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Detrás de esos 150 textos hay seis palabras hebreas, arameas, y griegas. La idea principal es
la de postrarse ante Dios. La verdadera Adoración consiste en postrarse ante Dios (no
necesariamente físicamente, pero si en el corazón). Y la Adoración falsa consiste en
postrarse ante cualquier ser o cosa que no sea Dios. A lo largo de la biblia hay muchos
ejemplos de ambos tipos de Adoración.
Esta idea (de postrarnos ante Dios) nos habla de su santidad y grandeza, de nuestra
pecaminosidad y pequeñez y del santo temor que debemos sentir ante El. O sea, de su gran
dignidad y de nuestra gran indignidad.
Podemos definir la Adoración de esta manera: es responder a todo lo que es Dios con todo
lo que somos nosotros, responder a todo su ser con todo nuestro ser.
Cuando adoramos no estamos haciendo algo en el vacío; estamos respondiendo a algo. ¿A
qué?, a Dios, a todo lo que nos enseña su palabra acerca de Él. Y hacemos eso con todo lo
que somos y con todo lo que tenemos. Eso es Adoración.
Tres ejemplos bíblicos de ello: (1) Abraham subiendo el monte Moriah para adorar al
Señor, ofreciéndole a su hijo Isaac en holocausto (Gn. 22:5); (2) La Adoración de la que
hablo Miqueas: “… hacer justicia, amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Mi. 6:6-8);
y: (3) La Adoración enseñada por el apóstol pablo: “…que presentéis vuestros cuerpos en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuelto culto racional” (Romanos 12:1)
Romanos 12:1-2
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos
en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
No os conforméis a este siglo, sino transformados por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta.