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Introducción a la

LÓGICA
Irving M. Copi
Universidad de Hawaii

Carl Cohen
Universidad de Michigan

EISE
LIMUSA
NORIEGA EDITORES
MÉXICO • España • Venezuela • Colombia
Copi, Irving
Introducción a la lógica = Introduction to logic / Irving
Copi. México : Limusa, 2007
700 p. : II.; 15.5 x 23 cm.
ISBN-13: 978-968-18-4882-8
Rústica
1. Lógica
I. Cohen, Carl, coaut. II. González Ruiz, Edgar Antonio, tr.

LC: BC108 Dewey: 160 — dc21

VERSION AUTORIZADA EN ESPANOL DE LA OBRA PUBLICADA EN


INGLÉS CON EL TÍTULO:
INTRODUCTION TO LOGIC
MACMILLAN PUBLISHING COMPANY, A DIVISION OF
MACMILLAN, INC., U.S.A.

COLABORADOR EN LA TRADUCCION:
EDGAR ANTONIO GONZÁLEZ RUIZ
MAESTRO EN CIENCIAS, LOGICA Y FILOSOFIA EN LA UNIVERSIDAD
AUTONOMA METROPOLITANA.

REVISION:
PEDRO CHÁVEZ CALDERÓN
DOCTOR EN FILOSOFIA. PROFESOR EMERITO EN LA UNIVERSIDAD
NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO.

LA PRESENTACIÓN Y DISPOSICIÓN EN CONJUNTO DE

INTRODUCCIÓN A LA LOGICA

SON PROPIEDAD DEL EDITOR. NINGUNA PARTE DE ESTA OBRA


PUEDE SER REPRODUCIDA 0 TRANSMITIDA, MEDIANTE NINGÚN
SISTEMA 0 METODO , ELECTRÓNICO 0 MECANICO (INCLU-
YENDO EL FOTOCOPIADO, LA GRABACIÓN 0 CUALQUIER SISTEMA
DE RECUPERACION Y ALMACENAMIENTO DE INFORMACION),
SIN CONSENTIMIENTO POR ESCRITO DEL EDITOR.

DERECHOS RESERVADOS:

© 2007, EDITORIAL LIMUSA, S.A. DE C.V.


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CANIEM Num. 121

HECHO EN MEXICO
ISBN-13: 978-968-18-4882-8
12.1
70 Introducción

La industria del tabaco, en un verdadero triunfo de doble lenguaje,


arguye aún contra esos avisos precisos sobre la base de que: a) no son
necesarios, porque cualquiera sabe los darios asociados con el hábito de
fumar, y b) no se justificaría escribir tales frases porque no se ha estable-
cido un vínculo causal entre el hábito de fumar y las enfermedades; se trata
solamente de "generalizaciones" estadísticas.
Si uno cree en cualquiera de esos argumentos, probablemente creerá
también en Santa Clós, pero puesto que cerca del 32 por ciento de las
personas fuman, obviamente hay muchas personas que no saben o no
quieren reconocer los darios, o que creen en Santa Clós.
— JUDY MANN,"Sure' Way to Cut Number of Smokers",
Washington Post Service, 2 de abril de 1982
* 30. "...Usted parecía sorprendido cuando le dije, en nuestra primera
entrevista, que usted había venido de Afganistán."
"Se lo han dicho a usted, sin duda."
"Nada de eso. Yo supe que usted venía de Afganistán. Desde hace
mucho tiempo, los pensamientos fluyen a mi mente tan ágilmente que he
llegado a la conclusión sin estar consciente de los pasos intermedios. Sin
embargo, existen tales pasos. El razonamiento es el que sigue: "Aquí hay
un caballero con tipo de médico, pero con un aire militar. Claramente, se
trata de un médico militar entonces. Puedo saber que viene del trópico
porque su cara es obscura y el tinte de su piel no es natural. Ha estado
angustiado y enfermo, su cara lo dice claramente. Su brazo izquierdo ha
sido herido. Se comporta de una manera extraria y poco natural. ¿En qué
lugar de los trópicos podría un médico militar inglés resultar herido en un
brazo? Claramente, en Afganistán". Todo este tren de pensamientos no
tarda ni un segundo en pasar. Luego le digo a usted que viene de
Afganistán y se queda estupefacto".
"Es tan simple como se lo he dicho", le dije sonriente.
— A. CONAN DOYLE, Estudio en escarlata, Capítulo 2

