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INDICE

Este índice se refiere a modelos de sentencias con casos de nulidad penal

NULIDAD-AUTO NO. 015/94...................................................................................1


CAUSALES NO TAXATIVAS-SENTENCIA C-037/98............................................6

CAUSALES TAXATIVAS-SENTENCIA NO. C-491/95.........................................30


CONVALIDACION-SENTENCIA NO. C-541/92....................................................44

FACULTAD DEL LEGISLADOR PARA DETERMINAR CAUSALES-SENTENCIA


C-217/96..................................................................................................................83

IMPRODENCIA-SENTENCIA NO. T-293/94.........................................................96


NULIDAD CONSTITUCIONAL DE PLENO DERECHO DE PRUEBA –
ALCANCE-SENTENCIA C-372/97.......................................................................133
NULIDAD DE AUTO QUE NIEGA IMPUGNACIÓN –PRESENTACION ANTE
JUEZ QUE LO NOTIFICA-AUTO 014A/97..........................................................155
NULIDAD DE PRUEBA OBTENIDA CON VIOLACIÓN DEL DEBIDO PROCESO-
NO ES APLICABLE AL TRAMITE NOTARIAL-SENTENCIA C-091/97............161
NULIDAD DE PROCESO PENAL-APLICACIÓN-SENTENCIA T-266/99..........173

REFERENCIA: EXPEDIENTE T-177.105............................................................174


NULIDAD DE SENTENCIA POR VIA DE HECHO – IMPOSICIÓN DE PENA
MAYOR-SENTENCIA T-201/97...........................................................................196
NULIDAD INSANEABLE POR FALTA DE NOTIFICACIÓN- SENTENCIA DE
TUTELA-SENTENCIA T-247/97..........................................................................209
NULIDAD INSANEABLE POR INCORRECTA NOTIFICACIÓN-AUTO 005/97 240

NULIDAD INSANEABLE POR PRETERMICION DE INSTANCIA –


LEGITIMACIÓN PARA IMPUGNAR -AUTO 002/98...........................................243

NULIDAD POR FALTA DE COMPETENCIA-SENTENCIA NO. T-411/95.........246


NULIDAD POR FALTA DE DEFENSA TÉCNICA – JUEZ COMPETENTE -
SENTENCIA T-576/96..........................................................................................271
NULIDAD POR FALTA DE NOTIFICACIÓN –Saneamiento en actuaciones
policivas- Sentencia T-238/96............................................................................284
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NULIDAD-Auto No. 015/94

REVISION FALLO DE TUTELA-


Improcedencia/SUSTRACCION DE MATERIA/NULIDAD

Dada la decisión adoptada por el tribunal de segundo grado, en cuya


virtud se declaró la nulidad de lo actuado, propiciando un nuevo
pronunciamiento en primera instancia, no puede efectuarse la
revisión pues no existe materia alguna sobre la cual ella pueda
recaer en los términos constitucionales. No habiendo sentencia de
tutela sobre la cual ejercer la función de revisión constitucional,
carece de objeto cualquier pronunciamiento de esta Corporación.

-Sala Quinta de Revisión-

Ref.: Expediente T-40742

Acción de tutela interpuesta por SILVIO NEL


HUERTAS RAMIREZ contra el MINISTERIO DE
COMUNICACIONES.

Magistrado Sustanciador:
Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO

Santa Fe de Bogotá, D.C., treinta y uno (31) de agosto de mil


novecientos noventa y cuatro (1994).

El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Tunja, Sala Penal, se declaró


incompetente para conocer de la acción de tutela de la referencia y
decidió enviarla a la Presidencia de la Sala Penal del Tribunal Superior
de Santa Fe de Bogotá, para su estudio y decisión.

El Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá, Sala Penal, avocó el


conocimiento del presente asunto y en sentencia proferida el seis (6) de
mayo de mil novecientos noventa y cuatro (1994) resolvió rechazar la
acción de tutela en cuanto a los derechos fundamentales de propiedad y
trabajo, cesar el procedimiento en cuanto correspondía al derecho de
petición y oficiar al Ministerio de Comunicaciones para que diera
cumplimiento al fallo del Consejo de Estado que ordenaba suscribir un
contrato.

Al ser impugnada la decisión judicial de primer grado, correspondió


decidir a la Corte Suprema de Justicia, Sala Penal. Esta resolvió declarar
la nulidad de lo actuado a partir del auto del Tribunal Superior de Tunja
que ordenó el envío del proceso a la Presidencia del Tribunal Superior de
Santa Fe de Bogotá.

El expediente que llegó a la Corte Constitucional y que fue seleccionado


para revisión y repartido a esta Sala contiene apenas las fotocopias de la
actuación aludida, siendo evidente que, entre tanto, el expediente original
3

ha sido devuelto al Tribunal Superior del Distrito Judicial de Tunja, en


donde se resuelve de nuevo acerca de la petición de tutela. Ignora la
Corte si, a la fecha de esta providencia, ya se ha surtido la primera
instancia, si la decisión es de fondo o si la demanda fue rechazada, como
lo sugirió el auto de la Corte Suprema de Justicia, y desconoce también
si habrá lugar a segunda instancia por haberse impugnado
eventualmente el fallo del Tribunal.

Como puede observarse, el procedimiento de tutela continúa y, por tanto,


es claro que ante la Corte Constitucional no se ha radicado sentencia
judicial alguna que pueda entenderse sometida, según los preceptos
constitucionales, a su revisión.

Según lo previsto en los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política y


en el Decreto 2591 de 1991, la función de la Corte Constitucional en
materia de tutela consiste en revisar las decisiones proferidas por los
jueces al resolver sobre las demandas de amparo que ante ellos sean
presentadas.

En efecto, el procedimiento preferente y sumario, mediante el cual se


decide acerca de si en un caso concreto han sido desconocidos o
amenazados los derechos constitucionales fundamentales de una
persona, llega en principio a su culminación mediante el fallo de primera
instancia, por cuyo conducto se administra justicia, concediendo o
negando la tutela pedida.

Dispone el artículo 86 de la Constitución que dicho fallo sea cumplido de


inmediato, sin perjuicio del derecho de impugnación, que asiste a quienes
han sido partes dentro del proceso.

El juez competente para tramitar y decidir la impugnación es el superior


jerárquico del que ya tuvo ocasión de pronunciarse, según lo establece el
artículo 32 del Decreto 2591 de 1991.

Proferida la decisión de segundo grado, en su caso, o ejecutoriada la de


primera instancia, si no hubo impugnación, el expediente se envía a la
Corte Constitucional para la eventual revisión de la sentencia o
sentencias correspondientes.

El carácter eventual de la revisión, que ha sido desarrollado por el


artículo 33 del Decreto 2591 de 1991 al disponer que dos magistrados de
la Corte Constitucional seleccionarán sin motivación expresa y según su
criterio las sentencias de tutela que habrán de ser revisadas, supone que
ya han sido definidas en cada caso particular las situaciones en conflicto
y que, en principio, las resoluciones judiciales correspondientes han
quedado en firme, pues en la Corte Constitucional no se surte una
tercera instancia. La función de revisión eventual de los fallos de tutela
tiene el sentido de unificar la jurisprudencia y de permitir al organismo al
cual se confía la guarda de la integridad y supremacía de la Carta
(artículo 241 C..N.) cerciorarse acerca de la correcta interpretación y
aplicación de los preceptos fundamentales por parte de los jueces.
4

En consecuencia, no puede la Corte adelantarse a la decisión final que


en el proceso respectivo deba adoptar el juez, ya que su competencia
tiene lugar "a posteriori", por expreso mandato constitucional. Así, pues,
si al momento de la revisión, la Corte encuentra que todavía faltan etapas
por cumplirse -como acontece, por ejemplo, cuando, habiéndose
impugnado el fallo de primera instancia, el expediente se ha enviado
equivocadamente para revisión sin haberse resuelto acerca de la
impugnación- procede ordenar la devolución correspondiente para que el
respectivo procedimiento continúe y tengan cabal desarrollo las
actuaciones judiciales del caso hasta su culminación.

En el asunto que ahora se considera, es evidente que, dada la decisión


adoptada por el tribunal de segundo grado, en cuya virtud se declaró la
nulidad de lo actuado, propiciando un nuevo pronunciamiento en primera
instancia, no puede efectuarse la revisión pues no existe materia alguna
sobre la cual ella pueda recaer en los términos constitucionales.

No habiendo sentencia de tutela sobre la cual ejercer la función de


revisión constitucional, carece de objeto cualquier pronunciamiento de
esta Corporación.

En virtud de las precedentes consideraciones, la Sala Quinta de Revisión


de la Corte Constitucional

RESUELVE:

Primero. Por sustracción de materia, ya que no existe en el momento


decisión judicial alguna para revisar, suspéndese la actuación a cargo de
esta Corporación, mientras se profieren la sentencia o sentencias que
hayan de resolver en el fondo acerca de lo solicitado.

Segundo. Una vez radicado el expediente en la Secretaría de la Corte


Constitucional, deberá ser remitido a esta Sala y principiará a contarse el
término previsto en el artículo 33 del Decreto 2591 de 1991 para la
revisión correspondiente.

Comuníquese al Tribunal Superior del Distrito Judicial de Tunja y a la


Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, cúmplase y
publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado Ponente
Presidente de la Sala

HERNANDO HERRERA VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ


CABALLERO
5

Magistrado Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
6

CAUSALES NO TAXATIVAS-Sentencia C-037/98

PRINCIPIO DE ECONOMIA PROCESAL-Finalidad/SANEAMIENTO


DE NULIDAD

El principio de la economía procesal consiste, principalmente, en conseguir


el mayor resultado con el mínimo de actividad de la administración de
justicia. Con la aplicación de este principio, se busca la celeridad en la
solución de los litigios, es decir, que se imparta pronta y cumplida justicia.
En virtud de la economía procesal, el saneamiento de la nulidad, en
general, consigue la conservación del proceso a pesar de haberse incurrido
en determinado vicio, señalado como causal de nulidad.

NULIDAD POR FALTA DE COMPETENCIA-Saneamiento

Todas las nulidades originadas en la falta de competencia se sanearán


cuando no se hayan alegado como excepción previa. Esto, con la única
excepción de la falta de competencia funcional. Los hechos que configuran
excepciones previas (como la competencia), no podrán ser alegados como
causal de nulidad por el demandante, ni por el demandado que tuvo la
oportunidad de proponer dichas excepciones, salvo cuando la nulidad sea
insaneable. En lo que tiene que ver con la competencia, se considera que
el demandado que no propuso la excepción previa de falta de competencia,
prorroga ésta, lo cual no implica vulneración del derecho de defensa.

NULIDAD POR FALTA DE COMPETENCIA FUNCIONAL-No


saneamiento/NULIDAD POR FALTA DE JURISDICCION-No
saneamiento

La nulidad originada en la falta de competencia funcional o en la falta de


jurisdicción no es saneable. Porque siendo la competencia funcional la
atribución de funciones diferentes a jueces de distintos grados, dentro de un
mismo proceso, como se ha dicho (primera y segunda instancia, casación,
revisión, etc.), el efecto de su falta conduce casi necesariamente a la
violación del derecho de defensa, o a atribuir a un juez funciones extrañas a
las que la ley procesal le ha señalado.

DERECHO DE DEFENSA-Controversia de la prueba

Para que una prueba sea válida y eficaz, necesariamente tiene que ser
controvertida. De tal manera es fundamental la contradicción de la prueba,
relativo especialmente al proceso penal, pero aplicable también a los
demás, consagra como un derecho de quien es parte en un proceso,
presentar pruebas y controvertir las que se alleguen en su contra. Lo
anterior explica por qué cuando la prueba en sí ha sido válidamente
practicada, conserva su validez y eficacia respecto de quienes tuvieron
oportunidad de contradecirla. Esta oportunidad garantiza, precisamente,
que se ha respetado el derecho de defensa, una de cuyas expresiones
principales es la contradicción de la prueba.
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INCOMPETENCIA DEL JUEZ PARA CONOCER DE PROCESO-No


afecta validez de la actuación cumplida

Cuando se declara la incompetencia del juez para conocer de un proceso,


esa declaración no afecta la validez de la actuación cumplida hasta
entonces. Esta disposición está fundada en el principio de la economía
procesal: al conservarse la actuación cumplida hasta el momento de
declararse la incompetencia, se evitan dilaciones innecesarias. Las partes
pueden intervenir en el conflicto de competencia, proponiéndolo, pidiendo
pruebas, participando en su práctica, etc., por lo cual no se vulnera el
derecho de defensa.

IMPEDIMENTO Y RECUSACION-Suspensión del proceso

Las partes pueden recusar al funcionario en cualquier momento en que


consideren que existe una causal de impedimento que él no ha declarado.
Y que si el funcionario se anticipa y declara su impedimento, demuestra con
ello su imparcialidad. Estas normas son razonables y no implican violación
del debido proceso ni el derecho de defensa. El proceso se suspende
desde el momento en que se propone la recusación o se declara el
impedimento, por lo cual no se corre riesgo alguno en lo que atañe a la
imparcialidad del funcionario.

APELACION DE AUTOS SOBRE ACUMULACION

No hay motivo alguno de inconstitucionalidad. En la posibilidad de apelar el


auto sobre la acumulación. Tampoco la hay en la validez de la actuación
subsiguiente al auto que decretó la acumulación y que después es
revocado. Porque después de decretarse la acumulación, la actuación
procesal continúa cumpliéndose con sujeción a las normas procesales, en
el proceso que se haya adelantado menos, en tanto que el otro se
suspende hasta que el primero llegue al mismo estado.

PRINCIPIO DE ECONOMIA PROCESAL-Reposición de la actuación


del acto declarado nulo

Se establece que decretada la nulidad de lo actuado en el proceso penal,


se ordenará que se reponga la actuación que dependa del acto declarado
nulo, para que se subsane el defecto. Esta norma tiene su razón de ser en
el principio de la economía procesal, y en la necesaria celeridad de la
administración. Si, en general, justicia tardía es injusticia, esta afirmación
cobra mayor fuerza en tratándose del proceso penal. Recuérdese que el
derecho del sindicado a "un debido proceso público sin dilaciones
injustificadas". Esta norma tiene esa finalidad: no habría razón para reponer
la actuación que no dependa del acto declarado nulo, actuación que se ha
cumplido válidamente. Hacerlo sería una "dilación injustificada".

Referencia: Expediente D-1750.


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Demanda de inconstitucionalidad contra


los artículos 144 (parcial), 146 (parcial),
148 (parcial), 152 (parcial), y 159
(parcial) del Código de Procedimiento
Civil (Decreto 1400 de 1970, modificado
parcialmente por el artículo 1°., del
decreto 2282 de 1989 “Por medio del
cual se reforma el Código de
Procedimiento Civil”, y artículos 305
(parcial) y 308 (parcial) del decreto 2700
de 1991, “ Por medio del cual se reforma
el Código de Procedimiento Penal”.

Actor: Luis Eduardo Montoya Medina.

Magistrado Ponente:
De. JORGE ARANGO MEJÍA.

Sentencia aprobada en Santafé de Bogotá, D.C., según consta en acta


número cinco (5), a los diez y nueve (19) días del mes de febrero, de mil
novecientos noventa y ocho (1998).

I. ANTECEDENTES.

El ciudadano Luis Eduardo Montoya Medina, en uso del derecho


consagrado en los artículos 40, numeral 6º, y 241, numeral 5º, de la
Constitución Política, demandó la constitucionalidad de los artículos 144
(parcial), 146 (parcial), 148 (parcial), 152 (parcial) y 159 (parcial) del
Código de Procedimiento Civil, tal como fueron modificados por el
decreto 2282 de 1989, y artículos 305 (parcial) y 308 (parcial) del decreto
2700 de 1991.

Por auto del cuatro (4) de agosto de mil novecientos noventa y siete
(1997), el Magistrado sustanciador admitió la demanda y ordenó fijar en
lista las normas parcialmente acusadas. Así mismo, dispuso dar traslado
al señor Procurador General de la Nación para que rindiera el concepto
de rigor, y comunicó la iniciación del asunto al señor Presidente de la
República, con el objeto de que, si lo estimaba oportuno, conceptuara
sobre la constitucionalidad de las normas parcialmente demandadas.

A) Normas acusadas.

El siguiente es el texto de las normas acusadas como inconstitucionales,


bajo la advertencia de que se subrayan los apartes demandados:

“DECRETO NÚMERO 2282 DE 1989


(Octubre 7)
“Por el cual se introducen algunas modificaciones al Código de
Procedimiento Civil
9

“ El Presidente de la República de Colombia, en ejercicio de las


facultades que le confiere la ley 30 de 1987, y oída la Comisión
Asesora por ella establecida.

“DECRETA:

“ARTÍCULO 1°. Introdúcense las siguientes reformas al Código de


Procedimiento Civil:

“84. El artículo 156, quedará de 144, así:

“Saneamiento de la nulidad. La nulidad se considerará saneada,


en los siguientes casos:

“(…)

“5. Cuando la falta de competencia distinta de la funcional no se


haya alegado como excepción previa. Saneada esta nulidad, el juez
seguirá conociendo del proceso.

“ 86. El artículo 158, quedará de 146, así:

“Efectos de la nulidad declarada. La nulidad sólo comprenderá la


actuación posterior al motivo que la produjo y que resulte afectada
por éste. Sin embargo, la prueba practicada dentro de dicha
actuación conservará su validez y tendrá eficacia respecto a quienes
tuvieron oportunidad de contradecirla.

“El auto que declare una nulidad indicará la actuación que debe
renovarse, y condenará en costas a la parte que dio lugar a ella.

“CAPITULO I
“Conflictos de Competencia.

“El artículo 140, quedará de 148, así:

“Trámite.

“(…)

“La declaración de incompetencia no afecta la validez de la


actuación cumplida hasta entonces.

“El artículo 144, quedará de 152, así:

“Formulación y trámite de la recusación.

“(…)
10

“La actuación del funcionario, anterior a la recusación propuesta o a


su declaración de estar impedido, es válida.

“CAPITULO III
“Acumulación de procesos.

“El artículo 151 quedará de 159, así:

“Trámite.

“(…)

“El auto que rechace de plano, niegue o decrete la acumulación, es


apelable. Si el superior revoca el auto que decretó la acumulación,
será válida la actuación del inferior subsiguiente al auto revocado.

“CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO PENAL


“DECRETO 2700 DE 1991

“Por el cual se expiden las normas de procedimiento penal.

“El Presidente de la República de Colombia, en uso de las facultades


que le confiere el literal a) del artículo transitorio 5, del Capítulo I de
las disposiciones transitorias de la Constitución Política de
Colombia, previa consideración y no improbación por la Comisión
Especial, decreta:

“ Art. 305. Declaratoria de oficio. Cuando el funcionario judicial


advierta que existe alguna de las causales previstas en el artículo
anterior, decretará la nulidad de lo actuado desde que se presentó la
causal, y ordenará que se reponga la actuación que dependa del
acto declarado nulo para que se subsane el defecto.

“Art. 308. Principios que orientan la declaratoria de las


nulidades y su convalidación.

“(…)

“5. Sólo puede decretarse cuando no exista otro medio procesal para
subsanar la irregularidad sustancial.

“6. No podrá declararse ninguna nulidad distinta a las señaladas en


el artículo 304 de este Código.”

B. La demanda.

El actor, con fundamento en un extenso análisis sobre la estructura del


Estado colombiano como un Estado Social de Derecho; la distribución de
funciones entre sus distintos órganos; la prevalencia del debido proceso
11

en sus distintos aspectos: juez natural (competencia y jurisdicción),


legalidad de las pruebas aportadas al proceso, y, especialmente, de la
nulidad de pleno derecho que en materia probatoria consagra el artículo
29 de la Constitución, expone diversas razones para solicitar la
inconstitucionalidad de las normas acusadas.

Sin embargo, existe un cargo general que puede resumirse así: el


legislador no puede reconocer validez a actuaciones y pruebas
recaudadas por funcionarios sin competencia, por desconocer uno de los
presupuestos esenciales del debido proceso.

Si se observa cada uno de los textos acusados, en ellos se consagra


directa o indirectamente, la legalidad de actos ejecutados por
funcionarios sin competencia, en unos casos, porque después de
cumplidas las actuaciones correspondientes el juez es recusado o se
declara impedido (artículos 148, 152 y 159), en otros, porque a pesar de
la incompetencia del juez, las partes no alegan en tiempo ese vicio
(artículo 144), caso en el cual, la competencia no la fija el legislador, tal
como lo ordena el artículo 150, numeral 2º de la Constitución, sino la
voluntad de las partes, en especial la del demandado, que es quien
puede alegar la correspondiente excepción previa.

El demandante insiste, específicamente, en que no puede reconocerse


valor alguno a pruebas ordenadas y recaudadas por quien no tenía la
competencia para ello, tal como lo dispone el artículo 146 acusado, pues
la misma Constitución señala que es nula de pleno derecho, la prueba
obtenida con violación del debido proceso, y la competencia hace parte
esencial de este derecho. Así, el legislador parece escindir la prueba del
proceso, como si fueran entes autónomos.

Por su parte, el artículo 305 del Código de Procedimiento Penal, que


faculta al juez para anular sólo los actos que se consideren directamente
relacionados con la actuación que se ha declarado nula, consagra una
discrecionalidad en cabeza del juez, que minimiza los efectos de la
declaración de nulidad, al punto que actos dictados sin competencia,
incluída la recaudación de pruebas, quedan amparados por una
presunción de legalidad y validez, por la simple voluntad de un
funcionario, y no porque ellas se ajusten a los requisitos pertinentes.

Por su parte, el artículo 308, al consagrar la taxatividad de las nulidades,


como su subsidiariedad, pues ellas sólo se pueden declarar cuando no
exista otro medio procesal para subsanar la irregularidad presentada,
impide que las partes puedan alegar la nulidad que consagra el artículo
29 de la Constitución, según la cual, es nula de pleno derecho la prueba
recaudada sin observancia del debido proceso, y una de esas
violaciones, la constituye la falta de competencia del funcionario que la
recaudó.

C. Intervenciones.
12

En forma extemporánea, el ciudadano Alvaro Namén Vargas, designado


por el Ministerio de Justicia y del Derecho, presentó escrito justificando
la constitucionalidad de las normas parcialmente acusadas.

Para este interviniente, el legislador está plenamente facultado para


extender, en determinados casos, la competencia de los funcionarios
judiciales para conocer de asuntos que, en principio, no le corresponden,
siempre y cuando, se cumplan las garantías mínimas que garanticen los
derechos de las partes en el proceso.

El legislador llamado a establecer los trámites que deben surtirse en cada


uno de los procesos, está facultado para fijar las causales de nulidad,
como la forma de sanearlas, a fin de dar aplicación a los principios de
celeridad, economía y eficacia procesales, que no desconocen derecho
alguno de las partes, y, por el contrario, garantizan el acceso efectivo a
la administración de justicia, sin dilaciones y demoras injustificadas,
cumpliendo así, los objetivos que en materia de justicia impone la
Constitución de 1991.

D. Concepto del Procurador General de la Nación.

El señor Procurador General de la Nación, doctor Jaime Bernal Cuéllar,


pidió declarar la exequibilidad de las normas parcialmente acusadas.

Analizada la importancia de las nulidades procesales, que tienen como


fundamento el artículo 29 de la Constitución, y la facultad del legislador
de establecer distintos mecanismos procesales que den eficacia a los
derechos de carácter sustancial, considera el Ministerio Público que la
convalidación de nulidades y el reconocimiento de validez a
determinados actos, a pesar de no reunir los requisitos para ello, es
facultativo del legislador cuando con ello no se quebranten las garantías
reconocidas a las partes, y como una forma de dar aplicación a los
principios de economía, celeridad y eficacia procesales.

Dentro de este contexto, y en relación con cada una de las normas


acusadas, se afirma que el legislador estableció el saneamiento de
ciertas nulidades, como la derivada de la falta de competencia, si las
partes en la oportunidad correspondiente no la alegan, porque se
presume que ha sido su voluntad no alegar el vicio correspondiente para
agilizar el trámite del proceso, hecho que no genera violación a norma
alguna de la Constitución.

La validez de las pruebas que consagra el artículo 146 acusado, a pesar


de la declaración de nulidad del acto en el que ellas fueron recaudadas,
no desconoce el derecho al debido proceso, siempre y cuando las partes
hubiesen tenido la oportunidad de controvertirlas, y ejercer su derecho
de defensa en debida forma.

Por otra parte, como las nulidades no siempre se predican de la


totalidad del proceso, sino de ciertas etapas o actos, y al no existir
comunicabilidad del vicio, es necesario reconocer validez a las
actuaciones surtidas con anterioridad a la declaración de la nulidad, tal
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como lo consagran los artículos 148, 152 y 159 del Código de


Procedimiento Civil, en los apartes acusados.

En relación con las normas acusadas del Código de Procedimiento


Penal, encuentra que el fundamento constitucional del artículo 305, está
en la prevalencia del interés general sobre el particular, pues la
declaración de una nulidad no siempre afecta actos subsiguientes o
anteriores, por ello, el funcionario debe señalar expresamente qué actos
quedan cobijados con la declaración de nulidad, de forma tal que no
exista arbitrariedad, y las partes puedan controvertir la correspondiente
decisión.

Las nulidades, dados sus efectos, poseen un carácter residual, es decir,


su declaración debe producirse sólo en el evento en que no existan otros
mecanismos para subsanar el vicio correspondiente, tales como los
recursos ordinarios. Por tanto, la subsidiariedad que consagra el artículo
308 del Código Penal no contraría la Constitución.

Finalmente, afirma que la taxatividad de las nulidades que consagra el


artículo 308 es una garantía. Sin embargo, el funcionario está obligado a
tener en cuenta las nulidades que expresamente fueron consagradas en
la Constitución.

II.- Consideraciones de la Corte Constitucional.

Procede la Corte Constitucional a dictar la decisión que corresponde a


este asunto, previas las siguientes consideraciones.

Primera.- Competencia.

La Corte Constitucional es competente para conocer de este proceso, por


haberse originado en la demanda presentada contra normas que hacen
parte de decretos con fuerza de ley (numeral 5 del artículo 241 de la
Constitución).

Segunda.- Lo que se debate.

Como ya se explicó, sostiene el actor que las normas del Código de


Procedimiento Civil que prevén el saneamiento de nulidades procesales
en determinados casos, son contrarias a la Constitución, porque violan
diversas normas de ésta que se relacionan con la competencia y, por lo
mismo, con el debido proceso.

De otra parte, también sostiene el demandante que es nulo parcialmente


el artículo 305 del decreto 2700 de 1991 (Código de Procedimiento
Penal), en cuanto prevé que sólo se reponga la actuación que depende
del acto declarado nulo. Y que también son contrarias a la Constitución
las disposiciones del artículo 308 del mismo Código, que establecen que
sólo puede decretarse la nulidad cuando no exista otro medio procesal
para subsanar la irregularidad sustancial, y que no podrá declararse
ninguna nulidad distinta a las señaladas en el artículo 304 del Código.
14

Se examinarán, en consecuencia, los argumentos contenidos en la


demanda.

Tercera.- Algunas reflexiones sobre el saneamiento de las


nulidades procesales: su relación con el principio de la economía
procesal.

De conformidad con el artículo 37 del Código de Procedimiento Civil, uno


de los deberes del juez, el primero, consiste en “Dirigir el proceso, velar
por su rápida solución, adoptar las medidas conducentes para impedir la
paralización y procurar la mayor economía procesal, so pena de incurrir
en responsabilidad por las demoras que ocurran”.

El principio de la economía procesal consiste, principalmente, en


conseguir el mayor resultado con el mínimo de actividad de la
administración de justicia. Con la aplicación de este principio, se busca la
celeridad en la solución de los litigios, es decir, que se imparta pronta y
cumplida justicia.

Precisamente por el principio de la economía procesal, se explican


algunas normas del Código de Procedimiento Civil. Está, en primer lugar,
el numeral 2 del artículo 38, que confiere poder al juez para “Rechazar
cualquiera solicitud que sea notoriamente improcedente o que implique
una dilación manifiesta”. Viene luego la obligación impuesta al juez,
cuando inadmite la demanda, de señalar los defectos de que adolezca,
para que el demandante los subsane en el término de cinco días (inciso
noveno del artículo 85). Con la misma finalidad, de evitar vicios de
procedimiento, el artículo 86 ordena al juez admitir la demanda “que
reúna los requisitos legales”, dándole el trámite que legalmente le
corresponda aunque el demandante haya indicado una vía procesal
inadecuada.

También tienen la finalidad de evitar nulidades procesales (y, por lo


mismo, dilaciones injustificadas del proceso) todas las excepciones
previas cuyas causales establece el artículo 97 del Código.

Por último (para no citar otras normas), puede mencionarse el deber que
el Código impone al juez que conduce el proceso ordinario de mayor
cuantía, de “decretar las medidas autorizadas para sanear los vicios de
procedimiento o precaverlos, integrar el litisconsorcio necesario, evitar
que el proceso concluya con sentencia inhibitoria y prevenir cualquier
tentativa de fraude procesal” (Artículo 401). Obsérvese que el deber se
manifiesta en dos sentidos: no sólo sanear los vicios de procedimiento
sino precaverlos. Todo, se repite, como consecuencia del principio de la
economía procesal.

Otra consecuencia de la aplicación de este principio, es la institución del


saneamiento de las nulidades. En el Código, ésta se funda en la
consideración de que el acto, aun siendo nulo, cumplió su finalidad. Que,
en consecuencia, no se violó el derecho de defensa. Carnelutti explica
así el saneamiento o la convalidación de los actos procesales nulos:
15

“Puede suceder también que el efecto práctico del acto, tal como se
produce en concreto, sin necesidad alguna de rectificación,
demuestre que la nulidad sería una consecuencia excesiva, aun
cuando el vicio sea esencial. El caso típico es el del demandado
que comparece puntualmente en juicio, aun siendo nula la
notificación que se le ha hecho de la demanda; como quiera que la
nulidad de ésta se prescribe en previsión de que la notificación no
sirva para provocar la comparencia, resulta que el evento desmiente
la previsión.

“También aquí se comprende que, pese al vicio esencial, el acto


haya de ser convalidado; pero la convalidación se explica por la
comprobación de su inocuidad y no por la eliminación del vicio. El
hecho que demuestra la inocuidad, consiste en que al acto viciado
siga la conducta para cuya determinación ha sido realizado…”
(“Sistema de Derecho Procesal Civil”, tomo III, pág. 564, número
551, edic, UTEHA, Buenos Aires, 1944).

En virtud de la economía procesal, el saneamiento de la nulidad, en


general, consigue la conservación del proceso a pesar de haberse
incurrido en determinado vicio, señalado como causal de nulidad.

De otra parte, así como el legislador está facultado, al dictar los códigos
de procedimiento, para establecer las causales de nulidad, también lo
está para definir cuáles son las nulidades saneables y cuáles son las
insaneables. Siempre y cuando, naturalmente, el saneamiento de la
nulidad no implique el quebrantamiento de la Constitución, como
acontecía con el numeral 6 del artículo 144 del Código de Procedimiento
Civil, que la Corte declaró inexequible en sentencia C-407 de 1997,
porque traía consigo una violación ostensible del debido proceso y del
principio de la igualdad.

Análogas razones, todas relacionadas con la economía procesal,


explican el artículo 146 del Código de Procedimiento Civil, lo mismo que
los artículos 148, último inciso, 152, también último inciso, y el inciso final
del artículo 159.

Escrito lo anterior, es posible ahora examinar cada una de las normas


acusadas.

Cuarta.- Análisis del numeral 5 del artículo 144 del Código de


Procedimiento Civil.

Dispone el numeral 5 del artículo 144 del Código de Procedimiento Civil:

“La nulidad se considerará saneada, en los siguientes casos:

(…)
“5º. Cuando la falta de competencia distinta de la funcional no se
haya alegado como excepción previa. Saneada esta nulidad, el juez
seguirá conociendo del proceso”.
16

Como es bien sabido, el Código determina la competencia de los


encargados de administrar justicia, atendiendo a los siguientes factores:
la calidad de las partes (factor subjetivo), la materia, el valor (factor
objetivo), el territorio (factor territorial), y la distribución vertical de
funciones entre los magistrados y jueces (factor funcional).

En relación con la competencia que se fija por el factor funcional, Ugo


Rocco la explica así:

“Concepto de la competencia funcional.-

Hemos visto ya, en general, qué es la competencia funcional y cómo


está determinada por aquel conjunto de funciones, actividades y
poderes, que corresponden a determinado órgano judicial,
personificado por determinado sujeto. Según cierto concepto, la
competencia funcional se da cuando distintos órganos
jurisdiccionales están llamados a conocer de la misma causa en
estadios y fases sucesivas del mismo proceso. En este sentido suele
hablarse de una competencia por grados, o bien, en las relaciones
entre cognición y realización de los intereses tutelados por el
derecho objetivo, de una competencia funcional, respecto a la
ejecución, en contraposición con una competencia respecto a la
cognición del derecho”. (“Tratado de Derecho Procesal Civil”, ed.
Temis y Depalma, Bogotá y Buenos Aires, 1970, tomo II, pág. 70.)

En virtud de la competencia funcional, por ejemplo, conoce la Corte


Suprema de Justicia de los recursos de casación y revisión, del
exequátur de sentencias y laudos dictados en país extranjero; los
Tribunales Superiores de Distrito conocen de la segunda instancia de los
procesos tramitados en primera por los jueces de circuito, etc. Dicho en
otras palabras: dentro de un mismo proceso, algunos jueces son
competentes para conocer de la primera instancia, otros de la segunda, y
otros de algunos recursos extraordinarios.

El Código de 1970, en materia de nulidades, se inspiró en dos principios


fundamentales: la consagración de unas causales de nulidad en forma
taxativa; y el permitir el saneamiento de las nulidades en muchos casos,
siempre que no se viole, en general, el debido proceso, y, en particular, el
derecho de defensa. Esta orientación del Código obedeció,
indudablemente, a la aplicación del principio de la economía procesal,
para evitar dilaciones injustificadas. Estas eran armas preferidas de
muchos litigantes, que con cualquier pretexto proponían, por ejemplo, las
llamadas “nulidades constitucionales”.

Aplicando los principios mencionados, el numeral 5 del artículo 144,


determina que todas las nulidades originadas en la falta de competencia
se sanearán cuando no se hayan alegado como excepción previa. Esto,
con la única excepción de la falta de competencia funcional. En
concordancia con esta norma, dispone el artículo 100 que los hechos que
configuran excepciones previas (como la competencia), no podrán ser
alegados como causal de nulidad por el demandante, ni por el
demandado que tuvo la oportunidad de proponer dichas excepciones,
17

salvo cuando la nulidad sea insaneable. En lo que tiene que ver con la
competencia, se considera que el demandado que no propuso la
excepción previa de falta de competencia, prorroga ésta, lo cual no
implica vulneración del derecho de defensa.

Por el contrario, la nulidad originada en la falta de competencia funcional


o en la falta de jurisdicción no es saneable. ¿Por qué? Porque siendo la
competencia funcional la atribución de funciones diferentes a jueces de
distintos grados, dentro de un mismo proceso, como se ha dicho (primera
y segunda instancia, casación, revisión, etc.), el efecto de su falta
conduce casi necesariamente a la violación del derecho de defensa, o a
atribuir a un juez funciones extrañas a las que la ley procesal le ha
señalado. Piénsese, por ejemplo, en tramitar un recurso de casación ante
un tribunal superior: es claro que esto atentaría contra la misma
organización de la administración de justicia y violaría el debido proceso.

Por todo lo expuesto, resulta que, dentro de la libertad de configuración


del proceso que tiene el legislador, puede considerar que, por haberse
prorrogado la competencia, no se ha vulnerado el debido proceso, y
puede, por consiguiente, establecer el saneamiento de la nulidad.

Se debe aclarar que en el caso de los agentes diplomáticos acreditados


ante el Gobierno de la República, corresponde a la Corte Suprema de
Justicia el conocimiento de los procesos contenciosos en que sean parte
( numeral 5 del artículo 25 del Código Procedimiento Civil). Como esa
competencia se fija por el factor funcional, no se convalida lo actuado
por un juez o tribunal incompetente. Igual consideración debe hacerse en
relación con los procesos a los que se refiere el numeral 6 del mismo
artículo 25, sobre la responsabilidad de los magistrados de la Corte y de
los tribunales, cualquiera que fuere la naturaleza de éstos.

La disposición acusada, en consecuencia, no vulnera norma alguna de la


Constitución. Así se declarará en esta sentencia.

Quinta.- Análisis de la parte demandada del artículo 146 del Código


de Procedimiento Civil.

Se demanda la parte del artículo 146, según la cual, una vez declarada la
nulidad, “la prueba practicada dentro de dicha actuación (la actuación
declarada nula) conservará su validez y tendrá eficacia respecto a
quienes tuvieron oportunidad de contradecirla”.

Esta norma tiene una razón de ser que se explica por sí sola: como el fin
del proceso es establecer la existencia de unos hechos o actos jurídicos,
base del reconocimiento de los derechos reconocidos por la ley
sustancial, el tema central es el debate probatorio. Para que una prueba
sea válida y eficaz, necesariamente tiene que ser controvertida. De tal
manera es fundamental la contradicción de la prueba, que el artículo 29
de la Constitución, relativo especialmente al proceso penal, pero
aplicable también a los demás, consagra como un derecho de quien es
18

parte en un proceso, presentar pruebas y controvertir las que se alleguen


en su contra.

Lo anterior explica por qué cuando la prueba en sí ha sido válidamente


practicada, conserva su validez y eficacia respecto de quienes tuvieron
oportunidad de contradecirla. Esta oportunidad garantiza, precisamente,
que se ha respetado el derecho de defensa, una de cuyas expresiones
principales es la contradicción de la prueba.

La norma atiende, también, al principio de la economía procesal. Se


inspira, además, en la primacía del derecho sustancial, pues sobre la
contradicción de la prueba se funda la realización del derecho, su
declaración en el proceso.

Por lo expuesto, la Corte considera que la norma acusada no quebranta


la Constitución, y así lo declarará.

Sexta.- Análisis del último inciso del artículo 148.

Establece el último inciso del artículo 148, que cuando se declara la


incompetencia del juez para conocer de un proceso, esa declaración no
afecta la validez de la actuación cumplida hasta entonces.

Este artículo 148 reglamenta el conflicto de competencias sobre tres


supuestos: que puede provocarse de oficio o a petición de parte, que no
es posible entre funcionarios entre los cuales exista una relación de
subordinación directa, y que toda la actuación cumplida hasta el
momento de la proposición del incidente conserva su validez.

También esta disposición está fundada en el principio de la economía


procesal: al conservarse la actuación cumplida hasta el momento de
declararse la incompetencia, se evitan dilaciones innecesarias. Piénsese,
además, que las partes pueden intervenir en el conflicto de competencia,
proponiéndolo, pidiendo pruebas, participando en su práctica, etc., por lo
cual no se vulnera el derecho de defensa.

No encuentra la Corte motivo de inconstitucionalidad en esta norma, y


por esto la declarará exequible.

Séptima.- Análisis del último inciso del artículo 152 del Código de
Procedimiento Civil.

De conformidad con el último inciso del artículo 152 del Código de


Procedimiento Civil, cuando un funcionario se declara impedido o cuando
se le recusa, la actuación anterior a la recusación propuesta o a la
declaración de estar impedido, es válida. En concordancia con esta
norma, dispone el inciso primero del artículo 154, que el proceso se
suspenderá desde que el funcionario se declare impedido o se reciba en
la secretaría el escrito de recusación, sin que por ello se afecte la validez
de los actos cumplidos con anterioridad.
19

Estas normas son razonables y no implican violación del debido proceso


ni el derecho de defensa. Baste pensar que las partes pueden recusar al
funcionario en cualquier momento en que consideren que existe una
causal de impedimento que él no ha declarado. Y que si el funcionario se
anticipa y declara su impedimento, demuestra con ello su imparcialidad.

Recuérdese, además, que el proceso se suspende desde el momento en


que se propone la recusación o se declara el impedimento, por lo cual no
se corre riesgo alguno en lo que atañe a la imparcialidad del funcionario.

No hay, en consecuencia, razón alguna para sostener que el mantener la


validez de la actuación anterior, quebranta la Constitución. Y por lo
mismo, la Corte declarará exequible la disposición demandada, lo mismo
que el inciso primero del artículo 154, que tiene con ella una relación
inescindible.

Finalmente debe advertirse que si en la actuación anterior a la


declaración de estar impedido o a la recusación, se han configurado
hechos o conductas que impliquen la comisión de delitos, habrá lugar a la
correspondiente investigación y, si fuere del caso, a la suspensión del
proceso o a la interposición del recurso extraordinario de revisión. Es
decir, la actuación anterior se presume válida, pero esta presunción,
simplemente legal, admite prueba en contrario. Igualmente, si se ha
incurrido en la violación del debido proceso en la práctica de una
prueba, durante ese mismo período, podrá pedirse a el juez que declare
la nulidad consagrada por el último inciso del artículo 29 de la
Constitución, declaración que se hará dentro del mismo proceso.

Octava.- Análisis del último inciso del artículo 159 del Código de
Procedimiento Civil.

Dispone el último inciso del artículo 159 del Código de Procedimiento


Civil: “El auto que rechace de plano, niegue o decrete la acumulación, es
apelable. Si el superior revoca el auto que decretó la acumulación, será
válida la actuación subsiguiente al auto revocado”.

Tampoco en este inciso se encuentra motivo alguno de


inconstitucionalidad. No la hay en la posibilidad de apelar el auto sobre
la acumulación. Tampoco la hay en la validez de la actuación
subsiguiente al auto que decretó la acumulación y que después es
revocado. ¿Por qué? Sencillamente, porque después de decretarse la
acumulación, la actuación procesal continúa cumpliéndose con sujeción a
las normas procesales, en el proceso que se haya adelantado menos, en
tanto que el otro se suspende hasta que el primero llegue al mismo
estado. ¿Cómo podría esta norma quebrantar la Constitución? La Corte
no encuentra razón alguna para afirmar su inconstitucionalidad, y por ello
la declarará exequible.

Novena.- Análisis de la parte demandada del artículo 305 del Código


de Procedimiento Penal.
20

Se demanda la expresión del inciso primero del artículo 305 del Código
de Procedimiento Penal, que establece que decretada la nulidad de lo
actuado en el proceso penal, se ordenará que se reponga la actuación
que dependa del acto declarado nulo, para que se subsane el defecto. El
motivo de la acusación consiste en reponer solamente la actuación que
dependa del acto declarado nulo.

También esta norma tiene su razón de ser en el principio de la economía


procesal, y en la necesaria celeridad de la administración. Si, en general,
justicia tardía es injusticia, esta afirmación cobra mayor fuerza en
tratándose del proceso penal. Recuérdese que el inciso cuarto del
artículo 29 de la Constitución consagra el derecho del sindicado a “un
debido proceso público sin dilaciones injustificadas”. Esta norma tiene
esa finalidad: no habría razón para reponer la actuación que no dependa
del acto declarado nulo, actuación que se ha cumplido válidamente.
Hacerlo sería una “dilación injustificada”.

Por lo expuesto, se declarará exequible toda la expresión “y ordenará


que se reponga la actuación que dependa del acto declarado nulo”.

Décima.- Análisis de los numerales 5 y 6 del artículo 308 del Código


de Procedimiento Penal.

Disponen los numerales 5 y 6 del artículo 308 del Código de


Procedimiento Penal:

“5. Sólo puede decretarse (la nulidad) cuando no exista otro medio
procesal para subsanar la irregularidad sustancial”.

“6. No podrá declararse ninguna nulidad distinta a las señaladas en


el artículo 304 de este Código”.

En cuanto al numeral 5, es claro que por economía procesal, y para


evitar “dilaciones injustificadas”, si existe otro medio procesal para
subsanar la irregularidad sustancial, no hay por qué declarar la nulidad.
Esta norma no implica quebrantamiento alguno del debido proceso ni de
la Constitución.

En cuanto al numeral 6, hay que decir que la Corte ya reconoció, en lo


referente al Código de Procedimiento Civil, que el legislador no quebranta
la Constitución al señalar taxativamente unas causales de nulidad. Dijo
la Corte:

“No se opone a la norma del artículo 29 de la Constitución la


circunstancia de que el legislador señale taxativamente las causas o
motivos de nulidad”. (Sentencia C-491, de noviembre 2 de 1995,
magistrado ponente, Antonio Barrera Carbonell).

La Corte hizo la salvedad de la nulidad de la prueba practicada con


violación del debido proceso, nulidad limitada a la prueba y que no
comprende todo el proceso.
21

De la misma manera, en el proceso penal puede el legislador, como lo ha


hecho, señalar taxativamente las causales de nulidad.

Si ocurriere el caso, por demás improbable, de que en el proceso penal


se haya desconocido uno de los derechos fundamentales, y no se haya
declarado la nulidad, existe, para enmendar el error, el inciso tercero del
artículo 218 del Código de Procedimiento Penal:

“De manera excepcional, la Sala Penal de la Corte Suprema de


Justicia, discrecionalmente, puede aceptar un recurso de casación
en casos distintos a los arriba mencionados, a solicitud del
Procurador, su delegado, o del defensor, cuando lo considere
necesario para el desarrollo de la jurisprudencia o la garantía de los
derechos fundamentales”.

Recuérdese, además, que las tres causales de nulidad del artículo 304
del Código de Procedimiento Penal, están basadas en la violación del
debido proceso: la falta de competencia, la existencia de irregularidades
sustanciales que afecten el debido proceso, y la violación del derecho de
defensa.

Por todo lo anterior, es ostensible que tampoco el ordinal 6 del artículo


308 viola norma alguna de la Constitución. Así se declarará.

III.- Decisión.

Con base en las consideraciones anteriores, la Corte Constitucional,


administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,

RESUELVE:

Primero.- Declárase EXEQUIBLE el numeral 5 del artículo 144 del


Código de Procedimiento Civil.

Segundo.- Declárase EXEQUIBLE el siguiente aparte del artículo 146


del Código de Procedimiento Civil: “Sin embargo, la prueba practicada
dentro de dicha actuación conservará su validez y tendrá eficacia
respecto a quienes tuvieron oportunidad de contradecirla”.

Tercero.- Declárase EXEQUIBLE el último inciso del artículo 148 del


Código de Procedimiento Civil.

Cuarto.- Declárase EXEQUIBLE el inciso final del artículo 152 del


Código de Procedimiento Civil.

Quinto.- Declárase EXEQUIBLE el inciso primero del artículo 154 del


Código de Procedimiento Civil.
22

Sexto.- Declárase EXEQUIBLE el último inciso del artículo 159 del


Código de Procedimiento Civil.

Séptimo.- Declárase EXEQUIBLE el siguiente aparte del artículo 305


del Código de Procedimiento Penal: “… y ordenará que se reponga la
actuación que dependa del acto declarado nulo para que se subsane el
defecto”.

Octavo.- Decláranse EXEQUIBLES los numerales 5 y 6 del artículo 308


del Código de Procedimiento Penal.

Notifíquese, cópiese, publíquese, comuníquese e insértese en la Gaceta


de la Corte Constitucional.

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Presidente

JORGE ARANGO MEJÍA


Magistrado

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO


Magistrado

CARLOS GAVIRIA DÍAZ


Magistrado
23

HERNANDO HERRERA VERGARA


Magistrado

ALEJANDRO MARTÍNEZ CABALLERO


Magistrado

FABIO MORÓN DÍAZ


Magistrado

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

LA SUSCRITA SECRETARIA GENERAL DE LA CORTE


CONSTITUCIONAL
HACE CONSTAR QUE:

El H. Magistrado doctor Alejandro Martínez Caballero no asistió a la sección


de Sala Plena del 19 de febrero de 1998 por encontrarse en comisión oficial
en el exterior debidamente autorizada por la Sala.

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
24

Aclaración de voto a la Sentencia C-037/98

NULIDAD-Causales no taxativas (Aclaración de voto)

Como lo expresé en el salvamento de voto relativo a la Sentencia C-491 del


2 de noviembre de 1995, la enunciación de nulidades procesales plasmada
en los códigos correspondientes no puede hoy ser taxativa, ya que el
artículo 29 de la Constitución, de rango superior a todas esas normas,
añadió una, consistente en la práctica de pruebas con violación del debido
proceso, circunstancia que, en el caso de presentarse, genera una nulidad
de pleno derecho. Me reafirmo en lo dicho, pero debo acatar lo resuelto por
la Corte en un fallo que ha hecho tránsito a cosa juzgada constitucional. Es
por ello que ahora suscribo apenas la presente aclaración de voto, referente
a las consideraciones y a la resolución, en lo atinente al artículo 308 del
Código de Procedimiento Penal. El carácter taxativo y absoluto de la
disposición legal acusada es ostensible, como también lo es, precisamente
por ello, su contradicción con el mandato prevalente del artículo 29 de la
Constitución Política. Así, pues, con estricta sujeción a la Carta y a la
lógica, ha debido ser declarado inexequible, al menos en su interpretación
rígida, que riñe con la Constitución, máxime cuando del proceso penal se
trata.

NULIDAD DEL PROCESO PENAL/VIA DE HECHO POR NULIDAD


EN PROCESO PENAL-Improcedencia (Aclaración de voto)

Lo que se vislumbra en esta oportunidad, además de la persistencia en


mantener como constitucional lo que a todas luces se opone a la Carta, es
la eliminación del tímido reconocimiento que, si bien en forma
contradictoria, se había hecho en la aludida providencia, en su parte
resolutiva (obligatoria), en el sentido de que "además de dichas causales
(las legales de nulidad), es viable y puede invocarse la prevista en el art. 29
de la Constitución (...), que es aplicable en toda clase de procesos". Ahora
manifiesta la Corte, citando parcialmente los considerandos de la anterior
sentencia, que "no se opone a la norma del artículo 29 de la Constitución la
circunstancia de que el legislador señale taxativamente las causas o
motivos de nulidad", a la vez que agrega algo muy discutible y diríase que
en sí mismo -por lo menos en su expresión absoluta, que es la usada en la
Sentencia- contrario a la Constitución y a la naturaleza del debido proceso y
de las nulidades procesales: que la nulidad de origen constitucional
mencionada está "limitada a la prueba y que no comprende todo el
proceso". Tal aseveración no la puedo compartir, por desconocer cuanto la
propia Corte ha sostenido sobre el alcance de esta preciosa garantía
constitucional, y por cuanto, además, elimina de un tajo toda posibilidad de
obtener no sólo las nulidades de los procesos penales por tal causa, sino la
protección constitucional, mediante la tutela, cuando pueda establecerse a
posteriori que el juez penal -o cualquiera otro- ha practicado una prueba,
ignorando o violentando el debido proceso, y ha fundado en ella su
decisión. Es decir, tal comportamiento, que a mi juicio representaría una
flagrante vía de hecho, en los términos de la jurisprudencia de esta Corte,
no podría dar lugar al amparo y todo se limitaría a la nulidad de la prueba,
sin repercusión en el fallo, lo que resulta francamente lesivo de los más
elementales derechos de los procesados.
25

Referencia: Expediente D-1750

Como lo expresé en el salvamento de voto relativo a la Sentencia C-491


del 2 de noviembre de 1995, la enunciación de nulidades procesales
plasmada en los códigos correspondientes no puede hoy ser taxativa, ya
que el artículo 29 de la Constitución, de rango superior a todas esas
normas, añadió una, consistente en la práctica de pruebas con violación
del debido proceso, circunstancia que, en el caso de presentarse, genera
una nulidad de pleno derecho.

Me reafirmo en lo dicho, pero debo acatar lo resuelto por la Corte en un


fallo que ha hecho tránsito a cosa juzgada constitucional. Es por ello que
ahora suscribo apenas la presente aclaración de voto, referente a las
consideraciones y a la resolución, en lo atinente al artículo 308 del
Código de Procedimiento Penal.

La norma ahora impugnada señala, como principio "que orienta la


declaratoria de las nulidades", el de que "6. No podrá declararse ninguna
nulidad distinta a las señaladas en el artículo 304 de este Código".

El carácter taxativo y absoluto de la disposición legal es ostensible, como


también lo es, precisamente por ello, su contradicción con el mandato
prevalente del artículo 29 de la Constitución Política.

Así, pues, con estricta sujeción a la Carta y a la lógica, ha debido ser


declarado inexequible, al menos en su interpretación rígida, que riñe con
la Constitución, máxime cuando del proceso penal se trata.

Sin embargo, es comprensible que la Corte no haya querido decir ahora


lo contrario de lo que ya dijo en la difícil Sentencia C-491 de 1995. Debía,
entonces, para conservar una mediana coherencia, sostenerse en la tesis
de la exequibilidad de la restricción legal. No lo comparto, pero lo
entiendo, aunque quizá lo que se había podido esperar de este nuevo
análisis sería una rectificación jurisprudencial que hiciera el
pronunciamiento, así fuera tan sólo en materia penal, más acorde con la
Constitución Política.

Empero, lejos de tal corrección, lo que se vislumbra en esta oportunidad,


además de la persistencia en mantener como constitucional lo que a
todas luces se opone a la Carta, es la eliminación del tímido
reconocimiento que, si bien en forma contradictoria, se había hecho en la
aludida providencia, en su parte resolutiva (obligatoria), en el sentido de
que "además de dichas causales (las legales de nulidad), es viable y
puede invocarse la prevista en el art. 29 de la Constitución (...), que es
aplicable en toda clase de procesos" (subrayo).
26

Ahora manifiesta la Corte, citando parcialmente los considerandos de la


anterior sentencia, que "no se opone a la norma del artículo 29 de la
Constitución la circunstancia de que el legislador señale taxativamente
las causas o motivos de nulidad", a la vez que agrega algo muy discutible
y diríase que en sí mismo -por lo menos en su expresión absoluta, que es
la usada en la Sentencia- contrario a la Constitución y a la naturaleza del
debido proceso y de las nulidades procesales: que la nulidad de origen
constitucional mencionada está "limitada a la prueba y que no comprende
todo el proceso".

Tal aseveración no la puedo compartir, por desconocer cuanto la propia


Corte ha sostenido sobre el alcance de esta preciosa garantía
constitucional, y por cuanto, además, elimina de un tajo toda posibilidad
de obtener no sólo las nulidades de los procesos penales por tal causa,
sino la protección constitucional, mediante la tutela, cuando pueda
establecerse a posteriori que el juez penal -o cualquiera otro- ha
practicado una prueba, ignorando o violentando el debido proceso, y ha
fundado en ella su decisión. Es decir, tal comportamiento, que a mi juicio
representaría una flagrante vía de hecho, en los términos de la
jurisprudencia de esta Corte, no podría dar lugar al amparo y todo se
limitaría a la nulidad de la prueba, sin repercusión en el fallo, lo que
resulta francamente lesivo de los más elementales derechos de los
procesados.

Por otra parte, no se olvide que, según el artículo 85 de la Constitución,


el 29 es de aplicación inmediata, es decir, que la nulidad en él
contemplada opera con arreglo directo a la norma constitucional, sin que
tal operancia dependa de lo que disponga el legislador al enunciar las
causales de nulidad.

Además, en materia penal, la norma posterior favorable, así fuera apenas


legal, debe preferirse a la restrictiva o desfavorable. Con mucha mayor
razón tal postulado impera tratándose de norma constitucional favorable
y posterior.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado
IR A INICIO
27

CAUSALES TAXATIVAS-Sentencia No. C-491/95

PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD NORMATIVA

La regulación del régimen de las nulidades, es un asunto que atañe


en principio al legislador, el cual puede señalar, con arreglo a dichos
criterios y obedeciendo al principio de la proporcionalidad normativa,
las causales o motivos que generan nulidad, a efecto de garantizar
la regularidad de las actuaciones procesales y consecuentemente el
debido proceso.

NULIDAD-Facultad del legislador para determinar


causales/NULIDAD-Causales taxativas

Es el legislador quien tiene la facultad para determinar los casos en


los cuales un acto procesal es nulo por carencia de los requisitos
formales y sustanciales requeridos para su formación o constitución.
Por consiguiente, es válido, siempre que se respete la Constitución,
el señalamiento taxativo de las nulidades por el legislador. De este
modo, se evita la proliferación de incidentes de nulidad, sin
fundamento alguno, y se contribuye a la tramitación regular y a la
celeridad de las actuaciones judiciales, lo cual realiza el postulado
del debido proceso, sin dilaciones injustificadas. Al mantener la
Corte la expresión "solamente" dentro de la referida regulación
normativa, respeta la voluntad política del legislador, en cuanto
reguló de manera taxativa o específicamente las causales legales de
nulidad en los procesos civiles.

Ref.: Expediente D-884.

Actor:
Hernán Dario Velásquez Gómez.

Normas acusadas:
Inciso 1° del artículo 140 del Código de Procedimiento Civil,
subrogado por el art. 1, numeral 80, del decreto 2282 de 1989.

Magistrado Ponente:
Dr. ANTONIO BARRERA
CARBONELL.

Santafé de Bogotá, D. C., noviembre dos (2) de mil novecientos


noventa y cinco (1995).

I. ANTECEDENTES.

Cumplidos los trámites procesales propios del proceso a que dio


lugar la acción de inconstitucionalidad promovida por el ciudadano
28

Hernán Dario Velásquez Gómez, contra el inciso 1° del artículo 140


del Código de Procedimiento Civil, procede la Corte a adoptar la
decisión correspondiente.

II. TEXTO DE LA NORMA ACUSADA .

Se transcribe a continuación el texto, de la norma del art. 140 del


C.P.C., subrogado por el numeral 80 del art. 1 del decreto 2282 de
1989, destacando en negrilla y subrayando la expresión demandada.

Decreto 2282 de 1989

Por el cual se introducen algunas modificaciones al Código de


Procedimiento Civil.

El Presidente de la República de Colombia

En ejercicio de las facultades que le confiere la ley 30 de 1987, y


oída la Comisión Asesora para ella establecida,

DECRETA:

ARTICULO 1o. Introdúcense las siguientes reformas al Código de


Procedimiento Civil:

80. Causales de nulidad: El proceso es nulo en todo o en parte,


solamente en los siguientes casos:"

1. Cuando. corresponde a distinta jurisdicción..

2. Cuando el juez carece de competencia..

3. Cuando el juez procede contra providencia ejecutoriada del


superior, revive un proceso legalmente concluido o pretermite
íntegramente la respectiva instancia.

4. Cuando la demanda se tramite por proceso diferente al que


corresponde.

5. Cuando se adelanta después de ocurrida cualquiera de las


causales legales de interrupción o de suspensión, o si en estos
casos se reanuda antes de la oportunidad debida.

6. Cuando se omiten los términos u oportunidades para pedir o


practicar pruebas o para formular alegatos de conclusión.

7. Cuando es indebida la representación de las partes. Tratándose


de apoderados judiciales esta causal sólo se configura por
carencia total de poder para el respectivo proceso.
29

8. Cuando no se practica en legal forma la notificación al


demandado o a su representante, o al apoderado de aquél o de
éste, según el caso, del auto que admite la demanda o del
mandamiento ejecutivo, o su corrección o adición.

9. cuando no se practica en legal forma la notificación a personas


determinadas, o el emplazamiento de las demás personas aunque
sean indeterminadas, que deban ser citadas como partes, o de
aquéllas que deban suceder en el proceso a cualquiera de las
partes, cuando la ley así lo ordena, o no se cita en debida forma al
Ministerio Público en los casos de ley.

Cuando en el curso del proceso se advierta que se ha dejado de


notificar una providencia distinta de la que admite la demanda, el
defecto se corregirá practicando la notificación omitida, pero será
nula la actuación posterior que dependa de dicha providencia,
salvo que la parte a quien se dejó de notificar haya actuado sin
proponerla.

PAR. Las demás irregularidades del proceso se tendrán por


subsanadas si no se impugnan oportunamente por medio de
recursos que este código establece.

III. DEMANDA.

Considera el actor que la expresión "solamente" del artículo 140 del


Código de Procedimiento Civil viola la Constitución, porque, a su
juicio, resulta un imposible jurídico que la ley regule todas,
absolutamente todas las situaciones fácticas que pueden generar
una violación del debido proceso. Por consiguiente, si el legislador
limita las causales de nulidad, en muchos casos estaría
desconociendo la aludida garantía, y adicionalmente haciendo
inaplicable la Constitución.

A modo de ejemplos, el demandante relata una serie de situaciones


procesales, en las cuales, según su parecer, no son procedentes las
nulidades, con la consecuencia de que se viola el debido proceso.

Afirma, además, el actor que cuando el artículo 140 utiliza la palabra


"solamente" condiciona todo el poder vinculante de la norma
superior y restringe su campo de aplicación. Así, violenta el artículo
2° de la Constitución, porque al restringir la plenitud del derecho de
defensa y del debido proceso impide que en muchos casos -así sea
en uno sólo- se proteja debidamente a las personas en sus bienes y
demás derechos. Infringe el artículo 29 porque limita su alcance
cuando con prepotente poder condiciona la aplicación de dicha
norma superior a que se den los únicos y exclusivos supuestos que
consagra el artículo 140 del C. de P. C. Por último, contradice el
artículo 229 de la Carta Política, porque al dejar a la ley la
determinación de las circunstancias en las cuales ostensiblemente
30

existe violación del derecho de defensa y del derecho al debido


proceso, se impide que el afectado tenga un verdadero acceso a la
Administración de Justicia. "Será un acceso formal pero nunca
sustancial".

IV. INTERVENCION DEL MINISTERIO DE JUSTICIA Y DEL


DERECHO.

El ciudadano Gonzalo Suárez Beltrán, intervino en el proceso en


favor del Ministerio de Justicia y del Derecho, y defendió la
constitucionalidad de la expresión acusada, con fundamento en los
siguientes argumentos:

Dice el interviniente, que en el art. 140 del C.P.C. se consagra el


principio de la especificidad de las nulidades que "proviene del
sistema francés, dentro del cual ninguna diligencia procesal podrá
acusarse como nula sin motivo expresamente determinado en la ley,
y por ende, la autoridad judicial solamente decreta una nulidad con
base en causales taxativamente señaladas en la ley".

Cita la sentencia proferida por la Corte Suprema de Justicia, el día 5


de junio de 1986, con ponencia del Magistrado Fabio Morón Díaz,
mediante la cual se declaró exequible la expresión demandada y
afirma que con la norma acusada se evita la dilación de los términos
que hacen inoperante la justicia; por lo tanto, la norma se convierte
en un instrumento de control que hace efectivo el principio de
celeridad consagrado en el art. 29 constitucional, cuando alude "a un
debido proceso público sin dilaciones injustificadas", y contribuye a
una eficaz administración de justicia.

V. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACION.

El Procurador General de la Nación abogó por la declaración de


exequibilidad de la expresión acusada, con apoyo, entre otros, en los
siguientes argumentos que se destacan:

"Como bien se advierte, la taxatividad en el señalamiento de las


causales de nulidad, lejos de infringir las garantías que protege el
artículo 29 superior se constituye en un desarrollo de las mismas, en
la medida en que ésta ofrece una certeza jurídica en el actuar del
juez y de las partes. Téngase en cuenta, como lo afirman
doctrinantes del renombre de Hernando Devis Echandia, que las
nulidades procesales son enfermedades propias y exclusivas del
juez de suerte que, al existir un catálogo amplio e indiscriminado de
ellas, se dejaría al azar el derecho de defensa de las partes".

"Recuérdese igualmente que el legislador, en procura de favorecer el


debido proceso y la defensa de las partes en el mismo, ha
determinado que excluidas las taxativas causales de nulidad, las
31

demás irregularidades provenientes de las partes como la ejecución


de actos procesales sin las formalidades de tiempo, modo o lugar
que la ley prescribe, quedan subsanadas automáticamente o
mediante otros remedios procesales como las excepciones, los
recursos, etc".

VI. CONSIDERACIONES DE LA CORTE.

1. Competencia.

Es competente la Corte para pronunciarse en relación con la referida


demanda, con fundamento en el artículo 241, numeral 5 de la
Constitución.

2. Pronunciamiento anterior de la Corte Suprema de Justicia


sobre la expresión demandada.

Observa la Corte que, aun cuando la mencionada expresión fue


declarada exequible por la Corte Suprema de Justicia en la
sentencia No. 43 de junio 5 de 1986, bajo la vigencia de la
Constitución de 1886, siguiendo la reiterada jurisprudencia de la
Corporación, debe hacer un nuevo pronunciamiento para responder
a los cargos de la demanda, con fundamento en la normatividad
ahora vigente de la Constitución de 1991.

3. Los cargos de la demanda.

- Según el demandante, la enumeración taxativa que el art. 140 del


Código de Procedimiento Civil hace de las causales de nulidad en
los procesos civiles, es restrictiva del derecho al debido proceso,
limita el alcance constitucional del art. 29, y desconoce la protección
que las autoridades deben a las personas en sus bienes y derechos,
y el acceso a la justicia.

- En primer término debe advertir la Corte, que en el art. 29 de la


Constitución se consagró una causal de nulidad específica, que
opera de pleno derecho, referente a "la prueba obtenida con
violación del debido proceso".

Al examinar las causales de nulidad previstas en el art. 140,


claramente se advierte que allí no aparece enlistada la referida
nulidad de carácter constitucional. Sin embargo, esta omisión
obedece a la circunstancia de que dicha norma es anterior a la
Constitución de 1991.

- No se opone a la norma del art. 29 de la Constitución la


circunstancia de que el legislador señale taxativamente las causales
o motivos de nulidad, por las siguientes razones:

La Constitución en el art. 29 señala los fundamentos básicos que


rigen el debido proceso; pero corresponde al legislador dentro de su
32

facultad discrecional, aunque con arreglo a criterios objetivos,


razonables y racionales, desarrollar a través de las correspondientes
fórmulas normativas las formas o actos procesales que deben ser
cumplidos para asegurar su vigencia y respeto. En tal virtud, la
regulación del régimen de las nulidades, es un asunto que atañe en
principio al legislador, el cual puede señalar, con arreglo a dichos
criterios y obedeciendo al principio de la proporcionalidad normativa,
las causales o motivos que generan nulidad, a efecto de garantizar
la regularidad de las actuaciones procesales y consecuentemente el
debido proceso.

Conforme a lo anterior no corresponde, en principio, al Constituyente


señalar las causales de nulidad en los procesos. La aludida nulidad
constitucional que consagra el art. 29, constituye una excepción a
dicha regla.

En la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, antes citada, se


expusieron los siguientes argumentos que sustentan la competencia
del legislador para regular el régimen de nulidades:

"La ritualidad o formalidad de los actos procesales y el procedimiento


a recorrer para la realización del proceso, no constituyen
simplemente un capricho del legislador sino una garantía
constitucional o derecho fundamental de los ciudadanos, en la
medida en que éstos de antemano deben conocer las reglas que han
de ser observadas por el juez, y las partes en desarrollo del proceso,
a fin de que el juez ejerza cumplidamente sus funciones y las partes
hagan lo propio con sus derechos. La inobservancia de una de ellas,
el cambio de cauce que la ley ha dado al procedimiento, constituyen
indudablemente una violación de la garantía constitucional del
debido proceso".

"La ley ha regulado las formalidades de los actos procesales y ha


fijado la sanción que debe imponerse cuando no se produce su
observancia"

(....)

"La ley es la que ha establecido qué defectos en los actos


procesales constituyen nulidad procesal. A contrario sensu la misma
ley dispuso que el defecto que no constituye nulidad es simplemente
irregularidad, toda vez que se utiliza la frase "Las demás
irregularidades"... ha de considerarse que toda irregularidad en los
actos procesales, cualquiera que sea su nombre, está al alcance de
los correctivos que la ley ha dispuesto para ellos".

Es el legislador, como se advirtió antes, quien tiene la facultad para


determinar los casos en los cuales un acto procesal es nulo por
carencia de los requisitos formales y sustanciales requeridos para su
formación o constitución. Por consiguiente, es válido, siempre que se
respete la Constitución, el señalamiento taxativo de las nulidades por
el legislador.
33

Las atribuciones del legislador en la materia contribuyen a la


realización jurídica y material del debido proceso y a la seguridad
jurídica, en lo atinente al desarrollo de las actuaciones procesales,
en cuanto presume, acorde con los principios de legalidad y de
buena fe que rigen las actuaciones de las autoridades públicas, la
validez de los actos procesales, mientras no se declare su nulidad
con arreglo a la invocación de una de las causales específicamente
previstas en la ley. De este modo, se evita la proliferación de
incidentes de nulidad, sin fundamento alguno, y se contribuye a la
tramitación regular y a la celeridad de las actuaciones judiciales, lo
cual realiza el postulado del debido proceso, sin dilaciones
injustificadas.

El Código de Procedimiento Civil que nos rige con un criterio que


consulta la moderna técnica del derecho procesal, señala la
taxatividad de las causales de nulidad, es decir, de los motivos que
dan lugar a invalidar un acto procesal, y el principio de que no toda
irregularidad constituye nulidad, pues éstas se entienden
subsanadas si oportunamente no se corrigen a través de los
recursos.

Con fundamento en lo anterior, estima la Corte que se ajusta a los


preceptos de la Constitución, porque garantiza el debido proceso, el
acceso a la justicia y los derechos procesales de las partes, la
expresión "solamente" que emplea el art. 140 del C.P.C., para
indicar que en los casos allí previstos es posible declarar la nulidad,
previo el trámite incidental correspondiente, pero advirtiendo, que
además de dichas causales legales de nulidad es viable y puede ser
invocada la consagrada en el art. 29 de la Constitución, según el
cual "es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con violación del
debido proceso", esto es, sin la observancia de las formalidades
legales esenciales requeridas para la producción de la prueba,
especialmente en lo que atañe con el derecho de contradicción por
la parte a la cual se opone ésta. Por lo tanto, se declarará exequible
la expresión demandada, con la referida advertencia.

Al mantener la Corte la expresión "solamente" dentro de la referida


regulación normativa, respeta la voluntad política del legislador, en
cuanto reguló de manera taxativa o específicamente las causales
legales de nulidad en los procesos civiles, las cuales ahora con el
cambio constitucional se encuentran adicionadas con la prevista en
la norma del art. 29, a la cual se hizo referencia.
Por lo demás, advierte la Corte al demandante sobre la temeridad de su pretensión, porque así se declarará
inexequible la expresión "solamente", tal pronunciamiento resultaría inocuo, pues no se lograría el
resultado
buscado por el actor, cual es eliminar la taxatividad de las nulidades,
porque de todas maneras, con o sin la expresión "solamente", las
nulidades dentro del proceso civil sólo son procedentes en los casos
específicamente previstos en las normas del artículo 140 del C.P.C.,
aunque con la advertencia ya hecha de que también es posible
invocar o alegar la nulidad en el evento previsto en el art. 29 de la
C.P.
34
III. DECISION.
En mérito de lo expuesto, la Sala Plena de la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Declarar EXEQUIBLE la expresión acusada del inciso 1° del artículo 140 del Código de Procedimiento Civil,
subrogado por el art. 1, numeral 80, del decreto 2282 de 1989, con la advertencia expresa de que dicho artículo
reguló las causales de nulidad legales en los procesos civiles. En consecuencia, además de dichas causales, es
viable y puede invocarse la prevista en el art. 29 de la Constitución, según el cual, "es nula de pleno derecho, la
prueba obtenida con violación del debido proceso", que es aplicable en toda clase de procesos.
Cópiese, notifíquese, publíquese, comuníquese al Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional y archívese el expediente.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Presidente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO

Secretaria General
35

Salvamento de voto a la Sentencia No. C-491/95

NULIDAD-Causales no taxativas (Salvamento de voto)

La Constitución modificó el texto de las normas legales que


enunciaron causales de nulidad en los distintos procesos, añadiendo
a ellas la de haberse obtenido una prueba con violación de la
garantía plasmada en el artículo 29 de la Constitución. En tales
eventos, el proceso es nulo, al menos en parte, o podría serlo todo,
si la prueba afectada por la nulidad resultaba decisiva dentro del
trámite correspondiente. Si ello es así, como lo reconoce la
Sentencia, en virtud de la Constitución desapareció el carácter
taxativo, absoluto, de la disposición acusada: puede sostenerse para
las causales de origen legal, limitadas a las que el legislador, en
ejercicio de su función propia , señale ; desaparece frente a causales
constitucionales, ya que, al menos una debe forzosamente añadirse.
Y no podemos excluir de plano otras, que perfectamente pueden
resultar de la estricta aplicación de la extensa preceptiva promulgada
en 1991. Así, el "solamente", inserto en el artículo materia de
examen, desapareció de manera inmediata cuando entró a regir la
Constitución Política. No es cierto, ni en lógica ni en Derecho, que la
declaración de inexequibilidad pedida, en el caso de haber sido
acogida por la Corte, hubiera sido inocua: habría tenido el innegable
efecto de obligar a los jueces a desechar el sentido taxativo de la
enunciación legal, abriendo la posibilidad cierta de reconocer
nulidades originadas de pleno derecho en la práctica de pruebas por
desconocimiento del debido proceso, como resulta natural al aplicar
la Constitución.

-Sala Plena-

Ref.: Expediente D-884.

Santa Fe de Bogotá, D.C., dos (2) de noviembre de mil novecientos


noventa y cinco (1995).

Con el debido respeto expreso las razones por las cuales me aparté
de la decisión adoptada en la fecha por la Sala Plena de la Corte.

Estimo que la expresión "solamente", acusada en este proceso, ha


debido ser declarada inexequible, pues contraría en forma manifiesta
el artículo 29 de la Constitución Política.

En efecto, el mencionado vocablo, utilizado por el legislador para


delimitar su enunciación sobre causales de nulidad de los procesos
civiles, excluyó de manera terminante y absoluta cualquier
36

fundamento distinto para solicitar y obtener la declaración


correspondiente.

En el momento de la expedición del precepto, siendo exclusiva la


competencia del legislador para prever las causales de nulidad de
los procesos, toda vez que la preceptiva constitucional no se
ocupaba de ello, la conformidad de aquél con la Constitución, aun
sobre la base del carácter taxativo que imprimió a tales motivos
procesales, resultaba ser incontrovertible. Las normas de la Carta
Política anterior en materia de debido proceso eran bastante menos
exigentes que las actuales y, pese a los intentos de los litigantes, de
ninguna de ellas se desprendía con claridad fuera de toda duda una
causal de nulidad de origen constitucional.

En 1991, al ampliarse considerablemente en el texto Fundamental la


garantía del debido proceso, se plasmó de modo expreso una razón
de nulidad de clara estirpe constitucional: "Es nula, de pleno
derecho, toda prueba obtenida con violación del debido proceso".

El artículo 4º de la Carta declaró por su parte, en términos que no


admiten controversia: "La Constitución es norma de normas. En todo
caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma
jurídica, se aplicarán las disposiciones constitucionales".

La decisión de la Corte, por los términos en que está concebida,


obliga a repetir una verdad tan evidente que no se explica la
dificultad de su aceptación en el seno del organismo guardián de la
integridad y supremacía de los mandatos constitucionales: la de que
la Constitución, al entrar en vigencia, por su fuerza y su jerarquía,
irrumpe vigorosamente en el ordenamiento jurídico que la precede e
introduce en él de manera automática trascendentales mutaciones
en la medida en que surja la oposición manifiesta, es decir, la
incompatibilidad entre los preceptos preconstitucionales y los del
Estatuto Fundamental. Por eso, desde 1887 (artículo 9º de la Ley
153) declaró con sabiduría el legislador que "La Constitución es ley
reformatoria y derogatoria de la legislación preexistente..."

Entonces, viniendo al caso que nos ocupa, el artículo 29 de la


Constitución modificó el texto de las normas legales que enunciaron
causales de nulidad en los distintos procesos, añadiendo a ellas la
de haberse obtenido una prueba con violación de la garantía
plasmada en el artículo 29 de la Constitución. En tales eventos, el
proceso es nulo, al menos en parte, o podría serlo todo, si la prueba
afectada por la nulidad resultaba decisiva dentro del trámite
correspondiente.

Si ello es así, como lo reconoce la Sentencia, en virtud de la


Constitución desapareció el carácter taxativo, absoluto, de la
disposición acusada: puede sostenerse para las causales de origen
legal, limitadas a las que el legislador, en ejercicio de su función
propia , señale ; desaparece frente a causales constitucionales, ya
que, al menos una -la ya indicada- debe forzosamente añadirse. Y
37

no podemos excluir de plano otras, que perfectamente pueden


resultar de la estricta aplicación de la extensa preceptiva promulgada
en 1991.

Así, el "solamente", inserto en el artículo materia de examen,


desapareció de manera inmediata cuando entró a regir la
Constitución Política.

El fallo del cual discrepo incurre en inocultable contradicción cuando


declara exequible, es decir ejecutable, el vocablo demandado, no
obstante reconocer y disponer de manera expresa - !en la misma
parte resolutiva¡ - que "en consecuencia, además de dichas
causales, es viable y puede invocarse la prevista en el artículo 29 de
la Constitución, según el cual, "es nula de pleno derecho, la prueba
obtenida con violación del debido proceso", que es aplicable en toda
clase de procesos" (subrayo).

Si se acepta y proclama esa posibilidad, adicional a la ley, no


entiendo cómo la expresión "solamente", sin ninguna duda limitativa
y excluyente de toda otra causal distinta de las legalmente
enunciadas, pudo ser declarada exequible.

A mi juicio, no es cierto, ni en lógica ni en Derecho, que la


declaración de inexequibilidad pedida, en el caso de haber sido
acogida por la Corte, hubiera sido inocua: habría tenido el innegable
efecto de obligar a los jueces a desechar el sentido taxativo de la
enunciación legal, abriendo la posibilidad cierta de reconocer
nulidades originadas de pleno derecho en la práctica de pruebas por
desconocimiento del debido proceso, como resulta natural al aplicar
la Constitución.

Al declarar exequible la expresión acusada, la Corte dijo que lo


taxativo de la enunciación legal no choca con la Carta Política y que,
por ende, un juez puede hacerlo valer en un proceso determinado, si
bien se incurrió en el imperdonable contrasentido de declarar
"viable" y susceptible de ser "invocada" la perentoria causal de
nulidad de origen constitucional, que en la Carta es imperativa y de
pleno derecho, al paso que en la Sentencia de esta Corte resulta
apenas opcional.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado

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38
39

CONVALIDACION-Sentencia No. C-541/92

JURISDICCION PENAL-Alcance

Al ser regulada la institución de la jurisdicción penal y de sus


competencias en el ámbito de la definición de la responsabilidad
punitiva y civil derivada del hecho punible, tanto en cabeza del autor o
autores y de las personas llamadas a responder por el hecho punible de
otro, no se quebranta ninguna de las disposiciones que hacen parte del
ordenamiento constitucional ni se desvirtúa la naturaleza del proceso
penal, cuyo objeto es precisamente la administración de la justicia.

