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Animales sin fronteras

Flavio Quintana vivía en Buenos Aires pero su obsesión desde pequeño


era el comportamiento de los animales; por eso estudió biología y se mudó
a Puerto Madryn, al Centro Nacional Patagónico del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CENPAT-CONICET), para
investigar la conducta de diferentes especies de aves y mamíferos
marinos. Sus trabajos lo llevaron a conocer qué sucedía cuando estos
animales se encontraban mar adentro, volando o buceando en aguas
profundas lejos de la costa. Desde 1997, junto con su equipo de trabajo,
comenzó a colocar registradores electrónicos de localización y
comportamiento, en distintas especies de cormoranes, pingüinos y
petreles gigantes. Los datos obtenidos se transformaron en resultados
que, entre otras cosas permitieron conocer las áreas marinas de
importancia para estas y otras especies, los tiempos de permanencia en
dichas áreas y el potencial de interacción entre los animales y las
actividades del hombre en el mar. “Nuestros resultados, junto con otros
provenientes de distintos sitios de estudio, nos llevan a reafirmar el
concepto de unidad ecológica para las aguas adyacentes a Malvinas y el
resto del mar Patagónico. Durante su permanencia en el mar, estas
especies no reconocen ningún tipo de límite jurisdiccional y sus
necesidades ecológicas son las mismas, independientemente de si sus
sitios de cría se encuentran sobre la costa continental o insular. Las aves
y los mamíferos marinos del mar Patagónico utilizan sus aguas integrando
su significancia ecológica”.

El sol brilla fuerte en Puerto Madryn a pesar de que el otoño haya llegado
hace algunas semanas. Flavio Quintana -investigador principal del
CONICET- está sentado sobre una roca negra, con el mar calmo de fondo.
Las aves planean en el horizonte. Acá, en este lugar donde el único sonido
que se escucha es el del oleaje, Quintana recuerda que la primera vez que
vio el mar fue en unas vacaciones con su familia, y evoca el temor que le
provocó tener esa inmensidad adelante. Años después –sigue
recordando- volvería a estar cerca del mar, pero ya por razones
profesionales: cuando se mudó de la Capital Federal hacia Puerto Madryn
para hacer su beca doctoral, volvió a pasar horas frente a las aguas de
Península Valdes, observándolo.

Ese mismo mar es el que le acerca datos que le disparan, cada 2 de abril,
la reflexión sobre la soberanía argentina en las Islas Malvinas. Tal como
cuenta, en las costas de la Patagonia continental y en las Malvinas se
reproducen básicamente las mismas especies de aves y mamíferos
marinos. Cuando los individuos provenientes de ambos sitios de
reproducción se van al mar a alimentarse (la mayor parte de su ciclo anual
ocurre en el mar) utilizan los mismos espacios marinos, explotan muchas
veces los mismos recursos y se enfrentan a los mismos problemas de
conservación.

Pero hay más: cuando la mirada de los científicos se posa más allá de las
especies que habitan las aguas, y se dirige hacia las características del
paisaje marino, se encuentran nuevas similitudes. “En términos
oceanográficos -dice Quintana- las dos corrientes que gobiernan el
ecosistema marino del Atlántico Sur, afectan por igual las áreas marinas
utilizadas tanto por las especies provenientes de Malvinas como aquellas
que reproducen en la Patagonia continental”. Ellas son: la corriente de
Malvinas –fría y muy rica en nutrientes- y la corriente de Brasil –más cálida
y pobre en nutrientes-. “Esa es una muestra más de la unidad ecología que
observamos en todo el mar Patagónico y que podría constituir una
herramienta más en vista a un reclamo de soberanía”.

Aguas profundas

En su laboratorio de Ecología de Predadores Tope Marinos del Instituto de


Biología de Organismos Marinos del CENPAT, Quintana y su equipo
procesan los datos con programas especiales que permiten procesar
cantidades innumerables de localizaciones y registros de las especies de
estudio. Además, en la actualidad, colocan pequeñas cámaras de video
en los animales que en forma simultánea al registro electrónico les ofrecen
imágenes de las áreas de uso y el comportamiento realizado en dichas
áreas.

“El uso de tecnología electrónica para el estudio del comportamiento


animal –dice Quintana-, permite además, utilizar a los animales como
plataformas biológicas de muestreo de datos oceanográficos. Hoy,
contamos con registros provenientes de más de 500 cormoranes
imperiales, 200 pingüinos de Magallanes y decenas de petreles gigantes.
Esto abre una puerta inmensa hacia el estudio y exploración de ambientes
marinos extremos como las grandes profundidades y otras zonas de difícil
acceso. Ahora podemos comprender no solo lo qué los animales hacen
sino también qué características tienen los ambientes que utilizan en el
amplio ecosistema marino del Atlántico Sudoccidental”.

Y continúa: “Es asombroso conocer la capacidad de las especies para


explorar y alimentarse en ambientes marinos extremos: los elefantes
marinos por ejemplo pueden lograr apneas extraordinarias de casi dos
horas y alimentarse en la oscuridad más extrema a grandes
profundidades”.

Pero Quintana es multifacético: su otra pasión, además de la biología


marina, es el arte. Y logró conjugar ambas, sin tener que separarlas.
Desde hace cinco años forma parte de “Bandurria Teatro”, un grupo de
teatro independiente de Puerto Madryn con el que realizó una obra
dedicada al océano. Para este hombre -así como para su objeto de
estudio-, las fronteras no existen. Ni en las disciplinas, ni en la vida, ni en
el mar.

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