(se) (la)
cuenta, a(l) modo de, a(l) tenor de, estar en (un) fil, de (un) vuelo, a(l) vuelo, en un abrir
de (los) ojos, poner las peras a(l) cuarto, a (las) espaldas, a (la) pata llana,73 ver el cielo por
(un) embudo ‘ver las cosas con estrechez de miras’...

5) Adición de preposición: (por) de pronto, (de) por fuerza, ponerse (de) por medio,74
partir/echar por (en) medio, por (en) medio, a las (de) veces,75 hablar (hasta) por los
codos, (con) respecto a, por (de) dentro, (de) cara a, nora (en) tal ‘en hora mala’...76

6) Adición de conjunción: cada (y) cuando que, cuanto (y) más, tal (y) como...

7) Sustitución de preposición por artículo: tirar (o echar) por la calle de en medio/


tirar (o echar) por la calle del medio...
A veces, son varios los mecanismos gramaticales que conjuntamente dan lugar a
una variante gramatical:

8) Sustitución de preposición + sustitución de determinante: al menos/por lo menos...

9) Sustitución de preposición + adición de determinante: de zaino/a lo zaino ‘de sosla-


yo o disimuladamente’, por fin/al fin, dar de culo en las goteras/dar con el culo en las goteras
‘arruinarse por dilapidar el caudal’, al/en rededor, al/en seguro, de vuelo/en un vuelo...

10) Sustitución de preposición + adición de preposición: en medio/de por medio,


meterse en medio/meterse de por medio, de un vuelo/en vuelo...

11) Sustitución de determinante + adición de determinante: de un vuelo/del primer vuelo...


Cuando el inventario de variantes está compuesto por tres o más alternativas, la
clasificación resulta más compleja, como ilustran las series a guisa/en tal guisa/de tal
guisa [adición de determinante + sustitución de preposición], al hombro/a hombros/en
hombros [adición de determinante + sustitución de preposición + cambio flexivo], de
seguro/al seguro/a buen seguro [cambio de preposición + adición de artículo + adición
de modificador], en estas y estas/en estas y en estotras/en estas y las otras [adición de
preposición + sustitución léxica + adición de artículo], etc.
La formación de una serie de esta naturaleza puede, incluso, plantear el problema
de límites con los sinónimos; así, dada la pareja en un vuelo y de vuelo, ¿hemos de
interpretarla como una misma locución con variantes (concretamente, dos variantes
gramaticales: cambio de preposición + adición de preposición) o como dos locuciones
adverbiales formalmente distintas aunque semánticamente equivalentes? Acaso haya
que inclinarse por la primera opción si consideramos que en un vuelo puede simplifi-
carse a en vuelo (a saber: en vuelo/de vuelo) o bien que de vuelo puede incrementarse
con el numeral un (a saber: en un vuelo/de un vuelo), de modo que, en cualquiera de las

234
dos soluciones, se produciría una única variación gramatical, el cambio de preposi-
ción. Surgiría el mismo interrogante si partiéramos del par en vuelo/de un vuelo.
Otras veces, la variación gramatical se conjuga con una variación de otra índole
(morfológica, léxica,77 etc.), hecho que complica su descripción como variantes, como
ilustran especialmente los últimos pares del grupo 12) o los ejemplos del 13):

12) Gramatical + morfológica: a derechas/al derecho, a mujeriegas/a la mujeriega, no


pegar ojo/no pegar los ojos, estar en un pie, como grulla/estar en un pie, como las grullas
[adición de artículo + cambio flexivo], un pie a la francesa/tres pies a la francesa ‘de
prisa, inmediatamente’ [cambio de determinante + cambio flexivo], a escondidas/en
escondido, a solapo/de solapa, en medio/coloq. entre medias [sustitución de preposi-
ción + cambio flexivo], de continuo/a la continua [adición de artículo + cambio de
preposición + cambio flexivo], al vuelo/en volandillas, al postre/a postremas, de vuelo/a
las voladas [adición/sustracción de artículo + cambio de preposición + cambio deriva-
tivo + cambio flexivo], a medias/de por medio [cambio de preposición + adición de
preposición + cambio flexivo]...

13) Gramatical + léxica: echar en cara/echar a las barbas, andarse en flores/andarse


por las ramas [sustitución de preposición + adición de artículo + sustitución léxica (con
cambio flexivo)], estar con el alma en la boca/estar con el alma entre los dientes, jugar a
dos hitos/jugar con dos barajas [sustitución de preposición + sustitución léxica (con/sin
cambio flexivo)], no haber para un diente/no llegar a un diente, llamar Dios para sí/
llamar Dios a juicio [sustitución de preposición + sustitución léxica], etc.

14) Otros casos: constituyentes superfluos o parasitarios. La caracterización inicial


de la variante gramatical podría quedar retocada si incluimos —creemos que con ra-
zón— la variación formal que se obtiene por la intervención del signo se con valor
superfluo en la locución, como ocurre en los siguientes casos (extraídos del DRAE) en
los que, en un análisis estrictamente sintáctico, recibiría la consideración de índice de
voz media: hacer(se) del ojo ‘hacerse señas con el ojo’, ir(se) a la mano ‘reprimirlo,
moderarlo’, llevar(se) los ojos [algo] ‘llamar la atención’, hacer(se) cuenta, dejar(se) las
uñas [en algo] ‘trabajar o esforzarse mucho en ello’, ganar(se) el pan, caer(se) de su
burro, llevar(se) el aire [algo], Trocar(se) las manos, etc.
Frente al caso de se, podría parecer más aventurado tratar como variante gramati-
cal, y no, por ejemplo, como léxica o sintáctica,78 la variante formal que resulta de la
presencia innecesaria de la negación no (o ni); si bien, gracias a su asemantismo y
asintacticismo, el signo no se comporta de modo semejante al se. Respecto a las cons-
trucciones con se superfluo, son aún menos las locuciones que admiten las dos formu-
laciones sin que entre ellas se advierta variación semántica ni sintáctica alguna (pese al
cambio aparente de modalidad): (no) importarle un bledo, ¡(No) faltaría más! ‘sí, por
supuesto’, poner (a alguien) cual/como (no) digan dueñas (Iribarren Rodríguez 1955:
190), (No) hace nada + Oque ‘hace poco tiempo’, no tener (ni) pajolera idea...79

Como ocurre con otra clase de variantes (morfológicas, etc.), un cambio gramatical
como los señalados puede determinar un cambio total de unidad fraseológica, un cam-
bio de significado:80 de balde ‘gratis’/en balde ‘inútilmente’ (cfr. Skelton 1971), ir en cabe-
za ‘ir al frente, delante’/ir de cabeza ‘contrariarlo, malograrse’ (= ir listo)’, en cambio/a
cambio de, abrir boca ‘provocar el apetito’/abrir la boca ‘hablar’, en medio ‘entre dos o
más personas o cosas’/por medio (o por en medio) ‘en desorden y estorbando’, hacer
calle ‘apartar a la gente que está aglomerada para poder pasar por medio’/hacer la calle
‘buscar a sus clientes a la calle’,81 por medio/por medio de, a espaldas ‘con olvido volun-

235
tario de un deber o encargo’/a espaldas de ‘en ausencia de, sin que se entere’, dar jabón
‘adular’/dar un jabón ‘castigar o reprender duramente’, dar en rostro ‘causar daño y
pesadumbre’/dar en rostro (a alguien) con algo ‘echar en cara los beneficios recibidos o
las faltas cometidas’, echar toda el agua al molino ‘poner todo el esfuerzo posible en la
consecución de algo’/echar el agua al molino (Ec.) ‘reñir a alguien, repetirle cosas des-
agradables’, llorar lágrimas de sangre ‘sentir una pena muy viva y cruel’/llorar con lágri-
mas de sangre ‘arrepentirse vivamente’, andar a picos pardos ‘dedicarse a perder el tiem-
po en cosas inútiles’/andar de picos pardos ‘irse de juerga o frecuentar lugares poco
decorosos’ (se usan como sinónimos)...82
El contraste entre locución prepositiva y locución adverbial o locución prepositiva y
locución conjuntiva arroja numerosos ejemplos de esta suerte (véase, p.ej., Luque Toro 2001).

4.2.1.3.6. Variantes sintácticas


Hemos convenido en llamar variantes sintácticas las formulaciones diversas que
resultan de aplicar algún cambio gramatical, incluida la permuta de los componen-
tes,83 a una determinada construcción; se trata, pues, de expresiones fijas semántica-
mente equivalentes o sinónimas con estructura sintáctica distinta, aun preservando la
composición léxica. No obstante, hemos reconocido su difícil delimitación y el peligro
de su separación sobre todo respecto de las variantes gramaticales basadas en la adi-
ción o sustracción de una preposición. De hecho, los cambios de flexión incorporados
a ciertas sustituciones léxicas representan, muchas veces, cambios sintácticos (p.ej.,
concordancia del determinante o modificador adjetivo con el sustantivo de un sintag-
ma nominal) y, sin embargo, no se han tenido en cuenta a favor de su consideración
como variantes léxicas: romper la crisma (o la cabeza)/el bautismo, sacar el pie del plato
(o el tiesto)/las alforjas ‘atreverse el que parecía tímido’, enseñar los dientes/las uñas, dar
con la puerta en la cara/las narices/los hocicos (o los ojos), etc.
4.2.1.3.6.1. Variantes sintagmáticas
En García-Page (2002b) incluimos entre las variantes sintácticas la variante que
hemos llamado sintagmática,84 para referirnos a la variación de índole sintagmática,
que se consigue básicamente por estos dos procedimientos:

a) por conmutación de la clase de sintagma: echarse el alma arriba [SAdv]/a las


espaldas [SP], ir dado [SA]/de cráneo [SP], hacer oídos sordos [SA]/de mercader [SP],
poner verde [SA]/de vuelta y media [SP], seco [SA]/a secas [SP] y sin llover ‘sin prepara-
ción ni aviso’, con guante blanco [SA]/de seda [SP], dar igual [SA]/lo mismo [SN] ocho
que ochenta, etc.;
b) por expansión del sintagma provocada por una conmutación léxica:85 del año
[catapún/de la pera], estar al [corriente/cabo de la calle], no tener [atadero/orden ni con-
cierto], del tiempo de [Maricastaña/el rey Perico/el rey que rabió], no decir ni [mu/media
palabra], gloriarse en [Dios/el Señor], descansar en [Dios/el Señor], etc. Adviértase que,
cuando la expansión del sintagma se produce sin que exista ningún trueque léxico,
hablamos de abreviatura, otra suerte de variante sintáctica que tratamos a continua-
ción (§ 4.2.1.3.6.4.): al tuntún > al buen tuntún, etc.

Una misma unidad fraseológica puede disponer de los dos tipos de variantes sin-
tagmáticas: tener la cabeza a [pájaros/las once]-tener la cabeza a pájaros [SP]/llena de
pájaros [SA].
4.2.1.3.6.2. ¿Variantes sintácticas o sinónimos?
Como este último, algunos fraseologismos disponen de paradigmas de variantes
formalmente muy heterogéneas, hasta el punto de invitar a preguntarse si se trata,

236
realmente, de variantes de un mismo patrón fraseológico o bien de expresiones fijas
sinónimas (véase también § 4.2.1.2.); es el caso, por ejemplo, de locuciones como en +
un periquete/un decir amén/menos que canta un gallo, poner (a alguien) + verde/de vuelta
y media/a parir/como hoja de perejil/cual digan dueñas, pasarlas moradas/pasar las de
Caín, irse a + la porra/tomar viento, no decir + palabra/oxte ni moxte/esta boca es mía,
venir + de perlas/como anillo al dedo/que ni pintado... Además de cambios puramente
sintagmáticos, se producen cambios estructurales más profundos.
Las variaciones estructurales son más pronunciadas, si cabe, en otras construccio-
nes: ¿representan formulaciones diversas de una misma construcción (variantes sin-
tácticas) o son sinónimos fraseológicos las parejas campo a través/a campo traviesa/a
través del campo, a pies juntillas/con los pies juntos, a qué quieres, boca/a pedir de boca,
a qué quieres, cuerpo/a cuerpo de rey, bien es verdad/verdad es que, a la verdad/a decir
verdad, sin duda/sin lugar a dudas, a vuela pluma/al correr de la pluma, volvérsele la
cabeza/perder la cabeza...? Aunque, a favor de la primera solución (hacia la cual nos
pronunciamos), puede argüirse que comparten, además de signos gramaticales, una o
varias unidades léxicas, entre las que está, al menos, la más saliente semántica o fraseo-
lógicamente86 —además de la comunidad de significado característica de todas las
variantes—, debe repararse en que se da la circunstancia de que muchas locuciones
distintas, no relacionadas semánticamente (no son sinónimos, p.ej.), tienen en común
algún signo léxico, e, incluso, a veces la estructura sintagmática. Valga como ejemplo la
serie siguiente: estar de por medio ‘mediar en un negocio’/entrar de por medio ‘mediar
entre desavenidos’/meterse de por medio ‘interponerse para componer una pendencia o
sosegar una riña’/echar (o partir) por en medio ‘tomar una resolución o medio extraor-
dinario para salir de una dificultad, sin reparar en obstáculos e inconvenientes’.
Junto a esos casos extremos, de difícil clasificación, existen otras construcciones,
consideradas por nosotros variantes, que pueden agruparse en virtud del tipo de meca-
nismo sintáctico que opera en su consecución, como los que se indican a continuación.
4.2.1.3.6.3. Inversión sintáctica
Cuando el cambio de posición de algunos constituyentes no provoca variación se-
mántica ninguna, entendemos que las dos versiones son variantes formales de una
misma locución:87 a mano salva/a salva mano, si a mano viene/si viene a mano, ¡Madre
mía!/¡Mi madre!, ¡Qué sé yo!/¡Yo qué sé!, ¡Dios me libre!/¡Líbreme Dios!, tomar los puer-
tos a Dios/tomar a Dios los puertos, sacar los trapos sucios a relucir/sacar a relucir los
trapos sucios, a Dios gracias/gracias a Dios, es verdad que/verdad es que, en hora buena/
en buena hora, en hora mala/en mala hora,88 dar palabra y mano/dar mano y palabra
‘contraer esponsales’, cuando las gallinas meen/cuando meen las gallinas, si mal no me
acuerdo/si no me acuerdo mal, ¡Dios me valga!/¡Válgame Dios! (DFEM), ir al cielo vesti-
do y calzado/ir al cielo calzado y vestido ‘ir derecho al cielo’, Dios no lo quiera/No lo
quiera Dios, por así decirlo/por decirlo así, ¡Cielo santo!/¡Santo cielo!, a muerde y sorbe/
a sorbe y muerde, con una mano detrás y otra delante/con una mano delante y otra detrás,
campo a través/a campo través...
El cambio de orden sin alteración semántica puede acontecer en los binomios
coordinativos, contrario al más habitual carácter irreversible de la distribución: ser
uña y sucio/ser sucio y uña y ser maíz y mendrugo/ser mendrugo y maíz (Gómez
1992: 50), de hoz y de coz/de coz y de hoz (Morawski 1927: 124), hacer cala y cata/
hacer cata y cala (Morawski 1937: 142), con todo y con eso/con eso y con todo, a cala
y cata/a cata y cala, con una mano delante y otra detrás/con una mano detrás y otra
delante, confundir el tocino con la velocidad/confundir la velocidad con el tocino, etc.
También consideramos variantes aquellos casos en los que el cambio de orden com-
porta, además, otro cambio (morfológico, sintáctico, etc.): a cierra ojos/a ojos cerrados,

237
¡Maldita la falta que hace!/¡No hace maldita la falta!... (estos ejemplos darían validez a la
afirmación vertida en Hernando Cuadrado 1990: 553 según la cual la variación del
orden siempre se produce si se efectúa algún otro tipo de modificación, si no fuera
porque los contraejemplos son muy numerosos).
Cuando el cambio de orden supone un cambio semántico, incluso a veces catego-
rial, las expresiones no constituyen variantes, sino que se corresponden con locuciones
distintas, como ilustra, por ejemplo, el par de por medio/por medio de.
4.2.1.3.6.4. Abreviatura fraseológica
Como hemos mostrado en diversos trabajos anteriores (sobre todo, García-Page
2000c: 186-192, 2001a, 2002b), utilizamos el término abreviatura fraseológica para ha-
cer referencia a la posibilidad de que un determinado enunciado fraseológico pueda
ofrecer una versión corta o reducida sin que se altere el significado, tal como ilustran
las construcciones estar al rojo/estar al rojo vivo, no haber para un diente/no haber para
untar un diente ‘ser escasa la comida’, de rota/de rota batida, cuanto antes/cuanto más
antes, ¡Dichosos los ojos!/¡Dichosos los ojos que te ven!, en un Jesús/en un decir Jesús,
hacer la gata/hacer la gata ensogada...
En dichos trabajos también hemos indicado los problemas de delimitación, respec-
to de las variantes gramaticales (§ 4.2.3.1.5.), que surgen cuando se practica una opera-
ción de adición o sustracción de un determinante (o de lo), de un signo de negación
enfática o de una preposición (esto es, signos gramaticales), sin que tales operaciones
comporten ningún cambio semántico: por [lo] tanto, [no] importar un bledo, hablar
[hasta] por los codos...
Allí comentamos igualmente que esta clase de variante no ha recibido un trato
especial dentro de la fraseología española,89 y que, en cambio, autores extranjeros la
han clasificado de diversa manera: como variante léxica (Barz 1992: 31) o léxico-cuan-
titativa (Hundt 1994a, 1994c, 1995), sintáctica (Korhönen 1992: 52 y ss.), por exten-
sión (Telija 1969 [apud Carneado Moré 1985a: 272], Tristá Pérez 1987: 38-40),
«erweiterung» y «reducktion» (Fleischer 1982: 210-215). Expansión y extensión son los
términos más comúnmente utilizados para la descripción de esta clase de variante —o
de las variaciones lúdicas que aplican el mismo mecanismo (Burger et al. 1982, Barz
1986, Gréciano 1987b, B. Wotjak 1992, Palm 1995...).
Asimismo, allí indicamos algunas características formales con respecto a este últi-
mo recurso, que reproducimos a continuación:

1) La abreviatura fraseológica se obtiene fundamentalmente mediante la sustrac-


ción o adición ya de una unidad léxica: al [buen] tuntún, en cueros [vivos], decir(le) las
[cuatro] verdades del barquero, echar un jarro de agua [fría], cuanto [más] antes, no decir
[media] palabra, a cuerpo [gentil], dar(le) perro [muerto] ‘causar molestia al no cumplir
lo acordado’, llover a Dios dar [agua], estar con la cara [pegada] a al pared, etc., ya de un
sintagma o parte de él: mentir por la [mitad de la] barba, poner [de patitas] en la calle,
dársela [con queso], dar el alma [a Dios] ‘morir’, a ojo [de buen cubero], andar en un pie
[como grulla], estar en la espina [de Santa Lucía] ‘muy delgado’, del tiempo del rey que
rabió [por gachas], a la de Dios [es Cristo], hacer cala [y cata], llamar(le) Dios [a juicio/
para sí], ‘morir’, [si no,] al tiempo, quedarse [en cruz y] en cuadro, etc.
2) La operación de adición o sustracción afecta generalmente a una parte determi-
nada de la locución, pero, ocasionalmente, puede afectar a varias, aunque no de forma
simultánea; así, por ejemplo, mirar de hito en hito (‘fijar la vista sin desviarla’) puede
acortarse eliminando el primer sintagma preposicional (a saber: mirar en hito) o el
segundo (a saber: mirar de hito). La disparidad de las soluciones que se consigue con
este mecanismo podría llevar a pensar que se trata de sinónimos (interfraseológicos) y

238
no de variantes o bien de otra suerte de variantes (léxicas, p.ej.); tal como ocurre con la
expresión no tocar(le) al pelo de la ropa, que puede abreviarse bien sustrayendo el sin-
tagma de la ropa (a saber: no tocar al pelo [de la ropa]), bien eliminando el segmento el
pelo de (a saber: no tocar a [el pelo de] la ropa); comp.: no tocar al pelo/no tocar a la ropa.
3) La formación de abreviaturas está sujeta a veces a ciertas restricciones, en rela-
ción o no con la participación de otras clases de variantes. Así, la supresión del sustan-
tivo cielo de la locución adverbial a cielo descubierto determina la aparición del artícu-
lo: al descubierto; la supresión del adjetivo vivo es posible en una variante léxica y no en
otra: en cueros [vivos]/en carnes *[vivas]; el binomio al fin y a la postre puede reducir
cualquiera de sus dos miembros (al fin, a la postre), pero no su variante gramatical por
fin y postre (por fin/*por postre); etc.
Aparte de las restricciones que se imponen a las variantes, cabe señalar que son
numerosas las locuciones que no consienten ningún tipo de sustracción o adición, por
lo que locuciones que parecen exhibir un proceso similar de abreviatura no son sino
locuciones distintas; lo que prueba el carácter institucionalilzado de las variantes: al
aire ‘de manera infundada’/al aire libre ‘a la intemperie’, a boca ‘de palabra’/a boca llena
‘con claridad, abiertamente’, a puertas ‘en extrema pobreza’/a puertas cerradas ‘en se-
creto’, llamar(le) Dios ‘morir’/llamar(le) Dios por un camino ‘tener aptitud para algo’,
etc. También son locuciones distintas, aunque puedan interpretarse como cohipóni-
mos o parasinónimos, estar a diente ‘no haber comido teniendo gana’ y estar a diente,
como haca de atabalero ‘tener mucha hambre’, o parejas similares.
En algunos casos, una de las versiones desarrolla un significado que no presenta la
otra. Así, por ejemplo, según el DRAE (2001), irse con Dios puede significar ‘marcharse
o despedirse’ o ‘marcharse con enfado voluntariamente o despedido’; sólo este segundo
sentido es el que la Academia asigna a la locución irse mucho con Dios.
4) El tipo de incremento léxico más frecuente es el adjetivo o adverbio intensifica-
dor:90 llevar [todas] las de ganar, de [todo] corazón, tener [muchas/buenas] espaldas,
tener [muchas] tablas, tener la mano [muy] larga, tener las espaldas [muy] anchas, matar
dos pájaros de un [solo] tiro, hacer su [santa] voluntad, dar la [realísima] gana, tener
[bien] cubierto el riñón...
Tales incrementos enfáticos son capaces de crear un proceso recursivo, si bien limi-
tado: tener los cojones ([muy] bien) colocados, ir ([muy] directamente) al grano, tener
([muy] bien) cubierto el riñón...
5) Entre las estructuras más propensas al acortamiento o la ampliación, están las
locuciones verbales con anafórico, como tocarle la [china, haba, etc.] negra, hacer una
[gracia, jugada, etc.] de las suyas, cogerlas [aves] al vuelo, no dar una [a derechas], dárse-
la [la ratonera] con queso, tomar las [calzas] de Villadiego...; las comparativas estereoti-
padas, como estar [sordo] como una tapia, estar [loco] como una cabra...; las locuciones
interjectivas o pragmáticas (locuciones oracionales), como ¡Y un cojón [de pato]!, ¡Y
un jamón [con chorreras]!, ¡A buenas horas, [mangas verdes]!...; las fórmulas rimadas y
timos, del tipo ¡De eso nada, [monada]!, ¡Por aquí [se va a Madrid]!...; y los binomios,
como de golpe [y porrazo], al fin [y al cabo]...91 La ampliación sobre todo en estas dos
últimas estructuras puede estar justificada por razones rítmicas o de énfasis.
6) Algunas formas abreviadas pueden relacionarse con más de una forma extensa:
estar en estado > estar en estado interesante/de buena esperanza, no dar una > no dar una
a derechas/no dar (una) en el clavo, armarse una > armarse una gorda/buena/trifulca... En
este sentido, la forma corta puede llegar a conformarse como un enunciado ambiguo; es
el caso, ya comentado, de dársela, que puede significar ‘ser infiel’ o ‘engañar’ (< darle o
meterle la castaña, también dársela con queso o darle la ratonera con queso), ‘accidentar-
se’ (< darse una torta/castaña), ‘magrear’ (< darse la paliza). Con el sentido de ‘esforzarse
mucho, trabajar duramente’, darse una paliza es variante de darse un tute.

239
7) La adición de un elemento puede ir acompañado de otro cambio, como ocurre
con las locuciones en cuenta y a buena cuenta o de seguro y a buen seguro, y al seguro y
a buen seguro: la sustitución de la preposición o la adición del artículo representan
variantes gramaticales.
4.2.1.3.6.5. Adición de preposición («V + SNCD»/«V + SPCR/CC»)
Frente a los casos de variante gramatical vistos en los que la incorporación de una
preposición no provocaba ningún cambio funcional ni semántico, el cambio estructu-
ral que representa la presencia de una preposición sí determina ahora el cambio de
oficio sintáctico del sintagma nominal, generalmente de complemento directo a com-
plemento regido o circunstancial: cambiar la chaqueta/cambiar de chaqueta, dar el alta
(a alguien)/dar de alta (a alguien), mudar (o cambiar) los aires/mudar (o cambiar) de
aires,92 picar las espaldas/picar en las espaldas, cargar el muerto (o mochuelo) (a alguien)/
cargar con el muerto (o mochuelo), alzar el codo/alzar de codo, cambiar el agua al cana-
rio/cambiar de agua al canario, etc. No obstante, pueden producirse otros cambios de
función sintáctica: llamarse andana/llamarse a andana, etc. En expresiones como irse
de boca/írsele la boca (a alguien) la supresión de la preposición promueve el sintagma
nominal a la función de sujeto93 (véase § 4.2.1.3.6.8.).
4.2.1.3.6.6. «tener + SN»/«estar + SP»
Suponemos que son variantes y no locuciones distintas (esto es, sinónimos) expre-
siones como tener mala uva/estar de mala uva, tener suerte/estar de suerte, no tener (ni)
blanca (o un duro)/estar sin blanca (o un duro), tener el pie en el estribo/estar con el pie en
el estribo, tener la soga al cuello/estar con la soga al cuello, tener el agua hasta el cuello/
estar con el agua hasta el cuello, tener los ánimos por los suelos/estar con los ánimos por
los suelos, tener el alma en un hilo/estar con el alma en un hilo, tener la escopeta cargada/
estar con la escopeta cargada, tener el alma entre los dientes/estar con el alma entre los
dientes, tener la barriga a la boca/estar con la barriga a la boca ‘a punto de parir’, etc.,
aunque el cambio conlleve normalmente alguna variación aspectual94 y, más raramen-
te, alguna ligera variación semántica, en virtud del valor casi exclusivamente funcional
(soporte) del verbo estar.
Los cambios sintácticos que se efectúan en algunas locuciones por el trueque de tener
con estar son los que determinan las variaciones semánticas, como ocurre en tener (a
alguien) en el bote y estar (alguien) en el bote a propósito del cambio de sujeto.
La construcción con estar está con frecuencia compuesta por una construcción
absoluta de participio o equivalente (el adjetivo participial está representado por el
verbo de la estructura predicativa, que no es necesariamente tener): cruzarse de brazos/
estar con los brazos cruzados, tener la mosca detrás de la oreja/estar con la mosca detrás
de la oreja, etc.
Debe tenerse en cuenta que no todas las construcciones con estar toleran la conver-
sión en la estructura predicativa con tener, como muestran las parejas estar en la luna/
*tener la luna, estar de morros/*tener morros, etc.95
A veces la situación es similar cuando estar lleva participio en vez de SP, sea o no
tener el verbo de la oración activa: morirse de miedo/estar muerto de miedo, tener los
brazos cruzados/estar cruzado de brazos.
4.2.1.3.6.7. «V1 + compl.»/«tener + part.[V1] + compl.»
También sospechamos que se trata de variantes y no de sinónimos interfraseológi-
cos el par formado por una locución con valor causativo y su versión resultativa con
tener,96 como se observa en los pares cruzarse de brazos/tener los brazos cruzados, tomar-
la con (alguien)/tenela tomada con (alguien), comer el coco (a alguien)/tener comido el
coco (a alguien), cerrar las puertas/tener las puertas cerradas, atar (a alguien) de pies y

240
manos/tener (a alguien) atado de pies y manos, poner las antenas/tener puestas las ante-
nas, meter el diablo en el cuerpo/tener metido el diablo en el cuerpo, guardar las espaldas/
tener guardadas las espaldas, sorber el seso/tener sorbido el seso, etc. En la estructura
derivada, el verbo de la construcción originaria aparece en forma participial funcio-
nando como modificador (¿predicativo?) del complemento nominal.
Frente a aquéllas, algunas construcciones parecen haberse fijado con la segunda for-
ma; no son, pues, reversibles: llevar/tener los ojos clavados en el suelo > *clavar los ojos en
el suelo, tener bien cubierto el riñón < *cubrir bien el riñón. La reversibilidad podría
constituir una prueba del rango de variantes.
4.2.1.3.6.8. «Vtr. + compl.»/«Vse + sujeto»
Ciertas locuciones verbales y oracionales con valor transitivo llegan a admitir la
presencia del morfema de intransitivización se provocando un cambio estructural im-
portante: el complemento directo de la forma originaria pasa a actuar como sujeto en
la solución intransitiva, tal como ilustran los pares armar la de Dios/armarse la de Dios,
poner la carne de gallina/ponérse(le) la carne de gallina, poner los pelos de punta/ponérse(le)
los pelos de punta, dar la vuelta a la tortilla/darse la vuelta la tortilla, En todas partes
cuecen habas/En todas partes se cuecen habas, descubrir el pastel/descubrirse el pastel,
etc. No resulta fácil decidir si se trata de variantes o de locuciones distintas, habida
cuenta de que el único cambio es de orden sintáctico.97 Nos inclinamos a pensar que se
trata de variantes considerando especialmente la invariabilidad semántica de la locu-
ción, en gran medida gracias a la identidad léxica: el significado idiomático no varía,
aunque los cambios sintácticos determinen cambios semánticos, esencialmente aspec-
tuales (cfr. dar/darse la paliza, comer/comerse el coco...).
Aun emparentadas con estas alternativas, resulta más complejo clasificar locu-
ciones que comparten la estructura léxica, e, incluso, formal, y cuya diferenciación
semántica procede sólo de la distinta relación sintáctica de los componentes gra-
maticales o de la estructura sintáctica; como es el caso de irse de la lengua [(suj.i) +
Vse + CRég.ii]/írsele la lengua [(Vse + (CIi) + suj.ii], apear (a alguien) del burro [Vtr. +
(CD) + CRég.]/apearse del burro [Vse + CRég.], etc.
Hay casos similares sin la participación de se motivados por un cambio léxico,
como ocurre con el par llevar la procesión por dentro [(suj.) + Vtr. + CDi + CC]/ir la
procesión por dentro [Vintr. + suj.i + CC] (adviértase que la intransitivización no se consi-
gue esta vez con la voz media), haber cuerda para rato [Vtr. + CD + CC]/quedar cuerda
para rato [Vintr. + suj. + CC], traer picado el molinillo [Vtr. + CP + CD]/estar picado el
molinillo [Vintr. + atrib. + suj.], etc. Ahora resulta, sin duda, más difícil suponer que se
trata de variantes.
4.2.1.3.6.9. Otros casos de cambio léxico
Tampoco es fácil describir como variantes los pares tener sus más y sus menos/
haber sus más y sus menos, tener cuerda para rato/haber cuerda para rato, tener tela que
cortar/haber cuerda que cortar, etc.: las dos estructuras [tener + CD/haber + CD] son
transitivas, pero la segunda sufre un proceso de impersonalización al cancelar el argu-
mento externo.
Situación parecida se da en sacar (algo) a relucir/salir (algo) a relucir, sacar (algo) a la
luz/salir (algo) a la luz, traer (a alguien) al mundo/venir (alguien) al mundo, mandar
(algo) al garete/irse (algo) al garete, sólo que ahora una de las estructuras es intransitiva
(la de sujeto externo fijo).
4.2.1.3.6.10. Cambio de polaridad
También interpretamos como variantes las parejas del tipo tener pocas luces/no
tener muchas luces, dar mala espina/no dar buena espina, hacer malas migas/no hacer

241
buenas migas, etc. Esta suerte de variante se produce cuando un enunciado afirmativo,
al convertirse en negativo, comporta una operación de conmutación léxica que permi-
te establecer una correlación con el signo de negación sin que ello determine cambio
semántico alguno en el significado idiomático: modalidad afirmativa + adjetivo negati-
vo (malo, poco, etc.) > modalidad negativa + adjetivo positivo (bueno, mucho, etc.). Los
signos intercambiados son adjetivos valorativos escalares o cuantificadores (bueno/
malo, mucho/poco...).
No se trata, pues, de cambios de modalidad del tipo quitarse el sobrero/no quitarse el
sombrero, que suponen un cambio semántico (‘lo contrario’), ni de negaciones parasi-
tarias como me importa un pepino/no me importa un pepino, que no alteran el significa-
do, sino más bien de una figura de lítotes (no mucho, no bueno...): tener pocas luces >
no tener muchas luces.98
Como puede advertirse, este fenómeno no tiene nada que ver con las series antoní-
micas que veremos después, del tipo enterrar/desenterrar el hacha de guerra, de vacas
flacas/gordas, de altos/cortos (o pocos) vuelos, tener buena/mala fe, etc.

4.2.1.3.7. Variantes léxicas


4.2.1.3.7.1. Aspectos generales: formas de consecución
Frente a otras clases de variantes (gráfica, fónica, morfológica, gramatical, sintácti-
ca), la variante léxica sólo puede conseguirse mediante el mecanismo de conmuta-
ción:99 a grandes/largas jornadas, herrar/quitar el banco ‘invitar a alguien a decidir si
prosigue un empeño o desiste de él’, tener guardadas/cubiertas las espaldas, etc. Ade-
más, este mecanismo es, como habrá podido advertirse, la operación más recurrente
en la consecución de variantes en general.100
El intercambio puede efectuarse entre unidades léxicas sinónimas o cuasisinónimas101
(en general, equivalentes semánticos de lengua); de hecho, son muy numerosas las locu-
ciones de estas características, hasta el punto de hacer creer que la sinonimia léxica
puede favorecer la creación de variantes léxicas (frente a lo que parece sugerir Casadei
1995a: 15, 26):102 no alzar/levantar cabeza, levantar/alzar el vuelo, alzar/levantar los ojos al
cielo, alzar/levantar/empinar el codo, cambiar de agua a las olivas/aceitunas, echar en ros-
tro/cara, bullir/hervir la sangre, a zurdas/zocas, cortar/quebrar las alas, Quebrar/Romper el
alba, decir con la boca chica (o chiquita)/pequeña, pico/boca de oro, colgar/ahorcar los
hábitos, mudar/cambiar de manos, enseñar/mostrar la uña, henchir/llenar el baúl, no apearse
del burro/machito, hacer almanaques/calendarios, llevar a fin/término/cabo, en Dios y en
alma/ánima, tirar piedras/cantos contra el propio tejado, estar en la piel/el pellejo de (al-
guien), coger el toro por los cuernos/las astas, llevar el demonio/diablo metido en el cuerpo,
tener pocas/escasas luces, con un pie en el sepulcro/la sepultura,103 faz a faz/cara a cara,
poner el pie en el cuello/pescuezo, en cambio/trueco (o trueque),104 según y como/conforme,
comer el coco/tarro, a prima/primera noche, poner los ojos en blanco/albo, apearse/bajarse
de su asno, a Dios y a dicha/ventura, ¡Alabado/Loado/Bendito sea Dios!, a cala y cata/
prueba, ser el amo/dueño del cotarro, entregar/dar el alma a Dios...
Ahora bien, son también abundantes las locuciones que, aun admitiendo variantes
o alternativas léxicas por sustitución, éstas no son voces sinónimas en la lengua: una
prueba más de la propia idiosincrasia de la fraseología; la sinonimia sistémica o literal
de los componentes intercambiables no es, por lo tanto, conditio sine qua non para la
formación de variantes: la única exigencia que se les impone a las variantes es que
estén ritualizadas, previstas en el código. Este hecho (el carácter institucionalizado o
ritualizado de la conmutación) puede ilustrarse, por ejemplo, proponiendo construc-
ciones en las que un componente léxico admite su elusión por un sinónimo (o hipóni-
mo) concreto y otras en las que ese mismo componente repudia dicho sinónimo (o

242
hipónimo). Así, las voces pelo y cabello alternan en locuciones como cortar un pelo/
cabello en el aire, estar pendiente de un pelo/cabello y asirse de un pelo/cabello, mientras
que son inintercambiables en fraseologismos como echar pelos/*cabellos a la mar, to-
mar el pelo/*cabello y no tener pelos/*cabellos en la lengua. Los nombres burro y asno
son variantes léxicas en las locuciones caer (alguien) de su burro/asno y hacer caer (a
alguien) de su burro/asno, pero no pueden trocarse en modismos como no ver tres en un
burro/*asno (no obstante, el DRAE cree que es factible), (ir) cargado como un burro/
*asno, (ser) burro/*asno de carga y correr burro/*asno (algo) ‘perderse, estropearse’. Más
curioso, si cabe, es que, según el DRAE, el DEA y el DFDEA, voces que sólo difieren en
el morfo de género como burro y burra funcionen como signos alternantes en locucio-
nes como las citadas caer del burro/la burra, (ser) burro/burra de carga y hacer caer (a
alguien) del burro/la burra, y no lo sean en otras locuciones, como ser el amo de la burra/
*el burro ‘tener la capacidad para decidir’, vender la burra/*el burro ‘engañar’, poner (a
alguien) a caer de un burro/*una burra ‘insultarlo o reprenderlo con dureza’ o ‘murmu-
rar de él’, no ver tres en un burro/*una burra y estarle como a la burra/el *burro las
arracadas. También se dice terco como una mula (o mulo) y cargado como un mulo/una
mula, pero no hacer la mula/*el mulo ‘hacerse el remolón’, ni írsele la mula/*el mulo. En
relación con la testarudez y terquedad, se dice terco como una mula/un mulo, pero
no *como un muleto, y se dice, en cambio, cerrado como pie de muleto, pero no *cerrado
como pie de mulo. La voz tirar es variante léxica de arrojar y echar en la locución tirar/
echar/arrojar la casa por la ventana, pero tales sinónimos presentan restricciones de
selección en las locuciones tirar/echar/?arrojar por la borda (el DFDEA cree que, aparte
de tirar, puede aparecer «cualquier verbo equivalente»), tirar/arrojar/*echar la toalla,
arrojar/*tirar/*echar el guante ‘desafiar’, echar/*tirar/*arrojar la primera papilla y echar/
*tirar/*arrojar una canita al aire.105 Los vocablos coger, tomar, asir, agarrar, pillar, etc.,
funcionan como sinónimos alternantes en unas construcciones pero no en otras: coger/
agarrar/?asir/?tomar/*pillar el toro por los cuernos, coger/tomar/*asir/*agarrar/*pillar las
de Villadiego, coger/agarrar/pillar/*tomar/*asir una turca, coger/pillar/?agarrar/*asir/*to-
mar (a alguien) con las manos en la masa (también pescar), coger/pillar/?agarrar/*asir/
*tomar el toro (a alguien), tomar/?coger/*agarrar/*asir/*pillar el portante, coger/asir/*to-
mar/*agarrar/*pillar el cielo con las manos... Pero adviértase que esta diversa respuesta
de los sinónimos a la prueba de la conmutación se produce también con alternativas
no sinonímicas, guarden o no entre sí algún otro lazo semántico: beber los vientos/aires,
pero mandar a tomar vientos/*aires o vivir del aire/*viento.
Son, sin duda, más numerosas las alternativas léxicas que no constituyen sinóni-
mos de lengua, aunque funcionan como tales dentro de la locución al no provocar su
trueque ningún cambio semántico; como quedó dicho antes, se trata de una única
locución y no de dos locuciones distintas (sinónimas): tomar el olivo/portante, salir por
la puerta de carros/perros, echar un(a) mano/cable/capote, mujer de vida alegre/fácil/aira-
da, cortarlas/matarlas en el aire, en un momento/credo, a pan y cuchillo/manteles, poner
en la calle/el arroyo, hacer gorra/novillos/pellas/bolas/corrales/rabona/pimienta..., darse el
piro/bote, a voz en cuello/grito, írsele la lengua/mula, de coro/memoria/carretilla/carreri-
lla, estar tirado/chupado (algo), de tope a quilla/de alto a bajo, ir dado/listo, tomar/mudar
estado, enseñar los dientes/las uñas, picar/apretar de soleta, calentarse/devanarse los se-
sos, echar leña/aceite al fuego, cargar con el muerto/mochuelo, llegar a los anises/las acei-
tunas ‘muy tarde’, de un(a) vez/bolindrada/tirón, picar/enmendar una ancla (mar.) ‘colo-
car el ancla en la posición más ventajosa’, dar en el blanco/clavo, hacer la pascua/puñeta
(a alguien), hacer el indio/ganso/tonto, ser un saco/pozo sin fondo, meter un puro/paque-
te, dar el piro/pasaporte, quedarse tan fresco/pancho, ¡Ya/Allá se lo dirán las misas!, (ser)
duro/cerrado de mollera, hacer la gata ensogada/muerta ‘simular o afectar humildad o
moderación’, de pocos/cortos vuelos, tomar/poner los medios, partir/echar por en medio,

243
ponerse/meterse por medio, meter/poner a fuego y sangre, llovido/venido/bajado del cielo,
llevar(le)/guardar(le) el aire, hincar/apretar el codo, mear/escupir fuera del tiesto, sacar el
pie del plato/tiesto/las alforjas, crujir(le)/alargárse(le) los dientes, Que Dios haya/goce, es-
cribir en el agua/la arena, estar con el agua/la soga al cuello, sin pararse/reparar/mirar/
tropezar en barras, estar a diente, como haca de atabalero/bulero/cominero...
No obstante, las piezas léxicas conmutables pueden guardar entre sí algún tipo de
relación semántica distinta de la sinonimia (hiponimia, hiperonimia, metonimia, me-
ronimia, sinécdoque, metáfora...)106 o formar parte de un mismo campo léxico o se-
mántico (si bien, en ciertos contextos algunas voces pueden comportarse como sinóni-
mos o parasinónimos, sobre todo cuando las alternativas son múltiples, como es el
caso de tomar a broma/burla/chanza/mofa/chunga/risa/pitorreo/cachondeo...): matar el
tiempo/rato (o las horas), tener los días/las horas contadas, pagar los vidrios/platos rotos,
oler/heder la boca, quedarse para vestir imágenes/santos, torcer la boca/el rostro, Voló el
pájaro/golondrino, No estar el horno para bollos/tortas/rosco, echar margaritas/perlas a
los cerdos, echar(le) un balde/jarro de agua fría, en cueros/pelota/carnes (o pelete, bolas),
poner(le) en la luna/estrellas/nubes, ¡Que Dios (le) ampare/socorra/bendiga!, de mentiri-
llas/burlas, en seguro/salvo, arrasárse(le) los ojos en lágrimas/agua, ver los toros desde la
barrera/talanquera (o el andamio), tener guardadas/cubiertas las espaldas, con un pie en
el sepulcro/hoyo, alma/bicho viviente, ir de cráneo/cabeza, aguzar los oídos/las orejas, ser
todo oídos/orejas, medir las espaldas/costillas, en jarras/asas, picar las espaldas/la reta-
guardia, untar el carro/eje, ladrar/rugir el estómago, beber los vientos/aires, dejar helado/
frío (o seco), ¡Voto/Juro a Dios!, tomar el aire/fresco, a brazo/mano, morderse la lengua/
los labios, a cántaros/jarros, dar con la puerta en las narices/los morros/la cara/el hocico,
seguir la caza/liebre, levantar la caza/liebre, caer en las uñas/garras de, ¡Hasta el gato tiene
tos/romadizo!, no ver tres/siete en un burro, hacer un pan como unas hostias/tortas,
corto/estrecho de medios, a largas/grandes jornadas, esta y no/nunca más, crujir(le)/
rechinar(le) los dientes, hablar para su capote/chaleco/sayo, en Dios y en conciencia/alma,
doblar el lomo/espinazo, echar por esos cerros/trigos, Dejarse caer el sol/calor, estar con el
agua al cuello/la garganta, coger agua en cesto/harnero, venir a las puñadas/manos, poner
las cartas sobre la mesa/el tapete, cambiar de chaqueta/camisa, por arte de magia/encan-
tamiento/birlibirloque, pico/boca de oro... Junto a éstas están también, como se ha podi-
do observar, las variantes léxicas vinculadas por una relación estilística o pragmática:
variantes eufemísticas, dialectales, diastráticas, etc. (hacer la pascua/cusqui, arrasárse-
le/rasársele los ojos en lágrimas, sacar la barriga/el vientre de mal año...).
Así las cosas, podría concluirse que, junto a las locuciones sinónimas (locuciones for-
malmente distintas y semánticamente equivalentes), existen las locuciones con variantes
léxicas fraseológicamente sinónimas, las cuales, a su vez, pueden serlo lingüísticamente,
consideradas como signos de la técnica libre, como ocurre con las voces asno, burro y
machito en «apearse del –», o no serlo, como es el caso de cera y limosna en «alzarse con el
santo y la –». Las variantes (lexemas alternativos), pues, son siempre sinónimos desde el
punto de vista fraseológico, pero no siempre desde el punto de vista semántico.
En otro orden de cosas, como acabamos de indicar (y se ha hecho en otras ocasio-
nes), un aspecto relevante de la fraseología es el carácter idiosincrásico o arbitrario de la
fijación, y, por tanto, de la elección de variantes. Aunque, en su origen, puedan haber
intervenido factores semánticos en la selección de una determinada unidad léxica, lo
cierto es que, para el hablante actual, imperan las razones puramente idiosincrásicas.
Los cambios están prefijados y no son posibles otras sustituciones que tendrían cabida
en la lengua estándar; las restricciones forman parte de la idiosincrasia de la fraseología:
es posible decir pagar los platos rotos, incluso con un posible hiperónimo: pagar los vi-
drios rotos, pero no, por ejemplo, *pagar los vasos rotos; es posible decir no estar el horno
para bollos (o roscas, rosco) y no otras clases de dulce, incluido el hiperónimo: *no estar el

244
horno para rosquillas/roscones/tortas/trenzas.../*dulces, ni para otros productos elabora-
dos al horno, esto es, pragmáticamente aceptables, como *no estar el horno para panes; se
decía echar margaritas a los cerdos (margarita ‘piedra preciosa’), pero no otras piedras
preciosas como *echar esmeraldas/amatistas a los cerdos; se dice echar un jarro de agua
fría (también, en determinadas regiones, un balde de agua fría), pero son fraseológica-
mente anómalos, aunque impecables en la realidad extralingüística, *echar una jarra/
botella/palangana de agua fría; es posible echar leña al fuego —y, menos usual acaso, echar
aceite al fuego—, pero no están permitidos, como ya dijimos, otros productos combusti-
bles (carbón, petróleo, etc.), incluso sustantivos adscribibles al mismo campo semántico
que leña: leños, paja, ramas, seroja(o), chamiza, chamizo, etc.
De hecho, entre las variantes lícitas o institucionalizadas pueden detectarse com-
portamientos distintos, fruto igualmente de los veleidosos caprichos de la fraseología.
Así, por ejemplo, dormir a pierna suelta y dormir a sueño suelto107 son variantes léxicas,
pero el adjetivo suelto puede ser reemplazado por otro (tendido) cuando complementa
al sustantivo pierna, pero no cuando se aplica a sueño: [dormir a] pierna tendida/*sueño
tendido. Algo no muy distinto sucede con la unidad fraseológica picar las espaldas y su
variante sintáctica picar en las espaldas ‘perseguir al enemigo en retirada’: según el
registro lexicográfico (DRAE 2001), la voz espaldas puede ser sustituida por el vocablo
retaguardia cuando forma parte del objeto directo, pero no cuando es término del sin-
tagma prepositivo con función de complemento regido: picar las espaldas/la retaguar-
dia-picar en las espaldas/*la retaguardia. Las piezas léxicas del binomio ce por be ‘proli-
jamente, circunstanciadamente’ admiten los cambios que determinan reduplicaciones
léxicas: ce por ce y be por be, pero no la permuta del orden distributivo: *be por ce. No
haber (o tener, llegar a) para un diente y No haber (o tener, llegar a) para un bocado ‘ser
escasa la comida’ son variantes intercambiables, pero el enriquecimiento de la locu-
ción con el incremento léxico untar sólo es compatible con el sustantivo diente: No
haber para untar un diente/*bocado. Algo semejante ocurre con la locución semitrans-
parente poner (a alguien) en la calle o en el arroyo: cuando se expande con el sintagma
prepositivo de patitas, sólo está permitida la variante léxica calle: poner de patitas en la
calle/*el arroyo. A cielo abierto y a cielo descubierto ‘al raso’ son variantes léxicas, pero
sólo la segunda admite su abreviación mediante la elisión del sustantivo, si bien con
una ligera alteración gramatical (la incorporación del artículo): al descubierto/*al abier-
to. Si aceptamos como sinónimas las acepciones ‘discutir violentamente’ y ‘discutir
descompuestamente’ que se asignan a las locuciones tirarse los trastos108 y tirarse los
bonetes, respectivamente, entonces podemos observar un fenómeno similar al del par
anterior: en tanto que tirarse los trastos admite su expansión con el incremento sintag-
mático a la cabeza, tirarse los bonetes repele dicho complemento: *tirarse los bonetes a
la cabeza. Echar el guante y arrojar el guante son sinónimos cuando significan ‘desafiar’
y, entonces, se oponen a recoger el guante ‘aceptar el desafío’; pero echar el guante puede
significar, además, ‘atrapar, coger, apropiarse de algo’, y, entonces, es variante de echar
la mano o echar la garra y sinónimo de meter la mano, posibilidades vetadas a arrojar el
guante. Cuando la construcción elativa morirse de se aplica a la voz risa, se forja un
paradigma extenso de variantes (partirse, mearse, troncharse...), pero ninguna de ellas
es compatible con otros sustantivos intensificables (miedo, frío, pena, asco...): morirse
de miedo/frío/pena..., *partirse de miedo, *mearse de pena, *troncharse de frío... Pasarlas
canutas (o putas, jodidas) admite la cuantificación del adjetivo, pero no con la variante
adjetival moradas; comp. pasarlas muy canutas/*moradas (§ 4.3.1.2.5.).
El carácter idiosincrásico de la elección de variantes también se observa en ca-
sos como el que dos locuciones, como hincar el codo e hincar los codos —que com-
parten la estructura léxica y sintáctica y cuya diversidad semántica (DRAE, ‘asistir
a un moribundo’/’estudiar con ahínco’) reside en una diferencia en el morfo de

245
número plural (Ø/-s: el/los)—, desarrollen sus propios paradigmas de variantes, su-
brayando así su naturaleza distinta: apretar el codo y clavar/romperse los codos (si
bien, el DFDEA sólo registra la locución con plural y, además, admite apretar como
variante de hincar).
4.2.1.3.7.2. Problemas de delimitación
Uno de los problemas de las variantes léxicas es su delimitación respecto de otras
clases de variantes, sobre todo de las sintagmáticas. La demarcación de sus lindes es
especialmente relevante en los siguientes supuestos: a) cuando se truecan unidades
léxicas de distinta categoría (en algunos casos la oposición es adjetivo determinativo/
adjetivo calificativo, teniendo en cuenta que se ha convenido en tratar aquél como
categoría gramatical y no léxica): ¡Cuerpo de Dios (o de Cristo) /mí/tal!, a primera/simple
vista, a viva/toda voz, a pleno/todo pulmón, ni tanto ni tan calvo/poco; b) cuando la
sustitución léxica comporta un cambio morfológico (singular/plural, masculino/feme-
nino, etc.): sacar el pie del plato/las alforjas ‘atreverse el que parecía tímido’, coger el toro
por los cuernos/las astas, a mesa y cuchillo/manteles, herir el aire/los cielos...; c) cuando
la conmutación léxica lleva consigo un cambio sintagmático (la expansión del sintag-
ma): estar en Babia/las nubes, armar la marimorena/la de Dios es Cristo, llegar a las
mulillas/al último toro, gloriarse en Dios/el Señor...; d) cuando son dos o más componen-
tes léxicos los que están expuestos al trueque (especialmente en los casos de correla-
ción o simultaneidad).
Asimismo, las balizas de sus fronteras no están bien señalizadas ni su ámbito
territorial, suficientemente cercado con respecto a los sinónimos interfraseológi-
cos, de manera especial cuando una locución (generalmente, verbal) tolera la susti-
tución libre o no irrestricta de dos o más piezas léxicas, como en coger/agarrar el
toro por los cuernos/las astas (pues se generan formulaciones rayanas en la sinoni-
mia como coger el toro por los cuernos/agarrar el toro por las astas), o restringida o
de manera simultánea, como en mandar a freír monas/mandar a hacer puñetas/
mandar a tomar viento, etc.
La comunidad léxica, aunque transcendente para la identificación de muchas
variantes (p.ej., en las locuciones verbales tomar el olivo/pendil, irse al garete/cuerno,
colgar/ahorcar los hábitos...), no constituye un argumento definitivo, contundente,
para diferenciar las variantes de los sinónimos. Primero, porque excluye de un plu-
mazo la posibilidad de interpretar como variantes las alternativas léxicas de numero-
sas locuciones (sobre todo, adverbiales o nexivas) compuestas por una sola unidad
léxica que es, justamente, la más expuesta al trueque, como ocurre en en un instante/
momento/periquete/credo..., a todo(a) gas/tren/pastilla/vela..., de balde/hoquis/oque/fa-
londres..., etc.: ¿se trata de locuciones con variantes (p.ej., esquemas fraseológicos o
expresiones fijas con casilla vacía: «en un + N», «a todo + N», etc.) o de locuciones
sinónimas? Segundo, porque la prueba de la comunidad léxica nos obligaría a des-
cribir como variantes locuciones absolutamente distintas: en el universo fraseológi-
co menudean las locuciones de diverso significado que comparten alguna pieza léxi-
ca, incluso la estructura sintáctica, como la que acabamos de citar hincar el codo/
hincar los codos, o las siguientes: dar el piro/darse el piro, coger una liebre/levantar la
liebre, dar una torta/darse una torta,109 hacer el tonto/hacerse el tonto, a mano armada/
a mano abierta, a tambor batiente/a mandíbula batiente, a pierna tendida/a mandíbula
tendida, etc.
La difícil demarcación de lindes entre locución con variantes y el sinónimo se pone
también de manifiesto, como vimos (§ 4.2.1.2.), cuando una locución presenta un in-
ventario muy extenso de variantes, como la citada en un momento.

246
4.2.1.4. Locuciones con huecos vacíos: ¿variantes o unidades distintas?

4.2.1.4.1. Aspectos generales


Con este nombre genérico, locuciones con huecos vacíos (o casillas vacías), podrían
incluirse los tres tipos de construcciones gramaticalmente incompletas que distingue
Zuluaga Ospina (1980, 1992) —la serie, la locución con casilla libre y el esquema fraseo-
lógico—, los cuales tienen en común el estar constituidos por una parte fija y otra libre,
es decir, presentan una estructura similar a las genuinas locuciones con variantes estu-
diadas previamente, hasta tal punto de que, por mor de la simplicidad, podrían consi-
derarse como una subclase de éstas (García-Page 2001a, 2002b). En principio, el rasgo
distintivo fundamental consiste en que, en éstas, el hueco sintáctico está cubierto por
signos de la técnica libre, mientras que, en las variantes auténticas, las alternativas
léxicas o de otra naturaleza están fijadas de antemano y, normalmente, constituyen un
inventario cerrado, finito. En la medida en que es un signo de la técnica libre el llama-
do a cubrir la casilla vacía, es de esperar que el grado de idiomaticidad de la locución
con casilla vacía sea menor que el de la expresión fija con variantes estrictas; de hecho,
muchas de ellas son tratadas como semiidiomáticas, en correspondencia con el carác-
ter «mixto» (parte fija + parte variable) de la estructura (Bally 1909: 81, Zuluaga Ospi-
na 1980: 136-137, Burger 1989b: 26 y ss., Ruiz Gurillo 1997d: 70, García-Page 2000a,
Mena Martínez 2002: 184). Montoro del Arco (2004c: 598, 2005a: 142, 2005b: 136)
analiza las locuciones con casillas vacías como variantes, si bien las incluye entre las
variaciones estructurales.
El hecho de que exista un hueco libre no puede llevar a identificar la locución con
hueco vacío con la locución verbal u oracional que tiene uno o varios argumentos inter-
nos sin lexicalizar (los llamados a veces componentes externos de la locución), del tipo
cantar las cuarenta (a alguien), ver venir (a alguien), estar en manos de (alguien), beber los
vientos por (alguien), echar la pata (a alguien), romper una lanza por (alguien), irse los ojos
(tras alguien/algo), etc., frente a la opinión de Corpas Pastor y Mena Martínez (2003: 185)
u Ortega Ojeda y González Aguiar (2005: 101), quienes, como se indicó antes, llegan a
tratarlos como variantes. La casilla vacía no está diseñada para el actante no fijado de
esta clase de locuciones en las que el complemento es de la técnica libre y generalmente
no está sujeto a restricción ninguna. Las clases léxicas que pueden cubrir el hueco, si
bien con frecuencia restringidos semánticamente a nombres de persona, forman para-
digmas muy extensos, incluso no finitos.
A continuación analizamos las tres configuraciones determinadas por Zuluaga
Ospina (1980) para medir hasta qué punto puede justificarse la distinción. La di-
versidad de formas de manifestación que presentan unas y otras y la falta de unos
límites nítidamente definidos nos hace dudar de la conveniencia de mantener di-
cha clasificación.

4.2.1.4.2. Locución con casilla libre


Según Zuluaga Ospina (1980: 108, 1992: 126), la expresión fija con casilla libre no
debe considerarse variante en sentido estricto, sino tan sólo variación, debido básica-
mente a la clase de elemento sustituible, pues éste pertenece a la técnica libre y no al
repertorio fraseológico. El autor aduce los cuatro enunciados siguientes: cero y van –,
pasar – noche en vela, a – -azo limpio, a – anchas. En efecto, como se ha dicho repetidas
veces, frente a estos casos, las variantes estrictas están fijadas y no pueden ser sustitui-
das por elementos libres; y, además, constituyen inventarios cerrados.
Ahora bien, debe advertirse que la distinción no es tan clara en algunas ocasiones:
por un lado, ni los inventarios de todas las expresiones fijas con variantes presentan el
mismo grado de hermetismo, ni las variantes tienen el mismo índice de predictibili-

247
dad; por otro lado, las locuciones con casilla libre no son homogéneas en cuanto al
número de signos alternantes ni en cuanto al grado de fijación de éstos.
Así, si consideramos los ejemplos de Zuluaga, puede afirmarse que el inventario de
alternativas de las dos primeras construcciones es prácticamente ilimitado (con la res-
tricción de que han de ser numerales cardinales: cero y van diez, pasar tres noches en
vela..., aunque la segunda puede admitir también el artículo y los indefinidos: pasar
[toda] la noche en vela, pasar varias noches en vela), mientras que el de a – anchas es
muy reducido, pues sólo está representado por cinco signos: mis, tus, sus (3.ª persona
del singular y plural), nuestras y vuestras;110 por su parte, el paradigma de alternancias
de la locución a – -azo limpio tampoco es ilimitado, aunque sí amplio: en principio, el
abultado conjunto de sustantivos que puedan denotar ‘golpe’ (véase § 3.5.1., n. 116). En
definitiva, las locuciones de casilla libre presentan una gran heterogeneidad en rela-
ción con el número de componentes del inventario.
Ahora bien, tal heterogeneidad es semejante a la que exhiben las locuciones con
variantes estrictas: mientras algunos inventarios —posiblemente, la mayoría— son bi-
narios o ternarios, otros son extensos, cuando no presumiblemente ilimitados, como
ocurre con «no importar un + N», «estar hasta + art + N», «armar un + N» o «a todo +
N».111 Es dable suponer que los inventarios de estas —y otras— locuciones puedan
considerarse no definitivos, pues, por un lado, son muchas las voces existentes marca-
das diatópica o diastráticamente que no aparecen recogidas en los diccionarios y cuyo
registro, a veces nada fácil, podría no agotar todas las posibilidades de realización, y,
por otro lado, cabe pensar en la facultad que tienen locuciones como éstas para produ-
cir nuevas unidades mediante procedimientos analógicos. En conclusión, dada tal si-
militud, no parece que tenga mucha razón de existir la división tajante entre variante
auténtica y variación espuria de la casilla libre.
La distinción resultará incluso más ficticia si se tiene en cuenta, además, la hetero-
geneidad que, en cuanto a la categoría de las alternativas, presentan las locuciones con
casilla libre: mientras que son unidades léxicas en las construcciones a – -azo limpio y
cero y van –,112 son unidades gramaticales las permitidas en a – anchas y ¡A – salud!113
Pese a las semejanzas formales, creemos que la separación puede y debe mantener-
se en atención al significado: si se recurre a la prueba de la conmutación, se comproba-
rá que, en tanto que en las locuciones con variantes estrictas es posible la sustitución
entre los componentes del inventario sin que se altere el significado de la locución, tal
operación no es practicable en las alternativas de las locuciones con casilla libre, pues
la variación no está prefijada o institucionalizada, sino que está supeditada a las nece-
sidades del discurso (otra cosa es que, como es habitual, la variación esté muy restrin-
gida y determine una serie muy escueta de alternancias); comp.: Me importa un pito/
bledo-En casa me encuentro a mis/*tus anchas. En las dos clases de construcciones se
produce un cambio de indumentaria lingüística preservando la estructura ósea, pero
ese cambio de ropa determina un cambio de significado en la locución con casilla libre,
pero no en la locución con variantes.

4.2.1.4.3. Serie fraseológica


Tampoco la serie constituye para Zuluaga Ospina (1980: 107) una locución con
variante estricta.114 Ahora bien, su hipótesis de trabajo para establecer esta distinción,
frente a la variante genuina o la locución con casilla libre, se basa en un corpus de
ejemplos muy reducido y además heterogéneo: dar la mano/ofrecer la mano, estar al
corriente/ponerse al corriente, de vacas gordas/de vacas flacas y de buena fe/de mala fe.
Respecto de las dos primeras parejas, cabría la posibilidad de analizarlas bien como
variantes verbales, aun bajo ciertas condiciones —equiparando semánticamente los
verbos dar y ofrecer (‘ayudar’) y aspectualmente estar y ponerse (p.ej., Thun 1975)—,

248
bien como locuciones distintas, en virtud de su significado distinto y su estructura
léxica parcialmente diversa.115
Estas dos expresiones son formalmente distintas de las otras dos parejas. Un primer
análisis permite emparentarlas bien con las locuciones de variantes estrictas (p.ej., Álva-
rez de la Granja 2000c: 386), bien con las locuciones de casilla vacía al estar supuesta-
mente compuestas de una parte fija y de otra libre: de vacas + A, de + A + fe; pero, si se
procede a un análisis más atento, se observa, por un lado, que las alternativas que ocu-
pan la parte libre están fijadas (los adjetivos gordas y flacas, buena y mala; cfr. época de
vacas flacas/*delgadas-gordas/*gruesas, de buena/*piadosa/*estupenda fe, de mala/*mali-
ciosa/*pésima fe) y que forman un paradigma muy reducido (normalmente, binario)116 y
completamente hermético, y, por otro lado, que tales alternativas establecen entre sí una
relación de antonimia,117 dos aspectos que las distinguen grosso modo de las locuciones
con casilla libre y, parcialmente, de las variantes estrictas, que exigen identidad semánti-
ca (cada sustitución preserva el significado de conjunto de la locución).
Son muchas las construcciones que obedecen al esquema sintáctico característico de
la verdadera serie, como llevar las de ganar/perder, ganar/perder terreno, entrar/salir por la
puerta grande, entrar/salir por contedero ‘entrar/salir por paraje tan estrecho que sólo se
puede pasar por él de uno en uno’, subir/bajar la bolsa (expresión registrada como locu-
ción), en voz baja/alta, arrojar (lanzar) /recoger el guante, hacer buenas/malas migas (según
el DRAE y otros diccionarios), poner buena/mala cara, tener buena/mala prensa, hacer un
buen/mal papel, de buen/mal grado, buenas/malas ausencias ‘alabanza/censura que se hace
de una persona ausente’, con buen/mal pie, ver (a alguien) con buenos/malos ojos, dejar
buen/mal sabor de boca, pasar un buen/mal trago, tener buena/mala racha, estar de buena/
mala luna ‘humor’, nacer con buena/mala estrella, salir bien/mal parado, bien/mal aperso-
nado ‘con buena/mala presencia’, hacer aguas mayores/menores, levantarse con el pie dere-
cho/izquierdo, tener mano derecha/izquierda, a la corta/larga, tirando corto/largo, en gene-
ral/particular, en público/privado, panza arriba/abajo, de tejas arriba/abajo ‘en el cielo, por
causas sobrenaturales’/’en la tierra, por causas naturales’, alzar/bajar el gallo ‘manifestar
soberbia/deponer la soberbia en conversación o trato’, a ojos cerrados/vistas, jugar lim-
pio/sucio, tener las manos limpias/sucias, tener el santo de cara/espaldas, calzar muchos/
pocos puntos, tener (a alguien) en mucho/poco, tener muchas/pocas tablas, de puertas
(para) adentro/afuera, estar de que sí/no, Va a ser que sí/no, poner (a alguien) por las nubes/
los suelos, estar algo por las nubes/los suelos, duro/blando de boca ‘dícese de las caballerías
que sienten mucho/poco los toques del bocado’, duro/blando de corazón, de cerca/lejos,
enterrar/desenterrar el hacha de guerra, perder/coger el tren, de puertos aquende/allende...
Ahora bien, debe tenerse en cuenta que, si atendemos a los registros lexicográficos, las
versiones opuestas deberían interpretarse en ocasiones como locuciones distintas y no
como una única locución con la alternativa señalada. A veces, incluso, los significados
que proporcionan los diccionarios de dichas locuciones no son coincidentes (cuando
habría que esperar que sólo difirieran en lo que afecta al signo objeto de intercambio);
así, el DRAE (2001) define la locución señalar con piedra blanca como ‘Celebrar con
aplauso y regocijo el día feliz y dichoso’ y señalar con piedra negra, como ‘Lamentar y
llorar el día aciago y desdichado’.
Existen, no obstante, otras construcciones que contienen signos léxicos similares
(especialmente, adjetivos o adverbios axiológicos del tipo bueno/malo, bien/mal, mu-
cho/poco...) que, aun siendo susceptibles de establecer oposición, no pueden ser sus-
traídos ni trocados: la comunidad ha elegido uno y el uso tradicional lo ha institucio-
nalizado así; he aquí otra prueba del carácter arbitrario de la fijación fraseológica
(también en Bosque Muñoz 1982: 136-137): de mala/*buena calaña, de buena/*mala
pasta ‘de carácter apacible’, ser culo de mal/*buen asiento, tener mala/*buena pata, de
buen/*mal pelo, estar de buen/*mal ver (o año), estar a buen/*mal recaudo, estar en esta-

249
do de buena/*mala esperanza, oler mal/*bien, dar mala/*buena espina,118 tener malas/
*buenas pulgas, (ser) de mucho/*poco cuidado, tener cara de pocos/*muchos amigos, sin
ir más lejos/*cerca, sin ir más/*menos lejos, estar de más/*menos, el día menos/*más
pensado, echar de menos/*más, no dar una a derechas/*izquierdas, a barras derechas/
*izquierdas ‘sin engaño’, de la cáscara amarga/*dulce, de ideas fijas/*móviles, estar algo
patas arriba/*abajo, de dominio público/*privado, pasar por alto/*bajo, de alto/*bajo co-
turno (o copete, alcurnia), a duras/*blandas penas...

4.2.1.4.4. Esquema fraseológico


La tercera estructura con casilla vacía que distingue Zuluaga Ospina (1980: 110-
113, 1992: 126) es el esquema fraseológico, que, como las otras dos, también dispone de
una parte fija y otra libre, pero, frente a ellas, no es descrita como variante en sentido
amplio —ni tampoco en sentido estricto—, sino como expresión fija independiente.
Según Zuluaga, el componente fijo del esquema fraseológico está constituido por
signos gramaticales con función relacionante, mientras que son unidades léxicas las
alternativas que ocupan la casilla libre.119 Otra de las características relevantes señala-
das por Zuluaga es que el esquema constituye un molde adecuado para la creación de
repeticiones léxicas,120 lo cual es posible sobre todo gracias a su estructura binaria o
binómica. Estas cuatro condiciones son cumplidas a rajatabla por numerosas realiza-
ciones de tales esquemas, como frente a frente, uno a uno, de sol a sol, codo con codo, de
casa en casa, de cuando en cuando...
Ahora bien, esta definición de esquema fraseológico no está exenta de problemas,
entre otras causas, porque las configuraciones estructurales que pueden describirse como
esquemas conforman un conjunto heterogéneo, hasta el punto de que determinadas
expresiones del esquema están próximas a las otras clases de locuciones con casilla libre.
Uno de los contraejemplos lo constituyen aquellos esquemas en los que los elemen-
tos fijos no son, frente a la propuesta de Zuluaga, signos con función relacionante, ni
tampoco son de naturaleza estrictamente gramatical. El propio autor aduce un ejem-
plo que contradice su definición: «N1 por aquí, N1 por allí», que podríamos ilustrar con
el siguiente ejemplo: «No me deja ni a sol ni a sombra. Mamá por aquí, mamá por allá».
Esta misma observación podría hacerse para otros esquemas que nosotros propone-
mos, tales como «N1 arriba, N1 abajo» («El televisor cuesta unos 1.000 euros, euro
arriba, euro abajo»), «N1 más, N1 menos» (peseta más, peseta menos), «N1 aquí, N1 allá»
(«Por todas partes hay juguetes: juguetes aquí, juguetes allá»), posible variante del cita-
do «N1 por aquí, N1 por allá», «N1 va, N1 viene» («Se pasa todo el día acarreando agua,
cubo va, cubo viene»), «cuando + N/pron1 + ir, N/pron2 + volver/venir» (Cuando tú vas,
yo vengo), «Donde comen + numeraln + comen + numeraln + 1» (Donde comen cinco,
comen seis), «como + numeral1 + y + numeral2 + son + numeral1 + 2» (como dos y dos son
cuatro),121 «A + más que + A» (tonto, más que tonto),122 etc.
También representan un contraejemplo locuciones como sea como sea y similares,
pues no sólo es discutible la naturaleza «relacional» de los relativos, sino que no hay
ningún elemento estrictamente fijado, ni gramatical ni léxico, según el esquema «V1 +
relat + V1» (véase infra). Algo parecido cabría decir del esquema «N1 + prep + N1», aun-
que la preposición sí sea una palabra gramatical, pues el hueco «prep» puede estar ocu-
pado no sólo por a (formalización exclusiva según Zuluaga Ospina 1980: 113), sino, en
razón del significado que vehiculan, también por con, por, tras y sobre (García-Medall
Villanueva 1992: 75-79). El inventario prepositivo está, no obstante, restringido.
Otra limitación está referida al grado de libertad de las alternativas. Aunque Zulua-
ga afirma que los huecos vacíos son ocupados por lexemas de la técnica libre, lo cierto
es que, como sucede en algunas construcciones anteriores, existen ciertos constreñi-
mientos en cuanto a la categoría, al número y la clase de los componentes y a la propia

250
estructura prepositiva (o de otro tipo) que se conforma de acuerdo con el significado
que se quiere expresar. Así, de acuerdo con pares como sea como sea/cueste lo que
cueste; come por comer/canta por cantar; estudiar estudiar, estudia/estudiar, lo que se
dice estudiar, estudia y lava que lava/sueña que sueña, cabría proponer, respectivamen-
te, los esquemas siguientes: «V + relativo + V», «V + por + V», «V + V # + V/V # + lo que
se dice + V # + (no) + V», y «V + que + V». Pero tales esquemas resultan excesivamente
genéricos, pues no dan cuenta de las constricciones morfológicas que presentan; de
modo que son más acertados los siguientes patrones: «Vsubj. + relativo + Vsubj.»,123 «Vinf. +
por + Vinf.», «Vinf. + Vinf. # + Vflex.»/«Vinf. # lo que se dice + Vinf. + # (no) + Vflex.», y «Vflex. + que +
Vflex.». Y, aun así, tampoco revelan todos sus rasgos idiosincrásicos. Por ejemplo, en el
primer esquema (cfr., p.ej., Hummel 2004: 98-99), puede producirse la repetición léxi-
ca total (sea como sea) o sólo parcial (sea como fuere, fuera como fuere...), siempre que,
en este segundo caso, el presente no ocupe la segunda posición, ni el imperfecto si en la
primera posición aparece el futuro: *fuera como sea, *fuere como fuera...
El segundo esquema presenta seguramente menos restricciones, pero cabe señalar
que la flexión del verbo, salvo instancias discursivas y sintácticas muy determinadas,124
suele estar limitada al modo indicativo y a los tiempos presente, sobre todo, e imper-
fecto, y están prácticamente prohibidas las formas compuestas tanto en la primera
posición como en la segunda (*había comido por haber comido...), por lo que se estable-
ce una correlación formal: «Vflex. simple por Vinf. simple». Debe indicarse, además, que exis-
ten otras restricciones semánticas; así, no todos los verbos pueden cubrir los huecos
vacíos: *es por ser, *resulta por resultar, *nace por nacer, ?se fatiga por fatigarse...
Las dos versiones del tercer esquema pueden presentar otras variantes formales:125 a)
la repetición puede ser, aunque raramente, múltiple (estudiar estudiar estudiar, estudia);
b) aparecen ocasionalmente refuerzos de la negación o la afirmación (estudiar estudiar, sí
estudia; estudiar, lo que se dice estudiar, no estudia); c) el infinitivo que encabeza la segun-
da versión puede aparecer reduplicado (estudiar estudiar, lo que se dice estudiar, no estu-
dia) o introducido por como (como estudiar, lo que se dice estudiar, no estudia), partícula
que también puede introducir la primera fórmula, aunque normalmente comporte la
sustracción de uno de los infinitivos gemelos (como estudiar, sí estudia); d) los núcleos
verbales pueden llevar proyecciones o complementos (estudiar con ganas, lo que se dice
estudiar con ganas, no estudia con ganas); etc.
El cuarto esquema también presenta ciertas particularidades: en primer lugar, la
morfología flexiva del verbo, en su empleo habitual, está constreñida a la de presente de
indicativo (o, según otros autores, de imperativo);126 en segundo lugar, la construcción
admite la intrusión de un pronombre átono, pero éste ha de estar fijado en la segunda
persona del singular: lava que te lava; en tercer lugar, el segundo verbo puede presentar la
desinencia de futuro: lava que te lavarás; en cuarto lugar, existen tres locuciones (dale que
dale, dale que te pego, erre que erre) que, aunque parecen seguir el mismo esquema, debe-
rían analizarse quizá mejor como locuciones independientes (frente a la opinión de Orte-
ga Ojeda y González Aguiar 2005: 103, que defienden su valor de esquemas), en virtud
tanto de su mayor rigidez (invariabilidad absoluta) como del distinto significado (equi-
valen a enfáticos de ‘perseverancia’ o ‘testarudez’) y de su diversa estructura: la primera
resulta ser la única construcción que admite un pronombre de tercera persona en posi-
ción enclítica (*lávale que lávale), si bien comparte con el resto el admitir también el
clítico de segunda persona (dale que te dale), aunque no la flexión de futuro (*dale que
darale); la segunda, además de la enclisis de le en el primer verbo, es la única que presenta
fijado el segundo verbo en primera persona del presente de indicativo con el clítico te no
facultativo e irremplazable (*dale que pego); la tercera es la única construcción que se
configura con sustantivos («N que N»), los cuales están fijados —son insustituibles (erre
que erre/*eme que eme)— y, como es lógico, no admiten clítico (*erre que te erre).

251
Otro ejemplo representativo lo constituye el esquema coordinativo «sin – ni –»
(§ 5.2.4.2.). En su empleo sintáctico habitual, tal estructura no es necesariamente bino-
mial, sino que la serie coordinada puede ser múltiple, i.e., configurar una enumeración
supuestamente indefinida, en la que ni funciona como término polar correlativo con el
inductor negativo sin, como alternativa de la negación fuerte por excelencia, no; en
cambio, como fórmula fraseológica, la configuración gemela o binómica es práctica-
mente la única posible, en la que los huecos son llenados casi exclusivamente por sus-
tantivos («sin N ni N»)127 y ni, más que conjunción con valor de coordinador, es un
signo enfático de negación, lo que explica que el segundo miembro sea, normalmente,
un signo «arreferencial» y que, incluso, contra la propia gramática de la coordinación
y de la negación, la palabra precedida por ni pueda ser idénticamente la misma que la
precedida por sin (aunque su configuración morfológica más frecuente sea como sus-
tantivo con género contrahecho) o un sinónimo: sin fuerza ni fuerza, sin fuerza ni fuer-
zo,128 sin causa ni razón (García-Page 1998a, 1999a, y §§ 5.2.4. y 7.2.2.2.). Esta cons-
trucción admite como variante la fórmula «¡Ni – ni –!», que, en su empleo discursivo,
se utiliza normalmente como enunciado independiente en la réplica.
La mayoría de las características señaladas para el esquema «sin – ni –» es compar-
tida por otro esquema de negación enfática: «¡Qué N ni qué N!», con semejante empleo
textual al del esquema «¡Ni – ni –!», con la salvedad de que violenta más fácilmente el
requisito de la repetición, al tiempo que el de la variación libre, porque el segundo
hueco puede ser llenado, aparte de por las formas citadas (palabra repetida, sustantivo
con género contrario, palabra tabú), por un escueto repertorio de sustitutos enfáticos
de naturaleza fraseológica: ¡Qué casa ni qué casa/caso/puñetas/gaitas/niño muerto (en-
vuelto)/ocho cuartos!, si bien acrecentable con variantes regionales, como la mexicana
pan caliente, o palabras tabú, como hostias y cojones.
Como vemos, la característica apuntada por Zuluaga relativa a que los huecos léxi-
cos son cubiertos por unidades de la técnica libre no es pertinente en todos los casos; es
más bien un hecho gradual. Un mismo esquema puede admitir variaciones libres y
variaciones fijadas: mientras que año a año, olivo por olivo, de árbol en árbol y de puerta
a puerta son realizaciones libres de los esquemas «N a N», «N por N», «de N en N» y «de
N a N», respectivamente, no lo parecen las formaciones cara a cara, ojo por ojo, de par
en par y de sol a sol, como quizá tampoco frente a frente, poco a poco, paso a paso, mano
a mano, de bote en bote, de boca en boca, de mano en mano ‘por tradición’, de tú a tú, de
hombre a hombre, de barra a barra ‘de parte a parte’, de mano a mano ‘de uno a otro sin
interposición de un tercero’, de medio a medio ‘por partes iguales’, de uñas a uñas, de
aquí allí, de arriba abajo, etc. Lo mismo cabría decir de otras locuciones compuestas
por otras preposiciones, como calle con calle ‘a calle hita’, codo con codo... Una de las
pruebas de su diferente comportamiento es que algunas de estas últimas son habitual-
mente seleccionadas por una clase determinada de predicado verbal o, incluso, un
grupo reducido de verbos, hasta el punto de simular ser parte de una locución verbal:
hablar: de hombre a hombre, ir: de Ceca en Meca, abrir: de par en par [una puerta], estar:
de bote en bote, ir: de aquí allí, trabajar: de sol a sol, situarse: frente a frente, transmitirse
[una noticia]: de boca en boca o de mano en mano, saber: de pe a pa...129
El grado de libertad también depende, como se ha señalado antes, del significado
que quiera vehicular el esquema prepositivo; así, la estructura «de N a N» determina
fundamentalmente tres tipos de relaciones semánticas de medición: para expresar la
‘totalidad en el espacio o distancia máxima entre dos puntos’, se han formado las cons-
trucciones de punta a punta, de cabo a cabo, de cabo a rabo, de pies a cabeza, de principio
a fin... (también de cabo a cabo, p.ej.), en tanto que, para expresar la ‘totalidad en el
tiempo’, se han forjado las locuciones de higos a brevas, de uvas a peras y de Pascua a
Ramos, si el intervalo es un año, y de sol a sol, si es un día; para la expresión de ‘totali-

252
dad de un texto’, se emplean las locuciones de pe a pa, de la «a» a la «zeta», de principio
a fin... A pesar del carácter fraseológico de las construcciones, es el distinto significado
el factor que ha determinado, pues, la diferente selección léxica e, incluso, el hecho de
que, sobre todo en los dos últimos casos, no se exija la reduplicación léxica. Las varia-
ciones son libres cuando el esquema representa el significado ‘distancia cualquiera
entre dos puntos’ (de Oviedo a Gijón) o ‘medida aproximada’ («Compra un lechoncito
que pese de seis a siete kilos»); pero hay otras locuciones con el mismo esquema que
han especializado su significado y, por lo general, no admiten variantes, como de bue-
nas a primeras ‘buenamente, sin repugnancia’), de tú a tú (‘entre iguales’), de la noche a
la mañana (‘rápidamente, bruscamente’), de manos a boca ‘de modo imprevisto, con
proximidad’, de una mano a la otra ‘en breve tiempo’, [ir] de un lado para otro...
Otro aspecto del grado de fijación diverso que presentan los signos que cubren los hue-
cos léxicos es que algunos admiten variaciones morfológicas flexivas o derivativas —aunque
con ciertas restricciones— en tanto que otros rechazan cualquier indicio de flexibilidad
formal, como muestran los contrastes entre secuencias como paso a paso > pasito a pasito,
poco a poco > poquito a poquito/poquito a poco/*poco a poquito, lava que te lava > lava que te
lavarás, sea como sea > sea como fuere, N aquí, N allí > N aquí, N allá/N acá, N allá/*N acá, N
allí, aquí y allí > aquí y allá/acá y allá/acá y acullá/*acá y allí, de aquí para allí > de aquí para allí/
de acá para allá/de acá para acullá/*de acá para allí...

4.2.1.5. Variantes geolectales y sociolectales

La lista de variantes de una lengua ha de tener en cuenta las diferencias institucio-


nalizadas que se producen en cualquier ámbito de su empleo, en especial las de índole
sociolectal o diastrática y geolectal o diatópica.130 Por esa razón, resulta arriesgado
afirmar que los inventarios de variantes constituyen conjuntos cerrados, sobre todo
cuando se trata de lenguas como el español de un radio de acción tan amplio.

4.2.1.5.1. Variantes geolectales o diatópicas


Los vastos, y a veces tan distantes, dominios geográficos del español van a ser la
causa natural del surgimiento de expresiones diversas para designar una misma reali-
dad (es decir, de la formación de sinónimos interfraseológicos, como poner el oído/
parar la oreja (o las orejas), encendérsele la bombilla/prendérsele el bombillo, hacer novi-
llos [España, general]/irse de capiura [Honduras, El Salvador] o irse de pinta [México]/
comerse la guásima [Cuba]...);131 pero también de la gestación de numerosas variantes,
fundamentalmente léxicas, sobre todo en virtud de los distintos términos que se acu-
ñan para nombrar los objetos oriundos de cada lugar, tales como estar sin un duro/
peso, dar calabazas/ayotes, poner los cuernos/cachos, quedar como un cerdo/chancho,
ganarse los garbanzos/fríjoles, dársela con queso/dar atole con el dedo [México, El Salva-
dor, Nicaragua], pagar el pato/los elotes [Guatemala, Honduras, Costa Rica], cortar el
bacalao/queque [Chile], del tiempo de Maricastaña/cocoa [Chile], pirárselas/picárselas
[Bolivia, Perú, Argentina, Uruguay], etc. También tal realidad es una de las causas de
que una misma expresión experimente cambios semánticos, restricciones o generali-
zaciones de significado, e, incluso, se emplee para designar realidades distintas; así,
estar en la inopia se usa en Nicaragua con el significado de ‘en extrema indigencia o
pobreza’ y desconoce el otro significado que tiene en España, ‘despistado’, posiblemen-
te el de uso más generalizado; echar los perros a alguien significa en España ‘acosar’, y
‘cortejar a una mujer’ en México, Colombia, Panamá y Venezuela (en España, la locu-
ción más próxima estructuralmente es echar los tejos); tomárselas significa ‘presumir’
en Argentina (San Juan) e ‘irse’ en Argentina (general), Bolivia, Uruguay y Paraguay,
mientras que en España empleamos, respectivamente, dárselas de y pirárselas...

253
Según nuestras averiguaciones, aunque existen algunos trabajos breves de mayor o
menor alcance,132 falta por acometer un estudio de conjunto, exhaustivo, sobre las
variantes dialectales, culturales, etc., del español.133
Las variantes diatópicas y diastráticas son fundamentalmente de naturaleza léxica
(tener enchufe/tener palanca, ser uña y carne/ser uña y mugre, cada cual/cada quien),
pero es constatable, como ya ha podido apreciarse, la existencia de realizaciones que
presentan también diferencias de estructura gramatical respecto de la forma general o
peninsular (estar a sus anchas/estar en su mole, meterse en camisa de once varas/meterse
a camisa de once varas [Guatemala]), o combinan varios tipos: por ejemplo, variante
léxica + variante gramatical, etc., como en hacer dedo/ir al dedo, ponerse como un basi-
lisco (o una hiena, una fiera)/ponerse como agua de chocolate, estar con la mona o tener
(o coger) una mona134 ‘tener resaca o estar borracho’/tener la cruda [México, América
Central]/tener guayabo [Colombia], tener el ratón [Venezuela], tener chuchaqui [Ecua-
dor], tener goma [Honduras], estar con la perseguidora [Perú], andar con la caña [Chile],
andar con el hachazo [América Central], estar de chaqui [Bolivia], coger un jalao [Cuba]...
Respecto de las variantes regionales de España, creemos que no se han realizado
estudios fraseológicos contrastivos (cfr., p.ej., Santamaría Pérez 2003), aunque algunas
particularidades léxicas vienen a veces recogidas en diccionarios y atlas y en estudios del
vocabulario general de una ciudad, una región o una comunidad autónoma, o, incluso,
en estudios de fraseología sobre una de las lenguas minoritarias (p.ej., Álvarez de la
Granja 2002c [2003b] para el gallego y Sancho Cremades 1999 para el catalán valencia-
no). Así, irse a (o para) las plataneras e irse a (o para) las Chacaritas son variantes canarias
de la general irse al otro mundo,135 lo mismo que de uvas a brevas respecto de de uvas a
peras o de higos a brevas, Contigo, gofio y cebolla respecto de Contigo, pan y cebolla, y
mandar a freír bogas respecto de mandar a freír monas;136 haver-hi gat amagat (o en sac) es
variante catalana de la castellana haber gato encerrado, y hacer campana se emplea en
amplias zonas de Cataluña en lugar de hacer novillos (Forment Fernández 2001a y 2001b);
irse al tacho alterna en zonas gallegas (La Coruña, p.ej.) con la general irse al garete (cuer-
no o carajo),137 con un significado distinto del orginario americanismo; etc.
Aunque aún escasos, son más frecuentes los trabajos que se han realizado para
recoger las variantes del español de América respecto del español de España: írsele la
onda, junto a írsele el santo al cielo; buscar la quinta pata al gato [Panamá, Puerto Rico,
República Dominicana, Cuba, Argentina, Chile], junto a buscar los tres pies al gato
[España, México, Nicaragua, Bolivia, Honduras, El Salvador], acabar como la fiesta del
Guatao, junto a acabar como el rosario de la aurora; nacer de pie, junto a nacer bien
parado; hablar en cristiano, junto a hablar en buen criollo; etc. Es de destacar que nume-
rosas variantes léxicas surgen de la necesidad de denominar objetos o productos, seres,
etc., propios o endémicos, que se convierten en índices socioculturales. Piénsese, por
ejemplo, en las voces maíz, indio, ayote, chancho, fríjol, etc.
El proyecto Varilex constituye una fuente valiosísima para detectar las variantes
americanas, junto a preferencias léxicas y sinónimos. Algunos trabajos de Fraseología
sin afán contrastivo también proporcionan variantes.138

4.2.1.5.2. Variantes sociolectales o diastráticas


Las variantes culturales y diastráticas presentan similares características estructu-
rales, si bien es apreciable que son numerosas las locuciones, así como voces aisladas,
de lenguajes específicos, sobre todo relativos a las profesiones, que han dejado de ser
de uso restringido y, actualmente, forman parte del código fraseológico general, tal
como ha sucedido con las expresiones marineras irse al garete, a bordo, ir viento en
popa o a toda vela, o las tauromáquicas coger el toro por los cuernos, cortarse la coleta,
pinchar en hueso, tomar el mundo por montera o cambiar de tercio;139 de hecho, para

254
muchos hablantes (de manera especial, los pertenecientes a las generaciones más jóve-
nes), la procedencia de muchas locuciones les es desconocida, aunque también es cier-
to que a veces expresiones de este estilo contienen los suficientes indicios léxicos para
sospechar su origen, como ocurre con levar anclas o ver los toros desde la barrera.140
No son pocas, igualmente, las locuciones de origen específico y hoy ampliamente
divulgadas pertenecientes al juego, al deporte, a la historia, a la literatura, a la mitolo-
gía o a la Biblia, como, por ejemplo, no dar pie con bola, cantar las cuarenta, arrojar el
guante, tirar la toalla, chupar rueda, meter un gol, pasar las horcas caudinas, Escila y
Caribdis, ser más viejo que Matusalén, lavarse las manos, poner el dedo en la llaga, etc.
Son, sin duda, más numerosas las expresiones con carácter cultural o socialmente
marcadas como vulgares o coloquiales141 (mandar a tomar por culo, ¡Me la suda!, mirar
la pela, ¡Vete al carajo!, etc.) que conviven normalmente con las formas neutras o «cul-
tas»: de maravilla/de buten/de puta madre, sacar pecho/buche, dar por culo/saco, romper
la cabeza/crisma, secar el cerebro/la mollera, etc. Basta considerar algunas de las nume-
rosas expresiones que se emplean como sinónimos de ‘morir’ (tales como irse a criar
malvas, cagarla, diñarla, palmarla, espicharla, liarlas, doblar la servilleta, hincar el pico,
morder el polvo, irse al otro barrio, irse al otro mundo, liar el petate, irse con Dios, llamar-
lo [o llevárselo] Dios, estirar la pata, entregar el alma a Dios...), para apreciar las diversas
modulaciones sociolectales que existen en la fraseología. Si bien, no siempre una ex-
presión sociolectalmente marcada o que contiene un lexema socialmente marcado dis-
pone de sustituto, como ocurre, por ejemplo, con la voz joder de la locución verbal joder
la marrana (*fastidiar la marrana). Desde la época clásica, ya nuestros mejores escrito-
res —Quevedo, Galdós, Arniches... (Seco Reymundo 1970, Lassaleta 1974, Alonso Her-
nández 1977, Sanmartín Sáez 1998a y 1998b...)— han utilizado el lenguaje del hampa,
de la germanía, o de los estratos sociales más reprimidos o marginados. La lengua
coloquial ha forjado numerosas expresiones fijas o bien ha incorporado variantes léxi-
cas al inventario de signos de la lengua común: comerse un marrón, estar al loro, de
estampía, echar un polvo/casquete...
Son abundantes las expresiones que designan actos sexuales (hincársela, pelársela,
darse la paliza, tirársela, machacársela, meter mano, hacer una paja, echar un casque-
te...) y, en especial, las expresiones que contienen palabras disfemísticas y tabú, sobre
todo referidas a los órganos sexuales, que funcionan a veces como falsas variantes142 de
los signos no marcados con carácter institucional (García-Page 2000d):143 darse una
castaña/hostia, a toda mecha/leche, mandar al cuerno/la mierda, mandar a tomar por
saco/culo, estar hasta la coronilla/polla, hacer la pascua/puñeta, tonto del capirote/culo,
¡No fastidies/jodas!, ¡Y un jamón/leche!... La lengua de la calle ha diseñado sus propias
estrategias para la supervivencia de sus formas propias, y una de ellas son las variantes
eufemísticas, auténticas acuñaciones léxicas en numerosas ocasiones: ¡Me cachis en
diez! (< ¡Me cago en Dios!), ser la ostra (< ser la hostia), ¡Anda, la órdiga! (< ¡Anda, la
hostia!),144 mandar (a alguien) a tomar por donde amargan los pepinos (< mandar (a
alguien) a tomar por culo), Ajo y agua (< A joderse y aguantarse), etc.
Las variantes también pueden ser indicadores del registro oral o escrito, del grado
de frecuencia de empleo, del carácter actual o arcaico, etc. Es evidente que unas expre-
siones son más propias del diálogo y otras, quizá las menos, se utilizan casi exclusiva-
mente en el medio escrito; que unas variantes son de uso más extendido y otras son de
empleo prácticamente marginal; que unas tienen vigencia —incluso, son creaciones
recientes— y otras están anticuadas. Piénsese, por ejemplo, en contrastes como de
improviso/de falondres, de balde/de oquis, poner(le) verde/poner (le) cual no digan due-
ñas, empinar el codo/levantar el brazo, venir a las manos/venir a las puñadas, cambiar de
chaqueta/cambiar de casaca, poner los ojos en blanco/tornar los ojos en albo, etc.

255
4.2.2. Otras clases de variaciones: las transformaciones gramaticales

4.2.2.1. Aspectos generales

En relación con la flexibilidad sintáctica, es un hecho probado que existen locucio-


nes que admiten ciertas transformaciones gramaticales, frente a la asunción tradicio-
nalmente admitida acerca de la inmodificabilidad de las locuciones y los resultados
negativos de los primeros estudios de orientación generativista.145 Ahora bien, el com-
portamiento de las locuciones ante ciertas operaciones transformacionales no es, en
absoluto, homogéneo, sino que, entre las locuciones rígidas y las locuciones razonable-
mente maleables, se sitúa un conjunto numerosísimo e indeterminado de locuciones
que muestran grados diversos de analizabilidad.
Este comportamiento heterogéneo es observable, por ejemplo, en las locuciones
verbales en relación con la nominalización, la pronominalización146 y la pasivización;
otras operaciones, como la extracción del complemento mediante una perífrasis de
relativo, la tematización y la pregunta, son casi impracticables o resultan más artificia-
les,147 rayanos en la pura manipulación creativa,148 salvo usos metalingüísticos, lúdicos
o pragmáticos muy marcados, como la réplica, las secuencias eco149 o las estructuras
enfáticas: Es la cara lo que te voy a partir (partir la cara a alguien), ¡Hay que ver las ganas
que le tengo! (tener[le] ganas), ¡En cintura te metía yo a ti! (meter en cintura)...150 Contex-
tos como los indicados permiten variaciones del tipo «Las pasé putas, pero que muy
putas», esto es, aislar uno de los componentes mediante una estructura enfática (pero
que + muy).
También es el contexto enfático o irónico lo que facilita que la locución de polari-
dad negativa pueda despojarse de la negación; la réplica, la interrogación y, sobre todo,
la interrogación y exclamación retóricas están entre las principales estructuras favore-
cedoras del cambio (véase, p.ej., Enhrad 1999: 44-45):

—Me voy. Aquí no pinto nada.


—¿Pero acaso has pintado algo alguna vez?

Creemos que la pronominalización del complemento directo es la prueba más


aceptada, pero depende fundamentalmente de factores textuales.151 Unas y otras
pruebas, aunque poco frecuentes, están sujetas, en principio, a las mismas restric-
ciones que las combinaciones libres: formación de derivados deverbales, naturale-
za del verbo (transitivo/intransitivo...), presencia/ausencia de determinante en el
complemento directo, etc.

4.2.2.2. La nominalización

Una de las notas que pueden apuntarse con respecto a la nominalización es que la
escasez de construcciones que permiten tal operación se debe en gran parte a la clase
del predicado:152 los verbos más propensos a la nominalización son los que pueden
producir derivados sustantivos.
Los nombres deverbales fruto de la nominalización indican normalmente ‘acción o
efecto’ y, desde el punto de vista morfológico, comportan sufijos nominalizadores del
tipo -dura o -do o bien son formaciones retrógradas.
Pero también son factores idiosincrásicos, puramente arbitrarios, los que explican
el desigual comportamiento de las locuciones verbales: mientras que los enunciados de
a) admiten la nominalización, los de b) la rechazan:153

256
a) meter la pata o metedura de pata
tomar el pelo o tomadura de pelo154
comer el coco o comedura de coco
lavar el cerebro o lavado de cerebro
sorber el seso o sorbida de seso
ponerse al día o puesta al día
lamer el culo o lamida de culo
b) picar una abeja o picadura de abeja/picar la curiosidad o *picadura de curiosidad
subirse al árbol o subida al árbol/subirse a la parra o *subida a la parra
pelar la naranja o peladura (pelado) de la naranja/pelar la pava o *peladura (pelado) de la pava
bajar la escalera o bajada de la escalera/bajar los humos o bajada de humos
perder las gafas o pérdida de las gafas/perder los estribos o *pérdida de los estribos
cortar el pelo o corte de pelo/cortar el bacalao o *corte de bacalao
pagar la deuda o pago de la deuda/pagar los platos rotos o *pago de los platos rotos
ponerse el sol o puesta de sol/poner peros o *puesta de peros155

Asimismo, son idiosincrásicas las razones que pueden explicar por qué un determi-
nado verbo admite nominalización en unas locuciones y no en otras:

tomar el pelo o tomadura de pelo/tomar el olivo o *tomadura de olivo


meter la pata o metedura de pata/meter la nariz o *metedura de nariz
lavar el cerebro o lavado de cerebro/lavarse las manos o *lavado de manos

Ha de tenerse en cuenta en estos análisis que algunas nominalizaciones son posi-


bles porque se opera con el sentido literal de una locución; esto es, la derivación nomi-
nal no comporta sentido idiomático: coger el toro (al torero) > cogida del torero por el
toro (o la cogida del toro al torero). Esta misma construcción, con el sentido idiomático
de ‘sorprender’ o ‘sobrevenirle algo no deseado por falta de previsión’, no tolera la
nominalización: coger el toro (a alguien) [por perder el tiempo] > *la cogida (de alguien)
por el toro [por perder el tiempo].
Asimismo, ciertas locuciones se han forjado con la forma nominalizada, sin que
tengan correspondencia verbal: corte de mangas > *cortar las mangas, pase de pecho >
*pasar el pecho...156
La duda mayor que suscitan las nominalizaciones atañe a su clasificación: ¿son va-
riantes de sus primitivos verbales o son locuciones diversas?157 En virtud de su distinta
estructura gramatical y su distinto significado, habrían de considerarse locuciones inde-
pendientes, a pesar de sus íntimos lazos sintácticos, como no son la misma cosa las
formas libres vender alcohol y la venta de alcohol. No obstante, con respecto a la estructu-
ra, cabe tener en consideración que con frecuencia se aceptan como variantes —y no
como sinónimos— las diversas formas que puede adoptar una misma expresión fija (en
relación con/con relación a, encoger los hombros/encogerse de hombros...), por lo que no
sería muy incoherente suponer que las nominalizaciones son también variantes de sus
primitivos verbales; en cambio, en función del significado, sí resulta menos defendible
tal postura, pues la principal característica que debe observar la variante fraseológica es
que no comporte cambio semántico ninguno, como en tomar el olivo/portante o pillar
una mona/turca (no obstante, se han admitido como variantes realizaciones con diferen-
cia aspectual: meter el demonio en el cuerpo/tener metido el demonio en el cuerpo, cruzarse
de brazos/estar de brazos cruzados, etc.). Pero el factor semántico también interviene en
contra de su tratamiento como expresiones distintas, pues las diferencias semánticas
debidas a los cambios sintácticos no niegan la existencia de una comunidad de rasgos,
aunque no deban describirse como sinónimas. Creemos que las nominalizaciones son,

257
sencillamente, realizaciones discursivas de carácter eventual de las locuciones verbales,
pero no variantes institucionalizadas o codificadas ni locuciones en sí mismas, a pesar
de la frecuencia con que se producen algunas de ellas.

4.2.2.3. La pronominalización

A primera vista, las locuciones verbales ofrecen fuerte resistencia a la pronominali-


zación; pero, si se estudia la pronominalización como un fenómeno textual, es evidente
que, en el empleo discursivo de las locuciones, el complemento directo del predicado
verbal puede a veces pronominalizarse.
Ahora bien, el conjunto de las locuciones presenta un comportamiento nada homo-
géneo en relación con este mecanismo de anaforización: así, no parece que resulte difí-
cil proponer un contexto adecuado para la pronominalización de locuciones como dar(le)
un repaso, poner peros, tomar el pelo, poner los cuernos, meter la pata, estirar la pata,
hacerse el sordo/sueco, arrojar la toalla, recoger el guante, leer(le) la cartilla, rascarse la
barriga, tocarse las narices, parar(le) los pies, hacer la pascua, hacer una paja, etc.;158 en
cambio, otras parecen mostrar mayor resistencia: tirar la casa por la ventana > *tirarla
por la ventana, no ver tres en un burro > *no verlos en un burro, dar gato por liebre >
*darlo por liebre, echar una canita al aire > *echarla al aire, buscar los tres pies al gato >
*buscarlos al gato, echar leña al fuego > *echarla al fuego, matar dos pájaros de un tiro >
*matarlos de un tiro, hacer de tripas corazón > *hacerlo de tripas, etc.159
Creemos que la inviabilidad de la operación pronominalizadora en estas últimas
construcciones puede deberse a la misma estructura sintáctica compleja de la locu-
ción, constituida por dos complementos, el directo y el indirecto, circunstancial o de
régimen. Frente a la posibilidad que ofrecen las construcciones libres de realizar pro-
nominalizaciones independientes o simultáneas del complemento directo e indirecto o
del complemento directo y el de régimen (entregar una carta al maestro > entregársela,
transformar el agua en vino > transformarla en él/ello), las locuciones verbales tienden a
promover, cuando es viable, una única pronominalización conjunta en la medida en
que el pronombre átono de objeto directo se corresponde aparentemente con el com-
plejo «CD + CI/CC/CRP»: «Tu madre pide peras al olmo creyendo que ganará el concur-
so; yo, desde luego, no las pediría»; «Alberto pondrá toda la carne en el asador, pero yo
no tengo intención de ponerla». No obstante, pensamos que algunas locuciones con-
sienten también elusiones individuales: «José creía que nunca iba a ver las orejas al lobo
y hoy se las ha visto muy de cerca»; «A ver, ¿quién de vosotros le pone el cascabel al gato?
A ver, ¿quién es el valiente que se lo pone?».160
A pesar de la regularidad que parecen presentar estas pronominalizaciones, cabría
pensar que, en realidad, son transgresiones o manipulaciones creativas con sólo apa-
riencia de versiones «normales», en el sentido de que, de forma automatizada, el ha-
blante o el lingüista procede como si de sintagmas libres se tratara. Cuando son locu-
ciones, la repetición está permitida: «Alberto pondrá toda la carne en el asador, pero yo
no pienso poner toda la carne en el asador»; en cambio, la repetición resulta poco viable,
aunque acaso no devenga en agramaticalidad, cuando son sintagmas verbales: ?«Al-
berto pondrá todo su esfuerzo en el estudio; pero yo no pienso poner todo mi esfuerzo en
el estudio». Tal vez la única pronominalización que equipara ambas estructuras, la
locucional y la libre, es la que representa la proforma hacer + lo/eso: «Alberto pondrá
toda la carne en el asador, pero yo no pienso hacerlo».
La pronominalización es posible gracias a razones esencialmente pragmáticas, como
la réplica, el énfasis, la ironía, la precisión o corrección, etc. Pero ha de tenerse en
cuenta que también estas razones justifican la forja de acuñaciones desautomatizadas
insólitas, sin que por ello engrosen la nómina de variantes.

258
Como indicábamos para las nominalizaciones, la fórmula pronominalizada es una
realización textual de la locución verbal, pero no una variante institucionalizada, san-
cionada por la comunidad (cfr., p.ej., Mendívil Giró 1999: 553, n. 31).
Esta consideración permite separar aún más tales pronominalizaciones textuales
de las locuciones verbales compuestas por un signo pronominal átono —recuperable o
conocido a veces— que forman parte ya del acervo colectivo, tales como pasarlas mora-
das, traérsela floja y dársela con queso.161 Una prueba de que se trata de fenómenos
distintos es la imposibilidad de pronominalizar el complemento directo de las locucio-
nes que contienen ya un anafórico de esta naturaleza: coger las de Villadiego > *cogerlas,
armar la de San Quintín > *armarla,162 pasar las de Caín > *pasarlas, etc.
Una variedad de pronominalización es la relativización. La formación de una es-
tructura relativa a partir de una locución verbal, si bien poco frecuente, también viene
sustentada normalmente en razones gramaticales, como la presencia de determinante
en el objeto directo, y contextuales:

Es muy alto el precio que he de pagar por un fallo tan nimio [pagar un precio muy alto por]
Es notable el terreno que hemos ganado en la investigación biomédica en los últimos años
[ganar terreno]

Pueden también intervenir factores semánticos, como la relación de antonimia que


llegue a establecerse con uno de los miembros de la locución:

No te agobies. Ya recogerá el guante que le has lanzado [lanzar/recoger el guante]


Mañana se te abrirán las puertas que hoy te han cerrado [abrir/cerrar las puertas (a alguien)]
El líder de la oposición le ha devuelto al portavoz socialista la pelota que le había pasado
[pasar/devolver la pelota]

4.2.2.4. La transformación en pasiva

La visión tradicional sobre el comportamiento de las construcciones fijas ante la


prueba de la pasiva se basa, grosso modo, en que tal prueba es, salvo efectos estilísticos,
impracticable (Chafe 1968 y 1971, Anscombre 1982 y 2001: 38, Tristá Pérez 1988: 29,
etc.). Tal es así que, por ejemplo, Alonso Ramos (2004: 44) cree que la aceptación de la
pasiva convierte automáticamente la locución en colocación o semifraema; así, romper
el hielo sería colocación y no locución, frente a su tratamiento habitual, porque podría
decirse «El hielo fue roto finalmente por Juan». De tomarse al pie de la letra su razona-
miento, expresiones que no dejan lugar a duda de su auténtico linaje fraseológico,
como tomar el pelo (cfr. Le fue tomado el pelo descaradamente), pasarían a engrosar la
nómina de las colocaciones, con la agravante, además, de que en combinaciones léxi-
cas como ésta (romper el hielo) no se produce ningún tipo de restricción léxica que
justifique la coocurrencia; en definitiva, que justifique que es una colocación.
La fuerte resistencia que las locuciones ofrecen a la operación de pasivización es,
en nuestra opinión, aún mayor que la que muestran ante las dos pruebas transforma-
cionales vistas; si bien la repugnancia es casi total hacia la pasiva perifrástica o de
participio, frente a la pasiva refleja, más tolerante: No se le ve el pelo a Luis desde el
lunes/*No le es visto el pelo a Luis desde el lunes. Pero esta razón, más que idiosincrásica
de la fraseología, se corresponde con una tendencia general del idioma que evita la
pasiva perifrástica y, en todo caso, propende a la refleja.
Son, francamente, poquísimas las locuciones verbales que pasan felizmente la prueba
de la pasiva, y no son necesariamente las más transparentes o con mayor grado de
figuración plástica:163 Le han tomado el pelo a Luis de forma descarada > Se le ha tomado
el pelo a Luis de forma descarada/Le ha sido tomado el pelo a Luis de forma descarada.

259
Parece ser un factor favorable a la pasivización el que la locución sea ambigua, esto
es, que también tenga interpretación literal. La presencia del artículo en el comple-
mento directo, frente al determinante cero, constituye una condición necesaria para
que pueda practicarse con éxito la operación de transformación en pasiva (cfr. también
Pellat-Masso Ruhi 1989: 250-253):

Por las obras de ensanche, fue cerrado el paso al tráfico rodado [cerrar el paso]
No tuvo suerte. Le fueron cerradas todas las puertas y se quedó en la calle [cerrar las
puertas]

Aun así, parece que algunos contextos «normalizan» la pasiva perifrástica de parti-
cipio, como aquellos en los que la pasiva forma parte de una completiva con función de
sujeto en una oración copulativa que tiene por atributo una clase determinada de nom-
bres y adjetivos (p.ej., los que denotan ‘valoración’) (1), o cuando intervienen ciertos
mecanismos de énfasis, como la focalización o la perífrasis de relativo (2):

1) Es una lástima que haya sido quemado el último cartucho de esa manera tan estúpida.
Está más claro que el agua que te ha sido comido el coco como a un tonto.

2) Demasiada tinta ha sido vertida en este asunto para nada.


Mucha es la tinta que ha sido vertida en este asunto.

Lo cierto es que los juicios sobre la gramaticalidad o viabilidad de la pasiva en una


determinada locución son muy diversos (véase, p.ej., n. 163). Por ejemplo, Álvarez de la
Granja (2002c: 240) sospecha que es adecuada la pasiva Es lamentable que sea metida la
pata de esta manera y anómala *Es execrable que el pelo se lo tomen de esta manera, que
nosotros mismos, para no ir más lejos, consideraríamos tan válida como la otra.

4.2.3. Variaciones libres

4.2.3.1. «La locución no es un monolito gramatical». Así podría rezar el título de este
capítulo, a pesar de contradecir lo que las definiciones al uso dicen de la locución, que
ponen el dedo en la llaga de la fijación como su principal rasgo distintivo. La mole
compacta de piedra puede ser moldeada o esculpida buscando la figura deseada; la
trabada locución puede descomponerse o desarticularse en manos del usuario como el
bloque de granito es capaz de desmoronarse o deshacerse en manos del escultor.
Esta asunción ha de tomarse, evidentemente, con la debida cautela considerando lo
que se ha comentado antes acerca de las dos vertientes capitales de la variación: la
variante y la variación libre o desautomatización.
Las variantes son variaciones institucionalizadas que forman parte del acervo co-
lectivo, codificadas, fijadas en el sistema y que suelen estar registradas en los dicciona-
rios; son cambios autorizados (mandar a freír morcilla/espárragos/monas). Las varia-
ciones son individuales y creativas que raramente traspasan la frontera de lo estricta-
mente personal,164 de carácter ocasional, libres —en principio— de toda sujeción; son
versiones espurias, prohibidas por el reglamento fraseológico (mandar a freír morcilla/
*chorizo/*rosquillas). Aquéllas son de índole formal y no alteran el significado de la
locución, aunque en algún caso pueda hacerla semánticamente más transparente o
motivada; éstas no se gestan necesariamente en cambios formales (nos referimos so-
bre todo a los que llaman algunos autores cambios externos, o de incrustación en un
contexto determinado de la locución con su forma primigenia o canónica) y afectan

260
directamente a la semántica, y, de hecho, cuando son voluntarias, están planeadas bajo
esa instrucción: el cambio semántico. Las variantes son predecibles en la medida en
que la elección es limitada, está restringida al inventario establecido (no se concede
licencia ninguna a la creatividad u originalidad); las variaciones son creaciones nove-
dosas o recreaciones (se construyen sobre frases ya hechas), imprevisibles, y constitu-
yen un atentado contra la fórmula canónica tradicional, contra el patrón original, que
se define como una estructura invulnerable, como un bloque indestructible. En el em-
pleo de las variantes hay automatismo, si acaso cierta consciencia en la elección de la
alternativa en razón de valores «aspectuales» o connotativos (según las variables socio-
lingüísticas: arcaísmo, vulgarismo, localismo...); las variaciones son formas desauto-
matizadas,165 fruto de manipulaciones conscientes y calculadas, excepción hecha de
los simples lapsus linguae (más raramente, lapsus calami), productos éstos enteramen-
te inocentes, indeliberados, ajenos a los experimentos lúdicos y prácticas de laborato-
rio de periodistas, escritores, publicistas, humoristas, críticos de arte y literatura, ora-
dores políticos, etc.166 La variante puede tener vida y uso autónomos: sólo requiere un
ejercicio de aprendizaje y memorización por parte del hablante, quien, no obstante,
podría conocer tan sólo una de las opciones autorizadas; la variación no tiene existen-
cia propia, es una forma gregaria de la base fraseológica que la sustenta.
Las variaciones que experimentan las locuciones —y otras clases de unidades fra-
seológicas, como los refranes, las citas, etc.— son posibles, incluso potenciadas, por su
propio carácter fijado, por tratarse de unidades sintáctica y semánticamente compac-
tas, signos institucionalizados. La institucionalización les imprime el sello de garantía
de supervivencia ante los incesantes ataques corrosivos de los usuarios. El hecho de
que una locución permanezca, con el paso del tiempo, intacta (esto es, sea reproduci-
ble en sus propios términos) tras los continuos usos —consciente o inconscientemen-
te— errados, tras las constantes agresiones individuales —o colectivas, si considera-
mos las fórmulas novedosas que nacen en los medios de comunicación compartidos
(p.ej., un titular de prensa o un anuncio televisivo)— es prueba fehaciente de su carác-
ter institucionalizado. Como si tal estatus dotara a la locución de una férrea armadura
protegiéndola de cualquier impacto lingüístico imprevisto. No puede producirse nin-
gún golpe de estado gramatical que zarandee y haga tambalear los pétreos cimientos
sintácticos y ponga en peligro el régimen lingüístico secularmente fijado, su integridad
léxica. La fórmula bastarda nunca reemplaza a la fórmula canónica; ambas conviven
temporalmente, justo el tiempo que dura la nueva. El simple hecho de que exista plena
consciencia de que se trata de una construcción esporádica hace de ella un producto de
consumo inmediato, fungible, de vida efímera. El medio donde se forja es, a veces,
también otra razón de su pronta desaparición, un síntoma de su presunta fugacidad.
No obstante, puede pervivir el recuerdo, o como forma impresa en razón del soporte o
medio donde apareció, cual un ejemplo más de lenguaje literal, sin conseguir desplazar
o sustituir a la forma original.
El mismo significado idiomático o de bloque, sobre todo en virtud de los valores
adicionales que su empleo comporta en contraste con la mayor simplicidad semántica
de la unidad léxica simple (estereotipo, énfasis, entidad cultural, idiosincrasia nacio-
nal, etc.), se propone como un factor favorable a la manipulación: con frecuencia se
reliteraliza la expresión o se activan los sentidos literales de las palabras constitutivas,
tejiéndose así redes de asociaciones semánticas insospechadas. De los efectos que pro-
duce el empleo de una locución y, sobre todo, de una locución adulterada, son sabedo-
res sus usuarios más habituales; de ahí que instituyan tal procedimiento como un
recurso frecuente.
El extrañamiento que produce en el receptor y los efectos a dicho fenómeno asocia-
dos (reflexión metalingüística, expresividad, función apelativa, componente lúdico, com-

261
placencia y deleite por la novedad y el juego verbal que representa la transgresión de la
norma, refuerzo argumentativo, etc.) convierten a la locución rota o modificada en un
estímulo ostensivo, en un artificio óptimamente relevante, que compensa, con creces,
el incremento del esfuerzo de procesamiento que supone la nueva formulación frente a
la versión originaria o automatizada. La locución —y la locución manipulada especial-
mente— es, informativamente, más rica, más rica en estímulos, porque interactúan las
explicaturas del significado idiomático y del significado literal reactivado y las implica-
turas intrínsecas en cuanto hecho cultural perteneciente a la memoria colectiva.
Ahora bien, comoquiera que estas potenciales virtudes hayan de resultar efectivas,
el agente creador debe asegurarse de que la fórmula espuria va a cumplir su misión,
saber que llega al receptor. Es, entonces, cuando tiene sentido hablar de las constric-
ciones de las creaciones libres: sujeto a la «estética de la recepción», el autor debe
prever las deficiencias de la comunicación, en especial del componente destinatario. El
éxito de una fórmula bizarra o aberrante depende, en buena medida, de la capacidad
del receptor en reconocerla, de su formación lingüística o competencia cultural, pero
también de la destreza del creador. El autor debe calcular los cambios para evitar que
su experimento pase desapercibido ante los ojos del lector (o los oídos del oyente), y,
por tanto, no produzca los efectos perseguidos. Es así como interviene también la
«estética de la producción»: ante la diversidad de cambios, el autor elige la estrategia y
despliega los artefactos constructivos precisos en la consecución de sus fines. No vale
cualquier locución; no vale cualquier modificación: la mayor popularidad o el mayor
radio de divulgación de la locución (o paremia, etc.) y el tipo de maquillaje son dos
criterios fundamentales para obtener la máxima rentabilidad del artilugio.
En la elección de la expresión descansa gran parte del éxito:167 es de suma impor-
tancia, por ejemplo, que la locución original resulte familiar al receptor, de modo que
sea capaz de reconocerla tras su enmascaramiento. Una locución de uso muy restringi-
do, aun en su versión canónica, puede pasar inadvertida incluso para un sector prepa-
rado de la comunidad. Asimismo, ha de seleccionarse aquella locución —o la variante,
si existen varias opciones— que dé más juego a sus intereses lúdicos o comunicativos
(p.ej., mayor afinidad o contraste semántico en función de la coherencia textual, ma-
yor similitud fónica con la palabra originaria, presencia de léxico fraseológicamente
relevante...). La máxima eficacia se conseguirá cuando la locución reúna las óptimas
condiciones para someterse a la operación quirúrgica.
Otra razón del éxito debe buscarse en la elección de la técnica de camuflaje (o de
maquillaje): aunque las fórmulas son muy diversas, es preciso tener presente que, sea
cual sea el disfraz elegido o la operación de cirugía estética aplicada, la matriz ha de ser
perfectamente identificable, que la unidad «deconstruida» o rota puede ser reconstrui-
da, recompuesta pieza a pieza. La nueva configuración ha de ser un palimpsesto: debe
traslucir el contorno del texto original, las huellas de la locución auténtica. El autor
debe, por ello, conocer a ciencia cierta, previamente a la operación transformadora,
cuáles son las principales señas de identidad de la locución, y, en ese sentido, ha de
barajar los diversos ingredientes lingüísticos de las locuciones, más su faceta textual y
pragmática: patrón sintáctico (binomio, esquema fraseológico, tipo de sintagma...),
esquema rítmico (rima, cómputo silábico, acento...), léxico marcado (arcaísmos, pala-
bras idiomáticas, antropónimos y topónimos proverbiales...), estructuras retóricas y
semánticas (paronimia, antonimia, sinonimia, hiponimia...). Todos estos componen-
tes típicos que otrora, en el proceso histórico de creación, han funcionado como ele-
mentos fijadores conformando la locución (o el refrán) como una fórmula mnemotéc-
nica, ahora se ponen al servicio de su (aparente) destrucción o desintegración.
También otros elementos de la comunicación, como el medio o canal, deben ser
controlados por el usuario para asegurar el éxito de su experimento manipulativo,

262
teniendo en cuenta, además, las deficiencias que pueda plantear el destinatario. Por
ejemplo, cualquier soporte habitual de los medios de comunicación de masas, como
un titular en la prensa o un anuncio de televisión, pueden compensar las lagunas o
fracasos derivados de la falta de acierto o insuficiente habilidad en la elección del
«juego» o de una frágil competencia interpretativa del receptor.
La forma y el grado de intensidad de la transgresión son muy diversos, y pueden
extenderse hacia cualquiera de los dos extremos, siempre velando por la seguridad del
reconocimiento: por ejemplo, de la adición de una simple preposición o artículo —que
puede simular un error de uso o transcripción (lapsus) o parecer una variante autori-
zada (comp. a tontas y a locas/*a troche y a moche, no levantar cabeza/*no levantar la
cabeza)— a la sustitución de todas las piezas léxicas preservando únicamente el esque-
ma sintáctico o rítmico, o sea, troquelando la unidad nueva en un viejo molde, de
modo que la nueva formulación va a tener todos los visos de una locución vetusta sin
ser más que una acuñación moderna. En cualquier caso, es preciso que la nueva mor-
fología deje transparentar acertadamente, esto es, con claridad y sin posibilidad de
confundir con otro, el modelo preexistente. Los cambios, pues, pueden ser múltiples,
heterogéneos, heteróclitos, pero no libérrimos; los cambios están sujetos a unos míni-
mos constreñimientos que tienen que ver con el rendimiento o la eficacia del artilugio.