TERCERO CIVILMENTE RESPONSABLE-Participación incidental

Como el llamamiento a responder civilmente por las consecuencias del


hecho punible de otro, debe hacerse por el funcionario de conformidad
con la ley sustancial previa solicitud del legitimado para interponer las
acciones concedidas, el "tercero" puede controvertir los fundamentos
legales de aquella demanda. Obviamente, el debate procesal de la
acción civil contra el "tercero", dada la naturaleza del proceso penal en
el que se surte y que condiciona de modo prevalente sus trámites,
supone que el llamado en tales condiciones debe actuar en el sentido
de la determinación del grado de su responsabilidad.

INDEMNIZACION-Cuantía/JURAMENTO-Valor

Desde siempre se ha considerado que en cabeza del posible


perjudicado por un hecho punible contra el patrimonio económico, se
puede radicar la facultad para señalar la cuantía del objeto material del
delito, y la cuantía y el monto de la posible indemnización que quepa por
los daños ocasionados; obviamente, esta apreciación está sometida al
proceso de crítica y valoración judicial que naturalmente corresponde al
funcionario judicial y a la controversia probatoria de los demás sujetos
procesales comprometidos como se ha advertido. El valor que se le dá a
dicho juramento es el de una prueba más que puede ser aportada como
las restantes en todo proceso en el que prevalece el principio de la
contradicción y audiencia; esta intervención, como las restantes en el
proceso penal, no desplaza a los funcionarios competentes en la función
de administrar justicia, pues, por el contrario, hace parte del deber de
las personas de contribuir con su actividad leal a la consecución de los
fines de la Administración de Justicia.

NULIDAD PROCESAL-Oportunidad/DEBIDO PROCESO

La norma acusada propende por la vigencia efectiva del principio de


lealtad procesal y por el de la realización de la Justicia; así, cuando
dentro de la etapa investigativa cualquiera de los sujetos procesales se
percate de la existencia de una nulidad, debe de inmediato ponerla en
conocimiento del Fiscal que adelante el caso. Además la norma
acusada no contraría el Debido Proceso por cuanto los sujetos
40

procesales cuentan con oportunidades suficientes para invocar las


nulidades de los actos procesales originadas en la etapa de
investigación y el juez está dotado de facultades oficiosas para
declararlas; ademas, la "convalidación" transitoria de las no invocadas
dentro de las oportunidades señaladas, no se opone al principio del
adelantamiento de un proceso libre de cualquier vicio de evidente
raigambre constitucional, todo lo contrario, pretende que se llegue a la
etapa de juzgamiento y se adelante ésta con la mayor garantía posible.

NULIDAD-Convalidación/DEBIDO PROCESO/PREVALENCIA
DEL DERECHO SUSTANCIAL

El Debido Proceso contempla un marco amplio de garantías y


comprende "la observancia de la plenitud de las formas propias de cada
juicio", contenido que ha de interpretarse en perfecta correspondencia y
armonía con lo dispuesto por el artículo 228 de la Carta, que en su parte
pertinente dice: "La Administración de Justicia es función pública. Sus
decisiones son independientes. Las actuaciones serán públicas y
permanentes con las excepciones que establezca la ley y en ellas
prevalecerá el derecho sustancial". Esta prevalencia del derecho
sustancial sobre el procesal viene a corroborar las razones expuestas
más arriba, en tal virtud, quien desempeñe la función jurisdiccional ha
de procurar la corrección de ciertas irregularidades que puedan
presentarse, todo con miras a que el proceso culmine resolviendo la
concreta situación jurídica debatida.

EXEQUATUR-Finalidad/EXEQUATUR-Contenido/EXEQUATUR-
Control

El hecho de omitir el control que por vía del exequátur ejerce la Sala
de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia sobre sentencias
extranjeras condenatorias e incorporadas como medio de prueba, no
implica violación o desconocimiento del Debido Proceso, ya que aquella
figura no es de rango constitucional y corresponde al legislador proveer
al respecto, claro está con el respeto a los Derechos Constitucionales
Fundamentales reforzados especialmente en materia penal y además,
porque se refiere sólo a los colombianos no capturados ni privados de la
libertad en el exterior. No pretendiéndose la ejecución en Colombia de
esa sentencia, y que en ningún caso se concederá la extradición del
nacional colombiano por nacimiento, hipótesis que sí puede cobijar al
nacional por adopción y al extranjero, salvo en este último por delitos
políticos, sino apenas su incorporación como prueba, no advierte la
Corte violación alguna a la Carta Fundamental; se trata entonces de
eliminar un trámite que aunque tradicionalmente ha sido de fundamental
importancia para la legalidad del proceso penal, corresponde al
legislador establecerlo. Inclusive, se reitera, dicho trámite de exequátur,
no puede conducir a ningún fin específico de extradición de los
nacionales por nacimiento.
41

Ref: Expediente No. D-045

Acción Pública de
Inconstitucionalidad contra los
artículos 154, 155, 295, 306, 308 y
537 del Decreto Ley 2700 de 1991,
Nuevo Código de Procedimiento
Penal.

Actor:
HERNAN ANTONIO BARRERO
BRAVO

Magistrado Sustanciador:
Dr. FABIO MORON DIAZ

Aprobado por Acta No. 75

Santafé de Bogotá, D. C., Septiembre veinticuatro (24) de mil


novecientos noventa y dos (1992).

I. ANTECEDENTES

El trece (13) de enero de mil novecientos noventa y dos (1992), el


ciudadano HERNAN ANTONIO BARRERO BRAVO presentó en la
Secretaría de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, un
escrito mediante el cual formula la demanda de la referencia.

La Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia dispuso la


permanencia del libelo en la referida Secretaría, mientras la entidad
destinataria del mismo iniciara el ejercicio de sus funciones. El dieciocho
(18) de febrero del año en curso, se recibió el expediente en la
Secretaría de la Corte Constitucional.

Admitida la demanda se ordenó practicar las comunicaciones de rigor


constitucional y legal; se fijó en lista el negocio y simultáneamente se
dió traslado al Despacho del Señor Procurador General de la Nación
quién rindió el concepto de su competencia. Una vez cumplidos todos
los trámites previstos por el artículo 242 de la Constitución Nacional y
por el Decreto 2067 de 1991, procede la Corte a resolver sobre la
demanda presentada.

II. EL TEXTO DE LAS NORMAS ACUSADAS

A continuación se transcriben las disposiciones acusadas:


42

"Artículo 154. Oportunidad. El tercero civilmente responsable


podrá intervenir en el trámite incidental de la liquidación de
perjuicios que se promueva con posterioridad a la sentencia."

"Artículo 155. Facultades. El tercero civilmente responsable


tiene los mismos derechos y facultades de cualquier sujeto
procesal. No podrá ser condenado en perjuicios cuando no se
haya notificado debidamente y se le haya permitido controvertir
las pruebas en su contra".

"Artículo 295. Avalúo de Bienes en Hechos Punibles contra


el Patrimonio Económico. Para determinar la competencia en
los hechos punibles contra el patrimonio económico, la cuantía y
el monto de la indemnización, podrá ser la que fije el perjudicado
bajo la gravedad del juramento, siempre y cuando no sea
impugnada durante la investigación por cualquiera de los sujetos
procesales, caso en el cual el funcionario decretará la prueba
pericial para establecerla".

"Artículo 306. Oportunidad Para Invocar Nulidades


Originadas en la Etapa de Instrucción. Las nulidades que no
sean invocadas o decretadas hasta el término de traslado común
para preparar la audiencia, sólo podrán ser debatidas en el
recurso de casación."

"Artículo 308. Principios que orientan la Declaratoria de las


nulidades y su Convalidación.

"1. No se declarará la invalidez de un acto cuando cumpla la


finalidad para la cual estaba destinado, siempre que no se viole
el derecho de defensa.

"2. Quien alegue la nulidad debe demostrar que la irregularidad


sustancial, afecta garantías de los sujetos procesales, o
desconoce las bases fundamentales de la instrucción y el
juzgamiento.

"3. No puede invocar la nulidad el sujeto procesal que haya


coadyuvado con su conducta la ejecución del acto irregular salvo
que se trate de la falta de defensa técnica.
43

"4. Los actos irregulares pueden convalidarse por el


consentimiento del perjudicado, siempre que se observen las
garantías constitucionales.

"5. Sólo puede cuando no exista otro medio procesal para


subsanar la irregularidad sustancial.

"6. No podrá declararse ninguna nulidad distinta a las señaladas


en el artículo 304 de este Código.

( Lo subrayado es lo demandado).

"Artículo 537. Sentencias condenatorias en el Exterior en


Casos de no Extradición. Cuando un colombiano por
nacimiento haya sido condenado en el exterior y esta providencia
se encuentre debidamente ejecutoriada, el funcionario judicial
que fuere competente de acuerdo con la legislación colombiana
para conocer del hecho, podrá sin necesidad de exequatur,
incorporar la sentencia como prueba al proceso que se adelante
o llegare a adelantarse en el país."

III. LA DEMANDA

A. NORMAS CONSTITUCIONALES QUE SE CONSIDERAN


INFRINGIDAS

El actor considera como normas constitucionales infringidas los artículos


13, 29 y 116 de la Constitución Política de Colombia y también el
Preámbulo de la Carta.

B. LOS FUNDAMENTOS DE LA DEMANDA

1o. Artículos 154 y 155. El Tercero Civilmente Responsable.

Estima el ciudadano BARRERO BRAVO, que los artículos 154 y 155 del
Decreto 2700 de 1991 contrarían los artículos 29 y 13 de la Carta
Fundamental, así como el Preámbulo de la misma y expone las razones
de tal violación, así:

- De la definición legal del tercero civilmente responsable contenida en


el artículo 153 del C. de P.P., se desprende que "estamos frente a lo
que comunmente se denomina "responsabilidad extracontractual"
derivada de un hecho punible, fuente de obligaciones que "da origen a
acción indemnizatoria en favor de la víctima o de los herederos o
sucesores", acción que puede intentarse bien ante un juez civil o en su
defecto, en el proceso penal constituyéndose en parte civil.
44

- Afirma el demandante que "es indiscutible la importancia que para la


agilidad del proceso y la efectividad de la condena tiene la posibilidad de
que la víctima o sus herederos o sucesores se constituyan en parte civil
del proceso penal y lleven a él al tercero civilmente responsable, pero
ello no nos puede permitir que en el proceso penal se le desconozcan a
éste sus derechos fundamentales, como ocurre con el solo acatamiento
de los artículos demandados, que no son suficientes, porque el
civilmente responsable, por ejemplo, no podría ejercer las facultades
que en un proceso civil podría invocar, porque la naturaleza del proceso
penal no se lo permite, por su agilidad, entre otras cosas y por ser
"contrarias a la naturaleza propia del procedimiento penal".

- Considera, además, que "el hecho de 'notificar personalmente el auto


admisorio de la demanda' de parte civil dentro del proceso penal y
asignarle el 'carácter de sujeto procesal' para 'intervenir en el proceso
penal para controvertir las pruebas de las que se derive su
responsabilidad' otorgado por el artículo 44 del Decreto 2700 de 1991 a
'quienes de acuerdo a la ley sustancial deban reparar el daño', no es
suficiente para garantizar los derechos reconocidos por el artículo 29 de
la Carta, porque la participación de este tercero, se limita, en voces del
artículo 155 del Decreto 2700/91 a ser 'notificado debidamente del auto
admisorio de la demanda' y a 'controvertir las pruebas en su contra',
quedando por fuera otras actuaciones, defensas, excepciones, etc., que
en el proceso civil ordinario podría ejercer plenamente".

- Agrega que "tampoco es suficiente garantía del artículo 29 de la C.N.,


el permitirle 'intervenir en el trámite incidental de liquidación de
perjuicios que se promueva con posterioridad a la sentencia' -art. 154-,
porque el 'incidente' no es suficiente para ejercer aquellos derechos
procesales que venimos comentando" y cita en apoyo de su tesis una
jurisprudencia emanada de la Sala Plena de la Corte Suprema de
Justicia.

- Finalmente, señala que "los artículos 154 y 155 del Decreto 2700/91
violan el principio de igualdad contemplado en el preámbulo y en el
artículo 13 de la Ley Suprema, al no permitirle al tercero civilmente
responsable actuar en el proceso penal, con iguales derechos y
oportunidades que los conferidos en el proceso civil; estar en
desigualdad con los otros sujetos procesales ante la jurisdicción penal
cuando la víctima, sus herederos o sucesores se constituyen en parte
civil y no garantizarle el procedimiento penal, las condiciones para que
la igualdad sea real y efectiva".

2o. Artículo 295. Avalúo de Bienes en Hechos Punibles contra el


Patrimonio Económico.

Acerca de la inconstitucionalidad del artículo 295 del Decreto 2700 de


1991, sostiene el actor que "el juramento estimatorio es una figura o
prueba de estricto carácter civil" y que este "préstamo" al proceso penal
45

"no es conveniente ni constitucional" y apoya esta aseveración en los


siguientes argumentos:

- "El juramento estimatorio puede dar lugar a estimaciones


notoriamente injustas, a fraudes o colusiones; es decir, se patrocina la
inseguridad jurídica, se pierde la imparcialidad e igualdad ante la ley a
que se refiere el artículo 13 de la Carta Fundamental, en perjuicio de un
debido proceso en materia penal".

- El empleo de este elemento probatorio genera gravísimas


consecuencias en lo atinente a la tasación de la pena y de los posibles
agravantes por cuanto el sujeto pasivo podría hacer más gravosa la
situación del procesado; manifiesta el actor que el principio de igualdad
"se rompe en perjuicio del imputado de haber cometido un hecho
punible contra el patrimonio al dejar en manos del sujeto pasivo del
mismo la tasación de la pena, los agravantes de la misma, según la
importancia o valoración que le otorgue al objeto del delito, así como la
competencia para conocerlo".

- Reitera que el juramento estimativo permite circunscribir aspectos


importantes como la competencia, la valoración del objeto material, el
tipo de pena y sus agravantes, la valoración de los daños y perjuicios, a
la voluntad exclusiva de un particular "creando en contra de la
Constitución Nacional casi una jurisdicción especial o invistiendo sin
facultad alguna a una persona particular, el sujeto pasivo, de la función
de administrar justicia", lo que, en su sentir, contraría el artículo 116 de
la Carta.

- Por último, expresa que "al poner en manos de ese particular


atribuciones estrictamente pertenecientes a un funcionario judicial, se
introduce un elemento extraño a la propia naturaleza del procedimiento
penal y se establece una tarifa legal de prueba, superada
oportunamente hace mucho tiempo".

3o. Artículo 306. Oportunidad para Invocar Nulidades Originadas


en la Etapa de Instrucción

- Realiza el demandante un somero análisis de proyectos y códigos


anteriores al nuevo estatuto procesal penal y concluye que por ninguna
parte aparece norma "similar a la glosada" que "impide a los sujetos
procesales ejercer el derecho a que no se siga un proceso nulo, a partir
del término de traslado común para preparar la audiencia". No se
explica por qué se impide alegar una nulidad en otros momentos
procesales y expresa que el principio de legalidad "se ve restringido
porque las nulidades pueden aparecer en todos y en cualquier momento
del proceso y no sólo hasta el "término de traslado común para preparar
la audiencia".

- Agrega que siendo la etapa de la investigación la más importante en


el proceso penal, "se presta normalmente para cometer algunas
irregularidades que pueden dar lugar a nulidades" que de no alegarse
46

en el momento señalado por la norma acusada, sólo podría alegarse en


casación, "todo en perjuicio del derecho de defensa del imputado o
sindicado, contemplado en el artículo 29 de la C.N., a quien se le impide
alegarla en segunda instancia".

- Señala el actor que la nulidad puede ser invocada pero no decretada


en ese momento, situación que conduce "a seguir un proceso nulo hasta
la decisión en casación", con notable detrimento del debido proceso que
ordena adelantarlo "diáfanamente, libre de cualquier vicio".

4. Artículo 308. Principios que Orientan la Declaratoria de las


Nulidades y su Convalidación.

- Aduce el actor que este es un artículo "típicamente prestado del


proceso civil, no aplicable en su concepción al penal que requiere de
mayores garantías al estar en juego el bien más preciado, después de la
vida, la libertad", en efecto, en materia penal las nulidades "no pueden
convalidarse sino corregirse", pues en materia penal "no hay principios
que valgan para convalidar las nulidades, por los derechos que se
protegen".

- Sobre el numeral 1o. del artículo atacado expresa que resulta


inconstitucional "al consagrar legalmente que salvo la violación del
derecho de defensa, así se violen otras garantías constitucionales, es
convalidable una nulidad; esto contraría el principio de legalidad del
proceso; deja al arbitrio del funcionario la apreciación del acto procesal
permitiéndole violar en el caso concreto el derecho de defensa".

- Acerca del numeral 2o., expone que es contrario al debido proceso


porque en supuestos contrarios a los allí previstos no habría nulidad o
esta se convalidaría, desconociéndose de ese modo "la protección
debida a los sujetos procesales, en especial al imputado o sindicado".
Se pregunta el actor qué sucede cuando la nulidad no es alegada o
cuando existe "pero el funcionario no la aprecia o no la quiere ver".
Sostiene que a pesar de la importancia que tiene el hecho de decidir en
asuntos penales, al funcionario se le convierte en un convidado de
piedra.

- Respecto del numeral 3o. expresa el demandante que la iniciativa en


el proceso penal la tiene el Estado como titular de la acción penal,
titularidad que ejerce mediante la Fiscalía General de la Nación durante
la etapa de la investigación y mediante los jueces competentes durante
la etapa del juicio y en casos excepcionales el Congreso; "cabe
entonces preguntarnos si ellos como sujetos procesales no pueden
coadyuvar con su conducta a la ejecución del acto irregular, en perjuicio
del imputado o sindicado, violándose al aplicar este principio el derecho
al debido proceso y el artículo 13 de la C.N. Qué pasaría cuando esto
sucede y el imputado o sindicado no alega la nulidad en la forma exigida
en el numeral 2 de este artículo?. Agrega, que tal como lo hicieron
conocer los ponentes del proyecto "esto sería entregarle la legalidad del
proceso a los sujetos procesales, dando margen a que la voluntad de
47

las personas que intervienen en el mismo determine en qué momento


existen o no irregularidades que son de orden público y no de la órbita
del derecho privado o de la voluntad de los sujetos procesales".

Finalmente manifiesta que la demanda no incluye los restantes


numerales del artículo 308.

5. Artículo 537. Sentencias Condenatorias en el Exterior en Casos


de no Extradición.

- Considera el actor que este artículo "viola el artículo 29 de la Carta


Superior al permitir al funcionario judicial competente de acuerdo con la
legislación Colombiana incorporar la sentencia producida en el exterior
como prueba, al proceso que se adelante o llegare a adelantarse en el
país sin necesidad de exequatur."

- Precisa el actor que la no exigencia del exequatur desconoce al


sindicado o imputado el derecho a un debido proceso, pues se impide
que la sentencia proferida en el exterior sea estudiada por la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, facultada para decidir
si se ajusta o no a lo dispuesto en tratados internacionales sobre
importantes aspectos tales como pruebas, derechos y garantías en el
proceso etc., todo lo cual interesa "para garantizar la imparcialidad de la
justicia en el momento de apreciar aquellas sentencias ..."

IV. INTERVENCION OFICIAL

Dentro del término de fijación en lista, el profesional LUIS ENRIQUE


CUERVO PONTON, en representación del Ministerio de Justicia
presentó escrito en el que justifica la constitucionalidad de las normas
acusadas, así:

1o. El Tercero Civilmente Responsable.

- Se extiende el memorialista en consideraciones sobre la naturaleza y


finalidad del proceso penal y de la pretensión jurídica que vincula al
tercero civilmente responsable; afirma que el procedimiento penal "es
simplemente un medio para dar aplicación a las normas sustanciales"
cuya finalidad, como la de todo proceso es "la de permitir la realización
de la justicia". Se detiene en el análisis de la figura del tercero civilmente
responsable, examina el origen de las disposiciones atacadas y algunas
decisiones jurisprudenciales, de la Corte Suprema de Justicia, con
especial referencia a los respectivos salvamentos de voto. Concluye que
en tratándose del tercero civilmente responsable no se controvierte la
constitucionalidad sino "cuestiones de conveniencia que correspondió
evaluar al Ejecutivo y lo hizo en el seno de la Comisión Especial
Legislativa; fue por tanto una decisión conjunta de los poderes ejecutivo
y "legislativo". Aduce que "permitir o no la intervención del tercero
civilmente responsable en el proceso penal es cuestión que admite
opiniones encontradas. Son válidos los argumentos según los cuales es
preferible que la pretensión civil se ventile ante la propia jurisdicción,
48

como también lo son los que pretenden que ante todo se "haga justicia"
y sea posible que el perjudicado con el hecho punible reciba una
indemnización efectiva".

- Agrega que la intervención del tercero civilmente responsable dentro


del proceso penal, no se opone al Debido Proceso pues "debe
prevalecer la menor ritualidad de los procesos penales, como ocurre
cuando se opta por ejercer la acción civil dentro de los mismos, pero en
todo caso el juez actuará como si se tratara del juez de la propia
jurisdicción, con una notificación adecuada y la oportunidad para
controvertir las pruebas en su contra creemos que se garantizan las
exigencias del debido proceso; sin que sea necesario incorporar
cuestiones propias del proceso civil, lo que tampoco ocurre cuando se
interpone demanda de constitución en parte civil dentro del proceso
penal."

- Expresa el memorialista que no comparte el argumento según el cual


las disposiciones atacadas contrarían el Preámbulo, pues en su opinión,
"es discutible la naturaleza jurídica del preámbulo de la Constitución.
Con claridad no se trata de una norma pues no se encuentra
incorporada al texto de la misma Carta. Es una declaración previa a las
disposiciones mismas que refleja su espíritu y filosofía, pero mal puede
citarse como 'norma violada'. Los fines expresados en el preámbulo
encuentran consagración constitucional en normas de la Carta y es a
ellas a las que se debe hacer referencia".

- Tampoco se evidencia vulneración del artículo 13 de la Constitución,


pues "afirmar que dentro del proceso penal el tercero civilmente
responsable goza de menos derechos y oportunidades que dentro del
proceso civil no equivale a atentar contra la igualdad. Esta última se
predica con respecto a las relaciones de individuos y no de la relación
entre procedimiento penal y civil."

- Señala que "podría predicarse falta de igualdad si el tercero civilmente


responsable tuviera menores oportunidades probatorias, situación de
inferioridad para controvertir las pruebas y ejercer su derecho de
defensa en relación con cualquier otro sujeto procesal y habida cuenta
de la naturaleza de la pretensión debatida".

2o. Avalúo de Bienes en delitos contra el Patrimonio Económico.

- Relata el memorialista los antecedentes que condujeron a la inclusión


de la norma acusada dentro del nuevo Código de Procedimiento Penal y
afirma que la Constitución consagra la presunción de buena fe y que
"consecuencia lógica de este principio es la de permitirle al perjudicado
estimar el valor del objeto materia del delito y de los daños
ocasionados".

- Si bien es cierto, que algunos perjudicados pueden excederse "al


hacer sus estimativos", corresponde al funcionario judicial valorar el
contenido de los mismos y, además, los sujetos procesales tienen la
posibilidad de impugnar las cuantías presentadas por el perjudicado.
49

- Cuando se trata de delitos contra el patrimonio económico, la cuantía


determina cuál es el juez competente para tramitar el proceso, aún así
la cifra calculada "es simplemente un instrumento útil, que no es
definitivo, ni mucho menos arbitrario pues está sujeto a discusión y
valoración judicial".

- Advierte, que el juramento no constituye medio de prueba autónomo,


es en realidad una formalidad exigida con respecto a ciertas
declaraciones y no es exclusivo de ningún tipo de procedimiento.

- El memorialista resume sus argumentos así: "En ningún momento


esta cifra compromete la decisión del funcionario judicial. Primero,
porque se trata simplemente de una prueba más que debe ser sometida
al proceso de crítica y valoración judicial. Segundo, porque el texto
mismo del artículo es enfático en atribuirle carácter no imperativo a
dicha estimación, al utilizar la expresión "podrá ser". Tercero, porque de
ser impugnada obliga a que se ordene un avalúo pericial, prueba
adicional que tendrá que ser valorada por el funcionario judicial. Y
finalmente, porque la tasación de la pena depende de múltiples
factores ... y no simplemente del valor del objeto material ni de la
indemnización de perjuicios". "No se atenta contra el derecho a la
igualdad pues no se coloca al perjudicado en situación preferencial con
respecto a ningún sujeto procesal, ni el permitirle presentar este
estimativo le otorga privilegio alguno."

- Tampoco se otorga al perjudicado atribución alguna de administrar


justicia, pues, "muchos particulares intervienen dentro de los procesos
en calidad de partes y por eso adquieren derechos y obligaciones
procesales, pero no por eso se puede concluir que administran justicia.
Por lo tanto estimar infringido el artículo 116 carece de total fundamento.
La Administración de Justicia está a cargo de los jueces competentes,
pero no puede ser independiente de los ciudadanos. Estos tienen la
obligación de colaborar con la administración de justicia pues hace parte
de su representación en el poder público y es en últimas expresión de
su identidad colectiva. Se trata además de una obligación consagrada
en el artículo 95 de la Carta. Son, en todo caso, claras las diferencias
entre colaborar con la justicia, ejercer las atribuciones propias del sujeto
procesal y administrar justicia".

3o. Oportunidad Para Invocar Nulidades Originadas en la Etapa de


Instrucción.

- Respecto de la solicitud de declaratoria de inconstitucionalidad del


artículo 306 del Decreto 2700 de 1991 estima el memorialista que el
actor no presenta las razones por las cuales este artículo contraría la
Constitución y "podría por esta simple razón desestimarse el cargo".

- Considera que el Derecho de Defensa "no es ilimitado", pues dentro


de los procedimientos existen oportunidades probatorias, términos para
impugnar providencias interlocutorias, en fin, oportunidades para
50

solicitar nulidades. Afirma que "el código contempla que el funcionario


judicial pueda declarar de oficio una nulidad siempre que la advierta y
permite que los sujetos procesales invoquen nulidades originadas en la
etapa de la instrucción hasta el término de traslado para preparar la
audiencia. Al limitar la oportunidad para invocar nulidades originadas en
la etapa del sumario se pretende simplemente evitar la realización de
audiencias públicas en procesos viciados. Si hasta el momento en que
se corre traslado para preparar la audiencia los sujetos procesales no
han alegado causal de nulidad, debe procederse al debate público con
el fin de obtener sentencia de fondo". Agrega que los sujetos
procesales tienen la obligación de actuar con lealtad y "si se descubre
una nulidad esta debe ser alegada de inmediato".

- Por último, señala que "el debido proceso garantiza los trámites sin
dilaciones injustificadas. La posibilidad de invocar nulidades originadas
en la etapa del sumario, en cualquier momento, puede convertirse en
atentado claro contra este derecho fundamental. Por el contrario, la
consagración de una oportunidad procesal para invocarlos, otorga
vigencia al concepto de "debido proceso sin dilaciones injustificadas".

4o. Principios que Orientan la Declaratoria de las Nulidades y su


Convalidación.

- Según el memorialista "existe también aquí ausencia de argumentos o


razones que expliquen por qué los textos del Código se encuentran en
contradicción con disposiciones de la Constitución. Estos simples
defectos serían suficientes para desestimar también este cargo".

- Afirma que el artículo 308 no viola la Carta, "los criterios en él


establecidos buscan simplemente la protección del derecho sustancial, y
su imperio sobre la forma. Se trata de que el proceso sea el camino
para la realización de la justicia, la aplicación del derecho sustancial y la
realización de sus fines".

- Estima que igualmente los numerales del artículo 308 pretenden


"garantizar la efectividad del derecho material y el carácter accesorio y
subordinado de la norma. Así, sí un acto procesal cumplió la finalidad
para la cual estaba previsto, un error, por ejemplo, al consignar la fecha
de su realización podría ser corregido sin necesidad de dar lugar a una
nulidad del proceso. No puede pensarse, como lo han pretendido
algunos, que este numeral consagre la posibilidad de realizar
actuaciones que atenten contra principios fundamentales. Las normas
rectoras del Código, según el artículo 22 del mismo, prevalecen sobre
cualquier otra disposición y son obligatorias. Entre ellas se encuentran:
el debido proceso, la presunción de inocencia y el reconocimiento de la
dignidad humana. Por eso el numeral primero del artículo 308 no puede
entenderse como la ocasión para ejecutar actos arbitrarios y contrarios
a la Carta."
51

- Agrega que "se pretende simplemente que los recursos del estado
sean utilizados debidamente y que las actuaciones además de ajustarse
a la Constitución cumplan con su finalidad y tengan sentido. La nulidad
no puede referirse a cuestiones simplemente adjetivas, para que ésta se
presente la deficiencia en la forma ha de afectar derechos y ese es el
sentido del segundo numeral del artículo. Finalmente, el tercer numeral
recoge el tradicional principio de que nadie puede alegar su propia
culpa".

5o. Sentencias Condenatorias en el Exterior en Casos de No


Extradición.

- El artículo 537 permite incorporar una sentencia condenatoria en el


exterior al proceso penal que deberá adelantarse en el país, pero esto
no puede confundirse con el exequator que pretende la aplicación en
Colombia de una sentencia proferida en el exterior, "el artículo 537
incorpora como medio de prueba la sentencia, sin pretender darle
aplicación inmediata".

V. EL MINISTERIO PUBLICO

El señor Procurador General de la Nación rindió en término el concepto


de su competencia y en él solicita a la Corte Constitucional declarar la
exequibilidad de los artículos 154, 155, 295, 306, 308 y 537 del Decreto
2700 de 1991.

El Despacho del señor Procurador General de la Nación fundamenta su


solicitud, formulada dentro de este proceso en las consideraciones que
se resumen así:

1. El Tercero Civilmente Responsable

- Sostiene el señor Procurador General de la Nación en su concepto que


los artículos 154 y 155 acusados no vulneran "con sus preceptivas el
debido proceso amparado por el artículo 29 Superior, puesto que como
se vió, esta figura del Tercero Civilmente Responsable, si bien
pertenece a un aspecto tratado por el derecho civil, como es la
responsabilidad civil extracontractual, puede ser visto bajo el marco del
derecho procedimental penal con el único fin de obtener la
indemnización de perjuicios causados por el delito".

- Ante la afirmación hecha por el actor de que el tercero no goza de las


prerrogativas propias de un proceso civil ordinario, recuerda el señor
Procurador que "en esta clase de acciones es el perjudicado quién elige
la vía que definirá la indemnización".

- No advierte el señor Procurador General de la Nación infracción al


principio de igualdad "porque si bien el artículo 154 del decreto 2700
habla de la posible intervención del tercero en el trámite incidental de
perjuicios que se promueva con posterioridad a las sentencias, el 155
52

ibídem determina que éste tiene los mismos derechos y facultades "de
cualquier sujeto procesal" lo que lo coloca en igualdad de condiciones
con los demás intervinientes".

2. El Juramento Estimatorio

- Destaca el jefe del Ministerio Público que "el cotejo entre la norma
acusada y el Preámbulo de la Carta es improcedente porque este último
consagra principios filosóficos, jurídicos y políticos que sirven de norte al
Constituyente Primario sobre su querer y su deber ser"; agrega que "la
más de las veces los valores que el preámbulo contiene tales como la
justicia, la igualdad, la libertad, la paz, el trabajo, etc., podrían dar
ocasión a que el juez de la Carta, se convirtiera en legislador según el
enfoque que dé a los mismos, lo que como asegura la doctrina
constitucional 'daría lugar a la inseguridad jurídica y a través de ella a la
arbitrariedad'".

- Con relación a la violación del artículo 13 de la Constitución Nacional


considera el señor Procurador que "bien extraña resulta al proceso
penal la introducción de esta figura de origen civil (el juramento
estimatorio) para determinar la competencia en los hechos punibles
contra el patrimonio económico, pero ello no significa que se vulnere la
igualdad que deben tener las partes en el proceso penal, lo que en el
fondo involucraría además al principio del debido proceso; y se afirma
que no se infringen tales fundamentos porque allí mismo se determina
que la estimación podrá ser impugnada durante la investigación por
cualquiera de los sujetos procesales, en cuyo evento para mayor
garantía, el funcionario decretará la prueba pericial para establecer la
competencia, lo que asegura la contradicción y la comprobación de
elementos garantizadores de la equidad procesal.

3. Las Nulidades (Artículos 306 y 308).

- Respecto del artículo 306 afirma el señor Procurador que no le asiste


razón al demandante, pues, la norma consagra la oportunidad para
invocar nulidades originadas en la etapa de instrucción, "pero no impide
que las ocasionadas en el juicio puedan interponerse y fallarse en esta
segunda etapa del proceso". Más adelante añade que "la etapa de
instrucción que habrá de adelantarse bajo la dirección del Fiscal, puede
presentar la ocurrencia de causales que den ocasión a la nulidad de lo
actuado, las que de no haberse resuelto en esta fase investigativa,
podrán ser objeto de decisión cuando al iniciarse la etapa del
juzgamiento adquieran competencia los jueces encargados de la misma.

- Con referencia al artículo 308, cita el señor Procurador las causales


de nulidad del artículo 304 y expone que las causales "que en forma
taxativa trae la norma, no pueden ser aplicadas sin el apoyo de los
principios que orientan su declaratoria, porque como lo ha señalado la
doctrina, sería imposible y además antitécnico, que el Código
enumerase todos los vicios trascendentales en la relación jurídico
53

procesal. De manera que debe el juez aplicar dichos principios, en aras


de lograr con precisión y certeza el uso de la causal, con el fin de
preservar garantías de amplia y fundada consagración constitucional,
pues como se sabe no todas las causales de nulidad que se invocan
están en la ley...".

- La convalidación de nulidades no viola las garantías y derechos del


imputado, pues para proceder a ella se prevé el consentimiento del
perjudicado y además siempre deben observarse las garantías
constitucionales. Señala el señor Procurador que este principio de
convalidación no ha sido ajeno al derecho penal, sólo que ahora se ha
elevado a rango legal, sin que ello implique violación del artículo 29 de
la Carta.

4. El Artículo 537

- El Jefe del Ministerio Público opina que el artículo 537 se limita a


señalar la forma de incorporación de una sentencia proferida en el
extranjero al proceso como una simple prueba; no determina la
valoración que el Juez le dará pues "la misma obedecería al igual que
todas las pruebas en el proceso, al principio de la sana crítica; tampoco
indica que la sentencia extranjera pueda o deba ser ejecutada en
Colombia, de ello se ocupan otros artículos del Decreto 2700 de 1991;
no advirtiéndose, en consecuencia, infracción del debido proceso.

II CONSIDERACIONES DE LA CORTE

Primera: La Competencia

Esta Corporación es competente para conocer de la demanda de la


referencia, en atención a lo dispuesto por el artículo 10o. transitorio de
la Carta Política de 1991, ya que las normas acusadas fueron dictadas
por el Presidente de la República, en ejercicio de las Facultades
Extraordinarias conferidas por la Asamblea Nacional Constituyente en el
literal a) del artículo 5o. transitorio de la misma, con la participación de
la Comisión Especial Legislativa. Además, se advierte que en este
proceso el Magistrado Sustanciador ordenó inaplicar la expresión
"...sobre la última de ellas antes del 1o. de junio de 1992", del artículo
transitorio del Decreto 2067 de 1991.

Segunda: El Tercero Civilmente Responsable

A. En primer término, debe la Corte examinar la parte de la demanda


que se dirige contra la constitucionalidad de los Artículos 154 y 155 del
Nuevo Código de Procedimiento Penal, en los que se regulan muy
determinados aspectos de la figura conocida en nuestro sistema jurídico
como el "Tercero Civilmente Responsable".
54

Como se vió en la parte de antecedentes de este fallo, de las peticiones


formuladas por el Actor se desprende que el principal argumento sobre
la constitucionalidad de los Artículos 154 y 155 del Nuevo Código de
Procedimiento Penal (Decreto 2700 de 1991), radica en su concepto
sobre responsabilidad civil dentro del proceso penal que, en su opinión,
se contrae a la tradicional noción de Responsabilidad Extracontractual
prevista en los artículos 2341 a 2360 del Código Civil Colombiano; en
este sentido, el Actor sostiene que el proceso penal no garantiza los
derechos fundamentales del "Tercero Civilmente Responsable",
especialmente los consagrados en el Preámbulo y en los artículos 13 y
29 de la Carta, ya que en las disposiciones acusadas, no se atiende a la
Igualdad Real y Efectiva de todas las personas ante la Ley, y se
desconocen las garantías propias del Debido Proceso.

B. Para adelantar su juicio, esta Corporación tiene en cuenta que la


Constitución Política de 1991, siguiendo la orientación constitucional y
legal de nuestro ordenamiento jurídico, propia de un Estado de Derecho,
sienta desde su Preámbulo las bases de la responsabilidad derivada de
la conducta punible, al establecer entre los principios orientadores y
fundamentales del Estado, y por tanto exigibles por los jueces, el de
asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia,..la justicia y la
igualdad ,... dentro de un marco jurídico que garantice un orden
económico, político y social justo; ademas, la misma Carta en el
Articulo segundo (2o.) reitera dichos postulados al señalar los fines del
Estado que, según la voluntad constituyente, tienen carácter esencial, e
incorpora dentro de ellos el de garantizar la efectividad de los
derechos y deberes consagrados en la Constitución.

En concepto de la Corte estos presupuestos de rango constitucional dan


fundamento jurídico no solo a la potestad reglada del Estado para exigir
de los sujetos comprometidos en el hecho punible la responsabilidad
punitiva que les quepa, sino para promover con medidas coactivas la
sanción de la conducta penalmente reprochable; pero además, dentro
de este marco jurídico de rango constitucional, también queda
comprendida la competencia del legislador para atribuir a los jueces la
facultad de exigir de los comprometidos en la conducta punible la
responsabilidad civil que quepa, no sólo al autor en sus distintas
modalidades, sino al llamado, conforme a la ley sustancial, a responder
por otro.

Empero, lo anterior debe ser examinado de conformidad con lo


establecido por otras disposiciones de la Carta Fundamental, con el
propósito de obtener el cabal entendimiento de la institución de que se
trata; igualmente, las normas acusadas deben ser examinadas en sus
relaciones con otras disposiciones de rango legal, tanto del mismo
estatuto a que pertenecen, como de las restantes disposiciones que se
ocupan de la figura de la responsabilidad por el hecho de otro, vertidas
en los códigos penal, civil y de procedimiento civil. Adviértase además,
que en relación con este instituto jurídico existen diversas tendencias en
la doctrina nacional e internacional en lo que hace a la conveniencia de
la presencia del tercero civilmente responsable dentro de las
actuaciones judiciales propias del proceso penal; estas tendencias que
55

se ubican en ambos extremos de la figura, también aparecen


formuladas en instituciones intermedias que admiten la vinculación
parcial o apenas relativa del tercero civilmente responsable. No
obstante lo anterior, esta Corporación contrae su examen a todos los
aspectos de la constitucionalidad de las normas que regulan la figura del
tercero civilmente responsable.

C. También, el Constituyente hizo expresa advertencia en relación con


los elementos que integran la noción de orden económico, político y
social justo al establecer que "...las autoridades de la República están
instituídas para proteger a todas las personas residentes en
Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y
libertades..." (art. 2o inciso segundo C.N.).

Además, es claro que la Carta atribuye de modo prevalente aunque no


exclusivo, dadas las excepciones previstas en los artículos 246 y 247 y
en los incisos 2o., 3o. y 4o del articulo 116, la función de administrar
justicia a los funcionarios judiciales. El articulo 116 que se cita señala en
la parte pertinente que:

"La Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo


de Estado, el Consejo Superior de la Judicatura, la Fiscalía General
de la Nación, los Tribunales y los Jueces, administran justicia.
También lo hace la justicia penal militar.
......"

Igualmente, en desarrollo de la nueva concepción del Constituyente


sobre la función de administrar justicia y en especial sobre la función de
la Fiscalía General de la Nación dentro de la estructura orgánica y
funcional del Estado, el artículo 250 de la Carta señala que:

"Corresponde a la Fiscalía General de la Nación, de oficio o


mediante denuncia o querella, investigar los delitos y acusar a los
presuntos infractores ante los juzgados y tribunales competentes.
Se exceptúan los delitos cometidos por miembros de la fuerza
pública en servicio activo y en relación con el mismo servicio. Para
tal efecto la Fiscalía General de la Nación deberá:

1. Asegurar la comparecencia de los presuntos infractores de la ley


penal, adoptando las medidas de aseguramiento. Además, si fuere
del caso, tomar las medidas necesarias para hacer efectivos el
restablecimiento del derecho y la indemnización de los perjuicios
ocasionados por el delito.
...."(subrayas de la Corte)

D. Todo este conjunto de elementos normativos previstos por la Carta


Fundamental, hacen parte de uno de los presupuestos inseparables de
la noción de Estado de Derecho que, desde sus origenes, se erige para
superar los estados de arbitrariedad y para garantizar la dignidad y los
derechos de las personas, dentro de los limites de la misma
Constitución y de las leyes que se pueden expedir en su desarrollo y
56

bajo su amparo, y atendiendo a las nociones que ella misma permite


determinar en cuanto a la Justicia y al Derecho.

Igualmente, el artículo 95 de la Constitución establece como deberes de


las personas el de respetar los derechos ajenos y no abusar de los
propios, la obligación de cumplir la Constitución y las leyes, en
concordancia con el artículo 6o. que impone la responsabilidad legal de
las personas al señalar que "Los particulares solo son responsables
ante las autoridades por infringir la constitución y las leyes. Los
servidores públicos lo son por la misma causa y por omisión o por
extralimitación en el ejercicio de sus funciones".

Ahora bien, como lo tiene definido la doctrina nacional, la Constitución


es esencialmente la unidad doctrinaria, programática e ideológica del
orden jurídico del Estado y, desde el punto de vista material, es el
conjunto de instituciones y reglas jurídicas que sientan las bases de la
organización general de éste y de su funcionamiento, de tal manera que
aquella determina la forma de gobierno, define los derechos y deberes
fundamentales de los asociados y consagra las garantías de su libertad,
lo mismo que las principales reglas de distribución de competencias
entre los órganos y autoridades que se encargan de la función pública.
Lo anterior presupone una interpretación que armonice y disponga de
modo coherente los preceptos constitucionales, en lo que hace a sus
principios y fines, lo mismo que a sus valores, en especial los que se
relacionan con la interpretación y protección de los derechos
fundamentales, y la organización institucional de sus distintos
elementos encargados de las funciones que le son propias, como la de
administrar justicia que es, en verdad, el tema que trasciende las
iniciales formulaciones de la demanda.

En este sentido, es claro que para definir la situación planteada por el


actor es necesario tener en cuenta cuál es la estructura constitucional
de la Rama judicial del Poder Publico y sus funciones propias, bajo la
advertencia de que salvo las expresas competencias que la Carta
Fundamental reserva a la Corte Constitucional, a la Corte Suprema de
Justicia, al Consejo de Estado, al Consejo Superior de la Judicatura, a
la Fiscalía General de la Nación y al Congreso de la República,
corresponde a la Ley distribuir las competencias entre los organismos y
funcionarios de la Rama Judicial del poder publico.

E. Siguiendo estos fundamentos constitucionales, también es claro que


la jurisdicción penal y las competencias legales que la regulen de
conformidad con la Carta, se han de establecer para determinar la
responsabilidad penal de quiénes han intervenido o participado en la
realización del hecho tipificado como punible en calidad de autores
materiales o intelectuales, coautores, cómplices necesarios o no
necesarios, realizando así uno de los fines esenciales del Estado del
cual es titular la Rama Judicial del poder público en nombre de la
República y que se refiere a la función tradicional de administrar
justicia; dentro de este ámbito, el establecimiento de la jurisdicción penal
conduce, ademas, a reconocer en cabeza de los Jueces y de los
funcionarios judiciales competentes para administrar justicia según los
57

términos de las atribuciones constitucionales y legales, la facultad


suficiente para investigar los delitos y acusar a los presuntos infractores
en el caso de los funcionarios de la Fiscalía General de la Nación, y, en
el caso de los jueces y tribunales, la de juzgar la conducta estimada
como punible, pudiendo imponer, si es del caso, las penas y las
medidas de seguridad que correspondan en la lucha por asegurar el
respeto de los derechos de todas las personas y por alcanzar un orden
jurídico justo.

En juicio de la Corte, también se extiende esta competencia de origen


constitucional a la atribución de la facultad para definir la
responsabilidad civil del autor directo del hecho punible, por las
consecuencias o efectos que de este se desprenden y la de quien sin
serlo, también resulte comprometido civilmente, de conformidad con la
ley sustancial, por la actuación de quien ha transgredido la norma penal.

Así, como lo señaló la Corte Suprema de Justicia en oportunidad


anterior, dada la íntima correlación que suele existir entre el daño
público y el privado generados por el delito, al legislador le está
permitido refundir aquellas competencias y asignarlas al funcionario
penal que puede calificar la conducta civil de quien no ha participado en
el hecho como autor, coautor o cómplice, pero debe responder de
conformidad con la ley sustancial de los perjuicios derivados de la
conducta punible descrita por la normatividad penal. Al ser regulada de
esta manera la institución de la jurisdicción penal y de sus competencias
en el ámbito de la definición de la responsabilidad punitiva y civil
derivada del hecho punible, tanto en cabeza del autor o autores y de las
personas llamadas a responder por el hecho punible de otro, no se
quebranta ninguna de las disposiciones que hacen parte del
ordenamiento constitucional ni se desvirtúa la naturaleza del proceso
penal, cuyo objeto es precisamente la administración de la justicia.

F. De otra parte, estima la Corte que las disposiciones acusadas no


son violatorias de la Carta Política, puesto que no desconocen los
presupuestos constitucionales del Debido Proceso, ni el Derecho de
Defensa, ni la Igualdad real y efectiva de las personas ante la Ley, ya
que la Constitución permite al legislador distribuir las competencias
entre los organismos que administran justicia dentro de la estructura del
Estado y, ademas, lo habilita para establecer los correspondientes
procedimientos, con las garantías del debido proceso y del derecho de
defensa, que precisamente en materia penal o restrictiva de la libertad
personal y física, aparecen reforzados en favor del investigado o del
acusado y por tanto se extienden directa e indirectamente en favor de
quien debe responder civilmente por el hecho punible ajeno, por virtud
de los principios de la preexistencia normativa o de la tipicidad penal,
del juez competente, de las formas propias de cada juicio, de la
favorabilidad penal, de la presunción de inocencia, del derecho a gozar
de la asistencia de un abogado y de un debido proceso público y sin
dilaciones, a presentar y controvertir pruebas, a impugnar la sentencia
condenatoria y a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho;
además, en favor del imputado del hecho punible, la Carta otorga el
derecho a invocar el Habeas Corpus y a no declarar contra sí mismo
58

entre otras garantías, quedando en claro que nada se opone dentro de


la Carta a que dentro del trámite de la acción penal, que es de
naturaleza pública por los principales intereses que se examinan, se
adelante la tramitación de las correspondientes actuaciones en las que
se determine la vinculación obligacional de la persona llamada a
responder civilmente por el hecho de otro, de conformidad con la ley
sustancial.

Ahora bien, en atención a los argumentos de la demanda y de los


pronunciamientos que bajo otro contexto constitucional y dentro de otra
regulación sustantiva y procesal penal profirió la Corte Suprema de
Justicia en Sala Plena (Sentencia de Diciembre 3 de 1987 M. P. Jairo
Duque Pérez), cabe señalar que la noción constitucional de Juez o
Tribunal competente establecida en el inciso segundo del artículo 29 de
la Carta de 1991, se refiere a la prohibición de crear Jueces, Juzgados
y Tribunales de excepción, cuya prohibición se reitera en los artículos
213 y 214 de la misma norma superior. Este principio de carácter
normativo definido desde la Carta Fundamental, comprende una doble
garantía en el sentido de que asegura en primer término al imputado el
derecho a no ser juzgado por un juez distinto a los que integran la
Jurisdicción, evitándose la posibilidad de crear ex novo competencias
distintas de las que comprende la organización de los jueces; además,
en segundo término, significa una garantía para la Rama Judicial en
cuanto impide la violación a los principios de independencia, unidad y
"monopolio" de la jurisdicción ante las modificaciones que podrían
intentarse para alterar su funcionamiento ordinario. Como se advirtió, la
primera de las reglas en materia de la competencia de los jueces o
tribunales, para efectos de determinar lo que se entiende por juez
competente la define la misma Constitución, y en segundo lugar dicha
calidad es definida por la Ley en sus distintos niveles, como son la Ley
Estatutaria de la Administración de Justicia (Art. 152 lit. b C.N.) y los
códigos sustantivos y de procedimiento. En este sentido se encuentra
que, salvo las precisas competencias residuales que entrega la Carta al
Consejo Superior de la Judicatura en el numeral tercero del artículo 257,
en adelante queda suprimida cualquier competencia, reglamentaria o
administrativa o de excepción, para dictar normas que incidan sobre la
existencia y organización del Juez competente.
Se tiene bien definido por la jurisprudencia y la doctrina nacional que el
Debido Proceso que asegura la Carta, en líneas generales consiste,
con las salvedades que impone el especial reforzamiento de las
garantías en favor del imputado en el ámbito penal, en que nadie puede
ser condenado sin habérsele oído y vencido previamente en juicio, con
la cabal observancia de las ritualidades procesales propias del caso y
por el Juez o Tribunal competente y preestablecido para decidir el
asunto judicial. Este principio no significa que el constituyente haya
graduado la intensidad, la amplitud o la extensión de los procedimientos
en el campo de las responsabilidades civiles, pues lo anterior
corresponde por principio al legislador; obviamente, y bajo el marco de
la nueva Carta Constitucional, existen algunas otras definiciones del
Constituyente en materia de los presupuestos, vías e instrumentos
constitucionales que aseguran el derecho de acceder a la justicia, como
lo son la Acción de Tutela en favor de la garantía los derechos
59

constitucionales fundamentales, las Acciones Populares para la defensa


de las derechos colectivos y del ambiente, y las Acciones de Clase o de
Grupo entre otras.

Queda así claro que bajo las reglas que se han señalado en materia de
garantías constitucionales en el proceso penal, y salvo el caso de la
Acción de Tutela prevista en el articulo 86 de la Carta, que establece
algunas regulaciones sobre la misma en términos de su ritualidad, la
regulación de las materias relacionadas con las características de cada
proceso corresponden al legislador y éste bien puede proveer al
respecto, como lo hizo en las normas que se examinan en las que se
desarrollan algunas de las hipótesis normativas sobre la actuación del
"Tercero Civilmente Responsable".

G. En cuanto se relaciona con los específicos enunciados normativos


que establecen los artículos 154 y 155 que se acusan, es necesario
advertir que los artículos 103 y 105 del Código Penal (Decreto 100 de
1980), regulan de modo expreso las características de la
responsabilidad civil derivada del hecho punible, al determinar que este
origina obligación de reparar los daños materiales y morales que por él
se generen, y que, además, están obligados a hacerlo en forma
solidaria, las personas penalmente responsables y quiénes de acuerdo
con la ley están comprendidos dentro de la misma obligación.

En principio, este fundamento legal de la responsabilidad común por los


delitos y las culpas, se encuentra establecido en el Titulo XXXIV del
Libro Cuarto del Código Civil y, especialmente, en los artículos 2341,
2342, 2343, 2344, 2347, 2348, 2349, 2352, 2357 y 2358 de aquel
estatuto.

En este orden de ideas, y según la decantada jurisprudencia nacional,


aceptada no sólo en el ámbito de la jurisdicción civil, sino en el de
competencia de los jueces penales, los llamados "terceros" en esta
institución son responsables, de conformidad con la ley sustancial, con
carácter colateral o indirecto, por las consecuencias del hecho punible
de otro, como el padre del menor o el guardador del incapaz, que por
distintas razones omitieron la vigilancia que debían sobre aquellos, o el
patrono que no se guarda de escoger y vincular a su actividad
económica o doméstica servidores idóneos, probos y de buena
conducta en las mismas. Como se destaca, es la propia culpa, sea
colateral o indirecta, la que permite a la ley llamar a responder al
"tercero", y por tal razón, se parte del supuesto de que éste tiene interés
para intervenir en la resolución judicial de una situación jurídica que lo
obliga como sujeto procesal.

Pero además, el articulo 44 del mismo Código de Procedimiento Penal


señala que "Están solidariamente obligados a reparar el daño,
resarcir los perjuicios causados por el hecho punible y a restituir el
enriquecimiento ilícito las personas que resulten responsables
penalmente, quiénes de acuerdo con la ley sustancial deban
reparar el daño y aquellas que se hubieren beneficiado de dicho
enriquecimiento. Quiénes sean llamados a responder de acuerdo
60

con la ley sustancial, deberán ser notificados personalmente del


auto admisorio de la demanda, tendrán el carácter de sujetos
procesales e intervendrán en el proceso penal para controvertir las
pruebas de las que se derive su responsabilidad." (Subraya la
Corte).

En este sentido queda claro que el llamado a responder en tales


condiciones, requiere del cumplimiento de este fundamental requisito de
la notificación, que le da el carácter necesario para actuar dentro del
proceso como un sujeto procesal, con las facultades suficientes para
controvertir las pruebas que se reciban procesalmente para derivarle
responsabilidad, para constituir apoderado o para que se le nombre de
oficio, para presentar pruebas conducentes a demostrar la exclusión de
su responsabilidad, para interponer los recursos que se refieran a los
actos que lo comprometan en la citada responsabilidad; todo esto
presupone que este sujeto procesal ha podido participar en el trámite
del proceso, a partir de la resolución de apertura de instrucción y previa
la notificación de la demanda hasta antes de que se profiera sentencia
de segunda o única instancia, y su intervención en el eventual tramite
incidental de liquidación de perjuicios, que regula el artículo 154, en
concordancia con los artículos 56 a 62 del mismo estatuto de
procedimiento penal, se garantiza sobre la base de la preexistencia de
la sentencia ejecutoriada.

No comparte la Corte la interpretación del actor en el sentido de


considerar que la hipótesis planteada por el articulo 154 reduce las
oportunidades de intervención del "tercero" sólo a su participación en el
citado incidente; más bien, lo correcto es entender que esta
participación incidental corresponde a una etapa posterior al tramite de
la definición judicial de la responsabilidad de éste y de sus alcances
concretos, durante la cual ha podido debatir plenamente y a la luz de
toda la normatividad sustancial que regula su situación jurídica, el
compromiso civil que le cabe por el hecho de otro. Se deja en claro que,
como el llamamiento a responder civilmente por las consecuencias del
hecho punible de otro, debe hacerse por el funcionario de conformidad
con la ley sustancial previa solicitud del legitimado para interponer las
acciones concedidas, el "tercero" puede controvertir los fundamentos
legales de aquella demanda. Obviamente, el debate procesal de la
acción civil contra el "tercero", dada la naturaleza del proceso penal en
el que se surte y que condiciona de modo prevalente sus trámites,
supone que el llamado en tales condiciones debe actuar en el sentido
de la determinación del grado de su responsabilidad.

Además, en favor de las garantías de los intereses patrimoniales del


tercero llamado a responder civilmente, adviértase que el artículo 62 del
Código de Procedimiento Penal establece que la acción civil
proveniente del hecho punible se extingue en todo o en parte, por
cualquiera de los modos consagrados en el Código Civil; en este sentido
el artículo 1625 de dicho Código establece las causales de extinción de
toda obligación y advierte que la principal vía para dicho fin es la de la
convención de las partes interesadas siendo capaces de disponer
libremente de lo suyo; además, allí se señalan otras causales, que para
61

los efectos del entendimiento de la norma que se examina son parte de


ley sustancial, y, para su procedencia en el trámite del proceso penal,
deben examinarse a la luz de la naturaleza del vínculo obligacional
causado por el hecho punible de otro.

También debe tenerse presente que el inciso segundo del artículo 2358
del Código Civil establece un término de caducidad de la acción para la
reparación del daño causado por el delito de otro de tres (3) años
contados desde la perpetración del acto, lo cual redunda en favor de las
garantías procesales del Tercero Civilmente Responsable y también
contribuye a dilucidar los cargos formulados por la demanda.

Adicionalmente, y para un mejor entendimiento de los fines del


legislador al elaborar las disposiciones que se examinan, se advierte
que el artículo 21 del mismo Código de Procedimiento Penal, como
norma de integración de dicho estatuto con las restantes disposiciones
de la legislación, dispone que:

"ARTICULO 21. Integración. En aquellas materias que no se


hallen expresamente reguladas en este Código, son aplicables
las disposiciones del Código de Procedimiento Civil y de otros
ordenamientos procesales que no se opongan a la naturaleza del
Procedimiento Penal".

Cobra fundamental importancia dicha garantía de intervención en el


incidente de liquidación en tratándose de perjuicios por el agravio a
derechos o intereses colectivos o de grupo ocasionados a un numero
plural de personas y reclamados en el proceso penal por virtud del
ejercicio de las acciones populares de origen constitucional y reguladas
para estos casos en el mismo código sobre la base de asegurar el
acceso a la justicia a todas las personas; en estos eventos, dada la
naturaleza de la acción popular por el daño causado a un numero
indeterminado de personas, y del eventual fallo condenatorio, la ley ha
dispuesto la constitución de un fondo administrado por el Defensor del
Pueblo para ser distribuido entre los beneficiarios de acuerdo con sus
propios intereses según la liquidación que resulte (Art. 56 inc.2o. C. de
P.P.).

Así las cosas, no cabe duda a la Corte Constitucional sobre el


fundamento jurídico de los artículos 154 y 155 que se acusan y
procederá a declarar su conformidad con la Carta .

Tercera: El Avalúo de Bienes por el Perjudicado.

A. En segundo término, el actor dirige su demanda contra el artículo


295 del decreto 2700 de 1991, por el cual se expide el Código de
Procedimiento Penal, pues, en su opinión, con dicha disposición se
desconoce el artículo 29 de la Carta Fundamental que consagra las
nociones del Debido Proceso en materia penal; igualmente, el actor
estima que con la disposición acusada se violan las previsiones del
62

artículo 116 de la Constitución ya que la hipótesis que consagra, permite


revestir de facultades jurisdiccionales a las personas particulares por
fuera de las consideraciones y limites que para dicho fin se establecen
en la normatividad superior.

En concepto de la Corte no asiste razón al actor en atención a que la


acusada es una figura jurídica equiparable a un medio de prueba
sometido a evaluación del funcionario judicial. En este sentido, tal como
ocurre con los demás medios de prueba previstos en el artículo 248 del
mismo Código de Procedimiento Penal, la estimación jurada del
perjudicado sobre la cuantía y el monto de la indemnización, esta
sometida a la sana valoración critica del funcionario judicial que deberá
razonadamente exponer el mérito que le asigne. A esta conclusión se
arriba del examen sistemático de la disposición acusada en su relación
con lo dispuesto por el artículo 254 de el Código de Procedimiento
Penal que regula la materia.

B. En verdad, se trata de la declaración testimonial fijada


anticipadamente por el perjudicado bajo la gravedad del juramento, que
no tiene en sí misma poder vinculatorio y puede ser impugnada durante
la investigación por cualquiera de los sujetos procesales. En este último
evento, el funcionario competente de la investigación deberá decretar la
prueba pericial necesaria y suficiente para establecer la cuantía
respectiva. En otros términos, se trata de una actuación equiparable a la
denuncia del hecho punible que sirve para determinar, como punto de
referencia inicial, la competencia del funcionario judicial, pero que en sí
misma no es vinculante absolutamente.

C. Desde siempre se ha considerado que en cabeza del posible


perjudicado por un hecho punible contra el patrimonio económico, se
puede radicar la facultad para señalar la cuantía del objeto material del
delito, y la cuantía y el monto de la posible indemnización que quepa por
los daños ocasionados; obviamente, esta apreciación está sometida al
proceso de crítica y valoración judicial que naturalmente corresponde al
funcionario judicial y a la controversia probatoria de los demás sujetos
procesales comprometidos como se ha advertido.

No asiste razón al actor, puesto que el valor que se le dá a dicho


juramento es el de una prueba más que puede ser aportada como las
restantes en todo proceso en el que prevalece el principio de la
contradicción y audiencia; esta intervención, como las restantes en el
proceso penal, no desplaza a los funcionarios competentes en la función
de administrar justicia, pues, por el contrario, hace parte del deber de
las personas de contribuir con su actividad leal a la consecución de los
fines de la Administración de Justicia.

No se vé que esa inicial apreciación contribuya al desconocimiento ni


del fin Constitucional de la Justicia consagrado en el Preámbulo de la
Carta, ni del principio de la igualdad real y efectiva de las personas ante
la Ley; por el contrario, como se ha advertido, la actuación del posible
perjudicado, está sometida al rigor de las consecuencias punibles por el
63

desconocimiento de la gravedad del juramento vertido en actuación


judicial que se exige en la hipótesis de la norma acusada y favorece la
virtual realización de dichos propósitos del constituyente.

Cabe señalar, además, que las variaciones que se susciten por la


tasación pericial de la posible indemnización, pueden conducir a la
variación de la competencia en razón de la cuantía del hecho punible
contra el patrimonio económico, pero no vician de nulidad las
actuaciones y las pruebas surtidas cabalmente; estas últimas tienen
validez si se han practicado conforme a los principios y reglas que se
aplican en el proceso penal.

Cuarta. Las Nulidades Originadas en la Etapa de Instrucción.

A. En opinión del actor, el artículo 306 acusado, desconoce las reglas


del Debido Proceso Penal y el Principio de Igualdad que asegura la
Carta al reducir las oportunidades para invocar y decretar las nulidades
en la etapa de instrucción, hasta el "término de traslado común para
preparar la audiencia".

En concepto de la Corte, el artículo 306 del Nuevo Código de


Procedimiento Penal, que también se acusa en la demanda de la
referencia bajo el cargo de desconocer lo dispuesto por el articulo 29 de
la Constitución Nacional que consagra el Derecho de Defensa y el
Debido Proceso, establece, en armonía con los presupuestos de la
Carta Fundamental como regla básica para determinar con precisión
hasta que momento va la oportunidad para invocar y decretar las
nulidades de los actos procesales surgidas durante la etapa de
investigación, que es previa a la de juzgamiento, precisamente el
vencimiento del término de traslado común para preparar la audiencia.

Cabe advertir que la iniciación de la etapa de juzgamiento comienza con


la ejecutoria de la Resolución de Acusación que dá por terminada la
etapa de la investigación, después de lo cual, adquieren competencia
los jueces encargados de adelantarla, previa fijación de la fecha y de la
hora para la audiencia y del decreto de las pruebas, cuando una y otras
sean procedentes; ademas, debe advertirse que el mencionado término
de traslado a que se refiere la norma acusada como otra oportunidad
para invocar y decretar las nulidades de los actos procesales que se
hayan originado en la etapa de investigación y que no se hayan resuelto
durante la misma, se surte ante el juez competente y complementa las
oportunidades anteriores, que también permiten a los sujetos
procesales, solicitar la declaratoria correspondiente.

Así las cosas, en las etapas anteriores al término de traslado común de


treinta días hábiles para preparar la audiencia pública, se permite al
funcionario judicial decretar las nulidades de los actos procesales, aún
de oficio, cuando advierta que se ha presentado alguna de las causales
correspondientes previstas en el artículo 304 del mismo código. En este
ultimo caso, el funcionario ordenará que se reponga la actuación del
acto declarado nulo para que se subsane el defecto.
64

Esta disposición se encuentra relacionada con lo dispuesto por los


artículos 446 y 447 del mismo Código que establecen:

"Artículo 446. Traslado para preparación de la audiencia. Al día


siguiente de recibido el proceso, previa constancia
secretarial, el expediente quedará a disposición
común de los sujetos procesales por el término de
treinta días hábiles, para preparar la audiencia pública,
solicitar las nulidades que se hayan originado en la
etapa de instrucción que no se hayan resuelto y las
pruebas que sean conducentes.

"Artículo 447. Fijación de fecha para la audiencia. Si no se


declara la invalidez del proceso, finalizado el término
señalado en el artículo anterior se fijarán fecha y hora
para la audiencia cuando ésta sea procedente, la cual
no podrá exceder de diez días hábiles. En el mismo
auto el funcionario decretará las pruebas que
considere procedentes."

B. Deduce el actor la violación del artículo 29 de la Constitución por


parte del artículo 306 del Decreto 2700 de 1991, con fundamento en dos
afirmaciones básicas que es necesario examinar con el fin de adelantar
el juicio que corresponde en esta oportunidad a la Corte Constitucional.

En primer término, con dicha disposición se impide alegar las


mencionadas nulidades en momentos procesales posteriores al término
de traslado común para preparar la audiencia, y además, en segundo
lugar, si tales nulidades no se alegan en el momento indicado por la
norma acusada, sólo podrán alegarse en casación, lo que implica la
continuación de un proceso nulo hasta aquella decisión.

Como se vió en la primera parte de esta consideración, para el cabal


entendimiento de la disposición jurídica acusada, resulta indispensable
tener en cuenta la estructura general del proceso penal, pues éste
comprende la etapa de investigación y la del juzgamiento; la primera se
halla en principio a cargo de la Fiscalía General de la Nación a la que,
de acuerdo con el artículo 250 de la Carta, corresponde "de oficio o
mediante denuncia o querella, investigar los delitos y acusar a los
presuntos infractores ante los juzgados y tribunales competentes",
con la excepción prevista en el artículo 14 transitorio del nuevo Código
de Procedimiento Penal que señala: "Los jueces penales
municipales o promiscuos, continuarán investigando, calificando y
juzgando los delitos de su competencia, hasta cuando se implante
gradualmente lo previsto en el presente decreto".
65

Superados los trámites propios de la investigación, de acuerdo con las


circunstancias del caso concreto, se califica el sumario profiriendo para
tal fin, resolución de preclusión o resolución de acusación, evento este
último indicativo de que se proseguirá el proceso, dando paso a la
siguiente etapa; en efecto, según el artículo 444 del C. de P.P. "Con la
ejecutoria de la resolución de acusación adquieren competencia
los jueces encargados del juzgamiento".

C. Ahora bien, es evidente que las nulidades en general pueden


presentarse tanto en la etapa de la investigación como en la de
juzgamiento; empero, cuando ésta última vaya a iniciarse, por así
preceptuarlo el artículo 446 del estatuto procesal penal, al día siguiente
de recibido el proceso quedará el expediente a "disposición común de
los sujetos procesales por el término de treinta días hábiles" para,
entre otras cosas, "solicitar las nulidades que no se hayan resuelto"
y dentro de esta perspectiva se ubica el contenido del artículo 306
atacado, al indicar que aquellas nulidades de los actos procesales no
invocadas o decretadas hasta el término de traslado común para
preparar la audiencia, sólo podrán ser debatidas en el recurso de
casación.

La finalidad de la norma es la de garantizar una etapa de juzgamiento


libre de cualquier vicio ordinario y, con dicho fin, se establecen
oportunidades para que las nulidades de los actos procesales que
hubiesen podido presentarse durante la investigación, que también
comprende las fases de la indagación previa y la del sumario, puedan
ser invocadas y resueltas antes de proceder al juzgamiento. Así, el
término de 30 días previsto en el artículo 446 persigue el examen
minucioso del proceso por parte de los sujetos procesales y también del
juez, quien, si advierte alguna de las causales previstas, deberá, de
oficio, decretar la nulidad. Puede incluso, dentro de este término
solicitársele al juez la consideración de nulidades que hayan sido
invocadas ante el Fiscal y que este funcionario no haya concedido,
quedando su decisión sometida a los recursos pertinentes.

El principio según el cual las posibles nulidades ordinarias producidas


en la etapa de la investigación que no hubiesen sido invocadas hasta el
término del traslado común o advertidas por el funcionario judicial, sólo
podrán alegarse en casación, fuera de permitir que prosiga la etapa del
juzgamiento libre de cualquier vicio que pudiera afectarla, da cuenta del
razonable propósito de impedir la invocación de cualquier nulidad en
cualquier momento del proceso.

Esta última fue una práctica común traducible en el entrabamiento y en


la ruina del mismo que desvirtuaba la agilidad propia del proceso penal
y se opone a las aspiraciones del Constituyente de fortalecer la noción y
la practica de la Justicia como principio básico de convivencia social y
política dentro de nuestro Estado.
66

D. Pero además, y para complementar lo dicho, se advierte que en el


juicio de la Corte, la norma acusada propende por la vigencia efectiva
del principio de lealtad procesal y por el de la realización de la Justicia;
así, cuando dentro de la etapa investigativa cualquiera de los sujetos
procesales se percate de la existencia de una nulidad, debe de
inmediato ponerla en conocimiento del Fiscal que adelante el caso.

También, encuentra la Corte que la norma acusada no contraría el


Debido Proceso previsto en el artículo 29 de la Constitución, por cuanto
que, como queda expresado, los sujetos procesales cuentan con
oportunidades suficientes para invocar las nulidades de los actos
procesales originadas en la etapa de investigación y el juez está dotado
de facultades oficiosas para declararlas; ademas, la "convalidación"
transitoria de las no invocadas dentro de las oportunidades señaladas,
no se opone al principio del adelantamiento de un proceso libre de
cualquier vicio de evidente raigambre constitucional, todo lo contrario,
pretende que se llegue a la etapa de juzgamiento y se adelante ésta con
la mayor garantía posible; es más, el Recurso de Casación permite el
debate de estas nulidades como última garantía judicial para la defensa
del Debido Proceso de competencia de la jurisdicción ordinaria.

De otro lado, al procurar la aplicación efectiva del principio de lealtad


procesal se garantiza un debido proceso "sin dilaciones injustificadas",
lo que en lugar de contrariar el artículo 29 de la Carta confirma y
desarrolla su contenido.

E. Como corolario, se tiene que todo lo anterior significa que una vez
vencido el término de traslado común para preparar la audiencia,
también pueden invocarse ante el juez que adelanta la etapa del
juzgamiento otras nulidades, como fácilmente se desprende de las
consideraciones arriba expuestas; esta afirmación es cierta pero no
respecto de aquellas nulidades ordinarias de los actos procesales
generadas en las fases de la etapa investigativa que, se reitera, deben
evacuarse dentro de los términos advertidos, y aún después, en la etapa
de la casación. Las nulidades que pudieren llegar a presentarse dentro
de la tramitación propia del juzgamiento, podrán ser invocadas por
cualquiera de los sujetos procesales en el desarrollo de aquella, sin que
sobre advertir que en punto a la declaratoria de nulidades, conserva el
juez sus facultades oficiosas que siempre han rodeado a dichos
funcionarios en nuestro régimen jurídico. Esta consideración adicional
contribuye a disipar cualquier duda que se cierna sobre la
constitucionalidad de la norma atacada.

F. Otra cuestión que contribuye al cabal entendimiento de la figura bajo


examen (art. 306 C.P.P.) es lo previsto por el último inciso del artículo
29 de la Carta que establece la "nulidad de la prueba obtenida con
violación del "Debido Proceso".

En principio podría intentarse una simple interpretación textual de la


hipótesis normativa acusada ante la disposición constitucional que se
cita y concluir en el contraste inconciliable entre una y otra; empero, el
debido entendimiento de los términos de ambas disposiciones permite al
67

intérprete señalar sus verdaderos alcances jurídicos, y afirmar cuál es el


sentido que conforme a la Constitución debe dársele a la acusada como
se verá enseguida.

En efecto, el artículo 306 del nuevo Código de Procedimiento Penal, no


se opone a la solicitud y al decreto judicial en cualquier momento
procesal de la nulidad de la prueba que haya sido obtenida con violación
de las reglas constitucionales del Debido Proceso en materia penal que
aparece recogido en los artículos 12, 15 incisos tercero y cuarto, 28, 29
incisos segundo, tercero, cuarto y quinto, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 213
inciso final, 214 numeral segundo y 229 y se predica en favor de todas
las personas, como un especial reforzamiento, previsto por el
Constituyente, de las libertades personales. Otras disposiciones
constitucionales prevén especiales reglas para las personas revestidas
de altas dignidades y cargos públicos que también hacen parte de la
noción del Debido Proceso Constitucional en materia penal y quedan
comprendidas por esta especial noción prevista en el artículo 29 de la
Carta.

Quinta: Los Principios que Orientan el Régimen de las Nulidades

Argumenta el actor que los principios que orientan la declaratoria de


nulidades, previstos en los numerales 1, 2 y 3 del artículo 308 del
Nuevo Código de Procedimiento Penal, al permitir la convalidación de
vicios que puedan presentarse, vulneran las garantías propias del
Debido Proceso, enunciadas en el artículo 29 de la Constitución
Nacional y aduce que en razón de los derechos que se ven implicados
dentro del proceso penal resulta impropia a su estructura la figura de la
convalidación, de raigambre estrictamente civilista.

Es evidente que el funcionario que adelanta un proceso ha de ceñirse a


las reglas que la ley le indica, reglas que además, deben ser conocidas
por los sujetos procesales, garantizándose así el cabal cumplimiento de
las funciones encomendadas al primero y el correcto ejercicio de los
derechos que asisten a los segundos durante el desarrollo del proceso.

La observancia de aquellas "formas propias de cada juicio", y en sí de


todo el contenido propio de la noción de Debido Proceso, se erige en
fundamental garantía en favor de los asociados, cuyo desconocimiento
durante la actuación procesal constituye fuente de nulidad de los actos
cumplidos en contrariedad con tales enunciados. Consciente el
Constituyente de la importancia de los elementos que confluyen a la
integración del concepto de Debido Proceso, señaló que es nula, de
pleno derecho, la prueba obtenida con violación del mismo; nulidad de
pleno derecho, establecida en la Carta (art. 29 C.N.), y que de ningún
modo se opone a aquellas otras nulidades predicables ya no de las
pruebas sino de los actos procesales, que de oficio declara el juez o
que son alegadas por los sujetos procesales (arts. 305 y 307 C. P. P.)
de conformidad, en uno y otro caso, con las precisas causales
estatuídas en el artículo 304 del Decreto 2700 de 1991: La falta de
competencia del funcionario judicial, la comprobada existencia de
68

irregularidades sustanciales que afecten el Debido Proceso, la violación


del Derecho de Defensa.

También, es dable afirmar que no toda irregularidad que llegue a


generarse ha de tenerse por nulidad, sin que ello se traduzca en
vulneración del Debido Proceso.

El Código de Procedimiento Penal consagró dentro de sus normas


rectoras la corrección de actos irregulares en los siguientes términos:
"El funcionario judicial está en la obligación de corregir los actos
irregulares, respetando siempre los derechos y garantías de los sujetos
procesales". Resulta claro que dentro de este mismo propósito han de
analizarse los principios que orientan la declaratoria de nulidades y su
convalidación, así; en concordancia con la agilidad propia del proceso
penal y con la ausencia de dilaciones injustificadas se prevé la no
declaratoria de invalidez de un acto que "cumpla la finalidad para la cual
estaba destinado, siempre que no se viole el derecho de defensa"; se
prevé, además, la demostración de que la irregularidad sustancial
alegada "afecta garantías de los sujetos procesales, o desconoce las
bases fundamentales de la instrucción y el juzgamiento", para lo cual,
entiende la Corte, será indispensable, en primer lugar, precisar las
violaciones invocadas en forma tal que le sea posible al funcionario
conocer el vicio observado, su profundidad y extensión, y además de
ello, en segundo término, indicar cuál o cuáles de las garantías
procesales fueron conculcadas, lo contrario sería patrocinar una
vaguedad o generalidad inconveniente que lejos de contribuir a la
observancia del debido proceso terminaría desvirtuándolo. La tercera de
las causales atacadas es expresión de aquel principio según el cual
nadie puede alegar su propia culpa.

Es de anotar que cada uno de los numerales acusados permite la


operancia de la hipótesis que contempla cuidando de la no violación del
derecho de defensa o de aspectos del debido proceso.

Como tantas veces se ha consignado dentro de esta providencia, el


Debido Proceso contempla un marco amplio de garantías y comprende
"la observancia de la plenitud de las formas propias de cada juicio",
contenido que ha de interpretarse en perfecta correspondencia y
armonía con lo dispuesto por el artículo 228 de la Carta, que en su parte
pertinente dice: "La Administración de Justicia es función pública. Sus
decisiones son independientes. Las actuaciones serán públicas y
permanentes con las excepciones que establezca la ley y en ellas
prevalecerá el derecho sustancial". (Se Subraya). Esta prevalencia del
derecho sustancial sobre el procesal viene a corroborar las razones
expuestas más arriba, en tal virtud, quien desempeñe la función
jurisdiccional ha de procurar la corrección de ciertas irregularidades que
puedan presentarse, todo con miras a que el proceso culmine
resolviendo la concreta situación jurídica debatida. La subordinación de
lo formal a lo sustancial, o en otros términos, la orientación del derecho
procesal al cumplimiento del material se inscribe dentro de la
perspectiva del artículo 228 de la Constitución. A su vez, el cuidado que
ha de tenerse en el sentido de no menoscabar el derecho de defensa y
69

el debido proceso, cuando se actúe dentro de los supuestos de los


numerales 1, 2 y 3 del artículo 308 del Código de Procedimiento Penal,
no deja dudas acerca de su constitucionalidad.

Sexta: Las Sentencias Condenatorias en el Exterior

En primer término y por su relevancia para las consideraciones de este


fallo, se tiene que en su acepción más simple el exequátur es la
autorización que emite, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema
de Justicia con miras a la aplicación o ejecución de una sentencia
extranjera, todo dentro de la filosofía que impone la Cooperación de los
diversos paises en la lucha contra el delito, y de la vigencia del derecho
interno en favor de todas las personas, principalmente en lo que hace a
la inderogabilidad de los Derechos Constitucionales Fundamentales;
ademas, este instituto del Derecho Internacional que ha sido recogido
de modo especial por el Derecho Penal en varias latitudes, en especial
en el Código de Bustamante, forma parte de la tradición legal
colombiana y ha servido de instrumento de garantía de la legalidad de
las acciones punitivas del Estado de tal modo que aparece también
reiterado en las codificaciones del ordenamiento penal nacional.

Claro resulta entonces, que el exequátur tiene principal operancia


cuando se trata de la ejecución de la sentencia condenatoria extranjera,
ejecución que es posible dentro de la regulación establecida por los
artículos 533, 534 y 535 del Código de Procedimiento Penal, esto es,
cuando tal providencia se profiere en contra de extranjeros o de
nacionales colombianos por adopción, e incluso por nacimiento, siempre
que éstos últimos hayan sido capturados o privados de la libertad en el
exterior y se proponga la ejecución de la sentencia en Colombia.

