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50 años de la revuelta LGTBI de Stonewall: ¿qué fue realmente lo que pasó?

Por Rubén Caravaca Fernández @rubencaravaca

El 22 de junio de 1969 se suicidaba en Londres, a los 47 años de edad, Judy Garland. A


Sylvia Rivera transexual puertorriqueña la noticia no la dejó indiferente, al contrario. La
protagonista de Mago de Oz se había convertido en un icono de la comunidad LGTBI,
cuya canción Over the rainbow se transformó en el himno no oficial del movimiento.

Cinco días más tarde su amiga, y cómplice, Marsha P. Johnson, mujer trans
afroamericana, organizaba una fiesta. Sylvia no pensaba acudir, estaba agotada por su
trabajo en una cadena de tiendas de Jersey City que la tenía ocupada de 11 de la noche
a 7 de la mañana, además no creía apropiado ni bailar, ni festejar, cuando se acaba de
sepultar a Garland.

Tammy Novak mujer trans, que habitualmente actuaba en el Eighty Two Club, llamó a
Sylvia para que esa noche acudiera al Stonewall Inn. bar situado en el número 53 de
Christopher Street. Local regentado por la mafia, punto de encuentro para todo tipo de
reinas, tan venerado como vilipendiando. No era ni mucho menos uno de los lugares
favoritos de la puertorriqueña, aunque allí acudía a pillar drogas que la permitían
aumentar sus ingresos pasándolas en el Washington Square Bar, que según ella misma
“era el bar de draq Queens tercermundistas”. Al final decidió acudir a la convocatoria
de Novak.

El ambiente de esa noche era aceptable, nada exagerado como en otras ocasiones. Las
luces se encendieron. Todas sabían lo qué significada, otra redada policial. Algo no
concordaba, esa misma semana la policía ya había pasado por allí, pero en esta ocasión
se presentó sin avisar. Habitualmente lo hacía, fingían un poco de paripé, todas a las
calles, cierre del local, la mafia rompía los candados de precinto, reponían el alcohol de
garrafa y minutos más tarde vuelta la normalidad. Como contaba la propia Rivera
“maricones aquí, bolleras aquí, bichos raros allí” era la orden habitual. Las raras eran
las que no tenían tres piezas de ropa masculina, los calcetines no contaban, acabando
por tal motivo en el calabozo.

Esa noche todas fueron expulsadas del local. según salían se encontraron con un buen
número de personas observando lo que ocurría. Las más provocativas al salir
empezaron a posar en plan estrellonas, al estilo de las actrices de Hollywood. La cosa
se complicó cuando la policía intentó introducir a algunas en las furgonas policiales.
Una de ellas era Novak. Otra lesbiana vestida con ropa de hombre se resistió a la
detención huyendo y tirando piedras a la policía. Otra de las presentes comentó que el
primer incidente fue cuando una de las detenidas, esposada, protestó por el dolor que
la hacían las esposas, recibiendo como respuesta un porrazo en plena cara. Lo que
parece claro es que fueron varios incidentes lo que precipitaron los acontecimientos.
En vista de la aceleración de lances, casi simultáneos, la policía volvió a refugiarse en el
interior del local.

Desde fuera un grupo de unas cincuenta drags queen empezaron a lanzarles monedas
de un, cinco, diez centavos. Los agentes atrincherados utilizaron a algunos de los
detenidos como escudos humanos. Alguien cortó las líneas de teléfono, la policía
estaba aislada. El Inspector Pine, al mando, no muy bien visto por la policía del distrito
ya que era el responsable de luchar contra la corrupción, especialmente la relacionada
entre bares nocturnos, autoridad y pagos bajo cuerda, tenía que afrontar una realidad
desconocida. Por primera vez las expulsadas no se habían dispersado por las calles
próximas, estaban plantando cara a la represión. Uno de los agazapados en el interior
del bar era el periodista Howard Smith de la publicación local The Village Voice, que
recibió una pistola de la policía “tendremos que luchar a nuestra manera para salir de
aquí”. Tras el primer lanzamiento de monedas la situación empezó a complicarse
cuando se disparó el primer cocktail molotov. Aunque algunas afirmaron que Rivera
fue la protagonista de esa acción, ella lo desmentiría argumentando que lanzó el
segundo, tenía entonces 17 años.

Del resto del relato hay diversas versiones. Posiblemente la que quizás más se
aproxima a la realidad, por los pormenores, la aportación documental y las entrevistas
contrastadas, sea el de Martin Duberman Stonewall. El origen de una revuelta,
publicación de imprescindible lectura ante los relatos mayormente desvirtuados y
manipulados sobre lo acaecido en aquellas noches.

