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El narcisismo
Introducción

El concepto de narcisismo permite a Freud ampliar su teoría de la libido y las relaciones


de objeto, lo que extiende su aplicación a otras categorías clínicas como la demencia
precoz (esquizofrenia) y problematiza, nuevamente, los límites entre lo normal y lo
patológico. A continuación, se presentará la teoría freudiana del narcisismo, desde sus
condiciones de surgimiento hasta su aplicación a la vida erótica general del sujeto. Para
abordar este último punto, desarrollaremos de manera esquemática los tiempos del
complejo de castración en el niño y la niña, tomando como referencia clínica algunos
puntos del historial del Hombre de los lobos que muestran la articulación de la castración
con el narcisismo en la experiencia analítica.

1. El narcisismo

El término narcisismo es tomado por Freud del psiquiatra Paul Näcke, que aplicaba la
categoría principalmente al estudio de las perversiones. El psicoanálisis, por otra parte,
descubre rasgos narcisistas en otros cuadros clínicos, principalmente en las neurosis,
donde se comprenderá como el complemento libidinal del egoísmo, normal y extensible a
todo sujeto. Los primeros avances surgen de la aplicación de la teoría de la libido a la
explicación de la demencia precoz o esquizofrenia, que muestra como síntomas centrales
el delirio de grandeza y el retiro del interés en el mundo. La demencia precoz se
caracteriza, según Emil Kraepelin, por una evolución deficitaria hacia la demencia, con
profundos trastornos de la afectividad (indiferencia, apatía, sentimientos paradójicos) y
una disgregación de la personalidad. Luego, el psiquiatra suizo Eugen Bleuler, afirmará
que estos sujetos no son dementes, sino que se encuentran afectados por un proceso de
disociación que los sume en una “vida autística”. Según sintetizan finalmente Ey, Bernard
y Brisset en su tratado, la esquizofrenia se define como una psicosis delirante crónica que
altera profundamente a la persona, “que cesa de construir su mundo en comunicación con
los demás, para perderse en un pensamiento autístico, es decir en un caos imaginario”
(Ey, Bernard y Brisset, 1999, p. 473)

El interés de Freud por esquizofrenia (que propone denominar parafrenia) residía en el


particular apartamiento del mundo exterior, diferente a la pérdida de la realidad de la
neurosis, que no logra romper definitivamente su relación con el mundo y los objetos, sino
que los ha sustituido por la fantasía:

Otro es el caso de los parafrénicos. Parecen haber retirado realmente su libido


de las personas y cosas del mundo exterior, pero sin sustituirlas por otras en su
fantasía. Y cuando esto último ocurre, parece ser algo secundario y
corresponder a un intento de curación que quiere reconducir la libido al objeto.
(Freud, 1992a).

La libido retraída de los objetos recae aquí sobre el yo, estado que se denomina
narcisismo; la carga libidinosa del yo presente desde el inicio de la vida es el narcisismo
primario, mientras que el retiro posterior de la libido de los objetos será narcisismo
secundario. En este sentido, la vida del niño muestra características similares a la
megalomanía encontrada en las parafrenias: omnipotencia de las ideas, sobreestimación
del propio deseo y creencia en la efectividad mágica de las palabras y pensamientos. 

Se produce de este modo una división entre la libido del yo, por un lado, y la libido objetal,
que alcanza su mayor expresión en el amor; el enamoramiento puede ser calificado como
un empobrecimiento de la libido del yo en favor del objeto. Esta división es
correspondiente con la primera clasificación de las pulsiones en pulsiones del yo y
pulsiones sexuales, deducida por el análisis de las neurosis de transferencia. 

Freud observa el fenómeno de redistribución de la libido en otras situaciones clínicas que


muestran su presencia no solo en las parafrenias, sino también en la personalidad
‘normal’: 

En la enfermedad orgánica, el sujeto retrae a su yo las cargas libidinales para


ocuparse de su recuperación. 
En el sueño, la libido vuelve para investir el deseo de dormir. 
En la hipocondría, el retiro recae sobre los órganos afectados.

Mientras que las parafrenias y la hipocondría indican la concentración de la libido en el yo,


la neurosis de transferencia muestra, a través de sus síntomas, un estancamiento de la
libido en los objetos. En su desarrollo, el sujeto comienza a investir los objetos del mundo
cuando la magnitud libidinosa del yo sobrepasa cierta medida, tornándose displacentera.
“Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para
no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede
amar” (Freud, 1992a, p. 82). Para el aparato, ante la situación de una descarga inmediata
indeseable o imposible, es indiferente que los objetos de la libido sean reales o
fantaseados; la diferencia surge luego, cuando el proceso de introversión de la libido
provoca un estancamiento e inicia la formación de síntomas. La parafrenia, por el
contrario, produce un estancamiento de la libido en el yo.