En lo atinente a lo dispuesto por el artículo 537 del Nuevo Código de


Procedimiento Penal y su relación con las sentencias condenatorias
pronunciadas en el exterior, y para los fines de esta decisión, cabe
distinguir en principio, dos situaciones claramente diferenciadas, así:

- Una de ellas, tiene que ver con la ejecución de las mismas en


Colombia (arts. 533 a 536 del C.P.), y la otra, se refiere a la
incorporación de dichas sentencias, apenas como medio de prueba, al
proceso que se promueva o llegare a promoverse en el país contra un
colombiano por nacimiento no capturado ni privado de la libertad en el
exterior, distinción ésta que, de conformidad con la estructura del Nuevo
Código de Procedimiento Penal, se complementa con una adicional, que
tiene en cuenta lo previsto por el artículo 35 de la Carta, relativa a las
personas sobre las que recae el pronunciamiento proferido en el
extranjero, ya que éste puede "vincular" con muy precisas salvedades a
extranjeros o a nacionales colombianos por adopción, o a nacionales
colombianos por nacimiento.
El análisis de la primera situación conduce a establecer que, previo el
cumplimiento de los requisitos exigidos por la ley, es posible ejecutar en
Colombia, sentencias penales proferidas por autoridades de otros
paises contra extranjeros o nacionales colombianos por adopción y por
70

nacimiento, previa petición formal de las respectivas autoridades


extranjeras formulada por la vía diplomática, hipótesis recogida in
extenso como se ha advertido en el artículo 533 del estatuto procesal
penal y desarrollada en los artículos 534, 535 y 536 de ese
ordenamiento. Adviértase que para el caso de la ejecución de las
sentencias condenatorias proferidas en el exterior contra nacionales
colombianos por nacimiento, el Código de Procedimiento Penal, en
desarrollo de lo dispuesto por el artículo 35 de la Carta Fundamental,
distingue entre los condenados que han sido capturados o privados de
la libertad en el exterior y los que se encuentran en nuestro país; así,
para los nacionales colombianos por nacimiento que han sido privados
de la libertad en el exterior y condenados en el exterior TAMBIÉN es
posible cumplir la pena en nuestro país por virtud del trámite previsto en
los artículos 534 y 535 del Código de Procedimiento Penal llamado
EXEQUATUR, adelantado por la vía diplomática y judicial especial,
mientras que para los nacionales colombianos por nacimiento que
hayan sido condenados en el exterior pero que se encuentren en
nuestro país y que no hayan sido privados de la libertad en el exterior,
sólo es posible al funcionario judicial nacional competente incorporar la
sentencia debidamente ejecutoriada como una pieza probatoria dentro
del proceso que se adelante o llegare a adelantar en el país, ya que
según los términos del citado artículo 35, los colombianos que hayan
cometido delitos en el exterior serán procesados y juzgados en
Colombia.

Se combinan aquí, como queda visto, dos elementos tomados de las


distinciones que se han formulado:

1. La ejecución de la sentencia extranjera en Colombia y su relación


evidente con los extranjeros o con nacionales colombianos por adopción
o con nacionales colombianos por nacimiento privados de la libertad o
capturados en el exterior y que resulten condenados, supone un
especial trámite garantizador de los derechos fundamentales y de la
noción de Debido Proceso Penal que vincula a los más altos órganos e
instituciones de los poderes ejecutivo y jurisdiccional denominado
exequátur. Esto implica la posibilidad del cumplimiento de la pena en
Colombia y el traslado de los condenados a nuestro país, inclusive por
razones humanitarias y de política de intercambio de presos. Se
observa que el artículo 536 del mismo Código advierte que en la
ejecución de las sentencias extranjeras se aplicarán los tratados
internacionales correspondientes.

2. La hipótesis restante confluye para integrar una segunda situación,


referente a la incorporación a un proceso penal en Colombia de la
sentencia condenatoria proferida en el exterior debidamente
ejecutoriada y que contiene la condena de un colombiano por
nacimiento, no capturado ni privado de la libertad en el exterior, evento
en el cual según las voces del artículo 537 acusado "el funcionario
judicial que fuere competente de acuerdo con la legislación
colombiana para conocer del hecho, podrá sin necesidad de
exequátur, incorporar la sentencia apenas y sólo como prueba al
proceso que se adelante o llegare a adelantarse en el país". (Se
71

Subraya). Esto también se establece en armonía con lo dispuesto por el


inciso segundo del artículo 35 de la Carta que establece:

"Artículo 35: Se prohibe la extradición de colombianos por


nacimiento. No se concederá la extradición de extranjeros por
delitos políticos o de opinión.

"Los colombianos que hayan cometido delitos en el exterior,


considerados como tales en la legislación nacional, serán
procesados y juzgados en Colombia." (Subrayas de la Corte)

Adviértase también que la norma acusada (art. 537 C.P.P.), presupone


que en ningún caso el colombiano por nacimiento puede ser extraditado
(art. 35 C.N. inciso primero), y que como sólo se trata de facilitar la
incorporación de dicha decisión ejecutoriada, apenas como medio de
prueba al proceso penal en Colombia, bien puede suprimirse para dicho
evento, por innecesario, el trámite tradicional del exequátur, que por
principio garantístico general agrava y dificulta la incorporación con fines
de ejecución de las decisiones judiciales extranjeras, dado el especial
celo de las previsiones constitucionales sobre el Debido Proceso y los
demás derechos constitucionales fundamentales.

Como se vió en el artículo 537, se trata simplemente de la posibilidad


legal de ordenar la incorporación de la sentencia extranjera
condenatoria, como medio de prueba, al proceso que cursa o que puede
iniciarse en territorio patrio, contra un nacional por nacimiento no
capturado ni privado de la libertad en el exterior, y no de la ejecución de
aquella sentencia, ni de tramitar una solicitud de extradición sobre esta
categoría de personas en acatamiento del artículo 35 de la Carta que se
ha citado. Cabe observar que también existe conformidad entre la
norma acusada con lo dispuesto por el artículo 29 de la Carta
Fundamental que establece como uno de los supuestos normativos
inderogables del debido proceso penal el derecho a no ser juzgado dos
veces por el mismo hecho, o lo que en otros términos se conoce como
el non bis in idem, ya que lo que se pretende es apenas incorporar la
sentencia como un medio de prueba a un proceso que se adelante o
llegare a adelantar en Colombia; en este sentido es deber del juez darle
plena aplicación a esta regla constitucional del debido proceso para no
transformar la hipótesis de la incorporación de la sentencia en un
fundamento específico del proceso en Colombia. Observa la Corte que
este es el sentido cabal que corresponde a la interpretación
constitucional del artículo 537 acusado, de conformidad con los
principios y reglas previstos por el derecho internacional en especial en
las consideraciones contenidas en el Código Bustamante que siguen
inspirando a la doctrina en estas materias. Obviamente, estas reglas se
aplican de modo sistemático con lo previsto por el artículo 15 del Código
Penal en lo que hace a los casos de extraterritorialidad de la ley penal
colombiana.
72

Además, el especial tratamiento que se ha esbozado, tiene su razón de


ser en el artículo 35 de la Constitución Nacional y obliga al juzgamiento
en Colombia de los nacionales que hayan cometido delitos en el exterior
también considerados como delitos en Colombia; luego, en lo que hace
a este aspecto, el Decreto 2700 de 1991 no pretende otra cosa que la
adecuación del procedimiento penal a la nueva normativa constitucional
y asegurar una cabal administración de justicia que no ampare el delito
común, sean quienes sean los responsables.

Ahora bien, el hecho de omitir el control que por vía del exequátur
ejerce la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia sobre
sentencias extranjeras condenatorias e incorporadas como medio de
prueba, no implica violación o desconocimiento del Debido Proceso
como pretende hacerlo ver el demandante ya que aquella figura no es
de rango constitucional y corresponde al legislador proveer al respecto,
claro está con el respeto a los Derechos Constitucionales
Fundamentales reforzados especialmente en materia penal y además,
porque se refiere sólo a los colombianos no capturados ni privados de la
libertad en el exterior.

Es obvio que dicha providencia, al allegarse al proceso, tiene valor de


prueba documental y en consecuencia, se someterá al debate
probatorio propio de este tipo de trámites y el juez podrá asignarle el
valor que resulte, según los principios de la sana crítica, ya que, el
nacional por nacimiento no capturado o privado de la libertad en el
exterior debe ser juzgado en Colombia .

A título de ejemplo, puede afirmarse que esta situación podría


presentarse para efectos de allegar al proceso los antecedentes del
imputado o en las circunstancias del numeral 1o. del artículo 15 del
Código Penal que prevé la posibilidad excepcional y exclusiva de un
juzgamiento en Colombia al estatuir que la ley penal colombiana se
aplicará "a la persona que cometa en el extranjero delito contra la
existencia y la seguridad del Estado, el régimen constitucional, el
orden económico social, la salud pública, la administración
pública, o falsifique moneda nacional, documento de crédito
público, papel sellado o estampilla oficial, aún cuando hubiere sido
absuelta o condenada en el exterior a una pena menor que la
prevista en la ley colombiana".

Se reitera, que no pretendiéndose la ejecución en Colombia de esa


sentencia, y que en ningún caso se concederá la extradición del
nacional colombiano por nacimiento, hipótesis que sí puede cobijar al
nacional por adopción y al extranjero, salvo en este último por delitos
políticos, sino apenas su incorporación como prueba, no advierte la
Corte violación alguna a la Carta Fundamental; se trata entonces de
eliminar un trámite que aunque tradicionalmente ha sido de fundamental
importancia para la legalidad del proceso penal, corresponde al
legislador establecerlo. Inclusive, se reitera, dicho trámite de exequátur,
no puede conducir a ningún fin específico de extradición de los
nacionales por nacimiento.
73

En consecuencia, desvirtuados como están los cargos de


inconstitucionalidad formulados contra el artículo 537 del D. 2700 de
1991, se impone su declaratoria de exequibilidad y así se consignará en
la parte resolutiva de esta providencia.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional, Sala Plena, oído el


concepto del Procurador General de la Nación, en nombre del Pueblo y
por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

DECLARAR EXEQUIBLES los artículos 154, 155, 295, 306, 308


numerales 1o., 2o. y 3o. y 537 del decreto Ley 2700 de 1991
(Noviembre 30) por el cual se expiden las normas de Procedimiento
Penal .

Cópiese, publíquese, comuníquese al Gobierno Nacional, insértese en


la Gaceta Constitucional y archívese el expediente.

SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ


Presidente

CIRO ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

JOSE GREGORIO HERNANDEZ ALEJANDRO MARTINEZ


CABALLERO
GALINDO

FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN GREIFFENSTEIN

MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO


Secretaria General
74

IR A INICIO
75

FACULTAD DEL LEGISLADOR PARA DETERMINAR CAUSALES-


Sentencia C-217/96

NULIDAD-Facultad del legislador para determinar


causales/PRUEBA NULA DE PLENO DERECHO

Todo cuanto concierne a los procedimientos judiciales, a menos que


lo haya establecido directamente la Constitución, corresponde al
legislador, como surge con claridad de los artículos 29, 228, 229 y
230 de aquélla, entre otros. Por supuesto, es precisamente el
legislador el llamado a definir los hechos y circunstancias que dan
lugar a las nulidades y también el encargado de estatuir lo relativo a
las posibilidades de saneamiento o convalidación de actos o etapas
procesales, la manera y términos en que pueden obtenerse. Que se
contemple, como lo hace la norma demandada, que el principio
general en lo referente a irregularidades originadas por hechos
diferentes a los taxativamente enunciados consista en considerarlas
subsanadas, a no ser que se aleguen oportunamente mediante la
interposición de los recursos legales, no vulnera la Constitución,
pues ello no significa que pierdan eficacia las reglas del debido
proceso ni que las partes afectadas por irregularidades dejen de
tener oportunidad para invocarlas en defensa de sus derechos. El
artículo del cual hace parte el parágrafo impugnado, reformado en
1989, está destinado a la enunciación de las causales de nulidad de
índole puramente legal, por lo cual ellas deben ser adicionadas por
la norma posterior consagrada en el artículo 29 de la Constitución,
según el cual "es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con
violación del debido proceso".

DEBIDO PROCESO-Aplicación inmediata

El derecho al debido proceso es de aplicación inmediata, lo que


significa que, para alegarlo, hacerlo valer, aplicarlo, reivindicarlo y
exigir las sanciones pertinentes por su violación no se necesita ley
alguna que lo establezca o permita. En otros términos, la
certidumbre y eficacia de la garantía constitucional no está
supeditada a normas de orden legal que conduzcan a hacerla
material y actualmente exigible.

DEBIDO PROCESO-Contenido

Una cosa es la efectividad de la garantía constitucional, que no


depende de la ley en cuanto no proviene de ésta, y otra muy distinta,
la verificación acerca del contenido del debido proceso en relación
con cada caso, que siempre tendrá por factor de comparación lo
dispuesto en la ley correspondiente. Eso implica que, si bien el
derecho constitucional al debido proceso no precisa de un estatuto
legal que lo haga reclamable de manera inmediata y plena, siempre
habrá de verse, para deducir si tal derecho ha sido respetado o es
objeto de violación, cuáles son las reglas procesales aplicables en el
76

evento específico, es decir, las generales y abstractas, vigentes con


anterioridad e integrantes de la ley prevista para cada proceso.

Referencia: Expediente D-1122

Demanda de inconstitucionalidad
contra el artículo 140 (parcial) del
Código de Procedimiento Civil,
modificado por el artículo 1º,
numeral 80, del Decreto 2282 de
1989.

Actor: Jorge Luis Pabón Apicella

Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO

Sentencia aprobada en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en


acta del dieciséis (16) de mayo de mil novecientos noventa y seis
(1996).

I. ANTECEDENTES

El ciudadano JORGE LUIS PABON APICELLA, haciendo uso del


derecho consagrado en el artículo 241, numeral 5º, de la
Constitución Política, ha presentado ante la Corte una demanda de
inconstitucionalidad contra el artículo 140 (parcial) del Código de
Procedimiento Civil, modificado por el artículo 1º, numeral 80, del
Decreto 2282 de 1989.

Cumplidos como están los trámites y requisitos exigidos en el


Decreto 2067 de 1991, se entra a resolver.

II. TEXTO

El texto acusado es del siguiente tenor literal (se subraya lo


demandado):

"DECRETO NUMERO 2282 DE 1989


(octubre 7)

"por el cual se introducen algunas modificaciones al


Código de Procedimiento Civil"
El Presidente de la República de Colombia, en ejercicio de
las facultades que le confiere la Ley 30 de 1987, y oída la
Comisión Asesora por ella establecida,

DECRETA:
77

ARTICULO 1.- Introdúcense las siguientes reformas al Código


de Procedimiento Civil:
(...)
80. El artículo 152, quedará de 140, así:
Causales de nulidad. El proceso es nulo en todo o en parte
solamente en los siguientes casos:
1. Cuando corresponde a distinta jurisdicción;
2. Cuando el juez carece de competencia.
3. Cuando el juez procede contra providencia ejecutoriada del
superior, revive un proceso legalmente concluido o pretermite la
respectiva instancia.
4. Cuando la demanda se tramite pro proceso diferente al que
corresponde.
5. Cuando se adelanta después de ocurrida cualquiera de las
causales legales de interrupción o de suspensión, o si en estos
casos se reanuda antes de la oportunidad debida.
6. Cuando se omiten los términos u oportunidades para pedir o
practicar pruebas o para formular alegatos de conclusión.
7. Cuando es indebida la representación de las partes.
Tratándose de apoderados judiciales esta causal sólo se
configurará por carencia total de poder para el respectivo
proceso.
8. Cuando no se practica en legal forma la notificación al
demandado o a su representante, o al apoderado de aquél o de
éste, según el caso, del auto que admite la demanda o del
mandamiento ejecutivo, o su corrección o adición.
9. Cuando no se practica en legal forma la notificación a
personas determinadas, o el emplazamiento de las demás
personas aunque sean indeterminadas, que deban ser citadas
como partes, o de aquéllas que deban suceder en el proceso a
cualquiera de las partes, cuando l ley así lo ordena, o no se cita
en debida forma al Ministerio Público en los casos de ley.

Cuando en el curso del proceso se advierta que se ha dejado de


notificar una providencia distinta de la que admite demanda, el
defecto se corregirá practicando la notificación omitida, pero
será nula la actuación posterior que dependa de dicha
providencia, salvo que la parte a quien se dejó de notificar haya
actuado sin proponerla.
PARAGRAFO.- Las demás irregularidades del proceso se
tendrán por subsanadas, si no se impugnan oportunamente por
medio de los recursos que este código establece".

III. LA DEMANDA

Solicita el actor que se declare la inconstitucionalidad de las partes


subrayadas, puntualizando que sobre la relativa al parágrafo, la
Corte debe fijar el sentido y alcances constitucionales.

Considera que con los apartes acusados se vulneran los artículos 2,


4, 5, 29 y 228 de la Constitución Política.
78

Afirma que tradicionalmente, de acuerdo con la jurisprudencia de la


Corte Suprema de Justicia, las nulidades procesales contempladas
en el Código de Procedimiento Civil han sido puramente legales, lo
que se confirma con la expresión tajante y excluyente del artículo
demandado: "solamente" en los casos allí enumerados existe
nulidad.

Más adelante, citando copiosa jurisprudencia de la Corte


Constitucional, sostiene que, a partir de la vigencia de la Carta de
1991, ésta no necesita de la intermediación de la ley para ser
aplicada y protegida, por lo que el proceso civil debe ser hoy
constitucional sin excepciones.

Asevera que "las nulidades procesales civiles no pueden


corresponder únicamente al marco legal del Código de
Procedimiento Civil ("nulidades legales") sino que tienen antepuesto,
y en un nivel superior e ineluctable, el marco constitucional de la
"norma de normas", de aplicación directa, inmediata y eficaz, por
esencia, estructurador de las "nulidades constitucionales" en el
proceso. Si todo el Derecho se constitucionalizó, si hoy en día no
existe área inmune al Derecho Constitucional, el procedimiento civil
y su articulación sobre nulidades procesales no pueden ser, jamás,
una pieza suelta, excepcional, inhibiente de la Carta Magna a la que
están realmente sometidos..."

En su parecer, cuando el artículo 140 del Código limita las nulidades


procesales civiles a "sólo" las enunciadas taxativamente por él, deja
por fuera todo un cúmulo de áreas de la Constitución no
comprendidas en la redacción taxativa, restringiendo así el campo
de acción de la Carta, que es de "contenido abierto y expansivo, por
regla general". Dice que el campo de los principios, garantías
esenciales y derechos fundamentales constitucionales es muchísimo
más amplio que el de las causas taxativas de nulidad procesal
referidas en el artículo mencionado.

Termina su alegato afirmando que "una de las adecuaciones del


debido proceso a las circunstancias reales es la de que la violación
de un aspecto constitucional (norma de normas) debe tener entidad
suficiente; pues cualquier irregularidad procesal no puede servir de
soporte para estructurar una nulidad procesal constitucional; pero
también es cierto que cuando alcance la intensidad lesiva suficiente
(sea el caso, por aplicación de derechos inalienables) la nulidad
constitucional debe ser declarada".

IV. INTERVENCIONES

El ciudadano GONZALO SUAREZ BELTRAN, actuando como


apoderado del Ministerio de Justicia y del Derecho, presentó un
escrito destinado a defender la constitucionalidad de los apartes
acusados.
79

El ciudadano interviniente reitera los argumentos expuestos en el


proceso radicado con el número D-884, a cargo del H. Magistrado
Antonio Barrera Carbonell, toda vez que la norma acusada es la
misma.

En unas consideraciones preliminares sostiene que las razones


expuestas por la Corte Suprema de Justicia en providencia del 5 de
junio de 1986, al declarar exequible la norma bajo examen, resultan
ahora vigentes y acordes con la actual Constitución, sobre todo en
cuanto a la diferenciación que se hace entre nulidad e irregularidad
procesal.

Afirma que la nulidad es una garantía del debido proceso y por


consiguiente la norma demandada presenta un origen constitucional,
por las siguientes razones:

-Cuando la norma superior dispone que toda persona debe ser


juzgada "conforme a leyes preexistentes al acto que se le imputa",
perfecciona el principio de legalidad (artículo 1º superior), "puesto
que la ley es el principio de la acción de los administrados....". De la
misma manera, las personas se someten a un proceso judicial con la
absoluta seguridad de la existencia de "reglas del juego"
establecidas en la ley que rigen toda actuación judicial y
administrativa.

-Con la norma demandada se evitan las dilaciones injustificadas en


el proceso civil, por lo que la norma termina convirtiéndose en un
instrumento de control para la excesiva prolongación del juicio, que
está sustentada en el artículo 29 constitucional cuando estatuye el
principio de la celeridad dentro del proceso judicial, otorgándole al
sindicado el derecho a "un debido proceso público sin dilaciones
injustificadas".

En su criterio, si la norma legal señala precisas causales de nulidad


dentro del proceso civil, lo que persigue es la efectividad del juicio y
por ende, la obtención de un resultado que resuelva el conflicto en
un término prudencial, desarrollando así el artículo 228 de la
Constitución Política.

En síntesis -concluye- subsanar las irregularidades procesales por el


paso del tiempo es una manifestación del principio de celeridad,
eficacia y efectividad de los principios y deberes en la administración
de justicia.

V. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACION

El Procurador General de la Nación, doctor Orlando Vásquez


Velásquez, emitió el concepto de rigor mediante Oficio No. 812 del
27 de noviembre de 1995, en el cual solicita a la Corte Constitucional
que declare la exequibilidad de la disposición acusada.
80

Precisa el jefe del Ministerio Público que lo cuestionado por el


demandante es el carácter restrictivo que ha señalado el legislador a
la ocurrencia de las nulidades en el proceso, así como el que se
tengan por saneadas las irregularidades no impugnadas mediante
recurso.

En cuanto a lo segundo, reitera lo sostenido en otra demanda de


inconstitucionalidad, en el sentido de que las nulidades insaneables
obedecen o se inspiran en el acatamiento del legislador a los
principios constitucionales de prevalencia del interés general sobre
el particular y del debido proceso, pues, en efecto, una lectura
armónica de las preceptivas que conforman el Capítulo II del título
XI, "Incidentes", del C.P.C., nos lleva a la certeza de que ello es así,
por cuanto la falta de jurisdicción, la de competencia funcional (art.
140-1-2) y la pretermisión íntegra de la instancia (140-3) atentan
contra la organización del Estado y de la justicia y con ello contra el
orden público que subyace a tales nociones; y el trámite diferente
que se da a un proceso vulnera ciertamente el principio de las
formas propias del juicio que exige el artículo 29 de la Constitución
como una de las garantías del debido proceso que el mismo tutela.

En su opinión, "el conjunto de trámites que integran el proceso, sus


etapas y ciclos debe realizarse por el juez, las partes o terceros,
cada uno dentro de los deberes y las oportunidades que la ritualidad
del acto procesal les otorga, la cual obedece a una garantía
constitucional o derecho fundamental de las personas, quienes
deben conocer las reglas que han de ser observadas por el juez y
las partes en el desarrollo del proceso, a fin de que el juez ejerza
cumplidamente sus funciones y las partes hagan lo propio con sus
derechos".

En cuanto al primer punto, es decir la consideración de la restricción


de las causales de nulidad, dice el Ministerio Público que las
consideraciones que llevaron a la Corte Suprema de Justicia a
predicar la exequibilidad de lo que ahora se acusa, sirven para que
en esta ocasión se llegue a la misma conclusión de exequibilidad, en
relación con la Carta de 1991.

VI. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL

Competencia

Esta Corte es competente para decidir en definitiva sobre la


constitucionalidad de la norma acusada del Decreto 2282 de 1989,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 241, numeral 5º, de la
Constitución Política.

Relatividad de la cosa juzgada tratándose de sentencias de


constitucionalidad anteriores a la Constitución de 1991.
Inexistencia de la cosa juzgada en este caso.
81

Bien sabe la Corte que la norma acusada fue declarada exequible


por la Corte Suprema de Justicia, mediante Sentencia 43 del 5 de
junio de 1986 (M.P.: Dr. Fabio Morón Díaz).

No obstante, dicha providencia no condiciona ni limita la


competencia actual de la Corte Constitucional para resolver acerca
de la demanda materia del proceso.

Las sentencias que profirió la Corte Suprema de Justicia con


anterioridad a la entrada en vigencia de la Constitución Política de
1991, en ejercicio de la función de control de constitucionalidad que
le había sido confiada por el artículo 214 y concordantes de la Carta
de 1886 y sus reformas, hicieron tránsito a cosa juzgada solamente
en relación con ese ordenamiento, pues la verificación que dicho
organismo efectuó tenía por único punto de referencia la
normatividad constitucional vigente en el momento del
correspondiente fallo.

Así, pues, las normas que fueron declaradas exequibles a la luz de


la Constitución de 1886 no necesariamente lo son frente a la Carta
de 1991, habida cuenta de los profundos cambios que ésta introdujo,
y, por ello, ante nuevas demandas presentadas en ejercicio de la
acción pública de inexequibilidad (artículos 40 y 241 C.P.), la Corte
Constitucional goza de plenas atribuciones para resolver de fondo
sin que su competencia pueda ser puesta en entredicho por
invocación de la cosa juzgada.

No acontece lo mismo con las disposiciones que fueron declaradas


inexequibles por la Corte Suprema de Justicia con anterioridad al
nuevo sistema constitucional, pues si bien es cierto que su
preceptiva podría hoy ajustarse a los principios y preceptos de la
Constitución Política en vigor -habría que examinar cada caso-, se
trata de preceptos que salieron del ordenamiento jurídico, en cuanto
fueron definitivamente retirados de él por sentencia, lo cual significa
que no pueden ser revividos por la Corte y juzgados como
exequibles o inexequibles por cuanto sencillamente ya no existen.

Cosa juzgada constitucional por fallo anterior de esta Corte

La Corte Constitucional, mediante la Sentencia C-491 del 2 de


noviembre de 1995, resolvió acerca de una demanda instaurada
contra la expresión "solamente", que hace parte del artículo 140 del
Código de Procedimiento Civil, cuya inconstitucionalidad se solicita
en el presente caso.

En aquella oportunidad la Corporación resolvió declarar exequible la


expresión acusada, con la advertencia de que el artículo 140 del
Código de Procedimiento Civil reguló únicamente las causales de
nulidad de índole legal, aclarando que además de las hipótesis
contenidas en la norma mencionada, es viable y puede invocarse la
prevista en el artículo 29 de la Carta Política, según la cual "es nula
82

de pleno derecho, la prueba obtenida con violación del debido


proceso", que es aplicable en toda clase de procesos.

Se observa, entonces, que en cuanto a la exequibilidad de la


expresión "solamente", la Corte Constitucional ha resuelto con
anterioridad. Es decir, que según lo establecido en el artículo 243 de
la Carta Política, en relación con esta materia se deben acoger los
criterios jurisprudenciales expresados en la Sentencia C-491 del 2
de noviembre de 1995.

Se dispondrá acatar lo resuelto en la aludida providencia.

Competencia del legislador para consagrar causales de nulidad


de los procesos y para prever las formas de subsanarlas. La
causal constitucional de violación del debido proceso.

La Corte estima que el parágrafo acusado se aviene a la


Constitución, pues no se opone a ninguno de sus preceptos.

Lejos de ello, la norma puede ser ubicada con exactitud en las


previsiones del artículo 29 de la Carta, en cuanto señala una de las
reglas propias del proceso civil.

En efecto, factor de primordial importancia en la previa definición de


los procedimientos consiste en determinar si las nulidades que
dentro de ellos puedan surgir son susceptibles de sanearse, bien por
el transcurso del tiempo, ya por la celebración de un cierto acto o por
manifestación expresa de aquel en cuyo beneficio o para cuya
protección se haya consagrado la respectiva causal, o por cualquier
otro medio jurídicamente relevante.

Todo cuanto concierne a los procedimientos judiciales, a menos que


lo haya establecido directamente la Constitución, corresponde al
legislador, como surge con claridad de los artículos 29, 228, 229 y
230 de aquélla, entre otros. Por supuesto, es precisamente el
legislador el llamado a definir los hechos y circunstancias que dan
lugar a las nulidades y también el encargado de estatuir lo relativo a
las posibilidades de saneamiento o convalidación de actos o etapas
procesales, la manera y términos en que pueden obtenerse.

Que se contemple, como lo hace la norma demandada, que el


principio general en lo referente a irregularidades originadas por
hechos diferentes a los taxativamente enunciados consista en
considerarlas subsanadas, a no ser que se aleguen oportunamente
mediante la interposición de los recursos legales, no vulnera la
Constitución, pues ello no significa que pierdan eficacia las reglas
del debido proceso ni que las partes afectadas por irregularidades
dejen de tener oportunidad para invocarlas en defensa de sus
derechos.
83

Acontece, eso sí, que, como lo declara el artículo 95 de la


Constitución, el ejercicio de los derechos y libertades en ella
reconocidos implica responsabilidades.

En los procesos judiciales, quienes intervienen asumen cargas


procesales, indispensables para reclamar las prerrogativas y
derechos que les corresponden. Una de aquéllas consiste
cabalmente en invocar éstos oportunamente. En cuanto a las
nulidades, la facultad del juez para declararlas de oficio en cualquier
momento del proceso antes de dictar sentencia (artículo 145 del
Código de Procedimiento Civil) no convierte en inconstitucional la
exigencia que se hace a las partes en lo relativo al alegato acerca de
su existencia dentro del término que la ley señale.

Ahora bien, en concordancia con lo expuesto por la Corte en la ya


aludida sentencia, el artículo del cual hace parte el parágrafo
impugnado, reformado en 1989, está destinado a la enunciación de
las causales de nulidad de índole puramente legal, por lo cual ellas
deben ser adicionadas por la norma posterior consagrada en el
artículo 29 de la Constitución, según el cual "es nula, de pleno
derecho, la prueba obtenida con violación del debido proceso". Esta
disposición reforma la legislación preexistente, tal como se
desprende del artículo 4º de la propia Carta y como hace tiempo lo
estableció el artículo 9 de la Ley 153 de 1887, que dice: "La
Constitución es ley reformatoria y derogatoria de la legislación
preexistente. Toda disposición legal anterior a la Constitución y que
sea claramente contraria a su letra o a su espíritu, se desechará
como insubsistente".

Así las cosas, debe advertir la Corte que la circunstancia en


mención, que fue contemplada directamente por la Constitución
Política, modificado el orden jurídico precedente y que, según el
artículo 29 de ella, implica una consecuencia jurídica que opera de
pleno derecho, no constituye tan solo una de aquellas
"irregularidades" enunciadas por vía residual en la norma
demandada para establecer que se entienden saneadas si no se
alegan oportunamente, sino que corresponde a una protuberante
causa de nulidad de rango constitucional y, por tanto, de jerarquía
superior a las demás, caracterizada por la gravedad que implica el
desconocimiento flagrante de las reglas del debido proceso.

Por eso y porque la Corte Constitucional tiene dicho que la norma


acusada únicamente plasma causales de nivel legal, el expresado
motivo de nulidad de lo actuado no puede entenderse incorporado al
parágrafo del precepto que se estudia. Lo relativo a su saneamiento
únicamente puede ser dispuesto por el Constituyente, luego
mientras la Carta no disponga lo contrario, configurados los hechos
que implican la vulneración del debido proceso, se tiene la
ineluctable consecuencia de la nulidad de pleno derecho.

Aplicación directa de las normas constitucionales


84

La Corte debe afirmar que las garantías procesales, derivadas del


artículo 29 de la Constitución, obligan de manera directa y
preferente, superponiéndose a las disposiciones legales, anteriores
o posteriores a la Constitución, que les sean contrarias o que
pudieran llevar a consecuencias prácticas lesivas del derecho
fundamental que la Carta Política quiso asegurar.

Por lo tanto, según lo dispone el artículo 85 de la Constitución, el


derecho al debido proceso es de aplicación inmediata, lo que
significa que, para alegarlo, hacerlo valer, aplicarlo, reivindicarlo y
exigir las sanciones pertinentes por su violación no se necesita ley
alguna que lo establezca o permita. En otros términos, la
certidumbre y eficacia de la garantía constitucional no está
supeditada a normas de orden legal que conduzcan a hacerla
material y actualmente exigible.

Ahora bien, la propia norma del artículo 29 de la Constitución señala


como uno de los elementos integrantes del debido proceso la
sujeción a las reglas y procedimientos plasmados por el legislador
para el respectivo juicio. Por eso, manifiesta con claridad que nadie
podrá ser juzgado sino conforme a las leyes preexistentes al acto
que se le imputa, ante juez o tribunal competente, según las reglas
de la ley, y con observancia de la plenitud de las formas propias de
cada juicio, también previstas en la ley, lo cual implica que la
normatividad legal es punto de referencia obligado para establecer
en cada caso concreto si se acatan o desconocen las reglas del
debido proceso.

De todo ello se deduce que una cosa es la efectividad de la garantía


constitucional, que no depende de la ley en cuanto no proviene de
ésta, y otra muy distinta, la verificación acerca del contenido del
debido proceso en relación con cada caso, que siempre tendrá por
factor de comparación lo dispuesto en la ley correspondiente. Eso
implica que, si bien el derecho constitucional al debido proceso no
precisa de un estatuto legal que lo haga reclamable de manera
inmediata y plena, siempre habrá de verse, para deducir si tal
derecho ha sido respetado o es objeto de violación, cuáles son las
reglas procesales aplicables en el evento específico, es decir, las
generales y abstractas, vigentes con anterioridad e integrantes de la
ley prevista para cada proceso.

Todo lo anterior indica que el debido proceso en materia civil está


plasmado en las disposiciones del Código de Procedimiento Civil y
en las normas que lo complementan y reforman, pero la garantía
constitucional en cuya virtud toda prueba practicada en violación de
tales reglas es nula de pleno derecho no puede ser limitada,
recortada o desconocida por normas de rango legal que hagan
nugatoria la eficacia de dicha nulidad, pues ésta no proviene de la
ley ni depende de ella, en cuanto implica la seguridad constitucional
-ontológicamente anterior a la legislación que fija las reglas de cada
proceso- de que toda prueba, para ser constitucionalmente válida,
debe respetar íntegramente el enunciado derecho fundamental.
85

Obviamente, ya que el debido proceso se establece según lo


consagrado en la ley precedente y, en últimas, para deducir que ha
sido violado, debe demostrarse que la normatividad de orden legal
ha sido desconocida en términos tales que afecte o ponga en peligro
derechos sustanciales, no todo vicio procesal repercute en la
configuración de la causal constitucional de nulidad, por lo cual, así
ésta en sí misma no precise de un reconocimiento judicial expreso,
es el juez el llamado a evaluar, con arreglo a las normas legales
propias de cada juicio, si los hechos que dan lugar a ella -las
violaciones del debido proceso en la obtención de la prueba- en
verdad han ocurrido.

El parágrafo objeto de acción no colide con postulados


constitucionales ni vulnera precepto alguno de la Carta, por lo cual
será declarado exequible.

DECISION

Con fundamento en las precedentes motivaciones, la Corte


Constitucional de la República de Colombia, en Sala Plena, oído el
concepto del Ministerio Público y cumplidos los trámites previstos en
el Decreto 2067 de 1991, administrando justicia en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

Primero.- En cuanto a la expresión "solamente", contenida en el


artículo 140 del Código de Procedimiento Civil, ESTESE A LO
RESUELTO en la Sentencia C-491 del 2 de noviembre de 1995.

Segundo. Declarar EXEQUIBLE el parágrafo del artículo 140 del


Código de Procedimiento Civil, en el entendido de que se refiere
únicamente a causas o motivos de nulidad de orden legal.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la


Corte Constitucional, cúmplase y archívese el expediente.

CARLOS GAVIRIA DIAZ


Presidente

JORGE ARANGO MEJIA ANTONIO BARRERA


CARBONELL

Magistrado Magistrado
86

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ HERNANDO HERRERA


VERGARA
Magistrado Magistrado

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado

ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON


DIAZ
Magistrado Magistrado

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
87

IMPRODENCIA-Sentencia No. T-293/94

ACCION DE TUTELA INTERPUESTA POR


MENOR/CONSTREÑIMIENTO ILEGAL

Según lo dispuesto en el artículo 86 de la Constitución, la mayoría


de edad no es requisito indispensable para acudir ante los jueces en
demanda de amparo. Por tanto, los niños pueden actuar
directamente, en especial si se trata precisamente de obtener
protección respecto de la conducta de uno de sus progenitores,
como aquí acontece. Si, llegado el momento de evaluar la situación,
el juez de tutela se convence de que una persona ejerció coacción
para que un menor actuara, debe ordenar lo pertinente para que se
adelante el proceso penal por el delito de constreñimiento ilegal o
por la conducta punible que en el caso concreto se haya
configurado.

ACCION DE TUTELA CONTRA PADRES DE FAMILIA

Un niño puede ejercer la acción de tutela en contra de sus padres si


estos incurren en conductas positivas o negativas que lesionan sus
derechos fundamentales.

INDEFENSION

La indefensión implica una situación en la cual el afectado se


encuentra en posición de impotencia ante el agresor; no puede hacer
nada ante su conducta activa u omisiva, excepto ejercer la acción de
tutela, para buscar y obtener el reconocimiento y eficacia de sus
derechos amenazados o vulnerados. La persona depende
literalmente de la otra en el orden fáctico, de tal modo que le resulta
imposible evitar que lleve a cabo los actos violatorios o que cese en
la omisión que repercute en la lesión de la cual se queja. En ese
sentido, la tutela viene a ser el único medio jurídico a disposición del
individuo para invocar ante la administración de justicia, con
posibilidad de efectos prácticos, las garantías básicas que en
abstracto le reconoce la Constitución.

ACCION DE TUTELA-Procedimiento

Existen unos procedimientos mínimos que se hace necesario


observar cuando se ha formulado una petición de amparo
constitucional. Ellos deben ser aplicados por el juez en cada caso
específico aunque, claro está, considerando y evaluando las
circunstancias que lo rodean y dentro del criterio de evitar el
sacrificio de los derechos sustanciales en juego.

NOTIFICACION DE TUTELA

El objeto de la notificación es el de asegurar la defensa de la


autoridad o del particular contra quien actúa el peticionario y la
88

protección procesal de los intereses de terceros que puedan verse


afectados con la decisión. En cuanto alude específicamente a la
persona sindicada de violar o amenazar derechos fundamentales,
debe tener la oportunidad de dar sus razones e inclusive de
desvirtuar lo afirmado en su contra.

IMPUGNACION FALLO DE TUTELA

La norma constitucional plasma el derecho de impugnar de modo


general; al no distinguir, la hace aplicable tanto al solicitante como a
aquel contra quien ha sido incoada la acción, y si la tutela es posible
tanto contra autoridades como contra particulares, ninguna razón
habría para que, en el caso de éstos, el fallo fuera de una sola
instancia, completamente inapelable, y en cambio pudiera darse la
posibilidad de la doble instancia en el fallo proferido contra quien
ejerce autoridad. Dos situaciones jurídicas idénticas tendrían
entonces diferente trato sin justificación alguna, con claro
desconocimiento del artículo 13 de la Constitución.

LEGITIMACION PARA IMPUGNAR

El derecho que tienen los particulares de impugnar los fallos de


tutela que les son adversos debe ser ejercido dentro de las reglas
dispuestas por la normatividad legal relativos a la legitimación en
causa. Quien puede atacar el fallo no es cualquier particular sino
específicamente aquel contra quien se profirió el fallo. No está
contemplada la impugnación oficiosa del fallo por la parte pasiva es
decir, nadie que carezca de legitimación puede asumir la
representación de la autoridad pública o del particular contra quien
se haya interpuesto la tutela, de tal modo que el juez llamado a
actuar en segunda instancia no puede entrar a resolver si la
sentencia no ha sido impugnada por quien tiene el derecho de
hacerlo en los indicados términos o por quien ejerza como su
apoderado o representante legal.

ACCION DE TUTELA-Apoderado Judicial

Pese a la informalidad de la tutela, si se acude a un apoderado, éste,


en cuanto representa judicialmente a la persona, debe acreditar que
cumple los requisitos legales para hacerlo según el Decreto 196 de
1971 sobre el ejercicio de la profesión de abogado.

JUEZ DE TUTELA-Imposibilidad de notificación/NULIDAD-


Improcedencia/DERECHOS FUNDAMENTALES-Protección

Los jueces de tutela están obligados a adoptar las medidas que sean
necesarias en orden a garantizar que la persona contra la cual ha
sido incoada la acción tenga conocimiento de ello y goce de la
oportunidad de defenderse y de hacer valer sus razones, de tal
modo que la decisión a que se llegue, con independencia de su
sentido, sea tomada por el juez sobre la base de un conocimiento
suficiente, si bien sumario, acerca de los hechos sobre los cuales
89

versa la demanda, muy especialmente en lo que alude a la violación


del derecho fundamental invocado y en lo que respecta a la eventual
responsabilidad de la persona u organismo contra quien aquella se
dirige. En el caso sub exámine, la actitud y la actividad del Tribunal
fueron siempre las de buscar, por todos los medios a su alcance, la
efectiva notificación de la señora FEI OLIVI acerca de que se había
incoado una acción de tutela en su contra, a fin de garantizar su
derecho de defensa. Si los mensajes enviados a la demandada no
llegaron a su destino por cambio de residencia o por otras
circunstancias, imputables o no a la demandada, ello no es
imputable a negligencia del Tribunal, ni puede entenderse que la
imposibilidad de localizar a la señora, pese al uso de los medios
adecuados, fuera motivo suficiente para detener la actuación
procesal que requería urgente definición, no sólo por el perentorio
término de diez días señalado en la Carta para fallar, sino teniendo
en cuenta que estaba de por medio la necesidad de defender con
prontitud y eficiencia los derechos fundamentales amenazados.

FALLO DE TUTELA-Ambito territorial

Las atribuciones de los jueces de tutela, delimitadas en forma


terminante por la propia Constitución y por la ley en lo que atañe al
ámbito de su competencia, se circunscriben al territorio en el cual
tienen efecto sus decisiones, que no es otro distinto a aquel en el
cual ejerce su soberanía el Estado colombiano. Por lo tanto, las
ordenes que se imparten mediante las providencias que resuelven
sobre solicitudes de amparo deben ser observadas y cumplidas
únicamente dentro de los límites territoriales de Colombia y, por
ende, está excluída la posibilidad de que los efectos del fallo de
tutela puedan extenderse a territorio extranjero u obligar a personas
y organismos ajenos al ámbito de nuestra soberanía.

CENSURA/LIBERTAD DE EXPRESION/DERECHO A LA
INFORMACION-Límites/DERECHO AL BUEN
NOMBRE/DERECHO A LA HONRA-Vulneración

No puede sostenerse que quien hace uso de la libertad de expresión


o del derecho a la información esté autorizado para transgredir
mediante sus publicaciones la normatividad constitucional o para
atropellar a otros miembros de la comunidad en el ejercicio de sus
derechos. No es de recibo la interpretación en cuya virtud se
sacrifican la honra y el buen nombre de las personas en aras de un
mal entendido derecho a la información o con el pretexto de un
distorsionado criterio sobre la libertad de expresión. Ha de
entenderse que el derecho de quien informa o se expresa tiene unos
límites y que, cuando esos límites son traspasados, deja de estar en
el ejercicio de un derecho para ubicarse en el terreno
inconstitucional de la transgresión de otros derechos que está
obligado a respetar.
90

PUBLICACION DE LIBRO-Prohibición/DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-
Vulneración/DERECHOS

Toda persona puede reclamar el derecho a publicar libros, en los


cuales aparezcan plasmados los resultados de su creación
intelectual. Pero si el escritor no ejerce un derecho absoluto, está
sujeto a las restricciones que le impone la propia Constitución
cuando consagra derechos en cabeza de todos los asociados.
Entonces, no le será lícito hacer uso de la obra para revelar detalles
de la vida íntima de otro individuo o de su familia, o para proferir
calumnias, injurias o amenazas. Atenta contra los derechos
constitucionalmente consagrados si en la publicación juega con la
honra o el buen nombre de personas o instituciones, pues éstas, en
ejercicio de las prerrogativas que la misma Constitución les
reconoce, están en posición de acudir al juez para que haga valer
sus derechos e imparta las ordenes necesarias para que cese la
violación. La publicación afecta gravemente la integridad moral de
las niñas accionantes y pone en serio peligro su estabilidad
emocional.

REGIMEN DE VISITAS

Pretenden además las accionantes que se ordene a cumplir con el


derecho de visitas y anunciar las mismas con el tiempo ordenado en
la sentencia de reglamentación dictada por el Juez de Familia.
Considera la Sala improcedente decidir sobre esta solicitud, por
existir otros medios de defensa judicial, como son los reservados a
la jurisdicción de familia a través del procedimiento dispuesto para
tales fines.

-Sala Quinta de Revisión

Ref.: Expediente T-33610

Acción de tutela instaurada por


SHANI y MAYA OSPINA FEI contra
SANDRA FEI OLIVI.

Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ
GALINDO

Sentencia aprobada en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en


acta del veintisiete (27) de junio de mil novecientos noventa y cuatro
(1994).

Revisa la Corte el fallo proferido en el asunto de la referencia por la


Sala Penal del Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá.
91

I. INFORMACION PRELIMINAR

Por considerar violados sus derechos fundamentales,


particularmente aquellos consagrados en los artículos 15, 16, 21, 42
y 44 de la Constitución Política, las menores SHANI y MAYA
OSPINA FEI ejercieron acción de tutela contra su madre, SANDRA
FEI OLIVI, para que mediante fallo judicial se le prohibiera la
publicación en Colombia, o en cualquier otro país, del libro titulado
"PERDUTE" ("PERDIDAS"), del cual es autora y que, según las
accionantes, revela aspectos íntimos relacionados con ellas y con su
vida familiar.

En extenso escrito, las solicitantes narran una serie de hechos


referentes a la separación entre sus padres y a los antecedentes de
orden familiar y judicial de la mencionada publicación, declarando
que su progenitora ha venido haciendo uso constante de los medios
de comunicación para divulgar hechos y circunstancias cuyo
conocimiento público les ha causado grave lesión en su patrimonio
moral y en el desarrollo de sus actividades en los más diversos
campos.

Según la demanda, durante las escasas oportunidades en que su


madre las ha visitado, no ha hecho cosa diferente de hablarles mal
acerca de su padre, a quien ha tildado ante ellas de malvado y
criminal.

Dicen que el libro habla sobre una supuesta lucha de su madre por
poderlas ver y que en la obra ella se presenta como víctima de un
colombiano perverso y de su poderosa familia. Expresan que se
refiere en términos bajos y ofensivos a varios de sus familiares, que
lanza acusaciones muy graves contra su padre y otros allegados y
que, además, pone en boca de ellas palabras que jamás han
pronunciado y presenta situaciones que no han vivido, dando al
lector una idea desfigurada de la familia en conjunto y de sus
miembros.

De acuerdo con la demanda, en el libro se habla mal de Colombia y


de sus autoridades, dando a conocer, como si fueran ciertas,
situaciones que no han tenido ocurrencia.

Manifiestan las menores que con las publicaciones y divulgación de


información que ha hecho su madre, no sólo en el libro sino en
distintos medios de Colombia y del mundo, ha atentado contra su
intimidad personal, pues estiman que nadie tiene derecho a conocer
y juzgar públicamente una historia que es estrictamente privada,
menos todavía si se la desfigura con la presentación de hechos
falsos que, en consecuencia, dejan también en tela de juicio su buen
nombre individual y familiar.

Aseguran las solicitantes que su madre, con la conducta que ha


observado, en especial por la publicidad constante que ha venido
92

haciendo de un drama familiar sobredimensionado, en el que están


incorporadas afirmaciones falsas y deshonrosas, les ha impedido
comportarse como niñas normales, ya que se ven avocadas en
forma permanente a preguntas e inquietudes de amigos y
compañeros y a la deliberación pública en torno a relaciones
netamente familiares.

Las divulgaciones que ha hecho la madre son, en sentir de las


demandantes, altamente deshonrosas para ellas, "pues habla
barbaridades nuestras y de nuestra familia paterna".

Señalan que la demandada les ha formulado imputaciones públicas


"sobre supuestas relaciones con adultos", o sobre su presunta mala
educación, así como acerca de actitudes y conductas de su padre y
de sus tíos, todo lo cual les ha generado dificultades en sus
relaciones con los demás.

"Las publicaciones -agregan- nos ponen muy nerviosas, lo cual


afecta tanto nuestros estudios como nuestras relaciones con
nuestros amigos, así como también nuestras actividades deportivas
y en general extra curriculares. Lo único que han conseguido es
separarnos más de nuestra madre".

Piensan que SANDRA FEI, con la incesante publicidad aludida, ha


ejercido sobre ellas una inconcebible violencia moral y que, con tal
conducta, no ha conseguido nada diferente a romper la armonía en
las relaciones familiares.

A manera de pruebas, las accionantes acompañaron numerosos


artículos publicados en periódicos y revistas de Colombia y del
exterior así como grabaciones de video relativas a noticieros
colombianos e italianos, copia del libro "PERDUTE", publicado en
Italia por Sperling & Kupfer Editori, así como traducción oficial del
mismo, ordenada por el Tribunal Superior de Bogotá. La
correspondiente versión francesa de la obra, de reciente aparición,
fue enviada a la Corte cuando ya el proceso se encontraba en etapa
de revisión.

En la demanda se solicitó ordenar a SANDRA FEI OLIVI que se


abstuviera de continuar divulgando informaciones del único y
exclusivo interés familiar, por considerar que con ellas atenta contra
la honra y la dignidad de las accionantes.

También solicitaron las menores que se ordenara a su progenitora


rectificar los hechos narrados en el libro "PERDUTE", porque, según
ellas, contiene información calumniosa contra ellas.

II. DECISIONES JUDICIALES


93

La Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe


de Bogotá, mediante providencia del 16 de diciembre de 1993,
resolvió tutelar los derechos fundamentales de las menores
accionantes, ordenó a SANDRA FEI OLIVI abstenerse de publicar
en Colombia su libro "PERDUTE" y le prohibió divulgar, a través de
los medios de comunicación masiva, hechos que pudieran afectar
los derechos de las niñas.

A juicio del Tribunal procede la tutela, pese a haber sido entablada


contra un particular en los términos del artículo 42, numeral 9º, del
Decreto 2591 de 1991, pues es de plena evidencia que por tratarse
de la progenitora de las accionantes, éstas se encuentran respecto
de ella en situación de dependencia, dado que ejerce la patria
potestad, "mucho más cuando el agravio que enfrentan se genera en
el marco de decisiones judiciales que les imponen el trato y relación
con aquella".

Según el Tribunal, el derecho fundamental menoscabado ha sido el


de la integridad personal, pues este no corresponde al restrictivo de
la integridad física o corporal exclusivamente, sino a "su dimensión
mayor, que comprende la especie de la integridad psíquica e
intelectual que hace parte de los atributos del ser humano, de su
existencia".

En el fallo se cita el artículo 44 de la Constitución y se recuerda que,


al tenor del mismo, los niños tienen el derecho fundamental de ser
protegidos contra toda forma de violencia física o moral y que
gozarán también de los demás derechos consagrados en la
Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales
ratificados por Colombia.

También se alude en la sentencia al artículo 16 del Código del


Menor, que no limita su protección a la integridad personal del niño
sino que se proyecta a los tratos crueles o degradantes y a los actos
de obligación arbitraria.

Recuerda que el artículo 25 del mismo estatuto ampara al menor


frente a los medios masivos de comunicación, los cuales están
obligados a respetar su ámbito personal y, por lo tanto, no pueden
efectuar publicaciones, entrevistas o informes que constituyan
injerencia arbitraria en la vida privada, la familia, el domicilio, las
relaciones o las circunstancias personales del menor, ni pueden
tampoco afectar su honra o reputación.

Recuerda el Tribunal que a los medios de comunicación les está


prohibida la difusión de cualquier programa o mensaje que atente
contra la salud física o mental de los menores e insiste en que la
preceptiva del Código del Menor armoniza con el artículo 42,
numeral 9, del Decreto 2591 de 1991 que deja expedita la acción de
tutela para su protección.
94

Dice que, confrontadas las directrices normativas y jurisprudenciales


con los hechos que las menores SHANI y MAYA OSPINA FEI
consignan en su escrito de tutela y en sus declaraciones, se
concluye que en realidad han sido conculcados sus derechos
fundamentales.

Al respecto afirma la providencia:

"Violento necesariamente tuvo que ser el impacto para las dos


menores ver sus nombres y el de su padre publicados en los
periódicos y los noticieros de televisión, junto a hechos
bochornosos de vida privada y con el cargo principal de que su
progenitor las había secuestrado para separarlas de la madre.
Fue una forma de agresión que hace inobjetable el reclamo de
las niñas por la violación a su intimidad personal, familiar y a su
buen nombre (art. 15 C.N.) "pues ninguna persona tiene
derecho a conocer y juzgar públicamente una historia
estrictamente familiar y privada...", menos cuando son
inverídicas dicen ellas. Pero no menos traumatizantes fue la
angustia que tuvieron que padecer por las explicaciones que se
vieron precisadas a dar a sus amistades y relacionados, a punto
que Maya con sus once años de edad tuvo que pasar por la
verguenza de en plena clase de colegio rectificar ante sus
compañeros una de tales publicaciones, como lo confirma la
doctora Duarte Walemberg, sicóloga del colegio, a quien se le
pidió autorización al respecto e ilustra la afectación que sufrió la
personalidad de esta menor al extremo que generó una reacción
agresiva de fuerte rechazo a la madre".

En cuanto a la publicación del libro que motivó a las niñas para


ejercer la acción de tutela manifiesta el Tribunal:

"El libro "Perdute" contiene en realidad hechos de alta


gravedad que atentan contra la integridad moral de las dos
menores no solo por las afirmaciones que de ellas se hacen
sino de su progenitor y la familia de éste y que, así
correspondieran a la verdad, son de todas formas violatorios de
los derechos fundamentales de las niñas, porque como menores
se les está involucrando en hechos violentos y capaces de
afectar la formación de su personalidad".

Dedujo el juez colegiado que el amparo debía concederse en


relación con la amenaza a que se encuentran sometidos los
derechos de los accionantes, en atención a la probabilidad de que el
libro pueda ser publicado en Colombia.

Señala el Tribunal:

"Con todos los hechos relacionados en precedencia, para la


Sala se han vulnerado los derechos fundamentales reseñados
en el punto 6º de la relación procesal y que consagran los Arts.
15, 16, 21, 42 y 44 de la C.N., anotándose que son prevalentes
95

sobre el derecho a la información (Art. 20 de la C.N.) en que


podría apoyarse la infractora, pues el inciso 3º del Art. 44 de la
Carta es perentorio en que: "Los derechos de los niños
prevalecen sobre los derechos de los demás" y
consecuencialmente deben tutelarse".

No accedió la Sala al pedimento de que Sandra Fei hiciera pública


rectificación de sus afirmaciones, "...como quiera que ello
constituiría, de una parte, una violación del Código del Menor y, de
otra, que dada la naturaleza de los hechos y sus protagonistas,
actualizaría y ahondaría las diferencias y desafectos que deben
desaparecer en bien de las mismas menores".

Impugnación oficiosa

Notificado el fallo de primera instancia al abogado MARCO


ANTONIO VELILLA MORENO, quien anteriormente había
agenciado los derechos de SANDRA FEI OLIVI en Colombia, este
profesional suscribió oficiosamente un escrito encaminado a
impugnar la decisión.

Proveído de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema


Justicia

Una vez el asunto fue puesto en conocimiento de la Corte Suprema


de Justicia, la Sala de Casación Penal profirió una providencia en la
que consideró que en el procedimiento de tutela sólo se pueden
agenciar derechos de otro cuando el titular de los mismos no esté en
condiciones de promover su propia defensa, o sea que, en su
criterio, la preceptiva relativa a la agencia oficiosa va dirigida
exclusivamente en favor de quien ha sido afectado en sus derechos
fundamentales y se halla en imposibilidad de ejercer la acción de
tutela para la protección inmediata de ellos.

Entonces -concluyó- en modo alguno podrán agenciarse derechos


para impugnar el fallo desfavorable, pues tal atribución la tienen, de
conformidad con lo previsto en el artículo 31 del Decreto 2591 de
1991, exclusivamente el Defensor del Pueblo, el solicitante (lo puede
ser el agente oficioso), la autoridad pública o el representante del
órgano correspondiente, desde luego frente a las actuaciones u
omisiones de cualquier autoridad pública, pues en tratándose de
particulares podrá hacerlo igualmente la persona natural o jurídica
contra quien se dirige la acción.

Finalmente consideró la Corte Suprema que el fallo proferido por el


Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá no había sido legalmente
notificado a SANDRA FEI, ya que el abogado con quien se surtió la
diligencia correspondiente no era su apoderado, razón por la cual
estimó que carecía de competencia para conocer de fondo sobre la
impugnación. Dispuso, por tanto, la devolución del asunto al Tribunal
para que procediera a notificar de su sentencia a la demandada y
96

ordenó remitir copia de la actuación a la Corte Constitucional para su


eventual revisión.

III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL

Competencia

De acuerdo con lo establecido en los artículos 86 y 241-9 de la


Carta, en concordancia con lo dispuesto en el Decreto 2591 de
1991, esta Sala de la Corte Constitucional es competente para
revisar el fallo en referencia.

Acción de tutela ejercida por menores

Ejercen la acción de tutela en este caso dos hermanas menores de


edad, en defensa de sus derechos fundamentales.

Reitera la Corte que, según lo dispuesto en el artículo 86 de la


Constitución, la mayoría de edad no es requisito indispensable para
acudir ante los jueces en demanda de amparo.

Por tanto, los niños pueden actuar directamente, en especial si se


trata precisamente de obtener protección respecto de la conducta de
uno de sus progenitores, como aquí acontece.

SHANI y MAYA OSPINA estimaron que los antecedentes y


circunstancias ya reseñados hacían pensar razonablemente que su
madre buscaría publicar en Colombia el libro mediante el cual se
violentaba su derecho a la intimidad y, por tanto, consideraron
urgente acudir de manera directa y personal ante la justicia para
afrontar la amenaza, sin necesidad de esperar a ser representadas
judicialmente.

Resulta inocua e intrascendente toda discusión -como la planteada


en algún momento dentro del proceso que nos ocupa- acerca de si el
menor que ejerce la acción de tutela lo hace autónomamente, por su
espontánea y libre decisión, o si en realidad actúa determinado o
aconsejado por una persona mayor, pues, una vez incoada la
demanda y puesto en operación el aparato judicial, lo que importa al
juez, en ejercicio de la delicada función que le compete, es entrar al
fondo de la situación ante él expuesta para establecer sin duda si en
la realidad existe o no una amenaza o se patentiza una violación de
los derechos fundamentales del peticionario. El funcionario judicial
está obligado a evaluar a la luz de la Carta los hechos puestos en su
conocimiento y tiene que resolver en concreto sobre la eventual
inobservancia o desconocimiento de la preceptiva constitucional,
facilitando así a la persona el real y efectivo acceso a la
administración de justicia.

Otra cosa es que en el curso del proceso se prueben


manipulaciones indebidas de la actuación de los menores, por parte
de terceros, pues ello daría lugar a las sanciones pertinentes según
97

el tipo de infracción en que se haya podido incurrir. Así, si, llegado el


momento de evaluar la situación, el juez de tutela se convence de
que una persona ejerció coacción para que un menor actuara, debe
ordenar lo pertinente para que se adelante el proceso penal por el
delito de constreñimiento ilegal (Artículo 276 del Código Penal) o por
la conducta punible que en el caso concreto se haya configurado.

Acción de tutela contra uno de los padres. La indefensión frente


a conductas que el afectado no puede evitar.

De conformidad con el artículo 86 de la Carta, la acción de tutela


cabe primordialmente contra las autoridades públicas cuando por
acción u omisión violen o amenacen derechos fundamentales.

Excepcionalmente es posible intentarla contra particulares, entre


otros casos cuando respecto de ellos el solicitante se halle en estado
de subordinación e indefensión.

Un niño puede ejercer la acción de tutela en contra de sus padres si


estos incurren en conductas positivas o negativas que lesionan sus
derechos fundamentales.

Era, pues, procedente la acción en el proceso que se estudia, pues


además de existir una clara subordinación de las menores respecto
de su madre, quien ejerce la Patria Potestad, se hallaban las niñas
en estado de total indefensión frente a las actuaciones de SANDRA
FEI OLIVI, en especial en lo relacionado con la inminente
publicación de su libro en Colombia.

La indefensión implica una situación en la cual el afectado se


encuentra en posición de impotencia ante el agresor; no puede hacer
nada ante su conducta activa u omisiva, excepto ejercer la acción de
tutela, para buscar y obtener el reconocimiento y eficacia de sus
derechos amenazados o vulnerados. La persona depende
literalmente de la otra en el orden fáctico, de tal modo que le resulta
imposible evitar que lleve a cabo los actos violatorios o que cese en
la omisión que repercute en la lesión de la cual se queja. En ese
sentido, la tutela viene a ser el único medio jurídico a disposición del
individuo para invocar ante la administración de justicia, con
posibilidad de efectos prácticos, las garantías básicas que en
abstracto le reconoce la Constitución.

El procedimiento de tutela

Estímase necesario hacer una breve referencia al procedimiento


establecido para tramitar las solicitudes de tutela, habida cuenta de
los antecedentes que en este aspecto han sido ya reseñados en el
presente caso.

El objetivo primordial de la acción consagrada en el artículo 86 de la


Constitución es el de permitir una rápida actividad de las autoridades
98

judiciales con miras a la protección efectiva e inmediata de los


derechos fundamentales.

Esta norma constitucional, en concordancia con la del artículo 228,


busca satisfacer ante todo las necesidades de justicia mediante el
principio de prevalencia del derecho sustancial sobre las formas
procesales, motivo éste que explica porqué -como en reiteradas
ocasiones lo ha subrayado la jurisprudencia- en este tipo de
actuaciones prevalece un principio de informalidad cuyo sentido
consiste en que los obstáculos de trámite no se interpongan en la
búsqueda de soluciones reales y palpables, acordes con el fondo de
la preceptiva constitucional, a situaciones concretas de amenazas o
quebranto de los derechos en ella plasmados.

De allí que la disposición superior haya instituído la tutela con el


carácter de procedimiento preferente y sumario, que puede ser
iniciado por toda persona directamente o representada por otra, en la
certeza de que obtendrá pronta y eficaz decisión respecto del asunto
planteado. Por ello se concede al juez un término perentorio de diez
(10) días para resolver.

Desde luego, la Constitución no excluyó a la tutela del principio


básico consagrado en su artículo 29 y, por tanto, el debido proceso
es plenamente aplicable a su trámite en los precisos términos del
propio canon constitucional (Art. 86) y de conformidad con las
normas legales que lo desarrollan, hoy contenidas en el Decreto
2591 de 1991, expedido por el Presidente de la República en
ejercicio de facultades extraordinarias conferidas por el
Constituyente (Artículo 5, literal b), transitorio).

Así las cosas, existen unos procedimientos mínimos que se hace


necesario observar cuando se ha formulado una petición de amparo
constitucional. Ellos deben ser aplicados por el juez en cada caso
específico aunque, claro está, considerando y evaluando las
circunstancias que lo rodean y dentro del criterio de evitar el
sacrificio de los derechos sustanciales en juego.

El artículo 3º del Decreto 2591 de 1991, en desarrollo de los


preceptos fundamentales, señaló como principios que deben inspirar
el trámite de las acciones de tutela los de publicidad, prevalencia del
derecho sustancial, economía, celeridad y eficacia.

En cuanto a la legitimación para ejercer la acción, la Carta Política


ha dispuesto que la tenga toda persona, por sí misma o por quien
actúe a su nombre. La jurisprudencia ha subrayado que al
instrumento constitucional de protección pueden acceder sin
discriminación tanto las personas naturales como las jurídicas.

Una vez formulada la petición de tutela debe iniciarse el


procedimiento correspondiente y el juez debe buscar -con miras a la
garantía del debido proceso- que se notifique, acerca de la acción
instaurada, a aquél contra quien ella se endereza. Así lo ha
99

dispuesto el Decreto 2591 de 1991 en su artículo 16, a cuyo tenor


"las providencias que se dicten se notificarán a las partes o
intervinientes por el medio que el juez considere más expedito y
eficaz".

El objeto de tal notificación es el de asegurar la defensa de la


autoridad o del particular contra quien actúa el peticionario y la
protección procesal de los intereses de terceros que puedan verse
afectados con la decisión.

En cuanto alude específicamente a la persona sindicada de violar o


amenazar derechos fundamentales, debe tener la oportunidad de dar
sus razones e inclusive de desvirtuar lo afirmado en su contra.

Desde luego, no desconoce la Corte que se pueden dar


circunstancias especiales en cuya virtud sea imposible la notificación
pese a la diligencia del juez en operar los instrumentos idóneos
tendientes a lograr ese propósito. Por ello, no puede excluirse la
hipótesis de un fallo que se imponga proferir aún sin notificación en
un determinado caso, ante la verdadera imposibilidad de llevar a
cabo dicha diligencia, dada la necesidad de cumplir el término
inexcusable de que dispone el juez para resolver y teniendo en
cuenta el imperativo de que prevalezca el derecho sustancial,
particularmente si se establece que la dilación puede representar el
inminente o irreversible daño de los derechos fundamentales en
peligro, o en aquellos eventos en que la violación del derecho es tan
protuberante y manifiesta que se requiere conceder la tutela de
manera urgente e inaplazable. No otra cosa resulta de los artículos
2, 86 y 228 de la Carta.

Desde luego, las eventualidades que así se plantean son


excepcionales y en todo caso, aunque se presenten, habrá de
notificarse la sentencia con la plenitud de las garantías sobre
impugnación de la misma, tal como ordena la Constitución.

Dispone al respecto el artículo 30 del Decreto 2591 de 1991 que el


fallo se notificará por telegrama o por otro medio expedito que
asegure su cumplimiento, a más tardar el día siguiente de haber sido
proferido.

Ya ha destacado esta Corte que la impugnación del fallo es un


verdadero derecho al que deben tener acceso cierto las partes
involucradas en el proceso de tutela:

"...estamos ante un derecho, reconocido directamente por la


Carta a las partes que intervienen dentro del proceso, para que,
si la decisión adoptada no las favorece o no les satisface,
acudan ante el juez competente según la definición que haga la
ley -el superior jerárquico correspondiente, al tenor del artículo
32 del Decreto 2591 de 1991-, en solicitud de nuevo estudio del
caso. Se trata, pues, de un derecho de naturaleza constitucional
cuyo ejercicio no depende de la procedencia o improcedencia
100

de la acción". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de


Revisión. Fallo T-034 del 2 de febrero de 1994).

Dispone el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991, en desarrollo de lo


estatuído en el 86 de la Carta, que dentro de los tres días siguientes
a su notificación, el fallo puede ser impugnado.

La facultad de impugnar, de conformidad con la norma, está en


cabeza del Defensor del Pueblo, el solicitante, la autoridad pública o
el representante del órgano correspondiente.

En apariencia, el precepto deja sin posibilidad de recurrir al particular


contra quien excepcionalmente se haya intentado la acción de tutela.

Téngase presente, sin embargo, que este artículo no es el único


relativo a impugnaciones y que, lejos de interpretarlo de manera
aislada, se lo debe entender en íntima e inescindible relación con el
artículo 86 de la Carta Política. La norma constitucional plasma el
derecho de impugnar de modo general; al no distinguir, la hace
aplicable tanto al solicitante como a aquel contra quien ha sido
incoada la acción, y si la tutela es posible tanto contra autoridades
como contra particulares, ninguna razón habría para que, en el caso
de éstos, el fallo fuera de una sola instancia, completamente
inapelable, y en cambio pudiera darse la posibilidad de la doble
instancia en el fallo proferido contra quien ejerce autoridad. Dos
situaciones jurídicas idénticas tendrían entonces diferente trato sin
justificación alguna, con claro desconocimiento del artículo 13 de la
Constitución.

Así las cosas, al igual que los sujetos procesales mencionados en el


artículo 31 del Decreto 2591 de 1991, el particular contra quien se
ejerce la tutela está legitimado para impugnar los fallos que dentro
del respectivo procedimiento se dicten, ya que ellos le conciernen de
manera directa. De no ser así resultarían conculcados el derecho de
defensa y el de la doble instancia, éste último especialmente
tratándose de sentencias condenatorias.

A juicio de la Corte, el derecho al debido proceso y el derecho a la


igualdad no admitirían interpretación distinta a la que aquí se prohija.
La Constitución ha de comprenderse en su contenido total y
armónico y el sistema que ella instaura debe iluminar el
entendimiento y la aplicación de las normas jurídicas de inferior
jerarquía.

Ahora bien, este derecho que tienen los particulares de impugnar los
fallos de tutela que les son adversos debe ser ejercido dentro de las
reglas dispuestas por la normatividad legal relativos a la legitimación
en causa. Quien puede atacar el fallo no es cualquier particular sino
específicamente aquel contra quien se profirió el fallo.

El interés dentro del proceso debe apreciarse previo análisis de las


previsiones aplicables al ejercicio de la acción.
101

Según el artículo 10 del Decreto 2591 de 1991 la acción de tutela


podrá ser ejercida por cualquier persona vulnerada o amenazada en
uno de sus derechos fundamentales, quien actuará por sí misma o a
través de representante. En este último caso es posible otorgar
poder, el cual se presumirá auténtico al tenor de la misma norma.

Ya la Corte ha destacado que, pese a la informalidad de la tutela, si


se acude a un apoderado, éste, en cuanto representa judicialmente a
la persona, debe acreditar que cumple los requisitos legales para
hacerlo según el Decreto 196 de 1971 sobre el ejercicio de la
profesión de abogado (Cfr. Sentencia T-550 del 30 de noviembre de
1993).

No acontece lo mismo con quien actúa oficiosamente, agenciando


derechos ajenos, pues en los términos del enunciado artículo 10 del
Decreto 2591 de 1991, esto es factible hacerlo cuando el titular de
aquellos no se halle en condiciones de promover su propia defensa;
desde luego el agente oficioso pondrá de presente tal circunstancia
en la solicitud. En la aludida hipótesis no se está ante la
representación judicial propia del abogado sino que se trata de la
intervención oportuna de quien, conociendo los hechos, actúa en
búsqueda de la justicia material que debe administrarse de manera
inmediata para evitar que se cause o prosiga la violación de un
derecho fundamental.

La situación varía sustancialmente cuando se trata de la


impugnación del fallo por parte de aquel contra quien se instaura la
acción de tutela. Respecto de él, por regla general, aunque -se
repite- debe garantizarse el derecho de defensa y el debido proceso,
ya no está de por medio la necesidad urgente de impedir o hacer
que cese la violación de derechos fundamentales sino que, sobre la
base de una actuación ya cumplida por la administración de justicia,
puede encontrarse pertinente -será el concernido quien evalúe si ello
es así- que el superior jerárquico del fallador vuelva a considerar las
razones de hecho y de derecho aducidas en la sentencia para
revocarla, confirmarla, adicionarla, aclararla o reformarla. Al efecto
tiene lugar el derecho constitucional a impugnar el fallo.

De ello resulta que no hay, en el caso del impugnante, la misma


razón de inmediatez que se tiene cuando se trata del sujeto pasivo
de la violación o amenaza de derechos fundamentales y, entonces,
no resulta indispensable ni pertinente la intervención del agente
oficioso.

Observa la Corte que la normatividad alusiva al tema regula lo


relacionado con la legitimidad en la causa por la parte activa, es
decir, el legislador hizo las precisiones que se dejan consignadas
respecto a la posibilidad de incoar la acción. Pero los preceptos del
Decreto 2591 de 1991 no entran en distinciones sobre la legitimidad
en la causa por la parte pasiva, esto es la autoridad pública o el
particular contra quienes se profiere la decisión de tutela.
102

Ya se ha visto que según el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991


pueden impugnar el Defensor del Pueblo, el solicitante, la autoridad
pública o el representante del órgano correspondiente y -se deduce
de la Constitución- el particular contra quien fue incoada la acción,
en su caso.

Para la Corte es claro que quien impugna el fallo puede hacerlo


directamente o por conducto de apoderado. Ello se concluye de las
reglas generales de todo proceso y resulta también de la misma
disposición en comento, que habla del representante del órgano
correspondiente.

En cambio, nada se dice sobre la agencia oficiosa, a la cual sí


alude el citado artículo 10 del Decreto 2591 de 1991 cuando se trata
de la parte activa, limitándola al evento en el cual el titular de los
derechos no esté en condiciones de promover su propia defensa.

No está contemplada la impugnación oficiosa del fallo por la parte


pasiva es decir, nadie que carezca de legitimación puede asumir la
representación de la autoridad pública o del particular contra quien
se haya interpuesto la tutela, de tal modo que el juez llamado a
actuar en segunda instancia no puede entrar a resolver si la
sentencia no ha sido impugnada por quien tiene el derecho de
hacerlo en los indicados términos o por quien ejerza como su
apoderado o representante legal.

Impugnación y revisión dentro de este proceso

Sobre la base de las precedentes consideraciones generales,


resolverá la Corte sobre el caso planteado, desde el punto de vista
procesal.

Tiénese, sin lugar a dudas, que la Corte Suprema de Justicia no


profirió fallo de fondo en segunda instancia dentro del proceso de
tutela, por considerar -con razón, en el sentir de la Corte
Constitucional- que el fallo de primer grado no había sido impugnado
por la señora SANDRA FEI, persona particular contra la cual se
profirió. Impugnó un abogado que la había representado en procesos
distintos, pero quien no gozaba de poder especial para actuar
judicialmente a su nombre en esta oportunidad, como él mismo lo
reconoció de manera expresa.

Por otra parte, la señora FEI ni siquiera había sido notificada de la


providencia oficiosamente atacada, luego era natural que se
ordenara, como en efecto se hizo -sin entrar en la materia por cuanto
no había lugar a ello- que la sentencia fuera notificada en debida
forma para asegurar así que la persona a quien el fallo afectaba
tuviera oportunidad de defensa, la cual consistía precisamente en la
posibilidad de impugnar la sentencia que le era adversa, si lo
consideraba pertinente.
103

Devueltas las diligencias al Tribunal de origen, la señora FEI fue


notificada el 28 de marzo de 1994, según constancia firmada por ella
que obra en el expediente y de acuerdo con la certificación de la
misma fecha expedida por la Vicecónsul de Colombia en Milán
(Italia).

Resulta igualmente claro que, efectuada la notificación del fallo, éste


no fue impugnado por SANDRA FEI OLIVI, por lo cual, no siendo de
recibo la impugnación oficiosa presentada por su antiguo abogado,
la sentencia de primera instancia quedó en firme y no había motivo
alguno para que fuera de nuevo a la Corte Suprema de Justicia.
Ante la falta de impugnación, lo procedente era el envío del
expediente a esta Corporación, tal como lo disponen los artículos 86
de la Carta y 31 del Decreto 2591 de 1991, a cuyo tenor "los fallos
que no sean impugnados serán enviados al día siguiente a la Corte
Constitucional para su revisión".

Lo dicho significa, entonces, que la presente providencia tiene por


objeto la revisión del fallo de primera instancia, proferido por el
Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá y no impugnado, motivo
por el cual se procede a ello sin ordenar que se surta una segunda
instancia ante la Corte Suprema de Justicia.

Improcedencia de la nulidad

Como atrás se ha expuesto, la acción de tutela y su trámite judicial


no escapan al postulado del debido proceso como presupuesto
indispensable de las determinaciones que se adopten.

En efecto, el artículo 29 de la Constitución ha sido perentorio al


señalar que el debido proceso se aplica a toda clase de actuaciones
judiciales o administrativas.

Es por ello que la Corte Constitucional ha venido afirmando en sus


providencias que los jueces de tutela están obligados a adoptar las
medidas que sean necesarias en orden a garantizar que la persona
contra la cual ha sido incoada la acción tenga conocimiento de ello y
goce de la oportunidad de defenderse y de hacer valer sus razones,
de tal modo que la decisión a que se llegue, con independencia de
su sentido, sea tomada por el juez sobre la base de un conocimiento
suficiente, si bien sumario, acerca de los hechos sobre los cuales
versa la demanda, muy especialmente en lo que alude a la violación
del derecho fundamental invocado y en lo que respecta a la eventual
responsabilidad de la persona u organismo contra quien aquella se
dirige.

No se olvide que, como lo subrayó esta Corte en Sala Plena


(Sentencia del 23 de julio de 1992), en virtud del mecanismo de la
notificación el sistema procesal asegura su finalidad esencial, cual
es la búsqueda y esclarecimiento de la verdad para la realización de
la justicia distributiva en el desarrollo del derecho constitucional de la
104

igualdad material, que es simultáneamente un postulado y un


propósito dentro del Estado Social de Derecho.

La Sala Novena de Revisión, en fallo T-140 del 16 de abril de 1993,


al declarar la nulidad de todo lo actuado en un proceso de tutela en
que se probó que ni siquiera aparecía orden del juez de primera
instancia para notificar a la parte acusada de la supuesta violación
de derechos fundamentales, tuvo ocasión de expresar:

"Con respecto a la causa final del debido proceso, hallamos que


no es otra que garantizar el equilibrio armónico de las partes
entre sí, bajo la dirección de un tercero imparcial que estará
dispuesto a dar el derecho a quien le corresponda, en virtud de
lo probado, es decir, de lo evidenciado por las partes bajo
parámetros de legitimidad y oportunidad.

Y esto se entiende como la expresión más clara de un sistema


que desea que los fallos de sus jueces se aproximen con la
mayor certeza posible a la verdad de los hechos, porque el
sistema de la legalidad de la prueba, y de la debida notificación
de las partes, no busca otra cosa que conservar la garantía
mínima a los ciudadanos, de que tendrán siempre la posibilidad
de ser escuchados, esto es, que el juez parte de un principio de
incertidumbre que sólo puede ser llevado a través de la
convicción positiva de los hechos, fruto de un debate."