1.6 Deducción e inducción


Tradicionalmente, los argumentos se dividen en dos tipos diferentes,
deductivos e inductivos. Cada argumento supone la afirmación (como se ha
dicho antes) de que sus premisas proporcionan razones o fundamentos para
establecer la verdad de su conclusión; pero solamente un argumento deduc-
tivo tiene la pretensión de que sus premisas proporcionan fundamentos
concluyentes para su conclusión. Cuando el razonamiento en un argumento
deductivo es correcto, le llamamos un argumento vá/itio, cuando el razona-
miento de un argumento deductivo es incorrecto, le llamamos inválido.
Podemos, por tanto, definir la validez como sigue: un argumento de-
ductivo es válido cuando sus premisas, de ser verdaderas, proporcionan
Deducción e inducción 71

bases concluyentes para la verdad de su conclusión. En un argumento


deductivo (pero no en uno inductivo), las premisas y la conclusión están
relacionadas de tal modo que es absolutamente imposible que las premisas
sean verdaderas a menos que la conclusión también lo sea.
En todo argumento deductivo, o bien las premisas apoyan realmente a
la conclusión, de manera concluyente o definitiva, o no logran este apoyo.
Por tanto, cada argumento deductivo es o bien válido o inválido. Este es un
punto de cierta importancia: si un argumento deductivo no es válido, debe
ser inválido; "inválido" no se aplica a los argumentos inductivos, para los
cuales son necesarios otros términos de evaluación.
En el ámbito de la lógica deductiva, la labor central consiste en clarificar
la relación entre las premisas y la conclusión en los argumentos válidos y
poder así discriminar los argumentos válidos de los inválidos. La teoría de
la deducción, incluyendo tanto la lógica tradicional como la simbólica, es
el tema central de la segunda parte de este libro.
Un argumento inductivo tiene una pretensión muy diferente: no que
sus premisas sean fundamentos para la verdad de su conclusión, sino
solamente que sus premisas proporcionen cierto apoyo a su con-
clusión. Los argumentos inductivos, por tanto, no pueden ser "válidos"
o "inválidos" en el sentido en que estos términos se aplican a los ar-
gumentos deductivos. Por supuesto, los argumentos inductivos pue-
den ser evaluados como mejores o peores, de acuerdo con el grado de
apoyo que proporcionan sus premisas a sus conclusiones. Así pues,
mientras mayor sea la probabilidad o verosimilitud que sus premisas
confieran a la conclusión, mayor será el mérito de un argumento inducti-
vo. Pero esa probabilidad, aun cuando las premisas sean todas verdade-
ras, está bastante lejos de la certeza. La teoría de la inducción y los méto-
dos para calcular probabilidades se presentan en la tercera parte de este
libro.
La distinción entre argumentos deductivos e inductivos se traza a veces
de una manera diferente, centrándonos en la relativa generalidad de sus
premisas y conclusiones. Las inferencias deductivas, se dice a veces, van
de lo general a lo particular, mientras que las inferencias inductivas van de
lo particular a 1 o general. " Esta forma de distinguirlos resulta insatisfac-
toria si la analizamos.
En esta tradición el ejemplo clásico de argumento deductivo:

Todos los hombres son mortales.


Sócrates es hombre.
Por lo tanto, Sócrates es mortal.

51 William Whewell, en The Philosophy of the Inductive Sciences, hace mucho asentó que
"... en la deducción inferimos verdades particulares de verdades generales; mientras que en
la inducción inferimos lo general a partir de lo particular..."
72 Introducción

tiene de hecho una conclusión particular, 52 inferida válidamente de dos


premisas, de las cuales la primera es una proposición universal o general.
También es verdadero que una forma muy común de argumento inductivo
es aquél en el cual de un grupo de premisas particulares se infiere una
conclusión general o universal, como por ejemplo:
Sócrates es humano y mortal.
Xantipa es humana y mortal.
Safo es humana y mortal.
Por tanto, probablemente, todos los seres humanos son mortales.

Pero no siempre funciona este método para distinguir entre la deduc-


ción y la inducción. La dificultad radica en el hecho de que un argumento
deductivo válido puede tener proposiciones universales lo mismo en sus
premisas que en sus conclusiones, como sucede en:
Todos los animales son mortales.
Todos los humanos son animales.
Por tanto, todos los humanos son mortales.

