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”…No vacilarás sobre si será o no será. No tomes en vano el nombre de Dios.

Amarás a tu
prójimo más que a tu propia vida. No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni, una vez
nacido, le quitarás la vida. No levantes tu mano de tu hijo o de tu hija, sino que, desde su
juventud, les enseñarás el temor del Señor...”(10)

De la misma manera, la Didajé, compendio de tradiciones cristianas del siglo I dice:

“...no matarás el hijo en el seno materno, ni quitarás la vida al recién nacido...”(11)

A este respecto, sabemos que desde el comienzo de la existencia del cristianismo ha existido
consenso en la doctrina de la iglesia en considerar el aborto un homicidio, pese a lo cual no han dejado de
existir discrepancias en detalles sobre el tema. El consenso existente se debe a la conexión lógica entre la
supuesta existencia de un alma inmortal en cada ser humano, infundida directamente por Dios, y el mandato
bíblico de abstenerse de matar, el cual es uno de los preceptos más antiguos que se conocen en dicho texto,
y cuya realización conduce, necesariamente, a separar dicha alma del cuerpo del fallecido. De esta forma, en
el seno de la Iglesia existieron a este respecto discrepancias importantes respecto de la época en que el
embrión recibía el alma de Dios, hito fundamental para establecer la inviolabilidad de éste.

4.- Tesis de la Animación Retardada vs. Animación Suspendida

La discusión se centró entonces entre las tesis de “Animación inmediata” y “Animación retardada”
del fruto de la concepción. La tesis de la animación retardada fue atribuida a Aristóteles aunque fue ampliada
por filósofos y teólogos de la Iglesia Católica hasta fines de la Edad Media(12). La primera teoría señalaba que
el feto recibía el alma directamente de Dios desde el momento de la concepción; la segunda, en cambio,
señalaba que el feto recibía el alma con posterioridad a la concepción y realizaba una distinción entre machos
y hembras. De esta manera se decía que los machos recibían el alma a los cuarenta días en cambio las hembras
recibían el alma más tardíamente entre ochenta y noventa días; por consecuencia, siguiendo la primera o
segunda tesis la destrucción del fruto de la concepción ya sea antes de los cuarenta días o después de estos
era o no considerado un homicidio. En particular, Tomás de Aquino expuso sus planteamientos a favor de la
teoría de la animación retardada en base a los argumentos filosóficos y científicos de la época, basando sus
conclusiones principalmente en observaciones realizadas por Avicena, brillante médico y científico árabe-
español. Su teoría se funda en la idea de Aristóteles en su Investigación sobre los animales(13) de que la mujer
no contribuía con una semilla o un “huevo” plenamente formado en la concepción humana y su tarea inicial
consistía en ofrecer el “menstruo” (una especie de semilla inmadura), que servía como material para la acción
formativa del esperma masculino (que sí sería una semilla madurante). Esta teoría fue aceptada durante siglos
por muchos especialistas de medicina, y Tomás de Aquino la hizo propia sin especiales dificultades. Ante esta
premisa, la pregunta que se planteaba entonces es el cuándo infundiría Dios el alma en un embrión humano.
Santo Tomás ofrece como respuesta que Dios infundiría el alma humana sólo cuando encontrase una
“materia” preparada, es decir, un cuerpo con aquel nivel de desarrollo orgánico que le permitiese recibir esa
alma. La razón para defender esta idea era de tipo metafísico, aunque con una férreo componente lógico: una
forma no se genera (ni se infunde) en cualquier materia, sino sólo en aquella materia suficientemente
dispuesta. Esto ocurriría, según santo Tomás y la biología aristotélica, sólo cuando hubieran transcurrido varias
semanas desde la acción transformante del esperma masculino sobre el menstruo (la materia) femenino.

Esta controversia sobre la existencia del alma en el embrión terminaría recién el 12 de octubre de
1869, cuando el Papa Pío IX en el acta Apostolicae Sedis(14), abolió la distinción y decretó la ilegitimidad del
aborto en cualquiera de sus etapas asimismo que la anticoncepción, independiente del trato que le diera la
normatividad laica.

NOTAS:

(1) Las equivalencias con las medidas en Mesopotamia varían según la época y el material para el cual se hace
la equivalencia, pero podemos aproximar las medidas contempladas en este texto de la siguiente manera: 1
siclo = 12 gramos; 1 mina = 60 siclos = 720 gramos

(2) Podemos apreciar, a título ejemplar, que mientras la escuela Pitagórica y los seguidores de Hipócrates
hacen una férrea defensa del feto, condenando el aborto, por otra parte Platón y Aristóteles promueven en
el extremo opuesto el aborto con fines puramente eugenésicos y demográficos. Para más información sobre
las posturas de la época, revisar DA COSTA LEIVA, Miguel. El problema del aborto y el infanticidio en los
filósofos griegos . En Rev. Latinoamericana de Bioética, vol. 11, núm. 1, ed. 20, 2011. Págs. 90-101.

(3) PLATÓN, República, cap. V.

(4) ARISTÓTELES. Política, cap. XIV.

(5) Del verbo “nascor” (nacer). El sufijo -urus indica inminencia o destinación, por lo que podemos traducir el
término Nascisturus como “el destinado a nacer”.

(6) MARCIANO, Instituciones, cap. I.

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