Reitera la Corte que, cuando se establezca sin lugar a dudas que la


sentencia de tutela ha sido proferida por el juez sin hacer el menor
esfuerzo por facilitar el acceso del demandado a la actuación
procesal para los fines de su defensa, es decir, cuando el fallador ha
preferido conformarse con conocer tan sólo una de las versiones -la
de la parte actora-, sin cuidarse de procurar el conocimiento de lo
que tenga que decir aquel contra quien se actúa, hay una clara
violación al debido proceso y la consecuencia de ella no puede ser
otra que la nulidad de lo que, sobre la base de ese vicio, se ha
adelantado procesalmente.

Desde luego, como surge del análisis que sobre el procedimiento de


tutela se hace en otro acápite de esta misma providencia, el principio
de que se trata debe aplicarse en relación con el caso concreto, esto
es, previa evaluación y análisis dentro de los cuales ha tenido que
operar el juez del conocimiento y sin dejar de lado la consideración
del deber primordial que a él ha impuesto la Constitución, que no es
otro distinto a la defensa oportuna, eficaz y cierta de los derechos
fundamentales sujetos a violación o amenaza.

En otros términos, la Corte no desconoce que, aunque en principio


es necesaria la notificación al demandado en relación con la acción
ejercida, pueden darse hipótesis en las cuales, pese a la diligencia
del juez y por razón de las circunstancias, tal notificación no pueda
llevarse a cabo.
105

Si a la vez existe para el órgano judicial un imperativo de ineludible


acatamiento que hace menester, según claro mandato de la
Constitución, fallar dentro de un término perentorio, precisamente
por hallarse en juego la prevalencia de los derechos fundamentales,
mal podría exigirse al despacho responsable que alcanzara lo
imposible, es decir, no habría fundamento para deducir que actuó
violando el debido proceso a que tenía derecho el demandado si
adelantó de modo razonable y con arreglo a la ley las diligencias
necesarias para asegurar su defensa, siendo claro, por otra parte,
que tenía la obligación constitucional de administrar justicia urgente
en el caso concreto.

Resulta trascendental que también se considere si los elementos de


juicio allegados al proceso, las pruebas aportadas y la naturaleza
misma de la violación o amenaza son suficientes para concluir, sin
entrar a establecer necesariamente una responsabilidad personal de
aquel contra quien se propone la tutela, que es imperativo impartir
las ordenes judiciales encaminadas a proteger los derechos
comprometidos.

Así, pues, la falta de notificación no siempre conduce a la nulidad de


lo actuado en materia de tutela, habida cuenta de las peculiares
características de esta acción y de las circunstancias concretas en
medio de las cuales haya tenido que fallar el juez.

En el presente caso, al notificarse de la sentencia pronunciada en su


contra, la señora FEI dejó la siguiente constancia:

"La suscrita Sandra Fei declara recibir notificación del fallo en


referencia a la acción de tutela 6189-A. Mag. Luis Mariano
Rodríguez Roa, acción que nunca me ha sido notificada y por la
cual ha sido rehusada la presencia de mi avogado (sic) Marco
Antonio Velilla".

Ante esa afirmación de la demandada, la primera actuación de la


Corte Constitucional una vez repartido el expediente a esta Sala,
consistió en oficiar al Ministerio de Relaciones Exteriores solicitando
que informara acerca del trámite dado por ese organismo a la
providencia del 9 de diciembre de 1993, proferida por la Sala Penal
del Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá, en la cual se ordenaba
notificar a la señora SANDRA FEI OLIVI sobre la acción de tutela
contra ella instaurada (auto del 3 de mayo de 1994, proferido por el
Magistrado Sustanciador).

Mediante Oficio del 9 de mayo de 1994, suscrito por el Jefe de la


Oficina Jurídica del Ministerio, se manifestó que éste no había
recibido solicitud del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa
Fe de Bogotá -Sala Penal- en el sentido de notificar a la señora
SANDRA FEI acerca de la acción de tutela incoada.

La Corte encuentra, sin embargo, que lo afirmado por el Ministerio


no es exacto y que, por el contrario, cotejando las demás piezas que
106

obran en el expediente, se llega a la indudable conclusión de que el


Tribunal actuó de conformidad con el artículo 16 del Decreto 2591 de
1991 e impartió la orden de notificar a la demandada por el medio
más expedito y eficaz. Las misiones colombianas en Italia sí
recibieron el correspondiente exhorto y le dieron trámite, aunque
tropezaron con graves dificultades para notificar personalmente a la
señora FEI.

Fue así como, desde el momento de asumir la conducción del


proceso de tutela, el Magistrado Sustanciador en la Sala Penal del
Tribunal Superior de Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá profirió
el auto de fecha diciembre 3 de 1993, en el cual se dispuso
textualmente:

"Por los medios legales notificar a la señora SANDRA FEI OLIVI


la instauración de la acción de tutela en su contra, haciéndole
entrega del escrito presentado por sus actoras para los fines
que estime pertinentes".

El 6 de diciembre de 1993, el Tribunal Superior, dirigió a la señora


SANDRA FEI, domiciliada en FILARE 451 20080 BASIGIO -
MILANO-, un mensaje telegráfico vía TELECOM, que dice:

"NUMERO.-4206.- NOTIFICOLE EN LA FECHA SE INSTAURO


ACCION DE TUTELA CONTRA USTED PUNTO
PETICIONARIAS SHANI Y MAYA OSPINA FEI COMA
MAGISTRADO SUSTANCIADOR DOCTOR LUIS MARIANO
RODRIGUEZ ROA COMA RADICACIÓN 6189-A PUNTO".

Tres días más tarde, el 9 de diciembre, el ponente, doctor Luis


Mariano Rodríguez Roa, ordenó comisionar por medio de exhorto
con el fin de enterar de la acción a la señora SANDRA FEI. Para
tales efectos suministró la dirección que anteriormente fuera
mencionada, agregando el numero telefónico 399078129 y el fax 39
2 2861142.

El auto es del siguiente tenor:

"Para mayor seguridad y enterar de la presente acción de tutela


a la señora Sandra Fei Olivi, residente en Filare 451 20080
Basigio - Milano, - Italia, teléfono 399078129, fax 39-2-2861142,
conforme al artículo 15 del Decreto 2591 de 1991,
COMISIONESE por medio de exhorto para tal efecto,
remitiéndosele por "fax" u otro medio copia del escrito de tutela.
-artículo 193 del -cpc-.

Igualmente, dése aviso al Doctor Marco Antonio Velilla -


dirección calle 17 número 7-35, oficina 14-01, teléfonos
3426325 y 3426410-, quien ha actuado como apoderado de la
demandada en diferentes procesos, según se desprende de las
diligencias anexas".
107

El abogado Velilla, informado por el Tribunal y pese a no ser


apoderado especial de la demandada, envió al Magistrado Ponente
en esa Corporación una carta fechada el 10 de diciembre de 1993,
mediante la cual autorizaba a su dependiente judicial para que
tuviera acceso al expediente "...con el fin de hacerle llegar esta
información a la señora SANDRA FEI OLIVI a Italia, el cual es su
actual domicilio".

De acuerdo con la constancia secretarial del 9 de diciembre de 1993,


el doctor Eduardo Galvez Argote se comunicó telefónicamente con el
Ministerio de Relaciones Exteriores, siendo informado de que la
notificación a través de exhorto tomaba entre 15 y 20 días.

El 10 de diciembre se recibió en la Secretaría de la Sala Penal del


Tribunal, el telegrama de servicio numero 511, mediante el cual
TELECOM manifestó:

"LE INFORMAMOS QUE SU TELEGRAMA NRO 4206 DE


DICIEMBRE 6, DIRIGIDO A SEÑORA SANDRA FEI OLIVI
FILARE 451- 20080 BASIGIO MILANO/ITALIA. SE
ENCUENTRA SIN ENTREGAR DEBIDO A QUE EL
DESTINATARIO CAMBIO DE DOMICILIO. REF BOI 172/6TH".

"ATENTAMENTE,"

"TELECOM RECLAMOS Y SERVICIOS EXTERIOR CR 8 12-


34 VENT. 3 TEL 2846924".

Por su parte, el Consulado General de Colombia en Milán -Italia-, al


informar acerca del trámite dado a la orden de notificación del fallo
de primera instancia, hizo alusión a la diligencia ya cumplida sobre
notificación de la demanda. En comunicación del 22 de marzo del
presente año dirigida al jefe de la oficina jurídica del Ministerio de
Relaciones Exteriores, puede leerse:

"Me refiero al exhorto Nº 0001 Tribunal superior del Distrito


Judicial de santa Fe de Bogotá, -Sala Penal-, citación para
notificación a la señora SANDRA FEI OLIVE (sic.) del fallo
proferido en la acción de tutela Nº 6189 A- Mag. Luis Mariano
Rodríguez Roa".

"1º) Se anexa el texto de la carta con la cual fue citada".

"2º) Se enviará sucesivamente el comprobante de recepción de


dicha comunicación, el cual tarda para ser restituido por el
servicio de correo".

"3º) Existe imposibilidad de localizar la persona en la dirección


anotada por ese Ministerio: Filare 451 20080 Basigio, Milán,
Italia. Investigando con el fin de hacer llegar el correo se habló
telefónicamente con la madre de la señora SANDRA FEI, quien
108

sugirió enviar la notificación a la siguiente dirección: Vía


Grancini, 4-20145 MILANO.

"4º) Se anexa también el resultado de la diligencia anterior


respecto al mismo caso, con correspondiente recibo
postal". (Subraya la Corte)

"Para su información: cuando se citaron los padres de la


señora FEI al Consulado (exhorto correspondiente ya
diligenciado), añadieron, al preguntarles por qué su hija no
daba respuesta a los llamados judiciales, diciendo 'que
continuamente se desplazaba de la ciudad y que por
consiguiente era difícil localizarla y que pudiera cumplir con
una convocación'".(Subraya la Corte)

"Además en fecha 17 de marzo pasado la secretaria de este


despacho se puso en contacto telefónico con la madre de la
señora FEI para tener noticias sobre su paradero y saber donde
se le puede enviar una comunicación, a lo cual respondió:
'pueden enviarla a esta dirección, pueden hacer lo que quieran,
tanto ya SANDRA considera sus hijas perdidas, cuando éstas
crezcan ya sabrán qué pueden decidir'".

Como puede observarse, la actitud y la actividad del Tribunal fueron


siempre las de buscar, por todos los medios a su alcance, la efectiva
notificación de la señora FEI OLIVI acerca de que se había incoado
una acción de tutela en su contra, a fin de garantizar su derecho de
defensa.

Si los mensajes enviados a la demandada no llegaron a su destino


por cambio de residencia o por otras circunstancias, imputables o no
a la demandada, ello no es imputable a negligencia del Tribunal, ni
puede entenderse que la imposibilidad de localizar a la señora
SANDRA FEI, pese al uso de los medios adecuados, fuera motivo
suficiente para detener la actuación procesal que requería urgente
definición, no sólo por el perentorio término de diez días señalado en
la Carta para fallar, sino teniendo en cuenta que estaba de por medio
la necesidad de defender con prontitud y eficiencia los derechos
fundamentales amenazados.

Es claro para la Corte que el Tribunal contaba con elementos de


juicio poderosos para temer que, de no adoptar una decisión
oportuna, se publicaría en Colombia el libro que en sentir de las
accionantes lesionaba de manera grave su derecho a la intimidad,
su honra y su buen nombre, entre otros.

Como se verá más adelante, la principal prueba aportada -el libro


"PERDUTE"- ofrecía al fallador las bases primordiales que le
permitían apreciar la magnitud de la amenaza, real e innegable, a la
que se veían expuestos los derechos de las menores solicitantes y
ese, a juicio de la Corte, era factor decisivo para llegar a la
convicción de que, con independencia de las razones subjetivas que
109

hubiese podido alegar en su defensa la autora de la publicación,


hacía imperativa la intervención de la justicia constitucional para
velar, como era su deber, por la preservación de los derechos
fundamentales en peligro.

No se declarará la nulidad de la sentencia proferida en primera


instancia.

Singularidad del presente caso

Antes de entrar en el examen de fondo de la sentencia revisada,


debe la Corte dejar en claro que, a pesar de estar referido a la
misma familia en relación con la cual esta misma Sala de la Corte
profirió la Sentencia T-290 del 28 de julio de 1993, el presente caso
es completamente distinto del anterior, ya que corresponde a hechos
y circunstancias que desde el punto de vista jurídico resultan del
todo independientes respecto de los que ya fueron materia de
análisis.

En efecto, mientras lo que se planteaba en el caso de la acción de


tutela instaurada por SANDRA FEI OLIVI contra JAIME OSPINA
SARDI, el Procurador General de la Nación y el Juez 19 de familia
de Santa Fe de Bogotá (Expediente T-11538) era la existencia de
numerosos obstáculos para que la madre pudiera tener contacto
directo, libre y personal con sus hijas, de conformidad con lo previsto
en el régimen de visitas aprobado judicialmente, punto que fue
fallado a favor de la actora ordenando al progenitor que se
abstuviera de impedir en cualquier forma las naturales relaciones de
orden familiar entre la señora FEI y las niñas, si bien advirtiendo a la
demandante que también ella debería asumir con mayor
responsabilidad los deberes propios de su condición de madre, los
cuales son correlativos a los derechos fundamentales que alegaba,
el conflicto que ahora se ha puesto a consideración del juez de tutela
proviene de la conducta asumida por SANDRA FEI en relación con
la divulgación amplia e indiscriminada de situaciones íntimas de la
familia, particularmente mediante la publicación en varios idiomas
del libro "PERDUTE", en el cual, según lo afirmado en la demanda
que instauran las menores SHANI y MAYA OSPINA, se les causa
daño por violentar su intimidad, su honra y su buen nombre,
existiendo de su parte el temor, fundado en antecedentes que son
precisamente objeto de la controversia judicial, de que dicha obra
sea publicada en Colombia, con lo cual se perfeccionaría lo que
estiman constituye grave lesión a sus derechos fundamentales.

No se trata pues, de las mismas partes ni es tampoco igual el objeto


de las acciones de tutela en mención, ni lo fallado en esta
oportunidad anula ni menoscaba lo que ya fue dilucidado por los
jueces competentes y por esta misma Corte Constitucional en lo
referente al primer proceso.

Se considera, por tanto, que el Tribunal Superior de Santa Fe de


Bogotá podía avocar, con plena autonomía y sobre la base de la
110

singularidad del caso, el conocimiento de la demanda presentada


por las menores y que, por las mismas razones expuestas, también
la Corte está habilitada para revisar, sin limitaciones provenientes de
lo decidido en Sentencia T-290 de 1993, el aludido fallo de tutela.

Ambito territorial de los fallos de tutela

Solicitaron las peticionarias que se prohibiera a su madre publicar en


Colombia o en cualquier otro país el libro "PERDUTE" y continuar
ventilando en los diversos medios de comunicación del mundo las
intimidades de la familia OSPINA FEI.

Entiende la Corte -claro está- la fundada preocupación de las


menores en lo que concierne a la divulgación indiscriminada a nivel
internacional de asuntos que, como ellas piensan y también lo
señalará esta misma sentencia, son del exclusivo interés del núcleo
familiar.

No obstante, las atribuciones de los jueces de tutela, delimitadas en


forma terminante por la propia Constitución y por la ley en lo que
atañe al ámbito de su competencia, se circunscriben al territorio en
el cual tienen efecto sus decisiones, que no es otro distinto a aquel
en el cual ejerce su soberanía el Estado colombiano.

Por lo tanto, las ordenes que se imparten mediante las providencias


que resuelven sobre solicitudes de amparo deben ser observadas y
cumplidas únicamente dentro de los límites territoriales de Colombia
y, por ende, está excluída la posibilidad de que los efectos del fallo
de tutela puedan extenderse a territorio extranjero u obligar a
personas y organismos ajenos al ámbito de nuestra soberanía.

El respeto mutuo entre los estados y el reconocimiento de la libre


determinación y autonomía con arreglo a los cuales cada uno actúa
en el interior de su territorio, según su propio ordenamiento jurídico y
de acuerdo con las competencias de sus respectivas autoridades,
hace que, salvo lo acordado en tratados y convenciones
internacionales, las decisiones judiciales tengan vigor únicamente
dentro del espacio reservado a la soberanía del Estado en el cual se
adoptan.

La libertad de expresión y los derechos de los demás

La libertad de expresión, garantizada en el artículo 20 de la Carta


Política, encuentra una de sus más importantes manifestaciones en
la posibilidad que debe tener toda persona de escribir y publicar sus
escritos, de hacer conocer sus criterios, pensamientos, sentimientos,
ideales y concepciones intelectuales mediante la impresión y
difusión de obras literarias, científicas, técnicas o artísticas, en sus
diversas formas.
111

El autor tiene derecho a que su creación salga a la luz pública y a


utilizar canales adecuados y eficaces para lograrlo, desde luego
ajustándose al cumplimiento de las normas legales pertinentes.

En la posibilidad verdadera de ejercer esta libertad sin la injerencia


indebida y arbitraria del Estado ni de los particulares, en un clima de
espontánea y autónoma circulación de las ideas, reside una de las
conquistas fundamentales del Estado de Derecho y la garantía más
preciosa que pueda consagrar un Ordenamiento constitucional.

De allí que la Carta colombiana de 1991 no se haya limitado


simplemente a enunciar el derecho de todos a expresar y difundir su
pensamiento y opiniones, a informar, a recibir información veraz e
imparcial y a fundar medios masivos de comunicación, sino que se
haya ocupado en señalar de manera perentoria que en nuestro
sistema "no habrá censura".

La censura, bien que asuma la forma de prohibición absoluta de


publicar algo, o que implique la facultad de alguna autoridad para dar
un visto bueno previo a las publicaciones, para recortar o modificar
su contenido, constituye flagrante violación de la libertad en cuanto
cercena las posibilidades que toda persona debe tener de expresar
sus ideas o de transmitir informaciones.

Sabemos, sin embargo, que los derechos plasmados en la


Constitución no son absolutos y que la misma Carta, interpretada
sistemáticamente, contempla respecto de ellos numerosas
restricciones y límites, que se derivan de la prevalencia del orden
jurídico y del necesario respeto que merecen los derechos de los
demás.

En ese orden de ideas, no puede sostenerse que quien hace uso de


la libertad de expresión o del derecho a la información esté
autorizado para transgredir mediante sus publicaciones la
normatividad constitucional o para atropellar a otros miembros de la
comunidad en el ejercicio de sus derechos.

Se tiene el derecho a utilizar los medios de comunicación y los


adelantos de la tecnología para comunicarse con el público, pero
definitivamente quien hace un mal uso de tales instrumentos
causando agravio a los derechos de las personas, debe responder.

Todas las personas y desde luego también el intérprete de la


preceptiva fundamental y particularmente el juez constitucional,
están obligados por toda la Constitución y tienen que observarla en
su integridad. En consecuencia, a nadie es lícito sobrevalorar el
alcance y el sentido del derecho consagrado en una de sus normas,
ignorando a la vez otros derechos, también constitucionales, de igual
jerarquía.

Así, no es de recibo la interpretación en cuya virtud se sacrifican la


honra y el buen nombre de las personas en aras de un mal
112

entendido derecho a la información o con el pretexto de un


distorsionado criterio sobre la libertad de expresión. Ha de
entenderse que el derecho de quien informa o se expresa tiene unos
límites y que, cuando esos límites son traspasados, deja de estar en
el ejercicio de un derecho para ubicarse en el terreno
inconstitucional de la transgresión de otros derechos que está
obligado a respetar (artículo 95, numeral 1º, de la Constitución
Política).

Para referirnos al caso del que se ocupa la Corte, toda persona


puede reclamar el derecho a publicar libros, en los cuales aparezcan
plasmados los resultados de su creación intelectual, bien sea en el
campo científico, en el político, en el religioso, en el artístico o en
cualquier otro, expresando como a bien tenga sus criterios y
conceptos o suministrando información, sin que autoridad alguna se
halle facultada por la Carta para imponer la censura a tales
publicaciones.

Pero si, como se deja dicho, el escritor no ejerce un derecho


absoluto, está sujeto a las restricciones que le impone la propia
Constitución cuando consagra derechos en cabeza de todos los
asociados. Entonces, no le será lícito hacer uso de la obra para
revelar detalles de la vida íntima de otro individuo o de su familia, o
para proferir calumnias, injurias o amenazas. Atenta contra los
derechos constitucionalmente consagrados si en la publicación juega
con la honra o el buen nombre de personas o instituciones, pues
éstas, en ejercicio de las prerrogativas que la misma Constitución les
reconoce, están en posición de acudir al juez para que haga valer
sus derechos e imparta las ordenes necesarias para que cese la
violación.

De allí resulta que es válida la decisión judicial que impida la


circulación del escrito o impreso que probadamente atenta contra
derechos fundamentales de personas en concreto, sin que ello
pueda considerarse censura sino apenas el natural cumplimiento de
los mandatos constitucionales en lo que atañe al adecuado equilibrio
entre deberes y derechos.

El artículo 15 de la Constitución señala que todas las personas


tienen derecho a su intimidad personal y familiar y a su buen
nombre, expresando perentoriamente que "el Estado debe
respetarlos y hacerlos respetar".

En lo que corresponde de manera específica al derecho a la


intimidad, ha sostenido la jurisprudencia, siendo del caso reiterarlo
ahora, que la Constitución protege un núcleo de privacidad
inalienable propio de toda persona o familia, en el cual no puede
penetrar el público precisamente porque los hechos y circunstancias
que dentro de él ocurren son de estricto interés particular y, por
tanto, ajenos al interés público.

Por ello, ha dicho la Corte:


113

"De la naturaleza misma del hombre se deriva su sociabilidad,


pero también de ella emana el derecho a una esfera personal
inalienable y a un ámbito familiar íntimo no susceptibles de ser
invadidos por los demás y mucho menos de someterse al
escrutinio público.

Todas aquellas conductas de agentes estatales o de


particulares en cuya virtud se traspasen los límites de la
intimidad, bien se trate de los que circundan el libre desarrollo
de la personalidad de cada individuo, ya de los que preservan la
privacidad del núcleo familiar, lesionan un derecho fundamental
cuya consagración positiva es apenas el reconocimiento de una
normal condición de convivencia humana y un elemento
imprescindible para que se pueda hablar de libertad en el
sentido de aptitud de decisión sobre los propios actos sin
coacción externa".

(...)
"El respeto a este derecho supone, desde luego, el de la
dignidad de la persona humana (artículo 5º de la Constitución),
que no puede desconocerse ni postergarse en aras de intereses
económicos o publicitarios, y -claro está- el de la familia como
institución básica de la sociedad (artículos 5º y 42), en cuanto
uno y otro corresponden a postulados de nuestro Derecho
Público que se erigen en pilares de la actividad oficial y privada,
razón que fundamenta el especial celo del Constituyente al
proveer sobre su guarda.

La persona no puede estar sujeta de modo permanente a la


observación y a la injerencia de sus congéneres. Inclusive tiene
derecho a reclamar de sus propios familiares, aún los más
allegados, el respeto a su soledad en ciertos momentos, la
inviolabilidad de sus documentos personales y de su
correspondencia, así como la mínima consideración respecto de
problemas y circunstancias que desea mantener en reserva. Si
ello ocurre en el interior de la familia, dentro de la cual se
presume que existe la máxima expresión de confianza, tanto
más se explica y justifica éste derecho en cuanto alude a
personas extrañas a esa unidad aunque sean conocidas o
existan respecto de ellas relaciones de amistad, compañerismo,
subordinación o superioridad y con mucho mayor fundamento si
se trata de conglomerados, aunque sean reducidos (vgr.
colegio, universidad, empresa, barrio) y con mayor razón frente
a comunidades de grandes dimensiones (vgr. pueblo,
departamento, país).

La protección constitucional de este derecho, que hoy es


expresa en nuestra Carta con toda la amplitud que le
corresponde, guarda relación con principios consagrados de
tiempo atrás como la inviolabilidad del domicilio (artículo 23 de
la Constitución de 1886) y la prohibición de interceptar la
114

correspondencia confiada a los correos y telégrafos salvo


mandato judicial con arreglo a la ley (artículo 38 Ibídem). Estas
dos formas de garantizar el reducto íntimo de la persona y la
familia están consignadas, también como derechos
fundamentales, en los artículos 28, inciso 1º, y 15, inciso 3º, de
la Carta vigente, aplicables en relación con los más modernos
adelantos de las telecomunicaciones". (Cfr. Corte
Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-611 del
15 de diciembre de 1992).

En torno a los derechos a la honra y al buen nombre, debe insistirse


en que son fundamentales, según los artículos 15 y 21 de la Carta, y
en que han sido instituídos en razón de la dignidad del ser humano,
en orden a preservar el respeto que a esos valores, de tanta
trascendencia para cada individuo y su familia, debe la sociedad, el
Estado y los particulares. Por lo que a éstos últimos hace referencia,
punto que tiene importancia en el presente asunto, esta Sala de la
Corte quiere resaltar que ellos están obligados por las normas
constitucionales en su integridad y que, según el artículo 6º de la
Carta, son responsables ante las autoridades por infringir sus
disposiciones y las leyes, siendo de cargo del Estado la función de
exigirles la plena observancia de las conductas consiguientes, como
lo estatuye el artículo 2, inciso 2º, de la Constitución por vía general
y como lo consagran también de manera específica los artículos 15 y
21 ibídem en lo relativo a los derechos de los que se viene tratando.

Sobre los límites de la libertad de expresión, ya desde 1946 escribía


Harold J. Laski, con admirable precisión:

"Pero debo aquí subrayar mi propia creencia en que, hablando


en general, esa libertad de expresión, tal como la he expuesto,
significa libertad para expresar ideas personales sobre tópicos
generales, sobre temas de importancia pública más bien que
sobre el carácter de personas determinadas. No tengo, a mi
juicio, el derecho de insinuar que Jones le pega a su esposa o
que Brown engaña continuamente a su patrón, a menos que
pueda demostrar, primero, que tales insinuaciones son
verdaderas y, segundo, que tienen una definida importancia
pública. No tengo derecho de fomentar el escándalo porque
encuentro placer o ventajas en hablar mal de mi vecino. Pero si
Brown, por ejemplo, es candidato a un cargo público, mi opinión
de que defrauda a su patrón está ligada a la cuestión de su
idoneidad para ser elegido, y si puedo probar que mi opinión es
exacta, es de interés público que la haga conocer. Esto
significa que no puedo considerar a mi libertad de
expresión como ilimitada. No se me debería permitir que
inflija un agravio innecesario a ninguna persona, a menos
que tal actitud redunde en beneficio de la sociedad". (Cfr. La
libertad en el Estado moderno. Harold J. Laski. ED. Abril.
Buenos Aires. 1946. Pág. 77 y 78). (Subraya la Corte)
115

Según el artículo 93 de la Constitución, los derechos y obligaciones


consagrados en ella se interpretarán de conformidad con los tratados
internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia.

En lo concerniente a los derechos de los que aquí se trata, son


varias las normas internacionales que nos obligan.

Ya la Corte, en caso similar al presente, había subrayado la


importancia que los pactos internacionales sobre derechos humanos
han dado al tema de la violación del derecho a la intimidad, la honra
y la reputación de las personas, en especial si se trata de los niños:

"La Convención Americana sobre Derechos Humanos, "Pacto


de San José de Costa Rica", aprobada mediante Ley 16 de
1992, proclama, aparte del derecho de toda persona al respeto
de su honra y al reconocimiento de su dignidad, la perentoria
declaración en el sentido de que "nadie puede ser objeto de
injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su
familia, en su domicilio o en su correspondencia" (artículo 11).

Por su parte, el artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos


Civiles y Políticos, aprobado por la Ley 78 de 1968,
específicamente alusivo a los medios de comunicación y su
tarea respecto de procesos judiciales en curso, dispone:"... la
prensa y el público podrán ser excluidos de la totalidad o parte
de los juicios (...) cuando lo exija el interés de la vida privada de
las partes". La misma disposición ordena que toda sentencia en
materia penal o contenciosa sea pública, "excepto en los casos
en que el interés de menores de edad exija lo contrario, o en las
actuaciones referentes a pleitos matrimoniales o a la tutela de
menores".

El mismo convenio subraya en su artículo 17, al igual que el


Pacto de San José, que "nadie podrá ser objeto de injerencias
arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio
o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y
reputación" y que "toda persona tiene derecho a la protección
de la ley contra esas injerencias o esos ataques".

La Convención sobre los derechos del niño adoptada en el


marco de la OIT y aprobada mediante Ley 12 de 1991, estipula
en su artículo 16, extendiendo a los menores las declaraciones
transcritas:

'Artículo 16.- 1. Ningún niño será objeto de injerencias


arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio
o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y
reputación.

2. El niño tiene derecho a la protección de la ley contra esas


injerencias y ataques'". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera
de Revisión. Sentencia T-611 del 15 de diciembre de 1992).
116

Ahora bien, los derechos en mención, de los cuales son titulares los
individuos, pueden ser atacados en las más diversas formas, una de
ellas sin duda mediante la publicación de libros. Si éstos se deben a
la pluma de sus propios allegados -como ocurre en el proceso bajo
examen-, en nada se disminuye el alcance de los derechos
comprometidos ni la responsabilidad del autor.

Así, pues, ninguna justificación puede hacerse valer para violar la


esfera íntima de los menores por el hecho de que quien en ella
incurra sea su propia madre.

El caso concreto

Del voluminoso expediente conocido por la Corte, en especial de la


traducción oficial del libro "PERDUTE", del cual es autora la señora
SANDRA FEI y que hace parte del material probatorio, ha podido
concluir esta Corporación que, sin lugar a dudas, la mencionada
obra, pese a que utiliza nombres de pila distintos para referirse a las
niñas SHANI y MAYA OSPINA, alude de manera amplia y detallada
a hechos y situaciones de carácter familiar que únicamente interesan
a los antiguos esposos OSPINA FEI y a sus dos hijas.

Así, por ejemplo, en el libro se ponen a consideración del público en


general aspectos de la vida afectiva de las niñas y aún de su
actividad cotidiana; temas sobre relaciones con sus padres y con
otros familiares; narración acerca de un posible secuestro de ellas
por parte de su padre y exposición permanente de los conflictos
creados por las desavenencias entre sus progenitores. En fin, se
muestra un drama familiar de grandes proporciones que,
obviamente, afecta de modo considerable la estabilidad psicológica
de las menores y sus relaciones sociales.

No puede admitirse que lo relatado en el libro corresponda tan sólo a


la libre expresión de la escritora sobre hipótesis supuestas o ficticias
que pudieran incorporarse a una novela o diario susceptible de
clasificar como forma literaria, pues el contenido, salvo por los
nombres de las niñas, tiene la característica de exponer al
conocimiento público experiencias vividas por la señora FEI, según
lo que ella afirma, tanto en sus relaciones con su esposo e hijas, en
un ámbito estrictamente privado, como respecto de los procesos
judiciales que se han llevado a cabo en torno a la disputa de los
cónyuges separados. Las mejores pruebas para demostrar que no
se trata de una simple concepción literaria ajena a la realidad sino de
la narración, desde el punto de vista de la autora, de
acontecimientos que tienen por protagonistas a los miembros de su
familia, están constituidas por la fotografía de las niñas SHANI y
MAYA aparecida en la portada de la versión francesa de la obra bajo
el título "ENLEVÉES" y con el subtítulo "LE COMBAT D' UNE MERE
POUR RETROUVER SES ENFANTS", lo que hace inútil el cambio
de nombres de las menores, y la "Cronologie Judiciare" que aparece
117

al final de la misma publicación y en la cual se da cuenta exacta, con


fechas y nombres propios, de los procesos adelantados tanto en
Colombia como en Francia en cuanto al divorcio de los esposos
OSPINA FEI, la guarda y el cuidado personal de las niñas y la patria
potestad que sobre ellas se ejerce.

En varios pasajes del libro, que la Corte se abstiene de transcribir,


precisamente para salvaguardar el derecho a la intimidad que se
halla en juego, la señora FEI hace exposición pública de asuntos
pertenecientes al reservado entorno familiar y da a conocer diálogos
y situaciones netamente privados cuya publicidad ha mortificado en
grado sumo a las menores, no solamente en lo que se refiere a sus
propias percepciones sino en el desenvolvimiento normal de sus
actividades y en el círculo social en el que se desenvuelven. Ello sin
contar lo que éstas afirman -por su misma naturaleza no lo ha podido
establecer la Corte- en el sentido de que la mayor parte de los
hechos expuestos, especialmente en materia afectiva, no
corresponden a la realidad. Tal es el caso de la referencia que en el
libro se hace a una supuesta relación entre una de las niñas y un
amigo adulto al que la niña hace depositario, según la obra, de todas
sus confidencias, por lo cual dicha persona le sirve de soporte
emocional.

La autora describe, desde su particular punto de vista, no


susceptible de ser controvertido por las niñas afectadas, hechos,
lugares y circunstancias ilustrados con nombres propios, haciendo
de público conocimiento aquéllo que debería permanecer dentro de
la reserva propia que la Constitución garantiza a las menores y a la
familia de la cual hacen parte.

A no dudarlo, la publicación afecta gravemente la integridad moral


de las niñas accionantes y pone en serio peligro su estabilidad
emocional. Como dice la sentencia revisada, obra en el expediente
que una de las menores tuvo que pasar por la pena de rectificar en
plena clase ante sus compañeros afirmaciones que acerca de ella,
su hermana y su familia se habían hecho en varias publicaciones y
que ahora aparecen recogidas en el libro. Así lo confirmó, entre otras
personas, la psicóloga del Colegio.

Pero, además, por sus mismas características, lo publicado por la


señora FEI perjudica a la familia en términos tales que ha llevado a
sus propias hijas a ejercer acción de tutela contra ella.

Ha sido vulnerado, entonces, el artículo 5º de la Constitución, que


reconoce sin discriminación alguna la primacía de los derechos
inalienables de la persona y que ampara a la familia como institución
básica de la sociedad. Y, desde luego, se ha desconocido también el
42 Ibídem, según el cual las relaciones familiares se basan en el
respeto recíproco entre todos sus integrantes. La misma norma
agrega que cualquier forma de violencia -incluída por supuesto la
118

moral que es la ejercida en el presente caso- se considera


destructiva de su armonía y unidad.

La Corte estima fundados los temores de las niñas en el sentido de


que este libro pueda ser publicado en Colombia, pues resulta claro
que la autora no se conformó con su permanente aparición en los
medios de prensa para divulgar con manifiesto escándalo lo que
acontecía entre ella y su marido y respecto de las menores, sino que
decidió publicar todo aquello en el mencionado libro, primero en
Italia, bajo el título "PERDUTE" y después en Francia,
denominándolo "ENLEVÉES", de lo cual se deduce la amenaza
cierta e inminente de su aparición en Colombia, con grave daño a los
expresados derechos de las peticionarias, a quienes,
paradójicamente, la autora dedica su trabajo.

Ya las niñas habían solicitado en repetidas ocasiones a su madre


que se abstuviera de dar a la publicidad aspectos de su vida privada,
sin que hasta el momento hayan obtenido resultado favorable.

Se hacía entonces indispensable que interviniera el juez de tutela


para impedir que la amenaza tuviera cabal realización y para ello no
quedaba camino diferente al adoptado por el Tribunal Superior de
Santa Fe de Bogotá, cuya providencia habrá de confirmarse,
agregando una instrucción a las autoridades de policía en el sentido
de impedir que el mencionado libro, si fuere publicado en español
fuera del territorio nacional, circule en Colombia.

Debe tenerse presente que en este proceso están de por medio


derechos fundamentales de las niñas que instauraron la acción y
que ellos, según el artículo 44 de la Carta, prevalecen sobre los
derechos de los demás. Así las cosas, si, de acuerdo con la
jurisprudencia, en caso de conflicto entre el derecho a la información
o la libertad de expresión y el derecho a la intimidad, debe
prevalecer este último, ello resulta todavía más claro e ineludible
para el juez cuando el derecho sujeto a violación o amenaza toca
con la vida privada de los niños.

La Corte no ordenará a la autora rectificación alguna de lo


manifestado en su obra, pues, por una parte, el libro no ha aparecido
en Colombia y por lo tanto tal decisión escapa al ámbito
jurisdiccional del juez de tutela, y, por otra, en el expediente no figura
prueba en el sentido de que haya en ella hechos falsos o calumnias,
por lo cual la decisión se circunscribe a confirmar la sentencia de
primera instancia en cuanto mediante ella se contrarresta la
amenaza existente al derecho a la intimidad. Por otra parte, como
con acierto lo subraya la decisión de primera instancia, cualquier
nueva manifestación pública de la madre acerca de los
desagradables hechos narrados en su libro, contribuiría a hacer más
profundas las ya deterioradas diferencias entre ella y sus hijas y
119

ampliaría ostensiblemente el escándalo que mediante la tutela


quisieron las menores hacer cesar.

Pretenden además las accionantes que se ordene a SANDRA FEI


cumplir con el derecho de visitas y anunciar las mismas con el
tiempo ordenado en la sentencia de reglamentación dictada por el
Juez 19 de Familia. Considera la Sala improcedente decidir sobre
esta solicitud, por existir otros medios de defensa judicial, como son
los reservados a la jurisdicción de familia a través del procedimiento
dispuesto para tales fines.

Con arreglo a las pertinentes disposiciones del Código del Menor,


ésta sentencia dispondrá que, precisamente en guarda de la
intimidad de las menores accionantes, los medios de comunicación
no publiquen sus nombres.

IV. DECISION

Con fundamento en las consideraciones expuestas, la Corte


Constitucional de la República de Colombia -Sala Quinta de
Revisión-, administrando justicia en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución,

RESUELVE:

Primero.- CONFIRMAR el fallo proferido el dieciséis de diciembre


de 1993 por la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Santa Fe de Bogotá, mediante el cual se ordenó a SANDRA FEI
OLIVI abstenerse de publicar en Colombia su libro "PERDUTE", o el
mismo contenido de éste aunque se presente bajo otro título.

Segundo.- ADICIONAR la sentencia en el sentido de ordenar que se


oficie a la Dirección General de la Policía Nacional para que las
autoridades vigilen que, aún en el caso de publicarse dicho libro en
español fuera del país, no circule en el territorio nacional.

Tercero.- ORDENAR a la señora SANDRA FEI OLIVI abstenerse de


divulgar en Colombia hechos relacionados con la intimidad personal
o familiar de sus menores hijas.

Cuarto.- PREVENIR a la señora SANDRA FEI OLIVI que el


desacato a lo resuelto en esta providencia le acarreará las sanciones
establecidas en los artículos 52 y 53 del Decreto 2591 de 1991.

Quinto.- DENEGAR por improcedente la solicitud encaminada a


obtener el cumplimiento de las visitas que presuntamente SANDRA
FEI OLIVI debe a sus hijas.
120

Sexto.- ADVERTIR a los medios de comunicación sobre la


prohibición de divulgar los nombres de las niñas en relación con los
hechos materia de este proceso, de acuerdo con lo dispuesto en el
artículo 300 del Código del Menor.

Séptimo.- LIBRESE la comunicación prevista en el artículo 36 del


Decreto 2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la


Corte Constitucional y cúmplase.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado Ponente
Presidente de la Sala

HERNANDO HERRERA VERGARA ALEJANDRO


MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
121

NULIDAD CONSTITUCIONAL DE PLENO DERECHO DE PRUEBA –


Alcance-Sentencia C-372/97

CAUCION EN RECURSO DE REVISION-Garantía de los


eventuales perjuicios

En cuanto al primero de los objetivos, esto es, la garantía de los


eventuales perjuicios que se puedan ocasionar a las partes del proceso
en que se profirió la sentencia recurrida, es apenas lógico entender que
la tramitación del recurso de revisión sí puede dar lugar al surgimiento
de perjuicios en cabeza de la contraparte del recurrente, porque éste,
entre otras cosas, puede lograr el decreto de las medidas cautelares.
Naturalmente, como dichas medidas cautelares pueden quebrantar los
derechos de los afectados con ellas, es razonable que la ley establezca
la necesidad de que el recurrente ofrezca determinada seguridad o
caución para asegurar el pago de los correspondientes perjuicios.

CAUCION EN RECURSO DE REVISION-Pago de costas

En lo atinente al pago de las costas, se trata de una preocupación legal


justificada, pues, como es bien sabido, conforme al Código de
Procedimiento Civil, siempre se condenará en costas a "quien se le
resuelva desfavorablemente el recurso de apelación, casación o
revisión que haya propuesto". Además, debe tenerse en cuenta la
sentencia C-480 de 1995. Debe precisarse que cuando el recurso se
declara infundado mediando temeridad o mala fe del abogado del
recurrente, la condena en costas corresponde a dicho apoderado,
siendo solidaria "si el poderdante también obró con temeridad o mala
fe".

CAUCION EN RECURSO DE REVISION-Pago de multa

Está ajustada a la Constitución la previsión del artículo impugnado en


relación con la caución para el pago de multa, pues ésta, en cuantía de
cinco a diez salarios mínimos legales mensuales, se podrá imponer al
apoderado del recurrente cuando, por temeridad o mala fe, se rechace
la demanda de revisión. Con esta figura se pretende desestimular el
abuso del derecho de litigar y, obviamente, contribuír a la
descongestión y buen funcionamiento de la justicia. Es claro que la
multa puede recaer igualmente sobre el recurrente mismo, incluso con
mayor severidad, con arreglo a la responsabilidad propia del
poderdante.

CAUCION EN RECURSO DE REVISION-


Constitucionalidad/RECURSO DE REVISION-Carácter
restrictivo/NULIDAD DE PRUEBA-Obtención con violación del
debido proceso

El recurrente busca el cambio de fallos destinados, en principio, a ser


cumplidos, porque ellos cuentan a su favor con la llamada inmutabilidad
de la cosa juzgada. El que acude a la revisión lo hace para desconocer
122

procesos concluídos, para controvertir laudos y sentencias en las que,


en los casos concretos, los jueces ya han dicho el derecho y, por tal
razón, actúa contra la presunción de verdad o acierto que las cobija.
Esto explica el criterio restrictivo que caracteriza al recurso de revisión,
que, en el fondo, lo que pretende es proteger el derecho de defensa de
los interesados en el proceso donde se dictó la sentencia recurrida pero
ejecutoriada. Así, es perfectamente razonable y adecuado al debido
proceso, el que quienes promuevan recursos de revisión,
desconociendo sentencias dictadas al fin de dilatados procedimientos,
aseguren, en favor de los legitimados para ello y el mismo Estado, los
perjuicios, costas, multas y frutos civiles o naturales, prestando las
cauciones que sean del caso. La nulidad prevista en el último inciso del
artículo 29 de la Constitución, es la de una prueba (la obtenida con
violación del debido proceso), y no la del proceso en sí. La Corte
observa que, en todo caso, la nulidad del artículo 29 debe ser
declarada judicialmente dentro del proceso. No tendría sentido el que
so pretexto de alegar una nulidad de éstas, se revivieran procesos
legalmente terminados, por fuera de la ley procesal.

NULIDAD CONSTITUCIONAL DE PLENO DERECHO DE


PRUEBA-Alcance

La Corte es consciente de que la expresión "de pleno derecho", indica


que ciertos efectos jurídicos se producen por la sola ocurrencia de
determinados hechos, automáticamente, sin que importe lo que la
voluntad humana (aun la judicial) pueda considerar al respecto, verbi
gratia, la mayoría de edad, que es una calidad a la que se llega por la
simple adquisición de una edad, sin necesidad de ninguna declaración
especial. Sin embargo, se observa que para que algo pueda operar de
"pleno derecho", se exige que recaiga sobre hechos o circunstancias
que no requieran de la intervención de la voluntad humana. Esto no
ocurre con la institución de las nulidades procesales o probatorias, que
es la consecuencia de vicios relevantes que no siempre son de fácil
aprehensión. Como materia delicada en el trámite de los procesos, la
seguridad jurídica, las exigencias del mismo debido proceso y el
principio de que los asociados no deben hacerse justicia por su propia
mano, indican que repugna con una interpretación armónica de la
Constitución, la afirmación de que la nulidad del inciso final del artículo
29 opera sin necesidad de intervención de la rama judicial,
prácticamente con la simple declaración unilateral del interesado.

NULIDAD DE PLENO DERECHO DE PRUEBA-Obtención con


violación del debido proceso

El inciso final dice que "es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida
con violación del debido proceso". Esta norma significa que sobre toda
prueba "obtenida" en tales condiciones, esto es, averiguada y,
principalmente, presentada o aducida por parte interesada o admitida
con perjuicio del debido proceso, pende la posibilidad de su declaración
judicial de nulidad.
123

CAUSALES DE REVISION CIVIL-Alcance frente a la aportación


indebida de pruebas

CAUCION EN RECURSO DE REVISION-Finalidad

Al ser la revisión un recurso excepcional que pone en tela de juicio la


inmutabilidad de la cosa juzgada, que está estructurado sobre una serie
de hechos que no suelen presentarse normalmente, es razonable que
la ley, para prevenir abusos, exija la prestación de una caución.
Caución que, además, protege los derechos de los afectados con la
sentencia sometida a la revisión, asegurando el resarcimiento de los
perjuicios que se les puedan ocasionar si las razones de la demanda
de revisión resultan infundadas o temerarias, y garantizando el pago de
las costas, multas y frutos civiles y naturales que se estén debiendo.
Específicamente, en lo que atañe a la caución del artículo 383 del
Código de Procedimiento Civil, ésta se justifica, pues no se puede
perder de vista que quien pide la revisión de una sentencia en firme,
que está destinada a cumplirse, ataca una providencia amparada por
una presunción de verdad, dictada como culminación de un proceso en
el que se supone que se respetó el derecho de defensa y el debido
proceso.

Referencia: Expediente D-1530.

Demanda de inconstitucionalidad
parcial contra los incisos primero y
segundo del numeral 192 del artículo
1o. del decreto ley 2282 de 1989, que
modificó el artículo 383 del decreto
extraordinario 1400 de 1970, “Por el
cual se expide el Código de
Procedimiento Civil”.

Actor: Jorge Luis Pabón Apicella.

Magistrado Ponente:
Dr. JORGE ARANGO MEJÍA.

Sentencia aprobada en Santafé de Bogotá, Distrito Capital, según


consta en acta número treinta y ocho (38 ), a los trece (13) días del mes
de agosto de mil novecientos noventa y siete (1997).

I.- ANTECEDENTES.

El treinta (30) de noviembre de mil novecientos noventa y seis (1996),


el ciudadano mencionado, en uso del derecho consagrado en los
artículos 40, numeral 6, 241, numeral 5, y 242, numeral 1, de la
Constitución, demandó, por inconstitucionalidad parcial, los incisos
primero y segundo del numeral 192 del artículo 1o. del decreto ley 2282
de 1989, que modificó el artículo 383 del decreto extraordinario 1400 de
1970, “Por el cual se expide el Código de Procedimiento Civil”.
124

El diez (10) de febrero del año en curso, el magistrado sustanciador


admitió la demanda; ordenó la fijación en lista de la norma acusada por
diez (10) días, para asegurar la intervención ciudadana;
simultáneamente, dio traslado por treinta (30) días al Procurador
General de la Nación, para que rindiera su concepto; ordenó comunicar
la iniciación del proceso al Presidente de la República, para que, si lo
estimaba oportuno, conceptuara sobre la constitucionalidad de la
norma sometida a control.

Con base en lo dicho, la Corte entra a decidir.

A.- NORMA ACUSADA.

Las partes consideradas inexequibles son las que, debidamente


subrayadas, se transcriben a continuación.

"DECRETO NÚMERO 2282 DE 1989

"(Octubre 7)

"'Por el cual se introducen algunas modificaciones al Código de


Procedimiento Civil.'

"El Presidente de la República de Colombia, en ejercicio de las


facultades que le confiere la ley 30 de 1987, y oída la Comisión
Asesora por ella establecida,

"DECRETA :

"Artículo 1o.- Introdúcense las siguientes reformas al Código de


Procedimiento Civil :

"(...)192. El artículo 383, quedará así :

"Trámite. La Corte o el Tribunal que reciba la demanda, examinará


si reúne los requisitos exigidos en los dos artículos precedentes, y
si los encuentra cumplidos señalará la naturaleza y cuantía de
la caución que debe constituir el recurrente, para garantizar
los perjuicios que pueda causar a quienes fueron partes en el
proceso en que se dictó la sentencia, las costas, las multas y
los frutos civiles y naturales que se estén debiendo.

“Aceptada la caución, la Corte o el Tribunal solicitará el


expediente a la oficina en que se halle. Pero si estuviere pendiente
la ejecución de la sentencia, aquél sólo se remitirá previa
expedición, a costa del recurrente, de copia de lo necesario para
su cumplimiento. Con tal fin, éste suministrará en el término de
diez días, contados desde el siguiente a la notificación del auto
que ordene remitir el expediente, lo necesario para que se
compulse dicha copia, so pena de que se declare desierto el
recurso. Recibido el expediente se resolverá sobre la admisión de
125

la demanda y las medidas cautelares que en ella se soliciten ; en


caso de ser rechazada, se impondrá al apoderado del recurrente
multa de cinco a diez salarios mínimos mensuales, para cuyo
pago se hará efectiva la caución prestada.

“Se declarará inadmisible la demanda cuando no reúna los


requisitos formales exigidos en el artículo anterior, así como
también cuando no vaya dirigida contra todas las personas que
deben intervenir en el recurso, casos en los cuales se le concederá
al interesado un plazo de cinco días para subsanar los defectos
advertidos. De no hacerlo en tiempo hábil la demanda será
rechazada.

“Sin más trámite, la demanda será rechazada cuando no se


presente en el término legal ; verse sobre sentencia no sujeta a
revisión o no la formule la persona legitimada para hacerlo, bien
por haber sido parte en el proceso donde se profirió la sentencia
materia de impugnación o bien por tratarse, en el evento previsto
en el numeral 6o. del artículo 380 del Código de Procedimiento
Civil, de un tercero perjudicado o sus causahabientes.

“En ningún caso procederá la reforma de la demanda de revisión.

“Admitida la demanda, de ella se dará traslado a los demandados


por cinco días, en la forma que establece el artículo 87.

“La contestación a la demanda deberá reunir los requisitos


indicados en el artículo 92 ; no serán procedentes excepciones
previas.

“Surtido el traslado a los demandados se decretarán las pruebas


pedidas, y se fijará el término de quince días para practicarlas.
Concluido el término probatorio, se concederá a las partes uno
común de cinco días para que presenten sus alegaciones, vencido
el cual se proferirá sentencia.”

B.- DEMANDA E INTERVENCIONES.

a) La demanda.

Sostiene que la nulidad constitucional del inciso final del artículo 29 de


la Constitución, que dice que “es nula, de pleno derecho, la prueba
obtenida con violación del debido proceso”, no requiere de sentencia
judicial, como consecuencia del uso de la expresión “de pleno
derecho”, y que si se invoca judicialmente, el juez sólo podría constatar
la violación del debido proceso.

De la consagración constitucional de esa nulidad de vigencia inmediata,


deduce que élla se produce aun en contra de fallos judiciales en firme
(porque la Constitución es norma de normas), sin parar mientes en la
fuerza de la cosa juzgada y con efectos ex tunc.
126

Y agrega :

“Como la nulidad constitucional en cuestión puede producirse sin


existir fallo judicial en proceso, aún (sic) antes de establecerse
éste último, y opera de pleno derecho, sin necesidad de análisis
judicial previo ni de cosa juzgada, es de contemplar que las
invocaciones de nulidad constitucional que hagan los interesados
sobre violación al debido proceso en la obtención de la prueba,
como hecho producido con anterioridad a la sentencia emitida en
un proceso, cuestiona gravemente la estabilidad misma, el
supuesto de ejecutoria (art 381 C. de P.C. : “...siguientes a la
ejecutoria de la respectiva sentencia...”), el valor legal de cosa
juzgada establecedora de deuda (art 383 C. de P.C. : “...las costas,
las multas, y los frutos civiles y naturales que se estén debiendo”)
que se atribuyen a la sentencia que es objeto de recurso
extraordinario de revisión y con base en lo cual la ley procesal
impone y justifica el requisito de la CAUCIÓN (“...la caución que
debe constituir el recurrente, para garantizar los perjuicios que
pueda causar a quienes fueron partes...”) ; de modo que si la
nulidad constitucional es invocada en revisión no resulta
proporcional, ni razonable, ni justificado, apoyarse en una
ejecutoria constitutiva de deuda para sostener la necesidad de la
caución.”

De suerte que, según el demandante, la sola invocación de una de


estas nulidades, en razón a su supuesto efecto anulador de la cosa
juzgada, torna en inconstitucional la exigencia de las cauciones
establecidas en el artículo impugnado, porque éstas, en la tramitación
de los recursos de revisión, acabarían, a la postre, garantizando unas
sentencias carentes de firmeza.

Así mismo, la demanda afirma que para ejercer la nulidad


constitucional insaneable del artículo 29 a través de los recursos
ordinarios o extraordinarios, la administración de justicia no puede
exigir a los interesados ninguna caución, porque la citada norma - que
prima sobre el Código de Procedimiento Civil, y lo modifica en lo que se
oponga a ella - no prevé tal cosa.

En conclusión, la caución de los incisos primero y segundo del numeral


192 del artículo 1o. del decreto ley 2282 de 1989, que modificó el
artículo 383 del Código de Procedimiento Civil, no podría “imponerse al
derecho fundamental constitucional entronizado en el inciso final del
artículo 29 nueva C.N.”.

Los apartes demandados violan a juicio del actor los artículos 4, 29,
228, 229, 85 y 86 de la Constitución.

b) Intervención del ciudadano designado por el Ministerio de


Justicia y del Derecho.

Está enderezada a demostrar la constitucionalidad de los apartes


demandados.
127

Afirma que por ser la revisión un recurso extraordinario, la ley busca


que se use excepcionalmente, porque con él se pone en entredicho la
solidez de la cosa juzgada, y, además, porque varias de sus causales,
por suponer hechos dolosos, no son de normal ocurrencia. Sobre estas
bases, considera que es apenas natural que la ley, para prevenir
abusos con dicho recurso, exija la presentación de una caución. Ésta
también busca evitar el abuso del derecho de litigar, protegiendo los
derechos de los favorecidos con la sentencia sometida a la revisión ;
asegurando “el eventual resarcimiento de los perjuicios que se puedan
causar al favorecido con la sentencia que se pretende que se revise, si
las razones de la demanda de revisión resultan infundadas o
temerarias” ; y garantizando el pago de las costas, multas y frutos
civiles y naturales “que se estén debiendo, a cuyo pago será
condenado ese demandante en caso de que la providencia que decida
la demanda le sea desfavorable”. Naturalmente, la caución así
concebida contribuirá también a que la administración de justicia no se
vea entorpecida “por acciones carentes de todo soporte”.

Recuerda que similares conceptos fueron aceptados por la Corte


Constitucional en las sentencias C-480 y C-469 de 1995, esta última
con ocasión de un pronunciamiento alrededor de la caución que se
debe prestar cuando se solicita una medida preventiva, como un
embargo o secuestro de bienes. Así mismo, trae a colación las
sentencias T-445 de 1994 y C-469 de 1995, conforme a las cuales las
cauciones deben responder a los criterios de razonabilidad, igualdad y
proporcionalidad.

Específicamente, en lo que atañe a la caución del artículo 383 del


Código de Procedimiento Civil, estima que ésta se justifica, pues no se
puede perder de vista que quien pide la revisión de una sentencia en
firme, que está destinada a cumplirse, ataca una providencia amparada
por una presunción de verdad, dictada como culminación de un
proceso en el que se supone que se respetó el derecho de defensa y el
debido proceso.

No percibe ninguna violación del artículo 2o. de la Constitución, porque,


si bien es cierto que esta norma se refiere a la garantía de efectividad
de derechos constitucionales tales como el acceso a la justicia, el
debido proceso y la prevalencia del derecho sustancial sobre el
procesal, “ello no significa que el legislador esté impedido para señalar
reglas que regulen un ordenado desarrollo del proceso y procuren la
seriedad del ejercicio de las acciones y recursos por las partes”.
Tampoco comparte la tesis de que con la caución del artículo 383 del
Código de Procedimiento Civil, se viola el artículo 4o. de la
Constitución, puesto que como aquélla se acomoda a las disposiciones
de la Carta, mal podría desconocer “la prevalencia de las disposiciones
constitucionales sobre las legales”. En igual sentido se manifiesta en
relación con las supuestas vulneraciones de los derechos al debido
proceso, al acceso a la justicia y a la gratuidad de ésta, pues con la
caución lo único que se pretende es garantizar el legítimo pago de unos
eventuales perjuicios, multas, costas, etc.. En cuanto a las costas, cita
128

la sentencia de esta Corporación C-037 de 1996, para sostener que “de


la misma forma que las costas son constitucionales por las razones
expuestas en la sentencia C-037 de 1996, la caución que pretende su
protección participa de la misma naturaleza”.

En lo que toca, según el interviniente, con las afirmaciones hechas en


la demanda en el sentido de que la nulidad ínsita en las causales del
recurso extraordinario de revisión, es de pleno derecho, está exenta de
presentación de caución y no requiere de pronunciamiento judicial,
discrepa de ellas porque “aceptar tal teoría conduciría a que bajo su
amparo cualquiera desconozca los fallos judiciales”. La idea de que las
nulidades anotadas no requieren declaración judicial, conduce a que
cualquiera se aplique justicia por su propia mano, desconociendo la
prerrogativa estatal de administrar justicia a través de la rama
jurisdiccional.

Por lo expuesto, tampoco comparte la tesis de que con la caución se


quebranta el artículo 228 de la Constitución, al hacerse prevalecer una
formalidad sobre un aspecto de fondo, o se desconozcan los artículos
85 y 86 ibídem.

Y el hecho de que el artículo 383 del Código de Procedimiento Civil,


exija la caución, no viola el artículo 229 de la Constitución, porque,
como se ha visto, dicho requisito no está previsto para impedir el
acceso a la justicia de algunas personas. Además, el demandante
olvida que el citado Código consagra el amparo de pobreza para
favorecer a los que no tienen “medios económicos para asumir los
gastos del proceso”, figura que extiende sus beneficios aun a la
prestación de cauciones.

C.- CONCEPTO DE LA PROCURADURÍA GENERAL DE LA


NACIÓN.

Sostiene el Procurador General de la Nación que el recurso de revisión


es un recurso extraordinario, que sólo procede por causas taxativas
para controvertir sentencias indudablemente ejecutoriadas, cuando se
evidencian hechos nuevos, no conocidos durante el proceso, “para
atacar la presunción de verdad que ampara a las providencias que han
hecho tránsito a cosa juzgada”. Se trata, en consecuencia, de un
instrumento que “no permite debatir sobre asuntos ya decididos, ni
faculta a las partes para allegar nuevas pruebas respecto de los hechos
materia de juzgamiento, ni significa oportunidad para que el
demandado proponga nuevas excepciones”, y que da lugar a la
iniciación de un nuevo proceso, “en el cual se controvierten hechos
demostrables mediante otras pruebas”.

De ahí que “es imposible identificar, como lo hace el demandante, la


figura de la nulidad procesal y el recurso extraordinario de revisión”,
porque la garantía del último inciso del artículo 29 de la Constitución
desarrolla el debido proceso, dentro de cada proceso judicial, “con
observancia plena de las formas procedimentales propias de cada
caso”.
129

Adicionalmente, es lógico que el recurso de revisión, por versar sobre


circunstancias nuevas, exija de sus usuarios el lleno de nuevos y
especiales requisitos, pues, repite el señor Procurador General de la
Nación, “se trata de evaluar circunstancias nuevas, que de ser
probadas dejarían sin efecto una sentencia ejecutoriada”.

Finalmente, agrega que “la caución establecida mediante la norma


demandada constituye una condición razonable para el ejercicio del
recurso extraordinario de revisión en materia civil, más aún cuando se
trata de una medida preventiva para proteger los derechos de quienes
han obtenido una definición de fondo, luego de haber adelantado los
trámites propios de un proceso judicial que, presumiblemente, sirvió
para resolver de manera definitiva sobre un conflicto jurídico”.

Los motivos expuestos llevan a la Procuraduría General de la Nación a


solicitar la declaración de exequibilidad de las normas demandadas.

II.- CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.

Procede la Corte a resolver, previas las siguientes consideraciones.

Primera.- Competencia.

La Corporación es competente para decidir según el artículo 241,


numeral 5, de la Constitución, y demás normas concordantes, pues la
demanda se dirige contra algunos apartes de los incisos primero y
segundo del numeral 192 del artículo 1o. del decreto ley 2282 de 1989,
decreto ley (extraordinario) que modificó el decreto ley 1400 de 1970,
“Por el cual se expide el Código de Procedimiento Civil”, dictado por el
Presidente de la República, en ejercicio de las facultades
extraordinarias que le confirió la ley 4a. de 1969, y consultada la
comisión asesora que ella estableció.

Segunda.- Lo que se debate.

Se trata de aclarar si en las causales de revisión civil está ínsita la


nulidad constitucional probatoria del artículo 29 de la Carta. También
deberá establecerse si dicha nulidad opera de pleno derecho, sin límite
en el tiempo, y si, en consecuencia, la caución exigida para tramitar el
recurso es inconstitucional con base en la afirmación de que, según el
artículo 29 citado, hoy en día la cosa juzgada ya no tiene el carácter
inmutable que la caracterizaba.

Tercera.- Fundamento de la caución del artículo 383 del Código de


Procedimiento Civil, modificado por el artículo 1o., numeral 192
del decreto extraordinario 2282 de 1989.

El inciso primero de la norma citada explica la razón de ser de la


caución en las siguientes palabras :
130

"Artículo 383.- Trámite. La Corte o el Tribunal que reciba la


demanda, examinará si reúne los requisitos exigidos en los dos
artículos precedentes, y si los encuentra cumplidos señalará la
naturaleza y cuantía de la caución que debe constituir el
recurrente, para garantizar los perjuicios que pueda causar a
quienes fueron partes en el proceso en que se dictó la
sentencia, las costas, las multas y los frutos civiles y
naturales que se estén debiendo."

De manera que la caución busca garantizar :

1o.- El pago de los eventuales perjuicios que se puedan irrogar a las


partes del proceso en que se profirió el fallo recurrido en revisión ;

2o.- El pago de las costas ;

3o.- El pago de las multas ; y

4o.- El pago de los frutos civiles y naturales que se estén debiendo.

Para la Corte, la anterior motivación legal no viola la Constitución.

En efecto, en cuanto al primero de los objetivos, esto es, la garantía de


los eventuales perjuicios que se puedan ocasionar a las partes del
proceso en que se profirió la sentencia recurrida, es apenas lógico
entender que la tramitación del recurso de revisión sí puede dar lugar al
surgimiento de perjuicios en cabeza de la contraparte del recurrente,
porque éste, entre otras cosas, puede lograr el decreto de las medidas
cautelares contempladas en el artículo 385 del Código de
Procedimiento Civil, subrogado por el artículo 1o., numeral 194, del
decreto extraordinario 2282 de 1989. Esta última disposición autoriza
que :

"Podrán decretarse como medidas cautelares el registro de la


demanda y el secuestro de bienes muebles, en los casos
autorizados en el proceso ordinario, si en la demanda se solicitan."

Naturalmente, como dichas medidas cautelares pueden quebrantar los


derechos de los afectados con ellas, es razonable que la ley establezca
la necesidad de que el recurrente ofrezca determinada seguridad o
caución para asegurar el pago de los correspondientes perjuicios.

En lo atinente al pago de las costas, se trata de una preocupación legal


también justificada, pues, como es bien sabido, conforme al numeral
1o. del artículo 392 del Código de Procedimiento Civil, modificado por
el artículo 1o., numeral 198, del decreto extraordinario 2282 de 1989,
siempre se condenará en costas a "quien se le resuelva
desfavorablemente el recurso de apelación, casación o revisión que
haya propuesto". Además, conforme a la sentencia C-480 del 26 de
octubre de 1995, magistrado ponente doctor Jorge Arango Mejía, esta
Corporación ha dicho que :
131

"Nuestro Código de Procedimiento Civil adopta un criterio objetivo


en lo relativo a la condena en costas: se condena en costas al
vencido en el proceso, incidente o recurso, independientemente de
las causas del vencimiento. No entra el juez, por consiguiente, a
examinar si hubo o no culpa en quien promovió el proceso, recurso
o incidente, o se opuso a él, y resultó vencido.

"Este criterio objetivo está plasmado en la primera de las reglas


que contiene el artículo 392 del Código de Procedimiento Civil,
según la cual se condenará en costas a la parte vencida en el
proceso, a la que pierda el incidente o los trámites especiales que
lo sustituyen, o a quien se le resuelva desfavorablemente el
recurso de apelación, el de casación o el de revisión que haya
propuesto.

"Sobre la responsabilidad objetiva de la parte en lo relativo a la


costas, escribe Carnelutti:

"Ello significa que la responsabilidad de la parte en cuanto a las


costas es una responsabilidad objetiva. Al principio no sucedió así.
En el derecho romano clásico, y también durante mucho tiempo en
la extraordinaria cognitio, el presupuesto de la responsabilidad
era la temeritas y, por tanto, la culpa del litigante (infra, núm. 175);
pero luego, el costo del proceso, paulatinamente acrecido y, por
otra parte, la dificultad de establecer la culpa del vencido, hicieron
sentir la necesidad de un freno a la iniciativa de los litigantes, más
enérgico que el constituído por la responsabilidad subjetiva.
Precisamente porque el proceso es un instrumento necesario pero
peligroso, que no se maneja sin lesionar el interés ajeno y, por
tanto, y, ante todo, sin ocasionar gastos, se aspira a que quien lo
ocasiona soporte su peso. La raíz de la responsabilidad estriba,
pues, en la relación causal entre el daño y la actividad de un
hombre.

"Dicha relación causal la revelan algunos índices, de los cuales el


primero es el vencimiento. No existe, por tanto, antítesis alguna
entre el principio de la causalidad y el del vencimiento como
fundamento de la responsabilidad por las costas del proceso. Si el
vencido debe soportarlas, ello sucede porque el vencimiento
demuestra que él ha sido causa del proceso. Pero el principio de
causalidad es más amplio que el del vencimiento, ya que éste es
sólo uno de los índices de la causalidad. Otros índices son la
contumacia, la renuncia al proceso y, además, la nulidad del
acto a que el gasto se refiera". (Sistema de Derecho Procesal Civil,
tomo II, pág. 119, ed. UTEHA Argentina, 1944)."

Por supuesto, debe precisarse que cuando el recurso se declara


infundado mediando temeridad o mala fe del abogado del recurrente,
conforme al artículo artículo 73 del Código de Procedimiento Civil,
modificado por el artículo 1o., numeral 29, del decreto extraordinario
2282 de 1989, la condena en costas corresponde a dicho apoderado,
132

siendo solidaria "si el poderdante también obró con temeridad o mala


fe".

También está ajustada a la Constitución la previsión del artículo


impugnado en relación con la caución para el pago de multa, pues ésta,
en cuantía de cinco a diez salarios mínimos legales mensuales, se
podrá imponer al apoderado del recurrente cuando, por temeridad o
mala fe, se rechace la demanda de revisión. Con esta figura se
pretende desestimular el abuso del derecho de litigar y, obviamente,
contribuír a la descongestión y buen funcionamiento de la justicia. Es
claro que la multa puede recaer igualmente sobre el recurrente mismo,
incluso con mayor severidad (diez a veinte salarios mínimos
mensuales), con arreglo a la responsabilidad propia del poderdante
contemplada en el inciso 2o. del artículo 73 del Código de
Procedimiento Civil, modificado por el artículo 1o., numeral 29, del
decreto extraordinario 2282 de 1989.

Y análogas consideraciones pueden hacerse en lo relativo al pago de


los frutos que se estén debiendo.

Pero, la justificación de la constitucionalidad de la caución -en cuya


fijación y cuantificación la Corte o tribunal competente debe obrar con
mesura, razonabilidad y proporcionalidad, sin caer en excesos,
acudiendo, si es necesario, al dictamen de peritos- también puede
verse si además se recuerda que quien acude al proceso o recurso de
revisión, procede, al decir del artículo 379 del Código de Procedimiento
Civil, "contra las sentencias ejecutoriadas de la Corte Suprema, los
tribunales superiores, los jueces de circuito, municipales y de
menores". En otras palabras, el recurrente busca el cambio de fallos
destinados, en principio, a ser cumplidos, porque ellos cuentan a su
favor con la llamada inmutabilidad de la cosa juzgada. El que acude a
la revisión lo hace para desconocer procesos concluídos, para
controvertir laudos y sentencias en las que, en los casos concretos, los
jueces ya han dicho el derecho y, por tal razón, actúa contra la
presunción de verdad o acierto que las cobija. Esto explica el criterio
restrictivo que caracteriza al recurso de revisión, que, en el fondo, lo
que pretende es proteger el derecho de defensa de los interesados en
el proceso donde se dictó la sentencia recurrida pero ejecutoriada.

Así, es perfectamente razonable y adecuado al debido proceso, el que


quienes promuevan recursos de revisión, desconociendo sentencias
dictadas al fin de dilatados procedimientos, aseguren, en favor de los
legitimados para ello y el mismo Estado, los perjuicios, costas, multas y
frutos civiles o naturales, prestando las cauciones que sean del caso.

De todas maneras, es preciso advertir que la nulidad prevista en el


último inciso del artículo 29 de la Constitución, es la de una prueba (la
obtenida con violación del debido proceso), y no la del proceso en sí.
En un proceso civil, por ejemplo, si se declara nula una prueba, aún
podría dictarse sentencia con base en otras no afectadas por la
nulidad. La Corte observa que, en todo caso, la nulidad del artículo 29
debe ser declarada judicialmente dentro del proceso. No tendría
133

sentido el que so pretexto de alegar una nulidad de éstas, se revivieran


procesos legalmente terminados, por fuera de la ley procesal.

Cuarta.- La posibilidad, planteada por la demanda, de que la


nulidad constitucional del inciso final del artículo 29 de la Carta,
opere, en cualquier momento, aun en contra de sentencias
ejecutoriadas, sin que sea necesaria su declaración judicial, y
pudiendo alegarse a través de las causales de revisión del Código
de Procedimiento Civil, no es cierta.

Recuérdese que el actor, con el fin de demostrar que la caución exigida


por el artículo 383 del Código de Procedimiento Civil es
inconstitucional, sostiene que también es posible alegar la nulidad
constitucional del inciso final del artículo 29 de la Carta, con base en las
causales de revisión que dicho Código consagra en su artículo 380. Lo
esencial de su razonamiento consiste en partir de la base de que la
anotada nulidad constitucional no necesita de declaración judicial, pues
opera "de pleno derecho", y en afirmar que si es planteada después de
la ejecutoria de la sentencia, como sus efectos son inmediatos y
prevalentes, supone la consiguiente pérdida de importancia o abolición
del alcance de los conceptos de la ejecutoria de fallos y la cosa
juzgada.

En primer lugar, la Corte es consciente de que la expresión "de pleno


derecho", indica que ciertos efectos jurídicos se producen por la sola
ocurrencia de determinados hechos, automáticamente, sin que importe
lo que la voluntad humana (aun la judicial) pueda considerar al
respecto, verbi gratia, la mayoría de edad, que es una calidad a la que
se llega por la simple adquisición de una edad, sin necesidad de
ninguna declaración especial. Sin embargo, se observa que para que
algo pueda operar de "pleno derecho", se exige que recaiga sobre
hechos o circunstancias que no requieran de la intervención de la
voluntad humana. Esto no ocurre con la institución de las nulidades
procesales o probatorias, que es la consecuencia de vicios relevantes
que no siempre son de fácil aprehensión. Como materia delicada en el
trámite de los procesos, la seguridad jurídica, las exigencias del mismo
debido proceso y el principio de que los asociados no deben hacerse
justicia por su propia mano, indican que repugna con una interpretación
armónica de la Constitución, la afirmación de que la nulidad del inciso
final del artículo 29 opera sin necesidad de intervención de la rama
judicial, prácticamente con la simple declaración unilateral del
interesado. Por lo dicho, la Corte discrepa de la aseveración del actor
en el sentido de que la nulidad constitucional del inciso final del artículo
29 de la Constitución, no requiere de sentencia judicial, como
consecuencia del uso de la expresión “de pleno derecho”.

En segundo término, la Corte no puede prohijar la interpretación de la


demanda, que insinúa que el efecto ordinario de la cosa juzgada dejó
de existir con base en la alegación de la nulidad del artículo 29 de la
Constitución, pues ésta, por ser de raigambre constitucional,
prácticamente en cualquier tiempo, prevalece sobre cualquier
consideración, incluídas las sentencias ejecutoriadas. La razón de la
134

discrepancia es también el adecuado entendimiento de la seguridad


jurídica, la lealtad procesal y el debido proceso, el cual enseña que los
procesos tienen etapas, que en ellos se da el fenómeno de la
preclusión, y que pasada la oportunidad de plantear una nulidad, ésta
debe considerarse saneada o superada habida cuenta de la
negligencia de la parte interesada.

En tercer lugar, la Corte estima que la opinión del demandante que


sostiene que es posible que la nulidad constitucional del inciso final del
artículo 29 de la Carta, pueda alegarse a través de las causales de
revisión del Código de Procedimiento Civil, es errónea, pues, como se
verá a continuación, las causales del recurso civil de revisión nada
tienen que ver con la nulidad del inciso final del artículo 29 de la
Constitución.

Antes de efectuar el examen de cada una de las nueve causales de


revisión, conviene dejar sentado, en lo que interesa al presente asunto,
el sentido de la nulidad del artículo 29 de la Carta.

El inciso final de dicha disposición dice que "es nula, de pleno


derecho, la prueba obtenida con violación del debido proceso".
Esta norma significa que sobre toda prueba "obtenida" en tales
condiciones, esto es, averiguada y, principalmente, presentada o
aducida por parte interesada o admitida con perjuicio del debido
proceso, pende la posibilidad de su declaración judicial de
nulidad.

Con base en lo dicho, puede abordarse el estudio de las causales de


revisión civil. Así, la primera de ellas es la que figura en el numeral 1o.
del artículo 380 del Código :

"Causales. Son causales de revisión :

"1.- Haberse encontrado después de pronunciada la sentencia


documentos que habrían variado la decisión contenida en ella, y
que el recurrente no pudo aportarlos al proceso por fuerza mayor o
caso fortuito o por obra de la parte contraria."

Esta disposición, como surge de su claro tenor, indica que hay lugar a
la revisión de una sentencia ejecutoriada, si luego de dictarse ésta y sin
que medie culpa del recurrente, aparecen documentos que de haber
sido conocidos por el juez antes del fallo, lo habrían inducido a cambiar
el sentido de la decisión. Se trata, entonces, de un evento con un
presupuesto fáctico opuesto al que caracteriza a la nulidad probatoria
del artículo 29 de la Constitución : la falta en el proceso respectivo de
unos documentos con capacidad para variar el contenido de la
sentencia. En consecuencia, no ocupándose de la obtención irregular
de una prueba, sino de la aparición extemporánea de documentos con
singular mérito probatorio, la primera causal de revisión civil nada tiene
que ver con la nulidad del artículo 29 de la Carta.
135

La segunda causal de revisión tiene operancia en los siguientes


términos :

"Haberse declarado falsos por la justicia penal documentos que


fueren decisivos para el pronunciamiento de la sentencia
recurrida."

Lo que aquí importa a la ley es que la declaración de falsedad recaiga


material, intrínsecamente, sobre los documentos en los que reposa la
sentencia recurrida, bajo el entendido de que ingresaron al expediente
sin violación del debido proceso. Los vicios que la prueba tenga desde
el punto de vista de su ingreso al proceso, no importan para los efectos
de la revisión, pues el interesado, con arreglo a los medios de defensa
ordinarios (que para este particular se reducen al respectivo incidente
de nulidad), contó con la oportunidad procesal para discutirlos.
Interpretada así la causal, es claro que tampoco se refiere a lo previsto
por la nulidad del artículo 29.

La tercera causal de revisión es la de :

"Haberse basado la sentencia en declaraciones de personas que


fueron condenadas por falso testimonio en razón de ellas."

El texto citado no se ocupa de fallas adjetivas en cuanto a la práctica


de declaraciones de personas. No. Por el contrario, da la posibilidad de
controvertir sentencias ejecutoriadas con base en la demostración de
que están fundadas en falsas declaraciones, siempre y cuando sus
autores, respecto de ellas, estén penalmente condenados por falso
testimonio. Como el caso que antecede, las fallas en la obtención de la
prueba no son de recibo en el recurso extraordinario de revisión,
porque pudieron ser denunciadas a través de los medios ordinarios de
defensa que todo proceso prevé.

Como cuarta causal está la de :

"Haberse dictado la sentencia con base en dictamen de peritos


condenados penalmente por ilícitos cometidos en la producción de
dicha prueba."

En relación con esta causal cabe formular comentarios análogos a los


expresados respecto de las causales 2a. y 3a., pues en ella no se
vislumbran aspectos correspondientes a la nulidad del artículo 29 de la
Constitución, toda vez que se trata sólo del desconocimiento del mérito
probatorio de dictámenes periciales que faltan a la verdad por dolo de
sus autores.

La quinta causal de revisión corresponde a :

"Haberse dictado sentencia penal que declare que hubo violencia o


cohecho en el pronunciamiento de la sentencia recurrida."
136

Sin necesidad de mayores lucubraciones, como es también claro que


esta causal no tiene ninguna relación con la aportación indebida de
pruebas, nada tiene que ver con la nulidad del artículo 29 de la
Constitución Política.

La sexta causal es la de :

"Haber existido colusión u otra maniobra fraudulenta de las partes


en el proceso en que se dictó la sentencia, aunque no haya sido
objeto de investigación penal, siempre que haya causado
perjuicios al recurrente."

Como en la causal anterior, la ley busca no dejar incólumes las


conductas antijurídicas y fraudulentas de las partes. Hay que presumir,
por la naturaleza de las cosas, que dichas maniobras son de las que se
busca que permanezcan ocultas y, en este sentido, no corresponden
con la producción indebida de pruebas, la cual, a pesar de sus vicios, al
menos es aparente. Por lo tanto, a juicio de la Corte, esta causal
tampoco toca con la nulidad del artículo 29.

La causal 7a. prevé la revisión por :

"Estar el recurrente en alguno de los casos de indebida


representación o falta de notificación o emplazamiento
contemplados en el artículo 152, siempre que no haya saneado la
nulidad."

Los conceptos involucrados aquí, es decir, la indebida representación o


la falta de notificación o emplazamiento, como cuestiones ajenas a la
obtención indebida de pruebas, tampoco tienen relación con el anotado
artículo 29 de la Carta.

En octavo lugar está la causal que conduce a la revisión por :

"Existir nulidad originada en la sentencia que puso fin al proceso y


que no era susceptible de recurso."