Y un argumento deductivo válido puede tener proposiciones particulares en


sus premisas lo mismo que en su conclusión, como en el siguiente ejemplo:

Si Sócrates es humano, entonces Sócrates es mortal.


Sócrates es humano.
Por tanto, Sócrates es mortal.

Por otro lado, un argumento inductivo no necesita basarse en prernisas


particulares, sino que puede tener proposiciones universales (es decir,
generales) como premisas al igual que como conclusión, como se muestra
a continuación:

Todas las vacas son mamíferos y tienen pulmones.


Todas las ballenas son mamíferos y tienen pulmones.
Todos los humanos son mamíferos y tienen pulmones.
Por tanto, probablemente todos los mamíferos tienen pulmones.

"El término "particular" lo usa Whewell, y otros lógicos de la misma escuela, para
referirse a proposiciones que versan sobre cosas singulares (por ejemplo, Sócrates) como
para proposiciones que versan sobre algunos, pero no necesariamente todos, los elementos
de una clase dada (por ejemplo, los seres humanos). En la práctica lógica actual se utiliza la
frase "proposiciones singulares" para referirse únicamente al último grupo. En este mo-
mento analizamos los puntos de vista de Whewell, por ello seguimos su uso.
Más adelante, se discutirán con todo detalle las proposiciones singulares en la sección 7.2
del capítulo 7 y en la sección 10.1 del capítulo 10; las proposiciones singulares (en el sentido
que usamos en este momento) se discuten en la sección 5.1 del capítulo 5 y en la sección 10.3
del capítulo 10.
Deducción e inducción 73

Además, un argumento inductivo puede tener una proposición parti-


cular como su conclusión, como sucede en el argumento:

Hitler fue un dictador y fue cruel.


Stalin fue un dictador y fue cruel.
Castro es un dictador.
Por tanto, probablemente Castro es cruel.

Estos contraejemplos muestran que no es satisfactorio caracterizar los


argumentos deductivos como aquellos en los cuales se infieren conclusio-
nes particulares a partir de premisas generales, ni es satisfactorio caracte-
rizar los argumentos inductivos como aquellos en los cuales se infieren
conclusiones generales a partir de premisas particulares.
La diferencia fundamental entre estos dos tipos de argumentos radica
en las afirmaciones que se hacen acerca de las relaciones entre premisas y
conclusión. Los argumentos deductivos son aquellos en los cuales se
afirma la existencia de una relación muy estrecha y rigurosa entre premisas
y conclusión. Si un argumento deductivo es válido, entonces, dada la
verdad de sus premisas, su conclusión debe ser verdadera sin importar
qué otra cosa sea cierta.
Por ejemplo, si es verdad que todos los humanos son mortales y si es
verdad que Sócrates es humano, entonces debe ser verdad que Sócrates es
mortal, independientemente de cualquier otra verdad que pueda haber en
el mundo y de qué premisas se ariadan o qué información se descubra. Si
encontramos que Sócrates es feo o que los ángeles son inmortales o que las
vacas dan leche, estos hechos no afectan para nada la validez del argumen-
to; la conclusión de que Sócrates es mortal se sigue de cualquier otra lista
ampliada de premisas siempre que contenga aquellas necesarias para
hacer la deducción. Si un argumento es válido, ningún hecho adicional del
mundo puede hacerlo más válido; si una conclusión se ha inferido válida-
mente de un conjunto de premisas, ningún otro elemento que se ariada al
conjunto puede otorgarle una validez mayor o más estricta al argumento.
Pero la relación entre las premisas y la conclusión afirmada por un
argumento inductivo, aun el mejor de ellos, es mucho menos estricta y de
un tipo muy diferente. Consideremos el siguiente argumento inductivo:

La mayoría de los abogados corporativos son conservadores.


Bárbara Shane es un abogado corporativo.
Por lo tanto, Bárbara Shane es probablemente conservadora .

El anterior es un buen argurnento inductivo; su primera premisa es


verdadera, y si su segunda premisa es verdadera también, entonces la
conclusión será más probablemente verdadera que falsa. Pero en este caso,
ariadir nuevas premisas al par original da como resultado un argumento
74 Introducción

que puede ser sustancialmente más débil o más fuerte (dependiendo de las
premisas ariadidas). Supongamos que ariadimos la premisa de que:

Bárbara Shane es funcionaria de la Unión para las Libertades


Civiles en América (ACLU).

y ariadimos también la premisa (verdadera) de que:

La mayoría de los funcionarios de la ACLU no son conservadores.

