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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Esta es una fotografía del Eilean Donan Castle (Castillo) cerca de la Isla
de Skye, que según la autora le sirvió de inspiración, para un demonio con
falda escocesa.
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DEVIL IN A KILT
SUE ELLEN
WELLLFONDER
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CAPITULO UNO
Laird.-Señor Feudal. Una variante de señor.
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Por encima del gran Salón, instalada en la seguridad de la sala que el Laird
utilizaba para espiar, una pequeña habitación escondida entre los gruesos
muros de Dundonnell, Linnet MacDonnell miraba hacia abajo, observando
como su padre y su querida sirvienta discutían sobre su destino.
-Su felicidad no me importa nada. ¡La alianza con MacKenzie está sellada!
-vociferó Magnus Incluso si yo deseara para ella algo mejor, ¿qué hombre
querría una mujer que puede ser mejor que él lanzando dagas? Por no hablar
de sus otros tontos talentos.
Magnus tomó un largo trago de ale, después se limpió la boca con su manga.
-Un hombre necesita una esposa que se preocupe de atender sus pies
doloridos, no de un terreno de malas hierbas.
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enviada sola a la guarida del Ciervo Negro. Necesitará alguien que cuide de
ella.
Pero del que tendría poco tiempo para considerar. Frotándose la carne de
gallina de los brazos, dejó de lado su malestar y se concentró en la discusión
de abajo.
La risa del laird MacDonnell llenó el salón. En voz alta y con maldad,
rebotando contra las paredes donde ella se escondía y mofándose de Linnet
con la crueldad existente en sus palabras. Se encogió. Todo el mundo dentro
del torreón podría escuchar sus calumnias.
-No, él no busca una esposa atractiva -rugió Magnus, parecía que fuese a
darle otro ataque de risa-. Al poderoso MacKenzie de Kintail no le interesa
su aspecto ó si le complacerá o no cuando esté con él en la cama. Él quiere
saber si su hijo es suyo o del bastardo de su medio hermano, y está
dispuesto a pagar muchísimo por averiguarlo.
Elspeth jadeó.
-Usted sabe que la muchacha no domina su don cuando ella quiere. ¿Qué
pasaría si se equivoca en la respuesta?
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-¿Crees que me importa? -el padre de Linnet se puso en pie y golpeó sus
rollizos puños contra la mesa. Estoy contento de haberme deshecho de ella,
lo único que me importa son los dos MacDonnell, y el ganado que él va a
darme a cambio de la muchacha. Ha tenido retenidos a nuestros hombres
durante casi seis meses. ¡Y su única trasgresión fue una simple incursión!
-Me trae sin cuidado si toda una hueste de Santos viene tras de mí. Este
matrimonio va a hacerme rico. ¡Emplearé un ejército para mandar a los
lloriqueantes santos por donde vinieron!
-Quizás el arreglo sea bueno para Linnet, dijo Elspeth, con una voz
sorprendentemente serena. -Dudo que el MacKenzie beba tanta cerveza
cada vez que se sienta a la mesa para acabar despatarrado de bruces sobre
los juncos. No si es el excelente guerrero que aclaman los juglares.
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Entornando los ojos en el agujero del cuarto oculto, Linnet vio a su querida
Elspeth lanzándole una última mirada a su padre antes de salir con paso
majestuoso del Salón. En el instante en que su vieja niñera desapareció de la
vista, Linnet se recostó contra el muro y dejó escapar una profunda
exhalación.
Su pelo era distinto al de sus hermanas, que siempre lo tenían suave y bien
peinado, mientras ella tenía que cargar con una melena salvaje que no podía
mantener trenzada. Aunque le gustaba su color. De un tono más llamativo
que el rubio rojizo de sus hermanas, el suyo tenía un profundo toque cobrizo,
casi del color del bronce. Su hermano favorito, Jamie, juraba que su pelo
podría embrujar a un ciego.
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Una pequeña sonrisa asomó a sus labios. Sí, le gustaba su pelo. Y adoraba a
cada uno de sus ocho hermanos. Y ahora podía oírles moviéndose por el
Salón de abajo. Aunque los ronquidos de borracho de su padre llegaban
hasta ella, también podía oír los ruidos que hacían sus hermanos, listos para
una rápida salida.
Su partida del castillo Dundonnell, la oscura y húmeda casa de un jefe de
clan de escasa importancia y casi sin tierras, de su padre amante de la
cerveza, pero el único hogar que había conocido.
Cuadrando los hombros, Linnet alzó su bolsa de cuero con sus hierbas, su
única posesión de valor, y escapó del dominio de su padre. Se apresuró
escaleras abajo de la torre tan rápidamente como se atrevió, después
corrió a través del Salón sin más que una mirada a su dormido padre.
Y el hombre, favorito del rey y apasionado o no, sólo la quería para utilizar
su don, y porque le habían asegurado que ella era bonita. La perspectiva ni la
halagaba ni prometía un matrimonio soportable.
Linnet tomó una última bocanada del aire lleno de humo de Dundonnell
mientras permanecía ante la maciza puerta de roble que la llevaría al patio
del castillo. Quizás en su nuevo hogar no sufriría por llenarse los pulmones
con el viciado aire de la cerveza fermentada.
-Oh, por los sepultados huesos sagrados de San Columba -murmuró,
tomando prestado el epíteto preferido de Jamie mientras se limpiaba una
lágrima rebelde de la mejilla.
Antes de que pudieran caer más, Linnet abrió la puerta revestida de acero y
salió. Aunque ya había pasado la hora del amanecer, una fría niebla azul
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Sus hermanos, los ocho, esperaban junto a los caballos, cada uno con un
aspecto tan miserable como el que ella sentía. Elspeth, en cambio, parecía
extrañamente complacida y ya lista sentada a horcajadas de su pony. Otros
miembros del clan y sus familias, junto a los pocos sirvientes de su padre, se
apiñaban junto a las puertas abiertas del castillo. Como sus hermanos, todos
tenían expresiones tristes y permanecían en silencio, pero el revelador
brillo de sus ojos valía por mil palabras.
-Esto es de todos nosotros -dijo con voz brusca mientras empujaba la lana
con olor a viejo hacia las manos de Linnet-. Ha estado guardado bajo llave en
un cofre en la recamara de su padre todos estos años, pero nunca sabrá que
lo cogimos.
.
.-Arisaid: prenda femenina escocesa, similar a un abrigo o larga capa hecha de lana o de seda.
Se ata a la altura del pecho con un broche, y suele llevar un cinturón.
.- plaid.- Tela a cuadros; tela escocesa; manta escocesa; tartán
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Como si fueran uno solo, sus parientes y amigos se adelantaron, cada uno
dándole un fuerte abrazo. Ninguno habló y Linnet estaba agradecida, si lo
hubieran hecho, habría perdido el poco control que le quedaba. Entonces
una voz, la del herrero, gritó mientras su hermano Ranald la subía sobre su
montura.
Antes de que Linnet pudiera tomar aliento o dar las gracias al herrero,
Ranald le dio una fuerte palmada a su montura en la grupa y la peluda bestia
atravesó las puertas abiertas, dejando el castillo Dundonnell tras de ella
para siempre.
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-No te preocupes, muchacha -le dijo Ranald por encima del hombro-. No
dejaremos que te pase nada.
Girándose en su silla gritó algo a sus hermanos, pero los fuertes gritos de
los MacKenzie se tragaron las palabras de Ranald.
-¡Cuidich´N´Righ!
Gaélico.-Larga vida al rey.
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cargado hacia delante, los jóvenes mantenían sus monturas a una corta
distancia. En fila de a cuatro, con los estandartes en alto, componían una
vista impresionante.
Pero ninguno era tan imponente como el oscuro guerrero que rompió con
tanta seguridad las hileras.
Vestido con una cota de malla negra, una ancha espada al costado, dos dagas
bajo el fino cinturón de cuero que caía bajo sobre sus caderas, montaba un
enorme caballo de guerra tan negro como su armadura.
Linnet tragó con dificultad, este intimidante gigante sólo podía ser Duncan
MacKenzie, el MacKenzie de Kintail, su prometido.
No necesitaba ver el plaid verde y azul prendido sobre su cota de malla para
conocer su identidad.
Sus agudos sentidos le dijeron todo. Él le había echado una buena mirada... y
la había encontrado insatisfactoria.
Dulce Virgen, si tan solo hubiera hecho caso del consejo de Elspeth y le
hubiera permitido a la anciana que la vistiera y la peinara. Habría sido mucho
más fácil alzar la barbilla ante su audaz examen si el velo no escondiera sus
trenzas.
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podría haber pasado por delante de sus hermanos... ante la aproximación del
negro caballero, habían urgido a sus caballos a acercarse a ella. Sus
expresiones crueles, las manos cerca de la empuñadura de sus espadas,
habían permitido el avance de su prometido con cautela.
Sólo la quería para que pusiera fin a sus dudas sobre Robbie, para cuidar del
muchacho y apartarlo de su vista si sus sospechas resultaban ser ciertas.
Su carácter poco importaba más allá de su aptitud para ser la nueva madre
de Robbie. Pero le complacía ver el temple en su sangre.
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Los otros hermanos se hicieron eco del sentimiento de Jamie, pero el propio
coraje de Linnet vaciló cuando en lugar de contestar a Jamie, su prometido
les barrió con una oscura mirada.
Aún mantenía los hombros echados hacia atrás y la barbilla alzada, enojada
por su falta de cortesía.
-Soy Linnet de Dundonnell -elevó un poco más la barbilla-. ¿Quién es usted
milord?
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Linnet sabía que debería sentir nada más que compasión por el musculoso
guerrero, pero la expresión en su ojo bueno, el cual estaba
desconcertantemente fijo en ella, la aterrorizaba.
El temor hizo que la sangre le bombeara con tanta fuerza en la cabeza que
no oyó lo que Sir Duncan le dijo al hombre, pero sabía que era referente a
ella, porque Marmaduke mantuvo su fiera mirada fija en ella, asintiendo una
vez, antes de girar su caballo y alejarse galopando hacia el bosque.
Su alivio por su brusca partida escapó en un rápido aliento. Si los santos la
protegían, no volvería.
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-¡Seguro que bromea! -la cara de Jamie se puso roja- Linnet no puede
casarse sin sus parientes. No...
Ranald cogió las riendas con una mano mientras llevaba la otra hasta la
empuñadura de su espada.
-No sé quien es más bastardo, si mi padre o tú. Desmonta y desenvaina tu
puñal. No puedo...
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una mirada sagaz, se giró primero hacia la guardia del MacKenzie y después
hacia los hermanos MacDonnell-.
De repente supo que era lo que más le había molestado desde que la hubiera
subido a su caballo.
Duncan hizo un gesto a un joven que guió hacia delante a una yegua gris sin
jinete. Volviendo su atención a Elspeth dijo:
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Elspeth se sonrojo... nadie más se dio cuenta puesto que sus mejillas ya
estaban rojas por el largo viaje y la cólera.
Ranald hizo un sutil asentimiento, después, uno a uno, sus hermanos dejaron
libre el camino y los guerreros MacKenzie aguijonearon a sus caballos. La
mayoría se echaron hacia delante como si fueran uno solo. Linnet apenas
consiguió decir adiós a sus hermanos. Sus propios gritos de despedida se
perdieron entre el retumbar de los cascos, el tintineo de los hombres
armados, y el crujir de las sillas de cuero.
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distancia que había hasta el duro suelo que pasaba rápidamente bajo ellos
era intimidante.
Calor.
Varias horas después se despertó, tendida sobre una cama de suave hierba,
su saco de hierbas bajo su cabeza. Alguien la había envuelto en un plaid de
tibia lana. Se encontraba en medio de un campo repleto de MacKenzies.
Elspeth dormía cerca, junto a un crepitante fuego, y Linnet advirtió que los
ronquidos de la anciana sonaban alegres.
Demasiado alegre.
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Gracias a los Santos que estaba de espaldas a ella, porque había comenzado
a temblar.
Mientras ella miraba, él dejo caer el casco de acero al suelo con un fuerte
golpe, después se quitó los guanteletes. Con ambas manos, se pasó los dedos
por el pelo negro que caía en gruesas y brillantes ondas por el sudor, hasta
sus hombros.
La parpadeante luz del fuego jugaba sobre sus músculos bien definidos que
se ondulaban con cada movimiento que él hacia mientras se doblaba par
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Había visto a cada uno de sus ocho hermanos y a un buen numero de primos
sin ropa. Pero ninguno de ellos había parecido tan intimidante como el
gigante que permanecía al otro lado del fuego frente a ella.
Ni tan atractivo.
Mientras ella se quedaba boquiabierta, incapaz de apartar la mirada, él
estiró los brazos por encima de la cabeza. Los poderosos músculos del
hombre se contraían bajo la piel bruñida de oro profundo por la luz del
fuego. ¡Fe y misericordia, nada en toda su vida la había preparado para
semejante visión! Él podría pasar por un dios pagano, con esa magnifica
figura.
¡La idea de acostarse con semejante hombre la llenó de más inquietud que si
le hubieran ordenado domesticar a uno de los monstruos marinos que
moraban en los lagos de las Highlands!
Pero incluso ese temor menguó ante el terror que la atenazó cuando él se dio
la vuelta. No le dio nada más que una rápida mirada a la impresionante
virilidad que se desplegaba orgullosamente a la vista desde su oscura ingle.
Con horrible claridad, se dio cuenta de por qué se le había puesto la carne
de gallina al oír que llamaban a su prometido el Ciervo Negro.
Que San Columba y todos los santos preservaran su alma condenada: Había
sido vendida al hombre que aparecía en las visiones más espantosas que
había tenido en su infancia.
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CAPITULO DOS
Ella había huido de los juerguistas borrachos del ceilidh que estaban
celebrando las nupcias de Catherine, escapando por el muro exterior del
castillo de Dundon Nell, cuando la visión le alcanzó en el patio. ¡Nunca
hubiera sospechado, que estaba viendo a su propio prometido!
Como debía correr ahora, pues la criatura espantosa estaba cerca de ella.
Ella casi podía sentir sus ensangrentadas manos sobre su carne. Con un grito,
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¿Calmarla? Linnet tragó con fuerza. ¿Cómo podía estar tranquila con esa
parte de él a escasos centímetros de su vientre?
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— Ho, Duncan! ¿Está todo bien —? Vino una voz profunda del lado opuesto
del campamento.
El calor que ella había vislumbrado en sus ojos hacía un momento había
desaparecido, pero su ceño fruncido permanecía. —Sssshh, — le advirtió,
colocando sus dedos encima de sus labios. —No despertaras a mis hombres
con tus gritos. Necesitan un descanso
Liberándola por fin, se levantó sobre sus pies. Aunque él la miraba con
paciencia, un músculo se sacudía con fuerza en su mandíbula y revelaba el
esfuerzo que le costaba mantener aquella expresión.
Sí. —Asintió Linnet, esperando que los santos la perdonaran por aquella
mentira. El alivió la inundó cuando el asintió en respuesta, luego la abandonó
para regresar a su propio lugar para dormir, al otro lado del fuego.
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Tal vez, bajo otras circunstancias ella habría borrado sus rencores contra
los Mackenzies. Si fuera honesta consigo misma, sabría que las represalias
que había sufrido su clan eran por lo general, después de que los Mac Donell
hubieran asaltado, no antes.
Sí, con el tiempo, ella podría dejar de lado su enemistad y también sabia
que el podría enseñarle sobre la pasión.
Pero no sabía si podía vivir con su cara, si podría tocarlo alguna vez. Si
podría mirarlo y no ver su pecho abierto y sin corazón.
Tampoco sabía si podría ignorar el peculiar impacto físico que tenía sobre
ella.
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muslos que presionaba contra los suyos, hicieron que su abdomen se volviera
suave y gelatinoso nuevamente. Mientras montaban, Linnet, se hizo de
pronto perfectamente consciente de cada lugar en que sus cuerpos se
tocaban.
Con una cansada mano, aparto los riachuelos de agua que corrían por su cara,
secretamente dando la bienvenida a la humedad refrescante, ya que sus
mejillas se habían vuelto demasiado ardientes. Entrecerrando los ojos,
trato de ver a través de la niebla y al momento la niebla se apartó,
revelando una pequeña isla en medio del lago todavía a unas leguas de
distancia.
Una frialdad vacía que nada tenía que ver con el tiempo asqueroso, una
impresión tan intensa que levantó los cabellos finos detrás de su cuello.
Ciertamente, ella temía que ninguna, excepto las más estériles de las almas
podrían sobrevivir en tal lugar.
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¡Era muy dudoso que el rey hubiera requerido la ayuda de su prometido para
tratar con los Highlanders, pero no tanto como las rebuscadas historias de
cómo había superado a veinte ingleses sólo para exigir la devolución de las
reliquias sagradas de Escocia que habían sustraído del Abad de Inchaffray!
Y, claro está, el Ciervo negro había regresado al lado de Bruce, devolviendo
la preciosa caja del relicario del rey, ¡ilesa!
—El cofre estaba cerrado con llave y Fergus se tomo su tiempo en buscarla
Marmaduke echó una mirada aguda con su ojo a Linnet., luego palmeó una
cartera de cuero prendida detrás de su silla de montar. —Lamento el
retraso, milord. Tuve la intención de darme prisa por la lluvia, pero te he
traído todo lo deseado ——
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Muy amable de tu parte, y esta bien, nos has alcanzado antes de llegar a las
puertas. Las manos de Duncan sujetaron repentinamente su cintura.
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Más allá de donde estaban, ella vio al Sassunach echar una mano a Elspeth y
ayudarle a ponerse una capa tan fina como la que su prometido le puso.
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Al final del puente elevado hicieron un alto antes de entrar a la casa del
guarda final, una estructura maciza de torres gemelas, mientras unas
barras de madera se elevaban. El espíritu de Linnet se hundió aún mas
cuando montando debajo de la puerta de madera, la entrada dio paso a una
oscuridad enorme parecido a un túnel.
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Linnet sintió el aire tangible, infeliz, lo suficiente como para aplastar toda
su alma, extendiéndose por Eilean Creag. La atmósfera opresiva se asentó
sobre sus hombros, la fuerza enfermándola casi físicamente
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Elspeth los siguió, colocando suavemente sus manos sobre sus hombros.
—Mira que muchacho tan perdido. Te has comportado bien hasta ahora y si
la intuición no me falla, el comportamiento del hombre no tiene nada que ver
contigo. Simplemente se tu misma y todo ira bien
—Espero que estés en lo cierto —contestó Linnet -, más para sí misma que
para Elspeth —Por el amor de St Margaret y todo lo santos, espero que
estés en lo cierto
Linnet, puso en su sitio su velo principal húmedo y reajustó los pliegues algo
húmedos del arisaid de su madre, luego dejó al escudero agarrar su codo y
guiarla a través del vestíbulo. Él diestramente esquivó a multitud de
sirvientes que corrían a toda prisa, sus armas cargadas, sin duda listas para
los preparativos de las fiestas matrimoniales Algunos les dirigieron
miradas tímidas a su camino, los otros se les quedaron mirando más
abiertamente.
Esperaba que pensaran que estaba demasiado cansada para quitarse sus
prendas húmedas por la lluvia. No quería que adivinaran que había traído
muy poca ropa. No deseaba su piedad.
Sí, dejaría que los sirvientes de Duncan pensaran lo que quisiesen hasta que
ella estuviera dispuesta a afrontarlos, la capa y su velo la protegía bien.
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Los instintos de Linnet le dijeron que la atmósfera opresiva tenía algo que
ver con el muchacho y repentinamente supo, sin lugar a dudas, que era
verdaderamente el hijo de Duncan Mackenzie
— Sé que Sir Duncan duda que Robbie es su hijo. ¿Esa es la razón de que él
sea mantenido hasta ahora en un lugar tan oscuro —?
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En una cama cubierta por un toldo, dormía el niño abrazado a un viejo perro.
El perro la recorrió con la mirada, pero el niño continuó durmiendo
inconsciente de que alguien había entrado en su habitación.
Estaba cubierto por una manta escocesa gruesa tejida en los colores de los
MacKenzie, de la que sólo sobresalía su cabeza oscura, Robbie no se movió
cuando ella empezó a recorrer el cuarto….empezando por él y terminado en
la imagen de un ciervo sobrevolando el aire justo sobre su cabeza.
—Pero…Sir Duncan…—
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Bajando las escaleras, Linnet rezó a todos los santos esperando que le
concedieran la sabiduría necesaria para elegir las palabras cuando se
confrontara con Mackenzie de Kintal. Ella sabía lo que el quería de ella y
ella sabía la respuesta.
Duncan oyó los pasos fuera de cámara privada antes de que ella diera a
conocer su presencia. Había esperado hasta que los pasos del escudero se
desvanecieran para golpear la puerta. Pero cuando le había dado permiso
para que entrara, ella había vacilado.
Excepto por los tapices lujosos que decoraban las paredes, el solar era
austero. Una mesa de madera pequeña, una incomoda silla y una gran baúl
completaba el mobiliario. Ninguna almohada embellecía los asientos junto a
las ventanas, ni siquiera la impresionante vista del lago hacía algo para
aliviar la desolación de la cámara. Solo el fuego en el hogar proyectaba un
poco de calor y comodidad.
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Era mejor para ella si pensaba que era tan frío o inamovible como los
gruesos muros de su castillo.
Caminó hasta el hogar y esperó de pie con la espalda hacia la puerta, esperó.
Después de un momento llamó otra vez y esta vez ella entró.
El asintió, satisfecho.
Él hizo una pausa antes de plantear la pregunta que debía hacer. El temor
de su respuesta envió más terror corriendo a toda velocidad a través de sus
venas, que lo que sentía afrontando un batallón de montados caballeros
ingleses y sus arqueros galeses alguna vez presentes.
—Sí—
—Simplemente ¿sí ?—
¿—Y qué viste? Las palabras salieron cómo una explosión de su boca.
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En vez de darle una respuesta, ella alisó los pliegues de su capa y clavó los
ojos en el suelo con obvia turbación. Con desconcierto obvio, Duncan
comprendió. La había intimidado más de lo que era su intención, tal vez su
atuendo de guerrero y la tristeza del solar la hacían sentir pequeña e
insignificante.
Caminado hacia una pequeña mesa, sacó dos copas con joyas incrustadas y
las lleno de vino rojo como la sangre, le dio una a ella. —Brindemos por una
unión que será beneficiosa para ambos —
—Nuestros clanes nunca han sido amigos, ¿Por qué no solo me secuestró?
¿Porqué casarnos?—
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Yo solamente quiero saber para que me necesitas. Una niñera podría hacer
lo mismo. O un aliado en quien confiaras lo podría criar
Pero en ninguna parte estaba escrito que debía estar contento con hacerlo.
— ¿Nada más?—
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—Como desee. —
Aunque él mantuvo la puerta abierta, ella no se movió. Ella clavó lo ojos en él,
con la expresión mas extraña que alguna vez había visto. Cuando una
solitaria lagrima resbaló por su mejilla, Duncan se maldijo silenciosamente y
dio un paso hacia ella para intentar consolarla como mejor pudiera, para
intentar explicarle que nunca había tenido intención de rechazarla
personalmente.
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Pero antes de que pudiera decir algo ella pasó velozmente por su lado y huyó
por el pasillo. Duncan esperó hasta que el sonido de sus pasos se apagó antes
de cerrar la puerta y dar un golpe con el puño a los fríos paneles de roble.
Ella corrió como si los perros del infierno y el diablo mismo la persiguieran.
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CAPITULO TRES
Duncan pasó su mano a través de su pelo, luego miró hacia arriba al matutino
cielo gris. No era un buen día para una boda. Un viento frío soplaba del norte,
y si las ominosas nubes que se veían a lo lejos eran alguna indicación, la
llovizna ligera que habían soportado desde el amanecer pronto sería un
aguacero en todo el sentido de la palabra.
Sólo la proximidad del sacerdote evitaba que Duncan pronunciara una serie
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de juramentos blasfemos.
- Sí, milord.
- Cesa de divertirte como una tonta mujer, - le dijo Duncan. - No hay nada
gracioso en los juegos obstinados de una chica.
- Entonces, ¿qué pasó en tu solar ayer por la tarde para hacerla venir
corriendo al salón como si una horda de espíritus anunciando la muerte la
persiguieran?
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Marmaduke silbó, luego lentamente negó con la cabeza. - Era peor de lo que
me temía. ¿Cómo puede ser que un hombre que ha pasado tanto tiempo en la
compañía de Robert Bruce se comportara como un tonto con una mujer?
Algo que sonó sospechosamente como risas sofocadas vino de Lachlan, luego
ondeó a través de las líneas de sus hombres, consiguiendo cada uno una
mirada furiosa.
- Si tú piensas que eres tan encantadora persona, inglés, entonces ¿por qué
no te das prisa en ir tú mismo hasta su recámara y la bajas aquí?
- Será todo un placer.- Marmaduke le hizo una inclinación, luego fue hacia el
castillo. Después de diez pasos, se detuvo y miró hacia atrás. - Quizás algún
día te daré lecciones sobre como tratar a una dama.
En lugar de eso, pronto sería agobiado por una segunda esposa que no quería.
Era sólo una pequeña satisfacción que ella luciera igualmente infeliz con
toda la situación.
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Ella lucía una pesada túnica de seda azul oscura, sujeta en su cintura por una
intrincada faja de oro. Una capa de cuerpo entero del mismo azul la protegía
de la lluvia y un círculo incrustado en joyas mantenía el velo de su largo
cabello dorado en su lugar. Ella se había dejado el pelo suelto, permitiendo
que se derramara debajo de su velo para que cayera como una cortina
brillante de bronce ondeando hasta su cintura.
Duncan emitió un juramento por lo bajo, enojado consigo mismo, porque por
una fracción de segundo, se había preguntado que se sentiría el pasar sus
manos a través de su cabello.
Por los santos, ¡le gustaban los rizos dorados de sus cabellos rojizos!
El nunca había sospechado que ella tendría ese glorioso cabello. ¡Tentaría
hasta el mismo St. Columba!
Por el trueno del cielo, él tendría una explicación para esto. Él se había
asegurado que la muchacha fuera simple, tan poco atractiva como el trasero
de un cerdo.
Nunca más.
No, —no era una chica atractiva lo que él había querido, pero parecía que eso
era lo que había obtenido pese a sus deseos de lo contrario.
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Por lo que respecta a sus pechos... simplemente fingiría que no estaban allí.
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La pura curiosidad, nada más, hizo a Duncan echar una mirada furtiva a su
novia durante la oración inaugural. Las tiznadas pestañas descansaron sobre
sus mejillas... Sus mejillas que, si es posible, habían palidecido aún más
desde que el sacerdote había empezado su sacro monólogo.
Él era el que menos ganaba con la boda, después de todo. Ella tenía mucho
que ganar.
Una mirada, sin embargo, a la forma como ella apretaba firmemente sus
manos hacia delante, le aseguró que ciertamente temía convertirse en su
esposa.
Muchas eran las mujeres que gustosamente se lanzarían a sus pies. Al menos
en los viejos días antes de que la perfidia de Cassandra hubiera estropeado
su vida. Y en los años en que había peleado junto a Bruce, no había habido
una sola noche durante sus correrías a través de la tierra en la que hubiera
tenido que dormir solo... a menos que él lo prefiriese.
