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Resúmenes Articulación de saberes

III (2022)
● Bibliografía:
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● Pruebas de practica:
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● Resúmenes de Ciclo Inicial: https://psicoresumenes.weebly.com/primerano.html
● Resúmenes de segundo año:
https://psicoresumenes.weebly.com/segundoano.html
● Resúmenes de tercer año: https://psicoresumenes.weebly.com/tercerano.html

Alejandro Busto
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Módulo 1: Introducción a la Psicología Clínica. Clínica y subjetividad

Filosofía y Psicología, entrevista a Michael Foucault. - Badiou

La psicología pertenece a una cierta forma cultural que se constituyó en el mundo


occidental. La forma cultural que la psicología ha instaurado se deja ver bien en la historia
de otras formas culturales, por ejemplo, en aquello que ha podido ser la confesión durante
todos los siglos cristianos, o en aquello que ha sido la literatura o el teatro, en lo que
pudieron ser estas instituciones que, en el curso de la Edad Media hasta el siglo XVI
incluido, fueron las cortes de amor, los salones, etc. En fin, se trata de está interrogación
que siempre el hombre ha planteado sobre sí mismo, es está interrogación que en un
momento dado ha tomado está forma cultural que llamamos psicología.

La filosofía es la forma cultural más general de nuestra cultura. Ahora, ¿hay relaciones entre
la forma cultural que es la filosofía y la forma cultural que es la psicología?. La psicología no
ha hecho sino retomar de cierta suerte en un estilo finalmente positivo y científico toda una
serie de preguntas tratadas y animadas por la filosofía en el curso de los siglos precedentes
y que la psicología, trabajando sobre la conducta y el comportamiento, no ha hecho otra
cosa que desmitificar por un lado y volver positivo por el otro nociones como alma o
pensamiento, por ejemplo. En está medida, la psicología aparecería pura y simplemente
como la continuación científica de aquello que hasta el presente había estado alienado y
oscurecido a sí mismo bajo la forma de la filosofía. Y en está misma medida la psicología
aparecería claramente como la forma cultural en la cual el hombre occidental se interroga a
sí mismo y vendría siendo ella la relación fundamental del hombre consigo mismo en una
cultura como la nuestra.

Lo que caracteriza la psicología, lo que ha hecho que ella sea probablemente la más
importante de las ciencias humanas, en cierto modo la ciencia humana rectora, ha sido el
descubrimiento del inconsciente por Freud. Freud literalmente descubrió el inconsciente
como una cosa; y descubriendo el inconsciente, la psicología descubría que el cuerpo
mismo formaba parte de nuestro inconsciente, que la colectividad a la cual pertenecemos, el
grupo social, la cultura en la cual hemos vivido forman parte también de nuestro
inconsciente; y así todas las ciencias vecinas de la psicología, como la fisiología, sociología,
etc, se vieron remodeladas y retomadas en cuenta por la psicología misma, por la
mediación de este descubrimiento del inconsciente, de tal suerte que la psicología devino
probablemente, en el nivel de sus fundamentos más secretos, aquello que porta consigo
mismo todo destino de las ciencias humanas.

No se puede hablar de psicoanálisis de una cultura por ejemplo o de psicoanálisis de una


sociedad sino como metáfora. Solo hay psicoanálisis del individuo y este acto
absolutamente fundador de sentido que es la relación entre el médico (psicoanalista) y su
paciente. No nos queda menos que en cada uno de estos descubrimientos, rigurosamente
individuales, hay un texto y aquello que ese texto quiere decir puede permitir evidentemente
establecer ciertos isomorfismos o ciertas estructuras generales de lenguaje que se
encontraran en otro individuo. Pero el hecho que el mensaje contenga en sí su propio
código es una ley fundamental del psicoanálisis y hace que no haya psicoanálisis sino al
interior de está operación individual que es la cura misma del psicoanálisis.

El psicoanálisis es la psicología menos teórica que se pueda imaginar. No hay entre la


teoría y la práctica freudianas una distinción. La práctica y la teoría freudianas no son sino
una y la misma cosa.
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Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. - Foucault

Nosotros, los victorianos

¿Por qué decimos con tanta pasión, tanto rencor contra nuestro pasado más próximo,
contra nuestro presente y contra nosotros mismos que somos reprimidos? Con toda
segurtidad es legitimo preguntarse por que, durante tanto tiempo, se ha asociado sexo y
pecado, más habria que preguntarse también la razon de que hoy nos culpabilicemos tanto
por haberlo convertido antaño en un pecado. ¿como ha ocurrido ese desplazamiento que,
pretendiendo liberarnos de la naturaleza pecadora del sexo, nos abruma con una gran culpa
historica que habria consistido precisamente en imaginar esa naturaleza culpable y en
extraer de tal creencia efectos desastrosos?

Se me dirá que si hay tantas personas actualmente que señalan esa represión, ocurre así
porque es históricamente evidente. Y que si hablan de ella con tanta abundancia y desde
hace tanto tiempo, se debe a que la represión está profundamente anclada, y una única
denuncia no podría liberarnos; el trabajo solo puede ser largo. Tanto más largo sin duda
cuanto que lo propio del poder es ser represivo y reprimir con particular atención las
energías inútiles, la intensidad de los placeres y las conductas irregulares. Era pues de
esperar que los efectos de liberacion respecto de ese poder represivo se manifestasen con
lentitud; la empresa de hablar libremente del sexo y de aceptarlo en su realidad es tan ajena
al hilo de una historia ya milenaria, es ademas tan hostil a los mecanismos intrinsecos del
poder, que no puede sino atascarse mucho tiempo antes de tener exito en su tarea.

Ahora bien, frente a lo que yo llamaría está “hipótesis represiva”, pueden enarbolarse tres
dudas considerables:
1. ¿la represeion del sexo es en verdad una evidencia historica?
2. ¿la mecánica del poder, y en particular la que está en juego en una sociedad como
la nuestra, pertenece en lo esencial al orden de la represión? ¿la prohibición, la
censura, la denegación son las formas según las cuales el poder se ejerce de un
modo general, tal vez, en toda sociedad, y seguramente en la nuestra?
3. ¿el discurso crítico que se dirige a la represión, viene a cerrarle el paso a un
mecanismo del poder que hasta entonces había funcionado sin discusión o bien
forma parte de la misma red histórica de lo que denuncia llamándolo “represión”?
¿hay una ruptura histórica entre la edad de la represión y el análisis crítico de la
represión?

Las dudas que quisiera oponer a la hipotesis represiva se proponen menos mostrar que
ésta es falsa que colocarla en una economia general de los discursos sobre el sexo en el
interior de las sociedades modernas a partir del siglo XVII. En suma, se trata de determinar,
en su funcionamiento y razones de ser, el régimen de poder-saber-placer que sostiene en
nosotros al discurso sobre la sexualidad humana. El punto esencial es tomar en
consideración el hecho de que se habla de el, quienes lo hacen, los lugares y puntos de
vista desde donde se habla, el “hecho discursivo” global, la “puesta en discurso” del sexo. El
punto importante será saber en qué formas, a través de qué canales, deslizándose a lo
largo de qué discursos llega el poder hasta las conductas más tenues y más individuales,
qué caminos le permiten alcanzar las formas infrecuentes o apenas perceptibles del deseo,
cómo infiltra y controla el placer cotidiano -todo ello con efectos que pueden ser de rechazo,
de bloqueo, de descalificación, pero también de incitación, de intensificación, en suma: las
“técnicas polimorfas del poder”.
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Una primera aproximacion, realizada desde este punto de vista, parece indicar que desde el
fin del siglo XVI la “puesta en discurso” del sexo, lejos de sufrir un proceso de restriccion, ha
estado por el contrario sometida a un mecanismo de incitacion creciente; que las tecnicas
de poder ejercidas sobre el sexo no han obedecido a un principio de seleccion rigurosa sino,
en cambio, de diseminacion e implantacion de sexualidades polimorfas, y que la voluntad de
saber no se ha detenido ante un tabú intocable sino que se ha encarnizado en construir una
ciencia de la sexualidad.

La hipótesis represiva

1. La incitación a los discursos

Siglo XVII: sería el comienzo de una edad de represión, propia de las sociedades llamadas
burguesas. A partir de ese momento, nombrar el sexo se habria tornado más dificil y
costoso.

Pero considerando los siguientes 3 siglos en sus continuas tranformaciones, las cosas
aparecen muy diferentes: una verdadera explosion discursiva en torno y a proposito del
sexo.

En desquite, al nivel de los discursos y sus dominios, el fenómeno es casi inverso. Los
discursos sobre el sexo no han cesado de proliferar: una fermentacion discursiva que se
acelero desde el siglo XVIII.

Este proyecto de una “pueta en discurso” del sexo se había formado hace mucho tiempo, en
una tradición ascetica y monastica. El siglo XVII lo convirtió en una regla para todos. La
pastoral cristiana ha inscrito como deber fundamental llevar todo lo tocante al sexo al molino
sin fin de la palabra. La prohibición de determinados vocablos, la decencia de las
expresiones, todas las censuras al vocabulario podrían no ser sino dispositivos secundarios
respecto de esa gran sujeción: maneras de tornarla moralmente aceptable y técnicamente
útil.

Se ha construido un artefacto para producir discursos sobre el sexo, siempre más discursos,
susceptibles de funcionar y de surtir efecto en su economia misma. Tal técnica quizá habría
quedado ligada al destino de la espiritualidad cristiana o a la economía de los placeres
individuales si no hubiese sido apoyada y reimpulsada por otros mecanismos.
Esencialmente, un “interés público”. No una curiosidad o una sensibilidad nuevas; tampoco
una nueva mentalidad. Si, en cambio, mecanismos de poder para cuyo funcionamiento el
discurso sobre el sexo ha llegado a ser esencial. Nace hacía el siglo XVIII una inclinacion
politica, economica y tecnica a hablar del sexo. Y no en forma de una teoría general de la
sexualidad, sino en formas de análisis, en forma de investigaciones cuantitativas o
causales. Tomar “por su cuenta” el sexo, pronunciar sobre el un discurso no unicamente de
moral sino de racionalidad, fue una necesidad lo bastante nueva como para que al principio
se asombrara a si misma y se buscase excusas.

Se debe hablar del sexo, se debe hablar publicamente y de un modo que no se atenga a la
division de lo licito y lo ilicito; se debe hablar como de algo que no se tiene, simplemente,
que condenar o tolerar, sino que dirigir, que insertar en sistemas de utilidad, regular para el
mayor bien de todos, hacer funcionar segun un optimo. El sexo no es cosa que solo se
juzgue, es cosa que se administra.
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En el siglo XVIII el sexo llega a ser asunto de “policia”. Pero en el sentido pleno y fuerte que
se daba entonces a la palabra. Policia del sexo: es decir, no el rigor de una prohibicion sino
la necesidad de reglamentar el sexo mediante discursos utiles y publicos.

En el corazon de los problemas economicos y politicos de las poblaciones (reguladas por


los Estados nacion); el sexo: hay que analizar la tasa de natalidad, la edad del matrimonio,
los nacimientos legitimos e ilegitimos, la precocidad y la frecuencia de las relaciones
sexuales, la incidencia de las practicas anticonceptivas, etc. A través de la economia politica
de la poblacion se forma toda una red de observaciones sobre el sexo. Nace el análisis de
las conductas sexuales, de sus determinaciones y efectos, en el límite entre lo biológico y lo
económico.

No se dice menos (sobre el sexo) que en los siglos anteriores: al contrario. Se dice de otro
modo; son otras personas quienes lo dicen, a partir de otros puntos de vista y para obtener
otros efectos.

A partir del siglo XVIII el sexo de niños y adolescentes se tornó un objetivo importante y a su
alrededor se erigieron innumerables dispositivos institucionales y estrategias discursivas.

Se trata, en definitiva, no de UN discurso sobre el sexo, sino de una multiplicidad de


discursos producidos por toda una serie de equipos que funcionan en instituciones
diferentes. La Edad Media había organizado alrededor del tema de la carne y de la práctica
de la penitencia un discurso unitario. En los siglos recientes esa relativa unidad ha sido
descompuesta, dispersada, resuelta en una multiplicidad de discursividades distintas, que
tomaron forma en la demografía, biología, medicina, psiquiatría y psicología, la moral, la
política, etc.

Lo que marca, entonces, a nuestros tres ultimos siglos es la veridad, la amplia dispersion de
los aparatos inventados para hablar, para hacer hablar del sexo, para obtener que el hable
por si mismo, para escuchar, registrar, transcribir y redistribuir lo que se dice. Se trata de
una incitación a los discursos, regulada y polimorfa.

La implantación perversa

Hasta fines del siglo XVIII, tres grandes códigos explícitos regían las prácticas sexuales:
derecho canónico, pastoral cristiana y ley civil. Fijaban, cada uno a su manera, la línea
divisoria de lo lícito y lo ilícito. Pero todos estaban centrados en las relaciones
matrimoniales: el deber conyugal, la capacidad para cumplirlo, la manera de observarlo, los
momentos en que se lo exigía (periodos peligrosos del embarazo y la lactancia, tiempo
prohibido de la cuaresma o de las abstinencias), etc. El sexo de los conyuges estaba
obsedido por reglas y recomendaciones.

La explosion discursiva de los siglos XVIII y XIX provocó dos modificaciones en ese sistema
centrado en las relaciones matrimoniales. En primer lugar, un movimiento centrifugo
respecto a la monogamia heterosexual. Se habla cada vez menos de ella, la pareja legítima,
con su sexualidad regular, tiene derecho a mayor discreción. En cambio, se interroga a la
sexualidad de los niños, a la de los locos y a la de los criminales; al placer de quienes no
aman al otro sexo; a las ensoñaciones, las obsesiones, las pequeñas manias o las grandes
furias.

¿Qué significa la aparición de todas esas sexualidades periféricas? ¿El hecho de que
puedan aparecer a plena luz es el signo de que la regla se afloja? ¿O el hecho de que se
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les preste tanta atención es prueba de un régimen más severo y de la preocupación de
tener sobre ellas un control exacto?

Lo importante quizá no resida en la cantidad de represión, sino en la forma de poder que se


ejerce. Cuando se nombra, como para que se levante, a toda esa vegetación de
sexualidades dispares, ¿se trata de excluirlas de lo real? Al parecer, la función del poder
que aquí se ejerce no es la de prohibir, al parecer, se ha tratado de operaciones muy
diferentes de la simple prohibición.

La mecánica del poder que persigue a toda esa disparidad no pretende suprimirla sino
dandole una realidad analitica, visible y permanente: la hunde en los cuerpos, la desliza
bajo las conductas, la convierte en principio de clasificación y de inteligibilidad, la constituye
en razón de ser y orden natural del desorden. ¿Exclusión de esas mil sexualidades
aberrantes? No. En cambio, especificación, solidificación regional de cada una de ellas. Al
diseminarlas, se trata de sembrarlas en lo real y de incorporarlas al individuo.

Para ejercerse, está forma de poder exige, más que las viejas prohibiciones, presencias
constantes, atentas, también curiosas; supone proximidades; procede por exámenes y
observaciones insistentes; requiere un intercambio de discursos. La medicalización de lo
insólito es, a un tiempo, el efecto y el instrumento de todo ello. Internadas en el cuerpo,
convertidas en caracter profundo de los individuos, las rarezas del sexo dependen de una
tecnologia de la salud y de lo patologico.

La sociedad “burguesa” del siglo XIX, sin duda también la nuestra, es una sociedad de la
perversión notoria y patente. Y no de manera hipócrita, pues nada ha sido más manifiesto y
prolijo, más abiertamente tomado a su cargo por los discursos y las instituciones. Se trata
del tipo de poder que la sociedad ha hecho funcionar sobre el cuerpo y el sexo. Tal poder,
precisamente, no tiene ni la forma de la ley ni los efectos de la prohibición. Al contrario,
procede por desmultiplicación de las sexualidades singulares. No la excluye, la incluye en el
cuerpo como modo de especificación de los individuos; no intenta esquivarla; atrae sus
variedades mediante espirales donde placer y poder se refuerzan; no establece barreras;
dispone lugares de máxima saturación. Produce y fija a la disparidad sexual. Las
sexualidades múltiples, todas forman el correlato de procedimientos precisos de poder. El
crecimiento de las perversiones es el producto real de la interferencia de un tipo de poder
sobre el cuerpo y sus placeres. Es posible que Occidente no haya sido capaz de inventar
placeres nuevos, y sin duda no descubrió vicios inéditos. Pero definió nuevas reglas para el
juego de los poderes y los placeres: allí se dibujó el rostro fijo de las perversiones.

Scientia Sexualis

Nota: La scientia sexualis es una práctica discursiva.

Al menos hasta Freud, el discurso sobre el sexo -el discurso de cientificos y teoricos- no
habria cesado de ocultar aquello de lo que hablaba. Se podria tomar a todas esas cosas
dichas, precauciones meticulosas y analisis detallados, por otros tantos procedimietos
destinados a esquivar la insoportable, la demasiado peligrosa verdad del sexo. Y el solo
hecho de que se haya pretendido hablar desde el punto de vista purificado y neutro de una
ciencia es en sí mismo significativo. Era, en efecto, una ciencia hecha de fintas, puesto que
en la incapacidad o el rechazo a hablar del sexo mismo, se refirio sobre todo a sus
aberraciones, perversiones, rarezas excepcionales, anulaciones patologicas,
exasperaciones morbidas.
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El discurso cientifico formulado sobre el sexo en el siglo XIX estuvo atravesado por
credulidades sin tiempo, pero también por cegueras sistematica: negacion a ver y oir; pero
-sin duda es el punto esencial- negacion referida a lo mismo que se hacía aparecer o cuya
formulacion se solicitaba imperiosamente.

Nuestra civilización es la única en practicar una scientia sexualis. O mejor: en haber


desarrollado durante siglos, para decir la verdad del sexo, procedimientos que en lo
esencial corresponden a una forma de saber rigurosamente opuesta al arte de las
iniciaciones y al secreto magistral: se trata de la confesion.

Al lado de los rituales consistentes en pasar por pruebas, al lado de las garantías dadas por
la autoridad de la tradición, al lado de los testimonios, pero también de los procedimientos
científicos de observación y demostración, la confesión se convirtió, en Occidente, en una
de las técnicas más altamente valoradas para producir lo verdadero. Desde entonces
hemos llegado a ser una sociedad singularmente confesante. La confesión difundió hasta
muy lejos sus efectos: en la justicia, en la medicina, en la pedagogía, en las relaciones
familiares, en las relaciones amorosas, en el orden de lo más cotidiano; se confiesan las
enfermedades y las miserias, y se confiesa en público y en privado, a padres, educadores,
médicos; y, en el placer o la pena, uno se hace a sí mismo confesiones imposibles de hacer
a otro, y con ellas escribe libros. La gente confiesa -o es forzada a confesar.

El hombre, en Occidente, ha llegado a ser un animal de confesión.

La obligación de confesar nos llega ahora desde tantos puntos diferentes, está ya tan
profundamente incorporada a nosotros que no la percibimos más como efecto de un poder
que nos constriñe; al contrario, nos parece que la verdad, en lo más secreto de nosotros
mismos, solo “pide” salir a la luz; que si no lo hace es porque una coerción la retiene,
porque la violencia de un poder pesa sobre ella, y no podrá articularse al fin sino al precio
de una especie de liberación.