Por referirse a un aspecto que nada tiene que ver con la aducción
indebida de pruebas, esto es, la nulidad de una sentencia no
susceptible de recurso, esta causal tampoco tiene ninguna afinidad con
la nulidad del artículo 29.

La última causal está prevista así :

"Ser la sentencia contraria a otra anterior que constituya cosa


juzgada, entre las partes del proceso en que aquélla fue dictada,
siempre que el recurrente no hubiera podido alegar la excepción
en el segundo proceso por habérsele designado curador ad lítem y
haber ignorado la existencia de dicho proceso. Sin embargo no
137

habrá lugar a revisión cuando en el segundo proceso se propuso la


excepción de cosa juzgada y fue rechazada."

Esta causal, alejada de la aportación indebida de pruebas, es evidente


que tampoco tiene relación con la nulidad del artículo 29.

En resumen, puesto que las causales civiles de revisión están previstas


para resolver una serie de irregularidades, pero, en ningún caso, están
referidas a la aportación indebida de pruebas, no es cierta la afirmación
de la demanda en el sentido de que a través de dichas causales puede
resolverse sobre la nulidad prevista por el artículo 29 de la
Constitución. Por lo tanto, tampoco es cierto que no exista ninguna
razón para exigir la caución impugnada al recurrente, so pretexto de
que la nulidad constitucional implica la desaparición de las
consecuencias civiles de la cosa juzgada, y, finalmente, también es
errónea la tesis de que, por el nexo entre dicha nulidad y el proceso de
revisión, la exigencia de la caución sea inconstitucional por no estar
prevista en el artículo 29 de la Constitución.

Quinta.- Conclusiones.

En síntesis, la Corte considera que al ser la revisión un recurso


excepcional que pone en tela de juicio la inmutabilidad de la cosa
juzgada, que está estructurado sobre una serie de hechos que no
suelen presentarse normalmente, es razonable que la ley, para prevenir
abusos, exija la prestación de una caución. Caución que, además,
protege los derechos de los afectados con la sentencia sometida a la
revisión, asegurando el resarcimiento de los perjuicios que se les
puedan ocasionar si las razones de la demanda de revisión resultan
infundadas o temerarias, y garantizando el pago de las costas, multas y
frutos civiles y naturales que se estén debiendo.

Específicamente, en lo que atañe a la caución del artículo 383 del


Código de Procedimiento Civil, ésta se justifica, pues no se puede
perder de vista que quien pide la revisión de una sentencia en firme,
que está destinada a cumplirse, ataca una providencia amparada por
una presunción de verdad, dictada como culminación de un proceso en
el que se supone que se respetó el derecho de defensa y el debido
proceso.

En conclusión, la Corte no percibe ninguna violación del artículo 2o. de


la Constitución, porque, a pesar de que esta norma se refiere a la
garantía de efectividad de derechos constitucionales tales como el
acceso a la justicia, el debido proceso y la prevalencia del derecho
sustancial sobre el procesal, la ley puede dar las reglas de gobierno de
los procesos, velando por la responsabilidad en el planteamiento de los
distintos recursos.
138

La caución del artículo 383 del Código de Procedimiento Civil, tampoco


viola el artículo 4o. de la Constitución, puesto que no desconoce la
primacía de la Carta sobre la ley.

No hay vulneración de los derechos al debido proceso, acceso y


gratuidad de la justicia, al permitirse que la caución impida que se
dificulte el justo pago de unos eventuales perjuicios, multas, costas, y
frutos civiles y naturales.

La Corte rechaza la tesis de que por estar la nulidad del artículo 29


involucrada en las causales del recurso extraordinario de revisión,
éstas operan de pleno derecho, y no requieren de presentación de
caución ni de pronunciamiento judicial, porque la aceptación de tamaño
despropósito conduciría a la anarquía, puesto que cualquiera se
arrogaría la facultad de aplicar justicia por su propia mano.

Lo expuesto explica porqué la caución tampoco quebranta el artículo


228 de la Constitución, pues con ella no se hace prevalecer una
formalidad sobre un aspecto de fondo.

Finalmente, con la caución del artículo 383 del Código de


Procedimiento Civil, no se viola el artículo 229 de la Constitución,
porque dicha seguridad no pretende impedir el acceso a la justicia de
nadie, entre otras cosas porque es cierto que el citado Código, en el
artículo 160, subrogado por el artículo 1o., numeral 88, del decreto
2282 de 1989, consagra el amparo de pobreza para favorecer a quien
"no se halle en capacidad de atender los gastos del proceso sin
menoscabo de lo necesario para su propia subsistencia y la de las
personas a quienes por ley debe alimentos". Y, conforme al artículo 163
del Código de Procedimiento Civil, modificado por el mismo numeral del
artículo 1o. del citado decreto, "el amparado por pobre no estará
obligado a prestar cauciones procesales".

Ill.- DECISIÓN.

En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia


en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

DECLÁRANSE EXEQUIBLES, las partes demandadas del artículo 383


del decreto extraordinario 1400 de 1970, “Por el cual se expide el
Código de Procedimiento Civil”, modificado por el decreto 2282 de
1989, artículo 1o., numeral 192, cuyos textos son los siguientes :

En el primer inciso, la expresión "y si los encuentra cumplidos


señalará la naturaleza y cuantía de la caución que debe constituir
el recurrente, para garantizar los perjuicios que pueda causar a
quienes fueron partes en el proceso en que se dictó la sentencia,
139

las costas, las multas y los frutos civiles y naturales que se estén
debiendo."

En el segundo inciso, las expresiones "Aceptada la caución", y


"para cuyo pago se hará efectiva la caución prestada."

Cópiese, notifíquese, publíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de


la Corte Constitucional.

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Presidente

JORGE ARANGO MEJÍA


Magistrado

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado

CARLOS GAVIRIA DÍAZ


Magistrado

HERNANDO HERRERA VERGARA


Magistrado

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO


Magistrado

ALEJANDRO MARTÍNEZ CABALLERO


Magistrado
140

FABIO MORÓN DÍAZ


Magistrado

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
141

NULIDAD DE AUTO QUE NIEGA IMPUGNACIÓN –Presentacion


ante juez que lo notifica-Auto 014A/97

IMPUGNACION FALLO DE TUTELA ANTE JUEZ COMISIONADO-


Procedencia/IMPUGNACION FALLO DE TUTELA-Presentación ante
juez que lo notifica/DERECHO DE ACCESO A LA ADMINISTRACION
DE JUSTICIA-Impugnación de tutela ante juez que lo notifica

En tanto se obre dentro del término legal, los jueces están obligados a
tramitar las impugnaciones que se formulen contra el fallo de tutela, en
cuanto ellas constituyen desarrollo de un derecho inalienable de las
partes. Es evidente que la posibilidad de impugnar se tiene a partir del
conocimiento oficial de la sentencia, a través de la notificación. Cuando
el juez de primer grado no puede hacerlo directamente, puede
comisionar a otro, según las reglas procesales, para que lleve a feliz
término tal diligencia. Si ello es así, el notificado puede ejercer su
derecho a impugnar, presentando el respectivo escrito o manifestando
verbalmente que ataca el fallo, ante el juez comisionado, en cuanto la
misma dificultad que se supone existe para el comitente respecto a la
diligencia de notificación impide al notificado expresar su
inconformidad dentro del término y de manera directa ante el juez que
profirió la decisión objeto de recurso. Exigir al impugnante que se
presente directamente ante el juez que profirió la providencia cuando
ese mismo juez, al comisionar, ha reconocido la existencia de
circunstancias que impiden su inmediación, implica sacrificar un
derecho material por motivos formales de menor entidad, en detrimento
del efectivo acceso de la persona a la administración de justicia y en
contravía del postulado constitucional que dispone la prevalencia del
derecho sustancial.

NULIDAD DE AUTO QUE NIEGA IMPUGNACION-Presentación


ante juez que lo notifica

Referencia: Expediente T-125964

Acción de tutela intentada por Franklin


Alberto Marin Garzon contra el Instituto De
Seguros Sociales.

Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ
GALINDO

Sentencia aprobada en Santa Fe de Bogotá D.C., a los veinte (20) días


del mes de junio de mil novecientos noventa y siete (1997).

I. INFORMACION PRELIMINAR
142

El actor, FRANKLIN ALBERTO MARIN GARZON, fue nombrado


Técnico Judicial II de la Dirección Seccional de Fiscalías de
Villavicencio el 16 de agosto de 1996.

Una vez posesionado -informó- eligió voluntariamente afiliarse a la


Entidad Promotora de Salud -EPS- del Instituto de Seguros Sociales.
Ello acontenció el 19 de septiembre de 1996.

Por decisión de la Fiscalía, fue trasladado a la Unidad 31 Delegada


ante Juez Penal del Circuito con sede en Puerto Carreño.

Según su relato, ante algunos percances de salud, acudió al Hospital


Departamental de San Juan de Dios y no fue atendido con la
oportunidad y eficiencia requeridas. Unos funcionarios le dijeron que
tenía derecho a los servicios de ese centro y otros que no.

Ante la incertidumbre de si iba o no a poder recibir atención en salud


por parte del Hospital, en su condición de afiliado a la EPS del ISS,
decidió acudir al derecho de petición con el objeto de que se le
determinara cuál era su situación en la materia.

Oportunamente se le respondió mediante un oficio del Director del


establecimiento, en el cual se le manifestaba que las gestiones
realizadas por el Hospital, tratando de establecer convenios con el ISS,
habían sido infructuosas; que el servicio de urgencias se prestaba sin
ninguna restricción pero una vez que el paciente afiliado a la EPS del
ISS fuera a ser dado de alta, debía cancelar los servicios; y que para
acceder a la modalidad de consulta externa había que pagar primero.

En el caso del actor, dijo tener pendientes varios exámenes de


laboratorio, la revisión periódica de optometría y odontología.

II. DECISIONES JUDICIALES

El Juzgado Promiscuo Municipal de Puerto Carreño profirió sentencia


el 11 de diciembre de 1996 y concedió el amparo.

El Instituto de Seguros Sociales fue condenado a asumir en su


totalidad el pago de las sumas correspondientes a la atención médica y
farmacéutica del demandante.

Dispuso la providencia que la cancelación de los costos ya causados o


su reembolso al peticionario sería de cargo del ISS y debería
efectuarse a más tardar en el término de cuarenta y ocho horas, previa
comprobacía de gastos.

Para el Juez, fueron violados los derechos de toda persona a la


seguridad social y a la salud.
143

En su criterio, "no es admisible la fórmula invocada por la parte


demandada, pues es deber de la institución prestar en forma
ininterrumpida la prestación del servicio que tiene a su cargo y no
esperar a que los afiliados cancelen su tratamiento médico, para que
después de un tedioso y retardado procedimiento procedan a la
cancelación de las sumas pagadas".

Impugnado el fallo por ambas partes, debía resolver el Juzgado


Tercero Civil del Circuito de Villavicencio, despacho que, según
providencia del 27 de febrero de 1997, negó la impugnación:

"Dicho fallo (el impugnado) fue notificado, mediante despacho


comisorio, el día 26 de diciembre de 1996, al Presidente de la entidad
accionada, quien otorgó poder y a través de apoderada presentó
impugnación ante el Juzgado comisionado (Treinta y Siete Penal
Municipal de Bogotá), el día 27 de diciembre idem, por lo cual dicha
impugnación sólo llegó al despacho del A-quo el día 13 de enero de
1997, según se ve al folio 117, por lo cual es claramente
extemporánea, dado que a voces del art. 31 del Decreto 2591 de 1991,
son tres los días hábiles siguientes a la notificación los que pueden
usarse para impugnar, y, como al tenor del Decreto 306 de 1992 en lo
no reglamentado en la tutela se seguirán los principios del C. de P.C.,
deberá entenderse que los recursos como el de IMPUGNACION deben
presentarse en el despacho del Juez que emitió la decisión, según se
observa en el art. 352 del C.P.C., ergo es clara la extemporaneidad de
la impugnación, pese a que la naturaleza de ésta no es exactamente
igual a la apelación, pero en lo compatible le sigue los pasos, razón por
la cual se debe declarar que mal concedido estuvo el recurso y por lo
tanto DENEGAR la impugnación".

III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL

La impugnación del fallo de tutela puede presentarse ante el Juez


que lo notifica.

La Corte debe reiterar que, en tanto se obre dentro del término legal,
los jueces están obligados a tramitar las impugnaciones que se
formulen contra el fallo de tut
ela, en cuanto ellas constituyen desarrollo de un derecho inalienable de
las partes.

Esta Sala ha sido constante en expresar:

"...estamos ante un derecho, reconocido directamente por la


Carta a las partes que intervienen dentro del proceso, para
que, si la decisión adoptada no las favorece o no les
satisface, acudan ante el juez competente según la definición
que haga la ley -el superior jerárquico correspondiente, al
tenor del artículo 32 del Decreto 2591 de 1991-, en solicitud
de nuevo estudio del caso. Se trata, pues, de un derecho de
naturaleza constitucional cuyo ejercicio no depende de la
procedencia o improcedencia de la acción" (Cfr. Corte
144

Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-034 del


2 de febrero de 1994).

En aplicación de lo previsto por las normas del Decreto 2591 de 1991,


la impugnación se presenta ante el Juez que profirió el fallo de primera
instancia, quien deberá remitirlo al superior jerárquico dentro de los dos
días siguientes.

Es evidente que la posibilidad de impugnar se tiene a partir del


conocimiento oficial de la sentencia, a través de la notificación.

Cuando el juez de primer grado no puede hacerlo directamente, puede


comisionar a otro, según las reglas procesales, para que lleve a feliz
término tal diligencia.

Si ello es así, el notificado puede ejercer su derecho a impugnar,


presentando el respectivo escrito o manifestando verbalmente que
ataca el fallo, ante el juez comisionado, en cuanto la misma dificultad
que se supone existe para el comitente respecto a la diligencia de
notificación impide al notificado expresar su inconformidad dentro del
término y de manera directa ante el juez que profirió la decisión objeto
de recurso.

Carece de sentido, en especial si se recuerda el carácter informal de la


tutela, la tesis esbozada en este caso para negar la impugnación, que
consiste en admitir la notificación del fallo por conducto de un juez
comisionado, negando al mismo tiempo al afectado su posibilidad de
valerse del mismo medio para recurrir.

Exigir al impugnante que se presente directamente ante el juez que


profirió la providencia cuando ese mismo juez, al comisionar, ha
reconocido la existencia de circunstancias que impiden su inmediación,
implica sacrificar un derecho material por motivos formales de menor
entidad, en detrimento del efectivo acceso de la persona a la
administración de justicia (Art. 229 C.P.) y en contravía del postulado
constitucional que dispone la prevalencia del derecho sustancial (Art.
228 C.P.).

La entidad impugnante obró con gran presteza al presentar su escrito


al día siguiente al de la notificación, y, además, las dos partes
interesadas, por motivos diversos, impugnaron (ver folios 89 y 93), es
decir, que el derecho constitucional de ambas fue violado por el juez de
segundo grado.

Se anulará la providencia que negó la impugnación y se ordenará al


Juez darle trámite, según las disposiciones del Decreto 2591 de 1991.

En mérito de lo expuesto, la Sala Quinta de Revisión de la Corte


Constitucional:

RESUELVE:
145

Primero.- ANULAR el auto de fecha 27 de febrero de 1997, proferido por el


Juez Tercero Civil del Circuito de Villavicencio, que negó la impugnación
presentada por el Instituto de Seguros Sociales.

Segundo: ORDENASE al Juez resolver sobre las impugnaciones


presentadas por las partes, en los términos del Decreto 2591 de 1991.

Tercero. Una vez proferido el fallo de segunda instancia, regrese el


expediente a esta Sala para su revisión.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte


Constitucional y cúmplase.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado Ponente
Presidente de la Sala

HERNANDO HERRERA VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ


CABALLERO
Magistrado Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
146

NULIDAD DE PRUEBA OBTENIDA CON VIOLACIÓN DEL DEBIDO


PROCESO- No es aplicable al tramite notarial-Sentencia C-091/97

FUNCION ADMINISTRATIVA POR PARTICULARES-


Cumplimiento

La Constitución, autoriza el cumplimiento de funciones


administrativas por los particulares. Como la Constitución no
distingue, hay que entender que "los particulares" pueden ser
personas naturales o personas jurídicas. Los particulares cumplen
funciones administrativas en las condiciones que señale la ley. La
Constitución asigna al legislador la facultad de establecer cuándo los
particulares pueden cumplir funciones administrativas y en qué
condiciones.

FUNCION PUBLICA POR PARTICULARES-Asignación legal


sin previo consentimiento

Para asignar funciones públicas a los particulares, la Constitución no


exige que ellos expresen su consentimiento previamente. La ley
puede asignar funciones públicas a los particulares, sin obtener su
previo consentimiento.

FUNCION PUBLICA POR PARTICULARES-No retribución

No exige la Constitución que la ley establezca una específica


retribución para el particular que ejerza funciones públicas. Al fin y al
cabo, ésta es una forma de "participar en la vida política, cívica y
comunitaria”. Cumplir así este deber, sin una específica retribución,
no quebranta la justicia ni la equidad: por el contrario, las realiza,
porque es una expresión de la solidaridad social. Y no puede
afirmarse, en general, que el ejercicio de la función pública
represente un perjuicio para el particular, porque no lo hay en el
servicio a la comunidad. Sólo podría haberlo si la función asignada
implicara una carga excesiva, desproporcionada, y contraria, por lo
mismo, a la equidad y a la justicia.

FUNCION PUBLICA POR CAMARA DE COMERCIO-


Liquidación y recaudo del impuesto

Mal podría aceptarse que la atribución de una función pública a las


cámaras de comercio, vulnerara un derecho que éstas no tienen. Si
el actor pretendió sostener que la atribución de la función de
recaudar el impuesto de registro, vulnera o entorpece el ejercicio de
la personalidad jurídica de las cámaras de comercio, es claro que el
cargo no se basa en un hecho real. La capacidad de la persona
jurídica está regida por las normas legales o estatutarias
correspondientes. Y si es cierto que la persona jurídica existe para
unos determinados fines, previstos en la ley, en general, y en la
voluntad de los particulares que participan en su creación, en
147

especial, tampoco es menos cierto que la atribución de una función


pública conexa con las actividades que cumple, en nada entorpece
ni obstaculiza la realización de tales fines. Es claro que el recaudar,
custodiar y entregar el impuesto de registro, en nada impide a las
cámaras de comercio desarrollar su personalidad, es decir, cumplir
sus fines dentro de los límites trazados por la ley y por sus propios
estatutos.

DERECHO DE ASOCIACION POR COMERCIANTE-


Ejercicio/CAMARA DE COMERCIO-Recaudo del impuesto

Los comerciantes ejercen su derecho de asociación, no en cuanto


son integrantes de la cámara, pues ésta es la consecuencia forzosa
de su inscripción obligatoria en el registro mercantil, sino,
principalmente, como afiliados a la misma, afiliación que sí depende
del libre ejercicio de su derecho de asociación. El ejercicio de ese
derecho de asociación está sujeto a la observancia de la ley, y en
nada se entorpece o dificulta porque la cámara cumpla las funciones
que la ley le ha atribuído, en particular la de recaudar el impuesto
mencionado. La ley 223 de 1995, sí señala las condiciones en que
las cámaras deben cumplir las funciones administrativas que les
asigna.

Referencia: Expediente D-1412

Demanda de inconstitucionalidad del


artículo 233 (parcial) de la ley 223 de
1995, “Por la cual se expiden normas
sobre racionalización Tributaria y se
dictan otras disposiciones”

Actor: Alvaro Tafur Galvis

Magistrado Ponente:
Dr. JORGE ARANGO MEJÍA

Sentencia aprobada en Santafé de Bogotá, D.C., según consta en acta


número ocho (8), a los veintiséis (26) días del mes de febrero de mil
novecientos noventa y siete (1997).

I. ANTECEDENTES.

El ciudadano Alvaro Tafur Galvis, en uso del derecho consagrado en los


artículos 40, numeral 6, y 241, numeral 4, de la Constitución, presentó
demanda de inconstitucionalidad en contra del artículo 233 de la ley 223
de 1995.

Por auto del 16 de agosto de 1996, el Magistrado sustanciador admitió la


demanda y ordenó la fijación del negocio en lista, para asegurar la
intervención ciudadana. Dispuso, también, comunicar la iniciación del
148

proceso al señor Presidente del Congreso de la República. Igualmente,


dio traslado de la demanda al señor Procurador General de la Nación,
para que rindiera su concepto.

Cumplidos los requisitos exigidos por el decreto 2067 de 1991 y recibido


el concepto del señor Procurador General de la Nación (E), entra la Corte
a decidir.

A. Norma demandada.

El siguiente es el texto de la norma demandada, con la advertencia de


que se subraya el aparte acusado como inconstitucional.

"Ley 223 de 1995


(diciembre 20)

“Por la cual se expiden normas sobre racionalización Tributaria y se


dictan otras disposiciones.

"Artículo 233. Liquidación y recaudo del impuesto. Las Oficinas de


instrumentos Públicos y las cámaras de comercio serán
responsables de realizar la liquidación y recaudo del impuesto. Estas
entidades estarán obligadas a presentar declaración ante la
autoridad competente del departamento, dentro de los primeros 15
días calendario de cada mes y a girar, dentro del mismo plazo, los
dineros recaudados en el mes anterior por concepto del impuesto.

"Alternativamente los departamentos podrán asumir la liquidación y


recaudo del impuesto, a través de las autoridades competentes de la
administración fiscal departamental o de las instituciones que las
mismas autoricen para tal fin."

B. La demanda.

Para el demandante, el aparte acusado, infringe los artículos 14, 16, 38,
95 numeral 9, 123 y 229 y 210 de la Constitución Política. El concepto de
la violación puede resumirse así:

La disposición, en la parte acusada, vulnera el principio de


reconocimiento de la personalidad jurídica, como también el libre
desarrollo de la personalidad, al imponer a las cámaras de comercio
funciones que exceden las finalidades y actividades para las que fueron
creadas.

Sostiene, además, que aumentar los deberes y obligaciones sociales de


las cámaras, sin contar con la aceptación de éstas, desconoce el
ejercicio libre y espontáneo del derecho de asociación. Se viola, además,
149

el libre desarrollo de la personalidad de las cámaras, como personas


jurídicas.

Según el demandante, la circunstancia de que la Constitución autorice


que los particulares ejerzan funciones "estatales", no habilita al Estado
para violar o menoscabar derechos constitucionales fundamentales de
aquéllos, cuando les asigna ciertas cargas.

Concluye: no es equitativo que a organizaciones de naturaleza privada se


les impongan funciones y deberes que corresponden primigeniamente al
Estado, cuando con ello se afecta su organización y recursos, y, al
mismo tiempo, se pone en peligro el cumplimiento de las funciones que
tienen a su cargo.

C. Intervenciones.

De conformidad con el informe secretarial del 5 de septiembre de 1996,


presentó escrito la ciudadana María Olga Montejo Fernández, designada
por el Ministerio de Hacienda, para defender la constitucionalidad de la
norma parcialmente acusada.

Manifiesta que no es predicable la violación de los derechos al libre


desarrollo de la personalidad y al reconocimiento de la personalidad
jurídica, pues éstos sólo son "derechos fundamentales exclusivos de las
personas naturales".

La interviniente afirma, en contra de lo que aduce el demandante, que


las funciones asignadas a las cámaras de comercio en el artículo
demandado, son complementarias a las que normalmente tienen, y
guardan relación directa con sus funciones.

Por otra parte, la Constitución no condiciona la habilitación que el Estado


puede hacer a los particulares para que ejerzan funciones públicas, a la
autorización de éstos. Basta que la ley delegue en ellos ciertas funciones,
para que el particular esté obligado a prestarlas.

En consecuencia, solicita se declare la constitucionalidad de la norma


acusada.

D. Concepto del Procurador General de la Nación.

Por medio de oficio número 1105, de octubre 2 de 1996, el señor


Procurador General de la Nación (E), doctor Luis Eduardo Montoya
Medina, rindió su concepto, y pidió declarar la exequibilidad de la norma
parcialmente acusada.

La actividad de liquidación y recaudo de los impuestos corresponde a


una actividad administrativa, que, al igual que cualquiera otra pública,
puede ser atribuída por el legislador a los particulares, bajo criterios de
razonabilidad.
150

Es razonable asignar a las cámaras de comercio la función de recaudar


un impuesto que se causa por el servicio que ellas prestan. La norma
busca la eficiencia administrativa, además de la descentralización por
colaboración. Así, la facultad asignada a las cámaras de comercio se
ajusta a los cánones constitucionales.

Por lo anterior, solicita se declare la exequibilidad de la norma


demandada.

II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE.

Procede la Corte Constitucional a dictar la decisión correspondiente a


este proceso, previas las siguientes consideraciones.

Primera.- Competencia.

La Corte Constitucional es competente para conocer de este proceso, por


haberse originado en la demanda contra una norma que es parte de una
ley (numeral 4 del artículo 241 de la Constitución).

Segunda.- Lo que se debate.

Según el actor, el artículo 233 de la ley 223 de 1995, al atribuir a las


cámaras de comercio la función de liquidar y recaudar el impuesto de
registro, quebranta los artículos 14, 16, 38, 123 y 210 de la Constitución,
lo mismo que el numeral 9 del artículo 95 de la misma. Explica las
supuestas violaciones así:

Atribuir esa función a las cámaras de comercio, se vulnera el derecho al


reconocimiento de la personalidad jurídica, lo mismo que el que tiene la
persona jurídica al libre desarrollo de su personalidad, porque tal
atribución implica un detrimento de sus finalidades y funciones propias.
Además, porque la atribución de funciones públicas a personas jurídicas
de derecho privado sin su consentimiento, viola el derecho de libre
asociación. Igualmente, se quebrantan los artículos 123 y 210, porque la
ley no ha señalado las condiciones en que deba cumplirse la función
atribuída a las cámaras. Finalmente, el quebrantamiento del numeral 9
del artículo 95, se origina en la consideración de que no es justo ni
equitativo imponer funciones y deberes a una persona jurídica de
derecho privado, "afectando la propia organización y recursos, poniendo
en peligro el cumplimiento de las finalidades y funciones originariamente
a su cargo".

Se examinarán, en consecuencia, estos cargos, rechazados por la


ciudadana que defendió la norma demandada y por el Procurador
General de la Nación.

Tercera.- El cumplimiento de funciones administrativas por los


particulares.
151

La frase con que termina el inciso primero del artículo 210 de la


Constitución, autoriza el cumplimiento de funciones administrativas por
los particulares: "Los particulares pueden cumplir funciones
administrativas en las condiciones que señale la ley".

Como la Constitución no distingue, hay que entender que "los


particulares" pueden ser personas naturales o personas jurídicas.

¿En qué condiciones cumplen los particulares funciones administrativas?


En las condiciones que señale la ley, como lo prevé la norma
constitucional. Es el mismo principio consagrado por el último inciso del
artículo 123 de la misma Constitución, en lo que tiene que ver con
desempeño temporal de funciones públicas: "La ley determinará el
régimen aplicable a los particulares que temporalmente desempeñen
funciones públicas y regulará su ejercicio".

La Constitución asigna al legislador la facultad de establecer cuándo los


particulares pueden cumplir funciones administrativas y en qué
condiciones. Es lo que, en las palabras del inciso final del artículo 123,
se menciona como determinar el régimen aplicable y regular el
ejercicio de funciones públicas.

Pero, es claro que la Constitución no impone unos límites al legislador,


en esta materia. Apenas establece que debe dictarse una ley, pero no
traza unas pautas rígidas para la misma. La Constitución, por ejemplo, en
el caso del artículo 123, no señala un determinado límite temporal. Y no
establece ninguna restricción en lo que atañe a la retribución del
particular, como tampoco lo hace en el artículo 210.

En el caso de las cámaras de comercio, que no son entidades públicas


sino de naturaleza "corporativa, gremial y privada", la ley les atribuye
funciones públicas, entre ellas las de llevar el registro mercantil y
certificar sobre los actos y documentos en él inscritos, recopilar las
costumbres mercantiles y certificar sobre la existencia de las recopiladas,
y servir de tribunales de arbitramento. Al atribuírles tales funciones, la
misma ley regula su ejercicio.

Para asignar funciones públicas a los particulares, la Constitución no


exige que ellos expresen su consentimiento previamente. En el caso de
las cámaras de comercio, por ejemplo, es evidente que una de éstas no
podría negarse a llevar el registro mercantil, del mismo modo que un
ciudadano sólo puede excusarse de cumplir la función de jurado electoral
cuando tenga causa justa, prevista en la ley. En síntesis, la ley puede
asignar funciones públicas a los particulares, sin obtener su previo
consentimiento.

Tampoco exige la Constitución que la ley establezca una específica


retribución para el particular que ejerza funciones públicas. Al fin y al
cabo, ésta es una forma de "participar en la vida política, cívica y
comunitaria", que es uno de los deberes a que se refiere el artículo 95
de la Constitución. En el caso de los comerciantes que recaudan el
impuesto al valor agregado (IVA), y en el de quienes, al hacer un pago,
152

retienen en la fuente, la ley no ha previsto una retribución por tal gestión,


porque ésta es, sencillamente, un deber de participación, conexo con la
actividad que ellos desarrollan.

Cumplir así este deber, sin una específica retribución, no quebranta la


justicia ni la equidad: por el contrario, las realiza, porque es una
expresión de la solidaridad social. Y no puede afirmarse, en general, que
el ejercicio de la función pública represente un perjuicio para el particular,
porque no lo hay en el servicio a la comunidad. Sólo podría haberlo si la
función asignada implicara una carga excesiva, desproporcionada, y
contraria, por lo mismo, a la equidad y a la justicia.

Cuarta.- Por qué no se quebrantan los artículos 14 y 16 de la


Constitución.

Como lo ha aceptado la Corte Constitucional, el derecho al


reconocimiento de la personalidad jurídica (artículo 14 C.P.), pertenece
exclusivamente a las personas naturales. Cuando en la norma
constitucional se lee "persona", hay que entender "persona natural",
"individuo de la especie humana". El artículo 14 repite, con una redacción
imprecisa, el principio consagrado en la Declaración Universal de
Derechos Humanos: "Artículo 6o.- Todo ser humano tiene derecho, en
todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica".
Personalidad jurídica que, en el fondo, se confunde con la capacidad de
goce o capacidad de derechos, uno de los atributos de la personalidad,
según la teoría clásica.

Mal podría, en consecuencia, aceptarse que la atribución de una función


pública a las cámaras de comercio, vulnerara un derecho que éstas no
tienen. Ahora bien, si el actor pretendió sostener que la atribución de la
función de recaudar el impuesto de registro, vulnera o entorpece el
ejercicio de la personalidad jurídica de las cámaras de comercio, es claro
que el cargo no se basa en un hecho real. La capacidad de la persona
jurídica está regida por las normas legales o estatutarias
correspondientes. Y si es cierto que la persona jurídica existe para unos
determinados fines, previstos en la ley, en general, y en la voluntad de
los particulares que participan en su creación, en especial, tampoco es
menos cierto que la atribución de una función pública conexa con las
actividades que cumple, en nada entorpece ni obstaculiza la realización
de tales fines. Es lo que acontece en el presente caso: es razonable que
la entidad encargada del registro mercantil, recaude el impuesto que lo
grava, y lo entregue a la entidad pública que es su destinataria según la
ley. Esta es una gestión marginal, complementaria del registro, que, por
motivos de eficiencia administrativa, se ha confiado a las mismas
cámaras.

No hay, en conclusión, quebranto del artículo 14 de la Constitución.

En lo que tiene que ver con el artículo 16 de la Constitución, tampoco la


norma acusada implica su violación. Pues, aun aceptando en gracia de
discusión, que de este derecho sean titulares las personas jurídicas,
153

(posibilidad que la Corte rechaza), es claro que el recaudar, custodiar y


entregar el impuesto de registro, en nada impide a las cámaras de
comercio desarrollar su personalidad, es decir, cumplir sus fines dentro
de los límites trazados por la ley y por sus propios estatutos.

Por las razones expuestas, no prospera el cargo basado en la supuesta


violación de los artículos 14 y 16 de la Constitución.

Quinta.- Inexistencia de la alegada violación del artículo 38 de la


Constitución.

El artículo 38 de la Constitución consagra el derecho de libre asociación.


Derecho que en nada vulnera la norma acusada, como se verá.

De conformidad con el artículo 78 del Código de Comercio, las cámaras


de comercio son "instituciones de orden legal con personería jurídica,
creadas por el Gobierno Nacional, de oficio o a petición de los
comerciantes del territorio donde hayan de operar". Las funciones de las
cámaras no dependen de la voluntad de los comerciantes inscritos en su
respectivo registro mercantil (artículo 79 Código de Comercio), ni de la de
aquellos que pidieron su creación. No, estas funciones están
señaladas por la ley. Así, el artículo 86 del Código, después de
enumerar once (11) funciones, concluye: "12. Las demás que les
atribuyan las leyes y el Gobierno Nacional".

Es ostensible que si el legislador ha señalado, en la norma citada, las


funciones de las cámaras, bien puede, por medio de una ley, atribuirles
otras. Con mayor razón si, como se ha dicho, se trata de una función
conexa, como la de recaudar el impuesto de registro y entregarlo a la
entidad pública a que está destinado.

El hecho de que la ley (artículos 79, 81 y 92 y concordantes del Código


de Comercio) distinga entre comerciantes inscritos en el registro
mercantil, que tienen que serlo todos, y comerciantes afiliados a la
respectiva cámara, demuestra cómo el ejercicio del derecho de
asociación no es el origen único de las cámaras. Apreciación que se
confirma por la facultad que la ley atribuye al gobierno, de crearlas "de
oficio", sin previa petición de los comerciantes que habrán de integrarlas,
según el artículo 79 del Código.

En síntesis: los comerciantes ejercen su derecho de asociación, no en


cuanto son integrantes de la cámara, pues ésta es la consecuencia
forzosa de su inscripción obligatoria en el registro mercantil, sino,
principalmente, como afiliados a la misma, afiliación que sí depende del
libre ejercicio de su derecho de asociación (artículo 92 Código de
Comercio). El ejercicio de ese derecho de asociación está sujeto a la
observancia de la ley, y en nada se entorpece o dificulta porque la
cámara cumpla las funciones que la ley le ha atribuído, en particular la de
recaudar el impuesto mencionado.
154

En conclusión, la disposición acusada no quebranta el artículo 38 de la


Constitución.

Sexta.- La norma demandada tampoco viola los artículos 123 y 210


de la Constitución, y el numeral 9 del artículo 95.

Todo lo expuesto, permite desechar los cargos sobre la supuesta


violación de los artículos 123 y 210, y del numeral 9 del 95, de la
Constitución. De una parte, la ley 223 de 1995, sí señala las
condiciones en que las cámaras deben cumplir las funciones
administrativas que les asigna. Así lo reconoce el propio demandante,
al afirmar que "la ley 223 del 1995 evidentemente señala los deberes que
corresponden a las cámaras de comercio como responsables de la
liquidación, recaudo y giro del impuesto de registro que ella establece y
regula".

La regulación de esta función administrativa está contenida no solamente


en tales normas sino en las demás que reglamentan el manejo de fondos
o bienes públicos, en cuanto sean aplicables.

Tampoco prospera, pues, este cargo.

Séptimo.- Conclusiones.

Demostrado que la norma demandada no quebranta la Constitución (ni


los artículos indicados por el demandanteni ninguno otro), será declarada
exequible.

La declaración de exequibilidad se hará sobre todo el inciso primero del


artículo 232, porque la expresión demandada tiene una relación
inescindible con el resto del inciso, y porque en todo éste no se ve
quebranto alguno de la Constitución.

III. DECISIÓN.

Por las consideraciones anteriores, la Corte Constitucional,


administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,

RESUELVE:

Declárase EXEQUIBLE el inciso primero del artículo 233 de la ley 223 de


1995.

CARLOS GAVIRIA DÍAZ


Presidente
155

JORGE ARANGO MEJÍA


Magistrado

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Magistrado

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO


Magistrado

HERNANDO HERRERA VERGARA


Magistrado

ALEJANDRO MARTÍNEZ CABALLERO


Magistrado

FABIO MORÓN DÍAZ


Magistrado
156

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
157

NULIDAD DE PROCESO PENAL-Aplicación-Sentencia T-266/99

ACCION DE TUTELA TEMERARIA-Inexistencia en la actuación y


procedencia de otra

DECLARACION DE PERSONA AUSENTE EN MATERIA PENAL-


No utilización de medios eficaces para citación de indígena

DEBIDO PROCESO PENAL A INDIGENA-Derecho a comparecer y


ejercer su propia defensa

DERECHO DE DEFENSA TECNICA POR INDIGENA-Vulneración

AUTORIDADES DE COMUNIDAD INDIGENA-Facultad para


administrar justicia en el campo penal

DEBIDO PROCESO PENAL A INDIGENA-Prueba de la


imputabilidad

DEBIDO PROCESO PENAL A INDIGENA-Carencia de jurisdicción


y competencia

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-


Procedencia excepcional

VIA DE HECHO-Manifestación de existencia de mecanismo de


defensa cuando ya ha sido resuelto negativamente por la misma
Sala

JURISDICCION INDIGENA-Competencia

FUERO INDIGENA-Alcance

JUEZ NATURAL DE INDIGENA-Competencia

PRINCIPIO NON BIS IN IDEM-No vulneración por inexistencia de


jurisdicción y competencia para juzgamiento de indígena

IMPEDIMENTO EN TUTELA-Pronunciamiento anterior en proceso


ordinario

IMPEDIMENTO POR JUEZ DE TUTELA-Juzgamiento de sus


propias actuaciones
IR A INICIO

NULIDAD DE PROCESO PENAL-Aplicación


158

Referencia: Expediente T-177.105

Acción de tutela contra el Juzgado 3


Penal del Circuito de Valledupar, por una
presunta violación de los derechos al
debido proceso y a la defensa del actor, y
del derecho a la jurisdicción especial
indígena del pueblo Arhuaco.

Temas:
Inexistencia de temeridad en la actuación
y procedencia de una segunda tutela.
Violación del derecho fundamental al
debido proceso.
Indebida declaración de ausencia.
Prueba de la imputabilidad del
procesado.
Violación del derecho individual al juez
natural, y del comunitario al ejercicio de
la jurisdicción especial.
Presunta violación del principio non bis in
ídem.
Impedimento para juzgar si la propia
actuación constituye una vía de hecho.

Actores: José de la Cruz Suárez Alvarez,


coadyuvado por los Mamos de la
comunidad Arhuaca de Jewrwa.

Magistrado Ponente:
Dr. CARLOS GAVIRIA DÍAZ

Santafé de Bogotá D.C., veintisiete (27) de abril de mil novecientos


noventa y nueve (1999).

La Sala Cuarta de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional,


compuesta por los Magistrados José Gregorio Hernández Galindo,
Martha Victoria Sáchica de Moncaleano (E), y Carlos Gaviria Díaz, este
último en calidad de ponente,

EN NOMBRE DEL PUEBLO

POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN,


159

procede a revisar los fallos adoptados por el Juzgado Cuarto Penal del
Circuito, y el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Valledupar -Sala
Penal-, en el trámite del proceso radicado bajo el número T-177.105.

ANTECEDENTES

1. Hechos.

1. 1. Ana Nellys Robles Torres, indígena de la comunidad Arhuaca de


Jewra, vivía en casa de sus padres con su nuevo esposo -para entonces
tenía aproximadamente 7 meses de casada-, José de la Cruz Suárez
Alvarez. En la noche del 31 de julio o la mañana del 1 de agosto -la hora
en que ocurrió el insuceso no fue determinada- la mujer falleció. Las
causas del deceso no fueron claramente establecidas pues, entre otras
cosas, antes de que llegara el Inspector de Policía el cadáver fue
manipulado y la necropcia de rigor no fue practicada.

No obstante, se formularon dos versiones: 1) La del inspector que realizó el


levantamiento del cadáver y la de los Mamos, que dieron por hecho que
Ana Nellys se había ahorcado en la noche del 31 de julio. Esta hipótesis
fue respaldada por el padre de la occisa, quien en su primera denuncia,
señaló que el actor había inducido a su hija al suicidio. 2) Por el contrario,
la madre sostuvo que el indígna Suárez Alvarez, había asesinado a la
mujer en la madrugada del primero de agosto.
1.2. Los Mamos, en compañía de las autoridades indígenas de la época -
Bienvenido Arroyo era entonces el Cabildo Gobernador Arhuaco-,
investigaron y juzgaron la presunta responsabilidad de José de la Cruz
Suárez Alvarez en la muerte de su esposa, y decidieron que el sindicado
era inocente de todo cargo.

1.3. Una vez absuelto y liberado por los Mamos y demás autoridades
indígenas de La Caja, Suárez Alvarez se desplazó a la localidad de
Jewrwa, departamento del Magdalena -parte del mismo resguardo Arhuaco
de la Sierra Nevada de Santa Marta-, donde volvió a contraer nupcias por
los ritos indígenas. Así mismo fue nombrado "Secretario Privado a Nivel
Tradicional" del Mamo Julio Torres, y se inició en la preparación requerida
para ser Mamo.

1.4. El 23 de mayo de 1994, cuando gestionaba sus papeles para


posesionarse como Delegado de la Registraduría, cargo para el que fue
elegido por la comunidad del cabildo, acudió al Departamento
Administrativo de Seguridad -DAS- a reclamar el certificado sobre
antecedentes judiciales; allí lo aprehendieron y le informaron que el
Juzgado 3 Penal del Circuito de Valledupar lo había condenado a 18 años
de prisión por el homicidio de su anterior cónyuge, Ana Nellys Robles
Torres.

1.5. El 16 de junio de 1995, el abogado Manuel Jerónimo Manjarrés


Correa, a nombre de José de la Cruz Suárez Alvarez interpuso acción de
tutela, en procura de la defensa judicial de los derechos fundamentales al
debido proceso y la defensa técnica. La Sala Penal del Tribunal Superior
160

del Distrito Judicial de Valledupar negó el amparo1, por juzgar que el actor
contaba con otro medio de defensa: la acción de revisión, interpuesta por el
mismo abogado, que para ese entonces, se encontraba en curso en esa
misma Sala de Decisión.

2. Solicitud de tutela.

El 19 de febrero de 1998, José de la Cruz Suárez Alvarez solicitó por


segunda vez la tutela judicial de sus derechos al debido proceso y a la
defensa técnica, pues consideró que ya no tenía otro mecanismo de
defensa. Afirmó que se le procesó como reo ausente cuando fácilmente
se le había podido localizar; que no se aportó la prueba sobre su
imputabilidad, que el defensor de oficio no cumplió con sus obligaciones,
y que ni la primera tutela ni la acción de revisión sirvieron para que se
declarara la nulidad de lo actuado por el Juzgado Tercero Penal del
Circuito, y se le entregara a la jurisdicción especial indígena.

Acompañó su libelo con el "Testimonio de los Mamos de Jewrwa ante la


Justicia Ordinaria sobre el Caso del Indígena José de la Cruz Suárez
Alvarez", por medio del cual esas autoridades tradicionales de su pueblo
señalaron : "quienes ejercemos la justicia según nuestros usos y
costumbres como derecho consagrado en la nueva Constitución, vemos
con gran preocupación el caso de nuestro hermano indígena JOSÉ DE LA
CRUZ SUÁREZ ÁLVAREZ quien cayó en manos de la justicia ordinaria y
fue capturado y condenado como reo ausente, sin tener en cuenta nuestra
propia forma de hacer justicia" (folio 8).

3. Fallo de primera instancia.

Para efectos de la decisión, el Juzgado Cuarto Penal del Circuito de


Valledupar realizó una inspección judicial del sumario radicado bajo el
número 135 y, en resumen, encontró:

"A folio 2, el 15 de enero de 1991 María Concepción Torres de Robles


denuncia ante la Inspección Central de Policía de esta ciudad a José de la
Cruz Suárez Alvarez por el delito de homicidio en su hija Ana Nellys
Robles Torres. A folio 6, el 21 de enero de 1991 el Juzgado Catorce de
Instrucción Criminal Radicado de ese entonces dispone la apertura de
diligencias preliminares. A folios del 9 al 10, se escucha en ampliación de
denuncia a María Concepción Torres de Robles, el 26 de marzo de 1991.
El 2 de abril, el Juzgado Catorce de Instrucción Criminal abre investigación
formal contra José de la Cruz Suárez Alvarez, y ordena la captura del
sindicado. A folio 17 se emplaza al procesado, y el 18 de junio se le declara
persona ausente y se le nombra como defensor, al abogado Alfredo Levi
Carrillo. En los folios 21 a 27 se encuentra la declaración jurada de Joaquín
Emilio Torres Robles, Oliva Robles Torres, Ovidio Torres Robles y
Emeregilda Chaparro. Se cierra la investigación el 31 de enero de 1992 y,
a folio 31, el día 28 de julio/92 se califica el mérito del sumario llamando a
juicio al procesado. Hay que dejar constancia de que el llamamiento a
1
Esta primera tutela fue excluída de revisión el 19 de enero de 1996.
161

juicio no se le notificó personalmente al abogado del procesado Suárez


Alvarez, sino que se realizó a través de estado número 016 del 28 de
julio/92. Correspondió el negocio por reparto al Juzgado Tercero Penal del
Circuito, donde comienza la etapa de juzgamiento, y la Procuraduría
Judicial, el 29 de septiembre, solicita la nulidad de la actuación porque a su
entender, para estar frente a un indígena debía demostrarse su
imputabilidad. El 9 de octubre ese Despacho rechaza de plano la solicitud
de nulidad, y decreta la práctica de pruebas; el 11 de diciembre de 1992
se lleva a cabo la audiencia pública de juzgamiento, y el 23 de julio de
1993 se profiere el respectivo fallo condenatorio contra José de la Cruz
Suárez Alvarez a la pena de 18 años de prisión. El 23 de mayo de 1994 el
DAS reporta la captura del reo, y el 10 de octubre el Tribunal Superior de
ese Distrito solicita el proceso para rituar una revisión".

Con base en ello, ese despacho decidió no tutelar los derechos al debido
proceso y a la defensa del actor pues, en su opinión, el Juzgado Tercero
Penal de ese Circuito no incurrió en vía de hecho alguna. Además,
consideró que el derecho a la jurisdicción especial que reclamaron los
Mamos, requiere desarrollo legal previo a su ejercicio, y está limitado
tanto por la ley penal, como por la procesal penal, que rigen para todo el
territorio nacional.

4. Sentencia de segunda instancia.

La misma Sala de Decisión Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Valledupar, que denegó la primera tutela y decidió no revisar la
sentencia penal de condena contra el indígena José de la Cruz Suárez
Alvarez, compuesta por los Magistrados Ramiro Alfredo Larrazábal -
ponente en ambas ocasiones-, Adalberto Márquez F. -quien no firmó la
copia del fallo de tutela que obra en el expediente-, y Luis Eduardo
Rodríguez, decidió rechazar por improcedente la segunda tutela, con base
en las siguientes consideraciones:

"Como este es un asunto ya fallado, el Tribunal tiene que revocar lo


decidido por el Juez Cuarto Penal del Circuito en este caso tal como lo
ordena el art. 32 del mentado Decreto en su inciso segundo y como damos
por descontado que el accionante sabía que ya se le había negado una
Acción de Tutela y no podía repetir esta petición ante otro Juez como lo
hizo, siendo que esta Acción debe ser presentada bajo juramento, es de
considerar que SUAREZ ALVAREZ puede encontrarse incurso en FALSO
TESTIMONIO. Porque él bajo juramento, que en este caso se presume,
debía decir que no había iniciado Acción de Tutela por los mismos hechos;
por tanto, se compulsarán copias de las piezas procesales pertinentes,
para que se envíen a la Fiscalía General de la República, para que se
investigue la posible comisión de este delito.

"Además como el apoderado que inicialmente incoó la primera Acción de


Tutela, puede haber influido para que se promoviere esta nueva petición,
compúlsense también las copias pertinentes para que disciplinariamente se
162

le investigue para saber si se encuentra incurso en los términos del art. 38,
inciso segundo.

"Por último, como consideramos temeraria la actuación de JOSÉ DE LA


CRUZ SUÁREZ ÁLVAREZ, al tenor del último inciso del art. 25 del Decreto
2591 de 1991, al ser rechazada la Acción de Tutela que inició en el
Juzgado Cuarto Penal del Circuito de esta ciudad, se le condenará al pago
de las costas, las que se tasarán una vez esté en firme esta decisión"
(folios 8 y 9 del segundo cuaderno).
CONSIDERACIONES DE LA CORTE

1. Competencia.

La Corte Constitucional es competente para revisar las sentencias


proferidas por los jueces de instancia en el trámite de este proceso, de
acuerdo con los artículos 86 y 241 de la Carta Política; corresponde a la
Sala Cuarta de Revisión adoptar el fallo respectivo, según el reglamento
interno y el auto de la Sala de Selección Número Nueve del 25 de
septiembre de 1998.

2. Asuntos a considerar.

Son varios los problemas que esta Sala debe resolver en la revisión de los
fallos proferidos en el trámite de la presente acción. Inicialmente debe
analizar si, como juzgó el Tribunal Superior en la segunda instancia, la
primera acción de tutela hacía improcedente la segunda y, por tanto, si
esta última no debió ser admitida y tramitada.

En caso de ser procedente la segunda acción, debe examinar la actuación


del Juzgado Tercero Penal del Circuito y de la de la Sala Penal del Tribunal
de Valledupar, para determinar si se violó el derecho de defensa del actor :
1) cuando se le declaró persona ausente a pesar de conocérse el lugar de
su residencia y trabajo ; 2) cuando se le procesó y condenó sin prueba
sobre su imputabilidad y 3) cuando se revisó el proceso penal sin proteger
los derechos fundamentales reclamados en la solicitud de amparo.

También le corresponde analizar a esta Corporación si se violó el derecho


del actor al debido proceso por desconocimiento del juez natural, y si con
las mismas actuaciones se vulneró el derecho fundamental comunitario de
los Arhuacos de Jewrwa al ejercicio de la jurisdicción especial propia.

Por otra parte, la práctica de muchos pueblos indígenas colombianos,


previa a la vigencia de la actual Carta Política, según la cual esas
comunidades se arrogaban el derecho a decidir cuáles de las causas
criminales originadas en la vida en común eran remitidas a conocimiento
de los jueces de la República y cuáles eran resueltas internamente, así
como las pretensiones del actor y las de las autoridades tradicionales de su
pueblo, hacen ineludible un pronunciamiento de la Corte sobre la validez
de la sentencia absolutoria adoptada por los Mamos en 1988, y la presunta
vulneración del principio "non bis in ídem".
163

Finalmente, debe juzgar la Corte si existe un impedimento en cabeza de


los integrantes de la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Valledupar que, a pesar de haberse pronunciado sobre la acción de
revisión del proceso adelantado contra el actor por el delito de homicidio,
conocieron de la acción de tutela que éste interpuso, argumentando
irregularidades en dicho proceso.

Pasa la Corte a ocuparse de ello.

3. Inexistencia de temeridad en la actuación del actor y procedencia de la


segunda tutela.

Como ya se anotó, la Sala de Decisión Penal del Tribunal Superior del


Distrito Judicial de Valledupar rechazó la segunda tutela, por temeraria.
Sus argumentos se pueden resumir en los siguientes párrafos:

"Antes de tomar la decisión que corresponde al caso diremos que es cierto


que el art. 38 del Decreto 2591 de 1991, le da al fallador de instancia la
facultad alternativa de rechazar o de decidir desfavorablemente la petición
o peticiones temerarias de tutela, potestad ésta que a primera vista le
otorgaría validez legal a la decisión del juez a quo. Sin embargo como en
este caso concreto la temeridad es tan ostensible, la Sala considera que
para no gastar innecesariamente la administración de justicia, el a quo no
debió tramitar la presente Acción de Tutela, sino rechazarla de plano,
evitando de contera un desgaste superfluo de la administración de justicia.

"Por lo dicho este Tribunal en primer lugar revocará la decisión del Juez
Cuarto Penal del Circuito de esta ciudad, tal como se dijo anteriormente, y
como secuela de ello rechazará la Acción de Tutela que en contra de lo
normado en el Decreto en cita tramitó ese Despacho" (folio 9 del segundo
cuaderno).

La Corte no comparte estos argumentos pues existen diferencias de fondo


entre los hechos y pretensiones que sustentaron la primera tutela y las que
hoy son objeto de revisión, como se pasa a explicar:
a) Según consta en el expediente, el abogado Manuel Jerónimo Manjarrés
Correa, a nombre del actor, inició la primera acción de tutela en procura de
que el juez de amparo restableciera a su poderdante el derecho al debido
proceso, pero aquél fue negado por medio de sentencia del 11 de julio de
1995. Luego de ser impugnada esta decisión, la Sala de Casación Penal
de la Corte Suprema de Justicia declaró nulo todo lo actuado y ordenó, en
consecuencia, tramitar nuevamente la primera instancia (4 de septiembre
de 1995). El 23 de octubre de 1995, el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Valledupar, juez de primera instancia, consideró que el actor no
sólo contaba con otro mecanismo judicial de defensa -la acción de
revisión-, sino que ésta ya se había ejercitado, y la Sala Penal del dicho
Tribunal estaba a punto de resolverla.

Si bien la existencia de otro mecanismo judicial de defensa, era fundada


para la fecha en que se adoptó la decisión anulada por la Corte Suprema
164

(11/7/95), ya no lo era cuando se dictó la sentencia definitiva (23/9/95),


pues el 13 de julio de 1995, la misma Sala de Decisión Penal que conoció
de la tutela resolvió: "no revisar el fallo de junio 23 de 1993, emitido por el
Juzgado Tercero Penal del Circuito, mediante el cual se condenó a José de
la Cruz Suárez Alvarez por el homicidio de Ana Nellys Robles Torres". De
esta manera, al dictarse la sentencia de la primera tutela, la Sala de
Decisión que había resuelto negativamente la revisión tres meses antes,
negó el amparo porque aún se disponía de un mecanismo ya agotado y,
por tanto, incurrió en una evidente vía de hecho. Sin embargo, esa primera
tutela no fue seleccionada por la Corte Constitucional para su revisión.

b) Ahora bien: Para la Corte es claro que la segunda tutela incoada por
Suárez Alvarez no fue temeraria, primero, porque el actor adjuntó como
anexo la sentencia de la primera acción; segundo, porque específicamente
solicitó protección tras haber agotado el medio ordinario de defensa judicial
del que, según ese fallo, aún disponía: la acción de revisión; tercero,
porque también dirigió la segunda tutela contra la decisión de esa acción
de revisión; y cuarto, porque en la sentencia de la primera tutela, el
Tribunal Superior de Valledupar también incurrió en una vía de hecho,
como se acaba de exponer.

Sumado a lo anterior, en la segunda tutela no sólo se solicitó restablecer


los derechos fundamentales de José de la Cruz, sino también el derecho,
igualmente fundamental pero ya no personal sino colectivo, del pueblo
Arhuaco de Jewrwa para ejercer sobre los miembros de esa comunidad la
jurisdicción especial consagrada en el artículo 246 Superior.

Esta diferencia básica entre las dos acciones de tutela fue entendida por el
Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Valledupar, que actuó como juez a
quo en la segunda tutela, quien expuso detenidamente las razones por las
que resolvió negarse a reconocer el derecho de los Mamos para juzgar el
delito imputado a Suárez Alvarez. No obstante, la Sala Penal del Tribunal,
al fallar en segunda instancia, ignoró totalmente la solicitud de los Mamos y
demás miembros de la comunidad de Jewrwa, para que se les permitiera
administrar justicia en este caso o, al menos, recibir la custodia del
detenido para que purgara la pena entre su comunidad.

En síntesis, es ineludible concluír que se debe revocar la sentencia de


segunda instancia adoptada por la Sala Penal del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Valledupar, porque la segunda tutela no es igual a la
primera, porque el actor no actuó de manera temeraria y porque, como se
mostrará más adelante, la tutela no debió ser conocida por la misma Sala
de Decisión que profirió una de las providencias contra las cuales se
solicitó el amparo judicial.

4. Violación del derecho fundamental al debido proceso.

El actor aduce que el Juez Tercero Penal del Circuito de Valledupar violó el
debido proceso, porque le declaró persona ausente cuando sabía dónde y
cómo ubicarlo. De esta manera, añade, el funcionario le impidió atender a
su propia defensa, la cual, además, fue prácticamente inexistente, porque
165

quedó en manos de un defensor de oficio que en ningún momento procuró


comunicarse con él, ni solicitó las pruebas necesarias para establecer su
ininmputabilidad, ni pidió la nulidad por la falta de tal prueba, ni recurrió
oportunamente la sentencia condenatoria, ni ejerció la acción de revisión,
ni le informó que las autoridades le tenían por prófugo de la justicia.
Además a ese apoderado tampoco se le notificó la resolución de
acusación, tal y como lo ordena la ley procesal.

Al respecto, el Juez Cuarto Penal del Circuito consideró, en el fallo de


primera instancia, que:

"En la actuación de la Juez Tercero Penal del Circuito, y más exactamente


en su sentencia del 23 de junio de 1993, objeto de la tutela, no se ve esa
arbitrariedad judicial que se exigiría para poder tutelar un derecho
fundamental.

"Pero aparte de lo anterior, acontece en el presente caso, que la sentencia


del 23 de junio de 1993 ha resistido el análisis de la Acción de Revisión y
de otra acción de tutela, por parte de un superior jerárquico nuestro, y en
ambos fallos, se ha dicho que no se ha encontrado esa ilegalidad, que se
anota en esta nueva tutela" (folios 221 y 222 del primer cuaderno).

La Sala Penal del Tribunal de Valledupar no se ocupó de estos cargos en


la segunda tutela, pues según afirmó, esos asuntos eran cosa juzgada; en
el primer proceso de amparo, consideró:

"Veamos si asiste razón al accionante cuando considera vulnerados


aquellos derechos fundamentales, el sumun de su pretensión se basa en
que la Resolución de Acusación que se dictó en contra de José de la Cruz
Suárez, no fue notificada personalmente, ni a éste ni a su defensor, por
tanto se violó el art. 440 del C.P.P. que ordena se haga tal notificación en
esa forma y de contera el derecho de defensa porque ni el procesado ni su
defensor pudieron infirmar los cargos, ni pedir pruebas para rebatirlos.

"En verdad el art. 440 contempla que la Resolución de Acusación debe ser
notificada personalmente, pero siempre que esto 'sea posible'; en el caso
que nos ocupa, sabemos que esa era tarea imposible, por cuanto una vez
fue ejecutado el hecho punible por el cual fue juzgado Suárez, éste fue
denunciado por el padre de la víctima ante el Inspector de Policía de
Nabusímaque, y el sindicado sin esperar la reacción de la autoridad, se
perdió de la zona, hasta tal punto que una vez conocido el asunto por la
autoridad judicial, fue menester vincularlo al proceso mediante
emplazamiento, declaratoria de reo ausente y nombrándole defensor de
oficio.

"En esas circunstancias, llegada la oportunidad procesal, se le residenció


en Resolución de Acusación y su defensor fue notificado mediante estado,
tal como aparece en el cuaderno que contiene aquella actuación, y si en
verdad es un procedimiento odioso y de espaldas a nuestra realidad
cultural, no es menos cierto que es un mecanismo de creación legal que
puede ser usado por el juez, en donde hay desidia y negligencia por los
166

sujetos procesales..." (subraya fuera del texto, folios 74 y 75 del primer


cuaderno de la primera tutela).

La Corte analizará sólo dos de las alegadas violaciones al debido proceso,


la indebida declaración de ausencia, y la falta de prueba sobre la
imputabilidad del sindicado, porque siendo temas de indudable relevancia
constitucional, son suficientes para los efectos de la revisión de esta tutela.

a) Indebida declaración de ausencia.

Esta Corporación examinó la constitucionalidad de la declaración de


persona ausente en materia penal en la sentencia C-488/962 y, en esa
oportunidad, consideró:

"En el caso del procesado ausente, debe distinguirse entre el procesado


que se oculta y el sindicado que no tiene oportunidad de enterarse de la
existencia del proceso, para efectos de determinar los derechos que les
asiste. Así, cuando la persona se oculta, está renunciando al ejercicio
personal de su defensa y delegándola en forma plena en el defensor
libremente designado por él o en el que le nombre el despacho judicial del
conocimiento. No obstante, conserva la facultad de hacerse presente en el
proceso en cualquier momento e intervenir personalmente en todas las
actuaciones a que haya lugar de acuerdo con la etapa procesal respectiva;
pero no puede pretender que se repitan las actuaciones ya cumplidas,
aunque sí solicitar la declaración de nulidad por falta de defensa técnica.

"Situación diferente se presenta cuando el procesado no se oculta, y no


comparece debido a que las autoridades competentes no han actuado en
forma diligente para informar al sindicado la existencia del proceso, pues
frente a este hecho, el procesado cuenta con la posibilidad de solicitar, en
cualquier momento, la nulidad de lo actuado y, si ya se ha proferido
sentencia definitiva ejecutoriada, puede acudir a la acción de tutela3,
siempre y cuando las acciones y recursos legales no sean eficaces para
restablecerle el derecho fundamental que se le ha vulnerado".

En el proceso penal que adelantó el Juzgado Tercero Penal del Circuito de


Valledupar contra Suárez Alvarez, y revisó la Sala Penal del Tribunal
Superior de ese Distrito, tanto el denunciante como los demás testigos
sabían que el entonces sindicado, después del levantamiento del cadáver
de su cónyuge y el juicio de los Mamos, se había residenciado en Jewrwa,
y el lugar preciso donde se le podía encontrar. Es un hecho que a través
del Inspector de Policía de Nabusímaque, de los Mamos, de dos emisoras
regionales por medio de las cuales usualmente se cita a los indígenas y
residentes rurales del área, era posible ubicar al actor. Sin embargo, ni el
Juzgado de Instrucción, ni el de juzgamiento, ni el defensor de oficio, ni el

2
M.P. Carlos Gaviria Díaz
3
Mediante sentencia T-039 de 1996, M.P. Antonio Barrera Carbonell, la Corte
amparó los derechos sustanciales y procesales reclamados por el actor, en contra
de quien se adelantó un proceso penal al cual fue completamente ajeno por culpa
imputable a los funcionarios del Estado encargados de comunicarle la existencia del
mismo.
167

representante del Ministerio Público intentaron localizarlo por esos medios,


que son los disponibles y que para el efecto resultan eficaces.

A juzgar por el expediente penal, la jueza demandada desconocía dónde


queda Nabusímaque, pues lo confundió con Kurakata y con Puerto Bello, y
desconocía también o ignoró los medios disponibles y eficaces para hacer
comparecer al procesado, por lo que se limitó a expedir una orden de
captura en su contra que el DAS no ejecutó, pues el día que destinó a unos
agentes para ello, éstos se desplazaron a la región pero no a su residencia
o puesto de trabajo -él es maestro-, y no lo encontraron, ni lo citaron, ni lo
volvieron a buscar porque la zona en la que sí estaba residiendo, fue
calificada como violenta. Y está probado que si Suárez Alvarez no
permaneció en casa de sus suegros después de fallecida Ana Nellys, no
fue porque se diera a la fuga, sino porque, de acuerdo con sus costumbres,
ya no tenía porqué seguir trabajando para su suegro. Por ello, regresó a
convivir con su propio grupo, se hizo funcionario de la comunidad, formó
otra familia y empezó el aprendizaje requerido para ser Mamo, hasta el día
en que se acercó a solicitar certificación sobre sus antecedentes penales al
organismo de seguridad que no lo había podido capturar.

Bajo esta perspéctiva, la Corte debe concluír que el Juzgado Tercero Penal
del Circuito de Valledupar sí violó a Suárez Alvarez el derecho a
comparecer y a ejercer su propia defensa, pues no garantizó al sindicado el
debido proceso en los términos de la jurisprudencia constitucional citada.

Más aún, Suárez Alvarez se quedó sin una defensa técnica, porque: a) su
defensor de oficio tampoco se comunicó con él, b) limitó la defensa a una
intervención oral en la audiencia de juzgamiento, c) no solicitó la práctica
de la prueba requerida para establecer su imputabilidad, d) no alegó la
nulidad que se originó en la falta de esa prueba, ni la generada por la
indebida notificación de la resolución de acusación, etc., y e) no apeló la
sentencia condenatoria y cerró así la posibilidad de acudir a la casación.

b) Prueba de la imputabilidad del procesado.

Como el proceso penal se inició en enero de 1991 -antes de entrar en


vigencia la actual Carta Política, y culminó en 1993-, el Juez Penal que
exigió responsabilidad al actor, debió establecer si éste era imputable, no
sólo porque bajo el régimen constitucional vigente desde el 7 de julio de
1991, los miembros de las comunidades indígenas tienen derecho a ser
juzgados por sus propias autoridades, cuando tal fuero de juzgamiento
procede, sino porque bajo el régimen constitucional anterior, a un indígena
no se le podía sentenciar válidamente a una pena como la impuesta a
Suárez Alvarez, sin que se hubiera acreditado su calidad de imputable4.

Así, si bien en el proceso penal que se adelantó en contra del actor, la


prueba sobre la imputabilidad del sindicado no condicionaba la
competencia del Juzgado de Instrucción que inició la investigación en
enero de 1991, a partir de la vigencia de la actual Carta Política, de ese
4
"Aunque en el texto del actual Código Penal no se establecieron precisiones casuísticas sobre los sujetos
que debían ser considerados como inimputables, en el artículo 96 se hizo una única referencia concreta a
los indígenas: ... 'Cuando se tratare de indígena inimputable por inmadurez sicológica, la medida
consistirá en la reintegración a su medio ambiente natural' Sentencia T-496/96, M.P. Carlos Gaviria Díaz".
168

medio probatorio sí dependía no sólo la competencia del Despacho del


conocimiento para imponerle a Suárez Alvarez una pena -como la de 18
años de prisión que en efecto le impuso-, sino también la de la jurisdicción.

Nótese que la inexistencia de un medio de prueba cualquiera sobre la


imputabilidad del indígena sindicado, fue suficiente para que el
Representante del Ministerio Público solicitara la declaración de nulidad de
lo actuado antes de dictarse la sentencia condenatoria, y es bastante para
establecer que el Juzgado Tercero Penal del Circuito tampoco tenía
jurisdicción, de acuerdo con la jurisprudencia sentada en el fallo T-349/965,
en la que se consideró que a las autoridades de los pueblos indígenas sí
se les había otorgado la facultad para administrar justicia en el campo
penal, y se señalaron criterios que permiten afirmar que, en este caso, los
Mamos son competentes para juzgar a Suárez Alvarez. Dijo la Corte:

"El artículo 246 de la Constitución, establece la jurisdicción indígena en


los siguientes términos:

'Las autoridades de los pueblos indígenas podrán ejercer funciones


jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial, de conformidad con
sus propias normas y procedimientos, siempre que no sean
contrarios a la Constitución y leyes de la república. La ley
establecerá las formas de coordinación de esta jurisdicción especial
con el sistema nacional.'

"Respecto al análisis de la norma la Corte se ha pronunciado en los


siguientes términos:

'El análisis de esta norma muestra los cuatro elementos centrales de


la jurisdicción indígena en nuestro ordenamiento constitucional: la
posibilidad de que existan autoridades judiciales propias de los
pueblos indígenas, la potestad de éstos de establecer normas y
procedimientos propios, la sujeción de dichas jurisdicción y normas a
la Constitución y la ley, y la competencia del legislador para señalar
la forma de coordinación de la jurisdicción indígena con el sistema
judicial nacional.' 6

"Interesa aquí, particularmente, el estudio de los límites que se fijan para el


ejercicio de las facultades jurisdiccionales conferidas de manera potestativa
a las autoridades de las comunidades indígenas, a la luz del principio de la
diversidad cultural, pues si bien la Constitución se refiere de manera
general a 'la Constitución y la ley' como parámetros de restricción, resulta
claro que no puede tratarse de todas las normas constitucionales y legales;
de lo contrario, el reconocimiento a la diversidad cultural no tendría más
que un significado retórico. La determinación del texto constitucional tendrá
que consultar entonces el principio de maximización de la autonomía que
se había explicado anteriormente.

"Ahora, para concretar este mínimo, es preciso distinguir dos situaciones


que deben ser objeto de una regulación diferente. Una es aquella en la que
5
M.P. Carlos Gaviria Díaz.
6
Sentencia de la Corte Constitucional C-139 de 1996 (M.P. Carlos Gaviria Díaz).
169

la comunidad juzga comportamientos en los que se ven involucrados


miembros de comunidades distintas (v.g. un blanco y un indígena, un
negro y un indígenas, indígenas de dos comunidades diferentes). La otra
es la situación típicamente interna, es decir, una situación en la que todos
los elementos definitorios pertenecen a la comunidad: el autor de la
conducta pertenece a la comunidad que juzga, el sujeto (u objeto) pasivo
de la conducta pertenece también a la comunidad y los hechos ocurrieron
en el territorio de la misma.

"La distinción es relevante, porque en tanto en el primer caso los sujetos


involucrados pertenecen a ambientes culturales diversos, en el segundo,
todos comparten, en principio, la misma tradición. Es éste segundo caso el
que ocupará la atención de la Corte, de acuerdo con lo señalado
inicialmente al plantear los problemas jurídicos que encierra la tutela.

"El principio de maximización de la autonomía adquiere gran relevancia en


este punto por tratarse de relaciones puramente internas, de cuya
regulación depende en gran parte la subsistencia de la identidad cultural y
la cohesión del grupo. Los límites a las formas en las que se ejerce este
control interno deben ser, entonces, los mínimos aceptables, por lo que
sólo pueden estar referidos a lo que verdaderamente resulta intolerable por
atentar contra los bienes más preciados del hombre.

"A juicio de la Sala, este núcleo de derechos intangibles incluiría solamente


el derecho a la vida, la prohibición de la esclavitud y la prohibición de la
tortura. Dos son las razones que llevan a esta conclusión: en primer lugar,
el reconocimiento de que únicamente respecto de ellos puede predicarse la
existencia de un verdadero consenso intercultural. 7 En segundo lugar, la
verificación de que este grupo de derechos se encuentra dentro del núcleo
de derechos intangibles 8 que reconocen todos los tratados de derechos
humanos, derechos que no pueden ser suspendidos ni siquiera en las
situaciones de conflicto armado".

Así, es claro que en el caso de Suárez Alvarez, la jueza demandada violó


su derecho al debido proceso cuando se negó a reconocer que carecía de
jurisdicción y competencia para condenarlo a la pena de prisión que le
impuso, sin prueba alguna sobre la imputabilidad del actor. Y no es de
extrañar que en 1995, después de un año de que el condenado se
presentara al DAS y fuera arrestado para purgar 18 años de prisión, éste
7
Abdullahi Ahmed An-na’im, “Toward a Cross Cultural Approach to Defining
International Standards of Human Rights: The Meaning of Cruel, Inhuman, or
Degrading Treatment or Punishment” en Abdullahi Ahmed An-na’im (comp.),
Human Rigths in Cross-Cultural Perspectives, University of Pennsylvania Press,
Philadelphia, 1991; y Richard Falk, “Cultural foundations for the International
Protection of Human Rights”, ibd.
La existencia de un consenso intercultural en torno a estos derechos también
sería susceptible de verificación en el contexto colombiano. Por lo menos eso
parecen sugerir los estudios relativos al tema, que demuestran que en las
comunidades estudiadas se sanciona penalmente el homicidio y no se practican
ni la esclavitud, ni la tortura por parte de las autoridades. Carlos César Perafán,
Sistemas Jurídicos Paez, Kogi, Wayuu y Tule, Instituto Colombiano de
Antropología, 1995.
8
Frédérick Sudre, La Convention Européenne des Droits de L’Homme, Presses
Universitaires de France, Paris, pp.23-25.
170

juzgara injusta su situación, y aceptara la ayuda del abogado Manuel


Jerónimo Manjarrés Correa para ejercer la acción de revisión del proceso
penal y la primera de tutela.

5. Violación del derecho personal al juez natural, y del comunitario al


ejercicio de la jurisdicción especial.

Para analizar este asunto, vale la pena insistir en algunos de los hechos
que ya han sido señalados.

En efecto, como ya se anotó, la primera solicitud de tutela fue presentada


el 16 de junio de 1995, y resuelta negativamente el 11 de junio del mismo
año por la Sala Penal del Tribunal Superior de Valledupar, quien consideró
que el actor contaba con otro mecanismo judicial de defensa, la acción de
revisión, que ya había sido interpuesta y estaba próxima a ser resuelta.

Esa decisión fue impugnada por el apoderado de Suárez Alvarez y remitida


a la Corte Suprema de Justicia para el trámite de la segunda instancia. Sin
embargo, la Sala de Casación Penal resolvió, el 4 de septiembre de 1995,
declarar la "nulidad de todo lo actuado a partir de junio 29 del año en
curso" (folio 8 del segundo cuaderno de pruebas) pues, a juicio de la Corte,
no se había notificado la solicitud de amparo a la Fiscal 5a. Especializada
"Grupo A" de Valledupar.

Para ese entonces, ya la acción de revisión había sido resuelta por la


Sala Penal del Tribunal Superior de Valledupar en providencia del 13 de
julio, por medio de la cual decidió no revisar la sentencia penal
condenatoria (folios 164-175 del primer cuaderno). Empero, luego de
sanear la nulidad decretada por la Corte Suprema, la Sala Penal del
Tribunal Superior incurrió en clara vía de hecho al negar el amparo de los
derechos fundamentales de Suárez Alvarez, pues el 23 de octubre
nuevamente consideró que éste disponía de la acción de revisión -la que
había sido resuelta por los mismos Magistrados casi tres meses antes-.

Esa era la situación del actor cuando, con la coadyuvancia de los Mamos y
otros miembros de su comunidad, solicitó por segunda vez la tutela judicial
de sus derechos fundamentales y del derecho del pueblo Arhuaco a ejercer
sobre él la jurisdicción especial consagrada en el artículo 246 de la Carta
Política.

Respecto de esos derechos, el Juzgado Cuarto Penal del Circuito de


Valledupar, como juez de primera instancia, consideró:

a) Sobre el derecho al debido proceso de Suárez Alvarez:

"Entonces, tocará preguntarnos, cómo pregonamos ahora esa ilegalidad?


Cree el Despacho que en el presente caso, sí se puede hablar de cosa
juzgada en materia constitucional, relativa a la acción de tutela, pues los
derechos fundamentales que se invocan ahora como violados por parte de
José de la Cruz Suárez Alvarez, fueron los mismos que invocó su abogado
en la otra acción de tutela que presentó el día 22 de junio de 1995; y si
171

esos son los mismos derechos fundamentales, y los supuestos probatorios


no han cambiado de aquella época hasta ahora, habrá que reconocer que
en este momento no puede existir ningún desconocimiento a la cosa
juzgada, en materia de tutela que el Tribunal ya decidió" (folio 222 del
segundo cuaderno).

b) Sobre el derecho a la jurisdicción especial del pueblo Arhuaco:

"Parece ser que el peticionario de esta Tutela ha entendido que la


Constitución Política en su artículo 246, a más de reconocer la diversidad
étnica y cultural, ha creado territorios independientes dentro de nuestra
República, en donde no rigen ni la ley penal, ni los jueces ordinarios que
ejercemos en el resto del país; esto es completamente absurdo, pues
nuestra Constitución Política tiene como soporte, dentro de uno de sus
varios pilares, el de la unidad territorial, recuérdese que se dice 'Colombia
es una República unitaria', y al así decirse, se quiere significar que el
territorio es uno solo, y dentro de él, no pueden existir territorios donde la
ley penal no rige o dentro de los cuales los jueces no pueden ejercer
jurisdicción. Esa idea hay que descartarla de entrada.

"Ahora bien: lo que dice ese artículo 246, es que las comunidades
indígenas, podrán ejercer funciones jurisdiccionales, darse sus propias
normas y procedimientos, respetando la Constitución y la ley. Obviamente,
esa creación de normas, no debe entenderse ni como nacimiento de
nuevos delitos dentro de ese territorio, que no existan dentro de nuestra
patria, o de procedimientos que atenten contra nuestro sistema. Valga
preguntarnos: so pretexto de respetar la diversidad étnica y cultural, se
podría admitir una pena de muerte en un territorio de estos, o procesos
como la tortura para hacer confesar al reo? Sinceramente eso no es lo que
quiere la Constitución, lo que ella busca es precisamente lo contrario; es
decir, que si bien se reconocen esos procedimientos, y esas normas de la
cultura indígena, ellas deben meterse en cintura a nuestra Constitución. Lo
que acontece es el fenómeno contrario. Se garantiza sí la diversidad, pero
las sanciones y procedimientos deberán ser conforme a nuestras leyes y
Constitución Política. Quiere decir lo anterior, en opinión de este
funcionario, que la ley penal nuestra, ésa que crea delitos y
procedimientos, obviamente debe regir en todo el territorio nacional patrio,
incluyendo el de las comunidades indígenas, pueden crear otras normas y
procedimietos para sancionar otros comportamientos dentro de la
comunidad, respetando la Constitución y la ley; vr.gr. aventurándonos a dar
ejemplos, dentro del territorio de los Arhuacos, que ellos consideren como
normas o faltas, las siguientes: Que un indígena acuda al médico sin
previamente pasar por manos del Mamo; o cuando el indígena baja al
pueblo, se embriaga y no regresa en la noche a la comunidad; o cuando
por descuido en su labor de centinela deja que entre algún intruso sin
permiso del Mamo; o cuando la mujer consume poporo; eventos estos en
donde podrán catalogarse como normas que atentan contra su cultura, y
ahí sí crearlas y darles la sanción que corresponda (Calabozo de tantos
días). Pero en todo caso, respetando los cánones contitucionales y legales
nuestros; por ejemplo, no se podrán imponer como penas, la tortura, la
mutilación, o la expulsión del territorio indígena, porque con estas
sanciones se violarían derechos fundamentales que nuestra Constitución
172

reconoce para toda persona que esté dentro del territorio patrio, sean
indígenas o no; por eso, piensa este funcionario, que lo que aconteció con
este artículo 246 de la Constitución Nacional, es que si bien se reconoció
esa diversidad étnica, de todas formas 'esas normas y procedimientos
indígenas' deben quedar sometidos a la Constitución y a la ley nuestra"
(folios 223-225 del segundo cuaderno).