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Como si una fuerza nunca vista guiara su mano, Duncan garabateó su nombre
en el documento y le dio el cañón de la pluma a su novia. Ella hizo lo mismo,
luego antes de darse cuenta de lo que pasaba, ellos habían pasado a la capilla
para la misa y la santa comunión.
Había terminado.
Pero por alguna razón no podía comprender que sintiera un deseo innegable
de probarle que no era el demonio que ella aparentemente pensaba que era.
Por un momento muy breve, Duncan quiso ver sus ojos moteados de oro
brillando con alegría en vez de esa mirada de temor que le dirigía.
Era una buena cosa que le hubiera escogido una recámara que estuviera tan
lejos como era posible de la suya. Todo el mundo en su familia sabía que no
quería nada de ella. Sólo el orgullo podría evitar que cruzara el gran salón
para alcanzar las escaleras que conducían a su cuarto.
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- ¿Bien?
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Él había ofrecido por la chica MacDonnell porque ella era la séptima hija de
una séptima hija y por consiguiente estaba dotada con la visión. Todo lo que
quería era el uso de esto.
- ¿Estás listo para unirte a las festividades?- Sir Marmaduke puso una mano
en el hombro de Duncan, urgiéndole a bajar los escalones de la capilla. - No
hay un banquete matrimonial sin novio.
Mucho más.
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***
- Eso es lo que yo quisiera saber.- Linnet alzó su voz para que pudiera oírse
por encima del estrépito que había en el gran salón. - No vi a Robbie entre la
gente ni en la capilla.
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Sólo los bordados de las cortinas de la cama daban al desolado cuarto una
semblanza de color. Una silla para niño con respaldo de barrotes permanecía
cerca de la chimenea, y una pequeña mesa de roble oscuro estaba puesta al
lado de la cama. Un grupo de flores silvestres marchitas estaban colocadas
encima de la mesa, y un viejo perro dormía enrollado al pie de la cama del
niño.
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niño dormido.
Su nuevo hijastro.
Un niño aparentemente rechazado por su padre como ella lo había sido por
el suyo... Si bien las razones eran muy diferentes.
Y de la infelicidad.
Especialmente de la infelicidad.
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- Sí, Robbie, supongo que yo lo soy. Tu padre y yo nos casamos esta mañana.
Robbie recorrió con la mirada la mesa y frunció el ceño. - Recogí flores para
ti, pero me enfermé antes de podértelas dar. Lo siento ya no son bonitas. -
Él recogió el flácido ramillete y lo colocó en su regazo.
- Oh, no, Robbie, las flores están preciosas. Son lo más bello que he visto-
La voz de Linnet tembló cuando sostuvo el ramillete y lo admiró. Ella sabía
que las lágrimas estaban resbalando sobre sus mejillas. Era el primer
ramillete que había recibido.
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¿Hay algo que no lo irrite?' había preguntado Linnet, esperando que su voz
no revelara su miedo de fastidiar a su formidable marido. Pero su ansiedad
tenía poca importancia comparada con la necesidad del niño quien deslizaba
su mano en la suya tan confiadamente. Por su bien, no tenía otra opción que
ser audaz.
-No tengo nada de lo que preocuparme, Lachlan, - le dijo ella con más
convicción de la que sentía.
Sus dedos apretando con fuerza el manojo de flores flácidas que sostenía
en su mano libre. Sí, ella había pensado detenidamente sus acciones y sabía
lo que estaba haciendo.
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CAPITULO CUATRO
Cada uno llevaba en el hombro una gran bandeja de algún tipo de ave de caza
elaboradamente adornada o una gran pierna de carne asada, todo preparado
con especial cuidado para los festejos de la boda.
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reemplazar al bufón que Fergus dio trabajo para entretenernos esta tarde.
- Es francamente la frase que dijiste - que ella era, tan poco atractiva como
el trasero de una puerca-.
Como ahora.
Así que él, quien la había escogido, había echo el papel de tonto. Él cuyo
mundo se inclinaba a los lados con la simple visión de su pelo trenzado este
amanecer.
Una esposa con unas gloriosas trenzas significaba problemas, a pesar de los
caballerosos intentos de Marmaduke de pintarla con gran servilismo como
una media santa, empalagosa con los niños e ignorante del efecto que su pelo
tendría sobre cualquier hombre mortal menor de ochenta y quizás de unos
cuantos más.
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Eso lo consiguió. Duncan apretó fuertemente con sus dedos alrededor de los
apoyabrazos de su silla. Si cualquier otro se hubiese atrevido a burlarse
entonces, él habría empuñado la afilada espada apoyada sobre la mesa y
cortado la lengua del ofensor.
Después de que una considerable cantidad fluyese por sus labios, dejó de
golpe el cáliz en la mesa. El festín especialmente preparado sabía tan
amargo como su humor, una delicada combinación de sabores se
desaprovechaba en él.
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Todo le molestaba.
La verdad sea dicha, él solo deseaba escapar de los confines del decorado y
festivo comedor y retirarse a una tranquila esquina del castillo.
Solo.
Una rápida mirada alrededor de la mesa presidencial le dijo que nadie más
compartía su desagrado. Todos los presentes, desde los amigos en los que
más confiaba y parientes hasta el más bajo de sus criados, todos sonreían
como estupidos siervos de la gleba.
Por los mártires benditos, ¿en que momento tomaría su lugar a su lado? Pero,
no, ella perdía tiempo otra vez, dejándole como un tonto del mismo modo que
lo hizo esa mañana mientras había estado esperando sus pasos en la capilla.
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Fuera observando a la luz de la luna a la nueva dama del castillo, sin duda.
Duncan frunció el ceño. Si no fuera por su orgullo, estaría tentado de acudir
allí y estropear su estratagema.
Si, él tendría unas palabras con todos ellos - después. Por ahora, él no tenía
mucho donde escoger, solo sufrir los festejos del día y así podría retirarse
al santuario de su recámara.
- Tienes una expresión más oscura que la armadura negra que más te
favorece.
No es extraño que la dama hay preferido más bien demorarse en estar a tu
lado
- Marmaduke le dio un fuerte golpe en su hombro. - Ven, brindemos por un
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— ¿Un futuro feliz?— Duncan entrecerró los ojos en su amigo. Los severos
golpes en la cabeza que Marmaduke recibió una vez tuvieron que
desconcertar sus sentidos. - Tú sabes mejor que nadie porque me case con
ella, así que desiste de tus bromas de idiota. Nada me interesa compartir un
futuro con ella, te complazca o no.
Duncan hizo una pausa para inspirar, y en el momento en que abrió su boca
para reprocharle a su amigo por esos sentimientos ridículos, todos los
presentes dejaron escapar un suspiro colectivo.
O audaz.
¿Pero qué?
¿Ella había rodado entre los cerdos, ensuciando la fina túnica que había
provisto para ella? ¿O se había cortado sus gloriosas trenzas, pensando en
fastidiarle y hacerle pasar vergüenza acudiendo al banquete de bodas
rasurada como un viejo calvo?
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Duncan se congeló.
No se dio cuenta de que había aflojado su cáliz hasta que este topó con la
mesa con un seco ruido sordo, su contenido chorreando en el mantel de un
profundo rojo como sangre derramada.
Puro caos.
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Robbie, Robbie, Robbie... el nombre hizo eco a través del cavernoso salón,
repercutiendo en las paredes de piedra, reverberando en sus oídos hasta
que temió que su cabeza explotaría en pedazos.
Si solo pudiese ver mejor, pero el humo del fuego de la chimenea y las
antorchas de la pared llenaban la cámara abovedada, nublando su vista,
haciéndole difícil divisarlos.
No que él quisiese.
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Duncan parpadeó hacia atrás la picante sensación en sus ojos cuando clavó
sus ojos en el cinturón bellamente elaborado. Lo último que él había hecho
para Robbie había sido una espada de juguete que había tallado en madera
para el cuarto cumpleaños del muchacho.
Sin previo aviso, una palpitación de última hora comenzó detrás del cuello de
Duncan después se propagó más abajo para aferrar su pico en una llave
estranguladora tan considerable que exprimió la respiración fuera de sus
pulmones.
A los seis años, Robbie parecía de todos modos una versión en miniatura de
un valiente guerrero MacKenzie. No se podía negar que la sangre del clan
corría fuerte y orgullosa a través de sus venas. Incluso a través del
vestíbulo, se podía ver francamente que el muchacho tenía un parecido bien
definido a Duncan.
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Y la duda le mataba.
Era demasiado.
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Y por el poder del Santo Crucifijo, rezaba para que le gustara lo que ella
tenía que decirle.
O eso o es que la pura furia enojada tergiversaba sus rasgos y vidriaba sus
ojos azul oscuro, convirtiéndolos en oscuras piscinas que se quedaron con la
mirada fija a través de ella en vez de en ella.
Ella nunca habría pensado que él estaría tan contrariado, tan distante y
frío.
Él apenas la había reconocido cuando hubo tomado su lugar a su lado. Su
saludo para Robbie había sido aún más escaso. Unas pocas palabras, una
inclinación brusca de cabeza, y luego les había ignorado. Él se comportaba
como si estuviese a muchas millas de distancia y no tan cercano que ella
podía oler las distintas esencias masculinas con cada respiración que
tomaba.
Linnet echó otro vistazo a su perfil inflexible. Él se quedó con la mirada fija
al frente, a propósito evitándole sus ojos... y los de ese niño que ella había
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- Que disparate, - discrepó Linnet. - Algún día tú serás el Laird. Todos los
jefes, presentes o futuros, deben sentarse a la mesa principal.
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Aun incluso con la vista lejos de él, ella se sentía envuelta por su oscura
presencia.
Linnet tembló. Quizá era mejor fortuna que el insulto de que él no la quería
por una verdadera esposa. Ella más bien permanecería virgen el resto de sus
días antes de acostarse con un hombre tan despiadado como Duncan
MacKenzie.
Sus instintos le decía que ambos, padre e hijo la necesitaban, ambos marido
e hijastro sufrían gran dolor.
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¿Era esta verdaderamente la razón por la que ella había sido enviada aquí...
o estaba meramente entrometiéndose donde no debería interferir?
Era antinatural para un muchacho estar tan nervioso, pero ¿como podría no
ser tímido y asustadizo con un padre que le había estado evitando?
Su aceptación hacia ella le dio una satisfacción que nunca había conocido,
hincho su corazón con un amor para el niño que ahora podía llamar suyo.
Con una mano amorosa, alisó el pelo de Robbie sobre su frente. En su honor,
ella dio la palabra de llevar calor y amor a su vida. Por tanto tiempo como
podía recordar, ella había tratado de creer que todas las cosas ocurrían por
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una razón.
A menudo era difícil de ver al principio, pero ella comprobó que si uno tenía
paciencia, el tiempo usualmente revelaba la respuesta. El hijo de Duncan
MacKenzie la necesitaba, y si los santos habían escogido enviarla para
ayudarle, ella humildemente aceptaría el reto.
Con un solo dedo, tocó el exquisito cinturón que rodeaba las pequeñas
caderas del muchacho. - Es un lindo cinturón el que llevas puesto, Robbie, -
dijo ella, esperando aliviar su timidez. - Yo pienso que nunca he visto uno tan
bueno.
- Y, ¿quién es Fergus?
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Pero aunque él había ayudado al niño a recordar las palabras, Linnet había
percibido más bien que sentido a Duncan MacKenzie endurecerse a su lado
con cada línea del verso que su hijo tan valientemente había recitado.
Aunque una clara ocurrencia tardía, las palabras alentaron a Linnet. Era un
comienzo. La mirada fija de Robbie se aferraba a su padre mientras
Marmaduke le llevaba fuera. La escena hizo que el corazón de Linnet se
encogiera.
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- ¡Si! ¡Un brindis con la novia! - Un coro de hombres MacKenzie cantaba con
un bullicioso ritmo, elevando sus voces para rivalizar con los sonidos de las
trompetas acompañantes. - ¡Larga vida y muchos hijos para Lady Linnet!
Duncan clavó los ojos en la mesa, claramente poniéndose más incomodo con
cada grito áspero. Como Linnet le miraba atentamente, Marmaduke volvió
sigilosamente al asiento al lado de ella. A través de la conmoción, Linnet
pensó que oyó susurrar a Marmaduke que no tenía nada que temer, todo
estaría bien, pero cuando ella se volvió a mirarle, él tranquilamente sorbía
su vino y no parecía haber dicho nada.
- ¡Larga vida y muchos hijos para Lady Linnet! - los miembros del clan
continuaban cantando, aporreando sus jarras en las mesas y golpeando el
suelo con los pies, mientras un viejo miembro del clan andaba a zancadas por
entre medio de ellos, una gran copa de plata levantada por encima de su
cabeza.
Cuatro fornidos guerreros le seguían. Entre todos, levantan una gran piedra
pintada de azul. De forma alargada y esculpida con antiguas runas Celticas,
su superficie era lisa exceptuando en la base. La base de la piedra daba la
apariencia de ser rugosa como si hubiese sido arrancada de su
emplazamiento original.
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Una jubilosa alegría se oyó cuando Fergus tiró con violencia el enorme vaso,
rellenándolo hasta el borde con la jarra de hippocras.
- ¡Deja algo para tú novia! - alguien tronó desde el fondo del salón.
¡Queremos primero el tálamo nupcial!
.-La autora pone Bedding! Lo que se también se puede traducir como lecho, quisimos
darle la interpretación de tálamo nupcial, el cual es la cama matrimonial, según la
Biblia es un altar, ya que es donde Cristo entrega a la esposa.
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¿Y ahora sus hombres clamaban para que la montara, para hacerla una mujer
ante sus deseosos ojos en una ceremonia del tálamo?
No, entontecido.
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- Cuidare de no tomar mucho alcohol, señor, - dijo ella, tomando el gran cáliz
con ambas manos pero sin hacer movimiento para beber.
Dulces.
No seductores como los labios de otra mujer que había mirado en el otro día
de bodas, pero dulces... inocentes.
Aun cuando, con toda razón, él debería estar enojado, y estaba, ya que ella
paseaba al muchacho bajo sus mismas narices. Despedazándola con su
mirada fija sobre ella, Duncan cedió al deseo y juró.
En lugar de eso, se había cargado por si mismo con una apetitosa muchacha
de las Highlands cuya lozana gracia y patente inocencia le intrigaban.
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Lachlan le dio a Fergus una cítara, y cuando él rasgueó unos pocos acordes
para probarla, Duncan oyó sin querer al Sassunach murmurar al oído de
Linnet.
Cítara.- Cítara (siglo XVI), instrumento con trastes parecido al laúd pero
con fondo plano y cuatro o más cuerdas metálicas pareadas.
.-Filidh.- principal poeta de un clan que canta alabanzas sobre sus
guerreros.
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Otro fuerte ruido del cuerno de Fergus silencio a aquellos que todavía
estaban hablando y reservó a Duncan de responder a la desfachatez de
Marmaduke. - Hace mucho tiempo, - Fergus comenzó su historia, sus
nudosos dedos hábilmente rasgueando la cítara. - Los viejos dioses aún
dominaban y sus modos eran todavía respetados. Un orgulloso rey Céltico
vivía no muy lejos de donde estamos esta noche. Él era un poderoso hombre,
y nadie le desafió ni le desafiaría. Él no temía a hombres o criaturas, y
algunos dicen que no temía ni a los dioses.
Fergus hizo una pausa para beber un sobro de una jarra rebosante de
cerveza. - Este rey tuvo cuatro hijas, y eran tan sabias como fueron
hermosas, ellas, también, le temían. Todas salvo la hija menor... su favorita.
- Tan cierto como era la mas hermosa doncella del amor de su padre, ella no
vio razón en ser reservada sobre haberse enamorado de un joven que ella
supo no encontraría la aprobación de su padre. Aunque era un muchacho
esplendido y agradable, con fuertes músculos y puro de corazón, él se
encontraba sin medios o perspectivas. El orgulloso rey se indignó al
enterarse de que su hija favorita deseaba a un hombre de tan baja
categoría.
Las palabras fluyeron sobre Duncan, rezumando en sus oídos a pesar de sus
mejores esfuerzos por ignorarlas. Santos, él deseaba que el viejo tonto
terminase así ellos podrían seguir con el resto de la ceremonia.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
de la piedra. -
Haciendo una pausa nuevamente, Fergus miró alrededor del salón, sus ojos
avizores sabios y sabedores. Duncan cerró sus ojos antes de que la
miserable y penetrante mirada fija del anciano le pudiese alcanzar.
- ... la furia al rey le dio más fuerza de la que un hombre mortal debería
tener y él se lanzo contra ellos, desgarrando la piedra de su base y
lanzándola al mar... el joven hombre con ella.- la voz del senescal se alzó
cuando él se acercó al clímax de la leyenda. - Horrorizado, pues él no había
tenido la intención de matar al muchacho, el rey cayó de rodillas e imploró el
perdón de su hija. Pero su pérdida era demasiado grande. Sin una sola
mirada a su padre, ella se encaminó hacia el acantilado, uniéndose en la
muerte al amor que le fue negado en la vida.
Duncan abrió sus ojos cuando el senescal terminó la historia. - Pero no todo
se perdió, - tañó la voz de Fergus. - Muchos años después, la piedra del
matrimonio surgió a tierra en nuestra bella isla y ha estado en Eilean Creag
desde entonces.
Su poder es más fuerte ahora, y todo Mackenzie recién casado que junte
sus manos a través de la abertura de la piedra y comparta luego un beso,
será bendecido por una poderosa unión que nadie podrá destruir, porque los
viejos dioses les favorecerán y les observaran.
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Duncan resoplo una respiración furiosa y metió su mano a través del hueco
en la piedra. Era su deber, él suponía, y nunca un alma presente cesaría de
molestarle repetidamente hasta que él hubiese hecho su parte. Pero
entonces su esposa colocó su mano en la suya y Duncan ya no escuchó el
tonto balbuceo de sus hombres.
Antes de que ella le pudiese hechizar más allá, Duncan gritó las palabras que
debía decir. - Oír, todos aquí presentes, ¡estamos unidos! ¡Honor para los
viejos dioses, pueden que ellos bendigan nuestra unión!
Para terminar esa parte de la ceremonia, él enlazó sus dedos con los de ella
y le dio a su mano un ligero apretón. Ella se quedó sin aliento, un diminuto
sonido velado, pero él lo oyó. Aun por encima de los aullidos y golpes de pies
de sus hombres. Siguiendo su indicación, ella apretó sus dedos sobre los de
él y el corazón de Duncan golpeó ruidosamente contra sus costillas.
Algo indefinible dio comienzo en sus ojos, pero ella levanto su barbilla
aguardando su beso. Con un gemido bajo que no podía ser probable que
hubiese venido de él, Duncan la apretó duramente contra él y presionó su
boca contra la de ella en el beso más posesivo que el hubiese dado a una
mujer en años.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- ¡Que puedan velar siempre por vosotros! - sus miembros del clan
respondieron en el cántico ritual. Todavía dando gritos y pletóricos de ego,
aquellos que se habían agolpado alrededor volvieron a sus sitios, aquellos aún
sentados trataban de alcanzar jarras de cerveza o rellenar sus copas con
vino. Al final de cuentas, el clamor murió cuando la celebración volvió a las
más serias diversiones como cenar y beber.
No, era más sabio concentrarse en el banquete ante él. Fergus se había
superado, preparando una riqueza de finas vituallas que Duncan no había
visto en tanto tiempo que a el le interesara recordar. El viejo senescal había
preparado una mesa lo suficientemente buena como para el mismo Bruce.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
El había querido nada más que una simple y dócil novia a la que preguntar la
cuestión que quemaba incesantemente en su mente. En lugar de eso, había
traído a una doncella que encendía sus ijadas sin intentarlo y que desafiaba
cada regla que él había impuesto en su familia.
Una doncella cuya visión era probablemente más que un chisme de las
Highlands... las exageraciones de un trovador.
Una doncella cuya pureza los miembros de su clan rugían, en este preciso
momento, para que él tomase.
Pero él había aprendido que el ardor en las ijadas era rápido de apagar y
olvidar mientras que el arder de un arma duraba una eternidad.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
CAPITULO CINCO
Totalmente expuesta.
Algo que no debería importar salvo a las paredes y a unos pocos muebles, ya
que su marido parecía haberse sumido en un profundo sueño en el momento
en que su oscura cabeza golpeó contra las almohadas.
Así, estar encerrada en una habitación, sin una sola prenda de ropa, con un
igualmente desnudo hombre, era un poco desconcertante.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Estaba congelada
MacKenzie o no.
Despiadado o no.
Tan guapo que quitaba el aliento y tan atractivo como un dios pagano de la
fertilidad viviente, Duncan caminó a zancadas por la habitación, tan cómodo
con su desnudez como ella estaba incómoda con la suya propia.
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¿Qué otra cosa podía casi quemarla incluso a través de la sábana de lino que
ella había enrollado varias veces alrededor de sí misma?
¿Qué otra cosa podía hacer que le hormigueara todo el cuerpo hasta las
puntas de los pies?
Qué otra cosa sino esa misteriosa parte masculina que él debería mantener
alejada de ella.
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Ella se tensó ante las rudas palabras, pero trepó a la cama, rápidamente
moviéndose hacia el lugar más apartado y subiéndose la colcha hasta el
mentón.
— Nada más que asegurarme una noche de descanso sin molestias — dijo él,
y luego se colocó sobre la cama… al otro lado de la barrera del tapiz. —
Después de esta noche, dormiré en mi propia cámara, y tú no serás
molestada.
Por todos los santos, ¿creía él que ella iba a caer sobre él durante la noche?
Por su propio bien, ella permaneció inmóvil, sin atreverse siquiera a respirar
profundamente para no molestar a su marido.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Pero por el bien del muchacho, ella debía ser fuerte. Duncan Mackenzie
podría llevarla hasta las puertas del infierno y más allá, pero ella no
revelaría lo que sabía de Robbie hasta que él no se suavizara con el niño.
Linnet se tragó el profundo suspiro que casi escapó de sus labios. ¿Iba a
poder ella conseguir que su marido aceptara a Robbie?
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Lanzó una mirada al hombre a su lado, medio asustada de que el fuerte ruido
le hubiera despertado también, pero él dormía sonoramente, con una
respiración profunda y regular.
Privada de algo y hueca, como si por un breve momento ella hubiera tenido
algo único y maravilloso a su alcance, simplemente para que se lo apartaran
cruelmente de ella.
Un hombre que ella despreciaba sólo por su nombre, además de por todos
sus otros defectos.
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Se estremeció.
Vergonzante.
Otro fuerte golpe reverberó en la habitación mientras el viento una vez más
arrojaba la contraventana suelta contra el muro de la torre. Esta vez su
marido lanzó un leve gemido y rodó sobre su lado.
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Ella no había visto ni una araña en la cámara. Tampoco signos de que hubiera
chinches u otros bichos en el suelo. Para decir la verdad, parecía recién
limpiado. Alguien incluso lo había aromatizado con ulmarias frescas.
Pero el ruido del zumbido creció tanto que sus tímpanos comenzaron a latir.
El zumbido alcanzó un nivel perforador, dañando sus oídos. Luego una nube
de niebla se levantó del suelo, sus alternantes tijeretas bloqueando todo
salvo el círculo de pinos… y la cama.
El miedo constriñó su garganta, y su corazón golpeó fuertemente contra
su pecho mientras gotas de humedad resbalaban por su frente. Sólo era una
visión, sólo una visión, se repetía a sí misma, tratando desesperadamente de
aferrarse al conocimiento de que pasaría en un momento.
Siempre lo hacían.
Ulmaria: Nombre científico: Filipéndula ulmaria. Hierba aromática y
medicinal que se encuentra en el Norte y Sur de Europa, Norteamérica y el
norte de Asia.
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Mordiendo su labio inferior hasta que pudo saborear la sangre, Linnet luchó
para ahogar el grito que crecía en su interior. No debía gritar, no debía
despertar a su marido.
Mordiendo más fuerte su labio, ella mantuvo sus ojos cerrados, esperando
que la visión se disipara para cuando ella los abriera de nuevo. Pero la
presión en su cabeza y el zumbido en sus orejas sólo aumentaron.
Ella tenía que mirar.
La imagen de allí le imploró con ojos tan llenos de dolor y pena que el
poderoso impacto casi la hizo doblarse.
Intentó mirar hacia otro lado, pero no pudo. Congelada en el sitio, atada por
una fuerza mayor que ella, Linnet miró desarrollarse el terrorífico
espectáculo.
Su marido.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Como antes, él trató de alcanzarla con las manos manchadas de sangre. Pero
en esta ocasión, su boca se movió silenciosamente, formando calladas
palabras mientras su atormentada mirada mantenía cautiva la de ella.
—Por favor....— Dijo otra vez, pero la palabra sonó desteñida, terminando
en un grito entrecortado y desigual.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Demasiado verdadero.
De las enfermizas noticias que llegaban a aquellos con visiones como la suya.
Un sonido de un suave crujido hizo que echara una temerosa mirada hacia
atrás a la cama. Para su horror, vio que se había movido, alzado sobre sí en
sus codos.
Entonces él habló.
Palabras que hicieron salir borbotones de sangre ante Linnet mientras las
pronunciaba.
—¡Dame mi corazón!
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Linnet brinco hacia atrás y liberado el grito que ya no pudo conter mas.
Frenéticamente, buscó sus armas. Nada estaba donde debería de estar. Por
los Truenos del cielo, ¿dónde estaba su espada? En el apuro, su pie desnudo
chocó con un baul, disparando una flecha candente de dolor por toda su
pierna.
La perplejidad hizo arquear sus cejas. Él nunca habia dejado sus armas a un
lado con tanta torpeza. Él colocaba sus armas encima de su tela escocesa
con cuidado y doblandala cada noche.
Su confusión creció.
Algo pasaba, si las mujeres del castillo chillaban de esa manera y su cabeza
no le doliera como si se la hubieran partido, quizás llegaría mejor hasta el
fondo de la cuestion.
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Su pelo era llamas salvajes sobre sus hombros, la sangre goteaba hacia
abajo por su barbilla, sus vacios ojos lo contemplan con la palida cara como
un cadáver muerto de hacia semanas, el gemido del hada hizo que sus huesos
fueran de agua.
Como si ella le temiera, ella alzó sus brazos a la defensiva, dejando suelto su
tartán cuando lo hizo. Este cayó al suelo, agolpandose alrededor de sus
tobillos.
Como si le hubieran dado un fuerte golpe del viento que venia directamente
del infierno, robandole el aliento. Su corazón pasó por alto un latido, y su
mandíbula cayó.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
—Me mordí el labio, solo eso, señor. No hay ninguna necesidad de que traiga
la sanguijuela.
Tenia que hacer algo . .. algo ... Coloco sus armas a un lado y camino hasta la
cama. Rasgó una fina tira de la tela de la colcha de la cama, cerrando sus
dedos alrededor de la venda con la misma fiereza que una pregunta
apretaba sus entrañas.
Las manos de Duncan se formaron en puños. ¿Es que nunca iban a cesar sus
dudas? ¿Nunca despues de atarse a si mismo con una chica con habilidades
que eran cantadas por todos los lugares en las Tierras altas?
Una chica quien, aunque dotado de la vision, parecia haber perdido la lengua.
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Dejó su fija mirada vagar sobre ella, bebiendo de la visión como una
recompensa libremente exhibida, pulgada a pulgada. Haciendo que la
tortura fuera más exquisita, mas agradable, sin que él pudiera negarse.
