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Un Exemplum mitológico en el discurso amoroso de Plutarco

El Erótico de Plutarco es un dialogo filosófico escrito, posiblemente hacia los años de


su plena madurez, a la manera en que Platón, en voz de Sócrates, escribiera sus
disertaciones filosóficas. El texto, a más de girar en torno al amor y su naturaleza, es
una interpretación alegórica de lo divino en el ámbito de lo humano y su repercusión
inmediata con miras a la defensa del la virtud erótica en la mujer y de los beneficios del
matrimonio. Así pues, será el amor de Ismenodora por Bacón el pretexto para las
disertaciones del queronense.
Un recurso a menudo utilizado en la obra de Plutarco es, como se percibe en el
Erótico, el exemplum; el carácter didáctico del autor requiere el uso constante de éstos
como referencias alegóricas, digresiones anecdóticas o pasajes históricos o mitológicos;
de modo que puedan brindar el soporte necesario a los argumentos de la tesis en
cuestión, ya sea de carácter político o moral.
Los exempla, por su parte, fueron un recurso desarrollado ampliamente en la llamada
“segunda sofistica”, periodo en que la retórica vio un resurgimiento en el cual la
practica de la oratoria se reaviva una vez más en Grecia. Por su parte, es el exemplum
una pequeña narración que, inserta en el discurso, apela a la autoridad que la
experiencia de lo vivido, en situaciones y circunstancias similares a las concernientes,
pueda ofrecer. En época clásica, los exempla eran, con mucho, de orden mitológico, en
la medida en que lo permitiese el incuestionable carácter de lo divino.
La concepción del mito, sin embargo, había cambiado. Ya desde antiguo fueron
condenados por impiedad junto a Sócrates algunos otros pensadores por sus
cuestionamientos sobre las deidades. Así, para el año en que Plutarco escribe, el
escepticismo de la filosofía no ha dejado de mellar la fe de los piadosos; con ello,
algunas escuelas como la estoica lograrán congeniar sus principios ontológicos sin
agredir de manera incisiva o violenta en aquellos propios —principios— de la religión;
de manera que en ésta y otras corrientes del pensamiento encuentra el de Queronea el
receptáculo ideal para sus inquietudes filosóficas y su piedad divina1.
Así pues, hay una tendencia marcada en el Erótico de Plutarco hacia el uso de exempla
de un carácter más histórico-documental, apelando a la conciencia histórica de su

1
“… remueves por completo los principios inmutables de la creencia que tenemos de los dioses, al exigir
una demostración acerca de cada uno. Pus basta la antigua y ancestral fe…” PLUTARCO, Obras morales y
de costumbres: Moralia X, trad. Juan Francisco Martos Montiel, 756 B
auditorio; razón por la cual Cama y Émpome2 protagonizarán las historias (exempla)
más ampliamente desarrolladas en el texto, con la finalidad de confirmar la entrega, la
dedicación y la fidelidad de la mujer en el amor, haciendo para esto de la
heterosexualidad la unión por excelencia.

Uno de los pocos mitos traídos a cuenta del coloquio, es aquel que gira en torno a la
pareja de Alcestis y Admeto. El sentido critico que nos ofrece Plutarco es una
alternativa ya planteada desde antiguo por algunos filólogos; se decía que Heracles,
gracias a su basto conocimiento sobre la medicina, había sido capaz de restituir a la
convaleciente Alcestis de una mortal enfermedad; contrario a las tradicionales variantes
del mito que fabulaban una aguerrida batalla entre Thántos y Heracles, o aquella en la
que Perséfone, compadecida por el afectuoso proceder de Alcestis, le había condonado
el sacrificio. Éste pequeño exemplum mitológico anticipa la dirección y el matiz que
tomará la conversación, encausando —y en evidente consonancia con los personajes
“reales” de Cama y Émpome— el discurso a lo que será la exaltación del amor
conyugal3. Así pues, el pasaje, a pesar de su “casual” inclusión en coloquio, revela una
elaborada construcción discursiva por parte de Plutarco. Sin embargo, resulta extraño o
novedoso el amor que circula en torno a los protagonistas en el mito, según lo describe
el queronense:

“[Admeto], a quien amando a su mujer, llegó a ser amado de este [Heracles]”4

a más de transmitirnos la variante en donde según:

“…cuentan que Apolo llego a ser su amante”5

No deja, entonces, de sorprendernos la interpretación que Plutarco hace del amor. Es


señalado el pederasta gusto que Heracles siente por Yolao, y de Apolo es sabido que
tuvo, a más de Jacinto, un gusto homosexual por algunos otros varones. ¿Qué es lo que
pasa entre Admeto, Alcestis, Heracles y Apolo? ¿qué entiende Plutarco por el verbo
“ἐράω”? Él, hasta ahora incluso, ha distinguido el amor (eros) de la amistad (philía) y
de la camaradería (to hetairikón); mas no queda del todo claro las implicaciones del
2
En 768 B, D y 770 D, respectivamente.
3
“Oportunamente me vino a la memoria Alcestis” dice Plutarco tan pronto rememora el mito, pretextando
y contrastando su pasión amorosa capaz de conducirla incluso a la muerte.
4
“ἐρῶντι μὲν αὐτῷ τῆς γυναικός, ἐρωμένου δ᾽ αὐτοῦ γενομένου” PLUTARCO, Op. cit.,761 B
5
“καὶ γὰρ τὸν Ἀπόλλωνα μυθολογοῦσιν ἐραστὴν γενόμενον” PLUTARCO, Op. cit.,761 B
amar. Hay eros en estas relaciones; sin embargo, más allá del eros, la caracterización de
Heracles y Apolo, permite acceso a la aphodísia (relación sexual) entre sus congéneres.
Sin lugar a dudas, puede resultar esta una interpretación arriesgada y desfavorable.
A pesar de la correlación posiblemente “adversativa” 6 que se percibe en el sintagma
predicativo de Admeto, no sería prudente soportar en un par de líneas toda una tradición
mitográfica ni mucho menos el Logos Erótico de Plutarco.
Entonces, ¿por qué no es funcional la mitología en el uso de los excempla para el de
Queronea? ¿Por qué resulta complicado rastrear el significado concreto del eros en el
discurso?
Plutarco, pues, puede manejar el lenguaje a su gusto y es razón por la cual encuentra
ciertas dificultades al momento de aterrizar un concepto y aplicarlo de manera
desinteresada en un a oración con un significado aparentemente distinto; los mitos y la
historia también se vuelven en materia de difícil manejo para el erudito a pesar de la
particular visión que del mundo ofrece. Y no puede precisamente porque ese mundo y
esa cultura milenaria son quienes no se lo han permitido, no se lo permitirían. Es, sin
embargo, aquel conato “revoltosonario” de Plutarco el que le vale, en un futuro no muy
lejano, la admiración de toda una cultura cristiano-medieval. Se registra aquí —en él, su
obra— el nacimiento de una nueva forma de pensar: Plutarco, el mojigato deconstructor
del mundo.

Bibliografía

PLUTARCO, Obras morales y de costumbres: Moralia X, trad. Juan Francisco Martos


Montiel. Madrid: Editorial Gredos, 2004

6
“A quien amaba a su mujer, a pesar de ser amante de este” es otra posibilidad.

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