La confesion fue y sigue siendo hoy la matriz general que rige la produccion del discurso
veridico sobre el sexo. Ha sido, no obstante, considerablemente transformada.
Durante mucho tiempo permaneció sólidamente encastrada en la práctica de la penitencia.
Pero poco a poco, después del protestantismo, la pedagogía del siglo XVIII y la medicina
del XIX, perdió su ubicación ritual y exclusiva; se difundió; se la utilizó en toda una serie de
relaciones: niños y padres, alumnos y pedagogos, enfermos y psiquiatras, delincuentes y
expertos. Las motivaciones y los efectos esperados se diversificaron, así como las formas
que adquirió: interrogatorios, consultas, relatos autobiográficos, cartas; fueron consignados,
transcritos, reunidos en expedientes, publicados y comentados.

Diseminación, pues, de los procedimientos de la confesión, localización múltiple de su


coacción, extensión de su dominio.

Procedimientos por los cuales esa voluntad de saber relativa al sexo, que caracteriza al
Occidente moderno, hizo funcionar los rituales de la confesion en los esquemas de la
regularidad cientifica: ¿como se logro constituir esa inmensa y tradicional extorsion de
confesion sexual en formas cientificas?

1. Por una codificación clínica del “hacer hablar”: combinar la confesión con el
examen, el relato de sí mismo con el despliegue de un conjunto de signos y
síntomas descifrables, el interrogatorio, el cuestionario apretado, la hipnosis con la
rememoración de recuerdos, las asociaciones libres: otros tantos medios para
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reinscribir el procedimiento de la confesión en un campo de observaciones
científicamente aceptables.
2. Por el postulado de una causalidad general y difusa: el deber decirlo todo y el
poder interrogar acerca de todo encontraran su justificacion en el principio de que el
sexo está dotado de un poder causal inagotable y polimorfo. Al más discreto
acontecimiento en la conducta sexual se lo supone capaz de acarrear las
consecuencias más variadas a lo largo de toda la existencia; no hay enfermedad o
trastorno físico al cual el siglo XIX no le haya imaginado por lo menos una parte de
etiología sexual. Los peligros ilimitados que el sexo conlleva justifican el caracter
exhaustivo de la inquisicion a la cual es sometido.
3. Por el principio de una latencia instrinseca de la sexualidad: si hay que arrancar
la verdad del sexo con la tecnica de la confesion, no sucede así simplemente porque
sea dificil de decir o este bloqueada por las prohibiciones de la decencia, sino
porque el funcionamiento del sexo es oscuro; porque está en su naturaleza escapar
siempre, porque su energia y sus mecanismos se escabullen; porque su poder
causal es en parte clandestino. Al integrarla a un proyecto de discurso científico, el
siglo XIX desplazó a la confesión; está tiende a no versar ya sobre lo que el sujeto
desearía esconder, sino sobre lo que está escondido para el mismo y que no puede
salir a la luz sino poco a poco y merced al trabajo de una confesión en la cual, cada
uno por su lado, participan el interrogador y el interrogado. El principio de una
latencia esencial de la sexualidad permite articular en una práctica científica la
obligación de una confesión difícil. Es preciso arrancarla, y por la fuerza, puesto que
se esconde.
4. Por el método de la interpretación: si hay que confesar, no es solo porque el
confesor tenga el poder de perdonar, consolar y dirigir, sino porque el trabajo de
producir la verdad, si se quiere validarlo científicamente, debe pasar por esa
relación. La verdad no reside en el sujeto y, confesando, la sacaría por entero a la
luz. Se constituye por partida doble: presente, pero incompleta, ciega ante sí misma
dentro del que habla, solo puede completarse en aquel que la recoge. A este le toca
decir la verdad de esa verdad oscura: hay que acompañar la revelación de la
confesión con el desciframiento de lo que dice. Al convertir la confesión no ya en una
prueba sino en un signo, y la sexualidad en algo que debe interpretarse, el siglo XIX
se dio la posibilidad de hacer funcionar los procedimientos de la confesión en la
formación regular de un discurso científico.
5. Por la medicalizacion de los efectos de la confesion: el dominio del sexo ya no
es colocado solo en el registro de la falta y el pecado, sino, bajo el regimen de lo
normal y de lo patologico; por primera vez se define una morbilidad propia de lo
sexual. Ello quiere decir que la confesión adquirirá su sentido y su necesidad entre
las intervenciones médicas: exigida por el médico,necesaria para el diagnóstico y
por sí misma eficaz para la curación.

Desde hace más de ciento cincuenta años, está montado un dispositivo complejo para
producir sobre el sexo discursos verdaderos: un dispositivo que atraviesa ampliamente la
historia puesto que conecta la vieja orden de confesar con los metodos de la escucha
clinica. Y fue a través de ese dispositivo como, a modo de verdad del sexo y sus placeres,
pudo aparecer algo como la “sexualidad”.

En la intersección de una técnica de confesión y una discursividad científica, la sexualidad


se definió “por naturaleza” como: un dominio penetrable por procesos patológicos, y que por
lo tanto exigía intervenciones terapéuticas o de normalización; un campo de significaciones
que descifrar; un lugar de procesos ocultos por mecanismos específicos; un foco de
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relaciones causales indefinidas, una palabra oscura que hay que desemboscar y, a la vez,
escuchar.

La sociedad que se desarrolla en el siglo XVII no opuso al sexo un rechazo fundamental a


reconocerlo. Al contrario, puso en acción todo un aparato para producir sobre él discursos
verdaderos. No solo habló mucho de él y constriñó a todos a hacerlo, sino que se lanzó a la
empresa de formular su verdad regulada.

La causalidad en el sujeto, el incosciente del sujeto, la verdad del sujeto en el otro que
sabe, el saber en el otro de lo que el sujeto no sabe, todo eso hallo campo propicio para
desplegarse en el discurso del sexo. No, sin embargo, en razon de alguna propiedad natural
inherente al sexo mismo, sino en funcion de las tecnicas de poder inmanentes en tal
discurso.

El método

En el tipo de discurso sobre el sexo, en su forma de extorsion de la verdad que aparece


historicamente y en lugares determinados (en torno al cuerpo del niño, a proposito del sexo
femenino, etc), ¿cuales son las relaciones de poder, las más inmediatias, las más locales,
que estan actuando?

El cuerpo del niño vigilado, rodeado de su cuna, lecho o cuarto, rodeado por sus padres,
pedagogos, medicos, todos atentos a las menores manifestaciones de su sexo, constitiyo
sobre todo a partir del siglo XVIII, otro foco local de poder-saber.

Las relaciones de poder-saber no son formas establecidas de repartición sino “matrices de


transformaciones”. El conjunto constituido en el siglo XIX alrededor del niño y su sexo por el
padre, la madre, el educador y el medico, atraveso modificaciones incesantes,
desplazamientos continuos, uno de cuyos resultados más espectaculares fue una extraña
inversion: mientras que, al principio, la sexualidad del niño fue problematizada en una
relacion directamente establecida entre el medico y los padres (en forma de consejos,
vigilancia, amenazas para el futuro), finalmente fue en la relacion del psiquiatra con el niño
como la sexualidad de los adultos se vio puesta en entredicho.

El dispositivo familiar sirvio de soporte a las grandes “maniobras” para el control de la


natalidad, para las incitaciones poblacionistas, para la medicalizacion del sexo y la
psiquiatrizacion de sus formas no genitales.

Dominio

La sexualidad no se debe describir como aquello que el poder somete y a menudo fracasa
en su intento de dominarla por completo. Sino más bien como un punto de pasaje para las
relaciones de poder. En las relaciones de poder la sexualidad no es el elemento más sordo,
sino, más bien, uno de los que estan dotados de la mayor instrumentalidad: utilizable para el
mayor número de maniobras y capaz de servir de apoyo, de bisagra, a las más variadas
estrategias.

En una primera aproximacion, parece posible distinguir, a partir del siglo XVIII, cuatro
grandes conjuntos estrategicos que despliegan a proposito del sexo dispositivos especificos
de saber y de poder:
1. Histerización del cuerpo de la mujer: según el cual el cuerpo integralmente fue
saturado de sexualidad. El cuerpo fue puesto en comunicación orgánica con el
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cuerpo social, cuya fecundidad regulada debe asegurar, el espacio familiar, del que
debe ser un elemento sustancial y funcional, y la vida de los niños, que produce y
debe garantizar, por una responsabilidad biológico-moral: la Madre, con su imagen
negativa que es la “mujer nerviosa”, constituye la forma más visible de está
histerización.
2. Pedagogizacion del sexo del niño: afirmacion de que casi todos los niños se
entregan o son susceptibles de entregarse a una actividad sexual, y de que siendo
esa actividad indebida, a la vez “natural” y “contra natura”, trae consigo peligros
fisicos y morales. Tal pedagogización se manifiesta sobre todo en una guerra contra
la masturbación que en Occidente duró cerca de dos siglos.
3. Socialización de las conductas procreadoras: socialización económica, por
medidas sociales o fiscales, a la fecundidad de las parejas; socialización política por
la responsabilización de las parejas respecto del cuerpo social entero; socialización
médica, en virtud del valor patógeno, para el individuo y la especie, prestado a las
prácticas de control de los nacimientos.
4. Psiquiatrización del placer perverso: el instinto sexual fue aislado como instinto
biológico y psíquico autónomo, se analizò sus formas anómalas; se le prestó papel
de normalización y patologización a la conducta entera, y por último, se buscó una
tecnología correcta de dichas anomalías.

En resumen, las cuatro figuras son: la mujer histerica, el niño masturbador, la pareja
malthusiana y el adulto perverso; cada uno es el correlativo de una de las estrategias que,
cada una a su manera, atravesaron y utilizaron el sexo de los niños, mujeres y hombres.

Tales estrategias se tratan de la producción misma de la sexualidad. La sexualidad es el


nombre que se puede dar a un dispositivo histórico: no una realidad por debajo en la que se
ejercerían difíciles apresamientos, sino una gran red superficial donde la estimulación de los
cuerpos, la intensificación de los placeres, la incitación al discurso, la formación de
conocimientos, el refuerzo de los controles y las resistencias se encadenan unos con otros
según grandes estrategias de saber y de poder.

Primero, las relaciones de sexo dieron lugar a un dispositivo de alianza: sistema de


matrimonio, de transmision de nombres y bienes, etc. Pero este dispositivo, poco a poco,
perdió importancia debido a que los procesos económicos y las estructuras políticas dejaron
de hallar en él un instrumento adecuado. Así, las sociedades del siglo XVIII inventaron y
erigieron un nuevo dispositivo que se le superpone y que contribuyó, aunque sin excluirlo, a
reducir su importancia. Ese es el dispositivo de la sexualidad: como el de alianza, está
empalmado a los compañeros sexuales, pero de muy distinta manera.

En un intento de resumen de todo lo anteriormente expresado se puede decir, entonces


que, la sexualidad está ligada a dispositivos de poder recientes; ha estado en expansión
creciente desde el siglo XVII; la disposición o arreglo que desde entonces la sostuvo no se
dirige a la reproducción; se ligó desde el origen a una intensificación del cuerpo; a su
valoración como objeto de saber y como elemento en las relaciones de poder.

Fue alrededor y a partir del dispositivo de alianza donde se erigió el de sexualidad. El papel
de la familia es anclarla y constituir su soporte permanente. La familia es el cambiador de la
sexualidad y de la alianza: transporta la ley y la dimensión de lo jurídico hasta el dispositivo
de sexualidad; y transporta la economía del placer y la intensidad de las sensaciones hasta
el régimen de la alianza.
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El psicoanálisis surge, justamente, recorriendo fuera del control familiar la sexualidad de los
individuos; sacaba a la luz esa sexualidad, ponía en entredicho las relaciones familiares con
el análisis que de ellas hacía.

Periodización

La historia de la sexualidad supone dos rupturas:


1. Una durante el siglo XVII: nacimiento de las grandes prohibiciones, valoración de la
sexualidad adulta y matrimonial únicamente, etc
2. La otra, durante el siglo XX: no tanto ruptura como inflexión de la curva: los
mecanismos de represión comenzaron a aflojarse, se paso de las prohibiciones
sexuales a una tolerancia relativa respecto de las relaciones prenupciales o
extramatrimoniales; se levantaron en cierta medida los tabúes que pesaban sobre la
sexualidad infantil

En el siglo XVIII, por mediacion de la medicina, la pedaogia y la economia, se hizo del sexo
no solo un asunto laico, sino un asunto de Estado: un asunto en el cual todo el cuerpo
social, y casi cada uno de sus individuos, era instado a vigilarse. Se desarrollaba según 3
ejes:
a. la pedagogía: cuyo objetivo era la sexualidad específica del niño
b. la medicina: cuyo objetivo era la fisiología sexual de las mujeres
c. la demografía: cuyo objetivo era la regulación de los nacimientos

Hasta el psicoanalisis, reinaba toda una serie de teorias medicas sobre el sexo y la
herencia, sobre el sexo y las perversiones. La teoría de la degeneración explicaba, por
ejemplo, como una herencia cargada de diversas enfermedades producida en definitiva un
perverso sexual; pero también explicaba como una perversión sexual inducía un
agotamiento de la descendencia. Toda una practica social, cuya forma exasperada y a la
vez coherente fue el racismo de Estado, dio a la tecnologia del sexo un poder temible y
efectos remotos.

Fue el psicoanálisis quien protagonizó la ruptura respecto a ese gran sistema de la


generación. Busco emancipar la tecnología médica propia del instinto sexual de sus
correlaciones con la herencia, y, por consiguiente, con todos los racismos y eugenismos que
la acompañaban.

Fue en primer termino en la familia burguesa o aristocratica donde se problematizo la


sexualidad de los niños y adolescentes; donde se medicalizo la sexualidad femenina; y
donde se alerto sobre la posible patologia del sexo, la urgente necesidad de vigilarlo y de
inventar una tecnologia racional de correccion. Fue alli el primer lugar de la psiquiatrizacion
del sexo.

Frente a ello, las capas populares escaparon durante mucho tiempo al dispositivo de
sexualidad. Los mecanismos de sexualizacion penetraron lentamente en esas capas, y sin
duda en tres etapas sucesivas:
1. Primero a propósito de los problemas de natalidad
2. Luego, cuando la organización de la familia canónica pareció un instrumento de
control político y regulación económica indispensable para la sujeción del
proletariado urbano, gran campaña en pro de la “moralización de las clases pobres”.
3. Finalmente, cuando a fines del siglo XIX se desarrolló el contrato judicial y médico
de las perversiones, en nombre de una protección general de la sociedad y la raza.
11
De está forma puede decirse que el dispositivo de sexualidad se difundió en el cuerpo social
entero. Pero no adquirió en todas partes las mismas formas ni utilizó los mismos
instrumentos.

El sexo no fue una parte del cuerpo que la burguesia tuvo que descalificar o anular; sino
que fue el elemento de si misma que la inquieto más que cualquier otro, que la preocupo,
exigio y obtuvo sus cuidados. A partir de mediados del siglo XVIII, la burguesía empieza a
proveerse de una sexualidad y constituirse a partir de ella un cuerpo específico, un cuerpo
de clase, dotado de salud, una higiene.

Así como la aristocracia había afirmado la especificidad del cuerpo por medio de la sangre,
de las ascendencias; la burguesía, para darse un cuerpo, miró en cambio hacía la
descendencia y la salud de su organismo. El sexo fue la sangre de la burguesia. La
preocupación genealógica se volvió preocupación por la herencia; en los matrimonios se
tomó en cuenta no solo la herencia económica sino las amenazas de la herencia biológica.

Por todo esto es posible decir que la sexualidad es originaria e históricamente burguesa y
que induce, en sus desplazamientos sucesivos y sus trasposiciones, efectos de clase de
carácter específico.

En su emergencia histórica, el psicoanálisis no puede disociarse de la generalización del


dispositivo de sexualidad y de los mecanismos secundarios de diferenciación que en él se
produjeron. El psicoanalisis desempeña en tal dispositivo varios papeles simultaneos: es
mecanismo de union de la sexualidad con el sistema de alianza; se establece en posicion
adversa a la teoria de la degerancion; funciona como elemento diferenciador en la
tecnologia general del sexo.

La sociedad del cansancio - Byung-Chul Han

La violencia neuronal
Toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. El comienzo del siglo XXI, desde el
punto de vista patológico, tiene enfermedades neuronales, como la depresión, el trastorno
por déficit de atención con hiperactividad, etc. Estas enfermedades son infartos
ocasionados por un exceso de positividad.

Las enfermedades neuronales del siglo XXI siguen una dialéctica de la positividad.
Consisten en estados patológicos atribuibles a un exceso de positividad. La violencia parte
de lo idéntico. En un sistema dominado por lo identico solo se puede hablar de las defensas
del organismo en sentido figurado. La resistencia inmunitaria se dirige siempre contra lo otro
o lo extraño. Lo idéntico no conduce a la formación de anticuerpos. En un sistema dominado
por lo idéntico no tiene sentido fortalecer las defensas del organismo. En este sentido, es
relevante el rechazo no inmunológico, el cual va dirigido a la sobreabundancia de lo
idéntico: al exceso de positividad.

La repulsión frente al exceso de positividad consiste en una abreacción digestivo-neuronal y


en un rechazo. El agotamiento, la fatiga y la asfixia ante la sobreabundancia, todas son
manifestaciones de una violencia neuronal.

La violencia de la positividad no presupone ninguna enemistad. Se despliega en una


sociedad permisiva y pacífica. Debido a ello no es tan visible. Habita el espacio libre de
negatividad de lo idéntico, ahí donde no existe ninguna polarización entre amigo o enemigo,
entre el adentro y el afuera, o entre lo propio y lo extraño.
12

La positivización del mundo permite la formación de nuevas formas de violencia. Estas son
inmanentes al sistema mismo. Y precisamente en razón de su inmanencia no suscitan
resistencia. Aquella violencia neuronal que da lugar a infartos psíquicos consiste en un
terror de la inmanencia. La violencia de la positividad es saturativa, exhaustiva. Por ello es
inaccesible a una percepción inmediata.

Tanto la depresión como el TDAH indican un exceso de positividad. Este último significa el
colapso del yo que se funde por su sobrecalentamiento que tiene su origen en la
sobreabundancia de lo idéntico. El hiper de la hiperactividad es sencillamente una
masificación de la positividad.

Más allá de la sociedad disciplinaria


La sociedad disciplinaria de Foucault, que consta de hospitales, psiquiátricos, cárceles, etc,
ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día. En su lugar se ha establecido una
sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, shoppings, etc. La sociedad del siglo XXI
no es disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento. Sociedad que produce depresivos y
fracasados.

La sociedad del disciplinamiento estaba marcada por el “deber hacer”, negativo. La


sociedad del rendimiento está marcada por el “podemos hacer”, positivo. La positividad del
“poder” es mucho más eficiente que la negatividad del “deber”. El sujeto del rendimiento es
más rápido y más productivo que el de obediencia. Pero no hay una ruptura entre el
disciplinamiento y la productividad, entre el deber y el poder, sino una continuidad. El poder
eleva el nivel de productividad obtenida por la técnica disciplinaria, el sujeto del rendimiento
sigue siendo obediente, sigue estando disciplinado, pero ahora es, además, rendidor. Alan
Ehrenberg sitúa la depresión en el paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad del
rendimiento:

El éxito de la depresión comienza en el instante en el que el modelo disciplinario de gestión


de la conducta, que, de forma autoritaria y prohibitiva, otorgó sus respectivos papeles tanto
a las clases sociales como a los dos sexos, es abandonado a favor de una norma que
induce al individuo a la iniciativa personal: que lo obliga a devenir el mismo. El deprimido no
está a la altura, está cansado del esfuerzo de devenir el mismo.