Ahora, la conclusión (Bárbara Shane es conservadora) no parece ya


probable; el argumento inductivo original ha sido debilitado por la presen-
cia de esta información adicional acerca de Bárbara Shane. De hecho, si la
premisa final se generaliza:

Los funcionarios de la ACLU no son conservadores.

Se seguiría entonces deductivamente la proposición opuesta de la conclu-


sión original, esto es, válidamente, a partir de las premisas afirmadas.
Por otra parte, si alargamos el conjunto original de premisas ariadiendo
las siguientes premisas adicionales:

Bárbara Shane ha trabajado en el gabinete del Presidente Ronald


Reagan.

Bárbara Shane ha sido por mucho tiempo funcionaria de la Asocia-


ción Nacional de Fusileros.

entonces, la conclusión original se seguiría con una probabilidad mayor de


ser cierta a partir de este conjunto ampliado de premisas que del conjunto
original.
La fuerza de la afirmación acerca de la relación entre las premisasy la con-
clusión del argumento es el punto clave de la diferencia entre los argumen-
tos inductivos y los deductivos. Caracterizamos los dos tipos de argumentos
como sigue: en un argumento deductivo se afirma que la conclusión se sigue
de las premisas con necesidad absoluta e independientemente de cualquier
otro hecho que pueda suceder en el mundo y sin admitir grados; en contraste,
en un argumento inductivo se afirma que la conclusión se sigue de sus
premisas solamente de manera probable, esta probabilidad es cuestión de
grados y depende de otras cosas que pueden o no suceder.
Aunque la probabilidad es la esencia de la relación entre premisas y
conclusión en los argumentos inductivos, tales argumentos no siempre
Verdad y validez 75

reconocen explícitamente que sus conclusiones se siguen solamente con


algún grado de probabilidad. Por otra parte, la mera presencia de la pala-
bra "probabilidad" dentro de un argumento no es una indicación segura
de que el argumento es inductivo, porque hay algunos argumentos estric-
tamente deductivos que versan acerca de las probabilidades mismas. Los
argumentos de este tipo, en los cuales la probabilidad de cierta combina-
ción de eventos se deduce de las probabilidades de otros eventos, se
discuten en el capítulo 14.

1.7 Verdad y validez


La verdad y la falsedad se predican de proposiciones, nunca de argumen-
tos. Y los atributos de validez e invalidez pueden pertenecer solamente a
los argumentos deductivos, nunca a las proposiciones. Hay una conexión
entre la validez o invalidez de un argumento y la verdad o falsedad de sus
premisas y de su conclusión, pero la conexión no es en modo alguno
simple. De hecho, es tan compleja que toda la parte segunda de este libro
estará dedicada al problema de determinar la validez o invalidez de los
argumentos deductivos. Así, solamente se presentará en esta sección una
breve discusión preliminar de la validez.
Es importante que nos percatemos de que un argumento puede ser
válido aun cuando una o más de sus premisas no sean verdaderas. Este
punto fue indicado muy bien por Abraham Lincoln en uno de sus debates
con el juez Stephen Douglas, en 1858. Lincoln estaba atacando la decisión
de Dred Scott que obligaba a la devolución de los esclavos, que habían
escapado a los estados del Norte, a sus propietarios surerios:

¿Se sigue esto (es decir, de la decisión de Dred Scott) como un argumento
breve y silogístico incluso? A mi parecer se sigue y somete a la consideración
de todo aquel capaz de razonar, la cuestión de si hay alguna falla en el
argumento con la forma silogística que la enunció:
Nada en la Constitución o las leyes estatales puede anular un derecho
expresado clara y distintamente en la Constitución de los Estados Unidos.
El derecho a la propiedad de los esclavos está clara y distintamente
expresado en la Constitución de los Estados Unidos.
Por lo tanto, nada en la Constitución o en las leyes estatales puede anular
el derecho a la propiedad de los esclavos.
Me parece que no hay ningún error que pueda serialarse en este argumen-
to: suponiendo la verdad de las premisas, hasta donde tengo capacidad de
entenderlo, la conclusión se sigue inevitablemente. Sin embargo, hay en él un
error, a mi parecer, pero no está en el razonamiento sino en la falsedad de una
de las premisas. Creo que el derecho a poseer esclavos tio está clara y
distintamente expresado en la Constitución y el juez Douglas piensa que sí.
Creo también que la Suprema Corte y los defensores de la decisión (la decisión
de Dred Scott) pueden buscar en vano el lugar de la Constitución en el que se
76 1.11 t roducción

especifique el derecho a la propiedad de los esclavos de forma clara y distinta.


