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Naytiry
Lo femenino fue venerado en la antigüedad como Gran Madre (Cáncer), Señora de los
Cielos y de la Tierra (Virgo), lo sagrado de la naturaleza y del mundo animal. Su pérdida,
o abandono, la sociedad lo expresa a través de imágenes demoníacas, como aparecen
en el arte juvenil satánico, para transformarse en expresión de lo bestial y perverso.
Como sabiduría, lo femenino impulsa a soltar amarras en lugar de poseer. A vivir la vida
como un proceso más que como una pieza estática y controladora. Siempre respeta y
venera los misterios de la naturaleza, que son los suyos también, y muy rara vez atenta
contra ella. Fluye con el curso de los acontecimientos naturales. Acepta plenamente lo
que es. Sin el respeto por lo femenino, la ingeniosidad de lo masculino se vuelve muy
destructiva para la vida.
Lo femenino nos invita a vivir lo terrenal como aspecto integral de nuestra totalidad;
contribuye a despertar nuestro sentido de la responsabilidad terrícola, y el sentimiento de
cuidar el planeta, nuestro hogar. Desarrollando en nuestro interior los hilos de la relación
entre los opuestos, cielo y tierra, masculino y femenino, vida y muerte, consciente e
inconsciente, lo femenino da luz a las comunidades armónicas, felices, prósperas.