2. Narcisismo y vida erótica

Freud afirma que las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas del niño se encuentran
apoyadas en funciones yoicas destinadas a la autoconservación y que solo más tarde se
volverán independientes en el desarrollo. A su vez, las personas encargadas del cuidado y
la alimentación del niño constituyen los primeros objetos sexuales, que Freud denomina
elección de objeto del tipo de apoyo. Un segundo modo de elección de objeto es la de tipo
narcisista, en donde el sujeto elige su objeto sexual no conforme a la imagen de su madre,
sino conforme a la imagen de la propia persona. Hay para el sujeto, entonces, dos objetos
sexuales primordiales: él mismo y la mujer nutricia.

El atractivo de las personas depende del tipo de estimación narcisista que tienen hacia sí
mismas y ejerce un mayor efecto en aquellos que han renunciado a su propio narcisismo
en favor del objeto. Para Freud, se ama:

Conforme al tipo narcisista:

a) Lo que uno es (a sí mismo).

b) Lo que uno fue.

c) Lo que uno quisiera ser.

d) A la persona que fue parte de uno mismo.

Conforme al tipo de apoyo:

a) A la mujer nutricia.
b) Al hombre protector.

3. Caso práctico

El complejo de castración. Referencias clínicas del caso “El hombre de los lobos”

En psicoanálisis, el complejo de castración designa el momento decisivo en el que el


sujeto reconoce la diferencia anatómica entre los sexos y determina su identidad sexual al
precio de la angustia, ya que se ve forzado a enfrentar los límites de su cuerpo en relación
con su deseo. Según Freud (1992c), esta etapa se vive alrededor de los cinco años y
muestra un momento del desarrollo libidinal en el que las pulsiones sexuales y yoicas se
encuentran mezcladas al servicio de intereses narcisistas. 

La castración en el niño y en la niña tienen en común dos elementos: por un lado, la


premisa universal de la que ambos parten ‘todos los seres tienen pene’ y, por el otro, el rol
central de la madre, de la cual ambos se separarán (el niño con angustia, la niña con
odio). Sin embargo, el complejo de castración inicia el Edipo en la niña, mientras que en el
niño lo concluye (Freud, 1992c). A continuación, siguiendo a David Nasio (1996),
desarrollaremos el esquema del complejo de castración en el niño y en la niña.

En el niño

Primer tiempo: todo el mundo tiene un pene. Premisa universal del niño en su fantasía,
que no reconoce aún la diferencia entre los sexos.

Segundo tiempo: el pene está amenazado. Momento de las amenazas verbales que
prohíben las satisfacciones autoeróticas e incestuosas del niño y apuntan a su fantasía de
poseer el objeto amado (la madre). Estas verbalizaciones serán más tarde internalizadas
bajo la forma del superyó. Freud realiza la siguiente construcción en el caso del Hombre
de los lobos, donde delimita una amenaza de castración que se deriva de la reacción del
niño a los intentos de seducción por parte de su hermana:

¿Cómo reaccionó el niño ante las seducciones de su hermana mayor? He aquí


la respuesta: con desautorización, pero la desautorización se dirigía a la
persona, no a la cosa misma. La hermana no le resultaba grata como objeto
sexual, probablemente porque su relación con ella ya estaba marcada en
sentido hostil por la competencia en torno del amor de los padres. La rehuyó, y
también los cortejamientos de ella pronto terminaron. Sin embargo, buscó
granjearse en su reemplazo a otra persona, más amada, y unas
comunicaciones de la propia hermana, quien había invocado el modelo de la
ñaña, orientaron su elección hacia esta. Empezó entonces a jugar con su
miembro ante la ñaña, lo cual, como en tantos otros casos en que el niño no
oculta su onanismo, debe ser concebido como un intento de seducción. La
ñaña lo desengañó, le puso cara seria y le declaró que eso no estaba bien. Los
niños que hacen eso reciben ahí una «herida». (Freud, 1992b, p. 23-24).

Tercer tiempo: hay seres sin pene, la amenaza es real. Descubrimiento visual de la zona
genital femenina. La investidura narcisista que el niño otorga a su pene impide que admita
la existencia de seres desprovistos de este, por lo que en su fantasía negará la evidencia
afirmando que el clítoris es en realidad un pene pequeño que crecerá en el futuro.