Sin embargo, lo que provoca la depresión no es solo el agotamiento de pertenecer a sí


mismo, de devenir él mismo, sino la presión por el rendimiento.

El hombre tardomoderno es un hombre indefenso y desprotegido frente al exceso de


positividad. Es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, voluntariamente, sin
coacción externa. El es, al mismo tiempo, verdugo y víctima. La depresión se desata en el
momento en el que el sujeto de rendimiento ya no puede poder más. El lamento del
individuo depresivo “nada es posible” solamente puede manifestarse dentro de una
sociedad que cree que “nada es imposible”. La depresión es la enfermedad de una
sociedad que sufre bajo el exceso de positividad.

El sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso
lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo. De está manera, no está sometido a nadie,
mejor dicho, sólo a sí mismo. En este sentido, se diferencia del sujeto de obediencia. La
supresión de un dominio externo no conduce hacía la libertad; más bien hace que libertad y
coacción coincidan. Así, el sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la
libre obligación de maximizar el rendimiento. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza
13
y se convierte en auto explotación. Está es mucho más eficaz que la explotación por otros,
pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el
explotado. VÍctima y verdugo ya no pueden diferenciarse. Está autorreferencialidad genera
una libertad paradojica, que, a causa de las estructuras de obligación inmanentes a ella, se
convierte en violencia. Las enfermedades psíquicas de la sociedad de rendimiento
constituyen precisamente las manifestaciones patológicas de está libertad paradójica.

El aburrimiento profundo
El exceso de positividad se manifiesta, asimismo, como un exceso de estímulos,
informaciones e impulsos. Modifica radicalmente la estructura y economía de la atención.
Debido a esto, la percepción queda fragmentada y dispersa. Además, el aumento de carga
de trabajo requiere una particular técnica de administración del tiempo y la atención
denominada como multitasking. Está técnica, sin embargo, no significa un progreso en la
civilización, sino más bien una regresión. Este efecto multitasking está ampliamente
extendido entre los animales salvajes, ya que es imprescindible para la supervivencia. El
animal salvaje está obligado a distribuir su atención en diversas actividades. Este efecto que
no deja lugar para la atención contemplativa es preocupante.

Los logros culturales de la humanidad se deben a una atención profunda y contemplativa.


La cultura requiere un entorno en el que sea posible una atención profunda. Ésta es
reemplazada progresivamente por una forma de atención muy distinta, la hiperatención.
Está atención dispersa se caracteriza por un acelerado cambio de foco entre diferentes
tareas, fuentes de información y procesos. Dada, además, su escasa tolerancia al hastío,
tampoco admite aquel aburrimiento profundo que sería de cierta importancia para un
proceso creativo.

Vita activa
La sociedad de trabajo se ha individualizado y convertido en la sociedad de rendimiento y
actividad. El animal laborans tardomoderno está dotado de tanto ego que está por explotar,
y es cualquier cosa menos pasivo. El animal laborans tardomoderno es, en sentido estricto,
todo menos animalizado. Es hiperactivo e hiperneurótico.

La moderna pérdida de creencias, que afecta no solo a Dios o al más allá, sino también a la
realidad misma, hace que la vida humana se convierta en algo totalmente efímero. Pero no
solo está es efímera, sino también lo es el mundo en cuanto tal. Nada es constante y
duradero. Ante está falta de Ser surgen el nerviosismo y la intranquilidad. El Yo
tardomoderno está totalmente aislado, incluso las religiones, las cuales de alguna manera
liberaban al hombre del miedo a la muerte y generaban una sensación de duración, ya no
sirven.

La sociedad de trabajo y rendimiento no es ninguna sociedad libre. Produce nuevas


obligaciones. La dialéctica del amo y el esclavo no conduce finalmente a aquella sociedad
en la que todo aquel que sea apto para el ocio es un ser libre, sino más bien a una sociedad
de trabajo, en la que el amo mismo se ha convertido en esclavo del trabajo. En está
sociedad de obligación, cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados. Y lo
particular de este último consiste en que allí se es víctima y verdugo a la vez. Así, uno se
explota a sí mismo.

Así, la pérdida de la capacidad contemplativa está vinculada a la absolutización de la vida


activa, es corresponsable de la histeria y el nerviosismo de la moderna sociedad activa.
14
Pedagogía del mirar
La vida contemplativa presupone una particular pedagogía del mirar. Aprender a mirar
significa “Acostumbrar el ojo a mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se
acerquen al ojo”, es decir, educar el ojo para una profunda y contemplativa atención, para
una mirada larga y pausada. Uno tiene que aprender a “no responder inmediatamente a un
impulso, sino a controlar los instintos que inhiben y ponen término a las cosas”. Reaccionar
inmediatamente y a cada impulso es una enfermedad, un declive, un síntoma del
agotamiento.

La vida contemplativa opone resistencia a los impulsos atosigantes que se imponen. En


lugar de exponer la mirada a merced de los impulsos eternos, la guia con soberanía. En
cuanto acción que dice No y es soberana, la vida contemplativa es más activa que cualquier
hiperactividad, pues está última representa precisamente un síntoma del agotamiento
espiritual.

Existen dos formas de potencia. La positiva es la potencia de hacer algo. La negativa es, sin
embargo, la potencia del no hacer, de decir No. Está última se diferencia de la mera
impotencia, de la incapacidad de hacer algo. La impotencia consiste únicamente en ser lo
contrario de la potencia positiva. La potencia negativa excede la positividad. Es una
potencia del no hacer. Si solo se poseyera la potencia de hacer algo, pero ninguna potencia
de no hacer, entonces se caería en una hiperactividad mortal. Si solamente se tuviera la
potencia de pensar algo, el pensamiento se dispersaría en la hilera infinita de objetos. La
reflexión sería imposible, porque la potencia positiva, el exceso de positividad, permite tan
solo el “seguir pensando”.

La negatividad del “no” es un rasgo característico de la contemplación. La negatividad del


“no” constituye un proceso extremadamente activo, es todo menos pasividad. Es un
ejercicio que consiste en alcanzar en sí mismo un punto de soberanía, en ser centro. La
hiperactividad es, paradójicamente, una forma en extremo pasiva de actividad que ya no
permite ninguna acción libre. Se basa en una absolutización unilateral de la potencia
positiva.

La sociedad del cansancio


El cansancio de la sociedad de rendimiento es un cansancio a solas, que aísla y divide.
Estos cansancios son violencia, porque destruyen toda comunidad, toda cercanía, incluso el
mismo lenguaje.

El cansancio del agotamiento es un cansancio de la potencia positiva. Incapacidad para


hacer algo. El cansancio que inspira es un cansancio de la potencia negativa.

Subjetividad controlada - Lewkowicz

Desde el siglo XIX, el principio de soberanía popular representada se instituyó desde unos
estados que definían al territorio sobre el que operaban como “nación”. Esas naciones
estaban representadas en los Estados. Constituían espacios unificados y delimitados
netamente: un mercado, una soberanía sobre ese mercado, una identidad de sus
habitantes. La moneda nacional era un símbolo evidente de esas tres dimensiones:
mercado, soberanía e identidad nacional.

Desde el último cuarto de siglo las naciones se han desvanecido como realidades efectivas.
Los estados tienden a no representar los proyectos nacionales sino a administrar
tendencias generales de los mercados. No ejercen ya la soberanía económica e informativa,
15
que se ha deslocalizado de las entidades políticas reconocibles. Las identidades se
disuelven en tipos universalistas. La tarjeta plástica informatizada es el símbolo pertinente
de este modo de organización de la vida social y económica.

Cada tipo de estado instituye un tipo subjetivo que le es propio. Los estados nacionales
habían instituido la figura del ciudadano como fundamento de su operatoria. El ciudadano
se define por una propiedad y una pertenencia. La propiedad es la conciencia; la
pertenencia es nacional. La conciencia nacional define una identidad necesaria para el
funcionamiento del estado. La conciencia fundaba entonces la identidad.

Los estados actuales, que tienden a unificarse en mercados comunes que los trascienden,
se definen como técnico-administrativos. Los estados tecnoadministrativos no representan
pueblos sino tendencias de los mercados. El soporte “ciudadano” no puede fundamentarlo.

Es importante también recordar que, en la medida que no hay sistema capaz de incluirlo
todo, la exclusión específica de cada sistema de organización es fundante de su propia
lógica. Si un tipo de estado organiza un tipo subjetivo para los incluidos, organiza también la
subjetividad de los excluidos.

Los estados técnicoadministrativos tienden a excluir el revés específico del consumidor. Se


trata de los excluidos del mercado, del consumo, de las redes: se trata de los que estan por
fuera de “un mundo pequeño”. Pero el excluido del consumo carece aún de nombre que lo
defina socialmente. Pues el nombre de marginales resulta inadecuado para la forma
específica de exclusión que soportan: los excluidos actuales no son desplazados hacía los
márgenes. La pertenencia a la red parece carecer de márgenes. Hay solo adentro y afuera:
el modo de exclusión de los no consumidores es la expulsión. Los expulsados no pueden
entrar, no hay forma. Estan entre nosotros pero en otro mundo que no es el pequeño mundo
virtual.

Y aquí llegamos al meollo de las sociedades de control. Los flujos de información


constituyen una minuciosa policía silenciosa que anota cada acto de los habitantes de la red
o del mundo. El habitante no deja huellas a interpretar por el detective sino registros
explícitos a recopilar por las bases. Una meticulosa biografía se va anotando en distintos
puntos de la red, dispuesta a reunirse en el punto en que fuera necesario. Está biografía es
la precisa identidad de la persona en los circuitos de crédito y consumo, de empleos y
premios, de becas y viajes.

Pues con los cambios del tipo subjetivo instituido tiene que cambiar conjuntamente el
principio social de identidad. EL principio social de identidad establece en función de qué
parámetros un integrante de una sociedad será reconocido como el mismo por los demás,
será identificado, será convocado o rechazado, será valorado o despreciado.

En los estados nacionales la identidad de la persona estaba configurada por su ideología.


Pero en los estados técnicoadministrativos, ya las ideas inciden muy poco en la
determinación social de una identidad. El consumidor ya no se define por sus ideas, sino
por sus actos. Será reconocido, identificado, valorado y convocado por esa serie exhaustiva
de actos insignificantes. Si esa es su identidad para otros, pronto lo será para sí mismo.

Así, la subjetividad está marcada por la exigencia de autocontrol. Los controles se han
interiorizado. Los actos han sustituidos a las representaciones conscientes en la
determinación de la identidad; las pertenencias han dejado de definirse como afiliaciones
para definirse como frecuencias de un consumo específico; la libertad de opinión ha
16
encontrado su contracara en el autocontrol meticuloso de los actos. La sociedad de control
se ha instituido. La subjetividad controlada es el soporte de los estados
técnicoadministrativos.

Identidades prêt-à-porter. - Rolnik

La guerra de los géneros es una realidad que tiene razón de ser. Las mujeres no tienen las
mismas posibilidades de desarrollo social que los hombres y por eso tienen que juntarse y
pelear para conquistar condiciones de igualdad. Sin embargo, si examinamos la cuestión de
la guerra de los géneros desde otra perspectiva, el asunto se complica y ahí sí hay muchas
cosas que considerar.

Si analizamos la cuestión del género en el ámbito del pensamiento de la subjetividad


podremos ver que reducir la subjetividad en torno de la idea de género tiene implicaciones
que no son tan progresistas como la lucha por la igualdad de derechos.

Pienso que en la contemporaneidad necesitamos replantear teóricamente la noción de


subjetividad, al mismo tiempo que somos presionados a vivirla de maneras distintas.

La modernidad nos habituo a pensar la subjetividad solo a través de las formas en las
cuales se expresa o se presenta: a través de la manera en que cada uno se viste, se
relaciona, ama, tiene relaciones sexuales, trabaja, etc. Ese conjunto de formas definirían un
perfil de la subjetividad, a través del cual las personas se reconocen y son reconocidas por
los otros. Sin embargo, al mismo tiempo existe otra dimensión de la subjetividad igualmente
material y real.

Esa otra dimensión es aquella donde cada subjetividad vive inmersa en un entramado de
universos específicos: políticos, culturales, sexuales, etc. Esos universos existen en la
subjetividad bajo la forma de sensaciones. Claro que también tienen sus
representaciones,contenidos, significaciones, pero ellos existen fundamentalmente bajo la
forma de sensaciones. Cada sensación de un universo se relaciona con las sensaciones de
los otros universos que también pueblan la subjetividad.

Esos universos cambian a lo largo de la existencia, algunos quedan, otros desaparecen,


otros se integran, y cuando eso sucede, cuando se integra un nuevo universo, lo hace a
través de las sensaciones que se relacionan con las que ya estaban ahí. En está relación se
produce una composición de relaciones donde va a cambiar la fuerza y la intensidad de
cada sensación, y se van produciendo nuevos estados sensibles que también van a ir
cambiando. En la medida en que cambia la fuerza de cada sensación, se va modificando
también el estado general sensible de la subjetividad. Este proceso es ineludible. Ese
proceso se produce incesantemente, hasta que, llegado un umbral de cambio de ese estado
sensible, empieza a despegarse de las figuras a través de las cuales esa persona se
reconoce y es reconocida. La persona se siente totalmente extraña porque hay una
inadecuación total entre su realidad sensible y su realidad expresiva. Esa inadecuación
produce malestar, incomodidad, angustia, inquietud; es como si uno estuviera sin casa, sin
lugar.

En la contemporaneidad, el proceso se ha intensificado muchísimo. La cantidad y la


variabilidad de universos que habitan cada subjetividad es hoy mucho mayor que hace dos
siglos. Antes, los universos que habitaban la subjetividad eran básicamente locales. Hoy
una subjetividad es habitada por universos de toda clase, de todas partes del planeta, no
importa en qué punto de él uno se encuentre.
17

Esto hace que se tornen más presentes esas sensaciones de extrañamiento por las que
estamos atravesando. Una persona está muy bien y de un segundo para otro, de repente,
está totalmente trastornada y no sabe por qué. No parece haber nada objetivo. Nada ha
cambiado. Sin embargo, algo pasó de un umbral y cambió todo, al punto que nada más
tiene sentido.

Las maneras que uno tiene de reaccionar a está situación, de vivirla, son innumerables. La
más común tiene que ver con el hecho de que nuestra forma de pensar la subjetividad la
heredamos de otro momento histórico, de la modernidad. Desde esa perspectiva, la
subjetividad se organiza en torno de una representación de sí a la que se llama “identidad”.
Pero hoy en día no se puede seguir pensando en términos de identidad.

Sin embargo, nosotros hemos sido formados para pensarnos en términos identitarios. Por
eso vivimos esos extrañamientos de forma tan intensa. Una sola existencia no es suficiente
para vivir un cambio tan acentuado y ello hace que uno se sienta tan extrañado casi todos
los días, y a veces varias veces por día. Si tenemos como referencia para la organización
de la subjetividad a la identidad, entonces vivimos las experiencias de extrañamiento como
si algo nos faltara para estar completos y sentirnos bien. Esa falta puede traducirse como
una sensación de incompetencia, de falta de inteligencia, de fracaso, de patología, etc.

Toda esa situación es vivida con culpa justamente porque tomamos como referencia el
modelo identitario.

Las situaciones de extrañamiento no solamente pasan porque somos habitados por una
infinitud de universos, sino también por la propia lógica del capital que necesita crear todo el
tiempo nuevas órbitas de mercado y deshacer otras. Con cada órbita que deshace, un
modo de subjetivación se deshace al mismo tiempo. Esto lleva a la mayor parte de las
personas a querer ubicarse en la “última nueva órbita” que se está organizando. Entre otras
cosas, por temor a “quedar fuera de órbita”.

Sin embargo, eso no implica que uno conquiste una tolerancia hacía lo extraño. Tanto por la
cantidad enorme de universos como por la propia lógica del capital, las figuras se deshacen
muy rápidamente, pero en vez de abrir una posibilidad de creación individual y colectiva
interesante uno interpreta la experiencia, desde un lugar identitario, como que algo le falla.

Una de las características de nuestra época es que las identidades locales se pulverizan, y
la tendencia es ocupar rápidamente su lugar con identidades globalizadas, que sirven para
los chinos, portugueses, etc. Lo que no cambia es que sigue habiendo una referencia
identitaria.

Desde el punto de vista de los procesos subjetivos, reivindicar el género puede funcionar
como una actitud defensiva contra la sensación de extrañamiento. Desde está peculiar
mirada es que el tema de género puede ser visto como otro modo de la cuestión de la
adicción al régimen de identidad.

Nuestra sociedad continúa funcionando con la referencia identitaria para organizar la


subjetividad, entonces lo que hacemos cuando funcionamos con esa referencia es buscar
representaciones, figuraciones, a través de las cuales nos podemos reorganizar. Como este
es el modelo predominante, aparece como una especie de toxicomanía o adicción a la
identidad. En el paquete de adicción de identidad hay montones de drogas que funcionan
en el mercado para producir y sostener esa ilusión: los libros de autoayuda, las terapias que
18
prometen eliminar el malestar como la neurolingüística, también las drogas de la industria
farmacológica que utiliza la psiquiatría biológica, etc.

Por todo esto, desde mi perspectiva, lo que hay que plantear es que lo que debe ser
combatido es el propio régimen identitario de organización de la subjetividad, y no las
identidades globales flexibles o las locales.

Es necesario que la subjetividad no se organice a partir de figuraciones previas a ser


consumidas sino que se requiere desarrollar toda una nueva forma de escuchar el plano de
las sensaciones, de la subjetividad, que se puede llamar plano del inconsciente. Una
escucha para esa dimensión, para ese plano de la realidad, implica poder comenzar a
soportar el extrañamiento sin sentirlo dramáticamente como la falta de algo, como si uno
estuviera delante de un peligro de enloquecimiento o de muerte. A partir de ahí y de lo que
emerge del estado sensible, crear con los recursos que cada individuo o grupo dispone
nuevas formas de ser en el mundo que hagan que estos estados sensibles encuentren
maneras de expresarse, y que la vida pueda seguir su flujo, su curso.

¿Qué pasa con el concepto de normalidad desde está nueva perspectiva?


Cuando la referencia identitaria funcionaba, si una persona se sentía extrañada, lo
interpretaba como una desviación de la normalidad e intentaba reorganizarse nuevamente
en torno de aquello que definía como normal. Hoy en día ya no hay una identidad “patrón”,
porque esta fue reemplazada por muchas identidades flexibles que van cambiando.
Entonces la gente ya no tiene miedo de no ser normal, sino que vive en una situación de
fragilización y temiendo no conseguir organizarse.

Entonces sale de la escena el par “normal o anormal”, y entra en escena la cuestión de la


fragilización. Creo que la experiencia más significativa de desvanecimiento de sentido, que
es vivida como fragilización, es lo que la psiquiatría denomina “síndrome de pánico”. Yo no
lo tomo como un síndrome, sino como una experiencia subjetiva muy común en la
contemporaneidad.

