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EL ADOLESCENTE Y LA SEXUALIDAD
ALUMNO:
DOCENTE:
Tacna - Perú
2022
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ÍNDICE DE CONTENIDO
ÍNDICE DE CONTENIDO 2
INDICE DE FIGURAS 2
1. DEFINICIÓN DE LA SEXUALIDAD 3
2. COMPOSICIÓN DE LA SEXUALIDAD 3
3. TEORIA DE LA SEXUALIDAD 11
4. COMPORTAMIENTO SEXUAL DEL ADOLESCENTE 12
5. SALUD SEXUAL 13
6. REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA 30
INDICE DE FIGURAS
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1. INTRODUCCIÓN
Para muchas personas, hablar de sexualidad significa “hablar de relaciones
sexuales”, “hablar de sexo”, o de “hacer el amor”, es decir, hablar de relaciones
sexuales coitales o penetrativas. En estos casos, reducimos la sexualidad a lo
que “hacen” las personas con sus genitales, es decir, a la genitalidad.
En este trabajo trataremos sobre la sexualidad y veremos que ésta no se reduce a
la genitalidad y que es mucho más que tener relaciones sexuales
2. DEFINICIÓN DE LA SEXUALIDAD
La sexualidad es el conjunto de comportamientos y prácticas que expresan el
interés sexual de los individuos. Es un fenómeno natural, tanto en los seres
humanos como en otras especies animales. En el caso de los seres humanos, se
considera una parte constitutiva de la personalidad.
Por norma general, el ejercicio de la sexualidad en los animales se relaciona con
la reproducción de las especies, característica de los todos los seres vivos. Para
que la reproducción sea viable, debe haber presencia de dos sexos: macho y
hembra de la especie.
En el caso del ser humano la sexualidad es mucho más compleja, ya que resulta
de una combinación de factores biológicos y sociales de cada individuo. Esta
combinación ocasiona cambios en el cuerpo y la mente que modelan el
comportamiento sexual de las personas.
3. COMPOSICIÓN DE LA SEXUALIDAD
Podemos afirmar que no hay ninguna otra área de nuestro ser que provoque
sentimientos más variados. Para muchas personas, los sentimientos son tan
intensos que la búsqueda para encontrarles sentido, plenitud y gozo se ve
interferida. Creo que nuestra sexualidad tiene cuando menos cuatro
componentes.
EL PRIMER COMPONENTE:
La reproductividad Nuestra sexualidad es el resultado de nuestra naturaleza
reproductiva. El primer componente en nuestra sexualidad es la reproductividad.
Me gusta pensar en reproductividad y no en reproducción, porque los seres
humanos lo que siempre tenemos es la potencialidad; a veces ésta no se hace
realidad, por enfermedad, por decisión personal o porque no es congruente con el
estilo de vida que desarrollamos, pero la potencialidad persiste. No quiero
incomodar a quienes viven su sexualidad con plenitud y armonía sin reproducirse,
pero debemos empezar por el principio para poder entender la complejidad de
nuestra sexualidad. La reproductividad, por otro lado, no se limita al hecho
3
biológico de poder embarazar y ser embarazada, es de hecho una dimensión
humana mucho más compleja y sofisticada: a los hijos biológicos hay que darles
mucho antes de que en pleno derecho podamos ser sus padres o madres. Hay
muchos seres humanos que no se reproducen biológicamente hablando, pero son
muy exitosos madres o padres y en esa acción, que por cierto toma varios años
de sus vidas, expresan su reproductividad. Otros seres humanos no son ni padres
ni madres biológicamente hablando, ni por adopción, pero se ocupan del
crecimiento de otros, tanto biológico como espiritual y en esa acción, también de
muchos años, expresan su reproductividad.
EL SEGUNDO COMPONENTE:
El género En la evolución de los seres vivos, apareció el sexo en cierto momento,
es decir, el hecho de que en un mismo tipo de organismo (los biólogos le llaman
especie), aparecieron dos formas. Para simplificar las cosas, aquí les llamaremos
la forma masculina y la forma femenina. Los científicos de la sexualidad llaman
dimorfismo o sexo a esta cualidad de los seres vivos, porque dimorfismo quiere
decir dos formas. Es curioso pero muchas veces no se piensa en esto: los seres
vivos no necesitan tener sexo para reproducirse; muchos de ellos lo hacen sin
tenerlo; demos dos ejemplos: las bacterias (tanto las "buenas" como las "malas"),
cuando nos enfermamos de una tifoidea, por ejemplo, nuestro cuerpo es invadido
por una bacteria (que se llama elegantemente Salmonella tiphi), quien se da gusto
reproduciéndose en su medio ideal: el cuerpo del ser humano. ¿Se imaginan la
dificultad que tendrían las Salmonellas si hubieran de infectarnos en dos formas
(diríamos Salmonellas macho y Salmonellas hembra)? Pero esto no es así, esta
bacteria invade, crece, se multiplica y muere con un solo tipo de organismo en
esa especie, se reproduce asexualmente. Muchos otros seres vivos que pueden
causar enfermedades también se reproducen asexualmente: muchos de los
parásitos, como la ameba, los virus y otros más. ¿Por qué entonces la vida se
desarrolló con la complicación de tener dos formas y no una? Podríamos
especular sobre qué sería la raza humana si sólo hubiera una forma; no lo haré
porque además de aburrido sería inútil. La respuesta que me satisface más
proviene de la biología y de quienes estudian la evolución de las especies.