Los rizos del mismo color e igual de encantadores como el efecto de cascada
de sus trenzas de un rojo dorado que lujuriosamente le llegaba por debajo
de su cintura.
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—Ya veo, — dijo ella en el mismo tono de voz que había usado cuando ellos
habían hablado la primera de lo que debía esperarse de ella.
Él no queria desearla. Nunca había esperado que ella alimentara las llamas
del deseo que había pensado que hacia mucho tiempo se habian extinguidos,
si estas ardían lo suficientemente, mas tarde podrian hacer más daño
simplemente por descuidarlas sin darse cuenta.-
Un imbécil con más cerebro vería el peligro de saciar la lujuria con alguien
que podía dar mas como su señora. Un hombre que desafiara ese poder
perdería algo más que su semilla en ella. .. Él perdería su alma.
Con un juramento, él se paso las dos manos por su pelo. Usando luego una
mano para proteger su excitación como mejor pudo, arrebató su tela
escocesa del suelo con la otra, luego se alejo de ella.
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Él esperó hasta que ceso el suave crujido de la lana antes de hablar otra
vez.
Por una vez ella no lo contradijo, fue justamente como si volara a través del
cuarto, su tela escocesa agarrada fuertemente contra su pecho. Al ver la
apariencia afligida en su cara esta se retorció como un cuchillo en sus
intestinos, haciéndole despreciarse como el despiadado bastardo en el que
se había convertido.
Por el Esplendor del Cielo, ella había parecido una mítica ninfa elevandose
de las profundidades del agua en el lago, toda exuberante y tentadora en la
naturaleza.
Demasiada tentación.
Duncan esperó hasta que sus esplendorosos miembros estuvieran bajo las
sabanas, entonces coloco él mismo la silla alta apoyada al lado del hogar,
estirando sus piernas ante él.
El fuego ya estaba muerto pero no evito que comenzara a sentir otra clase
de calor que habia pensado que estaba extingido.
Saboreó el paso de las largas horas hasta la alborada sentado desnudo, frío,
e incómodo, en la habitacion con su esposa.
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Nada salvo la bolsa de cuero con las hierbas que siempre llevada puesta su
nueva esposa saltó a la vista. Colocada sobre el suelo, cerca de su silla.
Duncan consideró la bolsa con amarga ironía.
¡Ella podría estar también a cuatro pasos mas lejos de toda la comodidad
que ella tenia!
La verdad sea dicha, podría compartir su cama con diez mozas, con un
montón de pieles de carnero encima de ellos, y todavía congélese.
Por dentro.
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CAPITULO SEIS
¡Algún hijo de puta detestable y atrevido buscaba sacar sus ojos con agujas
candentes! Duncan se levantó rápidamente, listo para detener al bellaco
temerario que se atrevía a intentar un hecho tan asqueroso, solo para
dejarse caer bruscamente de vuelta a la silla en la que él había pasado la
mitad de noche. El rápido movimiento causó que su cabeza quisiera explotar
en pedazos.
No, solo eran los rayos brillantes de la mañana que se filtraban a través de
las grietas en los postigos lo que hizo sus ojos sintieran punzadas como si le
prendieran fuego.
¿O lo había hecho?
Por los todos los santos, nunca se había sentido más desgraciado.
Con un quejido desigual, bajó el brazo que había cubierto sus ojos del dolor.
Escudriñando contra el fulgor infernal del sol, miró con fijeza sobre el
compartimiento, buscando a su ayuda de cámara, Lachlan.
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Ni era su plataforma.
Él solo había querido que pasara el festejo, después quizá que su novia le
dijera la verdad acerca de Robbie, luego escapar a la soledad del solar.
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Duncan apretó sus ojos y presionó sus dedos contra sus huesos palpitantes.
Él nunca debería haber traído a la chica aquí, nunca debería haber hecho
una cosa tan tonta como casarse con ella
Ella no había estado bajo su techo sino escasas horas y ya había acarreado
problemas y le había causado pena.
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Él no quiso desearla.
No quiso necesitarla.
Era más fácil y mas seguro, apaciguar su necesidad del calor aterciopelado
de una mujer y su suavidad con una alcahueta de la aldea.
Por lo menos no después de los primeros años de su unión. Los santos sabían,
él había dejado de amarla mucho antes de que hubiese descubierto sus
indiscreciones. Y solamente cuando ella le había echado en cara la
verdadera ascendencia de Robbie, es que ella le había robado su corazón, su
misma alma
Duncan pasó una mano sobre su rostro, luego pellizco el puente de su nariz.
Podría Dios perdonarle si sus sospechas eran infundadas, pero no pocas
personas bajo su techo, como el, se preguntaban si la bruja también había
tenido una mano en la misteriosa muerte de su señora madre también.
Probados o no, los hechos estaban ahí. Su hermana querida, fría en la tierra,
su dulce madre reclinada no lejos del lado de su hija.
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No en mil vidas.
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Aunque no estaba en su mejor forma, no estaba tan aturdido para no ver que
su novia no era la única qué le debía explicaciones.
Él negó con la cabeza, sin atención del dolor que el leve movimiento le causó.
El talento naturalmente extraño del señor Marmaduke para saber sus
intenciones era positivamente terrible a veces.
Molesto en extremo.
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Palabras severas.
No fue hasta que había saltado a medias bajando las escaleras que se
percató de que habia usado el nombre de pila de su novia.
Pero no todavía
Lo que era una relevación, también, ver que la puerta estaba abierta y algún
alma piadosa había abierto el baúl que contenía sus ropas nuevas así que ella
se podría vestir. Incluso su arisaid le había sido devuelto, su longitud de
lana suave doblada y había sido colocada cuidadosamente sobre una silla.
Con gran rapidez estimulada por el aire frío de la mañana, Linnet hizo uso de
un aguamanil de agua perfumada para bañarse, tomando apresuradamente el
primer vestido que ella retiró del cofre y salió de la cámara.
Pero aun correctamente vestida, ella tembló cuando se apresuro a bajar por
las escaleras en espiral. Aunque ya no lóbrego y oscuro, el hueco de la
escalera curva era húmedo y pegajoso, pesadamente empapado con olores
del mar de la tormenta de la noche.
De hecho, temía que tomara más que el sol de un nuevo día para borrar la
negrura reinante en Eilean Creag.
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Incluso los criados, que cuidadosamente recogían basura del piso o barrían
las cenizas de los hogares, eran todo murmullo, jactándose junto con los
miembros del clan de su marido sobre la sangre embarrada en su ropa
interior.
Demorándose en las sombras del arco de la entrada del vestíbulo, ella miró
fijamente la prenda exhibida. De hecho era suya. La misma con la que
Elspeth la había vestido la noche anterior
Alguien tuvo que haber manchado adrede el vestido después de que hubiera
sido tomado de su sitio.
En inglés original, tiempo de la mujer.
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Y había sido visitada anoche por una de las más poderosas, algo que ella no
podía negar.
Ella exhalo un suspiro. La verdad era, que podía haber confundido los
acontecimientos de su noche de boda.
¿O lo había hecho?
No con seguridad.
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Linnet, tomó la túnica rápidamente, haciendo una pelota, para esconder las
manchas de sangre, pero yo nunca……..
¡Solo, que hasta hacía unos momentos, ella no sabía que la había perdido!
Lo que si sabía era que no había enviado su ropa interior al salón para que
todos sin excepción la examinaran.
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-¿Dónde esta quien? —Dijo Fergus colocando una mano ahuecada en su oído
izquierdo e inclinándose ante ella. -
—Mi criada, — Linnet dijo más fuerte. —Esa vieja canosa en la que pensé
que podía confiar, — dijo ella sin aliento.
¿—Canosa, eh? Fergus dobló sus brazos y entrecerró los ojos. Esa
agradable mujer, es, tu Elspeth. Yo no he visto para nada que tenga canas. —
Él hizo una pausa, fijando en ella una mirada dura por si ella se atrevía a
contradecirlo. — La encontrará en la cocina. Pase los tapices y déjese guiar
por su nariz.
¿Lo era?
Eilean Creag parecía un lugar donde nada era demasiado extraño para
ocurrir.
Pero ella empujó a un lado sus pensamientos, cuando dobló en una esquina y
acercó a la cocina. Tenía otros asuntos que discutir con Elspeth. No le
concernía si su criada de infancia, había estado haciendo ojitos con el
senescal cuenta cuentos de su marido.
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cucharón muy usado, para mover algo de un caldero a una cazuela más
pequeña sostenida por un muchacho.
¿Desde cuándo debes batir el potaje como una criada de cocina, o pensaste
que no te buscaría aquí?
Elspeth brincó del susto y dio vuelta. El cucharón voló de sus dedos,
aterrizando en el piso de piedra con estruendo. —Por la Fe, que me
asustaste, — ella se quedó sin aliento, llevando una mano a su pecho al igual
que Linnet lo había hecho fuera el salón. — Pensé que todavía estarías en la
cama.-
-¿Y por qué pensabas eso?— quiso saber Linnet, sin tratar ya de disminuir
su tono de voz. - ¿Acaso porque crees que la legendaria piedra de
matrimonio MacKenzie ya ha comenzado a obrar su magia?
Por primera vez en la que Linnet podía recordar, Elspeth evitó sus ojos. —
porqué... porque es la mañana después de tu noche de bodas... —
Y esperabas que esto fuera una noche real de bodas, ¿no es así?—
Linnet se inclino hasta que su nariz casi tocó a Elspeth y bajo su voz, — ¿Y
que se supone que debía suceder entre mi y un hombre que me encuentra
menos atractiva que un ratón de iglesia? ¿O habías supuesto que él había
tomado suficiente cantidad de hippocras en el banquete de bodas, como
para mantenerlo lo suficientemente drogado para acostarse conmigo? Ella
siguió, la cólera inundando su vientre. ¿—Podría ser para que pasara por alto
la simplicidad de mi cara pecosa?
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Ella hizo una pausa para recobrar el aliento. — ¿No se detuvieron a pensar
lo furioso que estaría por forzarlo para pasar la noche conmigo?—
Pensamos que “la prueba” haría las cosas más fáciles para ti, —contestó
Elspeth finalmente. — Ambos son demasiados obstinados para ver más allá
de sus narices. Esta unión entre ustedes es perfecta; pero ninguno de
ustedes es capaz de ver en el corazón del otro. Sólo tuvimos la intención de
ayudar —
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Linnet comprimió los labios. Ella, dudaba también los cuentos oscuros que
giraban en torno a su marido. Si él había asesinado a su primera esposa, ella
no podía detectarlo. Tales actos viles se aferraban en una persona, por
siempre marchitándolos, obscureciendo el círculo de luminosidad que ella
veía a veces alrededor del cuerpo físico de una persona.
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Linnet se zafó del maternal abrazo. Elspeth tenía buenas intenciones, pero
no entendía. — Yo no se si él me lastimó o no. Según recuerdo, él durmió
toda la noche y lejos de mi. Me es imposible recordar si pasó algo o no.
Aun ahora, el solo pensar en tal maravilla, enviaba un hambre que pulsaba y
palpitaba en la parte más baja de su vientre. Sus partes más femeninas se
volvieron pesadas y calientes del mismo modo que la humillación burbujeaba
dentro de ella antes.
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— Pero no lo recuerdo
La posibilidad parecida más que remota, pero ella no podría negar la sangre
Ella estaba dotada con la visión, pero no era una hechicera, capaz de
conjurar manifestaciones físicas. Estaba más allá de sus talentos crear
sangre donde no la había
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El significado detrás de las simples palabras, ardió más brillante que un faro,
brillando hacia afuera y oscureciendo todo lo demás que ellos habían dicho.
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Sin pasar por alto que Elspeth había comenzado otra frase con “Fergus
dijo... “Linnet preguntó en forma indiferente. ¿— Y por qué no? ¿Solo
porque lo digo Fergus el omnisciente?
Linnet cuadró los hombros, sorprendida ante la indignación que sentía ante
los aldeanos, que aceptaban la caridad de su marido pero negándose a
recibir las limosnas en su puerta
Sentimientos aparte, era claro ver porque el hombre estaba tan amargado.
—Mas razón para que yo vaya a la abadía. — Linnet deslizo las yemas de sus
dedos a lo largo de la tapa de la tabla de cocina. — informaré a los
burgueses que siempre habrá limosnas en abundancia, pero que de ahora en
adelante deben recoger tales dádivas aquí... como es la costumbre.
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Vigorizándose con la brillante luz del día más allá de los límites sombreados
de las paredes de su castillo, Duncan salió y se dirigió directo hacia las
lizas.
— ¡Deja de moverte como una mujer!— una voz profunda salio de la zona de
entrenamiento. — si desea ganar tus espuelas, atácame como hombre
Campo de liza, lugar donde entrenaban y combatían.
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—Si los buenos amigos van en contra de sus deseos y conspiran para
empujarle a uno en los brazos de una mujer, que no tengo intención de tocar,
entonces para que necesito enemigos.
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La frente de Duncan se arrugo. ¿—por los santos que quieres decir, con tuvo
éxito?
Eran Los Murchinsons. Algunos se las arreglaron para huir al bosque cuando
vieron a los invasores acercándose, pero la mayor parte de ellos, Dios de
descanso a sus almas, fueron masacrados.
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— ¿Peor?—
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CAPITULO SIETE
Ragwort (jacobaea de Senecio) es una flor salvaje común en la familia Asteraceae que se
encuentra a través de Europa, generalmente en lugares secos, abiertos. A partir de épocas
medievales, Ragwort fue utilizado contra las inflamaciones del ojo, para las úlceras doloridas
y cancerosas, reumatismo, ciática y según algunos para picaduras de abejas. Altamente
venenoso si se ingiere. Solo uso externo.
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- ¿No habrá algún tipo de espíritu por aquí, verdad?- Robbie dio un paso
atrás como si estuviera renuente a cambiar la sombra fresca del bosquecillo
por el claro cubierto de hierbas con la colección de túmulos.
- ¿Estás segura?
Pero un rato después, mientras ella se inclinaba a recoger más de las flores
amarillas del ragwort de los bancos de un túmulo que había sido quemado, ya
no estaba tan segura. Se tensó, su piel estaba pegajosa, a pesar del
agradable calorcillo del día y la dulce fragancia de las flores silvestres que
crecían con abandono entre medio de la alta hierba.
Y no era amigable.
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De pronto ella divisó a Duncan. Estaba de pie en las verdes sombras donde la
senda se internaba en el bosque. Su alivio fue enorme al verle allí, tan
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- ¡Alabados sean los santos!- Ella se lanzó hacia adelante, tirando de Robbie
detrás de ella. Mauger ladraba ferozmente, pero Linnet estaba ciega y
sorda a todo salvo al magnífico hombre que se encontraba frente a ella.
El chico negó con la cabeza, dando pasos hacia atrás y tratando de llevarla
con él.
Girándose lentamente, ella vio que el hombre sonriente que podría haber
pasado por el gemelo de Duncan MacKenzie había abandonado la cubierta de
los árboles y caminaba solapadamente hacia ellos.
Aún sonriendo, y tan guapo que detenía el corazón, mucho más que su bravo
y sombrío marido podría nunca llegar a ser, y, sin embargo, malvado hasta la
médula.
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Un asesino
- Estoy segura de que él tuvo sus razones para no haberlo hecho, - Linnet
indicó tan serenamente como pudo. Al lado de ella, Mauger expresó con un
gruñido su desagrado. Los pelos del pescuezo se le erizaron nuevamente y él
desplegó sus dientes de forma amenazadora, pero no hizo ningún intento de
atacar, sólo de proteger y defender.
Linnet apretó su bolsa de viaje contra la daga que conservaba oculta entre
los pliegues de su traje. - Usted nos perdone. Los guardias de mi marido
aguardan nuestro regreso.
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- ¡Tú no eres mi papá!- gritó Robbie, empuñando sus manos y luchando para
liberarse del agarre de Linnet. - ¡No soy tuyo!
- Por supuesto, lo eres, - Kenneth dijo dulcemente, la salvaje luz en sus ojos
advirtió a Linnet que él no estaba bien de la cabeza. - Sólo mírate, lleno de
fuego y listo para pelear. Si fueses de Duncan, estarías acobardándote
detrás de las faldas de Lady Linnet, escondiéndote de la misma forma en
que mi hermano se esconde detrás de las paredes de su torre.
Una cólera cálida y blanca pasó como un rayo a través Linnet con la velocidad
de un relámpago, llevándose lejos su miedo. - Y yo digo que es la marca de un
cobarde el calumniar a un hombre delante de su esposa y de su pequeño hijo.
¿O arrojaría tales mentiras delante de mi señor marido?
Kenneth entrelazó sus dedos y los acercó a su barbilla. - Ah... ya veo que has
caído bajo su hechizo. Mi retrasado padre sufrió la misma aflicción, me
temo. Nunca pudo ver los defectos de mi hermano mientras que los míos
siempre chorreaban de su lengua.
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- No, Sir Kenneth, no es una amenaza lo que estoy haciendo, - dijo Linnet,
atrayendo a Robbie hacia ella. - Esto es una advertencia acerca de lo que
haré si no cesa de acosarnos.
- Y tendrá aún menos importancia después de que sea el blanco de esta daga,
- Linnet devolvió el disparo. - Será bastante difícil mostrarse cortés con la
empuñadura de mi daga proyectándose desde lo alto de su nariz.
Kenneth se rió otra vez, con todo el cuerpo, un tipo de risa masculina tan
rica que la habría hecho a ella reírse también, si el regocijo hubiese
alcanzado a sus ojos... y si el don de ella no le hubiese permitido ver en lo
más hondo de las profundidades de su retorcida alma.
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- ¿La cinta de mi pelo?- Sus negras cejas se elevaron hacia el cielo. - Señora,
si tú puedes hacer eso, tendrás mi solemne palabra.
Una expresión de admiración curvó los labios de él en una sonrisa que habría
sido irresistiblemente seductora para cualquier otra mujer. Sin quitar su
mirada fija de ella, levantó su mano y tomó un poco del grueso pelo negro de
la parte superior de su cabeza.
- Apunta aquí, pero sé cuidadosa, - dijo, su suave voz como seda entibiada al
sol, - Si pierdes, exigiré un beso.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Parecía que el cuchillo no hubiese dejado sus dedos, luego un jadeo colectivo
salió de las gargantas de los hombres de Kenneth MacKenzie y él estaba de
pie, pasmado frente ella, una mano alzada por sobre su cabeza. Luego él se
inclinó y recogió el cuchillo de ella... y el pedazo de cuero que sujetaba su
pelo... de la tierra a sus pies.
Él se quedó parado un momento, con la mirada fija en los dos artículos en sus
manos, luego volvió su mirada hacia ella. Esta vez no podría haber error
acerca de la admiración en sus ojos. Una mirada de puro asombro reemplazó
su sonrisa de superioridad.
Esperando que él no pudiese ver cómo temblaba para sus adentros, Linnet
tomó su daga y la introdujo bajo su delantal. Ella hizo el ademán de irse,
pero él dio un paso ante ella, bloqueándole el paso. - Por favor, toma esto
como muestra de mi admiración,- dijo, tendiéndole la tira de su pelo. - Me
sentiría enormemente herido si lo declinas.
- No creas que tú has visto todo de mí, señora. Me gusta una mujer con
fuego en su sangre, - gritó. - Sí, muchacha, nos reencontraremos. Puedes
estar segura de ello.
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Linnet deslizó las yemas de sus dedos a lo largo de la fría piedra por el
borde de la ventana. Su fría humedad era innegable, una cosa tangible, pero
en un buen día de verano se colmaría de calor y luz, la piedra se volvería
cálida y resplandecería bajo los rayos transformadores del sol.
¡Una urgencia apasionada que ella sospechaba se volvía más y más fuerte
mientras la cruda hambre sexual que hinchaba el sexo de su marido cada
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Entonces, con una lenta pero persistente fuerza, la irritación conquistó los
apasionamientos descabellados que le hacían dar vueltas la cabeza. La
irritación nacida de la molestia hacia su marido por no desearla. Rabia
contra sí misma por desearle.
Y no debido a la fatiga que le hacía doler hasta los huesos. Era preocupación
lo que le impedía descansar y había enviado sus pensamientos galopando a
toda velocidad hacia su marido. La alarma la había carcomido desde que
había regresado de la abadía y había descubierto que Duncan, Sir
Marmaduke, y los mejores hombres de Eilean Creag habían cabalgado en
persecución de Kenneth MacKenzie y su colección de indeseables.
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Ella no descansaría hasta que supiese que su marido y sus hombres estaban
a salvo dentro de las paredes del castillo.
Tampoco ella supuso que su furia podría ser dirigida a ella. Ella no había
hecho nada para provocar su ira. Todos bajo su techo podrían atestiguar
que ella había pasado muchas horas trabajando duro para controlar el daño
causado por Kenneth y su partida invasora.
- ¡Truenos del cielo!- rugió, expeliendo su alivio al saber que ella estaba a
salvo bajo la apariencia de una blasfemia. - Creí haberme casado con una
muchacha sensata.
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- Y yo, sirrah, creí haberme casado con un hombre que me haría su esposa,
- tuvo la desfachatez de responder.
Con el deseo de matar todavía corriendo por sus venas, Duncan cruzó el
cuarto con cuatro zancadas veloces, cerrando la distancia entre ellos antes
de que ella siquiera alcanzara a pensar en dar rienda suelta a otro insulto.
Asiéndola por los hombros, él se quedó mirándola fijamente, desafiándola
con el puro poder de su voluntad para que lo insultara otra vez.
- Por la sangre de Cristo, mujer, - rugió. - ¿Sabes el peligro que has corrido
en este día?
Sirrah. - Un título de tratamiento que implica inferioridad y usado en cólera,
desprecio, reproche, o familiaridad irrespetuosa, dirigida a un hombre o muchacho,
pero a veces a una mujer. No usado en el plural.
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La mirada de Duncan voló desde el punto oscuro entre sus dulces muslos
hacia el resplandor furioso en las profundidades de sus ojos moteados en
ámbar. - Ese cuenta cuentos, Fergus, y mi clan entero cantan tus alabanzas,
Milady, - dijo, apenas conteniendo su ira. - ¿Podría saber si fue la afilada
punta de tu daga o tu lengua la que venció a mi medio hermano?
Santos, él debería hacer más que saquear sus labios después de haber
vivido hasta el final en este mismo día. Nada más descartaría de mejor
manera las imágenes odiosas de la carnicería en la granja de los
Murchinsons, los horrores indecibles de lo que podría haberle ocurrido a
ella y a Robbie si ellos no hubiesen podido escapar de Kenneth.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Sin embargo, en lugar de demostrar su obvia aversión hacia él, sólo parecía
estar contrariada. Ella emparejó su mirada, sus ojos expeliendo furia, su
aparente obstinación con cada respiración agitada que ella inspiraba.
Después de un largo momento, ella rompió el contacto entre sus miradas y
levantó su barbilla en un claro gesto de desafío. Girando la cara, ella se
quedó con la mirada fija en la ventana.
Esta vez ella inclinó la cabeza, y el movimiento causó que el suave peso de
sus bien redondeados pechos rozara contra la sensitiva piel de sus
antebrazos. El deseo, inmediato y absorbente, pasó como un relámpago por
él.
Él sospechaba que ella había sentido algo, también, pues una mirada
perpleja brillaba intermitentemente sobre su rostro. Entonces ella
comenzó temblar, pero no de desafío, él podría atestiguarlo. Él también
reconoció el ablandamiento de sus rasgos, mientras ella lo contemplaba.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Cuando ella separó sus labios, supo que sus instintos no le habían jugado una
mala pasada.
Él no podía recordar la última vez que una mujer le había mirado de esa
manera, pero recordaba la mirada.
Sus pasiones aumentaron también, iban mucho más allá de su deseo inocente
de un beso. Duncan enterró completamente sus dedos en su fogoso pelo y
sofocó un juramento. Él no podía caer sobre ella como una bestia haciendo
surcos profundos, no la podía tomar mientras la lujuria corría
incontroladamente a través de su sangre.
Pero él no estaba seguro de ser capaz de iniciarla en los placeres más finos
de hacer el amor aun si lo desease. Demasiado distante era el recuerdo de la
última vez que él había seducido a una mujer con ternura. En verdad, tal vez
él nunca lo había hecho. Y no tenía la intención de aprender con su esposa.
Hacerlo sólo les causaría sufrimiento.
Con un suspiro febril, Duncan dio un paso atrás. Colocó sus manos
firmemente sobre sus hombros para mantenerla a la distancia de un brazo
de él.
Una distancia segura y lo suficiente lejana como para que ella no sintiera la
dureza hinchada bajo sus pantalones.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- Lo hago ahora, sí, y también todos los que se encuentran bajo su techo,
incluso los muertos deben haber oído tal rugido, - pronunció ella, su
expresión tan oscura y enojada como él sabía que debía estar la suya propia.
- Pero por el amor a la paz, tiene mi palabra, señor. No ocurrirá de nuevo.
- Si, señor.
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Pero antes de que abandonar la cámara, tenía otro asunto más para
conversar con ella. Era algo mínimo, pero de repente alcanzó una
importancia desmedida.
- ¿Sí, milord?
Luego él la dejó sola antes de que su extraño humor le hiciese decir más,
revelando sentimientos que no sabía que aún poseía y que ciertamente no le
interesaba dejar libres. La angustia que portaba en sus entrañas era lo
suficientemente dolorosa. El permitirse dejar escapar su veneno sobre su
inocente novia, de lengua picante y punzante o no, era un acto vergonzoso
más allá del perdón.
Una carga que él no tenía derecho de colocar sobre sus hombros, a pesar de
su estatus como esposa de él. Además, él no tenía la certeza de que ella
estaría por siempre dispuesta a cuidar de un hombre como él, maldecido,
mucho menos en poner empeño en ayudarle a sanar la herida en su alma. Más
tarde, Duncan estaba de pie en las almenas y miraba con el ceño fruncido
hacia las silenciosas aguas de Loch Duich. Después de dejar la recámara de
su esposa, él había caminado de un lado a otro por el camino al costado de la
muralla durante horas, mirando furiosamente los vacíos en la noche oscura,
buscando respuestas pero sin haber encontrado ninguna.
Salvo una.
Había recordado algo que su rey le había dicho una vez. Un gran secreto del
cual él podría hacer uso tan menudo como lo desease, eso era lo que Bruce le
había prometido.
Algo semejante era la razón más plausible para que su esposa hubiese
parecido desear un beso después de que sus dulces labios se habían
deslizado tan tentadoramente sobre su palma.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Él se había engañado, no viendo nada más que aquello que había querido ver.
El cielo lo ayudase, él había querido creer que ella poseía bastante valentía
como para no sólo no dejarse vencer por su medio hermano sino para
oponerse a los demonios que devastaban su propia alma y hacían un festín
con los restos de su corazón.
Esperaba que ella le pudiera asegurar que Robbie era su verdadero hijo, de
que lo convencería de que sus dudas habían sido por nada.
Y, aunque esto lo admitía sólo para sí mismo, esperaba que ella le pudiera
hacer sentirse completo otra vez.
Pero por ahora, él no quería nada más que retirarse a su dormitorio, solo, y
absorberse en la maravillosa inconsciencia del sueño.
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CAPITULO OCHO
¡Un hombre desnudo estaba durmiendo en su cama!
