Está en la página 1de 2

Abraza a Tu Niño /a Interior

…Abraza la soberbia que hay en ti, porque detrás de ella hay un niño no querido..

…Abraza la exigencia que hay en ti, porque detrás de ella hay un niño que no ha sentido el
amor…

…Abraza al “agradador eterno” que hay en ti porque detrás de él hay un niño rechazado…

…Abraza la ira y el enojo que hay en ti, porque detrás de ella hay un niño abandonado…

…Abraza al solitario que hay en ti, porque detrás de él hay un niño excluido y
discriminado…

…Abraza el desgano, la apatía, la falta de sentido, porque… detrás de todo esto, está tu
niño padeciendo ser quién no es…

…Abraza el dolor que hay en ti, porque detrás de él hay un niño lastimado…

…Los niños que habitan dentro de nosotros, están empezando a manifestarse y esta vez no
parar hasta ser escuchados…

…Por favor, desde lo más profundo de mi corazón te pido, no los silencies más…

…aprender a integrarlo, a comprenderlo, a abrazarlo, a liberarlo, devolverlo a la vida, esta


es la tarea de hoy, te aseguro que es el camino para que tu Divinidad baje a la tierra…

…Baja por favor a la Tierra…

El siguiente texto pertenece al autor Thich Nhat Than, del libro Sintiendo La Paz:

Muchas personas sufrieron abusos o fueron golpeadas por sus padres, y muchas más fueron
gravemente criticadas o rechazadas por ellos. Ahora, en el almacén de su conciencia, esas
personas tienen tantas simientes de infelicidad, que no quieren ni oír el nombre de su padre
o su madre.
Cuando me encuentro con alguien así, le ofrezco siempre la meditación del niño de cinco
años, que actúa como un masaje consciente: «Cuando inspiro, me veo como un niño de cinco
años. Cuando espiro, sonrío al niño de cinco años que hay en mí».

Durante la meditación, intentas verte a ti mismo como un niño de cinco años.

Si eres capaz de observar profundamente a ese niño, descubrirás que eres vulnerable y que
pueden herirte fácilmente. Una mirada adusta o un grito pueden crear formaciones internas
en el almacén de tu conciencia.
Cuando tus padres se pelean gritándose el uno al otro, el niño de cinco años que hay en ti
recibe muchas simientes de sufrimiento. He oído a jóvenes decir: «El regalo más valioso que
mis padrespueden hacerme es su propia felicidad». Al vivir sin ser feliz tu padre te hizo sufrir
mucho. Ahora te estás visualizando como un niño de cinco años. Cuando sonríes a ese niño
que hay en tu interior, le sonríes compasivamente: «Era muy joven y vulnerable y he recibido
mucho dolor».

Al día siguiente te aconsejaría que practiques diciendo: «Cuando inspiro, veo a mi padre
como un niño de cinco años. Cuando espiro, sonrío compasivamente a ese niño».

No estamos acostumbrados a ver a nuestro padre como un niño de cinco años. En nuestra
mente siempre le vemos como un adulto severo y con gran autoridad. No hemos dedicado ni
un momento de nuestro tiempo a imaginárnoslo como un tierno niño que puede ser fácilmente
herido por otros. De modo que la práctica consiste en visualizar a tu padre como un niño de
cinco años, frágil, vulnerable, fácil de herir. Si te sirve de ayuda puedes mirar el álbum
familiar y estudiar la imagen de tu padre cuando era niño.

Cuando seas capaz de visualizarlo vulnerable, comprenderás que quizá fue víctima de su
propio padre.
Sí recibió tantas simientes de sufrimiento procedentes de su padre, es comprensible que no
sepa cómo tratar bien a su hijo. O sea, que te ha hecho sufrir, y el círculo continúa. Si no
prestas atención harás lo mismo a tus hijos. En el instante que veas a tu padre como un niño
herido, tu corazón se llenará de compasión. Al sonreírle compasivamente, empezarás a
aceptar tu dolor con tu plena consciencia y tu visión interior.

Si practicas de ese modo durante varias horas o días, tu enojo hacia él se disipará. Y un día
abrazarás realmente a tu padre sonriéndole y dirás:

«Te comprendo, papá, debiste sufrir mucho durante tu niñez».

Durante siglos las divisiones entre la gente, las naciones y las creencias religiosas han
contribuido mucho a hacernos sufrir.

Debemos practicar para conseguir liberar esas tensiones tanto en nosotros mismos como
en los demás, para poder abrirnos y disfrutar unos de otros como hermanos y hermanas.

Thich Nhat Than

También podría gustarte