Ocurre que cuando una especie de organismo cuenta con dos formas, también
cuenta con más espacio genético para almacenar información genética que se
traduce al crecer el nuevo ser en diversas formas de adaptarse al medio
ambiente. La información genética es almacenada en el ácido desoxirribonucleico
o ADN. Ocurre también que toda la información se expresa en el ser desarrollado.
Cuando en una especie de organismo hay un cambio evolutivo, es decir, un
cambio para adaptarse, ese cambio representa una modificación del código
guardado en el ADN, también llamado código genético. A veces, los cambios no
son exitosos y suceden enfermedades genéticas en el nuevo ser. Cuando una
especie sexuada, es decir, que tiene dos formas: masculina y femenina, se
reproduce, reúne de hecho los códigos genéticos de cada una de sus formas y la
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posibilidad de hacer cambios adaptativos exitosos, es decir, la posibilidad de
evolucionar aumenta considerablemente2. Por eso dicen los biólogos que la
reproducción sexuada aumenta las posibilidades de éxito evolutivo. Yo creo que
esta es una respuesta más satisfactoria a la gran pregunta: ¿Por qué somos dos,
diferentes y necesarios? Mujeres y hombres, son dos formas que dan origen al
segundo de los componentes de nuestra sexualidad: el género. Ahora bien, el
género se convierte en el ser humano en algo mucho más complejo que sus
orígenes; en las ventajas evolutivas adquiere desde los primeros años de la vida
de todos nosotros una dimensión psicológica muy compleja que los científicos
llaman identidad genérica3. La identidad genérica (o identidad de género) es una
especie de marco de ideas, de conceptos que todos tenemos respecto a lo que
somos (en tanto hombres y mujeres), a lo que son los demás y a lo que debemos
(o deberíamos) ser en función de nuestro sexo: masculino o femenino. Como los
seres humanos nos comunicamos con nuestros semejantes, estas ideas las
platicamos con otros, por eso los grupos humanos desarrollan ideas compartidas
de lo que es ser hombre y ser mujer y, desde luego, de lo que deben ser, de los
que es un mal hombre y una mala mujer. Estas ideas compartidas han llamado la
atención de muchos científicos y les han dado el nombre de papeles o roles
sexuales4. Como vivimos todos en un grupo social desde el momento en que
podemos entender lo que quieren los otros (empezando por nuestros padres), nos
formamos nuestras propias ideas como resultado de esta suerte de cascada de
ideas a partir de lo que el grupo piensa que debe ser el hombre ideal y la mujer
ideal. Por esta razón, nuestras diferencias básicas producto de la diferencia
biológica, muchas veces terminan teniendo muy poco que ver con lo que al crecer
esperamos llegar a ser. El género, segundo componente de nuestra sexualidad,
termina conformándose muchas veces con ideas que han resultado fatales: las
mujeres no deben votar, los hombres deben luchar por su patria, el honor de un
hombre debe salvarse con la vida, la mujer virgen es la única valiosa, y muchas
otras por el estilo. Hasta aquí las cosas son bastantes simples, o eso parece. La
intensidad de nuestros sentimientos ante nuestra sexualidad está casi siempre
asociada a sus otros componentes. Si se piensan palabras aisladas (como si eso
fuera posible): pasión, deseo, amor, amante, entrega, posesión, compromiso,
ruptura, impotencia, frigidez, fidelidad, infidelidad, satisfacción, placer, dolor.
Todas son palabras sexuales, o mejor dicho, palabras con connotación sexual.
Todas son palabras que nos hablan de los otros dos componentes de nuestra
sexualidad: el erotismo y el amor. Al amor voy a cambiarle el nombre, porque creo
que es más claro hablar del amor en sus múltiples formas con múltiples nombres,
pero para introducirlo prefiero usar el gran, complicado y deseado término.
siglos, revela muchas cosas de quienes los perpetúan, es decir, de los seres
humanos. Eros, dios de la pasión y la fertilidad, tiene dos orígenes. El primero se
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refiere a una de las explicaciones griegas del origen del mundo: la teogonía de
Esíodo, primero era el Caos, luego Geos y Eros (la tierra y el deseo). Una
tradición posterior hizo a Eros hijo de Afrodita, diosa del amor sexual y la belleza,
y de Zeus, dios de dioses. Un relato también bastante posterior atribuyó a Eros el
enamoramiento de Psique de quien la madre de Eros, Afrodita, tenía recelo y
envidia. Enviado por su madre, Eros llena a Psique de una vida mágica y
placentera y la hace su esposa, no obstante nunca permite que Psique le vea
directamente; se limita a pasar las noches de placer con ella. Cuando Psique,
alentada por sus celosas hermanas que le advierten de la posibilidad de que su
misterioso esposo sea un dragón, se decide a ver la cara de su esposo, éste la
abandona como castigo5. Por erotismo entiendo la dimensión humana que resulta
de la potencialidad de experimentar placer sexual. Aquí nuevamente se trata de
una potencialidad; el hecho de que todos los seres humanos nacen con esa
posibilidad es sumamente importante. La gran mayoría de los seres humanos la
desarrollan, la viven y la gozan, pero no todos. Lo que es universal es que todos
podemos, tenemos la potencialidad de desarrollarlo. Como todos podemos, todos
estamos expuestos a las experiencias que regulan su aparición, su desarrollo, su
expresión y también, su disfunción, es decir, la aparición del erotismo es una
forma indeseada por nosotros o por el grupo social al que pertenecemos. El
placer sexual es un tipo de experiencia única. Si bien es cierto que la mayoría
asocia la experiencia placentera erótica con el deseo por otra persona, esto no
siempre es así, especialmente durante las etapas de nuestra vida en las que
descubrimos el erotismo. Para experimentarlo, necesitamos que nuestro cuerpo
esté bien, que no existan interferencias de tipo biológico con los mecanismos
fisiológicos del erotismo.