Tampoco pienso que pueda ser comprendida simplemente aplicando la idea de estructura
fóbica, o cualquier otro modelo “psi” clásico. Es otra cosa, que debe ser pensada de otra
forma. Se trata de una experiencia tal de desvanecimiento de sentido que la sensación es
que el cuerpo mismo corre el riesgo de perder su organicidad, permitiendo que las
funciones se autonomicen.
19
La violencia de la interpretación - Aulagnier

La actividad de representación, sus objetos y su meta

Por actividad de representación entendemos el equivalente psíquico del trabajo de


metabolización característico de la actividad orgánica. Este último puede definirse como la
función mediante la cual se rechaza un elemento heterogéneo respecto de la estructura
celular o, inversamente, se lo transforma en material que se convierte en homogéneo a él.
Está definición puede aplicarse en su totalidad al trabajo que opera la psique, con la reserva
de que, en este caso, el elemento absorbido y metabolizado no es un cuerpo físico sino un
elemento de información.

Toda representación confronta con una doble puesta en forma:


1. puesta en forma de la relación que impone a los elementos constitutivos del objeto
representado
2. puesta en forma de la relación entre el representante y el representado

Está última es el corolario de la precedente: en efecto, cada sistema debe representar al


objeto de modo tal que su estructura molecular se convierta en idéntica a la del
representante. El objetivo del Yo es forjar una imagen de la realidad del mundo que lo
rodea, y de cuya existencia ya está informado, que sea coherente con su propia estructura.
Para el Yo, conocer el mundo equivale a representarlo de tal modo que la relación que liga a
los elementos que ocupan su escena le sea inteligible.

Según nosotros, el YO no es más que el saber del Yo sobre el Yo: si aceptamos está
definición, se deduce que la estructura relacional que el Yo impone a los elementos de la
realidad es la copia de la que la lógica del discurso impone a los enunciados que lo
constituyen. Está relación de la que el Yo ha comenzado por apropiarse constituye la
condición previa necesaria para que le sea accesible el esquema de su propia estructura.
Por ello, para el sujeto, la realidad no es más que el conjunto de las definiciones que acerca
de ella proporciona el discurso cultural. La representación del mundo, obra del Yo, es, así,
representación de la relación que existe entre los elementos que ocupan su espacio y, al
mismo tiempo, de la relación que existe entre el Yo y estos mismos elementos.

Por todo esto, es posible decir que la actividad de representación se convierte para él Yo en
sinónimo de una actividad de interpretación: la forma de acuerdo con la cual el objeto es
representado por su nominación devela la interpretación que se formula el Yo acerca de lo
que es causa de la existencia del objeto y de su función. Por ello, lo que caracteriza a la
estructura del Yo es el hecho de imponer a los elementos presentes en sus
representaciones un esquema relacional que está en consonancia con el orden de
causalidad que impone la lógica del discurso.

El objetivo de la actividad de representación es, entonces, de forma general: metabolizar un


material heterogéneo de tal modo que pueda ocupar un lugar en una representación que, en
última instancia, es sólo la representación del propio postulado.

Es importante recordar que para la psique no existe información alguna que pueda ser
separada de lo que se denomina como información libidinal. En este sentido, se puede
afirmar que toda puesta en representación implica una experiencia de placer.
20
El estado de encuentro y el concepto de violencia

Para que la actividad psíquica sea posible, se requiere que pueda apropiarse de un material
exógeno. Ese material no es, sin embargo, una materia amorfa: tiene que ver con las
informaciones emitidas por los objetos soportes de catexia*, objetos cuya existencia y, por lo
tanto, la irreductibilidad de determinadas propiedades, la actividad psíquica deberá
reconocer.

*Catexia: Asociación, consciente o inconsciente de una emoción con una idea, objeto y
sobre todo persona.

Así, la experiencia de encuentro confronta a la actividad psíquica con un exceso de


información que ignorara hasta el momento en que ese exceso la obligue a reconocer que
lo que queda fuera de la representación característica del sistema retorna a la psique bajo la
forma de un desmentido concerniente a su representación de su relación con el mundo.

Violencia primaria: se refiere a la acción mediante la cual se le impone a la psique de otro


una elección, un pensamiento o una acción motivados en el deseo del que lo impone, pero
que se apoyan en un objeto que corresponde para el otro a la categoría de lo necesario.

Al ligar el registro del deseo del uno al de la necesidad del otro, el propósito de la violencia
se asegura de su victoria: al instrumentar el deseo sobre el objeto de una necesidad, la
violencia primaria alcanza su objetivo, que es convertir a la realización del deseo del que la
ejerce en el objeto demandado por el que la sufre. Aparece la imbricación que ella
determina entre estos tres registros fundamentales que son lo necesario, el deseo y la
demanda. Está imbricación le posibilita a la violencia primaria impedir que se la devele
como tal, al presentarse bajo la apariencia de lo demandado y de lo esperado.

El contrato narcisista

El modo de acción característico del lenguaje fundamental nos ha obligado a realizar una
primera incursión más allá del espacio familiar. Muy poco podría decirse acerca del efecto
de la palabra materna y paterna si no se tuviese en cuenta la ley a la que estan sometidas y
que el discurso sociocultural impone.

Designamos así al conjunto de instituciones cuyo funcionamiento presenta un mismo rasgo


característico: lo acompaña un discurso sobre la institución que afirma su justificación y su
necesidad. Este discurso designa para nosotros al discurso ideológico. Así, lo que se quiere
mostrar es que:

1. La relación que mantiene la pareja parental con el niño lleva siempre la huella de la
relación de la pareja con el medio social que la rodea
2. El discurso social proyecta sobre el infante la misma anticipación que al que
caracteriza al discurso parental: mucho antes de que el infante haya nacido, el grupo
habrá precatectizado el lugar que se supondrá que ocupara, con la esperanza de
que él transmita idénticamente el modelo sociocultural
3. El sujeto, a su vez, busca y debe encontrar, en ese discurso, referencias que le
permitan proyectarse hacia un futuro, para que su alejamiento del primer soporte
constituido por la pareja paterna no se traduzca en la pérdida de todo soporte
identificatorio
4. EL conflicto que quizás exista entre la pareja y su medio puede confirmar ante la
psique infantil la identidad entre lo que transcurre en la escena exterior y su
21
representación fantaseada, de una situación de rechazo, exclusión, agresión u
omnipotencia. La realidad de la opresion social sobre la pareja, o de la posición
dominante que la pareja ejerce en ella, desempeñará un papel en el modo en que el
niño elaborará sus enunciados identificatorios. Dicha realidad cumple un papel en el
destino de estos niños que, en un segundo momento, la sociedad remite a diferentes
instituciones para que reparen los perjuicios de los que ella es responsable.

El contrato narcisista

Consideremos un grupo “X”: su existencia implica que la mayor parte de los sujetos, salvo
durante períodos muy breves de su historia, aceptan como verdaderos un discurso que
afirma lo bien fundado de las leyes que rigen su funcionamiento, define el objetivo buscado
y lo impone.

Podemos considerar estas leyes como la tela que subtiende la representación de los sujetos
que dan acerca del conjunto ideal: se deduce que la relación del sujeto con el conjunto
depende de su catectización de los enunciados del fundamento. Al adherir al campo social,
el sujeto se apropia de una serie de enunciados que su voz repite; está repetición le aporta
la certeza de la existencia de un discurso en el que la verdad acerca del pasado está
garantizada, con el corolario de la creencia en la posible verdad acerca de las previsiones
sobre el futuro.

El sujeto ideal no es idéntico al yo ideal o al ideal del yo: refiere al sujeto del grupo, o sea, a
la idea de èl mismo que el sujeto demanda al grupo, como concepto, concepto que lo
designa como un elemento que pertenece a un todo que reconoce en él una parte
homogénea.

El sujeto, entonces, ve en el conjunto al soporte ofrecido a una parte de su libido narcisista;


por ello, hace de su voz el elemento que se añade al coro del discurso del conjunto. A
cambio de ello, el grupo reconoce que solo puede existir gracias a lo que la voz repite;
valoriza de ese modo, la función que él le solicita; transforma la repetición en creación
continua de lo que es, y solo puede persistir a ese precio. El contrato narcisista se instaura
gracias a la precatectización por parte del conjunto del infante como voz futura que ocupará
el lugar que se le designa: por anticipación, provee a este último del rol de sujeto del grupo
que proyecta sobre el.

Independientemente de la función que puede cumplir lo que Freud llama el líder del grupo o
el yo ideal, para la existencia del conjunto es condición necesaria la presencia de un
modelo ideal que atraiga hacía sí una parte de la libido narcisista de los sujetos.

El contrato narcisista tiene como signatarios al niño y al grupo. La catectización del niño por
parte del grupo anticipa la del grupo por parte del niño. En efecto, hemos visto que, desde
su llegada al mundo, el grupo catectiza al infante como voz futura a la que solicitará que
repita los enunciados de una voz muerta y que garantice así la permanencia cualitativa y
cuantitativa de un cuerpo que se autorregenerará en forma continua. En cuanto al niño, y
como contrapartida de su catectización del grupo y de sus modelos, demandará que se le
asegure el derecho a ocupar un lugar independiente del exclusivo veredicto parental, que se
le ofrezca un modelo ideal que los otros no pueden rechazar sin rechazar al mismo tiempo
las leyes del conjunto, que se le permita conservar la ilusión de una persistencia atemporal
proyectada sobre el conjunto y, en primer lugar, en un proyecto del conjunto que, según se
supone, sus sucesores remontaran y preservarán.
22
El discurso del conjunto le ofrece al sujeto una certeza sobre su historicidad. El acceso a
una historicidad es un factor esencial en el proceso identificatorio, es indispensable para
que el Yo alcance el umbral de autonomía exigido por su funcionamiento.

La definición dada del contrato narcisista es universal, sin embargo, la parte de la libido
narcisista que se catectiza en el varía de uno a otro sujeto, de una a otra pareja y entre los
dos elementos de la pareja.

El Yo y la conjugación del futuro: acerca del proyecto identificatorio y de la escisión


del Yo

Definimos como proyecto identificatorio la autoconstrucción continua del Yo por el Yo,


necesaria para que está instancia pueda proyectarse en un movimiento temporal,
proyección de la que depende la propia existencia del Yo.

Acceso a la temporalidad y acceso a una historización de lo experimentado van de la mano:


la entrada en escena del Yo es, al mismo tiempo, entrada en escena de un tiempo
historizado.

Si por alguna razón, ya sea por condiciones de la familia o por condiciones referentes al
conjunto social, el Yo no puede tener acceso a está temporalidad e historización, esto
posibilitaría las condiciones para que pueda devenir una psicosis.

Para el proyecto identificatorio es necesario que el Yo pueda reconocer y aceptar una


diferencia entre lo que es y lo que querría ser, en este sentido, la posibilidad de considerar
al cambio como instrumento de una prima de placer futura es condición necesaria para el
ser del Yo. Está instancia debe poder responder cada vez que se plantea el interrogante
acerca de quién es Yo, interrogante que nunca desaparecerá, que acompaña a la persona a
lo largo de toda su vida y que no puede tropezar, salvo en momentos aislados, con la
ausencia de respuesta sin que el Yo se disuelva en la angustia.

El proyecto es construcción de una imagen ideal que el Yo se propone a sí mismo, imagen


que en un espejo futuro podría aparecer como reflejo del que mira.

La imagen que tiene de su futuro no puede coincidir con la imagen que el sujeto se forja
acerca de él en su presente. Para ser, el Yo debe apoyarse en el anhelo de ser la imagen
futura, pero una vez alcanzado ese tiempo futuro deberá convertirse en fuente de un nuevo
proyecto. Así, entre el Yo y su proyecto debe persistir un intervalo: lo que el Yo piensa ser
debe presentar alguna carencia, siempre presente, en relación con lo que anhela llegar a
ser. Entre el Yo futuro y el Yo actual debe persistir una diferencia, una X que representa lo
que debería añadirse al Yo para que ambos coincidan. Esta X debe faltar siempre.

La angustia de castración es el tributo que todo sujeto paga a está instancia que se llama el
Yo y sin la cual aquel no podría ser sujeto de su discurso. Castración e identificación son las
dos caras de una misma unidad; una vez advenido el Yo, la angustia resurgirá en toda
oportunidad en la que las referencias identificatorias puedan vacilar. Ninguna cultura
protege al sujeto contra el peligro de está vacilación, del mismo modo en que ninguna
estructura lo preserva de la experiencia de la angustia. Por el contrario, cabe afirmar que en
la estructura familiar, al igual que en la estructura social, existen formas particularmente
ansiógenas y, por ello mismo, particularmente aptas para inducir en el sujeto reacciones
psicóticas o conductas que, en forma más o menos camuflada, se aproximan a ellas. EL
acceso al proyecto identificatorio, tal como lo hemos definido, demuestra que el sujeto ha
23
podido superar la prueba fundamental que lo obliga a renunciar al conjunto de objetos que,
en una primera fase de su vida, han representado soportes, conjuntos de su libido de objeto
y de su libido narcisista, objetos que le han permitido plantearse como ser y designar a los
objetos codiciados por tener.

Podemos decir que el Yo está constituido por una historia, representada por el conjunto de
los enunciados identificatorios de los que guarda recuerdo, por los enunciados que
manifiestan en su presente su relación con el proyecto identificatorio y, finalmente, por el
conjunto de los enunciados en relación con los cuales ejerce su acción represora para que
se mantengan fuera de su campo, fuera de su memoria, fuera de su saber. Esto último
siendo aquello que se denomina como Yo inconsciente, este es la acción represora que
ejerce y que conduce a reprimir una parte de su historia; es decir, los enunciados que han
llegado a ser contradictorios con un relato que reconstruye constantemente y todo
enunciado que exigiría una posición libidinal que él rechaza o que declara prohibida.

Lo que entendemos con los conceptos de simbólico y de imaginarios

Lo simbólico

Lo que caracteriza a la función simbólica, al signo lingüístico y al lenguaje es el hecho de


crear una formalización de lo real que permite pasar de lo individual a valores universales. A
la singularidad de los elementos se le contrapone la universalidad de las relaciones que los
unen: al designarlos, el lenguaje crea un sentido que estas relaciones engendra, y este
poder se manifiesta a través de aquello que, a partir de ese momento, será enunciado como
ley de la relación presente entre los elementos.

Cuando utilizamos el término de simbólico o de función simbólica, en el registro


identificatorio nos referimos a una serie particular de signos cuya función se manifiesta en
forma directa y privilegiada por la nominación que define el lugar y la función del sujeto en
su red familiar. Los términos padre, hijo, madre, designan una función que sólo tiene sentido
por la relación que plantea entre un término y el conjunto de los términos del sistema de
parentesco.

Se observa en el psicótico una escisión entre la posibilidad que puede mantener de


reconocerse en el término que lo designa como este hijo de está madre, de este padre, o
como hermano de este otro, y su imposibilidad de apropiarse del símbolo, es decir, de la
función como concepto, apropiación que exigiría que reconozca la perennidad de una ley de
transmisión que trasciende a todo ocupante temporal y particular. Para el psicótico, es
imposible separar el soporte empírico del elemento de un concepto, que debe referirse a
una clase; la que define a la función paterna, independientemente del padre singular, no es
ya la clase de los padres o de los hijos, sino que, a la inversa, ese elemento singular será
identificado con la categoría de clase. Lo universal se anula en la singularidad y lo
accidental de un elemento: el concepto pierde toda significación universalizable, y por ende,
toda posibilidad de simbolización.

Aunque el psicótico sabe que existen padres, no puede concebir la función de la clase y el
concepto de paternidad sino como la simple extensión de la relación existente entre el y
este padre, o entre el y está ausencia.

En el campo psicoanalítico, la función simbólica debería designar tres funciones


características del signo lingüístico pertenecientes al sistema de parentesco:
1) ligar cada término a una ley y un sistema relacional, universal para una cultura dada
24
2) enunciar una designación que se opone, en cuanto significación universal, a la
singularidad necesaria de las referencias identificatorias e imaginarias del Yo,
singularidad sin la cual el individuo no podría diferenciarse de un conjunto, especie,
clase de parentesco, clase sexual, con la que se vería solo como un elemento
intercambiable con cualquier otro
3) permitir al Yo encontrar lugar entre un antes y un después en los que pueda
reconocerse: los que lo han precedido, tanto si lo sabe como si no lo sabe,
ocupaban una posición similar en el sistema, y los que lo seguirán retomaran un
mismo lugar y ejercerán una misma función. Entre estos dos límites se despliega el
campo imaginario, en cuya escena se desarrollará la identificación en sentido
estricto.

Lo imaginario

La identificación imaginaria presupone la posibilidad de que el sujeto pueda nombrarse


mediante un enunciado identificatorio referible a su imagen, designándose así la imagen de
sí mismo que lo acompaña a lo largo de su existencia.

Diremos que el registro de lo imaginario define el conjunto de los enunciados que poseen la
función de emblemas identificatorios y la imagen especular que debe servirles como punto
de anclaje.

Estos emblemas se presentan ante el Yo como idénticos a sus posesiones, definidas, a su


vez, por el mensaje que a partir de ellas, vuelve al sujeto para decirle quien es el. Ser igual
a la imagen que admira la mirada de los otros o ser igual a la imagen que admira la mirada
de aquellos que el Yo admira son las dos formulaciones que adopta el anhelo narcisista en
el campo de la identificación.

La fatiga de ser uno mismo. Depresión y sociedad. - Ehrenberg

Nota: molécula significa antidepresivo

En la nueva normatividad y la nueva psicopatología, se trata menos de identificación que de


identidad. La identidad es el primer vector de la redefinición de persona en nuestros días.
En el curso de los años de la década de 1980, la afirmación de sí mismo ha entrado en las
costumbres. Pero no se trata solamente de convertirse en uno mismo, de partir beatamente
a la búsqueda de su “autenticidad”, todavia hace falta actuar por si mismo, apoyarse sobre
sus propios resortes internos. El segundo vector de la individualidad de fin de siglo es el de
la acción individual.

La cuestión de la identidad y la de la acción se anudan de la siguiente manera: aspecto


normativo, la iniciativa individual se agrega a la liberación psíquica; aspecto patológico, la
dificultad de iniciar la acción se asocia a la inseguridad identitaria. Así, se conduce a
convertir al agente individual en el responsable de su acción.

El pensamiento psiquiátrico considera cada vez más que el trastorno fundamental de la


depresión es psicomotor: la acción atascada determina el humor trastornado. La perspectiva
psiquiátrica se centra sobre la acción patológica: la inhibición y el “atascamiento psicomotor”
dominan sobre el dolor moral y la tristeza.
25
Capítulo 6: La parálisis depresiva

En materia de depresión, la ciencia promete resultados que no son comprensibles más que
ficticiamente. La renovada atención al sufrimiento en el plano social pone de manifiesto
patologías de la crisis económicas en la que los traumatismos y los desamparos se
traducen a la psiquiatría por medio de la depresión. La individualización de la acción
engendra presiones nuevas sobre la individualidad que debe asegurar permaneciendo allí
donde debe contentarse con obedecer.

La moda del sufrimiento

En las últimas dos décadas del siglo XX la tasa de depresión aumentó el 50% en algunos
países. Se parte que este aumento resulta del hecho de que la gente se confiesa deprimida
más fácilmente en nuestros días. Cada vez más suicidios, abusos de alcohol o de la droga,
brotes de enfermedades no psiquiátricas se presentan acompañadas de una depresión. Las
personas deprimidas declaran muchas más enfermedades que las no deprimidas de la
misma edad. El depresivo es viejo antes de tiempo. Tiene tres veces más trastornos
digestivos, genito-urinarios y cardiovasculares, etc. Su consumo de medicamentos,
incluidos los no psicotrópicos, y el número de consultas médicas que realizan es claramente
superior a los del conjunto de la población. La depresión parece situarse en el centro de una
dinámica patológica por completo heterogénea.

