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PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

PRESENTACIÓN s

TEMA 1 “Porque me dicen que lloro por mañoso, ¡que soy un bebé
llorón”……………………………………………………..

TEMA 2 “Porque a pesar que tengo cerca de nueve años, me siguen llamando ¡Mi bebé”
……………………………………………………………

TEMA3 “Porque, me obligan a comer a la fuerza, cuando no tengo hambre o no deseo Comer”
……………………………………….

TEMA 4 “Porque, me prohíben hablar y participar en sus conversaciones cuando estoy en la mes” .

TEMA5 “Porque toda la vida se pasan prohibiéndome siempre me dicen: No toques eso o aquello,

¡Me siento un extraño en mi propia casal”

TEMAG “Porque cuando me regalan juguetes, no quieren que los use, porque dicen que los voy a
romper” ......

TEMA7 “Porque me piden que sea un niño bueno y me regalan para jugar escopetas, pistolas,

videojuegos violentos y metralletas...” .........ciooa.....

TEMA8 “Porque cuando me porto mal me amenazan con ponerme una inyección y cuando me enfermo
me

icen: que una inyección me va a hacer bien” ..........

TEMA 9 “Porque me dicen que soy maleducado, que soy un niño problema... luego me piden quesea
maleducado”

TEMA 10 “Porque, cuando hago alguna travesura, O algo malo... me dicen: “Ya no te quiero más' y yo
tengo mucho miedo de que me dejende querer de verdad”

TEMA 11 “Porque me dicen que no sea miedoso, y ellos me hablaron de cucos y fantasmas” cocineros

TEMA 12 *Porque me dicen que soy rebelde, un niño difícil... Luego me piden que me porte bien”

TEMA 13 "Porque me enseñan malos hábitos y luego me dicen que no diga “malas palabras”

TEMA 14 “Porque me obligan a ser cariñoso y saludar a la gente, y ellos me ignoran, ni se acercan a mi”
.......... 113

TEMA 15 “Porque me enseñan a mentir y luego me piden quediga siempre la verdad, que no sea
mentiroso” ......... 119

TEMA 16 “Porque no me tienen paciencia... cuando tratande enseñarme o cuando pregunto por algo”
mo... 125

TEMA 17 “Porque dicen, estar siempre apurados, que tienen que trabajar y hacer muchas cosas y nunca
tienen tiempo de prestarme atención o de contestarme UNa Pregunta”
TEMA 18 “Porque se creen superiores, por el solo hechode Ser Mayore es casona

TEMA 19 “Porque siempre estan criticindome y comparándome CON Otros DIÑOS”

TEMA 20 “Porque se muestran autoritarios y siempre tienen que decir: ¡Aquí, el que manda soy yo... 151

TEMA 21 “Porque se muestran malos y abusivos. Porque tienen que castigarme muchas veces
salvajemente

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 175

1. “PORQUE ME DICEN, QUE LLORO POR MAÑOSO. ¡QUE SOY UN BEBÉ LLORON!”

“¡Está llorando por mañoso —déjalo que llore— ya verás que le pasará!” Tremenda incomprensión e
ignorancia de mis padres, cuando me dicen que lloro por mañoso o porque soy un bebé llorón.
Deben saber los adultos, sobre todo mis padres que el único “lenguaje” que utilizamos para ser
escuchados y ser atendidos es llorando, ya que no existe otro modo para hacernos entender y
comprender, porque todavía no ha nacido un bebé que tenga que decir: —“Mamá, tengo hambre!”,
“¡papá tengo sueño...!”, “¡ráscame, mamita que un bicho me pica!” o “¡atiéndanme, por favor que
tengo un fuerte dolor de barriga!” y otras peticiones o reclamos que pueda hacer. Por lo tanto la
única forma de comunicarnos y hacernos comprender con la gente grande es llorando y llorando.
Deben saber mis padres y los adultos que lloro por los siguientes motivos: — Cuando tengo hambre
—lloro y muevo ávidamente mis labios— como si intentara mamar. — Cuando tengo sueño —lloro
con los ojos semi-cerrados con expresión somnolienta... — Lloro, cuando un bicho me pica o algo
me molesta, También si tengo un fuerte dolor de barriguita —que los adultos llaman “cólicos de
gases”—lloro frenéticamente exigiendo atención inmediata... — Cuando estoy irritado, impaciente y
fastidiado y necesito ser cargado, lloro estirando las piernas y moviendo los brazos en forma
desesperada. — A veces lloro suavemente, cuando necesito atención o requiero la presencia de
alguien, generalmente lo hago cuando quiero orinar, o mojé el pañal, en este caso —lloro con
intervalos— hasta conseguir que me cambien de pañal... — En otras situaciones —lloro porque hay
mucho ruido o mucha luz que no me dejan dormir tranquilo- y también por otras causas, cuando
necesito la presencia y atención del adulto... Cuando solicito algo soy como la gente grande que
cuando quieren reclamar o solicitan alguna cosa lo hacen “hablando” o mediante gestos; con la
diferencia que nosotros los bebés lo hacemos llorando, ya que es la única forma de reclamar
atención y expresar nuestro sufrimiento. Deben saber mis padres que yo no lloro por “mañoso”
menos por majadería como ellos creen, sino que siempre existe un motivo para llorar. Si lloro
después del año de vida, será porque los adultos me condicionaron la “treta de llorar” y son ellos los
que más tarde me otorgarán el grado de “llorón”, es decir de imponer mi voluntad, incluso manejar
a mis padres. Este “lloriqueo” sin lágrimas no debe confundirse con el “berrinche” de niño que es
una técnica de llorar con sonido fuerte y ronco; pataleo, cabezazos, lágrimas abundantes y rostro
congestionado como si estuviera con cólera... Por eso, si no quieren más tarde que llore por
“mañoso” o por majadería —entonces no deben condicionarme a que llore. Yo no entiendo a mis
padres... cuando me dicen: — “¡Los niños grandes no loran...!”, “¡Los hombres no lloran!” o “acaso
eres una mujer para que tengas que estar llorando?”, etc. y otras frases por el estilo que reflejan la
ignorancia y la posición machista de mis padres. Qué insensato y grave error de mis padres; ¿acaso
no saben que niños y adultos de todas las edades y de todos los tamaños lloran?, ¿acaso no saben
que es muy natural? Se puede reír como se puede llorar, cuando existe un motivo, una razón. En vez
de llamarme la atención, de recriminarme o de hacerme sentir mal, del porqué lloro, mis padres
deberían mostrarse serenos, tranquilos y asumir una actitud comprensiva y razonable. Deben saber
que no sólo las mujeres y los niños lloran; también lloran los hombres. Por eso yo no entiendo a mis
padres, cuando me dicen: Que los hombres no lloran, que los niños grandes no lloran y otras frases
por el estilo. — Respecto al llanto hay mucho material escrito y muy bueno; así Masaharu Taniguchi,
nos refiere en forma notable... “No se descuide pensando que su hijito no entiende nada porque es
un bebé recién nacido. En verdad, el bebé tiene un sorprendente poder de observación y no sólo
repara en todo lo que la mamá hace, sino también capta sus más íntimos sentimientos. Por eso es
necesario que los padres interpreten correctamente cada uno de los “llantos” del bebé,
observándolo con atención y profundo amor, y evitar de ser muy atentos cuando se trata de una
simple maña o reacción de impaciencia”. A su vez el Dr. Bernal del Riesgo, expresa lo siguiente... “El
bebito y el niño menor de 10 meses no lloran por gusto ni por majadería. No deje que su niño llore.
Busque la causa y acabe con ella, haga que el llanto termine. Esto no es imposible, ni siquiera difícil.
Dejar llorar y llorar a solas a un pequeñuelo es sencillamente criminal, porque le siembra una
enfermedad... ya que el llanto está en la base inicial de la... neurosis”. — Conrelación a quelos
“niños grandes no lloran”... son categóricas las afirmaciones de la Dra. Ruth Bowdoin, al decir “Pero
los niños de todos los tamaños lloran. Y es muy natural. Por eso, no debemos avergonzarlos cuando
vemos llorar a un niño. Es mejor ser compasivo y decir algo por el estilo: “Sí, cariño; yo sé que eso
duele”. “Si me pasara a mí lo mismo lloraría también”. Tenemosque darnos cuenta de que muchas
veces los niños lloran porque las cosas no les salen bien o porque quieren llamar la atención.
Cuando veamos que ése es el motivo, dejémoslos llorar un poco. Entonces distraigámoslo... Pronto
el niño se olvidará de lo que le molestaba”. — Finalmente, cuando los bebés o los niños lloran por
algún motivo, es recomendable que los padres y los adultos se muestren serenos, y asuman una
actitud razonable y comprensiva; sería criminal en esta situación castigarlos, darles de palmadas o
zarandcarlos, con el fin de que se callen, incluso no se les debe gritar. Esto no soluciona nada sino
que genera mayor llanto, rebeldía y rechazo hacia los padres. Los padres en estas situaciones deben
relajarse para no transmitir sus emociones intensas y negativas perjudiciales para el niño (El niño
muchas veces llora, cuando percibe irritabilidad o el nerviosismo de sus padres, especialmente de la
madre)
TEMA: 8 “Porque cuando me porto mal me amenazan con ponerme una inyección y cuando me
enfermo me dicen: que una inyección me va a hacer bien”

o no sé por qué mis padres o aquellos seres grandes llamados “adultos” que se creen superiores e
inteligentes, para corregirme, tengan que recurrir al miedo y a las amenazas, utilizando cosas y
personajes, que más tarde van a ser útiles para mi bienestar personal; así cuando me “porto mal” es
sa bido que tengo que escuchar las famosas frases amenazantes: — “¡Si sigues portándote mal, te
llevaré al médico para que te ponga una inyección!”, “¡si te portas mal, ya sabes te llevo donde el
dentista...!”, o en su defecto, “llamo al policía para que te lleve preso!”... etc., en fin, una serie de
amenazas que me condicionan a llegar a tener miedo y temor al médico, a la enfermera, a las
inyecciones, al dentista y al policía. Yo no entiendo a mis padres, cómo se les ocurre amenazarme con
estas cosas; para que luego, cuando en verdad llego a enfermar, me tengan que decir: —¡Vamos donde
el médico para que te cure... o para | pate, que te pongan una inyección para que sanes!” Cuando tengo
dolor de muelas: —-“ “Vamos hijito, donde el dentista para que te saque ¡ q la muela!”. Y para mi
seguridad, tengan que advertirme: —“¡Cuando te pierdas o te suceda algo... ya sabes, debes pedir ayuda
al policía!”, “el policía es tu amigo, ¡no le tengas miedo...!”. Todo esto va a ser imposible que lo acepte,
puesto que me han enseñado a tenerle miedo al médico, al dentista o al policía. Y si me llevan a la
fuerza o con engaños al consultorio o al centro de salud mayor será mi desconfianza y temor; de igual
manera, será mayor mi temor e inseguridad frente al policía, Deben saber que estas contradicciones me
desorientan y me hacen sentir mal. Me hacen pensar que mis padres o algunos adultos no tiene criterio
para educarnos con sentido común. Por todo esto es que yo no entiendo a mis padres y muchos menos
comprendo a los adultos por su forma de pensar y actuar. Es cómodo para muchos padres amenazar a
sus hijos, cuando no saben qué hacer ante una conducta obstinada, entonces mencionan a las
inyecciones, al policía, al médico, al dentista, a la enfermera, etc., para así intimidar al niño y hacerlo
dócil para que se “porte bien”. A los padres y a los ‘adultos les agrada que los niños sean formales, que
se “porten bien”, y para conseguirlo recurren al miedo y a las amenazas, al respecto son elocuentes las
expresiones del Dr. Bernal del Riesgo al decir: “La ciencia dice... no le meta miedo al niño. El adulto
cómodo e ignorante usa el miedo para “rendir” la actividad, la energía del niño. Los padres que
amenazan y amedrentan a sus hijos no saben lo que hacen”. Á su vez los autores del libro Nuestros hijos
indican: “Nunca se debe asustar a los niños. El alma de los niños es demasiado vulnerable y puede
quedar herida para siempre. La inmensa mayoría de traumas, fobias, complejos y obsesiones que
padecen los adultos se debe a experiencias desagradables de la primera infancia. Sobre todo a aquellos
en las que estuvo mezclado el terror”. Sobre el mismo tema los autores del libro El niño y su mundo,
señalan lo siguiente: “Algunos padres tratan de hacerse obedecer amenazando al niño con el vigilante,
la inyección que aplicará la enfermera, los fantasmas, “el viejo de la bolsa”, etc. Esto es un tremendo
error que sólo conduce a. turbar una personalidad feliz y comunicativa”. Finalmente los padres y adultos
deben tener presente, que el temor infantil a las inyecciones es casi natural, donde la mayoría de
ocasiones se requiere de dos personas para que controlen el forcejeo del niño. Se imaginan a aquellos
padres que para corregir la conducta inadecuada de su niño tengan que amenazar con inyecciones o
recurrir a otras artimañas; por lógica se estará condicionando a crear cierto tipo de neurosis en el niño.
En estas circunstancias, si el pequeño está enfermo, ¿cómo será posible que el niño acepte los cuidados
o la asistencia del médico o la aplicación de inyecciones? Desde ya, esta situación va a generar mayor
rechazo y temor en el infante. A manera de recomendación es conveniente que se tenga presente: —
No emplear ningún tipo de amenazas. -No predisponer al niño contra personas que en un futuro pueden
contribuir a su salud y bienestar personal. Más bien, inculcar la confianza y la seguridad y no el temor
frente al médico, la enfermera, la inyección, etc. - Cuando se va a aplicar las medicinas o inyecciones,
recurrir al razonamiento y explicación, nunca a la mentira, ni menos al engaño.