EL TERCER COMPONENTE, EL EROTISMO
El término erotismo tiene su origen en la mitología griega. Estudiar los mitos, es
decir las creencias humanas que a pesar de saberse o intuirse falsas han
subsistido por siglos, revela muchas cosas de quienes los perpetúan, es decir, de
los seres humanos. Eros, dios de la pasión y la fertilidad, tiene dos orígenes. El
primero se refiere a una de las explicaciones griegas del origen del mundo: la
teogonía de Esíodo, primero era el Caos, luego Geos y Eros (la tierra y el deseo).
Una tradición posterior hizo a Eros hijo de Afrodita, diosa del amor sexual y la
belleza, y de Zeus, dios de dioses. Un relato también bastante posterior atribuyó a
Eros el enamoramiento de Psique de quien la madre de Eros, Afrodita, tenía
recelo y envidia. Enviado por su madre, Eros llena a Psique de una vida mágica y
placentera y la hace su esposa, no obstante nunca permite que Psique le vea
directamente; se limita a pasar las noches de placer con ella. Cuando Psique,
alentada por sus celosas hermanas que le advierten de la posibilidad de que su
misterioso esposo sea un dragón, se decide a ver la cara de su esposo, éste la
abandona como castigo5. Por erotismo entiendo la dimensión humana que resulta
de la potencialidad de experimentar placer sexual. Aquí nuevamente se trata de
una potencialidad; el hecho de que todos los seres humanos nacen con esa
posibilidad es sumamente importante. La gran mayoría de los seres humanos la
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desarrollan, la viven y la gozan, pero no todos. Lo que es universal es que todos
podemos, tenemos la potencialidad de desarrollarlo. Como todos podemos, todos
estamos expuestos a las experiencias que regulan su aparición, su desarrollo, su
expresión y también, su disfunción, es decir, la aparición del erotismo es una
forma indeseada por nosotros o por el grupo social al que pertenecemos. El
placer sexual es un tipo de experiencia única. Si bien es cierto que la mayoría
asocia la experiencia placentera erótica con el deseo por otra persona, esto no
siempre es así, especialmente durante las etapas de nuestra vida en las que
descubrimos el erotismo. Para experimentarlo, necesitamos que nuestro cuerpo
esté bien, que no existan interferencias de tipo biológico con los mecanismos
fisiológicos del erotismo.
El placer erótico no resulta solamente de que se realice nuestra fantasía, sino
sobre todo de la reacción física de nuestro cuerpo, la cual resulta de que
aceptamos las experiencias que nos resultan estimulantes. Todas las culturas han
demostrado tener a la vida erótica en un lugar importante. Siempre que un grupo
humano se organiza, entre las primeras cosas que regula, norma, prescribe y
prohíbe están las experiencias eróticas6. De los cambios que experimenta
nuestro cuerpo se han ocupado muchos sexólogos, tanto del pasado distante
como contemporáneos. La medicina actual también se ha ocupado en forma
importante de atender esos cambios así como de encontrar formas para ayudar a
quienes tienen dificultades para vivirlos. Los cambios que experimentamos son
muchos, pero los más importantes son tres: experimentamos el deseo por el
placer erótico, experimentamos la excitación al recibir la estimulación deseada
( aunque a veces ésta sólo se recibe en nuestra imaginación ) y nuestros
genitales responden en forma más bien espectacular: aparece la lubricación de la
vagina y la erección peneana, en la mayoría de las ocasiones; precedido por
estos cambios, aparece la más característica de las respuestas eróticas: el
orgasmo, que se nota mucho en los genitales pero que es sentido y ocurre de
hecho en todo el cuerpo; la mayoría de las veces el orgasmo se acompaña de
una intensa sensación de placer.
Pienso que la experiencia del placer erótico es única, aunque en esto, algunos de
los más respetables estudiosos de la sexualidad no están de acuerdo8. Dada la
importancia que los grupos humanos conceden a la experiencia erótica, la misma
adquiere muchísimos matices, y puede expresarse en una multitud de formas. Es
interesante preguntarse para qué; la respuesta que más me satisface también la
dan los estudiosos de la biología y la evolución de las especies: es una forma muy
sofisticada y desarrollada de incrementar la posibilidad de éxito evolutivo9. Me
voy a explicar. Ocurre que la mayoría de los animales dependen de los ciclos
hormonales para que la conducta reproductiva se presente; cuando la hembra
entra en su fase reproductiva emite señales a los machos de su especie que
anuncian su "momento de reproductividad": Esas señales son de varios tipos:
algunas especies emiten señales visuales, en muchas otras, la señal es química.
Es decir, la hembra emite sustancias químicas que cuando entran en contacto con
el macho "activan" su deseo sexual. Algunas de esas sustancias químicas
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también las producen los seres humanos; se llaman feromonas y algunos
laboratorios de perfumería aprovechan esa fama animalesca de las feromonas
para incluirlas en sus fragancias, los vendedores, con la esperanza de vender
más, y los compradores, de que algún efecto tengan sobre su objetivo erótico.
Aunque este es un hecho en nuestra vida mercantil, las feromonas no han
probado su eficacia como "despertadoras del deseo erótico en el ser humano.