En situaciones de pobreza, precariedad y de exclusión se muestra un entrecruzamiento de


múltiples apremios, entre los cuales violencias, depresiones, enfermedades psicosomáticas
y traumatismos múltiples intervienen continuamente.

La crisis económica ha engendrado, desde 1980, una duplicación de los suicidios. La


soledad dinamiza está fragilidad. La pérdida de la esperanza se convierte en el riesgo
principal. La depresión se sitúa en la encrucijada de múltiples patologías traumáticas y
adictivas bien identificadas.

La individualización de la acción

La acción de nuestros días se ha individualizado. No hay pues otra fuente que el agente que
la produce y de la cual sólo él es responsable. La iniciativa de los individuos pasa al primer
plano de los criterios que miden el valor de la persona.

En las empresas los modelos disciplinarios de gestión de los recursos humanos retroceden
ante el avance de normas de gestión que incitan al personal a comportamientos autónomos
y reducir las jerarquías. Se instituyen nuevas formas de ejercicio de autoridad, orientadas a
inculcar el espíritu de empresa a cada asalariado. Los modos de regulación y de dominio de
la fuerza de trabajo se apoyan menos sobre la obediencia mecánica que sobre la iniciativa:
responsabilidad, capacidad de evolucionar, de proponer proyectos, motivación, flexibilidad,
etc., diseñan una nueva liturgia del mercado laboral. La constricción impuesta al obrero ya
no es la del hombre-máquina-empleado en un trabajo repetitivo, sino la de un empresario de
su trabajo flexible. Se trata menos de someter a los cuerpos que de movilizar los afectos y
las capacidades mentales de cada asalariado. Cambian las constricciones y las maneras de
definir los problemas: a mediados de la década del ochenta, la medicina del trabajo y las
investigaciones sociológicas en las empresas notan la nueva importancia que adquieren la
ansiedad, los trastornos psicosomáticos o las depresiones. La empresa es la antecámara de
la depresión nerviosa.
26
A este creciente compromiso con el trabajo se impone la disminución de las garantías de
estabilidad: involucra primero a los trabajadores no calificados, más tarde comienza a
ascender por las jerarquías hasta alcanzar incluso a los cuadros superiores. Las carreras se
vuelven volátiles. El estilo de las desigualdades se modifica, lo cual no deja de tener
consecuencias en la psicología colectiva: las desigualdades entre grupos sociales se
agregan otras dentro de los mismos grupos. El crecimiento de las desigualdades
establecidas por los éxitos profesionales y los orígenes sociales no pueden más que
aumentar las frustraciones y las heridas. El valor que las personas se conceden a sí mismas
se vuelve más frágil con este estilo de desigualdades.

La escuela reconoce transformaciones que tienen efectos análogos sobre la psicología de


los alumnos. La masificación de la población de los liceos conduce a que la selección se
opere a todo lo largo del curso escolar. Paralelamente, una exacerbación de los imperativos
de éxitos individuales y escolares se abate sobre los niños y adolescentes. Las exigencias
que pesan sobre los alumnos acrecientan, mientras que les toca asumir por sí mismo las
responsabilidades de sus fracasos, lo que no deja de engendrar formas de estigmatización
personal.

Cualquiera que sea el espacio considerado, escuela o trabajo, incluso la familia, el mundo
ha cambiado de reglas. Ya no se trata de obediencia, disciplina, conformidad a la moral
general, sino de flexibilidad, cambio, rapidez de reacción. El dominio sobre sí mismo, la
agilidad psíquica y afectiva, la capacidad de acción hacen que cada uno deba tolerar la
carga de adaptarse permanentemente a un mundo que pierde, precisamente, su
permanencia, un mundo inestable, provisorio, hecho de flujos y de trayectorias que
ascienden y descienden. La legibilidad del juego social y político se torna borrosa. Estas
transformaciones institucionales dan la impresión de que cada uno, incluso el más humilde y
más frágil, debe asumir la tarea de elegir todo y de decidir todo.

Es en los términos de implosión, de atascamiento depresivo o, lo que termina por ser lo


mismo, de explosion- de violencia, de rabia o de búsqueda de sensaciones- que hoy se
pone de manifiesto una gran parte de las tensiones sociales.

El imaginario de la desinhibición

Se comprende que la energía prometida por los antidepresivos, dado que tiene pocos
efectos molestos sobre la calidad de la vida cotidiana, suscite esperanzas. Sobre todo las
publicidades de los antidepresivos estimulantes, que hacen más referencia al tema de la
acción que a la cura de la patología.

Publicidades que se enfocan en el rendimiento, en volver a “la vida normal del


emprendimiento”. Volver a ser rendidor, productivo.

El aumento del poder de la función estimulante de las drogas como medicamentos


psicotrópicos es impresionante, e implica el caso de los ansiolíticos, porque la disminución
de la angustia tiene un papel desinhibidor: la persona calmada puede actuar.

Así, las personas terminan por ir al médico para pedirle que les prescriban píldoras, de
modo de poder asumir las dificultades de la existencia sin pagar el costo psíquico.
27
Capítulo 7: El sujeto incierto de la depresión y la individualidad de fin de siglo

La capacidad de actuar por sí mismo es el nudo de la socialización, la acción paralizada el


trastorno fundamental de la depresión.

Desde el descubrimiento de los antidepresivos, se considera generalmente que los


pacientes respondían mejor a estas moléculas cuando se podía clasificar su depresión
como endógena y mucho menos si se trataba de una depresión neurótica. Este síndrome
depresivo tiene tendencia a la cronicidad -no es un episodio depresivo- dado que resulta de
la personalidad misma, la cual puede ser abordada en términos de conflictos psíquicos
inconscientes no resueltos. Estas depresiones crónicas, desde el momento en que son
consideradas como trastornos de la personalidad, debían ser consideradas desde un modo
esencialmente terapéutico.

Sin embargo, el DSM-III suprime la depresión neurótica y la reemplaza por los trastornos
distímicos. Esto torna inutil la referencia a la neurosis. La dupla distimia-antidepresivos
permite aplicar la quimioterapia al tratamiento de un trastorno de la personalidad.

La psiquiatría estimaba que los antidepresivos podían ayudar a una neurosis a pasar un
tramo especialmente difícil, o ayudarlo a afrontar sus conflictos subconscientes. La
depresión era un aspecto de la neurosis, ahora la neurosis se ha disuelto en el campo de
las depresiones. En contrapartida, estas últimas se han vuelto crónicas. Todo es tratable,
nada es curable.

En el punto de partida de este recorrido, el sujeto enfermo y curable tenía un humor


doloroso; en el punto de llegada, una acción regularmente desarreglada y un individuo
afectado clínicamente por su patología.

El tratamiento de larga duración sustituye a la curación precisamente porque los


antidepresivos son también medicamentos antineuríticos. La extensión de su empleo
conduce a hacer demasiado delicada la distinción entre un trastorno del humor propio de los
que sufren un episodio depresivo, un síntoma neurótico que expresa los conflictos
inconscientes de una persona, un temperamento resultante de los azares de la genética
familiar y, demás está decirlo, diversos traumatismos sociales ligados a los modos de vida
contemporáneos.

El frente del conflicto: la curación es un compromiso

El abordaje conflictual de la patología mental es evidentemente representado por el


psicoanálisis. La cura psicoanalítica nos ha mostrado que nos es necesario vivir a la sombra
de la desesperación. Nuestros demonios no pueden ser expulsados ni enterrados: nos son
precisos, como un atributo de la existencia humana. Si sabemos vivir con ellos, terminarán
por ayudarnos. Está perspectiva, de la curación, está orientada a relativizar la parte del
bienestar en provecho de la libertad humana. El enfermo es ante todo un sujeto sufriente
que no puede reconocerse curado más que integrando la enfermedad a su experiencia y a
su propia historia.

La idea de curación se caracteriza, no por el retorno de la enfermedad al estado anterior,


sino por el hecho de que el psicoterapeuta o la pastilla se vuelven inútiles. Una cosa parece
cierta en el modelo conflictual: el bienestar no es la curación, porque curarse es ser capaz
de sufrir, de tolerar el sufrimiento. Estar curado, desde este punto de vista, efectivamente,
28
no es sentirse dichoso, es ser libre, es decir, reencontrar un poder que permita decidirse por
esto o por aquello.

El hombre patológico: un traumatizado más que un neurótico

El hombre patológico ha cambiado. El hombre patológico de hoy es más un traumatizado


que un neurótico, o un psicótico, está confuso, vacío y agitado. Y en las situaciones de
precariedad, difícilmente satisface sus condiciones materiales, sociales y psicológicas como
para acceder a un registro del conflicto. Las nuevas amenazas interiores y sus tratamientos
diseñan un individuo cuya identidad interna se halla continuamente fragilizada, pero que es
perfectamente tratable en el largo plazo. El individuo de hoy no está ni curado ni enfermo.
Está inscripto en alguno de los múltiples programas de tratamiento y supervisión.

Se puede ver como la historia de la depresión echa luz sobre el tipo de persona en que nos
hemos convertido entre la infinidad de exigencias de liberación psíquica y de iniciativa
individual. La depresión es a la insuficiencia lo que la locura a la razón y la neurosis al
conflicto. La depresión es el mediador histórico que hace retroceder al hombre conflictual,
acechado por la neurosis, en provecho del hombre fusional, a la búsqueda de sensaciones
para superar una intranquilidad permanente. El déficit colmado, la apatía estimulada, la
compulsión superada, convierten a la dependencia en la contracara de la depresión.

El uso de un antidepresivo no se cuestiona, pues jamás ha sido contradictorio con un deseo


de conocimiento de sí o con la resolución de los conflictos. Solamente el individuo dispone
de los medios materiales de poner distancia con sus conflictos, eventualmente a todo lo
largo de su vida. Este distanciamiento, ya no es más o menos eficaz según las personas y
los momentos, sino que está situado en el nudo del problema de la persona. El
antidepresivo permite superar aquello a causa de lo cual sufrimos una depresión, según los
psicoanalistas, a saber, no estar a la altura de nuestro ideal del Yo, ideal que, al contrario
del Superyó, compromete a hacer. El conflicto no ha desaparecido, se ha vuelto menos
visible porque es menos apremiante.

La dependencia es, de la misma manera que la depresión, a la vez una enfermedad y un


estado del espíritu. Oculta un territorio que va más allá de los medicamentos psicotrópicos y
de las drogas ilícitas. Así, las inocentes técnicas de mejora de sí se han vuelto sospechosas
a la vista de sectas cuyo marketing está centrado en la transformación personal: en el
horizonte de la liberación de sí mismo, la dependencia tiene la mirada de un amo.

La dependencia o la nostalgia del sujeto perdido

La inquietud identitaria suscitada por una sustancia química que actúa sobre los estados de
la conciencia no es un problema novedoso en nuestras sociedades. Disponemos de más de
una treintena de años de un antimodelo: la droga. Es un útil cognitivo para diseñar una
inconducta que consiste en manipular por sí mismo los propios estados de conciencia,
cualquiera sea la peligrosidad del producto utilizado. La droga es el antimodelo ideal para
definir una manera que, gracias a la ingestión de una sustancia, evita los caminos de la
conflictividad. Cambiar la personalidad de verdaderos enfermos es devolverles la salud;
cambiar la de personas de las que se duda que esten enfermas, es drogarlas, incluso
cuando la droga no represente peligro. El paciente que goza de una buena calidad de vida
¿no es sospechosos de estar confortablemente drogado? Es respecto de esto que se ha
alcanzado un ideal de persona.
29
La dependencia, está relación patológica con un producto, una actividad o una persona es,
junto con la depresión, la otra gran obsesión de la psiquiatría. Para el psiquiatra biológico o
comportamentalista, se trata de una conducta riesgosa. Para nuestras sociedades se ha
convertido en una cosa de las más esenciales porque lo que está en juego es menos
médico que simbólico. En efecto, el drogadicto es el hombre respecto del cual se está de
acuerdo con que ha franqueado la frontera entre todo lo que es posible y todo lo que está
permitido. Constituye la figura radical del individuo soberano. La dependencia es el precio
de la libertad sin limites que se dara al sujeto: la dependencia equivale a una forma de
esclavitud. Es, junto con la locura, la segunda manera de decir lo que pasa cuando una
parte del sujeto vacila en el interior de una persona. Pero la locura y la depresión lo dicen de
un modo por completo opuesto. Si la primera es reveladora de la cara oscura del nacimiento
del sujeto moderno, la segunda pone masivamente a la luz la de su decadencia.

La locura reviste, en sus casos más extremos, la forma de una disolución identitaria. La
dependencia tiende, a la inversa, hacía una fusión identitaria. La locura ya lleva dos siglos
de historia, la dependencia menos de cuarenta años. Es una preocupación de las
sociedades de abundancia: se expande por el mundo en la década de 1960 en nombre del
derecho a disponer libremente de sí, derecho alienado por la sociedad burguesa, el
capitalismo y el condicionamiento generalizado de las masas por el consumo. Luego, la
noción de dependencia se extiende y designa una relación psicológica independiente de su
objeto.

La dependencia es a la liberación psíquica y a la iniciativa individual lo que la locura era a la


ley de la razón: una noción de sí mismo que nunca resulta suficiente (la seguridad
identitaria), una exigencia de acción a la cual nunca se responde de modo suficiente. Si la
aspiración a ser uno mismo conduce a la depresión, la depresión conduce a la
dependencia.

La depresión es la contracara de un individuo que es solamente si mismo y, en


consecuencia, jamás suficiente sí mismo, como si corriera permanentemente detrás de su
sombra, sombra de la cual depende. Si la depresión es la patología de una conciencia que
no es más que sí misma, la dependencia es la patología de una conciencia que jamás es
suficientemente ella misma, jamás suficientemente satisfecha de su identidad, jamás
suficientemente en acción -demasiado indecisa, demasiado explosiva. La depresión y la
dependencia son como el derecho y el revés de una misma patología de la insuficiencia.

Una sociedad de iniciativa individual y de liberación psíquica, en la medida en que lleva a


cada uno a decidir permanentemente, alienta las prácticas de la modificación de sí y,
simultáneamente, crea problemas de estructuración de sí que no constituían objeto de
ninguna atención en una sociedad disciplinaria. La absorción del contenido de lo permitido
en el de lo posible hace que, si puedo decirlo así, nadie pueda ya ignorar la ley.

Está preocupación por los “limites” confirma, en apariencia, que el individualismo


contemporáneo no es otra cosa que el triunfo del hombre privado, y abarca hasta lo más
profundo de su desdicha. Parece más bien que nos hallamos confrontados a una
reformulación del conjunto. La acción pública está, también ella, involucrada en la
redefinición de lo íntimo, en “la gran transformación” de las maneras de representarnos.
30
El individuo, una cuestión institucional y no subjetiva

Un conjunto de facetas que van desde la automedicación a la acción pública individualizante


diseña las nuevas figuras de la individualidad. El individualismo no puede ser reducido a la
privatización de la existencia, es decir, en la medida en que se supone “un mundo como
mundo publico y comun”. Una sociedad se compone de actores y se mantiene gracias a la
institución, es decir, “un conjunto de actos o de ideas por completo instituidos, que los
individuos encuentran ante ellos y que se imponen más o menos a ellos.

La convergencia de lo estatal, de lo profesional, de lo escolar y de lo privado sobre la


iniciativa personal, combinadas a una libertad de costumbres inédita y a una multiplicación
de la oferta de referentes, otorga a lo psíquico una inscripción social, y desde luego
personal. Estos actores múltiples, que revelan la misión de servicios públicos o de servicios
relacionales privados, se remiten a una misma regla: producir una individualidad susceptible
de actuar por sí misma y de modificarse apoyándose en sus propios resortes internos. Está
regla puede servir tanto de instrumento de dominacion como de medio de reinserción o de
tratamiento terapéutico. Las formas de afrontar las situaciones, las estrategias o los juicios
de los actores se construyen en este imaginario, y no en el de una “lucha final”, o en de la
supervivencia. Una vez incorporado a nuestros usos, inserto en las costumbres,
disponiendo de un vocabulario empleado de modo permanente, está regla se ha hecho
cuerpo en nosotros. Se ha instituido. Estas nuevas formas comunes de producción de la
individualidad son las instituciones de sí mismo.

Nos situamos dentro de un contexto en el cual la iniciativa individual se encuentra sometida


a la consideración de normas de rendimiento: la iniciativa individual le es necesaria al
individuo para mantenerse en la sociabilidad. La inhibición y la impulsividad, la vida apática
y la satisfacción estimulante lo escoltan como una sombra. Tanto los ideales como las
constricciones se han modificado.

Conclusión: el peso de lo posible

La depresión amenaza al individuo semejante sólo a sí mismo. Más que una miseria
afectiva, es una forma de vivir. El hecho capital de la individualidad es la confrontación entre
la noción de posibilidad ilimitada y la de falta de dominio. El ascenso de la depresión ha
puesto de relieve las tensiones producidas por está confrontación a medida que el
continente de lo permitido ha retrocedido en provecho del de lo posible.

La depresión recuerda muy concretamente que ser propietario de sí mismo no significa que
todo es posible, porque nos detiene, la depresión tiene el interés de recordarnos que nada
deja de ser humano, que se sigue encadenado a un sistema de significaciones que lo
supera y lo constituye al mismo tiempo. La dimensión simbólica impregna a tal punto a la
especie humana que no solamente se hace cargo de su propia historia, sino que también
adquiere su propia corporalidad nerviosa, en la lógica tecnológica contemporánea.

Podemos manipular nuestra naturaleza mental o corporal, podemos hacer retroceder


nuestros límites por múltiples medios, pero está manipulación no nos libera de nada. El
hombre se vuelve neurótico porque no puede resistir el grado de renunciamiento exigido por
la sociedad, termina deprimiéndose porque debe soportar la ilusión de que todo le es
posible.

La depresión ha servido de plataforma giratoria para diseñar está modificación de la


subjetividad de los modernos, este desplazamiento de la dura tarea de comportarse bien.
31
En un contexto en el que la elección es la norma y la precariedad interna el precio, estas
patologías componen la cara oscura de la intimidad contemporánea. Tal es la ecuación del
individuo soberano: liberación psíquica e iniciativa individual, inseguridad identitaria e
impotencia para actuar.

La depresión es la pantalla del hombre sin guía, y no tan solo su miseria; es la contrapartida
del despliegue de su energía. Las nociones de proyecto, de motivación o de comunicación
dominan nuestra cultura normativa. Son las palabras claves de la época. Ahora bien, la
depresión es una patología de los tiempos (el deprimido no tiene futuro) y una patología de
la motivación (el deprimido no tiene energía, su movimiento está atascado, y su palabra es
lenta). El deprimido fórmula con dificultad sus proyectos, le faltan la energía y la motivación
mínimas para realizarlos. Inhibido, impulsivo y compulsivo, se comunica mal consigo mismo
y con los demás. Falto de proyecto, falto de motivación, falto de comunicación, el deprimido
es el reverso exacto de nuestras normas de socialización. Nos asombramos de ver explotar,
tanto en la psiquiatría como en el lenguaje común, el uso de los términos depresión y
adicción, pues la responsabilidad se asume, en tanto que las patologías se tratan.

Deleuze, G. (1991). Posdata sobre las sociedades de control

Las sociedades de control estan reemplazando a las sociedades disciplinarias. En una


sociedad de control, la empresa ha reemplazado a la fábrica. La empresa no cesa de
introducir rivalidad, como motivación, entre los individuos, que los opone entre ellos y
atraviesa a cada uno, dividiéndolo en sí mismo. El salario al mérito no ha dejado de tentar a
la propia educación, y así como la empresa ha reemplazado a la fábrica, la formación
permanente tiende a reemplazar a la escuela, y la evaluación continua al examen.