TEMA: 9 "PORQUE ME DICEN QUE SOY MALEDUCADO, QUE SOY UN NINO PROBLEMA... LUEGO ME
PIDEN QUE SEA MAS EDUCADO”

“¡Si todo el mundo cree que soy malcriado, que soy un niño malo, un niño problema; entonces, ¡es
mejor que así lo sea!” Yo no entiendo, cómo algunos hombres pueden pedir buenos frutos a los árboles,
si cuando éstos fueron pequeños no supieron abonarlos ni menos cuidarlos. O ¿cómo pueden pedir un
buen trigo, si en la siembra echaron la semilla en terreno estéril o pedregoso? Comparando estos
ejemplos que sabiamente alguien los dijo; me pregunto: ¿cómo mis padres pueden pedirme que sea
“más educado” (se supone “bien criado”), que no sea movido, travieso; que no insulte ni pegue a mis
compañeros, que no sea insolente con los mayores, que sea bueno, etc. si siempre me dicen que soy
malcriado”, “un niño problema”, “un niño malo”, si yo soy el producto de lo que ellos son, Si ellos se
pasan la vida discutiendo y peleando, si se faltan el respeto, se insultan, se agreden delante de mí... sin
importarles mi presencia; entonces ¿no es acaso el tipo de crianza, de educación y formación que me
están dando, la que me hace un niño maleducado, un niño con problemas? Se dicen que el ¡ejemplo
educa más que las palabras!, que los “primeros educadores son los padres”...; entonces ¿qué sucede
con mis padres que no me brindan una buena educación?

Sé que vine al mundo como una hoja en blanco, sano y limpio; son mis padres y los adultos que me
moldearon así. Si soy “malcriado”, soy producto de su “mala crianza”. Si soy malo, un niño con
problemas, soy producto de sus discusiones, de sus peleas, de sus conflictos. Entonces, ¿cómo mis
padres me piden que sea más educado, que sea bueno, o que sea un niño diferente...? cuando no
conozco lo que es “ser bueno” o lo que es “ser educado”... más bien cuando me porto mal, cometo algo
malo ellos me castigan físicamente, por eso les pregunto, queridos padres, ¿no es acaso que castigan al
producto de sus errores, de sus desaciertos, de su falta de criterio de ser padres? En tal caso ¿no creen
que deberían castigarse o golpearse a sí mismos? ya que son ustedes los únicos responsables de mi mala
educación. Quizás por eso alguien dijo: “de tal palo tal astilla”. Por todo esto es que yo no entiendo a
mis padres, mucho menos a la gente grande. Indudablemente ante los calificativos y connotaciones que
se le da al niño de malcriado, de niño problema, malo o rebelde, siempre existe un motivo para que éste
trate de mostrarse como cal; así son acertadas las afirmaciones de los autores del libro “El niño y su
mundo”, cuando manifiestan que... El medio familiar en tensión permanente, los gritos, las ansiedades y
discusiones de los padres sucitan esta conducta. Los adultos son casi en todos los casos responsables del
temperamento violento y las peleas del niño con sus compañeros y amigos. Luego, antes de tratar al
niño, es necesario explorar el ambiente familiar y procurar modificar la actitud de los padres”.
Asimismo, en cuanto a que el niño se muestre malo, agresivo, señalan estos autores: "Como motivo de
agresividad lo constituye la imitación que los niños hacen de los adultos que conviven con ellos; el
matrimonio que discute delante de sus hijos con asiduidad, que se faltan el respeto recíprocamente,
constituyen un ejemplo deplorable para los estados emocionales infantiles”. A su vez Ruth Bowdoin,
indica que: “Los niños aprenden a ser amables y educados si sus padres los enseñan. Pero necesitan
práctica y buen ejemplo. Los padres deben saber que los padres sabios... tienen cuidado con su lenguaje
y evitan todas las palabras que “empequeñecen” al niño, Palabras como bobo, vago, sucio, malo, loco,
odioso, llorón o chismoso, Estas palabras causan penas y estas penas llegan a tener malas consecuencias
para el niño”. Por lo tanto, no diga a su hijo que es un niño malcriado, malo o maleducado. En cuanto a
este acápite, es sabio lo que afirma Cornelia Quarti: “Nunca hay que criticar a la persona del niño, sino lo
que hace: = “Te has comportado mal con tu hermanito”, en lugar de “Eres muy malo”

TEMA: 10 “PORQUE, CUANDO HAGO ALGUNA TRAVESURA O ALGO MALO... ME DICEN: "YA NO TE
QUIERO MÁS), Y YO TENGO MUCHO MIEDO DE QUE ME DEJEN DE QUERER DE VERDAD”

“¡Ya no te quiero, porque te portas mal...!”, “si no tomas la sopa ya no te quiero más...!”. Tremendo
error de mis padres. Cuando por razones de mi corta edad cometo “algo malo”, alguna travesura
accidental como romper el forero favorito de mamá, la taza de papá, que derrame la comida, o
sencillamente no me comporte tal como mis padres quieren; entonces me amenazan con la frase: “si
haces eso o (si no haces esto), ya sabes, no te quiero más”. Es decir, recurren a una condición afectiva
(negativa) como medida de corrección, sin tener en cuenta el cariño de padres que dicen profesarme.
Con qué facilidad me dicen: —Si sigues pisando los muebles, ¡mamá ya no te va a querer!”, o “ya no te
quiero... porque te portaste mal!”. También es usual escucharlos decir: —“¡Si no tomas la sopa, ya
sabes, no te quiero más!”. Incluso comprometen a otras personas cuando dicen: —*¡Ya no te queremos
porque has tirado la comida!”, de lo contrario: —¡Tus abuelitos ya no te van a querer si te portas así...!”;
en fin, una serie de frases que me hacen sentir mal, que reflejan la falta de tacto y sentido común. En
otras situaciones, para conseguir algo, tienen que poner de por medio sus “condiciones afectivas”, sus
sentimientos. Así, al ofrecerme mayor cariño, es decir gratificarme y darme como premio su “amor de
padres”; ellos suelen decir: —Ya sabes hijito, si te portas bien, te voy a querer más!” —“¡Como has
tomado toda tu leche, te quiero más)”, o “:hijito lindo, te quiero mucho (un beso) porque terminaste
toda tu sopa!”, etc. dándome a entender que me van a “querer y amar más * por lo que hago y no
porque deben darme su afecto, su cariño de padres. Por todo esto, es que yo no entiendo a mis padres,
menos aún a la gente grande. No comprenden que al decirme “Ya no te quiero más” me hacen mucho
daño y ¿saben por qué? Porque tengo miedo, mucho miedo de que me dejen de querer de verdad. —
Decir al niño “¡Ya no te quiero más!”, es una forma de corrección negativa, frustrante, anti-educativa,
anti-formadora; es demostrar la ignorancia, la inmadurez, la falta de sentido común e inconsciencia de
los padres; refleja asimismo la conveniencia afectiva y el castigo moral. Al respecto resulta oportuno
hacer mención a las afirmaciones acertadas de algunos autores; así Lore Shultz-Wild y Muñoz López
haciendo alusión al comportamiento de los niños y a la actitud de los padres indican: “Muchas veces no
es sólo el temor al castigo corporal lo que les mueve a comportarse bien, sino el temor a perder el amor
(aunque parezca que no se les ame) de sus padres. Los padres son inconscientes, muchas veces, de este
tipo de castigo moral. Una madre por muy enojada que esté, nunca debe decir a su hijo que “ya no le
quiere”; con ello destruiría la imagen que el niño se ha formado del mundo”. Asimismo, son
sumamentes valiosas las afirmaciones de la Dra. Ruth Bowdoin al expresar los siguiente: “Cuando los
padres dicen a sus hijos ¡Ya no te quiero!... Un padre inteligente nunca le dirá esto a su hijo. Los padres
siempre quieren al hijo a pesar de que éste se porte mal (o hace algo malo). Lo mejor es que el niño
sepa que siempre se le quiere, pero que en algunas ocasiones su comportamiento nos disgusta, De esta
manera el niño se sentirá seguro y necesitado”. Del mismo modo la autora señala... “Generalmente el
niño travieso lo es porque necesita atención. Cuando vemos que éste es el motivo de su mal
comportamiento, debemos tratar de buscar sus buenas cualidades y elogiarlo por ellas. Todo
comportamiento tiene una causa. Cuando el niño se porta mal es porque piensa muchas veces:
"Necesito que alguien se fije en mí”. Esto no significa que no pongamos límites a sus actuaciones. Pero si
comprendemos la causa de la mala conducta, podremos evitar que ésta continúe”. Indica asimismo...
“Los niños deben ser niños y no pequeños adultos. No espere que su hijo sea un santo. Á veces hay que
esperar que los niños hagan travesuras. Cuando tienen sueño o están cansados, excitados o enfermos,
los niños tienen más probabilidades de hacer travesuras”. Finalmente una importante aportación al
tema, de la Dra. Bowdoin, respecto a las expresiones de los niños es cuando manifiestan... “No entiendo
cuando me dicen: —Si te portas mal, te voy a regalar” o que “mi madre se irá de la casa para siempre”,
Esto me crea inseguridad, miedo de perder a mi madre y me hace sentir mal”. La Dra. Bowdoin, sugiere
“Comprenda a su hijo que no es un adulto. Es un niño y debe actuar como tal. El piensa como niño y
usted como adulto”.