Recientemente se ha reactivado esta discusión gracias a los descubrimientos
relacionados con el aparato vemoronasal que hace factible la transmisión de
mensajes químicos por medio de otras sustancias distintas de las feromonas. De
cualquier forma, aunque esto se comprobara, el peso relativo de su acción sería
pequeño10. Nuestro erotismo no parece estar regulado, cuando menos en forma
notoria, por estos mecanismos que en los seres inferiores "anuncian" la ovulación,
es decir, el momento en el que el apareamiento tendría mayores posibilidades de
resultar en la concepción de un nuevo ser. Por el contrario, la ovulación en el ser
humano está "escondida". No hay anuncios ni visuales, ni químicos (olfativos), ni
de ningún otro tipo sensorial que la anuncie Dicho sea de paso, el único
anunciador de la ovulación que tiene el cuerpo femenino es la viscosidad del
moco cervical, hecho que se ha traducido en un muy complicado método de
contraconcepción "natural" llamado Método Billings. Para contrarrestar esta
aparente desventaja reproductiva, la conducta copulatoria del macho y la hembra
humanos desarrolló una independencia notable del ciclo hormonal. Liberados de
sus relojes hormonales, los actos copulatorios reproductivos de los dos sexos
necesarios para la supervivencia de la especie podían ocurrir en cualquier
momento, no necesariamente en el momento de la ovulación. En esas
condiciones, la especie correría el peligro de desaparecer porque la conducta de
la que depende su reproducción perdería su poder motivador; se necesitaba una
nueva manera para que los hombres y las mujeres siguieran con su actuar
reproductivo, esa nueva manera es el placer que se experimenta durante la
cópula.
El placer, ahora sabemos, no es solamente una experiencia de satisfacción por
hacer lo que se desea. En nuestro cerebro se liberan sustancias químicas que
son muy parecidas químicamente hablando a la heroína, droga poderosa que con
facilidad notable hace dependiente de ella a quien la introduce en su organismo.
Según esta explicación, el erotismo es la garantía biológica de que los hombres y
las mujeres seguirán interesados en copular y, por esta vía, elevar las
posibilidades de éxito evolutivo. Dicho con el lenguaje estrictamente
biológico/evolutivo parecería que somos una especie de máquina para sobrevivir.
Aunque esta terrible afirmación tiene algo de cierto, es una hecho que la
complejidad humana dista mucho de poder reducirse a la predictibilidad de una
máquina. La experiencia placentera erótica, que cuando menos es casi sólo
producto de la estimulación físico táctil, a medida que crecemos se hace más y
más dependiente de lo que significa para nosotros la realidad que percibimos. El
erotismo se convierte en una experiencia que depende casi por completo de lo
que significa para nosotros lo que vivimos, del significado simbólico que le
asignamos, de la realidad que percibimos (o que creamos en nuestra
8
imaginación) aunque muchas veces no nos percatemos de los significados
precisos (son inconscientes). Los significados tienen que ver con lo que el placer
mismo representa, desde luego, pero de manera muy notable, del significado de
nuestro ser hombre y mujer, de lo que el otro sexo nos significa, de lo que
reproducirnos representa para nosotros y, para gozo y sufrimiento de la raza
humana, de lo que el otro amado, deseado, odiado o humillado nos significa. Es
tiempo de hablar de amor.
9
complejo que solo un cordón), se rompe de manera más bien brusca al nacer el
nuevo ser. Como antes dije, el ser humano nace en tales condiciones que
necesita el cuidado de otros seres humanos durante mucho tiempo sin riesgo de
morir. Entre las dos personas interesadas, usualmente la madre y el bebé,
aparece muy pronto otro vínculo, es decir, otra unión, pero este vínculo ya no es
físico, ya no está compuesto de tejidos y células, sino que está compuesto de lo
que cada uno siente: la presencia de ese otro ser no nos es indiferente, sino que
nos provoca sentimientos muy intensos, que llamamos respuestas afectivas. Lo
que cada uno de los dos involucrados siente respecto de la presencia o de la
ausencia de ese otro ser, no de cualquier ser humano, sino de ese en especial, es
el tejido con el que se teje el vínculo afectivo. El vínculo tiene siempre dos lados
cuando menos, hay por lo menos dos seres humanos conformándolo. En esta
primera forma de vínculo, la madre experimenta respuestas afectivas que son el
producto de su madurez y que son muy complejas, pues expresan casi todos los
componentes de su persona. El vínculo del lado del bebé es mucho más simple,
por lo que sabemos hoy en día del desarrollo humano aparece de manera muy
clara hacia los cuatro/seis meses después del nacimiento: el bebé empieza a
reaccionar con angustia ante la ausencia y la separación de la madre. La angustia
de separación es el primer componente afectivo de la vinculación humana. Los
adultos sentimos a veces esa angustia intensa cuando nuestros amores se
tambalean, cuando nuestro ser amado nos abandona. Lo que sucede con los
afectos alrededor de las otras personas importantes en la vida determina el tipo
de vínculos que vamos estableciendo con los otros y con el otro o la otra que se
convierte en el ser amado. Como se necesita que la capacidad de vincularse se
desarrolle, al igual que los otros componentes de la sexualidad, de ese desarrollo
dependerá su forma durante la vida adulta. Me parece una desgracia humana el
que muchas personas desarrollen formas de vincularse afectivamente con los
otros que son muy destructivas, muy infantiles, y por eso mismo condenadas al
sufrimiento. A todas esas formas de desear intensamente la presencia y
disponibilidad del otro se les ha llamado amor. Creo que no todas esas formas de
vinculación merecen el término amor; que lo que denominamos amor depende de
muchísimos factores; propongo que le llamemos amor sólo al tipo de vínculo
afectivo que favorece la plenitud de vida tanto del amante como del ser amado. A
los amores tormentosos, a los que están llenos de rabia, de resentimiento y de
dolor, no me gusta llamarles amor, prefiero decirles vinculaciones afectivas
infortunadas.