En las sociedades de control nunca se termina nada. Los individuos se han convertido en
dividuos, y las masas en muestras, datos, mercados o bancos. Tal vez sea el dinero lo que
mejor expresa la diferencia entre ambas sociedades: en la sociedad disciplinaria siempre se
remitió a monedas moldeadas que encerraban oro como número patrón, en las sociedades
de control se refiere a intercambios flotantes, modulaciones que hacen intervenir como cifra
un porcentaje de diferentes monedas de muestra.

En este cambio de sociedades ocurrió una evolución tecnológica que puede resumirse
como mutación del capitalismo: el capitalismo del siglo XIX es de concentración, para la
producción, y de propiedad. En la situación actual el capitalismo ya no se basa en la
producción, que relega frecuentemente a la periferia del tercer mundo. Es un capitalismo de
superproducción. Ya no compra materias primas y vende productos terminados, ahora
compra productos terminados o monta piezas. Ya no es un capitalismo para la producción,
sino para el producto, es decir para la venta y para el mercado. El marketing es ahora el
instrumento de control social.

Hay una instalación progresiva y dispersa de un nuevo régimen de dominacion.


32
Han, B.C. (2014). La agonía de Eros.

Melancolía

La erosión del amor no se da solamente por la libertad de elección entre las ilimitadas
posibilidades de otros otros, sino también por la erosión del otro, la cual va unida al
excesivo narcisismo de la propia mismidad.

En el infierno de lo igual, al que la sociedad actual se asemeja cada vez más, no hay
ninguna experiencia erótica. El otro, que yo deseo y que me fascina, carece de lugar.
Comparamos de manera continua todo con todo, y así lo nivelamos para hacerlo igual.

Vivimos en una sociedad que se hace cada vez más narcisista. La libido se invierte sobre
todo en la propia subjetividad. El narcisismo no es ningún amor propio. El sujeto del amor
propio emprende una delimitación negativa frente al otro, a favor de sí mismo. En cambio, el
sujeto narcisista no puede fijar claramente sus límites. De está forma, se diluye el límite
entre el y el otro. El mundo se le presenta solo como proyecciones de sí mismo. No es
capaz de conocer al otro en su alteridad y de reconocerlo en esa alteridad.

La depresión es una enfermedad narcisista. Conduce a ella una relación consigo mismo
exagerada y patológicamente recargada. El sujeto narcisista-depresivo está agotado y
fatigado de sí mismo. Carece de mundo y está abandonado por el otro.

El actual sujeto narcisista del rendimiento está abocado, sobre todo, al éxito. Con ello se
desarrolla una depresión del éxito. El sujeto depresivo del rendimiento se hunde y ahoga en
sí mismo.

En cambio, el Eros hace posible una experiencia del otro en su alteridad, que saca al uno
de su infierno narcisista. El Eros pone en marcha un voluntario desconocimiento de sí
mismo, un voluntario vaciamiento de sí mismo.

El Eros vence la depresión.

No poder poder

La sociedad del rendimiento está dominada en su totalidad por el verbo poder, en


contraposición a la sociedad disciplinar, que utiliza el verbo deber.

La llamada a la motivación, a la iniciativa, es más eficaz para la explotación que el látigo y el


mandato. El sujeto del rendimiento es libre en tanto no es sometido a otro que lo explote,
pero no es realmente libre, ya que se explota a sí mismo. El explotador es el explotado. Es
actor y víctima.

La libertad de este sujeto, propiciada por el régimen neoliberal, se manifiesta como un


imperativo paradójico: sé libre. Precipita al sujeto del rendimiento a la depresión y al
agotamiento.

El tu puedes produce coacciones masivas en el sujeto. Incluso ejerce más coacción que el
tú debes. La coacción propia es más fatal que la coacción ajena, ya que no es posible
ninguna resistencia contra sí mismo. El régimen neoliberal esconde su estructura coactiva
tras la aparente libertad del individuo, que ya no se entiende como sujeto sometido, sino
como desarrollo de un proyecto. Quien fracasa es, además, culpable del fracaso, y lleva
33
está culpa dondequiera que vaya. No hay nadie a quien pueda hacer responsable de su
fracaso.

El amor se positiva hoy como sexualidad, que está sometida, a su vez, al dictado del
rendimiento. El sexo es rendimiento. Y la sensualidad es un capital que hay que aumentar.
El cuerpo, con su valor de exposición, equivale a una mercancía. El otro es sexualizado
como objeto excitante. No se puede amar al otro despojado de su alteridad, solo se puede
consumir. En ese sentido, el otro ya no es una persona, pues ha sido fragmentado en
objetos sexuales parciales. No hay ninguna personalidad sexual.

El principio del rendimiento, que hoy domina todos los ámbitos de la vida, se apodera
también del amor y de la sexualidad.

La mera vida

El sujeto de rendimiento es incapaz de cierre, de conclusión. Se rompe bajo la coacción de


tener que producir cada vez más.

En una sociedad donde cada uno es empresario de sí mismo domina una economía de
supervivencia. Está es diametralmente opuesta a la negación de la economía por parte del
Eros y la muerte. El neoliberalismo, con sus desinhibidos impulsos del yo y del rendimiento,
es un orden social del que ha desaparecido por completo el Eros. La sociedad positiva, de
la que se ha retirado la negatividad de la muerte, es una sociedad de la mera vida, que está
dominada tan solo por la preocupación de “asegurar la supervivencia en la discontinuidad”.
Y esa vida es la de un esclavo. Está preocupación por la mera vida, por la supervivencia,
despoja la vida de toda vivacidad, que representa un fenómeno muy complejo. Lo
meramente positivo carece de vida. La negatividad es esencial para la vivacidad: Por lo
tanto algo es viviente, sólo cuando contiene en sí la contradicción y justamente es está
fuerza de contener y sostener en sí la contradicción. El superviviente equivale al no muerto,
que está demasiado muerto para vivir y demasiado vivo para morir.

Porno

La pornografia incrementa la dosis narcicista del yo.

Fantasía

Hoy la imaginación está cargada de información en virtud de las técnicas de comunicación


digital como Internet. Además, la creciente libertad de elección trae consigo una
“racionalización del deseo”. Este deseo ya no es determinado por el inconsciente, sino por
una elección consciente. Se llama la atención sin cesar al sujeto del deseo sobre la
posibilidad de elección y se lo responsabiliza por ella, pues debe formular parámetros
racionales de aquello que es deseable en el otro. Además, la imaginación incrementada
eleva el umbral de aspiraciones masculinas y femeninas sobre los atributos deseables en la
pareja y/o sobre las posibilidades de una vida común. Por eso, hoy se genera decepción
con más frecuencia. La decepción viene de la mano de la imaginación.

Además, la cultura de consumo estimula el deseo y la imaginación. Hoy Internet contribuye


a la posición del individuo moderno como sujeto deseante que anhela ciertas experiencias,
fantasea con diversos objetos o estilos de vida, y vive en un universo imaginario o virtual. El
sujeto moderno percibe cada vez más sus deseos y sentimientos de manera imaginaria a
34
través de mercancías y de las imágenes de los medios. Su imaginación está determinada
sobre todo por el mercado de los bienes de consumo y la cultura de masas.

La cultura del consumo engendra nuevas necesidades y deseos a través de cuadros y


narraciones imaginarios de los medios.
Si hay que buscar un responsable de la creciente decepción en la sociedad actual, no
habría que apuntar a la fantasía incrementada, sino a las expectativas más altas. Es
necesario distinguir entre fantasía y expectativa. Los nuevos medios de comunicación no
dan alas a la fantasía. Más bien, la gran densidad de información, sobre todo la visual, la
reprime. La hipervisibilidad no es ventajosa para la imaginación.

Ante la pura masa de imágenes hipervisibles, hoy no es posible cerrar los ojos. Tampoco
deja ningún instante para ello el rápido cambio de imágenes. La coacción de la hipervigilia
dificulta cerrar los ojos. Y es responsable también del agotamiento neuronal del sujeto del
rendimiento.

Política del Eros

Hoy parece que es sobre todo el deseo el que domina la experiencia de placer del alma. Por
eso las acciones pocas veces estan impulsadas por el valor. El Eros no ha de confundirse
con el deseo. Es superior no solo al deseo, sino también a la valentía. La valentía es el
lugar donde puede existir contacto entre el Eros y la política. Pero la política actual, que
además de carecer de valentía se desarrolla por completo sin Eros, se atrofia para
convertirse en mero trabajo. El neoliberalismo lleva a cabo una despolitización de la
sociedad, y en ello desempeña una función importante la sustitución del Eros por sexualidad
y pornografia. Se basa en el deseo. En una sociedad del cansancio, con sujetos del
rendimiento aislados en sí mismos, también se atrofia por completo la valentía.
1
Módulo 2: La Psicología clínica y los procesos de subjetivación contemporáneos

Dunker, C. y Katz, I. (2020). Clínica del cuidado: Extranjeridad, extranjero y


extrañamiento.

La cura como cuidado tiene como referencia el campo de transformación del malestar en
sufrimiento, así como la clínica tiene por referencia el pasaje del sufrimiento al síntoma.

La expulsión de los ribereños

La inundación de la región (en la cual vivían) justificó la expulsión de los ribereños que
vivian en los márgenes e islas del río Xingu.

La política de reasentamiento incluyó relocaciones e indemnizaciones financieras que ni


remotamente les permitian recomponer sus vidas. Todo aquello que hacía habitualmente a
la protección de las personas les fue quitado: casas, lazos de vecindad, actividades
extractivas de sustento. Allí no existía más el territorio subjetivado.

Si consideramos a “la patria” como una red de conexiones comunes que pueden ser
impuestas por el nacimiento en determinado territorio, pero también por lazos de amor y
amistad, elegidos en una experiencia de libertad en relación con el acontecimiento
biológico, se puede interpretar que está población ribereña fue expatriada, y se constituyo
como un grupo de refugiados en su propio país. Sus hábitos y sus redes relacionales fueron
destruidos, por más que siguieran viviendo en el mismo lugar.

La violencia del impacto de está situación excedio la capacidad de elaboración simbólica de


la experiencia por parte del sujeto. Los entrevistados reflejaban que necesitaban ayuda y
cuidado para poner nuevamente en movimiento sus vidas.

Clínica del cuidado

Se realizó un metadiagnostico en la población, fundamentado en que el sufrimiento tenia


efectos múltiples en la salud general y mental, en el lazo social y en los funcionamientos
familiares e institucionales. Se parte del hecho de que se encuentra una incidencia
diseminada del sufrimiento, que desde Freud se denomina malestar, y cuya característica
primera es la propia precariedad de su enunciación, su carácter errático en cuanto a las
causas y su naturaleza indeterminada en relación con los modos en los que se lo reconoce.

Las formas de malestar pueden ser discriminadas teniendo en cuenta:


- las formas de angustia referidas a la irrupción de lo extranjero en lo familiar, pero
también de lo animado en lo inanimado, de lo vivo en lo muerto, del animismo en el
totemismo, de imágenes narcisistas en una organización que ya las habria superado

En este sentido, proponemos asociar el malestar con la extranjeridad, incluyendo los


estados diseminados de devastación, trauma colectivo, silenciamiento, parálisis o errancia.
Los estados más o menos narrativizados del malestar serán considerados aquí como
irrupción de lo extranjero, es decir, aquello que perturba y amenaza el narcisismo,
incluyendo el narcisismo de las pequeñas diferencias, la paranoia sistemática y las
perturbaciones discursivas del lazo social.
2
Reservamos extrañamiento para la dimensión específica de reacción del sujeto al sintoma,
con sus variantes egosintónicas y egodistónicas, sobredeterminadas por la insistencia
significante.

Al escuchar las narraciones de la población, entendimos que la distancia entre la


experiencia y su posibilidad de ser contada, narrativizada, dio margen a la emergencia de
síntomas y crisis de angustia, contribuyendo también a la propensión a actos impulsivos y
pasajes al acto.

En nuestras primeras visitas percibimos que la resistencia y la lucha -inicialmente en contra


de la construcción de la represa y después por la mitigación de los daños producidos-
ejercía también una función de suplencia identitaria, constituyendo la categoría de “los
afectados”, frente a la destrucción que alcanzaba todo el sistema de identificaciones de la
comunidad. Sin embargo, el reconocimiento necesario de la condición de víctima contribuia
muchas veces al agravamiento del sufrimiento y de los síntomas. En cada derrota, en cada
movimiento de fragmentación, se consolidaba un ciclo de repetición que redoblaba el duelo
por la pérdida de ideales en la pérdida de los recursos de recomposición y resiliencia.
Correrse del lugar de víctimas resistentes a la construcción de la represa parecía implicar,
por lo tanto, renunciar a un punto de identificación generador de pertenencia e integración a
la comunidad, aunque, por el otro lado, el fortalecimiento de está identificación suspendía el
pasaje de la posición de víctimas a la de sobrevivientes.

En este sentido, la clínica del cuidado pretendió operar una desidentificación sin destituir la
pertenencia, historizar el trauma sin dejar de promover la posibilidad del olvido. Pretendio
una relación distinta con el ideal,una relación que tendiera también a construir otra posición
del sujeto frente a lo imposible.

A medida que avanzábamos en el acercamiento, percibiamos que el propio psicoanálisis se


volvia extranjero para nosotros. Percibiamos la inadecuación del encuadre tradicional de la
clínica psicoanalítica para los objetivos de la intervención.

Para construir la estrategia clínica del cuidado, nos apoyamos en la formulación de Lacan
acerca de la política de la clínica, que nos remite a la posibilidad de cierta libertad en
relación con las tácticas y estrategias clínicas, de modo de garantizar su política. Se es
menos libre en la política que en la estrategia y se es más libre en la táctica que en la
estrategia. Podemos extraer de está formulación de Lacan una cierta relación con el tiempo
en la experiencia del tratamiento psicoanalítico, el tiempo medio por el cual la transferencia
se transforma, el tiempo largo de la política como horizonte futuro, el tiempo corto de la
burbuja temporal de cada encuentro.

La variación introducida por la clínica del cuidado es una variación estratégica, puesto que
opera una única transformación en el montaje de la transferencia, en torno a un único
cambio de posición subjetiva, por más que este pueda, potencialmente, generar otras
transformaciones imprevistas. Está estrategia corresponde a una especificación o a un giro
del discurso.
3
Hounie, A.L. y A. M. Fernández Caraballo (2014) Políticas del dolor. La subjetividad
comprometida .

Experiencia estética: es aquella que se alcanza a través de los sentidos. Vemos la vida
cotidiana a través del cristal de la dimensión estética.

Pero está experiencia, que incluye sensaciones de placer, no es sin dolor. Es así entonces
que introducidos en el mundo sensible y del lenguaje, la experiencia de placer y de dolor
conjunta esa pujanza de la vida que insiste en vivir e insiste en morir. Freud llamó a ese
entramado pulsiones de vida y muerte. Y al trauma: dolor.

Así entonces, nuestra vida, apoyatura indispensable de toda subjetivación, recorre más allá
del placer, una estética del dolor en la que se engendra su existencia.

Así, pues, el dolor habita lo humano. Y si habita lo humano, habita el mundo del lenguaje en
el que este deviene como tal. Como hecho de discurso revela la producción de subjetividad
que le concierne, abordada desde las distintas miradas (social, psicológica, etc) que
construyen la experiencia subjetiva. De este modo, los componentes del contexto histórico y
sociocultural que conforman los saberes de una época adquieren un papel decisivo en su
expresión, estableciendo diferencias en los modos de subjetivar el dolor.

Los hombres, según su condición social o su historia personal, no reaccionan de la misma


manera frente a una herida o enfermedad idénticas; no tienen el mismo umbral de
sensibilidad. No existe una actitud establecida en relación con el dolor, sino una probable
pero incierta, reveladora a veces de resistencias insospechadas, o a la inversa, de unas
debilidades inesperadas, una actitud que también se modula según las circunstancias.

La relación íntima con el dolor depende del significado que este revista en el momento en
que afecta al individuo. Porque el dolor es, en primer lugar, un hecho situacional.

El dolor es un fracaso del lenguaje, en tanto que no hay una medida común para está
experiencia íntima, escapa a toda tentativa de aislarlo o describirlo, a toda voluntad de
informar a otro sobre su intensidad y su naturaleza.

Trabajar con el dolor no solo implica una posición ética sino que diseña una estética. Una
estética hecha a partir de relaciones, anudamientos, enlaces.

Entonces, cuando se impone un dolor que desgarra, el cuerpo, el alma, el lenguaje, el amor,
la vida, también se impone entonces esa tarea de ligazón que de una manera u otra
convoca al otro, ese próximo que desde su lugar de extraña intimidad nos devuelve la
posibilidad de habitar nuestra misma existencia.

Hay silencios que hablan del dolor. Esa forma de silencio, contrariamente a lo que podría
pensarse, no es en soledad, se comparte, se hace comunitario, es tan propio como ajeno.

Sin demasiadas palabras, demasiados gestos de sufrimiento, sin llantos ni estertores. Se


trata de otra forma de dolor, de transitarlo. Una forma constructiva, que incluye la presencia
del otro como remedio. No tapa la ausencia, no busca la inmediatez del alivio, y aúna en un
acercamiento que tiende puentes, aproxima. Aquí, en esa forma de darle lugar al silencio,
en está manera de nombrarlo, hay lazo. No hay soledad, sino que se disipa en ese acto.
4
El dolor toca la experiencia muda del sin sentido que la palabra colma y encuentra en el
silencio su máxima expresión, provocando los enlaces de la existencia. Arrancando la
soledad, el toca la esencia de la herida que aloja nuestra humanidad.

Barros, I. (2008). Pensar la clínica en movimiento. Desde una experiencia de extensión


universitaria del Área de Psicoanálisis.

El movimiento que tiene lugar en el proceso de intervenciones clínicas psicoanalíticas en las


comunidades se desarrolla en entornos inciertos y disruptivos que requieren de estrategias
en lugar de programas diseñados a priori. Las intervenciones clínicas en comunidad, nos
exigen trazar guiones, e ir integrando durante el trayecto aquellos hallazgos que forman
parte del movimiento mismo de pensarnos y posicionarnos como un nodo de red que se
abre y conecta a los escenarios, recursos y posibilidades de gestión que los sujetos van
recortando, armando, reconociendo y generando.

En nuestra experiencia de trabajo en la “Clínica Popular Móvil” se trabajó con las personas
en sus comunidades, recorte de territorios existenciales y subjetivaciones que parten de
determinada producción cultural. Esto permite una “polifonía de sentidos” que puede
pensarse como un nodo de red desde el que los agentes pueden apreciar las situaciones
que los rodean, tanto las cercanas como las lejanas. Los acontecimientos macrosociales
pueden ser percibidos o no por los sujetos en sus comunidades,aunque sean impactados
por ellos en sus vidas cotidianas. Estos acontecimientos pueden ser vividos y pensados de
diferentes maneras, de acuerdo a los posicionamientos en relación al otro -la
intersubjetividad- y las posibilidades de los sujetos de apropiación y de accionar respecto a
la realidad y su devenir.