Duncan cerró sus ojos y se apretó los párpados con los puños, ciertamente
que un buey desnudo reposando en su cama debía ser un producto de su
imaginación, algo producido sin duda por su cansancio extremo. O por la
sacudida que le había dado el agua helada que acababa de verter sobre su
cabeza.
Pero el patán estaba todavía allí cuando miró de nuevo. Se lo veía mucho más
confortable de lo que un hombre tenía derecho a estar, Sir Marmaduke se
colocó sobre sus espaldas, encima de las mantas, sus brazos cómodamente
colocados bajo sus caderas, su boca deformada completamente relajada,
emitiendo fuertes ronquidos.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Marmaduke bostezó otra vez y todavía adormilado, con el ojo bueno que le
quedaba miró a Duncan.
- Ten cuidado, inglés, pues me estoy cansando de los acertijos que usas
últimamente- le rebatió Duncan firmemente. -Es en mi recámara y es mi
cama en donde te encuentras.
- ¿Te parece que encuentro tu apariencia más agradable que la mía? Aquí
estoy, buscando una bien merecida noche de descanso y me despierto para
encontrar un loco delirante, de mirada furiosa, con las ropas a cuadros,
rotas y ensangrentadas, cargando a mi lado de la cama.
- ¿Se han vuelto todos locos? Vine a mi recámara con el sencillo deseo de
lavar la mugre de mi cuerpo, para luego pasar la noche en mi cama. Pero la
encuentro ocupada por ti - Hizo una pausa para mirar al Sassunach.-Y tú te
atreves a decirme tonterías en vez de salir de aquí de una vez.
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- Soy yo el que te implora que de una vez dejes de gritar a voz en cuello.
Gustosamente te recordaré lo que aparentemente has olvidado por toda la
confusión de hoy.
Él hizo una pausa, una mirada de perplejidad algo fingida le cruzaba la cara
marcada.
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-Por una vez te pido que actúes con sabiduría y te unas a los hombres que
descansan en el piso de abajo, porque te aseguro que no te quedas aquí.
- Le di el lugar a Fergus.
- Pensé que quizás ofreciéndole mi cuarto lograría aquietar las aguas entre
nosotros.
- Es algo muy noble de tu parte, pero aún así no puedo dejarte tener mi
recámara, es mía y tampoco pienso compartirla contigo.- Duncan se cruzó de
brazos.-Y aun si quisiera, no veo cómo puedes querer dormir aquí, con ella
contemplándote.
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Bella mas allá de las palabras, bendita con una hermosura etérea que aun los
ángeles envidiarían, había sido la primera esposa de Duncan, toda la gracia
elegante de Cassandra fue captada para siempre en los lisos paneles de
madera pintada. Era una exquisita obra de arte, una pintura realizada por un
famoso artista irlandés, especialista en iluminaciones, dedicado durante
años a pintar santos en las paredes de la capilla. Pero en esa ocasión, en vez
de figuras santas, había inmortalizado a una diabla.
- No, mi amigo, te equivocas, -el tono de Marmaduke era más frío que las
profundas aguas de Loch Duich, el lago negro y silencioso más allá de las
altas ventanas en forma de arco - Es por ella, que me regocijé en tu
generosidad al concederme tu cuarto.
- Algo parecido a tus propias razones para mantener esa pintura allí, su
presencia me recordará mi propia búsqueda de venganza.
- Con tu nuevo casamiento, debes aprender a olvidar. Debes dejar atrás los
dolores del pasado y mirar hacia delante. Pero yo todavía tengo que vengar
la muerte de Arabella. Si la cara de su asesina es lo último que veo en la
noche y la primero que miro al despertarme, entonces nunca me detendré en
mis intentos para ver hecha justicia... enviar a Kenneth a lo peor del infierno
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Duncan clavó los ojos en la ancha espalda de Marmaduke, vio como los
músculos bien desarrollados se endurecían por la tensión. Cuando los
hombros de su amigo se combaron hacia abajo, Duncan supo que había
perdido la batalla.
Y su cama.
- Y tienes a un hermoso ángel durmiendo en una cama fría al otro lado del
castillo. Juro que ella gustosamente espantaría tus demonios si la dejaras -
dijo Marmaduke-¿O te gustaría que además de diablo te llamaran tonto?
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rodillas frente a ella y presionar unos mil besos en esa blandura exuberante
y en la fragante dulzura escondida bajo esos rizos! ¡El fuego del infierno y la
condenación eterna! Duncan gruñó una maldición silenciosa, dejándola
expandirse y dilatarse en su mente hasta que el último vestigio del
recuerdo de los tentadores rizos de bronce hubo desaparecido.
Era la mirada fugaz de adoración y deseo que había vislumbraron en sus ojos
moteados de oro, algo más temprano, cuando de golpe la expresión de ella se
había vuelto suave y parecía que se estaba muriendo por que la besara.
No, él dejaría que Sir Marmaduke les hiciera la corte a todas las mujeres si
eso era lo que quería. A Él no lo convencerían —o seducirían- para que otra
vez se olvidara de sus convicciones.
Frunciendo el ceño otra vez, Duncan tomó una de las mantas de la cama y la
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- No digas una palabra más. Solo los santos saben lo que tú y los demás han
conspirado para conseguir meterse en mis asuntos, pero no creo que tus
motivos sean malsanos- Hizo una pausa para abrir la puerta - Pienso que tus
intenciones son decentes y buenas si bien descaminadas.
Al final del corredor, justo antes del hueco de la escalera que conducía
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hacia el salón, Duncan se detuvo para apoyarse sobre la húmeda y fría pared
de piedra. Su mandíbula saltó y se contrajo casi incontrolablemente y la
frustración le hizo apretar los dientes de manera tan brutal que no lo
hubiera sorprendido si se hubiera astillado uno de ellos. También tembló,
pues antes de encontrar a Marmaduke en su cama, se había remojado a sí
mismo con agua helada en un intento para lavar la sangre y la suciedad de su
dolorido cuerpo. Y olía mal, pues el inquietante descubrimiento le había
impedido terminar con sus muy necesarias abluciones.
En lugar de eso, ella había puesto su mundo cabeza abajo y un caos absoluto
había empezado a regir su casa desde el mismísimo momento en que había
atravesado las puertas del castillo.
Él era el Laird y sin embargo era él, el que andaba a rastras a través del
pasillo tan oscuro como la noche, congelado hasta los huesos, maldiciendo
los cielos y sin una cama para reclamar como suya. Ella en cambio, pasaba la
noche en una de las mejores recámaras del castillo, la misma que había
pertenecido a sus padres, y sus padres antes de ellos. Ella probablemente
estaba perdida en un sueño repleto de caballeros valientes, damas graciosas
y bebés angelicales, mientras que él se escondía como un paria dentro de su
propia casa. La injusticia de eso hizo que sus fuertes manos se cerraran
fuertemente al tiempo que sus labios formaban una delgada línea apretada.
Desde abajo, los leves sonidos de los ronquidos de sus hombres subieron por
el hueco de la escalera circular, junto con los ruidos que hacían sus perros
de caza rebuscando sobras de comida en medio de los juncos. Más débil se
escuchaba el chisporroteo de los fuegos en las tres grandes chimeneas del
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
salón y el sonido, siempre presente, de las olas del Loch Duich, aquietados
por la tardía hora, aunque siempre chapoteando contra de las paredes del
castillo.
Era una noche ordinaria para todo aquel que denominara su hogar a Eilean
Creag. Para todos, menos para su señor y Laird. Duncan flexionó sus dedos
unas veces, luego cerrándolos otra vez en un puño. Necesitaba el leve dolor
de sus uñas clavándose en la palma, prefería eso antes de emprenderla a
golpes contra la pared.
.. Y cada secreto.
Como conocía el estrecho pasaje cortado dentro de las paredes del castillo
Era una ruta de escapada conectando unos cuantos de los cuartos del
castillo antes de virar hacia abajo hacia una caverna escondida en la orilla
rocosa de la isla.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Incluyendo la cama.
- No te he oído regresar.
Era la primera sonrisa genuina que se permitía en muchos años, solo el diablo
sabía cuantos y se sentía muy bien. Su esposa inclinó la cabeza hacia un lado
como si ella tuviera la intención de medir un fenómeno tan extraño como era
el gran Laird MacKenzie de Kintail sonriendo abiertamente.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
eso me han informado- le contestó como el Laird que era y siguió con lo que
estaba haciendo con el broche del hombro que sostenía su manta en su lugar.
De paso continuó disfrutando la vista.
-¿Que haces?- La aprensión le puso en las mejillas una bonita nota de color.
- ¿No es obvio?
- Duncan.
- Parece como que te preparas para la cama, Duncan, señor- ella corrigió, su
voz suave penetrando la pared alrededor de su corazón tan diestramente
como si sus palabras fueran llevadas por una cantidad de las mejores y más
rápidas flechas.
- Oh- Sus mejillas se tiñeron de un rojo mas profundo -No estoy preocupada,
señor, sólo confundida. Pensé que tú preferías tu propio cuar...
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
¡Y esta vez tenía toda la intención de recordar cada pequeño detalle del
placer que le iba a dar!
Pero cómo deseaba haber sido él la causa. Por todos los Apóstoles que
quería excitarla mucho más allá de sus pechos. Él quería que ella se
contorsionara y gimiera debajo de él. Que le diera la bienvenida a su
abrazo... y más. ¿Pero podría ella alguna vez ver mas allá del frío hombre
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
que creía que era y ver el profundo anhelo dentro de su alma? ¿Sentiría ella
su necesidad? ¿Y si lo hacía, estaría dispuesta a apaciguarlo? ¿Quería él que
ella hiciera un intento? ¿No habían sido tales anhelos descabellados los que
le había dado a Cassandra tal poder sobre él? Duncan clavó los ojos en ella,
atravesada por la manera en que se veía. Respetaba el peligro que desearla
le podía traer. ¡Por todos los santos, pero estaba comenzando un camino que
podía ser traidor!
Se la veía angelical, con su inocencia pintada en los ojos muy abiertos, tenía
la pureza impresa por toda la superficie de su cara, pero la otra mitad de
ella, con su fogoso cabello de oro formando remolinos cerca de sus hombros
desnudos, sus encantos brujos provocativamente a la vista, era igualmente
tentadora
Y esta vez la expresión de súbita desilusión no era fugaz. ¿O era una mirada
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
A decir verdad, no había visto la cara de una mujer encenderse con pasión
desde la última vez que había compartido con su rey a algunas chicas
lujuriosas Y eso había sido un considerable montón de años atrás... antes de
Cassandra.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- ¿Señor? -la voz femenina llegó hasta Duncan, la vacilación que escuchaba
hacía que se le retorcieran las entrañas -¿Te he ofendido?
- Pero yo-
Ella le miró curiosamente pero no hizo movimiento alguno para cubrirse sus
pechos. Duncan tampoco se movió. Hacerlo podía provocar que ella levantara
otra vez la manta caída. Considerando como iban las cosas entre ellos, solo
el cielo sabía cuando podría gozar otra vez de una vista tan gloriosa.
-Tú dijiste que tenías la intención de dormir- dijo ella luego, abandonando
por fin, la charla sobre su virilidad. Al hablar movió la cabeza hacia un
costado y los globos redondeados de sus pechos se sacudieron un poco con
el movimiento.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- ¿Quisiste decir que ibas a dormir aquí, en esta cama? - Ella preguntó,
ignorando aparentemente lo que le hacía con sus palabras - ¿— Conmigo?
- ¿No te has dado cuenta que no soy una amenaza para ti esta noche?
Sus crudas palabras le ensancharon los ojos y la enviaron aún más lejos de él.
Para el perverso deleite de Duncan, su movimiento a través del ancho
espacio de la cama le facilitó aún más deliciosos regalos para su mirada
hambrienta. Por un instante muy breve, él intentó no mirarla pero ¿cómo
podría resistirse a devorar con la mirada un trofeo tan hermosamente
exhibido?
Aunque ella había apagado los candelabros para dormir, una ancha banda de
luz de luna entraba por la ventana abierta, lanzando un patrón de luz y
sombras sobre ella. Los santos debían tener la intención de fastidiarlo a
propósito, porque se había enredado en las mantas de la cama de manera tal
que, sin intención había dejado expuesto el exuberante triángulo de rizos
de color del oro rojo que había entre sus muslos. Bañado en la luz de la luna,
el corazón de su feminidad era claramente visible, cada pliegue que
sobresalía, dulcemente iluminado por la luz plateada de la luna. ¡Y con sus
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
rodillas ligeramente dobladas, sin advertirlo le permitía una vista más que
completa! Era como si ese montículo dulce de carne estuviera suplicando,
sin saberlo ella, las caricias de un hombre.
Sus caricias
Él tenía que tomarla otra vez. ¡Por todos los santos, había sido suya solo una
vez! Pero entonces ante sus ojos, los rizos fogosos se volvieron negros y la
sangre de Duncan se enfrió de repente.
De los mismos intestinos de infierno, salieron las imágenes que alguna vez le
habían conducido hacia una inmensa dicha erótica: la mano de su primera
esposa estirando suavemente sus rizos, negros como el azabache o
moviendo lentamente hacia abajo un dedo a lo largo de su hendidura,
volviéndolo de lujuria mientras ella realizaba sus actos de puro libertinaje
de la manera mas desinhibida
-Por favor, arregla las frazadas porque ahora solo quiero descansar. Sólo
quiero compartir la cama - añadió él sintiéndose mas anciano y cansado que
Fergus - No pediré nada mas de ti.
El corazón de Linnet pronunció las palabras que ella eligió no decir en voz
alta. En realidad se las hubiera gritado, pero ella había visto como sus ojos
se oscurecían con la confusión interior y su don había captado el negro
tormento que llevaba sobre sus anchos hombros. Era por eso que había
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Su marido se había quedado mirando sus senos desnudos con tal fiereza que
creyó que su mirada ardiente le quemaría su piel pero estaba claro que no la
había encontrado digna de sus atenciones. Ignorante como era de las
cuestiones íntimas, creyó que sabía lo suficiente como para entender lo que
había sucedido con su masculinidad. Y la razón para eso.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Pero la unión entre ellos no era lo suficientemente cercana como para que se
arriesgara a que él conociera el poder que tenía sobre ella. Tampoco
necesitaba que él le explicara lo que le estaba pasando dentro del corazón.
Ella sabía. O al menos tenía una fuerte sospecha.
¿Y si sus emociones eran tan claras para ella como podía pretender
ocultárselas? Sus hermanos a menudo le habían hecho bromas, afirmando
que nunca podría esconder sus sentimientos.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Era un hombre que no tenía lugar para el amor en su corazón. Linnet estaba
convencida de que él tenía uno que sencillamente había guardado bajo llave.
Clavando los ojos en él para convencerse de que verdaderamente dormía,
recorrió levemente con la punta de sus dedos la dura línea de su mandíbula,
luego alisó con su mano la enmarañada melena de cabello negro. Lo tocaba
con mucho cuidado y ternura porque instintivamente sabía que eso era lo
que él necesitaba.
Sólo unos cuantos porque ella no quería tomar el resto y tampoco hubiera
resistido que él se despertara y la mirara con la expresión inflexible que
tenía un rato antes cuando estaba despierto.
Con un suspiro suave, Linnet cambió de posición y cerró sus ojos. Pero no
para dormir. No iba a descansar fácilmente esa noche. Muchas de las cosas
que le gustaría hacerle a ese hombre empezaron a rondar a la deriva por su
mente. Pensaba en todo aquello que ella no podría controlar ni cambiar.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
ciervo negro, con su guardia baja, entendió muy bien porqué en ese momento
le temía menos y le importaba más.
Echándole una mirada furtiva a ese rostro hermoso, que así dormido parecía
mas joven, sus propias emociones parecieron descontrolarse. La
vulnerabilidad que tocaba sus rasgos era una imagen desconcertante cuando
se la asociaba con la cruda fuerza bruta de su cuerpo poderoso, con el
increíble vigor que ella sabía que poseían sus músculos.
Cerrando sus ojos otra vez, inspiró profundamente. Sentirse atraída por él
era inevitable. Su destino, parecía trazado por los santos mucho antes de
haber nacido. Porque a ella siempre le había sido imposible resistirse a las
criaturas salvajes. Toda su vida había sentido una necesidad apasionada de
auxiliar a las bestias heridas, de cuidarlas de devolverles la salud para luego
ponerlos en libertad.
Pero Duncan MacKenzie era una bestia que ella dudaba pudiera ser
domesticada alguna vez. Ciertamente no pretendía ser ella la que le
domesticara aunque tenía toda la intención de hacer un intento. Y si por
algún milagro divino podía cicatrizar el corazón de su marido, entonces
dejarle ir seguramente rompería el suyo.
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CAPITULO NUEVE
En una mañana llena de niebla, una semana más tarde, Linnet entró al
diminuto herbario que el viejo Fergus, sin dejar de protestar, le había
concedido para que cuidara. Cerró la pequeña puerta detrás de ella, el
chillido de las bisagras oxidadas sonó excesivamente fuerte contra el
rítmico sonido del oleaje de la marea sobre la playa que se proyectaba más
allá de las gruesas paredes de piedra del jardín.
Ansiosa por seguir con su trabajo, escudriñó las filas limpias de plantas y
hierbas que ella, cuidadosamente, había despejado de malezas durante los
pasados siete días. Había avanzado mucho y estaba muy satisfecha con su
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
progreso.
Pero, cosas del destino, mientras que podía operar magia con plantas,
convirtiendo una parcela rocosa, olvidada durante tanto tiempo, en un
huerto tan hermoso del que incluso el dotado hermano Baldric estaría
orgulloso, su aptitud especial para cuidar a los seres vivos parecía no tener
efecto en absoluto en su marido.
Ella inspiró, el aire depurador llegó hasta sus pulmones y estaba al borde de
exhalar cuando oyó un movimiento crujiente en una esquina oscura del
huerto.
— Solo soy yo —Su marido salió de entre las sombras y el corazón de Linnet
dio un vuelco al verlo. Su cuerpo de guerrero, alto, resplandeciente en la
destellante túnica de malla negra, era tan irresistiblemente masculino en la
paz matutina del pequeño huerto.
— ¿Es Kenneth?
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Él asió la parte superior de sus brazos y la apretó con sus dedos firmes
como el hierro, fuerte pero increíblemente tierno, le llegaba tan fácil su
calor a través de las mangas, que ahuyentaba el escalofrío que había
comenzado a ensortijarse alrededor de ella con la sola la mención de
Kenneth.
—Que los santos impidan por todos los medios que te acerques otra vez a
ese bastardo —juró.
— También soy muy buena con la ballesta —dijo, interiormente alarmada por
la tensión que latía a través de él. Fluía de sus manos y entraba en su sangre,
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
una sensación viva, crujiendo salvaje y furiosa como cuando los cielos se
preparaban para una feroz tormenta de verano.
Era la misma expresión que ella había observado cada vez que él la veía
dirigirse al pequeño herbario. Los últimos vertiginosos remolinos de placer
que la presencia de él parecía despertar siempre en ella, se evaporaron con
la misma velocidad con la que se puede apagar una vela con los dedos.
Ella le mostró las filas limpias de malezas, recién sembradas con hierbas.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
— Es un buen trabajo el que has hecho —dijo él, sus dedos jugueteando con
el cabello de la nuca— La hinchazón alrededor del ojo faltante de
Marmaduke casi se ha retirado, y he quedado absolutamente impresionado
con tu talento. Pero si debes trabajar con hierbas, entonces preferiría que
en vez de sembrarlas aquí, las recojas del jardín de los hermanos de la
abadía.
— ¿Pero porqué?
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
que ella cuidaba del huerto y yo pensé, ya que ha sido desatendido durante
tanto tiempo, que tú lo apreciarías
— Sólo quiero que tengas cuidado cuando estés aquí. Y quiero que me
prometas que conocerás cada planta, cada semilla... todo lo que aquí crezca.
Ella se inclinó hacia atrás para poder mirarlo, sorprendida por el matiz de
reproche de su voz.
Pensar que él podía tenerla en tan baja estima en sus consideraciones hizo
que un escalofrío la invadiera
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
— ¡Por todos los santos del cielo! —Las manos de Linnet volaron para sus
mejillas— ¿Fue un accidente?
— No lo sabía —Ella hizo una pausa para mojar sus labios— Si te complace,
entonces abandonaré mi trabajo aquí.
Él vaciló, luego pasó los nudillos suavemente sobre su mejilla— No. Quizás
es tiempo de que este jardín disfruté una vez más de la atención de una
gentil dama.
Linnet se quedó allí, sus dedos apenas presionados sobre sus labios
palpitantes, se quedó extática, hasta que el sonido de los pasos que se
alejaban se perdieron en la niebla matutina.
¿Acaso sus esfuerzos nocturnos para abrir brecha en las barreras que él
mantenía contra ella estaban surtiendo efecto? No podía negar la ternura
que tenía ese beso de despedida ni la preocupación que se detectaba en las
palabras que le había dicho.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
¿Acaso había sospechado él cómo había yacido despierta, noche tras noche,
esperando que él se sumiera en el sueño mas profundo? ¿Había detectado él
sin querer como ella había recorrido las nobles líneas de su cara con el dorso
de sus dedos? ¿Había fingido que dormía mientras ella le exploraba
tiernamente, con sus manos curiosas, su duro cuerpo de guerrero?
Una vez, ella había deslizado las puntas de sus dedos sobre los planos duros
de su pecho y del abdomen, deteniéndose repentinamente en el borde del
grueso pelo negro que protegía su virilidad.
Pero ella había desistido, moviendo hacia atrás su mano como si algo le
quemara. Estaba demasiado asustada por su posible reacción y demasiado
insegura de sí misma como para arriesgarse al descubrimiento.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
le había mostrado el tipo de gentileza que jamás había soñado fuera posible,
había expresado su deseo de verla sana y salva.
¡Si tan sólo tuviera mas para mostrar y no solo sus supuestamente bonitas
trenzas!
Ese patán borracho que sin duda se burlaría de la humillación urticante que
ella había sufrido al descubrir que estaba desarrollando sentimientos
cariñosos por un hombre que no la deseaba como un marido lo debería hacer.
Ella anhelaba impaciente mucho más que besos tiernos, ardía por
experimentar la verdadera pasión, por abandonarse a los fuegos que su
marido encendía dentro de ella. Sí, su padre se convulsionaría de risa, si la
pudiera ver ahora, anhelando el amor de Duncan MacKenzie.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
verdad que él buscaba. Y sin embargo con cada sol naciente, ella se
despertaba con la esperanza renovada. Tenía esperanzas para sí misma, y
esperanzas para Robbie.
Pero con la llegada de la noche, se iba a la cama sabiendo que sus intentos
para complacerlo habían sido desesperadamente inefectivos, sin importar lo
que ella hiciera. Sus esfuerzos para hacerle quererla y admitir,
incondicionalmente, su amor para su hijo, permanecían tristemente inútiles.
Este amanecer, tal como en los otros, la carga de la gran tarea que ella había
tomado sobre sí se sintió más ligera, justo en el momento en que ella entró
al taller de bajo cielo raso, con sus manojos de hierbas secas colgando de
las vigas.
Linnet tomó una respiración profunda, llenando sus pulmones del aire fresco.
Su corazón se aquietó inmediatamente. En la quietud del taller oscuro con
sus perfumes reconfortantes de hierbas y humo de turba, había encontrado
un sentido de paz que no había planeado encontrar en Eilean Creag.
El olor terroso del apisonado suelo de tierra y el aroma salobre del mar
flotando adentro a través de lo única ventana diminuta la calmó y le dio al
taller un aire indefinible de santuario.
Tomando una jarra de barro de un estante alto, vertió una medida de elixir
de la hierba cana en un frasco pequeño. Había preparado un particular
cocimiento del ungüento especialmente para Sir Marmaduke, poniendo
mucho cuidado con la selección de sus ingredientes. Siguiendo un impulso le
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
agregó a la hierba cana, unas pocas gotas de otras esencias de hierbas, con
la esperanza de proporcionarle aún mas alivio a los hinchazones y tumores
de la cara de Marmaduke.
Pero ella no había oído entrar a ninguno de los dos. Ni siquiera vio a Robbie
en alguna parte del taller. Linnet se quedó perpleja, se inclinó para rascar la
gran cabeza del perro, escudriñando las sombras mientras lo hacía.
Más que intrigada, Linnet cruzó la corta distancia entre ellos y se arrodilló
en el suelo de tierra. A pesar de la semioscuridad, era sencillo ver que el
chico estaba muy afligido. Estaba sentado con sus rodillas contra su pecho,
con los brazos rodeándolas fuertemente. Para la preocupación de Linnet, él
evitó mostrarle la cara.
Pero lo que la preocupó mas fue ver como se agitaban los pequeños hombros.
Robbie lloraba, y sus lágrimas silenciosas le partían en dos su corazón.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
— Fui hacia la cocina porque Fergus dijo que Cook estaba horneando tortas
de especias y... y
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— ¿Y?
— Es duro, lo sé, pero quizás los santos quieren templar tu fortaleza para
que estés mejor preparado para asumir las responsabilidades que trae el
hecho de ser el futuro Laird. Aquellos que moran en las alturas nunca nos
dan cargas mas pesadas de lo que podemos soportar.
Por primera vez, Linnet dudó sobre la sabiduría de guardar tal secreto. Pero
su sexto sentido le dijo que era la única forma, y nunca jamás sus instintos
la habían defraudado.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
— No, no creo que lleve mucho tiempo, pues tu papá es un hombre educado y
sabio —Linnet le aseguró, rezándole al Cielo para no equivocarse. A la edad
de Robbie, una mera semana podría parecer para siempre.
— Oh, sí, claro que lo hago —ella estuvo de acuerdo, y el chico se paró un
poco mas derecho al escuchar esas palabras. Hasta las orejas de Mauger se
levantaron hacia arriba como si la entendiera— Es bien conocido que él es
uno de los más poderosos guerreros de las Highlands, también uno de los
más admirados en esta tierra. Mucho antes de venir aquí, ya había
escuchado sobre sus bravos hechos en combate y sobre su valor.
— Una pelea, aun una largamente establecida como la que está de por medio
entre nuestros clanes, no impide que lleguen noticias de uno u otro lado.
Muchos son los trovadores ambulantes que cantan alabanzas sobre tu padre,
como cantaron de su propio padre antes de él.
— ¿Les has oído cantar sobre mi papá? —Robbie preguntó, su voz cargada
de temor.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
— Sé que lo harán Ella despeinó su sedoso pelo oscuro, luego pasó su mano
bajo la barbilla, levantando su cara para poder alegrarse de la esperanza
que veía en ella.
— Es un legado inmenso el que tú debes seguir, Robbie, pero no dudo que
serás un muy buen Laird algún día.
Aunque él pareció hacerse más alto ante sus ojos, Linnet podría ver algo que
todavía lo preocupaba. — Lamento haber llorado —él barbulló— los hombres
no lloran.
— Yo también estoy contenta —admitió ella, diciendo una verdad que ella no
podía negar. A pesar de todo.
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Luego ella abrió la puerta del taller, manteniéndola bien abierta para que el
muchacho y su perro pudieran salir al sol de la mañana. Los siguió de cerca,
con el frasco de elixir para Sir Marmaduke guardado dentro de su bolso
completamente olvidado.
Él nunca sería hermoso de ver pero los remedios de ella parecían estar
trabajando bien, con una considerable reducción de la hinchazón y de la
coloración roja, los restos del hombre bien parecido que él una vez había
sido empezaban a hacerse visibles.
