Carrión fue un estudiante de medicina del último año, que venciendo las
dificultades propias del medio en el que vivió pudo diseñar un exitoso
experimento científico. Usó su propio organismo para demostrar que, una enfermedad endémica propia de la región andina, era de naturaleza infecciosa y transmisible.
Nació en un villorio minero de gran auge durante la época de riqueza, por
los yacimientos de oro y plata, en Cerro de Pasco. Su padre era un exiliado político que nunca reconoció su responsabilidad y su madre una adolescente nativa. Ella se hizo cargo de la educación de su hijo y le proporcionó una mediana prosperidad económica. Daniel Alcides Carrión vino a la capital del Perú, para terminar su formación y llegó en una época en que Lima era el centro de cambios fundamentales en las ideas sociales y políticas. Para entonces habían ocurrido los primeros intentos de adaptación de las ideologías foráneas a la realidad nacional; la efervescencia de las ideas sociales darvinistas estaban en apogeo y, en la escuela donde terminó sus estudios escolares y en la facultad de medicina donde se iba a graduar, casi todos sus condiscípulos y profesores profesaban esas ideas. Él presentabalos caracteres somáticos y faciales de un típico nativo, lo cual le condujo a sufrir, durante todo el resto de su corta vida, de segregación, que surgía bajo una invisible cortina que le hacía sentirse diferente. Fue admitido en la facultad de medicina en 1880, un año después de terminada la guerra con Chile, motivo por el cual, los puertos del litoral peruano estuvieron bloqueados, desde abril de 1879 hasta noviembre de 1883. Así los médicos y estudiantes no conocieron las importantes noticias de los descubrimientos de Pasteur, Koch y otros, que demostraban que las enfermedades infecciosas eran causadas por microorganismos específicos, uno para cada enfermedad y que estas plagas eran inoculables, transmisibles o reproducibles a otros seres vivientes.
Carrión estudió en las más adversas condiciones: el edificio de su facultad
convertido en cuartel, el hospital docente ocupado por el enemigo, los profesores sin sueldo. Cuando se firmó la paz, estalló una guerra civil. En esas circunstancias llegaron las fascinantes noticias de las hazañas de los "cazadores de microbios". La imaginación de todos, legos y doctores, fue excitada al máximo.
Cuando Daniel, ese estudiante nativo segregado de los cenáculos
académicos que aparecieron con el deseo de contribuir a la reconstrucción post bélica, recibió la noticia que había un concurso organizado por la prestigiosa Academia Peruana, para premiar a quien demostrase la causa de la Verruga Peruana, una enfermedad endémica circunscrita a los templados valles interandinos y que producía, ocasionalmente, graves y mortales trastornos. Hasta esos días no se tenía una idea concreta sobre la naturaleza de esta enfermedad. Inclusive se llegó a pensar que el origen radicaba en las emanaciones tóxicas del cascajo, le denominaban "miasmas" usado para la construcción del ferrocarril central. Ese material era extraído de la Oroya, entonces un páramo a más de 4,000 metros sobre el nivel del mar. Por eso a las formas graves de la verruga peruana, le denominaban, por error, "Fiebre de la Oroya". No porque de allí provenían los enfermos, ya que entonces era un inhóspito paraje despoblado, sino que la causa eran las supuestas miasmas desprendidas de las canteras.
Así el humilde Carrión irrumpió, con imaginación creadora, en el plano
académico mundial. Sin laboratorios de experimentación, que no existían. Sin recursos de ningún género, el país y la universidad atravesaban la peor crisis de su historia. Cuando se convocó al concurso el territorio estuvo dividido por una guerra civil.
La verruga peruana, es causada por un germen que sólo ataca a los
humanos (Bartonella bacilliformis). Era, y aún lo es, una de esas situaciones en las que la experimentación tiene que utilizar a esos mismos humanos. En primer paso para buscar la "etiología", como quería la ilustre Academia Libre de Medicina, era demostrar su inoculabilidad. Carrión usó su propio cuerpo. Con este acto se convirtió también en precursor de la nueva bioética, esa que señala que cuando es indispensable ese tipo de experimentación, el primero que debe ir por delante es, precisamente, el investigador. Murió, el 5 de octubre de 1885, como consecuencia de la autoinoculación del germen (Bartonella bacilliformis) que causa, la entonces llamada Fiebre de la Oroya.
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