4.2.3.2. Se ha indicado como observación general (Mena Martínez 2002, 2003a, 2005)
que los artificios de que dispone el hablante para modelar una locución de modo que
represente una creación libre son las mismas figuras metaplásmicas (sustitución, adi-
ción, supresión, permutación...) que dan vida a las variantes, incluso a los productos
involuntarios o lapsus; sin embargo, cabría hacer algunas matizaciones.
Así, por ejemplo, la llamada por algunos autores variación externa, considerada
normalmente como el simple engastado de una locución auténtica, sin modificación
alguna, en un texto o contexto «inapropiado» o insólito o, al contrario, incluso con-
gruente con el significado literal de los componentes léxicos de la locución —que reac-
tiva o actualiza—, nunca va a constituir un mecanismo de formación de variantes.
El acrónimo fraseológico (García-Page 2006c) —conocido a veces como fusión o
contaminación (Palm 1995: 73, Corpas Pastor 1996b: 250-251, Mena Martínez 2003a:
[3], blending: Coffey 2001: 219)— es también otro procedimiento propio, aunque no
tan recurrente, de las variaciones libres o desautomatizaciones —y también de las crea-
ciones involuntarias debidas al desconocimiento de la forma canónica o convencional
o a la precipitación con que discurre el discurso oral—, pero de ningún modo de las
variantes. Es un hecho nada infrecuente la formación en el coloquio de estructuras
nuevas surgidas de un cruce de dos locuciones que comparten algún componente léxi-
co, sobre todo si éstas son sinónimas o guardan entre sí algún grado de afinidad se-
mántica (pagar los patos = pagar el pato + pagar los platos rotos, sacar los pies fuera del
tiesto = sacar los pies del tiesto/las alforjas + mear fuera del tiesto, [tener todo] patas por
hombro = [tener todo] patas arriba + mangas por hombro, etc.).
La formación de variantes por adición es también un mecanismo bastante contro-
lado, mayormente limitado a la complementación de adjetivos y adverbios intensifica-
dores (meterse en un auténtico berenjenal, estar de muy mala uva, etc.); la creación de
variaciones libres por este procedimiento es muy habitual, tanto o más que la opera-
ción de conmutación léxica, y no existe constreñimiento alguno sobre la categoría o
clase semántica de los signos intrusos, salvo los que deriven de los requerimientos de
coherencia textual. Es, por ejemplo, un recurso frecuente la conversión de sustantivos
concretos en sustantivos abstractos argumentales, cuyos complementos contribuyan
al anclaje de la locución en el contexto («subirse al carro de los mezquinos», «tirar de la
manta del contrabando internacional», etc.). La variación que representa esta opera-

263
ción es a veces tan leve —sobre todo cuando la locución está plena y naturalmente
adaptada al contexto—, que la variación se siente no como una ruptura, sino como una
virtualidad de las locuciones de recibir modificadores de la técnica libre («Lo que es
fácil es fácil y no hay más vuelta de hoja», Época, julio de 1994, p. 411 [No hay vuelta de
hoja], «Gaucho Max. Genio y figura hasta después de la sepultura. Después de 26 años
de su muerte, Gaucho Max sigue...», TV [Genio y figura hasta la sepultura], etc.).168
Tampoco, de todos los procedimientos de acortamiento, resultan variantes. Ni, por
ejemplo, la técnica reduccionista más extrema como es la mera alusión, ni la estructu-
ra trunca (más normal en refranes o eslóganes bimembres) conducen a la forja de
variantes, pero sí son bastante comunes como estrategias de desautomatización.
El considerable número de trabajos publicados sobre este fenómeno y la limitación
de espacio que aquí nos marcamos nos conceden la licencia de realizar tan sólo una
breve exposición que ilustre suficientemente los distintos mecanismos de consecución
de la ruptura de la locución. En la medida en que es un recurso común a toda suerte de
unidad fraseológica, no escatimaremos la expresividad que puedan aportar otros tipos
de expresiones fijas que no son locuciones si éstos ejemplifican oportunamente cual-
quier mecanismo de transgresión.
La «ruptura del cliché» o desautomatización se viene estudiando en algunos de
estos trabajos como una manifestación más del fenómeno más general de la variación,
junto a las variantes y la fijación y otras características formales de las locuciones; en
otros, como una expresión de la vertiente textual o pragmática de la fraseología. Sin
duda, la formación de una locución desautomatizada no es nunca gratuita ni nace
caprichosamente, como algo aislado, para ser propuesta como una unidad más del
inventario fraseológico; ni siquiera cuando se trata de un lapsus por improvisación,
pues en la mente del que comete el error está la forma originaria, actuando in absentia,
por asociación paradigmática. Esté o no explícita la base de formación, la locución
desautomatizada es un hecho puramente textual —si se quiere, intertextual—, entre el
viejo texto y el nuevo (son, si acaso, excepcionales los juegos de palabras basados en la
deslexicalización que se injertan en un poema, p.ej., por el mero juego con el signifi-
cante). Aun así, no sería difícil determinar otros índices de la naturaleza textual del
artificio, como el soporte o el género literario donde se produce. La locución, alterada
o intacta, se incrusta en un texto con el que guarda congruencia mediante algún tipo de
táctica o bien la locución desarrolla componentes léxicos (adiciones, sustituciones)
que establecen relación con otros signos del entorno, o bien se reactiva el significado
literal de alguno de sus constituyentes, o el composicional de la expresión entera, por
su relación semántica —en menor grado, fónica— con otros lexemas del texto o con un
icono (p.ej., en publicidad):

1) El Gobierno cree que «ha llegado el momento de la verdad para Arnaldo Otegi», que «no
debe repetir la oportunidad perdida en la tregua fallida de 1999».
En definitiva, el Gabinete cree que la pelota está ahora en el tejado de Batasuna, que es a
quien corresponde mover pieza, contribuyendo al cese definitivo de la violencia (El País,
«Batasuna encara su hora de la verdad con un debate interno», 10-9-05, p. 22) [estar la
pelota en el tejado]
2) Éste es uno de los últimos libros que publicó Gaziel, seudónimo que hizo célebre al gran
periodista catalán Agustí Calvet i Pasqual (Sant Felíu de Guíxols, 1867-Barcelona, 1964)
[...] Años después —la vida de los periodistas da muchas vueltas—, uno de mis jefes, Lluís
Bassets, me proporcionó la gran biografía de Manuel Llanas Gaziel, vida, periodismo y
literatura [...] (El País, 10-9-05, «El libro más triste de Gaziel», Babelia, p. 10) [La vida da
muchas vueltas]
3) Pero donde menos se espera salta la liebre, y ésta saltó ayer en el cuarto, un toro noblote
que cayó en manos de Uceda Leal [...] (El Mundo, 21-5-03, p. 16) [Donde menos se pien-
sa/se espera, salta la liebre]

264
4) Se cumplen cien años del nacimiento de Vladimir Holan, uno de los mayores poetas que
dio la Europa del siglo XX. Nacido en Praga el 16 de septiembre de 1905, formó parte de
una generación innovadora y brillante, comparable a la española del 27. A ella perteneció
también Jaroslav Seifert, el cual, al recibir el Premio Nobel (1984), consideró que se le
otorgaba en representación, pues, dijo, «otros lo merecieron». Pensaba sobre todo en
Holan, presente de este modo en sus propios versos: «En esta maldita cárcel que es
Bohemia / tiraba con desprecio sus poemas / como trozos de carne ensangrentada. / Pero
los pájaros tenían miedo».
Tenían miedo los alados cantores, pues la voz de este poeta, que nació en una Bohemia
incluida en la monarquía austro-húngara, la vio constituirse en el Estado Independiente
de Checoslovaquia (en 1918), veinte años después de sufrir la invasión nazi (1939) y, tras
la Segunda Guerra Mundial, debatirse con los episodios que se sucedieron durante el
Gobierno comunista [...]. Como consecuencia, los versos que entonaba pasaron de ofre-
cerse en una compleja forma sonora a irse despojando de visos para quedar en carne y
huesos hirientes al servicio del hombre, pues «el poeta y el artista digno de este nombre,
cambia el mundo y lo crea de nuevo, sea con la fuerza de la humildad, sea con la fuerza
de la rebelión, pero siempre encaminando su esfuerzo hacia un fin: liberar» (El País, 10-
9-05, Babelia, «El temor de los pájaros», p. 9) [en carne y hueso]
5) La Recopa. Hay copas que son la recopa [ser la repera]

Son varias las clasificaciones que se han propuesto sobre los procemientos de inte-
gración del fraseologismo en el texto (Keller 1977, Burger et al. 1982, Fill 1992, Coffey
2001, Veisbergs 2001, Mena Martínez 2004...), pero nosotros nos centraremos en los
mecanismos de modificación más generales (sustitución, adición, etc.) y la reproduc-
ción fiel con finalidad transgresora o de reliteralización (García-Page 1989 y 1991b,
Corpas Pastor 1996b: 233-256).

4.2.3.2.1. Sustitución
Como hemos indicado en algunos trabajos nuestros, es presumible que la conmuta-
ción —sobre todo, de naturaleza léxica— sea el más recurrente mecanismo de ruptura
(Rastier 1997: 321, Coffey 2001: 221, etc.):169

6) En abril,
mentiras mil (Gloria Fuertes) [En abril, aguas mil]170
7) Ojos que no ven, estómago que no siente (TV, «Los Morancos», 05-09-00) [Ojos que no ven,
corazón que no siente]
8) Tenemos un programa que no se lo salta un caballo (Ideal, 13-06-94, p. 15) [un + N + que
no se lo salta un gitano]
9) Pues si allí siento que el suelo
me falta, que puedo apenas
remover plumas ajenas
se me va el pájaro al cielo (Blas de Otero) [Írsele el santo al cielo]
10) Voy al mercado, limpio la alcoba,
hago la comida, lavo la ropa.
A mí no se me caen los versos
por tan poca cosa (Gloria Fuertes)171 [no caérsele los anillos por (algo)]

Como casi siempre, el cambio no es gratuito, sino que, además de posibles motiva-
ciones lúdicas, tiene unos fines comunicativos: la nueva pieza ha de encajar en el puzzle
semántico del texto; debe establecer una conexión entre el significado literal o idiomá-
tico de la locución y el del entorno oracional o contexto en que ésta se inserta. Para ello,
se recurre generalmente a un elemento léxico que permite construir un puente de unión
semántico entre la locución y el texto donde aparece (esta asociación entre la locu-

265
ción y el contexto es la que, como veremos luego, prevalece también en las citaciones
respetuosas con el modelo o usos literales): uno o varios componentes léxicos, en su
sentido literal, guardan algún tipo de relación semántica con otros signos del texto:172

11) No deje para el invierno lo que pueda hacer hoy [No deje para mañana lo que pueda hacer
hoy]
12) Donde pone el ojo, pone el anzuelo (Telemadrid, 30-9-03) [Donde pone el ojo, pone la bala]
13) El que no lleva encima simpatía
es que lleva debajo media muerte.
Va de muerte caída por la vida (Gloria Fuertes) [Ir de capa caída]
14) Que nadie se engañe, aquí no hay más crisis que la que arde (Tiempo, enero 94, p. 32) [No
hay más cera que la que arde]
15) La primavera el semen altera (Tele5, «Pecado original», 31-3-04) [La primavera la sangre
altera]
16) A toda samba (Matías Prats, Antena 3, 28-2-06) [a toda marcha/pastilla/castaña...]
17) Cada uno arrima el ascua a sus intereses (Pedro Piqueras, Tele5, 28-2-06) [arrimar el ascua
a su sardina]
18) Isabel y Julián: Juntos contra viento y «sentencias» (Tele5, «Aquí hay tomate», 3-3-06)
[contra viento y marea]

Esta operación de conmutación se reviste de un índice mayor de artificiosidad cuan-


do los signos objeto de trueque son sinónimos (19-20) o antónimos u opuestos (21-27)
o forman parte de alguna relación semántica de jerarquía (hiponimia, etc.) o se adscri-
ben al mismo campo léxico (28-30). En tales casos, la adecuación al contexto de la
expresión con el nuevo signo o su integración parece más conseguida, y el efecto de
sorpresa más sutil o ingenioso. Este hecho pone de relieve las restricciones idiosincrá-
sicas que se imponen a las formaciones de paradigmas de variantes por cuanto se fijan
secularmente en una forma que repele hasta el más leve cambio semántico, como po-
dría ser el que comportare un sinónimo o parasinónimo:

19) Hoy, hablantes cuidadosos plantan cara a muchos extranjerismos por el hecho de mos-
trarse a faz descubierta y, en general, oponen menor resistencia a otros que entrar (sic) de
matute, revestidos de cáscara —sólo de cáscara— española (Sur, 16-07-91, p. 29)173 [a
cara descubierta]
20) Tristes en una pata,
beben agua y lloran pico arriba (Miguel Hernández) [boca arriba]
21) La gente daba zambombazos,
tocaba trompetas,
gritaba a lo loco,
el hombre meditaba a lo cuerdo (Gloria Fuertes) [a lo loco]
22) Puestos en pie de paz (Blas de Otero) [en pie de guerra]
23) [...] escucha radios libres, los periódicos poco hipotecados... Aquí la gente sabe distinguir
las churras de las merinas174 [confundir/mezclar las churras con las merinas]
24) Llegó, vio y perdió. Sí; Ibarretxe culminó ayer, según lo previsto por él desde hace muchos
meses, un desafío que sólo podía acabar donde ha acabado: en una derrota estrepitosa
(La Voz de Galicia, 2-2-05, p. 6) [Llegué, vi y vencí]
25) El comunicado es especial no sólo porque la portavoz es una mujer, sino porque se trata
de una mujer de armas dejar (Tele5, «Caiga quien caiga», 24-3-06)175
26) El tamaño sí importa (Tele5, «Informativos») [El tamaño no importa]
Todo era nuevo bajo el sol, Teresa,
para nosotros cada día [...] (Miguel de Unamuno) [Nada hay nuevo bajo el sol]
27) si no te vale de todo (Gloria Fuertes) [no (te) vale de nada]

266
28) Más virgen que la Macarena,
más soltera que La Cibeles
no me dejo tomar la melena
por ningún amargado (Gloria Fuertes) [tomar el pelo]
29) En cinco horas de conversa pódense dicir moitas cousas, máis das que deron a entender
os catro parlamentarios bascos ó remate do encontro no cárcere Alcalá-Meco que, excep-
to a voceira de HB, parecía como se fosen sorprendidos na súa boa fe e recibiesen unha
xerra de auga xeada (O Correo Galego, 6-3-97, p. 24)176 [recibir un jarro de agua fría]
30) poner el ladrido en el cielo177 [poner el grito en el cielo]

La sustitución puede no celebrarse entre unidades léxicas antónimas,178 pero el


trueque produce un efecto similar:

31) Tú y yo estamos hechos el uno contra el otro179 [estar hechos el uno para el otro]
32) Hay un jardín que da peras al olmo (Gloria Fuertes) [pedir peras al olmo]

En (33) la individualización o concreción del sujeto semántico (y sintáctico) produ-


ce el efecto contrario que persigue el enunciado genérico de la locución oracional Na-
die es profeta en su tierra:180

33) «The Times-Picayune fue profeta en su tierra». Pero como ocurre con los profetas, nadie le
escuchó (El País, 10-9-05, p. 4)181

A veces, sobre todo en artículos de opinión, se utiliza una locución entre cuyos com-
ponentes léxicos uno es homónimo del nombre propio de la persona que es objeto de
elogio o crítica (el juego de palabras queda al descubierto por la grafía mayúscula):182

34) Zapatero, a otros zapatos (Tele5, «Pecado original», 18-9-03) [Zapatero, a tus zapatos]
35) El líder de Izquierda Unida en Andalucía está dispuesto a dar una de cal, con Manuel
Chaves, y otra de Arenas, con quien pactó la presidencia del parlamento andaluz (Tiempo,
junio 1994, p. 46) [dar una de cal y otra de arena]
36) Santa Teresa —Divino Corazón,
[...]
Cúrame esta angustia tanta,
no sufra la humanidad
que tú eres mano de Santa (Gloria Fuertes) [ser mano de santo]
37) Me alegra poder decir
para la futura historia,
que no pasé por la tierra
sin pena ni Gloria (Gloria Fuertes) [(pasar por la tierra) sin pena ni gloria]

Este recurso lo explota a menudo por la publicidad: se hace coincidir una de las
palabras de la expresión con el nombre de la marca que se anuncia o del producto
ofertado:183

38) Quedarse sin Blanca (Vinos «Blanca de Navarra», Levante, 6-6-95) [quedarse/estar sin
blanca]184
39) ¿Cómo se puede triunfar en un negocio hoy en Día? (Autoservicios Día) [hoy en día]

Para reforzar el efecto de extrañamiento o el valor lúdico del juego, o bien, incluso,
para evitar que el cambio pase desapercibido, se procede muchas veces a intercambiar
palabras fónicamente emparentadas (similicadencia, rima, paronomasia...), sirvién-
dose en algunas ocasiones, además, de otros artificios constructivos que sustentan o

267
destacan la operación de sustitución, como el paralelismo, la repetición, etc. (40-47); si
bien, en textos poéticos versificados, el cambio puede estar motivado también por
razones rítmicas o métricas.185 Precisamente, son algunas locuciones que están confi-
guradas mediante algún patrón sintáctico de esa suerte, como el binomio o el esquema
fraseológico, las que son objeto de transformación (48-55):186

40) Vamos al gramo (Sport Life, n.º 40, agosto 2002) [ir al grano]
41) Seat Toledo. Ver para querer (Seat Toledo, 2000) [ver para creer]
42) Inves. Porque le da la gama (Informática Investrónica) [darle la gana]
43) Haz el humor y no la guerra (El Semanal, 22-10-00) [Haz el amor y no la guerra]
44) El que sabe, SABA (Televisores Saba) [El que sabe sabe]
45) Siempre hay un enemigo de la vida con una tea por los bosques españoles [...] Habría que
hacerles pagar por el destrozo de las arboledas. Hoja por hoja y diente por diente (Sur, 6-8-
91, p. 56)187 [Ojo por ojo y diente por diente]
46) La unión hace la mezcla (Bacardí y Fanta Limón) [La unión hace la fuerza]
47) nos han matado a boca barro (Gloria Fuertes) [a boca jarro]
48) hay que abrir las manos
para que no se nos caiga el arma
de vergüenza (Gloria Fuertes) [caérsele el alma de vergüenza]
49) Coca-Cola. Sed o no sed (Coca-Cola) [Ser o no ser]
50) Enséñale a comer potito a potito (Potitos Nutribén) [poquito a poquito]
51) entre citas y flautas (Gloria Fuertes) [entre pitos y flautas]
52) amar a troche y noche (Gloria Fuertes) [a troche y moche]
53) Travestís operadas, alhelíes enloquecidas
[...]
palidecen de cera de enfrente (Gloria Fuertes) [(ser) de la acera de enfrente]
54) No compre sin thom ni son (Televisores Thomson)188 [sin ton ni son]
55) ¡Qué menox! ¡Qué menox! (Menox) [¡Qué menos!]

En paremias perfectamente estructuradas, como los refranes bimembres, compues-


tas según el dictado de alguno de estos mecanismos, es dable encontrar dos —o más—
ejecuciones paralelas o simultáneas de sustitución (del tipo «Cantemos al dolor de los
dolores», G. Fuertes [«Cantemos al amor de los amores»]).189 Ciertamente, la extensión
de una locución es una condición o restricción para la sustitución múltiple:

56) cuando las barbas de san Obdulio


veas rizar,
échate a temblar (Gloria Fuertes) [Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las
tuyas a remojar]
57) Tanto monta, monta tanto, PP como PSOE (La Voz de Galicia, 2-2-05, p. 6) [Tanto monta,
monta tanto, Isabel como Fernando]
58) Todo parejo,
cada almeja
con su almejo (Gloria Fuertes) [Cada oveja con su pareja]
59) Poeta,
ganarás el poema
con el sudor de tu alma (Gloria Fuertes) [ganarás el pan con el sudor de tu frente]
60) vale más paseo en mano
que tortícolis morena (G.A. Carriedo) [Más vale pájaro en mano que ciento volando]
61) Al menos, no vaya tan aprisa, no por mucho amanecer
se aterriza más temprano (Blas de Otero) [No por mucho madrugar amanece más
temprano]

268
También estas mismas construcciones fijas con diseño simétrico y orquestadas rít-
micamente suelen ser las más propensas a sufrir una operación particular de trueque
múltiple consistente en la sustitución total o casi total del segundo miembro —o, más
raramente, el primero— (véase el ejemplo 56: pon las tuyas a remojar > échate a tem-
blar), con el fin de producir extrañamiento y captar la atención del lector u oyente
(sorpresa, frustración de expectativas de lectura, etc.):

62) Cría cuervos y se harán ricos (20 minutos. La Revista, 19-5-05, p. 26) [Cría cuervos y te
sacarán los ojos]
63) Que el que a buen árbol se arrima
se levantará a las ocho (G.A. Carriedo) [El que a buen árbol se arrima, buena sombra le
cobija]
64) Quien a buen árbol se arrima, si no lo ve nadie, orina (G. García Márquez)190
65) ¡Usted es un bocazas! Usted es un bocazas, se lo digo yo. Venga, a tapar. Que en boca
cerrada se dicen menos chorradas191 [En boca cerrada, no entran moscas]
66) El río va sonando
de mis ojos al mar,
y cuando el río suena,
algo mío tendrá (Rafael Montesinos) [Cuando el río suena, agua lleva]
67) Dime cómo te tomas tu Nescafé Classic y te diré quién eres (Nescafé Classic, 2003) [Dime
con quién andas y te diré quién eres]

4.2.3.2.2. Adición
Según nuestra experiencia, creemos que la operación de adición de elementos ex-
traños a la locución o paremia con valor desautomatizador más corriente es la que se
basa en la complementación de sustantivos mediante sintagmas o unidades léxicas que
vinculan la locución o paremia al contexto («entre veras y litúrgicas bromas» [César
Vallejo]; «Si la vida es cruda y dura / habrá que hervirla con llanto / a fuego lento de
amor» [Gloria Fuertes]; «Al actor puede pasarle cara factura...» [Tele5, «Aquí hay toma-
te», 30-1-06: comentario del presentador sobre los supuestos malos tratos de José Luis
López Vázquez a su actual esposa, Flor], «Un feroz lobo vestido con piel de oveja» [BMW
550i, Noticias de Toledo, 16-3-07, p. 28]. Se consigue así la activación del significado
literal de la locución o de alguno de sus constituyentes léxicos:

68) Haga un ligero y sabroso paréntesis (Chocolatina Kit-Kak) [hacer un paréntesis]


69) Porto Rico é o único país, dos territorios de EE.UU., con posibilidades de ser un estado,
pero a súa experiencia é diferente á de Hawai, os alemáns de Pensylvania, os franceses de
Lousiana e os españois de California, que foron perdendo terreo lingüístico (O Correo
Galego, n.º 1.152, 11-3-97, p. 2)192 [perder terreno]
70) En cualquier caso, si existiera alguna posibilidad de que Conde saltara a la arena política
—dicen en su entorno— la formación por él presidida será de corte liberal... (Época, julio
de 1994, p. 8) [saltar a la arena/al ruedo]
71) Juanito y Lozano, dos de los participantes en el espectáculo, accedieron a ser multados
por el club, echándoles un impagable capote a sus dos compañeros de juerga (Época, julio
de 1994, p. 399) [echar un capote]
72) [...] cualquier aprieto se controla echando mano de la puñetera punta del iceberg, que es la
punta más gastada del iceberg más sobado que uno pueda imaginarse (Época, julio de
1994, p. 41) [la punta del iceberg]
73) Es entonces cuando Pyongyang comienza a acentuar sus presiones sobre Seúl y cuando
empieza a jugar sus bazas nucleares en un intento, vano por el momento, de conseguir
cierto reconocimiento... (Época, julio de 1994, p. 92) [jugar su baza]

269
A veces el segmento injertado es un sintagma con función de complemento circuns-
tancial (74-76); si bien tales añadidos, aparte del efecto de ruptura del modelo, no
constituyen un fenómeno especial, distinto de otras clases de adiciones. En enuncia-
dos genéricos o con valor atemporal, como numerosos refranes o ciertas locuciones
oracionales con sentido sentencioso, representan una transgresión de mayor alcance,
por cuanto que violan esa característica intrínseca de universalidad o generalidad, que
determina el distanciamiento del emisor respecto del enunciado que utiliza (75):193

74) sin andarse por las ramas como


la brisa (Blas de Otero) [andarse por las ramas]
75) El tiempo es oro en el otoño. Silben
los vértices de proa hacia la luz (Blas de Otero) [El tiempo es oro]
76) estoy como una cabra en primavera (Gloria Fuertes) [estar como una cabra]

Las extensiones espurias que llegan a desarrollar algunos núcleos nominales (o de


otra naturaleza) provocan la subcategorización semántica de éstos: a veces «convierte»
a tales sustantivos en predicados (p.ej., nombres concretos en abstractos); el comple-
mento novedoso satisface el régimen valencial del predicado:

77) Los renovadores cuelgan a los guerristas el sambenito de manejar con suma maestría este
tipo de asuntos... (Tiempo, enero de 1994, p. 20) [colgar el sambenito]

Esta recategorización también se logra a veces sin que se efectúe operación ninguna
de adición, sino, por ejemplo, concretando léxicamente el componente interno no fijado
de una locución, como se ilustra en (78-80) con, respectivamente, la violación de la res-
tricción de subcategorización del complemento directo (+ hum.), del término de prepo-
sición (+ tiempo) y del complemento determinativo (+ concreto, + comestible preparado
como ración):194

78) Hay que meter el riesgo de infarto en cintura (Qué!, 22-9-05, p. 3) [meter (a alguien) en
cintura]
79) Hasta el amor que viene (Gloria Fuertes) [Hasta el año/mes que viene]
80) ¡Marchando una de encuestas! (Ecos, 5-4-02, p. 15) [Marchando una de gambas/paella]

Un mecanismo de adición relativamente frecuente consiste en la incorporación del


signo de negación (no) para construir el «antónimo» del enunciado originario:

81) Desde ahora, no todo lo que sube... baja (El País, 29-1-03, p. 11)195 [Todo lo que sube baja]
82) Parece que a la tercera no ha venido la vencida a los comicios de Serbia... (TV, Euronews,
16-11-04)196 [A la tercera va la vencida]
83) Soy de los que en un momento dado
tiro la piedra y no escondo la mano (Gloria Fuertes) [tirar la piedra y esconder la mano]
84) No doy al César lo que es del César (Gloria Fuertes) [Dad al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios]
85) Las apariencias no engañan. Hay automóviles que no se quedan sólo en las formas. Y
llegan mucho más lejos... (Audi 90)197 [Las apariencias engañan]
86) En vista de lo no visto
ante esta reunión
me desenquisto (Gloria Fuertes) [en vista de lo visto]

Con mayor sutileza, si cabe, se consigue el antónimo a través de un simple mecanis-


mo morfológico: mediante la adjunción a la base léxica del prefijo negativo, como
ilustra el siguiente texto:

270
87) A ciencia incierta (Ecos, 5-4-02, p. 15) [a ciencia cierta]

No se trata de un juego gratuito: el autor del artículo quiere destacar la incertidum-


bre que se cierne sobre las próximas elecciones regionales de Castilla-La Mancha.
La operación de adición puede teñirse de mayor artificiosidad cuando la locución
queda completamente diluida en su entorno sintagmático. Esta técnica de camuflaje
es perfecta cuando el engaste de la locución es completamente natural, nada forzado,
de modo que se asemeja a cualquier otra combinación libre. La locución parece mime-
tizada con el color sintáctico de las unidades léxicas y el sintagma de su entorno:

88) Me da cada mañana


con decisión más firme
la desolada gana
de cantar, de llorar y de morirme (Miguel Hernández) [dar la gana]
89) Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos (Blas de Otero) [Compañía de dos, compañía
de Dios] (= ej. 169)
90) Me agarro a lo que puedo,
clavo ardiendo:
bajo los pies me falta el suelo (Ramón de Garciasol) [agarrarse a un clavo ardiendo]

Como ocurría con la operación de conmutación, la adición de elementos puede


afectar a los distintos niveles de análisis lingüístico: además del incremento léxico y
sintagmático, más abundante, la adición puede ser de uno o varios sonidos (91-96) o
de un constituyente morfológico, como el citado a ciencia incierta o los que aparecen
en (97-99); en realidad, los incrementos fonéticos deben interpretarse como resultado
de conmutaciones léxicas donde los términos intercambiados son parónimos:

91) año nuevo viuda nueva (Gloria Fuertes) [año nuevo, vida nueva]
92) Aute, constante y sonante (ABC, Domingos de ABC, n.º 910) [contante y sonante]
93) Diviértete a cuerpo de Reig. El purito... (Cigarrillos Reig, El País, 24-9-94, p. 3)198 [(vivir) a
cuerpo de rey]
94) la casa de trócame Roque (Julián Ríos) [la casa de tócame Roque]199
95) Es guapo, es atrevido, y además está disponible... en DVD. Como deuvedeser (TV, «Martes
y Trece», publicidad de los programas de los humoristas grabados en DVD, 2005) [como
debe de ser]
96) Nosotros no nos podemos ni ver. Pero ustedes sí pueden... Ahora a la venta el n.º 3. En mi
vídeo he visto cosa mejor (ídem)200 [en mi vida]
97) Ahora, boletos a mitad de precio en Santa Bárbara Airlines. ¡¡Corre que vuelan!! (Santa
Bárbara Airlines, Metro directo, 5-10-05, p. 22) [corre que vuela]201
98) Las murallitas de Cádiz
les van a poner banderas
y las banderas no valen
la pena de un campesino (Gloria Fuertes)202 [no valer la pena]
99) Andrés Pastrana, al hacer pública la casete se metió un autogol, ya que, según ellos, al
pretender descalificar el triunfo samperista por lo que se escuchaba en la narcocasete,
estaba también sacrificándose a sí mismo... (Tiempo, julio de 1994, p. 74) [meter un gol]

No consideraremos adición, aunque pueda representar un mecanismo de ruptura,


la interposición de una estructura incidental o parentética con entonación indepen-
diente que secciona la expresión en dos mitades:

271
100) quien bien te quiere, se dice,
te hará llorar... (Miguel de Unamuno) [Quien bien te quiere te hará llorar]
101) No hay mal, maridos, que por bien no venga (Francisco Brines) [No hay mal que por bien
no venga]

En cambio, en el siguiente texto, junto a la estructura parentética, se efectúa la


adición de un sintagma ajeno al refrán:

102) A los cien años de edad


—si se llega sano y salvo—
todos calvos (Gloria Fuertes) [A los cien años, todos calvos]

Un procedimiento frecuente de adición consiste en la formación de estructuras


coordinadas: ya el nuevo término se une a otro dando lugar a una construcción coordi-
nada (103-108), ya se inserta en la existente provocando su alargamiento (109-111):203

103) no me pesan las penas ni los años (Gloria Fuertes) [no pesar (a alguien) los años]
104) Camino a pecho descubierto
a pluma abierta
a pena camuflada
a verdad puesta.
De este modo o moda
¡Cuánto cuesta la cuesta! (Gloria Fuertes) [de este modo]
105) [...] non pode ser máis ca por unha razón: a única e paradóxica e terminante razón pola
que a xente se asusta en Chup/Chup ata perder os estribos, o cabalo, a dignidade, a honra
e o sentido da corrección más elemental204 [perder los estribos]
106) [...] los campanarios
tocan a loco y a muerto (Rafael Alberti) [tocar a muerto]
107) No. Yo soy una barca pasadera
a lo largo del río. (Blanda cera
consumiéndose a fuego lento y frío) (Blas de Otero) [a fuego lento]
108) Carne y sangre de soldado
carne y sangre de cañón (Miguel de Unamuno) [carne de cañón]
109) [...] además de queridos por la afición, se convirtieron en el santo, seña y estandarte del
equipo rojiblanco (Época, julio de 1994, p. 414) [el santo y seña]
110) pienso muerto de rabia
así pasa la gloria del mundo
sin pena,
sin gloria,
sin mundo
sin un miserable sándwich de mortadela (Nicanor Parra) [sin pena ni gloria]
111) entre el rumor de los trillos
que van y vienen y van (Leopoldo Panero) [ir y venir]

4.2.3.2.3. Supresión
La eliminación de material fraseológico puede consistir en un simple sonido (53) o
un morfema, una unidad léxica o gramatical, un sintagma o grupo de elementos, etc.
En (112), por ejemplo, se trata de la supresión del adverbio de negación, lo que deter-
mina un enunciado antónimo del original; y, en (113), se ha omitido el complemento
de finalidad (por alguien):

112) L’abito fa il monaco205 [El hábito no hace al monje]


113) ¡Ah, Parells —dijo uno de los industriales advirtiendo la presencia de un amigo—, venga
y rompa una lanza en esta lid!206

272
Existen dos recursos frecuentes de reducción múltiple: a) la conversión de una
locución extensa (p.ej., verbal u oracional), o un refrán, en una locución más breve de
igual o distinta categoría (p.ej., locución nominal o adverbial), técnica muy utilizada
en publicidad y, sobre todo, en los titulares de prensa (114-118); b) el truncamiento,
interpretable como una manifestación de la figura de aposiopesis, procedimiento prac-
ticado en cualquier expresión fija, pero muy especialmente en los refranes y ciertas
clases de paremia de estructura bimembre o polimembre (119-121) (Zuluaga Ospina
1980: 100-101, García-Page 1989, 1990d, 1990e, 1992b, 1993b..., Fasla 1999, etc.); otra
forma de extrañamiento es la sustitución total del segundo miembro de un refrán:

114) Banderas, hombre con estrella (Metro directo, 20-10-05) [tener estrella]
115) La gente con dos dedos de frente sabe que la Comunidad no puede arriesgarse a nombrar a un
presidente que puede tener [...] (Tiempo, julio de 1994, p. 56) [no tener dos dedos de frente]
116) Directo al grano. El acné es el principal problema de las caras más jóvenes. Para que la
piel supere con éxito los años más difíciles, no hay mejor forma de combatirlo que reali-
zar a diario una limpieza en profundidad con productos específicos (El Semanal, 12-11-
00) [ir directamente al grano]
117) Máis leña ó lume (O Correo Galego, n.º 1.179, 8-4-97) [echar leña al fuego]
118) [...] que actúa denunciando a diario las barbaridades que se cometen, muchas veces con
el beneplácito o con la vista gorda de nuestras autoridades (El País, 27-8-94, p. 12) [hacer
la vista gorda]
119) Pero los hijos, no dan más que disgustos que se abren paso, desgarrándola a una, vientre
abajo; cría cuervos. Ya ves, Mario, ni una lágrima. Ni luto por su padre...207 [Cría cuervos
y te sacarán los ojos]
120) Quem tem padrinho... (Istoé [revista brasileña], n.º 1.823, 15-9-04, p. 26) [Quien tiene
padrinos se bautiza]
121) Bosnia: a grandes males... (El Mundo, 24-7-95) [A grandes males, grandes remedios]

Si el primer procedimiento indicado tiende a preservar el sintagma o grupo léxica y


semánticamente más relevante para procurarse la identificación acertada de la expre-
sión original, esta tendencia se convierte en condición indispensable cuando la simpli-
ficación máxima reduce la locución a una mera alusión:

122) ¿Salud? Lo suficiente. ¿Fama?


Mala. Pero mucha lana (Blas de Otero) [Unos tienen la fama y otros escardan la lana +
tener mala fama]
123) Que nadie se engañe, aquí no hay más crisis que la que arde. Y la leña del árbol caído sólo
puede calentar algunas venganzas pendientes (Tiempo, enero de 1994, p. 32) [hacer leña
del árbol caído]
124) Si no hay patrón, los marineros no pueden obedecer ni insubordinarse (Sur, 29-3-93, p.
48) [Donde hay patrón, no manda marinero]
125) Pienso en el hombre traído de Laos y su vieja manta, aquella de la que iba a tirar, que se
ha quedado en nada. Es un destino absurdo el de este personaje; tras su escándalo que
entonces parecía el último, amenazó a todo el mundo y ahora el mundo le ha olvidado,
abrumado en pocos días con tanta manta que ya no se sabe de qué tironero hacer caso
(ABC, 26-7-95, p. 46) [tirar de la manta]
126) Por Antequera ha salido muchas veces el sol de la literatura, al menos desde el siglo XVII
con aquella pléyade de poetas que fueron Pedro Espinosa, Carvajal y Robles, Tejada o
Martín de la Plaza (ABC Cultural, 31-12-92, p. 7)208 [Salga el sol por Antequera y póngase
por donde quiera]
127) Los Secretos, esa banda sonora del mundo derrumbado entre las cuatro paredes del
«teenager», que debe pillarte confesado. Si no, corres peligro de acabar aprendiéndote sus
nuevas canciones (El Mundo, 21-10-95, p. 56)209 [¡Dios nos coja confesados!]

273
128) La lluvia, si le toca, deja un llanto
en medio de los vientos, de las brisas,
por las regiones de la cal y el canto (Rafael Morales) [a cal y canto]
129 ¡Sálvese, si puede, el tonto
que yo ni salvarlo puedo [!] (Rafael Alberti) [¡Sálvese quien pueda!]
130) Seguramente que tu madre
no sabe el cuervo que ha criado (Nicanor Parra) [Cría cuervos y te sacarán los ojos]

Más que pura alusión es la presentación de la locución o el refrán incompleto con


una configuración adaptada al contexto sintáctico; de hecho, en ocasiones, todos o casi
todos los componentes de la expresión están presentes, aunque reorganizados de otra
manera. Normalmente se combinan varios mecanismos desautomatizadores:

131) abre la ventana de la casa


tírala por la ventana (Gloria Fuertes) [tirar la casa por la ventana] (= ej. 170)
132) ¿Soy yo cura, ámbito habito
o es el hábito del obispo
que hace al monje o no lo hace? (Eduardo Chicharro) [El hábito no hace al monje]
133) Quien mejor se ríe es Solana, quizás porque sabe que lo hará el último (Tiempo, enero de
1994, p. 41)210 [Quien ríe el último ríe mejor]
134) Son de abril las aguas mil (Antonio Machado) [En abril, aguas mil]
135) Un humano necesita
paz y pozo donde ahogarse
a su gusto y rociarse
de agua tónica de Rita
que al fin es la que trabaja (Gloria Fuertes) [¡Que trabaje Rita!]
136) Pero tú, Sancho Pueblo,
pronuncias anchas sílabas,
permanentes palabras que no lleva el viento (Blas de Otero) [Las palabras se las lleva el
viento]
137) Todos en él pusimos nuestras manos,
excepto Pilatos, que se las había mandado lavar (Blas de Otero) [lavarse las manos (como
Pilatos)]

A veces, el acortamiento de la locución o el refrán viene propiciado por la presencia


inmediata (generalmente, previa) del elemento suprimido:

138) Su moción de censura, la decisión de Leocadio Marín y la presunta dimisión de Rodrí-


guez Ibarra coinciden en el tiempo. Parece como si Guerra estuviera desenterrando sus
hachas (Tiempo, enero de 1994, p. 25)211 [(des)enterrar el hacha de guerra]

4.2.3.2.4. Permutación
El cambio de orden distributivo de los constituyentes sintácticos de la locución con
fines lúdicos no es, en absoluto, un recurso frecuente; posiblemente, el menos utiliza-
do, si bien a veces va acompañado de otros mecanismos transgresores:

139) Habite en alma y cuerpo la aventura


que apareciéndose está por el ambiente (Jorge Guillén) [en cuerpo y alma]
140) Iba para pueblo la aldea
entre otros y unos mataron a la Alcaldesa
y el brasero (la aldea) fue pavesa (Gloria Fuertes) [entre unos y otros]
141) El humorista
está en la negra lista (Gloria Fuertes) [la lista negra]

274
142) para que salga de naja con la gorja (la garganta)
salva y sana si se rinde de verdad usted al gallo (el jefe) (Gabriel Celaya) [sana y salva]

Lo que normalmente persigue el autor con la permuta es crear un enunciado con-


trario o antónimo de la frase original:

143) tenía en poco ruido muchas nueces (Leopoldo Panero) [mucho ruido y pocas nueces]
144) Dios ahoga pero no aprieta (Gloria Fuertes) [Dios aprieta, pero no ahoga]

El cambio de orden obedece al devenir de los hechos narrados, esto es, por la vincu-
lación de la locución con el contexto:

145) De la sequía al desbordamiento. Ni tan poco ni tanto (TV-2, 30-12-95) [ni tanto ni tan
calvo/ni tanto ni tan poco]

No creemos que sean casos genuinos de ruptura por cambio de orden aquellos que
derivan de la adaptación de la expresión a la sintaxis del discurso, como en:

146) Sin embargo, a los populares el tiro les ha salido por la culata, ya que el alcalde ha presen-
tado una moción [...] (Sur, 20-7-94, p. 3) [salir (a alguien) el tiro por la culata]

4.2.3.2.5. Acronimia212
El acrónimo fraseológico (conocido como fusión y contaminación en algunos estu-
dios) se forma mediante el cruce de dos —o más— locuciones213 que —en principio—
comparten uno o varios lexemas. Estos lexemas son, precisamente, los candidatos idó-
neos para ser cancelados:

147) No merece la pena seguir sacando a la luz los trapos sucios de esta humanidad nuestra,
pero debe saberse que están ahí (ABC Análisis, 10-2-91, VII)214 [sacar a la luz + sacar los
trapos sucios a relucir]
148) Pueden darse con una piedra en el pecho (Nicanor Parra) [darse con un canto en los
dientes + darse golpes de pecho]
149) Se han dejado las pestañas en la campaña y lamentaron que no todos los representantes
del sector renovador hayan hecho lo mismo (Ideal, 13-6-94, p. 10) [dejarse la piel + que-
marse las pestañas]
150) Voy a sudar la tinta gorda [sudar tinta + sudar la gota gorda]
151) No os vayáis por las ramas de Úbeda215 [irse por las ramas + irse por los cerros de Úbeda]

La acronimia es un fenómeno frecuente como formación equivocada en la lengua


espontánea del diálogo, a veces por un conocimiento inexacto de la fórmula canónica.
Las formaciones neológicas forjadas en este medio son difíciles de recoger de modo
que no parezcan acuñaciones arbitrarias o caprichos creados ad hoc por el estudioso:

152) Corre que pela [corre que se las pela/que vuela + hace un frío que pela]
153) Eso sería empezar la casa por la ventana [empezar la casa por el tejado + tirar la casa por
la ventana]
154) Antonio, no es que yo te quiera dorar las orejas..., realmente el récord es tuyo216 [dorar la
píldora + regalar las orejas/el oído]

Frente al proceso acronímico que exhiben los ejemplos citados, el patrón regular
más común de la creación léxica por acronimia se consigue mediante la supresión o
solapamiento haplológico de los sonidos finales o iniciales de las palabras, sean o no

275
iguales:217 cantautor = cant[ante] + autor, pezqueñines = pez + [pe]queñines («Sólo los
animales comen pezqueñines»: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 2004-
05), Trilce (César Vallejo) = tri[ste] + [du]lce, Expossible!! = Expos[ición] + [Es po]sible
(BEC «Bilbao Exhibition Centre. «Es posible exponer. Es posible encontrar [...] El
espacio en el que todo Expossible!»), Dhulicioso = Dhul + delicioso (Flan Dhul, TV,
2007), Repshop = Repsol + shop (tiendas estaciones de servicio Repsol); comp.:

155) Este país siempre se ha dejado la piel de toro por alguna clase de unidad o de destino (El
País, 29-5-92, p. 84)218 [dejarse la piel + piel de toro]
156) Después, como un cadáver puesto en pie
de guerra, clamaría por los campos
la paz del hombre [...] (Blas de Otero)219 [ponerse en pie + en pie de guerra]
157) ¿Yo? Yo no me gasto ochenta pesetas para pasar calor y luego no ver nada, a mí no me las
pegan ni con cola220 [no me la pegan/dan (dársela o pegársela) + no pega ni con cola]
158) [...] aburrida de los amigos, harta de la familia; algunos puede que sientan ganas de
tirarlo todo por la ventana porque además se encuentran inapetentes ante el sexo (Tiempo,
enero de 1994, p. 14) [tirarlo todo por la borda + tirar la casa por la ventana]
159) Me pongo a hablar sola por los codos (Gloria Fuertes) [hablar solo + hablar por los codos]
160) por favor, decidme qué hora es la de las
lágrimas, sobre todo la de las lágrimas
sin más ni más que llanto... (Blas de Otero) [sin más ni más + (sin) más que]

Este fenómeno guarda gran parecido en el proceso de formación con las llamadas
«cadenas colocacionales» (tomar medidas drásticas, tributar un encendido homenaje,
cosechar un éxito apoteósico, etc.). Coffey (2001: 219) ilustra un caso de blending con
una secuencia sintagmática similar: Lavori in corso di formazione; aunque, en nuestra
opinión, el primer miembro no constituye una colocación y el segundo es, en todo
caso, un compuesto sintagmático.
Un mecanismo particular de formación de acrónimos fraseológicos consiste en la
conjunción lineal e inmediata de dos refranes distintos modificados, respectivamente,
en su segundo y primer miembro; esto es, se conservan el primer miembro del primer
refrán y el segundo miembro del segundo refrán, cumpliendo a rajatabla el procedi-
miento acronímico descrito por algunos auores; en estos casos no suele haber compo-
nentes comunes expuestos a ser eliminados en el acoplamiento de las dos expresiones
(cfr., no obstante, 163 [rey] y 166 [harina]):

161) Se cree el ladrón que todo el monte es orégano («Manos a la obra», febrero 2001) [Se cree
el ladrón que todos son de su condición + No todo el monte es orégano]
162) Cría cuervos y échate a dormir [Cría cuervos y te sacarán los ojos + Ten/Cría fama y échate
a dormir]
163) En el país de los ciegos, rey tuerto, rey puesto [En el país de los ciegos, el tuerto es el rey +
A rey muerto, rey puesto]
164) Fue a por lana y recibió tres tazas221 [El carnero encantado, que fue por lana y volvió
trasquilado (loc. ir por lana y salir trasquilado) + Si no quieres caldo, toma tres tazas]
165) A palabras necias, ganancia de pescadores [Antena3, «Manos a la obra», 16-1-01] [A pala-
bras necias, oídos sordos + A río revuelto, ganancia de pescadores]

En algunos casos, no resulta fácil determinar si se trata de un acrónimo o de la


ruptura de una única locución; antes hemos indicado un texto de Blas de Otero (122)
donde podría suponerse que se han conjugado el refrán Unos tienen la fama y otros
escardan la lana y la locución tener mala fama, y otro de Gloria Fuertes (n. 21), correr de
voz en boca, que cabría interpretar como un cruce de correr la voz y la locución adver-
bial de boca en boca. Anteriormente, vimos otro ejemplo de Gloria Fuertes cuyo análi-

276
sis como acrónimo no es inmediato: «Hay que tomar medidas a la novia» (= tomar
medidas [soporte] + tomar(le) las medidas ‘hacer entero juicio de alguien’ [loc.]; existe,
además, la expresión libre «tomar la(s) medida(s) de un traje»).
En otros casos, el resultado del cruce no es un genuino acrónimo, sino que repre-
senta esencialmente la combinación de dos locuciones; es el caso, por ejemplo, del
siguiente texto, que cita Corpas Pastor (1996b: 251):

166) Donde no hay harina, ni siquiera de otro costal, todo es mohína, palabra que alude al
mohín, la mueca o el gesto de disgusto (Sur, 10-9-92, p. 56) [Donde no hay harina, todo es
mohína + ser harina de otro costal]

Eso cabe decir, con más razón quizá, de los siguientes textos, donde no se produce
eliminación ninguna de elementos comunes (o semánticamente relacionados):

167) La gente dice:


«Pobres tiene que haber siempre»
y se quedan tan anchos
tan estrechos de miras,
tan vacíos de espíritu (Gloria Fuertes) [quedarse tan ancho + (ser) estrecho/corto de miras]
168) Yo soy el garbanzo negro de mi familia,
un bala perdida.
¡Y no hay bala perdida que me mate! (Gloria Fuertes) [(ser) un bala perdida + haber una
bala perdida]

Otra expresión particular del acrónimo fraseológico es la construcción zeugmática,


que podría ilustrar un texto como pedir la luna y peras al olmo, al cancelarse el lexema
verbal común a los miembros de la coordinación (las locuciones verbales pedir peras al
olmo y pedir la luna). Coffey (2001: 220) aduce la formación Gli diede carta bianca e
quattrini in abbondanza, comentando el doble sentido del verbo dar.

4.2.3.2.6. Combinación de varios procedimientos


No cabe duda de que la adaptación de la locución o el refrán al discurso con fines
lúdicos exige a veces el concurso de dos o más mecanismos transgresores: sustitución +
permutación, adición + sustitución, etc.; es muy común que la sustitución comporte
adiciones o supresiones de materia fraseológica (ver más ejemplos en § 4.2.3.2.1.):

169) No todo el monte es megabites por segundo (TV2, «Informativos, 21.00 h», 2006) [No todo
el monte es orégano]
170) abre la ventana de la casa
tírala por la ventana (Gloria Fuertes) [tirar la casa por la ventana]
171) Maribel [Verdú] y Blanca [Castillo] ponen buena cara a las desgracias (Qué!, 4-10-07, p.
20) [poner al mal tiempo buena cara]
172) Quien más quien menos, sufre su incomunicación
quien más quien mucho más, está preso y sin nido (Félix Grande) [quien más quien
menos]
173) [...] apenas puedo
mover la pluma por miedo
al gato, que siempre salta
donde más se piensa (Blas de Otero) [Donde menos se piensa, salta la liebre]
174) Y ahora,
ay, no mires,
no mires porque verás
que estás solo,
entre el viento y la marea (Dámaso Alonso) [contra viento y marea]

277
175) Casas pequeñas
iglesia grande
burro que «cobra»
ande o no ande (Gloria Fuertes) [Burro grande, ande o no ande]
176) Un periodista con bozal es el mejor amigo del hombre político (Sur, 25-1-92)222 [El perro es
el mejor amigo del hombre]
177) Querer no es poder (Tele5, «Caiga quien caiga», septiembre de 2000) [Poder es querer]
178) Lo que se ha hecho es desvestir a un santo para vestir al santo nacionalista (El Mundo, 7-
3-01) [desvestir a un santo para vestir a otro]
179) Las cosas buenas, si fáciles, dos veces buenas (Atún en latas «Rianxeira», TV 2005-06) [Lo
bueno, si breve, dos veces bueno]
180) En Peugeot la primavera los precios alteran (Nuevo Peugeot 306, TV, 1997) [La primavera
la sangre altera]
181) No por aplaudir, amanece más temprano (TV-1, Cruz y Raya, 11-11-05) [No por mucho
madrugar, amanece más temprano]
182) Pero tú, Sancho Pueblo,
pronuncias anchas sílabas,
permanentes palabras que no lleva el viento (Blas de Otero) [Las palabras se las lleva el
viento]
183) Se acabó eso de: «De loca en loca y sufrir me toca» (Gloria Fuertes) [De oca a oca y tiro
porque me toca]

4.2.3.2.7. Literalización
Junto a los procedimientos de ruptura de la locución vistos, que promueven la
lectura literal de ésta a partir de los nuevos elementos léxicos o los cambios efectuados,
existe otro mecanismo que produce un efecto similar de desautomatización o manipu-
lación creativa, basado en la actualización del significado composicional sin alterar la
fisonomía morfológica de la locución. De este modo, la lectura literal se reactiva tam-
bién a través de la transcategorización de la locución a sintagma libre mediante su
inmersión, fielmente reproducida conforme a la versión canónica, en un contexto pro-
picio o cooperativo con el sentido literal:

184) «Todo le irá sobre ruedas». Si quiere que en su vida todo vaya sobre ruedas sólo tiene que
utilizar su tarjeta Visa Repsol, entre el 15 de septiembre y el 31 de octubre, para pagar sus
repostajes en Repsol, Campsa y Petronor... (Visa Repsol, 2005) [ir sobre ruedas]
185) «Banderas, hombre con estrella». El bulevar de las estrellas de Hollywood se ha rendido
por fin a la simpatía y el carisma del autor malagueño Antonio Banderas, quien, desde el
martes, ocupa la estrella n.º 2.294 del famoso paseo (Metro directo, 20-10-05) [tener estre-
lla/nacer con estrella]
186) Las mata bien muertas. Las mata callando (Insecticida «Raid») [matarlas callando]
187) Joaquín, un hombre que no pierde aceite [El presentador hace un comentario sobre el
nuevo novio de Sara Montiel, Joaquín, empresario aceitunero, a propósito de los proble-
mas judiciales con el novio anterior, el cubano Tony, de quien se comentaba su condición
homosexual] (Tele5, «Aquí hay tomate», 26-8-03) [perder aceite]
188) En Vietnam, llueve sobre mojado [Pie de imagen. El presentador comenta las nuevas
lluvias que azotan Vietnam tras las inundaciones sufridas por las lluvias torrenciales]
(Antena3 Noticias, 6-12-99) [Llover sobre mojado]
189) Mondas y lirondas con Peel Fruit. Deja de pelar y pelar patatas, frutas y hortalizas... Llega
Peel Fruit para hacerlo por ti y dejarlas mondas y lirondas... (Peel Fruit, peladora) [mon-
do y lirondo]
190) «Los que mejor hacen la pelota del mundo». El mundial de Pelota llega a Navarra. Sólo
cada cuatro años se juntan los mejores pelotaris del mundo. [...] Del 21 al 31 de agosto
tendrá lugar, con la presencia de 400 pelotaris de 17 países, el Campeonato del Mundo de
Pelota (Sport Life, n.º 40, agosto de 2002) [hacer la pelota]

278
191) Media España hace aguas. Inundaciones y destrozos por las lluvias (Qué!, 4-10-07, p. 1)
[hacer aguas]
192) Si no quieres que «se te vaya» la cabeza come sano. El Alzheimer, el Parkinson o el ictus
son las dolencias cerebrovasculares más graves y se podrían prevenir, nunca curar, con
alimentos saludables (Qué!, 29-5-07, p. 16) [írse(le) la cabeza]
193) Para no perder nunca el norte [anuncio de lo último en tecnología: cámaras de vigilancia,
dispositivos de refrigeración de equipos audiovisuales, ratones, altavoces...] (Metro direc-
to, 27-2-08) [perder el norte]

El hecho de que se reactive el sentido literal no supone necesariamente la anulación


del sentido idiomático; por lo general, se superponen los dos significados e, incluso,
interactúan:223

194) Juega el cupón. Gana la tira (ONCE)224 [la tira de = «ganar la tira completa de cupo-
nes» + ‘mucho’]
195) ¿O... sigues tirando la casa por la ventana? (Aislante Climalit con Planitherm. Cristalería
Española) [tirar la casa por la ventana = «el aire se escapa por las ventanas» + ‘derrochar
el dinero, gastar más de lo necesario’]
196) Vacaciones 94: Le proponemos viajar a nuestra costa (Caja Rural de Toledo) [a nuestra
costa = «a nuestras playas» + ‘a cargo de’]
197) Todo a punto (Moda de ropa de punto) [a punto = ropa de punto + ‘listo’]
198) El Estado pone el máximo interés. Ahora el interés está en los bonos. 15’50 % de interés
(Bonos del Estado) [poner (el máximo) interés = «alta rentabilidad» + ‘prestar atención’]
199) Con Dodotis no nota ni gota, ni gota (Pañales Dodotis) [(no notar) ni gota = «gota de
pis» + ‘nada’]
200) ¡Lo pasarás de cine! (Anuncio de programación de películas en salas de cine)225 [(pasarlo)
de cine = «películas de cine» + ‘muy bien’]
201) En Eroski el pescado siempre da la talla. Respetamos el tamaño mínimo en todos los
pescados, crustáceos y mariscos. En Eroski siempre damos la talla con el pescado. Porque
sabemos que el futuro de los recursos marinos del planeta está en respetar las tallas de
captura (supermercados Eroski, 2007) [dar la talla = «respetar el tamaño establecido» +
‘tener nivel’]

En publicidad, en el periodismo que trabaja con imágenes, en viñetas humorísti-


cas, es frecuente que la función que cumple el contexto cooperativo de orientar la
interpretación hacia el sentido literal esté desempeñada por un dibujo (icono):

202) A nadie le amarga un dulce (Flan Dhul)


203) De punta en blanco (Vino Blanco Rioja. Bodegas Montecillo)
204) ¡Verás lo que es bueno! (Disney Channel. Canal Digital)

Para estimular la lectura literal de la locución «inmodificada», el autor recurre a la


extracción de alguno de sus componentes, que utiliza con sentido literal, o bien lo pone
en relación con otros elementos del texto (sinonimia, antonimia, derivación...):

205) ¿Qué es un sabio uno que sabe mucho


o uno que se las sabe todas? (Gloria Fuertes) [sabérselas todas]226
206) Junto a la pared de piedra
la vieja se quedó de piedra (Gloria Fuertes) [quedarse de piedra]
207) ¡A la carga! Aquí están los Ebro Trade, las furgonetas para cargar con todo. Luchadoras
como ninguna, se lanza a la carga compitiendo con armas tan poderosas como la fuerza
de sus motores (Furgonetas Ebro Trade) [¡A la carga!/ir a la carga de]
208) ¡Que no te den gato por liebre! Inevitablemente, los productos de reconocido prestigio son
imitados por quienes careciendo de materias primas, tecnología e investigación suficiente,

279
pretenden obtener un resultado «comparable» [...] Climalit, el auténtico doble acristala-
miento que le aísla del ruido y le protege del frío y del calor (Climalit)227 [dar gato por liebre]
209) En lo sucesivo sólo contarán ovejas los pastores. En el nuevo y revolucionario sistema de
descanso swissflex dormirá como un lirón (Colchones Swissflex) [contar ovejas/dormir
como un lirón]
210) Si te sientes apagado, ponte las pilas. Ponte en forma en una sola semana. Con Exital. Lo
definitivo para ayudar a recuperar tu baja forma física y psíquica... (Exital)228 [ponerse
las pilas]
211) A Occidente isto non lle importa, como no seu día non lle importou que ianquilandia
inventase unha guerra golfa para protexer non sei que dereitos dun pobo asoballado,
patrón do ouro e do moro, de ouro negro neste caso, que Satán érao o dictador iraquí (sic)
e o anxo salvador voaba baixo a estrelada bandeira do tío Sam (A Voz de Galicia, 7-5-97,
p. 10)229 [(prometer) el oro y el moro]
212) Después de dar a conocer que los españoles, en su mayoría, beben de tarde en tarde, o sea,
todas las tardes, se habla de absentismo laboral [...] (Sur, 21-6-92, p. 84)230 [de tarde en tarde]
213) Cuanto menos aire, más.
Cuanto, más sediento, más.
Ni más ni menos. Más (Blas de Otero) [ni más ni menos]
214) Arzallus nunca da puntada sin hilo (ABC, 21-7-94, p. 17) [dar puntadas]
215) En la puerta del Sol nos van a dar las uvas con las obras. Las obras que realiza Fomento
para construir una nueva estación de Cercanías invadirán casi todo Sol hasta 2007. El
Ayuntamiento asegura que las incomodidades para peatones y vehículos serán innume-
rables. De momento, los madrileños tendrán que comerse las uvas más arrimaditos y la
Cabalgata será desviada (Qué!, 22-9-05, p. 1)231 [dar (a alguien) las uvas]
216) Juan Belmonte. Antonio Bienvenida. Manolete. Luis del Olmo. Estos son algunos de los
nombres que más veces han cogido el toro por los cuernos. Luis del Olmo le planta cara
todos los días a la actualidad. Con rigor, buen humor. Por eso Protagonistas tiene, «a
diario», los tendidos llenos. Llueva o haga sol (Onda Cero, «Protagonistas») [coger el toro
por los cuernos]
217) Tómelo con perlas. La verdad es que un vino Kraliner pide un acompañamiento de per-
las. Pídalo con ostras: le vienen de perlas (Vino Kraliner) [venir/sentar de perlas, de perlas]
218) ¿Qué prefieres: matar el gusanillo o esterilizarlo? (TV, distribuidora de pizzas) [matar el
gusanillo]

En publicidad, el lexema extraído es la marca del producto ofertado o anunciado, la


materia de que está compuesto, alguna de sus propiedades, etc.:232

219) Pepsi Cola en latas: Esta lata trae mucha cola (Pepsi Cola) [traer mucha cola: «contiene
mucho líquido»]
220) Compare: ¡No hay color!... Sólo Grundig tiene Super Color (Televisores Grundig) [No hay
color: «el verdadero color es el que ofrecen los televisores Grundig»]
221) Cuando se trata de instalar toldos..., nadie nos hace sombra (Calatana de Toldos) [hacer
sombra (a alguien): «proteger del sol»]
222) Para que el sol no te traiga frito. Porque todo depende del cristal con que se mire... Federóp-
ticos. Verás qué bien (Ópticas Federópticos) [Todo depende del cristal con que se mire/
Verás qué bien = «con el cristal de Federópticos vas a ver muy bien»]
223) Canoe acorta distancias, para que arribes a buen puerto (Colonia Canoe) [arribar/llegar a
buen puerto: «la canoa, como medio de transporte, permite acortar distancias entre puerto
y puerto»]
224) Pastas Gallo, gente de buena pasta (Pastas Gallo) [de buena pasta: «la pasta es de gran
calidad»]

En algunos casos, el nombre de la marca o del producto que se anuncia es, en


realidad, una excusa para utilizar una expresión fija que contenga entre sus compo-
nentes léxicos la misma voz que nombra la marca:

280
225) La ocasión la pintan calva (Atún «Calvo», TV, 1997) [La ocasión la pintan calva]
226) Mercadillos ambulantes «Sol y Mar». La mar de... ¡¡baratos!! (Mercadillos «Sol y Mar»)233
[la mar de]
227) Salir del armario. Si el cajón está atascado por culpa de un calcetín. Si buscas un pañuelo
y encuentras un bañador o si en lugar de un vestido sacas un acordeón, tienes un proble-
ma con tu armario (Mi casa, n.º 108, año IX, p. 15) [salir del armario]

Sin embargo, el grado de artificiosidad y de elaboración del mensaje publicitario es


a veces mayor, como prueba la apropiada selección de la variante léxica de la locución
pagar los vidrios rotos que aparece en el siguiente anuncio de Seguros UNASYR:

228) Nosotros pagamos los vidrios rotos [pagar los vidrios rotos]

La elección de la variante léxica platos, aun siendo la más común, no hubiera logra-
do el efecto perseguido: la reactivación del sentido literal (‘correr con los gastos de la
rotura de los vidrios’) y la promoción del producto («la compañía aseguradora de ries-
gos del hogar paga la rotura de cristales de la casa [no de los platos]»).
En algunos textos, es el empleo de la misma locución en su versión creativa la que
determina la literalización de la locución canónica, que concurre con ella:

229) he estado al borde del cañón


—al pie del cañón— (Gloria Fuertes) [al pie del cañón]
230) Hablando bien y tarde,
[...]
(hablando mal y pronto) (Gloria Fuertes) [hablando mal y pronto]
231) La gente daba zambombazos,
tocaba trompetas,
gritaba a lo loco,
el hombre meditaba a lo cuerdo (Gloria Fuertes) [a lo loco]
232) Pienso, luego existo... (Descartes). Si pienso en tecnología avanzada... Si pienso en los
mejores profesionales... Si pienso en garantía de calidad... Si pienso en el tratamiento
adecuado... Pienso, luego... Clínicas Medicus Medical & Dental (Clínicas Medicus Medical
& Dental) [Pienso, luego existo]

Notas

1. Concretamente, Wood (1981), Nattinger y DeCarrico (1992) y Mena Martínez (2002: 12, 229),
entre otros, creen que los idioms prototípicos han de presentar el máximo grado de fijación e idiomati-
cidad (véase § 2.5.3., n. 34 y 42).
Ruiz Gurillo (1997d, 1998a, 2001c) también sitúa en el nivel máximo de la escala de fijación e
idiomaticidad las locuciones que supone prototípicas, tales como las que contienen una palabra idio-
mática o una anomalía gramatical. Precisamente, para algunos autores (Körhonen 1992: 49; Burger
1998b: 25...), las locuciones con estas características formales serían las únicas que ofrecerían resisten-
cia a la variación. Como ya se indicó, Ruiz Gurillo (2001c: 36) llega a afirmar: «Cuanto más fijo e
idiomático sea un sintagma, más locución será». Esta visión se aproxima a la opinión de Cutler (1982)
y otros autores (p.ej., Reagan 1987) sobre la mayor resistencia a la variación (inflexibilidad) que ofre-
cen las locuciones más antiguas.
2. Esta doble opción es indicada en Zuluaga Ospina (1975a: 230, 1980: 99) y Ruiz Gurillo (1997d: 76-
90). Burger (1973: 75-78) diferencia entre defectividad funcional y defectividad sintáctica. Álvarez de la
Granja (2002c: 53, 55-56) distingue entre fijación de los componentes, como característica prototípica
u obligatoria, y fijación [de la estructura] sintáctica, como característica no definitoria de la unidad
fraseológica dada la flexibilidad que a veces tolera (en un trabajo anterior, Álvarez de la Granja 1997: 75
se refiere a estas dos clases de fijación como fijación léxica y fijación sintáctica). Van Gestel (1995) hace
depender la variación sintáctica de la variación léxica, suponiendo que, si todos los componentes léxi-

281
cos de una locución son fijos, entonces no es posible practicar ninguna operación sintáctica. López
Roig (2002: 25-34) y Mellado Blanco (2004b: 153) hablan de fijación semántica, morfológica, sintáctica
y léxica. La fijación semántica se definiría de acuerdo con el valor de significado unitario de la locución
(p.ej., Hessky 1992: 83-85) o la no productividad de la relación estructura sintáctica/significado fraseo-
lógico; la fijación morfológica se materializa a través de las restricciones flexivas y derivativas. También
otros autores no hispanos se han referido a tipos de fijación distintos de la sintáctica: Häusermann
(1977: 72-76), Rechtsiegel (1982), Eckert (1982: 6)...
3. Existe una cuestión controvertida en torno a si las expresiones fijas pertenecen al sistema, al habla
o a la norma. Zuluaga Ospina (1980: 20-22, 99), Ruiz Gurillo (1997d: 47-48), Mendívil Giró (1999: 41,
46-47), entre otros, creen que pertenecen a la norma; Pintori Olivotto (1990: 21) y Corpas Pastor (1996b:
50-52; 1998a: 42; 1998b: 172) las sitúan en la lengua como sistema. Sobre la naturaleza fijada de las
colocaciones, véanse más detalles en § 2.5.2., n. 39.
4. Ya desde fechas relativamente tempranas de la Fraseología, algunos estudiosos reclaman la aten-
ción de la forma sintagmática de las locuciones. Así, por ejemplo, Kooij (1968: 250) indica que «al-
though many “standard” or “idiomatic” expressions function as single words, they are not single words»
(cursiva nuestra), y Glucksberg (2001: 69) afirma que «idioms are not simply long words. They consist
of phrases and, more impotant, behave as do phrases». Asimismo, Camucli Gallardo (2003: 187) sostie-
ne que «Les expressions figées utilisent les mêmes transformations que la syntaxe libre», y Mejri (1997c:
72), que «Les combinaisons obéissent à la syntaxe de la langue (celle de la phrase)». También Gross
(1982), Fellbaum (1993), Abeillé (1995), Casadei (1995a: 26; 2001), O’Grady (1998), García-Page (1998c),
Mendívil Giró (1999) o Álvarez de la Granja (2002c), entre otros autores, reivindican el análisis grama-
tical de las expresiones fijas. De una forma o de otra ponen en evidencia la poca fiabilidad de la teoría
léxica reduccionista que no ve en la locución algo más allá de su estatuto léxico. Gaatone (1984: 71-73,
76), aunque sostiene que la locución es un fenómeno léxico y no sintáctico ni semántico, cree que la
equivalencia léxica no siempre es posible, puesto que hay locuciones que admiten variaciaciones y
transformaciones.
El carácter regular de las locuciones se manifiesta también en el aspecto semántico: «L’interprétation
sémantique des expressions idiomatiques, malgré qu’elle soit non compositionnelle, s’obtient par les mê-
mes règles et principes généraux qui valent dans les expressions libres» (Dugas y Di Sciullo 1984: 67).
5. Sobre la importancia de la repetición en la fijación fraseológica, han insistido, entre otros autores,
Bally (1909: 67), Zuluaga Ospina (1980: 24-26), Ruiz Gurillo (1997d: 86-87), Sancho Cremades (1999:
27-28), Guia i Marin (2000: 80), Iñesta Mena y Pamies Bertrán (2002: 27), García-Page (2002b)... Heinz
(1997: 221) señala precisamente la posibilidad de lexicalizarse creaciones léxicas nuevas a base de
repetirse; David (1989) o López Roig (2002: 42), la fraseologización de sintagmas libres (en la línea de
Èernyševa 1984: 18-20 y Gvadarev 1981: 114-129); y Coseriu (1966) oponía, precisamente, al discurso
libre el discurso repetido. La «reproducibilidad» es precisamente uno de los rasgos que a veces destacan
los fraseólogos (López Roig 2002: 24, 39-56).
Existe una abundante bibliografía sobre la repetición y sus distintos valores; véase § 5., n. 33 y 35.
6. Aunque se trate de locuciones de arcano origen y supuestamente petrificadas, su no uso puede
favorecer la alteración formal en un punto de la historia cuando un empleo indebido consiga generali-
zarse e, incluso, pase a los diccionarios con la nueva morfología, desterrando o no a la primitiva. Basta
con pensar en los casos de asimilación fónica, etimología popular, ultracorrección, etc. (cerraja/borraja,
vagamundo/vagabundo...). Esta circunstancia pondría en jaque la creencia general de que, cuanto más
vieja, más fija es la locución (Cutler 1982: 319); lo que no niega, no obstante, que tenga amplia validez,
pues, al no emplearse y, quizá, al estar más solidificadas, las locuciones ancianas no están tan expuestas
a la erosión natural, en la medida en que el carácter institucionalizado, junto con su asunción como
«discurso repetido» o unidad acabada, cerrada, de monolito, actúan como eficaces artilugios de blinda-
je, preservándolas de cualquier agresión lingüística, haciéndolas invulnerables.
7. El ejemplo de conmutación estar sin blanca > estar sin un duro [ > *estar sin un euro] puede
ilustrar este fenómeno de adaptación a los cambios sociales. Véanse algunos comentarios al respecto
en Carneado Moré (1983b: 43-44), Geeraerts (1995: 52), Forment Fernández (1999), Moreno Fernán-
dez (2004: 556-557)...
8. Generalmente, se aducen los aspectos fónicos como los principales recursos mnemotécnicos (Mo-
rawski 1927, 1929, 1937; Malkiel 1959; Bolinger 1962; Zuluaga Ospina 1980: 115-120; Ruiz Gurillo
1997d: 75; Fournié 1998; Schlömer 2002: cap. 4; etc.), pero los hay también de naturaleza sintáctica,
como el paralelismo; léxica, como la presencia de palabras marcadas o relevantes léxicamente (pala-
bras idiomáticas, arcaísmos, disfemismos...); y semántica, como la sinonimia, la hiponimia o la antíte-
sis, tal como muestran las locuciones a diestro y siniestro, mondo y lirondo o a las duras y a las maduras.
Obsérvese que en estas tres locuciones interactúan los diferentes principios estructuradores señalados:
fónicos, sintácticos, léxicos y semánticos.

282
9. El factor fijación ha contribuido notablemente en la conservación de las locuciones, hasta el
punto de que, dejando al margen las variantes consagradas, ni siquiera las menos empleadas han sufri-
do, en términos generales, clase alguna de erosión en su fisonomía.
A veces, en el proceso de modernización, se han practicado terapias lingüísticas de supervivencia,
como el engastado de voces nuevas en moldes antiguos reemplazando a la palabra más antigua o
menos usual, o la alteración de estructuras gramaticales extrañas a la sintaxis actual.
Como se ha indicado en otro lugar (§ 3.5., n. 116), Casares señala el enriquecimiento del molde
sintáctico «en un + N» a partir del originario en un instante. Skytte (1988) se refiere a este fenómeno con
el nombre de productividad léxica, que ilustra con la locución a norma di, creada analógicamente a
partir de a forza di (cfr. Nuccorini 2004: 362, n. 5). Ruiz Gurillo (1997d, 1999) propone algunos sintag-
mas prepositivos como esquemas productivos. Precisamente, Mellado Blanco (2004b: 153, 194) cree
que una de las causas de la formación de variantes es la existencia de modelos estructurales. Casares (p.
210) cree que el actual empinar el codo procede del antiguo alzar de codo, posteriormente transformado
en alzar el codo y levantar el codo. Iribarren Rodríguez (1955: 49, 54) comenta evoluciones como echar
margaritas a los cerdos > echar perlas a los cerdos, andar a pelo > andar a la greña, cambiar la casaca >
cambiar la chaqueta...
Este proceso es paralelo al que acontece en otros ámbitos. Así, el refranero ofrece a veces variantes
modernas de antiquísimas paremias, como en Quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can > Quien
bien quiere a Pedro, bien quiere a su perro (Iglesias Ovejero 1986: 20). Anscombre (1994: 96) sostiene
que, por ejemplo, Chien qui aboie ne mord pas es la versión contemporánea de Chascuns chiens quie
abaie ne mort pas (véase § 2.5.2., n. 40).
Asimismo, como en las locuciones, los moldes paremiológicos pueden haber contribuido en la gene-
ración de variantes y series de variantes; basta con pensar en la abundantísima nómina de refranes
construidos a partir de los esquemas Más + V + [SN...] + que + [SN...] (Más vale pájaro en mano que
ciento volando), Quien + V + [SN...] + V + [SN...] (Quien canta sus males espanta), A + SN + [SA...], SN +
[SA...] (A rey muerto, rey puesto), etc. Por ejemplo, Mena Martínez (2002: 134-138), basándose también
en las taxonomías de Neuman (1966) y Norrick (1985: 92), propone algunos esquemas que siguen las
paremias inglesas.
En este sentido, tiene razón Buridant (1989: 128) cuando afirma que «le système phraséologique
d’une langue constitué historiquement est toujours en renouvellement permanent». En semejante sen-
tido se expresaba Lapesa Melgar (1981) cuando decía que «las locuciones viven en variantes».
Uno de los problemas que subyacen a la creación de variantes es saber cuál de las alternativas fue la
primera, la base de formación de las demás. Cuando, por ejemplo, se trata de modernizaciones (gráfi-
cas, semánticas, léxicas...), como las señaladas, de derivaciones morfológicas o de desfiguraciones fónicas
de lexemas preexistentes, no debe de resultar acaso difícil decidir cuál es la formulación originaria y
cuál, la derivada, pero, aun así, sumergirse en el piélago de su historia puede deparar gratas sorpresas.
Bien porque se conozca la formación paralela o simultánea de dos unidades, bien porque se desconoz-
ca el verdadero origen, algunos autores prefieren hablar de co-variantes (Barz 1992: 35). La forma
primigenia o estándar ha recibido diversas denominaciones: variante cero (o nullvariante [Gryzbek et al.
1994: 229]), nennform o grundform ([Burger 1998b: 225]), forma canónica o normal (canonical form
[Moon 1998b: 121], normalform [Fleischer 1982: 217, Barz 1986: 322]), fraseologismo base (phraseolo-
gisches Basis «base fraseológica» [B. Wotjak 1992: 101]), etc.
10. Al margen de que algunas locuciones puedan desvelar la motivación semántica que tal vez les dio
origen, lo cierto es que la selección de las palabras en la formación de una locución es bastante arbitra-
ria o idiosincrásica. Es puramente caprichoso que la voz leña en echar leña al fuego no pueda ser susti-
tuida por ningún sinónimo ni ningún lexema del mismo campo, aunque, extralingüísticamente, inter-
pretada la expresión como un sintagma libre, fuera posible: madera, leños, troncos, chamiza, seroja,
paja... Salvo la voz aceite, presumiblemente variante léxica más vetusta que leña (Iribarren Rodríguez
1955: 102; cfr. Pellat-Masso Ruhi 1989: 227 para una opinión contraria en referencia a la voz aceite), ese
espacio léxico no puede ser cubierto ni siquiera por nombres cuyo referente sea un cuerpo combusti-
ble: petróleo, alcohol, papel, estiércol, carbón... No obstante, para Casadei (1995a: 338), sí parece estar
permitido en italiano la variante paglia (Almela Pérez y Zamora Muñoz 2005: 186 recogen la locución
con la voz bencina: Gettare più benzina al fuoco), y, para Álvarez de la Granja (2002c: 382 y passim), en
gallego, el sustantivo toxo. Actualmente se emplea con cierta frecuencia «echar gasolina al fuego» (p.ej.,
Juan M.ª Gutiérrez, Antena3, 21:00, 18.02.06).
La voz bacalao es la única palabra posible en cortar el bacalao, irremplazable por otros cohipónimos,
como atún, salmón, mero, etc., o el hipernónimo pez; su conmutación por una de estas voces daría lugar
a un forma deslexicalizada, libre, lúdica. El mismo resultado se obtendría sustituyendo sardina por
otros ictiónimos en la locución arrimar el ascua a su sardina, incluso por aquellos que permitieran
preservar la imagen plástica que evoca la expresión, como boquerón, arenque o anchoa.

283
Ya Benot (1910: 136), refiriéndose a tales arbitrariedades, señaló: «su número es muy considerable,
y no obedecen á ley ninguna. Son engendros del capricho, únicamente sancionados por el uso, y de
carácter invariable. Se dice premio gordo, y no cabría decir (á no ser cómicamente) premio grueso, ni
premio obeso, ni premio voluminoso. Es frase vulgar y corriente á tiro limpio, y no cabría dicir á tiro
aseado, ni á tiro pulcro, etc.» (cit. también en Montoro del Arco 2002: 938-939). Por esas mismas fechas,
Bally (1909: 70) también había señalado los contrastes désirer ardemment/*éperdument y aimer éperdu-
ment/*ardemment.
Han sido muchos los autores (Martin 1997: 292-293, 295-297; Branca-Rosoff 1997: 285; Álvarez de
la Granja 2002c: 64-65, Mellado Blanco 2004b: 159...) que han observado fenómenos similares; así,
Abeillé (1995: 16) indica los pares perder la tête/boule/*cervelle y creuser la tête/*boute/boule; Mogorrón
Huerta (1994: 88-89), la serie estar hasta las narices/el culo/la coronilla/la punta de los pelos/*la pierna/
*los brazos; Pellat-Masso Ruhi (1989: 227) señala la restricción de cohipónimos en ponerse las botas/
*zapatos/*alpargatas/*botines; etc. Olejarová (2000: 103) apunta la restricción semántica que sufre el
sintagma dinero sucio del paradigma compuesto por sustantivos que designan divisa o moneda.
La estructura comparativa es una construcción muy ilustrativa de la arbitrariedad fraseológica:
lenguas genéticamente emparentadas exhiben sus propias preferencias léxicas; así, la comparativa es-
pañola fuerte como un toro/roble/mulo contrasta con la francesa fort comme un turc (Gross 1983: 263,
Mel’èuk 1993: 85, Szende 1999: 70...); trabajar como un negro presenta en portugués la variante trabal-
har como um mouro (Azevedo do Campo 1989); la correspondiente italiana de sordo como una tapia es
sordo come una campana (Vietri 1985b, 1990a; García-Page 1996a, 1999b); etc. Luque Durán y Roma-
nova (1998) observan que el equivalente ruso de obstinado [mejor, terco] como un mulo es obstinado
como un asno (cfr. García-Page 1999b).
También se ha indicado la arbitrariedad que gobierna la selección de colocativos adjetivos; los adje-
tivos enfáticos se distribuyen solidariamente según la clase de sustantivos: interés vivo, suerte loca,
ignorancia supina, precio desorbitado, cambio radical, error craso... (comp. *interés craso, *ignorancia
desorbitada, *precio supino...). Tal fenómeno es también observable en otras clases de colocaciones y en
los predicados de verbo soporte: dar/*otorgar/*conceder/*entregar un abrazo, cometer/*hacer/*realizar/
*efectuar un error, arresto domiciliario/*casero-árbitro casero/*domiciliario, etc. (Greenbaum 1974: 81,
Cruse 1986: 281, Heid y Freibott 1991, Alonso Ramos 1993: 149-151, 2003: 47 y 50 y 2004: 54-58 y
passim, Aguilar-Amat Castillo 1993b, Hausmann 1997: 281-283, Baránov y Dobrovol’skij 1998: 36, Lu-
que Durán y Manjón Pozas 1998: 19, Zarco Tejada 1998: 21, Koike 2000b y 2000c, García-Page 2001b,
Zuluaga Ospina 2002: 105, L’Homme 2003: 90, Muñiz Álvarez 2004...). Resulta sintomático el título de
Wierzbicka (1982): «Why can you have a drink when yo can’t *have an eat?».
11. Por ejemplo, Fraser (1970). Aun así, Katz (1972: 31), por ejemplo, cree que los idioms sólo
constituyen la excepción que confirma la regla de la composicionalidad de la gramática. Sobre los
estudios generativos de los idiomatismos, véanse las recensiones hechas por Zuluaga Ospina (1975a,
1980: 79-83), Pilz (1978: 206-229), Vietri (1985b: cap. 2), Fernando (1996: § 1.2.), Casadei (1996: 48-54),
Tschichold (2000: 11-24), Kuiper (2007)...
12. Thun (1978: caps. 2 y 3) distingue entre fijación interna o formal y fijación externa (contextual,
pragmática); Franckel et al. (1997) hablan de variación interna y externa, pero en un sentido distinto al
de Thun; cfr., asimismo, Ernst (1980) y Burger (1998), por ejemplo.
13. Son prueba de ello los trabajos de Katz y Postal (1963), Weinreich (1966), Chafe (1968), Fraser
(1970), Ross (1970), Fraser y Ross (1970), McCawley (1971), Mittwoch (1971), Browne (1971), Katz
(1973), Heringer (1976), Chomsky (1980)...
Aunque es cierto que los primeros intentos generativistas se movían en un terreno puramente sin-
táctico, hay indicios de que algunos autores ya reivindicaban el aspecto semántico, como Chafe (1971),
Newmeyer (1972, 1974), Gumpel (1974), Nunberg (1978) o Ruwet (1983).
14. Por ejemplo, Wasow et al. (1984: 109) afirman que «the syntactic properties of idioms [...] are
largely predictable from the semantic properties of the idioms», y, de modo similar, Gibbs y Nayak
(1989: 101) creen que «the syntactic behavior of idioms is determined, to a large extent, by the internal
semantics of these figurative phrases». Como ya se ha indicado varias veces (§ 2.5.3.), en todos sus
estudios de fraseología , Gibbs y sus colaboradores mantienen la hipótesis de que la flexibilidad sintác-
tica depende de la flexibilidad semántica o analizabilidad.
Recuérdese que tanto Chafe (1968: 111 y ss.) como Newmeyer (1972, 1974) creen que la transforma-
ción en pasiva de frases como kick the bucket no es posible porque es bloqueada por el significado de
morir, que es un verbo intransitivo (Mendívil Giró 1990: 12).
Apoyándose en la teoría de Newmeyer (1974), dice Mendívil Giró (1999: 42): «De entre las diversas
propuestas de explicación de la defectividad sintáctica, la más frecuente y significativa en la bibliogra-
fía que conocemos es la que se centra en la idea de que la defectividad sintáctica observada en los
idioms es una consecuencia directa de su status léxico-semántico». Una opinión contraria sería la de

284
Aguilar-Amat Castillo (1990: 825), ya que cree que «las restricciones sintácticas que sufren los idioma-
tismos no pueden ser debidas a la semántica».
15. No obstante, creemos que, si se hace un examen más detenido, no son tan pocas las locuciones
gramaticalmente anómalas. Basta con pensar en el conjunto numerosísimo de locuciones que presentan
restricciones del determinante, sobre todo las referidas a la labilidad del artículo, como las citadas dar en
ojos o de todos modos (cfr. de todos los/*Ø libros), o poner pies en pared, irse por pies, etc. Abeillé (1995), aun
estando a favor del comportamiento regular del artículo (o el determinante, en general) en el idiomatis-
mo, reconoce algunas limitaciones y la existencia de un «empleo fraseológico» del artículo, no coinciden-
te con el regular de la sintaxis común (sobre la presunta regularidad del determinante en las expresiones
fijas o sus constreñimientos, véanse también, entre otros, Gross 1976, 1985 y 1986, Dugas y Di Sciullo
1984, Gréciano 1986c, Anscombre 1991, Fellbaum 1993, Blanco Escoda 2002..., y n. 145). Cabe advertir
que a veces en determinados análisis de las locuciones verbales, se aducen estructuras de verbo soporte,
por lo que el comportamiento sintáctico del artículo ha de ser necesariamente distinto.
Además, son bastantes las locuciones que no responden a una sintaxis regular actual, aunque pudie-
ran ser gramaticalmente impecables en otro estadio sincrónico anterior (Moon 1998a: 80; Álvarez de la
Granja 2002c...) como hacérsele uno las narices ‘sucederle un contratiempo’ o hacer(le) las narices ‘mal-
tratarlo’, caer en la cuenta, parar mientes o llamarse a engaño, entre otras.
El que estas locuciones sean empleadas de modo frecuente, automatizado, sin que el hablante repa-
re en la anomalía de la estructura gramatical, no impide que objetivamente revelen una sintaxis abe-
rrante, tal como ocurre con la concordancia (*pie juntillas, *campo traviesa...), la cuantificación de un
superlativo (*más mínima) o la condición de un adverbio como término de una preposición regente
(*en cuando). Jackendoff (1995: 151) señala un caso parecido a este último.
16. No es en absoluto infrecuente que, además del factor fijación, se intente establecer una escala de
grados de idiomaticidad, como han seguido, por ejemplo, Zuluaga Ospina (1980), Ruiz Gurillo (1997d)
o García-Page (2000a), limitándonos al ámbito del español (véase lo dicho en § 2.5.3.).
En los primeros estudios de corte generativista (Weinreich 1966; Makkai 1970; Fernando 1978: 319-
325, 335; Fernando y Flavell 1981: 48...), la idiomaticidad permitía distinguir entre idiomatismos puros
y seudoidiomatismos.
Parece presumible que, frente a la hipótesis tradicional sobre la inanalizabilidad semántica de las
locuciones, la posibilidad de detectar grados diversos de idiomaticidad se corresponda en gran medida
con la posibilidad de practicar un análisis composicional. Ya hemos comentado en otro lugar (§ 2.5.3.)
que existe la tendencia actual a ver las locuciones como cadenas lingüísticas semánticamente descom-
ponibles, si bien algunas de ellas se siguen resistiendo a tal análisis. También comentábamos el alto
grado de subjetividad que imperaba en la contemplación de la idiomaticidad y opacidad semántica y en
la (in)viabilidad del análisis composicional.
17. A la falta de una frontera fija debida en gran medida a la inexistencia de un criterio básico o
único de delimitación se han referido numerosos autores, como, por ejemplo, Dobrovol’skij (1995: 45)
o Zuluaga Ospina (2002: 99).
18. Como hemos indicado en varias ocasiones, habría que separar, por un lado, los refranes y otras
paremias —salvo, si acaso, los refranes unimembres y los eslóganes o títulos primitivos que ya se em-
plean como simples modismos—, que son el objeto de estudio de la Paremiología, como, igual que
nosotros, sugieren Casares Sánchez (1950: 203) y Wotjak (1998a), frente a la opinión de la mayoría de
los estudiosos: Zuluaga Ospina (1980, 1998), Tristá Pérez (1983a: 72-73), Hernando Cuadrado (1990),
Corpas Pastor (1996b, 1998a, 1998b), Forment Fernández (1999: 35), Blasco Mateo (1999), López Roig
(2002: 23 y passim), Mena Martínez (2002), Santamaría Pérez (2003: cap. 2)... En el ámbito no hispano,
son también partidarios de incluir los refranes en la Fraseología, entre otros, Thun (1978), Burger
(1973...), Burger et al. (1982, 2007), Fleischer (1982), Gläser (1986b), B. Wotjak (1992, 2000: 121),
Hundt (1994a, 1994c, 1995, 1997, 1998), G³owicka (1997: 117), Moon (1998b)..., frente a, por ejemplo,
Rothkegel (1973) y Häusermann (1977).
Por otro lado, las colocaciones y los predicados complejos, que debe estudiar la Sintaxis; no obstan-
te, son mayoría los autores que los ubican en la Fraseología (véase § 2.5.2., n. 41).
Y, por otro lado, las palabras compuestas, que son unidades que han de estudiar la Morfología y la
Lexicología; si bien, algunos estudiosos las incorporan a la Fraseología (§§ 3.3. y 3.3.3.2.): en el ámbito
español, Casares Sánchez (1950), Corpas Pastor (1996b), Blasco Mateo (1999), Pérez Vigaray (1996-
1997, 2001), Ferrando Aramo (2002)...
La falta de un criterio común y de contornos precisos en cada uno de los fenómenos conduce a la
más variopinta interpretación de numerosas unidades complejas. Véase, esp., lo dicho en §§ 2.4. y 2.5.
19. No nos referimos, obviamente, a las posibles transformaciones sintácticas que pueden sufrir
algunas locuciones al practicar operaciones gramaticales tales como la pasiva, la extracción o la prono-
minalización. Nos referimos, esencialmente, a las variaciones institucionalizadas (autorizadas), a las

285
variantes, sean de la clase que sean. Véanse, en el mismo sentido, Zuluaga Ospina (1980) u Ortega
Ojeda y González Aguiar (2005: 94).
En algunos estudios (p.ej., Mellado Blanco 2004b: 159) se dice a veces que la variación es no prede-
cible haciendo referencia al carácter arbitrario de la selección a que antes hemos aludido y que volvere-
mos a comentar con más ilustraciones: por qué se configura una locución con un signo y no con otro
semántica o referencialmente posible, ni siquiera a veces un sinónimo de lengua, o por qué dos lexemas
son alternantes en una locución y no en otra. Gracias a esta circunstancia, nosotros hablamos de prede-
cibilidad: en el sentido de que las variantes están fijadas, forman parte de la memoria colectiva, son
conocidas de antemano por los usuarios y suelen aparecer registradas en los diccionarios, de modo que
están completamente disponibles para los hablantes, las alternativas están previstas.
20. Así, Hanks (1998: 95-96) afirma: «a forma dun idiom non é de ningún xeito fixa». Ruiz Gurillo
(1997d: 61), refiriéndose incluso a las locuciones prototípicas, dice que «no es posible hablar de fijación
total, pues, incluso en estos casos, se pueden admitir determinadas modificaciones» (§ 2.5.2., esp. n.
34). Cabe advertir que algunas de las modificaciones que señalan los propulsores de tales tesis no son
variantes, sino variaciones o manipulaciones.
Ahora bien, también nos parece poco atinada la opinión contraria a la variación; así, Verstraten
(1992: 29-30) cree que la variación es más bien excepcional. La inmodificabilidad le permite a Aguilar-
Amat Castillo (1993a: 69-70, 1993b: 83) oponer el idiomatismo a la colocación considerando que el
primero se caracteriza por su invariabilidad, y a Elia et al. (1995: 318), la locución verbal al predicado
soporte (véase § 2.5.2., n. 38).
Nosotros creemos que tiene razón Carneado Moré (1985: 269) al sostener la opinión de que «son
muy numerosos los fraseologismos que admiten variaciones». Burger (2000: 110) afirma: «La forma de
los fraseologismos está ostensiblemente menos fijada de lo que los diccionarios nos quieren hacer
creer. Desde el punto de vista psicolingüístico, se trata del concepto de “unidad” del fraseologismo [...].
Ya en la producción lingüística, oral y escrita, nos encontramos con una notable diferencia entre las
unidades relativamente fijadas y las consideradas como muy variables»; y Moon (1998b: 92) llega a
sospechar que el 40 % de los fraseologismos tolera algún tipo de alteración. Nosotros (García-Page
2001a, 2002b, y esp. § 4.2.1.) aportamos numerosos ejemplos, y nos consta, frente a lo que cree Burger
(2000), que los diccionarios también proporcionan con frecuencia variantes codificadas de las locucio-
nes. Para Casadei (1996: 89-90), la existencia de variantes es una prueba de que la fijación no es total.
21. No tanto la longitud gráfica o fónica de una frase como la pluriverbalidad y sobre todo polilexi-
calidad (Körhonen 1992: 82). También otros factores, como el tipo de locución, el menor grado de
opacidad, la mayor difusión y mayor distribución geográfica, la mayor popularidad de la locución o
familiaridad del usuario con ella, y, muy particularmente, la propia idiosincrasia de cada lengua natu-
ral favorecen la creación de variantes.
Ahora bien, la formación de variantes no tiene límites y resulta bastante azarosa; por ejemplo, si la
idiomaticidad débil o alta composicionalidad favorece en principio la forja de variantes —y variacio-
nes—, hasta el punto de poder interpretar la variante como un índice de composicionalidad fraseológi-
ca (Mellado Blanco 1997b: 135), está empíricamente probado que también algunas locuciones petrifi-
cadas y semánticamente opacas o herméticas han desarrollado variantes.
22. Las variaciones institucionalizadas son también conocidas a veces como variaciones usuales, fren-
te a las variaciones libres u ocasionales (Èernyševa 1980: 308, Fleischer 1982: 70 y 1997: 205, Tristá Pérez
1987: 40-49, Palm 1989, Korablina 1991, Barz 1992: 36, Hundt 1994a, 1994c, 1995, 1997 y 1998, Mellado
Blanco 1997b, Sabban 1998, Corpas Pastor y Mena Martínez 2003: 184 y 2004: 13, etc.). Mena Martínez
(2002: esp. cap. 2) habla de variación sistémica, frente a modificación (o variación ocasional), en corres-
pondencia con la distinción de varianten/modifikationen de Burger et al. (1982) y Palm (1995). Burger
(2000), de variación habitual, frente a variación intencionada. En varios trabajos (p.ej., García-Page 1992b),
hemos distinguido entre variante y variación como equivalentes a variación usual o institucionalizada y
variación ocasional (también Sabban 1998). Montoro del Arco (2004c: 593-595, 2005a, 2005b: 123-136)
elige el término variante exclusivamente para los cambios por sustitución léxica, en tanto que los demás
cambios institucionalizados (adición, supresión, orden, sustitución gramatical o gráfica...) son considera-
dos variaciones estructurales, división que remeda la distinción de Dobrovol’skij (1988) entre sinónimos
estructurales (= variantes léxicas) y variantes estructurales (= variaciones estructurales).
El problema terminológico repercute negativamente en la identificación de las variantes, y en su
discriminación respecto de los sinónimos interfraseológicos y de las construcciones formalmente pare-
cidas que no son sino locuciones distintas; por ejemplo, no creemos que a la variación ocasional pueda
concedérsele el rango de variante (p.ej., en Häusermann 1977: 81-82 se emplea variante para referirse a
la variación o modificación; Moon 1998b, en cambio, emplea el término variation para referirse a las
variantes); ni siquiera parece adecuado el término de «fraseologismo ocasional», pues nada tiene de
fraseologismo en el sentido exacto del término (véase también Zuluaga Ospina 1999: 542). Ésta sería

286
una razón por la que no puede adoptarse la concepción vaga de variante que mantienen algunos auto-
res, como la siguiente: «para ser llamada variante, [la variación] debe presentar más coincidencias que
diferencias» (Ortega Ojeda y González Aguiar 2005: 92), pues, por ejemplo, hay locuciones ocasionales
o manipuladas que son casi idénticas formalmente a la locución genuina o canónica o, incluso, hay
locuciones completamente diferentes, en absoluto emparentables, y, sin embargo, la diferencia consiste
en la presencia/ausencia del morfema de número, de artículo, etc. Además, aunque la mayor coinciden-
cia formal a que aluden dichos autores pueda servir de «pista» en la identificación de variantes, tal
criterio no sólo podría conducir a clasificar erróneamente como variantes meras modificaciones crea-
tivas, sino también a descartar auténticas variantes cuyas coincidencias sean menos notables. Tampoco
sería útil para clasificar alternativas del tipo en un instante/periquete: ¿es una locución con variantes?,
¿son dos locuciones?, ¿son realizaciones distintas de un mismo esquema fraseológico?
También resulta poco precisa la definición de Barz (1992: 29): «Podemos hablar de variantes fraseo-
lógicas cuando al menos dos fraseologismos poseen un significado fraseológico idéntico o parecido y
además coinciden en tantos segmentos formales que podrían ser identificados como realizaciones de
un mismo y único lexema» («Von phraseologischen Varianten ist dann zu sprechen, wenn mindestens
zwei Phraseologismen gleiche der ähnliche phraseologische Bedeutungen haben und außerdem so
viele formale Übereinstummungen, daß sie als Realisationen ein und desselben Lexems identifiziert
werden können», apud Mena Martínez 2002: 72), pues, como acabamos de decir, hay locuciones distin-
tas que difieren en un único constituyente y éste puede ser incluso una unidad gramatical y no léxica;
tampoco se precisa cuántos son esos tantos y en qué condiciones; además, si el significado puede ser
parecido, en principio no debería considerarse variante, dado que ésta exige exactitud semántica, iden-
tidad. De acuerdo con Eckert y Günther (1992: 118), tampoco parece acertada la denominación de
variante (variante semántica) para describir los diferentes sentidos o matizaciones semánticas que ex-
perimenta una locución en su adaptación a contextos diversos (Telija 1981: 101-103).
Tampoco nos parece enteramente ajustada la definición de variante que propone Mellado Blanco
(1997b, 2004b: 160): «las variantes fraseológicas son FR iguales parcial o totalmente en el plano estructu-
ral, semántico y léxico, siempre que la imagen metafórica sea en esencia la misma»: en primer lugar, no
puede entenderse que se produzcan variantes si no se operan cambios en la estructura gramatical o léxica,
de modo que las variantes nunca pueden ser locuciones iguales totalmente; en segundo lugar, resulta
difícil concebir que la «imagen metafórica» permanezca intacta e inmutable si se efectúa siquiera una
simple sustitución léxica, máxime si a los lexemas intercambiados se les otorga autonomía semántica,
como pretende la autora (p. 159) al proclamar la divisibilidad semántica en el proceso de formación de
variantes. En todo caso, la imagen metafórica sería «en esencia la misma» si las palabras conmutadas
fueran sinónimos de lengua; pero esto no ocurre así normalmente aun tratándose de somatismos («la
sustitución de ciertos lexemas somáticos por otros [...] no provoca cambios relevantes ni en el significado,
ni en la estructura externa, ni en la imagen de los nuevos SO[matismos]»), como, por ejemplo, se despren-
de del contraste enseñar los dientes/las uñas. En realidad, esta definición se basa esencialmente en la teoría
extendida sobre todo entre fraseólogos rusos y germanos y los autores de otros países que siguen sus
presupuestos (Mellado Blanco 1997b, 2004b; Larreta Zulategui 1998b; Mena Martínez 2002: 142, 357,
passim) que suponen que los sustitutos léxicos han de ser sinónimos —o cohipónimos o parasinónimos
(Èernyševa 1980, Dobrovol’skij 1988: 163, Burger 1989...). Según esta concepción, no habría duda en
clasificar como variantes los pares apearse del burro/machito, tirar/echar todo por la borda, apearse/bajarse
del burro, etc., pero quedarían descartados alzarse con el santo y la limosna/cera, no ser nada del otro
mundo/jueves y centenares más, porque los lexemas alternantes ni son sinónimos o cuasisinónimos, ni la
imagen representable puede ser la misma.
Al margen de la terminología, la variante propiamente dicha (variación usual) no siempre se ha
entendido igual. Como Zuluaga y otros autores, nosotros creemos que se trata de una única locución
que admite variación formal y que esta variación formal no debe determinar ninguna variación semán-
tica; en cambio, para otros autores (p.ej., Barz 1992: 29, supra), se trata de dos fraseologismos que
pueden presentar no sólo un significado idéntico, sino también un significado parecido.
Pero más lejos parece ir la interpretación como variante de la sustitución de lexemas antónimos del
tipo de buena/mala fe (Corpas Pastor y Mena Martínez 2003: 186, Ortega Ojeda y González Aguiar 2005:
101, Montoro del Arco 2005a: 139; cfr. Zuluaga 1980, que habla en estos casos de series fraseológicas, y,
asimismo, Montoro del Arco 2005b: 136), pues atenta contra la propia definición de variante, que exige
invariación semántica, y contra la teoría extendida acerca de la «imagen» antes aludida, pues, a pesar
del empeño de los mentores de dicha teoría en defender a ultranza la intangibilidad de la imagen,
resulta impensable que ésta se mantenga inalterada una vez practicado un cambio semántico tan brus-
co como pueda ser la sustitución del antónimo. Álvarez de la Granja (2000c: 386-387), adoptando la
terminología de Dawes (1998) y considerando las clasificaciones de Thun (1975) y Èermak (1994: 191),
las trata como variantes funcionales (las variantes funcionales suponen alteración del significado, frente

287
a las variantes sinonímicas o no funcionales, que comparten el mismo significado); para Larreta Zulate-
gui (1998b: 108), siguiendo de cerca a Fleischer (1982: 182-184, 209; 1997: 205) —que habla de sinoni-
mia estructural—, constituye uno de los tres tipos de variantes genuinas.
Sobre el fenómeno de la variación creativa trataremos más extensamente en el apartado § 4.2.3.
23. Frente a la opinión de Zuluaga Ospina (1980: 109), que parece limitar la formación de variantes
a la operación de conmutación: «la variante se produce mediante sustitución de una parte de la expre-
sión» (véase, además, n. 99). Como se indica en la nota anterior, también Montoro del Arco (2004c,
2005a, 2005b) reserva el término de variante para las variaciones por sustitución; las restantes manifes-
taciones son consideradas variaciones. Son mayoría, en cambio, los autores (p.ej., Thun 1978: 215-216,
García-Page 2001a, 2002b y el presente cap., Mena Martínez 2002: 76-90...) que sostienen que las va-
riantes pueden formarse por procedimientos diversos.
24. Por ejemplo, Wotjak (2004: 212) señala que la variación puede presentar diferencias diatópicas
o diastráticas, frente a las modificaciones creativas o manipulaciones, que buscan efectos lúdicos.
Las variantes estilísticas y dialectales no son reconocidas inicialmente por Zuluaga Ospina (1980),
aunque sí después (Zuluaga Ospina 1992); en Zuluaga Ospina (1998), el autor habla de variantes condi-
cionadas (también Ortega Ojeda y González Aguiar 2005: 96). También son consideradas variantes en
otros autores, como Álvarez de la Granja (1999a: 56-57, 2000c: 385), García-Page (2002b); Montoro del
Arco (2004c: 597, 2005a: 142-144, 2005b: 132-133) las llama variantes externas cuando se trata de sus-
tituciones léxicas. Para Larreta Zulategui (1998b: 108), constituyen uno de los tres casos de variantes
genuinas, junto con la sustitución de verbos sinónimos (partirse/romperse la cabeza) y la formación de
antónimos (tener mal/buen corazón); el resto de variantes obtenidas por conmutación son, igual que en
Fleischer (1982: 182-184, 209, 1997: 205), descritas como sinónimos. Tal opinión no es compartida por
nosotros, como más tarde veremos.
25. Además de evitar que se produzcan efectos de monotonía en el enunciado que puedan reducir la
eficacia persuasiva sobre el receptor, la repetición estilística o sinonímica otorga coherencia al texto y
favorece la progresión argumentativa. Véase, por ejemplo, Gréciano (1983b; 1984a: 117-118; 1986a:
326-331).
26. Este fenómeno es de carácter general en la lengua. Entre pares de sinónimos, es normal que uno
sea más frecuente que otro, aunque no intervengan ciertos factores que suelen favorecer el empleo
restringido, como la pertenencia al lenguaje técnico (aguda/oxítona). Es lo que se aprecia en pares
como perennemente/perennalmente.
27. Según el DRAE (2001), esta locución presenta ciertas peculiaridades idiosincrásicas: con el adje-
tivo femenino, es posible la concordancia con el sustantivo en singular o plural; con el adjetivo mascu-
lino, pie sólo puede aparecer en singular: *a pies juntillos.
28. Hablan, pues, de sinónimos y no de variantes, Véanse, entre otros, Èernyševa (1975: 229, 1980),
Fleischer (1982: 209-210), Petermann (1982: 182-184), Vietri (1985b: 26-29), Dobrovol’skij (1988: 163),
Barz (1992: 37-41), Eckert y Günther (1992: 113), Larreta Zulategui (1998b: 107, 208, y cap. 5)... (véase
n. 22). Según Hundt (1995: 158), el concepto de sinónimo estructural ya aparece en Amosova (1963).
La distinta concepción que mantienen unos estudiosos y otros de la sinonimia y la variante fraseo-
lógicas coadyuva, junto con otros factores más objetivos o idiosincrásicos de la fraseología que comen-
tamos a continuación, a hacer inestables o no definitivas sus caracterizaciones definicionales. Por ejem-
plo, Corpas Pastor y Mena Martínez (2003: 185) llegan a hablar de variante (o variación) para los
componentes externos o actantes no fijados léxicamente de las locuciones verbales, como meter (a
alguien) en cintura; tales valencias son descritas como variantes morfológicas en Ortega Ojeda y Gonzá-
lez Aguiar (2005: 100), y en Mellado Blanco (2004b: 162-165), como variantes morfosintácticas. A
nosotros nos parece un craso error tratar como variantes meros espacios sintácticos que están al servi-
cio de la adaptación de la frase al contexto (adviértase que no sólo pueden ser cubiertos por signos
pronominales, sino por sintagmas, de modo que el paradigma de variantes sería abierto ad infinitum:
meterla en cintura, meterlos en cintura, meter a Pedro en cintura, meter a los niños en cintura...). Para
mayor complicación, tanto aquellas autoras como éstos, para el hueco sintáctico que ha de llenar el
complemento variable, utilizan el término de casilla vacía o libre, en un sentido distinto del otorgado
por Zuluaga Ospina (1980) y otros estudiosos (véase § 4.2.1.4.). En tan particular sentido, todas o casi
todas las locuciones verbales y todas las semioracionales serían locuciones con casilla vacía.
29. Frente a la opinión de Fournié (1996: 127), según la cual «Por lo que se refiere a las sustituciones
léxicas, siempre se operan dentro de un mismo campo léxico». Como ya hemos indicado en notas
anteriores, es de suponer que sustituciones como éstas no determinarían genuinas variantes en la con-
cepción de Burger (1989: 598) y otros estudiosos, ya que se exige que entre los términos intercambiados
exista una estrecha vecindad semántica; más concretamente, sinonimia (cfr., p.ej., Barz 1992: 39).
30. Éste es el parecer de autores como Zuluaga Ospina (1980) y M. Gross (1988a: 10-11; 1993: 39) [n.
22, 28-29].

288
31. Cabría hacer extensiva esta caracterización a las restantes clases de variantes, no sólo a las
léxicas: levantar bandera/banderas ‘convocar gente de guerra’ (morfológica flexiva), a hurtadas/hurtadi-
llas ‘furtivamente, sin que se note’ (morfológica derivativa), arriar la/Ø bandera ‘rendirse los buques al
enemigo’ (gramatical), mojar la oreja/mojar la oreja con saliva (a alguien) ‘dasafiarlo, buscar pendencia’
y ‘mostrar superioridad, vencerlo’ (sintáctica), etc.
32. Como se habrá advertido, hay locuciones con paradigmas de variantes reducidos y supuesta-
mente cerrados (herrar/quitar el banco, echar leña/aceite al fuego), frente a otras con inventarios extensos
y presuntamente abiertos (si bien, para Ortega Ojeda y González Aguiar 2005: 102-103 no se trata de
variantes, sino de esquemas fraseológicos), como es el caso de importar un (a, s) comino/bledo/pepino/
pimiento/higo/rábano/ardite/pito/carajo/higa/pijo/leche/huevo/cojón/narices... (a veces, con incrementa-
ción sintagmática: importar tres leches, importar un par/tres pares de cojones...) o de estar hasta el (la, los,
las) coronilla/cocorota/coco/cabeza/pelos/narices/polla/cojones/huevos/güitos/pelotas/cataplines/pirri/coño/
chocho/ovarios/tetas... (también a veces con incrementación sintagmática: estar hasta la punta de los
pelos/la polla/el nabo...), o de numerosas comparativas. Como puede apreciarse, el paradigma de estas
locuciones está compuesto fundamentalmente por palabras tabú, si bien la primera expresión (que no
es locución para algunos estudiosos) admite términos culinarios y del ámbito agrícola, algunos —como
pepino o rábano— con valor ambiguo (‘producto hortícola’ y ‘órgano sexual masculino’); todos tienen
en común el denotar ‘escaso valor’, tal como se ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones (Nykl
1927, 1931; Dale 1929; Llorens 1929: cap. 18; Wagenaar 1930: 74 y ss.; Sas 1974; Beinhauer 1978: 243-
251; Rueda Rueda 1995, 1997; Asensio González 1999: 576-579...).
33. Además, darse el bote cuenta con la variante nominal darse el piro. El inventario de sinónimos
incluye también otros fraseologismos, como poner pies en polvorosa, irse por pies, poner tierra por me-
dio, pirárselas, etc. (véase § 7.2.2.).
34. Además, esta locución, con las variantes léxicas indicadas, cuenta con los sinónimos cortar el
bacalao, ser el amo del cotarro (también ser el amo de la burra) y tener la sartén por el mango, entre otros
(véase § 7.2.2.).
35. La casuística es aún más compleja: según nuestro conocimiento, las variantes con la primera
estructura son paseo, la mierda, la porra, el cuerno, el garete, el carajo, el infierno, el diablo, la Conchinchina,
la eme (de mierda), y el quinto pino, que despliega, a su vez, nuevas variantes nominales: el quinto pino/
infierno/demonio/coño y la quinta puñeta...; con la segunda, hacer puñetas/gárgaras, freír morcillas/espárra-
gos/monas (Perú, monos), y tomar viento, que es variante sintáctica (abreviatura) de tomar viento fresco y
alterna con otra variante sintáctica (sintagmática + léxica): tomar por culo (variante léxica, a su vez, de
tomar por saco y sintáctica de la eufemística tomar por donde amargan los pepinos), entre las más usuales,
a las que cabe añadir escardar cebollinos y espulgar un galgo. Beinhauer (1978: 262-263) cita también
mandar a freír azulejos, mandar a espigar y mandar a capar ratones o moscas (estos dos últimos también en
Mogorrón Huerta 2002: 72); Álvarez de la Granja (2002c: 188) incluye mandar a sembrar habas; Pellat-
Masso Ruhi (1989: 274), mandar a parir panteras; y Mendívil Giró (1999: 561), mandar a freír churros y
mandar a freír pimientos. Todas estas variantes, acaso por desconocerlas, se nos antojan variaciones oca-
sionales o creativas (lógicamente, la nómina sería incrementable con otras variaciones inéditas).
Repárese en la importancia del carácter fijado o institucionalizado de las variantes genuinas, a las
cuales, además de no poder ser reemplazadas por lexemas sinónimos o del mismo campo ajenos a la
locución (*mandar a freír chorizos, *mandar a hacer gorgoritos, *mandar al quinto abeto), les está vetada
incluso la permuta de las variantes internas: *mandar a freír puñetas, *mandar a hacer morcillas, *man-
dar a tomar espárragos... Ortega Ojeda y González Aguiar (2005: 102-103) analizan la expresión como
un esquema (mandar a), y, por tanto, no como variantes propiamente dichas. Precisamente, el carácter
fijado e institucionalizado debe evitar descripciones erróneas como las indicadas acuñaciones insóli-
tas; por ejemplo, Pellat-Masso Ruhi (1989: 227) cree que pelo, en tomar el pelo, puede alternar con
cabellera, rizos, bucles, tupé y cuero cabelludo, aunque no con trenzas, moño y cabello, cuando, de ningu-
na manera, el vocablo pelo puede ser reemplazado ni por una voz sinónima o hipónima o del mismo
campo, ni por ningún otro signo. Resulta conveniente en estos casos sugerir la consulta del diccionario.
36. Existen variantes secundarias de ésta, como poner a caer de un burro. Parece que en gallego
existe la variante poñer a pan pedir (Álvarez de la Granja 1999a: 48). No obstante, para esta autora, se
trataría de sinónimos y no de variantes (véase infra).
37. Esta construcción puede resultar más compleja para analizar como variante por la inexistencia
de un componente léxico común; aunque tendría a su favor, no obstante, el proceso de su formación:
Casares Sánchez (1950: 223) supone que las variantes se forjaron sobre el molde instaurado por en un
instante (véase § 3.5., n. 116).
38. Esta locución tiene, además, el significado ‘en peligro inminente’.
39. Otras comparativas crean paradigmas de variantes sólo —o fundamentalmente— léxicas: rojo
como un + N (tomate, pimiento, cangrejo, camarón...), rápido como un(a) + N (rayo, exhalación, gamo,

289
cohete, bala, suspiro, relámpago, guepardo, gacela, galgo, liebre, centella...), blanco como el(la) + N (cal,
leche, nieve, mármol...), dormir como un(a) marmota/lirón/cesto/tronco/angelito/bendito/ceporro..., etc.
Precisamente, la comparativa es una de las estructuras predilectas para la formación de paradigmas
de variantes léxicas en todas las lenguas naturales.
40. Para Álvarez de la Granja (1999a, 2002c: 375-405), la identidad de la imagen subyacente, con-
cepto asimilable a los fraseoesquemas de Mokienko (2000a: 65), es la piedra angular de su teoría sobre
la variante frente a la sinonimia.
Recuérdese lo dicho antes acerca de la identidad de la imagen metafórica que, según distintos auto-
res (Burger, Mellado Blanco, Mena Martínez...), caracteriza la formación de variantes.
41. Por ejemplo, dentro del ámbito del español, puede decirse que ninguno de los trabajos dedicados
a la variación da cuenta de las variantes fónicas y gráficas: Zuluaga Ospina (1975b, 1980), Carneado
Moré (1985a), Corpas Pastor (1996b: 27-30), Mellado Blanco (1997b), Álvarez de la Granja (1999a,
2002c, 2003b), Koike (2001a), Corpas Pastor y Mena Martínez (2003), Ortega Ojeda y González Aguiar
(2005), etc. Tampoco hay alusión a ellas en ningún trabajo de carácter general. Los diccionarios gene-
rales, como el DRAE, o fraseológicos, como el DFDEA, sí suelen registrar las diferencias gráficas. No
obstante, Álvarez de la Granja (1999c: 51, 2002c: 382), aunque no considera las variantes gráficas y
fónicas, cita casualmente la versión con asimilación vocálica andar de ceque para meque (< andar de
ceca en meca), que comporta el cambio gráfico «qu-/c» correspondiente al fonema velar /k/. Mellado
Blanco (2004b: 167) incluye casos de variación fónica entre las variantes morfosintácticas.
Una excepción es Tristá Pérez (1987: 37-38) que, bajo la denominación de variante ortográfica, cita las
locuciones teje maneje/tejemaneje, de ringo rango/de ringorrango y al buen tun tun/al buen tuntún; en un
trabajo posterior (Tristá Pérez 1998: 304) aduce otros dos ejemplos: arrancar el sollate/zoyate ‘complicarse
una situación’ y a cuncún/cun-cun «se usa para instar a un niño a que beba rápidamente algo determina-
do». Santamaría Pérez (2003: 48, 59) también reconoce la existencia de variantes gráficas u ortográficas,
pero la autora mezcla auténticas variantes gráficas (a boca de jarro/a bocajarro) con variantes de otra
naturaleza (al/de soslayo). Igualmente, Carneado Moré (1985b: 61) dice que existen variantes ortográficas,
pero el único ejemplo que aduce la autora es de orden morfológico (de rechupete/de rechupetín). El citado
a bocajarro es también el único ejemplo que cita Montoro del Arco (2005a: 141), aunque lo describe como
variante estructural léxico-cuantitativa (o por extensión), en el mismo grupo que las variantes por supre-
sión o adición; no obstante, en otros trabajos (Montoro del Arco 2004c: 598, 2005b: 135), el autor lo
analiza como una variación estructural morfosintáctica. El trabajo más extenso es García-Page (2005c),
que representa una versión similar a la que se expone en este apartado.
Adviértase que la primera pareja de ejemplos de Tristá representa un ejemplo de desfraseologiza-
ción por coalescencia o aglutinamiento gráfico (§§ 2.4., 3.5.1. y 4.2.1.3.3.): tejemaneje ya no es locución,
sino tan sólo un compuesto, igual que enseguida (< en seguida), deprisa (< de prisa), altibajos (< altos y
bajos), asimismo (< así mismo), enfrente (< en frente), entremedias (< entre medias), comoquiera (< como
quiera), tiquismiquis (< tiquis miquis), ahora (< a hora [prácticamente, desusada, frente a a deshora]),
enhorabuena (< en hora buena), enhoramala (< en hora mala), ajorro (< a jorro) ‘a remolque’... La solu-
ción sintética (compuesto gráfico) tiene la facultad de servir de base léxica para la forja de nuevos
derivados (piénsese, p.ej., en el diminutivo enseguidita, enfrentito, etc.). Bally (1909) apuntaba la forma-
ción [de]bonareité a partir del sintagma de bon air (cit. también en Ruiz Gurillo 1997d: 76).
Para el inglés, Mena Martínez (2002: 68-71) hace una breve referencia a la variación ortográfica de
algunas paremias al abordar las variantes diacrónicas y dialectales. Los estudios de Gréciano (1995) y
Levin-Steinmann (2007), a pesar de estar dedicados íntegramente al aspecto ortográfico de la fraseolo-
gía, no revelan ningún dato de interés para el aspecto que aquí tratamos.
42. Pero ni Thun, ni Koller, ni Eckert, ni Dawes ni Álvarez de la Granja las tratan. Ni tampoco otros
autores en estudios monográficos sobre las variantes (o sobre las variaciones), como Engelke (1971),
Kolbenbach (1971), Telija (1981), Èernyševa (1980), Hemmerling (1981), Gréciano (1987a, 1987b, 1987c,
1997b), Gläser (1988b), Korablina (1991), B. Wotjak (1992), Hundt (1995), Sabban (1998), Cignoni et al.
(1999), Burger (2000), Balsliemke (2001), Hartmann y Schlobinski eds. (2005), Häcki Buhofer (2007b)...
Entre las formales de Eckert (1982) deberían incluirse también, por ejemplo, las léxicas y las sintag-
máticas, que el autor aísla en sendos grupos diferenciados.
43. En alguna medida, éste es el criterio seguido, por ejemplo, por Carneado Moré (1985a), si bien
incluye las «variantes por extensión», que no obedecen a dicho criterio. López Roig (2002: 25-34) no habla
de variantes, pero sí de fijación morfológica, sintáctica, léxica (además de semántica). Otras tipologías con-
ducen a la mezcolanza de categorías. Así, la división entre variantes sinonímicas o no funcionales y variantes
funcionales (Álvarez de la Granja 2002c: 375-405) no permite disociar las variantes léxicas, morfológicas y
gramaticales. Las variaciones estructurales morfosintácticas de Montoro del Arco (2005b: 134-135) conjun-
tan variantes estrictamente morfológicas (cambios de género y número: sano y salvo, sana y salva, sanos y
salvos) y variantes sintácticas (cambios de orden, nominalizaciones...), además de variaciones gráficas.

290
Álvarez de la Granja (2002c: 381-382, cfr. 1999a: 49-51), en su intento de diferenciar sinonimia y
variante, determina los siguientes casos de variación: los términos sustituyente y sustituido han de ser
signos léxicos sinónimos, totales o parciales (tirar/botar por la borda, baixa-lo lombo/-las costas), o, en su
defecto, su trueque no debe determinar ningún cambio en la referencia literal (esto es, deben consistir
en verbalizaciones de un mismo evento: baixar/dobrar o lombo), o guardar una relación de hiperoni-
mia-hiponimia (xuntar/atar cabos, coñece-lo xénero/percal), de holonimia-meronimia o sinecdóquica
(baixar o lombo/espiñazo, untar el carro/las ruedas), metonímica (causa-efecto, etc.) (volver-la vista/los
ollos atrás), que pertenezcan al mismo campo semántico o compartan rasgos comunes esenciales en la
locución (falar máis ca un avogado/barbeiro/sacamoas, facer boas migas/bo caldo/boa masa), o que per-
mitan establecer una relación entre los sentidos literal e idiomático (non cabe-lo corazón no peito/saí-lo
corazón do peito), que uno presuponga al otro (sacar/comer os figados), que en sentido literal tengan la
misma implicación (bota-la lingua a pacer/ó sol/ó orballo, caer/baixar da burra), o que uno constituya un
eufemismo del otro (dar polo cu/atrás). Junto a estos casos de variantes que nosotros llamaríamos
léxicas (en su mayoría), la autora añade otras de índole morfológica o sintáctica: presencia/ausencia de
clítico (non o contar/non conta-lo conto), variación gramatical de preposición, morfema de número,
etc. (a/en roda de, enche-lo peto/enche-los petos), reducción/ampliación (dar voltas [na cabeza]), coinci-
dencias formales, entre las que se incluyen los elementos únicos (tan bo é Xan coma o seu irmán/tan bo
é Xan coma Pericán, andar de ceca para a meca/andar de ceque para meque).
Además de que algunas variantes determinadas por la autora no quedan suficientemente precisa-
das, y su caracterización depende más de la visión del hablante, creemos que variantes genuinas como
untar el carro (o eje)/la mano (la variante eje aparece en Iribarren Rodríguez 1955: 33, pero no en el
DRAE 2001, DFDEA ni DFEM) o alzarse con el santo y la limosna/cera habrían de describirse, según la
teoría de la autora, como sinónimos —igual que suponen Fleischer (1982) o Dobrovol’skij (1988) para
casos similares (véase lo dicho antes a propósito de las variantes sinonímicas)—, al no encajar en
ninguno de los casos indicados.
44. Podría reprocharse que las sintácticas (también las morfológicas) son gramaticales. No obstante
tal certeza, por principio metodológico, preferimos deslindar la variación puramente gramatical que
no afecta a la sintaxis, sino a las palabras llamadas gramaticales —como el cambio de determinante o de
preposición (a/en favor de)— de la variación gramatical que conlleva un cambio estructural o funcional
(cambiar la chaqueta/cambiar de chaqueta). Creemos que así resultará más coherente con la separación
de las variantes estrictamente morfológicas, que afectan a la flexión o la derivación (hacer el agosto/
agostillo), que podrían igualmente incorporarse a las gramaticales atendiendo al sentido general de
«gramática» (= morfología + sintaxis). Aun marcando estos deslindes, hay situaciones difíciles, hechos
limítrofes, que se irán viendo.
Nos parece menos acotada la distinción de variantes morfológicas y variantes sintácticas que esta-
blecen Ortega Ojeda y González Aguiar (2005: 100-101) a la hora de clasificar los hechos lingüísticos
por cuanto que tratan como variantes morfológicas los cambios de determinante y modificador, e,
incluso, de pronombre (en un/dos brinco(s), Otro gallo le/te cantara), y, en cambio, como sintácticas, el
cambio de dos subclases de conjunciones coordinantes (por activa y/o por pasiva).
En las propuestas que sólo diferencian las morfosintácticas de las léxicas es natural que, en las
primeras, concurran variaciones de muy diversa naturaleza: cambio de morfo de número o género,
cambio de preposición, cambio de orden sintáctico...
Con la propuesta que acabamos de exponer, variamos notablemente nuestro tratamiento de las
variaciones sintácticas expuesto en García-Page (2001a: 179-182): bajo el título de formulaciones diver-
sas agrupábamos la mayor parte de las variantes gramaticales y las variantes sintácticas que aquí seña-
lamos (también García-Page 2002b).
45. Burger (2000: 105, 110) diferencia entre variaciones diacrónicas, diatópicas, diastráticas y diafá-
sicas. Si bien, por la parquedad de ejemplos con que opera y la concepción particular de las nociones de
diafasia y diastrato (p.ej., ilustra con un dialectalismo la variante diafásica), la delimitación queda, a
nuestro parecer, bastante desdibujada.
46. Por poner un ejemplo sencillo, la Gramática española de Alcina Franch y Blecua Perdices (1975)
dedica un capítulo a la Fonología.
47. Suponemos que la primera forma es asentada o asentadilla y que, luego, ha sufrido un proceso de
decapitación o aféresis de a-, contrario a la tendencia vulgar de incorporar aes protéticas (arrecostarse,
arremangarse...), como puede haber ocurrido en abuten.
48. Además, ambas formas (con -n- expresa o sincopada) pueden describirse como alargamientos
fónicos de tri[n]que, supuesta onomatopeya (a cada tri[n]que), mediante el sufijo -ete. Existe, además, la
forma binaria triquitraque.
Igualmente, hay variaciones fónicas que derivan de cambios morfológicos, como de extranji/de ex-
tranjis o por lo bajini/por lo bajinis/por lo bajines.