Por tanto, afirmo que de hecho una de sus premisas es falsa."

Los argumentos pueden mostrar diferentes combinaciones de verdad


y falsedad de premisas y conclusiones. Se presentan en seguida siete
diferentes ejemplos; su contenido es trivial e ideado, pero pondrán de
relieve las características particulares de cada ejemplo. Usando estos
ejemplos podremos formular principios esenciales sobre las relaciones
entre verdad y validez.
Algunos argumentos válidos contienen sólo proposiciones verdade-
ras, como por ejemplo:

Todas las ballenas son mamíferos.


1. Todos los mamíferos tienen pulmones.
Por lo tanto, todas las ballenas tienen pulmones.

Pero un argumento puede contener también solamente proposiciones


falsas y, sin embargo, puede ser un argumento válido, como sucede en el
siguiente ejemplo:

Todas las ararias tienen diez patas.


Todas las criaturas de diez patas tienen alas.
Todas las ararias tienen alas.

Este argumento es válido porque si sus premisas fuesen verdaderas, su


conclusión tendría que serlo también —aunque de hecho son falsas.
Además, un argumento puede tener premisas verdaderas y conclusión
verdadera y no obstante ser inválido, como sucede en el siguiente ejemplo:

Si yo tuviera todo el oro de Fort Knox sería rico.


No tengo todo el oro de Fort Knox.
Por lo tanto, no soy rico.

Las premisas podrían haber sido verdaderas y la conclusión falsa


como resulta claro cuando uno considera que si yo tuviera diez millones
de dólares, las premisas serían verdaderas pero la conclusión sería falsa.
Por supuesto, el argumento seguiría siendo inválido.
Este punto es ilustrado también por el siguiente argumento, que tiene
precisamente la misma forma del ejemplo III.

"Abraham Lincoln, en Roy R. Basler, comp., The Collected Work of Abrahanz Lincoln,
Rutgers University Press, New Brunswick, N.J., 1953, Vol. III, p. 231.
Verdad y validez 77

Si Rockefeller tuviera todo el oro de Fort Knox, entonces


Rockefeller sería rico.
Rockefeller no tiene todo el oro de Fort Knox.
Por lo tanto, Rockefeller no es rico.

Las premisas de este argumento son verdaderas y su conclusión es falsa.


Tal argumento no puede ser válido, porque es imposible que las premisas
de un argumento válido sean verdaderas mientras su conclusión es falsa.
Los argumentos con premisas falsas y conclusiones verdaderas pueden
ser válidos o inválidos. Aquí se muestra un ejemplo de un argumento
con premisas falsas y conclusión verdadera:

Todos los peces son mamíferos.


Todas las ballenas son peces.
Por lo tanto, todas las ballenas son mamíferos.

y aquí se muestra un ejemplo de un argumento inválido con premisas


falsas y conclusión verdadera:

Todos los mamíferos tienen alas.


Todas las ballenas tienen alas.
Por lo tanto, todas las ballenas son mamíferos.

Finalmente, hay argumentos inválidos cuyas premisas y conclusiones


son todas falsas, por ejemplo:

Todos los mamíferos tienen alas.


Todas las ballenas tienen alas.
Por lo tanto, todos los mamíferos son ballenas.