Él llevaba una espada en una mano y una maza en la otra. Linnet dudaba que
tuviera las fuerzas necesarias para usarlas, pero la feroz expresión en su
mandíbula le advertían que él se sentía como si pudiera
Él sacó tanto pecho como pudo bajo la túnica de malla que no se acomodaba
a su cuerpo. — Me voy para hacer mi ronda por las murallas, señora. Con
nuestro laird y el Sasss., digo Sir Marmaduke, fuera en patrulla, es mi
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
— Sí, y espero que estén en su lugar —fijó en ella una mirada avizora—Verán
lo que les ocurre si los encuentro fuera de sus puestos.
— Pero... nunca le había visto armado de esta manera —Linnet trató de que
su voz sonara seria. — ¿Puede haber un verdadero problema?
Edward I, Rey de Inglaterra. Apodado "Longshanks" debido a su gran altura y
estatura, peleó por el Trono de Escocia contra Robert Bruce. 1272.-1307 a.c.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
regrese. He oído que tiene una recámara propia. ¿Puedo saber donde es?
— Claro que si, es una nueva recámara la que él tiene ahora. Un brillo
apareció en los ojos del senescal, haciéndole parecer años más joven. —Él ha
tomado las antiguas habitaciones de vuestro marido,... ahora que nuestro
buen laird duerme en otro sitio.
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Cassandra.
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El pequeño frasco se zafó de sus dedos y cayó con un ruido sordo, mientras
que un gemido llenaba la cámara, haciéndole temer que la sombra de Lady
Cassandra se hubiera manifestado detrás de ella... hasta que se percató que
era su propio grito lo que había oído. Nunca en su vida había visto a una
criatura más exquisita. Ni aun la oscuridad de la cámara podía opacar el
brillo de la mujer pintada.
La dama Cassandra había sido todo lo que ella no era y nunca podría ser.
Si una mera imagen pintada podría exudar tal gracia y tal elegancia,
entonces a ella sólo le quedaba imaginar el esplendor de la mujer cuando
estaba viva. Mientras Linnet clavaba los ojos en su predecesora, una
sensación enfermiza la envolvió y le revolvió el estómago de manera tal que
no dudó en que arrojaría toda la cena.
¿Cómo pudo ocurrírsele que ella podría seducir a su marido deslizando sus
manos torpes sobre su cuerpo magnifico?
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Su corazón le dolía por haber sido tan inocente. Nunca podría ella
reemplazar a la bella mujer que había poseído primero el corazón de Duncan.
Finalmente, nada más que un suave quejido escapó de sus labios, Linnet miró
de nuevo a la mujer de la pintura. Las lágrimas le nublaron la vista, pero no
tanto como para que ella no advirtiera el cambio. Ya fuera provocado por su
imaginación, por la escasa luz o por su alguna broma cruel de su don, la
imagen pintada, ya no sonreía tan tranquilamente.
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CAPITULO DIEZ
Por tres días ella se había mantenido ocupada observando sus idas y venidas,
había usado la distracción para expulsar el rostro burlón de la primera
esposa de Duncan de su mente.
Al principio sólo unos cuantos vinieron, apenas unos pocos, como si aun
estuvieran cautelosos del terrible laird de Eilean Creag. Pero, gradualmente,
su número había aumentado incluso en algunas ocasiones en una corriente
estable de ellos que había desfilado de acá para allá a través del estrecho
puente de piedra.
Todos venían para recoger limosnas en las puertas del castillo... como era la
costumbre.
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¿Qué hombre podría desearla cuando había poseído a una mujer tan bella
que hasta una reina la envidiaría?
No, su apariencia no era tan maravillosa. Pero ella deseó que Duncan hubiera
visto el regreso de los necesitados hasta la puerta de su castillo. ¿Quizás su
muestra de confianza borraría una parte de la oscuridad de su alma?
A decir verdad, sin embargo, ella no estaba segura de que eso haría una
diferencia. Quizá las heridas bajo la máscara sombría que él a menudo traía
puesta eran ya demasiado profundas.
Demasiado crudas.
Lachlan miró con irritación las nubes negras que se acercaban cada vez más
sobre el lago. - Le imploro, señora, pues mi señor ciertamente estaría muy
disgustado, y yo no trataría de poner a prueba su temperamento tan pronto
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regresara.
- Mis palabras no son falsas. Lo juro por todos los restos mortales santos en
la tierra, - Lachlan le imploró, su tono lo suficiente sincero como para
conmover el corazón de Linnet. - Es nada más que la verdad y todos lo saben.
Todos salvo su laird. Su propia verdad hizo eco en su cabeza, burlándose ella
de la futilidad de Duncan quizás preocupándose porque ella todavía no lo
sabía. Presionando sus palmas más firmemente contra la fría y húmeda
almena, quiso llorar con la desesperante situación.
- Señora, por favor, - Lachlan la urgió otra vez, - no piense que digo
falsedades, Yo preferiría caer fulminado antes que mentirle.
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- Tiempo más que suficiente para aprender sus maneras, - bromeó Linnet,
asombrada con el fácil encanto del escudero, su humor mejoró. Pronto, ella
sería tan estúpida como Elspeth, nada más escuchar palabras bonitas, y
sería incapaz de percibir la verdad.
Linnet levantó un poco su barbilla, no sería una tonta como Elspeth, que
después de las adulaciones del viejo Fergus, veía la luna en los ojos de él.
Pero entonces el brusco senescal apareció para capturar la atención de
Elspeth.
Tomándola del brazo, Linnet no podía ayudar sino sonreír. - Veo que eres
listo tanto como caballeroso.
- Mi señor me enseña adecuadamente, - le dijo, guiándola hacia la puerta de
la torre, que permanecía entreabierta.
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- ¿No? ¿En serio? - Una de las cejas del escudero se alzó en una imitación
perfecta del frecuente gesto de su marido.
Linnet abrió su boca para hablar, pero ella no pudo emitir las palabras
después del picante nudo que se formo en su garganta. Las lágrimas
brotaron de sus ojos, nublando su vista, pero logró dirigir a Lachlan una
trémula sonrisa.
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Si sólo pudiera calentar el alma de Duncan tan fácilmente como las llamas
calentaban sus manos extendidas.
Fue más tarde cuando Duncan y sus hombres volvieron de patrullar, y más
tarde aún cuando él finalmente se encaminó escaleras arriba hacia el
dormitorio de su esposa.
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Cassandra años atrás, y los escalofríos por la sombría predicción que había
hecho su cuñado acerca de cómo afectaría a Linnet.
Pero Duncan apenas lo había oído. Sólo él sabía el dulce consuelo que ella le
prodigaba cada noche, pensando que él dormía. Su señora era buena y casta,
pero poseía fuego interior y una fortaleza que Duncan admiraba mucho. Y
ella era. .. Sensible.
Ella estaría más alterada por encontrar su precioso herbario destruido que
por mirar fijamente la belleza de una mujer que ella sabía que estaba
muerta.
Ella parecía haber estado fuera en la lluvia durante todo el tiempo que él
había estado ausente. Sus cabellos caían sueltos sobre sus hombros y
estaban enredados por los vientos de la tormenta, mientras su vestido
estaba arrugado y húmedo, el cuero de sus zapatos oscurecidos con
manchas de humedad. Sólo el arisaid usado que ella agarraba firmemente
parecía estar seco.
- Por Rood, mujer, ¿debo velar por ti cada minuto?- Duncan preguntó
agudamente, olvidándose de las suaves palabras que él había tenido la
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- Yo... he estado…
- Yo puedo ver donde has estado.- Él caminó a grandes pasos hacia ella,
manteniendo el pequeño frasco en su mano extendida.
Sus ojos se agrandaron, pero ella no dijo una palabra, sólo se abrieron ante
los preocupados ojos de él.
Pero por una vez ella no lo enfrentó. Sólo negó con la cabeza y clavó los ojos
en el fuego. ¿Por qué ella no hablaba por sí misma, mostrándole el vinagre
que había vertido sobre él cada día desde que la trajo por primera vez a
Eilean Creag?
Y él dudaba que Linnet alguna vez creyera cuán lejos de la verdad estaban
sus suposiciones.
Duncan juró, un juramento más negro y más ominoso que la noche oscurecida
por la tormenta que acechaba más allá de las gruesas paredes de la torre.
Como si los cielos entendieran su frustración, el fuerte crujido de un trueno
explotó, su sonoro estampido ahogo por completo su maldición. Su esposa
brincó como si la hubiesen golpeado, pero rápidamente volvió a su rígida
postura.
Sin duda ella había brincado por culpa de él, no del trueno.
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una vez y para siempre. Esperando enviar a su medio hermano al más vil
abismo del infierno por sus muchos delitos.
Pero ella retrocedió como si él fuera el único que debía ser temido.
Dando un paso lo suficiente cerca como para elevarse sobre su silla, Duncan
plantó sus manos en sus caderas y miró abajo hacia ella. - Si no hablas de lo
que pesa sobre tú mente, entonces dime porque parece como si hubieras
cruzado a nado el lago.
- Eso, también, lo sé, milady, pero nadie bajo mi techo me dice la prodigiosa
hazaña que ha realizado.- Él hizo una pausa para pasar una mano a través de
su pelo húmedo y desarreglado. - Supongo que tu inquietud ha aumentado
debido a tu temor hacia un asesino.-
Algo brilló en los ojos de su esposa, y él no pudo decir si había sido cólera,
frustración, o piedad. Él esperaba que no fuese lo último, pero lo que fuere
que había sido, ella ahora se sentó derecha en su silla, mirándolo con unos
ojos que no hacía mucho tiempo parecían asustados.
- ¿Lo hiciste?- le dijo ella bruscamente, perforándolo con una mirada fija
tan sabedora como el molesto trasero de su cuñado.
- ¿Qué hice Qué? - repitió en un tono que aminalaría al alma más prudente.
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estómago se apretó en un frío y duro nudo. - ¿qué piensas tú?- Las tres
palabras cayeron entre ellos como diminutas astillas de hielo.
Fe, cómo deseaba él que ella abandonara el descaro que él había anhelado
hacía sólo unos momentos atrás y que regresara a su anterior obstinado
silencio. La muchacha lo irritaba más de lo que cualquier hombre debería
resistir.
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- ¡Nada, dije!
- ¿Me llevarás al borde de la locura?- gimió Duncan, entonces cerró sus ojos,
obligándose a sí mismo a hacer una larga y tranquilizadora respiración.
Cuando se sintió capaz de hablar otra vez, él abrió sus ojos, decidido a guiar
su noche a un veloz y tranquilo final. - Estoy cansado y mojado, ambos lo
estamos, Linnet, - dijo, con su voz sorprendentemente en calma. - Voy a la
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Esperaba el breve atisbo de genio, una condición que él prefería con mucho...
excepto ahora. En su lugar, ella tenía una expresión que él primero pensó
que era timidez.
Aún tal modestia tenía escaso sentido pues ella había dormido
completamente desnuda al lado de él por muchas noches como ahora.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
No en un sentido romántico.
Semejante locura era mejor dejarla para jóvenes escuderos como Lachlan,
que todavía tenían que ganar sus espuelas.
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- Está bien recuerdo las palabras, pero creo que ejerceré mis derechos
como laird y cambiaré de idea.- Él resbaló una mano bajo el velo húmedo de
su pelo y empezó a acariciar su cuello.
- ¿Podrías pasar tus manos sobre mí ahora, aunque sabes que estoy
despierto? Entonces no tendré que esconder mi excitación de ti, - le sugirió
él, la idea le producía ondas que golpeaban de intensa necesidad surgiendo
desde su ingle. - Sería una experiencia mucho más interesante si no tengo
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- ¿Qué dices, esposa?- Él la soltó y dio un paso atrás, abriendo de par en par
sus brazos. - ¿Te importaría explorarme ahora?
- Oh, no, no podría, - ella respiró, las palabras apenas audibles sobre el
fuerte repiqueteo de la lluvia contra de los postigos.
Sus ojos brillaron en protesta, pero cuando Duncan dio un paso adelante y
asió sus hombros, ella sólo se puso rígida pero no trató de retroceder como
había hecho antes. Animado, Duncan la acercó más y acarició sus hombros y
espalda, luego sus caderas y dulcemente la rodeo hasta que sintió disminuir
su resistencia.
- Sí, pienso que te besaré, - le dijo, su cuerpo reaccionó a sus caricias. Ella
se puso suave y caliente en sus brazos, casi pareciendo perderse en medio
de él a pesar de las ascuas al rojo vivo de cólera todavía visible en lo
profundo de sus ojos. - Un beso, milady, para probar el poder de tu pasión.
Bajando su boca hacia ella, él posó sus labios sobre ella con un beso suave y
tierno que casi le costó sus últimas reservas de autocontrol. Con toda la
moderación que él pudo convocar, dejó que su lengua fácilmente separara
sus labios y gradualmente hizo más hondo el beso hasta que un pequeño
suspiro escapó de ella.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- ¿Me temes?- Duncan odio preguntar, pero él tenía que saber. Con fuego en
sus ijares o no, él la dejaría partir si ella temía su toque.
- No, milord, yo no te temo, - dijo ella, y el corazón que Duncan suponía que
no tenía, se elevó. - Te he dicho que no estoy deseosa de tus atenciones.-
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Luego él recordó algo que su rey una vez había compartido con él. Bruce
había jurado que hablar de amor preparaba a una muchacha más rápido que
cualquier otra cosa. Una sonrisa lenta curvó los labios de Duncan. Sí, él
obedecería el consejo de su señor feudal y haría la corte a su esposa con
palabras.
Ella vaciló, luego asintió. No fue una vigorosa afirmación, pero equivalía a lo
mismo.
- ¿Te gustaría tocarme por completo?- Ella casi inclinó la cabeza, pero se
detuvo y giró su cara. Duncan casi pudo sentir el calor furioso de ella al
sonrojarse.
Duncan entrecerró sus ojos hacia ella, intentando cautivarla con el poder
de su mirada. - Y tú estás disfrutando de esto, ¿no es así?
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
mismo?
Tomando su labio inferior entre sus dientes, ella lentamente negó con la
cabeza.
Ella todavía lucía insegura, no, avergonzada, pero ella removió su arisaid,
luego levantó sus brazos para aceptar su ayuda con el resto. En su
aquiescencia, el tirón en la ingle de Duncan se volvió insoportable. Luchando
para mantener controlada su creciente pasión, él se dio prisa para librarla
de su traje.
Su manera modesta, tan inocente y pura, tan poco artificial, agitaba algo en
su vida que estaba enterrado profundamente dentro de él. El diablo podría
tomarlo por un necio, pero él incluso sospechaba que ella lo deseaba.
Verdaderamente lo quería.
Una emoción poco familiar que él no había pensado experimentar, que nunca
había esperado lograr. No con Linnet, no con cualquier mujer. Así de
firmemente había aplastado su primera esposa los sueños de su joven
corazón.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Por todos los santos, pero él deseaba tocarla allí, fortalecer su pasión con
sus dedos, luego darse un banquete en la carne de su dulce mujer con sus
labios y su lengua hasta que ella gimiera su dicha, totalmente consumida por
la estruendosa liberación que él tenía la intención de darle. Sólo entonces él
saciaría su propia lujuria.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
ronca por la pasión, tan lleno, tan ansioso, que él apenas podía hablar. - te
besaré completamente toda la noche, y no sólo en tus labios.
Ella aspiró bruscamente en busca del aire que sus últimas palabras le
quitaron, y Duncan percibió un fugaz vislumbre de su lengua. - Lo suficiente.
No con exceso. - Con un gemido roto, él la atrajo en un salvaje abrazo,
inclinando su boca sobre la de ella en un beso duro, profundo, y posesivo.
Un beso que tenía la intención de arrojar fuera los últimos vestigios de sus
dudas y despertar el ardor que él sospechaba ardería tan brillantemente
como el suyo. Refrenando su deseo lo mejor que pudo, Duncan se enfocó sólo
sobre ella. Él tenía la intención de asaltar sus sentidos hasta que ella se
rindiera completamente, y empezó a asaltarlos. Él quería el completo
abandono de ella.
Conducido por los impulsos más poderosos que él alguna vez hubiera
conocido, la tomó en sus brazos y la llevó a la cama. Sin interrumpir su beso,
él usó su hombro para apartar de un empujón las cortinas de la cama y la
bajó fácilmente, cuidando de no aplastarla bajo su peso. Por un largo
momento, él permaneció equilibrado encima de ella, sólo sumergiéndose en
el dulce néctar de su boca, chamuscado por el calor de su cuerpo, consumido
por su necesidad de poseerla.
- Te besaré muchas veces esta noche, mi dama, - dijo Duncan, pasando sus
manos alrededor de los rellenos globos de sus pechos, deleitándose en la
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
gloria de ellos. - Pero primero te daré el mismo placer que tú me has dado.
En este momento mis manos vagaran por ti, te exploraré. Tú te recostarás y
me lo permitirás.
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gemido profundo que empezó en sus mismos huesos, Duncan se dio cuenta
que estaba perdido. Nada le impediría tenerla.
¿No parecía ella desear ardientemente sus atenciones? Abstenerse era una
tontería y no serviría a nadie.
Y le enseñaría a satisfacerlo.
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Aún así, Duncan hizo una pausa antes de que él los urgiera a abrirse más. Él
registró sus ojos, buscando miedo y no lo encontró.
Sólo deseo.
- Esto puede doler, una vez no es suficiente para que una doncella acepte a
un hombre sin dolor, - él le advirtió, su voz profunda por el deseo y la
emoción cruda.
Hasta ahora.
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CAPITULO ONCE
Ella abrió sus ojos, observándole con una mirada del color del bronce líquido.
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Tan tiernamente como pudo, le apartó las lágrimas de sus mejillas con su
pulgar.
—Estoy triste por haberte lastimado. Pero por lo demás y por el regalo que
me has dado, estoy agradecido e impresionado.
Pero, que los santos tuvieran piedad de él, ¿Cómo podía estar seguro?
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Abrió la boca para decirle que no la montaría otra vez, a no ser que no
tuviera dudas de que estaba lista para él, pero ella alzó la mano para
acariciar su mandíbula, deslizando las yemas de sus dedos para silenciarle.
—
No pudiste haberlo sabido, marido mío. Igualmente, pensé que no era ya más
doncella.
Su corazón se derritió.
No le habría importado.
Mucho más.
Su calida aceptación le llenó de tal felicidad, que sintió como si una gran
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
mano rasgara parte de un oscuro velo, permitiendo que la luz fluyera dentro
del negro vacío que llevaba en su interior.
Yacía bajo el cómo una pieza de mármol, sus bellos ojos fijos en él, sus labios
llenos, ligeramente abiertos, sus mejillas todavía pálidas y húmedas por sus
lágrimas.
La pálida luminosidad que se filtraba por los postigos, lanzaba una brillante
luz sobre su suave piel, y el moribundo fuego se reflejaba en la masa
enmarañada de su pelo, esparcido a través de la almohada, haciendo que sus
mechones se asemejasen, en su color, a las llamas danzarinas.
- Yo si estoy agradecida, - dijo su esposa, con una voz tan suave y baja, que
Duncan dudó haber oído correctamente.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
que no terminase.- Sonrió otra vez, de manera aún más brillante. —Te dije
que no me rompería.
-No me importa, - le dijo; la dulzura que impregnaba su voz, minando aún más
su dominio. —Continuemos, para ver si esta vez podemos culminarlo y luego
lo podremos hacer de nuevo.- agregó, cogiéndole por sorpresa. —Pues
seguramente me va a gustar experimentar esto... esta unión... sin dolor.
Linnet hizo lo que le pidió, abriendo más ampliamente sus muslos, para que
se pudiera acomodar entre ellos, e hizo un desesperado intento por
relajarse, como le había dicho que hiciera, para poder disminuir la tensión
de sus piernas.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
-Ábrete un poco más, - la urgió, usando sus propias manos para, tiernamente,
separar aún más sus muslos. —Si te duele... me retiraré inmediatamente si
me lo dices.
-No lo haré, - le dijo, colocando las manos sobre sus anchos hombros,
disfrutando al percibir los duros músculos que se movían bajo sus dedos. Por
la fe, ¿Cómo podía pensar en que ella querría que se detuviera? No podría
soportarlo si él lo hiciera. No ahora, cuando estaba a punto de disfrutar el
haber aceptado ser su mujer.
-¿Te hago daño?- Escuchó de nuevo su voz, tan cerca de su oreja, que su
calido aliento le provocó un delicioso temblor, que comenzando en su cuello,
le recorrió todo el cuerpo.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Él se alzó ante eso, mirándola con una sonrisa de triunfo, propagándose por
su cara.
Sin apartar la vista ella, deslizó una mano entre sus muslos, tocándola... allí...
donde sus cuerpos estaban tan íntimamente unidos. No pudo hacer nada más
que quedarse sin aliento, con sus ojos dilatados.
Abrió la boca para gritar, pero él le capturó los labios, ahogando cualquier
sonido que pudiera haber hecho con un profundo y sensual beso.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Incapaz de hacer otra cosa que sujetarse, dejó que la empujara hacia un
abismo de una dulzura tan intensa, que se preguntó si moriría de eso, dado lo
poderoso de las sensaciones que la atravesaban.
Una tormenta mil veces más potente que la que todavía rabiaba fuera.
Luego esa furia se rompió, liberando una inundación de placer como jamás se
hubiera atrevido a soñar. De manera lejana, le pareció escuchar a Duncan
pronunciar su nombre, pero no estaba segura, pues las fuertes sensaciones
que la estaban atravesando robaron su capacidad de oír nada más que la
precipitación de su sangre al golpear su corazón.
Alzándose sobre sus codos, sin decir nada, levantó una ceja.
Linnet no necesitó nada más para adivinar lo que quería saber. Había crecido
con demasiados hermanos a su alrededor, como para no reconocer a un
hombre que buscaba alabanzas.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
-¿Y luego?
-Sí, es cierto- Le capturó la mano y la atrajo hacia sus labios, besando una a
una las puntas de sus dedos. -¿Lo harás?
-¿Debo hacerlo?
-Muy bien- Sus mejillas llamearon al tener que hablar de temas íntimos,
especialmente mientras se estremecía ante el contacto de su lengua que le
daba ligeros toques desde su mano a la base de su muñeca.-Este tipo de...
cosas... me hacen sentir como cuando me tocas de esa manera.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
-¿De que manera?- Preguntó, casi con excesiva suavidad. - ¿Cuándo lo hago
así?
-¡Sí!- Linnet se irguió cuando él, suavemente, hizo rodar entre su pulgar y el
dedo corazón, la cima de su pecho.
-Sí, tú, y no puedo recordar cuando fue la última vez que una muchacha me
complació más.- La contempló intensamente, haciendo aumentar su pasión al
continuar jugueteando con sus pechos mientras la hablaba.
Con sus manos sobre ella, obrando esa deliciosa magia y sintiéndose además
cautiva por el calor de sus ojos, pensó que no podría aguantar más. —Señor,
creo que no voy a poder-ohhh.- Sus palabras se desvanecieron cuando
reemplazo los dedos con sus labios.
Siempre había sospechado que sus sonrisas serían mortíferas, pero nunca,
hubiera podido adivinar lo impresionantemente apuesto que era.
Aun su medio hermano Kenneth, cuyo aspecto general era tan galante y
aristocrático, se volvía pálido al comparársele. Que ciega había estado ese
día en el bosque de los tejos, al pensar que era el más atractivo de los dos.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
-¿Algo esta mal?- Preguntó medio bromeando. -¿He probado ya, el ardor que
provoco en ti?- Cuando habló, empezó a acariciar la sensible piel de su
estomago, moviendo lentamente sus dedos en sensuales círculos.
-¿Necesitas más pruebas?
-Sí, por favor, - barbulló, sintiéndose como una ramera, pero sin importarle.
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había echado a un lado sus defensas, como si no se tratasen nada más que de
unas insustanciales telarañas!
Que tuviera confianza en él, sí. Que fuera deseado de una manera carnal,
por supuesto. Pero no adorado.
Nada más.
Entonces, ¿Por qué, sus infernales rodillas se debilitaron cuando ella posó
sus moteados ojos en él? Y ¿Por qué le había sido tan duro salir de sus
brazos en ese mismo momento?
Por todos los santos, únicamente había tenido la intención de traer agua y
una tela para limpiar la sangre de sus muslos, pero le había sido
prácticamente imposible sacarse a si mismo de su lado.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Tales deseos podrían producir más estragos que el golpe más fuerte en la
espalda de un hombre, o causar más problemas que estar plantado ante una
docena de jóvenes deseosas.
Duncan hizo una larga inspiración. Linnet MacDonnell era más de lo que
había negociado.
Mucho más.
Vertiendo agua en una pequeña palangana, Duncan sólo deseaba que no fuera
tan condenadamente difícil convencerse a si mismo. Colocó la jarra en el
suelo. Con expresión ceñuda, cogió unos pocos lienzos, colocándolos en su
brazo, y se insensibilizó para confrontarla.
Su pelo, esparcido por sus hombros, se veía aun más enmarañado después de
hacer el amor; Las puntas de sus pechos asomaban a través de las sedosas
hebras.
-Por el cuerpo de Santa Columba, ¿no te cubrí?- dijo ásperamente. -¿Es que
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
-No suelo caer enferma fácilmente, - dijo, con la mirada suave y soñadora
todavía en su cara.
-Bien. Entonces voy a lavarte antes de que cojas frío. Me voy a dar prisa
pues me encuentro cansado y con necesidad de sueño.- Las palabras le
salieron con más brusquedad de la que pretendía y sus ojos se abrieron ante
la sorpresa.
-Se lo que dije, pero ahora solo deseo descansar. Estoy más cansado de lo
que creía.- Deliberadamente evitó sus ojos. El daño que había visto florecer
allí, le hubiera golpeado el corazón si hubiera tenido uno. —Habrá otras
noches para la pasión. Un matrimonio práctico no necesita estar desprovisto
del cumplimiento físico. Podemos satisfacer nuestras necesidades a menudo,
si te complace. La lujuria.
-La lujuria, señor, es la razón por la que los hombres buscan a las rameras.-
Le informó Linnet, cubriéndose el pecho con la colcha. —No debería ser la
base de un matrimonio.
-¿Y como funcionará? ¿De la misma manera que una alcahueta intercambia
su mercancía con cualquier hombre en celo?- Le preguntó con la voz fría e
inexpresiva.
Duncan juró por lo bajo. Había extinguido la llama que tan cuidadosamente
había encendido.
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Incluso después de que ella le hubiera dado el regalo más precioso que una
esposa puede dar, llevándole más cerca de la felicidad de lo que él había
pensado llegar en esta vida.
Y para detener esa locura, había tenido que entibiar los sueños románticos
típicos de los corazones salvajes, que supo se arremolinaban en ella, aun
ahora. A diferencia de su esposa, él sabía el peligro de esa locura. Había
sido tarea suya escatimarles la posterior pena. Aun cuando el proceder
distaba de ser indoloro.
¡Por todos los Santos, se había convertido en el despiadado bastardo que los
charlatanes reclamaban que era!
Esforzarse por evitar la angustia que sabía surgía rápida, cuando el amor
desaparecía, era una cosa... lastimar a su nueva novia, era otra
completamente distinta.