Aunque se ha relatado hasta el infinito que la revuelta de Stonewall fue la primera


revuelta transgénero, no es realmente así. La primera de la que se tiene referencia
tuvo lugar en Cafetería Compton’s en el barrio Tenderloin de San Francisco, donde en
1966 unas reinas plantaron cara a la represión policial produciendo diferentes
altercados, casi tres años antes de los sucesos de Stonewall. El documental Screaming
Queens de Susan Stryker, fundadoras del grupo de acción directa Transgender Nation,
es referencia obligada para conocer lo ocurrido.

Lo sucesos de Stonewall no pueden considerarse como casuales. Tuvieron lugar en una


zona significativa; el Greenwich Village neoyorkino. Un lugar donde la homosexualidad
se podría expresar más o menos libremente. Barrio que limitaba con otros donde la
mayoría de la población era pobre, racializada, diversa y frecuentemente prostituida.
Momento de gran impulso en las luchas por las libertades civiles, periodo histórico
muy determinado. Rock and roll, generación beat. Guerra de Vietnam. Martín Lutero
King asesinado, Robert Kennedy también. Toma de diversas universidades. Estudiantes
negros armados ocupando el campus de Cornell. Las feministas invadiendo el concurso
de Miss América. Panteras Negras y policía protagonizando enfrentamientos armados
en Oakland.

Greenwich Village era un territorio tan diverso como solidario, allí se encontraba el
Stonewall. La rebelión de aquella noche del 28 de junio fue protagonizada por
personas trans, travestis, gays racializados y lesbianas. En días posteriores se unirían
Panteras Negras, prostitutas, parte de la población marginada por la población blanca
y gais procedentes de otras zonas de la ciudad.

Dos de aquellas protagonistas fueron las ya mencionadas Marsha P. Johnson y Sylvia


Rivera, revolucionarias transexuales con un activismo tan impactante como
desconocido. Pusieron en marcha S.T.A.R Street Transvestite Action Revolucionaries
(Acción de Travestis Callejeras Revolucionarias) creando las Casas Star, lugares de
acogida para la comunidad trans. Apostaron por la autorganización frente a la
represión, practicando la solidaridad. No dudaron en prostituirse para que sus
hermanas menores de 10, 11, 12 años, no tuvieron que hacerlo, como la vida las obligó
a ellas. El cadáver de Marsah apareció flotando en las aguas del río Hudson en 1992.
Rivera moriría de cáncer en 2002. Esta última sufrió un ataque de un grupo de
lesbianas segregacionista durante el Día de Liberación Gay de 1973. En el año 2.000,
participó junto a su novia Julia, también trans, en el primer Orgullo Mundial celebrado
en Roma. Ante más de 500.000 personas fue reconocida como “la madre del
movimiento LGTBI”. En 2005 el ayuntamiento de Nueva York denominó una calle con
su nombre.

Han pasado cincuenta años desde aquellas noches. Momentos e historias complejas,
controvertidas dignas de conocer, para entender que todo ni fue, ni es como
mayoritariamente se cuenta y que tampoco pueden ni deben patrimonializarse. Para
acercarnos a ello dos lecturas imprescindibles, editadas por Editorial Imperdible
(https://editorialimperdible.com) la ya comentada Stonewall. El origen de la revuelta
de Martín Duberman y Acción Travesti Callejera Revolucionaria de Sylvia Rivera y
Marsha P. Johnson teniendo presente las palabras de Paco Vidarte (1970-2008): “Si
algo así como una ética LGTBQ es pensable y deseable, ha de partir del hecho de que la
lucha contra la homofobia no puede darse aisladamente haciendo abstracción del
resto de injusticias sociales y de discriminaciones, sino que la lucha contra la
homofobia sólo es posible y realmente eficaz dentro de una constelación de luchas
conjuntas solidarias en contra de cualquier forma de opresión, marginación,
persecución y discriminación. Repito, no por caridad. No porque se nos exija ser más
buena gente que nadie. No porque tengamos que ser Supermaricas. Sino porque la
homofobia, como forma sistémica de opresión, forma un entramado muy tupido con el
resto de formas de opresión, está imbricada con ellas, articulada con ellas de tal modo
que, si tiras de un extremo, el nudo se aprieta por el otro, y si aflojas un cabo, tensas
otro (…) ¿Con qué derecho vamos a exigirle a un hetero que no sea homófobo si
nosotras somos tránsfobas o racistas? (1)

(1) https://www.pikaramagazine.com/2017/05/etica-marica-paco-vidarte/

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