Al respecto, esta Sala debe reiterar en el presente caso, la jurisprudencia


constitucional sobre la vía de hecho y la cosa juzgada, señalando que no
puede surgir la segunda de una decisión contraria a derecho y que viola
derechos fundamentales. A este respecto, la Corte en la sentencia C-
543/92 9 consideró :

"Ahora bien: de conformidad con el concepto constitucional de


autoridades públicas, no cabe duda de que los jueces tienen esa calidad
en cuanto les corresponde la función de administrar justicia y son
obligatorias para los particulares y también para el Estado. En esa
condición no están excluidos de la acción de tutela respecto de actos u
omisiones que vulneren o amenacen derechos fundamentales, lo cual no
significa que proceda dicha acción contra sus providencias. Así, por
ejemplo, nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que
ha incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a su
cargo que proceda a resolver o que observe con diligencia los términos
judiciales, ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización de esta
figura ante actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de
las cuales se desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni
tampoco cuando la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para
lo cual sí está constitucionalmente autorizada la tutela pero como
mecanismo transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es
puramente temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de fondo
por el juez ordinario competente (artículos 86 de la Constitución Política y
8º del Decreto 2591 de 1991). En hipótesis como estas no puede
hablarse de atentado alguno contra la seguridad jurídica de los
asociados, sino que se trata de hacer realidad los fines que persigue la
justicia".

Por tanto, el llamado a la autoridad del superior jerárquico del Juez


Cuarto Penal del Circuito de Valledupar, no debió impedir que este
funcionario analizara, como juez de tutela en primera instancia, si el Juez
Tercero Penal del mismo Circuito había violado los derechos
fundamentales del actor con actuaciones que constituyen vía de hecho, y
si en las mismas actuaciones había incurrido también la Sala Penal del
Tribunal Superior al decidir la acción de revisión de esa sentencia
condenatoria, y si el fallo de la primera acción de tutela constituía, como
ciertamente lo constituye, una vía de hecho más.

Ahora bien : En la consideración anterior, esta Sala realizó ese análisis, y


encontró que al actor sí se le violó el derecho a la defensa por la indebida
declaración de ausencia de la que fue objeto, y el derecho al debido
proceso por habérsele condenado a pena de prisión sin que obrara
prueba sobre su imputabilidad. También encontró que constituye una vía
9
M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
173

de hecho el que una Sala de Decisión niegue el amparo que se le solicita


so pretexto de que existe otro mecanismo judicial de defensa "que se
interpuso y está a punto de ser resuelto", cuando lo cierto es que esa
misma Sala lo había fallado ya negativamente.

Además, no son de recibo las consideraciones del Juez a quo sobre la


jurisdicción indígena y sus límites, porque el derecho al debido proceso es
un derecho fundamental de aplicación inmediata (C.P. art. 85) y, por tanto,
también lo es el artículo 246 Superior, en el que se consagró la jurisdicción
especial indígena. Según la jurisprudencia sentada por la Corte, el proceso
penal contra Suárez Alvarez debió pasar al conocimiento de las
autoridades tradicionales del pueblo Arhuaco una vez entró en vigencia la
actual Carta Política. En efecto, como bien se señaló en la sentencia T-496
de 1996:

"Es importante que el intérprete, en la solución de estos conflictos, se


atenga a la exigencia de reconocimiento y del respeto por la dignidad de
todos los grupos humanos, teniendo en cuenta tanto la obligación de
proteger los derechos básicos de todos los individuos en tanto seres
humanos, como el reconocimiento de las necesidades particulares del
sujeto como miembro de un grupo cultural específico. En este sentido, y
para el caso que nos ocupa, ciertas reglas interpretativas establecidas en
los fallos de ésta Corporación, pueden servir de guía para abordar el
presunto conflicto de competencias entre la jurisdicción indígena y la
jurisdicción nacional, que el demandante aduce:

"1.'En caso de conflicto entre el interés general y otro interés particular


protegido constitucionalmente la solución debe ser encontrada de
acuerdo con los elementos jurídicos que proporcione el caso concreto a
la luz de los principios y valores constitucionales' 10 Y en el mismo
sentido:

"2. El procedimiento de solución de conflictos entre unidad y autonomía


debe atender a las circunstancias del caso concreto: la cultura
involucrada, el grado de aislamiento o integración de ésta respecto de la
cultura mayoritaria, la afectación de intereses o derechos individuales de
miembros de la comunidad, etc. Corresponderá al juez aplicar criterios de
equidad, para dirimir el conflicto, teniendo en cuenta los parámetros
constitucionales y jurisprudenciales establecidos al respecto. 11

(...)

"Ahora bien, del reconocimiento constitucional de las jurisdicciones


especiales se deriva el derecho de los miembros de las comunidades
indígenas a un fuero. En efecto, se concede el derecho a ser juzgado por
sus propias autoridades, conforme a sus normas y procedimientos,
dentro de su ámbito territorial, en aras de garantizar el respeto por la
particular cosmovisión del individuo.

10
Corte Constitucional. Sentencia T-428/92. Magistrado Ponente: Ciro Angarita
Barón.
11
Ver por ejemplo, Corte Constitucional, Sentencia C-136/96.
174

"Sin embargo, esto no significa que siempre que esté involucrado un


aborigen en una conducta reprochable, la jurisdicción indígena es
competente para conocer del hecho. El fuero indígena tiene límites, que
se concretarán dependiendo de las circunstancias de cada caso. Por
ahora, debemos señalar, que en la noción de fuero indígena se conjugan
dos elementos: uno de carácter personal, con el que se pretende señalar
que el individuo debe ser juzgado de acuerdo con las normas y las
autoridades de su propia comunidad, y uno de carácter geográfico, que
permite que cada comunidad pueda juzgar las conductas que tengan
ocurrencia dentro de su territorio, de acuerdo con sus propias normas. La
distinción es importante, porque algunas veces, se atiende al fuero
personal, o al fuero territorial, indistintamente, para determinar la
competencia. Debe reiterarse, entonces, que la coordinación entre este
tipo de fueros corresponde a las circunstancias particulares de cada
caso.12

(...)

Así, en este caso, es claro que los hechos por los cuales se sindicó al actor
fueron cometidos dentro del territorio que controla el pueblo indígena
Arhuaco y que el demandante es, además, miembro activo de dicho
pueblo. Por tanto, cuando el Juez Tercero Penal del Circuito de Valledupar
se negó a reconocer la jurisdicción y competencia de los Mamos para
conocer de la muerte de Ana Nellys Robles Torres y para juzgar a Suárez
Alvarez, violó a este último el derecho a ser procesado por su juez natural,
y violó al pueblo Arhuaco su derecho fundamental a ejercer la jurisdicción
especial que la Constitución asignó a sus autoridades tradicionales.

Los fallos de instancia serán entonces revocados y, en su lugar, se


otorgará la tutela del derecho del actor al debido proceso, y del derecho del
pueblo Arhuaco a ejercer la jurisdicción especial consagrada en el artículo
246 de la Carta Política, inicialmente desarrollado en la Ley Estatutaria de
la Administración de Justicia.

6. Presunta violación del principio non bis in ídem.

Tanto José de la Cruz Suárez Alvarez como los Mamos y los otros
miembros del pueblo Arhuaco que coadyuvaron la acción que se revisa,
alegaron que el primero fue juzgado en 1988, y que en ese proceso los
Mamos decidieron sobre la responsabilidad que podía tener en la inducción
al suicidio de su cónyuge Ana Nellys y, en consecuencia, el juicio
adelantado por la jurisdicción ordinaria por el homicidio de la misma
persona, constituye una violación del principio non bis in ídem.
Sobre este asunto, baste señalar que la consagración constitucional de la
jurisdicción especial indígena tuvo lugar en la Carta de 1991 y, por tanto,
no puede reconocer esta Sala que la decisión adoptada por los Mamos
en 1988, sobre la responsabilidad penal de Suárez Alvarez en la muerte
de quien fuera su cónyuge, es una sentencia judicial en firme.

12
Esta idea, al igual que los ejemplos que la ilustran, fue desarrollada por Isabel Cristina Jaramillo, en “El
Liberalismo frente a la Diversidad Cultural”. (S.P.P.)
175

Si esa decisión no fue adoptada por autoridades a las que previamente se


les hubiera asignado jurisdicción y competencia, un pronunciamiento
judicial posterior sobre los mismos hechos no puede vulnerar el principio
non bis in ídem, porque no existía en ese caso sentencia previa que
excluyera cualquier juicio posterior sobre la materia.

7. Impedimento para juzgar si la propia actuación constituye una vía


de hecho.

Para la Corte es evidente que los Magistrados de la Sala de Decisión


Penal del Tribunal Superior de Valledupar, Ramiro Alfredo Larrazábal,
Adalberto Márquez F. y Luis Eduardo Rodríguez, después de negar la
revisión de la sentencia penal condenatoria dictada contra Suárez Alvarez,
debieron declararse impedidos para decidir la primera acción de tutela
pues, al resolver la acción de revisión, ya se habían pronunciado sobre
todos los asuntos de derecho y de hecho alegados por el apoderado del
actor en la solicitud de amparo. Sin embargo, en lugar de manifestar su
impedimento, negaron la tutela afirmando que el actor aún contaba con ese
otro mecanismo judicial de defensa, que había sido agotado sin lograr el
restablecimiento de los derechos fundamentales efectivamente violados.

Con más razón debieron manifestar su impedimento para resolver la


impugnación en el trámite de la segunda tutela, pues es claro que todo juez
colombiano está impedido para juzgar si su propia actuación constituye
una vía de hecho. En lugar de ello, juzgaron que era temerario acusar
como constitutivo de una vía de hecho, el proceso que ellos mismos
habían valorado como debido, o la decisión por medio de la cual lo
hicieron.

8. Protección de los derechos fundamentales conculcados.

Sin lugar a duda, los derechos fundamentales del actor y del pueblo
Arhuaco fueron violados, por lo cual esta Sala ordenará lo procedente para
restablecerlos a sus titulares. En consecuencia, declarará nulo el proceso
penal adelantado en contra de José de la Cruz Suárez Alvarez por el
Juzgado Tercero Penal del Circuito de Valledupar, desde que se declaró
persona ausente al sindicado, por violación del artículo 29 de la Carta
Política. Sin embargo, como no puede dejarse sin instruír y juzgar la causa
por la muerte de Ana Nellys Robles Torres, pues la decisión adoptada por
los Mamos en 1988, como ya se explicó, no es una sentencia en firme
sobre esa materia, se ordenará, en consecuencia, que el expediente sea
entregado a los Mamos, junto con el detenido Suárez Alvarez, para que
ellos, como las autoridades judiciales competentes que son, resuelvan de
acuerdo con las normas propias de su pueblo.

DECISIÓN
176

En mérito de las consideraciones antecedentes, la Sala Cuarta de Revisión


de Tutelas de la Corte Constitucional, en nombre del Pueblo y por mandato
de la Constitución,

RESUELVE:

Primero. Revocar las sentencias proferidas por el Juez Cuarto Penal del
Circuito -11 de marzo de 1998-, y la Sala Penal del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Valledupar -2 de junio del mismo año- y, en su lugar,
tutelar el derecho al debido proceso de José de la Cruz Suárez Alvarez, y
el derecho del pueblo Arhuaco al ejercicio de la jurisdicción especial
indígena.

Segundo. Declarar nulo el proceso penal adelantado en contra de José de


la Cruz Suárez Alvarez por el Juzgado Tercero Penal del Circuito de
Valledupar, desde que ese Despacho declaró persona ausente al
sindicado, por violación del artículo 29 de la Carta Política. En
consecuencia, ordenar que el expediente respectivo sea entregado a los
Mamos, junto con el detenido Suárez Alvarez, para que ellos, como las
autoridades judiciales competentes que son, resuelvan de acuerdo con las
normas propias de ese pueblo.

Tercero. Comunicar esta providencia al Juzgado Cuarto Penal del Circuito


de Valledupar, para los efectos contemplados en el artículo 36 del Decreto
2591 de 1991.

Comuníquese, notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte


Constitucional.

CARLOS GAVIRIA DÍAZ


Magistrado Ponente

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO


Magistrado

MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO


Magistrada (E)

PABLO ENRIQUE LEAL RUIZ


Secretario General (E)

IR A INICIO
177

NULIDAD DE SENTENCIA POR VIA DE HECHO – Imposición de


pena mayor-Sentencia T-201/97

CONSULTA-Grado de jurisdicción/PRINCIPIO NO
REFORMATIO IN PEJUS-Inoperancia en grado de
consulta/CONSULTA-Agravación situación del imputado

La consulta es un grado de jurisdicción que, por ope legis, le otorga


al Ad-quem competencia para conocer determinados fallos del A-
quo, pudiendo el primero confirmar, modificar o revocar la sentencia
de primera instancia. La competencia en grado de jurisdicción de
consulta no se encuentra limitada por el principio de la no "reformatio
in pejus", pues el hecho de no ser un recurso y operar por mandato
de la ley, le permite al superior decidir sin limitación alguna sobre la
providencia consultada. Como se deduce del artículo 31 de la Carta
Política, el principio de la no "reformatio in pejus" sólo se predica del
recurso de apelación, cuando se trata de apelante único. En
consecuencia, el juez de segundo instancia, en grado de consulta,
está jurídicamente habilitado para, si lo considera pertinente, gravar
la situación del imputado o de aquellas personas a quienes afecte la
decisión.

VIA DE HECHO EN GRADO DE CONSULTA-Ignorancia


circunstancia de atenuación punitiva/PRINCIPIO DE
AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ-Acatamiento

El Tribunal condenó al accionante con base en la pena descrita en la


Ley 30 de 1986 -de cuatro a doce años de prisión-, ignorando la
circunstancia de atenuación punitiva, de orden cuantitativa, que
prevé la misma norma para quienes porten menos de 100 gramos
de cocaína. El juez de tutela debe respetar la autonomía funcional
de los jueces, en aras de preservar la independencia de las
decisiones judiciales. De esta manera, cuando el juez de tutela
percibe que la autoridad judicial ha incurrido en una "vía de hecho" al
proferir la sentencia, éste debe dejar sin efecto la actuación
adelantada a partir de la etapa procesal que vulnera el debido
proceso y, en su defecto, ordenar que se dicte la providencia o que
se reponga la actuación anulada, ajustándose al orden legal. Ello
significa que el juez de tutela no esta jurídicamente habilitado para
proferir el nuevo fallo que la autoridad competente deba adoptar
enmendado el yerro.

VIA DE HECHO-Imposición de pena mayor/DERECHO A LA


LIBERTAD-Vulneración/NULIDAD DE SENTENCIAS POR VIA
DE HECHO-Imposición de pena mayor

Imponer una pena mayor a la ordenada por el legislador, constituye


claramente una conducta lesiva que rompe el equilibrio procesal, y
deja al sindicado en indefensión total, configurándose una vía de
hecho. Esta pena erróneamente aplicada le causa al accionante un
perjuicio irremediable, pues según la sentencia, deberá permanecer
178

en prisión por un tiempo mayor al establecido en la ley aplicable,


vulnerándose así el derecho fundamental al debido proceso y a la
libertad. Sin embargo, no es posible que el juez de tutela entre a
modificar la providencia del Tribunal por las razones consignadas en
la parte motiva de este fallo. Por consiguiente, la Sala de revisión
decretará la nulidad de la sentencia estudiada.

Referencia: Expediente T-115.704

Peticionario: Jorge Alberto Gutiérrez


Urrea

Procedencia: Juzgado (6º) Sexto Penal


del Circuito de Popayán.

Tema: Vía de hecho en grado


jurisdiccional de consulta.

Magistrado Ponente:
Dr. VLADIMIRO NARANJO MESA

Santafé de Bogotá, D.C. dieciocho (18) de abril mil novecientos noventa y


siete (1997)

La Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, conformada por


los Magistrados Vladimiro Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-,
Carmenza Isaza de Gómez y Antonio Barrera Carbonell, ha pronunciado
la siguiente

SENTENCIA

en el proceso de tutela radicado bajo el número T-115.704, adelantado


por Jorge Alberto Gutiérrez Urrea contra el h. Tribunal Superior
de Distrito Judicial de Popayán.

I. ANTECEDENTES

De acuerdo con lo dispuesto en los artículos 86 de la Constitución


Política y 33 del decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección Número
Doce de la Corte Constitucional escogió para efectos de su revisión,
mediante auto del 10 de diciembre de 1996, la acción de tutela de la
referencia.

De conformidad con el artículo 34 del decreto 2591 de 1991, esta Sala de


Revisión procede a dictar la sentencia correspondiente.
179

1. Solicitud

El peticionario, Jorge Alberto Gutiérrez Urrea, interpone acción de tutela


contra el h. Tribunal Superior de Distrito Judicial de Popayán, para
obtener la protección de sus derechos fundamentales al debido proceso y
a la libertad, supuestamente vulnerados por el demandado al incurrir en
un error en la dosificación de la pena, de acuerdo con los hechos que se
sintetizan seguidamente:

2. Hechos

El Juzgado Tercero Penal del Circuito de Popayán, el 17 de abril de


1990, absolvió al accionante del delito de porte de cocaína que no
exceda de 100 gramos, tipificado en el inciso 2º del artículo 33 de la Ley
30 de 1986, que indica:

“(...)
Si la cantidad de droga excede la dosis para uso personal sin pasar
de mil (1000) gramos de marihuana, doscientos gramos de hachís,
cien (100) gramos de cocaína o de sustancia estupefaciente a base
de cocaína, doscientos (200) gramos de metacualona, la pena será
de uno (1) a tres (3) años de prisión y multa en cuantía de dos (2) a
cien (100) salarios mínimos mensuales”.

En grado jurisdiccional de consulta, el once de septiembre de 1990, el h.


Tribunal Superior del Distrito Judicial de Popayán -Sala Penal-,
revocó el fallo proferido por el A-quo, al considerar que la conducta del
accionante sí infringió el artículo 33 de la Ley 30 de 1986, en cuanto que:
fue “sorprendido en el momento de portar o llevar consigo una cantidad
de sustancia estupefaciente superior a la permitida como dosis personal
sin que justifique en manera alguna su conducta” (folio 153). Como
consecuencia de lo anterior, el h. Tribunal de Popayán, condenó a
JORGE ALBERTO GUTIERREZ URREA a la pena principal de cuatro
años y seis meses de prisión (folio 155).

El accionante no se explica cuál es el fundamento legal de la elevada


sanción, pues la cantidad de droga que portaba en al momento de los
hechos se reducía a 0,5 gramos de cocaína. Por tanto, la pena a imponer
no podía ser superior a tres (3) años de prisión, tal como lo dispone la
norma antes citada.

El magistrado ponente de la sentencia proferida por el h.


Tribunal de Popayán, en escrito presentado ante el juez de tutela,
manifestó que evidentemente incurrió en error al calcular la pena,
desconociendo lo dispuesto en el inciso 2º del artículo 33 de la Ley 30 de
1986 (folio 13).
180

Cabe anotar, que el Sr. Gutiérrez Urrea había sido condenado por la
consumación de otros delitos, razón por la cual el Juzgado 8º Penal del
Circuito de Popayán, a solicitud del condenado, procedió a la
acumulación de penas en los siguientes términos: por el delito de
homicidio, fue condenado a la pena de 12 años; por la infracción al
artículo 33 de la Ley 30 de 1986, a la pena de 4 años y 6 meses de
prisión, y por falsedad documental y hurto, con pena de 32 meses de
prisión. Como la acumulación no puede ser mayor de la suma aritmética
de las penas referidas, concluye el Juzgado 8º Penal del Circuito de
Popayán, lo siguiente: “...resultando adecuado a los propósitos judiciales
y a los intereses del procesado, imponer a Gutiérrez Urrea, como
sanción..., un total de pena de dieciséis (16) años de prisión” (folio 173).

3. Pretensión

El accionante demanda del Juez de tutela la corrección de la sentencia


que, el h. Tribunal profirió en grado de consulta el 11 de septiembre de
1990, pues considera lo siguiente: “...estoy sufriendo los efectos de un
fallo impuesto por el Honorable Tribunal Superior de Popayán, agravando
una condena después de haber sido absuelto por el Juzgado 3º Penal del
Circuito (...), no es posible que por un decomiso que no alcanza hacer un
gramo [0.5 gramos de cocaína], me condenen a cuatro años y seis
meses, que es esta condena la que están teniendo en cuenta para
negarme la libertad... será que el Tribunal Superior piensa que son
quinientos gramos? los quinientos gramos sí puede ser su equivalente a
los 4 años y 6 meses” (folio 181).

II. ACTUACION JUDICIAL

Única instancia

Mediante providencia del 6 de noviembre de 1996, el Juzgado Sexto


Penal del Circuito de Popayán procedió a revocar la decisión proferida
por el h. Tribunal Superior de Popayán, por considerar que éste incurrió
en una vía de hecho al aplicar de manera equivocada las preceptivas de
la norma jurídica a los hechos imputados al condenando. En su concepto,
como la sentencia revocada impuso una sanción incorrecta, reconocida
por el propio Magistrado ponente, se hace necesario imponer la pena
adecuada.

Bajo ese entendido, el juez de instancia procedió a reducir el monto de la


sanción impuesta por el h. Tribunal accionado, fijándolo en dos años de
prisión conforme al inciso segundo del artículo 33 de la Ley 30 de 1986.

III. CONSIDERACIONES DE LA SALA

1. Competencia

De conformidad con lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o.


de la Constitución Política y 31 a 36 del decreto 2591 de 1991, la Sala
181

Novena de Revisión de la Corte Constitucional, es competente para


revisar el fallo de tutela de la referencia.

2. La acción de tutela carece de término de caducidad.

Como ya se anotó, es objeto de la presente tutela, la Sentencia del h.


Tribunal Superior de Popayán -Sala Penal-, de fecha 11 de septiembre
de 1990, que en grado jurisdiccional de consulta, revocó el fallo proferido
por el A-quo que absolvió al accionante del delito de porte de cocaína y,
en su defecto, lo condenó a la pena principal de cuatro años y seis
meses de prisión.

Esta pena de 4 años y 6 meses fue acumulada por el Juzgado 8º Penal


del Circuito de Popayán, a las penas de 12 años, y 32 meses, que por los
delitos de homicidio y falsedad en documento y hurto, se habían
impuesto al accionante en el año 1987. Dicha acumulación arrojó como
resultado 16 años de prisión, y a la fecha no se ha cumplido.

Así entonces, aunque la sentencia objeto de tutela haya sido proferida en


septiembre de 1990, ésta continúa produciendo efectos, y, por tanto, no
se enmarca dentro de las causales de improcedencia de la tutela
contempladas en el decreto 2591 de 1991, reglamentario de la tutela, que
señala en el inciso 4º de su artículo 6, lo siguiente:

“Causales de improcedencia de la tutela. La acción de tutela no


procederá:
(...)
4. Cuando sea evidente que la violación del derecho originó un daño
consumado, salvo cuando continúe la acción u omisión violatoria del
derecho”.

Sobre el particular, señaló esta Corporación:

“La expedición de una nueva Constitución, desde el punto de vista


temporal, implica que ella cubre con sus dictados superiores las
situaciones preexistentes. Además el decreto 2591 de 1.991,
reglamentario de la acción de tutela, no establece en su artículo 8º
caducidad para la interposición de tal mecanismo. Lo importante es
que la violación del derecho constitucional fundamental sea actual y
su protección oportuna...”.(Cfr. Corte Constitucional. Sala Cuarta de
Revisión. Sentencia del 16 de diciembre de 1992. M.P.: Alejandro
Martínez Caballero).

Por las razones expuestas, se entrará a analizar el presente caso de


tutela para determinar si existe ciertamente vulneración a los derechos
fundamentales del accionante, por parte del h. Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Popayán -Sala Penal-.

3. La “reformatio in pejus” y el grado jurisdiccional de consulta.


182

La Carta Política en su artículo 31 señala:

“Toda sentencia judicial podrá ser apelada o consultada, salvo las


excepciones que consagra la ley.

El superior no podrá agravar la pena impuesta cuando el condenado


sea apelante único.”

Lo indicado en el artículo transcrito no significa que los términos


apelación y consulta sean sinónimos o tengan el mismo procedimiento
legal. La consulta, contrario a la apelación, no es un recurso, si tenemos
en cuenta que la competencia en segunda instancia obra por ministerio
de la ley y no por la intervención de los sujetos procesales, como en
efecto sucede en el caso de los recursos, particularmente en el de
apelación.

La consulta es un grado de jurisdicción que, por ope legis, le otorga al


Ad-quem competencia para conocer determinados fallos del A-quo,
pudiendo el primero confirmar, modificar o revocar la sentencia de
primera instancia. Con fundamento en lo anterior, debe anotarse que la
competencia en grado de jurisdicción de consulta no se encuentra
limitada por el principio de la no “reformatio in pejus”, pues el hecho de
no ser un recurso y operar por mandato de la ley, le permite al superior
decidir sin limitación alguna sobre la providencia consultada. Lo anterior
encuentra fundamento en el artículo 217 del Código de Procedimiento
Penal, que señala: “La consulta permite al superior decidir sin limitación
sobre la providencia o parte pertinente de ella...”.

Además, como se deduce del artículo 31 de la Carta Política, el principio


de la no “reformatio in pejus” sólo se predica del recurso de apelación,
cuando se trata de apelante único. En consecuencia, el juez de segundo
instancia, en grado de consulta, está jurídicamente habilitado para, si lo
considera pertinente, gravar la situación del imputado o de aquellas
personas a quienes afecte la decisión.

La Corte Constitucional ha señalado sobre el tema:

“La consulta es un grado de jurisdicción que procede sin necesidad


de solicitud por ninguna de las partes comprometidas en el proceso
y, en ese sentido, es un mecanismo automático que lleva al juez de
nivel superior a establecer la legalidad de la decisión adoptada por el
inferior, generalmente con base en motivos de interés público o con
el objeto de proteger a la parte más débil en la relación jurídica de
que se trata.

De otro lado, en cuanto a la consulta ya establecida y regulada en un


determinado ordenamiento legal, no tiene sentido que su
procedencia se relacione con la "reformatio in pejus" ya que, según
lo dicho, este nivel de decisión jurisdiccional no equivale al recurso
de apelación y, por ende no tiene lugar respecto de ella la garantía
que específica y únicamente busca favorecer al apelante único.”
183

(Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia C-055 de 1993.


M.P: José Gregorio Hernández Galindo).

De conformidad con el criterio expuesto, de igual medida, la Corte


Suprema de Justicia -Sala de Casación Penal- en sentencia del 13 de
noviembre de 1996, indicó:

“...el factor de competencia en juego en la presente controversia no


es el objetivo ...sino el funcional, el cual otorga competencia al
Superior Jerárquico del Juez que profirió la sentencia -es decir, el
Tribunal Nacional-, para desatar la consulta y a través de la revisión
que sin limitación alguna puede hacer de la actuación -art. 217
ejusdem [C.P.P.], modificado art. 34 Ley 81/93-, valorar la legalidad
del fallo y del proceso en general, y acorde con esa valoración,
confirmar, modificar o revocar la decisión, o anular la actuación; con
las consecuencias que una u otra determinación conlleva para el
proceso”.

Así las cosas, en el caso sub-examine, el h. Tribunal de Popayán, al


conocer de la providencia mediante la cual se absolvió al accionante de
los cargos imputados por violación a la Ley 30 de 1986, lo hizo en grado
jurisdiccional de consulta, de conformidad con lo dispuesto en el artículo
19 de la Ley 2º de 1984, vigente para la época de los hechos; razón por
la cual, se encontraba facultado para revocar la decisión de primera
instancia y condenar al sindicado, sin que pueda alegarse violación
alguna del principio de la no “reformatio in pejus”.

4. La vía de hecho en el grado de consulta.

A pesar de que indiscutiblemente el Tribunal se encontraba facultado


para revocar la decisión de primera instancia, observa la Sala que dicho
organismo condenó al accionante con base en la pena descrita en el
inciso primero del artículo 33 de la Ley 30 de 1986 -de cuatro a doce
años de prisión-, ignorando la circunstancia de atenuación punitiva, de
orden cuantitativa, que prevé la misma norma para quienes porten
menos de 100 gramos de cocaína. En el caso particular quedó
demostrado que la droga descubierta al accionante correspondió a 0.5
gramos de cocaína, luego la condena debió ser tasada, con base en el
inciso 2º del artículo 33 de la referida ley, según el cual, “Si la cantidad de
droga excede la dosis para uso personal sin pasar ....de cien (100)
gramos de cocaína o de sustancia estupefacientes a base de
cocaína..., la pena será de uno (1) a tres (3) años de prisión y multa
en cuantía de dos (2) a cien (100) salarios mínimos
mensuales”(Negrilla fuera de texto).

Sobre el particular, el Magistrado ponente que conoció del grado de


consulta informó en escrito enviado al juez de tutela lo siguiente: “..el
texto de la sentencia acusada arroja un error cuantitativo en el examen
de los hechos, que traslada la conducta objeto de reproche, dentro de la
misma norma, a una previsión que no es la que corresponde a los
hechos y que resulta gravosa para el acusado, ya que en vez de
graduarse la sanción con arreglo al inciso segundo del artículo 33 de la
184

Ley 30 de 1986, que era el aplicable, se graduó con observancia del inc.
2º (sic) ibídem [se refiere al inciso primero del artículo 33 de la Ley 30 de
1986]” (folio 12 ). Con lo cual se corrobora lo dicho anteriormente y se
confirma la existencia de una vía de hecho en la decisión objeto de la
presente tutela.

En relación con la vía de hecho, la doctrina sentada por esta Corporación


sostiene que la acción de tutela no procede contra sentencias
ejecutoriadas u otras sentencias, salvo que éstas sean el resultado de
una actitud arbitraria y carente de fundamento objetivo producto del
desconocimiento flagrante y ostensible del ordenamiento jurídico
(Sentencia C-543 de 1992). En la decisión del h. Tribunal de Popayán,
como lo reconoce el Magistrado ponente, se presenta un
desconocimiento ostensible de la normatividad penal respectiva, pues se
desconoció lo previsto en el inciso segundo del artículo 33 de la Ley 30
de 1986, aplicable al caso concreto.

Cabe señalar que no se trata, en ningún caso, de modificar la


jurisprudencia de esta Corte sobre el poder de interpretación de los
jueces en los asuntos sometidos a su consideración, sino de reiterar lo
que también se ha sentado en materia de vía de hecho.

Sobre la procedencia de la tutela, en los casos de la llamada vía de


hecho, esta Sala de Revisión ha sostenido:

"Por otra parte, si bien esta Corporación, en sentencia No. C-543 de 1992, declaró la inexequibilidad de los
artículos 11, 12 y 40 del decreto 2591 de 1991, la doctrina acogida por esta misma Corte ha determinado que la acción
de tutela resulta procedente cuando se pretenda proteger los derechos constitucionales fundamentales de las personas
que se hayan visto amenazados o vulnerados mediante "vías de hecho" por parte de las autoridades públicas y, en
particular, de las autoridades judiciales.
"En el caso que ocupa la atención de esta Sala, conviene señalar que la acción de tutela contra providencias judiciales
procede, siempre y cuando la decisión contenga un fundamento arbitrario, caprichoso o abusivo por medio del cual se
haya violado un derecho fundamental de la persona, es decir, se haya incurrido en "vías de hecho". En otras palabras,
al juez le corresponde pronunciarse judicialmente de acuerdo con la naturaleza misma del proceso y las pruebas
aportadas, todo ello de acuerdo con los criterios que establezca la ley, y no de conformidad con su propio arbitrio."
(Sentencia N° T-435 de 1994, M.P.: Dr. Vladimiro Naranjo Mesa).

Ahora bien, se pregunta la Sala ¿El juez de tutela es el llamado a


modificar la sentencia proferida en grado de consulta, cuando ésta viola
derechos fundamentales? No. El juez de tutela debe respetar la
autonomía funcional de los jueces, en aras de preservar la independencia
de las decisiones judiciales. De esta manera, cuando el juez de tutela
percibe que la autoridad judicial ha incurrido en una “vía de hecho” al
proferir la sentencia, éste debe dejar sin efecto la actuación adelantada a
partir de la etapa procesal que vulnera el debido proceso y, en su
defecto, ordenar que se dicte la providencia o que se reponga la
actuación anulada, ajustándose al orden legal. Ello significa que el juez
de tutela no esta jurídicamente habilitado para proferir el nuevo fallo que
la autoridad competente deba adoptar enmendado el yerro.

En este sentido, la Corte Constitucional ha señalado:


185

"El principio democrático de la autonomía funcional del juez, hoy


expresamente reconocido en la Carta Política, busca evitar que las
decisiones judiciales sean el resultado de mandatos o presiones
sobre el funcionario que las adopta. (...) De ningún modo se podría
preservar la autonomía e independencia funcional de un juez de la
República si la sentencia por él proferida en un caso específico
quedara expuesta a la interferencia proveniente de órdenes
impartidas por otro juez ajeno al proceso correspondiente,
probablemente de especialidad distinta y, además, por fuera de los
procedimientos legalmente previstos en relación con el ejercicio de
recursos ordinarios y extraordinarios. (Cfr. Corte Constitucional. Sala
Plena. Sentencia C-543 del 1 de octubre de 1992).

Así entonces, en el presente caso, aunque la aplicación indebida del


artículo 33 de la Ley 30 de 1986 por parte del h. Tribunal de Popayán
implicó un perjuicio al sindicado por cuanto impuso una pena que no era
concomitante con el comportamiento punible en que incurrió el
accionante, el juez de única instancia en tutela, no estaba habilitado para
suplantar al h. Tribunal en el ámbito de su competencia y proceder a
dictar sentencia reduciendo él, directamente, la pena impuesta. Su
actuación debió limitarse a la declaración de nulidad de la providencia
para que el h. Tribunal profiera la nueva sentencia con base en el inciso
2º del artículo 33 de la Ley 30 de 1986.

5. El caso en concreto.

De todo lo anterior se colige que el h. Tribunal Superior del Distrito


Judicial de Popayán -Sala Penal- al imponer la pena al accionante en
grado de consulta, desconoció el atenuante que confiere la ley para el
tipo penal en el que incurrió el Sr. Gutiérrez Urrea, y que implica una
disminución en la dosimetría de la pena. Imponer una pena mayor a la
ordenada por el legislador, constituye claramente una conducta lesiva
que rompe el equilibrio procesal, y deja al sindicado en indefensión total,
configurándose una vía de hecho.

Esta pena erróneamente aplicada por el h. Tribunal Superior del Distrito


Judicial de Popayán -Sala Penal-, le causa al accionante un perjuicio
irremediable, pues según la sentencia, deberá permanecer en prisión por
un tiempo mayor al establecido en la ley aplicable, vulnerándose así el
derecho fundamental al debido proceso y a la libertad.

Sobre el perjuicio irremediable, esta Sala de Revisión expresó:

“La Carta Política (art. 86 inc. 3o.) establece como requisito sine qua
non para que proceda la acción de tutela, el que no exista otro medio
de defensa judicial salvo que se trate de evitar un perjuicio
irremediable.
(...)
Para determinar la irremediabilidad del perjuicio hay que tener en
cuenta la presencia concurrente de varios elementos que configuran
su estructura, como la inminencia, que exige medidas inmediatas, la
urgencia que tiene el sujeto de derecho por salir de ese perjuicio
186

inminente, y la gravedad de los hechos, que hace evidente la


impostergabilidad de la tutela como mecanismo necesario para la
protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales. (...) Con respecto al término "amenaza" es
conveniente manifestar que no se trata de la simple posibilidad de
lesión, sino de la probabilidad de sufrir un mal irreparable y grave de
manera injustificada. La amenaza requiere un mínimo de evidencia
fáctica, de suerte que sea razonable pensar en la realización del
daño o menoscabo material o moral. (Cfr. Corte Constitucional. Sala
Novena de Revisión. Sentencia T-225 del 15 de junio de 1993.
M.P.: Vladimiro Naranjo Mesa).

Ahora bien, se pregunta la Sala ¿el accionante tiene otro medio de


defensa judicial, para solicitar la protección de sus derechos al debido
proceso y a la libertad? Por tratarse de una sentencia ejecutoriada, sólo
cabría la acción de revisión contenida en el artículo 232 C.P.P. Sin
embargo, la situación planteada en vía de tutela, no se encuadra en
ninguna de las circunstancias previstas para la procedencia de la
mencionada acción, contenidas en el artículo citado.

Sin embargo, no es posible que el juez de tutela entre a modificar la


providencia del h. Tribunal por las razones consignadas en la parte
motiva de este fallo. Por consiguiente, la Sala de revisión decretará la
nulidad de la sentencia estudiada. Corresponderá entonces al h.
Tribunal, en un término máximo de cuarenta y ocho (48) horas, modificar
la pena con aplicación a lo dispuesto en el inciso 2º del artículo 33 de la
Ley 30 de 1986 y notificar el fallo al Juzgado 8º Penal del Circuito de
Popayán o al Juez de ejecución de penas y medidas de seguridad que
corresponda, para que éste, a su vez, modifique la providencia por medio
de la cual se procedió a la acumulación jurídica de penas.

Esta decisión se ajusta a lo prescrito por el Código de Procedimiento


Penal, que señala:

“Artículo 304. Causales de nulidad. Son causales de nulidad:


(...)
2. La comprobada existencia de irregularidades sustanciales que
afecten el debido proceso”

Finalmente, encuentra la Sala que no es procedente la protección del


derecho a la libertad, pues de conformidad con el acervo probatorio que
reza en el expediente, el actor se encuentra también purgando condena
por los delitos de homicidio, falsedad en documento y hurto, cuyas penas
fueron acumuladas y a la fecha no se han consumado.

Con base en lo expuesto, esta Sala de revisión confirmará el numeral


primero de la parte resolutiva de la sentencia única de tutela, en lo que se
refiere a la protección al debido proceso del actor, pero revocará el
numeral segundo, por cuanto el juez de tutela carece de competencia
para reducir la sanción impuesta por el h. Tribunal Superior de Popayán.

DECISION
187

En mérito de lo expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte


Constitucional, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

Primero.- CONFIRMAR el numeral primero, de la parte resolutiva, de la


sentencia proferida por el Juzgado 6º Penal del Circuito de Popayán, el
día 6 de noviembre de 1996, por medio de la cual se tuteló el derecho al
debido proceso del Sr. Jorge Alberto Gutiérrez Urrea y REVOCAR el
numeral segundo del mismo fallo.

Segundo.- DECRETAR la nulidad de la sentencia del h. Tribunal Superior


del Distrito Judicial de Popayán -Sala Penal-, del 11 de septiembre de
1990, por las razones expuestas en esta providencia. En consecuencia,
ORDENAR a dicho Tribunal, que en el término de 48 horas, contado a
partir de la notificación de la presente sentencia, profiera un nuevo fallo,
de conformidad con lo dispuesto en el inciso 2º del artículo 33 de la ley
30 de 1986, dentro de la causa seguida contra el Sr. Jorge Alberto
Gutiérrez Urrea por el delito de porte de droga que produzca
dependencia. Esta nueva decisión deberá ser notificada al Juzgado 8º
Penal del Circuito de Popayán o al respectivo Juez de ejecución de
penas y medidas de seguridad.

Tercero.- ORDENAR al Juzgado 8º Penal del Circuito de Popayán o al


respectivo Juez de ejecución de penas y medidas de seguridad, que una
vez notificada la nueva Sentencia, MODIFIQUE en lo que corresponda,
en el término máximo de 48 horas, la providencia de fecha 20 de abril de
1994, proferida por el Juzgado 8º Penal de Circuito de Popayán, por
medio de la cual se decretó la acumulación jurídica de las penas del Sr.
Jorge Alberto Gutiérrez Urrea.

Cuarto.- ORDENAR que por la Secretaría General de esta Corporación,


se comunique esta providencia al Juzgado 6º Penal del Circuito de
Popayán, en la forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del
decreto 2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte


Constitucional y cúmplase.

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado Ponente
188

CARMENZA ISAZA DE GOMEZ


Magistrada (E)

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
189

NULIDAD INSANEABLE POR FALTA DE NOTIFICACIÓN- Sentencia


de tutela-Sentencia T-247/97

DEBIDO PROCESO DE TUTELA-Notificación ineludible y


oportuna al tercero interesado/DEMANDA DE TUTELA-
Notificación ineludible y oportuna al tercero interesado/DEBIDO
PROCESO DE TUTELA-Notificación de tercero interesado

La intervención de los terceros se orienta, primordialmente, a lograr


que, en virtud de su legítimo interés, ellos tengan la posibilidad de
ejercer todas las garantías del debido proceso y sobre todo el
derecho de defensa que es uno de sus principios rectores y merced
al cual pueden allegar las pruebas que consideren pertinentes y
controvertir las que se presenten en su contra, dentro de los
momentos y términos procesales que, de acuerdo con las formas
propias de cada juicio, se hayan establecido en el pertinente
ordenamiento procesal. La intervención de los terceros en el
procedimiento de tutela además de ineludible debe ser a tal punto
oportuna que el juez, al entrar a resolver, ha de contar con una
adecuada evaluación de todos los argumentos y para ello resulta
lógico e indispensable que éstos se hayan aducido en la
correspondiente oportunidad; de ahí que la notificación de la solicitud
de tutela cobre especial importancia como uno de los elementos
fundamentales del debido proceso, a falta del cual resulta imposible
a las partes o a los terceros con interés legítimo hacer uso de las
garantías procesales.

DERECHO DE DEFENSA EN TUTELA-Notificación de tercero


interesado

La Corte ha considerado que el juez, en su calidad de protector de


los derechos fundamentales de los asociados, debe garantizar
también "a los terceros determinados o determinables, con interés
legítimo en un proceso su derecho a la defensa mediante la
comunicación" que, en su caso, persigue la protección procesal de
los intereses que puedan verse afectados con la decisión.

NOTIFICACION DE TUTELA-Fundamento

Como lo ha sostenido la Corte, la notificación no es un acto


meramente formal y desprovisto de sentido, ya que su fundamento
es el debido proceso y debe surtirse con independencia de que la
decisión final sea favorable o desfavorable a las pretensiones de
quien acude a la tutela en búsqueda de protección, sin que la
naturaleza informal de este procedimiento, su carácter preferente y
sumario o los principios de celeridad, economía y eficacia que lo
informan sirvan de pretexto al juez para desarrollar y culminar el
trámite a espaldas de alguna de las partes o de los terceros
interesados. Además, la necesidad de la notificación viene impuesta
por el principio de publicidad. Es de importancia precisar que
190

además de la iniciación del proceso que tiene su origen en una


solicitud de tutela, deben notificarse a las partes y a los terceros
todas las providencias que se profieran durante el trámite.

NOTIFICACION DE TUTELA-Expeditos y eficaces

La alusión que contienen las normas a medios que sean "expeditos y


eficaces" para realizar la notificación, advierte con claridad acerca de
la forma como el juez ha de poner en conocimiento de las partes y
de los interesados en el trámite de la acción de tutela su iniciación,
las providencias dictadas y el fallo, cuidando siempre de que la
diligencia, lejos de convertirse en un acto procesal más, cumpla su
cometido que no es otro distinto de lograr la comparecencia y la
vinculación efectiva de los notificados a las actuaciones y de
mantenerlos enterados acerca del curso del proceso, permitiéndoles
así asumir su defensa.

NOTIFICACION FALLO DE TUTELA-Medios de comunicación

En cuanto a la notificación del fallo de tutela, conviene precisar que


la referencia que a la comunicación telegráfica se halla plasmada en
el decreto 2591 de 1991 no limita las facultades del juez para acudir
a otros medios cuando quiera que los estime más eficaces, pues el
simple envío de un telegrama no satisface por sí solo el requisito de
enterar a las partes e interesados del contenido de la sentencia,
cuya notificación debe surtirse correctamente y a pesar de las
dificultades que puedan presentarse, para mantener así la plenitud
de las garantías sobre la impugnación de la misma.

NULIDAD POR FALTA DE NOTIFICACION DE TUTELA-


Iniciación de la acción/NULIDAD INSANEABLE POR FALTA
DE NOTIFICACION-Sentencia de tutela

En asuntos llegados a la revisión de la Corte Constitucional y en los


que se ha advertido la configuración de la nulidad saneable derivada
de la falta de notificación de la iniciación del trámite, la Corporación
ha optado por devolver el expediente a los despachos judiciales de
origen con la finalidad de que se ponga en conocimiento del
afectado la causal de nulidad para que la alegue dentro de los tres
días siguientes, indicándole que si no lo hace, quedará saneada la
nulidad y el proceso continuará su curso; por el contrario, en los
eventos en los que se presenta la nulidad insaneable originada en la
falta de notificación de la sentencia, la Corte ha declarado la nulidad
de lo actuado y enviado las diligencias al despacho del conocimiento
para que proceda a impartirle a la solicitud de tutela el trámite
adecuado.

IMPUGNACION FALLO DE TUTELA-Legitimación

El particular, en tanto sujeto pasivo de la acción, está legitimado


para impugnar como también lo están los terceros, pues, "el interés
en la decisión judicial viene a ser elemento relevante para configurar
191

la legitimidad de quien impugna, ya que sería injusto y contrario a


toda lógica que el tercero afectado con aquella, pese a no haber sido
parte, tuviera que sufrir las consecuencias negativas de la misma sin
poder acudir al superior jerárquico, en ejercicio de la impugnación,
para obtener que en el caso se examinen sus circunstancias y su
situación jurídica a la luz del derecho que aplica el juez de tutela".

IMPUGNACION FALLO DE TUTELA-Tercero interesado

En ciertas ocasiones en las que los jueces han negado el derecho a


impugnar a terceros con interés legítimo en el resultado del proceso,
la Corte ha decretado la nulidad de las providencias que así lo
dispusieron y a la vez ha ordenado que se le dé curso a la
impugnación.

IMPUGNACION FALLO DE TUTELA-Tercero interesado en


proceso ordinario

EXCLUSION REVISION FALLO DE TUTELA-Firmeza de


órdenes impartidas/COSA JUZGADA/DEMANDA DE TUTELA-
Fallo de mérito

La Corte ha advertido, de manera enfática, que no es admisible un


pronunciamiento que recaiga sobre cuestiones debatidas y
legalmente terminadas, y se ha abstenido de efectuar el examen de
materias tratadas en fallos que no habiendo sido seleccionados para
revisión están ejecutoriados, ya que "al haber sido excluidas de
revisión, las órdenes impartidas se encuentran en firme", no siendo
viable discutir si al conceder o negar la tutela el juez erró o acertó. El
carácter absoluto de la cosa juzgada impide a las partes plantear
nuevas controversias por idéntica causa, hipótesis que deja a salvo
las eventualidades en que la advertencia plasmada por el juez en la
misma sentencia delimita los alcances de la cosa juzgada que no
adquiere entonces el aludido carácter absoluto, tornándose relativa.
Trátese de la cosa juzgada absoluta o de la cosa juzgada relativa, lo
cierto es que en materia de tutela la demanda tiene que concluir en
un fallo de mérito que pone fin a la acción, y que se edifica sobre el
supuesto de que el juez ha examinado todas las cuestiones
involucradas en el fondo del asunto llevado a su conocimiento, lo
que a su turno supone la previa participación de los interesados en
el proceso.

ACCION DE TUTELA-Intervención de sujetos procesales

El fondo o la materia de lo que se debate comprende las relaciones y


situaciones jurídicas que se susciten a propósito del caso examinado
y que el juez tiene la obligación de considerar en su conjunto, con
miras a que los efectos vinculantes de la sentencia que pronuncie se
produzcan en relación con todos los sujetos que hayan tenido y
ejercido el derecho a participar en cada una de las etapas del
procedimiento breve y sumario, propio de la acción de tutela.
192

ACCION DE TUTELA-Resolución material

Se desatiende el sentido de la resolución material cuando el fallador,


frente a la presunta vulneración o amenaza de derechos
fundamentales, adopta una decisión aparente, limitada a los
aspectos puramente formales o en la que se aluda de modo
tangencial al asunto debatido, con absoluta prescindencia de toda
consideración relativa al verdadero problema de fondo, y también se
contraría ese imperativo de abordar la materia del litigio siempre que
el fallo se funde en una estimación parcial de las relaciones o
situaciones jurídicas comprometidas en el problema que el juez debe
dilucidar. Resolver, significa desatar una controversia mediante una
resolución fija y decisiva y en relación con la totalidad de los sujetos
implicados, cada uno de los cuales ha debido tener la oportunidad
de conocer la posición de los restantes, de adoptar la propia y, en
fin, de ponerla en conocimiento del juez de quien se demanda un
pronunciamiento que toque el conjunto de aspectos deducidos
durante el trámite de la acción.

ACCION DE TUTELA-Participación activa de todos los


interesados

Sólo cuando se ha procurado la participación activa de todos los


interesados en la litis o en sus resultados es válido que el Estado,
por intermedio de su órgano jurisdiccional, imponga una medida o
derive una consecuencia jurídica en relación con alguno de los
llamados al proceso, de lo contrario es patente la
inconstitucionalidad de una orden que se proyecta sobre la esfera
jurídica de quien, por yerro atribuible al juez, ha visto menguadas
sus posibilidades de defensa o simplemente ha carecido de ellas. No
se compadece, entonces, con una elemental consideración de
justicia que la sentencia se adopte con fundamento en la versión del
demandante, sin tener en cuenta o sin haber buscado la del
demandado, como tampoco es apropiado que aún contando con los
argumentos del sujeto activo y del sujeto pasivo de la acción, en el
fallo únicamente se ponderen esos argumentos, pese a que la orden
impartida afecte el legítimo interés de un tercero a quien se dejó de
llamar para que hiciera valer sus derechos y pretensiones.

FALLO DE TUTELA-Efectos respecto de partes intervinientes

La Corte Constitucional ha puntualizado que "las sentencias


judiciales a través de las cuales se deciden acciones de tutela, sólo
tiene efecto en relación con las partes que intervienen en el
proceso", de donde se desprende que el efecto vinculante de la
sentencia y su carácter inmutable dependen de la efectiva
intervención de los interesados, de manera que si respecto de
alguno de quienes deben ser llamados se ha recortado esa
participación en el proceso o se la ha eliminado por completo, mal
podría concluirse que la única opción que le queda es resignarse a
acatar lo que fue resuelto sin su audiencia y en una sentencia que,
193

pese a afectar su situación jurídica, no puede controvertir porque


supuestamente ha hecho tránsito a cosa juzgada.

DERECHO DE DEFENSA DE TERCERO CON INTERES


LEGITIMO EN TUTELA

La intervención de los terceros con interés legítimo abarca las


posibilidades reales de ejercer el derecho de defensa y las restantes
garantías del debido proceso, así como el derecho a que el juez al
fallar analice su situación y exponga los motivos que le asisten para
afectar su interés. Cuando lo anterior no ocurre, la fuerza de la cosa
juzgada no puede extenderse a las determinaciones huérfanas de
todo sustento procesal o carentes de motivación y respecto de las
cuales, con indudable violación del debido proceso, se haya omitido
el debate; entender lo contrario comportaría tener por decidido, en
contra de la verdad procesal, lo que ni siquiera fue objeto de
consideración y entrañaría la resignación del papel preponderante
que el Constituyente confió a los jueces al encargarlos de la defensa
de los derechos constitucionales fundamentales.

ACCION DE TUTELA-No es declarativa de derechos

No está comprendida dentro del objeto del mecanismo de


protección, que el Constituyente plasmó en el artículo 86 de la Carta
Política, la posibilidad de su utilización para ventilar discusiones
acerca de la titularidad o de la existencia de los derechos que se
invocan, sino que la vocación protectora de la tutela parte
precisamente de la certeza acerca de que el derecho que se aduce
concierne a quien pide su amparo. La acción de tutela, entonces, no
es declarativa de derechos y se dirige "no a la discusión jurídica sino
al hecho (acción u omisión), concreto, irrefragable de
desconocimiento del derecho fundamental".

Referencia: Expediente T-120.873

Peticionarios:
Junta de Acción Comunal del
Barrio Las Orquídeas y otros.

Demandados: Juzgado 38 Civil


Municipal de Santafé de Bogotá e
Inspección 11C Distrital de Policía.

Magistrado Ponente:
Dr. FABIO MORON DIAZ

Santafé de Bogotá, D.C., mayo veintisiete (27) de mil novecientos


noventa y siete (1997)

La Sala Octava de Revisión de Tutelas, integrada por los


Magistrados FABIO MORON DIAZ, VLADIMIRO NARANJO MESA y
194

JORGE ARANGO MEJIA, en ejercicio de sus competencias


constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente,
resuelve sobre el proceso de tutela identificado con el número de
radicación T-120.873 e instaurado, mediante apoderado, por la Junta
de Acción Comunal del Barrio Las Orquídeas y Víctor Abel Martín
Guerrero, Ofelia Morales de Martín, Fernando Javier Palacios Ruiz,
María Tránsito Barajas Barrera, Agustín Rodríguez Hernández, Luz
Martha Rosas Sierra, María Inés Cuy Caro, María del Carmen
Hende, Jaime Rodríguez Duquino, Isabel Hernández Ovalle, Doris
Martínez López, Abel Daza, Ricardo Gómez Bernal, Santos Miguez
Martínez, Luís Antonio Peñuela Urrea, Luis Antonio Castañeda y
Pedro Arnulfo Castañeda, en contra del Juzgado 38 Civil Municipal
de Santafé de Bogotá y de la Inspección 11C Distrital de Policía.

I.ANTECEDENTES

1. Los hechos y la solicitud de tutela

Dentro de un proceso abreviado de restitución de inmueble, la


señora Aura Ligia Ramírez Ramírez obtuvo del Juzgado 38 Civil
Municipal de Santafé de Bogotá sentencia favorable en contra de
José Cayetano Vainilla, a quien había dado en arrendamiento unos
lotes ubicados en la vereda de Tuna, antigua municipalidad de
Suba.

La sentencia fue proferida el 24 de octubre de 1990 y para la


práctica de la diligencia de lanzamiento el despacho judicial
comisionó al Inspector Distrital de Policía (reparto) de la zona. La
Inspección 11C Distrital de Policía conoció de la referida comisión y,
en diferentes fechas, procedió a efectuar la respectiva diligencia,
dentro de la cual surgió la oposición promovida por un grupo de
personas que alegaron ser poseedores y propietarios de mejoras,
por virtud de contratos de compraventa celebrados con Luis Octavio
Córdoba Marroquín, que, a su vez, manifestó haber comprado la
supuesta posesión a Hernando Valvuena Ramos, individuo que, a su
turno, dijo haberla adquirido de Eudoro Hortua con quien José
Cayetano Vainilla celebró contrato de arrendamiento, el 1º de marzo
de 1984, aduciendo su calidad de propietario y poseedor de los
lotes, “muy a pesar de que lo único que ostentaba era una mera
tenencia, derivada del arriendo dado por la señora Aura Ligia
Ramírez”.

El Juzgado 38 Civil Municipal de Santafé de Bogotá, mediante


providencia fechada el 6 de abril de 1994, resolvió negar la oposición
planteada luego de considerar que la cadena posesoria carece de
“fundamentos de hecho y de contenido jurídico” pues, según el
despacho judicial, en las condiciones anotadas la venta, además de
ilícita, es “inexistente por imposibilidad originaria” fuera de lo cual,
precisó que nadie puede transmitir a otros más derechos de aquellos
que se encuentran radicados en su cabeza, que el simple transcurso
del tiempo no muda la mera tenencia en posesión y que “los
195

presuntos poseedores observan indistintamente que creían que el


vendedor de la posesión y mejoras era el dueño de éstas”,
denotando apenas “una intención de legalidad y legitimidad y no una
verdadera realidad jurídica, es decir, simplemente creyeron haber
adquirido, mas no tenían conciencia de que era una adquisición
legítima, y así no puede entenderse que la fe de los presuntos
poseedores sea buena” .

En contra de la citada providencia los opositores interpusieron el


recurso de reposición que fue despachado en forma desfavorable a
sus pretensiones y, habiéndose concedido la apelación, el Juzgado
Octavo Civil del Circuito de Santafé de Bogotá se declaró sin
competencia para conocer del recurso, por tratarse de un proceso
de mínima cuantía, en cuyo caso las providencias que se dicten no
son susceptibles de apelación.

Así las cosas, el 21 de septiembre de 1995, la Junta de Acción


Comunal del Barrio “subnormal” Las Orquídeas y los habitantes del
mismo que más arriba quedaron mencionados, impetraron ante la
Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de
Bogotá y como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable, una acción de tutela en contra del Juzgado 38 Civil
Municipal de esta Ciudad y de la Inspección 11C Distrital de Policía,
invocando, para tal efecto, el derecho fundamental de propiedad
que, en criterio de los demandantes, recae “sobre las mejoras de
viviendas de interés social” y en procura de lograr la suspensión de
la diligencia de desalojo “a practicar por la Inspección 11C de Policía
el día 30 de octubre de 1995, hasta tanto el juez civil del circuito
decida de fondo sobre la acción de declaración de pertenencia por
prescripción extraordinaria que contempla el artículo 51 de la ley 9
de 1989, instaurada por los afectados”.

2. El fallo de tutela, la solicitud de nulidad de su notificación y


su trámite

El Tribunal, en fallo de octubre 4 de 1995, amparó el derecho


fundamental al debido proceso y no el de propiedad invocado por
los actores, basándose en que el Juzgado 38 Civil Municipal de
Santafé de Bogotá impartió un trámite inadecuado al proceso de
restitución ya que los inmuebles fueron arrendados para dedicarlos a
actividades agrícolas y pecuarias de donde, a juicio del fallador
surge que el proceso corresponde a la jurisdicción agraria y que
debió rituarse de conformidad con lo dispuesto en el Decreto 2303
de 1989, y no con fundamento en la ley 56 de 1985, como aconteció,
configurándose una violación del debido proceso que “transmite sus
efectos a terceros de manera ostensible”, pues la forma de
notificación al demandado “no es la prevista en el Código de
Procedimiento Civil (..) sino la regulada en los artículos 49 y 55 del
Decreto 2303 de 1989 que disponen especiales formas de
notificación y “de entre estas especificidades se destaca la difusión
radial del aviso, difusión que nunca se cumplió en este caso porque
196

el Juzgado aplicó integralmente el proceso indicado en los artículos


424 y siguientes del C. de P. C.”.

En concordancia con lo anterior, el Tribunal declaró “sin valor ni


efecto toda la actuación desde la propia notificación del auto
admisorio de la demanda” y ordenó comunicar lo decidido al
Juzgado 38 Civil Municipal de Santafé de Bogotá, a las partes en el
proceso de restitución y a la Inspección 11C de Policía “para que
ponga fin a la ejecución de la sentencia y a la comisión que le fuera
otorgada”.

Según constancia secretarial que obra en autos, la Corte


Constitucional excluyó de revisión la acción de tutela a la que se
acaba de aludir y, por consiguiente, el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santafé de Bogotá, con fecha 25 de enero de 1996,
ordenó archivar el expediente.

El 31 de enero de 1996, la señora Aura Ligia Ramírez Ramírez,


actuando mediante apoderado, dirigió un memorial a los magistrados
de la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé
de Bogotá, en el que solicita la declaración de nulidad de lo actuado
a partir del fallo de tutela, alegando que éste no le fue notificado por
cuanto “escasamente” se dirigió un cable a la dirección de una
antigua apoderada suya, lugar inexistente porque el número de la
oficina no coincide con el verdadero que aparece “en la página 161
del directorio telefónico de la ciudad”. Expuso el apoderado que ante
tal situación, la afectada con la determinación del Tribunal vino a
enterarse mucho tiempo después, cuando había vencido el lapso
para recurrir y, por lo tanto no pudo ejercer el derecho a la defensa,
resultando, entonces, que la declaración de nulidad es el único
mecanismo idóneo para restablecer el derecho al debido proceso
que fue conculcado, pues la señora Ramírez Ramírez pese a tener
un interés legítimo no fue noticiada y por obra de la sentencia de
tutela, “tiene necesidad de iniciar un nuevo proceso”.

El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá


rechazó la solicitud de nulidad por considerar que la actuación se
encontraba totalmente concluida y, en contra de esta decisión, el
apoderado de la señora Aura Ligia Ramírez Ramírez interpuso el
recuso de apelación ya que, en su sentir, “estas actuaciones tienen
dos instancias” y el proveído impugnado, de acuerdo con el artículo
351 del C. de P. C., corresponde al que deniega el trámite de
incidente.

El Tribunal Superior del Distrito Judicial De Santafé de Bogotá negó


el recurso de apelación esgrimiendo que el doble grado jurisdiccional
está previsto tratándose del trámite de la acción de tutela pero para
ciertas providencias como la que la decide, empero, “en
consonancia con la celeridad que informa el trámite de la acción de
tutela, el régimen procesal civil de providencias apelables no puede
ser trasladado sin más a la acción de tutela”, porque “la remisión
del artículo 4 del Decreto 306 de 1992 atañe a los principios
197

generales del Código de Procedimiento Civil y no a la totalidad de


este cuerpo normativo”.

El apoderado de la señora Ramírez Ramírez repuso el auto que


negó la apelación propuesta y, subsidiariamente, pidió la expedición
de copias con el objeto de recurrir en queja. Expuso el mandatario
judicial “que ni en la Constitución ni en los decretos que
reglamentan la acción de tutela se prohiben expresa o tácitamente
los recursos contra las decisiones que se tomen con posterioridad a
la decisión de tutela, cualquier veda en torno del ejercicio del
derecho subjetivo de los litigantes de impugnar las resoluciones
judiciales adversas es inconstitucional”.

El Tribunal mantuvo la providencia objeto de reposición y el


apoderado de la señora Aura Ligia Ramírez Ramírez interpuso
recurso de queja ante la Sala de Casación Civil de la h. Corte
Suprema de Justicia con el fin de que esta Corporación concediera
la alzada indebidamente “negada por el Tribunal”. La Corte
Suprema de Justicia en providencia de mayo 7 de 1996, declaró
“mal denegado el recurso de apelación” interpuesto y lo concedió en
el efecto suspensivo.

Consideró la Corte que durante el trámite de la acción de tutela no


existe posibilidad de doble instancia para decisiones distintas al fallo
de tutela que puede ser impugnado y a la decisión que arroje el
incidente promovido por desconocimiento de la orden de tutela
impartida, que admite el grado de consulta siempre y cuando se
haya impuesto sanción al desobediente. Sin embargo, estimó la
Corte que “terminado el trámite de la tutela no puede decirse lo
mismo de decisiones adoptadas posteriormente en el mismo
expediente por el juez que de ella conoció y en desarrollo de
peticiones formuladas por el actor de la tutela, pues en este caso no
media la limitación en comento”, por lo cual, “congruente resulta
recurrir, cuando de tales decisiones se trata (las adoptadas con
posterioridad a la terminación de la tutela) a las previsiones del
artículo 4 del Decreto 306/92, disposición acorde con la cual la
procedencia del recurso de apelación sobre dichos
pronunciamientos está dada en la medida en que para ellos el
Código de Procedimiento Civil tenga consagrado expresamente ese
medio de defensa”. Así las cosas, puntualizó la Corte, “no se remite
a dudas que en el caso presente, la apelación interpuesta es
procedente por cuanto tratándose del auto en virtud del cual el juez
de tutela rechazó de plano el incidente de nulidad propuesto por el
actor frente al trámite ya cumplido y finalizado de la acción de tutela,
esa decisión, por cierto tangencial a lo que fue ese trámite, resulta
sustancialmente susceptible de tal recurso, según lo advierte el
artículo 351 C.P.C”.

Al despachar el recurso de apelación propuesto en contra del auto


por el cual el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de
Bogotá rechazó el incidente de nulidad respecto de lo actuado
dentro de la acción de tutela que, no obstante su legítimo interés, se
198

adelantó a espaldas de Aura Ligia Ramírez Ramírez, la Corte


Suprema de Justicia, en providencia de 12 de junio de 1996,
argumentó que para el restablecimiento del derecho de defensa no
existía camino diferente al de la “nulidad deprecada”, debido a que
frente al fallo de tutela no cabe la diligencia de que tratan los
artículos 337 a 339 del C. de P. C., ni tampoco el recurso
extraordinario de revisión y por lo tanto, revocó el auto apelado y
ordenó al Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá
impartir a la solicitud de nulidad “el trámite del inciso 5º del artículo
142 del C. de P. C., esto es, correr el traslado allí previsto”.

El Tribunal Superior ordenó correr traslado a las partes. La


apoderada de los actores en tutela solicitó al Tribunal decidir el
incidente de nulidad y a la vez alegó la falta de legitimación de la
señora Ramírez Ramírez para actuar en la acción de tutela y para
impugnar el fallo en ella producido, por no ser parte en la referida
actuación.

El Tribunal, mediante providencia de agosto 20 de 1996, decretó la


nulidad impetrada y dispuso que se procediera a surtir en forma
adecuada la notificación del fallo de tutela a Aura Ligia Ramírez
Ramírez, quien, según el Tribunal, aunque no adquiere la calidad de
parte tiene un interés legítimo para intervenir y, por ende, para
impugnar el fallo de tutela por cuya virtud se dejó de ejecutar una
sentencia judicial favorable a sus intereses.

3. La impugnación de la sentencia de tutela y la declaración de


nulidad de esa sentencia

El apoderado de la señora Ramírez Ramírez, una vez efectuada la


notificación, impugnó el fallo de tutela aduciendo que la falta de
notificación radial que, de acuerdo con el Tribunal, debía hacerse
siguiendo las directrices de los artículos 49 y 55 del Decreto 2303 de
1989, en nada afecta a los querellantes porque ellos no son los
demandados en el proceso de restitución y de nada les habría
servido ya que el artículo 89 del mismo decreto, no acepta en ese
tipo de trámites demanda de reconvención, intervención excluyente
o coadyuvante, acumulación de procesos o incidentes por hechos
que configuren excepciones previas, resultado de todo lo anterior
que “no hubo la más remota posibilidad de perjuicio para los
querellantes, puesto que lo omitido según el fallo de tutela, en nada
pudo repercutir respecto de los terceros a no ser que fuese relevante
el daño simplemente teórico o académico” y, además, para los
efectos que específicamente debieron interesar a esta tutela, como
es el caso de los terceros con ánimo de exteriorizar repulsa a la
diligencia de entrega se remite al art. 338 del C. de P.C. que fue
impecablemente empleado en este caso”.

La Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil y Agraria, en


providencia del 26 de septiembre de 1996 resolvió declarar nulo el
fallo de tutela y, en consecuencia, dejó sin efectos las actuaciones
judiciales y administrativas que en dicho fallo tuvieron origen y
199

ordenó devolver el expediente al Tribunal para que “se resuelva la


petición de amparo constitucional”.

Estimó la Corte que el juez de tutela debe limitarse a verificar frente


a la situación fáctica concreta que se somete a su examen, si se
produce o no la violación de los derechos fundamentales alegados y
a establecer cuál es el remedio para que cese esa violación y se
restablezca el derecho vulnerado; lo que significa que no puede
acudir a otras fuentes de información distintas, como no sean las
propias acciones u omisiones puestas a su consideración por el
peticionario, ya que sin desconocer que el juez tiene amplias
posibilidades de interpretación de la solicitud no está habilitado para
salirse del marco de los hechos planteados en ella, ni para conocer
de acciones u omisiones no consideradas por el peticionario como
causas de la violación o amenaza de sus derechos, que, a juicio de
la Corte, fue justamente lo sucedido en el caso sub-exámine, por
cuanto, mientras que los hechos puestos de presente por los actores
se relacionan con la ejecución de la orden de entrega de los
inmuebles, el Tribunal extendió sus razonamientos al proceso surtido
dentro del juicio de restitución adelantado por Aura Ligia Ramírez en
contra de Cayetano Vainilla, cuestionando la validez del trámite
procesal cuando lo cierto es que “ese no era el punto neurálgico de
lo que se le propuso, pues, “en verdad no ofrece dificultad constatar
que la pretendida violación, y a su vez causa del perjuicio
irremediable, estaría representado en el cumplimiento mismo de la
sentencia de restitución, y no en el rito que se le imprimió al litigio,
asunto este último ajeno por completo a soporte fáctico de la
pretensión del tutelante”.

4. La nueva sentencia de tutela, su impugnación y la sentencia


de segunda instancia

El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá,


mediante sentencia de octubre 16 de 1996, denegó la tutela
solicitada arguyendo que el derecho de propiedad sólo puede ser
amparado cuando existe una relación inmediata con un derecho de
rango fundamental, como por ejemplo la vida, la dignidad o la
igualdad, conexidad que no se vislumbra en el presente caso, fuera
de lo cual indicó el Tribunal que “ha de tomarse en consideración
que el derecho de propiedad pudo ser protegido mediante la
correspondiente oposición a la diligencia de entrega ordenada en la
sentencia del proceso restitutorio, en que no fueron parte quienes
hoy intentan el amparo”.

Los demandantes en la acción de tutela impugnaron el fallo del


Tribunal ante la Corte Suprema de Justicia, basándose en que la
sentencia del a-quo vulnera su derecho de propiedad que habían
adquirido mediante contrato de compraventa; así como el debido
proceso al dársele a la demanda de restitución un trámite distinto al
que la ley contempla para el caso concreto.
200

La Sala de Casación Civil y Agraria de la Corte Suprema de Justicia,


por sentencia del 3 de diciembre de 1996 confirmó el fallo
impugnado.

Sobre la presunta vulneración del derecho de propiedad apuntó la


Corte que la orden de restitución no lo conculca pues “ella versa no
más que sobre una relación de tenencia, así se haya concluido por
el sentenciador que sus efectos se extienden a los accionados, pues
en nada cambia el criterio precedente el hecho, también reconocido
por el juez natural; de que los actores en tutela son continuadores o
causahabientes del arrendatario”.

Para la Corte, si los actores son titulares de un derecho de


“propiedad”, cuentan con los medios ordinarios de defensa judicial
para protegerlo, lo cual le cierra el paso consecuentemente a la
acción de tutela, que como se sabe es de carácter residual; ellos
mismos manifiestan contar con la acción de prescripción adquisitiva
extraordinaria de vivienda de interés social prevista en la ley de
reforma urbana y tienen, adicionalmente, “a su haber las acciones
ordinarias para reclamar de quienes adquirieron el derecho que
dicen tener (propiedad) del mismo modo que para impetrar la
protección indemnizatoria a que hubiera lugar por los perjuicios
eventualmente sufridos”.

En cuanto al debido proceso la Corte se remitió a los argumentos


vertidos en la providencia de septiembre 26 de 1996, resumida más
arriba y reiteró que las facultades oficiosas del juez de tutela están
limitadas precisamente por los supuestos de hecho presentados por
los peticionarios, “de los cuales no puede apartarse a su antojo el
juez constitucional”.

Hizo énfasis, además, la Corporación en que dentro del incidente de


oposición que propusieron, los actores “gozaron y usaron las
garantías que la ley procesal les brindó para esbozar sus
argumentos, los que no encontraron buen suceso no por haberse
faltado al debido proceso, sino porque el juez del conocimiento no
encontró demostrado lo alegado por éstos, tópico en el cual, como
se sabe, no puede intervenir el juez de tutela sin desbordar los
criterios de autonomía e independencia determinantes de la
actividad judicial”

Concluyó la Corte “que la petición de tutela debe ser denegada, en


primer lugar, por no hallarse prueba ninguna que demuestre que la
autoridad judicial haya incurrido en conducta ilegítima que cause
desmedro a los derechos fundamentales de los actores y en
segundo término, porque éstos cuentan con medios de defensa
judicial idóneos para alcanzar lo pedido, sin que se observe perjuicio
irremediable”.

II. CONSIDERACIONES DE LA SALA


201

Primera. La competencia

La Sala es competente para decidir, con fundamento en lo dispuesto


por los artículos 86, inciso segundo y 241-9 de la Constitución
Política, en armonía con los artículos 33, 34 y 35 del decreto 2591
de 1991. Además, se procede a la revisión en virtud de la selección
practicada por la Sala correspondiente y del reparto efectuado de
conformidad con el reglamento de la Corporación.

Segunda. La materia

La causa de la presunta amenaza al derecho a la propiedad sobre


mejoras de “viviendas de interés social”, que aducen los actores en
la presente actuación, es “la diligencia de desalojo” que debía
efectuarse en cumplimiento de una sentencia judicial que así lo
dispuso y que fue proferida al término de un proceso de restitución
de bien inmueble, adelantado por la señora Aura Ligia Ramírez
Ramírez en contra de Cayetano Vainilla quien, de conformidad con
lo que surge de autos, siendo arrendatario de unos lotes, promovió la
celebración de contratos de compraventa con terceros, resultado de
todo lo cual es el surgimiento del Barrio subnormal las Orquídeas,
algunos de cuyos habitantes y el Presidente de la Junta de Acción
Comunal, luego del fracaso de la oposición que formularon dentro de
la pertinente diligencia, presentaron la acción de tutela que ahora se
examina.

Los demandantes en tutela identificaron como autores de la


amenaza a su pretendido derecho al Juzgado 38 Civil Municipal de
Santafé de Bogotá, despacho judicial que conoció del proceso de
restitución y que profirió sentencia en la que se decreta el
lanzamiento, y a la Inspección 11 C Distrital de Policía, a la que, por
reparto y en cumplimiento de la comisión que se le confirió, le
correspondió efectuar la respectiva diligencia.

La Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de


Bogotá concedió el amparo impetrado ya que, a juicio del fallador, al
proceso de restitución se le impartió un trámite indebido, pues
versando el contrato de arrendamiento sobre unos predios que
serían destinados a explotaciones agrícolas y pecuarias, ha debido
rituarse de conformidad con los procedimientos contemplados en el
decreto 2303 de 1989 para los casos que son del conocimiento de la
jurisdicción agraria.

Así las cosas, el Tribunal encontró vulnerado el derecho al debido


proceso “dentro del juicio de restitución formulado por Aura Ligia
Ramírez Ramírez contra Cayetano Vainilla” y, en consecuencia,
dispuso “declarar sin valor ni efecto toda la actuación desde la propia
notificación del auto admisorio de la demanda” y comunicar acerca
de lo resuelto al Juzgado 38 Civil Municipal de Santafé de Bogotá y
también a la Inspección 11 C Distrital de Policía “para que ponga fin
a la ejecución de la sentencia y a la comisión que le fuera otorgada”.
202

Es de interés destacar que el Tribunal Superior del Distrito Judicial


de Santafé de Bogotá, al avocar el conocimiento de la acción de
tutela, ordenó comunicar la iniciación del trámite “por telegrama a las
partes y demás interesados” y que, pese a ello, la señora Aura
Ligia Ramírez Ramírez no fue notificada de la iniciación del
procedimiento preferente y sumario que tiene su origen en la
solicitud de amparo de un derecho constitucional fundamental.

Empero, en la sentencia que otorgó la protección pedida, el Tribunal


dispuso la comunicación telegráfica “a las partes y demás
interesados, no sólo en esta tutela sino en el proceso de restitución
en el cual se dispuso la ejecución del fallo” y, en cumplimiento de
esa previsión, se envió telegrama a la señora Aura Ligia Ramírez
Ramírez y/o Gilma Arciniegas E. a una dirección que, según el
mandatario judicial de la primera no es la correcta, ya que si bien es
cierto corresponde a la de una antigua apoderada suya no es
coincidente el número de la oficina con el que aparece en la guía
telefónica, circunstancia ésta que le impidió a la señora Ramírez
Ramírez conocer oportunamente la existencia del proceso de tutela
y el fallo en él proferido y que la llevó, una vez enterada, a solicitar,
con fundamento en su legítimo interés, la nulidad de lo actuado, en
procura de que al surtirse la notificación en forma correcta tuviera la
oportunidad de impugnar.

La anterior solicitud, no obstante la renuencia del Tribunal Superior


del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -fundada en el hecho de
que la Corte Constitucional se había abstenido de seleccionar el
caso para revisión- tuvo que ser conocida merced a la intervención
de la Sala de Casación Civil y Agraria de la h. Corte Suprema de
Justicia que, al desatar el recurso de apelación interpuesto por el
apoderado de la señora Ramírez Ramírez en contra del auto que
había negado la posibilidad de estudiar el vicio alegado, juzgó
pertinente analizar la nulidad, la que fue efectivamente declarada por
el Tribunal mediante un trámite incidental, con posterioridad al cual
se le dio curso a la impugnación de la sentencia de tutela ante la
Corte Suprema de Justicia, Corporación que la encontró afectada de
nulidad y que debido a ello remitió de nuevo las diligencias al
Tribunal para que profiriera el respectivo fallo.

Planteado así el asunto son varios los interrogantes que se suscitan


alrededor del trámite que se le imprimió a la solicitud de tutela y a la
posterior solicitud de nulidad de lo actuado. A esas inquietudes
responderá la Sala antes de abordar la cuestión de fondo y se
cuidará de hacerlo con estricta sujeción a los criterios que la Corte
Constitucional ha dejado consignados en numerosas providencias,
en las que abordó temas similares a los que en esta oportunidad son
objeto de estudio.

1. Los terceros con interés legítimo en el resultado del


proceso de tutela, el debido proceso, el derecho de defensa,
203

la notificación de la solicitud y de la sentencia y la


impugnación

1.1 Los terceros en el proceso de tutela y el debido proceso

De particular relevancia para apreciar la validez de los


procedimientos cumplidos a propósito de la acción de tutela que
ocupa la atención de la Sala y, adicionalmente, para fundar la
decisión que haya de adoptarse en el presente evento, es dilucidar si
los terceros que tienen interés legítimo en lo que se decida en una
sentencia de tutela deben ser notificados de la presentación de la
solicitud.

Al respecto es oportuno recordar que ya la Corte en decisión


contenida en el auto No. 27 de 1995, que fue consultada con la Sala
Plena de la Corporación y aprobada por ésta y que por lo tanto debe
tenerse como unificación de la jurisprudencia en la materia, señaló:

“…no es posible adelantar válidamente un proceso de


tutela cuya finalidad es desconocer actos jurídicos,
sentencias o providencias judiciales ejecutoriadas, o actos
administrativos, sin la citación de quienes participaron en
tales actos, o se encuentren en una situación jurídica
concreta en virtud de ellos (…). Esto se entiende fácilmente
si se tiene en cuenta que quienes han intervenido en un
proceso judicial, o derivan derechos de una providencia, lo
mismo que aquellos que los derivan de un acto
administrativo están llamados a intervenir necesariamente
en el proceso de tutela encaminado a dejar sin efecto la
decisión judicial o administrativa”.13

El fundamento del llamado que debe hacerse a los terceros con un


interés legítimo en el resultado del proceso de tutela no es otro que
el derecho al debido proceso que, de conformidad con el artículo 29
superior, es aplicable a “toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas”, predicado del cual se deduce que también el
procedimiento propio del mecanismo de defensa previsto en el
artículo 86 de la Carta Política se encuentra gobernado por sus
reglas, en los términos de las normas constitucionales y de las
normas legales que las desarrollan y en particular las del decreto
2591 de 1991.