Ni se podía haber imaginado que esta ridícula farsa que había comenzado,
este fingir que no estaba afectado por ella, excepto por su hechizante
cuerpo, le perturbaría así.
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-Linnet, yo...
—Por favor, señor, no digas nada más. Creí que significaba algo para ti.
Ahora veo exactamente lo que era.-dijo, fría y duramente. —Tonta de mí
por haber creído otra cosa.
-Dijiste que querías bañarme, pero dado que estas tan cansado, - le cortó,
arrebatándole la tela húmeda de la mano. —No hace falta que te esfuerces
demasiado. Puedo lavarme y lo haré mejor. Ten la bondad de darte la vuelta.
Duncan sabía que debía moverse, pero no podía apartar la vista de ella. Era
tan bella.
Detrás de él, escuchó los suaves sonidos que hacía Linnet al limpiar los
vestigios de su virginidad de sus muslos. Se quedó de pié, donde estaba,
durante largo tiempo después de que el silencio llenase la cámara. Solo
cuando estuvo seguro de que su señora dormía, se dio la vuelta. Yacía
dándole la espalda, con la colcha sujeta a la altura de su barbilla.
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CAPITULO DOCE
El trueno retumbó en la distancia, y el olor de la lluvia parecía filtrarse a
través de las gruesas paredes de piedra de Eilean Creag, impregnando el
gran salón, haciendo a la cámara abovedada cavernosa aún más húmeda y
fría que de costumbre. Era poco antes del alba, y muchos de los hombres de
Duncan todavía dormían profundamente esparcidos con prisa sobre el
suelo.
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- Y buena mañana para ti, también,- dijo Sir Marmaduke, levantando su cáliz
en un falso saludo. - ¿Estás peor de lo que predije, eh?
Duncan tomó otro sorbo del insípido vino, luego limpió su boca con una
servilleta de lino.
- Sí.
- No.
- Puedo ver que estás conmovido por como hablas, rara vez ha existido un
hombre menos dotado de palabras que tú. ¿Pero acciones viles? ¿En contra
de tu gentil señora esposa?- Marmaduke negó con la cabeza. - No, no puedo
creerlo.
- Muchos son mis motivos para estar furioso contigo, y agradece a los
santos que no hubiese arrastrado tu culo inglés fuera para darte una
experiencia terrible y traumática de muerte,- Duncan gruñó. - ¡Lluvia o no,
y no con espadas desafiladas!
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- Sí.
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- Demasiado bien.
- Pero...
Hasta anoche.
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- No, no lo hago.- Marmaduke rellenó sus cálices con vino mientras hablaba.
Hecho esto, él entrecerró su ojo bueno, y preguntó, - ¿o fuiste tan brusco
que la heriste?
El calor subió hacia arriba sobre cuello de Duncan ante las palabras del
Sassunach. Se había acercado a la verdad más de lo que le habría gustado
admitir.
Reclinándose en su silla, Marmaduke cruzó sus brazos. - Ah-ha. ¿En tu... eh...
prisa, la sobresaltaste y asustaste y ahora ella no quiere que hagas nada
más con tu, eh, pasión?
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Su señora ya poseía más pasión que cualquier hembra que alguna vez había
conocido.
- Veamos,- Marmaduke levantando una mano y contó con los dedos mientras
hablaba.- La dama era casta, posee sangre caliente, y es de lejos más
deseable de lo que ella cree. Palabra de honor, MacKenzie, no puedo ver en
qué me engaño que no puedo ver el problema.- Haciendo una pausa, empezó a
golpear ligeramente su dedo índice en contra de su barbilla. - Es un enigma.
¿No será que... no será que te has enamorado de ella?
- ¿Amor?- Duncan se burló. - Algo semejante sólo es bueno para los cuentos
de los trovadores en las noches largas y frías del invierno. Es lujuria lo que
siento por Linnet, nada más.
- ¿Lo crees?
- ¡Sí!- Duncan mordió, furioso mientras el calor subía por sus mejillas ante el
escrutinio insistente del Sassunach. - Ella enciende mi sangre.
- ¿Y eso es todo?
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Duncan se retorció bajo el examen agudo de su amigo. ¡Por todos los Santos,
el hombre podía intimidarlo!
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inicié en los placeres de deseo carnal, luego, ¡cuando ella puso esos malditos
ojos suyos en mí, todos suaves y devotos me aterroricé y le dije que no
quería nada de una mujer sólo una inmersión ocasional en su cuerpo, en
medio de sus muslos!
- Pero no lo hago,- Duncan discutió, sintiendo el peso del aire frío, húmedo
en contra de su pecho, retorciéndose alrededor de su cuello como si lo
asfixiara, y robara su último aliento. - Es sólo la facilidad con la que la
deseo lo que me preocupa. Yo no le puedo decir que la amo cuando no lo hago.
Hacer eso sería decirle una mentira.
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Era un bastardo.
Linnet despertó con un dolor sordo entre sus muslos. Retorciéndose como
una pelota, abrazó sus rodillas y cerró sus ojos, dispuesta a alejar el
punzante dolor.
Pero el dolor persistió, y el sueño no regresó.
Ni tampoco pudo ignorar las débiles filtraciones de la luz del sol a través de
las tablillas de su contraventana. Era de mañana... la mañana después de que
hubiese perdido su virginidad, su corazón, y todas las esperanzas de alguna
vez ganar el afecto de su marido.
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Pero todos los planes para pasar un bendito día en soledad desaparecieron
al momento que ella abrió la puerta del dormitorio, salió, y se chocó con él.
- ¡Por todos los santos, mujer!- explotó él, tratando de balancear una
bandeja de madera llena de comida. - ¿No puedes mirar por dónde vas?
Linnet se echó atrás con su semblante ceñudo. - Juro, señor, que no podía
saber que estarías parado detrás de la puerta.
- Sí,- admitió ella, incómoda bajo su mirada. - Pero podría haber comido en
el salón. No era necesario que me trajeras el desayuno.
Él hizo un ruido brusco, luego sacó una silla para ella. - La comida en el salón
sirve para el plato de limosnas,- explicó, obviamente esperando que tomara
asiento.
- Además, yo... ah... pensé que tú preferirías comer sola esta mañana.
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¿Era por miedo a que sus hombres pudiesen leer su expresión y ver que algo
no estaba bien entre ellos?
¿Estaría escrito en su cara que tenía roto el corazón? ¿Que todas sus
esperanzas y sueños las había llevado a alturas vertiginosas, sólo para
dejarlas caer, sus deseos más secretos dispersados a su alrededor como
pedazos de cerámica rota?
- No,- dijo él, caminando y poniéndose al lado de ella, luego dejó caer su
mano, como si sintiese vergüenza por atreverse a tratar de tocarla. - Estoy
como debería estar y... y... no bastante bien. Es más de lo que mereces por lo
que me diste anoche. Te debería haber traído un largo de la tela más fina y
un cofre desbordante con joyas. Yo... estoy... oh, por todos los santos,
señora,- él barbulló, arrugando su frente. - ¿Puedes ver que no soy experto
en elaborar palabras?
Él avanzó hacia ella otra vez, esta vez acariciando su pelo con sus dedos. La
ligera caricia envió una aguda sacudida a través de ella e hizo acelerarse su
pulso.
- ¿No tienes nada qué requiera tu atención?- Ella preguntó con tranquilidad,
esperando que él la dejase, deseando al mismo tiempo que la tocase otra
vez.
La fe y la misericordia, ella deseaba más que sólo dirigiese su mano hacia
sus trenzas.
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Una mirada extraña apareció en sus profundos ojos azules. - Sí, hay un
asunto de importancia que debo atender,- él dijo, sentándose frente a ella,
cautivándola con su fija mirada. - Es por eso que estoy aquí.
- ¿Oh?
Pero ya, aquél sentimiento caliente, suave se extendía por sus miembros,
reuniéndose en su vientre, y haciéndola consciente del extraño poder que
tenía sobre ella.
Duncan se levantó tan rápido que tiró la jarra de leche. Por un breve
momento, se quedó mirando fijamente consternado el derramamiento del
líquido que caía de la mesa encima de los fragmentos, luego, con un gran
golpe de su brazo, envió la jarra de barro y demás sobre la mesa al suelo.
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- ¿Por qué? ¿Por mis servicios?- respondió Linnet, su voz un mero chillido,
pues él la sujetaba tan fuerte que el escote de su vestido se enterraba
dolorosamente en su garganta. - ¿Lo mismo que pagarías los favores por una
ramera de taberna?
- ¡No! Eres mi esposa. Retuerces mis palabras. Te he dicho que no soy hábil
en discursos bonitos.- Soltándola repentinamente, se pasó ambas manos a
través del pelo, el gesto lo hizo parecer más desesperado que enojado. - Tú
no entiendes. No tuve la intención de lastimarte. Yo...
Enderezando los hombros, luchó por disipar las dulces sensaciones que su
cercanía despertaba en ella. - Pensé que mis sentimientos no te importaban.
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Lo seguían dos escuderos, uno con la gran tina de madera ante él, el otro
con una pila de toallas de lino dobladas y apiladas a gran altura en sus
brazos.
- Ordené un baño a los criados para ti,- Duncan dijo bruscamente. Después
de que los pajes fuesen hasta la chimenea, metió su mano en uno de los
cubos. - El agua ha sido calentada abajo, pero no está demasiado caliente.
Avivaré el fuego así no te enfriaras.
Cuando estuvo listo, él los despidió con una inclinación de cabeza severa.
¡Cielos, pero él parecía esculpido en granito! No era de extrañar que los
pajes corrieran a toda prisa fuera del cuarto, ansiosos por irse, los criados
mayores no lejos detrás de ellos.
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matutino húmedo que llega a través de las ventanas abiertas no era tan fría
como la mirada de su marido.
Era una expresión grosera que ella sin duda había puesto allí con su manera
ingenua y lengua suelta.
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Verdaderamente amarla.
Linnet ahogó un suspiro. Nunca sería suficiente. Ella quería más, muchísimo
más.
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Linnet se puso rígida con sus palabras ligeramente dichas. - No cobro por
querer. Lo que quiero no será comprado con moneda ni reemplazado por lo
físico, ah,... la realización.
Una sombra pasó por la cara de Duncan, y pareció alejarse de ella aunque
todavía sostenía su mano. - No te pongas sentimental conmigo, señora. Juro
por todo los santos, que te apreciaré y os honraré todos nuestros días como
hombre y esposo. Ruego que eso te satisfaga. El amor romántico, como el
que deseas fervientemente, no existe.
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Parecía que él creía que necesitaba sólo regalarle una sonrisa y un poco de
ternura y ella se echaría a sus pies, ansiosa por cumplir sus demandas.
- ¡Las heridas del dios!- Tan rápidamente como el juramento dejó los labios
de su marido, así también lo hizo liberándola de su agarre y de su camisón.
Ciertamente, él la desvistió de su escasa protección con tal velocidad, que
apenas advirtió que se la había sacado sobre su cabeza hasta que se quedó
desnuda ante él.
Y como cada vez que había hecho eso antes, fue un sentimiento glorioso.
Luego puso sus manos en sus hombros y empezó una exploración lenta y
tierna de su cuerpo. Apenas tocándola, pasó sus manos abajo y arriba otra
vez, pasándolas desde delante a detrás y alrededor de ella y remontando la
longitud de su espalda, entonces las ahuecó a lo largo de las curvas de sus
nalgas. Ligeramente, con apenas una caricia, resbaló sus manos entre sus
muslos y la acarició allí igualmente.
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Era dichosa más allá de las palabras simplemente siendo abrazada, cerca de
su corazón.
A pesar de su pretexto de aceptar una vida juntos sobre sus términos sin
amor.
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Una voz diminuta profunda dentro de ella la regañó duramente por ser una
tonta lasciva. Una descarada complaciente, por canjear su orgullo por las
caricias sensuales de un hombre, por la sensación de sus labios mezclándose
con los de ella, sus manos moviéndose tan exquisitamente sobre sus pechos,
y la liberación impactante que había encontrado con él anoche.
- Shhh,- urgió el,- por supuesto que puedes. Silencio, no hables.- Él colocó
dos dedos encima de sus labios, silenciándola. - Sólo siente. Déjame darte
placer, mostrarte cuánto te deseo, amarte hasta que estés débil y
mendigues misericordia.
- Pero tú no lo haces.
- No hagas eso,- ella imploró otra vez. Hizo un intento en vano para apartar
su mirada de su pecho que dejó al descubierto, del mismo modo que la vista
de sus contornos duros hizo latir su corazón salvajemente. - No es
correcto,- ella jadeó, su voz un susurro desigual. - Tú no me amas.
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- Silencio, cariño,- Duncan protestó, dejando caer sus braies bajo sus
piernas musculosas mientras hablaba. Él se los sacó a patadas y se quedó de
cara a ella, las manos en sus caderas, su excitación inconfundible. - Te
deseo y te ansío con anhelo.
Sin quitar los ojos de los suyos, él tomó su mano para descansarla en su
plano abdomen. Sostuvo su mano allí, sus dedos extendidos sobre su piel
caliente durante un momento insoportablemente largo.
Braies.- Tipo de pantalón corto, generalmente de lino, holgados con un efecto tipo
pañal en la entrepierna, son llevados con medias.
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Olvidando su orgullo.
Ella suspiró, sus dedos moviéndose de arriba hacia abajo por la longitud de
él. El hombre debía ser en parte mago, pues seguramente ¿no era un hecho
pequeño alejar sus dudas y enviarla en espiral en un mar de tal deseo
temerario que pronto podría morir de la pura gloria por él?
Como si ella tuviese el mismo efecto sobre él, sus ojos se oscurecieron, con
justicia ardiendo a fuego lento con pasión. Murmurando palabras suaves de
ánimo, él cuidadosamente sacó sus dedos, luego se apoyó abajo y colocó sus
manos alrededor de su cuello.
Él la había llevado unos tres pasos escasos a través del cuarto cuando se
detuvo para reclamar sus labios con beso ferozmente exigente. Linnet se
derritió contra él, clavándole sus manos en su pelo, indefensa para no hacer
nada sino rendirse a la furia descabellada de su necesidad innegable.
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Luego, en el momento preciso que ella estaba segura de que algo se rompería
dentro de él y se derramaría profundamente dentro de ella, un golpe
ruidoso sobre la puerta cerrada se abrió camino ante la neblina de su ardor.
Tomando una tela grande para secarse de una silla, la empujó hacia ella, y
ella agradecidamente se lo puso alrededor de su cuerpo tembloroso.
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- ¡Su bendición!
- ¡Bah!- Duncan bufó burlón. No es nada de eso. Y si creen que sí, entonces
ambos son unos viejos tontos.
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CAPITULO TRECE
Sin ser todavía una hora después, Duncan entró andando en su recamara, o
lo que solía ser su recamara, con su esposa pisándole los talones. Un alegre
fuego ardía en la chimenea y era más que obvio que su querido amigo y
cuñado, Sir Marmaduke, había reclamado la posesión de la recámara.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
— Claro que no, —dijo bruscamente Duncan—. ¿Por qué debería hacerlo? Si
él desea atarse a una esposa, es decisión suya.
A su lado, Linnet se tensó. Con un pequeño tirón, liberó su codo del apretón
de él y se dirigió hacia las altas y estrechas ventanas. Con la espalda hacia la
habitación, se apretó las manos tras ella y aparentó mirar fijamente abajo
hacia las aguas del lago Duich.
Marmaduke lanzó una rápida mirada hacia ella, y después volvió su mirada
tuerta hacia Duncan. El gesto de reproche en el rostro lleno de cicatrices
del inglés hizo que Duncan se sintiese como si fuese otra vez un chiquillo y
su padre le estuviese regañando seriamente.
— Dudo que Fergus lo vea de ese modo —dijo Marmaduke—. Le tiene mucho
cariño a Elspeth. Me atrevería a decir que la ama —Haciendo una pausa,
estrechó su ojo bueno hacia Duncan—. Como todo hombre debería amar y
apreciar a la mujer que toma por esposa.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
— Los tiempos cambian, las personas cambian, amigo mío. Aquí tienes un
hombre sabio que puede admitir que estaba equivocado.
— Si te estás refiriendo a…
Hasta tal punto que Duncan sospechó que se había tomado un baño, un
pequeño milagro en sí mismo. También era absolutamente evidente, que
había intentado, aunque sin mucho éxito, que su desgreñada melena gris
obtuviese una apariencia de pulcritud.
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eso cierto?
—Sí, Dios es testigo, milord. Espero que no me niegues mi felicidad —dijo él,
dando un paso dentro de la alcoba, con su prometida a su lado, aferrándose
con fuerza a su nudosa mano—. Con todo el respeto hacia vos como laird, es
la bendición de su esposa la que deseo, ya que mi Elspeth y yo no deseamos
hacer nada que no merezca su aprobación.
Parecía que el mundo entero se hubiese vuelto del revés desde que había
convertido a Linnet MacDonnell en su esposa: Sir Marmaduke había
utilizado trucos para echarle de su alojamiento, no podía abrir la boca sin
meter la pata, era señor de su castillo y un laird por derecho, pero todo el
mundo bajo su techo hacía con él lo que querían.
Una esposa que aún no había satisfecho lo único que le había pedido,
contarle la verdad sobre Robbie.
Por todos los santos, el viejo buitre nunca le había llamado de otra forma
que por su nombre de pila. Eso, y unos cuantos epítetos más que a Duncan no
le costaba recordar.
- Pero milord…
— No, no lo han hecho —contestó Duncan con una vigorosa sacudida con la
cabeza, intentando en vano librarse de la persistente noción de que toda la
gente de su casa se había vuelto loca de remate sin que él se diese cuenta—.
Es sólo que estoy sorprendido. —Volviéndose hacia su esposa, le dijo—:
Señora, has escuchado la súplica de Fergus. ¿Le concederás tu bendición?
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Linnet dio un paso vacilante hacia ellos, sus manos fuertemente apretadas
ante ella, su mirada fija en la pareja que permanecía cerca de la puerta.
—Sí, niña, lo estoy, estoy más que segura. Cuando Angus murió, no esperaba
conocer a otro hombre del que cuidar, pero… —hizo una pausa para sonreír a
Fergus—, lo tengo, y es mi esperanza que seas feliz por mí. Por ambos.
Eso parecía ser todo lo que su señora esposa necesitaba oír, porque
abandonó su cuidadosa postura y atravesó el cuarto, arrojándose primero a
los brazos de Elspeth, y después permitiendo a Fergus, la vieja cabra
patizamba, que también la abrazase.
— ¡Ejem! —Duncan lo intentó otra vez, en esta ocasión con más fuerza.
¡Excepto asombrarse cuando cada hombre, mujer y niño bajo mi techo tiene
los sesos hechos picadillo!
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— Oh, sí, —dijo ella, sonriendo de una forma como nunca le había sonreído a
él— Si Elspeth es tan feliz, ¿acaso puedo hacer otra cosa que aprobarlo?
—Asió las manos de Elspeth, sosteniéndolas entre las suyas—. Hacen una
buena pareja. Una hermosa pareja.
Era una frívola pérdida de tiempo que mejor dejaría para las mujeres y para
su sensible cuñado inglés.
Tal como sin duda se esperaba de él, avanzó a grandes pasos hacía la pareja
mayor y colocó una mano en un hombro de cada uno.
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Además, tanta felicidad como la que se había visto obligado ver, era duro de
soportar para un hombre.
Especialmente cuando su propio corazón dolía por siquiera una ínfima parte
de una felicidad semejante.
Mucho.
Y saber que era demasiado cobarde para hacer algo al respecto le dolía aún
más.
Se produjo un incómodo silencio después de que Elspeth y Fergus se
excusasen un poco más tarde, dejando a Linnet a solas con Sir Marmaduke.
Ella podía haberse ido con ellos, y tal vez debería haberlo hecho, pero algo
la mantuvo allí. Sus instintos le decían que el galante caballero inglés podía
contestarle a muchas preguntas… si reunía el coraje para hacerlas.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
En lugar de mirarla, se quedó con la mirada fija hacia el exterior de las altas
ventanas arqueadas.
— Sir Marmaduke, es obvio que mi esposo le tiene en muy alta estima, lleva
los colores de los MacKenzie, pero es un inglés —Sosteniendo aún la pieza
de ajedrez, lanzó la pregunta—, Dígame, ¿cómo es que un caballero inglés,
ha acabado aquí?
Él se giró hacia ella, pero ésta pudo ver que estaba mirando hacia atrás, al
pasado, y no a ella.
— Ha sido mi firme creencia el ser caballeroso con todos los miembros del
dulce sexo y no solamente hacia aquellas bendecidas con un noble
nacimiento, la que me ha traído aquí, milady —Con una triste sonrisa, la
mejor que su desfiguramiento podría permitir, él continuó—, Tal vez estaría
más cercano a la verdad decir que fue el comportamiento poco caballeroso
de mis iguales, y mi negativa a aprobarlo, lo que me trajo a la casa
MacKenzie.
— No comprendo.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
— No, y es una bendición que haya sido protegida de tales cosas —dijo él,
con tono cínico—. La mía no es una historia bonita.
— Oh, no, —dijo él, negando con la cabeza—. Mi cara fue profanada muchos
años más tarde. Esa es otra historia. Mi castigo por tratar de auxiliar a las
escocesas me dejó cicatrices, pero están en mi espalda. Me desnudaron y
fui golpeado por mis propios hombres, y después me abandonaron para
morir. Y ahí fue cuando el padre de Duncan me encontró.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Como hermanos…
Apartando la mirada de él, ella observó las olas batidas por el viento que se
golpeaban contra las afiladas rocas de la base de la torre.
Como hermanos…
Y entonces lo recordó.
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— Más que mi mente, está nublando mi vida entera —Ella intentó esbozar
una débil sonrisa y no pudo—. Lo que fuera que arruinó el primer matrimonio
de mi esposo proyecta una sombra sobre el nuestro, ¿no puede verlo?
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— ¿Lo hago? ¿Entonces por qué su retrato todavía pende más allá de esa
puerta?
—preguntó ella, señalando con la cabeza hacia la cerrada puerta de roble
que conducía al anterior dormitorio de Duncan.
Sir Marmaduke se pasó una mano por la cara como si de repente estuviese
cansado.
Acercándose, colocó sus manos sobre los hombros de ella y giró su rostro
primero a un lado y luego al otro.
Alzando una mano hacia la carne arrugada donde debería estar su ojo
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
izquierdo, dijo:
— Fue el amante de ella quien hizo esto, fue Kenneth, el medio hermano
bastardo de su esposo.
— Sí, lo sabe. Él se enfrentó a ella. Ella huyó, escapando hacia las almenas
con Duncan tras ella —Se detuvo para tomar una honda inspiración—. Ella
reía mientras corría, burlándose de él por Robbie, gritando que el niño era
hijo de Kenneth, no suyo. Entonces se tropezó con el borde de su camisón y
cayó hacia su muerte antes de que él pudiese hacer nada por salvarla.
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— ¿Cree que lo habría hecho? —La voz de Linnet era apenas un susurro.
— No hice nada que él no habría hecho por mí. Duncan es mi hermano tanto
como si su sangre fluyese por mis venas. Y en cuanto a mi rostro y a la
pérdida del ojo…
Como Linnet no dijo nada, él la miró con tanta intensidad que ella temió que
él pudiese ver en lo más profundo de su alma.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
— La amó muchísimo —dijo ella por fin, con la mirada fija en las llamas que
se curvaban alrededor de los leños—. No puedo imaginarme un amor tan
duradero.
Linnet se tensó intentando oírle por encima del fuerte chisporreteo del
fuego. Sacudiendo su cabeza, intentó librar a sus oídos del ruido, pero el
craqueo y el chasqueo del fuego sólo aumentó.
Linnet se sintió caer en sus brazos. Apenas podía entender lo que le decía,
tan estridente era el zumbido en sus oídos. Su cabeza cayó sobre su pecho,
y ella intentó levantar la vista hacia él pero solamente podía ver llamas.
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Un monstruo.
Una horrenda máscara de furia que apuntaba directamente a ella desde las
puertas del infierno.
Linnet gritó.
Y negro.
Una negrura más profunda y más impenetrable que las oscuras aguas de un
lago sin fondo en una fría noche de diciembre.
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Sonidos de preocupación.
Reconfortante y familiar.
Linnet intentó abrir sus ojos para ver quien la sostenía tan tiernamente,
para descubrir a dónde la llevaba, Pero solamente podía ver que trepaban
dando vueltas y vueltas… en círculos vertiginosos.
Pero sus párpados resultaron ser demasiado pesados para seguir levantados
y el sueño cayó sobre ella con una seducción implacable y dominante a la que
no pudo resistirse.
Pero también una pesadilla, pues la espantosa figura del hombre de dos
cabezas apareció de nuevo, si bien solamente en los recovecos más oscuros
de su mente.
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Profunda preocupación, ya que cada vez que la niebla se hacía más fina, las
manos siempre estaban allí. A menudo simplemente sujetando la suya, otras
veces masajeando sus dedos con fuerza como para expulsar el frío.
Con un suspiro tan débil que apenas pudo oírlo ella misma, se abandonó a la
oscuridad. Se estaba segura y era agradable ir a la deriva a través un mundo
de ensueño donde su esposo vigilaba por ella.
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—pues ya sabía que la cama no era una nube— y saboreó los amables
cuidados de su esposo sentado junto a ella, atendiéndola como si le
importase.
Como si la amase.
Nadie podría culparla por disfrutar de unas escasas horas imaginando que le
importaba a su marido.
CAPITULO CATORCE
Una silla vacía estaba al lado de la cama, mudo testigo de que alguien
ciertamente se había sentado allí, manteniendo tiernamente su mano,
ofreciéndole a ella consuelo auque ella había dormido tan irregularmente,
plagada por pesadillas de un hombre de dos cabezas rodeado por llamas.
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Tenía que haber sido él, en lo más profundo ella conocía su toque. Una
sonrisa lenta se propagó a través de su cara con la revelación. Ella conocía
su caricia, la percepción de sus manos, en medio de aquellos miles de
hombres. Quizás más. A él le importaba. El calor se apoderó de sus mejillas,
junto con su sonrisa, mientras el calor se esparció a través de ella,
llenándola de esperanza y descartando las persistentes consecuencias de la
molesta visión.
Las voces de hombres subieron por el enojo, las palabras se las llevó el
viento convirtiendo su sangre en agua fría.
—... mata hasta el último de ellos, incluso los niños. El laird reducirá a
pedazos a cualquier bastardo cuando lo atrape. —
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Mientras más cerca estaba del vestíbulo, más feroz era el sonido del jaleo.
Era como si una multitud entera estuviera golpeando con sus puños las
mesas, caminando sobre sus pies, o desenfundando sus espadas.
Quizás eran las tres cosas de lo espantoso que era el estrépito que ellos
hacían.
¡—Cuidich ' N ' Righ! ¡Salva al rey —! El grito de guerra del clan hizo
erupción repentinamente, prorrumpiendo, resonante y ferozmente, de los
pulmones de lo que sonaba como un ejército de guerreros MacKenzie.
Allí, ella paró repentinamente, echándose hacia atrás en las sombras para
evaluar la vista ante ella.
En medio del vestíbulo, su marido estaba de pie en una de las mesas del
caballete, sus poderosas piernas arrogantemente extendidas. Con ambas
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Los dedos de Linnet se apretaron en los bordes de su capa cuando ella posó
los ojos en él. Él se veía salvaje, feroz, con grandes ondas de cólera
emanando de cada músculo tenso de su cuerpo de guerrero.