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49. Pero normalmente se registra en los diccionarios una única forma: a vuelapluma/*volapluma.
50. En estos casos (también en soluciones defraseológicas, como altibajos < altos y bajos) parece más
fácil suponer que la vocal palatal /i/ es marca e unión (conjunción copulativa) que infijo compositivo.
51. Existe otra variante de esta locución con alargamiento fónico: así > asá > asao (v.gr.: así o asá/así
o asao), posiblemente por la actuación de la negación enfática (comp. ni coche ni cocha, etc.).
52. Los diccionarios suelen recoger esta locución y la siguiente sólo con la consonante linguovelar
sonora (hacer la del rengo), aunque sí registran renco, como palabra autónoma, con el sonido linguove-
lar sordo /k/.
53. La mayoría de los diccionarios (p.ej., el DI y el DRAE 2001) sólo recoge a lo somorgujo (‘por
debajo del agua’/fig. ‘ocultamente’), pero cabe pensar que a lo somormujo es una variante legítima,
como lo son las voces simples somorgujo y somormujo. Es de suponer que se da una situación parecida
a la comentada respecto de la locución dar con la de rengo.
54. Morvay (2000: 284) registra del español de México las variantes abundar como el huizache/
huisache, probablemente reflejo de la pronunciación seseante.
55. Realmente, no creemos que el disfemismo hostia haya derivado en ostra por un simple mecanis-
mo de sustitución fónica, aunque esto sea lo que parezca (conmutación de /i/ por /r/).
Las terapias fónicas a que son sometidas las palabras malsonantes o tabúes por motivación eufemís-
tica pueden ser más complejas que el simple trueque de sonidos, como ocurre, por ejemplo, en ¡Andá la
osa! < ¡Andá la hostia!
56. En germanía, antana (o altana) significa ‘iglesia’; por corrupción (¿de andar?), según Iribarren
(1955: 16), surge andana, aunque también podría suponerse una sonorización de la dental sorda. El
DRAE (2001) registra dos formulaciones similares: llamarse andana y llamarse a andana.
57. Por su proximidad semántica (estar de monos ‘mostrar enojo pasajero’; estar de morros ‘mostrar
enfado en la expresión del rostro’), ofrecemos estas dos locuciones como posibles alternativas, aunque
los diccionarios (DRAE 2001, p.ej.) las registran como locuciones independientes. Creemos, en cambio,
que las diferencias más notables son de uso o registro.
58. El DRAE (2001) no registra la locución a cercen, pero sí la voz cercen, en cuya definición cita a
cercén; y, bajo la voz cercén, dice que proviene de cercen. Parece lógico que sean posibles las dos solucio-
nes fraseológicas que hemos citado, con y sin acento. La locución, además, presenta la opción a cércene
(lat. circen, -inis), con cambio acentual y alargamiento fónico.
59. Excepcionalmente, alternancias como ni oxte ni moxte/ni oste ni moste pueden ser meras varian-
tes gráficas sin correspondencia fónica en determinadas áreas geográficas del español.
60. El DRAE (2001) no cita la forma soldada a traquebarraque, aunque sí Morawski (1927: 118 y 121;
1929: 362), en alternancia con a traque barraque.
61. En García-Page (2002b) comentamos la arbitrariedad con que se opera a la hora de registrar
lexicográficamente las variantes gráficas de esta suerte; por ejemplo, el diccionario académico recoge a
pasaperro y a diente de perro y no *a pasa perro (o *a pasa(o) de perro) ni *a dienteperro, aun tratándose
de expresiones casi sinónimas, y, asimismo, considera a espeta perros, pero no *a espetaperros ‘de estam-
pía’, e [ir] a escucha gallo, pero no *[ir] a escuchagallo ‘ir con cuidado y atención observando si se oye
algo’; registra a vuela pluma y a vuelapluma (también Casares Sánchez 1950: 151) y, sin embargo, cita a
vuelapié (o volapié) y no a vuela pie; admite los dobletes a mata caballo/a matacaballo, a torna peón/a
tornapeón y a torna punta/a tornapunta (este último no lo recoge Casares en el DI: *a tornapunta) y no
a quemarropa/*a quema ropa o los citados a espeta perros/*a espetaperros, a escucha gallo/*a escuchaga-
llo y a pasaperro/*a pasa perro, a pesar de acomodarse al mismo esquema morfológico de formación;
registra a bote y voleo y no *a botivoleo, aunque incluye la palabra compuesta botivoleo...
62. Iribarren Rodríguez (1955: 31) cita a macho y martillo como forma antigua.
63. Véase Corominas i Vigneaux y Pascual Rodríguez (1980). El DI registra de hoquis, pero no de
oquis; el DRAE (2001) cita de oque, pero no de hoque (aunque sí la voz hoque, a la que remite bajo la
voz oque), ni de hoquis ni de oquis; el DEA sólo recoge de oque.
64. Aunque este último fenómeno, como los que citamos a continuación, se estudian normalmente
como neología en el nivel léxico más que en el morfológico, preferimos agrupar en este apartado de
variantes mofológicas todos los mecanismos de creación léxica, máxime teniendo en cuenta la escasa
representatividad de aquellos procedimientos que no son estrictamente afijales (así, en alemán, um
(ein)Haar/um Haaresbreite, jmdm. fällt eine (Zeutner)last vom Herzen, jmdm. etw. an der Nase(nspitze),
cit. Mellado Blanco 2004b: 178). No hemos localizado ningún caso de acronimia o mot valise (o port-
manteau word); de siglación, o seudosiglación si acaso, las estructuras coloquiales con valor eufemísti-
co no tener n.p.i. (no tener ni puta idea) y mandar (a alguien) a la m. (= mierda); de acortamiento léxico
como el indicado, la locución ser un as (= asqueroso, cit. Casares Sánchez 1950: 238-239 [si bien, la
forma extensa, ser un asqueroso, no es locución, en tanto ser un as tiene, actualmente, un significado
positivo, de superlativo]) y la expresión coloquial ¡Ajo y agua!, variante eufemística de ¡A joderse y

292
aguantarse! (adviértase, no obstante, que la voz ajo no resulta sólo de un acortamiento, sino de la
conjunción de la preposición a y la primera sílaba del vocablo disfemístico joderse, dando lugar a un
juego de palabras basado en la colisión homonímica entre esta formación caprichosa con el sustantivo
que designa la especia culinaria; la interpretación como producto alimenticio es favorecida a su vez por
la relación semántica que establece con el otro vocablo coordinado, también homónimo, en calidad de
sustantivo referido al líquido —agua— y no como forma abreviada del verbo aguantarse). Entre los
préstamos, también de baja productividad, pueden citarse las expresiones no tener ni flowers —o ¡Ni
flowers!, como réplica enfática— y ¡No faltaría plus! No tenemos en cuenta las locuciones latinas, muy
abundantes, como grosso modo, peccata minuta o in albis (salvo que se interprete como constituyente
de la loc. v. quedarse/estar in albis), o importadas de lenguas extranjeras modernas, como piano piano,
que se siguen empleando al pie de la letra como un bloque compacto y no han sufrido ningún tipo de
variación ni presentan síntoma de asimilación o aclimatamiento.
65. En casos como éste en que el sustantivo es de los llamados por la tradición de género ambiguo
(como mar, azúcar, ant. puente, etc.), la variación morfológica se refleja en el artículo.
66. En el caso de bajinis puede tratarse del sufijo coloquial -is (cfr., con -itis, mieditis, cuentitis,
vaguitis...).
67. Nos referimos, en este último caso, a la selección del masculino y del singular como términos no
marcados de la oposición genérica en el nombre español: gato y cerdo están tomados en sentido genéri-
co o de representante de clase. Su fijación en femenino sí hubiera representado una arbitrariedad
idiomática, un capricho de la lengua.
68. El carácter netamente idiosincrásico de la estructura locucional se refleja también en la capri-
chosa aceptación de sólo algunas de las formas de las oposiciones morfemáticas flexivas; no obstante,
en condiciones muy estrictas: de oído/*de oída/*de oídos/de oídas.
69. Curiosamente, esta expresión le sirve a Carbonell Basset (2000: 363) para criticar la falta de
precisión en el significado que dan algunos diccionarios (en este caso, el Diccionario práctico de locu-
ciones de Larousse) a las locuciones. Nosotros creemos que en lo que realmente yerra es en el registro:
en efecto, el significado de ‘hallarse en situación de grave deterioro’ se corresponde con hacer agua y no
con hacer aguas.
70. Ya hemos indicado que, de los pocos autores españoles que se preocupan por la variación estric-
tamente lingüística, creemos que ninguno hace una discriminación tan minuciosa como la que preten-
demos llevar a cabo nosotros. Por ejemplo, Carneado Moré (1985a) y Tristá Pérez (1987: 35-37) inclu-
yen los cambios morfológicos entre los gramaticales (si bien, se procede al revés en Tristá Pérez 1998:
304); y Álvarez de la Granja (2002c) se conforma con agrupar los morfológicos (como el cambio de
número nominal) y los gramaticales (como el trueque de preposiciones), que, junto con las variantes
exclusivamente de naturaleza léxica, constituyen las variantes sinonímicas o no funcionales. Mena
Martínez (2002: esp. 81-88) y Corpas Pastor y Mena Martínez (2003: 185-188) incluyen los cambios
morfológicos y sintácticos o gramaticales entre las variantes estructurales, exclusivamente diferencia-
das de las léxicas (y en Mena Martínez 2002 también de la variantes perspectivas, en la terminología de
Sabban 1988: 173). Como ya hemos indicado, Montoro del Arco (2005a, 2005b: 133-137) incluye las
variaciones de orden morfológico, gramatical y sintáctico en el grupo de las variaciones estructurales
(por oposición a la variantes léxicas); en las que llama morfosintácticas aparecen ejemplos de variacio-
nes morfológicas y de variaciones sintácticas; los cambios gramaticales por conmutación de signos
gramaticales se corresponden con las variaciones gramaticales. La división de Ortega Ojeda y González
Aguiar (2005: 100-102) parece más explícita al distinguir variantes morfológicas, sintácticas y léxicas; si
bien, de acuerdo con sus propios ejemplos, tal clasificación no se corresponde con la nuestra (variantes
morfológicas, gramaticales, sintácticas y léxicas) ni aun agrupando las gramaticales y sintácticas; por
ejemplo, las variantes por extensión y las series antonímicas son descritas por ellos como léxicas. San-
tamaría Pérez (2003: 59) habla de variantes léxicas, ortográficas y morfológicas, e ilustra esta última
con una variante combinada gramatical + morfológica (cruzarse un cable/cruzarse los cables = cambio
de determinante + cambio de morfema de número).
Entre los autores extranjeros tampoco se suele diferenciar lo morfológico de lo sintáctico. Por ejem-
plo, Barz (1992: 29) y Hundt (1994a: 206-207, 1994c, 1995: 158-162, 1997: 138-141) dividen las varian-
tes en léxicas y morfosintácticas; en éstas se incluyen tanto los cambios de número gramatical como las
alternancias de determinante y preposición. Similar división se adopta en Dobrovol’skij (1988: 160),
Körhonen (1992) y Eckert y Günther (1992: 118-124). Burger (2000: 105/35) habla, simplemente, de
variantes gramaticales. Mellado Blanco (2004b: 171-178) también sigue la clasificación de Barz; entre
las léxicas incluye las cuantitativas o por extensión.
71. Tampoco el primer procedimiento, la conmutación, está exento de problemas: cuando se inter-
cambian elementos con función tradicional de determinante con valor semántico, como los cuantitati-
vos, la variante se trata habitualmente como léxica y no como gramatical. Algo semejante sucede con

293
los signos pronominales del tipo quien/el que, lo, etc. (que también aparecen en locuciones como como
quien/el que no quiere la cosa, por (lo) tanto, a (lo) somorgujo, etc.), cuyo análisis sintáctico en una
secuencia de la técnica libre, nada simple, ha dado lugar a diversas interpretaciones. Por ello, cuando se
trata de la sustitución o adición (o sustracción) de formas pronominales en locuciones como las seña-
ladas, cabe preguntarse si deben considerarse variantes léxicas o gramaticales.
72. A veces, como en los casos de en relación con/con relación a y con cargo a/a cargo de, son dos las
preposiciones que se someten a la operación de intercambio, pero las sustituciones deben ser simultá-
neas: *en relación a, *con relación con.
Ha de tenerse en cuenta que la permuta puede dar lugar a dos locuciones distintas: de espaldas a
‘ignorándolo o sin interés por considerarlo’/a espaldas de ‘en la ausencia de, sin que se entere’.
73. A pesar de su estructura gramatical poco regular, esta locución presenta gran elasticidad pues,
junto a las variantes habituales a la pata la llana y a la pata llana, admite la fórmula a pata llana, esto es,
sin ninguno de los artículos, de acuerdo con la estructura común «prep + N + A» (a tambor batiente, a
toro pasado, etc.).
74. El DRAE (2001) no registra esta locución con ponerse y sin la preposición de; en cambio, registra,
por un lado, meterse de por medio y la variante meterse en medio ‘interponerse para componer o sosegar
una disputa’, y, por otro, entrar de por medio con un significado similar ‘mediar entre desavenidos’. En
nuestro idiolecto y según hemos comprobado en el uso real, meterse de por medio y ponerse de por
medio, con sus versiones abreviadas (meterse/ponerse por medio), tienen el mismo valor semántico.
75. Esta locución también admite la variante flexiva a la de veces, pero impone una restricción
sintáctica: con esta nueva configuración, no es posible la elisión de la preposición de: *a la veces.
76. Creemos que, frente a los ejemplos que hemos aducido, adiciones prepositivas como alzar (por)
rey [a alguien] ‘aclamarlo como tal’ o mudar (de) aires, que entrañan un cambio sintagmático y funcio-
nal, aunque no semántico, deben describirse mejor como variantes sintácticas. Lo mismo cabría decir
para alternancias del tipo alzar el codo/alzar de codo, en las que el cambio consiste en la sustitución de
la preposición por el artículo (véase caso 7).
77. Cuando se produce la conmutación léxica, resulta complejo hablar de variantes y no de sinóni-
mos (conjunción de variantes gramatical + léxica), pero aún más cuando la variante se produce por la
adición de una palabra con valor léxico, como, por ejemplo, por fuerza/a viva fuerza o al seguro (o en
seguro)/a buen seguro, ya que tal incremento permite ser descrito como variante sintáctica («abreviatu-
ra fraseológica»).
78. Bien si se considera signo léxico, bien si se describe como un cambio de modalidad.
Por su parte, Corpas Pastor y Mena Martínez (2003: 188) describen como variante estructural (mor-
fosintáctica) la negación de una locución, del tipo no/Ø quedarse con la copla. Evidentemente, se trata
de un fenómeno muy distinto, pues la presencia de la negación determina un cambio semántico no
poco violento (supuesto antónimo).
79. La presencia de ni opcional puede comportar un valor semántico-pragmático de énfasis.
Suele aparecer en estructuras composicionales o escasamente opacas, interpretables más que como
expresiones fijas, como sintagmas cuantitativos intensificadores que seleccionan predicados muy de-
terminados. El DEA, por ejemplo, suele analizarlas como loc. pron. por su equivalencia a ‘nada’, ‘nadie’:
decir (no decir ni media palabra), ver (no ver ni tres en un burro), saber (no saber ni jota), haber (no había
ni un alma/una rata)...; pero es cierto que en algunos casos, a pesar de darse estas condiciones, ni actúa
como signo obligatorio de la locución: no tener ni/*Ø flores, no decir ni/*Ø pío, no dar ni/*Ø la hora, no
tener ni/*Ø para pipas, no pegar ni/*Ø con cola, etc. Adviértase que, en locuciones como esta última, la
supresión de ni da lugar a una combinación libre (véase esp. § 5.3.).
80. Thun (1975: 59-60) señala, si bien meramente de paso, el parentesco entre avoir raison y avoir ses
raisons o faire appel à quelcun y faire l’appel, y recuerda (n. 15) que Bally (1909, 1932) también había
advertido similitudes parecidas, como prender parti pour quelqu’en/prendre son parti d’une chose, à poil/au
poil, tenir tête (à)/tenir la tête, avoir raison/avoir raison de y se faire une raison de, avoir lieu/avoir lieu de.
Dardano (2001: 205) indica también los pares darse aires/dar aire, fare festa ‘festejar’/fare la festa ‘fastidiar’.
81. Cabe advertir que existe otra prueba de índole formal de que se trata de expresiones distintas, y
es el hecho de que hacer calle admite la variante verbal abrir calle, pero no la segunda (*abrir la calle).
82. A veces las diferencias de significado consisten más bien en puras sutilezas semánticas debidas,
posiblemente, más a convenciones lexicográficas que al funcionamiento real de una locución en el uso
discursivo. Así, el DRAE (2001) distingue entre a vuelo, forma abreviada de al vuelo (‘con prontitud’), y
en vuelo o de vuelo, abreviaturas de en un vuelo y de un vuelo (‘pronta y ligeramente, sin detención’). La
locución adjetiva a cuartas ‘Se dice de las caballerías inmediatamente enganchadas delante de las del
tronco, cuando llevan en el tiro otra u otro par delante’ se diferencia ligeramente de de sobre cuartas ‘Se
dice de las caballerías cuando preceden inmediatamente a las de cuartas, cuando el tiro se compone de
siete u ocho’ (DRAE 2001).

294
83. No nos parece acertada la propuesta de López Roig (2002: 30) de describir como fijación «léxi-
ca» la imposibilidad de efectuar un cambio de orden posicional de los constituyentes léxicos.
84. Como se ha dicho antes, en García-Page (2001a: 179-182) tratábamos éstas y la variante grama-
tical como «formulaciones diversas» de una misma locución.
Por otra parte, no creemos que el cambio de determinante (la/mi) represente una variante sintagmá-
tica, sino gramatical, frente a lo que sugiere Moreno Fernández (2004: 560), en cuanto que el cambio
del artículo por el posesivo no altera nunca la clase de sintagma.
85. Podría, por ello, interpretarse como un cruce de variantes: léxica + sintáctica (sintagmática).
86. Como se indicó antes, Tristá Pérez (1998: 303) recoge la consideración de Kunin (1970) para
tratar como variantes (y no como sinónimos) las construcciones con una invariante léxica común o
parcialmente idénticas en su composición léxica.
87. No obstante, algunas construcciones pueden tener empleos discursivos distintos, incluso acepcio-
nes diversas; así, por ejemplo, mientras que gracias a Dios puede llevar un complemento proposicional, a
Dios gracias, que se usa más como coletilla final, no parece admitirlo (gracias a Dios que has vuelto/?a Dios
gracias que has vuelto). Foulet (1927) analiza una expresión similar (si m’aït Deus) atendiendo a las posi-
bilidades de cambio de orden, cuestión retomada casi 60 años más tarde por Ollier (1984) con una cons-
trucción semejante: si m’aïst Deux/se Deux m’aït. Rabanales y Contreras (1992: 729-731) indican, que el
orden qué sé yo funciona frecuentemente como último miembro de una enumeración, por lo que suele ir
precedido de y («... y qué sé yo»), y la entonación es también distinta de la que se emplea para ejecutar el
enunciado con el orden inverso (¡Yo qué sé!). El DI distingue entre a muerdisorbe (o a muerde y sorbe)
‘Relativo a manjares que tienen a la par sólidos y líquidos’ y a sorbimuerde ‘Tragando deprisa y a dos
carrillos’, y el DRAE (2001), aun con los mismos registros que el DI (muerdisorbe, muerde y sorbe), añade:
«... y los que no son enteramente ni lo uno ni lo otro» (en definitiva, según estos dos diccionarios, no
tendrían un significado idéntico y, por lo tanto, no serían variantes).
El cambio de orden no se ha entendido siempre como una variante de orden sintáctico; por ejemplo,
López Roig (2002: 30) lo describe como un tipo de fijación léxica.
88. Como se indicó en § 4.2.1.3.3., sólo en hora mala y en hora buena han alcanzado el grado máximo
de coalescencia: enhorabuena/*enbuenahora, enhoramala/*enmalahora.
89. Prácticamente en ninguna de las monografías de fraseología española (del español o de otra
lengua española) han recibido mención especial: ni en Zuluaga Ospina (1980, 1992), ni en Martínez
López (1996: 338-341), ni en Corpas Pastor (1996b: 28-29), ni en Ruiz Gurillo (1997d, 1998b, 2001b), ni
en Forment Fernández (1999: 45-52), ni en Santamaría Pérez (2003)...; no obstante, en Corpas Pastor
(1996b: 116), a propósito de las relaciones sintagmáticas en las locuciones, cita, sin comentar el tipo de
mecanismo, dos ejemplos: poner [de patitas] en la calle y en cueros [vivos], y señala que Dobrovol’skij
(1988) los considera sinónimos estructurales, a la vez que aduce otro ejemplo: por obra [y gracia] de
(Corpas Pastor 1996b: 28); Forment Fernández (1999: 50) cita el ejemplo hablar [hasta] por los codos,
que, adoptando la denominación de las autoras cubanas, califica como variante por extensión; también
utiliza este término, o el de variante léxico-cuantitativa, Montoro del Arco (2004c: 597, 2005a: 140,
2005b: 133-134, 2006a: 62), como una suerte de variaciones estructurales. Álvarez de la Granja (1999a:
51) señala dos ejemplos en gallego: dar voltas [na cabeza] y come-las papas [na cabeza]; y Sancho Cre-
mades (1999: 42-43) cita sólo ejemplos de refranes. Ortega Ojeda y González Aguiar (2005: 102) las
describen —extrañamente— como variantes léxicas.
Más atención reciben en otros estudios de autores españoles centrados en la fraseología de otras
lenguas; así, Larreta Zulategui (1998b: 106-108) las considera variantes facultativas (andar en lenguas
[de la fama], [so] einen Bart [mit Dauerwellen] haben), en oposición a las variantes excluyentes (aguzar el
oído/los oídos); Mellado Blanco (2004b: 171-178) las llama variantes por extensión; Mena Martínez
(2002: 81-87) las incluye entre las variantes estructurales sinonímicas. Otros autores, en cambio, como
López Roig (2002), no las tiene en cuenta.
En los primeros estudios de fraseología española, hay algunas referencias de interés. Casares Sán-
chez (1950: 222-223), al comentar la posibilidad de que algunas locuciones sufran aumento en el núme-
ro de constituyentes, cita los casos de a fuerza de > a fuerza de fuerzas y de golpe > de golpe y porrazo.
Iribarren Rodríguez (1955: 58-59, 86) cree que los sintagmas prepositivos de Valencia y a Jorge son
añadidos posteriores de las locuciones estar a la luna ‘en desamparo’ o ‘sin dinero’ y tirar de la oreja
‘jugar a los naipes’. Pero el autor también señala la posibilidad de actuar el proceso inverso, la reduc-
ción, y así dice que, por ejemplo, hacer su agosto y su vendimia quedó simplificado en hacer su agosto
(Iribarren Rodríguez 1955: 18). Igual suerte corrieron otras locuciones.
Determinar si el proceso evolutivo experimentado por una locución es una reducción o una amplia-
ción es una empresa francamente difícil, aun rastreando en la historia.
90. El valor intensificador del incremento léxico o adverbial es una característica general cuando se
trata de variantes: no es en absoluto aplicable a las variaciones no autorizadas (cfr., p.ej., Dobrovol’skij

295
1999c); antes al contrario, muchos adjetivos intrusos que aparecen en textos periodísticos, debates
políticos, etc., están vinculados al contexto y no tienen carácter permanente o institucionalizado.
Este tipo de incrementos léxicos no ha sido tratado siempre como un suerte de variante, sino como
un mero procedimiento sintáctico de complementación o modificación, para fundamentar las teorías
surgidas en relación con la llamada flexibilidad de los idiomatismos. A favor de su consideración como
variante está el hecho de que el intensificador suele ser único e irremplazable.
91. En algunos casos, la reducción en los binomios es bidireccional (al fin y a la postre > al fin/a la
postre, a imagen y semajanza de > a imagen de/a semejanza de) y, en otros, unidireccional (de golpe y
porrazo > de golpe/*de porrazo, a ciencia y conciencia > a conciencia/*a ciencia, por fin y postre > por fin/
*por postre); y, en muchos, impracticable (a troche y moche > *a troche/*a moche, a tontas y a locas > *a
tontas/*a locas). La simplificación parece más probable cuando los componentes del binomio estable-
cen una relación de sinonimia, de modo que podría interpretarse como una estrategia conducente a
reducir o evitar redundancias, garantizando así el principio de economía lingüística (téngase en cuenta
que, en la génesis de algunos binomios, ha intervenido decisivamente la expresividad o el énfasis). Tal
solución no es practicable en los binomios antitéticos —si bien, tampoco en otros diversos—, dado que
el acortamiento conlleva un cambio semántico: a la corta o a la larga > a la corta/a la larga.
92. En esta construcción y las anteriores, hay también un cambio gramatical: la supresión del artículo.
93. En cambio, en la construcción cargar con el muerto, puede interpretarse que es alguien quien carga
con el muerto (sujeto) o, más inusual, que alguien carga con el muerto a otro (complemento indirecto).
94. Álvarez de la Granja (2002c: 388), siguiendo en gran medida a Thun (1975: esp. 65-70), incluye
construcciones similares, como un tipo de las variantes funcionales, entre las variantes aspectuales; si
bien indica que «ter + PART» y «estar + SP/SApart.» o, incluso, la frase absoluta del tipo «con + N + Apart.»,
tienen el mismo valor esivo: ter a orella posta/estar coa orella posta/coa orella posta.
La oposición valor ingresivo/valor esivo-transgresivo se materializa en las variantes cruzar los bra-
zos/estar con los brazos cruzados, pender de un hilo/estar pendiente de un hilo, meterse en harina/estar
metido en harina.
También propone como variantes aspectuales la oposición ingresivo/esivo que expresan los contras-
tes abrir la mano/tener la mano abierta, tomarla con (alguien)/tenerla tomada con (alguien), meter (a
alguien) en un puño/tener (a alguien) metido en un puño..., y la oposición esivo/transgresivo que vehicu-
lan los cambios léxicos del tipo haber (o tener)/quedar, como ilustran las parejas no haber/quedar más
remedio, haber/quedar tela que cortar, tener/quedar cuerda para rato... En cambio, la conmutación de
tener por haber materializa la oposición funcional (no aspectual) posesivo/existencial: no tener/haber
más remedio, tener/haber sus más y sus menos, no tener/haber vuelta de hoja... (Sin contradecir los
valores sintácticos que comportan los cambios formales, estos dos últimos casos han sido tratados por
nosotros como variantes léxicas).
Estas variantes, como las que se señalan en los apartados siguientes, son conocidas a veces como
variantes conversivas (Dobrovol’skij 1988) o perspectivas (Sabban 1998: 173, Mena Martínez 2002: 88-90).
95. Existen numerosos ejemplos de estar como soporte en Mogorrón Huerta (1994, 1996). Cabe señalar,
no obstante, que no compartimos algunos de los análisis propuestos por el autor; por ejemplo, no creemos
que sea locución verbal estar a media asta (sino sólo adjetival o adverbial: a media asta) y que estar no es
soporte (Mogorrón Huerta 1994: 186), sino bien un elemento fijo de la locución estar a mesa y mantel, bien
el verbo con que más frecuencia se combina la locución adverbial a mesa y mantel (DRAE 2001).
96. Álvarez de la Granja (2002c: 388) piensa que estas parejas manifiestan la oposición ingresivo/
esivo (véase supra, n. 94). En algunos casos el objeto indirecto puede interpretarse además como sujeto
en la oración con tener + participio: Alguien tiene metido el diablo en el cuerpo/Alguien le tiene metido a
alguien el diablo en el cuerpo. Koike (2007) habla de variantes aspectuales.
97. Álvarez de la Granja (2002c: 389) define estas variantes mediante la oposición causativo/resulta-
tivo. Corpas Pastor y Mena Martínez (2003: 188) llaman a tales variantes perspectivas.
98. Debe interpretarse más como una estructura retórica que estrictamente gramatical. Evidente-
mente, el significado composicional de tener pocas luces no es idéntico al de no tener muchas luces, pero
sí el estipulado o estereotipado en cuanto cliché.
99. Como se dijo antes (n. 23), éste es el único recurso que parece reconocer Zuluaga Ospina
(1980: 109) para la formación de variantes, sean de la clase que sean; lo cual, como ha podido com-
probarse, no es cierto.
Por otra parte, algunos autores (Coseriu 1981: 299; Mendívil Giró 1990: 22 y 1991: 117, n. 16, Ans-
combre 2003: 164...) sostienen que tal operación es impracticable en los fraseologismos, incluso entre
voces sinónimas. Bosque Muñoz (1982: 138-139), contrastando el modismo con la solidaridad léxica,
limita la impracticabilidad de la conmutación en el primero a las voces sinónimas, aunque, en Bosque
Muñoz (2001a, 2001c), al oponer locución y colocación, el autor considera la insustituibilidad léxica
como una restricción general: la conmutación es una operación inviable en el modismo. Algo similar

296
defiende Espinal Farré (2002: 72) cuando contrasta el predicado complejo y la locución verbal, o Gó-
mez Torrego (1988: 23) al diferenciar la locución de la perífrasis verbal.
También otros autores han subrayado la insustituibilidad como un rasgo propio de las unidades
fraseológicas, desde fechas muy tempranas (Bally 1909: 75-76, Jespersen 1924: 18) hasta fechas más o
menos recientes (Vietri 1985a: 377 y 1985b: 14-15, Elia et al. 1985: 318, Verstraten 1992: 30, Abeillé
1995: 15-16, Branca-Rosoff 1997: 285....). No obstante, algunos de estos autores llegan a admitir que la
sustitución puede producirse de modo ocasional (Vietri 1985b: 27-28); así, por ejemplo, Verstraten
señala la alternancia a thorn in one’s side/flesh. Casadei (1995a: 11) sostiene que la sustitución es en
general rara, aunque diferencia entre variantes de uso y variantes de citación. Lo mismo piensan Abei-
llé (1995: 15-16), que aduce el ejemplo manger ses mots/*paroles, o Stock et al. (1993: 253-254), quienes,
contrarios a la teoría de Gibbs, Glucksberg, etc. (véase infra), entienden que la sustitución es un fenó-
meno aislado, raro, en fraseología, y piensan que muchos de los ejemplos que proponen algunos auto-
res para fundamentar su hipótesis sobre la flexibilidad de los idiomatismos son meros juegos de pala-
bras, digamos desautomatizaciones. Creemos que, en nuestro presente trabajo, aportamos suficientes
ejemplos (contraejemplos) que ponen en tela de juicio tales presupuestos.
Para fundamentar su teoría sobre la descomposición del idiom, Gibbs (Gibbs 1990: 425-426 y 1995:
102, Gibbs y Nayak 1989: 130, Gibbs et al. 1989a: 58 y passim) y Glucksberg (1993: 7, 19-21), entre
otros, utilizan la prueba de la sustitución para determinar el carácter sintáctica y léxicamente —y, en
consecuencia, semánticamente— flexible de algunos idiomatismos. Gibbs sostiene que un fraseologis-
mo presenta una mayor flexibilidad semántica cuanto mayor flexibilidad sintáctica admita. No obstan-
te, cabe señalar que hay expresiones fijas muy poco flexibles semánticamente (son opacas y no compo-
sicionales) aunque permitan la sustitución, esto es, aunque sean sintáctica o léxicamente flexibles.
100. La operación de conmutación es menos relevante, por ejemplo, en la formación de varian-
tes sintácticas.
En contra de nuestra apreciación acerca del mecanismo de la conmutación, Fournié (1996: 127)
parece privilegiar otros procedimientos: «Cabe notar que en la mayoría de los ejemlos la variante con-
siste en una modificación, supresión o adición de un gramema».
101. Como acabamos de ver (n. 99), algunos estudiosos (Bosque Muñoz 1982, Mendívil Giró 1991...)
niegan la posibilidad de practicar la operación de sustitución en las locuciones. Es cierto que la conmu-
tación léxica por sinónimos no es de aplicación automática en la fraseología: la sustitución por sinóni-
mos ha de estar, evidentemente, institucionalizada, como ocurre, por ejemplo, en alzar/levantar cabeza
o a zurdas/zocas. Ahora bien, la sustitución sinonímica puede a veces determinar un cambio de unidad
fraseológica: así, mientras que la sustitución de echar y arrojar es posible en echar/arrojar la casa por la
ventana, no lo es en arrojar el guante ‘desafiar’/echar el guante ‘atrapar, capturar’ (aunque, en algunas
zonas, parece admitirse echar el guante con el sentido de ‘desafiar’; arrojar el guante no adquiere el
sentido de ‘atrapar’). Por tanto, de su funcionamiento como sinónimos de lengua no debe inferirse que
han de tener el mismo comportamiento fraseológico en tanto componentes léxicos de una locución:
pueden ser no intercambiables (una de las alternativas no está institucionalizada, por lo que su cambio
supone la ruptura de la locución) o puede su trueque provocar un cambio semántico. La conmutación
léxica sigue el dictado caprichoso de la fraseología y no el dictado regular del sistema.
102. No parece, por lo que ilustran nuestros ejemplos, que tenga razón Casadei (1995a) al creer que
son sumamente infrecuentes las variantes con significado sinonímico, salvo, evidentemente, que se esté
pensando en la llamada sinonimia absoluta —por lo demás, distintamente entendida por los lingüistas,
como prueba el que Lázaro Carreter (1953: s.v. «sinonimia») y la Academia den como sinónimos pelo y
cabello (el DRAE 2001, en dos de sus acepciones: como unidad, ‘filamento córneo’, y como grupo,
‘conjunto de filamentos córneos’, siempre referidos a la cabeza) y Casas Gómez (1999: 138, n. 168) y
otros lingüistas supongan que son hiperónimo e hipónimo, respectivamente. En aquellas visiones exce-
sivamente reduccionistas del fenómeno de la sinonimia, que, recelando de su existencia, amplían los
contornos de la hiponimia, sería natural que muchos de nuestros ejemplos —la mayoría, sin duda— no
se vieran apropiados. Éstos constituirían cohipónimos o pares de hipónimo/hiperónimo, tal como he-
mos supuesto para las secuencias seguir la liebre/caza, levantar la liebre/caza, ¡Hasta los gatos tienen tos/
romadizo!... (véase infra).
Álvarez de la Granja (1999a: 49) no sólo proporciona ejemplos de sinonimia, sino que supone que el
intercambio de variantes léxicas es más fácil (en todo contexto) cuanto más próximos estén los signifi-
cados de éstas. Bien es cierto que, como indicamos a continuación, en numerosos casos la arbitrarie-
dad idiosincrásica se impone a la razón semántica (no tener pelos/*cabellos en la lengua).
Ya hemos indicado que estos ejemplos en los que los elementos intercambiables son sinónimos
serían precisamente las auténticas representaciones de las variantes léxicas sinonímicas (o sinónimos
estructurales para autores como Dobrovol’skij 1988, Burger 1989a: 598, Mena Martínez 2002: 66, 76 y
passim...) porque son los únicos que conseguirían preservar la imagen; por ello, cabría suponer que el

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resto de variantes conseguidas por el intercambio de lexemas no sinónimos no serían variantes, sino,
todo lo más, locuciones sinónimas (sinónimos interfraseológicos).
103. En el caso de que sepultura se entienda como ‘obra levantada del suelo para enterrar’, ya que
sepulcro sólo puede ser eso: ‘obra levantada del suelo para enterrar’; si no es «levantada», entonces
equivale a hoyo, de aquí que puedan ser variantes sinónimas con un pie en el hoyo/la sepultura: la
relación entre sepulcro y hoyo no es de sinonimia.
104. Este ejemplo está también recogido adecuadamente en Mondéjar Cumpián (1966: 239), con
posibilidad de cambio gramatical de preposición (a/en).
105. No obstante, Valero Garcés (2000: 457) cita la versión tirar una canita al aire, que el DFDEA
tilda de «rara».
Este ejemplo nos sirve como excusa para advertir que los juicios de aceptabilidad o «gramaticali-
dad» fraseológica que exponemos en relación con la sustitución léxica pueden variar de un autor a otro
y de un diccionario a otro, lo que no debe de resultar muy extraño considerando, entre otras razones, la
diversidad lingüística del español.
106. Mena Martínez (2002: 76) admite que la variante léxica sinonímica puede estar representada
no sólo por lexemas sinónimos, sino también por lexemas cohipónimos, en relación de hiponimia/
hiperonimia y metonimia, e, incluso, antonimia. Para Zuluaga Ospina (1980), la sustitución de voces
antónimas (p.ej., a buenas/malas) determina un cambio semántico notable y esto impide interpretarlas
como variantes.
Sólo excepcionalmente dos antónimos o contrarios pueden funcionar como variantes léxicas; es el
caso de a lo mejor/peor ‘quizá’ (no obstante, el DRAE no registra la 2.ª versión, aunque sí el DFDEA), de
traer/llevar la soga arrastrando y traer/llevar la cruz en los pechos, ir/venir a parar, o de romper el hielo/
fuego (antónimos «culturales»), cuando romper (el) fuego se emplea con el sentido genérico de ‘iniciar’
y no con el específico de ‘empezar a disparar’.
También excepcionalmente una misma construcción polisémica puede denotar dos sentidos con-
trarios (§ 7.2.3.); así, soltar el trapo significa bien ‘llorar’, bien ‘reír’ (aparte de ‘hablar sin contención’).
107 El registro de voces y locuciones en los diccionarios tiene también mucho de arbitrario, como
se ha denunciado repetidamente (Martínez Marín 2000b, Ruiz Gurillo 2000a...); por ejemplo, el DI cita
íntegramente dormir a sueño suelto y, sin embargo, sólo el sintagma prepositivo a pierna suelta, que, no
obstante, es solidario con ese mismo verbo (García-Page 2003a). Acaso como variante cubana, Carnea-
do Moré (1983a: 15, 21, 31) cita el modismo con el sustantivo en plural: a piernas sueltas.
Los estudiosos han descrito tradicionalmente la locución dormir a pierna suelta como verbal; pero,
como se ha señalado en diversos lugares del trabajo, en algunos estudios más recientes (Alonso Ramos
1993 y 2004: 56, n. 18, Koike 2000c...), aparece como una colocación compuesta por una locución
adverbial seleccionada por el predicado dormir, igual que otras variantes sintagmáticas, como las com-
parativas como un tronco o como un lirón.
108. También el diccionario determina para tirarse los trastos otro significado próximo (‘pelear,
guerrear, hacer la guerra’) que no concede a tirarse los bonetes.
109. A estas alternativas léxicas (o de otra naturaleza) compartidas por locuciones distintas las hemos
considerado variantes en intersección (García-Page 2002b). Pero no todos los componentes de un para-
digma de variantes de una locución intervienen en el paradigma de otra locución. Uno de los ejemplos
que allí proponíamos es la comparativa como una mula, que resultaba ser polisémica al poderse aplicar
como prototipo de la testarudez: terco como una mula; de la fortaleza: fuerte como una mula; del trabajo
esforzado: trabajar como una mula; de la carga: ir cargado como una mula. La voz mula representaba el
denominador léxico común de las cuatro comparativas (erróneamente, Beinhauer 1973: 80 supone una
quinta estructura comparativa: más falso que una mula), las cuales desarrollan sus propios inventarios:
terco como una mula/?un mulo, fuerte como una mula/un mulo/un toro/un león/un tronco/el roble, traba-
jar como una mula/un mulo/un burro/un negro/un enano/un cabrón, ir cargado como una mula/un mulo/
un burro/un borrico/un cabrón. Suponemos que la voz cabrón funciona a modo de comodín, como
sucede con otras palabras tabú —p.ej., ser más tonto que la hostia—; creemos que la voz condenado tiene
este mismo valor, aunque González Rey (2000b: 222) la analiza como variante en la estructura trabajar
como un condenado.
En virtud de sus dos significados: ‘estar inactivo’ y ‘no acertar’, la expresión no dar palotada se
relaciona con dos locuciones distintas: respectivamente, no dar golpe (y variantes: palo al agua, chapa...)
y no dar en el clavo (en el blanco, en la diana...).
110. También es reducido, por ejemplo, el paradigma de posesivos de la locución ¡A – salud!, citada en
Corpas Pastor (1996b: 29). Ahora bien, cabe indicar que el escueto paradigma conformado por signos
pronominales puede incrementarse casi al infinito si se consideran las realizaciones léxicas (sintagmáti-
cas) que, en algunas locuciones, admite el sustantivo cuando se procede al desdoblamiento de la función
en construcciones de doble objeto, como por la cuenta que a Luis/el vecino/el maestro... le tiene.

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111. Por ejemplo, a todo(a) gas/vela/vapor/meter/andar/correr/tren /prisa/galope/mecha/paleta/trapo/
velocidad/escape/brida... (más los nombres tabú: leche, hostia...).
Huelga decir que es la comunidad de significado (significado fraseológico) que comparten todas las
variantes en el contexto de la locución, más la unidad del patrón sintáctico, lo que nos permite describir
esta expresión, a pesar de su extraordinaria maleabilidad, como locución con variantes y no las diversas
realizaciones como locuciones distintas o sinónimos interfraseológicos —frente a lo que opinan otros
autores, como Penadés Martínez (2004b: 17-18)—; asimismo, como indicamos más abajo, defendemos
tal hipótesis frente a su clasificación como una locución con casilla libre por el carácter fijado de las
alternativas léxicas y su intercambiabilidad en cualquier contexto (frente a la opinión de Ortega Ojeda
y González Aguiar 2005: 102). Lo mismo cabría decir de las locuciones, ya citadas, «en un(a) + N» (en
un/una instante/momento/pis pas/credo/santiamén/rezo/periquete/suspiro/avemaría/sentada...)» o «estar
hasta + art + N» (estar hasta la coronilla/cabeza/moño...).
Moon (1998a: 93) se plantea la misma pregunta ante expresiones como in bloom/in bud/in flower/in
leaf (v.gr.: «in + N») y in a fix/in a hole/in a mess/in a puddy/in a spot (v.gr.: «in a + N»), entre otros.
112. Pueden citarse otros casos similares (la casilla se cubre con unidades de orden ya léxico, ya
gramatical); en algunos, las restricciones de selección del elemento libre son muy fuertes: «¡A + inf + se ha
dicho!» (¡A estudiar se ha dicho!), «¡Anda que no + ser + A + ni nada/que digamos!» («¡Anda que no es chulo
ni nada el tío ese!»), «estar (algo) a medio + inf» («El plazo está a medio terminar»), «[ser] (alguien) de lo
más + A + que he visto en mi vida/que hay/que ha parido madre» («Juan es de lo más tonto que he visto en mi
vida»), «estar de un + A + subido» («Irene está de un guapo subido»), «como + pronpers. tónico/SN + llamarse +
N[+ propio]» (como yo me llamo Pedro), «por + pronpers. tónico/SN + que no quede» (por mí que no quede), «por
si + SN/O + fuera poco» (por si eso fuera poco), «¡Maldito + art + N + que + (pronCI) + hace!» (¡Maldita la
gracia que me hace!), «en lo que va de + N[+ tiempo]» (en lo que va de año), «de + numeral + N[+ medida/+ peso] +
para arriba/abajo» (un árbol de dos metros para arriba»), «del orden de + (art) + numeral + N[+ medida/+ peso/
+ tiempo]» (del orden de los cuarenta años), «ir para + numeral + N[+ tiempo] +Oque» (va para dos años que
marchó a EE.UU.), «a + cuantif + N[tiempo] + vista» (a dos meses vista), «¡La de + Npl. + Oque!» (¡La de
cacharros que hay en esta cocina!), «¡Lo + Adv/A + que + SV!» (¡Lo bien que baila el tango!), «de hoy en +
numeral + N[+ tiempo]» (de hoy en cinco días)... Junto con las locuciones verbales, las fórmulas (semioracio-
nales) son las clases más representativas de la estructura con casilla.
113. Consideraremos convencionalmente signos gramaticales las alternativas de la expresión pasar
– noche en vela (adjetivos numerales, aparte del artículo), en cuanto que tradicionalmente se vienen
describiendo como una clase más de los adjetivos determinativos, con función de determinante. Tam-
bién se incluirían entre las gramaticales las variaciones estrictamente pronominales, en tanto los pro-
nombres no cuentan con lexema: «no dar más de + pron[reflex. tónico]», «¡A + pron[pers. tónico] + que +
pron[pers. átono] + importa!», etc.
Pueden indicarse, además, otras locuciones con casillas cubiertas por posesivos, si bien algunas
presentan fuertes restricciones en relación con el número o el género: «salirse con la + posfem. sing.»,
«hacer una de las + posfem. pl.», «ir a lo + posneutro», «estar a + possing. + (entera) disposición», «a +
possing. + modo de ver», «a + possing. + parecer», «en + possing. + (modesta/humilde) opinión», «sacar
de + pos + casillas», «no estar en + pos + cabales», «a + pos + juicio», etc.
Casadei (1995c: 338) señala, para el italiano, algunas expresiones con posesivo similares: a POSS
avviso, dare la POSS parola, etc.
Resulta más complejo el análisis como locución con casilla de estructuras como lo suyo, que los
diccionarios describen sin más como locución, dado que siempre modifica a un verbo; v.gr.: «V + lo +
posneutro» («Esos turistas alemanes beben lo suyo»).
114. Los enunciados que representan series no son considerados siquiera locuciones por otros auto-
res; para Alonso Ramos (1993: 167, 2004), por ejemplo, son, simplemente, colocaciones. Debe tenerse
en cuenta, además, que la expresión serie fraseológica tiene, al menos, otro sentido en fraseología, co-
rrespondiente al establecido por Bally (1909: 68) para ciertas construcciones intermedias entre la locu-
ción y el sintagma libre: grosso modo, lo que actualmente se conoce como colocación y, más concreta-
mente, el predicado de verbo soporte (cfr. Ageno 1960: 245). También con Bally recibió el nombre de
agrupaciones usuales.
115. La primera opción está en la línea de quienes tratan expresiones similares como variantes
estructurales o perspectivas; la segunda opción coincide con la opinión de Zuluaga Ospina (1980: 107),
al afirmar que, frente a las variantes en general, «Los miembros de las llamadas series [...] deben ser
consideradas (sic), sencillamente, como expresiones diferentes, en la medida en que su significado
léxico sea diferente, eventualmente opuesto».
Sin embargo, aun reconociendo que esta decisión es congruente con su caracterización de la variante,
nos resulta poco adecuado asimilar las series de este jaez ni las otras con alternativas léxicas opuestas que
él pone como ejemplos de series (de buena/mala fe), que comparten estructura sintáctica y léxica, a los

299
verdaderos antónimos interfraseológicos, esto es, a locuciones estructuralmente distintas con significa-
dos (de lengua o contextuales) contrarios, del tipo ser [dos personas] uña y carne/llevarse [dos personas]
como los perros y los gatos, ir al grano/andarse por las ramas, meter/poner el dedo en la llaga/coger el rábano
por las hojas, saber latín/no tener dos dedos de frente o no dar el brazo a torcer/apearse del burro (véase
§ 7.2.2.3.). En la serie, la oposición viene determinada sólo por los componentes alternantes cual signos
semánticamente autónomos (con significado literal); en los antónimos interfraseológicos, la oposición
viene dada por la construcción en su conjunto, por su significado fraseológico o idiomático (son locucio-
nes distintas). Como se ha indicado antes, en el ámbito español, autores como Ortega Ojeda y González
Aguiar (2005: 101) y Montoro del Arco (2005a: 139; cfr. Montoro del Arco 2004c: 598 y 2005b: 136 para
una opinión distinta) describen las series como auténticas variantes y no como expresiones fijas distintas,
en flagrante contradicción con el concepto de variante que adoptamos.
En nuestra opinión, la clase de relación antonímica que exhiben los dos últimos pares de ejemplos
de Zuluaga es algo atípica, pues su forma de consecución no responde ni a la antonimia interfraseoló-
gica o externa, que acabamos de comentar, ni a la antonimia intrafraseológica o interna, del tipo a
diestro y siniestro o tarde o temprano (véase García-Page 1998a y 1999a, y § 7.2.2.3.).
Es habitual, sobre todo en la bibliografía alemana, rusa y eslava, que las alternativas de las series
sean consideradas variantes o variantes antonímicas o antónimos estructurales, inscritas normalmente
entre las variantes estructurales (Dobrovol’skij 1988: 167-168, Mena Martínez 2002: 66, 81...; cfr.
§ 7.2.3.). Se llega, incluso, a afirmar en alguno de estos estudios que el intercambio de lexemas antóni-
mos no provoca cambio en el significado global (Èernyševa 1981a: 49, Ïurèo 1994b: 86, Fleischer 1997:
182...); en nuestra opinión, cualquier sustitución léxica de contrarios sí determina un cambio semánti-
co en la locución en que se practique.
116. Uno de los rasgos generales de las series es que el paradigma de alternativas es esencialmente
binario, si bien algunas series constituyen inventarios algo más extensos, sobre todo ternarios: a corto/
medio/largo plazo, de corto/medio/largo alcance, a pequeña/mediana (o media)/gran escala, de corta/media/
avanzada edad, en pésimo/mal/buen/perfecto estado, en buena/perfecta/mala/baja forma... (adviértase el carác-
ter semántico e idiosincrásico de la selección del adjetivo: el extremo máximo está representado por largo
cuando se aplica a plazo, por grande cuando se aplica a escala, y por avanzada cuando se aplica a edad).
Otro de los rasgos formales es que son adjetivos y, en menor proporción, verbos (raramente adver-
bios) las categorías que representan los lexemas antónimos de las series. Entre los rasgos semánticos,
cabe señalar la posibilidad de que formen oposición lexemas que, en el sistema, no lo son; esto es, la
facultad inherente al discurso fraseológico de crear sus propias relaciones semánticas (esta observa-
ción ya se ha señalado para los casos de sinonimia, hiponimia, etc.); piénsese en pares como dar(le) alas/
recortar(le) las alas.
117. Como ya hemos comentado en capítulos anteriores e indicamos más adelante (§ 7.2.3.), no nos
proponemos discernir las clases de relaciones opositivas que suelen estudiarse bajo el concepto de
antonimia u oposición: inversión (conversión), reciprocidad o complementariedad (contradicción), anto-
nimia propiamente dicha (gradación). En cambio, sí lo hacen otros autores, como Álvarez de la Granja
(2002c): respectivamente, apertar/afrouxar a bolsa, lanzar/recoller o guante y ver con bos/malos ollos.
Schlömer (2002: 53-60), siguiendo a Lyons (1980), distingue entre complementarios (contradicción):
père et mère, nuit et jour, c’est l’eau et le feu..., antónimos (gradación): peu ou prou, plus ou moins, jeunes
et vieux..., y conversos: bras dessus, bras dessous, tel maître, tel valet..., y además señala los casos de
oposición direccional: ne faire qu’entrer et sortir, va-et-vient..., y de escalaridad y cíclico: autrefois et
maintenant, l’alpha et l’oméga, en noir et blanc...
También, en nuestro amplio sentido de antonimia, incluimos oposiciones culturales, del tipo tirios/
troyanos, Dios/demonio, pies/cabeza, alma/cuerpo o cielo/tierra: aunque estos antónimos no lo son en
razón de una base semántica, funcionan como tales en la fraseología; sus referentes constituyen ele-
mentos antagónicos en alguna parcela del saber humano (comp. en cuerpo y alma, etc.) o, cuando
menos, representan los extremos de un todo (de pies a cabeza, de tope a quilla, etc.). No obstante la
naturaleza pragmática de la relación, en muchos casos subyace una oposición lingüística sustentada en
los rasgos semánticos del estereotipo: bondad/maldad, eterno/perecedero, etc.
118. Domínguez (1975: 91-92) y el DFEM, entre otros, admiten la alternancia (dar buena/mala espi-
na); nosotros pensamos que esta alternancia, tal cual, no es posible (véase, asimismo, el DEA o el
DRAE), presumiblemente en virtud de los valores semánticos asociados a la palabra espina; por tanto,
creemos que debe ir acompañada de un cambio de modalidad: dar mala espina > no dar buena espina
(véase § 4.2.1.3.6.9.).
Con respecto al par tener malas/*buenas pulgas, creemos, por el valor negativo asociado al referente
designado por el sustantivo, que sólo es posible el adjetivo malo; si bien, estas restricciones se extienden
al resto de variantes nominales (sombra, uva, leche, ralea, hostia...): tener mala/*buena sombra, uva,
leche, ralea, hostia. Domínguez (1975: 221) cree que es posible tener buena sombra.

300
119. Diversos lingüistas (Weinreich 1966, Lyons 1970, Fillmore et al. 1988, Everaert et al. 1995: 4,
etc.) han indicado la existencia de esquemas sintácticos de naturaleza fraseológica. Si bien, las concep-
ciones no siempre son coincidentes. Por ejemplo, el idiom schema de Moon (1998b: 163) no se corres-
ponde con el esquema fraseológico de Zuluaga (tampoco frame [Moon 1998b: 145], más próximo a la
casilla vacía antes descrita). Tampoco es similar el concepto de esquema utilizado por Alcina Franch y
Blecua Perdices (1975: 705).
120. Varios autores (Malkiel 1959: 129, Vaporshiev 1992: 116-118, Mellado Blanco 2004b: 147...)
también han observado que los modelos o esquemas con preposición tienden a la repetición léxica. El
propio Zuluaga hace, sin embargo, dos salvedades: incumplen este requisito los esquemas «sin – ni –»
y «de – a –».
Tal salvedad no parece tenerse en cuenta en García-Medall Villanueva (1992: 70) (también, para el
francés, Schlömer 2002: 26-28); para dicho lingüista, el último esquema —junto con el de «de – en –» y
«L + prep (a, por...) + L»— vehicula obligatoriamente la repetición, lo cual no es cierto en algunos casos,
como de cabo a rabo o de punta a cabo, y de vez en cuando o de cuando en vez, sin necesidad de recurrir
a determinadas expresiones compuestas por las mismas preposiciones que violan tal condición por
tratarse acaso de construcciones completamente fosilizadas, independientes, que no funcionan actual-
mente como realizaciones de dicho esquema, tales como de hoy a mañana, de ayer a hoy, de pies a
cabeza, de hoy en adelante, de mal en peor, de coza en coroza, etc.
Además, respecto de esos esquemas, afirma García-Medall que deben darse, entre otros, estos dos
factores: que la palabra repetida sea un sustantivo o palabra sustantivada y que presenten identidad
formal. Creemos que hay también contraejemplos: de aquí allí, de arriba abajo, de aquí acá, de dos en dos
(«de + numeral1 + en + numeral1»)...
Las necesidades del discurso también pueden provocar que no se respeten algunas de las condicio-
nes que tales esquemas imponen, como podría ilustrar el enunciado «De aquí a Madrid hay 60 km».
121. Es cierto que en esta expresión los signos relacionales están fijados, pero también hay signos
léxicos fijados.
Se trata de una fórmula de refuerzo de la afirmación que exige que el enunciado sea pragmática-
mente verdadero, de modo que la suma de los numerales del primer miembro ha de coincidir aritméti-
camente con la cantidad que designa el guarismo del segundo miembro. Los cardinales sumandos
pueden ser el mismo o no (dos y dos, dos y tres...), y presentan como restricción idiosincrásica (no
gramatical ni semántica) el que, de modo preferente, se emplean sólo los números más bajos de la
escala. Véase, por ejemplo, García-Page (2000b, 2000e).
122. Resulta más que peligroso afirmar que el elemento comparativo más que tiene un valor pura-
mente relacional; no sólo más es un adverbio, sino que el conjunto funciona como estructura de énfasis.
Además, el hueco libre no puede ser llenado por cualquier adjetivo: aparte de que exige identidad al
tratarse de una construcción reduplicativa, la clase semántica de adjetivos está constreñida a los valora-
tivos marcados con el rasgo [+ despectivo], si bien se usan casi exclusivamente los insultos (imbécil,
más que imbécil; *bueno, más que bueno; *alto, más que alto...). Sobre algunas restricciones sintácticas
de los insultos, véanse, por ejemplo, Milner (1982: esp. cap. 7) y Ruwet (1982).
123. Este esquema resulta más ajustado a la realidad que el que propone Zuluaga Ospina (1980: 112,
1992: 126): «X(subj.) pron. X(subj.)», primero, porque se concreta categorialmente la variable «X» y,
segundo, porque el elemento fijo no es necesariamente pronombre, pero sí relativo: lo que, quien, don-
de, como...
124. Por ejemplo, dependiendo de la locución conjuntiva como si: «Come [de tal manera] como si
comiera por comer».
125. Véanse, entre otros, Martínez Álvarez (1966), Beinhauer (1978b: 354-355), Escandell Vidal
(1991: 77), García-Page (1997b: 149-152), Suñer Gratacós (2000)...
126. La existencia de la forma fosilizada dale que dale invita a creer que la forma verbal que intervie-
ne es imperativo, tal como ha supuesto siempre la mayoría de los lingüistas, pues las formas flexivas,
salvo contextos muy marcados o forzados, no admiten la adjunción posverbal de clíticos (enclisis). De
hecho, Roca Urgell y Suñer Gratacós (1998: 55) hablan de imperativo gerundiano. Ahora bien, ha de
tenerse en cuenta que son posibles las formas de pasado lavaba que lavaba, corría que te corría, etc.,
incluso la del futuro en el segundo miembro: lava que lavará, y el presente en la fórmula anquilosada
dale que te pego. Además, resulta anómala la proclisis del pronombre ante una forma imperativa.
La locución dale que te pego es la única formulación del esquema que no respeta la reduplicación léxica.
Cabe pensar que la citada expresión es un derivado estructural de la loc. dale que (te) dale; es decir: «V1(le) +
que + te + V2», y que resulta de un cruce de variantes: léxica (dale/pego), sintáctica (supresión del pronombre
le en el segundo miembro: *dale que te pégole, y presencia obligatoria del pronombre te: *dale que pego) y
morfológica (cambio de morfema gramatical: *dale que te pega). García Dini (1996: 45) da una explicación,
poco afortunada en nuestra opinión, de la formación dale que te dale a partir de dale que te pego.

301
127. A la misma estructura sintáctica obedecen locuciones como sin más ni más y sin comerlo ni
beberlo, con términos de preposión categorialmente no sustantivos; pero creemos que tales locuciones
no son ya derivados del esquema, sino que constituyen enunciados fraseológicos independientes, con
su significación y empleo específicos, como ya lo son sin ton ni son, sin causa ni razón, sin pies ni
cabeza, sin trampa ni cartón, sin principio ni fin... (cfr., p.ej., Ortega Ojeda y González Aguiar 2005: 103,
quienes tratan dichas locuciones como esquemas).
128. Como es de esperar por su comportamiento fraseológico habitual, en este esquema también
funcionan como sustitutos del segundo miembro las socorridas palabras tabú; si bien, presentan una
restricción morfológica, y es la de que deben ir en plural: sin fuerza ni leches (u hostias)/*sin fuerza ni
leche (u hostia); cfr., si acaso, sin fuerza ni mierda, variante inusual.
129. Lógicamente, no están indicados todos los contextos verbales posibles; por ejemplo, de pe a pa
admite un número de verbos de significado distinto: repetir, copiar, leer, contar...; de par en par se emplea
a veces como atributo de los nombres puerta y ventana, sobre todo (a veces, también otro sustantivo;
p.ej., libro...), supuestamente por elisión del participio abierta: «La puerta está [abierta] de par en par».
Cfr. García-Medall Villanueva (1992: 71).
130. En los estudios de la fraseología del español, las variantes dialectales se han marginado con
frecuencia porque se las ha considerado no como genuinas variantes, sino como meras variaciones
(Zuluaga Ospina 1975b, 1980: 107-108; Corpas Pastor 1996b: 29, Fournié 1996: 123, Santamaría Pérez
2003: 61...). Entre los abundantes trabajos de fraseología germanísticos, ingleses, galos, etc., estas cla-
ses de variantes, hasta fechas cercanas, habían recibido escasa atención (cfr., no obstante, Burger et al.
1982: 67; Hundt 1994a: 206-207, 1994c, 1995: 164-165; Segura García 1998: 85-89, 65-74; Burger 2000:
105-110; Mena Martínez 2002: 69-71, etc.), si bien fue objeto de estudio en algunas comunicaciones
presentadas en el congreso de Europhras 2001: Piirainen, Dawes, Zürre... De acuerdo con nuestra pos-
tura expuesta en García-Page (2002b) (cfr. también Zuluaga Ospina 1992: 126), creemos que sí han de
describirse como variantes, aunque en un nivel distinto del resto de las variantes (léxicas, etc.); por
ejemplo, Thun (1978) discrimina las variantes dialectales como una clase de variantes externas, frente
a aquéllas, que representan las variantes internas. Este criterio sigue parcialmente Montoro del Arco
(2005a: 142-144, 2005b: 132-133, 2006a: 64-65) al diseñar los términos de variante externa y variación
externa para las realizaciones diafásicas, diatópicas, diastráticas e históricas, del tipo tener redaños/
cojones, meter baza/cuchara o poner verde/cual digan dueñas.
Es evidente que aquellas variaciones propias o endémicas de una región o país de habla hispana que
no han conseguido traspasar las fronteras ni se han generalizado presentarán un índice de menor
disponibilidad y se resistirán a la prueba de la conmutación para hablantes no oriundos del lugar del
que las frases son originarias. Pero es sabido que, igual que ocurre con las voces simples del sistema,
determinados americanismos o regionalismos han tenido más fortuna en el proceso de expansión y se
han generalizado, compitiendo, en la actualidad, con las formas no marcadas diatópicamente, cuando
no se han impuesto y las han reemplazado, tal como ha sucedido con algunas variantes diastráticas.
Similares observaciones cabría hacer de los sinónimos dialectales y diastráticos (véase § 7.2.2.2.).
131. Esta expresión es una de las más documentadas: además de las indicadas, en España tam-
bién se emplean las variantes hacer pellas/bolas/corrales/gorra/pimienta (algunas, poco usuales); Casa-
do Velarde (2005: 689) cita de Extremadura hacer cordones (Don Benito), hacer monta (Badajoz) y
hacer boliches (Mérida); en Perú, hacer la vaca (a veces, citada hacer vaca); en Chile, hacer la cimarra/
chacha; hacer (o hacerse y echar) la pera, en Ecuador; hacerse la chupina, en Chile y San Juan de
Argentina; hacerse la yuta, en Salta (Argentina); y hacerse la rabona, en Paraguay, Uruguay y Argenti-
na; hacerse rata, en Argentina; comer jobos, en Puerto Rico; etc. (véanse, entre otros, Morvay 1986 y
2000: 181; Forment Fernández 1999, 2000a, 2001a, 2001b, 2002; Koike 2001a, 2003a, 2004...).
132. Para el estudio de las variantes dialectales, resultan de sumo interés las obras de Koike y For-
ment citadas en la nota anterior, de donde tomamos algunos de nuestros datos.
133. Es encomiable el trabajo que está llevando a cabo un nutrido grupo de colaboradores del
hispanista H. Ueda a través de su proyecto Varilex.
134. En español, forman un conjunto muy numeroso las voces que se han acuñado para designar la
borrachera, marcadas regional o socialmente: turca, merluza, cogorza, melopea, pea, pedo, tranca, moña...
(véanse, entre otros, Iribarren Rodríguez 1955, Suárez Blanco 1989, Lozano González 1998, Guerbek et
al. 2004, Pamies Bertrán et al. 2004 y 2008, Cortina Pérez 2005...).
135. No obstante, podría tratarse de una variante americana considerando, como indica Forment
Fernández (2002: 343), que «las Chacaritas» es un cementerio de Buenos Aires.
136. Por ejemplo, en Morera Pérez (1993: 76-87, 115-123), algunas expresiones marineras, agrícolas
y ganaderas pueden servirnos para aducir ejemplos de variantes canarias: estar como una baifa, ¡Échale
paja a la burra! (= ¡Échale guindas al pavo!), ni tuje ni muje, entrar por el surco, tener mal tabefe ‘mala
leche’, más negro que un cazón, tener más vista que un garajao, comer más que un jaribuche, más agarra-

302
do que una lapa, El que quiera lapas que se moje el culo, saber más que un pejeverde, A toda vieja le llega
su anzuelo, A todo cochino le llega su mochazo, coger una varadera ‘emborracharse’, ser más pesado que
una potala, más despistado que un pulpo en una gavia, etc.
El autor cita algunos ejemplos que cree originarios de Canarias, pero, a nuestro entender, son de
ámbito general, como limpio de polvo y paja, llevar el timón ‘cortar el bacalao’, de bolina, al garete,
cerrarse en banda —que alterna con cerrarse a la banda (Morera Pérez 1993: 82)—, meter en vereda —que
alterna con la peninsular y general meter en cintura (Morera Pérez 1993: 122), etc.
Sobre la fraseología canaria, véanse también Ortega Ojeda (1997) y Ortega Ojeda y González Aguiar
(2000, 2005).
137. En Rivas Domínguez (2000), aunque limitadas al léxico marinero, pueden verse algunas va-
riantes fraseológicas gallegas. Por ejemplo, como alternativas de a mares, el autor cita a dar cun pao, a
esgalla, a embute y a mazo; de poner en claro serían variantes poñer a boia libre o poñer a boia á mao; etc.
Otras obras de fraseología gallega, como Álvarez de la Granja (2002c) ofrecen numerosos ejemplos de
variantes locales.
138. Lo mismo cabría decir de las variantes regionales de cualquier país de habla hispana. Véanse,
entre otros, Selva (1948) y Malaret (1951), para la fraseología argentina; Martínez Marín (1991b) y
Gómez (1992), para la fraseología venezolana; Urrutia Cárdenas (1988), Koike (1998a, 1999a, 2000a),
Roa Arancibia (2003, 2005) y Valencia (2003), para la fraseología chilena; Morvay (1986, 2000), para la
fraseología mexicana; Arroyo Soto (1971), para la fraseología costarricense. Los trabajos diversos de
Carneado Moré (1983a...) y Tristá Pérez (1985, 1998, 2000...), entre otros, nos facilitan, indirectamente,
datos de interés sobre las variantes cubanas.
139. Sobre la fraseología en el lenguaje taurino, véanse, por ejemplo, Tecedor Yangüela (1995, 1998)
y Luque Durán y Manjón Pozas (1998).
140. En los últimos tiempos ha aparecido un número importante de estudios fraseológicos sobre los
lenguajes de la técnica y la especialidad: negocios, medicina, derecho, etc. (véanse, además de algunos ya
citados en este apartado, Pavel 1993, Gentilhomme 1995, Loffler-Laurian 1995, Candel 1995, Mesková
2000, Congosto Martín 2005, Tabares Plasencia y Batista Rodríguez 2005...). En general, a nuestro modo
de ver, en dichos trabajos suelen mezclarse colocaciones y simples sintagmas de acuñación reciente y vida
pasajera con, las menos de las veces, genuinas locuciones. A modo de ejemplo, en Tabares Plasencia y
Batista Rodríguez (2005) se afirma que expirar/vencer un plazo es locución, cuando, todo lo más, es colo-
cación; ni tampoco son locuciones tener antecedentes penales y endosar una letra de cambio, entre otras
expresiones que citan los autores; asimismo, resulta poco acertado clasificar como colocaciones estructu-
ras que nada tienen que ver con la colocación, como abuso sexual, considerar inconstitucional una ley,
cuestión de inconstitucionalidad, presentar un proyecto de ley, cámara de comercio, condiciones generales de
contratación, doble nacionalidad, fijar la cuantía de una pena, etc.
141. Si bien los términos coloquial y vulgar no son intercambiables, lo cierto es que suelen emplear-
se como sinónimos. El DRAE tilda de vulgares muchas expresiones —como corte de mangas— que,
para otros diccionarios, son meramente coloquiales. Son muchos los autores que han denunciado la
arbitrariedad y la falta de acuerdo en el empleo de estas marcas: por ejemplo, Garriga Escribano (1994),
Cundín Santos (2001), Moreno Fernández (2004: 565-568)...
142. Resulta difícil decidir si las palabras tabú que sustituyen ocasionalmente a las unidades léxicas
de una locución deben describirse como variantes o simples alternativas libres. Su gran versatilidad
para aparecer formando parte de numerosas locuciones, como auténticos comodines, induce a pensar
que no son genuinas variantes; piénsese, por ejemplo, que construcciones como se quedó más rojo que
la leche o fuma más que la leche son enunciados posibles a pesar de incumplirse las condiciones de
veracidad y prototipicidad que impone la comparativa fraseológica (más rojo que un tomate, fuma más
que un carretero): el valor de muletilla del sintagma que la leche explica que pueda aplicarse igualmente
a blanco, en más blanco que la leche, expresión, no obstante, ambigua, según se interprete leche como
prototipo de la blancura o como simple comodín. Ahora bien, las restricciones de selección de palabras
tabú que exhiben numerosas construcciones (¡No jodas/*folles!, de puta/*zorra madre, trabajar como un
cabrón/*puto/*maricón, etc.) dan a entender que, al menos en estas construcciones, las palabras tabú
no son meras variaciones libres, en la medida en que cada expresión tolera unas voces disfemísticas o
tabú y rechaza otras.
Por otro lado, muchas locuciones con el clítico la constituyen expresiones tabú porque, en contra de
la diversidad referencial a que están expuestos los pronombres en la sintaxis regular, la tiene un referen-
te fijado, que suele ser el órgano sexual masculino supuestamente nombrado con un sustantivo de
estirpe vulgar de género femenino, como polla: cascársela, chupársela, sudársela, enchufársela... En es-
tos casos, en los que la tiene un referente muy concreto, no resulta válida, pues, la observación de
Pintori Olivotto (1990: 63) consistente en que «la forma la pierde parcial o totalmente su valor prono-
minal para asumir un valor neutro, alterándose la carga semántica del verbo». Como nosotros, Larreta
Zulategui (1996: 57) alude al carácter concreto o fijado del referente de la.

303
143. Hay bastantes trabajos sobre el tabú y el eufemismo con carácter general. En España, uno de
los primeros estudios lingüísticos en llamar la atención sobre el fenómeno es Senabre Sempere (1971),
aunque, en la actualidad, es Casas Gómez (entre otros, 1986a, 1986b, 1993, 1994, 1995a, 1999) el lin-
güista que más estudios le ha dedicado. Véanse, además, Kany (1960), Plomteux (1965), Widdak (1968,
1970, 1972, 1989...), Benveniste (1969), Galli de’Paratesi (1973), Gregorio de Mac (1973), Montero
Cartelle (1979, 1981), Danninger (1982), Chamizo Domínguez y Sánchez Benedito (1994), Martín Fer-
nández (1994)...
144. Para Cundín Santos (2001: 94), órdiga deriva de hostia.
145. La afirmación de que las expresiones fijas constituyen un contraejemplo al poder generativo de
la gramática se ha hecho con frecuencia basándose en corpus muy reducidos, que impiden ver las
diferencias de versatilidad de las unidades. Es el caso, por ejemplo, de Fraser (1970).
Más recientemente, se reconoce la posibilidad de examinar sintácticamente una construcción fija,
incluso bastante opaca, relacionando a veces la flexibilidad sintáctica con la flexibilidad o composicio-
nalidad semántica. Los trabajos de Gibbs y sus colaboradores, Geeraerts, Glucksberg o Cacciari, entre
otros, a los que ya hemos aludido en varias ocasiones, son un claro ejemplo.
Es también cierto que a veces se ha operado con clases distintas de unidades (locuciones, predica-
dos complejos, etc.) para demostrar el comportamiento desigual de las construcciones fijas: Gaatone
(1981, 1982: 46-49, 1993), Bianchi (1993)... Por esta razón, los resultados no pueden considerarse ente-
ramente válidos: es de esperar que un predicado soporte, como sintagma verbal libre que es, admita
cambios transformacionales de ese tipo (véanse, entre otros, Gross 1986 o Mendívil Giró 1999: 306-
319). No obstante, se observa que aceptan más fácilmente la pronominalización y la pasivización que la
nominalización, en virtud de las características semánticas del verbo soporte: dar un paseo > darlo,
hacer un viaje > hacerlo, ejercer influencia > ejercerla..., hacer una visita > ser hecha una visita, poner en
orden (algo) > ser puesto en orden (algo)..., poner en marcha > puesta en marcha, tomar una decisión >
toma de decisión, abrir una cuenta > abrirla/ser abierta una cuenta/apertura de una cuenta... Tampoco
todas las construcciones que se estudian genéricamente como predicados complejos exhiben un com-
portamiento idéntico ante éstas y otras pruebas, dependiendo del carácter más o menos definido del
sintagma, de la presencia de sustantivos escuetos o con determinante, de su mayor o menor arreferen-
cialidad, etc. (véanse, esp. para el español, Mendívil Giró 1999, Alonso Ramos 2004 y Bustos Plaza
2005b; asimismo, Gross 1976, Anscombre 1982 y 1991, Wierzbicka 1982, Di Sciullo 1982, Dugas y Di
Sciullo 1984, Cattell 1984, Curat 1984, Di Sciullo y Rosen 1990, Gross y Vally 1991, Bosque Muñoz
1996 y 2001c, Blanco Escoda 2002, Bustos Plaza 2002, 2003, Koike 2004...).
Esta mayor flexibilidad se observa también en las colocaciones, lo cual resulta lógico por su valor de
construcciones libres (aunque sean con frecuencia tratadas como unidades fraseológicas): establecer una
relación > establecerla/ser establecida una relación/establecimiento de una relación, prestar servicios > pres-
tarlos/ser prestados unos servicios/prestación de servicios, etc.
146. Generalmente, se trata de la pronominalización del objeto directo. La pronominalización del
sujeto de las locuciones oracionales o semioracionales es aún más restricta: írsele el santo al cielo > *írsele
él al cielo, picarle la curiosidad > *picarle ella, subírsele los humos a la cabeza > subírsele ellos a la cabeza, etc.
147. Respecto de las variaciones morfológicas, la sustitución léxica por un sinónimo, el cambio de
determinante o la modificación sintagmática (mediante un adjetivo, un adverbio, etc.), los resultados
son muy dispares y están en función de la idiosincrasia de cada unidad fraseológica (véanse, p.ej., los
capítulos dedicados a las variantes morfológicas, léxicas y sintácticas); por ello, resulta muy aventurado
proponer esquemas de regularidades.
La coordinación de dos locuciones sí es, como era de esperar, posible mientras no se transgredan las
leyes de la coordinación («No sólo se pasa las clases pensando en las musarañas, sino que mete la pata
continuamente»), pero no la coordinación de núcleos nominales, aun tratándose de variantes léxicas
(o, si se quiere, la elusión por Ø del componente verbal común a dos variantes coordinadas): *untar el
eje y Ø el carro, *pasarlas moradas y Ø canutas... Sin embargo, los núcleos predicativos de muchas
locuciones verbales sí permiten su coordinación, sustentada en la ley de la economía lingüística, aun-
que en circunstancias muy restrictas, como en el caso de que se trate de la misma locución con sendos
verbos con distinta flexión («En la contratación, el jefe de personal tenía, y tiene aún, mano») o de
contextos de verbos fraseológicamente posibles que están relacionados antonímicamente («El concur-
sante entró y salió por la puerta grande») (Melendo 1965: 12, Álvarez de la Granja 2002c: 226). La
coordinación no será posible, en cambio, si uno de los verbos antónimos no existe como parte de la
locución, esto es, si existe una única locución de las supuestas como antónimas (*«La directora perdió
y luego encontró los papeles», *«Hay que entrar y salir en materia»). Tampoco es viable la coordinación
de variantes léxicas verbales: *tirar y arrojar la casa por la ventana.
En el empleo discursivo las locuciones parecen tolerar más variaciones (nominalización, relativiza-
ción, pronominalización...) que cuando se las trata como unidades lexicográficas, como meras piezas

304
lematizadas del diccionario: «La discusión está alcanzando una subida de tono insostenible» [subir el
tono], «Ana tiene un corazón tan grande que no le cabe en el pecho» [no caber el corazón en el pecho],
«Cree que le lleva la contraria para ponerlo nervioso, pero, en verdad, no se la lleva», «¡Es insoportable
la lata que da este tío!» [dar la lata], etc.
148. Schenk (1995) critica que algunos de los ejemplos de modificaciones que alegan algunos lin-
güistas para defender la hipótesis sobre la flexibilidad del idiomatismo sean respuestas eco y juegos de
palabras, fenómenos que, evidentemente, deberían quedar fuera del estudio de la fraseología. Véase,
asimismo, Nicolas (1995: 248).
149. Schenk (1995: 258) cita el enunciado: «C’est past un cheveu, c’est un chat que Paul a dans la
gorge» (avoir un chat dans la gorge); si bien nos parece más ilustrativo del fenómeno de rectificación o
matización (enfática). El eco se manifiesta frecuentemente en los turnos de palabra o los diálogos.
150. No obstante, Álvarez de la Granja (2002c: 233-235, 243-244) piensa que focalizaciones y tema-
tizaciones como las que muestran estos ejemplos son sólo aparentes, pues no es un elemento lo que se
tematiza o focaliza, sino la locución entera, y que ello es posible gracias a la copia mimética que se hace
de las expresiones libres:

—Creo que Luís meteu o zoco no asunto das entradas.


—Non, o zoco meteuno Ana.
—Ana xa meteu o diñeiro no banco.
—O zoco foi o que meteu Ana no banco.

151. También el propio discurso se beneficia de la libertad que le concede a la pronominalización,


en conjunción o no con otros factores (repetición, elipsis, etc.), para satisfacer sus propios imperativos,
como la cohesión y la progresión textual.
En este aspecto, la anáfora desempeña, como se sabe, una función especial; la pronominalización
parece poder aplicarse sin mucha dificultad en segundas menciones: «María le comía el coco con esas
historias y se lo volverá a comer si no abre los ojos». Si bien, a veces se producen desajustes, debidos
fundamentalmente al significado idiomático; así, el carácter terminativo o conclusivo de estirar la pata
‘morir’ impide la formación de anáforas del tipo *Pedro estiró la pata y la estirará de nuevo, que suponen
reiteración (sí, en cambio: Pedro estiró la pata y Lucas la estirá pronto), frente a la ausencia de ese
contenido en meter la pata: Pedro metió la pata y la meterá de nuevo.
La bibliografía existente sobre el fenómeno de la cohesión textual es abundante; entre los clásicos y
de aplicación al español: Halliday y Hasan (1976, 1985), Gutwinski (1976), Marcus (1980), Carrell
(1982), Stosky (1983), Hasan (1984), Mederos Martín (1988), Parsons (1990), Hoey (1991), García
Izquierdo (1998)... Asimismo Tannen (ed.) (1984) y Connor y Johns (eds.) (1990). Respecto de la Fra-
seología, véase, por ejemplo, Nascinione (2001 y 2002).
152. Frente a la opinión de López Roig (2002: 28, n. 24), quien cree que casi todas las locuciones
verbales admiten nominalización. La autora sostiene esta afirmación alegando como uno de los meca-
nismos de nominalización la «falsa» sustantivación de construcciones verbales con el artículo masculi-
no, del tipo el dar en el blanco.
153. Este contraste es muy ilustrativo cuando una construcción admite dos sentidos, uno literal y
otro idiomático; así, perder aceite y perder los papeles son nominalizables con sentido recto, pero no con
sentido idiomático, salvo que se trate de un recurso de deslexicalización: He perdido los papeles [del
coche] > La pérdida de los papeles [del coche me ha causado muchas molestias]/He perdido los papeles [en
mi intervención] > *La pérdida de los papeles [en mi intervención], El coche pierde aceite (abundantemen-
te) > La pérdida de aceite del coche (es abundante)/Ese señor pierde aceite > *La pérdida de aceite de ese
señor (adviértase que la locución no admite el modificador adverbial o la atribución que se ha practica-
do en su contraparte literal, operaciones sólo posibles como formas desautomatizadas: *Ese señor pier-
de aceite abundantemente, *La pérdida de aceite de ese señor es abundante).
154. No nos parecen «normales» las nominalizaciones tomada de pelo y metida de pata que propone
Zuluaga Ospina (2002: 102).
155. Adviértase que ponerse el sol viene siendo descrita como una colocación y, sin embargo, mues-
tra idéntico comportamiento sintáctico que poner(se) el pantalón o cualquier otra construcción libre; lo
cual constituye una prueba más de que se trata de una construcción libre y no una unidad fraseológica
propiamente dicha.
156. Estas construcciones verbales paralelas a las locuciones nominales no son agramaticales, sino
fraseológicamente inviables: sencillamente, la fórmula verbal es un sintagma libre.
157. Zuluaga Ospina (1992: 126) las describe como variantes; si bien, en Zuluaga Ospina (1980: 106-
113) eran tratadas como simples variaciones (también Santamaría Pérez 2003: 61). Montoro del Arco

305
(2005a: 142, 2005b: 134-135, 2006a: 63) cree que son variantes (variaciones estructurales de orden
morfosintáctico); supone, además, que metedura y tomadura son palabras idiomáticas. Otros autores
españoles (Corpas Pastor 1996b; Ruiz Gurillo 1997d, 1998b, 2001c...) no parece que se hayan pronun-
ciado al respecto (véase nota siguiente).
158. Por ejemplo, dar(le) un repaso > dárselo, poner peros > ponerlos, tomar(le) el pelo > tomárselo, etc.
De ser pronominalizaciones aceptables, constituirían contraejemplos a las teorías de aquellos estu-
diosos que piensan que la pronominalización no es una operación viable en las locuciones o que provo-
can la destrucción del sentido idiomático (Fraser 1970, Burger 1973: 89-90...). Krenn (1977: 112-113)
piensa que la pronominalización es practicable siempre que el sintagma nominal y el pronombre perte-
nezcan al mismo nivel idiomático (level constancy). Toman (1978: 78-81), aunque sostiene la viabilidad
de la prueba, propone contraejemplos a la hipótesis de Krenn.
En el ámbito español, algunos autores, como Bosque Muñoz (1982: 121), Mendívil Giró (1999: 545-
556) o Álvarez de la Granja (2000c: passim), creen que algunas locuciones sí toleran la pronominalización.
159. Esta misma prueba debería poder aplicarse al complemento de régimen y al complemento
indirecto, pero, en estos casos, la pronominalización es menos factible: dar gato por liebre > *dar gato
por ella, meter en cintura > *meter en ella, buscar los tres pies al gato > *buscarle los tres pies, etc.
Similar resultado ofrecen los sujetos y los complementos verbales de las locuciones oracionales: írsele
el santo al cielo > *írsele él al cielo, trabársele la lengua > *trabársele ella, Aquí torció la puerca el rabo > *Aquí
lo torció la puerca/*Aquí torció ella el rabo, etc.
160. Álvarez de la Granja (2002c: 229) también observa la tendencia a la pronominalización única
del CD en locuciones compuestas de «V + CD + CI», y cree que es la única viable. No obstante, la autora
contrasta la gramaticalidad de la pronominalización conjunta (complemento directo e indirecto) con la
agramaticalidad bien de la pronominalización única del complemento indirecto, bien de la pronomi-
nalización única del complemento directo.
En nuestro último ejemplo se producen dos pronominalizaciones de modo simultáneo.
161. Este contraste no se expone en Krenn (1977) y Toman (1978), más preocupados por el fenóme-
no de pronominalización sintáctica que hemos señalado previamente.
162. Esta forma (armarla) es la abreviatura fraseológica posible de armar la de San Quintín, de armar
la de Dios o armar una buena, pero no la forma pronominalizada de ninguna de éstas; es decir, la no es
el sustituto pronominal del sintagma la de San Quintín: (armar) la de San Quintín = (armar)la.
163. Cfr., por ejemplo, Machonik (1985). Abeillé (1995: 20, 24), por ejemplo, piensa que ciertos
idioms opacos son pasivizables y que, por tanto, exhiben un comportamiento no diferente del que
manifiestan los predicados libres ante la pasiva. Recientemente, algunos autores (p.ej., Dobrovol’skij
1999e) han retomado este tema clásico que tanta expectación suscitó en las filas generativistas.
Como ya se ha señalado en varios lugares (p.ej., § 2.5.3., n. 38), basándose en el sentido idiomático,
algunos autores, como Chafe (1968, 1971), Newmeyer (1972, 1974) y Mendívil Giró (1990, 1999), han
supuesto que la inviabilidad de algunas pasivas se debe al valor intransitivo del verbo simple por el que
pueden parafrasearse; así, por ejemplo, kick the bucket y estirar la pata no admiten pasiva porque tam-
poco la admite el verbo morir, que es intransitivo (cfr., sin embargo, el análisis de su equivalente francés
casser su pipa en Ruwet 1983: 50). Diversos autores, como el citado Abeillé (1995) y antes Nunberg
(1978) o Gibbs y Nayak (1989: 102-103), ponen en tela de juicio la hipótesis de Newmeyer, y aducen
ejemplos (contraejemplos) como give up the ghost, throw in the towel y pop the question. Si bien, cabe
señalar que, como reconoce Reagan (1987: 419), ya Newmeyer (1974) se percató de que algunas trans-
formaciones en pasiva eran posibles (the law was laid down < lay down the law).
Álvarez de la Granja (2002c: 242-243) critica la subjetividad que a veces interviene en la aplicación
de la parafrásis; así, piensa que tirar la toalla es intransitivo si se interpreta como ‘rendirse’, pero transi-
tivo si equivale a ‘abandonar un proyecto’. La autora cree, frente a los autores citados, que la viabilidad
de la operación está en relación con el sentido literal y no con el sentido idiomático, y que, como ocurre
con las restantes operaciones transformativas, la posibilidad de practicarse se explica por la copia
mimética de los procesos que soportan las construcciones libres.
164. Es, francamente, difícil que una creación individual consiga generalizarse e institucionalizarse,
convertirse en un hecho social, en una propiedad de la comunidad hablante.
165. El término importado del formalismo ruso, desautomatización, es el adoptado comúnmente en
los estudios de fraseología hispánica para aludir a la variante ocasional (Zuluaga Ospina 1975b, 1980,
1987, 1997: 636-637, 1999: 545, 2000-01; Corpas Pastor 1996b: 233-266; Ruiz Gurillo 1997c, 2000b: 90-
91; Mendívil Giró 1998; Vigara Tauste 1998; Zamora Muñoz 2000b; Mena Martínez 2002, 2003a; Cor-
pas Pastor y Mena Martínez 2003: 184 y 2004: 13; Santamaría Pérez 2006...). Nosotros utilizamos
indistintamente desautomatización y deslexicalización (García-Page 1988: cap. 2, 1989, 1990h, 1991b,
1992a, 1992b, 1993b, 1993c...), este último, al parecer, preferido por Galisson (1995); si bien dicho
término puede teñirse de otros matices o referirse a otros fenómenos (p.ej., Gréciano 1984a: 115, Syp-

306
nicki 1991). A veces se emplean otros términos de significación semejante, como el de desfijación (Ras-
tier 1997, Mejri 1997a, 1997c y 2000d, Ibrahim 1998: 375, Cabasino 1998: 309, 1999, Anastissiadis-
Symónides 2003). Mendívil Giró (1999: 380-381) utiliza el término de conversión ilícita, frente a la
conversión lícita o transformación autorizada. También se recurre a otros términos más neutros, como
modificación, transgresión, manipulación... (Èernyševa 1980, Burger et al. 1982: 69, Barz 1986: 322 y
1987: 319, Gréciano 1987a, 1987b y 1987c, Kunkel 1991, Körhonen 1992: 52, B. Wotjak 1992: 133,
Güell 1999, Álvarez de la Granja 1999c y 2002a, Oncins Martínez 2004, Montoro del Arco 2004c...). Así,
en Álvarez de la Granja (1999c: 32) la desautomatización es una forma de manipulación y supone
siempre la activación de dos lecturas, la literal y la idiomática. Para Mena Martínez (2002, 2003a),
modificación y desautomatización no son el mismo fenómeno. Para Burger et al. (1982: 28 y ss.), el
mecanismo es más complejo y puede presentarse como resemantización o como ambiguación (que, a su
vez, puede consistir en una literalización, remotivación, lectura literal...). La distinción de Gréciano (1991a:
91) es, aparentemente, más simple, pues, sin que constituyan fenómenos contrarios, contrasta la remo-
tivación o reactivación del sentido literal (Palm 1995: 85) y la demotivación o pérdida de significado de
los constituyentes (en otros trabajos la autora utiliza los términos deslexicalización y remetaforización o
similares; cfr. Gréciano 1983b, 1984a: 113-117, 1986a: 322-323, 1991b, 1993b, 1997a, 1997b). Cabe
advertir que el concepto de remotivación no es idéntico en los dos autores.
Luque Durán (2002) utiliza el término de contrarrefrán para dar cuenta de los refranes (y frases
hechas) manipulados. González Calvo (2004: 89, 2007) llega a hablar de neologismo fraseológico para
designar las formaciones adulteradas; Sablayrolles (1997) las llama locuciones neológicas.
Cabe advertir que todos estos términos, igual que ocurría con el de variante, son empleados a veces
para describir fenómenos diferentes, lo que provoca confusión. Así, en Munske (1993: 505-507), modi-
ficación (modifizierte Phraseologismen) equivale a variante usual (esto es, justamente lo contrario a la
concepción más generalizada).
166. Se está aludiendo a los registros y ámbitos más proclives a la ruptura del cliché y los ejercicios
lúdicos; por ejemplo, la publicidad (Coppens d’Eeckenbrugge 1989, Grunig 1990: 115-145, Guerra Sa-
las 1997, Hermerén 1999: 97-104, 131-141, Sancho Cremades 2006b, Fernández Toledo y Mena Martí-
nez 2007...; asimismo, Burli-Storz 1980: passim, Iglesias Ovejero 1990: 49-51, Sánchez Corral 1991:
passim, García-Page 1992c: 384-385, Santamaría Pérez 2006, etc.), la prensa y otras formas de periodis-
mo (Martinell Gifré 1978, Grassegger 1989, Fiala y Habert 1989, Arnaud 1992, Cowie 1991, B. Wotjak
1991 y 1992, Walße 1992, Partington 1996, Sabban 1998, Holzinger 1998, Cabasino 1999, Feyaerts
2005, Maestre Brotons 2006, Santamaría Pérez 2006...; asimismo, Tanaka 1992, Morley 1998: passim,
etc.), la lengua literaria (Bousoño Prieto 1966, Zuluaga Ospina 1983, 1987 y 1997, Pape 1985, García-
Page 1988: cap. 2, 1989, 1990f, 1991b, 1992a, 1992b, 1993b, 1993c y 2006c, Le Bigot 1993, Ruiz Gurillo
1995a y 1996a, Fernández Rodríguez 1999, Güell 1999, Oncins Martínez 2004...; asimismo, Alarcos
García 1955, Alarcos Llorach 1955, Alcántara 1957, Riffaterre 1964, Suárez Solís 1969: 221-260, Delas
y Filliolet 1973: 107-110, Zuluaga Ospina 1975b, Martínez García 1975: 480-482, Molino y Tamine
1982: 115-118, Espiño Collazo 1983, González Muñiz 1983, García-Page 1990h, 2003b: 143-153, 2004c:
163-167, etc.). En la lengua de todos los días se producen numerosísimas transgresiones; en algunos
estudios (Ruiz Gurillo 1997c y 1999 [2000b: 90-91], Vigara Tauste 1998, Álvarez de la Granja 2000a...)
se recogen ejemplos de producción espontánea.
Son, realmente, numerosos los estudios dedicados a las variaciones libres o creativas (p.ej., aparte de
los arriba citados y en n. 2, Pitulainen 1992, 1996a y 1996b, Fill 1992, Veisbergs 1994, 1997 y 2001,
Holzinger 1996, Heinz 1997, Cowie 1998a, Sabban 1999, Bender-Berland 1999, B. Wotjak 2000: 123-134,
Zamora Muñoz 2000b, Coffey 2001, Langlotz 2001, 2004 y 2006c, Corpas Pastor 2001c, Balsliemke 2001,
Mena Martínez 2002, 2003a, 2003b y 2004, Corpas Pastor y Mena Martínez 2003), y es, además, algo
general el que los manuales de fraseología incorporen un capítulo más o menos extenso a ellas (Koller
1977, Thun 1978: 202-204, Burger et al. 1982: 68-90, Gréciano 1983b, Häusermann 1987, Labno-Falecka
1995: 318-368, Corpas Pastor 1996b: 233-258, Fleischer 1997: 216-218, Burger 1998a: 150-154, Segura
García 1998: 147-162, Álvarez de la Granja 2000c: esp. cap. 4, López Roig 2002: esp. 49-51...). Uno de los
autores extranjeros que más trabajos ha dedicado a este fenómeno es Gréciano (recogidos en la bibliogra-
fía final). Véanse, además, § 4.2.1.1. y los caps. 7 y 8 de Burger et al. (eds.) (2007), Norrick...
167. Frente a lo que sucede con las transformaciones sintácticas regulares (cambios de flexión,
pronominalización, etc.), que suelen afectar más comúnmente a las locuciones más transparentes y
flexibles, es previsible que las agresiones violentas se cometan en mayor proporción contra las locucio-
nes petrificadas o en un estado avanzado de fosilización, suponiendo ser mortalmente alérgicas a la
virulenta enfermedad del cambio, las más resistentes a la erosión, dada su incorruptibilidad o invulne-
rable pervivencia a lo largo del tiempo. Si bien, esto no es en absoluto una norma cumplida a rajatabla.
De hecho, muchas veces, no son las locuciones más opacas o pétreas y momificadas las preferidas en
ciertos registros (p.ej., publicidad y ensayo periodístico), sino las locuciones ambiguas, que permiten la

307
interactuación de las dos lecturas, la literal y la idiomática, o, en otras palabras, que permiten dibujar la
imagen plástica que proyecta el significado composicional. Son, por ello, las locuciones verbales y
oracionales, normalmente más extensas, las más expuestas a la experimientación.
168. Álvarez de la Granja (1999c, 2002a, 2002c) es de esta opinión; así, por ejemplo, la autora (Álva-
rez de la Granja 2002a: 22) cree que «non parece haber intención manipulativa» en textos como:

a) Porto Rico é o único país, dos territorios de EE.UU., con posibilidades de ser un estado, pero a súa
experiencia é diferente á de Hawai, os alemáns de Pensylvania, os franceses de Lousiana e os españois
de California, que foron perdendo terreo lingüístico [perder terreno]
b) Era difícil estar con el nunha mesa e gañarlle a partida dialéctica [ganar la partida]

La autora (Álvarez de la Granja 1999c: 40) reconoce, no obstante, el alto grado de subjetividad que
interviene a la hora de delimitar lo que es manipulación y lo que es mera adaptación al contexto:
«Interésanos destacar, ademais, que o grao de fosilización duhna expresión pode variar duns falantes a
outros, de xeito que o que uns perciben como manipulación, para outros pase desapercibido».
169. En este mecanismo se centra el estudio de Mena Martínez (2002). Corpas Pastor (1996b: 243)
cree que esta operación no se da en solitario, sino siempre combinada con otro mecanismo (aprecia-
ción, evidentemente, desacertada).
170. Este refrán ha sido el elegido como eslogan para dos anuncios publicitarios contemporáneos
entre sí (2006):

a) En abril viajes mil... (Travel Club)


b) En abril..., libros mil (Librería Iberoamericana)

171. Cabe advertir que es frecuente que el trueque léxico lleve consigo un cambio sintagmático y
morfológico (variación del morfema de número), como ocurre en estos dos textos de Gloria Fuertes):
los dientes > el alma, el mazo > la flor):

a) Enamorarse es darse
y darse con un canto en el alma [darse con un canto en los dientes]
b) A Dios rogando
y con la flor dando [A Dios rogando y con el mazo dando]

172. 12) La noticia comenta el concurso de pesca, a cuyo ganador se lo llamó «el Beckham de la
pesca»; 14) El nuevo término se refiere a la crisis del gobierno de entonces. Los titulares de noticias de
los tres últimos ejemplos (16-18) se enmarcan, respectivamente, en el contexto del carnaval de Río de
Janeiro; en el de las opiniones de políticos (J. Puigcercós, de ERC, E. Zaplana, del PP, y A. Pérez Rubal-
caba, del PSOE) sobre la dimisión de Florentino Pérez, presidente del club de fútbol Real Madrid; y en
la vida sentimental de Isabel Pantoja con el ex alcalde de Marbella, Julián Muñoz, con causas judiciales
pendientes (retransmisión de una entrevista a la tonadillera en Argentina).
El eslogan de los anuncios publicitarios suele tener una vinculación directa con el producto que se
oferta (García-Page 1992c); el exigido laconismo de los titulares periodísticos y eslóganes encuentra en
los refranes, clichés y locuciones el contexto propicio para producir más impacto y resultar más eficaz,
tal como ilustran los ejemplos 11) (Gas Natural, mayo 2001), 15) (el mensaje alude a los romances y
escarceos que comenta el presentador) o 16) (ya comentado), los citados en n. 170 («montados» sobre
el refrán En abril, aguas mil), o los siguientes de Fino «San Patricio» (a), Chocolate Nestlé (TV, marzo-
abril 2006) (b), Queso Président (c) y recomendación de posturas para dormir (Qué!, 11-4-07, p. 3):

a) Al pan, pan y, al vino, Fino San Patricio.


b) No deje de probar las nuevas recetas de Nestlé negro Ecuador y leche crème. Se le hará la boca
chocolate.
c) Un sabor vale más que mil palabras.
d) Dime cómo duermes y te diré quién eres.

Corpas Pastor (1996b: 254) cita el siguiente titular:

e) Más católicos que el papa (El País, 22-7-95, p. 20 [acompañado de una viñeta]).

308
El texto comenta la relación entre los católicos de Irlanda y el Vaticano: «[...] La reciente accesibili-
dad de los archivos nacionales está propiciando libros como Ireland and the Vatican, de Dermot Keogh,
un estudio estremecedor de la relación entre Dublín y la santa madre Iglesia. Una relación un tanto
vergonzosa. Los creadores del Estado Libre Irlandés estaban convencidos de la necesidad de construir-
se un lugar especial en el corazón de los papas de la misma forma que desarrollaban una relación
fraternal con Estados Unidos. Para acentuar su devoción, Dublín regaló un edificio al nuncio papal, se
ocupaba de su mantenimiento y pagaba hasta los gastos de viajes de los enviados vaticanos. La pasión
romana de los irlandeses alcanzó su cenit en 1948, cuando se temía que el partido comunista ganara las
elecciones en Italia: la diplomacia dublinesa contactó secretamente con Pío XII para ofrecerle Irlanda
como nueva Santa Sede si triunfaban los ateos. No fue así, en parte gracias a los generosos donativos de
los irlandeses, que tuvieron como destinatarios a los democristianos. A pesar de los ardientes deseos
irlandeses de ganar puntos ante Su Santidad, el Vaticano siempre trató a su país con exquisita displi-
cencia. [...] A pesar de ello, los papas han seguido considerando a los gobernantes irlandeses como
súbditos y presionando para atajar la liberalización que está transformando irremediablemente “el
único país católico que nos queda” (Pablo VI, en 1977)».
Álvarez de la Granja (1999c: 39) recoge el siguiente texto de O Correo Galego (5-03-97), donde se
hace referencia directa al arma de fuego que utilizó Urich para vengarse:

f) Urich (ex home de Harrelson, experto en toma-la xustiza polo seu rifle con mira dirixida) é ¡un empresario!

173. Texto citado en Corpas Pastor (1996b: 243). Adviértase que la sustitución también puede venir
motivada por el deseo de evitar la repetición del sustantivo cara, enunciado un renglón más alante.
Este otro ejemplo corresponde a un poema de Blas de Otero (el nuevo término no es, propiamente
hablando, un sinónimo, aunque funciona como tal; es tan sólo un derivado, y su empleo puede venir
determinado por el acoplamiento rítmico):

a) Algo es algo.
Y, a caballo regalado,
no le mires el dentado [A caballo regalado, no le mires el diente]

Vigara Tauste (1998: 112) recoge la siguiente entrevista a Míchel, jugador del Real Madrid caído en
desgracia con la llegada del entrenador F. Capello. El texto ilustra el juego de palabras practicado por el
periodista R. Mendoza al relacionar pelo y capelo (ca-pelo) ‘cabello’, empleando la locución tomar el pelo:

b) R. Mendoza: —Parece que le dijeron que iba a continuar su contrato un año más.
Míchel: —Sí, me dijeron que no había ningún problema, pero vamos, para la dirección técnica no ha
sido así.
R. Mendoza: —Vamos, que le tomaron el capelo.

174. Ejemplo citado en Martínez López (1996).


175. Es un texto reelaborado. Se refiere al comunicado de ETA del abandono permanente de las
armas, leído por una mujer encapuchada. El pie de la noticia del texto 26), comentado por el presentador,
hace referencia a la descatalogación de Plutón como planeta al descubrirse otro (Sena) de tamaño similar.
176. Citado en Álvarez de la Granja (1999c: 38).
177. Ejemplo tomado de Mena Martínez (2004: 503).
178. En el siguiente ejemplo (cit. en Vigara Tauste 1998: 113), los lexemas antónimos serían seco y
mojado; gracias al contexto y al conocimiento pragmático, quemado se opondría a mojado por asocia-
ción semántica con seco:

a) Es que señor Rico, me, me da la impresión de que además aquí llueve sobre quemado [Llover sobre
mojado]

En los textos que proponemos a continuación, la sustitución se celebra entre dos signos gramatica-
les (las preposiciones con/sin y las conjunciones y/ni):

b) Con orden y concierto. Un buen armario, además de sólido, tiene que ofrecer capacidad y buena
distribución (Diez Minutos, n.º 2.381, suplemento Casadiez, n.º 3, 1997) [sin orden ni concierto/(no
tener] orden ni concierto]

309
c) porque la muerte no hace nada a tontas ni a locas (Gloria Fuertes) [a tontas y a locas]

Adviértase cómo se consigue en ambos casos la reliteralización de la expresión, la recuperación del


sentido denotativo de las voces orden y concierto (con valor sinonímico), por un lado, y de las voces
tontas y locas (como cuasisinónimos: ‘personas faltas de juicio’), por otro.
179. Ejemplo citado en Mena Martínez (2003a).
180. Con parecida estructura sintáctica y modalidad aseverativa, la misma expresión aparece como
titular de periódico (Metro directo, 29-3-06, p. 14):

La Orquesta desea ser «profeta» en su tierra.

Un caso similar es el que representa el siguiente texto de Gloria Fuertes, si bien se producen otras
alteraciones del refrán original, como la supresión del relativo generalizador, el cambio del morfema de
género en el sustantivo (plural > singular) y la adjunción de la conjunción y para configurar una estruc-
tura coordinada:

Y canto, y mi mal espanto

181. The Times-Picayune es un periódico de Nueva Orleans que había alertado sobre la devastación
que podría sufrir por un huracán, como así fue con el mortífero Katrina.
182. Si bien, no siempre la marca distintiva es la mayúscula. En el siguiente anuncio, se ha prescin-
dido de la mayúscula, pero no de la grafía foránea extraña al castellano (el ejemplo es de Sánchez
Corral 1991: 99):

Nos ha costado un triumpho. Nos va a costar muy poco introducirlo (Triumpho) [costar un triunfo]

183. Este artificio también se aplica a otras estructuras fijas no fraseológicas, como, por ejemplo, los
compuestos, tal como ilustra el siguiente texto:

Fiat. Fiat Punto y aparte (Fiat Punto)

En este capítulo pueden verse otros ejemplos similares (de sustitución, adición, etc.) que juegan con
el nombre de la marca o de un personaje.
184. Este anuncio está complementado con una ilustración, que representa una botella de vino
Blanca de Navarra (el nombre aparece en la etiqueta) destapada y boca abajo, de cuyo interior caen un
par de gotitas. De ahí la reliteralización del significado idiomático de la locución: quedarse vacía, sin
blanca (sin Blanca).
No con la marca, sino con la variedad o clase de vino (el blanco), juega el anuncio del albariño
Martin Codax: Acertar es dar con el blanco. Santamaría Pérez (2006: 1655), considerando que el enun-
ciado ecuativo del anuncio resulta verdadero si se emplea la locución dar en el blanco (‘acertar’), cree
que se trata sólo de la ruptura de dicha locución mediante la sustitución de la preposición de por con.
Sin negar que tal locución se actualiza en dicho contexto por cuanto el lector la tiene en cuenta, noso-
tros creemos que el enunciado del spot es también veritativo, pues dar con algo puede tener también el
significado ‘acertar, lograr definitivamente algo que se venía buscando’ (los enólogos, vitivinícolas y
bodegueros ensayan una y otra vez con distintos caldos hasta dar con el deseado).
Fernández Toledo y Mena Martínez (2005) citan un ejemplo parecido: «El blanco de todas las
miradas».
185. Antes se ha citado el trueque de diente por dentado en un texto de Blas de Otero por posibles
razones métricas (rima). Estas mismas razones podrían ser las que expliquen la elección de boca para
que rime con loca en este otro texto de Gloria Fuertes:

a) Y corre de voz en boca,


que la familia que queda
está loca [de boca en boca]

No obstante, no sólo efecto sonoro y juego con el significante: también podría interpretarse como
una representación de la acronimia fraseológica: correr la voz + de boca en boca.

310
La ruptura del esquema fraseológico de N1 en N1, que exige repetición léxica, es un recurso que
aparece en otros textos, como estos fragmentos poemáticos: «... andar el viento / de tomillo en canción»
(de Ramón de Garciasol), «... Y sólo / de tarde en noche, con noche / soslaya alguna su excepción de
metal» (César Vallejo).
186. Repárese en que, en algunos textos (40, 42, 43, 44, 47, 48, 49, 50, 52, 55), la sustitución léxica se
basa en el cambio de un sonido; en otros, la diferencia consiste en dos o más sonidos, o en la adición o
supresión de alguno. Veamos ejemplos similares:

a) ¡Ahí va! ¡Ahí Bold! (Detergente de lavadora Bold) [¡Ahí va!]


b) Dalky que Dalky todo el día (Dalky, lácteos Chamburcy) [dale que dale]
c) Florentino, un hombre sencillo. El show de Flo. Ni flu ni Flo (El Mundo, Magazine, 2-3-3, p. 16) [ni fu ni fa]
d) español de pura bestia, tal el cielo
ensartado en la tierra por los vientos (César Vallejo) [de pura cepa]
e) Hay morancos en la costa (TV2, 2006, «Los morancos») [Hay moros en la costa]
f) ¡Carretera y Fanta! (Fanta. Vans. Caravans Island [Air Europa]. Yo caravaneo. Tú caravaneas...Ya
tocaba. Lo estabas esperando. Este año...¡Carretera y Fanta!).
g) Viene la nieve.
Cae
poco
a
copo (Blas de Otero) [poco a poco]

Téngase en cuenta que juegos de palabras como este último exhiben un alto grado de elaboración: la
locución poco a poco se superpone con una de las realizaciones posibles del esquema N a N que ha
adoptado la citada locución: copo a copo, para, así, interpretar la forma lenta como cae la nieve, copo a
copo, poco a poco. Se trataría de un anagrama silábico o verlén (comp. viene-nieve). En f) la conmuta-
ción es simple (manta > Fanta). En a-e), la operación es, en realidad, múltiple: la mayor extensión del
nuevo término hace suponer que, a la sustitución de un sonido del lexema original, se completa con la
adición de otro u otros sonidos; v.gr.: va > Bold, dale > Dalky, fa > Flo (cfr. fu > flu, con sólo adición), cepa >
bestia, moros > morancos (juego seudoetimológico).
187. Texto que también cita Corpas Pastor (1996b: 245).
188. Adviértase que el juego de este anuncio se basa en un fenómeno de tmesis.
189. Los siguientes textos están recogidos por Mena Martínez (2003a, 2002), aunque la autora no
hace ningún comentario sobre el mecanismo de conmutación múltiple:

a) No sólo de créditos vive el estudiante [No sólo de pan vive el hombre]


b) Albañiles somos y en el andamio nos encontraremos (Telemadrid, «Manos a la obra», 16-1-01) [Arrie-
ros somos y en el camino nos encontraremos]
c) Mejor prevenir que apagar (20 Minutos, 12-4-07, p. 33) [Más vale prevenir que curar]

Los refranes se convierten en moldes para su continua reutilización creativa:

a-1) No sólo de Barcem viven los Oscar (Tele5, 25-2-08, 15:00)


a-2) No sólo de vivienda libre vive el SIMA (Qué!, 29-5-07, p. 12)
a-3) Paralíticos son los enemigos
y en el caminito nos encontraremos (Gloria Fuertes)

Pero, como hemos podido comprobar (véanse los ejemplos anteriores), la sustitución es simple en
otras muchas ocasiones:

d) Al mal tiempo, buen abrigo (TV-1, 3.ª ed., 12-10-05) [Al mal tiempo, buena cara]
e) Al mal tiempo, buena manta (Casa & Campo, n.º 139, 2005, p. 26)
f) Oveja que bala, poema que pierde (Gloria Fuertes) [Oveja que bala, bocado que pierde]
g) Año nuevo, piedra nueva (Gloria Fuertes) [Año nuevo, vida nueva]
h) Hay algo en el ambiente que me crispa los cisnes (Gloria Fuertes) [crispar los nervios (a alguien)]

En d), la noticia anuncia lluvia y frío en Galicia; el texto de e) viene comentado: «Colores naturales y
texturas cálidas, suaves y muy confortables. Éstas son las claves de las mantas de la nueva temporada.
Con flores, de raso, tejidos [...]».

311
190. Ejemplo citado en Montoro del Arco (2003: 341).
191. Ejemplo extraído de Corpas Pastor (1996b: 244).
192. Este ejemplo es de Álvarez de la Granja (2002a: 22); en dicho trabajo la autora recoge más
ejemplos similares. Los textos 71-73) son de Martínez López (1996). Al principio de este apartado,
también hemos citado otros textos que ilustran esta situación (La vida de los periodistas da muchas
vueltas, etc.); otros aparecen diseminados en los distintos epígrafes de este capítulo.
193. Véase lo dicho en relación con, por ejemplo, el texto anteriormente citado The Times-Picayune
fue profeta en su tierra, o el ejemplo 84) Dad al César... > doy al César...
194. El texto siguiente trata un caso similar, sólo que la expresión tomar medidas no es una locución
(ni una paremia), sino una colocación; si bien, existe también la locución tomar las medidas (a alguien),
con el artículo como constituyente interno obligatorio. La secuencia del ejemplo tampoco es, realmen-
te, una colocación, sino un sintagma libre: «tomar la medida del cuello, la cintura, etc., de la novia para
confeccionar el vestido»:

a) Hay que tomar con agua la aspirina,


la vida en broma hay que tomarla
y sólo el amor en serio.
Hay que tomar las medidas a la novia (Gloria Fuertes)

La revitalización del significado literal también se obtiene violando la restricción de selección se-
mántica del sujeto: refiriéndose a una vaquilla soltada en un encierro popular que arremete con cual-
quiera que se pone a su paso, el comentarista utiliza la expresión no se casa con nadie, que sólo puede
seleccionar sujetos [+ hum.] (Tele5, «El buscador», 4-3-06).
195. Se trata de un anuncio de La Caixa sobre los fondos garantizados. El texto que comenta el
eslogan es el siguiente: «Lo lógico no es pensar así. De hecho, si se tira una tortilla al aire, baja. Tardará
más. O tardará menos. Pero la tortilla sube y baja. Sin embargo, los nuevos Fondos Garantizados de ‘la
Caixa’ sólo suben. Porque garantizan el 100 % del capital invertido y no tienen riesgo [...]».
196. Cabe advertir que también se efectúa una operación de sustitución léxica: va/ha venido.
197. También reza así el título de una novela de J. Madrid (Barcelona, Noguer, 1982).
En un texto periodístico de la escritora Almudena Grandes aparece el enunciado Poesía no soy yo
(ejemplo citado en Santamaría Pérez 2006), en el que, evidentemente, se consigue otro tipo de oposi-
ción mediante la sustitución léxica tú > yo (< Poesía eres tú [Bécquer]).
198. Cabe señalar que, además del cambio fónico, el juego también se construye sobre la inadecua-
ción de la selección: a cuerpo de rey es un complemento que suele ser seleccionado por el verbo vivir; en
el ejemplo anterior, contante y sonante funciona habitualmente como locución adjetiva modificando al
sustantivo dinero. Se analizan a veces como colocaciones complejas: vivir + a cuerpo de rey, (pagar con)
dinero + contante y sonante. En los dos casos, la motivación está muy clara: en aquél se pondera la
cualidad del purito (es el superlativo, el rey); en éste los componentes léxicos relacionan al cantante con
la constancia (constante) y la canción o sonido (sonante).
199. Ejemplo recogido por Díaz Hormigo (2006).
200. En ejemplos como éste, o el que aducimos a continuación, el cambio puede interpretarse no
como una simple adición de un sonido, sino como la conjunción de dos operaciones: la sustitución de
un sonido más la adición de otro ([vid]a/[víd]eo, [p]uta/[fr]uta):

a) Fruco. De fruta madre (Zumos Fruco) [de puta madre]

Antes se han aducido ejemplos similares: va/Bold, dale/Dalky, fa/Flo, etc.


201. La no correlación morfológica de persona gramatical entre los dos verbos que exige la consecu-
tiva enfática (enunciado declarativo) corre que vuela/corren que vuelan (= corre que se las pela) obliga a
que la expresión se lea literalmente (volar ‘desaparecer’, como un enunciado imperativo (recomenda-
ción), con la estructura sintáctica de subordinada causal (que = porque), con pausa obligada tras el
verbo principal: «Debes darte prisa en reservar el vuelo porque los billetes baratos se agotan ensegui-
da». El icono (varias bandadas de pájaros volando que dibujan en el cielo azul la oferta anunciada: 50
% de descuento) coopera eficientemente en la interpretación del producto que se oferta reactivando el
significado de volar: vuelos a Venezuela y Ecuador (corre, que vuelan [los pájaros/los aviones]).
202. En realidad, la modificación no es tan simple: a la variación gramatical (cambio de número en
la desinencia verbal: vale > valen), que viene sintácticamente determinada por la concordancia con el
sujeto léxico (las banderas), hay que sumar la adición del sintagma de un campesino, con lo que se
consigue la literalización del sustantivo pena. El cambio morfológico del número representa una trans-

312
gresión del comportamiento sintáctico de dicha locución, pues exige un sujeto proposicional (subordi-
nada completiva).
203. Un caso similar de alargamiento mediante la inserción de nuevos componentes formando una
serie enumerativa es el siguiente juego de palabras que aduce Vigara Tauste (1998: 108), basado en el
cruce de dos estructuras prefabricadas, la locución dar en el quid y la recitación de la declinación latina del
pronombre qui (adviértase que, para obtener esta suerte de acrónimo con un elemento común, quid, se
hace necesaria la modificación del morfema de género del primer elemento pronominal de la serie):

a) eso es dar en el quid quae quod

204. La cita está extraída de la obra de X. Cid Cabido Panificadora (Vigo, Xerais, 1994), y está
recogida en Álvarez de la Granja (2002a: 20).
205. Ejemplo de Coffey (2001: 223).
206. El texto pertenece a la novela de E. Mendoza La verdad sobre el caso Savolta, que le sirve de
ejemplo a Martínez López (1996).
207. El fragmento pertenece a la novela de Miguel Delibes Cinco horas con Mario, y está también
citado en Corpas Pastor (1996: 241) para ilustrar la operación de reducción.
208. Este texto es utilizado por Corpas Pastor (1996b: 249) para ilustrar el fenómeno de «combina-
ción» de varios recursos de ruptura (sin duda, la reducción de material fraseológico se combina con la
adición de componentes [muchas veces, de la literatura] y el cambio de flexión verbal (salga/ha salido);
también son de la autora los dos ejemplos anteriores (Corpas Pastor 1996b: 242).
209. Este texto aparece citado en Corpas Pastor (1996b: 247) como un hecho de «modificación
gramatical».
210. Este ejemplo aparece citado en Martínez López (1996).
211. Evidentemente, el valor lúdico es más intenso. No se trata de una simple reducción por la presen-
cia previa de un componente léxico de la locución: se está jugando con el nombre del político Alfonso
Guerra (de ahí también la sustitución de el hacha por sus hachas) y aludiendo a su estrategia de ataque.
212. Una versión no muy diferente de lo que aquí se expone aparece en García-Page (2006c).
213. No es imprescindible que sean dos locuciones. La conjunción puede darse entre dos locucio-
nes, dos refranes, una locución y un refrán, etc. En el siguiente texto, uno de los enunciados no es
propiamente fraseológico, aunque pertenece al discurso repetido:

a) Desde los siete años


oyendo lo mismo a todas horas, cielo santo,
santo, santo, como de Dios al fin obra maestra (Blas de Otero) [¡Cielo santo! + Santo, santo, santo es
el Señor, / Dios del universo, / llenos están el cielo y la tierra (...)]

Algo similar cabe decir de este otro:

b) Clavé mis ojos en el cielo de Madrid


debí decir ¡Dios mío! aparta... (y lo del cáliz) (Gloria Fuertes) [¡Dios mío! + Padre, aparta de mí este
cáliz (Mc., 14, 36)]

En c), la combinación reúne una locución (estar a punto) y un compuesto (punto y aparte):

c) Pasé el estado de coma.


Estoy a punto
—y aparte— (Gloria Fuertes)

Dos clases de paremias, un refrán (Mala hierba/Bicho malo nunca muere) y una cita religiosa (Quien
a hierro mata a hierro muere), pueden haber concurrido en la forja del siguiente acrónimo:

d) —Hombre que el hombre mata


nunca muere. (Gloria Fuertes)

214. Ejemplo de Corpas Pastor (1996b: 250).


215. Estos dos últimos ejemplos son de Mena Martínez (2002: 129-130, 2003: [3]), presumiblemente
inventados.

313
216. Estos dos últimos ejemplos son de Vigara Tauste (1998: 103); si bien el último también aparece
recogido en Mena Martínez (2003a), con el comentario oportuno (Antonio Prieto es el nuevo récord de
España en los 10.000 m de las Olimpiadas 92). El anterior a éstos (152) pertenece a Káloustova y Tánych
(1998: 126), estudiosas no nativas, que seguramente han tomado así de oídas o que lo han transcrito mal.
En la lengua del coloquio se cometen cruces continuamente. Una «famosa» de la televisión utilizó (2007)
la expresión dejar la carne en el asador cuando quería decir dejarse la piel (< poner toda la carne en el asador).
Morera Pérez (1993: 117) supone que de uvas a brevas es una locución canaria. Nosotros aventuramos
que se trata de un cruce de locuciones (o de variantes de la misma locución): de uvas a peras + de higos a
brevas. Cabe presumir que, de ser cierto que se ha fraguado así en el español canario, funcionando ya
como una variante de las canónicas, en su día sólo fuera un lapsus individual en el habla del coloquio.
Santamaría Pérez (2006: 1.659) cita el siguiente testimonio extraído de La esfinge del medio ambien-
te, de Manuel Rivas:

Al cabo, y por su honor, la interesada pudiera afrontar el desafío: «Pues ahora, vuecencia, va a ver
cómo le sale el tiro por la horma del zapato». Y hacerse una heroína verde y popular en el gris horizonte
de la tecnopolítica. [salir(le) el tiro por la culata + hallar la horma a su zapato]

217. No hay acuerdo unánime a la hora de definir el acrónimo. La Academia (DRAE 2001) lo define
en su primera acepción como un tipo de sigla (véase también Alba de Diego 2005). Álvarez de Miranda
(2006) adopta una postura escéptica, destacando su carácter esporádico (fuera de la creación lúdica, es
muy escaso el número de productos acronímicos) y la falta de adecuación terminológica.
Casado Velarde (1979, 1999), siguiendo a Guilbert (1975), es, probablemente, el primer estudioso en
adoptarlo en la investigación española, y su máximo defensor. La caracterización que proporciona
(Casado Velarde 1999: 5.086; también Almela Pérez 1999: 206) se basa fundamentalmente en un fenó-
meno de composición con eliminación de material fonético en los dos formantes (al final del primero y
al comienzo del segundo: teleñecos = tele[visión] + [mu]ñecos); pero lo cierto es que incluso algunos de
sus ejemplos no acatan la regla (Nescafé = Nes[tlé] + café). Es más, cabe pensar que teleñecos no sea un
auténtico acrónimo si tele- se interpreta como una palabra acortada a partir de televisión y equivalente
semánticamente a ella (una opinión similar a la que sostiene Varela Ortega 2005: 96 respecto de ciertas
palabras compuestas con -bus).
El acrónimo está asociado frecuentemente a la portmanteau word o mot valise, cuyas manifestacio-
nes de realizaciones no se limitan a las indicadas en Casado. Véase, por ejemplo, Dubois et al. (1992).
218. Ejemplo de Corpas Pastor (1996b: 250).
219. Martínez López (1996) cita un caso similar como «cruce» de dos fraseologismos: «... los presu-
puestos del Estado y la reforma laboral que tiene a los sindicatos en pie de guerra» (Tiempo, enero de
1994, p. 3); si bien, es más que discutible que se trate de un acrónimo (tenerse en pie + en pie de guerra)
y no de una sola locución (en pie de guerra).
Blas de Otero juega de nuevo con este acrónimo, pero la segunda locución aparece modificada por
conmutación léxica; el carácter lúdico del juego se intensifica gracias al encabalgamiento (véase Gar-
cía-Page 1991d, 2003b: 215-227, 2004c: 161-163):

Anda,
levántate,
España.
(Ponte
en pie
de paz)

220. La cita es de M. Caballero Bonald, de su novela Dos días de septiembre (apud Martínez López 1996).
En realidad, el fenómeno que se produce es más complejo, pues las es, aquí, un anafórico con
referente concreto (pesetas); de ahí probablemente la variación morfemática (la > las).
221. Estos tres últimos ejemplos son de Corpas Pastor y Mena Martínez (2003: 196).
222. Ejemplo propuesto por Corpas Pastor (1996b: 248).
223. Francamente, son escasas las veces que no hay interactuación de los dos significados. Así,
suponemos que, aunque la primera lectura que se procesa al leer el siguiente texto es la idiomática
(‘reconvenir con aspereza, insultar’), ésta debe abandonarse porque no resulta congruente con la inten-
ción final del anuncio:

a) Nos han puesto verdes. Nuevo Verde Aloe. El nuevo color de la naturaleza. Aloe Vera, la planta del
desierto... (Johson’s Baby aceite. Verde Aloe) [poner verde (a alguien)/poner verde: «con color verde»]

314
Esta misma expresión y otras locuciones verbales con la estructura «poner + nombre de color» son
las que conforman el juego verbal del siguiente anuncio de Licor Grand Marnier Orange:

b) Hasta hoy te has puesto rojo. Te han puesto verde. Te has puesto morado. Y te han puesto negro. Oye:
¿nunca has probado ponerte naranja? Ponte naranja [tomar una bebida de color naranja]

El sentido idiomático que se procesa inicialmente de las locuciones ponerse rojo ‘ruborizarse’, poner
verde (a alguien) ‘insultar, reconvenir con acritud’, ponerse morado ‘hartarse o complacerse comiendo o
bebiendo’ y poner negro (a alguien) ‘molestar’, queda suspendido al unirse a ellas el sintagma ponerse
naranja, que sólo puede leerse con sentido literal (metonimia) o composicional. El hecho de que las
locuciones genuinas se presenten formando una serie y, además, compartan la clase del complemento
(un nombre de color) favorecen la interpretación como locución de la nueva construcción. Por ello, con
la aparición inmediata de la expresión ponerse naranja, la frustración de las expectativas (las previsio-
nes de continuidad de la serie) es mayor, y el efecto de extrañamiento, más intenso.
224. Como en el caso anterior, también se repite el mismo juego en el anuncio de la «Tira Aislante
Scotch»: «Aísla la tira, la tira de tiempo»: «la tira aísla, es un buen aislante, y dura mucho tiempo».
225. Este recurso publicitario parece recurrente. En El País (29-1-03, p. 47), por ejemplo, apareció
publicado el siguiente texto: «El País reúne a los directores más relevantes del cine español en un país de
cine; una colección de 45 películas en DVD». En la Navidad de 1994, Canal Plus se promocionaba con
el siguiente anuncio: «1994 será un año de cine».
226. Tal vez resulte poco acertado hablar de significado literal en locuciones como ésta, con clítico
aparentemente arreferencial, aunque puede sobreentenderse alguno de los siguientes sustantivos: juga-
das, bazas, cartas.
Algo no muy distinto cabe decir de otro texto de G. Fuertes:

Santa Teresa. —Divino Corazón,


yo escribí con esta mano que te habla
páginas ardientes a tu amor
en mis moradas frías de Ávila.
(Yo las pasé «moradas»
escribiendo las Moradas).

