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DOMINGO XX Tiempo Ordinario.

Ciclo C

“Vine a traer fuego a la tierra”.

BARTHIMEUS, Instituto para el Progreso Humano


ORACIÓN COLECTA DE LA MISA DEL DOMINGO XX

“Dios, que has preparado bienes inefables para los que te


aman, infunde tu amor en nuestros corazones, para que,
amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos
alcanzar tus promesas, que superan todo deseo”.
“Señor, date prisa en socorrerme”

Salmo (39)
Lc. 12, 49-53

“Vine a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que


ya estuviera ardiendo!
Es un domingo con una
prédica de Jesús muy
diferente a las que
acostumbramos escucharle.

Jesús se siente en gran tensión,


la tensión de la espera, de la
expectativa por una realización.
Jesús conoce y participa de
nuestra condición humana, que
también espera y también ansía.
¿De qué fuego nos habla?

Muchos Padres de la Iglesia han pensado que se


refería al Espíritu Santo.
Otros han pensado en una purificación de
corazones, para un cambio total de mentes y vidas.

SOBRE EL FUEGO,
En el Antiguo Testamento siempre el fuego estuvo presente en las
relaciones de Dios con su pueblo. Representa la santidad divina.
Es un fuego bueno, intenso pero que no destruye, sino que purifica
a sus elegidos. Un fuego santificador que no se acaba.
En el Nuevo Testamento el fuego persiste como señal del juicio
final. Y también simboliza al Espíritu Santo que nutre, ilumina y
transforma.
Pero también he de recibir un bautismo y ¡qué
angustia siento hasta que se haya cumplido!
Jesús asocia la imagen del fuego con la prueba que Él debía
pasar : el Calvario, la Muerte en cruz, su partida al cielo y el
envío del Espíritu Santo.
El fuego llega a ser como el símbolo de su amor,
que triunfa sobre todo.

¡Qué bueno es que en nuestras angustias podamos mirar a


Jesús y decirle : Tú me entiendes porque conoces lo que siento,
quiero apoyarme en tu comprensión y en tu amor !
¿Creen ustedes que yo vine para establecer la paz
en la tierra? Les digo que no, sino la división.
En otros momentos Jesús nos ha dicho que
Él nos da la paz verdadera.
¿Qué quiere decirnos hoy?

Que su paz no es fácil, no es la paz exterior, aparente, la del acomodo o


la conveniencia. Es la paz que se tiene en el corazón, cuando el corazón
reposa en Dios, y nos hemos reconciliado con Dios, con los hermanos y
con nosotros mismos.

Que habrá división y oposición. Pero no habla de


violencia, sino de un combate espiritual.
Jesús, que vino a derrocar al príncipe de este mundo, pide
que su Iglesia “militante” continúe ese combate.
Cada uno libra su propio combate contra el mal.
En efecto, de ahora en adelante, en una casa de
cinco personas habrá división, tres contra dos y dos
contra tres; división de padre contra hijo y de hijo en
contra de su padre, de madre contra hija, y de hija
en contra de su madre, de suegra contra nuera y de
nuera en contra de su suegra”.
Palabra del Señor
Jesús sabe que será objeto de contradicción.
El cristiano no puede ser amigo del bien y del mal.
Libremente debe elegir. La elección trae las divisiones.

La unidad es muy débil si no se basa en compartir la misma fe y


los mismos valores. Diferentes decisiones traen divisiones.
Hasta una familia está dividida y en lucha si no está unida en
Cristo, si no decidió por Él : por conocerlo, aceptarlo, amarlo.
Jesús nos hace notar que Él y su Palabra
pueden ser motivo de divisiones.
Pero también nos hace notar que la
caridad siempre es necesaria.
Como cristianos adultos unimos Verdad con Caridad.
Cumplimos con una sin faltar a la otra.
El amor sin verdad
no es amor.
La verdad sin amor
es crueldad.
Señor,
concédenos vivir reconciliados contigo .

Para vivir en armonía con nosotros y con todos,


viviendo en la Verdad y sin faltar a la Caridad.

«Sean misericordiosos, como también su


Barthimeus, Instituto para el Progreso Humano Padre es misericordioso» Lc 6, 36

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