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4. TEORIA DE LA SEXUALIDAD
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5. COMPORTAMIENTO SEXUAL DEL ADOLESCENTE
Dados los trascendentales cambios producidos y la orientación tomada por las
tareas evolutivas, la adolescencia carga la consolidación de la identificación
genérica y la orientación sexual.8 Las expresiones sexuales varían según género,
clase social, grupo cultural de referencia, educación, religiosidad y tipo de
comunidad.8 Los adolescentes dan sentido a las transformaciones de su cuerpo
en dos formas: como vía de procreación y (lo que les resulta más importante)
como vía de disfrute sexual y atracción física erótica para otras personas.9 Sus
manifestaciones pueden clasificarse en fantasías y deseos, caricias, atracción y
búsqueda de pareja, y coito.
En la adolescencia, aunque con capacidad biológica para la procreación, el joven
por lo general no se encuentra maduro desde la perspectiva psicológica, social y
emocional para enfrentar el proceso de la reproducción, lo que provoca que
muchos inicien una actividad sexual precoz, basada fundamentalmente en
relaciones pasajeras, carentes de amor, donde el continuo cambio de pareja es
habitual, lo cual convierte la conducta sexual de los adolescentes en conductas
riesgosas, que lo pueden llevar tanto al embarazo no deseado o a padecer una
infección de transmisión sexual (ITS).10 Los estudios en adolescentes de todas
las clases sociales (educación media y media superior y de 14 a 19 años de edad)
y su comparación con otros de Iberoamérica o Norteamérica permiten aportar
algunas razones por las cuales los jóvenes se involucran en actividad genital;
entre ellas se señalan presión de los compañeros, el comunicar afecto, evitar la
soledad, obtener afecto a cualquier precio por necesidad de ser valorados y
estimulados a través de ternura y afecto cálido no sólo verbal; demostrar
independencia, pues la actividad genital constituye una forma de rebeldía contra
el autoritarismo que no siempre se acompaña de buen ejemplo y congruencia de
actitudes y prácticas; mostrar ante los padres que se es adulto… El adolescente
ve la relación sexual como necesaria para ser conocido y valorado por otros
jóvenes, por curiosidad, por tratar de resolver fantasías de ser padre o madre, por
desear la experiencia de relación sexual y por placer o diversión.
Aunque se ha intentado universalizar la conducta sexual del adolescente, lo
cierto es que éstos se desarrollan bajo ciertas diferencias biosociodemográficas y
es justamente aquí donde se requiere analizar las prácticas sexuales de
adolescentes escolares y su relación con variables biológicas y sociales y cómo
influyen estas características en el desarrollo sexual adolescente, objetivo que se
pretende en este estudio.
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6. SALUD SEXUAL
En la mayor parte de los países del mundo, la salud sexual y la salud reproductiva
de las personas han emergido como campos de atención a tener en cuenta en las
políticas y programas de salud. Esto expresaría una preocupación oficial por el
bienestar integral del ser humano, al reconocer a la sexualidad y reproducción
como dimensiones importantes por ser satisfechas para la realización personal, y
también con impactos en el desarrollo económico y social. Como dice Cook et al.,
la capacidad o incapacidad de los individuos, y en especial de las mujeres, de
regular y controlar su propia fecundidad afecta la salud y el bienestar de las
personas directamente involucradas, y no tener la posibilidad de decidir
libremente sobre este campo constituye una violación a los derechos humanos.
Además, tiene implicaciones en la estabilidad global y el equilibrio entre la
población y los recursos naturales y entre las personas y su medio ambiente.
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planificación familiar y acceso a ellos. También tener derecho a recibir servicios
adecuados de atención de la salud que garanticen embarazos y partos sin riesgos
e hijos sanos. Se recomienda que los servicios de salud reproductiva vayan más
allá del suministro y asesoramiento de la anticoncepción, debiendo abarcar la
atención prenatal, al parto y al post-parto, interrupción del embarazo en los
lugares donde no sea proscrito o prevención de aborto y el tratamiento de sus
consecuencias, y asumiendo otra afecciones tales como infecciones del aparato
reproductor, infertilidad, enfermedades de transmisión sexual, cáncer de mama,
asesoramiento sobre sexualidad humana y paternidad responsable (CIPD, 1994).
14
decisiones para su vida y la de su familia 3.
15
Este ensayo busca, en primer lugar, plantear las implicancias más importantes de
las desigualdades sociales por razones de género y de las diferencias de género
en la salud sexual y reproductiva para el caso peruano; en segundo lugar, analizar
la importancia de concebir e involucrar a los varones como sujetos de derechos y
con necesidades específicas en sexualidad y reproducción, en discusión con los
planteamientos de El Cairo al respecto, y las implicaciones de la salud sexual y
reproductiva de los varones en la salud de las mujeres; en tercer lugar, pretende
analizar el sinuoso camino de las políticas estatales en torno a la salud sexual y
reproductiva y el respeto de estas a los derechos de las personas y a la equidad
de género a partir de la CIPD; y por último, concluimos con algunas propuestas de
lineamientos de políticas en salud sexual y salud reproductiva con perspectiva de
género.