Regresando al caso del Hombre de los lobos, Freud describe esta etapa en las fantasías
infantiles de su paciente adulto:

Responde en un todo a nuestras expectativas enterarnos de que con sus


primeras excitaciones genitales se inició su investigación sexual y que pronto
recaló en el problema de la castración. En esa época pudo observar a dos
niñas —su hermana y una amiga de esta— en el acto de orinar. Ya a raíz de
esa visión su inteligencia le habría permitido entender las cosas, solo que se
comportó como suelen hacerlo otros niños varones. Desautorizó la idea de que
ahí veía corroborada la herida con que amenazaba la ñaña y se entregó a la
explicación de que era la «cola de adelante» de las niñas. El tema de la
castración no quedaba despachado con esta decisión {Entscheidung); de todo
cuanto escuchaba tomaba nuevas referencias sobre él. Cierta vez que se
repartieron entre los niños unos alfeñiques de colores, la gobernanta, muy
dada a las fantasías crueles, declaró que eran unos pedacitos de serpientes
cortadas. Desde ahí recordó que el padre una vez había encontrado una
serpiente durante una excursión y la cortó en pedazos con su bastón. Escuchó
leer (de Maese raposo) la historia de cómo el lobo quiso pescar en invierno,
usando su rabo como carnada, y entonces el rabo se le partió en el hielo. Se
enteró de los diversos nombres con que se designa al caballo según que su
sexo esté o no entero. Por tanto, se ocupaba de pensamientos relativos a la
castración, pero todavía no creía en ella, ni lo angustiaba. Otros problemas
sexuales le plantearon los cuentos con que se familiarizó por esa época. En
«Caperucita Roja» y en «Los siete cabritos» los niños son rescatados del
vientre del lobo. ¿Era entonces el lobo un ser femenino o también varones
podían tener niños en el vientre? Esto no se decidió en ese momento todavía.
(Freud, 1992b, p. 24-25).

Cuarto tiempo: la madre también está castrada. Emergencia de la angustia. El niño


descubre que las mujeres mayores pueden parir y, por lo tanto, que están desprovistas de
pene. La visión de los genitales se suma al recuerdo de las amenazas verbales
anteriormente proferidas. Es la combinación de estos dos factores lo que da lugar a la
angustia de castración.

Tiempo final: fin del complejo de castración y fin del complejo de Edipo. Ante la irrupción
de la angustia de castración, el niño elige salvar a su pene a costa de renunciar al amor
incestuoso por su madre, acepta la prohibición proferida desde la ley paterna. 

De todos modos, se debe destacar que la experiencia inconsciente de la castración no se


reduce a un momento cronológico, sino que es revivida por el sujeto a lo largo de su vida
y, sobre todo, actualizada en la experiencia del análisis, tal como lo muestra Freud en el
mencionado caso del Hombre de los lobos:

El paciente se quebrantó cuando una afección orgánica de los genitales revivió


su angustia ante la castración, su narcisismo se desmoronó compeliéndolo a
resignar su expectativa de ser un predilecto del destino. Por tanto, enfermó a
raíz de una «frustración» narcisista. Esta hiperintensidad de su narcisismo
armonizaba por entero con los otros indicios de un desarrollo sexual inhibido:
que su elección amorosa heterosexual concentrara en sí, a pesar de toda su
energía, tan pocas aspiraciones psíquicas, y que la actitud homosexual, tanto
más vecina al narcisismo, se hubiera afirmado en él con tal tenacidad como un
poder inconsciente. (Freud, 1992b, p. 107).

En la niña

Primer tiempo: todo el mundo tiene un pene (el clítoris es un pene). Atributo universal para
ambos sexos. La niña otorga a su clítoris el mismo valor que el pene.

Segundo tiempo: el clítoris es demasiado pequeño para ser un pene (“yo fui castrada”).
Descubrimiento visual de la zona genital masculina, que la lleva a concluir definitivamente
que está desprovista de pene y que quiere poseerlo.

Tercer tiempo: la madre también está castrada. Resurge el odio hacia la madre por
haberla desprovisto de un pene. Cambio de objeto de amor de la madre por el padre. 

Tiempo final: las tres salidas del complejo de castración; nacimiento del complejo de
Edipo. Puede realizarse bajo tres formas: 

No hay envidia del pene: alejamiento de toda la sexualidad. La niña se niega a entrar
en rivalidad con el varón.
Deseo de estar dotada del pene del hombre: denegación de la castración y creencia
en que se puede tener un órgano similar al del varón. Denominado por Freud
complejo de masculinidad, que puede desembocar en una elección de objeto
homosexual.

Deseo de tener sustitutos del pene: reconocimiento “normal” de la castración.


Implica:
Cambio del partenaire amado: la madre por el padre.
Cambio de zona erógena: el clítoris por la vagina.
Cambio de objeto deseado: el pene por un hijo.

Referencias

Ey, H., Bernard, P. y Brisset, Ch. (1999). Tratado de psiquiatría. Barcelona, ES: Masson. 

Freud, S. (1992a). Obras completas (vol. XIV). Buenos Aires, AR: Amorrortu. 

Freud, S. (1992b). Obras completas (vol. XVII). Buenos Aires, AR: Amorrortu. 

Freud, S. (1992c). Obras completas (vol. XIX). Buenos Aires, AR: Amorrortu. 

Nasio, J. D. (1996). Enseñanza de 7 conceptos fundamentales del psicoanálisis.


Barcelona, ES: Gedisa.

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