227. Es curioso que este mismo eslogan sea el elegido por distintas campañas publicitarias:

a) Que no te den gato por liebre. Es un lince, Lambreta (Motocicletas Lambreta)


b) Un agente de seguros nunca le dará gato por liebre (Winterthur)

Los dos ejemplos vienen complementados por una imagen. La que corresponde a este último es
muy ilustrativa, pues representa a un gato disfrazado de liebre (El Mundo, 14-7-95, p. 25).
228. Sin duda, el autor juega con los dos sentidos de ponerse las pilas: el sentido literal, al asociar la
locución con el lexema apagado (encender/apagar), y el sentido idiomático, al relacionar la locución con
la expresión ponerse en forma y el propio lexema apagado con el significado de ‘bajo de moral’.
229. Este ejemplo está citado en Álvarez de la Granja (1999c: 34). La autora aduce otros ejemplos simi-
lares; asimismo, Vigara Tauste (1998: 110, 117-119, 126) cita otros parecidos pertenecientes al coloquio.
230. Ejemplo propuesto por Corpas Pastor (1996b: 239) para ilustrar la «prominencia del significado
compositivo» en el uso de unidades fraseológicas sin modificación formal (esto es, con modificación externa).
231. La misma locución es la utilizada por el Banco Urquijo para promocionar el Plan de Pensiones
que finaliza el 31 de diciembre: «Si el próximo año quiere pagar menos impuestos, no espere a que le
den las uvas». El paso al año nuevo (Nochevieja, 31 de diciembre) se celebra con el rito de las doce uvas
al son de las doce campanadas.
232. Como vimos, la publicidad también practica este procedimiento con locuciones modificadas:

a) Vuelva a casa con buena uva. Si vas de compras, no dé más vueltas. Elija un buen vino. Un buen vino
de moda. De buena uva. «Los Molinos» (Vino «Los Molinos») [tener mala uva/N + con mala uva]
b) Para vivir su futuro a todo plan. El mañana está en sus manos (Banco Central Hispano. Plan de
Pensiones) [a todo gas/tren...]

233. Es el mismo caso del anuncio de Ultracongelados «El Mar»: «Natural, la mar de buenos».

315
5
NIVEL SINTÁCTICO: PRINCIPALES ESTRUCTURAS SINTÁCTICAS

5.1. Frases elativas

5.1.1. Aspectos generales

El idioma español es, de modo especial en su vertiente oral, extraordinariamente


rico en recursos lingüísticos de intensificación (fónicos, morfológicos, léxicos, sintácti-
cos...), hecho que puede estar relacionado en gran medida con la idiosincrasia del
pueblo español. En el ámbito fraseológico nos interesan, esencialmente, los mecanis-
mos de orden sintáctico o sintagmático, si bien no pocas veces dependientes del con-
curso de otros procedimientos de énfasis de naturaleza no sintáctica o que funcionan
sólo como refuerzos de ellos.1
La elevada presencia de unidades fraseológicas con valor intensificador, generalmen-
te elativo o superlativo, ha llevado a algunos autores (Zuluaga Ospina 1980, Ruiz Gurillo
1997a, Mogorrón Huerta 2002) a otorgarles el rango de locuciones (locuciones elativas),
equiparables, por tanto, a las tradicionales locuciones sustantivas, adjetivas, adverbia-
les...;2 sin embargo, según su comportamiento funcional, no parece que deban tratarse
sino como miembros de una de estas clases: generalmente, bien adverbiales (a chorros, a
porrillo, de capirote, en tropel...), bien adjetivas (de mala muerte, de padre y muy señor mío,
de perros...), bien, en algunos casos, policategoriales (de pena, de órdago, de fábula...).
Como se indicó (§§ 3.2.10, 3.3.3.4., n. 63), queda pendiente de resolver la categoría
de aquellos elativos que modifican a nombres en una función similar a la de determi-
nante, como la mar de en sintagmas como la mar de cosas.

5.1.2. Estructura

Las frases elativas presentan dos estructuras fundamentales con carácter recurren-
te: a) la de sintagma preposicional, generalmente introducido por a y de;3 b) la compa-
rativa. Otras estructuras particulares son la consecutiva estereotipada (va que se mata),
el sintagma nominal cuantificador o enfático introducido por un (una barbaridad) o el
artículo (la tira) y la forma verbal morirse de/muerto de. La intensificación, si bien no
superlación, puede, además, conseguirse por otros medios formales, como la iteración
léxica, ciertas estructuras binomiales y la negación enfática,4 aparte de la entonación.

5.1.2.1. La frases elativa prepositiva

De las frases elativas con estructura de sintagma preposicional pueden indicarse las
siguientes características (algunas, aplicables a otras frases elativas no prepositivas):

316
a) Como se ha dicho antes, las frases elativas con estructura de sintagma preposi-
cional constituyen normalmente locuciones adverbiales (a espuertas, en cantidades in-
dustriales) o adjetivas (de campeonato, de película). Algunas, como de puta madre, pue-
den funcionar, según el contexto, como adverbiales o como adjetivas: «Juega al fútbol
de puta madre»/«Un compañero de puta madre».
b) Pueden modificar a una categoría (de pacotilla: «un reloj de pacotilla [N]») o a
varias (la mar de: «la mar de bien [Adv]/rojo [A]/libros [N]»; de narices: «Ese señor bebe
de narices [V]», «un frío de narices [N]», «Es malo de narices [A]»).
c) Pueden producir ambigüedad (homonimia), gracias a la existencia de una mis-
ma combinación con sentido literal; si bien la lectura preferente es como locución,
favorecida normalmente por la entonación: «He visto una película de miedo» ‘muy
buena’/’de terror’; «Es un actor de cine» ‘muy bueno’/’que trabaja en cinematografía’.
Son, no obstante, mayoría las que no tienen valor homonímico: de padre y muy
señor mío, de mala muerte, de chicha y nabo...
d) Muchas frases elativas guardan una relación solidaria con determinados verbos,
sustantivos o adjetivos. A pesar de tener un mismo valor intensificador (generalmente,
superlativo), presentan constreñimientos combinatorios: de mala muerte se aplica a
sustantivos que denotan ‘espacios o locales’ («una pensión de mala muerte»); de perros
modifica normalmente sustantivos relacionados con el tiempo o con el carácter huma-
no («una noche de perros»); a cántaros intensifica casi exclusivamente el verbo llover;
del capirote complementa solidariamente al adjetivo tonto; a paso de tortuga funciona
primordialmente como complemento circunstancial de verbos de desplazamiento, como
caminar o andar, etc.
Esta clase de relación solidaria también se celebra en las comparaciones fijas: así,
como una tapia se dice únicamente de sordo y como una cuba, de borracho.
e) Esa restricción combinatoria no parece afectar a algunas locuciones, pues es
posible que una misma categoría sea modificada por varias frases elativas de estructu-
ra diversa, lo que confirmaría su valor sinonímico: la voz tonto, por ejemplo, puede ser
intensificada por los elativos de remate (y otras fórmulas prepositivas de esquema idén-
tico o similar: del culo, del capirote, de los cojones, del haba, del bote...), a base de bien, de
atar, la mar de, una burrada de, un rato, a más no poder, que una mata de habas o que
mandado a hacer de encargo (entre otras comparativas con más), como él solo...5
f) Algunas frases elativas con estructura prepositiva funcionan a modo de esquemas
fraseológicos en cuanto que la pieza variable da lugar a un paradigma de variantes
sinónimas (véase § 4.2.1.4.2., n. 111); así, para expresar, por ejemplo, que alguien huye
o corre deprisa, se ha forjado la estructura a todo(a) + N: a todo(a) gas/paleta/meter/tren/
pastilla/andar/correr/vela/vapor/máquina/prisa/velocidad/trapo/mecha...(más las varian-
tes tabú hostia y leche);6 para expresar hartazgo, se ha creado la fórmula (estar) hasta +
art + N: hasta las narices/los pelos/la coronilla/el gorro/el moño/la polla/los cojones/la
punta de los pelos... (entre otras variantes disfemísticas).
En cierto modo, la comparativa se comporta a veces como un esquema con hueco
vacío, pues permite crear un inventario de alternativas: (veloz) como un(a) + N: rayo/
relámpago/bala/cohete/disparo/exhalación/gamo/liebre/guepardo/trueno/galgo...
Resulta más difícil decidir si es una expresión fija con variantes o una locución con
hueco vacío (o esquema fraseológico) la locución con claro valor elativo creada para
expresar la máxima rapidez con que se ejecuta una acción: en un instante, en un peri-
quete, en un momento, en un santiamén, en un credo, en un avemaría, en un suspiro, en
un pis pas (en un plis plas), en un abrir y cerrar de ojos, en un decir amén Jesús, en un
decir Jesús, en un rezo, en un Jesús..., y en menos que canta un gallo, en menos que se
persigna un cura loco, etc. Incluso, cabría la posibilidad de interpretar como sinónimos
las diversas realizaciones.

317
5.1.2.2. La comparativa estereotipada

La estructura comparativa estereotipada es, probablemente, el tipo de frase elati-


va más característica del español (y también de otras lenguas), la cual puede adoptar
las siguientes estructuras: «V + (Advintens.) + comp.» (beber [tanto] como un cosaco),
«(Advintens.) + A + comp.» ([tan] limpio como una patena) y «[V] + Aintens. + N + comp.»
([tener] más conchas que un galápago).7
Conforme a la opinión generalizada, el que la comparación constituye un mecanismo
de intensificación8 es seguramente un hecho incuestionable si se refiere a la comparativa
fraseológica o estereotipada, pero tal vez dicha afirmación deba ser matizada si se aplica
a las combinaciones de la técnica libre: cuando la comparativa es de desigualdad y, por
tanto, se encarece o pondera —o se atenúa o aminora— una cualidad, una propiedad,
etc., no cabe duda de que se consigue una determinada intensificación (Luis es más/
menos alto que Juan), pero no está tan claro cuando la comparación es de igualdad, aun-
que haya intensificadores expresos. Así, en Luis es tan alto como Juan, salvo la presencia
del cuantificador adverbial, no hay ningún elemento gramatical que justifique que se
produce una intensificación de la cualidad ‘alto’: aun compareciendo el intensivo, no pue-
de afirmarse que la altura de Luis se vea ponderada porque se compare con la de Juan. Ni
siquiera de su comparación con la altura de Juan puede inferirse que la altura de Luis es
considerable; de hecho, en virtud de la igualdad establecida en la estructura comparativa,
la altura de Luis puede ser ridícula o insignificante: dependerá de la estatura de Juan. En
Luis es tan alto como Juan existe una comparación, pero no necesariamente una intensi-
ficación: sólo habría intensificación si Juan fuera en la realidad muy alto, esto es, si cono-
cemos la altura del término comparante; ahora bien, la intensificación se lograría por
inferencia pragmática o por un conocimiento extralingüístico del referente, no por el
propio mecanismo de la comparación.
Este hecho constituye, a nuestro modo de ver, uno de los rasgos diferenciadores
de la comparación fraseológica: en la comparación fraseológica de desigualdad exis-
te, como en la comparativa libre, intensificación (Su pelo es más negro que el carbón),
pero, además, en la comparativa fraseológica de igualdad, frente a la libre, también
existe necesariamente intensificación (Su pelo es tan negro como el carbón). Es evi-
dente que en la comparativa Su pelo es negro como el carbón se produce intensifica-
ción, hasta el punto de equivaler a un superlativo, equiparable a la que se obtiene
sintéticamente con el sufijo -ísimo o analíticamente con el adverbio muy: ‘negrísimo,
muy negro’. Ahora bien, la intensificación tampoco se consigue por medios gramati-
cales, sino mediante estrategias inferenciales y presuposiciones; ello se debe a que el
carbón —como el azabache o el betún, entre otros referentes posibles— representa
en español el estereotipo cultural de la negrura, esto es, constituye el representante
extralingüístico del grado máximo de negrura, el negro por excelencia; de ahí su
valor superlativo. Este presupuesto cultural es lo que permite afirmar que en Su pelo
es negro como el carbón se produce intensificación. Asimismo, el carácter estereoti-
pado del término comparante es lo que permite hacer semánticamente equiparables
las construcciones comparativas de igualdad y de superioridad porque las dos com-
parten el mismo valor elativo. El rango de prototipo del término comparante neutra-
liza, pues, la oposición semántica comparativa de igualdad/comparativa de desigual-
dad,9 neutralización que no puede celebrarse en la comparativa libre. Y esta neutra-
lización se refleja en la sintaxis, observando la equivalencia entre las parejas:
suave como la seda = más suave que la seda
flaco como un fideo = más flaco que un fideo10

318
Junto al valor estereotípico, cultural o pragmático, la comparación, no obstante,
puede también estar sustentada en la comunidad de rasgos semánticos, en la presencia
en la definición del término comparante, del semema o de un sema característico del
término comparado (Mejri 1994: 48, Szende 1999: 70-71): el sema ‘negro’ aparece ex-
plícito o implícito en la definición de voces como azabache y carbón, igual que ‘rojo’ en
la definición del vocablo tomate, ‘blanco’ en la de nieve, ‘frío’ en la de hielo, ‘dureza’ en
la de piedra, etc.
El valor estereotípico es responsable de que la comparativa fraseológica no se com-
porte de modo idéntico a la comparativa libre (García-Page 2007d):

1) Una diferencia es la ya indicada de la neutralización semántica que se produce


entre la comparativa de superioridad y de igualdad, en virtud de la cual puede celebrar-
se la conversión de la comparativa de igualdad en la de desigualdad y viceversa; conver-
sión que, en la sintaxis libre, determina un cambio de significado:
Su pelo es negro como el carbón = Su pelo es más negro que el carbón
Luis es tan alto como Juan z Luis es más alto que Juan

2) Los miembros de la comparativa estereotipada no pueden permutarse (la ver-


sión permutada puede ser gramaticalmente correcta, pero no puede interpretarse como
fraseológica):
Su pelo es más negro que el carbón o El carbón es más negro que su pelo
Juan duerme como un lirón o Un lirón duerme como Juan

La permuta es posible en la comparación libre:


Luis es más alto que Juan o Juan es más alto que Luis

La posición del prototipo es bastante rígida. El prototipo ha de funcionar siempre


como término comparante, y, por tanto, ha de ocupar necesariamente la posición final,
salvo que se produzca algún tipo de inversión sintáctica.

3) El término comparante arquetípico selecciona la clase de intensivo en razón del


prototipo que representa siempre que se cumpla el requisito de que la intensificación
del término comparado (primer miembro de la comparación) tenga valor hiperbólico.
La intensificación hiperbólica no ha de estar sólo garantizada, sino que ha de existir
obligatoriamente:
Su pelo es más negro que el carbón
Luis es más listo que Cardona
Juan bebe menos que un jilguero

En la cultura española, los lexemas Cardona y carbón (también otros), tipifican el


máximo de ‘listeza’ y ‘negrura’, y jilguero, el mínimo de la ‘ingesta de líquido’; de ahí que
se seleccionen los cuantificadores más y menos, respectivamente.
La presencia de un cuantificador no requerido establece una comparación no re-
presentativa, incluso anómala pragmáticamente, al hacer una selección impertinente
del prototipo como término comparante:
Su pelo es menos negro que el carbón
Luis es menos listo que Cardona
Luis bebe más que un jilguero

Debe, pues, establecerse una correlación entre la forma de cuantificación y la re-


presentación típica del prototipo.

319
4) La comparativa estereotipada se construye con frecuencia infringiendo algunos
principios que rigen la sintaxis normal de los modificadores sintagmáticos, como el
hecho de que ocasionalmente el adjetivo núcleo de la comparación pueda llevar inten-
sivo aun siendo aquél refractario a la cuantificación (a) o que el término comparante
esté representado por un sintagma nominal indefinido inespecífico (b):
a) Luis está más redondo que una bola
b) Heidi está roja como un tomate

El valor de prototipo de extremo máximo del término comparante reclama, como


se ha dicho antes, el intensivo más, aunque el adjetivo no sea cuantificable: *más re-
dondo, *muy redondo; y el valor de prototipo consiente que el representante genérico
esté representado por un SN con un.

5) Otra restricción que afecta a la modificación sintagmática tiene que ver con la
impracticabilidad del mecanismo recursivo de cuantificación del sintagma adverbial
de la comparativa fraseológica: los adverbios más y menos no pueden experimentar
grados de intensidad, esto es, no pueden expandirse (*mucho más, *algo menos, etc.),
frente a la tolerancia que manifiestan las comparativas libres:
a) *Su pelo es mucho más negro que el carbón
b) Luis es mucho más alto que Juan

6) El paradigma de los adverbios cuantificadores es mínimo (binario: más y menos)


en la comparativa fraseológica; no existen comparativas estereotipadas formadas con
los comparativos sintéticos semicultos mejor, peor, mayor, etc., posibles en las compa-
rativas libres:
a) Luis es [más malo/peor] que Juan
b) Luis es [más malo/*peor] que pegar a madre/que la sarna
a) Luis es [más bueno/mejor] que Juan
b) Luis es [más bueno/*mejor] que el pan

Las secuencias b) con peor y mejor no son agramaticales, sino que están reanaliza-
das como secuencias libres.
Tampoco son pensables construcciones comparativas estereotipadas con antes com-
parativo (Cuervo 1886: s.v. «antes», Dietrich y Napoli 1982, Martínez García 1987 [1994]:
151-152, García García 1991: 165-170, Gutiérrez Ordóñez 1994c: 47-56 y 58-60, Gar-
cía-Page 1994):
Luis se distrae antes/más que estudia
Luis es, antes/más que inteligente, vivaracho

Ello se debe esencialmente al tipo de comparativa con que se vinculan, por un lado,
antes (normalmente, se comparan dos aspectos relativos a un mismo sujeto) y, por otro
lado, el más fraseológico (se compara una única cualidad con el estereotipo).

7) Algunos autores, como Gross (1983) y Vietri (1990a), han intentado demostrar
que la comparativa fraseológica y la libre tienen un comportamiento similar en cuanto
a la selección de los morfemas de género y número y del determinante; creen que existe
un paralelismo morfológico entre el término comparante y comparado:
Max suit Luc comme un mouton
*Max suit Luc comme des moutons

320
Les invités suivent Luc comme des moutons
*Les invités suivent Luc comme un mouton (Gross 1983: 242-4)
L’ultimo libro di Max è raro come una mosca bianca
*Gli ultimi libri di Max è raro come una mosca bianca
Gli ultimi libri di Max sono rari come le mosche bianche (Vietri 1990a: 153)

Sin embargo, nosotros (García-Page 1996a) hemos intentado demostrar que, aun-
que el principio del paralelismo es bastante general, se incumple en numerosos casos
en virtud, sobre todo, de la idiosincrasia fraseológica, del carácter más o menos arbi-
trario de la fijación. Así, por ejemplo, es posible formar las siguientes comparaciones
que no respetan el paralelismo de número y género gramatical:
Luis y Ana están más rojos que un tomate
Luis está más contento que unas castañuelas/*una castañuela
Ana es más puta que las gallinas/*una gallina

A veces también intervienen factores puramente semánticos, como el carácter con-


tinuo/no continuo o singularizador del nombre:
Luis es blanco como la nieve/*las nieves

8) El valor de estereotipo cultural y consabido permite que, a veces, el núcleo adje-


tivo de la comparación pueda suprimirse:
Luis está [loco/chiflado] como una cabra
Luis está [borracho] como una cuba
Luis salió [rápido] como un cohete

Las comparativas libres no toleran la elisión salvo que esté contextualmente condi-
cionado. Si bien, tampoco está permitida en otras comparativas estereotipadas; las
comparativas de desigualdad son las más reacias (como tales se presenta la mayoría de
las comparaciones no constituidas por un adjetivo):
Estar más *(visto) que el TBO
Tener más *(conchas) que un galápago

También gracias al valor consabido, la elisión se produce a veces en el segundo


miembro de la estructura comparativa; con la comparación suspendida, se consigue
marcar el énfasis o reforzar la intensidad: ¡Es más lento...! (Whittaker 1989 y 1995).

9) El valor estereotipado, junto con la fijación, sustenta la viabilidad de construir


comparativas antifrásticas (Guiraud 1961: 53, Ortega Ojeda 1990: 735, Mejri 1994:
116-117 y 1997c: 443, García-Page 1996a, G. Gross 1996: 119, Luque Nadal 2005: 387,
Pamies Bertrán 2005: 474-475...; cfr. Boyer 2000), que equivalen a manipulaciones crea-
tivas basadas en la inversión del estereotipo:
seguro como agua en un harnero ‘inseguro’
gordo como un fideo ‘flaco’

Los sustitutos antifrásticos no reemplazan las formas originales; suelen constituir


variaciones contextuales eventuales que no logran el nivel de lo fraseológico.
Además, son razones pragmáticas, en relación sobre todo con la fijación, las que
determinan otras peculiaridades de las comparativas fijadas, como las que comenta-
mos a continuación:

321
10) Gracias esencialmente a su naturaleza de estructura fija y al valor superlativo
que comporta, una comparativa fraseológica puede ser comprendida sin que se conoz-
ca el referente del término comparante que tipifica culturalmente la característica (a),
ni sepa explicarse cuál es la razón semántica o de otra índole que ha permitido forjar la
comparación (no parece existir ninguna relación entre la tontez y una mata de habas,
entre la sordera y una tapia o entre la profundidad del sueño y los cestos) (b):
a) Pasar más hambre que los pavos del tío Manolo
Más tonto que Abundio
Más rico que Creso
b) Más tonto que una mata de habas
Más sordo que una tapia
Dormir como un cesto

Para Millán González (2002: 191-192), la intensificación que vehicula la compara-


ción estereotipada sería la responsable de que se comprendan nuevas creaciones, in-
cluso las insólitas y semánticamente ininteligibles, como más agudo que un flastrón.

11) Asimismo, el valor superlativo inherente a la estructura comparativa fraseológi-


ca, junto con la fijación, han permitido que funcionen como términos comparantes
sustantivos o sintagmas arreferenciales y, por tanto, incongruentes semánticamente
con los términos comparados (no guardan ninguna relación semántica ni cultural con
ellos); se trata de muletillas del tipo:
Más tonto que la hostia/que yo qué sé

El que se comportan como meras fórmulas de relleno, aun con igual valor intensivo
que un término comparante adecuado, se prueba en la formación de aparentes incon-
gruencias del tipo:
Su pelo es más negro que la leche

Precisamente, el valor de mero intensificador que han adquirido voces como leche
y otras palabras tabú permite la construcción de enunciados ambiguos como Juan es
más blanco que la leche, ya que no impide que la coda puede interpretarse como una
muletilla (= que la hostia). Pero, justamente, el valor superlativo asociado a la compara-
tiva fraseológica consigue equiparar semánticamente la muletilla al estereotipo refe-
rencial (= que la nieve/cal/leche ‘líquido’).
Hasta cierto punto, como muletillas se comportan aquellos segundos miembros
comparativos versátiles que pueden aplicarse como intensificadores de conceptos di-
versos. Es presumible que, en su origen, naciera férreamente asociado a un contenido
determinado y que, con el tiempo, fuera relajándose el vínculo y perdiendo fuerza la
ligazón hasta convertirse en un mero comodín. Es el caso de Carracuca, que puede
predicarse, por ejemplo, del «hambre» (tener más hambre que Carracuca), de la «feal-
dad» (ser más feo que Carracuca), la «listeza» (ser más listo que Carracuca) y de la
«vejez» (ser más viejo que Carracuca);11 el mármol se aplica a la «dureza», la «frialdad»
y la «blancura»; la cera es prototipo de «lo blando» y «lo amarillo» (si bien a veces
aparece modificando a blanco); etc.
Cabe señalar que las muletillas determinan un comportamiento particular de la
comparativa fraseológica consistente en que exigen la presencia del intensificador más,
esto es, que se construyan con la comparativa de superioridad, por lo que se modifica
aquí el criterio de equivalencia entre la comparativa estereotipada de igualdad y la
comparativa fraseológica de desigualdad; comp.:

322
a) más rojo que un tomate/tan rojo como un tomate
b) más rojo que la hostia/*tan rojo como la hostia

12) Asimismo, la naturaleza fijada e institucionalizada de la construcción y su signi-


ficado de superlación permiten usar y comprender expresiones cuyos referentes consti-
tuyeron en su día el estereotipo y ya han perdido vigencia o han sido reemplazados:
Más largo que una peseta de hilo/que un día sin pan
Más visto que el Nodo
Durar menos que un pirulí en la puerta de un colegio
Ser más delgado que el canto de un duro

13) La categoría morfológica en que se ha fijado el núcleo de la comparación se


resiste normalmente a cualquier cambio derivativo; la construcción resultante no es
anómala gramaticalmente, pero sí fraseológicamente:12
rojo como un tomate o *enrojecido como un tomate
blanco como la nieve o *blanquea como la nieve
duerme como un lirón o *dormilón como un lirón
tener más cuento que Calleja o *más cuentista que Calleja

14) El valor intensificador de la comparativa estereotipada debería impedir que se


afirme sin más que el segundo término de la comparación tiene carácter superfluo o
redundante. Si bien es cierto que puede suprimirse sin que se vea afectada la gramati-
calidad de la frase, no menos cierto es que el núcleo de la comparación es, al mismo
tiempo que comparado, término intensificado (generalmente, elativizado), de modo
que, si aquél se elide, desaparece la intensificación:
Su pelo es negro como el carbón ‘muy negro’
Su pelo es negro Ø ‘negro’

La comparativa fraseológica se forma gracias precisamente al segundo término de la


comparación, esto es, a la presencia del prototipo; si éste no aparece, el enunciado del
término comparante se comporta igual que el primer miembro de la comparativa libre:
Luis es (tan) alto como Juan = Luis es alto

15) El rango del término comparante de representante prototípico de una cualidad


o propiedad —y, por tanto, el valor intensificador de la construcción— es el responsa-
ble de su propia selección idiosincrásica: por un lado, los representantes típicos están
disponibles previamente en el código como simples piezas léxicas y sólo entran en
acción cuando se quiere intensificar en grado sumo la característica a la que están
culturalmente asociados; por otro lado, sólo podrán activarse aquellos representantes
de la cualidad que constituyan estereotipos culturales de la misma, esto es, que estén
institucionalmente fijados, y no aquellos términos comparantes, semántica o referen-
cialmente factibles, que no han sido sancionados por la comunidad como prototipos
(he aquí la relevancia de la fijación como factor independiente del valor estereotipado).
Por ejemplo, son muchos los elementos de la naturaleza que pueden expresar el blanco
en grado sumo, pero, sin embargo, sólo unos pocos han conseguido fraguarse estereo-
típicamente (sobre todo, la «nieve», la «leche» y la «cal», y, en menor grado, la «pared»,
la «cera», el «armiño» y el «mármol»). Es, además, constatable que, en algunas estruc-
turas comparativas, un elemento pragmática o culturalmente más idóneo o previsible
que otro para instituirse en término comparante estereotípico ha sido relegado y no
forma parte del paradigma de referentes que encarnan el valor cuantificador.13

323
No obstante, es posible, incluso frecuente, que la tradición haya consolidado más
de un prototipo para una misma cualidad o propiedad. Así, en la formación del proto-
tipo de la comparativa fraseológica pueden darse fundamentalmente dos situaciones
distintas: a) que exista un único término comparante prototípico: más papista que el
papa, más sordo que una tapia, tener más moral que el Alcoyano, estar más solo que la
una, más aburrido que una ostra...; b) que haya más de un representante prototípico:
más tonto que Abundio/Pichote/una mata de habas/un saltón..., dormir como un(a) li-
rón/marmota/cesto/tronco...,14 más listo que Cardona/Calepino/el hambre/un ratón... En
el caso a), la relación entre los dos términos es muy estricta; se celebra una especie de
maridaje léxico monógamo, un tipo de implicación similar al que sustenta la solidari-
dad léxica, sólo que en este caso el vínculo no es tanto semántico como pragmático:
papista:papa, sordo:tapia... En cierto modo, esta relación de implicación («selección»,
en términos coserianos) se mantiene en el caso b), aunque sin que haya compromiso
marital de fidelidad, en virtud precisamente de la naturaleza fraseológica de la compa-
ración, que ha hecho estable y constante la asociación de los dos términos: tonto:mata
de habas, loco:cabra, listo:Cardona, blanco:nieve, rojo:tomate...
Cuando hay varias opciones, no es raro que, por razones diversas, una de las alter-
nativas sea preferente, como ocurre con la voz cabra en la comparativa [loco] como
una cabra, frente a las variantes chota, regadera, moto...; pero distintas fórmulas pue-
den ser igualmente preferidas, como sucede en la comparativa rápido (o veloz) como
un(a) rayo/relámpago/centella/bala/cohete/galgo/liebre/gamo...
Si bien podría imaginarse que la lengua ha construido una comparación para todas
las características posibles (esto es, que no hay ninguna característica que no pueda ser
modificada por una comparativa fraseológica), lo que es constatable es que sólo unas
pocas han conseguido desarrollar un paradigma de variantes prototípicas. El desacuerdo
no tiene una explicación lingüística, sino si acaso pragmática, como el predominio de
ciertas características (valores, dimensiones, formas físicas, etc.) en la vida real o so-
cial, que se organizan en torno a un eje formado por parejas de opuestos, tales como
alto/bajo, grande/pequeño, malo/bueno... Un ejemplo de que se organizan normalmente
formando parejas de opósitos está en el campo de los colores: considerando los prima-
rios y básicos, sólo los adjetivos negro, blanco y rojo15 llegan a determinar un inventario
de variantes considerable, frente al azul, el verde o el amarillo; aún menor relevancia
tienen los colores derivados.
La situación b) comentada ha de diferenciarse de los casos en que la existencia de
dos términos comparantes para un único término comparado se debe a que el término
comparado interviene con un significado distinto (normalmente, uno literal y otro
figurado); de modo que cada una de las acepciones selecciona su propio prototipo,
como ocurre, por ejemplo, en las comparativas:
a) Luis es más pesado que las moscas ‘molesto’ (fig.)
b) Luis es pesado como el plomo ‘de mucho peso’ (lit.)16

Esta clase de colisiones semánticas debidas a un proceso de transposición metafó-


rica o metonímica, lejos de ser infrecuentes, configuran numerosas comparativas este-
reotipadas, como ocurre, por ejemplo, en ser más fresco que una lechuga (fresco ‘fig.
caradura’/’lit. húmedo’), ser más agarrado que un chotis (o un pasamanos, un puño)
(agarrado ‘fig. roñoso’/’lit. unido’), enrollarse como las persianas (enrollar ‘fig. sermo-
near’/’lit. recoger en forma de rollo’), etc.17
Ahora bien, puede suceder que un mismo término comparante intensifique más de
un término comparado. Entonces, deben distinguirse tres situaciones: a) las alternati-
vas del primer miembro de la comparación son sinónimas (rojo/encarnado/colorado
como un tomate, loco/chiflado/chalado como una cabra);18 b) el término comparante

324
intensifica distintas características (frío como el mármol/duro como el mármol, blando
como la cera/amarillo como la cera);19 c) la coda comparativa constituye una fórmula de
relleno o coletilla intensificadora (la citada que la hostia y, en cierta medida, que Carra-
cuca). En el primer caso, el estereotipo es único y constituye el representante típico de
la misma característica; en el segundo caso, en cambio, la fórmula comparativa repre-
senta distintos estereotipos de características también distintas.

16) El valor de estereotipo cultural es también responsable de que pueda haber dos
o más representantes típicos para una misma característica y que éstos sean ininter-
cambiables en una misma lengua. Este aspecto se observa cuando se comparan dos
idiomas distintos: cada comunidad de habla elige su propio prototipo y esa elección es
un rasgo de la idiosincrasia de ese pueblo; así, se forman contrastes como los siguien-
tes:20 esp. fuerte como un toro/fr. fort comme un Turc, esp. sordo como una tapia21/it.
sordo come una campana/fr. sourd comme un pot, esp. trabajar como un negro/port.
trabalhar como un mouro,22 etc.
Los contrastes interidiomáticos son más normales cuando los prototipos son de
índole esencialmente pragmática o extralingüística, porque representan estereotípica-
mente la historia individual de cada comunidad, como sucede con los nombres pro-
pios de lugares, instituciones, personajes históricos y proverbiales...: Pepe Leches, Abun-
dio, Cardona, Perico (más tieso que la pata de Perico), Pichote, Calleja, Picio, Alcoyano...;
no obstante, numerosos prototipos son comunes (a veces, universales lingüísticos) por-
que se forman sobre un núcleo semántico que relaciona el término comparante y el
término comparado, porque representan un hecho de la experiencia humana o una
visión del mundo compartida universalmente, o bien un evento o personaje del saber
enciclopédico general o intercultural, etc., como ocurre, por ejemplo, en blanco como
la nieve, más rico que Creso, más viejo que Matusalén, fuerte como un león...

17) El significado composicional que comporta el término comparante, aun consti-


tuyendo una estructura enfática en cuanto estereotipo, ha bloqueado toda posibilidad
de que aparezca como núcleo del segundo término de la comparación una palabra
idiomática, lo que las aparta de otras configuraciones sintácticas. No obstante, sí inter-
vienen en la estructura comparativa unidades léxicas marcadas culturalmente (gene-
ralmente, antropónimos) que se comportan de modo semejante a las palabras idiomá-
ticas, tales como Pichote (más tonto que Pichote), Picio (más feo que Picio) o Matusalén
(más viejo que Matusalén).

18) La comparativa se configura como una estructura recurrente y como un meca-


nismo muy productivo para la formación de nuevas acuñaciones (la misma estructura
binaria y simétrica favorece la fijación y la repetición). Basta echar una mirada a la
historia lingüística para advertir que no todas las comparaciones fraseológicas se han
gestado en el mismo periodo; de hecho, en tanto que unas son hereditarias de compa-
raciones latinas, otras son bastante recientes (comp. más blanco que la nieve/más sona-
do que las maracas de Machín/más bruto (o basto) que un bocadillo de chapas/más
despistado que un pulpo en un garaje/viajar más que las maletas de la Piquer). Ahora
bien, debe puntualizarse que su elevado grado de productividad no garantiza que cual-
quier creación novedosa se consolide y pase a engrosar la nómina de comparativas.
Son numerosas las invenciones individuales que se ponen de moda durante un periodo
más o menos largo y luego fenecen. Es preciso que superen el filtro de la instituciona-
lización y, a ser posible, constituyan unidades lexicográficas. La misma naturaleza en-
fática inherente a la estructura comparativa y el valor de armazón productivo favore-
cen que surjan continuamente en la calle variantes que reemplazan a otras inmediata-
mente anteriores que apenas habían logrado divulgarse.23

325
19) El valor hiperbólico es el principal responsable de que la comparativa estereoti-
pada rechace la negación (salvo contextos muy marcados); comp.:
a) Luis no es más listo que Ana/*Luis no es más listo que Cardona
b) Luis no sabe más que Ana/*Luis no sabe más que Calepino

Indicadas algunas de las características sintácticas, semánticas y pragmáticas de la


comparativa fraseológica, queda por determinar cuál es la categoría de la comparativa
estereotipada: negro como el carbón y dormir como un lirón, ¿son locuciones o son
sintagmas libres? El carácter composicional o semicomposicional de la construcción
comparativa no ha resuelto definitivamente el problema, pues, si bien, para unos, se
trata de una locución semiidiomática (o mixta) o cuasiliteral, para otros, es una coloca-
ción o, si acaso, una combinación en la que sólo es locución la estructura encabezada
por como. Son también muchas las locuciones de otras clases (verbales, adjetivas, etc.)
que son composicionales y de significado transparente o casi literal. Es cierto que el
núcleo de la comparación siempre tiene significado literal (negro, rojo, dormir...), pero
esto no ocurre siempre con la forma comparativa: algunos autores que defienden su
estatuto colocacional en virtud de su alto índice de composicionalidad, no se muestran
igual de convencidos cuando se topan con comparativas en las que se produce alguna
suerte de transposición semántica, como se advierte en dormir como un cesto o sordo
como una tapia. Asimismo, no todos los que sostienen la hipótesis de la existencia de
colocaciones describen de la misma manera la estructura comparativa «como un + N»:
mientras que, para unos, es locución adverbial (se trata de una colocación compleja de
«verbo + loc. adv.»), para otros, es un mero sintagma intensificador. Ahora bien, este
valor de intensivo también se aduce como prueba de su estatuto colocacional (función
MAGN, en Mel’èuk),24 como muestra que la comparativa pueda alternar a veces con
otras frases elativas de estructura distinta (loco como una cabra/loco de remate/loco de
atar...), o, simplemente, con un colocativo intensificador (rematadamente loco): si loco
de remate/de atar no es una locución adjetiva, ni tampoco rematadamente loco, no hay
razón para pensar que sí lo es loco como una cabra.
En definitiva, aunque la tradición viene tratando las comparativas estereotipadas
como locuciones, existe una tendencia reciente a analizarlas como colocaciones, espe-
cialmente en virtud de su alto grado de composicionalidad (véase § 3.4.2.1.3.).

5.1.2.3. La consecutiva enfática25

La estructura consecutiva representa otro mecanismo de intensificación (Albelda


Marco 2004: 104-114).
La consecutiva estereotipada, como una suerte de frase elativa, es bastante menos
productiva que la comparativa estereotipada: son más bien escasas las consecutivas
que han conseguido fraguarse como estructuras fijas. La estructura característica es la
de una construcción elíptica que prescinde del núcleo intensificado: está [tan rabioso]
que muerde (Gutiérrez Ordóñez 1986: esp. 41-43); precisamente por ello, ha recibido a
veces el nombre de consecutiva elíptica (Álvarez Menéndez 1995).
Muchas consecutivas guardan un lazo estrecho con unos determinados predicados:
corre que vuela/que se las pela26 [correr], va que chuta/arde/se mata [listo, arreglado], está
que muerde/trina/bufa/se sube por las paredes [rabioso, malhumorado], hace un frío que
pela/que corta la respiración [frío], huele que alimenta [oler], está que lo vierte [gozoso],
está que no vive [preocupado], estoy que me caigo/que no me tengo en pie [cansado,
borracho], está que no hay quien lo aguante [insoportable, insolente]...; otras mantienen
una relación menos estricta, aunque siguen mostrando preferencias: un + N + que no

326
se lo salta un gitano/torero [gran tamaño...], que es una gloria/bendición/primor/que da
gusto [bondad, buen sabor...], que quita el hipo [belleza física...], etc.; y otras, finalmente,
funcionan a modo de muletillas modificando a un número mayor de elementos: que es
la repera, que es la hostia/leche, que yo qué sé, que para qué, que ni aposta...
Hay otras estructuras consecutivas enfáticas, como la que sigue el esquema
«de + (un) + N/A/Adv + que» (Estaba de contento que no te lo puedes imaginar) y las
que introducen intensivos del tipo cada, tal o un, que establecen una correlación
con que («Hay cada coche en la exposición que cualquiera lo desea para sí»), y que
aparecen con frecuencia suspendidas, de manera que es la entonación el factor
pertinente de la expresión de énfasis (Estaba de contento..., Hay cada coche...). El
problema mayor estriba en determinar si estas últimas construcciones han de
considerarse fraseológicas, aunque sea en calidad de esquemas, o no.
Frente a lo que ocurre con la comparativa fraseológica y la consecutiva no fraseoló-
gica (consecutiva discontinua, en la terminología de Suñer Gratacós y Rafel Cufi 1999:
6), que, gracias a la fijación y al valor de estereotipo, admiten la aposiopesis, la conse-
cutiva fraseológica raramente tolera la omisión, en gran medida por razones de índole
informativa o pragmática; comp. Va *(que se mata)/Luis es tan alto (que da en el techo).

5.1.2.4. Sintagmas nominales cuantitativos

Ciertas formas con la estructura de sintagma nominal «un + N» funcionan también


como elativos: un porrón, una burrada, un dineral, una barbaridad, un montón, un rato,
un huevo, un pelín, etc. No todos presentan el mismo comportamiento: la mayoría
lleva complemento determinativo (un porrón de años), que se mantiene en aquellos
casos que admiten plural (porrones/*ratos/*huevos de años); unos toleran la supresión
de un (mogollón/cantidad de años) o de la preposición (un rato gente); otros admiten la
posposición (feo un rato); algunos están constreñidos semánticamente (un dineral com-
plementa a nombres relativos al sistema monetario, aunque su uso más habitual es sin
adyacente)...
También los pocos sintagmas con la estructura «la + N» no se comportan de modo
idéntico: por ejemplo, mientras que la tira puede modificar a un verbo en posición
pospuesta, la mar nunca modifica a verbos (duerme la tira/*la mar); sin embargo, los
dos tienen en común el modificar a su núcleo nominal, adjetival o adverbial, a través de
una preposición (la mar de/*Ø rubio, la tira de/*Ø rubio).
Con la estructura «Nenfát. + de [+ N]», forma parte de este grupo el sintagma tela de,
de estirpe marcadamente coloquial.
Pero el mayor problema en el ámbito fraseológico lo plantean sintagmas nominales
cuantificadores del tipo un bledo, un comino, un huevo, un ojo de la cara, un Potosí...,
y los sintagmas encabezados por ni, considerados —algunos— como locuciones nomi-
nales por la Academia (2001) y como pronominales por el DEA, como ni gota, ni una
rata, ni un alma, ni jota, etc.27 Para algunos autores, es el elemento nominal de una
locución verbal, como prueba el hecho de que se integren de manera permanente en
una construcción con un determinado predicado: importar un bledo/comino, costar (o
valer) un huevo/ojo de la cara/Potosí..., no saber ni gota/jota, no haber ni un alma/una
rata... Pero esta constatación (la relación solidaria entre el predicado verbal y el inten-
sificador) es precisamente el argumento del que se sirven otros estudiosos para descri-
bir tales construcciones como colocaciones.28 Para otros, el sintagma cuantificador
(‘mucho’, ‘poco’, ‘nada’...), es analizado ya como simple sintagma nominal ya como
locución (nominal, pronominal o, incluso, adverbial). No sólo no hay acuerdo entre los
gramáticos a la hora de analizarlos, sino que tampoco lo hay entre los lexicógrafos a la
hora de registrarlos en los diccionarios (véase lo dicho en §§ 3.3.3.4. y 5.1.1.).

327
Construcciones de estas características menudean en el sistema fraseológico: no
tener ni idea/flowers, no ver ni torta/tres en un burro, no dar ni golpe/chapa, no decir ni
mu/pío, no entender ni papa/jota, no poder ni con su alma, no tener ni media torta...
Ocurre también que otros cuantificadores no están tan restringidos a un verbo deter-
minado, como es el caso de ni dios, ni tu padre, ni la madre que te parió...
En relación con estos sintagmas nominales están otros elativos que, por su estruc-
tura, no pueden describirse como locuciones nominales, como ni a tiros, ni a la de tres,
ni soñando, ni estando borracho..., que generalmente funcionan como modificadores
adverbiales ‘nunca, de ninguna manera’, o como enunciados independientes.

5.1.2.5. «Morirse de + N»

Una estructura enfática marginal de uso frecuente y generalizado es la expresión


morirse de, considerada habitualmente como locución verbal (p.ej., Castillo Carballo
2000c: 115).29 Como acaba de comentarse (supra), si los elativos la mar de o una burra-
da de se consideran modificadores de un adjetivo en la mar de tonto/una burrada de
tonto, morirse de (y muerto de) en morirse de risa (y muerto de risa) debería analizarse
como modificador de un sustantivo, a pesar de tener estructura verbal.
Como se ha indicado en § 4.2.1.3.7.1., el paradigma de verbos que pueden funcio-
nar como alternativas de morirse en calidad de intensificadores del sustantivo risa es
bastante numeroso (partirse, mearse, troncharse, doblarse, desternillarse, descoyuntarse,
descuajaringarse, descojonarse, mondarse...),30 pero el verbo morirse sólo admite ser
reemplazado por variantes en este contexto cuando modifica al sustantivo risa, pero no
cuando funciona como elativo de otro sustantivo: morirse de risa/miedo-desternillarse
de risa/*miedo, morirse de risa/asco-troncharse de risa/*asco, etc.
La fórmula morirse de podría emparentarse con otras frases verbales enfáticas o
hiperbólicas que siguen la estructura «Vintens. + de + N»: asarse de calor, rebosar de felici-
dad, cagarse de miedo...

5.1.2.6. Otras estructuras de énfasis

5.1.2.6.1. La negación enfática


Dado que la negación ya ha sido tratada en otros lugares (también en § 5.3.), nos
limitaremos aquí a dejar constancia de su valor como estructura de énfasis.
La negación enfática puede ser expresada a través de distintas clases de frases elati-
vas; algunas se conforman como locuciones interjectivas (RAE, 2001): son fórmulas
del coloquio y se emplean normalmente en la réplica como negaciones (algunas son
abiertamente irónicas): ¡Naranjas de la China!, ¡Ni hablar del peluquín!, ¡Y un jamón!
(o ¡Y un + Ngénero contrahecho!), ¡Para ti la perra gorda!, ¡Por tu cara bonita!, ¡Tararí que te vi!,
¡Vas listo!, ¡Lo tienes claro!, Espérame sentado, (En) lo que estoy pensando, ¡Que te crees
tú eso!, ¡Por aquí se va a Madrid!, Maldita de Dios la cosa ‘nada absolutamente’, ¡Ahora
mismo!, etc. (a veces con el signo de afirmación expreso: ¡Sí, hombre!...).
Algunas negaciones enfáticas adoptan formas peculiares; una de ellas es la binómi-
ca, representada por las estructuras «sin/ni N ni N» y «¡Qué N ni qué N!», que igual-
mente podrían clasificarse como esquemas (véase infra).

5.1.2.6.2. Esquemas fraseológicos de énfasis


Podrían tratarse como estructuras sintácticas de énfasis otras formaciones que, no
siendo estudiadas normalmente como unidades fraseológicas, se configuran como es-
quemas fraseológicos, como es el caso de las estructuras «art + de + N + que» (la de
veces que...), «¡Qué de + N/A/Adv (+ que) + V!» (¡Qué de palabrotas que dice!) o «art + N/

328
A/Adv + que» (¡Lo mal que escribe!),31 las cuales pueden llevar refuerzos enfáticos (Vaya,
Fíjate, Hay que ver...).32
Resulta más complejo aún de tratar como un fenómeno fraseológico, siquiera
como esquemas, las formas reduplicadas y las series iterativas múltiples que ilustran
secuencias, entre otras diversas, como comer comer, sí come/comer comer, lo que se
dice comer, sí come [Vinf. + (Vinf.) + afirmativo/reafirmativo + Vinf. + (sí/no) + Vflex.];
comer y comer, días y días [A + y + A]; comer comer comer, blanco blanco blanco [A1 A2
A3... An]; etc.33 Frente a la opinión generalizada (Roca Urgell y Suñer Gratacós 1998),
la iteración puede no ser exclusivamente léxica, sino sintagmática: «Es muy bonito,
muy bonito, muy bonito».
Un típico esquema fraseológico de valor enfático es el comentado «V1 + que + V1»,
que admite normalmente la versión «V1 + que + te + V1»: corre que te corre, lava que te
lava. Algunas locuciones construidas sobre dicho esquema se han fosilizado: dale que
dale, dale que te pego, además de erre que erre (véase § 4.2.1.4.4.).

5.2. El binomio

5.2.1. Aspectos generales

El binomio es una de las principales estructuras recurrentes que adoptan las locuciones.
La estructura geminada es, aunque característica del español, un fenómeno general
de las lenguas. Existen claros precedentes en latín, lengua en la que, según Curtius
(1938: 218), parece haber nacido y en la que fue recurso habitual de algunos autores
clásicos (véanse también Pellegrini 1953, Elwert 1954, Möntmann 1955: 13-15, Berto-
lucci Pizzorusso 1957); sin embargo, es en romance34 donde obtuvo mayor éxito y se
expandió con suma rapidez, siendo, incluso, capaz de desarrollar sus formas propias
desconocidas en latín (Elwert señala, p.ej., el binomio sindético A et B, originario del
antiguo provenzal). Los estudiosos apuntan diferentes factores que favorecieron su
vitalidad y propagación románica: entre otros, la búsqueda de mayor expresividad o
precisión. Estas características se persiguen sobre todo en determinados registros y
ámbitos, como la traducción y el estilo curial (Renard 1939, Möntmann 1955, Rasmus-
sen 1958, Schon 1960: 185, Politzer 1961, Diekamp 1972: 29-68...).
A lo largo de los tiempos, el binomio ha resultado ser un mecanismo sintáctico
eficaz para la consecución de fines diversos: rítmicos (rima, juegos fónicos...), semán-
ticos (ditología sinonímica, antonimia, asociación de unidades en campos...), pragmáti-
cos (énfasis, estrategia mnemotécnica, mayor expresividad...).35 Constituye una mani-
festación particular del fenómeno más general de la repetición, y, más concretamente,
del paralelismo sintáctico o simetría estructural.

5.2.2. Estructura

Una de las características del binomio fraseológico es la fijación del orden de distri-
bución de sus componentes.36 Salvo raras excepciones (véase § 4.2.1.3.6.3.), los signos
léxicos son no permutables, inintercambiables; la estructura no admite inversión, es
«irreversible» (Malkiel 1959, Makkai 1970b: 155-164, Potter 1972, Gustafsson 1976,
Pordàny 1986, Alexander y Plein 1991, Schapira 1999: 14...; cfr., p.ej., Gold 1991-1993).
El binomio, en términos generales, adopta unas estructuras muy determinadas.37

329
5.2.2.1. La estructura coordinativa «A + coord + B»

La estructura típica del binomio es la conformada por dos miembros coordinados


mediante un enlace copulativo (y, ni), del tipo dimes y diretes, decir y hacer, sin oficio ni
beneficio, ni rey ni roque, etc., o disyuntivo (o), del tipo por hache o por be, vivo o
muerto, etc.38 Los miembros del binomio («A» y «B») pueden estar representados por
sintagmas o unidades léxicas aisladas configurando estructuras simétricas («N + conj +
N», «prep + N + conj + prep + N»): Escila y Caribdis, pan y toros, más y mejor, por hache
o por be, por fas o por nefas, a tontas y a locas, en Dios y en conciencia, a Dios y a dicha...
La categoría de estas unidades léxicas puede ser un sustantivo (cegríes y abencerrajes),
un adjetivo (puro y duro), un adverbio (tarde o temprano) o un verbo (coser y cantar).
Son más raros los binomios integrados por categorías de naturaleza meramente gra-
matical: según y como, tal y como.
Cuando se trata de sintagmas preposicionales, existe un grupo numeroso de bino-
mios encabezados por una preposición que no se reproduce ante el segundo miembro
(«B»), series que parecen quebrar la exacta simetría de los anteriores (v.gr.: «prep + N +
conj + N»): a trompa y talega, en blanco y negro, a bombo y platillo, de chicha y nabo, con
uñas y dientes, a ciencia y paciencia, a piedra y lodo, en justo y creyente ‘al punto, súbita-
mente’, a sangre y fuego, a vela y pregón, etc. Ésta parece ser la única realización de la
estructura binómica para algunos estudiosos (Malkiel 1959, Gustafsson 1975...).
Dado que, en general, los miembros coordinados están representados por núcleos
aislados o desnudos (de tomo y lomo, ¡Rayos y centellas!...) o con sólo artículo u otro
determinante en el caso de los sintagmas nominales (a las duras y a las maduras, del
pan y del palo, cada lunes y cada martes...), surge un problema de clasificación al en-
frentarse a locuciones del tipo nadar y guardar la ropa, apuntar y no dar, cacarear y no
poner huevo, llegar y besar el santo, delante de Dios y de todo el mundo ‘con la mayor
publicidad’..., que, aun de estructura binaria («A y B»), resultan difíciles de asimilar al
binomio porque rompen palmariamente la simetría sintáctica, el paralelismo rítmico.39
Aunque menos distantes de la fórmula binómica arquetípica, tampoco resultan tan
evidentes las construcciones compuestas por dos oraciones o frases coordinadas, a
pesar de tener una indiscutible estructura binaria, como tirar la piedra y esconder la
mano, oír campanas y no saber dónde, andar en la procesión y repicar campanas/repi-
cando, Aquí pena y después gloria, halagar con la boca y morder con la cola, (ser) pan
para hoy y hambre para mañana, huir del fuego y dar en las brasas, dar(le) la mano y
tomarse el brazo, etc.
Es también frecuente que el binomio compuesto por sintagmas nominales, adjeti-
vales, preposicionales, etc., forme parte integrante de la locución verbal, adjetival u
oracional (sacar [a alguien] a paz y a salvo, no ser cojo ni manco, dar ciento y raya, mover
cielo y tierra, no salvar [a alguien] ni la paz ni la caridad, echar sapos y culebras, poner de
oro y azul, no dar pie ni patada, decir el sueño y la soltura, poner a fuego y sangre, hacer
carne y sangre, ser pan y miel, hacer a pluma y a pelo, ser pies y manos de, atado de pies
y manos, darse a Dios y a los santos ‘afligirse en exceso, incomodarse’, hacer cala y cata,
andar a coz y bocado, no hacer(le) ni frío ni calor, quedarse en cruz y en cuadro ‘empobre-
cerse o quedar solo’, no tener ni casa ni hogar ‘ser sumamente pobre’, no ser de carne ni
pescado...) o sea seleccionado casi exclusivamente por un determinado predicado (aguan-
tar carros y carretas, pedir/prometer el oro y el moro, necesitar Dios y ayuda, hacer borrón
y cuenta nueva). Los ejemplos del primer caso (binomios incrustados en una locución
verbal u oracional como parte integrante de ella) también ofrecen resistencia a su
tratamiento inmediato como estructuras binarias por cuanto la estructura global de la
locución no es propiamente un binomio («V + binomio [+ actante]»).

330
5.2.2.2. La estructura repetitiva «A + prep + A»

Un conjunto heterogéneo de construcciones binómicas está compuesto por locu-


ciones compuestas por dos unidades léxicas idénticas relacionadas mediante una pre-
posición: bien a bien ‘de buen grado’, hablar por hablar, decir por decir, mano a mano...

5.2.2.3. La estructura yuxtapuesta «A + A»/«A + B»

Otra estructura, menos frecuente, es la conformada por dos signos yuxtapuestos o


en relación asindética; generalmente, el sintagma exhibe una estructura retórica basa-
da en la reduplicación léxica o la repetición relajada o parcial (rima, apofonía, parono-
masia, etc.), del tipo tiquis miquis, teje maneje, tris tras, pichí pichá, regulín regulán, así
así, así asá... Tal parentesco fónico se sustenta con frecuencia en una relación semánti-
ca, generalmente de oposición: durmiendo velando (cfr. a duermevela).
Estas estructuras reduplicativas son a veces componentes de una locución más
extensa: en un pis pas, al tun tun, a cox xox, de bóbilis bóbilis, que si patatín que si
patatán... Con relación a las tres primeras locuciones, se podría proponer un nuevo
esquema estructural variante del que estamos analizando: «prep + (det) + A + A» o
«prep + (det) + A + B».
Muchas locuciones de esta suerte han devenido en simples compuestos léxicos:
tiquismiquis, tejemaneje..., si bien la desfraseologización no es completa en otros casos:
a cada triquitraque... (§§ 2.4., 3.5.1. y 4.2.1.3.3.). Otros resultados léxicos se basan en
procesos reduplicativos similares: zigzag, tictac...

5.2.2.4. Esquemas fraseológicos binómicos

Otra estructura binaria es la constituida por los esquemas fraseológicos con ele-
mentos prepositivos fijos, algunos ya consolidados como locuciones adverbiales autó-
nomas, del tipo «– a –» (paso a paso, día a día), «de – en –» (de mal en peor, de vez en
cuando, de día en día, de Dios en ayuso), «de – a –» (de sol a sol, de higos a brevas, de pies
a cabeza), etc. (para más detalles, véase § 4.2.1.4.4.).
En numerosas ocasiones, la consecución de las diversas soluciones fraseológicas
está sujeta a ciertas restricciones en cuanto a la clase de palabra que puede ocupar el
hueco léxico.

5.2.3. Aspectos fónicos

Contra la inveterada creencia de que, dentro del universo fraseológico, la rima sólo
aparece en los refranes, es posible argumentar con abundantes ejemplos la presencia
de factores fónico-rítmicos —no sólo rima— en los modismos y locuciones.
Precisamente la fórmula gemela o binómica es tal vez la estructura fraseológica que
mejor ilustra este fenómeno, y a ella dedicó varios trabajos el hispanista Morawski
(1927, 1929, 1937). También Malkiel (1959, cfr. 1951), Guiraud (1961: 66-68), Bolinger
(1962), Micusan (1968: 1817), Gläser (1986b: cap. 4), Freire (1989: 52), Hammer (1993b)
o Mellado Blanco (2004b: 150-152), entre otros, han dedicado alguna página a reseñar
el aspecto fónico de las locuciones binomiales.
Asimismo, el ingrediente fónico en la formación de unidades fraseológicas también
lo ha estudiado Zuluaga Ospina (1980: 115-120) sin limitarse a los binomios (p.ej., el
autor cita dar la cara y de viva voz, entre otras, como ejemplos de repetición de fone-
mas), capítulo que recoge simplificadamente Ruiz Gurillo (1997d: 75); pero ninguno

331
de los dos autores advierte que la mayoría de los enunciados son, justamente, bino-
mios. Sin embargo, sí está centrado en los binomios el estudio sobre la rima de Four-
nié (1998). Schlömer (2002) le dedica esencialmente el cap. 4.
La figura fónica más característica es, sin duda, la rima (en cualquiera de sus varie-
dades: consonante, asonante, paronímica, intensa...) o, más precisamente, la similica-
dencia: a tontas y a locas, de agua y lana ‘de poco valor’, contante y sonante, sano y salvo,
daños y perjuicios, mondo y lirondo, dares y tomares, ni corto ni perezoso, a trancas y
barrancas, de hecho y de derecho... Se manifiesta con frecuencia como una suerte de
paronomasia, bien porque incrementa el número de sonidos iterados, bien porque en
el significante los sonidos no iterativos son proporcionalmente menos que los sonidos
recurrentes, de modo que los signos resultan extraordinariamente parecidos: a troche y
moche, sin decir oxte ni moxte, a cala y cata, a diestra y siniestra, a las duras y a las
maduras, de cabo a rabo, por fas o por nefas, hecho y derecho, sin tener arte ni parte, de la
Ceca a la Meca, de tomo y lomo, de hoz y de coz, paz y pan, sin oficio ni beneficio, dicho
y hecho, en haz y en paz... La rima consonante idéntica se manifiesta también a través
de la presencia de palabras repetidas (reduplicación léxica); se forman así constelacio-
nes simétricas del tipo a cox cox, sin más ni más, de cabo a cabo, de punta a punta, No
que no, más y más, de cuando en cuando, taz a taz, ten con ten, bien a bien, al tun tun, de
hito en hito, de bóbilis bóbilis, hablar por hablar... (§ 5.2.2.4.).
La importancia del ritmo de timbres para la fijación de la fórmula y su mejor re-
cuerdo (Díaz Vera 1997: 6, Pellen 2001: 163...) ha favorecido la forja de formaciones
léxicas caprichosas creadas normalmente como desfiguraciones fónicas del primer
miembro del grupo coordinado: sin ton ni son, mondo y lirondo, sin decir tus ni mus, ni
más ni mangas, así o asá/asao... Esta desfiguración consiste muchas veces en la adición
de un sonido protético en el segundo miembro (p.ej., una /m/): [prometer] el oro y el
moro, ni oxte ni moxte, ares y mares... A veces las nuevas voces provocan colisiones
homonímicas con signos léxicos preexistentes en el código lingüístico: moro (de pro-
meter el oro y el moro), etc. Junto con los casos de desfiguración fónica motivada en la
oposición semántica (así o asá, toma y daca, etc.), constituye uno de los mecanismos de
acuñación de palabras idiomáticas o diacríticas más productivos (véase § 6.1.).40 Gene-
ralmente, estas parejas en las que la formación léxica del segundo constituyente se
sustenta en al estructura fónica o morfológica del primero, como si se tratara de un
proceso analógico, ofrecen mayor resistencia a la permuta o reversibilidad (véase un
parecer similar en Burger 1973: 44 o Schlömer 2002: 7).
La aliteración y la apofonía intervienen de forma más esporádica: de rompe y rasga, tirios
y troyanos, dimes y diretes, a cal y canto, del pan y del palo, de pe a pa, así o asá, ni fu ni fa...41
El ritmo acentual se consigue fundamentalmente cuando los miembros coordina-
dos son silábicamente idénticos,42 como ilustran los ritmos trocaicos de los binomios
dícho y hécho, de cárne y huéso, a tróche y móche, en cuérpo y álma, con úñas y diéntes...
Como ocurre con otras estructuras, también se producen vacilaciones fónicas, o
fónico-gráficas (véanse §§ 4.2.1.3.2. y 4.2.1.3.3.), en los binomios cuando los miembros
sufren una simplificación hacia la forma sintética, como ocurre en a troche y moche/a
trochi mochi/a trochimochi, de chicha y nabo/de chichinabo...

5.2.4. Aspectos semánticos

5.2.4.1. Sinonimia y antonimia

El armazón sintáctico del binomio representa una estructura fuertemente trabada


eficaz para vehicular no sólo una relación fónica, sino también semántica y sintáctica.

332
La simetría bilateral que el binomio coordinado determina lo convierte en el molde
propicio para la forja de pares antitéticos o ditologías sinonímicas. Se erige, así, en un
mecanismo de énfasis: la relación de sinonimia o antonimia queda realzada por el
carácter formulario del binomio (los signos solidarios están encapsulados, incrustados
en un corsé de rigurosas normas) y la propia inmediatez textual.
Los fenómenos de sinonimia y antonimia (sinonimia y antonimia internas o intra-
fraseológicas) que se forman en el seno de las fórmulas binarias son distintos de las
relaciones de sinonimia y antonimia que entablan unidades fraseológicas formalmen-
te distintas (sinonimia y antonimia externas o interfraseológicas), que ilustran pares
como poner tierra por medio ‘huir’/aguantar el tipo ‘hacer frente a una situación’ o ir al
grano ‘tratar lo fundamental’/irse por las ramas ‘dar rodeos’, o arrimar el hombro (o
echar una mano) ‘ayudar’/escurrir el bulto ‘eludir un trabajo o una responsabilidad’,
como antónimos; y ser uña y carne/estar a partir un piñón ‘estar dos personas muy
unidas’ o no dar el brazo a torcer/mantenerse en sus trece ‘mostrar perseverancia u obs-
tinación’, como sinónimos (véase § 6.2.2.).
En la sinonimia y antonimia internas son dos componentes léxicos los que, en vir-
tud de su significado sistémico o contextual, se conforman respectivamente como si-
nónimos o antónimos fraseológicos. Así, ilustrarían la antonimia intrafraseológica lo-
cuciones como [estar] a las duras y a las maduras, (la) cara y (la) cruz de, tarde o tempra-
no, (haber) sus más y sus menos, más o menos, ir y venir, de ida y vuelta, tejer y destejer,
toma y daca, dares y tomares, para dar y tomar, llevar y traer, ni muerto ni vivo, a diestro
y siniestro, tira y afloja, sin pena ni gloria, de arriba abajo, por activa y por pasiva, por las
buenas o por las malas, pan para hoy y hambre para mañana (cfr. pan/hambre, hoy/
mañana), entre burlas y veras, no hacer(le) ni frío ni calor...; y la sinonimia intrafraseoló-
gica, las locuciones de golpe y porrazo, común y corriente, dueño y señor, daños y perjui-
cios, sano y salvo, por obra y gracia, a imagen y semejanza, a cuenta y riesgo, al fin y al
cabo, al fin y a la postre, de cabo a rabo, usos y costumbres, lisa y llanamente...
A veces, se establecen otros tipos de relaciones, como la hiponimia y cohiponimia e
hiperonimia, la menonimia y holonimia: amor y compaña, ni chicha ni limoná, [ir al
cielo ] vestido y calzado, con uñas y dientes, carne y sangre ‘hermanos y parientes’, de
capa y gorra ‘con traje de confianza’, de pies y manos, huir del fuego y dar en las brasas,
en justo y creyente ‘súbitamente’, [aguantar] carros y carretas..., si bien los cohipónimos
se comportan igual que los sinónimos. Más allá de la cohiponimia o la antonimia, a
veces los significados rectos y figurados de los lexemas relacionados en el binomio
funcionan como complementarios de un todo: Sodoma y Gomorra, (ser) juez y parte,
poner a fuego y sangre, dar de hoz y de coz...
Según nuestro corpus, son más frecuentes los casos de antonimia (incluimos la
inversión o reciprocidad, la complementariedad y la propia antonimia u oposición
gradual), por lo que cabe presumir que el binomio es una estructura habitual para la
formación de oposiciones o antinomias. Es cierto, cabe advertir, que muchos de los
elementos que forman estas oposiciones no son propiamente antónimos lingüísticos,
sino contrarios culturales o pragmáticos (Escila y Caribdis, tirios y troyanos, cegríes y
abencerrajes, (haber) moros y cristianos, en cuerpo y alma, de carne y hueso, hacer a
pluma y a pelo, en blanco y negro, no ser de carne ni de pescado, no dejar ni a sol ni a
sombra...), o incluso puramente fraseológicos, en el sentido de que sólo funcionan como
signos opuestos en el seno de la locución o del propio sistema fraseológico (mover cielo
y tierra, de pies a cabeza, a sorbe y muerde, de la «a» a la zeta, por hache o por be, ni
pincha ni corta, decir y hacer [cfr., p.ej., Del dicho al hecho hay mucho trecho]).43
El contenido ‘oposición’ es el que posibilita la formación de binomios en los que
intervienen palabras idiomáticas basadas en la desfiguración fónica, como los citados
ni fu ni fa, por fas o por nefas o así o asá.

333
5.2.4.2. El binomio de negación enfática

El binomio es una estructura adecuada para formular la negación enfática median-


te la oposición genérica; el troquel propicio para engastar acuñaciones léxicas talladas
mediante el género contrahecho: ni garbanzos ni garbanzas (véase, p.ej., § 4.2.1.4.4.).
Una de las pautas sintácticas que adopta el binomio es «sin/ni N1 ni N2», siendo
habitualmente «N2» un sustantivo que exhibe el morfo de género contrario a «N1» y
que, más que como opuesto, funciona como refuerzo de la negación a través de la
repetición léxica; de hecho, es tal valor de refuerzo el que prevalece cuando el segundo
miembro es la simple repetición léxica del primero: ni garbanzos ni garbanzos.
«N2» se construye normalmente añadiendo el formante -o cuando «N1» es femeni-
no y -a cuando es masculino, siguiendo el mecanismo morfemático generalizado de la
oposición genérica para nombres sexuados (y adjetivos y artículos concordados) en
español, que actúa de modo automatizado cuando se utiliza este recurso en el colo-
quio; tal proyecto de construcción da lugar a dos tipos de opuestos léxicos: a) «N2» es el
contrario morfológico regular de «N1»: ni gato ni gata; b) «N2» es el contrario morfoló-
gico espurio de «N1» y constituye una nueva acuñación léxica: ni coche ni cocha. Ahora
bien, el género contrahecho del caso b) puede determinar tres situaciones distintas:
b.1) «N2» es una creación léxica insólita sin más parecido que la fisonomía del sustan-
tivo «N1» que le sirve de base de formación; b.2) «N2» entra en colisión homonímica
con otra u otras palabras preexistentes en la lengua, como en ni libros ni libras (libra1
‘moneda británica’, ‘unidad de medida’, etc./libra2 ‘opuesto de libro’); b.3) «N2» adopta
una forma no autorizada en calidad de contrario genérico de «N1» (es una formación
anómala), ya que éste dispone de una forma regular: ni príncipe ni príncipa.
Además de la oposición creada mediante el género contrahecho, «N2» puede estar
representado por el mismo sustantivo «N1» sin variación flexiva: ni garbanzos ni gar-
banzos (el refuerzo de la negación está marcado por la repetición léxica total), o por
ciertos comodines léxicos, tales como ciertas palabras tabú: ni garbanzos ni hostias.44
Las mismas motivaciones para la formación del género contrahecho se producen
en el binomio configurado por una estructura coordinada negativa cuyos miembros
son enunciados exclamativos encabezados por qué: ¡Qué coche ni qué cocha! Sin em-
bargo, esta fórmula ha desarrollado sus propias variantes fijadas en el hueco «N2»,
como son las coletillas niño muerto/envuelto, gaitas, ocho cuartos, pan caliente (Méx.),
además de ciertos sustitutos tabú (leches, hostias, puñetas, cojones...): ¡Qué coche ni
qué niño muerto!, ¡Qué libro ni qué ocho cuartos!...
Igual que el binomio, otras estructuras de negación enfática se emplean fundamen-
talmente en la réplica, y alternan con locuciones interjectivas unimembres del tipo
¡Naranjas de la China!, ¡Tararí que te vi!, ¡Ni lo sueñes!, ¡Ni hablar del peluquín!, etc.
El género contrahecho se obtiene también con la fórmula enfática de réplica de
estructura no binomial «Y un + N2»:45 ¡Y una cocha!; si bien pueden aparecer otras
alternativas fijadas, como ¡Y un jamón (con chorreras)!, ¡Y una leche!, ¡Y una polla
(como una olla)!, etc.

5.3. La fórmula negativa

5.3.1. Aspectos generales

Otra de las estructuras fraseológicas recurrentes en todas las lenguas es la construc-


ción negativa; en español, las locuciones con estructura negativa son abundantísimas,
sobre todo las que contienen verbo, es decir, las locuciones verbales (no ser para menos,

334
no dar el brazo a torcer, no hallar agua en el mar, etc.) y oracionales (fórmulas pragmá-
ticas: No hay tutía, ¡No me digas más!, No va por ahí el agua al molino, etc.; locuciones
semioracionales: no doler prendas, no cocérse(le) el pan, etc.).
La primera distinción que cabe hacer es que existen, fundamentalmente, tres situa-
ciones respecto de las locuciones con verbo:46 mientras que son mayoría las locuciones
con forma afirmativa en las que el verbo admite ser negado (hacer la cama ‘preparar un
daño a alguien’ > no hacer la cama, tirar la toalla > no tirar la toalla, romper el hielo > no
romper el hielo, barrer para adentro > no barrer para adentro, dar el pego > no dar el pego,
dar alas > no dar alas, etc.), hay otro tipo de locuciones que, salvo contextos muy deter-
minados, forzados o manipulados, se construyen bien sólo con modalidad afirmativa
(hablar hasta por los codos, ir a gusto en el machito, costarle Dios y ayuda, tener toda la
razón del mundo, ser trigo limpio, hablar por boca de ganso, armar la de Dios, ser el no va
más, ser la monda, ser otro cantar, ser harina de otro costal, ahogarse en un vaso de agua,
dar para el pelo, cantar las cuarenta, saber lo que vale un peine, Con su pan se lo coma,
Hasta los gatos tienen romadizo...),47 bien sólo negativa (en verdad, son abundantísi-
mas: No estar el horno para bollos, no doler prendas, No caerá esa breva, No llegará la
sangre al río, no entrar en docena con (alguien), no caérse(le) los anillos por (algo),48 no
llegar(le) la camisa al cuerpo, no pasar los años por (alguien), no cocérse(le) el pan, No ser
para menos, No haber tiempo que perder, No hay tutía, ¡No faltaba más!,49 ¡No me digas
más!, ¡No se hable más!, ¡No te digo/jode!, ¡No me fastidies/jorobes!, no ver más allá de
sus narices, no tener donde caerse muerto, no dejar títere con cabeza, no dejar roso ni
velloso, no tener oficio ni beneficio, no contar con la huéspeda, no ser santo de la devo-
ción de (alguien), ni irle ni venirle, no tener vuelta de hoja, no saber a qué santo encomen-
darse, no saber cuántas son cinco, no saber a qué carta quedarse, no ser un grano de anís,
no pintar nada, no soltar prenda, no tener cara de buenos amigos, no ser de recibo, no
dejar ni a sol ni a sombra, no tocar(le) a la ropa (o al pelo, al pelo de la ropa), no haber
inventado la pólvora, no dar pie con bola, no ser moco de pavo, no atar los perros con
longaniza, no tener ni pies ni cabeza, no tener desperdicio, no tener arte ni parte, no tener
nombre, No haber para untar un diente, No, que son figos, no ser de carne ni de pescado,
no poder ver (a alguien) ni en pintura, no tener ni media torta, no poder ni con su
alma, No murió Dios de viejo, No haber pan partido, No que no, no ser nada del otro
mundo, no dar vela en un entierro, no toser (a alguien), no salvar(le) ni la paz ni la
caridad, Aquí no ha pasado nada, Ni hablar, De eso nada, no dar crédito a sus oídos, no
dejar lugar a dudas, no dejar piedra sobre piedra, sin tropezar en barras, etc.). Como
habrá podido advertirse, de todas las clases locucionales, las fórmulas del coloquio
son, sin duda, las más estrictas a los cambios de modalidad.
En todas las locuciones negativas el signo de negación preverbal es constituyente
fijo, por lo que, salvo contextos muy marcados, no admite su sustracción: *Estar el
horno para bollos, *doler prendas, *Caerá esa breva, *Llegará la sangre al río... Esos
contextos marcados a los que nos referíamos (ironía, énfasis, pregunta retórica, excla-
mativa retórica, réplica, etc.) hacen que esta distinción de modalidades pueda neutra-
lizarse: una estructura negativa puede construirse sin el signo de negación y, con más
facilidad, una locución de polaridad supuestamente afirmativa admite ser negada.
Esta diversidad de posibilidades no se produce, en general, en las restantes clases
de locuciones, pues el componente negativo no consiente ser sustraído: a más *(no)
poder, un N + de *(no) te menees, *(sin) ton ni son, el cuento de *(nunca) acabar, *(sin) ir
más lejos, como el que *(no) quiere la cosa...
Asimismo, ha de señalarse que existen enunciados fraseológicos de significado prag-
mático negativo que no contienen ningún signo de negación (Asensio González 1994,
1998, 1999: cap. 10): se trata, normalmente, de enunciados enfáticos de réplica, a veces
marcados irónicamente (la mayoría, locuciones interjectivas), como ¡Naranjas de la

335
China!, ¡Y un jamón!... (§ 5.1.2.6.), o de expresiones que denotan «imposibles»: cuando
las ranas críen pelo, la semana que no tenga viernes, cuando meen las gallinas...50
También expresan negación las locuciones adverbiales en mi vida y en absoluto; tal
es así que funcionan como términos de polaridad de un activador fuerte localizado en
posición preverbal (No lo he visto en mi vida) o son incompatibles con él cuando enca-
bezan la oración (En mi vida (*no) lo he visto).
La presencia o ausencia de negación se debe a causas diversas. Entre las sintácticas
está el que aparezca un refuerzo de la negación o de la afirmación o se cumpla algún
principio gramatical;51 así, en no ser nada del otro jueves, no pintar nada o no conducir a
ninguna parte se respeta la correlación polar (no ... nada, no ... ninguna); en hablar hasta
por los codos, hasta funciona como refuerzo de la afirmación (comp. hablar por los codos/
*no hablar hasta por los codos, Hasta los gatos tienen romadizo/*Hasta los gatos no tienen
romadizo); etc. En un gran número de casos son razones semánticas o semántico-prag-
máticas las que determinan la presencia/ausencia de negación; por ejemplo, la de Dios es
Cristo (o la de San Quintín y otras variantes) son expresiones enfáticas o hiperbólicas,52
denotan el grado máximo, constituyen un prototipo, por lo que su empleo en una estruc-
tura negada, aunque posible, resulta pragmáticamente inconsecuente (?no armarse la de
Dios es Cristo). Algo similar cabría decir del uso habitual con forma positiva del sustan-
tivo berenjenal (meterse en un berenjenal), sobre todo si se incremena con el enfático
auténtico o verdadero, o de «hasta + SN» (estar hasta la coronilla), o de los sintagmas toda ...
del mundo (tener toda la razón del mundo), las cuarenta (cantar las cuarenta), de vuelta y
media —o a parir, como chupa de dómine...— (poner a alguien de vuelta y media/a parir/
como chupa de dómine...), Babia (estar en Babia), la caraba/el no va más (ser la caraba/el
no va más), canutas o las de Caín (pasarlas canutas, pasar las de Caín), a la cuarta pregunta
(estar a la cuarta pregunta), vaso/gota de agua (ahogarse en un vaso de agua), etc. La
misma hipótesis podría aplicarse a las locuciones negativas no ver tres en un burro, no
tener dos dedos de frente, no ver más allá de sus narices, no caber ni la punta de un alfiler,
etc. En algunas locuciones afirmativas, especialmente con ser, el valor pragmático de
enunciado veritativo puede contribuir a su resistencia a aparecer negadas: ser harina de
otro costal, ser otro cantar, ser trigo limpio, ser todo oídos...53
La importancia del prototipo en la selección de la polaridad se observa en las cons-
trucciones costar un riñón, valer un Potosí, importar un bledo, no jalarse una rosca, no
haber una rata, no tener una perra gorda, no sentirse una mosca, etc.: existe una correla-
ción semántica entre el maximizador un riñón y el verbo costar, y entre el minimizador
una mosca y el verbo sentirse o moverse; de ahí que resulten fraseológicamente extra-
ños no costar un riñón y sentirse una mosca. En las formas negativas, la resistencia a
eliminar la negación se ve fortalecida por la presencia opcional del signo de negación
enfática ni: no jalarse ni una rosca, no haber ni una rata, no alcanzar ni para agua, etc.
La misma explicación valdría para aquellas construcciones con otra suerte de es-
tructura enfática que materializan una correlación similar, como las comparativas y
consecutivas (bebe como un cosaco o *no bebe como un cosaco, hace un frío que pela o
*no hace un frío que pela), o en combinaciones libres en las que un elemento está
modificado por una frase elativa (tiene un genio de padre y muy señor mío o *no tiene
un genio de padre y muy señor mío, es tonto de remate o *no es tonto de remate).
Lo que podría objetarse es que todos estos enunciados no constituyen auténticas
locuciones, sino, si acaso, tan sólo el sintagma cuantificador: la comparativa y la conse-
cutiva estereotipadas, el SN enfático, etc. (como ya hemos visto, algunos autores los
analizan como colocaciones). La naturaleza fraseológica del cuantificador podría jus-
tificarse, en el caso del SN, atendiendo a su carácter fijado: generalmente, se trata de
un sintagma nominal de expansión mínima precedido de un (aunque un ojo de la cara,
una perra gorda) o sin determinante en algunas formas negativas (no dar ni golpe); el

336
sustantivo no es reemplazable —aunque admite, a veces, variantes fijas (un Perú/Poto-
sí, un duro/céntimo, ni jota/gota...)—, debido en gran medida al valor de prototipo o
representante máximo de una clase (similar a lo que ocurre con el término comparante
de las comparativas estereotipadas); presenta restricciones de selección: existe una
suerte de solidaridad —no semántica— entre el predicado verbal y el cuantificador
(costar:un riñón, jalarse:una rosca, entender:jota...); etc.
Otro síntoma de la naturaleza fraseológica es el comportamiento particular del
término de polaridad. Si bien la copresencia de los componentes de la estructura co-
rrelativa puede interpretarse como un índice de regularidad, esto es, de que las cons-
trucciones con esta clase de cuantificador enfático se asemejan a las combinaciones
libres (no... ni, no... tampoco, no... nada, etc.), la posibilidad de que ni pueda ausentarse
en la mayoría de las ocasiones (no jalarse (ni) una rosca, no tener (ni) un duro, no dar
(ni) golpe...) podría ser prueba de su estatus fraseológico, en la medida en que podría
constituir una contravención de las leyes de la negación.54 Si bien, no parece que la
posibilidad de elisión del ítem de polaridad se cumpla en todos los casos, o, al menos,
con la misma facilidad: no saber *(ni) gota/jota,55 no decir *(ni) pío/mu...56 Tampoco
parece viable cuando «ni + B» representa el último constituyente de una serie enume-
rativa, que suele estar elíptica o sobreentendida: no lo sabe ni Dios, no lo aprende ni a
tiros, no lo quiero ni por todo el oro del mundo, no acierta ni a la de tres... Evidentemen-
te, estas construcciones son enteramente libres salvo la estructura «ni + B», si bien ésta
no presenta tantas restricciones combinatorias con el predicado (p.ej., ni Cristo que lo
fundó restringe mínimamente la clase de predicado).
La mayor o menor resistencia a prescindir de la negación enfática viene a veces
determinada por la presencia de algún modificador enfático, como ocurre cuando duro,
en no tener ni un duro, selecciona el adjetivo enfático puto (o cochino, mísero, misera-
ble, puñetero, jodido...); o idea, en no tener ni idea, el intensificador adjetivo zorra (o
puta, pajolera, pijotera, puñetera...) o sintagmático la más mínima (o la más remota, la
menor); o cuando alfiler, en no caber ni un alfiler, funciona como complemento determi-
nativo de punta, en cuyo caso aparece el artículo definido (no caber ni la punta de un
alfiler). La presencia de tales intensificadores favorecen la aparición de ni, cual si se
estableciera una correlación de énfasis.
Junto a la correlación entre el inductor negativo no y el enfático ni, otro índice de
regularidad podría ser el cambio de polaridad que experimentan algunas locuciones:
no tener muchas luces > tener pocas luces, no hacer buenas migas > hacer malas migas
(cfr. estar de mala leche > *no estar de buena leche, tener malas pulgas > *no tener buenas
pulgas); esto es posible cuando la locución contiene un signo axiológico. La fórmula
negativa suele constituir una lítotes de la versión afirmativa (§ 4.2.1.3.6.9.).
Pero existen también comportamientos idiosincrásicos de la fraseología; así, el ad-
verbio no tiene carácter opcional en unas construcciones muy concretas por cuanto
que su elisión no determina cambio semántico alguno. Es el caso de ¡Me importa un
pepino!/¡No me importa un pepino!57 y ¡Faltaría más!/¡No faltaría más! (§ 4.2.1.3.5.).58
La presencia de la negación puede determinar que una expresión libre sea interpre-
tada como unidad fraseológica. Así, por ejemplo, como se ha indicado antes, la estruc-
tura con verbo soporte dar los buenos días puede seguir interpretándose así cuando se
niega el verbo: no dar los buenos días, pero no cuando se antepone ni al complemento
nominal: no dar ni los buenos días, que adquiere el sentido idiomático de ‘roñoso,
cicatero’ (= no dar ni la hora). En este caso, ni se comporta como un signo diacrítico
que denuncia el estatus fraseológico de la expresión. Una situación similar es la de la
locución no poder ver (a alguien) ni en pintura, dado que la construcción, fraseológica-
mente anómala, no poder ver (a alguien) en pintura solo puede interpretarse como un
sintagma verbal libre, aunque, pragmáticamente, sea una construcción con pocas pro-

337
babilidades de ser emitida. En no hay ni para pipas (‘no hay nada o casi nada’) también
la supresión de ni conduce inexorablemente, en nuestra opinión, a una secuencia libre
(‘no hay suficiente para [comprar] pipas’).
Otras veces, el cambio semántico que determina la negación de una locución deriva
de la obtención de una construcción fraseológica distinta, como ocurre con vérsele el
pelo, que, con modalidad afirmativa, significa ‘dejar asomar sus intenciones’ (= vérsele
el plumero, ver a alguien venir), y, con modalidad negativa (no vérsele el pelo), tiene el
sentido de ‘ausentarse o no aparecer’.

5.3.2. Estructura

Las principales estructuras de las locuciones negativas son las siguientes:59

5.3.2.1. Locución verbal/Locución oracional de estructura «neg.no/sin + V + (ni) + SN»

Con esta estructura se incluye el conjunto de construcciones formadas por un sin-


tagma nominal, generalmente de expansión mínima con determinante un y con fun-
ción aparente de complemento directo o sujeto —y, por tanto, argumental—, y de un
verbo predicativo que encabeza la construcción; el sintagma nominal, interpretado a
veces como locución nominal o pronominal o, incluso, adverbial en dicha estructura,
puede ir precedido de ni enfático, si bien en algunos casos es obligatorio (el carácter
opcional u obligatorio podía dar pie a diferenciar dos grupos de esta misma estructura;
cfr. Mogorrón Huerta 2002: 47): no tener ni un duro, no faltar ni una coma, no ver ni
torta... Dicho sintagma es interpretado a veces como locución autónoma (bien nomi-
nal, bien pronominal, bien adverbial), y no como miembro de una locución verbal u
oracional. El signo ni refuerza el valor intensificador del sintagma, que representa el
estereotipo o representante máximo de una clase; de ahí que se establezca una correla-
ción entre el valor ínfimo que denota el sustantivo y el verbo negado.60
El sintagma tiene una posición enfática marcada, hasta el punto de que la inversión
da como resultado una construcción gramaticalmente poco feliz: *un duro no tengo/
*ni un duro tengo, *una coma no falta/*ni una coma falta, *torta no veo/*ni torta veo...
Como se indicó antes, no todos presentan un mismo comportamiento ante otros
tipos de hechos; por ejemplo, algunos sustantivos llevan expansiones que son fijas: no
decir ni media palabra, no tener ni una perra gorda, no decir ni tus ni mus... (§ 5.3.2.5.),
y otros las seleccionan opcionalmente: no tener ni un (cochino) duro, no tener ni (pajo-
lera) idea, no tener ni (media) torta..., en tanto que otros nunca llevan modificadores: no
sabe ni (*Ø) gota... Algunos nombres exigen determinante (generalmente, un): no tener
ni un duro, no valer ni dos perras gordas..., y otros se comportan como sustantivos
escuetos: no ver ni (*una) torta, no dar ni (*un) golpe, no saber ni (*una) papa...
El empleo de los sintagmas nominales de esta naturaleza no es arbitrario, sino
que, como ya hemos indicado, existen restricciones de selección, lo que podría cons-
tituir un síntoma de su estatuto fraseológico: cada sintagma nominal es seleccionado
por un tipo de verbo, no siendo posible la permutación entre ellos: no ver ni torta, no
entender ni jota/gota/papa/flores, no faltar ni una coma, no valer ni un céntimo/pepi-
no,61 no jalarse ni una rosca/rosco, no haber ni un alma/una rata, no sentirse ni una
mosca, no moverse ni una rata/una brizna (mota) de aire, no caber ni (la punta de) un
alfiler, no decir ni pío/mu/media palabra/una palabra... Algunos predicados, no obs-
tante, pueden seleccionar sintagmas distintos según el contenido que se quiera cuan-
tificar: no dar ni golpe (chapa, palo al agua, palotada...) ‘ser vago’/no dar ni los buenos
días/la hora ‘ser avaro o cicatero’, no tener ni idea ‘ser ignorante’/no tener ni un duro
‘ser pobre’ o ‘estar sin dinero’/no tener ni media hostia ‘ser escaso de fuerzas’...62

338
El problema suscitado antes en torno a si este tipo de construcciones son unidades
fraseológicas auténticas o combinaciones de «verbo + loc. n./loc. pron.» se complica
más cuando se ponen en relación con otras configuraciones tratadas normalmente
como locuciones, como no saber de la misa la media, No hacer maldita la falta, no tener
dos dedos de frente, no poder con su alma, no ver tres en un burro, no tener un pelo de
tonto, no tenerse en pie, no hacer gracia, no hacer caso,63 etc., que admiten la adición de
ni enfático (algunos, además, otro intensificador): no saber ni de la misa la media, no
hacer ni maldita la falta, no tener ni dos dedos de frente, no poder ni con su alma, no ver
ni tres en un burro, no tener ni un pelo de tonto, no tenerse ni en pie, no hacer ni (pizca de)
gracia, no hacer ni (puñetero) caso, etc., si bien algunas construcciones ya lo llevan
incorporado, como no poder ver (a alguien) ni en pintura64 o no pegar ni con cola. Tam-
bién su proximidad a las combinaciones libres se manifiesta, por otro lado, por su
relación con otras estructuras de comportamiento similar que no pueden considerarse
sin más locuciones en su integridad, aunque contienen un sintagma cuantificador que
en algunos casos tiene rango de locución: ni dios, ni a tiros, ni a la de tres, ni borracho...
Se diferencian fundamentalmente en que su empleo no está restringido a un único
verbo, si bien pueden presentar preferencias léxicas (véase infra).

5.3.2.2. Locución verbal de estructura «neg. + V1 + ni + V2»

Esta fórmula consiste en una estructura binomial compuesta por dos verbos coor-
dinados por conjunción copulativa. El activador negativo más habitual es ni; más rara-
mente sin: ni entrar ni salir, ni pinchar ni cortar, ni sentir ni padecer, ni paular ni maular,
ni irle ni venirle (con incremento pronominal obligatorio: ni me va ni me viene)...

5.3.2.3. Locución nominal/Locución adjetiva/Locución adverbial de estructura


«ni + A + ni + B»

La estructura formal es la de un binomio negativo cuyos miembros coordinados


suelen entablar una relación de oposición, aunque pueden establecer una relación de
sinonimia o expresar totalidad: ni corto ni perezoso, ni tanto ni tan calvo, ni más ni
menos, ni mucho ni poco, ni rey ni roque, ni fu ni fa, ni oxte ni moxte...
El signo de negación que encabeza el grupo es siempre ni; no admite alternancia con
el resto de inductores negativos fuertes. Ahora bien, a veces puede eliminarse: cuando el
binomio es complemento de un verbo y funciona como si se tratara de una locución
verbal («loc. verbal o neg. + V + (ni) + A + ni + B»): no decir (ni) oxte ni moxte, no decir
(ni) tus ni mus, no temer (ni) rey ni roque, no ser (ni) chicha ni limoná (limonada)...

5.3.2.4. Locución adverbial/Locución adjetiva de estructura «sin + A + ni + B»

La estructura es igualmente la de un binomio coordinativo con la forma de sintag-


ma prepositivo, dado que el signo de negación que encabeza la construcción es siem-
pre la preposición sin: sin ton ni son, sin trampa ni cartón, sin más ni más, sin pies ni
cabeza, sin oficio ni beneficio, sin comerlo ni beberlo... Las relaciones semánticas que
pueden determinarse entre los miembros coordinados son diversas, aunque la más
frecuente es la antonimia (antítesis).
Como ocurría en el grupo anterior, el activador negativo puede suprimirse cuando
el binomio forma parte de un sintagma verbal (o locución verbal), siendo, incluso,
posible su sustitución por ni, con valor netamente enfático aun estando en posición de
cabeza del grupo («neg. + V + (ni) + A + ni + B»): no tener (ni) oficio ni beneficio,65 no
tener (ni) pies ni cabeza, no haber trampa ni cartón, no tener (ni) orden ni concierto...

339
Pero no todas las parejas admiten esta transformación; por ejemplo, sin más ni más o
sin comerlo ni beberlo no funcionan nunca como parte de una locución verbal.
Aunque son mayoría las locuciones de esta estructura que pertenecen a la clase adver-
bial, algunas pueden funcionar también como adjetivas: «Es un proyecto sin pies ni cabeza».
Cabría considerar como una variante de esta estructura el binomio «sin/ni + A1 + ni
+ A2(género contrahecho)», que, a nuestro juicio, tiene un carácter fraseológico (§ 5.2.4.2.); no
así cuando «A2» se configura de otro modo. El binomio normalmente tiene el valor de
negación enfática y funciona como parte de una oración. Frente a los casos anteriores,
las variables «A1» y «A2» suelen estar representadas por sustantivos de igual base léxi-
ca, siendo generalmente «A2» el contrario irregular de «A1».

5.3.2.5. Locución verbal de estructura «neg.no/sin + V + (ni) + A + ni + B»

Esta estructura es la representada por las variantes indicadas en los dos grupos
anteriores cuando el binomio entra a formar parte de una locución verbal. Existen, no
obstante, binomios que no pueden, en principio, desgajarse de la locución verbal y
formar enunciados independientes (locuciones adverbiales, locuciones interjectivas,
etc.); es el caso de no dejar roso ni velloso (a veces registrada solo como locución adver-
bial con la forma positiva a roso y velloso) y no dejar ni a sol ni a sombra.

5.3.2.6. Locución interjectiva de estructura «Ni + A»

Con esta estructura se presentan algunas locuciones con valor interjectivo que fun-
cionan como enunciados independientes en la réplica o respuesta; la forma interna de
la variable «A» es muy diversa (sintagma preposicional, sintagma nominal, construc-
ción de gerundio o infinitivo, etc.). Se trata de expresiones de negación enfática con
rango fraseológico: ¡Ni a tiros!, ¡Ni soñando!, ¡Ni aun estando borracho!, ¡Ni hablar del
peluquín!, ¡Ni a la de tres!, ¡Ni pidiéndomelo de rodillas!, ¡Ni pensarlo/soñarlo!, ¡Ni por
ensueño/soñación!, ¡Ni por asomo!, ¡Ni por ésas!...
El comportamiento de estas construcciones no es homogéneo; la mayoría puede
funcionar también como complemento en un sintagma verbal o una estructura predi-
cativa («No beberé esa pócima ni borracho»), pero a algunas les está vedada esta posi-
bilidad, como, por ejemplo, ¡Ni hablar! y ¡Ni pensarlo! Asimismo, expresiones como ni
por todo el oro del mundo, ni a la de tres y ni a tiros presentan ciertas preferencias
léxicas en la modificación verbal (aunque el inventario de verbos no es pequeño), mien-
tras que otras, como ni aunque me lo pidas de rodillas, ni por ésas o ni estando borracho
ofrecen un ámbito de aplicación más amplio, y se asemejan a otros enfáticos de igual
estructura que no tienen rango locucional, como «ni + SN/pronpers.»: «No te lo crees ni
tú», «Cosa tan mala no lo haría ni el mismísimo demonio»; si bien funcionan sintáctica-
mente como sujetos y no presentan ningún tipo de preferencia léxica.66
Ahora bien, esa preferencia léxica que pueda mostrar alguna de estas expresiones
no es comparable con la que exhiben los sintagmas nominales negativos enfáticos («ni
un + N») del primer grupo (§ 5.3.2.1.), sintagmas que presentaban una posición posver-
bal marcada (*Ni jota entiende); si bien, como aquéllos, pueden funcionar como enun-
ciados independientes («—¿Has entendido algo? —Ni gota»).

5.4. Locuciones con clítico

Un conjunto no pequeño de locuciones verbales y oracionales67 contiene un clítico


de objeto directo sin referente nominal expreso, del cual casi nunca, en la sincronía

340
actual de las últimas generaciones, se tiene constancia; el reconocimiento de muchas
locuciones de viejo cuño sólo parece posible recurriendo a las fuentes históricas que
registran esas expresiones completas: diñarla (o palmarla, espicharla, cascarla, liarlas,68
doblarlas), jugársela,69 dársela (o pegársela),70 hacerla, cagarla (o pringarla, joderla), ar-
marla (o liarla),71 buscársela (o ganársela), debérsela, dormirla, pillarla (o agarrarla, co-
gerla), correrla o corrérsela, cargársela, guardársela (o jurársela),72 sudársela (o refanfin-
flársela), chupársela, pelársela, cascársela (o machacársela, frotársela), enchufársela, pin-
tarla, gastarlas, pagárselas,73 tocárselas ‘huir’, apañárselas (o ingeniárselas, componérselas,
arreglárselas, agenciárselas), entendérselas, vérselas con (alguien), tragárselas, traérselas, pe-
lárselas, pirárselas, gastárselas, tomarla con (alguien), emprenderla a + Npl.[+ golpe] con
(alguien), habérselas con (alguien), dársela con queso, (pasar) las de Caín, (armar) la de
Dios (es Cristo)/la de San Quintín, pasarlas moradas (o putas, negras, canutas...), verlas
negras, cantarlas claras, ¡Dios se la depare buena!, tomar las de Villadiego, sabérselas todas,
salirse con la suya, hacer una de las suyas, dárselas de + A, verlas venir, llevar las de ganar/
perder, matarlas callando, matarlas (o cortarlas) en el aire, prometérselas felices, tenérse-
las tiesas (con alguien), vérselas y deseárselas, traérsela floja, no tenerlas todas consigo,
cogerlas al vuelo, hacer la del rengo, no haberlas visto más gordas en su vida, Haber la de
Mazagatos o tener la de Mazagatos (Iribarren Rodríguez 1955: 164), estar a la que salta,
hacerla buena, tragárselas como ruedas de molino ‘creer las cosas más inverosímiles’,
llevar la contraria, etc.
No obstante, la catálisis del sustantivo tácito no es tan compleja en las locuciones
más recientes, como aquellas cuyos componentes léxicos aluden a cosas o nombran
cosas consideradas tabúes o poco decorosas, como las partes erógenas (tenerlos de
corbata, traérsela floja, cascársela, sudársela, agarrársela con papel de fumar...) y las pala-
bras malsonantes (pegársela...), pero también en otras locuciones de rancio abolengo,
como las que aluden a la contienda o disputa (armarla, liarla, habérselas con, haberla
buena...),74 a la suerte y las oportunidades (tenerlas todas consigo, tener la negra...), a la
juerga y el desenfreno o la borrachera (dormirla, pillarla, correrla...).75 El carácter de
expresión tabuizada puede ser la causa de la elisión.76
A su identificación contribuye el que, en el uso de la comunidad,77 alterne la versión
elíptica o abreviada con la versión entera, circunstancia que a veces ocurre incluso con
las locuciones pretéritas o más antiguas; es el caso de tomar las de Villadiego/tomar las
calzas de Villadiego, gastarlas muy pesadas/gastar bromas muy pesadas,78 ganársela/ga-
narse una bronca o una paliza, ¡Ahí me las den todas!/¡Ahí me den todas las bofetadas!,
jugársela/jugarse la vida (en sólo uno de sus sentidos: ‘arriesgarse’), dormirla/dormir la
borrachera, llegar a las tantas/llegar a las tantas horas de la noche (a altas horas de la
noche o madrugada),79 correrla o corrérsela/correrse una juerga...80 Pero, aun conocien-
do o creyendo conocer el sustantivo originario, se prefiere la fórmula abreviada, acaso
por la acción del fenómeno general de la economía lingüística: cogerlas al vuelo/coger
las aves al vuelo, verlas venir/ver las cartas venir, (armarse) la de San Quintín/(armarse) la
batalla de San Quintín, no tenerlas todas consigo/no tener todas las cartas o bazas consi-
go, tocarle la negra/tocarle la china (o el haba) negra, dársela con queso/darle la ratonera
con queso... A veces la catálisis resulta impracticable porque determina un enunciado
ambiguo cuyo sentido literal colisiona con el sentido figurado convencionalizado de la
versión corta. Podría interpretarse, incluso, como una desautomatización.
El pronombre átono de objeto que aparece en estas locuciones adopta principal-
mente las formas femeninas la, las, pero también lo: no contarlo, guisárselo y comérse-
lo,81 ¡Que Vd. lo pase bien!, pasarlo en grande, saber lo que vale un peine/es bueno, echar-
lo todo a perder/rodar, ser de lo que no hay, montárselo + CCmodal, ¡Que venga Dios y lo
vea!, sin comerlo ni beberlo, contárselo un pajarito, ¡Ni lo sueñes!, Con su pan se lo
coma, lo suyo, llevarlo/tenerlo claro, tenérselo creído, tenerlo/verlo crudo (o negro), tener-

341
lo claro, (Así) como lo oyes, jugárselo todo a una carta, ir/estar a lo suyo, No lo quiera
Dios, ¡No te lo pierdas!, ¡No lo sabes tú muy bien!, estar a lo que caiga, no pensárselo dos
veces, hablarlo todo, hablárselo todo...
El pronombre los suele aparecer cuando coexiste la versión extensa y, por tanto, el
sustantivo es fácilmente recuperable: tenerlos de corbata/tener los cojones de corbata,
tenerlos bien colocados...82
La preponderancia de las formas femeninas, manifestada igualmente en otras clases
de locuciones, como las adverbiales (a la buena de Dios, a la tremenda, a la inversa, a
hurtadillas, a las duras y a las maduras, a la desesperada...) y no sólo en los clíticos, sino
también, por ejemplo, en los adjetivos (a tontas y a locas, a unas malas, a las claras...),
puede deberse, entre otras razones posibles, al valor gramatical de término marcado
frente al masculino (Delbecque 1997: 222) y a la transformación en femenino plural
romance de algunos neutros latinos —leña, bodas, etc.— (Casares Sánchez 1950: 240).83
Esa tendencia general puede ser, asimismo, la responsable de las discordancias gramati-
cales que exhiben algunos modismos, como a ojos vistas y a pies juntillas.
El verbo de algunas locuciones está más o menos constreñido gramaticalmente, en
el sentido de que su empleo habitual está fijado en un tiempo y un modo determinados,
incluso número y persona, en relación con el contexto pragmático o la intención comu-
nicativa; por ejemplo, muchas expresiones citadas como locuciones verbales se em-
plean exclusiva o casi exclusivamente como fórmulas exhortativas, de amenaza, de
reprensión... Es el caso de buscársela (o su sinónimo interfraseológico guardársela),
cuyo empleo más corriente es en forma de advertencia dirigida al interlocutor, con el
verbo en gerundio combinado con el auxiliar estar en segunda persona del presente de
indicativo: ¡Te la estás buscando! Son posibles otros tiempos y personas, como Se la
estaba buscando (como locución verbal).
Con igual valor de advertencia recriminatoria se emplea la locución pagárselas, pero
adopta la forma de futuro de mandato, de presente con matiz de futuro o de una
perífrasis de infinitivo prospectiva: ¡Me las pagarás!, «Por mi madre, que me las pa-
gas!», ¡Me las vas a pagar!
El verbo de la locución traérselas suele emplearse en 3.ª persona del presente de
indicativo (también imperfecto si la acción queda anclada en el pasado), y la locución
tiene el significado de ‘complicado’ referida a cosa y de ‘perverso, iracundo o complejo’
aplicada a persona: «Ese problema se las trae», «Ese señor se las trae».
El fraseologismo hacerla buena se utiliza prácticamente sólo en la fórmula enfática
¡Buena la has hecho!, con el adjetivo antepuesto (también al final).84 El verbo ha de
estar en pasado, generalmente pretérito perfecto o pretérito simple de indicativo (re-
sultan extrañas series como ¡Buena la harás! o ¡Buena la haces!), en la medida en que la
expresión se utiliza como fórmula recriminatoria hacia el interlocutor —u otra perso-
na (cfr. ¡Buena la he/ha hecho!)— por algo hecho sin acierto.85

Notas

1. En el ámbito fraseológico del español, cabe destacar los trabajos de Zuluaga Ospina (1980), Gar-
cía-Page (1990b), Ruiz Gurillo (1997a), Martínez Sánchez (1998), Mogorrón Huerta (2002)...
No obstante, los estudios sobre la intensificación (y la atenuación) en general o en el registro colo-
quial tienen en cuenta las estructuras fraseológicas, en la medida en que éstas normalmente forman
parte del coloquio. Además de los manuales al uso de Steel (1976), Beinhauer (1978b), Vigara Tauste
(1980, 1992) o Cascón Martín (1995) pueden consultarse Cisneros (1957, 1966), Krüger (1960), Gonzá-
lez Calvo (1985-1988), Meyer-Hermann (1988), Herrero Moreno (1991), Ramos Márquez (1993), Acín
Villa (1993-94), Ramiro Valderrama (1995), Briz Gómez (1995, 1997), García-Page (1997b), Meilán
García (1998: 62-69), Ferrer de Gregoret (1998), Arce Castillo (1999), Ferrer de Gregoret y Sánchez
Lanza (2001), Rodríguez Ponce (2001), Albelda Marco (2002, 2004: esp. 80-91), Gómez Torrego (2005)...

342
2. Ya hemos comentado en otro lugar (§ 3.3.3.4, n. 63) que la Academia (DRAE 2001: s.v. «locución»)
reconoce la locución intensificadora, como si se tratara de una clase paralela a la nominal, adjetiva, etc.
Ginebra i Serrabou (2002) también emplea dicho término para describir los sintagmas enfáticos un ojo
de la cara, un dineral, etc.
Álvarez de la Granja (2002c: 104-110) habla de expresións ponderativas fixas para otro tipo de cons-
trucciones basadas en hipérboles o que expresan imposibles, como no tenerse en pie y ganarse el cielo.
3. Sandru Olteanu (1982: 297-298) sólo se fija en las locuciones introducidas por de; cfr., por ejem-
plo, Ruiz Gurillo (1995b) y Albelda Marco (2004: 82-85). Asimismo, Krüger (1960) da título a su obra
sobre la intensificación con una estructura prepositiva encabezada por de: ¡Es de lindo!
4. Cabe señalar que las estructuras negativas enfáticas no constituyen un grupo formalmente homo-
géneo; sirvan como botón de muestra las siguientes series: ¡Nanay de la China!, No hay tutía, ¡Y un
jamón!, ¡Que te den dos duros!, ¡Cuéntaselo al Nuncio!, ¡Qué – ni qué ocho cuartos!...
5. A veces se ha planteado si esta construcción es una locución adjetiva encabezada por tonto o un
sintagma compuesto por un núcleo adjetivo modificado por distintas locuciones con valor adverbial
(colocación). Resulta difícil pensar que se trata sin más de una locución, cuando, además, existen
sintagmas, como rematadamente loco, que invitan a tratarlo como una colocación. La decisión sobre el
estatuto de las formas comparativas, como más tonto que una mata de habas, es más compleja, y la
crítica se divide entre los que creen que son locuciones y los que creen que son colocaciones.
Respecto de la frase elativa de atar, en nuestra opinión, se aplica más comúnmente a la voz loco.
6. No creemos que la locución sea salir a toda pastilla, como parece sugerir Sevilla Muñoz (1997:
437), al indicar que tal expresión es sinónima de poner pies en polvorosa o salir echando chispas/leches.
7. Esta última estructura, que suele ser obviada en algunos trabajos sobre la comparativa fraseológi-
ca, se inserta dentro de un sintagma verbal; en general, la comparativa es de desigualda y el nombre
funciona como complemento directo del verbo tener (o haber): tener más granos que una paella, tener
más agujeros que un colador, tener más cuento que Calleja.
8. Comparten esta opinión prácticamente todos los estudiosos: entre otros, Dauzat (1945), Ageno
(1960: 248), Rey (1976: 835), Arora (1977), Beinhauer (1978b: 297-323), Zuluaga Ospina (1980), Tamba-
Mecz (1981), Van Pragg (1982), Gross (1983), López García (1983), Fonseca (1985), Vietri (1985b, 1990a),
González Calvo (1985), Azevedo do Campo (1989), Álvarez Menéndez (1989: 212-215), García-Page (1990b,
1996a, 1999b), Ortega Ojeda (1990), Pintori Olivotto (1990), Marques Ranchhod (1991), Mayoral Ramí-
rez (1992), Ben-Hénia (2003: 91), Marques Ranchhod y De Goia (1996), Sprová (1991, 1993), Gutiérrez
Ordóñez (1994b: 64-66), De Goia (1994a, 1994b), Ayala (1994), Morales Pittorino (1995-96), Cazelles
(1996), López Roig (1996: 225-227, 2002: 30, n. 31), Schapira (1999: 27-32), Szende (1999), Sáez del
Álamo (1999), González Rey (2000), Mogorrón Huerta (2002), Millán González (2002: 191-192)... (véase,
además, lo expuesto en § 3.4.2.1.3., incluidas las referencias bibliográficas).
Pueden consultarse, además, Sbarbi y Osuna (1873), Rodríguez Marín (1899), Caballero y Rubio
(1942), Iribarren Rodríguez (1955: 337-409), Ferro Ruibal (2008)...
9. Sin embargo, cabría apreciar una diferencia entre la comparativa de superioridad y la de igual-
dad: en virtud del valor prototípico del término comparante, el enunciado del término comparado en la
comparativa de superioridad constituye una expresión hiperbólica, esto es, un enunciado que incum-
ple la máxima de cualidad de Grice, pues, en principio, no parece posible concebir un objeto que pueda
contener la característica en un grado mayor que el máximo que representa el prototipo. En cambio,
cabe suponer que extralingüísticamente sí pueda existir un objeto que presente la característica en un
grado que iguale o se aproxime a la del prototipo, de modo que el enunciado comparativo de igualdad,
aunque intensificado, no sería hiperbólico y no violaría la máxima de cualidad.
Ahora bien, también en la sintaxis libre pueden formarse comparaciones hiperbólicas que infringen
la máxima de cualidad.
10. Sin embargo, no siempre la conversión sintáctica es viable: parece que ciertas comparativas se
han fraguado en una forma y se resisten a mudarse, sin que exista una razón estrictamente gramatical
que explique el diverso comportamiento. Esta resistencia la oponen muchas comparaciones construi-
das con topónimos y antropónimos y otros nombres propios, aunque también con nombres comunes:

llorar como una Magdalena o ?llorar más que una Magdalena


ser más papista que el papa o ?ser papista como el papa
estar más visto que el TBO o ?estar tan visto como el TBO
ver menos que Pepe Leches o ?ver tanto como Pepe Leches
tener más cuento que Calleja o ?tener tanto cuento como Calleja
saber más que Calepino o ?saber tanto como Calepino
tener más moral que el Alcoyano o ?tener tanta moral como el Alcoyano
más solo que la una o ?tan solo como la una

343
más fresco que una lechuga o ?tan fresco como una lechuga
parecerse como dos gotas de agua o ?parecerse más que dos gotas de agua

11. Millán González (2002: 192) recoge los siguientes testimonios, aunque algunos nos parecen puras
creaciones individuales: más perdido que Carracuca, más feo que Carracuca, más muerto que Carracuca,
más visto que Carracuca, peor que Carracuca, más viejo que Carracuca, más listo que Carracuca.
12. En algunos casos hay ciertas correspondencias, pero no por formación derivativa: saber más que
Calepino/?ser más listo que Calepino.
13. Por ejemplo, Millán González (2002: 185) se pregunta cómo se ha consagrado ligero como una
ardilla y no ligero como una gaviota si la gaviota es más ligera y veloz que la ardilla.
14. También son posibles las alternativas ángel o angelito y bendito, pero cumplen más una función
de intensificación cualitativa (‘plácidamente’) que cuantitativa (‘mucho o profundamente’).
15. Comp. más negro que: carbón, azabache, betún, tordo...; más blanco que: nieve, pared, cal, leche...;
más rojo que: tomate, pimiento, cangrejo, centollo, camarón...; pero ?más amarillo que: cera..., ?más azul
que, ?más marrón que...
16. Si bien, con sentido literal, es más frecuente la estructura con un predicado verbal: pesa más
que el plomo. Incluso, a veces se utiliza la segunda construcción para expresar el sentido figurado de
‘molesto’, de modo que se produce una colisión homonímica. De hecho, en español se emplea con
frecuencia una construcción similar, ser más pesado que una vaca en brazos, para decir que alguien es
muy molesto, aun cuando el sentido recto de la expresión invite a relacionarla con el sentido literal
‘pesado, de peso considerable’, pues la imagen que se asocia a la frase una vaca en brazos se relaciona
con la pesantez y no con la importunidad.
17. A veces, una coda comparativa está habilitada para intensificar dos nociones correspondientes a
los sentidos metafóricos de los lexemas nucleares de la comparación; por ejemplo, lechuga modifica a
verde ‘inmaduro, inexperto’ (estar más verde que una lechuga) y a fresco ‘desvergonzado, caradura’ (ser
más fresco que una lechuga). No obstante, lechuga funciona, en relación paradigmática con otros sus-
tantivos (esmeralda, botella, etc.), como aposición nominal restrictiva del sustantivo verde con su senti-
do literal, como nombre de color: «una falda verde lechuga».
Millán González (2002: 194) habla en estos casos de dilogía; el autor cree que esta figura es una fuente
productiva para la formación de «innovaciones populares»: [cara] más dura que una pila de Duracel.
18. No obstante, no siempre los sinónimos de lengua o cuasisinónimos son intercambiables; parece que
existen restricciones de uso que impiden la conmutación: terco/?testarudo/?obstinado/*perseverante/*perti-
naz como una mula. La comparativa como una cabra suele aplicarse a loco, que con frecuencia se omite;
resultan poco usuales los sustitutos indicados (chiflado, chalado), o bien otros, como alocado, ido, pirado...
19. Otro caso comentado en diversos lugares del trabajo es la comparativa polisémica (homoními-
ca) como una mula, en el sentido de que cada una de sus acepciones determina una relación prototípi-
ca. Además, los núcleos selectivamente restringidos de la comparativa como una mula se adscriben a
distintas categorías sintácticas; a saber: terco como una mula, trabajar como una mula, ir cargado/
cargarse como una mula, y, posiblemente, fuerte como una mula, que rivaliza con otras voces más
frecuentes, como toro, león, roble o mulo. Asimismo, la comparativa como una lechuga, en sentido
figurado, no se aplica sólo a fresco, sino también a verde ‘ignorante, no experimentado’.
20. Las restricciones interlingüísticas no sólo son de carácter léxico, sino también gramaticales y
morfológicas; por ejemplo, el español prefiere el plural y el italiano el singular en contento como unas
Pascuas/come le Pasque.
21. Caballero y Rubio (1942) cita la comparación, insólita, sordo como un poste/una pared.
22. No obstante, también es posible en portugués con la voz negro, pero en español no es posible con
la voz moro.
23. Actualmente, son muchas las comparativas que se construyen erigiendo como estereotipo perso-
najes famosos del cine y la televisión u objetos de la vida moderna y cotidiana (viajar más que el baúl de
la Piquer, más simple que el salpicadero del papamóvil, más rápido que el AVE). Esta fuente de inspiración
representaría una de sus características intrínsecas, en la medida en que ha conseguido desplazar a
otros «iconos», como los personajes clásicos de la literatura, la religión o la historia y los productos de
la naturaleza, que aparecen abundantemente en las comparativas estereotipadas tradicionales. Otra
fuente de formación es el humor, la ironía, la chanza, recurriendo a veces a lo soez y grosero (más basto
que unas bragas de esparto).
En realidad, falta por hacer un estudio sobre las propiedades de las comparativas modernas. Entre
los recursos formales, está la sustitución léxica de un término comparante tradicional por otro que
designa un referente contemporáneo y el alargamiento sintagmático (el sustantivo del segundo miem-
bro tiende a llevar especificadores relativos o prepositivos: más despistado que un pulpo en un garaje,
más guarro que la Petrita, que compró una casa redonda para no barrer los rincones...).

344
En relación con este procedimiento, típico de las «innovaciones populares», Millán González (2002)
supone que el modificador o circunstante puede entablar dos tipos de relaciones con el núcleo nominal
de la coda: de intersección, si se produce alguna suerte de contradicción (más inútil que una moto [con
puertas]), o de inclusión, si el modificador refuerza la intensificación que comporta dicho núcleo (más
bajito que el Fari [de rodillas]).
24. Las referencias bibliográficas de Mel’èuk sobre el modelo Sentido-Texto que podrían citarse son
numerosísimas. Son clásicos algunos de sus primeros trabajos: Mel’èuk y olkovskij (1970, 1988), Mel’èuk
(1970, 1973, 1974, 1981, 1982, 1984, 1988a, 1988b, 1988c, 1988d, 1989, 1992, 1993, 1995, 1996...),
Mel’èuk y Polguère (1987)... Probablemente, la primera adaptación del modelo al español es Alonso
Ramos (1993), que constituye un extraordinario documento divulgativo de la teoría de Mel’èuk. Véanse
también Wanner (ed.) (1996) y Steele (ed.) (1999).
25. Algunos autores, como Rebollo Torío (2000: 436), tratan las construcciones consecutivas de esta
suerte como comparativas. Asimismo, Rivera Cárdenas (1985), Martínez García (1987) y Álvarez Me-
néndez (1989, 1995, 1999); cfr., por ejemplo, Porroche Ballesteros (1988: 117).
26. Según el DRAE (2001: s.v. «pelárselas» 2), que se las pela puede modificar a otros verbos, aparte
de correr (el único que recoge el DEA y el único que, en nuestra opinión, es posible): «Escribe que se las
pela». «Grita que se las pela». Además, registra la voz con la acepción 1 ‘Apetecer alguien con vehemen-
cia una cosa. SE LAS PELA por figurar’. Kálaustova y Tánych (1998: 126, 127) creen que es posible
come que se las pela.
27. Estos intensivos no presentan el mismo comportamiento que los anteriores, a pesar de que a
veces se los agrupe indiscriminadamente en un mismo conjunto (p.ej., en Miranda Poza 1998).
Por ejemplo, los núcleos «N1» de los sintagmas con de no son referenciales, sino sólo cuantificado-
res de los «N2» en estructuras partitivas o seudopartitivas de que forman parte (estos últimos nunca
intervienen en estructuras partitivas (comp. haber un huevo de gente/costar un huevo), salvo como
fórmula fija (un ojo de la cara).
Por su significado arreferencial, no pueden dar lugar a estructuras anafóricas, como en la coordina-
ción-elipsis: la estructura había un montón de vasos y otro Ø de copas sólo admite la lectura referencial
de montón como ‘conjunto indeterminado’, no la cuantitativa ‘muchos’; por su función intensificadora,
resulta incompatible con otro «N2» cuantificado: *un montón de numerosos vasos (cfr., p.ej., el superla-
tivo montón de montones de vasos).
Sobre algunas características de estos sintagmas enfáticos, véanse Demonte Barreto (1980), Mallén
(1990) o Vos (2002), entre otros.
28. No obstante, la relación solidaria indicada es, en muchos casos, tan sólo la preferente, dado que
son posibles otras combinatorias: pagar un ojo de la cara (por la compra de algo), invertir un Perú (en un
determinado proyecto), no entrar ni gota [de aire], etc.; sin embargo, importar/*interesar/*gustar un bledo.
29. Los análisis no son coincidentes en absoluto. Por ejemplo, Blanco Escoda (2000) estudia esta
forma (morirse de hambre) como un variante estilística, de naturaleza intensiva, de un verbo soporte;
Mendívil Giró (1991) la describe como especialización dependiente, esto es, como una estructura empa-
rentada con la colocación; y del mismo modo procede Koike (1999) al tratar la construcción morirse de
vergüenza, aunque no responde a la caracterización de la especialización dependiente («cuando un
verbo con sentido literal se combina con una locución»), pues ni morirse tiene sentido literal, ni de
vergüenza es una locución; para Alonso Ramos (1993: 170-171), es una colocación.
El DFDEA da la construcción morirse de risa como si se tratara de una locución (en el sentido
amplio que advierte en el prólogo); el DEA la describe supuestamente como colocación al señalar que
risa, como unidad léxica autónoma, se combina frecuentemente con morirse, caerse, etc. Así aparece
también en el DRAE 2001.
En estos diccionarios se advierte cierta incongruencia, pues, sabiendo que morirse puede construir-
se con otros muchos sustantivos, no se recogen todas las expresiones posibles, tal como se ha hecho
para el sustantivo risa; así, por ejemplo, en el DFDEA aparecen morirse de sueño y morirse de asco, pero
no, por ejemplo, morirse de miedo, morirse de vergüenza ni morirse de frío/calor.
30. Además, el DFEM registra también despatarrarse, revolverse y tirarse; el DRAE (también Cordero
Sánchez 2002: 78), descalzarse, despedazarse y desperezarse; el DEA y el DFDEA, caerse, reventar y revol-
carse. Todos estos registros nos parecen bastante caprichosos o más bien esporádicos. Montoro del
Arco (2005b: 131) enumera todas estas alternativas. En Bosque Muñoz (dir.) (2004: s.v. «risa»), «morirse
de risa» se propone como una «colocación» preferente, seguida de partirse, retorcerse y troncharse.
31. Sobre esta tercera construcción se ha vertido mucha tinta desde que Alarcos Llorach (1962) la
hiciera popular en la teoría gramatical española, aunque ya era conocida por nuestros grandes gramáti-
cos del siglo pasado (Bello, Cuervo): entre otros, Lois (1971), Contreras (1978), Knowles (1978), Plan
(1980, 1982, 1984), Rivero (1981), García-Bellido García de Diego (1981), Bosque Muñoz (1984), Gutié-
rrez Ordóñez (1986: cap. 8), Martínez García (1987: 128-132), Álvarez Menéndez (1987), Torrego Salcedo
(1988), Bosque Muñoz y Moreno Cabrera (1990: 6-9), Brucart Marraco (1992), Hare (1993), Kester (2002)...