En la segunda parte del presente libro se presentarán métodos efecti-


vos para establecer la validez o invalidez de un argumento deductivo
—pero es claro a partir de estos siete ejemplos que hay argumentos váli-
dos con conclusiones falsas (ejemplo II), lo mismo que argumentos invá-
lidos con conclusiones verdaderas (ejemplos III y VI). Por tanto, es claro
que la verdad o falsedad de la conclusión de un argumento no determina
por sí misma la validez o invalidez del argumento. Y el hecho de que un
argumento sea válido no garantiza la verdad de su conclusión (ejemplo II).
Exponiendo estos siete ejemplos de argumentos deductivos en los dos
siguientes cuadros, podremos apreciar mejor la variedad. El primer cua-
dro, de argumentos inválidos, muestra que hay argumentos inválidos con
todas las combinaciones posibles de premisas y conclusiones verdaderas
y falsas.
78 Introducción

Argumentos inválidos
Conclusión Conclusión
verdadera falsa

Premisas verdaderas Ejemplo III Ejemplo IV

Premisas falsas Ejemplo VI Ejemplo VII

El segundo cuadro, de los argumentos válidos, muestra que los argumen-


tos válidos tienen solamente tres de las combinaciones posibles de verdad
y falsedad de las premisas y de la conclusión:

Argumentos válidos
Conclusión Conclusión
verdadera falsa
Premisas verdaderas Ejemplo I

Premisas falsas Ejemplo V Ejemplo II

El espacio en blanco del segundo cuadro muestra gráficamente un


punto de importancia fundamental: si un argumento es válido y su
conclusión es falsa, no todas sus premisas pueden ser verdaderas. Y
también: si un argumento es válido y sus premisas son verdaderas, con
toda certeza la conclusión debe ser también verdadera. Algunos argumen-
tos perfectamente válidos tienen conclusiones falsas, pero tal género de
argumentos debe al menos tener alguna premisa falsa.
Cuando un argumento es válido y todas sus premisas son verdaderas, le
llamamos bien fundado (o sólido). La conclusión de un argumento sólido
obviamente debe ser verdadera. Si un argumento deductivo no es sólido, lo
cual significa o bien que no es válido o que no todas sus premisas son
verdaderas, entonces no sirve para establecer la verdad de la conclusión.
Determinar la verdad o falsedad de las premisas es tarea de la ciencia
en general, puesto que las premisas pueden referirse a cualquier tema. El
lógico no está interesado en la verdad o falsedad de las proposiciones, sino
en las relaciones lógicas entre ellas, donde por "relaciones lógicas" entre
proposiciones entendemos aquellas que determinan la corrección o inco-
rrección de los argumentos en los que pueden aparecer. Determinar la
corrección o incorrección de los argumentos es una labor que corresponde
enteramente a la lógica. El lógico está interesado incluso en la corrección
de los argumentos cuyas premisas podrían ser falsas.
Puede plantearse una cuestión respecto al valor de este último punto.
Podría sugerirse que debemos confinarnos a argumentos que tienen
premisas verdaderas, e ignorar todos los demás. Pero de hecho estamos
interesados en ellos, y a menudo debemos basarnos en la corrección de
árgumentos de los cuales no sabemos si sus premisas son verdaderas o
Verdad y validez 79