La intervención de los terceros, entonces, se orienta,


primordialmente, a lograr que, en virtud de su legítimo interés, ellos
tengan la posibilidad de ejercer todas las garantías del debido
proceso y sobre todo el derecho de defensa que es uno de sus
principios rectores y merced al cual pueden allegar las pruebas que
consideren pertinentes y controvertir las que se presenten en su
13
Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto No. 27 de junio 1º de 1995. M.P. Dr. Jorge
Arango Mejía.
204

contra, dentro de los momentos y términos procesales que, de


acuerdo con las formas propias de cada juicio, se hayan establecido
en el pertinente ordenamiento procesal.

Lo anterior significa que la intervención de los terceros en el


procedimiento de tutela además de ineludible debe ser a tal punto
oportuna que el juez, al entrar a resolver, ha de contar con una
adecuada evaluación de todos los argumentos y para ello resulta
lógico e indispensable que éstos se hayan aducido en la
correspondiente oportunidad; de ahí que la notificación de la solicitud
de tutela cobre especial importancia como uno de los elementos
fundamentales del debido proceso, a falta del cual resulta imposible
a las partes o a los terceros con interés legítimo hacer uso de las
garantías procesales.

1.2 Los terceros en el proceso de tutela y la notificación de la


solicitud de amparo y de la sentencia

En armonía con lo expuesto, la Corte ha considerado que el juez, en


su calidad de protector de los derechos fundamentales de los
asociados, debe garantizar también “a los terceros determinados o
determinables, con interés legítimo en un proceso su derecho a la
defensa mediante la comunicación” que, en su caso, persigue la
protección procesal de los intereses que puedan verse afectados
con la decisión.14 Acerca de este tópico la Corporación ha dicho:

“Es claro que en el trámite de la acción de tutela no existe


norma que en forma expresa disponga la notificación de
sus decisiones a terceros, sobre los cuales recaiga un
interés legítimo en el resultado del proceso; sin embargo,
no puede ignorarse el principio contenido en el artículo 2º
de la Constitución según el cual es fin esencial del Estado
“facilitar la participación de todos en las decisiones que los
afectan…”, lo cual a su vez se ve complementado con lo
señalado en el artículo 13, inciso último del decreto 2591 de
1991, reglamentario de la acción de tutela, que permite la
intervención de “Quien tuviere un interés legítimo en el
resultado del proceso”, intervención que sólo puede
llevarse a cabo, mediante el conocimiento cierto y oportuno
que pueda tener el tercero acerca de la existencia de la
acción de tutela”.15

Así pues, como de manera reiterada lo ha sostenido la Corte, la


notificación no es un acto meramente formal y desprovisto de
sentido, ya que su fundamento es el debido proceso y debe surtirse
con independencia de que la decisión final sea favorable o
desfavorable a las pretensiones de quien acude a la tutela en
búsqueda de protección, sin que la naturaleza informal de este
14
Cf. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Auto de febrero 7 de 1996. M.P. Dr. Carlos Gaviria
Díaz.
15
Cf. Corte Constitucional. Sala Novena de revisión. Auto de octubre 3 de 1996. M.P. Dr. Vladimiro
Naranjo Mesa.
205

procedimiento, su carácter preferente y sumario o los principios de


celeridad, economía y eficacia que lo informan sirvan de pretexto al
juez para desarrollar y culminar el trámite a espaldas de alguna de
las partes o de los terceros interesados. Además, la necesidad de la
notificación viene impuesta por el principio de publicidad y, conforme
a lo tantas veces afirmado por la Corte, no es válido argumentar que
“como en la acción de tutela no es indispensable que haya auto
avocando el conocimiento, entonces no hay nada que notificar”.

Es de importancia precisar que además de la iniciación del proceso


que tiene su origen en una solicitud de tutela, deben notificarse a las
partes y a los terceros todas las providencias que se profieran
durante el trámite, pues así surge del artículo 16 del decreto 2591 de
1991 que dispone la notificación de “las providencias que se dicten”
a “las partes o intervinientes, por el medio que el juez considere más
expedito y eficaz”, y del artículo 30 eijusdem, que refiriéndose al fallo
indica que “se notificará por telegrama o por otro medio expedito que
asegure su cumplimiento, a más tardar al día siguiente de haber sido
proferido”.

La alusión que contienen las normas que se acaban de citar a


medios que sean “expeditos y eficaces” para realizar la notificación,
advierte con claridad acerca de la forma como el juez ha de poner en
conocimiento de las partes y de los interesados en el trámite de la
acción de tutela su iniciación, las providencias dictadas y el fallo,
cuidando siempre de que la diligencia, lejos de convertirse en un
acto procesal más, cumpla su cometido que no es otro distinto de
lograr la comparecencia y la vinculación efectiva de los notificados a
las actuaciones y de mantenerlos enterados acerca del curso del
proceso, permitiéndoles así asumir su defensa.

La Corte ha hecho énfasis en que lo ideal es la notificación personal


y en que a falta de ella y tratándose de la presentación de una
solicitud de tutela se proceda a informar a las partes e interesados
“por edicto publicado en un diario de amplia circulación, por carta,
por telegrama, fijando en la casa de habitación del notificado un
aviso, etc.”, y adicionalmente, valiéndose de una radiodifusora e
incluso, como recurso último, mediante la designación de un
curador; adecuando en cada caso el desarrollo de la diligencia a la
urgencia inherente a la acción de tutela, para lo cual el juez podrá
dar cumplimiento al artículo 319 del Código de Procedimiento Civil
en la parte que indica que a falta de un término legal para un acto,
“el juez señalará el que estime necesario para su realización de
acuerdo con las circunstancias”.16

En cuanto a la notificación del fallo de tutela, conviene precisar que


la referencia que a la comunicación telegráfica se halla plasmada en
el artículo 30 del decreto 2591 de 1991 no limita las facultades del
juez para acudir a otros medios cuando quiera que los estime más
eficaces, pues el simple envío de un telegrama no satisface por sí
16
Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de abril 17 de 1996. M.P. Dr. Jorge Arango
Mejía.
206

solo el requisito de enterar a las partes e interesados del contenido


de la sentencia, cuya notificación debe surtirse correctamente y a
pesar de las dificultades que puedan presentarse, para mantener así
la plenitud de las garantías sobre la impugnación de la misma.

1.3 Las consecuencias de la falta de notificación de la solicitud


de tutela y de la sentencia o de la ineficacia de la notificación

Habiéndose resaltado la importancia de la notificación, se plantea un


interrogante relativo a las consecuencias que se siguen cuando la
diligencia se ha omitido o cuando pese a haberse intentado, por error
atribuible al juez se dejaron de surtir los efectos que han debido
cumplirse.

Al respecto la jurisprudencia de esta Corporación ha destacado que


si no se ha procurado el acceso del demandante o de los
interesados a la actuación procesal, para los fines de su defensa, se
produce una evidente vulneración del debido proceso que genera la
nulidad de lo que se haya adelantado sobre la base de ese erróneo
proceder; empero, con apoyo en las normas del procedimiento civil,
aplicables en lo no regulado al procedimiento de tutela, la Corte ha
distinguido entre la falta de notificación de la iniciación del trámite y
la falta de notificación de la sentencia, así:

“En el presente caso, al tenor del artículo 140 del Código de


Procedimiento Civil (modificado por el decreto 2282 de
1989, artículo 1º, numeral 8º), se presentan dos causales
de nulidad: la del numeral 8º, cuando no se practica en
legal forma, o eficaz en este caso, la notificación del auto
que admite la acción al ‘demandado’ (…) y la del numeral
3º, por haberse pretermitido íntegramente una instancia,
al no haber tenido la parte oportunidad de impugnar la
sentencia, por no haber sido notificado en forma eficaz de
ella.

Si bien es cierto que la nulidad contemplada en el numeral


8º, falta de notificación del auto que avocó el conocimiento
de la tutela, habría sido saneable, en la forma prevista por
el artículo 145 del mencionado Código, la causal 3, haberse
pretermitido íntegramente una instancia, es de las
nulidades insaneables”.17

En asuntos llegados a la revisión de la Corte Constitucional y en los


que se ha advertido la configuración de la nulidad saneable derivada
de la falta de notificación de la iniciación del trámite, la Corporación
ha optado por devolver el expediente a los despachos judiciales de
origen con la finalidad de que se ponga en conocimiento del
afectado la causal de nulidad para que, de conformidad con lo
preceptuado por el artículo 145 del C. de P. C., si a bien lo tiene, la
17
Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de septiembre 7 de 1993. M.P. Dr. Jorge
Arango Mejía.
207

alegue dentro de los tres (3) días siguientes, indicándole que si no lo


hace, quedará saneada la nulidad y el proceso continuará su curso;
por el contrario, en los eventos en los que se presenta la nulidad
insaneable originada en la falta de notificación de la sentencia, la
Corte ha declarado la nulidad de lo actuado y enviado las diligencias
al despacho del conocimiento para que proceda a impartirle a la
solicitud de tutela el trámite adecuado.

1.4 Los terceros con interés legítimo en el proceso de tutela y el


derecho a impugnar

Como quiera que la pretermisión de la instancia se explica por la


ausencia de oportunidad para impugnar que, a su turno encuentra su
causa en la no notificación de la sentencia, cabe preguntarse si a
los terceros que tienen un interés legítimo en el resultado del
proceso de tutela les asiste la legitimación para impugnar.

Es sabido que la impugnación es un derecho de raigambre


constitucional que asegura el derecho de defensa y tiene
fundamento en el principio de la doble instancia y que, según las
voces del artículo 31 del decreto 2591 de 1991, se reconoce al
Defensor del Pueblo, al peticionario, a la autoridad pública y al
representante del órgano correspondiente. Sin embargo, la Corte ha
puntualizado que aún cuando en apariencia el precepto comentado
deja sin posibilidad de recurrir al particular demandado en tutela, una
interpretación sistemática de la norma con los artículos 86, 13, 29 y
31 de la Carta, conduce a establecer que el particular, en tanto
sujeto pasivo de la acción, está legitimado para impugnar como
también lo están los terceros, pues, “el interés en la decisión judicial
viene a ser elemento relevante para configurar la legitimidad de
quien impugna, ya que sería injusto y contrario a toda lógica que el
tercero afectado con aquella, pese a no haber sido parte, tuviera que
sufrir las consecuencias negativas de la misma sin poder acudir al
superior jerárquico, en ejercicio de la impugnación, para obtener que
en el caso se examinen sus circunstancias y su situación jurídica a la
luz del derecho que aplica el juez de tutela”.18

En ciertas ocasiones en las que los jueces han negado el derecho a


impugnar a terceros con interés legítimo en el resultado del proceso,
la Corte ha decretado la nulidad de las providencias que así lo
dispusieron y a la vez ha ordenado que se le dé curso a la
impugnación, con base en consideraciones que vale la pena
transcribir:

“Observa la Sala que, si bien los impugnantes en este caso


concreto aparentemente no forman parte de los sujetos
llamados a impugnar las decisiones de tutela -artículo 31
del decreto 2591-, al existir en ellos un interés legítimo en el
recurso solicitado, toda vez que los efectos del fallo pueden
18
Cf. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia No. T-043 de 1996. M. P. Dr. José Gregorio
Hernández Galindo.
208

vulnerar derechos igualmente susceptibles de protección,


en este caso concreto y, en general, la Sala concluye que
los impugnantes si están legitimados para controvertir la
decisión.

“A esta conclusión llega la Sala después de un análisis


sistemático del decreto 2591 de 1991, por cuanto el inciso
segundo de su artículo 13, establece que todo aquel que
tenga interés legítimo en el resultado del proceso, podrá
intervenir como coadyuvante, bien del solicitante o de la
autoridad contra la que se dirige la acción correspondiente.

“De esta manera no ve la Sala cómo, sin menoscabo del


derecho de defensa y de la propia idea de justicia que
figura en el preámbulo de la Constitución, nociones éstas
que deben prevalecer aún en el trámite de tutela, pueda
negarse válidamente la impugnación solicitada por quien
demuestra que el fallo le puede vulnerar derechos, en
algunos casos fundamentales”.19

En otra ocasión afirmó la Corte:

“Esta Corte, sin embargo, estima que los impugnantes sí


estaban legitimados para atacar el fallo de primera
instancia, pues, además de haber sido expresamente
demandados, la sentencia afectó sus derechos, porque
dejó sin fuerza una orden de desalojo que los favorecía,
dictada, respecto de un inmueble, por una autoridad de
policía contra el demandante de esta tutela”.20

Así las cosas, atendiendo a los criterios reseñados y descendiendo


al caso concreto, es posible concluir que:

-La señora Aura Ligia Ramírez Ramírez tenía un interés legítimo en


el resultado del proceso de tutela, por cuanto la decisión adoptada
podía afectar, como en efecto sucedió, la orden de lanzamiento que
en favor suyo había decretado el Juzgado 38 Civil Municipal de
Santafé de Bogotá, en la sentencia que puso término al proceso de
restitución que ella adelantó en contra de Cayetano Vainilla.

-Como tercera interesada ha debido ser notificada de la iniciación del


proceso de tutela y, sin embargo no lo fue.

19
Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de marzo 8 de 1993. M.P. Dr. Jorge Arango
Mejía.
20
Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Auto de agosto 16 de 1996. M.P. Dr. Jorge Arango
Mejía. En idéntico sentido pueden consultarse los autos de julio 24 de 1996, M.P. Dr. Alejandro Martínez
Caballero; octubre 4 de 1996, M.P. Dr. Antonio Barrera Carbonell y febrero 17 de 1997, M.P. Dr. Jorge
Arango Mejía.
209

-La señora Ramírez Ramírez tenía el derecho a ser enterada de la


sentencia de tutela que afectó su situación jurídica, pues el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá dejó sin efecto la
actuación surtida en el proceso de restitución y ordenó a la
Inspección 11 C Distrital de Policía poner “fin a la ejecución de la
sentencia y a la comisión que le fuera otorgada”.

-El Tribunal, al resolver el incidente de nulidad en contra del trámite


de la notificación de la sentencia de tutela, reconoció que “el envío
de la comunicación se hizo de manera equivocada” y que ese
“desafortunado proceder (…) dejó a una de las partes agraviadas
con el fallo privada de la posibilidad de impugnar” que, de acuerdo
con lo anotado corresponde a los terceros con interés legítimo dentro
de los procesos de tutela y en este específico evento a la señora
Aura Ligia Ramírez Ramírez.

-La actuación adelantada por el Tribunal Superior del Distrito Judicial


de Santafé de Bogotá adolece de nulidad por la omisión de la
notificación del auto que avocó el conocimiento de la acción de tutela
y por no haber sido eficaz la notificación de la sentencia; en la
primera hipótesis la nulidad es saneable, mientras que en la
segunda no lo es por haberse pretermitido una instancia, debido a
que la señora Ramírez Ramírez no tuvo oportunidad para impugnar
el fallo adverso a sus legítimos intereses.

2. La solicitud de nulidad, su trámite, el principio de cosa


juzgada y el fallo de mérito en materia de tutela

Ahora bien, una vez despejadas las anteriores incógnitas aflora una
inquietud adicional que tiene que ver con el procedimiento que
terminó en la declaración de nulidad de todo lo actuado en la primera
instancia. Más arriba se apuntó que el apoderado de la señora
Ramírez Ramírez solicitó al Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santafé de Bogotá la nulidad derivada de la ineficacia de la
notificación de la sentencia y que, frente a la negativa del Tribunal a
tramitar el incidente respectivo, acudió ante la Sala de Casación Civil
y Agraria de la h. Corte Suprema de Justicia que inicialmente ordenó
al a quo darle curso al incidente que culminó en la declaración de
nulidad de la notificación. Una vez declarada la nulidad el Tribunal
procedió a concederle a la señora Ramírez Ramírez la impugnación
y llegadas de nuevo las diligencias a la Corte Suprema de Justicia, la
Corporación resolvió declarar nulo el fallo de tutela con fundamento
en que, a su juicio, el Tribunal extendió, en forma inadecuada, sus
razonamientos al proceso de restitución, siendo que ha debido
limitarse a apreciar lo concerniente a la orden de desalojo que fue el
hecho generador de la tutela. En consecuencia, la Corte ordenó
devolver el expediente al Tribunal para que “de conformidad con la
parte motiva de esta providencia, se resuelva la petición de amparo
constitucional…”.

Importa poner de manifiesto que la solicitud de nulidad fue formulada


por el apoderado de la señora Ramírez Ramírez cuando ya el
210

expediente se encontraba archivado, pues la Corte Constitucional no


seleccionó el caso para revisión. En dichas condiciones es posible,
en principio, aseverar que la sentencia proferida por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá había hecho
tránsito a cosa juzgada y que no resultaba acertado reabrir el caso y
volver a debatir lo definido, reviviendo un proceso concluido
mediante sentencia definitiva, incontrovertible e inmutable.

La propia Corte Constitucional ha advertido, de manera enfática, que


no es admisible un pronunciamiento que recaiga sobre cuestiones
debatidas y legalmente terminadas, y se ha abstenido de efectuar el
examen de materias tratadas en fallos que no habiendo sido
seleccionados para revisión están ejecutoriados, ya que “al haber
sido excluidas de revisión, las órdenes impartidas se encuentran en
firme”, no siendo viable discutir si al conceder o negar la tutela el
juez erró o acertó.21

La Sala reitera estos criterios y además recuerda que el carácter


absoluto de la cosa juzgada impide a las partes plantear nuevas
controversias por idéntica causa, hipótesis que deja a salvo las
eventualidades en que la advertencia plasmada por el juez en la
misma sentencia delimita los alcances de la cosa juzgada que no
adquiere entonces el aludido carácter absoluto, tornándose relativa
como sucede, a título de ejemplo, cuando la tutela se niega o se
otorga en atención a determinadas circunstancias que condicionan el
sentido de un fallo que “eventualmente podría ser diferente, si
sobreviniera un cambio” de esas circunstancias.22

Trátese de la cosa juzgada absoluta o de la cosa juzgada relativa, lo


cierto es que en materia de tutela la demanda tiene que concluir en
un fallo de mérito que pone fin a la acción, y que se edifica sobre el
supuesto de que el juez ha examinado todas las cuestiones
involucradas en el fondo del asunto llevado a su conocimiento, lo
que a su turno supone la previa participación de los interesados en
el proceso.

El fondo o la materia de lo que se debate comprende las relaciones y


situaciones jurídicas que se susciten a propósito del caso examinado
y que el juez tiene la obligación de considerar en su conjunto, con
miras a que los efectos vinculantes de la sentencia que pronuncie se
produzcan en relación con todos los sujetos que hayan tenido y
ejercido el derecho a participar en cada una de las etapas del
procedimiento breve y sumario, propio de la acción de tutela.

Se desatiende el sentido de la resolución material cuando el fallador,


frente a la presunta vulneración o amenaza de derechos
fundamentales, adopta una decisión aparente, limitada a los
aspectos puramente formales o en la que se aluda de modo
21
Cf. Corte Constitucional. Sala Octava de Revisión. Sentencia No. T-068 de 1997. M.P. Dr. Fabio Morón
Díaz. Véase también el auto proferido por la Sala Primera de Revisión el 4 de diciembre de 1996, con
ponencia del Magistrado Jorge Arango Mejía.
22
Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Sentencia No. T-082 de 1994. M.P. Dr. Jorge Arango
Mejía.
211

tangencial al asunto debatido, con absoluta prescindencia de toda


consideración relativa al verdadero problema de fondo, y también se
contraría ese imperativo de abordar la materia del litigio siempre que
el fallo se funde en una estimación parcial de las relaciones o
situaciones jurídicas comprometidas en el problema que el juez debe
dilucidar.

Resolver, entonces, significa desatar una controversia mediante una


resolución fija y decisiva y en relación con la totalidad de los sujetos
implicados, cada uno de los cuales ha debido tener la oportunidad
de conocer la posición de los restantes, de adoptar la propia y, en
fin, de ponerla en conocimiento del juez de quien se demanda un
pronunciamiento que toque el conjunto de aspectos deducidos
durante el trámite de la acción.

Sólo cuando se ha procurado la participación activa de todos los


interesados en la litis o en sus resultados es válido que el Estado,
por intermedio de su órgano jurisdiccional, imponga una medida o
derive una consecuencia jurídica en relación con alguno de los
llamados al proceso, de lo contrario es patente la
inconstitucionalidad de una orden que se proyecta sobre la esfera
jurídica de quien, por yerro atribuible al juez, ha visto menguadas
sus posibilidades de defensa o simplemente ha carecido de ellas.

No se compadece, entonces, con una elemental consideración de


justicia que la sentencia se adopte con fundamento en la versión del
demandante, sin tener en cuenta o sin haber buscado la del
demandado, como tampoco es apropiado que aún contando con los
argumentos del sujeto activo y del sujeto pasivo de la acción, en el
fallo únicamente se ponderen esos argumentos, pese a que la orden
impartida afecte el legítimo interés de un tercero a quien se dejó de
llamar para que hiciera valer sus derechos y pretensiones.

Con razón la Corte ha dicho que si bien es cierto que la Carta


Política autoriza al juez de tutela para dictar órdenes orientadas a
garantizar el pleno goce de los derechos vulnerados o amenazados
de quien ha solicitado su restablecimiento, “el funcionario no puede
causar agravios injustificados o amenazar derechos de terceras
personas, máxime cuando éstas no han tenido la oportunidad de
intervenir en el proceso y ejercer su derecho a la defensa, por
omisión atribuible al juez del conocimiento”.23

Al interpretar el artículo 36 del decreto 2591 de 1991, la Corte


Constitucional ha puntualizado que “las sentencias judiciales a
través de las cuales se deciden acciones de tutela, sólo tiene efecto
en relación con las partes que intervienen en el proceso”,24 de
donde se desprende que el efecto vinculante de la sentencia y su
carácter inmutable dependen de la efectiva intervención de los
interesados, de manera que si respecto de alguno de quienes deben
ser llamados se ha recortado esa participación en el proceso o se la
23
Cf. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Auto de febrero 7 de 1996. M.P. Dr. Carlos Gaviria
Díaz.
24
Cf. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia No. C-037 de 1996. M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa.
212

ha eliminado por completo, mal podría concluirse que la única opción


que le queda es resignarse a acatar lo que fue resuelto sin su
audiencia y en una sentencia que, pese a afectar su situación
jurídica, no puede controvertir porque supuestamente ha hecho
tránsito a cosa juzgada.

La Sala quiere ser enfática al afirmar que la intervención de los


terceros con interés legítimo abarca las posibilidades reales de
ejercer el derecho de defensa y las restantes garantías del debido
proceso, así como el derecho a que el juez al fallar analice su
situación y exponga los motivos que le asisten para afectar su
interés.

Cuando lo anterior no ocurre, la fuerza de la cosa juzgada no puede


extenderse a las determinaciones huérfanas de todo sustento
procesal o carentes de motivación y respecto de las cuales, con
indudable violación del debido proceso, se haya omitido el debate;
entender lo contrario comportaría tener por decidido, en contra de la
verdad procesal, lo que ni siquiera fue objeto de consideración y
entrañaría la resignación del papel preponderante que el
Constituyente confió a los jueces al encargarlos de la defensa de los
derechos constitucionales fundamentales.

Ni siquiera podría afirmarse que en los comentados eventos la cosa


juzgada es relativa, puesto que en los casos en que así sucede el
juez falla de fondo y por ello, luego de oír a los implicados, estima el
conjunto de los aspectos que conforman el caso, salvo que por una
decisión fundamentada circunscribe su análisis a ciertos aspectos,
previendo la posibilidad de nuevo debate sobre aquello que, por las
razones plasmadas en la sentencia, no consideró; mientras que de
lo que aquí se trata es de la ignorancia total respecto de la situación
jurídica de un tercero que, pese a no haber sido notificado del trámite
de la acción de tutela, es afectado por la sentencia que tampoco se
le notificó en su oportunidad.

Esa actuación sesgada del juez en realidad no le permite apreciar el


fondo del asunto en su real dimensión y lo conduce a adoptar una
decisión con base en supuestos fácticos y jurídicos incompletos,
porque una cosa es la posición de las partes juzgada en sí misma y
otra, por entero diversa, la situación de esas partes apreciada junto
con la posición de los terceros con interés legítimo en el proceso; de
ahí que el desconocimiento de los derechos de los terceros, por
contera afecte la posición del protegido con la orden de amparo,
pues su situación favorable es endeble en la medida en que le
reporta los beneficios de un procedimiento en el que sus argumentos
y sus pruebas no pudieron ser controvertidos por quien tenía el
derecho de controvertirlos.

Ese inadecuado beneficio quebranta ostensiblemente el necesario


equilibrio que debe existir entre quienes tienen el derecho de
concurrir a la actuación y, fuera del debido proceso, conculca los
derechos fundamentales a la igualdad y al acceso a la
213

administración de justicia, y constituye razón de más para concluir


que la decisión adoptada al término del trámite irregular de la acción
de tutela no está cubierta por la fuerza jurídica que la haga
inmodificable.

Así pues, en guarda de la prevalencia del derecho sustancial, el


mecanismo adecuado para restablecer ese equilibrio roto es la
solicitud de nulidad, enderezada a que la actuación judicial vuelva a
surtirse con la cabal observancia de las garantías procesales, en
especial del derecho de defensa, y en favor de las partes y demás
interesados.

La nulidad podrá, entonces, proponerse ante el juez del


conocimiento y requiere ser planteada por quien a más de demostrar
su interés legítimo en el resultado del proceso compruebe que el
trámite impartido a la acción de tutela se adelantó sin su audiencia,
que a causa de esa omisión del funcionario judicial la sentencia de
tutela afecta su situación jurídica o le irroga perjuicio y que no cuenta
con medios judiciales diferentes a la solicitud de nulidad.

De la aplicación de los criterios esbozados al asunto que ocupa la


atención de la Sala, emerge con claridad lo siguiente:

-La sentencia de tutela que afectó la situación jurídica de la señora


Aura Ligia Ramírez Ramírez se produjo dentro de un proceso en el
que por error del juez ella estuvo ausente. En tales circunstancias el
juez no apreció en forma adecuada el fondo del asunto, que en este
caso también comprende la posición de la señora Ramírez Ramírez
en cuanto tercera con legítimo interés.

-Por cuanto no se contó con su participación durante el trámite de la


acción de tutela, la sentencia no podía tener efecto vinculante frente
a la señora Ramirez Ramírez.

-Consecuencia de lo anterior es que los peticionarios de la tutela


obtuvieron un fallo favorable a sus pretensiones, pero construido
sobre una indebida ventaja ya que sus alegatos y sus pruebas no
pudieron ser contradichos por la señora Ramírez Ramírez, quien
tenía derecho a hacerlo.

-Para restablecer el equilibrio procesal quebrantado a la señora


Ramírez Ramírez no le quedaba opción diferente a pedir la nulidad,
ya que esta no podía ser declarada por la Corte Constitucional, pues
el caso no fue seleccionado para revisión.

-Actuó correctamente la Corte Suprema de Justicia al ordenarle al


Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá darle
curso al incidente de nulidad con fundamento en las normas
aplicables del Código de Procedimiento Civil, y también fue acertada
su decisión en el sentido de que la nulidad no afectaba tan sólo la
notificación de la sentencia sino también a la sentencia misma, por lo
cual ordenó al Tribunal volver a tramitar el asunto.
214

3. El problema de fondo

En las condiciones anotadas es nítido que la sentencia de octubre 4


de 1995, mediante la cual el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santafé de Bogotá concedió el amparo deprecado por los
peticionarios, es nula; por consiguiente la revisión que atañe a esta
Sala de la Corte Constitucional recae sobre la sentencia que al fallar
de nuevo la acción, profirió el Tribunal el 16 de octubre de 1996,
negando la protección pedida y sobre la sentencia que, en segunda
instancia, dictó la Corte Suprema de Justicia confirmando la de
primer grado, el 3 de diciembre de 1996.

Constituye uno de los presupuestos esenciales de la acción de tutela


que la titularidad de los derechos cuya protección se reclama
mediante su ejercicio esté definida en cabeza de los peticionarios,
pues la finalidad de ese procedimiento breve y sumario es la de
establecer si se presenta o no la vulneración o la amenaza aducida
para emitir, en caso afirmativo, una orden enderezada a que la
autoridad o el particular incurso en la violación o en la amenaza
actúe o se abstenga.

No está comprendida dentro del objeto del mecanismo de


protección, que el Constituyente plasmó en el artículo 86 de la Carta
Política, la posibilidad de su utilización para ventilar discusiones
acerca de la titularidad o de la existencia de los derechos que se
invocan, sino que la vocación protectora de la tutela parte
precisamente de la certeza acerca de que el derecho que se aduce
concierne a quien pide su amparo. La acción de tutela, entonces, no
es declarativa de derechos y se dirige “no a la discusión jurídica sino
al hecho (acción u omisión), concreto, irrefragable de
desconocimiento del derecho fundamental”.25

Son pertinentes las precedentes consideraciones para el estudio del


caso que ahora ocupa la atención de la Sala y en el que los actores
solicitan la protección del “derecho de propiedad sobre mejoras de
viviendas de interés social”, pues lo que arrojan los elementos
probatorios obrantes en autos es la incertidumbre acerca de un
pretendido derecho que no se sabe a ciencia cierta si está radicado
o no en cabeza de los peticionarios, no siendo la acción de tutela el
procedimiento adecuado para resolver cuáles son las mejoras y a
quienes, en el supuesto de existir, cabría reconocerles su titularidad.

Otro de los presupuestos que contribuyen a definir el ámbito de


operancia de la acción de tutela es la naturaleza fundamental de los
derechos por ella protegidos. Aún si se admitiera la incuestionable
titularidad del derecho alegado, para la Sala es claro que un reclamo
referente a mejoras no ubica la cuestión en el campo de los
derechos constitucionales fundamentales y que si de la propiedad se
trata, tiene bien decantado la jurisprudencia que la índole
fundamental del derecho únicamente se consolida en las hipótesis
25
Cf. Corte Constitucional. Sentencia No. T-008 de 1992. M.P. Dr. Fabio Morón Díaz.
215

en que su desconocimiento acarree vulneración o amenaza del


derecho a la vida, de la igualdad o de la dignidad humana,
condiciones que no están demostradas en la presente causa.26

Es más, si se tuviera por cierto el carácter fundamental del derecho


invocado, el otorgamiento del amparo no surgiría de manera
automática, pues es suficientemente conocido que la protección de
los derechos constitucionales fundamentales también puede ser
lograda merced a la operancia de los mecanismos procesales
ordinarios y que la acción de tutela es un medio extraordinario, al
cual sólo es viable acudir a falta de otros medios judiciales de
defensa.

Consta en el expediente que la situación de los peticionarios fue


ventilada en el incidente de oposición que presentaron durante la
diligencia de lanzamiento, arguyendo “ser propietarios de posesión y
mejoras de los inmuebles”, oposición que fue negada por el Juzgado
38 Civil Municipal de Santafé de Bogotá, bajo el entendido de que
“los opositores no probaron por medios idóneos y a plenitud la
posesión alegada…”.

Pese a lo anterior, como con acierto lo destaca la Corte Suprema de


Justicia, los mismos peticionarios manifiestan tener a su disposición
la acción de prescripción adquisitiva de vivienda de interés social
prevista en los artículos 51 y 79 de la ley 9ª de 1989, fuera de lo cual
“tienen adicionalmente a su haber las acciones ordinarias para
reclamar de quienes adquirieron el derecho que dicen tener
(propiedad) y cuya protección suplican, del mismo modo que para
impetrar la protección indemnizatoria a que hubiere lugar por los
perjuicios eventualmente sufridos”.

No estando involucrados derechos constitucionales fundamentales


no es posible conceder el amparo pedido, ni siquiera en la
modalidad de mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable que tampoco se avizora.

En relación con el derecho fundamental al debido proceso que el


Tribunal amparó inicialmente, basándose en que a su juicio el
proceso de restitución que cursó ante el Juzgado 38 Civil Municipal
de Bogotá, estaba afectado por nulidad, reitera la Sala que, de haber
existido alguna de las causales de nulidad, “es claro que ellas
habrían debido proponerse, debatirse y decidirse en el mismo
proceso en que se daban y no en el proceso de tutela. En ninguna
norma se establece que las partes en los procesos civiles puedan, a
su antojo, proponer las posibles nulidades procesales en el proceso
de tutela. Aceptar tan singular teoría implicaría establecer el
desorden en los procesos civiles, y arrebatar a los jueces
competentes su facultad de tramitar y dirigir el proceso. Y peor aún
sería si tal posibilidad se consagra en favor de quienes no son parte
en el proceso”.27
Cf. Corte Constitucional. Sentencia No. T-506 de 1992. M.P. Dr. Ciro Angarita Barón.
26
27
Cf. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Sentencia No. T-169 de 1997. M.P. Dr. Jorge Arango
Mejía.
216

Finalmente, cabe acotar que la petición de suspender la aplicación


de providencias dictadas por un juez en un proceso diferente a la
acción de tutela, comportaría hacer de ésta un medio alternativo.

III.DECISION

En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional, Sala Octava de


Revisión, administrando justicia en nombre del Pueblo y por
mandato de la Constitución,

RESUELVE:

Primero. CONFIRMAR la sentencia proferida por la H. Corte


Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil y Agraria, el 3 de
diciembre de 1996, que a su vez confirmó el fallo de 16 de octubre
de 1996, proferido por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santafé de Bogotá, Sala de Decisión Civil .

Segundo. LIBRENSE, por Secretaría, las comunicaciones de que


trata el artículo 36 del decreto 2591 de 1991, para los efectos allí
contemplados.

Cópiese, comuníquese, notifíquese, cúmplase e insértese en la


Gaceta de la Corte Constitucional.

FABIO MORON DIAZ


Magistrado Ponente

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

JORGE ARANGO MEJIA


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
217

NULIDAD INSANEABLE POR INCORRECTA NOTIFICACIÓN-Auto


005/97

NULIDAD POR FALTA DE NOTIFICACION DE TUTELA-


Iniciación de la acción

El demandado no fue notificado de la iniciación de la acción de


tutela, circunstancia que origina una nulidad saneable.

NULIDAD INSANEABLE POR INCORRECTA NOTIFICACION

Teniendo en cuenta que no se demuestra en el expediente que el


actor hubiera sido notificado en debida forma del fallo de tutela, toda
vez que sólo obra un telegrama dirigido a él, sin constancia de haber
sido entregado, se advertirá al Juzgado que de no probar la correcta
notificación, se decretará la nulidad insaneable de lo actuado en la
presente acción, a partir del fallo.

Referencia: Expediente T-113197

Actor: José Nilo Hernández

Procedencia: Juzgado Segundo


Laboral del Circuito de Palmira

Magistrado Ponente:
Dr. JORGE ARANGO MEJIA

Auto aprobado el veintiuno (21) de febrero de mil novecientos noventa


y siete (1997).

En el presente asunto, el actor interpuso acción de tutela en contra de


la Jefatura de Recursos Humanos del Municipio de Palmira, por
presunta violación del derecho fundamental de petición.

El Juzgado Segundo Laboral del Circuito de Palmira, mediante


providencia del cuatro (4) de octubre de mil novecientos noventa y seis
(1996), rechazó por improcedente la acción de tutela impetrada, por
considerar que el actor contaba con otro medio de defensa judicial para
obtener lo pretendido.

Observa la Sala, que el demandado no fue notificado de la iniciación de


la acción de tutela, circunstancia que origina una nulidad saneable.

Siendo saneable la nulidad originada en la falta de notificación del auto


que admitió la demanda de tutela, la Corte, en defensa del derecho al
debido proceso, dará cumplimiento al artículo 145 del Código de
Procedimiento Civil, que ordena:
218

“En cualquier estado del proceso antes de dictar sentencia, el juez


deberá declarar de oficio las nulidades insaneables que observe.
Si la nulidad fuere saneable ordenará ponerla en conocimiento de
la parte afectada por auto que se le notificará como se indica en
los numerales 1 y 2 del artículo 320. Si dentro de los tres días
siguientes al de notificación, dicha parte no alega la nulidad, ésta
quedará saneada, y el proceso continuará su curso; en caso
contrario, el juez la declarará” (subrayado fuera de texto)

Además, teniendo en cuenta que no se demuestra en el expediente


que el actor hubiera sido notificado en debida forma del fallo de tutela,
toda vez que sólo obra un telegrama dirigido a él, sin constancia de
haber sido entregado, se advertirá al Juzgado que de no probar la
correcta notificación, se decretará la nulidad insaneable de lo actuado
en la presente acción, a partir del fallo, conforme al artículo 140,
numeral 3o., del Código de Procedimiento Civil.

Con base en lo expuesto, la Sala Primera de Revisión

RESUELVE:

Primero: PONER EN CONOCIMIENTO del demandado, la nulidad


saneable derivada del hecho de no haber sido notificado del auto
que admitió la tutela, para que, si a bien lo tiene, la alegue dentro de
los tres (3) días siguientes a la notificación de este auto, advirtiéndole
que si no lo hace, quedará saneada y el proceso continuará su curso.
Para este efecto, COMISIONASE al Juzgado Segundo Laboral del
Circuito de Palmira.

Segundo: ADVIERTASE al Juzgado Segundo Laboral del Circuito de


Palmira, que en caso de no demostrar la debida notificación del fallo de
tutela al actor, para lo que se le otorgará un término de cinco (5) días,
posteriores a la notificación de esta providencia, se declarará la nulidad
insaneable de lo actuado a partir del fallo.

Comuníquese, notifíquese y cúmplase.

JORGE ARANGO MEJIA


Magistrado Ponente

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Magistrado

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
219

NULIDAD INSANEABLE POR PRETERMICION DE INSTANCIA –


Legitimación para impugnar -Auto 002/98

IMPUGNACION FALLO DE TUTELA-Legitimación para


impugnar

NULIDAD INSANEABLE POR PRETERMISION DE


INSTANCIA-Legitimación para impugnar

Referencia: Expediente T-142106

Peticionario: Alberto Enrique Torres Palis

Magistrado Ponente:
Dr. ANTONIO BARRERA CARBONELL

Santafé de Bogotá, D.C., enero dieciseis (16) de mil novecientos noventa


y ocho (1998).

La Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por


los Magistrados ANTONIO BARRERA CARBONELL, EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ y CARLOS GAVIRIA DIAZ, procede a revisar el
fallo proferido por el Juzgado Segundo Promiscuo Municipal de San
Andrés, Islas, en la tutela instaurada por el señor Alberto Enrique Torres
Palis contra la Gobernación del Departamento Archipiélago de San
Andrés, Providencia y Santa Catalina, según la competencia de que es
titular de conformidad con lo establecido en los artículos 86 y 241-9 de la
Constitución Política y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991.

I. CONSIDERACIONES.

Al revisar el expediente la Sala observa:

El Juzgado Segundo Promiscuo Municipal de San Andrés, Islas,


mediante fallo del cinco (5) de agosto de 1997, concedió la tutela en
cuestión, decisión que fue notificada al señor Gobernador del
Departamento Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina
el dia 6 de agosto e impugnada el 12 del mismo mes por la doctora
Susana Licona Forbes, Directora de Planeación Departamental, en su
condición de apoderada del Gobernador, según poder legalmente
conferido.

El 13 de agosto de 1997, el Juzgado Segundo Promiscuo Municipal de


San Andrés, Islas, denegó el recurso de apelación interpuesto contra la
sentencia calendada el 5 del mismo mes y año, que le fue desfavorable a
220

la Gobernación. El Juzgado consideró que los empleados públicos que


tengan la calidad de abogados no pueden impugnar los fallos de tutela
que se profieran en contra de la administración departamental porque
estarían ejerciendo ilegalmente la abogacía, en consecuencia, la
apoderada del señor Gobernador no podía, impugnar el fallo por carecer
de legitimación para actuar.

La Corte, estima equivocada la apreciación del juzgado por las siguientes


razones:

El Gobernador es el representante legal del departamento, entidad


demanda, y como tal podía impugnar el fallo directamente o por medio de
apoderado, de conformidad con el artículo 31, inciso 1º, del decreto 2591
de 1991.

Los empleados públicos que tengan la calidad de abogados pueden


representar legalmente a la entidad a la cual prestan sus servicios.

En consecuencia, la Sala garantizará los derechos fundamentales de los


impugnantes al debido proceso y a la defensa, declarando la nulidad del
auto de fecha agosto 13 de 1997, del Juzgado Segundo Promiscuo
Municipal de San Andrés, Islas, que negó por falta de legitimación de la
apoderada del señor gobernador del Departamento Archipiélago de San
Andrés, Providencia y Santa Catalina, la impugnación interpuesta contra
el fallo del 5 de agosto de 1997. En efecto, la anomalía advertida en el
presente caso, configura una de las causales de nulidad insaneable
contempladas en el numeral 3º. del artículo 140 del Código de
Procedimiento Civil, modificado por el decreto 2282 de 1989, artículo 1º.,
numeral 80, por la pretermisión íntegra de la segunda instancia del
presente proceso de tutela.

IV. DECISION.

En mérito de lo expuesto la Sala Segunda de Revisión de la Corte


Constitucional,

RESUELVE:

Primero: DECRETAR la nulidad del auto de fecha agosto 13 de 1997,


del Juzgado Segundo Promiscuo Municipal de San Andrés, Islas, que
negó la apelación interpuesta y ordenó la remisión del expediente a la
Corte Constitucional, lo mismo que de toda la actuación posterior.

Segundo: ORDENAR que por la Secretaría General se devuelva el


expediente de la referencia al Juzgado Segundo Promiscuo Municipal de
San Andrés, Islas, para que se dé el trámite correspondiente a la
impugnación presentada.
221

Tercero: Surtida la segunda instancia, remítase el expediente a la Corte


Constitucional para su eventual revisión, tal como lo ordenan los artículos
86 de la Constitución y 32, inciso 2º. , del Decreto 2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte


Constitucional y cúmplase.

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Magistrado Ponente

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado

CARLOS GAVIRIA DIAZ


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
222

NULIDAD POR FALTA DE COMPETENCIA-Sentencia No. T-411/95

NULIDAD POR FALTA DE COMPETENCIA

El criterio con que conoce un juez de tutela competente es "a


prevención", lo que indica que se excluye del conocimiento del asunto
a los demás jueces aptos para resolverlo, cuando otro juzgador se ha
anticipado en su conocimiento. Se concluyó que la competencia debía
recaer en el Juzgado del lugar de la violación o amenaza del derecho
vulnerado, por estimarse que la perturbación del derecho ocurre
precisamente en el lugar donde "la persona es reconocida por la
colectividad y donde necesariamente tiene la buena o la mala fama que
la acredita", y que en el caso de la demandante es en la ciudad de
Bucaramanga por ser allí el asiento principal de sus negocios, el sitio
donde vive, y la zona en donde se adelantó el proceso ejecutivo en su
contra; razón por la cual esta Corte definió como competente para
resolver, al Juez de esa ciudad, a quien correspondió inicialmente el
análisis de los hechos de esta acción de tutela y a quien fue remitido
nuevamente el expediente, para su resolución en primera instancia y
tramitación de la impugnación, si era del caso.

DERECHO A LA HONRA-Mérito/DERECHO AL BUEN


NOMBRE-Mérito

Esta Corte ha sostenido, que los derechos al buen nombre y a la honra


son derechos que se ganan de acuerdo a las acciones realizadas por
el individuo, sea que en virtud de ellas pueda gozar del respeto y
admiración de la colectividad como consecuencia de su conducta
intachable, o sea que, por el contrario, carezca de tal imagen y
prestigio, en razón a su indebido comportamiento social. En este
último caso difícilmente se puede considerar violado el derecho a la
honra de una persona, cuando es ella misma quien le ha imprimido el
desvalor a sus conductas y ha perturbado su imagen ante la
colectividad.

DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-


Naturaleza

El derecho a la intimidad es un derecho personalísimo, según


inspiración constitucional relativa a la dignidad humana, que debe ser
tutelado cuando, por la acción de terceros, se produce una intromisión
indebida en el ámbito personal o familiar del sujeto que conlleva la
revelación de asuntos privados, el empleo de su imagen o de su
nombre, o la perturbación de sus afectos o asuntos más particulares e
íntimos relativos a su sexualidad o salud, con o sin divulgación en los
medios de comunicación.

DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-


Información comercial
223

aspectos relativos al cumplimiento de las obligaciones con


establecimientos de crédito y con el comercio, que tradicionalmente
fueron protegidos con reserva frente a terceros por ser aparentemente
información no relevante para la comunidad, hoy en día no forman
parte en estricto sentido del fuero íntimo de una persona, cuando
necesariamente acarrean implicaciones sociales que deben ser
conocidas por los demás en aras de proteger el interés general de la
colectividad y minimizar al máximo los riesgos inherentes a toda
actividad económica concebida como de interés público. Para precisar,
las actividades entendidas como de interés público son aquellas que
hacen referencia estrictamente a la actividad financiera, bursátil,
aseguradora y cualquier otra relacionada con el manejo,
aprovechamiento e inversión de los recursos captados del público. Las
relaciones comerciales que no tienen las anteriores características no
se incluyen en este grupo. No es violatorio del derecho a la intimidad la
divulgación de la situación financiera o crediticia de una persona
dentro del término de caducidad de los datos permitido por la
jurisprudencia, cuando ésta es veraz, completa, legalmente obtenida,
y es publicada o dada a conocer mediante canales o medios que no
lesionen los derechos protegidos por el ordenamiento jurídico. A juicio
de ésta Corte tales canales o medios de difusión son aquellos que
permiten un acceso restringido a esos conocimientos financieros, y
constituyen una esfera cerrada, con un interés cierto y legítimo en ese
tipo de información.

DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Base de


datos

La información que en las Bases de Datos se maneja debe ser, para


no menoscabar los derechos al buen nombre, honra e intimidad de las
personas, veraz, imparcial, obtenida en forma legítima o por medios
lícitos y debe ser susceptible a ser rectificada, conocida y actualizada,
respetando por supuesto la caducidad del dato, o el tiempo legalmente
permitido para que la información comercial de una persona se
encuentre en pantalla.

DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Deudor


moroso/LISTA DE DEUDORES MOROSOS/CONJUNTO
RESIDENCIAL-Deudor Moroso

Tales publicaciones no menoscaban el derecho a la intimidad de los


individuos porque la información que se desprende de esos
comunicados tiene relevancia económica para los demás miembros
del conjunto, quienes por formar parte de una comunidad tienen
derecho a conocer la situación financiera de la misma. Igualmente se
consideró que la situación no era violatoria del derecho a la intimidad,
en razón a que "la citada lista no fue divulgada al público en general
sino que se circunscribió a los habitantes del edificio, quienes
evidentemente tenían interés en conocer los nombres de aquellos
que, en perjuicio de la comunidad, venían incumpliendo sus
obligaciones para con ella."
224

JUSTICIA POR PROPIA MANO

Quien actúa mediante procedimientos coercitivos o de presión fuera


de los dispuestos por la jurisdicción, con el fin de obtener el
resarcimiento de sus perjuicios o la obtención de sus derechos, actúa
de forma arbitraria, abusa y por consiguiente sus actos resultan
inválidos e ilícitos a la luz del ordenamiento jurídico. No se puede
recurrir a la presión en contra de un deudor para obtener el pago de
las deudas ya que para ello existen canales plenamente establecidos y
de amplio conocimiento por parte de los juristas, que permiten
obtener el cumplimiento de obligaciones comerciales sin menoscabar
derechos fundamentales. Si estos canales no se utilizan o si
utilizándolos se presiona al deudor para que por medio de conductos
ajenos a la ley cumpla sus obligaciones, nos encontramos ante un
constreñimiento inaceptable, que bajo ningún aspecto puede ser
tolerado por la jurisdicción constitucional.

ACCION DE TUTELA CONTRA PARTICULARES-Aviso en


prensa/INDEFENSION-Deudor moroso

La accionante sostiene que la manifestación pública de su condición de


deudora en el diario de mayor circulación en el país, la coloca en
situación de indefensión frente a la acción del particular, ya que en
primera instancia no se contó con su consentimiento y, en segundo
lugar, fue sorprendida por esa reiterada actuación sin que pudiere
esgrimir medios adecuados de defensa que permitieran desvirtuar o
justificar en el mismo sentido, su condición de deudora. Resulta
evidente la situación de indefensión de la demandante frente al
particular, ya que se utilizaron canales extralegales muy poderosos
para esgrimir su situación, que no permiten una fácil confrontación
entre las partes y por el contrario pueden generar perjuicios superiores
a los hechos que motivaron la publicación.

MEDIOS DE COMUNICACION-Responsabilidad

La publicación de avisos pagados por terceros en la prensa, cuando


estos son ciertos, veraces y exactos, no comprometen de ningún modo
al medio informativo. Sin embargo, si la información desconoce esos
principios, "y afecta en concreto los derechos enunciados de la
persona mediante una comunicación, anuncio o aviso que no sea
cierto, real, veraz o sea inexacto o erróneo, el medio de comunicación
estará en la obligación de rectificar el aviso correspondiente", en razón
al ineludible deber que tiene tales medios de garantizar la protección de
los derechos fundamentales de los ciudadanos, paralelamente al
ejercicio de su libertad de prensa.

DERECHO A LA HONRA-Aviso en prensa

No ha habido violación alguna del derecho a la honra de la


accionante, teniendo en cuenta que el contenido reseñado en los
avisos de prensa solo describe una situación verídica de
225

incumplimiento de obligaciones mercantiles de la demandante, sin


hacer alusiones deshonrosas o descorteses en contra de ella. El
derecho a la honra exige como presupuesto indispensable el mérito de
quien lo alega, fundamentado en un estricto cumplimiento de los
deberes con el prójimo y respecto de si mismo, ya que la veracidad
afecta el calificativo de este derecho.

DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Aviso en


prensa

La presunta violación del derecho a la intimidad, exige un análisis


circunscrito al tema que motivó esta tutela: un aviso de citación a
pagar una deuda. Este tema, no es exclusivo de la solicitante; no es
de la reserva de ella consigo misma, ni tiene que ver con las
relaciones de la peticionaria con su familia. Obedece a relaciones de
índole comercial que escapan entonces a la protección de la intimidad
porque se tratan de relaciones comerciales al bien jurídico que se
protege con ese derecho, dentro del cual hay una zona de reserva
donde la persona solo comparte tal espacio con un núcleo muy
cercano a ella, el familiar. Por esta razón, la veracidad de la
información no deshace el derecho a proteger la intimidad, salvo el
caso de quien está sometido a la opinión pública. Pero en presente
caso, no se afecta la intimidad dentro del contexto señalado.

DERECHO AL BUEN NOMBRE-Aviso en prensa

Manifestar públicamente en el diario de más alta circulación en el país


la condición de deudora de la demandante, sin permitirle recurrir a
mecanismos de defensa idóneos para lograr su desagravio, lesiona de
manera fehaciente el derecho fundamental de la señora al buen
nombre, que en otras circunstancias no sería el vulnerado,
precisamente porque la divulgación de la situación comercial entre
particulares trascendió a un ámbito general de conocimiento público e
indiscriminado, que permitió tergiversar con ello necesariamente la
imagen pública de la peticionaria. La divulgación de la condición
comercial de una persona, cuando no obedece a razones legales o a
un interés claro de orden público, en la prensa o en cualquier medio
de información dirigido por naturaleza a un grupo ilimitado e
indiscriminado de personas, constituye un claro agravio en contra de
su buen nombre, ya que esas condiciones financieras no tienen por
qué ser conocidas por toda la sociedad. De lo anterior se desprende
que el representante legal de la Fábrica de Ropa y su apoderado,
vulneraron claramente el derecho al buen nombre de la solicitante,
extralimitándose en las facultades que tenían como acreedores para el
cobro de una deuda comercial.

DERECHO A LA HONRA Y AL BUEN NOMBRE-Diferencias

La explicación para distinguir el buen nombre de la honra se da


especialmente en la dimensión donde es útil el concepto de buen
nombre: en las relaciones comerciales, desde que no estén dentro de
226

las actividades del art. 335 de la constitución política. Todo lo demás


queda bajo la protección de la honra.

INDEMNIZACION DE PERJUICIOS-Vía ordinaria

La accionante posee otro medio judicial suficientemente idóneo para


obtener la indemnización, como es la acción de responsabilidad Civil
extracontractual ante la jurisdicción civil ordinaria. La vía ordinaria de
responsabilidad civil extracontractual, es el mecanismo apropiado para
obtener la indemnización de perjuicios.

REF: EXPEDIENTE No T-49272

ACTOR: Rosa Eugenia Serpa Rueda.

PROCEDENCIA: Tribunal Superior


de Bucaramanga.

TEMAS:
- Derecho al Buen Nombre.
- Derecho a la intimidad y su
relación con la
Información comercial.
- Competencia para indemnización
de perjuicios.
MAGISTRADO PONENTE:
ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO.

Santa Fé de Bogotá, D.C trece (13) de septiembre de mil


novecientos noventa y cinco (1995).

La Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por


los Magistrados Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y
Vladimiro Naranjo Mesa, ha pronunciado la siguiente

SENTENCIA

En el proceso de tutela identificado con el número de radicación T-


49272, cuyo expediente llegó a la Corte Constitucional por remisión que
hizo el Tribunal Superior de Bucaramanga, de acuerdo a lo ordenado
por el artículo 31 del decreto 2591 de 1991.

I ANTECEDENTES

Con base en los artículos 86 de la Carta Política y 33 del decreto 2591


de 1991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte
Constitucional escogió, para efectos de su revisión, la acción de tutela
T- 49272, que fue asignada por reparto a la presente Sala de Revisión.
227

Una vez estudiada la acción de la referencia, esta Sala de la Corte


Constitucional profirió auto el 21 de marzo de 1995, mediante el cual
se declaró la nulidad de todo lo actuado en primera y segunda instancia
ante el Juez 7o Civil del Circuito de Cali y ante el Tribunal Superior de
la misma ciudad, por vicios de competencia. Se estimó que el lugar
de la violación o amenaza del derecho al buen nombre y a la honra
alegados por la accionante, ocurrió en la ciudad de Bucaramanga
y no en Cali, como había considerado equivocadamente el Juez 5o
Civil del Circuito de Bucaramanga a quien correspondió conocer
inicialmente de la presente acción y quien por razones de
competencia, remitió el expediente a Cali.

En consecuencia, a través de la Secretaría General de la Corte


Constitucional se devolvió el expediente al Juez 5o Civil del Circuito
de Bucaramanga, para que ante tal despacho se surtieran de nuevo los
trámites de notificación a los intervinientes, resolución del proceso en
primera instancia y tramitación de la impugnación si era del caso, tal
como se ordenó en el auto del 21 de marzo de 1995. Agotadas las
diligencias anteriores ante el Juez 5o Civil del Circuito y ante el Tribunal
Superior de Bucaramanga, regresó el expediente a esta Sala de
Revisión para definir la tutela objeto de revisión.

1. SOLICITUD

La señora Rosa Eugenia Serpa de Rueda presentó ante el Juez Civil


del Circuito de Bucaramanga, acción de tutela contra la Fábrica de
Ropa el As y contra el apoderado de la misma, doctor Carlos Martinez
Mantilla, por considerar vulnerados sus derechos fundamentales al
buen nombre, a la intimidad familiar y personal, a la honra, al debido
proceso y al juez natural, con base en los siguientes hechos:

a) La accionante contrajo una deuda con la Fábrica de Ropa el As por


concepto de suministro de mercancías, que asciende a la suma de $
1.455.244 pesos, garantizados mediante las facturas cambiarias No
1930 del 16 de junio de 1993 por valor de $854.525 pesos; No 1940
del 16 de junio del mismo año, por $ 466.169 pesos y la número
2012 del 1o de julio de 1993 por $ 134.550 pesos; facturas que no
habían sido canceladas al presentarse la tutela.

b) Manifiesta que por dificultades económicas, no ha podido cumplir


las obligaciones contraídas, pero ha estado dispuesta a hacerlo en la
medida de sus capacidades, a pesar de que el acreedor se ha
mostrado intransigente en concertar fórmulas de pago.

c) Sostiene que presumiblemente, con el objeto de enlodar el nombre


de su familia o el de su hermano Horacio Serpa, la empresa
demandada incurrió en constreñimiento público para obligarla a
realizar el pago de la deuda, teniendo en cuenta que adelantó en forma
228

arbitraria en tres oportunidades - los días 3, 17, y 31 de julio de 1994-,


la publicación de avisos resaltados en el periódico el Tiempo, que
presentan el siguiente contenido:

"ROSA EUGENIA SERPA DUARTE


Favor presentarse a pagar deuda pendiente
Fábrica de Ropa el As donde el doctor
CARLOS MARTINEZ MANTILLA, carrera 12
No 34 - 47, Oficina 506, Tel. 30 - 71 - 61,
Bucaramanga".

d) A juicio de la petente la circunstancia mencionada la coloca en


evidente situación de indefensión, ya que ante un cobro extraproceso,
no puede ejercer el derecho de defensa ni las garantías que consagra
el ordenamiento jurídico para proteger sus derechos a la intimidad
familiar y propia, a la honra y al buen nombre, presuntamente
vulnerados por la entidad demandada.

e) Solicita que se le conceda la acción de tutela respecto a sus


derechos constitucionales lesionados; que se ordene en abstracto, la
indemnización del daño que le ha sido causado por los accionados, y
que se compulsen copias con destino a la autoridad competente, para
que se investigue la violación de la ley 23 de 1991.

En el expediente de Tutela obran como pruebas:


-Los textos publicados en el periódico el Tiempo los días 3, 17 y 31 de
julio de 1994.
-Las copias de las facturas cambiarias firmadas, y de las remesas
terrestres de entrega de las mercancías.
-Copia de la orden de publicación nacional del aviso clasificado en el
diario el Tiempo, adelantada por el representante legal de la fábrica
de el As, Dr. Simón Seselovsky.
-Base de Datos de Acolmoda, en donde figura la demandante.
-Testimonios de la parte demandada.

2. DECISIONES JUDICIALES ANTERIORES

Correspondió el conocimiento de la tutela de la referencia al Juzgado


5o Civil del Circuito de Bucaramanga, que mediante providencia del 12
de agosto de 1994, decidió abstenerse de proseguir con el estudio de
tal acción, en razón de la competencia. En efecto, señaló el fallador,
que de acuerdo con el primer inciso del artículo 37 del decreto 2591 de
1991, son competentes a prevención, "los jueces o tribunales con
jurisdicción en el lugar donde ocurriere la violación o la amenaza que
motivare la presentación de la solicitud". Sostuvo, por consiguiente,
que no era competente para seguir examinando ésta acción,
teniendo en cuenta que la violación que se pregona ocurrió "en la
229

ciudad de Cali, donde el representante de la persona jurídica


acreedora, elaboró y mandó publicar el aviso que aparece en las
ediciones del 3, 17 y 31 de julio de 1994".

El expediente fue enviado entonces, a los juzgados correspondientes


en Cali, y por reparto, fue asignado al Juez Séptimo Civil del Circuito
de esa ciudad, quien avocó conocimiento.

Dentro del término, la apoderada judicial de la sociedad Fábrica de


Ropa el As Ltda, presentó memorial explicando la forma en que la
tutelante, Rosa Eugenia Serpa, respaldó sus compromisos con la
empresa, mediante tres cheques del Banco Unión Colombiano que no
fueron pagados al cobro por insuficiencia de fondos. Manifiesta, que
insistentemente se le solicitó a la demandante la cancelación de los
valores debidos "mediante llamadas telefónicas y requerimientos, a la
única dirección conocida de la Señora"; situación que obligó a la
empresa, ante el silencio de la accionante, a conferirle poder al Dr.
Carlos Martínez Mantilla para que por los trámites del proceso
ejecutivo, obtuviera el cobro del crédito; proceso que actualmente
cursa en el Juzgado 4o Civil Municipal de Bucaramanga ". Sin
embargo, precisa la apoderada, que al llegar a la fecha del secuestro
de bienes se descubrió que la "deudora había cerrado el lugar de
trabajo, pues en dicho lugar se encontraba otra persona con otro
establecimiento de comercio y la ejecutada no había dejado tras de sí
información alguna de su ubicación; simplemente al parecer se había
trasladado a otra ciudad a vivir y a trabajar". En consecuencia, explica
que el único mecanismo que les restaba para poder determinar la
ubicación exacta de la demandante era la publicación de un aviso,
como el que se divulgó, para determinar el paradero de la misma.

Mediante sentencia del veinticuatro (24) de agosto de 1994, el


juzgado 7o Civil del Circuito de Cali, CONCEDIÓ la tutela solicitada,
argumentando violación a la reputación de la peticionaria, tanto en el
aspecto genérico del buen nombre, como en el específico de la honra
pues "el derecho subjetivo que posee al acreedor, tiene como límites
los procedimientos legales para lograr la efectividad de los mismos",
razón por la cual cualquier "otro mecanismo que exceda el campo de
la privacidad, pone en tela de juicio la credibilidad del individuo
vulnerando el derecho al buen nombre, pues la administración de
justicia está en manos del Estado y por lo tanto no se puede avalar la
actitud de ejercer justicia por la vía privada".

La apoderada de la Fábrica de Ropa el As, IMPUGNÓ la sentencia de


Primera Instancia, por estimar que el "hecho de manifestar ante
particulares o ante entidades públicas situaciones comerciales que no
están basadas en hechos falsos, que responden a un criterio objetivo y
corresponden de manera precisa a los hechos, se deben tener como
una información exacta que en ninguna manera vulnera los derechos
al honor y al buen nombre". Cuestiona igualmente la decisión, al
señalar que "de este modo abusa de la acción de tutela quien
desquiciando el objeto de la misma, pretende amparar lo que no es un
derecho suyo sino precisamente aquello que pugna al orden jurídico y
230

que apareja responsabilidad y sanción : la renuencia a cumplir las


obligaciones que contrae".

El Tribunal Superior de Cali, en sentencia proferida el dieciséis (16) de


septiembre de 1994, REVOCÓ el fallo del juez A-Quo, por considerar
que no hay vulneración al buen nombre o a la honra, teniendo en
cuenta que éstos derechos no son gratuitos, sino que se goza de ellos
en virtud del mérito. Según el Tribunal, el aviso como tal no contiene
juicios injuriosos ni escandalosos que permitan afirmar la existencia de
un verdadero daño a la reputación de la persona. Tampoco, concluye,
hay un ejercicio de la justicia por la vía privada, porque dentro de los
procesos jurídicos hay mecanismos de emplazamiento similares a la
citación adelantada por los demandados.

Una vez revisado el presente expediente por ésta Sala de la Corte


Constitucional, según ya se dijo, decidió declarar la NULIDAD de todo
lo actuado en primera y segunda instancia en Cali, en razón a la falta
de competencia del Juzgado 7o Civil de esa ciudad para conocer la
presente acción de tutela. En efecto, esta Corte manifestó mediante
auto del veintiuno (21) de marzo de 1995, que el criterio con que
conoce un juez de tutela competente es "a prevención", lo que indica
que se excluye del conocimiento del asunto a los demás jueces aptos
para resolverlo, cuando otro juzgador se ha anticipado en su
conocimiento, tal como ocurrió con el Juez 5 Civil de Circuito de
Bucaramanga, quien recibió inicialmente el presente expediente. Se
concluyó que la competencia debía recaer en el Juzgado del lugar de
la violación o amenaza del derecho vulnerado, por estimarse que la
perturbación del derecho al buen nombre o intimidad ocurre
precisamente en el lugar donde "la persona es reconocida por la
colectividad y donde necesariamente tiene la buena o la mala fama que
la acredita", y que en el caso de la demandante es en la ciudad de
Bucaramanga por ser allí el asiento principal de sus negocios, el sitio
donde vive, y la zona en donde se adelantó el proceso ejecutivo en su
contra; razón por la cual esta Corte definió como competente para
resolver, al Juez 5 Civil de Circuito de esa ciudad, a quien
correspondió inicialmente el análisis de los hechos de esta acción de
tutela y a quien fue remitido nuevamente el expediente, para su
resolución en primera instancia y tramitación de la impugnación, si era
del caso.

Así, mediante sentencia de abril veintisiete (27) de 1995, el Juez 5o


Civil de Circuito de Bucaramanga CONCEDIÓ la acción de tutela de
la referencia, por considerar que la publicación de los avisos
mencionados "conlleva un constreñimiento público inaceptable que
vulnera el buen nombre de la actora", teniendo en cuenta que el
derecho subjetivo que tiene el acreedor para el cobro, tiene como límite
los mecanismos legales expresamente señalados en el ordenamiento
jurídico. Sin embargo, no se condena a indemnización de perjuicios a
la empresa accionada ni al abogado Carlos Martínez Mantilla, porque
no se pudo constatar una “causación” real del daño emergente, tal
como lo exige el art. 25 del decreto 2591 de 1991.
231

Luego de la IMPUGNACIÓN presentada por el Dr. Carlos Martínez


Mantilla en su propio nombre y como apoderado de la firma "el As
Ltda” en contra de la decisión anterior, el Tribunal Superior de
Bucaramanga decidió, mediante sentencia del doce (12) de mayo de
1995, REVOCAR el fallo del juez A-Quo por considerar improcedente
la acción de tutela, teniendo en cuenta que la accionante goza de otro
medio de defensa judicial ante la jurisdicción ordinaria, como es la
posibilidad de obtener a través de un proceso por responsabilidad
extracontractual, el pago de la indemnización que le corresponde por
el daño causado. Considera que la situación aquí descrita, constituye
un claro ejemplo de abuso de derecho de quien puede perseguir el
cobro de sumas adeudadas, pero concluye que no existe violación de
los derechos a la honra y al buen nombre de la señora Serpa porque
lo que se predica de ella es verdadero.

II CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL

1. De la competencia.

Resulta competente esta Sala de la Corte Constitucional para


conocer de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en
los artículos 86 numeral 2o y 241 numeral 9o de la Constitución
Política, en concordancia con lo dispuesto por los artículos 2o, 33, 34,
35 y 36 del Decreto 2591 de 1991 . Su examen se hace en virtud de
la selección que de dicha acción practicó la Sala correspondiente, y
del reparto que se verificó en la forma señalada por el reglamento de
esta Corporación.

El presente caso exige puntualizar aspectos ampliamente debatidos


por esta Corte en materia de derechos al buen nombre, honra e
intimidad; su protección y su relación con las publicaciones
adelantadas por el apoderado y representante de la Fábrica de Ropa el
As, considerando la existencia de múltiples criterios de interpretación
que se han plasmado en los fallos judiciales anteriormente descritos.
En consecuencia se procede a resolver según las siguientes
consideraciones.

2. Del derecho a la honra.

La Constitución Política Colombiana en su artículo 2o inciso 2o


reconoce que "las autoridades de la República están instituidas para
proteger a todas las personas en su vida, honra, bienes, creencias y
demás derechos y libertades".

El art. 21 de la C.P. consagra específicamente la protección del


derecho a la Honra, entendiendo por ella, la estimación o deferencia
con la que cada persona debe ser tenida por los demás miembros de
la colectividad que le conocen y le tratan, en razón a su dignidad
humana. Es por consiguiente, un derecho que debe ser protegido
232

con el fin de no menoscabar el valor intrínseco de los individuos frente


a la sociedad y frente a sí mismos, y garantizar la adecuada
consideración y valoración de las personas dentro de la colectividad.

Al respecto, los artículo 17 del Pacto Internacional de Derechos


Civiles y Políticos, aprobado mediante la ley 74 del 26 de diciembre
de 1968, y el art. 11 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos "Pacto de San José de Costa Rica", consagran también el
derecho a la honra; lo que les otorga, debido a su carácter de
tratados prevalentes a nivel interno, la condición de criterios de
interpretación de derechos fundamentales en virtud del artículo 93 de la
Carta Magna.28

Tradicionalmente esta Corte ha sostenido, que los derechos al buen


nombre y a la honra son derechos que se ganan de acuerdo a las
acciones realizadas por el individuo, sea que en virtud de ellas pueda
gozar del respeto y admiración de la colectividad como consecuencia
de su conducta intachable, o sea que, por el contrario, carezca de tal
imagen y prestigio, en razón a su indebido comportamiento social. En
este último caso difícilmente se puede considerar violado el derecho a
la honra de una persona, cuando es ella misma quien le ha imprimido
el desvalor a sus conductas y ha perturbado su imagen ante la
colectividad. Por esta razón, la Corte ha señalado en oportunidades
anteriores, que "no se viola el derecho al buen nombre y a la honra, si
es la misma persona la que con sus acciones lo está pisoteando y por
consiguiente perdiendo el prestigio que hubiera conservado" si hubiera
realizado el mas severo cumplimiento de sus deberes respecto del
prójimo y respecto de sí mismo.29

3. Del derecho al buen nombre.

La defensa del derecho a la dignidad, por otra parte, involucra varios


aspectos de la reputación de las personas que determinan
necesariamente una estrecha vinculación y conexidad con el derecho
al "buen nombre" consagrado en el art. 15 de la C.P. Doctrinariamente
el "derecho al buen nombre" se define, como la buena opinión o
fama adquirida por un individuo en razón a la virtud y al mérito, como
consecuencia necesaria de la acciones protagonizadas por él.

En el mismo sentido, se ha considerado que "el derecho al buen


nombre no es gratuito. Por su misma naturaleza exige como
presupuesto indispensable el mérito, esto es, la conducta irreprochable
de quien aspira a ser su titular y el reconocimiento social del mismo. En
otros términos, el buen nombre se adquiere gracias al adecuado
28
Fuera de las anteriores consideraciones, la protección de la honra también se manifiesta internamente en
los artículos 313 a 322 de nuestro Código Penal, que consagran como punibles los delitos de injuria y de
calumnia. Se entiende por injuria, toda expresión que busque imprimir deshonra, desprestigio o desprecio
en contra de una persona, con el fin de desacreditar su buena reputación o valoración social, siempre y
cuando el hecho al que se refiera el agravio no sea esencialmente punible. De ser así, nos encontraríamos
preferentemente ante un delito de calumnia, definido generalmente como la falsa imputación en contra de
un tercero de la comisión de un delito o contravención, que somete al sujeto que la sufre no solo a la
censura pública sino a la investigación y acción de autoridades competentes.
29
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia C- 063 de 1994. Magistrado Ponente: Alejandro Martinez
Caballero.
233

comportamiento del individuo, debidamente apreciado en sus


manifestaciones externas por la colectividad".30

Al analizar este derecho en el caso concreto, deben evaluarse


entonces las situaciones particulares de quien lo alega, para
determinar, dado su carácter subjetivo, si existe o no una violación que
perturbe la imagen de la persona, con el fin de determinar si puede ser
objeto entonces de protección legal.

Son atentados al derecho al buen nombre entonces, todas aquellas


informaciones que contrarias a la verdad, distorsionen el prestigio
social que tienen una persona, sin justificación alguna. Al respecto esta
Corte ha señalado que "se atenta contra este derecho, cuando sin
justificación ni causa cierta y real, es decir, sin fundamento, se
propagan entre el público -bien sea de forma directa o personal, o a
través de los medios de comunicación de masas - informaciones falsas
o erróneas o especies que distorsionen el concepto público que se
tiene del individuo y que por lo tanto, tienden a socavar el prestigio o la
confianza de los que disfruta del entorno social en cuyo medio actúa, o
cuando en cualquier forma se manipula la opinión general para
desdibujar su imagen". 31

4. Del Derecho a la Intimidad.

Tradicionalmente se ha definido el derecho a la intimidad como aquella


esfera de la personalidad del individuo que éste ha decidido reservar
para sí, ocultándola y liberándola de la injerencia de los demás
miembros de la sociedad.

En efecto, es un ámbito en el que la comunidad como distinta al


individuo, no tiene más que un interés secundario en la información o
realidad que existe en esa esfera, lo que le permite al sujeto
desarrollar libremente su personalidad y sustraerse de la llamada
opinión pública, mediante reserva.

Al respecto, la sentencia T- 412 de 1992 sostiene que, "como quiera


que existen artículos expresos referentes al derecho a la vida, a los
bienes, a la religión y creencias y libertades de la persona humana,
se creyó conveniente consagrar normas que prescriban el deber del
Estado y de los particulares de proteger la esfera interna de las
personas", con el objeto de aislar a las personas de la impertinencia
de terceros y lograr igualmente, la protección de su imagen.32

El art. 15 de la Constitución Nacional, en su inciso primero hace


alusión a él, cuando consagra que "todas las personas tiene derecho
a la intimidad personal y familiar y a su buen nombre, y el Estado debe
respetarlos y hacerlos respetar. De igual modo, tienen derecho a
conocer, actualizar y rectificar las informaciones que se hayan recogido

30
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- 229 de 1994. Magistrado Ponente :José Gregorio Hernández.
31
Cfr. Ibidem.
32
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- 412 de 1992. Magistrado Ponente: Alejandro Martinez Caballero.
234

sobre ellas en bancos de datos y en archivos de entidades públicas y


privadas".

Es un derecho entonces, personalísimo, según inspiración


constitucional relativa a la dignidad humana, que debe ser tutelado
cuando, por la acción de terceros, se produce una intromisión indebida
en el ámbito personal o familiar del sujeto que conlleva la revelación
de asuntos privados, el empleo de su imagen o de su nombre, o la
perturbación de sus afectos o asuntos más particulares e íntimos
relativos a su sexualidad o salud, con o sin divulgación en los medios
de comunicación.

Se ha considerado doctrinariamente, que constituyen aspectos de la


órbita privada, los asuntos circunscritos a las relaciones familiares de
la persona, sus costumbres y prácticas sexuales, su salud, su
domicilio, sus comunicaciones personales, los espacios limitados y
legales para la utilización de datos a nivel informático, las creencias
religiosas, los secretos profesionales y en general todo
"comportamiento del sujeto que no es conocido por los extraños y que
de ser conocido originaría críticas o desmejoraría la apreciación" que
éstos tienen de aquel. 33

No obstante, aspectos relativos al cumplimiento de las obligaciones con


establecimientos de crédito y con el comercio, que tradicionalmente
fueron protegidos con reserva frente a terceros por ser aparentemente
información no relevante para la comunidad, hoy en día no forman
parte en estricto sentido del fuero íntimo de una persona, cuando
necesariamente acarrean implicaciones sociales que deben ser
conocidas por los demás en aras de proteger el interés general de la
colectividad y minimizar al máximo los riesgos inherentes a toda
actividad económica concebida como de interés público. Para precisar,
las actividades entendidas como de interés público son aquellas
consagradas en el artículo 335 de la C.N, que hacen referencia
estrictamente a la actividad financiera, bursátil, aseguradora y
cualquier otra relacionada con el manejo, aprovechamiento e inversión
de los recursos captados del público. Las relaciones comerciales que
no tienen las anteriores características no se incluyen en este grupo.

Esto ocurre por ejemplo con las mencionadas Bases de Datos o


listados electrónicos, las cuales incluyen para consulta restringida de
entidades financieras y establecimientos de crédito, la información
comercial, - léase deudas, créditos y pagos-, de personas que
realizando transacciones en el sector financiero hayan incumplido sus
obligaciones económicas. La información que en las Bases de Datos
se maneja debe ser, para no menoscabar los derechos al buen nombre,
honra e intimidad de las personas, veraz, imparcial, obtenida en forma
legítima o por medios lícitos y debe ser susceptible a ser rectificada,
conocida y actualizada, respetando por supuesto la caducidad del
dato, o el tiempo legalmente permitido para que la información
comercial de una persona se encuentre en pantalla.

33
Cfr. Corte Constitucional S. U - 089 de 1995. Magistrado Ponente: Jorge Arango Mejía.
235

Algo similar sucede con la publicación en conjuntos cerrados o


edificios, de listados de deudores morosos en las áreas sociales.
Ciertamente, durante algún tiempo se consideró violatorio de la
intimidad de los directamente implicados en las deudas comunales, la
publicación de listados que consignaran la identidad de las personas
que tenían esas deudas y las sumas correspondientes, porque se
pensaba que tal información solo interesaba a los deudores morosos y
su revelación constituía una injerencia indebida en el fuero íntimo de
las personas. Sin embargo, esta Corte en la sentencia T-228 de 1994
consideró que tales publicaciones no menoscaban el derecho a la
intimidad de los individuos porque la información que se desprende de
esos comunicados tiene relevancia económica para los demás
miembros del conjunto, quienes por formar parte de una comunidad
tienen derecho a conocer la situación financiera de la misma.
Igualmente se consideró que la situación no era violatoria del derecho a
la intimidad, en razón a que "la citada lista no fue divulgada al público
en general sino que se circunscribió a los habitantes del edificio,
quienes evidentemente tenían interés en conocer los nombres de
aquellos que, en perjuicio de la comunidad, venían incumpliendo sus
obligaciones para con ella." 34

Al respecto debemos concretar, que no es violatorio del derecho a la


intimidad la divulgación de la situación financiera o crediticia de una
persona dentro del término de caducidad de los datos permitido por la
jurisprudencia, cuando ésta es veraz, completa, legalmente obtenida,
y es publicada o dada a conocer mediante canales o medios que no
lesionen los derechos protegidos por el ordenamiento jurídico. A juicio
de ésta Corte tales canales o medios de difusión son aquellos que
permiten un ACCESO RESTRINGIDO A ESOS CONOCIMIENTOS
FINANCIEROS, Y CONSTITUYEN UNA ESFERA CERRADA, CON
UN INTERÉS CIERTO Y LEGÍTIMO EN ESE TIPO DE
INFORMACIÓN.

En el caso de las Bases de Datos el interés de las entidades


financieras y bancarias que generalmente tienen acceso a esa
información comercial es indiscutible y propio de su actividad mercantil.
Además, las redes de información que existen, operan en un medio
de circulación restringido que no permite al público conocer los datos
comerciales que se manejan en su interior.

Por tal razón, la vulneración del derecho a la intimidad en éstos casos,


solo puede ser producto de una violación del habeas data por el
incumplimiento de los requisitos necesarios de veracidad, oportunidad y
recolección legal de los datos, para las cuales la legislación ha
previsto mecanismos de defensa y rectificación que permiten a los
sujetos que se encuentran inscritos en las redes, actualizar y si es del
caso, solicitar el retiro de la información. Algo similar ocurre con las
listas de deudores morosos en los edificios de apartamentos. En
general los datos financieros, al no pertenecer a la esfera mas intima
de las personas porque involucran relaciones comerciales con terceros,

34
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-228 de 1994. Magistrado Ponente: José Gregorio Hernández.
236

no se someten a la protección del derecho a la intimidad, salvo en las


circunstancias expresadas anteriormente.