TEMA 11 "PORQUE ME DICEN QUE NO SEA MIEDOSO, Y ELLOS ME HABLARON DE CUCOS Y


FANTASMAS”

Indudablemente, es una tremenda y grave contradicción que mis padres y sobre todo algunos adultos,
tengan que amenazarme y amedrentarme con “cucos”, “locos”, “fantasmas” y otros seres fantásticos; y
luego me pidan que no sea temeroso, que no llore, que sea valiente. Generalmente los que se encargan
de provocar miedo son los adultos. Así por ejemplo, cuando no puedo conciliar el sueño me
amedrentan: — “¡Si no duermes, llamo al cuco!”, o cuando no tengo apetito me atemorizan: —“¡Si no
tomas la sopa te lleva el lobo feroz!” o “Diosito te va a castigar” y cuando no cumplo con la orden que
me han dado, me amenazan: — Ya sabes... ¡Si no obedeces llamo al lobo!” de lo contrario “si no haces
tal o cual cosa, te encierro en el cuarto oscuro con la calavera”, que el “fantasma” o el “brujo”, etc. En
verdad toda una gama de absurdos que sólo atemorizan y aliebran de miedo mi mente. Incluso ponen
como “verdugo” de la casa o distribuidor de castigos a mi propio padre: —“¡Cuando venga tu padre le
voy a avisar, él se encargará de castigarte!”, que sólo generan temor y miedo. Me pregunto, y también
pregunto a los mayores, sobre todo a los padres de familia, ¿Acaso nosotros los niños nacemos
miedosos, temerosos o angustiados? ¿Acaso no aben que las personas con sus sugestiones son las
generadoras del miedo? ¿No saben que el miedo es el compañero inseparable de la infancia y de la...
neurosis infantil, que se traduce en una sensación de ansiedad, y angustia que luego desencadenará
dificultades emocionales mayores o en trastornos de la conducta y personalidad? ¿Ignoran acaso que el
miedo es un medio dañino de efectos irreversibles que perjudica el sistema nervioso y genera neurosis?
¿Acaso desconocen los adultos que existe una serie de estimulos negativos que gravitan poderosamente
para que nosotros los niños seamos “miedosos” y tengamos que vivir angustiados y con una fuerte carga
de ansiedad?, ¿acaso no saben que los castigos corporales o el vivir en un ambiente de tensión, de stress
constante, nos crea miedo? No saben que los “cuentos de miedo” o juegos terroríficos como aquellos de
objerivizar a los brujos, fantasmas o también las conversaciones referentes a “apariciones”, “espíritus
del más allá”, conversaciones sobre accidentes fatales, muertes, robos, crímenes, etc. condicionan a los
temo res nocturnos, pesadillas y sobresaltos; razón por la cual en más de una ocasión me orino en la
cama o nos condicionan a tener miedo a un animal, personaje, o situación; así por ejemplo, “fobia” al
perro, al ratón, a la oscuridad, al payaso, a la soledad, al árbol, etc. motivando que, cuando nos en
contramos en lugares distintos al hogar o lugares solitarios, nos sintamos angustiados y perturbados.
Deben saber que otro de los factores negativos que provocan el miedo son el cine con sus películas de
terror, la televisión con la carga de violencia que perjudica nuestra sensiblidad; o también las noticias de
crímenes, de robo, terrorismo y otros hechos de violencia que se escuchan en la radio y se leen en los
periódicos que en forma sensacionalista magnifican estos hechos... todo esto nos causa miedo y nos
crea pánico y temor. También es importante señalar que hay padres—sobre todo algunas madres
“inmaduras”, especialmente las primerizas— que tienen la mala costumbre de dar gritos chillones y de
hacer un escándalo cuando por accidente nos golpeamos, nos caemos o alguna otra razón insignificante;
no saben que este “miedo” de la madre es captado, “fotografiado”, por nosotros y luego se
transformará en una reacción propia. El miedo y la angustia de los padres es transmitido a nosotros los
niños. Por eso yo no entiendo a los adultos ni menos comprendo cuando nos dicen: “¡sé valiente!”, “no
tengas miedo”, “no llores”, “no seas miedoso”,... “los hombres no lloran”, etc. cuando son ellos quienes
nos han condicionado el miedo, han “creado” este tipo de sensación, sin darse cuenta del funesto afecto
de llegar a ser un individuo terneroso, inseguro, tímido, etc. Por eso te pido si quieres, que te entienda,
por favor no me crees miedo, no me atemorices ni me amedrentes...; edúcame por la vía de la razón, del
sentido común, con mucho tacto y no con el ignorante apasionamiento ni la torpe emoción — Sobre el
miedo y temores en los niños existe un rico y abundante material escrito. Al respecto nos dice el Dr.
Bernal del Riesgo: Es propio del miedo, como emoción, el desorganizar y debilitar la mente; y como
sentimiento, el inhibir y crear timidez. Es el medio usual de controlar la conducta ajena: la adulta y la
infantil, Pero es un medio dañiño. Por eso no le mera miedo a su hijo, no deje que nadie lo amedrente.
Edúquelo por la vía de la clara razón y no de la torpe emoción”. A su vez en el libro “El niño y su mundo”
los autores sostienen que: “los temores de la niñez, pueden desembocar en trastornos psíquicos
futuros. Se ha comprobado que las neurosis, las depresiones y algunas otras psicopatías, tienen origen,
en temores que el niño sufrió en la niñez. La mayoría de los niños los padecen en la infancia, se asustan
en la oscuridad, por algunos animales, por los fenómenos atmosféricos, del vigilante, del médico y la
enfermera, etc. Estos temores son promovidos por los padres o niñeras, que creen que el temor anulará
un comportamiento que tiene otros orígenes. Muchos padres relatan cuentos inadecuados de
fantasmas, supersticiones y personajes de terror. La mayoría de los temores son provocados por la
irreflexión de los padres”. Del mismo modo es elocuente lo que manifiestan los autores del libro
Nuestros hijos ...“el cuco, el hombre del saco, las brujas, los fantasmas, el ogro son los enemigos de los
niños. Pero muchos más enemigos de los niños, los padres. Monstruos que no sirven más que para
transtornar sus mentes. Una mala herencia traspasarles sus propios temores y sus complejos”. — En
cuanto a amenazar a los niños con aquello de “¡Tu padre ya se encargará de castigarte!”, Lore Shultz-
Wild y Muñoz López, indican lo siguiente: “Es muy peligroso hacer aparecer al padre como el gran
distribuidor de castigos. Todo niño ha de tener canta seguridad en el amor del padre como en el de la
madre”. Finalmente, si quieren ser buenos padres y buenos adultos dejen de amenazar y amedrentar a
sus hijos.

TEMA 12 "PORQUE ME DICEN QUE SOY REBELDE, UN NIÑO DIFÍCIL ... LUEGO ME PIDEN QUE ME PORTE
BIEN”

Yo no sé, por qué mis padres me tienen que decir que “Soy un niño rebelde”, que “Soy un niño difícil” y
luego me piden que me porte bien. Si soy rebelde y muestro un comportamiento difícil es sólo una
reacción, una respuesta a los diferentes estímulos negativos que recibo. Por un lado los cuidados
desmedidos, la sobreprotección, los mimos excesivos; y por otro lado, el exceso de autoridad, las
recriminaciones, las llamadas de atención; el abuso del castigo físico, las órdenes rígidas, las tareas
imposibles que me mandan hacer, las comparaciones con otros niños, y las humillaciones constantes...;
entonces, ¿acaso no soy el producto de la educación y formación de mis padres? ¿Acaso ignoran que si
soy rebelde o difícil, puede deberse a otros condicionantes, como tener un bajo nivel intelectual, sufrir
una enfermedad mental, una dificultad orgánica o presentar un trastorno de personalidad, lo cual va a
generar una conducta irritable, explosiva, tenga que mostrarme malhumorado, fastidiado, y por
consiguiente asumir un comportamiento agresivo? En muchas ocasiones ante las diferentes situaciones
de rebeldía, donde más de las veces es provocada por los estímulos que generan mis padres o de los
adultos, reacciono agresivamente. Empiezo a gritar, a dar pataletas, a tirar las cosas, a patear, escupir, a
morder, arañar o pellizcar, etc. Frente a estos hechos mis padres generalmente se desesperan, se
impacientan y optan por lo más fácil: castigarme. Pero deben saber que el castigo no es la solución ni
menos da buenos resultados, sino por lo contrario genera mayor rebeldía, mayor agresividad: “A mayor
castigo, mayor agresividad”. “A más llamadas de atención, más terquedad”. Si mis padres o los adultos
se mostraran tranquilos, serenos, O asumieran una actitud más razonable y comprensiva, estoy seguro
que superaría esta dificultad; pero más de las veces, responden con el castigo, las llamadas de atención,
u otra actitud que no es la correcta, provocando más rebeldía, odio y hostilidad. En vez de “enseñarme a
no ser agresivo” o de demostrarme que la rebeldía, es perjudicial e inaceptable, me “enseñan a ser más
rebelde” a ser “más agresivo” a ser un “niño difícil”. Por eso, yo no entiendo a mis padres y menos
comprendo a los adultos: Por un lado me dicen que soy rebelde, luego me castigan y finalmente me
piden que me porte bien. ¿Acaso esto no es una torpeza y contradicción de la gente grande?

— Es evidente que entre los ocho y los diez años, los niños comienzan a mostrarme rebeldes, a
contradecir, a ser difíciles, a ser tozudos, lo cual suele producir un choque en todos los padres. Pero
habría que saber de antemano que estas manifestaciones son producto de la evolución y desatollo del
niño, como también de otros factores y condicionantes de tipo familiar, Si el adulto desconoce esta
etapa y trata de corregir empleando una posición crítica, severa y autoritaria estaría limitando o
anulando los primeros brotes de maduración y desarrollo de la personalidad; sobre todo de una persona
independiente. Al respecto son valiosas las afirmaciones de Lore Shultez-Wild y Muñoz López al indicar
que: “Los niños que no pueden realizar y comprobar sus deseos porque todas sus acciones son
reprimidas inmediatamente, tienden a hacerse más testarudos e intransigentes, y a ser esencialmente
rebeldes a toda autoridad”. Asimismo, en cuanto a que el niño se muestra rebelde, los autores del libro
El niño y su mundo, escriben: “Cuando este aspecto de la conducta se manifiesta de pequeño, los padres
deben observar las circunstancias que lo producen, puede ser una forma de adelantarse a la defensa,
puede ser resentimiento por celos entre hermanos, por tener de modelo un ambiente hostil, por
pérdida de la madre o del padre, o por cualquier motivo... El niño en contactos con otros, pone de
manifiesto un sentimiento de agresividad, pegando y castigando a sus compañeros sin motivo aparente.
En estos casos descarga sus tensiones y sus sentimientos de rebeldía. Cuando el niño quiere pegar a
otros niños hay siempre un motivo íntimo por el cual trata de protegerse y se vuelve desafiante”. A su
vez el Dr. Wolff, sobre el comportamiento agresivo de los niños señala: “La agresividad puede ser una
protesta del niño contra un mundo que no tiene confianza en él”. En los casos cuando se pide al niño
que se “porte bien”, es importante que nos fijemos más en el buen comportamiento del niño y lo
reemplacemos con un comentario o una recompensa positiva; ya que es probable que el niño siga
actuando en la misma forma y repita sus buenas acciones, haciendo de ellos una norma de conducta. Si
por el contrario, se está “portando mal”, ejemplo le da paraleras, rabietas, etc. y le prestamos atención
es más probable que las repita; por lo tanto se recomienda no prestarle atención y menos castigarlo. Se
espera que el niño se calme solo. El hecho de que un niño sea rebelde, desobediente, que se porre mal;
y que otro niño sea tranquilo, educado, bueno, que se porte bien; no es porque hayan nacido así; sino
porque les hemos enseñado a ser así. Aquellos padres, incluso aquellos adultos, en vez de llamarlos
“niños rebeldes” o difíciles, deberían tomar consciencia de la dificultad de sus niños y analizarla
preguntándose ¿cuál es el estímulo o situación que está provocando esta conducta?, ¿por qué mi hijo es
rebelde?, ¿por qué es difícil...?; luego, enseñarles las ventajas de una conducta apropiada y las
desventajas de una conducta agresiva; de lo contrario, deberían llevarlos donde el especialista, en este
caso al psicólogo, para que determine las causas y dé el tratamiento respectivo. Deben saber los padres
y adultos que el castigo físico, las llamadas de atención, las recriminaciones, la indiferencia o la
valoración de la conducta rebelde no es la solución efectiva.