Cuando los niños se apropiaban del espacio de consulta contaban sus historias, las
construian y reconstruian. Aparecen distintas versiones de los cuentos infantiles. Hay
intrincadas novelas familiares, familias numerosas, con superposición y confusión de roles,
etc. Los recursos representacionales, el lenguaje, la fantasía, que en la mayoría de las
situaciones son pobres e inhibidos, efecto de la pobreza crónica, disrupciones y fallas en el
sostén libidinal.

Carencia sería una forma de nombrar la experiencia real de desamparo y hambre, tanto de
comida, como de significación. Está significacion que corresponde al hambre de sentido de
la criatura humana, es posibilitada por el otro.

La carencia inactiva los mecanismos de historización, agujerea los pliegues de temporalidad


y territorialización traspasando sus posibilidades de registro y apropiación de experiencias,
deviniendo en sí mismas desubjetivantes. No sería la falta constitutiva, porque está empuja
al advenimiento, a la producción subjetiva. Por el contrario, la carencia congela la
temporalidad, deteniendo a las personas en un pasado-presente confundidos, sin futuro que
pueda anticiparse, ni cuidarse, ya que este proyecto requiere de un acopio representacional,
de un investimiento, del que el sujeto no es suficientemente provisto.

Lo no constituido, nos lleva a pensar el sufrimiento no solo por la vía del conflicto psíquico
del lado del síntoma, sino también como vacío de representación, como déficit.
5
Fiorini, H. (2002). Teoría y técnica de las psicoterapias. Buenos Aires. Nueva Visión.
Cap. 10. Tipos de intervención verbal del terapeuta.

Una teoría de las técnicas de psicoterapia requiere una conceptualización de sus


instrumentos, la que va íntimamente unida a una concepción del proceso terapéutico. Las
intervenciones del terapeuta son instrumentos esenciales de ese proceso.

Interrogar

Es uno de los recursos esenciales del proceso psicoterapéutico. Preguntar es


continuamente consultar a la conciencia del paciente, es un modo de colocarse frente a los
fenómenos humanos con actitud investigadora. Es una manera de indagar en la perspectiva
que el paciente se hace de su situación, perspectiva que tendrá elementos personales,
completamente singulares, de dicha situación.

Las respuestas del paciente revelan un estilo, el funcionamiento yoico del paciente para
evaluar la situación interpersonal. Es por ello, que “preguntar mucho” sea una de las
primeras reglas de una técnica psicoterapéutica eficiente.

Simplemente con preguntar, el terapeuta pone en acción varios estímulos de cambio: uno
primordial es que ejercita con el paciente una constante ampliación del campo perceptivo;
además, toda explicitación verbal rescata hechos, relaciones del mundo de lo implícito
emocional. Liberman ha destacado además el papel reforzador del yo de la experiencia de
escucharse hablar.

Tal vez algo importante para el terapeuta sea comprender que no se trata de indagar para
después recién operar terapéuticamente, sino que la indagación misma contiene ya
estímulos terapéuticos de particular jerarquía.

Informar

El terapeuta no es solo un investigador de la conducta, sino que también cumple un rol


cultural: es docente desde una perspectiva más profunda y abarcativa de ciertos hechos
humanos.

En psicoterapias es altamente pertinente aclarar al paciente elementos de higiene sexual,


perspectivas de la cultura adolescente actual o problemática social de la mujer. También
explicarle ciertos aspectos de la dinámica de los conflictos. Incluso recomendarle lecturas.

Proporcionar o facilitar está información general que enmarca la problemática del paciente
cumple un rol terapéutico específico: crea una perspectiva desde la cual los problemas del
paciente dejan de ser vistos como problemas individuales, que “sólo a él” le pasan.

Toda está información resulta sumamente relevante si se la entiende además como


portadora de un cuestionamiento social de las dificultades creadas a individuos y grupos
insertos en el conjunto del sistema. Es decir tratar la problemática psicológica desde una
perspectiva crítica.

No informar, entonces, constituye de hecho un falseamiento de la óptica psicosocial


necesaria para comprender los dinamismos psicológicos individuales y grupales.
6
Confirmar o rectificar enunciados del paciente

Este tipo de intervenciones es inherente al ejercicio de un rol activo del terapeuta en las
psicoterapias. La rectificación permite poner de relieve detalles del discurso del paciente, y
enriquece los datos útiles para el terapeuta el observar cómo el paciente manipula el aporte
rectificador: los asume y usa, los acepta o los niega, etc.

La confirmación por parte del terapeuta de una determinada manera de comprenderse el


paciente tiene una alta importancia: contribuye a consolidar en el paciente una confianza en
sus propios recursos yoicos; esto significa que toda ocasion en la que el terapeuta pueda
estar de acuerdo con la interpretación del paciente es oportuna para estimular su potencial
de crecimiento.

Clarificaciones

Estas intervenciones apuntan a lograr un despeje de la maraña del relato del paciente a fin
de recortar los elementos significativos del mismo.

Esas intervenciones en lo inmediato preparan el campo para penetrar en sus aspectos


psicológicamente más ricos y comprensibles,lo cual se hará mediante señalamientos e
interpretaciones.

En pacientes con funciones yoicas debilitadas, concomitantemente afectadas por una


delimitación precaria del ego, las clarificaciones juegan durante gran parte del proceso
terapéutico el papel de instrumentos primordiales, en cuanto sientan las premisas para que
en algún momento otras intervenciones, de tipo interpretativo, por ejemplo, puedan ser
activamente elaboradas.

Recapitulaciones

Así como las clarificaciones, estas intervenciones estimulan el desarrollo de una capacidad
de síntesis.

Señalamientos

Actúan estimulando en el paciente el desarrollo de una nueva manera de percibir la propia


experiencia. Recortan eslabones de una secuencia, llaman la atención sobre componentes
significativos de esa experiencia habitualmente pasados por alto, etc. Estos señalamientos
invitan a un acuerdo básico sobre los datos a interpretar, dan la oportunidad de modificar
esos datos, son el trabajo preliminar que sienta las bases para interpretar el sentido de esas
conductas. En psicoterapia tal vez constituya una regla técnica general la conveniencia de
señalar siempre antes de interpretar.

El fundamento de está regla está en que el señalamiento estimula al paciente a


interpretarse a partir de los elementos recortados, es un llamado a su capacidad de
autocomprensión. En las respuestas del paciente a los señalamientos se podrá ver su
capacidad de insight, sus recursos intelectuales, el papel de los mecanismos defensivos y la
situación transferencial. Cada señalamiento se transforma en un verdadero test global del
momento que atraviesa el paciente en el proceso terapéutico.
7
Interpretaciones

La interpretación es primordial como agente de cambio, introduce una racionalidad allí


donde hasta entonces había datos sueltos, inconexos, ilógicos o contradictorios para la
lógica habitual. Propone un modelo para comprender secuencias de hechos en la
intervención humana.

Intenta descubrir con el paciente el mundo de sus motivaciones y sus sistemas internos de
transformación de las mismas así como sus modalidades de expresión y los sistemas de
interacción que se establecen dadas ciertas peculiaridades de sus mensajes.

Es importante recordar que toda interpretación es antes que nada, una hipótesis. Su
verificación en consecuencia se cumple, como un proceso siempre abierto y jamás
terminable, en base al acopio de datos que resultan compatibles con el modelo teórico
contenido en la hipótesis y, fundamentalmente, por la ausencia de datos que puedan refutar
aquella hipótesis.

Sugerencias

Con estas intervenciones, el terapeuta propone al paciente conductas alternativas, lo orienta


hacía ensayos originales. Pero el sentido de las mismas no es meramente promover la
acción en direcciones diferentes, sino proporcionar insights desde nuevos ángulos, que
permitirán confirmaciones, reajustes o ampliaciones del insight previo, si la acción es
llevada a cabo.

Este tipo de intervenciones constituye una vía diferente hacía el insight sobre las propias
dificultades. Opera haciendo resaltar contrastes que no se comentan en el discurso de
“ideas” sino que se muestran gracias a un lenguaje de acción.

Intervenciones directivas

Su uso es necesario en todas aquellas situaciones en que el paciente se encuentre sin los
necesarios recursos yoicos para manejar una situación traumática,siendo por lo común
víctimas de una ansiedad excesiva que tiende a ser en sí misma invalidante o agravante de
las dificultades propias de la situación.

Meta-intervenciones

Son todas aquellas intervenciones del terapeuta cuyo objeto son sus propias intervenciones.
Pueden dirigirse a aclarar el significado de haber realizado en ese momento de la sesión o
de esa etapa del tratamiento determinada intervención.

Está intervención sirve para precisar los fundamentos de la primera intervención de un


modo tal que le sea posible al paciente seguir de cerca el método de comprensión que
emplea el terapeuta en la primera.

Sirven en tanto el terapeuta se pone en evidencia en su realidad cuestionable, susceptible


de examen crítico en sus premisas, con un oficio también sometido a revisión. Es otro modo
de colocar el vínculo terapéutico en relaciones de reciprocidad, evitando el efecto de
adoctrinamiento propio de las relaciones autoritarias en las que el terapeuta presenta sus
opiniones como “saber”.
8
Una mirada de conjunto a este amplio espectro de intervenciones

Se podría denominar a todas estas técnicas como “cajón de herramientas”. No hay una
jerarquía dentro de estas intervenciones en psicoterapia. Esto marca una diferencia básica
con la teoría de la técnica psicoanalítica, la cual jerarquiza a la interpretación como la
intervención decisiva para producir el cambio específico del proceso analítico.

Está diferencia entre psicoanalisis y psicoterapias ha sido claramente formulada por Bibring:

“El psicoanálisis está construido en torno de la interpretación como agente supremo en la


jerarquía de principios terapéuticos característicos del proceso, en el sentido de que todos
los otros principios estan subordinados a él, esto es, se los utiliza con el propósito constante
de que la interpretación sea posible y eficaz. Mientras que la psicoterapia dinámica está
construida en torno de distintas selecciones y combinaciones de 5 principios terapéuticos:
1. sugestión
2. abreacción
3. manipulación
4. clarificación
5. interpretación

Craviotto, A. y J. Venturini (Coord.) (2018) Saber, Placer, Verdad. Michel Foucault y el


psicoanálisis.

La importancia de la obra de Foucault en el paisaje intelectual actual se torna evidente


cuando se atiende a la enorme cantidad de campos del conocimiento que afecta, además
de ofrecer la posibilidad de pensar nuevamente la subjetividad en términos históricos, y en
este sentido en sus condiciones materiales.

Ecos del psicoanálisis

Según Joan Copjec, “el psicoanálisis es la lengua materna de nuestra modernidad y todos
los temas importantes de nuestra época son difíciles de articular fuera de los conceptos que
este ha forjado.”

El psicoanalisis brinda un conjunto de herramientas teoricas para interrogarnos sobre el ser


del sujeto, sobre los alcances y limites de la teoria del conocimiento, sbre la etica, el deber y
la practica, sobre el sexo y el genero, sobre la ideologia y lo imaginario, sobre el placer,e l
poder y la eclosion de la verdad en el sujeto, sobre el avance de los bioconocimimientos y lo
que de la subjetividad escapa a su captacion, etc. Por supuesto, el psicoanálisis no es el
único campo teórico en condiciones de abordar estas interrogantes, pero sí tiene mucho
para aportar, especialmente en la articulación de estos grandes problemas.

La recepción del psicoanálisis en Foucault

El psicoanálisis ha estado en el centro de las preguntas que Foucault se ha planteado


desde el comienzo de su obra. En sus obras se pueden ver algunos de los vínculos
complementarios y contradictorios entre psicología y psicoanálisis, se puede ver cómo el
psicoanálisis lleva a su máxima expresión las contradicciones epistemológicas de la
psicología.

En su análisis histórico, Foucault entiende que, en cuanto al tratamiento de la locura, Freud


no hizo otra cosa que desplazar el modelo asilar o de internación promulgado por Pinel y
9
Turkel hacía la figura alienante del médico, por lo que, al menos en este sentido, el
psicoanálisis se halla en continuidad con la psiquiatría del siglo XIX. Quizás el
cuestionamiento al psicoanálisis de mayor alcance en está obra es el de su pretendida
incapacidad para entender el “trabajo soberano de la sinrazón”.

En otra de sus obras el psicoanálisis es puesto en la perspectiva de la fundación de la


hermenéutica moderna en el siglo XIX.

En otra de las obras de Foucault la psicología aparece como perteneciente a las ciencias
humanas, mientras que el psicoanálisis al conjunto de las contraciencias humanas.

La recepción de Foucault en el psicoanálisis

La tarea crítica sobre nuestro presente, sobre como se ha construido lo que se nos presenta
como dato inmediato de la realidad, se encontró con el psicoanálisis al estudiar las
relaciones entre sexualidad, saber, poder, identidad y verdad, a partir de Freud. Algunas
lecturas del trabajo genealógico de Foucault encuentran que se trata, en definitiva, de una
historia del psicoanálisis que llevaría a una estrategia contra el presente: desvelar los
efectos de dogmatismo ligados al saber y los efectos del saber ligados al dogmatismo, así
como identificar los mecanismos de poder y los objetivos normalizantes a partir de los
cuales se ha producido al sujeto.

Los trabajos de está colección

Foucault entiende que Freud, Marx y Nietzsche deshicieron la consistencia cerrada del
signo semiológico moderno, desestabilizandolo con 3 deshacimientos: la pérdida de la
interioridad, la pérdida del origen y la pérdida del sentido.

Freud es quien desnuda la interioridad de la representación al desplazar la reflexividad de la


conciencia por lo inconsciente. La fantasía inconsciente que anima el conflicto entre el
deseo prohibido y la instancia represora es realzada por Foucault como causa no positiva y
siempre interpretable. La fantasía se entiende como un exterior que no se aprehende en
términos de acontecimientos empíricos, lo que da lugar a extensas disquisiciones en la obra
freudiana sobre el origen de la sexualidad humana perversa.

Tanto Marx como Freud sostienen una teoría del valor de uso (economica), en Marx es el
valor de bienes-mercancías, y se refiere a un problema intersubjetivo, y en Freud es una
economía libidinal, valor de uso del placer, donde la cualidad del placer es la problemática
en cuestión, es decir, Freud tiene una teoría económica de la producción y circulación o
intercambio de la energía psíquica, así, en Freud el problema es intrasubjetivo.

El sueño de Irma se convierte en paradigmático para la constitución de la metapsicología


freudiana; a partir de allí, el sueño adquiere el valor de una formación literal en un modo
particular de trabajar la clínica.

El sueño es, entre Foucault y el psicoanálisis, una instancia de resonancias. Con fortaleza
teórica y una indudable mirada clínica.

El psicoanálisis se encuentra enraizado a la scientia sexualis tanto en la línea discursiva de


la pastoral cristiana ejercitada en la confesión como en la línea discursiva de la medicina y
la psiquiatría que se consolida en el siglo XIX. El surgimiento de ambos discursos escapa a
la explicación sociológica en la que predomina la hipótesis represiva del poder. Ambos se
10
producen por una incitacion creciente a hablar de sexo para comprender la verdad del
sujeto.

La teoría crítica ha sido el primer campo de reflexión filosófica y social del siglo XX que ha
incorporado al psicoanálisis en su fundamentación teórica.

De Los Santos, C. (2019). Memorias compartidas y resistencia social. El psicodrama y


su transmisión en Uruguay (1973-1985)

Está investigación concluye que la potencia de la experiencia de estos grupos de


psicodrama instaló nuevas experiencias y consolidó las previas en el periodo abordado en
Uruguay. La intensa transmisión filosófica, teórica y técnica del psicodrama produjo nuevas
formas de existencia en comunidades afectivas que fueron desplegadas en dimensiones
educativas, sociales y políticas. A través de la afirmación de lo grupal y del ejercicio de la
creatividad espontánea se produjo resistencia social ante el orden impuesto,como
resistencia reactiva y como modo de vida en el rostro anónimo del trasfondo colectivo.

Introducción

El surgimiento del psicodrama y su transmisión en contextos sociales y políticos sobre


grupos -que no se acomodaban al orden imperante entre los años 1973 y 1985- podría ser
interpretada como una resistencia al régimen dictatorial de entonces, el cual, sin intención,
terminó por consolidar el psicodrama en el país.

El psicodrama trabaja en grupos y con grupos humanos. Es a través de la acción dramática,


y desbordando su propósito clínico-psicoterapéutico, que tiene alcances culturales y
educativos. Se enmarca en un sistema de pensamiento amplio denominado como
socionomia.

La socionomía se entiende como una ciencia inclinada al estudio de las leyes que regulan lo
social, un campo de conocimiento nuevo, o nueva sociología.

Asimismo, el psicodrama es un sistema filosófico que responde a tradiciones socialistas y


jasídicas.

El psicodrama nació como una modalidad terapéutica, precedida de experiencias como el


teatro de la espontaneidad y el periodico viviente. Para el psicodrama, la salud, el
aprendizaje y la libertad estan en el desarrollo de la creatividad a través de la
espontaneidad. Al observarse el poder de cambio, el psicodrama deja de ser un ámbito -y
menos aún una disciplina- para ser una práctica de transformación en grupos, comunitaria,
social. Además, desde sus postulados filosóficos, no puede ser desplegado únicamente en
el desarrollo teórico, sino que debe existir una experiencia práctica grupal y un intento de ir
allí donde la gente vive, ama y sueña; el psicodrama se desarrolla en consultorios, aulas,
lugares de trabajo, en la calle.

El psicodrama, en su búsqueda de la creación espontánea para crear nuevas estrategias y


despliegues de existencia, contradice la posible repetición de la transmisión. El lenguaje de
la transmisión no es el de la pedagogía, y la educación, como acto de transmisión, puede
ofrecer “un soporte desde el cual la diferencia pueda ser pronunciada”.
11
Se entiende el “devenir” como un tiempo donde pasado y futuro estan a la vez, como es el
“aquí y ahora” que fundamenta filosóficamente el psicodrama. Los acontecimientos son
tomados, entonces, como lo que no cesa de pasar.

Justificación

El psicodrama, como sistema filosófico y metodológico que se desarrolla en el campo del


aprendizaje en grupos y comunidades así como en las psicoterapias, ha tenido en Uruguay
la dificultad de un desarrollo académico sostenido en disciplinas específicas. El cruce del
psicodrama con la sociedad y la política, si bien desplegó una potencia muy fuerte en los
hechos, carece de estudios sistematizados en este país.

En el campo de la psicología académica muchos han sido los obstáculos en el desarrollo de


antecedentes, y el psicodrama no tuvo un destino diferente. El psicodrama puede ser
dirigido o coordinado por personas que portan diferentes identidades profesionales; el
problema en general, radica en la relación con el ejercicio del psicodrama psicoterapéutico y
quienes pueden ejercer ese desarrollo. Las psicoterapias tienen un ejercicio regulado en
Uruguay que habilita a personas tituladas en psicología y psiquiatría. Los avatares de la
psicologia universitaria en Uruguay, con un desarrollo incipiente en la decada de 1960,
reprimido en modo directo por la dictadura, tuvo una incidencia directa en los modos de
transmision del psicodrama.

Relevancia del estudio

La relevancia de está investigación está dada por el conocimiento de cómo las resistencias
sociales han sido tramitadas o pueden transmitirse en el psicodrama.

La transmisión en psicodrama marco una experiencia en el cruce de la educación, de la


política y de la sociedad que tiende a la solidaridad de la trama relacional, al no
sostenimiento de los valores individuales y a la circulación de aquello que concebido como
propiedad privada (escenas personales) puede mutar de modo, ya que lo que surge en el
campo del grupo y se revela como imágenes resultantes (dramatizaciones) es inmanente a
este, es autoproducción y, en tanto ello, es del grupo.