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mujeres que exista una legislación que prescriba la libre determinación e incluso
que haya información sobre sus derechos y en torno a la variedad de métodos
anticonceptivos disponibles en el mercado, si no se dan a la vez condiciones para
que ellas puedan ejercer ese derecho. La existencia de iguales oportunidades
para hombres y mujeres, de acceder a la educación, las condiciones materiales
para el acceso a servicios adecuados de salud sexual y reproductiva y la
capacidad para adquirir anticonceptivos, todas ellas muy relacionadas con la
superación de los niveles de pobreza, son condiciones necesarias pero no
suficientes.
Perduran inequidades que se anteponen a los deseos de las mujeres y que les
impiden, aún cuando tengan la información adecuada, a optar libremente sobre
qué hacer con sus propios cuerpos y cómo regular su reproducción. Así por
ejemplo, los largos procesos de socialización patriarcales, sexistas y jerárquicos,
han logrado una fuerte internalización, en muchas mujeres, de su papel
subordinado, con actitudes de sumisión y escaso empoderamiento ante las
decisiones y privilegios masculinos.
Si esto aún ocurre con frecuencia en las ciudades, donde los niveles de
educación y los recursos económicos, sociales e institucionales son mayores, con
más razón se da en las áreas rurales donde el desbalance de poder a favor del
hombre es mucho más alto.
En estos lugares los hombres son muy reacios a que sus parejas usen métodos
anticonceptivos modernos, no porque deseen tener más hijos, sino porque,
además de la desinformación sobre las consecuencias negativas en la salud de
las mujeres y también de los hombres por el uso de estos métodos, están los
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imperativos sociales que les impiden su uso.
No estaría bien eso que se vaya al centro de salud a pedir método, yo también
diría por engañarme iría, será su costumbre diría, esta mujer querrá que otros la
toquen (Natividad - San Mateo - Huancavelica). Algunas van al centro de salud,
aprenden más esas cosas y como se dice la infidelidad, de repente quiere sacar
la vuelta, van a estar así con varios ¿no?, eso es lo que piensan acá (Coina -
Otuzco - La Libertad). Esa oposición a que la esposa vaya al centro de salud es
más que todo por los celos, porque cuando mandamos a nuestras señoras, tiene
que hacerse revisar. Entonces la gente dice ese está mandando a la posta y ahí
todo se hace revisar, no es buena, se hace mirar todo la Chojorasiña (vagina), no
tiene vergüenza (Collini.Pomata. Chucuito - Puno Aymara)
Según la encuesta ENDES del 2000, la tasa global de fecundidad en el área rural
era de 4,3, mientras que la deseada era de 2,5 hijos promedio por mujer. Según la
última encuesta ENDES de 2004, apenas 33% de mujeres rurales en unión usan
métodos anticonceptivos modernos. Esta situación trasluce claramente una
violación a los derechos reproductivos de las mujeres, pero también a los
derechos de los hombres, quienes asimismo se ven impelidos a ir contra sus
deseos reproductivos por las construcciones de género que les imponen actitudes
y prácticas, con repercusiones negativas en la salud reproductiva y en el bienestar
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en general.
Entre las razones más frecuentes que dan está el abandono de la pareja y la
perspectiva de tener un hijo sin la posibilidad de una unidad familiar funcional, el
sentirse incapaz de proporcionar una mínima seguridad a un futuro hijo o a los ya
existentes, la percepción de aún no estar preparada para ser madre –ocurre
principalmente en las adolescentes–, junto con la convicción que será un
obstáculo para concretar sus proyectos de vida relacionados con el trabajo y el
estudio, el peligro de segregación que puede destruir su vida social, sobre todo en
sectores medios y altos, por un embarazo fuera del matrimonio; la falta de apoyo
social que se concretiza con el abandono, ya no sólo de la pareja sexual, sino
también de la familia, lo cual además les impide trabajar para sostenerse y
sostener al bebé. Esto ocurre principalmente en nuestros países donde hay
escasez de guarderías infantiles cercanas a su lugar de trabajo, que permitan al
mismo tiempo amamantar a sus hijos y mantener su empleo.
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pueden producir incluso la muerte de la mujer, además de otros efectos
colaterales relacionados con su salud mental y emocional.
La misma figura anterior nos muestra cómo el cáncer al cuello uterino ocupa el
tercer lugar en importancia dentro de las causas de muerte para las mujeres en
edad reproductiva, mientras que el tumor maligno de mama es el séptimo
causante de muerte. Las mujeres en edad reproductiva tienen mayores
posibilidades de morir de cáncer, y 48% de estas muertes se debe al cáncer
ginecológico principalmente cervical o cáncer al seno 19. La letalidad observada no
necesariamente esta ligada al carácter de dichas enfermedades, puesto que si
son detectadas en su fase inicial son curables. El problema más importante, y
esto ocurre en especial con el cáncer al cuello del útero que está muy vinculado a
mujeres de bajos recursos económicos, es la falta de acceso a servicios de
detección temprana. En muchos casos los servicios de salud pueden existir, sin
embargo, estas mujeres carecen de la suficiente autonomía económica para
pagarlos, aun cuando estos sean estatales, o dependen de la voluntad del
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cónyuge para acudir a dichos servicios. Los tratamientos oncológicos están
limitados generalmente a las pocas que cuentan con un seguro médico. En esto
último las mujeres están en gran desventaja respecto a los hombres, porque son
las que menos trabajo remunerado y estable presentan, por lo que
está claro
que mientras la seguridad social y los planes de seguro médico dependan de la
situación de empleo, las mujeres seguirán en desventaja con respecto al acceso
directo a la atención de salud.