Tema 13 “PORQUE ME ENSEÑAN MALOS HÁBITOS Y LUEGO ME DICEN QUE NO DIGA “MALAS
PALABRAS”

Yo no entiendo a mis padres y menos a la gente grande, porque me enseñan a decir versitos groseros y
lisuras que no son apropiados para mi edad; luego celebran mis “ocurrencias” y mis “gracias”, más tarde
me recriminan por decir “malas palabras” o por “actuar groseramente”. Realmente, yo no comprendo a
mis padres ni a los adultos; cuando digo alguna lisura o grosería en mi media lengua ríen, les causa
gracia, celebran; y al otro día, por el mismo acto, me riñen o me castigan. Me dicen: —-“No digas malas
palabras...!”, “¡los niños, no deben hacer eso, es feol”, “no seas grosero!”, de lo contrario, “¡esas cosas
no se hacen!” o “¡cuántas veces tengo que decirte que no seas malcriado!”; etc. Todo esto me
desorienta porque yo no sé cuándo estoy actuando bien o cuándo no. Cuando hay reuniones familiares,
son los adultos quienes me enseñan malas costumbres y a hacer “cosas de grandes”, como “dar una
chupadita al cigarro”, “tomar las sobras de las botellas”, o decir “lisuras” y versitos que yo no entiendo,
pero que a ellos les causa risa... y gozan con lo que digo o con lo que hago; luego pasado un tiempo me
regañan o me castigan por estas mismas actitudes. Tampoco, comprendo a mis padres y a la gente
grande, cuando pelean, cuando se tratan mal, donde más de las veces se insultan recíprocamente y se
faltan el respeto con palabras groseras o hirientes; deben saber que estas escenas violentas dejan una
secuela negativa en mi personalidad. También me siento mal cuando me gritan con un lenguaje
obsceno, acerbo y humillante. Estos patrones conductuales negativos, desde ya son asimilados y
aprendidos por mí. Luego cuando me comporto igual —es decir trato mal a mis hermanos, insulto a mis
amigos, digo palabras groseras— mis padres y los adultos me recriminan y me piden que no diga malas
palabras, que sea un niño bueno y educado; más aún, me engañan y me dicen metiras, como aquello de:
“¡no digas malas palabras que te va a crecer la nariz!”, “no hagas eso, que diosito se va a molestar!” O
llegan a amenazarme: “¡no se dice eso, porque si no la policía te va a llevar preso!”, “¡Los niños no
deben decir lisuras, porque el diablo se los lleva”, etc. En fin, una serie de amenazas y frases sin sentido
que en vez de corregirme me crean miedo, temor y rebeldía. De igual modo, me llaman la atención con
frases vacías: “¡los niños no deben gritar!”, “¡ésto no se hace!”, “no se dice palabras feas”, “los niños no
deben pelear”, etc. Y cuando los adultos gritan, pelean, dicen groserías, se insultan o revelan su
intimidad amorosa sin importarles mi presencia, ¡con la consabida frase -pretextando— “total son
chicos y no entienden nada!”, “ellos no se dan cuenta!” o “...están durmiendo” etc. y otras expresiones
por el estilo; nadie les dicen nada. Para poder entender a mis padres y a los adultos me gustaría que se
respeten a sí mismos, que no peleen, que no griten, sobre todo que no me enseñen malos hábitos. Me
pondría feliz y contento si me enseñaran a cultivar buenos hábitos a hablar correctamente... y todo lo
que puede ser bueno y útil para mi vida futura. Por todo esto, les digo a mis padres y a los adultos: ¡Por
favor no me griten, ni me enseñen malos hábitos!; les respeto menos cuando lo hacen y cuando me
enseñan a actuar mal, y yo no quiero hacerlo, porque sé que después me reprocharán y me castigarán.
— No olvidemos que los niños captan y asimilan como por ósmosis los valores, las actitudes positivas o
negativas, los hábitos y costumbres buenos o malos que brindamos los adultos, formando así en los
niños una personalidad equilibrada o distorsionada. Se ha dicho mucho que los niños pequeños no
entienden ni comprenden el significado de las cosas; pero vemos que los niños aprenden con una
rapidez mayor que la que los padres sospechan. La comprensión infantil es más penetrante de lo que
muchos adultos creen. Un niño a partir de lo seis años empieza a pensar y a razonar por sí mismo, Esta
es la erapa de la asimilación, expansión y organización, Aquí es cuando el niño comienza a entender y
comprender el mundo que lo rodea; y adquiere nociones de justicia, rolerancia, etc. Al respecto el D:.
Tomás Alvira, connotado escritor, nos dice: “Todo cuando hacemos y decimos en el hogar es observado
y captado por nuestros hijos. Nuestras conversaciones, la manera de enjuiciar hechos y personas; la
frivolidad o la seriedad al tratar temas que son fundamentalmente para dar criterios; el optimismo o el
pesimismo con que se ven los problemas de la vida; la elegancia en las palabras o dichos; la plena
limpieza en cuantos temas tratamos sin dejarnos llevar de libertades “porque los nuevos tiempos lo
permiten”, el claro concepto de la dignidad del trabajo, los libros y la prensa que leemos; los
espectáculos que frecuentamos y las críticas que de ellos hacemos; nuestra sana alegría, las relaciones
entre sus padres... todo va siendo captado lentamente, uno y otro día, por nuestros hijos y va pasando
como por ósmosis a sus consciencias e influyendo poderosamente en su desarrollo”. Del mismo modo
una aportación de los autores del libro El niño y se mundo, digna de mencionarse es cuando dicen: “Un
matrimonio armonizado, responsable de la vida plena de sus hijos, debe evitar escenas violentas, gritos,
dispuras, llantos y otras manifestaciones que los enervan. El pequeño se impacta con el llanto de la
madre o la actitud grosera y desmedida del padre. Cuando se producen choques (conflictos) y
privaciones, el matrimonio debe disimular y tratar sus problemas en la más absoluta intimidad. Los
padres deben procurar que el hogar sea un motivo de orgullo para sus hijos, de lo contrario, corren el
riesgo que éstos se avergüencen y rara vez soliciten a sus amigos que los visiten. Esto acarrea
sufrimientos ya que un hogar indeseable, provoca en el niño una lesión que puede originar serios
desajustes en su conducta futura”. — Finalmente si se advierten hábitos no deseables en el niño; ya sea
en el lenguaje, en los gestos, actitudes o modales, etc. los padres deben examinarse a sí mismos y a las
personas que rodean al niño: ya que ellos pueden ser conscientes o inconscientemente los causantes de
estos defectos; pues el niño desde muy pequeño imita lo que ve y repite lo que oye. Por eso es
recomendable: Ayudar al niño a cultivar buenos hábitos, asegurándose de que está capacitado para
hacer lo que se le enseña. Forzar a un niño a hacer algo para lo que no está capacitado puede traer
malas consecuencias. Sobre todo, tenga presente, que... “Todo educa: las personas, las cosas y los
fenómenos; pero ante todo y más que nada las personas” escribía el gran pedagogo soviético A.S.
Makárenko. Mientras las declaraciones de A.A. Liublinskaía, no dejan dudas al calificar que: “El trato
cotidiano del niño con otras personas y, en primer lugar, con las de mayor edad, más experiencia;
mayores conocimientos, más hábiles e ideológicamente más preparadas debe ser, precisamente
considerado como el tipo humano específico de interacción con el medio social, como la causa principal
del desarrollo de la conciencia del individuo en crecimiento...”.

TEMA 14 “PORQUE ME OBLIGAN A SER CARIÑOSO Y SALUDAR A LA GENTE, Y ELLOS ME IGNORAN, NI SE


ACERCAN A MI”

Hay una frase muy popular que dice: “Nadie puede pedir lo que no da”; por eso, yo no entiendo a mis
padres; ¿Cómo pueden pedir que sea cariñoso, que salude a la gente, que sea más amable, si ellos me
ignoran o simplemente no se acercan a mi? Es casi una letanía diaria que en casa tengo que escuchar
desde que me levanto hasta que me acuesto: “¡saluda a tu papá!”, “¡dale lo buenos días!”, en su
defecto, “¡sé más “¡acércate, dale un besito!” y otras cariñoso con tu madre!”, recomendaciones;
“demuestra tu cariño”, “no seas tímido”, “saluda a tus mayores”, etc. en in un sinnúmero de frases
obligadas, que es de todos los días, en la mañana, en la tarde y en la noche. Igualmente cuando alguien
viene a la casa, ya sea un familiar o una amistad, es casi seguro que tengo que escuchar las frases
insistentes: “¿vas a decir buenos días”?, ¿sí o no?”, “¡vas a saludar a tu tía!”... “cui dadito con no
saludar!”, “no vayas a olvidarte de darle su besito”, y cuando no lo hago, a tirones y jalones me obligan a
saludar. En la calle suceden los mismos incidentes; cuando nos encontramos con algún conocido, como
siempre mis padres insisten: “¡saluda al señor!”, “dale un besito”, “saluda a fulanita”, “dale la mano a
sutanito” o en forma violenta: “ino seas un niño grosero... saluda al señor!”. Y si no lo hago recibo la
reprimenda furiosa de mis padres: “¿cómo que no saludas a tus mayores?”, “¡estoy avergonzado de tal”,
“¿por qué no eres más educado?”, ¿acaso no vas al colegio? o acaso no te enseñan en el colegio a
saludar a tus mayores? ; ¿ de lo contrario mis padres justifican mi actitud ante la otra persona.
“Discúlpale, es tan distraído” o “es tan tímido el pobrecito... por eso no saluda”, etc. Todas las
recriminaciones y llamadas de atención refuerzan negativamente mi manera de ser. Yo no entiendo a
mis padres, cuando me obligan a la fuerza a hacer algo que no deseo hacer; cuando me presionan a
saludar y a dar besitos a la gente que no conozco, sobre todo cuando esta gente grande y extraña no se
acerca a mí. Siempre me ignoran, no me brindan cariño ni afecto... y esperan que yo tome la iniciativa,
que sea más cariñoso. Todo esto parece una contradicción. De igual modo como mis padres me piden
que les salude, que les demuestre mi cariño; cuando ellos deberían hacerlo también. Me pregunto:
¿cómo pueden pedir afecto, si ellos no me dan afecto?, ¿cómo pueden pedir cariño si no me
demuestran su cariño?, ¿cómo pueden pedir que sea atento, que salude a la gente, que sea educado, si
ellos no me enseñaron? Por lo tanto no se puede pedir lo que no se da. Es por eso que yo no entiendo a
mis padres y mucho menos a la gente grande. — De la calidad del amor paternal y maternal depende la
afectividad futura del niño. El afecto de padres a hijos debe ser un cariño auténtico, es “dar sin pensar
en recibir”, dar afecto ampliamente, sin condiciones. No se debe condicionar el afecto, el amor ni el
cariño. Según afirma Lore Shultrz-Wild y Muñoz López: “Es importante que los padres procuren que sus
bebés conozcan desde que empiezan a vivir y por el ejemplo cotidiano, el amor, el afecto, la entrega
mutua. Cuando un bebé recibe lo que necesita y desea, y esto le es entregado con alegría, él a su vez,
también podrá más tarde dar alegremente algo a los demás. El niño debe aprender a amar”. Señala a su
vez Ruth Bowdoin, autora del libro Los padres son maestros... “El niño que es querido aprende más
fácilmente porque se siente seguro y feliz con sus padres y de esta manera aprende a sentirse seguro y
feliz con los demás... Los niños saben que son queridos por la manera en que les hablamos, los miramos
y los tratamos. Los niños irán adoptando buenos sentimientos según lo que digan y vean en ustedes y no
por la fuerza o coacción. Lo mejor de todo es el cariño”. Asimismo, es oportuno citar los excelentes
comentarios de los autores del libro Vuestros hijos cuando indican que: “La ternura, el afecto, el cariño,
es tan o más necesario que el alimento. Fomentar y desarrollar en sus hijos la capacidad de amar es la
primera lección y la más importante. Para que el niño aprenda a amar, lo primero es que se sienta
amado; al sentirse querido el mundo le parecerá bueno y su primera reacción será la de querer al
mundo. Para poder amar a los demás es necesario amarse a sí mismo. Es preciso estimarse, estar
fundamentalmente contento de sí. Esta sensación sólo la tendrá el niño que se haya sentido rodeado de
afecto en sus primeros años”. Á su vez dicen: “Para que el niño sea cariñoso... no sólo basta que le
quieran a él, sino que sienta que todos se quieran entre sí; ante todo que sus padres se quie ran de
veras. Lo percibirá enseguida, lo mismo que cualquier desamor o frialdad que exista en sus relaciones”.
TEMA 15 "PORQUE ME ENSEÑAN A MENTIR Y LUEGO ME PIDEN QUE DIGA SIEMPRE LA VERDAD, QUE
NO SEA MENTIROSO”