Las personas protagonistas de está investigación entendieron que el psicodrama es acción,


que pese a todo obstáculo hay que participar de grupos para aprender y hacer psicodrama.

El psicodrama es un modo de transitar el cruce de disciplinas que lo constituyen, de una


manera completamente artística. Traslada y traduce, como un pasaporte entre el territorio
artístico y científico en una amalgama de producción común, diferentes fuentes y linajes
filosóficos que lo componen. El teatro y la psicología, en común, toman una nueva
dimensión. La importancia en cuanto a la distribucion del poder disciplinar, y a no quedar
encapsulado, hostilizado o reprimido por este, es un problema politico. El psicodrama es
una práctica política, pone lo grupal como necesidad y la propiedad intelectual como
colectiva.
12
Gonçalvez Boggio, L. (2019). Las Paradojas de la Migración. Estrategias
psicocorporales para el abordaje del estrés postraumático.

Cap. 4 "Tratamiento del TEPT"

Dispositivos psicoterapéuticos para el abordaje del TEPT

Las personas que sufren de TEPT estan estancadas en el trauma, y lo reviven


constantemente. Por lo tanto, la meta del tratamiento del TEPT es ayudar a estas personas
a vivir el presente, integrando los recuerdos de los hechos, sin tener que revivirlos
permanentemente.

Un área de trabajo con estos pacientes es la integración de las memorias traumáticas a la


vida actual, ya que lo que sucedió en el trauma no es un hecho imaginario o simbólico, es
algo que sucedió en un nivel fundamental de sus vidas, en el que lo primario fue un impacto
real, sobre el cual luego el individuo construyó una serie de elaboraciones secundarias.

La gente con TEPT vive en un estado de emergencia permanente. El paciente traumatizado


nunca se siente a salvo, por lo que es imprescindible la construcción de una buena alianza
psicoterapéutica para que el paciente llegue a confiar en el clínico.

La primera necesidad es la de sentirse a salvo. Aun en las situaciones más difíciles, es


posible crear un ámbito de seguridad. Por lo tanto, la primera medida es que la víctima este
a salvo. No se puede hacer ningún tipo de tratamiento si la víctima está, o se siente,
desprotegida. En está etapa el paciente debe volver a tener control interno y externo, es
decir, como psicoterapeutas debemos garantizar su seguridad. De la misma manera,
debemos aprender a manejar los síntomas que interfieren en su vida y conllevan el riesgo
de retraumatización.

En está fase aguda, se recomienda hacer ejercicios físicos para ayudar a la metabolización
de la adrenalina segregada, la práctica de técnicas de relajación, meditación, etc.

En una segunda fase del tratamiento, se trabaja con distintas técnicas (la mayoría de las
veces psicocorporales), tratando de permitir que la persona exprese las emociones que
muchas veces quedan contenidas en la coraza muscular.

Por lo general, se trabaja por medio de protocolos específicos que se administran al


paciente para que pueda recorrer y recuperar todos los hechos que hicieron a la situación
traumática, y, al recordarlos, expresar todos sus sentimientos frente al hecho, pero en un
ambiente protegido y sin críticas.

El tratamiento se orienta a que el paciente pueda reconstruir la historia traumática.

Finalmente, la tercera fase apunta a reconectar al paciente con la vida, con el presente y el
futuro, redefiniéndose a sí mismo en el contexto de relaciones y actividades significativas.
La tercera fase incluye la reinserción en la vida diaria.

Desde la Psicoterapia Bioenergética, podemos incluir el factor energético como elemento


fundamental para clarificar los efectos complejos del trauma y sus implicaciones
psicoterapéuticas. Los psicoterapeutas corporales somos capaces de reconocer la forma en
que las memorias traumáticas son experimentadas por los pacientes como estados
corporales en un nivel no verbal.
13
La hipótesis de trabajo es que trabajando directamente en el nivel corporal y energético, se
puede lograr reducir, eliminar o estabilizar la sobreexcitación creada en el trauma y,
asimismo, elaborar y metabolizar esas experiencias que pertenecen al pasado.

Una de las dificultades centrales en el trabajo con pacientes con TEPT es la imposibilidad
de su musculatura esquelética de ligar energía. En el proceso psicoterapéutico es necesario
descargar la sobreexcitación producida en el trauma volviendo la energía a los músculos.

En el abordaje psicoterapéutico del trauma hacemos especial énfasis en la resolución del


aspecto energético. La eliminación de la sobrecarga es lo que trae aparejado un alivio en el
resto de la sintomatología. Los pacientes deben empezar ganando seguridad en sus propios
cuerpos, y esto requiere procedimientos activos y aprendizajes de nuevos recursos, en
especial, en lo que hace al contacto con las sensaciones.

La forma de trabajo de los estados postraumáticos requiere de un modo de abordaje


diferente al enfoque psicoanalítico.

Lo que causa la traumatización es la incapacidad de descargar la energía biológica que fue


inmovilizada. Energía que fue inmovilizada, por otra parte, cuando ocurrió la inmovilidad.

En los animales, vemos que la inmovilidad muchas veces funciona como medida de
sobrevivencia, se congelan para luego descongelarse, pero sin llegar a traumatizarse.
Cuando la inmovilidad se cristaliza, y la energía no es posteriormente descargada, el
metabolismo queda interrumpido. La conducta hipervigilante continuará porque la
sobreexcitación interna sigue.Y está se convierte ahora en el principal peligro. EL adentro
se torna tan peligroso como lo era antes el afuera. Como las respuestas activadas por el
reflejo de alarma son conductas que estan fuera del control volitivo (se originan en el
cerebro reptiliano), las lógicas provenientes del neocórtex generalmente no ayudan.

Cuando la persona empieza a salir de la inmovilidad, lo que va a aparecer es el terror y la


rabia. Como la energía no puede ser descargada saludablemente (reguladamente), al
levantarse la inmovilidad, el organismo puede canalizar su energía a través de conductas
como el comer en exceso, adicciones, no dormir, promiscuidad sexual, abuso de sustancias,
depresión, ansiedad, fobia social, etc.

La función primordial de estos síntomas es la de servir de descarga sustituta de la


hiperexcitación, del exceso de energía.

Los individuos con TEPT usualmente desarrollan más de un síntoma, y a medida que más
energía se va liberando, más síntomas pueden aparecer o intensificar los ya presentes.

La metodología tradicional de trabajo bioenergético tiene algunos objetivos específicos, por


ejemplo:
- Aprender a tolerar las sensaciones de su cuerpo
- Apoyarse en el contacto ocular a fin de no perder la orientación de lo que le sucede
- Buscar la autorregulación del proceso energético
- Trabajar la memoria traumática, desbloqueando la coraza cerebral

En el abordaje psicoterapéutico del TEPT, la información sensorial es tan importante como


el conocimiento cognitivo y emocional. La conciencia sobre las sensaciones del cuerpo son
enormemente útiles cuando trabajamos con temas relacionados con el desarrollo, pero son
aún más importantes cuando trabajamos con traumas por shock.
14

Las sensaciones del cuerpo son una vía directa al inconsciente y hablan el lenguaje de las
partes más viejas y primitivas de la mente. Si bien, en el abordaje psicoterapéutico del
TEPT, la reestructura cognitiva es importante, el proceso curativo debe incluir
necesariamente experiencias corporales.

Si bien las terapias verbales pueden ser muy efectivas a la hora de lograr una
reorganización cognitiva, dejan sin analizar las bases fisiológicas, motrices y emocionales
de las experiencias traumáticas.

Para el abordaje psicoterapéutico del TEPT, consideramos que hay 3 fases del tratamiento
en las cuales el trabajo psicocorporal es particularmente importante:
1. La primera fase es la etapa inicial del tratamiento a la que denominamos educación,
contención, estabilización y establecimiento de la seguridad.
2. La segunda fase del tratamiento en la cual la orientación somática parece crucial es
en la renegociación, reorganización e integración del material traumático.
3. En la tercera fase, el acercamiento corporal ofrece recursos importantes que
ayudan a restablecer en el paciente traumatizado la capacidad para el placer y las
experiencias positivas, reconectándolo con la vida cotidiana libre ya de los
sinsabores de la experiencia traumática

Primera fase: educacion, contención, estabilización y establecimiento de un vínculo


seguro

En la primera sesión con el paciente es clave que el paciente sienta la resonancia de


campos energéticos en donde el psicoterapeuta lo está acompañando en su historia al
hacerle preguntas sobre su vida familiar, emocional, social, etc.

El consultorio -como campo energético- adquiere una relevancia especial. El cómo estar
situados, donde estar sentados, etc, debe quedar a discreción del paciente.

El usual en pacientes con TEPT que desde el principio manifiestan una cierta desconexión o
emociones negativas de odio para con su cuerpo. Frecuentemente, hay falta de energía en
los brazos, en las muñecas y en los tobillos.

Un objetivo clave en la psicoterapia va a ser recuperar o establecer el desarrollo de buenos


sentimientos hacía su propio cuerpo; tomar contacto con las emociones reales (emociones
básicas, como la bronca y el miedo); reaprender cómo llorar, etc.

El trabajar psicocorporalmente desde el comienzo del tratamiento permite desarrollar la


sensibilidad somática del paciente.

Dirigiendo sensiblemente la atención al cuerpo, por medio del trabajo energético, se le quita
la presión al paciente de que debe hablar sobre lo sucedido. Trabajar a un nivel corporal
desde el comienzo del proceso psicoterapéutico nos permite desarrollar la seguridad de
que, eventualmente, la historia completa del trauma va a emerger al propio ritmo del
paciente.

La educación sobre los síntomas es un primer paso importante en el tratamiento del TEPT.
Las personas que sufrieron experiencias extremas, frecuentemente se sienten muy
confundidas sobre lo que estan experimentando. En algunos casos, aparece el temor a
enloquecer debido a la intensidad de sus emociones y a la sobreestimulación fisiológica.
15
Por ello la educación de sus síntomas es importante, al ayudarlos entender que su actual
sufrimiento está relacionado con los eventos traumáticos del pasado.

Durante la primera fase, trabajando sobre puntos energéticos más profundos, las
intervenciones somáticas pueden ser empleadas para movilizar la energía hacía la
superficie del organismo (piel, pies, etc), lo cual posibilita no sólo una intervención directa
sobre los síntomas, sino también relajar las constricciones de los tejidos y las tensiones
musculares.

Las intervenciones somáticas más útiles a este respecto generalmente involucran


primariamente un trabajo básico de respiración y de enraizamiento.

Otro recurso terapéutico que podemos integrar en está etapa inicial es la utilización de
imágenes que contengan recuerdos positivos o visualizaciones de lugares seguros, que
puedan estimular, en la conciencia del paciente, sentimientos y sensaciones corporales
positivas y seguras. Esto contribuye a que los pacientes puedan sentir sus cuerpos como
recursos y no solo como fuentes de dolor y sufrimiento.

En está primera fase, al dirigirse a la estructura física y energética de la organización del


shock, se logra una intervención directa sobre los síntomas que afligen al paciente. El
propósito del trabajo somático de restaurar el equilibrio biofisico y energético se consigue
una vez que los pacientes comienzan a sentirse, otra vez, en control de sus cuerpos. Por
eso el trabajo somático es esencial antes de comenzar a renegociar y reorganizar el
material traumático.

Segunda fase: renegociación, rememoración, reorganización e integración del


material traumático

La primera fase es importante para que el paciente entienda que conocer los sentimientos y
la fisiología relacionados con la situación traumática no le devuelve necesariamente al
trauma original y a la violencia e impotencia asociadas a él.

La vivencia de completa pérdida de control asociada al evento traumático es una de las


cosas más importantes a tener en cuenta, clínicamente, tenemos que entender que para
estos pacientes el control lo es todo.

A través de la intervención directa en los niveles biofisicos y energéticos de la experiencia,


así como en los niveles cognitivo y emocional, los pacientes con TEPT pueden
experimentar el estar en control de sus respuestas corporales mientras renegocian e
integran los eventos traumáticos.

El centrarse y enraizarse en la experiencia corporal permite enlentecer el proceso de


confrontación con el material traumático. Enlentecimiento que permite incluir detalles antes
no formulados y le brinda al paciente cierta distancia con respecto a la experiencia
traumática.

Para ello asentamos el relato de la historia del trauma en las sensaciones corporales. Las
últimas investigaciones realizadas en psicotraumatología indican que los eventos
traumáticos son recordados en el inconsciente primeramente como experiencia
somatosensorial o como recuerdo implícito, y que es la psicofisiología anormal asociada
que dirige los síntomas de TEPT.
16
En términos energéticos, podríamos decir que el poder focalizarse en la sensación provee
una puerta de entrada a las zonas del inconsciente en donde se encuentra el potencial para
la autorregulación y curación profundas.

Las intervenciones psicocorporales bioenergéticas tradicionales de centramiento


(respiración), enraizamiento (toma de tierra) y focalización (contacto)permiten disminuir
considerablemente los síntomas.

Una serie de principios fundamentales a tener en cuenta a la hora de renegociar el material


traumático son:
- Dosificación: la cantidad enorme de energía comprimida en el SN no puede
liberarse repentinamente porque derivaría en una explosion de emociones intensas y
en una estimulación fisiológica descontrolada. En ese sentido, solo un pequeño
monto de energía necesita ser liberado cada vez que se trabaja
- Superposición: se refiere a la sobreasociación de sensaciones, emociones,
pensamientos y comportamientos relacionados con la experiencia traumática. Por
ejemplo, en un ataque de pánico, una sensación se superpone con otra, luego con
un pensamiento, después con una emoción, etc. Descomponer está cadena de
eventos experimentados en una rápida sucesión requiere enlentecer el proceso; así,
se le pide al paciente que se focalice durante un largo rato en un solo aspecto de la
superposición.

Fréchette sugiere darle la posibilidad al paciente de enraizarse a través del cuerpo del
psicoterapeuta. Cuando un proceso de recordación o de duelo se vuelve muy atemorizante
o invasivo, uno de los tantos modos que le permiten al paciente enraizarse a través del
cuerpo del psicoterapeuta es invitarlo a que se envuelva en posición fetal sobre la espalda
del psicoterapeuta, mientras que este, sentado, coloca una mano sobre el cuello del
paciente y otra, en la parte inferior de sus piernas o sus pies.

¿Cómo facilitar la abreacción emocional?

Abreacción: Término psicodinámico creado por Joseph Breuer por el cual se designa a la
descarga de una experiencia desagradable vivenciándola con los sentimientos originales y
en presencia del analista.

La abreacción durante el procesamiento es indicador de que el material disfuncional está


siendo metabolizado. Generalmente, la abreacción ocurre cuando la información está
siendo procesada. Por lo tanto, que la abreacción concluya de manera satisfactoria es un
indicador de que la fuente de insatisfacción es simultáneamente resulta. La abreacción
emocional es, entonces, señal de transformación del material perturbador; es un indicador
de salud emergente, de autorregulación emocional.

¿Cómo trabajar con las sensaciones?

Las sensaciones son una vía regia de acceso al inconsciente. Para acceder a este
contenido, más o menos consciente, el psicoterapeuta se focaliza junto con el paciente en
hablar el lenguaje de las sensaciones, permitiéndonos así acercarnos al funcionamiento
involuntario del cerebro reptiliano. La idea central de este trabajo es hacer la sensación
consciente y sentida.
17
Fase tres: reconexión con la vida cotidiana: restablecimiento de la expansión, de la
capacidad para el placer y de las experiencias positivas

La sobreestimulación del SN de los pacientes con TEPT les dificulta entrar en un estado de
relajación parasimpático, necesario para las actividades placenteras.

Usando intervenciones bioenergéticas frecuentemente facilitamos a los pacientes la entrada


a estados parasimpáticos más relajados, de manera de que puedan reconectarse con las
experiencias de placer.

En está tercera etapa, habiendo enfrentado y superado el pasado traumático, el paciente


aprende a recuperar su poder cotidiano, su potencia expansiva, y encara la tarea de crear
un futuro. En términos de la psicología del yo, el paciente ha hecho un duelo por el viejo yo
que el trauma destruyó, y ahora debe desarrollar un nuevo yo.

Si la contención fue el objetivo de la primera fase, la movilidad es el objetivo de la tercera.

Es importante tener en cuenta que los pacientes pueden ir y volver entre estas fases,
pueden regresar a etapas más tempranas del proceso en cualquier momento. Para saber
cuando el paciente va hacía una resolución del estrés postraumático, uno de los mejores
indicios de resolución consiste en el restablecimiento en los pacientes de la capacidad para
experimentar placer en su vida cotidiana y para restablecer relaciones con los demás.

Capítulo 5: Las técnicas de estimulación bilateral y las técnicas energéticas

EMDR: la escena traumática es trabajada por medio de movimientos oculares bilaterales.


Los movimientos oculares rítmicos bilaterales son un proceso natural del cuerpo que
permiten restablecer el equilibrio del organismo que quedó alterado en el incidente
traumático.

Se supone que los movimientos oculares bilaterales producen un efecto directo sobre el
cerebro, destrabando el SN y permitiendo al cerebro procesar las experiencias traumáticas
a través de la desintensificación de estas. Este dispositivo de desensibilización y
reprocesamiento permite el procesamiento de las informaciones de forma tal que las
imágenes, sonidos, olores, sentimientos o sensaciones desagradables, asociados a la
situación traumática, pueden ya no ser revividos cuando el evento traumático es traído a la
memoria.

Los movimientos oculares bilaterales funcionan, en primera instancia, como un buscador de


recuerdos y, en segunda instancia, reducen la intensidad de los pensamientos
perturbadores procesando el material inconsciente, a través de la reconexión funcional entre
diferentes áreas de los dos hemisferios cerebrales.

Técnicas energéticas (ET): parten del presupuesto básico de que las emociones y los
síntomas perturbadores pueden tener un evento traumático en su raíz, que puede ser
abordado energéticamente desde procedimientos que activen el SNA parasimpático.

Utilizando movimientos oculares, estimulación bilateral, acupresiones en puntos específicos


y técnicas respiratorias, se interviene directamente,en un nivel profundo, en el desequilibrio
del sistema bioenergético corporal.
18
Por medio de esto se busca intervenir en el campo energético corporal y producir efectos en
el campo del pensamiento.

Los psicoterapeutas corporales hemos trabajado desde los comienzos de nuestra práctica
clínica con técnicas de estimulación bilateral que utilizan la capacidad innata de nuestro
cerebro para el desbloqueo, la desintensificación y el procesamiento de las situaciones
traumáticas.

Desde nuestro abordaje bioenergético, subrayamos la importancia de ubicar la emoción en


el cuerpo, sosteniendo la conexión mente-cuerpo a través de los procesos energéticos.

La hipótesis que maneja la psicoterapia corporal bioenergética es que la estimulación de los


mecanismos naturales de autorregulación inherentes a cada sujeto pone en marcha el
sistema de procesamiento de información del cerebro, desbloqueando la coraza cerebral y
permitiendo movilizar la energía ligada al trauma. Está energía queda libre, fortaleciendo el
yo, devolviendo solidez al cuerpo, que pasa a ser un lugar más confiable y consistente,
potencializado por la nueva regulación de flujos, antes bloqueados, en el marco de una
nueva dinámica de funcionamiento energético.

Así, la energía liberada de la fijación traumática se torna disponible para el placer de vivir y
para la producción deseante, lo que mejora considerablemente la calidad de vida, la
autoestima y los vínculos, tanto en calidad como en intensidad.

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