También hay que considerar que muchos servicios de salud reproductiva aún no
dan la información adecuada, o simplemente no la dan, sobre la necesidad de
controles periódicos para prevenir dichos males, cuando las mujeres acuden a
sus controles pre y postnatales. Esto es así, porque un sector de prestadores de
los servicios aún arrastra una visión restringida de la salud sexual y reproductiva
de las mujeres, muy ligada a la procreación, no siendo considerado en forma
integral otras necesidades que apuntan al bienestar en general, a pesar que las
normas dictadas por el Ministerio de Salud digan lo contrario 24.
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El problema fue que, a medida que la pandemia alcanzó también a los hombres
heterosexuales, en poco tiempo lo transmitieron a las mujeres. En este proceso
han estado en juego fundamentalmente construcciones e inequidades de género
que a continuación trataremos de resumir. En América Latina existe una
concepción bastante generalizada dentro de la masculinidad hegemónica, que los
hombres que adoptan el papel penetrador en el acto sexual con otros hombres,
son más viriles, puesto que tienen la capacidad de someter sexualmente a otros
hombres. Ellos mismos no se consideran homosexuales y tienen parejas
femeninas. Sin embargo, tampoco puede ser exhibido como una práctica
cotidiana, puesto que podría levantar sospechas que pongan en cuestión su
hombría. Entonces, estas tienen que aparecer como prácticas esporádicas y
casuales. Esto hace que, cuando ocurre la oportunidad, no pueden mostrarse
preparados y entonces las relaciones sexuales transcurren sin protección (llevar
condones implicaría un nivel de planeación y de conciencia de su conducta).
Muchos hombres adquirieron la enfermedad de esta manera y luego lo
transmitieron a sus esposas eminentemente monógamas. Posteriormente el VIH
les fue transmitido a trabajadoras sexuales y estas a su vez a más hombres,
incrementando el efecto multiplicador, produciendo que en la actualidad el mal ya
no se halle focalizado en grupos considerados de riesgo (prostitutas y
homosexuales), sino diseminado en la población en general.
Un tercer aspecto que contribuye de alguna forma a la expansión tanto del VIH
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como de otras ETS en las mujeres y que también reproduce las relaciones
inequitativas de género, es la calidad de la atención de los servicios de salud
sexual y reproductiva. En varias ocasiones la actuación de los prestadores de
salud, cuando detectan alguna enfermedad de transmisión sexual en las mujeres,
en la práctica, es de complicidad con los varones y de violación de los derechos
de las mujeres.
Utilizando los criterios que la normatividad social impone y que ellos comparten y
usan en su vida privada, intentan proteger la unidad familiar, no otorgando
información que cree discrepancias o rupturas en la pareja respecto a sospechas
de posibles actos de infidelidad masculina. Entonces, no le comunican a la mujer
que el origen de su enfermedad es la transmisión mediante el acto sexual y que
tiene que exigir que su pareja sea también auscultada y tratada, a la vez que
iniciar medidas de protección inmediatas.
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capacidad social para la negociación y el autocuidado frente a los embates
masculinos. Entonces, este acceso limitado y escaso control que tienen sobre su
propia sexualidad convierte a estas mujeres en seres vulnerables a la explotación
sexual, a embarazos no deseados, a ETS y al VIH-SIDA.
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responsable en la salud sexual y reproductiva promoviendo, por ejemplo, métodos
masculinos de planificación familiar (como el condón y en especial la vasectomía),
tratando de hacer más evidente al varón las opciones con las que podría contar,
sin analizar lo que su uso le genera, sus malestares, miedos, cuestionamientos,
necesidades y conflictos.
Hay otros problemas cruciales que las políticas de salud reproductiva contemplan
muy poco, y que tienen significados y repercusiones diferentes para hombres y
mujeres, precisamente por las construcciones de género. Uno de estos problemas
es la infertilidad, la cual resulta dramática para las mujeres, pero también lo es,
con otras connotaciones, para los varones. Si bien el ser madres trae consigo una
mayor valoración social, el no serlo no cuestiona su orientación sexual.
Contrariamente, los hombres necesitan probar su heterosexualidad para ser
reconocidos socialmente como hombres, a través de su capacidad no sólo de
conquistar sexualmente a las mujeres sino fundamentalmente de preñarlas,
porque es lo único que evidencia fehacientemente la virilidad dentro de la cultura
de la masculinidad hegemónica. Así, mientras que una mujer infértil es vista con
conmiseración, un hombre infértil es objeto de burlas y cuestionamientos a su
masculinidad. Este problema tiene consecuencias negativas muy importantes en
la esfera psíquica y emocional de los hombres que la padecen, en especial en la
mella a su autoestima. Como señala Jorge Calero, las mujeres también sufren no
poder gestar y parir, pero el hecho que sus compañeros aparezcan disminuidos
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como varones ante los demás, hace que muchas veces ellas asuman la
responsabilidad de la infertilidad de la pareja, porque la imagen masculina del
varón no sólo es importante para el propio varón, sino también para su
compañera. En general, los servicios de salud reproductiva del sector público
poco se han ocupado del problema de la infertilidad, priorizando un objetivo
central pre Cairo como era el lograr bajos niveles de fecundidad y no
preocupándose realmente por la salud reproductiva de quienes no pueden tener
hijos. Los pocos servicios que existen, mayormente en el sector privado, no tienen
como usuarios a los hombres, o si los tienen, no contemplan el problema en su
integridad, puesto que no incluyen el ámbito de las emociones, justamente ahí
donde más estragos producen los mandatos socioculturales.