¡Me engañan y me enseñan a mentir como si yo fuera ¡ y un tonto!; luego me piden que diga la verdad.
Tamaña contradicción y error de mis padres y de los adultos. Desde un principio pude observar que mis
padres no se dicen la verdad, sabía que el uno como el otro se engañaban entre sí, o que trataban de
ocultarse la verdad. Sabía que ellos mentían, y no sólo mis padres, sino también la gente grande. Si he
tenido que vivir en un ambiente donde no se cultiva el principio de la veracidad, ¿cómo es que ahora me
piden que diga la verdad? Por eso digo que es una tremenda contradicción y grave error de mis padres.
Lo que ellos sembraron ahora cosechan. Me enseñaron a decir mentiras desde que tuve uso de razón...
como aquellas veces cuando alguien venía a buscarlos o los llamaban por teléfono a pesar que se
encontraban en casa me indicaban que dijera que no estaban en casa o que habían salido. En otras
oportunidades, más de una vez, me prometie ron llevarme de paseo, llevarme al cine, comprarme
alguna cosa; llegado el momento no cumplían con lo prometido... ¿No es acaso enseñarme a mentir o
engañarme como si fuera un tonto? Yo no entiendo a mis padres, que por su conveniencia, para
conseguir algo tienen que recurrir a la mentira, al engaño, a la promesa. Así por ejemplo a la hora de las
comidas, me dicen: “toma la sopa que después te compro un helado!”, “si eres un niño bueno te llevo al
cine” o “si te portas bien te llevo de compras”, etc. luego no cumplen con lo prometido y encima me
piden que diga la verdad. Yo me doy cuenta de la tremenda mentira, de la farsa de mis padres; es por
eso que cada vez que ellos mienten, yo sufro mucho y me hace daño... ya que de ellos aprendo a mentir.
Y cuando me dicen que diga la verdad, que no sea mentiroso, quisiera gritarles y decirles: “¡Y por qué
ustedes mienten!”... “¡Me engañan y me enseñan a mentir como si yo fuera un tonto!”. Por todo esto es
que no entiendo a mis padres y tampoco comprendo a la gente grande cuando mienten y nos enseñan a
mentir. — La mentira generalmente se origina en la niñez, cuando el niño percibe que sus padres
distorsionan la realidad para que los hechos resulten interesantes. Así, al observar la falta de veracidad
del padre puede llegar a creer que la mentira es aceptable. Esto se denomina mentiras imitarivas. Los
padres deben evitar la mentira si esperan y exigen que sus hijos sean veraces o digan siempre la verdad.
Al respecto los autores del libro El niño y su mundo, sostienen que: los adultos deben siempre dar el
ejemplo, evitando las mentiras por pequeñas o inocentes que parezcan. El niño, a medida que crece,
toma conciencia de que la vida en sociedad se rige con disimulos y simulaciones varios, y que los adultos
y muchas veces sus padres parecen gozar del permiso de mentir y también mentirse; sea por cortesía,
por interés, por conveniencia, por amor, por solidaridad, etcétera”, Del mismo modo escriben que...
“Todos los psicólogos coinciden en decir que el niño no puede mentir antes de los 7 años, a lo sumo las
primeras mentiras aparecen a los 5 años”. A su vez el Dr. Werner Wolff, expresa... “Los niños mienten
cuando han sido defraudados o engañados por los adultos. Un niño empezó a mentir a parrir del
momento en que su madre lo sacó con el pretexto de dar un paseo, y en vez de ello le llevó al dentista”.
En otros casos se observa que los adultos exageran la reali dad en forma de fanfarronería para llamar la
atención, de esta manera la realidad es inexacta. Son las famosas mentiras de exageración o de fantasía,
donde la imaginación se desarrolla al máximo. Afirma el Dr. Wolff... “Las mentiras jactanciosas están
motivadas por el deseo de autoexaltación que suele en cubrir un sentimiento de inferioridad”. También
son usuales las mentiras sociales, donde se engaña a un tercero para evitar una obligación o
responsabilidad, el niño crece pensando que el engaño en base a las mentiras es lo adecuado y que la
falsedad es un mecanismo social coherente. Más frecuente son las mentiras defensivas que llevan a
evitar el castigo. El niño ante la posibilidad de una reprimenda y para evitar sus consecuencias utiliza la
falsedad; frente a un posible castigo usa la mentira para evadir la consecuencia de su conducta. Es una
forma de evitar una situación desagradable. Indica el Dr. Wolff... “Los niños mienten también para
escapar al castigo, inventando hechos o cargando la culpa de sus fechorías a otros”. Los autores del libro
Nuestros hijos, se preguntan: ¿Saben por qué mienten los niños? Por las mismas razones por las que
mentimos, nosotros los grandes: por ocultar una falta, por conseguir algo codiciado, por evitar un
castigo, por alcanzar una alabanza. Pero con una diferencia... la mentira en los niños es casi siempre un
arma defensiva. Mienten los inseguros, los tímidos, los amedrentados, los que padecen sentimientos de
inferioridad. Mienten por miedo, por temor a castigos suyos, a sus estallidos de cólera; por vergüenza de
quedar mal ante sus compañeros, por reforzar su tremenda inseguridad interna”.

TEMA 16 "PORQUE NO ME TIENEN PACIENCIA... CUANDO TRATAN DE ENSEÑARME O CUANDO


PREGUNTO POR ALGO”

Yo no entiendo por qué los adultos, sobre toda mis padres, no me tienen paciencia, Cuando no puedo
hacer mis tareas escolares y les pido que me enseñen, ellos se desesperan, se impacientan, me gritan y
me tratan mal; me dicen: “eres un burro”, “una bestia ¡porque no aprendes!”, “eres un animal”, “qué
tonto que eres”, etc. y muchos otros calificativos de carácter negativo que en verdad me hacen sentir
como tal y me hacen mucho daño; de lo contrario es frecuente que reciba algún castigo, como jalarme
de los pelos, de las orejas, darme de “coscorrones”, etc. No entiendo cuando se aburren fácilmente; no
les gusta enseñarme; me pregunto. ¿Ácaso mis padres nacieron sabiendo?, se sienten los
“sabelotodo”... pero no me enseñan. No saben que ignoro muchas cosas y que aprendería si dispusieran
siquiera de unos minutos de su tiempo y sobre todo de su dedicación... pero, qué desdicha, no me dan
su tiempo y encima me gritan por no saber. Cuando salgo mal en los exámenes me piden que no sea
flojo, que estudie, que estudie. Recién se preocupan; pero necesito de su ayuda, que me brinden su
apoyo y que me enseñen con cariño. En otras circunstancias, no los comprendo, cuando me gritan y me
tratan mal, cuando no realizo correctamente algún encargo o no cumplo con las tareas que me
encomendaron. Me recriminan, recibo todo tipo de reproches con los calificativos e indicaciones
contraproducentes: “eres un inútil”, “tú no puedes”, “todo te sale mal”, “tú no sabes” o “eres bueno
para nada”, “mejor que no lo hagas”, etc. Cómo me gustaría que en vez de decirme que no valgo para
nada, me volvieran a dar las indicaciones y a explicarme con cariño una y otra vez la forma cómo debo
hacerlo; estoy seguro que las cosas saldrían mejor y no cometería muchos errores si ellos me motivaran
y estimularan. Por eso les digo a los padres de familia y adultos, ¿por qué no nos tienen paciencia?, ¿por
qué no nos enseñan con cariño?, ¿por qué no nos explican claramente y con serenidad, lo que debemos
hacer?, sobre todo ¿por qué no nos tienen un poquito de paciencia y nos comprenden? Si los padres
cambiaran de actitud los resultados serían diferentes. Me gustaría que me expliquen el porqué de las
cosas de manera especial, que me estimulen; que no tengan que llamarme “tonto”, “zonzo” o “inútil” ya
que esto me hace sentir mal, daña mi sensibilidad, mi autoestima y el concepto que tengo de mí mismo.
Por eso te pido que me escuches, tenme paciencia y responde a las preguntas que te haga y verás que
aprenderé, Yo no entiendo a mis padres cuando me dicen. —“Que soy un niño preguntón”, “... un niño
fastidioso”, Yo no entiendo por qué mis padres o los mayores se molestan cuando preguntarnos por
algo que desconocer nos y queremos saber; si acudimos a ellos es porque buscamos una respuesta a
nuestra curiosidad, una respuesta a nuestras inquietudes. Si acudimos a los mayores es porque
deseamos saber sobre las cosas, porque quizás deseamos relacionarnos o comunicarnos; pero nuestras
preguntas muchas veces inocentes les causa risa, gracia; se divierten, o si no se mofan o les causa
estupor; así, cuando les pedirnos que nos digan ¿por qué el Sol alumbra?, ¿Por qué sale la Luna?, ¿por
qué lo grandes tienen bigotes?, ¿por qué las mujeres usan vestidos?, o recurro a mi madre, que me diga,
por qué las gallinas ponen huevos o la yaca da leche, etc. se fastidian, se molestan con el “bombardeo”
de nuestras preguntas y ellos tienen la mala costumbre de responder con evasivas o darnos respuestas
no adecuadas como: “¡te falta edad para saber!”, “¡no preguntes tonterías)”, “¿no hagas preguntas
zonzas!”, “ide esas cosas no se habla!”; de lo contrario la indiferencia o disculpa “¡no puedo que estoy
ocupado!”, “¡más tarde cuando tenga tiempo!”, “¡pregúntale a fulanito!” o tratan de evadir la pregunta,
¡no sé!, ¡por qué sí!... por último a falsear la verdad y burlarse de mi ingenuidad. Sé que a los adultos les
agrada que le expliquen la cosas, que les digan el porqué, que les den razones de tal o cual actitud y
cuando no saben o ignoran también preguntan y reciben respuestas; mientras nosotros los niños no
tenemos derecho a preguntar. Nos dan órdenes y normas sin ninguna explicación... por eso es que yo no
entiendo a mis padres y muchos menos a la gente grande. Te pido que, cuando te cuente un problema o
te haga una pregunta, por favor no me digas que no tienes tiempo, que me deje de boberías, que soy
demasiado pequeño para entender o que no tiene importancia, ya que esto va a originar que te pierda
la confianza y cuanclos sea grande o mayor querrás que te diga mis problemas o te pregunte lo que no
sé, pero será demasiado tarde ya que no te tendré confianza y el respeto que te mereces. Por todo esto
es que yo no te entiendo. Cuando te pregunto y no me prestas atención. No me das la respuesta
adecuada y menos tratas de enseñarme. Por favor te vuelvo a pedir que trates de ayudarme y
comprenderme porque soy un niño pequeño que necesito mucho de ti. — Antela avalancha y el
“bombardeo” de preguntas que desesperan a los adultos, está la clave para descubrir el pensamiento
infantil, el desarrollo de su personalidad, de su inteligencia y de sus emociones; por lo tanto es necesario
tener paciencia y darle la importancia a sus interrogantes y despejar sus dudas, sus inquietudes, ya que
el niño a través del por qué descubre las cosas, la personas y el mundo que lo rodea... por eso mismo los
niños harán preguntas y más preguntas. Al respecto el escritor y médico francés Georges Duhamel, se
refería: “Hasta la edad de cinco años todos los niños son genios, hoy se admite que el futuro del adulto
depende en gran medida de los primeros años de vida. De ahí la necesidad de despertar cuanto antes
las facultades del niño haciendo que descubra el mundo y se maraville ante él”. En consecuencia; si su,
niño es preguntón es un niño inteligente, A su vez Ruth Bowdoin, sostiene que: “El niño mientras más
ve, oye y hace, más conocerá (y por supuesto más preguntas hará). Mientras más conoce, más contento
está y más fácilmente aprende. Mientras más aprende, es más capaz de aprender, más se considera a sí
mismo. Y así continúa. Anímelo a preguntar... preguntando es una forma de aprender. Siéntase
complacido cuando su hijo le pregunta. Esto demuestra que es listo y quiere saber”. Mientras que María
T. Van EEclkhour, dice al respecto: “Es preciso responder siempre y a todas sus preguntas... y si nunca
las hace, debe intentarse provocarlas. Pensemos que solucionando sus preguntas les enseñaremos poco
a poco, a conocer el mundo y a descubrir el Porqué de las cosas, el origen y la finalidad de ellos”. Del
mismo modo cuando los adultos dicen que “el niño es demasiado pequeño para entender”; Van
EEckhout, manifesta: ¡eso no es exacto! El niño siempre es lo suficientemente mayor para poder
entender la explicación de un problema que él mismo se ha planteado. El responderle “¡eres demasiado
pequeño para entender!”, puede ser una torpeza. Con esto se le hiere gravemente y, al final, se perderá
su confianza. Por lo tanto tratemos, dentro de lo posible, no sólo de responder siempre a las preguntas
de los niños, sino también de contestarles con la verdad”.