falsas. Es fácil encontrar ejemplos de estas situaciones. Un científico


interesado en verificar teorías científicas deduciendo consecuencias que
pueden someterse a prueba no sabe de antemano qué teorías son verda-
deras. Si lo supiera, no requeriría de verificación alguna. En nues-
tros asuntos cotidianos, debemos frecuentemente elegir entre cursos de
acción alternativos. Donde éstos constituyen alternativas genuinas que
no se pueden adoptar a la vez, podemos tratar de razonar acerca de cuál
de ellas constituye la mejor opción. Generalmente, este razonamiento
supone imaginar las consecuencias de cada uno de los diferentes cursos de
acción entre los que debemos elegir. Uno podría argüir de este modo:
supongamos que elegimos la primera alternativa, entonces tal y tal puede
suceder. Por otra parte, supongamos que elegimos la segunda alterna-
tiva, entonces se seguirá tal y cual cosa. En general, nos inclinamos a elegir
entre cursos alternativos de acción sobre la base de qué conjunto de
consecuencias preferimos ver realizadas. En cada caso estamos interesa-
dos en razonar correctamente, a menos que nos engariemos a nosotros
mismos. Si estamos interesados solamente en los argumentos que tienen
premisas verdaderas, no sabremos cuál línea de argumentación conside-
rar hasta saber cuál de las premisas alternativas era verdadera. Y si
supiéramos cuáles premisas eran verdaderas, no estaríamos interesados
en absoluto en los argumentos, porque nuestro propósito al considerar los
argumentos era ayudarnos a decidir qué premisa alternativa hacer verda-
dera. Sería absurdo y contrario a nuestros propios intereses confinar
nuestra atención solamente a los argumentos con premisas verdaderas.
Hasta aquí hemos estado hablando tan sólo de proposiciones y de los
argumentos que las contienen como premisas y conclusión. Como se ha
explicado, éstas no son entidades linguísticas como las oraciones, son más
bien lo que las oraciones afirman o asertan. Si el proceso real de pensa-
miento o de razonamiento requiere o no del lenguaje es una pregunta
abierta. Puede ser que el pensamiento o el razonamiento requiera de sím-
bolos de algún tipo, palabras o imágenes, o que no sea así. Todos sentimos
cierta simpatía por el jovencito a quien se le dijo que pensara las cosas antes
de decirlas y respondió: "Pero, ¿cómo voy a saber lo que pienso sino has-
ta que lo oigo decir?" Quizás todo pensamiento requiere de palabras o
de algún otro tipo de símbolos, pero ésta no es una pregunta que nos
concierna aquí. Es obvio que la comunicación de cualquier proposición o
de cualquier argumento requiere de símbolos e involucra lenguaje. En el
resto de este libro, estaremos interesados en los argumentos enunciados,
cuyas proposiciones se formulan mediante el lenguaje.
Sin embargo, el uso del lenguaje complica nuestro problema. Cier-
tas características accidentales o engariosas de las formulaciones en
el lenguaje pueden hacer más difícil la labor de investigar las relaciones
lógicas entre las proposiciones. Es parte de la tarea del lógico, por tanto,
examinar el lenguaje mismo, primeramente desde el punto de vista de
80 Introducción

descubrir y describir los aspectos de él que tienden a obscurecer la


diferencia entre los argumentos correctos o incorrectos. Es por esta razón
que la primera parte de este libro está dedicada al lenguaje.

1.8 Solución de problemas


Muchas de las cosas que hacemos son cuestión de hábito. Cuando vamos
a trabajar o a la escuela, usualmente seguimos una ruta bien establecida,
con alrededores tan familiares que escasamente nos percatamos de ellos.
Pero si nuestro curso normal se ve interrumpido por algún obstáculo, una
excavación o una barricada, eso capta nuestra atención. Nuestro curso se
hace problemático. Debemos pensar en qué debemos hacer en seguida.
Reconocemos que tenemos un problema. Debemos considerar qué hacer
para resolverlo.
Se ha argumentado con bastante verosimilitud que todo problema, no
importa cuán abstracto sea, surge de algún tipo de conflicto entre una
creencia y una situación respecto a la cual la creencia parece inadecuada.
De esta colisión entre situaciones y creencias que no "encajan" es de don-
de surge la incomodidad de la duda. Y la duda estimula la indagación.
Como escribió Charles Sanders Peirce: "La irritación de la duda causa una
lucha para llegar a una situación de creencia. Llamaré investigación a esa
lucha..." 54
En la sección 1.1 hicimos hincapié en que las habilidades incluidas en
la "habilidad lógica" son útiles para resolver problemas. El tipo más
fructífero y fiable de investigación es la aplicación de la razón a la
resolución de problemas. Esto involucra todos los aspectos de lo que Peirce
llamó Investigación: examinar y reexaminar la situación problemática
desde cada punto de vista que se nos ocurra, ordenando toda la informa-
ción pertinente que esté disponible y buscar persistentemente como sea
posible un nuevo entendimiento de la situación o alguna nueva combina-
ción de creencias posibles que nos permita eliminar la incomodidad o
irritación de la duda.
Como lo dijo William James:

Cada individuo tiene un repertorio de ya viejas opiniones, pero se encuen-


tra con una nueva experiencia que lo pone en tensión. Alguien lo contradice
o, en un momento reflexivo, descubre que sus creencias se contradicen, o
escucha acerca de hechos con los cuales dichas creencias resultan incompati-
bles, o surgen nuevos deseos que ya no satisfacen. El resultado es una duda
interior que no había aparecido antes en su mente y de la cual busca escapar

54Charles Sanders Peirce, "The Fixation of Belief", 1877, reimpreso en Irving M. Copi y
James A. Gould, comps., Readings on Logic, 2a. ed., Macmillan Publishing Company,
Nueva York, 1972, p. 62.

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