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Y LA LLUVIA CAERÁ

¡Qué piña son nuestras autoridades, profe!, me dice un señor, abordándome en la Plaza
Mayor y extendiéndome la mano. ¿Por qué?, le digo, mientras nos puñeteamos
saludándonos. Profe, ¿te acuerdas que cuando nuestro exalcalde estaba para inaugurar su
drenaje pluvial vino una lluvia de miércoles y su megaobra colapsó ante la furia de San
Simón? Fue la puerta que se abrió para demostrar que dicha obra tenía irregularidades, las
mismas que después las sanearon, y colorín colorado, quedó apestando, pero funcionando.
Ahora al menos en algo nos sirve, aunque nuestro alcalde actual, que creo que de ingeniería
no sabe ni michi, no es capaz de darle su mantenimiento. Pero el Loco de San Simón, que
usted muy bien sabe que así le llamamos a esa lluvia torrencial que nos visita entre los
meses de octubre y noviembre, no quiso quedarse con las manos cruzadas, y puso al
descubierto, en esta oportunidad, la megaobra de la construcción del hospital Hermilio
Valdizán, que tiene un presupuesto de casi doscientos millones de soles. Es un mucho
dinero, ¿verdad, profe? Yo me pregunto, ¿acaso todo ese dinero no es suficiente como para
hacer una buena obra? Lo que pasa es que nuestras autoridades se pasan de pendejos y
abusivos.
Profe, imagínate que estuvieras internado en el quinto piso de un hospital recién construido,
que estuvieras con bronconeumonía, temblando por la fiebre como perro pichi recién
bañado. Estoy seguro de que estarías tranquilo porque es un edificio nuevo. Entonces San
Simón, que de santo solo tiene el nombre, se achora y quiere poner a prueba tu fe y la
firmeza de esa obra. En el cielo suenan truenos y los relámpagos alumbran todos los
espacios oscuros. Seguro que usted no se metería debajo de su cama como lo haría en su
casa ni se pondría a llorar como cuando está borracho, sino que se quedaría echadito en su
cama. En eso, comienza a caer la lluvia como baldazos de agua, y desde tu cama ves que el
techo de tu cuarto comienza a humedecerse. Una gota de agua cae directamente en tu sepla,
sientes su frialdad. Seguro que en ese momento sí tendrías un poco de susto; la gota unida a
otras que van cayendo comienzan a recorrer tu pelada y escuchas que el techo del pasadizo
se desploma. Ahí sí, profe, ya te persignas y comienzas a rezar pidiendo a Dios que te tenga
piedad y diciéndole que prefieres morir con neumonía que aplastado por un techo de un
edificio recién construido. Y sacas piernas. Corres como endemoniado, esquivando el techo
que se va cayendo a pedazos. Te diriges al ascensor y este no funciona. Te recuestas en la
pared y una parte de la pintura se queda impregnada en tu bata. Te das cuenta de que estás
calato. Tapas tus vergüenzas y juras que sobrevivirás. Es así como hicieron los médicos y
enfermeras que estuvieron allí el día que nos visitó San Simón. ¿Después qué harías, profe?
Conociéndote, seguro que les insultarías, les harías recordar a su madrecita, a su abuelito, a
toda su generación; les dirías que son ladrones, sinvergüenzas y muchas cosas más. Ni más
ni menos que lo mismo que muchos huanuqueños queremos decirles a nuestras autoridades.
Pero ya nos están llegando a la coronilla, y en cualquier momento llegará la gota de agua
que hará rebalsar el vaso; y entonces nuestro alcalde con su cochinada de ciclovía, bajajvía,
motovía, chorovía, etc., y nuestro gobernador, que también nos quiere tomar el pelo,
incluyéndole a usted, sabrán que estamos vivos, que rugimos como leones, que nos
descruzamos nuestras manos, y haciéndoles montar en un burro, como hacían antaño, los
botaremos de esta ciudad y les declararemos hijos no predilectos, por no decir hijos de
usted ya sabe quién.
Las Pampas, 04 de noviembre de 2021

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