TEMA 17 “PORQUE DICEN, ESTAR SIEMPRE APURADOS, QUE TIENEN QUE TRABAJAR Y HACER MUCHAS
COSAS Y NUNCA TIENEN TIEMPO DE PRESTARME ATENCIÓN O DE CONTESTARME UNA PREGUNTA"

Yo no entiendo a mis padres, por más que trato de comprenderlos. Hoy en día se habla y se dice que los
padres, como la gente grande, deben brindar amor, cariño y comprensión a sus hijos; que deben
comunicarse; ofrecerles su tiempo, dedicación y cuidado; que deben proteger su salud física, emocional
y mental...; pero resulta que hacen oídos sordos a estas indicaciones y recomendaciones. Vemos hoy en
día que existen libros, revistas y folletos dedicados a los padres de familia para que sean “buenos
padres”; donde les dicen cómo deben actuar, qué comportamiento asumir frente a sus hijos; cómo
educar y formar la personalidad de los niños; en un valioso material escrito por educadores y
especialistas de la conducta humana. Sé que los padres de familia, asisten a “regañadientes” o por
compromiso a las reuniones donde se dictan charlas y conferencias sobre “Cómo ser mejores padres” y
otros temas - relacionados a la familia; se predica hasta el cansancio los Principios de la Declaración de
los Derechos del Niño, las obligaciones y funciones que deben cumplir tanto los padres como los
adultos; pero todo esto no lo cumplen los padres; hacen caso omiso. En la práctica los padres actúan
como mejor les parece. Educan a sus hijos como les “da la gana”, sin importarles las pautas para una
mejor crianza de sus hijos. Así por ejemplo: Cuando quiero preguntarles algo me dicen que están
apurados o que no tienen tiempo para nada, y luego veo que se pasan la vida leyendo el periódico o
viendo la televisión. Cuando les solicito su ayuda, me responden: “¡no fastidies!”, ¡no molestes!, “estoy
haciendo algo importante”; importante, ¿pero qué? Cuando les pido su apoyo, me rechazan o me
ignoran porque están pendientes más en su trabajo que en atenderme unos minutos. Me dicen “para
cuando tengan tiempo” o “bara más tarde”; pero ese más tarde nunca llega, porque siempre están
haciendo algo o están apurados. Cuando salen a trabajar me dejan durmiendo y cuan do regresan
después de trabajar (en la noche) me encuentran durmiendo. Los únicos días que pueden dedicarse a mi
atención son los sábados y domingos; pero resulta que mi padre se va con sus amigos a emborracharse
de lo contrario a jugar pelota o a hacer otras actividades, mientras que mi madre se dedica a la limpieza
de la casa, lavar la ropa, a cocinar y hacer otros menesteres..., entonces quién se ocupa de mí y de mis
hermanos. Tenemos padres pero nos sentimos huérfanos. Sí, huérfanos de su cariño, de su atención, del
cuidado y comunicación... y de sus responsabilidades como padres. Me pregunto, ¿acaso será más
importante para mis padres, salir de compras, conversar con la vecina, ver las telenovelas, leer el
periódico, jugar con los amigos, etc. que prestarme atención o responder una pregunta? Entonces
¿cómo se explica el hecho de “ser padres”?. Siempre dicen que “están cansados”, que no tiene tiempo
de jugar conmigo o prestarme atención. No saben con qué ansiedad espero que llegue los sábados y
domingos para estar juntos, almorzar, conversar, jugar, o que me ayuden en mis tareas escolares; pero
igual que todos los días de la semana, no tienen tiempo, estan apurados, están cansados o tienen que
hacer muchas cosas. Por todo esto es que yo no entiendo a mis padres ni a los adultos. Aotok — Cuando
los niños sienten que no reciben suficiente afecto y atención, se ven precisados a llamar la arención
mediante gestos y actitudes que mueven a piedad o cuidado, de lo contrario proclamando
ruidosamente sus necesidades; si no consiguen su objeto, pueden forzar la atención por medio de la
agresividad. Por eso es importante saber escucharlo y hablar con él. Más de las veces no sabemos
prestarle atención, escuchar sus peticiones, sus necesidades; si no consiguen su objeto, puede forzar la
atención por medio de la agresividad. Por eso es importante saber escucharlo y hablar con él. Más de las
veces no sabemos prestarle atención, escuchar sus peticiones, sus necesidades, sus palabras, ni menos
brindarle afecto, seguridad y apoyo. Los niños tienen muchas cosas importantes que decir y que
preguntar. Hay que escucharlos; puesto que el saber escuchar es la base del entendimiento y de la
comprensión. Una forma de prestar atención al niño es inclinándose o arrodillándose frente a él;
tomarle de las manos y estableciendo un contacto íntimo con las miradas, concentrarse y demostrar
interés en lo que dice o en lo que pregunta, — Para precisar algunas actitudes de parte de los padres,
permítanme hacer algunas observaciones. — ' Pregunto: ¿cuánto tiempo dedican a sus hijos? Poco o
casi nada. Porque siempre están ocupados. Responden, que no tienen tiempo para nada, que el trabajo,
los negocios, los horarios, las citas, que las reuniones, las preocupaciones, los problemas, las amistades,
las deudas, etc. Siempre hay una justificación. ¿Pero y sus hijos? Al respecto los autores del libro
Nuestros hijos refieren lo siguiente: “Ni tu trabajo, ni ru profesión, ni tus negocios. Nada tiene más
importancia que tus hijos; porque antes que nada eres PADRE. Ocupas un puesto importante en la
sociedad y la sociedad te exige que te entregues a ella... pero ¿Olvidas que también ocupas un puesto
importante en tu familia y que tu familia también te exige que te entregues a ella? Eres el gran experto,
eres directivo, eres luchador, trabajas de día y de noche, viajas... pero ¡No olvides que eres PADRE! y
que el mayor negocio y la mayor empresa de tu vida son TUS HIJOS”. Para una mayor ilustración,
veamos un extracto de este libro acerca de la falta de atención de los padres hacia los hijos: — “Papá
¿cómo te portas cuando vuelves del trabajo? ¿No es acaso que te quitas el saco, traes cara de hombre
fatigado, te mudas, pides las zapatillas, gritas, te sientas en tu silla preferida; tomas el periódico, una
revista o enciendes la tele... y cuando te pido, ¡papi, ayúdame a sacar mi juguete! o mi hermanita te
pide que le ayudes a resolver algún problema o asignación; siempre tu respuesta es: ¡déjenme en paz!,
¡Cómo si fuera poco lo que uno tiene que aguantar en el trabajo, ahora también en mi propia casa se me
hace la vida imposible! Desde la cocina mi madre, nos recrimina: ¡Niños!, ¡cuántas veces les tengo que
decir que dejen descansar a su papá!

TEMA 18 “PORQUE SE CREEN SUPERIORES, POR EL SOLO HECHO DE SER MAYORES”

Yo no entiendo por qué mis padres y los adultos se creen seres superiores. ¿Acaso se han olvidado que
“Yo soy el padre del hombre” y por lo tanto soy el ser más importante? ¿Acaso, sólo por el hecho de ser
“mayores” o padres de familia, deben creerse los jefes de la casa, sentirse los reyes del mundo; que
tienen derecho de mandar, de dar órdenes y castigar? Dicen que son capaces de todo; que todo lo
saben y que nosotros los niños somos seres “inferiores”, sin capacidades y que no sabemos nada, que
les debemos absoluto respeto, obediencia y sumisión. ¿Acaso, se creen importantes porque son los
dadores de dinero y de las cosas que traen a la casa? ¿O será que se creen importantes porque tienen
que trabajar y trabajar para que luego nos saquen en cara, que trabajan día y noche para darnos
alimentación, casa y vestido; que trabajan para darnos educación, para mandarnos al colegio, que se
sacrifican por nosotros, etc... ¿Será por eso que se sienten seres importantes? Yo no entiendo a mis
padres, cuando estamos en casa, me dicen que no debo hacer bulla ni menos jugar. Con mis hermanos
debemos estar “quietecitos” porque ha llegado papá o porque hay visita. Si mi padre o mi abuelita
descansan debemos privarnos totalmente de hablar y jugar, porque ellos están durmiendo.