¡Ella había casi olvidado al hombre de dos cabezas que había visto de pie en
las llamas! El terror la paralizó, helándola hasta la misma médula de sus
huesos. El mensaje tenía que corresponder a cualquier vil acción que hubiese
provocado semejante estrago en el Clan MacKenzie.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Con gran esfuerzo, se abrió camino entre los guerreros MacKenzie hacia
donde Duncan amenazaba las cabezas por encima de ellos, ahora blandía
amenazadoramente su espada en el aire, picando ferozmente a un enemigo
inadvertido. - Ninguno de nosotros descansará hasta que las vidas de
aquellos que fueron tomadas de nosotros hayan sido vengadas,- él juró, su
voz indignada alcanzando aun las esquinas más lejanas del voluminoso
vestíbulo.
Él hizo una pausa para tomar un respiro, su enojada mirada barrió la anchura
del vestíbulo antes de lanzar más desafíos. - Cuidich ' N ' Right—- gritó,
empujando su puño a gran altura en el aire. - Salve el re-.
Pero en lugar de acatar sus órdenes, ninguno la había detenido y ahora ella
forcejeaba para llegar a él a través del salón apretado como sardinas en
lata. El puro terror en sus ojos hizo que su vientre se tensara.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Violada.
Ni los bueyes y las vacas de leche habían sido perdonados. Nada había
escapado a su carnicería.
Cerrando sus ojos ante los horrores imaginados, Duncan echó atrás su
cabeza y dejó escapar un bramido de pura furia. Cuando él volvió a abrirlos,
Linnet estaba de pie directamente bajo él, sus manos agarrando
firmemente el borde de la mesa para apoyarse.
Viéndola tan cerca, tan cerca que él percibía la esencia de ella ascendiendo
hasta él, el control de Duncan fue empujado más allá de sus límites. El mero
pensamiento de que algo le sucediera a ella le heló la sangre. La posibilidad
le aterrorizó y deshizo el último vestigio de su ya menguante disciplina.
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- Pero-.
Linnet negó con la cabeza. - No, pero la tiene. Lo que te debo decir no tiene
nada que ver con cualquier maldad que te haya causado más dolor y llanto.-
Ella hizo una pausa para mojar sus labios. - Es sobre un mal futuro que te
debo advertir, un presagio que te ruego que escuches.
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Era una tontería lo que su esposa había dicho, y él no plagaría a sus hombres
con pensamientos de monstruos de dos cabezas mientras Kenneth
alegremente cortaba su camino a través de esos parientes MacKenzie que
no moraban dentro de la seguridad de las paredes protectoras de Eilean
Creag.
- ¿Piensas que yo eludiría mis deberes?- preguntó sir Marmaduke, con una
apariencia de falso asombro en su cara cicatrizada. - No, mi señor feudal,
nunca ignoraría tus deseos, es sólo un poco tarde y yo estoy agotado para
implementarlos...con justa razón, por supuesto.
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Echándole una mirada furtiva a ella, Duncan vio que sus labios estaban
amablemente curvados mientras contemplaba cariñosamente al muchacho.
Dios, tenía el rostro de un ángel cuando ella le sonrió como tal. Con una
mirada ella también lo había inspirado.
Y cada vez él había logrado descartarla con una agria declaración de sus
palabras rudas y temerarias.
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Aunque ella trató de esconderlo, él pudo ver que la anciana tenía miedo.
Estaba escrito en su cara y en la forma en que su mirada se dirigía hacia la
malvada maza que Fergus sostenía entre sus nudosas manos.
Curvando sus dedos alrededor de su cuello, ella trató de atraerlo más cerca.
- No puedo hablar más fuerte no sea que los demás escuchen, y no deseo
asustar a Robbie, pero tú debes prestar atención a la advertencia. Por favor,
te lo pido.
Sin desacelerar su paso hacía arriba del frío y húmedo pasaje de la escalera,
Duncan la cambió de posición en sus brazos, atrayéndola más
apretadamente contra su pecho. La sujetó tan cerca que su impetuoso
perfume masculino lleno cada respiro que ella tomó, y los duros e inflexibles
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Él le dirigió una penetrante mirada, de la clase que hacía que sus profundos
ojos azules parecieran negros, tan oscuros como el pelo que echaba hacia
atrás para despejar su altiva frente. - Entonces, por favor, ¿qué piensas tú
que significa la visión?
Linnet mojó sus labios. Era duro concentrarse, incluso difícil respirar,
cuando él estaba de pie tan cerca y la miraba con una mirada tan intensa en
su atractivo rostro.
- Yo- Yo temo que las llamas quieren decir que el hombre de dos cabezas es
el diablo. Un hombre llenó de maldad,- dijo ella, expresando sus miedos. - Y
creo que las dos cabezas hablan de alguien que te traicionaría. Un amigo en
el que tú no deberías confiar.
- Tú dudas de mí,- dijo las palabras como una declaración, no como una
pregunta.
Duncan dejó caer sus manos de su cara, reteniendo las manos de ella entre
las suyas más grandes, enlazando sus dedos. - Juro que deseo creerte,
milady, pero ¿un amigo?
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Linnet negó con la cabeza, tenía que convencerlo. - No, no fue Kenneth a
quien vi. Eso es cierto, y se quien ha sido él, él no presagia nada bueno y…-
Sus palabras se desvanecieron cuando él resbaló una mano bajo su pelo y
empezó a acariciarla detrás del cuello.
Duncan la silenció colocando dos dedos contra de sus labios. - Pienso que la
advertencia vino por el reciente terror que él ha creado en mi gente. Nunca
se había atrevido a ir tan lejos y no escapará. Ninguno de mis hombres
descasará hasta que él exhale su último respiro.
Lágrimas de frustración picaban detrás de sus ojos, pero ella parpadeó para
alejarlas. De alguna parte detrás de ella se acercaron unos pasos, entonces
un hombre se aclaró la voz mientras él se acercaba a la alcoba donde ella y
Duncan estaban de pie en las sombras.
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Sin una palabra, él la atrajo contra él. Sus manos se extendieron contra el
sólido muro de su pecho, el duro rollo de su negra coraza sobre su camisa se
presionaba contra sus palmas. Torciendo sus dedos bajo su barbilla, él
levantó su cabeza, obligándola a mirarle. El deseo desenfrenado en sus ojos
encendió un fuego igual de profundo en su corazón.
Aun en silencio, la pasión en sus ojos eran todas las palabras que él
necesitaba, él acercó su boca peligrosamente a la de ella. - Había tenido la
intención de pasar estas horas en tus brazos, amándote,- dijo él, enviando
con cada palabra un susurro de respiración caliente sobre sus labios, - Pero
yo no puedo darte placer como de costumbre cuando todos ocupan nuestra
recámara.
- Sí, muchacha,- él juró, su voz ronca, - Ardo de necesidad por ti, pero un
beso debe bastar pues no me atrevo a tardar en reunirme con Marmaduke
en las almenas.
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De repente, ella estaba sedienta por más que sólo sus besos, olvidando
felizmente los peligros que acechaban tan cerca. Y ordenándose a sí misma
a ignorar la mirada afligida que ella había visto pasar rápidamente por su
cara cuando había mencionado a Elspeth y Robbie. - Por favor,- lo intento
otra vez, derritiéndose contra de él, su piel hormigueaba en anticipación a
su toque. - Por favor reconsidéralo.
- Por los santos, pero me quemo por ti,- él respiró, moviendo sus labios
sobre su cara, cuello, y hombros. Con la punta de su lengua, él lamió la
sensitiva piel bajo su oreja, luego amablemente mordió de arriba a abajo la
curva de su cuello.
El lugar entre los muslos de Linnet comenzó a latir con un fuerte, pulsante
calor que ella apenas podía resistir, tan intensamente placentera era la
sensación.
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El aire frío baño la piel caliente que él desnudó, pasando sin resistencia a
través de la delgada barrera de su kirtle de lino para acariciarla tan
tentadoramente como si invisibles manos recorrieran su desnudez,
burlándose y mofándose de ella con la deliciosamente fresca y suave
longitud de la seda más fina.
Bajando sus manos hacia sus caderas, él la atrajo hacia él. Antes de que
Linnet pudiera soltar un solo suspiro de placer, él puso en alto sus faldas y
deslizó una mano entre sus muslos.
kirtle.-Un vestido llevado sobre las enaguas, pero bajo el vestido, consistente en un corpiño,
como una túnica.
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Pero él no lo tenía, así que cuando ella soltó un dulce suspiro y se arqueó a sí
misma contra de su mano, Duncan movió un solo dedo, su intermedio, sobre
el pequeño brote apretado de su sexo y frotó.
Con su mano libre, él tomó una de las de ella y la presionó contra su rígido
miembro. - Cuando esta locura con Kenneth haya finalizado, te mantendré
en cama por siete días y siete noches.
- No, mi señora, juro que tales placeres son de una naturaleza más malvada,-
dijo el, retirando su mano y dejando que su túnica regresara a su lugar. -
Mantente segura mientras me voy. Hay mucho más de la pasión que te
enseñaría, pero no lo puedo hacer si tú no estás aquí para aprender. No se te
ocurra intentar cualquier cosa temeraria en mi ausencia, o estaré
grandemente agraviado a mi regreso.
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Ella quiso suplicarle, no, urgirle, a luchar contra sus demonios interiores tan
valientemente como él enfrentaba a sus enemigos físicos, rogarle que
buscará no sólo apagar sus necesidades corporales, sino también aquellas
más profundas todavía.
Sus palabras enfriaron cualquier anhelo que todavía quedara dentro de ella
tan certeramente como si él la hubiera lanzado dentro de las congeladas
aguas de Loch Duich.
Linnet se encrespó. - ¿No soy nada más que un recipiente para ti, Esposo?
¿Tú ves en mí sólo un medio a disposición para saciar tu lujuria cuando ésta
te agobia? ¿No soy yo sino una carga que soportar, una esposa para
alimentar y vestir, pero no para preocuparte el resto de tiempo?
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Él hizo una pausa para recobrar el aliento. - Para uno estar bendecido por un
don como el tuyo, resulta increíble lo tonta que puedes ser. ¿No sabes que
te beso y te toco para expulsar los horrores de este día de mi mente? Así yo
podría llevar dulces recuerdos de nosotros cuando yo salga a caballo de
aquí.- Él atrapó su barbilla, obligándola amablemente a mirarle. - ¿Y tú sabes
por qué?
Él abrió su boca para decirle que era porque él la quería, pero las palabras se
alojaron firmemente en su garganta. Ella podría traducir querer con amar.
Y él no la amaba.
Él no amaba a nadie.
Un silencio incómodo cayó sobre ellos, y para escapar de eso, Duncan sacó
una daga de dos filos de una funda de cuero atada a su cinturón. - Thomas
estará vigilando fuera de tu puerta,- le dijo, dándole a ella el cuchillo.
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Ella se puso visiblemente rígida, pero tomó la daga. - ¿Tú piensas que
nosotros estamos en peligro de ser atacados?
- No. Nadie sería tan tonto para intentar un asedio contra estas paredes.
Kenneth es muchas cosas, pero no un tonto.
Otra vez, la horripilante imagen del pequeño muchacho, pálido y sin vida
cuando él supo lo de los pobres niños de sus colonos, pasó rápidamente por
su mente. El mismo pensamiento revolvió su sangre de repente, hizo a sus
entrañas estremecerse y sus manos temblaron.
Dulce Jesús, él había dicho sus seres queridos. ¿No fue suficiente haber
dicho las palabras? ¿Estaba ella tan ciega, tan sorda, que no podía oír la
verdad cuando él la rugió ante ella?
No cuando él mismo no estaba preparado para aceptar las palabras que sus
labios habían arrojado casi sin que se diera cuenta de que él las había dicho.
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- ¿Tendría importancia?
La cara de Kenneth, tan parecida a la suya pero estropeada por una sonrisa
de desprecio, persiguió la repugnante imagen de Robbie, su cuerpo pequeño
ensangrentado y retorcido, desde la mente de Duncan.
Duncan se levantó, tan tieso como una baqueta, manteniendo sus hombros y
cuellos tan rígidamente que él bien podría estar tallado en piedra. Él no se
volvería, no le dejaría a ella ver el dolor que él sabía que tenía que estar
reflejado en sus ojos.
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CAPITULO QUINCE
- Que de…- empezó, solo para levantarse, despierto, cuando se dio cuenta
donde estaba y porque.
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- Hombre a las paredes- Duncan dijo a gritos yendo corriendo hacia los dos
hombres que cargaban al hombre herido. Deteniéndose ante ellos, limpio la
mesa más próxima con un rápido movimiento de su brazo.
Duncan se inclino sobre Ian, el hombre herido, al momento que los hombres
lo dejaron en la mesa. Intentaba ofrecerle un poco de comodidad, pero las
palabras murieron en su garganta cuando vio de cerca la pálida cara de Ian y
la quietud antinatural de su pecho.
Ojos ciegos le miraban, su mirada fija sin brillo con temor, lo lleno de furia
y concienciándole como nada, del peligro acechando fuera de las gruesas
paredes de Eilean Creag.
Su boca puso una línea sombría, Duncan bajo los párpados de Ian, que
cubrieron su cara cerosa como una servilleta de lino. Cerrando los ojos,
sacudió su cabeza para deshacerse de la furia que amenazaba con
consumirle.
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Duncan apoyo una mano sobre el hombro del muchacho.- Cálmate, chico. No
podrás apuntar tu ballesta si tu pecho exhala con cada respiración que
tomas.
Una oscura mancha coloreó las mejillas del escudero, pero asintió en
aquiescencia - ¿Qué puedo hacer por usted, mi Lord?
- Haz que él cocinero hierba manteca de cerdo y ve que los mozos de cocina
recojan no importa lo que sea toda la inmundicia que puedan encontrar,-
ordeno, su voz estable a pesar del enojo atravesándolo. - Di a los pajes que
llenen cubos de los pozos negros, luego hazlos apresurarse para que los
traigan a las almenas.
Duncan hizo una pausa, apretando el hombro del muchacho - Pero no antes
de que tomes un respiro profundo.
El muchacho dio vuelta tan rápidamente que él casi colisionó con dos
corpulentos guerreros que venían detrás de él. - Sí señor- respondió, sus
brazos agitándose violentamente tratando de recobrar el equilibrio.
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Una vez más, se subió en una mesa, esta vez ruidosamente golpeando dos
picheles para tener la atención de sus hombres.- Cesen los gritos
muchachos y tomen sus posiciones- rugió, aventando los picheles cuando las
porras se detuvieron y todos los ojos se volvieron hacia él. - Bueno pronto
tendremos aceite hirviendo y soportaremos lo suficiente para ahogar a los
bastardos en él. Ahora, a sus puestos y que Dios los acompañe.
Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, el sonido de gritos
enojados y el choque furioso del acero les llegó desde abajo.
No, los fuertes ruidos que hacían eco en el vestíbulo cavernoso de Eilean
Creag venia de abajo no de dentro.
En el fuerte.
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Que los Santos lo sustenten, si los atacantes habían ganado las paredes,
tenían escaleras y quizá aun ahora una podría estar bajo la ventana de
Linnet. Tratando de alcanzar su cámara y destruir lo que más preciado que
era para él.
Con claridad enferma, las imágenes que los plagaban desde saber del ataque
de Kenneth en los colonos regresaron a él.
- Alec. Malcolm- Resolló con furia, deteniendo a dos de sus hombres más
robustos que pudo observar desde la escalera. - Vayan inmediatamente a la
recámara de mi dama. Asegúrense que sus ventanas estén con
contraventanas y enrejadas. Maten a cualquiera que se atreva a entrar. Y
díganle al joven Thomas que haga guardia en la puerta y que la guarde con su
vida.
Ambos hombres asintieron, luego fueron rápidamente hacia la recámara que
Duncan compartía con su esposa. Los puños de Duncan se cerraron al
observarlos subir las escaleras de dos en dos.
Condenación y Fuego del Infierno, pero quería subir con ellos; Era su tarea
mantener a su dama a salvo.
Viendo nada sino las caras amadas ante él, Duncan avanzo hacia el vestíbulo.
Directamente a las escaleras de la torre, apenas apartando de un empujón a
cualquiera que tuviera la desgracia de cruzarse en su camino.
Por la sangre de Cristo, que le pasaba. El era el laird y como tal tenia una
compromiso de honor para velar por la seguridad de su clan.
Su clan entero.
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A decir verdad y era todo lo que sabia, solo comandando a sus hombres, en
la pelea a su lado, podría asegurar la seguridad dentro de estas paredes.
Para un hombre, se armarían y provocarían. Con orgullo, Duncan noto que aun
sus más pequeños escuderos habían aprendido lo que les habían enseñado y
estaban listos en sus puestos. Sus espadas desnudas brillaban a los lados,
sin funda y listas para la batalla, en nada más que un simple anillo adjunto a
sus cinturones.
Ni uno seria lastimado por una poca manejable costra guindando vacía a su
lado.
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Con orgullo, Duncan vio a sus mejores arqueros ir hacia las paredes. Otros
igualmente expertos, se apresuraron hacia las rejillas de las paredes,
mientras que aquellos ya en sus lugares levantaron sus arcos reduciéndolos
con mortales flechas cortando profundamente en la gruesa piedra de la
pared.
Su mano se apretó alrededor del cuero. Era suave y liso, calentándose bajo
su tacto, dándole la bienvenida casi tan seductoramente como una mujer
acariciaría a su amante.
Los labios de Duncan se curvaron hacia arriba en una parodia amarga de una
sonrisa. Su intento no era de un amante. Su propósito era fervoroso.
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- ¿Y nuestras defensas?
- No valdría la pena enviar flechas en llamas. Han cubierto las barquillas con
cuero mojado. Encendí algunos de los barcos antes de que pudieran lanzar
cueros sobre ellos.- Se jactó Marmaduke, sus labios se torcieron tratando
de formar una sonrisa malvada - Pero no lo hice con flechas encendidas.
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- Solo unas pocas, y no las pusieron donde más les convenía.- Marmaduke
dijo desconcertado. - Hasta ahora no ha habido intentos para alcanzar la
ventana de lady Linnet, y Kenneth debe saber que es su recamara.
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Cólera fluyó por el pecho de Duncan. Red James era uno de sus mejores
guerreros. - Por Dios- Juró - Perderá el uso de su brazo.
- ¿Ese fuerte bribón?- Marmaduke arqueo una ceja. - Tomaría más que un
mero corte, por muy profundo que este sea para detener a Red. Él ni se
inmuto. Arrojo a un lado su ballesta, levanto su espada y atravesó al chulo
hijo de puta. Lo ejecuto, luego mando su esqueleto y la escalera a volar.
Gritos de dolor
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- Eso parece.
- —Cuidich' N' Righ!- Duncan gritó, blandiendo su espada. Luego dio un paso
encima de las almenas y en el caos completo.
- Fue el mismo laird que declaro que no dejara esta habitación milady.- Él
más alto le dijo, con voz calma y cortes, Linnet quiso arrojarle algo.
- Por favor señora, tiene que calmarse- Alec el otro trato de persuadirla,
con una nota suplicante en su profunda voz.- No podemos ir en contra de las
ordenes del Ciervo Negro. Es por su propio bien.
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- Soy solo una criada- Elspeth dijo humildemente las palabras contrariando
a su conducta segura de si misma. - No seria decoroso para mí contradecir
los deseos de mi laird.
Cerca de las lagrimas, se ondeo bajo las narices de los odiosos guardias. - En
esta bolsa esta todo lo necesario para atender a mi señor o a cualquiera de
sus hombres.- Deteniéndose parpadeo por la humedad picante en sus ojos. -
Y ustedes evitaran que los ayude.
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- Nada le pasó a Sir Duncan mi señora- Alec respondió. - Fue Ian. Tenía una
flecha en el cuello. Nada podía salvarlo.
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Que ninguno de ustedes escucha los chillidos y gritos de ahí afuera- gritó
retorciendo sus manos. - Están sordos- su frenética mirada paso primero
por Elspeth y luego a los dos hombres de su marido. - No puedo soportarlo,
me escuchan. Como pueden esperar que me quede aquí y no haga nada.
- Mauger- Linnet respiro, la única palabra casi tan gruesa para pasar por el
nudo en su garganta. El perro la miro, sus ojos café mirándola con adoración.
Sin quitar su mirada, dio otro quejido lastimoso, luego baño su mano con
besos.
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- No- gritó, su mundo cayendo a sus pies - Mi señor ¿Esta…?- Dejo escapar
su voz, incapaz de poner su miedo en palabras.
- Lo siento mi señora, pero tengo que escoltarla con su esposo. Vive, pero me
temo que no durara mucho si no se le atienden sus heridas- se detuvo. - El
tonto sé rehúsa a dejar la batalla.
No. El no puede morir. Linnet no supo si gritó las palabras o si solo sonaron
en su cabeza. No podía decir, porque el piso se había inclinado locamente
bajo sus pies y el cuarto empezaba a girar alrededor de ella.
El no podía morir.
- Vaya con Dios- uno de los guardias dijo, pero no supo cuál de los dos.
Luego Marmaduke la estaba guiando por el cuarto a las escaleras hacia las
almenas. - Las heridas no son tan graves, mi señora, no tema- trato de
consolarla.- Es solo que no parara de pelear y sus movimientos le están
causando que pierda mucha sangre. Debe convencerlo que deje las almenas.
Él la escuchara.
El no debe morir.
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El no debe morir.
No, Sagrada Santa Margaret tuviera piedad de ella, solo escuchaba las
palabras en su cabeza.
El no debe morir.
Simplemente no lo permitiría.
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CAPITULO DIECISEIS
- ¡No puedo creer lo que ven mis ojos! -Duncan se enfureció, mirando a su
estúpido cuñado Sassunach - ¿Es que se te ha reblandecido el cerebro,
inglés?
Duncan se escurrió la sangre que goteaba sobre sus ojos y soltó una
cantidad de crueles juramentos. Le importaba un bledo que tan
cuidadosamente el estúpido imbécil tratara de escudarla de las flechas que
pasaban zumbando cerca de ellos, su esposa no pertenecía a las almenas.
Además había dado órdenes estrictas: ella debía ser protegida por una
guardia, mantenida a buen recaudo.
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Esta vez fue Sir Marmaduke el que juró. Su brazo se enlazó alrededor de
Duncan, sujetándole.
- ¡Abajo, he dicho!
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Una flecha silbó su camino a través de una abertura entre las almenas,
apenas errando la cabeza de Linnet. Un golpe fuerte y un gruñido lleno de
dolor indicaron que la flecha había encontrado otro blanco.
- Pero si a este paso voy a ser una viuda antes del amanecer - ella sostuvo,
todavía moviéndose hacia el escudero caído. - Ya que no te gusta que cuide
de tus heridas entonces lo haré con las de otros que si necesiten de mi
ayuda - Ella lo desafió con la mirada que le echó por sobre su hombro. -Y tú
no me vas a detener.
Abrió su boca, quizá para gritar, pero ningún sonido apareció. Su estómago
amenazó con volverse, no podría hacer otra cosa más que clavar sus ojos en
el escudero asesinado. El cielo la ayudara, era el que le recordaba a Jamie,
su hermano favorito. Tal y como Jamie se veía de muchacho. Ella había sido
muy cariñosa con el joven escudero, un muchacho alegre que a menudo le
sonreía ampliamente para luego sonrojarse furiosamente cuando ella le
devolvía el gesto.
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- ¡No! -la negativa explotó en su garganta. Ciega y sorda ante el infierno que
se desarrollaba alrededor de ella, Linnet dio los últimos pasos hacia donde
el muchacho yacía muy quieto.
Pero la manera en que pendía su cabeza y la fija mirada en blanco decía otra
cosa. El horror que la invadió era más frío y más cruel que el frío viento del
mar azotando su cabello y sacudiendo los pliegues sueltos de su manto .
Las lágrimas de cólera y miedo le punzaban los ojos pero ella se rehusó a
dejarlas caer. Podría llorar más tarde, ahora ella debía llevar a su marido a
un lugar seguro para curarle sus heridas. Levantándose sobre sus pies, ella
corrió hacia adelante y le agarró firmemente el brazo derecho que estaba
sano.
- Con esto ya es suficiente como prueba del valor de los MacKenzie y ven
adentro conmigo, mi señor - ella imploró, tirando en vano de él. Aún
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- No vivirás para volver a usar esa ballesta u otra maldita arma si no te vas
inmediatamente de aquí.
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- Vamos Señora, ven - Sir Marmaduke le urgió otra vez, tratando de llevarla
casi arrastrando. Este no es un lugar seguro.
- No. No iré abajo - Linnet dijo endureciéndose ante el abrazo de hierro del
Sassunach, esforzándose en contra de él.
Y ella podía asegurar que él se ponía más y más débil con cada momento que
pasaba. Aun si nada ocurriese, pronto alguien lo derribaría.
Él no debía morir.
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Una flecha de fuego pasó silbando, para clavarse cerca del borde de su capa,
Sir Marmaduke aflojó su abrazo para apagar de un pisotón la saeta
humeante. Linnet aprovechó ese momento para desprenderse de él y correr
hacia la muralla.
- ¡Kenneth MacKenzie! - ella llamó en voz alta en busca del hombre debajo -
¡Te desafío a que te muestres!
- Basta señora, que pueden matarte - Sir Marmaduke deslizó sus brazos por
detrás de ella y trató de separarla de la muralla.
- Déjala que haga lo que quiera - una voz profunda subió desde la costa
rocosa bajo las almenas. Y con esas palabras, toda pelea se detuvo.
- Deja que la señora de un paso adelante y hable lo que desee - la voz habló
otra vez.
- ¡Por los dientes del dios! - gritó su marido a voz en cuello, sus dedos
ensangrentados curvándose fuertemente alrededor de su brazo - ¡Vete
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- Déjame que haga lo que quiera - ella gritó, inconscientemente imitando las
palabras de Kenneth. La sangre en las manos de Duncan las hacía
resbaladizas, y ella tomó ventaja de eso, retorciéndose con destreza fuera
de su alcance.
- ¡Quedaos atrás! - Linnet les pidió a los que intentaban acercarse a ella.
Luego, fingiendo aceptación, ella se inclinó, haciendo el ademán de ajustar
los pliegues de su capa. En lugar de eso sacó fuera su daga. Levantándola
hasta la altura de la garganta, dijo con calma - No piensen que no voy a
usarla. Hablaré con el medio hermano de mi marido y nadie impedirá que lo
haga.
- Aquellos de vosotros que me han visto enseñarle a Robbie como tirar una
navaja saben con qué rapidez manejo esta daga. No me obliguen a
mostrárselos otra vez.
- Aquí estoy — llamó ella en voz alta en busca del hombre alto que se paraba
debajo, sus hombros anchos, su arrogante cabeza inclinada a un costado,
elevándose por encima de sus hombres, quienes todavía estaban agachados
debajo del refugio de sus botes volteados.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Pero, en verdad, ella sabía sin ninguna duda que su marido no se había movido
de las murallas. Podía sentir su furia perforándole la espalda.
Tanto como también podía sentir la sonrisa divertida que su odioso medio
hermano le estaba dirigiendo. Linnet se estremeció, endureciéndose ante el
inquietante parecido con Duncan. Brevemente, el aura negro verdosa que
ella había visto alrededor de él aquel día en la arboleda del tejo, le estaba
recordando la clase de hombre que él verdaderamente era.
