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INDEPENDENCIA DEL MINISTERIO PÚBLICO

La Ley Orgánica del Ministerio Público –LOMP– confiere al Fiscal de la Nación


autoridad sobre los integrantes de dicha institución, incluyendo a los fiscales de
todos los niveles (artículo 64). No solo ello, además se le otorga la posibilidad de
designar qué fiscales estarán a cargo de la investigación de casos que considere
complejos (artículo 80-A).

Siendo así, en nuestro país los principales casos de corrupción son analizados por
un equipo de fiscales cuyos integrantes son elegidos –y removidos– a libre criterio
del Fiscal de la Nación.

Ahora bien, esta amplia discrecionalidad en la selección de fiscales y sujeción al


designio del Fiscal de la Nación puede comprometer el adecuado desempeño de
la función del Ministerio Público. Por ello, de modo similar a lo que ocurre en el
caso de los jueces, corresponde establecer una garantía de inamovilidad de los
fiscales, dejando a salvo la posibilidad de apartarlos por causas justificadas (por
ejemplo, un acreditado conflicto de intereses).

Esta posición es respaldada por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones


Unidas, quien considera esencial garantizar la inamovilidad de los fiscales para
evitar que sean sometidos a injerencias injustificadas:

“Otro elemento importante que debe formar parte de las condiciones


de servicio de los fiscales es su inamovilidad. El uso indebido de
los traslados puede desembocar en una injerencia injustificada
debido a que la amenaza de traslado de los fiscales de un puesto a
otro puede utilizarse como instrumento de presión sobre un fiscal o
como medio de apartarlo de casos delicados”1.

Lo señalado cobra especial relevancia en nuestro contexto, en el cual los propios


fiscales acusan al Fiscal de la Nación de estar involucrado en una red de
corrupción que ha capturado el sistema de justicia. Por ello, urge aprobar una
reforma de la Ley Orgánica del Ministerio Público a efectos de garantizar la
independencia interna de los fiscales, esto es, la imposibilidad de ser sometidos a
injerencias injustificadas por parte de las autoridades y órganos de gestión del
Ministerio Público.

Un problema vinculado es que el fiscal de la Nación tiene dentro de sus


atribuciones ejercitar ante la Corte Suprema las acciones contra los altos
funcionarios comprendidos en el artículo 99 de la Constitución Política –consejeros
del CNM, jueces supremos, entre otros– por los delitos que estos hayan cometido
en el ejercicio de sus funciones.

1 Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Informe de la Relatora Especial sobre la


independencia de los magistrados y abogados, Gabriela Knau. A/HRC/20/19, 2012, párr. 68.
Sin embargo, al haber sido vinculado con la red de corrupción que le corresponde
investigar y acusar, se encuentra en riesgo su imparcialidad en el ejercicio de
estas funciones. Ante esta situación, el artículo 24 de la Ley Orgánica del
Ministerio Público permite que el Fiscal de la Nación se aparte, quedando a cargo
del caso el fiscal supremo de mayor antigüedad.

El Fiscal de la Nación, Pedro Chavarry, ya se apartó de la dirección de la


investigación seguida el vocal supremo César Hinostroza. De modo similar,
debería apartarse de todos los casos a iniciarse que vinculen a la organización
criminal que integraría.

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