Se creen “gente superior” porque tienen “empleo importantes” ¿Será acaso que mis padres se creen
“seres superiores” porque toman decisiones que muchas veces son arbitrarias y radicales, como por
ejemplo, cuando dicen: “aquí el que manda soy yo!” o en su defecto “¡porque soy su padre!” etc. Yo no
entiendo cuando en la mesa, mi padre recibe la mejor atención, las mejores “presas” ¿será por el sólo
hecho de ser mayor? ¿pero, yo qué soy? No comprendo a mis padres, cuando se creen una enciclopedia,
unos “sabelotodos” que nunca admiten desconocer un aspecto o una situación... todo lo saben, ignoran
que con sus actitudes, su forma de sentirse importantes, contribuyen 4 que en un futuro sea en verdad
un ser inferior, un ser inmaduro, sin capacidades y in personalidad; y ¿saben por qué? Porque mis
padres todo lo absolvieron y no me dieron la oportunidad de realizarme. Por todo esto, es que yo no
entiendo a mis padres y mucho menos comprendo a los adultos. Porque desconocen que lo más
importante en el mundo somos nosotros los niños. Deben saber que cuando se creen seres superiores,
seres importantes... me siento mal y en verdad que no lo entiendo — Sobre las posturas, acciones y
actitudes de los adultos con relación a los niños hay mucho que decir y escribir; así son notables las
afirmaciones del Dr. Bernal del Riesgo, cuando dice: “El niño pequeño siente; esto es, se da cuenta
afectivamente de muchísimas palabras, acciones y cosas. Y cuando rebasa los dos años, lo entiende casi
todo. A los cinco ya posee comprensión y vocabulario suficiente para interpretar lo que dicen Los
adultos... El niño entiende, y si no entiende interpreta y se afecta o traumatiza”. Á su vez los autores del
libro Nuestros hijos, señalan: “Papá es el hombre más importante del mundo. Durante algunos años los
niños piensan eso de sus padres. Bien mirado es como para llenarse de emoción, de vergiienza... y de
estímulo; por eso es preciso que los padres no deben defraudarles, ni menos decepcionarles. Sí. ¡Eres el
hombre más grande del mundo! no por eso deberías mostrar una imagen a base de autoritarismo y
posturas tan ridículas como falsas; porque ¿qué va a pensar tu hijo de ti?”

TEMA 19 "PORQUE SIEMPRE ESTAN CRITICÁNDOME Y COMPARANDOME CON OTROS NINOS” ¡Deberías
ser como Juanito!”, “¡me gustaría que fueras como Pedrito!”; ¡tú no sirves para nadal...

Tremendo y grave error que cometen mis padres. Yo no entiendo, por qué todo el tiempo tienen que
estar comparándome con otros niños y con mis hermanos; siempre tengo que escuchar la famosa
frasecita: “¡el hijo de fulanito se porta mejor que tú!”, que “¡Zutanito sí que es un niño inteligente y
bueno!”, “¡qué se va igualar a ti!”, ¡debes ser como tu hermano!, “;... él es mejor que tú!”; en fin, una
serie de críticas y comparaciones donde me hacen sentir que soy el “patito feo”, el “niño malo”, la
“ovejita negra” de la familia. Se empeora la situación, cuando me llaman la atención y ponen al
descubierto mis “defectos” en público; calificándome de “ocioso”, “flojo”, “dormilón”, “que no sirvo
para nada”... y muchas otras cosas por el estilo. O en su defecto recibo críticas y reproches: “¡yo a tu
edad.. no seas flojo” ¡debes estudiar!”, “¿no vas a ser nada en la vida!”, “¡eres malo!”, etc. Es decir me
hacen sentir que soy el ser más infeliz y negativo. Para mí, pocas veces o casi nunca hay una palabra de
aprecio, de estímulo, de aliento o de aprobación; siempre la crítica y la comparación. En cambio hay
elogios, estímulos y premios para mis hermanos o para otros niños: “¿deberías ser cono tu hermano. ..?
¡Estudioso!, “¿no te da vergüenza? aprende de tu hermano”, ¿deberías ser bueno y cariñoso como
fulanito?, “¿Zutanito, sí que es un niño obediente!” etc. donde esta palabrita ¡deberías! me hace sentir
mal y hace que tenga que vivir avergonzado. Estas críticas constantes y comparaciones continuas me
condicionan a que me muestre celoso y asuma casi siempre una actitud agresiva o de rechazo; a asumir
un comporta miento negativo a todo lo que “me piden” y “me dicen”. Reacciono generalmente
replegándome, aislándome, no deseando saber nada con mi familia y perdiendo el apetito. Me dicen
que soy “ocioso”, “dormilón”, “cochino”... y trato de ser así. Me califican de “malo” y “malcriado”...
entonces me muestro violento y agresivo. Me llaman “flojo”, “vago”, “que no estudio”, “que no sirvo
para nada”... entonces qué esperan de mí. Me condicionan a ser negativo, entonces soy de esa manera.
De lo que siembran, cosechan. Sí “¡Todo el mundo cree que soy malo. Entonces es mejor que así lo
sea!”. Deben saber que estas frases, son un veneno para mi formación; quién sabe si en un tiempo no
muy lejano acabe convenciéndome quizás para siempre que valgo poco o nada de lo que en realidad
puedo valer. En el fondo no soy como mis padres me califican o creen que soy; porque en verdad mi
potencial es diferente. Deseo estudiar, ser aplicado, cumplir con mis obligaciones, levantarme
temprano, ser limpio y hacer las cosas lo mejor que puedo, Pero las críticas, las comparaciones y
humillaciones me limitan e imposibilitan en realizarme como debería ser, Tampoco, yo no entiendo a
mis padres y a algunos adultos, porque siempre están comparando y criticando mi aspecto físico, mi
forma de ser, con la de mis hermanos u otros niños; de dar ciertas preferencias al “más bonito”, al “más
simpático” o al “más aplicado”, a resaltar mis defectos personales frente a los otros y de exaltar las
virtudes y cualidades de mis hermanos o de otros niños; esto me causa enojo y me molesta mucho; me
hace sentir mal. En otras situaciones, mis padres frente a la gente y de mis familiares resaltan “mis
cualidades”: “¡mi hijo es inteligente!”, “¡si vieras lo aplicado que es!”, “¡mi hijo es un niño educado!”...
en fin muchas flores y alabanzas. Luego pasado un rato o al otro día, tengan que calificarme de “zonzo”,
“bruto”, “Rojo”, -“malcriado”, etc. y otras cosas más que reflejan las contradicciones, la ambivalencia e
ignorancia de mis padres; esto me genera inseguridad, dudas, desconfianza. No sé, si lo que dicen lo
hacen con buena fe, en serio o es que se burlan de mí. ¿Acaso no saben que nosotros los niños tenemos
una agudeza especial para captar y percibir? Deben saber que pensamos, sentimos y comprendemos
todo. — Los padres de familia, y los adultos, deben tener presente que con las críticas, las
comparaciones y las humillaciones no se consiguen efectos positivos, sino efectos nocivos y perjudiciales
en la formación saludable de los niños. Estos métodos anti educativos destruyen su dignidad, sus
valores, sobre todo el concepto que tienen los niños de sí mismo; luego los condicionan a ser rebeldes,
rencorosos y a asumir otras reacciones y actitudes de rechazo. Por eso la Dra. Bowdoin, recomienda:
“Acéptelo tal como es. Ya que el niño dirá: “mi mamá me quiere tal como soy. Nunca me dice: me
gustaría que fueras como Juanito. Me quiere tal como soy”. Asimismo afirma: “las palabras hablan,
dicen tantas cosas, Hacen a los niños felices o infelices. Hay palabras alegres o palabras tristes. Hacen a
los niños sentirse alguien... sentirse importantes o nadie”. Del mismo modo la Dra. Bowdoin. nos
recomienda: No diga... “eres malo”. Ésto es destructivo. Muchas veces se portará mal, si nosotros
creemos que lo hará. Diga... “¡Que buen(a) niño(a)!”. = “No diga... “¡Cállate!” Diga... “Tranquilo, José”. —
"No diga... “¿No te da vergüenza?” El sentimiento de culpa no es bueno. Diga... “Mamá está
sorprendida. Espero que te comportes bien. Si vuelve a suceder tendré que castigarte” — Es importante
que los padres de familia y los adultos, tengan en cuenta que no se debe comparar, ni muchas, menos
criticar y humillar al niño. Más bien se debe ayudar a construir una buena auto-imagen, resaltando sus
aciertos y sus valores: evitando comparar su capacidad, sus características, sus actividades y su
comportamiento con el de sus hermanos, primos, o con la de otros niños. — A manera de
recomendación, se debe tener en cuenta: = Evitar las críticas, comparaciones y humillaciones. Aceptar y
querer al niño tal como es. — No corregir su conducta frente a gente extraña; ni menos hacer públicos
los errores de su(s) hijo(s). — No comparar sus deficiencias, o sus defectos frente a Otros niños, menos
con sus hermanos. = Saber corregir, sin llegar a la crítica y a la humillación. Corregir con lo más sabio y
elemental que es el sentido común, con la razón y el aprecio. — Estimular en vez de comparar. Apreciar
en vez de humillar. Querer en vez de criticar.

TEMA 20 “PORQUE SE MUESTRAN AUTORITARIOS Y SIEMPRE _ TIENEN QUE DECIR: ¡AQUÍ, EL QUE
MANDA SOY Yo!”

¡Tú a callar y a hacer lo que se te ordena! Que posición tan cómoda e ignorante de mis padres. Yo no
entiendo a mis padres. Si son mis padres o son mis padrastros; jefes o amos. En verdad parecen
sargentos de una guarnición; ya que siempre se muestran dominantes y autoritarios, Siempre tienen
que exigir obediencia ciega, respeto y sumisión; con la con habida frase: “Aquí, el que manda soy yo”, A
mis padres, como también a la gente grande, les agrada que les expliquen y les den razón de las cosas,
que les digan el porqué de tal actitud; mientras que a nosotros los niños; nos dan reglas, mandatos y
tareas para cumplir sin ninguna explicación, más que la de tener que obedecer. Deben saber que estas
órdenes autoritarias no nos ayudan a reflexionar ni menos a analizar; tampoco a tener iniciativa, sino
por lo contrario nos convierte en seres pasivos e inseguros; temerosos de contradecir a nuestros padres
y a los adultos. Deben saber que los mandatos en forma autoritaria y las disposiciones que no
comprendemos provoca muchas veces reacciones de rebeldía y rechazo. Por eso yo no entiendo la
forma de crianza y educación que brindan mis padres. Tampoco entiendo a mis padres, cuando se
muestran autoritarios y siempre tienen que decir: te ordeno “¡porque aquí, mando yo!”, “¡aquí, el que
manda soy yo, tú a callar!”, de lo contrario la frialdad en sus respuestas: “¡porqué así debe ser!”,
“porque así he sido criado yo”, ¡tú cállate y obedece!, “¡porque lo digo yo y basta!”. Estas frases reflejan
la posición cómoda, arbitraria e ignorante de mis padres; la falta de criterio y sentido común, en cuanto
deben enseñarme por la vía de la reflexión y de la razón. Sé que el respeto, la obediencia y la confianza
son algunos valores paternos, pero de ningún modo éstos deben ser impuestos a nosotros los niños en
base a un autoritarismo ciego; más bien estos valores deben impartirse en base a una actitud razonable
y democrática; mediante una comunicación directa, serena y afectiva. Deben saber que no respetamos
al padre, por ser el padre; ni a la madre por ser la madre, sino porque son seres que se merecen ese
respeto, así como también nosotros los niños merecemos ese mismo respeto. Por eso pido que no
deben abusar de nosotros al impartir órdenes sin darnos explicación, no menospreciar el trabajo o las
tareas que podamos hacer, mucho menos tratarnos mal. Deben saber que la obediencia, como valor en
la disciplina debe ser razonable; porque una cosa es que me digan: “¡tienes que hacer las cosas, porque
lo mando yo!” y otra cosa es que me digan: “¡lo que tienes que hacer es bueno y conveniente para ti,
como también para la familia”; o por la razón que sea, es decir darme una explicación, enseñarme a
reflexionar y no a una imposición ciega que puede ser perjudicial para mi formación.