345
Sobre la anterior, acerca del que expletivo enfático, véase esp. Casas Plaza (2004), y la bibliografía
ahí citada.
32. Son numerosas las expresiones coloquiales de énfasis que forman parte de una estructura: Vaya si,
Mira si, Fíjate si, «(Mira) si + Vfut.», «Que si + V», «Hace falta/Se necesita/Hay que + [ser, estar ciego...] +
(como) para», Jolín/Caramba con, Anda que, ¡Y tanto que...!, pero que, lo que se dice, ya lo creo que, claro
que, etc. Entre los estudios de carácter general, véanse Beinhauer (1978), Vigara Tauste (1992), García-
Page (1997b), Albelda Marco (2004: 100-104)..., así como los dedicados a la interjección (López Bobo
2002: 74-79, Sierra Soriano 2006 [limitado a los verbos de movimiento], Sancho Cremades 2006a, etc.).
Para la construcción anda que no, véase Sancho Cremades 2006b.
Existen, además, muchos otros mecanismos sintáticos de énfasis, como, entre los más estudiados, la
tematización y focalización, y, en relación con éstos, la perífrasis de relativo (Bello 1847: 475-479, 492-498;
Fernández Ramírez 1951: n.º 161-162; Martínez García 1981-1982; Moreno Cabrera 1982, 1983 y 1999;
Verdonk 1983; Gutiérrez Ordóñez 1986: 71-82 y 1994a; Ortega Olivares 1988; Porroche Ballesteros 1988:
cap. 6; Kovacci 1991; Fernández Leborans 1991-1992: esp. 80, n. 23 y 86, n. 39, 1999: esp. §§ 37.3-37.5, 2001,
2003; Herrero Moreno 1992; Hernanz Carbó 1994; Alonso Raya y Rosales Varo 1996; Izquierdo López 1997;
Alarcos Llorach 1997; Alonso Raya 2000, etc.) y la estructura atributiva «N de N» del tipo el tonto de Juan
(Lapesa Melgar 1962, Ynduráin Hernández 1972, Alarcos Llorach 1972, Gutiérrez Ordóñez 1978 y 1986:
261-271, García-Page 1994, Hare 2001, etc.). La bibliografía que aportamos está limitada a los trabajos en
español. Sobre la primera construcción, conocida como cláusula escindida o seudoescindida, hay una abun-
dante bibliografía (p.ej., Declerck 1988); sobre la segunda, aparecieron más trabajos franceses en los años
sesenta y setenta, algunos de los cuales están recogidos en García-Page (1994).
Otro procedimiento de énfasis recurrente es la estructura atributiva con un enfático. Como reconoce
la mayoría de los estudiosos (Milner 1978 y 1982, Ruwet 1982, Fernández Lagunilla 1983, Portolés Láza-
ro 1993 y 1994, Guil 1998...), un se antepone a adjetivos estimativos —la mayoría, de valoración negativa
(imbécil, cretino...), aunque no todos (valiente, santo, bonachón...; comp. «un(a) + N: maravilla, tesoro,
encanto, joya...), frente a lo que opinan algunos autores (p.ej., Gómez Torrego 2005: 469). Entre los inten-
sificadores de orden sintáctico deben considerarse las aposiciones con nombres intensivos (señor, diez,
padre...), las estructuras valorativas y exclamativas formadas con menudo, vaya, valiente... (véase n. 84) y
las colocaciones del tipo diferencia abismal, craso error, ignorancia supina, cambiar radicalmente, prohibir
terminantemente (Koike 2000b, García-Page 2001b, 2001c y 2001-2002...), si bien tratadas a veces entre
los mecanismos de ponderación léxica (Penas Ibáñez 1993-1994, Miranda Poza 1998: 167...).
33. Para el primer esquema, véase lo dicho en § 4.2.1.4.4. (más las referencias bibliográficas); para el
segundo y el tercero, Beinhauer (1978b: 352-358), Lamíquiz Ibáñez (1971, 1991: 60-63), González Cal-
vo (1985: 124-127), Escandell Vidal (1991: 72-78), García-Medall Villanueva (1992), García Dini (1996:
48), García-Page (1997b: 144-148), Roca Urgell y Suñer Gratacós (1998)...
Sobre estas y otras estructuras de énfasis basadas en la repetición, véanse, entre otros, además de los
citados previamente (también n. 1), Byssens (1960), Lloyd (1966), Kany (1970: 285-289), Poggi Salani
(1971), Bolinger (1972: 160-175, 246-250, 288-292...), Moraucsik (1978), Knowles (1979), Marantz (1982),
Frédéric (1984, 1985), Rainer (1985), Kimenyi (1986), Norrick (1987), Wierzbicka (1986), Shapira (1988),
Agudo Ríos (1998, 2000), Károly (2002)...
34. Mellado Blanco (2004b: 145) sostiene que la estructura binaria es frecuente en alemán por la
propia idiosincrasia del idioma, frente a las lenguas románicas. Nuestro presente estudio (también
García-Page 1998a, 1998b, 1999a) o el de Gómez (1992) para el español, el de Schlömer para el francés
o los de Pellegrini (1953: 158-159), Elwert (1954), Baehr (1957) y Almela Pérez y Zamora Muñoz (2005)
para el italiano, son más que fehacientes pruebas de que tal apreciación no es muy acertada. Véanse,
asimismo, Malkiel (1959), Gold (1991-1993) y Melkersson (1992), donde se recogen ejemplos de distin-
tas lenguas, incluidas las románicas.
Para otras lenguas no románicas distintas del alemán, véanse, a modo de ejemplo, Bendz (1967)
(sueco), Löfstdedt (1976: 450) (finlandés) y Kohonen (1979) y Alexander y Plein (1991) (inglés).
35. No son pocos los estudios realizados sobre las estructuras binarias (en general, entre los trabajos
de conjunto, Kocher 1921, Leisi 1947, Dornseiff 1959, Koskeniemi 1968, Gustafsson 1975, Hiatt Mary
1975, Ehegötz 1980, Frédéric 1984 y 1985, Jeep 1987, Wittlin 1991, Gómez 1992, Melkersson 1992...) e
incluso enumerativas (p.ej., Le Dû 1929, Schumann 1942, Spitzer 1945, Veres d’Ocon 1949, Södergard
1949, Damamme Gilbert 1989...), pero sí son más bien escasos los dedicados a la estructura fraseológi-
ca binaria, esto es, a la locución con estructura gemela (parecen predominar los estudios en alemán o
sobre el alemán): Salomon (1919), Dittmer (1981), Kantola (1987), Sütterlinová (1988), Sternkopf (1991),
Alexander y Plein (1991), Casagrande y Sullivan (1993), Hammer (1993a, 1993b), Parad (1996), Mella-
do Blanco (1998c), García-Page (1998a, 1998b, 1999a), Schlömer (2002)..., si bien ha de advertirse que
se aducen a veces estructuras binómicas de la técnica libre, mezcladas con las puramente fraseológicas.
También dedican alguna página a los binomios muchos manuales o estudios extensos de Fraseología,

346
incluso artículos breves (p.ej., Guiraud 1961: 67, Makkai 1970b, Burger 1973: 42-47, Häusermann 1977:
53, Koller 1977: 51, Burger et al. 1982: 37, Fleischer 1982: 111-114, Vietri 1985b: 40, Gläser 1986b: cap.
4, Schemann 1993, Hundt 1994a: 211-212, Moon 1998b: 152-156, Fraile Vicente 2001...).
Son, naturalmente, más numerosos los estudios breves, muchos de carácter monográfico, que abor-
dan algún aspecto de la estructura binaria (algunos que se citan no son de fraseología): fundamental-
mente, fónico (Morawski 1927, 1929, 1936; Bolinger 1962; Gustafsson 1974, Díaz Vera 1997...) o se-
mántico, sobre todo la sinonimia (Poutsma 1917, Nyrop 1925, Richthofen 1941: 512-513, Spitzer 1950,
Pellegrini 1953, Elwert 1954, 1957 y 1959, Marroni 1954, Roselli 1954, Bertolucci Pizzorusso 1957,
Baehr 1957, Gerritsen 1958, Nash 1958, Malkiel 1959, Castellano 1961, Politzer 1961, Spitzbart 1962,
Tateo 1970, Favati 1971, Potter 1972, Nordahl 1976, Löfstedt 1975 y 1976, Dembowski 1976, Vallet
1977, Sullivan 1979, Buridant 1980 y 1989: 141-145, Szpyra 1983, Lambrecht 1984, Timpanaro 1988,
Akar 1991, Lagüéns Gracia 1992, Jokinen 1994, García-Page 1996f, 1998b, 1998e..., Di Nono 2000) y, en
menor grado, la antonimia (Spitzer 1918, Malkiel 1959, Bambeck 1967, Makkai 1970b, Martínez Ma-
rín 1990, García-Page 1998a, 1998d, 1999a).
Además de los artículos previamente citados, en algunos estudios de conjunto (sobre un fenómeno
concreto, sobre la obra de un autor, etc.) también se ha dedicado algún capítulo a la construcción gemela
y, especialmente, a la pareja de sinónimos (Hatzfeld 21972: 212-218, Siebenmann 1953: 89-98, Samonà
1954: 54-58, Möntmann 1955: 13-15 y passim, Rasmussen 1958, Schon 1960, Steffenelli 1961, Schleyer
1961, Chocheyras 1969, Rosenblat 1971: 116-130, Diekamp 1972: esp. 29-68, Lorian 1973: 69, 71...).
Para otros aspectos de los pares de palabras (reduplicación, distribución, estilística, etc.), véanse,
entre otros, además de los previamente citados, Renard (1939), Spitzer (1942, 1945), Abraham (1950),
Aborn y Rubenstein (1956), Thun (1963), Aalto (1964), Calboli (1966) Bendz (1967), Finkenstaedt y
Wolf (1969), Nordhal (1976, 1978, 1982), Kohonen (1979), Oden y Lopes (1981), Jacobsen (1982),
Gonda (1959), Fenk-Oczlon (1989), Lenz (1999)...
36. El carácter fijado del orden distributivo de los constituyentes ha dado lugar a distintas teorías
sobre la iconicidad que esconden los binomios tras su inocente estructura simple: Plank (1979: 140-
141), Cooper y Ross (1975: 91), Birdsong (1979, 1982 y 1995), Ross (1980), Fónagy (1982), Landsberg
(1984, 1987 y 1995), Allan (1987), Kimenyi (1989), Schroeder (1989), Nöth (1993), Schlömer (2002:
cap. 6), Mellado Blanco (2004b: 148-152), etc. (cfr., además, al margen de la fraseología, Haiman 1980
y 1985 o Greenberg 1985).
Falta por elaborar en español un estudio similar que tenga en cuenta los principios de «egocentris-
mo» (de aquí para allá), de jerarquía social (señores y señoras, [Os declaro] marido y mujer), de ordena-
ción cronológica y espacial (de hoy en adelante, de Pascua a Ramos, día y noche, de arriba abajo, aquí y
allá), de secuencialidad lógica (dicho y hecho, coser y cantar), de disposición de contrarios (remover cielo
y tierra, poner una vela a Dios y otra al diablo). Sin embargo, se ha estudiado aún menos por qué ciertas
locuciones binomiales alteran el orden prefijado, cuál es su valor icónico: de pies a cabeza, damas y
caballeros, tarde o temprano, de la noche a la mañana, Hoy por ti, mañana por mí, por hache o por be, etc.
También se ha intentado determinar modelos de regularidad fonéticos, morfológicos o léxicos en
relación con el orden prefijado. Uno de los primeros lingüistas en indicar algunas de estas condiciones
de la irreversibilidad fue Malkiel (1959: 137), que reseña Makkai (1970b: 155-160) y ha sido fuente de
inspiración para ulteriores investigaciones.
37. A veces se analizan como binomios —p.ej., en el ámbito germánico, aparecen ocasionalmente
entre los llamados pares de palabras (paarformeln, wortpaare, y otras denominaciones: Pilz 1981: 81-83,
Majoros 1988, Mellado Blanco 1998c, Schlömer 2002: 13...; Mejri 1997b)— construcciones prepositivas,
generalmente locuciones adverbiales, del tipo a marchas forzadas, de viva voz, a todo trapo..., que, gracias
a la estructura binaria de sus componentes léxicos, guardan cierta semejanza con otras locuciones de
genuina estructura binomial encabezada por preposición: a trancas y barrancas, a las duras y a las madu-
ras, a diestro y siniestro, en haz y en paz... En nuestra concepción, tales estructuras no representan un
binomio, aunque se pueda determinar un sintagma binario; para nosotros, el binomio fraseológico com-
prehende, básicamente, las construcciones simétricas compuestas por dos sintagmas coordinados y los
esquemas prepositivos, y, marginalmente, ciertas construcciones asindéticas o yuxtapuestas. Evidente-
mente, las estructuras básicas que proponemos habrían de variar inexcusablemente si se adoptara otra
noción distinta del binomio, como la que acabamos de indicar. Por ejemplo, Luque Toro (1999, 2001)
habla de «estructura binomial» para describir locuciones prepositivas compuestas por dos unidades,
como lejos de, frente a las trinomiales del tipo a cargo de; esto es, según el número de palabras que
conforman la locución. También Riegel (1988a: 371 y passim), con algo más de tino, aplica el término
binomial a las aposiciones y compuestos «N + N» del tipo (le) cas Marchais, visite éclair, arc réflexe, etc.
Tampoco son objeto de nuestro estudio las formaciones léxicas binarias conseguidas por reduplica-
ción, generalmente silábica, del tipo zigzag, tictac... o bebé, mamá, yoyó... (Kocher 1921: 1, Biese 1939,
Thiele 1993: 103, Schlömer 2002: 28-29...).

347
Como podrá comprobarse, nuestra tipología no es coincidente con las propuestas por otros autores;
por ejemplo, Mellado Blanco (2004b: 145) distingue tres tipos en virtud de la identidad o no de los
componentes léxicos y del tipo de unión (conjunción, preposición); la clasificación de Schlömer (2002:
cap. 2) se organiza, primero, en función de las categorías que intervienen (sustantivo, adjetivo, etc.) y,
luego, en virtud del tipo de unión, si bien tiene en cuenta en el primero la identidad o no de los lexemas,
de ahí que los esquemas prepositivos aparezcan diseminados y en distintos niveles de la clasificación.
Para un análisis más detallado de las estructuras binomiales, pueden verse los epígrafes dedicados a la
estructura binómica que adoptan las distintas clases de locuciones (en especial, la nominal y la adverbial).
38. Acaso cabría otra estructura reduplicativa de cierta productividad en español con la conjunción
coordinante que, con la cual han cristalizado las fórmulas erre que erre y dale que dale (§ 4.2.1.4.4.). Cfr.,
además, Henry (1960).
La participación del resto de las conjunciones coordinantes en la formación de binomios es más
bien ocasional (sin prisa, pero sin pausa, etc.).
No compartimos, pues, la opinión de López Roig (2002: 29, n. 29) según la cual los binomios siempre van
coordinados por y. Además de otros nexos conjuntivos, hay binomios prepositivos, como ahora veremos.
39. Hay otros casos de flagrante asimetría: [(ser) de] toma pan y moja, [entre] gallos y a media noche,
[contigo,] pan y cebolla, etc.
40. Evidentemente, la formación de palabras idiomáticas no está restringida a la estructura bino-
mial. Basta pensar en la voz pestes (de la locución verbal echar pestes), procedente de las desfiguración
de la fórmula locucional pese a. Son numerosas las locuciones de categoría diversa (verbal, adverbial,
prepositiva...) sin estructura binaria que contienen un signo diacrítico de este tipo.
41. En estos casos de apofonía, el esquema fonético más recurrente es el que distribuye la vocal
palatal [i] en el primer miembro y la vocal abierta en el segundo: regulín regulán, que si patatín que si
patatán, así o asá, en un pis pas... (cfr. también zigzag, tictac...). Evidentemente, en razón de la cualidad
fonética de la vocal del primer miembro o base de formación del segundo, el esquema puede variar: ni
fu ni fa, de pe a pa, ni tus ni mus, [armarse] un zipi zape/rifi-rafe... (cfr. también Kimenyi 1989: 348).
42. En relación con el orden distributivo, también se ha querido ver a veces en el esquema que
dispone el constituyente silábicamente más corto en el primer lugar del binomio y el más largo en el
segundo, de acuerdo con la ley de Pânini, una prueba del valor icónico de los binomios (Cooper-Ross
1975: 71-82, Ross 1980: 45...; cfr., no obstante, Burger y Linke 1985: 2.022-2.023).
43. En algunos estudios aparecen adscritos a la clase de antónimos de los complementarios o contradic-
torios; así, por ejemplo, Schlömer (2002: 54-56), que confiesa seguir a Lyons (1980), trata como tales père et
mère, [remuer] ciel et terre, [c’est] l’eau et le feu, [devoir] à Dieu et à diable, nuit et jour, entre guerre et paix...
44. Hemos centrado nuestras observaciones en el sustantivo desnudo o aislado en el binomio nega-
tivo; pero existen, además, otras realizaciones:

a) La oposición está formada por una categoría no nominal, aunque resulte más atrevida la creación
neológica:
—Calla de una vez.
—Ni calla ni callo. ¡Jolín con el niño este!
b) «N» está mínimamente expandido (las soluciones son diversas): ni coche nuevo ni cocha nueva, ni
coche nuevo ni coche nueva...
c) La oposición forma parte de una serie enumerativa, por lo que la estructura no es binómica (las
soluciones son también diversas): ni capitán ni sargento ni cabo ni caba; ni capitán ni capitana, ni
sargento ni sargenta ni cabo ni caba....
d) El binomio puede adoptar la fórmula afirmativa: coches y cochas (la lectura de oposición depende
del contexto).

Sobre este fenómeno de oposición genérica, véanse, entre otros, Rosenblat (1970), González Ollé
(1981), García-Page (1991c, 1996c, 1996d), Bravo (1992) y Asensio González (1999), y la bibliografía en
ellos citada.
45. En negaciones del tipo:

—Anda, ¿por qué no me compras un coche?


—¡Y una cocha!

46. Aunque, como ya se indicó, existen bastantes trabajos sobre la negación en español y otras
lenguas, son aún escasos los dedicados a la negación fraseológica (Bergerová 1988/89, Körhonen 1989,

348
Hamm 1989, Sternkopf 1990, Ehrhard 1999...). Si bien, debe repararse en que el funcionamiento de la
negación puede variar en mayor o menor medida de una lengua a otra, por lo que conviene andar con
cautela a la hora de establecer ciertos paralelismos. Uno de los estudios más completos en español es el
citado Asensio González (1999). Véanse también Bosque Muñoz (1980: 121-132) y García-Page (1998d),
entre otros (§ 3.8.3.2., n. 239).
47. Construcciones como costarle Dios y ayuda, armar la de Dios, ser el no va más..., descritas aquí
como locuciones verbales, son, para otros autores (DRAE 2001, p.ej.), combinaciones de «V + loc. n.».
48. Domínguez (1975: 19) registra, erróneamente, la expresión con modalidad afirmativa: caérsele
los anillos.
49. Sí es posible con modalidad afirmativa si el verbo se construye con la desinencia del condicional:
¡Faltaría más! (véase n. 58).
50. Además, hay otras locuciones cuyo significado expresa negación, como ponerse de veinte uñas ‘negarse’.
51. También Achard y Fiala (1997: 275), haciendo suyas las observaciones de Gaatone (1971), ad-
vierten de la formación de expresiones negativas cuando aparecen los signos de negación enfática: pour
tout l’or du monde, pour rien au monde, pour un sou...
52. Como prueba el que rechacen normalmente intensificadores: *armarse la de Dios es Cristo de
órdago, frente a armarse un lío de órdago.
53. El sentido de exclusión que puede comportar el valor veritativo («ser esto y no lo otro») parece
reforzarse en algunas locuciones, como las citadas, con la presencia de signos que indican esa noción:
otro, todo.
El significado idiomático impide en principio que la aplicación de la negación a una locución como
poner toda la carne en el asador se interprete como un restrictor del cuantificador todo: no poner toda la carne
en el asador ‘poner sólo una parte’; de ahí que la locución deba clasificarse como necesariamente negativa.
54. No creemos, no obstante, que su elisión, en estos casos de negación enfática, representase ano-
malía alguna; otra cosa es que se tratara de miembros coordinados, y, aun así, en la sintaxis libre, puede
haber contextos que consientan la no comparecencia del primer ni. Cuando el «sintagma conjuntivo»
(Bosque Muñoz 1994: esp. 186-196) aparece en posición preverbal resulta obligada la concurrencia de
los dos ni: *(Ni) A ni B son rusos.
55. En algunos diccionarios, obras generales y trabajos de fraseología (Beinhauer 1978: 248, Iriba-
rren Rodríguez 1955...), es registrada sin ni.
56. También es idiosincrásico que un pueda no aparecer en unos casos y en otros no: estar sin blanca/
*estar sin duro. En las estructuras afirmativas, su elisión no parece posible: costar *(un) riñón, importar
*(un) comino...
57. Lo verdaderamente curioso es que todas las demás construcciones con minimizador o locución
cuantificadora de esta naturaleza exigen negación preverbal, mientras que importar prescinde normal-
mente de ella; una razón puede ser el que el complemento de importar, frente al resto de los cuantificado-
res, no suele llevar ni enfático; comp.: *(no) decir ni pío y *(no) saber ni torta/(no) importar (?ni) un rábano.
58. Pero aquí también pueden producirse asimetrías en la actitud de las variantes ante la negación.
Así, mientras que, en modalidad negativa, ¡No faltaría más! puede conmutarse por ¡No faltaba más!, tal
cambio no puede practicarse, en modalidad afirmativa, con la variante de pretérito imperfecto: ¡Falta-
ría más!/¡*Faltaba más!
Un fenómeno parecido ocurre con la construcción No hace nada ‘hace muy poco tiempo’, que admi-
te su conversión en modalidad positiva (Hace nada) como enunciado fraseológico; ahora bien, mientras
que aquélla constituye un enunciado ambiguo (lit. ‘está ocioso’), ésta, como combinación libre, resulta
un enunciado agramatical en la medida en que viola la correlación polar: nada, en posición posverbal,
reclama un inductor negativo en posición preverbal.
59. Seguimos, en líneas generales, la clasificación establecida en García-Page (1998d).
No obstante, la existencia de locuciones como no pegar ni con cola podría obligar a modificar el
esquema de § 5.3.2.1., en lo que se refiere a la estructura del complemento nominal. Es posible que no
haya más locuciones verbales negativas con un complemento con estructura de sintagma preposicional
y con el núcleo verbal irremplazable, frente a los sintagmas ni a la de tres o ni a tiros, sin duda menos
restringidos a un verbo determinado.
60. Tal es así, que un mismo verbo puede seleccionar dos tipos de sintagmas distintos según la
polaridad: valer un huevo/un ojo de la cara ‘mucho’/no valer un céntimo/pimiento ‘poco’ o ‘nada’.
61. El inventario de variantes es bastante copioso; generalmente reúne dos campos léxicos: el mone-
tario (céntimo, duro, real, ardite, perra gorda, perra chica...) y el hortícola (pepino, pimiento, comino, ant.
arveja, ant. higa...).
62. Las diferencias de sentido se corresponden a veces con la posibilidad de que el verbo presente
variantes: no dar/pegar ni golpe-no dar/*pegar ni los buenos días, no tener un duro/estar sin un duro-no
tener ni media hostia/*estar sin media hostia.

349
63. Estas dos últimas expresiones, que no son per se negativas, son descritas frecuentemente como
predicados de verbo soporte; y, sin duda, son más elásticas (p.ej., admiten la pronominalización y la
relativización: hacer caso o hacerlo, hacer gracia o la gracia que hace).
Ahora bien, las expresiones más genuinamente fraseológicas suelen ser refractarias a la adición del
enfático ni: no pegar (*ni) ojo en toda la noche, No caerá *(ni) esa breva, no cocérse[le] (*ni) el pan, etc.;
aunque, como un capricho más de la fraseología, siempre existen contraejemplos: no dar (ni) pie con
bola, no tener (ni) donde caerse muerto, No haber (ni) para untar un diente, etc.
64. Beinhauer (1978: 248) cree que es posible sin ni: no poder ver (a alguien) en pintura.
Adviértase que, si se suprime el sintagma preposicional enfático, el ni se antepone al segundo verbo
o se suprime: no poder ni ver (a alguien), no poder ver (a alguien).
65. No presenta el mismo comportamiento cuando forma parte de la locución verbal: estar sin oficio
ni beneficio.
66. No obstante, en estas mismas construcciones, dichos sintagmas negativos podrían ser reempla-
zos por ni dios, que a veces aparece recogido en los diccionarios como locución nominal.
67. Son escasísimas las locuciones de otra clase con clítico anafórico, salvo que uno de los compo-
nentes lexicalizados sea un verbo, como ocurre en sin comerlo ni beberlo. Precisamente, el estudio de
Fajardo Aguirre (1987), que es más un corpus de ejemplos (algo incompleto), se centra sólo en las
locuciones verbales.
Como se indicó en otro capítulo (p.ej., § 3.8.2.5.), estamos tratando estas construcciones como,
efectivamente, locuciones verbales, pero adviértase que el DRAE (2001), en la versión electrónica, sólo
recoge once casos de locuciones verbales (armarla, etc.), que, como el resto de las locuciones verbales,
con y sin anafórico, ha venido tratando en ediciones anteriores fundamentalmente como frases o frases
verbales («fras.»).
No obstante, hay otras locuciones —verbales y no verbales— que no presentan clítico pronominal
átono, pero sí otras formas anafóricas y deícticas, como agarrar una buena, armar una gorda/buena, no
dar una a derechas, ¡Ni por ésas!, hacer una, hacer una de las suyas, ¡Ésa es otra!, ¡Por éstas que me las
pagas!, ¡Ésa es la mía!, etc.
68. Además del significado de ‘morir’, el DRAE (2001) da la acepción de ‘huir, escaparse con presteza’.
69. Locución con dos sentidos: ‘hacer a alguien trampa o una mala pasada’ y ‘arriesgarse, jugarse la
última oportunidad’.
70. Como se ha indicado en otro lugar, esta expresión tiene, al menos, tres sentidos: ‘accidentarse’,
‘engañar’, ‘ser infiel’. Podría asumir otro sentido si se interpretase como abreviatura de darse una paliza:
‘magrear’ (darse una paliza, como estructura recíproca [< tr. dar una paliza (a alguien)], también signifi-
ca ‘golpearse, pelearse’, y, como estructura media, ‘esforzarse mucho’).
71. Para el DEA, liarla tiene dos significados: ‘organizar un conflicto o una pelea’ y ‘meterse en una
situación comprometida’, y, para el DRAE (2001), ‘meter la pata’ y ‘organizar un lío’; esto es, sólo se
identifican la primera acepción del DEA y la segunda del DRAE. Para el DRAE, el primer significado
del DEA se corresponde con la segunda acepción de armarla ‘promover una riña o contienda’, y la
primera acepción es ‘hacer trampas en el juego de cartas’. La locución armarla no aparece registrada en
el DEA. En definitiva, liarla y armarla no son estrictamente sinónimas según los registros lexicográfi-
cos, pero sí de acuerdo con su empleo habitual y regular.
72. Más frecuente con la forma participial tenérsela guardada o tenérsela jurada. También tenerla
tomada con (alguien) [< tomarla con (alguien)], infra.
73. Es habitual como expresión de amenaza: «¡Ya me las pagarás!». A veces se incrementa léxica-
mente con el sintagma todas juntas.
74. Por ejemplo, Bello (1847 [1988]: 683, n. 20), que recoge la expresión haberlas con (alguien) y
hacerla buena o mala, dice del anafórico que «el demostrativo representa una idea vaga de contienda,
jornada, fortuna u otra, según los diferentes casos».
75. Precisamente, el que se refiera de manera constante a la misma realidad, frente al uso común de
los pronombres, es lo que llama la atención de Larreta Zulategui (1996: 57). En estos casos, Fajardo
Aguirre (1987: 75) habla de deíxis idiomática indirecta, frente a la deíxis directa del uso habitual y
regular de los anafóricos y la deíxis situacional, que depende del contexto y se da en casos como ¡Buena
la has hecho!
76. Aunque no todas han sufrido el proceso de abreviación; hacerse la picha un lío > *hacérsela un lío.
77. La propia coexistencia de las dos formas, la abreviada y la extensa, favoreció que aquélla se fuera
paulatinamente fraguando y cristalizando hasta desplazar a ésta, es decir, mientras los hablantes pudie-
ran ser capaces de reconocer la forma primitiva aplicando o no cualquier suerte de implicatura conven-
cional. Una vez solidificadas, las fórmulas cortas reemplazaron definitivamente a las originales y se
usaron como moneda corriente, y así las siguieron utilizando las generaciones sucesivas sin tener ya
conciencia de su historia.

350
78. Este sintagma es susceptible de ser descrito como colocación; realmente, sería una colocación
encadenada: gastar bromas + broma pesada (aunque gastar bromas [= bromear] se analiza a veces como un
predicado soporte con variante estilística). Otras cadenas colocacionales de esta clase serían tener hambre
canina > tener hambre + hambre canina, adoptar/tomar medidas drásticas > adoptar/tomar medidas +
medidas drásticas, tener un miedo atroz > tener miedo + miedo atroz, incurrir en un craso error > incurrir en
un error + error craso, mantener estrechas relaciones > mantener relaciones + relaciones estrechas.
En español, los primeros autores, en nuestra opinión, que han señalado la existencia de este tipo de
cadenas «fraseológicas» son Corpas Pastor (1996b: 119, 273) y Koike (2001: 147-149), aunque, además
de ser tales estudios parcos en ejemplos, las cadenas que se citan están formadas, en su mayoría, por
verbos funcionales (véase también Péjovic 2003: 106-107); por ejemplo, Grossmann y Tutin (2003: 8, n.
7) creen que avoir une faim de loup es la superposición de las colocaciones avoir faim + una faim de
loup. Junto con los encadenamientos indicados arriba, añadimos estos otros: con la estructura «V + N»
y «N + A»: aducir/presentar una prueba fehaciente, librar una batalla campal, impartir/dictar una lección
magistral, infligir un severo castigo, levantar un falso testimonio, esgrimir un argumento/una razón con-
vincente/contundente, producir un daño irreparable, guardar (romper) un silencio sepulcral, cometer una
falta garrafal, apagar una sed insaciable, desprender/exhalar olor intenso, formular una pregunta capciosa,
asestar un duro golpe, cubrir una necesidad perentoria, abordar una cuestión capital, dirigir una mirada
profunda, conceder capital importancia, trabar una estrecha amistad, perpetrar un crimen horrendo, sem-
brar serias dudas, transmitir una enfermedad contagiosa, cosechar una sonora victoria/un éxito apoteósi-
co, atajar una enfermedad galopante, registrar una notable mejoría, establecer una relación directa, enta-
blar una lucha encarnizada...; con la estructura «V + Adv» y «V + N»: seguir/defender ciegamente una
idea/tesis, demostrar fehacientemente una hipótesis, mantener/sostener firmemente una postura/tesis...;
con la estructura «V + N» y «N + de + N»: rebobinar un carrete de hilo...
79. El DRAE (2001) sólo registra las tantas, como locución sustantiva.
80. Hay que andar con ojo al proceder a la recuperación del sustantivo tácito, pues puede no ser el
que uno sospecha. Casares Sánchez (1950: 240) comenta la cuchufleta que produce la expresión Así las
tenga Vd. como respuesta cortés al saludo ¡Buenas noches! cuando —de acuerdo con el comportamien-
to habitual de los anafóricos— las se interpreta como elusión de noches, en tanto que, originariamente,
se refiere a las pronunciadas narices de una pescadora gaditana desnarigada.
81. Esta locución y la anterior se emplean en contextos del tipo «Como te caigas del andamio, no lo
cuentas», «Ella es así: ella se lo guisa y ella se lo come».
82. Los ejemplos aducidos, por sí solos, echan por tierra la hipótesis poco fundamentada de que el
clítico está fijado invariablemente en femenino plural, posiblemente por haberse sustentado en locu-
ciones deformadas o mal reconocidas, que llevan irregularmente las en vez de la, como buscárselas,
frente a buscársela (Delbecque 1997: 211).
El DFEM también recoge erróneamente algunas expresiones, como estar a lo que salta (por estar a la
que salta, acaso por contaminación con estar a lo que caiga); y lo mismo cabe decir de Segura García
(1998: 30, 31, 51) respecto de tomar las del estribo y tomar las del olivo, la primera inventada y la
segunda creada sobre tomar el olivo.
Aunque pueda no conocerse el referente, el anafórico está fijado en una forma determinada, y su
empleo correcto es tan importante, como que la más leve variación puede provocar un cambio de
unidad fraseológica: dársela ‘engañar’, ‘ser infiel’ o ‘accidentarse’/dárselas ‘presumir’; liarla ‘promover un
lío’/liarlas ‘morir’ o ‘huir’.
83. Véase también Mariner Bigorra (1968).
84. Son, francamente, muy pocos —salvo contextos muy forzados o marcados pragmáticamente—
los adjetivos que, en español, pueden «tematizarse» en posición preverbal: valiente, menudo, bonito,
buen, semejante, dichoso, maldito..., y, no obstante, su comportamiento no es homogéneo. Si bien, en
este caso, creemos que la estructura es locucional (hacerla buena, hacer una (buena)...), aunque admita
cambio de orden buena —como maldita con respecto a la gracia: ¡Maldita la gracia que hace! Sin embar-
go, el comportamiento común de la anteposición puede obedecer a los mismos motivos: la estructura
exclamativa y la ironía (Beinhauer 1978b: 165, Bosque Muñoz 1980: 106-108, Carbonero Cano 1990:
120-123, Martinell Gifré 1992: 1.258, Vigara Tauste 1992: 165, Cascón Martín 1995: 47-48, García-Page
1997b: 137, González Calvo 1997: 131, Hernanz Carbó 2001: 103-107...).
85. Similares constreñimientos presentan ciertas locuciones pragmáticas, al estar fuertemente vin-
culadas a la situación comunicativa; es el caso de Con su pan se lo coma, en calidad de fórmula de
desprecio o desinterés hacia la persona de que se habla, o No las merece, como respuesta de cortesía a
la fórmula estereotípica de agradecimiento Gracias o Muchas gracias.

351
6
NIVEL LÉXICO: PRINCIPALES COMPONENTES LÉXICOS

6.1. Las palabras idiomáticas

6.1.1. Aspectos generales

La existencia de palabras idiomáticas podría constituir un universal fraseológico si


se comprobara su vitalidad en todas las lenguas del mundo, o en un gran número de
ellas que pudiera tomarse como representativo (Dobrovol’skij y Piirainen 1994: 452).1
Todas las lenguas que han sido estudiadas desde el punto de vista fraseológico (espa-
ñol, inglés, alemán, francés, ruso, italiano...) contienen palabras que, en la sincronía
actual, no existen en el sistema de manera individual o autónoma fuera del estricto
corsé de la locución,2 y, por lo tanto, no funcionan como el resto de las unidades léxicas
simples del vocabulario, que pueden ser seleccionadas y combinadas libremente de
acuerdo con las reglas de la sintaxis; no pueden formar sintagma más allá del sintagma
fijo (la locución) que les da cobijo, y, por ello, simulan componentes extraños, ajenos al
propio idioma, algunos incluso por su misma fisonomía morfológica. Este extraña-
miento constituye una prueba de su funcionamiento como índices inequívocos de que
la construcción de que forman parte es una locución,3 y de ahí el valor diacrítico
que algunos autores, como Zuluaga Ospina (1980: 102), les asignan. Su forma de vida
parasitaria, al ser gregarios de otros signos, encapsulados en una estructura muy deter-
minada, los convierte, pues, en indicadores fraseológicos: a jorro, ¡Por vida del chápi-
ro!/¡Voto al chápiro!, ¡Voto a Cribas!, en cuclillas, salir de naja, como unas mialmas, de
bóbilis bóbilis, en pos de, en tenguerengue, al tuntún, del año catapún, refanflinflársela, a
tatas, de sumonte/somonte, a tutiplén, dar mulé, en orre, a ufo, al proviso, en vilo, a
sovoz, a la funerala, de oque, tirar de cupitel, de empuesta, en escarpión, a escarraman-
chones, por arte de birlibirloque, andar a la briba, en álara, en fárfara, andar de bardanza,
[estar] a la cordobana, a bonico, soltar la bramona, de consuno, a cercen, de falondres, a/
de anequín, de rondón, taz a taz, a upa...;4 si bien son muchas las palabras idiomáticas
que, por su estructura similar a otros signos regulares del código, su uso frecuente,
su parentesco etimológico con otros vocablos, etc., pasan completamente desapercibi-
dos para el usuario, están automatizados: a porrillo, a expensas, al retortero, no andarse
con chiquitas, al volateo, al garete, a granel, al alimón, hacer novillos, en volandillas, en
volandas, por ende, hacer el paripé, echarse a la bartola, a nado, estar/volverse tarumba,
etc. Para algunos autores, la existencia de tales signos extraños ha sido valorada como
uno de los rasgos característicos de las unidades fraseológicas, hasta el punto de con-
vertir las expresiones que los contienen en las unidades del centro o núcleo de la fraseo-
logía (Ruiz Gurillo 1997d: 83, Mellado Blanco 2004b: 21).
La fisonomía de la gran mayoría de ellas revela una forma anclada en un estadio
pretérito de la evolución del idioma, una forma primitiva estancada a medio camino, a

352
medio hacer, coagulada. En este sentido, las palabras idiomáticas son una prueba de la
participación de la diacronía en la formación de la sincronía.5 Por otra parte, en la
medida en que cada lengua ha ejecutado de forma individual su proceso histórico de
formación, tales coágulos léxicos son normalmente palabras únicas, hápax idiomáti-
cos, elementos privativos o endémicos, intraducibles e intransferibles a otros idiomas,
por lo que, además de indicadores fraseológicos (aspecto interno), funcionan como
indicadores idiosincrásicos de la comunidad de habla (aspecto externo).6
Otra característica que suele decirse de las palabras idiomáticas o únicas es que care-
cen de significado (Zuluaga Ospina 1980: 103). Creemos que tal afirmación es, grosso
modo, cierta a vista de pájaro, pero debe ser matizada si uno se aproxima más y hace un
análisis detenido. Es cierto que, al menos en su mayoría y ciñéndonos a las palabras idio-
máticas prototípicas, no tienen ningún significado, ni recto ni figurado, en la sincronía
actual; y, de hecho, los diccionarios, cuando las registran como lemas lexicográficos, no les
asignan ningún significado y se limitan a remitir a la locución de la que forman parte —a la
que sí le asignan una definición o un equivalente fraseológico—, frente a lo que se hace
habitualmente con las unidades léxicas «normales». También es cierto que su presencia
supone el inmediato bloqueo del sentido literal, lo que quiere decir que las locuciones con
palabra idiomática sólo disponen de significado figurado o idiomático; constituyen una
fuente de idiomaticidad (Sabban 1998; Mena Martínez 2002: 17, 2004: 506, 507). Ahora
bien, la posibilidad de determinar el tema o radical de algunas palabras idiomáticas, el
étimo latino, su parentesco familiar con otras voces, su proceso de formación, etc., son,
entre otras razones, estrategias que permiten, si no ver, sí entrever el significado del térmi-
no.7 También ayudan a aventurar su significado, además de poderles asignar una categoría
concreta,8 ciertos factores gramaticales, como el mero hecho de ocupar un determinado
lugar dentro de la construcción y establecer alguna relación con otros constituyentes: por
ejemplo, cabe presumir que santiamén (en un santiamén), tresbolillo (al tresbolillo), paripé
(hacer el paripé)..., son sustantivos porque van precedidos de artículo u otro determinante;
que rechupete (de rechupete), vilo (en vilo), etc., también son sustantivos porque son térmi-
no de preposición; que también lo son tuntún (al tuntún) o chápiro (¡Por vía del chápiro!)
por la posibilidad de llevar un modificador adjetivo (al buen tuntún, ¡Por vida del chá-
piro verde!); y creces (con creces), bruces (de bruces), reculones (a reculones), volateo (al
volateo)..., por llevar flexión nominal o sufijos típicamente nominales; que santiamén o
periquete son sustantivos porque entablan una relación paradigmática con vocablos como
instante, improviso, suspiro o credo (en un -), que son inequívocamente sustantivos; que
también son sustantivos mus (no decir tus ni mus) y zalá (hacer la zalá) porque funcionan
como complemento directo de sus respectivos verbos; y que también lo son ares (ares y
mares) y daca ([un] toma y daca) al poderse coordinar con otros sustantivos; o regañadien-
tes (a regañadientes) y bocajarro (a bocajarro) porque es posible determinar su proceso de
formación (regaña dientes, boca de jarro); etc. También sabemos que refanfinflársela es ver-
bo porque lleva desinencia de infinitivo y objetos pronominales enclíticos (amén de su
analogía con otras estructuras verbales: jugársela, meneársela..., y su rango de sinónimo de
sudársela), y que juntillas es adjetivo, aunque no concuerde, por la función de adyacente
nominal que desempeña en a pie juntillas y en sus variantes formales a pie juntillo, a pies
juntillas y con los pies juntos: presenta las huellas vestigiales de concordancia femenino
plural, y resultaría poco viable en este contexto la estructura apositiva N-N.

6.1.2. Terminología

Para referirnos a este tipo de unidades léxicas, adoptamos en el trabajo el término


de palabra idiomática, que ya empleamos, con carácter provisional, en otros estudios
anteriores (García-Page 1990a, 1991a) y que parece originario de Reichling (1965).9

353
En la bibliografía alemana, rusa y eslava suele preferirse el término de elemento o
componente único,10 que nos parece bastante clarificador cuando se utiliza como meta-
lenguaje y se está operando con unidades fraseológicas; no lo es tanto cuando se reco-
nocen también elementos únicos en la técnica libre, como ocurre con muchas palabras
derivadas o compuestas, préstamos, voces de otros registros o marcadas diatópica-
mente, etc.: misacantano, correveidile, bienmesabe, miramelindo... Muchos colocativos
y lexemas solidarios tienen también vida parasitaria, al existir en dependencia de la
existencia de sus bases: «tiempos inmemoriales», «juegos malabares», «batalla cam-
pal», «error craso», «granada cajín», «año bisiesto», «uva alarije», «baldosa mazarí»,
«ropa talar», «cabra botionda»...
En la bibliografía española se prefiere el término palabra diacrítica,11 que también
nos parece oportuna cuando, empleada metalingüísticamente, sabemos que se está alu-
diendo a esas palabras especiales restringidas al contexto locucional; menos satisfactoria
nos resulta la justificación que de la denominación dan algunos estudiosos, como la
siguiente: «porque sirve para constituir y distinguir signos lingüísticos» (Zuluaga Ospina
1980: 102, 18; Ruiz Gurillo 1997d: 75, n. 38). Las palabras idiomáticas pueden, si acaso,
constituir «signos» como cualquier otra palabra de la lengua (aun considerando su su-
puesta asemanticidad, en contra del concepto saussureano del signo), pero distinguir
signos es precisamente lo que no hacen: la llamada comúnmente diéresis es un signo
ortográfico «diacrítico» porque permite distinguir grupos fónicos (agÜIta [agwíta]/gUI-
so [gíso]) o, incluso, palabras al indicar que la u sobre la que se asienta ha de pronunciar-
se, esto es, constituye sonido y no mero apoyo gráfico: güito /guíto/ 1. ‘Sombrero de
hongo o de copa’. 2. ‘Hueso del albaricoque que se utiliza en juegos infantiles’-guito /gíto/
1. ‘Dícese de la caballería que es falsa’. También se llama diacrítica la tilde diseñada
exclusivamente para diferenciar palabras homónimas aun contraviniendo la norma ge-
neral de acentuación de monosílabos (y algunos polisílabos): dé (dar)/de (prep.), té (infu-
sión)/te (pronombre)... No creemos que volandas, vilo, santiamén, moxte, troche, etc.,
cumplan una función diacrítica de esta suerte, que representen casos de homonimia
o ambigüedad que precisen ser discernidos; ni siquiera sirven para diferenciar locucio-
nes ambiguas, es decir, locuciones con dos lecturas, la literal y la idiomática, ya que la
naturaleza aparentemente asemántica de la palabra idiomática bloquea la interpreta-
ción literal. Lo que aquí se confunde con diacrítico es la facultad de indicar el estatuto
inequívocamente fraseológico de una expresión.
Mejor quizá les vendría la etiqueta de indicadores (o identificadores) fraseológicos,
que nadie parece haber propuesto; si bien no serían los únicos identificadores: las
anomalías gramaticales también clasifican como fraseológicos ciertos enunciados. Prue-
ba de su valor de identificadores fraseológicos es su capacidad de determinar implica-
ciones internas por cuanto que su presencia anuncia la estructura de que forma parte:
moxte o no decir oxte ni –, troche o a – y moche, periquete o en un –, cháncharras o
– máncharras... Una implicación que, salvo los casos de solidaridad léxica y ciertas
colocaciones y compuestos, no es posible hallar en la generalidad de las unidades léxi-
cas de la lengua (ventana, puerta, libro, vestido, sofá, flor...).
En virtud de esa capacidad que tienen de garantizar el estatus fraseológico de una
combinación, se nos antoja que la palabra idiomática puede ilustrar a la perfección el
concepto de palabra clave que han intentado desarrollar algunos estudiosos en relación con
la comprensión y el procesamiento de los idioms: la palabra clave viene a ser el elemento
que permite identificar una combinación de palabras como locución.12
Nuestro término, palabra idiomática, tan útil como cualquiera si se examina sólo el
universo fraseológico, tampoco está exento de problemas: no tanto, frente a lo que se
viene aduciendo como excusa de su rechazo, por el carácter polisémico del adjetivo
idiomático (es evidente que se hace alusión a la ‘idiomaticidad’ o su pertenencia al

354
idiomatismo, y no a ‘lo propio del idioma’),13 como por el hecho de que exista idioma-
ticidad fuera de la locución, entendida como figuración o transposición semántica u
opacidad (Fleischer 1981), tal como puede apreciarse en voces como cantamañanas,
pinchaúvas o bizantino (discursión bizantina).

6.1.3. Fuentes de formación

La formación de palabras diacríticas puede deberse a causas diversas. Zuluaga Os-


pina (1980: 18-19, 102-103) determina cinco fuentes u orígenes de las palabras idiomá-
ticas, a saber: a) el arcaísmo (calzas prietas), b) otra lengua histórica (por fas o por
nefas), c) otra lengua funcional de la misma lengua histórica (salirse por la tangente), d)
una formación fónica (a troche y moche), e) una creación virtual en el sistema (poner
pies en polvorosa); si bien, indica que esta última fuente no produce genuinos elemen-
tos únicos, pues se trata de realizaciones posibles no actualizadas.
Como toda tipología, la clasificación de Zuluaga no está exenta de dificultades; sin
embargo, en la mayoría de los trabajos de conjunto sobre fraseología española (Corpas
Pastor 1996b, Ruiz Gurillo 1997d: 75-76 y 82, 1998b: 19-21, 2001b) se sigue casi a pie
juntillas la tipología de Zuluaga Ospina (1980). Mellado Blanco (1998a: 494, 495-496)
cree que la palabra idiomática (componente único) puede ser un arcaísmo, un histori-
cismo (palabra sin referente actual), un tecnicismo (jerga) o un hápax;14 y, siguiendo el
planteamiento de Dobrovol’skij (1989), establece dos clasificaciones: una, genética (ar-
caísmos o historicismos, extranjerismos, nombres propios y ad-hoc-Bildungen), y otra,
etimológica (préstamo [se refiere a la fuente: histórica, religiosa, literaria, etc.], pala-
bra nativa [de la lengua general, de un dialecto, de una jerga], y la formada por un
juego fónico o etimología popular). También Larreta Zulategui (1998b) hace algunas
observaciones a la tipología de Zuluaga teniendo en cuenta el estudio de García-Page
(1991a), que volvemos aquí a exponer más pormenorizadamente.
Nosotros creemos que, para un hablante culto o medio, todos los signos aducidos
en cada una de las fuentes de formación pueden ser, en efecto, sintomáticos de la
naturaleza fraseológica de la expresión; para hablantes de dominio bajo del idioma o
extranjeros, habría tal vez que establecer nuevas fuentes de creación de palabras idio-
máticas y, sobre todo, incrementar el inventario, pues la consideración por parte del
usuario de una palabra como idiomática o no depende, en un alto grado, de la compe-
tencia individual y de factores puramente extralingüísticos. Otra cosa es que la suposi-
ción del usuario sea errada cuando se contraste con los datos del lingüista, según los
criterios establecidos para definir qué es una palabra idiomática.
Uno de los orígenes que señalan todos los autores es la adopción de palabras de
otras lenguas funcionales (llámense, si se quiere, especiales o técnicas). Creemos que,
de las indicadas, ésta es, seguramente, la fuente de acuñación de palabras idiomáticas
más discutible. Si bien es cierto que, por ejemplo, la voz tangente, en salirse/irse por la
tangente (ejemplo de Zuluaga y Ruiz Gurillo 1997d: 76), es un síntoma aparente del
carácter fraseológico de la expresión, también es cierto que se tacha de fraseológica tal
expresión por su significado idiomático y no tanto por la presencia del sustantivo tan-
gente. Así, si planteamos la situación, completamente viable, de que un estudiante o
profesor de Matemáticas utiliza esa frase, no creemos que la palabra tangente le resulte
extraña ni un obstáculo para la comprensión: al contrario, podrá interpretar mejor que
nadie la transferencia metafórica practicada; es más, considerando que tangente es una
palabra propia de un lenguaje universal, el matemático, es muy posible que la com-
prensión del modismo esté al alcance de muchos hablantes, hispanos y no hispanos,
que conocen esa palabra. En definitiva, la voz tangente, de origen científico, no deja de

355
ser una unidad de la técnica libre; es su uso restringido (en la conversación cotidiana la
frecuencia de su uso es muy escasa o nula, no en el ámbito de la enseñanza de geome-
tría) lo que invita a imaginársela como palabra idiomática, sin realmente serlo. La
misma observación cabría hacer para las voces caudina (pasar por las horcas caudi-
nas), bemol (tener sus bemoles), bledo (importar un bledo) [ejemplos de Zuluaga] o
borraja (quedarse en agua de borrajas) [ejemplo de Ruiz Gurillo (1997d: 82)], términos
de la técnica libre vinculados originariamente a la historia, la música o la botánica (o la
agricultura), pero no son palabras únicas. ¿Habría que tratar como palabras idiomáti-
cas los sustantivos chorlito o galápago (cabeza de chorlito, tener más conchas que un
galápago), perejil o comino (poner como hoja de perejil, importar un comino) y céntimo
o duro (no tener ni cinco céntimos, faltar el canto de un duro), voces específicas de la
zoología, la botánica y la numismática, respectivamente? Creemos que, si no se han
descrito nunca como palabras únicas o diacríticas no es porque no pertenezcan —como
tangente o bemoles— a un lenguaje técnico, sino porque el radio de su uso es más
extenso o son más conocidos sus referentes, y por eso se sienten como unidades léxicas
normales, sin marca especial de registro.15 Habría que pensar si algunos de estos sig-
nos no serían elementos únicos para otras comunidades de habla menos emparenta-
das por factores naturales, como el clima, como cabría sospechar de las sociedades
centro y surafricanas, las orientales o las oceánicas. ¿Son también palabras únicas
ganga (andar a la caza de gangas), cizaña (meter cizaña) o blanca (estar sin blanca)
porque son denominaciones, respectivamente, de un ave,16 de una planta y de una
moneda antigua, o es realmente su uso y su conocimiento escasos los que pueden
invitar a creer que son palabras idiomáticas? Por la misma razón nos parece desorbita-
da la descripción como palabras idiomáticas de voces tan generalizadas, con más de
un siglo de historia, como gol o penalti (meter un gol, casarse de penalti), que aduce Ruiz
Gurillo (1997d: 82, n. 42).17
No obstante, sí existen palabras idiomáticas procedentes de lenguas especiales por-
que —frente a aquellas citadas anteriormente— cumplen el requisito de utilizarse ex-
clusivamente en el marco de la locución, si bien la mayoría de las expresiones, si no
todas, son ya de uso generalizado, más o menos frecuente; así, pertenecen a la marine-
ría ronza (ir a la ronza ‘sobreventarse una embarcación’), garete (irse al garete), falondres
(de falondres), corda (estar/esperar a la corda = estar a la capa), pendura (a la pendura),
pajaril (hacer pajaril), pairo (traer al pairo)...; a la encuadernación dienteperro y pasape-
rro (a dienteperro, a pasaperro)...; a la equitación empinada (irse a la empinada ‘encabri-
tarse una caballería’)...; a la arquitectura, contralecho (a contralecho)...; a la cetrería,
compuesta (de compuesta)...; a la agricultura, tresbolillo (al tresbolillo); a la tauroma-
quia, al alimón, a volapié... (Como se ha dicho antes, algunos vocablos resultan homó-
fonos respecto de otros signos de la técnica libre, como empinada, compuesta, etc.).
También resulta controvertida la descripción como palabras únicas de las voces
que pertenecen a otras lenguas históricas, salvo, tal vez, que se trate de cultismos lati-
nos inalterados, tales como quid (dar en el quid), fas y nefas (por fas o por nefas), máter
(Alma Máter), quisque (cada quisque), como chupa de dómine, quedarse asperges, hacer
mutis, coro (a coro), ocultis (de ocultis),18 y pocas más. Si hemos de considerar palabras
idiomáticas los préstamos de uso ya generalizado, como bies (al bies) o granel (a gra-
nel), tal como proponen algunos estudiosos (Corpas Pastor 1996b: 116, Ruiz Gurillo
1998b: 19, p.ej.), la nómina de palabras idiomáticas aumentaría considerablemente,
pues habría que incluir los centenares de helenismos, arabismos, germanismos, ameri-
canismos, italianismos, aragonesismos, vasquismos, etc., que conforman el sustrato
del idioma español y pueblan a veces la fraseología, y, por qué no, los anglicismos ya
aclimatados como gol y penalti, antes señalados.19 Nadie que use los términos granel;
bies; festín (de festín); trinquete, triquete o trique (a cada trinquete); gol o penalti; drama

356
(hacer un drama de [algo]) o teatro (tener mucho teatro); berenjenal «berenjena» (meter-
se en un berenjenal), zalá (hacer(le) la zalá), zaino (a lo zaino) y almacén (gastar mucho
almacén); guerra (desenterrar el hacha de guerra); siniestro (a diestro y siniestro); cacao
(hacerse un cacao) y chocolate (el chocolate del loro, las cuentas claras y el chocolate
espeso); etc., tiene presente que está empleando palabras importadas de otros idiomas
—respectivamente, un catalanismo, tres galicismos, dos anglicismos, dos helenismos,
cuatro arabismos, un germanismo, un vasquismo, dos americanismos—, incluso sien-
do conocedor de su procedencia, de modo que no funcionan como indicadores fraseo-
lógicos. En conclusión, el préstamo en sí no es una palabra idiomática cuando forma
parte de una locución. En el léxico general, se hace necesario definir con más precisión
el concepto de préstamo, determinar cuál debe ser la edad de la palabra para poderla
interpretar como préstamo o voz ya patrimonial.
Si, frente al resto de voces indicadas por los estudiosos como palabras idiomáticas,
no descartamos las formas cultistas latinas quid, quisque, etc., es porque su uso general
en la actualidad queda restringido a las locuciones españolas citadas, al tiempo que su
fisonomía morfológica es a todas luces foránea, ajena al español, lo que sí puede cons-
tituir un síntoma de la naturaleza fraseológica de la expresión que alberga dicha pala-
bra. No obstante, esta última razón daría pie a describir del mismo modo términos
como flower, off o full, que se emplean en las expresiones, acaso no consolidadas como
propias del español,20 no tener ni flowers o ¡Ni flowers!, estar en off y a todo full (ejemplo
de Zuluaga Ospina 1980, que no hemos conseguido ver registrado en los diccionarios
al uso); sin embargo, su clasificación como palabras únicas es compleja, tanto porque
se trata de léxico de una lengua vigente, frente al latín, como por el hecho de que, por
esa misma razón, su uso no está constreñido al ámbito fraseológico.
Ahora bien, conviene distinguir estos fenómenos de plurilingüismo en el que un
fraseologismo —cada quisque, dar en el quid— combina voces del sistema lingüístico
español con palabras «únicas» de origen latino (o de otra lengua, si hubiere), de las
locuciones latinas o de las expresiones autóctonas de otras lenguas, como in albis, in
extremis, cum laude, in situ, bel canto, dolce far niente, piano piano, etc., que citan
algunos estudiosos como ejemplos de locuciones con palabras idiomáticas (Ruiz Guri-
llo 1998b: 20-21, Corpas Pastor 1996b: 116)... Ciertamente, la Academia y los dicciona-
rios generales, como el propio DI, el DEA y otros, poco ayudan a evitar la confusión, al
consignar expresiones como peccata minuta como locución sustantiva21 (al tiempo que
locución latina), o clasificar arbitrariamente como «locución familiar» o «modo adver-
bial», a secas, sin atisbo de su procedencia latina, las locuciones que no contienen
voces estrictamente castellanas, como in púribus ‘desnudo, en cueros’ o in albis ‘en
blanco’, y como «locución latina», en cambio, in péctore, in perpétuum o in promptu ‘de
improviso’, al tiempo que deja al libre albedrío expresiones como in pace, que, de se-
guir su criterio, habría de clasificarse como locución latina, en tanto que la Academia
se limita a definirla como ‘prisión generalmente subterránea’ o ‘encierro perpetuo’.
Puede, no obstante, ocurrir que una expresión latina se use como parte de un sin-
tagma, como es el caso de non plus ultra, que se emplea sustantivado: (ser algo) el non
plus ultra de. En definitiva, cuando se trata de la importación de una locución entera
(p.ej., in media res), no debería describirse como palabra idiomática, frente a los casos
en que un étimo latino se aloja en una locución española como inquilino permanente
(cada quisque, dar en el quid).
Otro grupo de supuestas palabras idiomáticas que comporta dificultades es el de
los arcaísmos, y una de las razones capitales es la diversa interpretación de la noción
de arcaísmo: por ejemplo, como suponíamos antes para el préstamo, cabe preguntarse
a partir de qué fecha una palabra ha de considerarse arcaica,22 en qué momento una
palabra de uso escaso o tildada de «desusada» ha de considerarse arcaísmo, y si hay

357
alguna razón, aparte del uso (o del no uso), que decida el carácter arcaico de una
palabra; y, es más, en qué medida una palabra tachada de antigua —e, incluso, de
desusada— en la técnica libre pero que forma parte de una locución de uso frecuente o
normal debe considerarse palabra idiomática o única, como sucede con las antiguallas
léxicas pienso y mientes ‘pensamiento’ en ¡Ni por pienso!, ¡Venir a las mientes!, No parar
en mientes o caer en (las) mientes.
Además, el arcaísmo no es una fuente de palabras idiomáticas privativa de las locu-
ciones: hay arcaísmos en palabras derivadas y compuestas, y, con más abundancia, en
refranes y proverbios.
La dificultad de caracterización de una palabra arcaica se aprecia en los mismos
ejemplos que suelen aducirse. Así, se vienen citando las locuciones adverbiales a topa
tolondro y en calzas prietas, y, sin duda alguna, la impronta léxica es de antigüedad y
completo desuso; pero, si se hace un análisis más minucioso, tolondro aparece en el
DRAE (2001) sin el marbete de «ant.» o «desus.», igual que tolondrón, si bien, en la
realidad, son más frecuentes sus sinónimos chichón e hinchazón (junto a la acepción
como adjetivo de ‘aturdido, torpe’), y topa no es más que la forma verbal de topar,
palabra polisémica que, por el significado de la locución ‘de modo irreflexivo’, intervie-
ne probablemente con la acepción de ‘chocar’ o ‘hallar sin buscar’. Tales averiguaciones
semántico-etimológicas permiten iluminar su aparente oscuridad semántica, a lo que
contribuye su propia estructura sintáctica, pues, aunque es a primera vista compleja,
se acomoda a un patrón muy productivo de formación de compuestos (y, por tanto, de
locuciones), el de «V + N»: a tornapeón, a tornapunta, a quemarropa, a espeta perros,
etc., sólo que, como no pocas locuciones, no ha alcanzado el máximo nivel de aglutina-
ción gráfica (*a topatolondro), criterio éste, por lo demás, poco fiable porque, como ya
se dijo en otro lugar (§ 4.2.1.3.3.), depende en gran medida del criterio personal del
lexicógrafo, del escritor..., del hablante.
Respecto de la locución en calzas prietas, cabe indicar que ni la palabra polisémica
calzas ni prietas están tildadas en el DRAE como antiguas o desusadas, ni siquiera en la
acepción con que ha de tomarse calzas ‘media que cubre el muslo’.23 Al margen de la
arbitrariedad con que pueden registrarse en los diccionarios (p.ej., el DRAE tampoco
tilda de arcaica la voz guisa y, sin embargo, su sabor a vino añejo es percibido hasta en
el mismo momento de degustar las locuciones que mantienen viva dicha voz: a guisa de
y de/en tal guisa), lo que hace arcaico el léxico es el propio referente al que remite
calzas, que ha dejado de usarse como prenda de vestir en la sociedad española actual.
El adjetivo prietas no precisa ningún comentario, pues el empleo de prieto es regular y
actual, aunque menos frecuente que el de su sinónimo apretado: lo que aquí resulta
arcaico es la utilización de prieto por apretado (o ajustado) para referirse al entallado de
una prenda de vestir; como resulta, sin duda, más extraño, con tufillo a antigüedad, el
empleo de gacha por agachada o baja en locuciones como con las orejas gachas. La
Fraseología está plagada de nombres que designan objetos (prendas de vestir, unidades
de medida, monedas, utensilios, etc.) que no tienen vigencia o están en franca decaden-
cia y no por ello se han interpretado como arcaísmos fraseológicos, habiendo la misma
o mayor razón para ello, tal como ocurre con los nombres de monedas periclitadas
como ardite, blanca, cuarto, ochavo o chavo, perra gorda, céntimo y, más recientemente,
duro y pela (= col. peseta). Nadie hasta el momento ha identificado como palabra idio-
mática teja (a toca teja) y la palabra no puede ser más arcaica, pues designa, aunque no
lo parezca, una antiquísima moneda de hace más de dos siglos (Iribarren Rodríguez
1955: 144); ese significado es el factor que ha propiciado que sea habitual el uso de la
locución adverbial a toca teja con el verbo pagar.
Sin negar un ápice que el carácter arcaico de un término puede ser un indicador
fraseológico y, por tanto, constituir dicho término una palabra idiomática (acá y acullá,

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a man salva, man a mano, por ende, en fárfara, en álara, a postremas, a fuer de, a fación
de, taz a taz, de consuno, a hurtadas, estar en (un) fil, dar higas, a calle hita, de Dios en
ayuso, No, que son figos, de puertos aquende o allende...),24 el factor que más interviene
en la decisión es el carácter desusado o, incluso, el desconocimiento; de hecho, son
muchas las palabras rancias o añejas, auténticos vestigios lingüísticos de otras edades
pretéritas, que, por tener uso vigente, no son tildadas de fósiles, mientras que otras de
igual data o fecha de nacimiento son etiquetadas como restos arqueológicos, como
arcaísmos: en algunos casos, la palabra —arcaica o no— es reconocida en el contexto
locucional, pero no fuera de él, en calidad de unidad léxica de la lengua, o, si acaso,
muy rara o restringidamente:25 contera (por contera, echar la contera), chiripa (de chiri-
pa), hopo (sudar el hopo), creces (con creces), pacotilla (de pacotilla), cotarro (dirigir el
cotarro), coturno (calzar el coturno), retortero (traer al retortero, [estar] al retortero [lat.
retortum, supino retorquere]), inri (para más inri), hinojos (de hinojos), roque (ni rey ni
roque), tilín (hacer tilín), tabarra (dar la tabarra), periquete (en un periquete), derredor (en
derredor), traste (dar al traste con), coleto (echar algo al coleto), mutis (hacer mutis),
coturno (de alto coturno), cerrajas/borrajas ([quedarse en] agua de cerrajas/borrajas),
cisco (armar un cisco), marimorena (armar la marimorena), dómine (poner como chupa
de dómine), mientes (poner mientes), palique (estar de palique), tris (estar en un tris),
caraba (ser la caraba), boga (estar en boga), brete (poner en un brete), omiso (hacer caso
omiso), peteneras (salir por peteneras), tutía (No hay tutía), voleo (a voleo, de un voleo, de
primer voleo), tiento/tientas (a tientas, por el tiento), pairo (traer al pairo), trancas (a
trancas y barrancas), inopia (estar en la inopia), briba (echarse/andar a la briba ‘hacer
vida de pícaro’), ringorrango (de ringorrango), tapadillo (de tapadillo), pelete (en pelete),
intemperie (a la intemperie), improviso (de/al improviso, en un improviso), cegarritas (a
ojos cegarritas), expensas (a expensas), refez (de refez), cubero (a ojo de buen cubero)...;
en otros casos, la palabra es desconocida o casi desconocida como unidad de la técnica
libre y, además, salvo contadas excepciones si acaso (p.ej., en una lengua especial, en
un área geográfica muy restringida, en un idiolecto individual muy marcado), no se
emplea ni la expresión: a solapo ‘ocultamente’, a socapa ‘disimuladamente o con caute-
la’, a la matiega ‘rudamente, toscamente’, a la estradiota ‘cierta manera de montar el
caballo’, a postremas ‘a la postre’, a la birlonga ‘con desaliño’, hacer flux ‘gastar cuanto
tiene y quedar con deudas’, a zocas ‘a zurdas’, ir/andar de zocos en colodros ‘ir de mal en
peor’, ni paula ni maula, dar (a alguien) con la de rengo ‘engañarlo después de haberle
dado esperanzas’, hacer la de rengo ‘fingir lesión para excusarse del trabajo’, a/al redope-
lo ‘contra el curso natural de algo, al revés o violentamente’, Morlés de Morlés ‘para
indicar que una cosa es igual a otra’, hacer la azalá/zalá ‘agasajarlo’, picar de soleta
‘marcharse, huir’... Unas y —sobre todo— otras son candidatas óptimas a ser tratadas
como idiomáticas por su normal uso restringido a la locución, en parte debido a su
desconocimiento como unidades léxicas del vocabulario general.26
En relación con este grupo, y, por ello, difíciles de distinguir de los componentes
léxicos de dicho grupo, están aquellos signos, considerados comúnmente como genui-
nas palabras idiomáticas, cuyo uso queda restringido a la locución, pero que, por su
estructura fraseológica, responden a producciones posibles del sistema; es el caso, se-
gún Zuluaga Ospina (1980), de polvorosa (poner pies en polvorosa) y moliente (corriente
y moliente), a los que cabría sumar otros participios de presente (Guiraud 1961: 44-46),
como piante y mamante (piante y mamante), andante (caballero andante), habiente (ha-
biente y viviente), batiente (a mandíbula/tambor batiente), contante y sonante (contante y
sonante)..., o sufijaciones, como volateo [< *volatear] (al volateo), etc. La consideración
de estas palabras como idiomáticas es, francamente, peligrosa porque, en efecto, se
trata de formaciones léxicas virtuales (no obstante, polvorosa aparece registrada en
algunos diccionarios).27 Ahora bien, por el hecho de que no se usen combinados con

359
otros signos del sistema, sino exclusivamente como partes de una locución, cumplen,
en realidad, la misma función que otros auténticos indicadores fraseológicos; desde
este punto de vista, no sería descaminado su tratamiento como palabras idiomáticas:
nunca se emplean, aunque sea posible, fuera del marco fijado de la locución; cumplen,
pues, el rasgo principal asignado a la palabra idiomática. Antes se han citado voces que
podrían aparentar palabras idiomáticas, como zoco (a zocas) ‘zurdo’ o solapo, pensan-
do en su raro o nulo uso fuera de la locución, aun siendo palabras vigentes en el siste-
ma y, por tanto, disponibles para formar frases con otras palabras: una y otra son
reemplazadas habitualmente por palabras más comunes, como zocato o zurdo y sola-
pa, respectivamente; y la palabra cisco —como picón—, en su sentido recto de ‘carbón
menudo’, sigue vigente en el código, pero su uso es, prácticamente, nulo, como lo es su
referente, muy utilizado por la sociedad española hasta los años setenta del pasado
siglo hasta ser desplazado por el gas o la electricidad; ahora pervive en su sentido
figurado de ‘alboroto’ (armar un cisco) y de ‘porción menuda’ (hacer cisco). La identifi-
cación, además, tampoco es fácil porque el grado de virtualidad de las palabras que
pueden proponerse en este grupo es muy diverso: por ejemplo, así como los participios
de presente constituyen formaciones sufijales de alto grado de probabilidad, no lo pa-
rece, en cambio, polvorosa, pues la formación previsible inicialmente es polvosa (polvo +
-oso), como famoso, tramposo o leñoso, si bien polvorosa cuenta con realizaciones in-
terfijadas de la misma familia, polvoriento y polvareda.
Creemos que la fuente de producción de palabras idiomáticas menos controvertida
es la relativa a las creaciones fónicas, muchas veces debidas a onomatopeyas y, sobre
todo, a una desfiguración de la palabra base (apócope, metátesis, conmutación, adapta-
ción de un préstamo...),28 pues, ciertamente, éstas nunca aparecen fuera del marco de la
locución: ¡Nanay de la China!, a la virulé, dar en el busilis, del año catapún, en pelete, a
mansalva (frente a a mano salva), de mancomún, a tatas, de abuten, de extranjis, de estam-
pía, nora tal/nora en tal, de resfilón (< de refilón), hacer la zalá, al higuí (< higo), etc.; no son
escasas las palabras idiomáticas de naturaleza monosilábica creadas mediante este re-
curso: ni fu ni fa, tris tras, de pe a pa, no decir tus/yus ni mus, por mor de, no decir/saber ni
pun, ¡A mí, plin!... Si bien, hay que hacer dos salvedades: por un lado, que este mecanis-
mo es también responsable de muchas voces simples y compuestas de la lengua estándar
ajenas a la Fraseología (basta pensar en el ejercicio desarrollado, a lo largo de los tiem-
pos, por la etimología popular: vagamundo/vagabundo, cerrojo/berrojo, somormujo/so-
morgujo, etc.); por otro lado, que algunas palabras idiomáticas forjadas por derivación o
desfiguración fónica provocan casos de colisión homonímica, como la citada peste (echar
pestes), a partir de pese a, musarañas (pensar en las musarañas), como derivado festivo de
musa, o de pato, procedente de pacto.
En algunos casos, la palabra base objeto de deformación es latina, como ocurre con
dar en el busilis, de bóbilis bóbilis, tiquis miquis, con miquis, al redopelo/redropelo, al
tun tun/tuntún,29 hacerse el longuis, de oque/hoquis, todo quisqui, al retortero...
Resulta pertinente señalar que muchas palabras idiomáticas nacidas por esta vía se
basan en un juego fónico (similicadencia, paronomasia, apofonía...), esencialmente con
valor ritmante por fines pragmáticos mnemotécnicos. Esta finalidad explica que sean
muchas las locuciones que adoptan la estructura binomial; no debe olvidarse que a ese
fin contribuyen no sólo los artificios fónicos (incluidos el ritmo acentual y silábico-cuan-
titativo), sino también las figuras semánticas, como la sinonimia y la antonimia, espe-
cialmente en forma de pares de palabras (ditología): orondo y morondo, ares y mares,
regulín regulán, así o asá/asao, que si patatín que si patatán, a troche y moche, ni oxte ni
moxte, cháncharras máncharras, pichí pichá, mondo y lirondo, no decir tus/yus ni mus, a
roso y velloso, menda lerenda, sin ton ni son, tarín barín, a traque barraque, a trancas y
barrancas, de bolín, de bolán, dares y tomares, toma y daca, tris tras, ni tal ni tol, ni fu ni fa,

360
teje maneje, de pe a pa, ni más ni mangas, a cada triquitraque, en tenguerengue, en un plis
plas (o pis pas)...30 La lista puede ser incrementada con voces de aparente étimo real pero
de igual rango que éstas, como meca, en de ceca en meca, fruto más que probable de un
mero juego fónico por sonsonete, a resultas homónimo de la denominación del lugar
sagrado de los mahometanos (Iribarren Rodríguez 1955: 33; cfr. Trovato 1999). Similar
juego fónico cabría presumir de roque en la locución ni rey ni roque, máxime conociendo
el funcionamiento de la estructura binomial sin/ni – ni – (§ 5.2.4.2.), aunque está atesti-
guado su significado de ‘torre’ en el juego del ajedrez; o de hoz en meterse de hoz y de coz,
que puede ser, como suponen Correas (1924) y Cejador y Frauca (1921-25: vol. 2), apóco-
pe de hocico (hocicar u hozar), provocando así una colisión homonímica con el término
que designa el ‘apero de labranza (siega)’, que tendría también cabida con otra interpre-
tación de la locución (Iribarren Rodríguez 1955: 46); o de moro en pedir/prometer el oro y
el moro (Iribarren Rodríguez 1955: 68).
Lo que sorprende es que, salvo excepcionalmente (cfr. Dobrovol’skij y Piirainen 1994:
468, Dobrovol’skij 1988: 115, Mellado Blanco 1998a: 497), no hayan advertido los fra-
seólogos (p.ej., Zuluaga Ospina 1980) que una de las fuentes principales de consecu-
ción de palabras idiomáticas es la creatividad léxica a través de cualquiera de los proce-
dimientos de formación de palabras, sobre todo la composición y la derivación por
prefijación y sufijación:31 a dienteperro, a pasatoro, a tornapeón, a tornapunta, a sobre-
vienta, a quemarropa, a bocajarro, de quitapón, a machamartillo, a sorbimuerde, a deja-
prende, a espetaperros, a regañadientes, a mansalva, a salvamano, a tentebonete, a tocate-
ja, a trompatalega, a rajatabla, a volapié/vuelapié, a vuelapluma, y sanseacabó, al tresbo-
lillo, de retrocarga, a sobrehora, a deshora, a contralecho, a contrapelo, a pospelo, de
antemano, a contramano, a trasmano, buscar pan de trastrigo, llevar/traer a maltraer, a
destiempo, de reojo, de refilón, de improviso, a postremas, en volandas, a las voladas, al
volateo, por lo bajini, a pies juntillas, tomar el pendingue, de puntillas, en pinganillas, en
pinganitos, a porrillo, andar de romanía, a sabiendas, a las callandas, a ultranza, de
tapadillo, en tanganillas, a (a)sentadillas, al dedillo, de rechupete, en un periquete, armar
un pitoche, dar carpetazo, de perillas, a mujeriegas/a la mujeriega, nudo gordiano, hacer
añicos, ¡Ni por soñación!, miel sobre hojuelas, etc.; no obstante, algunas ya tenían el
rango de idiomáticas antes de alcanzar el grado máximo en el proceso de coalescencia:
a trochemoche (deformado luego en a trochimochi), a coxcox, a coxcojita, a la chitica-
llando, al tuntún, a traquebarraque, etc., y otras refuerzan su carácter de únicas con
alguna marca del proceso de composición (de botivoleo, en tiempos de Maricastaña, de
quitaipón, de chichinabo, a muerdisorbe, de mancomún...) o con un sufijo, evitando tal
vez la colisión homonímica con otra palabra preexistente en la lengua:32 a escondidas/
escondidillas, en volandas/volandillas, de extranjía/extranjis, a horcajadas/horcajadillas,
a hurtadas/hurtadillas, a reculas/reculones, a la trocada/trocadilla, de mentirillas/mentiri-
jillas, etc., en tanto que otras han dejado de serlo por desfraseologización: chiticallan-
do, tencontén, ajaspajas, tejemaneje, ajorro, ¡Aúpa!33
La asignación de la etiqueta «idiomática» a ciertas palabras parece menos discuti-
ble en determinados casos, como ocurre con aquellos vocablos en cuya formación han
intervenido dos o más factores, como los citados latinismos desfigurados fónicamente
—busilis, quisqui, etc.—, los monosílabos con deformación fónica —¡A mí, plin!, no
saber ni pun, en un pis pas, de pe a pa, etc.—, los compuestos con formas latinas o
semicultas —en un santiamén... También puede considerarse un refuerzo del carácter
idiomático el hecho de que una misma locución contenga dos o más elementos únicos,
como ocurre con no decir oxte ni moxte, ni fu ni fa o a troche y moche.
Finalmente, creemos que puede proponerse como otro recurso de formación de
palabras idiomáticas los vetustos nombres propios proverbiales (topónimos y antropó-
nimos fundamentalmente) que se erigen en rasgo idiosincrásico de la fraseología de un

361
pueblo, como Picio o Carracuca (más feo que Picio/Carracuca), Pichote (más tonto que
Pichote), Papús (comer más que Papús), Maricastaña (del tiempo de Maricastaña) o
Conchinchina (mandar a la Conchinchina), aunque también otros de carácter intercul-
tural, como Matusalén o Craso. El problema de clasificación se repite como en otros
casos anteriores al producirse colisiones homonímicas, como ocurre con Abundio, Ma-
zagatos o Babia, voces que, si bien remiten instantáneamente a las locuciones más
tonto que Abundio, Haber la de Mazagatos y estar en Babia, no son lexemas «obsoletos»,
fósiles, sino completamente vigentes que nombran realidades existentes.

6.2. Arcaísmos

Como hemos visto, algunas locuciones contienen, como muchas paremias, un com-
ponente léxico arcaico, aunque es presumible que el código paremiológico sea más con-
servador que el sistema fraseológico en el sentido de que el refranero no haya actualizado
tanto su vocabulario como ha hecho, con menos pereza tal vez, la Fraseología.34
Casares Sánchez (1950: 210-211) comenta dos ejemplos, que también recoge Iriba-
rren Rodríguez (1955), de modernización de una locución: «La forma antigua de le-
vantar el codo no era ésta, sino la de “alzar el codo”. En el siglo XIX, tanto “alzar” como
“levantar” fueron desalojados por otro verbo y hoy la forma corriente es “empinar el
codo”. Este resultado era de prever porque “empinar” tenía ya de por sí la significación
de “inclinar la bota o la jarra de vino para dejar caer el líquido en la boca”. Tenemos,
pues, una alternancia de tres verbos para una locución de tres palabras. Pero hay más:
la fórmula primitiva no era “alzar el codo”, sino “alzar de codo”, y aun “beber de codo”,
o sea que el único elemento estable que identifica el modismo a través de su larga
trayectoria es el vocablo codo. Otro ejemplo. En “echar leña al fuego” el verbo “echar”
se cambiaba indistintamente por “poner” o por “añadir”, y la misma “leña” es también
una substitución reciente. Los refraneros antiguos y los escritores de la época clásica
sólo conocieron echar aceite al fuego o, con otro régimen, “en el fuego” (compárese el
modismo francés jeter de l’huile dans le feu o sur le feu)».35
Martínez Marín (1992: 82) ilustra el fenómeno con la locución machacar (o marti-
llar) en hierro frío, versión moderna de machar en hierro frío, indicando el buen proce-
der del DUE, frente al diccionario académico, al no registrar la forma antigua.
Iribarren Rodríguez (1955) nos proporciona más ejemplos: dar gato por liebre, vol-
ver la chaqueta (o cambiar de chaqueta), oler la tostada, echar margaritas a los puercos y
cerrarse de banda (o a la banda) son variantes modernas de las respectivas versiones
antiguas vender el gato por liebre, volver (o cambiar) la casaca, oler el poste, echar perlas
a los puercos y cerrarse de campiña.
El DRAE (2001) proporciona numerosos ejemplos de locuciones «antiguas» que
suele remitir a sus correspondientes versiones modernas: tornar los ojos en albo o
poner los ojos en blanco.
En realidad, muchos signos léxicos son o podrían considerarse arcaísmos no tanto
por su antiquísima edad como por el hecho de que el referente que designa es antiguo,
ha quedado obsoleto, ha cambiado su aplicación o, incluso, ha desaparecido, como
ocurre con las voces relativas a prendas de vestir, utensilios domésticos o de labranza,
costumbres, juegos, monedas, oficios, etc., en expresiones como [poner (a alguien)]
como chupa de dómine, irse a chitos (ant. andar a chitos), a toca teja, estar sin blanca, ir
de picos pardos, darse un verde con dos azules (o darse (tan) buen verde), poner (a al-
guien) cual digan dueñas, a ojo de buen cubero, tomar por el pito del sereno, etc.
Hay otras locuciones que contienen arcaísmos y usos antiguos, sólo vigentes en la
locución; por ejemplo, el empleo de la preposición so y de la conjunción coordinante

362
que han quedado marginados a las locuciones so capa de, so pena/pretexto, erre que erre
y dale que dale y quizá alguna otra... Como acaba de verse en el epígrafe anterior, algu-
nos de estos arcaísmos son con frecuencia interpretados como palabras idiomáticas:36
a fuer de, a fación de, por ende, fueras ende, en álara, lo àl, en fárfara, allá y acullá, mejor
es no meneallo, a man salva, a postremas, estar en un fil, No, que son figos, a hurtadas, a
cox cox, taz a taz, de consuno, de Dios en ayuso...

6.3. Somatismos

En español, un conjunto muy numeroso de locuciones contiene entre sus compo-


nentes léxicos uno o varios somatismos: abrir el corazón, untar las manos, de pies a
cabeza, contarse con los dedos de la mano, etc. El hecho de que existan unidades fraseo-
lógicas somáticas en todas las lenguas naturales puede considerarse un universal fra-
seológico, si bien pueden determinarse distintos grados de presencia de somatismos
en estudios contrastivos de lenguas.37 Una de las razones de este universalismo puede
ser el propio carácter antropocéntrico de la fraseología, ya que la mayoría de los fra-
seologismos con sustantivos somáticos se aplica sólo al ser humano: comportamien-
tos, costumbres, aptitudes... (Èermak 2000: 56-58).
Desde el punto de vista formal (categorial), sólo el sustantivo puede funcionar como
elemento somático en una unidad fraseológica. La clase locucional que mejor repre-
senta el somatismo es la verbal, aunque el somatismo aparece en todas las clases de
locuciones: cabeza de turco (loc. n.), corto de manos (loc. adj.), no levantar cabeza (loc.
v.), a pelo (loc. adv.), ponérse(le) la carne de gallina (loc. semioracional)...
Una de las características generales de índole semántica de los somatismos fraseo-
lógicos es que son, proporcionalmente, pocas las locuciones con elementos somáticos
que resulten enteramente opacas; ello se debe esencialmente a la propia palabra somá-
tica: la presencia de un sustantivo que designa una parte del cuerpo favorece la trans-
parencia del fraseologismo y, por tanto, su analizabilidad semántica, gracias, funda-
mentalmente, a la posibilidad de establecer una asociación entre la parte del cuerpo y
una de sus propiedades o funciones (biológica, fisiológica, psicomotriz, física...), la
actividad externa para la que está capacitada, el lugar donde está ubicada o el gesto o
ademán que pueda acompañar su enunciación (somatismo cinésico).
Así, el sentido de la vista y la capacidad de vigilancia o control se asocian con los
ojos, y de ahí echar el ojo, poner el ojo en (algo/alguien), abrir el ojo, ojo avizor, ojito con +
O, etc.; la capacidad de hablar se asocia con la boca o alguna de sus partes: hablar por
boca de ganso, coserse la boca, calentárse(le) la boca, irse de la lengua, sellar los labios,
etc.; la cabeza está vinculada a la actividad intelectual: sentar la cabeza, romperse la
cabeza, pasárse(le) por la cabeza...; la relación entre el oído o la oreja y la audición se
pone de manifiesto en locuciones como hacer oídos sordos, ser todo oídos, hacer orejas
de mercader, etc.; las voces pie y pierna aparecen en locuciones que expresan ‘movi-
miento’, ‘apoyo’, ‘equilibrio’, etc.: perder pie, hacer pie, poner pies en polvorosa, irse por
pies, a pie, de pie, estirar las piernas, hacer piernas...; la mano está asociada aún más a
acciones, propiedades, etc., del ser humano (habilidad, fuerza...): mano de santo, írsele
la mano, tener mano para (algo), manos largas, descargar la mano, estar mano sobre
mano, poner manos a la obra, etc.;38 el corazón da lugar a locuciones relacionadas con
los sentimientos: de corazón, tener buen corazón, destrozar el corazón, con el corazón en
la mano... (Sanz Martín y Pérez Paredes 2008); etc.
Esta peculiar asociación del sustantivo somático con una actividad, función, etc., puede
justificar por qué abundan los somatismos que incluyen los nombres que designan los órga-
nos del cuerpo con mayor versatilidad funcional, tales como la mano, el pie o la cabeza.39

363
Igual que sucede con los nombres de personajes, lugares o acontecimientos históricos,
los componentes folclóricos o la propia etimología, por ejemplo, el sustantivo somático,
en virtud del vínculo que contrae con la habilidad o propiedad expresada en el fraseologis-
mo, puede considerarse como un inductor interpretativo del significado idiomático de
una locución, al que, como dijimos, hace más transparente. Pero en las locuciones somá-
ticas no sólo el factor pragmático del vínculo entre el nombre de la parte del cuerpo y el
objeto o la actividad favorece el análisis semántico: también pueden ser inductores inter-
pretativos el propio significado denotativo del sustantivo (de pies a cabeza), la posibilidad
de establecer una relación entre el sentido literal y el idiomático (abrir la mano ‘admitir
dádivas’), el conocimiento de la fuente u origen del fraseologismo (lavarse las manos [his-
toria bíblica], no dar pie con bola [juego de naipes]...), las circunstancias externas que
restringen su empleo (poner la carne de gallina, ponerse los pelos de punta, no dar el brazo a
torcer, crispar los nervios...), el gesto que acompaña a su enunciación —quinegramas (an-
dar con ojo, para chuparse los dedos, tirarse de los pelos, morderse la lengua, sellar los labios,
coserse la boca...)—, etc. Todos estos factores convierten a las locuciones somáticas en
unidades motivadas y parcialmente idiomáticas y transparentes, semánticamente anali-
zables en mayor o menor grado.
No obstante, aunque son mayoría los somatismos de idiomaticidad débil, por su
elevado grado de analizabilidad semántica, existen otros que podrían considerarse de
idiomaticidad fuerte porque su significado resulta más opaco, menos motivado, como
ocurre con hacerse lenguas ‘alabar encarecidamente’, apearse por las orejas ‘caerse de la
cabalgadura’, cortar un cabello en el aire ‘ser muy listo’, hacer la barba ‘molestar’/‘adu-
lar’, cabeza de turco ‘persona a la que se le imputa algo, generalmente sin motivo’,
antojárse(le) los dedos huéspedes ‘ser excesivamente suspicaz’, dar de ojos ‘incurrir en
un error’/‘dar de bruces en el suelo’, pasar la mano por el cerro ‘halagar, acariciar’, etc.
(García-Page 2002a).
Es más, frente a la presunción de la transparencia semántica, algunos somatismos
han sido capaces de desarrollar más de un significado idiomático, si bien pueden ser
no-opacos. En estos casos en que el somatismo dispone de dos o más acepciones figu-
radas o idiomáticas, junto a los somatismos de idiomaticidad simple (además del sen-
tido literal, cuentan con sólo un sentido idiomático), hablamos de somatismos de idio-
maticidad múltiple: mojar la oreja ‘buscar pendencia, desafiar’/‘vencer a otro, superar-
lo’, a brazo partido ‘con los brazos solos, sin usar las armas’/‘a viva fuerza’, a cierra ojos
‘a duermevela’/‘de modo irreflexivo’/‘precipitadamente’, etc.

6.4. Locuciones numéricas

Llama poderosamente la atención que un conjunto numeroso de locuciones con-


tenga un cuantitativo numeral —a veces, dos— con función adjetiva o nominal (pro-
nombre): estar entre dos fuegos, cada dos por tres, matar dos pájaros de un solo tiro,
cuatro ojos ven mejor que dos, decir de una hasta ciento, valer un pan por ciento, más
vale poner una vez colorado que ciento amarillo, más vale un gusto que cien panderos
(Iribarren Rodríguez 1955: 299)...40
Por el cariz descriptivo que queremos imprimir a este capítulo, prescindiremos de
la vertiente social, antropológica, cultural, etc., de la presencia de los números en las
locuciones; pero sería asaz interesante averiguar por qué la fraseología incluye con
insistencia los nombres de los guarismos, qué función pragmática cumplen, si tienen
una vinculación especial con la realidad cultural o idiosincrásica de la comunidad, si
pueden constituir un rasgo distintivo de un pueblo o pueden erigirse en universales,
etc. (véase esp. Tanase 1995).41

364
Las locuciones numéricas, como otra suerte de locuciones con componentes léxi-
cos especiales, revelan una de sus principales funciones al recoger los datos de la vida
social de un pueblo o una época, y, con el tiempo, al convertirse en ingeniosos recipien-
tes que atrapan y retienen costumbres, tradiciones, ritos, mitos, anécdotas..., auténti-
cos testimonios fedatarios de un mundo perdido, de un estado de cosas y una forma de
pensamiento distintos, ahora inexistentes, genuinos archivos de investigación históri-
ca: aunque éstos, los referentes, se pierdan o desaparezcan, quedan vivas ahí las voces,
apresadas en las locuciones carcelarias. El férreo e invulnerable caparazón de la expre-
sión fija las preserva de la corrosión del tiempo, de su olvido.
La existencia de locuciones con numerales, en cuanto hecho lingüístico, tal vez no
sea un fenómeno aislado e independiente de la abrumadora presencia de otras clases
de cuantificadores, como la negación (a la que se ha hecho ya referencia) y los indefini-
dos (todo, mucho, nadie, tanto, alguno...), por lo que dichas locuciones, desde un punto
de vista gramatical, se relacionarían con locuciones como poner toda la carne en el
asador, ser todo oídos, írse(le) toda la fuerza por la boca, a todo trance, echar toda el agua
al molino, a toda costa, no tenerlas todas consigo, todo dios, todo el mundo, Nadie es
perfecto, No somos nadie, A nadie le amarga un dulce, no ser nada del otro mundo, No es
por nada, alguno que otro, irse al otro barrio, el otro mundo, tener mucha trastienda, ni
tanto ni tan calvo, con tanta boca abierta, uno de tantos... Unos y otros son constituyen-
tes léxicos fijos de la locución y, por lo tanto, no son en principio conmutables; puede
suponerse, incluso, que su selección es más restricta, si cabe, que la de otros compo-
nentes léxicos, dado que es casi impracticable la sustitución léxica, la cual generaría un
paradigma de variantes (si bien, nunca «multitudinario»), como ocurre, excepcional-
mente, con las locuciones poner las peras a cuarto/ocho, ni a dos/tres tirones, un pie/tres
pies a la francesa, no ver tres/siete en un burro, a dos/cuatro carrillos, dar quince/ciento y
raya y buscar los tres/cinco pies al gato,42 al margen, claro está, de los esquemas fraseo-
lógicos, que sí conceden más libertades: uno a uno, dos a dos...; de uno en uno, de dos
en dos...; uno más, uno menos, dos más, dos menos...; como uno y uno son dos, como
dos y dos son cuatro...; de uno/dos... para arriba (o para abajo); de uno/dos... en adelante;
etc. Sin embargo, numerales e indefinidos difieren en que éstos carecen en general de
los valores simbólicos que transportan los numerales, los rasgos culturales que llevan
secularmente impregnados, así como en el hecho de expresar una cantidad precisa,
que, no obstante, con suma frecuencia, se contamina de otros matices o se disuelve en
el seno de la locución: ‘cualidad’, ‘distancia’, ‘totalidad’, ‘superlación’...
Si atendemos al aspecto estadístico, es constatable que son muy pocos los numera-
les que se integran en las locuciones, aun considerando el carácter abierto de su inven-
tario: en relación con los cardinales, los más frecuentes y casi únicos son los que indi-
can una cifra menor que el quince (salvo el veinte); sobre todo, los situados entre el uno
y el cinco. Por los valores simbólicos asociados a ellos, también el siete, el ocho, el diez y
el once gozan de cierta productividad en la fraseología española; el seis no aparece
nunca, y la presencia del nueve, el trece y el catorce es mínima. El cien y el mil (y el
compuesto cien mil) pueden considerarse los números más altos de la escala en el
código fraseológico, teniendo en cuenta que ningún otro cuantificador de mayor gra-
dación (salvo, si acaso, un millón: Un millón de gracias), se emplea como componente
léxico fijo de una locución. Si tenemos en cuenta que estos números se usan exclusiva-
mente como números redondos o hiperbólicos para indicar, generalmente, ‘mucho’43
(véase infra), la elección fraseológica de los números menores tiene mucho que ver con
la realidad extralingüística, con los usos y costumbres de la comunidad de habla: se
corresponden con las cifras más comunes que los seres humanos utilizan en la vida
cotidiana,44 con los números de las partes de que están compuestas las cosas (cuatro
patas, dos ojos, cinco dedos...), con los símbolos y las creencias, etc.

365
Los cardinales aparecen en las siguientes locuciones: [1]: de un tirón, quedarse de una
pieza, no dar una, jugársela a una carta, de una bolindrada, una y no más... (el uno inter-
viene en más de un centenar de locuciones); [2]: una de dos, ¡Que te den dos duros!, cada
dos por tres, no tener dos dedos de frente, estar a dos velas, estar entre dos fuegos, estar
entre dos luces, en dos trancos/trancadas, en dos paletas/paletadas ‘en un instante, breve-
mente’/’en dos palabras’, en dos patadas ‘sin esfuerzo, en un santiamén’, ser de dos palos,
a dos manos ‘con toda voluntad’..., a dos carrillos, matar dos pájaros de un tiro, ¡A vivir,
que son dos días!, nada entre dos platos, No hay toro que resista dos garrochas (apud
Luque Durán y Manjón Pozas 1998a), decir dos por tres, como dos y dos son cuatro, meter
dos y sacar cinco, no pensárselo dos veces...; [3]: no ver tres en un burro, donde Cristo dio
las tres voces, de tres al cuarto, A la de tres va la vencida, de tres altos, tres pies a la francesa,
como tres en un zapato (ejemplo de Cantera Ruiz de Urbina 2000), tener tres bemoles, y
tres más, como tres y dos son cinco, ¡Ni a la de tres!...; [4]: cuatro ojos, por los cuatro
costados, Nadie da duros a cuatro pesetas, pregonar a los cuatro vientos, a cuatro pies, decir
las cuatro verdades del barquero, estar entre cuatro paredes, a cuatro carrillos...; [5]: estar
sin cinco (céntimos), faltarle cinco pesetas para un duro, [saber] cuántas son cinco, dar
cinco de corto, Los toros de cinco y los toreros de veinticinco, ¡Choca esos cinco!...; [7]: de
siete suelas, siete pies de tierra, siete estados debajo de la tierra, (saber) más que siete, comer
por siete, andar las siete partidas, no ver siete en un burro, dar los siete males, hacerse un
siete...; [8]: ser más chulo que un ocho, poner las peras a ocho, bronca en el ocho (ejemplo
de Luque Durán y Manjón Pozas 1998a), dar lo mismo ocho que ochenta...; [9]: dar (o
echar) (a alguien) con los ochos y los nueves...; [10]: estar en las diez últimas, hacer las diez
de últimas, ¡Me cago en diez! (§ 6.5.)...; [11]: meterse en camisa de once varas, con sus once
de oveja, tener la cabeza a las once, estar a las once, tomar las once...; [12]: darle las doce
(uvas/campanadas), echar todo a doce...; [13]: mantenerse en sus trece; [15]: dar(le) quince
y raya/falta, No hay quince años feos; [20]: ponerse de veinte uñas ‘negarse’, [acudir, volver,
llegar, regresar...] a las veinte (o veintitantas); [25]: de veinticinco alfileres...; [40]: cantar las
cuarenta...; [80]: dar lo mismo ocho que ochenta...; [100]: cuchillada de cien reales, de
ciento en carga, dar ciento y raya, valer un pan por ciento, dar una en el clavo y ciento en la
herradura, cien por cien o ciento por ciento (en secuencias como «zumo cien por cien
natural»), ser ciento y la madre, a cien por hora, poner a cien, más vale poner una vez
colorado que ciento amarillo, más vale un gusto que cien panderos... (Cantera Ruiz de
Urbina 2000 cita el compuesto de cien ciento siete años); [500]: (llegar) a las mil y quinien-
tas; [1.000]: con mil de a caballo, como mil oros, de mil amores, de mil demonios...
Entre los numerales debe considerarse el cero. Su importancia en el sistema numé-
rico y en las relaciones sociales se pone de manifiesto en locuciones como (ser) un cero
a la izquierda, al cero, a partir de cero, de cero, desde cero, etc.
Esta lista no completa de locuciones numéricas se enriquece con las locuciones
que incluyen cuantificadores definidos con sentido indefinido o hiperbólico, como
ocurre en algunas ya citadas (dar una en el clavo y ciento en la herradura, etc.). Éste
es precisamente otro aspecto característico de la fraseología, frente a la gramática
común: el numeral es capaz, contra natura, de no expresar una cantidad exacta o
precisa, sino indefinida; por ejemplo, cuando se emplea como número redondo
indicando una cantidad aproximada o genérica, o como número hiperbólico, este-
reotipo de las nociones ‘mucho’ o ‘poco’ (García-Page 2000e): (escribir) cuatro le-
tras, (hallarse) a dos pasos, no dar dos higas por (algo), no tener dos perras gordas,
caer cuatro gotas, ser/haber cuatro gatos, soltar(le) cuatro frescas, tener cuatro pe-
rras..., dar(le) cien patadas (algo), (ser) ciento y la madre, andar con cien/mil ojos, a
las mil maravillas, dar (a alguien) mil/cien mil vueltas en (algo), dar mil vueltas a
(algo), de mil demonios, (llegar) a las mil y quinientas, (pasar) las mil y una, con mil
de a caballo, ¡Un millón de gracias!...

366
Este valor estereotipado de exageración, hiperbólico, de los números mayores se
proyecta en estructuras cuasifraseológicas, como en el contexto sintagmático en que
interviene como modificador del sustantivo veces: [Te lo he dicho] mil veces.
También es característico del numeral fraseológico ampliar sus acepciones a partir
de su significado (cantidad) puramente objetivo o concreto (estar entre dos fuegos, a
dos bandas, a dos manos, etc.): ‘totalidad’ (por los cuatro costados, decir las cuatro ver-
dades del barquero), ‘lejanía’ (pregonar a los cuatro vientos, mandar al quinto pino),
‘multiplicación’ (a las mil y quinientas, las mil y una; cfr. ‘adición’: uno y uno, dos y uno,
etc.) o ‘superlación’ (comer por siete, dar cien mil vueltas).
En relación con los datos estadísticos, también puede indicarse que son más fre-
cuentes los cardinales que los ordinales (excepto el caso de primero: de primera mano,
de primer orden, de primera necesidad, en primer lugar...), y ambos más que los múlti-
plos, partitivos y fraccionarios, que son, ciertamente, muy escasos: espada de doble filo,
ver doble, poner las peras al cuarto,45 en cuarto mayor (o cuarto menor o cuarto prolonga-
do), estar a la cuarta pregunta, ¡Tres cuartos de lo mismo!, ¡Qué – ni qué ocho cuartos!,
en cuartas, de sobre cuartas, de tres al cuarto, andar a tres menos cuartillo, no saber de la
misa la media/mitad, cara mitad, medio mundo, quedarse a media miel, medias tintas, a
medio hacer, no tener ni media hostia, de medio a medio, la docena del fraile, no entrar en
docena con otro, meterse en docena, (estar) en cuarentena, pagar con las setenas, a dúo,
ser la octava maravilla del mundo, (mandar) al quinto pino, en el séptimo cielo...

6.5. Palabras tabú

La existencia de palabras tabú es un fenómeno general de todas las lenguas, y es de


suponer que, como sucede en español, gran parte de sus ocurrencias se produzcan en
calidad de constituyentes internos de unidades fraseológicas.46
Hemos comprobado que las palabras tabú predominantes en la fraseología españo-
la son las relacionadas con las partes pudendas o erógenas del cuerpo humano o las
que representan las llamadas palabras malsonantes o disfemísticas.47
En el sistema fraseológico, la palabra tabú puede concurrir, fundamentalmente, en
las siguientes situaciones:

1. La palabra tabú es un componente léxico fijo e irremplazable en la locución:


joder la marrana, de puta madre, no haber huevos/cojones para, etc.
El elemento «prohibido» no puede ser sustituido por ningún sinónimo o parasinó-
nimo, a pesar de que en otras construcciones la conmutación sí es factible: joder/*fo-
llar/*fastidiar la marrana (cfr. ¡No me jodas/fastidies!), de puta/*zorra/*puñetera madre
(cfr. no tener ni puta/zorra/puñetera idea), no haber huevos/cojones/*pelotas/*bolas/?na-
rices para (cfr. no haber más huevos/cojones/narices que, ¡No me toques los huevos/cojo-
nes/las narices!, estar hasta los huevos/cojones/las pelotas/narices!)...

2. La palabra tabú es, simplemente, una variante léxica de otros términos no mar-
cados socioculturalmente: irse al garete/al carajo/a la mierda, tener mala fe/uva/ralea/
sombra/hostia/leche/follada, ¡Qué – ni qué gaitas/niño muerto/ocho cuartos/leches/hos-
tias/cojones!, etc.
Ahora bien, cuando funciona así, resulta difícil pensar que sea una genuina varian-
te formal, pero también es cierto que no es un signo plenamente libre: existen diversos
tipos de constreñimientos en el uso de las palabras tabú. La primera limitación de
carácter general es que no parece posible la alternancia de todas las palabras tabú
reconocidas como tales, ni siquiera las adscritas a un mismo ámbito ni a veces siquiera

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tampoco las más genéricas o versátiles; de hecho, hay algunas de uso habitual en la
lengua coloquial, como gilipollas, marica o cabrón, que raramente forman parte de una
expresión fija, salvo, en todo caso, en calidad de comodines (p.ej., en la estructura «V +
como un + N»). Hay otras limitaciones: por ejemplo, el que esté vetada la operación de
conmutación incluso entre las voces tabú más frecuentes, como leche y hostia (así, en
importar un(a) comino/pito/ ... /leche/*hostia); o el carácter reducido del inventario de
variantes que permite generar una expresión (así, las locuciones salir cagando leches/
hostias/*puñetas/*cojones o más puta/zorra/*ramera que las gallinas).48 Si bien, a veces
el inventario de algunas locuciones es más amplio debido a la convivencia de alternati-
vas léxicas sin marca diafásica o social, como ocurre en trabajar como un cabrón/negro/
mula/enano..., [tonto] del higo/culo/ ... /capirote/bote, de cojones/ ... /narices/aúpa/cam-
peonato... o costar un huevo/cojón/ ... /porrón/dineral..., frente a aquellas expresiones
fijadas con una palabra tabú irremplazable: hacerse la picha/*polla un lío, hijo de puta/
*zorra,49 ¡Ni de coña/*coñe!,50 «un + N + que te cagas/*meas», de puta/*zorra madre, ¡Me
cago/*meo en diez!,51 tomar(le) por el coño/*pirri de la Bernarda...52
Hay locuciones que sólo permiten como variantes las palabras disfemísticas: a
todo(a) trapo/vela/gas/ ... /leche/hostia/*cojón/*polla..., y otras que sólo toleran las rela-
cionadas con el sexo: [estar] hasta la coronilla/los pelos/ ... /los cojones/la polla/la pun-
ta del nabo/ ... /*la leche/*la hostia... (explicable en este caso por tratarse de un seudo-
quinegrama con elemento somático).
La selección caprichosa que impera en la fraseología se muestra en este ámbito
léxico, por ejemplo, en el hecho de que los supuestos sinónimos o denominaciones
de un mismo órgano pueden alternar en unas locuciones y no en otras; así, son
posibles las variantes (estar) hasta los(as) huevos/cojones/cataplines/pelotas/bolas/
güitos o tocarse los(as) huevos/cojones/cataplines/pelotas/bolas/güitos ‘holgazanear’,
pero no53 tener los huevos/cojones/*cataplines/*pelotas/*bolas/*güitos bien coloca-
dos,54 ni ¡Tiene huevos/cojones/*cataplines/*pelotas/*bolas/*güitos la cosa!, ni estar
en pelotas/bolas/*huevos/*cojones/*cataplines/*güitos.55
Similar arbitrariedad se observa en las variantes secundarias de naturaleza tabú de
una locución: unas veces, pueden alternar y, otras veces, se distribuyen según el campo
a que están adscritas. Así, en la expresión «mandar a tomar + SN/SP/Oinf.», alternan las
dos clases de palabras tabú en los SN el quinto pino/infierno/coño/puñeta o la porra/el
cuerno/el carajo/la mierda, pero se reparten en el SP por saco/culo y en la Oinf. hacer
gárgaras/puñetas.
La selección de variantes no siempre es, como vemos, enteramente arbitraria, sino
que puede detectarse algún grado de motivación; es lo que ocurre en la expresión enfá-
tica «morirse de + N (risa...)» (§ 5.1.2.5.): cuando intensifica al sustantivo risa, aparte de
las variantes neutras troncharse o desternillarse, son posibles las formas tabú descojo-
narse y mearse, todas motivadas en virtud del gesto o reacción fisiológica que puede
producir una risa intensa; sin embargo, cuando el verbo morirse intensifica al sustanti-
vo miedo, esas variantes no parecen viables (si acaso, mearse) y, a cambio, morirse
presenta otra nueva fórmula marcada socialmente, cagarse, en virtud también de uno
de los efectos fisiológicos que puede provocar el miedo.
Las variantes con que puede alternar la palabra tabú tienen que ver con el significa-
do que comporta la expresión y su relación con otros componentes de la locución,
como los clíticos. Así, dos expresiones muy parecidas como ¡No te jode! y ¡No me jo-
das!56 comparten las variantes jorobar, fastidiar, decir y tal vez amolar, pero sólo la pri-
mera admite gibar: ¡No te giba!/*¡No me gibes! Este inventario de intersección57 se da
cuando aquélla expresa ‘reprobación, disconformidad’ o ‘perplejidad’, y ésta, ‘sorpre-
sa’. La variante decir presenta, además, otra restricción, y es que, mientras que en la
segunda expresión exhibe la misma flexión verbal que el resto, la 2.ª persona del singu-

368
lar (¡No me jodas/fastidies/digas!), en la primera expresión sólo aparece en la 1.ª perso-
na (¡No te digo!) y no, como el resto, en la 3.ª (¡No te jode/fastidia/*dice!).
El significado ‘holgazanear’ puede expresarse con la locución tocarse los cojones
con valor necesariamente reflexivo (además de con otras, como rascarse la barriga,
estar mano sobre mano, mirarse las uñas o estar cruzado de brazos); cuando se quiere
expresar la noción de ‘molestar, importunar’, se emplea la locución, aparentemente
idéntica, tocar (a alguien) los cojones, que exige no reflexividad (es decir, tocar uno a
otro los cojones). Ahora bien, para expresar ‘asombro’ o ‘disconformidad’, sólo es posi-
ble la construcción reflexiva y no como locución verbal, sino como locución interjecti-
va, con la forma verbal fijada en imperativo (¡Tócate los cojones!), en cuyo caso alterna
con las fórmulas ¡Manda cojones! o ¡Tiene cojones la cosa!
Cabe señalar otros aspectos en relación con la formación de variantes:
2.1. La marca de expresión prohibida, «tabuizada», es posiblemente un factor de-
terminante en la aparición de variantes sintácticas, diferenciadas básicamente por la
presencia explícita del término tabú o su elisión, quedando como huella un signo pro-
nominal anafórico. La palabra tabú reemplazada suele ser la voz «vulgar» que designa
el órgano sexual masculino (polla), y, por tanto, el clítico más frecuente es la (enchufár-
sela, tocársela, mamársela...): ¡Me suda la polla! > ¡Me la suda!; pero son posibles otros
referentes y otros clíticos: tener los cojones de corbata > tenerlos de corbata.
Es muy común que el sustantivo supuestamente eludido no admita su catálisis: ¡Me
la trae floja! > *¡Me trae la polla floja!, lo que podría interpretarse como un índice de que
la construcción se forjó así, sin necesidad de mediación de la versión extensa con la
palabra tabú, tal vez por analogía con otras ya consagradas por la tradición que en su
día sí sufrieron el acortamiento o pronominalización.
2.2. También ese valor de reprobación social es responsable de la forja de variantes
léxicas eufemísticas, como hacer la cusqui (o la pascua) por hacer la puñeta (DFDEA),
¡Ostras, Pedrín! por ¡Hostias, Pedrín! o ¡Me cago en diez! por ¡Me cago en Dios!
2.3. Asimismo, se han formado variantes sintácticas por abreviación a partir de
expresiones tabú; es el caso de no tener n.p.i. (o enepei) (por no tener ni puta idea), ¡Ajo
y agua! (por ¡A joderse y aguantarse!) y mandar a la m (o eme) (por mandar a la mierda).
2.4. La palabra tabú forma parte, en algunos casos, de una construcción que fun-
ciona simplemente como coletilla, a modo de comodín:58 que la leche/la hostia/el copón,
de los cojones/la mierda/la polla, que es la hostia/la leche, etc.: «Es que Ronaldo mete
unos goles que son la hostia» , «¡A ver a qué viene el tío este de los cojones!»... Se
configura como núcleo de un SN definido con artículo determinado («art + N»).
Con este valor puede intervenir como sustituto de otras unidades léxicas no marca-
das socioculturalmente, como sucede en numerosas construcciones comparativas: «Este
muchacho come más que una lima/un sabañón/la hostia»...59 A veces, no obstante, pre-
sentan ciertas preferencias léxicas, como en ser más tonto que una mata de habas/mis
cojones (sobre todo si el sintagma tabú va completado por la relativa que llevan X años
juntos y aún no se han dicho «¡hola!» o similar). En esta ocasión, por ejemplo, la voz
cojones es favorita frente a otros sinónimos tabú (huevos, pelotas...) o disfemismos
(hostias...). Como se indicó al estudiar la comparativa (§ 5.1.2.2.), el empleo de tales
coletillas tabú presenta una restricción fuerte, y es que sólo funcionan así en la compa-
rativa de superioridad, nunca en la de igualdad, a pesar de que ambas estructuras
comparativas sean, semánticamente, equivalentes: más blanco que la cal/la hostia-blan-
co como la cal/*la hostia. El enunciado tan blanco como la leche, en principio, sólo
puede interpretarse de acuerdo con el sentido literal del sustantivo leche; su lectura
como palabra tabú es irrelevante o pragmáticamente inadecuada.

369
3. La palabra tabú es un componente opcional, o sea, un mero incremento léxico,
generalmente con valor enfático o intensificador: poner (a alguien) de patitas en la (puta)
calle, un + N + de (puta) pena,60 no tener ni un (puto) duro, no tener ni (puta) idea, etc.
La negación parece influir en la presencia o selección de intensificadores, y, por
tanto, de palabras tabú con valor enfático; es lo que ocurre con la construcción negati-
va no hacer ni puñetero caso, cuya formulación afirmativa con palabra tabú resulta
anómala: *hacer puñetero caso (pero hacer caso). Similar correlación entre la negación
y el énfasis se establece en las expresiones no tener ni un puto duro, no sentirse (o
moverse) ni una puta mosca, no tener ni zorra idea..., sólo que éstas, como unidades
fraseológicas o con sentido (semi)idiomático (‘estar pobre o no tener nada de dinero’,
‘haber silencio absoluto’, ‘no saber nada, ser ignorante’), no toleran la conversión a la
estructura positiva sin que se pierda el sentido idiomático: *tener un duro, *sentirse
una mosca, *tener idea...
Cuando la palabra tabú es componente opcional, puede ser una variante más de un
inventario de alternativas léxicas, y, por ende, presentar un comportamiento idéntico
al de las variantes de constituyentes fijos del grupo anterior. Así, la voz puto de no tener
ni un puto duro forma inventario con las variantes, no todas tabú, mísero, miserable,
cochino, asqueroso, jodido, puñetero...; es más, algunas, como cochino, jodido o mísero,
son exclusivas, pues no aparecen en otras locuciones. El mismo grado de exclusividad
presentan los adjetivos enfáticos pijotera y pajolera, que alternan con otras variantes
comunes, como zorra, puta o puñetera, en calidad de modificadores del sustantivo idea
en no tener ni [pajolera/pijotera/puñetera/puta/zorra...] idea.

6.6. Quinegramas

La existencia de quinegramas o quinemas en el código fraseológico de las lenguas


naturales es un hecho incuestionable,61 si bien cada lengua selecciona sus formas espe-
cíficas de expresión escrita y gestual, hasta el punto de que un mismo gesto puede
«significar» dos cosas distintas en lenguas diferentes o corresponderse con enunciados
distintos en dichas lenguas, y que un gesto puede estar representado en una lengua
pero no en la otra; desajustes todos que hacen peligrar la traducción interlingüística. El
quinegrama permite entablar una relación entre la lengua y el mundo exterior, entre el
componente lingüístico o fraseológico y lo extralingüístico: ¡A mí que me registren!, ¡Yo
qué sé!, ¡A mí, plin!, ¡Toma del frasco, Carrasco!, ¡Toma ya!, ¡Mucho ojito!...
A nuestro parecer, hay dos tipos fundamentales de enunciados fraseológicos que
están vinculados con la expresión corporal o gestual: los que incorporan elementos
somáticos, que son los más numerosos (cruzar los dedos, lavarse las manos, estar de
brazos cruzados, rascarse la barriga, tocarse los cojones, tirarse de los pelos, relamerse
la lengua, hacérsele la boca agua, echar el ojo, andar con mil ojos, poner el oído, coser-
se la boca, no tener dos dedos de frente, mirar por encima del hombro, hacerse un nudo
en la garganta, ¡Ojo al parche!, estar de morros, para chuparse los dedos, tirarse de los
pelos, estar mal de la cabeza/chimenea, dar diente con diente...), y los que contienen
elementos deícticos (estar hasta aquí, ni un tanto así, ¡Ni por éstas!, No faltar ni esto,
¡Por aquí se va a Madrid!, así así, así asá, ¡Por éstas que me las pagas!...); en tanto que
aquéllos, aunque ayudan a aclarar la posible opacidad de la locución, prescinden
con frecuencia del movimiento corporal, éstos suelen ir acompañados del gesto para
compensar la vaguedad anafórica o deíctica del adverbio o pronombre, si bien fácil-
mente interpretable por su carácter contextual y situacionalmente fijado.62
Hay, no obstante, otras locuciones que no tienen ningún constituyente somático ni
deíctico, como hacer cruz y raya, Cruz y raya [, para mí acabas], faltar[le] un tornillo,

370
regulín regulán, pichí pichá o dar mala espina. De este grupo, algunos se componen de
un signo asociado a un elemento somático o de percepción sensorial: tener vista, oler
mal (un asunto), quitarse el sombrero, ¡Como te pegue un tortazo!, ¡Tararí que te vi!...
En cuanto a la categoría locucional a que se adscriben los quinegramas, predomi-
nan, como puede apreciarse, las locuciones verbales (echar una cabezadita, llevarse las
manos a la cabeza, sellar los labios), pero los quinegramas también se conforman como
locuciones oracionales —semioracionales (ponérse[le] los pelos de punta, faltar[le] un
tornillo) e interjectivas o pragmáticas (¡A mí, plin!, ¡Vete tú a saber!, Punto en boca)— y
adverbiales (tal vez, a lo mejor, así así), entre las más representativas.

6.7. Locuciones con deíctico

Un considerable grupo de locuciones contiene en su estructura un signo gramatical


con valor deíctico. Muchas de ellas son fórmulas o locuciones interjectivas; tal circuns-
tancia puede haber favorecido el predominio de formas orientadas al emisor en su
relación con el receptor inmediato, esto es, aquellas que señalan la mayor proximidad
del hablante: aquí, ahí, frente a allí, y este, ese, frente a aquel.
El deíctico pertenece a la categoría adverbial (son sobre todo adverbios de lugar o el
modal así) o a la pronominal (concretamente, la clase de los demostrativos): Ahí va eso,
Ahí está la cosa, Ahí me han dado, Ahí me/le duele, No van por ahí los tiros, ¡Hasta ahí
podíamos llegar!, ¡Y aquí no ha pasado nada!, Así es la vida, Así se habla, ¿Así andamos?,
¡Conque en ésas estamos!, Ni por ésas, Ésa es otra, estar hasta los mismísimos...
Generalmente, la forma del deíctico está fijada y no admite reemplazamiento: Aquí/
*Ahí torció la puerca el rabo, Ahí/*Aquí va eso, ni variación en relación con los interlo-
cutores: Ahí/*Aquí me han dado, Aquí me/*te/*le han dado (véase García-Page 2007a).
Con aquí se marca normalmente la proximidad del hablante (de aquí a Pekín, de aquí te
espero), pero ahí no representa la prototípica distancia media del emisor (Ahí me han
dado). Asimismo, el demostrativo este suele indicar, como en la sintaxis común, la
proximidad del hablante (¡Por éstas que me las pagas!), pero ese no suele acompañarse
del valor correspondiente a la posición intermedia (¡Ésa es la mía!).
El adverbio deíctico es parte constitutiva de muchas locuciones construidas sobre
un esquema, como aquí y allá, de aquí para allá, etc.
El valor deíctico de algunos constituyentes está asociado a una representación ges-
tual: estar hasta aquí, ¡Por aquí se va a Madrid!, No falta ni esto... (véase § 6.6.).

6.8. Principales campos léxicos

La Fraseología exhibe una variedad extraordinaria de vocabulario hasta el punto de


poder imaginarse que cualquier parcela de la realidad o de la experiencia encuentra un
lugar en el léxico locucional. Ahora bien, aun siendo centenares las locuciones que pare-
cen campar a sus anchas como secuencias individuales e independientes sin que sea fácil
su asociación con otras locuciones, es dable establecer grupos de locuciones en virtud de
la relación que pueden entablar entre sí sus componentes léxicos; estas asociaciones
determinarían subconjuntos léxicos, como si de unidades léxicas simples se tratara. Así,
por ejemplo, el campo léxico del deporte reuniría expresiones como meter un gol, hacer
canasta ‘acertar’, dar en la diana y casarse de penalti porque contienen vocablos que desig-
nan realidades del ámbito deportivo (gol, canasta, diana, penalti).
Antes de señalar los campos léxicos más representativos, conviene advertir que,
para la delimitación de los grupos, nos basamos en la presencia en la locución de un

371
componente léxico que pertenece a un campo concreto, y no en el hecho de que la
locución haya surgido en una parcela cultural o social determinada asociada a ese
campo,63 aunque, muchas veces, ambas cosas se dan a la vez, como ocurre con meter
un gol, sintagma nacido en el deporte que, al mismo tiempo, contiene un signo léxico
adscribible a tal ámbito, frente a casarse de penalti, expresión que también contiene un
vocablo del lenguaje deportivo pero que no ha surgido —ni usado— en ese ámbito, y
frente a chupar rueda o tener contra las cuerdas, que, aun habiendo surgido, una, en la
lengua del ciclismo y, otra, en la del boxeo, no contienen ninguna palabra que pueda
identificarla necesariamente con el campo léxico del deporte; ir viento en popa es una
locución de origen marinero que, a la vez, incluye un signo (popa) perteneciente a la
marinería o navegación, en tanto que contra viento y marea es una locución marinera
que no contiene ninguna voz propia o exclusiva del vocabulario marinero, si bien tanto
viento como marea facilitan su asociación a la marinería; Con la Iglesia hemos topado y
De todo hay en la viña del Señor son expresiones de origen religioso que contienen
términos relativos a la esfera de la religión (Iglesia, Señor), en tanto que lavarse las
manos es una locución nacida en el seno de la religión que no contiene ningún elemen-
to que la identifique como expresión religiosa.64 No obstante, unas locuciones y otras,
las que comportan un lexema vinculado a un determinado campo del saber o área de la
vida real y las que nacieron en uno de esos ámbitos sin que en su composición aparezca
ninguna palabra relativa a los mismos, tienen en común el ser índices de la cultura e
idiosincrasia de la comunidad: la selección de los elementos léxicos tiene mucho que
ver con la realidad más próxima o circundante (animales, enseres, plantas...) o con la
historia del pueblo español (civilizaciones invasoras, lenguas, batallas...), sus costum-
bres (juegos, vestimenta, relaciones de cortesía...), sus creencias (religiosas, políticas...),
la estructuración social (clases sociales, moneda, profesiones...), etc.65
A continuación exponemos algunos ámbitos (quizá los más frecuentes o caracterís-
ticos) a que pueden adscribirse las unidades léxicas que pueblan la fraseología; sólo
nos limitamos a señalarlos, dado que el estudio pormenorizado de cada uno de los
campos léxicos, atendiendo a su origen, valor cultural, nivel de uso, etc., sería objeto de
una investigación de más envergadura.