A diferencia de la salud reproductiva, donde aun cuesta pensar en los hombres
reproduciéndose, la salud sexual es más reconocida como un campo que atañe a
ellos, puesto que la sexualidad ha sido un medio importante de valoración
masculina y una de las fuentes de poder sobre las mujeres y sobre otros hombres
más débiles. La manera en que se construye el sexo masculino condiciona
conductas que ponen en riesgo sus propios cuerpos, en especial atentan contra
su salud sexual, arrastrando con ello a sus parejas.
La necesidad de demostrar virilidad y mantener cierta práctica intensiva de la
sexualidad los expone a mayores riesgos de contraer enfermedades de
transmisión sexual y del VIH- SIDA, que incluso los conduce prematuramente a la
muerte.
Así, podemos ver en la figura 3, que esta enfermedad es la segunda causa de
muerte en el Perú, para varones entre los 15 y los 49 años, según datos del
Ministerio de Salud para el año 2000.
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Según un estudio realizado con hombres de 22 a 50 años de las ciudades de
Callao, Huancayo y Cusco, el contraer una ETS no es algo buscado sino, dentro
del imaginario masculino, consecuencia inevitable del ejercicio intenso de la
sexualidad en el que todo hombre, por su condición de tal, está expuesto.
Resulta también una prueba fehaciente frente a los pares de que se está
ejerciendo intensivamente la sexualidad y, por tanto, cuando una ETS se produce,
recibe la comprensión y el apoyo solidario de los demás, principalmente de los
más experimentados. Es una herida de guerra, la cual no se busca pero resulta
como parte inevitable de los gajes del oficio. En cuanto al VIH-SIDA, si bien se le
teme porque se sabe de su letalidad, no lo sienten cercano en tanto se evite las
prácticas con grupos considerados de riesgo como homosexuales y trabajadoras
sexuales.
Según el mismo estudio, existe una percepción generalizada de invulnerabilidad
masculina que les impide asumir su papel de enfermos y acudir a los servicios de
salud, bajo las ideas que no somos débiles y soportamos el dolor. Los varones en
general tienen actitudes, en cuanto a su salud, posteriores al agravamiento de los
síntomas; resisten la enfermedad hasta que el dolor o la incapacidad física les
obligan a buscar atención. En la exploración de los significados que dan los
hombres a estas actitudes, el estudio encuentra un elemento clave para
interpretar muchas de las aparentes pruebas de fortaleza y resistencia, que
definitivamente existen, pero que por sí solas sólo reflejarían un aspecto de sus
prácticas. Este es el sentimiento de vergüenza que atraviesa gran parte de esas
estrategias para enfrentar sus necesidades en el campo de la salud sexual y
reproductiva. Por la manera como se construye social y culturalmente la
masculinidad, los varones se enfrentan a una revisión pública de su sexualidad, la
cual le otorgará el certificado de aprobación o no de su entorno, de ser un hombre
de verdad. Esto mantiene a un buen número de hombres con una permanente
inseguridad de si pasarán la prueba, provocando que unos eviten exponerse a la
evaluación, o a desarrollar alardes de proezas sexuales para demostrarse a sí
mismo y a los demás, su mayor hombría 38. Las repercusiones negativas en el
cuidado de la salud sexual de estas creencias tan arraigadas es, por ejemplo, que
un sector de hombres no acudan a los servicios de salud porque temen que sea
evaluada o comparada su masculinidad con un prototipo de lo que se considera
un verdadero hombre, en relación a características físicas centradas, por ejemplo,
en el tamaño de sus genitales o en la puesta en cuestión de su comportamiento
sexual. Si bien existe una mayor preocupación oficial por el comportamiento
sexual y la salud sexual desde la aparición de la epidemia del VIH – SIDA, aun los
hombres no sienten que existan servicios de salud especializados para ellos,
puesto que los perciben como lugares de atención para mujeres y niños.
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7. CONCLUSIONES
Los adolescentes viven una sexualidad coartada por estigmas sociales. El adulto
siempre ve al mundo del adolescente lleno de riesgos para su salud, olvidando
muchas veces cómo se ha vivido el propio desarrollo. Lo cierto es que, durante
toda esta etapa de la vida, las personas van pasando por procesos de
socialización previos al contacto más íntimo y genital. En los resultados de este
estudio se muestra el desarrollo sexual de los adolescentes desde una
perspectiva biosocial, sin olvidar que ellos y ellas viven una sexualidad y
afectividad activa y que en la mayor parte de las veces se encuentra exenta de
riesgos para su salud. Las características sociales como familias monoparentales,
violencia intrafamiliar, rendimiento escolar bajo, consumo de alcohol y drogas, se
relacionan con el inicio de la actividad sexual. A diferencia de lo que se podría
creer, las relaciones sexuales genitales son la práctica menos frecuente dentro
del amplio espectro de prácticas sexuales tanto sociales como corporales
descritas en este estudio, y para llegar a concretar este acto sexual, las personas
primero viven una serie de acercamientos hacia la o las personas que les atraen.
8. REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
https://www.jstor.org/stable/10.7440/j.ctt18d835w
https://www.icmujeres.gob.mx/wp-content/uploads/2020/05/Sobre-la-sexualidad-
humana.pdf
http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-
46342006000300010
https://www.poblanerias.com/2016/05/cinco-teorias-sobre-sexualidad-y-
conciencia-de-sigmund-freud/
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