Si los padres y los adultos, dicen que los “niños deben aprender a obedecer; entonces ellos deben
aprender a mandar”. Si piden que aprendamos a respetarlos y a ser buenos hijos; entonces ellos deben
aprender a ser buenos padres y a respetarnos. Por eso digo que yo no entiendo a mis padres y menos a
la gente grande. — La exigencia de dar órdenes y pedir obediencia es el indicador más claro de la
presencia del tipo de autoridad; donde las órdenes impartidas tiene que ser cumplidas por los hijos sin
ningún miramiento. Esta obediencia ciega es el patrón conductual que caracteriza a todos aquellos
hogares donde los mandatos que imparten los padres tienen que ser cumplidos sin ninguna explicación.
“¡Aquí, el que manda soy yo!”; es una forma de imponer obediencia no razonada, una obediencia ciega,
absoluta y arbitraria. Esto es generar de distanciamiento y sumisión, rechazando la comunicación y la
confianza, es atentar a la relación de padres a hijos, donde los padres imponen a los hijos, sus decisiones
sin consultarlos ni menos respetarlos. Al respecto los autores del libro Nuestros hijos, señalan frases
como: “tú a callar y a hacer lo que se te manda”, “lo he dicho yo y basta”, son totalmente impropios
para ser dichas a un ser humano que empieza a reflexionar, discurrir y juzgar por su propia cuenta. Son
absolutamente anti-educarivas; porque le imponen una actitud pasiva que impide su formación”.
Asimismo con relación a la obediencia, indican que ,. “El ideal no es hacer de ellos unos hijos obedientes,
sino unos hombres y mujeres responsables. La mayor virtud de un hijo o una hija no es la obediencia,
sino la responsabilidad. Muchas veces nuestra paciencia y sobre todo nuestro ejemplo, valdrán mucho
más que nuestras órdenes... mientra que alguna órdenes autoritarias no consiguen sino efectos de
rebeldía y rechazo”. — Aquellos padres que imponen su autoridad quieren “domesticar” a sus hijos. No
valoran lo que es iniciativa, independencia; son aquellos padre llamados “déspotas”, “dominantes”,
“autoritarios”, que quieren tener a sus hijos a su servicio con la cosabicla conveniencia y el chantaje:
“para esto te doy de comer”, “te mando a la escuela”, “te doy comida, ropa y casa ... para que hagas
esto o aquello”. Quieren tener a sus hijos hasta que éstos lleguen a ser grandes. Así son elocuentes las
afirmaciones del Dr. Bernal del Riesgo; cuando pregunta: “Dígame, ¿Cuántas veces manda usted a su
hijo en beneficio de su hijo y cuántas lo manda a hacer o no hacer para evitarse usted una molestia o
satisfacer un capricho? Si usted obliga a su hijo a obedecer mandatos absurdos lo pone nervioso, de mal
genio, lo hace impetuoso; lo habitúa a reñir, lo convierte en un pleitista. Quizá lo hago neurótico. Y si
logra su propósito (el niño quietecito, que no desobedece, que no molesta, que no juega) lo habrá
hecho un inútil, un perezoso, un abúlico, un apático”. Asimismo en cuanto hay padres que para ser
obedecidos llegan a castigar físicamente al niño, indica el doctor Bernal del Riesgo: “le pegan al niño
porque es el medio cómodo de reducirlo a la obediencia... pero esa comodidad es, sencillamente,
criminal. Criar y educar a su hijo bajo la ley del miedo y del castigo... ¡es una barbaridad. Por favor, deje
de pegarle a su hijo. Y reflexione con calma sobre lo que usted le manda y le prohíbe”. — A manera de
recomendación; es necesario tener en cuenta que los mandatos y peticiones que se hagan a los niños,
deben ser: — Razonables, claros y sencillos. De modo que cuando se ordena o se pide algo a un niño,
hay que asegurarse bien que lo ha comprendido y que esté de acuerdo. - — También es importante; no
darle demasiadas órdenes ni tareas complicadas. Ser claros en los mensajes que se dan. = Evitar los
mandatos absolutos y autoritarios. Al respecto. Marly Ferreira, sugiere: “El tono con que nosotros. los
dultos contradecimos al niño, debería de ser más tranquilo, paciente y amigable, y no un tono de
mando. El tono de mando lo que hará es reforzar la oposición en todo niño sano; ya que el niño sano se
defiende contra la opresión de su personalidad; se suele llamar a esto oposición de autodefensa,
mientras que al niño débil el tono de mando (autoritario) lo hace apocado”.

TEMA 21 “PORQUE SE MUESTRAN MALOS Y ABUSIVOS. PORQUE TIENEN QUE CASTIGARME MUCHAS
VECES SALVAJEMENTE!”

¡Por qué me golpeas papál, ¡por qué me pegas mamá! Seme jante ignorancia y aberración, el de
castigarme; ¡si soy el hijo, el hijo de tus entrañas! Yo no entiendo a mis padres cuando me maltratan, me
castigan en forma inmisericorde, me golpean salvajemente. ¿Creen acaso que la mejor manera de
cumplir con su deber de ser padre es castigando y golpeándome duramente?, ¿acaso no saben que el
castigo es la forma más negativa y contraproducente de corregir?, ¿ignoran acaso que el castigo genera
resultados irreversibles en nuestro comportamiento? El hecho que sea llorón, miedoso, que me porte
mal, que no quiera ir al colegio; que me muestre rebelde, difícil de manejar; que sea travieso,
caprichoso, inquieto, no es motivo suficiente para que me den una paliza. Yo no sé, cuál es el motivo
para que mis padres me castiguen en forma brutal, ¿será porque presentan problemas psicológico no
resueltos, o porque presentan alguna alteración mental, ¿o es porque son nerviosos, inmaduros, que no
controlan sus impulsos?, ¿o es porque presentan problemas de personalidad, que tienen tendencia al
maltrato, al abuso?, ¿o es porque son padres malos, déspotas y severos?, o quién sabe si en su infancia
han sido golpeados, maltratados y ahora quieren hacer lo mismo. ¿Acaso por estas razones es que me
castigan o me equivoco?, ¿es que me golpean por ignorancia o por falta de comunicación? Les pregunto:
“¿Por qué me golpeas papá ... si soy tu hijo?”, “¿por qué me pegas mamá tan duro ... si soy hijo de tus
entrañas?” En vez de tratarme o de enseñarme con cariño; de darme una buena formación, una buena
crianza y educación llegan al castigo físico y al maltrato emocional. El hecho que mis padres no tengan
trabajo, que no alcance el dinero... que haya pobreza; que se hayan separado O que presenten alguna
enfermedad no justifica que me castiguen brutalmente por alguna torpeza o error cometido. Pareciera
que desplazan su ira, su cólera y sus frustraciones. ¡Pagamos los platos por culpas ajenas! Protestemos o
no, igual recibimos palizas. Por todo ésto, es que no entiendo a mis padres y menos a la gente grande,
cuando me castigan salvajemente, me golpean irracionalmente. Me pregunto: “¿acaso es un desahogo a
sus frustraciones?, ¿a sus dificultades personales? O ¿Cuál es el motivo que los impulsa a golpearnos?

— Los padres y adultos que castigan a sus hijos, deben saber que disciplinar no es sinónimo de castigo,
La disciplina es el conjunto de reglas y normas que regulan la conducta del niño ... Son los adultos los
encargados de enseñar a cumplir en base al cariño, al apoyo emocional, sobre todo con sentido común,
con paciencia y serenidad; no es el hecho de utilizar el látigo, la correa, el palo o cualquier instrumento
que esté al alcance para disciplinar o corregir la conducta. El castigo es la forma más severa, dura y
brutal que incluso puede provocar la muerte o dejar secuelas (“traumas”) en la vida posterior de los
niños. Al respecto son valiosas las afirmaciones del Dr. Bernal del Riesgo, cuando sostiene que: “El
castigo Físico constituye un abuso y su, lógica es siempre absurda, porque en realidad usted castiga su
propia obra, usted castiga el efecto del que es usted es la causa. Y esto es por completo cierto y
científicamente demostrable. Es siempre abusivo y vil pegarle a un niño. Pero si en el momento de
pegarle, el adulto esta colérico, al error se añade otro agravante. El familiar furioso mientras castiga
grita la prohibición o la orden; pero el niño se da cuenta desde muy pequeño que no le pegan para que
obedezca, sino porque el que pega necesita descargar o aliviar una tensión que le produjo otra persona
y que el progenitor cobardemente no se atrevió a descargar donde era procedente. Éste es el caso en la
mayoría de castigos corporales”. Asimismo son elocuentes sus afirmaciones cuando dice... “Si los niños
pudieran expresar lo que sienten, gritarían: “Nuestros padres nos pegan (y regañan, y ordenan, y
coaccionan...) para que no aprendamos a ser hombres o mujeres... Parece que nos echaron al mundo sin
saber lo que hacían”. A su vez la Dra. Ruth Bowdoin refiere lo siguiente: “el castigo es a veces eficaz,
pero no siempre lo son sus resultados. Á veces el niño aprende lo que usted pretende cuando castiga,
pero también aprende cosas malas y hasta puede aprender a ODIAR -¡Mamá, no me des tan duro”. Por
eso; si quiere que su hijo le recuerde con cariño, no lo castigue. Mientras los autores del libro, niño y su
mundo indican que: “los castigos (no físicos) deben tener una forma objetiva y razonable. Se deben
aplicar con firmeza pero sin manifestaciones extralimitadas. Sin acaloramientos pero con energía.
Ejemplo, privarle de algunos gustos es lo adecuado”. También la Dra. Marly Ferreira, señala ... “Hay
niños que ante la represión de su personalidad reaccionan con depresiones, miedo o enfermedad,
mientras que otras reaccionan con el retraso en la escuela, y algunos con el robo, la mentira y la
masturbación; e incluso con el suicidio”. Cabe indicar finalmente, que toda brutalidad física provoca
sentimientos de violencia, dispuestos a ser reproducidos. Vean no más lo que puede suceder si a un
perrito lo tratan mal, que es golpeado. Este animalito reaccionará ladrando, mordiendo y difícilmente
podrá menear la colita, Este ejemplo nos lleva a pensar, si los niños reciben palizas brutales, en ellos se
graban sentimientos de rechazo, de odio y rencor. A manera de recomendación. No olviden, que
también lo niños por pequeños que sean tienen dignidad, son personas humanas que sienten, piensan y
sufren. No por el hecho que sean pequeños e indefensos se les debe castigar ni menos humillar. Los
castigos físicos y humillaciones no son métodos adecuados de corrección. Sobre el particular, Lore
Shultz-Wild y Muñoz López, manifiestan: “También se debe comprender que los comportamientos de
los niños, no pueden estar relacionarlos con las reacciones de los padres. Castigar a un niño no significa
de ninguna manera, pegarle o golpearle; esto representa sentimientos de odio y de rebeldía, de
impotencia y de desesperación”.

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