5. De la justicia ejercida por particulares

El art. 229 de la Constitución Nacional determina que toda persona


tiene derecho a acceder libremente a la administración de justicia,
como última instancia en la solución de los conflictos dentro de un
Estado Social de Derecho. En los conflictos civiles, cuando hay
incumplimiento en el pago de una deuda, el ordenamiento procesal
establece una normatividad muy completa para los procesos de
ejecución y dentro de estos hay lugar a publicaciones ordenadas por
el juez competente, en los medios de difusión que éste autorice.

Por lo tanto, en aras de la justicia y el debido proceso, las actuaciones


de la administración se adelantan en forma pública y permanente,
ajustadas a procedimientos específicos, para garantizar la igualdad y
la efectividad de los principios, deberes y derechos consagrados en la
Constitución, por ser éstos fines esenciales de la actividad estatal.

Al respecto, la Sentencia T-412 de 1992 sostiene que "La


administración de Justicia es una función pública, cuyas decisiones
son independientes y cuyas actuaciones serán publicas y
permanentes, con las excepciones que fije la ley.

Con el fin de evitar que los procedimientos sean utilizados para


obstaculizar la administración de justicia, se dispone que en las
actuaciones prevalecerá el derecho sustancial.

Así mismo, se establece que en el art. 228 de la Carta los parámetros


necesarios para que la justicia sea eficaz, al determinar que los
términos procesales se observarán con diligencia y su incumplimiento
será sancionable. En consecuencia, la solución coactiva, pero
imparcial y pacífica, de las controversias o conflictos, constituye el
objeto propio de la función jurisdiccional. " 35

En ese orden de ideas, resolver los conflictos económicos que no


pudieron ser solucionados mediante el acuerdo de las partes,
recurriendo a la fuerza, la violencia, la presión o simplemente a
canales diversos a los legales, constituye en el fondo un acto de
venganza privada, que el hombre contemporáneo ha buscado superar,
con el fin de evitar la barbarie y permitir que la administración de
justicia actúe y ofrezca alternativas jurídicas, mediante el monopolio de
la coerción.

Por consiguiente, "cuando una persona es constreñida mediante una


conducta ilícita a realizar el pago de una obligación, se encuentra en
una clara situación de indefensión, pues ante un cobro extraproceso,
35
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- 412 de 1992. Magistrado Ponente: Alejandro Martinez
Caballero.
237

no puede ejercer el derecho de defensa ni las garantías consagradas


en el ordenamiento jurídico, como si ocurre ante un juez, quien velará
por el respeto al debido proceso como derecho constitucional
36
fundamental".

Es así, que quien actúa mediante procedimientos coercitivos o de


presión fuera de los dispuestos por la jurisdicción, con el fin de
obtener el resarcimiento de sus perjuicios o la obtención de sus
derechos, actúa de forma arbitraria, abusa y por consiguiente sus
actos resultan inválidos e ilícitos a la luz del ordenamiento jurídico.
"Esto fue precisamente lo que quiso prohibir el legislador al consagrar
desde el Código Penal de 1837 el tipo penal denominado "ejercicio
arbitrario de las propias razones", que hoy dejó de ser delito y se
convirtió en contravención especial. El delito estaba consagrado en
éstos términos: < El que en lugar de recurrir a la autoridad y con el fin
de ejercer un derecho, se haga justicia arbitrariamente por sí mismo,
incurrirá en multa de un mil a cincuenta mil pesos.>"37

6. El caso en concreto.

a. De la acción de tutela contra particulares

El art. 86 de la C.N en su inciso primero, consagra la potestad que


tiene toda persona para ejercitar la acción de tutela y "reclamar ante
los jueces, en todo momento y lugar, mediante un procedimiento
preferente y sumario, por sí misma o por quien actúe en su nombre, la
protección inmediata de sus derechos constitucionales fundamentales,
cuando quiera que éstos resulten vulnerados o amenazados por la
acción o la omisión de cualquier autoridad pública."

Igualmente, el mismo artículo determina que " La ley establecerá los


casos en que la acción de tutela procede contra particulares
encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta
afecte grave y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes
el solicitante se halle en estado de subordinación o indefensión".

Al respecto, el art. 42 del decreto 2591 de 1991, que reglamentó el


parágrafo anterior del art. 86 de la C.N, en su numeral 4o señala la
viabilidad de la acción de tutela en el evento de acciones u omisiones
de particulares, cuando la "solicitud fuere dirigida contra una
organización privada, contra quien la controle efectivamente o fuere el
beneficiario real de la situación que motivó la acción, siempre y cuando
el solicitante tenga una relación de subordinación o indefensión con
tal organización". Debe entenderse por subordinación e indefensión,
para efectos de interpretación de este artículo, aquella diferenciación
determinada en la sentencia T-412 de 1992 38 que señala lo siguiente:
36
Ibidem.
37
Ibídem. Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- 412 de 1992. Magistrado Ponente: Alejandro Martinez
Caballero.
38
Cfr. Corte Constitucional . Sentencia T-381 de 1994. Magistrado Ponente: Alejandro Martinez Caballero.
238

"Subordinación: Condición de una persona sujeta a otra o dependiente


de ella. En el derecho laboral constituye el elemento característico y el
mas importante en el contrato de trabajo, de tal manera que cuando
existe, comienza hacia esa relación contractual la tutela del estado"

"Indefensión: la indefensión se produce cuando una persona sin


culpa de su parte no ha podido defenderse o defender sus derechos
conforme a las leyes que reglamentan su ejercicio".

En el caso que nos ocupa, la accionante, no sin razón, sostiene que la


manifestación pública de su condición de deudora en el diario de mayor
circulación en el país, la coloca en situación de indefensión frente a la
acción del particular, ya que en primera instancia no se contó con su
consentimiento y, en segundo lugar, fue sorprendida por esa reiterada
actuación sin que pudiere esgrimir medios adecuados de defensa que
permitieran desvirtuar o justificar en el mismo sentido, su condición de
deudora.

Lo anterior no significa que se le señale responsabilidad al medio


periodístico en el que se publicó el aviso, teniendo en cuenta que la
información contenida en los anuncios corresponde estrictamente a la
verdad. Al respecto, la Corte en oportunidades anteriores ha sostenido,
que la publicación de avisos pagados por terceros en la prensa,
cuando estos son ciertos, veraces y exactos, no comprometen de
ningún modo al medio informativo. Sin embargo, tal como lo advierte
la sentencia T-381 de 1994, si la información desconoce esos
principios, " y afecta en concreto los derechos enunciados de la
persona mediante una comunicación, anuncio o aviso que no sea
cierto, real, veraz o sea inexacto o erróneo, el medio de comunicación
estará en la obligación de rectificar el aviso correspondiente", en razón
al ineludible deber que tiene tales medios de garantizar la protección de
los derechos fundamentales de los ciudadanos, paralelamente al
ejercicio de su libertad de prensa. "Esto además por cuanto
corresponde a los medios de comunicación corroborar las
informaciones -incluso el contenido de los avisos de publicidad-,
estableciendo la veracidad de las mismas, de manera que cuando
amenacen derechos fundamentales, es procedente la solicitud de
rectificación por quien se dice afectado por la publicación.".39

En consecuencia, luego de determinar la inexistencia de


responsabilidad por parte del diario el Tiempo en el desarrollo del
presente caso, teniendo en cuenta el contenido de la publicación,
resulta evidente la situación de indefensión de la demandante frente al
particular, ya que se utilizaron canales extralegales muy poderosos
para esgrimir su situación, que no permiten una fácil confrontación
entre las partes y por el contrario pueden generar perjuicios superiores
a los hechos que motivaron la publicación. Por consiguiente esta Sala
de revisión consideró procedente el análisis de la tutela de la referencia
como se desprende del punto que sigue.

Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- 381 de 1994. Magistrado Ponente: Hernando Herrera Vergara.
39
239

b. De la violación de los derechos fundamentales.

En el caso sub-judice la accionante orienta su solicitud hacia la


protección de los derechos al buen nombre, honra e intimidad que
estima vulnerados con la publicación de tres avisos en el diario El
Tiempo que la describen como deudora de la Fábrica de Ropa el As
Ltda.

De conformidad con el acervo probatorio consignado en el expediente,


es claro para esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional, que no
ha habido violación alguna del derecho a la honra de la accionante,
teniendo en cuenta que el contenido reseñado en los avisos de prensa
solo describe una situación verídica de incumplimiento de obligaciones
mercantiles de la demandante, sin hacer alusiones deshonrosas o
descorteses en contra de ella.

Como se explicó anteriormente, el derecho a la honra exige como


presupuesto indispensable el mérito de quien lo alega, fundamentado
en un estricto cumplimiento de los deberes con el prójimo y respecto
de si mismo, ya que la veracidad afecta el calificativo de este derecho.
Por consiguiente, difícilmente puede la señora Serpa alegar la
violación de ese derecho si ella misma es quien con su actitud ha
generado distorsión a la valoración pública que los demás tienen de
ella, dados los incumplimientos reiterados de sus obligaciones,
desdeñando por lo tanto el prestigio comercial que hubiere preservado
si sus actuaciones hubieran sido diligentes en el ámbito mercantil al
que pertenecía su negocio. Se repite que este es un derecho que se
gana con las conductas irreprochables y que no se imputa
indiscriminadamente a toda la colectividad.

De otro modo, la presunta violación del derecho a la intimidad, exige un


análisis circunscrito al tema que motivó esta tutela: un aviso de citación
a pagar una deuda. Este tema, no es exclusivo de la solicitante; no
es de la reserva de ella consigo misma, ni tiene que ver con las
relaciones de la señora Serpa con su familia. Obedece a relaciones
de índole comercial que escapan entonces a la protección de la
intimidad porque se tratan de relaciones comerciales al bien jurídico
que se protege con ese derecho, dentro del cual hay una zona de
reserva donde la persona solo comparte tal espacio con un núcleo
muy cercano a ella, el familiar. Por esta razón, la veracidad de la
información no deshace el derecho a proteger la intimidad, salvo el
caso de quien está sometido a la opinión pública. Pero en presente
caso, no se afecta la intimidad dentro del contexto señalado.

Sin embargo, las publicaciones adelantadas en el diario El Tiempo por


parte del representante y apoderado de la Fábrica de Ropa el As Ltda,
no constituyen tampoco una conducta ajustada a derecho. En efecto,
manifestar públicamente en el diario de más alta circulación en el país
la condición de deudora de la demandante, sin permitirle recurrir a
mecanismos de defensa idóneos para lograr su desagravio, lesiona de
240

manera fehaciente el derecho fundamental de la señora al buen


nombre, que en otras circunstancias no sería el vulnerado,
precisamente porque la divulgación de la situación comercial entre
particulares trascendió a un ámbito general de conocimiento público e
indiscriminado, que permitió tergiversar con ello necesariamente la
imagen pública de la señora Serpa.

En este orden de ideas, tenemos que la divulgación de la condición


comercial de una persona, cuando no obedece a razones legales o a
un interés claro de orden público, en la prensa o en cualquier
medio de información dirigido por naturaleza a un grupo ilimitado e
indiscriminado de personas, constituye un claro agravio en contra de
su buen nombre, ya que esas condiciones financieras no tienen por
qué ser conocidas por toda la sociedad. De lo anterior se desprende
que el representante legal de la Fábrica de Ropa el As Ltda y su
apoderado, vulneraron claramente el derecho al buen nombre de la
solicitante, extralimitándose en las facultades que tenían como
acreedores para el cobro de una deuda comercial. La explicación
para distinguir el buen nombre (art. 15) de la honra (art. 21) se da
especialmente en la dimensión donde es útil el concepto de buen
nombre: en las relaciones comerciales, desde que no estén dentro de
las actividades del art. 335 de la constitución política. Todo lo demás
queda bajo la protección de la honra. En el presente caso ya se indicó
que no se violó la honra, pero si se violó el buen nombre, porque este
es el criterio que los demás tienen de uno en la dimensión comercial.

Es más, con tales publicaciones se ejerció realmente una presión


indebida en contra de la petente para obtener el pago de la deuda con
la compañía accionada, teniendo en cuenta que más allá de la simple
dirección de la solicitante, era posible, analizando el texto expreso de
los avisos, obtener el pago de las obligaciones pendientes por la
señora Serpa como respuesta a una divulgación pública fuera de los
canales estrictamente legales, que por naturaleza obliga a quien la
sufre a realizar los actos necesarios para acallar la situación. De lo
anterior se debe concluir que la posibilidad que tiene un acreedor para
realizar un cobro, no puede desbordar los límites propios de la ley.
Tampoco se puede recurrir a la presión en contra de un deudor para
obtener el pago de las deudas ya que para ello existen canales
plenamente establecidos y de amplio conocimiento por parte de los
juristas, que permiten obtener el cumplimiento de obligaciones
comerciales sin menoscabar derechos fundamentales. Si estos
canales no se utilizan o si utilizándolos se presiona al deudor para
que por medio de conductos ajenos a la ley cumpla sus obligaciones,
nos encontramos ante un constreñimiento inaceptable, que bajo ningún
aspecto puede ser tolerado por la jurisdicción constitucional.

c) De la indemnización de perjuicios.

El artículo 25 del decreto 2591 de 1991, declarado exequible mediante


la sentencia C-543 de 1992, consagra en términos generales la
posibilidad que tiene el juez de tutela para decretar la indemnización de
perjuicios, “ cuando se comprueba un daño que se deriva de una
241

acción u omisión antijurídica” 40, en razón a la necesidad de restablecer


la situación jurídica de la víctima al estado en que se encontraba antes
de la violación de sus derechos fundamentales, para asegurar así, el
goce efectivo del mismo.

Sin embargo, la Corte Constitucional ha precisado, “ que la acción de


tutela no tiene por objeto una determinación judicial sobre
41
indemnización de perjuicios” , motivo por el cual la aplicación del
artículo 25 exige el cumplimiento de la totalidad de los requisitos que lo
constituyen. De este modo “ se requiere que la indemnización sea
necesaria para asegurar el goce efectivo del derecho; que el afectado
no disponga de otro medio de defensa judicial para obtener el
resarcimiento del perjuicio; que la violación sea manifiesta y provenga
de una acción clara e indiscutiblemente arbitraria”42, como requisitos
que le permiten al juzgador “ realizar a plenitud la justicia en cada caso.
43

En el caso que nos ocupa, esta Sala considera que la accionante


posee otro medio judicial suficientemente idóneo para obtener la
indemnización, como es la acción de responsabilidad Civil
extracontractual ante la jurisdicción civil ordinaria. El artículo 25 del
decreto 2591 de 1991 expresamente señala la potestad propia del
juez de tutela para ordenar en abstracto la indemnización de un daño
emergente causado a el perjudicado , siempre y cuando el afectado
no disponga de otro medio judicial.

En cumplimiento de lo consagrado en el artículo 44 del Decreto 2591


de 1991 que dispone:

Protección alternativa. “La providencia que inadmita o rechace la tutela


deberá indicar el procedimiento idóneo para proteger el derecho
amenazado o violado.

En este sentido , la Sala procede a determinar el otro mecanismo


judicial, del que dispone la peticionaria para obtener la imdemnización
de los perjuicios causados en la violación de su derecho.

LA ACCION DE RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL

La acción de responsabilidad extracontractual debe ser mirada a la luz


de lo preceptuado constitucionalmente, y en tal sentido el artículo 96
de la Constitución señala:

“El ejercicio de las libertades públicas y derechos reconocidos en esta


constitución implica responsabilidades. Toda Persona esta obligada a
cumplir la Constitución y las Leyes . Son deberes de la persona y del
ciudadano respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios”.
40
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-095 de 1994. Magistrado Ponente: José Gregorio Hernández
Galindo.
41
Ibidem.
42
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-095 de 1994. Magistrado Ponente : José Gregorio Hernández.
43
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia C-543 de 1992.
242

Esta norma debe ser entendida en armonía , con lo preceptuado en el


artículo 6 del Texto Constitucional que consagra:

”Los particulares sólo son responsables ante las autoridades por


infringir la Constitución y las leyes.....

Se constituyen así, las normas anteriormente citadas en el soporte


jurídico de la acción de responsabilidad civil extracontractual.

Asi mismo, el fundamento de dicha acción es ampliamente


desarrollada a través de lo consagrado en la legislación que
contempla normas, tanto de carácter sustantivo como procesal.

En efecto el artículo 2341 del Código Civil, establece el fundamento de


la acción de responsabilidad civil extracontractual, que en su tenor
señala:

”El que ha cometido un delito o culpa que ha inferido daño a otro, es


obligado a la indemnización, sin perjuicio de la pena principal que la
Ley imponga por la culpa o el delito cometido.”

Se encuentran otras normas que, aunque referidas a la responsabilidad


civil contractual, son aplicadas por analogía al campo de la
responsabilidad civil extracontractual. Específicamente los artículos
1613 y 1614, referidos a los perjuicios materiales y morales que se
pueden ocasionar con un daño.

Por otra parte, el Código de Procedimiento Civil en su artículo 396 y


siguientes establece, los trámites propios de un proceso ordinario civil,
que para el presente caso ha de ser el utilizado por la peticionaria , con
el fin de obtener la indemnización por los posibles perjuicios
causados en virtud de la vulneración de su derecho a la intimidad.

El artículo antes citado, señala :

“Se ventilará y decidirá en proceso ordinario todo asunto contencioso


que no esté sometido a un trámite especial”.

Se concluye, entonces que la vía ordinaria de responsabilidad civil


extracontractual, es el mecanismo apropiado para obtener la
indemnización de perjuicios.

En mérito de lo expuesto, la Sala Séptima de Revisión, administrando


justicia en el nombre del pueblo y por mandato de la Constitución :

RESUELVE
243

PRIMERO: Por las razones expuestas en este fallo de revisión se


REVOCA la decisión tomada en segunda instancia el 12 de mayo de
1995, por el Tribunal Superior de Bucaramanga, Sala Civil, dentro de
la acción de tutela instaurada por la señora Rosa Eugenia Serpa de
Duarte.

SEGUNDO: Se tutela el derecho Fundamental al buen nombre de la


accionante y en consecuencia se Ordena al representante de la
Fábrica de Ropa el As Ltda, y a su apoderado Carlos Martínez Mantilla
abstenerse en lo sucesivo de realizar el tipo de publicaciones descritas
en la parte motiva de este fallo, en contra de la demandante. Para ello
se exhorta al juez de conocimiento, a ejercer la vigilancia respectiva
sobre el asunto.

TERCERO: No procede la tutela respecto a los derechos a la intimidad


y a la honra, según se consignó en la parte resolutiva de esta
sentencia.

CUARTO: No procede la indemnización de perjuicios, por las razones


contempladas en la parte motiva de esta sentencia.

QUINTO: Ordenar que por la Secretaria General de esta Corporación


se comunique esta providencia al Juez de Primera instancia con el fin
de que se hagan las notificaciones necesarias según los efectos
previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta


de la Corte Constitucional.

ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO


Magistrado

FABIO MORON DIAZ


Magistrado

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

IR A INICIO
244

NULIDAD POR FALTA DE DEFENSA TÉCNICA – Juez competente -


Sentencia T-576/96

DERECHO DE DEFENSA TECNICA-Asistencia en proceso

El designar a un ciudadano honorable para asistir, únicamente en la


diligencia de indagatoria, al imputado, actuación permitida por la ley
en la época en que ocurrió la respectiva indagatoria, no constituye,
por sí sola, una vía de hecho. Y, para que tal situación se declare, el
juez competente debe examinar el correspondiente caso concreto.
Los procesados tuvieron defensa técnica a lo largo del proceso. Sus
apoderados actuaron, presentaron recursos, pidieron pruebas, y,
existió la segunda instancia. Por consiguiente, no existieron vías de
hecho, ni está probado que los demandantes carecieron de
asistencia técnica.

NULIDAD POR FALTA DE DEFENSA TECNICA-Juez


competente

No es el juez de penas y medidas de seguridad el que conoce de


nulidades por falta de defensa técnica, pues, de conformidad con las
funciones asignadas por la ley a estos funcionarios, no son ellos los
competentes para decretar la nulidad de un proceso penal, por
asuntos ocurridos dentro del propio proceso. Corresponde tal
determinación al juez penal competente, bien sea a través de los
recursos ordinarios, o en casación, en la forma y en los términos
previstos en la ley.

Referencia: Expedientes T-99.553,


99.695, 99.869 y 99.876.

Demandantes: José Antonio Castillo


Preins; Walter García Morales; Alonso
María Tovar Yate y Carlos Caviedes
Castañeda.

Demandados: Juzgado 23 Penal


Municipal de Medellín; Fiscalía Seccional
187 unidad 1a. de Vida y otro; Tribunal
Superior de Ibagué, Sala Penal y otro; y
Juzgado Único Promiscuo Municipal de
Colombia, Huila.

Magistrado Ponente :
Dr. JORGE ARANGO MEJÍA
245

Sentencia aprobada en la sesión de la Sala Primera de Revisión a los


treinta (30) días del mes de octubre de mil novecientos noventa y seis
(1996).

La Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los


magistrados Jorge Arango Mejía, Antonio Barrera Carbonell y Eduardo
Cifuentes Muñoz, decide sobre los fallos proferidos por los siguientes
juzgados: Juzgado Primero de Ejecución de Penas y Medidas de
Seguridad de Medellín; Juzgado Décimo Penal del Circuito de Medellín;
Tribunal Superior de Ibagué, Sala Penal; y, Tribunal Superior de Neiva,
Sala Penal, dentro de los procesos de tutela instaurados contra los
jueces que conocieron de los respectivos procesos penales.

Los expedientes llegaron a la Corte Constitucional, por remisión que se


hizo, en virtud de lo ordenado por el artículo 31 del decreto 2591 de 1991.

La Sala Sexta de Selección de la Corte eligió, para su revisión, los


expedientes de la referencia, según auto de fecha 19 de junio de 1996.
Decidió, además, acumular los expedientes, para que se tramitaran
conjuntamente, y se decidieran en la misma sentencia.

I. ANTECEDENTES.

La decisión de acumular estos expedientes obedeció a que cada uno de


los demandantes considera que, por no haber sido asistido por un
abogado en la diligencia de indagatoria, se le violó el artículo 29 de la
Constitución. Que, en consecuencia, debe decretarse la nulidad del
proceso, y otorgársele la libertad. Esta pretensión la basan en la
sentencia C- 049 de 1996, de la Corte Constitucional, que declaró
inexequible el inciso primero del artículo 148 del Código de
Procedimiento Penal, inciso que permitía ser asistido por un ciudadano
honorable.

Así se resumen los hechos de las diversas demandas:

1o.) T-99.553, demandante, José Antonio Castillo Preins.

El demandante solicitó su libertad, en razón de que su proceso penal es


nulo por violar los derechos al debido proceso, igualdad y libertad, por no
haber sido asistido en la diligencia de indagatoria por un abogado
legalmente inscrito.

En este proceso, el demandado, es decir, el Juzgado 23 Penal Municipal


de Medellín, en comunicación del 10 de mayo de 1996, le informó al juez
que conoció de esta tutela que el demandante fue condenado, el 22 de
marzo de 1995, a la pena principal de 31 meses y 9 días de prisión, por
el delito de hurto calificado y agravado.

En cuanto a la diligencia de indagatoria, ésta se realizó el 10 de agosto


de 1994, y se le designó como defensora oficiosa, para esa diligencia, a
la señorita Elizabeth Cristina Carmona, estudiante de derecho, adscrita al
consultorio jurídico de la Universidad de Antioquia. El 19 de agosto de
246

1994, se posesionó, como su defensor oficioso, el estudiante de derecho,


Guillermo Peña Alzate, perteneciente al consultorio jurídico de la misma
Universidad.

El Juzgado demandado, afirmó que el actor no había presentado solicitud


de nulidad de su proceso penal, y que el mismo demandante adelantaba,
simultáneamente, otra acción de tutela, en otro juzgado, en la cual no se
había dictado aún sentencia.

Sentencia que se revisa.

El Juzgado Primero de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de


Medellín, en providencia de 13 de mayo de 1996, estimó que se está en
presencia de una sentencia condenatoria, ejecutoriada y con sello de
legalidad, que ha hecho tránsito de cosa juzgada. Y que, además, existe
imposibilidad de otorgar la libertad reclamada, precisamente porque los
términos para su solicitud se pretermitieron. Resolvió, en consecuencia,
declarar la improcedencia de la demanda de tutela, de conformidad con
lo señalado en el artículo 6, numeral 1, del decreto 2591 de 1991, e
inadmitirla.

Con posterioridad a esta providencia, en oficio Nro. 2.211, de mayo 15 de


1996, el Juzgado Tercero de Ejecución de Penas y Medidas de
Seguridad informó que conoció de otra acción de tutela del mismo
actor, contra el mismo juzgado y por los mismos derechos:
“defensa, debido proceso, igualdad y libertad”. Y, que, mediante
providencia del 14 de mayo de 1996, declaró improcedente la acción.

2o) T-99.695, demandante, Walter García Morales.

El demandante solicita su libertad, en razón de que su proceso es nulo


por violar los derechos al debido proceso, igualdad y libertad, por no
haber sido asistido en la diligencia de indagatoria por un abogado
legalmente inscrito.

El demandante fue condenado por el Juzgado 7o. Penal del Circuito de


Medellín, el 16 de noviembre de 1995, a la pena de 104 meses de prisión
por los delitos de tentativa de homicidio y porte ilegal de armas.

En diligencia de inspección judicial adelantada por el juez de tutela ante


el Juzgado 7o. Penal del Circuito, el día 11 de abril de 1996, consta que
al demandante se le recibió indagatoria, el 6 de junio de 1995, en la
Fiscalía 187 delegada, asistido por una persona de reconocida
honorabilidad, y debidamente identificada. El 12 de junio de 1995, la
Fiscalía le nombró defensor de oficio. Y, el 23 de junio del mismo año,
se posesionó un abogado defensor, designado por el propio
sindicado.

Sentencia de primera instancia.

El Juzgado 35 Penal Municipal de Medellín, mediante sentencia del 23 de


abril de 1996, declaró improcedente esta acción, pues está dirigida contra
247

una sentencia judicial, cuya nulidad solicita se declare por vía de tutela.
El juez consideró que no es procedente acceder a esta petición, pues tal
declaración debe hacerse en el propio proceso penal. Para ello están
establecidos en el procedimiento penal la forma y los momentos
procesales para este trámite. Además, la declaratoria de inexequibilidad
del artículo 148, inciso 1o., se produjo, por la Corte Constitucional, el 8 de
febrero de 1996; en consecuencia, debe el demandante remitirse al juez
de ejecución de penas y medidas de seguridad, artículo 75, numeral 5 del
C.de P. Penal, para que adopte las decisiones pertinentes.

Por las anteriores razones, el Juzgado 35 declaró improcedente la acción


de tutela.

Esta decisión fue impugnada por el demandante.

Sentencia de segunda instancia.

El Juzgado Décimo Penal del Circuito de Medellín, en sentencia del 14


de mayo de 1996, confirmó la decisión del a quo. El juez consideró que el
proceso penal terminó con la sentencia condenatoria, que se encuentra
ejecutoriada. Además, si el demandante considera que se le vulneró el
debido proceso, por falta de defensa técnica, debe proponer la nulidad
ante el juez de ejecución de penas y medidas de seguridad. Por
consiguiente, el demandante tiene otro medio de defensa judicial, lo que
hace improcedente esta tutela.

3o) T- 99.869, demandante, Alfonso María Tovar Yate.

El demandante solicita que se tutelen sus derechos de defensa y debido


proceso, por no haber sido asistido por un abogado en el momento de
rendir indagatoria. Un mes después, su familia le consiguió un abogado.

El demandante fue condenado por el Juzgado Segundo Penal del


Circuito de Purificación, Tolima, en sentencia del 31 de agosto de 1994, a
la pena principal de 41 años de prisión e interdicción en el ejercicio de
derechos y funciones públicas por 10 años, por ser coautor del delito de
homicidio agravado en la persona de Julio Senén y de las lesiones
personales causadas a Nemesio Culma Tique. Esta decisión fue
confirmada por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Ibagué, Sala
Penal, en sentencia del 18 de mayo de 1995.

De conformidad con las copias del proceso penal que obran en el


expediente, la diligencia de indagatoria del actor de esta tutela, se llevó a
cabo ante la Fiscalía 29, en el municipio de Purificación, el 6 de agosto
de 1993. Estuvo asistido por el ciudadano Juan Carlos González, porque
el imputado manifestó no tener a quien designar como defensor.

El 10 de agosto de 1993, se le reconoció personería jurídica al abogado


designado por el demandante, para su defensa, según consta en el
expediente.
248

Obra en el expediente el auto de fecha 15 de febrero de 1996, del


Tribunal Superior de Ibagué, en el que se señala que al actor le fue
concedido el recurso extraordinario de casación ante la Corte
Suprema de Justicia, pero que se declaró desierto, por no haber sido
presentado dentro del término concedido para hacerlo.

Sentencia del Tribunal Superior de Ibagué, Sala Penal.

En sentencia de 6 de mayo de 1996, el Tribunal denegó la tutela


solicitada. Según la sentencia, no puede afirmarse que el demandante
estuvo desprovisto de asistencia técnica de defensa, pues en la única
diligencia en que fue asistido por un ciudadano que no era abogado, fue
la de indagatoria. Además, la honorabilidad de quien lo asistió no puede
ponerse en entredicho por tratarse de un “humilde ciudadano que se
dedica a la venta de comestibles para ganarse el sustento con
honestidad”. Por el contrario, este hecho “está demostrando a cabalidad
que se trata de una persona de sanas costumbres que reflejan su
conducta honesta y responsable.”

Concluye la sentencia que falta a la verdad el actor cuando señala en la


demanda de tutela, que estuvo un mes sin defensor, pues a éste se le
reconoció personería cuatro días después de la indagatoria.

4o) T- 99.876, demandante, Carlos Caviedes Castañeda.

El demandante solicita la nulidad del proceso seguido en su contra, pues


en la diligencia de indagatoria no fue asistido por un abogado.

En sentencia del 16 de agosto de 1994, el Juzgado Tercero Penal del


Circuito de Neiva, condenó al actor a la pena principal de 6 años de
prisión, por habérsele encontrado responsable del delito de homicidio
agravado, en la persona de su esposa. Como penas accesorias, fue
condenado a la de interdicción de derechos y funciones públicas por el
mismo lapso que la pena principal, y a la prohibición de consumir bebidas
alcohólicas durante tres años, período que se contabilizará una vez
cumplida la pena principal. También se le condenó a pagar en favor de
sus hijas, la suma de $11´150.777,oo, por daños materiales y a 500
gramos oro, por los perjuicios morales causados por el homicidio de su
madre.

Esta sentencia fue impugnada por el defensor del actor. El Tribunal


Superior de Neiva, Sala Penal, en sentencia del 20 de octubre de 1994,
confirmó íntegramente la sentencia condenatoria.

La diligencia de indagatoria fue realizada el 27 de marzo de 1992, en el


Juzgado Promiscuo Municipal de Colombia, Huila. En dicha diligencia, el
actor manifestó que más adelante nombraría a un abogado, razón por la
cual se designó al ciudadano Daniel Zambrano García para que lo
asistiera.

El 3 de abril de 1992 tomó posesión al abogado defensor nombrado por


el actor.
249

Sentencia del Tribunal Superior de Neiva, Sala Penal.

En sentencia del 22 de mayo de 1996, el Tribunal denegó la tutela


solicitada, por estar encaminada a dejar sin efectos una sentencia.
Además, en el proceso penal, no hubo vías de hecho, pues el
funcionario judicial, cuando recibió la indagatoria al actor de esta tutela,
sin la presencia de un abogado inscrito, no lo hizo en abuso de su
función, en forma arbitraria o caprichosa, sino en aplicación de una
norma que se encontraba vigente, el artículo 148 , inc.1o., del C. de P.P.
Solamente después, en la sentencia del 9 de mayo de 1995, la Corte
Suprema de Justicia, Sala Penal, se pronunció, en un caso concreto,
sobre la validez de esta clase de diligencias, sin la presencia de
abogado.

II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.

Primera.- Competencia.

La Corte es competente, de conformidad con los artículos 86 y 241,


numeral 9, de la Constitución, y el decreto 2591 de 1991.

Segunda.- Lo que se debate.

Lo que se debate es si, por el hecho de que en las respectivas diligencias


de indagatoria, los demandantes no fueron asistidos por un abogado, es
nulo el proceso penal que culminó con las sentencias condenatorias. Y si,
como consecuencia de la declaración de nulidad, el juez de tutela debe
decretar la libertad de los demandantes. Cabe advertir que las sentencias
condenatorias se encuentran ejecutoriadas.

Los actores basan sus demandas en la sentencia C-049 del 8 de febrero


de 1996, de la Corte Constitucional, que declaró inexequible el inciso
primero del artículo 148 del Código de Procedimiento Penal, artículo que
permitía que el cargo de apoderado, para la indagatoria del imputado,
cuando no hubiera abogado inscrito que lo asistiera, podía ser confiado a
cualquier ciudadano honorable, siempre que no fuera servidor público.

Cabe precisar que uno de los demandantes, José Antonio Castillo Preins
(T-99.553) fue indagado con la presencia de una estudiante de derecho,
adscrita al consultorio jurídico de una universidad, de conformidad con lo
dispuesto en el inciso segundo del artículo 148 mencionado, inciso
declarado exequible en la misma sentencia.

Por consiguiente, debe establecerse si la decisión del funcionario judicial


de designar a una persona que no es abogado, únicamente para la
diligencia de indagatoria, fue un acto arbitrario, carente de sustento
legal, constitutivo de una vía de hecho, o, si por el contrario, era una
actuación acorde a la ley.

a) La sentencia C-049 de 1996.


250

El artículo 148 del Código de Procedimiento Penal (decreto 2700 de


1991), que fue demandado en su integridad, decía:

“Artículo 148. Personas habilitadas para la defensa del


imputado. De conformidad a lo dispuesto por el Decreto 196 de
1971, el cargo de defensor para la indagatoria del imputado, cuando
no hubiere abogado inscrito que lo asista en ella, podrá ser confiado
a cualquier ciudadano honorable siempre que no sea servidor
público.

“Los estudiantes de Derecho, pertenecientes a consultorios jurídicos


o los egresados, podrán intervenir en las actuaciones procesales, en
las condiciones previstas en los estatutos de la profesión de
abogado y de la defensoría pública.”

Como se ha señalado, el inciso primero de este artículo fue declarado


inexequible en la sentencia C-49, del 8 de febrero de 1996, por las
siguientes razones, entre otras:

“Es evidente que la presencia del defensor en la indagatoria es una


regla ineludible bajo el nuevo marco de la Carta Política, pues no es
lo mismo la asistencia realizada por un profesional del derecho, o de
una persona con alguna formación científica acreditada en debida
forma, que por una persona común y corriente, que no cuenta con la
necesaria preparación; en este sentido ninguna interpretación
elemental puede desconocer el deber de garantizar la defensa del
sindicado y menos de quien es sometido a indagatoria. Es claro por
todo esto que el inciso primero del artículo 148 del Decreto 2700 de
1991, y el artículo 34 del Decreto 196 de 1971, contravienen el
artículo 29 de la Constitución Nacional.” (Magistrado ponente, doctor
Fabio Morón Díaz)

El inciso segundo, que permite a los estudiantes de derecho,


pertenecientes a consultorios jurídicos, o a los egresados, intervenir en
las actuaciones procesales, fue declarado exequible, por las siguientes
consideraciones:

“De otra parte, como se dejó en claro, la ley bien puede habilitar en
ciertos casos especiales, de urgencia y de necesidad evidente a los
estudiantes de cursos avanzados de derecho bajo las reglas de los
consultorios jurídicos o a los egresados de las facultades de derecho
con la formación mínima requerida para que puedan intervenir en
ciertos caso previstos y regulados por la misma ley, incluso como
defensores en asuntos penales, como lo advierte el inciso segundo
del artículo 148 del Decreto 2700 de 1991, que será declarado
exequible (Cfr. Sentencia C-071/95. M.P. Dr. Carlos Gaviria Díaz).

“Así las cosas, es cierto que la Carta Política no admite excepciones


al principio de la asistencia técnica del abogado para el sindicado; lo
que no resulta conforme con la Constitución es la interpretación
rígida según la cual el abogado que asista al sindicado sea en todo
caso inscrito, mucho más cuando es la ley la habilitada para exigir
251

títulos de idoneidad profesional y demás requisitos para el ejercicio


de las profesiones.”

La Corte Constitucional, en providencias anteriores a esta decisión, había


examinado el tema de la defensa técnica, especialmente, en las
sentencias C-150/03, M.P. Dr. Fabio Morón Díaz; C-252/93, M.P. Dr.
Antonio Barrera Carbonell; C-071/95, M.P. Dr. Carlos Gaviria Díaz; y en
la sentencia de tutela SU-044, del 9 de febrero de 1995, que fue discutida
en la Sala Plena de la Corporación.

Sin embargo, la declaración de inexequibilidad del inciso primero del


artículo 148 del C.de P.P., ocurrió con posterioridad a las
indagatorias objeto de esta providencia.

Por consiguiente, hay que establecer si los demandantes por este hecho
carecieron de defensa técnica en sus procesos.

b) Derecho a la defensa técnica en los procesos.

Debe distinguirse la situación del imputado al que el funcionario judicial


autorizó que fuera asistido por un ciudadano honorable, o por un
estudiante de derecho adscrito a un consultorio jurídico, antes de la
sentencia C-049 de 1996, del hecho de que el mismo imputado no
hubiera contado con un abogado defensor durante el proceso, es decir,
que hubiera carecido de defensa técnica.

Al respecto, en un caso concreto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de


Casación Penal, el 9 de mayo de 1995, es decir, en fecha anterior a la
sentencia C-049/96, decretó la nulidad de todo lo actuado en un proceso,
a partir, de la indagatoria del imputado, con excepción de las pruebas
debidamente practicadas, por haber carecido de defensa técnica en la
etapa de investigación. La Corte Suprema de Justicia dijo que, no
obstante habérsele recibido la indagatoria asistido por una persona
honorable, el procesado estuvo sin defensor más de 4 meses, cuando,
finalmente, se le nombró uno de oficio. Sin embargo, en el lapso en que
careció de defensor, se practicaron diligencias, que comprometían la
responsabilidad del sindicado. Además, de nada le sirvió al encartado el
nombramiento de un defensor de oficio, pues éste se excusó de asistir a
diligencias judiciales, para las cuales, el juez, aplicando en forma laxa, el
artículo 148 del C. de P.P., nombró a un ciudadano honorable para
reemplazarlo. Y, como si fuera poco, señala la Corte, el mismo sindicado
pidió ampliación de indagatoria, aportó pruebas, y hasta interpuso
recursos contra la resolución de acusación, pero el escrito respectivo fue
presentado por su defensor extemporáneamente.

En esta oportunidad, 9 de mayo de 1995, la Corte Suprema tuvo en


cuenta las sentencias que la Corte Constitucional había proferido sobre
este tema: la C-592/93, que declaró inexequible la norma que permitía
que en los procesos penales militares, el cargo de defensor pudiera ser
ejercido por un oficial de las fuerzas militares o de policía, aunque no
fuera abogado; y la SU-44/95, sobre la falta de asistencia técnica durante
252

un proceso policivo. Señaló, en lo pertinente, la Corte Suprema de


Justicia:

“Sin embargo, ha de entenderse que cada caso particular ha de ser


analizado y valorado por los funcionarios de instancia conforme a su
singularidad, principalmente aquellos en que de entrada aparezcan
derechos, deberes o valores de igual raigambre constitucional
enfrentados, pues que en estos eventos debe buscarse la medida
que garantizando el derecho a la asistencia letrada durante el
sumario no sacrifique o supedite al mismo tiempo el derecho a la
libertad, el acceso a la administración de justicia o el deber de
impartirla oportuna y eficazmente.

“Así pues, y mientras no se diere decisión de carácter general y


obligatorio en torno a la norma que excepcional la defensa técnica
desde la indagatoria (CPP, art. 148, inc. 1o.) será por lo menos
admisible que en casos de captura con flagrancia o vencimiento
inminente de los términos judiciales en lugares donde no concurran
en forma permanente abogados habilitados para la defensa del
procesado, se entregue su asistencia en la fase inicial de la
investigación a ciudadanos honorables y con el razonable grado de
instrucción que al menos permita la garantía de sus derechos
básicos a la defensa material y a la controversia, así como a la
imparcialidad y objetividad, y siempre que los funcionarios judiciales
acudan, para la continuación del trámite, a proveerles mediante los
mecanismos de la ley, de una defensa letrada durante el resto de la
pesquisa.”(Sentencia de casación, mayo 9 de 1995, radicación 8937.
Magistrados ponentes: doctores Guillermo Duque Ruiz y Carlos E.
Mejía Escobar)

La Corte comparte la tesis de la Corte Suprema de Justicia, sobre la


necesidad de estudiar el caso concreto, para determinar si existió o no la
defensa técnica. El análisis en el caso de la indagatoria, hay que hacerlo
en procesos anteriores a las sentencias de la Corte Constitucional C-
037/96 y, concretamente, la C-049/96, pues, después de ellas, sólo es
posible que el imputado sea asistido por un abogado, o estudiante de
derecho adscrito a consultorio jurídico, cuando existan las circunstancias
excepcionales y probadas explicadas por la Corte.

Por las anteriores razones, es evidente que el designar a un ciudadano


honorable para asistir, únicamente en la diligencia de indagatoria, al
imputado, actuación permitida por la ley en la época en que ocurrió la
respectiva indagatoria, no constituye, por sí sola, una vía de hecho. Y,
para que tal situación se declare, el juez competente debe examinar el
correspondiente caso concreto.

Cabe recordar que la Corte Constitucional, al declarar la inexequibilidad


del inciso 1 del artículo 148 citado, no estableció la retroactividad de los
efectos de su sentencia, razón por la cual, se entiende que ésta surte
efectos para el futuro. Además, con la declaración de inexequibilidad
mencionada, realmente, lo que se pretende amparar es el derecho a la
253

debida defensa técnica, como asunto de fondo, y no reducirlo a un


asunto meramente formal.

Tercero.- Los casos concretos.

En estos casos concretos, hay que señalar que las diligencias de


indagatoria se realizaron en las siguientes fechas y que los abogados
defensores se posesionaron pocos días después, así: T-99.553,
indagatoria el día 10 de agosto de 1994 y el defensor se posesionó el 19
del mismo mes y año; T-99.695, la indagatoria se realizó el día 6 de junio
de 1995, el 12 del mismo mes y año se posesionó el defensor de oficio, y
el 23 del mismo mes y año, se posesionó un abogado designado por el
propio imputado; T-99.869, la indagatoria se realizó el día 6 de agosto de
1993, el 10 del mismo mes y año se le reconoció personería al abogado
designado por el sindicado; y, T-99.876, la indagatoria se llevó a cabo el
día 27 de marzo de 1992, y el siguiente 3 de abril, se posesionó un
abogado designado por el imputado.

Además, de conformidad con los documentos que obran en el


expediente, los cuatro procesados tuvieron defensa técnica a lo largo del
proceso. En efecto, transcurridos pocos días después de las respectivas
indagatorias, se posesionaron sus respectivos abogados defensores,
contratados por los actores, excepto en el caso del sindicado a quien le
fue designado un defensor de oficio (T-99.553). Se aprecia que sus
apoderados actuaron, presentaron recursos, pidieron pruebas, y, existió
(salvo en otro proceso, en el que el defensor del imputado solicitó
sentencia anticipada) la segunda instancia. En los alegatos de los
apoderados de los procesados no se alude a la forma como se
desarrollaron las diligencias de indagatoria, ni se propone ninguna
nulidad por ello.

Por consiguiente, no existieron vías de hecho, ni está probado que los


demandantes carecieron de asistencia técnica.

Son estas circunstancias las que diferencian estos procesos del


examinado por la Corte Constitucional, en sentencia T-240, del 30 de
mayo de 1996, en el que el imputado careció a lo largo de todo el
proceso penal, de defensa técnica, y por ello se concedió la tutela. Dijo la
Corte en esa oportunidad:

“La carencia de defensa técnica que debió soportar el actor durante


el proceso penal, implica que su actuación dentro del mismo se viera
mermada, al no poder solicitar y controvertir las pruebas en la forma
debida, con lo cual es imposible que el juez de conocimiento pudiera
llegar a valorar los elementos de juicio aportados de forma que la
verdad procesal surgiera de lo debatido y probado en el juicio, pues
ello es imposible si el sindicado no cuenta con la asistencia de un
profesional del derecho.

“Respecto de las pretensiones del actor en el sentido declarar la


nulidad y ordenar la libertad inmediata e incondicional, no pueden
254

ser despachadas favorablemente en el trámite de la acción de tutela,


por cuanto éste es un procedimiento breve y sumario, tendiente a la
protección de los derechos fundamentales constitucionales y en
modo alguno puede, so pretexto de esa protección, arrogarse el juez
de tutela una competencia que es exclusiva del juez penal.
(Magistrado ponente: doctor Vladimiro Naranjo Mesa)

e) El caso particular del expediente T-99.553.

El demandante de esta tutela presentó dos acciones, ante dos jueces


distintos, por los mismos hechos, contra las mismas partes e invocando
los mismos derechos. Las dos providencias se produjeron con un día de
diferencia. En efecto, la objeto de esta revisión, es del 13 de mayo de
1996, y la otra, es del 15 de mayo de 1996. En ambas se deniega la
tutela.

En este caso, la Sala dará aplicación a lo establecido en el artículo 38 del


decreto 2591 de 1991, sobre la temeridad en la presentación de tutelas, y
la denegará, confirmando por este hecho la decisión que se revisa.

Pero, cabe advertir, que en casos como el presente, adquiere toda su


importancia la exigencia del juramento en las demandas de tutela, en el
sentido de que no se ha presentado otra igual. Este requisito existe en el
inciso segundo, del artículo 37 del decreto 2591. Allí dice que al
demandante se le advertirá sobre las consecuencias penales sobre el
falso testimonio.

Como al recibir la demanda que se revisa, no se dio cumplimiento a este


requisito, no es posible proceder en consecuencia.

2o.) Juez competente para conocer de las nulidades por falta


defensa técnica.

Los jueces de instancia del proceso T-99.695 ( Juez 35 Penal Municipal


de Medellín y el Juez Décimo Penal del Circuito de Medellín)
manifestaron que la pretensión contenida en la demanda debería
proponerse ante los jueces de penas y medidas de seguridad, y que, por
contar el procesado con esta otra vía de defensa judicial, no era
procedente la tutela.

Pero, cabe advertir que no es el juez de penas y medidas de seguridad el


que conoce de esta clase de asuntos, pues, de conformidad con las
funciones asignadas por la ley a estos funcionarios, artículo 75 del C. de
P.P., no son ellos los competentes para decretar la nulidad de un proceso
penal, por asuntos ocurridos dentro del propio proceso. Corresponde tal
determinación al juez penal competente, bien sea a través de los
recursos ordinarios, o en casación, en la forma y en los términos
previstos en la ley.

III. DECISIÓN
255

Por lo anterior, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre


del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

Primero: CONFIRMAR las sentencias del 13 de mayo de 1996, del


Juzgado Primero de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de
Medellín, en el expediente T-99.553, demandante José Antonio Castillo
Preins; del 14 de mayo de 1996, del Juzgado Décimo Penal de Circuito
de Medellín, en el expediente T-99.695, demandante Walter García
Morales; del 6 de mayo de 1996, del Tribunal Superior de Ibagué, Sala
Penal, en el expediente T-99.869, demandante Alfonso María Tovar Yate;
y, del 22 de mayo de 1996, del Tribunal Superior de Neiva, Sala Penal,
en el expediente T-99.876, demandante Carlos Caviedes Castañeda. En
consecuencia, no se conceden las tutelas solicitadas.

Segundo: COMUNICAR esta decisión al juzgado Primero de Ejecución


de Penas y Medidas de Seguridad de Medellín, al Juzgado 35 Penal
Municipal de Medellín, al Tribunal Superior de Ibagué, Sala Pena y al
Tribunal Superior de Neiva, Sala Penal, para que sean notificadas las
partes, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 36 del decreto
2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, cúmplase, publíquese e insértese en la Gaceta de


la Corte Constitucional.
JORGE ARANGO MEJÍA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General

IR A INICIO
256

NULIDAD POR FALTA DE NOTIFICACIÓN –Saneamiento en


actuaciones policivas- Sentencia T-238/96

DEBIDO PROCESO ADMINISTRATIVO-Naturaleza

Las actuaciones administrativas deben ser el resultado de un proceso


donde las partes tengan igualdad de oportunidades para presentar,
solicitar y controvertir las pruebas, con miras a demostrar la existencia
de su derecho. Tales actuaciones deben ser adelantadas conforme a
las disposiciones que regulan cada proceso; de modo que cuando no
se aplican dichas formalidades, el derecho fundamental al debido
proceso se ve lesionado.

NOTIFICACION DE PROVIDENCIAS-Naturaleza/NULIDAD POR


FALTA DE NOTIFICACION-Saneamiento

La notificación de las providencias que se profieran dentro del proceso


y que afectan a las partes, define el momento exacto en que una
información oficial ha sido comunicada a ellas, asegurándoles la
posibilidad de hacer uso de los recursos que el ordenamiento jurídico
ofrece para la protección de sus intereses, dentro del término que
otorga la ley. Cuando una notificación no se adelanta en la forma
establecida por la ley, se incurre en una causal de nulidad. Si la parte
afectada por la indebida notificación actúa dentro del proceso, según el
contenido de la providencia, sanea esa nulidad.

PERSONA JURIDICA-Titularidad de derechos fundamentales

Las personas jurídicas son titulares del derecho fundamental


constitucional al debido proceso, ya que no sería lógico afirmar que
pudiendo ser sujetos procesales, como las personas naturales, no se
les garantice este derecho, pues se estaría vulnerando el derecho a la
igualdad.

PROCESO POLICIVO-Procedencia de la tutela

En los procesos policivos, la existencia de recursos no garantiza la


posibilidad de acudir a otro medio de defensa judicial idóneo, pues de
manera expresa se consagra que la jurisdicción de lo contencioso
administrativo no conoce de las decisiones que se profieran dentro de
los juicios civiles o penales de policía. Dentro del proceso policivo no
existe la posibilidad de lograr la inmediata protección de los derechos
fundamentales cuando éstos sean vulnerados, como tampoco puede
acudirse ante el contencioso administrativo para ese propósito,
quedando tan sólo disponible la acción de tutela para lograr la
protección de los derechos conculcados.

LANZAMIENTO POR OCUPACION DE HECHO-Notificación al


querellado/NULIDAD POR FALTA DE NOTIFICACION-
Saneamiento en actuaciones policivas/DEBIDO PROCESO
POLICIVO-Notificación al querellado
257

El acto que según la demandante vulnera sus derechos fundamentales,


es la falta de notificación de las resoluciones. Del expediente se
encuentran los avisos donde el notificador deja constancia de que no
pudo llevarse a cabo la diligencia de notificación personal. La sociedad
actora, con posterioridad a las diligencias de notificación, llevó a cabo
actuaciones dentro del proceso, encaminadas a obtener la revocatoria
directa de las resoluciones y puso en conocimiento de la justicia penal
las supuestas irregularidades que se cometieron en el trámite de las
querellas policivas, con lo cual la alegada nulidad proveniente de la
falta de notificación queda saneada y en consecuencia, no existe razón
para tutelar el derecho al debido proceso.

Referencia: Expediente T-89.002

Peticionaria: Sociedad "El Gran Sol


Ltda."

Procedencia: Consejo de Estado, Sala


de lo Contencioso Administrativo,
Sección Segunda.

Tema:
Derecho al debido proceso.
Indebida notificación.
Acción de tutela interpuesta por
personas jurídicas.

Magistrado Ponente:
Dr. VLADIMIRO NARANJO MESA

Santafé de Bogotá, D.C., treinta (30) de mayo de mil novecientos


noventa y seis (1996).

La Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, conformada por


los Magistrados Vladimiro Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge
Arango Mejía y Antonio Barrera Carbonell, ha pronunciado la siguiente

SENTENCIA

En el proceso de tutela radicado bajo el número T-89.002, adelantado


por la sociedad "El Gran Sol Ltda" contra la Alcaldía Municipal de
Santiago de Tolú (Sucre).

I. ANTECEDENTES
258

De acuerdo con lo dispuesto en los artículos 86 de la Constitución


Política y 33 del decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección
correspondiente de la Corte Constitucional escogió para efectos de su
revisión, la acción de tutela de la referencia.

De conformidad con el artículo 34 del decreto 2591 de 1991, esta Sala


de Revisión procede a dictar la sentencia correspondiente.

1. Solicitud

La sociedad "El Gran Sol Ltda", por medio de su representante,


interpuso acción de tutela ante el Tribunal Contencioso Administrativo
de Sucre contra la Alcaldía Municipal de Santiago de Tolú (Sucre), por
presunta violación de los derechos fundamentales constitucionales al
debido proceso y a la propiedad, consagrados en los artículos 29 y 58
de la Constitución Política, respectivamente.

2. Hechos

La sociedad "El Gran Sol Ltda" afirma que posee un lote de terreno en
la población de Santiago de Tolú (Sucre), sobre el cual el señor Hernán
de Jesús Palacios Bermúdez; el representante legal de la sociedad
"Maderas San Juan Ltda." y el representante legal de la sociedad
"Urbanizadora Tolú Ltda", instauraron tres querellas policivas por
ocupación de hecho, procesos dentro de los cuales la Alcaldía
Municipal de Tolú expidió las respectivas resoluciones que la actora
relaciona así:

1-.La resolución No. 388 de octubre 24 de 1995, dentro del proceso


promovido por el señor Hernán de Jesús Palacios Bermúdez contra la
sociedad "El Gran Sol Ltda".

Respecto a este proveido, asegura que no fue notificada al


representante legal de dicha sociedad, a pesar de que se tenía
conocimiento de su identidad y el lugar donde se encontraba, lo que en
su sentir, viola su derecho de defensa.

2-.La resolución No. 352 del 17 de octubre de 1995, proferida en el


trámite de la querella instaurada por el señor Carlos Enrique Peschken
Meza, representante de la sociedad "Maderas San Juan" contra
personas indeterminadas,

Afirma la actora, que dentro de este proceso policivo, el señor Alfredo


Colón Arroyo, funcionario de la Alcaldía de Tolú, declaró extraproceso
ante el Notario Segundo de Sincelejo, que el representante legal de la
sociedad querellante tuvo conocimiento de la ocupación del inmueble el
día 28 de agosto de 1995. Sin embargo, el representante de la actora
sostiene que dicha declaración está viciada de nulidad, pues el
declarante tiene una relación directa con la entidad que profirió la
resolución mencionada.
259

3-.La resolución No. 355 de octubre 17 de 1995, proferida dentro del


proceso policivo adelantado por la "Urbanizadora Tolú Ltda",
representada por el señor Jorge Fernández Santamaría contra la
sociedad "El Gran Sol Ltda" y personas indeterminadas.

Sostiene el representante de la actora, que además de que la


resolución anteriormente citada no fue notificada en legal forma, hace
referencia a la sociedad querellante como poseedora del inmueble, sin
tener en cuenta que, conforme al certificado expedido por la Cámara de
Comercio, dicha sociedad había sido constituida por un término de diez
(10) años, los cuales se encuentran vencidos. Tampoco se tuvo en
cuenta el testimonio del celador de la sociedad "el Gran Sol Ltda",
quien manifestó que desde hace 16 meses se encuentra custodiando el
inmueble a nombre de ésta, situación determinante al momento de
decidir quien detentaba la posesión del terreno materia del litigio.

Por último, afirma que en la diligencia de lanzamiento que llevó a cabo


la Inspección Central de Policía de Santiago de Tolú, comisionada por
la Alcaldía Municipal, se hizo mención expresa de las mejoras que se
habían introducido al inmueble y se le concedió el uso de la palabra al
señor Carlos José Ortega Ramírez, celador del mismo, quien manifestó
su oposición a la demolición de las casas que se encontraban allí,
intervención que no fue tenida en cuenta por la acusada, pues procedió
a ordenar la demolición, extralimitándose en sus funciones, ya que ha
debido proteger la posesión mientras se define la situación jurídica del
inmueble.

3. Pretensiones.

Solicita la actora, que se retrotraiga la actuación procesal hasta el


momento de la notificación de las resoluciones citadas en el numeral
anterior, por cuanto éstas diligencias no se ciñeron a las prescripciones
del artículo 6° del decreto 992 de 1930.

III. ACTUACION JUDICIAL

1. Sentencia de primera instancia

El Tribunal Contencioso Administrativo de Sucre, en providencia


fechada el catorce (14) de noviembre de 1995, resolvió negar el
amparo solicitado por considerar que la Alcaldía Municipal de Santiago
de Tolú, no vulneró los derechos fundamentales de la demandante,
toda vez que la sociedad accionante y las personas indeterminadas
fueron vinculadas formalmente al proceso y contaron con todas las
garantías que el derecho fundamental constitucional al debido proceso
exige.

Además, consideró el juez de primera instancia, que la vía adecuada


para la defensa del derecho a la propiedad, que reclama la actora, no
260

es la acción de tutela sino las acciones que para ello ofrece la


legislación ordinaria.

2. Impugnación.

El representante legal de la sociedad "El Gran Sol Ltda", inconforme


con el fallo de primera instancia, lo impugnó por considerar que no se
habían fallado de fondo las pretensiones, ni se habían estudiado
seriamente las pruebas aportadas al proceso.

3. Sentencia de segunda instancia.

En sentencia del 6 de diciembre de 1995, la Sección Segunda de la


Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, revocó la
sentencia de primera instancia y en su lugar rechazó la tutela, por
considerar que éste es un mecanismo concebido para la protección de
los derechos fundamentales de las personas naturales exclusivamente,
al cual no pueden acceder las personas jurídicas, conforme a la
jurisprudencia reiterada de esa corporación.

El Consejero Alvaro Lecompte Luna, se aparta de la opinión mayoritaria


de la Sala, salvando el voto por considerar que el artículo 86 de la
Constitución Política no hace distinción alguna entre personas
naturales y jurídicas para efectos de solicitar la tutela de los derechos
fundamentales constitucionales.

4. Documentos dirigidos por la actora a esta Sala de Revisión.

El representante legal de la sociedad "El Gran Sol Ltda.", envió al


Presidente de esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional una
comunicación fechada el día 29 de marzo de 1996, donde informa que
solicitó a la Alcaldesa Municipal de Tolú la revocatoria directa y la
nulidad de lo actuado dentro de los procesos policivos materia de la
presente acción. En comunicación de fecha 10 de abril de 1996,
suscrita por el mismo señor, informó que su solicitud había sido
negada.

Además anexó copia de la denuncia penal y su respectiva ampliación


presentada el 20 de noviembre de 1995 ante la Fiscalía Delegada ante
los Jueces Penales del Circuito de Sincelejo (Sucre) contra Adriana
Patricia Arango Durango, Ignacio Antonio Gaviria Rivas, Alfredo Colón
Arroyo y Abel Zúñiga, por la posible comisión de los delitos de falso
testimonio y daño en bien ajeno, igualmente solicitó la investigación
penal de la Alcaldesa Municipal de Tolú, en relación con el trámite de
las querellas policivas que sirven de base a la presente acción de
tutela.

IV. CONSIDERACIONES DE LA SALA


261

1. Competencia.

De conformidad con lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral


9o. de la Constitución Política y 31 a 36 del decreto 2591 de 1991, la
Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, es competente
para revisar el fallo de tutela de la referencia.

2. El derecho al debido proceso administrativo. Notificación.

Conforme a lo establecido en el artículo 29 de la Carta Política, las


actuaciones administrativas también deben ser el resultado de un
proceso donde las partes tengan igualdad de oportunidades para
presentar, solicitar y controvertir las pruebas, con miras a demostrar la
existencia de su derecho. Tales actuaciones deben ser adelantadas
conforme a las disposiciones que regulan cada proceso; de modo que
cuando no se aplican dichas formalidades, el derecho fundamental al
debido proceso se ve lesionado.

Sobre el punto, la jurisprudencia de esta Corporación ha sostenido:

"El debido proceso debe entenderse como una manifestación del


Estado que busca proteger al individuo frente a las actuaciones de
las autoridades públicas, procurando en todo momento el respeto a
las formas propias de cada juicio. El artículo 29 del ordenamiento
constitucional lo consagra expresamente "para toda clase de
actuaciones judiciales o administrativas".

"Así entonces, las situaciones de controversia que surjan de


cualquier tipo de proceso, requieren de una regulación jurídica
previa que limite los poderes del Estado y establezcan el respeto
de los derechos y obligaciones de los sujetos procesales, de
manera que ninguna actuación de las autoridades dependa de su
propio arbitrio, sino que se encuentren sujetas a los
procedimientos señalados en la ley o los reglamentos."(Sentencia
T-467 de 1995, M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa)

La notificación de las providencias que se profieran dentro del proceso


y que afectan a las partes, define el momento exacto en que una
información oficial ha sido comunicada a ellas, asegurándoles la
posibilidad de hacer uso de los recursos que el ordenamiento jurídico
ofrece para la protección de sus intereses, dentro del término que
otorga la ley.

A este respecto, esta Corte ha expresado:

"Las decisiones que adopte la administración en cuya virtud se


afecte a una o varias personas en concreto deben ser cierta y
oportunamente notificadas a éstas, tal como lo disponen las
normas legales correspondientes."
262

"Cuándo y cómo deba llevarse a cabo la notificación es algo que


corresponde al legislador determinar y, desde luego, también él
habrá de definir los efectos jurídicos de la falta de notificación, o de
la notificación efectuada sin el cumplimiento de los requisitos y
formalidades que la normatividad exige."

"Desde el punto de vista constitucional importa dejar en claro que


la notificación, entendida como el conocimiento formal del
administrado o de quien es parte o interviniente en un proceso
judicial, sobre el contenido de las providencias que se adoptan por
el juez o de los actos administrativos que lo afectan, tiene por
fundamento específico la garantía del derecho de defensa, aspecto
esencial del debido proceso, exigible en todas las actuaciones
judiciales y administrativas, como lo impone el artículo 29 de la
Carta."

"La notificación en debida forma asegura que la persona a quien


concierne una determinación se halla enterada de su sentido y
define simultáneamente -con fecha cierta- en qué momento ha
tenido lugar la transmisión oficial de la respectiva información. Se
asegura, entonces, no solamente que, conocida la decisión de que
se trata, podrá el afectado hacer uso de los medios jurídicamente
idóneos para la salvaguarda de sus intereses, sino que se
preserva la continuidad del trámite judicial o administrativo
correspondiente, pues la fecha de la notificación define los
términos preclusivos dentro de los cuales podrá el notificado
ejecutar los actos a su cargo. Resultan, por tanto, realizados el
valor de la seguridad jurídica y los principios procesales de
celeridad y economía."

"La falta probada de notificación, en especial la de aquéllos actos o


providencias que tocan con derechos de quienes participan en el
proceso o actuación, repercute necesariamente en las
posibilidades de defensa de tales personas y perturba en alto
grado el curso normal de los procedimientos, dando lugar por ello,
en algunos casos, a la nulidad de lo actuado, y en otros a la
ineficacia o carencia de efectos jurídicos de los actos que han
debido ser materia de la notificación. Todo depende de las normas
legales aplicables, según la clase de trámite."

"De todas maneras, de las exigencias constitucionales del debido


proceso se deriva que ni los jueces ni la administración pública
pueden actuar de espaldas a los interesados, ni fundar sus
decisiones sobre la base de la ignorancia de ellos en torno a las
decisiones que adoptan."(Sentencia T-099 de 1995, M.P. Dr. José
Gregorio Hernández Galindo).

Cuando una notificación no se adelanta en la forma establecida por la


ley, se incurre en una causal de nulidad, conforme a lo establecido en
el artículo 140 numeral 8° del Código de Procedimiento Civil que a la
letra dice:
263

"Causales de nulidad. El proceso es nulo en todo o en parte,


solamente en los siguientes casos:

" (...) 8. Cuando no se practica en legal forma la notificación al


demandado o a su representante, o al apoderado de aquél o de
éste, según el caso, del auto que admite la demanda o del
mandamiento ejecutivo, o su corrección o adición."

Sin embargo, de conformidad con lo dispuesto en el numeral 3 del


artículo 144 del Código de Procedimiento Civil, si la parte afectada por
la indebida notificación actúa dentro del proceso, según el contenido de
la providencia, sanea esa nulidad.

3. La acción de tutela frente a las personas jurídicas.

Ha sido jurisprudencia reiterada de esta Corporación, que el artículo 86


de la Constitución Política al decir "Toda persona tendrá acción de
tutela...", no está haciendo distinción alguna entre personas naturales y
jurídicas, por el contrario, las supone incluidas dentro de este género y
en concordancia con ello, el sistema jurídico colombiano tampoco
establece distinción alguna. Sin embargo, cuando una persona natural
actúa a nombre de una jurídica, debe acreditar la personería
correspondiente y su representación.

Sobre el punto, la Corte expresó:

"Como lo expresa el Preámbulo de la Carta, una de las


motivaciones del constituyente al expedirla consistió en la
necesidad de garantizar un orden político, económico y social
justo."

"En perfecta concordancia con ese propósito, el artículo 1o. de la


Constitución define a Colombia como Estado Social de Derecho, al
paso que el 2o. le señala a ese Estado, como dos de sus fines
esenciales, el de asegurar la efectividad de los principios,
derechos y deberes y el de facilitar la participación de todos en
las decisiones que los afectan y en la vida económica, política,
administrativa y cultural de la Nación. El artículo 4o. subraya el
carácter supralegal de la Constitución, y su prevalencia en todo
caso de conflicto con normas de nivel jerárquico inferior. La acción
de tutela no puede entenderse como una figura ajena al sistema
jurídico fundado en la Constitución y, por el contrario, debe ser
concebida con criterio teleológico, es decir, como instrumento al
servicio de los fines que persiguen la organización política y el
ordenamiento fundamental, uno de los cuales radica en la eficacia
de las normas superiores que reconocen los derechos esenciales
de la persona (artículo 5o.)."

"Desde luego, la persona humana es sociable por su misma


naturaleza y no es posible una verdadera protección de ella
desechando ese carácter ni prescindiendo de su innegable
264

inserción dentro del contexto colectivo en cuyo medio se


desenvuelve."

"Cuando el artículo 86 de la Constitución establece que "toda


persona tendrá acción de tutela para reclamar (...) por sí misma o
por quién actúe a su nombre, la protección inmediata de sus
derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que éstos
resulten vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de
cualquier autoridad pública", no está excluyendo a las personas
jurídicas, pues el precepto no introduce distinción alguna y, por el
contrario, las supone cobijadas por el enunciado derecho cuando
de modo genérico contempla la posibilidad de solicitar el amparo
por conducto de otro, sin que nada obste dentro del sistema
jurídico colombiano para que una de las especies de ese género
esté conformada precisamente por las personas jurídicas."

"Observa la Corte, sin embargo, que para el ejercicio de la acción


de tutela, cuando una persona natural actúe a nombre de una
jurídica es necesario acreditar la personería correspondiente y su
representación; si bien, como lo dice el artículo 10 del Decreto
2591 de 1991, los poderes se presumirán auténticos, deben
presentarse."(Sentencia T-430 de 1992, M.P. Dr. José Gregorio
Hernández Galindo).

En concordancia con lo expuesto y frente a la titularidad de algunos


derechos fundamentales en cabeza de las personas jurídicas, ha
sostenido la jurisprudencia de esta Corporación, que por ser éstas
susceptibles de tener derechos y adquirir deberes dentro del mundo
jurídico, también están en la posibilidad de que las autoridades o los
particulares en los supuestos del artículo 42 del decreto 2591 de 1991,
con sus actuaciones vulneren algunos de sus derechos fundamentales

Sobre este punto, la Corte dijo:

"...la persona jurídica es un concepto que se funda en la realidad


social de las personas singulares y concretas que la conforman.
La comunidad jurídica, como ideal común objetivo, se puede
comportar y expresar como sujeto de derechos y de deberes, por
cuanto es apto para que se le predique la juridicidad. El interés
colectivo se ve facultado para tener movimiento autónomo con
consecuencias jurídicas, de similar manera a como se
desenvuelven las personas naturales, mas nunca de idéntica
manera"
(...)
"La persona jurídica es apta para la titularidad de derechos y
deberes por su racionalidad y por su autonomía. La aptitud es la
adecuada disposición para dar o recibir, para hacer o soportar
algo, y la persona jurídica puede (tiene la dimensión jurídica de la
facultad) y también debe (soporta el deber frente a sus miembros y
frente a otras personas jurídicas o naturales); por tanto tiene
adecuada disposición para que se le otorguen o reconozcan
derechos y deberes."
265

"La racionalidad y la autonomía hacen que la persona jurídica sea


apta para el mundo de los derechos, de los deberes y de las
relaciones jurídicas según un principio de igualdad, aunque no de
identidad absoluta."

"Este tipo de entidad al ser racional y autónoma es por sí (per se),


no por otro, es decir, es persona (personare), De alguna manera
es substancial; y todo lo substancial es un supuesto, y el
supuesto es sujeto, y si éste es racional y autónomo, sin duda
alguna tiene que ser sujeto de derechos y deberes. Luego la
persona jurídica es una entidad que se expresa jurídicamente
como sujeto de derechos y deberes". (Sentencia T-396 del 16 de
septiembre de 1993. M.P.: Dr. Vladimiro Naranjo Mesa).

Resulta claro entonces, que las personas jurídicas son titulares del
derecho fundamental constitucional al debido proceso, ya que no sería
lógico afirmar que pudiendo ser sujetos procesales, como las personas
naturales, no se les garantice este derecho, pues se estaría vulnerando
el derecho a la igualdad consagrado en el artículo 13 de la Constitución
Política.

4. Procedencia de la tutela frente a la vulneración de los


derechos fundamentales en los procesos policivos.

Atendiendo a lo establecido en el artículo 86 de la Constitución Política,


la acción de tutela no pasa de ser un mecanismo subsidiario de
protección, cuyo único objetivo es la protección inmediata de los
derechos constitucionales fundamentales de los ciudadanos, cuando
éstos no dispongan de otro medio de defensa judicial o se trate de
prevenir un perjuicio irremediable. Sin embargo, debe tratarse de un
medio de defensa judicial apto y eficaz para la defensa del derecho
violado o amenazado, salvo cuando se enfrente a la inminencia de un
perjuicio irremediable ante el cual la determinación del juez ordinario
sería tardía e inocua, lo cual amerita la protección de la tutela con
carácter transitorio.

Acorde con lo anteriormente expuesto, en principio, los procesos


judiciales y sus distintas etapas están excluídos de la acción de tutela,
como quiera que éstos no sólo son adecuados, sino que ofrecen los
medios idóneos para la defensa judicial de los derechos de quienes en
él participan, según lo dejó expuesto la Corte en Sentencia C-543 del 1
de octubre de 1992.

Sin embargo, en los procesos policivos, la existencia de recursos no


garantiza la posibilidad de acudir a otro medio de defensa judicial
idóneo, pues de manera expresa, el artículo 82 del decreto 01 de 1989,
consagra que la jurisdicción de lo contencioso administrativo no conoce
de las decisiones que se profieran dentro de los juicios civiles o penales
de policía.
266

Al respecto la Corte Constitucional ha sostenido."

"Pero los procesos policivos no pueden incluirse en este sentido


dentro de la categoría de los judiciales, ante todo por cuanto la
jurisprudencia ha venido sosteniendo, con arreglo al artículo 86 de
la Constitución, que el medio alternativo, para excluir la tutela,
debe poder intentarse ante los jueces, de tal manera que quienes
en el curso de un trámite de esa naturaleza o como resultado del
mismo pueden verse afectados en sus derechos fundamentales
por decisiones, actos u omisiones de la autoridad de policía no
encuentran dentro del mismo proceso la posibilidad de defensa
judicial. Es decir, a diferencia de lo que ocurre en los procesos de
índole judicial, en los policivos la sola existencia del proceso y aun
de eventuales recursos dentro del mismo no ofrece medio de
protección judicial idóneo para salvaguardar objetivamente los
derechos fundamentales que en él o por razón de él puedan verse
comprometidos."

"Pero, si se concluye que el resultado del proceso policivo es un


acto de naturaleza administrativa, tampoco puede afirmarse que
ese carácter otorgue al afectado un medio de defensa judicial que
sirva con eficiencia al propósito de resguardar sus derechos."

"En efecto, de manera expresa, al indicar el objeto de la


jurisdicción de lo Contencioso Administrativo, el artículo 82 del
Decreto 01 de 1984, modificado por el 12 del Decreto 2304 de
1989, declara que ella "no juzga las decisiones proferidas en
juicios civiles o penales de policía regulados especialmente por la
ley".

"Excluída, entonces, la posibilidad de hacer valer en forma


inmediata los derechos fundamentales dentro del mismo proceso y
eliminada también toda ocasión de actuar con idéntico propósito
ante lo Contencioso Administrativo, no cabe duda de que la tutela
es mecanismo procedente para brindar efectiva protección a los
derechos fundamentales que puedan ser atacados o puestos en
peligro en el curso de procesos policivos" (Sentencia T-289 de
1995. M.P.: Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz).

En consecuencia, dentro del proceso policivo no existe la posibilidad de


lograr la inmediata protección de los derechos fundamentales cuando
éstos sean vulnerados, como tampoco puede acudirse ante el
contencioso administrativo para ese propósito, pues, como quedó
dicho, expresamente el artículo 82 del decreto 2304 de 1989 lo impide,
quedando tan sólo disponible la acción de tutela para lograr la
protección de los derechos conculcados.

5. El caso concreto.

Frente al caso particular, en el cual el acto que según la demandante


vulnera sus derechos fundamentales, es la falta de notificación de las
267

resoluciones 352 de octubre 19 de 1995; 355 de octubre 23 de 1995 y


388 de octubre 24 de 1995, encuentra esta Sala que el artículo 6° del
decreto 992 de 1930, reglamentario del artículo 15 de la ley 57 de 1905,
establece:

"Artículo 6°.-Cumplidas dichas formalidades, el alcalde municipal


dictará inmediatamente la orden de lanzamiento contra los
ocupantes, y lo hará saber en seguida a estos personalmente, por
medio de avisos fijados en la entrada de la finca de que se trate, si
aquellos se ocultaren o no fueren encontrados. En dichos avisos,
que deben firmarse por el alcalde y su secretario, se expresarán el
día y la hora señalados para efectuar el lanzamiento, que será
dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes a la admisión del
escrito de queja. de todas las diligencias que se practiquen a este
respecto, se dejará especialmente constancia en el expediente."

En concordancia con la norma trascrita, en los folios 22, 59 y 98 del


expediente se encuentran los avisos de que trata el precepto citado,
suscritos por el Secretario de Gobierno Municipal de Tolú, no por el
alcalde, donde el notificador deja constancia de que no pudo llevarse a
cabo la diligencia de notificación personal.

Sin embargo, en el expediente de tutela obra comunicación fechada el


día 29 de marzo de 1996, suscrita por el representante legal de la
sociedad "El Gran Sol Ltda.", dirigida al Presidente de esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, donde informa que solicitó a la
Alcaldesa Municipal de Tolú la revocatoria directa y la nulidad de lo
actuado dentro de los procesos policivos materia de la presente acción
e informó que su solicitud había sido negada. Además anexa copia de
la denuncia penal y su respectiva ampliación presentada el 20 de
noviembre de 1995 ante la Fiscalía Delegada ante los Jueces Penales
del Circuito de Sincelejo (Sucre) contra Adriana Patricia Arango
Durango, Ignacio Antonio Gaviria Rivas, Alfredo Colón Arroyo y Abel
Zúñiga, por la posible comisión del delito de falso testimonio y éste
último por daño en bien ajeno. También solicitó la investigación penal
de la Alcaldesa Municipal de Tolú, en relación con el trámite de las
querellas policivas que estima lesivas para sus derechos
fundamentales.

De lo anterior se deduce, que la sociedad actora, con posterioridad a


las diligencias de notificación, llevó a cabo actuaciones dentro del
proceso, encaminadas a obtener la revocatoria directa de las
resoluciones 352 de octubre 19 de 1995; 355 de octubre 23 de 1995 y
388 de octubre 24 de 1995, y puso en conocimiento de la justicia penal
las supuestas irregularidades que se cometieron en el trámite de las
querellas policivas, con lo cual la alegada nulidad proveniente de la
falta de notificación queda saneada, conforme a lo establecido en el
numeral 3 del artículo 144 del Código de Procedimiento Civil, y en
consecuencia, no existe razón para tutelar el derecho al debido proceso
de la actora.
268

En cuanto a las razones expuestas por la Sala de lo Contencioso


Administrativo del Consejo de Estado para rechazar por improcedente
la tutela solicitada, por cuanto la actora es una persona jurídica, que en
su opinión, están excluídas de la posibilidad de acudir a la acción de
tutela como mecanismo para lograr la protección de sus derechos
fundamentales, esta Sala de Revisión debe reiterar lo expuesto en
repetidas oportunidades por la Corte Constitucional en el sentido de
que las personas jurídicas son titulares de la acción de tutela pues, es
posible que se vulneren sus derechos constitucionales fundamentales,
y entonces no resulta justificable de ninguna forma, que se les niegue
el amparo. La propia Constitución Política en su artículo 86 habla de
personas en general y no distingue entre naturales y jurídicas, por lo
cual debe entenderse que estas dos clases de personas son titulares
de la acción de tutela.

Por último, no considera esta Sala de Revisión que deba tutelarse el


derecho a la propiedad que reclama la actora, por cuanto para ello
cuenta con las vías apropiadas que brinda la jurisdicción ordinaria, a
través de las cuales puede obtener la protección de su derecho
fundamental, sin que sea necesario recurrir a un procedimiento sumario
como lo es el de la acción de tutela.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte


Constitucional, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

PRIMERO: REVOCAR la Sentencia proferida por la Sala de lo


Contencioso Administrativo del Consejo de Estado rechazando la tutela
solicitada por la sociedad "El Gran Sol Ltda" , y en su lugar negarla por
las razones expuestas en esta sentencia.

SEGUNDO: COMUNICAR a través de la Secretaría General de la


Corte Constitucional el contenido de esta sentencia a la Sala de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, al Tribunal de lo
Contencioso Administrativo de Sucre y a la peticionaria de la presente
tutela.

Cópiese, notifíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional


y cúmplase.

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado Ponente

JORGE ARANGO MEJIA


269

Magistrado

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

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