- Dile a tus hombres que dejen de reírse o ¿es que has traído a bandidos
distintos a los que estaban presentes en nuestro primer encuentro? - lo
desafió ella.
Detrás de ella, Duncan casi gritó su furia. Linnet escuchó su lucha y supo
que se estaba debatiendo salvajemente.
El Sassunach lo retó en voz baja - Quédate quieto, tú, tonto. Habla así para
irritarte. Desea que tú saltes hacia adelante para que uno de sus arqueros
pueda dispararte antes de que puedas levantar tu propio arco.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- Qué pena - Kenneth dijo dulcemente, el timbre de voz suave como crema
doble. Otra vez, él inclinó su cabeza.
El desagrado del hombre subió hacia arriba como una nube oscura,
abalanzándose sobre ella en ondas grandes, sinuosas. Se quedó con la
mirada fija en ella, las manos sobre las caderas, luego finalmente le hizo una
reverencia - Hago esa concesión, señora. Bajo una condición.
Sin quitarle de encima la mirada, Kenneth colocó su pie derecho en una gran
roca redonda.
- Tirar una daga es un truco de gitanos - él se mofó - Como una persona que
cura y tiene la visión, no es sorprendentes que poseas ese talento. Aunque
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- Tú no tienes derecho a ninguno de los dos - gritó Linnet, sus dedos habían
encontrado la palanca - Ni al niño ni a estas paredes. Una vez más te exijo
que te vayas.
- ¡Te juro, mujer, si me desobedeces otra vez, te pondré sobre mis rodillas
y le daré latigazos a tu culo desnudo delante de todos los hombres que
quieran mirar! - Duncan le gruñó a su esposa mientras ella, irritantemente
tranquila, impasible ante sus rezongos, lo torturaba aguijoneando y
limpiando sus heridas.
- ¡Por la cruz de Cristo, ten cuidado! -él lanzó improperios cuando Linnet
punzó su cuchillo infernal profundamente en su muslo herido - ¿Santo cielo,
es que vas a terminar tu lo que Kenneth y su banda de forajidos empezaron?
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- ¿Eso piensas? -la ira de Duncan se había inflado. La fea cara de su cuñado
no tenía ni un arañazo.
- Es que hay algo que no se... - Duncan se mordió, sus palabras acabaron en
una inspiración repentina mientras Linnet removía aún más profundo en su
carne herida. Sir Marmaduke se encogió de hombros y tomó otro sorbo de
cerveza.
Duncan abrió su boca para contestar pero del mismo modo la cerró,
sobresaltándose mientras la punta de daga de Linnet raspaba
inesperadamente a lo largo de su fémur.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- Dale el vino a Elspeth - le dijo Linnet a Lachlan, sin quitar sus ojos de su
tarea.-Luego le levantas la cabeza para que ella le pueda ayudar a beber.
- Haz como ella diga - siseo Duncan a través de sus dientes apretados.
Un momento más tarde, el vino que dichosamente le iba a aliviar dolor, fluyó
hacia abajo por su garganta. Después de que se había bebido con glotonería
los contenidos de la jarra, Elspeth amablemente bajó su cabeza dolorida
sobre la mesa.
Algunas horas mas tarde y vaya uno a saber cuantas jarras de vino después,
solo los benditos Apóstoles lo sabían, Duncan se despertó. A través de una
neblina oscura de dolor, miró atentamente hacia arriba, hacia la cara de su
esposa.
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- Han limpiado y vendado la mayor parte de tus heridas. Alabado sea Dios,
pudieron quitar todas las pequeñas cantidades de desechos, telas y cuero
incrustados en tu carne. Eso debería tener evitarte cualquier infección.
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- ¿Crees que soy tonto? respiró con dificultad, débil por el esfuerzo de
levantar su cabeza. -Sé que dolerá. Simplemente hazlo de una vez.
- Sí, debemos hacerlo - ella estuvo de acuerdo - la piel lastimada que rodea
el corte no se ve bien. La herida no puede curarse como debiera.
Luego Linnet tomó una de las manos de Duncan y entrelazó sus dedos con los
de él. Cuando Sir Marmaduke cerró su gran mano alrededor del brazo de
Duncan y asió la flecha con los dedos de su otra mano, Duncan cerró los ojos.
Hizo una pausa momentánea para dar vuelta y girar el lino húmedo que
sostenía contra la cabeza de Duncan -¿Estás bien como para encargarte o
debo hacerlo yo misma?
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larga era lo que había evitado que llorara. Había limpiado heridas, cosido y
aplicado ungüentos a la carne lastimada, había alimentado con caldos
deliciosos y con sus preparados para el dolor a una cantidad de MacKenzies
cansados, sin ceder ni una sola vez al deseo de simplemente acurrucarse
contra el cuerpo lastimado de su marido para ofrecerle el consuelo de sus
brazos.
Un par de veces ella se había deslizado hasta su recámara para ver a Robbie.
El chico dormía profundamente detrás de las cortinas de la gigantesca cama
que ella compartía con Duncan. Y, encima, aunque podía parecer tonto la
reconfortaba saber que, Thomas, el gigante silencioso, todavía estaba
apostado vigilando la puerta.
Sí, de alguna forma ella había continuado. Hasta se las había arreglado para
sonreírles a los guerreros que no habían resultado heridos, que se habían
sentado a beber un trago cerveza y relatar con regocijo cómo Kenneth y
sus bandoleros se habían batido en una retirada apresurada, como habían
desaparecido en la niebla pesada luego de saltar a sus pequeños botes,
justamente momentos después de que la flecha de su propia ballesta se
hubiera estrellado contra el muslo del líder bastardo.
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- ¿Señora?
El escudero inclinó su cabeza - ¿Hay algo mas que pueda hacer, mi señora?
Ella hizo una pausa y tocó apenas la mejilla fría del muchacho con el dorso
de su mano.
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- Señora, ha hecho todo lo que podía hacer esta noche y más. Tiene toda mi
admiración y mi mas profundo respeto - Él colocó una mano suave sobre su
hombro - El amanecer está cerca de nosotros, y como ha enviado a Lachlan
a descansar, yo diría que sería sabio que ambos lo siguiéramos y
procuráramos nuestro propio descanso.
- Pero...
- Fergus y su señora pronto regresarán con lo que les encargó traer. Ellos
harán que Duncan y los otros hombres heridos estén cómodos y bien
atendidos. No hay nada más que hacer. Por lo menos no esta noche. Duncan
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- ¿Está segura?
- Sí.
Ella lo miró irse, le deseó una buena noche al joven Thomas, y se introdujo
en su cuarto, cerrando la puerta tras ella. Casi al borde de dormirse de pie,
arqueó la parte inferior de su espalda y estiró sus brazos doloridos por
encima de su cabeza. Luego cruzó el cuarto y movió hacia atrás las cortinas
de cama.
Antes de que ella pudiera gritar, un brazo fuerte se le deslizo desde atrás
alrededor de su cintura, y una mano hedionda le sujetó fuertemente la boca,
reprimiendo cualquier sonido que ella pudiera haber emitido.
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CAPITULO DIECISIETE
- No creo que sea bueno morder la mano de Gilbert —le advirtió Kenneth,
adivinando el intento de Linnet - Sus modales son burdos, y él no te trataría
todo lo gentilmente que me gustaría si hundieras tus dientes en él.
- No te servirá de nada clavar como dagas, tus ojos en mí, por mas preciosos
que puedan ser- dijo él, su voz baja y sedosa, completamente divertida.
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Sus ojos de azul oscuro, tan parecidos a los de Duncan, brillaron mientras él
deslizaba una lujuriosa mirada hacia sus pechos, luego a sus pies y hacia
arriba otra vez. - Palabra de honor, señora, creo que posees muchos, ah,
preciosos atributos. Disfrutaré saboreándolos a todos.
- El muchacho está ileso. ¿Crees que planeo hacerle mal a mi propio hijo? -
Kenneth fingió una sorprendida apariencia de burla mientras ella se revolvía
salvajemente contra el hombre del tamaño de un oso que la mantenía
cautiva.
Mucho.
Poderosamente enojada.
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Su boca se acercó tanto a la de ella que temió que le tomaría los labios de un
momento a otro.
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Linnet asintió, luchando contra las olas de repulsión que la invadían con su
cercanía, con la sensación de sus manos viles tocando su cuerpo. Ella no
podía flaquear en ese momento... tenía que mantener su fortaleza y su
ingenio alertas hasta que se reuniera con Robbie y pudiera tramar su
escape.
- Bueno.
- No pienses que no voy a hacer lo que te he dicho. Es algo que querría hacer
bajo cualquier circunstancia y tomar tu dulzura frente a los ojos furiosos
de mi hermano sólo aumentaría mi placer.
Todavía mirándole los pechos, él dio una seña hacia la pared cubierta por un
tapiz al lado de la chimenea.
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Linnet no dijo nada si bien la cruel amenaza tácita desató el miedo a través
de ella. Se mordió el labio inferior para evitar agredirlo con sus palabras
enojadas.
- Ese túnel allí, conduce hacia el solar de tu marido y más allá acaba en la
capilla - le dijo a ella, inclinando la cabeza hacia la negrura impenetrable que
surgía amenazadoramente más allá de la entrada arqueada del pasaje.
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Pero Linnet contuvo su lengua, recorriendo con la mirada los varios otros
túneles cerca de ella mientras caminaban hacia abajo. Cada uno olía más
rancio que el anterior. Era un olor frío y húmedo. Un hedor apestoso a alga
marina podrida, a pescado muerto se conjugó con el olor salitroso del mar y
el olor mohoso de aire viciado.
Sin previo aviso, una bocanada de aire frío y salobre subió desde el hueco de
la escalera, enviándole un profundo escalofrío por su columna vertebral.
Un escalofrío que también le llegó al corazón. Y que se volvió cada vez mas
helado, envolviéndola cada vez mas firmemente, mucho mas fuerte de lo que
Kenneth la sostenía de su brazo.
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Tenía que ser fuerte. Si no era por ella misma, debía serlo para Robbie.
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Forzando la vista para ver si llegaba a vislumbrarlo por algún lado, Linnet
trató de mirar con atención mas allá de los dos hombres que acechaban
cerca de la entrada de la caverna. Esperaba ver al niño en alguna parte de la
orilla pedregosa, pero nada vio, excepto las blanquecinas cortinas de niebla,
merodeando a la deriva a través del la superficie agitada, coloreada en
peltre del lago.
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Linnet corrió hacia él, dejando caer sus rodillas en la arena mojada.
Una nueva tanda de lágrimas se derramó por sus mejillas y él se alejó de ella
mientras agachaba la cabeza para mirar el arenoso piso de la caverna.
azules.
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- Oh, Robbie.
Sólo luego de eso fue que ella notó al viejo perro, apenas visible en las
sombras profundas detrás de Robbie. Silencioso y muy quieto, no era más
que un montón de enmarañado pelaje y huesos, su cabeza redondeada,
cubierta de sangre, sus ojos confiados, cerrados.
- ¡Te odio, eres malo! - Robbie brincó sobre sus pies y empezó a golpear las
piernas de Kenneth con su espada de madera.
- Llévale tu, me aburro del mocoso molesto - Kenneth lanzó al niño en los
brazos de Gilbert
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Y todo lo que Linnet podía oír era el resuello de Kenneth mientras remaba
para alejarlos más y más, el rítmico golpeteo de los remos sobre el agua y
los fuertes latidos de su ansioso corazón.
************
Duncan abrió sus ojos un poco y miró furiosamente a la vieja cabra que era
su senescal.
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- Por supuesto que te puedo oír - se quejó — De la forma que has estado
vociferando en mi oreja hasta un hombre sordo te oiría, y no soy sordo.
-Alguien ha venido a verte - gritó Fergus, todavía apoyado sobre la mesa del
caballete, gritando a voz en cuello en la oreja de Duncan.
Trató de cerrar sus ojos otra vez pero Fergus, maldito hombre persistente,
empezó a sacudir ruidosamente el brazo indemne de Duncan.
Con un gran esfuerzo, Duncan se empujó hacia arriba en sus codos y trató
de enfocar los ojos que le dolían... le ardían como si alguien hubiera vertido
arena en ellos.
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Cuando él la miró fijamente, ella se quedó sin aliento, dio unas palmadas
sobre su boca y giró para alejarse de él, sus hombros redondeados
hundiéndose.
Hasta Fergus actuaba así. El viejo senescal estaba parado, medio vuelto
hacia otro lado, rascándose el codo furiosamente.
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Fergus, con sus manos nudosas y fuertes enderezó a Duncan, hasta que
estuvo nuevamente erguido sobre la mesa.
- Dice ser Murdo, del clan MacLeod. Dice que estaba en camino para acá con
un mensaje de su laird. El MacLeod nos pide enviar algunos hombres.
Necesitan ayuda para reconstruir su salón después de un fuego y... —Fergus
hizo una pausa para rodear con un brazo los hombros de su esposa llorosa —
Viniendo para acá, él se encontró con algunos de los hombres de Kenneth. Se
jactaron de que el maldito bastardo tenía en su poder a tu señora y a Robbie
y que tenían la intención de pedir rescate por ellos - terminó a la carrera.
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- Tantos como tú puedas mandar. Hay que reconstruir todo, solo hay piedra
desnuda, ceniza y hollín. Oh, sí, fue un fuego feroz - dijo Murdo,
meciéndose sobre sus talones —Quizás querrás mandar a un grupo detrás
de tu señora primero. Mi señor no dirá nada si atiendes primero tus asuntos
antes de enviar la ayuda pedida.
- Y ¿serás tu el que nos diga hacia donde ir? - Alexander, uno de los
parientes de Duncan, habló sin temor. Duncan le recorrió agudamente con la
mirada. Tenía la frente surcada por un gesto duro, estaba parado
frotándose la barbilla, mirando suspicazmente al hombre alto que decía
llamarse Murdo.
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- Sí que puedo. Escuché decir al hermano del Laird MacKenzie que tenía la
intención de dirigirse en un barco de remos para una de las islas del norte -
El pecho de Murdo se hinchó con importancia - Mientras estoy aquí, puedo ir
al norte con ustedes. Tengo a algún pariente en la costa y puedo ayudar a
conseguir un bote.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Sí, él lo sabía.
Que lo condenaran, pero él había sido un tonto. Él más que nadie debería
haber sabido que Kenneth era inteligente. Él sabría que nunca podría tomar
Eilean Creag, estaba bien consciente de que en sus paredes no podría abrir
brecha alguna.
Una inteligente estratagema para permitir que sus hombres despejaran las
rocas bloqueando la entrada para la caverna del mar. De alguna manera el
bastardo había descubierto el secreto que Duncan pensaba que solo él
conocía. Y una vez que habían ganado acceso al pasadizo escondido, se
habían llevado a su señora y Robbie.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Su corazón.
Una súbita claridad salía de toda aquella negrura para hacerle ver, el peso
de la verdad casi aplastándole, quitándole la vida, privándolo hasta de su
misma respiración.
A los Dos.
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CAPITULO DIECIOCHO
Su hermano la tiene.
Rechinando sus dientes, apretó con sus manos los fríos tablones de madera
de la mesa del caballete y se esforzó en concentrarse.
Tenso, también, se agarró con fuerza. Pero sus esfuerzos fueron nulos.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Dejó sus ojos firmemente cerrados, él luchó para ignorar los gritos de sus
hombres, los sonidos caóticos del vestíbulo lo llenaron de la confusión, y se
enfocó en las palabras de Murdo.
Vital.
Él apretó sus manos más fuerte contra la mesa, tan fuertemente que sus
antebrazos temblaron con el esfuerzo. Pero, el diablo lo condene, las
palabras y su significado seguían eludiéndolo.
Sus ojos todavía cerrados, intentó tragar pero no pudo. Sus labios estaban
secos, abrasados, y su lengua se sentía espesa, hinchada. Muy molesto
sentía dentro de su boca un sabor horrible, amargo, como el vino agriado.
Estaba amargado.
Tu hermano...
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
No era Kenneth...
Alguien hablaba en dos lenguas...
De repente lo supo.
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- Lo que veo es a un hombre incapaz dominado por las alas del enojo,- le dijo
el inglés, mientras doblaba sus brazos. - Nada más.
Los toscos rasgos del extraño se endurecieron, y su mano rodó bajo los
pliegues recogidos de su sucia túnica. Su hoja apareció y brilló por un
momento antes de que Malcolm se la arrebatara y luego la apretara contra
la garganta del hombre.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Rechinando sus dientes, apretó con sus manos los fríos tablones de
madera.
Se apoyó tan cerca de la cara del hombre que pudo sentir su apestoso
aliento que se enredó con la respiración del mismo Duncan… Duncan gruñó,
no había un fuego para proteger a John MacLeod.
Murdo mantuvo su boca cerrada y miró fijamente hacia alguna parte más
allá del hombro de Duncan.
- El fuego fue una artimaña, para hacerme enviar a mis hombres en otro
sentido. - Duncan respiró, su tono helado, una calma profunda en su voz sin
rastros de la cruda cólera que corría a través de él. Ni del dolor que sacudía
cada uno de sus huesos al moverse. - No mientas si en algo valoras tu vida.
- Muy bien,- dijo Duncan, en voz baja, cada uno de sus nervios tensos. - Me
impacientas. Admite que mientes.
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Duncan fingió una mirada de sorpresa.- ¿Y te dirigiste allí en barco por las
islas del norte?
- Habla o te mueres.
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Pero el fuego en su brazo no era nada comparado con la llama que quemaba
dentro de él.
- Te juro que ese hijo de puta es el hombre de dos caras de tu señora.- Dijo
Marmaduke, enfundando su espada. - El que estaba en las llamas-
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- Hey, las damas y Elspeth querrán revisar tus heridas, sobre todo la de tu
brazo. - Fergus estaba de acuerdo, mientras caminaba hacia ellos. Él inclinó
su cabeza al lado y miró agudamente al brazo herido de Duncan. - Estoy
pensando que deberíamos cauterizarlo —
- Y debemos pensar que vamos hacer con todo esto.- se quejó Duncan,
mientras se empujaba fuera del borde de la mesa y miraba a Fergus.
Intrépido, Fergus devolvió una mirada que había usado con mucho éxito en
la niñez de Duncan.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Nadie se movió.
Los Santos sabían que él no podía hacer mucho más. Con la garganta
dolorosamente apretada y los ojos ardiendo, se emocionó ante la fuerte
exhibición de apoyo de sus hombres.
Cuando los gritos se apagaron, una mano firme asió su codo. - Permíteme
dirigir la patrulla,- ofreció Sir Marmaduke, acercándose a la oreja de
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Ante el, sus parientes lo miraban fijamente con la boca abierta como si
trataran de atrapar moscas.
Lo que él no sabía era por qué las palabras se habían resbalado tan
fácilmente de su lengua.
Los ruidos volvieron y para el asombro de Duncan, él vio que era el viejo
Fergus.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Sus piernas tan estiradas por el frío, en la tierra húmeda, que Linnet se
apoyó contra el tronco de un árbol y descansó sus cansados huesos.
Desde que Kenneth la liberó ella se vio obligada a servir a sus captores ante
las amenazas contra Robbie y considerar sus constantes demandas.
Un momento en que una gris llovizna caía durante el alba de su segundo día
de captura se le había hecho sentarse con Robbie. Dormía apaciblemente,
gracias a los santos, el muchacho estaba a su lado cubierto con una manta
raída que uno de los hombres de Kenneth se había dignado a echarle encima.
- ¡Och! - El otro hombre palmoteó su muslo. Espera a que vea el tamaño que
tienes —
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Un frasco que había olvidado que tenía con ella, asegurado como estaba en
una bolsa de lino pequeña bajo las muchas capas de su ropa.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
CAPITULO DIECINUEVE
Tal prisa era de mal agüero, y Duncan no iba a cabalgar para oír noticias
horrendas un momento antes de lo necesario.
- ¿Estás seguro?
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- Una corta cabalgada. Los villanos aún duermen, pero con unos pocos
hombres experimentados, yo les puedo despachar sin dificultad.
Nadie habló.
Alzó una mano para pedir silencio cuando surgieron palabras enojadas de los
hombres reunidos. - Eso no significa que les haya ocurrido nada a ellos.
Propongo que alguno de vosotros me acompañe para exigir nuestra venganza.
Los restantes, incluyendo a Duncan, se quedarán detrás y les buscarán.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Una vez más, Duncan esperó. Solo que esta vez contuvo la respiración.
Fergus siempre fue aficionado a contradecirle. Pero el viejo chivo se sentó
erguido, sus huesudos hombros echados hacia atrás, el destello en sus ojos
de halcón, feroz.
Fergus adelantó su montura unos pocos pasos, luego escupió sobre el suelo.
- Digo que tienes una bonita forma de usar las palabras, y que eres un buen
hombre, pero escocés no eres.
- Así es,- concedió el Sassunach. Duncan pensó que le había oído mascullar
algo sobre una «banda de locos obstinados», antes de que a regañadientes
instara a todos a que le siguieran, espoleara su caballo, y entonces se
marchara en la dirección desde la que había venido.
Sólo habían cubierto unas pocas leguas antes de que Sir Marmaduke diera el
alto.
Duncan clavó las rodillas en los flancos de su caballo, sin esperar a oír más.
Aflojó las riendas a su montura, permitiendo que el veloz corcel cargara
incontenible contra el campamento enemigo.
Kenneth estaba tumbado cerca del fuego vivo. Gritando su furia, Duncan
taloneó al caballo en los flancos, dirigiendo al corcel directamente al
bastardo. Refreno al caballo en el último momento, y tan bruscamente que el
animal manoteó, sus poderosas patas delanteras partiendo el aire.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- ¡Me has cegado, hijo de puta!,- gritó a voz en cuello, aplastando sus puños
contra sus ojos.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- No he hecho nada con ellos,- habló Kenneth con voz áspera. - Llévate a la
moza espinosa y al mocoso. Causan más problemas de lo que valen.
- ¿Dónde están?
- ¿Te has vuelto tan ciego como el gusano tuerto que llamas amigo? La ogra
de lengua viperina y el cachorro todavía duermen bajo aquel árbol,- espetó,
señalando con la cabeza hacia un alto abedul al borde del claro.
Una manta harapienta y manchada yacía sobre el suelo en la base del árbol...
nada más.
- ¿Qué brujería es ésta? Estaban allí,- tartamudeó él. - Juro que ellos es...
- Dale una espada y haz lo que quieras con él. Pero date prisa. Rastrearemos
cada altozano y cada valle buscando a mi esposa y a mi hijo- dijo, dirigiendo
la mirada a Sir Marmaduke.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Uno de los hombres de Duncan dio un paso hacia delante con una espada de
repuesto, pero Kenneth se puso en pie de un brinco, echó a un lado al
hombre de un empujón y se lanzó sobre Duncan justo cuando se daba la
vuelta y se alejaba.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
No, el grupo familiar de ambos, ya que nunca se había sentido más una
MacKenzie que en ese momento cuando su marido escudaba sus ojos y
señalaba en su dirección antes de bajar corriendo la colina hacia ellos.
Cuando les alcanzó, echó una rápida mirada a Robbie y apartó su mirada,
incapaz de soportar la mirada del muchacho, su cuerpo retorcido y
desmadejado, su cabeza descansando en un ángulo extraño contra una gran
roca. El terror y el remordimiento clavaron las garras en su interior,
matándole tan seguramente como la daga de Kenneth lo habría hecho si
hubiera hundido el filo en su corazón.
Doblándose sobre Linnet, agarró su capa con los puños y enterró su cara en
la sedosa calidez de su pelo.
- El Dios de los Cielos no permita que estén muertos,- rogó, su voz gruesa
de pena. - No los apartes de mí ahora.
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- ¿Duncan?
Lo voz del anciano tenía una nota peculiar, causando que Duncan desviara la
mirada hacia él.
Por la misericordia de los santos, ¿acaso el viejo tonto no veía las lágrimas
cayendo de los ojos de Duncan?
¿No sabía que Duncan sujetaba a sus seres queridos tan fieramente porque
temía lo que podría ver cuando les liberara?
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Antes de que Duncan pudiera asimilar lo que significaba esa sonrisa fugaz,
ella se cogió firmemente de su brazo.
Tan quieto.
Con gran esfuerzo, Duncan apartó su mirada del chico, su corazón incapaz
de aceptar lo que sus ojos le forzaban a creer.
- ¿Dijiste tu hijo?
Tan pronto como dijo las palabras los ojos de Linnet se llenaron de lágrimas.
Le ofreció una sonrisa incierta y simplemente le miró, su labio inferior
temblando, mientras los hombres de él se acercaban, la mayor parte de
ellos haciendo toda clase de ruidos mujeriles.
Sorbetones y bufidos.
Balbuceos.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Un gran retumbo de alegría se elevó de entre sus hombres, y fue una buena
cosa, pues Duncan se había quedado sin habla. El corazón que había estado
maldiciendo solamente horas antes se hinchó hasta un grado doloroso, y las
lágrimas que había estado intentando no derramar fluyeron libremente por
sus mejillas.
¡Su hijo!
Y él no era un tonto.
- Entonces, mi señora,- logró hacer pasar las palabras a través del nudo
ardiente de su garganta, - ¿cuánto hace que lo sabes?
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EPILOGO
- ¿No es una novia preciosa? - Linnet miró con atención al otro lado de la
larga mesa a Elspeth. - Creo que nunca la he visto tan feliz.
- Es solo por esta noche. Sabes que ninguno de ellos en la vida...- empezó
Linnet, entonces cerró de golpe la boca y sonrió cuando vio el brillo burlón
en lo profundo de los azules ojos de Duncan.
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
a los dos jóvenes que creyeran sólo la mitad de los elocuentes cuentos del
inglés sobre romance, caballería y honor.
- Es más que mi palabra lo que suelo darte, señora,- dijo, ajustando su túnica
para ocultar el bulto revelador en sus bries. Para remarcarlo, deslizó sus
dedos a lo largo de su muslo. - Nada me aflige más que saber que no
estaremos en nuestra cámara esta víspera.-
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
- Y yo nunca pensé que vería a Fergus casado,- dijo él, deslizando sus dedos
por el cabello de ella.
- Parecen felices,- dijo Linnet, con un extraño temblor en su voz. - Creo que
están realmente enamorados.
- ¿Si te amo?
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Devil in a Kilt de Sue-Ellen Wellfonder ellloras traducciones.
Inclinándose hacia delante, tomó la cara de ella en sus manos y besó la punta
de su nariz.
- Por el báculo de Santa Columba, muchacha, y admitiré esto una única vez,
me fascinaste tan profundamente que no tuve ninguna posibilidad.
FIN
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Dos veces casada y dos veces viuda, Lady Catherine Keith no tiene
necesidad de un campeón. Ella puede detener a pretendientes no deseados
sola y guardar su fortaleza escocesa sin la ayuda de ningún hombre. Pero su
hermana, sabiendo mejor, envía a un hombre — que cree puede ser su
próximo marido - un caballero con una cara que tiene cicatrices de batalla
casi demasiados espantosas para contemplar. Sir. Marmaduke Strongbow
tiene una ambición secreta. Él no quiere la tierra de Catherine, pero si su
mano en matrimonio y su corazón para poseerlo. Con atormentadoras
caricias, él le mostrará como, como un verdadero campeón pone sitio... y
como es que contra el amor es imposible luchar.
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