1) Nombres de colores: poner verde, estar verde en (algo), darse un verde (con dos
azules), A buenas horas, mangas verdes, ¡Voto al chápiro verde!, poner de oro y azul (a
alguien), ver la vida de color de rosa, (estar) al rojo vivo, colorín colorado, más vale poner
una vez colorado que ciento amarillo, pasarlas moradas/negras, ponerse morado, pasar
del castaño oscuro, irse de picos pardos, ponerse negro, verse negro, en blanco y negro, no
distinguir lo blanco de lo negro, verlo negro, señalar con piedra negra/blanca, negro sobre
blanco, poner los ojos en blanco/tornar los ojos en albo, conocer (a alguien) por el blanco
de los ojos, Manos blancas no ofenden, quedarse en blanco, parecerse (dos personas) en el
blanco de los ojos, en el blanco de la uña, pasar la noche en blanco...66
2) Nombres de instrumentos musicales: a bombo y platillo, sonar la flauta, entre
pitos y flautas, tomar por el pito del sereno, no tocar pito, más contento que unas casta-
ñuelas, lanzar las campanas al vuelo, oír campanas y no saber dónde, tocar campanas, a
tambor batiente, más sonado que las maracas de Machín, templar gaitas, Ándese la gaita
por el lugar, estar de gaita, ¡Qué – ni qué gaitas!, como tamboril en boda, tocar el violón,
tocar el violín, tronar como arpa vieja, grande como un piano, a/de trompón, de trompe-
tilla, a trompa tañida, a trompa y talega, arrugado como un acordeón, traer los atabales a
cuestas, En buenas manos está el pandero, más vale un gusto que cien panderos, como
guitarra en un entierro...67
3) Nombres del arte culinario y gastronomía (guisos, productos elaborados y ma-
nufacturados...). La nómina de unidades fraseológicas adscribibles a este campo es

372
abundantísima (Mitja 1989) —como las de otros grupos que se citan a continuación,
sobre todo el 4, el 5, el 7 y el 10—; basta con pensar en la veintena aproximada de
locuciones formadas con la voz pan (son las primeras que se citan): valer un pan por
ciento, el pan de cada día, a pan y manteles/cuchillo, ganarse el pan, paz y pan, ser pan
comido, comer el pan de los niños, comer pan con corteza, nacer con un pan debajo del
ombligo/brazo, buscar pan de trastrigo, al pan, pan, y al vino, vino, engañar el pan, ser
pan y miel, hacer un pan como unas hostias/tortas, coger el pan bajo el sobaco, Con
su pan se lo coma, más bueno que el pan, No haber pan partido, no cocérse(le) el pan,
Contigo, pan y cebolla, ¡Que le den morcilla!, mandar a freír morcillas, no atar los perros
con longaniza, ¡Y un jamón!, estar fiambre, juntárse(le) las mantecas, el que asó la man-
teca, ser de mantequilla, poner toda la carne en el asador, estar hasta en la sopa, dar sopas
con honda, Caerse la sopa en la miel, ser el garbanzo negro del cocido, A nadie le amarga
un dulce, la flor y la nata, ¡Échale guindas al pavo!, descubrir el pastel, meterse en harina,
ser harina de otro costal, ir pisando huevos, No estar el horno para bollos/rosco, no jalarse
una rosca, saber/no saber a rosquillas, olerse la torta, estar en su salsa, tener más granos
que una paella, más blanco que la leche, miel sobre hojuelas, hacerse de miel, ser de
mieles, quedarse a media miel, pedir gollerías en el golfo, perder aceite, echar aceite al
fuego, tener sangre de horchata, el chocolate del loro, hacerse (alguien) unas gachas ‘mos-
trar cariño con excesiva melosidad’, flaco como un fideo, dársela con queso...
4) Nombres de la flora y productos agrícolas (frutas, hortalizas, especias...): [árboles,
arbustos, plantas] (quedar algo en) agua de borrajas/cerrajas, meter cizaña, criar malvas,
estar bajo la férula de (otro), flor de cantueso, meterse en un berenjenal (plantación), estar
en la higuera, caerse del guindo, no caerse de un pino, hacer el pino, pedir peras al olmo,
subirse a la parra, Cada mochuelo a su olivo, tomar el olivo, pedazo de alcornoque, dormir-
se en los laureles..., [frutas, hortalizas, especias, cereales] importar un comino/rábano/
pimiento/pepino/higo/bledo, pedir cotufas en el golfo, No, que son figos, de higos a brevas,
de uvas a peras, tener mala uva, entrar por uvas, darle las doce uvas, No caerá esa breva,
poner las peras a cuarto, pedir peras al olmo, como peras en tabaque, ¡Naranjas de la
China!, media naranja, Échale guindas al pavo, tomar el rábano por las hojas, no entender
ni papa/patata, patata caliente, mandar a freír espárragos, dar caña, cambiar el agua a las
aceitunas/olivas, ¡Que si quieres arroz, Catalina!, más fresco que una lechuga, ser el gar-
banzo negro del cocido, ir al grano, andar a/buscar la flor del berro, ser habas contadas, dar
calabazas, Entre col y col, lechuga, no ser trigo limpio, No todo el monte es orégano, no ser
un grano de anís, llegar a los anises, sal y pimienta, poner como hoja de perejil, estar a partir
un piñón, sacar las castañas del fuego, meter la castaña, Contigo, pan y cebolla...
5) Nombres de animales:68 [aves domésticas/no domésticas] desplumar el gallo, po-
nerse gallito, Otro gallo me cantara, en menos que canta un gallo, entre gallos y a media
noche, como gallo en corral ajeno, cantar el gallo, al canto del gallo, como el gallo de
Morón, cacareando y sin plumas, ir a escucha gallo, alzar el gallo, bajar el gallo, engreído
como gallo de cortijo, poner la carne de gallina, acostarse con las gallinas, cantar la galli-
na, cuando las gallinas meen, más puta que las gallinas, echar guindas al pavo, no ser
moco de pavo, subírse(le) el pavo, ¡Al agua, patos!, hacer el ganso, ir a la caza de gangas,
marear la perdiz, Cada mochuelo a su olivo, cargarle el mochuelo, estar en un pie, como
grulla (o las grullas)..., [pájaros] comer menos que un gorrión/jilguero, cambiar de agua
al canario, Una golondrina no hace verano, Voló el golondrino/la golondrina, Periquito
entre ellas ‘hombre que gusta estar siempre entre mujeres’, cabeza de chorlito, mirlo
blanco...; [mamíferos domésticos] apearse del burro, caerse de su asno, burro de carga,
estar(le) como a la burra las arracadas, descargar la burra, ir a gusto en el machito, no ver
ni tres en un burro, vender la burra, hacer la mula, terco como una mula, irse de la mula,
en la mula de San Francisco, cerrado como pie de muleto, tener más cojones que el
caballo de Espartero, a caballo entre, estar a los pies de los caballos, hacer novillos, Habló

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el buey y dijo mu, más pesado que una vaca en brazos, N + de vacas gordas, vaca sagrada,
coger el toro, ser toro corrido, a pasatoro, ver los toros desde la barrera, agarrar el toro por
los cuernos, a toro pasado, estar como una chota/cabra, La cabra siempre tira al monte,
chivo expiatorio, ser la madre del cordero, manso como una oveja/cordero, meter(le) las
cabras en el corral, tener cara de carnero degollado, No hay tales carneros/borregos, lobo
vestido de piel de oveja, echar margaritas a los puercos, A cada puerco le llega su san
Martín, Aquí torció la puerca el rabo, joder la marrana, llevarse el gato al agua, poner el
cascabel al gato, buscar los cinco pies al gato, (Cierra,) que se escapa el gato, Hasta los
gatos tienen romadizo, llevarse como el perro y el gato, dar gato por liebre, salir por la
puerta de perros, hinchar el perro, estar como los perros en misa, echar (algo) a los perros,
echar(le) los perros, perrito faldero, no atar los perros con longaniza, un + N + de perros, dar
perro muerto, De casta le viene al galgo, ¡Échale un galgo!, No le alcanzarán los galgos...,
[mamíferos salvajes: felinos, simios...] tener más vista que un lince, ver las orejas al lobo,
la boca del lobo, vender la piel del oso antes de cazarlo, no tener monos en la cara, corrido
como una mona,69 quedarse hecho un mico, astuto como una zorra, ágil como una
ardilla, No es tan fiero el león como lo pintan, sacar por la uña al león, llevarse la parte del
león, fuerte como un león/toro, veloz como un gamo/guepardo, oler a tigre, largo como
una jirafa..; [mamíferos roedores] risa de conejo, conejillo de Indias, no haber ni una
rata, coger una liebre, levantar la liebre, comer liebre ‘ser cobarde’, seguir la liebre ‘seguir
averiguando’; [reptiles] a paso de tortuga, tener más conchas que un galápago, lengua de
víbora/sierpe, lágrimas de cocodrilo, ¡Lagarto lagarto!, ser un rabo de lagartija...; [anfi-
bios] salir(le) rana, cuando las ranas críen pelo, echar sapos y culebras...; [invertebrados
insectos, arácnidos, etc.] boca/lengua de escorpión, ¡Qué mosca te ha picado!, por si las
moscas, más pesado que las moscas, no oírse/moverse ni una mosca, mosquita muerta,
morir sin sol, sin luz y sin moscas, papar/cazar moscas ‘estar extasiado con la boca
abierta’, En boca cerrada no entran moscas,70 ser incapaz de matar una mosca/un mos-
quito, atar esa mosca/esas moscas por el rabo, ser una mosca blanca, tener menos luces
que un mosquito, ¡A otra cosa, mariposa!, jugar al abejón, como una olla de grillos, más
tonto que un saltón, morir/caer como chinches, tener malas pulgas, trabajar como una
hormiguita (o ser un hormiguita), andar en zancas de araña, picado por la tarántula,
matar el gusanillo...; [peces] como sardinas en lata, arrimar el ascua a su sardina, cortar
el bacalao, ser la pescadilla que se muerde la cola, hacer el barbo ‘dícese de la persona que
gesticula fingiendo cantar’, Por atún y a ver al duque...; [moluscos, crustáceos, maris-
cos...] pegarse como las lapas, aburrirse como una ostra, rojo como un cangrejo/cama-
rón/centollo, más despistado que un pulpo en un garaje, poner como a un pulpo ‘golpear-
lo mucho’...
6) Nombres de minerales, piedras preciosas, etc.: prometer el oro y el moro, guar-
dar como oro en paño, ser (como) un pino de oro ‘gallardo y guapo’, hacerse de oro,
de oro ‘excelente, precioso’, No es oro todo lo que reluce, poner de oro y azul, como
un oro o como mil oros, ni por todo el oro del mundo, valer lo que pesa en oro, piquito
de oro, frío como el mármol, ser un diamante en bruto, echar margaritas/perlas a los
cerdos, de perlas, ¡Ojo al Cristo, que es de plata!, como una plata, hablar en plata,
batir el cobre, batirse el cobre, ligar bronce, andarse con pies de plomo...
7) Nombres de objetos del hogar:71 tirar la casa por la ventana, tener la sartén por el
mango, meter cuchara, media cuchara, de cuchara, llevar/meter a cuchillo, servir el cu-
chillo, ser cuchillo de (alguien), Tú eres el cuchillo y yo la carne, a pan y cuchillo/mante-
les, matar con cuchillo de palo, pasar a cuchillo, meter la cuchilla, pagar los platos rotos,
ser segundo plato, no haber roto un plato en su vida, balde/jarro de agua fría, ahogarse en
un vaso de agua, estar como una olla llena de grillos, hacer pucheros, oler a puchero de
enfermo, echar la soga tras el caldero, a cántaros/jarros, a boca de jarro, en jarras, hacer la
jarrita, pegárse(le) las sábanas, tirar la toalla, liarse la manta a la cabeza, tirar de la manta,

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vérse(le) el plumero, tomar el pendil y la media manta, hacer la cama, salir del armario,
tener en el bote, saber lo que vale un peine, mearse fuera del tiesto, estar como una regade-
ra, coger agua en cesto, seguro como agua en un cesto/harnero, tomar el pendil, poner
como a un trapo/estropajo, dar jabón, coger la hebra, pegar la hebra, hacer la hebra/
madeja, ser de buena hebra, estar con el alma en un hilo, estar a dos velas...
8) Nombres de prendas de vestir o partes de ellas: saber dónde (le) aprieta el zapato,
meter en un zapato, no llegar(le) a la suela del zapato, ser más necio que un zapato, ponerse
las botas, jugarse hasta la camisa, no llegar(le) la camisa al cuerpo, no oír(le) ni el cuello de
su camisa, meterse en camisa de once varas, cambiar de camisa/chaqueta, apretarse el
cinturón, mandar a hacer puñetas, corte de mangas, sacar de la manga, estar mangas por
hombro, recoger el guante, suave como un guante, (ser) de guante blanco, echar el guante,
llevar puestos los pantalones, bajarse los pantalones, botón de muestra, quitarse el sombre-
ro, pillar en bragas, andar de zocos en colodros, ni por el forro, El hábito no hace al monje,
colgar los hábitos, nadar y guardar la ropa, hacer de su capa un sayo, en calzas prietas,
tomar las calzas de Villadiego, a calzón quitado, dar la vuelta al calcetín (o dar la vuelta
como un calcetín), poner como chupa de dómine, de alto coturno, calzar el coturno, ir de
pingo, andar de picos pardos, ponerse los calzones, echarse al coleto,72 de capa caída, hacer(le)
la capa, echar(le) la capa, de capa y gorra, tomar el pendil, zaquil y mandil, No estar la
Magdalena para tafetanes, de capirote, de alto copete, tirarse los bonetes...
9) Nombres relativos a la climatología, la astrología, fenómenos naturales, etc.:
Llover sobre mojado, Nunca llueve a gusto de todos, como agua de mayo, bailar(le) el
agua, cambiar el agua al canario, arrasárse(le) los ojos en agua, hacérse(le) la boca agua,73
echar agua en el mar, aguantar el chaparrón, romper el hielo, hacer fuego, ¡Rompan
fuego!, la punta del iceberg, estar en el ojo del huracán, a la luz del día, sacar a la luz, a
todas luces, capear el temporal, caer chuzos de punta, mandar a tomar viento, tomar el
aire/fresco, mudar de aires, al aire libre, estar a la luna de Valencia, poner en los cuernos
de la luna, pedir la luna, tener luna, ver las estrellas, levantar a las estrellas, estar en las
nubes, poner por las nubes, Quebrar el alba, salga el sol por Antequera, Aún hay sol en
las bardas, arrimarse al sol que más calienta, Dejarse caer el sol/calor, sembrar en arena...
10) Nombres de profesiones: tomar por el pito del sereno, más vago que la chaqueta
de un guarda, fumar más que un carretero, el cuento de la lechera, como el sastre de
Campillo, valer menos que peón de caminero, ganar menos/pasar más hambre que un
maestro de escuela, haber(le) hecho la boca un fraile, la docenica del fraile, El hábito no
hace al monje, pedir más que las monjas/los curas, en menos que se persigna un cura
loco, gritar como una verdulera, beber como un cosaco, vivir a cuerpo de rey, hacer el
payaso, dar un cuarto al pregonero, decir las cuatro verdades del barquero, a ojo de buen
cubero, estar a diente, como haca de atabalero/bulero/cominero,74 no tener uñas para
guitarrero (Arg., Par., Ur.), espaldas de molinero/panadero (posible compuesto), el perro
del hortelano, saltarse a la torera, Los toros de cinco y los toreros de veinticinco, tener
ideas de bombero, más tieso que un gastador, como pedrada en ojo de boticario, (estar)
hecho un azacán, hablar más que un sacamuelas, hacer oídos de mercader...
11) Topónimos (nacionales o extranjeros): (estar) entre Pinto y Valdemoro, estar en
Babia/las Batuecas/Belén, quedarse a la luna de Valencia, irse por los cerros de Úbeda, poner
una pica en Flandes, ¡Por aquí se va a Madrid!, ¡Adiós, Madrid, que te quedas sin gente!,
¡Naranjas de la China!, de la Ceca a la Meca,75 valer un Perú/Potosí, mover/revolver Roma
con Santiago, A Roma, por todo, Todos los caminos conducen a Roma, descubrir el Medi-
terráneo, conejillo de Indias, (y) salga el sol por Antequera, Allí ardió Troya, de aquí a Pekín...
12) Antropónimos (personajes mitológicos, bíblicos, históricos, y populares o prover-
biales): Escila y Caribdis, pasar las de Caín, el huevo de Colón, en tiempos de Maricastaña, del
año de la Nana/Nanita, Perico el de los palotes, como Pedro por su casa, ¡Polca, Pérez!, tomar
por el coño de la Bernarda, ¡Arroz, Catalina!, llegarle su san Martín, (ir) en el caballo de san

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Fernando, armar la de San Quintín, venir el tío Paco con la rebaja, verdad de Perogrullo, la
casa de tócame Roque, ser un Juan Lanas, el baile de san Vito, las cuentas del Gran Capitán,
Lindo don Diego, las calderas de Pedro Botero, estar en la espina de santa Lucía, la familia del
tío Maroma, ¡Que trabaje Rita!, en la mula de san Francisco, ¡Ostras, Pedrín!, la caja de
Pandora, ¡Voto a Cribas/Bríos!... Muchos nombres propios «proverbiales» afloran en es-
tructuras comparativas; evidentemente, su ingreso en el acervo colectivo es, cronológica-
mente, desigual: más guapo que Adonis, llorar como una Magdalena, tener más cojones que
el caballo de Espartero, más viejo que Matusalén, más listo que Cardona, más feo que Picio/
Carracuca, más tonto que Abundio/Pichote, más ladrón que Caco, saber más que Calepino/
Lepe, más rico que Craso, más sonado que las maracas de Machín, viajar más que el baúl de
la Piquer, ponerse como el Quico, ver menos que Pepe Leches, tener más cuento que Calleja,
tener más paciencia que el santo Job... También algunos antropónimos aparecen configu-
rando muletillas y dísticos rimados, si bien generalmente carentes de rango proverbial y
sólo acuñados para satisfacer caprichosamente el sonsonete, de ahí que a veces alternen
varios nombres con tal de que cumplan oportunamente su misión rimante; digamos que
son llamados a cubrir un hueco léxico constreñido únicamente a parámetros rítmicos:
¡Qué risa, tía Felisa!, ¡Vas listo, Calixto!, ¡Chupa/Toma del frasco, Carrasco!, ¡Toma, Jeroma,
pastillas de goma!, ¡Que te conozco, Orozco!, ¡A mí, Prim!,76 ¡Tira millas, Cavanillas! (ejem-
plo de Sierra Soriano 2005: 333)...
13) Gentilicios, nombres de pueblos y razas, etc.: ser un cuento chino, barrio chino
(¿compuesto?), ser trabajo de chinos, engañar como a chinos, Haber moros en la costa,
como moros sin señor ‘ref. a una reunión donde hay confusión y desorden’, A más moros,
más ganancia, cabeza de turco,77 noche toledana, en fila india, hacer el indio, contar una
[película] de indios, más chupado que la pipa de un indio, que no se lo salta un gitano,
trabajar como un negro, despedirse a la italiana/francesa/americana, hablar en cristiano/
chino, ser obra de romanos, más liado que pata de romano, tres pies a la francesa...
14) Nombres relacionados con el deporte: meter/encajar un gol, pasar/devolver la
pelota, estar/seguir la pelota en el tejado, echar balones fuera, estar en fuera de juego,
hacer diana, subir el listón, casarse de penalti, dar en el blanco, salir el tiro por la culata,
echar/meter el montante, a trote, a galope...78
15) Nombres relativos a la tauromaquia: poner el mundo por montera, echar un capo-
te, saltar al ruedo/a la arena, ser un toro difícil de lidiar, tener muleta, dar la puntilla...79
16) Nombres del lenguaje marinero: dejar un cabo suelto, abandonar el barco, echar
un cable, a toda vela/trapo,80 tirar por la borda, ir viento en popa, poner la proa (a algo)
‘fijar la mira en ello, intentando conseguirlo’, poner la proa (a alguien) ‘formar el propó-
sito de hacerle algún daño’, de popa a proa, apear el ancla ‘dejar el ancla a la pendura’,
enmendar/picar una ancla ‘colocarla en dirección más ventajosa’, echar anclas ‘dar fon-
do’, llevar el timón, perder la brújula, quemar las naves, hacer pajaril, a la pendura, irse al
garete, de tope a quilla...
17) Nombres de la automoción y transporte: ir en el coche de san Fernando, ir sobre
ruedas, viajar en furgón de cola, bajarse de la moto, estar como una moto, vender la moto,
perder el tren, a todo tren, echar el freno, pisar el acelerador, al ralentí, calentar motores,
punto muerto, estar en el chasis, más flaco que el radio de una bicicleta...81
18) Nombres relacionados con la religión:82 írsele el santo al cielo, para más inri,
estar en el limbo, (ser) un viva la Virgen, ¡Ojo al Cristo, que es de plata!, ¡Por los clavos de
Cristo!, como Dios manda, ¡Alabado sea Dios!, ¡No murió Dios de viejo!, ir la procesión
por dentro, decir misa, ser más papista que el papa, revolver cielo y tierra, poner el grito en
el cielo, ¡Cielo santo!, de Pascua a Ramos, hacer la pascua, ¡Felices pascuas!, ¡Y santas
pascuas!, encomendarse a Dios y al diablo, de mil demonios, poner una vela a Dios y otra
al diablo, ser de la piel de Satanás, en un decir amén, Jesús, en un credo, en lo que se reza
un padrenuestro, en un avemaría...

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19) Nombres de unidades lingüísticas (letras):83 poner los puntos sobre las íes, no
saber hacer la o con un canuto, por hache o por be, de la a la zeta, ce por be, poner los
puntos y las comas, no faltar ni una coma, llámalo hache, no faltar ni una jota, hacer
eses, no decir haches ni erres, poner peros...
20) Nombres del sistema monetario: no tener ni cinco céntimos, estar sin un duro,
faltar el canto de un duro, Nadie da duros a cuatro pesetas, hacer(le) la peseta, mirar la
pela, estar sin blanca/sin una rubia, no tener un cuarto, tener cuartos (o muchos cuartos
o cuatro cuartos), no valer dos perras gordas/chicas, no valer un maravedí, costar cuatro
perras, importar un ardite/ochavo, pagar a toca teja, echar su cuarto a espadas, dar un
cuarto al pregonero, escupir doblones...84
21) Nombres de armas: espada de doble filo, echar su cuarto a espadas, quedarse a
espadas, medir la espada con (alguien), ser buena espada, estar entre la espada y la pared,
como la espada de Bernardo, que ni pincha ni corta, meter la espada hasta la guarnición,
espada en cinta, meter/meter a espada/cuchillo, romper una lanza por (alguien), echar
lanzas en la mar, hincar/meter la lanza hasta el regatón, No haber/quedar espada inhiesta,
quebrar lanzas (dos personas), no romper lanzas con nadie, estar con la lanza en ristre,
llegar a las dagas [un negocio], Aquí te quiero ver, escopeta, matar moscas con escopeta,
carne de cañón...

Notas

1. El reconocimiento de las palabras idiomáticas se advierte en comentarios como el siguiente de


Dobrovol’skij (1988: 87): «weil es für die phraseologischen Bestände aller erforschter Sprachen cha-
rakteristisch ist, Sprachrelikte zu tradieren».
2. Ésta es, pensamos, la principal característica, que hemos apuntado en García-Page (1990a, 1991a),
y que también destacan otros autores, como Zuluaga Ospina (1980: 102), el citado Dobrovol’skij (1988),
Feyaerts (1994: 149-150), Mellado Blanco (1998a) o Mena Martínez (2004: 506-507).
Incluso autores no preocupados especialmente por el estudio de esta peculiaridad idiomática dan
cuenta de la misma, aunque no les asignan ninguna etiqueta: por ejemplo, Guiraud (1961: 39-42, 42-46)
indica algunas palabras desaparecidas y marginadas, entre las que se hallan ciertos participios de pasa-
do y de presente; Gaatone (1976: 17, 1984: 72, 75) señala que instar sólo aparece en la locución à l’instar
de; y lo mismo hace Bosque Muñoz (1982: 107) con los sustantivos creces, coleto y bruces; Èernyševa
(1975: 218) relaciona ciertas voces que nosotros consideraríamos palabras idiomáticas con el carácter
inmotivado de algunas locuciones; y algo similar hace Burger (1973: 27-28) con respecto a la etimolo-
gía popular; Pellen (2001: 162) habla de «palabras sin existencia individual»: bourrichon (se monter le
bourrichon), califourchon (à califourchon), dalle (piger que dalle), drille (joyeux drille), escampette (pren-
dre la poudre d’escampette), férir (sans coup férir), tripette (ne pas valoir tripette), escient (à bon/mauvais
escient); Schapira (1999: 10), de constituyentes que «no existen de modo independiente en francés
moderno»; Jackendoff (1995: 151), de idioms con «constituyentes no-palabras» (sleeping in the buff,
running amok); Salvador Liern (2000: 27), de «palabras sin significado definido». Para Cacciari (1983:
3), serían, sin más, «palabras vacías semánticamente», igual que el resto de los signos léxicos que
componen los idioms. Tristá Pérez (1988: 32-36) no emplea en ningún momento los términos de pala-
bra idiomática o elemento único, pero trata las palabras idiomáticas, simplemente, como «anomalías
léxicas», que actúan como indicadores fraseológicos, igual que otros vocablos o anomalías léxicas que
no son palabras idiomáticas. Distingue entre onomatopeyas (a la marcheré, hacer el paripé), palabras
que no pertenecen a la lengua general (al cantío del gallo, talón de Aquiles, colgar el sambenito, poner en
solfa..., modus operandi, el non plus ultra) y arcaísmos e historicismos.
Desde los primeros estudios de la fraseología, ya se advirtió la presencia de este tipo de componen-
tes léxicos. Greimas (1960: 54) hablaba de idiotismes fossiles (si bien el término hacía alusión a otras
estructuras arcaicas) y Frei (1962: 132), de locutions à monèmes oblitèrés, y recogía ejemplos como go
(tout de go), fur (au fur et á mesure), lurette (il y a belle lurette) y van (aller à van-l-eau). Makkai (1969: 51;
1970b: § 1.3.4. y passim) y Weinreich (1966: 44) marginan las locuciones con palabra idiomática (luke
warm, runcible spoon, spic and span, kith and kin, hem and haw, cockles of the heart) al grupo de los
pseudo-idioms en la medida en que no pueden presentar ambigüedad. Makkai también habla de cran-
berry idioms/morphs (véanse también Geeraerts 1989: 95 y Moon 1992: 14, 1998a: 84-85).

377
Mel’èuk (1995: 209-213 y n. 22) utiliza el término único en un sentido distinto, cuando la coocurren-
cia de un lexema en un semifrasema es ineludible, esto es, no admite alternancia; así, considera elemen-
tos únicos voces como headway (make headway), y también aquilina y rancio, que, en nuestra opinión,
no son palabras idiomáticas, a pesar de tener un comportamiento similar a ellas, pues, entre otras
razones, no forman locuciones; sin embargo, les niega el rango de elementos únicos a los vocablos kith
(kith and kin) y spic y span (spic and span), que sí lo son, de forma indiscutible, para otros autores.
3. En García-Page (1991a: 235) comentábamos la relación recíproca que se establece en estos casos:
el empleo de una palabra idiomática está restringido a ser un componente léxico de una locución y su
presencia implica que la construcción es una locución, esto es, determina la naturaleza fraseológica de
la construcción (García-Page 1990a: 279).
Como se ha indicado antes, Tristá Pérez (1983a, 1988) habla de indicadores fraseológicos. El indica-
dor fraseológico puede ser también una «anomalía» gramatical o semántica, o, incluso, el contexto.
4. Tristá Pérez (1983a) cita, del español cubano, llevar a la marcheré (71), dar caritate (71), zumbarle
el merequetén (74), no decir ni ji ni ja (76).
Sería interesante identificar las palabras idiomáticas de las lenguas españolas no peninsulares, las
cuales, junto con otros componentes léxicos, funcionan como indicadores idiosincrásicos de cada co-
munidad hablante. Piénsese, por ejemplo, en la relevancia de voces como gofio para la fraseología del
español canario o de maíz, indio o chancho, presentes en numerosos fraseologismos americanos y casi
completamente ajenas al español de España. Véase, a modo de ejemplo, Tristá Pérez (2000), así como
las observaciones de Forment Fernández (2000: 66-67).
5. Creemos que acierta Pellen (2001: 162) cuando, refiriéndose a la presencia en la fraseología de
estructuras arcaicas, palabras idiomáticas, etc., afirma lo siguiente: «La phraséologie locutionnelle est
un véritable conservatoire diachronique».
6. En diversos trabajos, Dobrovol’skij se interesa por la identidad cultural de un pueblo a través de su
fraseología. Junto con otros componentes léxicos (arcaísmos, nombres propios de personajes nacionales,
etc.) y formales (estructuras rimadas, etc.), las palabras idiomáticas (componentes únicos, en su termino-
logía) constituyen factores de la percepción intuitiva del fraseologismo como una peculiaridad nacional.
Véanse, entre otros, Dobrovol’skij (1995: 36, 1998, 1999b, 2000a), Baranov y Dobrovol’skij (1996: 59),
Dobrovol’skij y Piirainen (1997), Piirainen (1998, 2000, 2004a, 2004b, 2005, 2006, 2008a, 2008b)...
Otros autores también han aludido al aspecto cultural-nacional de los fraseologismos: Telija (1998),
Luque Durán y Manjón Pozas (1998b: 141-142), Luque Durán y Sikanova (1998), Mejri (1998d), For-
ment Fernández (1999: passim), Kurchátkina (2000), Corpas Pastor y Mena Martínez (2004: 18-23),
Moreno Fernández (2004: 556-559, 562-563), Conca i Martínez (2005: 79)...
Kurchátkina (1995) opone el refrán al modismo en virtud de este rasgo de especificidad nacional y
cultural: el refrán y el dicho son medios de expresión de lo nacional y el modismo, un signo interno. Si
bien esta distinción no queda suficientemente clara, lo que resulta menos defendible es la afirmación
de que «El modismo no es un signo de la cultura» (cursiva nuestra), aunque sea «capaz de transmitir la
visión del mundo de uno u otro pueblo».
7. Piénsese, por ejemplo, en voces como volandas (en volandas), volateo (al volateo < volar), santia-
mén (en un santiamén < [Spiritus] Sancti amen), moche (a troche y moche < trochar, mochar), paular (ni
paula ni maula), barrisco (a barrisco ‘en conjunto y sin distinción’ < barriscar: ‘Dar a bulto, sin peso ni
medida’), tenguerengue (en tenguerengue < tengue ‘tenerse en pie’, rengo o renco ‘cojo’ = tenerse-no tener-
se en pie: ‘inestabilidad’), reculones (a reculones < recular), etc.
Este hecho contraría parcialmente la presunción de autores como Ruiz Gurillo (1997d, 1998b, 2001c)
según la cual las locuciones con palabras idiomáticas (y también con anomalía gramatical) se sitúan en
el centro de la Fraseología, por ser opacos o de un grado elevado de idiomaticidad. En nuestra línea está
la apreciación de Geeraerts (1989: 95), quien parece suscribir la hipótesis de Wood (1981) según la cual
no todos los fraseologismos cranberry son opacos. De igual parecer es Mellado Blanco (1998a: 498; cfr.,
no obstante, Mellado Blanco 2004b: 21).
Según algunos estudiosos, como Dobrovol’skij (1989: 65), también los fraseologismos con elementos
únicos suelen ser los más estables o menos permeables a la variación, aunque nosotros creemos que algunos
sí toleran ciertas modificaciones. También Mellado Blanco (1998a: 498) cree que «no son tan estables».
Por otro lado, el rastreo en la historia lingüística del proceso de formación de las palabras puede
conducir a resultados insospechados o sorprendentes (véase, p.ej., García-Page 2005c), de ahí que haya
que actuar con cautela a la hora de identificar y clasificar las palabras idiomáticas: si bien unas dejarían
de serlo, otras pasarían con justicia a engrosar la nómina. A modo de ejemplo, salvo que se tenga a
mano algún diccionario histórico o etimológico, incluido el DRAE (2001), o algún manual de fraseolo-
gía de carácter histórico (como Iribarren Rodríguez 1955), las locuciones pagar el pato y Pata es la
traviesa pasan desapercibidas para cualquiera, y, sin embargo, contienen voces que, de seguir la clasifi-
cación más general de palabras idiomáticas o diacríticas, deberían interpretarse como tales al tener en

378
cuenta que pato es deformación de pacto y pata, un préstamo adaptado (it. patta ‘empate’). Es cierto que
los resultados son homónimos de otros vocablos (pato ‘ave’, pata ‘pie de un mueble’, ‘extremidad de un
animal’), con los que presumiblemente, en el primer acercamiento, se habían asociado (p.ej., Pellat-
Masso Ruhi 1989: 227). Esa misma colisión homonímica es responsable de que tales voces no se sien-
tan extrañas, ni diacríticas. Este brevísimo análisis advierte de que la identificación de las palabras
idiomáticas requiere un escudriñamiento más meticuloso.
8. Estadísticamente (véase, p.ej., nuestro corpus de ejemplos que aducimos en este epígrafe), la
categoría que cuantitativamente mejor representa la palabra idiomática es el sustantivo, sobre todo
como componente léxico de una locución adverbial o prepositiva (a idéntica conclusión llega Mellado
Blanco 1998a: 497). Precisamente, en virtud de la naturaleza nominal de la categoría mayoritaria,
puede proponerse como un rasgo característico de la palabra idiomática su carácter fijo, morfológica-
mente «inflexible» o no flexivo. Este hecho facilitaría el análisis como palabra idiomática de aquellas
unidades léxicas con carácter único que, bajo una determinada estructura morfológica, pueden resul-
tar homónimas de otras preexistentes en la lengua.
Por su parte, Wyk (1968: 554 y n. 16), basándose en el estudio de Reichling (1965), cree que las
palabras idiomáticas se parecen más a las partículas y clíticos y menos a las palabras léxicas: frente a
aquéllos, tienen autonomía fonológica y un alto grado de autonomía sintagmática, pero no gozan de la
autonomía completa de las palabras léxicas.
9. El término idiomatic word, aplicado por Wyk (1968) a voces como lurch en to be left in the lurch,
parece haber sido utilizado primero por Reichling (19653: 35-36) para dar cuenta de palabras únicas
como hot y haar en van hot noch haar weten.
En la bibliografía española, Martínez López (1996: passim y 1999: 69) y Montoro del Arco (2005a:
127, 2005b: 111, 2006a: 41) siguen nuestra propuesta.
10. Véanse, entre otros, Dobrovol’skij (1988: 87, 1989, 2000a: 69 y passim), Fleischer (1982: 42-52,
1989), Nauman (1987), Èermak (1988: 430, 1998a: 2 y ss., 2001, 2007: 21), Feyaerts (1994), Dobrovol’skij
y Piirainen (1994), Hundt (1994a: 205, 1994c), Mellado Blanco (1998a), Baránov y Dobrovol’skij (1998:
29, 37), Larreta Zulategui (1998b: 222-224), Sabban (1998), Schlömer (2002: 7), López Roig (2002: 31),
Häcki Buhofer y Von Davide Giurato (2002), Burger (2007: 97)...
También se utiliza en los estudios de la Fraseología de otras lenguas, como la inglesa: Weinreich
(1966: 44), Healey (1968: 78), Wood (1981: 62-65), Moon (1998b: 78-80)..., o la española: Zuluaga Ospi-
na (1980), Tristá Pérez (1983a)...
Thun (1978: 31) habla de morfemas únicos; Makkai (1970b: 169) y otros autores, de cranberry
morphs/idioms (si bien, no identificables).
11. Entre otros, Zuluaga Ospina (1980: passim), Ruiz Gurillo (1997d: 82, 100, y 1998b: 19-21), Eche-
nique Elizondo (1998), Déniz Hernández (2000), Mogorrón Huerta (2002: 69), Santamaría Pérez (2003:
49), Mena Martínez (2004: 506-507), García Benito (2004: 242)... Sancho Cremades (1999: 27, n. 16, y
38), además del de palabra diacrítica, utiliza el término palabra aislada, tomado de Veny (1991).
Similar al término diacrítico es el de función distintiva que aplica Taraba (1990) a algunas mots-
outils de las locuciones francesas.
12. Por ejemplo, Glucksberg (2001: 70-72). Las aplicaciones de esta teoría (Cacciari, etc.) han opera-
do fundamentalmente con locuciones verbales ambiguas, que admiten lectura literal y lectura idiomática.
Este criterio está estrechamente asociado a la noción de Gestalt, en el sentido de que las locuciones
con palabras idiomáticas se comportan como formas de Gestalt.
13. Con respecto a la acuñación nuestra, se ha objetado (p.ej., Ruiz Gurillo 1997d: 76, n. 38 y 1998b:
13, n. 3; Larreta Zulategui 1998b: 42, n. 35; Mellado Blanco 1998a: 493, n. 2) su poca idoneidad porque
el término idiomático (palabra idiomática) puede resultar ambiguo o crear confusión al entenderse
como ‘relativo al idioma’. No creemos que su uso, limitado como está al contexto de la Fraseología y
haciendo referencia a ciertas palabras, provoque ambigüedad. Puestos en ese extremo, todo, todo abso-
lutamente, debería de llevar el marbete de «idiomático» porque idioma es todo.
14. Con este término, hápax, González Rey (2005a) intenta caracterizar los distintos tipos de pala-
bras idiomáticas. En nuestra opinión, no nos parece una acuñación afortunada, si bien algunas voces sí
exhiben una impronta de hápax o producto único e irrepetible, porque es presumible que, ni rastreando
la historia, aparezcan en otra construcción distinta de la locución que las alberga. Tal etiqueta tendría
más sentido si se adoptara una perspectiva exclusivamente sincrónica actual. Es evidente que otras
palabras idiomáticas habitan en más de una locución e, incluso, en fragmentos de sintaxis libre perte-
necientes a actos de habla de otros periodos de la lengua, y que otras, por la fuente de formación (p.ej.,
los arcaísmos o los préstamos), no pueden, de ninguna manera, interpretarse como hápax.
Por su reciente publicación, el citado estudio de González Rey resulta interesante para obtener
una visión panorámica, si bien algo sesgada, sobre las investigaciones cursadas sobre las palabras
idiomáticas.

379
15. A este aspecto parece haber hecho alusión Mellado Blanco (1998a: 495) cuando dice que «un
componente puede considerarse como único cuando tiene un significado externo que corresponde a
una jerga científica muy específica y resulta generalmente desconocido para un hablante medio». Aho-
ra bien, tampoco la opinión del hablante medio es un criterio fiable.
Asimismo, Echenique Elizondo (2003: 553-554) se refiere a este hecho al relacionar palabra idiomá-
tica y disponibilidad, y lo ilustra recogiendo el mismo ejemplo de Ruiz Gurillo: «La conversión en
diacrítica de una voz de la lengua está estrechamente relacionada con su disponibilidad, entre otros
factores, y a veces nos es dado observar este hecho ante nuestros mismos ojos: en el caso de la unidad
fraseológica agua de borrajas, borrajas es sentida como diacrítica por algunos hablantes (Ruiz 1998),
cuando es una voz del léxico ordinario; en el momento en que su disponibilidad deja de ser un hecho en
los hablantes [...], la voz se convierte en diacrítica». En nuestra opinión, borraja no se convierte en
palabra diacrítica porque sea minoritario su uso como signo libre: al hombre de la gran urbe y alejado
de la naturaleza posiblemente le resulte muy difícil identificar la borraja, pero al botánico y al agricul-
tor les resultará, en cambio, muy familiar. Su rareza es un hecho sociolectal o pragmático, no léxico, ni
semántico ni gramatical. No podría decirse lo mismo de otras voces como paripé, vilo o moche, cuyo
uso es imposible fuera del marco de una locución. A todo esto, podría uno preguntarse: «¿qué tiene
borraja de “diacrítico”: qué signos distingue, cuántas borraja hay?».
16. El modismo andar a la caza de gangas está recogido en Iribarren Rodríguez (1955: 99).
Adviértase, no obstante, que algunos nombres que designan animales son homónimos de palabras
idiomáticas que han surgido por deformación fonética o derivación festiva, como ocurre supuestamen-
te con musarañas (estar pensando en las musarañas), posible derivado de musa (Iribarren Rodríguez
1955: 118; cfr. DRAE 2001: s.v. «musaraña») o el citado pato (pagar el pato), deformación de pacto
(García-Page 2006b, 2008c). La mosca de estar con la mosca detrás de la oreja bien podría ser la ‘mecha’
que se colocaba el arcabucero o soldado en la oreja tras cada disparo (Barrios Gutiérrez 1991, Doval
Huecas 1995, Buitrago Jiménez 1995...), si no el mismo mosquete o mosquetón (mosca sería un deriva-
do retrógrado o acortado de mosquete).
Son abundantes las acuñaciones léxicas neológicas, generalmente de ámbito literario (Quevedo,
Arniches, Muñoz Seca, etc.), creadas mediante una sufijación festiva. Nosotros hemos recogido algu-
nos ejemplos y citas sobre el fenómeno de otros estudiosos, como Guiraud (1967: 95-101), Rodríguez
Herrera (1967), Seco Reymundo (1970: 179-180), Náñez Fernández (1973: 61), Lope Blanch (1980:
232), Praga (1987: 250-251), etc.
En algunos casos, no se trata de una deformación léxica, ni siquiera de una homonimia con todas las
de la ley, sino que el nombre del animal contiende con una acepción anticuada o en extremo infrecuente
del sustantivo; es el caso de ganso ‘ayo’ (hablar por boca de ganso), mosca ‘dinero’ (aflojar/soltar la mos-
ca) y gato ‘dinero’ (haber gato encerrado).
17. Nos parece poco atinada, por el alcance excesivamente amplio que se le otorga a la noción de
palabra diacrítica (= idiomática), la descripción de pronóstico como palabra diacrítica por el hecho de
que aparezca con frecuencia en el sintagma cuasifijo del lenguaje médico de pronóstico reservado (Ruiz
Gurillo 1998b: 19). También parece difícil interpretar como palabras idiomáticas las nominalizaciones
tomadura (tomar el pelo) y metedura (meter la pata), como supone Montoro del Arco (2005b: 134-135);
ni atinamos a ver cuál es la palabra idiomática que se esconde tras tomar las de Villadiego (Montoro del
Arco 2005b: 107-108).
18. Podría tratarse incluso de una derivación festiva de oculto (> ocultis), igual que ha sucedido con
bajini (bajinis, bajines) o extranjis.
19. No negamos, en principio, que granel y bies sean palabras idiomáticas. Si hacemos esta reseña es
porque creemos que pueden ser descritas como palabras idiomáticas si atendemos a su empleo casi
exclusivo como constituyentes internos de las locuciones a granel y al bies; en cambio, sí resulta más
difícil sostener la hipótesis de que son palabras idiomáticas si sólo se esgrime como argumento su
origen de préstamo. El uso, casi excepcional, de bies como sustantivo «libre» está limitado al oficio de
sastre; concretamente, se aplica a tejidos.
Dicho sea de paso, en este fenómeno relativo a la palabra idiomática procedente de otra lengua, no
se trata sólo de palabras importadas que han buscado albergue en locuciones patrimoniales o castella-
nas, sino que, a veces, es la locución entera, esto es, el armazón sintáctico con sus constituyentes léxi-
cos, lo que se toma prestado. En tales casos se habla más bien de calco (Tallgren-Tuulio 1932, Baldinger
1956, Jernej 1982, Lurati 1984: 94-102...).
20. Tal vez no deban describirse como locuciones, sino como creaciones lúdicas, si bien de uso
coloquial extendido: flowers puede no ser más que un calco jocoso de la palabra oriunda flores; el
empleo de off puede interpretarse más como un esnobismo lingüístico, que reemplaza elípticamente a
expresiones como estar en fuera de juego, no estar en la onda o, simplemente, desconectado, igual que
sucede con plus como sustituto de más en las expresiones ¡No faltaría más! o ser el no va más (¡No
faltaría plus!, ser el no va plus). Nos parece muy arriesgado tratarlas como locuciones genuinas.

380
21. Salvo que, sin negar que, tal cual, es locución latina, minuta se interprete como palabra castella-
na, como la forma culta de menuda.
22. Acaso, sin ser pruebas concluyentes, es preciso que se haya perdido el referente que designaba o,
mismamente, el significado originario.
23. No atinamos a adivinar por qué Ruiz Gurillo (1998b: 19-20) trata como arcaísmos improviso (de
improviso), postín (de postín) o repente (de repente), pues, aun siendo, ciertamente, formaciones nada
recientes (como la inmensa mayoría de las palabras que intervienen en las locuciones), ningún diccio-
nario las registra como arcaicas.
24. En realidad, muchas veces no sólo es arcaico el componente léxico, sino la estructura sintáctica
entera, como ocurre con fueras ende, lo ál, so capa de, nora en tal, Dios mediante, haber el cuchillo,
campar de golondro...; se trata, pues, de arcaísmos sintácticos, como podría interpretarse la locución
cada que, que no incluye arcaísmo léxico.
Este aspecto es también visible en las paremias: entre otros, Cerquiglini y Cerquiglini (1976), Grei-
danus (1983), Conenna (1988), Rodríguez Somolinos (1993)...
25. Como indican otros autores (Feyaerts 1994), no todas las palabras idiomáticas gozan del mismo
estatuto. Es acaso posible determinar distintos grados de extrañamiento o restricción de uso. Èermak
(1988), por ejemplo, estudia el grado de colocabilidad de palabras idiomáticas como chec. duhu y
kolickách, ing. hith y umbrage, aunque habría que barajar otros factores lingüísticos y extralingüísticos.
Para la determinación de tales grados, podría recurrirse, por ejemplo, a los propios mecanismos de
formación, con la posibilidad o no de producir una colisión homonímica (véase n. 16). Así, consideran-
do las voces creces, coleto, trancas, regañadientes y sabiendas (ejemplos de Bosque Muñoz 1982: 107),
los tres primeros no sólo existen como elementos de la técnica libre, sino que, bajo esa forma, son
homónimos de otras palabras, como ocurre con creces como lexema verbal; mientras que los dos últi-
mos, formados por un proceso de composición y sufijación, no pueden convertirse en homónimos de
ningún otro signo.
También habría que considerar aquellos casos en que una palabra, que podría considerarse idiomá-
tica por su escaso o restringidísimo uso como elemento de la técnica libre, se manifiesta distintamente
en el código fraseológico al ser muy frecuente su empleo en una locución pero prácticamente inusitado
en otra; es el caso del vocablo aras, de uso reducido como signo de la técnica libre (y aún más, por
supuesto, con tal forma flexiva, que exhibe la restricción morfológica con la que se ha fijado), pero muy
empleada como componente de la locución prepositiva en aras de y, en cambio, de modo excepcional
como parte de la locución verbal acogerse a las aras (fig.) ‘refugiarse en un lugar seguro’.
26. Es evidente que existe una gran heterogeneidad en los dos grupos señalados, y que la adscripción
a uno u otro grupo depende de la competencia o idiolecto del usuario, hasta el punto de que una
locución considerada aquí por nosotros como desconocida o de empleo casi nulo puede ser conocida
mejor o utilizada más que alguna de las otras tratadas como más corrientes, aun a pesar de que la
palabra idiomática no se emplee más que en la locución porque se desconozca su uso como signo libre.
27. Por ejemplo, en el DRAE, DI y DEA. Polvoroso se interpretará, pues, como el sinónimo casi
desusado del frecuente polvoriento. Lo mismo ocurre a otras voces, como velloso (a roso y velloso),
frente a velludo.
28. Quizá sea ésta la razón por la que Déniz Hernández (2000) centra sus observaciones en este
subconjunto de palabras idiomáticas (salvo, si acaso, de chiripa y por lo bajini).
29. A veces se cita al boltuntún —y, por etimología popular o adaptación vulgar, al buen tuntún—,
que recuerda más la forma originaria: al voltum tuum.
30. Morawski (1927, 1929, 1937) cita otros binomios que no suelen registrar los diccionarios al uso,
algunos de los cuales recogimos en García-Page (1991a): (vivir de) ito y vito, seco y merendeco, entre
mata y morata, por zancas o por barrancas, hacer cala y cata, zaquil/zaguil y mandil, de coza en coroza, ni
monje ni calonje, no dejar grudo ni menudo, sudar el hopo y el jopo (cfr. sudar el hopo), de través y
mantravés, en justo verinjusto, jugar al quite resquite, mentir aboque y abaque...
Ruiz Gurillo (1998b: 20) cita otros ejemplos de locuciones con juegos fónicos que no conocemos,
aunque podemos en algún caso aventurar su proceso formativo: de chiriví (< chirivía), de trinqui (< trin-
car), chiriví que te vi (puede tratarse de un cruce o contaminación con tararí, que es la forma origina-
ria)... No creemos, sin embargo, que se trate de un fenómeno fónico (o, al menos, exclusivamente
fónico), frente a lo que sugiere la autora, el mecanismo de formación de las locuciones de extranji (sic)
y por lo bajini; ni tampoco el que da origen a al alimón, a la trágala (netamente literario) y con retintín.
Tal vez retintín no es palabra idiomática, al tener significado propio y ser de uso normal, aunque menos
frecuente, ciertamente, que como constituyente de la locución. El DRAE (2001) registra la voz trágala
con los sentidos de ‘canción’ (referida a aquella que entonaban los liberales para zaherir a los absolutis-
tas) y el derivado de ‘manifestaciones o hechos por los cuales se obliga a alguien a soportar algo de lo
que es enemigo’, por lo que, en principio, no cumple el requisito principal de las palabras idiomáticas.

381
31. Como se ha indicado en otros lugares, existe no poca arbitrariedad a la hora de registrar los
diccionarios estas formaciones (véase § 4.2.1.3.3.); por ejemplo, a espeta perros o a mata caballo suelen
aparecer con los constituyentes separados gráficamente, de modo que no representarían ilustraciones
de las palabras idiomáticas (existen, en cambio, los compuestos matacabras y matabuey). Pasarían a
serlo tan pronto como se soldaran gráficamente —igual que suele hacerse en el discurso oral (*espeta-
perros, *matacaballo)—, como ha ocurrido con quemarropa (a quemarropa < a quema ropa) y tornapeón
(a tornapeón < a torna peón), entre otros. De hecho, De Bustos Gisbert (1986) cita numerosos compues-
tos gráficos que funcionan como término de la preposición de una locución adverbial y que no recoge
el DRAE o los cita gráficamente separados; entre ellos, los señalados a matacaballo y a espetaperro(s),
pero también a bañalomo, a matahambre, a rajacinche, a traganudos, a trompatalega, a machamazo, etc.
32. Uno de los principales problemas en la clasificación de una palabra como idiomática es, precisa-
mente, la homonimia, fenómeno al que ya hemos hecho referencia en varias ocasiones: ¿deben consi-
derarse palabras idiomáticas las voces «únicas» que pueden entrar en colisión homonímica con un
término preexistente en el código lingüístico, tales como porrillo (a porrillo), creces (con creces), voladas
(a las voladas), cierne (en cierne), tatas (a tatas), mentirillas (de mentirillas), pienso (ni por pienso), tapa-
dillo (de tapadillo), tiento/tientas (por el tiento, a tientas), mientes (no poner mientes), juntillas (a pies
juntillas), perillas (de perillas), estradiota (a la estradiota), barrisco (a barrisco), reculas (a reculas), hino-
jos (de hinojos), concuerda (por concuerda), aras (en aras de), nado (a nado), compaña (en amor y com-
paña), etc.? Es obvio que la palabra idiomática presenta una forma inalterable, frente al homónimo,
que, como signo de la técnica libre, suele admitir flexión o derivación y que, por tanto, sólo coincide con
aquélla en una única estructura morfológica: por ejemplo, mientes, con la segunda persona del singular
del presente de indicativo de mentir; juntillas, con el diminutivo femenino plural del adjetivo junto; etc.
También es obvio que la colisión homonímica de algunos términos es más intensa o notoria que otras,
bien porque la palabra homónima es de uso frecuente o cotidiano, bien porque dispone de varias
acepciones, o porque la colisión es múltiple (se trata de un haz de tres o más homónimos), de modo que
facilita un mayor número de encuentros con la palabra idiomática, tal como ocurre con gatas (a gatas),
marras (de marras), Bríos (¡Voto a Bríos!) —aunque podría argumentarse el criterio gráfico como un
impedimento para hablar de colisión homonímica con brío—, balde (ár. de balde, en balde, frente a balde
‘cubo’), empinada (a la empinada), mujeriega (a la mujeriega) —si bien, de uso casi exclusivo en mascu-
lino («un hombre mujeriego»)— o hurtadas (a hurtadas). Sucede, no obstante, con frecuencia que, en
razón de sus varias acepciones, la palabra como signo de la técnica libre es de uso minoritario o casi
nulo, hasta el extremo de que se emplea (casi) exclusivamente como constituyente de la locución; de ahí
que esa palabra siga sintiéndose única (idiomática); así, la palabra creces puede significar: 1. ‘Aumento
aparente del volumen del trigo al trasladarlo de sitio’/2. ‘Tanto más que el labrador ha de volver al pósito
por el trigo que se le prestó’/3. ‘Señales que indican disposición de crecer’/4. ‘Aumento, mejoramiento
en algunas cosas’; y la palabra volada: 1. ‘Vuelo a corta distancia’; 2. ‘Cada una de las veces que se
ejecuta’; 3. ‘fam. Engaño, fraude’; 4. ‘Ráfaga de viento’.
33. Curiosamente, la soldadura gráfica del primitivo compuesto sintagmático puede entrar en colisión
con una voz (compuesta) de la técnica libre; es lo que ocurre con quitapón, tercer estadio del proceso de
coalescencia del binomio quita y pon (de quita y pon > de quitaipón > de quitapón), que, en el lenguaje de
la guarnicionería, designa un tipo de adorno que se pone en la cabeza de la caballería. No es fácil determi-
nar si la denominación del adorno caballar es anterior o posterior a la existencia de la locución.
34. No obstante, son bastantes los refranes que han modernizado el léxico a las circunstancias,
siquiera buscando otro sonsonete o esquema de rima, como ocurre en el refrán Quien bien quiere a su
can, bien quiere a Beltrán > Quien bien quiere a su perro, bien quiere a Pedro, que cita Iglesias Ovejero
(1986). Diccionarios de refranes, como el de Campos [García] y Barella Gutiérrez (1975) o Martínez
Kleiser (1953) ilustran suficientemente la existencia de variantes modernas junto a otras antiguas. A
veces, por la fisonomía léxica y gramatical tan diversa que presentan las variantes, cabría pensar que la
metamorfosis que han sufrido algunas locuciones ha sido bastante virulenta. Son muchos los autores
(p.ej., Rodríguez Somolinos 1993, para el francés) que han tratado el fenómeno de la modernización
léxica y sintáctica de los refranes.
35. Como puede apreciarse en los ejemplos, el carácter arcaico también afecta a la sintaxis (véase n.
24): alzar de codo > empinar el codo (supresión de preposición + adición de artículo), vender el gato por
liebre > dar gato por liebre (supresión de artículo), echar aceite en el fuego > echar leña al fuego (cambio de
preposición)... Serradilla Castaño (2004, 2006) proporciona más ejemplos con verbos de movimiento
de sentido figurado (el corpus está extraído de Covarrubias 1611): echar suertes > echar a suertes, llevar
al cabo > llevar a cabo, andar sobre la maroma > andar/bailar en la cuerda floja, volver cabeza > volver la
cabeza, volver sobre sí > volver en sí, etc.
Bally (1909: 80-81) ya hacía referencia al arcaísmo léxico y sintáctico con ejemplos como en guise
de. Guiraud (1961: 7) llega a proponer el arcaísmo como un rasgo característico de la fraseología. Di
Stefano (1984: 198-199) cita varias expresiones que han evolucionado por causas diversas.

382
36. No insistiremos más en este apartado sobre el tratamiento como voces arcaicas de ciertas unida-
des léxicas que ya hemos comentado antes en el capítulo dedicado a las palabras idiomáticas.
37. Por ejemplo, en el ámbito español, Forment Fernández (1999, 2002: 341) ha señalado el valor
universal de los somatismos (véase también Tristá Pérez et al. 1986); Piirainen (2007: 211) destaca su
faceta cultural. A modo de ejemplo, Strazhas (1980) realiza un estudio contrastivo de cinco lenguas
tomando como objeto de comparación el sustantivo ojo; Lundh (1992), del sueco y el alemán. Por su
parte, Larreta Zulategui (1998b) sostiene que son más abundantes en español que en alemán, postura
coincidente con la de Mellado Blanco (1997a, 2000, 2004b).
Son numerosos los trabajos existentes sobre los somatismos, sobre todo rusos y alemanes. Con
relación al español, uno de los más antiguos, y también menos conocidos, es el de Beinhauer (1941),
que, oportunamente, intenta rescatar del olvido Polo Polo (2004). Entre las obras de conjunto, valgan
como ejemplo López Carrillo (1989), Jouet (1990) y Valli y Villagenes Serra (1998), para el francés o
español-francés; Díaz García (1983b), Mellado Blanco (2004b) y Larreta Zulategui (1998b), para el
alemán o contraste español-alemán (en tales trabajos se recogen algunas referencias de la rica biblio-
grafía sobre los somatismos alemanes; p.ej., Moreno Varela 1990 y Holzinger 1993, 1998); Olza Moreno
(2006b), para el español (limitado a la función metalingüística); Clay y Martinell Gifré (1988) constitu-
ye esencialmente un glosario de somatismos inglés-español.
38. Las familias de locuciones a que dan lugar tales asociaciones están relacionadas, en nuestra
opinión, con los «rasgos tipológicos» que estudia Mellado Blanco (2004b: 98-130), quien, a su vez, los
equipara a los conceptos typologisches Merkmal (Èernyševa 1984: 19), fraseosema (Èernyševa 1979: 77)
y konzeptuelle Kategorien (Ïurèo 1994b: 76). Véanse, asimismo, Fleischer (1982: 179) y sobre todo
Steffens (1986: 215-217, apud Mellado Blanco 2004b). Uno de los ejemplos de Mellado es la serie llegar
a las manos, poner la mano encima (a alguien), levantar la mano. En un sentido no muy distinto, tam-
bién Tanase (1995: 127-132) habla de familias léxico-fraseológicas formadas en torno a un núcleo léxi-
co común: dire un mot à quelqu’un, dire quelque chose en deux mots, dire deux fois rien, dire les quatre
vérités, dire les cinq lettres, dire les sept psaumes...
39. Esta idea también está señalada en Forment Fernández (1999). Martínez López (1996: 198) cree
que los somatismos más frecuentes son mano, pie, ojo, cabeza y pelo.
40. Algunos rasgos generales de la presencia del cuantificador numeral en las locuciones que aquí
tratamos fueron expuestos en García-Page (2000b).
41. No cabe la menor duda de que, en efecto, existen vínculos entre los números (la lengua) y el mundo
exterior; son variados los ámbitos en los que las cifras cobran especial relevancia: geometría, aritmética,
astronomía, religión, cabalística, magia y superstición, mitología, filosofía... Basta con pensar en la con-
notación negativa asociada al número 13 en diversas culturas, como la española, o el uso del 2 o el 4 como
número redondo equivalente a ‘poco’: a dos pasos, no tener dos perras gordas, ¡Que te den dos duros!, ser
cuatro gatos, caer cuatro gotas... Es también conocido el uso privilegiado que determinadas sociedades
conceden a un número concreto, frente a otros, en virtud de los valores simbólicos, culturales o idiosin-
crásicos a que están asociados; piénsese, por ejemplo, en la prominencia del 8 en la cultura japonesa o del
7 en la cultura occidental (las siete maravillas, siete días componen la semana, el séptimo día de la Crea-
ción, en el séptimo cielo, los siete planetas, las siete vidas de los gatos...). Tanase (1995) señala, por ejem-
plo, que el valor hiperbólico de cien y mil puede considerarse un universal al comprobar ese valor en todas
las lenguas románicas; en cambio, el número treinta y seis francés, con tal valor, carece de correlato en
cualquiera de las otras lenguas de la familia latina (véanse, entre otros, Loffler-Laurian et al. 1979: 68-71 y
75-86, Dobrovol’skij 2000a: 40-50, Soto Arias y González García 2004: 238-239, Piirainen 2007: 214).
Algunos autores, como Sbarbi y Osuna, han querido ver en el uso de algunos numerales un acertijo o
juego críptico. Iribarren Rodríguez (1955: 72, n. 1) recoge del prólogo de El Refranero General Español de
Sbarbi las equivalencias tener la cabeza a tres = ida (3 letras tiene la voz «ida»), estar una cosa a las once =
desordenada, trastornada, presentarse con sus once de oveja = mansedumbre, tomar las once = (beber)
aguardiente, tomar todo a doce = desbarajuste, vociferación, permanecer en sus trece = determinación («13
letras tiene la palabra determinación»); y de su Gran Diccionario de Refranes (p. 965), quedarse a trece del
mes = sin un maravedí (13 letras tiene «sin un maravedí»). Zuluaga Ospina (1980: 138) habla de empleo
metalingüístico, y pone un ejemplo similar: meter las cuatro = (meter la) pata. También se ha pensado en
el valor de icono visual de números como el 2 (= cisne) o el 5 (= mujer encinta).
En algunos casos, la presencia del número es más bien anecdótica. La etimología popular es respon-
sable de que el número pueda ser un componente léxico interno de la locución. Tanase (1995: 84) señala
dos ejemplos de corrupción fonética: se mettre sur son trentain > se mettre sus son trente et un, se moquer
comme de l’al Coran > se moquer comme de l’an quarante.
Creemos que, en el ámbito del español, nuestro trabajo, arriba citado, es el más extenso dedicado al
numeral en cuanto constituyente léxico de la locución, con carácter descriptivo, y que ahora completa-
mos con más y nuevos ejemplos (véanse también Moreno Varela y Schilling 1997, García-Page 2000e).

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Pueden verse otras breves referencias en Barrado Belmar (1993) y Cantera Ruiz de Urbina (2000: 442-
444), entre otros. Con carácter localista (Comunidad de Melilla), el trabajo de Carrillo García y Monte-
ro Alonso (2004) pretende descubrir el origen y la motivación de numerosos nombres asociados a los
números («Los patos» = 22; «La banderita» = 77, etc.). El trabajo más completo, con valor contrastivo
(francés, rumano, italiano, español, catalán, portugués) es el citado Tanase (1995).
42. La expresión importar un comino despliega también variantes cuantitativas, generalmente, tres,
un par y dos o tres pares: tres narices, un par de leches, tres pares de cojones, etc. (véase, p.ej., García-Page
1996c). Con el sustantivo fresca(s) como complemento directo de soltar (o decir), se conforma un para-
digma prácticamente cerrado que incluye sólo los cuatro primeros números bajos de la escala, mayori-
tariamente el cuatro: soltar una/dos/tres/cuatro*cinco/*seis... frescas.
43. No así en expresiones como a cien pasos, que puede indicar corta distancia.
44. Hay excepciones, como, por ejemplo, el mundo de los negocios, la Banca, la Bolsa..., donde los
números fraseológicos mayores a veces aparecen en los estadios más bajos de la escala, lo que en cierta
medida corrobora la idiosincrasia de la escala numérica que «maneja» la fraseología.
45. Aunque la voz cuarto aparece en muchas locuciones, debe advertirse que es polisémica; si bien, en
la sincronía actual, funciona más como homonímica, pues los significados distintos están muy alejados:
en no tener un cuarto, dar un cuarto al pregonero ‘hacer público un secreto’, cuarto a cuarto, tener cuartos
‘tener dinero’, tener cuatro cuartos, no dárse(le) un cuarto ‘no importarle’ o echar su cuarto a espadas
‘entremeterse en la conversación de otros’, se refiere a la antigua moneda española; en írse(le) (o caérse[le])
cada cuarto por su lado, hacer(le) cuartos o tener buenos cuartos ‘ser fuerte y robusto’, designa las partes
iguales en que se divide un todo; en poner cuarto ‘separar habitación a alguien’ o ‘amueblar y disponer de
vivienda’, significa ‘habitación’. En todos estos casos cuarto no se usa como numeral.
46. Creemos que, salvo nuestro estudio (García-Page 2000d), no existen en español trabajos dedica-
dos al tabú fraseológico, aunque hay observaciones al respecto en estudios generales sobre el eufemis-
mo. Tampoco abundan en otras lenguas; uno de los escasos artículos monográficos es el de Larreta
Zulategui (1996). Sobre el tabú y el eufemismo, en el presente capítulo vertemos algunos de los aspec-
tos tratados en García-Page (2000d).
Sobre el eufemismo en general, véanse las referencias bibliográficas citadas en § 4.2.1.5.2., n. 143.
47. Éstas son, básicamente, de dos tipos: las populares palabrotas (hostia, puñeta, leche...) y las de
tipo escatológico (mierda, cagar...).
48. Ya hemos comentado que otras locuciones han permitido la formación de paradigmas más
copiosos, como el tantas veces citado «(estar) hasta los/las + N».
49. No obstante, se popularizó hace varias décadas, aunque ahora casi inaudito, hijo de la Gran
Bretaña, acaso por mediación de hijo de la gran[dísima] puta. También existe la variante tabú hijo de
perra, pero la voz perra no está marcada en otros contextos.
50. Realmente, coña es un eufemismo de coño —igual que coñe, o que corcho y córcholis, si bien con
una terapia lingüística ligeramente distinta—, pero socialmente está tildado de tabú.
51. Es evidente que el elemento nominal diez, eufemismo de Dios, es una variante más de un inven-
tario no pequeño de palabras tabú (y no tabú): copón, leche, hostia, puñeta...
52. Si bien, se emplea también la variante, si cabe más vulgar, chocho.
53. La consideración de variantes no permitidas no quiere decir que no se empleen nunca; creemos
que no tienen curso corriente y pueden deberse a variaciones espontáneas e individuales.
54. De significado similar, y con igual distribución de variantes tabú, es la comparativa tener más
cojones/huevos/*cataplines/*pelotas/*bolas/*güitos que el caballo de Espartero.
55. La explicación puede estribar en el hecho de que pelotas es una deformación, por etimología
popular posiblemente, de pelota (< piel, pelo), y, de ahí, la variante pelete; por equivalencia designativa
(bien con el sentido figurado referido al órgano sexual masculino, bien con sentido recto referido a
objetos esféricos para juego), bolas derivaría de pelotas.
56. La primera presenta fijados el clítico en 2.ª persona del singular (te) y el verbo en 3.ª del singular:
*¡No me jode!, *¡No te joden!, etc.; la segunda, con el significado de ‘sorpresa, asombro’, tiene fijados el
clítico en 1.ª persona del singular (me) y el verbo en 2.ª, del singular o plural: ¡No me jodas/jodáis! (salvo
si el sujeto es usted/ustedes), frente a *¡No me jodes!, *¡No les jodan!, etc. Como expresión de amenaza o
advertencia, estas variaciones gramaticales sí son posibles. Ello se debe a que es una fórmula fijada
pragmáticamente: es enunciada por el emisor hacia un tú (o vosotros) o interlocutor presente.
57. Los inventarios de variantes en intersección se forman en numerosas locuciones. En distintos
lugares hemos señalado que las expresiones dar un tortazo ‘golpear’ y darse un tortazo ‘accidentarse’ com-
parten variantes tabú como leche y hostia y «neutras» que denotan ‘golpe’, como castaña, torta, golpe...
58. Algunas palabras tabú también funcionan como parásitos léxicos formando parte de las oracio-
nes libres sin función sintáctica, pero no son componentes de locución alguna:

384
—¡No sé qué, cojones, haces aquí a estas horas!
—¡Y a ti qué, coño, te importa!

Suelen comportar valor enfático y cumplen frecuentemente la función conativa del lenguaje. Como
los ejemplos citados, aparecen con frecuencia en enunciados exclamativos que expresan ‘reprobación’,
‘sorpresa’, ‘admiración’...
Suelen aparecer escritos sin pausas (comas); nosotros lo representamos así para impedir que se
analicen como núcleos sintácticos de los sintagmas exclamativos o interrogativos: creemos que el signo
qué tiene función nominal (es pronombre) y no desempeña el oficio de modificador del sustantivo tabú
(el complemento directo es qué y no qué cojones o qué coño).
59. El valor de comodín en la mayoría de las comparativas de esta suerte no impide que una palabra
tildada de tabú en determinado contexto, como leche, pueda intervenir con su significado propio, y de
ahí que puede interpretarse como ambiguo un enunciado como más blanco que la leche, aunque en
cualquier caso su significado idiomático es el mismo, el de superlativo (§ 5.1.2.2.). Igualmente, ese
mismo valor de comodín puede dar lugar a que una construcción comparativa, en su lectura literal
(hiperbólico o elativo), resulte semánticamente incongruente; piénsese, por ejemplo, en una expresión
como se puso más rojo que la leche.
60. Adviértase que, en la expresión enfática formalmente similar (aunque de significado contrario)
de puta madre, el componente tabú no es opcional: de pena/*de madre.
61. No obstante, algunos autores han puesto en tela de juicio tal afirmación, indicando que sólo
existen cuasi o seudoquinemas, para lo cual aducen, entre otras razones, que la enunciación de muchos
fraseologismos quinémicos no se acompañan necesariamente con el gesto (véanse, sobre este aspecto,
Burger et al. 1982: 56-59, Baur et al. 1995, Èermak 1998b: 59-61, Larreta Zulategui 1998b: 269-275,
Mellado Blanco 2000, entre otros).
Como no es nuestro propósito profundizar aquí en el estudio de la quinésica y su realización fraseo-
lógica, sólo apuntaremos algunos rasgos característicos de los quinegramas españoles, y remitimos al
lector a otros trabajos dedicados a este aspecto: Forment Fernández (1996), Martinell Gifré y Forment
Fernández (1998), Mellado Blanco (1997a, 1999b y 2000), Larreta Zulategui (1998b: 269-275), Almela
Pérez (2000), Timofeeva (2006b)...
62. Por ejemplo, el significado de estar hasta aquí puede ser deducido de su relación paradigmática
con las variantes léxicas estar hasta la coronilla/los pelos/las narices o estar hasta los cojones/el coño,
según la posición de la mano. El empleo de la expresión también está limitado por la situación extralin-
güística en que habitualmente se profiere, con el valor de ‘hartazgo’ y ‘rechazo’.
63. Esta distinción no se tiene en cuenta, por ejemplo, en Dubský (1974), uno de los muy pocos
lingüistas interesados en intentar organizar las locuciones (del español cubano) en campos léxicos; si
bien, el corpus de unidades con que opera es reducidísimo. Véanse también, por ejemplo, Di Stefano
(1984: 202-203) y Roa Arancibia (2005).
No es en absoluto despreciable la ayuda que en esta materia prestan los diccionarios ideológicos,
como el DI, muy útiles para la formalización de redes semánticas entre las locuciones: sinonimia e
hiponimia especialmente.
La determinación de campos donde se agrupan locuciones distintas que comparten una unidad
léxica o que contienen voces adscribibles al mismo campo puede ser un primer paso para el estableci-
miento de series o familias fraseológicas en virtud de sus rasgos topológicos (véase supra, Mellado
Blanco 2004b: 98-130).
64. Son también de origen bíblico o religioso dormir el sueño de los justos, poner/meter el dedo en la
llaga, (tiempos) de vacas gordas, rasgarse las vestiduras, venderse por un plato de lentejas, valle de lágri-
mas, un gigante con pies de barro, echar margaritas a los puercos...
Lo mismo cabría decir de otras expresiones relativas a campos diversos que no contienen lexemas
identificativos de los mismos: así, son de origen literario el cuento de la lechera, poner el cascabel al gato,
Allí ardió Troya, Las uvas están verdes, Llegué, vi, vencí...; de la historia, el paso del Rubicón, poner una pica
en Flandes, la espada de Damocles...; del juego, no dar pie con bola, el no va más, de órdago, jugar su baza,
mover los hilos, (estar) en la cuerda floja, tira y afloja, romper una lanza por (alguien), tenerlas consigo, llevar
las de ganar/perder, cantar las cuarenta, poner las cartas sobre la mesa, tocarle la china, irse a chitos...; de la
milicia o la guerra, cortina de humo, meter un paquete, a la funerala, perder el paso, desenterrar el hacha de
guerra, seguir en la brecha, sentenciar a bajeles...; de la montería, caza, pesca, etc., levantar la liebre, a tiro de
ballesta, morder el anzuelo, salir el tiro por la culata...; de la ganadería, tomar las riendas...; de la encuader-
nación, (coser) a dienteperro...; de la agricultura, a tornapeón...; de la marinería, irse al garete...
65. En definitiva, son numerosísimas las expresiones nacidas en el seno de una lengua de especiali-
dad que se han hecho comunes o generales. Evidentemente, algunos grupos tienen un radio de proyec-
ción intercultural mayor, como los relativos a los fenómenos naturales y el clima, a los minerales, los

385
colores o el deporte; otros están más restringidos al idioma español, como los que contienen topónimos
y antropónimos propios.
66. Cabe advertir que algunas palabras, como blanco, tienen un significado distinto en locuciones como
estar sin blanca ‘moneda española antigua’. En trabajar como un negro, negro se refiere a la raza de ese color.
Algunas locuciones con léxico cromático presentan restricciones de uso; así, meter en verde se dice
de las caballerías, y al rojo blanco, de la materia incandescente.
Una estructura que propicia la presencia de nombres de color es la comparativa: rojo como un
tomate, blanco como la leche, más negro que la endrina, amarillo como la cera...
67. Hay, además, otras locuciones relacionadas con la música (solfeo, oficio...): poner en (punto de)
solfa, estar en (punto de) solfa, tocar la solfa, dar el do de pecho, tener sus (o tres) bemoles, dirigir la
orquesta, llevar la batuta, salir por peteneras, ¡Polca, Pérez!, dar la serenata, más agarrado que un chotis,
sin ton ni son, irse con la música a otra parte, dar la nota, dar la serenata... (González Rey 2005b).
68. Como puede advertirse, la naturaleza —animal, vegetal y mineral— interviene en numerosas
locuciones. Los componentes léxicos relativos a la naturaleza más abundantes son los faunísticos o
zoónimos, más incluso que los términos agrícolas, que también son abundantes. Dentro de los zoomor-
fismos predominan los nombres de animales vertebrados y mamíferos, frente a, por ejemplo, los ictió-
nimos y las denominaciones ornitológicas, de insectos, anfibios, reptiles, etc.; y, dentro de ese grupo,
son más frecuentes los términos que designan animales domésticos y seres de la fauna nacional (coin-
cidimos en esta apreciación con Sevilla Muñoz 1998: 228 y Nazárenko e Iñesta Mena 1998: 103). Esta
preferencia léxica no es más que un indicador idiosincrásico de la fraseología española; es de suponer
que la fraseología de otras lenguas incorporen denominaciones de animales —y plantas, objetos, etc.—
endémicos u oriundos del país o de lugares próximos. Es conocida, por ejemplo, la costumbre en países
asiáticos de tener como mascota o compañía animales extraños a la fauna española, incluso desconoci-
dos. Si bien, además de los medios de comunicación de masas (esp., los de naturaleza visual), las
relaciones económicas y comerciales han permitido que se importen animales foráneos, lo que ha
podido favorecer su conocimiento y la invasión y familiarización de la terminología referida a ellos.
Por otra parte, anunciamos que, salvo alguna excepción si acaso, la lista recoge sólo las locuciones que
aluden a seres individuales de la especie, no al nombre genérico, como a vista de pájaro, matar dos pájaros
de un tiro, tener la cabeza llena de pájaros, como pez en el agua, ver menos que un pez por el culo, etc.
Asimismo, hemos puesto sólo algunos ejemplos de zoomorfismos en comparaciones, dado que
esta estructura es muy productiva. Es muy común relacionar una cualidad humana (virtud o defecto)
con un animal, tomando éste como prototipo cultural de dicha propiedad: hablar como una cotorra,
repetir como un loro/papagayo, veloz como el gamo, astuto como un zorro, fuerte como un mulo/toro,
loco como una cabra, manso como un cordero, obedecer como borreguitos, lento como una tortuga,
dormir como un lirón/una marmota, terco como una mula, etc. (véanse, entre otros, Sbarbi y Osuna
1873, Caballero y Rubio 1942, Škultéty 1978, Nazárenko e Iñesta Mena 1998...); suponemos que el
trabajo de Beinhauer Das Tier in der spanischen Bildsprache [«El animal en el sistema metafórico
español»] que cita Polo Polo (2004: 103) ha de recoger diversas estructuras comparativas, como
luego aparecen en Beinhauer (1978). La comparación más frecuente es con el ser humano, predomi-
nando la que comporta connotación negativa.
Creemos que los datos de nuestro corpus, que son cosecha propia, son suficientemente ilustrativos
para nuestro objeto de estudio aquí (el corpus es acrecentable de manera notable con sólo consultar el
registro lexicográfico de las voces de animales, plantas, etc.). Existen, no obstante, varios trabajos dedi-
cados al estudio fraseológico de los zoomorfismos, si bien muchas veces se incluyen paremias. En
Fuller (2001) aparecen incluso expresiones que no tienen nada de fraseológico (asimismo, Girard 1989).
La paremiología es aún más rica en denominaciones de seres animales (Rozan 1902, Rooth 1968, Díez
Barrios 1984 y 1997, Sevilla Muñoz 1987 y 1998, Vigerie 1992, Praefort 1994, Desporte y Martin Ber-
thet 1995, Piñel López 1997 y 1999, Gómez López 1998, Mazars Denys y Jurado Merelo 1999,
Dobrovol’skij 2000a: 40-50, Biorci et al. 2002, Velasco Menéndez 2005, Ljubièic y Kovaèic 2008).
Cabe advertir, como se ha dicho antes (n. 16) para voces de otros campos léxicos (como cuarto o
blanca), que ciertos vocablos que aparentan designar un animal no son en realidad denominaciones de
animales. Ya hemos citado los casos de mosca, en tener la mosca detrás de la oreja ‘mecha’ o ‘escopeta’ o
soltar/aflojar la mosca ‘dinero’, de ganso, en hablar por boca de ganso ‘maestro, tutor’ —que interpretan
equivocadamente Nazárenko e Iñesta Mena (1998: 106)—, de pacto, en pagar el pato (< pacto; Iribarren
Rodríguez 1955: 25, DRAE 2001) —que Pellat-Masso Ruhi (1989: 227) emparenta con el ave palmípeda
al establecer la serie pagar el pato/*pollo/*pavo/*patito—, o de musarañas, en estar pensando en las
musarañas, que Iribarren, como se ya indicó, sospecha que es un derivado popular de musa, aunque la
Academia registra la locución sub voce «musaraña». En similar situación se hallan vocablos como gatas
(a gatas), perra (no valer una perra gorda), gato (Haber gato encerrado ‘bolsa hecha con piel de gato’,
utilizada para guardar dinero, pertenencias personales, etc., o, por extensión, el mismo ‘dinero’), fla-

386
menco (ponerse flamenco ‘chulo, pretencioso’), gamba (meter la gamba ‘it. gamba, pata’) o mona (mandar
a freír monas ‘torta dulce’). Véase esp. García-Page (2006b, 2008c).
69. Dudamos de que en esta expresión la voz mona se refiera al animal y no a la borrachera, significado
transpuesto de aquél, como confirmaría la expresión correrse una mona, si bien la estructura comparativa
apuntaría más en aquel primer sentido. Tampoco creemos que tenga el significado de ‘animal mamífe-
ro...’ en mandar a freír monas, si bien dialectalmente existe la variante monos (acaso por falsa etimología),
que podría inducir a esa interpretación: creemos que mona tiene aquí el significado de hornazo o dulce, la
rosca de huevos conocida como «mona de Pascua» (véase n. anterior); se trataría de un arabismo. La
palabra mona tiene también el sentido de ‘borrachera’: correrse una mona, dormir la mona (o zorra), etc.,
o, en masculino, ‘síndrome’: estar con el mono. La transposición semántica ha ido desplazando la nueva
acepción del sentido original, como en estar de monos ‘estar enfadadas dos personas’.
70. Expresión registrada normalmente como refrán.
71. Este grupo, extraordinariamente numeroso, podría organizarse en conjuntos menores: utillaje,
lencería del hogar, vajilla, mobiliario, jardinería, cosmética, etc.
Algunos nombres son comunes al grupo de «aperos, herramientas, utensilios», que no hemos crea-
do, como la que se cita seguro como agua en un harnero; asimismo: no saber hacer la o con un canuto,
volverse/venirse la albarda a la barriga, echar una albarda, meter la hoz en mies ajena, a macha martillo,
comer como una lima, agarrarse a un clavo ardiendo, faltar un tornillo, apretar las clavijas, tener enchufe,
buscar una aguja en un pajar, prendido entre alfileres, etc.
72. La voz coleto funciona prácticamente como palabra idiomática, a pesar de tener varios significa-
dos regulares; uno de ellos es el de ‘prenda de vestir’, y otros dos son figurados: ‘cuerpo del hombre’ y
‘alma, conciencia’.
73. Diversas voces relativas a este campo léxico, como agua, dan lugar a un número amplio de
locuciones, por lo que la lista de ejemplos que se citan podría incrementarse notablemente.
74. El DRAE (2001) no registra la voz cominero con el significado relativo a la profesión de quien
‘cultiva o vende cominos’.
75. Como se indicó antes, meca puede ser una deformación festiva a partir de ceca (Iribarren
Rodríguez 1955).
76. Esta expresión ha derivado en un juego verbal con la palabra idiomática: ¡A mí, plin! Como tal,
se empleó en un anuncio publicitario de colchones (A mí, plin, yo duermo en Pikolín).
77. La palabra turco aparece en expresiones como coger una turca, pero aquí tiene el significado de
‘borrachera’.
Como se ha advertido para otros voces de apariencia engañosa, la palabra sueco de hacerse el sueco
no tiene nada que ver con el significado de ‘natural u oriundo de Suecia’ (lat. sueccus) —frente a lo que
tantas veces se ha creído (véanse, p.ej., los comentarios de Iribarren Rodríguez 1955, Unamuno 1960 o
Serrano de Haro 2005)—, sino más bien con el zueco o el lat. soccus, como ya intentó mostrar García de
Diego (1919). Véase García-Page (2006b).
78. Son muchas más las expresiones típicamente de origen o ámbito deportivo que contienen voces
que no son exclusivas del deporte (toalla, rueda, guante...), como hasta la bandera, golpe bajo, verse
contra las cuerdas, chupar rueda, tirar la toalla, dar un buen pelotazo, recoger el guante, hacer canasta, etc.
Son, en verdad, poquísimas las locuciones que incluyen palabras de uso limitado al deporte.
79. Como en el campo léxico anterior, y otros, en algunas expresiones el lexema vinculado al toreo
(como el más representativo, toro) no es privativo de la tauromaquia; así, cortarse la coleta, salir/entrar por
la puerta grande, ver los toros desde la barrera, a pasatoro, etc. (véase, p.ej., Tecedor Yangüela 1995, 1998).
80. Vela o trapo como sinécdoque o metonimia de barco.
81. Véase lo dicho para los grupos 14 y 15. Recogemos la locución punto muerto (‘situación de
espera o paralización de una negociación’) porque remite al compuesto punto muerto, que, entendido
como un bloque, es exclusivo del lenguaje de la automoción.
82. La nómina de locuciones de este campo es muy numerosa, pues los nombres de Dios, Cristo,
cielo, demonio, etc., forman parte de un conjunto abundantísimo de expresiones (véase, p.ej., García-
Page 2005b).
83. Este tipo de locuciones podría constituir un subconjunto de las llamadas por algunos autores
locuciones metalingüísticas (Bleton 1984, Aznárez Mauleón 2000 y 2006, Fernández Bernárdez 2002,
González Ruiz 2004, Olza Moreno 2006a y 2006b, Olza Moreno y González Ruiz 2008).
Curiosamente, el estudio de Baránov (2007) sobre el metalenguaje en Fraseología no atiende al
fenómeno que aquí nos interesa.
84. Como se ha comentado en distintos lugares, todos las denominaciones señaladas designan mo-
nedas antiguas —unas más que otras—, sin curso legal.

387
7
NIVEL SEMÁNTICO: PRINCIPALES
RELACIONES SEMÁNTICAS

7.1. La idiomaticidad como rasgo fraseológico

7.1.1. Aspectos generales: en torno a la noción de «idiomaticidad»

Se entiende comúnmente por idiomaticidad1 la característica semántica prototípi-


ca de las locuciones en virtud de la cual el significado global de la expresión no es
deducible de la suma o combinación de los significados individuales de sus partes
constituyentes.
Esta propiedad distintiva no es de reciente descubrimiento, a pesar de la insistencia
que se ha hecho en los estudios angloamericanos de los sesenta y setenta del siglo XX
para definir el idiom, sino que ya aparece señalada en los primeros estudios tradiciona-
les de fraseología, como Bally o Casares; así, según Casares Sánchez (1950: 170), la
locución es una «combinación estable de dos o más términos, que funciona como
elemento oracional y cuyo sentido unitario consabido no se justifica, sin más, como una
suma del significado normal de los componentes» (la cursiva es nuestra).
Así definida, la idiomaticidad ha sido estudiada por diversos autores como equiva-
lente de los fenómenos de figuración, no composicionalidad y no calculabilidad (Gré-
ciano 1982, 1984: 109-110, 1986: 322; Vietri 1990b: 135; Casadei 1994, 1995a...): las
expresiones fijas son idiomáticas no por presentar opcionalmente un significado deno-
tativo recto o literal, sino por poseer un significado figurado resultante de algún tipo de
transposición semántica; el significado de bloque es no-descomponible, pues los com-
ponentes internos no tienen significado en sí mismos; y, por esa misma razón, la conju-
gación de los significados particulares no permite «calcular» o predecir el significado
de la expresión en su conjunto. También se ha recurrido al término opacidad (Fleischer
1981, 1982) para referirse a la idiomaticidad, más concretamente para identificar el
máximo grado de sentido figurado o idiomático.
Ahora bien, la idiomaticidad, en calidad de criterio fraseológico, no ha sido valorado
igual por los estudiosos: es, para unos, una característica esencial, mientras que, para
otros, es tan sólo opcional. Quienes piensan de esta segunda manera suelen ser los auto-
res que adoptan una concepción ancha de la Fraseología, por lo que su opinión queda
perfectamente justificada en la medida en que muchas colocaciones y predicados com-
plejos no comportan transposición semántica alguna: trinchar la carne, amainar el vien-
to, arriar/izar la bandera, escanciar el vino, arreciar el temporal, derogar/promulgar una ley,
impartir una asignatura, rescindir el contrato, tañer la guitarra, contraer un compromiso/
matrimonio, contagiar una enfermedad, dictar una sentencia, emitir destellos, emitir un
fallo, proferir insultos, dar un paseo, dar un bostezo, poner una multa...
Otra limitación señalada es que tal propiedad semántica se manifiesta diversamen-
te en las unidades fraseológicas en el sentido de que, si bien unas son completamente

388
idiomáticas, opacas, figurativas, otras son semiidiomáticas, semitransparentes, esca-
samente figuradas o de un elevado grado de motivación: es evidente que estar en el ajo,
tomar el pelo o hacer novillos son más opacas o presentan un grado de motivación
menor que echar en falta, a vista de pájaro o perder de vista. Incluso cabe suponer que
otras son sólo literales, absolutamente composicionales o escasamente idiomáticas: en
general, en privado, justo y cabal, según y como, según y conforme, daños y perjuicios, a
conciencia, sin causa ni razón, en un instante... Por ejemplo, son muchas las locuciones
en las que todos o algunos de los componentes léxicos conservan su significado, parcial
o totalmente (rojo como un tomate, dormir a pierna suelta, brillar por su ausencia...), o
que el significado literal está latente en el significado idiomático (hacer un paréntesis,
cambiar de chaqueta). En tales circunstancias cabría pensar que puede practicarse, al
menos con más comodidad, el análisis composicional.
La idiomaticidad es, pues, un fenómeno gradual, igual que la fijación. Sería,
entonces, conveniente determinar la escala gradual; pero el continuum no será úni-
co ni uniforme, sino dependiente, en gran medida, de la subjetividad de los usua-
rios o del lingüista, de su habilidad y de su personal conocimiento enciclopédico.2
Por ejemplo, lingüistas como Gibbs creen analizables semánticamente locuciones
idiomáticas que resultaban tradicionalmente secuencias opacas.
Otra crítica a veces esgrimida por algunos estudiosos para limitar el carácter distinti-
vo de la idiomaticidad en las locuciones es la de que la idiomaticidad o la figuración no es
una propiedad exclusiva de las locuciones, sino que también está presente en otros com-
plejos sintagmáticos y en las palabras compuestas, del tipo aspavientos, cantamañanas,
lameculos, etc. Aunque es algo innegable, no creemos que esto constituya realmente una
objeción a la hipótesis defensora de la idiomaticidad fraseológica; por ejemplo, también
son unidades fijadas e institucionalizadas, y tales características, compartidas por estas
otras combinaciones léxicas (los compuestos), no restan tipicidad o universalidad a los
rasgos fraseológicos de la fijación y de la institucionalización. Cabría, pues, esperar que
se diseñara un procedimiento coherente en la discriminación de las propiedades fraseo-
lógicas: si el hecho de que palabras compuestas y locuciones comparten el rasgo «idio-
maticidad» es excusa para negar a dicho rasgo distintividad o privacidad de lo fraseoló-
gico, el que compuestos y locuciones tengan en común los rasgos «fijación» e «institucio-
nalización» habría de ser, asimismo, argumento suficiente para privar a lo fraseológico
de la exclusividad de estas características.

7.1.2. Locuciones «ambiguas»

En numerosos estudios de fraseología de distinto calado y corriente lingüística (Ba-


lly 1932: 173, Weinreich 1966: 25-46, Kooij 1968: 253, Zuluaga Ospina 1980: 125-134,
Gaatone 1984: 78, Tristá Pérez 1988...) se ha señalado repetidamente la existencia de
locuciones homónimas o ambiguas porque comportan dos sentidos: uno, literal o com-
posicional, y otro, idiomático o figurado, no descomponible; uno, de formación nueva,
derivado de la expresión interpretada como una construcción «libre» generada según
las reglas de la gramática actual, y otro, normalmente de formación antigua, institucio-
nalizado, heredado y aprendido como construcción ya hecha, cristalizada con el trans-
curso del tiempo,3 como ponen de manifiesto las locuciones manos limpias, echar un
cable, sacarse una espina, cerrar los ojos, rascarse la barriga, tocarse las narices, sacar la
lengua, poner las cartas boca arriba, subirse a la parra, cojear del mismo pie que otro,
hacer la cama, tender la mano, quitarse el sombrero, perder los papeles, tirar la toalla,
recoger el guante, salir del armario, morder el anzuelo, caer en la trampa, echar leña al
fuego, arrimar el ascua a su sardina, barrer para adentro, escribir el guión, llevar la batu-
ta, ver las estrellas, lavarse las manos, bajarse del burro, etc.

389
Lingüistas sobre todo de corte generativista destacaban esta característica como
una propiedad distintiva de los auténticos idioms: los idiomatismos con sentido figura-
do que no disponen de un significado homófono literal, tachados de pseudoidioms, no
constituían el centro de sus investigaciones; tal es el caso de las locuciones en un decir
amén, andar de pie quebrado (o de capa caída), buscar los cinco pies al gato, comer por
los pies, tomar el pelo, hacer novillos..., y, en general, todas las locuciones que contienen
palabra idiomática.
Ahora bien, en nuestra opinión, la teoría de la homonimia ha de enfrentarse, al
menos, a dos objeciones: una, que, aparte del fenómeno descrito arriba como «ambi-
güedad» (sentido literal/sentido idiomático), cuando una oración tiene más de un sen-
tido figurado o idiomático, más que de homonimia la duplicidad de sentidos de la
locución representa un fenómeno de polisemia; otra, que la ambigüedad no es tal en
realidad al estar contextualmente muy restringida.
Así, respecto de la primera objeción, la locución a pelo tiene dos sentidos figura-
dos que suelen registrar los diccionarios: ‘al punto, con prontitud, al pelo’ y ‘con
exactitud, apropiadamente’; pero también dispone de otros dos de uso frecuente y no
siempre recogidos en el diccionario: ‘desnudo’ (= en pelota, en cueros), generalmente
con el verbo estar y joder o sinónimos (estar a pelo, joder/hacer el amor a pelo), y ‘sin
dinero’ (= sin blanca), generalmente con el verbo estar o quedarse. Cabe suponer que
este último deriva de aquél; se trataría, pues, de un caso de polisemia, igual que la
relación entre los dos primeros sentidos.
Asimismo, el sentido figurado ‘intranquilo, con desasosiego’ de la locución adver-
bial en vilo deriva, por transferencia de lo concreto o físico a lo abstracto y espiritual,
del sentido ‘inseguro, suspendido en el aire’.4
Respecto de la segunda objeción, la supuesta ambigüedad de las locuciones, salvo
contextos muy determinados o usos intencionados, es más una ficción que una reali-
dad, pues, dado el elevado índice de inmodificabilidad flexiva de todos los componen-
tes de una locución, la coincidencia formal entre la expresión libre y la expresión fijada
es mínima. Como exponíamos en otro lugar (García-Page 1998c, 2000a: 97-98), si una
leve variación, como el cambio de número del sustantivo en tirar la toalla (> tirar las
toallas), supone el bloqueo instantáneo del sentido idiomático ‘desistir de un propósito’
y, por tanto, la imposibilidad de configurar un enunciado ambiguo, cualquier otra
alteración de mayor relevancia servirá para confirmar nuestra sospecha de que la am-
bigüedad fraseológica es bastante limitada, casi ad hoc, cuando se describen las locu-
ciones teóricamente, como instrumentos del laboratorio lexicográfico, y no práctica-
mente, como hechos del discurso. Así, indicábamos que la locución quitarse el sombre-
ro dispone de dos sentidos, uno literal, resultado de la combinatoria libre (‘dejar al
descubierto la cabeza levantando el sombrero’), y otro figurado, que debe aparecer en
el diccionario (‘reconocer la superioridad de otro’ o ‘sentir admiración por la aptitud o
el valor extraordinario de otra persona’); pero este segundo sentido no se actualiza si la
expresión presenta alguna de las formaciones siguientes:5
a) me quito los sombreros
b) me quito un sombrero
c) me quito mi sombrero
d) me quito el sombrero negro
e) me quito cortésmente el sombrero
f) quito el sombrero a otro
g) el sombrero me es quitado
h) me quito el sombrero y la bufanda
i) me quito y me pongo el sombrero

390
j) me quito el sombrero y me pongo la boina
k) me quito el sombrero y lo guardo
l) el sombrero me lo quito ante cualquier hazaña tuya
m) me quito el sombrerete
n) me despojo del sombrero
ñ) me pongo el sombrero
o) el sombrero es lo que me quito
p) ¿qué me quito?
q) el sombrero que me quito al paso de la bandera

Además, el significado figurado será plausible siempre que se dé una situación


explícita o implícita de competencia o contraste; por ejemplo, no parece viable en enun-
ciados como «Al entrar en la iglesia, se quitó el sombrero» o «Paseando, se cruzó con la
señora de Hidalgo y, con una reverencia, se quitó el sombrero en señal de saludo», que
son justamente claras ilustraciones del mismo sintagma con sentido literal.
A ello deben sumarse otras circunstancias, como el mero hecho de que la expresión
libre con esa forma es, en numerosas ocasiones, inusual, hasta el punto de que hay un
muy alto porcentaje de que una expresión que, en teoría, tiene los dos sentidos, sólo
pueda interpretarse como locución,6 como cabe suponer de expresiones como no tener
donde caerse muerto, no saber a qué santo encomendarse, saber de qué pie cojea, buscar
una aguja en un pajar, etc. Asimismo, sólo circunstancias extralingüísticas muy especí-
ficas podrían legitimar el sentido literal de expresiones como irse por los cerros de
Úbeda, estar entre Pinto y Valdemoro, estar en Babia, tirios y troyanos, pasar la pelota,
marear la perdiz, coger una liebre, cantar las cuarenta, no saber a qué carta quedarse,
poner las cartas boca arriba, hacer eses, leer la cartilla, hacer mutis por el foro, etc.: el
carácter cultural del léxico fraseológico (elementos geográficos, históricos, deportivos,
cinegéticos, lúdicos, lingüísticos...) favorece el bloqueo del sentido literal o su utiliza-
ción exclusiva en un contexto o situación muy determinada. Lo mismo cabría decir de
muchas otras locuciones, como subirse a la parra o caerse de un guindo, aplicadas a
personas: sólo estaría legitimado el sentido literal considerando la situación en que
una persona trepa un árbol, situación claramente poco habitual. Tristá Pérez (1988:
46-49) cita, entre otros, el caso de tirar la casa por la ventana, cuyo sentido literal sólo se
puede actualizar hablando de «una casa de juguete».
Existen otros marcadores de naturaleza gramatical o semántica que bloquean uno
de los dos sentidos o limitan la ambigüedad; así, el sentido literal de ahuecar el ala y
alzar el vuelo sólo es posible hablando de aves, frente al rasgo [+ hum.] del sujeto exter-
no que exige el sentido figurado ‘huir’ (comp. recién salido del cascarón). Salvo en la
situación de una intervención quirúrgica, un acto de criminalidad o similares situacio-
nes, la acción denotada por la locución abrir el corazón (a alguien) es, prácticamente,
impensable como expresión literal; como locución figurada, ‘sincerarse’, que es su uso
habitual, presenta otros constreñimientos, frente a la expresión como combinación
libre: por ejemplo, el sujeto seleccionado no debe interpretarse como agente y la acción es
difícilmente transformable en pasiva. Coger (a alguien) por los pelos puede tener senti-
do idiomático si por los pelos significa ‘de casualidad, con suerte’ y sentido literal si pelo
significa literalmente ‘cabello’ («El médico se iba ya: lo he cogido por los pelos»/«Ellos
se pelean continuamente: se arañan, se cogen por [de] los pelos, se insultan...»); cuando
el SNCD es [- anim.], el sentido literal está prácticamente bloqueado (queda restringido
a situaciones muy concretas: por ejemplo, tratando de muñecos infantiles) y, por tanto,
la expresión suele funcionar exclusivamente con sentido figurado («Cogí el tren de las
7:00 h por los pelos: un minuto más y lo pierdo»). No tenerse en pie tiene distinto signi-
ficado según la clase de argumento externo de sujeto: si es [+ hum.], significa ‘estar

391
débil, cansado o enfermo’ («Llevo varios días con un catarro de muerte y no me tengo
en pie»), y, si es un sustantivo [- anim.], significa ‘carecer de credibilidad o fundamento’
(«Esa teoría no se tiene en pie»). La expresión dar un baño, como locución, exige un
complemento indirecto [+ hum.], pero, como predicado de verbo soporte (bañar), el
objeto puede no ser humano; como locución, exige transitividad, no-reflexividad, pero
esta restricción no es válida cuando es verbo soporte. La locución verbal lavar la cara
tiene el significado semiidiomático de ‘limpiar’ cuando el objeto es un nombre de cosa,
pero, cuando éste es [+ hum.], significa ‘adular’.
Aparte del cambio en la clase semántica del argumento, ciertas expresiones, consi-
deradas como fijas e idiomáticas, incorporan un actante del que no dispone la secuen-
cia literal (véase § 3.8.4.3.); es lo que ocurre con las locuciones leer la cartilla, hacer la
cama,7 cerrar la puerta, apretar las clavijas, etc., que exigen un complemento indirecto
de persona (a alguien): la estructura argumental de los predicados libres leer, hacer,
cerrar y apretar, en tales estructuras, no legitima el papel temático de beneficiario o
destinatario, aunque algunos puedan llevarlo opcionalmente. El sustantivo clavijas, en
apretar las clavijas, puede llevar un especificador no humano considerado como sintag-
ma verbal («apretar las clavijas del aparato»), pero no como locución verbal; asimismo,
la presencia de un signo pronominal de objeto indirecto en la construcción libre ha de
interpretarse como dativo expletivo o superfluo («apretar a alguien las clavijas de su
aparato»).8 Cualquier objeto puede crear o hacer sombra (dar sombra), pero sólo una
persona puede oscurecer la calidad de otro, impedir su prosperidad o hacerle sombra;
esto es, como locución (pero no como predicado libre), exige un argumento externo de
sujeto [+ hum.] y, además, un destinatario también humano. Cantar las cuarenta altera
también su estructura argumental al exigir exclusivamente un sujeto [+ hum.] y am-
pliar a dos el número de complementos del predicado, pues, como estas otras, reclama
un objeto indirecto, que no requiere la expresión cuando tiene sentido recto ni cuando
se emplea en el juego de naipes.9
En cualquier caso, estos hechos ponen de manifiesto la relevancia que tiene el com-
ponente externo de la locución, hasta el punto de poder ser considerado como un consti-
tuyente de pleno derecho igual que los componentes internos o léxicamente fijados; de
ahí que no sean tan disparatadas, como se ha supuesto, aquellas clasificaciones de las
locuciones verbales que han tenido en cuenta el componente externo (§ 3.8.3.), y, a cam-
bio, puedan errar las propuestas lexicográficas que prescinden de él o que minimizan su
importancia al marginarlo al contorno, marcado normalmente entre corchetes o parén-
tesis. Acontece una situación similar que pone en entredicho la validez de estas propues-
tas cuando se intentan describir locuciones como, por ejemplo, tenerla tomada con (al-
guien), estar en manos de (alguien), vérselas con (alguien), beber los vientos por (alguien/
algo), írsele los ojos tras (alguien/algo), romper una lanza por (alguien), clavar los ojos en
(alguien), etc., por cuanto que el actante no lexicalizado del régimen prepositivo es obli-
gatorio para la gramaticalidad de la construcción.

7.1.3. Idiomaticidad simple e idiomaticidad múltiple

La idiomaticidad puede ser simple o múltiple (doble, etc.). Una locución es de idio-
maticidad simple cuando sólo dispone de un sentido idiomático o figurado, tenga o no,
además, sentido literal, según resulte una expresión ambigua o no; por ejemplo, andar
de capa caída, en un decir amén, buscar los cinco pies al gato y comer por los pies sólo
tienen sentido figurado: respectivamente, ‘padecer decadencia moral o material’, ‘en
un instante’, ‘empeñarse en acometer acciones que pueden acarrearle daño’ y ‘ocasio-
nar gastos excesivos’; mientras que, según el diccionario, a pie y a pie firme son, entre

392
cientos más, locuciones que disponen de un sentido literal y de otro figurado: respecti-
vamente, lit. ‘próximo’/fig. ‘cerca o aproximadamente’ y lit. ‘sin moverse del sitio que
ocupaba’/fig. ‘con entereza’. Cabe hacer, no obstante, la observación de que los diccio-
narios registran muchas locuciones sin el marbete de fig., esto es, como supuestamente
literales, y, sin embargo, el significado no es enteramente composicional, o, incluso, en
la sincronía actual, debe entenderse como figurado; esto es lo que podría decirse de las
citadas expresiones a pie y a pie firme con el sentido literal que les concede el DRAE
(2001). Otro ejemplo es el ya visto primer sentido de la locución adverbial en vilo ‘sus-
pendido en el aire, inseguro’, que se da como presunto sentido recto, incluso tratándo-
se de una locución compuesta por una palabra idiomática y, por ende, sin posibilidad
de tener un significado regular sistémico.
Como se ha expuesto al principio, en los estudios de fraseología se ha indicado
esta circunstancia que presentan algunas locuciones, la de comportar un sentido
figurado paralelo al sentido literal, pero poco se ha dicho acerca de la facultad de
ciertas locuciones de expresar varios sentidos idiomáticos, esto es, de tener múlti-
ple idiomaticidad (García-Page 1997a, 2000a, 2000f), a pesar de ser un hecho bas-
tante general; menos marginal de lo que pudiera pensarse en un primer momento.
Basta echar una ojeada a los distintos diccionarios para comprobar que no son
pocas las locuciones que disponen de dos o más sentidos idiomáticos; así, entre
otras, son locuciones doblemente idiomáticas mirarse las uñas ‘estar ocioso’/’jugar
a los naipes’, tener pelos en el pecho ‘tener valor’/’ser cruel e inhumano’, tapar la boca
(a alguien) ‘sobornarlo’/’darle una razón convincente que no admita réplica’, tener
(ponérsele) la carne de gallina ‘sentir frío’/’estremecerse de miedo o emoción’, echar
los pulmones por la boca ‘tener acceso de tos violento’/’agotarse debido a esfuerzo
físico’, doblar el espinazo ‘humillarse servilmente’/’trabajar duramente’, echar al co-
leto ‘leer íntegramente un escrito’/’comer o beber’, abrir la mano ‘dar con liberali-
dad’/’moderar el rigor’, darse (algo/a alguien) la mano con (algo/alguien) ‘ser seme-
jante’/’estar próximo, contiguo’, encogérse(le) el corazón ‘sentir miedo’/’experimen-
tar lástima o compasión’, metérse(le) (algo) en la cabeza ‘perseverar en un propósito’/
’convencerse, enterarse bien de algo’, tomarse a pecho ‘ofenderse o molestarse’/’em-
prender algo con mucho interés o empeño’, de súbito ‘repentinamente, imprevisto’/
’irreflexivo o precipitado’, boca de verdades ‘persona que dice con claridad lo que le
sale o siente’/(irón.) ‘embustero’, alargárse(le) los dientes ‘sentir dentera por lo agrio’/
’desear vehementemente’, de manos a boca ‘de imprevisto’/’con proximidad’, perder
la tramontana ‘perder los estribos’/’perder la brújula’, de rota batida ‘de repente, de
improviso’/’con total pérdida o destrucción’, a la trocadilla ‘en sentido inverso de lo
que ordinariamente se entiende’/’a trueque, en cambio, en trueco’, de bóbilis bóbilis
‘gratis’/’sin esfuerzo’, hacer la barba ‘adular’/’molestar’, tener entre dientes ‘murmu-
rar de alguien’/’aborrecerlo’, a granel ‘en abundancia’/’sin medida, número, orden...,
en montón’, de refilón ‘de soslayo’/’de pasada’, a ojo de buen cubero ‘sin medida,
aproximadamente’/’a discreción de uno’, con cuenta y razón ‘con exactitud’/’con pre-
caución’, a chorros ‘en abundancia’/’de manera incontenible’, dar el pasaporte ‘ma-
tar’/’abandonar’, etc.
Algunas locuciones tienen más de dos sentidos idiomáticos, como cerrar los ojos
‘dormir’/ ‘morir’/’obedecer sin réplica’/’mostrar adhesión ciega’/’lanzarse a algo sin re-
parar en gastos ni inconvenientes’ o a cierra ojos ‘a duermevela, a medio dormir’/’de
modo irreflexivo’/’con precipitación’.
Incluso, excepcionalmente, algunas locuciones son capaces de comportar dos sen-
tidos antonímicos, como es el caso de soltar el trapo ‘empezar a reír’/’empezar a llorar’.

393
7.1.4. Idiomaticidad débil e idiomaticidad fuerte

La idiomaticidad de una locución es fuerte cuando tiene un grado de opacidad


semántica elevado o no se detecta fácilmente ningún síntoma de motivación: a topa
tolondro, de falondres, tomar el pelo, estar en el ajo, untar el eje, hacer novillos...; la
idiomaticidad es débil cuando el significado figurado es semitransparente o está alta-
mente motivado (muchas veces, alguno de los componentes interviene con su sentido
literal):10 matar dos pájaros de un tiro, salir el tiro por la culata, colgar los hábitos, de pies
a cabeza, tocar techo, caérse(le) la cara de vergüenza, faltar(le) el tiempo para, hacer la
vida imposible, amargar la existencia, a vista de pájaro, nadar en la abundancia... Ahora
bien, como hemos comentado otras veces, aunque pudieran establecerse datos estadís-
ticos acerca de la mayor o menor complejidad interpretativa de una locución, de modo
que pudieran determinarse sendas listas de las locuciones más opacas y las menos
opacas, lo cierto es que la operación semántica o hermenéutica depende en gran medi-
da de aspectos subjetivos o no lingüísticos.
Algunas construcciones de idiomaticidad débil se corresponden con las semiidio-
máticas (a tientas, cojear del mismo pie que otro, pedir peras al olmo, hinchar el perro
‘exagerar la noticia’, henchir el baúl...), entre las que cabe incluir aquellas que algunos
fraseólogos llaman mixtas, compuestas por un elemento que interviene con sentido
literal y otro elemento de sentido figurado: recibir con los brazos abiertos, quejarse de
vicio, echarse a un lado, perder de vista, dormir a pierna suelta, cortar la hebra de la vida,
hacer pupa..., entre las que ocupan un lugar destacado las comparativas fraseológicas
(rojo como un tomate, dormir como una marmota...) y las construcciones con sintag-
mas cuantitativos (no saber ni jota, no dar ni golpe...).11 No obstante, algunas de estas
locuciones no resultan tan transparentes, aunque el análisis a posteriori permita ver la
asociación entre el sentido literal y el sentido figurado: hinchar el perro ‘exagerar la
noticia’, pedir peras al olmo ‘pretender cosas imposibles o difíciles de realizar’...
Puede ocurrir que uno de los sentidos de una locución de idiomaticidad doble, esto
es, polisémica, sea débil y el otro, fuerte, como ocurre, por ejemplo, en a ojos cerrados:
‘irreflexivamente, precipitadamente’/’de memoria’.
Algunos estudiosos han supuesto que las locuciones de mayor grado de idiomatici-
dad (o sea, de idiomaticidad fuerte) son aquellas formadas por anomalías gramaticales
o léxicas (palabras idiomáticas). Como se ha indicado al principio (§ 7.1.1., n. 2), a esta
asunción habría que objetar, por un lado, que hay locuciones sin anomalía léxica ni
gramatical que son semánticamente tan opacas como las que presentan alguna ano-
malía, y, por otro, que hay locuciones con anomalía que son fácilmente interpretables
o de significado accesible, como a pies juntillas y a machamartillo, o, incluso, a campo
traviesa, que es léxicamente anómala (traviesa podría considerarse palabra idiomática,
aunque resulta homónima de otro vocablo del código general) y gramaticalmente anó-
mala (se infringe la regla de concordancia). Además, son absolutamente idiomáticas
numerosas locuciones arcaicas, como las que denotan acciones que pertenecen a otra
época o las que contienen elementos léxicos que designan objetos, usos, costumbres,
etc., inexistentes, olvidados, perdidos o inusuales (monedas, vestimentas, juegos, uten-
silios domésticos, etc.).
En otro extremo, en cambio, la existencia de locuciones de idiomaticidad fuerte ha
sido puesta en tela de juicio a partir de las investigaciones cognitivistas y psicolingüis-
tas de las unidades fraseológicas, supuestamente capaces de introducirse en el apreta-
do tejido semántico de las expresiones y descubrir el tupido velo que envuelve numero-
sas locuciones. Las teorías de Lakoff y Johnson (1980) sobre la «metáfora de todos los
días» (ira es acaloramiento, más es arriba, etc.) y la hipótesis psicolingüística de Gibbs,
Geeraerts, etc. (véanse referencias en § 2.5.3.), han permitido dar claridad al oscuro

394
sentido de determinadas expresiones fijas; si bien son muchas otras construcciones las
que no son explicables fácilmente con esas teorías, que generalmente operan con cór-
pora reducidos o ejemplos ad hoc.12
Ahora bien, no puede negarse que, aun en las locuciones más opacas, pueden exis-
tir, interna o externamente a la locución, inductores interpretativos que favorezcan el
descifrado de sus contenidos, inductores a los que, a veces, se ha recurrido tradicional-
mente: léxicos (compuestos y derivados, somatismos...), semánticos (etimología, tro-
pología...), culturales (historia, folclore, geografía, personajes célebres...), sociolingüís-
ticos (zona geográfica o registro de donde procede el fraseologismo, edad del usuario,
nivel cultural...), pragmáticos (presuposiciones, contexto lingüístico o situación de uso,
frecuencia de empleo...), etc. El acceso al significado depende, en último extremo, de la
competencia del usuario. Fuentes literarias, paremiológicas, históricas, etc., recogen
muchas locuciones y dan cumplida cuenta del proceso de gestación,13 y así puede ad-
vertirse la motivación semántica que ha tenido lugar en locuciones que reflejan cos-
tumbres y juegos del pasado, como ir de picos pardos, ¡A buenas horas, mangas verdes!,
no dar vela en un entierro, echarle el muerto, ¡Agua va!, ponerse las botas, echar su cuarto
a espadas, echar/recoger el guante, volver la chaqueta, tener padrinos, irse a la porra,
quemarse las cejas, estar entre la espada y la pared, estar a la cuarta pregunta, irse a
chitos, a la chita callando, tener la negra, tocarle la china, llevarse el gato al agua, dar el
pego, tirar de la oreja a Jorge, tira y afloja, no dar pie con bola... La historia, la literatura,
la religión, etc., son la base de formación de locuciones como pasar por las horcas
caudinas, haber moros en la costa, colgar el sambenito, asomar la oreja, poner el cascabel
al gato, andar las siete partidas, lavarse las manos, echar margaritas a los puercos, sin
faltar una jota... El conocimiento del registro (profesiones, jergas, etc.) a que pertenece
una expresión también favorece el desentrañamiento del significado idiomático: estar
hasta los topes, a toda vela, coger el toro, caer en el garlito, tener ínfulas, salir de naja, tirar
de la manta, estar al loro...
Como hemos señalado en otro lugar (§§ 2.5.3. y 5.3), los somatismos constituyen
útiles inductores interpretativos: el significado de numerosas expresiones idiomáticas
está motivado por la función física, psíquica o fisiológica correspondiente al órgano que
designa el sustantivo somático (ojo: vista, atención, vigilancia, control, dormir...; boca:
comer, beber, hablar, sentido gustativo...; uña: arma defensiva...; cabeza: juicio, pensar,
reflexión...)., por la capacidad de traslucir el sentido literal, por la simbología cultural
asociada al órgano (sobre todo, el corazón y los ojos), y también al alma, por la gestuali-
dad que acompaña a veces a su enunciación (véase quinegramas: bajar la cabeza, tirarse
de los pelos, sacar la lengua...), por el lugar que ocupa en el cuerpo, etc. Por ello, son muy
abundantes las locuciones somáticas cuasitransparentes o semiidiomáticas y, proporcio-
nalmente, escasas las que tienen sentido absolutamente idiomático:14 echar el ojo, no
pegar ojo, cerrar los ojos, romperse la cabeza, sentar la cabeza, desplegar los labios, enseñar
los dientes, mostrar las uñas, írsele la lengua, no abrir la boca, aguzar las orejas...
También facilitan la tarea hermenéutica de las locuciones idiomáticas la presencia
de variantes léxicas transparentes —como ocurre, p.ej., con en un periquete (o en un
santiamén) y dar en el busilis (‘acertar’), cuyo significado figurado puede analizarse
gracias a la existencia de variantes literales como en un instante y dar en el blanco— y la
existencia de sinónimos interfraseológicos escasamente idiomáticos o con un grado
intenso de motivación —como ocurre con al tuntún, cuyo significado no composicio-
nal es deducible si se sabe su relación sinonímica con a ciegas.
Asimismo, otros recursos formales contribuyen al descifrado de la locución idio-
mática, como el conocimiento del proceso de formación de palabras idiomáticas (comp.
de quita y pon > de quitapón, a boca de jarro > a bocajarro, volar > volandas...) o de
anafóricos sin referente expreso (pegársela < pegarse una castaña, cazarlas al vuelo

395
< cazar las aves al vuelo...). También la presencia de topónimos y antropónimos puede
ayudar a comprender el significado de una locución siempre que éstos sean consabi-
dos por el hablante, como cabría decir de locuciones tales como irse por los cerros de
Úbeda, estar en Babia o estar entre Pinto y Valdemoro.

7.2. Relaciones semánticas

7.2.1. La polisemia

Desde los primeros estudios fraseológicos de lingüistas generativos se dejó constan-


cia de la existencia de locuciones con dos significados, uno literal y otro idiomático o
figurado, tal como se advierte en unidades fraseológicas como las arriba citadas (hacer
la cama, a golpes, lavarse las manos o lengua de víbora). Entonces se insistía en que los
idioms puros o auténticos15 habían de tener un sentido idiomático que se correspon-
diera con el literal de su expresión homófona; esto es, se hablaba de homonimia. Sin
embargo, a tenor de la forma como aparecen registradas las locuciones en los artículos
lexicográficos y gracias a los análisis semánticos e indagaciones etimológicas, parece
más razonable suponer, como indicábamos antes, que el fenómeno que se produce es
la diversificación de significados o acepciones de una misma expresión (polisemia),
originada frecuentemente en algún mecanismo tropológico como la metáfora, la meto-
nimia y la sinécdoque (véase, p.ej., Mellado Blanco 1998b);16 si bien el carácter difuso
o poco preciso ddel semantismo de las propias locuciones, sobre todo las verbales,
puede ser el origen de esa diversidad semántica.
Considerar que es un hecho de polisemia lo que se produce en tales casos tiene la
ventaja, por ejemplo, de que nos autoriza a afirmar que este fenómeno también es
observable en los seudo-idioms o locuciones que carecen de uno de los dos sentidos (el
literal o el idiomático); así, en vilo tiene el significado de ‘suspendido en el aire, insegu-
ro’ y, por derivación figurada probablemente, ‘intranquilo, nervioso’; dar de ojos tiene el
significado primero de ‘caer de bruces al suelo’, y, como segundo, por transposición
metafórica, ‘incurrir en un error’; a pie llano significa ‘sin escalones’ y también, por
transposición, ‘fácilmente’; a pie juntillas tiene el significado literal de ‘con los pies
juntos’,17 pero también otro más reciente que no recogen todos los diccionarios, el de
‘literalmente, a la letra’, probablemente debido a un fenómeno de contaminación con
esta otra locución, al pie de la letra.
No obstante, a veces resulta más difícil determinar la conexión entre las distintas
acepciones, el núcleo sémico que permite asociarlas, por lo que, como ocurre con las
unidades léxicas simples, podría suponerse que se ha practicado un proceso de homoni-
mización. Así, entre las acepciones de cerrar los ojos ‘obedecer sin replicar’ y ‘mostrar
adhesión ciega a otra persona’, existe un núcleo sémico que permite relacionar ambos
sentidos, hasta el punto de parecer cuasisinónimos; e, incluso, el significado ‘arrojarse con
atrevimiento a hacer algo’ podría suponerse derivado de éstos; respecto de los otros dos
significados de la expresión, ‘dormir’ y ‘morir’, aunque sobremanera diferentes, no resulta
tan difícil suponer que guardan una relación polisémica. Pero ¿cuál es el salto que hay que
dar para identificar como polísemos ‘morir’ y ‘mostrar adhesión ciega’ u ‘obedecer’ o entre
‘dormir’ y ‘arrojarse con atrevimiento a hacer algo’?, ¿es la idea de nulidad o anulación del
yo en correspondencia con la sumisión la noción que permitiría vincular ambos sentidos?
De ser, por ejemplo, válida esta correspondencia, quizá represente un coste excesivo, de
modo que en el artículo lexicográfico podrían aparecer muchos más significados.
Como hemos indicado antes, a veces las acepciones de una locución presentan al-
gún tipo de restricción semántica, como ocurre en no tenerse en pie, que significa ‘poco

396
fundamentado o insostenible’ si se dice de un argumento o una teoría y ‘débil o enfer-
mo’ si se aplica a personas, esto es, de acuerdo con la distinción clasemática [+ hum.]/
[- hum.] (sin embargo, la diferencia clasemática no determina cambio semántico en
otras locuciones, como darse la mano, que, tanto si se aplica a cosas como si se aplica a
personas, significa bien ‘ser semejantes’, bien ‘estar contiguas’).
Una particularidad que presentan las locuciones que tienen dos o más sentidos
idiomáticos, frente a las locuciones con un solo sentido figurado y otro literal, es que
pueden ser igual de frecuentes con uno u otro significado idiomático; por ejemplo, la
citada locución cerrar los ojos se encuentra con igual facilidad usada con el sentido
‘morir’ («El enfermo ha cerrado los ojos para siempre») como con el de ‘decidirse con
atrevimiento a hacer algo’ («Si tienes la intención de casarte, hazlo cuanto antes: cierra
los ojos y a vivir, que son dos días; si empiezas a darle vueltas, al final no te casas
nunca»); y lo mismo cabría decir de las dos acepciones de en vilo, que son equiparables
en cuanto a frecuencia de uso: ‘inseguro, suspendido’ («Un vagón del tren descarrilado
ha quedado en vilo sobre el puente») e ‘intranquilo’ («El opositor está en vilo esperando
los resultados del examen»). Evidentemente, esto no siempre sucede así: son numero-
sas las locuciones que disponen de una acepción figurada con un uso muy reducido.
En cambio, como se ha advertido antes, las locuciones con un solo significado
idiomático y otro literal presentan una distribución desigual, dado que, en la mayoría
de los casos, su empleo con el sentido literal es mínimo y, contextualmente, muy cons-
treñido, hasta el punto de que parecen haberse forjado sólo como expresiones idiomá-
ticas. Hay, no obstante, excepciones muy notorias, como es dable suponer a la vista de
las expresiones lavarse las manos, abrir (o cerrar) los ojos o ver las estrellas: como sintag-
mas verbales libres, expresan acciones rutinarias o habituales.18

7.2.2. La sinonimia

7.2.2.1. Aspectos generales

Además de la sinonimia que se da en la lengua común entre palabras, incluso


entre una unidad léxica y una locución (p.ej., Martínez Marín 1998b: 51, Mellado
Blanco 2004b: 94), existen locuciones que expresan de una u otra manera una rela-
ción de identidad o similitud semántica.19 Esta equivalencia será entendida no en
términos absolutos, pues es sabido que, aun en las unidades léxicas simples, es difícil
determinar sinónimos intercambiables en toda situación sin que uno de los términos
presente alguna connotación social, cultural, geográfica, etc.;20 además, serán descri-
tas como sinónimas aquellas locuciones que, no siéndolo en puridad desde el punto
de vista semántico, son interpretadas como tales por los hablantes o que así funcio-
nan regularmente en su uso discursivo.
Como hemos indicado en otro lugar,21 distinguimos dos tipos fundamentales de
relaciones sinonímicas, la sinonimia interna o intrafraseológica, que se consigue entre
dos de los constituyentes léxicos que componen la locución (común y corriente), y la
sinonimia externa o interfraseológica, que es la mantenida entre dos locuciones formal-
mente distintas (a trompa y talega/sin orden ni concierto). No consideramos, pues, como
sinonimia interfraseológica —siendo, no obstante, un fenómeno de sinonimia— la re-
lación de esta naturaleza que se establece entre una locución y una palabra simple (ser
incapaz de matar una mosca/inofensivo, no haber roto un plato en su vida/inocente, tener
malas tripas/cruel, tener pelos en el corazón22/valiente, brioso). Tampoco encaja en nin-
guno de los dos tipos diferenciados de sinonimia la que entablan las alternativas léxi-
cas de una locución de variantes, sean sinónimos de lengua (apearse del burro/machito)

397
o no (a toda/viva voz), al margen de que su comportamiento semántico sea idéntico en
tanto que la sustitución no determina ningún cambio en el significado fraseológico.

7.2.2.2. Sinonimia interna o intrafraseológica

7.2.2.2.1. Considerando sinónimas aquellas voces que, no siéndolo en virtud de sus


rasgos semánticos, funcionan como tales en la locución, la sinonimia interna podría
ilustrarse con binomios como justo y cabal, de golpe y porrazo, al fin y al cabo, al fin y a
la postre, dueño (o amo) y señor, sin orden ni concierto, sin causa ni razón, daños y
perjuicios, lisa y llanamente, sano y salvo, a imagen y semejanza, por obra y gracia, de
rompe y rasga, por cuenta y riesgo, con cuenta y razón, ni hablar ni parlar, según y confor-
me (según y como), a cala y a prueba/cata, a la caza y captura, común y corriente...,23 lista
a la que cabría sumar mondo y lirondo, contante y sonante, a gatas y tatas, sin ton ni son,
corriente y moliente, etc., es decir, las locuciones que contienen una palabra idiomáti-
ca,24 un elemento que, no teniendo más valor que el de ripio, forjado para el sonsonete,
parece adquirir el significado del primer miembro, en calidad de refuerzo, para confi-
gurar una fórmula ditológica con valor enfático.
Todas esas locuciones tienen en común constituir una construcción binómica o
gemela cuyos miembros, generalmente sustantivos o adjetivos sin modificadores ni
determinaciones, están relacionados por un coordinador copulativo, siendo la conjun-
ción y el más frecuente.25 El binomio es el esquema sintáctico más frecuente, práctica-
mente el único, para la expresión de la sinonimia interna (§ 5.2.4.). El binomio puede
formar parte de una locución más amplia (generalmente, verbal u oracional).

7.2.2.2.2. Algunas locuciones binómicas pueden acortarse quebrando la estructura gemi-


nada: al fin y al cabo > al fin, al cabo, a imagen y semejanza (de) > a imagen (de), por cuenta
y riesgo (de) > por cuenta (de), a gatas y tatas > a gatas...; creemos que versión corta y versión
extensa son, simplemente, variantes, variantes sintácticas (§ 4.2.1.3.6.4.), y no sinónimos
interfraseológicos. Su estatuto de variantes garantiza su equivalencia semántica.

7.2.2.3. Sinonimia externa o interfraseológica

7.2.2.3.1. Es un hecho constatable que ciertas locuciones pueden agruparse en virtud


de una equivalencia o similitud semántica, bien consignada en los diccionarios, bien
comprobada en el uso que de ellas hacen los hablantes para comunicarse o expresar
una idea determinada. En tales casos, no hay razón para impedir que se hable de
sinonimia, máxime si se adopta una concepción no muy restringida de la sinonimia,
esto es, admitiendo los casos en que dos locuciones sean sinónimas no en términos
absolutos. A veces es dable detectar alguna restricción de orden estilístico, sociolectal o
geolectal, alguna diferencia en el grado de intensidad, la ausencia en una expresión de
un rasgo sémico secundario presente en la sinónima, etc., aspectos que hacen que
pueda resultar improcedente su intercambio en determinados contextos. En tales ca-
sos, estos hechos de sinonimia se suelen describir como hechos de hiponimia o parasi-
nonimia, sobre todo cuando la sinonimia se interpreta no ya como una relación de
identidad, sino de equivalencia o semejanza (Casas Gómez 1995a: 110, 1999, Casas
Gómez y Muñoz Núñez 1992: 152). Lyons (1980: 274-275) cree que la hiponimia puede
describirse como un hecho de sinonimia asimétrica. En fraseología (y en el léxico ge-
neral), el límite entre la hiperonimia o hiponimia y la sinonimia es muy difícil de trazar
(Díaz Cama 2000: 336).
Los diccionarios a veces no ayudan mucho en esta tarea; antes al contrario: sobre
todo, cuando se aprecian oscilaciones o vacilaciones en el tratamiento, en un mismo

398
diccionario, de locuciones aparentemente similares, o cuando hay discrepancias en las
definiciones lexicográficas de diversos diccionarios, o bien cuando se esgrimen mati-
ces estilísticos, imperceptibles en la práctica, para diferenciar dos locuciones que los
hablantes, menos dados a distingos de ese calibre, utilizan como impecables sinóni-
mos; en otras palabras, cuando colisionan la decisión —a veces precisa, a veces arbitra-
ria— del lexicógrafo y el uso real (nos referimos, obviamente, a cuando este uso real es
legítimo y no incurre en impropiedad). Veamos algunos ejemplos ilustrativos.
Según las definiciones del DFDEA (= DEA), andarse por las ramas ‘[Entretenerse en
lo accesorio o menos importante], desviarse del tema’ e irse por los cerros de Úbeda
‘[Divagar], desviarse del tema’ no serían estrictamente sinónimos (absolutos); sin em-
bargo, en uno de los ejemplos que cita de esta última locución («Se sale por los cerros
de Úbeda, no hay modo de hacerle ir al grano»), opone irse por los cerros de Úbeda a ir
al grano (‘Tratar lo principal de un asunto sin desviarse o divagar en aspectos secunda-
rios’), que es, justamente, el antónimo de andarse por las ramas, lo que pone de mani-
fiesto su equivalencia semántica. El DRAE (2001) distancia más las expresiones al
definir [irse] por los cerros de Úbeda como ‘U. para dar a entender que lo que se dice es
incongruente o fuera de propósito, o que alguien divaga o se extravía en el raciocinio o
discurso’. En cualquier caso, los hablantes no reparan normalmente en tales sutilezas
de matiz y las emplean como sinónimos.
Según el DI, en virtud de su significado, reír las gracias (a alguien) ‘aplaudirle con
propósito de adularle’ podría asociarse con regalar el oído o hacer la barba ‘adular’, pero
esa asociación resultaría más difícil si se tuviera en cuenta la definición del DEA o del
DRAE ‘aplaudirle con alborozo algún dicho o hecho digno, por lo común, de censura’
(adviértase, no obstante, que la palabra aplaudir está tomada en sentido figurado, pues
esta locución se emplea sin que se «golpeen las palmas de las manos»). En definitiva,
para unos (DI), la locución comportaría el significado ‘adulación’ y, para otros (DEA,
DRAE), no, de modo que su empleo como sinónimos o cuasisinónimos estaría sólo jus-
tificado lexicográficamente en el primer caso; bien es cierto que, si se hace un examen
más detenido de las definiciones, el hecho de ‘aplaudir una acción censurable’ debe inter-
pretarse como una expresión de adulación, si se admite la definición de adular: ‘Hacer o
decir con intención, a veces inmoderadamente, lo que se cree que puede agradar a otro’.
Veamos otro caso similar sin movernos del mismo campo nocional. Salvo diferen-
cias de índole estadística o sociocultural, es evidente que los hablantes intercambia-
rían hacer la barba o dar jabón (o betún), definidas lexicográficamente sin más como
‘adular’, con andar con el tiempo, a pesar de que las definiciones lexicográficas maticen
que ésta se usa cuando la adulación se dirige a un superior o persona de más poder, o
bien con hacer la zalá, a pesar de que ésta disponga de una definición más precisa
(‘agasajarle con gran sentimiento para conseguir algo’, DI), que no es más que la propia
definición de adular (véase supra). En todos estos casos, en los que las definiciones
lexicográficas ofrecen aun ligeras variaciones, ha, lógicamente, de sentar ancha la eti-
queta de sinonimia, y de ahí que quepa presumir que los lingüistas más escrupulosos
las considerarían hechos de hiponimia (o, todo lo más, de parasinonimia), aun yendo
en contra del uso real según el cual los hablantes emplean tales locuciones indistinta-
mente sin que se produzcan cortocircuitos en la comunicación.
Asimismo, la cautela o previsión que se ejerza en una actuación permitirá relacio-
nar tentarse la ropa y asentar el pie, sin ser en puridad sinónimos en virtud de sus
definiciones lexicográficas: respectivamente, ‘considerar despacio previamente las con-
secuencias que podrá tener una determinación o acto’ y ‘proceder con tiento y madu-
rez en su operaciones, por la experiencia o escarmiento que ya tiene’ (DRAE 2001).
Hay otros casos de colisión entre la sinonimia y la hiponimia y entre la definición
lexicográfica y el uso real. Son muchas las locuciones que denotan ‘gran esfuerzo’ y que

399
los hablantes usan, por lo general, indistintamente; sin embargo, los diccionarios ofre-
cen divergencias, a veces tan sutiles como inaplicables, de modo que la transición de la
sinonimia a la hiponimia viene propiciada lexicográficamente. Así, por ejemplo, la
diferencia de grado o intensidad que se observa en las definiciones que proporcionan
los diccionarios de la locución echar los hígados ‘[trabajar o] esforzarse mucho’ (DEA,
DFDEA), ‘esforzarse muchísimo’ (DRAE 2001) y ‘[trabajar] (= esforzarse) con exceso’
(DI), impide que se traten como unidades exactamente equivalentes (sinónimas); en
esa diferencia de grado va a estribar la distinta asociación de dicha locución con otras
expresiones de significado afín o supuestamente sinónimas. Así, echar los hígados con
el significado de ‘esforzarse mucho’ (es decir, con el grado menor de intensidad de los
tres indicados en sendas definiciones) sería sinónima de romperse los cuernos según la
definición del DRAE (‘esforzarse, [trabajar] mucho’), pero no exactamente según la del
DEA y DFDEA —’[trabajar] (= esforzarse) de forma agotadora’—; y también podría ser
sinónima de dejarse la piel según la definición del DFDEA (‘poner mucho esfuerzo [o
trabajo]’), pero no según la del DEA (‘hacer el máximo esfuerzo’); y, además, también
podría serlo de batirse el cobre según la definición del DI —’[trabajar] (= esforzarse)
mucho’—, pero no ya según la del DRAE —’[trabajar] (= esforzarse) mucho en negocios
que producen utilidad’. Sólo con ese grado de intensidad que indican el DEA y el DFDEA
(‘mucho’), echar los hígados sería también sinónima de las locuciones sudar el hopo
‘costar mucho [trabajo] (= esfuerzo)’ (DRAE, DI), darse un tute ‘[trabajar] (= esforzar-
se) mucho o hacer un esfuerzo grande’ (DEA, DFDEA),26 sudar la camiseta ‘[trabajar]
(= esforzarse) mucho’ (DFDEA), sudar la gota gorda ‘esforzarse mucho...’ (DEA, DRAE)
y sudar tinta ‘realizar un trabajo con mucho esfuerzo’ (DRAE);27 en cambio, ya no lo
sería de otras locuciones que indican un grado de intensidad mayor, como sacar fuer-
zas de flaqueza ‘hacer un esfuerzo extraordinario...’ (DRAE, DI) y asestar toda la artille-
ría, echar el resto y estirar la barra, que representan el grado máximo del esfuerzo:
‘hacer todo el esfuerzo posible’ (DRAE, DI). Ahora bien, si se parte de la definición de
echar los hígados del DI (‘con exceso’) —¿y acaso del DRAE (‘muchísimo’)?—, sí podría
ser sinónima de estas últimas, pero no de aquellas primeras. Por otra parte, los matices
que a veces acompañan la definición (los indicamos con cursiva) impedirían tratar
como sinónimas de aquéllas las locuciones sudar tinta ‘realizar grandes esfuerzos, esp.
de ingenio’ (DFDEA), doblar el espinazo ‘trabajar [mucho] realizando esfuerzo físico’
(DFDEA, 4.ª acep.), sudar la camiseta ‘[trabajar] (= esforzarse) mucho. Frec. en depor-
tes’ (DFDEA) y batirse el cobre ‘[trabajar] (= esforzarse) mucho en negocios que produ-
cen utilidad’ (DRAE).
Pero aquí no acaba la cosa. Siguiendo con las mismas locuciones, es evidente que
los caprichos lexicográficos no sólo pueden conducir al estudioso a clasificar o anali-
zar de diversa manera un mismo enunciado, tal como acabamos de ver: es también por
capricho lexicográfico el que un mismo diccionario dé a la misma locución distinta
definición cuando cambia de variante léxica, lo que, lógicamente, puede de nuevo guiar
al estudioso a clasificar sendas versiones de distinta manera. Así, el DRAE define echar
(o envidar) el resto (o los restos) como ‘hacer todo el esfuerzo posible’, echar el hígado (o
los hígados) como ‘esforzarse muchísimo’, echar (o sudar) la hiel como ‘trabajar con
exceso’ y echar el bofe (o los bofes) como ‘trabajar excesivamente’. Está claro que, según
estas definiciones (adviértase el distinto grado de ‘esfuerzo’), salvo las dos últimas locu-
ciones, no podrían considerarse ni variantes ni sinónimas en sentido estricto. Cabría
preguntarse si, en realidad, no se trata de sinónimos completamente intercambiables
en el uso cotidiano y si tales divergencias no obedecen más que a decisiones arbitrarias
del lexicógrafo.28 En apoyo de nuestra suposición está el que otros diccionarios propo-
nen definiciones que las convierten automáticamente en sinónimas; así, el DI identifi-
ca echar la hiel y echar los hígados como ‘[trabajar] (= esforzarse) con exceso’ (la locu-

400
ción echar los hígados es remitida a echar la hiel), que serían también sinónimas de
echar el bofe al mantener la definición del DRAE (no lo sería de echar el resto por la
diferencia de grado entre con exceso y todo lo posible [= el máximo]); para el DEA y
DFDEA, que definen echar el resto como ‘hacer el máximo esfuerzo [o poner todos los
medios a su alcance]’ y echar los hígados como ‘[trabajar o] esforzarse mucho’, tampo-
co serían ortodoxamente sinónimas (y, si cabe, con más razón, porque atenúan la in-
tensidad del esfuerzo con la variante hígados), las cuales tampoco serían rigurosamen-
te sinónimas de echar los bofes al precisar ‘fatigarse mucho por el esfuerzo, esp. corrien-
do’.29 La verificación de distintos grados de intensidad podría practicarse en otras
locuciones, como las forjadas para nociones escalares como ‘rico’ (estar forrado, tener
barro a mano, nadar en la abundancia, ser de oro, llevar/tener herrada la bolsa, tener bien
cubierto el riñón, tener (muchos) cuartos, etc.) o ‘pobre’ (véase infra).
En muchos estudios de Fraseología, más atentos a la relación de sinonimia que
establece una locución con una palabra simple, el tipo de sinonimia que estamos aquí
analizando (sinonimia externa o interfraseológica), basado en la relación entre dos o
más locuciones distintas, ha sido prácticamente desatendido o minusvalorado al con-
siderarlo un fenómeno extraño o excepcional; sin embargo, si, como venimos sugirien-
do, adoptamos una concepción no excesivamente estricta de la sinonimia y atendemos
a la vertiente discursiva de los hechos semánticos, creemos que no son raros ni excep-
cionales los casos de sinonimia externa,30 tal como ilustra esta extensa nómina —no
obstante, muy incompleta (huelga advertir que algunos pares serían analizados como
hipónimos por otros lingüistas, dependiendo de la concepción que se adopte, las varia-
bles de uso, etc.): tomar el pendil/poner pies en polvorosa,31 mojar la pestaña/soltar el
trapo, hasta la vista/a más ver, sorber el seso/comer el tarro, en cueros/a la cordobana,
sacar los trapos sucios a relucir/poner como ropa de pascua/tirarse los bonetes/venir a las
manos, poner de patitas en la calle/mandar con la música a otra parte/dar con la puerta en
las narices, hacer aguas/irse al garete/echarse a perder/venirse a pique (o abajo), barrer
para adentro/arrimar el ascua a su sardina/llevar el agua a su molino, cortar el bacalao/
tener la sartén por el mango/llevar los pantalones32 (o la voz cantante, la batuta, el ti-
món...)/dirigir el cotarro33/escribir el guión/ser el amo de la burra, clavar los ojos en (algo)/
alargárse(le) los dientes/sorber los vientos por (algo), ser muy del asa/ser uña y carne/estar
a partir un piñón/matarse por el otro, comer del mismo plato, echar pelillos a la mar/
hacer las paces, ser pies y manos del otro/sacar (a alguien) el pie del lodo/echar un cable,
cada dos por tres/a cada trinquete (o momento, hora, instante, trique, triquete, triquitra-
que...)/un día sí y otro también/a todas horas/cada lunes y cada martes, a escape/de prisa/
a la ligera/a todo correr (y variantes: andar, meter, vela, trapo, gas...)/en volandas, hacerse
el sueco/hacer oídos de mercader (o hacer oídos sordos), Las paredes oyen/Hay moros en
la costa/Hay ropa tendida (¿también Hablar las paredes/piedras?), oler mal/haber gato
encerrado/dar mala espina, estar forrado/tener barro a mano/(ser) pájaro gordo/tener bien
cubierto el riñón, echar(le) el gato a las barbas/enseñar(le) las uñas, en vilo34/prendido con
alfileres, traer frito (o traer por el camino de la amargura)/sacar de quicio/hacer la vida
imposible, joder (le) la marrana/tocar(le) las narices, no tener donde (o sobre qué) caerse
muerto/no tener con qué hacer cantar a ciego/no tener más que la capa sobre el hombro/
no conocer al rey por la moneda/estar a la cuarta pregunta/estar muerto de hambre/estar
en la inopia/dar con el culo en las goteras/no tener sobre qué Dios le llueva/tener una
mano delante y otra detrás/estar a la luna de Valencia35/estar a dos velas/estar a verlas
venir/estar con la boca (pegada) a la pared/andar a tres menos cuartillos/comerse de mise-
ria/bailar el pelado/no tener casa ni hogar/estar sin blanca (un cuarto)/(estar) por puer-
tas,36 buscar pan de trastrigo/pedir peras al olmo (o pedir la luna/pedir cotufas en el golfo)/
hacer castillos en el aire, errar el tiro/no dar una a derechas/coger el rábano por las hojas,
darse a partido o darse por vencido/tirar la toalla, poner toda la carne en el asador/jugár-

401
selo (todo) a una carta/echar toda el agua al molino (véase infra), hacer cara (o frente)/
echarse al agua, hacer la barba (o la zalá, la rueda)/poner en los cuernos de la luna/lavar
la cara/hacerse lenguas/regalar(le) el oído/pasar (o traer) la mano por el cerro/poner por
las nubes/levantar hasta las estrellas/henchir la cabeza de viento/dar jabón/bailar(le) el
agua, estar de uñas/llevarse como los perros y los gatos/andar a la greña/llevarse a matar/
tirarse los trastos a la cabeza (o tirarse los bonetes), no abrir el pico/no decir ni mu (y
variantes: ni pío, ni media palabra, esta boca es mía...)/sellar los labios (o la boca)/poner
un candado a la boca/poner punto en boca, tener pelos en el corazón/ser de buen pelo/
tener malas tripas,37 hacer la jarrita/rascarse pelo arriba, a tocateja/al contado/contante y
sonante, estar mano sobre mano/rascarse la barriga/tocarse las narices/cruzarse de bra-
zos/venir con las manos en el seno/mirarse las uñas/no dar pie ni patada (y variantes:
palo al agua, palotada, golpe, etc.), dar de lado/volver la espalda, tentarse la ropa/asentar
el pie, si bien/no obstante, a expensas de/por cuenta de/con cargo a, meter (a alguien) la
castaña/dar gato por liebre/dársela con queso, al tuntún/a ciegas/de ligero/a troche y mo-
che/de bolín, de bolán/a cierra ojos, a la improvista/de (o al) improviso/de golpe y porrazo
(o de golpe y zumbido)/como llovido/de manos a boca/de rota (batida)/a quemarropa/de
súbito (o repente, pronto...)/en justo y creyente, dejarse la piel (o las uñas, los dientes, las
pestañas, el pellejo)/romperse los cuernos (véase supra), apretar (o hincar) el codo (o los
codos)/quemarse las cejas (o los ojos, las pestañas), a upa/en brazos, dar en el rostro/no
saber a rosquillas/quebrar(le) los ojos, cantar la gallina/caerse de su asno, entre gallos y a
media hora/a deshora, a pie/en la mula de san Franciso (o en el caballo de san Fernando),
dar diente con diente/temblar(le) las carnes/tener carne de gallina, calentarse la cabeza/
comerse el coco/devanarse los sesos/romperse los cascos, a gatas/a cuatro pies, estar en la
espina [de santa Lucía] (los huesos, el chasis, el pellejo)/sin tripas ni cuajar/estar más
chupado que la pipa de un indio/estar más flaco que el radio de una bicicleta (el tobillo de
un canario, el canto de un duro...)/estar hecho un fideo (palillo...)/ser (o parecer) el espíri-
tu de la golosina,38 no chuparse el dedo/no haber nacido ayer/no caerse de un pino, tener
sangre de horchata/no tener sangre en las venas, mirarse las uñas/tirar (de) la(s) oreja(s) a
Jorge, a ojo/tarín barín, pagar el pato (y pagar los platos rotos)/cargar con el mochuelo,
cortar la hebra de la vida/dar mulé, vender salud/no caber en el pellejo, darse un filo a la
lengua/hincar el diente/poner lengua(s) en (alguien)/traer entre dientes/cortar(le) un sayo/
poner(le) verde (y variantes: de vuelta y media, como hoja de perejil, a parir...) en una de
sus acepciones (véase § 7.2.4.), dar al diente/echar al coleto, hacer todo lo posible/empe-
ñar la venera/mover cielo y tierra/revolver Roma con Santiago/no dejar piedra sin mover,39
echar agua en el mar/coger agua en cesto/sembrar en arena, etc.
A veces, los diccionarios, como el DRAE o el DI, proporcionan en sus artículos no
pocas definiciones a base de sinónimos interfraseológicos, normalmente del menos
conocido o menos general al más extendido o usual: de tapadillo/a escondidas, al tanteo/
a bulto, es decir/esto es, cegríes y abencerrajes/tirios y troyanos, a cercen/de raíz, a ufo/de
balde/por amor al arte, a trueque/en cambio, en pinganillas/de puntillas, a asentadillas/a
la mujeriega, a lo zaino/de soslayo, en orre/a granel, a rostro firme/cara a cara, a todo tiro/
como mucho, de toma pan y moja/para mojar pan, estar en misa y repicando/repicar y
andar en la procesión...
A la vista de algunos de estos ejemplos, parece oportuno advertir que hemos adop-
tado la postura de no tratar como sinónimos las variantes de una misma locución, sean
léxicas, gramaticales o de otro tipo, siempre que los signos afectados, aun no siendo
sinónimos de lengua, se comporten como sinónimos (institucionalizados, fraseológi-
cos) en la locución: colgar/ahorcar los hábitos, alzarse con el santo y la limosna/la cera,
untar el eje/carro, a/de anequín, al/por el contrario, al tuntún/al buen tuntún... Para algu-
nos estudiosos, se trataría, sin embargo, de sinónimos estructurales (§ 4.2.1.2.).

402
7.2.2.3.2. Por ello, un serio problema de clasificación presentan definiciones lexicográ-
ficas «por sinónimo» del tipo a tentebonete/a porrillo, a ultranza/a muerte, al proviso/al
instante, de coro/de memoria/de cabeza, por ende/por tanto, de mentirillas/de burlas, de
concordia/de consuno, en porreta/en cueros/en pelota/en pelete, a escarramanchones/a
horcajadas (horcajadillas), a tientas/a ciegas, de un tirón/de una sentada, a competencia/
a porfía, a torna punta/a torna peón, etc., en tanto en cuanto que pueden interpretarse
como variantes léxicas (§ 4.2.1.4.), a pesar de que el armazón sintáctico es muy simple
y el elemento invariable —uno solo— es de naturaleza prepositiva; de hecho, hay sufi-
cientes ejemplos que prueban que determinadas definiciones por sinónimo son, real-
mente, definiciones a base de variantes, pues representan variaciones institucionaliza-
das conseguidas por otros mecanismos lingüísticos (fónicos, morfológicos, gráficos,
gramaticales...), como es el caso de en pelota/en pelete, a trueco/a trueque, etc. Ahora
bien, afirmar que pelota y pelete son variantes, ¿nos autoriza a afirmar lo mismo de
pelota y porreta o de pelota y cueros (o bolas, pelotas)?, ¿por qué no iban a analizarse
como variantes igual que se analizan uñas y dientes en mostrar(le) las uñas/los dientes o
jueves y mundo en no ser nada del otro mundo/jueves?, ¿o es mejor pensar que no
existen variantes y que todos estos fenómenos son, simplemente, ejemplos de sinoni-
mia, tal como prefieren algunos estudiosos?40
El problema de delimitación de la locución con variante respecto del sinónimo inter-
fraseológico se agrava cuando, además de la sustitución léxica, interviene otra opera-
ción, como sucede cuando dos locuciones difieren además en la presencia/ausencia de
otro signo (artículo, adjetivo...): por ende/por lo tanto, a bulto/al tanteo, a asentadillas/a la
mujeriega, a maltraer/al retortero, de romanía/de capa caída, de repente/de rota batida, a
porrillo/a tente bonete, a cierra ojos/a duermevela, en un Jesús/en un decir Jesús, etc. Podría
adoptarse la postura más sencilla, que es tratarlos como sinónimos interfraseológicos;
sin embargo, tal descripción no es, tal vez, muy acertada si se hace un examen más
detenido: sucede a veces, que, por la especial idiosincrasia de la fraseología, uno de los
miembros de cada par recurre a algún artilugio igualador, como la supresión del elemen-
to nuevo que provoca la diferencia sintagmática (por (lo) tanto, a mujeriegas —con cam-
bio morfológico en el sustantivo—, de rota (batida), en un (decir) Jesús...), o, meramente,
la simple soldadura gráfica (a porrillo/a tentebonete, a cierraojos/a duermevela); o desarro-
lla una serie de variantes de igual estructura: a bulto/ojo [a + N]-al tanteo [al + N], al
retortero/estricote [al + N]-a maltraer [a + N]...41 Más concretamente: si, por ejemplo, por
ende y por tanto se analizan como variantes, ¿por qué iban a dejar de serlo cuando la
segunda locución incorpora el artículo (por lo tanto)? Esto es, ¿por qué han de tratarse
como sinónimos por ende y por lo tanto y como variantes por ende y por tanto?
Frente a estas parejas, podría parecer más fácil analizar como variantes las locucio-
nes a trueco y a la trocada (o trocadilla); y podría parecerlo porque no representan, como
aquéllas, genuinas variantes léxicas, ya que, aparte del artículo, sólo difieren en una
simple modificación morfológica (los sustantivos son palabras relacionadas por un pro-
ceso derivativo; existe, pues, una identidad lexémica). Si se llega al convencimiento de
que es más ajustado a razón describir a trueco y a la trocada como variantes, no parecería
descaminado proceder del mismo modo en los pares anteriores (por ende/por lo tanto, a
bulto/al voleo, etc.), en los que hay una conjunción de variaciones gramatical + léxica,
frente a la conjunción de variaciones gramatical + morfológica que se produce en éste.
Ahora bien, los caprichos de la Fraseología pueden hacer aún más complejo el
análisis; así, tanto a trueco como a trueque pueden cambiar la preposición a por en sin
variación semántica, de modo que podríamos encontrarnos con la situación de tener
que clasificar el par a trueco/en trueque: considerados trueco y trueque variantes (mor-
fológicas), ¿dejarían de serlo para convertirse en sinónimos (interfraseológicos) por el
cambio de preposición, es decir, serían variantes a trueco y a trueque y, en cambio,
sinónimos a trueco y en trueque? No parece que tal solución sea muy congruente.

403
Pero el problema no acaba ahí: teniendo en cuenta que a la trocada no tolera ese
cambio de preposición, ¿qué tratamiento recibiría el par en trueco/a la trocada?, ¿son
variantes aun no existiendo ningún elemento en común, salvo la raíz nominal (que,
para mayor complicación del análisis, no es fonológicamente idéntica)? Nosotros nos
decantamos, como quedó indicado en § 4.2.1.3.5., por que, en los dos casos, se da la
conjunción de dos tipos de variantes: morfológica (trueco/trueque, trueque/trocada) +
gramatical (a/en, Ø/la). La identidad lexémica, bien por el significado que tienen, bien
por la forma misma (estructura morfológica), permite presuponer el parentesco que se
da entre ambas construcciones y, por tanto, favorece su tratamiento como variantes.
Lo mismo cabría decir de otras muchas parejas, como de solapa y a solapo, etc.
Ahora bien, vuelve a surgir otro problema ante casos aparentemente similares. Uno
de estos casos es el que se presenta cuando una de las variantes léxicas de una misma
locución admite cambio de preposición, pero no la otra; así, por ejemplo, supuestas las
variantes léxicas de soslayo/de refilón, en trueco/en cambio y al revés/a la trocada, ¿han
de analizarse también como variantes al soslayo/de refilón, a trueco/en cambio y de
revés/a la trocada? Creemos que ahora lo más consecuente es que no, que son sinóni-
mos interfraseológicos: ya no existe la identidad lexémica que permitía vincular los
pares trueco/trocada y solapo/solapa, y, por ello, describir las diferencias que presentan
como variaciones históricas de una misma base. Pero esta decisión no está exenta de
dificultades: a cualquiera se le puede ocurrir que se está incurriendo en una incon-
gruencia al comprobar que no se interpretan como variantes al soslayo y de refilón y sí,
en cambio, de soslayo y al soslayo [variantes gramaticales], por un lado, y de soslayo y
de refilón [variantes léxicas], por otro.
No obstante, nuestra tendencia a tratar como simples variantes locuciones como
las anteriores con un constituyente básico común, de menor prominencia semántica,
como la preposición que encabeza las locuciones adverbiales, no garantiza su fácil
clasificación. Una de las razones es el hecho empírico de que son mayoría las locucio-
nes adverbiales que se construyen sobre un esquema sintáctico fijo (p.ej., «a + A/Npl.»,
«de + N», «a + la + N/A»...) y, además, con pocas posibilidades de cambio preposicional
(en, de, con, por..., y, sobre todo, a). De hecho, la existencia misma de un esquema de
formación constituye un problema para la descripción: es, a veces, muy difícil saber si
una expresión ha nacido sobre otra ya existente mediante una simple sustitución léxi-
ca, como supone Casares Sánchez (1950) de en un santiamén, en un periquete, etc.,
respecto de la primitiva en un instante, o si las diferentes versiones han surgido de una
manera autónoma o paralela a sabiendas del molde sintáctico común; es, en definitiva,
difícil saber cuál es la base de formación de las demás o si, incluso, es posible determi-
nar una cadena de procesos derivativos consecutivos (una locución es la base de for-
mación de otra locución, y esta otra locución lo es de otra, y así sucesivamente). En tal
sentido, no será fácil determinar si, por ejemplo, de ufo y de mogollón son variantes
derivadas por conmutación léxica a partir de un primitivo o sinónimos surgidos a
partir de un mismo patrón («de + Nsing.») y que, por tanto, han seguido paralela e inde-
pendientemente el mismo proceso de formación. Piénsese, por ejemplo, en la extensa
nómina de expresiones que se han construido sobre el esquema «a + Nsing./pl.» para
expresar ‘abundancia’: a raudales, a chorros, a cántaros, a jarros, a espuertas, a mares, a
porrillo, a tutiplén, a puntapala (< a punta de pala), a manta...
La frontera entre variante y sinónimo no es, pues, precisa. Es fácil que haya unani-
midad en describir como variantes los trueques léxicos en un instante/periquete,42 y ya
no tanta cuando se producen adiciones del tipo en un Jesús/en un decir Jesús (o amén)
y en un cerrar de los ojos/en un abrir y cerrar de los ojos; pero la disparidad de opiniones
será aún mayor cuando las diferencias sintagmáticas son más abultadas: por ejemplo,
considerando que sólo permanecen intactos la preposición y el numeral, podríamos

404
preguntarnos si son variantes en un instante/en un decir Jesús o en un instante/en un
abrir y cerrar de los ojos. Basándonos en la estructura formal común y el proceso histó-
rico de formación (al decir de Casares, en un instante ha servido de molde para la forja
de nuevas soluciones), aparte de su comunidad semántica, puede convenirse en tratar-
los como variantes. Esa misma comunidad de significado también existe en el par en
un instante y en menos que canta un gallo (o en menos que se persigna un cura loco o en
menos que se reza un padrenuestro) o entre en un instante y en dos palotadas (patadas,
paletas/paletadas), y también se preserva la preposición de cabeza (desaparece el deter-
minante un); cabe, pues, preguntarse una vez más si tales pares son variantes igual que
se ha supuesto para los casos en un instante y en un decir Jesús o en un instante y en un
abrir y cerrar de ojos. Una solución sería ésa: una misma construcción con tres esque-
mas sintácticos: «en + un + N/SN», «en + dos + N» y «en + Ocomp. (menos)»; otra solución,
la más simple y menos controvertida, considerar tales expresiones como sinónimos.43
Este problema de imprecisión de límites también se manifiesta en las locuciones
verbales. Ya se han citado ejemplos como darse a partido y darse por vencido, andar de
zocos en colodros/andar de mal en peor, tomar el olivo y tomar la puerta (incluso tomar
soleta y tomar pipa, sin artículo): hay equivalencia semántica y un lexema común, el
principal, que, por su categoría y posición, determina el tipo de locución y, además,
funciona como marca del patrón sintáctico para la creación de supuestas variantes.
La descripción como variantes va resultando más compleja a medida que el com-
plemento verbal cambia de estructura sintagmática o bien el verbo selecciona nuevos
complementos, como sucede en hacer oídos sordos/hacer oídos de mercader, estar al
corriente (al tanto, al loro...)/estar al cabo de la calle, estar en Babia (Belén)/estar en la
luna (la inopia, el limbo, las nubes), quedarse asperges/quedarse en agua de borrajas/
quedarse a la luna de Valencia, estar a la cuarta pregunta (o estar a dos velas)/estar a
verlas venir, etc. Aun así, en otros lugares hemos optado por describir como variantes
configuraciones sintácticas no menos dispares, como ocurre en la locución mandar a
la mierda y mandar a freír monas, considerando básicamente dos series estructurales
paralelas: «mandar a + SN» y «mandar a + Oinf.»; y lo mismo hicimos con poner verde
(«poner + A»), poner de vuelta y media («poner + SP») y poner como un trapo («poner +
comparativacomo») (véase § 4.2.1.2.). Cabe suponer que la más antigua se fraguara como
molde estructural para ulteriores creaciones.
Presentan igual problema de clasificación otras construcciones, como las que se
han fosilizado una vez creadas sobre un esquema fraseológico: de cabo a cabo/de cabo
a rabo/de tope a tope, de tope a quilla/de alto a bajo, de vez en cuando/de vez en vez...

7.2.2.3.3. La naturaleza polisémica de algunas locuciones permite a veces establecer


distintas series o paradigmas de sinónimos; por ejemplo, a la trocada (o a la trocadilla)
es sinónimo de de revés (al revés) cuando significa ‘en sentido inverso de lo que ordina-
riamente se entiende’ y de en cambio cuando significa ‘en lugar de, en vez de’ y funcio-
na como variante de a trueque y a trueco;44 ponerse las botas es sinónimo de hacerse de
oro con el significado ‘enriquecerse’ y de ponerse hecho un trompo cuando significa
‘hartarse de comer o beber’; tener la cabeza a las once (o a pájaros), con el significado
‘carente de juicio’, es sinónimo de no tener dos dedos de frente, estar como una cabra o
no tener luces, entre otras, y, con el significado ‘estar distraído’, es sinónimo de pensar
en las musarañas (estar pensando en las musarañas) o estar en Babia; mirarse las uñas
es sinónimo de rascarse la barriga o estar de brazos cruzados, entre otras locuciones,
cuando significa ‘estar ocioso’, y de tirar de la oreja a Jorge, por ejemplo, cuando signi-
fica ‘jugar a los naipes’; dejarse la piel, si significa ‘morir’, es sinónimo de estirar la pata
(n. 48), y, si significa ‘esforzarse al máximo’, lo es de echar el resto, entre otras señaladas
más arriba; las locuciones sinónimas arrancar la piel a tiras o quitar el pellejo despliegan

405
dos series idénticas de sinónimos en razón de sus dos acepciones: dar mulé, cortar la
hebra de la vida, etc., para el significado ‘matar’, y poner a parir, darse un filo a la lengua,
cortar el sayo, etc., para el significado ‘murmurar o hablar mal de alguien’.
Una locución puede ser sinónima de otra en virtud de sólo una de sus acepciones;
así, a ufo y de bóbilis bóbilis son sinónimas en razón del sentido ‘gratis’, por el cual
también son sinónimos de a ufo las locuciones de balde, de gorra y de mogollón, pero de
bóbilis bóbilis tiene otra acepción (‘sin esfuerzo’) de la que no dispone a ufo ni los sinó-
nimos restantes, aunque sí de rositas.45 Lo mismo ocurre con de refilón y al soslayo,
sinónimas cuando significan ‘oblicuamente’, pero no con el significado ‘al tratar de otro
asunto’: con el primer sentido, al soslayo desarrolla la variante a lo zaino (si bien puede
significar también ‘con disimulo’), y, con el segundo, de refilón es variante de de paso y de
pasada. La locución de rota tiene dos sentidos: ‘de modo imprevisto’ y ‘con total pérdida
o destrucción’; con aquél, dispone de sinónimos como a la improvista, al improviso, a
sobrevienta, a tenazón, de manos a boca, a hurta cordel (que también significa ‘con proxi-
midad’) y sin pensar (a los que podrían sumarse, si bien no siempre conmutables, como
llovido, de la noche a la mañana, a deshora [en una de sus acepciones], el día menos
pensado...) y de variantes (léxicas) como de improviso, de repente, de falondres, de súbito,
de sopetón, de antuvión, de rebato, de sobresalto, de pronto, de relance (que también
significa ‘casualmente’)..., y la versión extensa de rota batida.

7.2.2.3.4. Otro aspecto interesante que presentan los sinónimos fraseológicos es de


índole pragmática o extralingüística: igual que las variantes, los sinónimos pueden
funcionar como indicadores socioculturales (§ 4.2.1.5.): en tanto unas locuciones tie-
nen un carácter neutro o no marcado, otras alternativas estructurales sirven de señal
diatópica, diastrática, de registro, etc. Así, igual que de oque, a jorro y de falondres (o de
antuvión) son variantes de uso escaso por los hablantes, frente a las habituales de balde
o (de gorra), a remolque y de repente (o de pronto o de súbito), las locuciones de puntillas,
de sopetón (o de repente), cada dos por tres, a granel y darse el piro (pirárselas) son
sinónimos más extendidos de las menos usuales en pinganillas, a sobrevienta, a traque
barraque, en orre y picar de soleta, respectivamente. Arrimar el hombro o echarse a per-
der tienen un carácter neutro o general, frente a las expresiones propias de lenguas
especiales, si bien ya de uso generalizado, echar un cable (marinería) o un capote (tau-
romaquia) e irse al garete (marinería). Las locuciones a coxcox, de tope a quilla, tornar
los ojos en albo y a fuer de tienen un carácter arcaico, y desusado, que no presentan las
extendidas a la pata coja (¿variante?), de alto a bajo, poner los ojos en blanco y por causa
de. Salir de naja y andar de romanía están marcadas por pertenecer a una jerga (la de
germanía), frente a las no marcadas tomar el portante o poner tierra por medio y estar de
capa caída; estar al loro y salir por patas son expresiones propias de la jerga de la delin-
cuencia, frente a las comunes o no marcadas socialmente abrir tanto (el) oído o aguzar
las orejas (o los oídos) e irse por (sus) pies, como también son de esa jerga,46 algunas
estandarizadas, dar el agua ‘avisar de un peligro’, dar cante ‘llamar la atención’, estar
con la luna bajada ‘enfadado’, picar billete ‘asesinar’, etc.47 Expresiones como salir echando
leches, irse al carajo, palmarla o ser un cacho de pan suelen estar tildadas de coloquiales,
vulgares o rústicas, frente a, por ejemplo, poner pies en polvorosa, venirse abajo, cerrar
el ojo48 y ser un pedazo de pan. Las locuciones chupar(le) las medias [Am.] y ser el dueño
del bate [Cub.] son sinónimos dialectales respecto de la general cortar el bacalao (cortar
el queque sería una variante dialectal [Chile]), y también lo son irse de pinta [Méx.] (o de
capiura [El Salv., Hond.]) y comerse la guásima [Cub.] o comer jobos [P. Rico] respecto
de la española hacer novillos (§ 4.2.1.5.1.).49

406
7.2.2.3.5. Algunos autores han propuesto como un mecanismo formal de consecución
de sinónimos externos la fórmula negativa, consistente en negar la locución contraria
o antónima o anteponer no a uno de los sinónimos, igual que se procede en la sintaxis
libre, como ocurre en mantenerse en sus trece/no apearse del burro (o no dar su brazo a
torcer), ir al grano/no andarse por las ramas, pegársela/no dársela con queso, pasar la
noche en vela (estar en vela)/no pegar ojo...
Ese mismo recurso puede aplicarse a las series fraseológicas, sustituyendo al mis-
mo tiempo por el contrario el adjetivo o adverbio axiológico: hacer algo de buena fe/no
hacer algo de mala fe, etc.

En resumen, pueden considerarse cuatro tipos de sinonimia en el ámbito fraseoló-


gico, si bien la cuarta variedad no es estrictamente fraseológica (tampoco la descrita en
§ 7.2.2.3.5.) y la tercera se corresponde con la variante léxica:

a) dos locuciones distintas con significado igual o semejante: es decir/esto es (sinoni-


mia externa o interfraseológica);
b) dos componentes léxicos de una misma locución son sinónimos o funcionan
como tales en la locución: sin causa ni razón (sinonimia interna o intrafraseológica);
c) dos variantes léxicas de una misma locución, en relación paradigmática, son
sinónimos o se comportan como tales en la locución: bajarse/apearse del burro (para
algunos fraseólogos, se trataría de una subclase de la sinonimia estructural);
d) el significado de una locución es equivalente al significado de una palabra sim-
ple: tener malas tripas/cruel.

7.2.3. La antonimia

7.2.3.1. Aspectos generales

Como hemos indicado en distintos lugares,50 las unidades fraseológicas pueden


establecer relaciones de antonimia similares a las que mantienen entre sí las unidades
léxicas simples.
La antonimia, igual que la sinonimia, se presenta en las locuciones fundamental-
mente de dos formas:51 como antonimia interna o intrafraseológica, cuando dos com-
ponentes léxicos de una locución entablan entre sí una relación de oposición (de prin-
cipio a fin, dar y tomar, llevar y traer), y como antonimia externa o interfraseológica,
cuando la oposición se establece entre dos locuciones distintas (hacer frente/irse por
pies). En este estudio no tendremos en cuenta la antonimia (interfraseológica) surgida
de la relación entre una locución y una palabra simple con significados contrarios,
como tener la mano manca/dadivoso o espléndido, de pelo en pecho/cobarde, poner ver-
de/alabar, quedarse para vestir santos/desposarse, etc.
Cabe indicar que, en comparación con la antonimia de las palabras simples, puede
resultar más complejo determinar científicamente la existencia de una antonimia ab-
soluta en las locuciones, pero acaso sea más fácil percibir el empleo legítimo de dos
locuciones con el valor de expresiones opuestas.52

7.2.3.2. Antonimia interna o intrafraseológica

7.2.3.2.1. La estructura gemela o pareada es un mecanismo lingüístico de orden retóri-


co muy eficaz para producir efectos muy diversos, sobre todo fónicos, como la rima o
la paronomasia, y semánticos, como la sinonimia y la antonimia, con fines, muchas
veces, puramente mnemotécnicos.

407
Como ocurre con las unidades léxicas, la antonimia en Fraseología puede ser de
carácter constante u ocasional (contextual), dependiendo de que los signos relaciona-
dos en la locución sean antónimos como elementos de la técnica libre (pares o nones,
tira y afloja, de quita y pon, a diestra y siniestra, más o menos) o tengan sólo ese valor
dentro de la locución (entre la espada y la pared, ni pincha ni corta, por hache o por be).
Igual que la sinonimia, la pauta sintáctica más frecuente del binomio fraseológico,
con esquema estructural simétrico o asimétrico,53 es la formada por dos miembros,
normalmente sintagmas de expansión mínima, coordinados por las conjunciones y
(dares y tomares, cara y cruz, Cruz y raya), ni (ni entro ni salgo, ni muerto ni vivo, ni
quitar ni poner) y o (por suerte o por desgracia, para bien o para mal), y, por tanto,
homocategoriales y homofuncionales. Son escasas las locuciones de estructura binaria
conseguida por yuxtaposición: así asá, regulín regulán.
No obstante, los sintagmas coordinados pueden estar expandidos cuando llevan
algún tipo de modificador, como a las duras y a las maduras, nada más y nada menos,
por las buenas o por las malas, ni me va ni me viene (ni irle ni venirle), más tarde o más
temprano, el que más (y) el que menos, el pro y el contra, a la corta o a la larga...
Hay estructuras binómicas más complejas, como las que representan las locucio-
nes formadas por una oración compuesta por coordinación, del tipo entrar algo por un
oído y salir por el otro y las cuentas, claras, y el chocolate, espeso (los antónimos claro/
espeso serían los núcleos adjetivales con función atributo de una construcción con ser
o, si no funciona como locución oracional o enunciado independiente, los predicativos
en una construcción con verbos como querer, gustar, etc.).
Como se habrá advertido, la base puede ser un sustantivo (dimes y diretes, día y
noche), un adjetivo (vivo o muerto, a diestra y siniestra), un verbo (ni irle ni venirle, decir
y hacer) o un adverbio (tarde o temprano, aquí y allá).

7.2.3.2.2. Otra estructura binaria frecuente es la que presentan los esquemas fraseoló-
gicos «de – a –» y «sin – ni –», sobre los que se han fraguado definitivamente de Pascua
a Ramos, de higos a brevas, de uvas a peras, de pies a cabeza, de pe a pa, de arriba abajo,
de aquí allí, de cabo a rabo, de popa a proa, del principio al fin, de la noche a la mañana,
sin comerlo ni beberlo, sin pena ni gloria...
Los componentes léxicos fijos de un esquema pueden ser los signos que establez-
can la relación antonímica, como ocurre en las estructuras «N1 más, N1 menos» y «N1
arriba, N1 abajo»: euro más, euro menos, euro arriba, euro abajo.

7.2.3.2.3. Cualquiera de estas dos estructuras binómicas puede ser el componente no-
minal de una locución verbal o formar colocación con el verbo con que frecuentemente
se combina:54 estar/poner entre la espada y la pared, jugar a los pares y nones, no tener ni
pies ni cabeza, no decir ni tus ni mus, haber sus más y sus menos, ir de ceca a meca,
revolver cielo y tierra, estar al plato y a las tajadas, hacer a pluma y a pelo, jugar al ratón
y el gato, llevarse como los perros y los gatos, no encomendarse a Dios ni al diablo, [saber]
de pe a pa, no dejar ni a sol ni a sombra, no ser de carne ni pescado... A veces es el sujeto
de una locución oracional o semioracional el que adopta la estructura binómica: no
hacer(le) ni frío ni calor...

7.2.3.2.4. Existen, marginalmente, algunas locuciones no necesariamente binomiales


que contienen elementos léxicos que guardan de modo regular una relación de antoni-
mia (llevar a maltraer [llevar/traer], un sí es no es, mal que bien, sacar fuerzas de flaqueza
[fuerza/flaqueza], poner al mal tiempo buena cara, desvestir a un santo para vestir a otro,
etc.), o que se entienden opuestos dentro de la locución, en razón, muchas veces, de
convenciones culturales (no distinguir lo blanco de lo negro, dar gato por liebre, hacer de
tripas corazón, pagar justos por pecadores, etc.).

408
Ciertas construcciones predicativas constituyen estructuras propiciatorias de rela-
ciones opositivas. Verbos (sobre todo, simétricos) como diferenciar, confundir, mezclar,
etc., y elementos gramaticales como la preposición entre son favorables a este tipo de
relaciones: confundir las churras con las merinas, estar entre la espada y la pared, etc.

7.2.3.3. Antonimia externa o interfraseológica

Dos expresiones fijas formalmente distintas pueden establecer una relación de an-
tonimia, bien porque sus significados sean radicalmente opuestos (de acuerdo con la
definición lexicográfica), bien porque funcionen como contrarios en el contexto. Es en
el empleo discursivo donde realmente se materializa la antonimia fraseológica.

7.2.3.3.1. El carácter normalmente difuso del significado de las locuciones, y al mismo


tiempo complejo, frente a la precisión que caracteriza, en general, a las palabras, y la
casi inhabilitación de ciertos mecanismos regulares de formación de antónimos, como
la prefijación,55 puede determinar el que haya locuciones sin antónimo perfecto y, de
ahí, que el usuario, para establecer una oposición, tenga que recurrir, salvo que emplee
la negación no, a locuciones de significado opuesto o contrario sólo «circunstancial-
mente». Así, echar raíces y ser culo de mal asiento, aplicados a personas, podrían descri-
birse como antónimos: quien echa raíces es la persona que se establece y quien es culo
de mal asiento es la que es incapaz de permanecer en un sitio o empleo y, por tanto, la
que nunca podrá echar raíces. Precisamente esa vaguedad semántica puede favorecer
el que una determinada locución entable una relación de oposición con dos locuciones
distintas que comparten algún sema común, pero que no son sinónimas; así, la citada
locución echar raíces podría funcionar como antónima de no cocérse(le) el pan, ‘estar
intranquilo o impaciente’, cuando se dice de una persona que es impaciente por natu-
raleza, que vive con una inquietud que le impulsa a moverse continuamente, incapaz
de pararse, y, por tanto, de echar raíces.

7.2.3.3.2. Junto a este fenómeno de antonimia basado en la amplitud o falta de preci-


sión semántica de la locución, la existencia de grupos de locuciones sinónimas va a
propiciar que una locución pueda ser el contrario o antónimo de dos o más locuciones
vinculadas por una relación de sinonimia; así, hacer frente (o cara) a un peligro puede
considerarse el antónimo de irse por pies, y, por tanto, del nutrido repertorio de locu-
ciones que significan ‘huir, marcharse’, como tomar las de Villadiego, tomar el olivo,
picar de soleta, tomar pipa, hacer mutis o darse el piro, entre otras (véase esp. n. 31). Se
formaría así una familia de antónimos.

7.2.3.3.3. Asimismo, la existencia de locuciones de idiomaticidad múltiple puede deter-


minar dos o más correlaciones semánticas paralelas en virtud de sus distintas acepcio-
nes; así, por ejemplo, estar en la inopia, con el significado ‘ser pobre’, se opone a estar
forrado, tener barro a mano o nadar en la abundancia (entre los diversos sinónimos de
rico), y, con el significado ‘distraerse’, a abrir tanto oído ‘prestar mucha atención’; asi-
mismo, ponerse las botas, con el significado ‘enriquecerse’, es antónimo de dar con el
culo en las goteras, no tener donde caerse muerto o no conocer al rey por la moneda (entre
otros sinónimos de pobre), y, con el significado ‘hartarse de comer o beber’, de estar a
verlas venir o estar a diente (entre otros sinónimos de hambriento).

7.2.3.3.4. Considerando la dificultad que entraña la búsqueda de antónimos fraseológi-


cos, debido en gran parte a la ya aludida naturaleza del significado fraseológico y al
desconocimiento generalizado del rico caudal de locuciones de que dispone la lengua

409
española,56 nos contentamos con dejar constancia de su existencia proponiendo a con-
tinuación algunas parejas de antónimos, siempre con la precaución de que pueden no
ser antónimos absolutos y de que pueden existir otras locuciones más o menos apro-
piadas o que resultan así en determinados contextos:57 ponerse las botas/quedarse en
cruz y en cuadro (o quedarse a espadas), echar leña al fuego/quitar hierro, no soltar pren-
da/irse de boca, morderse la lengua/no tener pelos en la lengua, mantenerse en sus trece/
apearse de su burro, no volver la cara atrás (o llevar adelante)/tirar la toalla (o volver un
paso atrás), ser un pedazo de pan/ser de buen pelo, lavar la cara/poner de vuelta y media,
poner en los cuernos de la luna/tirar por los suelos, ir al grano/andarse por las ramas (o en
flores), errar el tiro/dar en la diana, estar chupado/tener sus bemoles, cerrar los ojos/no
pegar ojo, cerrar el ojo/venir al mundo, estar a partir un piñón/llevarse como el perro y el
gato, dar oídos/poner en tela de juicio, abrir tanto oído/estar pensando en las musarañas
(o estar en Babia o en la inopia), andar a la cuarta pregunta/estar forrado, aguzar las
orejas/taparse los oídos, hablar por los codos/no decir esta boca es mía, cada dos por tres/
de higos a brevas, arrimar el hombro/escurrir el bulto, barrer para dentro/tirar piedras
contra su propio tejado, coger el toro por los cuernos/ver los toros desde la barrera, echar
un cable/poner la zancadilla, recibir con los brazos abiertos/dar con la puerta en las nari-
ces, llevar la voz cantante/estar bajo la férula de (alguien), ir viento en popa/irse al garete,
curarse en salud/pillarse los dedos, a escondidillas/a ojos vistas, caer en la cuenta/írsele el
santo al cielo, no tener dos dedos de frente/no tener un pelo de tonto, apretarse el cinturón/
tirar la casa por la ventana, salirse de sus casillas/volver al redil, tener pelos en el corazón/
ser incapaz de matar una mosca, vender salud (o no caber en el pellejo)/estar en la espina
de Santa Lucía (o sin tripas ni cuajar, o en los huesos), no tener en olvido/poner en olvido,
a la intemperie/a piedra y lodo, tentarse la ropa/no contar con la huéspeda...

7.2.3.4. Otros casos de antonimia

Existen dos tipos de estructura difíciles de adscribir a una de las dos clases de
antonimia estudiadas, aunque, frente a lo que parecen sugerir otros fraseológos, cree-
mos que están más próximos a la interna que a la externa: son la serie fraseológica
(véase § 4.2.1.4.3.)58 y la negación del predicado de las locuciones verbales.

7.2.3.4.1. La serie se define precisamente como una construcción compuesta por una
parte fija y otra variable, siendo ésta configurada, en general, por un inventario reduci-
do de dos signos en relación paradigmática de antonimia: levantarse con el pie izquier-
do/derecho, de buena/mala fe, en privado/público, por suerte/desgracia, llevar las de ga-
nar/perder, tener mano dura/blanda, entrar/salir por la puerta grande, ganar/perder terre-
no, del derecho/revés, señalar con piedra blanca/negra, a mano derecha/izquierda, abrir/
cerrar la mano...59 Los signos que establecen la oposición son con frecuencia adjetivos
o adverbios axiológicos del tipo bien/mal, bueno/malo: dejar buen/mal sabor de boca,
por las buenas/malas, mirar con buenos/malos ojos, poner la pluma bien/mal ‘expresar
bien/mal las ideas por escrito’, con buen/mal pie ‘con felicidad/infelicidad’, etc.
A veces, la oposición se establece entre signos que no son estrictamente antónimos u
opuestos, como ocurre, por ejemplo, en pasar/devolver la pelota, lanzar/recoger el guante o
dar/cortar las alas.60 Ello pone de manifiesto, como dijimos, la facultad del código fraseo-
lógico de forjar relaciones semánticas (en este caso, antinomias) extrañas al código regu-
lar de la lengua (pasar/devolver, lanzar/recoger, dar/cortar-recortar...).
Una suerte de serie fraseológica es la formada con antónimos gramaticales median-
te la aplicación de un prefijo negativo (o reversivo), del tipo enterrar/desenterrar el ha-
cha de guerra (comp., p.ej., con vestir a un santo para desvestir a otro).

410
7.2.3.4.2. Como ocurre en la sintaxis libre, las locuciones verbales que admiten cambio
de polaridad mediante la incorporación de la negación pueden entenderse antónimas,
pero resulta asaz arriesgado clasificarlas como expresiones distintas en razón, comple-
tamente legítima, de la oposición que establecen, cuando en lo único que formalmente
difieren es en la presencia o ausencia de la negación (cfr., p.ej., Thun 1975: 69-70): tirar
la toalla/no tirar la toalla, lavarse las manos/no lavarse las manos, estar bajo la férula de
(alguien)/no estar bajo la férula de (alguien), darse pisto/no darse pisto, jugar limpio/no
jugar limpio, saber a rosquillas/no saber a rosquillas... Considerarlas locuciones distin-
tas nos llevaría a suponer que una locución de modalidad exclusivamente negativa
—como no dar pie con bola, no andarse con chiquitas, no tocar pito ‘no tener parte en un
oficio’, no dársele un pito, no estar quitado, No haber pan partido o no cocérsele el pan—
y que, por tanto, no tiene antónimo de esta naturaleza (es decir, creado por la presencia
de no), si excepcionalmente cambia de polaridad —como de forma esporádica sucede
en condiciones adecuadas—, se convierte automáticamente en otra locución, a pesar
de que, con el nuevo formato, no haya sido institucionalizada ni esté registrada lexico-
gráficamente. Asimismo, se podría llegar a la situación de cancelar uno de los signifi-
cados de que dispone una locución con doble idiomaticidad: analizar no vérse(le) el
pelo como antónimo, sin más, de vérse(le) el pelo ‘adivinar sus intenciones’ —como se
analizaría, p.ej., no tirar la toalla con respecto a tirar la toalla— supone negarle su
identidad como locución de polaridad negativa por naturaleza y, por tanto, su más
genuino significado, el de ‘estar ausente, no hacer aparición’, acepción que no posee la
expresión afirmativa.
A veces se combina la negación con la oposición de lexemas axiológicos, como se obser-
va en antonimias del tipo tener mala fe/no tener buena fe (también Thun 1975: 69-70).

7.2.3.4.3. Existen, excepcionalmente, locuciones polisémicas que pueden expresar dos


significados contrarios, como ocurre con soltar el trapo ‘echarse a reír’/’echarse a llo-
rar’, de manera que la negación de la versión afirmativa (no soltar el trapo) no represen-
ta más que otra posibilidad de expresar el contrario; es decir, seguiría siendo igualmen-
te equívoca (‘no reír’ = llorar/’no llorar’ = reír). Si atendemos a las definiciones del
DFEM, constituiría un caso idéntico la locución de espanto (‘Muy bueno’, ‘Muy malo’,
‘Muy hermoso’, ‘Muy feo’); en nuestra opinión, el único significado atribuible es ‘muy’,
como intensificador (véase n. 51). Este fenómeno no podría adscribirse a cabalidad en
ninguno de los dos tipos diseñados de antonimia, la interna y la externa.
Otro caso particular es el que representa el par de locuciones romper el fuego y
romper el hielo, compuestas con un antónimo cultural, que se usan para denotar el
comienzo de algo; si bien, la segunda suele emplearse cuando hay una situación previa
de tensión, temor, etc. Aquí hielo y fuego no se interpretan como variantes léxicas. Sí
son variantes, en cambio, traer y llevar, aun siendo contrarios (direccionales), en traer/
llevar la soga arrastrando o traer/llevar la cruz en los pechos.

En resumen, pueden producirse, con carácter regular, las siguientes situaciones de


antonimia (oposición) en relación con las locuciones (la cuarta no es una relación
estrictamente fraseológica):

a) dos locuciones distintas con significado contrario: ir al grano/andarse por las


ramas (antonimia externa o interfraseológica);
b) los componentes léxicos de una locución son antónimos: mal que bien (antoni-
mia interna o intrafraseológica);
c) dos o más lexemas alternantes en el hueco libre de una locución (en relación
paradigmática) son antónimos: bien se trata de variantes (traer/llevar la soga arrastran-
do), bien se trata de series fraseológicas (mirar con buenos/malos ojos);

411
d) una locución es antónima de una palabra simple en virtud de su significado
opuesto: hacer frente/huir.

7.2.4. Hiperonimia e hiponimia

7.2.4.1. En algunos estudios de fraseología se ha indicado, junto al hecho de poder


agrupar las locuciones por campos semánticos, que determinadas unidades fraseológi-
cas tienen la capacidad de entrar en relación de hiponimia respecto de un lexema
simple del código lingüístico común, que representaría el archilexema o el hiperóni-
mo.61 Dichos estudios suelen basarse en un sentido muy amplio del término hiponi-
mia, consistente básicamente en la adición de una especificación, sea cual sea, a la
base sémica simple que representa el hiperónimo; con esa concepción se llegan a agru-
par en un mismo conjunto de hipónimos locuciones que viven normalmente muy lejos
unas de otras y que no comparten la zona rural del campo léxico que se les quiere
asignar, o que expresan, incluso, lo contrario (antónimos). Con la idea de descargar el
baúl de la sinonimia con los casos menos relevantes se ha ido llenando el baúl de la
hiponimia con hechos también heterogéneos. A nosotros nos parece un planteamiento
tan discutible como alejado de las clásicas relaciones léxicas del tipo flor:clavel,
anfibio:rana, reptil:lagarto, roedor:conejo..., en las que, con señaladas objeciones a ve-
ces, la relación hiperónimo-hipónimo está mejor cercada e impide conjuntar contrarios.62
Por otra parte, igual que apuntábamos para los fenómenos de sinonimia y antoni-
mia, no creemos que la indicada relación de hiperonimia entre una locución y una
palabra sea stricto sensu de índole fraseológica, sin que por ello estemos negando su
existencia, tal como se veía para la sinonimia y la antonimia.
Sí nos parece más interesante comprobar si hay alguna relación hiperonímica es-
trictamente fraseológica, esto es, entre locuciones, aspecto casi absolutamente des-
atendido (cfr., no obstante, Corpas Pastor 1996b: 114).
En algunos estudios contrastivos, como el de Larreta Zulategui (1998b: 149-157), se
han propuesto relaciones de hiperonimia-hiponimia entre dos lenguas suponiendo que
cada una de las acepciones de una locución polisémica puede estar representada en la
lengua meta por una locución, como sucede con la expresión fija española encogérse(le)
el corazón: en tanto que el significado ‘sentir miedo’ se corresponde con la expresión
alemana jm. bleibt das Herz stehen (‘jd. erschrickt sehr’), la expresión alemana no deno-
ta el significado ‘experimentar lástima’ de la versión española. En nuestra opinión, si
bien es de indiscutible naturaleza fraseológica, no parece que esta relación sea propia-
mente hiperonímica: lo que existe es una locución polisémica en una determinada
lengua (la española) con equivalentes fraseológicos interlingüísticos en la otra lengua,
en virtud de cada uno de sus significados (el alemán dispone de dos expresiones distin-
tas para sendos sentidos de una misma locución española).

7.2.4.2. Por el hecho de no tener tan a mano las locuciones como ocurre con las pala-
bras, es decir, por el general desconocimiento que de ellas se tiene (el inventario de
locuciones españolas es, además, extraordinariamente rico) y por la menor precisión
que poseen sus significados, a veces debida a la diversa forma de registro de sus defini-
ciones en los diccionarios (p.ej., el DRAE 2001 define abrir el pico como ‘intentar ha-
blar o replicar’ y el DFDEA, simplemente, como ‘hablar’, sin matizaciones [no aparece
en el DEA]; el DRAE define batirse el cobre como ‘trabajar mucho en negocios que
producen utilidad’ y el DI, simplemente, ‘trabajar mucho’, en tanto el DFDEA sólo
registra ‘trabajar con denuedo’; el DRAE define darse un filo a la lengua como ‘murmu-
rar de alguien en su ausencia’ mientras que el DI, lisa y llanamente, como ‘murmurar’)

412
y a las transfusiones y contaminaciones que sufren en el uso diario (a veces los hablan-
tes alteran su morfología o, incluso, su contenido al querer acomodarlas a una noción
que no les es propia, habiendo, incluso, otras locuciones más ajustadas), descubrir una
relación hiperonímica puramente fraseológica no es una tarea fácil, y, además, es muy
arriesgada por esa ya aludida imprecisión de los contornos semánticos (recuérdese lo
que decíamos al tratar los límites entre la sinonimia y la hiponimia). Como botón de
muestra, nos podríamos aventurar a proponer algunos ejemplos de relación hiperoní-
mica, a sabiendas de que puede existir alguna otra locución más adecuada con la que
no hemos sabido dar. Ahora bien, la hipótesis de la hiperonimia en fraseología de
acuerdo con esa concepción amplia (hipónimo = archisemema + especificación) com-
porta, como vamos a ver, numerosos inconvenientes, como el describir como cohipó-
nimos locuciones que deben adscribirse a distintos campos y, por tanto, permiten ser
asociadas a otras locuciones, el tratar como hipónimos contrarios o cuasiantónimos
(piénsese en las expresiones que se situarían en los extremos de la escala gradual), o
descubrir varias locuciones hipernónimas de una locución hipónima, proceso, por lo
general, inverso al que gobierna las relaciones entre el archilexema de un campo y sus
lexemas constitutivos (así, p.ej., soltar el trapo y mojar la pestaña ‘llorar’ serían hiperó-
nimos de llorar como una Magdalena ‘llorar desconsoladamente’, y abrir el pico y despe-
gar la boca ‘hablar’ lo serían de hablar por los codos ‘hablar mucho’ [véase infra]). Vea-
mos algunos ejemplos de estos aspectos.
El significado ‘comer’, representado léxicamente por la voz comer, puede corres-
ponderse fraseológicamente con las locuciones echarse algo al coleto63 y dar al diente; en
español existen locuciones que «especifican» o añaden un sema distintivo a la base
semántica que representa el hiperónimo, como henchir el baúl ‘comer mucho’, ponerse
hecho un trompo, ponerse ciego/morado o ponerse las botas ‘hartarse de comer (o be-
ber)’, comer a dos carrillos ‘comer con rapidez’, guardar la boca ‘comer sin exceso’, etc.;
a ellas habría que sumar aquellas construcciones comparativas cuasiliterales como
comer menos que un jilguero o comer como una lima (o un sabañón...).64 Todas ellas se
situarían en uno de los extremos, digamos el positivo, de la escala, ocupando diversos
grados en un continuo de intensidad (‘comer algo’). Ahora bien, esa imprecisión se-
mántica de que hablábamos podría invitar a incluir como hipónimos expresiones como
estar a diente ‘no haber comido, aun teniendo gana’, comerse las manos y estar a diente,
como haca de atabalero/bulero ‘tener mucha hambre’, poner la boca al viento ‘no tener
qué comer o nada que llevarse a la boca’, morirse de hambre, etc., máxime si se aplica
un sentido amplio de la hiperonimia, que se situarían en el extremo opuesto, digamos
el negativo (‘no comer nada [teniendo hambre]’). Incluso, esa concepción ancha permi-
tiría el acceso al paradigma a locuciones como comer pan a manteles, que sólo indican
una manera de comer, o, más bien, de vivir.
El lexema hablar tiene su correspondiente representación fraseológica en la locu-
ción desplegar (o despegar) la boca (o los labios) —y también en abrir el pico, como
sinónimo—, que constituye el hiperónimo de un nutrido repertorio de locuciones cohi-
pónimas diseñadas para delimitar o restringir el significado ‘hablar’, tales como calen-
társele la boca ‘hablar con extensión de una cosa’, hablar hasta por los codos y darle a la
lengua ‘hablar mucho’, hablar a destajo ‘hablar con exceso’, hablárselo todo ‘hablar tan-
to, que no deje lugar a hacerlo a los demás’, hablar a chorretadas (o a chorros) ‘hablar
mucho y atropelladamente’, írsele la boca ‘hablar mucho y sin consideración, o con
imprudencia’, soltar prenda ‘revelar o decir algo que le comprometa a una cosa’, hablar-
lo todo ‘no tener discreción en callar lo que se tiene que callar’, irse de la lengua o echar
la lengua al aire ‘revelar inconsideradamente una cosa’, decir el sueño y la soltura ‘referir
con descaro e imprudencia todo lo que se le ofrece’, decir lo que le viene a la boca ‘decir
algo sin miramiento’, hablar entre dientes ‘hablar de modo que no se le entiende’, hablar

413
a coros ‘hablar alternativamente’, hablar a borbotones ‘hablar acelerada y apresurada-
mente, queriendo decir todo’, hablar de gracia ‘hablar sin fundamento’, hablar a tontas
y a locas ‘hablar sin reflexión y diciendo lo primero que se le ocurre’, hablar por hablar
‘decir algo sin fundamento y sin venir al caso’, hablar recio (o fuerte) ‘hablar con entere-
za y superioridad’, hablar gordo ‘echar bravatas, amenazando y tratando a otros con
imperio’, tirar con bala ‘hablar con dureza o mala intención’, gastar saliva ‘hablar inútil-
mente’, alzar la voz ‘hablar descompuestamente o contestar sin el respeto que el otro
merece’, cantarlas claras ‘hablar con atrevimiento o descaro’, tomar la voz ‘hablar con-
tinuando un tema o materia que otros han empezado’, etc., a las que habría que sumar
las comparativas en las que participa el propio vocablo hablar: hablar como un descosi-
do, hablar como una cotorra/un periquito...
El sentido lato que aplican algunos estudiosos nos llevaría a incluir expresiones que
pertenecen con más justeza a otros campos, como hablar por boca de otro o hablar por
boca de ganso, expresarse como un libro abierto, no tener pelos en la lengua ‘no tener
reparo para decir lo que piensa’, pegar la hebra ‘trabar conversación’, etc., o, incluso, los
antónimos sellar los labios, coserse (o callar, cerrar) la boca, ni hablar ni parlar o no decir
esta boca es mía (y variantes). Curiosamente, estas últimas expresiones sinónimas de
callar, además de otras posibles, serían los hiperónimos de otras locuciones más res-
trictas semánticamente, como guardar la boca ‘callar lo que no conviene decir’ o mor-
derse la lengua ‘contenerse en hablar, callar lo que se desearía decir’.
Considerada, pues, la hiponimia como una restricción o especificación de la hipero-
nimia, lo que a veces se ha descrito como cuasisinonimia o parasinonimia, es obvio que
no son escasas las locuciones que entablan una relación de esta naturaleza: untar la
mano ‘sobornar’/tapar la boca ‘sobornar para callar algo’, cerrar el ojo ‘morir’/caer en flor
‘morir a corta edad’-morir como un perro ‘morir sin dar señales de arrepentimiento’ o
bien ‘morir solo o abandonado’ (con este último significado, también morir sin sol, sin
luz y sin moscas), dar mulé ‘matar’/hacer carne ‘matar aplicado a carnívoros’, errar el tiro
‘equivocarse’/no dar pie con bola ‘equivocarse continuadamente’, cerrar los ojos ‘dormir’/
dormir a sueño suelto (o a pierna tendida, como un lirón, etc.) ‘dormir profundamente o
mucho’-echar un sueño ‘dormir brevemente’-descabezar el sueño ‘quedarse dormido un
rato sin acostarse en la cama’-(estar, pasar la noche, etc.) a duermevela (a duerme y vela)-
echar una cabezada ‘dormir una siesta breve’...65

7.2.4.3. Por otra parte, este sentido amplio favorecería el que se pudiera trazar una
escala jerárquica basada en una relación de inclusión progresiva o consecutiva en el
sentido de que uno de los cohipónimos pueda erigirse en el hiperónimo de otro u otros
(A  B  C  D...). La hiponimia fraseológica se convierte, de este modo, en un ejemplo
ilustrativo del fenómeno de la recursividad. Así, por poner un ejemplo, de las locucio-
nes citadas en relación con el significado ‘hablar’, podría suponerse que despegar los
labios (o la boca) ‘hablar’ es el hiperónimo de hablar por los codos o su sinónimo darle
a la lengua ‘hablar mucho’, pero no de hablar a chorretadas ‘hablar mucho y atropella-
damente’ o írsele la boca ‘hablar mucho y con imprudencia’, sino que éstos serían cohi-
pónimos de hablar por los codos, su hiperónimo (v.gr.: hablar a chorretadas  hablar
hasta por los codos  despegar la boca). El proceso recursivo podría dibujarse más
complicado si se atiende meticulosamente a los matices lexicográficos; así, por ejem-
plo, podrían establecerse dos líneas progresivas de hiponimia a partir de hablar por los
codos: por un lado, se constituye en hiperónimo de hablar a destajo en virtud del grado
de intensidad (‘mucho’/‘en exceso’) y, por otro lado, de hablar a chorretadas e írsele la
boca, que especifican una «manera» de ‘hablar mucho’; de igual modo, hablar de gracia
dejaría de ser sinónimo de hablar a tontas y a locas y hablar por hablar para convertirse
en su hiperónimo.

414
Una cadena recursiva de tal naturaleza puede establecerse en otros paradigmas
fraseológicos. Pongamos otro ejemplo: mojar la pestaña (o soltar el trapo) ‘llorar’ es el
hiperónimo de llorar los kiries ‘llorar mucho’, y ésta, atendiendo al mayor grado de
intensidad, lo sería, a su vez, de llorar a lágrima viva ‘llorar abundantemente’, y ésta, a
su vez, de llorar a moco tendido ‘llorar copiosa y aparatosamente’ y deshacerse en lágri-
mas ‘llorar copiosa y amargamente’ (v.gr.: deshacerse en lágrimas  llorar a lágrima viva
 llorar los kiries  mojar la pestaña); llorar como una Magdalena podría ser también
otro cohipónimo si su definición lexicográfica fuera ‘mucho y desconsoladamente’ (y
no ‘mucho o desconsoladamente’). El sentido lato de hiponimia podría favorecer tam-
bién el proponer, de acuerdo con la definición del DRAE (2001), soltar el trapo ‘echarse
a llorar’ y mojar la pestaña ‘llorar’ no como sinónimos, sino como miembros relaciona-
dos por hiponimia. La diferencia es más gramatical (aspectual) que semántica.

7.2.4.4. En virtud de esa concepción amplia de hiponimia a que venimos aludiendo,


cabría suponer que esta clase de relación semántica puede conseguirse por otros medios
fraseológicos. Cuando una locución como de rositas se define de acuerdo con los dos
rasgos distintivos ‘gratis, sin esfuerzo’, es dable pensar que cualquier locución que com-
parte uno solo de esos rasgos será su hiperónimo; ése sería el caso, por ejemplo, de de
balde, que significa exclusivamente ‘gratis’, pero también de a ufo, de gorra, de mogollón...
En tal sentido, se llega a la situación anómala, antes anunciada, de que un hipónimo se
corresponde con varios hiperónimos, o, mejor dicho, con un archisemema representado
formalmente por varios complejos léxicos, además de que el sema ‘sin esfuerzo’ descarta-
ría una relación ortodoxa de sinonimia entre de rositas y de balde. El mismo fenómeno se
observa en otras locuciones; así, entre de manos a boca o a hurta cordel ‘de imprevisto,
con proximidad’ o bien de relance ‘casualmente, de modo imprevisto’ y, por ejemplo, de
repente (o a la improvista, de imprevisto, de improviso, de golpe y porrazo, etc.), que signi-
fica sólo ‘de forma improvisada’; o entre cortar un sayo (a alguien) o darse un filo a la
lengua, que significan ‘murmurar en ausencia de él’ e hincar el diente, poner lenguas en
(alguien), quitar el pellejo66 o traer entre dientes, que significan ‘murmurar’.67 Como hipó-
nimos deberían incluirse las locuciones que suponen un incremento de la intensidad,
como arrancar la piel a tiras y poner a parir o poner a caer de un burro (y variantes).

7.2.4.5. Como otro mecanismo de formación, podría imaginarse que determinadas va-
riantes léxicas pueden formar parte de una relación de hiperonimia-hiponimia o cohipo-
nimia (§ 4.2.1.3.7.1.), si bien son más bien escasos los ejemplos que hemos encontrado de
hipónimo e hiperónimo alternantes. Así, no hay duda de que pajarito y gorrión, variantes
léxicas en la comparativa comer menos que un pajarito/gorrión están en relación de hipero-
nimia-hiponimia, y lo mismo cabría decir de las variantes jilguero y vencejo respecto de
pajarito; las voces jilguero, gorrión y vencejo están en relación de cohiponimia. Al mismo
campo nocional pertenecen las alternativas pájaro y golondrina o golondrino en la locu-
ción oracional El pájaro/golondrino ya voló. Una relación de hiperonimia-hiponimia si-
milar establecen las variantes soga y cuerda, componentes nominales de la locución ver-
bal dar cuerda/soga (a alguien), caza y liebre en la locución levantar la caza/liebre,68 oler y
heder en oler/heder la boca, y —más exatamente de holonimia-meronimia— entre boca y
rostro en torcer la boca/el rostro, cara y rostro en echar en cara/rostro, boca y labios en
despegar los labios/la boca, cuello y garganta en estar con el agua al cuello/a la garganta... A
veces, los lexemas cohipónimos no tienen un representante fraseológico hiperónimo,
como sucede en la comparativa trabajar como una mula/burro (o borrico), en no valer un
céntimo/un real/una perra gorda/un duro, matar dos pájaros de un tiro/una pedrada, No
estar el horno para bollos/tortas/rosco, cambiar de camisa/chaqueta, echar margaritas/per-
las a los cerdos, o la dudosa locución nominal espaldas de molinero/panadero.

415
7.2.4.6. Asimismo, cabría suponer que los lexemas que forman parte de algunas locu-
ciones, especialmente binomiales, a veces tratados como sinónimos, son, realmente,
cohipónimos —o comerónimos— de una archilexema no expreso ni fijado, como en
aguantar carros y carretas, soltar ajos y cebollas, defenderse con uñas y dientes, en justo y
creyente, atado de pies y manos, Rayos y centellas, no ser ni chicha ni limonada (chicha
es aquí ‘bebida alcohólica’ elaborada en determinados países americanos), etc.

En resumen, la relación de hiponimia (hiperonimia-hiponimia, cohiponimia) nos


depara las siguientes posibilidades en las unidades de la fraseología (si bien la cuarta
no representa un hecho estrictamente fraseológico):

a) dos locuciones mantienen entre sí una relación de hiperonimia-hiponimia o co-


hiponimia: abrir el pico/hablar por los codos (hiponimia externa o interfraseológica);
b) dos componentes léxicos de una misma locución contraen entre sí una relación
de hiperonimia-hiponimia o cohiponimia: ni chicha ni limonada (hiponimia interna o
intrafraseológica);
c) dos variantes léxicas son cohipónimos o guardan una relación de hiperonimia-
hiponimia o cohiponimia: levantar la caza/liebre;
d) una locución es hipónimo, hiperónimo o cohipónimo de una palabra: deshacerse
en lágrimas/llorar.

7.2.5. Tropología

La idiomaticidad que presentan las locuciones se debe, esencialmente, a la inter-


vención, en la formación de las mismas, de alguno de los fenómenos semánticos cono-
cidos en retórica por tropos, consistentes fundamentalmente en una clase de transposi-
ción o transferencia semántica.69
Si bien estos mecanismos son responsables directos de la opacidad de las locucio-
nes, también, contradictoriamente, su identificación permite la introspección semán-
tica, el análisis composicional: las locuciones idiomáticas se revelan como secuencias
motivadas y, por tanto, de significado accesible. Si bien otras muchas locuciones, por
razones de otro tipo (históricas, etc.), no facilitan la detección de la motivación, y el
análisis resulta poco menos que imposible.
El acceso al significado idiomático viene también favorecido por la presencia de soma-
tismos (García-Page 2002a, § 6.3.), bien por la simbología que llevan asociada (cabeza =
pensamiento, juicio...; nariz = olfato, sospecha, intromisión...; etc.), bien por el gesto con
que a veces se acompañan (tirarse de los pelos ‘estar rabioso’, mirarse las uñas ‘estar ocioso’,
quedarse soplando las uñas ‘quedar burlado’, darse cabezazos contra la pared, etc.), bien por
el lugar del cuerpo donde se ubican (estar hasta la coronilla/las narices, etc.)...
Según nuestras averiguaciones, la metáfora y la sinécdoque son especialmente muy
productivas, y la metonimia, aunque abundante, suele mostrar preferencia por sólo
algunas de sus variedades (como la relación de contigüidad concreto-abstracto) y no
pocas veces aparece combinada con la metáfora u otros fenómenos. Si bien, el análisis
semántico de las locuciones no es nada simple, ni tampoco lo es la adscripción a una
figura determinada, no sólo porque se opera con un significado global (el idiomático),
sino porque a veces resulta difícil discernir este significado de bloque de la forma en
que interviene, siquiera inconscientemente, el significado individual de los constitu-
yentes léxicos de la locución, así como del hecho de que se determine la relación se-
mántica mediante la comparación entre el significado literal y el figurado de la expre-
sión, procedimiento investido de un alto grado de subjetividad.

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La metáfora es fuente de formación de locuciones como aguar la fiesta, tirar la
toalla, estar en la cuerda floja, (época de) vacas gordas, echar raíces, lavarse las manos,
traer frito, poner el cascabel al gato, arrimar el ascua a su sardina, estar entre la espada y
la pared, morder el anzuelo, recoger el guante, estar la pelota en el tejado, quedar en agua
de borrajas, írsele el santo al cielo, ir la procesión por dentro, cambiar de chaqueta, tener
la cabeza a las once, saber a rayos,70 y así hasta varios centenares más. Probablemente
sea el mecanismo más productivo.
La sinécdoque, sola o combinada con la metáfora, ha propiciado la creación de
fraseologismos como jugarse el tipo, arriesgar el pellejo, (tanto) por barba, cubrirse las
espaldas, meter la cabeza (o nariz) en algo, estar en manos de (alguien), verse las caras,
echar a las barbas/la cara, doblar el lomo, mostrar los dientes, pillar con las manos en la
masa, estirar la pata, tirar la casa por la ventana, cojear del mismo pie que otro, no
vérse(le) el pelo, ir al hule, a toda vela...
La metonimia, a veces combinada con la metáfora, da lugar a fraseologismos como
aguzar las orejas, perder la cabeza, sorber el seso, no tener dos dedos de frente, hacerse una
agua la boca, ser algo de su cabeza, pasárse(le) (algo) por la cabeza, quebrarse la cabeza,
de cabeza, al pie de la letra, al pie de la obra, cortar por el pie (un árbol), lavar la cara (a
algo), meterse en belenes, tener echado el ojo (a algo), tener puestos los ojos en (algo/
alguien), tener ojo, llevarse los ojos (algo), no quitar los ojos de (algo), saltar a la vista,
hacer a pluma y a pelo, hacer boca, abrir boca, tener (algo) en la lengua, traer siempre en
la boca (algo), tirar de la lengua, venírse(le) a la lengua, tener cara para hacer (algo), abrir
su corazón, no tener corazón, entrar al trapo, echar por esos trigos...
Aunque son abundantísimos los antropónimos y topónimos estereotípicos de que
dispone la fraseología (Abundio, el Tostado, Picio, Perico el de los Palotes, Babia...),
creemos que la relación de antonomasia no se fragua fácilmente en una estructura de
naturaleza fraseológica: la locución nominal un don Juan (que ha devenido en mero
compuesto: donjuán) y los cuantificadores un Perú y un Potosí que selecciona el verbo
valer podrían representar tal figura (cfr. Sierra Soriano 2005: esp. 336-337).
La hipérbole es, en cambio, muy frecuente; basta con pensar en las numerosas
frases elativas (de órdago, de puta madre, morirse de, a todo gas...), incluidos los cuanti-
ficadores del tipo de los indicados arriba (un riñón, un pelín...) o los que contienen
números hiperbólicos o redondos (a las mil maravillas, de mil demonios, llegar a las mil
y quinientas...) y los símiles (más blanco que la leche, más papista que el papa, más flaco
que una radiografía...). Locuciones como caérse(le) la cara de vergüenza, tirar la casa por
la ventana, tener un corazón de oro, comerse (a alguien) a besos, clavar los ojos en (algo/
alguien), inflar los cojones, partírse(le) el corazón, no caber el corazón en el pecho, matar
de hambre, estar en las nubes, estar en los huesos, ahogarse en un vaso/una gota de
agua..., ilustran perfectamente la figura retórica de la hipérbole, si bien comúnmente
los fraseologismos hiperbólicos se conforman como estructuras metafóricas.
Cabría pensar que el grado máximo de la exageración lo representan las locuciones
que, en sentido recto, constituirían «imposibles», del tipo cuando las gallinas meen,
cuando las ranas críen pelo, la semana que no tenga viernes, etc.; entre ellas se incluirían
las locuciones cuyo sentido literal, de practicar un análisis composicional, representa-
ría una acción inviable: comerse el mundo, hacer tiempo, hacer novillos, romper fuego,
matar el tiempo, caérse(le) el mundo encima, hacerse la boca agua, vender salud, sudar(le)
los dientes, hablar hasta por los codos, beber los vientos, partir el alma, etc.
La ironía es un tropo que conforma también un conjunto notable de locuciones (ir
listo, ¡Lo que estoy pensando!, ¡Estaría bueno!, ¿Me lo dices o me lo cuentas?, ¡Estás tú
apañado!, boca de verdades, etc.), si bien es en el empleo discursivo, al tener en cuenta
otros factores lingüísticos y extralingüísticos (entonación, gesto, tipo de situación don-
de normalmente se emite, etc.), donde se manifiesta más claramente; comp., por ejem-

417
plo, tener (algo) claro/¡Lo tienes claro!: no sólo la primera puede tener un sentido casi
literal ‘entenderlo con claridad’, sino que la segunda sólo puede interpretarse como
expresión irónica (‘lo tiene oscuro, difícil’) o negación enfática (‘no’). Es fundamental la
entonación para interpretar como irónicas expresiones como ¡Me tienes contento! (‘me
tienes descontento’) o No me digas (‘ya estaba enterado’); esta última es irónica si se
enuncia con tono de guasa y ritmo pausado o mostrando cierta incredulidad; con otra
entonación se convertiría inmediatamente en una expresión de asombro o contrarie-
dad, equivalente a ¡Qué me dices!). El DRAE (2001) suele informar del valor irónico de
muchas locuciones con la marca «irón.», como en ser de buen pelo (véase § 8.4.).

7.2.6. Implicaciones lingüísticas

Con el término de «implicación» hacemos referencia al tipo de relación que con-


traen los componentes de algunas locuciones consistente en que la presencia de uno de
ellos determina la copresencia del otro.

7.2.6.1. «Colocaciones restringidas»71

Esta correspondencia se basa a veces no tanto en un hecho semántico como funda-


mentalmente pragmático o en el propio estatuto fraseológico de la expresión, en el
carácter fijo y fósil: es la propia naturaleza fijada, su valor de estereotipo o lugar co-
mún, y, por tanto, la fuerte estabilidad de la locución, su invariabilidad, su estructura
cohesionada o trabada, lo que permite suponer (implicar) un elemento ausente a partir
de la mera enunciación del otro, sobre todo cuando se trata de componentes marcados
de una manera especial (palabras idiomáticas, arcaísmos, léxico idiosincrásico o «na-
cional»...), por su valor «diacrítico» o indicador de la categoría fraseológica, como se
aprecia en locuciones como a troche y moche, mondo y lirondo, hacer pajaril, en fárfara,
hacer el paripé, a cox cox, taz a taz, a nado, hacer la zalá, de antuvión, a sobrevienta, de
falondres, de Dios en ayuso, a fuer de, por mor de, estar en Babia, etc.; así, troche implica
moche; lirondo, mondo; pajaril, hacer; y así sucesivamente. Y no sólo la presencia de un
signo supone a otro componente léxico, sino la estructura sintáctica completa: troche
o a – y moche, lirondo o mondo y –, pajaril o hacer –, etc. No cabe duda de que estas
construcciones revelan, al menos aparentemente, el carácter predecible de la fraseolo-
gía (la estructura sintagmática y léxica es sugerida o determinada por un componen-
te), contrario a su general naturaleza impredecible.
Similar relación solidaria se observa en ciertas construcciones consolidadas y este-
reotípicas, como las comparativas, las consecutivas, las elativas con estructura de sin-
tagma preposicional o las enfáticas que incluyen los sintagmas nominales cuantitati-
vos, del tipo sordo como una tapia, más listo que Carracuca, más feo que Picio, tonto de
capirote, loco de atar, (hace) un frío que pela, importar un bledo, costar un Potosí/riñón/
ojo de la cara..., en las que un término, el elemento intensificado, es implicado por el
componente léxico de la frase elativa o por ella misma considerada como un todo con
el significado superlativo ‘mucho’: como una tapia o sordo, más que Carracuca o listo,
más que Picio o feo, de capirote o tonto, de atar o loco, que pela o frío, un bledo o
importar, un riñón o costar...
Se produce, pues, una suerte de correlación parecida a la solidaridad léxica (torion-
da o vaca, mazarí o baldosa, cajín o granada, larije o uva, carpanel o arco...), pero, al
mismo tiempo, diferenciada por el mecanismo de consecución, exclusivamente de na-
turaleza semántica en las solidaridades, frente al ingrediente pragmático e idiosincrá-
sico que interviene en la implicación de las locuciones.

418
Esta clase de implicación puede ser unilateral o bilateral; así, en tanto que troche
implica el sustantivo moche y moche implica troche, pajaril implica el verbo hacer, pero
hacer no implica la voz pajaril.

7.2.6.2. Restricciones de selección semántica

Existe otro tipo de implicación de base semántica, aunque a veces condicionada


también pragmáticamente, sin duda más próximo a la solidaridad léxica, como el que
ilustran expresiones del orden de contar con pelos y señales, llover a cántaros, saber a
ciencia cierta, trabajar a destajo, llorar a moco tendido, ir a bordo, andar a cuatro pies,
correr a uña de caballo, ir a pie, saber de memoria, etc., en las que los sintagmas con
pelos y señales, a cántaros, a ciencia cierta, a destajo, a moco tendido, a bordo, a cuatro
pies, a uña de caballo, a pie y de memoria implican los verbos contar, llover, saber, traba-
jar, llorar, ir, andar, correr (o salir, huir, escapar...), ir y saber:72 la fuerte cohesión que
muestran tales construcciones se basa en las duras restricciones de selección que im-
ponen los complementos a sus respectivos predicados verbales.
Lo curioso es que restricciones de selección similares se aplican cuando los comple-
mentos contienen palabras idiomáticas o elementos típicamente fraseológicos, a pesar
de ser signos carentes de significado sistémico, como ocurre en no decir ni oxte ni
moxte, pagar a tocateja, coser a dienteperro, mirar de reojo, cumplir a rajatabla, saber de
pe a pa..., lo que podría dar a entender que la base de esta implicación no es exclusiva-
mente semántica (se basa en el significado idiomático del complemento verbal: ni oxte
ni moxte, a tocateja, etc.).
Este fenómeno, unido a la transparencia semántica del verbo, ha dado pie a los
estudiosos a sospechar del estatuto puramente locucional de tales expresiones, y se
han descrito muchas veces como colocaciones, considerando la similitud que éstas
presentan en los constreñimientos selectivos: teñir:pelo/piel, repicar:campanas,
fruncir:ceño/entrecejo, avecinarse:temporal/tormenta, blandir:espada, cortarse:leche/nata/
mayonesa, picarse:vino, macarse:fruta, evadarse:río, rescindir:contrato, derogar:ley,
infligir:castigo, etc. Como hemos indicado en otro lugar (esp. § 3.5.3.), cabe preguntar-
se si se trata de locuciones verbales o, como creemos, de locuciones adverbiales selec-
cionadas por un verbo. Esta misma pregunta habría también que formularla cuando la
locución no es adverbial. Los manuales de fraseología y los diccionarios generales o
fraseológicos no ayudan mucho, pues son ellos mismos los primeros responsables de
generar la confusión al registrarlos de manera heterogénea (García-Page 2004b).
Ahora bien, en los casos en que el complemento nominal lleva una palabra diacrí-
tica, como los arriba indicados, no parece, dado el significado «vacío» de ésta, que la
relación sea sólo lingüística (semántica), sino también convencional o extralingüísti-
ca. Asimismo, de locuciones como de pelo en pecho, de cuatro orejas y en cierne ‘en
flor’, que sólo pueden aplicarse, respectivamente, a seres humanos (hombres), a ani-
males (con cuernos) y a plantas o árboles (como la vid, el olivo o el trigo), no puede
afirmarse, de seguir la opinión de algunos gramáticos, que las restricciones selecti-
vas sean exclusivamente semánticas (clasemáticas), sino también pragmáticas: la
diversa aplicación está basada en diferencias extraídas de las realidades designadas73
(véase § 8.2.).

Notas

1. Reproducimos sucintamente muchos de los aspectos referentes a la idiomaticidad expuestos en


§ 2.5.3. Para más detalles, consúltese dicho epígrafe.

419
2. Por ejemplo, autores que defienden la teoría praguense del centro y la periferia fraseológicos,
como Ruiz Gurillo (1997d, 1998a, 2001c: 39-40), sitúan en el centro los fraseologismos con anomalía
gramatical o palabra idiomática suponiendo su naturaleza fuertemente idiomática. Sin embargo, como
hemos indicado en varias ocasiones, creemos que muchas locuciones sin estos rasgos deberían ocupar
el centro con igual razón en virtud de su idiomaticidad fuerte o intensa; y, además, que algunas locucio-
nes con palabra diacrítica o anomalía sintáctica no son completamente idiomáticas, como a pies junti-
llas, a ojos vistas, a campo traviesa, a sorbimuerde, a duermevela, de quitapón o en volandas.
Asimismo, el carácter subjetivo que imprime la confección de una escala de idiomaticidad queda
manifiesto en la propuesta de Ruiz Gurillo (1997d: 121-122, 1998a: 31-32): considerando los ejemplos
que aduce la autora, no creemos que agua de borrajas ocupe el nivel más alto en el continuum (y, de ahí, el
centro de la fraseología) por su mayor grado de idiomaticidad, ni que sea más opaca que caballo de batalla,
y lo mismo cabría decir de tomar las de Villadiego con respecto a dorar la píldora, aquélla, según Ruiz
Gurillo, «más fraseológica» que ésta. Asimismo, resulta en todo punto arbitraria la medición de la idioma-
ticidad y la fijación que practica a las locuciones verbales (se citan en línea descendente del continuo)
echar raíces (semiidiomática), perder el tiempo (escasamente idiomática), vivir del cuento (mixta), correr
mundo (literal) e importar un pepino (locución con variante): así, tan mixta es perder el tiempo como vivir
del cuento e importar un pepino; tan motivada o semitransparente es echar raíces como perder el tiempo o
importar un pepino; tan fija e idiomática puede ser una locución con variantes como otra que no desarro-
lla variantes: así, por ejemplo, alzarse con el santo y la cera/la limosna nos parece tan opaca semánticamen-
te como tomar las de Villadiego o dorar la píldora, las cuales sitúa la autora en el extremo máximo: la
existencia de variantes no implica necesariamente transparencia, aunque, efectivamente, sea un hecho
constatable en muchos casos; es más, se estaría incurriendo en una incoherencia al suponer, por un lado,
que tomar las de Villadiego comporta el máximo de opacidad y fijación y, por otro lado, que la derivación
de variantes merma idiomaticidad y estabilidad, dado que dicha locución admite variantes, como tomar
las calzas de Villadiego y tomar el olivo, entre otras.
3. Si bien, algunos sentidos idiomáticos de expresiones vetustas son más recientes, surgidos por
derivación figurada del sentido originario o por contaminación con otras voces o locuciones, etc., como
parece haber sucedido con el sentido ‘mucho, gran cantidad’ de a mansalva (orig. ‘sin ningún peligro,
con seguridad’), el de ‘en tropel, en cantidad’ de a (o de) mogollón (orig. ‘gratis’; cfr. «mogollón de gente»),
el de ‘hacer la pelota, adular’ de dorar la píldora (orig. ‘mitigar o atenuar una mala noticia’), el de ‘literal-
mente, al pie de la letra’ de a pie juntillas (orig. ‘con los pies juntos’) o el de ‘hartarse de comer o beber’
de ponerse las botas (orig. ‘enriquecerse’).
4. Creemos que este sentido primero es también figurado, aunque los diccionarios no señalen la
marca fig. Adviértase que se trata de una palabra idiomática, sin siquiera posibilidad de colisión homo-
nímica (frente a, p.ej., creces, de la locución con creces, homófono casual del verbo crecer), por lo que el
sentido recto no parece posible.
5. a) pluralización del nombre, b) cambio de determinante, c) posesión inalienable, d) complemen-
tación del nombre, e) modificación adverbial del predicado, f) no reflexivización (transitivización), g)
pasivización, h) coordinación nominal, i) coordinación verbal, j-k) coordinación oracional, l) pronomi-
nalización (anáfora), m) derivación nominal, n-ñ) sustitución verbal (sinónimo, antónimo), o) extrac-
ción del nombre (perífrasis relativa), p) pregunta (pronombre interrogativo), q) relativización.
6. Es prácticamente excepcional el caso de que el sentido literal de una expresión pueda ser, estadís-
ticamente, más frecuente que su correspondiente sentido figurado, como, tal vez, sí sucede con la
locución verbal lavarse las manos, al denotar una acción habitual de las personas.
7. Adviértase que, como sintagma verbal, debe describirse como una colocación o, si acaso, como
predicado de verbo soporte.
8. No obstante, otros gramáticos lo describen como complemento indirecto opcional o incorporado.
Con más propiedad sería el objeto pronominal de hacer la cama o leer la cartilla.
9. En otro lugar (§ 3.8.), comentábamos otros casos de discrepancias entre la sintaxis libre y la
sintaxis fraseológica en torno a las valencias: cambio de clase semántica (+ hum./- hum., etc.: echar
raíces, alzar el vuelo, etc.), cambio en el número de argumentos seleccionados (írsele el santo al cielo: le
es un complemento indirecto o dativo obligatorio, que en la estructura idéntica de la sintaxis libre sólo
puede interpretarse como dativo superfluo (o incorporado): írsele su hijo al ejército), etc. Tristá Pérez
(1988: esp. 61-87) habla en estos casos de «contexto oracional».
10. Véase García-Page (2000a, 2002a) para la distinción entre idiomaticidad débil/fuerte; asimismo,
§ 2.5.3.
11. De considerarse locuciones (y no colocaciones), formarían parte de este grupo las construccio-
nes compuestas por una locución adverbial o adjetiva seleccionadas normalmente por un predicado
verbal o adjetivo o un nombre, respectivamente, que participan con su sentido recto, del tipo llover a
cántaros, llorar a moco tendido, andar a paso de tortuga, saber al dedillo, conocer de pe a pa, loco de atar,

420
una noche de perros, etc., que son tratadas en algunos diccionarios y estudios de fraseología como
locuciones verbales, adjetivas y nominales, respectivamente.
12. Siguiendo a Dobrovol’skij (Baránov y Dobrovol’skij 1996), autores como Cuenca (Cuenca Or-
dinyana y Hilferty 1999: 120-121; Cuenca Ordinyana 2000: 37-42) y Salvador Liern han puesto en duda
la existencia de expresiones fijas absolutamente idiomáticas o no composicionales y el carácter arbitra-
rio en la relación significante-significado: «no és fàcil trobar expressions fetes que resultin absoluta-
ment arbitràries o opaques» (Salvador Liern 2000: 25). Cuenca Ordinyana (2000: 37-38) arguye a favor
del carácter no completamente arbitrario el que no puede practicarse la sustitución: No está el horno/*la
nevera para bollos. Ahora bien, conviene matizar que, aunque es cierto que la selección de una palabra
y no de otra aun siendo sinónima o del mismo campo es, como hemos indicado al tratar las variantes,
un rasgo típicamente idiosincrásico de la fraseología, no puede esgrimirse como una prueba conclu-
yente; de hecho, esa misma locución que la autora cita como ilustración de su hipótesis admite la
sustitución del complemento: No está el horno para rosco. Aun así, no estamos negando que, en el
momento de su formación, la selección estuviera motivada semánticamente, pero no deja de resultar
arbitraria, incluso en ese momento de formación, la decisión selectiva de un lexema y no de otro con
idénticas probabilidades. Ya nos hemos referido en varias ocasiones a lo idiosincrásico, y, por tanto,
absurdo desde una perspectiva de la sintaxis libre, de la elección de leña, frente a leño, madera o madero,
paja, broza, etc., como complemento directo de echar en la locución echar leña al fuego.
Es de reconocer que son numerosas las locuciones supuestamente opacas que resultan (parcialmen-
te) composicionales si se atiende a la motivación del significado literal en el significado idiomático y a
los fenómenos tropológicos que han intervenido en la formación de la locución. En este sentido, la
actuación de estos fenómenos semánticos de transposición, en vez de complicar el análisis, pueden
favorecerlo: «hi ha mecanismes metafòrics i metonímics relacionats amb el coneixement enciclopèdic
que incrementen el grau de composicionalitat d’aquestes expressions» (Salvador Liern 2000: 25).
13. Véanse, entre otros, Iribarren Rodríguez (1955), Candón y Bonnet (1993) o Doval (1995).
14. Por ejemplo, en nuestra opinión, resultan más opacas o fuertemente idiomáticas somatismos
como heder la boca ‘ser pedigüeño’, hacer la barba ‘fastidiar’ o ‘adular’, hacerse lenguas ‘alabar encareci-
damente’, estar a la oreja ‘pedir con insistencia’, antojárse(le) los dedos huéspedes ‘ser excesivamente
suspicaz’, cabeza de turco ‘persona a quien se imputa algo, generalmente sin motivo’, hecho un brazo de
mar ‘ataviado con mucho fausto’ (García-Page 2002a: 52-53, n. 5).
15. Refiriéndose a los pseudoidioms de Makkai (1970b: 169), Weinreich (1966: 44) es tajante: «ambi-
guity is an essential characteristic of true idioms». No serían, pues, genuinos idioms, o serían sólo
seudo-idioms, las locuciones con sólo sentido literal o sólo sentido idiomático, como las que presentan
anomalías estructurales o componentes únicos o tienen significados incongruentes o expresan accio-
nes, eventos, etc., pragmática o referencialmente imposibles, como a la pata la llana, a pie juntillas, sin
ton ni son, hacer castillos en el aire, tirar la casa por la ventana, comerse (algo) con los ojos, hacer la vista
gorda, comerse el mundo, hacer novillos, hacer pie... Hay, además, otras construcciones que no pueden
tener «homófono literal», como la mayoría de las locuciones prepositivas o conjuntivas o las que con-
tienen componentes metalingüísticos.
16. Mellado Blanco (2004b: 76) sostiene que son escasas las locuciones polisémicas, y que esa esca-
sez se debe fundamentalmente al hecho de que el significado fraseológico procede ya de un proceso de
transposición, por lo que se hace resistente a cualquier otra transposición ulterior (cfr. Häusermann
1977: 100, quien ofrece una explicación casi contraria; y, asimismo, Palm 1994). Palm (1995: 53) se fija
en la polisemia entre acepciones distintas (Omaiæ y Schmidt 2008).
17. Si, como creemos, el significado es literal, a pesar de la extrañeza de su estructura formal, habría
que poner en tela de juicio, como ya hemos expuesto anteriormente en diversos lugares, la teoría de
aquellos estudiosos que sitúan en el centro de la fraseología las unidades con palabra idiomática o
anomalía sintáctica, fundamentada en el nivel máximo de fijación e idiomaticidad. Ni siquiera esta
locución es totalmente inamovible si se consideran las variantes a pie juntillo, a pies juntillas, con los
pies juntos (DRAE 2001).
18. Adviértase que existen otras construcciones, como darse un baño y lavarse la cara, por ejemplo,
que, aun denotando acción habitual en sentido recto, no pueden interpretarse como enunciados ambi-
guos, con homófono idiomático, ya que, como locuciones, no toleran la estructura reflexiva, frente a lo
que ocurre con las correspondientes estructuras transitivas no reflejas dar (a alguien) un baño y lavar (a
alguien) la cara.
19. Junto con los demás fenómenos semánticos (antonimia, homonimia, hiponimia...), resulta evi-
dente que no es atinada la observación de Coseriu (cfr. Geckeler 1984: 225, 228) de que es imposible
detectar relaciones semánticas entre las unidades del discurso repetido (para una crítica semejante,
véanse también Thun 1975: 70-71 y Bolinger 1977). Diversos lingüistas (Guiraud 1961: 55-56, Fleischer
1982: 182-185, Martínez Marín 1990, García-Page 1990a, 1998a, 1998b y 1999a, Mejri 1997, Danell

421
1997, Penadés Martínez 1997b, Pellen 2001: 163, Koike 2007, Proost 2007, entre otros que se citan
especialmente en este capítulo) han llamado la atención sobre algún tipo de relación semántica que se
celebra en las locuciones. Menac (1987: 283) reconoce: «In jeder Sprache können Phraseologismen
miteinander verbunden werden und wir erhalten auf diese Weise antonymische, homonymische, sy-
nonymische und andere Paare». Véase también Dietz (1999).
Con respecto a la paremiología, también son varios los estudiosos que han señalado la existencia de
refranes sinónimos, antónimos, hiperónimos, etc. (entre los más recientes, valgan como botón de muestra
Sevilla Muñoz 2004: 223-224, Soto Arias y González García 2004: 232-233, Norrick 2007: 390-391).
20. Sin admitir la sinonimia absoluta, Fleischer (1997: 178) cree que puede hablarse de sinonimia
(interna, en su terminología; externa o interfraseológica, en la nuestra) cuando dos fraseologismos coin-
ciden en sus rasgos semánticos principales, aunque presenten divergencias en los rasgos secundarios o
en la estructura actancial. Sería el caso del par cortar el bacalao/tener la sartén por el mango (Bosque
Muñoz 1982: 151, n. 38; cfr. Alonso Ramos 1993: 184-185, para una opinión diferente) y de estar de yuca
y ñame/estar la caña a tres trozos (Carneado Moré 1983a: 30). Son varios los autores que creen que la
sinonimia en las locuciones es más frecuente que en las palabras (Èernyševa 1981a: 44-45, Dobrovol’skij
1988: 47, Schindler 1993: 93, Fleischer 1982: 182 [1997: 178], Burger 1998b: 74-79...).
En relación con esta distinción, son muy claras las palabras de González García (1995): «Non tóda-
las expresións fixadas se poden empregar en tódalas ocasións, aínda que sexan sinónimas» (también
Gómez Clemente 2004: 82).
21. Véase especialmente García-Page (1998b) y § 4.2.1.3.6.2.
Corpas Pastor (1996b: 112-114) cita algunos ejemplos de la que nosotros llamamos sinonimia inter-
na, y habla de sinonimia en el caso de las variantes, sean sinónimos en el sistema o estén instituciona-
lizados: colgar/ahorcar los hábitos, poner las peras a cuarto/ocho (asimismo Koike 2007: 263-266); de la
que llamamos externa, pone un ejemplo que no nos parece adecuado, pues creemos que se trata de una
variante más (sintáctica): poner a parir/de vuelta y media/como un trapo. También casi todos los casos de
sinonimia que ilustra Penadés Martínez (1999b: 43-46, 2000b: 82-86) son variantes. Mena Martínez
(2006) habla de sinónimos en meras variantes contextuales.
La sinonimia externa tampoco ha sida atendida de manera especial en los estudios de Fraseología
extranjera, más preocupados, en cambio, por el tratamiento que ha de darse a las variantes, considera-
das «sinónimos» (Fleischer 1982: 182-186 y 209-210, Petermann 1983: 182-184, Barz 1992: 37-41 y
1986, Larreta Zulategui 1998b...). Para Larreta Zulategui (1998b: 157-160), nuestra sinonimia externa
es un caso de sinonimia funcional (pone como ejemplo no dejar un hueso sano/arrancarle la piel a tiras/
no dejar títere con cabeza y cerrar la boca/no despegar los labios/echar un candado a la boca/darse un
punto en la boca/coserse la boca/sellar los labios/no decir «esta boca es mía»/poner punto en boca/ponerse
el dedo en la boca/no salir algo de la boca), y Mellado Blanco (2004b: 90-95), siguiendo la línea de autores
como Fleischer (1997: 178), llama precisamente sinonimia interna al tipo de sinonimia que nosotros
hemos denominado externa, y la diferencia de la estructural o variante, de acuerdo con Èernyševa (1975:
229), Eckert y Günther (1992: 113) o Fleischer (1997: 205).
Schapira (1999: 41-42) no hace ninguna distinción, y, junto a casos que describiríamos de sinonimia
externa o interfraseológica (aux calendes grecques/à Pâques ou à la Trinité ‘jamás’, avoir la tête fêlée/avoir
une avignée dans le plafond/être tombé sur la tête), señala otros que corresponden a la variante (perdre le
boule/boussole/tramontane, prendre la clé des champs/prendre la poudre d’escampette). Precisamente,
ejemplos como estos últimos (die Fäden/Zügel (fest) in der Hand haben), verdaderas variantes, son, para
Steffens (1986: 218-223), casos de sinonimia.
Ya se ha comentado que Burger (1989) sólo admite como variantes las alternativas léxicas que
son sinónimos en la lengua (asimismo, Proost 2007: 110); por ello, cuando las variantes no son
sinónimos de lengua o cuasisinónimos, dicho autor las trata como fraseologismos distintos, aun-
que sinónimos semánticamente.
22. Evidentemente, con el sentido figurado de ‘valor, brío’; ya que tener pelos en el corazón tiene otro
sentido figurado, ‘cruel, inhumano’, según el cual funciona como sinónimo de la locución citada tener
malas tripas.
23. Cabe incluir también las coordinaciones homofuncionales heterocategoriales, como de prisa y
corriendo y vivito y coleando, y los binomios incrustados en locuciones verbales u oracionales del tipo
no tener casa ni hogar.
24. Parece ser de la misma opinión García Hernández (1997: 387-392) al hablar de dobletes sinoní-
micos ante locuciones que contienen una palabra idiomática, como contante y sonante, corriente y
moliente o el oro y el moro, postura contraria a la de Penadés Martínez (2004a: 83-84), que niega la
sinonimia en cualquier binomio (común y corriente, etc.).
Lo mismo vale decir para la sinonimia interfraseológica: sin ton ni son/sin causa ni razón, al tuntún/
de ligero, etc.

422
25. Ni es más habitual en la relación de antonimia; y resulta casi improbable que la sinonimia se confor-
me con la conjunción o, por su propio significado disyuntivo, frente a lo que sucede en la antonimia.
26. Sin embargo, difiere de la definición del DI: ‘trabajar durante tiempo y sin descanso en algo’.
27. Sin embargo, no habría tal equivalencia con esta locución si atendemos a las definiciones del
DEA y DFDEA.
28. ¿Qué otra explicación sino la de la arbitrariedad en la descripción lexicográfica puede tener el
que el DRAE defina batirse el cobre como ‘trabajar mucho en negocios que producen utilidad’ y el DI,
simplemente, como ‘trabajar mucho’, o el que el DRAE defina sudar tinta como ‘realizar un trabajo con
mucho esfuerzo’ y el DEA y DFDEA añadan la precisión de que el esfuerzo es ‘esp. de ingenio’? ¿Es que,
para el DI y el DRAE, respectivamente, no son pertinentes los semas ‘en negocios que producen utili-
dad’ y ‘esp. de ingenio’ de sendas locuciones? ¿Qué explicación que no sea el puro capricho puede darse
al hecho de que, aun variando sólo el grado de esfuerzo, el DFDEA defina dejarse la piel como ‘poner
mucho esfuerzo o trabajo...’ y el DEA como ‘hacer el máximo esfuerzo’, siendo, como son, los mismos
los autores de sendos diccionarios?
A estas arbitrariedades hay que sumar otras, como las derivadas de las convenciones fijadas. Así, el
criterio de uso (actual/antiguo) y el cronológico (creación reciente, etc.) imponen que el paradigma de
locuciones sinónimas o cuasisinónimas varíe de uno a otro diccionario; por ejemplo, es de suponer que
si sudar el hopo y sudar la hiel no aparecen en el DEA ni el DFDEA (sí en el DRAE y el DI) es por su
carácter arcaico y su uso, en la sincronía actual, no vigente o escasísimo; en cambio, sudar la camiseta
y sudar la gota gorda no aparecen en el DRAE o DI (pero sí en el DEA y el DFDEA). Por la misma razón
presumiblemente, tampoco el DEA y el DFDEA recogen asestar toda la artillería y estirar la barra (sí el
DRAE y el DI), en tanto que el DRAE no registra doblar el espinazo (tampoco el DI) ni darse un tute (pero
sí el DEA y el DFDEA).
También es arbitraria muchas veces la forma de registro. Así, dar el do de pecho podría considerarse
también un sinónimo de las locuciones arriba citadas con la acepción de ‘realizar el mayor esfuerzo’;
ahora bien, no debería tratarse como tal si lo único que se describe como locución es, como quiere el
DRAE (2001), do de pecho, al ser categorías locucionales distintas (loc. v. y loc. n.). Este aspecto ya se
trató al relacionar las locuciones verbales estar con el agua al cuello y con la soga al cuello.
29. He aquí otro capricho lexicográfico: ¿por qué el DEA cambia de fórmula para definir esta expre-
sión (utiliza un circunloquio) y no sigue la aplicada para sudar tinta o sudar la camiseta, más breve, que
vendría a ser, más o menos, como sigue: ‘Esforzarse mucho, esp. corriendo’, similar a la del DRAE:
‘Trabajar excesivamente’?
30. En nuestra opinión, no creemos que sea tan arriesgada la propuesta de que existe sinonimia
absoluta, al menos en las locuciones no significantes y muchas adverbiales (si bien/no obstante, por
cuenta de/con cargo a, de acuerdo con/en virtud de, es decir/o sea/esto es, al tuntún/de ligero, sin ton ni son/
sin causa ni razón...). Lógicamente, cuanto más impreciso o amplio sea el significado, las garantías de
sinonimia (absoluta) son menores, como ocurre, por ejemplo, en las locuciones verbales, que tienen un
significado más difuso, más extenso o más maleable, lo que les permite adaptarse a más circunstancias
distintas, esto es, funcionar como sinónimas o cuasisinónimas de un mayor número de expresiones
dependiendo del contexto (lo que quiere decir que una locución puede ser sinónimo, incluso perfecto o
absoluto, de otra locución en un determinado contexto y no serlo de esa misma locución en otro).
31. El significado ‘huir, marcharse’ es uno de los conceptos que a más locuciones ha dado lugar, si
bien algunas con un mayor grado de motivación y otras más opacas y a veces con variaciones de matiz:
poner pies en polvorosa, tomar el pendil (o el olivo, el pendingue, la puerta, el portante), picar de soleta (o
tomar soleta, apretar de soleta), ahuecar el ala, alzar el vuelo, salir de naja, irse cagando hostias (o leches),
salir pitando, coger (o tomar) las de Villadiego, irse por (sus) pies, poner tierra por (o en) medio, tomar
pipa, darse el piro (o el bote), tornar (o volver) las espaldas (la cara o el rostro), pirárselas, liarlas, escurrir
el bulto, hacer mutis por el foro, picárselas, darse a la fuga...
No creemos, en cambio, que la locución Pies, ¿para qué os quiero? sea strictu sensu sinónimo, frente
a lo que considera Sevilla Muñoz (1997: 433) tomando la idea del Diccionario Anaya (1988), dado que
tal locución no significa ‘huir’, sino ‘estar en disposición de huir’.
32. Si se aplica a la mujer, ponerse los calzones.
33. También ser el amo del cotarro y ser el amo de la burra (DFDEA). Si se interpretasen como alternativas
habituales, podrían constituir un caso de variantes correlativas: ser el amor/dueño del cotarro/la burra.
34. Con el significado de ‘inseguro’.
35. En vez de ‘pobre’, el significado de estar a la luna de Valencia puede también significar ‘frustrado’,
especialmente con quedarse.
36. Como luego veremos al tratar la hiponimia, en esta serie a veces aparecen algunas locuciones
adscritas al campo de ‘hambre’, máxime si se tienen en cuenta las divergencias entre las definiciones de
distintas obras lexicográficas.

423
Adviértase también que las unidades de esta serie, sinónimas en cuanto que denotan ‘pobreza o
miseria’, admiten diferencias de intensidad, como no tener más que la capa en el hombro = ‘ser suma-
mente pobre’ (véase lo dicho, p.ej., para su antónimo, rico) y de matiz (basta con consultar el dicciona-
rio) e incluso sentidos diversos; por ejemplo, estar sin blanca (comp.: no tener ni un puto duro) puede
acomodarse para señalar que una persona no lleva dinero en un momento determinado como para
señalar que no lo tiene de forma permanente: en el primer caso, no debe interpretarse como sinónimo.
37. Si nos atenemos a la definición del DRAE (2001), estas locuciones estarían en relación de hipero-
nimia/hiponimia en la medida en que existe una escala de intensidad o grados de ‘maldad’: ‘ser de mala
índole’ (ser de buen pelo)-’ser cruel’ (tener malas tripas) o ‘ser inhumano’ (tener pelos en el corazón).
38. Algunas variantes léxicas pueden aparecer en distintas estructuras, no todas fraseológicas (parecer, ser
como...): estar hecho un palillo, estar como un palillo, parecer un palillo, ser (estar) más delgado que un palillo...
39. También podrían estar vinculadas a este campo del ‘intento’, asestar toda la artillería y estirar la barra,
si se equipara el ‘esfuerzo’ al ‘intento’ en la definición; lo mismo valdría decir para echar toda el agua al
molino y poner toda la carne en el asador (según la definición del DFDEA, aunque no según la del DRAE).
40. Véase § 4.2.1.2, y aquí n. 21. Allí nuestra concepción difería de la de la mayoría de los estudiosos
(Fleischer 1982, Barz 1992, Larreta Zulategui 1998b...).
41. Como habrá podido advertirse en la cita de la locución tomar el olivo o irse por pies (véase n. 31),
son abundantes los casos en que uno o los dos sinónimos desarrollan sus propios paradigmas de va-
riantes: a ufo [a + N]-de balde/de gorra/de bóbilis bóbilis/de mogollón [de + N], cortar el bacalao [cortar +
SN]-llevar la batuta/llevar los pantalones/llevar la voz cantante/el timón... [llevar + SN], etc.
42. No obstante, no la hay: algunos autores, como Penadés Martínez (1999b: 44-45), ni se plantean
tal cuestión, y los analizan, lisa y llanamente, como sinónimos, tanto el par en un instante/en un perique-
te (o soplo, santiamén, etc.), como los pares en un instante/en un decir amén, en un instante/en dos
patadas y en un instante/en menos que canta un gallo. Sin embargo, la autora, curiosamente, procede al
contrario al considerar como variantes dormir como un tronco y dormir como un lirón o, incluso,
dormir a pierna suelta.
Una de las posibles razones para pensar que no son variantes sinónimas es la proporción entre
elementos conmutables y elementos variables: hay una tendencia, más intuitiva que científica, a descri-
bir como variantes las locuciones en las que sólo un componente admite sustitución —o dos, si la
locución es cuantitativamente extensa y siempre teniendo en cuenta la relevancia gramatical y semán-
tica de los signos implicados—, y como sinónimos las locuciones en las condiciones digamos inversas
o contrarias, con dos o más cambios.
43. Ciertamente, el análisis más completo sería registrar todas las posibles alternativas que en (o
en un) introduce, dado que cada esquema puede tener diversas configuraciones, sobre todo el prime-
ro: en un credo/instante/Jesús... [en un + N], en un decir amén, en un decir Jesús, en un decir amén,
Jesús, en un volver de los ojos, en un cerrar de ojos... [en un + N[inf.nom. + compl.]], en un abrir y cerrar
de ojos [en un + N[inf.nom. + coord. + inf.nom. + compl.]] (o bien: en un decir + N/en un + N[inf.- decir +
N]), en un quítame allá esas pajas [en un + N[imperat.nom. + compl.]]...
Hay más soluciones. Una tercera solución sería considerar todas estas alternativas como variantes y
en menos que + O (canta un gallo, se persigna un cura loco, se reza un padrenuestro...) como sinónimo (a
veces aparece lo que en vez de menos que: en lo que se reza un padrenuestro).
Podría también suponerse que todos son sinónimos interfraseológicos, incluidas las locuciones de
la serie «en un + N» (en un instante...), esto es, las supuestas variantes léxicas, restringiendo la variante
a casos como, por ejemplo, en un decir amén/Jesús o en un cerrar/volver de los ojos (variantes léxicas) y
en un [abrir y] cerrar de (los) ojos (variantes sintácticas).
44. No debe confundirse con a trueco de que es locución (adverbial, según DRAE 2001) sinónima de
con tal que, circunstancia en la que la preposición introductora es invariable: *en trueco de; cuando es
locución adverbial y equivale a en cambio, admite variación: a/en trueco.
45. Resulta algo extraño que el diccionario (DRAE, DI...) registre de rositas con los dos sentidos
indistintamente ‘gratis, sin esfuerzo’, y, en cambio, los diferencie en de bóbilis bóbilis: 1. ‘de balde’/2. ‘Sin
trabajo’. Por su parte, el DFDEA (y DEA) sólo indica el significado ‘De balde o gratis’. El caso es que el
uso no suele establecer grandes diferencias; es presumible que estemos, de nuevo, ante un caso flagran-
te de arbitrariedad lexicográfica.
Adviértase, no obstante, que de rositas, de acuerdo con nuestra hipótesis de trabajo, podría no con-
siderarse sinónimo de de bóbilis bóbilis, sino variante.
46. Véanse, entre otros, Sanmartín Sáez (1998a, 1998b).
47. La noción ‘matar’ suele estar cubierta por expresiones socioculturalmente muy marcadas, como
dar pasaporte o dar mulé (cfr., no obstante, cortar la hebra de la vida).
48. Ya comentamos en otro lugar que el concepto ‘morir’ ha dado origen a un repertorio bastante
numeroso de locuciones, la mayoría marcadas socioculturalmente, unas coloquiales y ligeramente irre-

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verentes o soeces y otras eufemísticas, unas de jergas juveniles o de germanía y otras tildadas de beatu-
conas (por influencia, sin duda, de la religión católica, tan arraigada en España), como estirar la pata,
pasar a mejor vida, llevarse (a alguien) Dios, llamar Dios (a alguien) (para sí/a juicio), irse al otro mundo
(barrio), salir de este mundo, (irse a) criar malvas, diñarla (pringarla, espicharla, palmarla, doblarlas,
liarlas...), estar fiambre, quedarse tieso (o patitieso), hincar el pico, liar el petate, torcer la boca, dejar el
pellejo/la piel, dar fin, soltar (o dar) la piel, cerrar los ojos, etc.
49. En casos como éstos, Èernyševa (1980: 74) y Segura García (1998: 63) hablan de sinonimia dialectal.
50. Véase especialmente García-Page (1998a, 1998b, 1999a), y § 5.2.4.
La existencia de antonimia en la fraseología es un hecho observado, con mayor o menor deteni-
miento, por otros autores. Si bien, estudiosos como Morawski (1937: 30), Malkiel (1951, 1959), Micu-
san (1968: 1817), Martínez Marín (1990) o Schlömer (2002: esp. 53-60) se fijan en la antonimia que
hemos llamado interna; otros, como Thun (1975: 60-64), Koèetová (1978), Gontèarova (1981, 1983),
Èernyševa (1981b: 47), Fleischer (1982: 184-185), Bosque Muñoz (1982: 136-137), Carneado Moré
(1983a), Hyvärinen (1992, 1996), Eckert y Günther (1992: 116), Penadés Martínez (1997b, 1999b: 49-
52), Larreta Zulategui (1998b: 238-240), Segura García (1998: 64-65), Schapira (1999: 42), Álvarez de la
Granja (2002c), Mena Martínez (2002: 81), Mellado Blanco (2004b: 186-187), Koike (2007: 266-267),
etc., se centran fundamentalmente en las series fraseológicas del tipo [hacer] de buena/mala fe, ganar/
perder terreno o dar/cortar alas (que, para algunos fraseólogos, son también, como en el caso de los
sinónimos, variantes [sinónimos] estructurales, a pesar del cambio radical de significado que se efec-
túa: Ortega Ojeda y González Aguiar 2005 y Montoro del Arco 2004c: 598 y 2005a: 139, 2006a: 61).
Precisamente, Gontèarova (1983) cree en la existencia de modelos de formación de antónimos.
La antonimia interna es negada tajantemente por Penadés Martínez (2003: 169, 2004a: 86), a pesar
de la evidente relación antonímica o de oposición que guardan entre sí los lexemas que componen los
binomios ni más ni menos, tarde o temprano o mal que bien, alegando —como hacía para la sinonimia
interna— el significado unitario de la locución, como si los componentes léxicos no comportaran un
significado. Aunque no puede negarse que hay una larga tradición que sostiene la no composicionali-
dad de las locuciones, tampoco puede negarse la participación, transparente en muchos casos, del
significado literal de los componentes en el significado de conjunto, como ha pretendido demostrar
una moderna corriente cognitivista partiendo de los postulados de Lakoff y Johnson (Gibbs, Geeraerts,
Cuenca...), visión a la que se han sumado autores de otras tendencias (Mellado...). Pero, al margen de la
controversia clásica composicionalidad/no composicionalidad, no vemos inconveniente —aunque sea
por mera abstracción para realizar la descripción que pretendemos, cual si de cadenas libres se trata-
ra— en suponer que ida y vuelta son —o se comportan como— antónimos o contrarios en ida y vuelta,
y que también lo son quito y pongo en la locución ni quito y pongo (rey). Es más, la autora (Penadés
Martínez 2004a: 86-87) parece contradecirse cuando sí considera antónimos (opuestos) binomios como
de pe a pa o de toma y daca (que, en su teoría, ilustran la antítesis en el nivel del significado) y de punta
a cabo o de quita y pon (que ilustran la antítesis en el nivel del significante y del significado), esgrimien-
do ahora como argumento el que la definición que proporciona el diccionario (en este caso, el DFEM)
utiliza lexemas antónimos como semas: respectivamente, ‘desde el principio al fin’ o ‘acción de dar o
tomar a cambio de algo’ y ‘de principios a fin’ o ‘que puede quitar o ponerse...’. No parece razonable que,
en unos casos, utilice un criterio (la no composicionalidad) y, en otros casos, otro (la presencia de
opósitos en la definición lexicográfica): tan unitario es el significado de ida y vuelta, vivo o muerto, en
un abrir y cerrar de ojos o ni quito ni pongo rey, como en de pe a pa, toma y daca, de punta a cabo o de
quita y pon, y tan opuestos son entre sí los componentes léxicos de una serie como los de la otra.
A pesar de esta opinión divergente de la nuestra (compartida en alguna medida por Malkiel, Matínez
Marín, Schlömer...), defendemos la existencia de antonimia (oposición) teniendo en cuenta las siguien-
tes observaciones. En primer lugar, tomar al pie de la letra la definición de un diccionario, sin contraste
con la de otros diccionarios, como base para etiquetar o descartar antónimos, es a veces muy arriesga-
do, máxime si es un diccionario de poca fiabilidad como el DFEM, pues está probado que las definicio-
nes que, de una misma locución, pueden proporcionar dos diccionarios distintos no son siempre coin-
cidentes, debidas incluso al registro diverso que practican; además, un mismo diccionario no siempre
procede de la misma manera en la descripción de estructuras idénticas (v.gr.: andar al toma y daca
‘andar en dares y tomares’ [DRAE 2001], toma y daca ‘intercambio de objetos/argumentos’ [DFDEA], el
toma y daca ‘la acción de dar o tomar cambio de algo’ [DFEM]). En segundo lugar, la misma definición
«por sinónimo» es una prueba de que los componentes de la locución funcionan como opuestos (p.ej.,
de pe a pa ‘de principio a fin’). Con todo, afirmar que hay oposición en el nivel del significante y del
significado en de punta a cabo parece incompatible con la tesis de la autora sobre la inanalizabilidad
semántica de la locución. Es más, resulta incoherente que de punta a cabo reciba distinto tratamiento
que de pe a pa siendo ambas definidas idénticamente (‘de principio a fin’). En tercer lugar, la antítesis
genuina que dice reconocer en las locuciones ir y venir (o ida y vuelta) porque hay oposición de signifi-

425
cante y de significado no resulta transparente conforme a la definición del DFEM que ella adopta
(‘movimiento continuo de un lugar para otro’): habrá oposición de significante (ir/venir), pero no de
significado, pues de uno y para otro no son en absoluto opuestos. En cuarto lugar, también parece
incurrirse en una indeseada inconsecuencia cuando, una vez que se rechaza rotundamente que se hable
de oposición entre signos que, no siéndolo lingüísticamente, sí lo son cultural o fraseológicamente
—aun tratándose como se trata de fraseología (y no del código estándar regular)— (Penadés Martínez
2004a: 86, n. 10, respecto de hacer de tripas corazón), aduzca como antítesis auténtica, de significante y
significado, el binomino sin pena ni gloria (Penadés Martínez 2004a: 87), cuyos componentes sólo
pueden ser antónimos culturales, quizá dejándose llevar por la definición del DFEM que recoge dos
antónimos ‘ni bien ni mal’. La autora no podría haber llegado a esa desatinada conclusión si hubiera
tenido en cuenta las definiciones, más fidedignas, del DRAE (2001) ‘Manifestar la insensibilidad con
que uno ve u oye algo’ o del DFDEA ‘Sin especial relieve o notoriedad’, ninguna de las cuales incluye
términos opuestos. En todo caso, la perspectiva es distinta: nuestra antonimia u oposición se basa en la
relación entre los lexemas que forman el binomio.
De antonimia externa apenas hay trabajos en español (cfr. García-Page 1999a: 89-94), aunque se
citan esporádicamente ejemplos (Corpas Pastor 1996b: 112-114); en la Fraseología alemana, han lla-
mado más la atención autores como los citados Koèetová, Gontèarova e Hyvärinen.
Mellado Blanco (2004b: 96-97, 186-190) distingue entre antonimia interna —que equivaldría a nues-
tra antonimia externa— y antonimia estructural o variante antónima —que se corresponde con la serie
de Zuluaga. La antonimia estructural, en la que se centra la autora, sólo puede obtenerse, según Mella-
do, por sustitución de lexemas que sean antónimos sistémicos, esto es, cuando son tratados como
constituyentes libres (186). Mellado (también Schlömer 2002: 53-61) aísla en un grupo aparte (varian-
tes conversivas) las relaciones de oposición por valor aspectual, vectorial, etc., del tipo sein/haben en las
locuciones verbales, que otros estudiosos tratan como antónimos.
51. No queremos entrar en la controvertida polémica en torno a la existencia o no de antónimos
fraseológicos absolutos (p.ej., Häusermann 1977: 95 niega su existencia), igual que sucede con la sinoni-
mia, ni aplicar a las locuciones la discriminación de los antónimos léxicos tradicionales en graduales o
contrarios, complementarios o contradictorios e inversos o recíprocos, y subclases —direccionales, equi-
polentes, etc.—, por lo demás, no siempre claramente delimitados (Martin 1973, Van Overbeke 1975,
Lyons 1977: 253-263 y 1993: 270-290, Lehrer y Lehrer 1982, Cruse 1980, 1986: caps. 9-11, Giermak-
Zielinska 1988, Gutiérrez Ordóñez 1989: 131-133, Landheer 1992, Del Teso Martín 1994-95: esp. 133 y ss.,
Lehrer 2002, etc.; y, en relación con la sinonimia, Geckeler 1989, 1996 y 1998, Casas Gómez 1999: 106-
117, Cruse 2002, etc.), por lo que adoptaremos una concepción laxa de antónimo como hiperónimo de
aquéllos o como sinónimo de oposición o antítesis; la misma terminología acuñada para cada caso espe-
cífico no es siempre ni precisa ni coincidente entre los autores.
Sí intenta establecer distinciones semánticas Penadés Martínez (2003: 171-175, 2004a: 90-101), a partir
de la clasificación de Lyons (1993: 270-290), tomando como ejemplos expresiones que, salvo unas pocas, se
corresponden con la «serie» de Zuluaga (de buena/mala fe) y no, como fuera deseable, locuciones distintas
en relación de oposición adscribibles al tipo de antonimia externa o interfraseológica —una vez que ha
descartado la clase de antonimia interna que se celebra entre los componentes fijos de una locución (véase
nota anterior). Ahora bien, como hemos advertido, no sólo la clasificación que propone la autora es —como
cualquier otra clasificación— una empresa, si loable, no poco arriesgada, expuesta a presentar puntos débi-
les y ejemplos metidos con calzador, sino que la clasificación que consigue al final de opuestos fraseológicos
con los criterios de los antónimos léxicos —por la propia idiosincrasia del código fraseológico y acaso
porque el corpus de ejemplos, aparte de reducido, no esté bien seleccionado— no va a dar los resultados
esperados: en definitiva, la taxonomía de opuestos léxicos de Lyons —no exenta de dificultades y de cierta
dosis de arbitrariedad (tal como han recriminado otros lingüistas)— no es proyectable a carta cabal en la
fraseología. Veamos algunas puntualizaciones:

1) Ciertas construcciones del corpus (Penadés Martínez 2003, 2004a) no son locuciones —sino sin-
tagmas libres— o, al menos, son de muy dudosa estirpe fraseológica, a pesar de que la autora suele
avalarlas con una autoridad (bien el DEA, bien el DFEM) —como aguas arriba/abajo, cuesta arriba/
abajo, panza arriba/abajo, parecer bien/mal, echar para delante/atrás, abrir/cerrar la marcha, darse bien/
mal, jugar limpio/sucio, etc. La inclusión de combinaciones libres entremezcladas con locuciones va a
impedir gozar de una visión correcta del fenómeno. Es aconsejable configurar un corpus representati-
vo haciendo una selección previa, esto es, cribando, si es necesario, las unidades lexicográficas que a
veces acogen, con poco acierto, los diccionarios (sobre todo, el DFEM, e, incluso, el DEA y el DFDEA,
cuyos autores afirman en el prólogo adoptar una concepción parcialmente amplia de la fraseología). Se
hace precisa la intervención de la intuición del gramático, basada en la experiencia y siempre contras-
tada con el uso real.

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Una prueba de esto que decimos son las vacilaciones de registro y etiquetado que, en ocasiones, pro-
porcionan los dos diccionarios que la autora toma como referencia, vacilaciones que ella traslada a pie
juntillas, sin un examen crítico, a sus dos estudios sobre la antonimia (lo curioso es que esta vacilación
queda reflejada en dichos estudios siendo contemporáneos en la fecha de redacción y siendo, además,
uno la versión extensa del otro): salir bien/mal parado aparece como locución verbal en Penadés Martínez
(2004a: 91) [DEA] y como locución adjetiva, bien/mal parado, en Penadés Martínez (2003) [DFEM]. Por
otra parte, es más que presumible que esta expresión no sea locución de ninguna clase. Igualmente, la
expresión mujer/hombre de una pieza, que la autora elige para probar la existencia de opuestos comple-
mentarios (2003: 172, 2004a: 92), no es sino un registro espurio, pues lo que es locución es de una pieza
(DFDEA) o, en todo caso, ser de una pieza (DRAE), cuyo margen de aplicación es mayor, pues, aun tratán-
dose de nombres de persona, no se combina sólo con los sustantivos hombre/mujer.
Otra prueba de la selección poco acertada de los ejemplos que puedan ilustrar un tipo de oposición
es el par hacer caso/no hacer caso (2004a: 96). No se trata, como supone la autora, de dos locuciones
distintas, sino de una y su respectiva versión negativa: afirmar que hacer caso y no hacer caso —como
podría haber sido hacer tabla rasa y no hacer tabla rasa, comerse el coco y no comerse el coco, dar alas y
no dar alas, etc.— son locuciones distintas es mostrar una falta de conocimiento de las unidades del
sistema y de su funcionamiento en el discurso. El signo de negación (no) es, en estas locuciones, un
componente libre cuya presencia determina un cambio de modalidad. Incluso en el supuesto de admi-
tir que son locuciones distintas, no parece que pudieran equipararse a las parejas llevar las de ganar/
perder o con buenos/malos ojos, con que la autora intenta ilustrar la oposición privativa.
A veces la falta de un profundo conocimiento teórico del código fraseológico se revela al confundir
categorías «fraseológicas»: el par navegación marítima/aérea —que extrae de Guilbert (1964: 33)— no
debe analizarse como colocación (Penadés Martínez 2004a: 95), sino como sintagma o, en todo caso,
como compuesto.

2) La dificultad de catalogar una locución en una determinada clase de oposición puede llevar a
cometer alguna incongruencia; es lo que cabría sospechar del análisis diverso que se dispensa a dos
estructuras similares parasinónimas: en tanto que salir bien/mal parado es descrita como oposición
gradual, salir bien/mal librado es analizada como oposición privativa (2004a: 91, 95-96).
Algo no muy distinto ocurre con las locuciones dar/recibir calabazas (2003: 172) y dar más palos que a
una estera/recibir más palos que una estera (2004a: 92), por un lado, y echar/recibir un jarro de agua fría
(2003: 173), por otro, pues, en tanto que aquéllas son tratadas como oposición inversa, ésta es considerada
oposición direccional, aun siendo locuciones formalmente semejantes y de valor semántico equiparable.
Asimismo, tan gradual —o no— se nos antoja, por ejemplo, [de] buena/mala fe como tener buena/mala
prensa (2004a: 90, 96), a pesar de que esta última sea analizada por la autora como oposición privativa.

3) Todos estos ejemplos vienen a probar la dificultad de transplantar la clasificación de opuestos


léxicos en un terreno más escurridizo, menos drenado, como la fraseología. Así, la gradualidad (opues-
tos graduales o antónimos específicos) es un fenómeno bastante común entre las unidades léxicas
simples, pero resulta complejo entre las unidades fraseológicas (véanse, no obstante, los ejemplos de
hiponimia/hiperonimia que proponemos más adelante; p.ej., en relación con el lexema comer o hablar).
En la medida en que se están considerando casi exclusivamente las series, es de esperar que el concepto
de gradación no resulte muy feliz. El sistema fraseológico impone una relación binaria o bipolar al
construir expresiones como hacer un buen/mal papel, de buena/mala fe, poner buena/mala cara, etc.: no
hay término medio, no hay formas intermedias. Las cosas se hacen de buena o de mala fe, se interviene
en un acto haciendo un buen papel o un mal papel, y, ante una orden o una petición, se pone buena o
mala cara. A pesar de la resistencia que, en nuestra opinión, ofrecen estas locuciones a admitir grados
intermedios, Penadés Martínez (2003: 171-172, 2004a: 90-91) clasifica tales series como opuestos gra-
duales basándose en la aparición de los lexemas bien y mal en las definiciones, y que tales lexemas, en
el discurso libre, presentan grados intermedios o superiores a dichos extremos. No obstante, la autora
parece rectificar su posición al percatarse del valor binario que pueden comportar locuciones como
tener el santo de cara/espaldas: «Cepedant, il faut considérer que la présence de deux opposés graduels
dans le système de la langue fonctionnant comme des sèmes différenciateurs dans une paire de locutions
n’entraîne pas automatiquement la relation d’antonymie entre ces deux locutions, car il faut vérifier
leur caractère graduel. Par conséquent, les locutions tener el santo de cara/tener el santo de espaldas,
même si elles s’opposent par les sèmes ‘buena’/’mala’, ne peuvent pas être analysées comme des opposés
graduels parce qu’elles ne montrent pas la caractéristique de la gradation» (2004a: 91).
Creemos que esta —a nuestro parecer— inconsecuencia proviene en parte de intentar definir la
oposición gradual a partir de la definición lexicográfica, es decir, dependiendo de que ésta contenga o
no palabras que, en la lengua común, son antónimos graduales. El ejemplo quizá más ilustrativo es el

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par bien/mal parecido ‘guapo’/’feo’: al margen de que la noción de belleza es difícilmente cuantificable y
en extremo subjetiva, podría suponerse la existencia de términos intermedios o que sobrepasan los
polos de lo guapo y lo feo. Ahora bien, en ningún caso el sistema fraseológico permite, a partir de la
estructura «adverbio cualitativo + parecido», más gradación que la oposición bipolar.

4) Igualmente, el concepto de complementariedad —si bien a veces asimilado al de reciprocidad,


inversión, incluso direccionalidad— no resulta completamente feliz al aplicarse a la oposición fraseoló-
gica: ¿puede afirmarse, sin más ni más, que son complementarios dar de alta/baja —o causar alta/baja—
‘efectuar el alta/la baja’ o poner/quitar la mesa, aun existiendo la posibilidad de que no se produzca ni lo
uno ni lo otro? El que dos prendas de vestir estén bien conjuntadas, o no, por el color o la hechura no
tiene por qué conducir a sostener que hacer juego ‘armonizar (dos cosas)’ y darse de bofetadas ‘desento-
nar (dos cosas)’ sean locuciones complementarias (2004c: 91-92). Al menos, esa complementariedad
está muy distante de la que exhiben los clásicos pares macho/hembra y hombre/mujer, que explicitan la
relación «“X es a” implica “X no es b”».

5) Por similares razones, los pares arrojar/recoger el guante ‘desafiar’/‘aceptar el desafío’, ganar/perder
terreno, etc. (2004a: 92, 2003: 172), no proyectan la misma relación semántica que define los inversos
léxicos del tipo comprar/vender y padre/hijo (incluso el menos evidente doctor/paciente de Lyons): por un
lado, se deja abierta la posibilidad a una gradación: se puede «arrojar el guante» y no «recogerlo», el
terreno puede ni ganarse ni perderse. Es más, en aquellas situaciones —como las apuestas y juegos de
azar— en que sólo se gana o se pierde y el perder puede implicar no ganar, acaso la relación de oposi-
ción más ajustada es la de complementariedad, y no la inversa. Perder no implica ganar cuando se
pierde el carnet.

6) El concepto de escalaridad que, acaso con alguna reserva, puede convenir a la pareja de primer/
segundo orden ‘óptimo’/‘mediocre’ no parece que pueda aplicarse con igual acomodo al par llevar la
mejor/peor parte, que no representa sino una oposición bipolar, y, con más razón, a la locución de
espanto (2004a: 94-95, 2003: 173): el que el DFEM, para dicha locución, proponga —disparatada o
inoportunamente— cuatro definiciones (que, de seguir la decisión del DFEM, podrían haber sido más)
que comportan dos oposiciones —graduales y no escalares (‘muy bueno’, ‘muy malo’, ‘muy hermoso’,
‘muy feo’)— no puede justificar la facultad de que una locución, como unidad de significante, se oponga
a sí misma; ni aun inventándose para la ocasión un término, no menos oportuno, como el de sincretis-
mo fraseológico: de espanto es una única locución con valor elativo (‘muy’) que cuenta —como otras (de
la hostia, de cojones, etc.)— con la virtualidad de poder cuantificar lo positivo y lo negativo (frente a
otros elativos que se especializan en uno u otro extremo: de puta madre, de maravilla/de pena, de perros).
El caprichoso término de sincretismo fraseológico lo utiliza la autora como comodín también para
identificar otras relaciones de oposición: según ella (2004a: 92-93), (la) cara mitad es un opuesto inver-
so porque, de acuerdo con el DFEM, significa ‘marido o mujer’, como también lo es hacer efectivo
porque puede significar ‘pagar’ o ‘cobrar’. Pero, como decimos, este término no resuelve el atolladero
que la propia autora ha creado eligiendo ejemplos poco convincentes. Bastaría con consultar las defini-
ciones del DFDEA o del DRAE para demostrar su inutilidad; por ejemplo, para la primera locución, el
DFDEA propone la de ‘consorte o cónyuge’, que, incluso más acorde con la nueva realidad social del
matrimonio, deja claro que no es una oposición de inversión.
El recurso a este concepto va a traer consigo una inconsistencia con respecto al planteamiento
inicial de la autora: parecería ser más consecuente si, cuando se niega que existe sinonimia (interna) en
un binomio como de golpe y porrazo alegando que se trata de una única locución («la synonymie est une
relation sémantique qui exige que l’on mette en rapport, à cause de l’identité de leur signifié, au moins
deux unités fonctionnelles, qu’elles soient phraséologiques ou non. Or, ici [de golpe y porrazo], on n’a
qu’une seule unité à observer», 2004a: 83), también se negara, por la misma razón, que existe antonimia
en cara mitad o de espanto. Lo curioso es que la autora, cegada por un afán de crítica, ha perdido de
vista la doble posibilidad de realización de la sinonimia y la antonimia que varios estudiosos nos propo-
nemos mostrar: nadie dice que en de golpe y porrazo haya dos locuciones, sino tan sólo que los compo-
nentes léxicos entablan una relación de sinonimia (Corpas Pastor 1996: 112), como podría decirse que
en ni más ni menos los lexemas conforman una antonimia. Ella es, en cambio, la única autora que da a
entender que hay dos locuciones distintas en de espanto al sostener que sus significados establecen una
relación de oposición.

7) El que, como venimos apreciando, la tipología de relaciones de oposición se base en la definición


lexicográfica y en el hecho de que tal definición contenga como semas dos lexemas que forman oposi-

428
ción lleva parejos a veces ciertos inconvenientes. En cualquier caso, siempre será una clasificación
sujeta a la arbitrariedad del lexicógrafo que ha elaborado el diccionario que se toma como referencia
para el corpus, al mayor o menor acierto de las definiciones y a la forma particular de confeccionarlas.
Ha de tenerse presente que la definición que, de una locución, proporciona un diccionario es tan sólo
una forma de describirla, pero no la única: el simple cotejo de las definiciones de dos o tres diccionarios
distintos mostraría contundentemente que las definiciones no son coincidentes, y que la oposición de
un tipo determinado podría dejar de serlo si se prescindiera del empleo de lexemas opuestos en la
definición con valor de semas. Así, por ejemplo, si en vez de definir jugar sucio como ‘proceder sin
lealtad’ —que, según Penadés Martínez (2003: 172, 2004a: 95-96), establece una relación privativa con
jugar limpio ‘proceder con lealtad’ por el mero hecho de que uno presente una característica positiva y
otra negativa (con/sin)— se definiera como ‘proceder con deslealtad’, dejaría de «encajar» a la perfec-
ción en la clase de oposición a que se había adscrito. Del mismo modo, pero en sentido contrario, la
locución citada darse de bofetadas, descrita como complementaria de hacer juego, pasaría inexcusable-
mente a ser privativa, de acuerdo siempre con la teoría de la autora, si se definiera no como ‘desento-
nar’, sino como ‘no armonizar’. Y así se podría verificar con numerosas locuciones la falta de consisten-
cia de la definición lexicográfica como criterio clasificatorio.
Ha de tenerse en cuenta, además, la enorme subjetividad que gobierna las nociones ‘positivo’ y
‘negativo’ con que la autora opera para la determinación de la oposición privativa. No creemos que
pueda tildarse de negativo el uso de parecer mal en, por ejemplo, «No respetar el medio ambiente me
parece mal», ni de positivo el uso de parecer bien en «Matar animales me parece bien». Y lo mismo
cabría decir de hacer caso o no hacer caso: tan positivo puede ser hacer caso como no hacerlo; siempre
dependerá de la acción a que se aplica, y en función de las circunstancias.

Se podrían considerar más reparos a la tipología y corpus propuestos por Penadés, pero creemos
que los indicados son datos suficientes para demostrar lo aventurado que es hacer taxonomías, máxime
cuando se extrapolan los presupuestos establecidos para otras categorías (los lexemas) y cuando se
opera con un corpus de ejemplos reducido y poco representativo y con definiciones lexicográficas no
completamente «autorizadas» ni contrastadas.
Aun existiendo estos inconvenientes, que desaconsejan la determinación de tipos de opuestos fraseológi-
cos correlacionados con los tipos de opuestos léxicos, nosotros hemos convenido en adoptar el concepto de
antonimia en un sentido lato, con valor hiperonímico, como sinónimo de antítesis u oposición, tal como se
procede habitualmente en fraseología, sentido amplio que da cabida incluso a fenómenos de oposición no
estrictamente semántica (véase nota siguiente). No haría falta señalar que el hecho de adoptar una concep-
ción laxa puede estar plenamente justificada, sobre todo cuando el objetivo es otro muy distinto que el de
presentar un estado de la cuestión mediante la revisión crítica de las propuestas de antonimia o de relacio-
nes de oposición existentes: no hay razón para suponer que quien adopta esa postura es un ignorante de la
gramática, como da a entender Penadés Martínez (2004a: 82-88) en un trabajo que, muy lejos de la origina-
lidad que debiera perseguir, no sobrepasa el límite de una acerba recensión.
52. Precisamente en García-Page (1999a) se proponían contextos ad hoc —que, no obstante, podrían
responder a situaciones reales— en los que se ensartaban locuciones con valor antonímico en el uso
discursivo, aunque algunas de ellas no lo fueran a cabalidad consideradas como piezas del laboratorio
lexicográfico. El corpus de ejemplos tiene la ventaja de ilustrar ampliamente el fenómeno de la antoni-
mia en fraseología, no siempre reconocido o, en todo caso, mínimamente fundamentado con uno o dos
ejemplos. De la creación de contextos ad hoc no puede inferirse —frente a lo que, injusta e injustificada-
mente, algún engreído aprendiz de Fraseología ha diagnosticado (Penadés Martínez 2004a: 88)— que
dicha investigación tenga una finalidad lúdica y una peyorativa misión divulgadora.
Cabe advertir, dado el hecho de que la fraseología es un instrumento cultural e idiosincrásico, que,
sobre todo al tratar la antonimia interna, incluimos como antónimos aquellos signos que, aun no sién-
dolo desde un punto de vista puramente lingüístico (semántico), se comportan como tales en el seno de
la locución y el usuario los interpreta así: son los antónimos no lingüísticos, de orden cultural, religioso,
folclórico, etc., «antónimos fraseológicos» (como dice Ducháèek 1965: 57 para tort y raison, en avoir
tort/raison; o pour monts et vaux, mort ou vif, de gré ou de force, que cita Phol 1970), muchos de los
cuales, curiosamente, también funcionan así en el sistema (si bien, a veces aparecen entre los comple-
mentarios o contradictorios o entre los inversos y direccionales; p.ej., en Schlömer 2002: 53-60); en
consecuencia, será posible hallar nuevas relaciones entre lexemas conformantes de una locución insos-
pechadas e imposibles en el código no fraseológico: alma/cuerpo (en cuerpo y alma), Dios/demonio
(encomendar el alma a Dios y al diablo, poner una vela a Dios y otra al diablo), cielo/tierra (revolver cielo
y tierra), blanco/negro (en blanco y negro), carne/hueso (de carne y hueso), moro/cristiano (haber moros y
cristianos), sol/sombra (no dejar ni a sol ni a sombra), gato/ratón (jugar al ratón y al gato), perro/gato
(llevarse como los perros y los gatos), morder o comer/sorber o beber (a muerde y sorbe, sin comerlo ni

429
beberlo), cal/arena (dar una de cal y otra de arena), tirios y troyanos, cegríes y abencerrajes, pan para hoy y
hambre para mañana... Por mucho que se empeñen los gramáticos en privarles de su estatuto de antó-
nimos, no puede negarse que los hablantes los sienten y los emplean como tales, y en la locución
funcionan como representantes antagónicos o contrarios, igual que los más genuinos (alto/bajo, ancho/
estrecho...).
Asimismo, se interpretan como antónimos las palabras idiomáticas que, a pesar de ser signos caren-
tes de significado sistémico, entran en una relación de oposición, especialmente aquellas que transpa-
rentan su origen de formación como opuestos (roso/velloso, tomar/dar, gordo/menudo...): toma y daca,
ni más ni mangas, a roso y velloso (o no dejar roso ni velloso), por fas o por nefas, (no dejar) grudo ni
menudo, (sin decir) oxte ni moxte/tus ni mus, así o asá, ni tal ni tol...
53. Hablamos de estructura simétrica cuando el coordinador funciona a modo de bisagra seccio-
nando el binomio en dos partes formalmente idénticas (§ 5.2.4.1.): por activa o por pasiva, a tuerto o a
derecho, dicho y hecho, tirios y troyanos, cegríes y abencerrajes, dares y tomares, ni más ni menos, meter
dos y sacar cinco... La estructura es asimétrica cuando una de las partes contiene algún elemento que no
aparece en el otro, como ni tanto ni tan calvo (tan poco), visto y no visto, querer y no poder, todo lo divino
y humano, en un abrir y cerrar de ojos, el tan traído y llevado... La ruptura del paralelismo o identidad
formal es más violenta en las locuciones verbales: estar con una mano delante y otra detrás, nadar y
guardar la ropa, repicar campanas y andar en la procesión, dar una de cal y otra de arena, etc.
La construcción asimétrica más frecuente es la configurada por un binomio encabezado por una
preposición que no se repite en el segundo miembro: de ida y vuelta, en cuerpo y alma, a vida o muerte,
en blanco y negro, para dar y tomar (o vender), contra viento y marea, entre bromas (o burlas) y veras, a
diestro y siniestro...
Adviértase que, en cualquiera de los dos casos, la sustracción o la adición de la preposición comporta la
destrucción de la locución: *por activa o pasiva, *por hache o be, *a vida o a muerte, *para dar y para tomar...
54. Ya se ha comentado en diversos lugares (esp. § 3.5.3.) la dificultad de distinguir entre locución
verbal y complejo verbal compuesto por verbo + complemento: en el primer caso, el verbo es parte
integrante, fija, de la locución; en el segundo, el verbo es un predicado libre que selecciona habitual-
mente ese complemento (el complemento aparece combinado casi exclusivamente por dicho verbo).
Véase también García-Page (2003a, 2004b, 2005a).
55. Salvo muy contadas ocasiones (p.ej., cargar la conciencia/descargar la conciencia, enterrar el hacha
de guerra/desenterrar el hacha de guerra), el mecanismo de prefijación, tan habitual en el léxico para crear
opuestos (los llamados «antónimos gramaticales» o «morfológicos», Guilbert 1964, Ducháèek 1965), es
impracticable en fraseología, a menos que se trate de manipulaciones lúdicas: atar cabos/*desatar cabos,
descubrir la uña/*cubrir la uña, hacer una de las suyas/*deshacer una de las suyas... (con des- reversivo).
56. Está por hacer una tarea tan útil para estos menesteres como un diccionario de sinónimos y
antónimos fraseológicos y otro ideológico, que ayudarían notablemente en la enseñanza y aprendizaje
del español como lengua nativa y como lengua extranjera.
57. Muchas de las locuciones que citamos son, además, sinónimas o variantes de otras (piénsese,
p.ej., en el grupo de expresiones sinónimas que denotan ‘pobreza’, como la aquí elegida andar a la
cuarta pregunta, o de variantes de poner de vuelta y media), por lo que, de modo general, sólo indicamos
una de ellas; en los capítulos dedicados a la sinonimia y a las variantes se exponen más ejemplos que
podrían rescatarse para esta ocasión.
58. Con respecto al primer tipo, Zuluaga Ospina (1980: 108-109, 1992: 126) no dudaría en describir
como antonimia externa la relación que se establece entre años de vacas gordas y años de vacas flacas o
tener buena fe y tener mala fe, y no le faltaría razón porque la relación de antonimia no se establece entre
dos componentes léxicos de la locución, sino en virtud de una relación paradigmática entre uno presen-
te y otro, su contrario, ausente. Ahora bien, nosotros dudamos de que se trate de dos expresiones fijas
distintas, como sucede en la genuina relación de antonimia interfraseológica, pues comparten la mis-
ma estructura sintáctica y léxica y sólo difieren en el lexema que determina el contraste. Obviamente,
no pueden tratarse como variantes de un mismo paradigma, dado que incumplen el requisito de iden-
tidad o comunidad semántica, como sucede, por ejemplo, en irse al garete/carajo. Basándose en los
estudios de Bally (1909), Jespersen (1924) o Weinreich (1966: 64), Zuluaga llamó a estas construccio-
nes series fraseológicas.
La relación semántica de antonimia que resulta de la serie fraseológica es la clase de antonimia que
más ha llamado la atención de los estudiosos. En los estudios fraseológicos rusos, eslavísticos y germá-
nicos se trata normalmente como un tipo de antonimia estructural (véase n. 50).
59. Los diccionarios recogen a veces las dos versiones como unidades distintas: abrir la mano ‘dar
con liberalidad’/cerrar la mano ‘ser mezquino’.
Resulta también problemática la identificación de expresiones como estar puesto/estar verde (o estar
pez, estar pegado, además de estar en bragas/pañales...), en las que los signos alternantes no se oponen,

430
frente a las parejas anteriores (abrir/cerrar, bueno/malo...) en virtud de su significado literal o sistémico,
sino que la oposición se establece entre acepciones figuradas (comp. vino blanco/tinto, etc.).
60. Adviértase que también se produce un cambio gramatical, pues dar exige el sustantivo escueto alas, sin
determinante, en tanto cortar lo exige con artículo: dar alas/*dar las alas, cortar las alas/*cortar alas. También
hay un cambio gramatical en la relación meterse (algo) en la cabeza/quitarse (algo) de la cabeza.
61. Por ejemplo, Proost (2007: 113-117) y Penadés Martínez (2000). Esta autora, basándose en la
concepción ancha de la hiperonimia de Kleiber y Tamba (1990), describe, por ejemplo, dormir como un
tronco y dormir a pierna suelta como hipónimos del hiperónimo dormir.
Como ocurre con la mayor parte de los fenómenos semánticos, no hay una teoría completa ni acep-
tada universalmente sobre la hiperonimia. Véanse, a modo de ejemplo, Cruse (1975, 1986: 88-92),
Palmer (1978: 99-102), Gutiérrez Ordóñez (1981: 221-222), Hurford y Heasley (1988: 115), Landheer
(1989), Herslund (1990) o el conjunto de artículos publicado en Langages 98 (1990).
62. Lyons (1967: 69) daba a luz su teoría sobre la hiponimia-hiperonimia con el clásico par flor/
tulipán (véase también Lyons 1975: 466, n. 9, 1980: 273-277 y 1983: 97-98).
63. También vale para beber. Adviértase que echarse al coleto es una expresión polisémica (doble
idiomaticidad), pues tiene también el sentido de ‘leer íntegramente un escrito’.
64. Para beber, aparte de beber menos que un jilguero/gorrión, existe la comparativa estereotipada
beber como un cosaco. Y habría que incluir expresiones como coger una turca ‘emborracharse’, empi-
nar/alzar el codo, ‘beber mucho alcohol’, tener la lengua gorda ‘estar borracho’, etc.
65. Pero también, igual que se ha señalado para otros fraseologismos, en virtud del sentido amplio,
podría dar cabida a locuciones tan distantes como dormir la mona.
66. No obstante, en quitar el pellejo el DRAE añade ‘hablar muy mal’ dando a entender que ‘murmu-
rar’ se toma con este sentido, el de ‘hablar muy mal’.
Téngase en cuenta, asimismo, lo dicho en distintos lugares acerca de las discrepancias en las defini-
ciones lexicográficas; por ejemplo, para el DRAE (2001), darse un filo a la lengua y cortar un sayo son
sinónimos, pero, según el DI, guardarían una relación de hiponimia-hiperonimia.
67. Corpas Pastor (1996b: 114) cree que el archisemema sería ‘hablar mal de alguien’, que acogería
como hipónimos poner a parir y cortar un sayo. Evidentemente, el sentido amplio concedido al término
hiperónimo permitiría reunir más expresiones que pertenecen a otros campos, es decir, crear paradig-
mas de cohipónimos más extensos y heterogéneos. Así que ‘murmurar’ y ‘murmurar + especificación’
formarían un subconjunto de ese paradigma.
68. El sustantivo caza ha de tomarse, en esta locución y otras similares (seguir la caza/liebre), en el
sentido lexicográfico de ‘animal salvaje antes o después de cazado’, como sustantivo deverbal.
69. Falta por elaborar en español (y otras lenguas) un trabajo de conjunto que estudie la relación de la
fraseología y la retórica. En alemán, conocemos el interesante estudio de Dietz (1999), que abarca tam-
bién las relaciones de sinonimia y antonimia estudiadas. Hay breves estudios como el de Omaiæ (2004).
Hay, no obstante, algunos artículos breves sobre fenómenos semánticos como el de Hartmann (1996)
y Nénkova (2008) sobre la metonimia o los de Palm (1994) y Mellado Blanco (1998b) sobre la polise-
mia. Sobre la metáfora, son muchos los autores que han estudiado la participación de la metáfora en la
formación de las locuciones; basta con tener en cuenta los abundantes trabajos de fraseología que
aplican la teoría de Lakoff y Johnson, a los que hemos aludido en diversas ocasiones. Tales estudios
acallarían la queja de Lurati (1984), que criticaba que muchas explicaciones de la semántica de las
locuciones se habían limitado a señalar que hay tal o cual metáfora sin profundizar en la imagen o el
origen (folclórico, etc.) de su formación, en su historia (préstamo, etc.).
En el ámbito hispano, pueden citarse Tristá Pérez (1980, 1983a, 1983b), González Rey (1995a, 2002b:
192-201), Vila de la Cruz (1999), Mellado Blanco (1998b, 1999a, 1999c, 2004b: esp. 56-68), Forment
Fernández (2000b)...
Aún más estudiada es la acción de la metáfora en la formación de paremias, que no es nuestro
objetivo. Valga como ejemplo el artículo de Conenna y Kleiber (2001) y la bibliografía allí citada.
70. Esta locución es un metáfora sinestésica.
71. Èermak (1998b: esp. 134, 2001: 2) habla de colocación restringida o anómala para la combina-
ción de las palabras dentro de un fraseologismo que escapa al control del usuario y de las reglas de la
gramática.
El fenómeno que aquí comentamos fue tratado en diversos estudios nuestros anteriores, como Gar-
cía-Page (1990a, 1990b, 1990c, 1996a).
72 Ya hemos comentado en otros lugares (esp. § 3.5.3; también García-Page 2004b) el distinto
tratamiento que reciben tales estructuras: bien como locuciones verbales, bien como locuciones adver-
biales seleccionadas normalmente por esos verbos. Ruiz Gurillo (1997b: 25) afirma: «Los ejemplos
anteriores constituyen sólo una muestra de cómo entre la categoría fraseológica verbal y la adverbial se
dibuja una escala difusa de estructuras que podrían haberse considerado de forma diferente a como se

431
ha hecho. Es decir, en lugar de establecer como unidades de piedra e irse de rositas, podría haberse
decidido que las unidades eran quedarse de piedra y de rositas».
Este problema de límites también se produce, como vimos, en otras clases de locuciones; por ejem-
plo, Santamaría Pérez (1998) cree que el oro y el moro no es una locución nominal, sino parte de la
locución verbal prometer el oro y el moro.
Cabe advertir, por otra parte, que un sintagma preposicional fraseológico puede ser seleccionado
por otros verbos sinónimos o del mismo campo: contar/describir con pelos y señales, ir/llevar/estar/viajar
a bordo, conocer/saber a ciencia cierta, saber/conocer/decir/contar de memoria o de coro, etc. Este hecho
puede comprobarse, por ejemplo, consultando simplemente varias entradas de REDES (Bosque Mu-
ñoz dir., 2004).
Asimismo, puede ocurrir también que sintagmas de esta naturaleza sean constituyentes internos de
una locución, tal como sucede con hablar a destajo, hablar a borbotones o hablar a chorros, si aceptamos
el regitro del DRAE (2001), al margen de que los complementos prepositivos funcionen de modo autó-
nomo (a destajo, a borbotones, a chorros) o, incluso, formando parte de otras locuciones o colocaciones,
como trabajar a destajo, llover/salir [líquido] a chorros.
73. Recuérdese la crítica hecha a la definción coseriana de solidaridad en relaciones como ladrar:perro
o relinchar:caballo, basadas en distinciones de los referentes; cfr., entre otros, Gutiérrez Ordóñez (1989),
Salvador Caja (1989-90), Pernas Izquierdo (1991)...
En Katovsky (1980) se intenta congeniar la teoría analítica de las solidaridades léxicas de Coseriu
con la visión sintética de las restricciones de selección en relación con la coocurrencia léxica del mode-
lo generativo. Véase también a este respecto Viléla (1984): el autor relaciona el fenómeno de la solidari-
dad de Coseriu con otros conceptos de diversas escuelas (sobre todo, generativa), como los rasgos de
presuposición y de selección o restricción léxica.

432
8
NIVEL PRAGMÁTICO: ALGUNOS ASPECTOS

8.1. Introducción

Según nuestra indagación, son aún muy escasos los estudios de fraseología españo-
la centrados en el valor pragmático de las locuciones; son contados los artículos o
capítulos de libro dedicados a este aspecto, y falta por acometer una investigación
monográfica completa y más profunda. En general, pecan de operar con córpora de
ejemplos reducidos y no siempre adecuados, y de destinar más espacio a nociones
generales de la pragmática que del comportamiento pragmático particular de las uni-
dades fraseológicas, además de que se aprecia la prominencia de la subjetividad en la
interpretación del tipo de acto ilocutivo que representa un determinado enunciado
fraseológico o el tipo de máxima que cumple o incumple.1 A nuestro modo de ver, el
trabajo de más relevancia es el de Corpas Pastor (1996b: caps. 4 y 5), en el que la autora
también manifiesta su queja por la falta de estudios y por el carácter casi testimonial
de los habidos, algunos no limitados precisamente a la fraseología, como Beinhauer
(1978b), Steel (1980) o Haensch et al. (1982).
A pesar de nuestra observación anterior, no es objeto del presente trabajo realizar
un estudio profundo del valor pragmático de las locuciones, más propio de una tesis,
sino que tan sólo nos limitaremos a marcar unos trazos generales.
El estudio del aspecto pragmático de la fraseología ha resultado más productivo en
el análisis de las fórmulas pragmáticas, sobre todo las llamadas de rutina o de cortesía,
y en las paremias y ciertas locuciones oracionales, como las interjectivas, como prueba
el que sobre ellas verse la mayoría de los estudios hechos al respecto (Sadock 1972,
Ferguson 1976, Coulmas 1979, 1981b, 1985a, ed. 1981 [= Coulmas 1981a, Drazdaus-
kiene, Keller, Manes y Wolfson...], Keller 1979 y Keller y Warner 1988, Gläser 1986:
cap. 6, Ameka 1987, Häusermann 1987, Wills 1990, Haverkate 1994, Zamora Muñoz
1999c, Valero Garcés 2000, Ruiz Gurillo 2001a, Wray 2002, Mateu Serra 2006, Lüger
2007...), que no tratan, por lo general, las locuciones de rango no oracional.
De forma casi unánime, se viene suponiendo que el valor pragmático de unas (las
fórmulas) y otras (las paremias) difieren esencialmente en que éstas, en virtud de su
significado referencial, funcionan como signos anafóricos respecto de un enunciado pre-
vio, mientras que aquéllas «significan» según la situación a que están íntimamente liga-
das. Pero, obviamente, esta distinción no es tajante, debido sobre todo a la heterogenei-
dad de las expresiones y a su versatilidad en el empleo discursivo. Está claro que una
locución oracional como Con su pan se lo coma o La vida da muchas vueltas —paremias,
según Corpas Pastor (1996b) y otros autores— o un refrán como En casa del herrero,
cuchillo de palo funcionan como moralejas, unidades de contenido didáctico, instruccio-
nes con valor moral o edificante, etc., respecto de algo previamente dicho, esto es, como
un comentario anafórico. Igualmente, no cabe duda de que las fórmulas de saludo (Bue-

433
nas noches, Hasta mañana) o de felicitación (Felices Pascuas), por ejemplo, más que
valor informativo (o significado proposicional) cumplen una función fática (Wardhaugh
1985: 47) y meramente comunicativa en tanto que satisfacen el imperativo social para el
que han sido acuñadas, es decir, manifiestan la obediencia de la norma de interacción
social sancionada por la comunidad para tales ocasiones (saludo cortés en el encuentro
y despedida, felicitación por un evento feliz...). Sin embargo, las locuciones interjectivas
¡Qué bárbaro! o ¡Ángela María!, tratadas como fórmulas, no reflejan tan claramente su
vínculo a una situación extralingüística determinada, sino que más bien su significado
discursivo como expresión de asombro se basa en un hecho acontecido previamente, de
modo que se podrían interpretar como un comentario anafórico, como el que represen-
tan los refranes y lugares comunes. Al estar fijadas con ese significado, sólo basta con
recuperarlas de la memoria en la situación, o similar, a que están asociadas. El que
exprese ‘asombro’ ante una situación previa no quiere decir ineludiblemente que esté
vinculada a una situación que es capaz de provocar asombro en una persona. De hecho,
no sólo son numerosas las situaciones que pueden provocar asombro, sino que, además,
esa situación puede crear estupor, contrariedad o risa, por ejemplo, en otra persona. El
que su empleo esté limitado a una situación no significa que presente dependencia situa-
cional, al menos tan clara, como ocurre con las genuinas fórmulas de rutina (Buenos
días). Su uso con ese significado textual (expresión de asombro) está tan restringido
como lo está el uso de cualquier locución: tan incongruente resultaría el empleo de la
interjección ¡Qué bárbaro! ante un acontecimiento que no produce asombro como el de
la locución pedir peras al olmo para una situación que no sea precisamente la de pedir
imposibles (p.ej., si se solicita una cosa común y corriente o fácil de conseguir). En tanto
que son numerosas las situaciones o eventos que pueden provocar asombro, el uso de la
fórmula de saludo Buenos días sólo está institucionalmente permitido cuando se celebra
un encuentro y es por la mañana, salvo que haya voluntad expresa del hablante de no
cooperar e infringir la convención consuetudinariamente establecida, el imperativo so-
cial tipificado. A este hecho contribuye el que la sociedad haya fijado tal fórmula para esa
ocasión (puede haber, no obstante, alternativas, como ¡Hola! o ¿Qué tal?, sin restricción
temporal), mientras que son numerosas las expresiones que denotan ‘sorpresa’, por lo
que el hablante puede elegir: ¡Bendito sea Dios!, ¡Jesús, María y José!, ¡Madre mía!, ¡La
Virgen!, ¡Cielo santo!, ¡Madre del amor hermoso!, ¡La madre del cordero!...
Esto mismo podría servir para poner en entredicho la diferenciación radical entre
paremias y fórmulas respecto de la autonomía o dependencia textual (Corpas Pastor
1996b: 133). Hay unas fórmulas fijadas a una situación determinada y otras cuya de-
pendencia estable no está tan clara. Numerosas paremias también muestran depen-
dencia textual; piénsese, por ejemplo, que locuciones oracionales como Otro gallo can-
taría, Más cornás da el hambre, Por donde pasa moja, (Y) yo soy la reina de Java, Éramos
pocos y parió la abuela y Los cachondos también se mueren son inconcebibles fuera de
un contexto más amplio (además, dichos contextos no son libres, sino que exigen unos
condicionamientos de uso). Es más, si se consideran como hechos del discurso y no
meros instrumentos gramaticales (o léxicos), la proclamada autonomía de las pare-
mias es más un criterio metodológico para establecer una clasificación de hechos lin-
güísticos afines que una realidad; basta pensar en el indicado valor anafórico de esta
clase de enunciados (su uso como resumen, epifonema, etc.): ¿puede afirmarse sin
más que Si te vi, no me acuerdo o No está el horno para bollos, paremias para Corpas
Pastor (1996b), son enunciados autónomos?
La repetición desempeña una función primordial, no sólo en lo que se refiere al
proceso de cristalización o fijación formal de la estructura de las locuciones prag-
máticas, como en el resto de las locuciones, sino en el establecimiento de la corres-
pondencia entre hecho extralingüístico (situación) y hecho lingüístico (fórmula),

434
así como la estandarización de las implicaturas conversacionales ligadas a tal co-
rrespondencia.
Por el hecho de que las situaciones se repiten en la vida diaria, o, dicho de otro
modo, son rituales, las fórmulas fijadas a una situación determinada también se
repiten y se han hecho rituales, se han convertido en estereotipos: su uso, en tanto
que está restringido, está codificado, es predecible cuando se reproduce la misma
situación,2 no sólo en calidad de manifestación lingüística de la interacción social
que representan (cada fórmula está acuñada para cumplir una función comunicati-
va, la que está tipificada de acuerdo con la situación), sino también como modo de
comportamiento, por cuanto forman parte de un subcódigo de reglas y convenciones
que todos los miembros conocen y, como principio, acatan si no se quiere alterar el
orden establecido (Wardhaugh 1985: 21-22).3 Existe, pues, una correlación entre la
situación y el enunciado formulístico, propiciada por la repetición, que, normalmen-
te, no se observa en otras locuciones oracionales.

8.2. Restricciones de uso vinculadas al referente

No son pocas las locuciones que presentan un tipo de restricción semántica consis-
tente en que sólo se aplican a un referente o a un determinado conjunto de seres o
entidades, esto es, restringen la clase de sujeto u objeto.4 En cierto modo, se trata
normalmente de selecciones clasemáticas: ni piante ni mamante sólo se aplica a los
seres vivos, tal como reza su definición lexicográfica ‘no quedar ningún ser viviente’;
estar encinta (o en estado de buena esperanza) sólo se predica de una mujer, ni siquiera
de un animal hembra, frente a, por ejemplo, dar a luz o traer al mundo; cortar por el pie
y cortar a casco ‘podar de modo que el corte quede limpio’ se dicen sólo de los árboles
o arbustos, igual que ocurre con los verbos talar y podar; etc.
Son numerosas —la mayoría, si pensamos en el carácter antropocéntrico de la
fraseología— las locuciones verbales que sólo pueden tener por sujeto un sustantivo
[+ hum.], como estar de monos, andar de capa caída o ser uña y carne; lo mismo cabría
decir de las locuciones adjetivas chapado a la antigua, incapaz de matar una mosca, de
baja estofa, de capa y gorra o ligero (o alegre) de cascos, etc., y de las sustantivas mos-
quita muerta, cabeza de turco, media cuchara (‘persona torpe o de mediana inteligen-
cia’), pedazo de alcornoque o toro corrido (‘persona astuta’), que sólo complementan a
nombres de persona. Otras se emplean casi exclusivamente hablando de personas,
pero no hay una marca especial que en principio impida su aplicación a otros seres
animados, como hacer aguas ‘orinar’ o sano y salvo; asimismo, la locución adjetiva de
armas tomar suele modificar a sustantivos que designan personas de sexo hembra,
pero no hay marca selectiva que impida su aplicación a personas del sexo contrario.
Parece probado que la mayoría de las locuciones significantes se refiere a seres
humanos —con acusada diferencia de las que se aplican a animales, plantas o cosas
inanimadas—,5 informando de sus comportamientos, aspectos psicológicos, costum-
bres, valores...; hecho que constituye un índice idiosincrásico de carácter antropológi-
co de la fraseología: tomar el pelo, ser culo de mal asiento, tirar la toalla, hacer la cama,
dar un baño, hacerse de oro, etc. Son abundantes las locuciones creadas para expresar
acciones propias o privativas del ser humano, como poner verde (a alguien) ‘insultar,
maltratar’ o pegar la hebra ‘trabar conversación’; muchas contienen verbos de lengua,
inteligencia, etc., como no conocer al rey por la moneda, [saber] de pe a pa, no decir esta
boca es mía, reírle las gracias, pensar en las musarañas, etc. (llamadas por algunos auto-
res locuciones metalingüísticas). No es arbitrario que la mayoría de las comparativas
estereotipadas se hayan forjado para intensificar cualidades o propiedades humanas,

435
permanentes o eventuales: más papista que el papa, más tonto que Pichote, tener más
moral que el Alcoyano, etc. No parecería adecuado el empleo de una comparativa de
esta índole, como rápido como un rayo o dormir como un lirón, para referirse a un
animal, aun tratándose de cualidades que éste pueda poseer o de acciones que pueda
realizar; lo mismo cabría decir de los comportamientos, acciones, modos de obrar,
etc., que denotan otras locuciones, como tomar el olivo o sin ton ni son.
Los diccionarios, en sus definiciones generales, incluyen a veces rasgos de este jaez
mediante expresiones del tipo «referido a», «se dice de», etc., como se aprecia en las
definiciones que da el DI de las locuciones de trompetilla ‘Dícese de ciertos mosquitos
que al volar producen un zumbido’ y subirse a predicar ‘Dicho del vino, subirse a la
cabeza’. Incluso, en ocasiones, se advierte del tipo de sujeto de la enunciación; así, oler
a puchero de enfermo6 es una expresión ‘fig. y fam. que dicen las mujeres a los hombres
casados que las galantean’.
Entre estas locuciones de selección restricta cabe señalar las construcciones que
incluyen los lexemas hombre y mujer o similares, como la locución nominal mujer de
vida airada/alegre (si bien, para algunos autores, sólo es locución de vida airada/alegre),
y aquellas que contienen una palabra tabú referida al órgano sexual, como estar hasta
la polla y quedarse en bolas (cfr. estar en pelete/pelota o estar en cueros/carnes), frente a
estar hasta el pirri, aunque a veces, en su uso real, aparecen, si incongruentes con la
realidad extralingüística, neutralizadas gracias al carácter fraseológico y al sentido fi-
gurado adquirido, como se observa diariamente en el empleo por mujeres de las expre-
siones tocarse los cojones, estar en pelotas y hacerse la picha un lío.
Las distinciones selectivas son a veces muy sutiles, pues acotan subconjuntos de
una clase. Así, por ejemplo, entre las referidas a seres humanos, las hay que se aplican
sólo a mujeres, como andar/ir de pingo ‘fr. fig. y fam. con que se moteja a las mujeres
ociosas y callejeras’,7 echarse a la calle (o a la vida alegre), quedarse para vestir santos,8
ponerse los calzones (frente a las neutras llevar puestos los pantalones, llevar la batuta/la
voz cantante...) o romper aguas; y las hay que se aplican sólo a hombres, como ser un
pino de oro ‘gallardo y guapo’, vestirse por los pies ‘ser del sexo masculino’, de pelo en
pecho, tomar mujer ‘contraer matrimonio’ o rondar (o pasear) la calle a una mujer ‘cor-
tejarla’. La distinción es aún más estricta, al acotar un subconjunto de la clase, en casos
como de cuchara, locución adjetiva que califica al sustantivo militar (‘militar de gra-
duación que procede de la tropa y no de la Academia militar’);9 de misa y olla, locución
adnominal que modifica al sustantivo cura o clérigo y sinónimos, para designar al ‘de
pocos estudios’; caer en flor ‘morir a corta edad’ sólo se predica, en rigor, de bebés,
infantes o niños de corta edad, y hecho y derecho, en cambio, de hombres maduros; de
medio pelo se emplea ‘para zaherir a personas plebeyas que quieren aparentar distin-
ción’ (cursiva nuestra); etc.
Siendo tan rico y extenso el universo fraseológico del español, es de esperar que tam-
bién abunden las locuciones que se aplican exclusivamente a seres animados [- hum.] y a
cosas, hecho que no menoscaba el señalado antropocentrismo dominante: hacer agua
[un buque],10 al voleo ([modo de siembra] ‘a puñados’), en cierne ([trigo, vid, olivo...] ‘en
flor’), de retrocarga [artillería], a ordeño [forma de recogida de la aceituna], de la vista baja
[denominación familiar del cerdo], para todo trote [prenda de vestir], de mala muerte
[local, hospedaje...], contante y sonante [dinero], etc.
Hay locuciones polisémicas o multiidiomáticas cuyos significados se especializan,
cada uno, en una clase determinada (si bien a veces sólo uno de ellos restringe su aplica-
ción), como, por ejemplo, la citada oler a puchero de enfermo o hacer carne ‘fig. Hablando
de animales carnívoros, matar’/‘fig. y fam. Herir o maltratar a otra persona’, etc.
En conclusión, las distinciones semánticas de numerosas locuciones se basan en
distinciones de la realidad extralingüística; su formación y su empleo están, pues, con-
dicionados pragmáticamente.

436
Junto a este tipo de restricciones relativas a la clase del referente, habría que indi-
car aquellas, ya comentadas en otros lugares, que tienen que ver con el uso diastrático
y cultural; el emisor cuenta con la posibilidad de cambiar de registro según el rango del
destinatario o la circunstancia. Basta con pensar, por poner un ejemplo, en las expre-
siones que admiten dos opciones, una con palabra tabú o tildada de vulgar y otra
considerada neutra (importar un cojón/un bledo, a toda hostia/a todo correr).

8.3. La deíxis

En algunos estudios sobre el valor pragmático de las expresiones fijas suele haber
un capítulo dedicado al comportamiento de la deíxis; sin embargo, no parece que, en
virtud del objeto de estudio, cumplan las expectativas deseadas (Strässler 1982, Martí-
nez López 1996, Corpas Pastor 1996b...).

8.3.1. La deíxis de persona

En estos estudios se señala comúnmente que el empleo mayoritario de las unidades


fraseológicas es con referencia a una 3.ª persona, o persona ausente en el coloquio,
siendo menos frecuente el empleo que de ellas hace el hablante para referirse a sí
mismo o al oyente.
Aunque este dato pueda ser una evidencia si se acometieran más análisis estadísti-
cos, no creemos que tenga importancia especial para el conocimiento del valor prag-
mático de las locuciones, ni siquiera que tenga mucho que ver con la deíxis entendida
en un sentido más estricto o cumpla una misión relevante en el ámbito de la deíxis.
Como las unidades léxicas simples, las locuciones están ahí, disponibles en cualquier
momento para el hablante, y sólo las necesidades comunicativas impondrán su formu-
lación en 1.ª, 2.ª o 3.ª persona, o su vinculación con el hablante, el oyente o un ser
externo al diálogo o ausente.
Se señala menos (García-Page 2007a), en cambio, o, simplemente, no se señala, la
existencia de locuciones —especialmente, de la clase de las oracionales— de uso exclu-
sivo o casi exclusivo con el verbo bien en 1.ª persona concordado con el sujeto (¡Qué sé
yo!, ¡Qué le vamos a hacer!, Si te vi, no me acuerdo...), bien en 2.ª persona concordado
con el pronombre tú (¡Fíate tú de la Virgen y no corras!, ¡Tócate los cojones!...), sin que
de modo obligatorio se refieran específicamente a ninguno de los interlocutores, así
como la existencia de enunciados interjectivos (reniegos, súplicas, maldiciones, etc.)
que sólo se deben a la intervención del hablante (¡Bendito sea Dios!, ¡Habráse visto!,
¡La órdiga!...). Asimismo, ciertas locuciones pronominales contienen signos referen-
ciales de primera persona o hablante en calidad de componentes fijos, como este cura
o este servidor, o se conforman habitualmente con ellos, como mi menda lerenda.
También algunas locuciones oracionales, como ciertas fórmulas de cortesía, contie-
nen signos pronominales de 3.ª persona con valor anafórico, como No las merece, res-
puesta cortés al enunciado Gracias o Muchas gracias, y Así las tenga usted, fijada como
saludo correspondiente a otro saludo del tipo Buenas tardes.
Otras construcciones también tienen fijado un clítico pronominal —igual que nu-
merosas locuciones verbales—, como Con su pan se lo coma, ¡No te lo pierdas! o Lo
comido por lo servido, en las que lo podría hacer referencia a un hecho comentado en
un enunciado previo.
Algunos autores (p.ej., Corpas Pastor 1996b) creen que la deíxis personal se da
conjuntamente con la deíxis social, sobre todo si la unidad fraseológica se refiere a una

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1.ª o 2.ª persona, en cuanto que pueda transmitir información de la jerarquía social;
Strässler (1982) y Martínez López (1996), entre otros, las estudian por separado.

8.3.2. Deíxis de tiempo y lugar

Según Corpas Pastor (1996b), las deíxis temporal y locativa tienen valor representa-
tivo en las fórmulas, que sufren una restricción en las coordenadas espacio-tempora-
les, como Buenos días, Buenas tardes y Buenas noches, pero no son pertinentes en las
locuciones, que adaptan su flexión a los imperativos gramaticales de la concordancia.
Según Strässler (1982: 95), las expresiones fijas, en relación con el tiempo y el espa-
cio, suelen presentarse tan neutras como les es posible o tienden, incluso, a neutralizar-
se; si bien no pueden evitar normalmente las variaciones del tiempo verbal.11
No cabe duda de que muchas fórmulas de cortesía, en su uso regular, están restrin-
gidas temporalmente a un momento o fecha determinados, como Buenas noches o
Feliz Navidad; pero es también cierto que no son tan pocas, como suponen algunos
estudiosos, las locuciones verbales u oracionales que contienen un componente con
valor adverbial locativo o temporal (¡Hasta aquí/ahí podíamos llegar!, ¡Largo de aquí!,
Aquí torció la puerca el rabo, Aquí donde me ves, estar hasta aquí, Aquí ardió Troya, No
haber nacido ayer, Mañana será otro día...), aparte de las propias locuciones adverbiales
de tiempo o lugar y locuciones prepositivas con valor espacial (hoy por hoy, de ayer a
hoy, de la noche a la mañana, ahora mismo, en medio, de por dentro, de pies a cabeza, de
arriba abajo, de punta a punta, aquí y allá, de aquí a Pekín, de hoy en adelante, en pos de,
encima de, debajo de, etc.). Ahora bien, otra cosa es que tales elementos cumplan una
auténtica función deíctica.
También es verdad que ciertas locuciones oracionales o semioracionales se enun-
cian normalmente en un entorno que ha de ser anclado espacialmente, como es el caso
de Haber gato encerrado o El que no corre vuela: «Aquí hay gato encerrado», «Aquí, el que
no corre vuela».
A pesar de la observación de Corpas Pastor (1996b), hay locuciones, sobre todo de
la clase de las fórmulas y las interjecciones —que la autora incluiría entre los enuncia-
dos fraseológicos— que no se adaptan morfológicamente al tiempo del relato porque
tienen una forma fija e invariable: Si te vi, no me acuerdo, ¡El que faltaba para el duro!,
Mañana será otro día, ¡Bendito sea Dios!, Tararí que te vi, ¡Mal haya...!, ¡Habrase visto!,
¡Lo que hay que ver!, ¡Hay que ver!, ¡No faltaba más!, ¡Faltaría más!, No caerá esa breva,
Voló el golondrino, Las uvas están verdes, No ha muerto Dios de viejo, etc.; si bien gene-
ralmente funcionan como anafóricos al proferirse como comentario a algo enunciado
o sucedido previamente. Con este mismo valor de adaptación al tiempo del discurso
están las fórmulas con estructura de frase nominal del tipo ¡A la vejez, viruelas!, ¡De
todas maneras, aguaderas!, ¡A buenas horas, mangas verdes!, etc.

8.3.3. La deíxis discursiva

Las locuciones también cumplen determinadas funciones discursivas.


Una de las actuaciones más importantes, como la de otras piezas léxicas de la técni-
ca libre, es la de dar cohesión y coherencia al texto. En algunos estudios dedicados al
valor pragmático de las locuciones (Strässler 1982: 96-97, Martínez López 1996: 400,
Corpas Pastor 1996b: 219), se ha indicado que pueden funcionar, especialmente las
llamadas fórmulas pragmáticas, como elementos anafóricos con respecto a algo enun-
ciado previamente (véase epígrafe anterior):

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—No te lo vas a creer. Ya sabes que hemos estado en Inglaterra la semana pasada. ¿Pues
sabes a quién vimos en Londres?
—No sé. ¿A quién?
—A Carmen. A Carmen y a su marido. Comprando en unos almacenes. ¡Quién me lo iba
a decir!
—Ya ves: El mundo es un pañuelo.
—Entre los miembros del equipo siempre ha habido unos que dan el callo y otros escu-
rren el bulto.
—¿Qué me vas a contar a mí, que, en mi trabajo, aparte de eso, todo el mundo se lleva
fatal, como los perros y los gatos?
—En todas partes cuecen habas. Está claro.

Su propia naturaleza de construcción hecha, ritualizada, que sintetiza conoci-


mientos enciclopédicos y saberes colectivos y simplifica las complejas relaciones de
interacción, favorece su uso frecuente como resúmenes, moralejas, conclusiones,
consejos, advertencias... Esa propia naturaleza es responsable de que presenten cier-
to grado de fijación discursiva, entendida en el sentido de que no pueden emplearse
azarosamente, sin ton ni son, en cualquier momento; la mayoría está vinculada a una
situación determinada, adscrita a un marco concreto, y, por ello, aparecen cuando se
reproduce esa situación. Por ejemplo, la locución A todos los tontos se les aparece la
Virgen o Todos los tontos tienen suerte se emplea exclusivamente cuando se da la
situación de que alguien se ha encontrado algo valioso sin buscarlo o ha recibido una
sorpresa agradable:

—Hoy estoy de suerte: paseando por la calle esta mañana, me encontré un billete de 20 euros.
—¡Todos los tontos tienen suerte!

Su comportamiento como signos anafóricos se debe en muchos casos a una reacti-


vación del sentido literal de alguno de sus componentes, que permite relacionarlo con
algún otro elemento del entorno textual (a), o al funcionamiento regular de ciertos
signos gramaticales constitutivos de las locuciones, como los que forman una correla-
ción (p.ej., las comparativas) (b-c):

a) ¡Lo que son las cosas! Las cosas de la vejez... Porque ya parece que chochea. Ni de
chico ni de más mayor le ha gustado nunca jugar al fútbol. ¡Ni verlo! Y ahora se traga
todos los partidos que echan en la tele y queda las mañanas de los domingos con sus
antiguos compañeros de trabajo. Para hacer gimnasia, dice. Ya ves. ¡A la vejez, viruelas!
b) —Me tocó la lotería. Pero nada, una miseria: 80 euros. No tengo ni para pipas.
—¡Caramba! ¡Menos da una piedra!
c) —Los vecinos, los pobres, están desesperados. La riada se les llevó todo el ganado y los
cultivos, y aún no han recibido ni un céntimo de subvención.
—¡Qué se le va a hacer! Más se perdió en la guerra de Cuba y mira... ¡Paciencia! Ya les
llegará el dinero.

No está quitado el que algunas locuciones puedan emplearse con valor catafórico
en la medida en que se emplean previamente al enunciado al que se refiere:

—¡A buenas horas, mangas verdes! ¿Ahora vienes? Te he estado llamando para que vieras
cómo nadaba tu hija.
—Tenía el fuego encendido y no podía dejarlo a medias.

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Existen, asimismo, locuciones que incluyen signos referenciales que exigen un enun-
ciado previo, como el adverbio también en Los cachondos también se mueren: signos
como este adverbio implican la presencia previa de un enunciado argumentativamente
cooperante. Piénsese, asimismo, en los comparativos más y menos (Menos da una pie-
dra), el distributivo otro (¡Otro que tal baila!), etc.
Otros elementos que dan cohesión al texto son los pronombres y deícticos, pero,
como es sabido, salvo que se trate de usos intencionados o desautomatizaciones, las
locuciones son habitualmente reacias a las pronominalizaciones anafóricas; si bien, en
su empleo discursivo esa observación general no es tan rígida:

Yo no creo que sea él el único que paga el pato por la ineptitud de la profesora Gutiérrez
Suara. En realidad, el pato lo pagamos todos los miembros del equipo docente, porque el
alumno no sabe de qué parte es ella responsable.
Ese señor seguro que ya tiene ganado el cielo. Tiene un corazón que no le cabe en el pecho.

La utilización de locuciones con significado antonímico o sinonímico o de varian-


tes de una misma locución, como estrategias retóricas de repetición, son también índi-
ces de la estructura cohesionada del texto:

Como te digo, algo ha debido de pasar entre Pilar y María, pues se llevan a matar, como
el perro y el gato. No pueden ni verse. Esquivan la mirada y se esconden la una de la otra.
Tú ya sabes que antes comían del mismo plato, eran uña y carne. Tú sabes que una no
podía oír hablar mal de la otra y que daba la cara por ella en cualquier situación. Esta
mañana oía a Pilar que ponía verde a María, y con razón. También María la puso a parir
a Pilar el otro día. ¡Hay que ver las vueltas que da la vida!

En este punto se comportan igual que las secuencias libres: la alternancia de sinóni-
mos o variantes estilísticas es un recurso usado con frecuencia para evitar la monoto-
nía o conceder mayor expresividad y precisión a un texto, al tiempo que funcionan
como enunciados que cooperan en un mismo sentido de argumentación.
Lo mismo cabe decir de la repetición de una unidad léxica que es componente inter-
no de una locución. A veces se extrapola de ésta y se ubica a continuación con intención
de reliteralizar el fraseologismo o hacer un juego de palabras:

No sé qué sería lo que le traía por aquí, pues hacía mucho tiempo que no se le veía el pelo.
Ni el pelo ni los ojos ni nada. Se llegó a comentar que había admitido comisiones de
subastas oficiales por parte de algunos empresarios.
—María, ¿has visto los papeles del concurso? Juraría que los dejé aquí, pero no los veo.
Los he debido de perder.
—Mientras no pierdas la cabeza...
—Carlos, ¿sabes que a tu hijo le ha vuelto a quedar Latín? Es que no le entra. No sabe
nada de latín. Ni el verbo sum.
—¿Que no sabe latín? Precisamente latín es lo que sabe, pero en asunto de chicas. Y de
cines y fiestas y demás gaitas. Para jolgorios de esos no necesita maestro: sabe latín por
un tubo.

También se señala a veces en relación con la deíxis la especialización alcanzada por


ciertas locuciones —sobre todo, adverbiales, prepositivas y conjuntivas— para marcar
distintas partes de un discurso (comienzo, transcurso y final), la secuenciación discur-
siva, el propio cierre final, etc.: en primer lugar, para terminar, en conclusión, en relación
con, A otra cosa, mariposa, Adiós, muy buenas, etc.; o implicar un argumento previo:

440
por el contrario, en cambio, asimismo, a propósito de, o lo que es lo mismo, en otras
palabras, o sea, etc.

8.3.4. La deíxis social

Según Strässler (1982: 99), hay dos tipos de comunicación según la estructura so-
cial: bien los participantes son de igual nivel, bien uno de los participantes es de un
estatus superior al del otro. Asimismo, Strässler supone que la persona que asiste sin
participar a una comunicación queda situada en una posición inferior, es tratada como
una 3.ª persona ausente.
Cuando la diferencia entre los interlocutores es considerable, el de más bajo rango
tiende a emplear más expresiones idiomáticas que el de rango superior, que suele evi-
tarlas (Strässler 1982: 100 y 103).
Strässler (1982: 101, 103) cree que el uso básico del fraseologismo está limitado
para referirse a una 3.ª persona ausente o a un objeto, salvo que el escalón social sea
muy acusado; pero el empleo de expresiones idiomáticas referidas a la 1.ª y 2.ª perso-
nas está muy restringido. Entre iguales, los fraseologismos referidos a la 2.ª persona
están limitados al de más alto rango, y los referidos a la 1.ª, al de menor rango.
El uso de nosotros (we) con valor inclusivo (1.ª y 2.ª personas) está restringido a la
persona dominante, y con valor exclusivo (1.ª y 3.ª personas), a la persona de menor
estatus (Strässler 1982: 103).
Creemos que muchas distinciones en el uso de los fraseologismos (expresiones tabú,
formas pronominales, alternativas estilísticas: sinónimos y variantes, etc.) no son exac-
tamente debidas a la jerarquía social, sino que dependen de aspectos culturales, idio-
sincrásicos e idiolectales, formas de tratamiento (distanciamiento, familiaridad, respe-
to, edad...), etc. Piénsese, sin ir más lejos, que la sociedad retratada por Strässler, así
como el propio idioma, difieren notablemente de la sociedad española y del idioma
español como para poder calcar literalmente el análisis de Strässler. Existen, además,
otros mecanismos para reducir la rigidez de las conclusiones del autor: por ejemplo, el
empleo de algunas expresiones no permitidas, en principio, en virtud del rango social
del destinatario queda autorizado utilizando ciertos presentadores formularios al des-
cargar al hablante de la responsabilidad o autoría del enunciado: como se dice, como
dice el dicho/refrán, si me lo permite, con perdón...
Tampoco es necesariamente asociable a la jerarquía social el uso de locuciones
consideradas propias de nivel culto, frente a otras tildadas habitualmente de coloquia-
les o vulgares; de hecho, es sabido que personas de nivel cultural y social alto emplean
indistintamente expresiones marcadas por uno u otro signo.

8.4. La ironía

Es evidente que algunas locuciones, en su uso regular o habitual, son eminente-


mente irónicas;12 el sentido irónico se deriva muchas veces de la imagen que permite
dibujar el sentido literal, de la asociación de los significados individuales de los compo-
nentes, de la relación del significado idiomático con el composicional, o de alguna
suerte de motivación semántica, como cabría afirmar de las locuciones brillar (algo/
alguien) por su ausencia, tocarle (a alguien) el gordo/la lotería, armarse una buena, poner
(a alguien) lindo (o de lo lindo) o ponerlo bueno, quedarse para tía (= para vestir santos),
(hacer algo) por amor al arte, ¡Qué bonito!, ¡Qué bien!, ¡Estaría bueno!, ¡A buenas horas,
mangas verdes!, ¡No es nada! (= ‘¡Ahí es nada!’)... Como puede observarse, algunas

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estructuras incluyen lexemas (bueno, lindo, brillar, amor, gordo ‘lo máximo’...) que, por
su significado recto o figurado, habrían de interpretarse en sentido positivo; otras ex-
presiones se sirven de otros recursos, como la inversión y la focalización: ¡Buena la has
hecho!, ¡Bueno está el ajo!, ¡Bueno está lo bueno!, etc.
A veces los diccionarios dan cuenta de este uso irónico, y, en la descripción, lo
indican («irón.», etc.). Es el caso, por ejemplo, de las locuciones verbales ser de buen
pelo ‘perverso’ y acomodar (a alguien) de ropa limpia ‘ensuciarla, mancharla’, y de la
locución nominal boca de verdades ‘embustero’, tal como aparecen registradas en el DI;
el DUE define así el modismo no necesitar abuela: ‘Se dice irónicamente de la persona
que se alaba a sí misma’ (cursiva nuestra); y el DRAE (2001) describe la locución inter-
jectiva Bueno anda el ajo ‘iron. coloq. U. para referirse a las cosas cuando están muy
turbadas y revueltas’.
Con este valor irónico deben considerarse todas aquellas fórmulas de réplica que
expresan o pueden expresar negación rotunda (‘no’, ‘nunca’), como ¡Y un jamón!, ¡Y un
coche, para que te pasees!, ¡Naranjas de la China!, ¡Para ti la perra gorda!, ¡Ni hablar del
peluquín!, ¡Vas listo!, ¡Vas de culo!, ¡(En) lo que estoy pensando!, Cuando las ranas críen
pelo, Cuando meen las gallinas, Por tu cara bonita, ¡Lo tienes claro!, etc.; si bien, este
significado está ligado a una situación determinada:

—Papito, a ver si me compras la nueva colección de vídeos de terror.


—¡Y un coche, para que te pasees!

Pero, sin duda, la ironía más representativa es la obtenida en el empleo discursivo


de unidades fraseológicas que, en teoría, en virtud de su significado recto o figurado,
no lo son, como pueden ilustrar las locuciones ¡Faltaría más! y ¡Sí, hombre! cuando
se emplean como gestos de reprobación o negación en vez de asentimiento o afirma-
ción; o ¡No me digas!, cuando, en lugar de ‘asombro’, denota ‘incredulidad’ o, más
aún, cuando le sirve a un interlocutor para indicar irónicamente al otro que ya cono-
cía la información que le ha transmitido, en cuyo caso se acompaña de una modula-
ción entonativa distinta; o en el fondo, cuando matiza o corrige severamente una
valoración positiva:

—Hijo, podrías coger el rastrillo y barrer el jardín. Así ayudabas un poco a tu padre.
—¡Sí, hombre! Con lo a gusto que estoy aquí, tumbado en el sofá, viendo esta película.
—Ya sabes que Luis, en el fondo, es una persona bondadosa.
—Lo será si tú lo dices, pero en el fondo, muy en el fondo. Conmigo, nada de nada.

Evidentemente, sólo el contexto (incluidos la entonación, la jerarquía entre los in-


terlocutores, el contenido proposicional del enunciado, el entorno espacial y temporal,
etc.) permite saber si ciertas secuencias son empleadas en el sentido contrario del que
cabe suponer de su configuración formal y semántica, esto es, irónicamente:

¡Vaya escándalo lo de la misa de ayer! Ya viste que el cura hablaba como un libro abierto:
¡No le entendía ni su padre! Se atascaba, se le trababa la lengua, repetía lo mismo... Para
mí que estaba piripi.13
—¡Hay que tener mala potra! Ayer, en la rifa del jamón, me quedé a las puertas; ahora,
por un número, no me ha tocado la lotería del Niño. Y eso que prefiero no hablar de
cosas más serias, como la oposición. Recuerda que obtuve puntuación, pero fui la prime-
ra de la lista que me quedé sin plaza. Está visto que he nacido de pie. De pie quebrado.
—Ya sabes lo que dice el dicho: «Unos nacen con estrella y otros, estrellados».14

442
Con ellas, el emisor viola normalmente la máxima de cualidad, la de sinceridad,
pero cumple su función ilocutiva; y no sólo no obstruye la comunicación, sino que el
destinatario o interlocutor interpreta adecuadamente el acto de habla indirecto, habi-
da cuenta de la voluntad implícita de cooperar.
La ironía puede conseguirse por antífrasis expresa o alguna suerte de relación oxi-
mórica entre los componentes de la locución, como sucede en las comparativas más
veloz que una tortuga, gordo como un fideo o seguro como agua en un harnero, que, en
su sentido literal, resultan irrelevantes (en general, «cualquier ser o cosa es más rápido
que una tortuga», «cualquier ser o cosa es más gordo que un fideo», «cualquier ser o
cosa está más seguro que el agua en un harnero») al infringir la regla semántica que
gobierna la comparativa fraseológica: la superlación de la propiedad individual al po-
nerla en relación (comparación) con el prototipo o representante máximo, socialmente
instituido, de esa propiedad (véase § 3.4.2.1.3.).
La lítotes es también un mecanismo formal de consecución de la ironía, como se
observa en negaciones como no tener muchas luces (frente a tener pocas luces) o «No es
muy estudioso que se diga» (frente a «Anda que no es listo ni nada»).

8.5. Las máximas de Grice

En el estudio sobre el valor pragmático de las unidades fraseológicas también han


recibido atención las cuatro máximas de Grice (1975): la de cantidad («sea tan infor-
mativo como la situación lo requiera», «diga lo justo»), la de cualidad («sea sincero»),
la de relación («sea relevante»), la de manera («sea claro»).15

8.5.1. La máxima de cantidad

Sobre la información que aportan las expresiones fijas, no hay total acuerdo entre
los estudiosos. Así, para Strässler (1982: 116), las unidades fraseológicas dan más in-
formación de la requerida gracias a las connotaciones colaterales o las implicaturas; en
cambio, para Martínez López (1996: 422-425), dan la información justa, que es la con-
tenida en su significado idiomático, aunque pueden ser más expresivas.
Otro aspecto criticable a los estudios de las máximas griceanas aplicadas a las locu-
ciones es que son excesivamente parcos en ejemplos, como es el caso de Martínez
López (1996: 224-225), que sólo cita dos locuciones, o aducen ejemplos que son irrele-
vantes, como nos parece que ocurre en Penadés Martínez (1997a: 420) al sostener que
la locución en dos palabras (o en una palabra) está vinculada a la máxima de cantidad:
nosotros creemos que lo que está vinculado a tal máxima es, si acaso, el trozo de discur-
so que dicha locución introduce, siempre que represente una síntesis o un resumen de
lo anterior (no obstante, posiblemente viole la máxima de cualidad o sinceridad). Tales
locuciones tienen un inequívoco valor catafórico.
Lo que sí puede ocurrir es que el hablante utilice a modo de sinónimo una locución
por un lexema simple cuando aquélla comprende matices o semas que éste no compor-
ta, lo que, en cierta medida, estaría dando la razón a Strässler (1982). Así, por ejemplo,
cuando, en vez de decir «La madre reprendió a su hijo por llegar tarde», se dice «La
madre puso verde a su hijo por llegar tarde», teniendo en cuenta que poner verde no es
simplemente ‘reprender’, sino ‘reprender acremente’. Ahora bien, en ese caso, como
sustituto, la locución está dando más información de la que se pedía (simplemente
‘reprender’); en sí misma, no está violando la máxima de cantidad. Se trata, más bien,
de un uso inadecuado de la locución.16

443
En los estudios de carácter general (Strässler 1982: 61, Gutiérrez Ordóñez 1996:
39) se indica que las tautologías son un mecanismo que puede violar la máxima de
cantidad en cuanto que «dan más información de la requerida», si bien no hay total
acuerdo sobre la carga semántica que aporta el segundo miembro de la ecuación. Es
sabido que el enunciado de algunas locuciones representa una tautología, tal es el caso
de Un día es un día o Lo primero es lo primero, locuciones que, en la teoría de Corpas
Pastor (1996b: 150-151), representan lugares comunes.
La elipsis constituye otra violación de la máxima de cantidad dado que «reducen la
información» (Strässler 1982: 61). A primera vista, cabría pensar que el uso de locucio-
nes como estar en la espina por estar en la espina de santa Lucía (abreviatura fraseológi-
ca) o de estar como una cabra por estar loco como una cabra podrían constituir flagran-
tes transgresiones de la máxima; sin embargo, gracias al carácter fraseológico e institu-
cionalizado de tales variantes, ambas proporcionan la misma información, el mismo
significado idiomático: respectivamente, ‘muy delgado’ y ‘trastornado’. Hay, pues, ma-
yor brevedad gráfica o fónica, pero no semántica.

8.5.2. La máxima de cualidad

Según Strässler (1982: 119), las expresiones fijas no violan a priori la máxima de
cualidad; ante un fraseologismo no puede arrojarse un juicio de valor que determine si
es verdadero o falso. Martínez López (1996: 422) cree, asimismo, que las locuciones
respetan la máxima, salvo que el hablante quiera mentir. Esto podría ocurrir con cier-
tas fórmulas de cortesía, como los saludos: el hablante puede emitir un saludo de Bue-
nos días como mera fórmula de rutina, como expresión automatizada, aun dirigiéndo-
se a una persona que odia y desea «malos días» (Gutiérrez Ordóñez 1996: 43).17
Las descripciones del comportamiento de las locuciones con respecto a esta máxima
siguen siendo parcas en ejemplos. Penadés Martínez (1997a: 420) cita dos unidades fra-
seológicas (Las cosas son como son, Te lo digo yo) que, en principio, ni obedecen ni violan
la máxima. Otra cosa es que, con ellas, se dé a entender que lo proferido inmediatamente
antes incumpla la máxima o, dicho de otro modo, que el hablante sea insincero, como
ocurre con las expresiones Cuéntaselo a tu abuela y A otro perro con ese hueso, que cita la
autora. Son muchas las locuciones que denotan o significan ‘engaño’ y no por ello violan
la máxima; se limitan a describir hechos de la realidad, actuaciones humanas desleales;
demostraciones de infidelidad, falsedad, etc.: dar gato por liebre, dársela con queso, meter
la castaña, dar el pego, hacer la vista gorda, etc. No tiene nada que ver que ellas signifiquen
‘engaño, falseamiento’ con que el hablante sea insincero o la propia locución sea falsa
o engañosa. Martínez Marín (1996a) supone que, al proferir la locución meterse en cami-
sa de once varas, se está recriminando el comportamiento osado de alguien y que, en
entrar por un oído y salir por el otro, se rechaza la postura no receptiva de alguien. En
nuestra opinión, no creemos que se critique en un caso y se rechace en el otro: las locu-
ciones sólo significan, sólo denotan un significado (‘buscarse complicaciones’, ‘desaten-
der un consejo, no prestar atención en lo que se le dice’), no ejecutan acciones; no son
actos de habla. Pueden usarse, eso sí, para los fines señalados (p.ej., «Se le está muy bien
empleado por meterse en camisa de once varas. Él se lo ha buscado», «Si quieres apren-
der, no debes permitir que los consejos te entren por un oído y te salgan por otro, como si
nada»); pero sólo representarán uno de los usos posibles.
Las teorías generales señalan que la máxima de cualidad es transgredida común-
mente por determinadas figuras de retórica, como la metáfora, la hipérbole, la ironía o
la interrogativa retórica; pero lo cierto es que su aplicación a las expresiones fijas no da
los resultados esperados, tal como ilustra Strässler (1982: 118-119) con la metáfora de
las locuciones kick the bucket y red herring.

444
Creemos que la insinceridad se manifiesta mejor a través de las locuciones irónicas
o usadas con valor irónico: ¡Ahí es nada!, ¡No es nada!, ¡Bueno anda el ajo!, etc. (véase
supra); por tanto, es conveniente su análisis como formas que se realizan en el discurso
y no como enunciados aislados.
Por otra parte, el valor hiperbólico de las locuciones que se citan como ejemplos de
hipérbole proviene básicamente de la motivación del sentido literal y no tanto del pro-
pio significado idiomático o figurado de la expresión. Así, en virtud del significado
idiomático de comerse el mundo o ir a comerse el mundo ‘lograr grandes cosas’ o ‘pre-
tender conseguirlas’, no parece que deban interpretarse como hipérboles, salvo que se
relacionen con el significado literal; lo mismo cabría decir de ahogarse en un vaso de
agua, cuyo significado idiomático, ‘apurarse por muy poca cosa’, no prueba que la
locución constituya una hipérbole: la hipérbole nace cuando se le intenta interpretar
con sentido literal. Todas las comparativas estereotipadas violarían, en principio, esa
máxima, si no se tiene en cuenta el valor elativo ‘muy’, dado que la cualidad o propie-
dad de un ser se iguala o supera a la del prototipo: «Su pelo es más negro que el azaba-
che», «Su tez es blanca como la nieve»... Quizá resulten más adecuadas para la ilustra-
ción de la hipérbole como infractora de la máxima las locuciones configuradas con la
estructura metafórica «[A] es B», del tipo ser el no va más.

8.5.3. La máxima de relación

Para Strässler (1982: 121-122), es muy difícil de violar la máxima de relación al


estar limitada al componente semántico, en la medida en que éste no puede ser irrele-
vante (no puede haber secuencias con contraparte literal relevante y con el idiomático
irrelevante) y cree que antes se violan otras máximas (p.ej., supone que, si una expre-
sión es irrelevante, tampoco puede ser informativa o serlo no en la manera requerida).
La locución no puede dar información composicional o locutiva irrelevante, aunque sí
la información adicional o implicatura; no obstante, en este caso se viola la máxima de
cualidad, no la de relación.
Martínez López (1996: 425-426) es de la opinión de Strässler (1982) al señalar que
esta máxima resulta casi imposible de violar; si bien, cree que las desautomatizaciones
podrían infringirla. Nosotros pensamos que tampoco en estos casos, porque el signifi-
cado idiomático queda intacto con la transgresión; y sospechamos que la información
nueva que pueda comportar la reliteralización o remotivación semántica será relevan-
te con relación al contexto para el que ha sido concebida con la nueva estructura.
Como para las otras máximas, los ejemplos que ilustran las teorías siguen siendo
escasos y poco acertados. Penadés Martínez (1997a: 421) aduce las locuciones irse por
los cerros de Úbeda o andarse por las ramas, cuya información —frente a lo que piensa
la autora— no es irrelevante; lo que se da a entender al emplearlas es que alguien ha
violado la máxima en su intervención. Son muchas las locuciones que, como ¡Al gra-
no!, utiliza el hablante para expresar que se es irrelevante, o bien aquellas cuyo signifi-
cado da cuenta de que se está violando la máxima, como ilustra coger el rábano por las
hojas. En definitiva, no son locuciones irrelevantes, sino que, en todo caso, advierten
de que es irrelevante la información que está ofreciendo el interlocutor.

8.5.4. La máxima de manera

A nuestro parecer, el respeto o la violación de esta máxima, sobre todo la submáxi-


ma de claridad (frente a oscuridad), depende, más que en ninguna otra, del destinata-

445
rio o interlocutor: de sus características naturales, de su origen (nativo/no nativo), de
su formación cultural, etc.; aunque también de la misma locución, de sus propiedades:
de su carácter general o restringido, de su mayor o menor uso, de su motivación y de su
origen de formación, etc.
Strässler (1982: 123) supone que las locuciones con estructura agramatical pueden
resultar más oscuras en el sentido de que es más difícil acceder a su significado. Martí-
nez López (1996: 427) añade, además, las locuciones con palabras idiomáticas, en la
medida en que éstas no tienen un significado literal.
Como indicamos en otro lugar, nosotros creemos que no todas las locuciones con
estas características son opacas, sino que, incluso, algunas, como a pies juntillas, a
campo traviesa, no dejar roso ni velloso o en volandas, toleraban un análisis composi-
cional gracias a la motivación léxica y morfológica y a su cotejo con variantes regulares
(junto, con los pies juntos, a través del campo, raso/vello, volar...).
Este mismo mecanismo podría aplicarse cuando se trata de locuciones de significa-
do «oscuro» que cuentan con variantes y sinónimos transparentes o escasamente idio-
máticos. Así, si consideramos que una palabra idiomática puede implicar oscuridad,
cabría suponer que el empleo de en un periquete y traer al pairo en vez de en un instante
y traer al fresco, respectivamente, podría constituir una flagrante violación de la sub-
máxima de claridad al estar a idéntica disposición locuciones o versiones más «claras».
Y lo mismo cabría decir de la utilización de en orre por a granel, de al tuntún por a lo
tonto, y de a traque barraque por cada dos por tres.
Siempre dependiendo del receptor, la oscuridad semántica puede provenir, ade-
más, de la presencia de un léxico específico, idiosincrásico: topónimos y antropónimos
locales, cultismos, arcaísmos, etc. (estar en Babia, ser un Juan Lanas, más tonto que
Pichote, pesia a, de Dios en ayuso, de refez, lo al...).
Ciertas locuciones describen una situación en la que la máxima de claridad ha sido
obedecida, como Más claro, agua, o transgredida, como Las cuentas, claras, y el choco-
late, espeso (Penadés Martínez 1997a: 421).
La submáxima de univocidad o ausencia de ambigüedad intenta ser cumplida, se-
gún Strässler (1982: 123) y Martínez López (1996: 427), por todas las unidades fraseo-
lógicas. Ciertamente, salvo usos intencionados —no infrecuentes, por cierto, en deter-
minados tipos de discurso (periodismo, publicidad, literatura...)—, el contexto en que
se inscribe una locución es suficiente para interpretarla en un solo sentido, de modo
que no se produce ambigüedad (§ 7.1.2.). Evidentemente, para que pueda hablarse de
ambigüedad de las unidades fraseológicas, éstas han de tener, al menos, dos sentidos,
bien uno literal y otro idiomático, bien dos literales o dos idiomáticos; los llamados
pseudoidioms no podrían servir a este propósito. No obstante, es difícil que el contexto
o la situación no proporcione algún dato o alguna pista que guíe la interpretación en
un único sentido o, simplemente, que éste prevalezca:

a) Era la fiesta del Santo Cristo de Urda. Se le ocurrió de pronto que podíamos ir a la
misa, y nos convenció. Fuimos y —siguiendo la costumbre— besamos el Santo. Regresa-
mos enseguida, como te digo. No nos quedamos a la procesión.
b) Construya su casa con ladrillos de cara vista. Cerámica «La Oliva». Ladrillos que dan la cara.

Respecto de la submáxima de brevedad, Strässler (1982: 124) vuelve a argumentar


que las unidades fraseológicas comportan más información que el mero contenido
semántico o composicional, a la vez que simplifican la complejidad de la interacción
social (Coulmas 1979: 254).
Suele señalarse, en los estudios generales de pragmática, que la figura retórica de la
lítotes constituye un mecanismo transgresor de esta máxima, así como la perífrasis.

446
En estudios como Strässler (1982) y Martínez López (1996: 428-430), la caracteri-
zación de esta submáxima se intenta llevar a cabo comparando la extensión fonemáti-
ca de la expresión idiomática y su contrapartida literal (p.ej., se dice que morir es más
breve que estirar la pata); sin embargo, creemos que tal comparación no ilustra real-
mente el contenido de la máxima: el significado figurado que tiene la locución no es
otro que el que tiene, se exprese mediante un lexema, una frase o una oración.
Me parece más relevante indicar la existencia de locuciones con variantes fónica-
mente más breves que otras cuyo empleo no dificulta la interpretación: quedarse para
tía/quedarse para vestir santos, mandar al cuerno/mandar a freír espárragos, en un suspi-
ro/en un abrir y cerrar de los ojos, etc. Un ejemplo característico serían las abreviaturas
fraseológicas: no tocar a la ropa/no tocar al pelo de la ropa, tirar de la oreja/tirar de la
oreja a Jorge, no haber para un diente/no haber para untar un diente, etc.: en la medida
en que significan lo mismo, cabe suponer que las versiones cortas se ajustan a la regla,
mientras que las versiones extensas la infringen. Y lo mismo cabría decir de los sinóni-
mos interfraseológicos: tratándose de la misma información, en principio, las expre-
siones más breves acatarían la orden «sea breve» y las más extensas la quebrantarían:
parmarla/estirar la pata/irse a criar malvas...
Los binomios fraseológicos compuestos por lexemas sinónimos (común y corriente,
sin causa ni razón, etc.) podrían, asimismo, representar la transgresión de la máxima,
en la medida en que pueden interpretarse como un giro perifrástico reducible a un
lexema simple, a un solo miembro (al fin y a la postre o a la postre). Ciertamente, en
muchos casos, ya no constituirían locuciones (común y corriente o común).
Respecto de la submáxima de orden, Strässler (1982: 125) y Martínez López (1996:
430) se limitan a señalar que las locuciones obedecen la máxima dado que los compo-
nentes no toleran inversiones internas, so pena de destruir la locución. Pero, además
de que esta hipótesis, frente a lo que piensan dichos autores, se incumple en diversos
casos (¡Yo qué sé!/¡Qué sé yo!, a mano salva (a mansalva)/a salva mano, ¡Alma mía!/¡Mi
alma!, etc.), las inversiones de este tipo también cumplen la máxima, pues, al tratarse
de variantes codificadas, no alteran el significado. Aun así, no creemos que la invaria-
bilidad distributiva tenga mucho que ver con la máxima de método u orden.
Suponemos que sería más adecuada la ilustración considerando la función de aque-
llos enunciados que exigen un orden secuencial o el valor anafórico de muchas expre-
siones, arriba señalado; por ejemplo, resultaría poco ordenado el discurso que comen-
zara con la locución en resumen o en definitiva o que antepusiera por otro lado o en
segundo lugar a por un lado o en primer lugar, respectivamente. También resultaría
poco certero el comienzo de un texto con expresiones como De noche, todos los gatos
son pardos, A nadie le amarga un dulce o No está el horno para bollos, por poner unos
ejemplos, pues se ha estandarizado su empleo como epifonemas (consejos, moralejas o
advertencias relativas a determinados hechos sucedidos o relatados con anterioridad a
su emisión). Necesitan de un discurso previo para ser enunciados y para que su enun-
ciación cobre sentido. Emitidos al comienzo absoluto, no vienen a cuento; es necesario
que vengan a cuento. No pueden ser signos de apertura textual.

8.6. Los actos ilocucionarios

Como se sabe, la división de los enunciados en actos locutivos, ilocutivos y perlocu-


tivos de la teoría de Austin (1962) fue desarrollada por Searle (1979), quien se centró
especialmente en los actos ilocutivos, aquellos enunciados que consisten en una inten-
cionalidad (reproche, petición, orden, advertencia, entretenimiento...) y que se inter-
pretan no por el significado proposicional, sino gracias a inferencias, sustentadas en
gran medida en convenciones sociales y reglas de conducta.

447
Las unidades fraseológicas, especialmente las llamadas fórmulas pragmáticas, pue-
den cumplir los distintos actos ilocutivos que determinó Searle: expresivos, asertivos,
comisivos, directivos. Las locuciones que no forman oraciones completas difícilmente
pueden constituir por sí solas un acto ilocutivo: en la medida en que no son enunciados
gramaticalmente completos y semánticamente autónomos, no pueden interpretarse
como actos de habla.
Pero, si, de por sí, no siempre es fácil decidir si un determinado enunciado de
combinación libre constituye un tipo de acto u otro (cabe, incluso, que responda a dos
intenciones), las expresiones fijas, por su propia naturaleza semántica, hacen más com-
pleja la delimitación; por ejemplo, ¡Habrase visto! denota generalmente ‘reprobación’,
pero también ‘sorpresa, asombro’; y ¡No faltaría más!, que se profiere habitualmente
como expresión de ‘asentimiento’ o funciona como un acto comisivo por el que el
hablante se compromete a hacer algo solicitado por el interlocutor, se emplea también
como refuerzo de la negación (= ¡Estaría bueno!). Ello demuestra que, aunque tiene
validez general la afirmación de que las fórmulas tienen «dependencia contextual» o
están «fijadas pragmáticamente», es decir, están vinculadas a una situación determina-
da, algunas admiten otros usos o bien, en virtud de sus diversos significados institucio-
nalizados, pueden aplicarse a situaciones distintas. Evidentemente, la diversidad con-
textual puede ser mayor si se utilizan con sentido irónico o lúdico.
La expresión de los sentimientos o de la opinión de alguno de los interlocutores o su
mera intervención siguiendo las instrucciones dictadas por las reglas implícitas de inter-
acción social, como sucede con ciertas fórmulas rutinarias de valor sobre todo desidera-
tivo u optativo (Feliz cumpleaños, Muchas gracias, De nada/No hay de qué, A tu salud, ¿Si
gusta?, Que aproveche...), constituyen normalmente actos expresivos. Muchas de ellas se
construyen con las estructuras Que + Vsubj.(tú/usted) o Que + Dios + pronte/lo (le) + Vsubj.: Que la
suerte te acompañe, Que descanses, (Que) Dios se lo pague/le bendiga...
Un grupo numeroso de actos expresivos lo constituyen aquellos enunciados con los
que el emisor muestra ya conformidad o complicidad ya disconformidad, recusación o
reprobación respecto de la opinión del otro interlocutor: De acuerdo, ¡Y tanto!, ¡Di que
sí!, ¡Y que lo digas!, Por supuesto, Desde luego, ¡No faltaría más!, Con mucho gusto, ¡A
mandar!, ¡A la orden!, En absoluto, De ninguna manera, Naranjas de la China/Naranjas
chinas, ¡Y un jamón con chorreras!/¡Y un cuerno!, ¡Tararí que te vi!, No se hable más, No
me digas más, De eso nada, monada, Ni hablar del peluquín, ¡Y a ti qué te importa!, ¡Que
si quieres arroz, Catalina!, ¡Vas listo!, ¡No me toques los cojones...!,18 etc.
Otros enunciados expresan bien solidaridad bien insolidaridad o neutralidad del
emisor para con el otro participante; si bien, algunas locuciones antes indicadas, como
¡Di que sí!, también denotan estos valores: ¡Qué le vamos a hacer!, Lo acompaño en el
sentimiento, Lo siento mucho, ¡A mí, plin!, ¡Allá películas/penas!, Cada cual aguante su
vela, ¡Allá se las entienda/componga!, ¡Y a mí qué!, Con su pan se lo coma, ¡Yo qué sé!, ¡Y
a mí qué me importa/más me da!, Tal vez, ¡Vaya usted a saber!...
Los actos comisivos se caracterizan grosso modo por implicar al emisor compro-
metido en una actuación futura; expresan, pues, promesa, a veces en forma de amena-
za o advertencia: Palabra de honor, Te doy mi palabra, Palabrita del Niño Jesús, Cruz y
raya, ¡Te vas a enterar!, ¡Te vas a acordar!, Luego te veo/Luego nos vemos, ¡Ni se te ocu-
rra!... Algunas manifestaciones son simples locuciones verbales que adoptan la forma
de enunciado; el verbo suele conjugarse en presente con valor de futuro o en futuro
simple o con perífrasis prospectiva (ir a + inf.), y es frecuente que vaya modificado por
el adverbio temporal ya: pagárselas o ¡Me las vas a pagar (todas juntas)!, guardársela o
¡Te la guardo!, ajustar las cuentas o ¡Ya ajustaremos cuentas!, verse las caras o ¡Ya nos
veremos las caras (tú y yo)!... Es obvio que, con este patrón estructural y entonativo,
numerosas locuciones verbales pueden configurarse como enunciados completos y

448
formar actos comisivos: ¡Te voy a dar para el pelo!, ¡Ya te diré cuántas son cinco!, ¡Vas a
saber lo que vale un peine!...
Los actos directivos están relacionados con el receptor en el sentido de que se le
insta a que ejecute una acción futura o se comporte de una determinada manera. La
fuerza ilocucionaria o intencionalidad implícita más común es rogar, exhortar o per-
suadir, que se manifiesta gramaticalmente con la estructura de una orden. Además de
las locuciones formulísticas propiamente dichas que comportan órdenes (¡Largo de
aquí!, Oído al parche, Ojito con + O...), algunas locuciones verbales consiguen configu-
rarse como enunciados exhortativos o de mandato con el verbo en imperativo: ¡Corta el
rollo!, ¡Déjeme en paz!, ¡Apártese de mi vista!...; también otras expresiones carentes de
índices morfológicos se convierten en fórmulas con valor de mandato (este valor, pues,
se actualiza en el discurso): ¡Sin falta!, ¡Vale ya!, ¡Al grano!... Asimismo, algunas fórmu-
las que vehiculan normalmente otros significados deben adecuarse fónicamente para
funcionar como ruegos o exhortos, tal como ocurre con la expresión cortés ¡Por favor!
cuando se emplea para reprender a alguien o reprobar un comportamiento (p.ej., como
orden para mantener silencio). Asimismo, las propias reglas sociales de cortesía han
favorecido la acuñación de estructuras de mandato atenuado o «cortés», como ¿po-
dercondic. + hacer el favor de + O?, ¿Sercondic. tan amable/Tenercondic. la amabilidad de + O?,
etc. La atenuación también se consigue incluyéndose el hablante como destinatario de
la orden: ¡Tengamos la fiesta en paz! Asimismo, la ironía puede actuar también como
atenuante, como en las expresiones optativas del tipo ¡Que corra el aire! (= retírese).
A veces, la actuación que se solicita con el acto directivo es meramente informativa;
el hablante requiere información del receptor: Ud. dirá, ¿Se puede saber qué mosca le ha
picado?, ¿Cómo dice?, ¿Qué desea?...
Si bien, en numerosos casos se trata, realmente, de usos fáticos, regulados por las
normas sociales de cortesía: Con su permiso, Con la venia, ¿Se puede?...
Los actos asertivos, también llamados a veces informativos, están representados nor-
malmente por enunciados que transmiten información que el emisor considera verdadera.
En ocasiones, se confunden con los actos expresivos, y, de hecho, es posible que un mismo
enunciado pueda utilizarse con distinto fin, expresivo y asertivo; si bien, no suelen manifes-
tar un compromiso del emisor con respecto a una intervención futura o un hecho pasado,
requisito que han de cumplir los expresivos. En algunos casos el hablante afirma, enfática-
mente o no, la veracidad de un hecho, o bien lo confirma o ratifica; para ello tiene a su
disposición locuciones como No cabe duda de que, Por mis muertos que, Palabra de honor
que, Que me aspen/muera si, Que venga Dios y lo vea si, Ni que decir tiene, En efecto, Por
supuesto, Por de contado, Como lo oyes, Lo que oyes, Como te digo, [tan cierto] como dos y
dos son cuatro/como yo me llamo –/como que me tengo que morir...
Confundidos a veces con los puramente expresivos, se encuentran los actos aserti-
vos que expresan un estado de ánimo del hablante (admiración, sorpresa, contrarie-
dad, turbación, enojo, etc.) sin que el emisor se comprometa a ejecutar una acción en el
futuro; las locuciones interjectivas ejemplifican magistralmente dichos actos: ¡Qué bár-
baro!, ¡Habrase visto!, ¡Lo que hay que ver/oír!, ¡Parece mentira!, ¡Mira por dónde!, ¡Hay
que fastidiarse!, ¡No te amuela!, ¡La hostia!, ¡Anda la órdiga!, ¡Anda mi madre!, ¡Tu
madre!, ¡Pero qué dices!, ¡Manda cojones!, ¡Estamos apañados!, ¡Me cago en la mar
salada!, ¡Vaya por Dios!, ¡Válgame Dios!, ¡Lo que faltaba!, ¡Ángela María!, ¡Jesús, María
y José!, ¡La madre del cordero!, ¡Bendito/Alabado sea Dios!, ¡Virgen Santísima!, ¡La he-
mos hecho buena!, ¡Maldita sea!, ¡Rayos y centellas!,¡Allá que te va!, ¡La madre que te
parió/trajo!, ¡Por amor de Dios!, ¡Toma ya!, ¡Bueno está lo bueno!... Como puede adver-
tirse, algunas de esta fórmulas asertivas son, básicamente, locuciones nominales o
verbales convertidas en enunciados con valor de actos de habla: (ser) la madre del cor-
dero, (ser) la hostia, cagarse en la mar salada, hacerla buena...

449
La distinción de clases de actos propuesta por Searle (1962) ha sufrido variaciones
de unos autores a otros. Por ejemplo, en el ámbito español, Corpas Pastor (1996b: 187-
213) aglutina los actos directivos, expresivos y comisivos como actos actitudinales, de
acuerdo con la terminología de Faerch et al. (1984), y hace corresponder, grosso modo,
los informativos de estos autores con los asertivos de Searle; a su vez, unos y otros
constituirían, para dicha autora, las fórmulas psico-sociales, que no son, stricto sensu,
las fórmulas sociales de Coulmas (1985a) y Roos (1985).19
Además, Corpas Pastor (1996b: 210-212) diferencia otro grupo de fórmulas, las ritua-
les, siguiendo igualmente a Faerch et al. (1984), que corresponden a las fórmulas de
cortesía de saludo (de encuentro y despedida), que obedecen a patrones de interacción
social: Buenos días,20 ¿Qué tal?, ¿Qué hay?, Dichosos los ojos que te ven, Hasta otra/
pronto/luego/mañana/otro día..., A/Hasta más ver, Hasta la vista, Anda/Vaya con Dios, A
seguir bien... Si bien, las rituales comparten algunas características de ciertas clases de
actos expresivos, no menos ritualizados, como ¡Feliz cumpleaños!, Muchas gracias o ¿Si
gusta?, y, a nuestro modo de ver, de las fórmulas discursivas de apertura y cierre: ¿Qué te
trae por aquí?, ¿Desea algo?, Ha sido un placer, Que le vaya bien, etc.
Ahora bien, no todas las fórmulas rutinarias con valor discursivo que señala Corpas
Pastor (1996b: 187-192), siguiendo a Coulmas (1985a) y Roos (1985), son formas ritua-
les, de saludo estricto, tal como ilustran las expresiones A ver, Vamos a ver, ¿Te hace?,
Usted dirá, etc., entre las de apertura,21 y No se hable más, Y en paz, Ha sido un placer,
(pues) apaga y vámonos, Adiós, muy buenas, etc., entre las de cierre. Además, existen
fórmulas de transición o intermedio: a lo que iba/íbamos, por cierto, dicho de otro modo,
o lo que es lo mismo, dicho sea de paso, ya me entiende, A otra cosa, mariposa...22

8.7. Análisis del discurso: marcadores y operadores

Desde no hace más de dos décadas el auge del análisis del discurso en la lingüística
española ha dado como fruto numerosos trabajos dedicados al valor textual y argu-
mentativo de ciertas clases de locuciones, sobre todo adverbiales, prepositivas y con-
juntivas, antes olvidadas casi por completo como rarezas del idioma. El interés desper-
tado por estas locuciones en nuestros lingüistas ha llevado a que algunos autores, como
Ruiz Gurillo (2001b, Montoro del Arco 2005b, 2006a), hayan ideado una nueva catego-
ría de locuciones, las marcadoras. El estudio de esta suerte de marcadores discursivos
(conectores y operadores),23 no obstante, se desarrolló más tempranamente en otros
idiomas, como el francés o el inglés.24
Dados la ingente bibliografía existente sobre el análisis del discurso y, concretamente,
sobre los marcadores textuales,25 el conocimiento certero del hablante nativo acerca del
funcionamiento real de éstos y los propósitos, muy limitados, del presente trabajo, nos
contentamos con señalar una de las últimas clasificaciones propuestas en virtud de sus
valor textuales y pragmáticos fundamentales;26 si bien debe advertirse que muchos mar-
cadores son muy versátiles en su empleo discursivo en el sentido de que pueden des-
empeñar funciones diversas, lo que advierte, por un lado, de que las clases determinadas
no constituyen conjuntos estancos ni inventarios cerrados,27 y, por otro, de que la taxono-
mía admite otros reagrupamientos:28

1. Estructuradores de la información
1.1. Comentadores: pues bien, así las cosas...
1.2. Ordenadores29
1.2.1. de apertura: en primer lugar/término, por un lado, por una parte, para empezar, en principio,
ni que decir tiene...

450
1.2.2. de continuidad: en segundo lugar/término, por otro lado, por otra parte, de igual modo, asi-
mismo, de otra parte...
1.2.3. de cierre: en último lugar, por último, para terminar/finalizar/concluir, por fin, como final/
conclusión/remate/postre...
1.3. digresivos: por cierto, a propósito, a todo esto, dicho sea de paso, con respecto a, en lo que se
refiere a, en lo concerniente/tocante/referente a, hablando de...
2. Conectores
2.1. Aditivos:30 además de, aparte de, a más de, es más, amén de...
2.2. Consecutivos: por lo tanto, por ende, por consiguiente, en consecuencia, así pues, de ahí, de
modo/manera/forma que...
2.3. Contraargumentativos: en cambio, con todo y con eso, con todo, por contra, en contra, por el
contrario, antes al contrario, sin embargo, no obstante, antes bien, si bien, ahora bien, a pesar de, pese a...
3. Reformuladores
3.1. Explicativos: o sea, es decir, esto es, en otras palabras, o, lo que es lo mismo, a saber...
3.2. de rectificación: mejor dicho, más bien, mejor aún...
3.3. de distanciamiento: en cualquier caso, de todos modos/formas, de todas las maneras, en todo
caso, en cierto modo, en cierta medida, a decir verdad, si acaso, hasta cierto punto, lo mismo, a lo mejor,
de entrada...31
3.4. Recapitulativos: en definitiva/suma/conclusión/resumen/síntesis..., como resumen/corolario, a
modo de conclusión/resumen, al fin y al cabo, al fin y a la postre, en fin, a la postre...
4. Operadores
4.1. de refuerzo argumentativo: de hecho, en realidad/verdad, en el fondo, sin duda, sin ningún
género de dudas...32
4.2. de concreción:33 en particular, en concreto, en especial, sobre todo, de modo especial, por ejem-
plo, a modo de ejemplo/ilustración, por poner un ejemplo, a saber...
5. Conversacionales:34 desde luego, por lo visto, claro está, de acuerdo, por descontado, por supues-
to, además de verdad, en efecto...

Otro aspecto textual que merece la pena señalar es que, mientras que unas locucio-
nes —las menos— se han especializado en el lenguaje escrito35 (Érase una vez, que en
paz descanse, y colorín colorado, Dios guarde a Vd. muchos años, Gracia que espera + V,
Su seguro servidor que besa su mano, Caro/Estimado amigo...), otras son propias de la
lengua oral, casi inconcebibles en el lenguaje escrito (salvo usos intencionados, como
la reproducción literaria de un coloquio): ¿Qué te trae por aquí?, ¡Tu madre!, ¡Anda la
osa!, ¡Anda salero!, ¡Anda mi madre!, ¡La ostra!, ¡Bendito sea Dios!, ¿Cómo no?..., en
tanto que otras no están marcadas por el tipo de registro: o sea, en fin, en resumen, en
un periquete...

Notas

1. Así, Strässler (1982). Por ejemplo, Zuluaga Ospina (1980: 207-213, 1986), salvo alguna ligera puntua-
lización, no estudia la función de las fórmulas (limita el estudio a los saludos y felicitaciones), ni las
clasifica, ni distingue distintos tipos de actos de habla..: representa más una lista de ejemplos, aunque
señala la preponderancia del valor ilocutivo-comunicativo sobre el locutivo. El trabajo de Rey (1997)
tampoco satisface las expectativas que suscita el título. Por su parte, los estudios generales de pragmática
(Reyes 1990, 1995 y 2002, Escandell Vidal 1993, Verschueren 1999, Fuentes Rodríguez 2000, Gutiérrez
Ordóñez 2002, Portolés Lázaro 2004..., centrándonos fundamentalmente en el ámbito del español) tampo-
co tienen normalmente en cuenta la función pragmática de las locuciones, si bien algunos consideran el
valor discursivo de ciertas locuciones en cuanto operadores o marcadores. Precisamente, sí ha desperta-
do más interés el aspecto textual y discursivo de las locuciones (no sólo de las fórmulas), donde cabría
situar también el fenómeno de la manipulación (desautomatización) de los fraseologismos, que noso-
tros tratamos en § 4.

451
2. Sobre el carácter predecible han hecho hincapié Coulmas (1979: 240) y Wills (1990: 378), entre otros.
3. Coulmas (1979: 244) habla de marcos situacionales (situational frames), como esquemas cogniti-
vos que dan información del uso adecuado de las fórmulas.
4. Su empleo, pues, está restringido contextualmente, y las características semánticas están basadas
en diferencias de la realidad extralingüística. Zuluaga Ospina (1980: cap. 7) trata estas restricciones
como dependientes del contexto léxico. En circunstancias similares Tristá Pérez (1988: 61-86) habla de
contexto oracional.
5. Èermak (2000: 56-58) sostiene la teoría de que la fraseología también manifiesta el antropocen-
trismo del lenguaje, en la medida en que la mayoría de los somatismos se aplica al hombre, y esta
proporción está en relación con el hecho de que sean también muy numerosas las locuciones verbales
referidas al ser humano.
6. También tiene el significado de ‘ser una cosa muy sabida y despreciable’.
7. Creemos que, actualmente, también se dice de los hombres.
8. Y, más claramente, la variante quedarse para tía.
9. Si bien, su uso podría verse pronto alterado con el acceso de la mujer al Ejército.
10. Adviértase la diferencia de significado que corresponde al cambio morfológico operado en el
complemento hacer aguas (o hacer aguas menores) y a la clase de sujeto: [- anim.]/[+ hum.].
11. El tiempo verbal suele ajustarse al tiempo del discurso (Strässler 1982: 94).
12. Son escasos los trabajos dedicados a la ironía en las unidades fraseológicas. Uno de los estudios
más extensos es el Martínez Sempere (2005), nacido en parte bajo los auspicios del grupo de investiga-
ción sobre la ironía verbal formado recientemente en la Universidad de Alicante en torno a Ruiz Gurillo
(GRIALE). Véase una exposición del proyecto en Ruiz Gurillo (2006). Otros trabajos breves dedicados
a las locuciones irónicas del español son Penadés Martínez (1999a, 2000a) y Timofeeva (2006b).
13. Expresarse como un libro = ‘expresarse correctamente’.
14. Nacer de pie = ‘tener buena suerte’.
15. La máxima de manera se manifiesta a través de cuatro submáximas: «no sea falso», «no sea
ambiguo», «sea breve» y «sea metódico».
16. Creemos que esto es lo que quiere decir Martínez López (1996: 224) cuando afirma que el uso de
poner pies en polvorosa implica unos semas, como ‘de prisa’, que no comporta su sinónimo huir (adviér-
tase, no obstante, que los diccionarios al uso más representativos [DRAE, DI, DEA, DFDEA...] coinci-
den en definir la locución simplemente como ‘huir’ o ‘escapar’, sin el sema ‘de prisa’).
17. Cascón Martín (1995: 61): «Dichas razones tienen su manifestación lingüística en una serie de
fórmulas de las que el hablante puede echar mano en cada situación, aun estando a menudo llenas de
insinceridad».
18. En calidad de advertencia-amenaza, suele pronunciarse de forma pausada y enfatizando el acen-
to fonético de cada una de las palabras de la expresión y dejando ésta como inacabada, con entonación
suspendida: ¡No me toques los cojones, que no está el horno para bollos!
19. Los autores distinguen entre actos discursivos, sociales y expresivos. Roos (1985: 77) clasifica las
fórmulas en estructuradoras del discurso, sociales y expresivas. Esta división se corresponde grosso
modo con las fórmulas de dirección del discurso, de cortesía o de rutina y psico-ostensivas de Coulmas
(1985: 64-65).
20. Esta fórmula también se emplea frecuentemente en despedidas, frente a, por ejemplo, ¿Qué tal?
21. Completamente dependientes del contexto extralingüístico cabe situar las fórmulas de inicio
¿Qué desea/va a tomar?, ¿Puedo ayudarlo en algo?, ¿Desea algo?, etc. En realidad, son combinaciones
libres (tomar alguna bebida, ayudar a alguien en algo, etc.); es la estructura formal que adoptan (pregun-
ta, orden, elección léxica...) y su asociación a una situación determinada lo que les confiere estatuto de
fórmulas fijas.
22. La locución A otra cosa, mariposa funciona como cierre de una parte de discurso y, al tiempo,
invita a la prosecución con un cambio de asunto.
23. Para la distinción entre operador y conector, véase, por ejemplo, Portolés Lázaro (1993); cfr.
Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999).
24. Algunas referencias representativas son Roulet et al. (1985), Schiffrin (1987), Rossari (1994) o
Norén (1999).
25. Por citar sólo monografías de conjunto o colectivas del español, valgan como ejemplo Fuentes
Rodríguez (1987, 1996), Cortés Rodríguez (1991), Casado Velarde (1993), Martín Zorraquino y Monto-
lío Durán (eds.) (1998), Pons Bordería (1998), Portolés Lázaro (1998), Martín Zorraquino y Portolés
Lázaro (1999), Casado Velarde y González Ruiz (2000), Montolío Durán (2001), Ferrer Mora y Pons
Bordería (eds.) (2001)... Véase, asimismo, la bibliografía recogida en Cortés Rodríguez (1995, 1998-
2002 y 2002). En estas obras puede encontrarse abundante bibliografía española y extranjera sobre los
marcadores y operadores discursivos. Véase también nota anterior.

452
26. Nos referimos a la tipología propuesta en Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999); cfr, por
ejemplo, Garcés Gómez (2006). Muchos de los ejemplos citados son de ellos, a los que hemos añadido
otros nuestros.
27. Cabe señalar que no todos los marcadores son estructuras fraseológicas. De hecho, algunos
grupos de la clasificación adoptada están conformados exclusivamente por unidades léxicas simples de
acuerdo con la relación de elementos proporcionada por los autores.
Por otro lado, creemos que también determinadas fórmulas pragmáticas (Vamos a ver, A otra cosa,
mariposa, No se hable más, etc.) funcionan como elementos marcadores del discurso, prueba del carác-
ter no hermético de los conjuntos.
28. Así, nuestra observación acerca de la posibilidad de establecer otra descripción podría ilustrarse
de acuerdo con las siguientes matizaciones, entre otras:

— Algunos reformuladores y marcadores conversacionales funcionan también como operadores (me-


jor aún, en cualquier caso, de todas formas, de acuerdo, desde luego...), y que muchos estructuradores del
discurso y también ciertos reformuladores (p.ej., explicativos y recapitulativos) son también conectores.
— La ordenación del discurso también viene marcada con frecuencia por recapitulativos y consecu-
tivos, entre otros signos.
— La locución a saber puede funcionar como ejemplificativo o como marcador de concreción,
aparte de explicativo; desde luego, además de conversacional, actúa regularmente como refuerzo
argumentativo; al fin y al cabo cumple otras misiones distintas de la de recapitulativo; de entrada
puede ejercer el oficio de marcador de apertura, matizador, restrictivo...; los recapitulativos funcio-
nan habitualmente también como marcadores de cierre (como conclusión, por fin...); en realidad
puede funcionar como un operador que introduce una argumento orientado o coorientado o, al con-
trario, actuar como operador antiorientado, digresivo o matizador; que si patatín que si patatán y que
si esto, que si aquello, que si lo de más allá no siempre representan elementos de cierre, sino también,
por ejemplo, signos de continuidad; etc.

29. Llamados también organizadores y enumerativos.


30. Los autores citan exclusivamente palabras (adverbios) simples: encima, aparte, además, incluso...
31. Los marcadores de distanciamiento se corresponden en gran medida con los marcadores de
atenuación y matización.
32. Aunque los autores no dicen nada, creemos que las fórmulas de negación enfática, como en la
vida, en mi vida, en absoluto, nunca jamás, de eso nada, de ningún modo, etc., son operadores de refuer-
zo argumentativo.
33. Algunos, como sobre todo o en especial, no sólo concretan o especifican, sino que resaltan el
enunciado.
34. Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999) distinguen cuatro grupos de conversacionales: de
modalidad epistémica, de modalidad deóntica, enfocadores de la alteridad y metadiscursivos conversa-
cionales; pero sólo de los primeros ponen ejemplos de estructuras locucionales.
Creemos, como hemos dicho en una nota anterior, que determinados marcadores conversacionales
funcionan también como genuinos operadores de refuerzo de la argumentación, generalmente como
confirmativos, esto es, revelando el carácter orientado del argumento que introducen.
35. Véase, por ejemplo, Montolío Durán (2001).

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523
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ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................... 7

2. VISIÓN PANORÁMICA: ESTADO DE LA CUESTIÓN, TERMINOLOGÍA, CARACTERÍSTICAS ... 15


2.1. Generalidades .............................................................................................................. 15
2.2. Terminología ............................................................................................................... 16
2.3. Una concepción estrecha de la Fraseología: la locución ........................................... 20
2.4. Otras dificultades en la delimitación .......................................................................... 22
2.5. Características de las locuciones ................................................................................ 23
2.5.1. Pluriverbalidad ................................................................................................... 23
2.5.2. Fijación ............................................................................................................... 25
2.5.3. Idiomaticidad ..................................................................................................... 26
2.5.4. Institucionalización ............................................................................................ 29
2.5.5. Estructura no oracional ..................................................................................... 30
2.5.6. Frecuencia .......................................................................................................... 32
2.5.7. Nominación ........................................................................................................ 32
2.5.8. Anomalías ........................................................................................................... 33
2.5.9. Figuras de repetición ......................................................................................... 34
2.5.10. Corolario: sobre la privaticidad de los rasgos ................................................. 35
2.6. La Fraseología como disciplina lingüística ................................................................ 38
2.7. Orígenes y desarrollo .................................................................................................. 39
2.8. La investigación sobre la Fraseología en España ...................................................... 40
Notas .................................................................................................................................. 45

3. CLASIFICACIÓN DE LAS LOCUCIONES .............................................................................. 82


3.1. Aspectos generales en torno a la clasificación ........................................................... 82
3.2. Propuestas de clasificación de las locuciones españolas ........................................... 85
3.2.1. Casares Sánchez (1950) ..................................................................................... 85
3.2.2. Melendo (1965) .................................................................................................. 86
3.2.3. Zuluaga Ospina (1980) ....................................................................................... 86
3.2.4. Carneado Moré (1983) ....................................................................................... 87
3.2.5. Hernando Cuadrado (1990) ............................................................................... 88
3.2.6. Corpas Pastor (1996) .......................................................................................... 88
3.2.7. Ruiz Gurillo (2001) ............................................................................................. 88
3.2.8. Álvarez de la Granja (2002 [2003]) .................................................................... 89
3.2.9. Otras propuestas ................................................................................................ 90
3.2.10. García-Page (2004) ........................................................................................... 91
3.3. Locuciones nominales ................................................................................................ 92
3.3.1. Aspectos generales ............................................................................................. 92
3.3.2. Estructuras básicas ............................................................................................ 93
3.3.3. Factores que intervienen en la tipología estructural ......................................... 95
3.3.4. Los límites de la locución nominal .................................................................... 103

525
3.4. Locuciones adjetivas ................................................................................................... 115
3.4.1. Aspectos generales ............................................................................................. 115
3.4.2. Estructuras básicas ............................................................................................ 115
3.4.3. Estructuras marginales ...................................................................................... 119
3.5. Locuciones adverbiales ............................................................................................... 120
3.5.1. Aspectos generales ............................................................................................. 120
3.5.2. Estructuras básicas ............................................................................................ 121
3.5.3. Un problema de límites: ¿locución adverbial o locución verbal? ..................... 128
3.6. Locuciones prepositivas .............................................................................................. 129
3.6.1. Aspectos generales ............................................................................................. 129
3.6.2. Estructuras básicas ............................................................................................ 130
3.7. Locuciones conjuntivas ............................................................................................... 132
3.7.1. Aspectos generales ............................................................................................. 132
3.7.2. Estructuras básicas ............................................................................................ 132
3.8. Locuciones verbales .................................................................................................... 134
3.8.1. Aspectos generales ............................................................................................. 134
3.8.2. Problemas de límites .......................................................................................... 135
3.8.3. Estructuras básicas ............................................................................................ 143
3.8.4. Estructuras particulares .................................................................................... 146
3.9. Locuciones oracionales ............................................................................................... 152
3.9.1. Aspectos generales ............................................................................................. 152
3.9.2. Locuciones semioracionales o clausales ........................................................... 153
3.9.3. Locuciones propiamente oracionales ................................................................ 156
Notas .................................................................................................................................. 165

4. LA VARIACIÓN .................................................................................................................. 213


4.1. Introducción ................................................................................................................ 213
4.2. Fijación y variación ..................................................................................................... 216
4.2.1. La locución con variantes y sus tipos ................................................................ 219
4.2.2. Otras clases de variaciones: las transformaciones gramaticales ...................... 256
4.2.3. Variaciones libres ............................................................................................... 260
Notas .................................................................................................................................. 281

5. NIVEL SINTÁCTICO: PRINCIPALES ESTRUCTURAS SINTÁCTICAS ...................................... 316


5.1. Frases elativas ............................................................................................................. 316
5.1.1. Aspectos generales ............................................................................................. 316
5.1.2. Estructura ........................................................................................................... 316
5.2. El binomio ................................................................................................................... 329
5.2.1. Aspectos generales ............................................................................................. 329
5.2.2. Estructura ........................................................................................................... 329
5.2.3. Aspectos fónicos ................................................................................................. 331
5.2.4. Aspectos semánticos .......................................................................................... 332
5.3. La fórmula negativa .................................................................................................... 334
5.3.1. Aspectos generales ............................................................................................. 334
5.3.2. Estructura ........................................................................................................... 338
5.4. Locuciones con clítico ................................................................................................ 340
Notas .................................................................................................................................. 342

6. NIVEL LÉXICO: PRINCIPALES COMPONENTES LÉXICOS .................................................. 352


6.1. Las palabras idiomáticas ............................................................................................ 352
6.1.1. Aspectos generales ............................................................................................. 352
6.1.2. Terminología ...................................................................................................... 353
6.1.3. Fuentes de formación ........................................................................................ 355
6.2. Arcaísmos .................................................................................................................... 362
6.3. Somatismos ................................................................................................................. 363
6.4. Locuciones numéricas ................................................................................................ 364

526
6.5. Palabras tabú ............................................................................................................... 367
6.6. Quinegramas ............................................................................................................... 370
6.7. Locuciones con deíctico .............................................................................................. 371
6.8. Principales campos léxicos ......................................................................................... 371
Notas .................................................................................................................................. 377

7. NIVEL SEMÁNTICO: PRINCIPALES RELACIONES SEMÁNTICAS ......................................... 388


7.1. La idiomaticidad como rasgo fraseológico ................................................................ 388
7.1.1. Aspectos generales: en torno a la noción de «idiomaticidad» .......................... 388
7.1.2. Locuciones «ambiguas» ..................................................................................... 389
7.1.3. Idiomaticidad simple e idiomaticidad múltiple ................................................ 392
7.1.4. Idiomaticidad débil e idiomaticidad fuerte ....................................................... 394
7.2. Relaciones semánticas ................................................................................................ 396
7.2.1. La polisemia ....................................................................................................... 396
7.2.2. La sinonimia ....................................................................................................... 397
7.2.3. La antonimia ...................................................................................................... 407
7.2.4. Hiperonimia e hiponimia .................................................................................. 412
7.2.5. Tropología ........................................................................................................... 416
7.2.6. Implicaciones lingüísticas .................................................................................. 418
Notas .................................................................................................................................. 419

8. NIVEL PRAGMÁTICO: ALGUNOS ASPECTOS ...................................................................... 433


8.1. Introducción ................................................................................................................ 433
8.2. Restricciones de uso vinculadas al referente ............................................................. 435
8.3. La deíxis ...................................................................................................................... 437
8.3.1. La deíxis de persona ........................................................................................... 437
8.3.2. Deíxis de tiempo y lugar .................................................................................... 438
8.3.3. La deíxis discursiva ............................................................................................ 438
8.3.4. La deíxis social ................................................................................................... 441
8.4. La ironía ...................................................................................................................... 441
8.5. Las máximas de Grice ................................................................................................. 443
8.5.1. La máxima de cantidad ..................................................................................... 443
8.5.2. La máxima de cualidad ...................................................................................... 444
8.5.3. La máxima de relación ...................................................................................... 445
8.5.4. La máxima de manera ....................................................................................... 445
8.6. Los actos ilocucionarios ............................................................................................. 447
8.7. Análisis del discurso: marcadores y operadores ........................................................ 450
Notas .................................................................................................................................. 451

BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................................................... 455

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